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CAPÍTULO

1

Para contar esto me tengo que remontar a una noche que estaba cenando con
mi novia en una terraza. Hacía cuatro días que no la veía pues ella había estado
fuera de la ciudad, en un curso de formación, que tenía de vez en cuando por su
trabajo. Por lo demás era una noche cualquiera, sin nada de especial, hasta que
en un determinado momento aparecieron varios chicos trajeados y se acercaron a
hablar con ella. Inmediatamente me di cuenta de que eran compañeros del
despacho de abogados de mi novia.

Fueron muy agradables y formales, como si hubiera una barrera que marcaba
ser más colegas que amigos. Eso sí, con muchas ganas de agradar, creo que con
esas ganas de agradar típicas ante una chica que es bastante guapa, como lo es
María: de facciones muy agradables, buen tipo, amplia sonrisa… un culo no
demasiado grande pero que en tacones se pone bastante potente y unas tetas
medianas tirando a grandes que ella siempre trata de disimular más que de
presumir de ellas. Llevábamos cuatro años de novios y vivíamos juntos.

No fue más que una conversación de a penas un minuto pero hubo un chico,
el más callado, que me llamó la atención. Estaba bastante moreno para esa época
del año, tenía un poco de barba y ojos claros; parecía una especie de abogado
pero surfista en ratos libres. O había ido a la nieve. Algo así había. Parecía
también algo más joven que nosotros, quizás unos 28 años, por los 35 míos y los
34 de mi novia. Se despidieron en seguida y yo le pregunté a María:

—¿Y el chico guapo ese?

—¿Quién?

—El moreno de barbita.

—¿Edu? ¿Guapo ese?

—Pues sí, ¿no?

—Hombre, guapo no hay ninguno. Pues no sé. Uno más del despacho.

La cosa quedó ahí y no pensé para nada en aquello ni en aquel chico hasta
esa noche. Y no es que pensara en él voluntariamente si no que soñé con él y mi
novia. Soñé algo surrealista, que no llegaba a recordar bien del todo, pero era
algo así como que él efectivamente se acercaba a saludarnos mientras
cenábamos, pero al final se sentaba con nosotros y, desde aquel preciso
momento, yo desaparecía de la faz de la tierra para mi novia, que solo tenía ojos
para él. La conversación era entre ellos dos, así como miradas primero, y
después se cogían de las manos… yo seguía comiendo y mirándoles hasta que se
acababan besando delante de mí, como si no existiera, y se acababan marchando
los dos solos.

Me desperté con una sensación extrañísima, como un sueño especialmente
intenso. Recordaba que en el sueño no había sentido celos, tampoco mucha
excitación, si no más bien expectación y algo de humillación. No le di más
importancia.

A la mañana siguiente, viernes, María se fue a trabajar y yo me quedé en
casa, como era habitual los últimos meses, pues no me habían renovado un
contrato finalmente, por lo que estaba desempleado, aunque pensaba que sería
pasajero, pues con experiencia laboral, licenciatura y Máster esperaba encontrar
algo más pronto que tarde. Mis días consistían en hacer deporte, echar
curriculums y hacer entrevistas de trabajo.

Estaba investigando en internet sobre una empresa interesante, cuando entré
en una red social y busqué en los amigos de mi novia a ver si tenía agregados a
sus compañeros de despacho, pero solo vi a uno, con el que tenía más trato. Era
innegable que el moreno aquel me despertaba cierta curiosidad, pero no lo tenía
agregado. Tenía un magnetismo extraño y aun tenía muy reciente el sueño y
aquel sentimiento de humillación de ver como mi novia pasaba de mí al
principio y se besaba con él después.

Un rato más tarde, sin ser yo muy apasionado del porno en internet, me vi
navegando por ese tipo de páginas, como un daño colateral de pasar mucho
tiempo en internet, que siempre acaba uno aburrido y donde no debe. Me acabé
tumbando en el sofá y, aburrido de vídeos que no me decían nada, y con aquel
chico y el sueño aun en mi cabeza, comencé a masturbarme pensando en el
sueño. Nunca, jamás, había pensado o fantaseado, con la idea de mi novia con
otro hombre, pero cuando me quise dar cuenta tenía mi polla como un mástil
imaginando no solo que se besaban en mi presencia si no que se iban a nuestra
casa, yo con ellos como si fuera invisible.

Imaginé que se desnudaban, que aquel chico le comía las tetas a mi novia,
que devoraba sus pezones en mi presencia y que María, por primera vez, parecía
pedirme permiso con su mirada para continuar.

Yo cruzaba la mirada con ella y sin responderle nada ella se acababa
poniendo de rodillas ante él, dándome ella la espalda, y fue imaginarme el
vaivén de la cabeza de María ante la polla de aquel chico y comencé a correrme
como un loco sobre mi vientre. Mientras me corría me imaginaba al chico
llevando su mano a la cabeza de María, marcándole el ritmo de la mamada,
mientras aquel cabrón me miraba y sonreía… creo que eché por los menos seis
chorros sobre mí mientras me imaginaba aquello.

Una vez acabado mi orgasmo me quedé exhausto y me sentí algo culpable.
No tenía ni idea de la caja de los truenos que acababa de abrir con aquella paja
absurda a media mañana.



CAPÍTULO 2

Por supuesto no le dije nada a mi novia de lo sucedido, aquello quedaría
entre mi imaginación y yo.

Al día siguiente salí después de cenar a tomar unas cervezas con unos
amigos. La cosa se fue saliendo de madre y llegué a casa de madrugada y un
poco borracho. Me metí en cama con ganas de marcha pero mi novia
lógicamente ya dormía profundamente. No es de las que siempre están
dispuestas así que no quise forzar la máquina pues sabía que no iba a querer.
Estuve un rato en cama, desvelado, hasta que me levanté y fui al salón y estuve
con el portátil.

Miré mi correo y cuando iba a entrar en las redes sociales vi que estaba
abierta la sesión de María. Me extrañó un poco pues a penas las usa pero habría
estado muy aburrida aquella noche. El caso es que no se por qué, me puse a
buscar al tal Edu. A través del amigo de María que tenía agregado pronto di con
él, pero tenía todo bastante cerrado y poco más que la foto principal pude ver.

Quizás fueran las cervezas pero ni corto ni perezoso le pedí amistad. Pensé
que ella ni se enteraría y, aunque lo hiciera, no era nada grave. Tenía curiosidad
por saber más de aquel chico y no lo pensé demasiado.

No pasó nada relevante durante los siguientes días. Aquella paja había
quedado como un hecho aislado y olvidé casi completamente aquella solicitud
de amistad. Hasta el jueves, día en el que los del despacho de mi novia suelen
quedar para tomar algo después del trabajo. María entró en casa sobre las once
de la noche con un buen cabreo.

—¿Se puede saber por qué usas mi cuenta de Facebook?

—¿Yo? ¿Cuenta de qué?

—¿Cómo que de qué? No veas la vergüenza que acabo de pasar.

Tenía el tema tan olvidado que no sabía ni como reaccionar ni qué decir.
Aunque no me parecía tan grave.

—¿Vergüenza por qué?

—Pues porque el niñato ese soltó delante de todos: “emm… ¿no me hablas
en el despacho y me pides amistad por las redes…?” Imagínate mi cara.

—Bueno, mujer, no es para tanto.

—¿Pero qué te dio con él?

—No me dio nada, quería cotillearle un poco. ¿Y no te había aceptado en
todo este tiempo?

—Estás mal de la cabeza. Le dije que no sabía de que estaba hablando… y
él sacó el móvil y delante de todos me lo enseñó y le dio a “aceptar”. Me debí de
poner como un tomate.

Yo de verdad que no le veía tanta importancia. Me parecía una exageración
un poco infantil de aquella panda de yuppies.

—Bueno, María, por favor… menuda chorrada.

—Chorrada para ti. Mira — dijo abriendo el portátil, al poco tiempo había
abierto la sesión. —Joder, es que mira, tengo aquí como 40 amigos y ahora él,
que no pinta nada. Que además este me lo conozco y ya debe pensar que me
gusta o algo.

—¿Cómo que te lo conoces? No decías que no tenías trato con él.

—Claro que no tengo trato con él, pero se le ve a la legua que se lo tiene
creído, y ahora lo tendré que aguantar todo crecido cada vez que me lo cruce.

La conversación siguió por ahí hasta que ella desvió el tema hacia el otro
punto, y era que qué narices me importaba el chico. Yo le dije que nada, que me
aburría y que le pedí amistad sin pensarlo. No se lo terminó de creer pero no
profundizó demasiado.

A la mañana siguiente no tardé en coger el portátil e investigar un poco la
vida de aquel chico. Tampoco le daba mucha más vida que María. Tenia algunas
fotos en la playa… en la montaña… en la nieve… parecía que se las daba de
aventurero y deportista. El album en el que tenía más fotos era uno de Tailandia,
con gorra y camiseta de tiras comiendo comidas extrañas; no le conocía de nada
pero ya me daba la sensación de que no le podía faltar ese viaje… que le pegaba.

También vi otro album, sin nombre, donde había una foto de los del
despacho en una terraza, tomando cervezas, y deduje que sería de algún jueves
no muy lejano. En la foto salían como 8 personas y una de ellas era María, que
estaba muy alejada de él, en aquellas dos mesas que habían juntado. Mis ojos
iban a María en un extremo de la foto y a él en la otra… Y luego otra vez… y
otra… no entendía que me pasaba, pero cuando me quise dar cuenta tenía mi
polla en la mano… les miraba… imaginaba que tonteaban… imaginaba que a
María sí que le parecía atractivo… Comencé a pajearme imaginando otra vez
que venían a casa y se ponían a follar en el sofá en el que yo estaba sentado, en
mi presencia, necesitaba que fuera en mi presencia para que me excitase de
verdad. Me corrí otra vez abundantemente sobre mi vientre imaginándome como
se la follaba, y ella, al principio me miraba mientras él la penetraba, pero al final
ella no podía ni mirar del placer, cerrando los ojos y disfrutando de la follada que
le pegaba aquel chico.

Durante unos minutos me sentí algo culpable, pero una hora más tarde ya
estaba pensando como sacarle el tema a María, como forzar un encuentro los
tres… Algo, tenía que pensar en algo. No es que quisiera que aquel snob se
follara a mi novia, ni mucho menos, además de que ella no querría ni en broma,
pero sí quería sacar el tema con ella o que la cosa avanzase hacia algo.

Un par de horas más tarde María me escribía al móvil:

—Te voy a matar… He tenido una reunión en la que estaba Edu y me mira
como si yo fuera una adolescente que suspirase por él.

—Qué exagerada.

—Te lo juro, qué incómodo, joder…

—Pues síguele el rollo, que se lo crea y después te ríes de él.

—Venga, sí, aun encima no me vaciles.



CAPÍTULO 3

Cuando María volvió del trabajo no me dijo nada de lo sucedido. Vino
bastante ensimismada con otro tema, del trabajo, que a mi no me importaba
mucho, pero a ella parecía haberla absorbido como para olvidarse del tema de
Edu.

Yo ya empezaba a pensar seriamente qué coño me estaba pasando, ya me
había hecho dos señoras pajas pensando en ese chico con mi novia.

Era viernes, teníamos todo el fin de semana por delante, y yo estaba caliente
como pocas veces. La verdad es que si bien con otras parejas con el paso del
tiempo había perdido, tanto yo como mi pareja, un poco el apetito sexual, con
María llevaba 4 años y ambos manteníamos el deseo como si lleváramos 4
meses. No es que folláramos todos los días pero sí con mucha frecuencia y con
pasión de adolescentes.

Ese viernes fui con María al cine y después fuimos a cenar. A pesar de estar
yo desempleado en aquel momento no teníamos en absoluto problemas de
dinero, ella cobraba bastante bien y yo tenía bastante ahorrado. Sería yo que
estaba especialmente caliente o eso que decía que manteníamos la pasión, que
poco a poco, durante la cena, cada vez nos inclinábamos más hacia adelante y
nos besábamos.

Salió el tema de lo afortunados que éramos por no solo querernos, si no por
desearnos tanto; estábamos completamente de acuerdo. María llevaba un
pantalón vaquero y un jersey claro y yo me arrepentí de no haberle propuesto
que se hubiera puesto algo más sugerente. Aun siendo el jersey algo holgado se
le adivinaban bastante bien los pechos; entre beso y beso ya se los rozaba
disimuladamente.

Algo que no he contado es que, yo tenía un pequeño complejo, que hacía que
valorase más que María me siguiera deseando tanto, y es que mi miembro no es
que fuera mi mejor arma. Cuando María me la cogía con una mano ya me la
cubría entera menos el glande… con eso digo bastante.

A veces pensaba que me sentía en deuda con ella, si bien yo me consideraba
guapo de cara, veía que ella mantenía unas tetas preciosas e imponentes y sin
embargo mi arma, mi polla, no estaba a la altura, como si vestidos diéramos el
pego como pareja, pero desnudos ella me diera mil vueltas.

Llamaron a María del trabajo, por el dichoso tema ese que la había tenido tan
abstraída. Fue una llamada rápida. Cuando colgó, yo, por tener aunque no lo
quisiera reconocer aquel dichoso tema en la cabeza, me lancé a la piscina:

—¿No sería Edu quién te llamo? —lo dije con una sonrisa.

—Anda, calla… que es para matarte.

—¿En serio te mira como si le gustases?

—Prefiero no hablar del tema…

Me daba cuenta que aquello era como chocar con un muro, por lo que decidí
contarle mi sueño. Aquel en el que Edu se sentaba con nosotros en una terraza,
ella se olvidaba de mi presencia, se cogían de las manos, se besaban y se
acababan marchando solos. Ella escuchaba curiosa, y se reía de vez en cuando;
soltaba a veces unos “estás de coña” o “me estás puteando”, siempre entre risas.

—Madre mía que sueños tienes… ¿Y por soñar eso vas y lo agregas con mi
cuenta?

—Ya te dije que no sé por qué lo hice.

—Ya…

—Pues eso… que estabas con él…. y que a mí ni caso, jaja.

—Bueno, es un sueño.

—Bueno… y en la realidad… si él tuviera… ya sabes… un buen…. —Ella
me conocía ese pequeño trauma y en seguida supo por donde iba.

—Jaja… estás fatal… ya sabes que eso no me importa, me importa la
persona, ya puede tener ese crío lo que quiera ahí colgando que a mi me da lo
mismo. A parte que ese chaval me repugna bastante.

—¿Por qué?

—No sé… es… un poco gallito… a mi esa gente…

—No puedes negar que es guapo, sabes que a mi me cuesta juzgar la belleza
en hombres pero ese chico está bien.

—Bueno, ya te dije que para mi no, a mi no me gusta nada. Me gustas tú.

—Ya sé que te gusto yo, pero eso no evita que otra gente te pueda parecer
guapa.

—Ay… qué pesado… ya te dije que no me parece guapo, no sé qué más
quieres que te diga.

Al final la conversación fue derivando en otros temas y llegamos a casa. Una
vez en el dormitorio, le quité el jersey y antes de quitarle el sujetador ella me fue
desnudando y nos tumbamos en cama. Yo desnudo y ella en ropa interior
comenzó a besar mi pecho hasta llegar a mi miembro, comenzar a lamerlo, hasta
metérselo completamente en la boca. Yo estaba en la gloria, excitadísimo, tanto
que en menos de un minuto tuve que pedirle que parara para no correrme. Le
quité el sujetador y las bragas y mientras lamía sus pezones llevé mi mano a su
entrepierna y comprobé en seguida que estaba muy excitada.

No es algo que hagamos con mucha frecuencia, quizás una vez al mes, y es
usar un consolador que tenemos guardado en la mesilla. Tras besarle los pechos
y empezar a jugar con mi dedo dentro de su sexo la abandoné un momento para
coger el consolador.

—¿Para qué? — Susurró ella. Era curioso pero siempre decía eso al
principio de cogerlo pero acababa disfrutándolo como loca.

A los pocos segundos nos besábamos mientras acariciaba el exterior de su
coño con la punta del consolador… Poco a poco se lo fui introduciendo, un
consolador normal, nada extraordinario, pero aun así con unas dimensiones
considerablemente mayores que mi polla. Ella soltó un suspiro cuando empecé a
deslizarlo por su interior hasta más al fondo. Poco tiempo más tarde ella misma
se lo metía y lo sacaba de dentro de su coño, cogiéndolo con las dos manos,
mientras yo me ponía de rodillas cerca de su cara y maniobraba para meter mi
miembro en su boca. Yo estaba que iba a explotar:

—¿Te gusta lo que te estás metiendo?

—Mmm… Sí…

—¿Notas como se te abre el coño?

—Joder… Sí…

Ella respondía susurrando con los ojos cerrados, boca arriba, con sus tetas
grandes impresionantes… y yo acabé colocándome de tal forma que le metía la
polla en la boca mientras ella seguía retorciéndose del gusto por meterse aquello.
Estuvimos así un tiempo en el que ella giraba la cara y yo le follaba la boca y
ella seguía buscando su orgasmo con aquel objeto… sin poder evitarlo yo
comencé a pensar que no era un objeto… si no otra polla la que la llenaba y
empecé a sentir que me corría… ella lo notó y gimió con mi polla en su boca, y
al escuchar ese gemido yo comencé a correrme dentro de su boca… ella acogió
todo lo que yo fui derramando con total entereza, sin dejar de usar el consolador,
pero sin llegar a correrse.

Me aparté un segundo, alucinado del terrible morbo que me había dado la
imagen de María invadida por otra polla a parte de la mía. Y me di cuenta que mi
orgasmo había sido inevitable cuando le había puesto cara a quién se la follaba.


CAPÍTULO 4

María fue al baño y yo me quedé tumbado en la cama, aun mareado por el
orgasmo. Mi polla reposaba sobre mi vientre y se encogía a gran velocidad
mientras miraba el consolador que estaba sobre la cama, en aquel momento
aquel consolador era el doble de grande que mi polla.

Mi novia se tumbó a mi lado, en principio con intención de dormir, pero
poco a poco volvimos a besarnos y comenzó a meneármela bajo las sábanas; yo
llevaba mis dedos a su sexo, que estaba abiertísimo y ella intentaba
reanimarme… pero pronto nos dimos cuenta de que era inútil, yo siempre había
sido de un solo asalto, tardo muchísimo en volver a estar a pleno rendimiento
para echar otro polvo, así que desistimos y nos quedamos dormidos.

El fin de semana estuvimos de recados, compras, paseos… lo típico de las
parejas, sin ningún plan en especial, pero a mí no se me iba de la cabeza como
en mi imaginación había sustituido nuestro consolador por la polla de Edu.
Empezaba a estar realmente obsesionado y ni si quiera sabía por qué, ni qué
quería, para colmo tenía la necesidad de contárselo a alguien, pero no era un
tema cualquiera… dudaba en comentárselo a la propia María y ver si entre los
dos podríamos descubrir el motivo, pero por alguna razón no le decía nada.

El sábado por la noche nos quedamos en casa viendo una película y María se
quedó dormida en el sofá, cosa bastante frecuente. Fui a la cocina a por agua y al
volver al salón, en lugar de volver al sofá me senté en la mesa con el portátil.
Estuve un rato con un ojo puesto en la película y la otra en internet. De nuevo
acabé entrando con la cuenta de María en las fotos de Edu. Le di otra vuelta a
sus albumes y me detuve un poco en las fotos de la playa, la verdad es que el tío
tenía buen cuerpo, no es que se le contasen los cuadrados uno por uno pero
estaba en forma, marcado y se le marcaba esa uve de los abdominales. De golpe
me vi fijándome en su bañador, si se le marcaba algo bajo la prenda, tan pronto
comencé a hacer eso supe que se me estaba yendo la cabeza, cuando justo María
se despertó y salí rápidamente de aquella página, aunque ella para nada podía ver
la pantalla desde el sofá.

La película acabó y nos fuimos a la cama. Yo de nuevo estaba bastante
excitado y comencé a besarla…. me encantaban sus besos, podíamos pasarnos 5
minutos solo besándonos en cama antes de empezar a tocarnos algo más. La cosa
se fue calentando y dudé en coger el consolador de la mesilla pero me contuve…
En principio parecía que iba a ser un polvo de sábado más, pero yo estaba
especialmente caliente: empecé a follarla en misionero, cada vez más rápido,
hasta el punto de que ella me acabó pidiendo que lo hiciera más despacio, cosa
que casi nunca hacía. Luego se subió ella encima y veía sus tetas botar delante
de mi cara hasta que me las llevé a la boca, y se las mordí hasta hacerla no gemir
si no hasta casi quejarse un poco, y luego, a cuatro patas empecé a embestirla
con cada vez más fuerza. Estábamos echando un polvo de campeonato, María
gemía desinhibida y se escuchaba nuestros cuerpos chocar a toda velocidad; los
vecinos tendrían que estar alucinando. Yo cerraba los ojos y se la metía sin parar,
cada vez más rápido, al cerrar los ojos sentía cada vez más su cuerpo y la
escuchaba gemir con más nitidez, pero para mi sorpresa, así, con los ojos
cerrados comencé de nuevo a fantasear, como si me fuera de la escena, me veía a
mi desde fuera follándomela, pero pronto, por culpa de aquella obsesión que me
tenía ya casi dos semanas obcecado, comencé a ver desde fuera como se la
follaba, no yo, si no Edu. Me imaginaba a mi a unos dos metros de aquella
follada, con mi polla en la mano, viendo como Edu le metía una polla mucho
más grande que la mía en el coño de María, y ella se entregaba a él y gemía
como loca. Yo seguía con los ojos cerrados y me imaginaba a mi novia
diciéndole que le encantaba su polla entre grito y grito, le agradecía la enorme
polla que le estaba metiendo… al imaginarme eso me corrí, en la realidad,
dentro de María… gimiendo yo como pocas veces.

Caí rendido sobre ella. De nuevo, como el día anterior, yo había acabado y
ella no. Pero esta vez, tras asearnos un poco, no intentamos un segundo polvo.
Eso sí, le dejé caer que me había parecido un polvazo y ella me respondió con un
“joder, casi me rompes”, y no tuve bien claro si eso significaba que le había
parecido un buen polvo o no.

Me quedé dormido, un poco preocupado. Aquello se me estaba yendo de las
manos.

Durante la semana siguiente no hubo una mañana en la que no me hiciera
una paja con la dichosa foto en la que María y Edu salían juntos. Me los
imaginaba en todas las posturas imaginables y a Edu con un buen pollón; quizás
fuera absurdo, quizás Edu tuviera una polla tan mediocre como la mía, pero yo
me la imaginaba considerablemente grande.

Pero lo que me alarmó de aquella semana no era aquella paja diaria pensando
en ellos, si no que el martes estaba follando con María, ya llevábamos mucho
tiempo, y no era capaz de correrme, yo lo achacaba a que me había hecho una
paja por la mañana, pero acabé de nuevo imaginando que era Edu quien la
follaba y me corrí en seguida.

Con esa obsesión y todas esas rayadas acabó llegando el jueves, día en el que
los del despacho de María solían quedar para tomar algo, y sabía que tenía que
pedirle a mi novia un acercamiento con Edu, aunque me tachara de loco tenía
que intentarlo. Aunque no sabía ni que decirle.

El jueves por la tarde María me escribió al móvil que iría directamente desde
el trabajo con los del despacho a tomar unas cervezas. Algo de lo más común los
jueves. A mí no se me había ocurrido en todo el día que decirle, como enfocarle
el tema para pedirle que se sentara con Edu, ni si quiera sabía yo muy bien qué
quería. Algo desesperado le escribí directamente:

—Podrías sentarte al lado de Edu… tendría su punto…

Ella tardó un poco en contestar.

—Me voy a sentar con la gente que me cae bien, como siempre. No sé qué
punto le ves al tema.

—No sé, me da morbo que piensen que te gusta.

—Te da morbo que piensen que me gusta o que lo piense él. No entiendo
nada.

—Ni yo lo tengo claro.

—El otro día me dijiste algo así como que te gustaba que él pensase que a
mi me gustaba para después yo pararle los pies, una cosa que no tiene ni pies ni
cabeza, y ahora esto.

Leí aquel párrafo dos veces, la verdad era que me sorprendía que ella se
acordase de aquello.

—Bueno, es verdad, quizás sea mejor que me aclare yo que es lo que me
parece morboso antes de pedirte nada.

—Sabes que me da igual fantasear, me parece bien, pero con gente del
trabajo…

—Ya, es verdad, nada, pásalo bien.

Así quedó la conversación. Tenía razón en que en aquellos 4 años habíamos
fantaseado con cosas. Sobre todo en vacaciones. Una vez habíamos visto a una
pareja follando en el mar y nos habíamos excitado mucho, hasta el punto de
acabar follando en el coche a plena luz del día, en un polvo en el que mientras
follábamos, muertos de calor, y entre gemidos, nos preguntábamos el uno al otro
si nos ponía el chico, o la chica… Habíamos visto porno a veces en internet…
Habíamos fantaseado incluso con algún trío, muy por encima… Pero aquello no
era comparable a “me pone imaginar que te folla tu compañero de despacho”.

María llegó sobre las once de la noche. Le brillaban un poco los ojos. Era
normal, con dos cervezas ya se le nota. Yo estaba en el sofá y ella en seguida
sonrió.

—A ver, ¿qué te pasa con él? —dijo quitándose el abrigo y el bolso y
sentándose a mi lado.

—Pues… es que no lo tengo claro, solo se que me pondría que te atrajera.

—Pues lo siento pero no…

—No te sentaste cerca de él, supongo.

—Pues no. Aunque…

—¿Aunque qué?

—Pues que… si me dijeras concretamente para qué… pues por qué no… sí
que lo haría.

—Es que no lo sé.

Nos quedamos en silencio y ella se levantó hacia la cocina. Llevaba tacones,
un traje gris de pantalón y chaqueta y una camisa azul marino. La verdad es que
con los tacones se le hacía un culazo de infarto. Aquellos pantalones le quedaban
especialmente bien. Ella volvió de beber algo y volvió al sofá conmigo.

—Vaya culazo te hacen esos pantalones —le dije.

—¿Si?

—Si, te quedan mejor esos pantalones que cuando vas en falda… se te nota
más el culito… Joder… estás muy buena… —le dije acercándome y besándola
— seguro que la mitad de tu despacho se hace pajas contigo…

—Sí… vamos… seguro —dijo casi riendo — Por cierto, —continuó — si
te sirve de algo para esa fantasía rara que tienes, algo le escuché a los chicos de
una chica que está con Edu ahora, no sé si un lio o una novia.

—¿Si?

—Sí.

—¿Qué dijeron exactamente? —hablábamos entre beso y beso, y yo ya
empezaba a acariciar sus tetas sobre la camisa.

—No sé… Fui al baño y al pasar delante de ellos escuché cosas sueltas de
una rubia o no se qué.

—No sé si estará con una rubia… pero seguro que él y todos los demás se
hacen pajas pensando en ti…

Yo estaba cada vez más excitado, le había desabrochado un botón de la
camisa y acariciaba su escote mientras ella ya me sobaba sobre el pantalón. Yo
compaginaba la conversación con besos y algún pequeño mordisco en su cuello,
cosa que sabía que era su perdición.

—No creo que se hagan pajas conmigo… hay chicas guapas en el despacho,
tienen donde elegir.

—¿Sabes con que me he hecho alguna paja yo? —yo no sabía muy bien a
donde iba con aquello.

—¿Con qué?

—Pues vi una foto en la que Edu y tú salís en la misma foto… pues con esa
foto…

Cuando lo dije me quedé sorprendido de mi mismo, pero intenté disimular,
como si aquello no tuviera importancia, y seguí acariciando su escote y besando
su cuello. Ella no respondía. Seguía acariciándome la polla sobre el pantalón. La
besé y volví a dejar su boca libre para ver si respondía. Pero nada. Finalmente yo
proseguí.

—¿Qué te parece?

—Pues… que no sabía que fueran tan por ahí los tiros.

—Pues algo por ahí va… y… bueno… me imagino que tiene un buen
pollón… y que lo hacéis… pero eso, que es solo una fantasía.

Ella de nuevo no respondía. Yo me bajé un poco los pantalones y dejé que
ella comenzara a pajearme. Le abrí la camisa y bajé un poco las copas de su
sujetador… sacando sus pechos por encima… La besaba y acariciaba sus tetas
desnudas mientras ella me pajeaba lentamente.

—Y si es solo una fantasía para qué quieres que me siente con él. —dijo
finalmente ella.

—No lo sé…. es una mezcla de todo. Solo dime que te parece algo atractivo.

—No me parece atractivo, lo más que te puedo decir es que le queda bien el
traje.

—¿Sí?

—Sí… lo lleva muy bien, muy ajustadito… tiene un lenguaje gestual… no
sé, lo lleva bien.

A mi se me estaba poniendo la polla durísima y seguía acariciándole las
tetas, me recreaba en sus pezones y en sus areolas grandes y oscuras tan
características de ella. Lo que había dicho del traje me parecía un enorme
avance.

—No me has dicho si te sigue mirando como si te gustase. —proseguí.

—Es que no he coincidido casi nada con él.

Después de eso colé una mano por dentro de sus pantalones y bragas, pronto
acariciaba su sexo y disfrutaba de su vello recortado y algo mojado mientras ella
no dejaba de pajearme. Estaba muy caliente y no podía parar de intentar tirar del
hilo:

—¿No te gusta que él crea que a ti te gusta él?

Ella no respondía.

—Dime… —insistí.

—No… No sé…

—Seguro que todos se hacen pajas contigo y él también…

Ella aceleraba la paja y nos besábamos. En seguida comencé a meter un dedo
dentro de su coño que se abría para mí sin dificultad. Llevé mi boca a una de sus
tetas y colé un segundo dedo en su sexo. Yo quería que me respondiera pero ella
ya solo abría su boca para gemir, y me seguía pajeando. Yo con mis dedos hacía
como que la follaba, en un mete saca de mi mano, mientras lamía sus tetas… Su
paja era perfecta., pero yo necesitaba algo más:

—Seguro que Edu tiene una buena polla y se la menea pensando en ti. Dime
que si…

Ella movía su cadera al ritmo de mis dedos que entraban y salían de ella
hasta que respondió:

—No sé…

—¿Crees que tiene una buena polla?

—Joder… dios… —gimoteó excitadísima.

—¡Dime que crees que tiene una buena polla!

—¡Ahh… dios… sigue, joder…!

Yo sentía que se corría y seguí masturbándola.

—¡Dime que crees que Edu tiene una buena polla!

—¡¡Ohh…!! ¡¡dios…!! ¡¡ahhh sí….!! ¡¡¡Síiiii!!!

Cerraba los ojos… se retorcía del gusto, se deshacía en mi mano… pero no
dejaba de pajearme y yo al escucharla decir aquello comencé a correrme sin
parar… los dos nos corríamos a la vez entre gemidos y suspiros… cantidad de
leche salía de mi polla a borbotones mientras ella se seguía retorciendo del gusto
y gemía desinhibida. Nos pegamos ambos una corrida espectacular…

Tras limpiarnos nos fuimos en seguida a dormir y no hablamos más del tema.
Yo no era tonto, sabía que me había seguido el rollo para satisfacerme, pero
empezaba a ver por fin, después de dos semanas que la cosa avanzaba… aunque
no sabía muy bien hacia donde.

Al día siguiente María se fue a trabajar y yo me desperté con una sensación
de extraña culpabilidad. Como si le estuviera dando la matraca de madera
excesiva a mi novia con ese tema. Se veía que ella me seguía el rollo, por mí,
porque me quería, pero nada más.

Así que intenté controlarme. Por supuesto que estuve tentado de hacerme una
paja pensando en ellos dos ese viernes, y estuve tentado de preguntarle por la
noche si había estado con Edu en alguna reunión o algo, pero conseguí no
hacerlo. Aunque todo seguía en mi cabeza, por supuesto; que María me hiciera
una paja mientras hablábamos de la polla que podría tener Edu era tan morboso
que cada vez que lo recordaba se me ponía dura, pero había decidido intentar
paliar la obsesión.

Pasamos un fin de semana bastante tranquilo en casa pues hizo bastante mal
tiempo. Vimos películas… follamos… y muchas veces había estado a punto de
hablarle de Edu o de usar el consolador para imaginar que era la polla de Edu la
que entraba en ella pero conseguí controlarlo. Fueron polvos como los de antes,
incluso algo melosos, sentía que la quería como nunca.

El martes siguiente hice una entrevista de trabajo, lo cual me ayudó a apartar
un poco el tema Edu. La entrevista me había salido bastante bien y, como si
fuera un absurdo premio, el miércoles me dejé recaer y sí que acabé volviendo a
la dichosa foto en la que aparecían María y Edu, y me hice una buena paja, tras
la cual, me sentí bastante culpable.

Tan enfadado estaba conmigo mismo que el jueves ella se volvió a ir de
cervezas y no le dije absolutamente nada de Edu. El hecho de que ella tampoco
sacara el tema me reafirmaba en la idea de que a ella no le interesaba lo más
mínimo mi extraña fantasía.

Llegó el viernes, habían pasado ocho días sin que en casa saliera el tema
Edu. Esa mañana estaba de buen humor, solo me quedaba una entrevista por
hacer con aquella empresa, y sería la típica en la que se negocia un poco el
posible sueldo, etc. por lo que no me iban a preguntar cosas técnicas, así que
estaba tranquilo. Estuve por internet de un lado para otro hasta que encontré un
hotel con Spa y pensé que sobre todo a María le vendría bien desconectar ese fin
de semana, la pobre trabajaba como una esclava. El hotel estaba a un par de
horas en coche de nuestra ciudad, comprobé la disponibilidad y se lo comenté a
María por móvil. A ella le encantó la idea, tanto que me pidió que hiciera su
maleta y la fuera a buscar ya con el coche a las 8 al trabajo.

A las 8 menos 10 estaba aparcado cerca de su trabajo y me acerqué al portal
de su despacho para ir a buscarla. Estaba tan tranquilo, feliz por el fin de semana
que se avecinaba cuando salieron dos chicos trajeados del edificio, me subió
algo por el cuerpo, no sabía por qué había imaginado que bajaría María y nos
iríamos, no contaba con que era la hora de salida. Uno de los dos chicos era Edu.
Se despidió del otro chico y nos quedamos mirando frente a frente. Yo no sabía
con qué cara le estaba mirando, pues me quedé bloqueado. Me acabó
preguntando si era el novio de María y le dije que sí. Comenzamos a hablar de
que sí, que nos conocíamos de unas semanas atrás cuando yo había estado
comiendo con ella cuando entonces apareció María. La conocía perfectamente,
se había quedado algo cortada de vernos a los dos hablando, cuando Edu saludó
a alguien que estaba en la acera de enfrente, llevé mi vista hacia allí y vi a una
rubia… una rubia impresionante. Una chica alta, delgada, rubia natural, de unos
26 años, un pivón de los que llaman la atención, pero un pivón discreto, guapa
de verdad, nada explosiva, incluso algo tímida. Parecía esperar a que
acabásemos la conversación.

Charlamos los tres un poco. La situación era incómoda. Y lo cierto era que el
chico era bastante seco, algo chuleta, tenía una mirada de perdonavidas, cuando
te miraba, pues parecía de estos a los que les parece un premio excesivo prestarte
toda su atención. Entendía a María por cómo me lo había pintado, como alguien
un poco, o bastante gilipollas. “Bueno, os dejo que está Nati ahí esperando”,
zanjó y se fue, como si él mandase y decidiese cuando empezaba y acababa cada
conversación.

Fuimos hacia el coche María y yo. Yo desde luego aun algo aturdido y
nervioso, y María había estado incómoda y violenta todo el tiempo. Era
innegable.

Conduje dos horas hasta el hotel en las que a penas hablamos. Yo le
acariciaba la cara de vez en cuando y ella a mi también. Se la veía cansada y le
dije que durmiera un rato si quería. Mientras dormía me daba cuenta de que mi
semana de desintoxicación de mi fantasía no había servido de nada, después de
haberlo visto estaba más obsesionado con mi fantasía que nunca. Me imaginaba
a Edu tonteando con María en el despacho y se me ponía la polla a punto de
explotar, o me imaginaba que a María realmente sí que le ponía cachonda él y la
polla se me salía del pantalón.

Llegamos al hotel bastante tarde. Cenamos algo rápido y subimos a la
habitación. En el tiempo que me aseaba un poco en el cuarto de baño María ya
se había quedado dormida otra vez. Yo llevaba un calentón impresionante pero
no me parecía justo despertarla y más siendo el motivo del calentón no ella en sí
si no la fantasía con aquel dichoso chico. Me tumbé en cama e intenté dormir,
pero no era capaz. Recordé a Edu yéndose con la tal Nati. Pensaba que mientras
María dormía y yo miraba para el techo seguramente Edu le estaría pegando un
polvo de campeonato a aquel pivón…

No aguanté mucho hasta agarrarme la polla, con María durmiendo a escasos
centímetros de mí… Empecé a pajearme lentamente pero ya pensando de nuevo
en Edu con María… y en seguida decidí ir al cuarto de baño. Fui caminando
hasta allí con la polla tiesa como nunca. No podía más con el calentón, me quedé
de pie delante del lavabo y comencé a masturbarme como un adolescente. De
nuevo las imágenes de Edu follándose sin parar a María. Me imaginaba que Edu
y no yo estaba con María en aquella habitación de hotel y se la follaba a lo
bestia, a cuatro patas en aquella cama… Me llegué a decir a mi mismo: “seguro
que si María compartiese habitación con Edu y no conmigo ahora mismo no
estaría durmiendo si no muriéndose del gusto… seguro que la estaría matando a
polvos ahora mismo…” Tras decirme eso me imaginé a mi mismo viendo a
María montada desde atrás y su cara desencajada del gusto, chillando como una
zorra… y empecé a correrme sobre el lavabo como un loco…

Limpié el lavabo y me metí en cama. Pero esta vez, al contrario de otras
veces, no me sentía culpable, es más, me decía a mi mismo que tenía que pedirle
a María que le tentase, le calentase… algo. Estaba convencido de que no
superaría aquello intentando dejarlo pasar, que necesitaba que María jugase con
él y después me lo fuera contando todo, o algún plan similar, pero no podía pasar
ya más del tema.



CAPÍTULO 5

María se despertó el sábado especialmente cariñosa y contenta. Estaba
realmente agradecida tanto de mi idea de ese fin de semana como de las horas de
sueño que había recuperado. Decidí no atosigarla con el tema de mi fantasía
hasta volver a casa. Estaba dispuesto a poner el lunes todas las cartas sobre la
mesa.

Bajamos a desayunar como dos enamorados, entre caricias, sonrisas….
degustamos el buffet y nos mirábamos con amor de verdad, parecía que era
nuestro primer fin de semana de viaje, nadie que nos viera pensaría que vivíamos
juntos.

Subimos al dormitorio para ponernos los bañadores y ella se rió pues según
ella le “había traído bikinis para parar un tren”. Era cierto que ella más o menos
me había indicado qué cosas quería que le metiese en la maleta pero los bikinis,
al ocupar poco, casi había vaciado un cajón en la maleta. Me puse el bañador y
María estaba desnuda pensando cual ponerse. Estaba espectacular desnuda, de
pie, en medio de la habitación. Me acerqué y la besé… poco a poco el beso se
iba haciendo más caliente… hasta que ella dijo:

—¿Cual me pongo?

—El que quieras.

—¿Sí?

—Sí… con este cuerpazo te quedan todos bien…

La volví a besar y comencé a acariciar su culo desnudo. Ella me rozó la
entrepierna sobre el bañador.

—¿Y esto? —preguntó riendo.

Finalmente nos apartamos y ella cogió un bikini negro, con unas copas
bastante grandes. Conocía aquel bikini y le tapaba mucho pecho. Demasiado
para mi gusto.

—¿Por qué no te pones el rojo?

—¿El de triángulos? Estás fatal. El negro me queda mejor. —Yo sabía que
“me quedan mejor” para ella significaba “me tapa más”.

—Te queda mejor el rojo —insistí.

—No sé…

—¿Por?

—Hombre… con ese se me salen por todos lados.

—¿Y?

—Pues… para un spa… no lo veo…

—Venga, no seas sosa — le dije yendo al cuarto de baño a lavarme los
dientes y a por los albornoces.

Cuando volví de lavarme los dientes María se había puesto el bikini rojo, y
bajamos a las piscinas.

Estuvimos súper acaramelados en el agua. Yendo de un chorro a chorro. Y la
verdad es que ella tenía razón con que aquel bikini, con sus tetas, no era
demasiado apropiado. Me lo preguntaba varias veces y yo le decía que no era
para tanto, pero ella tenía razón. Casi todas estaban con bañadores de cuerpo
entero o bikinis más discretos; hubo un momento en el que María se puso de
espaldas contra un chorro, con el agua por la cintura, y el chorro impactaba
fuerte en su espalda, haciéndole templar el torso que era una locura… las tetas le
botaban y parecía que se le salían del bikini en cualquier momento. Ella se dio
cuenta y se las sujetó, y las tapaba con las manos… intentando disimular, pero
consiguió el efecto contrario. Yo estaba empalmado como un burro viendo
aquello. Y el empalme no se me iba cuando se salía de ese chorro y se acercaba a
mí con sus pezones transparentando el bikini… También me ponía cachondo que
no había ni un solo hombre en las piscinas que no siguiera con su mirada a
María… todos se bababan mirando para ella. El culo y sus tetas eran el blanco de
todas las miradas. Creo que ella se acabó dando cuenta pues abandonó el circuito
de los chorros y acabamos en una zona en la que el agua le cubría por el cuello.

Por la tarde fuimos a un pueblo cercano pero no tenía mucho que ver y
decidimos cenar en el hotel. Ella se había puesto un vestido granate, ceñido y
bastante corto, que le hacía un pecho y un culo de infarto. Yo estaba deseando
cenar rápido para subir a follar a la habitación: entre mi fantasía, que no se me
iba de la cabeza y se cruzaba por mi mente de vez en cuando, y el numerito del
spa, estaba que tenía una gota de líquido transparente permanentemente en la
punta de mi polla.

Fue casual, totalmente sin pensar, en el restaurante una pareja acababa de
cenar y se iba hacia el ascensor, el chico se parecía muchísimo a Edu.

—Hostiá, mira Edu —le dije riendo.

Ella giró su cabeza y se rió, reconociendo que sí que se parecía.

—Pero este Edu está con una morena… —dijo.

Llevaba 24 horas pensando que la siguiente vez que sacara el tema Edu sería
bastante incómodo y allí nos encontrábamos hablando de Nati sin mayor
problema. María reconocía que era guapísima.

Acabamos de cenar y ya en el ascensor comenzamos a besarnos y a tocarnos
como si estuviéramos completamente en celo. Yo le acariciaba el cuello y la
sujetaba por la cintura mientras la besaba… no podía más.

A penas cerré la puerta de la habitación tras de mí y mi camisa había volado
y ya le mordía el cuello a María. Me aparté un poco para quitarme los
pantalones, nos quedamos en silencio esos cuatro o cinco segundos y María dijo:

—Anda… escucha.

Yo me quedé quieto, y no había duda, los de la habitación de al lado estaban
echando un buen polvo. Se oían los gemidos de una chica con total nitidez.

Me quité los pantalones y calcetines en silencio, ya solo en calzoncillos le
dije:

—Igual es el doble de Edu…

La verdad era que resultaba bastante morboso escuchar follar a los de al lado
pero yo veía a María más impresionante que nunca. No solo por su cuerpo si no
por como estaba guapa de cara en la penumbra de la habitación y esa mirada
vidriosa de haber bebido algo de vino siempre la hacía especialmente atractiva.
No tardamos nada en tumbarnos sobre la cama, besarnos, tocarnos… mi mano se
colaba sobre sus bragas y ella se deshacía de mis calzoncillos. Suspirábamos y
resoplábamos de deseo con el permanente ruido de fondo de la vecina que cada
vez gemía más alto.

Yo le preguntaba a María si estaba cachonda y ella me respondía que sí,
mientras yo le apartaba las bragas y uno de mis dedos se deslizaba entre los
labios de su coño. Ella no perdía el tiempo y me sobaba la polla de forma algo
caótica, unas caricias que siempre anteceden a que me empiece a pajear.

Le aparté los tirantes del vestido y se lo bajé un poco para tener acceso a su
sujetador que desabroché en seguida. Al minuto ella me pajeaba, con el vestido
enrollado en su cintura y yo la masturbaba con una mano y acariciaba su pecho
con la otra, de nuevo preguntándole si estaba cachonda. En ese momento la
vecina pegó un grito impresionante. Nos miramos y sonreímos.

—Joder con el doble de Edu… —dije.

—Ya… bueno… sería mucha casualidad que fuera él.

—Él se parecía… pero la morena estaba bastante lejos de Nati…

—Ya… —dijo María.

De lado, uno frente al otro, yo ya metía un dedo en su coño mientras ella me
pajeaba… Vi que era el momento.

—¿Crees que la tiene satisfecha?

—¿Este de aquí al lado?

—No.. esos no…

—¿Edu a Nati?

—Sí…

—Pues no sé…

—¿No?

—Pues supongo… por algo estará con él…

—¿Qué quieres decir? —Dije yo, cachondísimo. La besaba y me apartaba
para que respondiera… sentía que podía meter dos dedos en su interior en
cualquier momento…

—Que por majo no creo que esté con él.

Los vecinos estaban montando un escándalo fuera de lo normal, que ya
rozaba lo improcedente, cuando me coloqué sobre María para follar… estaba
fuera de mí…

Me la agarré y puse la punta en la entrada de su coño… poco a poco me fui
dejando caer… dejando que mi polla fuera enterrándose en su interior. Entraba
de una sola vez, hasta el fondo y ella emitió un gemido larguísimo de puro placer
finalizándolo con un “dioooos….” morbosísimo. Comenzamos a follar
lentamente, suspirando, gimiendo, casi en silencio, besándonos los labios y el
cuello. Ella estaba especialmente cachonda, lo sabía, ya no solo por su mirada si
no porque me agarraba el culo para empujarme contra ella. Yo estaba tan caliente
que no besaba sus tetas mientras la follaba para no correrme.

Decidimos que ella se pusiera encima… era brutal la imagen de su cuerpo
subiendo y bajando, casi entrando y saliendo completamente de mí… suspirando
en silencio… dejando caer su cabeza y su melena hacia atrás, mientras la vecina
seguía con sus gritos. Llevé mis manos a sus tetas y ella bajó el torso para
besarme, haciéndome cosquillas con su melena sobre mi pecho.

—¿Entonces crees que se la folla bien? ¿Edu a Nati? —insistí.

Ella no respondió y dejó de llevar ella el ritmo de la follada, dejando su
cuerpo quieto, para ser yo quién subía y bajaba mi cadera para penetrarla.

Ella soltaba un “uuff” a cada metida.

—¿Crees que se la estará follando ahora?

—Supongo… —dijo ella en mi oído haciéndome casi explotar.

—¿Se la estará follando así ahora?

—Sí… uuff…

—Le está metiendo la polla a ese pivón… ¿A que sí…?

Yo seguía metiéndosela, lentamente… sabía que ella estaba a punto. Nos
besábamos y nos hablábamos al oído, con las caras pegadas.

—Dime… ¿le está dando polla a ese pivón?

—Ummm… sí… si, joder… dios… dame algo más rápido.

—¿Crees que la folla bien? —le gemí al oído y aceleré algo el ritmo.

—Joder síi… uff… se la folla… se la folla bien…

—¿Sí?

—Síii… uf… dios… lleva todo el día follándosela…

—¿Tu crees?

—Ummm sí… la está matando del gusto… ¡dios…!

—¿Te corres…? ¿Te corres como ella?

—¡¡Síii… ahh… dios…!!

—¡¡Dímelo!!

—¡¡¡Síi… jodeeer… me corrooo… me corro como ella…!!!

—¿Síii?

—Sí… ¡¡ahh dios… joder!!!

—¡Córrete… córrete así…! —dije ya empezando a eyacular dentro de su
coño… ella comenzó a chillar, a decir “¡¡¡diooos, me corroo!!!” en unos gemidos
que se solapaban con los de la habitación de al lado. Sentía que su coño se
fundía… se deshacía literalmente… se estaba pegando una corrida bestial.

Se quedó exhausta sobre mi cuerpo. Nos quedamos en silencio. Parecía que
nos íbamos a quedar dormidos y los de al lado seguían follando. Yo estaba feliz.
Me había puesto más cachondo que nunca y ella me había seguido la fantasía
más de lo esperado. Me di una ducha rápida y al volver a la cama ella me
sorprendió claramente pidiendo echar un segundo polvo. Como otras veces
intentamos reanimarme pero mi polla, tras haber tenido su orgasmo hacía 15
minutos, no llegó a ponerse dura del todo. Finalmente nos quedamos en silencio,
escuchando como los de al lado seguían con su maratón de sexo. Follaron
durante dos horas más por lo menos, y yo sabía que María no dormía, se lo
notaba en la respiración, y se había quedado con ganas de más.

Al día siguiente yo tenía sentimientos encontrados, por un lado aquello me
había parecido un gran avance, me había despertado y en mi mente aun
resonaban con nitidez aquellas frases de María, aquellos: “se la folla bien…”,
“lleva todo el día follándosela…”, “la está matando del gusto…”, “me corro
como ella”… Sin embargo aquello tenía dos problemas, el primero era la
sensación de que lo decía por decir, por hacerme el favor, y lo segundo era que
yo necesitaba más, mucho más.

Volvimos a casa sin que nadie sacara el tema. Yo quería que lo sacara ella,
pues no quería ser pesado y además eso indicaría que ella también estaba
empezando a involucrarse en el juego. El lunes por la mañana me hice otra
buena paja pensando en ellos dos.

El martes hice la última entrevista de trabajo para aquella empresa. Tenía la
sensación de que había ido bien, estábamos bastante de acuerdo en las
condiciones, tenía buenas sensaciones aunque aun esperaba una última llamada
para que todo se concretase. Creía que no, pero me estresaba bastante la espera.
Entre mi fantasía y estar tan cerca de volver a trabajar en una empresa que de
verdad me interesaba me tenía bastante tenso.

Finalmente llegó el jueves y estaba decidido a pedirle a María que se sentara
con Edu en la cervecería. No había salido el tema en 5 días y ya había descartado
completamente que ella lo sacara. Me daba igual que no viniera a cuento
pedírselo, estaba que me subía por las paredes.

Pero ella se me adelantó, a media tarde me escribió al móvil que esa noche
iría directamente para casa, que estaba cansada. Le dije que le vendría bien
despejarse y tomar algo con sus colegas y me respondió que quería desconectar
del trabajo y que bebiendo con los mismos con los que trabajaba no
desconectaba. Me quedé bastante chafado, harto de esperar.

Aquella noche no veía el momento de hablarlo con María hasta que tumbado
en cama, apareció ella que venía del cuarto de baño, ya en pantalón de pijama y
una camiseta de tiras. Fui completamente directo.

—¿Qué tal con Edu? ¿Has coincidido mucho con él?

—Pues algo sí, hay un caso que estamos mirando entre varios.

—¿Y qué tal?

—Pues bien —ella respondía como si tal cosa, mientras se metía en cama.

—¿Ya no te mira como si te gustase?

—Creo que no, ya pasé bastante vergüenza aquella semana…

—Ya… oye… podías calentarle un poco… a ver de qué va.

Ella no respondía y ponía la alarma del móvil.

—Venga María… hazlo por mí.

—A ver. Lo he estado pensando. Y creo que lo entiendo un poco. Pero es
que con alguien del trabajo no puedo salirme de…

—¿Salirte de que?

—Pues de… no se…

—Tampoco te pido que hagas nada súper extraordinario. No creo que por
sentarte a su lado en una mesa en la que estáis diez personas te complique la vida
en el trabajo.

—A ver, es que no es tanto eso, si no que ya te he dicho que no sé lo que
quieres. El otro día en medio del polvo me hablas de Nati y él, ahora me pides
que lo caliente, que es algo bastante más fuerte que sentarme a su lado, y el otro
día me dices que te has hecho alguna paja pensando en él conmigo.

—Ya…. es que yo tampoco se bien lo que quiero.

—Pues ya te había dicho que cuando lo sepas me lo dices y vemos.

—Pues digamos que como fantasía me pone imaginaros juntos, y como
realidad me pone que el crea que tú le vas detrás.

—¿Y lo de Nati?

—¿Lo de Nati qué? Ella me da igual. —dije.

—Vale, Nati de da igual pero me preguntas cómo se corre mientras
follamos. Que no me parece mal, pero ya me pierdo. Y, por cierto, lo de que te
hayas hecho alguna paja pensando en él conmigo lo pensé bien y también me
sorprende bastante, que normal no es.

—Pues no sé por qué te sorprende tanto.

—Pues no sé… que lo llegues a pensar un momento… vale… pero que te
llegues a hacer una paja con eso…

—Tampoco veo tanta diferencia entre pensarlo y que me ponga como para
acabar pajeándome pensando en eso.

—Mira, está bien. El jueves que viene me siento con él, ¿vale?

A mi esperar una semana entera para que ella se sentara a su lado, me sabía a
muy poco.

—¿Mañana en el trabajo lo vas a ver?

—Pues tengo que meter una reunión con él, sí, tenemos que mirar algunas
cosas.

—¿Los dos solos?

—Pues sí.

—¿Y no puedes mirarle… tocarle el brazo…? no sé… que el crea que….

—Estás fatal… —me interrumpió.

—Joder, María… que no va a pasar nada.

Ella resopló antes de continuar.

—A ver, si quieres que sea más amable con él… o… no sé… maja, o que le
sonría un par de veces vale, pero no sé… no sé a donde nos lleva eso.

—Bueno, vale, se maja con él, igual con eso se cree que le vas detrás, y el
jueves te sientas a su lado.

No tenía demasiado claro si aquello había avanzado. Le echaba un poco en
cara internamente que estuviera tan poco dispuesta a seguirme el juego.

Al día siguiente me levanté un rato más tarde que ella. Cuando salí de la
ducha María ya había desayunado y se estaba acabando de arreglar. Tenía la
melena, larga de por sí, con bastante volumen por habérselo secado con el
secador a tope, y llevaba un traje gris de pantalón y chaqueta y una camisa de un
color como salmón o un rosa apagado, una camisa peculiar pues si abrochaba un
determinado botón iba un poco de monja y si lo desabrocha enseña mucho
escote… diría que hasta llega a verse algo de sujetador. Obviamente María lo
llevaba abotonado. Me acerqué para besarla mientras se ponía los pendientes…
estaba radiante, si yo fuera Edu entraría en la reunión con ella con la polla en la
mano.

A las diez de la mañana le escribí preguntándole por la hora de la reunión y
me dijo que “ya”, que Edu vendría en cualquier momento.

—¿Vas a ser maja?

—Jaja, sí…

—¿Cuánto?

—Bueno… tampoco te pases. Te repito que aun no sé qué sacamos de esto.

—Ya veremos qué pasa…

—Pues qué va a pasar… nada.

—Ya… bueno… ¿Y si te desabrochas un botón de más de la camisa? —fue
escribirlo y me temblaban las manos.

—Con esta camisa si me desabrocho un botón se me ve media teta.

Me imaginé a María así… y Edu mirándole las tetas… y se me estaba
poniendo dura.

—Pues por eso mismo.

—Jaja, estás loco.

—Venga… puede parecer que se te desabrochó sin querer.

—Bueno, ya veremos, ¿vale?

—Vale… estás muy potente hoy, ¿sabes?

—Jaja, eso eres tú que estás muy salido, bueno te tengo que dejar, te quiero.

—Te quiero.

—Chao.

Me quedé mirando para el móvil. Tenía la polla completamente tiesa.

Creo que estuve más de media hora empalmado imaginándomelos en el
despacho de María. No me quería pajear, quería seguir viviendo aquella
excitación. A cada minuto me tentaba pajearme o escribirle, pero me contenía.
Dejé pasar casi una hora hasta que le escribí:

—¿Qué tal fue?

Ella tardaba en responder. Yo daba vueltas por el salón, con la polla dura,
imaginando que Edu le decía algo de sus tetas y María se sonrojaba… o que él se
acercaba… No paraban de cruzárseme imágenes por la mente.

Como a los diez minutos respondió.

—Bien.

—¿Fuiste maja?

—Muy maja.

—¿Síii?

—Bueno… para lo que suelo ser con él, sí, jaja.

—¿Le tocaste un brazo… o algo… algún contacto?

—Pues no… estábamos sentados a una mesa pequeña pero no.

Yo intentaba retrasar la pregunta clave.

—¿Y que tal él? ¿Su traje bien no?

—Jaja, sí, le queda bien. Bueno, te tengo que dejar.

—¡Espera! ¿Y el botón de tu camisa?

—Buff… a ver… es que es mucho, además me pides muchas cosas juntas.

—Joder, María…

—A ver, Pablo… vale, mira, no sé, no prometo nada, quizás otro día.

—¿Otro día?

—Sí, la semana que viene a lo mejor, tengo que mirar bien si es demasiado,
no prometo nada.

—Vale… bueno, perdona por insistir tanto.

—Jajaj, no seas tonto, te tengo que dejar, venga, te quiero.

—Te quiero.

—Chao

—Chao, besito.

De aquella conversación salí bastante contento a pesar de que una parte de
mí había pensado que María podría haberse atrevido. Finalmente conseguí no
hacerme la paja, quería reservarme para María por la noche.

Esa tarde mi novia me escribió diciéndome que los chicos iban a tomar algo
después del trabajo y que le apetecía ir. En seguida le pregunté si solo chicos y si
iría Edu. Me respondió que sí, que Edu y otros dos chicos y que quizás Paula
también. Le pedí sin más miramientos que se sentara con él y me dijo que el plan
era ir a un sitio de tapeo, de barra más que de estar sentados pero que no sabía
bien. Me preguntó si yo quería ir y le dije que no.

—Bueno, aunque estéis en la barra tú pégate a Edu, jaja.

—Jaja, me pego a él ¿y qué?

Aquella frase me sorprendió, parecía estar por fin con algunas ganas de
jugar.

—Échale caiditas de ojos, jaja, que con eso ya el resto se lo monta él

—¿Cómo que se lo monta él?

—Que tiene pinta de creído, que si le miras un poco tal ya pensará que le
vas detrás.

—Ah… ya… bueno, ¿seguro que no quieres venir?

—Sí, sí, seguro.

Al rato me llamaron de la empresa, y sí, me cogían. Era una súper noticia, yo
estaba encantado, pletórico. Hacía dos semanas estaba un poco en la mierda y de
golpe volvía a tener curro y María estaba mucho más abierta a seguirme la
corriente con Edu. Esperé a decírselo a mi novia en persona, sabía que se iba a
alegrar incluso más que yo.

Sobre las nueve le escribí:

—¿Qué tal? ¿Te pegas a él?

—Al final estamos donde siempre.

—¿Sí? ¿Te has sentado a su lado?

—Somos solo cinco, lo tengo en frente.

No sé por qué me dio muchísimo morbo imaginármela escribiendo sobre él,
teniendo a Edu delante.

—Podías hacer lo del botón ahora, ya que no lo hiciste antes. —le escribí.

Yo sabía que aquello no tenía demasiado sentido pero no pude evitar
escribírselo. Ella lo leyó pero no respondió.

El hecho de que se sentaran cerca siendo un grupo pequeño le quitaba valor a
que si ella “iba a buscarle” para sentarse a su lado en un grupo grande, por lo que
tenía menos morbo, pero el hecho de saber que podrían estar cruzando miradas
en cualquier momento, o hablando, hacía que la polla me palpitase sin control.

Sobre las diez le volví a insistir, los minutos no me pasaban. Estaba ansioso,
por verla, por follar, por hablar de mi fantasía, por contarle lo de mi trabajo.

—Venga..¡¡si haces lo del botón me haces el novio más feliz del mundo!!

Pasó un rato, en el que ella leyó aquello, pero tampoco respondió.

No llegó hasta pasadas las once, le brillaban los ojos por las cervezas como
pocas veces.

—¿Qué? ¿Cómo fue?

—Después te cuento —me dijo.

—¿Síi? ¿Algo interesante?

—Jaja, estás fatal…

Yo llevaba todo el día empalmado pero sin masturbarme, estaba deseando
follarme a María, estaba deseando saber que era aquello del “después te cuento”,
pero necesitaba sacar ya de dentro lo de mi trabajo, además María era la que más
se merecía saberlo cuanto antes. Finalmente se lo dije y ella estalló de alegría.
Nos dimos un abrazo enorme. Estaba encantada y no paraba de preguntarme
cosas, le dije que no sabía aun exactamente el día que empezaría. Al rato me
dijo:

—Se acabó tu papel de amo de casa, jaja, ya se te caían las paredes que
empezabas a tener demasiada imaginación.

—La imaginación no creo que se me vaya… Venga, cuéntame lo de la
reunión y lo de esta noche.

—Mmm… te lo cuento después… —dijo en clara alusión a ir al dormitorio.

Le hice caso y una vez frente a la cama insistí:

—Venga… dame un avance.

—¿Un avance? Pues que al final sí que me desabroché el botón delante de
Edu.



CAPÍTULO 6

—¿Cómo? ¿En serio? ¿Pero qué pasó? ¿En donde?

—En la cervecería.

—A ver, cuéntame bien.

—Pues no sé… estaba allí sentada en la terraza de la cervecería… tú me
escribías… y pensaba que llevabas semanas con esto y la verdad es que no te
había cumplido prácticamente nada… y que cada vez estaba más claro que
estabas muy interesado en… no sé como llamarlo.

—Ya…

—Pues eso… que ni me había sentado con él, y no sé, pensé que lo del
botón no era para tanto, y que si a ti te ponía imaginarme que él me miraba…
porque creo que es por ahí por donde van los tiros… que a ti te pone que él crea
que yo me insinúo o algo así… pues eso… pensé que no era para tanto. Y me
acabé la segunda cerveza y me fui al baño de la cervecería y me lo desabroché.
Pero cuando salí del baño me encontré a Edu en la barra pagando, y me dice que
Manu, Paula y Antonio ya se van, así que ya se acababa la noche. Y nada, allí
estaba yo plantada delante de él enseñando media teta mientras él pagaba y decía
que hoy invitaba él. Entonces llegó Paula, me trajo el bolso y se despidió, y nos
quedamos Edu y yo solos.

A mi me estaban dando taquicardias por lo que me estaba contando, se me
ocurrían mil preguntas.

—¿Y qué hiciste? Espera, a ver… —dije desabrochándole el botón para ver
exactamente lo que había visto Edu. Me temblaban hasta las manos…

Los dos de pie en medio del dormitorio y yo contemplando como
efectivamente sin ese botón se descubría un escote brutal, cambiaba la estampa
de María completamente, se veían prácticamente la mitad de las tetas y hasta un
poco de sujetador…

—¿Es mucho? —preguntó.

—Bueno.. algo más se ve. —respondí. Aun con la chaqueta del traje puesta,
que María siempre llevaba abierta, allí no se podía disimular nada con ese botón
sin abrochar. Yo insistí:

—Sigue contando, ¿os quedasteis solos y tú así?

—Sí, nos dejaron a los dos solos, yo no sabía donde meterme. Él empezó a
hablar de trabajo mientras en la barra le daban la vuelta y yo miré para abajo y
me di cuenta que estaba enseñando todo… pero si en aquel momento me lo
abrochaba o cerraba la americana pensaba que sería peor.

—¿Y él te miraba?

—Pues no.

—¿Cómo que no?

—Te juro que no.

—¿Qué no te miró las tetas ni una vez?

—No.

—Bueno, no te darías cuenta. —A mi me parecía imposible hablarle a
María mirándole a la cara con la mitad de las tetas al aire. —¿Y qué más pasó?

—Nada… bueno, sí, me preguntó si quería tomarme otra cerveza allí con él
en la barra.

—Jodeeer… ¿y?

—Pues le dije que no, estaba incomodísima. Solo quería irme. Hablamos un
rato más y nos fuimos. Tan pronto me despedí, me di la vuelta y me lo
abroché… ¡qué vergüenza…!

—Joder, María… ¿cómo no te tomaste la cerveza con él? Era perfecto…
¿Cuanto tiempo hablasteis en la barra? ¿No te miró en ningún momento? — Yo
le preguntaba sin dejar de contemplarla, se le veía hasta alguna vena de las tetas
de lo desnuda que iba… diooos… el cabrón de Edu tuvo que haber alucinado…

—Pues no sé… ¿Cinco minutos?

—Cinco minutos hablando allí y no te miró las tetas, no me lo creo.

—Que te lo juro…

No me lo podía creer… No aguanté más y la besé con lujuria, a lo que ella
respondió igual de caliente… Me había puesto súper cachondo con lo que me
había contado, tenía la polla que me explotaba. Nos besamos en la boca, en el
cuello, entrelazaba mi mano por su melena y tiraba un poco hacia atrás al
besarla, hasta que me separé un poco y me desnudé delante de ella, ella se quitó
la chaqueta y yo comencé a pajearme, mirándola, a un metro de ella. María
sonrió:

—¿Qué haces?

—Joder… María…

—¿Qué…?

—Qué morbazo que te viera así.

—Qué cabrón… me decías que no era para tanto…

—Ya… no sé… seguro que Edu se está haciendo una pedazo de paja
recordando lo que ha visto…

—No digas tonterías —dijo sonriendo y acercándoseme. Me cogió la polla
y ahora era ella la que me pajeaba. Me estuvo pajeando un rato mientras yo
bajaba un poco su sujetador para acariciarle aquellas tetazas que yo no podía
creer que Edu no hubiera querido ver. Tenía los pezones durísimos y las areolas
oscuras y grandes como siempre. Le tuve que decir en seguida que parara… no
podía más. Me desnudé del todo y le quité los pantalones. María se sentó en la
cama ya solo en bragas, sujetador y camisa, aunque el sujetador lo tenía bajado,
quedando sus tetazas libres. Me arrodillé entre sus piernas y comencé a besarle
los muslos y su sexo sobre las bragas, ella suspiraba y yo me embriagaba de
aquel olor que se hizo más fuerte al quitarle la ropa interior, olía a coño que me
volvía loco y se lo dije:

—Joder… cómo te huele, María…

—¿Sí?

—Si, joder… te huele muchísimo. ¿te has puesto cachonda…?

—Mmm no…

—Seguro que sí…

—No sé…

Yo ya pasaba la lengua por su sexo y ella llevaba su mano a mi pelo. Su coño
estaba húmedo y caliente, estaba muy excitada. Comencé a mover mi lengua,
separando aquellos labios que se iban hinchando y sobresaliendo de su cuerpo.
No paraba de repetirle “qué coño tienes…” o “me encanta como huele…” y ella
comenzó a gemir y dejó caer su torso hacia atrás, abandonándose
completamente; estaba tan cachonda que le temblaban las piernas y su mano iba
de mi cabeza a sus tetas… cogiéndoselas cada una con una mano; arqueaba un
poco la espalda en un espasmo involuntario cada vez que mi lengua llegaba más
lejos o rozaba su clítoris. Mi boca solo abandonaba aquel precioso coño para
seguir preguntándole:

—¿Y querías que te hubiera mirado?

—Mmm, sigue…

—Dime… ¿por qué no miró?

—Mmm… joder… uff… no sé…

—¿Te jodió que no te las mirara?

—Ahh… mmm… sigue…

—Dímelo…

—Joder… mmm… calla… cómemelo así… no pares…

—Estabas jodida porque no te miraba… eh…

—Ahhh… no se… puede ser… uff…

—¿Te jodió?

—Sí… jodeer… un poco…

Al escuchar eso creí que me corría sin tocarme… Llevé una de mis manos a
mi polla, la tenía casi goteando, con todo el glande embadurnado, mientras
María se retorcía del gusto y mi boca se empapaba de su sexo. Se agarraba las
tetas y movía su cadera y sus piernas le temblaban… Yo ya alternaba mi boca
con dos de mis dedos que entraban y salían de su interior, penetrándola despacio.

—Joder, María… cómo no te mira las tetas…

—Mmm… ah ah… sigue… no sé…

—Sabía que en el fondo te jodía que no te las mirara. Dímelo…

—Mmm… síiii… joder… me jodió… ¡me jodió que no me mirara las tetas!

—¿Síi?

—¡¡Si, joder…!! No me miraba el cabrón…

—¿Y cómo te sentiste?

—Mmm… ahh… dios, dios.. ¡¡me voy a correr…!! ¡¡¡me voy a correer!!!

—¡Dime como te sentiste!

—Mmm… ¡¡¡me sentí una guarra…!!! ¡joder…! ¡¡dios…!! ¡Me corrooo!
¡Me corroo!!

—¡Córrete! Joder.. córrete… ¡¡¡¡córrete como una guarra…!!!

María empezó ya no a gemir si no a gritar, yo a penas podía contener su
cuerpo de como se retorcía del gusto. Se pegó una corrida espectacular en toda
mi boca dejándome mojadas hasta las mejillas.

Fue la primera vez que supe que lo que me había dicho era verdad. Sí que le
había jodido que Edu no le hubiera mirado las tetas. Lo había sabido desde que
ella había reconocido aun vestidos que él no la había mirado. No es que fuera un
avance, es que aquello cambiaba todo, aunque yo aun no sabía hasta qué punto.

Me acosté en la cama mientras María se levantaba y se desnudaba
completamente, dejando la camisa sobre el respaldo de una silla.

—Dios… me has matado —dijo

—¿Sí?

—Uff… me he quedado…

Se giró hacia mí, estaba con la melenaza completamente despeinada y con la
cara sonrojada. Se tumbó a mi lado y comenzó a besarme el cuello, llevando su
mano a mi polla.

—¿Ya? —pregunté riendo.

—Hombre… ahora te toca a ti disfrutar.

—Créeme que he disfrutado.

Se me puso dura inmediatamente y María comenzó a pajearme, en silencio.

—Aun alucino con que no te mirara…

—¿Ya estás otra vez? —rió.

—Jaja, es que es imposible, igual es gay.

—Jaja, créeme que no es gay, pero estando con esa rubia…

—Estás tú más buena que Nati.

—Sí… claro…

—Pues sí.

Me siguió pajeando, los dos en silencio, hasta que dijo:

—Oye… esto…¿me subo?

—Sí, sube.

María se colocó sobre mí y a los pocos segundos se fue sentando sobre mi
polla. Yo estaba tan cachondo que casi me corro solo de sentir su coño
envolviéndome el miembro, sentí un tremendo calor y ambos emitimos un
suspiro, le tuve que pedir que no se moviera ni un milímetro o me correría. Se
quedó allí sentada sobre mi polla, resoplando.

—La tienes durísima, cabrón… nunca te la había visto así.

—Joder… María no te muevas…

—Jajaja.. es increíble como te pone esta historia. —María se inclinó para
besarme sin salirse de mí, sus tetas tocaron con mi pecho. Yo llevé mis manos a
sus nalgas… y ella me susurró:

—En la reunión fui majísima. Le sonreí sin parar…

—¿Sí?

—Sí… parecía una adolescente queriendo llamar la atención…

A mi me palpitaba la polla en su interior aunque nuestros cuerpos no se
movían.

—Joder… ¿y él?

—Él debió de salir de allí pensando que me tiene loquita… y para colmo
horas más tarde ve que voy al baño, me desabrocho un botón… y le enseño la
mitad de las tetas…

—Ya… joder, María… uff no te muevas.

—¿Te pone lo que te cuento?

—¿Tú que crees?

—Ya… joder ¿en serio no me puedo mover?

—Espera… —dije moviendo yo un poco mi cadera, haciendo salir casi mi
polla de ella para volver a embestir hacia arriba. Ambos nos fundimos en un un
gemido.

—Uuf.. qué gusto, dios. —Susurró María, que seguía increíblemente
cachonda.

—¿Por qué te jodió que no te mirara las tetas?

—Hombre… a todas nos gusta gustar…

—¿Gustarle a él también? ¿Aunque te caiga mal?

—No sé…

—¿Cómo que no sé?

—A ver, igual no es que me pareciera mal, me chocó simplemente.

—Te chocó y te jodió, las dos cosas… ¿Y cómo podríamos hacer para que te
las mirara?

—Jaja… complicado. Ya sabes que en el despacho no. Una pena que te diera
por él. Si fuera no sé… un vecino… un no sé, un camarero… un desconocido…
pero con alguien del trabajo es… no sé, un follón. —María hablaba mientras yo
me movía mínimamente, arriba y abajo, sacando media polla de su interior para
volver a llenarla, muy muy despacio.

—¿De verdad te sentiste como una guarra?

—Hombre… una monja no me sentí… allí delante de él con media teta
fuera.

—¿A ti te pone esto?

—Puede ser que un poco. Al principio no, pero… así como fantasía para
jugar nosotros está bien.

—¿Cómo crees que será en la cama? ¿Crees que follará bien?

—Pues no lo sé… a Nati parece que la tiene loca.

—¿Sí? ¿Por? ¿Cómo lo sabes?

—En el trabajo se lo estaba comentando Amparo a Paula, parece ser que
Amparo es amiga de Nati y fue quien se la presentó a Edu.

—¿Sí? Joder, creí que Nati era más joven, ¿y que te dijo?

—Pues no sé, tampoco mucho, tendrá veintiséis o veintisiete. No sé, llegué
con la conversación empezada y dijo que la tiene loquita.

—¿Podías preguntarle?

—¿El qué?

—Pues… hasta qué punto Nati está satisfecha.

—Jaja, estás fatal. Cómo le voy a preguntar eso, además tampoco Amparo
creo que lo vaya a saber.

María levantó su torso obsesiquiándome con la visión de sus tetas otra vez.
Apoyó sus manos en mi pechó y movió su cintura de atrás adelante en un
movimiento lento.

—Joder… María… que me corro si te vuelves a mover.

—Pues córrete… —dijo repitiendo el movimiento.

—María…

—¿Qué…? —susurró con los ojos cerrados.

—La próxima vez que quedéis todos quiero que volváis a quedaros solos…
—dije al borde del orgasmo.

—Umm… no sé… van a pensar todos que me gusta…

—Por eso…

—No sé…

—Venga… ¿por qué no?

—Puede ser… el próximo día intento quedarme al final sola con él… —
dijo sin parar de mover su cadera.

—Joder María.. dios… ¡uuf, ¡¡me corrooo….!!

De golpe empecé a convulsionar y a llenar a María de leche que no paraba de
salir de mí. Llevaba todo el día con la polla a punto de explotar y al moverse ella
tan despacio yo temblaba estallando dentro de ella, me corrí como un animal
entre resoplidos, llevando mis manos a su culo… descargando sin parar… creo
que me estuve corriendo como quince segundos… Un orgasmo brutal…

María volvió del cuarto de baño diciéndome que nunca me la había notado
tan dura y que nunca “había soltado tanto”. Nos quedamos dormidos aquel
viernes… pero nos pasamos un fin de semana en el que follamos cinco o seis
veces y en casi todos los polvos hablamos de Edu; estando el tema de Edu
presente yo podía recuperarme y follar varias veces casi seguidas… algo para mí
desconocido. Fantaseábamos con que Edu le miraba las tetas a María… o de
cómo follaría Edu con Nati… pero a mí aun me faltaba el valor de pedirle que
fantaseamos con lo que realmente me excitaba, que era fantasear con que Edu se
la follaba a ella…



CAPÍTULO 7

El lunes por la mañana me desperté bastante contento, me di cuenta de que
hacía justo un mes que había visto a Edu por primera vez, aquella vez que,
cenando con María, había aparecido él con otros del trabajo y habían hablado un
poco con ella. Yo estaba encantado de follar con mi novia fantaseando con ese
tema, pero necesitaba más, estaba obsesionado, tenía que reconocerlo, todo el
tiempo abstraído, pensando en qué cosas proponerle a María para que el juego
avanzase, aunque de nuevo no sabía muy bien hacia donde.

Me llamaron del trabajo y me dijeron que empezaría en 3 semanas. Me
pareció una eternidad. No esperaba estar más de una semana más en aquellas
vacaciones forzosas. Los días se me harían eternos, más ahora que no tenía
trabajo que buscar ni entrevistas que preparar.

Aquel día quedé con María en una cafetería a la salida de su trabajo.
Apareció con un traje negro y una camiseta blanca de cuello redondo. Quizás en
camisa estuviera más erótica o más femenina, pero con aquella camiseta estaba
más potente, se le marcaban las tetas de forma brutal. No tardé en sacarle el
tema:

—¿Has visto a Edu hoy?

—¿Hoy? No. Bueno, por el pasillo siempre te lo cruzas, como a todos.

—¿Así?

—¿Así como?

—Pues con eso… —le dije señalándole el pecho.

—Jaja, es lo que tengo, qué quieres que haga. Además tampoco son para
tanto.

Que no eran para tanto era muy discutible, para ser de complexión normal o
casi delgada, tenía un buen par. No creía que sus compañeros de trabajo no
hablasen de sus tetas con frecuencia.

—¿Vas a tener reunión con él esta semana?

—Pues… igual monto una para el jueves. Sí, no vendría mal.

—Y tanto que no vendría mal… —me reí contagiándola a ella.

Esa noche volvimos a follar como locos, yo le decía que Edu le miraba las
tetas… que se lo decía a sus amigos… le decía que seguro él se iba al baño a
pajearse después de cruzársela por el pasillo. Ella me seguía más o menos el
rollo, pero noté que menos implicada que el fin de semana.

El martes y el miércoles hice bastante deporte. El miércoles además quedé
con un amigo para comer, intentaba mantenerme entretenido, pues tan pronto me
quedaba una hora muerta me hacía una paja tremenda pensando en Edu y María,
como así hice a la hora de la siesta. Por la noche llegó María, bastante cansada.
Se fue directa al dormitorio e hizo lo de siempre: quitarse el sujetador y volver a
aparecer en el salón ya fuera con una camiseta de andar por casa o con la camisa
con la que había ido a trabajar, como así fue esta vez. Se sentó en el sofá, a mi
lado y casi se queda dormida. Finalmente fue a la cocina y volvió con un yogurt
que tomaba de pie en el salón, diciendo que estaba tan cansada que no comería
más que eso. Los pezones se le transparentaban bajo la camisa blanca… tanto
que se me estaba poniendo durísima…

—Mañana reunión… ¿no?

—Jaja… pues sí.

—Serás maja.

—Seré maja, claro.

—¿Ya te cae algo mejor?

—Que va. Es un gilipollas. —sonrió.

—Joder María… no hay quién te ablande…

—Qué más te da que sea gilipollas… total…

—Podías ir así mañana.

—¿Así cómo?

—Pues… sin sujetador.

—Jajaja… estás fatal.

—¿Por?

—¿Cómo que por? Se me transparenta y se me marca todo. No, en serio. De
esto olvídate.

—Vamos…. no puedo esperar solo a la cervecería de jueves en jueves sin
que pase nada.

—Cómo que sin que pase nada, si estás todo el día sacando el tema, que ya
no se puede follar normal.

—Bueno, María, no te pongas así. Como si tú no te pusieras con el tema.

—A veces no está mal meter algo así… pero joder… A ver, que te entiendo.
Pero creo que… no sé, tiene más punto si es un recurso de vez en cuando… que
si estamos cada polvo con lo mismo…

—¿Qué quieres? ¿Que lo dosifique? ¿Un polvo por semana fantaseando? —
yo no estaba enfadado pero sí algo molesto.

María se fue a tirar el yogurt a la cocina y al volver se sentó a mi lado. Nos
quedamos en silencio hasta que dijo:

—Está bien, pídeme otra cosa, sabes que lo del sujetador… es que es
imposible, de verdad… razona un poco; que entiendo que te ponga, pero habrá
otras cosas más sutiles… —Yo me sentí algo culpable pues era yo el que estaba
a punto de pedirle perdón.

—No sé, María… no se me ocurre nada sutil. Podías no sé… más que ser
maja tontear con él mañana.

—¿Tontear? ¿Qué voy a hacer? ¿Quieres que tire un boli al suelo y lo recoja
como en las películas? Ya me dirás….

—No sé… tú eres la chica… tú sabes mejor que yo… mirarle fijamente…
tocarte el pelo… venga, sabes perfectamente de lo que hablo.

—Está bien, está bien. A ver que se me ocurre.

—Pues eso… si en el despacho haces eso… y después por la noche os
quedáis a solas en la cervecería… sería el mejor día del mes, jaja.

—Anda… quedarme a solas con él allí… no me acordaba, ¿ves? No me
digas que no me pides cosas… Es que me haces sentir como si fuera una novia
aburrida que no entra en tus juegos cuando es lo contrario. Que a ver como me
quedo a solas con él… que si decide irse ya me dirás qué puedo hacer.

—Bueno, primero mañana en la reunión… tontea… por la noche ya
veremos como puedes hacer.

Nos fuimos a cama y, mientras ella miraba qué ropa coger para el día
siguiente, yo no paraba de mirar como se le marcaban las tetazas y los pezones
bajo la camisa. Ella tenía razón en que se le transparentaba y se le marcaba
muchísimo, y es que esa camisa, y prácticamente todas las que usaba para
trabajar, eran como de seda, muy finas; ella no escatimaba en comprar ropa
bastante cara para ir al despacho; si con una camisa normal ya se le
transparentaría con las que usaba para trabajar era cierto que se le veía todo.
Pero yo no atendía a razones… me estaba poniendo burrísimo e insistí:

—¿Seguro que lo del sujetador es imposible?

—Que síi… que eso es imposible…

—Joder… María… es que sería brutal… se le iba a caer la baba hasta el
suelo.

—Brutal para ti… Yo imagínate la vergüenza… Mañana voy a llevar una
camisa blanca también, pero no te emociones que no voy a hacer nada.

—Venga María… te imaginas… es que sería…

—Es demasiado, sabes que es imposible. Mira, si quieres un día salimos a
cenar tú y yo… voy vestida como hoy y me lo quito.

—Ya… bueno… no es lo mismo.

—Pues… salimos a tomar algo y voy así, y que alguien me vea así, algún
desconocido.

—Tampoco es lo mismo.

—Es que no sé porque tiene que ser él, de verdad.

Yo tenía clarísimo que era con él con quién me ponía todo aquello. Me
parecía atractivo, y sinceramente pensaba que a María algo guapo le tenía que
parecer, además compañero de trabajo, algo más joven, algo flipado…
perdonavidas… de los que se creen que pueden tener a quién quieren. Lo tenía
todo. Reconocía que el plan de María tenía su punto pero… lo de ella en el
despacho sin sujetador y Edu mirándola… solo de pensarlo se me ponía la polla
durísima.

Me sentí algo culpable con María. Tan pronto se metió en cama comencé a
besarla, repté sobre su cuerpo y comencé a hacerle una comida de coño
increíble. Puse todas mis ganas y todo el morbo que tenía acumulado en lamerle
el sexo hasta hacerla retorcerse del gusto. Estuve más de 20 minutos lamiendo,
succionando y chupando aquel precioso coño que se deshacía en mi boca… y
María se acabó corriendo dos veces… y no le saqué el tema de Edu.

Al acabar pensé que no sabía bien si aquella comida de coño la había hecho
de manera plenamente altruista o si esperaba que ella me diese algo a cambio al
día siguiente…



CAPÍTULO 8

A la mañana siguiente me levanté bastante excitado. Me había despertado en
mitad de la noche un par de veces y si no había despertado a María para follar
había sido porque sabía que ella necesitaba descansar. Pero es que por fin era
jueves y había muchas cosas pendientes.

No tardé mucho en escribirle a María, en preguntarle cuando tenía la reunión
con Edu. Me dijo que a las 11, que iba a ser algo rápido. Le pregunté si había
pensado como tontear con él y me respondió que no, que improvisaría. Veía que
me quería despachar rápido, que no tenía tiempo para escribir mucho y le acabé
preguntando:

—¿Quitarte el sujetador imposible? ¿Seguro?

—Olvídate.

—¿Seguro?

—Que síi… que eso no… venga, te tengo que dejar. Te quiero.

—Bueno… pues al menos tontea mucho con él. Te quiero. Chao.

—Chao. Beso.

Sobre las doce le escribí, le pregunté qué tal y me respondió que bien, que ya
me contaría. Le pedí que me escribiera algo más pero me dijo que no podía, que
estaba muy liada. Le pregunté si había pensado como quedarse a solas con Edu
por la noche pero ya no me respondió.

Yo estaba que me subía por las paredes. Sabía que eran pataletas infantiles,
que ella estaba trabajando. Pero me jodía que pasara horas sin responderme y
que no cumpliera lo que le pedía sobre Edu.

Comí… salí a correr… no sabía como entretenerme… A la hora a la que
sabía que ya estarían todos tomando algo le volví a escribir:

—¿Te has sentado con él?

—No pude.

—Joder.. ¿y eso?

—Pues porque los chicos salieron un poco antes y cuando llegamos él
estaba en medio de los chicos…

—Mierda… bueno… al final intenta quedaros solos, ¿vale?

La conversación quedó así. Miraba el móvil todo el rato pero no respondía.
Yo estaba que no podía más, tentado estuve de llamarla. Tardó como dos horas
en responder, eran ya las diez y media de la noche cuando contestó:

—No pude, nos hemos quedado solo las chicas, y ya nos vamos. ¿Voy a
casa? ¿Quieres cogerme con el coche y nos vamos a cenar por ahí?

—Joder María… ¿no ha pasado nada? —yo estaba hecho polvo.

—Sí que ha pasado.

—¿Síi?

—Sí… una cosa que creo que te va a gustar….

—Dimee…

—Jaja… no, en persona.

—Vale, te recojo en el coche.



CAPÍTULO 9

Un cuarto de hora más tarde María se subía en mi coche. Estaba muy guapa,
muy elegante. Hay días que a última hora tiene cara de cansada, pero aquel día
seguía espectacular. De nuevo aquel pequeño brillo en los ojos de haber tomado
un par de cervezas.

Decidimos ir a una pizzería a las afueras, a unos 6 o 7 kilómetros, a la que
íbamos a veces. No tardé en pedirle que me contara todo cuanto antes.

—Son dos cosas… la light… y la fuerte, ¿cual quieres primero?

Aquello mejoraba por momentos.

—La light primero.

—Está bien. Pues eso fue en el despacho… La verdad es que la idea me la
diste tú. Hice lo de tocarme el pelo… mirarle fijamente… creo que alguna vez se
sintió intimidado…

—¿Sí? Y… ¿llevabas la americana o solo la camisa?

—Solo la camisa… pero no creas que…

—Ya… ya…

—Ya te dije que eso era imposible.

No le había dado a que se hubiera quitado el sujetador más de un cinco por
ciento de posibilidades. Ya sabía que lo fuerte no había sido aquello.

—¿Y qué más?

—Pues de eso poco más…

—¿No os tocasteis?

—Noo.

—¿Entonces?

—Pues nada… me tocaba el pelo… cruzaba y descruzaba las piernas… le
miraba fijamente… me reía… me acomodaba en la silla… créeme que me
costaba… con lo mal que cae. Date cuenta que la mesa de reunión que tengo
delante de mi mesa es muy pequeña, lo veía todo muy… muy de cerca.

Yo me la imaginaba haciendo aquellas cosas… La miraba de vez en cuando
mientras conducía y se le transparentaba el sujetador un poco. Pensaba que si
fuera Edu habría salido empalmado de aquella reunión. María estaba muy buena
y haciendo ese numerito tendría que ser para sacarse la polla allí mismo.

—Joder María… debió de salir de allí con un buen dolor de huevos…

—Jaja… qué dices.

—Que seguro, que sé cómo somos los tíos.

—No exageres. No me dio la impresión.

—¿No? ¿No te miraba?

—Pues claro que me miraba, estábamos frente a frente en aquella mesa
enana, pero no me dio la impresión de que… no sé… de que se estuviera
sofocando. Estuvo muy profesional… la verdad es que trabaja bien, tiene el caso
bien preparado.

Estábamos llegando a la pizzería así que decidimos postponer la noticia
fuerte para después. Aunque finalmente decidimos pedirlas y llevarlas para
comer en casa. Estábamos en la barra de la pizzería esperando y yo no veía el
momento de que me contara aquello y de llegar a casa. Cada vez que nadie nos
veía le rozaba el culo con las manos y le daba pequeños besos en los labios. No
podía más pero ella me paraba de vez en cuando los pies. Llegué a sacarle la
camisa de dentro del pantalón, acariciar su vientre desnudo e intentar subir aun
más la mano… pero ella me lo impidió.

—¿Estás loco? —rió.

—Joder… María… me tienes cachondísimo.

—Ya… qué te crees… yo soy humana también.

—Dime ya que pasó…

—Ahora en el coche te digo. Joder, que a lo mejor es una chorrada y te estás
haciendo demasiadas ilusiones.

Finalmente dejamos las pizzas en los asientos traseros y nada más arrancar
María empezó a contar:

—A ver… esto pasó en la terraza de la cervecería, como te dije estábamos
sentadas las chicas por un lado y los chicos por el otro. Tú no parabas de escribir
y siempre me siento algo mal cuando veo que no te sigo el rollo, pero es que no
es tanto que no quiera como que no puedo. Bueno, pues tenía a Amparo al lado,
que es la que le presentó a Nati a Edu, pero no sabía como sacarle el tema.
Entonces escuché a los chicos hablar de que se tomarían dos cervezas rápidas y
que se irían ellos por ahí. Entonces le dije algo a Amparo en plan… “estos se
quieren ir hoy de caza por ahí” y después algo como… “bueno pocos sin novia
hay, ahora Edu tiene novia, ¿no?” Y ella me dijo algo como que algo parecido,
que estaba liado con una chica que se la había presentado ella, y que se
arrepentía de habérsela presentado. Le pregunté por qué y me dijo que ella se
estaba colando por él y que él no quería una relación seria. Le dije entonces si es
que era solo una… relación física… si no eran novios ni nada, y me dijo que
algo así. Y después… madre mía.

—¿Qué?

—Pues que no sabía como abordar el tema y le dije una locura, no sé… algo
como… “¿pero está enganchado a Edu por como es en la cama o qué?” Me puso
una cara… es que no venía demasiado a cuento, además Amparo no es con la
que tengo más relación en el despacho precisamente.

—¿Pero que te dijo? ¿Te respondió?

—Me dijo algo así como: “calla… que parece que sí, vamos… que en eso la
tiene más que satisfecha”. Le quise tirar algo más de la lengua pero era muy
descarado. No me acuerdo que le dije, algo más, algo así como “o sea que en la
cama él… bien…”, cada vez que le decía algo así miraba para otro lado, no sabía
donde meterme. Pero ella vamos… no sé con qué palabras, pero me vino a decir
que sí, que Edu en la cama muy bien.

—Que folla bien, vamos. —le dije yo excitadísimo.

—Bueno… no con esas palabras pero que si, vamos, que sí.

—Joder… —resoplé.

—Espera, espera, que hay más.

—¿Más?

—Sí…

—Dime…

—Pues al final se fueron los chicos y nos quedamos las chicas un rato más
en la terraza, pero se levantó algo de viento y nos fuimos a dentro. Allí nos
tomamos un gin cada una. Tenía de casualidad a Amparo al lado y ahí si que se
me fue completamente.

—¿Por?

—Uff… es que… en serio… me rio por no llorar —dijo María sonriendo.

—¿Pero qué pasó?

—Pues… a ver… le acabé diciendo algo como que si la tenía satisfecha por
cómo era en la cama… o porque… no sé.

—A ver dimee…

—Es que no me acuerdo bien, pero algo así como si era bueno en la cama
por como lo hacía o por físico, en plan por lo que tenía él… ahí… Bueno, no
veas la cara que me puso Amparo… se acabó por reír y preguntarme si yo le
estaba preguntando si Edu la tenía grande y qué por qué lo quería saber. Le dije
que bueno, que me daba igual, que no sé… que curiosidad… y me dijo: “si
quieres le pregunto a Nati”. Ella estaba de cachondeo y le pedí que no, que era
una chorrada, y acabó cogiendo el móvil y le escribió preguntándole a Nati algo
como… “me preguntan por aquí como la tiene Edu”. Yo no sabía donde meterme
pero Nati respondió en seguida riéndose, preguntándole por quién lo quería saber
y Amparo le dijo que era secreto. Nati dijo que éramos unas cotillas y acabó por
escribir algo así como…pues el chico va bien armado… o está bien cargado…
Una expresión así…

—¿Síí?

—Sí… flipa…

Yo estaba empalmadísimo. Sabía que era lo que me faltaba para acabar de
obsesionarme….



CAPÍTULO 10

Nos quedamos un momento en silencio. Yo estaba cachondísimo y María lo
sabía. Estábamos llegando a casa y cada vez había más semáforos, cada vez que
uno se ponía en rojo mi mano iba a los muslos de María sobre el pantalón de
traje o a sus tetas sobre su camisa.

—Sabía que te pondría que la tuviera grande… —dijo María.

—Hombre… normal…

—Pues eso no lo acabo de entender… a ver, entiendo más que te ponga que
me insinúe con él que el hecho de que la tenga grande o pequeña o folle bien o
mal.

—No sé… —la verdad es que no me apetecía hacerle una análisis de
porqué me ponía. Solo quería meterle mano por todas partes.

Estaba tan cachondo que acabé por llevar mi mano a la entrepierna de María
mientras conducía. Frotaba sutilmente su sexo pero había demasiada ropa por
medio. Ella no me apartaba la mano y me dejaba hacer. En el siguiente semáforo
nos besamos de forma muy guarra… con nuestras lenguas húmedas volando y
atacándonos, muy cachondos… ella acabó por llevar su mano a mi pantalón, me
apretó un poco, yo la tenía a reventar y ella se dio cuenta:

—La tienes durísima…

Yo la seguí besando y mi mano que acariciaba su sexo intentaba hacerlo con
más fuerza, quería sentir sus labios hinchados, pero por fino que fuera el
pantalón no notaba su coño como yo deseaba.

A duras penas conseguí llegar al garaje de lo empalmado y excitado que iba.
Una vez allí apagué el motor y nos quedamos prácticamente a oscuras. La besé
excitadísimo. Ella me abrió el pantalón y yo le abrí un poco el suyo… colé mi
mano por dentro de sus bragas… por fin aquel tacto de su vello púbico recortado
y sus labios calientes… sentí como si fuera la primera vez que se los acariciaba,
me recreé en recorrerlos con mis dedos por fuera, estaba húmeda… y ella no
perdía el tiempo y me sobaba la polla, todo esto sin dejar de besarnos de la
forma más guarra, suspirando y mordiéndonos un poco los labios.

—¿Qué te parece que la tenga grande eh? —le pregunté.

—Que la tenga como quiera… me da igual.

—¿Tú crees? ¿Le vas a mirar con los mismos ojos en el trabajo?

—Pues claro… —dijo ella ya empezando a gemir.

Quise maniobrar mejor y le bajé un poco los pantalones y bragas hasta la
mitad de los muslos. Volví a llevar mi mano a su sexo y palpé como sus labios se
abrían hacia fuera, como si florecieran, invitándome a meter un dedo dentro de
su coño.

—Seguro que le vas a mirar el paquete de reojo…. a ver si se le marca.

—Jaja.. Umm… eso te gustaría a ti…

—Pues si…

—¿Quieres que se lo mire?

—Sí… joder… cuando te lo cruces por el pasillo mírale a ver si se le
marca…

—Estás fatal… —sonreía a la vez que disfrutaba de como le acariciaba el
coño…

Empecé a meter un dedo en su interior y ella emitió un suspiro que casi hace
que me corra. Esos suspiros que suelta María cada vez que le meto el primer
dedo me vuelven loco. Yo tenía la polla que no sabía como no me corría. Ella
alternaba pajearme con esparcirme mi preseminal por el glande… me tenía a
punto pero yo no quería correrme aun por nada del mundo.

—Quiero que le mires como se le marca la polla —le susurré en el oído
mientras le metía un dedo.

—Uff… ¿siii? Mmm… joder…

—Sí… quiero que además él lo vea, que él sepa que cuando se cruza contigo
le miras la polla.

—Joder…

—¿Qué te parece…?

—Mmm… vale…

—¿Sí?

—Síi… umm, dios qué bien me tocas…. —gimoteó María, entregada,
moviendo su cintura al compás de mi dedo. Ya no era capaz de pajearme
mientras disfrutaba, solo me la agarraba con fuerza. Le estaba haciendo un dedo
brutal, notaba como se abría su sexo más y más.

—¿Sí? ¿Lo vas a hacer?

—Mmm… sí…

—Dímelo…

—Mmm… dios… le voy a mirar… ¡le voy a mirar la polla cuando me lo
cruce!

—¿Y qué más?

