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Muy buen día.

Soy Santiago Lamar, de la Institución Sagrada Familia y estoy en este momento desde la ciudad de
Agora de Tebas.

Me encuentro reportando los últimos acontecimientos del pueblo, con la muerte de la familia del
rey, una noticia que ha dejado a la región en luto y del mismo modo a todos desconcertados por
todos los pormenores que trajo consigo esta tragedia.

Los hechos ocurrieron por la desesperación de la joven Antígona por enterrar propiamente a su
hermano, sin embargo, las cosas no estaban saliendo como ella esperaba, pues justo, en el pueblo
está estipulada una ley que prohíbe sepultar y enterrar a los muertos, y quien la incumpla deberá
morir a manos de los ciudadanos. Ante eso, ella desesperada, emprende una salida nocturna en
aras de levantar el cadáver de su hermano y así, darle santa sepultura, además de seguir sus
instintos emocionales para llorarle.

Acto seguido, una vez Antígona llegó a Palacio, luego de discusiones con su hermana Ismene, logró
obtener el cadáver de su hermano y darle sepultura y llorarle como bien merecía, sin embargo,
por haber infringido la ley empezó a ser perseguida por los guardianes.

Esta noticia, nos cuentan los del pueblo y quienes fueron testigos presentes, fue como un
baldeado de agua para rey, porque no era posible que ante tanto control y seguridad en el palacio,
alguien haya entrado y hurtado un cadáver que estaba en manos del gobierno.

Cuando el señor Creonte se enteró de aquello se enfureció en gran medida, porque no creía cómo
era posible tan semejante atrocidad. Cabe resaltar, que el pariente de Antígona, le dieron muerte,
por provocar el incendio del templo de los dioses, lo cual en el pueblo es una falta gravísima.

Fue preciso entrevistar a uno de los centinelas, que dieron con la culpable de la gran falta, quien
no quiso darnos declaraciones, pero nos dejó una carta contándonos los hechos ocurridos. (Me
permito en leerla).

“Pues bien, la cosa ha ocurrido así: cuando yo llegué, aterrado por las terribles amenazas que se
pronunciaron, barrimos todo el polvo que cubría al muerto y dejamos bien al descubierto el
cadáver, que se estaba descomponiendo. Después, para evitar que las fétidas emanaciones
llegasen hasta nosotros, nos sentamos de espaldas al viento, en lo alto de la colina. Allí, cada uno
de nosotros excitaba al otro con rudas palabras a la más escrupulosa vigilancia para que nadie
estuviera remiso en el cumplimiento de la empresa. Permanecimos así hasta que el orbe
resplandeciente del Sol se paró en el centro del éter y el calor ardiente arrasaba. En este momento,
una tromba de viento, trastorno prodigioso, levantó del suelo un torbellino de polvo; llenó la
llanura, devastó todo el follaje del bosque y obscureció el vasto éter. Aguantamos con los ojos
cerrados aquel azote enviado por los dioses. Pero cuando la calma volvió, mucho después, vimos a
esta joven que se lamentaba con una voz tan aguda como la del ave desolada que encuentra su
nido vació. Despojado de sus polluelos. De este mismo modo, a la vista del cadáver desnudo,
estalló en gemidos, exhaló sollozos y comenzó a proferir imprecaciones contra los autores de esa
iniquidad. Con sus manos recogió enseguida polvo seco, y luego, con una jarra de bronce bien
cincelado, fue derramado sobre el difunto tres libraciones. Al ver esto, nosotros nos lanzamos
sobre ella enseguida, todos juntos la hemos cogido, sin que diese muestra del menos miedo.
Interrogada sobre lo que había ya hecho y lo que acababa de realizar, no negó nada. Esta
confesión, fue para mí, por lo menos, agradable y penosa a la vez. Porque el quedar uno libre del
castigo es muy dulce, en efecto; pero es doloroso arrastrar a él a sus amigos. Pero, en fin, estos
sentimientos cuentan para mí menos que mi propia salvación”…

Luego de todo eso que nos contó el centinela, se pudo constar que Antígona había irrumpido la
ley, y que por supuesto, aceptaba los cargos, porque para ella lo más importante era la santa
sepultura de sus hermanos, sin importarle la muerte que le venía después de ello, sin importarle
enfrentar y desobedecer al rey, pues para ella, la muerte era lo que mejor le convendría después
de hacer justicia por sus propias manos.

Desde luego, no solo Antígona fue culpable, sino su hermana Ismene, quien se declaró culpable.
Por su parte, a ambas le dieron muerte en el pueblo aquel día tenue y obscuro.

Al paso de los días, no solo hubo esas dos muertes, sino la del hijo de Creonte y su esposa, a causa
de su misma culpa y la venganza de los dioses.

Finalmente, el pueblo se sumergió en una gran tragedia, a causa de una ley incumplida, y que sin
lugar a dudas, condolió al mismo palacio. Tanto así, que el mismo rey fue arrestado, por la
culpabilidad del crimen de sus parientes y así de dio a conocer tan triste historia, y pensar que
todo se desató, gracias a la venganza de sangre de Antígona.

Y así, señores televidentes, me despido de este episodio, recuerden que estuvieron con Santiago
Lamar, nos veremos en otra oportunidad.

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