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El verdadero discípulo

Cualidades o características que tenían aquellos que no eran ni creyentes, ni seguidores de


Jesús, sino discípulos.
Personas escogidas por él para no solo aprender de él, sino SER Y HACER lo que él hacía.

Hoy estamos viviendo un tiempo similar al de los primeros discípulos…


“CRISTO VIENE” y es un anuncio demasiado importante.

Hoy Jesús vuelve a buscar a aquellos que están dispuestos a “PREPARAR EL CAMINO”
¿Qué significa eso?

Juan el Bautista, veamos su perfil.

JUAN EL BAUTISTA

Juan el Bautista era hijo de Zacarías, un sacerdote judío,y de Elisabet, una mujer piadosa que
amaba a Dios con todo su corazón. Sus padres eran un matrimonio ejemplar
(Lucas 1:5-6).
Juan escuchaba a su padre Zacarías enseñar las escrituras en la sinagoga y seguramente
conocía bien todas las funciones que desempeñaba un sacerdote judío. .

Juan el Bautista renunció a un futuro en la sinagoga para adentrarse a vivir por fe en el


desierto

La costumbre de su época era que los hijos ejercieran el oficio de sus padres, así que es muy
probable que Juan pensara más de una vez en seguir los pasos de Zacarías y dedicarse al
sacerdocio. Su padre era respetado en la comunidad y Juan lo sabía, se podría decir que tenía
un futuro asegurado dentro de la sinagoga. En la medida de lo posible
La decisión que él tomó con respecto a su futuro no se basó en lo fácil, sencillo, y cómodo, o
en lo que se esperaba de él… sino en obedecer a Dios. Juan decidió morir a toda comodidad
con tal de cumplir el llamado de Dios sobre su vida: ser la voz que clama en el desierto. El
desierto es un lugar incómodo.
Vivimos en un mundo donde todo a nuestro alrededor exalta lo material y lo cómodo, por ello
debemos saber cuáles son nuestras prioridades.

“Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas.” Mateo 6:33

Nuestra prioridad es buscar Su reino y Su justicia. Si valoramos la comodidad por encima del
reino de Dios nos perdemos mucho de lo que Dios quiere hacer a través de nuestras vidas.
Juan renunció a todo lo que este mundo le ofrecía con tal de obedecer la palabra que Dios le
había dado. (Lucas 1:15).

No podemos cambiar el rumbo de las naciones si no damos prioridad a Dios en lo más


pequeño. Juan tuvo la fe para obedecer a Dios cuando le pidió ir al desierto porque había
obedecido a Dios en las cosas que Dios le había pedido antes.

Sólo una persona que escucha y obedece a Dios en las pequeñas cosas está entrenada para
tomar decisiones que requieren de más fe y obediencia.

Impartiendo vida.

En génesis encontramos el relato de la creación del hombre y del soplo de vida que Dios le dio
(Gen. 2:7), Hoy muchos caminan por las calles muertos espiritualmente y necesitan el soplo de
vida del Padre.
Jesús nos ha dado el poder para traer su reino, su soplo de vida e impartir fe.

Enfocándonos nuevamente en Juan el Bautista, debemos entender que el desierto significa:


a) …morir……… a nuestra comodidad.
b) representa el estado espiritual de muchas personas

El propósito que Dios tenía al llamar a Juan a predicar en el desierto era llegar a un lugar donde
reinaba la muerte. Cuando decidimos renunciar a nuestra comodidad para ir al desierto al que
Dios nos ha llamado, tenemos el poder de cambiar ambientes de incredulidad en ambientes de
fe porque Dios ha puesto en nuestra lengua el poder de la vida
“En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto”. (Proverbios
18:21).

Nuestras ciudades necesitan escuchar sobre quién es Cristo y lo que Él hace. Usa tus palabras
para impartir fe a otros.
Dios se glorifica cuando nos movemos y tomamos decisiones por fe y no por lo que nuestros
sentidos nos dicen. Renunciar a lo cómodo no es fácil, pero merece la pena.

Hay una profecía en el libro de Isaías que habla sobre lo que Dios quiere hacer en el desierto.
Dios quiere que los lugares secos sean transformados en lugares fértiles y llenos de vida.

“Y voy a derramar aguas sobre el desierto y ríos sobre la tierra


seca, y también voy a derramar mi espíritu sobre tu generación, y
mi bendición sobre tus renuevos.” (Isaías 44:3 RVC, énfasis añadido)

Su Espíritu ha sido derramado sobre nuestra generación para transformar lo muerto en vida.
Con el Espíritu Santo saturando cada área de nuestras vidas veremos los desiertos reverdecer.
Las aguas y los ríos que Dios va a derramar sobre el desierto somos nosotros mismos
testificando a un mundo espiritualmente muerto. Comenzó con Juan el Bautista pero continuó
con los discípulos, y los discípulos de los discípulos... y así hasta que ti.