—¡Dioos…! ¡sigue…! ¡le voy a mirar la polla… y que vea que se la miro!

—Va a pensar que eres una guarra, María… —le susurré mientras ella ya
cerraba los ojos y parecía hasta que se follaba mi mano.

—Sí…

—¿Qué te parece que piense eso?

—Mmm… me da igual.

—Primero tonteas con él y ahora le miras la polla…

—Ya…

—Va a pensar que eres una guarra…

—Sí… dioos… va a pensar que soy una guarra…

Yo no me corría porque afortunadamente ella me había dejado de pajear y
solo me la agarraba. Ella estaba a punto… lo sabía… Le pregunté una vez más:

—¿¿Te gusta que crea que eres una guarra??

—Mmm… sí… quiero que lo crea… dios…

—¿Te pone que é lo crea… a que sí?

—¡¡Sii!! ¡¡Dios… me pone que él lo crea! Mmm… jodeer… siii.. sigue un
poco más…

En aquel momento se escuchó el inconfundible ruido de la puerta de entrada
y se encendieron automáticamente las luces de garaje. Me asusté y como acto
reflejo quité la mano. Ambos maldecimos el inoportunismo del vecino y nos
subimos un poco los pantalones.

—Dios, Pablo… tenías que haberme hecho acabar… no me quedaban ni
cinco segundos…

Tenía razón, entre que se abría la puerta y entraba el coche nos habría dado
tiempo, pero había actuado como acto reflejo.

Salimos del coche y cogimos las pizzas. Yo no tenía nada de hambre. Solo
quería subir en el ascensor y llegar a casa cuanto antes para follar con ella, pero
necesitaba saber una cosa antes:

—María.

—Qué.

—¿Lo decías en serio?

—¿El qué?

—Lo de que te pone que Edu piense que eres una guarra.



CAPÍTULO 11

—No sé… algo hay, pero no sé que es.

—¿No sabes qué es?

—No… —dijo besándome.

No podíamos contenernos. Entramos en casa como pudimos, solté las pizzas
de una vez y empezamos a devorarnos en el medio del salón. Caímos en el sofá
y a mi me faltaba manos para atacar su cuerpo.

Nos besábamos excitados, mi camiseta desapareció, su camisa se abrió… sus
tacones cayeron al suelo, mis manos fueron a sus pantalones para sacárselos y
ella hizo lo mismo con los míos. Cuando me quise dar cuenta estaba desnudo y
cada beso que ella me daba en el cuello… en el torso… me ponía todo el vello
de punta. Me quedé con sus bragas en mis manos mientras ella se colocaba entre
mis piernas… dispuesta a hacerme una mamada. Primero la palpó con las manos
y me repitió que la tenía durísima, y después me miró a los ojos y se la metió en
la boca, como hace cuando está muy cachonda. Empezó a hacerme una mamada
brutal… usando toda su saliva y mi liquido preseminal para embadurnármela
entera, no solo el glande si no que tenía hasta el tronco completamente
embadurnado. Apartaba su pelo de un lado a otro… yo emitía suspiros de placer
y ella se la llevaba a la boca y la soltaba… recogía mis huevos con sus manos y
lamía la punta… Yo acabé por llevar sus bragas a mi nariz y olerlas mientras
cruzábamos las miradas…

—Joder… como huelen…

—Mmm… ¿si?

—Sí… huelen a guarra…

Era cierto que olían realmente a fuerte, olían a coño que me volvía loco. No
sabía como aguantaba sin correrme al ver como María se metía mi polla en la
boca casi entera y me miraba mientras yo olía aquellas bragas suaves que
apestaban a su sexo.

—Joder María… estás hecha una buena guarra…

—Mmm.. sí… —ella dejaba de chupármela para responder. Siempre
mirándome.

—¿Cómo huelen así? ¿Te ha puesto cachonda él?

—Me pones cachonda tú…

—Y te pone cachonda que crea que eres un poco guarra…

—No sé…

—Sí que lo sabes…

—Mmm… me encanta tu polla… —dijo clavándome la mirada.

—¿No preferirías un buen pollón como el suyo?

—Mmm… no…

—Si no estuvieras conmigo seguro que querrías una buena polla como la
suya…

Ella no respondió y yo le tuve que pedir que parara para no correrme. Me
acerqué para besarla. Estaba cachondísimo, hasta me puso aun más cachondo el
sabor y olor de sus labios después de haber estado chupándomela. Nos pusimos
de pie. Dimos dos pasos en dirección al dormitorio pero yo no podía más, mi
polla apuntaba al techo, tenía que follármela ya… la ataqué por detrás, le agarré
el culo, la cintura, las tetas; le bajé el sujetador… pegaba mi pelvis a su culo, le
metía un dedo en la boca… estaba poseído y ella gemía cada vez que la sobaba
con fuerza. Acabó llevando sus manos al marco de la puerta de la entrada del
salón, los dos de pie, yo tras ella apoyando mi polla en sus nalgas mientras no
paraba de meterle mano.

—Dios… María… te voy a follar aquí mismo…

—Síi… métemela… métemela aquí de pie…

Nunca había visto a María tan cachonda. Flexioné un poco las piernas y con
una mano agarraba su culo y con la otra dirigía mi polla… que entró con una
facilidad nunca vista, en tres segundos se la había metido hasta el fondo y ella se
ponía de puntillas y jadeaba desinhibida.

—Joder María… estás abiertísima. —Yo la sujetaba con una mano por la
cintura mientras con la otra le acariciaba las tetas, tenía los pezones durísimos y
las tetas al estar montadas sobre el sujetador que le había bajado aun parecían
más enormes. Ella se apoyaba con una mano en el marco de la puerta y la otra la
llevaba a mi culo para marcarme el ritmo de la follada, de vez en cuando
volteaba su cabeza y me miraba con una cara de puta que nunca le había visto.

—Vaya cara de guarra tienes…

—¿Sí…?

—Sí, joder…

—¿Te gusta como te miro? —decía girándose otra vez.

—Sí… ¿vas mirando así a la gente? —los dos sabíamos a quién
concretamente me refería con aquello.

—Mmm… no… solo a ti… Dios… qué bien me follas… —gimió llevando
otra vez su cabeza hacia adelante. Estaba tan abierta que yo cada vez notaba
menos.

—Tienes el coño abiertísimo… María…

—Mmm… sí… sigue por dios…

—Necesitas una buena polla que te llene bien…

—Joder… Pablo… sigue por favor…

—Dime que querrías ahora una buena polla…

—Sí…

—¿Sí?

—Sí… joder… quiero una buena polla.

—¿Te la imaginas eh? ¿te imaginas un buen pollón follándote eh? —Yo
estaba fuera de mí, jaleado además por lo que acababa de decir.

—Mmm… sí… me imagino una buena polla…

—Una polla como la de Edu… eh…

—Mmm…. dame… dame cabrón… sigue….

—Dime joder… ¡una buena polla como la suya…!

—Mmmmm… joder… ¡¡síii… !! ¡¡una buena polla como la de Edu
follándome…!! ¡¡dios…!!

—Imagínatelo María… como te folla… con su pedazo de polla…

—Sigue… sigue… ¡dios…!

—¡¡Imagínatelo…!!

—¡¡Siii… dios… me folla con su pedazo de polla..!! ¡¡me mata del gusto
ese cabrón…!!

—¿¿Síi?? ¡¿hace que te corras?!

—¡¡¡Sii Dios… hace que me corra!!! ¡¡¡me folla… dios..!!! ¡ahh… joder..!
¡¡¡Me corroo..!!!. ¡¡¡Me corrooo!!!

—¡¡Córrete… !! ¡córrete así… ! ¡¡¡¡Córrete con su polla!!!!

María empezó a gritar como si se acabase el mundo y yo exploté con ella. Yo
suspiraba pero ella gritaba como loca, creía que se me desmayaba allí mismo. A
mi me temblaban las piernas pero ella literalmente se caía… se retorcía y seguía
repitiendo que se corría mientras yo descargaba toda mi leche en su interior,
resoplando en su nuca… yo ya había lanzado dentro de su coño seis o siete
chorros y ella seguía corriéndose y gritando, nunca la había visto correrse así.

Me salí de su cuerpo y nos fuimos al cuarto de baño. No hablábamos…
quizás los dos estábamos sorprendidos. Cenamos un poco de pizza fría, y, al
meternos en cama, le acabé diciendo que había sido un polvazo y ella sonrió.
Nos acostamos y me acerqué a ella, la abracé, le dije que la quería y ella me dijo
que también me quería, y empezamos a besarnos en la mejilla con dulzura hasta
que nos quedamos dormidos. Yo estaba alucinado y no se me iba la excitación al
recordar las cosas que María había dicho.

Al día siguiente María se levantó temprano y me despertó pues estaba
haciendo la maleta para irse el fin de semana. Cada cinco o seis semanas se iba a
casa de sus padres. Siempre había sido muy familiar. Yo intentaba seguir
durmiendo, ya me despediría de ella por la tarde.

Dormí como un par de horas más hasta que me levanté y ella me había
escrito al móvil. Me decía que lo de la noche anterior había sido una locura, que
había dicho cosas que no pensaba, que me quería y que la volvía loca
sexualmente, que estaba plenamente satisfecha y que las cosas que había dicho
durante el polvo habían sido fruto de un calentón. Acababa el mensaje
repitiéndome que me quería como nunca.

Yo sabía que si le escribía se reafirmaría… así que no quise entrar en el tema
y solo le dije que yo también la quería como nunca.

Estuve muy liado con recados por la mañana y por la tarde me acordé de
milagro que le había prometido a un amigo que le ayudaría con una mudanza.
Pensé que sería algo más rápido pero pronto vi que sería imposible despedirme
de María antes de que se fuera a casa de sus padres. Fue realmente una putada…
ningún viernes había tenido tantas ganas de despedirme como aquel…
necesitaba además un polvo de despedida que no pudo ser.

María siempre tiene ganas de visitar a sus padres pero una vez allí siempre
reconoce que se aburre y estamos todo el día colgados del móvil. Esa misma
noche de viernes, cada uno en su cama, nos escribíamos sin parar y pronto el
tema derivó en sexo. Le acabé escribiendo cómo me la querría haber follado en
un polvo de despedida… lo que me gustaría haberle hecho… ella se cortaba un
poco al escribir ese tipo de cosas pero me seguía el rollo también encantada de
escribirnos en ese tono.

Nos deseamos las buenas noches y yo por fin tuve tiempo para estar solo y
recapacitar sobre lo que había pasado la noche anterior. Aquellas frases de
María… uff… quizás hubieran sido para complacerme pero… lo que había dicho
era realmente fuerte. Me hice una paja tremenda recordando sus frases,
aquellas… “hace que me corra…”, “me folla con su pedazo de polla…”. Joder…
solo de recordarlas me corría en menos de un minuto.

El sábado cambiaron las tornas de lo que habían sido las últimas semanas,
pues era ella la aburrida y me escribía mucho al móvil y yo el que estaba
ocupado, en este caso con amigos, y no podía hacerle tanto caso. La cosa con
mis amigos fue pasando de ir de cañas a cena con vino… a copas hasta tarde.
Llegué a casa sobre las 2 de la madrugada y le escribí a María que para mi
sorpresa estaba despierta. Me preguntó que qué tal los chicos… si había
ligado… y le dije que no, pero que había visto a Edu.

—¿En serio?

—Jaja, que va, mujer…

—Ah.

—Habría estado bien verle.

—¿Tú crees? —preguntó.

—Pues sí. Oye… ¿Cómo estás?

—¿Cómo estoy de qué?

—Ya sabes… que si estás… cachonda…

Me respondió con un emoticono sonrojado.

—Jaja —le puse yo. ¿Quieres jugar?

—No sé… es un poco tarde.

—El jueves estabas increíble… en camisa blanca… con tus tetas…

—Tú también estabas guapo.

—¿Cómo ves lo de esa camisa sin sujetador con él? Piénsalo otra vez.

María respondió poniendo varios puntos suspensivos.

—Jaja, ¿eso que es?

—Que lo veo difícil.

—¿Difícil pero no imposible?

En ese momento la pantalla ponía que María escribía y escribía. Yo tenía la
polla dura por la conversación. Me bajé un poco el pantalón del pijama y releía
la conversación, excitado y expectante… y me pajeaba lentamente. Finalmente
apareció un buen párrafo escrito por ella:

—No lo sé, lo estoy pensando, ¿vale? Se que a ti te pone muchísimo que
haga eso… Igual paso un poco de vergüenza o ni se da cuenta… Si lo hago es
por ti, porque te quiero y se que llevamos más de un mes con esto. Podría meter
una reunión con él el lunes, una reunión corta e intentarlo. Pero no te prometo
nada.

Joder… aquello era más de lo esperado. Comencé a pajearme mientras lo
releía… ufff…. imaginarme a María, con sus tetas… y con esos pezones
enormes…. transparentándose bajo la camisa y a Edu alucinando… joder… es
que me corría solo de pensarlo.

—Joder, María… no me merezco la novia que tengo.

—Ya… ya…

—Jaja… en serio.

—Bueno, ¿dormimos? —preguntó

—Sí, dormimos.

—Te quiero.

—Te quiero mucho. Besazo.

—Besazoo.

Apagué el móvil e, imaginándome a María transparentándose las tetas en la
cara de Edu, me hice una pedazo de paja que me dejé el vientre perdido de leche
de una manera increíble…

El domingo yo estaba de resaca y María aburrida y volvió a salir el tema y
comenzamos a fantasear con cómo sería esa escena. Ella de vez en cuando me
decía que no podía prometer nada. Pero volvíamos al tema. Pondría la reunión
para última hora, una reunión rápida a las siete de la tarde y si se veía capaz,
puesto que tiene un despacho para ella sola y nadie entra sin llamar… se quitaría
el sujetador, lo metería en el bolso, se sentaría en la mesa pequeña de
reuniones… y vendría Edu que tendría una visión muy nítida de sus areolas y
pezones… así como toda la silueta de sus tetazas. Yo de vez en cuando me
sorprendía que ella accediera, se la veía súper cachonda. La tarde del domingo le
escribía cosas que me gustaría hacerle, aunque mi cabeza estaba en su show con
Edu, pero sabía que si le escribía fantaseando con lo que podría ver Edu de sus
tetas se podría asustar.

Llegó el lunes y María iba directa desde casa de sus padres al trabajo. Yo
contaba las horas para que dieran las siete. Intentaba no hacerme pajas para
disfrutar bien de María por la noche. Ya me veía follándomela mientras ella me
contaba como Edu le había mirado las tetas. Pero fue inevitable que finalmente
me hiciera una paja después de comer.

No la quería atosigar así que no le pregunté nada del tema. Dieron las siete y
no había recibido ni un “sí, me atrevo”, ni un “uff, no me atrevo”. Dieron las
siete y media y yo no podía más con los nervios… tenía las manos heladas y me
palpitaba el corazón que se me salía del pecho. Le escribí y no respondió. Dieron
las ocho y cuarto y la llamé y me rechazó la llamada. Finalmente me llamó ella
pasadas las ocho y media ya desde la calle. Supe en el momento que la cosa no
había ido bien, estaba muy alterada…

—¡¡He pasado la mayor vergüenza de mi vida!!¡Me quiero morir! Llevo un
rato sola en mi despacho que se me caen las lágrimas. ¡No te perdono que me
hayas comido la cabeza para hacer esto! ¡En serio! ¡ahora mismo te odio como
no te imaginas! —me gritaba alteradísima.

—¡¡Quéee…!! ¿pero qué ha pasado? —Pasé de golpe de estar excitado a
estar en shock total.

—Pues que al final lo hice y tan pronto entró por la puerta sabía que aquello
era una locura. Nada más entrar me miró las tetas, era descaradísimo joder… no
sé como se me pudo ir la olla así.

—Bueno, no es para tanto.

—¿Que no es para tanto? En serio, te lo cuento con lágrimas en los ojos.
Estuvo como tres minutos mirándome las tetas, sin cortarse un pelo, haciéndome
sentir incomodísima, yo no decía nada coherente, estaba bloqueada, y él lo sabía,
y yo no sabía como taparme y me acabó diciendo… ¿sabes que me dijo?

—¿Qué ?

—Me dijo: “Oye María… me metes esta reunión con calzador… y… me
enseñas las tetas… porque sabes que me estás enseñando las tetas, ¿no?
Podríamos ser un poco profesionales”.

—Joder…. No me jodas…

—Te juro que me quise morir allí mismo. No me habían humillado así en la
vida.

—Joder… María…

—Sí… ya… ¿Y sabes lo que hice? Le pedí perdón, dios.. le pedí perdón…
joder… y fui a ponerme la americana para taparme… dios… qué puta
vergüenza, la reunión no duró ni dos minutos más y se fue sin decir nada. ¡Como
se lo diga a alguien es que me muero!

—Joder María… y qué va a decir… igual se te rompió el sujetador… esas
cosas pueden pasar.

—Mira… nunca… jamás… en tu vida me vuelvas a sacar el tema de Edu
¡Jamás! ¡¡No quiero hablar de esto ni de ese hijo de puta nunca más!! ¡¡No me
habían humillado así en la vida!! Voy para casa y no quiero ni que me hables.
Voy directa para la cama. En serio, cuando entre no me digas ni una palabra.

María colgó el teléfono y yo estaba con el corazón en un puño, no me lo
podía ni creer. Mi primera reacción era de que quizás no había sido para tanto,
que ya se le pasaría. Después pensé que Edu era un buen cabrón, si yo me viera
en una de esas me alegraría la vista y no diría nada… Es que había que ser hijo
de puta para decirle aquello.

María llegó a casa y pasó por delante de mi y efectivamente se fue
directamente al dormitorio. Media hora más tarde entré allí y le pregunté si
quería cenar y no me respondió. Acabé metiéndome en la cama y no dijimos ni
una palabra.

Yo sabía que la había jodido bien, lo que aún no sabía era hasta qué punto.

En principio pensé que se le pasaría en un par de días… pero nada más lejos
de la realidad. Estuvimos las dos semanas siguientes más distanciados que
nunca. Desde que vivía con María nunca había estado incómodo en nuestra
propia casa. Yo no sacaba el tema y ella tampoco. Creo que en esas dos semanas
follamos dos veces, en unos polvos insulsos y por mera necesidad física. Fueron
dos semanas en las que yo aun no trabajaba y me hacía tranquilamente dos o tres
pajas diarias y siempre imaginando a Edu mirándole las tetas en el despacho o
directamente imaginándome que se la follaba a lo bestia, con ese pollón que Nati
decía que tenía.

Estaba muy jodido, por el distanciamiento con María y porque justo cuando
mi novia estaba entrando realmente en el juego… dispuesta a tener una reunión
con él sin sujetador… follando y corriéndose mientras decía que quería que se la
follara una polla como la de Edu… todo se iba a la mierda. Pasar de ese morbo a
un polvo triste a la semana era ir del cielo al infierno. Además los fines de
semana yo salía con mis amigos y ella con sus amigas, esto segundo poco
frecuente, a mi me sonaba por su parte a una especie de “yo también tengo vida
social, a ver qué te vas a creer”.

A veces creía que ella tenía razón y a veces me parecía que había tenido una
reacción completamente exagerada, la llegaba a culpar del ambiente frío en casa.

Empecé a trabajar y la cosa mejoró un poco. Estaba más entretenido y la
cosa con María se fue normalizando. Aunque siempre sin hablar del tema. Pero
yo seguía obsesionado con Edu, no me lo podía sacar de la cabeza, y no poder
preguntarle si lo veía o si hablaba con él me carcomía por dentro.

Tarde o temprano tenía que pasar. Cada vez que salía sabía que había esa
posibilidad. Finalmente me acabé encontrando a Edu un sábado por la noche,
ojalá me lo hubiera encontrado sobrio pero iba borracho como pocas veces.

Me acerqué a hablar con él, cosa que no habría hecho si no llevara 4 o 5
copas. Le hablé como si fuéramos amigos y él me trataba con distancia. Iba todo
pijo, con camisa y pantalón de pinzas, y sus amigos prácticamente igual. Le
invité a una copa y yo hablaba de chorradas y él escuchaba casi sin mirarme,
oteando el horizonte por todo el pub. Le invité a un chupito que aceptó y en
seguida me dijo que encantado, que volvía con sus amigos.

Llegué a casa muy muy borracho y María ya estaba durmiendo. Cogí el
portátil e hice una locura. Le escribí a Edu desde mi cuenta de Facebook, y le
dije que tenía algo muy importarte que decirle y que se pusiera en contacto
conmigo.

Al día siguiente me desperté y fui consciente de la tremenda estupidez que
había hecho. Gracias a dios mi mensaje no contenía nada concreto. Él no me
respondió ese día, ni el siguiente, ni el siguiente.

Durante dos semanas miraba de vez en cuando si me había respondido, pero
nada. Mi relación con María ya era más normal. Como antes de la fantasía.
Aunque a mí me daba la sensación de que el sexo era algo peor que antes,
aunque quizás fuera solo que no era tan bueno como cuando fantaseábamos con
Edu. Cada vez que se iba o volvía de trabajar miraba lo atractiva que iba, en
camisa, en camiseta o incluso con jerseys ajustados… y me moría de ganas por
decírselo… por volver a fantasear… pero no quería volver a cagarla.

Un sábado por la noche en el que María estaba en casa de sus padres me
volví a encontrar a Edu, y de nuevo yo llevaba bastantes copas encima. Le volví
a saludar yo, pero esta vez él estaba más elocuente, también iba bastante bebido.
Finalmente tras una copa y dos chupitos, salió el tema de aquel mensaje mío no
respondido.

—Nada, es una chorrada —le dije.

—Vale, vale… —respondió.

—Bueno… a ver… es que es jodido que te lo diga yo precisamente…

—¿Por qué?

—Bueno… mira… es que es María.

—¿Qué le pasa?

—Pues… nada… me ha dicho que le pareces atractivo.

—Vale, muy bien. —dijo como si nada.

Yo veía que estaba a punto de volver con sus amigos. Estaba harto de que
aquella fantasía llevara parada semanas y semanas.

—Bueno… no solo eso. Que… vamos… que le gustas… le gustas en plan
hacer algo.

—¿Cómo que hacer algo?

—Pues mira… eso ya serían cosas vuestras… yo ahí no me meto.

—¿Cómo que no te metes? Si eres su puto novio, tío.

—Que sí. Que ahí no entro. Bueno, yo te digo que la tienes a huevo si
quieres. Ahora es cosa tuya.

A mí en aquel momento me parecía que era algo morboso, divertido, que él
pensara aquello. Él, por primera vez, parecía quedarse pensando por algo que yo
le decía.

Un amigo mío se acercó y me preguntó si “iba a pasarme la noche con el pijo
ese…” porque ellos se iban a otro lado. Yo le dije a Edu que me iba pero me dijo
que esperara, que me quedara un poco. Aquello de quedarme un poco se tradujo
en que nos quedamos una hora él y yo hablando en la barra. Me preguntaba a
cuento de qué le decía aquello, que no se fiaba, que era muy raro. Nos íbamos
emborrachando hasta que fuimos con sus amigos a una discoteca, ya sobre las 6
de la mañana. Seguimos hablando del tema hasta que me acabó diciendo: “mira,
tio, a mi me da que a ti te pone que alguien se folle a tu novia, más que otra
cosa”. Yo me encogí de hombros y el prosiguió: “a mi no me da la impresión de
que ella sepa nada de esto y creo que ni te ha dicho que se lo quiere montar
conmigo. No la conozco mucho, pero no la veo… no sé”. Le respondí que eso no
cambiaba mucho la situación y él se rió: “jaja, vaya que si cambia… pero oye…
que si quieres que me la folle yo me la follo.”

Me quedé un poco impactado, por su tono y su risa. Era un buen imbécil. Se
lo tenía muy creído. María iba a pasar de él como de la mierda. Yo no quería que
se la follase, eso lo tenía claro. Pero veía en aquella conversación la posibilidad
de verle a él intentándolo y eso sería una forma de reactivar la fantasía; María
llegando del trabajo contándome como él intentaba conquistarla… sería
brutalmente morboso. Le pregunté si lo de Nati le sería un impedimento y me
dijo: “mira, ayer me follé a una universitaria que me dejó seco, con eso te digo
de que voy con Nati”.

Era un fanfarrón de cuidado, había cogido carrerilla: “Además Nati es
guapa… pero le falta… le falta punch… joder… en cambio María… igual no es
tan guapa pero joder… con esa melena… esas curvas… uff”. Yo alucinaba como
hablaba así de mi novia. “Nati está muy bien para pasearla… pero para follar…
dame una María con ese culo y sobre todo esas tetas… tú te pondrás las botas
con esas tetas, claro, qué cabrón”. Edu pasaba de tío serio y formal a un crío de
lo más infantil y guarro en cuanto se quitaba la careta.

—Por cierto, sabrás el numerito que me montó en su despacho, ¿no?

—Sí…

—Jooder… se le veía todo. Menudas tetazas… Le tuve que meter un corte
tela.

—Sí, me lo contó…

—Menuda locura. Joder, qué tetazas… como se le transparentaba todo…
cómo va sin sujetador con esas tetas… dios… le tuve que meter un corte, la
pobre casi se me echa a llorar allí mismo. Se lo conté a los colegas y no daban
crédito. Al principio pensé que me estaba tirando la caña pero me parecía
demasiado soez… ¿quién le tira la caña a uno del curro así? Al final pensé que
se le había roto el sujetador y no me extraña con esas tetazas que se le acabara
rompiendo. Qué cabrón, seguro que te pasas horas comiéndoselas.

Hablaba de ella de una forma que me estaba poniendo enfermo, pero no le
dije que se cortara:

—Sí, sí… me contó que se le rompió el sujetador y que no pudo cancelar la
reunión.

—Jaja, no pudo cancelar la reunión mis cojones…

A mí me estaban dando ganas de marcharme. Empezaba a ver que aquello
había sido un gran error.

—Mira, vamos a hacer una cosa —prosiguió — Es cierto que desde aquella
vez María casi ni me mira a la cara, voy a ver si arreglo eso, le pido perdón y
tal… y hacemos de ahí el punto de partida eh. Porque tal como están las cosas…

—Tú verás.

—No, no, cómo que yo veré, coño. Primero me pides que me la folle y
ahora me dices tú verás.

—Yo no te he pedido nada.

—Ya… ya… que ya te veo venir… que eres de los cornudos raros estos…
Dame tu móvil.

Nos intercambiamos los teléfonos y me dijo que yo le tenía que echar un
cable.

—No va a ser fácil, tío. María no parece una chica fácil. Así que tendrás que
ayudarme de vez en cuando, no lo voy a hacer yo todo.

Nos despedimos y yo tenía bastante mal cuerpo, por no decir muy malo.
Llegué a casa súper borracho y le escribí a María, dándole las buenas noches,
que eran casi los buenos días, ella hacía horas que no se conectaba. Me sentí
realmente mal. Pero no era capaz de dormir. Comencé a pensar como intentaría
él seducirla, lo veía realmente imposible, pensaba que Edu iba a hacer el mayor
de los ridículos… pero mi imaginación poco a poco fue echando a volar…. y me
acabé haciendo una paja tremenda pensando en el cabrón de Edu follándosela…
no lo podía evitar.

Miré el reloj y pasaban de las 7 de la mañana. Me acojoné porque Edu se
fuera de la lengua aunque él no ganaba nada con ello. Le escribí al móvil,
pidiéndole discreción absoluta, y en seguida me respondió:

—Tranquilo, tío. Esto solo lo vamos a saber tú y yo. Estamos en contacto.

Me desperté y me sentí como una auténtica mierda. Me sentía terriblemente
culpable. No entendía como le había podido ir con todo aquello al fanfarrón de
Edu. Tan mal estaba que le pedí por favor a María si podía volver a casa aquella
noche, en lugar de el lunes por la mañana. Mi novia se extrañó pero aceptó.

María llegó relativamente pronto, aun era de día. Tan pronto la vi supe que
aquello había sido un estúpido bache, por una estupidez mía. Estaba
espectacular, guapísima, había tomado algo el sol en casa de sus padres y había
cogido bastante color, para colmo había llegado la primavera de repente y ella
llevaba un vestido amarillo. Entró por la puerta y me la quería comer, y no solo
en sentido sexual.

Ella respondió igual de cariñosa, nos dimos un fuerte abrazo. Le dije que la
quería, que la había echado de menos, me vine un poco abajo. Ella me decía que
sentía exactamente lo mismo y fuimos a cenar fuera. Allí no tardé en pedirle
perdón, le dije que había sido todo culpa mía pero ella decía que había sido culpa
de los dos, que ella había estado jodida pero que hacía tiempo que había querido
arreglarlo pero que por orgullo no lo había hecho. Llegamos a la conclusión de
que por no hablarlo habíamos perdido un mes de forma absurda. Le dije que la
había echado de menos también sexualmente… y nos reímos de nuestros últimos
polvos… que habían sido bastante cutres. Tentado estuve de contarle mi error
con Edu pero la vi tan feliz que no fui capaz. Si Edu me volvía a escribir le diría
que lo olvidase, aunque realmente pensaba que no lo haría, que quedaría en
fantasías de borrachos.

Aquella noche más que follar hicimos el amor, que era lo que ambos
necesitábamos. Fue un sexo puro y maravilloso y me sentí el novio más
afortunado del mundo.

Al día siguiente en el trabajo me escribí bastante por móvil con María, todo
muy cariñoso, hasta que a media tarde me escribió:

—No veas lo que acaba de pasar. He comido con Edu.

A mí casi se me sale el corazón por la boca. Miedo me daba ese cabrón.

—¿Y eso?

—Pues me ha pedido comer con él. Pensé que sería algo de trabajo y le he
dicho que sí. Y al final era para pedirme perdón. Después te cuento bien.

—Perdón por…

—Perdón por aquel maldito día en mi despacho, sí.

Esa tarde quedé con María para tomar algo en una terraza antes de cenar en
casa. Apareció con un traje azul marino y una camiseta blanca de cuello
redondo, que le hacía una delantera digna de mención. En seguida me empezó a
contar lo de la comida con Edu, que se lo había pedido por favor y que había
estado muy majo y muy educado, pidiéndole perdón varias veces. Mientras
María me lo contaba yo pensaba en el papelón que se había inventado aquel
cabrón… pero no tuve el valor de decirle nada a María. Ella seguía contándome
que Edu se había echado toda la culpa, que le había dicho que había sido un
imbécil, que el que no había sido profesional había sido él… y no sé cuántas
disculpas más. Yo me imaginé a aquel cretino inventándose aquellas disculpas
que no sentía mientras le miraba las tetas a María y se me revolvían las tripas.

Esa noche, ya en el dormitorio, hablamos de Edu. Ella me decía que entre
nuestra conversación el día anterior y la que había tenido con él en la comida se
cerraba todo.

—Sí, bueno… se cierra todo… pero tienes que reconocer que era morboso.

—Uff… no me hables de eso, que bastante problemas nos ha dado.

—Bueno… nos ha dado problemas porque quizás al final se nos fue de las
manos.

—No sé… es que prefiero no recordarlo.

Yo seguí hablando, explicándole que habíamos echado buenos polvos con
esa fantasía y me reconoció que sí, aunque no quería hablar mucho del tema.

—Podemos hacer una cosa —le dije — podemos seguir a veces con la
fantasía pero sin que salga de esta habitación.

—No, no. Olvídalo.

—Venga María. Solo cosas que nos digamos en estas cuatro paredes. Sin
hacer nada fuera.

—¿Sin hacer nada fuera? Sin… desabróchate un botón… emm… siéntate
con él… insinúate…

—Si, exacto. Nada de eso. Todo en este dormitorio. Todo cosas que nos
digamos aquí.

María dudó un poco, pero finalmente accedió.

—Está bien… así vale… pero eso, ni se te ocurra pedirme más cosas raras.

—Que no… Es que… reconoce que hubo polvazos… diciéndonos cosas con
el juego este…

Yo me acerqué a ella y la besé, ella me correspondió el beso, que se fue
haciendo cada vez más guarro hasta que dijo:

—Pero hoy no eh… aun no me apetece hablar de ese idiota mientras lo
hacemos.

—¿Aun te parece un idiota?

—Pues claro. Hoy se portó bien, está claro… pero aun así le veo algo que no
me gusta…

Nos fuimos calentando… yo volvía a estar especialmente cachondo… como
siempre que volvíamos con la fantasía… Ella se acabó subiendo encima de mí…
y cogiendo mi polla para metérsela. Se sentó y sentía como la invadía… los dos
resoplamos del gusto. Ella empezó a mover su cadera, a cabalgarme lentamente
y llevaba la camiseta aun puesta; cuando se la quiso quitar le pedí que no… Ella
apoyaba sus manos en mi pecho y movía la cadera… follándose mi polla y yo
veía como se le marcaba el sujetador a través de la camiseta, aquellas tetas
increíbles, así, tal cual estaban, se las había visto Edu horas antes y eso me ponía
cachondísimo. Mientras María me montaba me preguntaba por qué no podía
quitársela y le dije que me ponía verla así… que así la veían los tíos por la calle
y que todos la miraban… Ella me dijo: “ya… ya…”, un poco seria.

Cambiamos de postura y me puse tras ella, no tardé mucho en hacer como
otras veces y cerrar los ojos para imaginarme que no era yo quién la follaba a
cuatro patas si no que era Edu y yo lo veía desde fuera. Intentaba con todas mis
fuerzas no imaginarlo pero no lo podía evitar. Yo me salía de ella y se la volvía a
meter… cada vez estaba más cachondo… lo hacía cada vez con más fuerza y
ella gemía y gritaba, llegando a pedirme alguna vez que no fuera tan bruto, pero
yo estaba otra vez fuera de mí. No salía de mi mente la imagen de aquel
fanfarrón follándosela fuerte y María agradeciéndole la polla que le daba. Me
imaginaba a aquel imbécil diciéndole cosas como que ahora sí que le estaban
metiendo una buena polla… y ella respondiendo que por fin le metían una polla
de verdad… Aquello me ponía tanto que a los pocos minutos de metérsela en esa
postura, no pude más y me tuve que parar en seco para no correrme, pero María
no estaba dispuesta a parar y comenzó a mover el culo hacia atrás, sin dejar de
gemir y gritar haciendo que mi orgasmo fuera inevitable… y comencé a
correrme en su interior como un loco…

Era la primera vez que follábamos de verdad, lo que era una buena follada…
desde hacía cinco semanas.

—¿Ya? —me acabó diciendo María un poco fastidiada. Mi orgasmo la
había cogido algo por sorpresa. Nos miramos y sonreímos, los dos sabíamos que,
aunque corto, había sido otra vez un polvo de verdad.

Después de asearnos fui al salón a por el móvil. Edu me había escrito al
Facebook:

—Oye, tío, no sé si te lo ha dicho, pero le he pedido perdón y tal… se quedó
encantada. Joder… no veas QUE TETAZAS se le marcaban hoy… qué cabrón…
Ahora estuve dándole tema a Nati y la veo planísima, jajajaj. Ya está dado el
primer paso pero ya tengo el segundo preparado. Te voy a hacer el CORNUDO
DEL AÑO, no me des las gracias.



CAPÍTULO 12

Aquel mensaje me dejó mal cuerpo, como con una mezcla de sensaciones, y
no le respondí. Ni aquella noche ni a la mañana siguiente. Finalmente fue él
quien por la tarde me escribió al móvil:

—¿Qué pasa Pablito, ya te has rajado?

Dudé en responder, en decirle que lo olvidara, pero ni me digné a contestar.
Esperaba que lo olvidase directamente.

Ese martes por la noche estaba cenando en casa con María, pendiente de si
me decía algo de Edu. Miedo me daba ese segundo paso que él decía que iba a
dar, pero no me dijo nada.

Yo vivía en una mezcla de cabreo porque el chico era un impresentable y yo
mismo me había buscado el problema, expectación, y sin duda algo de morbo.
Ya en cama con María empezamos a follar, estaba yo sobre ella, llevando mi
boca a su cuello y a sus labios mientras se la metía lentamente cuando, entre
gemidos, le susurré si había visto a Edu. Ella me cortó tajante:

—Hoy no, Pablo…

—¿Por qué no…?

—Todavía no… por favor… vamos a hacerlo normal.

Sabía que me comportaba como un niño caprichoso, pero no lo podía evitar.
El miércoles en el trabajo me subía por las paredes. Esperaba el paso de Edu
pero a su vez no le respondía. Por otro lado no veía el momento de hacerlo con
María fantaseando con él, pero ella no parecía dispuesta. Esa noche follamos y
no me atreví a sacarle el tema. Después cogí el móvil y estuve tentado de
escribirle a Edu, pero me contuve.

Llegó el jueves y todo se me vino abajo: un mal día en el trabajo, María que
no me daba bola con el tema… y que fuera jueves, el día que solían ir a tomar
algo los del despacho. Cuando María me escribió diciendo que iría a la
cervecería ya no pude controlarme y le escribí a Edu:

—Ey… hoy vais de cervezas ¿no?

No me contestaba y yo miraba el móvil constantemente. Finalmente como a
la media hora respondió:

—¡Hombre! Creí que te habías muerto.

—Ya… bueno… mucho curro…

—Ya… joder, como todos.

—¿Cómo va tu plan? ¿Hoy en la cervecería haces acercamiento?

—Jajaj, mi plan… mi plan… Cómo que en la cervecería, con todas sus
amigas marujas revoloteando, ahí es imposible, vaya ideas de mierda tienes.

—¿Entonces?

—Después te cuento, ahora no puedo.

Dieron las ocho y mis compañeros de trabajo se fueron marchando, pero yo
me quedé trabajando. Estaba realmente tenso y pendiente del móvil. Dudé en
escribirle a María y preguntarle por Edu pero me temía que me diera otro corte.
Finalmente fue Edu quién me escribió:

—Joder tío, tengo a tu novia casi en frente, hoy viene con faldita.

—Ya… ya lo sé. —Era cierto, recordaba haberla visto salir por la mañana
con falda gris y camisa azul.

—Estamos en la terraza y tiene calor la chica…

—Ya… bueno. —yo no sabía que decirle.

—Se acaba de recoger el pelo en una cola y al hacerlo sacó tetas para
delante que se me puso dura al momento.

Yo me imaginaba la escena… aquel cabrón sin quitarle ojo… Pensaba en
María viéndole escribiendo con el móvil… si supiera que me escribía a mí…

No le respondí, pero él continuó:

—Joder cómo cruza las piernas la cabrona…. Cada vez que las cruza me la
pone a reventar. Tu novia es puro morbo, tío.

—Ya… bueno… qué te voy a decir…

—Jajaja, venga, te dejo que sigas currando.

Me repugnaba como narraba lo que hacía María pero irremediablemente me
daba morbo. Se me había puesto morcillona con lo que me había escrito, aunque
me jodía no lo podía evitar.

Como a los veinte minutos vi que Edu me llamaba. Me sorprendí y me asusté
un poco. Pero viendo que estaba prácticamente solo cogí el teléfono fingiendo
tranquilidad:

—Ey, qué pasa, qué tal.

—Nada, tio —dijo — aquí… yendo a por el coche. María se iba también.
Pues nada, sin rodeos, te cuento. La cosa es que tengo mano con uno de los
socios y le estoy ayudando en un caso que es la hostia, es un caso que te cagas
de importante. Y nada, le he dicho al jefe si me podía ayudar María y me ha
dicho que sí.

—Ya veo… ¿y?

—¿Cómo que y? —se rió — Lo primero es que a tu novia se le van a caer
las bragas cuando se lo cuente de lo friki que es de esto. Cuando vea que trabaja
en este caso va a alucinar. Igual le jode un poco porque no sabe que yo también
lo llevo y llevo menos años que ella en el despacho, pero bueno… ya me
entiendes. Pues eso, mañana le digo de comer juntos y se lo digo.

—Bueno… tampoco veo eso… como un acercamiento.

—Jajaja… ¿tú sabes lo que es esto? Esto son horas y horas de yo en su
despacho… ella en el mío… quedamos para comer y lo vemos… cómo lo llevas,
etcétera, ¿Qué creías que iba a hacer? ¿sacarme el rabo delante de ella? Jaja,
estás cosas van así, Pablito, poco a poco.

A medida que hablaba lo que decía cobraba sentido. El cabrón hablaba con
plena seguridad y confianza.

Nos despedimos y me fui a casa. Por el camino releía sus mensajes y me
excitaba, cómo la describía, cómo hablaba de ella… Llegué prácticamente a la
vez que María la cual estaba potente y sugerente… tal cual me la había descrito
el cabrón de Edu. Le di un beso, olí su pelo… estaba terriblemente cachondo…
Es que no lo podía evitar… Puse mis manos en su cadera… la besé en el
cuello…. ¡Dios…! necesitaba follármela y que gritase como loca que quería un
pollón como el de Edu. Necesitaba volver a escucharla gimiendo y gritando
aquello.



CAPÍTULO 13

Cuando mis manos y mis besos ya estaban convenciendo a María la llamaron
por teléfono, le pedí que no lo cogiera, estaba muy cachondo, pero ella me dijo
que tenía que cogerlo, que era una de las jefas.

Yo recogía la mesa del salón mientras miraba constantemente a María,
sentada en el sofá, tocándose el pelo y hablando por teléfono. Tenía las piernas
cruzadas, los tacones, la falda, la camisa, el pelo recogido en una coleta, tal cual
me la había descrito Edu, aquello multiplicaba mi morbo, como si yo tuviera
algo que él no pudiera tener. Tan pronto colgó la ataqué hasta el punto que ella,
sorprendida se rió preguntándome que qué me pasaba. Yo no quería que ella se
cambiara de ropa, cenásemos y follar. No. Quería follármela en aquel preciso
momento, tal cual Edu la había visto hacía un rato.

—Lo que me pasa es que estás muy buena y me tienes muy cachondo. —
respondí entre besos, acostándome poco a poco sobre ella que comenzó a
responder mis besos húmedos con los suyos y a mis tocamientos con su
respiración agitada. Abrí su camisa y acariciaba sus tetas sobre su sujetador
mientras nos seguíamos besando. Entre los dos fuimos haciendo que mi pantalón
y mis calzoncillos desaparecieran. Pronto me deleitaba acariciándole las piernas
que no solía enseñar de lunes a viernes… poco a poco fui reptando hacia abajo,
le quité los tacones y le subí la falda, ante mí aparecieron unas bragas negras tan
sobrias como sugerentes. Me preguntaba cuantas veces Edu, y alguno más de su
despacho, se habría roto el cuello intentando vérselas ante cada cruce de piernas.
Comencé a besarle los muslos con delicadeza, casi haciéndole cosquillas… puse
mi nariz sobre sus bragas y planté allí un beso sobre la seda negra que hizo a
María suspirar. Cuando esperaba que ella cerrase los ojos y se entregase a lo que
le venía susurró:

—¿Sabes que hoy tenía a Edu en la terraza en diagonal, casi en frente?

Me sorprendí sobremanera, creo que era la primera vez que ella empezaba.

—¿Sí? ¿Y eso?

—Pues coincidió así.

—¿Y qué tal? —le preguntaba excitado mientras le sacaba las bragas.

—Pues bien… creo que le pillé mirándome más de una vez…

Aquello no me lo esperaba. Con mi cabeza entre sus muslos alcé la vista.
Ella miraba hacia abajo, hacia mí, con una mirada morbosísima. Saqué la lengua
y la posé entre los labios de su sexo. Con la punta los separaba, poco a poco…
hasta formar un carril de arriba abajo húmedo y caliente. Cruzábamos la mirada
mientras lo hacía.

—Cuéntame eso… cómo te miraba.

—Pues… fue raro… pero hoy sí que creo que le vi mirándome.

Yo alternaba lamerle el sexo de arriba abajo con deleitarme con como se le
iba abriendo el coño… y le hacía más preguntas.

—¿Qué te miraba?

—Mmm… pues no sé… entré dentro y me dio la impresión de que me
seguía con la mirada.

—¿Te dio la impresión o lo viste?

—Lo vi al principio… y después sentía que me miraba.

Yo acariciaba sus muslos y llevaba mi lengua cada vez más dentro de aquel
coño que empezaba a mojarse más y más. María comenzaba a suspirar de forma
cada vez más acelerada, a hacer pequeños movimientos involuntarios en sus
piernas, tan característicos en ella.

—¿Y qué más?

—Mmm… uuf… qué bien me lo comes… Pablo.

—¿No te miró más?

—Mmm… sí…

Yo tenía la polla que me iba a reventar. El hecho de que ella sintiera los ojos
de Edu clavados en su cuerpo me excitaba como nada en el mundo. Con una
mano separaba los labios de su sexo para lamerla mejor y con la otra me pajeaba
lentamente.

—¿Qué más te miró?

—Mmm… joder… pues… creo que me miró el pecho alguna vez.

—¿Sí? ¿Te miraba las tetas?

—Ufff… mmm… creo… creo que si… —yo le estaba cogiendo el punto a
su clítoris… ella ya cerraba los ojos y llevaba sus manos a mi cabeza.

—¿Y te gustó que te las mirase?

—Mmm… joder… no sé… siguee…

—¿Te gustó?

—Mmm… uuf… pude ser…

—¿Sí?

—Sí…

—¿Por qué te gustó?

—Mmm… así… ahí… cómeme ahí… —dijo ya retorciendo un poco su
cadera. Le quedaba poco y a mí también si seguía masturbándome…

—Dime porque te gustó…

—Dios… no sé… pero me gustaba que me mirase…

—Tócatelas… tócate las tetas que te miraba…

—Mmm… dios… sigue… —empezó a gemir y sus manos abandonaron mi
cabeza y fueron a sus tetas, sobre su sujetador. Yo le seguí preguntando y le pedí
que se las sacara, a los pocos segundos María había liberado sus pechos del
sujetador negro y reconocía que sí, que le había gustado cómo la había mirado.
Yo estaba cachondísimo, no podía más…

—Tócate, tócate tú… —le dije poniéndome de pie y seguí
masturbándome… ella se tocaba el clítoris con una mano y se acariciaba una de
sus tetas con la otra mientras yo me pajeaba volcado sobre ella, pudiendo
eyacular en cualquier momento.

—¡Te miraba las tetas, eh!

—Mmm… sí…

—¿Y te ponía cachonda que te las mirase…?

—¡¡Mmm… joder.. sí!! ¡¡Me ponía muy cachonda!!

—¡¡Te mojas porque te mire las tetas… eh…!! —yo me pajeaba
rápidamente mientras ella se deshacía boca arriba en el sofá… me incliné un
poco…

—¡¡Sí…!! ¡¡dios…!! ¡¡me pone cachonda…!! ¡¡me pone cachonda que me
mire…!! ¡¡Joder…!!

—¿Querías que te mirara más…? ¡Qué te viera las mejor las tetas!

—¡¡Joder… sí…!!

—¿Síi?

—Mmm… ¡¡síi quiero que me las vea enteras… joder…!!

—¿Síi? ¿y se pajea pensando en tus tetas?

—¡¡Síi, dios!! ¡¡Mmm… ahora se está pajeando pensando en mis tetas!!
Dios… ¡¡Me corro ya!!

—¿¡Te corres…!? ¿¡Te corres mientras el se pajea pensando en ti!? —
diciendo eso ya una gota blanca comenzó a deslizarse de la punta de mi polla
que tenía a reventar… ella comenzó a gritar que se corría… Se corría como
loca…

Gritó fuera de sí a la vez que yo me empezaba a derramar gimiendo
desvergonzado… la escuchaba gemir y jadear… estuvimos unos segundos en los
que ambos explotábamos de placer y yo tuve un orgasmo brutal, en el que al
principio había cerrado los ojos y al final veía como me corría sobre ella, por su
torso, de forma aleatoria, salpicándola en las tetas, en su sujetador, en su camisa,
y en aquella mano suya que no dejaba de acariciarse una de sus tetas. A María no
le importaba sentir como la manchaba pues con los ojos cerrados se fundía en un
orgasmo tan brutal como el mío.

Sin duda había sido un acto sexual bastante guarro y además ella había sido
la que había sacado el tema Edu por primera vez. Quizás no habíamos llegado
mucho más lejos que cuando semanas atrás habíamos follado y en pleno
orgasmo ella había gritado cosas como que quería un pollón como el de Edu,
pero teniendo en cuenta que habíamos estado un mes con un ambiente horrible
por aquel día en el que le había recibido sin sujetador, aquello me parecía
renacer completamente.

Tras asearnos ella se puso el pijama y se acercó mimosa y adiviné que algo
ruborizada. Supe que no debía incidir en el tema. Cenamos y nos fuimos a la
cama y yo repasaba mentalmente la comida de coño y las cosas que María había
dicho, casi siempre con esa duda de cuánto lo decía como fantasía y cuánto
como realidad.



CAPÍTULO 14

Al día siguiente, sobre las tres de la tarde, María me escribió:

—¡Pablo! ¡Te tengo que dar un notición increíble!

Yo sabía perfectamente a qué se refería.

—¿Ah, sí? Cuéntame.

—No, no. En persona, ¿vale?

Finalmente quedamos para cenar esa noche de viernes, pero antes, a media
tarde, Edu me escribió:

—Cómo andas Pablito. Siempre tengo que tirar yo de esto.

—Bien, bueno… yo poco puedo hacer.

—Habíamos dicho que esto tenía que ser de los dos.

—Ya… no se me ocurre mucha cosa…

—Ya le he dicho a María lo del caso. Se puso como una moto.

—¿Ah si?

—Sí… joder… pero esperaba que se levantase… un abrazo… dos besos…

—Y nada.

—No tío. Oye… no sé si estás muy a tope con esto.

—Sí, sí. —yo me sorprendí ni dudando.

—Lo digo porque el tío salido que quiere que lo corneen, que me vino de
noche a pedirme esto, no sé donde está.

Yo no estaba muy de acuerdo en su descripción pero respondí:

—Sí, sí, tranquilo. Estoy pensando cosas.

—Vale, vale. Oye… potente tu novia hoy… dios… qué polvazo tiene. No
me hice una paja después de comer porque estoy a tope de curro.

Recordaba que aquella mañana María había salido con una falda de cuero y
una camisa blanca, sí que estaba potente. Edu dijo algo más de ella, en aquel
tono soez; lo cierto era que me sentía culpable, pero cuánto más ordinario y
grosero fuera hablando de María más morbo me daba.

Yo no sabía hasta donde quería llegar Edu. Suponía que con ese ego
desbordado pensaría que se iba a hacer a María y que yo era lo que quería,
cuando yo lo único que quería era que él lo intentase, bueno, realmente yo seguía
sin saber qué quería.

Cené con María y estaba radiante de felicidad. Me contó que Edu le había
dicho de comer, que era algo importante, y que no tenía ni idea para qué sería
pero que finamente había accedido. Se refirió a él como si fuera uno más, sin
darle importancia por ser él. Después me explicó un poco el caso y yo hacía
como que entendía todo mientras me imaginaba esa comida con Edu… y aquel
crío poniéndose las botas mirándola de arriba abajo.

Pasaron dos semanas en las que María y yo estábamos de muy buen humor.
Yo ya estaba más centrado e integrado en la nueva empresa y mi novia estaba
encantada con aquel caso que no paraba de repetir que era el caso del año.
Fueron dos semanas en las que yo de nuevo intentaba no atosigarla fantaseando
en la cama con su compañero de despacho, pero que quizás de cada tres polvos
en uno le sacaba el tema y ella seguía la fantasía. Además estaba el morbo
añadido de que pasaba muchas horas en el trabajo con Edu. En algunos de
aquellos polvos volvimos a usar el consolador, yo me imaginaba que era la polla
de Edu pero no llegaba a decirle nada. Lo que sí hacíamos era hablar mucho
mientras follábamos, era común que ella confesase antes del orgasmo que le
había pillado mirándole el culo o las tetas alguna vez o que le ponía que Edu
tuviera una buena polla. Parecía no querer reconocerlo del todo, pero aquellos
polvos eran realmente polvazos comparados con cuando follábamos sin meter a
Edu como fantasía.

Sin embargo, cuando quise volver a aquello de que ella tontease con él en el
trabajo en seguida me paró los pies, recordándome el trato que teníamos de solo
fantasear de puertas para dentro. De alguna manera ella aun tenía dentro aquel
fatídico día en el que Edu le había pegado el corte por no llevar sujetador,
aunque habían pasado ya prácticamente dos meses y su relación con Edu no es
que se hubiera normalizado, es que era más fluida que nunca.

Mi relación con Edu fue haciéndose más estrecha. Nos escribíamos o nos
llamábamos cuando ya había poca gente en mi oficina. Él era cada vez más
grosero al hablar de ella, se quejaba de que iba mucho en pantalón, me pedía que
“se la mandase de faldita”; contaba como iba vestida… como cruzaba las
piernas, como se le marcaban las tetas, como movía el pelo, como mordía el
boli… Un día me dijo que estando ella sentada y él de pie detrás de ella, le había
visto las tetas prácticamente enteras por el escote de la camisa… me puso tanto
escuchar aquello que me dieron ganas de hacerme una paja en los baños del
trabajo…

Fuimos poco a poco ganando complicidad, sin que eso me llevase a dejar de
pensar que era un buen cretino.

Un viernes por la noche yo estaba cachondísimo por una descripción
especialmente guarra que Edu había hecho de María. Fuimos a cenar fuera y fue
de las pocas veces que le pregunté por Edu fuera de nuestro dormitorio. Al
principio fue algo reacia pero acabamos hablando de él. De lo que María decía
de él se desprendía que era un chico educado y hasta caballeroso, yo no paraba
de pensar el papelón que hacía el chico, pues cuando hablaba conmigo soltaba
auténticas burradas y barbaridades. Ante más preguntas mías acabó diciendo que
no le caía bien, pero que tampoco le caía mal.

—¿No decías que era un imbécil?

—Sí… a ver… sí que lo es. Pero en el trato de trabajo, los dos solos, es un
chico agradable.

—¿Agradable?

—Sí… es majo, no sé.

—Seguro que ya no te parece feo.

—Hombre… yo nunca dije que fuera feo.

—Es guapo, no sé porque al principio lo negabas.

—A ver… a mí no me gusta, pero es verdad que puedo entender que guste.

Aquello me sorprendió muchísimo. No sabría explicarlo. Igual no era para
tanto aquello de “puedo entender que guste”, pero me sorprendió, me sorprendió
y me excitó.

A la mañana siguiente parecía que salía a la luz el tercer paso en el plan de
Edu. María y yo estábamos acaramelados, tirados en el sofá cuando ella recibió
un mensaje que leyó y me dijo:

—Me ha escrito Edu. Ya sabes que el lunes tenemos reunión con uno de los
socios. Me ha dicho Edu de preparar algunas cosas mañana por la tarde en su
casa.

—¿Mañana por la tarde tú en casa de Edu?

—Sí, ¿te parece bien o mal? Te juro que a veces me siento tan perdida como
el primer día con esto.

—¿Por? ¿No está claro? —lo cierto era que ni yo sabía si lo de que María
fuera a su casa me daba más morbo o miedo. No miedo porque fuera a pasar
nada si no porque Edu se fuera de la lengua o hiciera alguna tontería.

—Pues para mí no está nada claro. ¿Te has hecho alguna paja más pensando
en él y yo?

—Pues… pues sí.

—No entiendo nada, pero qué quieres que pase.

—Si te digo la verdad estoy como al principio, quiero que… él crea que tú
le vas detrás y él entonces intente cosas, tú le cortes y nos pongamos cachondos
mientras me lo cuentas. Ya, ya sé que haciendo eso la hemos cagado hace unas
semanas, pero tiene que haber una forma de hacerlo mejor.

—Vale. Entiendo. Pero habíamos quedado en que este juego, o como lo
quieras llamar, no saldría de esta casa y ya te veo pidiéndome que me insinúe o
alguna cosa rara mañana en su casa.

—Pues no sé María… tú sabes lo que me pone… sabes los polvazos que
echamos con esto… pero no me siento con derecho a pedirte más cosas teniendo
en cuenta que pasamos un mes fatal por esto mismo. Me siento como que es cosa
tuya, que tiene que salir de ti.

—¿Salir de mí? Bueno eso es un poco… echarle cara por tu parte… roza el
chantaje emocional.

—No, María, de verdad… tú sabes qué es lo que me pone y a partir de ahí tú
verás… es que si fuera por mí te pediría que fueras en una falda cortísima y poco
menos que le enseñaras las bragas mañana.

—Qué bruto eres.

—¿Ves? Es que es eso. Si yo te pido algo no lo vas a hacer, y lo entiendo
además, así que igual lo mejor es que tú veas a que estás dispuesta y si es que
nada pues nada.

—Pero es que ya no es eso Pablo, es que él está con Nati, que es una chica
guapísima, si me insinúo no me va a seguir el rollo, me va a meter otro corte que
me voy a quedar blanca.

Yo sabía que no era así, pero obviamente no podía decirle que no era así y
por qué lo sabía. La conversación estaba en punto muerto, así como la
cooperación de María en la fantasía. Nos quedamos callados, viendo la tele,
acaramelados en el sofá. Al poco rato nos dábamos besos cariñosos.

—Te quiero mucho, aunque estés como una cabra —dijo ella.

—Yo también te quiero mucho y me siento algo culpable por marearte con
esto.

—No digas tonterías, las fantasías están bien, siempre que estén
controladas… la faena es que te diera con Edu que es compañero de trabajo… y
me pueda complicar las cosas.

—Ya… ya me lo habías dicho.

—Mira, si el lunes sale bien la reunión, el caso ya quedará mucho más en
manos de los jefes que en las nuestras… te juro que si Edu me invitara a su casa
para ver otro caso… quizás sí que me insinuaría algo aunque me pudiera dar otro
corte.

—¿Seguro?

—Pues sí. Ahora está todo el trabajo muy repartido pero ya sabes que en dos
semanas tengo curso de formación otra vez, a la vuelta me darán otro caso que
podría llevar con Edu, y sería un caso más relajado.

—¿Y lo del miedo a que te pegue otro corte?

—Mira… pensar que por él estuvimos una semanas mal… Eso no me lo
perdono. Si me diera otro corte le diría que se lo tiene muy creído, dándole el
corte yo, y cerraríamos el tema del todo.

María parecía tener las respuestas sabidas, todo bastante claro, como si le
hubiera estado dando vueltas al tema. Le dije que me parecía bien y nos
seguimos besando de forma dócil y melosa. Aquello eran buenas noticias.
Quizás le podría decir a Edu que la invitase a casa otro día… por otro caso
menos importante…

Fueron pasando las horas de ese fin de semana y me extrañaba que Edu no
me escribiese con alguna de sus frases, pidiéndome que se la mandara guapa o
fantaseando con lo que podría mirarle o incluso intentar con María.

A media tarde del domingo mi novia ya estaba lista para ir a su casa. Iba con
la ropa con la que llevaba todo el día, algo normal, unos vaqueros y una camisa a
rayas, era cierto que los vaqueros eran ajustados, pero algo normal. Nos
despedimos con un beso que se fue calentando, más bien habría que decir que yo
lo fui calentando… hasta que ella se apartó sonriendo y me dijo:

—Venga… que ya está esa cabeza dando vueltas…

—Jaja… venga, ánimo, mañana lo vais a hacer muy bien.

Me quedé aburrido en casa. Puse un poco la tele… pero estaba bastante
tenso. Me tenía muy intranquilo la desaparición de Edu, tanto que a los diez
minutos de salir María por la puerta le escribí a él:

—Ahí te va…

Él lo leyó en seguida, pero no respondía.

Fueron pasando los minutos y hasta las horas. Eran las once de la noche y
aun no había vuelto. Edu no respondía y yo no le escribía a María. No sabía qué
pensar pero la idea era que ella cenaría en casa… Eran casi las doce de la noche
cuando llegó.

No quise que se me notara el mosqueo porque llegara tan tarde y no avisara
de que no cenaría en casa así que se lo pregunté sutilmente. Me dijo que Edu
había pedido comida china y la habían cenado mientras revisaban cosas y que se
le había pasado completamente escribirme. Estaba muy rara, quizás era que
estaba concentrada en aquella reunión tan importante, pero no sabía… a mí me
parecía algo raro. Dijo que estaba muy cansada y que al día siguiente tenía que
estar despejada, se fue a la ducha e inmediatamente después se fue a la cama,
dispuesta a dormir. Yo miraba mi móvil y el cabrón de Edu seguía sin dar
señales.

Fui al cuarto de baño a lavarme los dientes cuando, de casualidad, vi sobre el
cesto de la ropa sucia la ropa que había llevado María puesta todo el día,
básicamente la camisa y las bragas. No le di ninguna importancia hasta acabar de
lavarme los dientes, y entonces metí bien la camisa en el cesto y cogí sus bragas,
unas bragas granates de seda, normales. Algo que a veces habíamos hecho era
que, durante el sexo, yo oliera sus bragas; pues aquella fue la primera vez que
me llevaba aquella prenda a la nariz… sin estar en pleno acto sexual con María.

Me las llevé al rostro y recogí todo aquel olor que me envolvió por todo el
cuerpo… ¡Dios…! ¡olían a coño que era para morirse…! En tres segundos
oliendo aquel aroma, la polla se me había puesto dura, y de nuevo un montón de
preguntas me asaltaban, sobre todo si aquel olor era normal o era
sospechosamente fuerte… Era cierto que había pasado todo el día con aquellas
bragas puestas… pero es que… joder… olían muchísimo… No sabía si
realmente creía que María se había puesto cachonda con Edu hasta el punto de
mojarse un poco y posar allí todo su olor de mujer… o lo que pasaba
simplemente era que quería creerlo… pero el caso es que tenía la polla a punto
de explotar y no podía dejar de olerlas.

Me sentí raro, era algo extraño hacer eso con las bragas de María sin ella
delante… pero la excitación me envolvía. Embriagado por aquel olor comencé a
tocarme… pensando, imaginando a ellos dos en su casa… en María poniéndose
cachonda por tener a Edu cerca… en él mirándole las tetas por el escote de la
camisa o el culo embutido en sus vaqueros… Pronto imaginaba que Edu se abría
el pantalón, le ordenaba que le chupase la polla y ella obedecía, y al hacerlo era
cuando María se mojaba de verdad… Mis tocamientos se tradujeron en una paja
en toda regla, dispuesto a correrme sobre el lavabo mientras María dormía…
oliendo las bragas de mi novia, su olor a coño… mientras imaginaba que ella le
chupaba la polla a Edu, polla que apenas le cabía en la boca… Me acabé
pegando una corrida bestial… y mientras eyaculaba no dudaba que sí, que aquel
olor a coño no era normal, que aquellas bragas apestaban a esencia de lo más
profundo de María porque se había puesto cachonda al estar a solas con Edu…

Extasiado y vaciado sobre el lavabo me recompuse para limpiarlo todo,
volver las bragas a su sitio y recapacitar un poco en el sofá. Tan pronto me
parecía que se me había ido la olla oliendo sus bragas e imaginando todo aquello
como, inmediatamente después, volvía a estar obsesionado con aquel tema, tanto
que no tardé ni cinco minutos en escribirle a Edu:

—Bueno, ¿qué tal os fue?

Esperaba que no me respondiera hasta el día siguiente, pero cuando vi que
escribía me puse terriblemente nervioso.

—Bien… bien…

—¿Sí?

—Sí, tío… no vino muy sugerente pero así pijita me puso bastante…

—¿Y nada interesante? ¿No pasó nada?

—¿No te lo ha dicho?

—¿Qué? ¿El qué? —a mi me iba a dar un infarto.

—Que se estuvo alegrando la vista todo el rato, jajaja.

—No sé de qué hablas.

—¿No? Bueno, mañana te lo cuento, que tengo que sobar.

Le pregunté varias veces a qué se refería, pero no respondió más.



CAPÍTULO 15

A la mañana siguiente estaba que me subía por las paredes por lo que me
había dicho Edu. Si no me llamaba él lo haría yo a última hora de la tarde. Tan
ensimismado estaba con aquello que cuando me llamó María a mediodía ni sabía
para qué lo hacía y obviamente me llamaba para contarme su reunión. Estaba
exultante, todo había salido muy bien.

—¡Genial, genial! De verdad… bueno, al principio estaba un poco nerviosa,
ahí la verdad es que Edu me salvó un par de veces… él estaba bastante más
tranquilo, pero después ya todo genial, se me fueron los nervios y genial.

Le dije que me alegraba mucho y que sabía que lo haría bien.

—Tengo muchas ganas de verte —prosiguió — pero muchas, muchas…
creo que he estado algo insoportable estas semanas, ¿no?

A mi no me lo había parecido en absoluto.

—Bueno, Pablo, te dejo, te quiero muchísimo.

—Yo también te quiero, un beso.

—Besito, chao.

A media tarde yo seguía sin saber nada de Edu y María me escribió
diciéndome que Edu la invitaba a una cerveza a la salida del trabajo, que a ella
no le apetecía mucho, que quería ir para casa pero no había podido negarse. Yo
estaba cada vez más intranquilo. A los pocos minutos me levanté de mi asiento
en mi oficina, me fui al pasillo y le llamé. Le llamé dos veces y no me cogió el
teléfono.

La tarde se me hacía eterna, no podía concentrarme. Me fui a casa y María
aun no había llegado. Sobre las nueve y media Edu me llamó.

—¿Qué pasa Pablito? Veo que me has llamado. ¿Se te ha puesto dura
pensando que estaba de cervecitas con María?

—No, bueno… es que… dijiste ayer que hoy me contarías más.

—Jajaja, estabas inquieto entonces. Ayer fue brutal tío, mejor de lo
esperado. A ver cómo te lo cuento…

—Dime. —Yo estaba temblando mientras le escuchaba.

—Joder Pablito, pues te cuento, es que tu novia es una curiosa. Te juro que
fue un poco casualidad. Pero yo por casa, y más en junio, joder, pues estoy en
pantalón corto de deporte… Joder… ¡la pillé mirándome el paquete como quince
veces!, ¡te lo juro! jajaja.

—¿En serio?

—Y tanto que es en serio. Casi le digo algo, pero sabía que la iba a asustar.
La cabrona me miraba cada vez que creía que no me daba cuenta… Entre que
ella me miraba como se me marcaba la polla y el culito que le hacían los
vaqueros… dios… más que siempre marca tetas… joder… Te digo una cosa,
Nati me había dicho ayer de venir a mi casa a dormir y le dije que no, para
hacerme una pedazo de paja pensando en tu chica. Y creo que esta noche cae
otra… porque hoy iba transparentando sujetador… dios… qué tetas debe de
tener ahí…

Yo me sentía un poco aliviado y a la vez no me acababa de creer lo que me
contaba. Edu continuó:

—Y ahora en la cervecería María encantadora. Estábamos sentados en los
taburetes de la barra y se reía y me tocó la pierna un par de veces. No sé si la
tienes a pan y agua pero para ser ella estaba algo tocona. Al final nos dimos dos
besos de despedida… ufff… como huele la cabrona, se me pone dura de
recordarlo.

—¿Solo pasó eso entonces?

—Hombre… solo… de mirarme con asco a tocarme la pierna y mirarme la
polla… y todo esto en 15 días… Tú es que estás muy salido y creías que a estas
alturas ya me tendrías en vuestra casa follándomela.

—No, no… está bien, está bien.

—Joder tío… es que cómo me la miraba… menuda guarra. Es cierto que se
me marcaba bastante… Te llegaría mojadita a casa ¿no? ¿Te la follaste ayer
cuando llegó?

—Pues la verdad es que no, llegó bastante cansada, casi se fue directa a la
cama.

—Jajaja, ¿no se haría ella una buena paja recordando lo que había visto?

—Pues no sé… —dudé en comentarle que había olido sus bragas y que me
había parecido que olían más de lo normal, pero no me atreví, pensé que se reiría
de mí.

María entró en casa mientras Edu me decía que me tenía que colgar. Yo
quería que me siguiera contando, pues si era morboso escucharle, más lo podría
ser que lo hiciera estando María ya en casa, pero no pude retenerle más de unos
segundos.

—¿Quién era? —preguntó María.

—Nada… del trabajo.

—¿Ni dos meses ahí y ya te llaman a estas horas?

—Ya ves…

María estaba de muy buen humor. Se la veía aliviada. Fue al dormitorio
como hacía siempre, para cenar más cómoda, pero yo fui con ella, llevaba un
pantalón de traje gris y una camisa blanca… me ponía muy cachondo de nuevo
verla y saber que podría follármela tal cual la había descrito Edu. La besé en
seguida y ella pronto me respondía con ganas… Tenía mucho que contarme de
sus últimas 24 horas con Edu. Solo dejé de besarla un momento para
preguntarle:

—¿Qué tal en casa de Edu?

—Bien.

—¿Algo… destacable?

—Pues sí… estaba contando las horas para contarte.

—¿En serio? Pues cuéntame.

—Creo que te va a gustar lo que te voy a contar…

—¿Sí? —yo ya le mordía el cuello y sobaba sus tetas sobre la camisa y su
culo sobre su fino pantalón.

—Sí… pues él… estaba en pantalón corto… y se le marcaba todo…

—¿Todo el qué?

—Pues qué va a ser… ya sabes… todo el paquete…

—¿Ah sí? ¿Mucho?

—Pfff, muchísimo…

—O sea que Nati no mentía…

—¿Mentía?

—De que la tenía grande digo.

—Ya… no sé…

—¿Cómo que no sabes?

—Bueno… si que algo grande parecía… o bastante…

—¿Bastante…? —le pregunté acariciando sus tetas sobre la camisa.

—Sí… puede ser que sí…

—¿Que sí qué? —yo le preguntaba excitadísimo.

—Que sí tenga un pollón… enorme…



CAPÍTULO 16

Si me ponía cachondo que Edu no le quitase ojo de su culo y sus tetas que
fuera María la que le miraba el paquete multiplicaba todo por mil.

—¿Cuantas veces le miraste el paquete?

—Pues no sé…

—¿Se te iban los ojos?

—A ver… estaba sorprendida. No me parecía normal.

—¿No te parecía normal el tamaño?

—No me parecía normal recibir a una compañera de trabajo así… bueno, el
tamaño tampoco, claro.

Toda la conversación era entre beso y beso, entre mordisco en el cuello y
mordisco en el cuello. Le seguí acariciando los pechos sobre la camisa hasta no
pude más y se la quité, y comencé a besarle el escote… después le quité el
sujetador y comencé a acariciarle las tetas… La estampa con su pantalón de traje
aun puesto y su torso desnudo era brutal…

—O sea que él te mira las tetas y tú le miras la polla…

Ella me quitaba la camiseta y maniobraba en mi pantalón para
desabrochármelo. Tenía esa mirada que la delataba… tenía tantas ganas como
yo…

—Os miráis mucho… cualquiera diría que os tenéis ganas…

—Ya empiezas… —dijo ella sonriendo.

Cuando nuestros pantalones y ropa interior desaparecieron me tumbé en
cama boca arriba. Ya tenía la polla como un mástil cuando María se sentó sobre
mí, cogiéndome el miembro con cuidado, masturbándome lentamente antes de
metérsela, aunque yo ya la tenía a tope…

—Puedes subirte que no va a crecer más…

—Así me llega —respondió.

Me pajeaba con delicadeza, con tres o cuatro dedos, no con toda la mano.
Después de imaginarme el pollón de Edu bajo su pantalón mi polla me parecía
más pequeña que nunca. Pronto María se acabó subiendo, se sentó sobre mi
polla y los dos suspiramos, y comenzó un mete saca lento… ella subía y bajaba
su cuerpo y sus tetas botaban un poco… me estaba matando… Le pedí que se las
tocara y mientras yo sujetaba su cadera ella se cogía cada pecho con una mano,
cerraba los ojos y botaba sobre mi polla cada vez más rápido. Cuando ella sentía
más placer echaba su cabeza hacia atrás y toda su melena caía hasta la parte baja
de su espalda… Yo le preguntaba si estaba cachonda y me respondía que sí… yo
notaba como ella se excitaba más y botaba cada vez más rápido y haciendo un
recorrido cada vez más largo en sus subidas y bajadas, tanto que a veces se salía
de mi polla y tardábamos unos segundos en volverla a meter.

—Con Edu esto no te pasaría…

—Mmm… el qué…

—Salirte así tan fácil…

Ella apoyó sus manos en mi pecho y me seguía montando… me besaba y yo
le acariciaba las tetas que rebotaban una con la otra cuánto más rápido me
follaba María. Yo le susurraba:

—¿Era larga o era gorda?

—¿Su polla?

—Sí…

—Mmm… no sé… las dos cosas…

—¿En serio?

—Sí… mmm.. me tienes muy cachonda —dijo sacando su lengua para
besarme.

Yo estaba en la gloria acariciando sus tetas y susurrándole aquello mientras
ella subía y bajaba, enterrando y desenterrando mi polla dentro de su cuerpo.

—¿Te pusiste cachonda mirándosela?

—Mmm… no… me pones cachonda tú…

—¿Seguro…?

—Sí…

Ella volvió a subir demasiado y volvió a salirse. Intentamos meterla otra vez
hasta que dijo:

—Ponte tú encima.

—¿La tengo tan pequeña que no puedes estar tú encima?

—No digas tonterías.

—¿Entonces?

Ella estaba de nuevo sentada a horcajadas sobre mí pero me comenzó a
pajear, como al principio. Estuvo unos instantes masturbándome, primero con
toda la mano, después con tres dedos… la cogía y la soltaba… hasta que acabó
clavándome la mirada y pajeándome tan solo con dos dedos…

—¿Quieres que te diga que la tienes pequeña?

—No sé…

—Si quieres te lo digo.

—Sí.

—Pues la tienes pequeña… y si quieres, ya que estamos….te digo lo qué
pensé cuando se la vi a Edu…

—Sí…

—Pues… pensé que la tenía más grande él estando normal que tú
empalmado.

—¿Sí? Qué cabrona…

—Ya ves… —ella se acostó a mi lado sin dejar de pajearme… ahora me
susurraba en el oído:

—Tu polla no me llega a nada…

—¿Ah no…?

—No… joder… mírala… —dijo dejándola caer sobre mi vientre con
desprecio.

—O sea que tengo una mierda de polla… y querrías una buena polla…

—¿Te crees que soy tonta…? Claro que me gustaría…

—¿Sí?

—Sí… uff… sentir que me invade una buena polla… que me la clavan hasta
el fondo — me susurró reanudando la paja. Yo creí que explotaba al escuchar
aquello…

—Joder… sigue contándome… una polla como la de Edu… no una mierda
de polla como la mía..

—Sí… estaba en su casa y sentía envidia de Nati… joder… tiene que ver las
estrellas la chica…

—¿Quieres vérsela entonces?

—Joder… si ya me puso vérsela tapada… como se la viera al descubierto…
enterita… dios… tendría que pedirle que me la metiera…

Ella aceleraba más la paja… me estaba matando, sus susurros me ponían
todo el vello de punta. Pero lo que más me mató fue cuando bajó una mano para
tocarse ella misma mientras me seguía pajeando y contando. Me siguió diciendo
que si le viera la polla le tendría que rogar que se la follase con su pollón,
mientras nos jadeábamos y nos besábamos…

Ella se retorcía del gusto y yo sentía que estaba a una frase suya de empezar
a correrme hasta que dijo “Joder qué pollón tiene el cabrón… y tú con esto…”
fue gemirme eso en mi oído y empezar yo a eyacular como un loco… No paraba
de brotar semen de mi pequeña polla y ella me susurraba…

—Córrete… córrete con esta mierda de polla…

—Ufff…

—¡Ojalá tuvieras el pollón que tiene ese cabrón…!

—¡Uuuffff… sigue!

María exprimió mi polla hasta el final… dejando un reguero blanco que
resbalaba por mi polla y había dejado impregnado toda la zona de mi ombligo.
Ella no había culminado su orgasmo y tenía toda su mano manchada de mi
leche… Nos quedamos en silencio hasta que ella fue al baño a limpiarse. Yo fui
inmediatamente después… allí nos besamos y nos sonreímos.

Me sentía como si de repente hubiéramos descubierto juntos la otra mitad de
mi fantasía que faltaba por salir a la luz. Parecía que María había destapado casi
sin querer, que sentirme humillado, que ella me humillase comparándome con
Edu, me excitaba de una manera brutal, tanto que no sabía si lo podría controlar.

Por otro lado, sabía que me lo negaría, que me diría ya en frío que solo había
dicho aquello por mi fantasía, pero tenía la seria duda de si había algo de verdad
en aquello: el peso de sus palabras… la manera de decirlas… y sobre todo cómo
se había tocado ella también mientras me lo contaba.



CAPÍTULO 17

A la mañana siguiente, camino del trabajo, me preguntaba como reaccionaría
María. Ella solía masticar un poco las cosas antes de sacarlas, antes de
contármelas. Pensaba que mi novia podría entender que me excitara
imaginármela con otro hombre, pero no sabía cómo reaccionaría al saber que me
excitaba que me humillase… que me excitase que me humillase al compararme
con Edu. También cabía la posibilidad de que lo considerase un hecho aislado.

Mientras María y yo no hablábamos del tema, mi relación con Edu iba
aumentando. Se había convertido casi en costumbre que nos escribiéramos en
horas de trabajo y que a última hora de la jornada, antes de ir a casa nos
llamáramos. No faltaba su descripción de María, de cómo había ido a trabajar, de
dónde la había visto, si habían hablado, si se habían mirado… pero se fueron
añadiendo elementos. El miércoles de esa semana me llegó a preguntar cómo
follaba María. Yo prefería cuando hablaba él a cuando hablaba yo, pero entendía
que yo también tenía que participar. Él llevaba todo a un tono más rudo y soez.
Yo alucinaba con que aquella persona que hablaba así, fuera la misma que el
niño pijo trajeado que veían en el despacho, pensaba en lo engañados que les
tenía. María, aun teniéndolo por un engreído ni se imaginaría cómo hablaba. Él
me preguntaba cosas, qué hacíamos, cómo follábamos:

—Te hará una buena cubana siempre para calentar motores ¿no…? —Me
soltaba él tan tranquilo.

—Pues la verdad es que creo que nunca hemos hecho eso.

—¿Qué dices? ¿En serio? No me jodas… llego a estar yo con ella y lo
primero que hace nada más entrar por la puerta es rodear sus tetas con mi
polla…

—No sé… no es algo que haya surgido.

—Madre mía Pablito… la estás desperdiciando. ¿Le darás por el culito al
menos?

—Pues no…

Edu parecía vivirlo, indignarse… Yo le decía que según qué cosas no habían
surgido, y le decía también que no me imaginaba a María queriendo hacer ese
tipo de cosas. Él me preguntaba y yo le respondía que no, que ni habíamos hecho
sexo anal, ni recordaba que me hubiera hecho ninguna cubana… ni me había
corrido en su cara… Yo le repetía que María seguramente no querría y él me
decía que eso eran gilipolleces: “A las tías les va la marcha mucho más de lo que
tú te crees”. Le acabé confesando que teníamos un consolador que usábamos a
veces, y me hizo más de diez preguntas sobre cómo lo usaba… cómo se lo
metía… Yo no me sentía cómodo contándole intimidades de María… me
preguntaba a mí mismo qué hacía contándole esas cosas tan íntimas a ese
impresentable… pero le acababa respondiendo como contraprestación por lo que
él me contaba sobre ella.

Cada vez que colgábamos el teléfono, o dejábamos de escribirnos, pensaba
en que todo llegaría a un nivel superior si fuera capaz de convencer de nuevo a
María para que se le insinuase, pero aun me daba algo de miedo su reacción.
Sabía que Edu tendría sus planes de conquista, entre comillas, y eso me
mantenía excitado y expectante pero, de nuevo, yo cada vez necesitaba más.
Pensaba en lo brutal que sería María insinuándosele por petición mía a la vez
que Edu pensaba que se la podría hacer… sería un choque de trenes
increíblemente morboso.

No tardó en aparecer el siguiente paso en el plan de Edu. Tras protestar, para
variar, porque yo me limitase más a mantenerme expectante que a actuar o a
facilitarle las cosas, me explicó que él iría el lunes, al igual que María, a una de
esas jornadas de formación. Me dijo que nunca se apuntaba a eso, que le parecía
una pérdida de tiempo, pero que María no se perdía una “como si por eso fuera a
ascender o la fueran a tener más en cuenta en el despacho”. En resumen, eran
cuatro días en otra ciudad varios del despacho incluidos María y Edu: Viaje,
hotel, charlas, cenas… A medida que me lo iba contando me iba poniendo más
nervioso… “A ver si consigo la habitación de al lado de María… la quiero tener
cerquita” remató Edu para infartarme más.

El viernes era mi aniversario con María, hacíamos cinco años juntos, y no
teníamos más plan que una cena romántica y tranquila en un restaurante. Cuando
nos estábamos arreglando para salir me lo contó:

—Pablo, te voy a decir algo que creo que para mí es una mala noticia pero a
ti te va a encantar.

—Jaja, eso promete, dime.

—Pues que Edu viene con nosotros el lunes a las jornadas…

—Anda ¿y eso?

—Pues no sé. Igual le dieron un toque por no apuntarse a ninguna.

—¿Y por qué es mala noticia para ti?

—Jajaja, porque ya te veo… escribiéndome todo el rato: “qué hacéis”, “qué
hace Edu, “pégate a él…”

—Jaja… puede ser… —sonreí. ¿Y quienes vais?

—Pues uno de los jefes, Ángel que estará todo el día detrás del jefe
haciéndole la pelota, una chica, bueno, casi señora, que también se llama María,
Edu y yo.

Yo me hacía el sorprendido, por un lado llegando a disfrutar de ese juego a
dos bandas, pero por otro también sintiéndome algo culpable.

Salimos hacia la cena caminando, María estaba espectacular… con un
vestido como de gasa muy suelto y muy fino… con un escote generoso, no muy
habitual en ella. Y, como siempre que vamos camino del centro, pasamos por
delante de un sex shop, en donde habíamos comprado el consolador que
teníamos. Le propuse a María entrar y ella fue reacia pero acabó accediendo, ni
yo mismo sabía muy bien para qué entrábamos. Lo cierto era que no éramos
mucho de esos sitios, no nos gustaba ni los disfraces, ni usábamos geles ni nada
que nos pudiéramos encontrar allí. De pronto María me pilló mirando una
estantería de consoladores y me dijo que ya teníamos uno, pero mi imaginación
estaba volando, y le dije que sí pero no como aquellos. Y es que nuestro
consolador era de un color plateado y no tenía forma de nada, simplemente un
objeto alargado, y en aquella estantería había consoladores con forma de polla,
mucho más morbosos.

—Eso es una guarrada, a dónde vamos con eso.

—No me digas María… tiene mucho más su punto.

—Pero qué punto… que tiene hasta las venas y el glande… es una
marranada…

—Venga María…

—Tú haz lo que quieras… yo esa marranada no la voy a usar.

Finalmente no lo compré y nos fuimos hacia el restaurante. Allí tuvimos una
cena muy romántica en la que yo hice verdaderos esfuerzos por no sacar el tema
Edu, ni el tema jornadas de formación, cosa que cada vez me costaba más a
medida que bajaba el vino, pero sabía que no era el día siendo nuestro
aniversario.

La idea era tomar una copa después de la cena pero finalmente decidimos ir
hacia casa. A la vuelta volvimos a pasar por el sex shop y le dije que entraba.
Ella estaba contentilla por el alcohol y se reía: “Eres un marranete… cómpralo si
quieres pero conmigo eso no lo vas a usar”. Me acerqué a la estantería y vi que
había el mismo, de color carne y con forma de polla, con una base más ancha,
como si tuviera una ventosa, y en tamaños de 14, 16 y 19 centímetros. Compré el
más grande ante la risa de María que no paraba de decir que aquello era para mí,
no para ella.

Si me costó trabajo no sacar el tema Edu en la cena más me costó no sacarlo
follando aquella noche. Pero sabía que no procedía, tras aquella cena romántica,
tras los regalos que nos habíamos dado, etc. Tampoco era la noche para pedirle
usar el consolador nuevo. El polvo en un principio fue realmente “hacer el
amor”, pero poco a poco la cosa se fue haciendo más guarra… y acabamos
follando intensamente. Mi cabeza se iba a esos cuatro días de Edu con ella en un
hotel… y no le decía nada pero de nuevo me imaginaba cómo se la follaba él y
yo miraba…

La noche siguiente era sábado por la noche y yo tenía un plan bastante
tranquilo con mis amigos, unas cervezas y para casa. Sin embargo María tenía
una cena de antiguas alumnas de instituto con lo cual todo parecía indicar que
iban a desmadrar bastante más. Sobre la una de la mañana yo estaba ya pensando
en volver para casa y le escribí a María a ver como iba, su respuesta me
sorprendió:

—Pues… aquí estamos, hemos ligado con unos…

—¿Ah si?

—Pues sí.

—¿Ya vas borracha?

—Jaja, no…

—Yo creo que voy ya para casa. A ver como te portas… podías dejarte ligar
un poco…

—Mmm… a ver, a ver.

—Déjate un poco… y después me lo cuentas…

—Jaja, ok… creía que eso era solo con Edu…

—Jaja, con Edu mejor… pero…

—¿Pero que?

—Que no estando Edu… bueno, tú déjate un poco a ver y después me
cuentas.

—Jaja, ok

—Bueno, un besazo.

—Besazo.

Me fui hacia casa recordando que María había salido con una falda de cuero
granate y una camiseta negra con algo de escote. Estaba seguro de que si un
grupo de chicos se había acercado a su grupo de chicas… irían todos como
buitres a por ella…

Le volví a escribir y no me respondió hasta pasada una hora. Ya pasaban de
las 2 de la madrugada y yo estaba en la cama.

—¿Seguís ligando?

—Calla… que estoy aquí con un pesado… jaja.

—¿Dejándote ligar un poco?

—Jaja, no sé como se deja una ligar un poco.

—Pues déjate un mucho…

—Jaja, no sé… se me ha pegado uno muy pesado.

—¿Ah sí?

—Sí, me acaba de invitar a una copa.



CAPÍTULO 18

Lo siguiente que le pregunté ya no fue respondido. Ni lo siguiente, ni lo
siguiente. Me subía por las paredes y miraba el móvil todo el rato. A ella ni le
entraba lo que le enviaba, deduje que estaba sin cobertura o sin batería.

Intenté dormir pero no era capaz. Me la imaginaba tonteando con un chico…
dejándose invitar… y se me ponía durísima. Comencé a pajearme pero cuando
estaba a punto de correrme paraba, pues quería follar con María cuando volviese.
Me quedaba dormido… me volvía a masturbar un poco. No sabía el tiempo que
pasaba… Me dormía de nuevo otro rato. Estaba nervioso. Sabía que María
seguramente no seguiría mucho el juego con el que le invitaba a aquella copa,
pero quizás si iba borracha algo tontearía con él.

La oí entrar y miré el reloj y pasaban un poco de las 5 de la madrugada. Me
levanté como un resorte, totalmente despejado.

María entró en el dormitorio haciendo ruido con sus tacones, estaba
imponente, con los taconazos estaba casi a mi altura… con el pelo largo… era
una pedazo de hembra brutal cuando se arreglaba para salir de noche. Se
sorprendió de que estuviera despierto, estaba algo borracha.

—Bueno, ¿qué tal? —le pregunté.

—Pues bien.

—¿Qué tal la copa con el chico?

—Uff… un pesado… en seguida le tuve que cortar.

—¿Por?

—Me estaba escribiendo contigo y me preguntaba con quién me escribía y
le dije que con un chico y me preguntó si era el chico de esa noche, como si
estuviera organizando mi lío de esa noche o algo así. Y nada, cambiamos de
tema pero era muy pesado, al final le tuve que decir que el chico con el que me
escribía en realidad era mi novio y claro, él entonces dijo que si no le había
dicho que tenía novio al principio era porque yo estaba buscando rollo o algo
así…

—¿Y que le dijiste?

—Ay no sé. Además era muy sobón.

—¿Sobón?

—Sí… me cogía de la mano para llevarme a la barra a por la copa.
Surrealista.

—¿Y qué tal estaba?

—¿Físicamente?

—Sí.

—Bien, no estaba mal.

—¿Mejor que Edu?

—Pues… no, Edu está mejor.

—Claro… porque Edu está bueno…

—Jaja… no empieces…

—¿Y qué tal la experiencia? ¿Te puso?

—A ver… si hubiera sido otro… es que este era muy baboso, de verdad.

—¿Dices que sobón pero solo te cogió la mano?

—Bueno, me ponía la mano en la cintura que no venía a cuento.

Yo le puse las manos sobre la cadera, y después las bajé a su culo sobre la
falda de cuero.

—Entonces las manos aquí no las puso.

—Pues no.

—¿Y si lo hubiera hecho?

—Pues le habría dado una bofetada, vamos, solo me faltaba.

Acerqué mi boca a la suya y le di un pequeño pico a la vez que apretaba su
culo.

—¿Y tus amigas? ¿Cuando te veían con su mano en tu cintura?

—A ver, que eso fue un par de veces durante pocos segundos, no le iba a
dejar más.

—¿Y qué más pasó? ¿Intentó algo?

—Me decía todo el rato que saliéramos fuera.

—Mmm… ¿Sí? —le dije besando su cuello.

—Si…

—¿Y por qué no saliste fuera con él?

—Porque estoy contigo… y porque él no me gustaba.

—¿Y si te gustase?

—Pues tampoco.

—¿Y si hubiera sido Edu?

—Jaja, tampoco.

—Igual con Edu le mirabas si se le marcaba el pollón bajo el pantalón.

—Jaja… qué bruto eres.

Nos empezamos a besar de forma más guarra. Yo sabía que a María se le
disparaba bastante la líbido con las copas y yo estaba que explotaba con lo que
me contaba y por esas pajas a medias…

Nos sentamos en la cama y nos sobamos hasta quedar yo totalmente desnudo
y quitarle a ella la camiseta. No tardé en arrodillarme, subirle la falda hasta la
cintura y comenzar a besar sus muslos. Tenía que saber ya cómo estaba aquel
coño… Ella se recostaba con los codos y llevaba su mano a mi pelo mientras yo
la hacía estremecer dándole pequeños besos en aquellos muslos que ardían.
María se desesperaba al ver que solo besaba las piernas y no iba más allá, hasta
que soltó un “cómemelo” terriblemente morboso. Yo tampoco podía retrasar
aquello mucho más así que di un lametazo sobre sus bragas justo antes de
quitárselas. Salió ante mí un coño que ya tenía los labios hinchados, como
llamándome; llevé allí mi nariz y mi boca. Olía a coño de una forma brutal. Alcé
la mirada, como diciéndole con la mirada que aquel coño estaba ya que se
fundía. Comencé a hacerle una comida de coño espectacular, abriéndoselo con
mis labios y llegando a lo más profundo que podía con mi lengua, ella empezó
con suspiros y acabó con gemidos… Le estuve comiendo el coño varios
minutos, recreándome en cada recoveco y en su sabor y su olor. Cuando noté que
ella estaba cerca de correrse me detuve, volví a besar sus muslos y me senté a su
lado. Nos besamos, le quité el sujetador y ella entendió lo que le pedía. Era su
turno. Se arrodilló ahora ella delante de mí y comenzó a besar mis huevos con
cuidado.

—¿Te vas a comer esta polla? —le dije.

—Sí…

—¿Esta mierda de polla?

Ella no respondió y comenzó a succionar mis huevos. Su mirada de lujuria
era impactante.

—Vamos… dime que te vas a comer esta mierda de polla.

—Si… me la voy a comer.

María comenzó a lamer el tronco de abajo arriba. Yo sentía que me corría,
me estaba poniendo cachondísimo… Gracias a dios ella abandonó mi polla para
besarme con dulzura mi vientre y después mi pecho, quedando sus tetazas a la
altura de mi miembro. Alargué las manos, acaricié sus tetas y envolví mi polla
con ellas. El tacto de sus tetazas con mi polla era indescriptible. Eché mi cadera
un poco hacia arriba… Unos segundos… unos segundos en los que sujetaba sus
tetas y yo movía mi cadera arriba y abajo… quedando mi polla entre ellas. María
se vio algo sorprendida pero se dejó hacer, apoyando sus manos en la cama
dejaba que yo hiciera como que me follaba sus tetas.

—¿Te gusta? —preguntó.

—Joder… me vuelven loco…

—¿Sí…?

—Hazlo tú… —le pedí.

Ella llevó sus manos a sus tetas y envolvió con ellas mi polla que parecía
minúscula rodeada por aquellas dos maravillas. Tardó un poco en cogerle el
truco, pero pronto me pajeaba con las tetas, descubriendo y ocultando mi polla
con ellas.

—Me pones muy cachondo, María…

—¿Sí…?

—Sí, joder… me encanta… la tengo a punto de explotar…

—¿Sí? ¿Te puedes correr así?

Ella movía el cuello, llevando su melena a un lado y me miraba mientras
subía y bajaba su torso sin dejar de apretar sus tetas para seguir destrozándome.

—Claro que puedo…

—Mmm… espera… no te corras… que me tienes que follar…

—¿Con esta mierda de polla quieres que te folle?

—Mmm… sí…

—Dímelo.

María me clavó la mirada y sin cesar en aquella increíble cubana que me
hacía dijo:

—Quiero que me folles con esta mierda de polla.

—Uff…

—Qué.

—Que me corro María…

—¿Sí?

—Sii… ufff… sigue…

Ella siguió pajeándome con sus tetas y yo intentaba mirarla, mirarla a los
ojos y mirar como sus tetazas me pajeaban, pero no pude más, cerré los ojos y
sentí que explotaba. Una explosión incontenible salió de mi y cuando abrí los
ojos vi como brotaban chorros blancos de entre las tetas de María que levantaba
el cuello para que no le manchase la cara y mi polla no dejaba de mancharle el
escote las tetas y el cuello… yo suspiraba y me retorcía del gusto mientras María
no dejaba de pajearme con sus tetas exprimiendo mi polla hasta dejarme
completamente vacío. Me había pegado una corrida espectacular por todo su
torso, llenado de aquel líquido blanco y espeso prácticamente toda su piel desde
su cuello hasta sus tetas.

María se echó ligeramente hacia atrás, dejando libre mi polla. Nunca me
había dado tanto morbo. La imagen de sus tetas enormes e hinchadas
impregnadas de mi leche era brutal. Nunca me había pasado, sentía que no
necesitaba descanso alguno, me la quería follar inmediatamente.

Iba a coger unos cleenex de la mesilla para limpiarla cuando lo que hice fue
abrir el cajón. Allí estaba el consolador enorme que había comprado el día
anterior.

—Jaja, estás loco. Límpiame anda.

Yo cogí el consolador y lo puse al lado de mi polla que encogía a gran
velocidad.

—¿Que te parece la diferencia?

—Me parece que estás fatal… —sonrió María mientras cogía un cleenex y
se limpiaba el cuello.

No dejé que cogiera otro cleenex. Con el consolador recogí parte de mi leche
que había por sus tetas y lo puse entre ellas.

—Eres un cerdito… —dijo. Y yo llevé la punta del consolador, impregnado
de mi semen, a sus labios.

—¿Sí?

—Sí… —dijo justo antes de dejarme que metiera la punta en su boca.

Ella, arrodillada, se dejaba hacer, mientras yo seguía limpiando sus tetas con
el consolador y se lo metía en la boca. Estuvimos así unos instantes, con aquel
juego que me estaba poniendo a mil y que María, que aun no había recibido su
orgasmo, parecía disfrutar tanto como yo.

—¿Te imaginas comerte una polla así?

—Es demasiado grande…

—¿Si? ¿Tu crees? —le decía yo mientras de nuevo le metía aquella polla de
plástico en la boca…

—Mmm… si…

—¿Es como la que le viste a Edu en su casa?

—Mmm… no sé… no creo que tanto. Esta es muy grande.

—¿Y si la tuviera así?

—Pues… pobre Nati…

—¿Sí? ¿Crees que no le cabe?

—No sé…

—¿Y a ti? ¿Te cabría? Ven —Le dije invitándola a subir a la cama.

—Uff… estás loco…

—No es para tanto —le dije indicándole que se pusiera a cuatro patas hacia
el cabecero de la cama. Yo tras ella le pedí que bajara las manos hasta apoyar los
codos. Su culo salió hacia arriba, tenía el coño abierto como pocas veces… y
comencé a introducir el consolador con cuidado.

—Uff.. para para… —dijo ella nada más notar la punta.

—Eso es porque no estás acostumbrada —le dije.

Ella siguió con sus “uuff” y sus “cuidado” mientras yo iba deslizando aquella
polla en su interior. María enterraba la cara en las sábanas mientras yo disfrutaba
penetrándola con aquel objeto. Finalmente se la metí prácticamente hasta el
fondo y ella soltó un “uuuuff” tremendamente placentero.

