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© PARA CONOCERNOS

© David Montecinos
parkinson_gallardo@outlook.com

2da. edición
Cuadro de portada: Chica frente al espejo
  de Pablo Picasso
Diseño y diagramación: J. V. C.

Impreso en talleres de Complot Diseño Impreso


complotimpreso@gmail.com

IMPRESO EN BOLIVIA | septiembre del 2022


Parkinson
Gallardo
A Mo Yan, por su honestidad,
gracias.
1. SEPTEMBRO QUINCE DEL 2146

KOMUN | & | KTRON


R E L E V A N C I A S

INTROSPECCIÓN por Gilles Lontario.

¿En qué momento se distorsionó tanto el arte de la


introspección? ¿Cómo dejamos que los literatos acapa-
ren el monopolio de esta actividad? Pues sépase: para
conocerse no es para nada necesario crear un conjun-
to de ficciones o poemas que camuflen las debilidades
de un autor, o enaltezcan sus precoces iluminaciones.
O camuflar miedos superados en narraciones, prota-
gonizadas por personajes etéreos con mayor actitud a
la de sus creadores. Las cavilaciones profundas tan de
moda, presentadas como acciones heroicas escritas en
prosas y versos, sí demuestran el logro de haber reco-
nocido el interior humano como es: un denso pantano
lleno de guijarros, que al llegarle el sol se pone tan rí-
gido que solo puede ser penetrado por los insectos más
laboriosos, por las semillas, y por el agua. Pero eso es
solo la punta del iceberg.
Para conocerse solo basta mirar al espejo, en
silencio, y no cerrar los ojos. Un trabajo monumental

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que casi nadie está dispuesto a realizar. A través de la
pupila, el universo entero entra en nuestro ser, y a la
vez, nuestro universo interno sale totalmente, a través
de nuestras pupilas. El espejo es la herramienta más
poderosa para la introspección, algo invaluable, pues el
reconocernos significa no solo volver a sentir nuestras
necesidades más íntimas, sino nuestros anhelos más
profundos, y así no perdernos con las distracciones que
nos ofrece esta realidad manipulada. Y esto también
significa reconocer el exterior como parte inseparable
de nuestro ser. Dejar las ilusiones de un mundo ciego,
tapado o bloqueado, y aceptar al mundo como una mul-
titud de entes pertenecientes a nuestro interior.
El humano, ahora y desde siempre bipartidista,
defiende a capa y espada pertenecer a la familia de los
primates (homo sapiens), y personificó sus miedos en
seres reptilianos; sangre caliente versus sangre fría, un
eterno partido de futbol. Olvidamos por completo que,
en nuestros orígenes, y muy en nuestro interior, somos
primordialmente bichos. Al redescubrir esta caracte-
rística, nos permitiríamos disfrutar de una consciencia
colectiva fácilmente aplicable a nuestras necesidades.
El humano, por caprichos evolutivos, es poseedor de
una individualidad envidiable dentro del reino de los
seres vivos. Pero es esta individualidad, a tiempo de
ponernos encima de la cadena predatoria, nos creó

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los tapujos necesarios para olvidar nuestra conscien-
cia colectiva, y con esto sepultar nuestra verdadera
esencia: ser seres omniconscientes. No habría dios más
grande que todos nosotros juntos; siendo cada uno,
uno mismo.
La individualidad es de las facultades más gran-
des que poseemos para hacer de nuestras vidas una
obra de arte única. Pero al mismo tiempo, es el arma
más letal con la que cuenta la personificación psicoló-
gica de nuestro ser, el ego. Este dictador populista sigue
imponiendo su doctrina, el egoísmo, sin ningún tipo de
dificultad desde hace centurias, y mantiene el mono-
polio de la energía disponible para cada ser humano.
La consciencia universal, fuente de esta energía, la re-
parte a todos los seres por igual; minerales, vegetales
y animales, la cantidad que les corresponde manejar,
y distribuirla e intercambiarla, sin dominar, es una ley
natural. Pero el ego es el origen psicobiológico del ca-
pital, acaparar es parte de su dogma. Esto hace a los
humanos acumular la energía recibida, multiplicarla y
almacenarla, para luego corromperla en nuestro inte-
rior y/o despilfarrarla.
La verdadera introspección entonces, implica
volver a la vida. Volver a transitar el camino, en vez de
quedarnos a acampar en la cómoda estación de servi-
cio. Decodificar y hackear nuestro ego.

9
2.

En esa época, en la cual la nota “Introspección” de Gui-


lles Lontario, uno de los columnistas más criticados
del diario Komun|&|Ktron, sale a la luz, la alimen-
tación del planeta ya había llegado a transformarse
totalmente. Frances Grace acaba de leer la nota, sabe
perfectamente a que se refiere cada palabra escrita por
el profesor Lontario, quien es su columnista favorito;
no solo debido a los temas que punza, sino también,
porque en su pasado reciente, cuando ella estudiaba
filosofía, Lontario fue su profesor en las asignaturas de
Cosmogonía y religión antigua, y de Filosofía del tedio
y el mal. Luego de dejar el periódico a un lado, Fran-
ces termina su desayuno, alista sus cosas y sale de su
cubículo con dirección a su trabajo, en el restaurant
L’oreille D’or.
Durante la transición del siglo anterior, la ma-
yor parte de la sociedad humana se terminó de conso-
lidar como una especie fría y corrupta. Las religiones
desaparecieron como las conocemos, y sus institucio-
nes se establecieron como corporaciones transnacio-
nales propietarias de porciones intercontinentales,
administradoras de casi la totalidad de la actividad
económica y también de la mano de obra. Renuncia-
ron a toda la sabiduría (la cual quedó relegada al mero

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ámbito académico) y solo se concentraron en mercan-
tilizar sus reservas económicas. Con esto, globalmente
hubo una expansión de deformaciones culturales que
convirtieron a la mayoría de los jóvenes en lánguidos
seres insípidos dependientes totales de las nuevas tec-
nologías. Los nuevos gadgets apuntaron a enfocar al
ego hacia una faceta de falsa comodidad y a una iner-
cia tan destructiva que pronto, cada vez a menor edad,
los adolescentes, y luego los niños, se independizaron
de sus hogares, pues no sentían necesidad de ninguna
otra guía, compañía o amor por sobre la que recibían
de sus portátiles.
Estos nuevos humanos fueron llamados “tec-
nodependientes”, y llegaron a formar colonias para-
sitarias en áreas públicas con WiFi en las principales
ciudades del mundo. Provocaron una crisis global de
saqueos de alimentos, insalubridad por sus cuerpos,
pero aquí, en la Latino América de allá, debido a los
fuertes arraigos culturales católicos de anteriores si-
glos, las consecuencias fueron tragicómicas. Los padres
de estas generaciones, viéndose tempranamente aban-
donados por sus propios retoños, se hundían en una
depresión de pareja muy fuerte, la cual solo era aplaca-
da al tener más hijos, quienes uno tras otro, cada uno
repitiendo la conducta del anterior, se iban del hogar
ni bien obtenían su primer celular.

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Esta epidemia tan ridícula y devastadora de
tecnoadicción fue aprovechada por el ente que de-
terminó el futuro presente en el cual se desenvuelve
esta historia.
Sucede que, de tanto en tanto, en la historia del
tiempo de este plano, aparece un personaje predesti-
nado a cambiar la estructura del mundo por completo.
A finales del anterior siglo sucedió esto en la ciudad
central de Latinoamérica, lugar donde actualmente
vive Frances Grace; ahí, apareció Hēi Tàiyáng.
Tàiyáng fue resultado de la actual dominación
empresarial china sobre nuestro continente, la cual se
enraizó en la totalidad del sistema administrativo y
económico de Latinoamérica. Continente que en me-
nos de un siglo se vio convertido en una réplica gigan-
tesca de Hong Kong. Tàiyáng, por su promesa de mano
dura y finalización inmediata de la crisis, fue elegido
presidente de Latinoamérica. Veintisiete años duró la
presidencia de quien rigió hasta el día de su muerte.
Craso y de sangre fría, inició la transición alimentaria
hacia el canibalismo, al convertir las colonias de tecno-
dependientes en granjas de concentración.
Durante sus últimos quince años de vida Tài-
yáng vio replicarse la medida en casi todo el mundo,
pues su política brutal tuvo un éxito económico indis-
cutible. Estableció un modelo a seguir para el resto

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del mundo, del cual Latinoamérica fue el referente
de sociedad desarrollada, imperiosa y vanguardista.
Al inicio, hubo muchas protestas por supuesto, pero
aquellos que se manifestaron en defensa de los de-
rechos humanos de los futuros sacrificados fueron
llevados a los mataderos junto con las multitudes que
defendían. Táiyáng fue un dictador implacable, nun-
ca se permitió perder el control sobre las masas, ya
sean civiles o militares.
La estrategia para obligar a la gente a aceptar la
medida fue muy sencilla. Sin escatimo el gobierno de
Hēi Tàiyáng cortó el suministro de cualquier alimento
de origen no humano, e hizo al gobierno acreedor del
monopolio de la producción y comercialización de la
carne humana. Esta medida duro tan solo cinco me-
ses, al final de los cuales, la población latinoamerica-
na quedó totalmente rendida al consumo de la carne
humana. Luego, al quedar las medidas exitosamente
implantadas, para evitar un colapso sanitario se volvió
a permitir, gradualmente, la producción y el comercio
de vegetales, pero nunca más se volvió a la crianza de
animales con fines alimenticios.
Como dije, la medida se replicó en el resto de
los continentes. Se mantuvo a raya la población, la
economía fructificó de forma efectiva y novedosa, y
el medioambiente se equilibró (la deforestación por

