Está en la página 1de 3

El desarrollar atributos semejantes a Cristo es parte de nuestro progreso en esta

tierra para lograr la perfección.

Muchas personas dicen que es imposible lograr esto, pero el presidente Harold B.
Lee enseñó la importancia del seguir el ejemplo del Salvador al esforzarnos por
alcanzar la perfección. Él dijo:

“Estoy convencido de que el Maestro no pensaba en una perfección relativa


cuando dijo: ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto’ [Mateo 5:48]… ¿Suponen que el Salvador propuso una meta
que no es posible alcanzar y que de ese modo nos engañaría en nuestros
esfuerzos por intentar alcanzar la perfección? Si bien es imposible que lleguemos
aquí, en la vida terrenal, al estado de perfección de que habló el Maestro, en esta
vida establecemos el fundamento sobre el cual edificaremos en la eternidad”

Dentro de estos atributos de Cristo encontramos la paciencia, el cual en la GEE se


define como “Calma para sufrir; la capacidad de soportar la aflicción, los insultos o
los agravios sin quejarse ni buscar venganza”

En Predicad mi Evangelio se nos enseña que la paciencia es la capacidad de


soportar las demoras, los problemas, la oposición y el sufrimiento sin enojo,
frustración ni ansiedad. Es la habilidad de hacer la voluntad del Señor y aceptar
las cosas a Su tiempo. Al ser pacientes somos capaces de soportar las presiones
y de enfrentar la adversidad con calma y esperanza. La paciencia está relacionada
con la esperanza y la fe; o sea, esperar el cumplimiento de las bendiciones
prometidas por el Señor.

El Pdte. Thomas S. Monson dijo: “La vida está llena de dificultades, algunas más
penosas que otras. Parecería que hay una infinidad de pruebas para todos. El
problema es que muchas veces esperamos soluciones instantáneas para las
dificultades, olvidando que frecuentemente es necesario que pongamos en
práctica la virtud celestial de la paciencia”.

El Señor nos promete grandes bendiciones al esforzarnos por desarrollar el


atributo de la paciencia. En el libro de Lucas leemos que, el Señor al hablarle a
sus discípulos y predecir la destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén, les
dijo que “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas”. Al decir ganar nuestras
almas podemos encontrar en las referencias que se refiere al dominio que
tendremos de nosotros mismos en las aflicciones.

Una de los grandes ejemplos de las recompensas que Nuestro Padre Celestial ha
dado a sus hijos al desarrollar la paciencia lo podemos encontrar en el libro de
Alma, cuando Ammón y sus hermanos fueron a la tierra de Nefi a predicar a los
lamanitas. Sufrieron burlas de parte de las personas de Zarahemla cuando
expresaron su anhelo de ir a predicar a los lamanitas, y en su prédica sufrieron
muchas aflicciones, pero Ammón relato:

“Y cuando nuestros corazones se hallaban desanimados, y estábamos a punto de


regresar, he aquí, el Señor nos consoló, y nos dijo: Id entre vuestros hermanos los
lamanitas, y sufrid con paciencia vuestras aflicciones, y os daré el éxito.

Y he aquí, hemos venido y hemos estado entre ellos, y hemos sido pacientes en
nuestros padecimientos, y hemos soportado todo género de privaciones; sí,
hemos viajado de casa en casa, confiando en las misericordias del mundo; no
solamente en las misericordias del mundo, sino en las de Dios.

Y hemos entrado en sus casas y les hemos enseñado; y los hemos instruido en
sus calles, sí, y los hemos instruido sobre sus collados; y también hemos entrado
en sus templos y sus sinagogas y les hemos enseñado; y nos han echado fuera, y
hemos sido objeto de burlas, y han escupido sobre nosotros y golpeado nuestras
mejillas, y hemos sido apedreados y aprehendidos y atados con fuertes cuerdas y
puestos en la prisión; y por el poder y sabiduría de Dios hemos salido libres otra
vez.

Y hemos sufrido toda clase de aflicciones, y todo esto para que tal vez pudiéramos
ser el medio de salvar a algún alma; y nos imaginamos que nuestro gozo sería
completo, si quizá pudiéramos ser el medio de salvar a algunos.

He aquí, ahora podemos extender la vista y ver los frutos de nuestra labor; y,
¿son pocos? Os digo que no; son muchos. Sí, y podemos testificar de su
sinceridad, por motivo de su amor por sus hermanos y por nosotros también.

Porque, he aquí, prefieren sacrificar sus vidas antes que arrebatar la vida aun a su
enemigo; y han enterrado sus armas de guerra profundamente en la tierra a causa
de su amor por sus hermanos.

Y he aquí, ahora os pregunto: ¿Ha habido amor tan grande en toda la tierra? He
aquí, os digo que no, no lo ha habido, ni aun entre los nefitas.”

Si no hubieran sido pacientes y hubieran puesto su confianza en el Señor, muchas


almas se hubieran perdido.

El Señor también dijo a José Smith y a Oliverio Cowdery: “Se paciente en las
aflicciones, porque tendrás muchas; pero sopórtalas, pues he aquí, estoy contigo
hasta el fin de tus días”
Como padres es importante desarrollar este atributo para así poder transmitirlo a
nuestros hijos. El Pdte. Joseph F. Smith enseño acerca de la responsabilidad de
enseñar este atributo de Cristo a los hijos. El enseño lo siguiente:

“Los métodos que Dios emplea para educar nuestros deseos son siempre, desde
luego, los más perfectos; y si quienes tienen en sus manos la facultad para educar
y guiar a los hijos imitaran la prudencia que Él ejerce, éstos tendrían más éxito en
combatir las dificultades que afligen a la gente de todas partes en su lucha por
subsistir. Y, ¿cuáles son los métodos de Dios? En todos los aspectos de la
naturaleza se nos enseñan lecciones de paciencia y de espera. Queremos las
cosas mucho antes de recibirlas, y el hecho de que las hayamos deseado por
largo tiempo las vuelve más preciadas cuando las obtenemos. En la naturaleza,
tenemos la temporada de siembra y la de siega, y si a los hijos se les enseñara
que los deseos que siembran podrán cosecharlos con el tiempo mediante la
paciencia y el trabajo, aprenderán a apreciar el haber alcanzado una meta por
largo tiempo esperada”

Es importante destacar que la paciencia que debemos desarrollar y enseñar debe


ser una paciencia activa, no pasiva. Elder Ángel Abrea, primer latino en ser
llamado como autoridad general en el quorum de los setenta, enseño que una
paciencia pasiva es la que espera que el solo transcurso del tiempo corrija o
resuelva las cosas que nos pasen, mientras que una paciencia activa hace que las
cosas pasen. Este es el atributo que Pablo describió en su Epístola a los Romanos
cuando utilizó las palabras “perseverando en bien hacer”.

Quizás uno de los mejores ejemplos de paciencia que nos presenta una
perspectiva eterna de la aplicación personal que debemos dar a esta virtud se
encuentre en lo que dijo Pedro:

“Pues ¡que gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis J Mas si


haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de
Dios”

Tener paciencia en la aflicción y la adversidad significa persistir tenazmente en lo


que sabemos que es verdad y no abandonarlo, manteniéndonos firmes con la
esperanza de que en el debido tiempo del Señor llegaremos a comprender lo que
ahora no entendemos y nos hace sufrir.

También podría gustarte