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Robert Castel, Jacques Donzelot,

Michel Foucault, Jean-Paul de Gaudemar,


Claude Grignon, Francine Muel

ESPACIOS DE PODER

Traducción:
Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría

LAS EDICIONES DE

'P�-----
"Genealogía del poder", colección dirigida por
Julia Vare/a y Fernando Alvarez-Uría

Diseño cubierta:
Roberto Turégano

©de la presente edicilo


Las Ediciones de La Piquua
Seseña, 59 Madrid-24
-

l.S.B.N.: 84-7443-034-8
Dep. Jégal: M-749-1981
Imprime: Técnicas Gltáficas, S.L.
Las Matas, S. Madrid-29
INDICE

Págs.

Nota a la edición castellana, Julia Varela .. . . . . . . . . . . . 7


La gubernamentalidad, M ichel Foucault. . . . . . . . . . . . . . 9
Espacio cerrado, trabajo y moral i zación, Jacques Donzelot: 27

Las formas de represión en el Antiguo Régimen.. . . . 30


La secularizació/l del espacio cerrado. ... .. . . � .. . 34
Regeneración y adaptación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
El trabajo terapéutico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
La moralización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48

La enseñanza agr ícola y la dom inación s i m ból ica del cam·


pesinado Claude Grignon .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

La enseflanza agrícola como modo de acción sobre el


campesinado... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
La enseflanza agrícola y la escuela primaria: del "rús·
tico" al campesino instruído . . . . . . . . . . . . . . . .
. 59
La enseflanza agrícola, remedio de la cuestión social
urbana . . . . .. . ... . ..... . . . ... . : . . . . . . . . 64
La "vuelta a la tierra y la celebración del campesi·
nado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
La "república de los agrónomos" . . . . . . . . . . . . . . 73
Génesis y funciones de la enseflanza agrfcola.. . . . . . 76
Las funciones sociales de la enseflanza agrícola .. . . . 78
.

Prel i m i nares para u na genealog ía de l as formas de disci plina


en el proceso capitalista del trabajo, Jea n Paul de Gaude-
mar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
La escuela obligatoria y la invención de la infancia anormal,
Francine Muel. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

Orden moral y valores nuevos . . . . . . . . . . . . . . . . 125


Asistencia de la infancia . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . 127
La seguridad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Los especialistas del encasillamiento . . . . . . . . . . . . 13 1
La escuela para todos no es la escuela de todos . . . . . 133
El inestable: categoría nosográfica . . . . . . . . . . . . . 136
Los ni/Jos de las "clases especiales" . . . . . . . . . . . . . 138
El retrasado: categoría nosográfica . . . . . . . . . . . . . 14 1

Génesis y ambigüedades de la noción del sector en psiquia·


trfa, Robert Castel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143

·1. Los agentes del cambio . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145


11. Un proyecto ambiguo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
' 111. Implicaciones contemporáneas . . . . . . . . . . . . . 15 1
IV. Las encrucijadas actuales . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Nota a la edición castellana

Los textos aqu í recogidos se i nscriben en la perspectiva que ca·


racteriza a la Colección Genealogía del poder. Una vez más nos ha·
l lamos ante textos políticos, es decir, trabajos que lejos de buscar
la neutrali dad y la asepsia como condiciones de cientificidad, des·
cienden a la arena para i ntentar desvelar los mecanismos y d isposi·
tivos de poder · saber que se i ncardi nan en diferentes espacios.
La presente obra se centra en temas indignos a los que
historiadores y sociólogos no $..!:!len
! eón frecuencia conceder i nterés
cient íf ico. Espacios malditos, sin estatutoepistemológico, frecuen­
temente silenciados cuando no exclu ídos y condenados por los
mandarines de la alta cultura porque en ellos se poneaT descubierto,
con demasiada virulencia , la polt'tica de la verdad que se fabrica en
nuestras sociedades.
Pese a sus diferencias todos estos textos contribuyen a afianzar
u na nueva forma de trabajo que lógícamente es estigmatizada por
los amantes de seguridades y por los que, enarbolando viejas etique­
tas políticas, prefieren las l i turgias y los rituales de prest igio -y los
textos sagrados- a la aventura de partir a ras de tierra, focalizar y
radicalizar los análisis en un espacio concreto, i ndagar s i n contentar
se con respuestas prefabricadas, comprometerse, en fin, en una bús­
queda destinada a conectar con los que hacen de los espacios de
poder lugares específicos de enfrentam iento. Se trata pues de tex­
tos que pretenden contribuir a su manera a m i nar el orden burgués,
sus pompas y sus obras, y que, por su originalidad, pueden ser defi·
nidos en el sentido más clásico del tér m i no como nuevas contribu­
ciones a la cr ítica de la economía pol ítica.

Julia VAR ELA


./
LA GUBERNAMENTALIDAD (•)

Michel FOUCA ULT

En la lección anterior sobre los dispositivos de seguridad, hab ía­


mos i ntentado ver cómo aparecían lqs problemas específ icos de la
población. Y nos hab íamos visto reenviado� a la problemática del
gobierno. Se trataba de analizar la serie seguridad, población, go­
bierno. Y es esta cuestión del gobierno la que quisiera tratar hoy.
No han faltado ciertamente en la Edad Media ni en la Antigüe­
dad grecorromana tratados que se presentaban como "Consejos al
Príncipe", referentes al modo de comportarse, de ejercer el poder,
de hacerse aceptar y respet.. r por los súbditos; consejos para amar a
Dios, obedecerle, hacer cumplir la ley de D ios en la ciudad de los
hombres, etc. Pero el hecho más sorprendente es que durante todo
el período que va desde la m itad del siglo X VI a finales del si­
glo XVI I I , se perfila y florece toda una notable serie de tratados
que no son ya exactamente "consejos de pr íncipes" ni tampoco trata­
dos de ciencia poi ítica, sino que se presentan como "arte de gober­
nar". En general, el problema del gobierno emerge en el siglo XVI
de una forma simultánea y a propósito de cuestiones m uy di stintas
y bajo múlti ples aspectos. Problema, por ejemplo, del gobierno de
sí m ismo, retorno al estoicismo, que en el siglo XVI se despl iega en
torno a la ritualización de cómo gobernarse. Problema también del
gobierno del alma y de la vida que es todo el terna de la pastoral
catól ica y protestante. Gobierno de l os niños, y estarnos en la gran
problemática de la pedagog ía tal corno aparece y se perfila en el
siglo X VI ; y en f ín, sólo en fi n de cuentas, el gobierno de los
Estados por el Pr íncipe. Cómo gobernarse, cómo ser gobernados,

(•)Exposición realizada en el Colegio de Francia en enero de 1 978.

- 9 -
Miche/ Foucau/t
10

cómo gobernar a los otros, de quién se aceptará ser gobernados,


cómo hacer para ser el mejor gobernante posible, etc. Estos proble­
mas son en su intensidad y en su multiplicidad, creo, caracter ísticos
del siglo XVI; y esto en el entrecruzamiento, por decirlo de forma
esquemática, de dos procesos: el proceso de resquebrajamiento de
las estructuras feudales y de instauración de los grandes Estados
territoriales, administrativos y coloniales; y por otra parte un movi­
miento completamente distinto que con la Reforma, y a continua­
ción la Contrarreforma, se pone en cuestión el modo según el cual
debe ser dirigido espiritualmente en esta tierra hacia la propia
salvación.
Movimiento por una parte de concentración estatal, y por otra,
de dispersión y de disidencia religiosa: en el entrecruzamiento de
estos dos movimientos es donde se plantea, creo, con una intensi­
dad particular el problema de cómo ser gobernados: quién, hasta
qué punto, con qué fin, con qué método, etc. Es una problemática
del gobierno en general.
En toda esta literatura inmensa y monótona del gobierno que se
extiende hasta finales del siglo XVIII con la transformación que
intento delimitar a grandes trazos, qulrría simplemente aislar algu­
nos puntos dignos de resaltar que se refieren a la definición misma
de lo que se entiende por gobierno del Estado, lo que hoy l lamaría­
mos el gobierno en su forma poi ítica. Para hacer esto, lo más
simple serla probablemente oponei" toda esta literatura a un solo
texto, que tanto en el siglo XV 1 como en el XVII, no ha dejado de
constituir, de modo expl ícito e 1 mpllc1to, él pauto respecto al cual,
por rechazo o aceptación, se sitúa la literatura del gobierno : este
texto es, por supuesto, E Prínci e de Maquiavelo. Texto del que
serla interesante retrazar las re ac1ones que a o con todos los
otros textos que lo han seguido, criticado, refutado, etc.
Es preciso r ecordar que El Príncipe no ha sido inmediatamente
execrado, sino más bien honrado pÚ s' 1s contemporáneos y suceso-
res inmediatos, alabado de nuevo a f111ales del sigl o XV III, o mejor
justo a comienzos del siglo XIX, en el momento preciso en que
empieza a desaparecer toda esta literatura sobre el arte del gobier-
no: El Prínci,ee reaparece pues a comienzos del sigl o XIX, especial­
mente en Alemanra:= donde es traducido, presentado, comentado
pÓr gente como Rehberg, Lgo. Ranke, Kellermann, etc., y en Italia; ,
reaparición que convendría analizar de forma precisa, situarla en un ""
contexto que era, por una parte, napoleónico pero además el creado
por la revol ución y por el problema de la revolución en Estados
Unidos: cómo y en qué condiciones se puede mantener la sobera-
nía de un soberano sobre el Estado; contexto además de la apari·
ción, con Clausewitz, de los problemas de las relaciones entre poi íti-
ca y estrategia '/ de la importancia poi ítica -hecha evidente en el
Congreso de Vier.o ( 1815)- de las relaciones de fuerza y d.e l cálculo
1
la gubemamentalidad

los,
lle- de las relaciones de fuerza como principio de i ntel i gibilidad y de
cos racionalización de las relaciones internacionales; en último l ugar,
ma contexto de la u nidad territorial de I talia y de Alemania, dado que
de Maquiavelo era de los que había intentado definir las condiciones
fos bajo las cuales podría ser realizada la unidad territorial italiana.
.vi· Es pues en esta situación cuando Maquiavelo resurge de nuevo .
ua- Pero es cierto que entre el honor hecho a Maquiavelo a comienzos
ual del siglo X VI y su redescubrimiento en el X I X, se ha jugado en
pia torno a él toda u na partida, partida compleja y multiforme: algu·
nos elogios expl ícitos ( Naudé, Machon), numerosas cr íticas fron·
ra, tales (de origen católico: A mbrogio Politi, Disputationes de Libris a
de Olristiano detestandis; y de origen protestante: l nnocent Gentillet,
1si- Discours su r les moyens de bien gouverner contra Nicolas Machía·
ita vel, 1576). y numerosas cr íticas i m pl ícitas ( G . de la Perriere, M iroir
ica politique, 1567: Th . E l yott, The Governor, 1580, P. Paruta, D11ll a
Perfezione della Vita política, 1579).
se Este gran debate no sólo es visto en relaci ón al texto de Maquia·
ue velo, a l o que ten ía de escandaloso y d e radicalmente i nasi milable
¡u - para su época, sino en relación a algo que se in.tentaba definir en su
na especificidad: un arte de gobierno. Unos refutaban la idea de un
ra- nuevo arte de gobierno centrado en el Estado y en la razón de
ás Estado, estigmatizándola con el nombre de m aq uiavelismo; otros
lo refutaban a Maqu iavelo por defender que existía un arte de gober·
:le nar, al mismo tiempo racional y legítimo, del cual el Príncipe no
11, era más que una aprox i mación i mperfecta, casi una caricatura;
te otros, en f i n, para mostrar la legitimidad de un arte de gobierno
Je justificaban al menos algunos textos de Maquiavelo (lo que hacía
JS Naudé en sus comentarios a Tito L ivio; Machon hab ía incluso in·
tentado mostrar que nada era más maquiavélico que el modo me·
te diante el cual, según la B iblia, D ios m ismo y sus profetas hab ían
J· gu iado al pueblo hebreo ) . En todo caso , se trataba de distanciarse
lr de una cierta concepción del arte de gobierno que, según sus funda·
1e mentos teológicos o sus justificaciones religiosas, tuviese por puro
r- objetivo y princi pio de racionalidad el sólo interés del Pr íncipe.
11- M antenemos entre paréntesi s el problema de si la interpretación
o que se ha hecho de Maquiavelo en este debate era o no correcta. Lo
1; ' esencial es que se intentaba hacer aparecer un tipo de racionalidad

n que sería i ntr ínseca al arte de gobierno sin estar subordinada a la
o Problemática del Pr íncipe, y a su relación con el principado del
IS que es señor y patrón.

El arte de gobierno se definirá, pues, d iferenciándose de una

cierta habi lidad del Príncipe que algunos crs yeron encontrar en los

textos de Maquiavelo, que otros no encontraron. mientras que
ll
otros incluso llegaron a criticar este arte de gobierno como una
o
, , nueva figu ra del maquiavelismo.
Michel Foucault

Esta pnl ítica más o menos ficticia del Príncipe respecto a la que
intentamos distanciarnos está caracterizada por un principio: que
para Maquiavelo, sea esto cierto o no poco importa, el Pr íncipe
estar ía en u na relación de singularidad y de exterioridad, de tras·
cendencia respecto a su principado. Recibe su principado por he­
rencia, por adquisición o por conquista, en todo caso no forma �
i
parte de él, es exterior a él. Los lazos que lo ligan a su principado 1
son de violencia o de tradición, ya se haya establecido por tratados,
o con la complicidad y alianza de otros príncipes; es pues una ligazón 1
puramente sintética, no hay una pertenencia fundamental, esencial,
natural y jurídica entre el príncipe y su principado. Corolario de
este principio : en la medida en que la relación es de exterioridad, es
frágil y no cesará de estar amenazada. Amenazada desde e l exterior
por los enemigos del Pr íncipe que quie'ren apropiarse o reapropiarse
de su principado, y desde el interior ya que no hay razón a priori
' para que los súbditos acepten el princ:pitdo del Príncipe. En fin, de
este principio y de este corolario se ded, .-;e un imperativo: el obje­
tivo del ejercicio del poder será mantener, reforzar y proteger este
principado entendido no como el conjunto constituido por los súb-
_, ditos sino en tanto que relación del Pr íncipe con aquel lo que posee,

con el territorio que ha heredado o adquirido, con l os súbditos. Es


esta ligazón frág i l la que debe tener como objetivo el arte de gober­
nar o de ser Pr íncipe según Maquiavelo. Y esto implica para el libro
de Maquiavelo la consecuencia según la cual el modo de análisis
tendrá dos aspectos: se tratará de individualizar los peligros (de
dbnde vienen, en qué consisten, cuál es su intensidad, cuál es el
mayor y cuál es más débil), y en segundo lugar, de designar el arte de
manipular las relaciones de fuerza que permitirán al Príncipe hacer
de tal modo que su principado, en tanto que relación con los súbdi·
tos y con el territorio, pueda ser protegido.
Esquemáticamente se puede decir que El Príncipe de Maquiave·
lo, tal como aparece en filigrana en estos tratados, impl lcita o
expl ícitamente antimaquiavélicos, es esencial mente un tratado de
habilidad del Pr íncipe para conservar su principado. Y es este sa·
ber·hacer el que la l iteratura antimaquiavélica quiere sustituir por
algo nuevo, que es el arte de gobernar. Ser hábil en conservar el
principado no es del todo poseer el a rte de gobernar. lOué es, pues,
el arte de gobernar? Utilizaré para intentar analizar el problema en
un estadio todavía i ncipiente, uno de los primeros textos de esta
abundante literatura antimaquiavélica, e: de Guillaume de la Pe·
rriere.
E n este texto, sin entrar en la cuestión de si constituye un
parangón del de Maquiavelo, se abordan una serie de cuestiones
i mportantes. Primeramente: lQué entiende La Perriere por gobernar
y por gobernante? lCómo los define? En la página 24 dice: "Go: E
bernante puede llamarse al monarca, emperador, rey, príncipe, se· e

r
la gubernamentalidad
13

e ñor, magistrado, prelado, juez o semejante." Al igual que· La Perrié­


re, otros, tratando del arte de gobierno, recordarán continuamente
e que también se dice gobernar una casa, el alma, los n iños, u na
provincia, un convento, una orden religiosa, una familia.
Estas observaciones, que son observaciones de simple vocabula­

i rio, tienen en realidad i mplicaciones poi íticas i mportantes: el
1 Pr íncipe, tal como aparece en Ma9 u iavelo, y sobre todo en las repre·
1 sentaciones que de él se hacen, es por defi n ici ó n 6rnco ·en su princi-
ta en una s1 1 ncia.
M ientras que ve1amos que as practicas e go 1erno son, por
parte, múltiples y atañen a mucha gente: al padre de familia, al
superior del '1Qn11eotg al pedagogo y al maestro en relación a los
niños cfá los discípulos; son por tanto muchos gobiernos respecto a
los cuales el del Príncipe en relación a su Estado no es más que una

( modalidad, siendo además, por otra parte, todos estos gobiernos


interiores a la sociedad o al Estado. Es en el interior del Estado
donde el padre gobierna a la familia, el superior al convento... , etc.
Por consiguiente es est51 pluralidad.;incronizada de formas de go­
bierno y la i nmanenci ade la práctica de gobierno respecto al Esta·
do, es la multiplicidad e inmanencia de esta actividad las que se opo­
nen radicalmente a la singularidad t rascendente del Pr íncipe de
Maq u i avelo . Ciertamente, todas estas reformas de gobierno pueden
captarse conexas y entrelazadas en el interior de la sociedad y del
Estado, son una forma bien concreta de gobierno .
Se tratará de definir qué forma particular es la que se aplica al
Estado en su conjunto. Y as í, intentando hacer la tipología de l as
distin tas formas de gobierno. La Mothe Le Vayer, en un texto del
siglo siguiente (texto que comprende una serie de escritos pedagógi­
cos para el Delf ín) dirá que hay en el fondo tres tipos de gobierno
que se refieren cada u no a una ciencia o reflex ión particular. El
gobierno de sí m ismo, que se refiere a la moral, el arte de gobernar
una familia convenientemente, que se refiere a la econom ía, y la
ciencia del buen gobierno del Estado, que se refiere a la poi ftk:a
Respecto a la moral y a la econom ía, es evidente que la pol ítica
presenta su singularidad. La Mothe i ndica claramente que la pol íti­
ca es di ferente de la economía y de la moral. Pero lo importante es
que pese a esta ti polog ía, el arte de gobierno postula siempre una
conti nuidad esencial de la pri mera a la segunda y de la segunda a la
tercera.
Esto qu iere decir que mientras la doctrina del Pr íncipe, o la
teoría j u r ídica del Soberano, intenta sin tregua señalar claramente
la disconti n u i dad entre el poder del Pr íncipe y cualquier otra forma
de poder, en el momento en que se trata de bplicar y de fundar
esta discontinuidad se i ntenta individ ual izar la conti nuidad ascen­
dente y descendente. Ascendente en el sentido en que aquél que

r
J
Miche/ Foucault ..
i

quiere poder gobernar el Estado debe p�'rnero saber gobernarse así


mismo, después en otro nivel, a su familus 'US bienes y su patrimo·
nio y sólo al ffn será capaz de gobernar el Estado. Es pues esta especie
de l ínea ascendente la que caracterizará la pedagogía del Pr íncipe
-tan impoi:tante en la época y de la que La Mothe proporciona un
'
ejemplo: escribe para el Delffn nilio primero un tratado de moral,
después un libro de economía, y finalmente un tratado de pol íti· 1"
ca-. Es por tanto la pedagogfa del Pr íncipe la que asegurará esta con·
tinuidad ascendente. Inversamente, ten íamos una continuidad des·
l
candente en el sentido de que cuando un Estado está bien goberna·
do; el padre de familia sabe acudir a la familia, a los bienes, al
patrimonio, a los individuos; en suma, se comporta como debe. Esta
l fnea descendente, que reconduce desde el comportamiento del indi·
viduo o la gestión de la familia al buen gobierno del Estado, es
(ustamente lo que comienza entonces a llamarse lmlli: ía. La pedago·
gfa del Príncipe asegura la continuidad ascendentedi"las formas de
gobierno, y la policía la descendente. En esta continuidad el ele·
mento central es justamente el gobierno de la familia, la llamada
"economfa".
,, El arte de gobernar tal como aparece en toda esta literatura
debe responder esencialmente a la demanda de cómo introducir la
economía, es decir, el modo de dirigir correctamente los individuos,
los bienes, las riquezas, en el interior de la familia, cómo hacer un.
buen padre capaz de dirigir a la mujer, a los hijos, a la servidumbre,
etcétera, que sepa hacer prosperat la fortuna de la familia. Cómo in·
trOctucir pues esta atención meticulosa, este tipo de relación del
padre con su familia en el interior de la gestión del Estado.
La introducción de la economía en el ejercicio poi ítico será,
creo, la beza esencial del gobierno. Y si lo ha sido en el siglo XVI.
lo será todav ía en el XVIII. En el artículo Econom(a Polltica de
Rousseau, el problema se sigue planteando en estos términos. Gros·
so modo dice: la palabra econom ía no pudo más que designar, y de
hecho designa en su or ígen, el sabio gobierno de la casa en función
del bien común de la familia; el problema, sigue diciendo, es cómo
se podrá introducir, mutatis mutandis y con la discontinuidad que
observaremos, en la gestión general del Estado. Gobernar un Estado
significará, por tanto, poner en práctica la economía, una econom ía
al nivel de todo el Estado, es decir, ejercitar en los entrecruzamien·
... 4
tos de los habitantes, de la riqueza y del comportamiento de todos
y cada uno, u na forma de vigilancia, de control tan atento como el
que ejerce el padre de familia sobre su c";l'I y sus bienes.
Una expresión i mportante del siglo / '11 1 caracteriza todavía
con precisión todo lo dicho: Ouesnay habla de un buen gobierno
como de un "gobierno económico". Y esta noción de gobierno
económi� se ha convertido en tautológica, puesto que el arte de
" bern.r es .el arte de ej�rcer . el poder en I� forma y seg\m el
.• ,
J
..... La gubernamentalidad
i 15

modelo de la economía. Pero si Ouesnay dice gobierno económico


es porque l a palabra econom ía, por las razones que intento expl i·
car, está ya tomando un sentido moderno, y aparece en el momen­
to en que l a esencia m isma del gobierno, es decir, del arte de ejercer
el poder bajo la forma de la economía, tendrá por objetivo pr inc�­
pal lo que hoy l lamamos economía.
En el siglo XVI la palabra econom ía designaba una forma de
gobierno, en el XVIII designará un nivel de realidad, un campo de
i ntervención atravesado por u na serie de procesos complejos que
son absol utamente capitales para nuestra h istoria. E ntonces, l qué
signifrca gobernar y ser gobernados? . .