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ganadería y agricultura se fue haciendo mínima y
las especies marinas prácticamente resucitaron).
El canibalismo terminó por cubrir el globo el año
2111, coincidentemente el año en el que murió Hēi
Tàiyáng. Años después, en el Ártico, volvió a haber
tantas ballenas que se podía caminar entre ellas, tal
cual relataban los antiguos exploradores ingleses del
siglo XVII. Este mundo se convirtió en su legado.
Nada es bueno ni nada es malo en absoluto, nos
enseñaron los antiguos, y la consumación del caniba-
lismo a nivel mundial también cumplió esa caracte-
rística. El planeta se desarrolló establemente a partir
de las políticas de Hēi Tàiyáng; la escoria tecnodepen-
diente, absolutamente inútil para cualquier cosa hasta
ese momento, se convirtió en el sustento del ochenta
por ciento de la población (el vegetarianismo es legal,
pero aún tiene un costo económico más elevado).
En esta actualidad hay tres categorías de gran-
jas de tecnodependientes: Granjas Engordadoras; con
prioridad de peso por sobre calidad, son las abastece-
doras mayoristas de los mercados populares, cumplen
la función cubrir las canastas familiares de la pobla-
ción media. Granjas Premium; las especializadas en
carne de calidad superior (bebes no natos, gestantes,
fumadores, diabéticos, alcohólicos, enfermos de cán-
cer, enfermos cutáneos), en estas el ganado no pasa de

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los veinticinco años, y todos los productos se envasan
al vacío. Y, por último, las Granjas Líquidas, encarga-
das de la producción de fluidos.
Un tiempo hubo una controversia muy grande
respecto al consumo de bebes, los cuales inevitable-
mente aparecieron en las granjas (los tecnodependien-
tes, por tecnodependientes que fueran, igual conse-
guían aparearse). Al principio se optó por el desarrollo
de los bebes hasta llegar a la edad adulta, pues al ser su
carne mucho más preciada, se corría el riesgo de que,
al comercializarla a gran escala, la población iba solo
preferir la carne de estos, lo cual hubiera derivado en
una ganadería exclusiva de infantes, y eso, obviamen-
te, no era viable. Ahora, luego de aproximadamente
medio siglo del inicio de la medida, la obtención de
carne de bebes e infantes es únicamente un privilegio
para algunos pocos restaurantes de lujo, y para capri-
chosos ricachones con buena muñeca, debido al altí-
simo costo que tienen estos seres (aproximadamente
2475 Ts. por kilo, dependiendo la granja productora).
En el L’oreille D’or, donde trabaja Frances Gra-
ce, se sirven de los mejores platillos con carne de bebe
de toda la ciudad.

15
3.

Las estrellas y el vacío son una clara imagen de cómo


funciona la naturaleza del universo en todos sus ámbi-
tos. Muestran la constante y, al parecer eterna relación
entre las tinieblas y la luz. Siendo las tinieblas las que
abarcan casi todo; pero la luz, que abarca dimensio-
nes mucho más pequeñas, ilumina todo el cielo, hacen
juntas de una noche estrellada uno de los espectáculos
más hermosos y raros para admirar durante las no-
ches. Admirar las estrellas nos enseña sobre el equi-
librio, entre oscuridad y claridad, entre luz y sombra;
así, como en un cuarto con la penumbra más densa,
solo basta la luz de una vela para iluminar las pupilas.
Frances Grace es una estrella fulgurante, es una
vela encendida en medio de la cripta oscura y terrorífica
que es su lugar de trabajo. Ella viste ese día de hoy, un
uniforme mayoritariamente blanco; su filipina es de un
blanco cremoso con mangas de tres cuartos; los bordes
del cuello, las mangas y el borde del corte del pecho son
de color purpura, al igual que su mandil de cuerpo ente-
ro, del cual, en sus bolsillos, siempre lleva sobresaliendo
un par de pinzas, una espátula de mango de madera
para emplatado, un termómetro laser y tres cucharillas;
su pantalón es amarillo con vetas verdes de brillo esme-
ralda, bastante amplio y cómodo. Todo su uniforme está

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hecho de fibra de cáñamo y lino, con excepción de su
pañoleta, que es de algodón; esta es roja y tiene el diseño
de un cráneo rodeado de flores de lavanda. Esa pañoleta
se la regaló su madre, el día que Frances consiguió su
primer trabajo. El diseño está pintado a mano.
Trabajan junto a ella otros cuatro cocineros.
Hoyo Negro Beltrán es el encargado de la parrilla,
un treintañero de uniforme negro plomizo, bajo, re-
gordete y con muchas verrugas en la frente; more-
no, de fuerte origen indígena, y también con fuerte
herencia alcohólica. Favorito Greentale, el chef de
partida, es un viejo canoso de origen anglosajón,
criado en la parte caribeña de Latino América, usa
mayormente combinaciones de rojos sangre y ne-
gros en sus uniformes, trabaja descalzo, presumien-
do sus cicatrices y tatuajes; en el pie izquierdo lleva
tatuadas viseras y órganos y en el derecho el mapa
de las islas británicas, junto a un gran muñón en
lugar de su dedo pequeño. Él mismo se lo amputó
un día que, faltando justamente ese insumo, un fun-
cionario fue a cenar al restaurante. Pidió un plato
de Meñiques Cuatro Estaciones1; Favorito Greentale,

1 Corazón adulto marinado en crema, salsa soya espesa,


ajo y estragón; grillado, servido señalado por los cuatro me-
ñiques del cuerpo, horneados con aceite de tabaco y romero,

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al enterarse del problema para que el plato salga per-
fecto (cada estación en el plato va representada por
los meñiques de cada mano y de cada pie) no dudó en
volarse el dedo y se lo entregó a Hoyo Negro. —¡Gri-
llalo ahora! —le gritó desesperado. La encargada de
las entradas y las guarniciones se llama Nebulosa Co-
ralina Mercedez, es una chica de tez anaranjada, de
un poco menor que Frances. Una mujer robusta, muy
sexual y de carácter muy absorbente, de vibración
muy densa a la hora de relacionarse con el resto; el
color de su cabello, plomo con vetas verdes, moradas
y azules, es de nacimiento, resultado de las alteracio-
nes genéticas leves producidas por el canibalismo;
usa uniformes gruesos y ceñidos, enteramente ne-
gros, y también lleva tatuajes visibles: tribales en sus
dedos como anillos y como manillas en las muñecas,
y en el cuello, simulando una diadema, tiene tatuada
una mamba verde mordiéndose la cola a la altura de
sus clavículas. El encargado de las salsas y los fondos
se llama Fredo Kane, es un hombre con las pupilas de
un color azul tan espeso que pareciera que los tiene
pintados con óleo; gusta de utilizar uniformes verdes

cada uno servido sobre salsa negra de tinta, salsa roja ar-
cillosa, salsa amarilla de maíz y salsa morada de uva, todo
ahumado en el plato con copal ámbar y madera de peral.

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con combinaciones de verdes calipsos hasta fuertes
colores plateados. Debido a su trabajo con los líqui-
dos, los cuales pacientemente vacía de un recipien-
te a otro, colándolos, enfriándolos y espesándolos, y
también por su fuerte carácter apacible, pacífico pero
estricto y contundente, recibió el apodo de Fredo
Catorce. Cada que hay una disputa en la cocina, las
cuales son muy comunes y con riesgo de torrencial
violencia (en especial entre Hoyo Negro y el personal
de servicio) Fredo Kane pone todo en calma con solo
decir una oración, subiendo poco o bastante el tono
de su voz; el día en cual Favorito se cortó el dedo, fue
Fredo quien fue a pedir disculpas al cliente por la de-
mora del platillo, y luego evitó que Favorito apuñale
a Hoyo Negro, quien debió tener controlado al día el
pedido de carne adulta, y de paso había porcionado
mal los meñiques. Fredo Kane también ilumina como
una estrella en la oscuridad del abismo, pero él ya
se está apagando debido a una enfermedad genética
que acarrea. Su aprendiz, Frances, cumple con las ta-
reas de decoración protectora, sin las cuales la enfer-
medad y la esquizofrenia absorberían la cocina del
L’oreille D’or.
El chef ejecutivo y propietario es un pesado y
monstruoso obeso que muy rara vez hace acto de pre-
sencia en la cocina, pues tiene poder omnipresencial

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sobre esta gracias a los ojos electrónicos instalados en
cada medio metro cuadrado de la cocina. Estos ojos
son equipos biomecánicos conectados al sistema ner-
vioso central de las construcciones, pequeñas esferas
viscosas con apariencia de ojos de cabra, sin parpados,
que transmiten todo lo grabado al cerbero mismo del
chef ejecutivo, de quien, de rato en rato, se escuchan
sus gritos instructivos a través de un parlante al centro
del techo de la cocina. Él vive en la parte superior del
edificio del restaurante, enfermo de lo obsesivo por la
perfección de sus platos, siempre vigilante. Favorito no
se cortó el dedo por entrega desinteresada a su oficio,
sino en desesperación por miedo a su chef.
Ese día de hoy, martes quince, todo el restau-
rante se encuentra reservado a nombre de un Sr. Al-
dunante, por motivo de su aniversario de bodas. Se
instruyó armar una mesa para dos al centro del salón
bajo la espiral colgante de placas de oro tiawanacotas,
cubrir todas las mesas restantes con velas blancas y
rojas, y con pétalos de rosas de color amarillo y de co-
lor rosado pastel, y por último contratar un quinteto
de cuerdas para acompañar al pianista que trabaja ahí
todas las noches, quien hace más livianas las cenas de
los comensales, tan cargadas de estética violenta. En
la cocina, si bien será un día laboral no muy extenso
y con poca actividad a comparación de un día usual

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de trabajo, este día la densidad del trabajo requiere es-
fuerzos de otras dimensiones. El Sr. Aldunante, al pa-
recer amigo de promoción del dueño del restaurante,
al hacer la reserva pagó por una preparación para dos
de Feto Resurrecto en su Matriz al vacío. Con la cuen-
ta del Sr. Aldunante (sin tomar en cuenta las costosas
bebidas) el restaurante alcanzaría a pagar el sueldo de
dos meses de todo el personal de cocina, incluido el
personal de stewarts.

