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todo lo que existe y existio.

Cuando el hombre muere, Dios no olvida


este conocimiento y el individuo sigue existiendo en Su registro. En el
mimdo por venir toda nuestra individualidad persiste en forma de me-
moria. ^Se puede concebir un mejor eden que la satisfaccion de una
memoria de buenas acciones? Sobrevivimos, al habitar en el conoci-
miento infinito de Dios. Somos la memoria de la suma de nuestros
actos. Cada uno, en base a sus recuerdos, es el paraiso o lo opuesto de
su propio espiritu sobreviviente.

EL MIEDO A LA MUERTE
Por lo general tendemos a no pensar en la muerte. Por miedo. Mas
alia de la angustia que sufrimos al imaginar que nos separaremos para
siempre de nuestros seres queridos, nos aterra afrontar la realidad de
un final, el propio, que irremediablemente llegara. Es probable que
parte de nuestro miedo a la muerte sea el miedo a asumir que tal vez
hayamos vivido ima vida sin propositos altruistas o espirituales, una
vida intrascendente. El miedo a haber desaprovechado la oportunidad
de nuestra corta pero crucial existencia. A veces limitada a una obsesi-
va dedicacion al progreso material, cuya vanidad no siempre descu-
brimos a tiempo.
Segun Maimonides el hombre cuya vida fue totahnente banal, una
carrera tras el materialismo y un abandono de todo aquello que lo rela-
dona con Dios, al llegar su hora muere "definitivamente", como cual-
quier otro ser vivo. Para el no existe un mimdo por venir. No es un
castigo, sino la consecuencia naturcil de haberse negado a si mismo la
posibilidad de alcanzar la etemidad, de conectarse con ella al conec-
tarse con Dios.

MOMENTOS DE MEDITAC16N
La mayoria de nosotros nunca se pone a meditar seriamente acerca
del sentido de su existencia hcista que es tocado de cerca por el dolor
de alguna tragedia personal. Al pensar en la muerte pensamos con
claridad acerca de nuestras vidas. Por un tiempo recuperamos ese
"sentido de mortalidad" que tan poco presente tenemos en el diario
pasar.
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