Segundo punto, siempre refiriéndonos a la obra de Guillaume de


la Perriere; encontramos: "gobierno es l a recta disposición de las
cosas y de su cuidado para conducirlas a un fin conveniente."
A esta frase querría añad i r otra serie de observaciones. Gobierno
es la recta disposición de las cosas. Quisiera centrarme en este
termino: "cosas"; porque si observamos qué es lo que caracteriza el
conjunto de los objetos a los que se refiere e l poder en El Príncipe
de Maquiavelo, encontramos que para Maquiavelo el objeto y en
cierto sentido el blanco del poder son dos cosas: por una parte u n
territorio, por otra sus habitantes. Además en esto Maquiavelo no
hacía más que retomar para los fines particulares de su anál isis un
principio juríd ico con el que se defin ía la soberanía en el derecho
públ ico desde la Edad Media hasta el siglo XVI: la soberan ía no se
ejercía sobre las cosas, sino, y pri ncipalmente, sobre un territc io y
en consecuencia sobre los súbditos que lo habitaban. En este �nti­
·

do puede deci rse que el territorio es el elemento fundamenta 1.anto


del principado de Maquiavelo como de la soberan ía jurídica tal
como la definían los filósofos y los teóricos del derecho. Obvia­
mente estos territorios pod ían ser fértiles o estériles, la población
densa o escasa, los habitantes ricos o pobres, altivos o sumisos, pero
todos estos elementos no son más que variables respecto al territo·
rio, que es el fundamento m ismo del principado o de la soberan ía.
Por el contrario, en el texto de la Perriere vimos que la definición
de gobierno no se refiere en absoluto a un territorio. Se gobiernan
las cosas. Sin embargo, lqué significa esta expresión? No creo que
se trate de oponer cosas a personas, sino más bien que aquello a
que se refiere el gobierno no es al territorio sino a una especie de
complejo constituido por los hombres y las cosas. Por tanto las
cosas de las que debe ocuparse el gobierno son los hombres, pero
en sus relaciones, l igazones, imbricaciones con esas otras cosas que
son las riquezas, los recursos, los medios de subsistencia, el territo­
rio, ciertamente con sus fronteras, sus ciudades, su c l i ma, su seque­
dad, su ferti lidad; son los hombres en sus relaciones con los usos,
p
las costumbres, los modos de hacer o de ensar, etc., y finalmen·
te los hombres en sus relaciones también con esas otras cosas
.• ,
Michel Foucault
16

tales como los incidentes o desgrac ias del tipo de la carest ía,
la epidemia, la muerte, etc. Y puesto que el gobierno se refiere
a las cosas así entendidas, a estas imbricaciones entre los hom·
bres y las cosas, pienso que se encontraría fácilmente su confir·
mación en la metáfora inevitable a la que se refieren siempre estos
tratados de gobierno, es decir, la metáfora del navío. lQué significa
gobernar una nave? . Significa por supuesto ocuparse de los marine­
ros, pero también de la nave, del ca rgamento; gobernar una nave
significa además tener en cuenta los v ientos, los escollos, las tem­
pestades; es esto lo que caracteriza el gobierno del navío: poner en
relación los mari neros con la nave que debe ser salvada, con el
cargamento que es preciso conducir al puerto, y todo ello en rela­
ción con sucesos tales como los v ientos, los escollos, las tempesta·
des, etc. Lo mismo ocurre respecto a una casa : gobernar una casa,
u"a fami lia, no es esencial mente tener por objetivo salvar la propie­
dad de la familia, es tener como objetivo a los individuos que la
componen, su riqueza, prosperidad, tener en cuenta los sucesos que
pueden acaecer en ella tales como la m uerte o el naci miento, tener
en cuenta las cosas que pueden hacer dichos m iembros, tales como
las alianzas con otras fami lias... ; todas estas cuestiones generales que
caracterizan al gobierno, respecto al cual el problema de la propie­
dad de tierras en el caso de la fami l ia o la adquisición de la sobera­
nía sobre un territorio en el caso del Pr íncipe no son más que
elementos relativamente secundarios. Lo esencial es pues este com­
plejo,de cosas y hombres, no siendo la propiedad y el territorio más
que unas de sus variables.
Este tema del gobierno de las cosas q Úe 1arece con La Perriere
<,

lo encontramos todavía en el siglo XV I I y XVIII. Federico 1 1 en su


"Anti·Machiavelli" tiene páginas significativas a este respecto cuan·
do dice por ejemplo: comparando Holanda y Rusia, Rusia puede
tener l as fronteras más extensas de todos l os estados europeos; con
todo, está l lena de pantanos, de bosques, de desiertos, poblada
apenas por bandas de gente m iserable, sin actividad, sin industria;
por el contrario Holanda, pequei'Hsima, l lena también de lagunas,
posee, sin embargo, una población, una riqueza, una actividad co­
mercial y una·flota que la hacen un pa ís i mportante en Europa m íen·
tras que Rusia está apenas comenzando a serlo.
Por consiguiente, gobernar significa gobernar las cosas. Vuelvo
otra vez al texto citado en el que La Perriére dec ía:"el gobierno es
la recta disposición de las cosas y de su cuidado para conducirlas a
un fin conveniente." El gobierno tiene pues una finalidad y en esto
pienso se opone claramente a la soberanía. Ciertamente la soberan ía
no ha sido presentada en los textos filosóficos y j u r íd icos como
un derecho puro y simple. No ha sido dicho por l os juristas, ni, a
fortiori, por los teólogos. que el soberano legítimo estar ía pura y
·simplemente autorizado a ejer,c;er:.fu.f)Oder. El soQeranQ deb� siem-
.
-· " '
la gubernamentalidad

1 pre, para ser un buen soberano, proponerse un fin: "el bien común
y la salvación de todos."
Tomo como ejemplo un texto de finales del siglo XV I I ; Pufen·
dorf dice: " No se ha conferido (a los soberanos ) la autoridad sobe·
rana más que con el fin de que se sirvan de ella para procurar o
conservar la util idad pública." Un soberano no debe considerar
nada ventajoso para sí mismo si al mismo tiempo no lo es para el
Estado. lEn qué consiste este bien común o esta salvación de la
que hablan los juristas y que normalmente se invoca y se considera
como el fin m ismo de la soberan ía? . Si se observa el contenido real
que juristas y teólogos le confieren , se ve que para ellos bien común
es que los súbditos obedezcan todos y sin excepción a las leyes, de
donde se deduce que confían en ellas, practican los menesteres a
los que son desti nados, respetan el orden establecido, al menos en
la medida en que este orden se conforma a las leyes que Dios ha
impuesto a la naturaleza y a los hombres; esto quiere decir que el
bien públ ico es esencial mente obediencia a las leyes, a la del sobera·
no terrenal o a la del soberano absoluto, Dios. En cualquier caso lo
que caracteriza el fin de la soberan ía, este bien común y general, no
es en suma más que la sumisión a la soberan ía . Esto quiere decir
que el fin de la soberan ía es circular, reenv ía al ejercicio m ismo de
la soberan ía. E l bien es la obediencia a las leyes, en consecuencia el
bien que se propone la sobera n ía es que la gente la obedezca.
Circu laridad esencial que sea cual sea la estructura teórica, la justifi·
cación moral, y los efectos prácticos, no está muy lejos de lo que
decía Maquiavelo cuando afirmaba que el objetivo, principal del
Príncipe debía ser el de conservar su princi pado. Se vuelve así
siempre a este c írculo de la soberan ía o del principado en relación a
s í mismo .
Ahora bien, con la nueva definición de La Perriere, con su bús·
queda de definición del gobierno, creo que se ve aparecer otro tipo
de final idad. El gobierno se define como una manera de disponer
las cosas para conducirlas no al bien común, como decían los textos
de los juristas, sino a u n fin conveniente para cada una de las cosas
que hay que gobernar. Esto implica ante todo una plural idad de
fines específicos; por ejemplo, el gobierno debe obrar de tal modo
que se produzca la mayor cantidad posible de riquezas, q ue se le
proporcione a la gente medios suficientes de subsistencia, incluso
la mayor cantidad posible de dichos medios; deberá procurar que la
población pueda multi plicarse, etc. En consecuencia toda una serie
de final idades espec íficas se convertirán en el objetivo mismo del
gobierno. Y para alcanzar estas distintas final idades se dispondrán
las cosas -y es importante esta palabra disponer ya que en la so·
beranía el i nstrumento que l e permitía alcanzar su fin, es decir, la
obediencia a las leyes, eran las leyes mismas; leyes y soberan ía
constitu ían un solo cuerpo-. Por e l contrario, en el caso del gobier·
Michel Foucault

no no se trata de i mponer a los hombres una ley sino de d isponer


las cosas, es decir, uti l i zar más bien tácticas que leyes, en ú ltimo
término uti l i zar l as m ismas leyes como tácticas. Actuar de tal modo
y a través de un cierto número de medios para que este o aquel fin
pueda ser alcanzado.
Creo que tenemos aqu í una ruptura i mportante: mientras que el
fin de la soberanía le era implícito, y se trataba de sí m isma y de
sus instrumentos bajo la forma de la ley, el fin del gobierno está en
las cosas que d irige, en buscar la perfección, en la intensificación de
los procesos que dirige; y en los i nstrumentos de gobierno que en
vez de ser leyes serán tácticas multiformes. En la perspectiva del
gobierno, la ley no es ciertamente un ,:i�trumento central : el
hecho de que encontremos todavía el tema frecuentemente en el
siglo XV I I y mani fiestamente expl ícito en el XV I I I en los textos de
los. fisiócratas, debe ser expl icado diciendo que no es a través de
la ley como se pueden alcanzar l os fines del gobierno.
En fin , cuarta observación a propósito del texto de La Perriere:
dice que un buen gobernante debe tener paciencia, prudencia y
dil igencia. lQué entiende por paciencia? . Para expl icarlo pone el
ejémplo del rey de las abejas, el abejorro; el abejorro, d ice, reina sin
tener que recurrir a l a punición. Dios ha querido mostrar con esto,
de forma mística, que el verdadero gobernante no debe necesitar
del castigo, es decir, de un i nstrumento para matar, de una espada,
para ejercer el gobierno. Debe tener más paciencia· que cólera, e
incluso el derecho de castigar, de usar la fuerza, no debe ser esen­
cial en el personaje del gobernante. A esta ausencia de punición
lqué contenido positivo debe dársele? . La prudencia y la d i l igen­
cia. La prudencia, que no es exactamente como dec ía la tradición
el conocimiento de las leyes humanas y divinas, el conocimiento de
la justicia y de la equidad, sino el conocimiento de las cosas, de los
objetivos que se pueden alcanzar, de cómo hacer para alcanzarlos,
la disposición que debe uti l izarse para e llo, es este conocimiento
lo que constituirá la prudencia del soberano. En cuanto a su d i l i­
gencia, es la que hace que el que gobierna no deba gobernar más
que en l a medida en que considera y actúa como si fuese al servicio
de los que son gobernados. Aquí de nuevo La Perriere pone el
ejemplo del padre de fam i l ia, que es el que se levanta antes que
nadie en l a casa y se acuesta e l último, e l que v igila todo lo que se
refiere a l serv icio de la casa. Esta caracterización del gobierno es,
como veréis in mediatamente, muy distinta de l a del Príncipe tal
como se encontraba o pensaba encontrarse en Maquiavelo. Cierta­
mente esta noción de gobierno continúa siendo todav ía muy rudi­
mentaria a pesar de algunos caracteres de novedad. Pienso que esta
representación esquemática de la noción y de la teor ía del arte de
gobernar no ha sido en el siglo X V I a lgo exclusivamente abstracto:
no era sólo una cuestión di l�•,·��óricos de la pol ítica. Creo �ue
, . , '
La gubernamentalidad
19

podr íamos perfilar sus correlaciones con la real idad: por una parte,
lé' teoría del arte de gobernar ha estado l i gada en el siglo XVI a
todo el desarrol lo del aparato ad ministrativo de las monarqu ías
territt.,riales (aparición de los aparatos de gobierno ) ; ha estado l iga·
da, además, a todo un conjunto de aná l isis y de saberes que se
perfi lan a finales del siglo XVI y que cobran toda su importancia en
el XV 1 1, ligada esencialmente al conoci miento del Estado en sus
disti ntos elementos, en sus diferentes dimensiones, en los diversos
factores de su potencia, conocimiento que ha sido l lamado estadís·
tica -ciencia del Estado-; en fin, y en tercer l ugar, pienso que esta
búsqueda del arte de gobernar no puede dejar de ser puesta en
relación con el mercanti l ismo y el cameral ismo.
Para exponer las cosas muy esquemáticamente, el arte de gober·
nar encuentra a finales del siglo XVI y com ienzos del X VI 1 una
primera forma de crista l i zación, forma q ue se organiza en torno al
tema de una razón de E stado entendida no en el sentido negativo y
peyorativo que se le da hoy (infringir los principios del derecho, de
la equidad o de la humanidad por el solo interés del Estado ) sino en
un sentido positivo y p leno: el Estado se gobierna según reglas
racionales que le son propias, que no se deducen ni de las solas
leyes naturales o divinas, ni de los solos preceptos de prudencia o
de sabiduría; el Estado al igual que la naturaleza tiene su racional i ·
dad propia aurque sea d e tipo distinto. Inversamente, el arte de
gobierno, en ·vez de intentar encontrar sus fundamentos en reglas
trascendentales en un modelo cosmológico o en un ideal f ilosófico·
moral, deberá encontrar los fundamentos de su racionalidad en lo
que constituye la realidad específica del Estado. Serán los elemen·
·
tos de esta pri mera racionalidad lo que trataremos en la próx ima
lección.
De todos modos y rápidamente, se puede decir que esta "razón
de Estado" ha constituido una especie de bloqueo en el esbozo del
arte de gobierno que ha durado hasta comienzos del siglo XVIII.
E x iste un determi nado número de razones. Primero, razo­
nes h istóricas en sentido estricto: la serie de grandes crisis del
siglo XV 1 1 : la primera Guerra de los Treinta Años con sus devasta·
ciones; luego, a mediados de siglo, las grandes revueltas campesinas
y u rbanas, y en f i n la crisis financiera, la crisis de los medios de sub·
s istencia que gravitaron sobre toda la pol ítica de las monarq u ías oc­
cidentales a fina les del s iglo XVII. E l arte de gobernar no pod ía
desplegarse, desarrollarse, multiplicar sus dimensiones más que en
un período de expansión, es decir, fuera de las grandes u rgencias
m i l itares, pol íticas y_ económicas que no dejaron de asolar el si·
glo XVII desde e l comienzo al final. Razones h istóricas, masivas y
elementales han bloqueado, pues, el arte de gobierno. Pienso, en
consecuencia, que si bien el arte de gbbierno se formula en el si·
glo XVI, se encuentra l uego bloqueado en el XVII a causa de una
Michel Foucault
20

serie de razones que se ·podrían llamar -en términos que no me


agradan mucho- estructuras institucionales y mentales; en cualquier
caso, señalábamos que la preeminencia del problema de la sobera­
n ía, como cuestión teórica y como principio de organización poi ítica
ha jugado como factor fundamental, porque la soberan ía ha sido el
problema principal, las instituci ones de la.soberanía han sido las
instituciones fundamentales, y el ejercicio del poder ha sido pensa­
do como ejercicio de la soberan ía ; el arte de gobierno no pod ía,
pues, desarrollarse de un modo específico y autónomo. Creo que
tenemos un ejemplo en el mercantil ismo, que ha sido el primer es­
fuerzo, y es más, casi la primera sanción de este arte de gobernar
tanto a n ivel de la práctica pol ítica como de conocimiento del
Estado. En este sentido se puede decir que el mercantil ismo r.epre·
senta un primer umbral de racional idad del arte de gobierno al cual
el .texto de La Perriere proporcionaba algún principio más moral que
real. E l mercantil ismo es la primera racional ización del ejercicio del
poder en tanto que práctica de gobierno. Se comienza de nuevo a
construir un saber del Estado que puede ser util i zable como prácti­
ca de gobierno, esto es cierto, pero el mercan�ilismo se ha visto
frenado y bloqueado, creo, precisamente por el hecho de que pre­
.sentaba como objetivo esencial la potencia del soberano. lCómo
hacer de modo, no tanto que el pa ís sea rico, sino que el soberano
pueda disponer de riquezas, pueda poseer tesoros, pueda formar
ejércitos con los cuales real izar su política ? . Por otra parte los
i nstru mentos que el mercanti l ismo util i za son leyes, ordenanzas,
reglamentos, .es decir las mismas armas tradicionales del soberano,
los m ismos instru mentos de la soberan ía : el mercantil ismo i ntenta­
ba introducir las posibi l idades proporcionadas por un arte como el
del gobierno, en el i nterior de una estructura i nstitucional y men­
tal, la de la soberanía que por sí misma las bloqueaba.
De modo que durante todo el siglo XVII y hasta la liquidación
de los temas mercantilistas a principios del XVIII el arte de gobier­
no ha estado en cierto modo i nmovil izado, prisionero entre dos
polos. Por una parte, un marco demasiado extenso y abstracto,
demasiado r ígido, la sobera n ía como problema y como institución;
el arte de gobierno ha i ntentado, si se puedP decir, encontrar una
vía de concil i ación con la teoría de la sou�·.inla: ha i ntentado
deducir de una teoría renovada de la sobera n ía los principios di rec­
tivos de un arte de gobierno, y es aqu í donde intervienen los juris­
tas del siglo XV 1 1 al formular o ritual izar la teor ía del contrato. La
teorla del contrato será precisamente aquella que a partir del con­
trato fundador, del compromiso reciproco entre el soberano y los
súbditos se convertirá en una e$pecie de matriz teórica a partir de la
cual se i ntentan alcanzar los principios generales de un arte de
gobierno. Pero si bien la teoría del contrato, esta reflexi6n sobre la
q!lación entre el soberano y los súpditos ha jugado un papel muy
la gubernamentalidad 2l

i mportante en la teor ía del derecho públ ico, el ejemplo de H obbes


lo prueba de forma evidente (si bien lo que Hobbes quer ía encon­
trar eran los principios di rectivos de un arte de gobierno) , en la
práctica se ha quedado en la formulación de los principios generales
del derecho públ i co.
Asi pues, por una parte un marco demasiado a m pl io, a bstracto y
rígido, el de la soberania; y por otra un modelo demasiado estre­
cho, demasiado déb i l e i nconstante , el de la fam i l ia: el de u na
economía de l enriquecimiento (no d i ferente aún de l mode lo fam i­
l ia r ; véase la i mportancia de las posesiones territoriales y del tesoro
rea l ) .
lCómo pudo pues desbloquearse e l arte de gobierno ? . S i bien
han i nterven ido en ello u na serie de procesos generales: expansión
demográfica del siglo XVII 1 l igada a la abundancia de moneda,
l igada a su vez al aumento de la producción agrícola a través de
procesos ci rculares que conocen bien los historiadores. Si bien este
es el marco general, se podría decir, de u n modo más preciso, que
el arte de gobierno se ha desbloqueado en conex ión co n la emer­
gencia del problema de la población; digamos más bien que es un
proceso suti l , que necesitaba ser exam inado más en detal le, en el
que se vería cómo la ciencia de gobierno, la polarización de la
econom ía en algo disti nto de la fami l ia, y en fin, el prob lema c;le
la población, están l i gados los unos con los otros.
Ha sido a través del desarrollo de la ciencia de gobierno como la
economía ha podido centrarse en un cierto n ivel de la rea l idad que
hoy caracterizamos de "económico" , del mismo modo que median­
te el desarrollo de la ciencia de gobierno han podido también ser
aislados los problemas específicos de la población; pero podemos
deci r todavía más, que fue gracias a la percepción de los problemas
espec íficos de la población, gracias a la constitución de este nivel
de real idad que denominamos economía, como el problema del
gobierno ha podido al f i n ser pensado, reflexionado y calculado
fuera de l marco j u r íd ico de la soberan ía. Y la m isma estad ística,
que en el mercan ti l ismo no hab ía pod ido funcionar más que en el
interior y en beneficio de u na adm in istración monárquica, funcio­
nando ella misma en forma de soberan ía, se convertirá en e l factor
técnico principal, o en u no de los factores 'téci"icos principales de
esta tecnología.
l De que forma el problema de la población permitió desblo­
quear el arte de gobierno? . La perspectiva de la población, la reali­
dad de l os fenómenos propios de la población permitirá eli minar
definiti vamente e l modelo de la fam i l ia y centrar l a noción de eco­
nom ía sobre algo distinto. De hecho, si bien la estad ística hab ía
funcionado hasta entonces en el interior del marco ad ministrativo y,
en consecuencia, del funcionamiento de la sobe ran ía, esta m isma
estad ística descubre, muestra, poco a poco que la población tiene
Miche/ Foucault
22

su regularidad propia : su núm�ro de muertos, de enfermos, su regu­


lar id� de sucesos, etc. ; la estadística m uestra también que la po­
blación conlleva, por el hecho de su aglomeración, efectos específi ·
cos e irreductibles a l os de la familia: las grandes epidemias, la
mortalidad endémica, la espiral del trabajo y de la riqueza, etc.;
muestra, en fin, que a través de sus asentamientos, de sus modos de
actuar, de su actividad, la pobl ación produce efectos económicos es­
pec íf icos: la estadística, al perm itir cuantificar los fenómenos pro­
pios de la población, pone de mani fiesto una especial idad irreducti­
ble al estrecho marco de la fam i l ia. La fami l ia desaparece práctica­
mente como modelo de gobierno si se exceptúa un determinado
número de temas residuales q ue pueden ser de tipo moral o rel i gioso;
por el contrario, lo que aparece en este momento es la familia
como elemento de la población y como i nstrumento fundamental
de s\J gobierno.
En otros términos, el arte de gobernar antes de plantearse la
problemática de la población no pod ía pensarse más que a partir
del modelo de la famil ia, de la economía entendida como gestión
de J a famil ia; por el contrario, desde el momento en que la pobla·
ción aparece como algo absolutamente irrecl•_!ctible a la fam i l ia, ésta
pasa a ocupar un segundo plano respecto él población, aparece
· '

como uno de sus elementos. Por tanto ya no será más un modelo,


sino un segmento, segmento privilegiado ya q ue cuando se quiere
obtener algo de la población, en lo que se refiere a los comporta­
m ientos sensuales, a la demografía, al consumo, etc., será necesario
pasar a trav.és de la fam i l ia; • o de modelo la f
� � �;¡¡.¡,¡,¡ �.;¡;p;.�;.;¡.;;;¡.;,;.w.....i;;,;
. ;.;. ; ��;.; ;.;. ¡,¡¡¡� ¡
ti rse en instrumento instru m ento pr 1v 1 e ia o a r 0 1 ern o d e
a ac10 y no sera mas un m e o qu1m neo para e uen
go 1erno: creo absolutamente fundamental este cambio de nivel ,
de modelo en instrumento, y será a partir de la segunda m itad del
siglo XV I I I cuando la fami lia aparecerá en esta di mensión instru­
mental respecto a la población: campaña sobre la mortal idad, cam­
paña relativa al matri monio, a la vacunación, etc. Lo que permite,
pues a la ob lación desblo uear el arte de obierno es la eli mina­
c1on del mode o ' de la �fam1 1 a .
En seguñdo l ugar, la pOE>Télc ión aparecerá sobre todo como fin
último del gobierno, y a que su fin no es gobernar sino mejorar la
suerte de la población, aumentar su riqueza, su duración de vida, su
salud, etc; y los instrumentos que el gobierno se procurará para
obtener estos logros son en cierto sentido inmanentes a la pobla­
ción, estos serán la población misma sobre la que se actúa di recta·
mente mediante campañas, o indi rectamente mediante técnicas que
permitan esti mular, sin que la gente se sienta demasiado presiona·
da, la tasa de natal idad, d irigir l os f lujos de la población hacia
ciertas zonas o hacia una determinada actividad, etc. La población
aparece, pues, más que como potencia del soberário, como fin del
La gubernamentaJidad 23

gobierno; la población aparecerá como sujeto de necesidades, de


aspiraciones, pero también como objeto de la intervención del go­
bierno; consciente frente al gobierno de lo que quiere e inconscien­
te de quien le hace quererlo. El i nterés, en tanto que conciencia de
todo individuo q ue constituye la población, y el interés, en tanto
que interés de la población cualesquiera sean los intereses y las
aspiraciones individuales de los que la componen, he aqu í lo que
constituye el blanco y e l instrumento fundamental del gobierno de
la población. Nacida de un a rte, y en todo caso de tácticas y de
técnicas absolutamente nuevas.
En fin, la población será el núcleo en torno al cual se organizará
lo que en los textos del siglo XVI se llamaba la paciencia del
soberano en el sentido de que la oblación será el objeto !Je el
gobierno deberá tener en cuenta en su · erv 1 nes en su sa er
para egar ef n e rnar de un modo racional e i ntel i­
gente. a constitución de un saber e gobierno es a so utamente
índisociable de un saber acerca de todos los procesos que se refie­
ren a la ooblación en sentido lato. saber aue llamamos precisamen­
te "la econom ía" . Decíamos,,;i u.;la economja polítjca había podi­
do constituir e rtir a el mo a arece un nuevo
su e o entre los distintos
Mlche/ Foucault
24

Rousseau, sabemos que la economía pol ítica no es la economía


familiar; y sin referirse expl ícitamente ni a los fisiócratas, ni a la
•tedística, ni tampoco al problema general de la población, puede
percibirse claramente esta ruptura, el hecho de que la econom ía, la
"econom ía pol ítica" tiene un sentido nuevo, irreductible al viejo
modelo de la fam i l ia. Más tarde escribe el Ce. �?·ato Social, en el que
el problema será saber cómo con nociones t&;::.s como naturaleza,
contrato, voluntad general, puede proporcionarse un principio ge­
neral de gobierno que ocupará el lugar del principio juríd ico de la
soberan ía y de los elementos a través de los cuales pudo definirse y
caracterizarse un arte de gobierno. Así, pues, la soberanía no se
elimina con la emergencia de un nuevo arte de gobierno: con la
ciencia pol ítica, por el contrario, el problema de la soberanía con­
tinúa planteado de una forma todavía más a1JJda.
En cuanto a la disciplina, podemos decir que tampoco ha sido
elim)nacta; ciertamente su organización, todas las instituciones en
cuyo interior se hab ían desarrollado en el siglo XV I I y comienzos
del XV I I I : escuelas, tal leres, ejércit0$, etc., sólo se comprenden en
relación con la gestación de las grandes monarqu ías administrativas,
pero sin embarg disci
· a ha sido más im rtante, más valora-
. da a partir del momento en ue se usca e s 1onar
c1 ar a masa
La gubeman•entülidad 25

