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La Balserita

Víctor Carvajal
Ilustraciones de Carolina Schütte González
Dedicado a Constanza Corbinaud Castañeda.

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trasladara hasta el embarcadero de la Escuela
Madre de la Divina Providencia. De pronto, la
niña vio ciertos destellos que se desplazaban en
medio de la bruma, como pequeños peces fuera del
agua, amenazando con regresar de un salto a su
mundo submarino.
Desde el muelle, ambos miraban en silencio
aquel paisaje de ensueño. Diego montaba su
espléndida bicicleta, pedaleando de un lado a otro,
como si la pasarela de madera no existiera. En
medio de la bruma, mecida por las olas, apareció
una imponente figura, cuando la neblina
comenzaba a dejarle un espacio de cielo al océano.
La niña se estremeció de la cabeza a los pies, como
si una brisa gélida la dominara, porque creyó haber
visto a su hermano.

Alucinaciones

Tiara soñaba con Diego esa madrugada. Ella y su


compañero esperaban por una lancha que los

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Tiara se volvió para mirar a Diego a los ojos,
porque en ellos se reflejaba mejor el color gris del
mar y del cielo. El rostro del muchacho hizo una
mueca de asombro y saltó como un resorte,
perturbado por la repentina reacción de su
compañera.
—¿Qué pasa? —balbuceó.
—No, nada —titubeó ella.
—¿Nos vienen a buscar? —preguntó
Diego.
Tiara permaneció expectante unos segundos ante
la sorprendente aparición que emergió de la nada:
mecida por las olas, flotaba la imponente piragua.
La nave se acercó. Ocho hombres la tripulaban.
Entre ellos se encontraba el abuelo de la niña y
Kiko, el hermano mayor de Tiara.
Ataviados con finas plumas multicolores, los
tripulantes de aquella embarcación maravillosa
detuvieron el acompasado movimiento de los
remos a escasos metros de la costa. Tiara buscó
refugio junto a Diego; temblaba de miedo.
—¡Eres una Miru! —saludaron—. Miembro de
nuestra estirpe real.

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—¿Quiénes son ustedes? —preguntó la niña, dominaba, se preguntó si Diego estaría dispuesto a
volviéndose a ellos. ir con ella.
—Son los príncipes Ariki Paka y vienen por ti —¿Vienes, Diego? —insistió.
—respondió el anciano. El muchacho dudó. El abuelo y Kiko exigieron a
—¡Qué bueno! —replicó Tiara, sin mayor la niña que se apurara, que no había tiempo que
alegría—. Para que nos lleven a la escuela. perder.
—Navegamos contra el tiempo —respondieron —No iré sin él —respondió Tiara.
apremiados los príncipes—. Es largo el viaje hasta —Que aborde la nave —ordenaron los príncipes.
las costas del Poike. —Vamos, Diego —dijo Tiara—. Monta de una
—¿Y mi papito? —insistió la niña. vez en tu bici y ven conmigo.
—El competirá en una prueba muy dura Al escuchar que Tiara mencionaba la bicicleta,
—respondió el abuelo. Diego, víctima de una fuerza misteriosa y con
—¡Quiero ir a verlo! sorprendente habilidad, comenzó a desplazarse
—Tiara —se apresuró Kiko—, aborda tu pora y lentamente por el embarcadero, zigzagueando de
rema hasta nuestra embarcación. un lado a otro, a punto de perder el equilibrio,
—¿Tengo que subirme a la balsa? —exclamó la avanzando hasta el agua. Eran saltos pequeños, con
niña, al tiempo que miraba a su abuelo y a Diego, una rueda primero y luego con la otra, logrados al
mudo de asombro. apretar y soltar los frenos. Parecía un caballo
—Eres navegante, igual que nosotros desahogando su dicha; una extraña figura de goma
—respondieron los príncipes. que rebotaba sobre el entablado resbaladizo. La
Mientras la niña intentaba separarse de su amigo niña no hacía más que celebrar la habilidad de su
para obedecer las instrucciones que recibía, compañero.
impulsada por la misteriosa voluntad que la Tiara contemplaba maravillada la destreza de
Diego. Ella corrió a los botes, junto a los cuales

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flotaba su Amiga Yara, la balsa de espuma plástica. deseaba que esa mañana se quedara en la casa, pues
Acomodó su mochila, desató la amarra y de un era muy arriesgado navegar con tanta niebla. De
salto abordó decididamente la débil embarcación. todos modos, la niña prefería no faltar a clases. En
Arrodillada en la la escuela, al menos, podía deambular por los
—¿Y mi papito? —preguntó, mientras se pasillos, aun cuando nadie la acompañara. Y frente
abrigaba con su chaleco de lana. al profesor, siempre existía la posibilidad de alzar
—Se embarcó temprano. Aquí no hay hombre la mano y ser tomada en cuenta.
flojo, chica. Por fortuna, su madre estaba demasiado ocupada
—¿Y el Kiko? en sus quehaceres como para preocuparse de la hija
—Salió de pesca con su padre, hija. del medio, la que al parecer a nadie importaba.
Tiara fue a mirar por la ventana. Para su sorpresa, Pero si al menos regresara su padre o su hermano
la bruma se mantenía suspendida sobre el mar tal de la pesca... ¿Se sentiría reconfortada?
como la viera en su sueño. En el embarcadero le —Mamá, tengo que ir a la escuela
pareció distinguir a Diego, inmóvil frente al mar, —rogó.
sosteniendo su bicicleta con ambas manos, como si —Hija —respondió después de un rato la madre,
estuviera dispuesto a lanzarse al agua con ella. afanada como estaba en el cuidado de sus hijos
Entonces, la niña recordó el sueño que había pequeños—, no faltará quien la balsee.
tenido y regresó entusiasmada a la cocina. Vertió Tiara se levantó de un salto de la mesa y volvió al
leche caliente en un jarro enlozado y la endulzó cuarto de baño. Cepilló con descuido sus dientes,
con azúcar. Se sentó a cubrir de margarina una se enjuagó la boca con un potente sorbo de agua y
media rebanada de pan amasado recién sacado del terminó de limpiarse los labios con un paño de
horno y apuró el desayuno. Mientras bebía el resto algodón, bordado con delicadas flores rojas y
de leche humeante, fue asaltada por una idea que amarillas.
la hizo temblar de pies a cabeza: tal vez su madre —¡Chao, mamá! —gritó desde la

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puerta. i te Papua—púa.
—Váyase como pueda, hija —respondió la
—¡Ya está la Pascuala con sus cosas extrañas!
madre.
—comentó Diego, en tono de burla.
Con su uniforme azul, salió a la bruma de la
—¡Pascuala! —remedó Tiara.
mañana. Saltando como una gaviota, siguió el
—¿No le dicen Pascual a tu padre? —insistió
camino que señalaba la estrecha pasarela. Hasta
Diego.
que descendió por la escalinata de madera que
—¿Por qué no le dicen Huevito también?
conducía al muelle.
—replicó la niña.
Tiara se aproximó a su compañero de escuela y le
—Porque él no come huevos como tú lo hacías
ofreció la mejilla para aceptar un beso desganado y
cuando eras chica —prosiguió Diego—. En
tibio. De uno de sus bolsillos sacó la delgada cuerda
cambio, él viene de Isla de Pascua como toda tu
para el juego del kai-kai\ su entretención
familia.
predilecta, mientras esperaba el bote que los
—¡Picado!
balsearía hasta la caleta de la escuela.
—¿Por qué? —replicó Diego.
—Anoche soñé contigo —dijo, sonriendo.
—Porque no entiendes mi canto.
—¿Qué cosa, Huevito? —preguntó Diego, muy
—¿A quién le importa?
serio.
Pero Tiara no respondió. Tensó el cordel entre Golondrina de mar, golondrina;
sus dedos entumecidos y con los pulgares y los traes ramitas de camote,
índices formó diversas figuras a medida que en la penumbra y en la suave neblina.
cantaba: —¡Qué bonito! —se burló Diego.
Kia—kia; kia—kia; —Como tu bicicleta —replicó Tiara, muy
tari rau kumara, molesta.
i te ehu—ehu; —¿Qué tiene mi bici?

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-—Es como el horno eléctrico que le trajeron a tu tenacidad del más cercano de sus compañeros, que
mamá de Puerto Cisnes. soñaba con ir a la escuela en bicicleta.
—¡Picada! Pero, ¿cómo lo haría? En Puerto Gala, en la Isla
—¿De qué sirve? Toto, en el archipiélago de Los Chonos, no hay
—Bueno, pero ya lo usará cuando pongan el calles para vehículos ni veredas para los peatones.
nuevo generador de electricidad. —¿Y tú? Los únicos medios de transporte motorizado que se
-¿Qué? conocen son las lanchas y las pangas.
—¡Que quieres ser maestra cuando Las casas del poblado se apretaban unas con otras,
grande! por la falta de espacio. Más rocas que tierra. Las
—Si tu sueño es andar en bici —respondió precarias construcciones se hicieron quitando
Tiara—, por estas pasarelas donde apenas cabe una espacio a la piedra, a punta de pasarelas,
persona, yo sueño con ser directora, igual que la tía plataformas y palafitos. Los moradores debían
Emilia. circular por estrechas veredas de madera que
—¡Directora! ¿Puedo reírme un rato? permitían el acceso a cada vivienda. Más terreno
—Puedes, pero no me gusta que se rían de mí. no había en aquellas rocas.
En ese preciso momento se acercó a ellos la A falta de un sitio amplio, con instalaciones para
mamá de Diego. hacer ejercicios, el hermano de Tiara había tenido
Por un instante guardaron silencio; a la ocurrencia de utilizar las mismas embarcaciones
regañadientes hicieron una tregua. En el fondo de como plaza de juegos, inventando el modo de
sus corazones abrigaban sentimientos de mutua trepar a los botes y transformar en columpio las
aprobación. Diego reconocía en Tiara cierta cuerdas tensadas que sujetaban las naves.
delicadeza y sensibilidad, que la predisponía a —Me la llevo —sugirió la mujer, mientras se
descubrir la magia de las cosas. Y ella admiraba la apoderaba de la bicicleta, haciendo que su hijo se
bajara de ella.

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—¡No, mamá! —rogó Diego—. Todavía no ha espuma plástica. Luego, con el mismo cuchillo lo
venido nadie a buscarnos. ahuecaron, para lograr el mismo espacio interior
—¡Pero se hace tarde! —protestó la madre, de un bote. En este caso se trataba de una balsa
observando atentamente el muro de humedad para divertirse junto a la costa.
suspendida sobre el agua y que impedía ver el Después consiguieron una vara de madera de un
horizonte más cercano. metro y medio de largo y le clavaron dos palmetas
Varias embarcaciones menores flotaban junto a en los extremos. Kiko hizo una demostración para
las rocas, sin remos ni chumaceras; sin esos que Tiara aprendiera a utilizar el remo y luego se
implementos era imposible bogar. dedicó a instruirla con gran paciencia. Había sido
Y si esos niños hubiesen contado con ellos, sus el trabajo de varios días seguidos, en primavera,
padres jamás les perdonarían maniobrar un bote cuando el tiempo se presenta mucho más propicio
sin su consentimiento. También estaban las balsas para navegar.
de espuma plástica que ellos utilizaban para jugar. Pero no sólo la usaron como entretención. Cierta
Era el envase que usaban los tripulantes del barco vez, cuando Kiko era todavía muy pequeño para
que solía llegar de Puerto Montt a recoger la acompañar a su padre en la pesca, ataron la balsa
merluza que pescaban los hombres de la caleta. con una cuerda bastante larga, la echaron al agua y
Esas cajas de plumavit eran llenadas de pescado la alejaron de la costa con el remo. Habían
fresco, conservado con hielo en la bodega del instalado en ella el volantín manu—hakerere del
barco. abuelo, con un buen anzuelo y una carnada que la
Tiara recordaba cuánto había costado cortar el propia Tiara había conseguido para la ocasión.
enorme trozo de espuma plástica, con el cuchillo Siguiendo la costumbre, Kiko ató el volantín a la
conseguido por su hermano Kiko en la cocina de la popa de la falsa embarcación y de la cola colgó una
casa. Los dos habían estado una tarde entera junto lienza con un anzuelo en su extremo, que por su
a las rocas dándole forma de balsa al pedazo de peso se hundió en el mar, manteniéndose alejado

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del bote y a merced de los vaivenes del viento. Ese —Claro —insistió la madre de Diego—. Su
día, como el padre de Tiara no había regresado y hermano tampoco se muere por llevarla a la
en casa no había qué hacer de comida, los niños escuela.
Miru consiguieron una pesca maravillosa: tres Ninguna lancha surcaba las aguas a esa hora de la
merluzas españolas, robustas y sabrosas. mañana. Los catorce alumnos que venían de otras
Por aquellos días, la balsa de Tiara no tenía caletas y que diariamente cruzaban con algún
nombre y la niña decidió bautizarla con el nombre apoderado a la escuela, al parecer, ya lo habían
de alguien que le encantaría que regresara a la hecho. Por lo tanto, no había ninguna posibilidad
caleta: Amiga Yara. A partir de entonces siempre de que una embarcación pasara a recoger a los
mantuvo viva la esperanza de un reencuentro. rezagados de Caleta Chica.
—Aquí hay botes de sobra —comentó la madre La niña observó atentamente el accidentado
de Diego y miró intensamente a Tiara, como si de montículo de rocas que se extendía a lo largo de la
la niña dependiera el traslado de su hijo—, lo que costa y que la niebla se lo tragaba como si nada más
falta es que alguien se haga responsable. existiera en el mundo.
—Mi papá puede llegar en cualquier momento —¡Por ahí podríamos ir a la escuela! —exclamó.
—respondió la niña. —¿Nunca le han dicho que no debe aventurarse
—¿Lo cree, niña? —replicó la mujer—. Pero, la por esas rocas?
verdad sea dicha, nunca he visto a su padre cruzar Tiara enmudeció y Diego tragó saliva. Ambos
a la escuela. cruzaron miradas temiendo ser sorprendidos en un
—Mi hermano también nos balsearía. Pero desde secreto que no debía ser develado por ningún
que se hizo persona se va todos los días con mi motivo. En varias ocasiones se habían aventurado
papito. por esas rocas, jugando a enfrentar riesgos y pasar
la prueba, sin consecuencias. Felizmente para
ambos, nunca tuvieron nada que lamentar.

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Incluso, cuando Tiara era muy niña, había seguido instalaciones de radio y olvidaron lo más
los pasos aventureros de su hermano, precisamente necesario.
en esas rocas tan peligrosas. Tiara observó los techos de las casas, levantadas
—Mi mamá siempre lo hace —reconoció la niña, sobre las rocas, entre el espeso bosque y el mar. Las
suspirando y roja como un tomate—. También en antenas eran variadas y curiosas. Los hombres las
la escuela nos dicen. Pero en verdad no es tan habían construido de alambre, estirando de los
peligroso, porque cuando Kiko era pequeñito ganchos para colgar chaquetas y pantalones; había
caminaba por ahí y a veces me dejaba ir a la siga. antenas con tapas de olla, con fondos de latón
Un grupo de toninas cruzó saltando frente a los recortado de aquellos tambores que alguna vez
ojos de Tiara. Buscaban afanosas una embarcación fueron recipientes de aceite o de petróleo. Los
para nadar delante de la proa, formando una trenza cables eléctricos que las conectaban parecían
de espuma, alegrando la travesía de marineros y mantenerlas atadas a las techumbres, evitando que
pescadores. la ventisca las arrastrara cual cometas de los
—¿Qué hacer? —se preguntó—. De algún modo confines.
hemos de llegar a la escuela. La niña se sentó a esperar en la única roca sin
El suave oleaje golpeaba porfiadamente en los humedad, muy cerca del agua. Diego fue a sentarse
pies de Tiara, como si no tuviera ninguna urgencia. junto a ella.
—¡Oh, dulces olas! —suspiró. —¿De verdad soñaste conmigo, Hue-
Pero las olas tal vez son sordas y sólo nos hablan vito?
con esa monotonía tan propia porque abandonaron —La pura verdad —respondió ella.
la escuela antes de aprender lo que debían. —¿Y qué sueño fue ése?
—Lo que hace falta es una buena pasarela —Mi abuelo y mi hermano vinieron a buscarnos,
—comentó la mujer—. Estos hombres, tan poco para irnos en la nave de los príncipes, pero no
prácticos para todo. Se preocuparon de hacer hubo forma de que te bajaras de tu bici —habló

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bien bajito, para que la madre de Diego no los El dilema
escuchara.
—¿Tu abuelo? —preguntó Diego, muy
sorprendido—. Ya está otra vez la Pascuala
diciendo tonteras.
—Podías flotar como una canoa —respondió ella.
—¿Estás loca? —¿Cómo estuvo la pesca, Anselmo?
—Hasta le puso nombre: vaka—ama. —Escasa —respondió el padre de Diego, al
—¡Qué suerte, hijo! —interrumpió la madre de tiempo que su compañero de faenas comenzaba a
Diego—. Una lancha se acerca. desembarcar unas cuantas cajas de espuma plástica
—¡Debe ser la vaka-poe—poe de mi papito! repletas de merluzas.
—exclamó Tiara y se levantó llena de entusiasmo. —¡Qué bueno que llegas a tiempo, viejo!
Se acercó a la orilla del pequeño embarcadero para —comentó ella.
escuchar mejor la monotonía del motor fuera de —¿Podemos subir, papá? —preguntó
borda. el niño.
—Pero no es el lanchón de su padre, niña —Terminamos de descargar y nos vamos
—comentó satisfecha la madre de Diego—. Es el —respondió el hombre.
de mi marido. Tiara y Diego abordaron la embarcación. El
—¿Eso fue lo que soñaste, Huevito? —insistió lanchero aceleró el motor fuera de borda y el bote
Diego, acercándose a la niña y tironeando una de se sacudió como en una tormenta. Tiara se aferró al
las mangas de su gruesa parka de invierno. borde de la lancha y vio como sus zapatones se
—Eso —musitó ella, triste y pensativa. hundían en el agua en el piso de madera. Tiara
buscó con la mirada el tarro para achicar el agua
del bote.

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La madre de Diego, después de mantener alzado regresó al caserío. Tiara se quedó un largo rato
el brazo en señal de despedida, observando la bicicleta que la mujer se esforzaba
en mantener aferrada a su cintura, compartiendo
el caminar pausado y sin prisa. Las ruedas giraban
como medusas de plata, lanzando fríos destellos
con sus incontables rayos.
El agua salpicaba el borde de la embarcación y la
niña debió abrigar sus manos entumecidas.
Contempló entusiasmada la estela de espuma que
dejaba la trayectoria del bote y recordó la bicicleta
que en sueños había inventado su abuelo.
Tiara y Diego fueron los últimos en llegar a
clases. Sus compañeros ya estaban formados en el
patio, esperando el toque de la campana para
ingresar a la sala. Frente a ellos, observando cada
detalle, el pequeño grupo de docentes y auxiliares
se parapetaba bajo el alero del corredor techado de
la construcción de madera.
La directora consultó su reloj y asintió con la
cabeza. El profesor, que la observaba de muy cerca,
se dirigió a la campana y tiró de la cuerda. Tres
sones retumbaron en las paredes del edificio y en
la corteza de los árboles cercanos, que
apretadamente cubrían laderas y cerros. Los 23

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alumnos ingresaron a la sala de clases, seguidos por —No sabe qué hacer con ella —prosiguió Tiara,
su profesor, mientras la directora se dirigía a su adelantándose a que su compañero
oficina y las tías Lidia y Elvira iniciaban sus labores
en el comedor y en la cocina.
—Nos corresponde matemáticas —señaló el
profesor, apenas los alumnos estuvieron sentados.
—¿Podríamos estudiar el dilema de
Diego?
—¿Dilema? —replicó el profesor, mirando a
Tiara y luego a Diego, que repentinamente se
quedó más tieso que una estaca. Y preguntó sin
entusiasmo, porque no deseaba que la niña le
aportillara una vez más la clase programada—.
¿Qué dilema? ¿Sabes lo que es eso?
—Sería bueno que lo resolviera —insistió Tiara.
—¿Qué le pasa? —protestó Diego.
—¡Dilema! —meditó el profesor—. Voz griega
que viene de dis, es decir dos, y lambanein, que
quiere decir tomar. Entonces, ¿qué tenemos? Un
argumento que presenta dos posiciones que
provocan confusión en quien las enfrenta. En
términos generales, es alguien encerrado en un
dilema. ¿Por qué, Diego? ¿Cuál es el tuyo?

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respondiera—. Quiere usarla, pero en la caleta no
se puede andar en bici.
—¡Tío Tato! —reaccionó por fin el muchacho—.
No sé de qué habla. Ya está de nuevo la Pascuala
diciendo leseras.
—¿Qué falta de respeto es ésa? —sentenció el
profesor.
—La Huevito ha estado toda la mañana en eso
—protestó Diego.
—Yo sólo quiero ayudarlo —se disculpó Tiara.
—¿De qué se trata? —insistió el profesor.
—Mi abuelo tuvo la genial idea...
—Su abuelo está muerto —interrumpió Diego
abruptamente.
—A ver, Tiara —tragó saliva el profesor—. ¿Qué
idea es ésa?
La niña, con gran desplante y sin un asomo de
duda, expuso lo que imaginaba y, a medida que lo
expresaba, le parecía más claro. El profesor
escuchó atentamente, en medio de un fastidioso
rumor, suma de murmullos, risas veladas y pullas
carentes de ingenio. Entonces optó por lo más
temido de la clase, aquello que acoquinaba hasta al
más audaz. Siempre los dejaba temblando con eso.