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4.

Con las presentaciones en su respectivo sitio, toma-


mos el permiso de ingresar a la cocina del L’oreille
D’or. El señor Aldunante y la señora Delon acaban de
llegar y aún siguen con los dientes y los labios for-
mando sonrisas, deslumbrados por la hermosísima
decoración que tiene el salón del restaurante ese día
de hoy. Un ambiente de cripta romántica, perfumada
por rosas, cera, cueros y aceite de palo santo rodea a
la pareja. Mientras, alumbrados por unos tragaluces
que permiten la entrada de los rayos lunares, el grupo
de músicos, ciegos con excepción del pianista, evocan
con música de inspiración celta a unas ondinas he-
chas de nanorobots luminiscentes, las cuales habitan
en la fuente artificial del salón, las cuales danzan al
activarse sus sensores musicales, e iluminan el agua
rodeada de helechos.
Dentro, en el back stage, varios cráneos de ani-
males medianos y algunos de personas acompañan, en
los estantes, a las botellas de aceites, vinagres, mieles y
vinos; a los frascos de condimentos, semillas, hongos,
raíces y hiervas secas. También hay troncos, piedras
y cristales, y en el área del despacho hay un imán ma-
cho adhiriendo mucha viruta de fierro. Hoyo Negro
no tiene funciones en la elaboración del plato de hoy,

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así que se encuentra limpiando la parrilla. Trata de qui-
tar las fantasmagóricas manchas que el hollín dibuja
en los ladrillos del fondo, y la grasa negra del armazón
y las cadenas que sostienen la parrilla. Nebulosa ha pa-
nes con mantequilla y tomillo listos para tostarse, y se
encuentra preparando una sopa de fideos y glándulas
tiroides para la cena del personal. A saber el resto.

R E C E TA

su Matriz
Feto Resurrecto en
NTES:
INGREDIE
eses y
os de siete m
Fe to hu m an o, de no men
•  1
acenta.
medio, con pl ña o de desier
to,
ar ad as de sal de monta
•  2 Cuch
recién molida.
Kaffir.
árbol de lima
•  2 Hojas de rar los sesent
a
ag ua , ca le ntada, sin supe
•  4 Litros de
grados.
, rallada.
a de chancaca
•  1 Cucharad maíz, cocido.
de va rieda d de mote de
•  100 gramos sal.
antequilla sin
2 cu ch ar as y media de m
•  mantequilla
ja s de pa n tostado, con
•  4 roda
y hierbas.
CIÓN:
P R E PA R A
el
cío disponer
bo ls a de sellado al va
En una la sal esparc
ida
de nt ro la placenta, con
cuerpo, aun ón a los
en te re al iz ar una incisi
Previam jas de lima
sobre ella. insertar las ho
plac en ta pa ra
laterales de la el del feto.
Ya
an co nt ac to con la pi
ng lo a
Kaffir, que te s, programar
te rm oc irc ul ador por onda
instalado el
.
horas y media
62° C. por tres cción, con ca
utela retirar
al iz ad a la co
Una vez fin n un tenedo
r
bo ls a, co n espátula o co
la tos,
el cuerpo de y reservar. Es
en ta y el co rdón umbilical
retirar la plac un paté
ría n te ne r la textura de
n, debe ,
por la cocció n las manos
o, so st en er el cuerpo co
eg
gelatinoso. Lu ero, y cortar
el
la va da s en agua de rom
previamente na.
de la colum
itu di na lm en te a lo largo
cuerpo long obsidiana
or a la se r o una pieza de
cortad .
Utilizar una usan cuchillos
es ta pr ep aración no se
En rlo,
ultra afilada. tes de separa
cu er po en dos piezas, an o
Ya cortado el plete para lueg
pi el lig er am ente con un so
se gratina la pero an s, te
n lo s la do s interiores,
mo co
hacer lo mis los órganos.
ch an ca ca rallada sobre
la to
espolvorear emplatar el fe
at in ad o to do el cuerpo
Ya una vez gr n de los
m aí z, ca ot izando el orde
mote de ezclan con
rodeado del umbilical se m
y el co rd ón
enta
colores; la plac y se las dispon
e
pr ev ia m en te ablandada,
a,
la mantequill stado.
ñar el pan to
un po ci llo para acompa
en
Al parecer esta receta tiene inspiraciones históricas
tanto en la culinaria de la Europa oscurantista, cuando
en las cenas de numerosa asistencia se servían, asados
en palos al fuego directo, ovejas, cabras, cerdas, ve-
nadas e inclusos vacas enteras, recién matadas y solo
desangradas, las cuales muchas veces se encontraban
en estado de gestación, incluso sin que esto sea per-
catado; y tanto, de forma similar, en la culinaria chi-
na, en la cual se disfrutaba de huevos embrionados de
gallinas, patos o gansos, hervidos, al vapor, o incluso,
solo pasados. Y también, este plato comparte herman-
dades temáticas con preparaciones, también con carne
de feto, inspiradas en la costumbre mística aymara de
ofrendar en sahumerio un feto de llama desecado.
—¡Marcha! ¡Feto Resurrecto al Vacío en su
Matriz! —Gritó el parlante del techo, amplificando la
voz del chef ejecutivo, momentos después de que los
comensales hubieran posado sus glúteos en los tape-
tes rojos de las sillas. Vibrando en el agua está la bolsa
plástica, devolviendo metafórica y metafísicamente la
vida al feto humano, ya totalmente cocinado.
El área de despacho y emplatado tiene forma
ovoidal. La mitad de la superficie está ocupada con
calentadores de platos, mesones de entrega y baños
maría, y la otra mitad, destina a ser el mesón de em-
platado y decoración. Frances Grace y el señor Kane

25
se encuentran al medio del ovoide, meditando senta-
dos sobre unos almohadones alrededor de una mesa
circular de madera, sin patas. A un costado de esta se
halla humeando, sobre unas brasas roja y blancas, un
bouquet garni que entre las hiervas lleva una gaza de
algodón llena de copal rojizo, flores secas trituradas,
tabaco y sal rosada. En la mesa esperan, junto a ellos,
sobre un mantel con motivos purpuras, plateados,
negros y azules, una piedra laja rectangular, una cu-
charilla, una pinza de acero quirúrgico, un gratinador
de tipo portátil, una espátula mediana y otra pequeña
para realizar el montaje, un pocillo con la chancaca
rallada, otro con la mantequilla ablandada, un pocillo
mediano con agua y una pipa ceremonial cargada de
tabaco. Y sobre las hierbas en la brasa, calentándose
en una vaporera metálica, está el mote de maíz mul-
ticolor, a los cuales Frances Grace, con un rosa, les he-
cha agua que saca del pocillo de tanto en tanto. Como
decía, esperan la bandeja en la cual Favorito llevará el
cuerpo. Hace tres horas y media Favorito armó la bolsa
al vacío disponiendo en ella el tierno y desconsolado-
ramente pequeño cuerpo, aun rodeado de la matriz de
su madre, espolvoreado con sal recién molida en un
mortero de ónix, y las hojas de lima Kaffir a sus lados.
La mayoría de la gente le otorga a la carne de fetos y de
bebes un sabor parecido al del pescado de mar, siendo

26
los órganos, obviamente, los más intensos en sabor;
es a estos principalmente que deben impregnar de su
aroma las hojas de lima.
El termocirculador por ondas ya hizo su tra-
bajo. Este es un aparatejo que se inventó en los años
cincuenta del anterior siglo, utiliza vibración de ultra-
sonido para micro circular las moléculas del agua, y
bombillas de láser para calentarla, medir la tempera-
tura y mantenerla estable. En el L’oreille D’or, para tra-
bajar con esta técnica, emplean una fuente con alea-
ciones de oro para optimizar la circulación de energía
en el agua. Favorito enjuaga sus manos con agua de
romero de un cuenco de barro. Ya ha retirado la pla-
centa y el cordón del feto y, con mayor delicadeza y
cariño que a un bebé vivo, lo toma con ambas manos,
para pasarlo por el cortador laser, el cual trabaja en
forma similar a los cortadores de carne de las carnice-
rías del siglo XX.
Ya tiene el cuerpo cortado por la mitad a todo lo
largo de la columna, esto permite brindar al comensal
la facilidad para que disfrute de la medula espinal. En
caso de ser un feto macho, como en este caso, es pre-
ciso tener bastante pulso para cortar simétricamente
los genitales, sin destrozarlos. Una vez que entrega la
bandeja con el cuerpo sin separar a sus compañeros,
Favorito se arrodilla al lado de las brasas, lava sus