El desierto es el lugar perfecto para matar nuestra carne y ser transformados por Dios y es, al
mismo tiempo, el lugar donde Dios quiere usarnos para impartir vida en otros.
Llevando vida al desierto

“Él irá primero, delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los
padres con los hijos y guiar a los desobedientes a la sabiduría de los justos. De este modo
preparará un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor.” (Lucas 1:17).

Ser el primero e ir delante de alguien no es fácil cuando no hay ningún mapa trazado, y mucho
menos cuando no hay un camino por el cual andar.

En la Biblia encontramos algunos hombres y mujeres que decidieron adentrarse en lugares que
nadie había pisado antes, a este tipo de personas las llamamos: ……………………
precursores……………………………..

Juan el Bautista sabía que había nacido para ser el precursor del Mesías y para abrir brecha con
el fin de que el Rey de Israel tuviera un camino por el cual caminar.

Preparar el camino significa hablar con personas que nunca han escuchado este mensaje y
que probablemente nunca entrarían en nuestros lugares de culto.

Juan el Bautista pudo haber predicado en las sinagogas, pero el camino que estaba preparando
no era solo para los judíos sino para todas las personas que estuvieran dispuestas a
arrepentirse. Prostitutas, recaudadores de impuestos, soldados, políticos... personas que
nunca habrían entrado en la sinagoga pero a las cuales Cristo estaba deseando rescatar. Por
primera vez Dios nos estaba mostrando que la salvación sería posible no solo para el pueblo de
Israel, sino para toda la humanidad.

Para preparar el camino no hace falta que vayas a otro país ni te mudes a otra ciudad. En el
lugar donde vives todavía hay muchas personas que no tienen revelación de lo que Jesús
hizo por ellas en la cruz.

También es posible que Dios te llame a ir a lugares donde el evangelio aún no ha sido
predicado.
Juan el Bautista estuvo dispuesto a poner los ladrillos del camino por el que andaría Cristo. Fue
el primero en ir al desierto para rescatar almas del reino de las tinieblas, pero no fue el último.
Todos nosotros somos llamados a ir a la línea de batalla y anunciar la esperanza de salvación
que Cristo nos da.

Así como el propósito del ministerio de Juan el Bautista era preparar un pueblo bien dispuesto
para la “primera venida” del Rey Jesús, nosotros somos llamados a preparar el camino para el
regreso de Cristo a la Tierra.

“Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. Todo
valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados
y los caminos ásperos allanados;” (Lucas 3:4-5, RVR1960, énfasis añadido).

¿Cómo enderezó Juan el Bautista el camino torcido por el que caminaba su generación?
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,  pueblo adquirido por
Dios,  para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”
1 Pedro 2:9
En este versículo podemos observar primero nuestra IDENTIDAD y también un PARA es decir
un propósito.

Hay una fusión entre quienes somos y para que somos lo que somos. Jesús vivía con una
revelación de su identidad pero también con una misión. “Soy el hijo de Dios he venido para
buscar y salvar lo que se había perdido”.. para dar a conocer al Padre..

SOY = IDENTIDAD / HE VENIDO = PROPÓSITO. 


El evangelismo no es un don ni un ministerio, sino una visión, la misma visión que tuvo Jesús
antes de que tomen una decisión, es ir a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Para cumplir la misión a la cual somos llamados  tendrás que  no solo salir de tu comodidad
sino pagar un precio también. Veámoslo en la vida de Jesus: 

JESUS

GALILEA JERUSALÉN
Familiar  Lugar desconocido 

Compartía la cultura No tenía nada en común

Popular, muy conocido Desconocido para ese lugar 

La gente lo seguía. Tenía éxito ministerial Encontraría hostilidad

Seguridad Procurarían matarle 

                                                                                                                                          

Cuando Jesús decidió ir a Jerusalén a pesar de saber lo que le sucedería, Pedro intenta
convencerlo de que no lo haga. Pedro sabía quién era Jesús (Identidad) pero no entendía el
propósito. 
En el propósito de Dios siempre que pagar un precio. El precio es dejar tu Galilea e ir a tu
Jerusalén aunque no lo sientas.
Seguir a Jesús no es solo estar postrado a sus pies, si no también es levantarse y salir a cumplir
la misión.

