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Mucho antes de que los españoles viajaran a América vivía en nuestro continente un pueblo
muy avanzado, los Mayas. Su imperio cubría parte de Centroamérica y México con
enormes ciudades, pirámides y templos. Algunas de sus ciudades eran
incluso más grandes que las ciudades europeas de entonces.
Los Mayas eran excelentes matemáticos y a ellos les debemos la invención del
número cero, concepto hasta la fecha ignorado. Manejaban un complejo calendario, que por
alguna razón comenzaba en el año 3312 antes de Cristo.
Tenían grandes conocimientos en diversos campos, muchos de los cuales se han perdido
para siempre. Por ejemplo, eran grandes astrónomos. Parece que los sacerdotes Mayas
utilizaban la parte superior de los templos y pirámides como observatorio astronómico.
Desde allí lograron conocer varios fenómenos como las fases de la luna, los eclipses
(podían predecir más de 69) y los movimientos de los planetas como Venus, Marte y
Júpiter con un ligero error de
tres horas y media cada 500 años.
Pero no sólo el caracol refleja el gran interés y conocimiento de los Mayas por la
astronomía: también existe dentro de Chichén Itzá una pirámide llamada Kukulkán,
estrechamente relacionada con los equinoccios, que son las épocas en las que el sol se
desplaza sobre la línea del Ecuador de la Tierra (del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de
septiembre) y los días duran igual que las noches en toda la tierra.
Durante estas fechas, hacia las tres de la tarde, se comprobó que la luz solar se
proyecta sobre las barandas principales de las pirámides y forma siete triángulos que se ven
como el cuerpo de una serpiente de 34 metros de largo, que se extiende hasta unirse con
una enorme cabeza de serpiente tallada en piedra, ubicada al pie de la escalera. Por eso a
este fenómeno se le llama el equinoccio de la víbora.
Referencia:
“Los astromayas” (2018). Recuperado de: https://nanopdf.com/download/lecturas-8-
recup_pdf