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Enlace vídeo “Contexto histórico, social y cultural Siglos de Oro”

Peter Brueghel el Viejo, El combate entre don Carnaval y doña Cuaresma, 1556
Enlace vídeo “Don Carnal y Doña Cuaresma”
Superman versus Superlópez
Para ser nombrado como caballero debía celebrarse un ritual (conocido popularmente como espaldarazo) que era dirigido por algún señor feudal,
alguien de la nobleza u otro caballero. Habitualmente tenía lugar en el castillo o en palacio. La investidura, según las Partidas de Alfonso X, grosso
modo, constaba de las siguientes fases:
1. Entrenamiento durante años de juventud.
2. Preparación: aseo personal (para depurar el cuerpo) y vestir todas las piezas de la armadura.
3. Velar las armas durante la noche anterior.
4. Orar de rodillas (para depurar el alma).
5. A la mañana, oír misa.
6. Ceñir la espada.
7. Realizar el juramento: por su ley (la fe), su señor y su tierra.
8. La pescozada (golpe para que no olvide su juramento).
9. Un beso como símbolo de paz y hermandad.
10. Volver a ceñir la espada que había quedado desenvainada para el ritual. En este caso lo hará su padrino (un señor, caballero honrado o algún
miembro de la nobleza).
11. Finalmente, la celebración.
Edmund Blair Leighton, El espaldarazo, 1901
CAPÍTULO III: Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero.

Y, así, fatigado de este pensamiento, abrevió su venteril y limitada cena; la cual acabada, llamó al ventero y, encerrándose con él en la
caballeriza, se hincó de rodillas ante él, diciéndole:

—No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero, el cual
redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano.

El ventero, que vio a su huésped a sus pies y oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacerse ni decirle, y porfiaba
con él que se levantase, y jamás quiso, hasta que le hubo de decir que él le otorgaba el don que le pedía.

—No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío —respondió don Quijote—, y así os digo que el don que os he pedido
y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado es que mañana en aquel día me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla de este vuestro
castillo velaré las armas, y mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder como se debe ir por todas las cuatro partes del
mundo buscando las aventuras, en pro de los menesterosos, como está a cargo de la caballería y de los caballeros andantes, como yo soy, cuyo deseo
a semejantes hazañas es inclinado.

El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo
cuando acabó de oírle semejantes razones y, por tener que reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y, así, le dijo que andaba muy
acertado en lo que deseaba y pedía y que tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como él parecía y como su gallarda
presencia mostraba; y que él asímismo, en los años de su mocedad, se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo,
buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, Islas de Riarán, Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de
Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes, donde había ejercitado la
ligereza de sus pies, sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engañando a
algunos pupilos y, finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España; y que, a lo último, se había venido a
recoger a aquel su castillo, donde vivía con su hacienda y con las ajenas, recogiendo en él a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y
condición que fuesen, solo por la mucha afición que les tenía y porque partiesen con él de sus haberes, en pago de su buen deseo. Le dijo también
que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las armas, porque estaba derribada para hacerla de nuevo, pero que en caso de
necesidad él sabía que se podían velar dondequiera y que aquella noche las podría velar en un patio del castillo, que a la mañana, siendo Dios
servido, se harían las debidas ceremonias de manera que él quedase armado caballero, y tan caballero, que no pudiese ser más en el mundo.
Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que
ninguno los hubiese traído. A esto dijo el ventero que se engañaba, que, puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los
autores de ellas que no era menester escribir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había
de creer que no los trajeron, y, así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados,
llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles, y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para
curar las heridas que recibían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no
era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire en alguna nube alguna doncella o enano con alguna
redoma de agua de tal virtud, que en gustando alguna gota de ella luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno
hubiesen tenido; mas que, en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de
dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse; y cuando sucedía que los tales caballeros no tenían escuderos —que
eran pocas y raras veces—, ellos mesmos lo llevaban todo en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo, como que
era otra cosa de más importancia, porque, no siendo por ocasión semejante, esto de llevar alforjas no fue muy admitido entre los caballeros
andantes; y por esto le daba por consejo, pues aún se lo podía mandar como a su ahijado, que tan presto lo había de ser, que no caminase de allí
adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas, y que vería cuán bien se hallaba con ellas, cuando menos se pensase. Le prometió don Quijote
de hacer lo que se le aconsejaba, con toda puntualidad; y, así, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la
venta estaba, y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con
gentil continente, se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche. Contó el ventero a todos cuantos
estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba. Se admiraron de tan extraño género de
locura y fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que con sosegado ademán unas veces se paseaba; otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las
armas, sin quitarlos por un buen espacio de ellas. Acabó de cerrar la noche, pero con tanta claridad de la luna, que podía competir con el que se la
prestaba, de manera que cuanto el novel caballero hacía era bien visto de todos. Se le antojó en esto a uno de los arrieros que estaban en la venta ir a
dar agua a su recua, y fue menester quitar las armas de don Quijote, que estaban sobre la pila; el cual, viéndole llegar, en voz alta le dijo:

—¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada! Mira lo
que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento.

No se curó el arriero de estas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud), antes, trabando de las correas, las arrojó
gran trecho de sí. Lo cual visto por don Quijote, alzó los ojos al cielo y, puesto el pensamiento —a lo que pareció— en su señora Dulcinea, dijo:

—Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este primero trance
vuestro favor y amparo.

Y diciendo estas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos manos y dio con ella tan gran golpe al arriero en la
cabeza, que le derribó en el suelo tan maltrecho, que, si segundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara. Hecho esto, recogió sus
armas y tornó a pasearse con el mismo reposo que primero. Desde allí a poco, sin saberse lo que había pasado —porque aún estaba aturdido el
arriero—, llegó otro con la mesma intención de dar agua a sus mulos y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote
palabra y sin pedir favor a nadie soltó otra vez la adarga y alzó otra vez la lanza y, sin hacerla pedazos, hizo más de tres la cabeza del segundo
arriero, porque se la abrió por cuatro. Al ruido acudió toda la gente de la venta, y entre ellos el ventero. Viendo esto don Quijote, embrazó su adarga
y, puesta mano a su espada, dijo:

—¡Oh señora de la hermosura, esfuerzo y vigor del debilitado corazón mío! Ahora es tiempo que vuelvas los ojos de tu grandeza a este tu
cautivo caballero, que tamaña aventura está atendiendo.
Con esto cobró, a su parecer, tanto ánimo, que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrás. Los compañeros de los
heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual lo mejor que podía se reparaba con su adarga y no
se osaba apartar de la pila, por no desamparar las armas. El ventero daba voces que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco, y que por
loco se libraría, aunque los matase a todos. También don Quijote las daba, mayores, llamándolos de alevosos y traidores, y que el señor del castillo
era un follón y mal nacido caballero, pues de tal manera consentía que se tratasen los andantes caballeros; y que si él hubiera recibido la orden de
caballería, que él le diera a entender su alevosía:

—Pero de vosotros, soez y baja canalla, no hago caso alguno: tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudieres, que vosotros veréis el
pago que lleváis de vuestra sandez y demasía.