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—¡Al pizarrón! —señaló—. ¿Serías tan amable de primer acercamiento a la materialización de una
hacernos un bosquejo? idea.
Tiara se levantó con cierta resistencia, pues no —Bueno —comentó el profesor—, este
contaba con una demostración frente a las burlas problema no tiene mucho que ver con aritmética,
del curso. Haciendo caso omiso del rubor que con pero sí con física y mecánica. Aunque a Diego no
seguridad se había apoderado de sus mejillas, le corresponde como materia, daremos el
enfrentó el desafío que ella misma se había problema a los alumnos de los cursos superiores.
impuesto. Temblorosa, sosteniendo a duras penas Las risas y comentarios de los más grandes
el trozo de tiza entre sus dedos, dibujó un biciclo terminaron como por encanto. Se produjo un
desproporcionado, con una rueda más grande que silencio tan profundo, que la tiza, rasguñando la
la otra, con una tercera a medio camino, como un pizarra, destemplando los oídos por unos instantes,
velocípedo. fue la única voz que habló en el aula.
—¿Es la chancha del Diego? —comentó alguien. —¿Y ese óvalo? —preguntó el profesor.
—¡Un catre! —respondieron. —¡Es el huevo que desayuna todos los días!
—¡Pascuala! —reaccionó Diego, indignado—. —¡Silencio! —advirtió el maestro—. ¡Más
¡Esa no es mi bici! respeto! ¿Qué es lo que más recalcamos en esta
—Claro que no lo es —intervino el profesor.— escuela? ¡Respeto, respeto y más respeto!
Nadie con dos dedos de frente diría que eso es una —Es una vaka—ama —explicó la
bicicleta. Es cosa de abrir bien los ojos. Veamos lo niña.
que Tiara se propone. En todo caso, tendré que —¿Una qué...?
bajarte la nota en artes plásticas. —Pero si lo dijo clarito la chica —comentó un
La niña prosiguió como si nada, alentada por el gracioso.
entusiasmo que cada trazo provocaba en ella, —¡Silencio! —volvió a sentenciar el profesor.
comprobando así la satisfacción de ver realizado el

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—Es una vaca enamorada hasta las patas será parte de la materia de historia para los de
—insistió el chistoso. quinto y sexto.
—Esa vaca que dice —replicó la niña con enorme —Pero, ¿cómo le pone oídos a la tonta de la
desplante—, se escribe con c. Esa consonante no Huevito? —comentó alguien.
existe en la escritura rapa—nui. Por eso, tonto, la —A ver, a ver —advirtió el profesor.
vaka de la que hablo se escribe con k y significa —Digo —explicó el alumno sorprendido— que
algo muy distinto. cómo resolvemos este casito.
—¡Ya, basta! —advirtió el profesor—. Un —Aquí, joven. En la misma escuela están las
comentario más y se irán amonestados a la respuestas. Una vez concluida la primera parte de
dirección. la tarea, se abocarán al estudio de la idea del abuelo
—Es una balsa con un balancín, tío Tato de Tiara. Y no importa que esté muerto. No quiero
—continuó la niña con exagerada calma—. Mi excusas. Dibujarán el proyecto como corresponde,
abuelo dice que el balancín evita que se vuelque. con las dimensiones a escala. Tendrán nota por
Entonces, si la bici fuese montada sobre la balsa, al eso. Y luego calcularán el volumen de la rueda, el
pedalear, la cadena haría girar un remolino que tamaño de las aspas, el material de que están
salpica el agua. hechas para que la fuerza empleada provoque el
—Tarea para los de séptimo y octavo —señaló el movimiento deseado.
profesor—. La rueda. Analizar el principio No tuvo más palabras. Invitó a Tiara a sentarse,
mecánico que le permite girar. Investigar el en medio de las miradas de los varones más
principio físico del molino y su aplicación para grandes, que la habrían pulverizado con los ojos si
utilizar el viento o el agua como energía hubieran tenido el poder de hacerlo.
impulsora, tal como las aspas que movían los Un golpe tremendo, seguido de un silencio
motores a vapor en el siglo XIX. El tema también inquietante, dejó paralizados a todos los alumnos
del curso. El profesor miró atentamente a cada uno

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de esos niños y ellos lo miraron pidiendo auxilio a momentánea del comedor. Les esperaba la leche
gritos. caliente y el pan amasado de la tía Elvira.
—¿Ratones? —musitó el maestro, celebrando su Tiara, sin embargo, permaneció inmóvil en su
propia ocurrencia. asiento.
—¡Elefantes! —comentó uno de los muchachos, —¿No sales a recreo? —preguntó el profesor con
muy serio. la voz temblorosa y sin levantar la cabeza de su
A nadie le causó gracia el comentario y coincidió libro de clases, disimulando la inquietud que le
con el griterío en el piso de arriba. Pero, ¿quiénes había causado el reciente suceso.
podían hacer tanto alboroto? Más de alguien había La niña se levantó dificultosamente y se dirigió al
comentado que en el dormitorio abandonado del comedor junto a la cocina, donde el bullicio de los
segundo piso habitaban fantasmas. Se oyeron risas muchachos llenaba el recinto. Desde un comienzo
de niños, tímidas al comienzo, luego más atrevidas. la evitaron. Diego se hizo el desentendido,
Un nuevo estruendo se sumó al anterior, con el manifestando su rechazo; deseaba demostrar a sus
efecto del eco, porque fue más de uno el que se compañeros que nada lo unía a la trastornada que
sintió, provocando la hilaridad desenfrenada de tenía tales ocurrencias y que lo único que le
aquellos espectros, si es que en verdad lo eran. El gustaba era llamar la atención.
profesor y los alumnos se observaron mutuamente Tiara sacó la pitilla que siempre llevaba en su
en silencio. bolsillo y se puso a jugar al kai—kai, tal como lo
Pies descalzos corrían por el segundo piso. El hacía con su amiga Yara en los recreos. La recordó
profesor enmudecía. con nostalgia y lamentó haberla dejado partir antes
La campana, más sonora que nunca, hizo trizas el de tiempo. La niña sintió como nunca la profunda
miedo que se había apoderado de las almas de nostalgia que le provocaba la ausencia de la única
aquellos muchachos y, al instante, salieron como compañía que siempre tuvo en la escuela. Durante
cuetes que alimenta el viento hacia la tranquilidad años se sintió privilegiada de contar con su gran

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amiga. ¡Cómo la extrañaba! Por primera vez sentía pudiera, si en ella estuviera el poder de remediarlo,
tan hondo la orfandad que le producía la falta de quería ir al piso de arriba y mirar cara a cara a los
una amistad que se extinguió de pronto, como una espectros.
vela encendida que irremediablemente se Y fue lo que hizo.
consume al paso de las horas. Ella había sido una El piso de arriba
luz en medio de las tinieblas. ¡Qué distinto sería si
Yara no se hubiera marchado para siempre de la
noche a la mañana! Había partido abruptamente,
sin despedida, de madrugada, coincidiendo con el
arribo de aquel barco gigantesco, atiborrado de
turistas. Había sido como una aparición IVlientras tanto, Diego no dejaba de observarla,
fantasmagórica, semejante a una ballena invernal. convencido de que Tiara jamás intentaría cruzar
Lo cierto fue que luego de aquella aparición esa puerta clausurada. Había sido cerrada hace
repentina, al levantar anclas el barco con sus algún tiempo y desde entonces nadie subía al
incontables pasajeros y tripulantes, también partió segundo piso.
su gran amiga y dijeron más tarde en el poblado —¡Esta Pascuala! —comentó, Diego, con
que Yara y sus padres abordaron sin sorpresa.
remordimientos la nave, porque allí lo que más Asombrado comprobó que Tiara era más tozuda
había era trabajo bien remunerado. de lo que pensaba. Ella se dirigió a la puerta de
Ahora, como un madero a la deriva, pensó que mañío y la empujó, haciendo ceder los tornillos
convivir con aquellos fantasmas del segundo piso oxidados que sostenían una aldaba corroída por el
era mejor que hacerlo con sus compañeros de tiempo y la humedad.
escuela, que la abandonaban, desechándola como
un resto de basura, ignorándola por completo. Si

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Diego quedó perplejo de asombro. ¿Cómo pudo
abrir ese candado? ¿Es que había conseguido la
llave en alguna parte?
Con extremada lentitud, Tiara se aferró al rústico
pasamano de la escala y subió peldaño tras
peldaño, sin dejar de pensar que su audacia iba tal
vez demasiado lejos. El

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corazón brincaba en el pecho de la niña, con- sería de ella si tuviera que compartir ese lugar con
teniendo la respiración, como si el aire allí fuese otras internas y evitarse el fatigoso traslado diario
un bien escaso. de la casa a la escuela. La quietud del lugar invitaba
Cientos de pulgas comenzaron a saltar del polvo a a dejarse llevar por el envolvente rumor que
las piernas de Tiara. Picaban desaforadas, como si provenía del exterior; la brisa incansable, el
hubiesen esperado por años la visita de alguien a constante ir y venir de las olas cercanas la fueron
quien darle la bienvenida. acunando en un cálido recogimiento. La niña se
Al llegar al piso superior se halló en un lugar tumbó de lado sobre aquellas tablas desnudas y
estrecho y asfixiante. Un velo de polvo suspendido mantuvo la mirada perdida. Cerró los ojos por fin y
o de bruma colada a través de alguna ventana sin escuchó claramente las risitas que se ocultaban en
vidrios daba la impresión exacta de lo que había los rincones del recinto.
imaginado: un refugio de fantasmas. No tuvo voluntad para abrir los ojos, escapar de
Los ojos de la niña se habituaron a la oscuridad allí y regresar de inmediato a la seguridad de su
reinante y paulatinamente aparecieron los objetos aula. Se sintió dominada por la sensación de estar
que albergaba el antiguo dormitorio: una hilera de atrapada y tuvo la convicción de que no saldría tan
catres de hierro, mal pintados de blanco, veladores fácilmente de ahí. Varios niños se acercaron, sin
de madera con el esmalte descolorido, un enorme hacer el menor ruido, como si no tuvieran pies
ropero, también descascarado, arrimado a un muro para desplazarse o bien no tocaran el suelo
de sombras. ¡Qué lindo sería si en cada catre mientras caminaban. En un dos por tres la
aguardase un niño con los ojos atentos, en rodearon, observándola con una curiosidad
disposición de recibirla como amiga! inquietante.
Tiara se sentó en una cama. Las tablas desnudas, Tiara se levantó, tal vez sintió que lo hacía con
atravesadas a lo ancho del catre, aguardaban un exagerada lentitud.
colchón que las cubriera. Entonces, imaginó qué

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—¡Hola! —dijo por fin la única niña que —Bueno, ahora —dudó un instante—... en
integraba aquel grupo extraño—. Me dicen la Ese y ninguna. Vivo en la escuela.
soy de la caleta. ¿Y tú? Como aquí están los hombres, por el momento
Parecía una luminaria, con su blanca dentadura duermo en la pieza de la señorita Emilia. Dicen
contenida en una boca expresiva, que reía de que cuando lleguen más niñas habrá un dormitorio
buena gana ante el asombro de sus compañeros, para nosotras y voy a dejar tranquila a la directora.
quienes permanecían más apartados. Observaban a ¿Viniste a quedarte? Sería regüeno, porque así el
Tiara desde el borde de sus camas, evitando padre nos manda a hacer al tiro otra pieza.
moverse, como si la niña que los visitaba fuese un —Es que yo no vivo lejos —respondió Tiara—.
fantasma aparecido a plena luz del día. Sólo tengo que balsearme. —¿Balsearte?
—Hola —respondió—. Me dicen la Huevito, —Cruzar en bote, en lancha. No tengo que
perdón, la Pascuala, Tiara, y vivo en Caleta Chica. dormir en la escuela. —¿Vivís con tus papás?
—¿Huevito? —Sí, en mi casa. —¿Cómo se llama tu mamá?
—Cuando chica me lo pasaba comiendo huevos —Verónica Hito. —¿Y tu papá? —Juan
—respondió. Alberto Miru. —¿Y te quieren?
—¿Y cómo te gusta que te llamen, Pascuala? —Sí, mucho. Tanto como yo los
—Tiara. quiero.
—¡Qué bonito! Pero aquí serás la Te. —¿Y a —¡Qué pena! —se lamentó de veras la niña—.
ti? Habríamos sido yuntas.
-¿Qué? —Igual podemos ser amigas —respondió Tiara.,
—¿Cómo te gusta que te llamen? —Es que no es nunca lo mismo. —Pero no
—¡Ese\ —repitió—. Así me gusta. Dime Ese, no me dijiste el nombre de tu
más. caleta.
—¿Y en qué caleta vives?

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—Caleta, no más, sin nombre. Estaba junto al río, Pero no fue la única caída, porque de inmediato
debajo de un puente. Era nuestro hogar, ¿entendís? el entablado de otra cama también se fue al suelo,
¡Soi medio dura de mollera, ah! Caleta, caleta, ahí levantando una polvareda que amenazaba con
vivíamos todos nosotros, caleta de cabros. Mira, te oscurecer el recinto.
los voy a presentar. Tenemos visita, chiquillos. —Y el otro caído del catre —siguió presentando
Cacharon, ¿verdad? ¿Están presentables? Es lo la muchacha— es el Simón.
correcto —comentó la Ese, mientras les pasaba Dos muchachos yacían tendidos sobre las pesadas
revista con la mirada. Había cariño en ese gesto—. tablas que se habían desplomado sobre el piso,
A ver, familia, acérquense pa' que la Te los dejando un reguero de tablas a su alrededor.
conozca. —Esos son el Douglas y el Leuquipán —agregó la
Ellos no reaccionaron, limitándose a bajar la muchacha, en medio de una risotada—. No somos
cabeza en señal de asentimiento. Los muchachos, muchos, pero aquí nos tratamos como hermanos,
un tanto perezosos, al tratar de incorporarse como que igual nos tenemos terrible de respeto.
hicieron que se deslizara una de las tablas y ellas se El regocijo provocado por el desplome sucesivo
corrieron, arrastrando el resto del entablado, con de catres los mostró como chicos de carne y hueso.
un chiquillo y todo. El desplome del muchacho La muchacha, alegre y entusiasta, abrazó a sus
provocó la risa de sus compañeros. compañeros, y entre carreras, manotazos y
—El caído del catre es Luis —dijo la muchacha, y pisotones perdieron toda compostura y la algarabía
la risotada fue general. El niño, muy delgado y de fue total.
baja estatura, envuelto en una nube de. polvo, En medio del desorden se sintieron las pisadas
trataba de mantener fresca la sonrisa que ocultaba apresuradas de quienes subían al segundo piso,
el bochorno que lo mantenía pegado al piso, sin atraídos por el alboroto. Un sacerdote se presentó
poder levantarse. repentinamente en el lugar. Vestía una larga
sotana, cubierta a medias por un abrigo acolchado.

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A pesar de su aparente enojo, el gesto amable del cuando dejaron escapar una risa, al evocar la
hombre bonachón, con sus dientes separados y una situación que tanto regocijo les había causado.
ancha sonrisa iluminando su rostro mal rasurado, —¡Eso es! —dijo la joven, alentando la buena
colmaron de paz el recinto. disposición de esos muchachos—. ¡Así es como
—¡Qué cagnara es ésta, per la Madonnail debe ser!
—exclamó el religioso. Aquel rostro, ese timbre de voz, autoritario y
Le seguía un hombre joven, medio dormido, que calmado, aquella figura menuda pero saludable, le
más parecía un niño por su semblante de sorpresa parecieron a Tiara los atributos de una persona
y algo de picara complicidad en la mirada. Una conocida.
señorita, en camisón de franela y con una —Eco, ragazzo —comentó alegremente el
mañanita sobre los hombros, apareció de la nada. religioso. Acto seguido se dirigió a la joven—:
Ante la repentina presencia de quienes Emilia, ¿podemos ocuparnos de esos maderos?
irrumpían en el recinto, los chiquillos se volvieron —Sí, padre —respondió ella, cerrándose todavía
a ellos con la actitud de quien espera una más la mañanita a la altura del pecho—. Algo hay
reprimenda. Sus rostros de alegría se tornaron de que hacer para cambiar esas tablas.
sorpresa, atónitos, con ojos desmesurados, como ¿Emilia?, repitió Tiara en su mente. ¿Sería la
los que a veces exhiben quienes han estado misma tía Emilia en la que pensaba? De pronto,
recluidos por un largo tiempo, sin ver la luz del recordó la fotografía que había visto en el muro de
día. la oficina de la directora. Estaba vestida con
—¡Orden! —advirtió en voz alta la joven—. ¡A excesiva formalidad y en sus manos sostenía un
ver, chicos! ¿Qué desastre es éste? enorme diploma. La expresión de su rostro era el
Todos, sin que ninguno se restara, colaboraron retrato de la felicidad. En el retrato aparecía diez
en poner las cosas en su lugar. Recuperaron las años más joven y era exactamente la edad que
tablas desprendidas de las camas y sólo de vez en exhibía esta señorita que acompañaba al sacerdote.

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—Bueno —exclamó a su vez el profesor—, me Tendida sobre un costado, tal como se había
encargaré de esas tablas. dormido, abrió los ojos y despertó frente a la
—¡Qué bien! —replicó la joven—. Haga meño, preocupada mirada de Diego.
Renato. —¡Tiara, despierta! —le dijo su compañero, al
El joven se dio media vuelta para marcharse por tiempo que no dejaba de rascarse las piernas, por
la misma escalera que lo había llevado al segundo encima del pantalón largo—. Hace rato que sonó la
piso. campana y como no llegabas nunca a la sala...
¿Renato?, también sonó conocido el nombre en Bajo la pasarela
la cabeza de la niña.
¿Sería el mismo tío Tato, su profesor de todos los
días?
—Todos nos ocuparemos del problema —repitió
el sacerdote y salió tras los pasos del hombre joven.
La tía Emilia, la directora de la escuela en JJiego se mantuvo en silencio durante la jornada
persona, ya más tranquila, por la buena disposición de clases, arrepentido tal vez de haber entrado en
de los muchachos, abandonó el dormitorio por una ese recinto prohibido, evitando toda posibilidad de
puerta contigua. comunicación con Tiara. La comezón de las
Tiara sintió que su corazón daba más de un picadas de pulga no lo dejaba en paz y cada vez que
brinco. La campana puso fin al recreo. Su reacción se rascaba debía simular frente a sus compañeros,
impulsiva fue salir corriendo, sin darse tiempo para para no provocar preguntas indeseadas y las burlas
explicaciones, ni menos para despedidas inevitables, con el bochorno que provocaba la
embarazosas. Sin embargo, una mano pesada la crueldad de sus compañeros. Llegó a pensar que la
remecía del hombro. inconfortable situación a la que estaba sometido

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era el merecido castigo por transgredir una norma impotencia. No lograba entender tanta
impuesta por la dirección de la escuela. indiferencia.
Tiara soportaba el silencio de su compañero —¡Diego! —insistió el hombre—. ¿Está sordo,
como un golpe despiadado, directo al corazón. hijo?
Estaba dolida, pero no albergaba rencor alguno. El muchacho, deseando hundirse en el asiento de
Sabía que aquella ofuscación de Diego era pasajera madera, soportando las miradas de los niños, se
y una voz interior le aseguraba que sólo era apretujó cuanto pudo dentro del bote y Tiara
cuestión de tiempo y que la amistad entre ambos ocupó el lugar estrecho que su compañero le
volvería a la normalidad. dejaba. Ambos sentían la respiración agitada.
Las clases llegaron a su fin y los alumnos se Durante el trayecto estuvieron atentos a las
dispersaron en varias direcciones. Una parte de reacciones mutuas, observando de lado el perfil de
ellos permaneció junto al embarcadero en espera cada rostro, dispuestos, quién sabe, a evitarse.
de los botes que debían pasar a recogerlos. La Diego hizo esfuerzos tremendos para no dirigirle la
lancha del papá de Diego arribó casi al mismo mirada, ni la palabra. Y como la travesía era
tiempo con otra embarcación que luego enfilaría demasiado corta, al acercarse el bote al
un rumbo distinto, transportando niños. Los embarcadero, él se preparó para bajar cuanto antes.
muchachos abordaron ordenadamente los botes. Pero no pudo levantarse de su asiento, porque la
Diego se acomodó en el de su padre, olvidándose lancha no se arrimaba del todo a los maderos del
de Tiara. pequeño muelle y el patrón de la embarcación, su
—Hazle un huequito a la Pascuala —advirtió el propio padre, le habría llamado severamente la
lanchero. atención por su imprudencia.
Por un instante el muchacho se negó a —¡Lo que siempre te digo! —sentenció el papá de
reaccionar. Tiara estaba a punto de protestar de Diego—. Las niñas primero. Y como habló en
general, el muchacho tuvo que contener sus ansias

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de salir huyendo. Ella también manifestó apuro tirantes de la mochila, y en ese tira y afloja
por descender del bote, por lo que ambos se estuvieron un par de segundos, ruborizados hasta
levantaron casi al mismo tiempo. los cabellos. Entonces, como si repentinamente se
—Papá —preguntó Diego—, ¿puedo acordara de las picadas de pulga, Diego volvió a
acompañarte? rascarse las piernas.
—Usted sabe, hijo, cómo se preocupa su madre —Estos dos se las traen —comentó el lanchero,
cuando no llega a tiempo de la escuela —respondió celebrando a carcajadas la ocurrencia—. Cuide
el hombre. bien a la Huevito, Diego.
—Me habría gustado ir contigo —rezongó el El motor fuera de borda ahogó las risas de los
muchacho. chiquillos que seguían viaje y la embarcación se
—Dejo a estos chicos y regreso. Ayude a la alejó dando pequeños tumbos sobre el agua, como
Pascuala, Diego. si también celebrara el ingenio de su dueño.
Tiara se apoyó abiertamente en el hombro de su —Mentolathum —dijo la niña.
compañero, obligándolo a sentarse de nuevo. La —¿Qué? —replicó Diego, muy molesto.
niña dio un pequeño salto y alcanzó el muelle. Allí —Es bueno para las picaduras. -¿Qué?
esperó a Diego para tenderle una mano. Pero él no —El Mentolathum —porfió ella. —Todo
la aceptó. por tu culpa —protestó
—Ahora las mujeres son las galantes —bromeó el Diego.
pescador. —¿Te acuerdas de los ruidos que escuchamos?
—Dame la mano —insistió la niña. —¿Qué ruidos?
Diego apretó su mochila contra el pecho y —Esos que venían del piso de arriba.
esquivó a su compañera, pasándola a llevar con —¿Qué pasa?
torpeza y casi la derriba sobre los maderos del piso. —Los tengo atravesados en la garganta
Tiara se afirmó en Diego, cogiéndose de uno de los —comentó Tiara.