Saber quién SOS empoderará tu propósito.

Anunciando la venida del Rey.

Dios Padre había enviado a su único Hijo a la Tierra para ……reconciliar…………a la humanidad
consigo mismo. Pero era necesario que Juan el Bautista construyera el camino por el cual el
Hijo de Dios caminaría hacia el corazón de los hombres. La misión de Juan era preparar al
pueblo para encontrarse con el Salvador del mundo: Jesús sería presentado públicamente.
Juan el Bautista se encontraba en Betábara, el lugar habitual donde bautizaba a la gente al
lado del río Jordán. Aquella mañana era especial, Juan había comenzado su día teniendo un
tiempo de intimidad con Dios y en la quietud de su espíritu había escuchado la voz del Padre
diciéndole:

Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el
Espíritu Santo. (Juan 1:33 RVR1960).

Aunque el ministerio público de Juan era algo tremendo, Este aspecto de la vida de Juan el
Bautista nos reta a prestar mucha atención a lo que el Padre nos dice cuando pasamos tiempo
a solas con Él.

Aunque Jesús era un familiar de Juan (lo sabemos porque Lucas 1:36 nos dice que María, la
madre de Jesús, era parienta de Elisabet, la madre de Juan), lo más probable es que el único
momento en el que Juan estuvo cerca de Jesús antes de ese día, fue dentro del vientre de su
madre Elisabet, cuando María fue a visitarla durante el tiempo en que ambas estaban
embarazadas.

Aquel día el mismo Hijo de Dios estaba acercándose a él. Juan sintió todo su espíritu ser
traspasado por la mirada de aquel hombre en quien reposaba la paloma. entonces las palabras
de Juan resonaron en los oídos de todos:

“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije:
Después de mi viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.” (Juan 1:29-
30, RVR1960)

Entendiendo el contexto de la cultura judía y oriental.

Cuando Juan el Bautista presentó a Jesús como el “Cordero de Dios”, estaba dando al pueblo
una imagen muy familiar para que entendieran que Jesús vino a ser sacrificado y a derramar
sangre, tal como los corderos eran sacrificados en las fiestas solemnes de los judíos.
Era importante que entendieran que el principal propósito de este sacrificio no era ayudar a
superar la crisis económica del pueblo de Israel, o situarles en una mayor esfera de influencia
política.

La finalidad de que el Hijo de Dios derramara su sangre, era quitar el pecado del mundo, no la
pobreza ni la tristeza, sino el mayor destructor de la humanidad: el pecado.

Cristo puede cambiar la realidad de cada persona ya que no hay imposibles para él, pero él no
ha venido para hacer sus vidas más cómodas, sino a salvarlos de la maldad.
(Mateo 1:21/ Lucas 19:10/ Marcos 2: 9:11)

Solo cuando llega una persona a entender que el mayor problema es el pecado, entonces
podrá adorar a Cristo como el “cordero de Dios” y permanecer firme en el momento de
dificultad y tribulación sabiendo que el Hijo de Dios lo rescató de una muerte eterna.

Los judíos no reconocieron a su Mesías ya que esperaban a alguien que los ayude y salve de la
opresión romana, esperaban un rey que haría que Israel se convierta en una potencia política
de la época. No comprendió que su reino no era de este mundo. Su principal campo de misión
siempre ha sido el corazón del hombre.
Debemos ser sensibles a las necesidades de las personas pero no olvidemos de presentar a
Cristo tal y como es: el Cordero de Dios que quita el pecado.

Si alguien tiene hambre dale de comer pero también háblale de la cruz. Si alguien está triste
anímalo, pero también explícale que Cristo murió la muerte más terrible porque nuestro
pecado es terriblemente destructivo y es nuestro mayor problema.

Vive lo que dices.

“Pero Herodías le acechaba y deseaba matarle y no podía; porque


Herodes temía a Juan” (Marcos 6:19-20, RVR 1960)

Herodes, uno de los políticos más influyentes de su región, temía a Juan El Bautista.
El verbo griego para “temer” utilizado en este versículo es “phobeomai” y significa: “tener
miedo, admiración y asombro”, todo al mismo tiempo.
En otras palabras, lo que nos dice esta escritura es que el sentimiento que despertaba Juan en
Herodes era algo mucho más fuerte que simple respeto.

“…porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo;”
(Marcos 6:20, RVR 1960).

Nuestra justicia y nuestra santidad no solo validan nuestro mensaje, sino que lo inyectan de
poder para impactar a los que nos escuchan.

Observemos que pasa en el caso de los fariseos, quienes conocían muy bien la Ley.

