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Prevención de la

Tortura
Módulo 3. Métodos De Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes

Introducción

De acuerdo a la información de Amnistía Internacional, en muchos países la tortura a


menudo se utiliza no sólo para infligir dolor a una víctima específica, sino también para
aterrorizar a otras personas –presuntos/as delincuentes, disidentes políticos o presuntas/os
enemigas/os– y disuadirlas de que emprendan acciones que el gobierno considera que
amenazan a sus intereses.

Esta organización menciona que la tortura es a menudo un atajo abusivo para extraer
"confesiones". La víctima, casi siempre o muy a menudo, firma lo que le pongan delante, con
tal de que acabe la tortura.

Por otra parte, la niñez también es víctima de tortura o maltrato, ya que según la
organización Child Rights International Network (2018), la UNICEF afirma que la tortura de
niños y niñas "ocurre en distintos contextos, entre otros: en allanamientos por parte de la
policía por ser percibidos como causantes de amenazas contra el orden público o la seguridad;
cuando los niños están encarcelados o ingresados en centros de detención; y cuando los
niños son percibidos como vinculados de cualquier forma a grupos subversivos, lo que incluye
ser hijo de militante". El estudio de la ONU sobre la violencia contra las niñas y los niños (UNVC,
2006, p. 175) observa en su informe que los niños y niñas en instituciones públicas de muchos
países están expuestas/os a violencia por parte del personal y otras/os encargadas/os de su
cuidado, incluyendo "tortura, palizas, aislamiento, atadura, violación, acoso y humillación”.

Diferencia entre tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o


Degradantes

¿Qué es la tortura?

De conformidad con el artículo 1.º de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o


Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, debe entenderse como…

Todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona


dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin
de obtener de ella o de un tercero información o una confesión,
de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que

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ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o
por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación.

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En otras palabras, la tortura:

Es todo acto que produzca dolor o sufrimiento deliberado.

Incluye todo método que busque anular la personalidad de la víctima o disminuir su


capacidad física o mental, incluso si no causa dolor físico o angustia psíquica.

Daña a la persona en su esfera física o mental y menoscaba la dignidad humana de la persona.

En ese sentido, diversos instrumentos internacionales consagran el derecho imprescriptible


a no ser torturada/o y expresan la prohibición de la tortura en todo tiempo y circunstancia.
Entre dichos instrumentos se encuentran el artículo 1.º de la Convención contra la Tortura
y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; artículos 7.º y 10.º del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos; artículo 5.º de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos; artículo 2.º de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar
la Tortura; así como el Protocolo de Estambul.

¿Qué son los tratos crueles e inhumanos?

Son actos que agreden o maltratan intencionalmente a una persona. Estas acciones
buscan castigar o quebrantar la resistencia física o emocional (artículo 5.º de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos; artículo 1.º de la Convención contra la Tortura y Otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; artículos 7.º y 10.º del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos; y artículo 5.º de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos).

¿Qué son los tratos degradantes?

Son actos que provocan miedo, ansia y sentimientos de inferioridad, con el fin de humillar,
degradar y romper la resistencia física y moral de la víctima (artículo 5.º de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos; artículo 1.º de la Convención contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; artículos 7.º y 10.º del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos; y artículo 5.º de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos).

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¿Qué diferencia hay entre la tortura y los tratos crueles, inhumanos y
degradantes?

De acuerdo con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso de Caesar vs.


Trinidad y Tobago (sentencia del 11 de marzo de 2005, párrafo 9), el criterio esencial para
diferenciar entre tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, es la
intensidad del sufrimiento.

Bajo esta premisa, la Corte Interamericana, en los casos Inés Fernández Ortega y otros vs. los
Estados Unidos Mexicanos y Valentín Rosendo vs. Estados Unidos Mexicanos (sentencia 30 de
agosto 2010, párrafo 30), ha entendido que se está frente a un acto de tortura cuando el
maltrato cumple con los siguientes requisitos:

Es intencional.

Causa severos sufrimientos Se comete con determinado


físicos o mentales. fin o propósito.

El uso discriminatorio de la violencia o el maltrato mental o físico es un factor importante


para determinar si un acto constituye tortura.

En razón de ello, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso de las hermanas


Gómez Paquiyauri (sentencia del 8 de julio 2004, párrafo 113), indica que la intensidad del
sufrimiento es relativa y requiere un análisis caso por caso, que debe contemplar todas las
circunstancias, incluyendo la duración del maltrato, las secuelas físicas, las psicológicas, el
sexo, la edad y el estado de salud de la víctima, entre otros factores.