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—Que yo sepa, los huevos no tienen espinas —se —Lo que dije en la mañana fue sin querer
burló él con alevosía. —respondió ella.
—¡Ya, Diego! Si es en serio —protestó ella—. Es Allí se separaron, porque el camino a sus casas se
que no puedo guardar el secreto. —¡Y a mí qué me hacía por pasarelas que se apartaban, bifurcándose
importa! —¿Te digo lo que hay en el piso de hacia el bosque impenetrable y que sólo
arriba? convergían frente al embarcadero.
—No me interesa. —Es que no sabes lo que Tiara no pudo esperar hasta la hora del té para ir
descubrí. —¡Estas loca! ¿No sabías que está al encuentro con Diego. Recogió un viejo balde de
prohibido? plástico en desuso, uno de aquellos trastos que
—Tú también subiste. —¡Por qué no te habré alguna vez fue tiesto de pintura, y lo arrastró fuera
dejado allí para que te comieran viva las pulgas! de la casa, evitando ser sorprendida. Llegó antes a
—¿Te gustaría saberlo? la cita. Aguardó unos minutos, pero no había
—No pienso subir allí nunca más en mi vida. señales de su amigo. Ocultó el balde entre los botes
Diego perdió el control de su mochila, que se y regresó a la casa por más objetos inútiles.
deslizó hasta el suelo, quedando completamente Encontró un viejo tarro de lata, una cuchara de
desarmado. madera, una tabla de alerce y un azadón comido
—Pobre de ti que sea otra de tus tonteras por el óxido. Nuevamente, antes de salir del patio
—amenazó con dureza. de su casa, tomó las precauciones para no ser
—Después que hagamos las tareas nos descubierta. Se dirigió con todos aquellos
encontramos aquí mismo. ¿De acuerdo? cachivaches al sitio donde se encontraría con
—Será después del té —afirmó Diego. Diego. Mientras esperaba trepó a uno de los botes
—Y trae tu bicicleta —agregó Tiara. más altos y, haciendo equilibrio en el borde de la
—¿Y por qué mejor no traigo el horno eléctrico embarcación, observó pacientemente la pasarela
de mi mamá? —replicó con ironía.

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que conducía a la casa de Diego, rogando que nadie —Igual no hay nadie —protestó Diego, al tiempo
se presentara en su lugar. que miraba en todas las direcciones.
Al cabo de un rato apareció Diego caminando —Nunca faltan los curiosos —replicó ella.
junto su bicicleta. Ai no poder montar en ella y —No pienso moverme de aquí —protestó él.
pedalear a gusto, como era su sueño, se contentaba —¿Ni siquiera brincando con tu bici,
con llevarla de paseo, como si fuera una mascota. aprovechando tus picadas de pulgas? —sugirió ella
—¡Mentolathum! —y le ofreció una cajita de con un dejo de picardía.
lata, cuando su amigo estuvo junto a ella. —¿Brincando?
—¿De nuevo con lo mismo, Pascuala? —replicó —De eso también tengo que hablarte.
Diego. —¿De qué?
—Ponte ahora mismo esta pomada —dijo Tiara. —Fue lo que hiciste cuando saltaste al agua, con
—¿Qué? —exclamó Diego—. ¿Estás bici y todo.
loca? —¿De qué estás hablando, Pascuala?
—¿Por qué? —replicó ella con absoluta —De ahora en adelante tienes que usarla como
inocencia—. Es muy buena para las picaduras. sea.
—¡Tengo las piernas llenas de pintas —¿Cómo lo sabes si todavía no te lo
rojas! cuento?
—Ponte la pomada y listo. -¿Qué?
—¡Tengo que hacerlo en la casa, entonces! —Que mi papá quiere desarmar mi
—¡Ven! Busquemos una caleta. bici.
—Estamos en la caleta. —¿Para que no la uses?
—Este lugar no sirve —explicó ella—. Yo hablo —Para construir esa canoa que se le ocurrió a tu
de algo más oculto. Tiene que ser una caleta donde abuelo.
nadie nos encuentre. —Pero, ¿cómo lo supo?

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—Yo le conté. —¡Aquí es increíble!
—¿Y para qué le dijiste? —No puedo dejar mi bici —porfió.
—Para reírme de ti. —¡Salta con ella! —respondió Tiara con el ánimo
—¿Lo ves, tonto? Te castigó la boca, como se encendido.
dice. Tiara se echó a reír de felicidad, como nunca lo
—Es que nunca pensé que me escucharía. Ahora había hecho. Diego esperó que la niña cambiara de
no hace más que transmitir con el asunto, insiste idea y regresara donde él aguardaba. El tiempo se
que las balsas de pluma- vit son peligrosas y que estiró como la melcocha y Diego perdió la
una bicicleta para el agua, como él la llama, sería paciencia. Comenzó a descender por la superficie
más segura. rocosa, aferrado a la bicicleta, sujetándola con
—Ahora con mayor razón tienes que ambas manos. Las extravagantes ocurrencias de
demostrarle que puedes usar tu bici, a tu manera, Tiara se apoderaron de su mente y pensó montar
en tu estilo. en la bicicleta; por un instante, como un chispazo
Tiara recogió los cachivaches y se alejó saltando de luminosidad, se vio haciendo equilibrio, con los
de bote en bote, haciendo equilibrio con la carga pies bien puestos en los pedales, apretando los
que llevaba. Diego caminó por la pasarela, en la frenos, dando brinco tras brinco, hasta acercarse a
misma dirección de Tiara, arrastrando la bicicleta. la entrada del escondite que había descubierto su
La niña se dirigió hacia una cavidad que se compañera. Sin
producía entre la roca y la parte inferior del darse cuenta siquiera, había descendido un par
pasadizo de madera. Desde ahí llamó a su de pasos en dirección al refugio, pero en ese
compañero, asomando apenas la cabeza. instante resbaló una de las ruedas y Diego se
—¡Ven, sigúeme! echó sobre la roca, como una lagartija que salva
—¡No voy a bajar! —protestó Diego desde la su pellejo bajo la luz del sol. Entonces fue Tiara
baranda. en su ayuda. Ella sujetó con las dos manos la

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bicicleta y ambos la arrastraron hasta el morirse de vergüenza. Ella, en cambio, como si
escondite. Pero el muchacho aceptó a nada.
regañadientes la invitación a entrar en aquella —Tendremos que traer más cosas de
caverna, suspendida sobre el mar. la casa.
—Casi, casi —comentó ella, estirando la —¿Para qué quieres estas porquerías?
comisura de los labios hacia las mejillas, como —Este balde es para lavar nuestras cosas
diciendo casi, casi lamentamos una tragedia. —explicó Tiara. -¿Qué?
Diego no disimulaba su molestia y se habría —Diego —se apresuró ella—. Entiende que aquí
marchado de allí enseguida, si la partida fuera vamos a convivir.
menos complicada que la llegada.'" Aceptó —¡Yo no pienso estar un minuto más
sentarse, incómodo e inseguro. aquí!
—Esta será nuestra caleta —prosiguió ella, —Escucha —rogó la niña—. Una caleta es como
como si nada. un hogar verdadero. Aquí seremos como una
—¿Qué caleta? —protestó él, por fin. familia. Nos cuidaremos el uno al otro,
—Ahora, ponte cómodo. Pero lo primero es lo compartiremos la comida, la ropa de abrigo, las
primero. revistas; podemos traer una radio y escuchar la
—¿Qué cosa? música que nos gusta, sin que nadie... ¡Ah,
—Arremángate los pantalones. momento! Eso no, porque ahí sí que nos pillan.
-¿Qué? Pero aquí estaríamos como rico Pancho Gómez.
—Vamos a calmar esa picazón. —¿Qué dices?
Mientras Diego se subía las piernas de su —¡Aquí la vida puede ser muy emocionante!
pantalón, Tiara se dedicó a cubrir con pomada cada Podemos cerrar los ojos y escuchar el ir y venir de
picada de pulga. Estaba asoro- chado, a punto de las suaves olas, que sería como

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el torrente de un río. Entonces, podemos ver la
ciudad maravillosa que está sobre nosotros. Allí los
chicos se refugian en caletas como ésta y el río es
como un padre para ellos. El les lleva todo lo que
necesitan, arrastra sillas, colchones viejos y hasta
podría darnos una mesa para las horas de comida.
Los alimentos sí que no podemos obtenerlos del
río, porque a él sólo llegan desperdicios. Lo que
queramos comer tendremos que salir a buscarlo.
Pero no estés pensando en tu casa o en la mía.
Podemos dividir en dos la ciudad. Tú irás hacia un
lado y yo hacia el otro, buscando lo que sea
necesario, incluso dinero.
—¡Quiero irme!
—Aquí seremos alguien. ¿Entiendes? Yo seré la
Te y tú serás el Deivid.
—¿Y por qué el Deivid, si me llamo
Diego?
—Es que no sé cómo se dice Diego en inglés. Si
quieres te puedo llamar Jonathan o Braian. Deivid
es muy importante porque es el nombre del
navegante inglés que vio de lejos la isla donde
nacieron mis padres y mis abuelos. Todo el mundo

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conocía a la Isla de Pascua como La Tierra del —¿Cómo que nada?
Deivid. —¡Nada!
—¡Tengo que irme! —¡Pero si no hago más que hablarte
—No puedes irte, lo siento —respondió ella con de eso!
una seguridad que daba miedo. —¿Por qué no? —¿De qué?
—Porque aún no te cuento el secreto. —No —Del río que atraviesa la ciudad, desde la
me interesa. cordillera al mar, y que en sus aguas arrastra todo
—Lo escuché ayer en el piso de arriba. lo que se necesita para vivir en una caleta. Bueno,
-¿Qué? no todo. Te decía que tendremos que dividirnos; tú
—Todo de lo que te hablé. Así son los chicos que irás en un sentido y yo en el otro, para que no nos
viven en las grandes ciudades. Esos que no son topemos, porque sería pérdida de tiempo. ¡Ah!
tomados en cuenta, esos chicos que nadie infla y ¡Esto sí que es bueno! ¡Puedes ir en tu bici!
deciden vivir en una caleta como ésta. ¿Me sigues? —¿Cómo lo sabes?
—¡No pienso escucharte! Estás diciendo puras —En la ciudad es distinto, Deivid —se apresuró a
leseras. explicar ella, evitando nuevas interrupciones—.
—Oye, ¿te acuerdas del estruendo de Junto al río que atraviesa la ciudad de punta a cabo
ayer? y llega al mar, se extiende un parque maravilloso.
—Sí, sí me acuerdo. —Bueno, yo subí al piso de Un bosque en medio de las enormes avenidas.
arriba, como ya sabes. Entonces, de repente, me Porque en la ciudad la gente no camina por
encuentro con ellos. pasadizos estrechos como estas pasarelas. No,
—¿Con quiénes? Deivid. Las calles son anchas y tan largas que se
—Con los que me contaron todo lo que te acabo pierden de vista a la distancia. Tienes que andar
de decir. mucho para ir de un punto a otro. Y ese parque es
—¡Pero si no me has contado nada! el paraíso de los biciclistas, que escuchan música

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mientras pedalean. La llevan en el bolsillo y con —Para los vehículos —siguió ella— hay grandes
unos botoncitos ensartados en sus orejas escuchan avenidas, largas, interminables, por donde pasan
directamente lo que más les gusta, mientras pasan miles de autos, buses y camiones. En cada esquina,
aviones sobre sus cabezas. cuando dos caminos parece que terminan y se
—¿Paraíso de los biciclistas? —se mostró Diego encuentran, formando un cruce, hay luces de tres
un poco más interesado. colores: roja, amarilla y verde. En ese orden hacia
—Sí, porque ellos pueden desplazarse de un abajo. Cuando llegas al cruce y está encendida la
punto a otro por caminos muy planos donde la roja, tienes que detenerte. Y tienes que hacerlo,
bicicleta es dueña y señora. Por esos caminos sólo porque así evitas que puedas arrollar un automóvil,
pasan bicicletas. Ellos no son arrollados por un microbús o un vehículo de los carabineros.
personas que ocupan todo y no dejan pasar a nadie Porque ahí sí que estás frito: te llevan detenido
como ocurre aquí, donde los pasadizos son enseguida. Pero cuando la luz roja cambia a verde,
estrechos, puestos en desorden con diferencias de puedes seguir pedaleando como si nada, feliz de la
nivel. Además, los que vivimos aquí no dejamos vida.
espacio para tu bici. En la ciudad es distinto, —¿Y la luz amarilla?
Deivid. Es fabuloso. Los biciclistas pueden subir y —Esa es un aviso, es para decirte que no podrás
bajar escaleras con sus bicis, hay enormes cruzar al otro lado de la calle, porque la próxima
plataformas elevadas para dar saltos y volteretas en luz que viene es la roja. La ciudad es enorme y
el aire. ¡Es fantástico! Los biciclistas compiten en tiene de todo lo que puedas imaginar. Almacenes
estadios repletos de gente y en los parques, algunos con ventanas para observar la mercadería que hay
trepan por los troncos de los árboles. en su interior. Algunos tienen varios pisos, un
Diego la escuchaba con la boca abierta, sin almacén distinto encima del otro; uno con ropa de
atreverse a contradecirla. Estaba fascinado con el niños, otro con ropa de mujer, otro para los hom-
relato de Tiara. bres y otro para los jóvenes. En un almacén se

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pueden comprar aparatos eléctricos, como el —¿A quién?
horno de tu mamá; en otro se compran cosas para —A la Ese, una chiquilla que duerme en el piso
la casa, muebles y alfombras. En el corazón de la de arriba.
ciudad hay una pantalla gigante. Allí van todos —¿Quién es ella?
cuando Chile juega fútbol con otro país. Se —Déjame seguir —lo interrumpió Tiara—. En
encuentran las personas, pero nadie se saluda todo caso, pase lo que pase, tú y yo nunca nos
porque no se conocen. vamos a separar, porque seremos como hermanos.
Pero cuando Chile gana todos gritan al mismo -¿Qué?
tiempo, se abrazan a coro y empiezan a saludarse —El uno es del otro y el otro es de uno.
entre ellos. ¿Lo ves, tonto? ¿Es que no te das Imagínate al Leuquipán. Tenía seis años cuando
cuenta? Desde esta caleta podemos sentir lo cerca falleció su abuelita y quedó en la calle, porque no
que está la ciudad, enorme, fabulosa, y podemos ir tenía a nadie más en la vida. Se fue a vivir con
por sus calles para mirar a la gente que pasa y otros niños en una caleta, debajo de un puente. Se
machetear. lo ha recorrido todo, conoce todos los cantos del
—¿Machetear? río, sabe cuándo está contento, cuándo
—Pedirles una moneda, Deivid, para comprar lo desdichado.
que queramos. —¡Estás delirando!
—¿Pedir plata? ¿Como los mendigos? —Mira, cuando entré al dormitorio estaba lleno
—Pero debemos cuidarnos de los carabineros. de camas, como de hospital. En cada cama había
Porque ellos saben en lo que andamos, entonces un niño. Entonces, ellos al verme se levantaron
van a seguirnos y tendremos que salir corriendo. Y para saludarme, para darme la bienvenida,
a lo mejor vamos a tener que saltar desde la calle al ¿entiendes? Una de las camas se cayó y se produjo
río para librarnos de los pacos y vamos a quedar el descalabro. Nos reímos, porque junto con la
adoloridos del cuerpo, como le pasó a la Ese. cama se cayó el chiquillo que estaba en ella. Y

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como todos se mataban de la risa, se fueron al suelo perfectamente iluminada, para que la distingan
y se desató la batahola. Eso fue lo que escuchamos hasta los helicópteros que giran sobre nuestras
en la sala: eran los cabros de arriba que se caían del cabezas. Si te fijas bien en la preciosa imagen que
catre como sacos de papas. nos mira, te darás cuenta de que una mujer muy
—¡Estás inventando! bella nos dice: sonrían, sonrían.
—¡Es la pura y santa verdad! Pero Diego no respondió y se volvió a mirar una
—¡Me voy! vez más a su compañera. Si en ese momento
—Primero tengo que terminar con esas picadas hubiese expresado lo que pensaba, habría dicho:
de pulga. ¡estás más loca que una cabra!
—¡Termina de una vez! No hicieron más que terminar de trepar hasta la
Diego, todavía con el pantalón arremangado, se pasarela cuando descubrieron que eran observados.
incorporó tan de repente que se golpeó la cabeza El alcalde de mar se acercó con la inquietud
con las tablas de la pasarela. A duras penas logró pintada en su cara curtida por el agua salada.
sacar la bicicleta fuera del escondite y a Solitaria en casa
regañadientes aceptó que Tiara le ayudara. Entre
los dos la arrastraron y luego la levantaron hacia la
pasarela, resbalando a ratos, porque la humedad
proveniente del mar comenzaba a cubrir las rocas,
como una llovizna. Diego mostraba su molestia —Hola —saludó—. ¿Está tu papá?
dando fuertes tirones del manubrio, como si —No —respondió la niña—, salió temprano y
quisiera evitar que Tiara pusiera sus manos sobre el todavía no ha vuelto.
asiento o la rueda trasera. Diego aprovechó la distracción de Tiara y se
—\Deivid, mira! —advirtió ella—. Justo encima alejó, arrastrando su bicicleta; a ratos corría, como
de nosotros se alza una pantalla gigante, si quisiera montar en ella; luego, subía los

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escalones con la bici al hombro, hasta que se Caminaba cabizbaja por un túnel de hielo y quien
perdió de vista. la acompañaba no era más que otro de los tantos
—Bueno, al menos podré hablar con tu mamá fantasmas que encontraba cada día.
—dijo el hombre. —¡Mamá! —llamó desde la puerta—. Buscan a
—Sí, ella sí que está —respondió la mi papito.
niña. —Adelante —respondió la madre y salió a recibir
Mientras se dirigían a la casa, Tiara se preguntaba al alcalde de mar, que entró en la cocina de la
si el alcalde de mar había descubierto el escondite modesta casa y aceptó tomar asiento—. ¿Le sirvo
debajo de la pasarela. De ser así, se vería obligada a un té?
no regresar nunca más a su propia caleta, que con —No lo voy a rechazar —respondió el hombre y
tanta ilusión deseaba compartir con Diego. Se se quitó el gorro de lana que cubría su cabeza.
molestó con su amigo por salir huyendo de esa —El salió bien temprano —explicó la mujer,
manera, como si fuesen cómplices de algo malo. mientras vertía el agua caliente de una tetera
No era posible que se alejara del modo que lo había ennegrecida por el fuego—. Con el hijo mayor se
hecho. fue.
El alcalde de mar caminaba cabizbajo y en
silencio. La noche se anunciaba con todas sus
señales; los pájaros desaparecieron de pronto y
hasta se detuvo la suave brisa que se deja sentir
durante el día. Era la hora de la conciencia. La hora
en que la naturaleza habla con su quietud.
El recogimiento se apoderó de la niña. Las
lágrimas de su pena no corrieron por sus mejillas.
La noche la cubría con su manto de soledad.

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—Ese es el problema —comentó el hombre.
—¿Qué problema?
—Que no escucha razones.
—¿De qué se trata esta vez?
—Que no puede ir de pesca con el hijo mayor.
—¡Ah! —exclamó ella.
—Sí, pues —reiteró—. Si se lo he dicho tantas
veces. Pero no entiende.
—A lo mejor anda en eso.
—Es que ahora tiene que ir a Puerto
Cisnes.
—Pero cómo ha de ir tan lejos —protestó ella.
—La Capitanía de Puerto le puso una multa. ¿No
ve que su hijo no puede salir a pescar sin el
permiso respectivo?
—¡Por Dios, qué duros de cabeza estos hombres!
—Así no más.
—¿Y usted no pudo ayudarlo?
—Pero si lo hice —se excusó el visitante—. Se lo
advertí hasta el cansancio. Ni caso que hicieron.
Ahora tienen que presentarse. En caso contrario
vienen los marinos y se los llevan por rebeldía.
—Ay, pero no me asuste, oiga.

