se encuentra a la deriva con ojos obsoletos, cansado de dolores y burlas sin razón. Sin embargo, no protesta los duelos y rechazos, mentiras venenosas, regalos de otros brazos al cual le entregas todo, todito el corazón.
En medio de las olas perdido y sin consuelo
pues digo tristemente: —que sea testigo el cielo de tanto sufrimiento que agotan mi sentir. A pesar de ir tan solo remando mar adentro consigo recordarte (te busco y no te encuentro) ¡qué triste viaja mi alma!, ¡qué grande es mi sufrir!
En cambio, manifiesto la angustia por mis venas
y al lánguido desvelo de noches con verbenas los sueños me preguntan: —¿por qué un amor así? Con llantos en los ojos y sin decir tu nombre inclino la cabeza sabiendo que otro hombre se adueña de los besos que tanto te pedí.
Y sé que aún con otro confundes lo que sientes,
nos marca la distancia caminos diferentes, me usaste de estropajo por culpa de ese error. Por eso claramente muy bien lo he decidido y escrito en letras grandes «acepto, te he perdido» me marcho para siempre, ¡adiós querido amor!.
Samuel Dixon
Anacoreta
De gélidos amores por calles sin estelas
conservo la esperanza sembrada en las escuelas en donde el pensamiento promulga su deber; a veces me pregunto: —¿por qué ese desafío? Si aún no tengo nada que frene al desvarío siguiendo las ideas de un nuevo amanecer.
Si salgo sin amores intrépido y con planes
me grita el pueblo entero: —¡seguid con tus afanes para que dejes huellas de un hombre popular! Pero, si un día salgo farruco y diferente, ya nadie me saluda ¿qué pasa con la gente? Extraño es ver el cambio de fe en el paladar.
El hombre como siempre se aleja de los tropos
y muere empedernido por miedo en los canopos luchando por el lastre, la pena, el ideal; y siempre cuando triunfa se va al jardín por flores gritando sin excusas: —¡amor de mis amores,