Dejé el objeto allí, en su interior y vi como mi polla ya estaba casi erecta del
todo. Saqué un poco la polla de plástico y se la volví a meter. María comenzó a
suspirar y a gemir en la almohada mientras yo metía y sacaba aquel objeto, la
estaba follando con aquella polla de plástico.

—¿Te imaginas meterte esta polla de verdad?

—Mmm… sí…

—¿Sí…? ¿Te lo imaginas?

—Joder… es enorme…

—¿Sigo?

—Mmmmm… si… sigue metiéndola…

—¿Creías que no iba a caber eh? —Yo alucinaba como su coño envolvía
aquel pollón como si nada.

—Joder… sí…

—¿Te gusta?

—Síiii… sigue…

—¿Querrías que fuera de verdad?

—Sí… dios…

—Dímelo.

—Mmmm… sí… ojalá fuera de verdad. —María se retorcía del gusto.

Seguimos unos minutos en los que yo dejaba que se muriera de placer siendo
invadida por aquella polla. Ella lo estaba disfrutando mucho más de lo que yo
hubiera imaginado. La dejaba que gimiese, casi gritase, alucinando por lo
entregada que estaba. Cuando de nuevo noté que estaba cerca del orgasmo le
volví a preguntar:

—¿Te gustaría que mi polla fuera así eh?

—No sé… ufff. Sigue… métela así.

—¡Te gustaría o no!

—Joder… no pares..

—¡¡Dímelo!!

—¡¡Mmm… joder sí… ojalá tuvieras un pollón así!!

María estaba a punto y yo saqué el consolador, dejando un enorme vacío en
su coño y llevé mi miembro hacia ella. Le metí mi polla que parecía que bailaba
en su interior de lo abierta que estaba. Nunca se la había metido y había notado
tan poco. Ella se vio sorprendida.

—¿Notas algo eh? ¿A que no notas nada? —le pregunté mientras la follaba
lentamente.

—Mmmm… cabrón… no sé.

—¿A qué no?

—Joder… no sé…

—¿Quieres que siga? ¿Te meto la otra?

Ella permanecía callada, buscaba con su cadera conseguir el punto para
notarla más, pero mi pequeña polla nadaba en la inmensidad de su coño que
nunca había notado tan abierto y dilatado

—¿Notas algo?

—Noo… joder…

—¿No? ¿Te meto otra vez la otra?

—Sí…

—¿Sí?

—Síii… méteme la otra polla que estaba a punto.

—¿Por qué?

—Joder… porque no me entero… quiero la otra un momento.

—¿No quieres mi mierda de polla?

—Mmmm… no… ahora no… ¡¡dios, méteme la otra!!

—¡Quieres un buen pollón eh…!

Ella no respondió y yo me salí de ella para meter de nuevo aquella enorme
polla de plástico. María me agradeció al instante el cambio, soltando un gemido
que retumbó por toda la habitación. Volví con el mete saca de aquel consolador y
le pedí que me dijera que tenía una mierda de polla, que quería una polla grande.

—¡¡Sííi quiero una polla grande!!

—¿Una como esta?

—¡¡¡Síii, joder… una polla como esta!!!

—¿Un pollón como el de Edu quieres?

—No sé.. dioos…

—¡¡¡Dímelo!!!

—¡¡¡¡Siii… joder… un pollón como el de Edu!!!!

—¿¿Como sería??

—¡¡¡Jodeer.. dioos.. me follaría así… con su pollón!!!

—¿¿Sii??

—¡¡Sii!! ¡¡Diooos…!! ¡¡¡Edu me follaría así… Mmm, ¡¡¡¡me llenaría con su
polla!!!!

—¿¿Te haría correrte, es lo que quieres? ¿Así? ¿¿con él??

—¡¡¡¡¡Síii dioos… me correría con él… y con su enorme polla. Dioos.
¡¡¡Ahhh me corro…!!!

—¿¿¿Te corres???

—¿¿Joooder…!! ¡¡¡¡Aahhhh ahhh siii…!!! ¡¡¡¡Edu me folla diooos… !!!

—¡¡¡Es lo que quieres eh!!!

—¡¡¡¡Diooos sí sí…!!!! ¡¡¡quiero que Edu me folle!!! ¡¡¡Ahh diooos!!!!

María comenzó a mover su cadera hacia atrás follándose ella literalmente la
polla de plástico que yo sujetaba, se retorcía del gusto mientras suspiraba y
repetía que quería que Edu se la follara. Yo a penas podía sujetar aquel trozo de
plástico de la fuerza con la que María se lo follaba. Estaba alucinado con cómo
se corría completamente desinhibida.

Tan pronto María dejó de gemir yo no pude ni esperar a que se recompusiera
o a quitarle el consolador de su interior, me llevé inmediatamente la mano a la
polla, y en apenas tres sacudidas comencé a correrme sobre el culo y la espalda
de María… cerraba los ojos y convulsionaba encima de ella, derramándome sin
parar sobre su cuerpo. A cada latigazo de leche que salpicaba su espalda no
paraba de recordar aquellas frases… aquellos “¡Quiero que Edu me folle!”.

Tardamos en volver a tener conciencia de nosotros mismos. María, sin
abandonar su postura de estar a cuatro patas, acabó por llevar su mano hacia
atrás para sacar el consolador de su interior, y pude ver nítidamente como al
hacerlo su coño mostraba un agujero brutal, agujero que se fue cerrando
rápidamente… sus nalgas y espalda manchadas por mi leche, aquellos labios
salidos hacia afuera, aquel coño enrojecido, aquel hueco, aquel agujero, aquellas
cosas que nos habíamos dicho, aquellos gritos… yo sabía que ahora María
estaría avergonzada, la conocía perfectamente, pero sabía que aquello no había
sido normal, que era imposible llegar a aquel nivel de morbo y excitación si no
era metiendo a Edu en nuestra cama, aunque solo fuera en forma de fantasía.

Entré en la ducha y vi como María lavaba el consolador en el lavabo…
bufff… me dio un morbo impresionante ver como lo lavaba y lo secaba con una
toalla y se iba con él al dormitorio a guardarlo disimuladamente. No sabía que
me pasaba pero hasta aquello me ponía muchísimo. Estaba excitado otra vez.

Tras asearnos nos metimos en la cama y nos dimos varios besos cariñosos.
No sé quién empezó, pero a uno le dio la risa y el otro le secundó, una risa
nerviosa… un “madre mía cómo se nos ha ido la olla”, de un yo feliz y seguro de
una María algo avergonzada. Sin embargo, de nuevo, yo quería más, y mientras
ella se quedaba dormida, ya pensaba en el siguiente paso. Sabía que tenía que ir
con cuidado, no podía cometer otro error que parase en seco todo aquello. Pensé
en que tenía que hablar con Edu a ver qué plan tenía él para aquel viaje y pensar
yo también como podría empujar a María hacia él.



CAPÍTULO 19

A la mañana siguiente María se fue a tomar café con una amiga y yo
aproveché para llamar a Edu. Llamar a Edu no era como llamar a un amigo, ni
siquiera a un conocido, implicaba una palpable tensión y una notable
inseguridad, pues nunca sabía cómo podría ser su actitud. Pasaba del mediodía y
ésta vez él parecía estar medio dormido. Su plan para aquel viaje no parecía
consistir en mucho más que en ver como se comportaba María fuera de su
entorno y, sobre todo, con algunas copas. Le noté un tanto desanimado justo en
el momento en el que yo estaba más ansioso porque pasasen cosas. Me sorprendí
a mi mismo diciendo:

—Con unas copas seguro que algo se deja… al fin y al cabo le parece que
estás bueno… Lo que sucede es que creo que ella al saber que estás con Nati
piensa que solo tienes ojos para ella. Quizás deberías piropearla un poco…

—Mmm… no es mucho mi estilo.

Me parecía surrealista a la vez que me sentía un traidor con mi novia dar
aquellos consejos.

—Ya… bueno… yo la adularía un poco… que se sienta bien contigo.

—Vale… muy bien Pablito, después lo pienso bien.

La conversación no duró más de un minuto. Me dio la impresión de que
quería seguir durmiendo. Poco después llegó María, comimos y se puso a hacer
la maleta. Mientras la hacía estaba vestida con una camiseta blanca de tiras… se
le veían las tetas bailar bajo la prenda constantemente… me imaginaba qué ropa
cómoda llevaría para dormir y estar en la habitación del hotel, ojalá Edu pudiera
verla así, con aquella ropa.

Tentado estuve de pedirle que se pusiera tal o cual ropa interior o tal o cual
vestido por si salían algo de noche, pero no quería parecer ansioso. Además toda
su ropa interior era perfecta, bragas de seda y sujetadores con algo de encaje,
sobrios pero tremendamente sexys… y con cualquier vestido o falda iba a estar
igualmente tremenda.

La llevé a la estación de tren y nos despedimos de forma rápida porque
estaba mal aparcado. Por un lado me habría gustado coincidir con Edu en la
estación, ver si se miraban, si se daban dos besos… aunque por otro lado me
habría puesto tremendamente nervioso. Pero todo fue demasiado rápido y
cuando me pude dar cuenta ya estaba conduciendo de vuelta a casa. De nuevo,
hacía unas horas María había estado gritando “¡Quiero que Edu me folle!” y
cosas similares y sin embargo la cosa quedaba ahí y no decíamos nada, ni
siquiera cuando iban a pasar ahora cuatro días juntos.

Una vez en casa me di cuenta de que ante María podía disimular, dar a
entender que lo de Edu con ella solo era un recurso para ponernos cachondos en
la cama un par de veces por semana, pero la realidad era otra, mucho más
intensa y casi enfermiza. Me fui al dormitorio con el portátil, abrí el cajón de la
mesilla y cogí el enorme consolador… miraba la foto en la que salían juntos y
miraba el consolador… y empecé a disfrutar una paja lenta y tranquila,
recordando las frases de María, imaginándome que Edu le metía su polla, que en
mi imaginación era del brutal tamaño de aquella de plástico… me la imaginaba
gimiendo, descompuesta del placer y gritando antes de su orgasmo “¡esto sí que
es una buena polla!” y cosas parecidas… y me corrí desvergonzado, gimiendo y
resoplando… derramando leche por todo mi vientre.

La paz en mi cabeza duraba cinco minutos. Tras los cuales no dejaba de
pensar qué estarían haciendo, si se sentarían juntos en el tren y demás. La cosa
no mejoró cuando a la hora de la cena María me llamó y tras charlar un rato me
dijo que tenía a Edu en la habitación de al lado. No pude reprimirme y comencé
una batería de preguntas.

—Uyy… ya estás —rió.

—A ver qué hacéis…

—Qué vamos a hacer, dormir. Hemos quedado a las siete y media para
desayunar abajo.

—Algo podrás hacer.

—Sí, vamos… me pongo un camisón y le llamo a la puerta con cara de me
aburro, ¿no?

—Jaja, pues estaría bien.

—Ya… ya… ¿y el pacto?

—¿Qué pacto?

—¿Cómo que qué pacto? Me vacilas. El pacto de que no me pidas nada para
hacer con él, solo fantasear en casa.

—Bueno… podrías saltártelo…

—Noooo, jaja.

Tras un pequeño silencio, ella dijo:

—Bueno, Pablis me acuesto ¿vale?

—Valee.. besito

—Un beso, te quiero, hasta mañana.

Estaba tirado en la cama y de nuevo estaba excitado. Intentaba pensar qué
podría proponerle a María que pudiera hacer. Cuando me quise dar cuenta estaba
empalmado, pero mi polla me parecía minúscula, cogí el consolador y lo puse al
lado, era literalmente el doble que mi polla. No quería dormir y quería seguir
hablándome con María, le saqué una foto a aquellas dos pollas y en un tono de
broma le escribí a María al móvil:

—Tengo una foto de Edu y yo juntos.

—¿Sí? Jaja. Sorpréndeme…

Y le envié la foto de mi polla empalmada al lado de la de plástico que era el
doble en longitud y grosor.

Ella me envió unos emoticonos de una cara sorprendida y un “Estaaas
fataaaal, jajajajja”.

—¿No es verdad? —pregunté.

—Ay, yo que sé, voy a borrar esta guarrada ya.

—¿Qué pijama llevas?

—Uy Pablo… ya te veo venir…

—¿El qué?

—Mañana si no llego cansada si quieres nos escribimos cosas… ¿ok?

—Mmm… ok… venga un beso.

—Besazo.

Me desperté a la mañana siguiente y no tenía noticias ni de Edu ni de María.
Intentaba tranquilizarme y seguía pensando qué podría proponerle a María para
acercarse a él que ella pudiera aceptar. Era casi la hora de comer cuando María
me envió una foto. En la foto estaban Edu y ella solos, en un pasillo largo con un
ventanal a su izquierda, los dos de traje, ella con uno azul marino de pantalón y
chaqueta y camisa blanca y él con uno algo más oscuro. Estaban muy pegados
pero sin tocarse hombro con hombro… Amplié la foto… María estaba muy
buena… con la melenaza con mucho volumen y estaba más sonriente que él.

—Me quieres matar —le escribí.

—Jaja, ¿poor?

—¿Sabes lo que voy a hacer con esta foto no?

—Jaja… uy… mejor no me lo cuentes.

—¿Qué tal?

—Bien… un poco pesada la mañana pero bien.

Quedamos en que me llamaría de noche, tan pronto llegase a su habitación.
Pero yo tenía pendiente una cosa para antes, pues contaba las horas para llegar a
casa y pajearme con aquella foto… me sentía como un adolescente de 14 años.

Estaba algo sorprendido porque Edu no me llamase ni me escribiese nada.
Pensé que centraría sus esfuerzos en las cenas, en las noches… pero no podía
evitar estar un poco intranquilo o preocupado por un posible pasotismo por su
parte.

Finalmente salí tarde del trabajo, llegué a casa, cené y ya eran las once de la
noche… Cuando estaba ya dispuesto a hacerme la paja con aquella foto María
me llamó. Acababa de llegar a la habitación del hotel y comentaba como había
ido el día, me hablaba de las charlas, de los abogados de su Firma de otras
ciudades que estaban allí… entendía que era normal que me contara eso, lo que
se cuentan todas las parejas, pero yo no tenía la cabeza en aquello. Colgamos sin
que hubiera salido el tema Edu para nada. Fruto de mi desesperación pronto le
escribí intentando que nos escribiéramos cosas subidas de tono, pero pronto me
cortó.

—Uff… Pablo, mañana mejor, estoy muerta hoy, de verdad.

—Venga María, ayer me dijiste lo mismo.

—Te juro que mañana nos escribimos… guarradas… un rato, ¿vale?

—No sé… podrías mandarme una foto al menos.

—Uff… Pablo… es tarde.

—Vamos, María, solo una foto, es un minuto.

—Bueno, a ver… ¿Qué foto?

—Pues sentada, con el temporizador, como otras veces.

—Bueno… a ver.

Varias veces, cuando ella estaba de fin de semana en casa de sus padres, me
mandaba alguna foto. Lo que hacía era poner la almohada en la mitad de la cama
y apoyar allí el móvil y poner el temporizador, y ella sentarse respaldando su
espalda en el cabecero de la cama, flexionando las piernas y separándolas. Yo
veía que tardaba y ya estaba pajeándome lentamente esperando su foto.
Finalmente me llegó, efectivamente, la imagen en la que se la veía a ella en
aquella postura, sentada, con las piernas abiertas y flexionadas y mostrando unas
bragas negras, arriba llevaba la camisa blanca de la foto de horas antes con Edu.
Tenía el pelo por delante… tapándole un poco las tetas. Estaba para que me
corriera en medio minuto.

—Bórrala, ¡eh!

—Que sí… la borro ahora. Venga… mándame otra… quítate las bragas.

—Noo.

—Venga… solo una más… igual pero sin bragas, anda.

—La última eh…

—Que sí.

De nuevo me volví a pajear lentamente esperando su foto. Tenía la polla
durísima, imaginándome a María colocándose para mandarme la foto,
quitándose las bragas… mientras Edu, ajeno a todo, estaba en la habitación de al
lado. Me imaginaba que Edu llamaba a su puerta y ella le abría. Era absurdo,
solo imaginación, que María le abriese la puerta en camisa y sin bragas… pero
pensarlo me mataba literalmente.

Finalmente me llegó la foto, que fue similar a la anterior, pero esta vez
mostraba aquel coño perfecto con el vello ligeramente recortado… se podían ver
los labios del coño de manera bastante nítida… ¡¡¡dioos…!!! ¡¡aquella foto era
brutal!! Me quedé ampliando aquella foto y moviéndome por su cuerpo, hacia su
coño o sus tetas que se notaban enormes bajo la tela blanca, escudriñaba la foto
como si no hubiera visto y tocado aquel cuerpo mil veces.

No supe parar, y le pedí otra más, le rogué que sería la última, quería ahora
una en la que se le vieran las tetas y en la que hiciera algún gesto, lo que se le
ocurriera. Le insistí y casi se llegó a enfadar, pero finalmente accedió. Pronto me
llegó esa última foto… casi me da un infarto… Se había abierto la camisa y con
una mano se tapaba el coño y con la otra se cogía ligeramente una teta… tetas
que no se veían con claridad pues se había puesto el pelo hacia adelante… Se
había recostado un poco más por lo que sus tetazas caían enormes por su torso…
y ¡¡cogiéndose una teta con la mano…!! ¡¡dios… era increíble!! pero lo mejor no
era eso si no que tenía una cara mucho más morbosa… ¡¡Dios…! ¡¡Parecía una
actriz porno!! Me volvió a insistir que las borrara inmediatamente, le dije que sí
y nos dimos las buenas noches. Era la foto más guarra que me había enviado
nunca.

Yo tenía la polla a punto de explotar. Busqué en el móvil hasta llegar a Edu,
vi que estaba en línea… Seguía sin escribirme… ¿Y si él pasara ya del tema?
Quizás le había aburrido la historia al ver que yo no cooperaba demasiado y
María no daba pié a nada… Estaba pensando con la polla, lo sabía, pero estaba
sopesando seriamente mandarle al menos una de aquellas tres fotos.



CAPÍTULO 20

Finalmente decidí tantear el terreno con Edu antes de decidirme a enviarle
nada. Le escribí preguntándole qué tal les iba y en seguida me respondió que
todo iba bien, que María estaba en su salsa. Finalmente decidimos que le
llamara, lo cual me ponía bastante nervioso, pero sabía que quería hacerlo. Edu,
ya al otro lado del teléfono, me dijo:

—Está encantada de la vida con estos eventos tío, y no veas la pereza que
me da a mí.

—Ya…

—Y nada, tío. Joder… qué buena está… van todos con el rabo en la mano.
Sobre todo los viejos, tío, esos ni se cortan en mirarla.

—¿Pero hay mucho viejo?

—Hay cincuentones aquí para regalar. Y a los tíos vamos… no les hace falta
viagra… María les rejuvenece 20 años…

—Ya… y maja contigo entonces.

—Sí, la verdad es que desde el caso que nos dieron estamos bien. Pero por
el día es complicado. Hasta el miércoles va a ser jodido, que ese día hay una
cena a la que iremos todos y el jueves al ser el último día seguro que salimos. A
ver ahí.

—¿Pero sabes qué decirle o qué hacer?

—Jajaja, mira tío… aunque lo supiera… como dice un amigo, “las copas
mandan”, yo borracho tengo labia que flipas. Algo pasará.

Aquel “algo pasará” medio me parecía una fanfarronería medio me daba
morbo. Es que no me lo acababa de creer.

—¿Cómo la ves tú? —dijo.

—¿Cómo la veo? —pregunté.

—Que si la ves cachondilla… ¿Cuando te la follaste por última vez, cabrón?

—Pues… el sábado.

—Joder, no pierdes el tiempo. Normal. A ver… tengo que hacerle ver que
Nati me da igual, no sé… estas tías son un poco sectarias y ella más todavía.
Seguro que para María tontear con un tío con novia le parece una traición a todo
el género femenino mundial, jajajaj.

—La verdad es que un poco sí. Oye, que me ha mandado una foto en la que
salís juntos.

—Ah sí… la sacó el tonto de Ángel con su móvil.

—¿No tenéis más fotos?

—Jajaj, cabrón, serás tú el que me tendrá que mandar fotos de ella, ¿no?

—Bueno… nunca me las has pedido.

—La verdad es que no lo había pensado, pero vamos… no creo que tengáis
fotos muy guarras… si ni le das por el culo ni te hace cubanas… qué vais a tener.
¿No?

Yo me quedé pensando qué decir… No estaba muy convencido de lanzarme.
A saber qué podría hacer él con aquellas fotos… quizás pasárselas a amigos o,
peor, a compañeros de despacho, pero no quise cerrar la puerta del todo, pues me
daba un morbo terrible.

—Pues… no sé… quizás algo tenga, ya haré memoria.

La conversación no había estado mal. Estaba bastante más tranquilo, veía
que Edu seguía con ganas de seguir y me guardaba la bala de la foto por si María
no le daba pié a nada en ninguna de aquellas noches del viaje y necesitaba
motivarle.

Ni que decir tiene que me hice una paja brutal, mirando en el móvil aquellas
últimas cuatro fotos que tenía: la de Edu y María, y las tres de María sentada con
las piernas abiertas… Me imaginaba que ella estaba sentada así, en la cama,
como en las fotos, y Edu la miraba… Y después él se subía a la cama y, de pie,
llevaba su pollón a su boca… ¡Dios….! Y yo veía como él le follaba la boca en
aquella postura y ella le agarraba el culo y se dejaba… se dejaba follar la boca
con aquella polla que era el doble que la mía… ¡ufff! ¡¡Me pegué de nuevo una
corrida bestial!!

Al día siguiente apenas supe nada de María hasta la noche cuando me llamó.
Me dijo que habían tenido no sé cuántas charlas y cuando comenzó a contarme
de qué iban le pregunté disimuladamente por si alguien de los de su despacho
también había sido ponente, pero me dijo que no.

—¿No? ¿Ni Edu tampoco?

—Jaja, no. Lo que sí, se encanta.

—¿Se encanta?

—Sí… siempre hace preguntas… le encanta ponerse de pie… que lo vean
todas… y hacer su preguntita. A ver, que sus preguntas están bien, pero vamos,
que se encanta.

—¿Ah sí? ¿Crees que lo hace para que le vean todas?

—A ver, no sé… pero se gusta, y es verdad que las tiene loquitas.

—¿Ah sí?

—Si.

—¿Cómo lo sabes? ¿Han dicho algo?

—No, hombre, pero eso se ve.

—Vaya… las tiene a todas loquitas menos a ti.

—Claro, jajaja. Y nada, mañana tenemos una cena todos, parece ser.

—Pues a ver ahí… igual tienes que espantárselas un poco.

—Pues… no me extrañaría que alguna le atacase la verdad. A veces estas
cenas se desmadran un poco y se acaba saliendo un rato.

—Bueno, pues ahí estás tú para espantarlas, todo sea por el bien de Nati,
¿no?

—Jaja, es mayorcito, que haga lo que quiera.

—Ya… bueno, de espantarlas cómo lo harías.

—Mmm… jaja, ya veo por dónde vas.

—¿Sí?

—Sí…

—Bueno, hoy sí que toca… ya sabes, lo que prometiste.

—¿No te llegó con las fotos de ayer?

—Eso era a parte.

—Jaja, ya ya…

—¿Qué?

—Bueno, vale… pero poco, eh. Mañana es un día largo.

—Ok.

—Pero escrito, eh. Ya sabes que hablando me da vergüenza.

—A ver, María… escrito es un coñazo…

—Mmm… bueno, está bien, me pongo cómoda y te llamo otra vez.

—Vale, hasta ahora.

Yo también me puse cómodo en la cama. Un poco expectante. Lo cierto era
que siempre que nos escribíamos o hablábamos cosas subidas de tono casi todo
lo expresaba yo. Además yo quería sacar el tema de Edu, no quería hablar de lo
que nos haríamos María y yo, necesitaba meter a Edu en la ecuación. Le empecé
preguntando qué llevaba puesto.

—Voy a hablar bajo, ¿vale? Que lo tengo pared con pared —susurró María
— Pues… una camisa blanca con la que llevo todo el día.

—¿Nada más?

—Bueno, y bragas. Después me quiero dar una ducha rápida y me pongo el
pijama.

—Ufff… me podías mandar una foto… así te imagino mejor.

—Jajaja, o foto o charla. Además voy igual que ayer.

—¿Sí? Bragas negras.

—Bueno, hoy azul marino.

—Está bien…. Charla sin foto entonces. Pues ayer… me hice una paja con
tus fotos.

—¿Sí?

—Sí… con las cuatro.

—¿Qué cuatro? ¿No eran tres? Ah… jaja… vale, vale… estás fatal.

—Jaja, sí…

—¿Y qué pensaste?

—Si te lo digo alucinas.

—A ver…

—Pues nada, pensaba que estabas en la postura de las fotos… y que Edu
aparecía, os mirabais pero no os decíais nada, y él se subía a la cama. Tú te
quedabas quieta y él de pie sobre la cama se te acercaba y… te metía la polla en
la boca… —dije ya acariciándome la polla.

—Qué fuerte…

—Ya… y nada… como que te empezaba a follar la boca y tú llevabas tus
manos a su culo.

—Joder… qué guarro todo… ¿no? ¿y tú no estabas?

—Yo lo veía, pero no hacía nada.

—Joder, qué fuerte ¿no? —María parecía sorprendida pero no molesta.

—Ya… y eso pensé… que te metía en la boca su pollón… que tú a penas
podías abarcar la mitad. ¿Cómo seguirías tú la historia? —dije sin dejar de
masturbarme.

—¿Yo? Pues… que tú apareces… te pones a mi lado… él se aparta y me
besas… y él se queda mirando como nos besamos.

—¿Y qué más?

—Pues… no sé… que… me empiezas a acariciar las tetas y él a los pies de
la cama se masturba viendo como me acaricias y nos besamos. ¿No?

—Pues yo lo que haría sería dejar de acariciarte, apartarme y pedirte que
cerraras los ojos.

—¿Ah sí?

—Sí… y dejaría que él se te acercase otra vez… y se tumbase sobre ti… tú
sabrías por el olor y por el primer beso que no es mi boca si no la suya… y él
intentaría penetrarte…

—¿Y tú le dejarías?

—Sí…

—Mmm… pues yo abriría los ojos y te miraría mientras él intenta
metérmela… lo dejaría en tus manos. Te diría con la mirada “¿Vas a dejar que
me folle?”.

—Joder, María… me estás poniendo a mil. ¿tú?

—Uff… ya…

—Pues sí… yo te diría con la mirada que quiero que te folle. Él se la
agarraría y buscaría la entrada de tu coño para penetrarte… te la va a meter…
¿Qué haces?

—Yo… viendo que es lo que quieres cerraría los ojos… y dejaría que él me
la fuera metiendo poco a poco… pero antes le pediría que no me hiciera daño…

—Uff… joder, María… ¿Le dirías eso?

—Sí… le pediría por favor que tuviera cuidado… miraría hacia abajo y
vería aquel pollón enorme y le suplicaría que me la metiese despacio.

—Joder… María… me voy a correr ya.

—¿Sí?

—Sí… ufff.. ¿Y te folla?

—Sí… joder… empieza a metérmela y yo me muero del gusto, me penetra
despacio pero con firmeza y noto como me invade su polla…

—Joder, María… ¿Te la metería hasta el fondo?

—Mmm… sí… me la metería hasta el fondo… la sacaría… y me la volvería
a meter… y tú ves como me llena con su polla… y yo siento placer pero tengo
miedo de que me de caña y me haga daño…

—Joder, María… me corro ya… mmmm ¡diooos!

Fue lo último que dije y aparté el móvil para entregarme del todo a aquel
orgasmo… en dos sacudidas ya me corría como loco imaginándome justo la
escena que narraba mi novia… por lo menos eché cinco chorros que me llegaron
dos o tres hasta el pecho… Una corrida descomunal que me dejó hasta mareado.

Cuando cogí el móvil de nuevo, vi que la llamada se había cortado. No sabía
si había colgado yo sin querer. Miré mi torso y estaba embadurnado de aquel
líquido blanco. Le saqué una foto a todo aquel desastre de mi pecho y vientre
empapado y mi polla lagrimeando al fondo. Le escribí a María inmediatamente.

—¿Se ha cortado? ¿Te has corrido? —pregunté.

—No.

—¿No?

—No, aun no.

Inmediatamente después le mandé aquella foto y ella respondió:

—Joder, qué cabrón…

—¿Sí? ¿Tú qué?

Ella no respondió y al minuto vi que me entraba una foto. Cuando la vi casi
se me sale el corazón del pecho: María en la postura aquella de estar sentada con
las piernas abiertas… esta vez con la camisa blanca abierta y enseñando sus
tetazas… y con dos dedos separándose los labios del coño… mostrándolo…
abierto… de una forma brutal… Tenía el coño abierto y enrojecido que sentía
que se me ponía la polla dura otra vez. Y las tetazas con la camisa abierta ¡Dios!
¡Parecían más enormes que nunca…! y su cara colorada… su melena
alborotada… parecía que estaba acalorada… sudando… dios ¡qué cara! ¡¡Tenía
una pinta de puta increíble…!!

Le escribí pero no me respondió… hasta que pasados unos minutos lo hizo:

—Ufff… qué bueno.

—¿Sí? ¿Te has corrido?

—Jajaja… dios, sí…

—¿Qué tal la historia?

—Muy tuya… jajaja.

—Jaja, y tuya también ¿no?

—Sí…

—Estuvo muy bien, ya viste lo que eché yo…

—Jaja… ya… qué fuerte. Madre mía. Vaya foto. Ahora la borro.

—Ya.

—Bueno Pablo, me ducho y duermo que es tardísimo.

—Mmm… vale, descansa.

—Buenas nochees. Muaa. Te quiero.

—Te quiero. Hasta mañana.

Me fui a limpiar y aun estaba en shock. Pensar que María se había
masturbado pensando que Edu se la follaba… Dios… si de verdad había sido así
me parecía otro gran paso. Y qué decir de aquella foto… no había borrado las del
día anterior, y no me preocupaba porque soy de los que voy con el móvil hasta a
mear. Pero sobre todo aquella última foto… uff… entre aquella foto y la que
salía con Edu podría encerrarme en casa como un crío y pajearme durante
horas… pajearme durante horas imaginando que Edu se la follaba tal cual salía
en la foto…



CAPÍTULO 21

A la mañana siguiente, ya miércoles, estaba expectante y no tardó Edu en
volver a ser él y escribirme:

—Hola Pablito, a ver María hoy, la quiero guapa en la cena.

—Tú y todos según dijiste, ¿no? Jeje.

La conversación fueron solo esas dos frases, y me quedé con ganas de más.
Pero es que casi nunca sabía qué decirle.

Yo tenia sentimientos encontrados, fundamentalmente porque Edu me
parecía un cretino. Por un lado quería que intentase todo lo posible con María y
por otro quería que María lo pusiera en su sitio a las primeras de cambio. Pero
me daba morbo que María le siguiera el rollo sabiendo que eso a mi me ponía
cachondo. Tenía que escribirle a María antes de la cena y pedirle que tontease
con él, que lo hiciera por mí. Sabía que aquello era romper el pacto pero no me
quedaba otra.

Efectivamente así fue. Sobre las ocho de la tarde María estaba en el hotel y
me llamó antes de vestirse para cenar y le volví a pedir que tontease con Edu y
ella me dijo que no. Finalmente le dije:

—Vale, no hagas nada.

—No, si ya sé que no voy a hacer nada, Pablo.

—No, quiero decir que no hagas nada de entrada, pero solo te pido que si él,
por lo que sea, se pone tonto, le sigas el rollo hasta ver a donde llega.

—¿Qué le siga el rollo?

—Sí.

—Él no va a hacer nada, Pablo. Primero que está con Nati, y segundo que si
quiere enrollarse con otra tiene aquí donde elegir.

—Bueno, tú prométeme eso.

—Ay… qué pesado.

—Venga, María.

—Buff, valee.

—Dímelo.

—A ver… de verdad me haces sentir un poco como una idiota. Está bien, si
él se pone tontito e intenta algo yo le sigo el rollo a ver de qué va.

—Vale, ya está. No es tan difícil ¿no?

—Bueno, ya.

—¿Qué te vas a poner?

—Pues aun no lo sé… pff… voy tardísimo. Te tengo que dejar ¿vale?

—Vale, ya me vas contando eh.

—Sii, jaja, ya te voy contando. Venga, te quiero, chao.

—Te quiero.

Era increíble la excitación qué sentía por aquello. Miraba el móvil
constantemente y a penas cené. Pasadas las once de la noche Edu me enviaba
una foto: en ella se veía un gran salón y una mesa redonda, como de siete u ocho
personas entre las que estaban Edu y ella sentados juntos. Él estaba de traje y
ella con un mono granate impresionante. Aquel mono no tenía escote, era de
cuello redondo hasta el cuello pero se le pegaba al cuerpo que le hacía unas tetas
brutales. Creo que era la prenda de ropa que más tetas le hacía; además era
finísimo y se le pegaba al cuerpo como una segunda piel; más de una vez se lo
había puesto y me había preguntado si se le marcaba… si se le marcaban los
labios del coño… obviamente me lo preguntaba con otras palabras. Y no, no se
le marcaban, pero de milagro. Y el culo que le hacía en tacones era de infarto…
se apreciaban perfectamente una y otra nalga y tenía que llevar tanga sí o sí para
que no se le transparentara. Pff era brutal como le quedaba. Se me puso la polla
tiesa solo de recordar como le quedaba y de saber que Edu estaba a su lado.
Mientras miraba esa foto me entró otra también enviada por Edu en la que salían
solo ellos dos, más de cerca, y él tenía su brazo tras ella, con su mano en algún
punto de la espalda de ella. Tras esta foto él escribió:

—No te hagas una paja todavía que queda mucha noche.

—Jaja, no, tranquilo. Veo que la cuidas bien.

—Y mejor la voy a cuidar cuando se tome dos copas más jaja.

—¿Sí? ¿Va contentilla?

—Aun está formalita, pero vamos a ir a un pub después unos cuantos. Ya te
contaré. Aunque igual hasta mañana no te puedo contar, jajaja.

Yo estaba con el corazón en un puño y no tardé en escribirle a María:

—¿Qué tal os va?

—Bien, parece que vamos a tomar algo después. Aunque yo estoy algo
cansada.

—Bueno, seguro que te vas animando.

—Ya… No sé. ¿Tú te acuestas ya? —preguntó.

—Sí, pero tú véteme escribiendo, ¿vale?. Igual lo voy leyendo o lo leo
mañana por la mañana.

—Vale.

—¿Recuerdas lo que me dijiste eh?

—Que siii. Venga, descansa.

—Vale, María, te quiero, un beso.

Me metí en la cama, y comenzaron a pasar los minutos, y después las horas.
Miraba el móvil compulsivamente. Pasaba de la una de la madrugada y no sabía
nada. Miraba las fotos del móvil, la última, aquella mano de Edu, su frase de
cuidármela bien… Tenía la polla constantemente lagrimeándome sobre el pijama
cuando imaginaba qué intentos podría hacer Edu con ella. Sobre las dos de la
madrugada María me escribió:

—Me voy al hotel.

No me corté en preguntarle por Edu:

—¿Con quién? ¿Con Edu?

—Me voy sola, estoy cogiendo un taxi.

—¿Y eso?

—Calla, menudo cabrón el Edu este.

—¿Pooor?

—Joder estábamos en un pub hace una hora y yo me quería ir al hotel y me
insistió en que fuéramos a otro pub más, que aun se quedaba mucha gente.

—¿Y?

—Pues que llegamos a este pub y el tío a su bola. Que a mi me da igual,
pero joder, para qué me dice nada.

—Ya.

—Y nada, espera, ahí está el taxi.

Yo intentaba digerir todo aquello, parecía bastante enfadada. Al minuto
continuó escribiendo:

—Pues nada, ahí le dejé, con una chica.

—¿Quéee? ¿liándose con una?

—No, no se estaban liando. Aun. Pero vamos, ya se veía lo que iba a pasar.
Menudo cerdo.

—Bueno, es su vida.

—Ya, pero para qué coño me lía. Podría llevar una hora durmiendo ya.
Además que la vio y se fue directo, y sabe que yo no conocía a nadie de ese
grupo.

—Ah, pero son de las jornadas también.

—Sí, sí.

—¿Y qué tal la chica?

—Pff, pues una cría, estará recién colegiada, porque vamos…

—¿Y guapa?

—Sí, es mona. No tienes remedio, Pablo. Yo cabreada y tú dale que te pego
con el tema.

—Es que no sé por qué te cabreas tanto.

—Nada, déjalo. Hablamos mañana.

No sabía muy bien por qué pero yo estaba súper nervioso. Aquello no era lo
esperado pero ver a María con ese enfado con Edu me gustaba. Cualquiera diría
que estaba celosa. Quizás Edu había visto muy difícil a María y había optado por
otra más fácil, quizás hasta la conocía de otras veces… pero no veía que María
diera razones que justificasen semejante enfado si no había algo de celos de por
medio, o eso me parecía a mí.

Intenté dormir, yo también madrugaba al día siguiente. Pero a la vista estaba
que no dormía con mucha profundidad pues noté que la luz de mi móvil se
encendía. Eran ya las tres de la mañana y María me había escrito:

—Pablo, ¿estás despierto?

—Sí.

—Joder, que se la ha traído a su habitación.

—¿¿Queee?? ¡¡No jodaaas!!

—Pff, ya ves.

—¿Pero cómo lo sabes?

—Joder, pues les acabo de oir entrar riéndose.

—¿Y qué oyes ahora?

—Nada, uff, espero no oír nada. Solo me faltaba.

—Ya.

—En fin, buenas noches, dios, tengo que dormir pero ya.

—Buenas noches, un beso.

Joder… me dije a mí mismo… y me senté en la cama. La situación de nuevo
no era la esperada pero me parecía tremendamente morbosa. Menudo cabrón
estaba hecho Edu, con el pivón de novia de Nati… con María a huevo al menos
para intentarlo un poco… y se pone a enrollarse con otra…

Intenté dormir, aunque no era capaz. No pasaron diez minutos y noté otra vez
que se encendía la luz del móvil y María me escribía:

—Joder, están follando.

Me dio un morbo brutal leer aquello.

—¿Y qué esperabas, María?

—Pues esperaba no oírlo.

—¿Y qué se escucha?

—Pues se la escucha a ella.

—¿Gemir?

—Claro.

—¿Y muelles de cama?

—Pues no.

—Igual le está comiendo el coño o algo.

—Ay… Pablo, qué asco.

—¿Y qué más se escucha?

—Ay, no sé, voy a intentar dormir, perdona, no te desvelo más

—Vale, ya me contarás.

Le escribí aquello y en seguida me arrepentí. Me ponía muy cachondo
imaginarme a María escuchando aquello y más que me lo contase aunque ella
tampoco parecía muy por la labor. Conseguí dormir un rato, y creí que había
dormido bastante más pero miré la hora y eran a penas las 4, miré el móvil y
María me había escrito hacía tres minutos:

—Joder, qué desmadree.

—¿Sí?

Un par de minutos después me respondió:

—Pff, dios, quiero dormir.

—¿Pero qué pasa?

—Joder, Pablo, no te imaginas los gritos.

—¿¿Sí?? ¿Y no te pone?

—Cómo me va a poner esos gritos que pega.

—¿Pero cuanto llevan?

—No sé, como una hora, dios…

—¿Pero qué se oye exactamente?

—Pues gemidos y gritos y mueven cosas, no sé qué hacen.

—¿Mueven cosas?

—No sé, ruidos raros. Dios, va a despertar a toda la planta.

—Pues da unos golpes en la pared para que paren.

—Si, solo me faltaba. A ver si paran ya y ya está. Espera. Hostiá.

—¿Qué?

—Uy, espera, ha gemido él.

—¿Sí?

—Sí, creo que sí. Sí, además han parado. Parece que se ha corrido él.

—¿Pero cómo era el gemido?

—Ay, Pablo no sé, pues gemido de tío cuando se corre. Dios. Al fin.

—Ya.

—Bueno, perdona, menudo imbécil, además sabiendo que estoy al lado. A
ver si duermo tres horas y algo.

Me quedé dormido tremendamente empalmado con aquello que contaba
María. Cuando sonó mi despertador miré el móvil. María me había escrito a las
cuatro y media:

“No me lo puedo creer, están otra vez”, y minutos más tarde: “Menudo
cabrón, les voy a decir algo”.

Le pregunté en seguida qué había pasado pero no me contestaba. Dudé en
escribirle a Edu pero no lo hice. La verdad era que no la veía capaz de
interrumpirles follando por muy jodida que estuviera porque no la dejaran
dormir. Finalmente, a media mañana, y tras insistir y llamarla, me rechazó la
llamada y me escribió un “después de comer te cuento”.

A las cuatro de la tarde me llamó, me levanté de mi asiento en mi oficina y
me empezó a decir que se había quedado dormida, pero que también se había
quedado dormido Edu. Que la chica no se había ido hasta prácticamente las seis,
que había dormido dos horas hasta que había venido Ángel a despertarla a ella y
a Edu, que se habían perdido la primera charla.

—¿Y ahora qué haces? —le pregunté.

—Pues estoy subiendo a mi habitación. Me voy a dormir.

—¿Pero no hay más charlas?

—Sí, pero me da igual. Estoy muerta, dormí dos horas por el idiota ese. Y
por la cría chillona. Aun tengo sus chillidos en la cabeza, joder.

—¿Y él también se quedó dormido?

—Sí, le eché una buena bronca.

—¿Qué dices?

—Sí, después de que Ángel nos despertara, me duché y me vestí rápido y él
no salía de la habitación. Llamé a su puerta y le dije que no me parecía normal el
escándalo que habían montado. Para colmo me dice… cómo fue… me soltó algo
en plan “¿No sería envidia?”

—Qué dices.

—Lo que oyes. Menudo gilipollas. Tenía la habitación que daba pena. Y
nada… para colmo los del despacho con cachondeo… en plan qué haríais… no
se os puede dejar solos… qué casualidad que os vayáis juntos a otro pub y os
quedéis dormidos…

—Jaja, ¿en serio? ¿En plan que os hubierais liado?

—No sé. Sí, en ese plan. Pero en broma. Espero.

María se fue a dormir. Por la noche iban a cenar algo y salir pero solo los
cinco de su despacho y quizás algún despacho más pero ya no una cena
multitudinaria porque muchos se volvían a casa esa misma noche.

Mientras María dormía Edu me escribió contándome que María “se le había
puesto chulita por la mañana”, me lo escribía con muchos “jajaja” por medio, le
daba igual todo. También me dijo que se había liado con una. Finalmente me
dijo:

—Hoy lo intento con María sí o sí.

—¿Hoy con el cabreo que lleva?

—Claro, esta noche, Pablito. A las chicas les encanta que les pidamos
perdón.

—No sé yo con María…

—Jaja, no tienes ni idea. Ya verás. La de tías que me he follado haciéndoles
primero una putada para después acabar pidiéndoles perdón y después… ya
sabes…

—Bueno, a ver, aunque María está muerta.

—Ya, se ha ido a dormir ahora. Yo sí que estoy muerto jaja.

Me parecía muy ambicioso por su parte intentar sacar algo de María esa
última noche, estando ella súper cansada y enfadada con él, pero él parecía tener
sus tácticas y sus ritmos y, desde luego, no parecía que le fuera mal… ni iba a ser
yo quién le desanimase a intentarlo…



CAPÍTULO 22

Me sentía un testigo de excepción de todo lo que iba pasando en aquel viaje.
Sentía que en semanas a penas había pasado casi nada y en aquellos días no
paraban de pasar cosas y yo no era ni capaz de digerirlas. Aquellas fotos de
María, el sexo telefónico que habíamos tenido y aun encima Edu se follaba a
otra en la habitación de al lado de María ¡durante tres horas! Para colmo Edu
pretendía aprovechar la última noche para intentar algo. Yo me pasaba el día en
el trabajo pero con la cabeza realmente en aquellas jornadas de formación.
Gracias a dios eran solo cuatro días, pensaba que si hubiera sido más tiempo ni
mi corazón ni mi polla podrían haberlo soportado.

Yo también estaba cansado y esa tarde de jueves volví pronto a casa. No
pasaban mucho de las ocho cuando ya me estaba haciendo la cena y María me
llamó. Parecía de mucho mejor humor. Había dormido bastante más aquella
tarde de lo que había dormido por la noche. Para mi sorpresa me pidió perdón,
me dijo que yo no tenía la culpa de la mala noche que ella había pasado, y que
ella me había estado despertando. Creo que ella sabía que a mi no me molestaba
mucho que me desvelase si era para decirme que estaba escuchando a Edu follar,
pero me daba la sensación de que ella no sabía que no era que no me importase,
si no que estaba encantado y me ponía a mil.

Me contó que estaba algo preocupada porque el jefe que iba con ellos se
hubiera enterado de que ella no había ido a las charlas de aquella tarde, pero que
confiaba en que siendo tan despistado no se hubiera dado cuenta. Me dijo que
irían a cenar los cinco de su despacho: el jefe, la otra María, Ángel, Edu y ella.
Yo no me daba cuenta de quién era el tal Ángel y me acabó diciendo que me lo
había presentado y que se casaba a finales de octubre y ya me había dicho que
tendríamos que ir a su boda. Pero en aquel momento lo que me importaba era lo
que pasaría en las próximas horas, y me dijo que esa noche quizás tomarían una
cerveza o una copa después pero que no era seguro. Le pregunté si se le había
pasado el enfado con Edu y me dijo que para nada. Que poniéndose chulo para
colmo por la mañana lo había acabado de rematar. Me dijo que hasta se
planteaba decirle a Paula que le había puesto los cuernos a Nati.

—No te metas en eso, María…

—¿Por qué no? Que se joda.

—Primero porque no es tu vida y segundo porque es tu palabra contra la
suya. No tienes nada que ganar ahí.

—No sé…

—A parte amiga de Nati no eres… va a sonar muy raro, como a venganza.

—No sé… es que qué cabrón, de verdad.

—A ver, creo que te estás emparanoyando un poco. La chica le salió gritona
y ya está. Edu no se puso a follar haciendo ruido a propósito para joderte.

—Bueno, tú no escuchaste ese escándalo.

—Jaja… no… si ese escándalo me lo vas a contar con pelos y señales…

—Jaja, si bueno… no tienes remedio, de verdad. —rió María.

—¿Qué te vas a poner esta noche?

—Pues no sé… lo que me queda… tengo un vestido o una falda negra para
poner con una camisa. No sé, es que el vestido es muy escotado, para una cena
con jefe creo que paso.

—Oye, María, estaba pensando… y la chica de ayer… ¿sale esta noche?

—No, los de ese despacho se iban hoy. Menos mal. Otra maratón no, por
favor.

—Bueno, igual te ataca a ti, hoy.

—Sí, vamos. Lo que me faltaba, me ataca y le doy una bofetada. Por cerdo.
Además no lo va a hacer. Ya te lo he dicho.

—Bueno, antes me decías que no lo haría porque estaba con Nati, pero visto
lo visto…

—Ya… no sé. Parece que le van las fáciles en cualquier caso.

—Bueno… tú ya sabes… lo que hemos hablado, si lo intenta déjate hasta
ver a dónde quiere llegar. ¿vale?

—Eres más tonto…

—Jaja, ¿Por qué?

—Pues porque no tienes remedio, Pablo. Que no lo va a intentar, pero sí, no
empieces otra vez, si intenta algo me dejo un poco a ver qué hace. —El tono de
María era amable, hasta cariñoso.

—Te quiero mucho, María.

—Ya… y yo.

—Pues eso, que te quiero y que… joder… que estás muy buena y… me
pone que te tiren la caña, y si es un flipado como Edu que se cree que puede
tener a todas pues me pone aún más.

—Ya, ya… jaja. En fin. ¿Lo dejamos? Igual me han llamado, y aun me
tengo que duchar, vestir, y demás.

—Vale, ¿Me mandas una foto cuando estés vestida?

—Valeee. Besitos.

—Besitos. Te quiero.

Tenía un nudo en el estómago. Una mezcla de amor, totalmente puro, morbo
por todo aquello y un poco de enfado conmigo mismo; el hecho de yo estar
jugando a aquel juego a dos bandas no me parecía justo del todo.

Estuve viendo algo de tele y María me mandó una foto que había sacado de
cuerpo entero contra un espejo en su habitación de hotel. Con una falda de cuero
negra hasta un poco por encima de las rodillas y una camisa rosa de seda que le
quedaba impresionante, además en taconazos… estaba brutal. Un poco pintada y
con el pelazo que le caía hasta la parte baja de la espalda… las piernas que le
hacían los tacones eran… para dejar sin respiración.

—Estás brutal, María.

—¿Sí? Pues no es mi intención.

—Joder, estás buenísima. Creo que me voy a hacer una paja con esta foto…

—¿Sí?

—Pues sí. Pásalo bien. Oye, desabróchate un botón de la camisa si eso ¿no?.

—Jaja, que noooooooo. Venga, un besazo. Descansa.

—Te quiero, besazo.

Me acabé quedando dormido en el sofá. Estaba tenso y expectante, pero
ciertamente destrozado. Pasaban un poco de la media noche cuando estaba
lavándome los dientes y María me escribió:

—Estoy tomando una copa con Edu.

Me subió un no sé qué por el cuerpo, como solo aquella historia podía
producir en mi.

—¿Sí? ¿Y eso? ¿Los dos solos?

—Sí, bueno, estamos en la barra. Está Ángel por ahí y alguna gente de otros
despachos al final también.

—¿Y él? ¿Escribes delante de él?

—No, hombre, se acaba de ir al baño. Me está pidiendo perdón. Ya te
contaré.

Si pensaba que aquella noche quizás pudiera dormir del tirón aquella
conversación dejó claro que no. Me tumbé en la cama e intenté dormir, pero de
nuevo, como la noche anterior, miraba el móvil cada menos de diez minutos. Me
la imaginaba con aquella falda y aquella camisa… en la barra con él… ufff… me
ponía cachondísimo. Miraba la foto que me había mandado y se me ponía
durísima. Pensé en hacerme una paja para caer rendido pero me gustaba, estaba
enganchado, a aquella sensación de no saber qué estarían haciendo a la vez de
estar súper excitado.

Dudé en escribirle a Edu pero conseguí contenerme. No tenía ni idea de
cómo iba a intentarlo con ella. Finalmente casi a las dos de la mañana le escribí a
María:

—¿Le has perdonado entonces?

Me quedé mirando la pantalla. Ella no lo recibía. Al minuto le volví a
escribir:

—Escríbeme cuando llegues al hotel, ¿vale? Te quiero mucho.

Estaba hecho un manojo de nervios y ella no recibía lo que le mandaba.
Intenté tranquilizarme. Decirme a mi mismo que al fin y al cabo era lo que
quería, que se quedasen solos a ver qué pasaba. Finalmente conseguí dormirme.

Sonó mi despertador para ir al trabajo aquel viernes e inmediatamente cogí
mi móvil. No solo María no había escrito si no que quién lo había hecho había
sido Edu, pasadas las tres de la madrugada. Terriblemente nervioso leí:

—¡¡Jooder!! Me encanta tu zorrita con unas copas… lo que te estás
perdiendo. Por cierto… qué gusto sobarle esos muslos suaves… y calentitos.
¡Joder qué buena está!!



CAPÍTULO 23

Tuve que releerlo varias veces. No me lo podía creer. Imposible describir con
palabras lo que sentía. Estaba infartado. Llamé a María pero su móvil estaba
apagado. Le escribí a Edu pero el mensaje no le llegaba. Finalmente me tuve que
ir al trabajo sin saber qué había pasado ni qué pensar. Intentaba no darle vueltas,
pero pasaban las horas y María seguía con el móvil apagado.

Me acabé tranquilizando un poco, pensaba que sería alguna fanfarronada de
Edu y finalmente María me acabó llamando pasado el mediodía. Tenía prisa
porque según decía estaba haciendo la maleta para coger el tren. Me decía que
estaba sorprendida por ver nueve llamadas perdidas mías, le dije que era porque
no me había escrito al llegar y me dijo que se había quedado sin batería y no lo
había puesto a cargar un poco hasta aquella misma mañana.

Su tono era normal, parecía estar claro que lo que me había escrito Edu
podría haber tenido mucho de farol o fanfarronada… Finalmente me dijo:

—Ahora tengo muchísima prisa pero al llegar a casa te tengo que contar de
Edu.

—¿Por? ¿Qué ha pasado?

—Nada… pero sí que es lanzado sí…

—¿Sí? ¿Pero por qué?

—Naaaada… ya te contaré. Seguro que hasta te gusta lo que te voy a contar.
¿Me vienes a recoger a la estación? Llego a las seis.

—Pff no puedo, hasta las siete imposible salir hoy, ¿pero en serio no me vas
a contar nada ahora?

—Después en casa, con calma, en serio, Pablo. Un beso, nos vemos de
noche entonces.

—Ok… Un beso.

Me quedé sorprendido de que me colgara así, pero aun estando inquieto
estaba ya mucho más tranquilo. Estaba deseando encontrarme con María y que
me contara todo. El cabrón de Edu había visto mis mensajes pero no me
respondía. Afortunadamente me metieron en un buen lío en el trabajo que me
tuvo entretenido hasta la hora de salida, pues si no habría estado dándole vueltas
al tema todo el día.

Cuando conducía de vuelta a casa me llamó Edu pero no le cogí. Parecía que
todo tenía que ser cuando él quisiera, por muchas ganas que tuviera de que me
contara, el cabrón había tenido todo el día para responderme y había pasado
completamente.

Llegué a casa y María estaba hablando por teléfono con su madre. Nos dimos
un pequeño pico… Dioss… sería que llevaba cuatro días sin verla y seis sin
follar pero estaba que me mataba. Llevaba solo un camisón marrón que era casi
como ir desnuda… me encantaba cuando ya hacía calor e iba por la casa con uno
de esos dos o tres camisones que tenía. Llevaba el pelo un poco recogido, de una
forma algo caótica y desenfadada… que le daba una imagen de una belleza
natural tremenda. Ella se paseaba de la cocina al salón y del salón a la cocina
mientras hablaba con su madre y yo no le quitaba ojo… ¡no podía estar más
buena! Por pajas que me hubiera hecho aquello no me había calmado lo más
mínimo sino todo lo contrario.

Edu me volvió a llamar y yo lo puse en silencio y le di la vuelta al móvil. Fui
al dormitorio y me quedé solo en calzoncillos y camiseta y volví al salón y
finalmente María colgó el teléfono y nos dimos un beso bastante menos casto.
Me preguntó por mi semana, decía que solo habíamos hablado de ella con tanta
tontería. En aquel momento me di cuenta de que tan absorto había estado con
todo aquello que ni le había dicho que trabajaría al día siguiente, aun siendo
sábado. Se quedó bastante sorprendida, lógicamente, pero le dije que muchos
trabajaban un sábado al mes y que estábamos acabando un proyecto y que lo
mejor era ese sábado. Me dijo si no podía trabajar desde casa pero era imposible.
Todo aquello se lo contaba mientras cenábamos y ni que decir tiene que yo no
tenía muchas ganas de contarle nada, y menos eso, que bastante me jodía, si no
de que me contara ella.

Se puso a hablar de cosas de aquellas jornadas, retrasando lo inevitable hasta
que ya los dos en el sofá le dije:

—Bueno, qué, ¿me cuentas lo de Edu ya o qué?

—Jaja.. ¿ya? Bueno… a ver… Ayer cenamos los cinco, bien, normal, la
cosa muy tranquila. Es que cuando está el jefe es todo otro rollo más aburrido, y
nada, al final fuimos a un bar Ángel, Edu y yo. Uno que estaba al lado del hotel.
Una vez allí Ángel se puso a hablar con unos que eran también de las jornadas
que llevaban un plan parecido al nuestro y Edu me dijo que tenía que hablar
conmigo. Y nada, fuimos a la barra, nos sentamos en unos taburetes y pedimos
una copa.

—¿Edu y tú solos?

—Sí. Y entonces él empezó a pedirme perdón. Perdón por lo de esta
mañana… perdón por lo de ayer de noche… y tal y cual.

—Qué tío… ¿Y tú aceptabas las disculpas?

—Bueno, yo estaba callada, es que no me fiaba mucho de que fuera cierto.
Y nada, que no había sido profesional por su parte… que las jornadas no eran
para andar ligando por ahí… que por cierto, de Nati no dijo nada, como si
estuviera libre, ¿sabes? Me hablaba como si no tuviera novia. Y bueno, en esto
que llegó Ángel y nos interrumpió con los chicos esos y ya empezó con la
historia de que no se nos podía dejar solos, que ayer nos habíamos quedado solos
y a saber a qué hora habíamos llegado… que si uyyy… qué casualidad que se
quedaran dormidos hoy los dos… como haciendo la broma de que nos
gustábamos o yo qué sé. Y yo, bueno, a parte de pensar que era idiota, pues
estaba bastante violenta porque uno de los chicos… bueno con uno de aquellos
chicos había hablado el día anterior y sabe que tengo novio.

—¿Y cómo sabe eso?

—Pues por nada. Hablando de no se qué, de que ciudad vivía y que si el
alquiler o no se qué y con quién compartía piso le había dicho que con mi novio.
Una chorrada. Pero claro, imagina mi cara con Ángel diciendo eso y yo
habiéndole dicho el día anterior al chico que vivía con mi novio. Pero el caso es
que para colmo Edu se puso en plan… calla Ángel… ya me gustaría… Es el
pibón del despacho… a qué sí… estamos todos… locos por ella… o enamorados
de ella o algo así.

—Jaja, qué tío —yo no la quería interrumpir mucho.

—Bueno y nos tomamos otra copa con ellos, o dos, no sé. Todos en la barra.
Hasta que los chicos se fueron a una mesa y Ángel creo que se fue al hotel. Y
nada, otra vez Edu y yo solos me pidió perdón también por lo que había pasado
en su casa. Y claro, yo me quedé blanca. Que si no eran formas de recibir a una
colega del despacho… que si se había dado cuenta cuando me había ido…

—A ver, a ver, o sea, él insinuando que tú le habías visto el paquete
entonces.

—Bueno, insinuando no, es que me llegó a decir algo como “no puedo
recibir a una compañera en pantalón corto y marcando”.

—¿Dijo marcando?

—Sí, sí. Y yo le iba a responder o a hacerme la loca y dijo: porque sé que te
diste cuenta. Y para colmo va y me saca el maldito tema de cuando yo… estaba
sin sujetador en mi despacho… en fin. Me dijo algo como que aun encima que
me había metido un corte por aquella vez iba él y me recibía haciendo
prácticamente lo mismo pero en versión hombre.

—Qué personaje…

—Ya. A ver… es que te lo estoy resumiendo, pero bueno las cosas iban
surgiendo. No sé. Yo estaba algo incómoda pero a la vez bien.

—¿Cómo bien?

—Que el tema era raro pero tampoco lo veía tan grave. Y nada, seguimos
hablando y tal y me dijo después algo como que era su punto débil o que le había
dado en su punto débil… cómo que aquel día en el despacho… que se me
transparentase el pecho… que claro, como que era la zona más tal de la mujer o
algo así, como la zona erógena por excelencia, yo que sé, algo así. Y me dice
porque del hombre claro… hay menos zonas de esas. Bueno pues no sé cómo me
acabó preguntando y yo le dije que de un hombre pues no sé… la espalda… o…
el torso si está bien marcado… los ojos… que yo tampoco tengo una lista con las
zonas que me atraen de un hombre, ¿sabes? Y va y me dice algo así como,
“bueno, obviando lo obvio, ¿no” como refiriéndose a… ya sabes…

—Ya, él en plan que la espalda y los ojos y lo que quieras pero que la polla
primero.

—Pues sí, algo así.

—Joder, María, vaya conversaciones… hablando de las zonas erógenas con
Edu a las tantas, con unas copas…

—Sí, pero no sé, no me parecía forzado.

Yo estaba ya que no podía disimular la erección. María se tenía que estar
dando cuenta. Estábamos los dos en el sofá recostados en los extremos, frente a
frente. Al estar boca arriba mi polla palpitaba sola y se me estaba montando una
pequeña tienda de campaña…

—Y nada… cuando sí que se le fue la olla fue con lo que dijo después… Y
es que… cómo fue… como que dijo, pues yo de una chica, a parte de lo obvio,
las tetas o el culo… me gustan las rodillas. Y yo debí poner cara de este tío está
loco. Pues no se corta y me pone la mano en la rodilla. La verdad es que los
taburetes estaban muy pegados y casi teníamos las piernas tocándonos al estar
girados para hablar de frente. Y nada, espera que ahora viene lo mejor, le digo
que cómo que las rodillas, y es que a mi casi me estaba dando la risa, y me dice
algo como: bueno, más que las rodillas… aquí. cuando ya empieza a ser
muslo… y mueve la mano y me la pone en el muslo, a ver, casi en la rodilla pero
ya era muslo, vamos.

—No me jodas…

—Claro… yo me quedé muerta, como quieta. Me puso la mano justo por
encima, entre la rodilla y la falda. Me quedé bastante sorprendida, aquello si que
no venía a cuento y se quedó con la mano ahí y yo automáticamente pensé…
primero pensé “quita esa mano de una vez” pero también pensé “cuando se lo
cuente a Pablo se muere”. Pero él no la quitaba y me dice: “¿Están mirando
esos?” refiriéndose a los del otro despacho que estaban en la mesa, y si que el
que había conocido estaba mirando, hacía como que disimulaba pero estaba
mirando, de hecho ya le había pillado mirándome antes. Y no sé… tampoco era
nada, estaba en el muslo sí pero casi en la rodilla y entre que quería contártelo y
el chico aquel mirando… pues no se la aparté. Y él dijo algo como: “son unos
cotillas salidos, como nos enrollemos se mueren de envidia”.

—¿Dijo eso?

—Sí, además lo dijo como… no sé… en plan “si ahora me lío contigo que
se jodan”, como si yo quisiera, vamos. Ahí ya pensé: “este aun se va a llevar una
bofetada”. Pero no contento con eso, no sé si al ver que yo no protestaba, pues se
puso de pie y ahí si que ya metió un poco más la mano.

—¿¿En serio?? ¿¿Cuanto?? —mi polla dio un respingo… no podía
disimular más.

—No sé, un poco, pero debajo de la falda ya.

—¿Y que hiciste? ¿Hasta donde?

—Pues no sé, hasta la mitad a lo mejor y claro, le dije “para”.

—Uff. Qué tío… —yo me llevé la mano a la polla… quizás fueran
alucinaciones mías… pero veía los pezones de María transparentando el camisón
de una forma exagerada… no me daba la impresión de que los hubiera tenido tan
duros antes.

—¿Y qué hizo? —yo ya no me cortaba y me hacía una pequeña paja debajo
del calzoncillo.

—Pues el cabrón no quitó la mano y me preguntó “¿Paro?”, como en plan:
¿Estás segura de que quieres que pare?” Es que hay que ser flipado… de verdad,
qué asco… Y le dije: “Aparta la mano ya”. Y el muy idiota me dice: vale, y me
aprieta un poco el muslo y quita la mano. Dioos… ese apretón me jodió que ni te
imaginas.

—¿Por?

—¿Cómo que por? No me jodas…

—¿Pero cuanto tiempo te estuvo tocando la pierna?

—¿En total?

—Sí.

—Pues poco, muy poco, no sé. Un minuto o ni un minuto.

—Joder, María… —le dije resoplando… y sin dejar de masturbarme.

—Ya te veo… ya.

—¿Y qué más?

—Poco más. Se quedó de pie a mi lado hablando como si no hubiera pasado
nada.

—¿Y nada más?

—Bueno… al rato como que me preguntó si seguían mirándonos y le dije
algo como “mira, ya vale, me aburre el tema”. Y nada, no había vuelta atrás,
estaba tontísimo, me dijo que si me aburría que me fuera, que nadie me obligaba
o no se qué. Nada, muy chulito, ya sabes. Lo mismo te habla normal o hasta
majo que se pone de un gilipollas…

—Ya… ¿pero cómo hasta qué hora, y te fuiste u os fuisteis…?

—Pues creo que me fui al baño y al volver estaba él con los otros chicos y
nada, pagamos y nos fuimos todos al hotel, creo que llegamos a las tres y algo…
no sé, a las cuatro en punto estaba en la cama seguro.

A mi no se me iba de la cabeza aquella frase de María: “ahí si que ya metió
un poco más la mano”. Dioos… me lagrimeaba la polla bajo el calzoncillo sin
parar. Me imaginaba a Edu de pie, al lado de María metiéndole mano bajo
aquella falda de cuero… qué cabrón… y ¡¡dioos!!, ¡¡cómo me ponía…!! Creo
que nada me había puesto más cachondo en mi vida que imaginarme aquello.

—Bueno, está claro que te tiene ganas, tenía yo razón —le dije.

—Hombre… creo que le valen todas.

—¿No crees que te tiene ganas a ti especialmente?

—Pues no, este le va a todo lo que se mueve.

Yo seguía tocándome debajo del calzoncillo y miraba las tetas y los
pezonazos de María bajo el camisón, se le transparentaban hasta las areolas… y
los pezones como dos pitones que aquello no era normal.

—¿Y no te puso? —le pregunté.

—Claro que no.

—¿Te toca así la pierna y no te puso ni un poco cachonda?

—No, me pones tú…

En ese momento cogí uno de los pies de María y lo puse sobre mi miembro.
Ella no se rió ni se sorprendió. Estaba ya con las mejillas sonrojadas. Estuvimos
un rato en silencio en el que ella tenía su pie allí y yo intentaba asimilar todo lo
que me había contado, finalmente ella me acabó proponiendo ir al dormitorio,
pero estaba tan buena allí recostada y yo estaba tan cachondo que no podía más,
me acabé tumbando sobre ella, nos besamos y nos magreamos como si
estuviéramos en celo… mis manos le tiraban un poco del pelo hacia atrás al
besarla, le sobaba las tetas sobre el camisón y nos dábamos unos besos
tremendamente guarros, yo frotaba mi pelvis con la suya y ella ya gemía por el
roce, estaba cachondísima. Llevé una de mis manos a sus muslos y le susurré:
“¿Te tocó aquí o más arriba” y ella me respondía que no lo sabía. Después le
pregunté si le había gustado cómo la había tocado y me respondió: “me gusta
que me toques tú…” Insistí y me acabó pidiendo que dejara el tema, que estaba
harta de hablar de él.

Me arrodillé en el suelo y tiré de su cadera para acercarla… le subí un poco
el camisón y aparecieron ante mi unas bragas negras que quité inmediatamente.
Dioos… cuando le vi el coño casi me muero, ya tenía los labios hinchados y un
poco hacia afuera… podría metérsela sin más preámbulo, era increíble lo
cachonda que estaba.

—Joder María… cómo lo tienes… está ya para que te la meta.

—Llevamos casi una semana…

—Ya… pero aun así…

Acerqué mi boca allí, besé sus muslos primero y después besé con cuidado la
entrada de su coño… saqué la lengua y me empapé de todo aquel jugo que
estaba soltando. Era increíble lo bien que sabía. Ella se recostó un poco más y
soltó un “uuff” morbosísimo. Lo que vino después fue una comida de coño
brutal. Le besaba el clítoris y con mi lengua separaba sus labios hasta hacerla
retorcerse del gusto; ella soltaba tanto flujo que yo no me lo podía creer. María
no paraba de resoplar y yo seguía comiéndoselo, abriéndoselo más. Cuando
notaba que estaba cerca de correrse yo paraba y me quitaba la camiseta y el
calzoncillo y volvía a comérselo, y cuando veía otra vez que podría correrse
paraba para besarle los muslos, a la tercera vez que notaba que estaba a punto
paré y le bajé los tirantes del camisón liberando sus tetazas…

—Joder…. —me estás matando… —susurró a la tercera vez que la había
dejado al borde del orgasmo.

Llevaba comiéndole el coño como quince minutos. Miraba hacia arriba y la
veía completamente sonrojada, con las tetas hinchadísimas… ella llevaba su
mano a mi cabeza o a sus tetas… cuando estaba a punto de correrse sus piernas
le temblaban y yo paraba y le besaba otra vez con cuidado los muslos.

—Vas a manchar el sofá… —le dije con malicia.

—Joder… haz que me corra… dios…

Miré su coño… la imagen era tremenda… estaba tan abierto y los labios tan
salidos que no me lo podía creer. Me puse en pie e inmediatamente María
incorporó el torso y se metió mi polla en la boca. Nunca se había lanzado así a
mi polla. Era increíble. Llevé mis manos a su pelo, le solté el moño y disfrutaba
de una mamada brutal, tanto que casi me hacía daño, se la metía hasta los
huevos… me la chupaba ayudándose de una mano y la otra la bajó a su clítoris
para acabar lo que yo había empezado.

—Dime que te puso, María. Dime que te puso que te tocara.

Ella no respondía, su boca no soltaba mi polla.

—Joder, María… dime que te puso cachonda…

Ella retiró su boca, pero no su mano y sin dejar de masturbarme y
mirándome me dijo:

—¿Sabes que me puso?

—¿Qué?

—Que el otro chico viera como Edu me metía mano.

Aquel “Edu me metía mano” casi hace que me corra… dicho así sonaba tan
morboso que me temblaban las piernas.

—¿Sí? ¿Por qué? —pregunté.

María sentada y yo de pie frente a ella. Se había dejado de tocar y con sus
dos manos jugueteaba con mi polla y mis huevos. Yo miraba para abajo y veía su
cara acalorada, sus tetazas enormes, su camisón enredado en su cintura y hasta
los labios de su coño hacia fuera.

—Me puso… no sé…

—Pero ¿por qué?

—No sé… seguro que le parecí una guarra… con novio y dejándome…
hacer… así…

—Seguro que pensó que eras un poco puta…

—No sé… igual sí…

—Joder y te pone eso…

—No sé… en aquel momento… un poco, no sé.

María dejó de juguetear con mi polla para masturbarme rápido con una mano
y tocarse ella con la otra. En seguida noté que no podía más.

—Joder María… si sigues me corro ya…

Ella en ese momento se adelantó… pues empezó a gemir ella… a
convulsionar… era increíble la velocidad con la que se tocaba el clítoris con la
otra mano… sus tetas bailaban al mover así el brazo que era un puto
espectáculo… después soltó mi polla y comenzó a gemir… cerró los ojos y se
tocaba con las dos manos… al juntar las manos sus tetas se juntaban también…
la imagen era para morirse… pero la que parecía morirse del gusto era ella que
explotaba en un orgasmo increíble, sus gemidos y suspiros eran morbosísimos.
Yo me cogí la polla y comencé a masturbarme frente a su cara. Ella seguía
gimiendo… ella casi gritando del gusto y la piel de mi polla adelante y atrás a
centímetros de su cara… estuvimos así unos segundos hasta que le dije que no
podía más… que me corría… ella acababa su orgasmo y abrió los ojos y me dijo
“No, no, ¡para!” pero un chorro inesperado salió de mi polla y fue directamente a
su cara, ella cerró los ojos y giró la cara y se levantó un poco para que no la
salpicara más en el rostro, el segundo chorro fue a su cuello y los siguientes a su
escote y a sus tetas mientras ella decía que parase y a mi me temblaban las
piernas que creía que me desmayaba mientras no paraba de correrme sobre ella
como nunca había hecho. Eché por lo menos seis o siete chorros sobre sus tetas,
calándolas enteras… yo no entendía cómo me corría de una forma tan brutal.
Acabé exhausto y me senté en la mesa de centro frente a ella que se recostó
hacia atrás… con una salpicadura de semen que iba de su mejilla hasta el
mentón, no le había dado en el ojo de milagro y con todas las tetas manchadas de
mi leche.

—Joder, eres un cabrón, tío… —dijo inmediatamente antes de irse al cuarto
de baño.

Creo que tardé casi un minuto en levantarme de la mesa. Cuando llegué al
baño María se había quitado el camisón y ya se había lavado la cara. Entró en la
ducha sin decirme nada y yo me limpié la polla. Al salir de la ducha me dijo:

—¿No puedes avisar?

—Joder María, no pude parar.

—Joder, Pablo… vete a la mierda. ¿te parece normal?

—Bueno, no es para tanto.

—Cómo que no es para tanto, la próxima vez me avisas y me aparto…

—¿Y lo echo todo en el sofá?

—No sé, tio… en las tetas si quieres, ¿pero en la cara? Estás de coña…
crees que soy una fulana o qué.

—Bueno, María… no te enfades.

Mi novia se fue al dormitorio. Me di una ducha rápida, haciendo también
algo de tiempo para que se le pasara el enfado. Finalmente fui junto a ella, no
podía negar que nunca o casi nunca nos habíamos puesto tan cachondos, y se lo
dije así.

—Vale, Pablo, pero no por eso me vas a… no sé… a tratar así.

—No te traté de ninguna manera.

—Hombre… correrte en mi cara… eso con una puta si quieres.

—Venga, María ya está. Te aviso la próxima vez, ya está. Me dirás que no
estuvo bien.

—Ya te he dicho que sí, menos eso el resto claro que sí.

Nos pusimos el pijama, nos lavamos los dientes y ya en la cama los dos me
acerqué a ella por detrás.

—Uyy… ya estás… mañana madrugas… —dijo en un tono que ya era
diferente.

—Ya… no me lo recuerdes…pero al final no hemos follado.

—Ya… me he dado cuenta —rió.

—¿Sabes que podríamos hacer mañana?

—¿Qué?

—Podríamos salir a tomar una copa… tu llevas la ropa de ayer de noche… y
representamos un poco como fue lo de Edu…

—Jajaja… ¿En serio? —María se giró hacia mí, ya totalmente de buen
rollo.

—Sí… ¿Por qué no?

—Esa camisa la he colgado al llegar, no sé si no estará arrugada.

—Pues… se plancha… o te pones otra.

—Bueno… pero tampoco hay mucho que representar… si fue un minuto.

—Estaría bien… y así me explicas eso de que te puso que el otro os viera
como te tocaba.

—Jajaja, no se te pasa una… tan pronto lo dije pensé “uy, a ver si no se
queda con esto”.

—Jajaja, yo me quedo con todo.

—Bueno, buenas noches. Te quiero muchísimo… aunque no sepas controlar
tus disparos —me dijo casi riéndose.

—Yo también te quiero muchísimo.

Me quedé dormido, tremendamente enamorado, y pensando si la versión de
Edu coincidiría con la suya. Confiaba en ella, pero no podía estar cien por cien
seguro de que María no hubiera querido suavizármelo o vete a saber. De todas
formas no tardaría en descubrirlo.



CAPÍTULO 24

Al día siguiente en el trabajo noté que había hecho bien en trabajar aquel
sábado. A pesar de que nadie me dijera nada y que sacaba el trabajo adelante, me
había empezado a emparanoyar con si quizás estaba dando un poco bajón de
rendimiento, y es que no era fácil concentrarse con todo lo que me estaba
pasando. Además, después de comer, me escribió Edu diciéndome algo que
seguro podría hacer que me distrajese aquella tarde de trabajo:

—Qué pasa Pablo, ¿no quieres que te cuente o qué?

Decidí llamarle para no estar escribiéndome después con él. Estaba bastante
sereno, en un tono más calmado, se sorprendió de que estuviera en el trabajo y
finalmente acabó preguntando:

—¿Te ha contado algo María?

—Sí, me ha contado sí.

—Joder, bestial, eh.

—Sí… que le tocaste un poco la pierna.

—¿Un poco? ¿Te ha dicho un poco?

—Sí… que como un minuto, cerca de la rodilla.

—Jajaja… me estás puteando tío, la estuve sobando lo que se tarda en tomar
una copa entera… y no le toqué las bragas de milagro.

Me subió algo por el cuerpo terrible. Solo alcancé a decir:

—¿Cómo?

—Jaja, joder Pablo, si le hubiera tocado un minuto la rodilla créeme que ni
te habría escrito aquella noche.

—Ya…

—Oye, ¿haces algo hoy después del curro?

—Pues… cenaré y tomaré algo con María.

—Mmm… ¿Y no te puedes inventar algo?

—¿Algo de qué?

—Pues… mira… cenamos tú yo en un sitio, un par de pinchos, un par de
cañas, invéntate algo, y la ves después.

Yo estaba bastante nervioso, bueno, más bien muy nervioso; entre que su
versión no encajaba del todo con la de María… y mentirle a mi novia…

—Venga, tío —prosiguió — dile que cenas con algunos de tu curro y la ves
después. Yo en media horita te cuento todo.

—Está bien….

No sé como accedí… o más bien, si lo sé, y es que que él me contara su
versión era demasiado tentador. Quedé con él a las nueve y media y con María
en un bar a las diez y media. Le dije a María que cenaría con gente del trabajo
como me había dicho Edu… Me sentía raro… sabía que mi novia no se iba a
enterar, donde había quedado con Edu era muy apartado… pero aun así tenía un
poco de mal cuerpo, poquísimas veces le había mentido a María.

Tenía de nuevo la sensación de que aquello me superaba. Hasta aquella
semana las cosas habían ido con relativa calma, pero de golpe en aquellas
jornadas habían pasado muchas cosas… y ahora iba a verme yo con Edu… No
sabía si aquel ritmo de acontecimientos podría superarme… que las cosas fueran
demasiado lejos… el problema era que tampoco sabía cuanto de lejos yo mismo
quería llegar.

A las nueve y media llegué a aquel sitio que resultó ser una tasca con
bastante mala pinta por fuera pero muy buena por dentro. Consistía en una barra
y unos barriles enormes a modo de mesa y taburetes de madera. Edu ya estaba
allí, vestido muy formal, especialmente moreno, parecía que no se hubiera
cortado el pelo desde la primera vez que le había visto, por lo que su look de
surferito pijo se había acrecentado. Pedimos unas cañas y unos pinchos que él
parecía controlar. No podía negar que estaba bastante tenso, casi siempre que
había hablado con él cara a cara había sido con unas cuantas copas, sin embargo
allí estaba yo tras un día largo de trabajo y nervioso por lo que me pudiera decir.
A pesar de ser un crío de veintiocho años no podía negar que su presencia me
intimidaba bastante.

Dio un sorbo de su cerveza y fue completamente directo:

—Mira tío… a ver cómo te digo esto, ¿Tú quieres que me la folle?

Me quedé sin saber qué decir, no esperaba esa pregunta tan directa.
Finalmente le dije:

—Bueno, creo que eso ya lo habíamos hablado hace tiempo.

—Vale, entonces es que sí. Eso es lo que creo recordar que me dijiste
aquella noche.

Se hizo un incómodo silencio. Trajeron las tapas y prosiguió como si tal cosa
mientras que yo estaba un poco aturdido; y es que te miraba con unos ojos muy
azules que intimidaban a la vez que no transmitían demasiada confianza.

—A ver, porque a veces te veo un poco como un sí pero no. En fin. Al
grano. Joder… fuimos a cenar, la cena un coñazo y después fuimos a tomar una
copa. E hice lo que te dije que iba a hacer, más, el consejo que me habías dado.
Es decir, le pedí perdón por todas las cosas que se me ocurrieron y después había
unos pesados por allí y les dije que María era la guapa del despacho… blabla, lo
típico.

Yo apenas podía comer, mientras que él hablaba y comía como si me hablara
del tiempo.

—A ver, esto… bueno, estábamos en la barra y joder… No veas, bueno, no
veas no, porque lo sabes perfectamente… pues eso, no veas como se le notaban
las tetas. Iba en camisa y tal pero a poco que se inclinase se le veía todo, me
aburrí de verle el sujetador, joder… es que daban ganas de colar mis manos
ahí… o tocárselas directamente… ¡Joder! No sé tío… falda de cuero… camisita
que se le veía bastante… había que ser bien pensado para creer que no iba
pidiendo guerra.

Yo, para variar, me sentía mal por como se refería a María, pero a su vez
tenía la polla que se me movía sola por cómo hablaba de ella….

—Y no sé qué chorrada le dije… ah si, que por mucho que ella hablara de
otras cosas para zona erógena del hombre pues… la polla, ¿Te contó eso?

—Sí.

—Vale. Y entonces le dije medio en broma: ¿Una buena polla no? Jaja. Yo
creo que yo en aquel momento estaba hasta más borracho que ella… porque con
el coñazo de cena bebimos bastante, porque era beber o morirse allí. Y esto…
me dijo… “Sí, claro”. Joder… le digo “una buena polla” y me dice “sí, claro”.
Yo ahí ya vi que la cosa se animaba. Y le pregunté si había sido mucho
escándalo lo de cómo se me marcaba bajo el pantalón el día que vino a mi casa y
me dijo “sí, bastante”. ¿Te lo contó, no? Ya te había dicho que la había pillado
mirándome.

—Sí, sí. Me lo contó. —le dije sabiendo que ella no me había contado
aquello así exactamente.

—Bueno, pero lo mejor no fue eso. Lo mejor es que no sé con que excusa le
empecé a tocar la pierna, y yo veía que no me la apartaba. Y pensé, “joder, no
puede ser tan fácil”. Pero estuve con la mano allí un rato… hablamos de los
pesados que estaban más alejados, que si conocía a uno, que había hablado con
él y no se qué, y mientras tanto ella bebiendo tan tranquila, sin apartarme, y yo
ya moviendo los dedos, acariciándola un poco…

Cuando me dijo eso… y me lo imaginé ya no con la mano simplemente ahí,
si no acariciando… me puse cachondísimo… no lo podía evitar… y no podía ni
comer más.

—Te juro que pensaba, esto está hecho, y entonces me puse de pie y metí la
mano ya debajo de la falda… joder… qué piel tio… bueno, tú lo sabrás…
además no te creas que la toqué por la parte externa… no, no, por la parte interna
del muslo. Joder… creí que le llegaba al coño y no me decía nada la cabrona…
Y entonces me dijo que parara. Joder… tenía la mano yo creo que a… no sé…
cinco centímetros de sus bragas, tenía los muslos… joder, tenía las piernas
bastante juntas y hacía un calor de narices… y parecía que cuanto más cerca del
coño más calientes tenía los muslos. Es que le metí la mano que la tenía entera
debajo de su falda.

El hijo de puta me estaba poniendo tan cachondo que creía que tenía que
mandarle parar para ir al aseo a pajearme. ¡Dios…! notaba mi polla pero
literalmente bañando mi calzoncillo. Estaba goteando tanto que dudaba si no me
estaría manchando ya hasta el pantalón del traje.

—Y al final… pues eso Pablo, que creo que me dijo que parara otra vez, y
ya en otro tono… y saqué la mano. Pero tío… no sé… te juro que me parecía
que sus ojos decían otra cosa. Igual si no estuvieran los otros idiotas… o con un
par de copas más… Bueno, a lo que iba que te dije antes por teléfono, que de un
minuto nada.

—Ya, bueno… —le dije yo.

Llegó el camarero y nos interrumpió. Miré la hora, pasaba el tiempo
volando. Donde había quedado con María quedaba un poco lejos. No tenía
mucho más tiempo, y no sabía si quería hacerle a Edu mil preguntas o no quería
hacerle ninguna.

—Por cierto, me había follado a una chiquilla la noche anterior… Te lo
contó María, ¿no?

—Sí, sí… que le disteis la noche.

—Jaja, ya tío… y yo te juro que a la chica pero tapándole la boca eh… no
por María, que lo escuchara María hasta no me venía mal, pero joder, que estaba
la habitación del jefe dos habitaciones más allá, jaja, joder… ¡Ah! Claro, que no
te había contado. Es cierto que yo pensaba ya el miércoles tantear a María pero
se me puso la pijilla esta a huevo… y dije mira, mañana es otro día. Oye, María
no dirá nada, ¿no?

—¿De qué?

—Pues a Paula… que es su amiguita, y que es amiga de Amparo… que es
amiga de Nati… jaja, ya sabes… la cadena de información esta.

—Qué va… María no es de meterse en esas cosas.

—No, bueno, es que como me habías dicho aquel día que María si que era
de estas de… frente femenino…

—Ya, bueno… pero no hasta el punto de meterse donde nadie la llama.

—Mejor… no por nada… pero un lío menos… Y… qué más… Bueno, la
bronca que me echó a la mañana siguiente un poco surrealista. Yo estaba hecho
polvo, dormidísimo, primero me despierta el otro y al rato María llamando a la
puerta, le abro y estaba yo a medio vestir, y la muy cabrona que si era una falta
de respeto y tal… pero no me quitaba ojo zorrita.

—¿A medio vestir pero cómo?

—Bueno, estaba acabando ya… me estaba poniendo la camisa. Ojalá
hubiera venido cinco minutos antes jaja.

La conversación fue derivando un poco… pagamos, y cuando nos íbamos a
despedir le pregunté si tenía ya preparado el siguiente paso y me dijo que no
mucho, que iban a seguir a trabajando en aquel caso, que el socio quería que
siguieran mirando cosas… pero que nada concreto.

—¿Y lo ves más fácil o más difícil que antes del viaje este? —le acabé
preguntando. Yo intentaba disimular mi tensión, disimular que me ponía
cachondo lo que me contaba y que me intimidaba.

Tardó en responder.

—A ver… en estos días al final avanzas lo que no avanzas en tres meses en
el despacho con ella. Fue una buena oportunidad… y creo que la cosa va bien. A
ver, que hasta lo vi hecho, pero después cuando me frenó… no sé… aunque te
repito que parecía que con la mirada decía otra cosa, no sé tío. Lo que sí te digo
que está pillada por tí eh… si no habla de ti cada tres frases poco le falta. Y con
esto te quiero decir que… tú verás.

Nos despedimos y yo no sabía si le odiaba o hasta casi me podía medio caer
bien. Tenía razón María con que lo mismo podía parecer hasta majo que un
gilipollas integral. Llegué justo a la hora al bar en el que había quedado con
María. De hecho llegué antes que ella. Pedí una cerveza en la barra y a los cinco
minutos llegó ella con tacones, aquella falda de cuero y la camisa rosa de la
noche con Edu… Dios… ¡estaba buenísima!, creo que todo el bar giró el cuello
para darse el gusto. Dios… qué cañón estaba… y yo todavía con lo que me había
dicho Edu en la cabeza, que llevaba empalmado más de una hora… Se sentó en
el taburete de al lado y me dijo de forma especialmente dulce:

—¿Qué tal tus amigos del trabajo? ¿Majos?



CAPÍTULO 25

Apenas había hablado con María en todo el día, prácticamente solo para
decirle que no cenaría con ella, por ello me esperaba que hubiera aparecido con
ropa normal, haciéndose la loca con aquello de vestirse como la noche con Edu,
pero no. Allí estaba tal cual había estado con él y aquello era la gota que
colmaba el vaso de mi excitación.

Le conté un poco mi día y ella el suyo, que había estado fundamentalmente
descansando. No tardé mucho en inclinarme para besarla… se acababa de echar
perfume y olía para morirse… Siempre había sido obviamente consciente de que
salía con una chica muy guapa pero desde que había empezado aquella historia
me había dado cuenta de que estaba aun mucho más buena. La manera con la
que Edu se refería a ella me hacía ver que seguramente no solo él pensaba eso de
ella si no absolutamente cualquier hombre que se cruzase con ella. Al segundo
beso ya le dije:

—Estás espectacular… joder… me pone mucho que vengas vestida igual
que el jueves.

—Ya… Oye… me he puesto la misma ropa… y claro que sé que jugaremos
un poco… pero tampoco quiero que esta noche sea un mono tema de Edu, ¿vale?

—Vale.

—Es más… estuve pensando… que… hoy te cuento algunas cosas más que
fui recordando que no te he contado, pero si eso podíamos pasar después unos
días tranquilos.

—¿Cómo de tranquilos?

—Pues no sé. Ya sabes que el fin de semana que viene voy a casa de mis
padres. Si quieres fantaseamos hoy… y nos damos un descanso del tema hasta
que vuelva el lunes siguiente.

Era de esperar que tan pronto tuviera un poco de tiempo para pensar
decidiese parar un poco las cosas. Le dije que aceptaba su propuesta pero por
dentro pensaba que sería capaz de convencerla a lo largo de la semana para
saltarse ese nuevo pacto.

Puse en la mano sobre su muslo y le di otro beso, este ya con lengua… yo
estaba cachondísimo, aun notaba la humedad en el calzoncillo por lo que me
había estado contando Edu. Ella aceptó y devolvió el beso pero acabó cortándolo
disimuladamente, no era mucho de montar escenas en público.

—¿Tenía la mano aquí? —le pregunté.

—Bueno, un poco más hacia la rodilla.

—¿Y en serio solo un minuto?

—No sé… igual más, es que no sé calcular. Cinco minutos a lo mejor.

—¿Cinco? Joder, María eso es bastante.

—Bueno, Pablo, aun encima te va a parecer mal ahora.

—No, no. No lo dije en ese plan.

—No, es que solo me faltaba. Para empezar porque si no es porque llevas
desde marzo con el tema igual es que habría ido directa de la cena a la cama.

—Ya, ya, si no lo digo por eso, solo me sorprendió, nada más.

—Es que vamos, si no es por ti… es que solo con que me tocara el codo le
daba una bofetada.

—Jaja, bueno, y después… se puso de pie… —yo hice lo propio y me puse
de pie a su lado y empecé a colar la mano bajo la falda. María se rió.

—¿En serio lo vamos a representar?

—Sí, claro.

—Pues sí… hizo así, un poco más por dentro.

Yo metí la mano totalmente por el interior de su muslo, hasta que ella me
paró la mano.

—Bueno, ya. —Me detuvo.

—¿Fue hasta aquí? —le dije con mi mano a medio camino entre su rodilla y
su coño.

—Sí, por ahí.

—Entonces aun le quedaba camino hasta tus bragas.

—Hombre Pablo, pues claro que quedaba. Puedes sacar la mano ya… Nos
están mirando.

Sabía que se hacía un poco la estrecha pero que estaba bastante caliente… la
conocía perfectamente… La besé en los labios… tenía los labios muy húmedos y
me recreé en besarlos sin usar la lengua… hasta que le acabé susurrando que el
tacto de sus muslos era para volverse loco, que Edu se había hecho una paja
seguro pensando en ella aquella noche.

—Pues que se la haga, me da igual… —me susurró también en el oído
retirando mi mano de su pierna disimuladamente.

Me volví a sentar frente a ella. Hacía mucho calor allí dentro aunque fuera
hacía algo de frío. A mi me sobraba el traje por todas partes. A ella se la veía
también acalorada, no podía decir que estuviera tan cachonda como yo, pero no
le debía de faltar mucho; además llevábamos una semana entera sin follar y con
toda aquella historia a vueltas… Era cierto que si ella se inclinaba un poco hacia
adelante si que se le veía parte del escote… quizás no tan exagerado como había
dicho Edu, pero sobre todo si se giraba un poco se le podía casi adivinar el
sujetador. Nos seguimos besando y seguimos bebiendo. A la segunda cerveza
ella ya no cortaba los besos, pero era cierto que aquel bar no era muy adecuado
para enrollarse pues tenía bastante luz. María se quería ir a casa pero le dije de ir
a otro sitio, finalmente fuimos a un pub mucho más oscuro en el que estaba
empezando a entrar gente. Al fondo tenía unas mesas altas y unos taburetes de
plástico transparente también bastante altos y nos sentamos allí ya con una copa.
Nos besábamos y yo le tocaba el pelo y la cara… dios… estaba buenísima. Le
acabé preguntando por la bronca que le había echado a Edu el jueves por la
mañana y ella incidía en aquella frase que le había dicho él de “¿no será que
tienes envidia, María?”. Aquella frase decididamente le había sentado fatal.

—¿Y no tenía nada de razón él ahí?

—Sí, vamos, una envidia loca. —respondió.

—A ver, no porque tú quisieras ser aquella chica… en plan, no porque tú
quisieras que Edu te follara a ti y no a ella, pero envidia de estar sola en una
habitación de hotel y escuchar que otros follan.

—No iba por ahí él seguro.

—¿No?

—No, el tono fue de… ya te gustaría haber sido ella.

—Bueno, es un flipado, tampoco es nada nuevo. Y tenía la habitación fatal
habías dicho.

—Sí, un desastre… él además aun vistiéndose y ya íbamos más de una hora
tarde.

—¿Vistiéndose? ¿Pero qué viste? —le dije dándole otro beso.

—Pues… vistiéndose… no sé. Nada, se estaba poniendo la camisa… y
nada, lo que tardó en ponérsela, abotonársela y ponerse la chaqueta.

Yo me puse de pie, a su lado, y llevé mi mano a sus muslos, tanto que ella
cerró las piernas como por acto reflejo y le pregunté qué había visto entonces de
su cuerpo. Yo había visto en las redes sociales fotos suyas en la playa y sabía que
estaba bastante marcado.

—Pues le vi el torso… no sé… jaja, que iba a ver, el abdomen… el pecho…

—¿Y qué tal? —preguntaba besándole el cuello.

—Mmm… pues bien…

—¿Está marcado el cabrón?

—Sí… está bien… —respondió ella y yo ya acariciaba una de sus tetas
sobre la camisa.

—O sea… que tiene un cuerpazo…

—Sí… de cuerpo está bueno… —uff escucharle eso en mi oído mientras
acariciaba con suavidad su camisa sobre una de sus tetas volvió hacer que
sintiera mi polla gotear como horas antes con Edu.

—Ya te va gustando más entonces…

—Está bueno… pero no me gusta… es que me parece un idiota.

—¿Y eso que tiene que ver?

—Pues yo si el chico me parece idiota no me gusta por bueno que esté.

—Eso es una tontería.

—Pues para mi no.

—¿Entonces yo te gusto porque te caigo bien?

—Jaja… a ver, sabes que no es así, no me líes… —dijo ella llevando sus
manos a mi cara para besarme.

Estábamos increíblemente cachondos… yo ya no podía con mi vida… A
veces se producían silencios y nos mirábamos con ojos de querer devorarnos…
Su mirada brillaba de deseo y yo no quitaba la mano del interior de sus muslos…
Tras un beso especialmente caliente llevé mi mano más allá y comencé a tocar,
con la punta de dos dedos, su coño sobre sus bragas. Ella a veces cortaba los
besos para comprobar que nadie miraba o al menos que no éramos demasiado
descarados. Moví mis dedos allí y llegué a conseguir moverlos ligeramente de
abajo arriba; yo no sabía muy bien como de bien o mal la estaba tocando hasta
que sentí que ella abría un poco más las piernas y me susurraba: “dios… me
tienes cachondísima…” Le desabroché un botón con disimulo y le veía la mitad
de las tetas… le pregunté si el jueves Edu se las había mirado.

—Mmm… no sé… no creo.

—¿No? ¿Seguro?

—Creo que no.

—Te tendrías que haber desabrochado un botón como acabo de hacer…

—Uff… ya Pablo… tú sí. Contigo sí.

—¿Te imaginas que lo hubieras hecho? El cabrón se muere…

—¿Y te mueres tú?

—Sí… joder, te las besaría aquí mismo… Dios…

—¿Si? Uff… me matas… —dijo.

—¿Sabes qué?

—Mmm… qué…

—Podrías ir al baño y quitártelo…

—¿El qué?

—El sujetador.

—Estás loco… con esta camisa se me ve todo.

—¿Y qué? La gente está a su rollo.

—No sé…

—Venga…

—No sé, Pablo… —dijo besándome de nuevo y retirándose… estaba
sonrojada y se le transparentaba el sujetador, tenía razón que si se lo quitaba se le
verían las tetas completamente.

—¿Y si te quitas las bragas…? ¿Te imaginas que te toco como ahora sin
ellas?

—Uff… no sé… podíamos ir a casa ya… no aguanto más…

Retiré la mano para ver si así la convencía para que se fuera al baño a
quitarse las bragas. De nuevo otro silencio en el que nos mirábamos con deseo.
Ella se abotonó aquel botón y me dijo:

—Voy al baño y nos vamos a casa, ¿vale?

—¿Y te quitas las bragas? —le dije al tiempo que la besaba.

—Para qué… vamos a casa ya mejor… y…

—¿Y qué?

—Y allí me follas…

—Uff.. María…

—Ya… yo estoy igual… —dijo antes de irse a los aseos… dejándome con
la polla a reventar.

Aquello se había llenado de chavales que deberían de ser universitarios o ni
eso, y no se cortaban mucho en mirarla. Lo cierto era que ni ella ni yo
pegábamos nada allí.