CJJe se llamar ía his " Y por esto


entiendo f undamenta mente tres cosas : El conjunto de i nstitu-
ciones, procedi mientos, anál isis y reflex iones, cálculos y tácticas
que han permitido ejercer esta forma específica y muy compleja de

los d ispositivos de seguridad



poder que tiene por blanco la población, por forma principal de
saber la econom ía pol ítica, y r i nstrumentos técnicos esenciales
La tendencia q ue en Occidente no
ha dejado de conducir, desde ace mucho tiempo, hacia la preemi·
nencia de este tipo de poder que se puede l lamar gobierno sobre
todos los otros: soberan ía, d i sci pl i na, etc., y que ha impl icado, por
una parte, el desarrollo de toda una serie de aparatos específicos de
bierno, y por otra, el desarrol lo de todo u n conjunto de saberes.
E l proceso, o mejor. el resultado del proceso a través del cual e l
tado d e justicia del med ievo, convertido en E stado adm i n istrati ·
v o e n los siglos XV y XVI , se encuentra poco a poco "gubernamen·
tal izado".
Conocemos qué fascinación ejerce hoy el amor o e l horror al
Estado; son muchos lo.s que se ocupan de su nacimiento, de su h i sto·
ria, sus progresos, poder y abusos. Esta valoración excesiva del
problema del Estado la encontramos parad ójicamente bajo dos for­
mas: una forma inmediata, afectiva y trágica: el l i r ismo del frío
monstruo que se al za f rente a nosotros; pero existe además otra
segunda forma de sobrevalorar el problema del Estado: los aná l i sis
q ue consisten en reducirlo a u n cierto número de funciones, co ·
mo por ejemplo el desarro l lo de las fuerzas productivas, la re­
producción de las relaciones de producción; este papel reductivo
del E stado lo convierte en algo absolutamente esencial como blan­
co que hay que atacar o como posición privilegiada a ocupar. Pero
el Estado hoy, como probablemente en el curso de su historia, no
tiene esa un idad, esa i ndividual idad, esa funcional idad rigurosa, esa
importancia sobre todo, el Estado no es más que una real i dad
compuesta y una abstracción m iti ficada cuya i mportancia es mu­
cho más l i mitada de lo que se cree. Lo que es i mportante para la
modernidad, es decir para nuestro presente, no es tanto la �tatal iza­
ción de la sociedad cuanto la "gubernamentalización" del Estado.
Vivimos en la era de la "gubernamental idad" descubierta en el
siglo XVI I I . La gubernamenta l i zación del Estado es u n fenómeno
singu larmente paradójico, ya que si bien los problemas de la guber­
namental idad, las técn icas de gobierno han constituido la única
apuesta del juego pol ítico y el ú nico espacio real de l a lucha pol íti­
ca; la gubernamenta l i zación del Estado ha sido sin duda el fenóme­
no que le ha permitido sobrevirir, y muy probablemente el Estado
ctualrnente lo ue es racias a esa ubernamentalida ue a
Michel Foucault
26

¡¡rjyaEig aué es lo estatal y gué lo no estatal.ate. En consecuencia


el Estado, en su supervivencia y en sus 1 ímites, no puede entenderse
más que a parti r de las tácticas generales de la gubernamentalidad.
Podemos, pues, de modo general y por tanto todav ía aproximat i ­
vo, reconstrui r d e este modo las grandes formas y las grandes eco­
nomías del poder en Occidente. En principio, el Estado de justicia,
nacido en u na territorialidad de tipo feudal , corresponder ía a una
sociedad de la ley -costumbres o leyes escritas- que i mplicaba
todo un juego rec íproco de l itigios; en segundo lugar, el E stado
administrativo nacido en una territorialidad de fronteras en los siglos
XV-XVI corresponder ía a una sociedad de reglamentos y discipli­
nas, y final mente un E stado de gobierno que no se define esencial­
mente por la territorial idad, por la superficie ocupada, s i no por la
masa de la población, su volumen, su densidad y ciertamente su
territorio sobre el que la población se asienta pero que ya no es más
que un componente. Este Estado de gobierno que se centra espe­
cialmente sobre la población y que se refiere y uti l iza como instru­
mento el saber económico, corresponde a una sociedad controlada
por los dispositivos de seguridad .
./ En las próxi mas l ecciones intentaremos mostrar cómo la guber­
namentalidad nace, por un lado, a partir de un modelo arcaico que
ha sido el de la pastoral cristiana; de otro, apoyándose sobre una
técnica diplomático- m i l itar que ha sido puesta a punto en Europa
con la paz de Westfal ia, y en fin, cómo ha podido cobrar las d i men­
siones que actualmente posee gracias a una serie de instrumentos
particulares cuya formación es contemporánea al arte de gobierno
y que l lamamos, en el v iejo sentido del término -el de los siglos
XVI I y XVI I I - po l i c ía . La a t nuevas técnicas di lomá ¡.
·militares · 1

:•
ESPAC I O C E R R ADO, T RABAJO Y
M O R A L I ZAC ION ( * )
Génesis y transformaciones paralelas de la
prisión y del manicomio

Jacques DONZEL OT

(•) Pub i icado en la revista Topique, n ú m 3, mayo


. de 1 970, pp. 1 25 · 1 5 1 .

1 Wrwing GOFFMANN : Axiles t rad frac. e n E d . de M i n u i t ,


. 1 968, prese n ·
ción de Robert CASTE L . ( Ed . castellana en A morrortu l .

- 27 -

:•
Jacques Donzelot
28

jn1SitlJGjone¡. Ahora bien, el radicalismo i ndudable del análisis por


lo que se refiere al pri mer punto, es mucho menos evidente en lo
que concierne al segundo.
Existe en efecto una especie de empirismo de coleccionista en
su investigación acerca de las " instituciones totalitarias". Ausencia
de teoría: estas instituciones pueden indistintamente navegar en los
ITW'es (equipamiento de un navío), emerger en las estepas siberianas
(campos de concentración ) o deberse a los fondos de la cristiandad
(convento). Ausencia también de historia: totlas estas variaciones
sobre un mismo tema vagan en una eternidad flotante. Serla sin
duda una querella de mala fe reprocharle que no ha hecho lo que
no estaba en su proyecto real izar si éste no implicase una ambigüe­
dad difícil de salvar.
Se puede uno preguntar en qué medida la empresa de Goffmann
se,separa realmente de la sociología americana de las organizaciones
que ha encontrado su felicidad en el desi:.wdmiento de la famosa
dimensión humana de la empresa y según la cual , como se sc.:be, los
comportamientos de rebeld ía o de rechazo se ponen en relación
con los disfuncionamientos internos de la fábrica y no con la es·
trt.lctura global de las relaciones · de producción. Posiblemente el
estudio de Goffmann no es más que el ejemplo l ím ite de esos
análisis con dificultades propias de una organización compleja, aná·
lisis que excluyen toda interrogación acerca de su modo h istórico
de constitución: estudio de l as organizaciones 1 ímites, en las que la
lógica organizacional de sana pasa a ser aberrante, y el hombre
adaptado se . convierte en alienado; y la conclusión principal que
uno puede obtener, es que al l ( donde la dimensión humana es más
radicalmente negada ( i nstitución totalitaria) . no deja sin embargo
de afirmarse aprovechando la menor fisura de la i nstitución , inven·
tando relaciones ocultas (adaptaciones secundarias) .
Se ve cómo Goffmann pod (a bajo este aspecto poner en cuestión
todos los proyectos psicosociol6gicos en general y particularmente
el movimiento de modernización y "de humanización" que afecta
actual mente al manicomio y a la prisión. La supresión o el remode­
lamiento de las rupturas (entre el interior y el exterior, entre gober·
nados y gobernantes) , la modificación de la util ización de la pala·
bra permitir ían el paso de una era teratológica a una era positiva sin .
que esto suponga sin embargo cuestionar el sentido de estas retor·
mas. La significación de la práctica psiquiátrica o penal no se en·
contraría por tanto aclarada.
Ahora bien, ex iste en el rigor del análisis de Goffmann una serie
de datos para pasar a otro tipo de investigación que partiendo de
esta ruptura constatada entre las justificaciones de una institución
y su funcionamiento, i ntentase describir a la vez la l óg ica de su
puesta en marcha y la signifi1;aeión sociológica de su funcionamien·
to; en resumen, anal izar la relación existente entre u na estructura
Espacio cerrado
29

to r ns o ma nes. Es esto lo que


intentaremos hacer respecto al manicomio y a la pris1on.
Subrayemos antes de nada la particularidad de estas dos organi­
zaciones respecto a las otras instituciones disciplinarias. Si conside­
ramos el cuartel, la custodia de los soldados en un espacio cerrado
forma parte de las exigencias de la d isciplina q ue es en s í misma el
medio de su propio fin, es deci r, que la clausura del espacio está
aquí en relación de instrumental idad técnica con la final idad de la
institución. Al revés, en el manicomio o en la prisión, la del i mita­
ción de un espacio cerrado no está en relación directa con el con­
junto de los fines de la i nstitución; el espacio cerrado es en este
caso mediación, s íntesis concreta de fines distintos. En el primer
caso, el espacio cerrado es un elemento más en una serie de medios
disciplinarios homólogos. . En el segundo, es una estructura comple­
ja que debe articular fines divergentes (castigar y resocializar, con­
vertir en inofensivo y curar). El espacio cerrado es también una
estructura determinante, en l a medida en que es el medio de la
coposibil idad de estos fi nes y es tanto más valorado cuanto más
contradi ctorios son los fines que debe articular.
Existe pues toda una serie de instituciones que se podr 1Jn l la ­
mar d iscipl i narias ( e l cuartel , e l equipamiento d e u n nav ío, el
i nternado, el campo de concentración) que, por su uso y su eficacia
elementa l , tienen un carácter en cierta medida ah istórico y un iver­
sal . Sin duda la modern idad les ha concedido por distintas razones
una suerte particular, pero sin q ue exista el sentimiento de i n nova­
ción respecto a ellas. El nacimiento del manicomio y de la prisión a
comienzos del siglo X I X presenta por el contrario una aureolcl de
descubri miento revolucionario. Ambos aparecen amparados por los
prestigios de la novedad, de la eficacia y de la filantropía. Si bien
en su pri ncipio de funcionamiento no difi eren fundamental mente
del monasterio que existía desde hace casi dos m i l años o del cam·
pamento m i l itar, que se puede hacer remontar al Imper io romano,
esto hace todav ía más necesaria su arqueología, es decir, el análisis
de las cond iciones de aparición de esta valoración del espacio cerra­
do que las disti ngue de las i nstituciones de represión .
A este fetichismo del espacio cerrado d e comienzos del siglo
X I X se opone el actual movimiento de reforma que tiende a desca­
l ificarlo. El muro que rodea el manicomio se asocia actual mente a
las cadenas de las que l ibera P i nel a los locos en el al macén de
accesorios i núti les y bárbaros. Los teóricos de la ciencia penal tie­
nen el lenguaje de Papil lón para deshonrar lo que sus predecesores
habían erigido con orgu l l o frente a los " horrores" del Antiguo
Rég ime n. En un nuevo art ículo, se anal i zará esta tercera edad de la
represión que sucede al gran encierro y ál nacimiento del manico­
mio y de la prisión modernos.
Jacques Donzelot
30

Las formas de represión e: .


el Antiguo Régimen

Bajo el Antiguo Régimen las instituciones de represión no están


acompañadas de ninguna preocupación por la regeneración del
individuo. El internamiento en tanto que tal no es ni pena n i medio
terapéutico aunque la detención sea realizada por dos tipos de
instituciones: las mazmo rras y los hospitales generales y abad ías. La
mazmorra, como su nombre i ndica, no tiene por fin castigar privan­
do de l ibertad, su papel consiste simplemente en proporcionar los
medios para aplicar la verdadera pena. es decir todas las variedades
de tortura que constituían lo esencial del arsenal penal. En las
· abad ías o en los hospitales generales se segrega en mezcolanza a
locos, indigentes, cri m i nales, libertinos, prostitutas, etc., con una
preocupación de asistencia y al mismo tiempo de represión: la
tortura en u n espacio laico y úbl ico el exilio en u n es 8CiO
rel i 1oso. os cr i me es contra a religión y, lo viene a ser lo
· mi smo, los cr menes e esa maies a seran o ¡eto de �.!'..!� J:'. IQ�..
er1menes contrillntíoral bur uesa: ociosidad enfreno hom
xuauaaa . prost1fuc1on, Sin raz n, ser n ob'eto de inter 'ento. La
.-historia de la represTónen e nt1guo gimen es el reemplazamien·
to progresivo del primer sistema por el segundo.
Los cr ímenes rel igiosos conciernen al equil ibrio de la sociedad
entera. Tienen por efecto perturbar lo que la trasciende y la funda
a la ve;¡: (religión, autoridad pública de derecho divino) . En conse·
cuencia la pena no es simplemente un castigo sino también la
reequilibración del sistema social y debe ser proporcionada a la
importancia del ofendido. Para aplacar las potencias trascendenta·
les es preciso poner en juego prácticas penales que estén a la altura
del delito: el arrancami ento de la lengua, la picota y las galeras
cobran su i nteligibilidad en un sistema como éste 2 •
Así pues, desde el mome nto en que el fundamento de la sociedad
deja de buscarse en la religión o en el poder absoluto, toda esta
categor ía de cr ímenes y de penas pierden su significación y su
razón de ser. El mov imi ento de las luces, cuyo representante princi·
pal a este respecto es Beccaría 3 no hace más que ratificar el paso
de un orden social a otro. Condena lo que ya no ten ía razón de ser
en una sociedad que se da como nuevo fundamento la econom ía y
la moral del beneficio.
Los crímenes contra la moral burguesa tal como habían sido
delimitados por el gran encierro de 1 656 11 an a convertirse en los

2 Véase E. DUR KH E I M : "Deux lois de l'livolution pénale" en Année socio ·


logíqu11, 1 899.
3 J. BECCA R I A : Traité des dg¡itHlt i:lt1, Pttines, 1 773.
Espacio cerrado
31

únicos objetos legíti mos de la v i ndicta social. Paradójicamente es


en un recinto rel igioso donde esta nueva forma de "desv iación" se
verá admi ni strar su pena. E sto no se h i zo sin razones n i s i n conse­
cuencias, pero para descri b i r este proceso de deli mi tación progresiva
de las nuevas formas de cÚ l pabilidad y de represión, es necesario
recordar casi toda la histori a del monacato 4 .
En sus comienzos el monasterio se definió esencial mente como
una tierra de exil io. Es el l u gar en el que se concretiza la vol untad
de aislarse del mundo, el medio de llegar a separarse de él a través
de u na ascesis que sustrae al hombre del poder lo de sus insti ntos,
que le l ibera de su dependencia respecto a la naturaleza y de la
sociedad real. Pero es al mismo tiempo en Occidente y desde co­
mienzos de la Edad Media u na tierra de asistencia a la que pueden
venir a refugiarse y encontrar una subsistencia los pobres de los
alrededores en época de escasez. Los monjes desean desgajarse de ser­
vidumbres seculares y as í producen sus medios de existencia; y como
la v ida comunitaria les permite obtener buenos resultados, adquie­
ren rápidamente un cierto desahogo que les permite proporcionar
trabajo o comida a los campesinos sin recursos.
Esta función de refugio del monasterio se encuentra asociada en
el siglo XV I I a u na función de represión prefigurada en l as leprose­
r ías de la Edad Media. San Vicente de Paul es uno de los protago­
nistas de esta transformación q ue permite a los priores, a las "cari·
dades" y a l os hospitales retener no sólo a enfermos sino también a
personas encerradas "por o;den de su majestad" . OrganizarJas pues
sobre el modelo conventual, estas casas desempeñan a la vez un
papel de asis.tencia y de coacción 5 .
Así, durante todo el Antiguo Régimen, el espacio cerrado es
fundamentalmente un espacio rel i gioso. Lugar de reunión y de exis­
tencia de aquellos que qu ieren desgajarse de la vidJ secu lar, tis
también u na superficie de absorción de los que no r ueden vivir en
el siglo porque se encuentran demasiado desprote ;idos o porque
huyen de determinadas convenciones. Entre los que quieren huir
del m undo y l os que no pueden vivir en él no ex iste una identidad
sino u na profunda complicidad en la eminente dignidad de la des­
posesión y de la pobreza, natural o voluntaria; o incluso en la
imagen religiosa de la locura o de la falta. Antes de ser expulsados
de la comunidad, colocados en los prioratos, hospitales, casas de
reclusión, el pobre, el l oco y las nuevas variedades de criminales

4 Los c r lmenes contra las personas y los crimenes contra la propiedad van a
"desl i zarse" de l primer sistema hacia el seg1 ndo a f i nales del siglo X V 1 1 1 _

5 M . FO U C A U L T : Histoire de la folie, Pion, 196 1 ( Trad . castel lana en F o n ­


d o d e Cu l tura Económ ica! .
Jacques Donzelot

ten ían ya una alianza sel lada con el mundo del internamiento reli­
gioso.
Recordemos las significaciones del gran encierro de 1656. En su
versión laica ( los hospitales generales con su administración burgue­
sa! ) , al igual que en su versión religiosa (San Vicente de Pau l . ..) , el
i nternamiento refuerza la gran ruptura entre, de una parte, la vida
mundana con sus b u l l icios y sus desórdenes, y de otra, la vida
descansada y ordenada de los que están , fuera del mundo, proxi­
mos a Dios por la observancia común, en un lugar cerrado y protegi­
do, de los principios de la religión, aunque sea según u n modelo
autoritario y con una población rechazada y condenada por la
sociedad. " E l encierro, escribe M. Foucault, oculta a la vez una
metafísica de la ciudad y una pol ftica de la religión, se plantea
como un esfuerzo de s 1 n tesis tiránica entre esa distancia que sepa­
ra el Jard ín de Dios y las ciudades que los hombres, expulsados del
paraíso, han levantado con sus manos" 6 .
La obligación del trabajo establecida en el internamiento desde
su aparición hay que i nterpretarla en relación con este fundamento
religioso. En un decreto de 1612, María de Medicis insiste sobre su
importancia: " Los pobres encerrados en los hospitales deben ser
tratados y alimentados lo más austeramente posible, y con el fin de
· no mantenerlos en la ociosidad serán empleados en moler el trigo
en mol i nos de mano, cortar mieses, fabricar cerveza, preparar ce­
mento y realizar otras obras penosas, después de lo cual darán al
final del d ía cuenta del trabajo que hicieron bajo pena de ser casti­
gados j:>or los maestros" 7 •
Este trabajo debe por supuesto servir para c�brir los gastos de su
subsistencia, s i n embargo, no se trata de suprimir la asistencia carita­
tiva. Las parroquias pagan tasas destinadas a mantener las casas de
trabajo en I nglaterra. En Francia, los hospitales generales y los
prioratos se establecen según el principio de fundaciones caritati­
vas. La preocupación pri ncipal no es, pues, suprimir la caridad, del
mismo modo que tampoco se espera que la apl icación al trabajo
solucione el problema de la miseria.
No se da, pues, tanto una valoración del trabajo como práctica
salvífica para el hombre en la tierra cuanto una condena moral y
religiosa del no-trabajo. El espectáculo de la ociosidad, el vagabun­
deo y la mendicidad es rechazado: y en este rechazo es más fácil
entonces encontrar una di mensión rel igiosa que un razonamiento
económico : existe u na rebelión contra D ios, y en consecuencia
contra el rey, cuando u no n·o se incl i na ante la exigencia de un

6 Michel FOUCAU L T, op. c .


'1
C� tado por MOREAU-CH R I STOPH E : (:hrist et p11uvrt1s, Paris, 1 85 1 .
Espacio cerrado
33

trabajo resultante de la maldición divina. Y es precisamente contra


este vano orgullo que se establecen talleres de trabajo en los hospi­
tales y en los monasterios. Bajo el Antiguo Régimen la reclusión y
la obligación de trabajar adquieren su significación en el interior de
una condena religiosa, moral y poi ítica de la ociosidad.
A través de la ociosidad, i mpl ícitamente se condena la miseria y
se la destierra de la ciudad. Pero para que esta prescripción se
explicite y se convierta en ley es preciso esperar a que la riqueza, en
el principio de su origen y en las reglas de su uso, sea redefinida
total mente.
Todo el sistema feudal, órdenes monásticas y fundaciones cari­
tativas inclu idas, descansaba sobre una m isma relación a la riqueza
que ten ía como principio el don. En primer lugar la riqueza misma
es dada: las tierras de los monasterios fueron originariamente atri ·
buidas a los monjes por decreto del rey, q ue tiene la propiedad
eminente sobre todas l as tierras del reino, don que recibió de Dios.
En la redistribución que se hace de la riqueza, los relig iosos y los
pobres tienen una misma parte denominada, sin duda para reenviar
al altísimo, la parte de Dios. E n la medida en que es dada, la
riqueza es también lo que se da, operación a través de la cual se
constituye una red de dependencias y de clientelas. Lo que se da
aliena al receptor en el don que le es hecho, del mismo modo que el
campesino está amarrado a la tierra que se le atribuye, y no puede
abandonarla, convirtiéndose entonces él mismo en propiedad de
aquel que le ha hecho el regalo; el asistido, pobre o loco, vive en
una relación de dependencia respecto al q ue le cobija y le cuida .
En consecuencia" la asistencia en su principio no es un fenómeno
marginal para el mundo feudal, es inseparable de la lógica de su
funcionamiento.
Y precisamente porque es el medio para conseguir tales redes de
dependencia, la riqueza es aquello de lo que uno disfruta; por el
poder que permite ejercer directa mente pero también por los place·
res sensuales que proporciona. Para Boisgu ilbert, por ejemplo, el
principio de desarrollo de la riqueza está pensado a partir de la
multipl icación creciente de los disfrutes que pueden obtenerse con
ella, lo que i ncita a producir más y más 11 .
Ahora bien, l a econom ía pol ítica a finaiP.s del siglo X VI I I no
busca ya el origen de las riquezas en la i ntensificación de las ne­
cesidades, sino en su restricción. No es ya el medio inmed iato de
ejercer un poder, de obtener placer, sino que se convierte por el
contrario en su propio f i n. Y sobre todo ya no es algo dado: de

11 Sobre este tema ver: P. LANTZ : " Etude sur A(lam Smith" en Revue d'his­
toire economique et socia/e, 1968, núm. 3. '
Jacques Donzelot
34

ahora en adelante deriva de la lógica del i ntercambio, no se la


puede adquirir sino es a través del trabajo y del ahorro 9 •
La condena de la miseria está ahora marcada por la articulación
naciente entre la vieja ética del trabajo y la nueva moral del ahorro,
al estar regida la riqueza en su generalidad por los principiós del
i ntercambio. Las prop iedades monásticas y las fundaciones caritati·
vas ya no tienen razón de ser, ya que no sólo escapan a la ley del
intercambio sino que además mantienen la m iseria.
El internamiento estigmatizaba la ociosidad, pero por su excesi·
va presión y su no menos excesiva protección, minaba el movimien·
to racional que debe conducir al hombre d, trabajo al ahorro, y de
aqu í, si no a la riqueza, al menos a la propied.;; J privada, fundamen·
to del intercambio.
Desaparece así toda la antitua significación del espacio cerrado.
Por su función de e x i l i o o de refugio, de recogi m iento o de coac·
ció'n, el espacio cerrado mantenía con el espacio social una d iferen·
cía cual itativa de carácter religioso. La l ínea de demarcación que lo
constituye, aunque progresivamente extendida, delimita siempre un
espacio en el que las verdades religiosas se encuentran más afirma·
� que en n inguna parte; las l íneas de fuerza que lo organilém
apuntan hacia un mundo que debe trascender el de aqu í abajo.
Al alba de la Revolución las dos estructuras fundamentales de la
represión bajo el Antiguo Régimen se encuentran condenadas, una
porque hace referencia a una esencia religiosa y absolutista del
poder, la otra porque participa de un funcionamiento económico
desde' entonces condenado y no reprime la locura, la ociosidad, el
crimen. manteniendo con ellos una complicidad de fondo. Condena
sin apelación pero tamb ién se podría decir sin memoria : el paren·
tesco que se Eistableció entre la locura, el crimen, la i ndigencia y
el espacio reliuioso de tipo conventual no se rompe de forma decisi·
va, tampoco el trabajo obligatorio ni la idea de redención a la q ue
está l igado. Simplemente el trabajo se verá afectado por una valora·
ción positiva y la redención se l lamará moral ización.

