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Mamá
Mamá
A Lolita no le gustaba que su madre le ordenara comérselo todo. Tampoco se la veía muy
contenta cuando le pedía que recogiera su habitación, o cuando le mandaba que apagara la
tele, la obligaba a hacer deberes o cuando la regañaba por hacer alguna diablura.
-¡No quiero!
-¡No me gustan!
¡Ya estaba harta! Así que, aquella noche, cuando se metió en la cama y apagó la luz, apretó
mucho los ojos y deseó con todas sus fuerzas una mamá nueva.
Cuando abrió los ojos, vio un pequeño geniecillo flotando delante de sus narices.
-¿Me has llamado? -preguntó el geniecillo- Me ha parecido notar que pedías un deseo.
-¿Estás segura?
-¡Segurísima!
-Con esta varita mágica podrás cambiar en tu mamá todas aquellas cosas que no te gustan.
-Pero debes tener cuidado. Recuerda que los sueños de hoy serán las pesadillas de mañana.
Pasaron los días, Lolita utilizaba la varita ante cualquier situación, por poco incómoda que
fuera. ¡Pero lo más increíble es que los cambios que realizaba en su madre no eran
temporales, sino que se quedaban guardados para siempre! Sin embargo, empezó a notar algo
raro… era como si su madre ya no la viera, como si Lolita se hubiera vuelto invisible. Le seguía
dando besos y abrazos y jugando con ella, eso sí, pero Lolita sentía que en el fondo era lo
mismo que si viviera con un robot. Aún así, parecía como si la varita tuviera también poder
sobre ella. ¡No podía dejar de usarla ante cualquier negativa o mandato de su mamá! Hasta
que un día su mamá dejó de existir.
No es que la mamá de Lolita desapareciera. No. Ella seguía allí, con su pelo castaño y sus
grandes ojos verdes. Su cuerpo sí que estaba… era más bien como si le hubiera desaparecido el
alma.
Al cabo de unas semanas Lolita no podía más. Echaba mucho de menos a su mamá. Esta mamá
nueva no le gustaba nada… y no es que no fuera cómoda, ¡Al contrario! Pero no era su mamá.
Entonces recordó las palabras del geniecillo: “Los sueños de hoy serán las pesadillas de
mañana”. Y, al fin, las comprendió. Entonces se echó a llorar desconsoladamente.
-Vaya, con tantas lágrimas me he mojado las babuchas – dijo la extraña criatura, saltando de
un pie a otro sobre un pequeño charquito que se había formado en el suelo.
Lolita estaba nerviosísima. ¿Cómo encontraría las palabras mágicas con sólo tres intentos?
¡Necesitaría, por lo menos, cien mil millones de intentos! ¡Había caído en las garras de un
geniecillo malvado y medio loco!
-¿Abra cadabra?
-ERROR.
-¿Ábrete, Sésamo?
A Lolita sólo le quedaba una oportunidad. Cerró los ojos y se concentró al máximo. Tanto, que
pudo notar cómo sus neuronas chisporroteaban dentro de su cerebro.
-¡Lolita! ¿Se puede saber qué son esos gritos? Me has asustado.
-¡¡Mamá!!
Lolita corrió a abrazar a su mamá, entre lágrimas. ¡Había vuelto! ¡Había recuperado a su
mamá!
Que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea… porque puede hacerse realidad.
Que nuestra mamá, la auténtica, se compone de las cosas que nos gustan más y las que nos
gustan menos.
Y que…