Vi a María volver del baño e intentar abrirse paso entre unos chicos, joder…
¡Estaba tremenda! En taconazos, aquella falda… sus tetazas… el pelo largo…
Cuando vi que un chico moreno y muy alto la paraba y le decía algo, ella intentó
pasar de largo pero el chico insistió encorvándose para hablarle al oído, y ella le
hizo un gesto como de que no le entendía. Dios… ¡aquel chaval desde su altura
le tenía que estar viendo las tetas enteras…! Joder… me ponía cachondísimo
verla allí rodeada de aquellos críos que parecían una banda de buitres.



CAPÍTULO 26

María hablaba con él con cara de no entender nada. Cuando otro chico se
puso también a hablar con ella. ¡Joder! ¡No se cortaban un pelo! Ella era
fácilmente diez años mayor que ellos pero les daba igual. A ella se la veía
cortada y yo supuse que no, pero pensé en lo increíblemente morboso que sería
que ella finalmente sí se hubiera quitado las bragas, y estuviera hablando con
ellos sin ellas…

El chico alto ya no hablaba con ella pero no se separaba de su lado y le
miraba las tetas con todo el descaro, mientras que el otro chico le hablaba al oído
muy muy cerca. Ella acabó sonriendo… yo estaba que no podía más… colé mi
mano por dentro de mi pantalón y me la recoloqué un poco… joder… ¡tenía todo
el calzoncillo encharcado!

Finalmente María se deshizo de ellos y vino hacia mí. Le pregunté de qué
habían hablado.

—Bueno, no veas, el moreno me pregunta que donde están los baños…
menuda forma de ligar.

—Jaja, pues sí.

—Madre mía, cómo vienen estas generaciones…

—Es normal, María… estás muy buena, no se han visto en otra igual.
Normal que intenten a ver si hay suerte.

—No sé, fue bastante incómodo.

—Deberías estar acostumbrada ya a… que te intenten follar… —le dije
acercándome y dándole un pequeño beso.

—Sí… —rió — para ti todo el mundo me va detrás, todo el mundo me
quiere follar… estás fatal.

—Pues claro que es así.

Poco después salimos del pub y dudamos si coger el coche o llamar a un taxi.
Más que nada porque llevaba como dos o tres copas a parte de las cervezas.
Acabamos llamando a un taxi pero nadie respondía, un sábado a las 2 de la
madrugada iba a ser complicado. Decidimos ir hacia el coche y nos íbamos
besando y metiendo mano todo el rato, en un determinado momento nos dimos
un beso tan cachondo que ella acabó con sus manos en mi culo y yo con las mías
en sus tetas… la empujé un poco hacia una pared al lado de un portal. Llevando
su espalda y su culo contra el muro. Yo no paraba de repetirle lo buena que
estaba mientras le apretaba las tetas con fuerza y la besaba en los labios y en el
cuello mientras ella me apretaba el culo y dejaba que mi pelvis fuera hacia su
entrepierna, casi como si folláramos vestidos… Llevábamos un calentón como
no recordaba.

—Mmm… Pablo… nos van a ver… —decía ella, pero no dejaba de apretar
mi culo atrayendo mi cuerpo hacia el suyo.

—No hay nadie en toda la calle, María…

—¿Seguro…? —me lo decía con voz entrecortada mientras intentaba mirar
hacia los lados.

—Tócame… y ves como me tienes… —dije yo sabiendo que iba a alucinar.
Ella volvió a mirar y acabó colando la mano por dentro de mi pantalón, por
delante.

—¡Dios! ¡Estás empapado!

—Ya… qué esperabas…

Comenzó a mover su mano como podía dentro del calzoncillo mientras nos
besábamos y hasta nos mordíamos el cuello. No tardé en colar yo mi mano bajo
su falda y comenzar a acariciar su sexo sobre las bragas. María intentaba
pajearme pero lo único que conseguía prácticamente era apretarme la polla y
soltarla un poco mientras yo ya había conseguido bajarle las bragas hasta la
mitad de los muslos o más abajo. Cuando colé un dedo entre los labios de su
coño pensaba que María se fundía allí mismo. Emitió un gemido que ahogó en
mi cuello y yo me quedé jugueteando con esos labios de su sexo que se abrían
hacia fuera de una manera brutal… hasta introducir un dedo en su interior que
entró como si nada… Tenía mi dedo corazón en su interior y lo metía y lo sacaba
rápidamente mientras ella seguía apretando con podía mi polla y conseguía más
o menos echar un poco la piel de mi miembro un poco adelante y atrás.
¡¡Dioos…!! ¡¡qué dedo le estaba haciendo en plena calle…!!

—Estás muy buena María… Joder… ¡me encanta tu coño…! ¡me vuelve
loco…!

Ella no respondía, solo me me pajeaba con una mano mientras con la otra me
apretaba el culo.

—Todos te quieren follar… esos críos te querían follar… Edu te quiere
follar… Reconócelo…

—Uff… Pablo… como pase alguien…

—No pasa nadie… Joder… mira como entra mi dedo…

—Ya…

—¿Te imaginas que pasa Edu y nos ve?

—Mmm… no sé…

—Edu… que dices que está bueno… ¿Está bueno?

—Mmmm… ¡Dios! Qué bien me tocas…

—¿Está bueno?

—Joder… ufff… ¡sí…! ¡está muy bueno…! —María cerraba los ojos, le
había pillado el punto a su coño que se abría más y más por momentos…

—¿Qué pensaste cuando se vestía?

—Pues… pensé que era un gilipollas… pero que tiene un cuerpazo…

—Tiene un cuerpazo y las tiene a todas locas… ¿a que sí?

—Sí…

—¿Y cómo se la folló a la chica esa?

—Uff… no pares… Se la folló bien.

—¿Sí?

—Sí, joder… casi la mata…

—¿Gritaba mucho? ¿La hizo correrse?

—Mmm… Joder… no sé… pero gemía sin parar… la mataba del gusto…

—¿Te imaginabas cómo le metía su pollón a aquella chica? ¿Imaginabas las
posturas…? —le pregunté, de nuevo susurrándole en el oído… colando mi
mano libre por su escote hasta casi tocarle el pezón de una de sus tetazas…

—No sé… no me los imaginaba… pero se movían mucho… joder… seguro
que se la folló en muchas posturas…

—¿Y qué sentiste al escucharles…? —Yo empecé a colar un segundo dedo
en su interior que entraba sin demasiada dificultad… María flexionaba las
rodillas para que se lo metiera mejor… yo notaba los pelos recortados de su coño
totalmente mojados y el interior de su coño ardiendo completamente. Ella
miraba de vez en cuando a los lados para después dejarse besar otra vez, siempre
sin dejar de sobarme la polla. Le repetí qué sentía al haberles oído.

—Ufff, no sé… pero se la follaba bien el cabrón.

—¿Sí?

—Sii… joder… el cabrón se la folló tres horas…

—¿Y te puso cachonda?

—Mmm… me puso cachonda él…

—¿¡Él!?

—Mmmm… sí, cuando gimió él… jodeer…

—¿Te mojaste ahí cuando le escuchaste que se corría…?

—Joder… no sé… pero ¡¡sííi…!! ¡si dios sigue y me corro aquí…!

—¿Te puso cahonda como se corrió el?

—¡¡Jodeer sii!!

—¿Te corres aquí…? ¡Recordando como se corre Edu! ¡¡Pensando en él!!

—¡¡Síii… dioos… me corro aquí…!! ¡¡Me corro recordando como Edu se
corría!!

Comencé a sentir que le temblaban las piernas, en serio pensaba que se me
moría allí mismo… Ni yo mismo me creía que María se dejara masturbar así en
la calle… Cuando escuchamos unos pasos y bastante jaleo y nos tuvimos que
parar de golpe. Nos quedamos quietos y yo me junté más a ella y ambos
quitamos las manos de donde las teníamos. Un grupo de chicos pasó por detrás
de nosotros y nos quedamos en silencio hasta que pasaron.

—Dios… qué pillada —dijo.

—Yo creo que no han visto nada.

—Joder, qué putada.

Yo me daba cuenta de que María tenía las bragas bajadas hasta más abajo
que la falda, si cualquier chico se girase vería sus bragas bajadas. Ella quiso ir al
coche pero tras besarla otra vez y comenzar de nuevo a acariciar su coño ella
volvió a colar su mano por dentro de mi calzoncillo… Cuando de nuevo pasó
otro grupo de gente y paramos de nuevo y nos recompusimos la ropa.

El camino a casa en coche fue un suplicio… yo llevaba mi mano a sus
muslos o a sus tetas… y ella ponía un poco de cordura diciéndome que
condujera con cuidado. En el garaje y en el ascensor… ¡Dios…! si no me la follé
en el ascensor fue porque ella me paraba diciendo que esperase un poco. Pero
fue entrar en casa y ella pasó delante de mi y yo la ataqué por detrás, la empujé
un poco contra el sofá del salón y ella apoyó allí las manos.. Le sobaba las tetas
desde atrás y pegaba mi entrepierna a su culo… levanté su falda y bajé un poco
sus bragas… ella me decía que esperase un poco, que no la follara así, pero yo
no podía más, me abrí el pantalón y me bajé el calzoncillo que era todo él un
charco… tenía la polla completamente tiesa… puse mi mano en su espalda y
eché su torso un poco hacia adelante y la encaje un poco más contra el sofá y le
dije:

—Dios… María… te voy a follar ya…

—Joder, Pablo… espera, vamos al dormitorio no seas bruto…

Pero yo es que no podía ya más: apunté la punta y me dejé casi caer sobre su
coño…. metiéndosela hasta el fondo… ¡dioos…! ¡tenia el coño ardiendo!
Cuando me sentí dentro de su cuerpo ya sentí que había soltado algo de
preseminal en lo más profundo. Ella pegó un grito tremendo y me dijo “¡ten
cuidado, joder!”.

Yo estaba como poseído y me incliné sobre ella sin dejar de penetrarla… le
tiraba del pelo con una mano y la sujetaba por la nuca con la otra y le decía al
oído:

—Joder… me moría de ganas de follarte…

—Uff… despacio… ¡Despacioo!

—Dios… te imaginas que te folla Edu así, ¡eh…! ¡que Edu te folla así!

—Mmm… ¡joder, Pablo! ¡ten más cuidado…!

—Dime… ¿¡te imaginas que te la mete así eh!?

Ella comenzó a gemir pero me volvía a decir que la penetrara más
despacio… Llevé mis manos a su tetas y comencé a desabrocharle la camisa
como podía… hasta que lo conseguí y le bajé el sujetador de dos tirones hasta
liberar sus tetas que colgaban enormes… Llevé mis manos a aquellas tetazas,
notando sus pezones grandes y duros en las palmas de mis manos… Todo ello
sin dejar de embestirla rápidamente… Se oía mi pelvis chocar contra su culo que
retumbaba por todo el salón mientras ella gemía y de vez en cuando gritaba
“¡dios, despacio! ¡¡joder!!”, pero yo no podía parar.

—Dime, María… te gustaría que te follara Edu eh…

—No…

—Dímelo, joder…

—Mmm… Pablo… ¡Me haces daño!

—¡¡Joder…!! ¡¡Dímelo…!!

—Para Pablo, ¡En serio!

—Joder ¡Dímelo!

—¿Quieres tú eso cabrón? ¡Eh! ¿Quieres tú eso? —me gritó.

—¡¡Síi!! ¡¡Sii joder…!!

—¿¡Quieres tú eso, cabrón!? ¡¡Quieres que me folle!!

—¡¡Síii jodeer !! ¡¡Quiero que te folle!! ¡¡Y quiero verlo!! ¡¡Diooos…!!
¡¡Quiero ver como te follaa!!

Le grité en el oído casi literalmente babeándome sobre su nuca… y agarrado
a sus tetas que apenas conseguía abarcar con mis manos y encajándola contra el
sofá; comencé a convulsionar y a inundarla sin parar… me corría como un loco
en su interior… echando todo lo que llevaba horas y horas acumulando… con
mis pantalones a medio bajar, su falda en la cintura y sus bragas en sus muslos
empotrándola contra el sofá, me derramaba totalmente poseído entre gemidos y
ella acogía todos aquellos chorros en su interior… Yo gemía y gemía en su nuca
y ella completamente en silencio recibía toda mi leche con entereza y sin
ninguna muestra de placer…

Me quedé casi muerto sobre ella, pero ella en seguida se apartó, me hizo a un
lado y se fue al baño. Seguramente estaba cabreada… el polvo no habría durado
más de dos o tres minutos.

Le dejé un poco de tiempo, no hacía mucho más de veinticuatro horas que se
había cabreado conmigo por algo parecido… Finalmente en el dormitorio le pedí
perdón.

—No me pidas perdón, Pablo, no hagas esas cosas y así no tienes que
pedirme perdón.

—Joder, María, no sabes el calentón que llevaba.

—¿Y te crees que yo no? Pero a ver si aprendes a controlarte, joder. Eres
como un niño.

—Ya, María, lo siento.

Tumbado en la cama me daba cuenta de que tenía un mareo importante… No
es que hubiera bebido muchísimo pero es que apenas había cenado nada. No
tardé en caer rendido y dormirme, no sería hasta el día siguiente cuando me daría
cuenta de aquello que le había dicho a María antes de correrme, aquello de que
quería ver como Edu se la follaba.



CAPÍTULO 27

A la mañana siguiente me desperté con un dolor de garganta terrible y más
resaca de la esperada. María ya se había levantado y la escuchaba trastear por la
casa. No tardé en darme cuenta de que mi novia estaba tan cariñosa conmigo
como siempre o incluso más. Se metía conmigo por mi resaca, decía que ella
estaba perfectamente, y decía que era un quejica por mi dolor de garganta.

A mi se me venían a la cabeza escenas y frases del día anterior… obviamente
lo más importante era aquello de que le había dicho a María que quería ver como
Edu se la follaba… no sabía que me pasaba, ni yo mismo sabía que quería;
llevaba desde marzo con aquello y estábamos a escasos días de entrar en julio y
en lugar de tener las cosas más claras me pasaba lo contrario. También recordaba
que María me había dicho que a veces me comportaba como un crío y pensaba
no le faltaba razón.

Fuimos a dar un paseo por la tarde y nos acabamos sentando en una terraza.
Yo sentía que hacía verdadero calor pero a la vez sentía escalofríos. Estaba el
tiempo de tormenta y me parecía que aquello no ayudaba a mi malestar, hacía sol
pero podría caer un chaparrón en cualquier momento.

Otra cosa que tenía en la cabeza era aquello de que María había dicho que le
había parecido morboso el gemido de Edu en su orgasmo. Le saqué el tema sin
más, pero ella no estaba muy por la labor.

—Bueno, ya estamos… —dijo aunque en un tono medio de broma.

—¿Qué? Solo es curiosidad.

—¿No habíamos dicho de darnos un descanso de ese tema hasta la semana
que viene?

—Sí, pero esto no es fantasear con nada.

—Pff… bueno… pues… no sé, sí, tuvo su punto, tampoco tiene ninguna
importancia.

—¿Pero por qué te puso? ¿Cómo fue?

—Tampoco es que me pusiera… no sé… fue… muy masculino, muy
varonil, no sé.

—¿No son varoniles mis gemidos?

—Jaja… yo que sé Pablo, solo me faltaba hacer ahora comparación de
vuestros sonidos cuando… cuando eso.

—Y también te puso que el otro chico os mirara.

—Bueno, Pablo, venga, ya está, ¿no?

—Está bien, está bien. —me acerqué a ella y le di un beso que ella
respondió con otro, nos dimos varios picos y varios besos en la mejilla.

Cada vez me fui encontrando peor y me metí en la cama muy pronto. A la
mañana siguiente si no llamé al trabajo para decir que no iba fue porque solo
llevaba dos meses allí. Aquel lunes pensaba en que sexualmente estaba siendo
muy injusto con María, entre unas cosas y otras llevábamos como diez días sin
follar porque a los dos minutos del sábado por la noche no se le podría llamar
follar, y menos para ella que no se había corrido. Por ello le escribí diciéndole
que la iba a compensar aquella noche. Me respondió en broma diciéndome que si
tan enfermo estaba como podía pensar en eso y después me acabó diciendo en
serio que de compensación nada… que estaba con la regla.

Pasaban los días de la semana con la única novedad de que María me había
dicho que Nati se había apuntado a su gimnasio. Era un gimnasio cerca del
despacho de María al que iban Paula y ella a veces en el descanso de después de
comer. Nati estaba opositando y parecía ser que se había hecho amiga de Paula a
través de Amparo y la había convencido. Le pregunté a María si la había visto en
el vestuario… desnuda o casi… y me dijo que era muy pudorosa, bueno, que
todas lo eran.

María no me dijo nada sobre si le daba pena o no verla ahora, sabiendo como
se las gastaba su novio. Lo cierto era que el tema Edu había desaparecido por
completo, como si no existiera, y yo estaba jodido porque temía que la cosa se
enfriase. Además íbamos a entrar en julio, y en agosto cogerían vacaciones en el
despacho… sentía que iba un poco a contrarreloj. Además ni Edu y yo nos
habíamos escrito en toda la semana cuando en otras habíamos tenido casi
contacto diario, escribiéndonos sobre cómo iba de potente María a trabajar…
que planes tenía con ella, etc.

Llegó el viernes y María se fue a casa de sus padres. Entre mi medio gripe,
que tampoco sabía bien como catalogarlo, y la regla de María, no habíamos
hecho nada en toda la semana, lo cual no evitaba que yo recordase
constantemente todo lo que había dicho de Edu y demás cosas morbosas que
habían pasado.

Estaba cenando en casa cuando Edu por fin me escribió. Por lo visto él sabía
que María se había ido de fin de semana y me preguntó si quería tomar algo, le
pregunté si tenía novedades con María y me dijo que no, que además la había
notado “un poco tontita y seca”. Yo estaba algo convaleciente y tampoco me veía
con Edu de amiguito por ahí si no tenía demasiado que contarme de María. Le di
largas, diciéndole que quizás al día siguiente podría.

—Mañana yo no puedo tío, que tengo visita. Viene Alicia, la andaluza esta.

—¿Qué Alicia?

—Joder, la tía esta que me tiré en las jornadas esas. Está encoñadísima. Así
que mañana estaré follando todo el día, que Nati va a estudiar todo el fin de
semana.

Me quedé un poco pensativo… aquello no me gustaba… De nuevo temía que
pudiera perder interés por María.

—¿Y está buena? —le pregunté.

—Jaja, míralo tú mismo… 24 añitos… para morirse —E inmediatamente
me escribió su nombre y apellidos.

Entré en las redes sociales y pronto la localicé. La chica estaba buena de
narices. Una cordobesa muy morena, de pelo negro, largo y algo rizado. No
sabía por qué me la había imaginado más menuda pero sin ser alta tampoco era
baja. Eso sí, una pija de cuidado… con fotos montando a caballo… sus camisas
de rayas… su feria y su familia bien. Y unos ojos muy negros y un lunar en la
mejilla muy morboso. No parecía tener demasiadas tetas pero sí un buen culo.
Menudo cabrón follarse a esa tía… además de estar follándose a Nati… Seguí
buscando entre las amigas de Edu y encontré a Nati que tenía todo bastante
cerrado pero en sus cuatro o cinco fotos se veía que era guapísima… pfff una
rubia impresionante… ¡Menudo hijo de puta!

Estuve mucho tiempo mirando aquellas fotos y temiendo que al aparecer
Alicia Edu perdiera el interés en María. Después estuve buscando fotos de María
en el ordenador y encontré una del verano pasado, que estaba sentada en la silla
de un chiringuito… con un bikini verde oscuro de triángulos que no dejaba nada
a la imaginación… con gafas de sol, el pelo recogido y mojado y con una mano
hacía el gesto de V como de victoria y con la otra levantaba un mojito… Joder…
¡le salían unas tetazas tremendas! no recordaba aquella foto… lo más brutal de
aquella foto era que se le marcaban un poco los pezones a través del bikini.
¡Joder… estaba brutal! Es que salía como con gesto inocente pero a la vez muy
muy sexual.

No era una foto de mal gusto… no era una foto que María me hubiera
mandado en privado… así que decidí enviársela a Edu y simplemente le escribí:
“Me preguntabas si tenía alguna foto…”

Pronto Edu me escribió:

—¡¡Jodeeer….!! ¡¡La madre que la parió!! ¡¡Qué tetaaas!! Gracias tío…
Dios… está para reventarla en esa foto…

—Ya ves…

—Joder tío… me voy a hacer una pedazo de paja esta noche con esto…

—Jajaj.

—Dios… es que me la tengo que hacer joder… me la tengo que follar…

No escribimos en un par de minutos hasta que volvió a escribir él.

—Joder, me la tengo que follar, ya me veo follándome un lunes a Nati… los
jueves a Alicia y los sábados a María…

—Joder, no estaría mal.

—No, no, a María todo el fin de semana, que es la que está más buena. Y tú
mirando, quieres…, ¿no? ¡Cabrón!

—……

—Jajaja… vas a ver como me la follo tío… ¡¡Vas a ver lo que es reventar a
polvos a una pedazo de hembra como María!!



CAPÍTULO 28

Me senté en el sofá… ¡Dios…! Aquella frase me había dejado impactado…
la imagen que me venía a la cabeza era brutal… en seguida me imaginé a Edu
montándola… follándose a María a lo bestia y ya tenía la polla a reventar… Me
la tuve que sacar allí mismo y me hice una paja a toda velocidad imaginándome
a María recibiendo polla de Edu en todas las posturas que se me ocurrían… Me
corrí en menos de un minuto y tuve que ir al baño a limpiarme intentando no
pringar el suelo con aquello que se me escurría… Sabía desde hacía meses que
aquello que me pasaba no era normal. No suficiente con eso, como una hora más
tarde, me fui a la cama y volví a mirar las fotos. Miré las fotos de Alicia y…
joder… no era ni medio normal lo buena que estaba… es que aquella mirada…
desprendía un morbo… y comencé a hacerme una paja pensando en ella…
Mañana el cabrón de Edu se la follaría durante horas… qué hijo de puta… hacía
como cinco meses que no me hacía una paja pensando en nada que no fuera Edu
con mi novia… pero aquella chica estaba… bufff… tampoco tardé mucho en
correrme imaginándome que aquella pija andaluza me montaba la polla como
loca…

El sábado estuve con unos amigos, y de nuevo María súper aburrida con sus
padres no dejaba de escribirme. Estaba bastante melosa y me decía que la tenía
sexualmente a pan y agua. Le pregunté que cuánto llevábamos sin hacerlo, pues
supuse que lo del sábado no querría ni contarlo.

—Pues hoy hace dos semanas.

—¿Ya?

—Ya ves…

—Bueno, tu viaje… tu regla…

—Anda sí… no me hagas hablar tú, jajaja.

Esa noche de sábado salí algo más con otros amigos y llegué a casa de noche
pero relativamente pronto. Le escribí a María diciéndole que estaba bastante
cachondo… y ella me dijo que también lo estaba. Sin embargo no me atreví a
sacarle el tema de Edu, no quería que pensase que sin Edu por medio no me
apetecía escribirme y fantasear con ella sobre cosas entre nosotros, pero tenía
algo de cierto. Y es que no me veía escribiéndole a María cómo me la follaría…
me sabía a poco. Me ponía más que nunca pero sentía que me faltaba algo. Le
escribí diciendo que hacía tiempo que no usábamos el consolador y me dijo que
no nos hacia falta. Al final nos desviamos un poco del tema y no llegamos a
hacer sexo telefónico ni escribiéndonos. Cuando dejamos de escribir busqué la
foto en la que salía con Edu cenando, aquella con aquel mono marrón y Edu le
tocaba la espalda… y me hice una paja tremenda imaginándome que yo estaba
también en aquella cena… veía como la tocaba y no decía nada… y ellos se iban
al baño del restaurante y yo iba tras ellos… y el muy cabrón de Edu me decía
que vigilase la puerta… y yo escuchaba como se la follaba en los baños…
escuchaba los gemidos y jadeos de María por la polla que le daba Edu, mientras
yo vigilaba que nadie se acercaba… ¡¡dios..!!. ¡¡Me hice una paja brutal
imaginándome eso!!

Al día siguiente hablé por teléfono con María por la tarde. En un
determinado momento saqué lo que tenía permanentemente en la cabeza:

—Bueno, mañana se acaba el pacto.

—¿Qué pacto? —preguntó con un emoticono de una sonrisa con una gota
de sudor cayendo.

—Jaja, no te hagas la tonta…

—Jaja… bueno, a ver… yo creo que deberíamos hablarlo.

—¿Hablarlo? ¿Qué hay que hablar?

—Hombre… pues todo… si quieres lo hablamos ahora.

—Vale, dime —le dije.

—Pues a ver… es que… a veces dices cosas que quiero creer que son solo
una fantasía o un juego.

—Ya…

—¿Ya que es solo un fantasía o ya que lo dices?

—Ya que… no sé, María… —la verdad era que me había cogido por
sorpresa, no sabía qué decirle.

—A ver, Pablo, yo solo quiero que me digas que es… o sea… qué quieres
que pase.

—Pues… Quiero que él crea que te puede tener… como a todas, y le pares
los pies… pero cuanto más al final mejor, cuanto más hecho crea que lo tiene
pararle… que sepa que puede tener a todas menos a ti. Forzar al máximo pero
que por ejemplo no te bese.

—¡¡Pero como me va a besar!! ¿¡Se te ha ido la cabeza!?

—A ver María es que es eso… si te toca un poco el culo… o te mete
mano… ufff… es que me pone tanto que lo haga y se quede con las ganas…

—No me voy a dejar tocar el culo porque a ti te ponga cachondo, Pablo. Me
parece de locos.

—Si no digo que no suene como una locura, lo sé, pero reconoce que los
calentones que estamos teniendo no son normales. ¿A ti no te pone que el crea
que te pueda tener y al final pararle los pies?

—No sé, Pablo…

—Piénsalo… imagínate que te mete algo más de mano, imagínate que aquel
día en vez de los muslos llegara incluso a tocarte algo las bragas y que… cuando
pensaría que ya vas a caer… le paras… es que es eso, cuanto más lejos llegue sin
tú caer es más morboso.

—No sé… me parece…

—Además —la interrumpí — él, si no te besa… ni te folla… es que lo va a
tener ahí… por mucho que te toque… por mucho que te dejes tocar… hasta que
no consiga besarte y no digamos follarte lo vas a tener a raya y humillado…

—¿Humillado?

—Sí, para alguien como él, estar con una mujer que al final no se deja del
todo es como una humillación. Todo lo que para él no sea follarte no significa
nada.

—No sé, Pablo. A mi me parece una locura.

—¿Pero por qué?

—Porque sí. Imagínate además que lo va diciendo por ahí. Imagínate que no
sé… una noche me… dejo tocar el culo y después le aparto… vale, te lo cuento,
te pones súper cachondo… y eso hace que me acabe poniendo a mí… pero va él
y se lo cuenta a alguien.

—¿Qué va a contar? ¿Le toqué el culo a alguien del trabajo?

—Pues sí. Aunque bueno, también tienes razón en que que lo cuente no
sería el mayor de los problemas.

—Vamos, María, hemos echado unos polvazos impresionantes… el día que
usamos el consolador este grande fue apoteósico… el día que tuvimos sexo por
teléfono con esto fue increíble…

—Ya… pero podemos hacer eso sin necesidad de que yo me deje meter
mano.

—Pufff… es otro nivel, María… si te toca el culo… o algo… las bragas… o
te roza las tetas… y se cree que te puede tener… ¿te imaginas lo que nos
pondría?

—A tí.

—Y a ti un poco también… y además de eso… no quieres también joderle
un poco… que él crea que te puede tener como a todas…

—No sé… me parece meternos en un lío… en un no sé… en un jardín que
yo qué sé.

—Bueno… yo ya te he dicho más o menos… como lo veo.

—Ya, bueno… ya hablaremos.

Me sorprendió esa respuesta. Como si se hubiera enfadado. Y le escribí:

—Bueno, vale, María.

—Bueno, un beso.

—Un beso.

Nos despedimos y yo no sabía muy bien ni si me había expresado bien ni
cómo se lo había tomado realmente ella. María vendría al día siguiente por la
mañana a dejar la maleta en casa y después se iría al trabajo pero no
coincidiríamos hasta la noche. Tenía un poco de mal cuerpo por como había
acabado la conversación, y ella debió sentir lo mismo porque en seguida me
escribió.

—Mira, Pablo, lo siento, ¿sabes lo que más me jode? Que por culpa de ese
imbécil discutamos.

—Ya, bueno… tampoco es discutir.

—Bueno, lo que sea, pero me he quedado mal.

—Y yo.

—Bueno eso, que te quiero mucho mucho mucho ¿vale?

—Y yo también, María, te quiero más que nunca, de verdad.

Ella me puso unos emoticonos de una cara con ojos de corazones y yo
también esos y unos corazones grandes y uno que tira besos… Era cierto que la
quería y estaba más enamorado de ella que nunca.

Al día siguiente contaba las horas para verla. Estaba en el trabajo pensando
en ella, pensando en que quería estar con ella, abrazarla, pero también follar con
ella… compensar aquellas dos semanas sin hacerlo.

A media tarde le escribí, le dije que tenía muchas ganas de verla y le escribí
también:

—Llevamos quince días… dios… me muero por…

—¿Pooor? Jajaj.

—Por… follarte.

—Uufff, no me digas eso… yo también estoy… salidísima, en serio. —Y
puso un emoticono de una cara avergonzada.

Iba en el coche de vuelta a casa cuando anochecía, y llovía que estaba
cayendo el diluvio, cuando María me escribió al móvil:

—Edu me está acercando en coche a casa, nos vemos en un rato. Te quiero.

Me quedé bastante sorprendido. Era cierto que María iba siempre caminando
al despacho, vivíamos cerca, a unos quince minutos caminando y estaba
lloviendo… pero sin duda era sorprendente que la acercara Edu y no cualquier
amiga. Más sorprendente fue que yo llegara a casa y ella aun no hubiera llegado,
y que pasaran los minutos y yo siguiera sin saber nada.



CAPÍTULO 29

Calculaba que ya hacía fácilmente media hora que María tendría que haber
llegado a casa. Fui al dormitorio a desvestirme y cuando estaba en calzoncillos y
camiseta me llamó un compañero de trabajo. Estuvimos hablando un rato de
unos detalles del proyecto para el día siguiente y yo de vez en cuando miraba por
la ventana y veía como poco a poco iba amainado la lluvia.

Escuché entrar a María en casa, sus tacones avanzando por el pasillo, y
cuando entró en el dormitorio casi se me cae el móvil al suelo. La estampa era
brutal. Iba con una falda de tubo oscura y una camisa blanca, que estaba
empapada, como también tenía todo el pelo alborotado y mojado. La camisa
estaba calada de verdad y se le pegaba al cuerpo que no es que se le notase así el
sujetador, es que del sujetador se podía diferenciar claramente las tiras, las
copas… el encaje… pero dios… no solo eso… si no que… ¡se le notaban
brutalmente los pezones…! Dejó el bolso sobre la silla y le dije automáticamente
a mi colega que hablaríamos al día siguiente… Ya no era la imagen de María, era
su mirada… tenía una cara de estar cachonda increíble… nos acercamos y nos
besamos… ahí me di cuenta de lo mojada que estaba… tenía la ropa húmeda y
fría pero los labios y las manos calientes… Nuestras lenguas se juntaban en su
boca de manera desesperada, llevábamos días deseando aquel momento; yo
quería saber lo que había pasado en aquel coche pero antes de aquello quería
sentir a María…

No tardó en bajarme el calzoncillo y comenzar a pajearme con fuerza…
estaba realmente muy muy cachonda, pocas veces la había visto así. Mis manos
iban a su cuello para besarla y sobre su camisa mojada le apretaba las tetas
mientras ella comenzaba a hacerme una paja brutal. Al estar en tacones estaba a
mi altura y era aun más mujer, como más poderosa… y le tuve que susurrar que
parara si no quería que me corriera ya. No solo no obedeció si no que
inmediatamente se arrodilló y sin más contemplaciones, sin besar mis huevos,
sin lamer el tronco, sin nada, directamente se metió mi polla en la boca y
comenzó a hacerme una mamada que hacía que me temblasen las piernas…
tanto que tenía que apoyar mis manos en su cabeza… ¡Dioos! ¡La mamada era
bestial! Se podía escuchar el sonido de mi piel y de mi preseminal con su saliva,
haciendo ese sonido hueco… que se escuchaba por toda la habitación… yo le
decía “joder… María… más despacio o me corro ya…” pero ella no paraba…

Estaba impactado, pensaba qué habría pasado en el coche de Edu para que
ella estuviera así, no podía creer que aquel morbo y aquella lujuria con la que me
devoraba la polla obedeciera solo al deseo que ella sintiera por mí… Ella ni
miraba hacia arriba, ni se paraba… solo chupaba y chupaba y solo la sacaba de
su boca un segundo de vez en cuando como para coger aire… yo miraba hacia
abajo y veía el vaivén de su cabeza adelante y atrás… su camisa empapada y sus
pezones queriendo atravesar la camisa… Se lo anuncié. Le dije “¡¡dioos,
María… joder… me voy a correr…!!” pero ella ni se inmutó, siguió chupando
con más lujuria si cabe y yo sentí primero un espasmo y después un torrente que
me sacudía y cómo me abandonaba al placer al sentir que salía el primer chorro
de la punta de mi polla… flexioné un poco más las rodillas y sentía como otro, y
otro, y otro chorro salía de mi cuerpo e invadía la boca de María que acogía todo
el líquido sin dejar de llevar su cabeza adelante y atrás… ella seguía chupando y
mi orgasmo llegaba a su fin… seguía chupando que yo ya había acabado de
echar y ella seguía mamando de mi polla… le tuve que pedir que por favor
parara y me retiré un poco hacia atrás. Ella se puso en pie con total entereza y se
fue al lavabo a escupir allí todo lo que yo había echado en su boca…

Yo estaba en shock, por el orgasmo y por verla así… Fui al baño y ella se
quitaba la ropa que estaba empapada… Nos dimos un beso más dulce y hasta un
abrazo… y le dije:

—Joder, María… como estás… no sé si alguna vez te había visto así.

—Pablo, llevamos más de quince días.

—Ya, bueno….

—De ya bueno nada… me voy a la ducha, cenamos, y me follas.

Yo no la reconocía. Quizás era un simple calentón y era cierto que nunca
habíamos estado tanto tiempo sin hacerlo, pero me había parecido una locura
como me la había chupado.

María se duchó, se secó el pelo y se puso un camisón azul claro que tenía
similar al marrón y nos sentamos a cenar. Nos dábamos besos, más cariñosos eso
sí, y le pregunté por aquello de que Edu la hubiera traído en coche. Me dijo que
había salido ella del despacho y se había quedado en el portal esperando a ver si
paraba un poco porque no tenía ni paraguas ni nada, de hecho había hecho sol
todo el día. Y entonces había bajado Edu y le había insistido en acercarla en
coche. Que ella prefería esperar a Paula, a ver si bajaba y la llevaba ella, pero
ante su insistencia accedió.

—Mejor para mí —sonreí.

—Ya… pero no veas como llovía Pablo, el coche estaba a dos manzanas y
solo cruzar la calle dos veces para llegar a los soportales era como si nos echaran
cubos de agua. Y llegamos al coche y yo sentía que estaba empapada y
disimulaba como podía.

—¿Pero cuando entraste en su coche estabas tan mojada como cuando
entraste en casa?

—¿Cómo? Mucho más.

—¿Más?

—Sí… ya me había secado bastante cuando llegué a casa.

—Joder, María… tú sabes como se te notaba todo al estar mojada…

—Ya… ¿te crees que no lo sé? Pero lo peor no fue eso… Lo peor… bueno,
sabes que él no se podía meter en nuestra calle porque es de residentes y
multan… entonces aparcó un poco más arriba, donde el descampado del centro
comercial, para ver si paraba y ya bajar yo andando hasta casa esos cincuenta
metros.

—¿Y te miraba?

—Mientras conducía no. Pero espera. Es que en el descampado ese había
varios coches y me dice: “los del coche negro ese están follando seguro”, ¿te
parece normal que me diga eso?

—Hombre, María… ese descampado es un picadero. No me digas que te
enteras ahora.

—¿Cómo que un picadero?

—Joder… allí va la gente a follar, lo sabe todo el mundo.

—Bueno, pues no lo sabía. Creía que me estaba tomando el pelo. Me quedé
en plan no sé porque me saca ese tema este ahora…

—¿Y qué pasó en el coche? ¿No intentó nada?

—No…

—¿No? ¿No te puso ni la mano en la pierna, ni nada?

—¿Por qué no vamos a la cama y te cuento el resto?



CAPÍTULO 30

Fuimos al dormitorio, nos tumbamos en la cama y nos estuvimos besando
muchísimo tiempo. Acariciándonos con suavidad… sobre la ropa, acariciaba su
culo, sus bragas, sus tetas con delicadeza y ella hacía lo propio sobre mi
calzoncillo, mi culo mi pecho… No sabía si había sido la mamada o quizás la
ducha, pero estaba mucho más tranquila.

La besé en los labios, en el cuello, el escote… junté sus tetas y besé sus
pezones sobre el camisón, saqué mi lengua y humedecí esa parte… seguí
reptando hacia abajo y besé su vientre… recogí su camisón en su cintura y
descubrí una bragas negras… besé el interior de sus muslos y posé un beso sus
bragas. “Cuéntame”, le dije.

—Umm pues… lo primero… jaja, lo primero es que no puedo usar ese tipo
de sujetadores…

—¿Poor? —pregunté yo, ya comenzando a sacar mi lengua y lamiendo muy
sutilmente la seda de sus bragas.

—Porque son muy bonitos… finos y con encaje y tal… pero se me notaba
todo. Tengo que tener algunos con copas más gruesas porque no puede ser.

—O sea que te dabas cuenta que se te veía todo.

—Pablo… una cosa es que se me transparente el sujetador… pero es que
sabía que se me estaban viendo los pezones.

—Ya…

—Cómo que ya… no sabes las peripecias que hacía para poner el pelo por
delante y para intentar despegar la camisa de las tetas…

—Joder… María… y no te miraba mientras hacías eso… —yo seguía
lamiendo sutilmente sobre las bragas… pero ya comenzaba a notar como sus
labios se iban hinchando y comenzaba a reconocer aquel olor…

—Pues no… él conducía… me preguntaba por donde meterse para llegar a
casa… En algún semáforo sí que me miró pero lo normal.

—Lo normal es a la cara.

—Jaja, sí… Bueno, eso, hasta que le dije que en nuestra calle no se podía
meter, subió la cuesta, se metió en la explanada esa y paró el coche. Y allí
decidimos esperar a que parase de llover un poco.

Le quité las bragas y apareció ante mí aquel coño que me parecía
especialmente delicado… con sus labios algo hinchados pero aun muy juntitos…
¡Dios… me moría de ganas por separárselos con mi lengua! Y no tardé en
hacerlo… Con la punta de mi lengua comencé a dividirlos y ella continuó:

—Y al, ufff… Pablo, en serio… lo haces increíble… uff… pues al parar el
coche sí que se giró hacia mi y hablábamos… que qué raro había empezado el
verano, que no se qué…

—Y te miraba.

—Sí…

—¿Te miraba las tetas?

—Mmm… Pablo…sigue… uff… sí… bueno, me miraba todo…

No puedo describir con palabras la excitación que sentía al imaginarme a
María transparentando sus tetazas en el coche de Edu y el muy cabrón
mirándoselas sin cortarse… Ya lamía el clítoris de María y ella se retorcía del
gusto cuando alargué mis manos para sobar sus tetas y ella me facilitó la
operación bajándose las tiras del camisón… dejando que mis manos acariciaran
sus tetas desnudas y quedase su camisón en su cintura. Ella llevaba sus manos a
mi cabeza y comenzaba a jadear sutilmente…

—¿Qué te miraba?

—Mmm… me miraba las tetas sobre todo…

—¿Y se te transparentaban los pezones?

—Ufff… sigue… sí, pero…

—¿Pero qué?

—Que había puesto todo el pelo por delante para que no se me notaran…
pero… él… uff… mmmmm, sigue..

Aquel “mmmm” de María junto con sus pequeños movimientos de cadera
me anunciaban que estaba cerca de correrse…

—Pero… —prosiguió — el muy cabrón me dijo que mirase, que en el
coche negro seguro que estaban follando… y… y miré a mi derecha por la
ventanilla… le dije que no se veía nada… joder, Pablo… en serio… me lo comes
increíble…

—Sigue… —yo me deleitaba lamiendo su clítoris, apretándolo con mi
lengua, y contemplando como tenía el coño abiertísimo aun sin haberle metido
ni un dedo.

—Pues… volví mi mirada hacia él… y él me miró… y dioos…

—¿¡Quée!?

—Ummm, que el muy cabrón me apartó el pelo… joder… me retiró el pelo
y me miró las tetas… sin cortarse…

—¿¡En serio!? ¿¡Y no te tocó!?

—Mmm…. joder… Pablo… ¡¡me voy a correr…!! ¡¡Diooos!!

—¿¡No te tocó!?

—Mmm… no, pero… ¡¡Dioos!! ¡¡¡Ahhh…!!! ¡¡¡Me corroo!!! ¡¡¡Me
corrooo!! ¡¡¡Ahhhh!!!

María llevó sus dos manos a mi cabeza y literalmente me metió su coño en la
boca y comenzó a retorcerse totalmente ida… yo sentía como su coño se
deshacía en mi boca y un olor tremendo a coño me invadió de una forma
brutal… estuvo gimiendo y casi gritando con mi boca en su sexo durante unos
segundos benditamente interminables…

Me retiré de ella… Yo obviamente tenía la polla a reventar… y veía su coño
sonrojado y abierto y sentía que me llamaba… pero le pedí que se diera la vuelta
y fui a la mesilla a por el consolador. Ella parecía hasta mareada por su orgasmo
pero obedeció. Se puso a cuatro patas sobre la cama, miraba de reojo como cogía
el consolador pero no dijo nada. Me puse tras ella con el consolador en la mano
y le dije:

—Sigue contándome.



CAPÍTULO 31

Comencé a besar sus nalgas desnudas con cuidado, con delicadeza… el tacto
de su piel allí era fresco y terso… tanto que me ponía cachondísimo… le daba
pequeños besos allí esperando un poco a que ella se recuperarse y ansiase que
volviera a estimularla.

María comenzó a contarme que en general se veía sorprendida porque él no
intentase nada.

—¿Y tú querías que intentase algo?

—Pues no, no sé. No era que quisiera o no quisiera, solo me sorprendía.

Mi boca pasó de besar sus nalgas a cada vez ir besando más cerca de su
coño… Dios… era increíble lo abiertos que tenía los labios… en aquella postura
se veía perfectamente como caían sus labios abiertos hacia abajo. Llevé allí mi
lengua con dificultad y María soltó un suspiro… hasta que comencé a usar el
consolador para penetrarla… metí la punta de aquella polla de plástico enorme…
que para mí representaba y siempre había representado la polla de Edu.

Metía aquel objeto con cuidado y lentitud y María soltaba unos “uff” “ufff”
muy rápidos y morbosísimos. Yo me pajeaba con una mano y la penetraba con la
polla de plástico con la otra… mi polla era minúscula comparada con aquello…

—Dios… Pablo…

—Qué… ¿no vas a seguir contándome…?

—No sé… Dios… fóllame… quítame eso y fóllame tú…

—¿Yo…? ¿Quieres que te meta mi mierda de polla?

—Mmm… sí… quiero sentirla… —Yo le había metido el consolador hasta
la mitad y lo había dejado quieto… era María quien se movía despacio adelante
y atrás y ella misma se lo iba metiendo…

—Dilo… di que quieres meterte mi mierda de polla…

—Joder, Pablo… métemela, anda…

—Dilo…

—Mmmm… méteme tu mierda de polla…

—¿Síi?

—¡¡Síi… joder…!! ¡¡Méteme tu mierda de polla.!!

—No sé… después… Sigue contándome ¿que pasó cuando te apartó el
pelo? —le dije metiendo más aquel consolador.

—Uff… mmm ¡Despacio! Pues… pues… joder… me apartó el pelo y me…
me las miraba… yo sabía que me estaba mirando tetas…

—¿Y qué sentiste? ¿Te gustó?

—Ufff, Pablo… no lo metas más ¡eh…!

—Está bien… ¿pero te gustó que te mirara las tetas?

—Mmm… no sé… pensé que…

—¿Pensaste que qué?

—Pensé que intentaría algo, pensé que iba a tocarme… a tocarme las
piernas… o no sé…

—Pensabas que iba a intentar tocarte las piernas… o las tetas…

—Sí…

—¿Y no lo hizo?

—Mmm… —María se echó ella sola hacia atrás y se metió aquella polla
completamente — emitió un suspiro en un tono altísimo — ¡joder…! No…
¡uff…! Mételo y sácalo más rápido…

—Yo comencé a meter y sacar la polla de plástico a más velocidad… María
se moría del gusto… casi la sacaba entera y se la metía otra vez, no podía creer
como su coño abarcaba y acogía aquellos casi 20 centímetros y el tremendo
grosor de aquella polla… era sencillamente brutal… parecía que cada vez que la
metía, al sacarla, salía más embadurnada del flujo que soltaba María sin parar.
De rodillas tras ella con una mano me pajeaba y con la otra metía aquello cada
vez más rápido.

—¿Te jodía que no te tocase, María?

—Ufff. No sé….

—¿Te habrías dejado tocar?

—Mmm… un poco… un poco sí…

—¿Cuanto?

—Mmm… las piernas un poco… y después…uff… ¡ahhh! ¡dioos!

—¿Después qué?

—Después le pararía…. Mmm… le dejaría con la ganas…

—¿Y dejarías que te tocara las tetas?

—Mmmm… no…. —María ya jadeaba y yo de verdad no daba crédito
como se dejaba taladrar a toda velocidad por aquella enorme polla.

—¿No dejarías que te las tocara un poco?

—Ummm… un poco… un poco y le pararía… dios…

—¿Le dejarías que te acariciara un poco las tetas?

—Mmm… sí… un poco sí… dioos.

—¿Síii?

—Mmm… solo un poco… sobre la camisa…

—¿Síii?¿Y te gustaría eh? ¿Disfrutarías de que te las tocara?

—Mmm… no sé… dios…me voy a correr… uuff… ¡¡siguee…!!

Cuando le iba a preguntar si le pondría cachonda que Edu le tocase las tetas,
María estallaba en un orgasmo y yo me pajeaba, pero no quería cortarle el placer
y seguí moviendo aquel objeto para que ella siguiera disfrutando. Mi novia se
corría y se corría llevando su cuerpo adelante y atrás totalmente entregada
gritando unos “¡Dioos me corro!!” que resonaban por el dormitorio y casi hacían
que me corriera yo.

Acabó su orgasmo y yo saqué aquel objeto de su interior con cuidado, y ella
dejó caer su cuerpo hacia adelante. Yo no aguantaba más sin correrme y aceleré
mi paja dispuesto a correrme en sus nalgas; cuando ella se giró, se quitó el
camisón que seguía en su cintura y nos colocamos de tal forma que yo pudiera
correrme de frente, en su torso… Miraba su cara totalmente acalorada por su
orgasmo y sus tetas más hinchadas que nunca…

—Dios… María… me voy a correr…

—Córrete… córrete aquí… —dijo invitándome a correrme sobre su
cuerpo…

Yo la miraba… y miré el consolador que estaba a nuestro lado… Lo cogí con
una mano y seguí pajeándome… lo acerqué a su boca y ella lo cogió con la
mano… con mi mirada le decía que lo chupase… quería que chupase aquel
pollón mientras yo eyaculaba sobre ella… pero ella dijo…

—¿Sabes qué?

—¿Quée…? —Yo solo quería que se lo metiese en la boca y derramarme de
una vez sobre ella…

—Que en el coche… Edu estaba empalmado….

—¿Síii? Dios María, me voy a correr…

—¿Ya?

—Sí… ¡¡Me corro!! ¡¡dioos!! —Dije rápidamente pues aquella frase había
sido demasiado para mí y comencé a descargar sin parar una multitud de chorros
blancos y espesos que caían aleatoriamente sobre su pecho, tetas y abdomen…
¡¡Dioos una corrida bestial!! No paraba de derramarme sobre sus tetazas y el
chorro más espesos embadurnó y pringó uno de sus pezones y aquella areola
enorme… empapando uno de aquellos pezones que Edu había estado mirando
sin cortarse un par de horas antes.

María, sorprendida por todo lo que había echado se fue directamente a la
ducha.

Una vez en la cama creo que ambos de nuevo estábamos sorprendidos por el
nivel de morbo al que habíamos llegado. Le pregunté por aquello de que Edu
estaba empalmado y me dijo que sí, que se le notaba bastante, que en pantalón
de traje además esas cosas se notan mucho.

—¿Te acuerdas cuando te pedía que cuando te cruzaras con él por el pasillo
le miraras el paquete?

—Jaja, sí…

—Joder… parece que fue hace un mundo…

—Pues hará tres meses.

—Oye… pues… no hemos follado al final…

—Jaja.. ya… No quisiste… no sé que te pasa —me dijo dándome un beso.

—Jaja, lo hago por ti. Te llena más nuestro juguete que yo.

—No digas chorradas… casi te tengo que rogar que me la metieras tú y tú
venga con meterme eso.

—Ya… pues mañana.

—No lo dudes que mañana. Mañana lo vamos a hacer normal… y con esto
—dijo rozándome el miembro bajo las sábanas — y sin Edus ni… penes de
plástico.

—Bueno, María… no me digas que fantasear con esto no es increíble.

—Fantasear sí, pero que me pidas cosas raras no.

—¿Qué cosas raras?

—Pues lo de dejarme tocar por ejemplo… eso no lo veo.

—Bueno, ya se verá, pero sería otro nivel.

—Jaja, otro nivel… todo es otro nivel para ti —dijo María riéndose.

Nos dimos unos besos en la mejilla y unos picos hasta darnos las buenas
noches.

—Buenas noches, María, te quiero muchísimo, este juego es… la leche…

—Jaja… Buenas noches, Pablis… descansa… Madre mía… tendría que
haberme buscado a otro con menos imaginación.

—Jaja… te aburrirías…

—Mmm… no sé si me aburriría… pero no lo querría tanto.



CAPÍTULO 32

Al día siguiente por la mañana le escribí a Edu preguntándole sobre qué
había pasado y me contestó que me llamaría a la salida del trabajo. Yo esperaba
más o menos que me contara lo mismo que me había contado María, pero
obviamente con aquel tono despectivo y soez con que narraba todo lo
relacionado con mi novia.

Efectivamente pasadas las ocho de la tarde me llamó y me contaba con todo
lujo de detalles lo morbosa y potente que había estado María mojada en su
coche:

—¿Sabes que era lo mejor, Pablito? Buff… lo mejor era que la muy cabrona
se había puesto el cinturón de seguridad en entre las dos tetas… Te puedes
imaginar las tetazas que le hacía eso… en cada semáforo me decía a mí mismo
“alarga la mano y cógesela, aunque te de una hostia, pero tienes que hacerlo”
jajaja, es que le salían las dos tetazas hacia adelante como dos misiles… Y
cuando aparqué el coche.. menudos pezonazos… yo creo que estaba cachonda,
que estaba cachonda y que es una calienta pollas. Tú novia es una calienta
pollas, Pablito…

—Ya… no sé… ¿pero intentaste algo?

—Mira… yo estaba tan impactado con cómo se le transparentaban las
tetazas… que hasta reconozco que me quedé algo bloqueado, y también es que
tampoco quiero dar un paso en falso. Una cosa es meterle mano con unas copas
y otra en el coche después del trabajo. Hay que andar con cuidado.

—Ya.. bueno… Me dijo que le apartaste el pelo.

—¿Ah te lo contó? Es que yo no sé qué te cuenta y en que plan te lo cuenta.

—Pues… me lo cuenta en plan sorprendida… pero no en plan mal. Me lo
cuenta en plan “Edu me hizo tal… no sé si no querrá tema…”

—Espero que te lo cuente en plan “ojalá Edu quiera tema”, jajaja.

—Pues… no sé si tanto… es que eso ella es muy difícil que me lo reconozca
así tal cual.

—Bueno… Pablito… pues sí, lo del pelo: le aparté el pelo y joooder… le vi
todo el pezón… se le transparentaba como si no llevara nada y ahí casi me
lanzo… pero no lo vi claro. A ver si la llevo más días en coche… De todas
formas este jueves después de ir a la terraza con los del despacho iré a un bar
con unos amigos… si la convenciera de que se viniera ahí… Es que, de las
chicas además es la que más marcha tiene… noto a veces que cuando las del
despacho se van a casa después de las cervezas en la terraza ella pone cara de
que ella seguiría.

—Ya…

—Y qué más… yo sigo con el report de lo zorrita que es tu novia… jeje.
Hoy mismo tuvimos reunión por ejemplo pero ahí es jodido.

—¿Los dos solos?

—No, éramos más… y ella se levantó a abrir la puerta para que hiciera un
poco de corriente… joder, qué culito… en pantalones así… ufff… nos quedamos
todos callados disimulando la polla… jajajaj…

—Sí, en pantalones le hace mejor culo,

—En pantalones y en falda, tío, no sabes la puta suerte que tienes. Pero oye,
por mi perfecto que quieras que los demás también disfrutemos de ella… jajaja.
Cuando la vi, dije… le tengo que agarrar bien ese culito, joder. Bueno, te dejo
que ya llegué al coche, seguro que ya estás empalmado, a qué sí.

No le faltaba razón, no podía evitar acabar empalmadísimo siempre que
colgábamos el teléfono tras cualquiera de aquellas conversaciones con él. Y es
que Edu hablaba como si no fuera mi novia, como si él y yo fuéramos
compañeros de correrías y ella fuera una fulana cualquiera. Pero no, era mi
novia, y por eso sus frases me daban un morbo tan especial, tan brutal…

Esa noche María y yo follamos por fin. Aunque más bien habría que decir
que habíamos hecho el amor. Sabía que no podía hablar de Edu para nada, así se
lo había prometido. No digo que el polvo fuera soso pero después de la
excitación a la que llegábamos con la fantasía con Edu… es que no había
comparación posible. Yo sentía que ella también tenía que notarlo, quizás no
tanto como yo pero es que era tremendamente obvio que los polvos sin hablar de
Edu eran muchísimo menos entregados, diría que por ambas partes.

Al día siguiente María y yo fuimos al cine aprovechando que era el día del
espectador. No había sabido nada de Edu en todo el día y no hablaba de él con
María desde hacía casi cuarenta y ocho horas, que puede parecer poco, pero
teniendo yo el tema como lo tenía absolutamente todo el rato en la cabeza, me
parecía un mundo.

Estábamos sentados en las butacas y aun faltaban diez minutos para que
empezara la película; de hecho a penas había aun nadie en la sala, cuando le
pregunté.

—Oye, María, si tuvieras que decir… cinco momentos… o cinco cosas que
te pusieran de Edu qué dirías.

—Jajaja, ¿Me lo estás preguntando en serio? —rió.

—Sí, venga, piensa.

—Pues Edu no me pone… así que acabamos pronto la lista, jaja.

—Venga pues… cinco momentos en los que le vieras especialmente guapo.

—Ay, Pablo, yo qué sé.

—Vamos, María…

—A ver… cinco ni de broma, si llego a dos o tres…

—Pues venga, tres.

—Mmm… qué morro… a ver…

Iba entrando gente en la sala pero muy poca y María pensaba.

—Pues a ver, un día en una reunión… estaba guapo, lo vi y dije caray…
creo que fue un lunes… es que a veces llega muy moreno del fin de semana, a
parte creo que iba de blanco, con una camisa blanca… es que es eso, se pone
muy moreno.

—Vale, qué más.

—Pues… el otro día en el coche estaba bien.

—¿Sí? ¿Cuando le miraste la polla?

—Pff… no seas bruto anda. —rió.

—Vale, ¿y tercera?

—Pues… el día ese en el hotel que se estaba vistiendo.

—¿Sí? ¿Para tanto fue?

—A ver, no fue para tanto, pero está bien de cuerpo… tenía… creo que una
camisa azul a medio poner… y es que es eso, está moreno… está en forma… y
con la camisa abierta así poniéndosela… no sé, a parte yo echándole la bronca y
él con su cara de chulito de “por un oído me entra y por otro me sale…”

—O sea que te pone cuando se pone chulito.

—Que no Pablo, no he dicho eso. Digo o he dicho que estaba guapo o
atractivo en esos tres momentos. Eres un peliculero de verdad… —me dijo
sonriendo y se acercó para que nos diéramos un pequeño beso.

La película empezó y al rato la toqué un poco y le di un beso… cosa que ella
aceptó pero me cogió la mano con la clara intención de pararme
disimuladamente los pies.

Esa noche, ya tumbados en la cama, a oscuras y listos para dormir, me
acerqué a ella y empezamos a meternos mano… Yo pasaba mis dedos sobre sus
bragas y nos besábamos… acariciaba sus tetas sobre el camisón… Esos
momentos que no sabes si la cosa quedará solo en eso o se acabará follando,
cuando sin poder controlarme y mientras pasaba mis dedos con más fuerza sobre
sus bragas le dije:

—Quiero tocarte mientras piensas en él… mientras piensas en aquel día que
se vestía con cara de chulo.

—Ay, Pablo… ¿No puedes dejar el tema por un día? —me susurró.

—Vale, vale, ya paro. —dije un poco enfadado, pero exagerando un poco
mi enfado y retirando mi mano.

Nos quedamos los dos boca arriba. En silencio. Hasta que pasaron los
minutos suficientes para ambos deducir que allí no iba a pasar nada más, y nos
quedamos dormidos.

Al día siguiente era jueves ya y a mí me salía casi sin querer hacerme un
poco el enfadado. En el desayuno apenas hablamos y durante el día no nos
escribimos. A media tarde me acabó escribiendo ella preguntándome que si me
pasaba algo y le dije que no me pasaba nada. Dieron las ocho y me dijo que se
iba a tomar algo con los del despacho y le dije que muy bien. Y como una hora
más tarde me escribió:

—Edu me ha dicho de ir a otro bar con él y unos amigos que tiene. ¿Quieres
que vaya?

—Sí. Vete con él. —respondí inmediatamente.

—Estaba claro… en fin.

—Bueno, ¿te espero para cenar?

—No.

Cenando en casa estaba en un sin vivir. Por hasta dónde podría intentar llegar
Edu aquella noche sobre todo. Y es que lo mismo parecía que cualquier día iba a
intentar todo con María como consideraba que no quería precipitarse y no hacía
nada. Tampoco sabía muy bien cómo reaccionaría mi novia si él intentaba algo.
Estaba hecho un lío, totalmente perdido.

Hice memoria para recordar cómo la había visto a la hora del desayuno.
Llevaba una camisa de seda muy delicada, de un color como crema o beige, que
le favorecía mucho al estar ya morena. Además siempre la remangaba un poco…
llevándola con mucho estilo. Además, la camisa, aunque holgada, le marcaba
inevitablemente el pecho, y la llevaba por dentro de un pantalón de traje negro
que le hacía una figura esbelta a la vez que potente gracias a los tacones…

Eran las diez de la noche y le volví a escribir a María:

—¿Cómo os va?

Afortunadamente para mi corazón no tardó más de cinco minutos en
responder:

—Bien, los amigos son majos. Más que él seguro.

—¿Sí? Oye… ya sabes… si intenta algo…

—No sé, Pablo… estamos siempre igual.

—Vamos… si intenta algo déjate un poco, por favor María te lo pido.

—Para eso si me escribes.

—Vamos, María, se que a ti algo también te pone todo esto.

—No sé, Pablo…

—Venga si te intenta meter un poco de mano déjate y ya le pararás si ves
que se pasa mucho.

—Uf… no sé… Pablo, además no creo que intente nada

—Pero si intenta déjate un poco, por favor. Le paras y se queda con las
ganas.

Ella no respondió más. Y dieron las once. Y hasta las doce. Me metí en la
cama muy sorprendido porque María aun no hubiera llegado… no era normal
que trabajando al día siguiente no hubiera vuelto ya.

Finalmente llegó casi a las doce y media… Pasó por el cuarto de baño y
encendí la luz de la lámpara de la mesilla. Entró en la habitación y le pregunté:

—Bueno, ¿qué tal?

—¿Qué tal? No te vuelvo a hacer caso, joder. Se nos ha ido de las manos.

—¿¡Poor!? ¿¡En serio!? ¿¡Ha vuelto a intentar algo!?

—Sí.

—¿¿Mucho?? ¿¿Y te has dejado un poco??

—Mira, Pablo, esto no tiene ni pies ni cabeza. Mañana te cuento. Ahora no
estoy de humor.

—No, en serio, María, cuéntame ya. —dije poniéndome de pié… ya tenía la
polla durísima. Mi novia se dio cuenta en seguida.

—Eres un cabrón, Pablo. Ya estás empalmado… No sé cómo me pides hacer
esto, joder… Eres un cabrón. Tú un cabrón y Edu un puto aprovechado. Pero
está bien, ¿quieres saber qué pasó? ¿Quieres saber cómo me metió mano el muy
cerdo?

—Sí…



CAPÍTULO 33

—Claro, para ti es muy fácil pedir. Pedirme que me deje meter mano por un
idiota al que mañana le tengo que ver la cara en el trabajo.

—Venga María, no te pongas así, le dije acercándome a ella. Le di un beso
en la mejilla y cuando quise dárselo en los labios apartó un poco la cara.

—No tienes remedio, Pablo. No ves que esto no nos lleva a ninguna parte,
no nos lleva a más que a yo pasarlo mal, tú sabes qué vergüenza mañana.

—Vamos, cuéntamelo… no creo que haya sido para tanto.

María se apartó un poco de mi y comenzó a desvestirse mientras me contaba.

—Pues estaba con él y sus amigos en el bar y le dije que me iba al baño.
Llegué allí y había una chica dentro y me quedé esperando. Cuando noto que
alguien se me pone detrás y me pone las manos en la cintura. Me giré y era Edu,
que me dijo algo así como que a ver cuando me llevaba en coche otra vez. Y…
no sé, volví a mirar hacia adelante y le dije que el baño de chicos estaba libre…
y me dijo algo en plan… no tengo prisa, o algo así. Es que aun encima tengo que
aguantar sus gilipolleces de ligón…

María ya se había quitado los zapatos y también los pantalones que doblaba
con cuidado mientras yo, empalmado, seguía allí de pie, escuchando.

—Y nada… el muy cabrón acabó bajando un poco las manos…

—No jodas…

—Sí, Pablo, me empezó a tocar el culo, es lo que querías ¿no? Y yo estaba
entre aguantar para contártelo o mandar todo a la mierda inmediatamente.

—¿Pero cuánto bajó las manos?

—Pues al culo, Pablo. Estaba detrás de mí, muy pegado, sobándome el culo,
como si fuera una fulana de esas que se ligará cada noche.

María se quedó delante de mi en ropa interior y camisa. Camisa que empezó
a desabrochar y yo cada vez más cachondo sin saber qué decirle.

—Y lo peor fue que apareció un amiguito suyo que se quedó como
sorprendido y Pablo le dijo que pasara, que estaba libre, sin sacar sus dos manos
de mi culo. Y yo solo pensaba que tan pronto intentase bajar un milímetro sus
manos le pararía… pero él se quedó ahí. Su amigo pasó por delante y después
Edu empezó a decirme cosas en el oído… gilipolleces como… que si estaba muy
buena y cosas así.

María se había abierto la camisa completamente y se quitaba el sujetador que
no tenía tiras… Le vi entonces sus tetas desnudas… grandes… perfectas, y con
lo que me contaba… Me bajé un poco el calzoncillo, me cogí la polla y comencé
a tocarme, aun sabiendo que a María eso no le iba a gustar.

—Dios… es que alucino que te pongas así, Pablo…

—Vamos… María, a ti también te pone algo…

—A mi no me pone… pero a ti últimamente te pone todo… Te pone que me
meta mano, te pone imaginar que me folla… te pone que tenga la polla mucho
más grande que la tuya…

No esperaba aquello, pero no solo no me pareció mal si no que me excitó aun
más.

—En fin… Pablo, y acabo. La chica que estaba en el baño salió y entonces
el muy cabrón me apretó el culo con fuerza y como que medio me dio una
palmada para que entrara en el baño. ¡Dioos…! ¡Qué rabia me dio! ¡Qué hijo de
puta…! Entré en el baño con ganas de matarlo… y también de matarte a ti.

María contándome eso en bragas y con la camisa abierta enseñándome las
tetas… aquellas tetas maravillosas y firmes… que apuntaban hacia adelante…
esos pezones y areolas enormes… Me imaginaba siendo sobada por Edu…
joder… apenas llevaba uno o dos minutos pajeándome y sentía que ya me podía
correr. De nuevo me acerqué a ella y viendo que no aceptaba mis besos en la
boca comencé a besarle el cuello.

—No, Pablo… no estoy de humor, en serio.

—Vamos… sé que no estás tan enfadada… sé que algo te pone…

María se quedó en silencio. Yo le besaba el cuello y me seguía pajeando
pegado a ella.

—Dios, Pablo… en serio te estás masturbando así… pero tú te ves… no sé
que te pasa, de verdad…

Ella se dejaba besar el cuello y me seguía hablando al oído.

—Es que te pone todo… te pone imaginar que me folla… joder… Eso es
que te pone… que te pone ser un cornudo… ¿te pone eso de verdad?

Cuando dijo eso creí que me corría… me dio como un espasmo por todo el
cuerpo al escucharle decir aquello… pero ella insistió.

—¿En serio te pone ser un cornudo, Pablo? Joder… es que es muy fuerte
esto… Pero es que además te pone que tenga una buena polla… te pone que él
folle como un animal… te pone que se hubiera follado a aquella chica durante
tres horas… cuando tú y yo… nuestros polvos duran diez minutos… es que
empiezo a pensar que te pone cachondo la comparación…

—Joder, María…

—Qué…

—Que si sigues… me voy a correr… —le dije en su oído.

María llevó su mano a mi polla y yo la dejé. Llevé mis manos a su cintura y
ella comenzó a pajearme.

—Pablo… es que te digo cosas que te deberían molestar y mira como te
pones… —dijo pajeándome ya con firmeza.

—Ya… María… Dios, en serio estoy a punto…

—¿Tengo razón entonces? ¿Te pone cachondo por ejemplo que él tenga una
buena polla y tú… esto?

—Ufff… Sí… —yo a penas podía responder del morbo que me daba lo que
me decía y además como me sacudía la polla cada vez más rápido… Subí mis
manos a sus tetas y respiraba agitadamente mientras ella me seguía pajeando y
me seguía preguntando:

—¿Te pone que él folle no se cuantas horas y nosotros follemos diez
minutos…?

—Joder… María… me estás matando…

—¿Sí?

—Sí… María…

—¿Y lo de eso que me dices de masturbarte imaginándome que me folla…?
Joder… es que voy a empezar a creer de verdad que quieres que me acabe
follando….

—Uf… María… me corro… dios…

—¿En serio?

—¡Síii…! ¡Uufff…!

—Pues córrete en el suelo —dijo de forma despectiva, apartándose de mí,
disponiéndose a acabar de desnudarse, sin siquiera mirarme… Yo me cogí la
polla rápidamente y con apenas dos sacudidas ya comencé a eyacular
descontroladamente… corriéndome sobre el suelo, jadeando rápidamente y
pringando todo el suelo… Me corría sin parar, con los ojos entre cerrados en el
medio del dormitorio mientras María abría los cajones del armario no queriendo
participar de un orgasmo que se prolongaba esparciendo más y más líquido
blanco por el suelo…

Fui a por papel higiénico para limpiar todo aquello mientras ella se metía en
la cama. Estaba ciertamente avergonzado, pero no lo podía controlar. Si me
había puesto así porque le sobara el culo sobre el pantalón… cómo me podría
poner si Edu fuera mucho más allá… Pero sobre todo estaba asustado, asustado
por cómo me había excitado que María dejase caer aquella palabra… “cornudo”,
asustado por no saber a qué me enfrentaba, sentía que me adentraba en algo
totalmente desconocido para mí, algo sobre lo que no había reflexionado en
profundidad… Seguía sin saber exactamente qué quería pero sí sabía que aquella
frase de María, aquello de “voy a empezar a creer de verdad que quieres que me
acabe follando….”, me excitaba tanto… me daba tanto morbo… que podía sentir
como si mi corazón estuviese a punto de explotar.

Ya los dos en la cama, sabía que María aun no dormía y le dije en voz baja:

—María, lo siento de verdad, pero es que no lo puedo controlar.

—Yo solo te pido que te pongas en mi lugar.

—Lo sé, se que es una putada que trabajes con él… y que mañana lo tienes
que ver…

—No es solo eso Pablo… a veces creo que no entiendes nada, pero mira, es
igual, es más de la una, vamos a dejarlo.



CAPÍTULO 34

No fue hasta la mañana siguiente cuando me di realmente cuenta de qué
había fallado. El problema había sido que Edu le había tocado el culo hasta que
había querido y había parado cuando había querido sin que ella le hubiera parado
antes; si María le hubiera apartado las manos una décima de segundo antes de
que lo hubiera hecho él, nuestro plan habría salido bien, pero no había sido así..
De todas formas pensé que lo mejor sería dejarlo estar, prefería que María se
calmase antes de, quizás, otro día, contarle eso.

María me escribió ese viernes, medio llegándome a pedir perdón a la vez que
confesaba seguir enfadada. Me dijo que me había dicho cosas que no debía
haberme dicho. “Acusaciones que se que no son verdad”, dijo textualmente. Lo
cierto era que ni yo sabía si tenía razón en aquellas cosas que me había dicho.

Edu me llamó a la hora de la comida pues se iba el fin de semana a su casa
de la playa según me contaba y no podía llamarme a la salida del trabajo. Yo
descolgué el teléfono nervioso, como no podía ser de otra manera… tras decirme
que le había sobado el culo un buen rato me dijo:

—Ay Pablito… que novia tienes… menuda calienta pollas… De todas
formas es una tía un poco rarita… le estaba metiendo mano y ponía cara de
culo… Y cuando salió del aseo pensaba que iba a venir a por más pero estaba
toda digna…

—Igual está un poco sobrepasada, no sé.

—¿Sobrepasada? Pero qué coño dices Pablito, si una tía se deja meter mano
es porque quiere tema o es una calienta pollas, y si es una calienta pollas no pone
cara de culo… es algo un poco raro. No me estaréis vacilando entre los dos…

—Que va, será que no sabe cómo reaccionar —me quedé helado ante
aquella frase suya, completamente tenso.

—Bueno… pero es raro que te cuente qué hacemos.

—Cada vez me cuenta menos. De ayer a penas me contó nada.

—Bien, eso es bueno… No tengo mucho tiempo ahora… Pero… te estaba
diciendo que le estuve sobando el culo… Joder… qué culito tiene… y con esos
pantaloncitos tan finos notaba las dos nalgas perfectamente… noté hasta el
relieve de sus bragas debajo de los pantalones… dios… qué gozada… Y le dije
que estaba buenísima… que teníamos que repetir lo del coche pero esta vez
nosotros haciendo lo que estaban haciendo los del coche de al lado jajaja. Y ella
callada… joder, lo mejor fue un momento en el que me pegué más… y encajé mi
polla entre sus nalgas… dios… lo notó la cabrona, lo notó seguro… pero no dijo
nada… yo estaba medio empalmado encajando mi polla entre sus nalgas
mientras la seguía tocando y ella calladita… Dios… me ponía brutísimo. ¿Te
contó eso?

—No… —yo estaba empalmadísimo, escuchándole, en un pasillo de mi
oficina.

—Bien… eso es bueno, eso es que vamos bien. ¿Qué tal Pablito? ¿Estás
empalmado con esto que te cuento.

—Pues… sí.

—Jajaja, ahí empalmado en el curro.

—Sí…

—Muy bien Pablito… pero la he visto esta mañana un par de veces y me
gira la cara. Ahora va de digna… pero no sabe que así me pone más jaja. Bueno,
te dejo. Hazte una paja ahí en el baño del curro.

—Ya… jaja. No sé… quizás en casa.

—No, no, que te he dicho que te hagas una paja ahí, no te lo he propuesto.



CAPÍTULO 35

Colgué el teléfono inmediatamente. No sabía qué me había pasado. Sentí
algo muy extraño a pesar de que ni sabía si lo había dicho realmente en serio.
Me fui a sentar a mi mesa pero no era capaz de concentrarme. Miraba el móvil
permanentemente por si Edu me volvía a llamar o me escribía enfadado por
haberle colgado. Yo no tenía ninguna reunión aquella tarde y mi cabeza le daba
vueltas a lo que me había contado Edu, sobre todo a aquello de haberse pegado
tanto al culo de María, a aquello de haber prácticamente encajado su pollón
medio empalmado entre las nalgas de ella. De nuevo volvía a sentir aquella
excitación y mi polla goteando sobre mi calzoncillo.

Me acabé levantando y me fui al aseo. No había nadie… me senté allí… y
cuando me bajé el calzoncillo vi que toda la punta de mi polla era una gota
transparente… comencé a masturbarme, pensando en Edu sobando a María…
Nunca había pensado llegar a aquello pero me acabé corriendo en el más
absoluto silencio, allí, en el aseo del trabajo. Me lavé las manos y, frente al
espejo de los baños, le escribí a Edu:

—Eso he hecho tío, me acabo de hacer una paja en el curro.

Me sentía bien, no sabía muy bien por qué. Volví a mi asiento y de nuevo
miraba el móvil a cada minuto, inquieto, hasta que Edu por fin me escribió:

—JAJAJAJAJA. Eso es, Pablito.

No sabía muy bien qué pensar… esperé un poco a ver si escribía algo más
pero no escribió nada más.

En los días siguientes no quise sacarle el tema de Edu a María y ella tampoco
lo hizo. Su enfado fue a menos en seguida y de hecho el fin de semana ya
estábamos bien, totalmente bien, pero con esa especie de “elefante en la
habitación”. Pasaron los días… e incluso un par de semanas, y nada cambiaba…
María y yo hacíamos el amor y yo seguía con todo lo de Edu en la cabeza. Los
polvos, sí, de diez minutos como María había confesado, y con un nivel de
morbo y de deseo que no llegaba al diez por ciento de cuándo fantaseábamos. De
nuevo sentía que el tiempo corría en mi contra, pero sabía que sacarle el tema
después de aquel nuevo enfado podría hacer que todo saltara por los aires y
María diera carpetazo definitivamente. Pero pasaban las semanas de julio y
mantenía aquella sensación de que con el mes de agosto de vacaciones todo se
enfriaría incluso más.

Lo único que había contado María mínimamente relacionado con Edu en
aquellas semanas fue que Nati había dejado el gimnasio en seguida, y que no le
caía demasiado bien… era “muy pava”, según María. Pero sobre Edu ella no me
contaba nada de nada. De hecho, si sabía que María tenía reuniones con Edu,
incluso de los dos solos, lo sabía por el propio Edu. Y sabía que María y él
tampoco hablaban de los sucedido aquel jueves, si bien María había pasado de
apenas mirarle a volver a tener con él un trato más o menos normal. Edu parecía
tranquilo, parecía no tener prisa, y yo sabía por qué, y es que según contaba, se
follaba a Nati durante la semana, y los fines de semana se follaba a Alicia en su
apartamento de la playa. Sí me contaba sobre María, sobre lo cachondo que lo
ponía en las reuniones… pero sin demasiada urgencia.

Lo relevante de aquellas semanas no fue por tanto la relación de María con
Edu, si no la de Edu conmigo.

Todo empezó el miércoles de la semana siguiente a que María se enfadase.
Yo estaba en el sofá y María ya se había ido a acostar. Me puse a escribir con
Edu por el móvil, básicamente guarradas sobre las tetas de María en una reunión
de horas antes y sobre cómo se había follado a Alicia el fin de semana. A Edu le
encantaba escribir las mayores barbaridades sobre cómo se lo montaba con
aquella andaluza. Yo no sabía si él se ponía cachondo, pero al menos parecía
divertirle excitarme. Finalmente, igual que aquel día en el trabajo, me volvió a
pedir que me hiciera una paja. Yo ya estaba completamente empalmado y no
dudé demasiado en hacérmela y contestarle cómo me la había hecho y pensando
en qué exactamente. Él se reía, lo disfrutaba mucho. Llegamos a hacerlo varias
veces, hasta un sábado, que lo cambió todo:

Había salido con unos amigos y había bebido bastante. Llegué a casa de
madrugada y María dormía plácidamente y me fui un rato al salón. Allí le escribí
a Edu y él estaba despierto, al parecer en un estado similar al mío, tan borracho
como yo, y ya en casa después de una noche de juerga; me contaba que Alicia
había estado en su apartamento de la playa desde el viernes por la noche hasta el
sábado por la tarde. Yo prefería cuando me hablaba de María pero también me
excitaba cuando contaba alguna guarrada sobre Alicia, así que empecé a intentar
tirarle de la lengua hasta que me dijo:

—Tengo unas fotitos de Alicia que dan para una buena paja.

—Joder, pasa alguna a ver.

—Pásame alguna de María y me lo pienso.

Recordé inmediatamente aquellas fotos que me había mandado María,
abierta de piernas en aquel hotel. No las había borrado y las tenía
permanentemente en mente, pero era demasiado.

—Ya te había mandado una, con un bikini verde.

—No, no, Pablito, no me entiendes… estas son de otro tipo…

—Pues de María así… guarras no sé si tengo.

—Vamos a hacer una cosa, te mando una de Alicia, te haces una paja, y me
debes el favor.

—¿Te debo el favor?

—Sí, consigues una de María del mismo estilo o le haces una foto parecida
estos días.

—Vale. —le respondí inmediatamente, e inconsciente de dónde me estaba
metiendo.

Fui al dormitorio a comprobar que María dormía profundamente. Estaba
tremendamente nervioso, y fui cuarto de baño a por un rollo de papel y volví al
sofá. Me bajé un poco los pantalones y calzoncillos… sabía que ya me había
mandado la foto, estaba infartado cuando la vi, y no me decepcionó…

La foto la había sacado Edu, estando él de pie y Alicia de rodillas ante él y
con sus manos en sus muslos… Edu completamente desnudo posaba su polla en
la lengua de Alicia que miraba hacia arriba con la mirada más morbosa que yo
hubiera visto jamás. No se le veían las tetas pues llevaba una de sus camisas
pijas, azul a rayas… pero su pelo negro… y su mirada eran para morirse, pero lo
verdaderamente para morirse era el pollón enorme de Edu posado en su lengua,
con la piel atrás y un glande enorme y oscuro que le cubría a Alicia toda la
lengua por mucho que la hubiera sacado. Era una polla larga y gorda… brutal…
de un tamaño similar al consolador que usaba con María… pero con unas venas
y un color oscuro que le daban un aspecto infinitamente más impactante.

—¿Cómo llevas la paja, Pablito? ¿Ves que carita me pone? —escribió
mientras yo me quité la camiseta y comencé a pajearme. Miraba la foto… no
podía ser más morbosa… los labios de Alicia parecían húmedos… así como todo
el glande de Edu embadurnado… como si ya llevara un rato chupándosela…
Joder… era impresionante la polla que tenía… parecía que aunque Alicia la
agarrase con las dos manos no la llegaría a cubrir del todo… y el glande era
jodidamente gordo y ancho, como un pollón cabezón impactante y brutal…
nunca había contemplado una polla con tanto detenimiento… aquel miembro
completamente recto y ancho… y aun más ancho en el glande…

Me imaginé a aquella niña pija intentando meterse aquel pollón en la boca…
con su boquita completamente llena solo por meterse el glande… y no tardé ni
dos minutos en correrme… en jadeos contenidos para no hacer ruido… Me corrí
como un loco por todo mi torso, pringándome entero y respirando agitadamente.

Entre la borrachera, la madrugada, la foto, la paja… sentía que estaba como
en un sueño… cuando Edu volvió a escribirme:

—Mándame una foto.

—Sí, conseguiré una de María.

—No, no, una foto ahora, de tu paja.

Dudé un poco, dudé en hacerla o no, después en cómo hacerla. Hasta que al
final la saqué sin más y la envié, se veía mi leche esparcida por mi abdomen y
mi polla sobre mi vientre encogiéndose y embadurnada de líquido transparente.
Edu respondió en seguida:

—JAJAAJAJJAJA, ¿Qué mierda de polla es esa? ¿ESO ES TU POLLA?

—Sí.

—¡¡ES ENANA TÍO!! JAJAJAJAJ.

—Ya.

—Joder Pablito, cuando me folle a María te lo va a agradecer. NOS LO VA
A AGRADECER A LOS DOS, ¡¡POBRE MUJER!! JAJAJAJAJ.

Me limpié con cuidado mientras Edu seguía riéndose de mi polla, y… no me
molestaba que lo hiciera.



CAPÍTULO 36

Empezó la semana siguiente y solo quedaban dos semanas para que acabase
julio. Hacía un calor de mil demonios, pero lo que seguía sin calentarse eran mis
polvos con María. Ella tenía que notarlo y yo en cierta forma, internamente, la
culpaba por no sacar ella el tema. No durante el acto, pero sí en cualquier otro
momento. Edu le había tocado el culo, con cierto desprecio, sí, el plan de
calentarle no había salido bien, pero de nuevo me parecía una medida exagerada
por parte de María.

Esa semana me escribí con Edu casi todas las noches. Me contó que el
último viernes de julio iban a hacer una cena los del despacho, no todos, pero sí
la mayoría que rondaban su edad. María estaba apuntada y no me había dicho
nada. Por otro lado me hice un par de pajas imaginando lo que me contaba. Las
dos pajas en el sofá mientras María ya dormía. Una leyendo como decía que se
follaba a Alicia y otra leyendo cómo quería follarse a María… yo con que solo
me dijera que la iba a “poner a cuatro patas y a follársela como a una perrita” ya
sentía que me corría, y eso era lo más suave que decía.

De vez en cuando me escribía “No me he olvidado de la foto que me debes,
eh”, pero yo más o menos le daba largas, le decía que una foto así con María era
difícil e intentaba desviar un poco el tema, y es que mandarle lo que me pedía,
me parecía, aquello sí, la máxima traición a mi novia.

Lo que fue en aumento fue su desprecio a mi polla… no era extraño que me
dijera “¿Se te está poniendo dura esa polla enana que tienes?” o “¿Le has metido
hoy tu mierda de micro pene a la pobre María?”, no sabía si lo hacía para
joderme pero yo no podía evitar excitarme bastante.

Llegó el sábado por la noche y María y yo teníamos una cena en casa de una
amiga suya y su marido. Prácticamente no los habíamos visto desde que
habíamos ido a su boda. Vivían en un apartamento a unos diez kilómetros de la
ciudad, en la playa. Por lo que me había contado Edu, el apartamento donde se
follaba a Alicia tendría que estar más o menos cerca de ese.

María estaba espectacular, con un vestido de un tono amarillo algo apagado,
como un color mostaza, muy fino y veraniego, algo largo y con escote en forma
de pico. Estando morena como estaba se la veía increíblemente radiante. Otras
noches la había visto más morbosa, pero lo que era guapa, creo que nunca la
había visto tan guapa.

Después de cenar fuimos a tomar unas copas a los bares que había en frente
del paseo, en primera línea de playa. María y yo ya íbamos bastante alegres por
el alcohol… no así su amiga y su marido que sinceramente eran aburridos hasta
decir basta. Me quedé un rato en el bar con el marido de su amiga y para escapar
de él le tuve que decir que me tenía que ir al aseo. Era un pasillo largo y al fondo
las dos puertas, para hombres y mujeres. En seguida vi a María, en la cola,
esperando. Me coloqué detrás de ella y le puse las manos en la cintura. Ella
volteó su cabeza y yo bajé mis manos a su culo. Acabó por girarse del todo y nos
dimos un beso.

—Eres tonto… —me susurró con unos ojos que le brillaban.

—¿Por?

—Jaja… ¿te crees que no lo pillo?

—Pues no sabía si lo ibas a pillar.

Nos dimos un morreo como hacía tiempo que no nos dábamos y le dije:

—¿No lo echas de menos?

—¿El qué?

—Pues toda la fantasía esa… lo cachondos que nos poníamos…

—Mmm…. hablamos luego, ¿vale? —dijo sonriendo con una dulzura y una
feminidad que me dejó sin aliento.

Durante la siguiente hora hablamos con la pareja de palabra pero hablábamos
entre nosotros con la mirada. Nos buscábamos con los ojos y nos sonreíamos,
ambos deseábamos que el matrimonio diera por zanjada la noche para quedarnos
solos. Afortunadamente no eran ni las dos de la madrugada cuando ellos
decidieron irse y nosotros optamos por caminar por el paseo.

Caminábamos de la mano, o le pasaba el brazo por el hombro y ella a mi por
la cintura; parábamos a besarnos cada veinte metros hasta que comenzamos a
hablar del tema. Le expliqué mi teoría, mi teoría de que nuestro plan de
calentarle y dejarle con las ganas había salido mal porque justo él la había dejado
de tocar un segundo antes de que ella le apartase las manos, pero le insistía en
que la idea era buena y en los polvazos que habíamos echado con todo aquello.

Nos acabamos sentando en un banco, ella puso sus piernas sobre las mías.
Nos mirábamos con deseo pero también con mucha complicidad:

—¿No echas de menos cómo follábamos?

—Claro que sí, Pablo.

—¿Entonces?

—Pues… que es… que no es tan fácil como crees.

—¿Por qué?

—Porque no es fácil dejarse tocar por alguien y pararle justo cuando ya ha
tocado algo pero no mucho y antes de que él pare… no sé… de verdad que una
vez que estás así con él… la línea es muy fina. Eso sumado a que después lo
tengo que ver en el despacho y poner cara de “lo de ayer no ha existido”. —
María hablaba en tono amable mientras yo acariciaba sus piernas.

—¿Con eso me dices que no quieres volver a intentarlo?

—Sí, Pablo. No quiero volver a intentarlo. No vale la pena, de verdad. No
me lo vuelvas a pedir, por favor… yo estoy dispuesta a fantasear otra vez, pero
eso no.

—¿Ni una vez más? Solo te pido una vez más.

María se quedó callada y yo insistí:

—Os queda solo una semana antes de las vacaciones. Saldréis jueves o
viernes, supongo.

—El jueves no, pero el viernes tenemos una cena, sí.

—Joder, María… el viernes… el viernes sería perfecto. Aunque solo sea
para resarcirte de lo de cuando te tocó el culo y quedar por encima de él.

—No sé, Pablo… al final siempre acaba saliendo mal.

—Vamos, María, solo una vez, solo una vez más. Después llegan las
vacaciones y ya está.

—Cómo que ya está…. que es un mes de vacaciones, no son cuatro años.

—Bueno, pero yo te juro que no te lo vuelvo a pedir más. Que solo este
viernes. Por favor…

—No sé…

Me incliné hacia ella y comenzamos a besarnos… estuvimos como un
minuto besándonos y los besos se fueron calentando más y más. María acabó por
sacar su lengua y jugar con la mía en el aire… y yo por coger su labio inferior
con los míos… Sentía la humedad sus labios y de su lengua y mi mano se posó
en una de sus tetas sobre el vestido…

—Vamos, María… —le susurré en el oído entre beso y beso — déjale con
las ganas… que se joda…

—No sé… Pablo…

—Vamos… se cree que puede tener a todas… pero a ti no…

—Ya…

—¿Le vas a calentar…?

—No sé…

—¿Crees que lo va a intentar?

—Mmm…. no sé… es posible… —dijo María en mi oído y yo sentí como
mi polla sufría un espasmo.

—Joder… que lo intente… y le paras… bien hecho… solo un intento más…

—Mmm…. puede ser…

—¿Puede ser?

—Vale… una última vez…pero júramelo… júrame que no me lo pides más.

—Te lo juro, María… solo el viernes y nunca más.

Mi mano sobre su teta, sobre el vestido… y mi otra mano en su nuca…
atrayéndola para besarla… mientras María me sobaba disimuladamente la
entrepierna sobre el pantalón… Estábamos cachondos como no lo estábamos
desde hacía semanas…

—¿Fantaseamos hoy…? —le susurré.

—¿Quieres?

—¿Tú que crees? —le dije ya perdiéndose mi mano por su vestido, entre
sus piernas.

—¿Qué me vas a hacer? ¿Qué me vas a decir…?

—Te voy a meter esa polla de plástico que tenemos abandonada… que es la
polla de Edu…

—Caray… empiezas fuerte —rió.

—Ya… pues sí… quiero volver a meter ese pollón que tenemos.

—Mmm… vale… —susurró María recorriendo con su mano la silueta de
mi polla sobre mi pantalón.

—Te voy a meter esa polla en la boca… y me voy a pajear… mientras te
miro…

—¿Y me vas a… follar…?

—¿Quieres que lo haga…?

—Sí…

—Vale… te voy a follar… pero quiero que mientras lo hago grites que
querrías que Edu te follara…

—Mmm… ¿eso quieres…?

—Sí… —le dije ya recorriendo con mis dedos su coño sobre sus bragas.

—Joder… uffff… llama a un taxi, anda…

Nos seguimos besando un rato más hasta que la situación se hizo
insostenible. Yo acariciaba el coño de María sobre el vestido y ella manoseaba
mi polla sobre mi pantalón. Llegue a intentar colar una de mis manos por su
escote, para acariciar sus tetas, pero ella me paraba diciéndome que pasaba gente
constantemente.

Estábamos esperando al taxi cuando, entre beso y beso, me dijo:

—Esta noche haremos lo que quieras, ¿vale? Pero… si me prometes que eso
es solo fantasía… que lo real solo es que nos gusta calentarle y dejarle con las
ganas, pero las locuras que… dices o decimos cuando follamos son fantasía y
nada más.

—Claro, María… tal cual lo has dicho, es lo que creo.

—¿Sí? ¿No hay nada de verdad? —dijo en el momento que llegó el taxi.

Nos subimos al taxi y María cogió su móvil del bolso y dijo en voz baja:

—Bueno… no me lo puedo creer.

—¿Qué pasa?

—Mira, —dijo María dándome su móvil. Yo leí:

Eduardo Despacho: Hola! Estás por ahí??

—Qué fuerte… —dije sorprendido a la vez que, de golpe, algo excitado. Ni
ella ni yo esperábamos para nada aquel mensaje — Bueno, ¿y qué le vas a
responder? —le pregunté a María mientras miraba qué cosas se habían escrito
otros días.

—Cómo que qué le voy a responder, pues nada. Estará borracho y aburrido
por ahí.

Vi que apenas se habían escrito nada. Algunas cosas del trabajo y ella
preguntándole por el piso y el portal el día que había ido a su casa.

—Vamos… ponle algo… pobre chico.

—Sí, vamos… seguro que te da muchísima pena —sonrió.

—Bueno, tu teoría de que no quiere nada contigo qué hacemos con ella — le
dije devolviéndole el móvil y besándola.

—Ya… ya te dije que a este le da igual ocho que ochenta…

—O sea… que reconoces que te quiere follar… —le susurré en el oído.

—Shhh, calla, qué animal eres —dijo sonriendo, en clara referencia a que el
taxista nos podría oir.

Llegamos a casa y una vez en el dormitorio le pregunté si Edu había insistido
más. Comprobó su móvil y me dijo:

—No, ya le habrá escrito a otra.

—No creo… seguro que te tiene entre ceja y ceja, como el gran objetivo…
Estás buena… trabajas con él… eres un poco mayor…

—Pues en las jornadas bien que se fue en seguida a por otra…

—¿Tú crees que se sigue viendo con esa otra?

—No sé, no creo…

—¿Por?

—Si tan satisfecha está Nati… no sé si tendrá para todas…

—¿Volvió a decir que estaba satisfecha?

—Bueno, lo dejó caer un día en el gimnasio.

—Joder, María… no me cuentas nada, me tienes abandonado…

—Ya, ya… si haces de mi lo que quieres.

Me quité los pantalones y sentado en la cama ya estaba completamente
empalmado. María se quitaba las sandalias y decía que le hacían un poco de
daño y yo me quité los calzoncillos dejando que mi novia se diera cuenta de lo
empalmado que estaba.

—Caray… cómo estás ya.

—Hombre… con esta conversación.

María se sentó a mi lado, nos besamos y me dijo:

—Conversación de que Edu tiene para todas…

—Mmm… eso mismo.

—¿Y tú…? ¿Tendrías para todas?

—Sabes que no… —le dije besándola, y llevando una de sus manos a mi
polla para que empezara a tocarme.

María comenzó una paja lenta mientras nos besábamos y mi mano iba con
calma a sus tetas sobre el vestido. Me volvía loco acariciarla así, casi podía
sentir como a medida que se iba excitando sus tetas se endurecían… sus pezones
se erizaban… hasta que casi me acababa rogando con la mirada que liberada sus
pechos de su vestido y su sujetador, pero yo no tenía prisa, aun.

—¿Te acuerdas cómo se folló a la chica aquella? —pregunté.

—Claro…

—¿Pero te acuerdas de los gritos de ella?

—Sí…

—¿Y el gemido de él?

—Sí…

—¿Sí? ¿Aun lo tienes en la cabeza?

—Mmm… creo que sí…

—Joder… ¿y te puso?

—Ya te había dicho… que un poco…

—Yo creo que se la sigue follando… que se la folla unos días a ella y otros a
Nati…

—Jaja… eso es lo que quieres creer… —dijo cogiéndome los huevos con
una mano mientras con la otra seguía con su paja lenta.

—¿Era guapa la chica?

—Sí… bastante guapa, la verdad.

—Joder… qué cabrón… y ahora lo intenta contigo… Cree que puede
follarse a las tres.

—Ya… eso cree… Pero no. —dijo besándome el cuello y esparciendo pre
seminal por mi glande con su dedo pulgar.

—Ya… ¿Y te acuerdas cuando estuviste con él en el coche? Me dijiste que
estaba empalmado, ¿cómo de empalmado? ¿Cómo estaba?

—Pues… la tenía hacia abajo… hacia una pierna…

—¿Si…? Seguro que tenía ganas de colocársela hacia arriba… Una pena
que no lo hiciera, ¿no?

—No sé…

—¿Hacia abajo cómo? ¿Hasta donde le llegaba?

—Pues no sé… me daba vergüenza mirar… hasta no sé… por aquí —María
dejó de masturbarme un momento y puso un dedo en la mitad de mi muslo.

—Joder… ¿le llegaba la polla hasta ahí?

—Más o menos… No sé… puede ser. —dijo María reanudando la paja.

—¿Y gorda?

—Mmm… Sí…

Yo alargué mi brazo para sacar el consolador de la mesilla.

—¿Te imaginas que se la saca allí en el coche?

—Jaja.. me muero si hace eso.

—¿Sí?

—Hombre… no vendría a cuento. Las cosas llevan otro orden, ¿no?

—¿Qué orden?

—Pues intentar besarme, por ejemplo.

—Ya. ¿Y no viste que estuviera cerca de intentarlo?

—Alguna vez si… en el coche… o en la cola de los baños.

—¿En serio? ¿Pero por qué me cuentas las cosas así a cuenta gotas?

—No sé, es que tampoco… no sé… no llevo una agenda de lo que intenta o
dice…

—¿Te imaginas que te besa?

—No. Eso si que no.

Puse el consolador al lado de mi polla y María sonrió.

—¿Cual chuparías? —pregunté.

—La tuya.

—¿Seguro?

—Sí…

María se arrodilló en el suelo y me sonrió de manera pícara… me la cogió
con dulzura y acabó dando un lametazo en los huevos… después se los metió un
poco en la boca… me miró de nuevo, y se metió la punta de mi polla en la boca.

Yo me dejé caer un poco hacia atrás, apoyado en los codos. Mientras seguía
sosteniendo el consolador con una mano disfrutaba de cómo María se metía mi
miembro casi por completo en la boca, y sentía como su lengua se movía
acariciando mi polla que no salía de su boca. Estuvo un rato haciéndome una
mamada tremenda hasta que le pedí que parara, y le pedí que chupara el
consolador. Yo, sentado en la cama con las piernas abiertas contemplaba como
María, arrodillada, chupaba aquel objeto y llevaba una de sus manos a su entre
pierna, acariciando su sexo. Yo comencé a pajearme viendo aquella escena que
me tenía la polla a punto de explotar y el corazón a punto de salírseme del
pecho.

—¿Te gusta lo que chupas ahora? Una buena polla…

—Mmm… Sí…

—¿Te estás tocando por encima o por debajo de las bragas?

—Por debajo…

—Joder… María… ¿estás muy cachonda…?