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—La pura verdad no más digo. Me llamó —Todos lo saben —respondió el visitante—,
especialmente el almirante de la Segunda Zona, pero las reglas deben cumplirse. En eso no hay
para hacerme presente que tiene infracciones maña.
acumuladas contra el Pascual. —;Maña? —exclamó ella.
Tiara observó la preocupación de su madre. —Es un modo de decir, doña, no lo tome usted
Cabizbaja, parecía a punto de llorar. La niña se tan mal.
acercó a su madre y le alcanzó el pañuelo blanco —Tanto le dije que no aceptara ser presidente de
bien doblado que siempre llevaba consigo. Era un la caleta.
detalle que también le había dejado su amiga Yara. —Pero eso no lo libera de cumplimientos que a
«Así siempre estarás preparada para un todos corresponden —comentó finalmente el
imprevisto», le había dicho. Nunca entendió a qué hombre.
tipo de sorpresa se refería, pero siempre lo El menor de los hermanos soltó el llanto y la niña
consideró un recurso indispensable en medio del corrió a consolarlo.
mar, para secar la humedad salobre, capaz de cegar Pero la madre, más eficiente, fue a la cuna con la
la vista y provocar comezón en los ojos. Desde leche que el pequeño reclamaba. Tiara se limitó a
entonces, siempre lo llevaba consigo. Sin embargo, observar como su hermanito satisfacía su hambre y
la mujer se concentró en las mamaderas de sus deseó con toda la fuerza de su corazón que el
hijos y el pañuelo de la niña permaneció intacto pequeño fuera su hijo para tener el derecho de
sobre el mantel de plástico anaranjado que cubría alimentarlo, sin que nada ni nadie se interpusiera
la mesa. entre ambos.
—Usted sabe —dijo la mujer— que andan El alcalde de mar se volvió a mirar a la niña,
preocupados de los pescadores. interrogándola con la mirada.
—Este muchacho... —rompió su silencio el
alcalde de mar.

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—¿Diego? —respondió Tiara. Y enrojeció de —No se preocupe, señor alcalde —escuchó decir
inquietud. a su madre—. Apenas lleguen les daré su recado.
—Sí —asintió el hombre—. ¿No estará pensando —Es urgente, doña.
hacer algo indebido? La puerta crujió al abrirse. Tiara se levantó y se
—¿Indebido? —preguntó la niña con un hilo de hizo a un lado, dejando libre el paso al alcalde de
voz. mar. En el umbral apareció recortada la figura
—¿Qué intentaba hacer con esa bicicleta? sombría del hombre. Un reflejo de luz amarillenta
—Andar en ella —respondió la niña con absoluta lo rodeaba, dándole la apariencia de un espectro
inocencia. frente a la oscuridad.
—¿Cómo? —replicó el hombre, bastante —¿Me acompañas al muelle, Huevito?
asombrado—. ¿Ahí, en las rocas? Tiara caminó en silencio junto al hombre, que se
—Lo que pasa, don... —pero la explicación que dirigió al embarcadero.
rondaba su mente no se convirtió en palabras. —Se me hizo de noche —comentó—. ¿Me pasé
—¿Pensaban poner esa bicicleta sobre tu balsa de de la raya?
plumavit? —exclamó el hombre. —¿Cómo?
—No, señor alcalde —respondió la niña, —¿Hablé más de la cuenta?
suspirando como si le hubieran quitado un peso de —¡Ah! —replicó ella—. No, para nada.
encima—. La balsa no la usamos cuando hay —¿Cómo que nada? Tengan cuidado con ese
neblina. juguete. Puede ser muy peligroso.
—¡Ah, qué bien! Eso me tranquiliza. El alcalde de mar dejó de regañar a la niña ante la
Tiara descubrió el gesto de complicidad que le presencia de su asistente, que lo esperaba en el
hacía el alcalde de mar y guardó silencio. Luego, se bote. Abordó la pequeña embarcación, se sentó en
levantó de la mesa y salió a la puerta de la la popa y se subió el cuello de la chaqueta de paño.
vivienda. Allí se sentó a contemplar la noche. —Cariños a la tía Lidia —dijo ella.

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El alcalde de mar no respondió. Hubiese querido Los príncipes
volverse, pero el asistente ya había girado el bote y
remaba con energía, alejándose rápidamente del
embarcadero. Tiara quedó tan intrigada como al
principio de la visita del alcalde. ¿Qué era lo que
en verdad sabía el hombre?
A la mañana siguiente despertó asustada, con la
sensación de haber dormido más de la cuenta. Se
apresuró para ir a la escuela. El sueño la había
engañado; una voz interior le decía que lo vivido
esa noche era lo más impresionante de todo lo
conocido hasta entonces, pero que no podía
recordarlo. Fue a la ventana para mirar hacia la
costa. Al ver que Diego no estaba, corrió a la cama
de su hermano. Tal como lo temiera, Kiko y su
padre no habían regresado de la pesca durante la
noche. Se lavó y vistió a la carrera. Ni siquiera
probó la leche del desayuno. Sin despedirse de su
madre, fue a la puerta y salió a la mañana con un
sobresalto en el pecho.
La madre de Diego, cargando con dificultad la
bicicleta, subía los últimos peldaños, al final de la
pasarela que se internaba en medio de un racimo

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atiborrado de casas. Tiara se quedó observándola Al parecer, su compañero ya había cruzado a la
hasta verla desaparecer. escuela en el bote de don Anselmo. Y no pensó en
ella. ¿Cómo no se tomó la molestia de comprobar si
había salido de la casa? Tampoco se preocupó de
avisarle. Una señal habría bastado, un grito, un
silbido, y ella habría corrido a ocupar su lugar en la
lancha. ¿Es que todavía estaba enojado? Con
alegría recordó las peripecias del día anterior:
recordaba cómo se había esmerado para
entusiasmar a Diego y hacer que cumpliera un
sueño.
Abandonada a su suerte observó el panorama
brumoso. La quietud sobrecogía y nada se podía
esperar de aquella neblina envolvente y
misteriosa. Tiara perdió la esperanza de que
alguien pasara y la llevara a la escuela. Tampoco lo
haría su padre, que pescaba muy lejos de allí.
Observó un instante el océano. Imposible ver en la
inmensidad que cubría la neblina. ¿Qué tan lejos,
mar adentro, habían navegado su padre y su
hermano? La vaka poe—poe era una nave de gran
tamaño, con la proa y la popa muy elevadas. En
todo el archipiélago no había otra embarcación
que la igualara. La había construido el abuelo y

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Tiara recordó claramente cuando la repararon, «E hakerere te manu é, nae Tu—Here—veri é, e
después de muchos años de uso. Los hombres Uka—ui—é, ka kau te umu ena. E Tu—Here—veri
ensamblaron hábilmente la madera para rehacer é ka haro—haro mau, e Uka—ui é, ka
aquellas partes que se habían deteriorado con el neku—neku mai.» «Mientras eleva su volantín, el
tiempo. De alguna manera, su hermano Kiko la viejo Here—veri, su mujer, la
había hecho participar en la restauración del bote. vieja Uka—ui, revuelve el curanto. Y
Tres días antes de botarla al mar, estuvieron pes-
cando para alimentar al nuevo lanchón. Kiko la mientras Here—veri lo encumbra,
llevó a la costa y la hizo recolectar caracoles, Uka—ui lo molesta tironeándolo a él.»
pulpos pequeños, algas y jaibas, cuya carne servía »
de carnada. Como una forma de nuevo bautizo, le
ofrecieron pescados como alimento, haciéndolos
pasar una y otra vez por la borda de la flamante
embarcación. Y Tiara traducía mentalmente cada
Tiara suspiró con satisfacción al evocar aquellos frase.
días, cuando su condición de niña no era un La bruma avanzó repentinamente hacia la costa,
obstáculo para seguir en todo a su hermano. rodeando a la niña como si quisiera devorarla. Ella
Siempre dispuesta a imitarlo, no le perdía pisada y cerró los ojos y aguardó temerosa; un ruido de
soñaba con ser tan atrevida como él. motor debía salvarla, un grito de advertencia, un
Esperó que la densa bruma se alejara para ver el silbido haciendo que se levantara y se pusiera a
volantín, manu—hakerere, que su padre echaba a salvo. Nada de eso aconteció. Sin embargo, quiso
volar cuando pescaba. distraer su mente con la cuerda para el juego
Como única respuesta escuchó en su mente el Kai-kai, pero sus dedos estaban demasiado
cantar lejano que le recordaba su origen: entumecidos como para intentarlo. Sentada en el

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muelle, sintió que el frío, disfrazado de sueño, la —No, abuelo. No es así. —¿No?
dominaba. —Somos las locas de piernas desmembradas1. No
El volantín manu—hakerere fue al encuentro de servimos para la pesca, no servimos para la batalla
la niña, azotando el viento, espantando la bruma, de cada día.
abriendo un camino en medio de la espesura —¿Quién lo dice?
blanquecina. Después apareció la imponente —Mi papá.
embarcación de los príncipes. En la piragua —Pero usted, mi nieta —replicó el anciano—,
navegaban Kiko y el abuelo, que parecía un digno ¿no alegra el hogar, acaso?
jefe de su pueblo. En su rostro moreno de sol —Se alegraron cuando nació mi hermano.
mostraba dos líneas de color que cruzaban la piel —Sí, lo recuerdo perfectamente —comentó el
desde las orejas al nacimiento de la nariz, por abuelo—. ¡He tamaroa te pokil, gritamos.
debajo de los ojos. Una hermosa pluma crecía en su —¿Y eso qué significa?
cabeza, donde un moño mantenía recogido sus —¡Es hombre el niño!
cabellos grises. —¿Lo ve, abuelo?
—Abuelo —se lamentó la niña al verlo en pleno —¡Qué injusto! Por muy muerto que yo esté, uno
sueño—, mi papito no viene para llevarme a la de estos días tendré que ir a la casa de mi nuera y
escuela. decirle un par de cosas que le pongan los pelos de
—Y no vendrá, querida nieta —respondió el punta.
anciano. —¡Hágalo, abuelo! —imploró la niña.
—Se prepara para una dura competencia —Pero antes iremos a casa —propuso el
—repitió Kiko. anciano—. Ha de ver como allí las jovencitas
—Abuelo, ¿por qué aquí sólo importan los lindas tienen otro destino. ¿Le gustaría conocer a
hombres y los niños pequeños? otras niñas?
—También las niñas.
1 Locas de piernas desmembradas, en Rapa Nui, según la tradición, era un modo despectivo de tratar a las mujeres.

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«Me encantaría», pensó Tiara y recordó a Yara, su Corrió a su Amiga Yara y desató las amarras. De
amiga inolvidable. un salto se embarcó en la balsa de espuma plástica
—¡Tiara! —gritó Kiko—. Aborda tu pora y rema y remó hasta la piragua de los príncipes. En un
hasta la piragua. santiamén Tiara estuvo junto a la embarcación y su
—La navegación es larga —agregó el hermano la levantó en vilo, mientras el abuelo
abuelo. amarraba la balsa a la nave de los príncipes. De
—Debemos llegar antes de la ceremonia Diego nunca más se supo. Se perdió con su
—advirtieron los príncipes. bicicleta en medio de la niebla y Tiara se quedó
—Pero, Kiko —protestó la niña—. Tengo que ir muy tranquila, porque sabía que así cumplía su
a la escuela. sueño. Unos segundos más tarde, sólo se escuchaba
—No hay tiempo que perder —dijeron los el golpe acompasado de los remos.
príncipes.
Entonces ocurrió lo inesperado. Siempre es así en
los sueños, porque desde el otro extremo de la
caleta apareció Diego pedaleando en su bicicleta.
—Podemos ir, Huevito —gritó Diego desde el
mar—. La señorita Emilia nos ha dado permiso.
Pero tenemos que regresar antes de la colación.
Y le pareció un sueño soñado, pero no le prestó
mayor atención a tanta reiteración, porque hasta
en la vida misma ocurrían situaciones así de
repetidas, tanto que siempre los adultos se
quejaban de lo monótono y aburrido que solía ser a
ratos el diario vivir de cada día.

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Navegaron hasta que salieron del canal estrecho
y se alejaron de Puerto Gala y de la isla Toto. La
piragua echó al viento su velamen y los audaces
príncipes pusieron rumbo hacia el canal Moraleda
y a Tiara le pareció que ya estaban en el océano.
—Falta mucho para eso —respondió su
hermano—. Ahora dirigimos la nave hacia el
norte. Ese es Puerto Ballena, vamos hacia Islotes
Locos y pasaremos frente a Melinka.
—Pronto tendremos que asegurarnos para cruzar
el golfo Corcovado —advirtió el abuelo—. El
océano se interna hacia el archipiélago y la
corriente que se forma es como una tormenta.
¿Tienes miedo?
—No, abuelo —respondió Tiara.
El anciano ató una cuerda de un metro de largo a
la cintura de la niña y aseguró el otro cabo a un
madero, en el interior de la nave. La embarcación
enfiló hacia la corriente, evitando ser alcanzada de
costado por el fuerte oleaje. La proa se hundía en
las aguas, desapareciendo casi por completo en
aquel manto de mar encrespado y turbulento; la
popa se elevaba hacia el cielo y las olas entraban a
raudales, arrastrando todo lo que hallaban a su

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paso. Pero los príncipes habían tomado las —Pronto avistaremos las islas Chau- ques
precauciones necesarias y el oleaje no causaba —agregó el abuelo.
mayor daño. El velamen de la piragua se hinchaba Los esperaba el golfo de Ancud. La navegación
con la fuerza del viento y los remeros no decaían continuó entre las islas Butachau- ques y la
en su empeño. El agua los empapaba de pies a península de Huelqui. La mañana se despejó de
cabeza, pero a ellos parecía no importarles la dura pronto y a los ojos de Tiara se hicieron visibles las
prueba que enfrentaban. A Tiara le daba gusto ver empinadas cumbres de los volcanes.
como su hermano remaba con el mismo brío de los —Ese de allá es el Michinmahuida —dijo el
príncipes. El abuelo y la niña colaboraron con dos hermano de la niña.
cuencos de madera, achicando el agua acumulada —Y ese es el Huelqui —agregó el
en el piso de la nave. Pese a lo difícil de la abuelo.
situación, poniendo en riesgo incluso sus vidas, la Acercándose a Calbuco la navegación se tornó
niña se sentía segura con la compañía de su abuelo incontrolable, pero los avezados príncipes no
y de su hermano, en medio de los príncipes. desmayaron en mantener siempre la embarcación
—Nos acercamos a Quellón —gritó el abuelo, bajo control. No entraron a Puerto Montt y
sacudido por los vaivenes—. Pronto la navegación prosiguieron rumbo al océano Pacífico por el canal
será más tranquila. de Chacao. Al acercarse a la punta Palos Negros, la
Y así fue, en efecto. La piragua dejó atrás el golfo nave recuperó su travesía sin mayores inconve-
Corcovado y entró en aguas más serenas. nientes. El abuelo desató la cuerda de la cintura de
Navegaron frente a Chaitén, por el oriente, y su nieta y la niña pudo moverse libremente en la
frente a Queilén, por el poniente. magnífica piragua que la llevaba a la isla de su
—Esas son las islas Desertores —comentó el antepasados. En la placida travesía avistaron uno o
hermano de Tiara, al tiempo que indicaba un dos barcos de pasajeros, como el que un día, por
grupo de islas que estaban a la vista. curiosidad o error, entró en la estrecha bahía de la

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isla Toto y se detuvo frente a Caleta Chica para —El gigante Uoke, con su fuerza descomunal, lo
llevarse a Yara. El recuerdo volvió a ocupar un estaba hundiendo. La tierra se inundaba y nuestra
lugar candente en el corazón de Tiara. gente habría muerto, si no la poníamos a salvo.
Navegaron por fin frente a Carel- mapu y los —¿Por qué hacía tanto daño?
príncipes se alistaron para enfrentar exitosamente —¿Quién puede entender los actos de un
la barra que formaba el oleaje que separaba el gigante? —respondieron.
océano de la salida del canal. El abuelo amarró de —¿Qué hicieron, entonces?
nuevo la cuerda a la cintura de su nieta, mientras —Nuestro sabio Hau Maka tuvo un sueño. En él
Kiko y los príncipes remaron con toda la energía vio una tierra nueva y nos envió a explorar la isla
de sus músculos. Los navegantes evitaron que la soñada. Eramos siete exploradores y al regresar en
nave sufriera más de un deterioro, en las busca de nuestra gente dejamos la tierra nueva al
constantes sacudidas sobre las olas tempestuosas. cuidado del séptimo príncipe.
Entraron, finalmente, en aguas oceánicas, dejando —¿Lo abandonaron? —preguntó la
atrás el archipiélago de Chiloé y poniendo rumbo niña.
al norte, alejándose cada vez más de la costa, donde —Fue atacado por una tortuga.
la navegación sería más calma. —¿Una tortuga puede herir a un hombre?
—¿Alguna vez te hemos contado nuestra —Quisimos comerla —explicaron—. La tortuga
historia? —dijeron los príncipes. se defendió y con una de sus aletas golpeó a nuestro
—¿Qué historia? —replicó la niña—. ¿Abuelo? compañero. Lo llevamos a una caverna, para
—Te la contaba cuando eras muy pequeña alejarlo de los peligros.
—respondió el anciano. —¿Estaría más seguro?
—Huimos del continente Hiva—prosiguieron los —Sí, porque lo dejamos en compañía de seis
príncipes. montoncitos de piedra, que nos representaban.
—¿Y por qué? —¿Las piedras pueden ser buena compañía?

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—Tenían la facultad de hablar. Después de interminables horas de navegación y
—; Hablaban? cuando Tiara pensaba que jamás llegaría de regreso
—Cuando él preguntaba desde el interior de la a la escuela para la colación, ante los ojos
caverna: «Príncipes, ¿dónde están?» Los seis maravillados de la niña apareció un acantilado
montones de piedra respondían: «Aquí estamos.» imponente.
Así tuvo sosiego. Un grupo numeroso de mujeres, ataviadas
—Nuestro rey hizo preparar dos piraguas, llegó a finamente de blanco, esperaban junto al mar. Los
la tierra nueva y desembarcó en Anakena. La príncipes acercaron la piragua a la pared rocosa y
nombró: Te Pito o Te Henúa, que significa cuando el vaivén de las olas se aquietó por
Ombligo del Mundo, pues había navegado en completo, abordaron la balsa de espuma plástica.
círculos para llegar a ella y no había otra tierra en Tiara pensó que la frágil embarcación se hundiría
las cercanías. con el peso de tantas personas, pero Amiga Yara se
—Allí nacieron el abuelo y el padre. mantuvo a flote. Lentamente remaron hasta la
—¡Rapa Nui, sí! pared rocosa y fueron recibidos por aquel grupo de
—Lleva nuestra sangre en las venas mujeres.
—respondieron. —Oh, Neru de miembros bellos —dijeron los
—¿Eso quiere decir que soy como ustedes? príncipes con gran ceremonia.
—Lo es —replicaron. —Es la última de las elegidas —comentó la mujer
—¿Quieren decir que les importo? que la recibía, y tomando a Tiara de la mano inició
—Más de lo que imagina. el camino hacia la cima.
—¿Por qué nunca me lo dijeron? Pero la niña se resistió a seguirlas. Se volvió
¿Kiko? angustiada a su hermano, pero Kiko había
—Ahora lo hacemos. desaparecido. El abuelo lo había seguido y los
príncipes se alejaban en dirección a una colina

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muy cercana donde, al parecer, comenzarían los Lleváis el manto antiguo de Rapa Nui,
festejos. de aquella tierra de Hiva.
Tiara temblaba de miedo. Sorpresivamente se vio Eres tú, ¡oh! hermosa Miru...
Escondidas están las Neru...
vestida de blanco y temió lo peor si llegaba con ese
Escondidas allá atrás...
vestido a la escuela. Las mujeres la arrastraban, Penden en las cuevas las calabazas del
mientras ella se negaba a dar ni siquiera un solo color.
paso en la dirección que señalaban. Hasta que su Cuelgan hacia abajo... Es la hora en
amiga Yara, curiosamente vestida de azul, apareció que se levanta la caña de azúcar...
en medio de las mujeres y miró de lejos a la niña. —¿Dónde estamos? —preguntó a media voz la
Entonces, Tiara sintió que le volvía el alma al niña.
cuerpo y corrió al encuentro de su gran amiga. —Frente a la Caverna de las Vírgenes
Pero Yara se volvió para comenzar a subir la —respondió una de ellas.
escarpada pendiente del acantilado, confundida en —¿Caverna de las Vírgenes?
medio del grupo de jóvenes, como si fuera una más —Entremos —ordenó la mujer que encabezaba
de ellas. la comitiva.
Sin medir los riesgos a que se exponía, con el Tiara fue llevada al interior de la gruta. Cuando
deseo vehemente de abrazar a su amiga, Tiara la niña se habituó a la oscuridad, pudo ver un túnel
caminó ágilmente sobre las rocas, con aquellas muy largo, que se extendía varios metros hacia el
mozas silenciosas, que seguían cuidadosamente el interior de la roca. Era una bóveda perfecta.
trazado del sendero, al borde del abismo. En la Adentro había pequeñas lagunas con agua fresca.
larga fila que ascendía hacia la cumbre, escuchó el Allí se aclaraba el piso de roca, como si aquellos
entonado canto de las novatas: ojos de agua fuesen tenues luminarias. De las
paredes fluía el agua cristalina en pequeñas
¡Oh! Neru de miembros bellos filtraciones, formando espejos. En ellos se
y delgados, colgantes...