Decía esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían; y así por esto como por las persuasiones del
ventero, le dejaron de tirar, y él dejó retirar a los heridos y tornó a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero. No le
parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia
sucediese. Y, así, llegándose a él, se disculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna, pero que
bien castigados quedaban de su atrevimiento. Le dijo como ya le había dicho que en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba de hacer
tampoco era necesaria, que todo el toque de quedar armado caballero consistía en la pescozada y en el espaldarazo, según él tenía noticia del
ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se podía hacer, y que ya había cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que
con solas dos horas de vela se cumplía, cuanto más que él había estado más de cuatro. Todo se lo creyó don Quijote, que él estaba allí pronto para
obedecerle y que concluyese con la mayor brevedad que pudiese, porque, si fuese otra vez acometido y se viese armado caballero, no pensaba dejar
persona viva en el castillo, excepto aquellas que él le mandase, a quien por su respeto dejaría. Advertido y medroso de esto el castellano, trujo luego
un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas,
se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas; y, leyendo en su manual, como que decía alguna devota oración, en mitad de la
leyenda alzó la mano y le dio sobre el cuello un buen golpe, y tras él, con su mesma espada, un gentil espaldarazo, siempre murmurando entre
dientes, como que rezaba. Hecho esto, mandó a una de aquellas damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción,
porque no fue menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habían visto del novel caballero les
tenía la risa a raya. Al ceñirle la espada dijo la buena señora:

—Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en lides.

Don Quijote le preguntó cómo se llamaba, porque él supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced recibida, porque
pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que
era hija de un remendón natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría
por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase «doña Tolosa». Ella se lo
prometió, y la otra le calzó la espuela, con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada. Le preguntó su nombre, y dijo que se
llamaba la Molinera y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual también rogó don Quijote que se pusiese don y se llamase «doña
Molinera», ofreciéndole nuevos servicios y mercedes. Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vio la hora don
Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras, y, ensillando luego a Rocinante, subió en él y, abrazando a su huésped, le dijo cosas tan
extrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con
no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió a las suyas y, sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir a la buen hora.

Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha, 1605


Franz G., El ventero ordena caballero a don Quijote, 1883
Características generales de los Siglos de Oro

Se denomina Edad de Oro de la literatura española al periodo correspondiente a los siglos XVI y XVII.
Con el siglo XVI comienza lo que conocemos como Edad Moderna, el sistema feudal propio del medievo dio pie a un régimen de monarquías
autoritarias. Entre los últimos años del siglo XV y el siglo XVI, se produce una serie de acontecimientos que van a marcar el devenir de los siglos
posteriores.
Panorama europeo:
 El humanismo, que surgió en Italia durante el siglo XIV (el cuatrocento), se difundió por el viejo continente. Destaca por la búsqueda de la
destreza literaria y la sabiduría mediante el conocimiento científico. El humanista es un erudito, un crítico que combina el interés por el
mundo clásico con la búsqueda de los avances científicos. Erasmo de Rotterdam fue una figura clave para la expansión de esta corriente de
pensamiento. Las numerosas traducciones de su obra en nuestra lengua, sin duda, favorecen su difusión.
 Invención de la imprenta (1440). Johanes Gutemberg inventó este artilugio que propició un auge fundamental en la difusión cultural.
 El auge del comercio y las rutas comerciales se vio espoleado por las mejoras en la agricultura, los continuos avances técnicos y el
descubrimiento de nuevos territorios.
 El crecimiento de las ciudades y el auge de la burguesía. La población comenzó a agruparse en torno a las urbes, en las que la burguesía se
convierte en la clase social dominante.
 La reforma protestante encabezada por Martin Lutero cuestiona la autoridad del Papa y divide el continente.
 La mentalidad medieval y el teocentrismo de los siglos pasados dan pie a la exaltación de la vida terrenal. En el Renacimiento se vuelve la
mirada al mundo clásico grecolatino y a sus principios de armonía y equilibrio. Veremos continuas referencias mitológicas, imitación de
modelos literarios y temas. Autores como Platón, Ovidio, Aristóteles, Homero o Virgilio, serán, así, admirados e imitados, al tiempo que, en
consonancia, el hombre ideal del Renacimiento es aquel que domina las armas y las letras.
Los referentes de la literatura renacentista son italianos:
 Dante Alighieri. Su Divina comedia es una de las primeras obras modernas.
 Francesco Petrarca. El Cancionero se convertirá en el modelo de la lírica renacentista. Sus sonetos dedicados a Laura, la amada idealizada,
serán fuente de inspiración de nuestros más ilustres poetas.
 Giovanni Bocaccio y el Decamerón.
En España:
El Renacimiento llega más tarde que en Italia y con la peculiaridad de que conviven el humanismo y una fuerte tradición religiosa y caballeresca.
Por tanto, no se rompe del todo con la Edad Media. En torno a 1492, se producen unos hechos que configuran el mapa político y cultural del
imperio español:
 Descubrimiento de América. Durante este siglo, España se convierte en el principal imperio mundial. La prosperidad se vio magnificada por
la llegada de metales preciosos y la apertura de nuevas rutas comerciales.
 Toma de Granada. Puso fin a la reconquista.
 Aparición de la primera gramática en lengua vulgar (castellano) a cargo de Antonio de Nebrija. La consolidación de la lengua castellana se
ve favorecido por el auge del humanismo.