27
manos con el agua donde está la rosa y comienza a
tocar una armónica roja que saca de su delantal, in-
terpreta un blues con notas largas y melancólicas. El
trabajo está ahora en manos de Fredo Kane y Frances
Grace; ella, mientras se cortaba el cuerpo, preparó la
mantequilla compuesta con la placenta y el cordón, y
con eso evitar perder la presencia materna en el pla-
to. Kane gratina la piel del feto suavemente con el so-
plete negro en forma de bolígrafo, mientras Frances
sahúma la piedra laja sobre la cual ira la comida. Una
vez terminada la piel, Kane, con las dos espátulas,
separa las dos mitades del cuerpo. Entonces Frances,
al ya tener a su alcance la superficie de los órganos
tiernizados, a punto de ser paté, les rocía la chancaca
rallada y con el mismo soplete carameliza los azuca-
res para otorgarles una costra ahumada y dulce a las
vísceras, a la medula espinal y al pequeño cerebro.
Consiguientemente, Kane, empleando las espátulas,
dispone sobre la piedra la mitad del lado del corazón
mostrando totalmente los órganos, y la parte del hí-
gado ligeramente inclinada sobre la otra mitad para
mostrar la piel dorada. Luego, con la pinza, Frances
dispone alrededor del cuerpo, como si fueran perlas,
los coloridos y esponjosos granos de maíz calientes.
Fredo Kane prende la pipa, fuma y se la pasa a Fran-
ces para que fume también, luego ambos soplan el

28
humo hacia el cuerpo al mismo tiempo, ese momento
Favorito dejó de tocar su melodía.
Los tres juntaron sus manos por un par de se-
gundos y luego levantaron la piedra y la pusieron en el
estante de despacho, del cual el maître la levanto para
llevarla en un carrito a la mesa, junto al champagne,
dos copas, dos floreros (cada uno con una planta de
ruda, una hembra y otra macho), el pocillo de mante-
quilla compuesta, otro pocillo con ulupikas en aceite,
los panes tostados en una canasta y las pinzas y cu-
charas para servir la comida. Al llegar la comida a los
comensales, el aroma de la piel y los órganos dorados
por el fuego directo hacen que la lengua del señor Al-
dunante se derrita como si fuera la de un perro ham-
briento en espera de lo huesos hervidos por su amo.
Ya con la ruda hembra al lado del señor Aldu-
nante y la ruda macho al lado de la señora Delon, y con
el resto de la vajilla en la mesa, el maître comienza a
trocear el cuerpo del feto, sosteniendo la carne con las
pinzas y separando las articulaciones con la cuchara;
la carne, cuando se cocina correctamente al vacío, ob-
tiene una textura inigualablemente suave, a la vez que
permanece compacta. Solo se ejerce un poco de pre-
sión al jalar los miembros del cuerpo para separar las
articulaciones, de las cuales sus tendones y cartílagos
están casi tan suaves como el mote cocido. El maître

29
troceó brazos y piernas en tres partes, cada mitad de
torso la dividió en dos, con el cuidado de no dañar la
integridad de los órganos, y las dos mitades de la cabe-
za las dejó en una pieza. Dispuso la piedra al centro de
la mesa junto a los pocillos y la canasta de pan, sirvió el
champagne y se retiró con el carrito. Al momento que
la pareja comienza su cena, las robóticas ondinas co-
mienzan a danzar con vibraciones más fuertes, debido
al incremento del ritmo de la música.
Si bien el señor Aldunante y la señora Delon
son de las parejas más aristocráticas y plásticas de la
actual sociedad V.I.P., también son de las escazas pa-
rejas millonarias que están juntas por autentico amor.
Luego de haber brindado con el champagne y antes de
tocar sus cubiertos, Aldunante toma las manos de su
esposa, mientras observaba sus conmovidos ojos que
aguantan la caída de unas cuantas lágrimas para no
arruinar su maquillaje. Ella ama inmensamente a su
pareja y ha quedado deslumbrada por el sacrificio eco-
nómico de cada detalle en su cena de aniversario. El
dinero ya no es el problemático ente de nuestra época,
ahora se lo toma como lo que es, un líquido que necesi-
ta fluir, y sus caudales son nuestras manos; las manos
del señor Aldunante se secarán por un tiempo hasta
recobrar el caudal normal de dinero que maneja, nada
que no ocurra en la naturaleza. Un bello sacrificio

30
amoroso para a su amada, el cual ella recompensará
con creces más tarde.
Se besan tiernamente por unos segundos y
luego comienzan a comer después de sonreír tierna-
mente. Los dos comienzan con las extremidades, para
disfrutar primero la grasa perfumada y aún caliente
de los muslos y los hombros. Los sorbos de champag-
ne no se hacen esperar y, mientras la señora Delon
embarra la rojiza mantequilla sobre una rodaja de
pan su marido muerde una ulupika para acompañar
el ojo que le corresponde. La señora Delon siempre se
sorprende por la capacidad de comer picante de su
esposo, y de disfrutarlo.
Como se aman tiernamente, comparten a mi-
tades el corazón y el hígado. El hígado esta tan suave
que el señor Aldunante ha pedido una porción más
de pan tostado para poder untarlo, mientras come
otra ulupika.
En más o menos una media hora ya ha desa-
parecido la comida de los platos, una exageración si
se toma en cuenta la cantidad de diminutos hueseci-
llos que contiene un feto, pero con el canibalismo ya
es costumbre ver a la gente devorar su comida, pues
esta dieta genera mayor ansiedad nerviosa que la dieta
con animales. El señor Aldunante comió al último su
parte de corazón, con más ulupikas y el mote restante,

31
y la señora Delon dejó para el final sus rodajas de pan
para acompañar su parte de cerebro. Aún les queda
champagne y mucha conversación, y muchos besos,
así que de postre piden dos porciones de vallas rojas y
crema montada. Mientras la pareja disfruta su postre,
el personal de la cocina, después de haber ordenado
las áreas, todos sentados en cajas de tomate, disfrutan
la deliciosa y contundente sopa preparada por la nebu-
losa Coralina. Buena para recuperar las fuerzas luego
de un trabajo tan denso, respetuoso y macabro. Maña-
na tendrán un servicio común nuevamente.

32
5.

Sé, amigas y amigos, que mi forma de describir tales


aberraciones suena muy tibia, e incluso con algo de
admiración por esta atroz forma de vida de esta alter-
nativa realidad futura; existencia inconcebible para
una persona media de nuestra antigua época actual,
quien seguramente se ofendería hasta la medula o se
asquearía hasta el trauma al observarla. Pero yo, que
tengo los ojos de mi mente presentes en este futuro día
de hoy, mantengo hacia esta realidad la ecuanimidad
necesaria para no juzgar la gente de ahora, y con esto
sentirme natural en su entorno.
Ǣon Flux2 tiene un capítulo sobre el contacto de
los terrícolas con los humanoides del futuro, en este,
Trevor Goodchild argumenta su apareamiento con es-
tos afirmando: “La forma de vida que tenemos sería
incomprensible para un humano de hace mil años”. En
nuestro caso, no han pasado siquiera doscientos años
desde que se transmitió esa serie para ver en práctica
la aseveración del pérfido alcalde de Bregna.
En ambas historias fue la tecnología el factor
fundamental que posibilitó el alcance de nuevos hori-
zontes. El desarrollo de esta, que en el pasado conjunto

2 Serie animada de 1991 creada por Peter Chung.

33
cegó tanto como facilitó la vida de tantos seres, con el
devenir de esta evolución alterna trajo la posibilidad
de enmendar muchos errores y omisiones. Los científi-
cos de Tàiyáng tomaron en cuenta los males nerviosos
y mentales del consumo de animales en exceso, con tal
de prever y manejar las mutaciones que obviamente
desencadenaría el consumo de carne humana. Con los
conocimientos esotéricos del pasado, científicamente
fundamentados, se priorizó durante la transición el
financiamiento para investigar la relación entre las
energías ultra dimensionales de los seres sacrificados
para alimento y la salud de los consumidores. Con la
tecnología ya existente en los siglos XX y XXI mejorada,
no les fue difícil a los investigadores caer en cuenta
que la enfermedad de mucha gente era en realidad
consecuencia de la forma de matar al ganado (y a los
primeros tecnodependientes). Ellos y ellas, en algún
momento de su vida, tomaron una decisión, la cual el
resto de la población no supo respetar ni aceptar, y por
ese deseo de penetrar y vivir en la red de internet, fue-
ron vueltos comida.
Ahora, que ya han pasado buenos años del ini-
cio del canibalismo, se sabe que al sacrificar a algún
ser vivo, gente de oficio y sabiduría se debe encar-
gar previamente de entrar en comunión con el cuer-
po y el alma del sacrificado, y con la Muerte misma.