Mi novia embadurnaba aquel objeto con su saliva, de abajo arriba, y yo me
masturbaba a escasos centímetros… la diferencia de tamaños era
impresionante… impresionantemente humillante. Y María sabía lo que yo quería
oír.

—Sí… estoy cachonda…

—Eso que chupas… ¿es como la polla de Edu?

—Mmm… sí… más o menos…

—¿Te imaginas…? Cierra los ojos…

María cerró los ojos y comenzó a chupar el consolador y a gemir por cómo
se tocaba el coño… yo aceleraba la paja y me volvía loco…

—¿Te lo estás imaginando?

—Mmm… síi…

—¿Y te pone?

—Mmm… síi… me pone… imaginar que se la chupo…

—¿Síi?

—Síi… se la chupo a ese cabrón… —gemía ella acelerando su mano y solo
separando su boca de aquella polla para responder.

—Joder… María… sigue… sigue hablando…

—Mmm… se la chupo… tiene un pollón enorme, joder… en el fondo me
encanta… me encantaría comérsela…

—¿¿Síí??

—Sí… no se merece esa polla que tiene… pero me encanta. Me encanta
imaginar que se la chupo…

—Joder… María…

Abrió los ojos y siguió chupando mientras me miraba… yo aceleraba la paja
y ella no quiso que nos corriéramos así. Dejó de chupar aquello y se incorporó.
Se quitó las bragas y se dispuso a sentarse sobre mi polla. La agarró y se sentó
sobre ella lentamente… yo dejé caer mi torso hacia atrás y ambos emitimos un
gemido lento y largo, a medida que mi polla la invadía… se sentó sobre ella, de
una sola vez… yo llevé mis manos a su culo y ella llevó su cadera adelante y
atrás un par de veces… para posteriormente bajar las tiras de su vestido y
quitarse el sujetador. Me empezó a montar lentamente, con su vestido en su
cintura, y yo miraba su cara de vicio y sus tetas desnudas que bailaban
lentamente y al compás de su cintura, que seguía con aquel movimiento adelante
y atrás…

Yo resoplaba… intentaba retrasar mi orgasmo…

—María.

—Mmm… qué…

—Sabes que Edu te quiere follar… ¿no?

—Puede ser…

—Sabes que sí… ahora acaba de llegar a casa y se está pajeando
imaginando que te folla.

—Mmmm… ¿sí…?

—Síi… él se imagina que te folla… es lo que quiere… y quiero que tú te lo
imagines también.

—¿Sí? No sé…

—Si, María…. Te imaginas que ahora… en vez de follarte lo que tengo
yo… te follaras una buena polla… como la suya…

—Mmmm… ¿Es lo que quieres tú?

—Puede ser.

—¿Es lo que quieres tú? —insistió María, moviéndose rítmica y
lentamente, con los ojos cerrados.

—Sí…

—Mmm ¿sí?

—Sí.

—Entonces serías un cornudo… —dijo María inclinándose hacia mi,
tocando su pecho con el mío… y susurrándomelo.

—Sí… eso es… dímelo… llámamelo…

—Mmm… quieres ser un cornudo… quieres ver como me follan con una
polla de verdad…

—Sí… como te folla él.

—Mmm… Quieres ser un cornudo…viendo como Edu me folla… —gimió
en voz alta.

—Eso es… ¡¡uff…!! —Yo apenas podía moverme… llevaba mis manos a
su culo y ella movía su cadera en círculos pequeños. —Sí… sigue, María.

En ese momento María se incorporó un poco, puso sus manos en mi pecho y
siguió montándome pero ya no haciendo círculos con su cintura si no subiendo y
bajando lentamente… Estuvo follándome así unos segundos hasta que una vez
subió tanto que se salió sin querer de mi polla. Mientras se la volvía a meter le
dije:

—¿Crees que con Edu te saldrías así… tan fácil?

—No.

—¿Hasta donde podrías subir sin que se le saliera?

—Mmm… hasta aquí —dijo apartándose de mi polla un palmo… y después
metiéndosela.

—Joder, María… —le susurré… excitado, y además sabiendo… creo que
ambos lo sabíamos… que tenía razón.

Al tener sus manos en mi pecho, se le juntaban sus tetas entre sus brazos y
yo si miraba eso sentía que me corría, pero si le miraba su cara desencajada por
el placer también. Ella subía y bajaba, sin dejar de suspirar y jadear… Yo no
podía más…

—Joder… me voy a correr así… —susurré con los ojos cerrados.

—Pues córrete…

—Mmm… me corro María… me voy a correr ya… pero háblame…

—Córrete… imaginando que me folla él… y tú nos miras…

—¡¡Uffff!! Sí… si-gue… María…

—Mmm… me llena con su polla enorme… y tú nos miras… ¡nos miras
porque eres un CORNUDO…! y él me dice que… que soy una más… como las
otras que se folla…

—Síi… Soy un cornudo… ¡Dios…!

—Sí…

—¡Yo un cornudo y tú una más para él…!

—¡Sí… me dice que soy una puta más de las tantas que se folla…!

—¡¡Dioos, María… estoy a punto…!!

—Yo para él una puta más… y tú un CORNUDO…. Un CORNUDO al que
le pone que se follen a su novia…

—¡¡Ufff!! ¡¡ME CORRO!! ¡Diooos!! ¡¡ME CORRO, Maríaa!!

Empecé a convulsionar dentro de ella… corriéndome sin parar… entre
espasmos… agarrándome a su culo que me montaba sin alterar el ritmo… Sentía
que chorros salían de mi interior y ella sentía que la inundaba pero seguía
exactamente a la misma velocidad y casi sin alterarse… gimiendo levemente, y
resoplando de una forma morbosísima… hasta que me quedé completamente
vacío y ella se paró, dejó caer su torso hacia a mi, tocando su pecho con el mío y
me besó.

—Joder, María…

—Qué…

—Qué bueno… casi me matas…

—Si no he hecho nada… —sonrió.

Nos quedamos así unos instantes, en silencio. Yo sentía mi polla palpitar en
su interior, echando las últimas gotas… hasta que ella se salió… dejando caer
prácticamente todo lo que yo había echado sobre mi vientre.

—Madre mía Pablo… lo que has echado ahí… —dijo antes de echarse a un
lado.

Yo no me podía ni mover y ella fue al cuarto de baño, se limpió y también se
acercó para limpiar mi polla con papel así como mi vientre donde yacía gran
parte de lo que había echado. Se sentó a horcajadas sobre mí… tenía ganas de
más… lo sabía… y yo si era para fantasear con Edu siempre quería más. Le hice
un gesto y ella reptó por mi cuerpo hasta colocar sus piernas a ambos lados de
mi cabeza. Me acercó la almohada y me quedó su coño a escasos centímetros de
mi boca… Sentí aquel olor que me llamaba… su olor a coño siempre me volvía
loco… y llevé mis labios a los labios de su coño y los succioné hasta hacerlos
estirar… me mataba como se le salían los labios del coño, hacia fuera, cuando
estaba cachonda. Pasé mi lengua por ALLÍ y ella gimió… comencé a comerle el
coño con cuidado. Estuve varios minutos lamiendo y succionando… hasta que
noté que ella empezaba a estar a punto, fue entonces cuando comencé a
preguntarle:

—¿El viernes le vas a calentar?

—Sí… claro…

—¿Lo va a intentar él?

—Mmm… supongo…

—Seguro que sí, seguro que lleva tiempo pensando en como… conseguir
que el viernes caigas…

—No sé… joder… sigue…

Yo usaba una mano para separarle los labios y con la lengua presionaba el
clítoris o lamía su coño de abajo arriba separándole unos labios que estaban
empapados.

—¿Y te vas a dejar meter mano?

—Mmmm… un poco… un poco sí…

—¿Cuánto?

—Mmmm… lo que quiera… mientras no me bese… que se quede con las
ganas…

—¿Síi? ¿Y si te toca el coño….?

—Uff… mmm… sigue lamiendo Pablo…

—Si te toca el coño… ¿qué?

—Mmmm… no sé… un poco…

—¿Sobre las bragas o por debajo…?

—Ufff… joder Pablo… no sé cómo lo haces… me corro ya…

—¿Por encima o por debajo?

—¡¡Ufff…!! Por encima… solo por encima. Que no me toque… a mi no…
no soy como las otras…

—¿Sí?? ¿¿Dejarías que te hiciera un dedo si es sobre las bragas…?

—Mmm… sí… si no me besa y no me… toca el coño si… ¡¡UFFF!!

—Te besa el cuello… y te hace un dedo sobre las bragas… ¿¿te dejarías??

—Mmmm sí… ¡¡Ufff Pablo…!! ¡sigue…! sigue y me corro, ¡me corro ya!

—¿¿Y te correrías?? ¿¿te correrías si te hace un dedo sobre las bragas??

—MMMM ¡¡Síi!!! ¡¡Siii!! ¡¡Me correría…!!

—¿¡Sí!?

—¡¡Síi…!! ¡¡Dios…!! ¡¡Dejaría que me tocase… sobre las bragas… hasta
que me corriera!! ¡¡DIOSS!! ¡¡Ahhh Ahhh!! ¡¡ME CORROO!! ¡¡DIOOS!!

Le empezó a temblar la cadera y hasta todo el cuerpo… y llevó una de sus
manos a mi cabeza… y yo sentí como su coño se deshacía, se fundía literalmente
en mi boca… comenzó a gritar desinhibida… a retorcerse del gusto y yo apenas
podía sujetar su cadera para seguir comiéndoselo… Se pegaba una corrida brutal
en mi boca gritando y gimiendo totalmente entregada… no recordaba qué jamás
hubiera gritado tanto por un comida de coño como aquella noche…

Se acabó apartando, exhausta. Los dos en cama boca arriba… y yo con mi
polla otra vez completamente erecta… Las cosas que había dicho María me
habían vuelto simple y llanamente loco…

…y yo no quería que aquello quedase en una fantasía… quería que aquello
pasase, empecé a pensar que quería que fuera REAL.

Sí, aquella noche fue el primer momento en el que llegué a pensar de verdad
que no solo quería que Edu le metiese mano… No… pensé y deseé realmente
que se la follara… que se la acabara follando y yo quería verlo… Fue la primera
vez que sopesé de verdad que quería que se la follase y le dijese aquello de que
para él ella era una más, y que se riese de mi y de mi mierda de polla mientras
ella se entregaba a él… Y quería que tanto ella como él me llamasen cornudo…
Sí… fue la primera noche en la que verdaderamente pensé que quería llegar
hasta el final.



CAPÍTULO 37

Llegó esa última semana de julio, última semana antes de las vacaciones en
el despacho de María. Quizás ella tuviera razón, que al fin y al cabo era un mes
de vacaciones, no cuatro años, pero yo no podía evitar tener la sensación de
afrontar un momento clave. Si las cosas no salían bien el viernes, teniendo en
cuenta que le había prometido a María que no le insistiría más con Edu, unido a
las vacaciones… me daba la sensación de que la cosa podría estancarse
peligrosamente.

No sabía si Edu también lo veía así, pero lo cierto era que aquella semana
estaba realmente implicado. Ya el domingo por la noche me dijo que no lo
hiciera con María esa semana… que “la quería calentita y con ganas para el
viernes”. Y durante la semana me seguía comentando cómo le ponía cachondo…
qué ropa llevaba… e insistía en que quería que llevase ropa atrevida en la cena.
De nuevo me molestaba que hablara así de ella pero también me ponía
cachondo.

Por otro lado se seguía riendo de mí y de mi polla, diciéndome que como le
dijera a los del despacho que el novio de María la tenía diminuta, igual no solo él
lo intentaría con ella la noche del viernes si no unos cuantos más. Eso no hacía si
no excitarme.

Durante esa semana me hice dos pajas mientras María ya dormía… Entre
cómo se reía Edu de mí… cómo hablaba de ella… tanto refiriéndose a como la
veía de cachonda por el despacho… o cuando escribía cómo se la follaría… yo
siempre tenía imaginación y material de sobra para pajearme… y con todo ese
batiburrillo de ideas me hice una paja. La otra me la hice porque me lo dijo él, y
me dijo exactamente en qué tenía que pensar mientras me la hacía, lo cual eran
auténticas barbaridades de lo que le gustaría hacerle a María. Me dijo también
que le pasara una foto de mi polla al acabar, cosa que hice y no llegó a
responderme nada ante aquella foto.

El miércoles por la noche veía la televisión con María mientras Edu me
escribía que había coincidido con ella en la máquina de agua, y que cuando ella
se había inclinado a coger el vasito de plástico le habían dado ganas de meterle
mano… de tocarle el culo… Me llegaba a decir que María hacia cosas
sospechosamente insinuantes, que quizás ya estaba calentando motores para el
viernes, pero yo no me lo creía en absoluto; pero no dejaba de ser morboso que
él escribiera aquello mientras tenía a María a mi lado.

Hablé con María sobre qué hacer ese mes. Yo, al no llevar ni tres meses en la
nueva empresa, no había conseguido más de una semana libre para el mes de
agosto, semana que María y yo pensábamos ir a Cantabria, pero las otras tres
semanas las pasaría María libres y yo trabajando mañana y tarde. Ella aun no
sabía qué hacer, además sus amigas tenían planes para estar fuera de la ciudad
casi todo el mes.

Llegó el jueves y yo había conseguido ceñirme al plan de Edu de no follar
con María. Estaba siendo difícil, pero no había levantado sospechas. Ella llegaba
cansada del trabajo y, si se iba a acostar antes que yo, no llegaba a surgir que lo
hiciéramos. También había conseguido no hablarle de Edu hasta esa noche, en la
que, estando yo en la cama, veía como siempre, como María escogía la ropa que
llevaría a trabajar al día siguiente.

—¿Y para la cena qué te vas a poner?

—Pues… no lo sé, la verdad.

—¿Aun no?

—No sé, cualquier vestido de verano, tampoco es que sea una boda.

—Bueno… es una noche importante…

María, que estaba rebuscando en el armario, se giró sonriendo.

—Ya tardabas…

—Jaja, he sido bueno… desde el sábado sin hablar del tema.

—Ya… sin hablar del tema… ni hacer otras cosas… que no sé yo por qué
tiene que ir unido. ¿Te gusta? —dijo enseñándome un vestido vaporoso, muy
veraniego, en tono azul marino y estampado floreado.

—¿Para mañana? Muy largo, ¿no?

—Hombre, pues corta no voy a ir.

—A ver, póntelo.

—Jaja, pero si ya me lo has visto alguna vez. Mañana ya me lo ves cuando
me vista para salir.

María acabó por ponerse un camisón para dormir y yo estaba muy muy
cachondo… Me moría de ganas por preguntarle cosas… cosas como qué creía
que podría pasar, qué creía que intentaría Edu… hasta dónde se dejaría tocar…
Pero sabía que aquella conversación desembocaría en sexo y si había aguantado
esos días sería una pena no aguantar uno más.

Ella se quedó dormida y yo cogí el móvil, vi que Edu estaba en línea y le
escribí:

—Conseguido, tío. Cinco días sin follar.

—Jaja, sabes que lo que tú le haces con tu mini polla no es follar ¿no?

—Ya, jeje, ¿qué planes tienes entonces?

—Siempre te digo que lo que digan las copas, pero seguramente si consigo
hablarle cerca le iré a la boca directamente.

—¿En serio? —aquello, aunque ciertamente lógico, me sorprendió y me
dejó algo descolocado.

—Claro, bueno tío me voy a sobar.

—No sé si lo de besar es buena idea.

—Tú quieres que me la folle sin besarla primero, ¿no? Jajaja.

—No es eso, no sé, igual aun es pronto y se aparta.

—Pues si se aparta que se aparte y lo intento otra vez hasta que lo consiga o
me de una hostia. Bueno, ya hablaremos.

En la oscuridad del dormitorio, boca arriba, y con María al lado, tenía un
cuerpo extraño. No es que estuviera preocupado… pero cuánto más conocía a
Edu menos me fiaba de él. Por otro lado sentía que quería a María como nunca,
y ese juego a dos bandas siempre me dejaba un poco mal, aunque acababa
sucumbiendo a esa sensación a la que estaba enganchado de sentirme a la vez
tremendamente ansioso y excitado

Llegó el viernes por la noche, yo estaba cenando algo en casa mientras María
se duchaba… Llevaba empalmado desde media tarde, no me podía contener. Me
senté en el sofá, terriblemente inquieto, pasaban los minutos y María seguía
arreglándose. Tardaba mucho… hasta el punto de que oí como la llamaban al
móvil, y respondía que bajaba en seguida; una compañera la venía a recoger. Al
momento escuché ruido de tacones por el pasillo y María entrando en el salón.
Joder… estaba espectacular… aquel vestido en sus manos no era como vérselo
puesto… el escote era en forma de uve y algo cerrado pero llegaba bastante
abajo… y las sandalias tenían bastante tacón haciendo que todo cobrara una
dimensión más agresiva… El pelo suelto, con mucho volumen… y un poco más
maquillada de lo normal…

—Joder… María…

—¿Qué? Pero si es del verano pasado.

—Pues no sé… Acércate…

—Uy… tengo prisa… —me dijo María acercándose… quedándose de pie,
en frente de mi, que estaba sentado en el sofá.

—¿Sabes que hoy lo va a intentar no? —le dije acariciando sus piernas…
colando mis manos por debajo del vestido. Aquella gasa era tan fina y tenía una
abertura tal que era fácil colar mis manos por allí.

—No sé… venga…

—¿Si lo intenta qué? —susurré recogiendo la parte baja del vestido.

—Si lo intenta… y nadie mira… me dejo un poco y luego le paro…

María me acariciaba el pelo, diciéndome que se tenía que ir pero dejándose
acariciar un poco. Yo ya había recogido su vestido hasta la cintura…
descubriendo unas bragas azul marinas de seda… perfectas… que me ponían
muchísimo… le di un beso sobre las bragas y se me puso la polla a punto de
explotar…

—Déjate… hasta casi el final… que crea que lo tiene hecho….

—Mmm… ya veremos… venga… que me tengo que ir.

—¿Te acuerdas que me dijiste que te ibas a dejar tocar sobre… esto…? —le
dije besando de nuevo sus bragas.

—No sé, Pablo… venga…

Me aparté y su vestido largo cayó de nuevo hasta sus tobillos… Me puse de
pie, nos dimos un pico, aunque yo quería algo más:

—Venga, Pablo, están abajo. Te quiero mucho, ya te contaré.

—Vale… te quiero, María, pásalo bien.

Sabía que la noche iba a ser larga, y sabía que, de pasar algo, no iba a pasar
en la cena, si no mucho más tarde. Así que intenté dormir, dejando el móvil con
sonido, por si María me escribía, pero no eran ni las doce cuando quién me
escribió fue Edu.

—JODEEEER, ¡¡CÓMO ESTÁ DE BUENA!!

—Ya.. ¿Seguís en la cena?

—Joder, de esta noche no pasa…

No estaba preocupado. Estaba excitado y con ganas de que ella me contara.
Es más, estaba incluso algo pesimista pensando que María le pararía los pies
demasiado pronto.

Dudé en hacerme una paja… llevaba horas y horas excitado. Con una
erección que iba y venía casi constantemente. Pero me contuve.

Cuando sí me empecé a preocupar fue cuando, tras conseguir dormir un par
de horas María me escribió:

—Estoy un poco borracha…

Me incorporé rápidamente y le respondí:

—¿Un poco? ¿Donde estáis? ¿Intentó algo?

—Estamos aun casi todos en un pub. No, no intentó nada.

—¿Tú crees que lo intentará?

—Sí.

—¿¿En serio?? ¿Cómo lo sabes?

María no respondía y al rato le insistí, pero ya no le llegaba el mensaje.
Pasaban de las 2 de la madrugada… Esperaba que estuviera sin cobertura, y no
sin batería. Intenté dormir, pero mi mente era un cruce de imágenes constantes
de Edu intentando besarla en cualquier pub oscuro… Y yo, como siempre, no
sabía lo que quería.

Finalmente me quedé dormido… no sabía cuánto tiempo, hasta que miré el
reloj del despertador, pasaban un poco de las 6 y María no había llegado ni yo
había escuchado el móvil. Lo miré por si acaso y vi que María me había escrito
pasadas las 5.

—Me voy con Edu a una discoteca.

Y si no sentí suficientes taquicardias leyendo eso, vi que Edu me había
escrito a las cinco y cuarto.

—¡¡De hoy no pasa tío, jajajaj!! ESTO ESTÁ HECHO!! Una pena que la
primera vez que me la folle tú no lo veas. JAJAJA.

Me dio un vuelco el corazón. No podía evitar imaginarme a Edu besándola
en una discoteca… y María acogiendo sus besos… me dolía… me dolía
muchísimo… pero a la vez me excitaba… Pero es que, en el fondo, no me lo
acababa de creer. Quizás ni se hubieran besado, me parecía impropio de María.
¿Pero entonces cómo Edu podría estar tan seguro…? Aunque si estaba muy
borracha… si ella ya iba borracha a las dos… es que eran más de las seis de la
madrugada…

Me quedé tan en shock que no le escribí a ninguno de los dos. Solo quería
que María llegase a casa, y con cada ruido que escuchaba me parecía que era ella
por fin entrando en casa. Intenté dormir pero ya era imposible. Hasta que
escuché la llave en la cerradura y los tacones de María… creí que sentiría alivio
pero no fue así. Miré el despertador y eran casi las siete y media, ya entraba
hasta algo de luz por entre la persiana.

María se fue al baño y después entró en el dormitorio. No sé muy bien por
qué pero me hice el dormido. Sentía como se quitaba los tacones, se desnudaba y
se disponía a meterse en la cama. Cada diez segundos yo sopesaba preguntarle,
hacer como que me acababa de despertar, pero no lo hacía.

Se acostó a mi lado, con cuidado, en silencio, y no me dijo nada, y estuvo
dando unas pocas vueltas. Estuvo como cinco minutos, o incluso más, inquieta,
buscando la postura para dormir, hasta que finalmente se quedó quieta, y cuando
creía que se quedaría por fin dormida, empecé a notar movimientos rítmicos en
la cama… movimientos mínimos de las sábanas… y tras esto un casi inaudible
pero inconfundible gemido… un jadeo contenido, una respiración agitada…
María se estaba masturbando.



CAPÍTULO 38

Me desperté a mediodía y María dormía, de lado, dándome la espalda. Me
levanté y fui a la cocina a por una botella de agua. El resplandor del sol ya
entraba con bastante fuerza en el dormitorio y no hacía falta encender la luz. De
vuelta en el dormitorio con la botella, María se había despertado aunque seguía
en la misma postura.

—¿Resaca? —le pregunté.

Ella no respondió y me acerqué. Al verme se incorporó un poco y le di la
botella de la que pegó un buen trago, antes de volver a su posición anterior. Me
quité el calzoncillo, que era lo único que llevaba puesto, y me costé a su lado,
pegando mi pecho a su espalda, como en cuchara, y le pregunté:

—Bueno… ¿Qué tal?

—Mmm… muerta —ronroneó.

—Vaya horas, ¿no? ¿A qué hora llegaste? Era de día ya.

—Sí… no sé, siete y algo.

Yo ya pegaba mi miembro a su culo… y me rozaba levemente.

—Bueno… ¿me vas a contar?

—¿Ya…? —María se hacía la perezosa pero me daba la sensación de que
estaba más despejada de lo que quería aparentar.

—Claro… ¿que es eso de escribirme que ibas muy borracha?

—Jaja… no estaba tan borracha… era para asustarte un poco.

Yo acariciaba el exterior de sus muslos y su culo con las yemas de los dedos
y ya encajaba un poco mi polla entre sus nalgas, sobre sus bragas, polla que se
iba poniendo más y más dura por aquel roce.

—Mmm… ¿y esto? —preguntó ella moviendo su culo un poco hacia atrás.

—Esto… tú que crees… venga, María… cuéntame.

—Vale… pues en resumen… creo que salió todo bien.

—¿Ah sí? De resumen nada… cuéntamelo todo.

—Uy… todo no me acuerdo, a ver. Lo interesante empieza con que en el
último pub todo el mundo se quiso ir ya a casa, y él me dijo de ir a una discoteca
y le dije que sí. Me dio un poco de vergüenza porque varios vieron que me iba
con él… y no quiero que haya cotilleo con eso… Bueno, más que vergüenza…
prefería que nadie se hubiese enterado. Y nada… de camino a la disco ya iba un
poco tocón… entre risas y tal… me pasaba la mano por el hombro y demás.

—Vaya, vaya…

—Jaja… ya… y nada. Después en la disco estuvimos en la barra… pedimos
una copa y hablando de no me acuerdo creo que le dije algo en plan… “¿hoy no
vas a ligarte a una por ahí?” o algo así, y me dijo algo como… “en eso estoy” y
yo me quedé así como sorprendida…

—Jaja, menudo ligón… ¿no?

—Ya… sí…y… nada, estábamos bastante cerca porque la música estaba a
tope, y bueno.

—Bueno qué

—Que… me intentó besar…

—¿Síi? ¡¡Ufff… María..!!. ¿Y? —yo ya tenía la polla todo lo dura que
podía estar.

—Nada… me aparté… lógicamente.

—Ya. —yo estaba cada vez más cachondo y alternaba acariciar su culo con
acariciar una de sus tetas sobre el camisón.

—Bueno, me aparté disimuladamente y seguimos hablando. Es que me hice
la loca, pero se notaba que en cualquier momento lo volvería a intentar. Es que
era eso, que con la música a ese volumen, y además había bastante gente y la
barra estaba muy solicitada… y cada vez que alguien quería pedir, que era
prácticamente todo el rato, siempre alguien te empuja y eso… vamos… que
estábamos muy pegados. Además él me hablaba a un oído… y al momento al
otro… jaja… me tenía mareada.

—A ti te tenía mareada y tú a él seguro que lo tenías con la polla a reventar.

—No sé… —dijo María llevando una mano hacia atrás, posándola en mi
culo desnudo, acompasando un poco mi cuerpo con el suyo… y es que el roce se
había vuelto rítmico y casi parecía que estábamos follando lentamente aunque
ella aun tenía las bragas puestas.

—¿Y qué más? —pregunté.

—Pues… ese fue un momento así… tenso. Y de hecho volvió a intentar
besarme otra vez y me aparté igual. A ver, no era descarado. Creo que si nos
vieran desde fuera ni se notaría, pero no sé… una tiene una edad, no sé… y…
eso, que lo intentó una segunda vez… y no es que yo me echara para atrás, es
que giraba un poco la cara y con eso ya estaba. Pero claro, todo estaba saliendo
tan bien, tan según lo que siempre habíamos hablado tú y yo, que no quería que
él desistiese, así que, como él tenía la mano en mi cintura, yo le esquivaba los
besos pero también tenía mi mano en su cintura y me hacía un poco la tocona…
como fingiendo un no, pero sí, para eso… lo que habíamos hablado… para
calentarlo más.

—Joder, María… ¿y no te tocaba?

—Bueno… tenía la mano en mi cintura… que era casi culo. Yo sabía que él
lo hacía a propósito pero yo le dejaba un poco. Pero lo gordo vino después.

Yo me relamía con lo que me podría contar María y la besé en la mejilla
invitándola claramente a que girara un poco la cara para besarnos bien, y así fue,
nos dimos un morreo que bien pudo durar medio minuto mientras mi mano ya se
colaba por debajo de su camisón y acariciaba sus tetas desnudas… y me
deleitaba pasando las yemas de mis dedos sobre sus pezones que tenía
durísimos… Dejé que volviera a llevar su cabeza hacia adelante y la rodeé con
mis brazos mientras seguía con aquel movimiento de mi cintura, como si me la
follase, y seguí escuchando.

—Y es que después… salimos de la discoteca e íbamos hacia su coche.
Íbamos juntos… él como con su brazo por encima y yo le cogía por la cintura.
Yo pensaba constantemente que la cosa nos estaba saliendo perfecta pero
también iba algo asustada porque nos viera alguien. Y además estaba claro que él
lo iba a volver a intentar. Y llegamos a su coche, allí nos paramos, me cogió de
las manos o algo así, no sé como hizo pero se me pegó; mi espalda contra su
coche y… su pecho contra mi pecho, no sé si pegados del todo…

—Joder… y te intentó besar otra vez… —dije empujando con más fuerza.

—Mmm… sí… y me aparté… pero me besó el cuello… y ya me metía
mano…

—Joder… María…

—Ya… ¿Crees que me pasé?

—No, no… sigue…

—Pues… estuvimos un rato así… que yo giraba la cara y él me metía mano
por el vestido.

—¿Mano cómo?

—Pues… —dijo María agarrándome una de mis manos y llevándola a su
sexo, sobre sus bragas — así…

—¿¿Así?? ¿Te cocó el coño?

—A, ver… no… me sobaba el culo y eso… y llegó a colar sus manos por
delante y tocarme así…

—¿Te tocó las bragas?

—Bueno, es lo que querías ¿no?

Yo creía que me corría… Dioos… Edu besándole el cuello y palpando
aquellas bragas… a milímetros de tela de tocarle el coño a María… aquello me
ponía más de lo que hubiera podido imaginar. No era capaz de digerir todo
aquello mientras sentía como mi polla no paraba de soltar más y más preseminal
sobre las bragas de mi novia… bragas que había tocado Edu… Ufff.. era
sencillamente brutal… aunque yo intentaba mantener la compostura con María:

—¿Y no intentó más? ¿Pero qué hacías?

—Pues yo le apartaba la mano un poco… pero como lo que te decía antes…
mareándole un poco como un “no me toques pero tócame”… creo que también
me quiso sobar las tetas…

—Joder, María…

—Ya… yo no sabía ya mucho como pararle… ¿sabes…? cual era el
límite…

—Dios, María… me pone cachondísimo esto… ¿Te tocaba así? —le
susurré en la nuca acariciando sus bragas con dos de mis dedos…

—Mmm… no sé… no… estábamos de pie y yo tampoco dejaba que
estuviera… no sé… tocando tanto, dejaba que llegara con la mano y cuando
sentía que había llegado ahí me revolvía un poco para que tampoco me llegara a
tocar bien…

—Joder… y qué más… —yo no sabía si Edu había llegado a tocar mucho o
poco sobre aquellas bragas pero yo si que la acariciaba cada vez con más ímpetu
y ya notaba los labios de su coño hincharse y sobresalir…

—Pues… me dijo algo en plan… vamos a mi casa.

—¿Sí?

—Sí…

—¿Y qué le decías? —le pregunté ya bajando sus bragas un poco…

—Le decía que no… y…

—¿Y qué? —le dije llevando mi polla hacia la entrada de su sexo…

—Pues… me decía… vamos a mi casa… y en dos horas te llevo a la tuya…
no se va a enterar nadie…

—Qué cabrón…

—Ya… ufff… métemela, sí…

—¿Y qué más? —le dije ya consiguiendo meter la punta en la entrada de
aquel coño que se abría con facilidad… yo no emití ningún sonido mientras mi
polla la iba invadiendo pero me deleitaba escuchando su gemido prolongado a
medida que mi miembro iba entrando. Las paredes de su coño acogían mi polla
con ansia y se la metí hasta el fondo… notando perfectamente como nuestros
cuerpos se fundían en uno y ella lo agradecía soltando un “Ufff” tremendo.

—Mmm… qué más… pues… le decía que no… y él me tocaba el culo… y
seguía intentando tocarme por delante… hasta que en una de esas me cogió una
de las manos y… la quiso acercar… o llevar a su polla.

—Joder… ufff, María… me encanta follarte mientras me cuentas esto…

—Ya…

—¿¡Y se la tocaste!?

—No… bueno… igual un segundo… pero en seguida la aparté…

—¿¡Sí!? O sea que le agarraste la polla un momento…

—Mmm… a ver… no, fue un segundo nada más y sobre el pantalón…

—¡¡Joder… dios…!! no sabes lo que me pone esto… pero… en ese
segundo… se la notaste…

—Sí…

—¿Y?

—Pues… estaba dura… sí…

—¿Y grande?

—Pues… no me dio tiempo, porque es que aparté la mano… pero… sí…

—Ufff, María… joder… le tocaste el pollón a Edu…

—No sé… dicho así… Uff, Pablo… sigue… sigue follándome así,
despacio… —gemía ella llevando sus manos a mi culo y a mi nuca.

—¿Y qué más?

—Pues… nada… le aparté la mano… y no sé… nos acabamos apartando…
y le dije que iba a llamar a un taxi… y me dijo que me acercaba él a casa. Y le
dije que no… medio en broma le dije que no me fiaba y él… todo flipado… dijo
algo en plan… es que no me acuerdo bien, pero algo en plan”¿No te fías de mi o
no te fías de ti?”.

—Qué tío… —le susurré sin dejar de penetrarla lentamente y sin dejar de
acariciar sus tetas y su culo; mientras lo hacía… me encantaba llevar una de mis
manos a una de sus tetazas y luego a la otra… cogérselas… palpar sus
pezones… y volver a soltarlas…

—Uff… Pablo…

—Qué…

—Sigue… —dijo llevando una de sus manos a su clítoris.

—Sigue contando María… y nos corremos así.

—Mmm… es que… nada más. Al final llamé al taxi… y él esperó a que
llegara.

—¿Y no intentó nada más? ¿Un beso al final?

—No…

—Joder… le dejaste con un buen calentón…

—No sé… —susurró María acelerando su mano sobre su coño.

—¿Y tú? ¿A ti te puso?

—Mmm… no… pero estuvo bien.

—¿Bien?

—Sí… mmmm… joder qué bueno Pablo… cuando me follas así despacio…
dios…

—Qué…

—Que siento tanto… ufff…

La seguí penetrando lentamente un par de minutos más en los que sus
suspiros se hicieron jadeos y sus jadeos se convertían en gemidos. A mi no se me
iba de la cabeza a Edu empujándola contra su coche y tocándole el coño sobre
las bragas… no sabía si me excitaba más eso o María palpando su polla…
aunque solo hubiera sido un segundo y hubiera sido sobre su pantalón.

—Uff… Pablo… me corro ya…

—¿¡Sí!? Dime cómo estaba su polla…

—Mmm… estaba dura…

—¿¡Sí!? ¿Se la pusiste dura?

—Ufff…. sí…

—¿Haces que se le ponga dura?

—Ufff…. sí… joder…

—Le tocaste la polla, María…

—Mmm… sí…

—Dilo.

—Mmm… le toqué la polla, joder…

—¿Y te puso?

—Uuffff, me corro… me corro ya… Mmmm

—¿Te puso o no?

—¡¡¡Mmmm diooos…!! ¡¡¡me corrooo…!!! ¡¡ahhh!!

María comenzó a moverse… a descomponerse… yo sentía que su coño se
deshacía y sus gemidos se hicieron tan morbosos que yo mismo empecé a
correrme también… con mi boca en su nunca y agarrado a sus tetazas yo
eyaculaba en su interior en jadeos contenidos en su oído mientras ella gritaba
que se corría y movía su cintura sin parar.

Fue de los polvos más lentos que habíamos echado. Había sido todo
tremendamente sentido y pausado, pero sin embargo nuestros orgasmos habían
sido brutales, como si esa contención hubiera desembocado en la más grande
explosión.

Yo estaba increíblemente feliz. Edu le había tocado el coño… María le había
tocado la polla… Aunque hubiera sido todo sobre la ropa me parecía un gran
avance. Un avance impresionante.

Sabía por otro lado que le había prometido a María que era la última vez que
le pedía calentar y dejarse tocar por Edu… pero aquello no se podía quedar así.
Tenía que pensar en algo para que aquello continuase. Además ella se había
masturbado al llegar… algo le tenía que poner, o incluso bastante, no lo sabía y
no era una pregunta que le pudiera hacer a ella.

Ese sábado, estábamos tomando café después de comer y a María le sonó el
móvil. Leyó el mensaje y me lo acercó. Leí:

Eduardo despacho: ¿Quieres tomar algo esta noche?



CAPÍTULO 39

—Ya le respondes tú directamente —dijo María.

—¿Cómo?

—Bueno, es que no voy ni a responder.

—¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? Porque no. No viene a cuento si quiera que me lo
pregunte.

—A ver, es normal. Pensará que te tiene casi, y lo quiere intentar. Él no sabe
nuestro juego, de hecho tiene que estar alucinando con que os toquéis así y que
no acabe pasando nada.

—Ay, no sé. Qué lío de tema, de verdad. Cuando pensaba que se había
acabado todo. Mira, me voy a la ducha, ya veré si ni le respondo o le digo
simplemente que no y ya está.

Tan pronto escuché el sonido de la ducha llamé a Edu. Estaba realmente
nervioso, todo lo que había contado María me parecía brutal, morboso hasta
morirse… no podía parar… De hecho llamé a Edu sin saber muy bien qué
decirle.

—Qué tal Pablito… ¿no estás con ella?

—Está en la ducha.

—Le he escrito.

—Si…

—Ah, que ya lo sabes.

—Sí, tiene el móvil aquí.

—Ajá, bueno, ¿para qué me llamas?

—Pues… por lo de ayer, que…

—Mira, Pablito… —me interrumpió — ahora no te lo voy a contar.
Además que me debes la foto que tú sabes. Lo que sí te digo es que tu mierda de
plan hace aguas por todas partes, porque vamos camino de que lo que yo haga
con ella lo haremos en mi casita y tú ni lo vas a ver ni te vas a enterar a menos
que yo te lo cuente, y me da a mi que tu locurita va más del palo de ver como me
la follo que de que te lo cuente.

—Ya…

—Jaja… siempre estás con lo de ya. Eres un pusilánime… bastante está
aguantando María… Venga, ya hablaremos.

Me colgó sin más, me quedé con cara de tonto después de una conversación,
por llamarlo de alguna manera, de medio minuto. Por escrito conseguía
mantenerme más o menos a flote, pero en persona o hablando por teléfono,
sentía que me anulaba y no podía rebatirle nada. De aquella aun no sabía que su
trato tan despectivo hacia mí acabaría por un día colmar mi paciencia del todo.

Pero es que por otro lado ansiaba con todas mis fuerzas que me contara lo
que había pasado la noche anterior, necesitaba su versión… En lo de mi plan
tenía que reconocer que tenía bastante razón, algo tenía que cambiar en mi plan.
Pero antes de todo, mi prioridad era que María saliese con él aquella noche de
sábado, y es que yo quería que quedara con Edu, cuántas más veces mejor.

Durante esa tarde fuimos a dar un paseo y se lo propuse y su reacción fue
mucho más drástica de lo que esperaba. Se negaba en rotundo a quedar con él.
Fue entonces cuando le dije de quedar los tres. Me salió así, sin más, y eso aun
lo entendió menos.

Vi entonces que me iba a ser realmente difícil seguir con todo aquello
después de haberle jurado que el viernes de la cena se acabaría todo aquel juego.
Se cerraba en banda completamente, estaba al borde del enfado. Sentía que no
estaba el asunto para soltarle frases como “en el fondo te pone”, y es que María
era una cuando hablaba de Edu estando los dos cachondos en cama y otra
cuando estábamos, digamos, en la vida normal.

Finalmente, y en parte gracias a que Edu le siguió insistiendo, escribiéndole,
conseguí que le propusiese cambiar la noche del sábado por tomar un café al día
siguiente. Le dije que quizás él querría hablarlo, aclarar las cosas, y que siendo
colegas del trabajo, sería bueno que lo hablasen. Más teniendo en cuenta que les
esperaba un mes de vacaciones sin verse. María dijo que lo último que le
apetecía era hablar de ese tema con él, pero al final conseguí que le propusiera
tomar un café a media tarde el domingo y Edu aceptó.

Descubrí que no solo estaba enganchado a la fantasía si no a todo lo que la
rodeaba, y una de esas cosas eran esos momentos en los que ellos estaban juntos
y yo estaba a la espera. Solo con saber que estaban juntos se me ponía la polla
durísima, aunque solo fuera una reunión o un café. No necesitaba que estuvieran
en un pub con unas copas para que se me pusiera a punto de explotar.

Esa sensación era indescriptible, mi corazón palpitando sin parar y mi mente
dando vueltas, imaginando. María fue a su encuentro en camisa muy fina y sin
mangas, y una falda que le llegaba hasta la mitad del muslo, ni corta ni larga;
hubiera preferido que hubiera ido con un vestido más corto, pero obviamente no
procedía proponérselo.

Pasaban los minutos y no podía aguantar con la polla así tanto tiempo y mi
mente comenzó a volar: me los imaginaba sentados cerca y él mirándole siempre
como se le notaban las tetas… y me imaginaba que ella quería mirar como se le
marcaba la polla bajo el pantalón, pero no lo hacía por vergüenza… me
imaginaba una tensión sexual insoportable para ambos y comencé a pajearme
compulsivamente. Aproveché entonces para madurar todo lo que me había
contado María de la noche anterior, Edu metiéndole mano contra el coche… y
llegando a tocarle las bragas… dioos… me imaginé que María no podía
disimular una tremenda cara de placer al ser tocada sobre las bragas… ¿Y si
hubiera gemido un poco al notar su mano sobre su coño? Ufff… imaginándome
esa escena comencé a eyacular sin parar en la soledad del salón… la enésima
tremenda paja pensando en ellos dos…

No me había planteado cuanto duraría su encuentro, y cuando fueron
pasando los minutos me fui sorprendiendo a la vez que alegrando. Habían
pasado unas dos horas cuando María volvió a casa.

Llegó animada. Al parecer el café había dado paso a un par de cervezas. Me
dijo que de el tema en cuestión apenas habían hablado nada. Que le había pedido
perdón, que con unas copas se ponía muy tocón, y que había sido una chorrada.
No habían hablado más de uno o dos minutos sobre eso. También me contó que
había estado muy majo y muy simpático, que habían hablado del trabajo, de
cotilleos del despacho y de las vacaciones. María le había contado que yo
trabajaba tres de las cuatro semanas de agosto y que no sabía que hacer y él la
había invitado a pasarse por su apartamento de la playa, que allí solía estar Nati,
a veces estudiando y a veces descansando y tomando el sol. Cuando la escuché
decir aquello supe que aquella invitación no tenía nada de casual o inocente,
pero para mi desgracia María la interpretó de la misma manera.

—¿Y qué le has dicho? ¿Te pasarás por allí?

—Sí, vamos… lo que me faltaba… ir a su piscina y a la playa… con un
compañero de trabajo que me ha… eso… que no quiero ni mencionar, hace dos
días.

—Bueno, pero estará Nati, no va a hacer nada.

—Tampoco es que Nati me caiga demasiado bien, no sé, no me parece un
planazo precisamente, que quieres que te diga…

No quise insistirle más. La conocía perfectamente y sabía que podría ser
contraproducente. Tampoco le pregunté si Edu la había mirado con más o menos
lascivia o cosas por el estilo, no podía permitirme otro error.

Si Edu parecía tener su táctica yo también usé la mía que además era doble.
Por un lado pasó el lunes, el martes, el miércoles… y yo no le insistía en que
fuera a su apartamento, creía que si yo le insistía correría el peligro de darle
demasiada importancia y podría espantarla. Por otro lado quería que saliera de
ella que fantaseásemos con él, tras casi seis meses desde que había empezado
todo aun nunca ella había propuesto fantasear con Edu, siempre había sido yo,
así que, esos días, follando con ella, me esmeraba en que los polvos fueran
especialmente cortos e insulsos.

Confiaba sobre todo en mi primera estrategia porque María siempre había
sido muy activa y sabía que se aburría soberanamente, todo el día sola, yendo a
la playa sola a leer. Paula y sus otras amigas no estaban, estaba tirando sus
ansiadas vacaciones completamente.

Pero la paciencia nunca ha sido una de mis virtudes, y llegó el jueves por la
noche, y, tras un misionero de no más de cinco minutos, le pregunté qué haría al
día siguiente y me dijo que no sabía. Fue entonces cuando sí le dije de ir con Edu
y Nati. Le dije que le vendría bien por lo menos hablar con alguien, pero me dijo
que no.

Yo empezaba a desesperarme. El viernes por la mañana la llamé
preguntándole qué hacía y me dijo que nada, le dije que era tonta, que sin ser
Nati su mejor amiga precisamente no era mal plan, que Edu no se pondría tonto
con Nati delante y que Edu en el fondo tan mal no le podía caer si había quedado
con él dos horas del domingo. María me dijo que no me hiciera el tonto, que
sabía perfectamente para que quería que fuera.

—Vale, María, aunque sea así. Vete, yo feliz, tú entretenida. Te preguntaré si
intentó algo, me dirás que no, y ya está. ¿No?

—No sé, Pablo… ¿a qué hora sales?

—Pues igual hasta las nueve no salgo…

Escuché un silencio al otro lado del teléfono.

—Venga, María —insistí — Ya es cabezonería tuya u orgullo más que
sentido común.

—Está bien…

—¿Sí?

—Sí… a ver… le voy a escribir e igual me paso por allí después de comer.

Me dio un subidón por todo el cuerpo. Me moría de ganas por saber con que
bikini iría y por saber si Edu intentaría algo. Hasta me olía que lo de que Nati
estuviera en aquel apartamento podría ser perfectamente una mentira de Edu.

Ni que decir tiene que no me fue fácil concentrarme en el trabajo aquella
tarde sabiendo que María estaría en bikini a los ojos de Edu. La tarde avanzaba y
no quería atosigarla y me aguantaba sin escribirle, pero llegó un momento en el
que no pude más. Le pregunté qué tal le iba y me dijo que bien, que estaban en la
playa los tres, que pronto irían a la piscina de la urbanización. No pude evitar
que se me notara que me alegraba de aquello y ella leyó entre líneas
escribiéndome un “No tienes remedio”. Las impresiones de Edu sobre aquella
visita no se hicieron esperar: al rato me escribió.

—En serio, Pablito, QUÉ TETAS….

Solo leer aquello se me ponía durísima, quería que me escribiera más.

—Jaja, ¿lo estáis pasando bien?

Pero ya no me contestó más, hasta una hora más tarde:

—Vaya dos pivones tengo en la piscina, en la urbanización deben de pensar
que esta noche me monto un trío.

—Ya… menuda suerte.

—Oye, Pablito, mándame una foto cachonda de María ya.

—Sí, tengo que buscar.

—Que no, coño, mándame una ya, se que tienes que tener alguna.

—Uff… alguna tengo… pero joder… me sabe mal…

—Jaja, qué te sabe mal, a ver.

—Pues no sé… es como medio traición.. no se como llamarlo.

—JAJAJAJ… me pides que me la folle y te parece traición mandarme una
puta foto?? eres gilipollas o qué te pasa?

No sabía qué responderle… Escribía y borraba.

—Mira Pablito, mándame una buena foto y nos hacemos los dos una paja.

A mi me temblaban las manos… seguía sin saber qué decirle.

—Vamos, coño, manda, me subo a casa, me hago la paja y tú me mandas
foto de tu mini polla.

A mi me ponía tan cachondo que él se hiciera una paja con una foto de
María… enviada por mí… no pude resistirme más.

—Vale. Te envío ahora.

—Eso es Pablito…quieres foto de mi polla recién exprimida??

Aquello aun me puso más nervioso…

—Sí, vale.

—JAJAJAJAJJA… LO SABÍA. Venga mándame la foto de una vez.

Fui al album del móvil, tenía aquellas fotos de María con las piernas abiertas
en la cama de aquel hotel. Descarté en seguida una que me me había enviado tras
haber tenido sexo telefónico, porque era demasiado. Y entré en aquellas tres que
me había enviado el día anterior al de aquel día del sexo telefónico: Estaba la
que estaba con la camisa blanca y las bragas negras, la que era similar pero sin
bragas… viéndose el vello recortado… enseñando su precioso coño con
nitidez… y la última… algo más recostada, con la camisa abierta… con el pelo
cubriéndole las tetas y tapándose con una mano el coño y con la otra cogiéndose
una de las tetas… y con aquella cara de guarra que parecía una actriz porno…
dudaba cual enviar totalmente infartado…

No le quise enviar la segunda pues se le veía perfectamente todo… todo lo
que María albergaba entre sus piernas… y… me parecía demasiado, me parecía
una locura mandarle eso… Dudaba entre la primera y la tercera… es que estaba
tan cachondo que sopesaba realmente enviarle la tercera… Además, no sabía
como explicarlo… pero quería que… no sé, quería su aprobación… que me
agradeciera la foto… y que le excitase. Pensé que en la tercera, a pesar de su
cara de guarra se tapaba el coño con una mano y con el pelo se tapaba las tetas, y
aun cogiéndose una teta con la mano apenas se veía realmente nada; era la foto
más morbosa de las tres, pero en esencia era la que menos enseñaba. Así que,
finalmente… le envié la tercera foto. Su respuesta no se hizo esperar:

—¡¡¡¡LA MADRE QUE LA PARIÓ!!!!

Le respondí pero él no respondía, hasta pasados unos minutos:

—Así me gusta, Pablito, que te portes bien.

—¿Qué te parece?

—Que me va a parecer… qué cara de puta… si te pone esa cara a ti… la que
me pondrá a mi. ¿te imaginas? Jajaja.

Yo hacía tiempo que estaba curado de espanto y totalmente acostumbrado a
que hablara así de ella.

—Ya… bueno ¿qué hacemos? ¿Te vas a hacer la paja con la foto? —
pregunté.

—Jajajaj, primero háztela tú, yo esta foto tengo que disfrutarla con calma, y
mándame foto de tu mini polla. Qué le vamos a hacer, me hace gracia.

—¿Y lo que hicisteis el viernes pasado cuando me lo cuentas?

—En persona, Pablito, un día te pasas por aquí. Hazte la paja ahí en el curro
imaginando que me la follo, venga.

Yo no estaba muy convencido, pero quería complacerle. Esperé un poco a
que se me bajara la erección y fui hacia los baños del trabajo. Sentado en el
inodoro comencé a masturbarme… entre la foto… que él la tuviera… que él
estuviera con ella… lo del viernes… no me faltaba material para correrme, pero
le hice caso y simplemente imaginé, como tantas veces, que se follaba a María,
esta vez que lo hacía en su apartamento esa misma tarde. No tardé en correrme
ni dos minutos… Dejé que todo aquel líquido blanco me embadurnase la zona
baja del vientre y el vello púbico… y mi polla se recogiese un poco, con cuidado
de no mancharme la ropa y le envié la foto.

Tan pronto se la envié supe que de nuevo aquello se me había ido de las
manos. Me limpié y me fui a mi mesa inmediatamente. No quise ni mirar el
móvil a ver qué me respondía. Sabía que él me estaba puteando con lo de
mandarme foto de su paja. Además tenía la foto de mi paja, la foto de María,
estaba con ella, seguía sin contarme lo que había pasado el viernes, y yo tenía
que concentrarme y volver a trabajar.

Conseguí no mirar el móvil hasta marcharme del trabajo. El muy cabrón no
me había escrito y María sí lo había hecho diciéndome que se iba para casa.

Cuando llegué María acababa de salir de la ducha y se estaba secando el
pelo, por mera casualidad vi los bikinis que había llevado y, sin ser los que más
tetas enseñaban, tampoco eran de los que la tapaban más. En seguida le pregunté
qué tal la tarde, intentando que no se notase demasiado mi interés, aunque creo
que ambos fingíamos que mis preguntas eran inocentes. Me dijo que lo había
pasado bien, que Nati le seguía pareciendo un poco tontita y que él “bien, majo,
sin más”.

Me moría de ganas por hacerle otro tipo de preguntas, pero me contuve.

Llegó el fin de semana y el cabrón de Edu seguía sin responderme y yo por
momentos me preocupaba porque le enseñara a alguien la foto…

Mis polvos con María seguían siendo bastante insulsos y hasta menos
frecuentes. Yo seguía sin pedirle que fantaseáramos con Edu, y nada me lo
impedía, pues lo que le había prometido era no pedirle más veces que le
calentara, insinuara o provocara, pero necesitaba que lo pidiera ella, aunque el
momento no llegaba.

Si en ese sentido la cosa no avanzaba, la otra parte de mi plan si funcionaba
mejor, ya que el lunes estuvo en casa, pero el martes por la tarde acabó yendo
otra vez al apartamento de Edu. Y el miércoles también, y además por la mañana
comerían los tres en la terraza de su casa.

Mi tensión iba en aumento, así como mi déficit de información, ya que Edu
pasaba de mi y yo me cortaba de preguntarle mucho a María. Finalmente Edu
me escribió diciéndome que tuviera calma, que no iba a hacerme un “report”,
palabras textuales, de cada movimiento, que en persona me contaría bien. Le
pregunté por su paja y se rió, y me dijo que era una pena que se pusiera el pelo
delante de las tetas en la foto, que también lo hacía en bikini y era una lástima,
pero que hacía tiempo que no se hacía una paja tan bestial, que la foto era una
puta locura, y que sabía que María por mucho que quisiera disimular, de
mojigata tenía poco y quedaba claro en la foto.

El jueves por la tarde María había quedado otra vez con ellos y le escribí. Me
dijo que Nati se había quedado estudiando en el apartamento y que estaba con
Edu en la playa. Yo, de nuevo, sabiendo que estaban solos, me ponía como una
moto. Le pregunté si lo tenía allí al lado y me dijo que él estaba en el agua. No
pude contenerme más:

—Mira que he sido bueno que ni te he preguntado estas dos semanas qué tal
está de cuerpo.

—Jaja, y créeme que me ha sorprendido.

—¿El qué?

—Que no me hayas preguntado apenas nada.

—Bueno, pues eso, ¿qué tal está?

—Está bien.

—¿Sí?

—Si, sí, la verdad es que sí.

—Bueno, ya le habías visto vistiéndose en el hotel.

—Pues sí.

—¿Y te mira mucho?

—Jaja, no.

—¿Cómo que no?

—Pues no sé, lo normal. Además me pongo el pelo hacia adelante, y me
tapo así.

Parecía que todos éramos conscientes de que María hacia eso para taparse las
tetas, que no era casual.

—No sé para qué haces eso… ¿sigue en el agua?

—Sí.

—Recíbelo sentada… y échate el pelo hacia atrás.

—Jaja. Ya empezamos.

—Vamos, María… es una auténtica chorrada. Solo es poner el pelo normal.

—No sé.

—Venga… échate el pelo hacia atrás… que te mire a gusto.

—Jaja… ¿Y yo qué gano?

—Pues… después en casa te lo recompenso.

—Ya… falta hace… por que…

—Jajaj, ya, venga, ¿lo haces entonces?

—Voy a ver, no sé.

Como a la media hora o algo más le volví a escribir:

—¿Lo hiciste?

—Sí.

—¿Siii?? ¿¿y qué tal??

—Pues bien, miró bastante, después te cuento.

—¿Después?

—Sí, estoy con Nati en la piscina, y estamos hablando.

Me quedé con aquel “miró bastante” en mi cabeza. Volvía a estar
empalmadísimo. Si de una cosa estaba seguro era que esa noche follaría con
María de una forma bastante diferente a como venía siendo habitual.

Me sorprendió llegar antes que ella a casa, y en seguida le escribí para saber
cuando llegaría. Me dijo que llegaría en pocos minutos. Cuando entró en casa yo
ya me había puesto cómodo y estaba solo vestido con unos calzoncillos en el
sofá. María dejó el cesto de la playa en el otro sofá, llevaba un vestido corto de
playa, estampado con tonos naranjas y blancos. Estaba muy muy morena,
perfecta, radiante, con el pelo algo húmedo y sin maquillar. Se rió de de “mi
pinta” en calzoncillos en el medio del sofá, y, para mi sorpresa, se acercó hasta
sentarse a horcajadas sobre mí. Le di un beso y acaricié sus piernas.

—¿Y bien? —pregunté.

—Y bien qué.

—Que cómo fue el show de la playa.

Yo ni me di cuenta, pero mi polla ya estaba palpitando y moviéndose sola
bajo mi calzoncillo. María puso su mano ahí y nos besamos. Me sorprendió que
fuera tan directa, algo le pasaba. Fue un beso largo y caliente, sus labios sabían a
sal y seguía con su mano sobre mi polla y las mías fueron a su culo.

—Pues se puso las botas.

—¿Sí?

—Sí, se quedó de pie en frente de mi, hablando de chorradas, mirándome
sin disimular nadita.

—Qué cabrón…

María tenía que estar tan cachonda como yo, o casi, pues en seguida se puso
en pié, me quitó los calzoncillos y se quitó el vestido, quedando vestida con un
bikini verde que, de nuevo, sin ser de esos de triángulos que se le marca todo,
era de copas algo rígidas pero que tampoco le tapaban muchísimo las tetas. Se
volvió a sentar sobre mí y yo comencé a juguetear con los cordones de la braga
de su bikini para quitárselo.

Pronto María llevó su mano a mi polla desnuda… y comenzó a masturbarme
lentamente. Nos besábamos y mis manos se deshacían de su braga de bikini.
Tenía la polla durísima y ella la sujetó con fuerza… y comenzó a dirigirla para
montarse sobre ella… al principio no conseguía apuntar bien y la punta de mi
polla separaba sus labios con algo de torpeza… unos segundos eternos… hasta
que encontró el camino y ella comenzó a sentarse sobre ella… a bajar…
deslizando mi miembro con lentitud pero facilidad…

Nos fundimos en un gemido y noté que su coño estaba ardiendo y mi polla
entraba perfectamente, abriéndose paso en un coño estrecho, pero que se había
abierto sin necesidad de masturbarla previamente. Nuestros cuerpos pegados…
devorándonos la boca… mis manos a su parte de arriba de su bikini liberando
sus tetas… hasta que le dije:

—Joder… cómo ha entrado…

—Sí…

—Venías cachonda o qué…

—Venía con ganas… sí…

—Venías cachonda de mirar su cuerpazo… y de enseñarle las tetas…

María no respondió… y seguimos gimiendo, lentamente, hasta que susurró
en mi oído:

—Mmm… dios, qué ganas tenía —dijo rodeándome con sus brazos, y
moviendo su cadera en círculos. Sentía cada centímetro de su coño caliente y
sentía sus tetas y sus pezones duros en contacto con mi pecho.

—Cuéntame… María… cómo te miraba —sin más ni más habíamos vuelto
al juego.

—Mmm… pues… me miraba… me miraba las tetas…

—¿Sí…?

—Síi… joder… me encanta así, despacio…

—¿Y qué más?

—Mmmm… me miraba las tetas y… ufff… se le… se le marcaba…

—Joder… ¿En serio? —al escuchar eso, llevé mi boca a una de sus tetas…
las babeé como un loco, estaba fuera de mí, y a ella la notaba muy cachonda.

—Sí… se le marcaba la polla bajo el bañador…

Yo me imaginaba a Edu de pie mirándole las tetas y creciéndole la polla bajo
el bañador… y ella mirando eso… y sentía que me corría, sufriendo los
movimientos de cadera de María… mientras seguía devorándole aquellas tetazas
que Edu había estado mirando sin cortarse.

—¿Y le crecía la polla?

—Mmm… es que eso no fue lo más increíble…

—¿¿Quée??

—Sí… mientras hablábamos… se la tocó…

—¿Cómo que se la tocó? —Yo tenía el corazón a doscientas pulsaciones
mientras ella me seguía matando con sus movimientos de cadera.

—Se la… como que se la acarició sobre el bañador un poco.

—¿Pero recolocándosela?

—No, no, como marcando… la silueta o la forma… no sé como explicarlo.

—Joder… María… qué cabrón… ¿lo hacía en plan mira lo que tengo para ti
o qué?

—Jaja… no sé…

—¿Y qué hiciste?

—Nada… intentaba no mirar… pero algo miré…

Cuando escuché aquello casi exploto.

—¿No le crecía mientras se la mirabas? —pregunté.

—Es que… uff… mmm… Así…

—Es que qué…

—Que no… no quise mirar mucho…

—¿Por qué? —pregunté sin dejar de lamer y besar sus tetas.

—Mmmm… dios… qué bueno… porque… me daba vergüenza…

—Pero se la miraste… y miraste como se la acariciaba.

—Uff… dios, Pablo… me encanta así… y que me comas las tetas así…
diooos… —gimió y hasta jadeó en mi oído.

Le tuve que pedir que parara para no correrme, y le dije que me diera la
espalda. Ella apoyó los pies en el suelo y agarró mi polla con cuidado para
inmediatamente después sentarse sobre ella otra vez, pero ahora yo solo veía su
culazo subiendo y bajando lentamente y su espalda tapada en parte por su larga
melena. Yo le ayudaba en el movimiento con las manos en su culo,
levantándoselo y bajándoselo lentamente, y ella apoyaba sus manos en mis
muslos. Así estuvimos un rato en el que ambos resoplábamos, gemíamos y
jadeábamos, los “uufff ” de ambos resonaban por el salón y ella no se cansaba de
subir y bajar, cubriendo y descubriendo mi polla. Cuando ya estaba cerca de
correrme quise explotar dentro de ella viviendo aun más morbo.

—Le miraste la polla… a qué sí… mirabas como se la tocaba.

—Mmm… un poco…

—¿Y le crecía bajo el bañador?

—Ufff… puede ser…

—Le crecía porque se la pones dura… porque te miraba las tetas y se le
ponía dura… a qué sí…

—Mmmm… sí…

María llevó sus dos manos a la mesa de centro para apoyarse así, y al hacer
eso la imagen de su culo subiendo y bajando era aun más brutal.

—Le pones muy cachondo… te quiere follar… dímelo —susurré con los
ojos entrecerrados sin dejar de mirar el movimiento hipnótico de su culo
subiendo y bajando y los labios de su coño abrazando mi miembro que me iba a
explotar.

—Uufff… sí…

—Dímelo, María…

—Dios… sí… le pongo cachondo…

—¡Dímelo otra vez…!

—¡Mmmm….! ¡le pongo muy cachondo y…!

—¿Qué más…?

—Le pongo muy cachondo… y… me quiere follar…

—Ufff, María… dímelo otra vez… ¡grítalo!

—Mmm… ¡¡síii…!! ¡¡me quiere follar, joder…!!

—¿¡Te imaginas que subes y bajas sobre su polla, eh!? ¿¡Como ahora!? —
le dije dándole un golpe en el culo con la mano abierta.

—¡¡Mmm…!! ¡¡síi…!!

—¿¿Cómo sería?? —le dije dándole otro azote en las nalgas….

—¡¡¡Auuu….!!! ¡Ufff… no sé…!

—¿¡Cómo sería meterse su pollón!?

—¡¡¡Mmm…!! ¡¡dios…!! ¡¡dame…!! ¡¡dame otra vez…!!

Le di dos cachetes más en el culo y le grité que me respondiera.

—¡¡¡Auuu!!! ¡¡¡diiooos…!! ¡¡joder…!! ¡me encantaría…! ¡sentarme así…!
¡¡sobre su pollón!!

—¿¿Si?? ¿Te lo follarías así??

—¡¡Dioos…!! ¡¡siii…!! ¡¡dame… dame más….!! ¡¡me lo follaría así!!
¡¡joder…!! ¡¡¡hasta el fondoo!!!

Le di dos o tres azotes más… tenía las nalgas sonrojadas y no paraba de
subir y bajar y le anuncié que me corría… Fue decírselo y al momento comenzar
a eyacular dentro de ella, y ella llevó una de sus manos a su clítoris y se tocaba
mientras yo me corría. Escuchaba con los ojos cerrados como ella gritaba “¡¡me
lo follo así, joder!!”, “¡¡me follo a Edu así!!”, “¡¡Diooos!! y su cuerpo acogía
más y más chorros calientes que salían de mí al tiempo que ella comenzaba su
orgasmo… Se retorcía del gusto y seguía gritando aquello y su coño se fundía en
una mezcla de sus fluidos y los míos… explotando ambos en dos orgasmos
tremendos.

Había sido el mejor polvo en semanas. Era innegable, incluso para ella, que
cada vez que fantaseábamos explotábamos en polvos incomparables.

Me quedé pensando en aquel gesto de Edu de acariciarse la polla en medio
de una conversación con María, así, sin más ni más. Pudiera parecer que aquel
gesto de Edu no tenía más fuerza que el hecho de haberle metido mano sobre sus
bragas unos diez días antes, pero el hecho de estar ambos sobrios, en la playa, a
plena luz del día… que Edu se comportara así y que ella no se escandalizase ni
le cortase… quizás hasta se había ruborizado o se había sentido deseada…
Vamos, es que me parecía incluso más excitante y hasta un mayor paso adelante
que el hecho de haberle metido mano con unas copas. Tampoco es que fuera
exactamente una cuestión de ser una cosa más que otra sino que era sin duda una
gran noticia solo por el hecho de que fueran pasando cosas entre ellos dos sin
que yo tuviera que pedir nada o participar activamente en nada.

A media mañana del día siguiente María me escribió diciéndome que, al
igual que el miércoles, iba a comer con ellos en su apartamento. En un par de
semanas se había convertido en algo normal. Ella estaba haciendo la bolsa de la
playa y le pregunté qué bikinis iba a llevar, su respuesta no me convenció
demasiado.

—Deberías llevar el rojo de triángulos, aquel que llevaste al balneario aquel
día.

—Jaja, ya te gustaría…

—Te lo digo en serio… sería mortal…

—Olvídate…

—Venga, María… tú mételo en la bolsa… ya decidirás allí si te lo acabas
poniendo.

—Jaja… vale, lo llevo… pero créeme que no me lo voy a poner.

Finalmente, aquella tarde de viernes, se lo acabó poniendo…



CAPÍTULO 40

Lo que más me sorprendía, aquello a lo que nunca me acababa de
acostumbrar, era a la montaña rusa de emociones y sentimientos de aquella
época. Lo único que era lineal era mi fantasía con Edu y María estrictamente
hablando. Pero todo lo que lo rodeaba subía y bajaba. Recuerdo que aquella
mañana de viernes, poco después de pedirle a María que se pusiera el bikini rojo,
comencé a sentirme terriblemente mal. Mal conmigo mismo, como si me
estuviera fallando. Y recapitulé todos los errores, todas traiciones que estaba
cometiendo contra mí mismo y contra María. Contra mí mismo por cómo
permitía que Edu me tratase así, y contra María por haberle mandado su foto a
aquel idiota.

Y es que mi juego a dos bandas, si bien lo consideraba en cierta forma una
jugada de dudosa ética para con mi novia, yo en ningún momento había obligado
a María a nada, al menos lo veía así. Quiero decir que tenía en mi cabeza una
especie de exoneración de culpa que consistía en que si algún día pasaba algo
grave, algo fuerte entre ellos dos, sería siempre porque María habría querido;
pero lo de enviarle aquella foto sí me parecía una jugada injusta por mi parte.
María no se lo merecía, seguro que tampoco se merecía mi juego a dos bandas,
pero lo de la foto mucho menos.

Esa mañana me metieron en dos reuniones en el trabajo que afortunadamente
me acabaron sacando del bucle de pensamientos negativos en los que me
encontraba. Además, comí con un par de jefes lo cual prolongó que pudiera
evadirme; por suerte o por desgracia llegó la tarde y el volumen de trabajo bajó
bastante.

Acabé escribiéndole a María, unos mensajes bastante románticos, por decirlo
de alguna manera. Pero pasaron los minutos y las horas y María no me
respondía. En esos momentos nunca lograba comprender en qué podría estar tan
entretenida como para estar dos horas sin mirar el móvil.

Y como si de un tiovivo se tratara, mi mente comenzó a volar pensando que
estaría ocupada con el cabrón de Edu, y mi romanticismo se tornó en morbo. De
nuevo en el trabajo teniendo una erección cada diez minutos pensando en qué
estarían haciendo en su apartamento de la playa.

Unas horas atrás escribiéndole unos mensajes de lo más ñoños para después
empalmarme imaginándome que Edu le metía mano por todas partes…

Ella no me respondió y no supe nada de ella hasta que ya en casa apareció
con un vestido de playa liso y de color verde, y por el nudo en el cuello, supe
que debajo llevaba el bikini rojo… El bikini debía de estar húmedo pues se
notaba que había traspasado la humedad al vestido.

Como si tal cosa me propuso ir a cenar fuera después de darse una ducha. Le
dije que me parecía bien y le pregunté cómo es que no me respondía a los
mensajes y me dijo que se le había quedado el móvil en el apartamento y que
cuando vio los mensajes ya iba de vuelta a casa. Me quedé algo sorprendido, mis
mensajes creo que eran suficientemente románticos o melosos, para ser
respondidos al momento.

Estando los dos en el cuarto de baño sonó un mensaje en su móvil y María lo
cogió, al momento me lo dio a leer.

Edu: Cuando volváis de Cantabria deberías venir a pasar aquí un fin de
semana tu novio y tú. Lo pasaríamos bien los cuatro.

Yo intentaba disimular mi sorpresa, y María dijo:

—Se le va la olla, ¿no?

—¿Por qué?

—Hombre… pasar un fin de semana… me parece mucho, no sé. ¿Tú
quieres?

—No sé, ¿por qué no?

—¿Sí? Me extraña que te apetezca.

—No sé, es algo diferente.

—No habrá segundas intenciones en que te apetezca, ¿no? —dijo
quitándose el vestido.

—Bueno… —dije esbozando una media sonrisa.

Me acerqué a ella y nos dimos un beso. Llevé mis manos a su cintura y en
seguida sobre sus tetas… su bikini rojo estaba húmedo… era un escándalo aquel
bikini. Me eché un poco hacia atrás para contemplarla bien…

—Al final te lo pusiste…

—Llevé tres y acabé mojando los tres…

—¿Mojando arriba o abajo?

—Eres tonto… de verdad… —respondió besándome.

Nuestro beso se fue alargando… notaba su lengua caliente y juguetona y me
deshice de la parte de arriba de su bikini, le acaricié las tetas que tenía más
calientes que el bikini y se le erizaban los pezones por momentos.

—¿No le dio un infarto cuando te vio con este bikini?

—No sé… Fue un día muy raro, la verdad…

—¿Sí? ¿Y eso?

—Mmm… No sé… ¿que te parece si nos ponemos guapos y te lo cuento en
la cena?

—Ufff… no aguanto… María… cuéntamelo ya… —dije besando su cuello
sin soltar sus pechos… que acariciaba cada una de sus tetas con una mano.

Nuestras bocas se fundieron en otro beso largo y encendido. Ella se quitaba
la braga del bikini mientras yo, de forma improvisada, me deshacía de mi ropa,
ocurriéndoseme entrar con ella en la ducha. Ya no sentía aquel nudo en el
estómago por haberle mandado la foto a Edu, ni me sentía mal por mi juego a
dos bandas, otra vez, el morbo lo envolvía todo.

Pronto un chorro caliente nos mojaba a los dos, nos besábamos, nos
acariciábamos y abrazábamos, mientras yo le preguntaba y ella me contaba:

—Pues… por la mañana fue normal… y la comida también… después
bajamos a la playa y ahí empezaron… con cuchicheos y cosas raras que yo no
oía. No sé, no me parecía muy normal.

—¿Pero hablaban de ti?

—Es que no lo sé. Bueno, tampoco me puse como loca a intentar escuchar,
serían cosas suyas. Pero era un poco de mala educación, lo peor es que
después… empezaron a enrollarse…

—Jaja, ¿En serio?

—Sí.

—Bueno… son novios… ¿Pero mucho?

—No mucho, pero bueno, no tenemos quince años, ¿no?

Ya nos embadurnábamos con jabón que María esparcía sobre mi pecho y fue
bajando hasta comenzar a acariciarme la polla, enjabonándomela, y yo hacía lo
propio con su vientre y sus tetas…

—Y nada… me fui al agua… volví… la verdad es que era como estar sola.
Después ellos se fueron al agua… y allí bueno… pues un poco escándalo la
verdad…

—¿Por?

—Bueno, empezaron como a jugar, después a besarse, después ella le
abrazó… y como que se le subió encima… ya sabes… rodeándole con los
brazos… y las piernas…

—Joder… qué morboso ¿no? —dije recreándome en enjabonar sus tetas
con cuidado…

—Para ti todo es morboso…

—Todo no… pero eso…

—No sé… yo no quería ni mirar.

—¿Pero por donde les llegaba el agua?

—No sé… por el pecho… o el cuello…

—No estarían follando…

—Mmm… no creo. ¿No?

—No sé, tú sabrás… yo no estaba allí.

—No creo.

—¿Pero cuanto tiempo estuvieron?

—Pues no sé, igual cinco minutos.

—¿Y no notaste movimientos rítmicos?

—No sé… lo que sí… —dijo ella enjabonándome la polla con las dos
manos y echando la piel de mi polla adelante y atrás — lo que sí… es que ella
ponía unas caritas…

—No me jodas…

—Pues sí.

—Joder, María… estaban follando fijo…

—No sé… segura no puedo estar. Además que tampoco miraba mucho, solo
de vez en cuando.

—¿Y te puso?

—No… qué me iba a poner… lo que estaba era flipando.

Mis manos fueron a enjabonar su sexo mientras ella ya lo que hacía no era
enjabonarme si no pajearme claramente… la besé y le susurré:

—Se la estaba follando seguro.

—No sé…

—Y algo te tuvo que poner…

Mis dedos acariciaban su sexo con suavidad y lentitud… dejando que su
coño se fuera abriendo solo y ávido de mis manos, cuando ella continuó:

—Bueno, y después se separaron y hablaron un rato y volvieron del agua.

—¿Y no salió empalmadísimo?

—Pues no…

—¿Ves? Eso es que ya había descargado…

—Jaja… ¿tú crees?

—Está clarísimo, María.

—Bueno, no sé…. después se fueron a dar un paseo… y yo me fui al agua…
y al volver aproveché que no estaban y me cambié el bikini, porque ya no me
pensaba bañar más, y me puse el rojo con el que me das tanto la lata… Y
después volvieron del paseo y Nati dijo que se iba a estudiar un rato.

—¿Y os quedasteis Edu y tú solos y tú con ese bikini?

—Pues sí.

—Joder… —le dije pegando mi cuerpo al suyo… besándola, y comenzando
a introducir un dedo en su interior mientras su paja se hacía más intensa.

—Y… ¿qué más? Pues… uufff, mmm —gimió al notar mi dedo entrar en
su cuerpo — pues… me dijo de… dar un paseo… y fuimos hasta el final de la
playa… y… después fuimos los dos a bañarnos…

—¿Te bañaste con él… con el bikini rojo?

—Sí…

—¿Y te miraba?

—Mmm… no sé…

—¿Y no se acarició la polla mirando para ti como la otra vez?

—No…

—Vamos… seguro que algo hizo… ¿En serio no intentó nada al estar los
dos solos?

—No… ufff… me encanta… dios… —resopló al notar como añadía un
dedo más al otro y la penetraba lentamente — lo que sí… uff..

—Lo que sí, ¿qué?

—No sé… en el paseo, y en el agua… había silencios incómodos… que yo
pensaba que intentaría algo…

—¿Ah sí? Como…. tensión sexual…

—Ay… No sé, tanto no sé…

Mis dedos se movían con rapidez en su sexo y su mano hacía lo propio sobre
mi miembro… tenía la polla que me explotaba en cualquier momento… No
podía más.

—María…

—Qué…

—Te voy a follar… te voy a follar aquí…

Le pedí que se diera la vuelta y echara el culo hacia atrás, el chorro de agua
nos empapaba a ambos haciendo desaparecer todos los restos de jabón. María,
con el pelo mojado, aun me parecía que estaba más buena. Me situé tras ella y
dirigí mi miembro hasta colocarlo a la entrada de su sexo, llevé mis manos a sus
nalgas y a su cintura y la fui invadiendo poco a poco… se la metí hasta el fondo
y ella gritó solapando mi suspiro.

Comencé a follarla lentamente para en seguida acelerar el ritmo, pronto el
ruido del agua de la ducha se combinó con los gemidos de María y con el ruido
de mi pelvis chocando con su culo, el cuarto de baño era un festival de sonidos
al que se añadió el de nuestras voces, pues yo le preguntaba si se había excitado
viéndolos en el agua, incluso si había sentido envidia…. ella gemía y jadeaba,
pero me respondía que no. Yo seguí follándola… penetrándola cada vez más
rápido… haciendo que el sonido de nuestros cuerpos chocar se hiciera cada vez
más atronador… llevaba mis manos a sus tetas y alucinaba como éstas se
movían adelante y atrás por mis embestidas… y como colgaban enormes de su
torso por la postura. Decidí que no quería correrme, decidí que quería saber más
de todo aquello…. así que me salí de ella, le di la vuelta y frente a frente, y entre
beso y beso, le dije:

—Dime algo, reconóceme lo que quieras pero que sea verdad.

—Mmm… está bien… pues… la tensión sí… si que hay…

—¿Tensión sexual entre los dos?

—Yo creo que sí…

—Ufff… María… ¿Tú sabes lo que me pone eso?

—Ya… y tú… reconóceme también algo que sea verdad… que no sea
fantasía… o qué quieras que pase…

—Pues quiero… que aguantemos el calentón… ir a cenar fuera… meterte
mano… y follarte… y que cuando te folle… me vuelvas a llamar cornudo…

—¿Sí? —dijo ella besándome de nuevo.

—Sí… quiero que me grites cornudo, que me… insultes… y que grites que
quieres que Edu te folle…

—¿Y algo más?

—Y… quiero que vayamos ese fin de semana a su casa… y que le calientes
delante de mí.

—Uff…

—¿Qué?

—¿No es peligroso ese lío otra vez?

—Joder, María… ¿te das cuenta como nos ponemos?

—Mmm… ya… dios…

Nos fundimos en otro beso y nos tocamos sin parar, como si nos faltaran
manos. A punto estuvimos de volver a ponernos a follar allí mismo, pero
conseguimos controlarnos. Justo antes de salir de la ducha le dije:

—Quiero que te pongas el vestido más escotado que tengas… que todos
vean lo buena que estás… y te voy a meter mano sin parar.

—¿Ah sí…?

—Sí… y al llegar ya sabes…

—Mmm… al llegar me follas… te llamo CORNUDO… y nos imaginamos
que Edu me folla…

—¿Tú también lo imaginarás…?

—Mmm… si quieres… lo imagino…

Tenía un calentón increíble. No sabía como había aguantado sin correrme,
pero la espera haría todo más morboso. María se fue al dormitorio a vestirse
cuando la llamaron al móvil, por lo que escuchaba estaba claro que era una
amiga. Me fui al salón a esperar; siempre me empiezo a vestir cuando ella acaba
de vestirse y entra en el baño a acabar de arreglarse, pero pasaban los minutos y
seguía escuchándola de vez en cuando hablar por teléfono desde el sofá.

Estaba deseando que colgara de una vez para que se arreglara, quería verla
radiante, provocativa, y meterle mano y fantasear una vez más con Edu, quería
que me reconociera de una vez que Edu la ponía cachonda, no me valía lo de la
tensión sexual, no me llegaba, quería que una María sobria y seria me dijera con
todas las letras “Edu me pone cachonda”, ese sería mi propósito en la cena.

Dejé de escuchar a María hablar por lo que me alegré, pero en seguida
vinieron las malas noticias. Mi novia apareció en el salón y ya, antes de que me
lo dijera, solo por su cara y su ropa, sabía que no quería salir. Efectivamente me
dijo que se nos había hecho tarde… que estaba cansada… y que teníamos todo el
fin de semana por delante. La verdad era que yo a pesar de ser viernes, y que era
el que no estaba de vacaciones, no estaba casi cansado, pero tampoco le insistí
demasiado. Además me dijo que se iba a la cama directamente, no quiso ni
quedarse conmigo viendo algo de tele y quedarnos así dormidos antes de ir a la
cama.

Me puse a ver una película empezada y no tardé mucho más de media hora
hasta meterme en la cama y María ya dormía. Pensé que tenía razón, que
teníamos todo el fin de semana por delante, lo que no sabía era lo que me
depararía la mañana siguiente:

Me desperté y ya entraba algo de luz en la habitación, por la ventana y por la
puerta entre abierta. María ya se había levantado, escuchaba de fondo la tele,
seguramente estaría en el sofá con un café y su portátil. Cogí mi móvil y
comprobé que me había quedado sin batería, así que abrí el cajón de la mesilla
para buscar uno de los cargadores, entonces me di cuenta en seguida que María
había revuelto las cosas, y me extrañó porque en ese cajón solo hay cosas mías,
como relojes y cargadores de mi móvil, a parte del famoso consolador enorme
que habíamos comprado. Me extrañó, pero estaba demasiado dormido para
pensar. Me levanté y fui al baño, pero con la sensación permanente de que era
raro que María hubiera estado trasteando en ese cajón. Después de ir al baño
volví al dormitorio, me senté en la cama. Yo siempre dejaba el consolador a lo
ancho del cajón y estaba a lo largo; como si una parte de mi rigiera más que otra
lo cogí, sospechando algo raro, y esa parte ya despierta y lúcida de mi acercó
aquel objeto a mi nariz. Lo olí. Y, de repente, lo vi todo claro, tremendamente
claro; olía a coño de una manera impresionante. Deduje inmediatamente que
María lo había usado la noche anterior, y, al estar yo en el salón, no se había
levantado a lavarlo como siempre hacía. María había preferido masturbarse con
aquella polla de plástico, aquel pollón que venía a representar la polla de Edu, a
follar conmigo.



CAPÍTULO 41

Me costaba asumir aquello. María siempre me había dicho que desde que
estábamos juntos siempre que se había tocado había sido en juegos conmigo, ya
fuera en persona o por teléfono, o pensando en mí. Tampoco es que por usar la
polla de plástico significara con absoluta certeza que no había pensado en mi al
masturbarse, pero había altas probabilidades.

En ningún momento me planteé preguntarle. Me parecía algo totalmente de
su ámbito privado, no me imaginaba a mí mismo, consolador en mano,
pidiéndole explicaciones por haberlo usado y no digamos preguntándole sobre
en quién había pensado para darse placer…

Sin embargo me empecé a emparanoyar con que ella pudiera empezar a
buscar o a aspirar a algo más que yo, a un amante mejor que yo, a una polla
mejor que la mía, a un cuerpo mejor que el mío, y no me ayudó lo sucedido
aquel sábado, y es que nos fuimos a la playa, yo estuve muy tocón, y ella estuvo
más bien esquiva. Nuestros besos los empezaba yo y los terminaba ella, las
caricias eran mías y no suyas, y los tocamientos acababan cortados con un
“venga, para, que nos van a ver”.

Y la cosa se agravó aun más cuando por la noche le planteé salir a cenar, con
lo que eso conllevaba, y ella prefirió quedarse en casa. Solo, en el sofá, mientras
ella se iba a la cama, me planteaba si es que ella se había cansado de mi fantasía
y esa era su manera de evitarlo o si, lo que podría ser peor, se estaba cansando de
mí, sexualmente hablando.

Pero, como siempre durante aquellos meses, a todo pensamiento racional que
yo desarrollase, se acompañaba una dosis de morbo vinculada a la situación. Mi
extrañeza por su actitud iba por un lado, y mi morbo porque ella en aquel
momento estuviera en la cama masturbándose pensando en Edu iba por otro. Era
como si, en vez de un ángel y un demonio encima de cada hombro, hubiera un
Pablo reflexivo y racional y un Pablo excitado y pensando en morbo
permanentemente. Comencé a imaginarme a María, abierta de piernas,
metiéndose el consolador, pensando en Edu y alerta por si yo iba al dormitorio,
sonrojada por el deseo, quién sabe si escribiéndole algo a Edu… y me levanté
del salón a la mesa del comedor para coger unas servilletas… pronto estaba en el
sofá pajeándome frenéticamente imaginándome a María corriéndose como
loca… usando ahora sus manos para calmar su coño y chupando la polla de
plástico escenificando que se la comía a Edu. Me corrí intentando no hacer
ruido, derramándome sobre las servilletas, mientras quizás María tenía un
orgasmo simultáneo al mío, corriéndonos cada uno en extremos opuestos de la
casa.

El domingo le acabé preguntando qué íbamos a hacer con la propuesta de
Edu de estar los cuatro en su apartamento, le pregunté si ya le había respondido
y me contestó que le había dado largas, que le había dicho que estábamos
dudando, lo cual me reveló que se había escrito con él sin habérmelo dicho. No
me costó convencerla para que accediera a la propuesta de Edu esta vez.

Tal como estaban las cosas nada me habría gustado más que que María fuera
al apartamento de Edu el lunes, pero hacía tiempo habíamos decidido que María
fuera a visitar a sus padres durante la semana, aprovechando que yo trabajaba.
Quién también sabía que María estaría fuera lunes y martes era Edu, para mi
sorpresa, y me escribió el domingo proponiéndome que la noche del lunes fuera
a visitarlo a su apartamento.

Había algo en mí que no veía bien quedar con Edu. No me sentía a gusto
hablando en persona con él sobre María… como si pasara de golpe de juego
inocente a canallada maquinada… pero, al final, la tentación, el morbo de saber
de su boca ciertas cosas, era demasiado tentador… Yo seguía sin fiarme
absolutamente nada de él, pero mi morbo le había elegido a él.

No tenía ninguna duda de que aquella semana se me iba a hacer realmente
larga. La semana siguiente iría de viaje con María, y la siguiente más sería la que
acabaría con el fin de semana en el apartamento de Edu. Y largo, pero sobre todo
incómodo, se me estaba haciendo aquel lunes, en el trabajo, sabiendo que a
última hora me vería con aquel chico que siempre acababa por anularme, por
mucho que yo me dijera a mí mismo que no podía permitirlo.

Y es que además era realmente violento verse las caras con alguien que, entre
otras cosas, se había reído repetidas veces de mí, de mi polla, de mi actitud, pero
sobre todo era violento porque en el fondo me daba morbo, me sentía
hipnotizado por esa actitud de superioridad que él tenía conmigo.

Salí del trabajo y cené algo rápido en casa para no liarme demasiado en su
casa. No tenía más intención que tomarme una o dos cervezas en su
apartamento, que me contara su versión de las últimas semanas, así como sus
planes con María, y volver a casa.

No podía evitar estar realmente nervioso, pero intenté fingir seguridad desde
el primer momento, desde el momento en el que me abrió la puerta de su
apartamento y me ofreció una cerveza. Salimos a la terraza y yo miraba todo, el
salón, la cocina, con un extraño y especial interés por saber que María había
estado allí varias veces.

La actitud de Edu me desconcertó al principio, parecía como si tuviera prisa,
y en seguida fué al grano. Empezó por lo sucedido el viernes de la cena que
habían tenido los del despacho. Me dijo que cuando María había accedido a ir
con él a la discoteca, los dos solos, pensaba que estaba hecho, y más en la barra,
y más aun cuando se habían estado sobando contra su coche… Yo le escuchaba
atentamente, deseando con todas mis fuerzas que me contara algo que no
supiese, algo que María hubiera omitido o suavizado, pero sus versiones
coincidían y yo me sentía decepcionado por un lado, aunque también alegre y
orgulloso de María por otro.

Edu, apoyado contra la barandilla de la terraza, bebía de la cerveza con
especial chulería, tan solo vestido con un bañador y una camiseta muy suelta, y
yo a penas podía aguantarle la mirada mientras me contaba, pues aquellos ojos
azules eran tremendamente intimidantes. Su versión coincidía con la de María en
hechos, aunque obviamente él lo contaba de otra manera:

—Es que cuando le tocaba el culo… joder, se me ponía durísima. Le toqué
el culo lo que quise, por debajo del vestido, y la cabrona cuando la quería besar
me apartaba… Las tetas ni me dejó tocarlas… y cuando le quise tocar el coño
apenas la rocé y me apartó… pero es que, joder, creo que te lo había dicho otras
veces, con la carita me decía que la follase allí mismo, pero después no había
manera, me apartaba siempre.

Yo seguía con mi mezcla de sensaciones: por un lado me excitaba, por otro
lado me sentía raro escuchándole aquello en persona, por otro me alegraba que
sus versiones fueran exactamente iguales, pero a su vez me decepcionaba un
poco, habían sido muchos días esperando aquel momento en el que Edu me
contara su versión, y mi mente había volado hasta imaginar que había pasado
algo más. Nuestras cervezas bajaban, yo apenas le interrumpía, y él continuaba:

—Joder… pero lo mejor ya no solo era lo colorada que estaba… lo mejor
era que… joder, se la veía nerviosa.

—¿Nerviosa? —yo daba un trago a mi cerveza, intentando fingir que
aquello me producía curiosidad, que no me afectaba demasiado, cuando en
realidad me tenía con el corazón en un puño.

—Sí, joder, eso se sabe, cuando le metía la mano entre los muslos… por
debajo del vestido… no digo que le temblasen las piernas pero… no era esa
María chulita del despacho, ya sabes…

—Ya…

—Sí, no se cómo explicarlo… pero joder, estaba tensa de narices… Yo, te
digo la verdad, si no me la follé aquella noche, creo que es porque la chica no te
quiere poner los cuernos… vamos, que llega a estar libre y me pide ella misma
que me la folle, pero ya no en mi casa, creo que me la follaba ya en el coche.

Notaba como la cara me ardía y la polla se me movía sola al escuchar todo
aquello. Con dificultad llevaba la cerveza a mi boca, temblándome las manos. El
cabrón me estaba poniendo tan nervioso como excitado.

—Es que es eso, Pablito, tú verás, pero la chica ahí está, aguantando,
aguantando porque está contigo, que si no llevaría dos meses follándomela.

Edu sacó dos cervezas más y me dijo que tenía un poco de prisa, que en
cualquier momento vendría Alicia.

—¿Alicia? Dirás Nati —le dije.

—Jaja, no, no. Alicia, la pija andaluza esta… ya sabes, joder, si hasta te
mandé foto de ella comiéndome el rabo, jaja.

—Ah, hostiá…

—Sí, es que Nati… me dijo que la semana pasada había estudiado fatal
aquí… y que esta semana estudiaría en su casa, pues muy bien. Allá ella.

Tras un breve silencio Edu comenzó a contarme un resumen de los días que
María había estado en el apartamento, en la playa y en la piscina con Nati y con
él. Edu, más activado, quizás por la segunda cerveza, descargó todo su arsenal de
palabras malsonantes y vulgaridades, describiendo a María en bikini por todas
partes. Dijo que por mucho que María se intentase tapar las tetas con el pelo
aquello era intapable, se acordaba perfectamente de un bikini verde que le había
hecho empalmarse a lo bestia, así como el bikini rojo de triángulos. Me contaba
que se había bañado con ella, llevando María el bikini rojo y que había tenido
que recolocarse la polla bajo el agua porque no le cabía en el bañador.

—Sí, con el bikini rojo… está… potente —dije tras un trago a la cerveza.

—Y que lo digas, Pablito, cuando la vi con ese bikini pensé “esta quiere
guerra”. Joder… qué ganas de follármela cuando la vi así, dios… me daba igual
que estuviera la playa a tope, con ese bikini joder… me la habría follado allí
mismo. La habría puesto a cuatro patas sobre la toalla y “plas, plas”, joder… le
daría en el culo y me la follaría con la gente mirando.

Yo le escuchaba atentamente, terriblemente excitado, y él seguía contando,
hablando de su cuerpazo, de todo lo que le haría… hasta que me sorprendió:

—Joder, Pablito… te estás empalmando ¡¡¡Joder!!! ¡¡¡Jajaja!!!

Yo no quise mirar para abajo y me encogí de hombros, fingiendo normalidad,
cuando en realidad me había dejado sin respiración.

Nos quedamos en silencio, yo no sabía qué hacer. Me clavaba la mirada con
aquellos ojos azules y su media sonrisa… Aquel cabrón me intimidaba, pero a la
vez sabía que no podía dejar que se pusiera siempre encima de mí.

Edu volvió a la carga contándome cuando en la playa, él de pie y María en la
toalla, se había acariciado la polla mirando para ella, pero, otra vez, cuando
parecía que me iba a contar algo que yo no supiese las versiones encajaban
completamente. Si mi empalme era evidente también lo debía de ser mi cara de
decepción pues el cabrón de Edu pareció leerme el pensamiento:

—Parece que no te impresiona lo que te cuento… Mira, tengo la sensación
de que vienes aquí fantaseando con que hubieran pasado más cosas de las que
han pasado… porque yo no sé que rollo os traéis María y tú, pero sé que le
preguntas qué hacemos y ella te lo cuenta. Tengo la impresión de que ella te ha
contado todo lo de que le metí mano la noche aquella y que me toqué la polla en
la playa mirando para ella y hasta, no sé, si tuviera que apostar diría que os
ponéis cachondos cuando ella te lo cuenta. Pero lo jodido es que vienes aquí
creyendo que yo te contaré que hemos hecho más y se te ve en la cara que
querrías que hubiera pasado más.

Yo me quedé helado. Parecía que me estuviera leyendo la mente… tanto que
empecé a dudar si María le habría contado algo de mi fantasía, cosa que pronto
descarté, no parecía propio de ella. Edu prosiguió, y yo me sentía como un crío
al que le echan la bronca:

—Yo lo siento Pablito, pero por ahora no ha pasado nada más, los hechos
son los que son. Si me preguntas si creo que me la voy a follar te digo que creo
que sí. Y si me preguntas cómo es que en no se cuántos meses no hemos pasado
de un par de magreos es porque la chica es fiel de narices, de estas que creen que
el día que me la folle vuestra relación se acabó. Que si lo dejáis a la semana me
la estoy follando mañana, tarde y noche lo sabemos los tres. Pero María, al
menos por ahora, piensa con la cabeza. Y no es una chica sobre la que yo me
pueda lanzar como un salido a media tarde en la playa; literalmente me escapa
cada vez que nos quedamos solos. Nos vamos a bañar y, disimuladamente, cada
vez que me acerco hace algo para no tenerme a menos de un un metro de
distancia.

Intentaba digerir todo aquello. Él había cambiado completamente el
semblante. Era una especie de chulería mezclada con un consejo desinteresado…
cuando llamaron al timbre. Edu posó la cerveza en la mesa y se acercó al salón,
contestó al telefonillo y le abrió la puerta de abajo, y dejó la de arriba abierta, y
mientras se acercaba de nuevo a la terraza quise cambiar de tema, y le pedí que
me contara sobre su proposición de pasar el fin de semana juntos los cuatro. Me
dijo que su idea era deshacerse de Nati en algún momento y que con unas copas,
si yo les dejaba solos, podría intentarlo con María, y que quizás María ya metida
en faena y borracha aceptara cualquier cosa… Lo decía con una tranquilidad
pasmosa, como si no supiera el peso que aquellas palabras tenían en mi. Lo decía
con absoluta seriedad.

Escuché ruido en la entrada y pronto apareció Alicia, arrastrando una trolley,
como podía, por el salón. Salimos a su encuentro. La chica era guapa de narices,
llevaba unos shorts vaqueros y… la camisa que llevaba, a rayas azules, pronto
sabría por qué me sonaba.

Alicia se quedó un poco sorprendida por mi presencia. Edu nos presentó y
pude escuchar su voz con su acento andaluz, a la vez que algo pijo. Nos dimos
dos besos y me quedé impactado por el tacto de sus mejillas. No era más que una
cría, se la veía muy jovencita, pero tenía unos rasgos armónicos y suaves que te
dejaban alucinado. Pasó por delante de nosotros hacia el pasillo, dejando ver un
culito que era para morirse.

Acabé mi cerveza y le pregunté a Edu por el cuarto de baño. Una vez allí
descubrí que tenía el calzoncillo empapado y la punta de mi polla embadurnada
de preseminal. Me daba cuenta realmente de lo cachondo que me había estado
poniendo Edu. Tras acabar cogí el móvil, buscando rápidamente la foto que Edu
me había pasado de Alicia. Aquella en la que la chica, de rodillas sacaba la
lengua y allí posaba Edu su polla, con aquel glande enorme y húmedo que
tapaba casi completamente la lengua de Alicia. Casualidad que la chica en la
foto llevara la misma camisa que acababa de verle puesta… No podía dejar de
mirar aquella foto… entre cómo hablaba Edu de María… aquella foto… haber
visto a Alicia… saber que se la iba a follar tan pronto yo me fuera… tenía la
polla tan a reventar que tentado estaba de pajearme allí mismo.

Yo no podía más. Eran demasiadas cosas.

Intenté tranquilizarme, me mojé la cara, e intentaba pensar en otra cosa para
que se me bajara la erección…. hasta que cuando me vi listo salí del cuarto de
baño. Y, por suerte o por desgracia, me crucé con Alicia… que me sonrió con
dulzura, dejándome con cara de tonto… desde luego no era fácil mirarla con
ojos, digamos normales, cuando segundos antes había estado mirando una foto
en la que salía ella… con el pollón de Edu en su boca.

Alicia entró en el baño y yo fui al encuentro de Edu en el salón.

—Bueno, Pablito, hasta aquí hemos llegado tú y yo por hoy.

—Sí, me voy ya.