Renacimiento (siglo XVI):

El siglo XVI en nuestro país se divide entre los reinados de:


 Carlos I y V de Alemania. Durante el reinado de Carlos I y V de Alemania se produce el momento de máximo esplendor del imperio español
con una apertura a Europa.
 Su hijo, Felipe II, fue participante activo de la contrarreforma contra las ideas de Lutero. Esto facilitó un nuevo auge de la Inquisición. Las
obras literarias debían pasar la censura antes de ser publicadas.

La prosa destacó por su fin didáctico e histórico. Los estudios dividen, de forma general, a la novela entre:
 La novela idealista. Continúan teniendo éxito las novelas de caballerías, novela bizantina, la novela pastoril y la morisca.
 La novela realista. De carácter autobiográfico y marcada por el determinismo social, cuenta las peripecias de un pícaro. El Lazarillo de
Tormes inició el género que tuvo continuidad en el Barroco.
La poesía se caracteriza por la importación de las formas italianas, especialmente el soneto.
 Poesía profana. Con clara influencia de Petrarca y el cancionero. Destacan autores como Garcilaso de la Vega, Boscán o el Marqués de
Santillana.
 Poesía religiosa. Inspirada en el humanismo y el neoplatonismo. La naturaleza, la religiosidad, la moral y la huida del mundanal ruido son
los temas centrales de los poetas ascéticos y místicos que buscan el encuentro con Dios. Destacan autores como Fray Luis de León, San Juan
de la Cruz o Santa Teresa de Jesús.
El teatro. El teatro cortesano incluía música y baile. Estaba reducido a la nobleza y era representado en palacio.
 Con autores como Lope de Rueda, que realiza innovaciones a la escena italiana, aparece el teatro profesional. Destacan sus pasos que fueron
referente para el surgimiento de la comedia nueva.
Temas y tópicos:
 El amor.  Collige, virgo, rosas (recoge, doncella, las rosas)
 La mitología grecolatina.  Locus amoenus
 La naturaleza idealizada.  Aurea mediocritas (dorada medianía)
 La huida del mundo. El mundo como prisión.  Beatus ille (dichoso aquel)
 La unión con dios.  Descriptio puellae (descripción de la joven)
 Carpe diem.

Barroco (siglo XVII)