34
En caso de niños, adolescentes y adultos ya no exis-
ten las complicaciones psico-sanitarias que cundieron
durante las anteriores décadas, pues previa la muerte
física del sujeto, su psique es convertida en software
por los profesionales para luego ser transferida a la
dimensión cristalina, cumpliendo así la voluntad del
tecnodependiente de ser 1 con el Internet. Los cuer-
pos etéricos de la mayoría de los sacrificados habitan,
transmutados en 1’s y 0’s, en la red, donde continúan
con su existencia. Con este sencillo procedimiento la
industria evita que las densas vibraciones del miedo y
el odio se estanquen en la carne que será consumida
posteriormente. En la población algunas mutaciones
persisten, sin duda, pero son armónicas.
La excepción de este procedimiento se da para
el caso de la minoría restante, los nonatos y bebes.
Para estos se regularizaron trabajos de salubridad y
protección que necesariamente recaen en las manos
de brujos tradicionales, como los cocineros. Un trabajo
gastronómico con un ser impedido de nacer en nuestro
plano, o que no llegó a expresar su voluntad, es muy
riesgoso tanto para los manipuladores como para los
comensales, quienes pueden sufrir colapsos nerviosos
o deformaciones psicológicas severas. El trabajo reali-
zado por Frances Grace, Fredo Kane y Favorito Green-
tale va mucho más allá de cocinar y emplatar la carne

35
de un bebé. Ellos le devuelven vida física al cocinarlo,
lo transforman en una obra de arte viva con sus técni-
cas, con el uso de los ingredientes y utensilios correc-
tos; con el amor que ellos saben expresar como rito,
sin permitir la contaminación por sus egos. Al meditar
y recitar oraciones, en conjunto con los sahumerios y
las cocciones aromáticas, ellos contactan al cuerpo es-
pectral del sacrificado, lo armonizan y lo estabilizan
en la comida, la cual, al ser consumida (de preferencia
en actos de amor, acompañados de música ceremonial
como lo vimos) disemina energéticamente al espíritu
en forma de micro partículas de luz, para que este se
eleve al infinito y no se aloje como un parasito en las
psiques de los comensales.
Suena como un trabajo idéntico al realizados
con los demás tecnodependientes, pero es por la sutil
fuerza de trabajo y el invisible esfuerzo mental de sin-
cronía con el espíritu (muy distinto a la psique ya por-
tadora de un ego), que se aprecia así. Donde alguien de
nuestro tiempo esperaría ver excitantes poltergeist, oír
gritos del aire o ruidos de interferencia, o incluso ver
manifestarse a Moloch Baal o algún otro bicho de esos,
solo hay meditación y entrega, equilibrio y naturalidad
entre los ejecutores y las energías. En este presente, las
características místicas y sacerdotales de los cocineros
al fin han sido reconocidas, después de tanta falacia

36
capitalista. Ninguna cocina trabaja sin cucharas de
madera, por ejemplo.
Re sincronización: en la mañana de hoy, una se-
mana después de la cena del señor Aldunante, Frances
pidió tres días libres a cambio sus horas extra acumu-
ladas, días que aprovechará para ir a su cabaña here-
dada de sus abuelos, en los pantanos al este del país.
De improvisto, necesita hacer un retiro, cumpliendo
sagrado silencio, para asimilar un mensaje de su me-
moria ancestral que le llegó anoche en un sueño.

37
6.

La noche del sueño, Frances se alistaba para descansar


mientras una vela azul ardía en el candelabro de su
velador, del cual, antes de acostarse, tomo una botella
de vidrio verde con agua. Bebió y la poso nuevamente
en su lugar, al lado de una piedra Zal y la fotografía de
una lechuza.
En su sueño, abrió los ojos en el Jardín Botáni-
co de la ciudad de su abuela, al que había ido muchas
veces en su niñez. Abrió los ojos mientras caminaba
cerca de la lagunilla llena de íbices y garzas, no lejos de
la entrada principal. Recordó a su madre, le decía que
ese era el estanque de los lagartos, que si los veía no
debía molestarlos. Bajó por el sendero con dirección
a un puente flotante, el cual unía la orilla con una es-
pecie de cabaña de madera sobre el agua. Llegó a ella
y vio la puerta cerrada, entonces, de la laguna, muy
cerca de sus pies, emergieron los ojos de un caimán,
con su ancha cabeza visible a través del agua. Con con-
fianza, Frances le presiono su frente, en medio de los
ojos, como adentrándolo al agua. El caimán le apunto
sus pupilas y volvió a sumergirse en el agua, la puerta
detrás de Frances se abrió.
Cruzó por esta y caminó por un sendero empe-
drado y oscuro, atravesó las casetas de lombricultura y

38
se internó en el ex bosque guaraní (un área del jardín
señalada por un letrero). Mientras caminaba, el am-
biente se tornaba aún más húmedo y oscuro, y ella fue
encontrando casas antiguas hechas de calamina, cu-
biertas todas con excremento de gallinas. De una casa
salieron dos perros, uno naranja de pelaje frondoso y
otro negro de pelo corto y fino. Caminaron con ella por
un buen trecho, jugueteando torpemente entre ellos;
pasaron junto a un auto del que, curiosa, Frances ob-
servo su interior por la ventanilla, pero al hacerlo, ob-
servo su reflejo. Estaba muy bronceada y tenía tatuada
una estrella de ocho puntas en su garganta; se vio con
más cuidado y notó que tenía las pupilas verdes in-
candescentes. Se alarmó y siguió caminando, pero con
prisa agitada.
Llego a un charco pantanoso del cual muchos
sapos verdes y blancos empezaron a emerger. Unos
cuantos, pequeños, se le posaron en sus pies, pero se
bajaron antes que ella de un salto para atravesar el
charco rodeado de barro. Los primeros árboles espa-
ciados de todo el camino le llamaron la atención, fue
hacia ellos y llego a parar a una plaza rodeada por
estos, en la cual había una capilla. Caminó y vio que
había una cruz, con una víbora multicolor reptando,
enroscándose en la madera. Se acercó, pero no mucho,
y antes de llegar a apreciar bien los colores del reptil

39
la cruz comenzó a arder, y apareció un cadáver óseo
amarrado a ella. El ambiente se tensó pesadamente.
Entonces Frances oyó al cadáver en su mente…
De la naturaleza, fuerza indomable,
de la mujer,
cocinera,
recuerda, por ellas recuerda,
la corrupta materia ósea, calcinada,
en esta vieja y mohosa,
santa cruz,
Para quemar la cruz, yo tengo que arder con ella.
… y la cruz se desplomó con los huesos ardiendo.

Frances despertó a eso de las cuatro treinta de


la mañana y no pudo volver a dormir, por lo que de-
dicó el tiempo restante a la salida del sol a escribir en
sus apuntes sobre lo que sentía respecto al mensaje
del sueño.

40
7. SEPTEMBRO VEINTIDOS DEL 2146

KOMUN | & | KTRON


R E L E V A N C I A S

CAOS Y ESTABILIDAD, por Gilles Lontario.

La antropofagia, como filosofía de sostenibilidad y


sustentabilidad, es la cúspide del sacrificio por man-
tener nuestros privilegios en el planeta. Auto sacrificio
inconsciente, ya que aún la mayoría de la población no
comprende, ni pretende comprender, que somos una
sola maquinaria viva. Millones de células, estructuran-
do con otras, un solo ser vivo.
El tiempo que pasó del inicio de la segunda
revolución industrial (mi posición es clara respecto a
las denominadas segunda, tercera y cuarta, las cua-
les considero solo ecos de la primera, a diferencia de
aún unos cuantos retrogradas como el Dr. Quinteros)
es ínfimo a comparación de la línea del tiempo hu-
mana. Pero aun así no le ha costado nada al conjun-
to humano acostumbrarse a este progreso climático,
económico y energético tan violento para con nosotros
mismos. Este articulo talvez saque mi faceta más mo-
ralista, pero sostengo que las consecuencias atroces de

41
nuestros actos, las afrontaran nuestro mutados y
escasos descendientes.
Nuestra violenta forma de desarrollarnos es
un terrible impedimento para asimilar nuestra pasiva
fuerza arquetípica. Esa fuerza con la que nuestros par-
pados, al abrirse, abrirían las catacumbas fuera de las
cuales encontraríamos, todos juntos, el profético equi-
librio mencionado por todas las religiones antiguas. El
paradigma concretamente expuesto en el Diálogo de
las autoridades hiperbóreas (Gredos, 2084): “Trek jän
intex, xacarhium una ezkema”.
De todas formas, lo que planteo es algo, hasta
ahora, solo alcanzado en el ámbito teórico y ficcional
(los únicos ámbitos en los cuales se puede llegar a la
perfección, por breves instantes), pues el estandarte de
nuestra naturaleza lleva inscrito un concepto prepon-
derante, tan antiguo y por ende tan arraigado, que se
contrapone a cualquier lógica de estabilidad: aquello
llamado Χάος. Al haber renunciado a un destino y a las
obligaciones de responsabilidad, nosotros los huma-
nos, parte conflictiva de la naturaleza, podemos estruc-
turarnos entre la linealidad rígida, solvente y estable
y el mar caótico de ondulaciones impredecibles, cam-
bios bruscos e inestabilidad. ¿Es posible poder algún
día dirigir nuestra evolución hacia una concepción
“armónicamente caótica”? O que, sin perder nuestras

42
conexiones naturales ¿nos separemos totalmente de
nuestra conducta caótica? ¿Puede nuestra arquetípica
fuerza abrir y sostener las fauces de Χάος? ¿O tiene
más dominio la mundana fuerza de la costumbre?
Tuvimos todas las herramientas constructi-
vistas, sumadas a todas las posibilidades que nuestra
voluntad nos ofreció para vivir armónicamente con
nuestro hogar, sus cohabitantes y con nosotros mis-
mos. Pero en vez reformulamos con éxito nuestra ten-
dencia parasitaria, y aceptamos comernos los unos a
los otros para mantener nuestro confort. Hēi Tàiyáng
murió hace décadas, dejó en el poder a unos cuantos
miserables y defectuosos imitadores, y nosotros aun
acatamos su simbólico dominio sin decir nada, a causa
de un miedo conformista arraigado. Las cicatrices del
pasado son algo que hemos aprendido a ignorar gra-
cias a la tecnología del presente.
Ahora vivimos en un mundo de nubes rojas
por toda la sangre derramada en los pocos cultivos,
de tierras suburbanas hediondas por nuestras negrísi-
mas heces. Los niños pobres juegan a las espadas con
huesos de otros niños y usan cráneos como pelotas, los
mataderos apestan las noches suburbanas con la que-
ma del cabello acumulado del día, los perros salvajes
cazan a los campistas desafortunados y en los cemen-
terios aparecen indigentes buscando carroña fresca.