“Ustedes deben hacer todo lo que ellos (los fariseos) digan; pero no hagan lo que ellos hacen,
porque enseñan una cosa y hacen otra. Imponen mandamientos muy difíciles de cumplir, pero
no hacen ni el más mínimo esfuerzo por cumplirlos.” (Mateo 23:3-4, TLA, paréntesis añadido)

Las enseñanzas de los fariseos eran correctas, tenemos conocimiento de esto porque Cristo
dijo a sus discípulos que hicieran lo que los fariseos dijeran, pero que no hicieran lo que ellos
hacían, ya que los fariseos no vivían lo que predicaban.

La única razón por la que Juan el Bautista fue “un varón justo y santo” fue porque estaba lleno
del Espíritu Santo.

Sin el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas nos cansamos y frustramos, porque sin Él no
podemos hacer nada.

Un precio que no todos están dispuestos a pagar

Hubo un momento en el que el ministerio de Juan el Bautista y el de Jesús coincidieron en el


tiempo. Es interesante observar que el comienzo del ministerio público de Cristo tiene algunas
similitudes con el ministerio de Juan
Juan Jesús
Mateo 3:2 Mateo 4:17

Juan 3:23 Juan 3:26 / Juan 4:2

  Mateo 4: 23-25

Juan 1:35-42

¿No te llama la atención que algunos de los apóstoles habían sido discípulos de Juan el
Bautista antes de ser discípulos de Cristo?
Me imagino la preocupación que experimentaron algunos de los discípulos que se quedaron
con Juan el Bautista al darse cuenta de que el número de personas a las que bautizaban cada
vez era menor.

No debió ser fácil perder seguidores. Las escrituras nos enseñan que Jesús tenía treinta años
cuando comenzó su ministerio público (Lucas 3:23), así que en ese momento Juan tendría
aproximadamente treinta y un años.

Juan se encontraba en el apogeo de su ministerio, pero en el tiempo de Dios algo estaba


cambiando y Juan lo sabía.

Observa la respuesta que Juan el Bautista da a sus discípulos, ella nos muestra el corazón que
debemos tener todos aquellos que queremos preparar el camino para Jesús:

“Juan respondió: Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo conceda desde el cielo.
Ustedes saben que les dije claramente: “Yo no soy el Mesías; estoy aquí solamente para
prepararle el camino a él”.

Es el novio quien se casa con la novia, y el amigo del novio simplemente se alegra de poder
estar al lado del novio y oír sus votos. Por lo tanto, oír que él tiene éxito me llena de alegría. Él
debe tener cada vez más importancia y yo, menos.” (Juan 3:27-31, NTV)

Muchas de las voces que Dios está levantando para clamar en nuestra generación son voces
anónimas: personas que no son conocidas en los ojos del mundo pero sí en el reino de los
cielos.

Juan el Bautista dijo a sus discípulos que era necesario que Cristo creciera y que él
disminuyera.
Ser una voz que clama tuvo consecuencias para Juan el Bautista y es posible que también las
tenga para nosotros.

Juan el Bautista fue encadenado en una cárcel y no debió haber sido nada fácil.
“Juan el Bautista, quien estaba en prisión, oyó acerca de todas las cosas que hacía el Mesías.
Entonces envió a sus discípulos para que le preguntaran a Jesús:
—¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?” (Mateo
11:2-3, NTV)

No me cabe duda que Juan el Bautista se alegró al escuchar todo lo que Jesús estaba haciendo.
Sin embargo, envió a sus discípulos para asegurarse de que Jesús era el
Mesías que estaban esperando. Juan mismo había presentado a Jesús como el Cordero de Dios
y había reconocido que Jesús era el Hijo de Dios, entonces ¿por qué preguntó a Jesús si era el
Mesías?

Jesús pudo haber respondido con un simple “sí” pero era importante que los discípulos de
Juan el Bautista vieran con sus propios ojos lo que estaba sucediendo. Jesús quería redirigir la
mirada de Juan a lo que Él estaba haciendo.

A veces nos enfocamos en lo que Dios no está haciendo en lugar de centrarnos en lo que sí
está haciendo.

Aunque en la “cárcel” nos sentimos encadenados, también es el lugar donde Cristo quiere
recordarnos que Él sigue moviéndose y que su reino no se detendrá. No permitas que tu
circunstancia actual defina la verdad.

Las voces que claman son aquellos que no valoran su comodidad ni aman el ser entretenidos;
aquellos que prefieren apagar la televisión para interceder por su familia y amigos que aún no
conocen a Cristo; y aquellos que les da igual que se rían de ellos con tal de que alguien tenga la
oportunidad de escuchar el mensaje de la cruz.

