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Actividad de lectura

Creamos un diario de
lectura
¿Qué haremos?
Durante la lectura de la novela Mientras no
muera tu nombre de Liliana Cinetto
realizaremos nuestro DIARIO DE LECTURA.
Esta actividad se puede hacer de forma grupal
o individual.

¿Cómo lo haremos?
Nuestro diario se realizará con una técnica
llamada scrapbooking. Es un método a través
del cual se plasman recuerdos, emociones o
acontecimientos importantes.
Se utilizan fotografías y se decoran con ayuda
de papeles estampados, cintas, cartulinas, washi
tape, sellos y todo tipo de adornos.
La traducción literal del término "scrapbook"
significa "libro de recortes", aunque también
puede tomar la forma de un álbum, una tarjeta
o una lámina.
El objetivo del scrap es contar una historia a
través de la fotografía e imágenes.
¿Qué necesitamos?
Un cuaderno u hojas que formen nuestro
diario de lectura.
Tijera y pegamento.
Papeles lisos, estampados.
Hojas de diario.
Fotografías o imágenes de la temática.
Adornos: sellos, cintas, washi tape, stickers.
Consigna general
1. Realizar la portada de nuestro diario de
lectura: nombre de la obra y autora,
nuestra tapa también debemos
decorarla con scrap.
2. Cada parte de la novela ocupará una
hoja de nuestro diario de lectura. La
misma deberá ser decorada con
elementos vinculados a ese capítulo y
en la misma llevará la actividad de
escritura propuesta.
El siguiente es un ejemplo del primer
capítulo:

Consignas de escritura:
Capítulo 1: Binomios fantásticos
Crear un binomio fantástico a partir de la
siguiente lista de palabras:
agua, pelo, niño, puerta, ropa, secreto, río, piel, amor, reloj, perro,

pirueta, ojos, mar, mirada, celular, chocolate, lacio, travieso, mineral,


giratorio, arrugada, inconfesable, torrentoso, blanca, incondicional,
automático, inquieto, arriesgada, dulces, bravo, apacible, moderno.
A partir de la creación del binomio, escribir un
breve relato resumiendo las sensaciones que
sintió Marina cuando encuentra la foto de su tía
y comienza a enterarse de su historia.

Capítulo 2: Collage
A partir de recortes de frases o palabras de
diarios y revistas, crear un texto poético
vinculado al capítulo leído.

Capítulo 3: Muro descascarado


Seleccionar un poema de los que aparece en el
capítulo y "descascararlo". Para lograr esta
actividad, trabajarán de a dos. Cada uno elige un
poema, tacha con un marcador algunas partes
del texto dejando visible frases y palabras.
Luego, intercambiar los poemas con su
compañero/a. Por último, completar los
espacios que el otro tachó con nuevas frases y
palabras.

Capítulo 4: Predominio de...


Escribir un texto vinculado a lo que siente el
personaje de Belén con respecto a la situación
que está viviendo su hermana. Para ello deberás
seleccionar una de las siguientes opciones:
usar solo palabras que empiecen con T.
usar solo palabras de cuatro letras.
usar solo palabras esdrújulas.
usar solo oraciones bimembres.
usar solo verbos.
usar solo palabras con S.
Capítulo 5: Cadáver exquisito
En pequeños grupos, escribir en una hoja un
poema. Cada uno de los integrantes, creará dos
versos, después van a doblarla para cubrir la
primera parte de la escritura y se la pasarán a

su compañero/a siguiente que solo puede leer el


final de lo escribió el anterior y debe continuar
con el texto.

Capítulo 6: Recontar un texto/ Hacer crecer/


Cambiar de punto de vista

Elegir una de las siguientes opciones:


Hacer crecer un texto: A partir del siguiente
fragmento del texto de Kafka, escribir la
continuación.

"En una reunión pequeña en un cuarto angosto, se bebía té a


la noche. Un pájaro lo sobrevolaba. Un cuervo tironeaba el
pelo a las niñas y hundía el pico en las tazas. Ellas no se
ocupaban de él, cantaban y reían. Entonces cobró más
ánimo..."
Recontar un texto: Después de leer el texto
una sola vez, reproducir lo más fielmente
posible un cuento muy breve de Santiago
Dabove, "De la musique avant toute chose".

Íbamos en el tren, y una señora vestida de amarillo, como una


gallina amarilla, cayó entre las dos filas de asientos, que se


cambiaron repentinamente en una especie de platea,
disgustada y espantada. Algunos abandonaron el teatro.
Yo, como hipnotizado por la agonía, me puse a observar ese
pecho que subía y bajaba, y la cara que el espasmo y el ahogo
transformaban en un carnaval de caretas sucesivas cada
vez más trágicas. Poco tiempo después vinieron algunos,
tomaron el pulso, auscultaron y se fueron a pedir socorro.
Pero yo vi que el labio superior se replegaba en una mueca y
se levantaba como la tapa de un piano de juguete. Los dientes
blancos, cuadrados, fuertes, y uno que otro negro
alternando. Puse mis dedos en ellos y como nada resonara, ni
en la laringe ni en el vientre: "Está muerta" dije.

Cambiar el punto de vista: leer el cuento


"Continuidad de los parques" de Julio
Cortázar y reescribirlo cambiando el punto
de vista desde el cual está narrado.
Había empezado a leer la novela unos días antes. La
abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando
regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente
por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde,
después de escribir una carta a su apoderado y discutir con
el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en
la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los

robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la


puerta que lo hubiera molestado como una irritante
posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda
acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer
los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los
nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión
novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi
perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo
rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba
cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los
cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los
ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles.
Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los
héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y
adquirían color y movimiento, fue testigo del último
encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer,
recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el
chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la
sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había
venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta,
protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos.
El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la
libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las
páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo
estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que
enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo
y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro
cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido

olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa


hora cada instante tenía su empleo minuciosamente
atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas
para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a
anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que
los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella
debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda
opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo
suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los
setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la
alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y
no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no
estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la
sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la
mujer: primero una sala azul, después una galería, una
escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la
primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón,
y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el
alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del
hombre en el sillón leyendo una novela.

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