La secularización del espacio cerrado

A un primer n i vel de observación, las modificaciones que sufre


el espacio cerrado consisten en una destrucción de su antigua ho­
mogeneidad para pasar a u na diversificación técnica de recintos
particulares que afectan a cada una de las categor ías de reclusos
que el viejo espacio hab ía reunido. Surge el escándalo ante la an­
tigua confusión entre el loco y el criminal y se intenta cuidadosa·
mente no tratar al indigente como a u n simple cri minal. Se trata del

9 lbid.
Espacio cerrado 35

nac 1 m 1ento de un espacio asilar medicalizado, que se ordena en


función de la apl icación de una terapéutica. Estamos ante la apar i·
ción de un espacio carceral h u manizado: se acabaron las torturas y
las injusticias, se acabaron las mazmorras malsanas en las que ya·
cían los prisioneros acompañados de la enfermedad, la promiscui·
dad y el desenfreno; pero aparecen los edificio5 V�.!llilidQ�,-�_:_
cio aseptizado, la -�� táefón h ii!én ica y las a�!J�dade� . El
indigente ya no esta anclado en esos grandes "encierrO?',....e n los que
sin duda v i v ía bajo la m i rada de Dios pero consumiéndose sin la
menor esperanza de una vida mejor. Si todavía hoy se le encierra es
para esti mularlo por diferentes medios a mejorar su existencia.
S i n embargo se puede encontrar, más allá de esta parcelación del
espacio cerrado, un determinado número de temas comunes a todas
estas nuevas instituciones susceptible de proporcionar el pri ncipio
un itario. La especificidad de las actitudes respecto al enfermo
mental, al i ndigente y al cr imi nal no es capaz de ocultar la unidad
de fondo de estas tres categorías.
Seña lemos en primer lugar el favor particular del que goza el
espacio cerrado a comienzos del siglo X I X cuando alguien plan·
tea el problema de la miseria, de la loaura o del crimen. Y esto es
especial mente flagrante en el caso de los utopistas. E l paralelogra·
mo de Owen, la I ndustrie House de Bentham son, en el papel como
en sus múltiples tentativas de material ización, lugares cerrados, a is·
lados del entorno; y precisamente por esto se presentan como solu·
cienes al prob lema de la indigencia 1 0 • Los filántropos franceses,
desde Vil leneuve de Bargemont al barón de Gerando, sueñan con
ft:ndar colonias agr ícolas en las zonas incultas del territorio francés,
colonias en las que los mendigos, los indigentes, los vagabundo� y
los cri minales puestos en l ibertad puedan encontrar un trabajo y
volver a la moralidad. En Inglaterra se construyen casas de trabajo
(Work House) que son a la vez una fuente de empleo para los indi·
gentes, una institución de vigi lancia y un medio de i ntim idación
para los ociosos. Al mismo tiempo se edifican las pri meras prisiones
y los pri meros manicomios en un cl ima de polémicas apasionadas.
Algunos proyectos buscan incluso combinar todas las formas prece·
dentes en un solo establecimiento. Por eje : nplo Marchand 1 1 ,
sorprendente filántropo, sueña con una "ciudadela de expiación"
que sería a Ja vez una prisión, una colonia agr ícola y manufacturera
destinada a recoger vagabundos y mujeres de poca virtud, y ade­
más un lugar de experimentación de los sistemas fou rierista y
owenista, convenientemente "expurgados de sus elementos inmora·

10
Sobre este p un to : P L A N Y 1 : The great transformarían, cap itulo "paupe­
rísm and utop ía", Boston , Beacon press , 1 963. •

11 M A R C H A N D : Du pauperisme, París 1 845.


Jacques Donzelo t
36

les". En esta fascinación por el esapcio cerrado se puede, pues, encon·


trar un primer elemento común entre el manicomio, la prisión y las
instituciones de indigentes.
Paradoja: se valor
espacio genera nificarse ba o e ema noco or
nvada. El prob ema constante que se p antear a los
responsa es e i nternamiento penal y hospitalario es esta exclu·
sión del mu ndo libre del i ntercambio, de esta mercancía que es la
fuerza de trabajo de los internados. Pero no se trata de una contra·
dicc i ón absoluta : excepción inadmisible en el mundo libre del in·
tercarnbio, el internamiento es además este espacio particular consi·
derado indispe·n sable para el buen funcionamiento de los intercam·
bios en el espacio general, ya q ue le proporciona la salvaguarda
restituyendo o atribuyendo a los individuos de las categorías en
decadencia una capacidad de trabajar y de adquirir. Por esto la
reforma de los manicomios, de las prisiones y de las casas de cari·
dad pueden también entenderse como l a aplicación de una volun·
tad sistemática de puesta al trabajo de todos los internados.
Pinel cuenta en un pasaje famoso del Traité de la menie que la
idea de una reforma positiva de los manicomios se le ha ocurrido al
ve(u n hospital de Zaragoza, en el que e l trabajo era l a regla general
y la base de la terapéutica:
" Desde la mañana, se les ve, a unos desempeí'lar los oficios
serviles de la casa, a otros dirigirse a sus respectivos talleres, y a l a
mayoría dividirse e n distintos bandos, bajo la dirección d e algunos
vigilantes inteligentes e instruidos, para repartirse con a legría por las
distintas parcelas de un amplio terreno dependiente del hospicio
y all í dividirse con u na especie de emulación los trabajos relativos a
las estaciones, cultivar el trigo, las legumbres, los tubérculos, y
ocuparse sucesivamente de la siega, la tril la, la vendimia , y encon·
trar a la ca ída de la tarde, en su solitario manicomio, la calma y un
suei'lo tranquilo. La experiencia ensei'la en este hospicio que el tra·
bajo es el medio más seguro y más eficaz para ser devuelto a la ra·
zón, y que los nobles q ue rechazan con dignidad y desprecio toda
idea de un trabajo mecánico obtienen la triste ventaja de perpetuar
sus márgenes de insensatez y su delirio" 1 2 •
El carácter escandaloso de las casas de rec.l'..l s ión, precedente de
las prisiones modernas, prove n ía sin duda de los malos tratamientos
que en ellas se aplicaban a los internados, pero sobre todo de la
abominable ociosidad en la que se les manten ía. Del mismo modo,
el drama de la asistencia en el Antiguo Régimen proven ía de mante·
ner la ociosidad o de castigarla mediante el trabajo pero sin buscar
el remediarla por el trabajo mismo.

12
Ph . P I N E L: Traité de la mania, París, aí'lo VI.
Espacio cerrado
37

1 3 Ver L . CHEVALI E R : Classes laborieuses et c/llUfls dangereuses a París


dans la premitlre moitití du XIX. eme siecle. Ed . Pion, París, 1 958 (de próxi­
ma traducción en la Ed. La Piqueta ) .
1 4 E l duque d e L a Rochefoucault·Liancourt, que i ntrodujo en F rancia las
Cajas de Ahorros, fue asimismo uno de los primeros especialistas de la refor­
ma penitenciaria.
15 Ver M.G. RAYMOND: La politique pavillonnaire, C . A . U . 1 966.
1 6 En 'tal sentido: L. BOLTANSKI : Prime tíducation et mora/e de c/alSfl, Ed.
Mouton, 1 968 (Traducción cast¡,llana en la Ed. Laia).
Jacques Donzelot
38

se por toda Francia y hasta que quede zanjado el problema del


trabajo, no se dan cuenta del estado de nuestra sociedad.
En un tiempo como este en que todas las convicciones están
fluctuantes, son individuales y van a la ventura, no hay más que u na
reforma posible, la que procede de cil!rtos puntos convenidos
y comprendidos por todos. El sistema penitenciario presenta esta
ventaja; pues no se propone más que convertir a los criminales en
observadores de las leyes e insertarlos as í en la sociedad: tentativa
que no exige más esfuer�os de reflexión que un estudio atento de
las pasiones y de los resortes humanos de que disponemos" 1 7 •
A ir esta idea de ue es más fácil actuar sobre el h

comienzos de siglo el internamiento está por tanto desti·


nado a fines puramente seculares. En todos sitios, y pese a sus
dive'rsas variantes, se encuentra una idéntica estructura: el espacio
cerrado; una forma pri v i legiada de tratam;t:nto: el trabajo; una
misma función esencial : l a moral ización. Falta comprender por qué
el espacio cerrado y el trabajo han podido ser habilitados así para
producir esta moralización, que unifica en el mismo proyecto las
diversas funciones parciales y contradictorias atribuidas a las tres
instituciones· consideradas individµalmente; queda todavía por in­
terpretar la significación real de esta transformación.

Regeneración y adaptación

La desviación a partir del siglo X I X ya no es de orden rel igioso


sino de orden económico , y la culpab i l i zación de la miseria ( no -tra ­
bajo y no-propiedad) ha sido el aconteci miento principal que ha
hecho inclinarse a las estructuras represivas hacia un nuevo sistema.
Es pues en el tratamiento de la i ndigencia donde se buscarán en
pri mer lugar las claves del análisis de la desviación que ha permitido
validar el espacio cerrado para los nuevos fines que se le asignan.
La idea de crear colonias agrícolas para remediar el problema
del pauperismo no ha sido introducida en Francia más que después

17 León F E UC H E R : De la réforme des prisons, París, 1 838.


18
Ver R. CASTE L ; Le traitement moral , Rev. Topiaue, núm . 2, 1 97 0 (Tra­
ducción castellana en la obra colectiva Psiquiatrfa, an tip6iquiatr/a y orden
manic9mial, Barral . 1 97 5 ) .
Espacio cerrado
39

de haber sido apl icada en el extranjero. en particu lar en Bélgica y


en Holanda.
En Francia, tampoco tuvo u n éxito decisivo, ya que después de
muchas discusiones y proposiciones, tanto en la R estauración como
en la Monarqu ía de Julio la cuestión fue progresivamente abando­
nada. El proyecto consistía en crear en las landas de Gascuña y de
· Bretaña pequeñas comunidades de indigentes y pordioseros que
rotu rasen las tierras incul tas de estos pa íses recibiendo al mismo
tiempo una educación social y moral que los haría aptos para con­
vertirse en verdaderos ciudadanos 1 9 .
Cuando u no lee las proclamas de los administradores be lgas de
estos estab lecimientos o las de sus colegas franceses, (grosso modo la
corriente l lamada Econom ía Social, de obediencia católica ) , desta­
ca en pri mer lugar la reacti vación del modelo monástico. Se tiene la
nostéllgia -más o menos expl ícita- de esos "oasis afortunados"
que pueden satisfacer las necesidades de sus miembros al mismo
tiempo que ejercen una acción moralizante. Pero además, y de
forma más expl ícita, se constata la aspiración al restablecimiento
de una sociedad que reposaría esencialmente sobre la agricultura,
desplegando a la vez una gran diversidad de oficios. Las colonias
agrícolas intentarán reproducir esta forma de organización del tra­
bajo; combinación de un campo que proporciona lo esencial para el
al i mento de los pensionistas y de talleres artesanales que producen
a la vez para el mercado y para las necesidades interiores.
El fin de la colonia agr ícola es proporcionar al indigente una
asistencia tal que, por una parte, no sea un est ímulo a la pereza, y
por otra, lo regenere . Sobre esta intención regeneradora descansa
toda su especif icidad. En su más burda acepción, quere ser no sólo
solución al problema de la miseria, sino también a la degeneración
de las clases trabajadoras, de la que es s íntoma la multiplicación de
los rndigentes.
Si queremos deduci r las catego rías de anál isis que subyacen a la
construcción de la colonia agrícola, podemos empezar por buscar­
las del lado de esta dialéctica de la riqueza y de la m iser ia tan
presente en las obras de econom ía social, de esta forma "atenuada"
de la economía pol ítica de l os utopistas o de l os higienistas. La idea
según la cual el aumento de las riquezas por el capitalismo podr ía
impl icar tamb ién un aumento de la miseria, constituye un punto de
partida y u na referencia constante para todas estas corrientes. Sim­
plemente esta idea es más o menos radical según las distintas co­
rrientes y se articula a su vez con estrategias pol íticas diferentes. En

19 H U E R N E DE POM M E U S E : Des colonies 11fricoles et de /eurs avanrages �


París, 1 832. También : DUCPETIAUX : ColoniflS agrico/es. Escuelas de retor·
ma para indigentes, mendigos v vagabundos.
Jacquss Donz11/ot
40

los utQPistas corresponde al sentimiento de una proletarización ere·


ciente de la mayor ía de las categorías sociales. A la cuestión de
" lcómo evitar esta proletarización?", responde·n : por medio de la
asociación, de lá cooperación. De aqul se deriva el principio de las
microsociedades utópicas, valoración de un espacio cerrado, aislado
de las leyes del mercado, en donde podri,� ,,. •bsistir un grupo que
escapada, por una parte, a la proletarizaciór., por otra a la aliena·
ción. Este segundo tema se deriva de hecho del primero, la al iena·
ción se plantea en función de la oposición campo-ciudad, lo que
constituye un corolario de la dialéctica riqueza-miseria. Frente a los
desastres de la urbanización y de la parcel ización del trabajo, la
utopía se presenta como regeneración del hombre, resurrecci ón de
su ser natural.
Las utopías de Cabet, Owen, Fourier se comprenden en primer
lug¡r como estrategia de rechazo de la proletarización. Las investí·
gaciones sobre nuevas formas de organización social son especula­
ciones que se caracterizan por este rechazo y suponen la supresión
del orden existente. Por el contrario, la colonia agrícola, partiendo
de los mismos análisis, como veremos, es prioritariamente un modo
dé integración en el orden social existente. Los economistas socia­
les y los higienistas se definen por la gestión de los elementos
marginales y desviados de la sociedad con un _fin de "regenera­
ción", que al mismo tiempo tiene como objetivo su sumisión al
orden establecido.
DÓI temas están presentes en todas las obras que estimulan a la
fundición .de colonias agrícolas: el de la nocividad del medio urba·
no y el de los estragos causados por la división excesiva del trabajo.
Productora de riqueza, la ciudad del siglo XVII I es además pro­
ductora de artificialidad. La excitación de lu necesidades y de los
disfrutes que la caracterizan favorece el desarrollo de la produc­
ción al mismo tiempo que engendra una inmoralidad, un gusto por
lo desmedido tan incompatible con las leyes divinas como con las
leyes naturales. Son testigos de esta corrupción los filósofos y los
economistas, y a finales de siglo, también los médicos: entre las
causas que pueden explicar el suicidio, Esquirol coloca en primerí­
simo lugar esta intensificación artificial de la existencia:
"Cuanto más desarrollada está la civilización, rruis excitado está

U
1 cerebro, más activa es la susceptibilidad, mAs aumentan las nece­
idades, mAs imperiosos son los deseos, más se multiplican las cau­
sas de la pesadumbre, más frecuentes son las alienaciones mentales,
20 •
más suicidios deben producirse"

20 ESQ
UIROL: " Le suicide", ert(culo.en Dictionnairt1 de1 1eience1 m«Jica­
la, 1 8 1 9.
Espacio cerrado
41

Se pasa as í d e un registro moral a u n registro médico , d e una


denuncia de la inmoral idad a una etiología de la locura, del su ici·
dio, de la m iseria. La expl icación se desdobla en dos registros com·
plementarios: el producido por el concepto de medio y el que trata
de la división del trabajo.
El tema de la ca u rre t

la raza ( ra51uitism9 ) .
A traves de este tema la degeneración es puesta en relación con
el estudio del med io, es decir, con la búsqueda de una explicación
que i ncluya en una determi nante un itaria causal idades de orden
f ísico y moral a la vez. A este nivel, pues, la degeneración es anali ­
zada sirviéndose d e u n esquema indisolublemente médico y moral .
E l otro tema es el de la excesiva d ivisión del trabajo :
" En un análisis profundo se constata que el principio de la
división del trabajo refuerza la negatividad, ya por s í m isma mal ig­
na, que la v ida manufacturera tiene sobre la vida de un pueblo.
Estamos convencidos de que si este famoso principio alcanza el
desarrol l o al que la codicia lo empuja, formará una raza de hombres
cobardes y degradados" 2 2 . Este texto data de 1B15, su autor es
un tal Lemontey, más l iterato que teórico, pero q ue fue uno de los
primeros en hablar de las consecuencias nefastas de la d i v isión del
trabajo y que será citado numerosas veces d urante la primera mitad
del siglo X I X . El tema no es sin embargo ajeno a los economistas:
para J.B. Say, un hombre q ue no hace en toda su vida más q ue una
sola operación, sin duda consigue ejecutarla mejor y con más rapi­
dez que cualquier otro hombre, "pero al mismo tiempo se convier­
te en alguien cada vez más inútil para cualquier otra ocupación, sea
ésta f ísica o moral; sus otras facultades se apagan y el resultado es
una degeneración en el hombre considerado i ndividual mente" 2 3 •
M iseria y debilidad por un lado, servilidad y ausencia de emula­
ción por otro; la influencia del medi o y de l a división excesiva del
trabajo manufacturero produce un hombre degradado que por serlo
estará expuesto más q ue n ingún otro a las seducciones: "para quien
no tiene n i nguna idea, cualquier idea es una novedad, del mismo
modo que la embriaguez es más propensa en q uien nunca tomó
licores fuertes. En el seno de los pacfficos rebaños es donde los

2 1 Ver bibliografía 1obre loa observlldore11oc iales en H . R IGAUD A I S -WEISS :


Le1 t1nqult111 ouvrillre1tm Fence de 1830 á 1848, París, 1 938.
22 LEMONTEY: Rei1on, ;01i11¡ París, 1 8 1 5.
23 Citado por V I L LENEUVE-BERGI MONT: "Histoire dt1 l'économit1 poli­
tique, París, 1 &4 1 .
Jacques Donzelot
42

abismos hacen los mayores estragos. Una masa de estúpidos se


precipita sobre el más v i l de los jefes con la ceguera de l a ignorancia
Y la impetuosidad de las nuevas impresiones" 2 4 . Debido a est¡;¡
incapacidad para discernir entre lo justo y lo i njusto, entre lo natu­
ral y lo artif icia l , el pobre converge con el r ico en una pérdida
común de identidad.
colo · ícola e

re
civ i lización, asociado y subord i nado a una es r
or n ICO.
creacion en I nglaterra de las Work Houses corresponde asi­
mi�mo a una ·condena de la indigencia y es a la vez una tentativa
para deli m itarla y supr i mirla. Si bien sus formas son muy semejan­
tes a las de la colonia agr ícola (encierro, trabajo obligatorio) , el
dispositivo estratégico que ponen en marcha corresponde a catego­
r(as de análisis total mente diferentes, cuyo principio esencial lo
pr4porciona la oposición individuo-sociedad.
H asta 1 834 la asistencia a la i ndigencia en I nglaterra descansaba
en la tasa de los pobres, i mpuesto percibido en las parroqu ias sobre
los propietarios agrícolas y manufactureros, redistribu ido a las fa­
milias en forma de un salario de apoyo, de un subsidio de paro o de
una s.ubvención car itativa. Indexado a partir del precio agr ícola,
funciona a l a .vez como u n sistema de ayuda caritativa con carácter
religioso y como un instrumento económico de regulación del mer­
cado mediante un doble efecto de estabil ización de los salarios y de
garantía del mercado i nterior.
· La ley de 1834, al suprimir la asistencia a los pobres, conmociona
completamente este equil ibrio que estaba �..., :-iertecta armon ía con
el capita lismo agrario, pero que no correspona1a al desarrollo de las
manufacturas, puesto q ue aseguraba una renta m ín ima a la porción
pobre de la población y por tanto la estimulaba a vivir en la depen­
dencia de las parroquias falseando así l os datos del mercado de la
mano de obra.
En las grandes encuestas exigidas por el Parlamento en 1 832
para preparar la nueva ley sobre los pobres, las categor ías funda­
mentales del anál isis son muy diferentes de las utilizadas por los
propagandistas de las colon ías agrícolas. Se las podía reagrupar
bajo una misma rúbrica constitu ida ahora por la oposisión i ndivi-
duo-sociedad . E n efecto, el erismo ueda a hora rele ado a un
d imensión puramente mora , es

24 1.EMONTe Y . op. c. ' ¡


Espacio cerrado
43

pereza, eleccjóg espggJánea de ociosidad y exceso , E n consecuen·


c1a la alternativa es, o bien una as1stenc1a caritativa que estimule
esas i ncli naciones, o bien una coacción que las haga i m posibles. La
situación trágica del pobre no es pues en este caso el fruto de una
historia que se habría "torcido" y que habría falseado sus condicio­
nes naturales de existencia a l igual que las del rico, sino que es una
consecuencia de la actitud moral de individuo. Y dado que esta
forma de pensamiento no considera más q ue a los i ndividuos, el
proletario no es concebido en términos de familia, sino tomado
aisladamente. No se duda en separar a los niñbs de sus pad res, al
marido de la mujer, en la Work 'iouse existen talleres y dormitorios
separados para hombres y mujeres, además de otros para n iños,
La Work liouse se define pues por el proyecto de reducir las
malas incl i naciones del hombre, de corregir su naturaleza viciosa.
Para ello pone en práctica un sistema coercitivo que se despliega en
tres vertientes esenciales: primeramente, instauración de coacciones
d isciplinarias que regularizan la existencia según el empleo muy
estric;:to del tiempo, no dejando huecos a la ociosidad; en segundo
lugar, separación total de los individuos, ignorancia de la fami l ia,
pero sobre todo rechazo de todas las formas de reunión d istintas de
las contractuales o abstractas; en l íneas generales se puede decir que
las formas relig iosas y emocionales de reun ión son reemplazadas por
otras segmentarías y abstractas que no reciben su unidad más que
de un sistema de transacción (sociedades de socorros mutuos, Cajas
de Ahorros) en tanto que condición de adaptación a la sociedad
rea l, E n resumen, formas de unidad i mpuestas del exterior sustitu·
yen a las formas espontáneas y por tanto peligrosas de reunión de
los obreros,
Observemos q ue esta oposición individuo-sociedad nos propor­
ciona también la clave de un segundo t i po de utopía, que representa
en relación a la Work House lo que el fatansterio respecto a la colo­
nia agr (cota: u na radicalización profunda de cada uno de los anál isis
subyacentes, más aqui no se trata de regeneración, sino de una
adaptación total del individuo por medio de una coacción generali­
zada. Un buen ejemplo nos lo proporciona el Panopticon de
Bentam, presentado en la Asamblea Constituyente de 1 791, Nuevo
principio de organ ización de una comunidad, el Panopticon busca
sobre todo resolver el problema de la prisión, mas solamente "por·
que la i mportancia y la dificultad del problema le han parecido que
merecía la pena en pri mer l u gar llamar la atención del legislador" ,
De hecho, su autor desea extender la aplicación sucesiva de su
invento a otros establecimientos (escuelas, manufacturas) para lo
cual, afirma, "no habría más que retocarlo en algunas precauciones
que exige" . Veamos los térm inos en l os qua Bentham formu laba su
proyecto:
, t "Si se hallara un medio de bacerse dueñq de todo 110 que puede )l
Jacquss Donzelot
44

suceder a un cierto número de hombres, de disponer todo lo que


les rodea, de modo que hiciese en ellos la i mpresión que se quiere
producir, de asegurarse de sus acciones, de sus conexiones, y de
todas las circunstancias de su vida, de manera que nada pudiera
ignorarse, ni contrariar el efecto deseado, no se puede dudar que un
instrumento de esta especie, sería un instrumento muy enérgico y
muy útil que los gobiernos podrían aplicar a diferentes objetos de
la mayor i mportancia " 1 5 .
En su formulación ideal, la colonia agrícola es un espacio induc·
tor. A través de la convergencia de una naturaleza reestablecida a
escala de la sociedad humana y de una sociedad reconducida a su
sustrato natural, la famil ia, por su parte, puede restituir al hombre
a su dimensión genérica, su salud f ísica y moral y en consecuencia
su capacidad y su voluntad de trabajo; en una palabra, la colonia
agrícola es regeneradora. 0_
E n oposición la Work House s e define ce"' o u n espacio reduc­
tor. Mediante una acción exclusivamente coercitiva, pretende a la
vez la disociación de grupos constituidos y la desindividualización
de _91da elemento mediante la uniformización de todos bajo la
misma ley de un trabajo mecánrco, monótono y regularizado; la
Work House tiene una finalidad puramente adaptadora.
Diferentes en sus principios de constitución, la colonia agrícola
y la Work House presentan sin embargo entre s í una unidad más
..ncial basada en la misma función que ambas asumen : relevar la
pr6ctica econ6mica por prácticas médicas y morales, precisamente
en los casos en los que lo económico está ausente. Lo que en un
plano es le ído en términos de salarios, de empleo, de paro, se
convierte en el otro en i n moralidad y/o degeneración, tornándose
la indigencia en ilegalidad, al mismo tiempo que el crimen y la
enfermedad mental son psicologizados y patologizados.
En consecuencia el indigente se encontrará en estrecha vecindad
con las dos categorías fundamentales de "marginados": el enfermo
mental y el criminal. La mezcla indisoluble de condena moral y de
solicitud lnlidica en la que habitan mutuamente el loco y el crimi·
nal aparecerá desarticulada en su doble faz contradictoria gracias al
juego de estrategias poi íticas divergentes que denuncian con mayor
vehemencia a una de ellas. La medicalización de la locura pero
también del crimen favorece el tema de su naturaleza perdida en
los medios urbanos favorecedores de degeneración. Su psicologiza­
ción se articula sobre una teor ía que hace del hombre un ser so·