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contemplaron un instante las niñas, pero ninguno «¡Estás encerrada en una caverna, oh
de esos rostros encontró el de Yara. Sin embargo, reclusa!
quedó deslumbrada por la belleza de quienes la ¡Contra la roca está suspendida la calabaza
con tu comida.' ¡Cuánto tiempo has estado
acompañaban.
encerrada, oh reclusa!
—Aquí son recluidas las jovencitas hasta el día de ¡Te amo, porque has estado prisionera!
sus bodas. Y Tiara debía venir porque será una de ¡Cuán blanca te has tornado en tu retiro, oh
ellas. reclusa!»
—¡Todavía soy una niña! —protestó Con el mismo cuidado empleado en el ascenso
ella. bajaron por el estrecho sendero, bordeando el
—Dejará de serlo antes de lo que imagina. abismo. Junto al acantilado aguardaban el abuelo,
Cuando eso ocurra será recluida en esta caverna, Kiko y los príncipes. En la balsa de plumavit
hasta que su piel se vuelva blanca como la espuma. remaron hasta la piragua.
Así será más hermosa y aumentará la pureza que se Abordaron la nave y ésta se alejó del acantilado,
le exige a una novia. Y a nosotras se nos ha penetrando en la densa bruma que cubría por
encomendado cuidar a las iniciadas, alimentarlas y completo el océano. Puso rumbo al archipiélago de
ver que nada les falte durante su aislamiento. Los Chonos, a velocidad de crucero, que en sueños
—Esto no le gustará a mi padre. —¿Por qué? —El es mucho más rápida. La navegación de regreso
dice que soy fea. —Aquel que no tenga ojos para tendría las mismas emociones. Pero al acercarse al
ver la belleza de su hija no merece ser el padre que canal de Chacao, el abuelo amarró la cintura de su
la guía. Y ahora tiene que marcharse, linda niña, nieta mientras ésta dormía, cansada por la
iniciando el regreso hacia la salida. extenuante travesía. Tiara despertó cuando la
La comitiva entonó un nuevo canto, a medida piragua aminoraba la marcha. Estaban en las
que se alejaban de la caverna. proximidades de Puerto Gala. Finalmente,
cruzaron frente a la caleta donde vivía la niña y se

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detuvieron a metros de la Escuela Madre de la Emilia, haciendo sentir todo el peso de su
Divina Providencia. autoridad.— tiara —intervino el profesor —.
El abuelo desató la amarra de la balsa y la niña se Debes venir acompañada por un adulto. ¿Cuántas
despidió de los príncipes, de su hermano y de su veces se te ha dicho lo mismo?
abuelo. Tiara se encontró sorpresivamente frente a —Eso fue lo que hice, tío Tato —respondió la
la escuela. Se restregó con fuerza los ojos, con la niña.
intención de rechazar una realidad tan inesperada —¿Qué? —exclamó Lidia, del Centro de Padres.
como repentina. —¡A mi oficina! —ordenó la directora—. ¡Esto
Los momentos recién vividos resultaron no puede quedar así!
maravillosos. La embarcación de los príncipes —¡Pobre inocente! —suspiró Elvira, de la Junta
había desaparecido, como si nunca hubiese de Vecinos y que, además, atendía el comedor de la
cruzado aquellos mares. Y a ella, Tiara, su hermano escuela.
y su abuelo también la abandonaban, cuando no —Tiene la cabeza llena de pajaritos —agregó
estaba preparada para enfrentar el resto del día, Lidia—. Es igualita a su padre. Supiera lo que me
después de haber tenido un sueño que insistía en ha contado mi marido. Irán a detenerlo uno de
mantenerla adormecida. Con la bruma también se estos días.
había marchado gran parte de la magia de aquel Tiara se tomó todo el tiempo necesario para dejar
sueño, y el despertar se presentaba tan abrupto bien amarrada la balsa al embarcadero y asegurar
como un inmenso peñasco arrojado a las aguas. el remo. Jamás se perdonaría que algo le ocurriera
Entonces vio que a su encuentro venían las tías, a su Amiga Yara. Luego se dirigió a la escuela,
el profesor y hasta la mismísima directora. seguida por la comitiva que la había recibido sin
—¿Y esto qué contiene? —exclamó ella, una vez ninguna manifestación de bienvenida.
que estuvo a un metro de la imprudente—. ¿Y esto —Apúrese, chica —dijo Lidia.
qué es, chica, un juego? —reiteró la señorita —¿Cómo capeará el temporal? —comentó Elvira.

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—Yo estaría mucho más molesta con los —Ese día me dio mucha pena, porque sea como
hombres de su casa —agregó Lidia—, que son sea, un chico se siente dichoso de recibir un
incapaces de traerla. estímulo, un reconocimiento de la escuela, en
—Sí —dijo Elvira—, ¿cómo permiten que la niña presencia de sus padres.
se arriesgue de este modo? —Se le llenaron los ojos de lágrimas a la
—Deberíamos esconderle esa balsa, para que pobrecita.
nunca más se embarque en ella. —Como ella supo que yo había ido
—¡Es su juguete! especialmente a su casa, me dijo: «Tía Lidia, ¿va a
—Por lo mismo. No puede venir a la escuela con venir mi mamá?»
eso. ¿En su casa no ven riesgos, no miden Cuando la niña entró en la oficina de la directora,
consecuencias? la señorita Emilia se había sentado detrás de su
—Pero al menos a los otros niños los traen sus escritorio y esperaba con una paciencia fingida. La
padres. A ninguno se les ocurre venir en una balsa directora guardó silencio al tiempo que observaba
de mentira. severamente a la niña.
—Ai papá de Tiara nunca lo hemos visto. No sé, —Tiara Miru —sentenció finalmente, mientras
¿vino alguna vez a la escuela? Ni cuando los niños se disponía a escribir sobre una hoja de papel en
hacen invitaciones para las festividades. blanco—, quiero que esta misma tarde entregues
—La mamá viene de vez en cuando. esta notificación en tu casa. Ya ni sé quién es tu
—No estuvo para la premiación de la apoderado. ¿Por qué nadie viene a dejarte? Tu
hija. familia es dueña de una o dos lanchas y no te traen
—Yo recibí el encargo de ir a su casa a decirle a a la escuela.
su mamá que viniera, pero el Pascual no le quiso —Nunca pueden.
dar permiso. —¿Por qué?
—¡Desconsolada quedó la pobre niña! —Salen muy temprano.

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—Entiendo que sus labores de pesca comienzan
de madrugada —aceptó la directora—. Pero
alguien tiene que acompañarte.
—¡Yo no crucé sola, tía Emilia! —replicó la niña.
—¿Y se puede saber con quién venías?
—Es que no me creería si le dijera.
—Comprenderás que ninguna de mis niñas debe
arriesgar la vida como lo has hecho. Es demasiado.
Nunca había ocurrido algo semejante. ¿Te
imaginas que pase una desgracia? ¡Ni Dios lo
permita! Nuestra responsabilidad es muy grande.
¿Qué dirían de nosotros? Y tus parientes serían los
primeros en condenarnos. Además, tu
imprudencia puede contagiar a los alumnos que
llegan por agua y no me extrañaría que mañana
vengan a la escuela a bordo de balsas como la tuya.
Tu hazaña es un pésimo ejemplo, considerando
que no es ninguna gracia lo que has hecho. Espero
que lo entiendas.
—Sí, tía —respondió la niña.
—Puedes volver a la sala —ordenó la directora y
le extendió la comunicación que acababa de
firmar.

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Tiara recibió el papel doblado en cuatro y lo del recinto. La niña ocupó su puesto y abrió la
guardó en el interior de la mochila. mochila para sacar sus cuadernos.
—Hasta luego, tía Emilia —dijo, como si se —Lenguaje y Comunicación —anunció el
disculpara. profesor—. Busquen la unidad que apunté en el
La directora se reclinó en la butaca de su pizarrón. Lectura en silencio y comprensión del
escritorio y recordó aquellos tiempos de niñez, texto.
cuando ella y sus hermanas debían abordar un bote Todas las miradas se dirigían a Tiara. Algunos
para cruzar el canal. Estuviera el tiempo como sonreían; otros la observaban como si la vieran por
estuviera, bueno o malo, en invierno o en primera vez en la vida. Cuando el profesor se
primavera —la lluvia en Chiloé no hace la volvió al pizarrón para anotar las actividades de la
diferencia—, ellas tenían que cruzar con sus baúles unidad, varios mensajes escritos llegaron
cargados de ropa limpia, que usarían en sus largas silenciosamente a las manos de la niña. Ella los
semanas de internado. Entonces, las balseaba un apiló uno por uno sobre su falda y los alisó
bote a remos. A ninguna de ellas se les habría cuidadosamente, pues era la primera vez que
pasado por la mente hacerlo solas, enfrentando provocaba tanto interés entre sus compañeros. A
riesgos que podrían haber terminado en tragedia. continuación los leyó con gran entusiasmo.
Su corazón de maestra se colmó de ternura.
Hubiera querido detener a la niña y levantarse de
su escritorio para abrazarla con dulzura. Pero la
lección debía surtir el efecto deseado y la autoridad
no podía dar señales de debilidad.
Los alumnos dejaron de escribir cuando Tiara
entró en la sala. No volaba una mosca en el interior

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Diego comenzó a sonreír con ella y el profesor
sacudió sus manos y sopló el resto de tiza de sus
Un fuerte golpe, proveniente del piso superior, dedos, preparado para iniciar un interrogatorio
interrumpió bruscamente la lectura de Tiara. sobre el comportamiento de sus alumnos. Pero no
Ella apartó la vista de los papeles que ocultaba consiguió que lo escucharan, porque todo el curso
debajo del pupitre y observó las manchas de comenzó a tironear a Diego de la manga de su
humedad en el cielo de la sala. Los compañeros de chaleco, al tiempo que preguntaban a media voz
Tiara dejaron de espiarla a hurtadillas y dirigieron por qué reían de esa manera. Lo único que desea-
las miradas al techo; el profesor suspendió las ban era salir corriendo.
anotaciones en la pizarra y enfrentó a sus alumnos. Mientras Tiara evocaba lo vivido en el piso de
Un segundo golpe se produjo en el piso de arriba. arriba, Diego comenzó a contar a sus compañeros
Diego miró a Tiara y descubrió que sonreía. Un lo que sabía sobre el hecho y la situación fue de
tercer estruendo, seguido de carreras a pie conocimiento público en cosa de segundos.
descalzo, hizo que el curso completo se paralizara —¿Qué ocurre? —dijo al fin el profesor. Y como
de espanto al escuchar claramente las risas que sus alumnos seguían comentando en voz baja y las
venían del segundo piso. risas iban en aumento, tuvo que hacer uso de su
La niña comenzó a reír sin ocultar la gracia que autoridad para poner un poco de orden en el
aquello le producía. Diego recordó lo que su alboroto que amenazaba con desbordarse. Con la
compañera le había contado la tarde del día palma de la mano golpeó dos o tres veces sobre el
anterior cuando ambos se reunieron debajo de la escritorio, con la intención de aquietar los ánimos
pasarela. Hasta entonces pensaba que Tiara estaba alterados—. ¡Silencio! ¿Qué les pasa, chicos?
más loca de lo que se creía, pero estos golpes eran —¿Será verdad lo que dice la Hue-
reales y las risas tampoco eran producto de la vito?
fantasía de nadie. —¿Qué dice la Huevito?

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—Que los internos son caídos del asunto. Especialmente tú, Tiara, tendrás que
catre. explicar el hecho. Te has convertido en una
Las risas de todo el curso se reavivaron y por un alborotadora de tomo y lomo. Primero tienes la
momento parecieron incontrolables. audacia de venir a la escuela en tu balsa y ahora
—¿Qué cosa? —insistió el profesor, cada vez más eres responsable de este desorden.
inquieto—. Tiara, ¿es verdad lo que dicen tus El profesor esperó pacientemente que la niña
compañeros? saliera para sonreír de buena gana, porque conocía
—Así es, tío Tato —replicó ella—. Los mismos de sobra la situación comentada por sus alumnos.
niños, al levantarse, corren las tablas de las camas y Sin embargo, no se explicaba cómo había llegado al
se caen. conocimiento de Tiara y cómo era posible que
—¡Ya basta! —alzó la voz el maestro. ocurriese de nuevo, cuando el segundo piso estaba
—Eso mismo fue lo que me contó la Huevito deshabitado.
—se disculpó Diego. Los chiquillos corrieron al patio más
—La Huevito tiene nombre —censuró el atolondrados que nunca. Algunos se acercaron a
profesor. Tiara y le dieron suaves palmadas en la espalda.
Y se quedó mordiendo sus palabras, con el Credo Alguien le acarició la cabeza. Pero finalmente se
en la boca, porque en ese preciso instante se alejaron de ella, echando a rodar una pelota de
produjo un nuevo golpe, desatando aún más las fútbol. Esta vez Diego permaneció unos instantes
risas que tanto les costaba controlar a esos niños. junto a su compañera.
Sonó la campana y los alumnos se aquietaron por —Parece que fue verdad lo que dijiste
un instante, aguardando las instrucciones del —comentó.
profesor, sin dejar de reír. —¿Quieres venir?
—Está bien —dijo al fin—, salgan a recreo. Pero —¿Adonde?
ni se imaginen que hemos terminado con el —Al dormitorio de los internos.

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—¿Estás loca? ¿Para que las pulgas me piquen de Cálida bienvenida
nuevo?
—Tengo que contarte lo que me pasó en la
mañana, antes de venir a la escuela.
—¿Así, como esto?
—Más bello.
Diego la miró profundamente unos segundos, sin ti segundo piso estaba tan desierto y abandonado
saber si tomar en serio las palabras de Tiara. Sus como el día anterior. La niña se sentó en uno de los
compañeros lo llamaron y se alejó corriendo. catres y mientras se rascaba intensamente las
La niña esperó que nadie la observara. El tío Tato piernas, cerró los ojos y se mantuvo muy quieta,
seguía ocupado en la sala, al parecer no tenía deseando que el sueño la dominara. Su deseo se
ninguna intención de correr con la novedad a la cumplió, porque antes de lo esperado regresaron
oficina de la directora. las apariciones de la primera visita.
Convencida de que nadie se preocupaba de ella, Los internos de aquel dormitorio corrieron al
se alegró de no ser tomada en cuenta; una vez más encuentro de Tiara. Le tendieron los brazos y la
se atrevió a empujar la puerta, que cedió rodearon hasta formar un apretado enjambre de
fácilmente, porque la aldaba ya no estaba en su niños que deseaban manifestar un sentimiento de
lugar. Subió muy animada, sin mirar atrás, sin amistad incontenible. Ella se mostró sorprendida,
medir consecuencias. se sonrojó emocionada y no supo de qué modo
Las pulgas, como era ya costumbre, la recibieron debía corresponder a tales manifestaciones de
con entusiasmo. afecto.
Al cabo de un rato de entusiasmo, de ajetreos de
unos y pasividad de otros, llegaron al dormitorio la

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señorita Emilia, la Ese, el joven Renato y el padre —Mi abuelo vino con mi papá —respondió
Ronchi. Tiara.
—De una vez por todas —comentó la señorita —Sí, sí —afirmó el sacerdote—, el Pascual ya
Emilia— hay que resolver este asunto. estaba aquí cuando visité la caleta.
—Ya hablé con un pescador, que en invierno
hace trabajos de carpintería —confirmó Renato.
—lo creo que los chicos echarán de menos el
alboroto matutino —comentó el sacerdote, muerto
de risa.
—¡Oye, Te\ —dijo la Ese—. Ven a compartir con
nosotros.
Tiara fue a sentarse con aquellos niños, que le
hicieron un lugar, acomodándose en una de las
camas.
—¡Tengan cuidado! Que estos catres son como
huevos.
—¿Qué importa si nos caemos?
Se sentaron con sumo cuidado, hasta formar un
círculo de conversación muy animada. Tiara quedó
instalada en medio de todos, como la invitada
principal.
—Oye, Te —preguntó la Ese—, ¿cómo llegaste
aquí?

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—¿Pascual? —repitió uno de los niños—. ¡El
nombrecito!
—Le llamaron así —respondió el sacerdote—
porque la Isla de Pascua es su lugar de origen.
—Y a usted, padre Ronchi —preguntó la Ese—,
¿le decían «el italiano»?
—Eso sería muy injusto —intervino la señorita
Emilia—, después de todo lo que ha hecho por
estas caletas.
—Bueno —agregó el sacerdote italiano—, no me
habría molestado en assoluto que me hubiesen
llamado como quisieran. Lo que importa es que no
se falte el respeto.
—Le respetamos —aclaró el joven Renato—,
desde que lo conocimos.
—Usted vino a poner orden en este lugar
—agregó la señorita Emilia—. ¿Recuerda?
—Como si fuera ayer.
—Cuando llegó el padre Ronchi —continuó
ella—, los hombres dejaron de vivir solos bajo la
ley de los puños y con el poco sentido común que
les quedaba. El padre los convenció de traer a sus
familias para restablecer las leyes del hogar.

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—lo vino a conoscere la relitat de la isla caserío. Las chozas que levantaron estaban
—comentó el sacerdote— e incontrai una térra di construidas con las ramas arrancadas de los
nessuno, de la cuale tutti querían apoderarse, una formidables árboles de la isla y los techos y paredes
isla en la cuale cada individuo delimitava le fueron cubiertos con el plástico que ellos mismos
frontiere de su autoritá, a su entera assoluta habían lie- vado para proteger sus escasas
volunta. En un inizio los pescadores llegaron con pertenencias de la humedad del océano.
sus aparejos. Atrás dejaron hogar y fami- glia, Esta aparente prosperidad convocó a otros
pensando che la aventura tomaría tan solo unas hombres y el caserío comenzó a tomar las
cuantas settimana. dimensiones de un pueblo. Llegaron a establecerse
La isla Toto, alejada y solitaria, al sur de Chaitén y a la ciudad de plástico, como se la conoció de ahí
Quellón, fue habitada por intrépidos pescadores en adelante, más de cinco mil personas. No sólo
que siguieron la huella de la merluza española. Las pescadores, también comerciantes de todos los
protegidas aguas que rodean el archipiélago, de la negocios imaginables: almaceneros, panaderos,
noche a la mañana se vieron surcadas por grandes abasteros y carniceros; zapateros, sastres,
cardúmenes. Mientras los peces buscaron refugio comerciantes con patentes de alcoholes y otros
en esas aguas, los pescadores lo hicieron en esa con bebidas de fantasía; llegaron ferreteros,
parte del océano, trozada y compartida con cientos mueblistas, carpinteros y enfermeros primerizos
de islas pequeñas, donde sólo moraba el esplendor especializados en labores mínimas de salubridad.
y la bondad de la naturaleza en su estado más Pero sólo una mísera parte de la lincakiikihlf
primitivo. Se fueron quedando los hombres, xttjui.'LTí v|uip ^sacaban .mar quedaba en las
siempre a la espera de que la merluza cambiara de manos de aquellos esforzados pescadores, porque
sitio. un exportador recogía la merluza para
Esos pescadores aprovecharon el abrigo natural transportarla a Puerto Montt.
de la bahía para establecer su pobre y su transitorio

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Con el tiempo la pesca dejó de ser abundante. —No fue capricho, padre; tampoco, ¿cómo se
Pero esos hombres y sus familias se acostumbraron llama? —respondió Tiara—. Así son en la isla
de tal modo a la belleza de la isla Toto que donde nacieron mis antepasados.
ninguno quiso abandonarla. Sus casas de plástico, —¿Aunque todos los vecinos reclamaran porque
poco a poco se convirtieron en hogares con muros ocupaba más espacio que las demás?
de madera y techo de zinc auténtico. —Cada uno hizo lo que quiso.
—Como la de Pascual —comentó el padre —Menos io, que hiche lo che debía —replicó
Ronchi—, que al principio hizo diferencia. ¿Per enseguida el sacerdote italiano—. Construí una
che ser distinta? Era la única hare—paenga, scuola para bambinos. En sitios lejanos convencí a
casa—bote, semejante a una tajada de melón. profesores para venir cual maestros.
Así fue, en efecto; el abuelo y su hijo la habían —Así me convenció —agregó la señorita Emilia.
construido imitando las antiguas viviendas de —Y a mí —se sumó Renato.
Rapa-Nui. Tenía forma ovalada, como un bote —Buono, sí —recordó el sacerdote—, ella
volcado, de modo invertido. El techo era como la incontré dos veces el mesmo día. No puede ser
quilla de una embarcación y a ella se entraba o casualidad, io dije. La primera vez la observé a la
salía por una puerta lateral, por la que había que entrada del pueblo. Fue divertido. Al incontrarla
agacharse para no golpearse la cabeza. de nuovo en la chiesa, io dije: te ricordo
Tiara, sin embargo, no conoció el primer refugio perfectamente. ¿Qué estudios tienes?
que levantó su abuelo, en medio de la lluvia, con —Soy profesora normalista, le respondí
ramas y madera del lugar, forrado en plástico. —continuó la señorita Emilia—, y como se me
Había sido una vivienda muy precaria. Antes de quedara mirando con cara de duda, agregué:
que naciera la niña llegaron tablas bien aserradas, estudié para maestra en la Escuela Normal de
clavos y planchas de zinc, necesarias para la casa Ancud.
definitiva.

