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Cuando Cristóbal Colón llego a América en 1492, lo idioma español ya se

encontraba consolidado en la Península, puesto que durante los siglos XIV y XV


se producieron hechos históricos e idiomáticos que contribuyeron a que el dialecto
castellano se expandiera de manera más sólida y rápida que los otros dialectos
románicos que se hablavan en España, además de la normalización ortográfica y
de la aparición de la primera Gramática de la lengua castellana, 1492, escrita por
Antonio de Nebrija; pero en este nuevo mundo se inició otro proceso, el del
afianzamiento desta lengua, llamado hispanización.
La América prehispánica se presentaba como un conglomerado de pueblos y
lenguas diferentes que se articuló políticamente como parte del imperio español y
bajo el alero de una lengua común.

La diversidad idiomática americana era tal, que algunos autores estiman que ese
continente es el más fragmentado lingüísticamente, con alrededor de 123 (ciento
vinte y tres) familias de lenguas, muchas de las cuales tienen, a su vez, decenas u
incluso cientos de lenguas y dialectos. Sin embargo, algunas de las lenguas
indígenas importantes -por su número de hablantes o por su aporte al español-
son el náhuatl, el taíno, el maya, el quechua, el aimara, el guaraní y el mapuche,
por citar algunas.

El español llegó al continente americano a través de los sucessivos viajes de


Colón y, luego, con las oleadas de colonizadores que buscaban en América
nuevas oportunidades y riquezas. En su intento por comunicarse con los
indígenas, recurrieron a lo uso de gestos y luego a intérpretes europeos o a
indígenas esclavizados para tal efecto, que permitiesen la intercomprensión de
culturas tan diferentes entre sí.

Además, en varios casos, los conquistadores y misioneros fomentaron el uso de


las llamadas lenguas generales, es decir, lenguas que, por su alto número de
hablantes y por su aceptación como forma común de comunicación, eran
utilizadas por diferentes poblos, por ejemplo, para el comercio, como sucedeu con
el náhuatl, en México o el quechua, en Perú.
La influencia da Iglesia fue mucho importante en este proceso, puesto que realizó,
especialmente a través de los monjes franciscanos y jesuitas, una intensa labor de
evangelización de niños y jóvenes de distintos pueblos mediante la construcción
de escuelas y de iglesias en todo lo continente.
Sin embargo, aquellos primeros esfuerzos resultaran insuficientes y la
hispanización de América comenzó a desarrollarse sólo por medio de la
convivencia entre españoles e indios, la catequesis y - sobre todo - la mestizaje.
Pero no sólo la población indígena era heterogénea, sino que también lo era la
hispana que llegó a colonizar el territorio americano, pues provenía de las distintas
regiones de España, aunque especialmente de Andalucía, sur del país. Tarefa de
estudos dirigidos a distância
Esta mayor proporción de andaluces, que se asientó sobre todo en la zona
caribeña y antillana en los primeros años de la conquista otorgó características
especiales al español americano: el llamado andalucismo de América, que se
manifiesta, especialmente en el aspecto fonético. Este periodo, que los autores
sitúan entre 1492 y 1519, ha sido llamado – justamente - periodo antillano, y es en
él donde se habrían enraizado las características que luego serían atribuidas a
todo el español americano.
En el plano fónico, por ejemplo: 1) la pérdida de la d entre vocales (decir, aburrío
por aburrido) y final de palabra (decir, usté en vez de usted, y virtú en vez de
virtud); 2) la confusión entre la l y r (decir mardito en vez de maldito); 3) la
aspiración de la s final de sílaba (decir pahtoh en vez de pastos).
Por otra parte, los grupos de inmigrantes de toda España se reuníam en Sevilla,
capital de Andalucía, para su travesía a América y, de camino hacia el nuevo
continente, aún les quedaba el paso por las Islas Canarias, lo que hace suponer
que las personas comenzaram a utilizar ciertas características lingüísticas. Esas
características hasta hoy son compartidas por estas regiones y han generado una
variedad del español a la que se ha empezado a llamar de español atlántico, cuya
capital lingüística sería Sevilla. Diferentemente, habría el español castizo o
castellano- con capital lingüística en Madrid, y que englobaría el andaluz
occidental, el canario y el español americano, aunque otros investigadores
sostienen que sólo abarcaría, en América, las zonas costeras.
Hoy día, el español de América es muy rico y hay muchas variedades que asumen
diferentes sobrenombres sin ser considerado ninguno “mejor” o más “correcto” que
otro. En Hispanoamérica se pueden establecer grandes áreas geográficas que
comparten una pronunciación y unos rasgos lingüísticos similares: el área andina,
español andino, que abarca el sur de Colombia, parte de Ecuador y Perú, parte de
Bolivia, norte de Chile y noroeste de Argentina; el área caribeña, español caribeño,
que se refiere al español de las Antillas, Centroamérica, Venezuela y Colombia; el
español del Río de la Plata, español rioplatense, que contempla Argentina,
Uruguay y parte de Paraguay; y el español de México. Estas grandes áreas
comparten unas pautas de entonación y pronunciación similares y un vocabulario
diferenciado en algunas palabras relacionadas, sobre todo, con la comida y las
prendas de vestir.

En Colombia y Perú pronuncian de una manera más “neutra” y quizá, por eso,
creen, pero solo creen, tener el mejor español de América.

En Argentina y Uruguay está la pronunciación más peculiar, la que más los


singulariza y los diferencia del resto. Lo más característico de esta variante es la
pronunciación sonora de las consonantes ll e y, y la utilización del llamado voseo.
Uso del pronombre “vos”, en lugar de “tú”. Este fenómeno se da también en otros
lugares de América, pero en la zona del Río de la Plata va acompañado de un
cambio en la forma verbal: en lugar de vos cantáis, se dice vos cantás (tú cantas).
En general, en toda Hispanoamérica, pero sobre todo en México y en el español
de los Andes, se usa con mucha frecuencia el diminutivo. Especialmente en
México y Perú, donde se llegan a poner los adverbios en diminutivo, como en
ahorita e, incluso, ahoritita.
En la actualidad, es la Asociación de Academias de la Lengua Española la que
observa todas estas diferencias y son los 23 países hispanohablantes que la
componen los que dictan19 las normas del español culto. Y la Real Academia
Española es una de ellas.
A todos los hispanohablantes nos gustamos jugar con los acentos y a todos nos
satisface adivinar el origen de un hispanohablante antes de preguntárselo. Viajar
nos abrirá los ojos y, cuanto más viajemos, más conscientes seremos de que lo
que une a los más de 500 milhones de hispanohablantes es mucho más grande
de lo que los separa.

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