::�1 J. BENTHAM: Panopticon, 1 790 (Reedici6n en castallltOQ en las Ed. de


l..a Piqueta. en jlSta misma Colecció�),
Espacio cerrado
45
'
metido a su naturaleza instintiva, que pasa fácilmente del v icio al
l ibertinaje, a l exceso 2 6 .
La unidad contradictoria del i nternamiento moderno reposa en­
teramente en esta doble y contradictoria operación que le propor­
ciona la facultad de regenerar pero también de adaptar.
Si se q uiere desentrañar ahora la diferencia existente entre el
manicomio y la prisión, más que buscarla en la oposición entre una
vol untad de castigar y una voluntad de curar deberíamos buscarla
en una variación del acento puesto tanto en una como en otra de
estas dos d i mensiones. La clausura del i mita un espacio adecuado
para una empresa de moralización al mismo tiempo que satisface
una triple exigencia de segregación, de punición y de terapéutica
del descarriado. Aún más: mediante la fusión q ue el encierro mate­
rial iza de sus objetivos, satisface a la vez las exigencias de una
justicia que no se l i m ita a ser si mplemente retributiva sino q ue
quiere ser también redentora, y las de una terapéutica que q uiere
arrojar fuera de s í el lastre de una pesada carga de intimidación.
Las v i v ísi mas polémicas en las que se enzarzan las diferentes
corrientes de especialistas penitenciarios entre 1 830 y 1 850, con­
ciernen precisamente a la importancia relativa que es preciso conce­
der a cada una de estas dimensiones, pese a que la cuestión nunca
haya sido planteada en tanto que alternativa global entre una y
otra.
Entre los partidarios del solitary confinement encontrarnos la
m isma v isión atomística de la sociedad que en la Work House. La
condena lanzada contra los grupos formados por af inidades emocio­
nales constituye un medio de previsión contra el contagio del cri ­
m e n q u e la promiscuidad facilita . H a y q u e aislar a l ind ividuo del
vaho corruptor que resulta de las aglomeraciones, debil itar las in­
d ividua l idades exacerbadas obl igándolas a ejercicios monótonos, y
en este receptáculo apacible en el que se ven convertidos, se podrá
depositar un germen fecundo a través de la voz de hombres sensa­
tos e i lustrados.
Para los defensores del encierro en común. es preciso, al contra­
rio, salvaguardar la existenci a colectiva supr i miendo por el silencio
lo que allí pueda haber de pe l igroso y conservando lo que es i ntr ín­
sícamente del orden natural. Esta comunidad laboriosa y silenciosa
será para cada uno algo así como u na semifarni l ia , situada a med io
camino entre la fam i l ia real y la gran fam i l ia h u mana. Este senti­
miento familiar los penetrará y los reconfortará, y mucho más si se
tiene en cuenta que ejercerán sus pacíficos trabajos en contacto
d irecto con la naturaleza, en una prisión instalada en campo abier·
to, a i magen de las colonias agr ícolas.
26
E l adolescente e n el siglo X X va a ocuµar la plaza del indigente e n esta
trilogía de la desviación. Estudiaremos al detalle es ta sustitución en u n arti·
culo titulado " Le troisiéme age de la répresión " .
Jacques Donzelot
46

Entre la "robinsonada controlada" y li' rnicrosociedad regenera·


dora existen mil combi naciones posibles. 'v <: el marco de la actual
red penitenciaria son aún perceptibles las variaciones de dosis que
testimonian las alteraciones h umorales existentes entre los di feren·
tes legisladores que se han sucedido desde entonces.
En la construcción de los hospitales psiquiátricos la coacc·ión
se armoniza sin problemas con los elementos regeneradores sobre

los que pesa más fuertemente el acento: " Un establec imiento, cuyo
principal objetivo es el de aislar del mundo a seres que la vida social
ha privado de su razón, necesariamente producir ía consecuencias si
se situase en med io de los hombres. y puesto que la a lienación,
en la i nmensa mayor ía de los casos, debe su origen a nuestros
vicios, pasiones, miserias, en una palabra a la civil ización, es preciso
alejar a la v íctima de l os l ugares que le evocan su mal" (2 7 ) . Una
campiña solitaria, con terrenos cultivables, hermosos paisajes, aire
puro que invita a pasear, engendran una sana fatiga y d isponen al
reposo del alma; sobre esto el acuerdo es unáni me. La coacción, la
reclusión individual no son menos necesarias, pero entre estos ele·
mentos y l os otros existe a la vez complementariedad y encadena'
m iento lógico. Hay que reducir en pri mer lugar la enfermedad, el
ex'ceso, para qÚe pueda obrar la naturaleza.
Vemos pues como las categor ías de saber que per miten expl icar
la " marginación" a comienzos del siglo X I X , pese a divergencias de
fondo con el monasterio, concurren sin embargo a reactivar dos
aspectos fundamentales de éste : su sistema discipl inario y su carác­
ter de comunidad humana q ue escapa a las disipaciones secu lares
(medio, histor ia) .

El trabajo terapéutico

E l tema del trabajo unifica en una misma praxis terapéutica esta


doble estrategia de regeneración y de adaptación.
En el 'manicomio, el trabajo es simultáneamente considerado
como procedi miento i ndividualizante y como técnica de desindivi·
dualización. Para Brierre de Boismont, hay que establecer una gra·
dación en las ocupaciones laborales de los alienados. Aquellos cu·
yas facultades se ven considerablemente degradadas recibirán tareas
que no reclaman " más que l igeras combinaciones". Aquel l os cuya
intel igencia está en v ías de restablecerse podrían ser encargados de
trabajos más enriquecedores (cerrajer ía, albañ iier ía, carpinter ía) .
En esta perspectiva individuali zante el trr":;ajo agr ícola es, por su·
puesto, el más eficaz. " E n los Pa íses Bajo:, los alienados de las
ciudades son confiados a los granjeros q ue lejos de util izar medios

1.7 Scipion f> I N E L , op . c.


Espacio cerrado
47

restnct1vos, ignoran hasta la existencia de esos medios ( l os medica­


mentos) y de todos l os i nstrumentos m ediante l os cuales creemos
estar obligados a someter a los enfermos. Todo su tratamiento
consiste en asociar sin prejuicios a esos infortunados con sus traba­
jos agrícolas, y aún no se ha podido citar un sol o ejemplo de
evasión. Estos granjeros son, con mucho, más sabios que los docto­
res" 2 3 .
En el fondo basta con encontrar el encadenamiento providencial
de todo lo que es lógico y mo. al : al trabajar, el hombre se hace úti l
a l a sociedad y toma conciencia d e su importancia, encuentra así su
i n div idual idad. "En Bicetre los al ienados estaban en su mayoría
pá l idos, malhumorados, y no sal ían curados más que con el triste
pensamiento de reingresar tal vez pronto : en la granja de Sa i nte­
Anne los encontramos a legres, vigorosos y gracias al trabajo otra
vez conscientes de s í mismo s , a la vez que seguros de u na éxisten·
c.ia .no desprovista de valentía " 29 .
Los signos de la curación a través de e sta forma de trabajo son
" u n aire de calma y el retorno al buen h umor". Por el contrario,
en su uti lización desind ividua l izante, l a sanción positiva de la tera­
péutica del trabajo vendrá dada por u na "mayor paciencia " y " la
a parición de un aire de resignación" 3 0 .
Para los exaltados l o más eficaz es un trabajo mecánico, reg ulari­
zado, monótono: "Coged a un furioso , i ntroducid lo en una celda,
destrozará todos los obstác ulos y se abandonará a las más ciegas
embestidas de furor. Ahora contempladlo acarreando la tierra: em­
puja la carreti l la con una actividad desbordante, y regresa con la
misma petulancia a buscar un nuevo fardo que debe igual mente
acarrear: es verdad que en cada pausa se detiene para exhalar su
furor en frases i ncoherentes, es verdad que grita, que jura a la vez
que conduée su carreti l l a ; pero en últi mo término es el más i ntrépi­
do de los obreros. Su exa l tación del i rante no hace más que activar
su energía mu scu lar que se encauza e n benef icio del propio tra­
bajo" 3 1 .
ed '

{gijo50s 'to 1 versos de exaltación delirante Up trabe.Lo


constante y re�uiar cambia la cadena y1c¡gsa de las jdeas \l 5gm¡¡t¡¡
al hombre a las i mposiciones necesarias de la vida social.

2 8 B R I E R R E D E BO ISMONT : " Remarques sur quelques établissements d'a­


liénés" en A nna/es d'hygiene publique et de médecine lé¡ iale, París, 1 847.
2 9 . B R I E R R E D E BOISMONT, art . c i t .

3 0 Scipion P I N E L : Traité complet du régime donataire des aliénés, Paris, 1 836


3 1 Sc ip ion P I N E L, op. c .
Jacques Donzelot
48

Terapéuticamente ajustabl e a todas las variedades de delirio, el


trabajo es también un test de curación : el principal papel del vigi­
lante debe ser el de detectar a aquell os que trabaja n con apatía. De
este modo, podrá proporcionar al médico i nformaciones .útiles para
cuando l legue el momento de pronunciarse sobre la curabil idad de
los enfermos, ya que "es muy raro que aquellos que han estado
trabajando constantemente sufran después a lguna recaída, del mis·
mo modo que se derivan los peores presa� ios de su repugnancia ha·
cia las 9(:Upaciones activas o constantes " 3 -:
En la prisión, el trabajo ha sido también instaurado a partir de
est• dos variantes:
- Por un lado el trabajo agr (cola, reservado sobre todo a jóvenes
delincuentes y el trabajo artesana l , que también puede asociarse con
el solitll r y confinement, destinado a los detenidos que reciben en
silencio las instrucciones de un capataz que les da ordenes desde e l
exterior.
- Por otro, todo un surtido de trabajos mecánicos y humillantes
que por supuesto deben ser i mproductivos para no alterar el merca­
do. E l más célebre de todos es el tread·mill ( molino de discipl ina )
91yo principio e s el siguiente: quince, veinte o treinta hombres
sostienen una barra de madera, sobre una 1 ínea paralela, y apoyan·
do alternativamente los pies en los peldaños de una especie de
noria, hacen que se m ueva por el peso de su cuerpo, de modo que
pese a su movimiento permanecen siempre en el mismo sitio. Cada
rueda cil índrica tiene diferentes númerc � después de haber dado
una i:antidad .determi nada de pasos, cada deF·:nido avanza un núme­
ro y el que está en el otro extremo lo desciende, mientras que el
opuesto a él lo sube 3 3 .

La Moralización

Se pueden ya extraer un cierto número de concl usiones referen­


tes al funcionamiento moralizador del espacio cerrado.
1 . El espacio cerrado es un lugar en el que las leyes del intercam·
bio han sido artificialmente abolidas para ser naturalmente reen­
contradas. El intercambio es teóricamente imposible en el manico­
mio y en la prisión porque en ellos todo ha sido dado, es decir
impuesto; lo que ha sido dado, es esencialmente la naturaleza, pero
no cualquiera: se trata de la naturaleza que no cuesta nada. l Hay
algo más significativo que el asombro de l os primeros reformadores

3 2 Scipión P I N E L . op. c.

33 MOR EAU-CH R ISTO P H E : R apport sur les prisons de l 'Angleterre, de


l' Ecosse, de la Hollande, de la Belgique et de la Suiue. Parl1, Imprimarle
Royale, 1 839.
Espacio cerrado
49

de las antiguas mazmorras cuando constatan que los prisioneros


viven en células donde la luz no entra nunca, en cloacas pestilentes
y mal venti ladas ? . Preocupación médica y humanitaria sin duda,
pero también reacción puramente lógica: el aire, la luz y el sol
fueron dados al hombre, es más, sólo esto le fue regalado. A estos
residuos médicos de una idea de naturaleza, cuya imporlancia co­
nocemos en el siglo XV I I 1 , los constructores del manicomio aña­
den, como hemos visto, el paisaje. La sociedad será i mpuesta tanto
bajo el aspecto de un paternalismo que se inscribe en el registro
m ítico de la famil ia, como bajo la forma de una violencia sin tapu­
jos ejercida por el personal sobre el detenido.
Pero el intercambio no se suprime más que para encontrar el
fundamento, la ineluctable necesidad. El manicomio y la prisión no
pretenden crear u n medi o económico diferente del medio normal,
sino un estado l ímite de éste a partir del cual el medio n ormal se
reconstituye lógicamente. En este sentido la cá rcel y el manicomio
no son tanto la negación del intercambio como su grado cero. Lo
que pertenece de pleno derecho al individuo se le concede, y lo que
proviene de la esfera de la adq uisición de la que está privado será
puesto en relación con la sumisión a las coacciones sociales.
·
El espacio cerrad e define como u ición 1 í ·
de a re ac1on naturaleza-soc1
- - t .e 1 el inten;ambio
sociedad ) .

e estrategia.
J. El espacio cerrado extrae su fundamento y su coherencia de
una doble valoración del aislamiento. La desviación es reconducida,
en efecto, a dos n iveles: u no que es pura exterioridad (el med io, la
civil ización). otro que es pura interioridad (elección moral ) . Para
paliar los efectos nocivos del medio hay que efectuar un desplaza­
miento de los individuos para instalarlos en un espacio protegido
del medio por la clausura. Y para actuar eficazmente sobre la mora­
l idad del individuo, es preciso aislarlo previamente a fin de poder
inculcarle preceptos de conducta sin que se vea pertyrbado por
ninguna otra influencia.
4. Tras la teoría de u na preocupación humanitaria de moraliza­
ción del recluso no hay más qve dos operaciones concretas :
Jacques Donzelot
50

- l a general ización del trabajo obliga.torio bajo una forma cari­


caturesca.

La emergencia e cap1ta 1smo no esta simplemente marCada, como


creía Max Weber, por la secularización del ethos ascético sino tam·
bién por la secularización de las formas organizativas de la vida
monacal, sobre todo en el manicomio y en la prisión pero no
mer<os en las manufacturas (separación ·de sexos, obligación del
· si lencio, etc., duramente sentidos por los trabajadores) 3 4 • o en la
escuela O m¡ortante desarrol lo del internado a comienzos del
siglo XI X ) 3 .
Del antiguo espacio religioso de exclusión a la aparición del
manicomio y la prisión moderna existe, pues, no una ruptura radical
sino lo' que se podr ía l lamar una tran11ferencia de sentido de una
m isma estructura de segregación, que no ha perdido su carácter
rel igioso más que para hacer sitio a un programa regenerador y
adaptador, a una práctica esencial : el trabajo. que ya no tendr.!__
tanto un yalor expjatorio cuanto un valor terapéutico, y a una
función m r lizante ue ya no está orientada hacia 1 vida reLill!?sa
sino hacia la vida socia e ect1va.
Este cambio relativo se ha éfectuado sin embargo, bajo el signo de
una alianza total entre la i mposición de un arbitrario cultur.al nuevo
(cultura del intercambio) y el arbitrario de la dominación de una
dase. J..a psicologización y la patologización de la desviación se_
realizaron sobre la base de la condena moral de las clases domina­
das y de la necesidad de su sum1s16n.
- El manicomio y la pr isión constiroyen, pues, dos lugares en don-

34 Consúl tense sus nu merosas protestas en el d iario L 'atelier contra l a manu­


factura, monasterio y prisión.

3 5 Sobre este punto ver: Ph . A R I ES : L 'enfant et la vie fami/iale sous l'Ancien


Régime; Ed . Pion , Par 1·s . 1 96 1 .
r
1
Espacio cerrado
51

de reinan absolutamente l os valores dominantes y en donde se


etectua no menos totalmente un control OeTOsefementos refrac-üi-""
ffosáelasclaseflJorñínac:fao s.-C nstituyen de algún modo el segundo
grado de las fOrmas de reproduccibn del nuevo orden socio-cu ltu­
ral. La ideología médica releva con usto a la ideolo ía rel igiosa en
los l ugares y espacios en os que ten i a e campo l ibre, pero m1en ras
que esta Oltlma tundamentaEía todo el orden social, la idiiOJOQii
- -
medica no ¡uegárnasque un papel auxiliar.
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LA E NSE ÑANZA AG R I CO LA Y LA
DOM I NAC ION SIMBOL I CA DEL CAMP ESI NADO ( * )

Claude GRIGNON

La diversidad de las instituciones, de las enseñanzas, y del públi­


co que comprende la enseñanza agr ícola, o a los que podr ía referir­
se, condujo desde comienzos de este trabajo a poner en cuestión
una definición administrativa demasiado pobre y a buscar otros
criterios capaces de del imitar con más exactitud el campo de estu­
dio 1 . La subordinación de un gran número de instituciones de
enseñanza agr ícola al ministerio de Agricultura y no al de Educa­
ción, constituye sin duda un indicador de la posicióñ que tiene esta
enseñanza en relación a la enseñanza dom inante, y en relación
además a la " profesión" , es decir a un sector particular del sistema
económico; pero si se reten ía esta definición, se corría el riesgo de
excluir la mayor parte de los establecimientos privados, indispensa­
bles hasta u na fecha reciente, los centros de aprendizaje agr ícola o
incluso las "colonias agrícolas para detenidos jóvenes, n iños aban­
donados o huérfanos" que constituyen desde 1 850 a 1 880 la forma
más i mportante, al menos en lo que respecta a los efectivos, de la

( • ) Publ icado en la revista Acres de la recherche 11n Sciences Sacie/es, núm. 1


enero de 1 97 5 , págs. 7 5 -9 7 .
Esta nota presenta e l estado provisional d e u n a investigación que se está
realizando en el marco del I N R A y del Centro de sociolog(a europea. Se trata
de buscar no conclusiones, sino un ensayo de construcción de objeto, hipóte·
sis o a veces simples in tuic iones su geridas por una primera lectura del mate­
rial y ver if icadas desigualmente segú n lo avanzado de las distintas partes del
trabajo.

- 53 �
ORGANIGRAMAS SUCESIVOS

1 848 1 920
1 N A (Versalln) cerrado en 1 N A: Restaurada en París en 1 876; otorga
1852. es
d de 1 892 un diploma de Ingeniero agróno·
mo.
EscuelH nacionales de 111rtcultura: Grlgnon,
Rennes, Montpelller: d i ploma de Ingeniero
· agricol1 desde 1 9 1 8.
Escuela nacional de horticultura ( 1 87 3 )
E s c u e l a n a cional de l ndustrlH agrícolas
( 1 893)
Ensei'lanza prl vada católica: Escuela de agrl·
cultura de Angers ( 1 89 9 ) , I nstituto agr(cola
de Beauvals ( 1 8 54)
Escuela femenina "" Coetlogon ( 1 923)

EscuelH retl onales : Grigno n , EscuelH de a11rlcultura: Reagrupan a las es·


L a S a u l u l e ( t rasladada a cuelas prácticas, que ocupan el lugar de las
Montpelller en 1 8 7 2 ) , Grand· antiguas escuelas regionales, y a IH granju-·
Jouan (trasladada a Rennes en cuela super vi vientes.
1 896) : '
Ensetlanza "teórica y prácti­
ca" destinada a l o s " h ijos de
propietarios cult i vadores aco·
modados o ricos".
( R ichard, informe a la Const l ­
tituvente, agosto 1 848.l

Q r 1 n J 1 1· e 1 c uel1: Ensei'lanza Elcue111 de 111rlcultura de Invierno, fijas o am·


práctica; destinada a formar bulantes: " prol)orclonan una I nstrucción pro·
"obreros cultl vadores hábl les, feslonal a los hijos de los agricultores que no
aparceros, pequetlos granjeros pueden pasar dos o tres ai'los en una "escuela
agrícolas Inteligentes". de agricultura".
COionias 111rlcolH p1r1 Jóvenes Escuel• ·hoger 1111rícol• ambulantes P11ra
detenidos, nlfto1 expósitos y nii'i•.
1llandon1doa: Fundaciones c a­ Curtos de enseftanza po1t· e1colar 19 r ícol1 y
ritativas o anejas a las peniten­ Cursos de ensellanza del hogar poat-·eacolares
ciarias. dispensadas por los maestros y maestras.
55

D E LA E NS E Ñ A N Z A AG R ICO LA

1 970
Eacuelas 1uperlorea n1ctonate1 111 ronómtc11 (ENSA) , entre las que está
el I N A ("prlmus lnter pues") , las antlguu •cuelas nacionales y la
escuela de In dustrias agr ícolas.
I nstituto nacional de formación de los profesores de enseñanza a g r ícola
( DIJon).
i
Escuetas nacionales de Ingen ieros de labor ( E N I T A , Angers , Beauvals,
Ll l l e, I T PA.
Escuela superior nacional femenina de agronom1'a (Coetlogon ) .
Escuela nacional femenina d e agronomi"a (Toulouse).
Clases de técnicos superiores de l os Institutos agrícolas (BTSA)

tn1tltuto1 agr í co la s (y estableci m ientos p r i vados asimilados: ciclo largo)


que preparan ya sea para el:
DI ploma de técnico agr ícola ( BT A)
DI ploma de técnico agri'cola opción general ( BTAG) m
:i
Diploma de ciencias agronómicas ( Bach i l l erato DI �
"'
:>1

N
"'
3
"'
g,
"'

Colegl:>1 agrlco l u (ciclo corto; n iños o niñas) preparan para el diploma 'O m
"' :i
de enseñanza profesional agr ícola ( BEPA)
6. rD
r
Centro• de formación P ofe1 l o na t agrlcola para Jóvene1 (CEPAJ) que "' :>1
- "'
preparan para el di ploma de aprendizaje agr ícola ( BAA)
Centro• de aprendizaje prtv1do1 (ensenanza agr icola o del hogar)
< �
e "'
;; �
Cuaa fa m i l iares ruralea ( fundadas en 1 9 3 6 ; ntnos o nlflas) ensenanza
"' "'
alternante ( 8 d ías e n la escuela, 15 d 1'as en li explotación familiar) que � . (!)
3
N
preparan para el B A A , y, e n 4.º año para el S E PA
Cursos post -escolares profesionales agrlcol as y del hogar ag r lco las . � :l
g· "'!.
56 Claud6 Grignon

enseftanza agrícola "popular", que los especialistas de la época con­


sideran por otra parte expl ícitamente como formando parte de los
establecimientos de enseñanza agrícola. Sobre todo, puede uno pre­
guntarse si la enseñanza agrfcola (enseñanza de la agricultura, pero
también enseftanza destinada a los agricultC>:'!!�� no ha sido realiza­
da, en gran medida, fuera de la enseftanza agrícola en el sentido
oficial del término, a través de los maestros encargados de la ense­
ftanza post-escolar, y, más generalmente, por medio de la escuela
prinwia rural; mientras que la enseftanza agrícola dispensada por
las escuelas especializadas ha sido siempre facultativa, la escuela
primaria y los maestros han tenido el monopolio de la ensef\anza
obligatoria de la agricultura.
lSerfa necesario considerar como criterio la especificid'ld de los
saberes técnicos vehiculados por la enseftanza agrícola y su·carácter
profesional ? Sin embargo, los diferentes grados de la ensel'\anza
agrícola no dispensan las mismas competencias ni preparan para los
mismos oficios. Cuanto más nos elevamos en la jerarqu ía de los
establecimientos o, lo que en parte viene a ser lo mismo, nos dirigi­
mos de las instituciones antiguas a las contempor6neas, tanto más
tiende la ensel'\anza a perder su .carácter práctico y especializado
para' convertirse en teórico y general, tanto más las profesiones a las
· que conduce se alejan de la agricultura propiamente dicha : a la
enseftanza de la práctica agrícola dispensada por las casas famil iares
rurales así como por sus antec:esor11, las granjas-escuelas o colonias,
y destinadas a la mayoría de futuros campesinos, se opone la ense­
ftanza ciendfica que reciben en las escuelas técnicas los futuros
Profesores o altos funcionarios; a medio camino entre la práctica y
la ciencia de la agricultura, teórica pero aplicada, la enseftanza im­
partida por los institutos agrícolas (y por las antiguas escuelas prác­
ticas) a los cuadros medios de la agricultura, consejeros, técnicos,
parece adecuarse a la futura posición de aquéllos a los que se dirige,
hombres de campo y de oficina, en contacto con el medio agr ícola
y con la administración. La enseftanza agrícola es la única a la que
se le asigna de derecho un público definido en términos de origen
social: hijos de agricultores, o al menos, de "rurales"; pero no
puede ser definida por el origen de su público mejor que por el
destino social del mismo; en este sentido la ensel'\anza agr ícola
tiende igualmente a perder su carácter agrícola y rural a medida
que uno asciende en la jerarqu ía de los establecimientos: 83 % de
hijos de agricultores en las casas famil iares rurales en 1 970, 53 % en
los institutos agrícolas y 25% en las facultades de agrónomos ( 1 8 %
en e l I NA -I nstituto Nacional de Agricultura- en 1 967) 2 •

