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Diez formas para profundizar nuestra relación con Dios

La oración es mucho más que solo esa parte del día en la que le recordamos a Dios lo
que necesitamos y lo que debe hacer por nosotros.

Por: Arzobispo Charles J. Chaput, O.F.M. CAP. | Fuente: catholiceducation.org

Con el transcurso de los años he escuchado de mucha gente buena que quiere una
relación cercana con Dios, pero están bloqueados por lo que ellos perciben como el
silencio de Dios.

Con frecuencia, a lo que se refieren es, sin saberlo, a que les gustaría que el Señor
haga algo dramático en sus vidas, algo que recuerde al Monte Sinaí y que muestre sus
credenciales. Pero, típicamente, Dios no obra de ese modo. No está en el negocio del
teatro. Dios quiere ser amado e incluso, en ese sentido, "cortejado": que quiere decir
que no podemos ser compañeros pasivos en la relación. Necesitamos buscar a Dios
como lo harían los enamorados.

Entonces aquí tenemos algunas sugerencias (sin ningún orden en particular) que nos
pueden ayudar a acercarnos a Dios.

1.- Primero: Comienza por escucharlo.

La fe no es un programa de doce pasos. Tampoco es un problema de algebra que


necesite ser "resuelto". Es un asunto de amor. Como con el esposo o la esposa, lo más
importante que podemos hacer es estar presentes y escuchar. Esto requiere invertir
tiempo y concentración. Si cierta disposición de impaciencia o de pretender escuchar
no funciona con el cónyuge, ¿por qué habría de funcionar con Dios?

2.- En segundo lugar: Cultiva el silencio.

No podemos escuchar cuando nuestro mundo está lleno de bulla y juguetes. C.S.
Lewis decía con frecuencia que la bulla es la música del infierno. Nuestros juguetes (las
cosas que elegimos para distraernos) nos mantienen alejados de concentrarnos en las
principales cosas de la vida: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el sentido de mi vida?
¿Existe Dios, y si es así, quién es Él y qué me pide?

3.- Tercero: busca la humildad.

La humildad es al espíritu lo que la pobreza material es para los sentidos: el gran


purificador. La humildad es el comienzo de la cordura. No podemos realmente ver
(mucho menos amar) a cualquiera cuando uno mismo está en medio del camino.
Cuando finalmente vemos y creemos en nuestra propia pecaminosidad y falta de
importancia, muchas otras cosas se hacen posibles: el arrepentimiento, la misericordia,
la paciencia y el perdón para otros. Estas virtudes son las piedras angulares de otra
gran virtud cristiana: la justicia. Ninguna justicia es posible en una telaraña de ira
mutua, recriminación y orgullo herido.

4.- Cuarto: Cultiva la honestidad.

La honestidad completa solo es posible para el hombre humilde. La razón es simple. La


honestidad más importante y dolorosa es decirnos la verdad a nosotros mismos sobre
nuestros motivos y nuestras acciones. La razón por la que la honestidad es un magneto
tan poderoso es porque es muy inusual ya que la vida moderna está tan construida
sobre el marketing de las medias verdades y mentiras sobre quiénes somos y lo que
merecemos.

Muchas de las mentiras están bien intencionadas y son incluso inocuas; pero no dejan
de ser mentiras. La Escritura alaba a la mujer y al hombre honestos porque son como
el aire limpio en un cuarto lleno de humo. La honestidad le permite a la mente respirar y
pensar claramente.

5.- En quinto lugar: Busca ser santo.

Ser santo no significa ser amable, ni quiera bueno, aunque la gente verdaderamente
snta siempre es buena y, con frecuencia (aunque no siempre) amable. La santidad
significa ser "algo más". Es lo que quiere decir la Escritura cuando nos dice que
estemos "en el mundo sin ser del mundo". Y eso no sucede milagrosamente.
Necesitamos optar por buscar la santidad.
Los caminos de Dios no son nuestros caminos. La santidad es el hábito de buscar
conformar todos nuestros pensamientos y acciones a los caminos de Dios.

No hay un modelo preestablecido de santidad, así como la piedad no puede ser


reducida a un tipo particular de oración o postura. Lo que es importante es amar al
mundo porque Dios lo ama y envió a su Hijo a redimirlo, pero sin ser capturado por sus
hábitos (del mundo) y valores, que no son santos.

6.- Sexto: Reza.

La oración es mucho más que solo esa parte del día en la que le recordamos a Dios lo
que necesitamos y lo que debe hacer por nosotros. La oración verdadera está más en
escuchar y está íntimamente ligada a la obediencia. Dios ciertamente quiere escuchar
lo que necesitamos y amamos y tememos, porque estas cosas son parte de nuestra
vida diaria, y Él nos ama, pero si hablamos no podremos escuchar. Fíjate, además, que
no podemos rezar verdaderamente sin humildad. ¿Por qué? Porque la oración requiere
que elevemos todo lo que somos y todo lo que experimentamos y poseemos hacia
Dios; y el orgullo es muy pesado para ser elevado.