¿Qué significa ser un discípulo?

1.1 ¿Qué es ser un discípulo?

Muchos dicen ser cristianos, pero ¿Qué es ser en realidad un verdadero cristiano? ¿Basta con
sólo “creer en Jesucristo” o se necesita “algo más”, que esto? El cristianismo es la religión más
grande a nivel mundial, con más de dos billones de adeptos. Pero la mayoría de estas personas
no tienen una idea clara de lo que significa ser un verdadero discípulo. Pregunta ¿Basta con
creer sólo en Jesús para ser su discípulo? ¿Acaso el cristianismo es una experiencia religiosa
solamente emocional o una decisión momentánea?

¿Qué significa ser un verdadero discípulo según la biblia? Muchas personas cristianas dicen
haber tenido una experiencia religiosa y haber “aceptado a Jesús”. Sin embargo, sus vidas
siguen siendo igual que antes de pasar por esa experiencia.

Entonces, ¿qué es ser un verdadero discípulo?


Cualquier persona que tome en serio sus convicciones debería preguntarse: “¿qué es un
verdadero discípulo?”¿Qué diferencia a un cristiano de una persona común?. En Hechos 11.26
leemos que “a los discípulos se los llamó cristianos por primera vez en Antioquía”. En este
pasaje, la palabra “cristiano” significa “seguidor de Cristo” y “discípulo” significa “alumno o
aprendiz”. Esta es información muy útil para nosotros. Un verdadero discípulo no es aquel que
simplemente cree en Jesucristo sino que además es un seguidor y aprendiz de Jesucristo. En
otras palabras, ser discípulo implica esforzarnos por imitar el ejemplo de Cristo durante toda la
vida. Quien dice ser discípulo debería demostrarlo viviendo como Cristo vivió; es decir,
haciendo lo que él hizo y evitando lo que él evitó. En definitiva, el discipulado es un camino de
vida. Un verdadero discípulo de Jesús es aquel que le sigue e intenta vivir según su ejemplo.

La gran comisión tiene su base en el discipulado. Necesitamos regresar a la tarea del


discipulado bíblico que transforma vidas. Discipulado es un acompañamiento constante. Es
compartir nuestra vida con el discípulo, donde aprenderán lo que significa ser un verdadero
seguidor de Cristo. El discipulado es mucho más que entregar conocimiento y lecciones
teóricas de algún curso. Es vivir y caminar con la gente en relaciones de uno a uno o en grupos
donde se anima y muestra cómo se aplican los principios bíblicos y cómo se vive.

Ser un buen discípulo es más profundo de lo que parece

Si queremos seguir a Cristo, primero debemos estudiar su vida para saber qué hizo y cómo
vivió. La enseñanza del apóstol Pablo para los cristianos es: “Sed imitadores de mí, así como yo
de Cristo” (1 Corintios 11:2, énfasis añadido). No basta con tener la experiencia emocional de
“entregar nuestro corazón a Dios” o decir que somos “discípulos” para ser cristianos
verdadero; debemos vivir imitando el ejemplo de Jesús día tras día. En 1 Juan 2:6, el apóstol
Juan nos explica más al respecto: “El que dice que permanece en él [en Jesucristo], debe andar
como él anduvo”.

Pero, ¿cómo vivió Cristo en la tierra? Los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento nos relatan
lo que Cristo hizo durante su vida. Jesús dedicó su vida a servir a Dios y a los demás; siempre
obedeciendo las leyes y mandamientos de Dios y sujetó su voluntad a la del Padre. Ser un
verdadero discípulo implica un cambio radical en nuestras vidas. La Biblia lo llama
“arrepentimiento”, que consiste en dejar de pensar y actuar como los seres humanos lo hacen
normalmente.

Un cristiano se reviste del hombre nuevo

El apóstol Pablo nos enseña que, como aprendices de Jesucristo, es necesario que hagamos
cambios en nuestra vida; “si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados,
conforme a la verdad que está en Jesús”. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del
viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de
vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad” (Efesios 4:21-24).

Esto implica que, cuando seguimos a Cristo y hacemos cambios para parecernos a Él, nuestra
manera de pensar y vivir llegarán a ser diferentes a cómo eran antes. Esta transformación es
un proceso que dura toda la vida a través del cual seremos cada vez más como Jesucristo.

La enseñanza de Pablo a los cristianos de Roma nos da más detalles acerca de este proceso; en
Romanos 13:14 el apóstol nos aconseja, como seguidores de Cristo o cristianos: “vestíos del
Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. Aquí nuevamente vemos que el
cristianismo es un camino de vida y no tan solo una experiencia emocional.