2 Fuentes: Ministerio de Agricultura, d irección d';' 1¡¡ enseñanza; Unión N a·


cional de casas familiares rurales; Encuesta "Grandes ,- :oles" del Centro de
Sociologi11 Europea.
La tH1$tl/Janza agrícola
57

La enseñanza agrlcola como modo de llCCión sobre


el campes i nado
Por falta de criterios que permitan definir las características
exclusivas, propias del conjunto de instituciones de ensei'\anza agrf·
cola, nos hemos visto en la necesidad de formular la hipótesis gene­
ral según la cual dichas instituciones podrían tener en común el
cumplir, a través de diferentes medios, funciones sociales idénticas
asf eomo considerar la ensei'lanza agr fcola como un medio de actua­
ción sobre el campesinado, sobre la agricultura y sobre la "sociedad
rural" a través de agentes y de instituciones pertenecientes, en
diversos grados, al sistema de ensei'lanza; íMs concretamente, he­
m..os definidQ.. provisionalmente la ensei'lanza agrícola como uno e
los instrumentos de los que dispone la clase dominante para asegu·
rar, de acuerdo con sus intereses, la transformación (y/o la conser·
vación) de la agricultura, del campesinado y de las categor ías socia·
les y de las actividades económicas que están en relación directa
con ellas.
Los fundadores y los partidarios de la enseñanza agrfcola le
asignan expl fcitamente como finalidad esencial la de hacer enetrar
el ro reso técnico en las zonas rura es in enor, intr uc1en o
·dea e ro res a cr ca e
los an 1guos usos , a intención de sustituirlos por nuevos cultivos,
nuevas especies, nuevas formas, y probar asf la excelencia de la
novedad, en resumen lo que podríamos l lamar la invención de la
rutina es quizá el descubrimiento principal del movimiento agronó·
mico que emerge en la segunda mitad del sigJo XVI I l. en ruptura
con la tradición de la agronom ía humanista de un Olivier de Serres
del que son herederos di rectos los agrónomos que colaboran un
siglo más tarde, en el desarrollo de la enseñanza agr ícola 3 . Las
granjas-escuelas, las escuelas prácticas, incluso las colonias agrfcolas
no son solo establecimientos de enseñanza sino también instrumen­
tos de propaganda, modelos capaces de relativizar la agricultura
"ordinaria" metiendo por los ojos al campesino una agricultura
diferente. Cualquiera que sea la fuerza de las resistencias y de los
rt:chazos que suscitan, los campos de experimentación, los campos
de demostraciones, y, más modestamente, el huerto del maestro,
tienen al menos como efecto coaccionar a los agricultores a distin·
gu ir entre la agricultura habitual, la agricultura de los campesinos y
" la otra agricultura", la agricultura de los otros, de los técn icos o
de los maestros de escuela, y a establecer comparaciones. Incluso si la
agricultura de los técnicos no responde siempre a las ventajas de la
agricultura científica, y hasta si los campesinos tienden a conside-

éme
3 Cf. A . J . Bourde, "Agronomie et agronomft en F race au X V l l l
siecle", París, S E V P E N , 1 967 .
Claude Grignon
58

rar el éxito indiscutible de las "experiencias" en función de las


condiciones excepcionales en las que se real izan o piensan que se
realizan ("es fácil con máquinas y dinero ... ") . las realizaciones
ejemplares fuerzan a los agricultores a ponerse a la defensiva, a
reconocer que podrían "hacerlo mejor" con la misma tierra, si
tuviesen dinero, máq u inas, abonos, i nstrucción, y que, "a falta de
algo mejor" practican la única agricultura que conocen. En la medi­
da en que la escuela de agricultura pone, al menos formalmente, el
saber agrícola al alcance de l os campesinos, la oposición entre agri­
cultura tradicional o rutinaria y agricultura i nnovadora contribuye
a constitui r y a reforzar la oposición entre campesino retrasado,
"estancado" y agricultor instruido; por medio de la redef inición y
de la transformación de la agricultura y dei oficio de campesino, la
ensel'lanza de las técnicas agrícolas constribuye también a la redefi­
nición y a l a transformación del campesino y del campesinado.
'" La localización de la granja agrícola deberá ser, en la medida
de lo posible, un lugar más o menos central de la provincia, ofrecer
las condiciones de cultivo, de extensión, de situación, de terreno lo
más análogas al estado general del cultivo y del suelo de la locali·
dad; reunir, en su ma, los elementos más deseables para la ejemplifi­
cáéi6n de u n buen sistema de explotación aplicable al país ( ... ). La
explotación debe ofrecer a los aprendices la mejor enseñanza profe­
sional y, al país, el más ventajoso modelo a seguir, y, por consi­
guiente , el único bueno"4 .
La enseñanza agrícola no es más que uno de los numerosos
medios de los que dispone la clase dominante para actuar sobre el
campesinado; en cierto sentido es incluso uno cuya acción puede
parecer, al menos a corto plazo, poco efectiva. Durante el primer
periodo de la Tercera República, de 1 87f 1 91 4, la enseñanza agrí­
cola, "inventada" en 1 848, conoció los comi«nzos de un desarrollo
real con la creación de cátedras provinciales de agricultura, la resu­
rrecci ón del I nstituto N acional Agronómico, la creación de escuelas
prácticas, la reforma de las granjas-escuela, y la introducción de la
enseñanza de la agricultura en la escuela primaria; pero la·enseñan­
za de la agricultura no constituye en esta época más que uno de los
aspectos, uno de los elementos de una pol ítica agraria asociada a un
conjunto de medidas económicas proteccionistas, tales como la
"gran tasa Mél ine .. , fiscales (disminución . del gravamen de impues­
tos a los agricu ltores) , administrativas (creación del Ministerio de
Agricultura) o sociales (est rmulo a la asociación y a la creación de
sindicatos agricolas) . La República que tiene su origen en las ciuda­
des, de donde proviene Gambetta en tanto que tribuno elegido, se

4 Informe al congreso internacional de agricultura, realizado en julio de


1899 bajo la presidencia de J.Méline con ocasión de la exposición unversal,
p. 41.8, 420.
La enseflanza agrícola
59

verá obl igada a rural izarse para sobrevivir; los republicanos modera·
dos, y más tarde l os radicales, no pueden acceder ni mantenerse en
el poder más que conquistando el campo, conci l iándose o al menos
estableciendo un compromiso electoral con el campesinado que
sigue siendo mayoritario en el país. Los republ icanos, arriesgándose
a contrariar a las clases populares urbanas practicando la poi ítica
del "pan caro", abandonan su doctrina económica tradicional -el
l ibre cambio- conv irtiéndose al proteccionismo, en parte sin duda
por la presión de los mismos industriales pero también para dete·
ner, lo más pronto posible, el hundimiento de los precios agr ícolas,
en la crisis general de la agricultura. Pero solamente transformando
desde el interior las formas de actuar y de pensar campesinas, prin­
cipal mente a través de la escuela. l os republ icanos pueden esperar
atraerse por mucho tiempo a los campesinos, sustrayéndolos de la
influencia de la iglesia y de l a aristocracia terrateniente que acaba
de perder un poder pol ítico recientemente conquistado (protegién·
dolos no obstante contra las tentaciones del socialismo) . y obtener
as í, a cambio de la conversión de la República en democracia rural,
la conversión de l os campos en Repúbl ica. La acción específica de
la enseñanza agr ícola sobre el campesinado no puede sin duda com­
prenderse independientemente del trabajo realizado por la escuela
r u ra l de la que esta enseñanza constituye uno de sus e lementos.

La enseñanza agr ícolay la escuela primaria:


del "rústico" al campesino instruido

I nstru mento de acción sobre el campesi nado, la enseñanza agr í­


cola puede sin duda, cuando e l campesinado se convierte en un
punto crucial de la concurrencia o de la l ucha que opone entre sí a
las distintas fracciones de la clase dominante, constituir en s í m isma
un elemento central, como es el caso, por ejemplo, en los comien­
zos de la Tercera Repúbl ica. Se podría distingui r, sino entre dos
tipos de enseñanza agr ícola, al menos entre dos usos tendenciales
de esta enseñanza; para esquematizar se podría posiblemente decir
que la enseñanza agr ícola constituye para la iglesia y para las viejas
fracciones de la clase dom inante (aristocracia, grandes propietarios
agrícolas) un medio de conservar a la vez cualitativa y cuantitativa·
mente, un campesinado aún sometido a su i nf luencia -y perpetuar
as í los fundamentos de su poder- y un medio de transformar la
escuela, de apropiársela, o al menos de desviar, de neutral izar la
herramienta ideológica tradicional de sus adversarios; por el contra­
rio, para los agrónomos, los profesores y l os pol íticos republ icanos,
para los representantes de las nuevas fracciones, solamente en la
medida que la enseñanza agr ícola, especie de escuela adaptada a las
necesidades de un medio particular. conserva las caracter ísticas
Claude Grignon

esenciales de la escuela, pueden trabajar en la transformación del


campesinmo.
La división actual de las i nstituciones de la enseñanza agr fcola
en enaef'lanza pública, l igada a la educación nacional por medio del
Ministerio de Agricultura, y la·enseñanza privada más próxima de la
"profesión", testimonia sin duda el papel asignado a la enseñanza d e
l a agricultura por cada u n a d e las fracciones antagónicas, así como
pone en evidencia la i mportancia de cada una, por mediación de la
escuela o de la iglesia, en _ el desarrollo de esta enseñanza y de sus
distancias respectivas en relación al campesinado y a la ISCl!ela. La
enseñanza pública, obra de hombres pol hicos l igados a la burguesía
urbana, de universitarios y agrónomos, comprende las instituciones
más conformes al modelo escolar dominant0 las que dispensan la
enseñanza más teórica y preparan para las car <'ras menos directa·
men• l igadas a la agricultura, las más i ndependientes en relación a
la "profesión": la mayoría de los establecimientos de enseñanza
superior, la enseñanza secundaria larga. La organización de la ense­
ftanza agrícola en grados y •n cursos, calcada del modelo de la
enaef'lanza gen•ral, así como la creación de diferentes diplomas
"corwalidables" por los de la enseñanza general y la enseñanza
técnica, delatan la vol untad de los responsables de asimilar, en la
medida de lo posible, la enseñanza agr ícola a la enseñanza domi·
nante; un poco como si la asimilación d e la enseñanza fuese un
medio de asimilar a aquell os a los que en principio. está destinada.

lnverS. mente, la enseñanza privada es ampliamente mayoritaria


en el ciclo corto; los centros rurales de aprendizaje, las casas fami­
liares (fundadas en 1 935 por el abad Granereau) reclutan a la ma·
yor ía de su público entre los niños agricultores; preparan para los
oficios agr ícolas, o desde hace algunos años, para los trabajos obre­
ros o de artesan ía "rural"; dispensan u na enseñanza profesional
práctica, y sobre todo se ciñen más a la tradición de los estableci·
mientos rel igiosos, a su educación de alumnos, a su moralización (a
través de la formación de la personal idad) que a su instrucción
propiamente dicha. Gobernados y controlados por asociaciones de
padres de alumnos cuyos m iembros influyentes pertenecen, según
parece, a la "élite campesina" local, las casas familiares, federadas
entre sí por lazos relativamente flexibles, luchan constantemente
por defender su i ndependencia en relación al Ministerio de Agricul·
tura: exámenes, programas, i nspecci ones, en resumen, todo lo que
pertenece al "sistema", a la "burocracia escolar" es aceptado a
regañadientes, como la contrapartida de una ayuda financiera indis·
pensable. E nseñanza diferente, celosa de �u especificidad, destinada
a un público diferente, constituida por instituciones aisladas y es­
trechamente controladas a nivel local, la enseñanza agr ícola privada
tiende sin duda a maximizar _ "el efecto de ghetto" i nherente a una
La enseflanza agrícola
61

escuela expl ícitamente destinada a la reproducción d e u n a "corpo­


ración" .
La escuela primaria, en la medida que constituye el medio más
directo, y sin duda más eficaz, para actuar sobre el campesinado,
realizando la función de escuela agrícola para el conjunto del cam­
pesinado, y constituyendo en este sentido la pieza angular de la
enseñanza agdcola "popular", es probablemente una de las más
importantes encrucijadas de la lucha q ue opone entre sí a las dife­
rentes fracciones de la clase dominante. Aunque no sea más que
por razones técnicas y de economía, parece lógico util izar para la
difusión del saber agrícola una i nstitución implantada en el conjun­
to de los ayuntamientos, "cuadriculando" la totalidad del territo­
l
rio, representada por agentes provenientes en su mayor parte del ¡
' 1
! j
campesinado o de las clases rurales, i ntegrada suficientemente en la • 1

vida pueblerina y suficientemente familiar como para suscitar u n ¡


m ín i mo d e reticencias. D e hecho, d e 1 880 a 1 91 0 todo u n conjun­
to de medidas tienden a introducir la enseñanza de la agricultura en
el sistema de la enseñanza primaria : ley de j u l io de 1 879; decretos
'
. ,,
y disposiciones de 1 887 organizando la enseñanza de la agricultura
en las Escuelas Normales bajo la dirección del profesor provincial

de agricultura ; circulares de 1 887 definiendo él empleo del tiempo.
y los programas de enseñanza agrícola en la escuela primaria; decre­
i
Í.
to de enero de 1 893 orga nizando las secciones agr ícolas de las l
escuelas primarias superiores ; disposición de 1 908 reconociendo al
examen de agricultura una importancia igual a la de las otras prue­
bas escritaS. del certificado de estudios primarios. Pese a todas estas '.l
tentativas, la escuela primaria laica se encuentra constantemente
criticada, sobre todo por los representantes de las antiguas fracc i o­
nes dominantes, por no i mpartir una enseñanza agdcola "seria",
l
1

1
por relegar la agricultura al puesto de materias accesorias, por susti­
tuir la verdadera enseñanza, útil y práctica, por un conjunto dema­
siado ambicioso de conocimientos agroriómicos l ibrescos, superfi·
ciales y sin relación con las necesidades y los intereses reales de los
agricultores. Si la enseñanza agrícola no encuentra su lugar en la l �1
escuela pri maria, se debe, según los "conserva.dores" , a que los '
programas de dicha escuela están demasiado recargados, a que se
hace perder el tiempo a los niños del campo con la qu ímica o la
h istoria antigua, y a que los maestros, que tambiér. pierden su
tiempo en las Escuelas Normales adquiriendo conoci mientos i núti·
les, tales como las lenguas extranjeras, son incapaces de enseñar lo
que desconocen. En suma, si los n iños de los agricultores est�n mal
i nstruidos (y mal educados) . se debe a que están "demasiado" ins·
truidos por maestros a su vez demasiado instruidos para estar bien
instruidos (y bien educados) . El tema de los eeligros de la instruc· ,!
ción, la necesidad de l imitar a lo rudi mentario el saber de las clases
populares es uno de los temas tradicionales de las fracciones domi·
Claude Grignon
62

nantes más conservadoras, como testimonia por ejemplo la posición


de Thiers en los debates sobre la ley Falloux; 'pero en un momento
en el que va no es posible denunciar públ icamente -ante los electo·
res- los pel igros de la instrucción popular, no puede mencionarse
el peligro del saber más que bajo la forma enmascarada v atenuada
de su inutilidad : se consideran inútiles para aquellos de los que se
habla v en cuyo interés se d ice hablar, los saberes cuya propagación
ser'a peligrosa para aquellos a quienes se habla. Convertir la escuela
primaria rural en escuela profesional agr ícola, hacer, en último tér­
mino, del maestro un agricultor encargado de la escuela, sería a la
vez u n medio de colocar la escuela bajo el control de los notables
terratenientes locales v de fijar a la tierra a los hijos de los campesi­
nos dispensándoles desde la más temprana edad una enseñanza es·
pecializada. Al pretender asignar a las diferentes fracciones de las
clases populares, o más bien a cada corporación, por no decir a
cadl casta, una escuela particular de carácter profesional, escuela
agrícola para los jóvenes rurales, escuela-tal ler para los n iños de las
villas v ciudades, l oo se podría a la vez desmantelar la escuela
primaria v fijar de una vez por todas el orden social? E l sueño del
deJdoblamiento v de la profesionalización de la escuela pri maria no
deja de obsesionar al pensamiento conservador, tal como ejemplifi·
can las sugestiones de Le Play en 1 897, o hacia 1 920 los proyectos
de un senador del Morbihan, Monicault.
Aunque la escuela pri maria, escuela rural v campesina por exce·
lencia puesto que es la única escuela frecuentada por los campesi·
•.

nos, no sea hablando con propiedad una escuela de agricultura, esto


no le impide, sino todo lo contrario, vehicular y proponer, de
forma indirecta, una nueva definición del campo, del oficio de
agricultor y de campesino. I mpartiendo saberes generales, es decir
saberes desprovistos de base local, propios no de un grupo sino del
conj1,mto de la colectiv idad; transmitiendo, incluso de forma rudi·
mentaría. los mismos saberes a l conjunto de las clases populares;
acercando así las formas de pensar de los campesinos a las de la
clase media urbana, la escuela primaria, por su unidad, contribuye a
su modo a borrar las particularidades regionales, a hacer desapare­
cer las diferencias existentes entre las diferentes zonas rurales v las
que separan el campo de la ciudad. La reducción material de las
distancias entre el campo v la ciudad, realizada por el desarrollo de
caminos, carreteras v ferrocarriles (prograr. , l=reycinet), la asi mila·
ción administrativa de las villas organizada � escala reducida del
modelo de las �pitales de provincias, se ven reforzadas por la
acc ión de acercamiento v de asi milación simbólica propia de la
escuela. Asegurando el triunfo del francés ( lectura, escritura, dicta·
dos) sobre el patois v l os dialectos, la escuela abre la necesidad y la
posibilidad de comunicar con el exterior, introduce el periódico. l e
. confiere utilidad y sentido a l a ereación de correos, a la . v isita de1
.
La enseñanza agrícola
63

cartero. E l aprendizaje del cálculo, del sistema métrico que recuer­


dan y materializan la báscula municipal, los ki lómetros que bor­
dean el camino recorrido que va desde la granja a la escuela, e l
catastro conservado e n el ayuntamiento, enseñan q u e la apariencia
concreta y la denominación tradicional tde las viejas medidas agra­
rias) de la tierra y de sus productos disimulan propiedades abstrac­
tas y universales que permiten comparar, i ntercambiar y cambiar,
que el metro patrón y la moneda con la efigie de la sembradora son
la medida de todas las cosas. Las lecciones de historia, de geograf ía
y de instrucción clvica subrayan la pertenencia del grupo local a la
colectiv idad nacional, enseñan a los n i ños de los campesinos a
orientarse y a situarse en un espacio y en un tiempo más ampl ios,
a "conocer a los otros franceses" (cf. Le Tour de deux enfants) y a
relativizar así sus propias costumbres, sus formas de vida.
E n consecuencia, la escuela primaria, quizás indirectamente a
través de la formación general, asegura la formación " profesional"
de los futuros agricultores, esforzándose por realizar su integración
moral y por dotarlos de los esquemas de pensamiento, de estructu­
ras lógicas indispensables para una práctica moderna e " i lustrada"
de la agricultura. Para que el campesino aspire a administrar su
explotación de una forma "racional", para que l leve una contabi li­
dad, mida y compare los rendimientos, utilice abonos, mejore su
ganadería, sueñe con mecanizar el cultivo, se i nscriba en un sindica­
to, en una mutua, uti l ice créditos, para todo esto , es necesario que
haya roto, o por lo menos :>e haya distanciado, de las formas tradi­
� �
cionales de actuar y pensar. Ujhan 0 ep tw1ps 105 camoos contra
" ·u icios", "la ignoranci a' :a 'rutina" · do oco a
oco al cu t1va e v v com n e asa o
o nuevos valores nuevas ex i encias morales nu e-
or su ro io
����������������¿!���·�··. Al campesino
inculto, a r s 1co , misera e, mugriento, que ignora las reglas
elementales de la higiene, grosero, brutal, debil i tado por el trabajo
;
y embrutecido por el alcoholismo, de l que uno puede burlarse
fáci l mente (el campesino de las autoridades l oca les tradicionales),
el maestro, "misionero del progreso", "consejero de las masas rura­
les" debe sustitu irlo por el campesino "cultivado", es decir el cam·
pesino republ icano, ebrio de justicia e i lustrado por la razón . No se
debe qu izás al azar que la pequeña propiedad campesina y la ins­
trucción primaria sean los dos principios esenciales de la "democra­
cia ru ral", tal como la conciben los fundadores de la Tercera Aepú·
bl i ca. La propiedad del suelo sustrae al campesi nado de la tutela
moral y económica de los caciques tradicionales; distingue y separa
el campesi nado pobre del proletariado obr.ero. Creando la necesi­
dad de u na vida diferente y "mejor", la escuela crea en el campesi­
nado la necesidad de recurr i r . a los consejos del maestro, del rnédi-
C/aude Grignon
64
co, del veterinario, del profesor de agricultura, en fin, de los nuevos n

notables que son, lo que podr ía denominarse "territorialistas" p


del partido republicano. Sobre todo la i nstrucción, incluso prima­ e

ria, y la propiedad, incluso pequeña, constituyen principios de inté· g


gración al orden social y al orden lógico que lo sostiene. I ncluso si b
la instrucci6n se reparte desigualmente y la propiedad se distribuye n
también desigualmente, el pequeño propietario, y el "propietario
medio-ilustrado" tienen en común con el gran propietario y con las C1
penonas cultas el haber acced ido a la propiedad y a la instrucción, li
. el participar sin restricciones en la esencia i naivisible de la propie· g,
dad y del saber, participación simbólicamente avalada por los t ítu· fe
los oficiales, por el certificado de estudios primarios o por el t ítulo lé
de propiedad. CI
e
la'ensefianza agr ícola, remedio de la cuestión social u rbana si
si
Instrumento de acción sobre el campesinado, la enseñanza de la I<
agricultura podr ía constituir también, como lo sugiere la historia de n
las coJonias agr ícolas, un medio, o al menos una tentativa, para t
actuar indirectamente, a través del campesinado o de la agricultura a
iÓterpuestos, sobre las otras categor ías sociales, y para resolver cri· te
sis y conflictos extraños al campo. A diferencia de las escuelas p
nacionales e incluso de las granjas-escuela, que participan de la fi
misma fórmula genérica de la enseñanza POI-'' ,!¡or de la agricultura ti
pero que� se acercan más a la tradición de la élG• Onomfa culta, las d
"colonias agrícolas para jóvenes delíncuentes, huérfanos, niños p
abandonados, expósitos e indigentes" (4 .000 peAsionistas alrede­ d
dor del año 1 850 frente a 500 de las granjas-escuelas) deben su origen a
generalmente a la iniciativa de individuos y grupos cuyos intereses ir
y preocupaciones son exteriores a la agricultura y que están obligados
a utilizarla como medio sin considerarla nunca como objetivo: "hom­ q
bres de caridad" (con frecuencia eclesiásticos) y "filántropos" r¡
-magistrados, altos funcionarios, poi fticos, médicos, escritores-. e
La " i nvención" de las colonias o mejor la introducción, la "im­ le
portación" a F rancia de establecimientos imitados de modelos ex­ c
tranjeros (colonias para niños y adultos holandeses; "Maison sauva­ g
ge" de Horn, cerca de Hamburgo, inspirada en las ideas de Pestalo· C1
zzi ) parece ser la obra de magistrados y juristas, especialistas en cues­ ti
tiones penitenciarias. tales como Ch. Lucas, abogado en la Restau­ - n
ración, nombrado por Guizot i nspector general de prisiones desde o
la subida al trono de Louis-Phi lippe, o de v iajeros apasionados por la
pedagogía como A. Demetz, fundador de la colonia de Mettray. ir
antiguo juez de i nstrucción, consejero real. Al denunciar con cono·
cimiento de causa la aporía l egal que no deja al juez otra posibili·
.¡¡
dad que la de encarcelar, despreciando l a ley, a los menores absuel­
�- "P<>.r haber �tuado sin discernimien�o", o l a de reenviarlos a su fi
La enseñanza agrícola
65

medio de origen, causa de su depravación, los magistrados filántro­


pos se ven obl igados a distingu ir, de entre la masa de "miserables"
encerrados sin d istinción de edad en las prisiones, una nueva cate­
goría de detenidos, ni totalmente i nocentes, ni totalmente cu l pa­
bles, susceptibles de reforma, y a proponer para ellos un tratamiento
nuevo, as í como nuevos guardianes y nuevas i nstituciones.
Llevando al campo a la infancia corrompida o amenazada de
corrupción, los magistrados i nnovadores encuentran el medio de
l ibrarla de la cárcel , que unánimemente consideran como "una pla­
ga devoradora, un lugar de cr ímenes y de contagio en e l que se
forman l os grandes cri minales" sin necesidad de enviarla de nuevo a
la fami l ia, o mejor a la cal le, "escuela del vicio", "escuela del
crimen". Solamente fuera de las ciudades se puede construir u n
estableci miento capaz d e asegurar las mismas funciones que l a pri·
sión sin tener sus caracter ísticas, ni a l menos su apariencia: "prisió
sin barrotes", la colonia encierra, detiene, y a ísla a los pupilos d
los filántropos casi con la misma seguridad que la prisión tradicio­
nal (en una época en l a que las d istancias son considerables si se
t iene en cuenta la lentitud y la escasez de medios de comunicación) ,
al mismo tiempo que se produce en los jóvenes detenidos, y sobre
todo en sus guardianes, la i lusión de ser el inverso, la negación de la
prisión tradicional. Rurales necesariamente, las colonias se converti­
rán en agrícolas tanto por ocasión como por vocación, ya que el
trabajo constituye el único medio de ocupar a los detenidos someti­
dos a una especie de semi -l ibertad y porque el trabajo de los cam·
pos es cQn frecuencia, debido a la ausencia de empresarios locales
dispuestos a aceptarlos, el único trabajo posible, y porque permite,
al menos en parte, asegurar la subsistencia, y en consecuencia la
i ndependencia financiera de los establecimientos.
Del mismo modo que las granjas-escuela, las colonias agrícolas
que tuviesen éxito podían convertirse en modelos para la agricultu­
ra local : · el buen cultivo de la explctación agrícola, su carácter
ejemplar son el signo de su buen i;uidado, del cuidado ejemplar de
los colonos y atestiguan el éxito de la empresa de moralización. "La
colonia de Mettray posee 350 Ha de tierra; además util iza como
granja 200 Ha. Es ' Una regla que todo lo que se consume en la
colonia sea producido en ella. Otro principio, aplicado todo el
tiempo, es que Mettray debe constituir para el país una granja
· modelo en la que se apliquen los mejores procedimientos ·y se
obtengan los mejores productos 5 •
Se podría sin duda mostrar que consagrándose a la salud de la
infancia miserable, los pioneros de las colonias agrícolas (en confor·