—Sí, aunque bueno… podríamos practicar hoy.

—¿Practicar qué?

—Joder… que yo me follo a Alicia y tú miras, ¿qué te parece?

Me quedé blanco. Nunca sabía por dónde me podía salir. Ni si me estaba
puteando o hablaba en serio. Y lo peor era que me quedaba pasmando, sin saber
qué decirle.

Él me miraba fijamente y yo seguía sin reaccionar.

—Jajajaj. Joder, ¿qué cara es esa? A esta niña le digo que me la voy a follar
contigo mirando y le da un infarto, que no digo que no lo acabara haciendo, pero
joder, es una cría, para algo así hace falta una mujer como María ¿no?

—Ya… claro.

—Y además lo gracioso es que tú seas su puto novio, ¿no? ¿Si no que gracia
tiene?

—Sí, es verdad. Es muy guapa la chica, eh.

—Joder si es guapa… y folla… folla que es un escándalo. Yo creo que los
vecinos saben perfectamente cuando está aquí la rubia y cuando está la morena,
jajaja. Oye, a todo esto, María toma la píldora ¿no?

—Pues… sí.

—Es que la cría esta no, y miré antes que solo me queda un condón.

Yo no sabía a dónde quería llegar pero pronto lo descubrí.

—Hay una farmacia de guardia bajando esta calle, y la segunda calle a la
izquierda, me vas a tener que hacer un favor. Toma… —dijo buscando unas
llaves — baja y cómprame una cajita anda.

Yo cogía sus llaves como una autómata mientras él me decía la marca y el
tamaño XL.

—Cuando vuelvas deja las llaves y los condones aquí en la mesa, ¿vale?
Bueno, vamos hablando. Gracias, tío.

Salí por la puerta sin haber reaccionado lo más mínimo. Tan tenso y excitado
como consciente, en el fondo, de que aquello era ciertamente humillante. Salí de
la urbanización y bajé la calle en busca de la farmacia, mientras caminaba de
vuelta no dejaba de pensar tres cosas: cómo era posible que acabara obedeciendo
a lo que me decía, cómo y cuando iba a pararle los pies, y en si ya se estaría
follando con Alicia cuando entrase en casa.

Abrí la puerta con cuidado y no escuché nada. Dejé los condones y las llaves
sobre la mesa, y deduje que su dormitorio estaría tras una de las puertas que
había visto al fondo del pasillo. Seguía tremendamente excitado. Dudaba si
acercarme un poco, sigilosamente, por aquel pasillo, a ver si les escuchaba follar,
y pensé en cómo sería que no estuviera con Alicia en aquel dormitorio, si no que
estuviera con María… si con Alicia me daba morbo… pensar que se follaba a
María y yo me acercaba lentamente por el pasillo hasta oír los gemidos de
María… ¡¡Dios!! ¡¡lo pensaba y la polla me quería explotar…!! ¡¡Me ponía tan
cachondo…!! ¡¡Joder…!! No me pude resistir y comencé a caminar
sigilosamente por aquel pasillo.



CAPÍTULO 42

Caminaba por aquel oscuro pasillo totalmente infartado, diría que hasta
superado. Si salieran de alguna de aquellas puertas que veía al fondo me moriría
de la vergüenza. Tan acojonado empezaba a estar que me paré a unos cuatro o
cinco metros de las puertas. No escuchaba nada más que mi corazón palpitar.

El morbo de nuevo era superior a mí y me encaminé dando otro paso, cuando
el rechinar de la madera que pisaba me dejó de nuevo completamente quieto. Me
quedé en silencio, tan asustado como expectante, cuando escuché un suspiro en
la distancia. Un suspiro de placer que casi hace que se me salga el corazón por la
boca. Era imposible sentir más tensión, de pronto mis nervios ya no existían por
el riesgo de ser descubierto, si no por el morbo de lo que estaría pasando en esa
habitación. Cuando tras aquel suspiro de placer escuché como un quejido, algo
gutural, como mezcla de dolor y placer… después otro quejido, un suspiro… mi
imaginación empezó a carburar, pareciera que Edu la estaba penetrando… y que
ella acogía todo lo que él le daba con placer, pero también con cierta
incomodidad o molestia. Yo había visto el pollón de Edu en aquella foto, aquel
grosor… y podía entender que al cuerpo de aquella niña pija quizás le costara
asumir todo aquello. Otro quejido y un “uff” de placer y de impresión casi hacen
que me muera allí mismo, y cuando creía que no podía con el morbo mi
imaginación me jugó una mala pasada y se imaginó que la ensartada, la
empalada por Edu no era aquella andaluza si no María, y mi polla se movió sola
y sentí que me fallaban las piernas.

Escuché un sonido de movimiento de cuerpos y me asusté. Sabía que era
poco probable que en plena faena alguien saliera de aquel dormitorio pero me
acobardé: retrocedí con pasos cortos y rápidos, de puntillas, intentando no hacer
ruido, pero cada “clack” en la madera a mí me sonaba atronador. Cuando me
detuve intenté volver a escucharles. Desde mi nueva posición, un par de metros
más alejado, tenía que decidir si marcharme o volver a acercarme. Me arrepentí
muchísimas veces, pero lo que hice fue marcharme, creo que no era tanto un
tema de miedo a ser pillado si no que la imagen de que era María la follada por
Edu; que era ella la que podría estar al otro lado de la puerta y que yo la podría
escuchar suspirar, gemir, o quejarse por recibir su pollón… era tan fuerte que
todo me superó, y tuve que retroceder, hasta llegar el salón y cerrar la puerta con
cuidado, yéndome de su apartamento.

En el camino de vuelta a casa intenté tranquilizarme pero no lo conseguía.
Me imaginaba que abría aquella puerta y Edu y María estaban en la cama… y
María me miraba… y… es que era demasiado, demasiado morbo, demasiada
excitación, era lo que más me pudiera excitar en el mundo llevado a otro nivel.
Sentía que aquel pasillo me había cambiado, que solo, a oscuras, en aquel
pasillo, había descubierto que sí, que era irremediable, que lo quería, necesitaba
con todas mis fuerzas que Edu se follara a María en mi presencia. Siempre había
sido algo que estaba en algún recoveco de mi mente, algo latente, como en mi
subconsciente que yo tenía apartado, algo sobre lo que no quería reflexionar en
serio, pero en aquel pasillo descubrí que no me lo podía negar más a mi mismo,
que la cosa no iba de excitarme sabiendo que María calentaba a Edu y que me lo
contasen. No. Era definitivo. No había vuelta atrás.

Llegué a casa y no me masturbé. En absoluto. Seguía tan bloqueado que ni
podía.

Al día siguiente llegó María. Estábamos en casa… yo la miraba cuando ella
no se daba cuenta. La veía radiante, guapa, morena, exuberante…. y comencé a
pensar que era un idiota, que cómo podía querer que el gilipollas de Edu se
follara a mi novia… pero mientras lo pensaba la polla se me ponía
completamente dura.

El jueves por la tarde María fue al apartamento de Edu y nada más llegar allí
me escribió:

—Nati no está, parece que está estudiando en su casa, qué palo.

Yo sabía que se iba a dar esa situación, pero no le había dicho nada. Nati, sin
caerle genial a María, parecía ser como su soporte, o su manera de evitar la
incomodidad de estar a solas con Edu, la incomodidad aquella que yo
interpretaba como tensión sexual. Llegó la noche y cenando con María no le
pregunté qué tal con Edu los dos solos, comencé a tener la necesidad de que
fuera ella la que diera ese paso. Me subía por las paredes por saber si habían
hecho algo, si Edu había intentado algo, pero por algún motivo tenía el pálpito
de que era mejor esperar.

El viernes María no fue a su casa, me dijo que quería hacer la maleta para
nuestro viaje con calma.

Yo seguía… ya no en shock… pero sí afectado por aquello que había
descubierto en mi interior. Tanto era así que en el coche, camino de Cantabria
con María, en silencio, pensaba si no sería mejor sacarlo todo, hablarlo, poner
todas las cartas sobre la mesa. Le daba vueltas a cómo decírselo a María, cómo
hacerlo sin que me mandara directamente a la mierda… pero no era fácil. Cómo
decirle a tu novia “Quiero que folles con Edu, y quiero verlo, quiero ver como te
folla. Lo siento, pero no puedo aguantar más, y no lo puedo remediar”. Por
muchas vueltas que le diera esa era la verdad, y no había forma de plantear
aquello con palabras más suaves que aquellas.

No fui capaz, y además no quería joder las vacaciones. Así que decidí
postponer mi confesión a otro momento.

Si ese era un problema que yo quería aplazar, había otro que pronto
descubriría si había sido un hecho aislado o si verdaderamente podría empezar a
catalogarlo como problema; y era una posible falta de apetito sexual de María
para conmigo. No había olvidado ni por un segundo como una noche, o quizás
dos, María había preferido el consolador a follar conmigo. Aquel consolador iba
en mi maleta y María aun no lo sabía.

La primera noche que estuvimos en el hotel en Cantabria me sacó de dudas.
Yo mantuve oculto el consolador y María me demostró que de falta de apetito
sexual nada de nada, más bien todo lo contrario, a penas nos acomodamos en la
habitación y no es que folláramos, es que ella me folló a mí. Me la chupó, me la
devoró, se subió encima de mí y me cabalgó sin darme respiro… chilló como si
no hubiera nadie en el hotel y yo a penas podía seguirle el ritmo… Pocas veces
había visto a María tan cachonda.

A la mañana siguiente estuvimos visitando la ciudad y por la tarde estuvimos
en la playa. Seguíamos sin hablar de su último día los dos solos en casa de Edu,
pero ese elefante en la habitación no nos impedía sentirnos totalmente a gusto,
hasta especialmente cariñosos. Tumbados en la toalla nos besamos varias veces,
nos abrazábamos y nos besábamos bastante cachondos y nos metimos mano
bastante más de lo que hacíamos cuando no estábamos de vacaciones. Ya
atardeciendo nos fuimos a bañar al mar. A mí no se me iba de la cabeza ni un
segundo que aquel baño… tenerla tan cerca… mojada… en bikini… también lo
había vivido con Edu varias veces. Allí nos besamos, cada vez de forma más
guarra. María estaba irreconocible y me rodeaba con las piernas. A mí se me iba
a la mente a que esa escena la había visto desde fuera ella viendo a Nati con Edu.
Notaba sus tetas en mi pecho, le agarraba el culo y el vaivén de las olas casi
hasta me ayudaba a buscar un roce rítmico que nos diera placer. Yo estaba algo
empalmado pero la temperatura del cantábrico no ayudaba demasiado… pero
veía en los ojos de María que ella quería que allí pasase algo. Ella miraba hacia
los lados de vez en cuando, tras morreos especialmente guarros. Si yo sentía frío
ella parecía que todo lo contrario… me estaba pidiendo a gritos que me la follase
en el mar como seguramente Edu había hecho con Nati. María estaba encendida
como creo que no la había visto nunca.

Pero no fui capaz… el agua estaba realmente fría y cuanto más me rogaba
con la mirada María más presión sentía y era contraproducente. Acabamos
volviendo a las toallas y yo me prometí que acabaría la faena aunque fuera en la
arena, cuando la playa se vaciase de gente. Nos dimos caricias, nos sonreímos,
nos abrazamos, creo que no hacía falta pactar nada, no hacía falta hablarlo; nos
mirábamos y sabíamos que cuando nos quedáramos solos intentaríamos todo lo
posible.

Sin embargo no se pudo dar la situación, las familias dieron paso a gente más
abrigada paseando o gente que directamente se ponía una sudadera sin ninguna
intención de marcharse… tuvimos que abortar misión e ir al hotel. Una vez allí
entré en la ducha, y no esperaba que a los pocos minutos de entrar María entrase
conmigo, no entró desnuda, entró con el bikini rojo con el que le había pedido
que calentara a Edu. En aquel momento no llegué a entender plenamente lo que
aquello significaba. Me cogió la polla con fuerza, me besó, ambos debajo del
chorro de la ducha, su lengua se movía con más ganas que nunca… y ella misma
se quitó la braga del bikini y se dio la vuelta para que me la follara contra la
mampara… Echamos un polvazo impresionante, creo que se debieron escuchar
sus gemidos dos plantas más arriba y más abajo… Mientras me la follaba
empecé a pensar cual era la causa de ese calentón insaciable que tenía María.

Podía pensar que las vacaciones la habían encendido… o podía pensar que
Edu tenía algo que ver en todo aquello. Una vez María se quedó dormida le
escribí:

—Oye tío, María está a tope, ¿pasó algo el jueves en tu apartamento? — y
le puse un emoticono de unos ojos mirando.

Me quedé unos minutos esperando a ver si respondía. Pero no lo hizo. A la
mañana siguiente revisé el móvil, y tampoco había contestado. A mí no me
escribía, pero a María sí, aquella misma tarde:

Estaba con María en la playa y Edu le escribió. Comenzaron a escribirse, sin
hablar de nada demasiado interesante. Mi novia escribía conmigo al lado, dando
a entender que no había absolutamente nada que ocultar. Ella estaba sentada y yo
me senté tras ella, abriendo las piernas. Quedando su espalda apoyada en mi
pecho. Me salió de dentro, sin más ni más:

—Me pone hasta que os escribáis, aunque no os digáis nada.

María no contestó, solo instantes más tarde, se giró un poco para besarme y
siguió escribiendo.

—En su apartamento… podías volver a calentarle… —le dije.

—Ay… ya estamos… —me contestó y yo sentí que había roto sin querer el
encanto del momento.

—Qué le voy a hacer, María…

—Pero si va a estar Nati…

—Bueno… y qué… si en algún momento os quedaseis los dos solos…
incitarle otra vez…

—Que no, Pablo… ya está, así estamos bien.

—A ver, María… nada especial… imagínate que se da el caso que está Nati
por ahí y tú y yo en la arena… y que Edu se va a bañar… sería tanto pedir que te
fueras a bañar con él…

—Pfff… qué película… —me interrumpió María.

—A ver… que te bañaras con él… y le calentases… y yo lo viera desde la
orilla. Es solo un ejemplo.

María no respondió, siguió tecleando unos segundos, hasta que acabó y lanzó
el móvil dentro del cesto de la playa. Se giró. Nos besamos… y dijo:

—No sé, Pablo… sigo sin saber a dónde lleva esto. Estamos bien así, no sé
para qué quieres más.

Tenía una sensación extraña. Era como si María tuviera tan presente como yo
a Edu, pero quería que no se hablara de él. Follar en el agua… el bikini rojo en la
ducha… aquello era Edu pero sin hablarlo, sin embargo yo por momentos sí
necesitaba que ella fuera más precisa, que le pusiera palabras a lo que estaba
pasando.

La última noche fuimos a cenar. Ella llevaba un vestido azul claro con un
escote que era para morirse. Si colaba mi mirada de perfil podía verle la mitad de
las tetas… era impresionante lo buena que estaba. No fue premeditado pero
empezamos a beber vino con la cena más de lo que estamos acostumbrados. En
ningún caso pretendía beber para desinhibirnos o para que ella me contara cosas,
simplemente la cosa fue surgiendo, sus pupilas se le dilataron, nuestras risas se
hicieron más excéntricas y pronto mi mente comenzó a imaginar preguntas que
hacerle. Ni recuerdo como salió el tema de Edu, pero si recuerdo que aquello,
aquella vez, no mitigó la magia del momento, no hubo mala cara ni un “ya
estamos” ni nada parecido, fue tan natural como el vino corriendo por nuestras
venas.

Me contó aquel jueves sin Nati, sus paseos, sus conversaciones
intrascendentes, pero también reconoció miradas furtivas de él hacia ella y
miradas disimuladas de ella cuando él iba o volvía del mar. No quise preguntarle
si ella le miraba con deseo, pues temía que me dijera que no. Cuando María
acabó por decirme que sí había pasado una cosa que me volvería loco. No se
puede imaginar mis ansias porque me lo contara. Creo que María llevaba toda la
semana queriéndomelo contar y el vino era no sé si el detonante o la excusa,
pero me dijo que Edu era un “puteón” que lo mismo estaba rancio y seco como
decía las cosas con una ligereza que aun siendo importantes no lo parecían tanto.
Yo no le entendía demasiado hasta que me acabó explicando que estando los dos
mojados en la toalla, recién vueltos del mar, Edu le había dicho literalmente que
con ese bikini blanco se le marcaba el coño. Me quedé helado, me imaginé los
labios húmedos de María marcando coño… a un metro de Edu… y se me
endurecía la polla por momentos… Mi novia me contó que se ruborizó y que le
mandó a la mierda también medio en broma medio en serio. María estaba
bastante borracha para contar aquello con las palabras exactas y yo también
como para pedirle lo que le pedí, y es que le dije que le escribiera, que le
mandara una foto de ella. Me dijo que estaba loco, que para qué, y le insistí.
María se reía y se me acabó ocurriendo que se hiciera una auto foto con cara de
pena escribiéndole que se acababa su semana de viaje. Me costó convencerla,
pero tras unos minutos y varios intentos, hasta que se vio guapa en la foto, acabó
mandándosela. Le pedí que saliera algo más que su cara, que saliera algo de
escote, pero a eso no accedió.

Dejó el móvil sobre la mesa y Edu no respondía.

—Cuando responda dile que hoy te pusiste el bikini blanco… el que se te
marca.

—Jaja, si bueno… estás loco —respondió.

Salimos de la cena sin que Edu respondiera y nos fuimos al hotel, allí tenía la
intención de que María viera lo que había traído en la maleta.

Mientras ella estaba en el cuarto de baño cogí el consolador y me senté en un
sillón casi en frente a la cama. Lo oculté un poco y María no lo vio cuando
volvió al dormitorio y se tumbó en la cama boca arriba.

—Ha respondido —dijo.

—¿Ah sí? ¿Qué ha puesto?

—“Jaja”.

—Sólo

—Sí, solo… ya ves… a veces es más rancio…

—Ponle lo del bikini. —dije serio.

—Jaja, lo del bikini pero qué, qué le digo.

—Lo que te dije antes. Algo en plan… hoy me puse el bikini blanco… y no
se me marca nada.

—No le voy a poner eso… estás loco. Además por soso no le escribo ni eso
ni nada.

Nos quedamos en silencio… hasta que acabé por descubrir el consolador y se
lo lancé a la cama. Esperaba una cara de sorpresa por su parte, pero me miró
seria. Lo cogió. Me miró. Y yo me bajé los pantalones… y los calzoncillos.
Tampoco se sorprendió cuando al desnudarme me descubrí completamente
empalmado.

Llevé mi mano a mi polla y comencé a acariciarme lentamente, a lo que ella
respondió recogiéndose el vestido hasta la cintura. Y cuando esperaba que se
deshiciera de sus bragas tiró de ellas ligeramente hacia arriaba. Eran unas bragas
blancas que impactaban por su finura y su blancura… y ella al tirar hacia arriba
marcaba su coño… de nuevo tele transportándome a lo que Edu había vivido con
ella, a cosas que había visto de su cuerpo. A mí se me escapó un “vaya coño
tienes María…” y tragué saliva impactado… y comencé una paja mientras ella
me clavaba la mirada y seguía jugueteando con aquellas bragas, tirando hacia
arriba un poco y bajándolas algo más… con un erotismo… una feminidad tal
que casi hacía que me corriera.

Acabó por soltar los tirantes de su vestido y deshacerse de su sujetador.
También se quitó las bragas y tan solo cubierta por su vestido anudado en su
cintura cogió el consolador con la clara intención de usarlo delante de mí…
primero se acarició el coño con cuidado… dilatando… abriendo aquello que yo a
dos metros ya lo veía brillar… y pronto se metió la punta soltando un suspiro…
sentido y tenue… y yo irremediablemente comencé a imaginar que si ese pollón
fuera Edu él no sería tan sutil como ella lo estaba siendo. Así es que mi mente se
iba a Edu abriéndose paso en su coño y no tenía la más mínima duda de que ella
pensaba lo mismo.

Pronto se metía la mitad de aquella polla y ya no conseguía mantenerme la
mirada pues el placer la obligaba a cerrar los ojos. Se metía aquello con una
mano y con la otra se acariciaba las tetas… dando una imagen de guarra que yo
no sabía donde la tenía escondida. María estaba cachonda como nunca lo había
estado… y aquella polla comenzó a aparecer y a desaparecer de su cuerpo
mientras yo veía como hasta parecía que sus tetas se enrojecían y se hinchaban,
dando una imagen de una mujer total, de una hembra en plenitud, con aquellas
tetas colosales y las areolas de sus pezones enormes… Y recordé cuando Edu
había dicho que Alicia era demasiado cría para dejarse follar mientras la miran,
que cosas así estaban reservadas para mujeres como María… Creo que nunca
había visto a una María tan mujer, tan hembra, como aquella noche, estaba
impactante, impresionante, exuberante…. Acogía aquel pollón con una entereza
tal que comencé a pensar que se lo merecía, que semejante mujer se merecía un
pollón brutal que la calmase…

Me puse de pie. Me pajeaba de pie a su lado. La miraba. Me miraba… ella
jadeaba desvergonzada y mi paja se aceleraba… yo sentía que me corría cada
vez que se lo metía hasta el fondo… comencé a sentir la necesidad de ir hacia
ella, de posarme sobre ella, de penetrarla… aminoré mi paja mientras ella sacaba
del todo aquello dejando un hueco oscuro en su coño… y le dije:

—¿Voy…?

A lo que ella respondió con ojos llorosos… y volviéndose a meter aquella
polla… y negando con la cabeza… Fue ver esa respuesta, sacudirme la polla dos
veces y comenzar a correrme sobre el suelo totalmente ido y jadeando como
loco… cerrando los ojos y muriéndome de placer…

Cuando estaba acabando mi orgasmo le escuché decir con voz tenue:

—¿Sería así?



CAPÍTULO 44

Su pregunta fue nítida y clara. Así como su tono serio. No era ya una
pregunta fantasiosa ni un juego.

La miré fijamente a los ojos mientras ella seguía metiéndose aquello sin
parar. Su coño acogía aquel pollón con total entereza, y mi mirada pasmada era
un “sí” claro. Un sí de que ojalá se diera ese hecho de Edu montarla, follarla, y
yo mirarles y pajearme hasta no poder más.

No sé si fue mi cara, mi gesto, o que María volvió a la realidad súbitamente,
pero se dio la vuelta y se colocó boca abajo y entonces comenzó a meterse
aquella polla que representaba a Edu en esa nueva postura, con la cara girada
hacia donde no me encontraba yo. Para poder seguir masturbándose tenía que
flexionar un poco las rodillas, y yo ya solo veía de ella su espalda, su culo, sus
piernas, y sus manos metiendo y sacando aquella bestialidad de consolador.

A pesar de haberme corrido hacia escasos instantes me acerqué a ella con
ganas de sentirla. Me coloqué a su lado y posé una de mis manos en su culo
desnudo, acariciándolo con sutileza… Era maravilloso sentir aquel tacto a la vez
que escuchaba sus jadeos ahogados en las sábanas. María se retorcía del gusto y
cuando acaricié con más insistencia María esbozó un “déjame” que me heló la
sangre. Aparté la mano como acto reflejo… y dejé que se siguiera masturbando
sin parar. Retrocedí un par de pasos y pensé que quizás el hecho de cambiar de
postura, de dejar de mirarme para tocarse, no era por rubor, o al menos no solo
eso, sino que quizás me necesitaba ausente para poder imaginar.

Le quise dar su tiempo. Su espacio. Y me fui a la ducha. Sin saber si aquello
que estaba pasando era bueno o malo, y sobre todo preguntándome a qué
obedecía semejante cambio.

Al poco rato María entró en el cuarto de baño y lavó aquel consolador con
delicadeza en el lavabo. No me dijo nada. Yo a ella tampoco. Limpié el suelo de
la habitación, encendimos la tele y nos quedamos dormidos. Sin hablar.

Al día siguiente nos esperaba un largo día de carretera y hasta media tarde no
comenzamos a hablar con más o menos normalidad, aunque no de lo sucedido la
noche anterior. Yo conocía a María y la sentía avergonzada o ruborizada. Era
obvio que había representado que Edu se la follaba y que yo miraba, y era obvio
que aquello la había puesto tremendamente cachonda. Lo que aun no sabía yo
era si aquello quedaría en algo puntual.

Pasaban de las siete de la tarde y sin un motivo real posé mi mano sobre su
muslo desnudo mientras conducía. Mi mano, poco a poco, fue recorriendo
aquellas piernas que solo estaban cubiertas por unos shorts, recordándome a los
primeros meses de novios en los que nos metíamos mano en todas partes y a
todas horas. No me planteaba que pasara nada, solo eran unas simples caricias,
yo miraba a la carretera, no a María, hasta que, pasados unos minutos, me dijo:
“Una pena no estar en falda”. Giré un instante mi cabeza hacia ella y su cara era
de estar interpretando aquellas caricias como algo más. Seguí acariciándola, pero
ya con una pretensión menos inocente, hasta posar mi mano entre sus piernas y
apretar con fuerza sobre los shorts vaqueros. María comenzó a abrir y a cerrar
las piernas. Estaba cachonda de verdad… Acabamos parando en una estación de
servicio.

Apenas había aparcado en una zona algo alejada y María casi ni deja que la
bese. Llevó sus manos a mi pantalón, lo abrió, bajó mi calzoncillo… y sacó mi
polla semi erecta en seguida. Tras dos o tres sacudidas llevó su boca a mi polla y
comenzó a engullirla con un ansia y un hambre que yo hacía años que no le veía.
Comenzó a hacerme una mamada tan brutal que yo casi no podía ni abrir los
ojos para vigilar que alguien nos viera. Me pajeaba y succionaba a tal velocidad
que mis pequeñas súplicas para que lo hiciera más despacio eran totalmente
desobedecidas. El coche se llenó de aquel ruido de succión de su boca y del
preseminal saliendo de mi polla y también de los sonidos que ella emitía, pues
podía oírla jadear y suspirar, y hasta casi gemir… En apenas dos o tres minutos
me estaba corriendo, sujetado a su cabeza… y descargando hacia arriba dentro
de su boca… No paró de pajearme y de chupar hasta que yo había echado
absolutamente todo. Hasta le tuve que pedir que parara tras haber eyaculado…
pues ella seguía.

Cerró la boca y se llevó la mano a los labios para no derramar nada. Abrió su
puerta del coche y escupió hacia fuera todo lo que había soltado…

Planteé… no follar allí… pero si recompensarla por lo que había hecho y me
dijo que no. Que se hacía tarde. Me lo dijo además como con algo de timidez o
incomodidad.

Reanudamos la marcha y yo, a parte de estar alucinado… la sentía rara.
Como que iba de la lujuria al rubor y del rubor a la lujuria a toda velocidad. Y de
nuevo aquellos silencios que solo eran salvados si, poco a poco, empezábamos a
hablar de cualquier otro tema que no fuera el tema latente.

Llegamos a casa bastante tarde y pasó lo que menos me esperaba. Estando
los dos en el sofá mi móvil se comenzó a iluminar. Edu me estaba llamando.

Afortunadamente María no había visto mi pantalla y me apresuré a rechazar
la llamada. Después me recosté de tal forma que si volvía a llamarme María no
lo viera. Pensé que quizás me había llamado sin querer, pero inmediatamente
después me volvió a llamar, y volví a rechazar la llamada.

Edu me escribió:

—Cógeme el teléfono Pablito.

Aun sorprendido y sin entender de qué iba le respondí:

—No puedo, estoy con María en el salón.

—Me da igual, me apetece contarte que le quiero hacer a María cuando me
la folle.

Aquella frase suya me parecía totalmente fuera de lugar. Nunca había
entrado tan a saco. No tenía sentido.

Le respondí que no podía hablar con él con ella en casa, lo cual era tan obvio
que me empezó a parecer que Edu lo único que quería era putearme o forzar la
máquina conmigo. Pero él no se daba por vencido y ya María estaba a punto de
preguntarme con quién me escribía tanto cuando me escribió que me fuera al
cuarto de baño y me sacara una foto de mi polla, que quería reírse.

Yo acabé por contestarle mal, diciéndole que me dejara en paz primero, y
mandándole a la mierda después. La cosa se fue calentando y la discusión acabó
con un amenazante “pues atente a las consecuencias” de Edu.

Era un gilipollas bipolar, pero me tenía cogido por los huevos, pues si le
decía algo a María de todo lo que había montado me metería en un buen lío. Sin
embargo, a pesar de no fiarme ni un pelo de él, no pensaba realmente que fuera a
decirle nada a María por aquella discusión absurda e infantil.

A la mañana siguiente, en el trabajo, estaba a punto de escribirle a María
sobre qué pretendía hacer ese lunes, con la clara intención de saber si iba a ir a la
casa de la playa de Edu algunos de esos días de la semana, cuando, como si me
leyera la mente, Edu me escribió:

—Ayer estabas muy tontito, eh. Vete al cuarto de baño del curro y hazte una
paja.

Yo hasta había pensado que lo de la noche anterior quedaría en un capricho
suyo, pero no. Le volví a decir que no y volvimos a discutir escribiéndonos.
Hasta que me dijo:

—Bueno, ya me estoy cansando, sabes qué? María hoy no va a venir a mi
casa. Mañana tampoco. Va a venir miércoles y jueves.

Yo no entendía nada. Ni siquiera le respondí. No entendía a qué jugaba.

Pero él escribió otra vez:

—Vas a perder a tu pivón de chica por gilipollas.

Me pareció tan desagradable aquella frase que cerré la conversación
inmediatamente, no quería que aquella tontería se quedara en mi retina.

Al poco rato le escribí a María y me contó que iba a hacer unos recados y
que iba a quedar con una conocida de fuera del despacho a tomar un café. Nada
especial.

Llegó el martes y a media mañana llamé a María y empezamos a hablar
sobre temas banales hasta que le pregunté directamente si iba a ir al apartamento
de Edu esa tarde o algún día antes de que fuéramos los dos el fin de semana. Su
respuesta me sorprendió, me dijo que ese día no, pero que iría al día siguiente,
miércoles. Le pregunté por qué no iba esa tarde si no tenía nada que hacer y me
dijo que no le apetecía, que le diría a Edu de ir el miércoles. Su forma de decirlo
me pareció extraña.

Llegué a casa el martes por la noche y en el sofá comencé a acariciar a María
con la clara intención de que la cosa fuera a más, pero a ella no se la veía muy
por la labor. Parecía que el calentón del viaje se le había pasado un poco, siendo
una María más normal, más como siempre.

Estaba lavándome los dientes cuando Edu me escribió:

—Hola Pablito. Mañana viene María a mi casa, ya lo sabrás. Va a venir con
uno de sus bikinis verdes y el rojo ese que es para morirse.

Me quedé paralizado. Cada vez me daba más mal rollo lo que decía y cómo
lo decía. Le iba a responder, pero me parecía tan gilipollas que conseguí
resistirme.

Era inimaginable la presión que comenzaba a sentir por culpa de aquel
cabrón. Por momentos le veía capaz de todo. Aquel miércoles en el trabajo no
paraba de maldecir haberle elegido para toda aquella fantasía con María. Sobre
lo que había dicho de los bikinis de María me parecía una tremenda
fanfarronada, pero a la vez le temía.

Le escribí a María lo que no le había escrito nunca estando ella en casa de
Edu. Y ella respondía muy de vez en cuando y con lo que a mí me parecían
evasivas. Le pregunté si estaba Nati y me dijo que sí, y a punto estuve de pedirle
que me mandara una foto…

Mi nerviosismo fue en aumento. Llegué a casa ya por la noche y escuché
ruido de la ducha por lo que sabía que María estaba en el cuarto de baño. Pasé
por la cocina descubrí que ella ya había cenado. Fui al dormitorio y llegué al
cesto de la playa. Era obvio lo que estaba buscando; allí estaba el bikini rojo,
húmedo de haberse bañado… y un bikini verde… tal cual había dicho Edu.

Me senté en la cama. Barruntando qué estaba pasando ahí. Cuando escuché
el grifo de la ducha cerrarse.

Quería aclarar todo aquello, pero no podía decirle a María nada de los bikinis
sin descubrirme…

Me fui al sofá y cené algo mientras escuchaba el ruido del secador de pelo.
María apareció por fin y sin darme tiempo a casi nada me dijo que estaba
cansadísima de tanto sol, que se iba ya a la cama.

—¿No vas a contarme nada? —le dije rápidamente.

—¿De qué?

—Pues de tú día con Edu, de qué va a ser.

—Pues… nada, un día normal.

—¿Normal?

—Sí, normal. —replicó.

—¿Y qué es normal?

—Bueno… ¿a qué viene esto? —dijo seria.

Yo me quedé sin saber bien qué decir. No sabía si sentía enfado, curiosidad,
o qué demonios era aquello.

—¿Me puedo ir a dormir o tienes alguna pregunta más que hacerme? —dijo
con algo de chulería.

—¿Mañana vuelves a su casa?

—Pues mira, no lo sé. ¿Vas a estar mucho?

—¿Yo? ¿Mucho de qué?

—Que si vas a quedarte mucho rato viendo la tele.

—Pues igual sí. No lo sé.

—Bueno no hagas mucho ruido cuando vengas a la cama, anda. —dijo en
un tono que sonó a algo de tregua.

María desapareció por el pasillo y yo cogí el móvil. No sabía qué hacer.
Hasta me sorprendía que Edu no me escribiera regocijándose en aquella especie
de victoria.

Estuve como media hora viendo la televisión, y miraba de vez en cuando el
móvil y me sorprendía una cosa… María estaba casi todo el rato en línea…

Dejé pasar como una media hora más hasta que me acerqué al dormitorio
sigilosamente. No escuché nada.

Me desnudé, a oscuras e intentando hacer el menor ruido posible, y me
acosté en la cama. Por la respiración de María parecía claro que estaba
durmiendo. Abrí el cajón de la mesilla… y a tientas palmé con mi mano hasta
alcanzar el consolador. Nervioso… acerqué aquella polla de plástico a mi
nariz… y volvía a apestar a coño de manera brutal.



CAPÍTULO 45

Lo volví a dejar en su sitio. No había la más mínima duda de que María lo
acababa de usar. Pero esta vez empezaba a sentir cosas que ya no eran única y
exclusivamente morbo y excitación, comenzaba a sentir además cierta sensación
de falta de control y también de preocupación.

Me tumbé en la cama, al lado de María, que dormía, y en la oscuridad de
nuestro dormitorio empecé a pensar por primera vez que podría perderla. Sí, de
marzo a agosto con todo aquello y lo pensé en aquel momento por primera vez.
Tan obsesionado había estado preguntándole a María si le ponía Edu,
empujándola a que así fuera, que quizás la había estado empujando a algo más y
no solos sexual. Era solo la sombra de una duda, una posibilidad. Y es que, por
otro lado, conocía a María y no me la imaginaba teniendo un “cuelgue” por
aquel chulito. Como que María siempre había demostrado que le había visto el
plumero desde el principio, además de ser una mujer madura e inteligente como
para caer en las redes de aquel flipado, snob y chulo playa… pero por otro lado
el saber Edu qué días iría María a su casa y, sobre todo, que bikinis iba a llevar
conllevaba un mamoneo que quizás con alguien que solo te atrae no tengas. No
lo sabía. Pero esa complicidad de pedirle qué bikinis ponerse y ella obedecer me
tenía desconcertado. ¿En qué punto? ¿Qué clase de vínculo tienen dos personas
para pedir eso y que la otra acceda u obedezca? ¿Era posible esa juego sin
haberse enrollado? Es que por otro lado sabía, tenía la certeza absoluta de que no
se había enrollado? Veía a María rara por momentos y sin duda Edu la podía
llegar a excitar… y se masturbaba quizás o casi seguramente pensando en él,
pero si se hubieran enrollado se lo notaría, además no me encajaba. Pero por otro
lado aquella frase de Edu: “vas a perderla por gilipollas”… para mí tenía un
peso… era como una losa sobre mi cuerpo.

Me costó pegar ojo aquella noche, y, a la mañana siguiente, cuando yo me
iba a trabajar, María aun dormía. No fui capaz de marcharme sin despertarla con
sutileza y preguntarle qué haría ese día. Me dijo que no lo sabía.

No tardó mucho en aparecer el tercero en discordia, ya que Edu me escribió
al móvil a mediodía. No me sorprendió para nada su mensaje, se regodeaba en
haber acertado lo de los bikinis, me preguntaba si me jodía o me alegraba, con
una especie de sadismo, como con un resquemor que yo no sabía de dónde salía.
Intenté no discutir con él, pues aquel chico era una bomba de relojería y no me
convenía estar a malas con él, pero era imposible, forzaba la máquina hasta que
no me quedaba otro remedio que mandarle a la mierda. Me volvió a pedir que
me fuera al baño del trabajo y me negué. En su momento me había atraído
cumplirle ciertas peticiones de esas, la comparación de su polla con la mía me
excitaba por la diferencia que podría suponer para María, pero su humillación
por mero sadismo y estando a malas no tenía sentido. La conversación acabó mal
y yo me quedé aun más preocupado. Cada vez le veía más peligroso, y comencé
a preguntarme si de verdad iba a ir al día siguiente con María a pasar un fin de
semana con él en aquellas circunstancias. El deseo por verlos juntos iba por un
lado, pero el pánico a que cara a cara desvelara nuestro secreto iba por otro, y,
además, cada vez lo veía menos imposible.

Llamé a María para saber qué haría ese día. Era una llamada extraña, pero
necesitaba oír su voz. Me dijo que como teníamos la boda de uno de sus
compañeros de trabajo el primer fin de semana de octubre, y Paula ya estaba de
vuelta, que comerían juntas, y por la tarde irían a ver vestidos para la boda. Me
alegré. Por primera vez en seis meses me alegraba de que no quedase con Edu.

Toda la tarde le estuve dando vueltas a si quería o no pasar el fin de semana
en casa de aquel chico. Seguía sintiendo todo el morbo imaginable, pero su
inestabilidad y ese temor a que… no sabía como explicarlo… a que María
sintiera algo por él me daban pánico. También me preguntaba si María sería
sincera conmigo de una vez, y saliera de ella decirme qué juego tenía o había
tenido con Edu para que le dijera que bikinis ponerse.

Llegó la noche de aquel jueves. Yo estaba cansadísimo del día de trabajo y
de toda la tensión. Ya en la cama María llevaba un camisón rosa con lunares…
estaba increíble… y hacía aproximadamente una semana que no follábamos…
Estaba leyendo un libro y la vi tan guapa, sentí un amor tan puro por ella que le
dije sin más:

—No quiero que vayamos mañana a casa de Edu.

Esperaba sacar de su respuesta alguna pista de lo que pensaba o sentía. Pero
pronunció un “vale” tan neutro que no supe que interpretar.

Me acosté a su lado y mientras revisaba el móvil y ella leía me acabó
diciendo:

—Bueno, pues le voy a escribir para decirle que no vamos.

Me sorprendía que ni me preguntaba el por qué de mi drástico cambio de
opinión. Se deshizo de su libro y cogió su móvil para escribirle.

Cuando esperaba que escribiera una frase y volviera dejar el móvil en su
mesilla lo que ocurrió fue que escribía una frase tras otra. Sin parar. Y no es que
se apartase descaradamente para que yo no viera lo que se escribían… pero sí
sutilmente.

Pensaba que Edu le estaría preguntando el por qué de esa anulación de los
planes, pero cuando ya pasaron más de cinco minutos supe que ya llevarían
bastante tiempo hablando de otras cosas.

Me levanté para ir a lavarme los dientes. La dejé allí, escribiéndose con él…
y comencé a sentir un morbo impresionante… Cuando salí del cuarto de baño ya
iba con una erección más que importante. Entré en el dormitorio y María, solo
iluminada por la luz de la mesilla, seguía escribiendo recostada contra el
cabecero de la cama, con las piernas flexionadas… dejando ver unas bragas
negras, un pelo alborotado y unas tetas tan colosales que parecía que se le salían
del camisón, pero la coronación de su imagen era como sus pezones
transparentaban la seda rosa del camisón.

La miré a los ojos. Me miró. Era cierto que hacía calor por el mero hecho de
ser agosto, pero sus mejillas denotaban una temperatura superior. Me quité el
calzoncillo y ella seguía escribiéndose…

Me puse a los pies de la cama y ella recogió su camisón hasta la cintura…
como diciéndome lo que tenía que hacer… me acerqué a ella y comencé a besar
sus muslos… que estaban ardiendo.

Mis besos fueron de sus piernas a sus bragas, posando allí varios besos y ella
no dejaba de teclear y de ponerse colorada. Saqué mi lengua y palpé sus labios
sobre la tela, que se hinchaban por momentos, ella comenzó a respirar más
agitadamente y seguía sin parar de escribir. No había que ser muy listo para
saber que aquello que se decían tenía un componente picante o quién sabe si no
algo más fuerte.

—¿Qué os escribís? —le susurré sin poder resistirme ya.

Ella, sin responder, dejó el móvil sobre la cama y se quitó las bragas. Ante
mí apareció aquella preciosidad oscura, con el vello recortado, y con un olor tan
intenso que olía perfectamente a los veinte o treinta centímetros a los que se
encontraba mi cara de su coño. Pasé un dedo por el medio, dividiendo su coño
en dos y ella se estremeció. Saqué mi lengua al tiempo que ella se bajaba los
tirantes del camisón y liberaba sus tetas enormes. Cuando su móvil se iluminó y
ella se apresuró a cogerlo y leer. Fue leerlo y yo lamer, y su espalda se arqueó y
emitió un gemido tan sentido que mi polla pegó un respingo solo por su sonido.
Un segundo lametazo, otro arqueo de su espalda, otro gemido, más olor a coño
en mi cara y ella agarró su móvil con fuerza, disponiéndose a responderle.

Mis manos fueron a sus tetas, y su mano izquierda a mi cabeza, mientras con
la derecha intentaba teclear, pero me daba la sensación de que Edu escribía más
que ella, y, sin duda, a María le gustaba lo que leía de aquel cabrón. Comencé a
sentir como su coño se deshacía a cada mensaje que le entraba. Era increíble
como cada vez que leía a mi lengua le era más fácil llegar a lo más profundo de
ella. Le estuve comiendo el coño como diez minutos sin parar. Primero con la
lengua, después con la lengua y un dedo, y después con la lengua y dos dedos…
y ella permanentemente pendiente del móvil, escribiendo a veces y leyendo casi
siempre. Sentía sus muslos temblar y mis labios encharcarse de todo lo que ella
soltaba, aquel olor me embriagaba y yo quería saber a la vez que no quería saber
lo que se escribían. Comencé a excitarme tanto que comencé a pajearme
mientras le lamía de abajo arriba sin parar.

Pero no esperaba lo que vino después. Justo cuando yo creía que ella estaba a
punto de correrse, y también lo estaba yo, me pidió que parase. Yo retiré mi cara
sin dejar de pajearme, y ella cogió el móvil con sus dos manos para teclear
rápido algunas frases. Después una de sus manos fue a su coño y comenzó a
acabar la faena que yo había empezado. La pantalla de su móvil se apagó un
instante para encenderse otra vez, ella leyó, su mano aceleró sobre su clítoris,
cerró los ojos, yo aceleré mi paja, ella frotó con maestría pero brutalidad su
coño, su torso pegó un espasmo brusco, su boca se abrió sus ojos cerraron, gimió
un ¡¡ahh, ahhh!! rapidísimo… y comenzó a estallar en un orgasmo intensísimo,
abriendo y cerrando sus piernas y dejando caer su móvil… yo al verla así, con
las tetas hinchadísimas y sus pezones increíblemente enormes… su cara, su
gemido… comencé a eyacular sobre la cama sin importarme como iba
manchando sin parar todas las sábanas…

No sé quién acabó antes el orgasmo, pero si recuerdo como su pantalla no se
apagaba y yo me retiré hasta ponerme de pie. María recobró la compostura y,
para mi sorpresa, se puso de lado, como dándome medio la espalda, y le dio la
vuelta al móvil, sin leer nada.

Fui al cuarto de baño y me metí en la ducha y no sabía si estar feliz por haber
entrado María al juego totalmente o si estaba atemorizado porque ella sintiera
algo por él.

Escuchaba a María ir del cuarto de baño al dormitorio mientras me duchaba,
quizás cambiando las sábanas… también escuchaba el grifo, quizás aseándose,
hasta que salí de cuarto de baño y me apoyé en el lavabo.

Sentí a María inmediatamente detrás de mi, que me abrazó desnuda, y me
dijo seria:

—Solo nos hemos escrito chorradas.

—Bueno, ya has visto que no te he preguntado más.

—Solo han sido chorradas. Pero ha sido una gilipollez.

Me giré hacia ella y la besé en los labios mientras le acariciaba la cara:

—Solo júrame que si hacéis algo me lo dices… o me lo cuentas antes…

—Estás loco. No voy a hacer nada con él. Fue una chorrada. No tenía que
haber pasado.

—No sé María…

—No sabes qué…

—Que no sé lo que quiero.

—Yo sí que lo sé. Pasamos del tema del todo. Se acabó. Hemos ido
demasiado lejos. Se te ha ido de las manos a ti al principio y a mí ahora.

Nos besamos en la mejillas y nos dimos picos en los labios, siempre sin dejar
de abrazarnos, allí, de pie, en el medio del cuarto de baño, durante varios
minutos.

—¿Puedo leer lo que os habéis escrito? —dije, y hasta me sorprendí de
haberlo dicho.

—Lo he borrado al momento.

—¿Y eso?

—Porque… me da vergüenza, porque fueron chorradas, pero chorradas que
no tendrían que haber pasado.

—¿Y os traéis más chorradas entre manos?

—¿Cómo? No te entiendo.

A partir de ese momento comencé a preguntarle de todas las maneras
posibles pero sin descubrirme, sobre si tenían alguna tontería, si al igual que se
habían escrito cosas esa noche si tenían algún juego, algo que implicara
morbo… yo obviamente intentaba llegar al tema de los bikinis hasta que salió.
María me dijo que de un tiempo a esta parte él le había dejado caer que ropa le
quedaba mejor y qué bikinis… y que un día, medio en broma medio en serio, le
había cumplido aquella especie de capricho. Le insistí en si era algo tan inocente
como eso y me juró que sí.

Nos acostamos, abrazados, y yo la sentía avergonzada por lo sucedido y tan
superada como yo.

Como no podía ser de otra manera, a la mañana siguiente, estando yo en el
trabajo, Edu me escribió:

—¿TE HAS CAGADO SO CABRÓN? Pues que sepas que ME LA VOY A
FOLLAR IGUAL, vengáis a casa o no, QUIERAS O NO, ESTÉS TÚ
DELANTE O NO. Joder, ayer le mandé una FOTO DE MI POLLA Y NO VEAS
SU RESPUESTA!!!



CAPÍTULO 46

Uno nunca sabe como puede reaccionar a recibir un mensaje así. En un
primer momento me vi escribiéndole que me mandara capturas, pantallazos de
aquello. Lo curioso era que casi lo daba por veraz, pero quería verlo. Sin
embargo acabé por borrarlo sin haberlo llegado a enviar. Como si pedirle las
capturas fuera irme completamente a su bando y dejar a María sola. Era absurdo.
Tremendamente absurdo, pero lo sentí así. De todas formas nunca se me iría de
la cabeza que aquella especie de conversación subida de tono por móvil había
existido, convirtiéndose en algo desconcertante, morboso… que me tendría
inevitablemente inquieto aunque quisiera negarlo.

Por otro lado me sentí bien, sentí que había recuperado algo de control: yo
decidía no ir a su casa y no íbamos a su casa y él se cabreaba. Era un control
bastante engañoso porque él podría hacer saltar todo por los aires cuando
quisiera, y mi actitud quizás le empujara a ello, pero al menos era la primera vez
que un acto mío le ocasionaba un contratiempo y no al revés. A veces pensaba
que Edu era mi aliado y mi enemigo a la vez, cosa prácticamente imposible de
gestionar.

Aquella tarde de viernes María volvió a quedar con Paula para seguir
buscando ropa para la boda para la que aun quedaba más de un mes, y me dijo
que por la noche iba a quedar además con Amparo y dos abogados nuevos que
venían de la misma firma pero del despacho de Madrid, un hombre y una mujer.
Yo sentía un especial vínculo con María cada vez que nos pasaba algo con Edu.
Como si viviéramos un conflicto emocional por todo lo que Edu implicaba y
cada vez que algo estallaba, las horas y días siguientes nos uniéramos más, nos
quisiéramos más. Sentía que sin haberle llegado a confesar que había llegado a
temer porque se colgase de él, ella, por su tono y lo que había dicho tras su
especie de sexo telefónico con Edu, me había dicho sin necesidad de decírmelo
que todo era una chorrada, un juego, un entretenimiento. Por lo que creí
plenamente que no estaba colgado de él sin necesidad de preguntárselo.

Llegó esa noche de viernes y fui a buscar a María que estaba tomando unas
cervezas con toda esa gente del despacho. A Amparo ya la conocía, una chica
totalmente inexpresiva y que pasaba desapercibida, de la que no se le conocían
novios ni líos, ni de la que me llegaba nunca ningún cotilleo, tenía mi edad y
hasta en lo físico era realmente irrelevante, ni fea ni guapa y nunca decía una
palabra más alta que la otra. Estaba también Paula, que según el día no me
parecía nada guapa o me resultaba incluso bastante atractiva, de tez clara y pelo
negro y rizado hasta la altura de los hombros más o menos, bastante delgada y
ligeramente alta, con una boca grande y una amplia sonrisa y una risa un poco
histriónica; a mí nunca me había acabado de caer bien, pero era la mejor amiga
de María, al menos en el despacho. Si a Amparo no se le conocían muchos líos a
Paula alguno, pero poca cosa y nada serio. Y, a parte de ellos tres estaba un tal
Ángel que venía de Madrid, delgado y con gafas, de unos cuarenta años, y
casado al parecer. Y una tal Patricia, también nueva, a la que le calculé unos 36 o
37 años, físicamente bastante corpulenta, pasaba del 1,70 y en tacones lucía unas
caderas generosas y unos pechos imponentes y un pelo castaño, un poco más
oscuro que el de María. Después me enteré que estaba divorciada, parecía
bastante abierta y simpática.

Me tomé una cerveza con ellos y me fui con María a casa y fue cuando me
contó un poco lo de que Ángel estaba casado y Patricia divorciada y que
empezaban el lunes y que Amparo los conocía, como parecía conocer a todo el
mundo, pues hasta era la que le había presentado a Nati a Edu, cuando Nati no
tenía nada que ver en edad ni en nada con Amparo, pero nunca me había
molestado en preguntar qué las unía.

Llevaba una semana sin follar y pronto se lo hice saber a María en la cama.
Nos empezamos a besar en la oscuridad de nuestro dormitorio, me tumbé sobre
ella y exploré con mis manos su sexo que parecía especialmente cerrado.
Reconozco que estaba realmente cachondo por todo lo que seguía viviendo y por
aquella semana sin hacerlo, pero su cuerpo me daba señales de que no estaba en
la misma onda que yo. Tras unos minutos masturbándola mientras la besaba me
dispuse a penetrarla y ella me pidió que esperara. Su mano fue a mi polla que
estaba todo lo preparada que no estaba su coño y me comenzó a pajear
lentamente. Acabé por colocarme otra vez sobre ella y esta vez ella accedió. Mi
polla comenzó a entrar en su cuerpo, no sin dificultad, y una vez que me sentí
totalmente dentro de su cuerpo comencé un mete saca lento y para mí placentero,
aunque ella se quejaba un poco. Poco a poco sus quejidos se fueron disipando y
aumenté el ritmo, ella apenas jadeaba y yo la besaba en el cuello y le resoplaba y
le mordía en el lóbulo de la oreja para hacerla sentir más.

Los minutos fueron pasando y ella posó sus manos en mi culo, marcándome
el ritmo de las metidas… Yo sentía que ella no se implicaba del todo y llegué a
plantearme hablarle le Edu, pero en seguida lo descarté. Acabé por acelerar un
poco y ella supo lo que yo buscaba y me susurró en el oído un suave y dulce
“córrete…” que era lo poco que yo necesitaba para venirme dentro de ella entre
lamentos entregados, sin cortarme demasiado, aun sabiendo que ella esta vez no
se correría conmigo.

Al día siguiente fuimos a la playa y yo no paraba de pensar en que era el día
en el que supuestamente tocaba ir a casa de Edu, al que, por cierto, yo no le
había respondido ni tenía, al menos por ahora, intención de responderle.

No estuve tentado de proponer ir a su casa, pero sí tenía la sensación de
oportunidad perdida, ya que después de tantos meses había sido yo el que había
echado para atrás aquello, por temor a perder a María, cuando aquel temor había
sido en cierto modo fugaz, pues me encontraba de nuevo con la plena sensación
de que aquello de Edu era un juego morboso sin demasiado peligro emocional.
Creo que al acabar ellos sus vacaciones, volver a la rutina y al no ir ella a su
apartamento por semana me daba más tranquilidad en ese sentido. Como si en el
despacho, de cervezas o de copas por el centro no hubiera el mismo peligro de
cuelgue que de paseitos por la playa. Quizás no tuviera excesivo sentido, pero lo
sentía así. De todas formas aquel día en la playa me preguntaba qué pasaría si al
final le dijera a María que quería ir a casa de Edu. Cómo reaccionaría ella. Qué
pasaría entre María y Edu si fuéramos. Yo intentaba ordenar mis ideas y creía
que Edu le tenía que poner a María, pero no la veía haciendo nada… o al menos
nada muy grave con él. También pensaba si habrían hecho algo más de lo que
me había contado, pero por un lado confiaba en ella y por otro tenía la sensación
de que si hubieran cruzado alguna línea Edu no habría dudado en fanfarronear de
ello casi inmediatamente.

Ese sábado por la noche María, Amparo, Paula y Patricia quedaron para
cenar y salir. Yo acerqué en coche a María al restaurante y me llamó la atención
Patricia a la que vi más guapa que el día anterior, también más sugerente, con
una falda y una camiseta de encaje sedosa que le hacía un escote importante y
además sin disimular que había mucho tras esa camiseta y el sujetador. No era
mi estilo para nada, en tacones era de mi altura o incluso más alta, pero era
innegable que era llamativa; ni por asomo le llegaba a María a la suela de los
zapatos, pero era más guapa o al menos más estimulante y sin duda mucho más
sexual que Paula y sobre todo que Amparo.

Yo no tenía plan aquella noche y me fui a casa. En la tranquilidad de mi sofá,
y con un programa de televisión de fondo, recordé de nuevo que precisamente
esa noche tendríamos que estar en su apartamento de la playa, pero lo cierto era
que estaba María saliendo con tres amigas y yo solo en casa. Del morbo absoluto
a la antítesis por completo. Llegué incluso a plantearme responderle a Edu…
dudé qué ponerle… pero no sabía ni qué decirle.

En la soledad de mi salón empecé a darle vueltas a todo lo que había
sucedido aquellos meses. En un primer momento recordé lo cachonda que había
estado María en Cantabria y que aquello tenía que obedecer a cosas sucedidas
con Edu aquellos días en la playa. ¿De verdad no había pasado nada más de lo
que me había contado? Era un “te creo y confío en ti” mezclado a la vez con un
sentimiento de que tenía que haber pasado algo más, omitido o suavizado.
Aquello sin duda era una puerta que yo tenía que reabrir.

Pero decidí centrarme en aquellas cosas sí confirmadas… todos aquellos
episodios de María con Edu… Lo primero que recordé fue aquello de Edu
sobándole el culo en los baños de un pub… Después cuando le había metido
mano contra su coche, cuando le había sobado los muslos en aquellas jornadas…
cuando le había dicho que se le marcaba el coño con el bikini blanco… María
escuchándole follar con Alicia… Todo lo que me había dicho María mientras
follábamos… que quería una polla como la de Edu, que yo era un cornudo, que
deseaba que Edu se la follase… que ella se masturbara con el consolador
imaginando su polla… cuando no me había dejado acercarme para acabar ella su
orgasmo pensando en él… y, sobre todo, aquello que se había escrito por
teléfono… me imaginaba que María recibía la foto de la polla enorme de Edu…
¿qué le habría respondido? Comencé a masturbarme imaginándome que
mientras yo le había comido el coño hacía dos días ella le había escrito a Edu
que le encantaba su polla… Edu le escribía si le gustaría comérsela y ella
respondía que sí… que le encantaría chupársela… que Edu le decía si mi polla le
llegaba y ella le decía que no… que necesitaba una buena polla como la suya…
que él le pedía que ella le pidiese lo que quisiese y María le pedía por favor que
necesitaba su pollón en su boca o en su coño pero la necesitaba ya…

Con todo eso en mi cabeza me hice una paja bestial. Y no tuve suficiente con
una si no que comencé a hacerme otra paja recordando cuando Edu la había
llevado en coche al picadero de al lado de casa y le había apartado el pelo y ella
le había mirado la polla como se le hinchaba bajo el pantalón del traje, y cuando
en la playa él se había recolocado la polla mirando para ella… polla que ella
presumiblemente había visto en foto, en la pantalla de su móvil, enorme e
hinchada. Foto que, quizás… ella no había borrado…

Tras aquellas dos pajas pasaban de la una de la madrugada y me fui a la
cama. Le escribí a María y me dijo que no creía que fuera a tardar mucho en
volver.

A las tres y pico de la madrugada me sobre saltaron los tacones de María
acercándose por el pasillo. Oí como entraba en el baño y después se acercaba a
la cama. Susurré un qué tal y ella me respondió:

—Estuvimos con Edu.

Ni que decir tiene mi sobresalto. Como si me desperezara inmediatamente.
Había algo en cuando ella pronunciaba su nombre que era superior a mí.

Tenía los ojos vidriosos de haber bebido, pensaba que llegaría más sobria por
ser relativamente temprano, pero era más bien lo contrario.

Le pregunté sin cortarme y, mientras se desnudaba, me contaba que a penas
había hablado con él. Que Amparo le había presentado a Patricia y que se habían
enfrascado ya ellos dos solos a hablar. Que Edu se fue casi en seguida y que
Patricia se había puesto bastante pesada haciendo preguntas.

—¿Qué clase de preguntas?

—Pues… que qué tal era… que si tenía novia…

—¿En serio? ¿Que si Edu tenía novia?

—Si, ya ves… no pierde el tiempo. Bueno, ya viste con que pintas va.

—Qué pintas… no le vi nada.

—Hombre, va con unas faldas… y por arriba… ya me dirás.

—¿Y le dijisteis que está con Nati?

—Pues Amparo le dijo que ni sabía ahora mismo si estaba con Nati o no.

María volvió al baño y salió de allí con uno de sus camisones, esta vez uno
rojo cereza que le quedaba espectacular. Yo encendí la luz de la lampara de al
lado de cama mientras ella revisaba su móvil y lo dejaba sobre la mesilla.

—¿Y qué más? —insistí.

—Pues nada… ¿sobre ella dices?

—Sí, no sé.

—Pues después pesadísima con que quería cambiar de pub. Yo creo que
quería ir a otro a ver si nos lo encontrábamos otra vez.

A mi no me interesaba demasiado que a Patricia le gustase más o menos Edu,
si no si habían cruzado miradas María y él… o de que manera se habían
saludado… o si le había visto guapo… Mil cosas. Pero ninguna me parecía que
procedía preguntarle después de aquel “Se acabó. Hemos ido demasiado lejos.
Se te ha ido de las manos a ti al principio y a mí ahora.” que había pronunciado
ella hacía 48 horas y se me había quedado grabado en la mente. Lo que no
esperaba era que tan pronto ella se metió en la cama su boca fuera a la mía, su
lengua lamiera mis labios, su olor a alcohol invadiera mi cuerpo y me dijera:
“¿Quieres follarme hablando de Edu?”.



CAPÍTULO 47

Aquello me cogió desprevenido. Quién sabe la de veces que en seis meses
había deseado que fuera ella la que propusiera hablar de él al follar, y había
salido así, de repente. Además tras haberme dicho hacía dos días que el tema se
cerraba por completo.

Su beso se hizo más cálido y me obsequió con un ronroneo al besarme.
Sentía sus besos especialmente húmedos y el olor a alcohol de su boca muy
presente, como si no hubiera pasado demasiado tiempo desde que se hubiera
tomado la última copa. Yo estaba tan sorprendido como despejado y lúcido; me
sentí con esa especie de sensación de dominio de estar sobrio ante alguien algo
bebido. Vi que era mi momento para sacarle cosas sobre Edu que en otro
contexto no le podría sacar.

Le di la vuelta hasta que ella se quedó boca abajo. Flexionó las rodillas y
posó las manos en la cama quedando a cuatro patas sobre las sábanas y yo me
puse tras ella. Recogí su camisón un poco, lo justo para descubrir su culo, y
aparecieron ante mí unas bragas negras que, a pesar de haberme hecho dos pajas
no hacía mucho, estaba deseando apartar.

El culo de María en aquella postura era para morirse, pero, al quitarle las
bragas la imagen se hizo infinitamente más impactante, pues salieron a la luz dos
labios gruesos que con las piernas casi juntas parecían enormes… Su coño
cuando ella estaba a cuatro patas con las piernas así era tan brutalmente
atrayente que dejaba sin respiración. Pasé un dedo por entre sus labios y este se
deslizó con una facilidad alucinante, nada que ver con su coño cerrado de hacía
dos noches.

—¿Cómo vienes tan cachonda? —le susurré mientras con una mano
acariciaba sus nalgas y con la otra deslizaba un dedo por entre sus labios tiernos
y húmedos.

—Mmm… no vengo cachonda… vengo… normal… —dijo girando un
poco la cabeza.

—¿Normal?

—Normal… con ganas… —susurró ella apartándose el pelo de la cara y
cerrando los ojos cada vez que mi dedo separa su coño con cuidado.

Retiré mi mano, besé sus nalgas con ternura… y me aparté un poco, para ver
como su coño sobresalía de su cuerpo de aquella manera tan brutal. Me agarré la
polla con una mano y la sentí algo flácida para como debía estar al tener a María
así… Eché la piel adelante y atrás varias veces y le pregunté:

—¿Crees que Edu se follará a Patricia?

—¿Esta noche?

—No, ¿no os fuisteis todas para casa?

—Sí.

—Pues… no sé, pronto, en las próximas semanas.

—Si él quiere… está claro que por ella no hay problema…

—¿No?

—Está claro que no… Venga… Pablo… métemela… —dijo girando su
cabeza hacia adelante y bajando los codos, haciendo que su coño sobresaliese
aun más.

Posé mis dedos entre sus labios otra vez y los aparté sin problema, quedando
su coño abierto, como con una forma de rombo. Increíble… De verdad que no
podía creerme como tenía María el coño aquella noche… Me seguí pajeando:

—Pues como se la folle… Ya sería Nati, el tonteo contigo… Patricia… la
andaluza de las jornadas…

—Mmmm…. —gimoteó al sentir de nuevo mi mano en su sexo — ¿Qué
andaluza? —preguntó.

—La de las jornadas que oíste como se la follaba.

—Ya… de las jornadas sí, pero eso de que era andaluza no sé de donde lo
sacas… Vamos… fóllame ya…

Me quedé blanco del susto. Me acababa de descubrir a mi mismo, pero
afortunadamente María no parecía darle mayor importancia.

—¿No era andaluza? Igual me lo inventé. —intenté salir del paso
maldiciendo mi error.

—Vamos, Pablo… —insistía con la cabeza agachada, ocultada entre sus
brazos.

Mi polla no estaba totalmente dura pero estando como estaba aquel coño no
dudaba que podría metérsela sin demasiada dificultad. Le separé un poco las
piernas, la sujeté por la cadera con la mano izquierda y dirigí mi polla semi
flácida con la derecha. Froté la punta con la entrada de su coño y María comenzó
a mover su cadera como buscando la penetración ella sola… seguí frotando
sobre la entrada mientras ella soltaba unos “ufff” tremendamente morbosos…
hasta que su coño engulló mi polla con maestría y María agradeció ser invadida
con un gemido tremendo… a pesar de que solo se estaba metiendo mi pequeña
polla y además bastante blanda… Comenzó a echarse atrás y adelante con
cuidado y despacio, sabiendo que si me salía podría costar volver a metérsela…

Comenzó un mete saca lento y sentido y yo comencé a sentir como mi polla
se endurecía en su interior, a pesar de que su coño se iba dilatando poco a poco.
Llevé mis manos hacia adelante y acaricié sus tetas que colgaban enormes… su
camisón se le escurría hacia las axilas y ella mantenía su cabeza entre sus codos
gimiendo suavemente, agradeciendo cada pequeña metida con un jadeo o un
suspiro tan puro que me ponía los pelos de punta. Notaba su cuerpo muy
caliente, mucho más que el mío, su piel sudorosa y aquellos leves gemidos eran
para volverse loco.

Mientras acariciaba sus tetas y me recreaba en la dureza de sus pezones le
pregunté:

—¿Estaba guapo Edu hoy?

—Mmm… ahh… Dame así Pablo… despacio y acaríciamelas así…

María estaba visiblemente borracha y yo tenía que aprovechar:

—Vamos, María… ¿No íbamos a hablar de Edu?

—Ufff… sí… ufff… qué gusto…

—¿Estaba guapo Edu esta noche?

—Mmm… sí… estaba… bueno…

—¿Sí? ¿Está bueno Edu?

—Mmm… sí… joder… está bueno… Dame así… dios… un poco más
rápido.

—¿Y es por eso que hoy entra tan bien? ¿Porque has visto a Edu?

—Mmmm… más rápido, Pablo… No… no sé… tenía ganas hoy…

—¿Seguro? —le dije embistiendo bastante más rápido a lo que ella
respondió enterrando su cara en la almohada. —¿Seguro que no estás más
abierta por verle? —insistí penetrándola con más fuerza y ella comenzó a
enterrar gemidos que comenzaron a ser casi gritos en la almohada.

El polvo se hacía cada vez más violento y el ruido de nuestros cuerpos
chocar ya era casi un estruendo. Yo preguntándole si estaba abierta por él y ella
chillando en la almohada… era tremenda la follada y tremendo el contraste con
el polvo de hacía dos días en el que no habíamos hablado de Edu…

Llegué a embestirla tan fuerte que ella se dejó caer hacia adelante. Mi pecho
se pegó a su espalda. Su camisón arrugado casi en su cuello, mi cuerpo
cubriendo totalmente el suyo… y separé sus piernas con las mías para penetrarla
mejor. Una penetración que se hizo lenta en esa nueva postura. Mis manos
fueron a sus tetas, cada mano recogía uno de sus pechos enormes, y sentía sus
pezones en las palmas de mis manos. Notaba sus tetazas húmedas, algo
sudadas… me encantaba sentirlas así… pero no le confesé eso si no que le
susurré en el oído:

—¿Te imaginas que te folla él? ¿Así? Tal cual estamos es él el que te la está
metiendo…

—Mmm… dios…

—¿Cómo sería…? cierra los ojos e imagínatelo… y dime como sería… —
Quizás fuera mi imaginación pero sentía como su coño se fundía cuando le decía
eso…

—Mmm… me follaría así pero más fuerte… —alcanzó a susurrar, con la
cara levantada hacia adelante, las piernas completamente abiertas y los ojos
cerrados.

—¿Y lo notarias más, no? Se que no te estas enterando… porque mi polla es
la mitad que la suya…

—Sí…

—¿Sí qué?

—Que sí… jodeer… ¡Mmm…! que la notaría más…

—¿Te imaginas que viene esta misma noche y te folla?

—Mmm… sí… dios…

—Dímelo…

—¡Joder…! ¡Viene esta noche y me folla! ¡Me folla así!

—Te lo digo en serio, María, escríbele, dile que venga…

Yo ni sabía lo que decía. O sí lo sabía. Me había salido así y no lo quería
parar.

—Estás loco… —susurró. Y por su tono deduje que no me estaba tomando
en serio.

—¿Por qué? —insistí — Viene… media hora, una hora… Te folla. Y se va.
Sin hablar. Sin líos… Te folla… Yo miro. Él se va. El lunes en el despacho como
si no hubiera pasado nada.

Es imposible describir lo que me subía por el cuerpo al pensar que podría
pasar. Que no estábamos tan lejos. Que estábamos a un “sí” o un “vale” de
culminar todo aquello. Además proponiéndoselo así, con mi polla invadiéndola,
con mi cuerpo aplastándola… Con mis manos en sus tetas y mis palabras en su
oído, lamiendo y mordiendo un cuello y una oreja donde ella recibía la humedad
de mis besos y el impacto de mis palabras. Sus respuestas eran gemidos,
jadeos… movimientos de cadera para sentir más mi polla, y sus manos agarradas
al borde superior de la cama.

—Vamos… María… respóndeme… —le decía sin dejar de penetrarla
rítmicamente.

—Estás loco… Ummm… dios…

—Viene, te folla, y se va… y sin comeduras de olla… Solo sexo…

—Mmm… estás loco Pablo… —gimoteó ella llevando una de sus manos a
mi cabeza incitándome a que le mordiera más el cuello.

Miré a un lado y vi el móvil de María sobre la mesilla. Sin dejar de
penetrarla al mismo ritmo lo cogí y, para mi sorpresa, Edu le había escrito. Se lo
dije inmediatamente y, retirándome un poco, pero sin salirme de ella, se lo di.

Pensé que en semejante situación no tendría curiosidad por mirar el móvil,
pero todo lo contrario. Con mis penetraciones más lentas ella volvió en sí,
desbloqueó el teléfono medio de lado y miró la pantalla, como también hice yo.

Edu Despacho: “Estais por ahi?”

Sin tiempo a que yo le propusiera nada ella escribió:

“No”

Era tremendamente morboso seguir dentro de ella, aunque ahora casi sin
movernos, mientras se escribía con él.

“Una pena, a la nueva se la veía con ganas”. Respondió él.

Tras ver esa respuesta volví a colocarme totalmente sobre ella y la embestí
hasta el fondo de una sola metida. Ella gimió y apartó la vista del móvil al sentir
como mi polla, de nuevo, llegaba lo más profundo que podía.

—Díselo —le susurré en esa oreja ya enrojecida.

—Mmm… ¿El qué?

—Que venga.

Ella no respondió y yo llevé una de mis manos a su melena y el otro a su
clítoris… comencé otra vez a penetrarla más rápido a la vez que acariciaba la
cúspide de su coño…

—Ufff… Pablo…

—Qué…

—Así… joder…

—Qué…

—Mmm… qué bien me follas…

—Dile que venga…

—Mmm… estás loco… No sé…

—Solo sexo María. Está bueno. Te pone, joder… Viene… te folla y se va…

Me incorporé un poco de nuevo, hasta apoyar mis manos en la cama. Mi
corazón palpitaba a mil. Sentía que estaba tremendamente cerca.

—Vamos, María.

Seguía penetrándola, ahora más lentamente. Había apartado mi pecho de su
espalda. Le dejaba su espacio. Ella cogió el móvil… y yo creía que me daba un
infarto. Edu no le había escrito más.

—Vamos María… solo follar… —le dije de nuevo inclinándome sobre su
oído.

Ella posó sus dedos sobre el teclado. Yo creía que me moría. Tenía de nuevo
mi pecho en su espalda y sentía que ella tenía que notar mi corazón palpitar
como si fuera el suyo.

Comenzó a teclear:

—Ven a mi casa.

Al ver eso escrito mi polla se puso más dura que nunca. La sentí crecer y casi
explotar en su interior… Aceleré un poco el ritmo, para hacerla sentir más, para
que no escapara de aquel clímax de lujuria en el que nos encontrábamos. Su
móvil se iluminó.

Edu despacho: “¿Y tu novio?”

—Dile que me da igual. —dije inmediatamente.

“Le da igual”. Tecleó María.

Instintivamente mi boca fue a su cuello y le mordí con algo de fuerza. Estaba
fuera de mí. Después mi mano que estaba en su peló tiró con fuerza de su
melena y la embestí de forma brutal. Y cuando creía que estaba siendo
demasiado violento ella llevó una de sus manos a mi culo y lo apretó una de mis
nalgas con fuerza, haciendo incluso que la penetrara más fuerte…

—Va a venir… va a venir y te va a follar… —le gemí en el oído.

—Mmm… muérdeme… muérdeme el cuello… hazme daño… —me rogó
María con los ojos cerrados, totalmente entregada, casi desconocida para mí.

—¿Sí? —le dije tirandole aun más del pelo al tiempo que se la clavaba
hasta el fondo otra vez hasta que ella gritó.

—Auuu… ¡Síii…! ¡Joder…!

—Esto es real María… te va a follar… —le dije e inmediatamente me di
cuenta de que su móvil se había encendido. Era Edu pidiéndole la dirección.

María lo vio y dejó el móvil sobre la cama otra vez.

—Vamos María, ponle la dirección — le susurré sin dejar de penetrarla y sin
dejar que cerrara las piernas ni un centímetro, haciendo hasta casi fuerza para
que las tuviera casi todo lo abiertas que podía.

—No sé Pablo… es una locura.

—Vamos pónsela… Si timbra y al final no quieres no le abrimos y que se
joda.

—Uff… no sé…

—Vamos… María.

Finalmente María le escribió la dirección, con una mano, tremendamente
temblorosa. Mientras yo le mordía el cuello y la seguía ensartando sin parar con
todo mi cuerpo sobre ella.

En mi cabeza no paraba de resonar “Va a venir”, “Va a venir y se la va a
follar aquí”. Y el morbo era tan inmenso como una sensación de incredulidad,
como si fuera demasiado bueno como para ser cierto, como cuando ansías tanto
algo que crees que en cualquier momento se va a torcer. Mis embestidas se
hicieron más suaves y mi mano abandonó su clítoris… llevábamos como una
hora follando… Ella se dio la vuelta y en misionero comenzamos un polvo más
lento y sentido, más silencioso, y yo gracias a aquel silencio me parecía escuchar
todo del edificio, hasta el sonido del ascensor, como ansiando ese timbrazo que
haría que se me saliera el corazón del pecho.

Follar, así, lentamente, con la tensión de la llegada de Edu en cualquier
momento era tan alucinante como insoportable y lo noté en María. Se dejaba
follar pero ahora un poco más ausente. No sabía donde poner las manos como si
no tuviera confianza conmigo. Sus manos iban de mi culo a su cabeza… o se
colocaba el camisón como con rubor como si fuera el polvo de una noche. La
conocía y podía sentir sus nervios en aumento a medida que disminuía su
borrachera… Pasaban los minutos y no venía.

Cambiamos de postura otra vez y ella se puso de lado. En cuchara. Yo
coloqué mi miembro de nuevo en la entrada de su coño y entró como si nada. Yo
a penas notaba ya nada y ella no tenía que notar prácticamente nada con lo
abierta que estaba y el tamaño de mi polla. Nuestros gritos habían pasado a
gemidos y después a suspiros y así, en aquella postura, apenas era una
respiración agitada de ambos. Sus nervios no desaparecían, le temblaban las
manos cuando me acariciaba la cara y acabé por sujetárselas y abrazarla y hacer
un mete saca lentísimo, sin apenas movernos.

Los minutos seguían pasando y yo no entendía qué pasaba. El móvil de
María no se iluminaba. Pasaron más minutos y me salí de ella. Mi polla
abandonó su cuerpo y cayó flácida sobre sus muslos. Ninguno de los dos se
había corrido, pero mi polla salió de su interior enrojecida y chorreando por
haber estado casi dos horas dentro de ella… Pero no retiré mi abrazo. La besé en
la cara, en la nuca, en la espalda. Le dije que la quería y nos quedamos en el más
absoluto silencio.

Edu no vino. No apareció ni dio señales. Lo supe cuando me desperté, al día
siguiente, iluminado por la luz que entraba por la ventana. María debió de notar
inmediatamente que me había despertado y dijo claramente: “Si hubiera
timbrado no le habría abierto. ¿Lo sabes, no?

Lo nuestro es de locos, de verdad”.

Su tono no era de enfado, si no bastante distendido.

—Me voy a la ducha. —dijo saliendo de la cama.

—¿Resaca? —le pregunté.

—Con la sudada que me pegué… creo que he sudado todo el alcohol —dijo
perdiéndose por el pasillo.

Escuché el sonido de la ducha y me vi tremendamente empalmado. No daba
crédito a lo cerca que habíamos estado. ¿De verdad no le habría abierto la
puerta? ¿Tan borracha estaba para acceder a que viniera Edu? ¿Cómo Edu podría
haber sido tan gilipollas de no venir? Cuando me quise dar cuenta me estaba
masturbando, pensando en “qué hubiera pasado sí”. Qué hubiera pasado si Edu
hubiera venido. Cómo se la habría follado… Me imaginaba que timbraba y
María le abría la puerta y ya se enrollaban en el sofá, y se la follaba allí y yo lo
veía todo. Y después se la follaba en nuestra cama mientras María a ratos me
miraba y a ratos se entregaba a él… Tan ensimismado estaba con aquellos
pensamientos que no me di cuenta que María terminaba su ducha y entraba en el
dormitorio con una toalla. Me miró. La miré. Estaba a punto de correrme. Y no
paré. Su pelo empapado la hacía aun más erótica, más sexual… me imaginé que
Edu además de follarla en el sofá y en la cama también lo hacía en la ducha y yo
escuchaba sus gritos desde la cama y comencé a eyacular sobre mi vientre y mi
pecho mientras María me miraba fijamente sin mostrar demasiada sorpresa…
Derramé los primeros chorros de mi corrida sobre mi cuerpo intentando
mantenerle la mirada hasta que no fui capaz y cerré los ojos… echando los
últimos latigazos de semen caliente con los ojos cerrados, disfrutando del final
de mi orgasmo casi en silencio y la cabeza sobre la almohada. Se hizo el
absoluto silencio y me olvidé de la existencia de María hasta que llegó con un
rollo de papel higiénico que lanzó sobre la cama.

—Toma. Guarro… —dijo casi riéndose.

Abrí los ojos. Se había puesto una camiseta de tiras amarilla y seguía con el
pelo empapado. Estaba guapísima. Espectacular. Y con una media sonrisa dulce
como hacía tiempo no le veía.

—Guarro… pero me quieres así ¿no? —le dije.

—Te quiero más. —respondió antes de ir hacia el cuarto de baño a secarse
el pelo.



CAPÍTULO 48

Aquel domingo era el último día de vacaciones de María y decidimos ir a
una piscina de un hotel, de estas que si pagas puedes disfrutar de las hamacas y
la piscina como si fueras un huésped más. María llevaba un bikini negro que
tapaba bastante sus tetas, lo curioso era que, sobre todo si la veía de lejos, con
aquel bikini hasta parecía que tenía mucho más pecho que con otros con los que
enseñaba más carne, pues se veía tanta tela negra en la distancia que
automáticamente uno sabía que allí había mucho que tapar.

Si yo reparaba en aquello también lo hacían unos chavales que estaban en el
agua. María daba la vuelta a la piscina para darse una ducha antes de entrar y no
se cortaban lo más mínimo en mirarla. Yo volví a sentir aquello que había
empezado a sentir al conocer a Edu, como que ella físicamente era mucho para
mí, que merecía alguien a su nivel. Era una absoluta gilipollez y no creo que
nadie en mi lugar, nadie normal físicamente, pero con una novia espectacular,
pensase lo mismo que yo, pero para mí era irremediable sentirlo así.

Tras bañarse se tumbó en una hamaca, a mi lado. Su respiración era agitada y
su pecho empapado subía y bajaba al respirar y no tardó en salir el tema en
cuestión, el tema de que si no había subido Edu a nuestra casa había sido por un
milagro ajeno a nosotros dos. Yo seguía sin comprender como Edu no había
venido.

Le pregunté a María si Edu había llegado a responder algo más y me dijo que
no.

—No que yo sepa. Espera. —dijo rebuscando en su bolso — No. No ha
escrito nada — dijo tras revisarlo.

—Menudo idiota no haber venido.

—Pfff calla… ¿sabes que me desperté y pensé que lo había soñado?

—¿En serio?

—Sí… tardé como unos segundos en darme cuenta y creí que me moría.

María parecía tranquila. No se la veía con intención de echarme en cara
haberla empujado a escribirle.

—Pues no ibas tan borracha como para pensar que lo habías soñado. —dije
tras un silencio.

—Tenía un mareo de narices, Pablo. Y entre eso y… bueno… tampoco
pensaba con mucha lucidez con eso dentro.

—¿Qué eso?

—Eso que tienes ahí entre las piernas, idiota.

—¿Pierdes lucidez con esto dentro? —dije yo también en tono distendido y
sintiéndo una pequeña erección solo por la conversación.

—Pues claro que pierdo… —dijo acercándose un poco y dándome un beso
en la mejilla.

—Oye, y Edu irá a la boda, claro.

—Pues sí. Vamos casi todos los del despacho.

Faltaban cinco semanas para aquella boda. Cinco semanas tras las cuales me
vería las caras con Edu sí o sí. Quién sabe si nos encontraríamos antes. En
aquellas cinco semanas aun iban a pasar muchas cosas, algunas de ellas bastante
extrañas.

En la mañana del lunes María me escribió con algo que yo no entendía como
no había deducido antes. Creo que el alivio que había sentido la mañana del
domingo al darse cuenta de lo que había estado a punto de pasar con Edu la cegó
de lo que sería verse con él el lunes en el despacho. Leí su mensaje como si mi
subconsciente ya lo hubiera adivinado todo.

—Me acabo de cruzar con Edu por el pasillo. Menuda mirada de… no sé, de
te tengo comiendo de mi mano. Menudo súper gilipollas.

—Qué esperabas, María —le respondí.

—Es que no has visto su cara de imbécil.

—Me la imagino.

—Si supiera que podría haber estado timbrando hasta hacerse de día que no
le íbamos a abrir no pondría esa cara de gilipollas.

—¿Pero ha sido mucho tiempo?

—Solo cruzarnos y ya me llegó. Es que que flipado es. Mirándome como si
me muriera por él. Menudo chulo imbécil.

—¿No le vas a preguntar cómo es que no vino?

—Ni de coña, antes me muero que sacarle ese tema. Para mí eso ni pasó.

María estaba cabreada por algo que estaba clarísimo que iba a pasar. Además
no había que olvidar que se habían escrito sabe dios qué cosas por mensaje no
hacía mucho. No hacía falta ser un creído como Edu para imaginar o suponer
que la tenía a huevo. No quise meter el dedo en la yaga preguntándole por él
cuando nos vimos después del trabajo.

Fue una semana extraña en la que el lunes lo hicimos antes de dormir, al
igual que el martes, pero en polvos realmente insulsos. Volvíamos a aquellos
polvos de cinco o siete minutos en los que yo me corría y allí terminaba todo, sin
hacer un segundo asalto ni nada parecido. Durante aquellos días volví a
preguntarme cómo es que Edu no había venido, me preguntaba si de alguna
manera habría contactado con Patricia y había preferido a Patricia antes que a
María. Follarse a Patricia cuando María te dice que vayas a su casa era de locos,
pero tampoco estaba mi relación con Edu como para preguntárselo.

En el trabajo a veces tenía la tentación de escribirle a Edu. Hasta había hecho
un modelo de mensaje diciéndole que el hecho de no haber querido ir a su casa
no implicaba que quisiera parar nuestro juego como así demostraba que María le
hubiera invitado a venir. Pero no acababa de atreverme a mandárselo. La verdad
es que solo pensar en escribirle me ponía bastante nervioso.

El miércoles por la noche estaba follando con María y ya en los preliminares
se sabía que aquello iba a ser otro polvo bastante insulso, así que le pregunté por
Edu. Sobre si no le había preguntado al final cómo era que no había venido. Si
coincidía con él. Si les iban a dar algún caso juntos. Si había algunas jornadas
próximas en las que fueran a ir juntos. Ella primero me dijo que no le había
preguntado por qué no había venido ni lo haría nunca, después respondió a otras
preguntas con evasivas y después acabó por pedirme que no habláramos más de
él. Aquel polvo acabó como lo que prometía desde un principio y ya me acosté
aquel miércoles algo mosqueado.

Teniendo en cuenta que no quería hablar de Edu, me sorprendió que al día
siguiente, jueves, María me escribiera desde el lugar donde tomaban cervezas
muy alarmada y escandalizada porque Patricia y Edu se hubieran sentado juntos
y no parasen de hablar y según ella “mamonear”. A punto estuve de responderle
que “pensaba que no querías hablar más de Edu”, pero dejé que me siguiera
escribiendo, que Paula también estaba flipando, que Patricia no se cortaba un
pelo, que qué mini faldas lleva… que le lleva casi 10 años, etc, etc.

Yo comprendía que ese tipo de cotilleos se viven más intensamente allí
dentro, pero me parecía exagerado que después, en casa, en persona, me volviera
a contar aquello. Aquella noche de jueves ni me molesté en calentar a María para
hacerlo, ni tampoco el viernes. Como si estuviera un poco herido en mi orgullo
por ver a una María algo apática sexualmente hablando. A veces me parecía un
drama y a veces simplemente lo achacaba a volver ella al trabajo, la rutina o el
estrés.

El sábado por la noche yo salí con unos amigos y también salió María con
Amparo, Paula y Patricia, que yo no entendía como de pronto salían tanto, como
si al ser una más se motivaran más o quizás fuera Patricia que tiraba de ellas,
pero lo cierto era que habían salido tres veces en diez días.

Aquella noche llegué a casa antes que ella. Sobre las dos y algo de la
madrugada. Y me quedé pensando cómo era que habíamos estado tan cerca de
que pasara algo realmente fuerte entre Edu y María, en nuestra casa, y de golpe
parecía que ni hubiera pasado nada. Cómo Edu podía pasar del tema así como
así y como María no quería ni hablar de él por un lado, pero estaba tan atenta al
cotilleo con Patricia por otro.

Me vino a la mente que Edu tenía la foto de María que yo le había mandado.
Aquella abierta de piernas en el hotel, el pelo alborotado… la camisa abierta… y
tapándose las tetas con el pelo y cogiéndose una teta con una mano y con la otra
tapándose el coño. Me pregunté si Edu se pajearía con aquella foto o no le daría
más importancia. También me preguntaba si de verdad Edu le había mandado
una foto de su polla y si ella la habría borrado…

Solo con pensar en aquello la polla se me ponía a reventar y no tardé en
masturbarme revisando aquella foto. Mientras me pajeaba daba por hecho que
Edu se hacía innumerables pajas con ella. Que aunque se las diera de que María
era una más y si caía bien y si no le valía Patricia o Nati o Alicia o cualquier
otra, que en el fondo quién ansiaba follarse de verdad era a María y se había
pajeado con aquella foto hasta quedarse exhausto. Mi paja se fue acelerando,
primero imaginando que Edu se pajeaba con ella y después me imaginaba que
aquella foto era real, que estábamos los tres en aquella habitación de hotel, y que
yo me pajeaba sentado en un sillón mientras Edu, de pie sobre la cama, se
acercaba a María y le metía su pollón en la boca, y ella, sin dejar de taparse el
coño con una mano y agarrarse una teta con la otra, comenzaba un vaivén de su
cabeza adelante y atrás y engullía su polla hasta la mitad. Entonces, María, con
su boca llena y su mejilla abultada por el trozo de carne que devoraba, abría los
ojos y me miraba… Aquello me hizo estallar en un orgasmo tremendo y
comenzar a eyacular sin parar… resbalando semen desde la punta y hacia abajo,
sobre mi dedos, durante unos segundos en los que la mirada de María con su
polla en la boca no se me iba de la mente.

Me fui a acostar y me quedé dormido antes de que María llegara. Lo hizo
poco más tarde. Llegó bastante sobria y yo, un poco harto de que allí se hablase
de Edu solo cuando ella quisiera, le dije sin más:

—¿Habéis visto a Edu?

Su respuesta fue inmediata y su tono me molestó:

—Noo… pesado.

Que me llamara pesado por preguntárselo solo una vez cuando ni había
pronunciado su nombre desde el miércoles ciertamente me irritó. Pero casi me
molestó más que comenzara a hablar de Patricia, diciendo que iba muy corta,
que le había dado bola a unos chicos y demás.

—Si te cae mal no sé para que sales con ella.

—No me cae mal, solo me choca que vaya en ese plan.

No es que yo tuviera ningún interés en defender a una desconocida, pero me
parecía extraña y fuera de lugar la actitud de María. Siempre había ido a su bola,
sin meterse con nadie, como sabiéndose guapa pero sin entrar en rivalidades. Me
parecía absurda y algo infantil su actitud. Mi pequeño enfado no se suavizó
cuando quise hacerlo con ella y ella no quiso por estar muy cansada. Me volví a
mi lado de la cama pensando que habíamos pasado de uno de los polvos más
increíbles tras años de relación a hacerlo poco y mal y sin motivo aparente.

La semana siguiente las cosas no mejoraron. Llegó tarde a casa un par de
veces por haber estado de compras con Paula y, cuando llegaba a casa, nuestros
polvos siguieron siendo insulsos. Yo, ya por orgullo, no le quise hablar de Edu,
pero cada vez me preocupaba más que la historia con Edu muriera en la orilla,
después de lo cerca que habíamos estado.

Estaba cada vez más desesperado. Estuve un rato largo en el trabajo
sopesando si escribirle a Edu o no. Sabía que si lo hacía de golpe todo estaría en
su mano, sería abandonar un poco mi posición de privilegio después de haber
sido yo el que no le había respondido a su cabreo por no haber ido a su casa.
Pero fue superior a mí. De verdad necesitaba que la cosa se reactivase, así que le
escribí. Le envié un escueto: “¿Seguimos con nuestro juego o estás muy ocupado
con la nueva?”. No habían pasado dos minutos de haberlo enviado y ya me había
arrepentido. Arrepentido por haberle escrito y por el contenido, pues releyéndolo
me sonaba infantil y chismoso, como de un chico de instituto. Además tenía el
pálpito absoluto de que no me iba a responder y con el paso de las horas se
confirmó.

El sábado por la noche, cómo no, volvieron a quedar para salir las cuatro.
Después de cenar en casa, María se fue a vestir y cuando llegó al salón yo no
daba crédito.

—Joder, María.

—¿Qué?

—Nada, tú verás. Pero me parece un desmadre.

—No exageres.

—No exagero, María.

—¿Se nota mucho?

—Joder si se nota…

—Bueno, ahora ya está. No creo que sea para tanto.

María se fue al espejo y no dió marcha atrás. Nos despedimos con un pico y
se fue. Más maquillada de lo normal. Con el pelo mucho más alisado de como lo
solía llevar. Con unas sandalias con muchísimo tacón y unos vaqueros modernos
bastante rotos. Por encima una blusa sedosa, estampada con colores claros y sin
botones, de manga larga, pero abierta hasta casi abajo donde se anudaba. Sin
sujetador. Claramente sin sujetador. No sabía si así pretendía hacerle una absurda
competencia a Patricia, pero lo que me asustaba era que aquella no era María.



CAPÍTULO 49

No dudaba que aquella blusa la pudieran llevar sin sujetador chiquillas de 45
kilos o influencers para sacarse la foto, pero María con sus pedazo de tetas…
aquello era, vamos… cualquiera que la viera en un pub tendría que irse al baño a
hacerse una paja al instante de verla. Muchas veces pensaba que María no era
realmente consciente de las tetazas que tenía, o del efecto real que eso produce
en los hombres.

No era tanto que se le marcase el pezón, un poco sí, porque la tela aun siendo
sedosa era relativamente gruesa, el problema era que cualquiera que se pusiese
de lado y colara su mirada por su escote vería casi media teta, y media teta de
María era mucha teta. Además hablábamos de una chica muy guapa de cara y
con buen cuerpo, por lo tanto no era la imagen de una buscona resultona, si no la
de un pibonazo medio desnuda…

Estaba un poco cansado de intentar adivinar a qué venían aquellos cambios
en María. Por un lado aquellos mensajes con Edu de los que ella había dicho que
habían sido una chorrada, pero yo seguía sin saber qué se habían escrito, por otro
esa manera de criticar a Patricia, por otro vestir así, y por otro que follar sin
hablar de Edu desembocara en polvos tan mediocres. Este último aspecto me
parecía morboso y alarmante a la vez. No dejaba de ser curioso como hacía
meses que fantaseaba con que Edu le pusiera el triple de cachonda que yo, y
ahora que todo parecía indicar que precisamente eso estaba pasando a mi me
excitaba, sí, pero también me hería en el orgullo. Pero, lo más importante de
todo, no acababa de estar seguro de hasta qué punto María había decidido que
todo lo que tuviera que ver con nuestro juego con Edu se había acabado del todo.

Me quedé dormido en el sofá con la firme convicción de poner las cartas
sobre la mesa cuanto antes con María.

No debía de estar durmiendo muy profundamente porque desde el sofá
escuché abrirse el ascensor, los tacones de María y su llave en la puerta. Miré el
reloj y eran las dos y pico de la madrugada. Me sorprendió que fuera
relativamente temprano. María entró y creo que se sorprendió de verme allí, en
la penumbra, tirado en el sofá, pero no me dijo nada y se fue hacia la cocina a
por un vaso de agua. Volvió al salón. Aun no habíamos cruzado ni palabra hasta
que le dije:

—¿Qué tal la noche?

—Bien. Normal. —respondió algo seca.

Se hizo un silencio mientras María bebía a unos metros de mí. Parecía
completamente sobria. En el claroscuro del salón estaba realmente potente, con
el pelo menos en su sitio que al salir, algo más suelta, estaba más guapa. La
blusa seguía en su sitio, pero se abría un poco a nada que moviese su torso, y yo
me preguntaba cuántas veces en la noche habría tenido que cerrársela un poco
con la mano para que no se le viera todo.

—¿Hoy no me preguntas por Edu? —dijo antes de dar otro trago.

Su pregunta me sorprendió. Me pareció un poco desafiante. Yo no quise ser
menos:

—De Edu ya cuentas tú cuando a ti te parece…

—¿Te cuento la noche o no? —María cambió el gesto a uno más suave.
Quizás no esperaba que yo me revolviese. Me incorporé un poco del sofá,
dándole a entender que era todo oídos, y empezó a contarme:

—Si total te la resumo en un minuto. Estábamos tomando una copa en una
terraza y le vimos al otro lado de la calle entrar en un pub. Al final acabamos la
copa y entramos. Le vi de lejos. Patricia fue al baño y se paró con él. Se pusieron
a hablar. Paula y yo esperamos un rato, pero seguían hablando y decidimos irnos.
Amparo se fue a junto de ellos y ya.

—¿Y Edu te vio?

—No creo.

—Una pena que no te viera así.

Era obvio por lo que lo decía. Me levanté y me acerqué a ella, que no decía
nada más. Tras un breve silencio le dije:

—Oye, solo para que me tengas informado, ¿lo de Edu como está?

—¿Cómo está de qué?

—Lo de tú y Edu, o lo de nosotros tres. Nunca sé cómo llamarlo.

—No está de ninguna manera. Se acabó, ya te lo había dicho. Bastante tengo
con cómo me mira como si suspirara por él. A ver si se lía con Patricia, si no
están liados ya, y se acaba.

Yo no entendía muy bien qué pintaba que se liara con Patricia o no para
nuestro juego si desde que lo conocía había estado además con Nati, Alicia y
quién sabe cuantas más. Me puse a su lado, efectivamente cerca de ella y de
perfil su escote era para morirse.

—Con lo cerca que hemos estado. —le dije.

—No hemos estado cerca de nada, Pablo. Fueron unos mensajes medio en
broma y lo del otro día… que de todas formas no le habría abierto la puerta ni
loca.

—El otro día que le escribiste que viniera para follarte porque estabas
borracha, ¿no? —tan pronto dije aquello me di cuenta de que sonaba más fuerte
de lo que había sonado en mi pensamiento.

—Mira, Pablo, no me apetece discutir. El tema Edu está cerrado, siempre te
digo que bastante lejos hemos llegado. Para ti es muy fácil, no le tienes que ver
la cara de chulo de lunes a viernes.

—El tema Edu está cerrado por un lado, pero después en lo que afecta a
Patricia no paras de hablar de él.

Se hizo de nuevo un silencio. Yo me sorprendía a mi mismo con ganas de…
no tanto de discutir como de sacar cosas, y sentía que ella estaba al borde de
saltar, pero me daba igual.

—Hoy podíamos follar hablando de él. —le dije posando mi mano en su
cintura.

—No, de verdad, no puedo más con el tema.

—De despedida aunque sea. La última vez.

—No, en serio, no puedo más. En serio. Llevamos desde marzo con esto. Te
lo pido por favor. No puedo más.

—¿Ni una última vez…? Esta noche que igual se está follando a Patricia…

—Es que me da igual lo que hagan. No, en serio. Se acabó.

