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Cómo Proceder
Timothy S. Lane
Conflictos Familiares fue publicado originalmente en inglés bajo el título Family Feuds.
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-
Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas
Unidas, 1988. Reina-Valera 1960 ® usadas con permiso.
© 2019
Timothy S. Lane, Conflictos Familiares: Cómo Proceder (Sebring, FL: Editorial Bautista
Independiente, 2019).
Página 1. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:32 p. m. marzo 18, 2022.
EB-522
ISBN 978-1-944839-62-8
Conflictos Familiares
Cómo Proceder
¿Te aterran las reuniones o las vacaciones en familia? ¿Lamentas la manera en que
muchas veces hablas o actúas con tus parientes? ¿Los evitas? Quizá te identifiques con
algunas de estas palabras:
“Soy una mujer adulta, pero cuando estoy con mi familia, actúo como una malcriada y
discuto con todos”.
“Sé que no debería molestarme, pero mis padres siempre prefieren a mi hermano”.
“Mis padres aún me dicen lo que debo hacer, ¡aunque ya tengo 40 años!”.
“Mi hermana no me habla, pero seguramente, habla de mí”.
“Mi niñez fue tan dolorosa que no imagino una relación con mis padres ahora”.
“Mi familia está fuera de control. Su comportamiento es tan destructivo que no quiero
que mis hijos estén cerca de ellos”.
Si tienes dificultad en relacionarte con tus parientes, no eres el único. Para muchas
personas, es difícil lidiar con la familia en la que creció. ¿Por qué es tan complicado llevarnos
bien con ellos? Las heridas profundas de la infancia, las expectativas poco realistas, y los
viejos hábitos que resurgen son algunas de las razones por las que puedes encontrarte en
conflicto con tu familia. ¿Es posible amar en medio de estos desafíos? Sí; con Dios, todo es
posible (Mateo 19:26). Los cambios comenzarán cuando te mires a ti mismo y a los tuyos
con sinceridad, oyendo lo que Dios dice sobre tus luchas, y después, confiando en que Jesús
te ayudará a amar en medio de una situación difícil.
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Independiente, 2019).
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¿Edificante? ¿Violenta? ¿Rota? ¿Malvada? Hay tantos tipos diferentes de familias como de
personas.
Pero hay una cosa que es verdad respecto a cada una: todas son imperfectas. Ninguno
de nosotros creció con padres o hermanos perfectos, y tampoco nosotros fuimos hijos
perfectos. Tus padres y hermanos pecaron contra ti, y tú pecaste contra ellos. Esta verdad
no tiene el propósito de disculpar o minimizar la maldad y el abuso que ocurre en algunas
familias; al contrario, es un recordatorio de que todos necesitamos que Dios obre en
nuestras relaciones familiares. Él es el único que puede restaurar los vínculos que se
quebraron por el pecado, y darte la gracia para responder a tus padres y hermanos con
sabiduría y amor.
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Independiente, 2019).
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El Llamado de Dios a Amar Incluye a Tu Familia
Si creciste en un ambiente muy difícil, donde tus padres y tus hermanos te lastimaban
intencionalmente y donde los comportamientos perjudiciales eran la norma, no
desesperes. Dios no está sorprendido; él conoce bien a las familias disfuncionales y el dolor
y la tristeza que sientes. El Señor no está distante, silencioso o pasivo. Quiere restaurar tus
relaciones familiares conflictivas, y te llama a ser parte de esa restauración al amar a tus
parientes. Jesús te llama a amar a tu prójimo como a ti mismo, y esto incluye a aquellos que
actúan como enemigos (Mateo 5:43–48; Lucas 10:25–37).
¿Cómo puede ayudarte Jesús a amar a aquellos que están tan cerca de ti y que muchas
veces son hirientes? El Señor comienza con unas palabras sorprendentes sobre cómo
debemos relacionarnos con nuestra familia. Observa estas frases inesperadas:
Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y
no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun
también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene
en pos de mí, no puede ser mi discípulo (Lucas 14:25–27).
Tal vez estés pensando: ¿Cómo puede este pasaje ayudarme a amar a mi familia?
Parece que Jesús me está animando a odiarla. Pero Jesús no está diciendo de forma literal
que debes odiar a tus padres. Decirte que aborrezcas a tu familia desmentiría otras partes
de la Biblia donde él nos llama a amar a los demás; incluso a nuestros enemigos. También
sería una infracción del quinto mandamiento, el cual nos llama a honrar a nuestros padres
y a proveer para los nuestros (1 Timoteo 5:8). Por lo tanto, ¿qué nos quiere decir?
Comparar este pasaje con lo que Jesús dice sobre el mismo tema en Mateo nos ayudará:
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo
o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de
mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por
causa de mí, la hallará (Mateo 10:37–39, énfasis añadido).
Observa que Jesús usa el lenguaje comparativo (más que) para contrastar nuestro amor
por él y por nuestra familia. No dice que debemos aborrecer a nuestra familia. Al contrario,
dice algo bastante radical: no puedes ser su discípulo a menos que valores al Señor por
sobre todas las cosas. Nuestro amor por él debe superar con creces nuestro amor por
cualquier cosa o cualquier persona, inclusive la familia. Nuestra devoción a él debe ser tan
única que cualquier otro amor, en comparación, parecerá odio.