.¡¡ Berlier de Vauplane, "Le cinquantenaire de Mettray ", Pa� ís, de Soya et
fila. 1890, p. 18.
Claude Grignon

midad seguramente con la lógica general de la filantropía ) . rn liPn


objetivamente los. intereses de los grupos a los que pertenecen, y los
· sirven tanto mejor cuanto su abnegación y su desinterés personal
disimulan más eficazmente los beneficios colectivos que estos gru­
pos pueden obtener de una tal empresa. Así, la invención de nuevas
categorías de delincuentes y de nuevas formas de tratamiento ofre­
cen nuevas sa lidas, un nuevo "mercado" a los magistrados, a los
abogados producidos en excesivo número Pl'l la Restauración y en
la Monarqu ía de jul io; la escuela preparator .. aneja a la colonia de
Mettray y destinada a formar el personal del establecimiento (los
"jefes de la fami l ia") podría ser el antecedente de la escuelas de
formación del personal de "la educación vigi lada ''. Del mismo modo,
para las gentes de la iglesia, el tratamiento separado de la infancia
de l i ncuente constituye una ocasión de colocar de nuevo bajo la
tutela de la iglesia y de las instituciones caritativas una parte de la
población penitenciaria, y volver a ganar as í una parte del monopo­
l io del tratamiento de la desviación perdido en la Revolución. No
obstante, no se explicaría el éxito de la "solución agr íco la" o al
me9os la pasión que suscita, si la empresa y los intereses de los
filántropos no coincidiesen en parte con los intereses generales de
la clase dominante, o con más exactitud, si no se colocasen a la
cabeza del miedo social d ifuso que constituye el rasgo esencial de
esta época, que podría denominarse, su "afectividad colectiva":
sentimiento de extrañeza, de enfermedad, ante la ampliación del
espacio y la transformación del paisaje urbano ( " la forma de una
ciudad cambia más rápidamente . . . "). debidas a la aparición y al
desarrollo de las manufacturas, inquietud ante la proliferación anár­
quica e i ncontrolable de esta nueva especie de pobres constituida
por el proletariado urbano, que se multiplica despreciando las leyes
de la moral ( bastardos), mezcla de repugnancia y de culpabil idad
ante la escalada del "v icio" y de la miseria; miedos i ndividuales,
que la prensa y las conversaciones hacen aumentar, ante la multipl i ­
cación de robos y crímenes; pánicos colectivos provocados por la
repetición de las revueltas e insurrecciones ( Lyon, París, 1 832 ,
1834) 6 . La deportación lejos de las ciudades de la i nfancia super­
numerosa, miserable y pe ligrosa, propuesta por los apóstoles de la
"solución agrícola", rea l izaba bajo una forma atenuada, tolerable,
en armonía con la sensibilidad de la época (y de las exigencias
económicas), el sueño de la reabsorción del excedente de la pobla­
ción obrera, de la eliminación de los indeseables, sueño que se
encarna, o al menos se expresa en el pensamiento de los responsa­
bles del mantenimiento del orden cuando la situación parece dema-

. �· Cf. L. Cbe11alier. Classes /aboríeuSel e1t <;lassCIS


. dangereu1111, París, Pion,
1958. En prerisa en Ediciones de 1.a Piquetf. ·
la enseñanza agrícola
67

siado amenazante, como testi monia el proyecto de desplazar a So­


logne los obreros de los Talleres Nacionales. Como sugieren el nom·
bre de "colonias" agr ícolas, y los proyectos relativos a la utiliza­
ción de Arge l ia como tierra de exilio para ciertas categor ías de
del incuentes, el campo, vista de la ciudad, a la vez lejano y próxi­
mo, i ndefi nido y fami l iar, constituye el lugar ideal para una "de­
portación dulce" de cri mi nales en ciernes.
A través del encúentro y de la asociación de personajes que
ocupan diferentes posiciones en campos d istintos y que poseen
competencias y fuentes d iversas, se realiza el encuentro entre el
ideal (o los intereses) de los filántropos y los i ntereses generales de
la clase dominante. Si rva de. ejemplo la colonia de Mettray. La
" idea" de la colonia, aportada por A. Demetz, magistrado despro­
visto de fortuna, pero rico en experiencia y saber (ha efectuado,
después de Tocquevi lle. un viaje de estudios a los Estados Unidos,
ha visitado las colonias alemanas). no se materializa más que cuan­
do este último logra convericer al vizconde de Courtei l les, gran
propietario y aristócrata terrateniente, que le ofrece una extensión
de terreno cerca de Tours. Mettray se edifica progresivamente a
medida que ambos asociados llegan a convencer a fuerza de
convicción, y a i nteresar en su causa, a fuerza de desinterés, a
quienes poseen el d inero y el poder. Obtienen la caución , el sostén,
en resumen, el patrocinio de personajes que ocupan las funciones
más elevadas en el campo del poder poi ítico, tales como el conde
de Gaspa r í n , par de Francia, ministro (y agrónomo) ; en el terreno
de las finanzas, de Delessert, h ijo del fundador del primer Banco de
descuento francés, regente del Banco de Francia, y de personalida·
des pertenecientes a mundos variados, tanto del campo intelectual
como del pol ítico, como Lamartine, y del d i nero, como E . de G i ­
rad ín. E n consecuencia l a realización d e Mettray descansa sobre
un sistema de i ntercambios entre i ndividuos y grupos interesados
en d istinto grado y por distintas razones en el desarrol lo de la
colonia : en esta época, puede que el é.xito y la i nfluencia de un
hombre pol ítico se midiesen , entre otras cosas, por e l número y
la notoriedad de las obras f i lantrópicas en las que su nombre
aparece.
Pero las gratificaciones que la empresa común puede procurar a
cada categoría de participantes son s i n duda inseparables del bene­
ficio simból ico que puede obtener de ella la clase domi nante en su
conjunto; las colonias agrícolas no serian quizás tan tranquil izantes
para la burguesía si no le diesen previamente seguridad en s í misma
rindiéndole un honor. Y si bien la disciplina de las colonias puede
herir una sensibi l idad moderna por sus aspados abiertamente repre­
sivos, la vida de los colonos representaba sin duda, a los ojos de los
contemporáneos, un pr09reso en relación a la condición ordinar ! a-
Claude Grignon

mente reservada a los jóvenes detenidos; después de todo, las cl ases


dominantes apl ican a sus propios descarriad os un tratamiento aná­
l ogo fundamental mente al que se proponen apl icar a los de l i ncuen­
tes desheredados, como prueba la veci ndad , ex istente en M ettra y ,
entre la colonia agr ícola y l a "Casa Paterna l " , "colegio d e repre­
sión" donde las famil ias bien pod ían enviar discretamente a sus
h ijos recalcitra ntes; la i magi nación filantrópica hace coex istir, en la
organización de las colonias, rasgos tomados del régimen peniten­
ciario tradicional y "h_a l l azgos", tales como la autodiscipl i na o la
ficción de la autogestión del establec i miento por los alumnos q ue
siguen estando todav ía hoy en la vanguardia de la pedagog ía mo­
derna (et. Su mmerh i l l ) . A hora b ie n , e l éx ito de u na colonia no es
completo hasta que no obtiene el favor y el reconoc i miento de los
especialistas de la idea y del ideal, hasta que no es celebrada por los
art�stas, los i ntelectuales, y los escritores en boga; (ejemplo "La
colonia de Mettray", poema de Louise Colet sobre un tema i mpues­
to, laureado en 1 8 52 por la Academia francesa v isto el infor­
me de V . H ugo) .
_, La colo nia agr ícola, sin duda por ser u na obra d e beneficencia y
desinteresada (no obstante i nteresante, es decir razonable incluso
desde el punto de v ista económico) como manifiesta la dedicación
de ·sus fundadores, ya que tiene como fin en princ i pio corregi r a los
ni ños descarr iados, mejorar su suerte, producir la v irtud d e l v icio ,
el bien del ma l , la colonia agr ícola puede ser , de acuerdo con la
sensibi lidad de l a época, u na idea a la moda, una idea romántica
y testi moniar la moralidad de la clase d irigente, la legitim idad de
su poder e i ncluso e l buen fundamento de su fortuna, convirtien­
do en ideal una ínfi ma parte del poder y del capital que detentan
sus representantes más prestigiosos.

La "vuelta a la tierra" y la celebración del campesino


La enseñanza agrlcola
69

en el · te ma de l a deportación que retoma de forma a lusiva y más


atenuada. E s a part i r de las denuncias de l os pel igros y m i serias de
la vida en la ci udad, de la industria y el comercio, de las desgracias,
vicios y taras de l a población obrera, como se constituye progresi­
vamente, s igu iendo un esquema de oposición binaria, una i magen
ideal del campo, de la agr icu ltu ra y del campesino. En el moment
de la constitución de este discurso, entre 1 820 y 1 850, la condición
y el pel igro obreros están en el centro de l a descripción; m ientras
Q.Je el obrero y la ciudad son vistos de cerca y tratados de form
" real ista", el campesino y el campo, imagi nados de lejos, vistos
mejor soñados a través de las human idades lati nas, aparecen por as
deci rlo en f i l igrana; las vi rtudes que se les prestan son vi rtudes
negativas, si mple i nversión de los vicios y de las taras de la ciudad
(y del obrero) .
As l pues, la relación que los partidar ios de la "so l ución agr ícola "
establecen, a continuación de l os pri meros especialistas del paupe·
ri smo, médicos, demógrafos, estadísticos, entre la m iser ia f ís ica
(enfermedad, degeneración) y la m iseria moral ( v icios, cr ímenes )
caracter ísticas del obrero se encuentra di rectamente extrapolada
bajo la for ma i nvertida de la relación id íl ica entre la salubr idad de
ca mpo (v ida al aire l i bre ). la salud f ísica y la salud moral del campe­
sino ( robusto, sólido, atemperado y honesto ) .
Esta i magen ideal no s e constituye s i n encontrar las resistencias
de la real idad : las "jacquer ías " y el "Gran M iedo" no está n tan
lejos (como puede verse en Jas descripciones hechas por Balzac en
Les Paysans) ; es muy difícil oponer una riqueza o incluso un bie·
nestar relativo de los campesinos a la m iseria obrera, pero l a miseria
cam pesina ancestral y aisl ada, dispersa y relativamente i nofensiva, y
la miseria obrera, colectiva, amenazante, vergonzante, no tienen el
mismo sentido para la clase dominante : la "pobreza" campesi na
(que se sabe en marcar, socorrer ) , vi rtud evangélica que engendra
otras virtudes, l a si mpl icidad, la modestia, la sobri edad, la resigna­
ci ón, se opone a la miseria del obrero, madre, con la pereza, de
todos los vicios.
"Sabemos muy bien que queda (en el campo) u na población
considerable cuya m iseri a i nmerecida es profunda ( ... ), pero, mise­
ria por miseria, creo que la miseria del campesino en l a aldea natal,
bajo el cielo puro, es una m iseria de g ran señor, si la comparamos
con la m iseri a baja, sórdida, sin l uz, sin l ibertad, sin reposo, del
pr o letar iado de las ciudades" (J. Payot, op. cit. ) .
S i e l d iscurso sobre las v irtudes campesinas es cre íbl e , se debe
quizás a que, a l igual que el d i scurso sobre los v icios obreros, se hace
de modo i ndi recto. Para hablar del obrero, de sus vicios y de su
violencia de u na forma aceptable, l ós fil ántropos y la gente de la
iglesia, o al menos l os más avispados, recúrren a la denuncia de l a
ciudad, de l a s desgracias de la condición obrera; los especial istas
Claude Grignon
70

expresan y formulan, en el lenguaje de la moral o de la ciencia


social naciente (encuestas estad ísticas) , l os fantasmas y miedos de
la clase dominante. Del m ismo modo, es a tra11és de la celebración
del trabajo agr ícola, del campo, de la vida al aire l ibre, de la agricul­
tura como se a ureola al cam pesi no, como si las virtudes de lo que le
rodea brillasen en él. Amoral, i rresponsable, el obrero no puede ser
más que l o que es; la m iseria engendra i nevitablemente el exceso y
la revuelta. I nversamente, del campesino se habla en condicional : si
el campesino real no es exactamente lo que podría ser, le bastar ía
para e llo, dado que el modelo es más "verdadero" que la realidad,
ser "él m ismo", (es decir, l o opuesto al obrero) , conocer su fel ici­
dad , etc. ( E l discurso sobre el campesino ideal pod r ía ser también
por contrapartida, u na forma indirecta de hablar por defecto, por
om isión, de l os defectos y de las faltas del campesino real ) . As í,
hablar del campesino pod r ía ser un modo de hablar de forma tor­
tuosa' de otras clases sociales, y de las relaciones que las diferentes
clases mantienen entre el las.
El d iscurso que tienen en un pri ncipio ( hacia finales de la Res­
tauración) los portavoces de la a ristocracia . ios católicos "u ltras",
acersa de l as vi rtudes de l a tierra y de las virt� Jes que ella permite
· prestar al campesino, constituye para la antigua clase domi nante u n
medio d e celebración d e sus propios méritos denunciando l a i nmo-
ral idad de las nuevas fracciones, burgues ía financiera, nueva clase
pol ítica, nuevas profesiones -abogados, i ngenieros- nacidos de la
1 Revolución y del I m perio, l a i l egitim idad de su poder y la manera
perversá' en que l o ejercen : no existir ían pobres malos, pobres peli­
grosos, si no h ubiese mal os ricos. Del mismo modo que las v i rtudes
potenciales de la fa m i l i a campesina son el reflejo o el homólogo a
un n ivel más h u milde de las v i rtudes de la fam i l ia aristocrática, l os
vicios del obrero son, por as í decirlo, el revelador, la verdad de l a
i nmoral idad bu rguesa;_ nuevos ricos y nuevo �_()Q_��� .�breros y_bur­
Jllleses, tienen _en comú11 · er��m in-mgaerado poreT di nero, el
corífort;�fos_ placeres materi�!�_ ajJlP-ª!�llt_ar (falso l ljjQ, bril lante,
__

-deslymbrador) v sólo se d iferencian por la cantidad de dinero que


- - - · -
poseen; l a lll i seria moral de la burguesía, disimulad a ti· ás la fachaC:ia
elegante y bril l ante de la ciudad y de la agitación mundana, es de l a
misma naturaleza que la m ísera moral del obrero, d e la que es el
origen.
1 826: el vizconde de Bonald, teórico de la a ristocracia, entabla
una polémica con Ch. Dupin, "el celebre abogado", h ijo de uno de
los participantes en b Convención, pol itécnico, i ngeniero, profesor
de mecánica en el Conservatorio de A rtes y Oficios, diputado, esta­
d ístico y filántropo, hombre nuevo que encarna el nuevo esp íritu,
y por decirlo brevemente, representante de l a ciencia al servicio del
poder y del d i nero. 1 846 ; C h . Dupin, consejero de Estado, ministro,
par de Francia, se sitúa en las fi las de los partidarios de la "solución
La enseñanza agr/co/a
71

agr ícola" , es mie mbro de l a com isión de estud i o d e las col o n i as


agr ícolas, y pa trocina la col o n i a de Mesn i l St . F i r m i n . Si el tema de
" l a vuelta al campo" y de las v i rtudes campesinas tiende a conver­
ti rse en el agl uti nante de l as d i ferentes fracciones de l a clase domi­
nante, hasta l lega1 a ser ba¡o forma degradada de estereotipo y de
la voz de ma ndo u na especie de grito de "f irmes", se debe q u i ­
zás a que constituye el med io más eficaz para hablar, a lusivamen­
te, del obrero, es deci r de l a a m enaza común, del adversar i o comú n .
Hacia f i nales d e siglo, cuando ya no e s pos i b l e denunciar s u s v ic i os
sin considerac i ón de n ingún ti po, el obrero aparece a su vez en
f i l igrana en u n d i scurso centrado a parti r de entonces en el campesi­
no. Producidas por d i ferentes categor ías y por d i fe rentes generacio­
nes de espec i a l istas, artistas, l iteratos, hombres pol ít icos, gentes de
la pedagog ía y de l a iglesia, configurándose en épocas disti ntas de
diferentes categor ías sociales, formadas por sucesos y por i nstitu­
ciones d i sti ntas, l as d iferentes variantes del d i scurso sobre el campe­
si nado parece que tienen en común el constitu i r una especie de
l lamada al orden, más o menos d i screta, de las v i rtudes que deber ía
practicar (y no practica) la clase dom i nante para ser verdaderamen­
te d igna de la posición que ocupa , y expresan posi b lemente, bajo
esta forma disfrazada, l a posición margi nal, y por as í dec i r l o , de
puerta falsa, que l a cl ase domi nante concede a los que le sermo·
nean, y le i mponen su mora l . U/.. L.'t""-v.-..,,.,.,.,
., ,,
Una h istori a �ocial de la 1 iteratura consagrada al campesi nado, \

desde el popu l i smo bucól ico de G. Sand a l as novelas campes i nas y


a las poes ías de terror escritas por l os maestros del siglo X X , per mi­
tir ía s i n duda mostrar cómo l a i magen del campesino pudo cambiar
en función, concretamente, de la posición ocupada por cada uno de
los autores en el cam po de l a producción l i teraria, del públ ico al
que se d i rige, de la distancia del escritor a l ca mpesi nado, a l a clase
obrera y a l as disti ntas fracciones de l a c l ase dominante. Escrita en
el cast i l l ás tarde en la ca esta i.terat ITTá exotic a
··.•
menos como coartada, el recordar
cu t e u e al 1 ero
-�e se supone de.scgnoce y menosprecia . .Es a través de la escuela, y
más concretamente de las escuelas rurarés , como l a i magen i deal del
campesi nado v uelve de nuevo a los que le s irven de " modelo" ( o de
" frontó n " ) bajo l a forma de "trozos escogidos " , l ecturas, narracio­
nes, tema s de redacción y apotegmas morales. La i nculcación mora l a
la que están sometidos l os n i ños de l as c l ases populares t iene posi­
ble mente por objeto que se reconozcan o por lo menos reconozcan
el ideal que la escuela les propone como su ideal de clase, que se
esfuercen e n parecerse a este modelo, de adq u i r i r y hacer suyas las
vi rtudes que se le ofrecen. Si l a i magen ideal del campesino ha
pod ido progresivame nte adquirir real idad. verosi m i l i tud ; si el
"ca mpesino ideal " ha pod ido transformarse poco a poco en "idea l
( 72
Claude Grignon

campesino". quizás se deba a q ue la celebración ritual de las


virtudes campesi nas, único d iscurso d isponible en ausencia de un
discurso autóctono, único discurso transmitido por l a escuela pri­
maria rural y por la enseñanza agrícola por .:lar, constitu ía para el
conjunto del campesi nado (y sobre todo para él ite rural sa l ida de
las escuelas) la única forma de pensarse para el exterior en tanto
q ue campesino (es decir, de pensarse en relaci ó n a las otras clases ) ,
la única for ma de afirmar, s i n o su exce lenci a , al menos s u valor, la
única arma ideológica para defender sus i ntereses, en suma, que estaba
predispuesta, en tanto que honor y moral de clase, a funcionar,
a falta de algo mejor, como conciencia de clase.
Se podría mostrar que el n ú mero de caracter ísticas esenciales de
la organización y del f uncionamiento de las escuelas populares de
agricultura, constituyen, podemos decir, la concretización, la
materialización de los pri nci pal es temas del discurso de celebración
de las v i rtudes campesi nas. Así, por ejemplo, en las instituciones
antiguas, colonias y granjas-escuela, la predominancia de la prácti­
ca, o más exactamente del trabajo sobre la enseñanza teórica, de l a
granja sobre e l a u l a d e clases -del exterior, d e l "aire l i bre" sobre el
interior-, de l a función de mora l ización asignada al trabajo, de la

i m rtancia acordada a la fam i l ia, y en las i nstituciones recientes
tales como las casas tam il iares rurales la preocupación por dispensar
una enseñanza "concreta", unos conoc i m ientos "sólidos" . indivi­
duali zar la enseñanza evitando la ag lomeración del CEG o del CES.
Pero es sin duda esencial mente a través de la escuela pri maria como
se reen-Jfa al campesi no el ideal al que se lo qu iere conformar �
e scuel i maria, al mism ie ue ba·a or " ·r" a l
campesino, por r e, rae · o l i zar e e ocas ras trans or-
cam ransmitien o a los n inos de los ·ul es

¡U-
_es morales d cam �esigo jdet,; repcupa a por " i nstruir". pero
también por 1 educa r 1 por formar la razón d i ri giéndose al "cora­
zón", la escuela primaria asocia la poes ía a la ciencia, la recitación
al aprendizaje del sistema métrico. El análisis de los manuales esco­
lares, de los l i bros premiados, de los temas de redacción, de los .
textos seleccionados para la l ectura, o para el dictado, mostrar ía sin
duda que el campesino personi fica por excelencia las vi rtudes que
la escuela pri maria se esfuerza por inculcar al conjunto de los n iños
de las clases populares; las cual idades del trabajador y del ciudada­
no (templanza, amor al trabajo, econom ía, sentido de la equidad,
probidad ) , pueden encontrarse tamb ién en el obrero (o mejor
en el artesano), en el comerciante, o, excep· 'rial mente, en el em­
·

�pleado, pero parece que aqu í de nuevo el camp._ i no s irve de mode-


para la descripción del artesano o del comerciante ideal.
La enseñanza agrícola
73

