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El problema del crimen organizado o crimen organizado es una marcada

expansión de la disciplina criminal. Según este concepto, existen diferentes


manifestaciones delictivas, que difieren en su base de castigo. Las leyes
nacionales no se ajustan en su conceptualización a la normativa internacional, por
lo que aumenta el problema de delimitar su alcance. El propósito de este trabajo
no será analizar la base y necesidad de la sanción autónoma de los delitos de
pertenencia a una asociación, sino exponer las diversas manifestaciones delictivas
en las que está presente el componente "organizativo" y los problemas asociados
al mismo.

Uno de los efectos nocivos de la globalización es sin duda el desarrollo de


su propio crimen internacional global, cuya escala no tiene precedentes. En lo que
se refiere a la globalización económica, se trata de una especie de delito "global" o
"globalización": es decir, no se encuentra solo en el territorio de un solo país o
estado por su comportamiento o el tema Desarrollo, sino junto con las actividades
económicas de las grandes empresas multinacionales, se desarrolla a escala
transnacional e incluso global.

Evidentemente, todos estos son efectos y causas de una profunda crisis


jurídica. Según dos aspectos. Primero, la credibilidad de la ley está en crisis.
Actualmente, tenemos muchas cartas, constituciones y declaraciones de derechos
estatales, continentales e internacionales. Por lo tanto, las personas de hoy son
más iguales ante la ley que en el pasado. Sin embargo, de hecho, la desigualdad
entre ellos es especialmente incomparable, porque a pesar de estas palabras, la
pobreza de miles de millones de personas sigue siendo sus víctimas. Esta época
de los derechos es también el tiempo de las violaciones más generalizadas de los
derechos humanos, la desigualdad más profunda e intolerables.

El trípode sobre el que se encuentran las organizaciones criminales es la


violencia, la corrupción y la obstrucción de la justicia. Las organizaciones
criminales recurren a la violencia como medio para controlar a sus miembros,
competidores y mercados ilegales. También atacan al Estado, especialmente a la
policía, las fuerzas del orden y los departamentos administrativos.
Estas organizaciones utilizan la corrupción para realizar su trabajo criminal,
obtener acceso a los mercados a través de pagos a los funcionarios responsables
de supervisarlos y obtener contratos de obras públicas a través del control de los
mercados de productos. Por otro lado, sobornan a jueces, fiscales o policías para
obtener información anticipada sobre las acciones realizadas por la policía o las
autoridades judiciales o las autoridades penitenciarias para continuar con sus
actividades fuera de la prisión o para mejorar sus penas. También intentan evitar
la justicia mediante la amenaza, el terror y la compra de testigos, víctimas y
autoridades.

El delito de pertenencia a organizaciones o grupos criminales, se configura


como un tipo independiente de los delitos que pueden cometerse aprovechando la
estructura criminal. Hablaríamos pues de dos injustos penales distintos: uno el de
la propia organización criminal y otro el del delito cometido o intentado. (Muñoz,
2012)

  La presunción de inocencia obliga a que, para poder declarar culpable al


imputado de un delito, los hechos que se le imputan han de ser probados. Así es
como la prueba se convierte en el elemento fundamental del proceso penal.

La evidencia estará disponible en el momento en que se proporcione una


fuente de evidencia como un medio en el proceso. Serán aceptadas, preparadas,
exoneradas y valoradas según los criterios que marque el titular de un tribunal, en
caso contrario se trata meramente de un medio probatorio, pero sin valor
probatorio y por tanto no tendrá carácter probatorio. Ovalle (1991) define la prueba
como "la obtención del cercioramiento del juzgador sobre los hechos cuyo
esclarecimiento es necesario para la resolución del conflicto sometido a proceso",

No existe un concepto claro de "delitos organizados". Con referencia a este


concepto podemos entender tanto el delito de pertenencia a una organización
delictiva como la ejecución concertada por varias personas de un delito
característico de esa modalidad delictiva. Además de esta dualidad, el concepto
plasmado por la Convención de Palermo coexiste con otros conceptos ya
existentes propios de la legislación nacional (asociación ilegal, pandilla, asociación
delictiva, asociación delictiva, etc.). Todo esto significa que cuando hablamos de
"crimen organizado" o "crimen organizacional" no sabemos exactamente de qué
estamos hablando.

Referencias

F. Muñoz Conde, en "Derecho Penal. Parte Especial". Editorial Tirant lo Blanch.


18ª edición pág. 910.

Ovalle Favela, José, Teoría general del proceso, México, Harla, 1991, p. 305.

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