¿Qué acciones se consideran como tortura?

Algunos ejemplos de tortura son los siguientes:

•Trabajos forzados. •Intentos de sofocaciones o asfixia.

•Obligar a una persona a mantener •Intentos de ahogamientos.


una posición por un largo tiempo.
•Mutilación.
•Retener a alguien en solitario
por un largo tiempo. •Colgamientos por periodos prolongados.

•Golpizas severas. •Abuso sexual y violación.

•Descargas eléctricas en el cuerpo.

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En torno a la tortura sexual, el Protocolo de Estambul, en su punto 215, indica
que…

[…] la tortura sexual empieza por la desnudez forzada, que en


muchos países es un factor constante de toda situación de tortura.
Nunca se es tan vulnerable como cuando uno se encuentra desnudo
y desvalido. La desnudez aumenta el terror psicológico de todo
aspecto de tortura, pues abre siempre la posibilidad de malos
tratos, violaciones o sodomía. Además, las amenazas, los malos
tratos verbales y las burlas sexuales forman parte de la tortura
sexual pues aumentan la humillación y sus aspectos degradantes,
todo lo cual forma parte del procedimiento. Para la mujer el que
la toquen forzadamente es traumático en todos los casos y se
considera como tortura.

De igual forma, se considera como tortura a todas las técnicas de interrogación diseñadas
para que una persona no tenga control de sus sentidos y no sepa dónde se encuentra; en
otras palabras, generar una privación sensorial y desorientación en la víctima. Estas técnicas
incluyen, entre otras, la privación de líquidos, alimentos y del sueño; es decir, no
proporcionar bebidas, comida e impedir que una persona duerma. También se considera
como tortura exponer a las personas a ruidos fuertes, introducir líquidos por la nariz,
mantenerlas encapuchadas y obligarlas a estar en posiciones físicas agotadoras.

¿La tortura es únicamente un dolor o sufrimiento físico?

No; la tortura puede ser un dolor o sufrimiento tanto físico como mental. Los tratos crueles e
inhumanos, así como la tortura psicológica, pueden incluir:

Aislamiento, que es mantener a una persona alejada del mundo exterior y sin saber dónde
se encuentra y cuánto tiempo ha pasado.

Incomunicación, que implica mantener a una persona alejada de otras y sin poder hablar
con sus familiares, amigas/os o abogada/o.

Amenazas sobre causar lesiones graves, por ejemplo, perder un brazo o una pierna;
las amenazas de muerte, entre otras.

Despliegue innecesario de armas; en otras palabras, que las autoridades muestren o tengan
a la vista cualquier tipo de armamento sin justificación.

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Considerando las definiciones anteriores, el maltrato se tipifica como tortura, siempre y cuando
lo realice una autoridad en su función; si lo realiza cualquier persona, no existe como tal la
tortura.

Como señala Lugo Garfias (2007):

[…] la tortura y los tratos crueles, inhumanos o degradantes son


diferentes, pero pueden estar relacionados o bien pueden
presentarse de forma individual. Son parte de una mala práctica por
negligencia en la investigación y persecución del delito, además de
la consideración de que, al tener el poder y la posibilidad de
lastimar a otro, que en ese momento no se puede defender, se
hace sobre todo si se trata del presunto responsable de un delito
olvidando cualquier limite y principio legal o consideración
humana, autonombrándose los agresores como jueces y ejecutores
de “los delincuentes”. La tortura tiene un fin específico y los malos
tratos no; estos son comprobables con un diagnóstico psicológico
que distinga el sufrimiento vivido; pueden darse en cualquier lugar
de detención y fuera de esa situación.

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Métodos de tortura

De acuerdo al Informe de la Comisión Nacional


sobre Prisión Política y Tortura (2004), las torturas
han sido un método de castigo a lo largo de
la historia, siendo paralelo con el progreso de
las diferentes civilizaciones. Obviamente,
siempre se ha necesitado corregir las
conductas no permitidas y es por ello que
aplicar los suplicios al cuerpo fue muy efectivo,
aunque muy discutible, puesto que, si en
realidad se pretendía sanear actitudes, no se
debería poner en riesgo la vida.

