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Las principales fuentes de agua para uso humano como lagos, ríos, la

humedad del suelo y las cuencas de aguas subterráneas a poca profundidad se


distribuyen de forma irregular y, en general, están lejos de las zonas urbanas.
Alrededor del 36% de la población mundial, ó 2,400 millones de personas, viven
en regiones con escasez de agua y el 52% experimentará una severa escasez de
agua hacia el año 2030. El acceso al abastecimiento de agua en las ciudades es
limitado. Se espera que el uso del agua aumente en un 40% gracias a una
combinación de factores como el cambio climático, la acción humana y el
crecimiento demográfico, aunque hoy en día ya es excesivo en algunas ciudades.

Para el cumplimiento de los objetivos de la Cumbre Mundial para el


Desarrollo Sostenible del año 2.015, donde los Estados Miembros de la
Organización de las Naciones Unidas, aprobaron la Agenda 2.030 para el
Desarrollo Sostenible, con el fin de erradicar la pobreza, proteger el planeta y
asegurar la prosperidad para todas las personas. es fundamental contar con un
recurso hídrico libre de impurezas y accesible para todos en el mundo en que
queremos vivir.

Tenemos suficiente agua dulce en el planeta para lograr este sueño. Sin
embargo, actualmente la distribución del agua no es el adecuado y para el año
2.050, se estima que al menos un 25% de la población mundial viva en un país
afectado por escasez crónica y reiterada de agua dulce. Esa escasez del recurso
hídrico, junto con la mala calidad y el saneamiento inadecuado, repercuten en la
seguridad alimentaria, los medios de subsistencia y la oportunidad de educación
para las familias pobres en todo el mundo.

En la actualidad Venezuela enfrenta severos problemas en materia de


disponibilidad y calidad de agua. La estrategia hidráulica del Estado Venezolano,
que se opera desde la década de los noventa a través del proceso de
descentralización, determinó el desarrollo del modelo de gestión de los servicios
de agua potable y saneamiento dominante a nivel nacional, que propicia cada vez
más la baja disponibilidad de agua, y el deterioro, contaminación y abatimiento de
los acuíferos que ponen en riesgo la sustentabilidad hídrica y, por ende, el
desarrollo económico y social de las ciudades.

El 90% de la población estaba afectada por deficiencias de acceso al agua


potable. Al menos 19,1 millones de personas reportaban interrupciones severas en
el suministro del servicio o carecían de conexión al sistema de acueductos. Debido
a estos altos niveles de falla, el 75,9% de la población debió recurrir a fuentes
alternativas para abastecerse de agua. Asimismo, el 82% de la población estaba
expuesta al consumo de agua no potable como consecuencia de la falta de
cobertura de plantas de tratamiento operativas.

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