43
Nuestra civilización, al igual que la mayoría de
las antiguas, tiene sus cimientos en la violencia, la san-
gre y el martirio de los considerados innecesarios o ca-
ducos. Matar personas un tiempo fue usual, para luego
considerarse inhumano; ahora, es algo sobrehumano.
Al igual que los antiguos egipcios jugamos con las al-
mas, para luego condenar a muerte a quien lastime,
por ejemplo, a un gato. No somos más que una curiosa
representación del pasado.

44
8.

Frances Grace admira tanto a su ex profesor Lontario


que muy pocas veces se pierde alguna de sus notas,
publicadas cada día martes, las cuales estudia con
mucho cuidado pues le sirven luego para sus propias
anotaciones y conjeturas. Hace esto siempre toman-
do en cuenta un consejo básico, pero imprescindible,
brindado por el mismo Lontario en sus últimos años
en la universidad: “Duda y nunca te conformes por
completo con lo que alguien te asegure, eres tu propia
maestra y ninguna ley es absoluta para todos, y por
más que muchas rijan en este mundo, al morir y al
soñar, estas se desvanecen”. En caso de esta nota, el
criterio obsesivamente ordenado de Lontario sugiere,
para ella, un cierto temor hacia la condición humana,
y una obsesión algo exagerada por mantenerse total-
mente en equilibrio, como si la utópica búsqueda de
la impecable perfección fuera la doctrina de vida de
Guilles Lontario. Y talvez lo sea, no por nada se habría
dedicado a la docencia.
Frances acepta esta característica dentro de
sí misma, y la ama porque gracias a ella aprendió a
no verse dominada por otras obsesiones. Pero, al pre-
ponderar su identidad, se haya en desacuerdo con la
perspectiva del análisis, ella ama el caos manifiesto

45
en su existencia. En su juventud, cuando caía en un
estado de proclive languidez, inmediatamente su sis-
tema de defensa explotaba, impulsándola, en el peor
de los casos, a quemar libros o a romper en tiras su
ropa y cortar sus cabellos, y en el mejor de los casos,
pasaba horas aprendiendo recetas de cocina antiguas,
para luego prepararlas en desorden, y luego remplazar
ingredientes, para concluir con una receta propia.
Mientras va de ida al aeropuerto en los trans-
bordadores que atraviesan el cielo de su ciudad, luego
de leer el diario, Frances Grace medita sobre las ma-
nifestaciones caóticas del día a día, y como estas han
formado el presente entorno. En total silencio (desde
que salió el sol) se encuentra obnubilada por su reali-
dad; hermosas áreas verdes cortan las áreas llenas de
cemento, en las cuales se ven no solo perros urbanos,
sino también pequeños rebaños de ovejas, cerdos,
llamas y algunas cuantas vacas, las cuales pastan en
libertad y pintan con sus variados pelajes los pastos
que desde lo alto parecen tener gigantes flores andi-
nas moviéndose con el viento. De momentos también
aprecia los rostros y los cuerpos del resto de la gente,
observa como todos tienen fisionomías tan similares,
como bases de color, y luego cada persona se vuelve
una pintura distinta por los detalles de sus mutaciones
y sus modificaciones corporales; ve globos oculares

46
incandescentes, rojos, azules, purpuras, sin poder dis-
tinguir entre mutación o tinta; mira verrugas y lunares
multicolores, que forman constelaciones en las pieles;
labios de piel negra, orejas en punta, cabellos coloridos
como el de Nebulosa y otros moteados como el de un
gran felino. Las razas ya no se diferencian, sino más
bien pareciera que estas se hubieran diversificado al
transcurrir el tiempo. Luego de todo el trayecto, des-
pués de entrar al aeropuerto, vio las uñas de la encar-
gada del área de abordaje, sus uñas le crecían en espi-
ral, como si fueran las conchas de un caracol marino.
Todos hermosos frutos del caos de los tiempos.
Frances, si bien es muy consciente de la per-
versidad del nuevo sistema de cosas, al momento de
analizar su papel en la vida no se permite sentir culpa
ni pena por las decisiones tomadas por otros. Cada día
miles de nuevos tecnodependientes firman su solicitud
de ingreso a las granjas. Muchas de las mujeres que
ingresan a estas firman contratos de inseminación ar-
tificial a cambio de buenas sumas de dinero, que luego
dejan como herencia a sus familiares necesitados, o
a proyectos científicos o artísticos. Y la comunicación
con los 1’s y 0´s a través de Internet ha facilitado a la
ciencia el esclarecimiento de muchas dudas respecto a
nuestros orígenes, y ha brindado la posibilidad, cada
vez más tangible, de realizar viajes interdimensiona-

47
les. Frances se encuentra dentro el avión que la llevará
a la pantanosa ciudad de Santa Serena, a la cual llegará
en aproximadamente treinta y cinco minutos. Enton-
ces aprovecha de repasar sus apuntes y si puede, lue-
go, tomará una siesta.
Empezaba a dormitar, pero ese momento el
avión entró en una zona de turbulencia. Frances vio
como las nubes, plomas medio rojizas, envolvieron
la nave, y el destellar de algunos rayos a lo lejos. Pa-
sados unos diez minutos de turbulencia y unos diez
más de viaje, Frances y el resto de tripulantes arriba-
ron, rodeados de un cielo celeste coronado por un sol
fuertísimo, en el aeropuerto de Santa Serena. Frances
atravesó el interior del aeropuerto con algo de prisa, al
abrirse la puerta principal frente a ella sintió tal golpe
de humedad caliente en la piel que se deshizo de la
mitad de la ropa que llevaba puesta. El brillo amarillo
del ambiente la cegó por unos segundos, y la obligó a
ponerse sus gafas oscuras. Aún le queda realizar un
tramo más de viaje hasta llegar a los pantanos, al norte
de la gigantesca ciudad. Hace años que no visitaba este
lugar, dueño de tantos recuerdos de sus vacaciones en
la niñez y adolescencia. Gracias a la curativa naturale-
za del espíritu verde de esta región ella nunca se con-
virtió en una tecnodependiente; mientras la mayoría
de sus amigos y conocidos hacían filas para entrar a

48
las granjas, ella se la vivía paseando en los manglares
formados en el verano, y trepando a las ramas gruesas
de los frondosos gomeros en la época seca, para poder
observar las aves más de cerca. Para su fortuna, la mis-
ma línea de transporte que usaban con su madre hace
años para llegar hasta la casa de su abuela sigue activa,
entonces se embarca en uno de los llamados surubís,
en el cual llegará a su destino en unas dos horas más.
Si bien Frances reconoce bien el camino, el
paisaje ha cambiado bastante en todos los años que
no vino por acá. El fin de la explotación de la tierra
por parte de la agroindustria y la ganadería hoy tiene
un visible y significativo efecto; donde antes, desde el
anterior siglo hasta hace unas décadas, solo se veían
pastizales de cientos de hectáreas, poco a poco la ve-
getación nativa ha recuperado su territorio usurpado.
Ahora se observa el retorno de una amazonia que se
creía perdida, selvas llenas de ruido con multitud de
aves y monos e incontables especies vegetales, y en los
lugares donde aún se ven pastizales, las manadas de
cebús pastan libres de arreo, conviviendo con pumas,
jaguares, tapires, osos hormigueros…, a Frances se le
infla el pecho al contemplar esta naturaleza tan exube-
rante, como jamás la pensó ver. Se imagina su cabaña
rodeada de esta vegetación y fantasea con el incesante
ruido nocturno de los felinos cazando y de los insectos

49
orquestando para las estrellas. Al momento que más
fuerte latía su corazón por imaginar esto, en uno de
los prados vio aparecer galopando una vigorosa y be-
llísima manada de caballos salvajes, de varios colores,
perseguida por unos cuantos perros. Sensible como es
ella, conmovida por esta tierra que siempre amó tan-
to, cierra sus ojos para agradecer las cuantas lágrimas
dentro sus parpados, y que ahora deja correr por su
piel, sin apenarse.

50
9.