¿Qué más se necesita para ser un verdadero discípulo?

Ser un verdadero discípulo requiere de algo más. Para entregar nuestra vida a Cristo debemos
arrepentirnos de nuestros pecados y someter nuestra voluntad a la de Dios. Como dice Pablo,
primero debemos bautizarnos para que nuestros pecados sean personados y luego esforzarnos
para no pecar más. “Porque somos sepultados justamente con él para muerte por el bautismo,
a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en v ida nueva” (Romanos 6:4).

Además, en el libro de Gálatas, Pablo lo aclara más explicando que “todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:27). Estar “revestidos de Cristo” es
cambiar por completo nuestra manera de pensar y comenzar a vivir según la palabra de Dios
(Mateo 4:4).

También Romanos 8:9-10 nos revela que, luego de ser bautizado, un cristiano necesita recibir
el Espíritu Santo, el poder que le permitirá vencer hábitos y pensamientos pecaminosos. Pablo
escribe: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu si es que el Espíritu de
Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está
en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa
de la justicia”. Un verdadero discípulo es aquella persona que ha recibido el Espíritu Santo de
Dios por medio del cual Jesucristo puede vivir dentro de una persona.

El Espíritu de Dios es indispensable para la vida de un verdadero discípulo. Como explica el


apóstol Pablo en los versículos 13-14 de Romanos 8 “(…) si vivís conforme a la carne, moriréis;
más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (énfasis añadido).

Pero el solo hecho de tener al Espíritu Santo, tampoco es suficiente. Un verdadero discípulo
debe además dejarse guiar por el Espíritu para así poder “despojarse del viejo hombre”,
revestirse de Cristo y convertirse en un hombre nuevo.

EL LLAMADO DEL DISCÍPULO

1. Seguir a Jesús (Mateo 4.19)


2. Honrar la ley de Dios (Mateo 5:17-8)
3. Buscar la reconciliación (Mateo 5:24-25)
4. Elegir el camino estrecho (Mateo 7:13-14)
5. Cuidarse de los falsos profetas (Mateo 7:15)
6. Ser prudentes como serpientes (Mateo 10:16)
7. Temer a Dios y no al hombre (Mateo 10:26)
8. Oír la voz de Dios (Mateo 11:15)
9. Negarse a sí mismo (Lucas 9:23)
10. Ser un siervo (Mateo 20:26-28)
11. Orar (Mateo 21:13)
12. Amar al Señor por sobre todas las cosas (Mateo 22:37-38)
13. Amar al prójimo (Mateo 22:39)
14. Guardar los mandamientos (Juan 14:15)
15. Hacer Discípulos (Mateo 28.20)

CONCLUSIÓN:

¿Qué es ser un verdadero discípulo?

Ser un verdadero discípulo es más que “creer en Jesucristo” o “aceptar a Cristo en nuestro
corazón”. Un verdadero discípulo es un seguidor e imitador activo de Jesucristo que le ha
entregado su vida, se ha bautizado y ha recibido al Espíritu Santo; es aquella persona que se
esfuerza por “revestirse de Cristo”, por vivir como Jesús vivió en la tierra.

Un verdadero discípulo siempre está luchando contra el pecado y tratando de parecerse cada
vez más a Cristo, tratando de ser “perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto” (mateo 5:48). Este es un proceso que dura toda la vida, no una decisión o
experiencia del momento. Y es un compromiso que será recompensado eternamente pues, si
somos verdaderos discípulos, ¡seremos eternos herederos del reino de Dios junto a Jesucristo,
nuestro Hermano mayor!

Entonces: ¿Quién necesita discípulos? ¿La iglesia? ¿Los líderes? ¿Dios?

¿Sabías que los lideres o discípulos no generamos discípulos? Eso lo hace el Espíritu Santo.
Nosotros sólo somos como un obstetra. Acompañamos el proceso, y estamos ahí para recibirlo
cuando él crea que llegó el tiempo.

Discipulado no es un curso para nuevos ni una opción para unos pocos creyentes. Nos urge
“ser y hacer” discípulos; porque una crisis de discipulado produce una crisis de liderazgo.

Como nos indica Mateo 10:1,5: Debemos Orar, equipar y enviar.