María posó el vaso en la mesa y se encaminó hacia el pasillo. A mí
ciertamente me jodía que las conversaciones se acabaran cuando ella quería y
que el tema Edu se acabara también cuando ella quería.

Nos metimos en la cama y yo esperaba un vago acercamiento de ella, pero
no se produjo. Y yo tampoco quise forzar más la máquina. Me contenía, a duras
penas, pero me contenía.

Empezó la semana siguiente y pasó algo que me dejó alucinado. El lunes y el
martes fue a trabajar con unas faldas que yo no le conocía, unas mini faldas que
debió de haber comprado con Paula la semana anterior. Eran bastante más cortas
de lo normal y con unos taconazos al límite entre lo elegante y lo improcedente.
María siempre había sido muy discreta en el trabajo. Sobria. Elegante. Clásica,
hasta casi rancia. Y aquello rozaba el límite hacia lo llamativo. Por arriba una
camisa un día y otro día una camiseta fina… ambas prendas también nuevas. No
le dije nada ni le di excesiva importancia, hasta el miércoles que se puso una
falda gris cortísima, otros zapatos de tacón negros y por arriba una camisa que
no era nueva, pero era aquella de color como salmón o rosa apagado, que hacía
muchos meses le había pedido que desabrochara un botón pues abrochado iba
como una monja, pero desabrochado era para morirse, y ella se había negado
porque según decía, de hacerlo se le veía el sujetador. Se fue de casa con ese
botón suelto, como si tal cosa. Algo que hacía meses era casi una locura ahora
no se lo debía de parecer en absoluto.

Verla salir de casa así, además más maquillada de lo que solía hacerlo, con el
pelo más arreglado y planchado de lo habitual en ella… con parte del encaje del
sujetador viéndosele sin mucha dificultad… subida a aquellos taconazos…
empecé a pensar seriamente si aquello era una competencia con Patricia o si era
para llamar la atención de Edu. O las dos cosas. Me daba un morbo tremendo
pensar que María se vestía así para él… Me vi tan empalmado por aquello que
tuve que hacerme una paja antes de ir a trabajar. Sentía de verdad que mi novia
se vestía así de ligera, por decirlo de una manera suave, para llamar la atención
del cabrón de Edu. No sabía hasta qué punto ella quería reclamar su atención,
pero estaba claro que algo había.

El jueves volvió a ponerse una falda corta y una camiseta oscura sedosa con
cuello de pico que le marcaba la silueta de las tetas de forma espectacular…
Volví a dejar que se marchara minutos antes que yo para yo hacerme una
tremenda paja pensando en la imagen tremendamente sexual que tendría que
estar proyectando en el despacho, en las erecciones que provocaría allí, y, sobre
todo, pensando, imaginando, creyendo, que todo aquel despliegue de ropa nueva
y provocativa tenía el fin de llamar la atención de Edu.

En cuanto a nuestra vida sexual no lo hacíamos desde el jueves pasado. Yo
me desahogaba con aquellas pajas mañaneras, cosa que María obviamente no
hacía, además por las noches cenábamos y nos acostábamos en cama juntos, por
lo que yo no acababa de entender que María no se insinuase para follar ninguna
de aquellas noches.

Aquella misma tarde sentí la imperiosa necesidad de hablar de Edu con
María. Si no podía ser follando que fuera como ella quería, es decir, a través del
cotilleo con Patricia. Estaba en el trabajo y sabía que estarían ya de cervezas y le
escribí preguntando por Edu y Patricia, sabiendo que así sí me hablaría de él.
Efectivamente me retransmitió en directo que se habían sentado juntos, que los
tenía en diagonal y que por momentos mantenían conversaciones paralelas, y
también me escribió que empezaba a pensar que quizás ya estuvieran liados.
Intenté llevarla un poco a mi terreno y le escribí: “¿No te pone que igual ya se la
esté follando?”. Su respuesta fue tajante: “En absoluto”.

Aquella noche de jueves María tampoco propuso hacerlo, así que yo,
seguramente por orgullo, me dejé quedar dormido sin acercarme a ella. Sería
absurdo, pero a mí mismo me decía que yo me desahogaba a gusto con las pajas
de las mañanas viendo el espectáculo de cómo iba vestida al trabajo para llamar
la atención de Edu, y que por tanto la más perjudicada de que allí no se follara
era ella.

Llegó la mañana del viernes y la vestimenta de María aun dio un salto de
calidad si cabe. Estaba desayunando con ella y no daba crédito a lo que veía.
Vale que era viernes y en su despacho ese día se vestía de forma más informal,
pero María nunca había hecho caso a aquella especie de norma y siempre había
ido igual de sobria.

Aquella falda, a parte de nueva y bastante corta, no era precisamente de traje
o de vestir, si no que era de cuero. Combinada con taconazos y con una camisa
roja oscura, casi granate, de gasa, muy fina… le daba una imagen brutal. No
sabía cuanta ropa se había comprado aquellos días. Se fue otra vez, dejándome
alucinado, regalándome la estampa de su culo enfundado en aquel cuero y de un
sujetador negro que se trasparentaba ligeramente bajo la fina y seguramente
carísima camisa. Había estado deseando que se fuera cuanto antes para sentarme
en el sofá y hacerme una paja realmente tremenda, sin duda la mejor de la
semana… sobre todo por aquella falda de cuero tan corta… ¡Dios! ¡Cómo me
ponía que se vistiera así para él! Y mientras me pajeaba no tenía la más mínima
duda de que efectivamente aquel cambio era por él. Que la competencia con
Patricia estaba ahí, pero no se vestía así para ser la más cañón del despacho sin
más. Que si Edu no existiera habría dejado que Patricia ganara la guerra de la
abogada más llamativa del despacho, por utilizar un eufemismo.

Aquel viernes llovía a mares y yo recordaba en el trabajo cuando Edu la
había recogido en el despacho y se la había llevado en su coche a la explanada
del centro comercial, al lado de nuestra casa, aquella especie de aparcamiento
que era en esencia un picadero y un nido para mirones. María me escribió que se
iba de compras con Paula otra vez y a mi me pareció tan surrealista que
comprara más ropa como morboso… tanto que por mi cabeza empezó a sobre
volar la idea de pedirle aquella misma noche que me enseñara lo que había
comprado. Sin decirle que sabía, o al menos presuponía claramente, para quién
la estaba comprando.

La fui a buscar en coche. Vi como se despedía de Paula. Metió unas bolsas
en el maletero y se subió. Estaba algo mojada por la lluvia y la camisa granate se
le pegaba al cuerpo, para colmo encajó el cinturón de seguridad entre sus tetas
como Edu me había contado que había hecho aquella vez. De golpe todo me tele
transportó al día en que Edu la había llevado al picadero. Mis pajas me aliviaban,
pero no podían contrarrestar llevar más de una semana sin follar, unido a todo el
numerito de la ropa de María. De golpe me vi cogiendo la calle de subida de al
lado de casa, y, mientras María me preguntaba qué hacía, cómo era que no
íbamos al garaje, yo aparcaba en donde Edu la había llevado.

Ni yo sabía muy bien qué pretendía con aquello. Aparqué y no había ningún
coche cerca. María me volvió a preguntar por qué no íbamos para casa, pero
obviamente ya se lo olía. Apagué el motor y le pregunté si se acordaba de
aquellas veces en las que Edu la llevaba ahí, pero no pareció gustarle la
pregunta:

—¿Cómo que aquellas veces? Fue solo una vez.

—¿Solo una vez?

—Sí, solo una vez.

Se hizo un silencio que ella rompió:

—En serio, Pablo, vámonos a casa.

Era cierto que era ciertamente surrealista estar aparcados a cincuenta metros
de la calle de nuestra casa. Ni sabía qué hacía allí. Solo le preguntaba lo primero
que me venía a la cabeza:

—¿Y qué va a pasar en la boda?

—¿En la boda? ¿Porque esté Edu? Pues no va a pasar nada.

—¿Va Nati?

—No está con Nati ya, pero no va a pasar nada ni quiero pasarme la boda
incómoda porque me pidas cosas para que le diga… o baile con él y demás. Que
ya te veo venir. Vamos para casa, anda.

Cada cosa que le decía era callejón sin salida.

Arranqué el motor justo en el momento en que un pequeño coche azul
aparcaba cerca.

—¿Y tantas compras? —pregunté

—¿Tantas compras de qué?

—No será para que Edu te vea potente o hacerle la competencia a Patricia.
—solté sin pensar.

—Madre mía Pablo, estas fatal, todos los septiembres compro ropa de
temporada, menudas películas te montas… de verdad.

—Ahora me dirás que esa falda, esos taconazos o la ropa con la que saliste
el sábado son normales.

María se quedó callada un instante hasta que dijo:

—No sé, Pablo. Estás imposible. De verdad te lo digo.

Hacía un calor de mil demonios en el coche. Tanto que se empañaban los
cristales. Bajé las ventanillas y vi que en el coche de al lado había una pareja
joven. Pero estaban con comida basura, comiendo en el coche como si tal cosa.
Al menos por ahora.

María me sacó de mi obnubilación diciendo:

—Mira, Pablo, o arrancas el coche o me voy andando, pero no sé qué
hacemos aquí.

—Pues a ver si follan los de ese coche o viene algún mirón. —Yo no sabía
ni lo que decía. Solo sabía que no quería ir a casa.

—¿Para qué? —preguntó.

—Seria morboso.

—Todo seria morboso. Menos follar normal todo es morboso.

—A lo que tú le llamas follar normal llevamos como ocho o nueve días sin
hacerlo.

—Estuve con la regla desde el domingo hasta ayer. Tan obcecado estás con
tus películas que ni de eso te enteras. Vamos para casa, en serio, por favor te lo
pido, Pablo.

—¿Vamos para casa y qué?

Otro silencio. Esta vez realmente largo. María me miró, le aguanté la mirada.
Su mirada parecía decir un “estás como una cabra”, pero no se la veía enfadada
del todo. Acabó por soltar su cinturón y se acercó sutilmente a mí, en claro son
de paz. Me besó en la mejilla y yo acaricié su cara. Mis labios fueron a los suyos
y noté la humedad de su boca haciendo que prácticamente toda la tensión de la
conversación se liberara.

—Vamos a casa a follar. —le susurré enredando mis dedos en su melena.
—Pero vamos a hablar de Edu mientras te follo. —le dije mordiendo un poco
sus labios.

—Mmm… Pablo… no…

—La última vez.

—No…

—Vamos… la última.

—Júramelo… —susurró.

—La última vez… pero sacándolo todo.

—¿Sacándolo todo?

—Sí… igual te digo cosas que no te van a gustar…

—¿Mientras lo hacemos? —preguntó.

—Sí.

—Vámonos, venga. —dijo como si no temiera en absoluto nada de lo que
yo le pudiera decir.

Si de verdad iba a ser la última vez que íbamos a follar hablando de Edu
estaba decidido a llevar a María al límite. Totalmente al límite.

Llegamos a casa y en seguida supe que aquellas pajas eran anestesia
insuficiente para todo lo que estaba viviendo. Aquella falda y aquellos taconazos
para Edu… aquellos más que posibles celos de María con Patricia en una guerra
por él… era demasiado para mí. Apenas la dejé dejar las bolsas en la entrada y a
los dos minutos y sin preliminares, sin desnudarnos… ya estaba dentro de ella,
embistiéndola contra el sofá. Ella con las rodillas apoyadas recibiendo mis
embestidas, con golpes secos y encendidos desde atrás. Con su falda en su
cintura, sus bragas bajadas hasta los muslos y mis pantalones en los tobillos ella
recibía toda mi lujuria con entereza y por ahora sin apenas gemir. Eso sí, estaba
bastante más abierta y mi polla había entrado con más facilidad que otras veces a
pesar de los nulos preliminares. Aquel no iba a ser un polvo más.

En mis enrabietadas acometidas había mucho de lujuria, pero también
bastante de resquemor porque allí se hablase de Edu solo cuando ella lo permitía,
y también mucho de orgullo herido porque se vistiera para él, cosa que nunca
había hecho para mí. Tampoco ayudaba a mi enfado que ella no gimiera.

No tardé en inclinarme y susurrarle al oído:

—Me gusta mucho tu falda y toda tu ropa nueva. Seguro que te miran
mucho en el despacho.

María no se inmutó. No volteó la cara. Simplemente se colocó el pelo detrás
de la oreja. Como si tal cosa. Recibiendo mis palabras y mi polla con total
dignidad. Como si nada le afectara.

—Seguro que Edu no pierde detalle de tus nuevos conjuntitos de guarra…

Yo me sorprendía diciendo aquellas frases tan burdas, pero ella seguía sin
responder. Sin gemir. Su cuerpo iba y venía al ritmo de mis embestidas y se
agarraba al respaldo del sofá y jadeaba levemente, como mucho, como si su
manera de contraatacar a mis envites físicos y agravios de palabra fuera no
gimiendo.

Yo, a pesar de que no gimiera, sentía su coño perfectamente lubricado y
caliente. Sentía sus muslos y sus nalgas ardientes y sudorosas al acariciarlas… e
insistí susurrándole al oído:

—Pero para pinta de guarra Patricia. Sabes que a guarra no le vas a ganar,
¿no?

Ella seguía en silencio… Yo, volcado sobre ella le desabrochaba la camisa…
le acariciaba el sujetador y se lo bajaba de dos tirones… liberando sus tetazas
para amasarlas con una mano y con fuerza, mientras con la otra la agarraba del
cuello y le decía:

—Además Patricia tiene más tetas que tú. Aún. Y más culo. Su culo es el
doble que el tuyo. Es el doble de mujer que tú…

Mientras le decía eso, la mano que agarraba su cuello fue a sus nalgas para
azotarlas. Le insistí en que su culo era muy pequeño para Edu, que buscaba uno
más grande. Aceleré el ritmo de las embestidas. Se escuchaba mi pelvis chocar
con su culo por la pedazo de follada. Pero ella seguía sin gemir ni responder.

—Seguro que ya se la está follando. Al final ha preferido follarse a ella que
a ti.

Ahí si María respondió. Con una entereza que me jodió. Como si no se la
estuvieran follando, ni apretando las tetas ni azotando el culo. Simplemente dijo
en tono serio y como si nada:

—Pues así todos contentos.

Le agarré del pelo y tirando un poco para que levantara la cabeza le dije:

—Después de todo la ha elegido a ella. Y te jode. Te vistes para él y pasa de
ti… Seguro que ni te mira.

Su respuesta no se hizo esperar. Mostrando por fin, al menos, algo de enfado:

—Cállate y córrete ya, joder…

—¿Ya?

—Sí… Acaba ya, cabrón.

—No, no. Me corro en un minuto, no te preocupes, pero en tu boca.

—Olvídate. Córrete dentro y córrete ya. —dijo tremendamente seria.

Aceleré el ritmo y le tiré más del pelo. Yo no me reconocía pero ella ni se
quejaba, ni gritaba ni gemía. Y cuanto menos sonidos emitía más cachondo me
ponía y más me enfurecía. Sus tetas iban y venían a cada embestida, el sonido de
nuestros cuerpos era atronador, pero ella no es que no jadease es que hasta
mantenía la boca completamente cerrada y los ojos abiertos. Aceleré aun más
con la clara intención de correrme, pero no le iba a dar el gusto de obedecer y
correrme dentro. Me salí justo antes de sentir mi orgasmo y apenas me dio
tiempo a decirle: “Me voy a correr en tu falda de puta que llevas…” y comencé a
pajearme hasta eyacular abundantemente, con los ojos cerrados… sentía como
bastantes chorros me abandonaban y aterrizaban sobre su falda de cuero y más
lejos. Uno tras otro fueron brotando aquellos disparos espesos y calientes y ella
ni se inmutaba. Ni se giraba. Ni decía nada. Eché por lo menos seis o siete
chorros y cuando acabé de eyacular abrí los ojos y posé mi polla sobre su falda,
allí donde había más semen, que ya corría hacia abajo sobre sus nalgas. Al abrir
los ojos vi que la había manchado también en la parte baja de la espalda, sobre la
camisa, y además bastante.

Me aparté. Echándome hacia atrás e inmediatamente después María se giró y
se puso de pie. Comprobó donde la había manchado y no le gustó:

—Me has manchado la camisa y es de seda, imbécil, y no sale. Eres un
gilipollas.

Su cara fue de un enfado tremendo. Quizás hasta odio. Nunca en años de
relación me había mirado así. Se quitó la camisa y se llevó la mano al culo pues
el semen se le escurría hacia abajo y con la camisa en la mano y su mano atrás se
fue hacia el cuarto de baño.

Aquella noche ni quise ir al dormitorio. Me tiré en el sofá y dormí allí.
Mientras me quedaba dormido pensaba que aquel polvo había sido raro, bizarro,
rozando lo desagradable… no me había reconocido en absoluto, pero también
era cierto que la manera de llevar las cosas de María vistiéndose así para Edu,
impidiéndome fantasear con él y decidiendo cuando se hablaba de él y cuando
no, me parecía de un egoísmo enervante. Asumía la culpa por aquel polvo
agresivo y grotesco, pero no me confesaba culpable de todo lo que nos estaba
pasando.

En todo el fin de semana no llegamos a hacer las paces. Y lo peor era que
María estaba de cumpleaños el martes y yo no quería llegar a esa noche así. Pero
durante el fin de semana tampoco ella me puso las cosas fáciles, con respuestas
secas y actitud distante.

El lunes fue a trabajar con ropa más discreta, fuera por lo que yo le había
dicho o no. Y el martes volvió a llevar una falda gris nueva y bastante corta y
una camisa que sí que no era nueva. Y llegó el martes y lo que parecía iba a ser
un problema, que era su cumpleaños, acabó por echarme un cable o echárnoslo a
los dos, pues la cena fue genial, de principio a fin. Le di los regalos que además
tenían algunos de ellos bastante componente sentimental… por lo que nos
acabamos fundiendo en un abrazo y un beso y diciéndonos que éramos imbéciles
y que buscábamos problemas donde no los había. Fue una reconciliación
extraña, como si no hubiera de qué reconciliarse a pesar de todo. Como si los
hechos siguieran ahí pero el enfoque fuera diferente.

Esa noche estábamos follando, en misionero, y María, entre sonrisa y
sonrisa, me dijo: “vamos, habla de Edu, que lo estás deseando”. “¿Y tú?”, le
pregunté. Y ella sonrió añadiendo a su gesto un: “pero sin burradas ni
Patricia…”. Aquello produjo que el polvo aumentara en intensidad, deseo,
morbo, lujuria… y acabáramos exhaustos y diciéndonos lo mucho que nos
queríamos.

Durante las siguientes dos semanas María combinó ropa normal con ropa
atrevida en el trabajo, de forma que yo dejé de estar cien por cien seguro de que
se vistiera para él. Por otro lado nuestros polvos a veces eran sin hablar de Edu y
a veces hablando de él, no llegaba a llamarme cornudo pero volvía a aquello de
que Edu sí sabría follarla, que su polla si la calmaría, no como la mía, que estaba
bueno aunque fuera un chulo y demás, y además surgía con bastante naturalidad,
como si estuviéramos perfeccionado cuando tocaba meterle imaginariamente en
nuestra cama y cuando no procedía. Todo parecía normalizarse tanto lo de su
ropa como lo de nuestra vida sexual. A parte de esos dos elementos, María
seguía con su cotilleo sobre Patricia y Edu; seguía sospechando que ya estaban
liados pero decía no poder saberlo a ciencia cierta y, al parecer, Patricia no iría a
la boda, pues aun era una recién llegada en el despacho. Y seguía saliendo con
las chicas algunas noches, a veces más recatada, a veces más atrevida, aunque
nunca llegando al extremo de aquella noche que había salido sin sujetador.

Uno de los temas que quedaban por resolver era qué se habían escrito aquella
noche de la especie de sexo por mensajes. Aprovechando que estábamos de
buenas le volví a preguntar, pero pidiéndole frases exactas y me dijo que no lo
recordaba tal cual, pero sí que la cosa había empezado porque Edu le había dicho
que una vez haciéndolo con Nati había pensado en ella. Que María se había
sorprendido y que le había preguntado qué cosas se había imaginado o qué
estaba haciendo con Nati más concretamente y Edu le contaba… pero que ella
en ningún momento había realmente interactuado diciendo cosas propias si no
que se había limitado a preguntarle a él. Esa confesión me decepcionó un poco, a
la vez que me encajó completamente con cómo era María, la cual le costaba
horrores escribirse guarradas conmigo a pesar de nuestra confianza.

A parte de esto fue muy destacable como había aumentado muchísimo
nuestro amor, por decirlo de alguna manera; que siempre había estado ahí, pero
ahora era más notorio, como si estuviera más liberado; nos decíamos que nos
queríamos con más frecuencia, dormíamos abrazados, nos contábamos las cosas
del trabajo con una comprensión e implicación especial, follábamos hablando de
Edu sin vergüenza… como llegando a un nivel de confianza aun superior a lo
que estábamos acostumbrados.

Y así se fue acercando el día de la boda. Día que yo no sabía si Edu tenía
grabado en su calendario a fuego o ya pasaba total y absolutamente de mí, de
María, y de toda nuestra historia.



CAPÍTULO 50

Dentro de aquella montaña rusa de emociones que habían sido los últimos
nueve meses, María y yo nos encontrábamos en un punto plenamente álgido de
afecto y complicidad. Hasta el punto de parecerme remoto aquello de temer que
ella se colgase por Edu. María era demasiado madura, demasiado mujer como
para verse impresionada por él; podría atraerle más o menos, como a mí muchas
mujeres, pero para que ella sintiera algo más, tal como era, tendría que sentir una
estima o una admiración que no existía.

Con respecto a Edu, por supuesto no me había respondido a mi mensaje y
dudaba de que quisiera seguir conquistando, por llamarlo de alguna manera, a
María, y no dudaba de ello por no responderme, si no porque durante esas
semanas no habían tenido ningún caso juntos, ni reuniones pequeñas en las que
estuvieran los dos, según me contaba María. Y yo tenía claro que si Edu quisiera
podría liar a jefes para compartir casos con ella y, con suma facilidad, convocar
reuniones y verse las caras. Tampoco los jueves en las cervezas parecía mostrar
Edu mayor interés en María. ¿Patricia? de lo que contaba María se desprendía
que era ésta quién iba tras Edu y no al revés, por lo que no me parecía ella la
causante de ese pasotismo de Edu. Me resultaba muy difícil leer a ese chico lo
cual me desesperaba. Yo seguía esperando un nuevo ataque, no me podía creer
que no intentara rematar la faena con María después de todo.

A medida que se acercaba el día de la boda me daba cuenta que era a la vez
lo que menos me apetecía del mundo y lo que más. Por un lado una boda en la
que prácticamente no conocía a nadie, a unos cien kilómetros de casa y con la
tensión que me generaba ver a Edu en persona. Pero por otro la posibilidad de
verlos juntos, de ver si Edu intentaría ahí un último ataque, y digo último porque
me parecía el contexto perfecto; si Edu “pasaba” ese día, sería que se habría
borrado completamente de nuestro juego, su conquista, o como se le quisiera
llamar. Curiosamente a ese respecto yo me veía sorprendentemente tranquilo, me
encontraba tenso, pero bastante bien. Yo me decía a mi mismo durante aquellos
días que si tenía que pasar algo que pasase y si Edu no hacía nada no me
quedaría más remedio que olvidar el tema. Pero es que tras tantos meses
necesitaba un sí o un no. Llegaba con un desgaste psicológico y emocional brutal
y aquello tenía que acabar, de una manera u otra.

La boda sería en una iglesia a las afueras y después el convite y la cena en un
Parador. Unos dormirían en un edificio anexo al propio Parador que era como si
fuera un hotel y otros nos habíamos buscado un hotel cercano. María había
preferido no dormir en el Parador, según ella para no estar “con todo el
mogollón” y a mí me pareció bien.

Afortunadamente el calor había remitido un poco, lo cual era de agradecer ya
que obviamente iría en traje. María, por su parte, estuvo hasta casi la víspera
dudando entre llevar un vestido verde de raso con algo de escote o ir con una
camisa blanca de seda de manga larga y una falda rosa “abullonada” según ella,
cosa que yo no entendía ni que era hasta que la vi. Con el vestido estaba más
potente, con falda y camisa parecía un poco más aniñada. Al final se decidió por
este último look, lo cual por un lado me decepcionó pues pensaba que con
vestido atraería más a Edu por marcar más su figura, pero por otro lado era cierto
que quizás sí estaba más guapa así que con el vestido.

Pero todo pegó un cambio el día de la boda. Llegamos al hotel, me duché, y
mientras lo hacía comenzó a invadirme un sentimiento que empezó por pequeño
hormigueo y acabó por agarrotarme completamente. El agua tibia no me
aliviaba; sentía que estaba ante algo realmente grande, después de tanto tiempo
le iba a ver a él, y le iba a ver a él con ella. En su ambiente, durante horas, con
alcohol por medio, me parecía imposible que no intentase todo aquel día, y solo
de pensarlo la cabeza se me bloqueaba, el corazón me palpitaba descontrolado y
mi polla se me ponía dura.

Dudé en hacerme una paja allí mismo, pero decidí intentar calmarme,
autoconvencerme de que lo que tendría que pasar que pasara. Que yo poco podía
hacer. Que no estaba en mi mano. Ni si quiera en las manos de Edu, si no en las
de María.

Salí de la ducha y entró María a ducharse, me fui a vestir y el calor era
asfixiante, quizás por habernos metido cien kilómetros hacia el interior, a pesar
de ser octubre, me iba a sobrar la chaqueta del traje, y mucho, al menos hasta
que se hiciera de noche.

Decidí no vestirme todavía, tendría tiempo mientras María se arreglaba. Me
tumbé en cama desnudo y escuchaba el ruido de la ducha. Estaba tenso, muerto
de calor, diría que hasta mareado, y con la polla durísima desde hacía largo rato.
Dudé de nuevo en hacerme una paja, pero lo que hice fue entrar en el cuarto de
baño, entrar en la bañera y colocarme junto a María que no se sorprendió de
verme y bromeó porque me quisiera duchar dos veces, si bien los dos sabíamos
que esa no era mi intención. Los dos sabíamos qué pasaba. María sabía igual que
yo de la importancia de aquel día y creo que solo había que verme la cara para
descubrir mi estado.

El chorro de agua, algo más que caliente de lo esperado para mí, caía sobre
nuestras cabezas, cuando mi boca fue a la suya y comencé a besarla con dulzura.
Ella acogía mis besos sin prisa y yo pensaba si aquella boca sería mía y solo mía
por última vez… llevé mis manos a sus pechos y los comencé a acariciar hasta
que sus pezones se pusieron duros y me preguntaba si aquellas tetazas serían
solo mías en aquel momento, pero por última vez. Y mi mano comenzó a
acariciar su coño mientras pensaba si aquel coño se abriría para alguien más que
para mí.

Su mano fue a mi polla, la agarró con fuerza, sin dejar de besarnos y
comenzó a pajearla con lentitud pero marcando los tiempos de tal manera que yo
sentía que podría correrme en seguida. Sobraban las palabras. Ya no hacía falta
que me mirara a la cara. María sabía que yo no podía más. Que mi polla así de
dura representaba siete largos meses con lo mismo en la cabeza. Mi polla le
pedía que descargase aquello y ella parecía entenderlo. Mi mano comenzó a
frotar su coño un poco más rápido hasta escuchar sus primeros jadeos y
estuvimos así unos instantes en los que yo sentía que casi me corría y sentía
también que ella estaba muy lejos de hacer lo propio. Sutilmente ella apartó mi
mano que la masturbaba, como hace siempre que nota que no le he cogido bien
el punto, y llevó una mano a mis huevos y la otra la usó para seguir pajeándome,
mientras nuestras lenguas se fundían en el aire y bajo el agua sin parar.

María acabó el trabajo de una forma impecable, sin dejar de besarme y
apretándome con fuerza la polla antes de mi orgasmo y con un poco más de
delicadeza mientras me corría. Dejando de sacudírmela en el momento justo, y
dejando que mi semen mezclado con el agua impregnasen su vientre. No
dejamos de besarnos en ningún momento mientras me corría, como si por
hacerlo aquello nos uniera más, como si por ello hubiera más unión y
comprensión.

Nos seguimos besando un rato, mientras yo dejaba que el agua limpiara mi
miembro y ella enjabonaba la zona que yo había impregnado, hasta que acabé
por salir de la ducha. Algo más relajado, pero distando mucho de estar tranquilo.

Al rato me estaba poniendo el traje y el calor no cesaba. Miraba de reojo
como se vestía ella y a cada revisión me parecía que se ponía más y más guapa.
La camisa aun siendo suelta, al meterla por dentro de la falda, no podía disimular
sus más que destacables tetas. Además, al ser tan blanca remarcaba más su
moreno, pasando de guapa a radiante. La falda a la altura de la rodilla o un poco
más abajo… con aquellas sandalias de tacón… le hacían unas piernas
impresionantes, finas pero a la vez potentes y femeninas. No se maquilló mucho,
no le hacía falta estando tan morena. Y su melena caía libre por su espalda
dándome la impresión de que nunca había tenido el pelo tan largo.

—Qué guapo estás de traje… —me dijo.

A mí me parecía una broma que ella dijera eso de mí, cuando la que estaba
espectacular era ella. Y recordé, pues tenía el tema permanentemente en la
cabeza, que había dicho más de una vez que a Edu le quedaba bien el traje,
estuve a punto de sacarle el tema, pero lo dejé estar. Por ahora.

Tras ponerme la corbata y, debido a que la habitación no era muy grande,
quedamos frente a frente y no me quedó más remedio que besarla. Los efectos
tranquilizadores de la paja habían casi desaparecido por completo… Ella intentó
que el beso fuera corto, pero yo la retuve para que fuera no solo largo, si no algo
obsceno, no se apartó y llevé su mano a mi entrepierna, sobre el pantalón de
traje, e hice que hiciera un movimiento arriba y abajo sobre mi miembro que ya
palpitaba allí abajo. María acabó por apartarse un poco y sonreír. Mis manos
fueron a su culo, sobre su falda y la miré a los ojos. La quería con locura, pero
ella debió entender otra cosa en mi mirada pues me preguntó: “¿Qué quieres que
haga?”, sin que su mano hubiera dejado de estar en contacto con mi entrepierna.

Ni que decir tiene que la idea de María, así vestida, y minutos antes de
vernos con Edu, arrodillada y sacando mi polla del pantalón… y metiéndosela en
la boca, sería algo brutal para mí, pero me parecía que ya estaba abusando
bastante de su comprensión.

—Quiero que… nada. Que acabes de arreglarte o me meto así vestido en la
ducha del calor que tengo… —le dije antes de besarla.

Llamamos a un taxi que nos llevaría a la iglesia. Mi tensión no es que
aumentase por momentos, si no que ya no podía subir más. Llegaba a cabrearme
conmigo mismo por no ser capaz de dominar mis nervios. Lo curioso es que una
vez llegamos todo fue tan rápido que no tuve tiempo a empeorar las cosas.

Vi a Edu de golpe y no me dio tiempo a reaccionar ni a ponerme más
nervioso. Estaba con un grupo de gente, supuse del despacho y me dio la mano
como si fuera un extraño. Se dio dos besos con María con total sequedad. Ni un
“estás muy guapa” ni ningún comentario jocoso para romper el hielo que se
suele hacer. Seguía muy moreno, para variar, y al haberlo visto con traje por
trabajar así no me resultó diferente a cuando lo había visto otras veces. Era yo el
que me sentía más raro y fuera de sitio. María en seguida saludó más
efusivamente a Paula y demás amigas y yo me pegaba a ella como podía, en una
situación bastante incómoda. Llegaron los novios y María no parecía tener
demasiado trato con su compañero que se casaba, y ya no digamos con la novia,
pero conocía unas quince o veinte personas por lo que se la veía bastante a gusto
y relajada.

No volví a tener a Edu a la vista hasta después de la iglesia, cuando ya nos
habían llevado en bus al jardín del Parador donde habían puesto el convite. Él
seguía con sus compañeros y María con sus amigas, yo intentaba meterme en la
conversación de las chicas a duras penas y sin demasiadas ganas ni gracia.

Fue casualidad que intentando coger un trozo de jamón con un palillo acabé
por cogerlo con la mano, porque resultaba tedioso, y escuché entonces una voz
bastante ronca que dijo: “Mejor así” y me sonrió de forma cómplice a la vez que
seria. Aquello fue la excusa para que yo pudiera hablar con alguien que no fuera
una amiga de María y pudiera salirme un poco de aquel bucle. El hombre resultó
trabajar también en el despacho, pero al parecer no era abogado si no que les
tenía a punto los ordenadores y demás cosas de informática. Se llamaba Víctor y
tenía unos 45 años y físicamente bastante peculiar, alto, delgado, con gafas sin
montura y rectangulares, bastante anticuadas, y el pelo castaño en una coleta a la
vez que tenía unas notables entradas. También llevaba el traje con bastante
menos estilo y empaque que los del despacho, pero no por ello carecía de cierto
carisma; tenía un curioso magnetismo, y una voz rasgada como de haber vivido
mucho. Para mí sorpresa me vi preguntándole cosas algo indiscretas, raro en mí,
y en unos diez minutos le preguntaba sobre su vida, cosa que no suelo hacer.
Tras decirme que había mucha soltera en la boda, pero que a él ligar así nunca se
le había dado bien, le pregunté si había venido solo y me contó que estaba
divorciado y que tenía un hijo que tenía ya veinte años. Mientras yo le daba
vueltas a qué se había referido con aquello de “ligar así”, se propuso una foto de
grupo con los del despacho y yo le pregunté por qué no iba y me dijo serio: “no,
no, no quiero estropear la foto”.

Me quedé observando como se iban colocando para la foto y el fotógrafo
ordenando a la gente de aquí para allá acabó por colocar a María al lado de Edu.

—No ves como nadie me echa en falta —dijo Víctor.

Yo me quedé callado y él prosiguió:

—Bueno, y ¿cómo los ves? Va a ser esta noche, ¿no?



CAPÍTULO 51

Aquella frase me dejó tan bloqueado que no conseguí reaccionar. Como si
demasiadas preguntas juntas me asaltasen. Mientras, el fotógrafo hacía gestos a
las parejas de los del despacho para que nos uniéramos. Al acercarme al grupo
llevé mi mirada hacia Víctor, pero no saqué nada de su cara. El fotógrafo nos
pedía que nos pegáramos más, pero yo casi ni le oía, solo escuchaba mi cabeza
decir “qué sabe”, “por qué lo sabe”, “quién más lo sabe”. Era inequívoco, no
había duda de que su pregunta iba dirigida a María y Edu. Le buscaba con la
mirada mientras Edu y yo flanqueábamos a mi novia. Víctor se llevaba un poco
de jamón a la boca mientras miraba claramente no a mí, si no a María.

A medida que escuchaba el sonido de aquella dichosa cámara sentía que me
derrumbaba por dentro; un derrumbe por indefensión, por sentir de golpe que yo
no controlaba aquella situación. Durante meses me había sentido con el control,
presuponiendo que manejaba yo toda la información, con el único cabo suelto de
que Edu se fuera de la lengua, o de ciertos momentos que María había pasado
con Edu y que yo no había querido forzarla a que me contara. De golpe sentía
que quizás fuera todo lo contrario, y fuera precisamente yo el que había estado
totalmente fuera de juego.

El grupo se deshizo y perdí de vista a Víctor. Tampoco me veía
persiguiéndole por las mesas… La situación había sido extraña, pues su frase
había sido hasta demasiado natural, como suponiendo él que yo sabía que más
gente lo sabía, o que a mi me parecía normal ofrecerle mi novia a un compañero
de trabajo.

La cosa no mejoró cuando nos sentaron en las mesas para cenar. Apenas me
fijé en nuestros compañeros de cena, lo justo para darme cuenta de que no
conocía a nadie y de que María no estaba nada contenta con como había sido el
reparto de invitados. Yo seguía un poco ido; miraba las caras de los compañeros
de despacho de María, la mayoría colocados en otra mesa a unos quince metros,
y me daba la sensación de que todos sabían todo, paranoia esta que dio paso a
otra diferente, casi inmediatamente, y es que comencé a recapitular todos
aquellos momentos, sobre todo de los últimos dos meses, en los que yo no le
había preguntado a María qué había pasado entre ella y Edu.

No tardó mi novia en interrumpir el barrunte de mi cabeza preguntándome si
me pasaba algo. Tras negarle que me pasara nada raro me susurraba que nos
habían puesto en la mesa de los casados, entre comillas, y que lo divertido iba a
estar en “la otra mesa”; alcé la mirada y aquella mesa era la de Paula, Amparo,
Edu y demás. Víctor estaba en otra, y yo sentía que si yo le tenía controlado más
me tenía él a mi. Me insistió en si de verdad no me pasaba nada cuando mi
mente estaba en el mes de agosto, en la segunda semana, un viernes. María había
pasado el día en la casa de la playa de Edu, recordaba que aquel día María me
había contado que Nati había estado un rato con ellos y después se había ido a
estudiar, aquel día mi novia se había puesto el bikini rojo, supuestamente porque
había mojado todos… Después de ducharnos habíamos quedado en que
saldríamos de noche… pero alguien la llamó por teléfono y tras colgar me había
dicho que estaba cansada y que se iba a dormir. Recordaba que aquel día María
había llegado contando que quizás Edu y Nati habían follado en el mar. Fue la
noche que yo había notado que alguien había removido mi cajón de la mesilla…
y había cogido nuestra polla de plástico… y olía a coño…

Por eso, de repente, la mayor de mis inquietudes no versaba ya en quién
sabía qué, si no en qué había pasado aquella tarde de viernes de agosto, en si de
verdad la llamada había sido Edu… en qué conversación habían tenido… y,
sobre todo, por qué yo había sido tan idiota de no preguntarle qué había pasado.

En ningún momento sentí celos. Si no, sobre todo, descontrol.

Me vi obligado a participar de la conversación de la mesa, aparcando
momentáneamente el análisis de aquellos vacíos que después de semanas
necesitaba cubrir. Frente a nosotros estaba una compañera de trabajo de María,
una tal Irene, y su marido, Marcos, un tipo que ya de primeras parecía extraño,
con la cabeza rapada, ambos de nuestra edad, y él no le quitaba el ojo de encima
a mi novia. No me extrañaba lo más mínimo pues su mujer no era nada
agraciada. La miraba de reojo mientras se llevaba el tenedor a la boca, aunque la
conversación estuviera en otro punto de la mesa. Me parecía hasta que le miraba
las tetas que irremediablemente se le marcaban a María bajo la camisa… y volví
a sentir ese morbo al presentir el deseo que suscitaba ella. “Tú también te la
quieres follar… y Edu… y seguramente Víctor…” Me sentía mal cuando en mi
cabeza resonaba aquello, pero no lo podía remediar, igual que no podía remediar
que, junto al hormigueo de aquel morbo, mi polla comenzase a lagrimear sobre
mi calzoncillo al ver el sucio deseo en los ojos de aquel chico.

María, ajena a su turbio acosador, miraba constantemente hacia la otra mesa.
Cruzaba miradas con Edu, o quizás fuera paranoia mía, quizás solo sentía
envidia de no estar allí con sus amigas, o quizás un poco de todo. Mi mente
seguía la mitad allí y la otra mitad barruntando, barruntando el porqué de María
tan cachonda en Cantabria. Antes de aquel viaje ella había pasado otro día con
Edu en la playa, día en el que, según ella, Edu le había dicho que se le marcaba
el coño a través del bikini blanco. ¿solo eso? ¿Solo había pasado eso en no se
cuántas horas con él? De golpe me asaltaban preguntas desordenadas… lo de
obedecer a llevar los bikinis que Edu decía, lo de acceder a escribirle para que
subiera a nuestra casa, aunque después hubiera dicho que no le abriría la
puerta…. Todas aquellas preguntas bombardeaban mi cabeza mientras mis ojos
veían a aquel hombre mirando con lascivia a María y a ésta sin dejar de mirar
para la mesa de Edu.

Recordé otro día más, ya a la vuelta de Cantabria cuando María había
llevado a casa de Edu los bikinis que él había adivinado. ¿Adivinado? ¿Pedido?
¿Ordenado? Y yo, en el sofá, sabiendo que María estaba en la cama
escribiéndose con él… y de nuevo su consolador había apestado a coño de
manera tremenda….

María me sacó de mi obnubilación levantándose un poco para alcanzar una
de las botellas de vino que había en la mesa. El chico rapado se la quiso acercar
y sus manos se juntaron… yo no entendía como María o incluso la mujer de él
no se daban cuenta de cómo la miraba… ¿O María sí se daba cuenta? Ella volvió
a sentarse con una media sonrisa. ¿Se estaba gustando? ¿Le estaba gustando
gustar? Él llegó a disimular tremendamente mal intentar colar su mirada por su
escote. Comencé a imaginar que yo se la ofrecía a él también. ¿Sabría él algo?
Me imaginaba que ante el silencio de todos yo besaba a María, ella me respondía
con lujuria y yo le susurraba que tenía a toda la mesa totalmente cachonda… me
imaginaba que le desabrochaba los botones de la camisa… ella me susurraba que
parase, pero yo le acababa bajando las copas del sujetador… y ella, así, dejaba
de besarme… y el chico podía ver como sus tetazas dejaban sin aire a todo el
salón… Me empalmaba al imaginarlo… me empalmaba al ver como la devoraba
con los ojos.

Una mirada más de María a la mesa de Edu me volvió a la realidad. Llegaba
incluso a molestarme a la vez que me tenía inquieto por el morbo… ¿De verdad
había un juego de miradas allí? La incertidumbre me mataba. Mi mente iba al
acosador, a Víctor, a los vacíos de aquellos meses y a Edu, de nuevo a Edu, al
que yo había elegido desde el primer momento y dudaba si María no lo había
elegido también. ¿Así? ¿Sin más? Sin duda yo tenía aquella boda en mente como
el sitio y momento idóneos para empujarla hacia él, y ahora me planteaba
seriamente si no estaba todo vendido sin necesidad alguna de que yo hiciera
nada. Me lo planteaba e inmediatamente me lo negaba. No podía ser.

Trajeron el segundo plato, el vino bajaba y yo intentaba meterme de nuevo
en la conversación hasta que vi como Edu pasaba cerca de nuestra mesa. El
corazón comenzó a palpitarme con fuerza mientras miraba de reojo si María le
dedicaba una mirada. No se detuvo, fue directo al fondo del salón para
desaparecer escaleras abajo en dirección a los servicios.

María no tardó ni diez segundos en levantarse e ir en la misma dirección.



CAPÍTULO 52

Pronto me di cuenta de que yo no era el único que miraba con detenimiento
como María se alejaba; el chico rapado de nuevo no se cortaba un pelo y,
mientras su mujer se reía con la chica que tenía al lado, él había volteado su
cuello completamente. Mi novia desapareció escaleras abajo, aumentando mis
nervios, que no decrecieron cuando aquel voyeur se giró hacia mí y me miró.
Hizo una especie de mueca al mirarme. No sabía si pretendía decirme “pedazo
de novia tienes” o algo que aun me ponía más nervioso, quizás quería expresar
un “yo también lo sé”.

Afortunadamente apartó su mirada y volvió a su plato. Yo pensaba si
realmente María iba a hacer algo con Edu, si de verdad se habían cruzado
miradas en busca de un encuentro. Pero es que no podía ser… María no era así;
me había dejado la piel en empujarla hacia él durante 9 meses sin aparente
resultado… Empezaba a pensar que el vino y lo de Víctor habían disparado mi
paranoia, pero me vi obligado a averiguarlo. Pocos minutos después yo también
me dirigía hacia los servicios. Busqué a Víctor con la mirada pero no la
encontré. Me sentía con tantos frentes abiertos que no podía poner prácticamente
nada en orden.

Bajé las escaleras y caminé por el pasillo, y recordé aquella vez que en casa
de Edu me dirigía a su dormitorio en silencio mientras él estaba con Alicia, la
pija andaluza… aquella noche en la que supe por primera vez que sabía que
quería llegar hasta el final de todo.

A la derecha había una puerta que era el baño de las chicas y la siguiente
seguramente sería el de chicos. Escuché conversación a lo lejos, en el de
hombres, así que entré con cuidado en el de mujeres. ¿Qué quería? No lo sabía.
¿Qué pensaba que iba a ver? Ni idea. Solo sabía que me temblaban las manos,
que tenía calor, pero sudaba frío de manera insoportable.

Tan pronto abrí la puerta vi a María, sola, que abandonaba el lavabo y se
quedaba en el medio. No parecía haber nadie más.

—¿Te has perdido? —rió.

No sabía ni que decir, me quedé callado. María se miró al espejo.

—¿Se puede saber qué te pasa? ¿No vas al de chicos? —preguntó.

Qué responder a eso. Cuántas preguntas podría hacer yo. Hablé sin más:

—No sé, María… tenemos que hablar.

—¿De qué?

—Pues… de todo… de todo esto.

—¿Qué es esto? Hablar podrías hablar en la mesa, que estás más soso que
yo que sé. Podrías hacer un esfuerzo.

—No, María, de esto, de… por ejemplo… de qué pasó el… creo que el 11
de agosto… en casa de Edu.

La cara de mi novia era de golpe un poema, como un resoplido de hastío que
superaba cualquier palabra desagradable que podría haber emitido. Yo sabía
perfectamente que había sonado como un psicópata.

—No sé, María, hay muchos días que no sé qué ha pasado.

—De verdad, Pablo, por favor, no me hagas esto. Esta noche no.

—¿Qué no te haga qué?

—Venga, yo subo, tu vete al baño… o lo que quieras… —dijo
acercandoseme para irse.

—No, María.

—Que no, qué.

—Que me lo cuentes, que me digas que ha pasado ese día y otros días más.

—¿Quieres que te lo cuente ahora?

—O sea que sí que han pasado cosas.

—Yo no he dicho eso. Por favor, ya está bien. Déjame pasar.

Me aparté un poco. No podía decirle que sabía que Edu había acertado lo de
los bikinis sin descubrirme. No podía preguntarle si Edu le había mandado una
foto de su polla sin descubrirme… Lo único que podía espetarle era que había
olido aquella polla de plástico tal o cual vez y la había descubierto, pero me
parecía que montaría en cólera y se cerraría en banda.

—¿Qué te pasa Pablo, de verdad? —dijo al acabar de cruzar el umbral de la
puerta y en tono más conciliador.

—No me pasa nada. Solo veo las miradas que vas echando.

—¿Qué miradas? ¿Qué dices?

—Nada, es igual. Déjalo.

—¿Y las miradas que echas tú?

—Qué dices, María.

—Cómo que qué digo. A Paula. Que se le marca el tanga a través del mono
ya lo vemos todas, no hace falta que la mires así.

—No la miro de ninguna manera, me parece un contraataque muy cutre lo
que estás haciendo.

—En fin, ¿algo más? ¿algún reproche más tienes qué hacer?

—Pues en Cantabria… porque estabas así de cachonda? ¿Era por él?
Dímelo. Es que no pasa nada. Obviamente yo te he empujado a esto. Es solo que
quiero saberlo y ya está.

—Mira, o estás borracho, o estás otra vez con la mente calenturienta. Creí
que… al haber descargado en el hotel vendrías más tranquilo —. No me gustó
nada que me hablara así.

Mientras hablábamos comencé a oir voces que se acercaban. Al acabar María
aquella frase vi a Edu y a otro chico acercándose. Sin tiempo a reaccionar ni a
responderle a mi novia Edu se puso a su lado y, mientras su amigo pasaba de
largo, dijo:

—¿Te puedo decir algo en privado?

María me miró y dijo:

—Sí, claro.

Me dió la espalda casi inmediatamente. Me dio la sensación de que lo hacía
para joderme.



CAPÍTULO 53

Me quedé allí parado, bloqueado. Edu me miró e inmediatamente llevó una
mano a la cintura de María para invitarla a alejarse un poco. Mi novia se lo
permitió, sin girarse hacia mí.

Me fui por donde había venido con una presión en el pecho. Comencé a subir
las escaleras e irremediablemente volteé mi cabeza y los vi, en medio del pasillo,
hablando, cuchicheando; él mantenía su mano en la cintura de ella.

Sentado de nuevo en la mesa no sabía si cabrearme o morirme del morbo.
Tan pronto me enfurecía la actitud de María como me los imaginaba entrando en
los servicios… y… follándosela… empotrándola a lo bestia contra los lavabos o
María subida a él, siendo ella la que sacara todas las ganas de ser follada después
de tantos meses.

¿De verdad yo no podía hacer nada? ¿Hacer qué? ¿Para qué? ¿Qué quería?

Me sentía mal conmigo mismo cuando deseaba que lo hicieran. Y mal con
ella… aunque no sabía hasta qué punto aquello era justo después de todo. Pero
todos esos sentimientos negativos siempre acababan solapados por el morbo.

Unos pocos minutos más tarde volvieron al gran salón. Hablando. Sin
demasiada complicidad, tampoco de forma distante. María se sentó a mi lado y
no dijo nada. Ni me miró.

La paciencia nunca ha sido una de mis virtudes. Creo que no había pasado
más de un minuto cuando le espeté en voz baja:

—¿Os habéis liado?

No obtuve respuesta. María siguió comiendo, como si tal cosa.

—¿No me vas a responder? —insistí.

—No respondo a chorradas —dijo sin siquiera mirarme.

—No me parece ninguna chorrada. ¿Qué pasa? ¿No ha querido él?

Esta vez sí que me miró. Se la veía sonrojada, ¿el calor? ¿el alcohol? ¿Edu?
¿Mis preguntas? Joder, estaba radiante. Aquella mirada fija, sus labios gruesos,
su piel tostada, su camisa de seda que parecía que iluminaba toda la mesa… el
relieve de sus tetazas bajo la tela… su melena densa y larga… estaba tremenda.

—Lo hablamos mañana. —dijo seca, pero levemente conciliadora.

Pero yo no podía más.

—No puedo María, solo necesito saber si os habéis liado o algo.

Le hablaba al oído con cuidado.

Ella no respondía. Yo insistí.

—¡Por supuesto que no, Pablo! Deja de decir chorradas. —exclamó en un
susurro, intentando ser discreta.

—Pero quieres, ¿no?

—No, no quiero.

—Te lo has imaginado, eso no lo puedes negar. Has imaginado o fantaseado
que… que os liáis. —aquel “os liáis” me sonó tremendamente infantil, sobre
todo porque en mi imaginación yo empleaba palabras mucho más fuertes.

No contestó. Dio un trago a la copa de vino. Estaba cada vez más incómoda.
En el salón había un buen jaleo, un zumbido constante que opacaba nuestra
conversación.

—¿Qué habéis hablado ahí abajo? ¿Por qué tiene que hablar en privado
contigo? —tan pronto lo dije me di cuenta que esa era la pregunta por la que
tenía que haber empezado.

—Por nada. Una chorrada. Ya está, Pablo.

—Eso me lo tienes que decir, María. Aunque solo sea por educación, joder.

Me miró, y me susurró al oído:

—Es una chorrada, Pablo, por favor… —sonó hasta suplicante, casi
mimoso.

—Venga, dímelo…

—Joder… Pablo, nada, una chorrada. Es que no quiero enfrentaros.

—¿Cómo que enfrentarnos?

—Una chorrada, de verdad, me dijo que… que me fuera para su mesa.

—¿Ahora? ¿En mitad de la cena?

—Ya, que es una chorrada.

—Pero a cuento de qué, no entiendo nada.

Aquella conversación había pegado un volantazo que no entendía.

Me acabó contando que él le había dicho que fuera a su mesa, que allí lo
pasaría mejor. Y ella le había dicho que no. Finalmente y tras preguntarle ella, al
parecer Edu le había dicho que yo no le caía nada bien, que era un muermo o
algo similar.

—Menudo cabrón… ¿y qué le dijiste?

—Que ya estaría con ellos en el baile. Contigo y con ellos.

—Joder María…

—Qué…

—¿Y en el baile que vas a hacer?

—Qué voy a hacer de qué. Nada.

—¿Cómo que de qué? No me tomes el pelo… sabes a lo que me refiero…

Nos quedamos callados. Era obvio que me refería a que le provocara durante
el baile… Ella sabía tan bien como yo que aquella era una fecha marcada en el
calendario para aquel juego.

—Y además hay muchas preguntas que quiero que me respondas. —le dije.

—¿Ah si? Pues elige. O me preguntas o… lo otro.

—Las dos cosas.

—No tienes remedio, de verdad. ¿Y yo qué gano?

—Que todo se acaba hoy. Pase lo que pase. —dije serio.

—Eso no es la primera vez que lo dices.

—Esta vez te juro que es de verdad. Todo esto se acaba esta noche.

—¿Qué cuchicheáis ? ¿Tanto os aburrimos? —nos sorprendió el chico
rapado, de pie, detrás de María, posando sus manos en los hombros de ella,
sonriente, haciéndose el gracioso. No sabía si venía del baño o de hablar con
gente de otras mesas. María parecía tan desconcertada como yo.

Miré al frente, hacia su mujer, que visiblemente ebria, no le ponía buena
cara, mientras María se excusaba como podía por nuestra conversación privada.
Y después miré a aquel chico, que antes de retirar sus manos miró
descaradamente al escote de mi novia. A buen seguro, desde su posición, le
había visto fácilmente la mitad de las tetas; llegué a pensar que se había
levantado únicamente y exclusivamente para vérselas.

María cumplió su palabra y no fue a la mesa de sus compañeros. Intenté
mostrar normalidad durante la siguiente hora. Me propuse controlarme hasta que
empezara la música. Me asaltaban muchas preguntas que hacerle a María, pero
sentía que debía elegir las precisas para no agobiarla, y soltarlas en el momento
adecuado. Si ella me iba a responder con total sinceridad y cómo y hasta qué
punto iba a acercarse a Edu yo no tenía ni idea.

Pero cuando empezó el baile y yo pensaba que María podría volar libre hacia
su grupo de amigos, y consiguientemente hacia Edu, sucedió algo inesperado: el
hombre rapado de la mesa comenzó a hacerle un marcaje que apenas la dejaba
interactuar con los demás.

Desde la barra contemplaba como aquel chico no le daba tregua;
visiblemente borracho le hablaba al oído a María mientras Edu, Paula, Amparo y
demás gente disfrutaban a pocos metros de ellos.

Pero no estaba solo en la barra; Víctor parecía vigilarme. Me saludó con la
mirada y yo no supe si acercarme. Su aspecto desaliñado parecía chocar algo
menos ahora que la gente se iba soltando, pero seguía sin pegar demasiado con
el ambiente. Yo miraba a María que se reía timidamente medio acosada por
aquel chico que, sin chaqueta y con la camisa remangada, lucía un par de
tatuajes que le daban un aspecto ciertamente macarra. El contraste entre María,
que en tacones era de su altura o incluso más alta, su esbeltura, su clase, y él,
bajo pero ciertamente ancho y musculado, rudo, era impactante.

Presentí que Víctor se me acercaba, le miraba de reojo. Se situó a mi lado.
Nos quedamos en silencio. Quizás pasó hasta un minuto hasta que dijo:

—A este paso… no va a pasar lo esperado.

Intenté hacerme el loco como pude. Siguieron los silencios. Mi incomodidad,
por él. Por lo que podría saber. Por todo… Me llegué a pedir otra copa más.
Hasta que llegamos a entablar una conversación sin sentido e irrelevante. Y de
nuevo otro silencio. Finalmente dijo:

—Ese no sabe nada, claro. Por eso lo intenta.

—¿Qué intenta? Si está su mujer por aquí. Hemos cenado en su mesa.

—¿Irene? Esa estará borracha por ahí, estará vomitando en el baño o vete a
saber donde. —dijo serio y en un tono tremendamente despectivo.

Tras otro silencio y apoyado en mi embriaguez, me armé de valor:

—Hablando en serio…. ¿No me vas a decir qué sabes? ¿O quién lo sabe?

—Jajaja, disfruta, hombre. Anda que cómo se la acabe follando ese…
Marcos creo que se llama… ¿Te lo imaginas? ¿Te pondría también?

Sentí como si me estuvieran apuñalando, pero lo increíble era que aquella
puñalada lo que más me producía era un morbo terrible…

—¿Te estás dando cuenta, no? —preguntó.

Yo no sabía qué hacía hablando con él una vez parecía claro que solo estaba
jugando conmigo, pero por algún motivo no le cortaba.

—¿De qué?

—De que no te mira a ti para que la rescates.

Era cierto. María buscaba permanentemente con la mirada al grupo en el que
estaba Edu. Si miraba directamente a él no lo sabía. Cosa que Víctor sí suponía.
En aquella dirección un grupo de unas diez personas bailaba y se reía sin perder
demasiado la compostura. A parte de las miradas de mi novia era destacable
como Paula y una chica tirando a pelirroja revoloteaban alrededor de Edu sin
cortarse lo más mínimo. Era cierto que a Paula se le transparentaba un poco el
culo bajo el mono que llevaba, pero poco tenía que hacer ante la pelirroja que
aunque un poco delgada, se la veía bastante más guapa y con bastante más gracia
y en un vestido rojo que llamaba ciertamente la atención.

Le pregunté a Víctor quién era toda aquella gente mientras mi mirada iba
hacia María que ya llevaba un largo rato aguantando los susurros en su oído, así
como la mano de aquel macarra en su cintura. ¿De verdad aquel cabrón pensaba
que podría ligar con ella? Era de locos teniendo en cuenta que había venido con
pareja y obviamente sabía que María estaba conmigo… pero no dejaba de ser
morboso aquel intento… empecé a sentir ese cosquilleo, ese hormigueo en mi
entrepierna. Era cierto que yo había elegido a Edu, pero empezó a parecerme
bastante morboso que mi novia se dejase querer, o al menos no se deshiciera, de
aquel salvaje tan grotesco…

Víctor me dijo que a la chica de rojo no la conocía, que debía de ser amiga
de la novia. No tendría más de veinticinco años, pero parecía tener claro lo que
quería… y Paula estaba siendo la más perjudicada. Edu le hablaba al oído a la
pelirroja. Marcos le hablaba al oído a María. Parecían dos espejos… Yo
empezaba a ver posible que Edu se liara con la de rojo, y también pareciera que
el loco de Marcos empezara a ver posible liarse con María…

Tomándome otra copa con aquel extraño cada vez alucinaba más con que
María no fuera capaz de deshacerse de aquel rapado; lo cierto era que ella por
momentos se reía y por momentos ponía cara de no estar entendiendo nada, pero
no acababa de alejarse de él. Lo que sí había cambiado era que la chica del
vestido rojo y Edu se habían apartado un poco del grupo y ahora sí,
inequívocamente, la mirada de María iba constantemente hacia ellos.

Comencé a ponerme realmente nervioso en el momento en el que vi que
aquello era inminente. Edu se dejaba hacer y la chica se ponía de puntillas para
hablarle al oído y ya posaba sus manos en su pecho. Y mi mirada fue a María, la
cual estaba tensa, tan expectante como yo. Y lo vi. Lo que pasó lo vi en la cara
de mi novia: apartó ligeramente a Marcos que no paraba de acosarla y sorbió de
la pajita mínimamente mientras, queriendo disimular, veía como las bocas de
Edu y la pelirroja se fundían en una…

Víctor no dijo nada. Yo no dije nada. Y María giró la cara rápidamente hacia
la barra. Buscándome por primera vez en más de media hora. Todo se
precipitaba de golpe. Yo ni era consciente de que aquello podría ser el fin de
todo. Solo estaba alucinado por el gesto de María. Seria. Tensa. Como una
sorpresa soterrada. ¿Decepción? No estaba seguro.

Marcos quiso captar la atención de María con la enésima, seguramente
babosada, en el oído de mi novia, cuando fue Paula quién la cogió de la mano
para bailar. Pronto la estampa consistía en Edu y aquella chica besándose
mínimamente, tampoco sin especial alarde, y María y Paula bailando, y
sonriendo aunque contenidas, una derrotada y la otra desconcertada. Desde fuera
llegaba a ser hasta algo ridículo verlas queriendo llamar la atención, sobre todo
Paula, cuando todos sabían que el foco estaba en otro lado.

—¿Tú crees que se la folla…? —dijo Víctor con un evidente ironía
simultáneamente a que Edu posara su copa en una mesa y se fuera alejando con
la pelirroja a su lado. Hicieron una pequeña parada para que ella cogiera el bolso
y desaparecieron en dirección al jardín. Parecía claro que irían a la habitación
que Edu tenía en el propio Parador.

Paula y María lo vieron perfectamente. Se dijeron algo al oído mientras
bailaban.

—Lo siento, tío. —rió Víctor.

—¿Pero lo sientes por qué..?

Volvió a reírse sin responderme. Por más que gracias al alcohol me atreviera
a hacerle aquellas preguntas, él parecía quedar siempre por encima de mí al
contestar con una sonrisa o directamente una risa ante cada pregunta directa.

Poco a poco me fui dando cuenta que aquello podría ser realmente el fin de
todo. María y Paula bailaban acaloradas ahora algo más cerca de la barra. El
tanga de Paula se le transparentaba tremendamente hasta el punto de poderse
distinguir no solo la forma del tanga si no perfectamente las nalgas… Iba
pidiendo guerra y ni así había conseguido nada… No dejaba de ser sorprendente
que lo hubiera intentado con Edu; María nunca me había dicho nada de aquella
posibilidad. Lo cierto era que si no estuviera con María yo mismo lo habría
intentado con Paula en aquel momento suyo de visible despecho. Pero Paula no
era la única derrotada de la noche, en cierto modo también lo era yo y también
Marcos, que sentado y visiblemente borracho seguía sin quitarle los ojos de
encima a María.



CAPÍTULO 54

Mi novia me buscó con la mirada y yo decidí acercarme, sintiéndome algo
extraño, como si hasta el momento hubiera sido un mero espectador de todo y
ahora me colocara en el centro del escenario, además sentía la mirada de Víctor
en mi nuca.

Cuando llegué junto a ella a punto estuve de chocar con Paula, la cual estaba
muy cerca de empezar a llamar realmente la atención, no solo por su borrachera,
si no por aquel culo más bien pequeño y delgado pero que de cerca parecía como
si no llevara nada por la finura extrema de la tela que debía cumplir la función de
taparlo.

No solo aquello me llamó la atención, si no el sudor en el cuerpo de María,
así como sus ojos brillantes por el alcohol. Yo tenía claro lo que quería, quería
sacar todo lo que pudiera, pero para ello tenía que ganarme su confianza.
Estuvimos bailando un rato, por momentos acaramelados, por momentos más
separados… hasta que nuestras caras se juntaron un momento y nos dimos un
pequeño beso, tras el cual solo me salió un “¿cómo estás?” y ella respondió con
una sonrisa tan encantadora que desvelaba cierta embriaguez. Se separó de mi
para inmediatamente después volver a pegarse y decirme:

—Bueno, se acabó ¿no?

—¿Por qué?

—Porque se fue con la niña.

—Ya… Y te jodió. —dije sin pensar.

—Te jodería a ti. —dijo ella inmediatamente y me besó. Me quedé
sorprendido. Nos miramos. Y nos besamos otra vez. Esta vez ya dejando de
bailar. Un beso con lengua. Caliente desde el principio. Mis manos fueron a su
cintura, y fueron subiendo a medida que el beso se alargaba. Quería acariciar
aquellas tetas aunque fuera sobre la camisa de seda blanca… pero ella me apartó
las manos y cortó el beso.

Estaba encendida, su mirada lo decía todo. Insistí:

—Te jodió, no lo niegues…

Su mirada era retadora. No respondía, pero algo me decía que quería que yo
siguiera hablando. Cosa que hice:

—Ahora se la estará follando arriba. Te gustaría que fueras tú, ¿a que sí? Te
gustaría que te estuviera follando a ti.

María se acercó más. Pegó su pecho al mío. La música iba por un lado y
nosotros por otro. Y yo le susurré en el oído:

—Le está metiendo su pedazo de polla a esa cría. La está matando del gusto.
¿Te acuerdas cuando oíste como se follaba a aquella chica en aquellas jornadas?

María no respondía pero se pegaba más y más. Yo al acabar la frase le mordí
el lóbulo de la oreja y le soplé allí… Todo su cuerpo me pedía que siguiera
hablando.

—Sé que te has masturbado unas cuantas veces imaginando que te follaría…
sé que has usado nuestra polla de plástico pensando en él… vamos…
niégamelo… —le dije antes de besar su cuello.

—Joder, Pablo…

—Qué…

—Nada…

—No, dime.

—Que… me estás matando…

—¿Sí? Pues niégamelo… niégame que te metías ese pollón de plástico
pensando en él…

María respondió cogiéndome las manos y posándolas en sus tetas con
disimulo. Los dos completamente pegados…

—Niégamelo, María… —le insistí en su otra oreja…

—Uff… —gimoteó ella con los ojos cerrados mientas yo sentía sus tetazas
hinchadas bajo la fina camisa que sentí sorpendentemente pegajosa y húmeda…
maldiciendo que su sujetador no pudiera desaparecer.

—Joder, María… casi puedo sentir tus pezones… ¿Se ponen así cuando
piensas en él?

—Mmm… joder… no sé… —dijo antes de besarme de nuevo…
aprisionando mi labio inferior con los suyos, estirándolo un poco para después
soltarlo.

Yo insistí:

—Se que aquella noche que íbamos a salir a tomar algo al final decidiste
quedarte en casa… él te llamó… y te acabaste masturbando… Se que en
Cantabria estabas cachonda porque no parabas de pensar en él… y que… que
aquella vez que os escribisteis mientras yo te comía el coño no fue una
chorrada… si no que te dijo lo qué te podría meter y solo de pensarlo te
deshiciste en mi boca…

María se alejó un poco tras escuchar aquello y me miró con ojos llorosos.
Estaba cachondísima y no se cortaba en mostrármelo. Le notaba las tetas más
hinchadas, el pelo más alborotado… era morbo puro; me sentía medio mal al
pensarlo, pero parecía como si hubiera nacido para que se la follaran…

Volví a acercarme. La cogí de las manos. Nos dimos otro beso… Nos
soltamos las manos y su mano derecha fue a mi abdomen y después palpó mi
entrepierna sobre el pantalón de traje. Con disimulo, pero lo sentí como nunca.
Con nuestras caras pegadas le susurré:

—¿Para qué tocas esta polla? Eh… si sabes que es enana…

Mordí su lóbulo de la oreja e insistí:

—¿A qué es enana? Es una mierda de polla. Dímelo.

—Sí…

—¿Sí?

—Sí, lo es.

—¿Querrías que la tuviera más grande? Dímelo.

—Sí…

—¿Cómo la de Edu?

—Sí…

—¿Se la has visto?

—No… Bueno… no

—¿Cómo que bueno no? ¿Cuando se la has visto? —le mordí literalmente
en la oreja y le resoplé de nuevo.

—Mmmm… dios… me envió una foto —dijo estremeciéndose y
haciéndome estremecer a mí… para palparme de nuevo en la entrepierna. Tenía
que estar muy borracha, o muy cachonda, o ambas cosas para por fin reconocer
aquello.

—¿Ah sí? ¿Y como es su polla?

—No sé…

—Vamos… aprieta mi mierda de polla mientras me dices como es —le
susurré, los dos con los ojos cerrados.

—Es… impresionante… —gimió apretándome con fuerza… como si nadie
más existiera.

—¿Sí?

—Sí…

—Y has fantaseado con que te folla con esa polla…

—Sí…

—Joder… María…

—Qué…

—Necesito que te folle… tú tendrías que ser la chica esa con la que está
ahora…

—Ya… —suspiró ella sin soltar mi entrepierna, pegada a mí.

—¿Querrías ser ella? —dije sabiendo la importancia de aquella pregunta.

—Sí… pero estoy contigo…

—Si no estuvieras conmigo… ¿hace cuanto te estaría follando?
Reconócemelo… —dije soltando un botón de su camisa y acariciando su escote.

—No sé…

—Dímelo… María… hace cuanto te estaría follando ese cabrón si no
estuvieras conmigo…

—No sé… uff… —suspiró apretando más fuerte mi polla — pues… desde
el verano…

—¿Sí? ¿Desde el verano te estaría follando?

—Mmm… sí…

—¿Sí? Dimelo. Dime como te follaría.

—Joder… Me llevaría matando a polvos desde… desde agosto.

Abrí los ojos e intenté comprobar si lo que hacíamos era más disimulado que
escandaloso o al revés… No parecía demasiado grave… la gente iba bastante
alcoholizada y no estaba demasiado iluminado. No encontré a Marcos y la barra
me quedaba a mi espalda por lo que resultaba demasiado descarado comprobar si
Víctor nos vigilaba. María soltó mi miembro, nos besamos y yo le susurré:

—Marcos te quiere follar, lo sabes, ¿no?

—Mmm… sí.

—¿Te lo follarías? ¿Si no estuvieras conmigo?

—Mmm… no.

—¿No? ¿Ahora mismo? Con el calentón que… llevas… —le susurré
acariciando una de sus tetas… a la altura del pezón…

—Ufff…

—Qué…

—Que tal como estoy… ahora… si no estuviera contigo…

—Con el calentón que llevas ahora mismo… si yo no existiera… te follarías
a ese macarra…

—Puede ser…

—Joder, María…

—Qué…

—Nada…

Y María dijo entonces algo que casi hace que mi polla explote literalmente.
Sentía que podría correrme solo con rozarme frente a frente con ella…

—¿Quieres que lo caliente?



CAPÍTULO 55

Marcos, Víctor, Paula, aquella chica del vestido rojo… Tras tantos meses
centrado en Edu surgían ante mi aquellas personas prácticamente desconocidas,
ampliando un abanico de posibilidades e incertidumbre. No podía negar que Edu
seguía siendo el epicentro de todo, pero imaginármela calentando a Marcos me
mataba del morbo…

Nuestro calentón no desaparecía, pero volvimos un poco a la realidad. Miré a
mi alrededor y vi como la sala se había vaciado bastante, no quedaban por allí
más de unas veinte o veinticinco personas, la iluminación me parecía cada vez
más tenue y la música más alta. En seguida reparé en que Víctor a penas se había
movido de su sitio, mientas que no conseguía localizar ni a Marcos ni a su
mujer… Esperaba que él no se hubiera ido. Deseaba con todas mis fuerzas que
su mujer no estuviera, pero él sí. Sentía que me merecía eso después de la mala
suerte que había tenido con Edu y la dichosa chica del vestido rojo.

—Parece que no está —le susurré a María de nuevo en el oído. Y le di otro
beso. No sabía qué podría pasar aun aquella noche, no me daba por vencido, y
un sexto sentido me decía que, aunque la cosa no pintara bien, tenía que
mantener a María lo más cachonda posible.

Decidimos ir a tomar una copa a la barra; dejé que María fuera delante de mí.
Bastante borracha, acalorada, sudada… pero aun así elegante y manteniendo la
compostura. Una vez allí me coloqué tras ella y ella pidió al camarero las dos
copas. Se lo tuvo que repetir varias veces, pues no la oía, y aprovechó para
repasarla de arriba abajo… La mirada a su escote fue menos sucia que las que le
había dedicado Marcos en la cena, pero no más discreta… recordé entonces que
ella no había abrochado el botón de su camisa que yo había soltado minutos
antes…

Mientras el chico preparaba las copas pegué mi entrepierna al culo de María
y la abracé desde atrás. Mi pecho en su espalda, y le susurré:

—¿Otro que te quiere follar?

Ella sonrió y llevó una mano a mi nuca para así conseguir besarme. El beso
se hizo húmedo y mi miembro palpitaba, encajado entre sus nalgas, tapadas por
aquella falda que a mi se me hacía un tremendo obstáculo.

Tras el beso miré a mi alrededor. Por allí seguía Víctor, también Paula, pero
ni rastro de Marcos. Pensé en más gente del despacho, y recordé a Patricia.

—¿No es raro que Patricia no haya venido? —pregunté.

—Pues no… no estaba invitada. Si acaba de entrar en el despacho. ¿Por qué
piensas en ella ahora?

—Pues no lo sé.

Cogimos las copas y nos miramos frente a frente. María sorbía de su bebida
y, con aquel botón desabrochado, se veía el nacimiento de sus tremendos
pechos… normal que el camarero no se hubiera cortado.

—¿Sabes que Edu se la ha… eso? —me sorprendió María.

Yo me acerqué a ella. De nuevo nuestras caras pegadas.

—¿Que se la ha qué?

—Pues que se la ha follado… ¿Recuerdas aquella noche que estábamos en
la cama y le escribimos a Edu de broma para que viniera?

—Sí. —respondí sin querer entrar a debatir aquello de “en broma”.

—Pues esa noche estaba con ella.

—Vamos, que se la estaba follando y nosotros escribiéndole.

—Más o menos…

—Joder… se las folla a todas… —le susurré besándole en la mejilla — ¿Y
desde cuando lo sabes?

—No sé, no hace mucho que lo sé.

Inmediatamente después recordé aquellas semanas en las que María no había
dejado de criticar a Patricia, y a vestir de manera muchos más ligera… entrando
en una especie de competición para captar la atención de Edu. Intenté hablar de
ello sin parecer demasiado descarado:

—¿No te molestó que en el momento que más parecía que Edu iba a por ti
cambiara de objetivo y fuera a por Patricia? —le susurré, colocando una de mis
manos con firmeza en su cintura.

—Fue Patricia quién fue a por él como una loca.

—¿Como una loca o como una guarra? —le dije en su oído subiendo mi
mano hasta rozar mínimamente uno de sus pechos.

—Pues… como una guarra… —susurró ella.

—La chica de las jornadas, la de esta noche, Paticia, Nati… Se las folla a
todas…

—Ya…

—Y a ti no te folla, pero solo porque estás conmigo… —le susurré mientras
intentaba desabrocharle otro botón.

—Shh… para…

Yo retiré un poco mis dedos del botón pero seguí acariciando con sutileza
aquella teta. No me daba por vencido:

—Joder María… Marcos no aparece. Edu se ha ido… Y yo tengo un
calentón…

—Y yo… —gimió ella en mi oído.

—Podrías calentar a Víctor… —dije sin pensar.

—¿A quién?

—A Víctor, uno que me dijo que os arregla los ordenadores o algo así…

—No sé quién me dices… mucho hablas tú por ahí… ah, el informático, el
del pelo sucio.

—Sí… ese mismo.

—¿Al friki ese? Estás fatal. —zanjó completamente.

María se retiró un poco y me dijo que se iba al baño. La vi un poco mareada.
Le pregunté si quería que la acompañara y me dijo que no, que estaba bien.
Pronto me vi solo en la barra. A escasos dos metros de Víctor, el cual parecía
pretender hacer guardia hasta que no quedara nadie. Quizás no eramos ya más de
quince personas. Ni rastro de Marcos, pero, para mi tremenda sorpresa,
aparecieron Edu y aquella pelirroja, como si tal cosa. Ella se fue a junto de unos
amigas y él hacia la barra. La intención de ella parecía clara, y era marcharse con
sus amigas, las cuales se veía que le preguntaban y ella se hacía un poco la loca
y no se explayaba en sus respuestas. Eso era lo que podía adivinar a la distancia
a la que me encontraba. Simultáneamente a que aquel grupo de chicas se
dirigiera a los recién casados para despedirse, Edu se acercaba a Víctor, a poca
distancia de mí, cuando sonaba una música más lenta y en un tono bastante más
bajo.

No pude escuchar sus primeras frases. Me acerqué un poco,
disimuladamente. Hasta que escuché algo suelto:

—Joder con la puta niña… le di con ganas y quería más… —Edu le decía a
Víctor, en un tono serio. Pidió una copa. Ni me miró.

—Bueno, ya sabes como vienen ahora. —dijo Víctor.

Una vez Edu tuvo su copa no se cortó en describir con todo lujo de detalles,
lo que había sucedido. Sin dedicarme ni media mirada, pero siendo plenamente
consciente de que yo lo estaba escuchando absolutamente todo. Ya casi no
recordaba como era él hablando de las mujeres, como había hablado de Alicia, o
como hablaba de María conmigo, de las cosas que le haría y demás, cuando
teníamos un trato más o menos cordial, antes de que se le cruzaran los cables por
algún motivo que yo aun desconocía.

No tuvo problema alguno en contar que se la había subido a la habitación y
que se la había follado sin condón. Que la había puesto a cuatro patas y que ella
no paraba de gritar y que de vez en cuando le decía “ponte algo, Edu ponte algo,
ponte un condón” y Edu la imitaba, riéndose de ella. Dijo que se acabó saliendo
y ella se la había estado chupando un rato, que le daba golpes con la polla en la
cara.. También contó que se había acabado poniendo un condón y que, cuando la
tenía a cuatro patas otra vez, ella le había pedido que se la metiera por el culo…
que él no le había hecho caso y que se había acabado corriendo, y que nada más
correrse, ella le había quitado el condón y se había puesto a chupársela “como
una puta cerda” y le volvió a pedir que se la metiera en el culo.

—Tienes que meterme esto en el culo, ¡tienes que meterme esto en culo!
Jajaja —se reía Edu, representándola.

—Joder qué pesada. ¿Y qué hiciste? ¿Le acabaste dando por el culo? —
preguntó Víctor como si tal cosa.

—Nah… Me acababa de correr y estaba hasta las pelotas de ella. La dejé
que me la chupara un rato más, yo qué sé, por pena, y le acabé diciendo que se
fuera a tomar por saco. —rió.

Víctor no le llegó a reír la gracia, pero parecía entretenido con el relato, y
Edu continuó:

—Qué pesada con el puto culo. Que por cierto hablando de culos hay que
ver como viene Paula hoy, otro culo que viene pidiendo guerra.

—Se le transparenta todo, es verdad. —respondió Víctor.

—Joder si se le transparenta. Esta tenía buen culo también… tetas pocas…
por no decir nada. Joder… tengo unas ganas de comerme unas buenas tetas…
¿Dónde está María?

Al escuchar la palabra “María” casi me da un vuelco el corazón.

—Joder, lo que daría por meterle un buen polvo a María con esas tetazas
rebotando… Hostiá, perdón, que no puedo, que está su novio aquí. —dijo por
primera vez mirándome.

—No me la puedo follar que eres su novio ¿no? —me inquirió Edu a medio
camino entre desafiante y riéndose de mí.

Me sentí otra vez sumiso ante él. Sin saber qué decir. O más bien, sin ser
capaz de decir nada. Víctor le dijo algo al oído mientras yo, bloqueado, no podía
negar que me había excitado de nuevo escucharle hablar así de María…

Ahora no les escuchaba. Temía que hablasen de mí. Y me sentí de nuevo
mal. Me sentí mal porque me excitara que cuanto peor hablara de lo que había
hecho con aquella chica, o cuanto más bruto era al dirigirse a María, yo más me
excitaba. Recordé que mi novia había bajado a los servicios hacía ya un buen
rato. Tenía dos opciones: intentar escuchar lo que decían Edu y Víctor o bajar a
ver si le había pasado algo a María. Opté por lo segundo.

Bajé las escaleras y al aproximarme al baño de las chicas comencé a
escuchar como María hablaba con Amparo con total normalidad. Llegué justo en
el momento en el que Amparo se iba y pude quedarme a solas con María.

No me sacaba de la cabeza la chulería de Edu. En mi mente se cruzaban las
imágenes de él poniendo a cuatro patas a aquella chiquilla que en un principio
parecía recatada. Recordé cómo se había referido a María, lo de comerse sus
tetas… lo de meterle un buen polvo… lo de sus tetazas rebotando… Edu era un
cabrón, un gilipollas insoportable, por no decir un auténtico hijo de puta, pero no
sabía porqué cuanto más desagradable se ponía más sentía que era él. Que tenía
que ser él. Que tenía que proponérselo a María por última vez. Esta vez sí, por
última vez.



CAPÍTULO 56

Me crucé con Amparo que me saludó mínimamente, y entré en el baño de las
chicas. María se estaba retocando en el espejo. No se sorprendió al verme, de
hecho dijo “pasa si quieres que no hay nadie”. Me acerqué. Tenía aquel brillo en
los ojos de estar un poco tocada, pero tampoco muchísimo. No sabía si su
calentón había disminuído, pero el mío todo lo contrario tras haber escuchado a
Edu. Me coloqué detrás de ella. Los dos nos miramos en el espejo. Ella echó su
bolso a un lado guardando lo que estaba usando para retocarse. Pegué mi
entrepierna a su culo…

—Hoy no paras de atacarme por detrás… —sonrió.

—Ya… bueno… Tengo una cosa que contarte.

—¿Ah sí? ¿Buena o mala?

—Pues… ahora que lo dices digamos que son dos, una buena y una mala.
¿Cual quieres primero?

Yo ya colocaba mis manos en su cintura; mitad en su camisa blanca, mitad
en su falda malva. La miraba a través del espejo; aquella mirada tan morbosa,
aquellos labios carnosos, la voluptuosidad de sus pechos… su sujetador
transparentando la camisa, su melena densa y castaña hasta más abajo de la
mitad de la espalda…

—Mmm… la mala primero —respondió.

—Pues… la mala es que la verdad es que ni rastro de Marcos.

—Jaja… bueno no sé si eso es malo o no. Me daba un poco de miedo ese
chico.

—¿Por?

—Pues porque me miraba con una cara de loco que… A parte que jugar con
él sin que nadie se enterase… no sé cómo lo iba a hacer…

—Ya, bueno… Supongo que se habrá ido. Queda poca gente ya.

—Bueno, ¿entonces cual es la buena? —preguntó.

Eché toda su melena a un lado de su cuello para dejar un lado de este al
descubierto, aparté un poco el cuello de su camisa y le di un pequeño beso.
Pegué mi entrepierna a su culo hasta casi obligarla a dar un paso hacia adelante.
Tras un segundo beso le susurré en el oído:

—Pues que ha aparecido Edu otra vez.

—¿Ah sí?

—Sí…

En aquel momento maldije no haber intentado ver su cara al escuchar
aquello.

Sin cambiar de posición llevé mis manos a su camisa, por delante, y
comprobé que había abrochado aquel botón que yo había desabrochado y había
vuelto loco al camarero. Ella posó su mano sobre la mía, como para detenerme:

—No, Pablo… puede bajar cualquiera en cualquier momento.

—Vamos, María, no quedan más de diez personas ahí arriba. Además, si se
acercara alguien se le oiría bajar las escaleras. —lo dije para convencerla de que
me dejara hacer; yo aun no sabía que quería que pasara en aquel cuarto de baño,
y lo cierto era que no le estaba contado ninguna mentira.

Su mano siguió sobre la mía pero me permitió proceder. Desabroché un
botón y acaricié su escote. Ella cerró los ojos un instante y yo continué:

—¿Qué te parece que Edu haya vuelto, eh?

—Pues… no sé…

—¿No sabes? ¿Y si volvemos al plan A… calentar a Edu y no a Marcos…?
—le susurré besándola de nuevo en el cuello. Los dos sabíamos que Edu no es
que fuera el plan A, es que era todo.

—Joder, Pablo…

—Qué…

—Que me matas besándome ahí…

—¿Sí?

—¿Y si te beso y hago esto? —dije besándola en el cuello y desabrochando
otro botón… tras lo cual puse mis manos en sus tetas sobre la ropa, y las acaricié
con algo de fuerza, sobándola más que rozándola.

—Mmm…. para…

—¿Por qué?

—Como venga alguien…

—No va a venir nadie… ¿Quieres saber lo que hizo con la chica? ¿Con la
pelirroja?

—Mmm… puede ser… —medio sonrió.

—¿Te lo cuento?

—¿Y cómo lo sabes?

—Escuché un poco… se lo estaba contando a Víctor…

—¿En serio?

—Sí… ¿Te lo cuento y subes a calentarle?

—Mmm… no sé Pablo, hay gente del despacho ahí. Están los novios, Paula,
Amparo…

—Bueno… y si te digo que… se la folló a cuatro patas y sin condón nada
más entrar en su habitación…

Esto lo dije cruzando la mirada con ella en el espejo. Quizás fueran
alucinaciones mías pero me dio la impresión de que se ponía colorada. No dijo
nada.

Solté un poco su camisa que estaba metida por dentro de la falda.

—¿Qué te parece?

María no dijo nada.

—Se la folló como a una perra… Cuando no hacía ni una hora que la
conocía…

Mi novia siguió sin responder. Pero estaba indudablemente sonrojada.

—Si te desabrochas otro botón te cuento más. —le dije.

María, sin dejar de mirarme a través del espejo, llevó sus manos a su camisa,
y con ojos casi llorosos, y muy lentamente, desabrochó otro botón. Tras hacerlo
abrió ligeramente la camisa… Ya se veían casi completamente las grandes pero a
la vez refinadas copas de su sujetador. Yo continué:

—Está bien. Pues… al parecer, ella le pedía que se pusiera un condón y él
no le hacía caso, hasta que se acabó saliendo de ella y ella comenzó a chupársela
como una loca.

—¿En serio…?

—Sí.

—¿Os dijo eso?

—Bueno, a mi no, a Víctor, pero sí.

Se hizo un silencio. María con los brazos muertos seguía mirándome. Yo
intentaba comprobar hasta que punto mis palabras hacían mella en su cuerpo.
Hasta que punto imaginar a Edu follándose a aquella chica la excitaba… La
estampa de su sujetador a la vista, el pelo a un lado y su camisa casi abierta del
todo era tremenda, pero lo era aun más su mirada, su mirada y aquellas mejillas
que estaban ardiendo.

—Si quieres que siga ya sabes lo que tienes que hacer —le dije.

Ella, visiblemente excitada, y con las manos inseguras, alcanzó a
desabrocharse otro botón.

—Vale. Pues… se la estuvo chupando… se metía ese pollón en la boca… y
él le daba en la cara con… le daba golpes en la cara con su polla…

—¿En serio dijo eso?

—Sí…

—Qué cabrón… de verdad…

—¿Por?

—No sé, no sé como podéis ser así.

—Como es él, más bien…

—Es un… cabrón… tremendo…

—¿Sí?

—Sí…

—¿Y te pone más que sea así?

Se hizo un silencio, tras el cual susurró:

—Es… un hijo de puta… —susurró, diciéndoselo más a ella misma que a
mi.

Las mejillas de María no hacían si no encenderse más…

—Te toca —le dije

Entonces ella llevó sus manos al último botón y yo le susurré:

—Es un hijo de puta… pero te pone… te pone cachonda como nadie…

Lo desabrochó, mirándome, sin responderme, pero sus ojos lo decían todo.
Su torso moreno, tostado, en contraste con la camisa blanca y solo tapado por su
sujetador plasmaban una imagen tremendamente erótica.

Pegué aun más mi pecho a su espalda. Abrí la camisa y puse mis manos
sobre el sujetador. En las copas. Como dispuesto a bajárselas en cualquier
momento. Ella echó su culo hacia atrás. Buscando el roce con mi entrepierna con
su movimiento.

—¿Y qué… más? —preguntó en un ronroneo.

La empujé un poco. Aprisionándola contra el mármol que rodeaba el lavabo.
Tiré un poco de su pelo y besé su cuello.

—Pues… Se puso un condón y se la volvió a meter a cuatro patas… ¿Qué te
parece?

Ella no respondió, pero llevó una de sus manos a mi nuca y la otra a mi culo.

—Se la estuvo follando así un rato y ella comenzó a pedirle que se la
metiera por el culo.

—Joder… —susurró ella, tan cachonda como sorprendida.

Llevé mis manos a su espalda… Por dentro de su camisa. Me sorprendí de lo
sudada que estaba su piel. Mis dedos llegaron al broche de aquel sujetador que
no tenía tiras y liberé sus pechos con sutileza.

—Pablo… —susurró.

—Qué…

—Cómo nos vea alguien…

—No viene nadie.

Me apoderé de su sujetador y lo posé en el mármol con una mano, mientras
con la otra acariciaba su vientre. Aun sin subir a sus tetas.

—Mira —le dije abriéndole la camisa hasta que se vieran perfectamente la
inmesidad de sus tetas y sus enormes areolas rosadas a través del espejo. La
imagen era tremenda. Impactante. Sus pezones estaban erizados como nunca.

—Ya… —consiguió responder al verse tan expuesta… en un sitio público.

—¿Te imaginas que te folla así… como se la folló a ella? —dije
acompañando mi frase con un movimiento adelante y atrás.

—Joder Pablo…

—Que te folla así, eh… —repetí, esta vez acariciando con suma delicadeza
una de sus tetas… —¿Crees que se la folló así o más fuerte?

—Más fuerte… —respondió inmediatamente.

Con una mano rozaba sutilmente uno de sus pechos, solo con la yema de mis
dedos,con unas caricias mínimas, erizando su piel… su pezón se ponía duro y yo
disfrutaba de aquel tacto increíble… de su areola extensa… me moría por
acariciarla con más fuerza, pero sabía que aquello la excitaba más. Con la otra
mano la sujetaba por la cintura, como si me la estuviera follando. Como si fuera
Edu quien se la estuviera follando.

Proseguí:

—¿Sí? ¿Más fuerte? Seguramente se la folló a lo bestia, hasta que se corrió.
Eso dijo, que se corrió con el condón, pero dentro de ella. Imagínate como
gritaría esa chica…

—Joder…

—¿Te imaginas a Edu corriéndose d

—¡Jodeer… !entro de ti y gimiéndote en el oído? —le susurré al tiempo
que seguía acariciando su teta y seguía haciendo como que me la follaba,
encajando mi miembro entre sus nalgas.

—¿Te lo imaginas eh? Corriéndose dentro de ti mientras gime… y susurra
que eres una perra…

—¡¡Joder, Pablo…!!

—¿Qué?

—¡Dios…!

—Imagínate que te mete esa pedazo de polla y te dice que eres una guarra…
que eres la más guarra y que por eso te tiene tantas ganas…

—¡Uff…! —gemía María, ya con los ojos cerrados.

—Imagínate que vacía sus huevos dentro de ti… mientras…

—¡Joder… Pablo…! —me interrumpió.

—Qué…

—Ufffff… ¡¡dios… fóllame..!! ¡¡fóllame aquí si quieres!!

—¿¿Sí??

—¡¡Síi!!

—¿Es lo que quieres?

—¡¡Sí, joder…!! ¡¡me da igual que nos pillen…!! ¡¡métemela ya…!!

—…Tengo una idea mejor… Subes así, y le calientas… le calientas hasta el
final.

Dejé de moverme.

Ella echó su cuerpo hacia atrás, pero en seguida vió que mi idea no tenía
vuelta atrás.

—No seas cabrón… —suplicó.

Pero conseguí mantenerme firme. Por mucho que me muriera de ganas por
follar con ella… Y comencé a abrochar su camisa. Lentamente.

María, tan seria como sofocada y tremendamente cachonda, cogió su
sujetador, pero le pedí que no, que no se lo pusiera

—¿Estás loco…? ¿Pretendes que suba así?

—Así. Como aquel día en el despacho, como el día en que empezó todo.

—Se me transparenta todo, Pablo —dijo, pero en un tono más dócil.
Nerviosa.

Acabé de abrocharle los botones. La imagen era tremenda. Ya no solo la
silueta de las tetas desnudas, si no que las areolas se le transparentaban
completamente, y los pezones marcaban la tela de manera brutal.

—Joder, Pablo…

—Arriba hay mucha menos luz… Venga, es ahora o nunca. Lo sabes como
yo.

María dudó. Yo insistí. Se giró. Nos besamos. Le acaricié las tetas sobre la
seda blanca y sentí que era casi como tocarla desnuda… la acaricié con sutileza,
pero el beso era caliente… beso que interrumpí…

Nos separamos un poco. Mi lenguaje corporal le decía que no había vuelta
atrás, que no follaríamos en aquel baño, que la idea era que subiera así y le
provocase.

—Qué cabrón… —murmuró.

Consiguió como pudo meter el sujetador en su bolso, que de por sí no era
demasiado grande.

—¿Y qué le digo para… eso… para calentarle? ¿Y hasta qué punto lo
caliento?

—Hasta donde quieras… —Iba a decir “tú ya sabes hasta donde quiero yo”,
pero lo omití.

Nos dimos otro beso, no pude evitarlo. Fue tórrido, caliente, húmedo…
María puso directamente su mano sobre mi polla, que estaba durísima.

—¿Vas a calentarle hasta tocarle la polla? —pregunté en su oído.

—No sé…

—¿Si le llegas a tocar ese pollón podrías parar?

Ella no respondió y yo insistí respirandole en el oído:

—Un pollón de verdad… no esto que coges con dos dedos…

Se apartó. Me miró, y dijo:

—De verdad espero que no nos arrepintamos nunca de esto.



CAPÍTULO 57

Ella subió sola y yo me encerré tras una de las puertas de los inodoros.
Cuando me saqué la polla del pantalón aluciné de lo impregnado que estaba todo
de líquido pre seminal, el calzoncillo no era azul claro, si no que era azul oscuro
en la parte frontal; no había sido consciente de haber estado soltando tanto
líquido… si María estaba la mitad de excitada y mojada que yo, no me quería
imaginar cómo estaría su ropa interior.

Comencé a orinar y me sentí mareado. Pensé que quizás estaba más borracho
de lo que suponía. Borracho y cachondo, como estaba María, borracha y
cachonda… era el contexto perfecto y la permanente sensación de última
oportunidad.

Me la imaginé subiendo sola. A buscarle. A encenderle. A provocarle.
¿Dónde? ¿Cómo? ¿Bailando? ¿En la barra? Deseaba que no quedara casi nadie;
me parecía que María estaba más preocupada porque las amigas la vieran sin
sujetador que el propio Edu. Me parecía que a María le echaba más para atrás la
idea de sus amigas viéndola tontear con Edu que el tonteo en sí.

Subí las escaleras de nuevo pensando en qué me encontraría. Me los
imaginaba bailando, rozándose… él metiéndole mano y ella en un “no, pero sí”
permanente… y la polla se me ponía a reventar y de nuevo mi ropa interior
sufría las consecuencias.

Me sorprendió la poca gente que vi. No estaban los novios. Desde luego
Marcos tampoco, al que ya daba por perdido. Ni Víctor, lo cual me sorprendió
pues pensaba que se quedaría hasta el final, como si fuera el guardián de toda
aquella situación. Mi mirada iba en busca de Edu y María, pero no los
encontraba. Apoyado en la barra veía bailar a un pequeño grupo, que tenía
localizado como amigos de la novia. Un par de personas en la barra. Nada más.
Miré al fondo y vi gente sentada, en dos mesas. Y los vi. En una mesa estaban
Paula y Amparo, algo derrotadas, y en la otra, en la que había cenado con María,
estaban ella y Edu. Ella sentada y él de pie, frente a ella, apoyado contra la mesa.

No estaban bailando. Ni pegados. Pero estaban solos. Y me subió algo por el
cuerpo que me tuve que dar la vuelta rápidamente. Hasta el camarero pareció
sorprenderse. Pedí una copa, por disimular, por agarrarme a algo.

Era lo que quería. Desde hacía meses. Dejarlos solos, pero verlos. Sabiendo
que María haría por calentarle, sabiendo que Edu se la quería follar, y sabiendo
que María había fantaseado con que él se la follaba. Estaban prácticamente todos
los elementos.

Volví a girarme. Seguían en la misma posición. Estaban hablando. Cada uno
con su copa. María con las piernas cruzadas, separados por medio metro. Edu de
pie y ella sentada… le tenía que estar viendo absolutamente todo, tenía que saber
que no llevaba sujetador… tenía que estar terriblemente empalmado viendo
aquello.

Pasaban los minutos y la situación no cambiaba. Amparo y Paula de espaldas
a ellos. Aquel grupo bailando… solo yo les vigilaba. Pero no hacían nada.
Hablaban, pero nada más. Yo bebía de mi copa compulsivamente. Cada vez que
Edu se movía mínimamente pensaba que se iba a acercar a ella. A la enésima
falsa alarma algo dentro de mí me impulsó a ir hacia ellos.

No fui directo, me acerqué disimuladamente, hasta llegar a su mesa,
acercándome por un lado. Llegué a colocarme realmente cerca, a un par de
metros de ellos, que ni me miraron.

Estaban hablando del mojito que tenía Edu; al parecer Paula se lo había dado
porque no le gustaba y Edu estaba dispuesto a dárselo a María. Efectivamente
Edu podía ver el tremendo escote de mi novia y la silueta de sus pechos bajo la
seda blanca. Yo, al estar de lado, no podía, pero Edu, frente a ella, a buen seguro
estaba viendo como se le transparentaban los pezones e incluso las areolas a
través de la camisa.

