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fuerza ese odio añejo mientras despedazaba a mordidas una hogaza de pan.
del diablo.
encorvado sin sacar sus ojos del fondo del tazón, como temeroso de enfrentar la
altiva figura del corcel, y los recuerdos. Se sumergió en el mar de polvo que se
elevaba en el patio, resignado. El sol pegaba duro y paso su palma abierta por los
Isabel era una niña de ojos vivaces, de negra cabellera ondulada y rebelde.
Siempre sonreía con ojos cerrados. Siempre con una fruta fresca en su mano, la
que mordía con voracidad atropellando las palabras de alguna idea rebuscada. Se
carcajada al verlo sonrojarse. Esa incomodidad fue la que nunca le permitió decirle
que le quitaba el sueño, por temor a escuchar esa carcajada devorando el poco
valor que le quedaba. El silencio lo devoro más lento, llevándolo de una tímida
largo viaje para entregar a su mejor potro, un lindo regalo de su patrón a su yerno.
cada tanto relinchaba tirando las riendas hacia el poniente, a lo alto de la sierra.
Juan miraba como escudriñando una guarida y después volvía sus ojos al
Diablo hervía, y no parecía haber tregua entre el sol y los viajeros. Diablo dio un
tirón brusco y acelero el paso hacia los pastizales. Juan lo miro, ajeno, y después
desconocida donde la sombra era contenida en una forma curiosa que dejaba solo
iluminado al corcel frente a sus ojos, casi como una imagen onírica. Se sintió
un destello dio paso a un cielo estrellado. Tocó su sien con la mano húmeda y
sintió el fuerte olor a hierro. Una caída inesperada lo condenaba a la fría noche.
Sobre su rostro vio el rostro de Isabel en las estrellas, lo último tibio que sintió
desesperado.
Cuando Juan notó que había muerto, miraba de frente su cadáver azul. Respiro
lentamente.
Juan sintió que su corazón se aceleraba y galopo fuerte hacia ella, empujando con
sucedido con extraña intuición. Acomodo el cuerpo inerte y subió sobre el potro
para avanzar hacia las sierras y perderse en el gris espesor de la tarde. Juan
galopo con fuerza salvaje, por colinas y arroyos y recordó aquella ensenada donde
vio la imagen tan hermosa de Diablo antes que el le diera ese gran obsequio. Juan
negro que corre libre por los campos. Algunos incluso dicen haber escuchado una
risa que es como un acento pegadizo. Alguna vez ellos le han regalado una