Por otro lado, Michel Foucault (2002), en su libro


Vigilar y castigar, refiere que en la Edad Media
la autoridad religiosa era la misma que
estaba facultada para castigar en el régimen
punitivo. Fuera de las malas acciones, los
pecados también eran severamente juzgados.
Así, las mujeres que se dedicaban a la
prostitución o que cometían adulterio eran
sometidas a correctivos severos; por ejemplo,
introduciendo en sus genitales una
herramienta en forma de pera; estando allí,
se activaba su mecanismo expandiéndose
Engirn Akyurt. (2008). Tortura [fotografía].
gradualmente, provocando una hemorragia a
Tomada de https://bit.ly/2JeUY1i consecuencia de múltiples laceraciones en el
cuello uterino.

De acuerdo con Foucault (2003), la tecnología de aquellos años se encaminaba a hacer de los
castigos algo más apabullante y doloroso, mecanizando el tormento y el terror. Se
crearon máquinas como las siguientes:

La doncella de hierro, que en resumidas cuentas era un sarcófago con afiladas púas en su interior.

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El potro, el cual constaba de una mesa larga con ejes para halar los brazos y piernas de los hombres
y las mujeres, ejerciendo fuerza en sentido contrario para lograr desarticular las extremidades.

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Otro ejemplo destacable de dichas torturas surgió en 1757, con el caso de Damiens, que fue
condenado por regicidio y parricidio. En pocas palabras, se desmembró músculo por músculo y
tendón por tendón, lo cual causó su muerte; posteriormente sus restos fueron incinerados.

A raíz de estos hechos (Foucault, 2003), se hizo una reforma a los métodos de castigo,
desapareciendo los suplicios. Todo ello concedido por un pensamiento de humanización de
las penas. En otras palabras, el castigo dejó de ser un espectáculo punitivo que buscaba
intimidar seriamente a la población, quedando atrás su perspectiva casi teatral y dio paso
a que lo penitenciario se hiciera lícito y humanizado. A razón de esto, las prácticas punitivas
se hicieron púdicas, dejando a un lado el castigo corporal y procediendo a la restricción de
voluntades y derechos; en algunos casos, quitar la vida sin producir dolor. Fue entonces
cuando se creó la guillotina.

Ahora bien, junto con la forma de castigar, también se ha modificado profundamente el


objeto a castigar. Para tal efecto, se ha implementado una serie de estudios para dar
luz a lo concerniente a la veracidad de la pena. En tal punto, el juez está facultado para
aplicar infracciones utilizando todo un conjunto de juicios apreciativos, diagnósticos y
pronósticos normativos referentes al individuo. Por ende, por primera vez en la historia la
demencia fue un factor implícito en la ejecución del hecho imputable. Anteriormente esta
condición mental era una causal de exclusión de la pena; sin embargo, pasó a considerarse
más como un correctivo que como un suplicio. Luego, se dio una evolución en el sistema
penitenciario, gracias a nuevos planteamientos como considerar el castigo como una función
social compleja, adoptar en cuanto a los castigos la perspectiva de la táctica política, situar la
tecnología del poder en el principio tanto de la humanización de la penalidad como del
conocimiento del hombre (Foucault, 2002).

Para Iacopino y cols. (2004), tras considerar detenidamente los parámetros fijados por
las convenciones internacionales sobre la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, indican los que se enuncian a continuación. Cabe mencionar que
estos se ajustan a la definición operativa de la tortura adoptada por el MNPT. Es importante
advertir, aunque cada uno de los métodos se describe de manera independiente, que es un
hecho que las formas de tortura se pueden aplicar de manera sucesiva o simultánea sobre la
víctima. No se debe ocultar el hecho de que las formas de tortura aquí definidas podían
aplicarse de manera sucesiva o simultánea sobre la misma víctima.

Actualmente, y en acuerdo con Iacopino (2004), se debe considerar que no puede existir
una distinción entre métodos de tortura física y psicológica, debido a que ambas se
conjugan en determinados casos, es decir, la tortura sexual casi siempre causa síntomas
físicos y también psicológicos, incluso cuando no se ha producido una agresión física.

La lista que a continuación se presenta describe métodos de tortura, mostrando algunas de


las categorías de posible maltrato:

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Métodos de tortura

Traumatismos causados por golpes, como puñetazos, patadas, latigazos, golpes con
alambres, porras o caídas.

Tortura por posición, como suspensión, estiramiento de los miembros, limitación prolongada
de movimientos y posturas forzadas.

Quemaduras con instrumentos calientes, líquidos hirviendo o sustancias cáusticas.

