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Libertad probatoria según la doctrina y el derecho comparado

La Doctrina de “el fruto del árbol envenenado”

La limitante a la libertad de prueba con respecto a los medios tiene estrecha relación con la
doctrina del fruto del árbol envenenado o venenoso, tiene su origen en los Estados Unidos de
Norteamérica, en donde recibe el nombre “fruit doctrine”. Específicamente se remonta a la
resolución de algunos casos, por ejemplo: el de Weeks contra Estados Unidos en donde la
Corte Suprema conformó la regla de exclusión de prueba obtenida ilícitamente. Esta regla
permite al acusado solicitar al tribunal que excluya el uso de las pruebas obtenidas con
violación de sus derechos si cree que se van a utilizar en su contra.

En dicho caso, a Weeks lo arrestaron sin orden judicial. Los agentes federales registraron su
vivienda, también sin orden judicial, y se llevaron documentos y cartas que luego se
utilizaron como pruebas durante el juicio, cuando lo condenaron, Weeks apeló el fallo por
ser resultado de una transgresión de sus derechos.

La Suprema Corte estuvo de acuerdo con el argumento de Weeks, en dicha sentencia, el Juez
William R. Day, explicó que la exclusión de esas pruebas era necesaria para desalentar
prácticas ilegales, por parte de los agentes ejecutores de la ley.

Otro caso importante para conformar esta doctrina es Silverthorne Lumber Co. Versus
United States, 251 US 385 del año 1920. En dicho caso, la Corte Suprema de Justicia
estadounidense decidió que el Estado no podía intimar a una persona a que entregara
documentación, cuya existencia había sido descubierta por la policía a través de allanamiento
ilegal.

Hay que tomar en cuenta que en Estados Unidos existen los antecedentes que sirven de
precedente para resolver un caso, de tal manera que en el año 1939 la misma Corte Suprema
de Justicia hizo uso nuevamente de esta medida denominándola por primera vez como fruto
del árbol venenoso, en el caso Nardone versus United States, 308 US 338 del año indicado.
En este caso, se resolvió que no solo debía excluirse como prueba en contra de un procesado,
grabaciones de sus conversaciones efectuadas sin orden judicial, sino igualmente, otras
evidencias a las que se había llegado aprovechando la información que surgía de tales
grabaciones ilícitas. De tal manera que la doctrina que se iba asentando indicaba que no podía
beneficiarse la Policía y por ende el encargado de la persecución penal de “información”
obtenida con violaciones a las garantías Constitucionales como son: a) en el primer caso, la
inviolabilidad de la vivienda a través de un allanamiento ilegal y b) en el segundo caso, el
derecho a su intimidad como es la intromisión y grabación de sus conversaciones.

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