EL DISCIPULADO COMO MÉTODO MISIONERO

Cada vez que se habla de la Gran Comisión, se pone un énfasis distinto. En Marcos somos
llamados a Predicar. En Lucas a dar testimonio; y en Juan, a representar a Jesús. No obstante,
en Mateo, Jesús envía a los discípulos a hacer otros discípulos, bautizarlos y así integrarlos a la
vida de la iglesia y enseñarles a obedecer todo lo que les ordenó. De esa forma, Jesús
estableció un método reproductivo prioritario para las misiones. Al cumplir la misión a través
del discipulado y de la enseñanza, promovemos la continuidad de la misión. Ese es el método
recomendado por Jesús: enseñar lo que Jesús enseñó, enseñar a las personas a depender del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo enseñarles a predicar la fe y no limitarnos a saber sobre
todas esas cosas.

DISCIPULADO Y MISION

La lectura de los Evangelios y de los Hechos muestra la importancia de ser discípulo de Jesús.

Son varios los grupos con los que Jesús interactúa, pero en todos ellos la atención está puesta
en sus seguidores. Jesús tuvo la iniciativa en la selección. Su llamado requiere una respuesta de
todo aquel que es interpelado. Conforme se desarrolla la historia de Jesús, se devela que en el
llamado al discipulado hay un propósito múltiple: estar con él, y aprender de él dar el
testimonio de él, ser enviados por él.
Sus discípulos lo siguieron sin comprender siempre lo que el seguimiento implicaba, y en
algunos casos con expectativas erróneas. Jesús les enseña, moldea y transforma. Lo hizo ayer,
lo hace hoy.

Aquello que se inició en los Evangelios, y se manifiesta con plenitud en los Hechos, ha sido
normativo para la iglesia en distintos tiempos y lugares. A partir de entonces, aunque no
siempre en forma continua, la iglesia cristiana, ha procurado formar discípulos de Jesús. En la
actualidad, el discipulado enfrenta una encrucijada de la que debe salir. En algunos lugares ha
sido reemplazado por una experiencia espiritual populachera, en otros, por una religiosidad
tradicionalista. Una y otra han generado una adhesión superficial a las demandas del llamado
de Jesús. El discipulado está erosionado por vientos contrarios, y pueden mencionarse tres: el
cristianismo nominal, la influencia de la (mal llamada) teología de la prosperidad, y el
proselitismo. Otro factor contrario a la práctica del discipulado de Jesús es la persistencia de
modelos de liderazgo que no estimulan la madurez de todos los cristianos, sino que se enfocan
en un grupo íntimo, selecto. Los intentos de respuesta han sido poco eficaces: activismo, la
enseñanza vista como transmisión de información sin impacto en la vida, escasa influencia
social, debilitamiento del compromiso con la misión, para mencionar algunos.

Ante este panorama hay que volver a la radicalidad (en cuanto a su etimología: raíz, meollo,
esencia) del discipulado con todas sus implicancias. La agenda para el discipulado que tenemos
por delante requiere repasar cuáles son los fundamentos, identificar las desviaciones, corregir
nuestro rumbo, y afirmar nuestro seguimiento con norte en la misión. Esto es importante para
llegar a ser todo lo que Jesús espera de nosotros (Jn. 15:15). Esto lo requiere el mandato de
Jesús (Jn. 20:21; Mt. 28:16-20).

Cuando fallamos en el discipulado, fracasamos en el aspecto fundamental de nuestra vida


cristiana. Si eso sucede, la iglesia es afectada. Un discipulado débil o desviado generará líderes
inmaduros y poco confiables. Muchas veces el fracaso se debe a no aceptar el costo del
discipulado. ¿Por qué? Porque nos quedamos en una condición de “Creyentes”, abrazando la
salvación que es una de las primeras decisiones que confesamos al recibir a Jesús, pero no
desarrollamos con entendimiento y seriedad la segunda que es la de “Jesús como Señor”.

Por otra parte, no es posible considerar el discipulado sin comprender el contexto en el que
debemos vivir como discípulos de Jesús. Somos llamados como discípulos a ser fieles al Señor
que nos llamó, eso requiere que seamos fieles a su palabra y fieles al contexto donde nuestro
seguimiento debe encarnarse, desarrollarse.

¡Renovemos nuestra comprensión del discipulado según la enseñanza y el modelo de Jesús!


Permitamos que el Espíritu nos guíe en la manera de hacerlo, si así lo hacemos no tendremos
de qué lamentarnos. Es la necesidad de la hora.

EL DISCIPULADO EN MARCOS

Lo primero que hace Jesús en su ministerio es llamar discípulos. Ellos se convierten, junto con
Jesús, en los personajes principales del Libro de Marcos. Jesús los llama a seguirlo y a sumarse
a la misión: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres” (Marcos 1.17). Ellos
se comprometen, y este es tal vez el momento más brillante de esos discípulos en el Evangelio
de Marcos. En el resto del libro, se ve el entrenamiento y la lentísima maduración de ellos.