Choques eléctricos: usando una parrilla y un regulador de voltaje, cables pelados en tetillas o
cualquier parte del cuerpo, pistola aturdidora, taser, varilla del ganado.

Asfixia, con métodos húmedos o secos, ahogamiento, sofocación, estrangulamiento o uso de


sustancias químicas.

Lesiones por aplastamiento, como aplastamiento de los dedos o utilización de un rodillo


pesado para lesionar los muslos o la espalda.

Lesiones penetrantes, como puñaladas o heridas de bala, introducción de alambres bajo las
uñas.

Exposiciones químicas a la sal, pimienta picante, gasolina, etc. (en heridas o en cavidades
orgánicas).

Violencia sexual sobre los genitales, vejaciones, introducción de instrumentos, violación.

Lesiones por aplastamiento o amputación traumática de dedos y miembros.

Amputación médica de dedos o miembros, extracción quirúrgica de órganos.

Tortura farmacológica con dosis tóxicas de sedantes, neurolépticos, paralizantes, etc.

Condiciones de detención, como celdas pequeñas o atestadas, confinamiento en solitario,


condiciones antihigiénicas, falta de instalaciones sanitarias, administración irregular de
alimentos, agua o de alimentos y agua contaminados, exposición a temperaturas extremas,
negación de toda intimidad y desnudez forzada.

Privación de la estimulación sensorial normal, como sonidos, luz, sentido del tiempo,
aislamiento, manipulación de la luz de la celda, desatención de necesidades fisiológicas,
restricción del sueño, alimentos, agua, instalaciones sanitarias, baño, actividades motrices,
atención médica, contactos sociales, aislamiento en la prisión, pérdida de contacto con el
mundo exterior (con frecuencia se mantiene a las víctimas en aislamiento para evitar toda
formación de vínculos o identificación mutua, y fomentar una vinculación traumática con el
torturador).

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Humillaciones, como abuso verbal, realización de actos humillantes.

Amenazas de muerte, daños a la familia, prisión, ejecuciones simuladas y nuevas torturas o


variantes sin registro conocido.

Amenazas de ataques por animales, como perros, gatos, ratas o animales venenosos.

Técnicas psicológicas para quebrar al individuo, incluidas traiciones forzadas, agudización de


la sensación de desvalimiento, exposición a situaciones ambiguas o mensajes contradictorios.

Violación de tabúes (es un tipo de violencia que se manifiesta por medio de la agresión
hacia la cultura, los espacios sagrados, creencias y las normas de conducta de un grupo
cultural específico).

Forzamiento de la conducta, inducción forzada a dañar a otras personas mediante tortura o


cualquier otro maltrato, inducción forzada a destruir propiedades, inducción forzada a
traicionar a otra persona exponiéndola a riesgos.

Inducción forzada de la víctima a presenciar torturas u otras atrocidades que se


estén cometiendo con otros/as.

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Secuelas psicológicas de la tortura

Debido al gran número de técnicas empleadas, no cabe suponer que todas las formas de
tortura dan el mismo resultado. Por ejemplo, Iacopino y cols. (2004) indican que las
consecuencias psicológicas de una ejecución simulada no son las mismas que las de una
agresión sexual, y el confinamiento en solitario y en aislamiento no va a producir los mismos
efectos que los actos físicos de tortura. Del mismo modo, no puede suponerse que los
efectos de la detención y la tortura van a ser iguales en un/a adulto/a que en un niño o una
niña. De todas formas, existen conjuntos de síntomas y reacciones psicológicas que se han
podido observar y documentar con bastante regularidad en los supervivientes de la tortura.

Las/os autoras/es de la tortura tratan con frecuencia de justificar sus actos de tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, por la necesidad de obtener información.
Esa racionalización viene a enmascarar cuál es el objetivo de la tortura y sus consecuencias
deseadas. Uno de los objetivos fundamentales de la tortura es reducir a la persona a una
situación de desvalimiento y angustia extremos que puede producir un deterioro de las
funciones cognitivas, emocionales y conductuales. Así, por ejemplo, la tortura constituye un
ataque a los modos fundamentales de funcionamiento psicológico y social de la persona. En
esas circunstancias, la torturadora o el torturador:

Tratan no sólo de incapacitar a la víctima físicamente, sino también de desintegrar su


personalidad.

Aspiran a destruir la sensación de arraigo de la víctima en una familia y una sociedad


como ser humano con sus sueños, esperanzas y aspiraciones.

Al deshumanizar y quebrar la voluntad de sus víctimas, sientan precedentes aterrorizadores


para todos/as aquellos/as que después se pongan en contacto con la víctima.