María acabó por aceptar intercambiar las copas. Para hacerlo se echó hacia
adelante. Edu la miró, pero no dijo nada. Se quejó de que el vaso de ella estaba
goteando y ella probó del mojito. Mirando para él, clavándole la mirada,
fingiendo que yo no existía, y, sobre todo, lo más llamativo eran sus mejillas
tremendamente sonrojadas. ¿Avergonzada? ¿tensa…? ¿excitada?

Cuando acabó de beber se le quedó al lado del labio un trozo casi
imperceptible de hierbabuena o algo que llevaba el mojito. Edu alargó su mano
inmediatamente, dispuesto a limpiarla. Ella se quedó inmóvil, más colorada, y
cuando parecía que ya la había limpiado y retiraría su mano aprovechó la
situación para acariciar sus labios… y su labio inferior.

María acabó por apartar su dedo, sin demasiada brusquedad. La respuesta de
Edu no se hizo esperar. Me sorprendió, pues nos sacó a todos de aquella pequeña
paz.

—¿Qué pasa? ¿No quieres jugar?

María se quedó callada. Y pegó otro trago a su bebida. Yo, ante aquella frase
me sentí violento. La típica frase de él que parece siempre sacada de contexto;
estuve a punto de sacar mi móvil del bolsillo para disimular que les espiaba, pero
era tan evidente, y tan evidente que ellos iban a fingir que yo no estaba que no
hice nada.

Ante el silencio de María, Edu comenzó a provocarla:

—Sabes que te estoy viendo todo… ¿no?

María fingía seguridad, pero yo sabía que no era así. Sus ojos… su cara
acalorada…

—Y yo a ti también. —dijo ella en tono serio, haciendo un gesto con su
mirada hacia la entrepierna de Edu.

Él estaba casi sentado en la mesa. Si se le marcaba la polla bajo el pantalón
de traje yo no lo podía ver.

Edu hizo un gesto como de abrir un poco y cerrar las piernas y acomodó un
poco el pantalón. Se miraban fijamente.

—Cómo es que no hemos hecho nada tú y yo… ¿Eh? —preguntó él.

María no se inmutó, pero yo sentía que cada frase de él tenía un tremendo
impacto en ella.

Mi novia se mantuvo callada hasta que Edu acabó por dispararme las
pulsaciones:

—Por este no será, ¿no? —dijo en clara alusión a mí.

Yo no esperaba una defensa de María, y no se produjo:

—Por este no.

—¿Entonces? —preguntó Edu como si tal cosa.

—Igual es porque no… quiero… No todas van a querer.

—¿Si? ¿Seguro que no hay más explicación?

—No… y porque… cuando puede pasar algo te comportas como un idiota.

—¿Cómo ahora?

—Puede ser…

—Déjate de historias… María… vienes aquí directa a… jugar. —María se
puso aun más colorada — ¿Me puedes decir por qué te has quitado el sujetador y
me estás enseñando las tetas? No soy muy observador, pero a saber que antes no
ibas así, llego.

La tensión era irrespirable. Aunque ella hubiera ido a su encuentro con la
intención de provocarle, sin duda el provocador era él. María intentaba no
venirse abajo.

—Porque tengo calor. —dijo sin ninguna firmeza.

—Jaja. No me jodas… Te sudan las tetas entonces….

María no dijo nada. Edu la estaba acosando, parecía un interrogatorio. O una
reprimenda. Con aquel traje impecable que ni se le había movido en toda la
noche, el pelo medio largo, aquella voz, aquella mirada. La estaba haciendo de
menos terriblemente. A una chica que hace que a cualquiera le tiemble la voz
solo por hablar con ella.

—Igual a mí me está sudando la polla también.

En ese momento empecé a temer incluso que aquel cabrón me delatara.

—No. Tengo calor, pero no me sudan las tetas. —Intentó María reponerse.
Pero su mirada decía lo contrario.

—Levántate. Ponte de pie. —Dijo Edu.

María dio un trago al mojito, descruzó las piernas y se puso de pie. Lo hizo
con extrema lentitud. Pensaba que no lo haría, pero lo hizo. Lo estaba haciendo
por aparentar seguridad, pero daba la sensación de que le salía al revés. Cuando
se quedaron frente a frente, a escasos centímetros, ella posó su copa en la mesa,
a su lado. Y yo pensé que Edu le echaba la boca y se acababa, o empezaba todo.
La tensión era irrespirable. Era una tensión sexual disfrazada de cabreo o de
discusión, pero la discusión era solo una careta de lo que había debajo. Conocía
a María, pero no hacía falta ni eso. Cualquiera que la viera mirarle, que la viera
sonrojarse, sabría que allí podría pasar algo en cualquier momento. Mi novia
giró la cabeza, para localizar a sus amigas, las cuales no estaban. ¿En el baño?
¿Bailando? Yo no lo sabía y María tampoco. No había nadie del despacho.
Estábamos solo los tres, por no decir los dos.

Edu posó su copa con calma… Yo no podía ni respirar… Y puso sus manos
en la cintura de ella…

—¿Para qué quieres que me ponga de pie? Eh. —No sonó creíble su
pregunta. Y menos su exclamación. Toda ella era un flan. Era evidente. Y Edu
no respondió. Y llevó sus manos a un botón de su camisa. María me miró
inmediatamente. No se movió. Yo tampoco. Se me dispararon las pulsaciones.
Me miraba con ojos llorosos. ¿Quería que lo parase? ¿Que le dijera a ella que lo
parase? ¿Acaso que se lo dijera a él? Pero Edu no dio tiempo a más. Le
desabrochó aquel botón… podía verse su pecho palpitar… su escote pasó de
sugerente a brutal; era imposible no explorar aquello… y él no esperó…. coló
una de sus manos por su escote. Creí que me moría. Que se paraba el tiempo.
Con toda la cara. Con toda la mano. La coló dentro de su camisa y le acarició
una de las tetas hasta cogerla entera con la mano. María cerró los ojos. Joder,
cerró los ojos del gusto y yo creía que me moría. Podía sentir lo cachonda que
estaba… Nunca la había visto con aquella cara. Edu no retiraba la mano y su
boca fue a por la de ella. Estaba hecho. La iba a besar mientras acariciaba
aquella excelsa teta, mientas palpaba aquel pezón enorme… pero María se
apartó levemente. Lo justo para que dos pequeños besos de Edu alcanzaran solo
la comisura de sus labios el primero y la mejilla el segundo. A mi me temblaban
las piernas y a cada segundo mi polla soltaba una y otra y otra gota en mi
calzoncillo….

La imagen de él besándole en la mejilla… ella con los ojos cerrados… su
mano por dentro de su camisa cogiéndole la teta… a mi novia… intentando
besar a mi novia… la cara de tremenda excitación de ella siendo acariciada por
él… me mataba de múltiples maneras.

Edu le susurró algo al oído. No lo pude oír. María le escuchaba con los ojos
entrecerrados mientras él, con su mano libre, cogió una de las manos de ella y la
dirigió a su entrepierna, a su polla, sobre el pantalón. El camino de su mano duró
un par de segundos y cuando llegó a su destino María resopló, resopló con los
ojos cerrados al tocarle la polla a aquel cabrón.

Mi novia abrió los ojos mínimamente… mirándome. Me miraba mientras
sobaba una polla que no era la mía y mientras aquel cabrón le acariciaba la teta
hasta hacerla temblar…

Edu la intentó besar de nuevo y ella volvió a esquivarle con disimulo… pero
sin sacar la mano del pollón de él y sin retirar aquella mano intrusa de dentro de
su camisa.

Fueron unos segundos eternos en los que mi corazón se disparó, hasta que
Edu acabó por retirar su mano de su pecho y la hizo retroceder un paso,
sutilmente. Dejando en mi campo de visión su camisa abierta, marcando un
escote que llegaba hasta la mitad de su vientre, sus pechos hinchados… sus
pezones transparentando la seda de manera brutal…. Y ella ahora sí soltó su
entrepierna y se quedó de pie frente a él, como esperando su siguiente susurro,
su siguiente movimiento… su siguiente ocurrencia.

Los pezones de María se podían ver a metros de distancia. Sus mejillas
coloradas eran un poema. Su pelo algo despeinado… todo ella era una bomba
contenida, una bomba a punto de explotar.

Volteó un poco su cara y yo seguí su mirada y no vimos a sus amigas… De
vuelta sus ojos en Edu, éste le cerró ese botón de la camisa que había
desabrochado y le agarró la otra teta con algo de fuerza… sobre la camisa, algo
extraño, y le dio una pequeña bofetada en la teta. María no dijo nada. Y lo volvió
a hacer. Al hacerlo la teta le bailaba dentro de la camisa, sus pezones se erizaban
más si cabe, María se sonrojaba más y yo sentía más y más que no podía con
aquella presión. No sabía si era morboso, bizarro, humillante o ridículo… pero
María no cambiaba el gesto, no cambiaba su gesto de estar cachonda…
seguramente aquello le hacía sentirse más cachonda, quizás por sucia, quizás por
lo grotesco de la situación, quizás precisamente por no negarle nada, como tantas
otras.

Edu estaba en su terreno, estaba claro, y no iba a parar, tras aquellos dos
manotazos le apretó aquella teta con algo de fuerza… María emitió un suspiro,
un quejido con un componente no morboso… si no directamente sexual… y él
dijo:

—Mira como me pones la polla…

María miró a su entrepierna y volvió a mirar hacia atrás.

—¿Por qué no me la colocas, eh?

Ella no respondió. Pero él seguía forzando la máquina. Le insistió, le dijo
que tenía la polla hacia abajo, y que le molestaba, que la quería tener hacia
arriba. Yo creí que María me miraría, que quizás me volvería a pedir permiso
con la mirada… pero no lo hizo… Se volvió a acercar y posó de nuevo su mano
entre sus piernas. Hizo un pequeño gesto, como para moverla hacia arriba.

—Como no metas la mano por dentro… —dijo él tremendamente serio,
como si estuviera hablando con una cría.

María se pegó más, para así disimular y taparle con su propio cuerpo y llevó
allí su otra mano, para entre las dos maniobrar. Le iba a meter las manos por
dentro del pantalón. Puso una mano en su abdomen y Edu se recostó un poco.
María iba a colar su mano y agarrarle la polla en pocos segundos… Creí que Edu
me miraría, que con su mirada me diría “tu novia está a punto de cogerme la
polla, y tú mirando como un imbécil”, pero mirando más allá de María dijo:

—Shh… suéltame la polla anda, que vienen tus amigas ahí.

María se sobresaltó. Ni si quiera volteó la cara. Simplemente retrocedió un
par de pasos y rápidamente se cerró otro botón y se echó el pelo hacia adelante,
para tapar sus tetas… Vi como Paula y Amparo, visiblemente borrachas y
claramente ajenas a todo, se aproximaban. María metía un poco la camisa por
dentro de la falda en la zona que se le había salido un poco, pero sin descubrir
que se estaba recomponiendo.

Yo no sabía si maldecía aquella interrupción o si agradecía que aquello
parara. De nuevo los sentimientos encontrados más absolutos… Es que Edu era
tan hijo de puta… como le hablaba… y verla sometida así, obedeciéndole… me
mataba, pero a la vez me daba tanto morbo que me hacía necesitar más y más.

A duras penas María dijo algo inteligible mientras se despedía de Amparo
que ya se iba. Su cara ardía de forma tan brutal que solo la borrachera de Paula y
Amparo hacían que no se dieran cuenta que algo había pasado, que algo habían
interrumpido. También era escandaloso que no llevaba sujetador por mucho que
se echara la melena hacia adelante. Afortunadamente no dijeron nada sobre eso.
Yo también me despedí como pude… El problema llegó cuando me di cuenta de
que Paula no tenía pensado irse. Pero esa sorpresa se solapó con la siguiente, y
es que propuso que subiéramos los cuatro a su habitación a tomar una última
copa. Estaba casi amaneciendo. Yo aun no podía contener los latidos en mi
pecho. No podía casi respirar. No se me iba de la cabeza la imagen de Edu
colando su mano bajo su camisa y recogiendo una de sus enormes tetas con su
mano mientras ella posaba su mano en su polla. Esa imagen no se me iba de la
cabeza. Tampoco los azotes de Edu después… Hasta que precisamente él me
sacó de mis pensamientos:

—Id Pablo y tú a pedir las copas, os esperamos aquí y vamos a mi
habitación, que es más grande.

Cuando me pude dar cuenta iba al lado de Paula hacia la barra, dejando a mis
espaldas a María y a Edu.



CAPÍTULO 58

Paula me hablaba, pero yo no la escuchaba. En mi cabeza resonaban otras
voces y eran las de Edu, en aquellas frases a María. Aquel chico decía unas
cosas que parecían sacadas de una película, o como si su forma de ligar o de
dirigirse a las mujeres o de provocarlas fuera sacada de un guión pre escrito por
él mismo. Era tan chulo y provocador que parecía un estereotipo. Parecía
imposible que pudiera ser así realmente, que fuera así con la gente de su
confianza.

No podía suponer que a María le cayera tan mal como a mí, pero era
innegable que por momentos le resultaba insoportable. En la mirada de María
había visto deseo al igual que repulsa. Conociéndola, seguramente sintiéndose
culpable por sentirse atraída por él.

En el corto trayecto hacia la barra miré hasta dos veces hacia atrás, para ver
si hacían algo Edu y María, pero de nuevo hablaban sin más acercamiento. Me
preguntaba qué hubiera pasado si sus amigas no les hubieran interrumpido. O
que hubiera pasado si hubieran estado completamente solos… Recordé aquella
mirada de María hacia mí… cuando le palpó la polla… ¿pidiéndome permiso?
¿Pidiéndome que parara aquello? ¿Diciéndome que ella ya no podía parar nada?

Mientras nos servían las copas Edu se alejó de María, en dirección a la mesa
en la que había cenado. Quizás a por algo, no sabía. Y mi novia sacó el móvil de
su bolso y comenzó a teclear. Podía sentir su nerviosismo a metros de distancia.

Nos acercamos con las bebidas y yo ni sabía lo que quería, ni sabía hasta que
punto alteraba todo la aparición de Paula. Esta se dirigía hacia Edu para darle su
copa y yo a María, creí que gracias a eso tendría al menos unos segundos para
que mi novia me contase como estaba, que estaba pasando… cómo lo veía…
Pero no fue posible, cuando me disponía a darle la copa a María, Edu y Paula ya
estaban suficientemente cerca como para no poder hablar en privado. Fue
entonces cuando vi en el móvil de mi novia que me había escrito a mí.

Un mal pálpito me asaltó, pensé que leería en mi pantalla que no podía
seguir, que me pedía que lo parase, que me pedía irnos a nuestro hotel, que me
pedía que no la empujase más hacia él.

No fueron más de cinco segundos, pero eternos, hasta que, apartándome un
poco, cogí mi móvil y leí:

“Por que Edu se comporta como si supiera nuestro juego!!!???”

Me quedé helado. No esperaba aquello. Y no podía disimular aquel
nerviosismo que me recorría todo el cuerpo. Era otro golpe más a un corazón
que ya no podía más.

Obviamente si Edu no supiera lo que sabía no habría actuado así con una
chica con novio. Delante de su novio. En su cara. María por borracha y excitada
que estuviera cayó en la cuenta de que aquello no había sido normal. Ni siquiera
viniendo de Edu. Solo tenía una salida y era recordarle que aquella noche que
habíamos invitado a Edu a subir a nuestra casa él le había preguntado por mí y
supuestamente ella le había dicho que a mí me daba igual. Sin embargo era
cierto que nadie por recibir aquel mensaje habría actuado como lo acababa de
hacer Edu… Y me daba la sensación de que ella lo sabía, que sabía que porque
le hubiera dicho a Edu aquello aquella noche… algo más tenía que haber, algo
más tenía que saber él de todo aquello…

María, con manos temblorosas, mirándome de reojo mientras Paula y Edu
hablaban entre ellos, volvió a escribir.

En aquel momento ya no sabía ni qué pensar. María sonrojada, acalorada,
tecleaba nerviosísima con una mano, y parecía que se le podría caer el móvil en
cualquier momento.

Finalmente me llegó su mensaje:

“Joder…. Voy a matar a Paula!”

Edu puso la mano en la cintura de María y le dijo algo al oído, sin que yo
pudiera ni oírlo ni digerir lo escrito por mi novia. Ella se dispuso a guardar su
móvil en el bolso sin apartar aquella mano.

Y salimos, en dirección al jardín. Los cuatro. María y Edu delante y Paula y
yo detrás. Parecíamos dos parejas, pero la mía, al menos en aquel momento,
desde luego no era María.

Ya había resplandor del amanecer. Caminábamos por un camino de piedras
incrustadas en la hierba. Paula y María intentaban acertar con los tacones de sus
sandalias en las piedras para caminar mejor, haciendo un ruido que hacía pensar
que eran más de dos chicas. Pero lo más llamativo fue que la mano de Edu la
ayudaba en el recorrido, cogiéndola de la mano o de la cintura, alternaba beber
de su copa con socorrerla, no caballeroso ni mucho menos, pero sí atento.
Mientras, Paula, observaba la escena desde atrás, conmigo, los dos en silencio.

Llegamos al vestíbulo del hotel. Llamamos al ascensor. Incluso allí no
éramos cuatro, si no dos y dos. Yo quería, necesitaba, veinte segundos a solas
con María, aunque no sabía para decirle qué.

Entramos en el ascensor y aquella luz artificial nos deslumbró. El ambiente
era extraño, porque no era festivo. No eran cuatro amigos siguiendo la fiesta.
Había silencio. Los cuatro bebimos de nuestra copa. Durante los tres pisos de
subida busqué a María con la mirada y finalmente la encontré. Tenía la mirada
encendida, a la vez que llorosa. Estaba nerviosa. Había pasado un tiempo desde
aquel magreo de Edu, desde que le había acariciado la teta e intentado besarla,
pero no parecía haberse recompuesto de aquello. Sus mejillas seguían
encendidas y su pelo revuelto como en el momento justo que había sido
sorprendida por sus amigas. No sabía si su mente ahora pensaba más fríamente,
pero lo que eran las señales de su cuerpo, eran las mismas que durante aquel
ataque de Edu.

María intentaba ocultar sus pechos hinchados y desnudos bajo la camisa con
su pelo, pero uno de sus pezones atravesaba la camisa y separaba su cabello,
sobresaliendo… aquel pezón la delataba, pero también lo hacía su mirada y
aquel calor que no podía disimular. Y hasta daba la sensación de que ella misma
sabía que estaba proyectando un sofoco que la revelaba más desnuda que la falta
de sujetador.

Las puertas se abrieron y de nuevo los tacones hicieron un ruido atronador.
Llegamos a la puerta de la habitación de Edu y me empecé a poner realmente
nervioso. Muy, muy nervioso. Edu entró. Entró María. Entré yo. Una habitación
normal. Un baño a la derecha y después una mesa alargada frente a una cama.
Muy desordenada. La cama deshecha. Cuando sentí algo a mí espalda. Era
Paula:

—¿Puedes venir un momento?

Yo no entendía nada. Paula salió de la habitación y yo avancé ese par de
metros hasta encontrarme con ella en el pasillo.

—Ven un momento que te quiero dar una cosa. —dijo tan seria como
borracha.

—¿Darme qué? —pregunté.

Paula comenzó a caminar y yo instintivamente arrimé la puerta de la
habitación de Edu. Le volví a insistir que qué quería, que qué me iba a dar,
mientras ella rebuscaba en su bolso para sacar una llave y abrir una puerta a unos
cuatro o cinco metros de la de Edu. Entramos allí. Paula cerró la puerta tras de
mí y de nuevo su culo muy mínimamente tapado por aquel mono tan fino y
aquel tanga diminuto pasó por delante de mí.

Se sentó en la cama y comenzó a sacarse las sandalias.

—Bueno. Dime. —le dije ya bastante desesperado.

Paula parecía no querer escucharme. Suspiró al dejar libres sus pies. Y, con
un evidente mareo, se recostó sobre la cama antes de decir:

—Déjalos.

—¿Qué? —solo alcancé a decir.

—Que los dejes. Que no la presiones más. Que hagan lo que tengan que
hacer y así os lo sacáis de la cabeza.



CAPÍTULO 59

Su frase me provocó una punzada en el estómago. No solo por revelarme que
sabía mi juego con María si no por ese juicio de valor que llevaba implícito. “Así
OS lo sacáis de la cabeza”, o sea no yo, si no también María. Aquella frase era
un golpe duro y yo no la creí con derecho a decirla.

—Que los deje solos –dije en alto aunque realmente lo había dicho para mí.

Paula pareció marearse al haberse recostado y se incorporó rápidamente.
Llegué a pensar que se iría al baño a vomitar.

No me salió preguntarle si estaba bien. Se acabó por poner en pie y correr
torpemente la cortina. Tras hacerlo retrocedí un par de pasos y, mientras ella se
tumbaba en la cama, me sorprendí agudizando el oído, intentando escuchar
cualquier sonido que proviniera de la habitación de Edu. ¿Qué pensaba
escuchar? No tenía ni idea, pero cuánto más afinaba el oído más se me oprimía
el pecho.

Paula se tumbó en el lado de la cama más cercano a la ventana, boca arriba,
medio de lado y se tapó la cara con un brazo como si la luz aun la molestase.
Retrocedí otro par de pasos. ¿Qué opciones tenía? ¿Irme solo a mi hotel?
¿Intentar dormir al lado de Paula? ¿De verdad podría sabiendo que Edu y María
estaban casi en frente? Finalmente el ansia de escuchar algún sonido proveniente
de la habitación de Edu me hizo salir de la habitación de Paula, arrimar su puerta
y caminar infartado y lentamente por el pasillo. Tenía un agujero terrible en el
estómago, la boca seca y un mareo tremendo por el alcohol, me parecía como si
realmente no estuviera allí, como si me estuviera viendo desde fuera.

Llegué a la puerta, que seguía arrimada, tal como yo la había dejado, y la
empujé sutilmente, y en aquel momento deseé, a pesar de sentir un tremendo
pavor, un incontenible pánico, deseé que sí, que María y Edu se estuvieran
entregando a lo que era evidente que sentían… No sabía hasta qué punto, pero
ya a estas alturas, yo, como seguramente ellos, necesitaba ese paso más.

Sin embargo lo que uno desea puede llegar a ser demasiado fuerte hasta
convertirse en casi insoportable, una vez ha tenido lugar.

Crucé el umbral de la puerta y lo vi. En un instante vi toda la imagen. Y fue
un impacto para el que no estaba preparado. María, de pie, con su culo apoyado
contra la mesa recibía con los ojos cerrados los besos y casi mordiscos de Edu en
el cuello, y entrelazaba sus dedos entre la media melena de éste, que también
estaba completamente vestido a excepción de que estaba descalzo y sin la
chaqueta puesta. La otra mano de María estaba sobre el pecho de Edu y las
manos de él manoseaban sus tetas sobre su camisa. Pero lo que me mató de
verdad fue la boca entre abierta de María, una boca que demostraba un gemido
contenido… Sus ojos cerrados, su boca abierta y sus piernas ligeramente
separadas que permitían que la entrepierna de Edu empujara entre las piernas de
ella…

Yo, a dos metros, creí morirme, y no por lo que veía, si no quizás por lo que
era evidente que se venía. Dos, tres, cuatro, cinco segundos en los que siguieron
igual, y ya mi polla comenzó a decirme que no entendía de miedo ni de bloqueo
alguno al contrario que el resto de mi cuerpo.

Y pasó lo que era imposible que no hubiera pasado ya, si es que no había
pasado, y es que los labios de Edu fueron de su cuello a la boca de mi novia, y
ella con los ojos aun cerrados recibió sus labios con ansia. Sí, con ansia, y fue
ella la primera en abrir la boca para recibir con su lengua la lengua de Edu, vi las
dos lenguas tocarse antes de quedar ocultas por sus bocas… El beso era
tremendo, tan tórrido como seguramente deseado. Edu besaba a mi novia en mi
presencia y a mí se me partía el alma al tiempo que no podía apartar mi mirada
de ellos y mi polla daba signos de desesperación.

Edu empujó más fuerte con su cintura, como si se la follara vestida, y ella no
soltó la mano de su pelo y la mano que estaba en su pecho fue a su espalda, pero
fue temblando… demostrando estar completamente superada, demostrando que
seguramente, al igual que yo, quería estar allí, quería que estuviera pasando
aquello, pero a la vez que no lo quería o le daba pánico.

Fue él quien dio por finalizado el beso y volvió a su cuello, y entonces María
abrió los ojos mínimamente, pero lo suficiente como para atisbar mi presencia.
Con su cara girada hacia mi facilitaba que Edu la siguiera besando y
mordisqueando el cuello a la vez que me clavaba una mirada llorosa… No era de
sorpresa. Parecía que su estado de excitación hacía que no pudiera sentir nada
más. Finalmente susurró:

—Pablo… por favor… vete…

Me quedé petrificado.

La mirada clavada de María sobre mí no duró más de un par de segundos,
pues un pequeño mordisco de Edu la obligó a cerrar los ojos. Y aquel cabrón no
pudo fingir más que no se había enterado de mi presencia, y le susurró en el
oído, aunque se pudo escuchar nítidamente: “Déjale… que mire y se haga una
paja…” Tras decir eso abandonó el cuello de María para mirarme y dijo:
“Aunque más bien parece que se va a poner a llorar”.

Edu se retiró un poco y comenzó a sacarse la corbata y la camisa, y María
aun más sonrojada y con un tenue hilo de voz insistió:

—Pablo, por favor, vete… ya hablaremos…

Yo, de nuevo, como en el pasillo, sentía que no era yo exactamente, que no
era dueño de mis actos, como si no estuviera realmente allí. Conseguí retroceder
un paso, pero tras darlo, Edu se acercó de nuevo a María y encontró rápidamente
la cremallera de su falda, y en dos segundos esta había caído al suelo, anudando
sus sandalias. Las piernas largas de María salieron a la luz, imponentes de por sí
y más al estar subidas a los tacones. Y también había salido a la luz el torso
perfecto de Edu, con los pectorales perfectamente delineados y el vientre
marcado. Moreno como nunca, con los brazos fuertes, con aquella mirada
clavada en María, entendía porqué casi ninguna le negaba nada.

Las manos de María se agarraban a la mesa. Sin saber qué hacer con ellas,
sin saber qué hacer en general o sin atreverse. Miraba al torso de Edu a la vez
que no lo quería mirar, a veces desviaba la mirada y casi resoplaba, nerviosa,
terriblemente nerviosa.

Pero cuando se puso realmente tensa fue cuando una mano de Edu fue a uno
de sus muslos y empezó a subir lentamente. Ella se limitó a cerrar los ojos y se
apreció como sus manos intensificaron su fuerza para agarrar el borde de la
mesa. Edu lo notó, como yo, y retiró su mano en una caricia, y le susurró: “Shh
tranquila…” y ella abrió los ojos y se dieron un pequeño pico en los labios. Edu
le acarició la cara y le colocó la melena a un lado del cuello con hasta algo de
ternura. Yo no sabía si era un papel o si de verdad sentía afecto real por ella.

Después de apartarle el pelo le dio otro pico que mutó en beso y luego en
beso otra vez bastante caliente, un beso largo durante el cual ella no movió sus
manos mientras que las suyas fueron a su camisa y comenzó a desabrochar
lentamente, uno a uno, todos los botones. Al notar ella aquello llegó a poner sus
manos en el pecho y el abdomen de él, palpando su piel, el relieve de sus
abdominales… Y Edu, una vez le abrió todos los botones se retiró un poco y le
abrió la camisa, apartando sutilmente la seda blanca a uno y otro lado de sus
pechos, recreándose en algo que seguramente él tenía en mente desde hacía
tiempo, y era descubrirlas, desabotonar él aquella camisa y contemplar con
calma sus tetas. Enormes, colosales, emergieron, y me parecieron más grandes y
más bonitas que nunca, como si supieran que tenían que, no solo estar a la altura,
si no demostrar una seguridad que el resto del cuerpo de María no estaba
mostrando. Las areolas extensas y los pezones como salidos de su cuerpo
hicieron que hasta Edu se dijera a sí mismo un “joder…” que pudimos oír los
tres.

María en sandalias, la camisa abierta y las bragas, mostraba una imagen
brutal. Y yo me sentí totalmente inferior, recordando aquel pensamiento de
meses y meses atrás que consistía en que yo físicamente no me merecía a María,
que su cuerpo merecía algo más, mucho más. Aunque solo fuera una vez
aquellos cuerpos se merecían, para que hubiera realmente un equilibrio, para que
hubiera un orden natural.

Me iba a ir. Todo aquello era tan morboso como doloroso. Y entendí lo que
me pasaba, y es que ni si quiera los besos habían sido lo más duro, si no el hecho
de verla tan expuesta. Claudicando. Su mirada hacia él, hacia su cuerpo, de
rendición, de no poder ya negar lo innegable, me producía tal mareo que me
obligaba a apoyarme en la pared. Y sentía que no podría soportar el siguiente
paso que dieran.



CAPÍTULO 60

Antes de irme necesitaba una última imagen, una especie de foto de aquel
momento. Algo último que llevarme. Y mis ojos se centraron en María, y
comprobé que el hecho de exponer su torso, sus impactantes pechos, no había
producido en ella la seguridad que yo creía, si no que más bien parecía que se
había ruborizado aun más; y es que ella, a pesar de reconocer la belleza de sus
pechos, siempre había pensado que eran demasiado grandes, y, mostrarlos así,
ante Edu, conociéndole, suponía exponerse a cualquier comentario desagradable
por su parte. Seguro María pensaba que Edu podría hasta reírse de ella por
poseer aquellas tetas tan brutales.

Y es que ella y yo sabíamos que Edu se estaba portando de manera hasta casi
dulce, pero el Edu que conocíamos podría reaparecer en cualquier momento.

María no me miraba porque no me quería allí, y no miraba a Edu porque se
avergonzaba o le imponía demasiado, por lo que miraba hacia la ventana o a
cualquier punto al azar. Aquella incomodidad suya me afectaba especialmente.

Edu pareció darse cuenta y comenzó a besar su escote y su cuello con
dulzura mientras le sujetaba la cara con ambas manos… Susurró un
“tranquila…” y giró su cara mínimamente para volver a besarla… y María
volvió a abrir su boca sin dudar, y volvió a jugar con la lengua de Edu, a fundirse
en la misma saliva, pero sin mover el resto de su cuerpo. Las manos de él fueron
de su cara a su escote, y después a sus tetas… acariciándolas con ternura y
delicadeza, las cogía cada una con una mano, y a veces las recogía y las
levantaba un poco y las dejaba de nuevo caer… también jugaba con sus dedos
sobre sus pezones. Era un Edu más contenido, ni rastro de aquel que se las había
apretado e incluso abofeteado una hora antes… Como si supiera que no era
tiempo de provocar y arriesgarse a estropearlo todo. Ya no. Pues ahora estaba
demasiado cerca.

Me iba a dar media vuelta. Ya estaba. Con esa imagen me quedaría, con la de
ellos besándose y él acariciando sus pechos de aquella forma tan sutil. Y me lo
dije a mí mismo “ya está… se la va a follar”. En un minuto, en diez o en media
hora, pero María no iba a salir de aquella habitación sin haber sido follada por
Edu. El nerviosismo extremo de ella podría ser un impedimento, pero no creía
realmente que ella tuviera ya la fuerza para resistirse a él.

Justo cuando me daba la vuelta Edu cogió una de las manos de ella y la llevó
a su entrepierna. Como en el salón de la boda María posaba su mano sobre su
pantalón de traje. Y vi su cara, su resoplido… “¿De verdad era tan tremenda?”
pensé para mí. Pero para mi sorpresa ella la retiró a los pocos segundos. María
estaba cada vez más tensa, a la vez que la excitación de su mirada no hacía sino
aumentar, como si a cada segundo que pasara se diera más cuenta de que sí, de
que iba a pasar, de que iba a follar con Edu después de todo.

Edu interrumpió el enésimo beso al notar la retirada de María y le susurró:

—Tranquila… no pasa nada… Despacio –mientras, con aun más delicadeza,
llevaba de nuevo la mano de María sobre su polla… y comenzó a ayudarla a que
ella hiciera el recorrido sobre la silueta de su miembro. Palpándolo de abajo
arriba y de arriba abajo… con lentitud, sobre el pantalón oscuro. Los ojos de
María era un poema mientras Edu la guiaba y la besaba en la mejilla.

Comencé a sentir una presión en mi miembro dentro de mi ropa interior
realmente insoportable Y recordé aquella frase de Edu: “déjale que se haga una
paja mirando”. Comencé a sopesar realmente esa idea. Si no lo hacía sería por
vergüenza, o incluso cobardía, no sabía que me podría herir más si una frase de
Edu o una mirada de María.

Me debatía entre los dos extremos: sacármela allí mismo y pajearme o irme.
Sin embargo Edu no me dio tiempo a decidir, pues me sorprendió retirándose un
paso. Lo justo para que María ya no le pudiera ya tocar.

—Desnúdame. Desnúdame tú. –le dijo serio, en una frase algo extraña.

María obedeció y le abría el cinturón, mientras él se dejaba desnudar. Las
manos temblorosas de mi novia intentaban abrirle el botón y bajarle la
cremallera, pero por algún motivo no era capaz. Sus manos temblaban y ella
resoplaba, de nervios, de excitación, de vergüenza…

—Joder, no soy capaz… —acabó diciendo ella mientras seguía
intentándolo.

—Tranquila… no pasa nada… —sonrió él, dócil, hasta cercano. Y le ayudó
hasta que sus pantalones cayeron al suelo.

—Ya está –dijo ella rápidamente.

Él sonrió y le cerró un poco la camisa, lo justo para tapar sus tetas
completamente. Como si hubiera reparado en que al ella descubrir sus pechos se
hubiera puesto aun más nerviosa y quisiera así tranquilizarla. Aunque fuera un
cabrón, tenía sin duda la capacidad de leer lo que estaba pasando, por lo que
estaba pasando ella, de saber cuando acelerar y cuando decelerar.

Edu en calzoncillos marcaba una silueta enorme, pero no sobresalía por estar
claramente colocada hacia abajo. María no miró hacia allí como sí hice yo.

Y entonces Edu fue en busca de su boca de nuevo. Y esta vez no permitió
que los brazos de ella cayeran muertos y sin gracia, si no que guió sus manos a
su culo. Y así con las manos de ella sobre el calzconcillo de él, apretando y
soltando sus nalgas, y las manos de él con dulzura en la cara de ella, se produjo
un bombardeo de besos en la boca, de lametazos en el aire, de pequeños
mordiscos en el labio… Sus besos eran brutales, como eran los ojos cerrados de
María… A veces Edu retiraba su boca de golpe y la lengua de María quedaba
huérfana, y entonces él de nuevo iba a calmarla. A veces los labios de él iban a
su cuello y le susurraba algo al oído y ella apretaba con más fuerza su culo y él
iba de nuevo a invadir su boca con su lengua.

Me iba a sacar la polla ya. No podía más. Cuando Edu se apartó de nuevo,
retrocedió un paso y le dijo:

—María, sácamela del calzoncillo. Sácame la polla.

Mi novia intentó fingir decisión. Hasta intentó fingir que marcaba los
tiempos cuando ya nadie se lo podía creer, y posó primero su mano sobre el
abdomen de él. Y le miró, pero en su cara no había seguridad alguna. El gesto de
Edu era serio, no tan afable como segundos antes.

María llevó sus manos a la goma del calzoncillo y comenzó a bajarlo…
Después de tantas y tantas veces fantaseando con su polla, primero a petición
mía, y después por decisión propia, María iba a encontrarse con aquel miembro
que sabíamos era tremendo, pero que solo habíamos podido imaginar… Y el
calzoncillo bajó más, y más, y hasta casi medio muslo su polla no quedó
plenamente descubierta. Era oscura y tremendamente ancha, aun estando muy
lejos de su plenitud costaría rodearla con una mano… María esbozó un “madre
mía…” que a mí me sonó tremendamente morboso. “Uff, madre mía” repitió
ella, aun sin tocarla, solo admirando aquella monstruosidad…

Edu acabó deshaciéndose totalmente del calzoncillo y llevó sus manos a las
tiras de las bragas de María. Ella llevó instintivamente sus manos también allí,
como para pararle pero sin intención de pararle. Y él comenzó a tirar hacia abajo,
y se produjo algo que me dejó atónito y es que los lados de las bragas bajaban
pero no así la tela que cubría su coño, como si su coño se aferrara a aquella tela
de manera desesperada, hasta que la fuerza ejercida fue tal que por fin se separó
y descubrimos que lo que evitaba que sus bragas se separasen de su coño era una
masa densa y espesa de líquido que allí estaba posado. Y es que fue un hilo de
líquido transparente que nacía en su coño y moría en sus bragas lo que nos
desvelaba que María estaba empapada allí abajo desde hacía tiempo. María se
avergonzó, pero no dijo nada. Edu se recreó, pero tampoco dijo nada. Y yo podía
ver la mancha espesa en sus bragas a dos metros de distancia…

Edu, con las bragas de María en la mano, observaba el coño desnudo de ella,
sus labios tremendamente hinchados que parecía iban a salirse de su cuerpo, su
vello oscuro, recortado lo justo… Y con su mano libre retiró un poco de la piel
de su miembro hacia atrás, y en dos sacudidas su miembro ya apuntaba hacia
adelante. Ya hacían falta más de dos manos para cubrir aquello.

Yo no pude más y comencé a abrirme el pantalón. En pocos segundos bajé
un poco mis pantalones y mis calzoncillos. Edu se pajeaba mirando hacia María,
yo me pajeaba mirando para los dos y ella me miró; esperaba un gesto de
sorpresa, o de reprimenda, pero fue el más absoluto escepticismo.

—Tócame tú, joder, venga. –le dijo a María en una frase dicha a toda
velocidad, con autoridad e impaciencia, al más puro Edu de siempre.

Yo me pajeaba lentamente, mi miembro no estaba completamente erecto por
lo nervioso que estaba…Miraba la polla de Edu y miraba la mía y no sentía
envidia sino que simplemente asumía aquella especie de humillación. Me
pajeaba con dos dedos y podría cubrirla entera con una mano mientras miraba
como harían falta quizás hasta casi tres manos cubrir la de él.

Ante aquella orden de Edu pensé que María le retaría, que fingiría de nuevo
seguridad, que lucharía contra sí misma. Pero no sé si la vencieron más los
nervios o el deseo, así que su mano errática obedeció y se alargó hasta tocar,
agarrar aquello.

Mi novia me sorprendió esbozando, en voz muy baja, un “joder Edu…” Él
no mostró sorpresa por el halago y acariciándole la cara le ordenó que se la
cogiera con las dos manos.

María alargó su otra mano creando una imagen brutal: ella ponía una de sus
manos a continuación de la otra y echaba la piel de aquel pollón adelante y atrás,
cubriendo un glande hinchado y colosal, en cada movimiento. “Madre mía…”
dijo ella, como insistiendo, alarmada por aquel tamaño. Todos sabíamos el
porqué de su inquietud.

—Tranquila, vamos despacio –dijo Edu de nuevo intentando calmarla.

Siguió masturbándole lentamente y él alternaba caricias en su cara con
caricias en sus tetas sobre su camisa con una mano, mientras que con la otra
seguía sosteniendo sus bragas. La paja era lenta y sentida. Su polla comenzó a
crecer hasta el punto de que María ya no podía cerrar su mano para rodearla. Su
miembro comenzó a lubricar de tal manera que pronto se podía escuchar el
sonido de su piel adelante y atrás, adelante y atrás. María miraba para abajo, la
veía un segundo, intentaba poner cara de que no le afectaba, pero
inmediatamente después necesitaba desviar la mirada, hacia cualquier punto.
Hasta que una vez me miró a mí. Y vio mi polla, pequeña de por sí e irrisoria en
comparación… me dio un morbo terrible que ella pudiera hacer ya, por fin,
aquella comparación que me degradaba…

—¿Te vas a tocar para mí…? –le susurró Edu en el oído.

—¿Qué? –preguntó ella. Y él se retiró un poco y ella dio un paso atrás.
Separados, él insistió:

—Tócate… que no te de vergüenza –dijo serio.

Era obvio lo que llevaba implícito aquella frase. Edu sabía que era necesario
que María abriera camino en su cuerpo si quería acoger algo a lo que ella sin
duda no estaba acostumbrada.

María se ruborizó y la respuesta de Edu no fue insistirle de palabra si no que
comenzó a masturbarse frente a ella. A una velocidad mayor de la que lo había
hecho ella. Ciñéndose a pajear más bien la punta de su polla. María de nuevo a
veces miraba y a veces tenía que dejar de mirar, hasta que se armó del valor
necesario para bajar una de sus manos hacia su entrepierna. Allí, de pie,
apoyando su culo contra la mesa bajó primero una mano y después la otra y
comenzó a acariciarse allí, no para calmar aquello si no para encenderlo más. Y
miraba, le miraba a él pajearse. Ambos se clavaban la mirada, admirando sus
cuerpos y su potencial… Ambos se tenían unas ganas incontenibles desde hacía
meses y ahora se pajeaban, cada vez más entregados, se miraban con ganas de
fundirse en uno, en una tensión insostenible, un ambiente irrespirable, un calor
insoportable.

—Eso es… eso es… — dijo Edu — tócate… tócate más… — y tras decir
esto, viendo que María estaba más desvergonzada le abrió la camisa
completamente, a un lado y a otro de sus tetas, en dos movimientos rápidos… y
continuó su paja contemplando como al masturbarse María con el torso desnudo,
sus brazos juntaban sus tetas saliendo estas hacia adelante en una imagen
impactante. Las tetas se movían rítmicamente como consecuencia de los
movimientos de sus manos al masturbarse… María tremendamente sonrojada
abría un poco la boca… casi jadeando, mirando a Edu a la cara a veces, y otras
veces a su polla. Mi novia se hacía una paja tremenda allí de pie en sandalias y
camisa abierta, se impregnaba las manos de su propio coño, se daba placer,
jadeante, admirando el cuerpo de Edu, su cara, su torso y su enorme polla que
era masturbado compulsivamente por él.

—Métete un dedo…métete un dedo ya…

Tras decir esto Edu María comenzó a invadirse lentamente y yo tuve que
dejar de pajearme para no explotar…

—Eso es… eso es… —decía Edu contemplando la maestría con la que la
había embaucado para que le obedeciera, y contemplando la maestría con la que
María se metía uno de su dedos de una mano, mientras frotaba su clítoris con
tremenda celeridad con dos dedos de la otra….

—Joder… —resopló él — Date la vuelta. Joder, date la vuelta. Ponte contra
la mesa.

María se masturbó unos pocos segundos más antes de obedecer. Abandonó
su coño y se dio la vuelta lentamente. Apoyó sus manos en el borde de la mesa y
giró su cara. Hacia mí. Su cara era de entrega total. Y no vi reproche allí. Y
tampoco su cara me pedía ya que me fuera. Tampoco creía que me quisiera allí,
pero parecía que ya no le importaba. Ya solo le importaba una cosa.

—Tócate. Vamos. –Insistió Edu y María permanecía apoyada con una mano
mientras llevaba la otra a su coño.

—Te gusta… te gusta tocarte el coño delante de mí, ¿a que sí? –dijo Edu que
no cesaba con su paja, que no dejaba de echar la piel de aquel pollón adelante y
atrás a medio metro del culo de María.

Ella se masturbaba con los ojos cerrados, con el rostro hacia la pared.

—Mírame –dijo él autoritario — y ella giró su cara y siguió masturbándose
mientras le miraba…

Aquello estaba visto para sentencia. En el momento que Edu quisiera… Por
fin iba a penetrar a mi novia, en mi presencia, y no como un favor, no para
cumplirme una fantasía, si no porque María deseaba totalmente que aquel cabrón
la empalase contra aquella mesa. Tras tantos y tantos meses se la iba a follar.
Edu se iba a follar a María.

—Eso es… María… mírame… Mira lo que te vas a meter…

María cerró los ojos y mordió su propio labio y se entregaba a sus dedos
dándose placer…

Se acercó y siguió pajeándose ya a pocos centímetros de ella que susurró un
“joder Edu…” como si tenerlo tan cerca la asustase. Él recogió un poco la parte
baja de la camisa de ella para destapar su culo y posó allí su polla, sobre una de
las nalgas… dejando que una gota y un grueso hilo de preseminal se posara allí.
Y no contento con eso, usando las dos manos desenvolvió las bragas que hacía
tiempo se encontraban arrugadas en su mano, las abrió y buscando el punto
exacto donde María había dejado aquella mancha espesa se la llevó a su nariz.
Aquellas bragas de seda que tantas veces le había visto puestas, que tantas veces
le había quitado para hacerle el amor, ahora estaban en la cara de aquel cabrón,
que con los ojos entrecerrados disfrutaba del aroma a coño de mi novia, un
aroma que venía producido por el deseo hacia él. Y él lo sabía, por eso no tenía
prisa, por eso ni me miraba, por eso dejaba que María se siguiera pajeando
compulsivamente pegada a él. Durante unos instantes eternos María miraba
hacia atrás y casi cerraba los ojos al ver como él olía su coño a través de sus
bragas y él con una mano las sujetaba contra su nariz y con la otra se echaba
levemente la piel de su polla hacia atrás y adelante buscando que más gotas semi
transparentes manchasen aquella nalga ardiente de mi novia.

Yo pensé que no podría más. A cada segundo pensaba que me marchaba de
aquel habitáculo asfixiante. Por la angustia, por la presión, por el dolor de
imaginarme que se la metía, que se la incrustaba allí mismo. Estaba
prácticamente seguro que no podría soportar ver su cara desencajada por el
placer en el momento en el que Edu la invadiera.

Todo me daba vueltas… parecía realmente un sueño… un sueño en el que
todo sucedía a cámara lenta… hasta que Edu se apartó y dijo serio:

—¿Me pongo un condón?

María dudó un momento. Detuvo su mano y dijo con voz temblorosa:

—No sé…

—¿No sabes? ¿Quieres sentirla sin nada?

—No sé… cómo quieras… —dijo ella de nuevo apocada, como yo no la
había visto con nadie ni la habría podido imaginar.

María le respondía mirando hacia la pared. Sin querer ver lo que se le venía.
Y yo pensé que Edu palparía el coño que se iba a follar primero con sus dedos,
pero no. Puso una de sus manos en su cadera y María cerró los ojos y resopló.
Dándole ya igual mostrarse tremendamente asustada y vulnerable. Edu lanzó las
bragas que cayeron en la mesa, al lado de las manos de María y se agarró el
miembro para dirigirlo.

—Separa un poco las piernas.

María obedeció. Sin girarse. Sin abrir los ojos. Joder, se la iba a follar. Se la
iba a meter a dos metros de mí.

Edu llevó la punta de su polla a la entrada del coño de mi novia… y restregó
la punta por entre sus labios visiblemente gruesos e hinchados…

—Edu, por favor… —rogó María, casi llorando.

—Qué…

—Ten cuidado… por favor… —le imploró.

—Tranquila… —dijo él recogiendo su melena, con delicadeza, hasta
colocarla toda ella a lo largo de su espalda.

María se aferró más a la mesa y Edu soltó la mano de su polla y la posó
sobre el hombro de María. Y así, con una mano en su cadera y la otra en su
hombro. Con María con los ojos cerrados, mirando al frente, mirando a la pared,
agarrada a aquella mesa, con las sandalias de tacón ancladas al suelo y la camisa
abierta, Edu empujó con cuidado pero con firmeza, y a la vez con todas las ganas
acumuladas durante tanto tiempo y la fue invadiendo, ultrajando su interior con
aquella polla enorme y María inició un quejido que mutó en jadeo y después en
gemido. Edu se la estaba clavando, lentamente se abría paso en su interior,
taladraba el coño de mi novia en mi presencia y yo no podía hacer otra cosa que
pajearme lentamente, con mis dedos empapados, y quedarme pasmado mirando
como se la follaba. Sí, se la follaba, le metía la polla hasta la mitad, de una sola
metida, el coño de María acogía aquel pollón con bastante entereza y su cara se
le desencajaba por el placer. “Dioooos….” Susurró María y aquello sonó como
un estruendo en aquella habitación en la que no quedaba ya aire… “Joder…
sigue… sigue metiéndomela….” Gemía ella sabiendo que aquella enorme polla
no tenía fin… disfrutando al máximo de aquel pollón que la llenaba por fin… Y
Edu, con la mitad de su polla clavada en el cuerpo de mi novia me miró, me
miró y dijo:

—Métetela, métetela entera tú —Y María echó su cuerpo hacia atrás,
soltando un “¡¡ahhhh,,, mmmm, jooodeer!!”… hasta clavársela entera, hasta los
huevos. María buscó ella misma clavársela hasta el final y cuando sintió que la
tenía completamente dentro movió su cadera en un círculo completo, degustando
cada centímetro de aquel pollón en su interior… Edu sin dejar de mirarme dijo
“tenías ganas, eh” y María echando el cuerpo hacia adelante hasta descubrir de
nuevo la mitad de su polla dijo “Dioss… joder… síí…” , “¿Te gusta mi polla?”,
“Jodeer… me encanta… Dioos me encanta… fóllame… fóllame así… Edu…
fóllame así…”

Sus cuerpos casi brillantes, morenos, fundidos por fin en uno. La tensión en
los brazos de Edu, sujetándola, imitaban la tensión brutal de las piernas de
María, semi flexionadas, para facilitarle a Edu que se la clavara. Sus cuerpos
húmedos, ya sudados… la cara de placer de María era brutal, jamás la había
visto poner esa cara de gusto… Edu recogió un poco la camisa de María y
gracias a eso yo pude ver como sus tetas caían enormes… y los pezones se
adivinaban tremendamente duros. Tras aquel movimiento María miró hacia
atrás, hacia él y le dedicó una mirada imposible, una mirada no solo de tremendo
placer sino de agradecimiento. Le agradecía con los ojos llorosos cómo se la
estaba follando…

—Tócate… tócate las tetas… —le dijo Edu, dominante y ella obedeció, y
con una mano se sujetaba a la mesa y con la otra se cogía un pecho que apenas
podía abarcar con su mano…

El mete saca era lento, María resoplaba, jadeaba, e intentaba seguir
mirándole pero cuando se sentía plenamente invadida no podía evitar cerrar los
ojos.

Edu dejó de sujetarla para poner sus brazos en jarra y le dijo:

—Estate quieta.

María obedeció, y expectante comprobó como Edu se retiraba un poco…
lentamente… hasta sacar su polla por completo. Aquella polla tremenda salía de
allí empapada, con las venas marcadas, el glande enorme y especialmente rosado
y un líquido espeso comunicaba su punta con el coño de mi novia. Un liquido
transparente que no se sabía si provenía de ella, de él, o de los dos.

Tras sacarla entera, con los brazos en jarra, se la clavó de un solo golpe, y él
resopló un “hmmmm” gutural que se solapó con un “aahhhmmm” tremendo y
gritado por María. Edu la volvió a sacar entera y repitió el movimiento,
ensartándola de nuevo, y de nuevo su bufido contrastó con su chillido. Mientras
lo hacía Edu cerró los ojos y levantó un poco la cara, disfrutando de aquel
momento que tenía mucho de satisfacción y seguramente mucho de victoria.

Y yo no pude más. Era demasiado. Algo que parecía imposible hacía meses
se estaba produciendo, aquel chico se follaba a mi novia delante de mí… Era
ansiado pero a la vez tremendamente insoportable… Tan impactante… tan
doloroso… que me mareé, creo que hasta llegué a perder la consciencia durante
una fracción de segundo… y me di la vuelta y a duras penas conseguí salir de la
habitación.



CAPÍTULO 61

El corazón me palpitaba tan fuerte que pensé que me iba a dar algo. Arrimé
la puerta y me vi en el medio de aquel pasillo, completamente desorientado. Por
algún motivo no quise irme solo al hotel; ni me veía capaz, ni quería afrontar el
mundo real fuera de aquellas paredes.

Fui a la habitación de Paula, entré, y comprobé que no había cambiado de
postura, y vi que pasaban de las nueve de la mañana. El hotel estaba en silencio,
no había movimiento, seguramente porque estaba ocupado en su mayoría por
invitados de la boda.

Me tumbé en aquella cama, al lado de aquella desconocida. ¿A qué? Ni lo
sabía. Sabía que era prácticamente imposible que pudiera dormir sabiendo lo que
estaba pasando a pocos metros.

Me incorporé un poco para quitarme la chaqueta y la corbata y volví a
tumbarme. Hacía calor pero nada comparado con la temperatura de la habitación
de Edu. Y cerré los ojos, y multitud de imágenes se me cruzaban en la mente. La
última imagen, la de él con los brazos en jarra y los ojos cerrados empalando a
mi novia mientras ella gritaba y se sujetaba una teta, sin dejar de mirarle,
agradeciéndole como se la follaba… Su cara, la cara de María de gusto, casi de
éxtasis… jamás la había visto así; parecía que rozaba el orgasmo solo por tenerla
dentro…

Paula notó mi presencia y apartó su brazo de la cara, rodó sobre sí misma,
hacia mí, y su cara quedó frente a la mía. Abrió ligeramente los ojos y dijo algo
ininteligible. Ciertamente me daba igual lo que dijera, hasta que en un segundo
intento y con los ojos cerrados preguntó en un susurro:

—Qué… hacen…

No le respondí. Y cerré los ojos de nuevo. Mi corazón se había calmado un
poco. Mi borrachera sin embargo no parecía haber disminuido, y mucho menos
mi mareo al estar tumbado… E intenté dormir, al menos descansar de aquella
locura… pero durante los siguientes minutos con cada sonido que se escuchaba
en la distancia mi corazón se sobresaltaba. Yo no abría los ojos, pero mi corazón
se encendía. Cada sonido me atacaba, pero no era capaz de discernir si aquello
era un gemido, un grito, un golpe, o ni siquiera nada. Un portazo, el ruido del
ascensor, el crujir de una tubería. Eran sonidos por los que a veces estaba casi
seguro que había sido un gemido de María y a veces pensaba que eran fruto de
mi imaginación. Y no podía evitar imaginar la postura en la que se la estaría
follando, y mi polla palpitaba aprisionada bajo mi calzoncillo y pantalón.

No sabía los minutos que habían pasado, si dormía o no. No sabía si aquellos
sonidos eran reales o no. Hasta que me pareció escuchar un grito que me hizo
abrir repentinamente los ojos, y durante unos segundos me preguntaba si lo
había soñado, pero Paula me lo reveló.

—Jo-der… —dijo en voz baja.

Cara a cara. A escasos centímetros escuchamos un “Ahhmmm”
indudablemente de María… y después otro y otro. Rítmico… Mi polla
estallaba… Yo miraba a Paula. Ella a mí. Los dos sabíamos lo que estaba
pasando… nuestras narices chocaron… y nuestros labios se tocaron. No sé quien
tomó la decisión, si ella, yo, los dos o ninguno, pero al enésimo chillido brutal de
María mis labios besaban unos labios tremendamente secos… unos labios
extraños, un tacto diferente, un olor diferente… Cuando me pude dar cuenta
alguien abrió la boca y nuestras lenguas se tocaron. Nos besábamos lentamente.
Sin especial implicación, sin especial deseo. No me llegaba a sentir mal, sino
raro; y no me sentía mal, entre otras cosas, porque era como que yo no estaba
allí, si no con María y con Edu.

No sé cuantos segundos fueron, quizás un minuto, en el que nos besábamos,
sudados, mareados, oliendo a alcohol, con el sonido de fondo de unos gemidos
de María tan entregados… Qué placer tenía que estar sintiendo para desinhibirse
así, para gritar así delante de Edu, para reconocerle a Edu con aquellos gritos que
la estaba matando del gusto… para reconocerle a Edu que él ganaba, que se la
follaba a ella también, como a una más, como a una guarra más de las tantas que
se follaba, además siendo ella la segunda de la misma noche…

Paula bajó su mano hacia mi entrepierna y yo la aparté casi inmediatamente,
y no lo hice porque no quisiera su mano allí, sino que lo hice por vergüenza,
vergüenza de que descubriera el tamaño casi ridículo de mi miembro… Aparté
su mano y cuando la iba a besar para decirle con el beso que no quería dar un
paso más, pero que llegaba a disfrutar de sus besos, se produjo algo que casi
hace que se me salga el corazón por la boca: Y es que comenzó a escucharse
claramente el sonido de dos cuerpos chocar, a gran velocidad, solapados por más
y más gritos de María. Edu se la tenía que estar follando a lo bestia.

—Joder… la va a romper… —susurró, y yo, con los ojos abiertos miraba a
Paula, que miró hacia arriba. Ambos seguíamos escuchando aquel atronador
sonido de sus cuerpos chocar y los chillidos de María, y Paula insistió, sin
maldad, pero en una descripción soez y poco femenina, y sin ser consciente del
peso de sus palabras en mi: “… joder… vaya polvazo le está metiendo”.

Pero el ritmo de aquel sonido rítmico y brutal aun aceleró más, hasta que
María chilló un “¡¡Aaaaahhhh!! ¡¡Auuuuu!!” tremendo… y yo me incorporé,
dejando a Paula allí, y asustado, mareado y sintiéndome tan excitado como
humillado salí al pasillo de nuevo.

Tan pronto empujé un poco la puerta de la habitación de Edu supe que
aquello no había sido buena idea. Si precisamente me había ido de allí una media
hora antes por la desazón insoportable de verla follando con él, pero en un polvo
más o menos contenido, no tenía sentido asistir a una escena mucho más
impactante y brutal.

Sin embargo me daba cuenta que a mayor dolor mayor morbo, que a mayor
humillación más deseo. Cuanto más negativo era un sentimiento más se
disparaba el opuesto, cuanto más me jodía que María disfrutara más dura se me
ponía. Más pleno y vivo me sentía.

Lo primero que me llamó la atención fue el tremendo calor que sentí al
cruzar el umbral de la puerta, era realmente asfixiante, hasta el punto de que
cualquier gota de sudor incipiente se activaba y se movía solo por entrar allí. Y
lo segundo que me llamó la atención fue el aumento de decibelios tanto el
proveniente de sus cuerpos chocar como de los gemidos de María; además, al
estar ya tan cerca también se oía a Edu respirar agitadamente…

Caminé silenciosamente los pasos necesarios hasta verles, aunque no fuera
necesario mi silencio ante aquel estruendo. Lo que vi me impactó de manera
bestial.

Edu, de espaldas a mí, desnudo, de rodillas sobre la cama, embestía
brutalmente a mi novia, que a cuatro patas y con la camisa y sandalias aun
puestas recibía como podía aquellas brutales acometidas. Y digo que “como
podía” pues apoyaba los codos en la cama, con la cabeza hacia abajo… y se
agarraba a las sábanas con fuerza para no salir empujada hacia adelante… Era un
mete saca brutal en el que si a lo lejos se escuchaba el sonido hueco de la pelvis
de Edu chocando contra el culo de María, allí, tan cerca se podía escuchar el
sonido húmedo de la polla de Edu atacando un coño encharcado… nunca había
escuchado aquel sonido haciéndolo con María… y nunca María había chillado
por mí de aquella manera…

La imagen del culo de Edu contrayéndose a cada metida, su espalda
musculada… agarrándola por la cadera para que no se le escapase… era más
agitación para mi corazón y para mi polla que estaba a dos sacudidas de
explotar… Me llamó la atención la camisa empapada de ella, toda la espalda, allí
donde su melena reposaba era un charco sobre la seda de su camisa; también en
el cuello, pero lo más llamativo era en las tetas, donde la camisa debería caer
hacia abajo por la postura, pero esta se pegaba a sus pechos, recuerdo que en
aquel momento me sorprendió que pudiera pegarse así por el sudor.

A Edu no parecía gustarle que bajase la cabeza y le tiró un poco de su melena
para que levantase la cara. Ella resopló. Gimió. Pero no protestó. Y Edu al
hacerlo reparó en mi presencia. No sé qué cara tendría yo, pero él apenas se
inmutó. Siguió follándose a María pero ahora a un ritmo más lento. Sus gritos se
cambiaron por gemidos… y los gemidos se convirtieron en jadeos… Edu aflojó
en ritmo tanto como en el tirón del pelo de María, que dejó de ser tirón para
consistir simplemente en que la sujetaba. María con los ojos cerrados y la cara
erguida hacia el cabecero de la cama se dijo a sí misma en voz baja “mmm, sí…
sí… dame… así” produciendo en Edu y en mí sensaciones diferentes, pues yo
temblé y él sonrió.

Y es que Edu deceleró con un propósito, y fue el de detenerse completamente
para inmediatamente después retirarse… retirar su polla de allí dentro, de dentro
de María. Y lo hizo agarrándola un poco de una nalga, separándola de la otra,
para sí mostrar, ofrecerme con más claridad, el coño totalmente abierto de María.
Una oquedad enorme, tremenda. Una cavidad impactante… Y unos labios
sonrojados, empapados y tan enormes que parecía no pertenecían a su cuerpo.
Edu se recreó hasta el punto de coger uno de aquellos labios hinchados y
apartarlo más. Yo miraba alucinado el coño brutalmente descompuesto de María,
así como la tensión, la dureza y la humedad de la polla de él; no podía
acostumbrarme al tamaño de aquello y me alucinaba la excitación a la que había
llegado María para acoger aquello en su interior.

María terminó por voltear la cabeza y me vio. Pero estaba tan cachonda que
su semblante no se alteró. Estaba tan cachonda que daba la impresión de que
aunque hubiera diez personas más en la habitación le daría igual. Su cara era de
entrega, de morbo, de deseo… de sexo, y no por verme la iba a cambiar.

Edu se retiró de la cama y fue hacia la mesa. Y se dispuso a beber de una
botella grande de agua. María, a cuatro patas, ni se movía, como esperando
simplemente a que él tuviera a bien seguir follándosela. Volvió su cabeza hacia
adelante. Se recompuso un poco el pelo y se remangó un poco mejor la camisa
hasta los codos… me dio un morbo tremendo verla así… simplemente esperando
a que Edu se la siguiera follando.

—Gírate. Ponte como estás, pero hacia la puerta. –dijo Edu justo antes de
volver a beber de la botella.

Ponte hacia la puerta era como decir que se pusiera hacia mí.

Quizás yo no medí la importancia de mi movimiento, pero ni podía más ni
era capaz de pensar en nada, y me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta las
rodillas… y María susurró un “qué cabrón” que yo no supe seguro a quién de los
dos se refería…

María se recolocó, con las rodillas, las sandalias y las manos apoyadas en la
cama. Hacia mí, pero sin mirarme.

Edu soltó la botella y reparó que al lado yacían las bragas de María. Las
cogió y se colocó detrás de ella. Dejó caer las bragas sobre la espalda de mi
novia y con toda la parsimonia comenzó a masturbarse detrás de ella para
ponérsela completamente dura, si es que no lo estaba ya. María, esperaba,
esperaba a que él de una vez se la volviera a follar. Y me miró. Levantó la cara y
me miró. No miró hacia mi triste polla que yo sacudía mínimamente para no
correrme, si no que me miró a la cara y sí pude leer ahí un cierto reproche un
“pues lo has conseguido, es lo que querías”; había en ella placer, excitación,
impaciencia, pero también cierta recriminación.

Edu llevó una de sus manos al coño de María y esta inmediatamente tembló,
dio un respingo y miró hacia atrás. Él se colocó bien y de nuevo comenzó a
metérsela y ella le mantuvo la mirada, con los ojos abiertos hasta que pudo. Le
quiso, otra vez, agradecer con la mirada como la follaba. Unos ojos que a mí me
recriminaban y a él le agradecían.

María volvió la cara hacia mí y Edu no tardó en convertir aquella suave
penetración en algo bastante más agresivo. A los pocos segundos el mete saca se
había hecho ciertamente intenso, María aguantaba ya como podía de nuevo las
embestidas, otra vez el sonido de sus cuerpos chocar, otra vez los gemidos de
María y después los chillidos, otra vez aquellos “aaahhh” “aaaahh” frenéticos de
María y otra vez la respiración agitada de él. María abría la boca, cerraba los
ojos y Edu la asía por la cintura con una mano mientras con la otra despegaba la
camisa de sus tetas y las agarraba con fuerza. Inclinaba su torso hacia adelante y
la montaba, como un animal. Yo ni me podía tocar, solo sentía que me flojeaban
las piernas… el calor era inhumano como inhumano el ritmo que iba adquiriendo
aquel polvo. Los gritos de María eran brutales, entregados, desvergonzados…
realmente tremendo entregarse así a él…

Mi novia quiso bajar una mano a su clítoris… como hacía siempre cuando
quería correrse… y Edu lo entendió igual que yo y se lo permitió, susurrándole
en el oído un “pues venga correté…” Y ella, deseosa ya de explotar en un
orgasmo comenzó a frotarse a toda velocidad y Edu cogió las bragas que seguían
en su espalda y se las llevó a la boca de ella, en una escena brutalmente morbosa
que a mí me paró el corazón… María, con las bragas colgando de su boca y los
ojos que le salían de las órbitas a cada embestida gemía ahora en gritos ahogados
unos “¡¡mmmmmm!!” “¡¡mmmmm!!” largos y desvergonzados y tan rápidos
como sus dedos destrozando su clítoris… Y cuando ella iba a estallar Edu le
quitó la mano y no dejó que se corriera… y aceleró aun más el ritmo y ella tuvo
que llevar sus dos manos a las sábanas…

—Te vas a correr así… joder… te vas a correr sin tocarte… —le susurró en
el oído, variando la velocidad, penetrándola no tan rápido pero haciéndolo de
manera no tan directa, si no buscando más los rincones de su coño, moviendo su
cadera en movimientos más curvados… y María agradecía con aquellos
“mmmmm” cada vez que la polla de Edu parecía llegar a un sitio donde nunca
había llegado… Y le comenzó a susurrar en el oído… “me encanta como te
comes tus bragas”… y se la metía de nuevo y ella esbozaba otro “hmmmm “ y
sus ojos se abrían otra vez… y le volvía a susurrar “tu coño me vuelve loco…
joder” y se la seguía follando, hasta acelerar de nuevo un poco más… tanto que
las tetas de María comenzaron a moverse frenéticamente y volvió el choque de
sus cuerpos… al unísono sus cuerpos chocaban y las tetas de María iban
adelante y atrás, en una escena que María quiso cortar llevando una de sus
manos a sus tetas para evitar ese movimiento ridículo…

Y así con Edu follándosela a toda velocidad, yo sin poder ni moverme y
María con las bragas en la boca y conteniendo sus tetas y gimiendo de aquella
extraña manera Edu optó por darle un golpe en la nalga que no produjo más que
el sonrojo y el gemido ya diferente de María. Y Edu lo leyó en ella
increíblemente, y le quitó las bragas de la boca y tras otro azote y otro gemido
esta vez liberado de María le dijo: “¡¡te gusta que te dé, eh!! ¡¡te vas a correr así
eh…!! ¡¡Joder… te vas a correr porque te doy en el culo…!!” ¡¡te vas a correr
porque te trato como a una puta, eh!!” y María se desencajó completamente….
Si ya estaba excitada, aquellos golpes, y aquellas frases la hicieron explotar y
estalló en un ¡¡¡Joder!!! ¡¡¡Me corro!!!” en un ¡¡joder me corro cabrón!!”” ¡¡ahhh
ahhhh!! ¡¡diooos dammeee…!! y Edu le daba en el culo y ella gemía y gritaba y
explotaba en un orgasmo con los ojos completamente cerrados… Y Edu le llevo
las manos a la boca y ella gritaba allí, y abrió los ojos y me miró. Me miraba
mientras se corría y chillaba en las manos de Edu y este le decía ¡¡córrete…!!
¡joder…!! ¡¡córrete…!! ¡¡guarra!! ¡¡así…!!.

Ante mi veía algo tan brutal que no tuve ni la capacidad de tocarme… solo
sentía, sentía más de lo que había sentido en mi vida… entregado a ellos dos y
alucinando con el placer que puede llegar a sentir una mujer… alucinando con el
absoluto éxtasis al que podía llegar mi novia con un amante de verdad, un
amante como él.

María se dejó caer sobre la cama… exhausta y Edu se incorporó, como si tal
cosa. Exponiendo de nuevo aquel miembro hinchado y tremendo, que no le iba a
dar la más mínima tregua a mi novia.



CAPÍTULO 62

Edu fue de nuevo a por la botella de agua y María tumbada boca abajo, al
escuchar como bebía, se incorporó un poco y él le dio la botella en una
cordialidad extraña. De verdad parecía que no había ninguna conexión en cuanto
a personalidad, pero era como si los dos supieran que eran los cuerpos perfectos
para disfrutar el uno del otro.

Mi novia se acabó tumbando boca arriba con la cabeza hacia el cabecero de
la cama, con las rodillas flexionadas, la camisa abierta… las tetas hinchadas…e
inmediatamente me vino un rayo, un recuerdo, y era la foto aquella que le había
enviado a Edu… hacía meses… pues también llevaba en aquella foto una camisa
blanca… en la foto María tapaba sus tetas con su pelo, y su coño con sus manos,
pero esta vez las tetas respiraban libres y enormes… y su coño no solo no estaba
tapado si no que sobresalía hacia fuera, hinchado y orgulloso del placer
tremendo que estaba recibiendo, cuanto más hinchado cuanto más desorbitado
más reflejaba el placer que acababa de sentir.

Edu se colocó entre las piernas de ella. La cubrió con todo su cuerpo y ella
separó las piernas para que él pudiera entrar dentro de ella. Apuntó y ella rodeó
su cuello con una mano y la otra la posó en su espalda. No tardó él en encontrar
el punto donde se encontraba aquella cavidad, de golpe tan conocida, y la
invadió otra vez… y ella cerró sus ojos y clavó sus uñas en su espalda…
recibiendo de nuevo aquel intruso en su interior… sintiéndose llenada otra vez…
como disfrutando todo lo que llevaba meses contenido.

En la postura del misionero comenzó a follársela lentamente…La besaba en
la boca… en el cuello y ella gemía más dulcemente y jadeaba unos “ahh” “ahh”
rápidos y dulces en su oído. Yo volví a masturbarme también lentamente y,
agotado, acabé por atreverme a tumbarme en la cama. Al lado de ella. Boca
arriba a veces y a veces más girado hacia ella… que envolvía a Edu con las
piernas y le apretaba la espalda con los brazos… Yo, a escasos centímetros vivía
aquel polvo de manera intensísima… y no sé si el alcohol, la excitación o la
desesperación me llevaron a arriesgarme… me llevaron a buscar un beso de ella,
pero ella me lo negó girando la cara…

Edu se salió del cuerpo de María. Sacó su polla hinchada y enorme, y no sé
si queriendo reírse de mí o qué buscaba, me dijo:

—Pablo, apuntas y se la metes tú. –Yo no entendía a qué se refería, y él puso
la punta de su polla a milímetros de la entrada del coño de María e insistió.
Claramente quería que yo le cogiera la polla y la dirigiera para metérsela a mi
novia.

Miré a Edu y no vi sorna, si no quizás hasta algo de complicidad, y dudé si
de verdad, si de verdad lo decía en serio. María no decía nada y yo, o lo que
quedaba de mí ya a aquellas alturas, alargué mi mano, que llegó a tocar su polla,
el tronco durísimo caliente, e inmediatamente después la solté, como si quemara,
y volví a tumbarme al lado de María fingiendo que no había pasado nada. Y fue
María quien la sujetó con fuerza, separó con la punta los labios de su coño y se
la metió ella misma, hasta el fondo, tirando de él y suspirando un “¡ohhhmmm
dios…!” a centímetros de mi cara. Giró su rostro hacia mí y volvió a gemir un
“ohhmmm…” ante la segunda metida que ya hacía Edu… y yo busqué sus labios
y ella me los dio y busqué su lengua pero ella no me dejó, no abrió la boca más
que para jadear… para decirme en mi cara el placer que de nuevo recibía… y así
estuvimos unos minutos en los que yo acariciaba la cara de mi novia y le daba
picos en los labios mientras Edu se la follaba lentamente y María con los ojos
cerrados jadeaba sin parar… las tetas enormes se le movían, subían y bajaban
con ella y sus manos iba con decisión a agarrar el culo de Edu para que la follara
más profundamente…

Pero lo que más me mató fue cuando María, entre jadeo jadeo… entre beso y
beso… comenzó a susurrar unos “síii… follamé…” “Fóllame así…” y Edu, que
no era ajeno a aquello le dijo: “te gusta cómo te follo eh…”

—Sí… me encanta.. me encanta como me follas… —respondió María.

—Prefieres así… despacio…

—Mmm… ahora así… ahora fóllame despacio… —gemía con los ojos
cerrados, en mi cara.

—Te gusta la… polla… la polla que te metes…

—Mmm… sí… me vuelve loca tu polla… —y gemía… remarcando lo de
“tu polla…” en mi oído…

—Me encanta follarte, joder…

—Síi… pues follamé… fóllame más… —sollozaba frente a mí… y
apretaba con fuerza su culo..

—Joder, María… me voy a correr… —dijo Edu, y María no se inmutó.
Como si estuviera medio dormida seguía gimiendo lentamente hasta que él se
salió de su interior rápidamente y comenzó a pajearse frenéticamente de rodillas
frente a ella. María se abrió más la camisa y juntó sus tetas con las manos
mientras me besaba… solo con los labios.. dulcemente… y se oyó un “ohh” seco
y rápido de Edu y María tembló al sentir el primer latigazo blanco y caliente
sobre su vientre, y Edu se siguió descargando… escuchándose el sonido de su
piel adelante y atrás, y soltando diferentes chorros que iban aterrizando sobre el
coño de María, su vello oscuro, su vientre y un latigazo denso y especialmente
blanco cruzó una de sus tetas marcándola por completo…

Edu se retiró y María se mantenía acariciándose las tetas lentamente… y
abrió los ojos y yo la quise besar otra vez y ella giró la cara, diciendo: “no,
Pablo…” en un tono casi inaudible.

Nos quedamos en silencio… yo con la polla lagrimeando sobre la sábana, la
camisa que me sobraba, los pantalones y los calzoncillos en mis rodillas… Y
María aun con las piernas abiertas, boca arriba, las sandalias puestas y la camisa
abierta y su torso y su coño bañados de aquel líquido espeso y blancuzco…

Escuchamos el ruido de la ducha y yo, viéndome sin Edu y viendo que María
me negaba aquel beso, comencé a reptar, hacia abajo… besé su cuello, besé
aquella teta que no había sido manchada y besé en su vientre allí donde no
estaba húmedo. Y contemplé la mirada ida de María, extasiada de placer, sus
tetas hinchadísimas, los labios de su coño ya fuera de sí y su vello púbico
encharcado, de ella misma y de lo que acababa de brotar de Edu.

Besé aquel vello sin importarme si aquella humedad provenía de María o de
él, y María, leyéndome, susurró un más severo “No, Pablo… por favor…”. Besé
sus muslos empapados… y llevé mis manos hacia sus tetas, impregnándome una
mano con la leche candente de Edu. “No, Pablo… en serio… por favor…” me
rogaba María que no lo hiciera, pero tampoco me detenía… y llevé mi boca a la
entrada de su coño, y dejé que todo aquel calor que emanaba desembocara en mi
cara y me impregné de su olor a coño… y sobre todo a polla que allí yacía, y
saqué mi lengua y separé unos labios que noté más blandos que nunca, como si
hubieran perdido su consistencia al haber aumentado de tamaño… y el enésimo
“Pablo por favor” de María fue el preludio de que mi lengua se lanzara a lamer, a
succionar y a impregnarse de todo aquello que habían soltado ambos allí dentro.
Y se me puso la polla a punto de explotar cuando me venía un olor a polla
especialmente fuerte. Degustaba aquel coño con una excitación y una
implicación máxima… y mis manos fueron a su vientre, a sus tetas… y se
empapaban del semen de Edu y esparcía ese semen sobre las tetas, las areolas y
los pezones de María…

Levanté la vista y María bajó su mirada para conectar conmigo. Conectamos
de verdad por primera vez aquella noche, y quizás conectamos de verdad por
primera vez en nuestra relación. Y uno de mis dedos, el más manchado, fue a los
labios de María, que chupó, sin dejar de mirarme…

Ya no escuchábamos el ruido de la ducha, pero estábamos solos, y comencé a
disfrutar de su coño como nunca, pues su olor, su sabor y su tacto eran
diferente… todo era diferente, sabía a sexo, olía a polla y su tacto era más tierno,
más relajado… Edu le había dejado el coño perfecto para que un cornudo como
yo se lo lamiera y se lo limpiara… perfecto… impecable… precioso….

Tras aquellos minutos en los que también seguimos jugando con el semen de
Edu sobre su torso… me incorporé hasta llevar mi boca hasta el oído de María y
le susurré: “te voy a follar ahora…” Y María alargó su mano, cogió mi polla con
tres dedos y se la introdujo en su interior… No sentimos nada. No sentimos nada
y fue absolutamente mágico no sentir nada. Mi ridícula polla nadaba en la
inmensidad del coño que había abierto Edu; y María me sorprendió besándome,
abriendo su boca fundiendo su lengua con la mía. Y descubrí que su boca sabía a
polla de manera brutal.

Fue un rato maravilloso en el que disfrutamos, por contradictorio que
parezca, de no sentir el más mínimo roce. Tanto que mi polla se acabó
encogiendo y saliendo de su interior como por decisión propia.

Me eché a un lado. No sabía qué hora era. No sabía cuánto tiempo había
pasado. Todo me parecía un sueño, y con María, a mi lado, conmigo, conseguí
dormirme en apenas unos segundos.



Capítulo 63

Me desperté. Durante un instante no sabía ni donde estaba, ni mucho menos
qué hora era. Cuando los tacones de María me acercaron a la realidad. De pie,
con la falda puesta y la espalda desnuda rebuscaba en su bolso sobre la mesa.
Supe que estábamos solos.

Mi boca seca, mi mareo, mis sensaciones… nada había desaparecido del
todo. Miré el reloj, pasaban un poco de las doce; el sol entraba por la ventana
con tremenda decisión haciendo que el calor fuera una constante inevitable. Me
di cuenta de que mis pantalones y mis calzoncillos estaban en mis rodillas,
cuando María, mientras se ponía el sujetador aun dándome la espalda, me habló;
como si un sentido que se desarrolla con los años de convivencia le hubiera
anunciado que estaba despierto.

—Vámonos.

Su tono fue firme. Una firmeza que yo hacía horas que no sentía.

Me incorporé, me subí los pantalones y me fui al cuarto de baño, mientras
María cogía su camisa, que estaba echa un desastre.

—Déjame tu chaqueta —dijo y yo deduje que pensaba volver a nuestro hotel
en sujetador y mi chaqueta puesta, pues la camisa estaría tremendamente
húmeda, por el sudor y quién sabe que más cosas.

Me mojé la cara y volví al dormitorio. Busqué por encima mi chaqueta y mi
corbata hasta que caí en la cuenta de que no las encontraría allí.

—Está en la habitación de Paula.

—Pues yo esto no me lo puedo poner. —dijo sin sorprenderse.

No me apetecía lo más mínimo llamar a la puerta de Paula, además pronto
supuse, o al menos vi bastante factible, que Edu estuviera allí.

—Ponte la de él o cógele un jersey o algo —no sé porqué quise evitar
pronunciar su nombre.

—No voy a rebuscar en sus cosas —respondió.

Finalmente optó por ponerse su chaqueta. Creo que ella daba por hecho,
como yo, que ir a buscar mi chaqueta a la habitación de Paula supondría
encontrarse con Edu, y ambos queríamos evitar ese encuentro.

Salimos al pasillo y por fin tuve un segundo para pensar, para paladear que
me sentía feliz, pero contenidamente feliz, pues me tensaba no solo que María
pudiera tener pensamientos bastante diferentes si no que mi felicidad le pareciera
mal.

Mientras esperábamos el ascensor mi novia irradiaba una tremenda
incomodidad, preocupada claramente porque nadie la viera, o nos viera allí, con
su camisa en la mano y la chaqueta de Edu, que le quedaba tremendamente
grande, y yo sin chaqueta ni corbata y desaliñado; dábamos la imagen de haber
pasado una noche loca, en un hotel ajeno, pero nadie que nos viera podría
imaginar lo que había pasado.

En el ascensor fui consciente de la cantidad de silencios incómodos que se
avecinaban si nadie ponía remedio, pero ninguno de los dos daba el paso.
Esperando al taxi, en el propio taxi, todos eran silencios asfixiantes en los que yo
quería leer en María, pero sin preguntar, cómo estaba, qué pensaba…

Llegamos a nuestro hotel, a nuestra habitación, y María lanzó su camisa a la
cama, se quitó la chaqueta rápidamente, como si le quemase, se quitó las
sandalias y, dándome la espalda se quitó la falda para encaminarse al cuarto de
baño. Entró y cerró la puerta con algo de brusquedad y yo empecé a
preocuparme porque María estuviera en las antípodas de mis sentimientos.

Se me quedó grabada la imagen de María quitándose la falda… pues me
ofreció súbitamente su culo desnudo al hacerlo, ¿y sus bragas? Allí no estaban.
Por un momento pensé que habían quedado en la habitación de Edu, ¿sin querer?
Imposible. Llegué a pensar… era difícil de creer, que podría haberlas dejado allí
a propósito.

Mientras escuchaba a María lavarse los dientes fui hacia su bolso. Lo abrí, y
me decepcioné, pues allí estaban sus bragas. Tras aquella pequeña decepción las
cogí, y las sentí húmedas… tremendamente húmedas. Y las olí. Aquel aroma me
atacó tan violentamente que una erección brutal me recordó que, después de
todo, yo ni siquiera había tenido mi orgasmo. Volví a colocar las bragas en su
bolso. Me desnudé y vi la camisa de María sobre la cama. La cogí. La olí. Me
sentí un enfermo, pero desnudo y empalmado me mareé por el morbo de aquel
olor a sudor y semen en aquella seda blanca.

Terriblemente empalmado y sin importarme ahora lo que podría pensar
María entré en el cuarto de baño. Ella abría el grifo de la ducha que comenzaba a
caer sobre su cuerpo, se giró y no me dijo nada. Me vio con la polla apuntando al
techo y no me dijo nada. Entré en la bañera cuando ella se empezaba a enjabonar
y la intenté besar cuando un “no, Pablo, tenemos que hablar” salió de su boca.

—Quiero olerte.

—Por dios, Pablo… —dijo ella en un susurro de hastío.

Me agaché delante de ella. Necesitaba olerla. Olerla antes de que se lavase.
No sabría distinguir en su coño el olor a mi o a Edu, pero necesitaba oler antes
de que se limpiase el olor a polla en su interior.

María se dejó. Dejó que yo besase y hasta lamiese sus labios allí abajo. Llegó
a agarrarme del pelo cuando yo sentí un olor a semen en su interior… pues
introduje mi lengua todo lo que pude en aquel coño que parecía seguir bajo los
efectos de Edu.

Tras un pequeño ronroneo me pidió que parase. Me puse de pie y le pregunté
“¿Cómo estás?” al tiempo que pretendía ser yo quien lavase lo que yo, y sobre
todo Edu, había manchado. Pero no me dejó. Detuvo mi mano y me dijo:

—Vete, por favor. Ya está bien.



CAPÍTULO 64

Volví al dormitorio sin entender nada. María me dejaba, pero no me dejaba, y
llegué a enfadarme un poco. Si quería hablar nadie se lo impedía. Me duché, nos
vestimos y decidimos comer algo antes de volver a casa. Una comida llena de
silencios que nadie le impedía romper.

Una vez en el coche María pronto cerró los ojos y fingió dormir. Si ella no
quería hablar no iba a ser yo quién lo hiciera.

Durante el camino no es que fuera inevitable, es que yo quería retener lo
vivido. Comencé a sentir pánico a olvidar; a olvidar las frases, las caras, las
imágenes, los sonidos de aquella mañana en la habitación de Edu. Cada vez que
una imagen venía a mi mente mi corazón se aceleraba y mi polla palpitaba,
chocando con mi pantalón.

Lo primero que me vino a la cabeza fue cuando la penetró por primera vez,
cuando Edu, de pie y con los brazos en jarra dejó que fuera ella la que echase su
cuerpo hacia atrás para metérsela. Su cara triunfante, su chulería… pensé que
quizás fuera eso al fin y al cabo lo que tanto a María como a mí nos había
llevado hasta aquella locura. Pensé que no habría sido posible convencer a María
de aquello si yo hubiera elegido a un buen chico, aunque fuera tanto o más
guapo que Edu. Ella podría negarlo, como llevaba negándolo meses, pero no
había duda de que el hecho de que Edu fuera tan creído… la permanente latencia
de aquel toque canalla, había sido tremendamente clave.

También pensé que por muchas imágenes que retuviera en mi mente, me
faltaba no menos de media hora en la que yo había estado en la habitación de
Paula. Paula… recordé por primera vez que me había besado con ella. Lo había
olvidado completamente. Había sido todo tan extraño, tan absurdo y colateral
que en absoluto me pareció una infidelidad. ¿Qué pasaría si Paula se lo dijera?
Después de lo que había pasado en la habitación de Edu, de lo que había estado
pasando simultáneamente… me parecía disparatado preocuparme por eso.

Entre las múltiples imágenes que comenzaron a asaltar mi mente hubo varias
que me ayudaron a adivinar qué había pasado en mi ausencia: Recordé cuando
María, a cuatro patas, recibía las embestidas de Edu y su camisa se le pegaba a
las tetas de manera increíble, recordé que me había parecido muy difícil que la
seda se le pegara a los pechos solo por el sudor… y aquello unido al olor a
semen de su camisa ya en nuestro hotel… Sin duda Edu, en algún momento se
había corrido en las tetas de María o su camisa… Cuando yo había vuelto a su
habitación Edu ya había eyaculado sobre mi novia… Y recordé de golpe como
María me negaba el beso cuando me tumbé junto a ellos dos. Edu se la follaba y
yo intentaba besar a María y ella me negaba su boca, ¿por qué? Después, ya sin
Edu, ella había accedido a besarme y su boca olía a semen, a sexo, a polla, a la
polla de Edu… Intenté reconstruir todo mientras conducía. María seguía
haciéndose la dormida mientras yo sentía el dolor de mi polla queriendo escapar
de la ropa… Y reconstruí que al yo irme de la habitación Edu seguramente él se
había retirado y le había ordenado a María que se la chupase… María le chupó la
polla a aquel cabrón… hasta que él decidió correrse sobre ella. Quizás ella había
intentado retener su semen en su boca hasta que no pudo más y dejó que cayera
todo aquel líquido espeso por sus tetas y camisa. O quizás fue él directamente
quien se corrió en sus tetas. O… quizás después de chupársela, él le había
ordenado que rodease su polla con sus pechos, la cubana que él se había reído de
mí alguna vez por no haberle pedido a María nunca… Sí… seguramente Edu
había dejado que María se la chupase hasta hartarse y después le había pedido
que le hiciera una cubana hasta correrse brutalmente en sus tetas.

Quién me lo podría confirmar… no lo sabía. No sabía qué opinaba Edu o
María de lo sucedido. Qué pasaría a partir de ahora… Siempre había pensado
que, una vez llegado al final se aclararía todo, pero comencé a pensar que estaba
ante una incertidumbre tanto o más marcada que al principio.

Intenté adivinar que sentía María. O qué había sentido. Y sentir de verdad, no
lo que ella me negaba y se negaba a sí misma. Recordé su orgasmo con él,
cuando él le azotaba en el culo y le decía “te vas a correr porque te trato como a
una puta…” ¿Y si fuera eso? Y si entre otras cosas que le proporcionaba Edu
fuera ese trato humillante lo que había hecho claudicar a María. Y si el sexo que
yo había tenido con ella hasta comenzar la fantasía con Edu, cariñoso,
respetuoso… hubiera sido anodino para ella…¿De verdad si yo me comportara
así con ella…? ¿O solo Edu podría tratarla así, como si fuera algo que fuera de él
no encajase…?

Estábamos llegando y María abrió los ojos.

—¿Has dormido algo? —le pregunté.

—La verdad es que no.

Estuvimos en silencio hasta que llegamos a casa. Y recordé cuando Edu me
había pedido u ordenado que dirigiera su miembro hacia María. Recordé el tacto,
duro, imponente, de su polla en mis dedos, y como, inmediatamente retiré mi
mano. Pensé en si la forma de admirar su miembro, su cuerpo, era normal, y con
total serenidad deduje que no había nada homosexual en aquello. En absoluto.
No por reconocer su belleza, o incluso su hombría, significaba nada,
absolutamente nada.

Llegamos a casa. Los silencios pasaron de incómodos a absurdos. Ella se
sentó en el sofá y cogió su móvil. Yo en el otro sofá sin decir nada.

Tenía un pálpito. Y no me equivoqué. Un par de minutos mas tarde María lo
sacó:

—Pablo. Voy a llevar a esto con toda la madurez posible.

Yo la miré sin tener ni idea de qué podría decirme.

—Pasó. Ya está. Soy mayorcita. No te voy a echar la culpa a ti… o echarle la
culpa a haber bebido…

—¿Y nosotros cómo estamos? —No tengo ni idea de porqué me salió
aquella frase. En ningún momento había pensado en que por lo sucedido podría
echarse a perder nuestra relación. Pero fue como un relámpago que salió de lo
más profundo y subconsciente de mí.

—¿Qué?

—Pues eso… después de esto…

—Pablo, no te voy a querer ni menos ni más por haber… follado con ese tío.
Espero que tú estés igual.

En ese preciso momento sonó la melodía de su móvil.

—Es Paula. —dijo antes de cogerlo y descolgar, caminando hacia nuestro
dormitorio.

No temí que Paula dijera nada. No me daba la sensación de que fuera de ese
tipo de chicas. Y hasta veía bastante posible que ni se acordara. Sí recordé aquel
“voy a matar a Paula” de María en la boda. Aquella frase venía a decir que
María le había confesado a Paula nuestro juego. ¿Y Víctor? Mientras mi novia
hablaba con Paula yo pensé que podría ser una buena oportunidad de cerrar
alguna cosa, y ese alguna cosa era saber quién sabía qué. Fui a la cocina y vi que
había varios botes de cristal por bajar al contenedor de vidrio. No me lo pensé,
salí por la puerta con la clara intención de aprovechar para llamar a Edu.

No sé por qué no estaba tan nervioso como otras veces ante la decisión de
llamarle. Su comportamiento en su habitación había sido mucho menos
beligerante de lo que cabría esperar. Tiré los botes en el contenedor y le llamé.

No tardó en responder. Su tono era neutro. No era triunfante, ni humillante.
Ningún “Pablito” ni nada parecido. Más sosegado, me dio confianza para hablar,
para decirle que sabía que Víctor sabía cosas y que quería saber si alguien más.

—No, solo lo sabe Víctor.

—¿Y qué sabe?

—Pues sabe que tú querías que me follara a tu novia.

—¿Solo eso?

—No me parece poco.

—¿Seguro que no lo sabe nadie más?

—Ya te he dicho que no. No soy así. Además, no por ti, si no por ella.

—¿Qué?

—Nada, déjalo. ¿Algo más?

—No…

Cuando me quise dar cuenta habíamos colgado.



CAPÍTULO 65

Cuando volví María ya no estaba hablando por teléfono. Ella no volvía a
sacar el tema y yo tampoco. Al menos por ahora.

Cenamos viendo la televisión mientras yo pensaba que si éramos cinco
personas las que sabíamos aquello la cosa estaba bastante bajo control. Intenté
adivinar porqué Víctor, pues tampoco parecía que tuvieran mucha relación, pero
era absurdo perder el tiempo en aquella adivinanza. No lo podía saber.

A la mañana siguiente, en el trabajo, María vería a Edu. Y a Paula. Le
pregunté a María por mi ropa.

—Sí, la tiene Paula. Me la trae mañana. Espero que me la de
disimuladamente.

—¿Y la chaqueta de Edu? —pregunté.

—Ya me la pedirá cuando quiera.

Había una tensión extraña. Pues a pesar de lo dicho por ella, aquel “soy
mayorcita”, no aclaraba nada. Ni siquiera sabía si se arrepentía. Y realmente
faltaba la pregunta clave: “¿y ahora qué?”, que por algún motivo ella no hacía y
yo no me atrevía a hacer.

Nos fuimos a la cama. Estaba realmente destrozado. No había dormido
prácticamente nada, y ni que decir tiene que las vivencias me habían dejado al
borde del colapso, tanto físico como mental. Intenté por un momento no pensar
en nada. Ansiaba quedarme dormido con la mente en blanco… pero María me
sorprendió:

Casi inmediatamente después de apagar la luz se giró hacia mí y comenzó a
besarme el cuello. Después sus labios fueron a los míos y una de sus manos se
deshizo de mis calzoncillos. Era extraño. Algo forzado. María ronroneaba al
besarme como si estuviera excitada… pero no lo estaba.

El resplandor de la luz de la ciudad se colaba por las rendijas de la persiana
por lo que yo podía ver a María, en su camisón rojo cereza y algo de encaje
negro, reptar hacia abajo hasta llevar su boca a mi polla. Llevé mis manos a su
melena al sentir el calor de su boca asfixiar mi polla hasta hacerla crecer al
máximo. Me la estuvo chupando unos instantes y cuando mi imaginación
comenzó a volar ella pareció leerme la mente: apartó su boca de mi polla y
susurró:

—No pienses en nada… piensa en mí… contigo…

Miraba hacia abajo y veía como María engullía mi polla. Y pensé que era
minúscula en comparación con la de Edu. Pero quise obedecer y olvidarme de él.
Y disfrutar de aquella mamada que por instantes tomaba de nuevo tintes de
exageración, con unos murmullos y gemidos que salían de su boca que no
acababan de encajar con lo que estaba pasando.

María acabó por deshacerse de sus bragas y se dispuso a montarme. Nos
costó un poco encontrar la forma de que mi polla la penetrase. Noté dura la
entrada… y estuvimos como medio minuto intentándolo, hasta que finalmente
mi miembro se abrió paso y María se dejó enterrar, soltando un “uuf” algo
forzado.

Comenzó entonces un vaivén de su cadera. Adelante y atrás. Pues si lo
hiciera arriba y abajo mi polla se saldría… Se bajó los tirantes del camisón y me
ofreció sus tetas para que las lamiera. Sentí sus tacto maravilloso en mis labios,
lamí sus pezones y recordé, visualicé aquellas tetas manchadas por Edu e
inmediatamente después me negué, por ella, a imaginar, y me centré en sentir.

—Qué bien me las comes… —gimió María… en una especie de obra de
teatro extraña. Yo seguía intentando descubrir qué pasaba.

Me volví a recostar, recreándome en la imagen de María montándome.
Guapísima. Con su melena cayendo por la espalda. Con su camisón en la cintura.
Sujetándose las tetas, cada una con una mano, mientras no dejaba de mover su
cadera adelante y atrás… Sus ronroneos se hicieron gemidos y yo comencé a
sentir que de verdad no fingía, que ahora ya sí era de verdad… hasta que un “me
encanta cómo me follas” salió de su boca y supe que aquello no era verdad…
María llevó una de sus manos a su clítoris, para correrse, y yo sabía que sería
capaz de correrse así aunque no estuviera muy excitada, y sabía que yo me
correría como un loco tan pronto la escuchara gemir de verdad… Y lo supe
entonces, o al menos tuve un pálpito bastante claro de lo que estaba pasando;
María se quería demostrar a sí misma que sentía el mismo deseo por mí que
siempre, que el hecho de haber follado con Edu no afectaría para nada a nuestra
relación, ni a nuestros encuentros sexuales, que no necesitaba a Edu para
alcanzar un clímax brutal, que me deseaba tanto o más que a él…

Efectivamente María frotando su clítoris alcanzaba su orgasmo sin problema,
y yo al escuchar aquel “¡Ummm!” comencé a sentir mi orgasmo… Mi orgasmo
de siempre con ella. Su orgasmo de siempre conmigo. Pero su cara demostraba
una quinta parte del placer que yo había presenciado… y su coño se fundía y
explotaba una décima parte de lo que había vivido horas antes.

Los dos lo sabíamos.

María se retiró esbozando un “uff… qué bueno…” que no se podía creer
nadie.

Se recostó a mi lado. Los dos en silencio.

No sé el tiempo que pasó. No más de cinco minutos. Cuando la luz de su
móvil se iluminó y ella lo cogió en seguida. De reojo miraba como ella leía… e
inquieta decidía si responder o no.

Me giré, dándole la espalda, para ponérselo fácil. Y ella salió de su cama
hacia el salón con su móvil en la mano.



¿Continuará?

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