Durante el Barroco en España se dividen el trono los denominados Austrias menores: Felipe III y Felipe IV. La monarquía va perdiendo su poder
absoluto en favor de los validos. La decadencia provocada por la corrupción, las guerras y la mala gestión contrasta con el momento más álgido del
arte y la cultura española. El siglo XVII sirvió para culminar la renovación artística iniciada en el Renacimiento, pero también supuso una reacción
contra sus ideas. El pesimismo inundó la mentalidad del hombre del Barroco:
 La crisis económica derivada de la mala gestión y el aumento de la pobreza.
 La emigración y el descenso demográfico.
 El auge de la religiosidad.
 El desengaño y el conformismo, propios de la mentalidad barroca.
En literatura se mantienen los temas renacentistas pero con un aire renovado. Destacan las polémicas literarias en torno a la dicotomía luz/oscuridad
en las que participaron las más insignes plumas de la época.
 En poesía, Góngora y Quevedo, con más puntos en común de lo que pudiera parecer, encabezaron el culteranismo y el conceptismo. La
escuela salmantina y la sevillana destacaron sobremanera.
 El siglo comienza con la publicación de la obra cumbre de la literatura castellana: Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, quien
años atrás había escrito sus Novelas ejemplares y había probado suerte sin demasiado éxito como poeta o dramaturgo. En 1605, se publica
también la antología poética en castellano, Flores de poetas ilustres, de Pedro Espinosa, en la que aparecen los más destacados autores de la
época.
En prosa, también destacan autores como Mateo Alemán, El Guzmán de Alfarache, y Quevedo con El Buscón, que continuaron con el
género picaresco con nuevos bríos. Baltasar Gracián cultivó la prosa didáctica.
 Lope de Vega destacó por su prolífica obra poética y por ser el impulsor de la denominada comedia nueva, que supuso una renovación del
teatro clásico. Con ella, el género teatral goza de un éxito sin precedentes y los corrales de comedia son lugar de encuentro de los distintos
estamentos de la sociedad. El teatro de los Siglos de Oro tuvo otros autores destacados, como Tirso de Molina, y culminaría con la figura de
Calderón de la Barca y obras como La vida es sueño.
Soneto

Cerrar podrá mis ojos la postrera 11A endecasílabos Catorce versos divididos en cuatro estrofas, dos cuartetos y dos tercetos,
sombra que me llevare el blanco día, 11B endecasílabos formado por versos endecasílabos, de arte mayor, con rima consonante.
y podrá desatar esta alma mía 11B endecasílabos. El esquema métrico resultante es : 11A 11B 11B 11A 11A 11B 11B 11A
hora a su afán ansioso lisonjera; 11A endecasílabos 11C 11D 11C 11D 11C 11D. Encontramos abundantes sinalefas.

mas no, de esotra parte, en la ribera, 11A endecasílabos


dejará la memoria, en donde ardía: 11B endecasílabos
nadar sabe mi llama la agua fría, 11B endecasílabos
y perder el respeto a ley severa. 11A endecasílabos

Alma a quien todo un dios prisión ha sido, 11C


venas que humor a tanto fuego han dado, 11D
médulas que han gloriosamente ardido, 11C

su cuerpo dejará, no su cuidado; 11D


serán ceniza, mas tendrá sentido; 11C
polvo serán, mas polvo enamorado. 11D

Francisco de Quevedo
Oda

[...] ¡Oh monte, oh fuente, oh río! 7a Lira


¡Oh secreto seguro, deleitoso! 11B
Roto casi el navío, 7a
a vuestro almo reposo 7b
huyo de aqueste mar tempestuoso. 11B

Un no rompido sueño, 7c
un día puro, alegre, libre quiero; 11D
no quiero ver el ceño 7c
vanamente severo 7d
de a quien la sangre ensalza o el dinero [...] 11D

Fray Luis de León, Oda a la vida retirada


Silva

Era del año la estación florida


en que el mentido robador de Europa
—media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo—,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
—náufrago y desdeñado, sobre ausente—,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.

Luis de Góngora, Soledades


Égloga

Cerca del Tajo, en soledad amena,


de verdes sauces hay una espesura,
toda de hiedra revestida y llena
que por el tronco va hasta la altura
y así la teje arriba y encadena
que’l sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido,
alegrando la hierba y el oído.