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—Guardé silencio por un instante —prosiguió el —Una vez al año —contó Emilia— nos visitaba
sacerdote— y luogo pregunté: ¿enseñarías en lugar el obispo, que por esos años residía en Ancud. En
remoto? ese tiempo, pues oye, la calle principal era
—Es lo que espero. ¿Qué oportunidad podría engalanada con arcos de flores, para realzar el paso
tener en mi pueblo? Sabía que no había ninguna del visitante. Las gentes del campo, acompañadas
posibilidad de encontrar un puesto de maestra; las de hijos y maridos, entraban descalzas al pueblo.
pocas vacantes estaban ocupadas. Mi madre, que En la primera casa de la calle principal se ponían
también era profesora, comenzó muy joven su vida sus zapatos y cambiaban el atuendo de todos los
de magisterio y montaba a caballo diariamente días por trajes mejores, reservados para estas
diez o doce kilómetros para enseñar en una ocasiones. Luego, adornaban las imágenes de las
escueli- ta lejana. Con viento, lluvia o tormenta, Vírgenes que habían traído especialmente para la
con esfuerzo y sacrificio. visita del obispo. Alguien gritaba: «¡Que ya viene,
—Beni, io dije —agregó el sacerdote—, hablaré ya viene!», al ver la polvareda que levantaba el
hoy mismo con tuo padre para que enseñes a niños único vehículo motorizado de la isla. Los músicos
que necesitan maestra. iniciaban los sones de las melodías, con sus
—¿Qué más podía hacer? ¿Quedarme a enseñar acordeones, tambores y guitarras.
en una isla y embarcarme todos los días, para El visitante, en efecto, había llegado en el camión
hacerme cargo de mis alumnos? ¿O quedarme a municipal, que lo había recogido a dos kilómetros
esperar que el hijo de la señora Rita, el único del canal de Dalcahue. El camino estaba en
boxeador del pueblo, me solicitara en matrimonio? construcción y no llegaba al embarcadero. El
—Y fue divertido como io fui recibido en su religioso italiano tuvo que caminar bastante para
pueblo. Ellos esperaban visita de autoridad de la seguir el viaje.
chiesa. El padre Ronchi descendió con su larga sotana y
abrigado con un amplio chaquetón impermeable.

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Sostenía en su mano izquierda un pequeño bolso propone, especialmente para cumplir sus oficios,
de viaje y sonreía en todo momento, saludando como decir misa donde no hay iglesia, bautizar
afectuosamente con la mano a quienes se niños perdidos en los rincones más apartados o
acercaban a darle la bienvenida. entregar víveres a los necesitados, por muy
—Le ofrecí el ramo de jazmines que había distantes que se hallen y por muy escasos que sean
preparado y de todos modos, en señal de respeto, los medios para llegar hasta ellos. Suele viajar con
me incliné a besarle el anillo de su mano derecha un bolso de mano y aborda el primer vehículo que
—reconoció Emilia. pase.
—Ambos nos sorprendimos, porque io no llevaba —Es que así fue mi niñez —prosiguió el
anillo alguno y no estaba habituado a ceremonias. sacerdote—. Io nací en un pueblo cercano a Milán.
¿Qué haces?, io dije. No soy más que un cura en Fui el mayor de onche hermanos y tuve una
misión de pastor. infancia difficile. Por eso, a los venti decidí por
—Yo había recibido el honor de poner flores en sacerdocio para dedicar mi tiempo a los pobres.
uno de los altares y acompañar a la señora Rita, Vine misionero a Chile y recogí bambinos bajo
mientras ella tocaba el armonio durante la misa. puentes del río Mapocho.
—Y lo hizo molto bene. Subí a felichi- tarla y —Así lo conocí en Santiago —intervino el joven
reconocí a la del beso en la mano como si io fuese Renato—. Yo era uno de esos estudiantes buena
un obispo. Fue impresión molto grata la que ella onda que nos acercábamos a los niños que vivían
causó entonces. Había tanta innocenza en su bajo los puentes. Les llevábamos algo de comer,
mirada, tanto candor e ingenuidad, que me dije: tratando de entender su situación, para darles algo
oh, Signor, permite que io pueda llevarla conmigo. de cariño y comprensión. No era nuestra intención
Es la persona que preciso. sacarlos del río. Tratábamos de ayudarlos, de hacer
—Así es el padre Ronchi —continuó la señorita más soportable la vida que llevaban. Queríamos
Emilia—, un hombre sencillo que llega donde se lo estar junto a ellos y establecer un vínculo, que no

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se sintieran tan solos. El padre Ronchi me pidió construir esta escuela de madera. Buscó la
que lo acompañara cuando decidió traer a todos colaboración de personas caritativas, de empresas,
estos niños sin hogar. autoridades e instituciones; consiguió víveres,
—Nosotros no sabíamos que era sacerdote materiales de construcción y los implementos
—comentó la Ese—. De la noche a la mañana, así necesarios para instalar una modesta estación de
de repente, apareció este hombre mayor. Entonces radio, que es el medio de comunicación más
pensamos que era el dueño de la caleta. No tuvo la efectivo de la zona. La radio es el puente que une a
intención de echarnos, pero no le gustaba que cientos de almas que pasan aisladas la mayor parte
estuviéramos ahí. Una noche llegaron los policías del tiempo.
buscando a cuatro jóvenes que sus familiares —Pedí ayuda para levantar una chie- sa y dar en
habían dado por perdidos. Esa misma noche ella muestras de gratitud y, como no bastaba,
desapareció y creímos que se lo habían llevado o conseguí al menos cada quince días que una
que se había muerto. patrulla de carabinieri viajara a la isla para la ley
—Después ritorné per lui. Io sabía que mientras que estos uomo, en su aislamiento, no respetaban.
se quedaran en la ciudad, sem- pre ritornarían a Io hice para que ellos entendieran por leyes de
vida de vagabondo. Decidí trasladarlos a Puerto razón y orden, para que dejaran de dirimir
Cisnes, sin permiso ni nada, viajé con ellos más de diferencias con la forza de los puños, que fue lo que
mil quinientos kilómetros. hicieron al principio, cuando recién llegados,
—¿Sin el permiso de sus padres? como si nada más importara.
—¿Y de qué padre podía solicitar permiso? Allora El tañido de la campana interrumpió la tertulia.
hice hogar donde los bambinos estudiaran y —¡Niños, a clases! —sentenció la señorita Emilia
crecieran. y desapareció.
—Dios nos pone cosas en el camino —prosiguió Tiara se incorporó de un brinco y todos se
la señorita Emilia—. El padre Ronchi hizo quedaron con el alma en un hilo, inmóviles, sin

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respiración, evitando que la cama se desparramara Terminadas las clases, Tiara amarró su balsa a la
por el suelo, como si de pronto hubiesen retornado panga de don Anselmo, que fue en busca de su hijo.
a la condición que siempre tuvieron: fantasmas. Diego se limitó a observarla durante el trayecto.
La niña bajó los peldaños de dos en dos, sintiendo Era demasiado abrumador para él sentirse
como las pulgas nuevamente la convertían en cómplice de una falta que había provocado tanto
blanco de sus picadas. Con la irresistible comezón rechazo en la escuela.
en sus piernas cerró la puerta a sus espaldas y se Por fortuna, en la lancha nadie comentó el
quedó inmóvil allí por unos segundos, incidente de la mañana. ¿Todo ese alboroto por
comprobando que no había sido descubierta. haber navegado en balsa unos cuantos metros? ¿No
El patio estaba desierto, pero la puerta de la sala sería demasiado? Ella no había puesto en peligro su
permanecía abierta. vida. Si así hubiera sido, jamás se habría alejado
Entonces comenzó a rascarse. Mientras se dirigía tanto de la orilla. Por lo demás, había demostrado
a la sala, de cuando en cuando se detenía para que Amiga Yara era muy segura.
aliviar la comezón que parecía quemar la piel de Como todos los días, la madre de Diego lo
sus piernas. esperaba en el muelle con la bicicleta. En el
En su pupitre tuvo que disimular para contener momento de descender y antes de que corriera a
las ganas de calmar la picazón, aunque Diego la reunirse con su adorada bici, Tiara le habló a
interrumpía a cada rato, lanzándole miradas de media voz:
complicidad. Era el único que sabía dónde había —Más tarde nos vemos, en la caleta bajo la
estado. Al resto de los alumnos no parecía pasarela. Tengo mucho que contarte.
preocuparle lo que ella había hecho durante el —Después de la once será —respondió Diego,
recreo. Aquel pensamiento calmó sus inquietudes, mostrándose desinteresado—. Y después de las
aceptando que a veces la indiferencia de los demás tareas, porque si no mi mamá no me deja salir. A lo
es más conveniente de lo que uno pudiera desear.

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mejor a ti tampoco te van a dar permiso después de piso de arriba. Ni siquiera la preocupaba el
lo que hiciste. malestar de la directora, ni el regaño que había
—Voy de todos modos —respondió recibido de su maestro. Tampoco le importaba el
la niña. contenido de la comunicación que la tía Emilia le
El padre y el hermano de Tiara no estaban había enviado a sus padres y que ella no había
cuando ella regresó de la escuela. tenido la imprudencia de leer. Tiara salió de la
—La tía Emilia mandó esta comunicación —dijo habitación. Contrariada, triste, confusa y sin saber
a su madre. qué hacer, perdió por un momento el sentido de la
—Déjela ahí —respondió ella. existencia.
—¡La directora quiere hablar con Cuando, más tarde, Diego asomó su nariz en la
ustedes! ventana de la cocina, atisbando hacia el interior,
—Bueno —replicó la madre un tanto molesta Tiara no se veía por ningún lado.
por el reclamo de su hija—, ella entenderá que sus La Te y el Deivid
padres tienen asuntos que resolver.
—A lo mejor quiere hablarles de mí.
—¿Hizo algo malo, hija? —y como Tiara no
respondió, la madre continuó—: La otra vez
también quería que fuéramos a la escuela y era para
recibir un premio. Diego fue a reunirse con Tiara y ella lo vio venir
—Tienen que leer la comunicación. con su bicicleta. Se detuvo junto a la baranda de la
—Que la lea su padre cuando llegue. pasarela y aguardó allí un instante.
La niña enmudeció intentando entender los —Sabía que estabas aquí —le dijo al verla—.
asuntos de sus padres, pero su mente sólo tenía ¿Entregaste la comunicación? —Sí.
espacio para la segunda visita que había hecho al —¿Qué dijo tu mamá?

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—Nada. No la leyó. con la curiosidad y se asomó a ver qué había
—¿Y qué vas a hacer cuando la lean? ocurrido en verdad. Para su sorpresa, allí estaba
—No sé. Me vine sin permiso. Diego, afirmado en la baranda de la pasarela,
—Te van a castigar, Huevito. intentando pedalear, moviendo los pedales hacia
Se hizo la lesa y cambió de tema. Al ver que delante y hacia atrás.
Diego no mostraba el menor interés por descender Diego vencía finalmente aquel sentido del
al refugio, lo animó para que lo hiciera. ridículo que tanto lo avergonzaba cada vez que
—Deivid —le dijo—, ¿nunca has intentado montaba su bicicleta.
montar tu bici en la pasarela? Hasta que pudo más la curiosidad que la soledad
—¿Cómo? y el silencio que reinaba en el escondite y Tiara
—Subirte a tu bici. salió a la luz de la tarde. Sin pensarlo más de una
—¡Adonde puedo ir con ella! —protestó Diego. vez, trepó por la roca y sorprendió a su compañero.
—Pero podrías andar sin andar. -¿Qué? Diego, al verla junto a él, quiso bajarse
—Escucha, Deivid —insistió ella—. Si te montas rápidamente, pero ella lo detuvo, obligándolo a
en tu bici y pedaleas bien corti- to, para que las mantener el equilibrio.
ruedas no giren, tal vez... —¡No, no! —le dijo ella—. Mantente ahí. Ahora
—¿Estás loca? pisa bien firme los pedales y tuerce un poco el
Tiara desapareció en el interior del refugio. Allí manubrio. Cuando pierdas el equilibrio, tuerce el
esperó pacientemente con los dedos cruzados, manubrio hacia el otro lado.
deseando que su compañero aceptara, por muy —¡Esta no es forma de andar en bici! —protestó
tirado de las mechas que fuera. Escuchó con Diego, mientras seguía las indicaciones de Tiara.
atención alguna señal que pudiera venir desde la —¡Eso es, Deivid\ —gritó ella, animándolo.
pasarela. Por un momento pensó que Diego se —Pero, ¿qué tiene de divertido?
había cansado de estar allí. Hasta que no pudo más —¿No? —insistía ella—. ¿No es divertido?

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—No le veo la gracia. Era cosa de verlos. Ella era la que más se divertía
—¡Déjame probar, entonces! con los logros del compañero y celebraba
—¡No! entusiasta cada giro, cada golpe de manubrio para
—¡Bájate! mantener el equilibrio. Repentinamente, comenzó
—No, te dije. a desplazarse a salti- tos, como un balón que bota
¡Con qué gusto hubiese querido pedalear y sobre el cemento inexistente y fue avanzando
pedalear en línea recta y atravesar grandes hacia la superficie accidentada de la roca. Allí se
extensiones de bosques, por un sendero sinuoso y, detuvo, su figura recortada contra el verde del
tal vez, sentir el placer de dejarse llevar por la cerro y el azul negruzco del cielo.
velocidad al descender por un camino que sólo —Puedo ir más lejos si quiero —comentó,
estaba en su imaginación. Era dueño de la única inmóvil como una estatua.
bicicleta que había en la caleta y siempre se —¿Ir más lejos? —ella se llevó las manos a los
lamentaba de no poder disfrutarla, como era su labios para ahogar un grito que amenazaba con
deseo. escapar de su garganta.
Pero, ¿qué cosa más extraña que «andar en bici»
sin pedalear ni un centímetro? Sin embargo y por
curioso que resultara, no hubo forma de que Diego
renunciara al intento.
Porfiadamente, el muchacho se resistió a ceder
porque tal posición le otorgaba poder frente a su
compañera, y la perseverancia, de juego torpe al
comienzo, a través de la auténtica peripecia, se
convirtió en sorprendente descubrimiento.

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—¿No quieres que baje hasta el refugio?
—Pero, Deivid —protestó la niña.
—¿Y por qué no? —replicó, entusiasmado con su
idea, aterrando a su compañera, retando toda
lógica, rechazando consecuencias—. ¿No querías
verme en peligro? ¿No te agrada el riesgo?
—¡Nunca dije que andes por las
rocas!
¿Y si perdía el equilibrio? ¿Y si rodaba hasta las
aguas con bici y todo? Tal vez ella había sido muy
imprudente al animarlo de esa manera. Al mismo
tiempo, deseaba ver a su propio hermano en el
pellejo de Diego, dándoselas de arriesgado, de
valiente, siempre dispuesto a no titubear ante el
peligro.
El ciclista de las pasarelas se bajó de la bicicleta
para levantarla sobre la baranda de madera y
posarla en la roca, por donde comenzó a
descender, con gran cuidado, sin soltar el freno y
torciendo el manubrio de lado a lado. A ratos se
paraba en los pedales, sobre el asiento. De tal modo
la bicicleta era controlada con mayor eficacia,
permitiendo que bajara unos centímetros la rueda

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trasera y otros centímetros la delantera. Hasta que —Si aparece tu mamá por aquí nos saca de un ala.
se detuvo frente a la entrada del escondite. —Tranquilo, Deivid. Ella no va a venir. Ni
—Es increíble lo que haces —dijo siquiera se asoma a la puerta de la casa cuando
ella. salgo. Ya, come, será mejor.
—¿Qué cosa? —Esos giros con tu bici. —¿No es —No quisiera estar en tu pellejo cuando el
lo que querías, Huevito? —Por mi culpa podrías Pascual lea la comunicación y vea que no estás en
caer y quebrarte una costilla. la casa. ¿Por qué haces tantas leseras?
—¿Podré ir a la escuela? —¡Esas rocas sí que son —Es lo que tengo que contarte.
peligrosas! —Pero puedo intentarlo. —Prefiero -¿Qué?
que hagas una exhibición en el patio. —Vino el Kiko a buscarme. También vinieron
—¿Para que todos vean? —Para que te vean los príncipes. Bajé muy temprano a la caleta, pero
los del piso de tú no estabas. Entonces llegaron en su piragua y
arriba. navegamos hasta la isla de nuestros antepasados.
—¿Ellos? Fue maravilloso, Deivid, pero no pude esperarte.
—Estarían maravillados. —¿Por qué? El se quedó en silencio, mirando con ojos de
—Porque si viviéramos con ellos te mandarían a asombro a su compañera. Por lo general, no era
machetear con tu bici. Después de una exhibición muy habladora. En la escuela, las tías apenas le
como ésa lloverían las monedas. sacaban una palabra. Pero desde que comenzaron
—Yo jamás haría eso, Huevito. —Aquí soy la Te. sus fantasías se había vuelto parlanchína y de sus
No lo olvides. Mira, traje algo para la once. labios salían expresiones que jamás le habían
—¿Sólo medio pan amasado? —Mi mamá lo escuchado.
hace bien rico. —Huevito —murmuró—, ¿de nuevo fuiste al
También traje una papa cocida. La voy a partir en piso de arriba? —Sí.
dos. -¿Y?

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—No sólo estuve con los internos. También con hombres entendieron que había llegado un
la tía Emilia... sacerdote verdadero. Regresaron a la obra,
—¿Con la directora? obedeciendo al cura que los llamaba.
—... con el profesor Renato... Estaba muerto de cansancio, muerto de frío.
—¿El tío Tato? Había caminado un día y medio y pasado toda una
—Y también con el padre Ronchi. noche sin techo ni abrigo. Lo recibieron contentos,
—Entonces, ¿era cierto que se aparecía como un con fuertes palmadas en la espalda. «Voy a
fantasma? calentarme un poquito y después hacemos la
—¿Qué historia es ésa? —preguntó ella. misa», les dijo.
—Mi padrino trabajó en la carretera Austral y —Es bonita esa historia, Deivid. El padre Ronchi
una vez vieron un sacerdote que se aproximaba, contó una que yo nunca había escuchado.
así, como de bien lejos. —¿Cuál?
—Se parece a esa historia que nos contó una vez —En una oportunidad se embarcó en un bote tan
el tío Tato, que a cierta hora del día se aparecía un pequeño como mi balsa. Iba con Jaime Caro, un
misionero jesuita. ingeniero de Aysén experto en turbinas.
—Pero ése no era, porque el jesuita anduvo en —¿Turbinas?
los años de 1760. Lo pasamos en historia. —Sí, esas que producen electricidad para que la
—¿Hasta de la fecha te acuerdas? gente de sectores apartados como el nuestro tenga
—Bueno —continuó él su relato—, entonces mi radio para comunicarse.
padrino y sus compañeros vieron aparecer la —En algunas islas de Chiloé también usan
silueta del religioso sobre la nieve. «¡El cura baterías de auto. Eso nos contó la tía Emilia.
fantasma!», gritaron y salieron corriendo. Cuando —Sí, ella conoce muy bien todo eso —replicó la
el cura llegó a la faena no encontró ni un alma. niña— porque es de allá.
Abrió los brazos y gritó a los cuatro vientos. Los

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Pero lo que Tiara contó era para sorprenderse. El —No me quisiera ir, Deivid. Si hubiese traído
sacerdote y el ingeniero habían navegado ya varias unas frezadas me quedaría a dormir.
horas, entre un caserío llamado La Junta y otro —¿Tienes miedo de llegar a tu casa?
conocido como Raúl Marín Balmaceda, cuando los —No, ya se me pasó. Después de lo que
sorprendió la noche; el botero que los transportaba hablamos. Fue lindo, ¿verdad, Deivid?.
vivía por allí cerca y la casa más próxima era pre- Cuando abandonaron el refugio no se veía a
cisamente la suya. El hombre les ofreció pasar allí nadie por los alrededores. Tiara le ayudó a Diego a
la noche y continuar viaje al día siguiente. cargar la bicicleta hasta la pasarela, donde por fin
Aceptaron. El hogar era humilde, como todos los se sintieron más seguros. Desde allí caminaron
de la región. El fuego ardía en la cocina y la mujer lentamente, uno detrás del otro, por los angostos
del botero los invitó a comer a la suerte de la olla. pasadizos de madera húmeda y ennegrecida. Antes
El jefe de familia era padre de cinco hijos, que de que anocheciera se despidieron a la entrada de
sonreían con disimulo. El padre Ronchi quiso la casa de Tiara. Diego se quedó esperando unos
saber si los niños estaban bautizados. No lo minutos después de que la niña desapareció por la
estaban, porque jamás habían pisado una iglesia y puerta estrecha; el llanto de un niño rompió la paz
aquella era la primera vez que veían un cura. El de la noche que se anunciaba.
hombre reconoció que con su mujer tampoco se El accidente
habían casado. Esa misma noche, en cosa de
minutos, se vistieron para la ocasión. Con
sencillez, el padre Ronchi celebró dos confesiones,
cinco bautizos y una boda. El ingeniero fue testigo
de matrimonio y padrino de los niños.
Ai día siguiente y a primera hora de la mañana,
—Huevito —interrumpió Diego—, ya se nos
Tiara se asomó a la ventana como de costumbre y
hizo tarde. ¿No nos andarán buscando?