7.- Séptimo: Lee.

La Escritura es la Palabra viva de Dios. Cuando leemos la Palabra de Dios, nos


encontramos con Dios mismo. Pero hay más: J.R.R. Tolkien, C.S. Lewis, Georges
Bernanos y muchos otros fueron escritores profundamente inteligentes y destacados,
cuyas obras se nutrieron de la mente y el alma cristiana, además de su inspirada
imaginación. Leer también sirve para otro propósito más sencillo: calla la bulla que nos
distrae de la reflexión fecunda. No podemos leer Las cartas del Diablo a su sobrino y
ver un programa de televisión en serio y al mismo tiempo. Y eso es algo muy bueno.

Por cierto, si no has decidido aún lo que vas a hacer extra en el 2014, lee la maravillosa
historia corta de Tolkien titulada Hoja de Niggle. Te tomará menos de una hora pero se
quedará contigo para siempre. Y luego lee la gran trilogía religiosa y de ciencia ficción
de C.S. Lewis: Más allá del planeta silencioso, Perelandra: un viaje a Venus; y Esa
horrible Fortaleza. Nunca más verás al mundo de la misma manera.

8.- Ocho: Cree y actúa.

Nadie "gana" la fe. Es un don gratuito de Dios ante el que necesitamos estar
dispuestos y listos para recibirlo. Podemos disciplinarnos para estar preparados.

Si buscamos sinceramente la verdad, si deseamos las cosas más grandes que las que
esta vida tiene para ofrecer, y si dejamos abiertos nuestros corazones a la posibilidad
de Dios: entonces un día creeremos, así como cuando escogemos amar a alguien más
profundamente y volcamos nuestro corazón sinceramente a la tarea, entonces tarde o
temprano podremos hacerlo.

Los sentimientos son volubles, con frecuencia engañosos. No son la sustancia de


nuestra fe. Necesitamos ser agradecidos por nuestras emociones como dones de Dios,
pero también necesitamos juzgarlos a la luz del sentido común. Enamorarse es solo el
primer sabor del amor. El verdadero amor es más hermoso y más exigente que los
primeros días del romance.

Del mismo modo, una conversión al estilo "del camino hacia Damasco" no le sucede a
mucha gente y ni siquiera San Pablo estuvo en el camino mucho tiempo. ¿Por qué?
Porque al revelarse a sí mismo ante Pablo, Jesús inmediatamente le dio algo para
hacer. Conocemos y amamos más profundamente a Jesús al hacer lo que nos pide
que hagamos.
En el mundo real, los sentimientos que perduran siguen a las acciones que tienen
sustancia. Mientras más sinceros seamos en nuestro discipulado, más cerca estaremos
de Jesucristo. Por eso los discípulos de Emaús solo reconocieron a Jesús "al partir el
pan". Solo al actuar en y sobre nuestra fe, nuestra fe se hace plenamente real.

9.- Noveno: Nadie llega al cielo solo.

Todos necesitamos amigos y una comunidad. A un amigo mío que ha estado casado
más de 40 años le gusta decir que el corazón de un buen matrimonio es la amistad.
Cada matrimonio exitoso es, al final de cuentas, una profunda y particular forma de
amistad que involucra honestidad, intimidad, fidelidad, sacrificio mutuo, esperanza y
creencias compartidas.
Todo matrimonio exitoso es además una forma de comunidad. Incluso Jesús necesitó
estas dos cosas: amistad y comunidad. Los Apóstoles no eran simplemente seguidores
de Cristo; eran también sus hermanos y amigos, gente que lo conocía y lo apoyaba de
modo muy cercano. Todos nosotros como cristianos necesitamos también esas dos
cosas. No importa si somos religiosos, laicos, diáconos, sacerdotes, solteros o
casados,los amigos son vitales. La comunidad es vital. Nuestros amigos expresan y
modelan quienes somos. Los buenos amigos nos sostienen y los malos nos socavan; y
por eso son tan decisivos para el éxito o el fracaso de la vida cristiana.

10.- Décimo y último: Nada es más poderoso que los sacramentos de la


Penitencia y la Eucaristía para llevarnos al Dios que buscamos.

Dios se hace disponible para todos cada semana en el confesionario y cada día en el
sacrificio de la Misa. No tiene mucho sentido hablar del "silencio de Dios" cuando
nuestras iglesias están silenciosas por nuestra ausencia e indiferencia. Somos nosotros
los que tenemos el corazón frío, no Dios.

Dios nunca ha sido superado en generosidad. Él espera por nosotros en la tranquilidad


del tabernáculo y nos ama y quiere también ser amado de todo corazón.

Si estamos dispuestos a dar ese amor, estos pasos nos llevarán a Él.

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