2
De esta forma, la tortura puede quebrar o dañar la voluntad y la coherencia de
comunidades enteras. Además, la tortura puede infligir daños profundos a las relaciones
íntimas entre cónyuges, padres/madres e hijos/as y otros miembros de la familia, así como a las
relaciones entre las víctimas y sus comunidades.

Es importante darse cuenta de que no todos/as los/as que han sido torturados/as llegan
a padecer una enfermedad mental diagnosticable, pero muchas víctimas experimentan
profundas reacciones emocionales y síntomas psicológicos. Los principales trastornos
psiquiátricos asociados a la tortura son el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la
depresión profunda. Si bien estos trastornos se dan también en la población general, su
prevalencia es mucho más elevada entre las poblaciones traumatizadas.

Las repercusiones culturales, sociales y políticas singulares que la tortura tiene para cada
persona influyen en su capacidad para describirla y hablar de ella. Estos son factores
importantes que contribuyen al impacto psicológico y social de la tortura y que deben
tomarse en consideración cuando se proceda a evaluar el caso de una persona procedente
de otro medio cultural. La investigación transcultural revela que los métodos
fenomenológicos o descriptivos son los más indicados para tratar de evaluar los
trastornos psicológicos o psiquiátricos. Lo que se considera comportamiento perturbado
patológico en una cultura puede no ser considerado patológico en otra. En estos últimos
años se ha aplicado el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático a una diversidad
cada vez mayor de personas que padecen las consecuencias de muy variados tipos de violencia
(Iacopino, 2004).

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Degradantes

El Protocolo de Estambul como herramienta científica para documentación


de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes

Tomado del Informe de la Comisión Nacional de Chile, 2004 y del Manual de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos en México, 2007.

El Protocolo de Estambul indica que la tortura suscita profunda inquietud en la


comunidad mundial. Su objetivo consiste en destruir deliberadamente no sólo el
bienestar físico y emocional de la persona, sino también, en ciertos casos, la dignidad
y la voluntad de comunidades enteras. Es algo que concierne a todos los miembros de
la familia humana porque ataca a la misma base de nuestra existencia y de nuestras
esperanzas de un futuro mejor (s. a., 2000, p. 1).

Aunque la normativa internacional de los derechos humanos y el derecho internacional


humanitario prohíben sistemáticamente la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes en cualquier circunstancia, estos actos se practican en más de la mitad de los países
del mundo; la notable discordancia que existe entre su prohibición absoluta y su prevalencia,
demuestra la necesidad de que los Estados identifiquen y pongan en práctica medidas
eficaces para evitarlos. El protocolo evidencia pruebas sobre la realización de tales actos, de
manera que se pueda exigir a las/os torturadoras/es que den cuenta de los mismos y permitir
que se haga justicia.

Los métodos de documentación que figuran en dicho manual son también aplicables en
otros contextos; por ejemplo, las investigaciones y la vigilancia de los derechos humanos,
las evaluaciones para conceder asilo político, la defensa de las personas que “han confesado”
delitos durante la tortura y la evaluación de las necesidades de atención de las víctimas de la
tortura. Respecto de los casos de profesionales de la salud que han sido obligadas/os a
descuidar, interpretar incorrectamente o falsificar las pruebas de tortura, se ofrece además
un punto de referencia internacional, tanto para las/os profesionales de la salud, como para
los/as encargados/ as de hacer justicia (Manual de la Comisión Nacional de Derechos Humanos
en México, 2007).

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Julio A. Ceballos (2015) indica lo siguiente:

[…] el Protocolo de Estambul es una guía que contiene las líneas básicas con
estándares internacionales en derechos humanos para la valoración médica y
psicológica de una persona que se presuma o haya sido víctima de tortura o
algún mal trato. Fue elaborado por más de 75 expertos representando a más de
40 organizaciones de 15 países. Este fue presentado al Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos el 9 de agosto de 1999 y fue
adoptado en el año 2000. Establece evidencia independiente válida que puede
ser utilizada en tribunales en casos de supuestos torturadores. Desde esa fecha el
Protocolo de Estambul se ha convertido en un instrumento crucial en el
esfuerzo global para terminar con la impunidad de los responsables. Junto a
otras organizaciones, ya que, la Asociación Médica Mundial participó de manera
activa en el proceso de preparación. Se debe de considerar que las directrices
que contiene este manual no se presentan como un protocolo fijo. Más bien
representan unas normas mínimas basadas en los principios y deben
utilizarse teniendo en cuenta los recursos disponibles.