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lo único que vio fue un grupo de pescadores bajaban al muelle y, en el fondo de su corazón,
reunidos en la caleta, a unos cuantos metros de su aguardó por el prodigio de aquel día.
casa. Una lancha de la Armada se mecía Soñando despierta, evocó la deslumbrante
suavemente con el ir y venir de las olas, y un tanto piragua de los Ariki Paka, emergiendo desde la
más apartados, el alcalde de mar y tres marinos densa bruma que engullía al resto del mundo
conversaban en voz baja, con semblante de circundante. Decidida, se dirigió al lugar donde
preocupación. mantenía amarrada su balsa. Soltó las amarras,
—Vienen por mi padre y mi hermano —pensó la cogió el remo y, sin pensarlo dos veces, abordó la
niña—. ¡Qué bueno que no estén en la casa! pequeña plancha de espuma plástica y remó con
Hubiera deseado que Diego estuviera allí, pero su decisión hasta el muro de neblina. Como si una
compañero no se veía por ningún lado. puerta de tenue humedad se abriera para darle
Terminó su desayuno y volvió a mirar paso, la espléndida embarcación de los príncipes se
resignadamente el mar que comenzaba a sacudirse dirigió resuelta al sitio donde flotaba la niña.
la bruma. Se despidió de su madre y con la ilusión Tiara la vio acercarse, navegando pausadamente
de siempre descendió por la pasarela en dirección en medio de la bruma y la tranquilizó aún más la
al embarcadero. Se acercó a esa gente allí reunida, presencia de su abuelo y de su hermano Kiko.
pero ninguno de ellos descubrió la presencia de la —¡Niña Miru! —saludaron los príncipes—.
niña. Inquieta, se preguntaba por qué razón los Estirpe real, recibe nuestro respeto.
marinos no buscaban en la casa a su padre y a su Tiara se alegró con la llegada de los navegantes. A
hermano. Era muy extraño lo que ocurría, pues decir verdad, no pensaba más que en ellos, después
nadie se movía de su sitio. Se diría, más bien, que del primer viaje que hicieron a la isla de sus
aguardaban por algo que se presentaría de un antepasados.
momento a otro. Tiara esperó en los escalones que Vio la satisfacción en los ojos de su hermano.
Sintió con cuánta dulzura la miraba. Aunque no lo

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manifestara, Kiko estaba muy contento, porque en —Es tiempo de primavera —comentó Kiko—, ha
el viaje anterior el comportamiento de Tiara había pasado el invierno y se aproxima el verano.
sido admirable. —Es cuando retornan las manutara, las aves
Así como la bruma ocultaba las aguas del sagradas, que llegan al peñón a depositar sus
archipiélago, así también ocultó rápidamente la huevos —dijeron los príncipes.
piragua de los príncipes. Ajenos a la audacia de la —Tu padre competirá por uno de esos trofeos
niña y la presencia de los Ariki Paka, el alcalde de —agregó el abuelo.
mar, los marinos y los pescadores continuaron su —¿Mi padre? —exclamó Tiara.
charla como si nada. —Compite para que su jefe gobierne por un año
Tiara sabía que navegando hacia el norte se los destinos de sus hombres —concluyeron los
llegaba a una isla donde brillaba el sol príncipes.
esplendoroso, donde el mundo desconocido y —Aquí en Mataveri se reúnen los competidores.
fascinante de sus abuelos se abría ante sus ojos. Desembarcaron en las cercanías del volcán y
La navegación enfrentó las mismas dificultades caminaron hacia la cima del cráter. En el ascenso la
del viaje anterior y, precisamente por estar ella en niña fue descubriendo los monumentales moáis,
conocimiento de las peripecias, dudaba que tuviera descansando en sus pedestales, en el pasto silvestre
la resistencia de enfrentar nuevamente la prueba, o saliendo de la montaña, como si la roca misma les
aunque la esperaba. Se preparó entonces para una diera forma con el cincel y el martillo de ventiscas
travesía extenuante, pero curiosamente la nave- y tormentas.
gación fue más breve que la primera. En todo La niña descubría gigantes pétreos a cada paso.
momento fue protegida por su abuelo y su Los rostros de tales monumentos, en apariencia
hermano, hasta que al cabo de un tiempo se disipó idénticos, enseñaban pequeñas diferencias,
la bruma y ante los ojos de Tiara apareció el demostrando que cada uno representaba un
imponente volcán Rano Raraku. personaje rodeado de misterio.

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Tiara pudo admirar la hermosa aldea que allí se de alegría de sólo pensar que ella y su familia
levantaba, sobre una extensa planicie. pertenecían a ese mundo fascinante.
—Estamos en Orongo —explicaron los —Las piedras hablan por sí solas —comentó uno
príncipes—. Y se celebra la ceremonia del Tangata de los príncipes. Y llevó a la niña hasta una roca
Manu. tallada con signos y figuras indescifrables—. Este
Las viviendas allí construidas eran de piedra laja, es el santuario.
con puertas muy pequeñas siempre abiertas hacia Al sur de la isla se podía observar el islote
el mar. Motu—kaokao, que emergía del mar como una
Hombres y mujeres se congregaban en aquel espada puntiaguda, blanqueada por los
lugar, dispuestos a pasar allí todo un día, excrementos de las aves. Más lejos, se veían los
celebrando con danzas y cantos de envolventes peñones Motu-nui y Motu-iti, cubiertos de
melodías. vegetación. Los tres islotes dejaban ver cuán
A poca distancia del sitio de las celebraciones se enormes eran las dificultades para llegar hasta
alzaba un moái de varios metros de altura. Más ellos. Rodeados por grietas y quebradas, las olas los
allá, una imponente escultura se arrodillaba en golpeaban con furia, penetrando en la roca como
medio de la llanura; en la cumbre, un enorme lanzas espumosas. Entre esas grietas, ocultas por la
rostro de piedra volcánica yacía tendido hierba que las circundaba, solían hacer sus nidos
observando el cielo. En verdad, una parte de los las aves.
faldeos del volcán estaba poblada de estatuas en —Esa es la meta —dijo Kiko—. Hasta allí han de
distintas posiciones, porque allí estaba la cantera nadar. Y algún día, también yo competiré, igual
donde fueron esculpidas la gran mayoría de las que mi padre.
esculturas de Isla de Pascua. Los jefes observaban a cierta distancia,
Tiara no terminaba de sorprenderse al cómodamente instalados. Desde el observatorio
contemplar tanta maravilla y su corazón brincaba solar, el sacerdote dio la señal de inicio. Los

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aguerridos nadadores, apiñados en la cima del
escarpado risco, bajaron hábilmente, tratando de
alcanzar cuanto antes las aguas del mar.
Los competidores, portando sus canastos kete, se
sumergieron en el mar y montados sobre pequeñas
canoas de totora nadaron con pies y manos para
alcanzar el primer islote.
Desde el acantilado, en un monumento
funerario, dos estatuas observaban la competencia.
Debían sortear numerosos peligros en la travesía
hasta el peñón. Algunos sucumbían en la empresa,
arrastrados por la corriente, pereciendo en medio
de las aguas. Los que pasaban con éxito la prueba
llegaban al islote, donde cumplían la primera parte
de la travesía. Una vez en el peñón más cercano,
empezaba la vigilia. Debían esperar largas horas
hasta que llegaran las aves a poner sus huevos.
El primer valiente que logró apoderarse de uno
de ellos, alzándolo con su mano derecha, saltó
sobre la roca, gritando con todo el aire de sus
pulmones, para que su jefe lo escuchara desde el
lugar de los festejos.
—¡Es mi hijo! —exclamó jubiloso el abuelo.

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—¿Mi padre? —replicó la niña. honrando a los jefes que representaban, pero
—¿No reconocería yo su voz? reconociendo su derrota.
—Pero, ¿qué dice? Uno tras otro, los contrincantes iniciaron el
—¡Ka—varu te puokol —explicó el anciano, descenso con sus trofeos y arrojándose al mar se
colmado de orgullo—. ¡Rasúrate la cabeza! Es lo disponían a regresar sobre sus balsas de totora.
que le grita a su jefe. Nadie se preocupó más de los competidores.
El superior, que observaba rodeado de su gente, Algunos se perdieron en medio de las aguas, otros
se levantó de inmediato para ser ungido como cayeron desde las rocas y nadaron con grandes
hombre pájaro, porque debía dirigir los destinos de dificultades. Las dos estatuas de aquel monumento
sus hombres a partir de esa primavera y hasta el fin funerario sabían que pronto celebrarían ritos
del próximo invierno. mortuorios.
Con afilados cuchillos de obsidiana procedieron a Sacerdotes silenciosos ensartaron en el piso los
cortarle el cabello y también le rasuraron los soportes de las angarillas funerarias: cuatro estacas
brazos y las piernas. Luego, le tiñeron de rojo la clavadas en la tierra soportarían una modesta
cabeza. camilla con el cuerpo de un desdichado, envuelto
Así ocurrió, en verdad, ante los ojos asombrados en telas y en esteras que lo mantendrían por varios
de la niña. días, al tiempo que los cantos fúnebres, los llantos y
Mientras tanto, en el peñón el ganador atesoró su los lamentos se escucharían en toda la isla. Luego,
trofeo en el canastillo que portaba y se dispuso a serían llevados a los santuarios que, a modo de
regresar junto a su jefe, que debía lucir el huevo a mausoleo, se levantaban a lo largo de la costa.
la entrada de su casa por espacio de un año, tiempo Mas, por ahora, el pueblo se dedicaba a festejar
que duraba su jerarquía. las alegrías, pues tiempo habría para tanta tristeza.
A continuación, otros competidores se agruparon —Quisiera ver a mi padre —imploró
en la cima del peñón alzando huevos de pájaro, la niña.

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—Las celebraciones podrían resultar hombres no aceptan mediación alguna, aunque
interminables —advirtieron los príncipes—. provenga del mismo rey que los gobierna.
Lo hemos perdido y no sabemos cuántas —¿Y mi padre también estará en esas rencillas?
peripecias ha de sortear antes de llevar el trofeo a —Ningún competidor puede escapar
las manos de su jerarca. a ellas.
—Además, ahora comienzan las rencillas —¿Podría morir, entonces? —Así es, querida
—advirtió el abuelo. niña —respondieron los príncipes, y cantaron a
—¿Rencillas? —exclamó ella. media voz:
—Las disputas —aclaró Kiko.
—Los competidores lamentan su derrota
—agregaron los príncipes—. Mientras uno de ellos «Ka tangi é... ere ika iti é. Mo nua é, ere mo te
celebra la victoria, el resto es víctima de la envidia matua é. He ono matua, hoki tae tangi ai; ko te
y las diferencias suelen concluir en destrucción y bebe au; o ko te matua akore...» «Está llorando... la
muerte. pequeña víctima. Por su madre y por su padre. Ya
—¿Y nadie puede detenerlos? no tiene padre, por eso llora; ahora está pobre; ya
—La única autoridad en la celebración del no tiene más padres.»
Hombre pájaro es el propio jefe de esos
competidores.
—¡Ustedes deben hacerlo!
—¿Nosotros? —¿Y ese canto tan triste? —preguntó.
—¡Sí, por algo son príncipes! —Es un lamento —respondió el anciano,
—Nos debemos a nuestro monarca y él espera al presagiando un desenlace trágico.
otro lado de la isla, sumido en la tristeza. Está muy Tiara enmudeció al ver tan preocupado a su
lejos para intervenir y los jerarcas de estos abuelo. También el hermano de la niña mostró la

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congoja en su semblante. Por un momento detestó El encanto de la niña se quebró como un espejo.
la participación de su padre en esos festejos. Uno de aquellos hombres agrupados en la costa, y
—Estas celebraciones y desenfrenos, Hopu que de vez en cuando dirigían la mirada hacia el
contra Hopu, provocan no sólo dolor y muerte mar, alcanzó a ver la balsa de Tiara asomando por
—comentaron lastimosamente los príncipes—, la bruma que se diluía bajo la luz del sol. Al dar la
sino también la ruina de este lugar sagrado, voz de alarma, todos se volvieron para verla
muchas veces con la destrucción definitiva de remando hacia la escuela.
estatuas y monumentos. —¡Ya estábamos advertidos! —exclamó el
Las palabras de los Ariki-paka sonaron como un alcalde de mar—. Anoche la Lidia me habló de lo
presagio ineludible en el corazón de la niña. que hizo esta chica.
—Vamos, Tiara —dijo Kiko con profunda —Pero, ¿cómo no la vimos subir a esa balsa?
tristeza—. Debemos regresar. —Ni siquiera la vimos salir de su
Con los cantos y bailes en sus oídos se dirigieron casa.
a la embarcación y entraron en la densa bruma que El alcalde de mar, apremiado por su falta de
ocultaba todo el entorno de la isla. cuidado, sintiéndose más responsable que nadie,
Cuando finalmente la nave salió de la espesa abordó rápidamente su bote y dio las instrucciones
niebla, Tiara se hallaba frente a la caleta de su casa. al hombre que lo acompañaba para ir cuanto antes
Cerró los ojos, con el ferviente deseo de no salir de detrás de Tiara y evitar que siguiera remando en
aquel sueño, pero no pudo permanecer así condiciones tan precarias. Daba miedo de sólo
demasiado tiempo; voces que salían a su pensar en una desgracia. Si llegase a volcar esa
encuentro, la sacaron abruptamente de su balsa de juguete, la niña se hundiría en cosa de
ensueño. Ai abrir los ojos nuevamente descubrió segundos, con el peso de su mochila y con tanta
que la piragua de los príncipes había desaparecido ropa en el cuerpo. Además, ¿quién podría asegurar
por completo, también su hermano y su abuelo. que sabía nadar y ponerse a salvo por sí misma?

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Considerando la gravedad de la situación, los controlarla, hasta que la mochila de Tiara cayó al
marinos abordaron de inmediato el bote inflable agua y a los pocos segundos su dueña.
que los llevaba a la lancha y el motor fuera de Tratar de mantenerse a flote resultaba
borda rugió como una bestia antes de ponerse en extremadamente difícil a ratos, un esfuerzo inútil,
movimiento. Lo hizo pesadamente al principio y dando la sensación desastrosa de que todo estaba
luego debió hacer un giro muy amplio, antes de perdido. Tragando agua a borbotones, dando
dirigirse al sitio exacto donde flotaba la balsa de manotazos desesperados, perdiendo un zapato y
Tiara. Mientras el alcalde de mar bogaba directa- sintiendo el escozor del agua salada en las fosas
mente hacia la niña, los marinos tomaron las nasales, irritadas por el esfuerzo, no pudo
precauciones necesarias, porque el oleaje que mantenerse a flote y se ahogaba sin que nadie, al
producía el poderoso desplazamiento del bote parecer, pudiera salvarla. De pronto, Tiara notó
inflable amenazaba con hacer zozobrar la balsa. El que sus brazos eran mordidos por mandíbulas
único que podía alcanzarla sin mayor feroces; sintió que la arrastraban violentamente
contratiempo era el alcalde. hacia la superficie. Los dos hombres del bote, que
La niña remó cada vez más rápido, para acercarse finalmente había llegado junto a la niña, haciendo
cuanto antes al embarcadero de la Escuela Madre equilibrio en medio del constante vaivén de la
de la Divina Providencia. Los golpes acelerados de modesta embarcación, la alzaron de un solo envión
su remo terminaron por agotarla y no dieron el y la pusieron a salvo. Con el extremo de un remo
resultado que ella esperaba; la balsa pareció rescataron la mochila antes de que se hundiera
detenerse a escasos metros de la costa, como si el definitivamente. Mientras un hombre remaba con
agua transparente y liviana se tornara pesada. premura hacia la costa, el otro reanimaba a la
Mientras el bote del alcalde de mar se acercaba pequeña, que no dejaba de toser, como si quisiera
más y más, la balsa dio un giro mar adentro, expulsar del cuerpo la muerte que estuvo a punto
porfiando con los deseos de quien trataba de de arrebatarle la vida.

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Revelaciones sorprendentes repentino recibimiento se dirigió a su mujer,
afanada en reanimar a Tiara—. Preocúpate de ella,
Lidia, por favor.
—Sí, marido —replicó ella—, descuida. Ve
tranquilo.
La directora y el alcalde de mar salieron muy
Recién desembarcados y ante el horror de preocupados del recinto.
quienes se enteraron sorpresivamente del —Esta niñita nos ha metido en un tremendo lío
accidente, el alcalde de mar sacó en brazos a la —comentó el alcalde de mar, una vez instalados en
pequeña del bote y corrió con ella hacia el la oficina de la directora—. Espero que esto no
comedor de la escuela. Allí la tía Elvira preparaba llegue a oídos del almirante. De lo contrario, me
una leche bien caliente, mientras la tía Lidia le llamará de inmediato. ¿Y qué puedo decirle?
quitaba rápidamente las ropas mojadas, —Y no sólo eso —agregó la señorita Emilia—,
preparándola para abrigarla cuanto antes, junto a imagínese usted que se enteren las autoridades.
la cocina a leña que prodigaba calor a todo el ¿Qué diría el Sename, por ejemplo? Poco menos
recinto. que permitimos los riesgos que asumen nuestros
La directora se tomaba la cabeza a dos manos, alumnos en su afán por venir a clases. Justo ahora
con los ojos empapados de llanto, mientras el tío que me acaban de avisar que se adelanta la visita
Tato corría a la habitación contigua, que a veces fiscalizadora del seremi de Educación. Siempre
servía de enfermería, para conseguir una manta y viene en septiembre, cuando comienza el buen
abrigar a la desdichada. tiempo, pero ahora lo hará precisamente cuando se
Pero esta vez no hubo posibilidad alguna de anuncian días más fríos.
recriminación por parte de los adultos, ni de —¿Todo en orden, señorita Emilia?
curiosidad maliciosa en los niños. Más bien, el

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—Los pagos están al día, pero la situación en la Tiara tuvo que morderse la lengua para no
escuela ha empeorado este último tiempo. Nos cae manifestar su extrañeza por la notoria bondad que
el agua del cerro, las fundaciones del edificio están recibía. Al parecer, había que accidentarse para
húmedas y las bases se están pudriendo. Tenemos que la tomaran a una en cuenta. Tanta
goteras. El viento ha soltado el zinc del techo. Los demostración de amabilidad no era algo de todos
extintores vencidos. Además, nos ha bajado la los días. Tal vez se trataba de un anuncio, del
matrícula en un cincuenta por ciento. Porque anticipo de una sanción drástica y definitiva: la
nacen menos niños en la zona, porque las familias expulsión de la escuela. Sólo así se podría entender
emigran y porque los apoderados no quieren la presencia del alcalde de mar. Tiara pensó en la
cooperar con los cinco mil pesos mensuales que peor de las consecuencias.
exigimos para seguir funcionando. Lo que ha Diego asomó su nariz por uno de los ventanales
hecho esta chiquita deja en evidencia que los de la oficina.
dormitorios del segundo piso nunca debieron Ella, al verlo, tuvo que contenerse para reprimir
cerrarse. Pero para eso se necesita dinero. el impulso de salir corriendo e ir al encuentro de su
Tres golpecitos en la puerta de la oficina de la compañero. Estaba convencida de que no volvería
directora interrumpieron la conversación. a ocupar su pupitre en aquella sala que le había
—¡Adelante! —exclamó la señorita brindado momentos amargos, pero que sin
Emilia. embargo en los últimos días se había convertido en
—Aquí está la niña —dijo la tía Lidia, un lugar de encanto y sorpresa. Con dificultad y
acompañando a Tiara, más animada y con el color por mucho tiempo había soportado las burlas de
saludable pintando en su rostro. sus compañeros, pero también era cierto que
—¿Te tomaste tu leche? —preguntó la directora. finalmente había conseguido establecer una
—Sí, tía Emilia —respondió la niña, profunda amistad con Diego.
reconfortada.