Marcos relata el nombramiento de los doce “para que estuviesen con él, y para enviarlos a
predicar” (Marcos 3:13-19). El discipulado consiste en la comunión y la formación de
misioneros u obreros. Los discípulos acompañan a Jesús en la acción misionera en Galilea y son
enviados de dos en dos (Marcos 6:6-13). ¿Y el resultado de esa formación misionera? ¿Cómo
se da el progreso de los discípulos? Observe las preguntas de Jesús: “¿No entendéis ni
comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo
oído no oís?” (Marcos 8:17-18). La incomprensión de los discípulos es uno de los temas
principales en Marcos. La sanación del ciego en Marcos 8:22-26 refleja la ceguera de los
discípulos y su restauración gradual.

El enfoque de Jesús en el camino hacia Jerusalén es la profundización de las enseñanzas de los


discípulos. Ellos comparten no solo la autoridad de Jesús, sino también su sufrimiento. Cuando
concluye esa parte, hay otra restauración de la visión (Marcos 10:46-52). Solo después de la
muerte, de la resurrección y de la ascensión de Jesús, cuando viene el Espíritu Santo sobre
ellos (Hechos 2), los discípulos pasan “a ver claramente”.

El retrato que Marcos hace de los discípulos nos muestra que la misión se hace a partir de la
fragilidad, la humildad, y la paciencia. Siempre tenemos “Cegueras” que deben ser corregidas.

La confesión de pedro de que Jesús es el Cristo (Marcos 8:29) es teológicamente correcta.


¿Acaso Pedro y los demás discípulos entendieron el significado de esa confesión y sus
implicaciones? Por causa de su bagaje cultural nacionalista, esa buena respuesta es parcial e
incompleta. De inmediato marcos hace el primer anuncio de la pasión de Cristo. La reacción de
Pedro demuestra que no entendía bien su propia confesión ni todas las profecías sobre el
siervo sufriente.

En la trasfiguración, Dios ofrece a Pedro, Jacobo y Juan (el liderazgo) la oportunidad de


profundizar su conocimiento. Sin embargo, Pedro “no sabía lo que hablaba, pues estaban
espantados (Marcos 9:6). Era una experiencia inédita y que estaba más allá de su
comprensión. Al bajar del monte, Jesús sufre otra decepción cuando un padre habla sobre su
hijo endemoniado y afirma: “dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron” (Marcos
9:18). Las limitaciones, la incapacidad y el fracaso de los discípulos al intentar sanar al
muchacho estuvieron a punto de agotar la paciencia de Jesús.

La preocupación y los planes de los discípulos son opuestos a los de Jesús. Él habla del
sufrimiento. Ellos discuten sobre el poder y la posición (Marcos 9:30-34; 10:37). Tal vez no
quieran compartir el bautismo de pasión que Jesús va a sufrir. Después de que Jesús termina
las enseñanzas en el camino, otra vez un ciego representa la ceguera persistente de los
discípulos que se están formando y, al mismo tiempo, la esperanza de su sanación (Marcos
10:46-52).

En la traición, el juicio y la muerte de Jesús, las fallas de los discípulos alcanzan su punto
culminante. En lugar de orar, Pedro, Jacobo y Juan se duermen (Marcos 14:37-42). Con
cinismo, judas traiciona al Maestro con un beso. Cuando arrestan a Jesús, todos huyen
(Marcos 14:50). Después, Pedro sigue a Jesús, pero “de lejos” (Marcos 14:54) y lo niega tres
veces. Parece que el proyecto de formación misionera de Jesús fracasó. Notamos la ausencia
de los discípulos en el resto de ese Evangelio.

Después de la resurrección, Jesús pide a las mujeres que les indiquen a los discípulos que lo
encuentren en Galilea (Marcos 16:7). Jesús todavía quiere que los discípulos que fracasaron
sean sus instrumentos para continuar la Missio Dei*.
Desconectar las misiones de la iglesia ha sido una estrategia del Diablo. El proyecto misionero
tiene que ser y hacerse con la iglesia y la participación de cada uno de sus miembros, porque
es el proyecto de Dios.

La Iglesia tiene una misión, y es que Cristo sea exaltado. Y tiene una tarea, hacer todo lo que
Jesús nos pidió que hiciéramos; evangelizar, sanar enfermos, liberar a los cautivos, bautizar,
enseñar, etc.

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