En nuestro país, la Procuraduría General de la República (2005) elaboró una adecuación para la
implementación del Protocolo de Estambul en el sistema de procuración de justicia federal y
en el ámbito nacional, con el fin de reforzar la actuación de las autoridades en el combate a
la tortura, teniendo como objetivo fundamental mejorar el desempeño profesional de sus
peritos, para el efecto de que su actuación sea con apego a la Ley, por lo que con base en los
lineamientos nacionales e internacionales se crea el nuevo modelo de procuración de justicia,
en el cual se contempla la documentación efectiva de la evidencia médica y psicológica en
casos de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

Por lo anterior, y sustentados en las máximas jurídicas de protección de los


derechos fundamentales, se emitió el Acuerdo A/057/2003, por el que se vuelve obligatoria la
aplicación del Dictamen Médico/Psicológico Especializado para Casos de Posible Tortura
y/o Maltrato, como parte de los procedimientos para la investigación, preservación de las
pruebas, exámenes médicos, desarrollo de entrevistas y evaluación de pruebas en los casos
en que se presuma tortura; además, este dictamen cuenta con los protocolos necesarios para
detectar lesiones y/o posibles indicios de tortura o malos tratos, para determinar el estado
clínico integral de salud de las personas, que se ubiquen en esos supuestos. Actualmente ha
sido sustituido con el acuerdo A/085/2015, con el objetivo de instruir a los agentes del
Ministerio Público de la Federación, peritos médicos, psicólogos/as y demás personal de la
Procuraduría General de la República, en el ámbito de su competencia, respecto de las
diligencias mínimas que deben llevar a cabo ante la probable comisión del delito de tortura, así
como establecer las directrices que rigen la aplicación del Dictamen Médico/Psicológico
Especializado para Casos de Posible Tortura.

El Protocolo de Estambul jurídicamente no es ningún documento vinculatorio; solamente se


trata de una guía médica para documentar la tortura física, psicológica y otros tratos
degradantes. México fue el primer país en el mundo en llevar a cabo el proceso de
contextualización del
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Protocolo de Estambul, mediante su adopción desde agosto de 2003, a través de los
acuerdos antes mencionados, volviendo obligatoria la aplicación del Dictamen
Médico/Psicológico en las investigaciones federales a cargo de la Procuraduría General de la
República.

El objetivo general del Dictamen Médico/Psicológico Especializado para Casos de Posible


Tortura y/o Maltrato es proporcionar las herramientas necesarias para que mediante un proceso
formativo continuo, cimentado en nociones elementales de derechos humanos en el ámbito
nacional e internacional, para el personal sustantivo, así como administrativo de las
Procuradurías Generales de Justicia de que se trate, se tengan las herramientas necesarias,
conocimientos especializados en la prevención, sanción y erradicación de la tortura, así como
también en la implementación de los mecanismos prácticos actuales para la detección de
esta práctica, dentro del marco del derecho internacional de los derechos humanos, con la
finalidad de erradicarla.

Con respecto a esta situación, Martínez Rodarte, en 2016, destacó que “el nuevo Sistema Penal
Acusatorio será una oportunidad para identificar la práctica de la tortura, puntualizando que
el Estado mexicano debe de permitir la participación de peritos internacionales en estos casos,
reconociendo el papel de la Comisión Nacional de Derechos Humanos al utilizar el Protocolo
de Estambul como un elemento sólido en sus recomendaciones”; por su parte, José
Quiroga, vicepresidente del Consejo Internacional de Rehabilitación de Víctimas de Tortura, en
el mismo año indicó en el panel Procedimientos Aplicables a la Investigación, que el primer
entrenamiento en el mundo del Protocolo de Estambul se llevó a cabo en la Ciudad de
México, en el 2000, fortaleciendo así las bases para su aplicación (CNDH, comunicado de
prensa, 2016).

En el curso de los dos últimos decenios se ha aprendido mucho sobre la tortura y sus
consecuencias, pero antes del manual no se contaba con directrices internacionales para su
documentación, por lo cual, el Manual para la investigación y documentación eficaces de la
tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (Protocolo de Estambul)
constituye las directrices internacionales para examinar a las personas que aleguen haber
sufrido tortura y malos tratos, para investigar los casos de presunta tortura y para comunicar
los resultados obtenidos a los órganos judiciales y otros órganos investigadores.

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