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La directora arrastró una silla para sentarse junto — ¿Se lo dice usted, alcalde? —rogó la
a la niña. Le tomó cariñosamente las manos y le directora con ojos llorosos.
habló en un tono de voz que jamás había empleado —Está bien —respondió el hombre—. De todos
con ella. modos pensaba ir a su casa y decírselo a su madre,
—Escucha —le dijo. antes de que Tiara huyera en su balsa. El asunto es
—Tía Emilia —interrumpió la niña, al borde las que hoy día ni siquiera debías venir a la escuela.
lágrimas—, ¿me va a echar de la escuela? —¿No?
—¿Qué dices, chica? —replicó la directora—. —No —continuó el hombre—, porque la
¡No voy a tomar una medida tan extrema! En todo señorita directora ya estaba en antecedentes. Yo
caso, debo hablar con tus padres. ¿Entregaste la mismo avisé por radio, muy temprano esta
comunicación que les envié? mañana.
—Sí, la entregué, tía Emilia —respondió la —Pero si a mí me gusta venir a clases.
niña—. Pero usted misma dijo que soy un mal —Claro que sí, Tiara, lo sabemos. Pero al mismo
ejemplo para mis compañeros. tiempo pensamos que en una situación como ésta
—Bueno, pero eso tiene remedio. Fuiste muy harías mejor quedándote junto a tu madre
impetuosa, es cierto. No le diste ninguna —explicó la directora.
importancia a mis quejas, que sólo van en tu propio —Así es —afirmó el alcalde—. Lo que pasa es
beneficio. Pero también hago un esfuerzo por que tu hermano y tu papá no han regresado de la
entender tu comportamiento. Tal vez te sientes faena y creemos que han tenido un percance,
sola y no puedo desconocer el momento difícil que porque la embarcación no aparece por ningún
estás viviendo. Es muy duro, querida, pero quiero lado. La lancha de la Armada espera rastrear el
que sepas que toda la escuela está contigo y con tu bote de tu padre. Los marinos no vinieron para
familia. Situaciones como éstas pueden superarse. detenerlo. Les interesaba saber si tu padre había
— ¿Qué cosa? —preguntó Tiara. regresado sin novedad a la caleta. Y como no lo ha

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hecho, se disponen a iniciar la búsqueda una vez decidieron no contradecirla y se dispusieron a
que se levante la bruma y esperamos que los tomarla más en cuenta, como nunca lo habían
encuentren sanos y salvos. No vamos a pensar en hecho.
lo peor y así se lo haremos saber a tu mamá. Pero, Tiara les habló de sus dos travesías en la nave de
aunque no nos guste, tenemos que ponernos en los príncipes.
todos los casos. Paulatinamente, el relato emocionado se apoderó
—¡Pero mi papá fue a Isla de Pascua! —exclamó de la atención de quienes la escuchaban con
la niña. profundo respeto, hasta fascinarlos por completo.
El hombre guardó silencio y miró atentamente a La directora, el alcalde de mar y la tía Lidia, que no
la directora, sin saber qué responder a tanta tuvo valor para marcharse, con la emoción pintada
inocencia. en cada rostro, desearon alentarla para que no
—Con mi abuelo y mi hermano lo vimos callara, para que la febril fantasía fuera la única
compitiendo por el huevo Manutara, del pájaro realidad que debía imponerse, en lugar del drama
sagrado. que posiblemente le aguardaba en casa, agazapado,
La directora y el alcalde de mar mantuvieron un como una alimaña.
silencio expectante, sorprendidos por las En el corredor, junto a la puerta, escuchaba la tía
expresiones de la niña. Por un momento se Elvira, que había sido incapaz de esperar en la
sintieron superados por la incapacidad de echar cocina y porque la curiosidad la mataba. El
abajo sus fantasías y hacerla poner los pies sobre la profesor en su sala no pudo iniciar la clase de la
tierra. Pensaron que la niña recurría a tales mañana, a la espera de noticias de Tiara. Los
argumentos para evadir la gravedad de los hechos alumnos miraban al techo, pero, cosa curiosa, por
que amenazaban con hacerla víctima de primera vez en varios días no se escuchó ninguno
acontecimientos que, por desgracia, eran de aquellos ruidos que provenían del piso de
habituales entre los hombres de mar. Entonces, arriba; parecía que los fantasmas se habían

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enterado del drama que vivía Tiara y la navegación en grandes círculos o en forma
acompañaban con su silencio. triangular, para ir muy lejos y regresar siempre al
Entretanto, la niña continuó su relato. Narró con punto de partida. Así fue como los primeros
lujo de detalles cada paso de la competencia por habitantes vieron aparecer la isla en medio del mar
conseguir el huevo de la gaviota sagrada; habló de y que por no haber otra tierra en las cercanías la
la valentía y destreza de su padre, tanto en el mar llamaron el Ombligo del Mundo. Les habló de por
como en la cima del peñón de los pájaros. qué abandonaron su continente de origen. Les
En medio del silencio reinante, la directora, al contó, además, que los cursos seguidos por el
borde de las lágrimas, y el alcalde de mar, viento cambiaban según las estaciones del año. Los
expectante entre sollozos, la pequeña confesó lo ojos de la niña brillaban con el resplandor de
orgullosa que estaba de pertenecer a una raza de aquella felicidad que tan a menudo le resultaba
audaces navegantes que, en frágiles esquiva.
embarcaciones, siempre cruzaron los mares La directora la escuchó con los ojos rojos de tanta
conquistando atolones y peñones volcánicos lágrima contenida, tratando de comprender
dispersos por el océano. finalmente el verdadero sentido de las palabras de
Contó la historia de los orígenes lejanos del su alumna. Emocionada, la recordaba desde que la
pueblo rapa-nui, que de isla en isla había llegado a llevaron a la escuela, como una niña sorprendente,
poblar gran parte del globo terrestre. Habló de y cómo desde hacía un tiempo se empeñaba en
cómo la vida para ellos se había desarrollado entre convencerse a sí misma del futuro esplendoroso
piraguas y tormentas. Que el mar había sido el que algún día cambiaría su vida.
camino de sus constantes migraciones, dirigidas al —Por eso les digo —concluyó por fin— que mi
oriente. Que habían seguido las rutas del océano, padre saldrá vencedor, incluso de las rencillas en la
es decir, aquellas corrientes marinas que fluyen aldea sagrada, y regresará muy pronto, apenas
por cursos determinados, permitiendo la entregue el huevo que consiguió para el Hombre

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pájaro, que es su jerarca. Lo sé. Lo siento en mi —Prefiero quedarme. Quiero estar con mis
pecho, porque así es la gente de mi raza. compañeros. Quiero ir al segundo piso, donde me
—Querida —dijo al fin la directora—, es muy esperan los internos.
hermosa la historia que acabas de contarnos, pero —Pero, ¿qué le pasa a esta chica? —exclamó la
ahora, volviendo a nuestras preocupaciones, te directora, aún más sorprendida—. ¿Has subido al
aconsejaría regresar a tu casa y acompañar a tu segundo piso?
madre, que ha de estar muy afligida. Tienes —Sí, tía.
autorización para ausentarte todo el tiempo que —¿No sabes que está estrictamente prohibido?
sea necesario. —¿Me va a expulsar por eso?
—Gracias, tía Emilia —respondió ella—, pero mi —Es que no lo entiendo, niña —protestó la
mamá está muy bien acompañada con mis directora, controlando su enojo—. ¿Con qué
hermanos pequeños. Prefiero quedarme en la facilidad pasas a llevar disposiciones tan antiguas?
escuela. Por favor, dime que no lo has hecho. No hagas que
—Tiara —interrumpió el alcalde mar—, de me prive contigo, chica.
haber sabido que abordabas esa balsa de juguete —No, tía Emilia —balbuceó la niña—. Es que fui
para venir a clases, habría enviado el bote de la a ver por qué había tanto ruido. Y me encontré con
Alcaldía. Pero de ahora en adelante mi asistente irá ellos.
por ti cada mañana y no necesitas poner en riesgo —¿Fuiste a ver? ¿Ruidos? ¿Qué ruidos?
tu vida. —Los golpes que oíamos en la sala y que venían
—Gracias —respondió ella. del dormitorio.
—¿No quieres que te llevemos a tu —¡Eso es imposible! Se cerró definitivamente
casa? cuando la escuela dejó de recibir niños de lugares
apartados. Desde entonces nadie ha vuelto a poner
un pie en ese lugar. Pensé que lo sabías.

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—¿Y las tablas que se caen de los como una tormenta, el constante movimiento del
catres? oleaje, el canto de los pájaros del interior y el vuelo
—¿Fue el profesor quien habló de las camas que rasante de las aves de la costa. Una corriente de
se desarmaban? aire, poderosa y tibia, que de pronto azotó la caleta
—El tío Tato nunca nos habló de eso, tía Emilia. y los alrededores de la escuela, se apoderó de
Entonces, subí a ver lo que ocurría —respondió la aquellas almas atrapadas en el asombro. Con un
niña como si nada—. Y me encontré con todos nudo en la garganta, conteniendo las lágrimas a
esos niños que el padre Ronchi trajo desde el río punto de reventar en llanto, con profunda ternura,
Mapocho. ¿No es bien corpulento así, con una observaron cada gesto de la niña, que a pesar de su
sotana larga como un vestido y con una parka entusiasmo, de su abandono, estaba más bella que
oscura? También estaba el tío Tato, mucho más nunca, más segura de su existencia, como si una
joven, y usted tía, que nos contó cómo había fuerza poderosa y desconocida la iluminara.
conocido al padre. Además, descubrí que el —Tía Emilia —preguntó de pronto—, ¿usted le
segundo piso es como un hogar y esos niños son hizo clases a esos niños?
una verdadera familia. Se puede conversar con —Sí —respondió la directora con los ojos
ellos, todos se interesan por uno. bañados en lágrimas—. Ellos fueron mis alumnos.
La directora y el alcalde de mar se desplomaron Tiara, por última vez te lo pregunto: ¿te gustaría
en su silla con esta nueva revelación de Tiara. Lidia irte a la casa?
tuvo que afirmarse en el borde del escritorio, y —No, tía, gracias —respondió ella.
afuera, Elvira mantuvo el equilibrio apoyando su —Como quieras —aceptó la directora—. Está
cuerpo contra el marco de la puerta. bien, puedes volver a clases.
En la sala de clases, en el dormitorio del segundo —¡Chachita, Dios! —exclamó Elvira y se apartó
piso, en la oficina, en los pasillos vacíos, se instaló bruscamente de la puerta. Luego, corrió hacia el
un silencio tan profundo, que a la escuela llegó, comedor arrastrando los pies, evitando que las

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tablas del piso crujieran a su paso atolondrado. —¿También se fueron?
Tiara salió al patio y se acercó a Diego, que la —Muchos de ellos estudian lejos de aquí. Tal vez
esperaba inquieto y emocionado, porque también regresaron al norte, porque lo echaban de menos.
había escuchado las palabras sorprendentes de la Ahora mi hermano es un tripulante más en la nave
niña. Juntos caminaron hacia la sala, pero se detu- de los príncipes, descubrirá nuevas islas, por
vieron en medio del patio, totalmente vacío a esa encargo de sus reyes. Nunca se sabe cuando el
hora de la mañana. Allí se abrazaron gigante Uoke hundirá la tierra donde vivimos.
amistosamente. Habrían permanecido así hasta el Tendré que ayudar bastante en mi casa. ¿Me
nuevo tañido de la campana. acompañarías al monte a buscar leña?
—Huevito —le dijo al oído—, si te vas quisiera —Sí, claro, Huevito —respondió Diego—.
irme contigo. Podemos usar mi bici para cargarla.
—¿Qué dices? —No quisiera que la estropearas. Aunque,
—Pasa que si un día viene de nuevo ese barco pensándolo bien, podemos atarle un canasto para
enorme, el que se parece a una ballena iluminada, la carga.
y tú quisieras embarcarte en él y alejarte de tu —¿Cómo?
caleta, de Puerto Gala, de la isla Toto, del —Muy fácil, Diego. ¿Quieres que te lo dibuje?
archipiélago de Los Chonos, te juro que yo —No, por favor, Huevito —replicó, muerto de
también me iría. risa—. ¿Cómo eres para el hacha?
—Todos nos tendremos que ir algún día a Puerto —¡Seca! Siempre le ayudaba a mi hermano.
Cisnes, cuando terminemos la escuela. Ahora que mi papito tiene que vencer las rencillas
—Bueno, sí, pero falta mucho para en la ciudad sagrada, tengo que ayudarle mucho a
eso. mi mamá.
—Ya ves como también se fueron los internos del —¡Ah!
piso de arriba.

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Tiara, sin querer, anticipaba una situación —Kiko, mi abuelo y los príncipes estarán felices
fortuita que involucraba a su padre y a su hermano de que vengas conmigo. Como
Kiko, porque en ese preciso instante la
embarcación de la Armada regresaba con ellos,
después de haberlos encontrado flotando, aún con
vida, junto a la vaka—paenga que había zozobrado
en las aguas del archipiélago.
—¿Saldrías a pescar conmigo, ahora que mi
hermano es un príncipe y mi papito conquistó el
huevo Manutara?
—Tú sabes que no podemos salir de
pesca.
—No tenemos que hacerlo, Diego. Amarramos el
volantín de mi abuelo a la balsa y la dejamos que
flote bien lejos. Nosotros la manejamos desde la
orilla.
—¡Oh, eso sí, Huevito!
—¿Me dirás Tiara cuando yo sea princesa
rapa-nui?
—Entonces no querrás que te acompañe.
—¿Por qué?
—Porque serás muy importante y yo apenas tu
compañero.

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mi papá tiene que ir a Puerto Cisnes, le voy hacer
un encargo.
—¿Qué clase de encargo?
—Unas rodilleras y unas coderas para ti.
También vas a necesitar un casco para proteger tu
cabeza.
—¿Crees que voy a subir y bajar peldaños con mi
bicicleta?
—Eso creo.
Diego, muy conmovido, la estrechó una vez más
en sus brazos.
¡Cómo habría deseado ella que toda la escuela
fuera testigo del maravilloso gesto de su amigo!
Tiara no se sentía rechazada, después de mucho
tiempo tuvo la convicción de que no estaba sola, de
que ahora sí tenía al mejor de los compañeros: ese
que ha conquistado el corazón por completo.

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Glosario Arrecife: piedras, rocas a flor de agua que forman
Acantilado: pared de roca casi vertical, formada un banco en el mar.
por la erosión que produce el viento y la constante
humedad del mar.
Atisbar: mirar, observar recatadamente.

Achicar: aminorar, reducir a menos una cosa. Atolón: arrecife, por lo general de corales, en
Extraer el agua de una mina, un dique, una forma de anillo.
embarcación, sirviéndose de algún medio Atónito: pasmado, sorprendido, boquiabierto.
mecánico, una bomba, por ejemplo, o bien manual,
verter. Balbucear: balbucir (balbucía, balbucieron),
Acoquinar: amilanar, causar miedo, desanimar. mascullar, musitar, farfullar.
Allora: voz italiana, entonces. Balsear: pasar, cruzar en balsa.
Anakena: playa de arenas blancas en Isla de Babero: el que conduce una balsa.
Pascua. Bogar: remar, navegar con remos.
Archipiélago: parte de mar poblada de islas. Bosquejo: apunte inicial, una idea que se
Ariki Paka: exploradores que se adelantaron al proyecta por primera vez.
rey Hotu Matu'a para reconocer la isla Rapa Nui, Cagnara: voz italiana que significa jarana.
donde llegaría finalmente el rey del continente
Hiva, que se hundía en el mar. Caído del catre: término de uso popular que
señala a una persona distraída, ingenua o de pocas
luces.
Caleta: cala, ensenada. Puerto pequeño. Pero,
además y tal vez, como así se les llama al conjunto
de los hombres que descargan un barco. En la

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expresión cotidiana de las ciudades, se usa el Chicos (as): niños (as) en la lengua popular de la
término como sinónimo de cantidad y como el gente al sur de Chiloé. Esta expresión se ha hecho
lugar donde «paran» las personas sin hogar y que común, seguramente por el intenso contacto labo-
suelen reunirse para dormir en algún lugar. Por lo ral del chileno con el sur de Argentina.
habitual, es bajo un puente junto al río. Chiesa: voz italiana que significa iglesia.
Endeble: de poca resistencia, débil, frágil.
Capear: sortear algún peligro, mantener el barco
Galante: atento, en especial con las damas.
sin permitir que se hunda. También, eludir un
Gélido: helado, frío.
compromiso o situación apremiante.
Güeno: pronunciación incorrecta (pero muy
Catre: cama antigua, con estructura de hierro. La común) del vocablo bueno.
bicicleta y el catre crujen cuando están viejos y
desvencijados. Hacer meño: voz chilota, hacer mérito.

Cuete: en Chile es algo que se dispara, que Hare-paenga: piedras que formaban el cimiento
revienta, explota. Algunos fuegos artificiales de las casas-bote.
menores son llamados «cuetes». En Perú, Hiva: continente mítico, del que se dice fue el
Guatemala y México significa pistola. lugar de origen de los primeros rapa-nui, habitan-
Chachita, Dios: Taitita, Dios. Expresión chilota tes de Isla de Pascua. También se le conoce con los
muy arcaica. nombres de Hiva-Marac-Renga, Hiva Maru e
Rengo, Marae Renga y Mangareva.
Chancha: cerda. Pero el habla popular de Chile
utiliza este término para referirse a una bicicleta Hombre flojo: expresión popular proveniente de
muy vieja. En algunos países de América significa una canción chilota que dice:
algo malo, como «hacer la chancha, la cimarra»; es
decir, no asistir a clases pudiendo hacerlo.

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«Levántate, hombre flojo, sale a Make Make: Es la divinidad principal de los
pescar, sale a pescar, que la mar está rapa-nui. El creador de lo existente: tierra, cielo,
linda pánavegar, pánavegar.» mar, animales y plantas.
Hopu: nadadores diestros, competidores que in- Magisterio: relacionado con enseñanza, la labor
tentaban conseguir un huevo de pájaro en los del maestro.
islotes al sur de Rapa Nui.
Manutara: golondrina de mar, pájaro-fragata
Hotu Matu'a: primer rey de Rapa Nui. También (Sterna lunata), ave sagrada en la mitología de
se le conoce por los nombres Hotu Matúa y Otu Rapa Nui.
Matúa.
Manu-hakerere: volantín, cometa, elaborado con
Inquebrantable: que no se puede quebrantar o una corteza vegetal muy liviana, utilizado para
doblegar. pescar.

Io: voz italiana que significa yo. Melcocha: miel caliente que se estira a medida
que se echa en agua fría. Cualquier pasta comesti-
Jarana: diversión bulliciosa. ble que se prepara con esta miel.
Jornalero: trabajador que recibe un salario por Meño: voz chilota que se refiere a un favor hecho
cada día trabajado. en beneficio de alguien.
Kai-kai: antiguo juego de cuerdas o «cunitas», Miru: clan pascuense, considerado estirpe real.
muy difundido. El kai-kai se acompaña con cantos
y recitados graciosos. Mítico: perteneciente al mito, que se remonta a
los orígenes de un pueblo, civilización o lugar, aun
Kete: canastillo. cuando no pueda ser específico.
Los Chonos: archipiélago de la Undécima Región.

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«Levántate, hombre flojo, sale a Make Make: Es la divinidad principal de los
pescar, sale a pescar, que la mar está rapa-nui. El creador de lo existente: tierra, cielo,
linda pa'navegar, pa'navegar.» mar, animales y plantas.
Hopu: nadadores diestros, competidores que in- Magisterio: relacionado con enseñanza, la labor
tentaban conseguir un huevo de pájaro en los del maestro.
islotes al sur de Rapa Nui.
Manutara: golondrina de mar, pájaro-fragata
Hotu Matu'a: primer rey de Rapa Nui. También (Sterna lunata), ave sagrada en la mitología de
se le conoce por los nombres Hotu Matúa y Otu Rapa Nui.
Matúa.
Manu-hakerere: volantín, cometa, elaborado con
Inquebrantable: que no se puede quebrantar o una corteza vegetal muy liviana, utilizado para
doblegar. pescar.

lo: voz italiana que significa yo. Melcocha: miel caliente que se estira a medida
que se echa en agua fría. Cualquier pasta comesti-
Jarana: diversión bulliciosa. ble que se prepara con esta miel.
Jornalero: trabajador que recibe un salario por Meno: voz chilota que se refiere a un favor hecho
cada día trabajado. en beneficio de alguien.
Kai-kai: antiguo juego de cuerdas o «cunitas», Miru: clan pascuense, considerado estirpe real.
muy difundido. El kai-kai se acompaña con cantos
y recitados graciosos. Mítico: perteneciente al mito, que se remonta a
los orígenes de un pueblo, civilización o lugar, aun
Kete: canastillo. cuando no pueda ser específico.
Los Chonos: archipiélago de la Undécima Región.

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Moái: escultura monumental de piedra volcánica timón la cumple la columna que sujeta la hélice
cuyo origen es un misterio. impulsora.
Neru: doncellas elegidas por su belleza, antes de Pora: balsa pequeña construida con totora.
sus bodas.
Porrazo: golpe que se recibe al caer con todo el
Nessuno: voz italiana que quiere decir ninguno. cuerpo. En otros países es el golpe que se da con
una porra, es decir, un palo labrado de modo
Orongo: poblado de piedra en la falda del volcán
rústico.
Rano Raraku, lugar de celebraciones y ceremonias.
Óvalo: con forma de huevo. Cualquier figura Privarse: en Chiloé significa enojarse.
plana con forma ovalada y curvilínea. El óvalo de Pulla: Expresión grosera, aguda, lanzada oportu-
la cara, por ejemplo. namente.
Panga: lancha a motor, descubierta y del tamaño Qué contiene (expresión común en Chiloé): qué
de un bote. es, qué significa.
Peñón: peña grande y escarpada. Monte
peñascoso. Per che: por qué. Quetro: pato silvestre que habita junto a la costa
Piragua: embarcación larga y estrecha, más marina y en lagos interiores. Se encuentra desde
grande que una canoa y navega a remo y vela. Ñuble hasta Tierra del Fuego.

Plumavit: espuma plástica. Ragazzo: voz italiana que significa muchacho.

Poike: región de la isla Rapa Nui. Rano Raraku: volcán ubicado en la costa sureste
Popa: parte posterior de una embarcación donde de Isla de Pascua, en cuyas canteras se esculpieron
va el timón. En los botes con motor la función del la mayoría de los moáis .

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Rapa Nui: «La Isla Grande». Isla de Pascua, per- los antepasados rapa—nui, provocando enormes
tenece a la Quinta Región y se ubica a 3.760 kms inundaciones.
de la costa, en la latitud del puerto de Caldera.
Uomo: voz italiana, hombre.
Recalar: llevar una embarcación a la vista de una
costa conocida.
Vaka-ama: embarcación pequeña con un balan-
cín en uno de sus costados.
Reclusa: persona recluida o encerrada en algún
recinto cerrado.
Vaka poe-poe: embarcación de gran tamaño
similar a un lanchón.
Remero: el que usa los remos.
Yunta: par, como una yunta de bueyes. En la
Rico Pancho Gómez: expresión chilota que alude ciudad, en ciertos estratos sociales, significa amis-
a una persona que lo tiene todo y lo disfruta. tad inseparable.

Sename: Servicio Nacional de Menores.


Seremi: secretario regional ministerial, represen-
tante en la región de un determinado Ministerio de
la República.
Settimana: voz italiana, semanas.
Tangata manu: hombre pájaro.
Te Pito o Te Henúa: Ombligo del Mundo.
Toto: isla del archipiélago de Los Chonos.
Uoke: gigante legendario. Con su fuerza desco-
munal hundió el continente Hiva, donde vivieron

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Víctor Carvajal

Nació en Santiago de Chile. Es uno de los autores


chilenos de mayor trayectoria en el área de la
literatura infantil, con diversas publicaciones en
narrativa y drama. En sus obras muestra la vida de
los niños y jóvenes de hoy en América.
Es autor en Alfaguara Infantil de Un monstruo
ASI de grande, Caco y la Turu, Mamire, el último
niño, y Sakanusoyín, cazador de Tierra del Fuego.
Además, en la colección Mar de Libros ha
publicado Lugares de asombro y creencia popular y
Mamiña, niña de mis ojos.

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