A la cabaña solo le dicen cabaña por cariño, pues es


una casita hecha de piedra. La madera muerta, con la
humedad que reina en estas tierras, se pudre. Es de
noche, ella esta vestida con una delgada y confortable
bata blanca. Frances está mirándose en el espejo de
su tocador, termina de alistarse para realizar una pe-
queña ceremonia que ha estado diseñando hace algún
tiempo, la cual, por instinto, desea realizar hoy. Des-
pués de terminar de decorarse el rostro con sal negra3
y con pasta de achiote y agua, se coloca en el índice iz-
quierdo un anillo de acero, y se ajusta alrededor de su
cuello un colgante de plata con una turmalina pulida,
sujeta a la cadena con una pita de algodón.
En la sala contigua (la sala de estar), ya tiene pre-
parado todo lo necesario para comenzar con lo que ella
denominó en su cuaderno de apuntes un “ritual de au-
toexploración asertiva”. En la cabaña siempre hay alma-
cenada leña para cocinar o para la chimenea, de la cual
Frances coge unos cuantos maderos. Pero también apro-
vechó que es la época seca y por la tarde salió por los al-
rededores para buscar algunas ramas delgadas y un poco
de yesca, a manera de revivir sus expediciones juveniles.

3 Sal en grano molida con cenizas varias.

51
Tiene amontonada la leña y la yesca al lado de
una hornilla de barro portátil que esculpió su abuela,
hace muchos años, a modo de no olvidar su herencia
guaraní. Esta hornilla está al frente de una mesa me-
diana que Frances dispuso, contra la pared, a manera
de altar; cubrió la mesa con una tela tejida con motivos
autóctonos, sobre la tela se encuentran dos jarras de
vidrio y una botella azul llenas de agua, una puntilla
de mango negro, un plato con dos cebollines y dos ti-
ras delgadas de cascara de limón, un cuenco con arroz
crudo tailandés que pudo robar de su trabajo, y nueve
velas, todas blancas, pues decidió no complicarse la
vida escogiendo colores determinados. Aparte de los
alimentos, estas velas rodean a dos reliquias hereda-
das de su abuelo, dos libros, los cuales él también reci-
bió de sus antecesores, son una Biblia del Oso, ya casi
en estado de fósil con cada hoja conservada dentro de
un sobre especial, y un ejemplar del Popol Vuh, de edi-
torial Losada, editado y traducido al español en 1973,
re costurado y con la tapa forrada con nylon. En medio
de los libros, se encuentra la estatuilla de una araña.
Colgado en la pared, alineada con la mesa, está
un óleo pintado por su madre. Muestra a San Miguel,
claramente andrógeno, pisando un ser oscuro, que por
el efecto de la luz del dibujo pareciera ser la misma
sombra del Arcángel.

52
Luego de contemplar todo nuevamente, Fran-
ces se arrodilla frente a la hornilla. Acomoda la leña
dentro de la base y con ayuda de algo de alcohol pren-
de el fuego; la yesca se consume demasiado rápido,
así que impregna con más alcohol las ramas peque-
ñas. Cuando el fuego ya es estable lo deja alimentán-
dose solo. De la cocina trae una antigua olla de acero
con triple fondo, en la cual vierte el arroz del cuenco,
y lo lava, usando la mitad del agua de cada jarra, du-
rante cuatro tiempos. Remueve con sus dedos y fro-
ta suavemente el arroz mientras el agua se tiñe de
blanco por el almidón. Caótica como es ella, Frances
nunca tienen exactamente todo bien planeado, y en
ese momento improvisa al ver las macetas que ador-
nan la habitación y decide echarles el agua de cada
lavado. Una vez limpio el arroz, se dirige nuevamente
al altar, destapa la botella de vidrio azul y vierte el
agua en la olla. Mide la cantidad de agua con la altura
de su mano; con la palma extendida sobre el arroz,
deja el agua a una altura que cubre sus nudillos. Ahí
echa la cascara de limón y las colas del cebollín, las
cuales pica ese instante con la puntilla, apoyando las
hojas en su pulgar izquierdo (eso es algo tan antiguo
¿dónde aprendió ella eso?). Deja la puntilla en el al-
tar, arroja las cabezas de cebollín al fuego, tapa la olla
y del bolsillo de su bata saca una baraja de tarot, le

53
da una barajeada y escoge una carta al azar, el dos
de copas. Pone la carta bajo la estatuilla de la araña,
guarda nuevamente el resto de la baraja en su bolsi-
llo y luego pone la olla en la hornilla.
Mentalizada y lista para seguir con el procedi-
miento, se sienta en un cojín rojo, posando su… tengo
que decirlo, hermosísimo trasero… y toma pose de me-
ditación. Teniendo presente frente a ella el fuego, bai-
lando; el agua, que hinchará las semillas; el aire, que
aliará fuego y agua; y la tierra, que lo sostiene todo,
Frances Grace cierra los ojos y comienza a meditar. En
segundos, la suave corriente de un riachuelo comienza
a quisquillar en sus oídos, mientras un frescor propio
del alba del otoño recorre suavemente su espalda, ver-
tebra por vertebra, al tiempo que su respiración serena
cosquillea la comisura de sus labios, enfriándolos, ca-
lentándolos. En su corona, un halo de energía se abre
paso. Rodea su cabeza, y desciende lentamente por
todo su cuerpo; le hace vibrar la sutil energía de la osci-
lación de las células en transmisión con la psique. Den-
tro sus parpados, ve el calor naranja del fuego danzan-
do en forma de colas de salamandras y serpientes; la
energía del fuego y la del halo se funden como una sola
energía la cual explota con destellos fuertísimos, como
si se trataran de pequeñas supernovas ubicadas en sus
manos, luego en su vulva, después en su estómago, en

54
su corazón y en su cráneo. Los vórtices de energía, al
estallar, hacen que de la columna vertebral de Fran-
ces despierten dos cobras danzantes, que se elevan
hacia el oscuro cielo atravesándola. Ese momento le
desaparece el tiempo y la materia a su alrededor. Ella
se siente navegando en un espacio negro, rodeada de
pulsares y galaxias que giran como los vórtices de su
cuerpo; líneas energéticas de todos colores se enredan
con sus cabellos, magnetizándolos y elevándolos como
si fueran la viperina cabellera de Medusa. Recorre la
infinidad del cosmos, cada vez más profundo, cada
vez más dentro ella, hasta un momento que todo se
detiene y se topa frente a una sombra purpurea, cuya
oscuridad resalta del resto de la oscuridad en la que
se encuentra. La sombra, una silueta masculina, tiene
formas rectilíneas a lo largo de toda su superficie, y al
percatarse de la presencia de Frances, se acerca poco a
poco a nuestra heroína.
En los oídos de Frances comienza un concierto
de tambores, palos de agua, diyeridús, maracas, güiros,
jadeos y palmadas, y hace que la sombra comience a
danzar. La silueta baila estirando sus brazos al cielo,
girando en espirales, saltando y estirando los muslos
al aterrizar. Luego planta sus rodillas al suelo y, como
rezando, levantaba su cuerpo guiado por las palmas
juntas, tensando el abdomen menea sus caderas. Cuan-

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do el ritmo de la música acelera, el da un salto hacia la
presencia de Frances, quien al fin logra ver más allá
de la sombra. Es un hombre de un cuerpo hermoso,
de un bronce dorado y de líneas dibujadas entre cada
musculo, totalmente desnudo; pero sus pantorrillas,
sus rodillas, sus muslos, sus glúteos, sus lumbares, sus
omoplatos, su estómago, sus pectorales, sus brazos y
sus antebrazos, al igual que su rostro, los lleva cubier-
tos con placas de espejos, cortados para ajustarse a su
anatomía, bien ajustados a su piel con telas cubiertas
de lentejuelas plateadas. Ella solo puede observar la
piel de sus pies, de sus manos, de su cuello, de las inter-
secciones entre los espejos y de la fuerte erección que
blande por entre los espejos del vientre y los muslos.
Como jactándose de esta con cada movimiento realiza-
do, el erótico bailarín danza como si fuera un ave del
paraíso cortejando a su pareja.
La conexión con la psique de Frances es tan
limpia, que al instante en de pasarle por la mente los
pensamientos de “reflejo” y de “ave”, el hombre llevó
sus manos a la espalda, y como si fuera un ilusionista,
sacó dos abanicos, uno verde esmeralda y otro calipso
eléctrico, con los cuales ahora complementa perfecta-
mente su danza. Frances tiembla, pero no de miedo,
sino de incertidumbre y de excitación. Siente como las
cobras de su espalda multiplican los vórtices, ahora de

56
colores, y se magnifican cubriendo de energía todo su
cuerpo. El calor la inunda y siente que la energía de su
vientre desanuda la cinta de su bata, la cual al verse
libre se escurre por su piel como si estuviera viva, de-
jándola desnuda frente al bailarín. Al apreciar esto, él
se le acerca y se le arrodilla, apoyándose no más que
en los dedos flexionados de sus pies agita sus muñe-
cas evocando aún más energía con el vibrar de los
abanicos. Excitadísima e inundada de calor, Frances
siente, sin que la penetren y sin cambiar de posición,
como el cuerpo del bailarín la inunda de una energía
refrescante y amable, sin llegar a tocarse. Sin embar-
go, la sensación de tener el pene de esta proyección
acariciando el sitio predilecto de su anatomía hace que
Frances tenga fuertes orgasmos y explosiones senso-
riales en cada poro de su cuerpo. Alegría, nostalgia,
dolor, euforia, lujuria, tristeza, todo se mezcla con los
orgasmos que siente en su boca, en su cuello, en sus
senos, en su cabello, en sus genitales, en sus órganos
internos, en las yemas de todos sus dedos. Entonces,
con una fuerza mental sobrehumana, en medio de su
delirio, pudo concentrarse en la imagen del bailarín.
Descubrió como ella estaba haciendo el amor con mi-
les de reflejos suyos. Vio la fuerte erección del hombre,
y a su alrededor los incontables rostros comenzaron a
cambiar de color de piel, de ojos y de cabello; cientos