Garcilaso de la Vega, Égloga III


Décima o espinela

Cuentan de un sabio que un día


tan pobre y mísero estaba
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
"¿Habrá otro -entre sí decía-
más pobre y triste que yo?"
Y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó…

Pedro Calderón de la Barca, La vida es sueño


Romance

Quién hubiera tal ventura los vientos hace amainar


sobre las aguas del mar,
las aves que van volando
como hubo el conde Arnaldos
al mástil vienen posar
la mañana de san Juan
los peces que andan al fondo
yendo a buscar la caza arriba los hace andar.
para su falcón cebar,
Allí habló el infante Arnaldos
vio venir una galera
bien oiréis lo que dirá
que a tierra quiere llegar
"Por tu vida el marinero
las velas trae de seda dígasme ahora ese cantar"
jarcias de oro torzal
Respondiole el marinero
áncoras tiene de plata
tal respuesta le fue a dar
tablas de fino coral
"Yo no digo mi canción
marinero que la guía sino a quien conmigo va".
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma Anónimo, “Romance del Conde Arnaldos”
Duelo de décimas: Sabina vs. Pimienta
Aprendices de Quevedo:

¡Cómo de entre mis manos te __________! atiende el vuelo, sin mirar las __________.

¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!


¡Oh, condición mortal! ¡Oh, dura suerte!
¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte __________,
¡Que no puedo querer vivir mañana
pues con callado pie todo lo igualas!
sin la pensión de procurar mi __________!

Feroz, de tierra el débil muro escalas,

en quien lozana juventud se __________ Cualquier instante de la vida __________

mas ya mi corazón del postrer día es nueva ejecución, con que me advierte

cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.


Ovillejo:

¿Quién mejorará mi suerte?


¡La muerte! La estructura de un ovillejo es la siguiente:
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
¡Mudanza!  Diez versos agrupados en dos secciones de seis y cuatro.
Y sus males, ¿quién los cura?  Los primeros seis versos repiten el siguiente esquema:
¡Locura! pregunta (ocho sílabas), respuesta con una palabra (cuatro
sílabas). Siempre con rima consonante.
Dese modo no es cordura  Los cuatro últimos versos forman una redondilla. Se
querer curar la pasión, resume lo anterior con cuatro versos octosílabos cuya rima
cuando los remedios son debe ser 8c 8d 8d 8c y el último verso recogerá las tres
muerte, mudanza y locura. palabras anteriores.

Miguel de Cervantes
Comparamos un poema renacentista y uno barroco:

A Dafne ya los brazos le crecían, Tras vos un Alquimista va corriendo,


y en luengos ramos vueltos se mostraba; Dafne, que llaman Sol ¿y vos, tan cruda?
en verdes hojas vi que se tornaban Vos os volvéis murciégalo sin duda,
los cabellos que el oro escurecían. Pues vais del Sol y de la luz huyendo.

De áspera corteza se cubrían Él os quiere gozar a lo que entiendo


los tiernos miembros, que aún bullendo estaban: Si os coge en esta selva tosca y ruda,
los blancos pies en tierra se hincaban, Su aljaba suena, está su bolsa muda,
y en torcidas raíces se volvían. El perro, pues no ladra, está muriendo.

Aquel que fue la causa de tal daño, Buhonero de signos y Planetas,


a fuerza de llorar, crecer hacía Viene haciendo ademanes y figuras
este árbol que con lágrimas regaba. Cargado de bochornos y Cometas.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño! Esto la dije, y en cortezas duras
¡Que con llorarla crezca cada día De Laurel se ingirió contra sus tretas,
la causa y la razón porque lloraba! Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras.

Garcilaso De la Vega Francisco de Quevedo


1. Lee los dos poemas. Busca en el diccionario las palabras que no entiendas y escribe su significado.

2. ¿Cuál es el tema de cada poema? ¿Tienen algunas similitudes, aunque estén escritos en siglos diferentes?

3. Analiza la métrica y la rima e indica el tipo de composición empleada.

4. Busca información sobre el mito de Apolo y Dafne.

5. Localiza alguna metáfora relacionada con Apolo.

6. ¿Observas alguna diferencia en la forma de tratar el mito de Dafne y Apolo? Explícala brevemente por escrito.

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