Todos crecimos en familias en las que padres y hermanos pecaron contra nosotros y nos
desilusionaron. Cuando nuestra necesidad de recibir su aprobación es más importante para
nosotros que nuestro amor a Dios, es fácil guardar rencor, enojarse y amargarse cuando
nos maltratan. Pero cuando Dios es preeminente en nuestro corazón, podemos colocar sus
fallas y pecados en el contexto mayor de nuestra relación prioritaria con Dios. De esta
manera, no seremos consumidos por la amargura y la desilusión. C. S. Lewis lo explica así:
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Cuando haya aprendido a amar a Dios más que a los más queridos de la tierra,
amaré a los más queridos de la tierra más que ahora. Si aprendo a amar a los más
queridos de la tierra a expensas de Dios y en lugar de Dios, no amaré a los más
queridos de la tierra en absoluto. Cuando lo que es primero se coloca en el primer
lugar, aquello que es segundo no es reprimido sino potenciado.
¿Ves qué sucede cuando amas a Dios más que a cualquier otra cosa? Tienes la libertad
de amar de verdad a las personas. No pensarás menos de ellas, sino más. Como su amor y
su aceptación no es tu objetivo final, no serás esclavo de tus falsas expectativas y
desilusiones que, sin lugar a dudas, vendrán.
Jesús te pide que abandones el amor a ti mismo para darle tu amor a él. Piensa cuánto
te amó Jesús: vivió la vida perfecta que tú tendrías que haber vivido y sufrió la muerte que
tú merecías. Cuando te levantes todas las mañanas e interactúes personalmente con aquel
que ha hecho todo esto por ti, el desprecio y los insultos de tu familia no te molestarán de
la misma manera.
Esto no será automático ni fácil. Jesús dijo que cada uno de nosotros debe tomar su cruz
cada día (Lucas 9:23). Todos los días, debes morir a tu egoísmo al encontrar tu identidad en
lo que Jesús hizo por ti en su vida, muerte y resurrección. Si haces esto diariamente, dejarás
de darle más importancia a las cosas creadas que al Dios que te rescató de tu egoísmo.
Crecer como discípulos es gradual, de la misma manera que la crucifixión fue lenta y
agonizante. A medida que morimos al yo y aceptamos nuestra nueva identidad en Cristo —
lenta y pacientemente—, Dios nos lleva a vaciarnos de nosotros mismos, con el propósito
de llenarnos con la vida de Cristo.
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Hablemos más específicamente sobre la manera en que la gracia de Cristo que perdona
y capacita te ayudará a amar a tu familia. ¿Cómo sería amar a tu familia en medio de un
conflicto? ¿Cómo nos cambia la gracia de Cristo y cómo se ve ese cambio?
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del pecado de tu abusador, y después, pídele que te muestre en qué debes arrepentirte.
Descansa en la sabiduría de otros creyentes. Pídele a un amigo sabio o al pastor que te
ayude a decidir en qué áreas necesitas pedir perdón por actitudes y acciones que son
pecaminosas. También precisarás guía y ánimo de parte de otros para que te ayuden a lidiar
de forma piadosa con los pecados que cometieron contra ti.
Persevera en Amor
La Biblia dice que una de las marcas clave del crecimiento en la gracia es perseverar en
hacer lo correcto cuando no se reciben recompensas. Por lo tanto, aun si tus familiares no
responden a tus intentos, debes seguir tratando de amarlos bien.
La forma en que manejas la falta de respuesta de tu familia te mostrará si estás
acercándote a ellos por amor genuino o por egoísmo. En Efesios 4:1–3, somos llamados a
mostrar cualidades del carácter como la humildad, la mansedumbre, el amor paciente.
¡Soportar con paciencia y en amor significa que estarás dispuesto a ser humilde y amable
durante mucho tiempo!
Las situaciones en las que la otra persona no cambia de la manera que te gustaría o tan
rápido como quisieras prueban la sinceridad de tu amor. Las dos preguntas que debes hacer
en tales situaciones son: “Dios, ¿qué quieres hacer en mí?” y “¿Qué intenta hacer Dios en
mí a través de esta dificultad?”. Aunque la relación con tu familia nunca sane, Dios siempre
está obrando. El Señor quiere que dependas de él con todo tu corazón, y desea hacerte más
semejante a él. Mientras perseveras en amar a tus familiares, estás permitiendo que Dios
haga esta obra en ti.
Amar a tu familia de esta manera significará morir al egoísmo y crecer en una vida cuyo
centro es Cristo. A medida que oras y le pides al Espíritu de Dios que te cambie, las antiguas
barreras que has levantado entre tus parientes y tú caerán. Esto animará a los miembros de
tu familia a derribar las barreras que ellos han levantado.
A medida que tu amor a Dios crezca, te acercarás a tus padres y hermanos con sabiduría.
En vez de buscar su reconocimiento o aprobación, los amarás de manera sacrificial, como
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Cristo te amó a ti. Serás capaz de acercarte a ellos porque Dios, en Cristo, se acercó a ti, y
su amor se ha derramado en tu corazón (Romanos 5:5). El amor de Dios fluirá de ti hacia tu
relación con tus parientes. Puedes depender del amor de Dios que nunca falla para que te
cambie a ti y a tu familia.
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