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de mujeres conformaban ahora a Frances Grace, todas
como una sola encontrando y dando placer dentro en
sí mismas; representadas en ese ente masculino, pro-
yectado desde ella misma. Sintió una decodificación
informática destructiva en su espíritu y los orgasmos
fueron cesando poco a poco, sin perder la dulzura. El
bailarín se levantó, y mientras la música disminuía el
cuerpo del hombre se volvió sombra de nuevo, y se fue
mezclando de nuevo en la oscuridad. Cuando todo es-
tuvo negro y en calma, Frances sintió que podía abrir
los ojos de nuevo, despacio.
Le tomo largos segundos volver de ese trance
tan profundo. Cuando lo hizo, se percató del vapor
blanco escapando entre la tapa y la olla, y escuchó el
característico sonido del arroz cocido cuando se está
quedando sin agua. Doblando los bordes de las man-
gas de su bata, que la tenía puesta, retiró la olla del
fuego y se fue hacia la cocina a buscar un plato hondo,
una fuente mediana de barro, una espátula de madera
para arroz y un par de palillos. En el bol y en el plato
sirvió el arroz perfecto; aglutinado, pero con los granos
sueltos y enteros, de un blanco brillante y un aroma
fresco gracias al limón. Dejó la olla tapada cerca de la
hornilla, hizo una reverencia nada petulante hacia su
altar y se retiró al frontis de la casa, para disfrutar de
la tibia humedad de la noche. Decidió dejar el bol cerca

58
de unos árboles donde no llegaba la luz de la entrada
y ella se sentó relajadamente en las gradas del pórtico,
agradeció hacia su interior cerrando los ojos y, aun ex-
tasiada, comenzó a disfrutar de su cena, con tanto pla-
cer como si se tratara de un postre. Un delicioso plato
de caliente arroz Jazmín. Dejó todo para limpiar al día
siguiente y ahora se encuentra en su alcoba. Antes de
recostarse, recorre la cortina de su ventana para ob-
servar el bol dejó minutos antes. Con alegría observa
la silueta de un animal que huele el arroz, para luego
darle unas bocanadas.
Las cigarras y los grillos cantaron durante toda
la noche y la madrugada, durante la cual Frances Gra-
ce durmió como cuando era una pequeña niña, en su
lugar favorito.

59
10.

Ustedes, amigos y amigas, talvez aún piensan que con


el pasar del tiempo llegará la milagrosa respuesta que
abrirá los ojos a todos, y de la noche a la mañana y por
arte de magia el cordero pastará tranquilo al lado del
león. Eso no ocurrió en este lugar. Muchos creyentes
de la ascensión humana se vieron colapsados de de-
cepción y frustración al ver como la tierra, al estar al
borde del colapso, en su último respiro, utilizó la carta
más oscura escondida bajo su manga. Pero ahora todo
está “bien”, los ecosistemas se salvaron y las socieda-
des están como siempre. Hay un nuevo orden inician-
do su época dorada.
Expansión, boom, recesión, depresión. Crecien-
te, luna llena, menguante, luna nueva. Son pocos aun,
en la nuestra y en esta otra realidad, quienes solo con
dar una ojeada a su alrededor comprenden y viven la
fluctuación. Después de tanto por lo que ha pasado la
humanidad, ahora encontrarla en este punto, para mí,
ha sido una revelación muy fuerte, casi equivalente a
la experimentada por Frances esa noche en su cabaña
del pantano.
Pese a mi juventud (la cual se delata en mis im-
precisiones) siento mis años divididos en etapas equi-
valentes a milenios. Años de hostilidad y aguerrida

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competitividad en contra de dioses y en contra de la
muerte. Y luego, años de pacificación y reconocimien-
to de dioses interiores, divinidades naturales, y obse-
sión de entrar en comunión con el purificador final.
¿Cómo juzgar entonces a los científicos, de un poderío
racional inmenso, pero de poco talento emocional, por
haber luchado contra la muerte durante siglos? ¿Ar-
gumentando su responsabilidad en la superpoblación
al planeta? Y si, lo superpoblamos de mucha gente de
mierda, pero… y qué hay de nuestras hermosas her-
manas y hermanos que han llegado a acompañarnos
en este mundo, gracias a que les salvaron su vida con
una cesárea, por ejemplo. ¿Acaso no estamos agradeci-
dos por ello?
En días como los de hoy, cuando la soledad me
rodea y me permite, a través de los ecos del tiempo,
conectarme con personas como Frances Grace, puedo
saborear estas útiles dudas. Frances y yo, ambos huma-
nos ensimismados en los pensamientos, solos por los
caminos que transitamos debido a decisiones pasadas.
Claro, por la forma que tenemos de ver las cosas, nunca
estamos solos, siempre estamos rodeadas de muy buena
compañía. Ella conoce a los entes interiores y exteriores
que siempre la acompañan, y con los cuales se lleva tan
bien, en mi caso aún es algo conflictivo sí ¿Pues acaso
sentir esto sirve de algo al momento de relacionarse en

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sociedad? Todos esos entes son una sola persona al final
de cuentas, una persona sola.
Y, sobre las reflexiones post-revelación, o sobre
los detalles subjetivos que experimentó Frances Grace
luego de aquella noche, pienso que tratar de escribir
a rajatabla acerca de ellos sería un error de mierda.
¿Cómo podríamos nosotros siquiera intentar entender,
con nuestro raciocinio industrial, como se siente una
bruja angelical en transición, como Frances Grace, des-
pués de una experiencia como la de esa noche?
¿Cómo nos sentiríamos nosotros? ¿Qué haría-
mos luego? Como después de cualquier viaje maravi-
lloso, obviamente no seriamos los mismos de nuevo,
pero ¿qué hay más allá de nosotros? ¿Cambiaría la
vibración que emitimos? ¿En qué formas dejaríamos
a nuestros presuntuosos egos deformar la hermosa sa-
biduría de pronto adquirida?
Hay mucho en que pensar ¿verdad? Mucho
por conocernos.
Admiro en demasía esta diferencia entre Fran-
ces y las personas como yo: al parecer, ella no se hace
tantas preguntas. Ella solo siente, actúa, reflexiona al
tomar notas y mantiene silencio hacia los demás res-
pecto a estos temas. Solo espera el devenir.
Entonces pasa el tiempo como es de costumbre,
y como es costumbre, pasa el tiempo. Con paciencia y

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serenidad, Frances Grace consiguió sintetizar la infor-
mación del hermoso trabajo individual que realizó la,
ahora, algo lejana noche en los pantanos. Y con deter-
minada emoción, sonriente para sus adentros, tomó
una decisión muy característica del linaje al que ella
pertenece. Invertirá buena parte de sus ahorros en un
hermoso tatuaje conmemorativo.
Expresó bien su idea al tatuador recomendado,
un pequeño y delgado hombre con la fisionomía de un
duende, quien trabaja en su estudio privado en el sóta-
no de una cafetería-herbolaria propiedad de su esposa.
Llegó la fecha concertada, y en menos de siete horas el
tatuaje estuvo listo. Frances pidió que se realice en una
sola sesión, y ahora, al verse de espaldas al espejo, aprecia
como en su piel, a lo largo de su espina dorsal y cubriendo
parte de sus omoplatos, luce la imagen de dos serpientes
emplumadas enroscándose hacia el cielo. Una con tonos
rojos, naranjas, amarillos y verdes, y la otra con tonos
azules, verdes, negros y violetas. Simulan ser cadenas de
genoma humano. Después de cubrir el tatuaje con una
mezcla verdosa de vaselina, cera de abeja y tintura de ro-
mero elaborada por la esposa del tatuador, lo parcharon
con celulosa de cáñamo. Frances Grace se despide de am-
bos dándoles la mano, e intercambian tarjetas a manera
de proyectar algo juntos. El tatuador se llama Cristhian
Cárdenas y la barista-herbolaria Mayte Lis Espinoza.

63
Anochece en la ciudad del futuro, el cielo está
despejado y la luna brilla en el cielo, a punto de entrar
en su fase oscura. Frances, adormecida por haber es-
tado tantas horas echada, decidió ir caminando para
despertar sus músculos, aprovechando que no vive tan
lejos del estudio. En medio camino un perro callejero
no muy grande, por instinto, decide acompañarla.
Son experiencias tan fantásticas, inimaginables
para algunos, por las que pasan este tipo de personas.
De toda esta historia, me quedo con esta imagen graba-
da, el encuadre de la toma es perfecto para la escena
final de una película. Una joven caminando despacio,
levemente adolorida, acompañada de un perro, rodea-
da de una bulliciosa y brillante ciudad, tan luminosa
que solo permite a la luna vislumbrarse en el cielo.
Vaya experiencia tuve el privilegio de admirar,
en épocas tan conflictivas para alguien acostumbrado
a las comodidades del ahora. A Frances Grace no la hu-
biera llegado a (re)conocer de no haber seguido las pis-
tas que algún ente mensajero va dejándome por ahí,
pistas que me llevaron a convertir mi día a día en un
vasto y largo sueño lúcido. Pero esa es una historia aún
no concluida, talvez en otra ocasión les hable de ello.

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Se terminó de imprimir
en talleres de Complot Diseño Impreso
en septiembre de 2022
en La Paz - Bolivia

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