La "república de los agrónomos"

La enseñanza agr ícola, conjunto de i nstituciones creadas por


indiv iduos o por grupos con frecuencia extraños a l a agricu ltura,
debe quizás su un idad y su especi ficidad relativas a l a acción de l os
agrónomos. El encuentro, a nivel de padrinaje, entre l os filántropos
y los agrónomos, como el conde de Gaspar í n , confieren. def i n i t i ­
vamente a l a s coloni as su carácter agrícola; la "rural ización" de la
escuela pri maria se rea l iza en parte por la colaboración entre los
agrónomos, el M i n isterio de Agricu ltura y los pedagogos de la i ns ­
trucción públ ica. L a idea d e q1.e se puede enseñar la agr icultura, d e
q u e se l a puede enseñar sistemáticamente, pertenece en su origen a
aquel los que se empeñan en demostrar que ex iste una ciencia de la
agricu ltura, tal como evidencian los proyectos d e enseñanza a g r íco­
la de F ram;:ois de Neufcháteau en la época revo lucionaria, y el
ensayo de organ ización sistemática de esta enseñanza bajo la di rec­
ción del agrónomo R ichard du Cantal .
En e l momento en q u e l a agronom ía deja d e ser un pasatiempo
o u na vocación de aficionado, interesado en h acer algo úti 1 organi­
zando y mejorando su campo, como sucede en e l siglo XVI 1 1 con
Duhamel du Monceau por ejemplo, para convertirse progresivamen­
te en u na empresa de pioneros, más arriesgada, más rigurosa y
menos desi nteresada, se i mpone a los innovadores la necesidad de
"hacer escuela" para asegurar a un tiempo la supervivencia de una
explotación experi mental C'.lstosa y una propaganda más racional
en favor de sus ideas; sirva de ejemplo la creación de l a esc uela de
Aov i l l e por M athieu de Dombasl�. Creación de l os pioneros de la
agronom la, l a enseñanza agronómica transforma a su vez la agrono­
m ía produciendo cada vez más agrónomos con una mayor profesio­
nal i zación. A l os aficionados a "sistemas" raros del siglo X V I I I , del
I m pe rio y de l a Restauraci ón, l l egados a la trad ición ag ronóm ica
con frecuencia tard íamente, debido al azar de viajes, lecturas, en­
cuentros, etc . , les suceden progresivamente generaciones de d i sc ípu­
los formados por las pri meras escuelas ( Aovi l le, Grignon ) , ani mados
d e una doctri na y de un "espíritu" comunes, y para los cual es la
relación entre agronomía y enseñanza les parece casi natural. La
agronom ía, reservada antes a los propietarios de tierras que d ispo­
n ían de terrenos suficientemente vastos como para poner en prácti­
ca sus ideas, se transforma, a través de la escuela, del mismo modo
que las otras c iencias, en una carrera accesible a l conju nto de los
ni ños de la cl ase domi nante, i ncluidos los pertenecientes a fraccio­
nes que carecen de riqueza en tierras. De donde quizá proviene la
necesidad, en la que se i ncluye una proporción creciente de "agró­
nomos sin tierra", de hacer agronomía fuerp de la agricultura, de
disociar la teor ía agronómica de la práctica agr ícola, desarrollándo­
se a s í la ad m i n istración de la agricu ltura y la enseñanza agronómi-
C/aude Grígnon
74

ca. E n consecuencia, la creación de u n profesorado prov incial de


agricultura, y más tarde de las escuelas prácticas, es un med io de
asegurar salidas y de constituir carreras para los antiguos alumnos
de las primeras escuelas; el restableci m iento del 1 NA en 1 876 se
debe en parte a la i n iciativa de antiguos alu mnos del primer I nstitu­
to de Versalles, tales como Tisserand, pri mer di rector del nuevo
I NA, y sus amigos, R isler, su sucesor en el I NA, y Pri l l ieux . Sabios,
enseñantes, altos funcionarios, i nteresados en pri mer lugar en pro­
ducir , tanto en la fracción del campesinado más "cultivada" como
en los responsables poi íticos, la necesidad de recurrir a sus servicios
y a su competencia, los alumnos de la enseñanza agronómica cons­
tituyen poco a poco un nuevo t i po de i ntermediarios entre el cam­
pesinado y l a clase dominante, en concurrencia con los i ntermedia­
rios tradicionales (gentes de la iglesia , notables loca les, etc . ) . de los
que se distinguen por la profesionalización y el saber. La existencia
de 1,m cuerpo de especialistas provenientes en su mayor ía, al menos
los que ocupan l os puestos claves, de la clase dominante, seleccio­
nados y formados en l as grandes i nstituciones, en los que se delega
el encasil lamiento y el control del campesinado, tiene quizás comó
efecto rellenar la d istancia que separa al campesinado de una clase
dominante cada vez más u rbani zada, i nstaurando as í una serie de
relevos al m ismo tiempo que un nuevo tipo de relación de domina­
ción, más i ndi recto, más disi mulado y más "neutro", bajo la cober­
tura de la administración, de la técnica y de la ciencia . La organiza­
ción jerárqu ica de la enseñanza agrícola, si mple calco en su origen
de la erganización de la enseñanza dominante, que no ha cesado de
precisarse, de afirmarse, está en correspondencia con la jerarq u ía de
las diferentes categorías "de agrónomos": del profesor del I NA al
i nspector de l a leche, del alto funcionario é!I consejero de gestión,
las posiciones se jerarq u i zan en función de �us d istancias respectivas
a la clase dominante, a la ciencia, a la ciudad y en función i nversa a
sus d istancias al campesinado, a la práctica agrícola, al campo; el
grado de éxito de un anti guo al u m no de la enseñanza agronómica
podría medi rse, entre otras cosas, por la frecuencia y la regular idad
de sus contactos con l.os miembros de la clase dominante (e i nversa­
mente con los del campesi nado) .
Si los agrónomos pueden desempeñar la función de i ntermed ia­
rios entre l a clase domi nante y el campesinado que según parece les
ha sido objeti vamente asignada, se debe qu izás a que también son
intermediarios entre las d i ferentes fracci ones de la clase dominante.
Especialistas de la tierra y del campesinado, l os agrónomos no pue­
den ignorar a los grandes terratenientes as í como no pueden ser
ignorados por e l l os; la aristocracia rural y la agronomía, desde anti·
guo parecen rendi rse mutuos servici os. La fracción " i l ustrada" de
los grandes propietari os, i nquietos por mejorar el rend imiento de
sus tierras, por cultivarlas bien, constituye un público privi legiado
La enseñanza agricola
75

para l o s agrónomos. Hombres d e ciencia, formados en l a s "escuelas


del Estado", a l tos funcionarios, los agrónomos están igual mente en
relación con los representantes del poder, con la inteligencia y con e l
mundo de l o s negocios. Así l a resurrección del I nstituto agronómi­
co, en 1 876, se debe a la colaboración de los representantes de la
ar istocracia terrateniente, tales como el marqués de Dampierre, pre­
sidente de la Sociedad de agricultores, hijo "de ultra", él m ismo
legitimista, o el conde de Bouil lé, y de los agrónomos sal idos del
pri mer I N A. La fundación de la Sociedad de los Agricultores de
F rancia en 1 867 se debe a un agrónomo " moderado" si bien repu­
bl icano, a l u mno de Gr ignon, jefe de cultura del pri mer I N A , profe­
sor de econom ía rura l en el I NA desde 1 879 hasta 1 889, profesor
del Conservator io naciona l de Artes y Oficios: E . Lacouteux . D icha
Sociedad mantiene excelentes relaciones con los disti ntos gobiernos
conservadores desde 1 867 a 1 87 5 y reagrupa a grandes propietarios
de tierras, con frecuencia aristócratas, que residen en la ci udad y
poseen además, como el marqués de Vogue, presidente de l a
compañ ía d e S u e z , y d e St. Gobain ( "moneda de doble efigie,
Ci beles por una cara, Mercur i o por la otra, pero Mercurio dom i na "
en térmi nos de Jaurés ) , intereses en el mundo de los negocios.
Lugar de encuentro entre agrónomos y é l ites de los grandes terrate­
nie ntes, la Sociedad de agricultores ayuda a crear el profesorado
prov incial de agricul tura , a poya la creación d el I NA y de la
escuel a de horticultura de Versalles, al m is mo tiempo que patrocina
el i nstituto agr ícola de Beauvais y ayuda a l a fundación de la escue­
la de agricu l tura de Angers 7 .
La posición de los agrónomos, punto de unión entre e l di nero
( la burguesía f i nanciera) y la t ie rra (aristocracia) , expl icar ía quizás
al menos en parte la posición y ciertas caracter ísticas de las i nstitu­
ciones y del pensamiento agronómico. Sin duda haciendo valer, al
representar de forma espec ífica junto a cada una de las partes, los
argumentos y los intereses de la parte contraria, defendiendo los
i ntereses del " progreso " j u nto a l a 11ri stocracia terrateni ente, y los
intereses de " l a agricultura" j unto a la gran burgues ía industrial y
comerci a l , s irven así los agrónomos de la mejor forma a sus i ntereses
de grupo; las instituci ones e n las que se encarna o se elabora e l
pensa m iento agronóm ico, l a ideolog ía poi ítica q u e i nspiran tienen
posibl emente como caracter í stica ese ncial ser l ugares comunes, de
encu e n t ro en los que se yu xtaponen o se ama l gaman individuos o
ideas procedentes de fracciones opuestas de la clase domi nante a
través de la r e l ación que mantienen con la tierra y con el dinero.
Orleanistas, aunque sin excederse, o más tarde republicanos, pero
moderados, l os agrónomos pol íticos que se encuentran en el origen
del desarro l l o de la enseñanza agr ícola, tales como R ichard du

C t P. 8 m r dl . L es agranens fran(-·ais cie Mélien á Pisani , Par i>, A . Col 1 n , 1 968


Claude Grignon
76

Cantal, Gasparin, Lecouteux o Prii l ieux, tienen, si se puede decir, la


razón a la izquierda y e l corazón a la derecha; la f uerza del "agraris ·
mo" parlamentario, de 1 880 a 1 9 1 4, tiene que ver con la unión que
se establece entre diputados pertenecientes a tendencias opuestas,
desde radicales, es dec i r soc i al i stas moderados hasta la extrema dere­
cha. Los títulos nobi liarios y el d i ploma del 1 N A se reparten el
anuario de los altos funcionarios del M in isterio de Agricultura; alta
escuela, pero alta escuela de agricu ltura, el 1 N A atrae tanto a los
hijos de los grandes propietarios como a los hijos de la burgues ía
urbana. Neutral i zando la enseñanza agrícola, la ambigüedad del
pensa m iento y de la acción agronóm ica tiene posiblemente como
efecto esencial neutralizar a la agricultura y al campesinado, trans·
formar un campo concreto en una especie de patrimoni o común al
conjunto de l as fracciones de la clase dom in1>nte. Aumentar e l ren­
di m iento, seleccionar los cultivos, las espec,;1. y las formas más
rentables, en resumen, i ntroduci r el cálculo en la práctica agr ícola
supone trabajar a la vez por la conservación y la transformación del
campesinado y de la agricultura, transformarlos para conservarlos;
lo que también supone, al menos en apariencia, servir a los i ntereses
de la_,. pequeña propiedad ( fundamento de la "democracia rura l " ) y
a los de la a ristocracia rural, proporcionando a los campesinos los
m edios para aumentar su b}enestar y comodidad y frenando al
m i smo t iempo e l éxodo agrícola; supone también , d e acuerdo con
los i ntereses de la burgues ía ciudadana, aumentar la capacidad de la
agr icul tura y de l campesi nado para soportar, debido al crec i m iento de
la prodÜct i v idad, imposiciones cada vez ma yores en productos , r i ·
quezas, e i ncluso eventualmente en hombres.

Génesis y funciones de la enseñanza agr ícola

Producto y expresión de su estructura, las funciones sociales


que parece desempeñar la enseñanza agdco la no pueden sin duda ex­
plicarse completamente más que refiriéndose a l a génesis de dicha
enseñanza, a las condiciones históricas que produjeron su organiza­
ción jerárq uica. Si la enseñanza agronómica continúa siendo u na
enseñanza "elitista" que reserva de hecho la enseñanza de la c ienci a
-

agrícola a l os h ijos de las clases dominantes urbanas y de los ricos


terratenientes, si la enseñanza de las técnicas agr ícolas y "para-agr í­
colas" no es accesible más que al campesinado medio y a una débi 1
mi nor ía de hijos de pequeños campesinos; si los ni ños de peque­
ños campesinos están relegados a las i nstituciones i nferiores, "si·
mil i -escuelas" que dispensan, bajo la forma de vulgarización, un
resumen y sucedáneo de la enseñanza cient ífica; y si la escuela
primaria transmite la enseñanza agrícola para la " masa" campesina,
se debe sin duda, por una parte, a que las condiciones en las que el
saber agrícola fue propuesto al campesinado no le permitieron
La enseñanza agrícola
77

aceptar la oferta q u e s e l e hacía, y por otra, a q u e l os responsables


de esta enseñanza tuvieron que tener en cuenta las resistencias de
l os agricultores. El desarro l l o de la enseñanza agrícola tiene, entre
otros aspectos, por 1 ímite la reticencia de los agricultores h ac i a una
enseñanza en la que perviven una serie de i nconvenientes -costo de
la escolaridad, ausencia de beneficios- y no su uti l idad ; el h ij o del
campesino destinado a trabajar l a tierra debe aprender su oficio en
la propiedad familiar, mediante la práctica. Reticencias a escala
individual y famil iar, pero también de grupo: enviar a su h ij o a la
escuela para converti rl o en campesino ser ía proclamar que la colec­
tividad es incapaz de i nstrui r a sus propios h ijos; además, en la
medida en que las i nnovaciones agronómicas se traducen tradicio­
nal mente por un descenso de la riqueza, de los derechos y de los
poderes colectivos ( l ucha contra los " usos", tierras comunales, de­
rechos de pasto, etc. ) . l a escuela de agricultura se encuentra proba­
blemente con la hosti lidad de los garantes de la memoria, de la
prudencia y de l os valores aldeanos.
En la med ida en que es necesario "hacer fel iz " al cam pesi nado,
pese a él m ismo, y además porque conviene no crear e l desconten­
to, no chocar de frente con el electorado rural, la enseñanza obtie­
ne a la vez el puesto de honor y la parte del pobre en la pol ítica
agr ícola; su historia es la d e l os compromisos sucesivos entre el
ideal de los agrónomos, de los pedagogos, de los poi íticos, y de las
" real idades" campesinas. La m i seria permanente de la enseñanza
agr ícola se ex pl ica en parte por la duda del legislador, inclinado a
hacer el mayor esfuerzo por la enseñanza prima ria, a desarrol l ar
u na enseñanza rellenada por su "públ ico natura l " . Paradój icamen­
te, la enseñanza agr ícola es u na enseñanza pobre porque sigue sien­
do u na enseñanza "de l ujo" (control parlamentario: acusaciones de
despilfarro ) . La necesidad de seducir s i n i mponer conduce a los
responsables de l a enseñanza agr ícola a ponerla al alcance del cam­
pesinado, propo n i éndo la a los agricultores bajo las formas más per­
suas ivas, es dec ir, las menos "escolares ", las menos costosas, la má s
"atenuadas". La enseñanza agr ícola no se hace obl igatoria más que
muy tarde, en 1 938, como enseñanza post-escolar uti l i zando el
capital de popularidad de l os m aestros : se desarrollan formas de
escol aridad "abreviadas", escuelas de temporada, escuelas ambulan­
tes. Al mismo f1empo se esfuerzan en simplificar, en resum ir el
saber agr íco l a , intentan acercarlo a saberes campesinos tradiciona les
para h acerlo más accesible y para convencer de su util idad . En esen­
cia, los consejos dados a los enseñantes vulgarizadores, son : h acer
algo útil, modesto, concreto, si mple, "partir" de la rea l idad fami liar
y aldeana.
" Debemos precisar una vez más que las e¡cuelas de hogar están
hechas para las h ijas de l os agricultores, que deben ser más tarde
gfanjeras. A part i r de esta consideración primord ial se deduce i nme-
Claude Grignon
78

diatamente cuá l es el esp íritu que debe presidir la enseñanza de


nuestras escuelas: es necesario enseñar aquello que las niñas deben
conocer bien para ser buenas ca mpes i nas mujeres del campo, bien
,

fornidas, amantes de la vida rural y de l progreso y nada más que


esto. Todo lo q ue es i n ú t i l para l l evar un hogar rural debe dejarse de
lado". ( H . Oueu i l l e , su bsecretario de Estado de Agricultura, circular
del 8 de agosto de 1 920) .
Los agrónomos, los f i lántropos, los profesores y los pol í ticos
q ue han constituido la enseñanza agr íco la s irven, al mismo tiempo
que a sus propios i nteres-es de grupo, y como en contrapartida, a los
intereses de la clase do m i nante; pero en la medida en que dicen o
creen servir no sus i ntereses sino los intereses de aquellos a los que
ofrecen sus "servicios" -el campesinado y las clases populares rura­
les- s i rven mejor a los intereses del grupo, de la fracción y de la
cla� a l a que pertenecen. " H onor" de la Repúbl ica, la poi ítica
escolar aparece a los ojos de l os gobernantes como el aspecto más
notable, más desi nteresado, más arriesgado de su actuación; pensa­
m iento dominante del régimen, la l ucha por e l triunfo de las " l u­
ces", herencia del ideal revolucionario, constituye un terreno en el
que los q ue detentan e l poder no pueden serv i r a sus i ntereses má s
que de forma indi recta, sinuosa, inconsciente, si rviendo en primer
lugar, en conformidad con su propio ideal, a l os i ntereses reales o
supuestos de otras clases. Si l os pol íticos de la Tercera R epúbl ica
proponen la escuela a l os campesinos, teniendo además la precau­
ción d_e asociar las leyes escolares a otras medidas más seductoras y
"demagógicas" , están convencidos de que lo que ha sido bueno
para ellos lo es también para otras clases más retrasadas ; por esto e n
parte, quieren hacer que se "aprovechen" d e u n a i nstitución q u e ha
constituido el or igen de su propia promoción .

Las funciones sociales de la enseñanza agr ícola

Al negarse a conferi r a la escuela primaria un carácter profesio­


nal y al dividirl a para transformarla en escuela de agricultura o en
taller-escuela, l os poi íticos, los profesores y los agrónomos creen
proteger y l iberar a la i nfancia popular, sustraerla del trabajo pre­
coz; haciendo esto protegen al mismo tiempo la independencia y la
autonomía de una escuela a la que pertenecen y que les pertenece
por delegación. Evitar que la escuela se ce. "vierta en el b lanco de
una concurrencia entre fracciones opuestas o '"· ' propiedad excl usi­
va de u na d e estas f racciones manten i éndola en la indivisión ex istente
(la neutral idad ) . podr ía ser el mejor medio para q ue j u egue el papel
de instrumento de domi nación simbó l i ca del conju nto de l a clase do­
m i nante. La orga n i zación jerárquica de la enseñanza agr ícola . por
mediación d e l os mecanismos de l a selección escolar que reser van el
acceso a las instituciones más a ltas a los que han seguido dura nte más
La enseñanza agrico/a
79

t iempo u na carrera escolar norm a l , es deci r , en general a los n1 ños d e


l a s clases d o m i nantes ur banas. t iende a separar a l o s pr ácticos d e l a
agricultura, fo rmados en l o s ú l t i mos cursos d e l o s C . E .G . rurales, e n
l o s centros de aprendizaje o en las casas f a m i l iares r urales, d e íos
que detentan e l saber técnico agr ícola d i s pensado por los instit utos
agr ícolas. l os cursos de BTS y las pequeñas escuelas de agricultura,
y a d isti ngu i r éstos de l os que detentan el verdadero saber agronó­
m ico culto, i ngeni eros formados en e l I N A o en los E NSA. Al
suscitar la aparición y el desarrollo de u na ad m i nistración de l a
agricultura desde s u exterior, e l desarrol lo d e la enseñanza agr ícola,
el esfuerzo de vu lgarización e m prendido para hacer l l egar e l saber
agronómico al ca mpesinado, se produce quizá el efecto paradójico
de situar la ciencia agr ícola fuera de la agricultura y del campesina­
do y de contribu i r de este modo a real izar, med iante una forma
adaptada a l a agricu l tura, el equivalente a la d i v i s i ón y a la jerarq ui­
nción social del trabajo y de l os saberes i ndustriales entre prácticos
y teóricos, entre téc n icos y politécn i cos.
A d iferenc i a de la mayor parte de los mecan ismos económ icos o
de los dispositivos j u r íd icos que i ntervienen desde el exterior sobre
el campesi nado y que pueden por tanto ser · percibidos como coac­
c iones, la escuela, i nstrumento de conversi ón, trabaja por a s í decir­
lo desde el interior, se esfuerza por alcanzar el consenti miento, la
compl icidad de aquel l os sobre l os que actúa, es dec i r la transforma­
ción del campesi nado, la transfor mación de la forma en que se
percibe a sf m ismo y la transformación de las relaciones que esta­
blece con l as otras clases. Para convencer al conjunto del campesi­
nado de que ex iste una buena y una mala agricultu ra, una agricultu­
ra del futuro y una agr icultura del pasado, campesi n os i nstru idos y
c a m pes i n os ret rasados, no era posible ni . co P10 se ha demostrado,
necesario que la mayor ía de los agricu ltores accediesen a la teoría
agronóm ica. Haciendo de la necesidad virtud, deteniendo a los más
apu rados, d ispensando al mayor nú mero posible d e futuros campe­
sinos un ti nte, un " resu men" del saber agronómico a través de la
escuela pri maria o de la enseñanza post-escolar agr ícola, se pon ían
los m ed i os de hacer desde entonces reconocer a los campesinos la
ex istencia y la superioridad de la agricultura culta; i ncl uso si el
model o propuesto l es parece a los jóvenes campesi nos i naccesi ble e
inapl icable, y a u n cuando pueden oponer los resu l tados de su prác­
tica a la vanidad de las " bellas teor ías", la escuela obtiene de todos
modos de cada campes i n o , o bl igado a "reaf irmarse " , que pierda
segu ridad, que esté dividido entre la " r u t i na " y el " progreso " .
L o s técnicos y l os cuadros formados p o r l a enseñanza agronómi­
ca med ia y superior no podr ían interven i r eficazmente desde el

exter i or sobre el campesinado si la enseñenza agr ícola corta no


se lecc ionase y tabr icase al mismo tiem po un cierto n úmero de agri­
cul tores " i m t ruidos" . modernos y "dinám icos " , especie de "él i te
80 Claude Grignon

ind ígena" capaz de entender el lenguaje del técnico o del consejero


y de someterse a sus razones, predispuesto a servir de i nterlocutor y
de intermediario entre las " masas" campesinas y los agentes de
encuadramiento del campesinado. E litista por necesidad, ¿ no t ien­
de la enseñanza agrícola completa a superponer, es decir a sustituir
los pri ncipios tradicionales e ind ígenas de división del campesinado,
principios económicos -grandes/pequeños propietarios- o simból i ­
cos -buenas/malas casas- por u n pri nci pio d e jeraquización entre
campesinos i nstruidos e ignorantes o retrasados, según el cual el
" mejor" campesino ser ía; en cierta medida, el campesino más cer­
cano a l os "señores" de la ciudad, el menos "apaisanado"? . Aper­
trechados tras una competencia tanto más rara cuanto que la casi
total idad de los campesi nos continúa siendo "analfabeta" en mate­
ria agronómica, l os m iembros de la élite i nd ígena, sin duda por
fal ta de concurrencia, tienden a tener el monopo l i o de la comunica­
'
ción con e l exterior, a ocupar l os puestos reservados para l os repre­
sentantes de la "profesión" en los organismos paritarios, a consti­
tu i r poco a poco los cuadros ind ígenas del sindicalismo campesi no,
en suma, a converti rse en los portavoces del campesinado.
Convertidos en cierta medida a las ideas nuevas, al " progreso",
- convencidos de l a necesidad de someter la agricultura a las necesi­
dades de la " racional idad" económica, los miembros de l a é l ite
i n d ígena podrían ser igual mente los guardianes de la " moral campe­
sina", los depositarios y conservadores de : "virtudes rural es"
·

engend�adas por el pel i gro obrero y adjudica1.. as por medio de la


escuela a l ca mpesinado. Testimonio de el lo, la preocupación de los
dirigentes actuales del sindical ismo agrícola o del M RJC por conci­
l ia r los valores y las instituciones tradicionales -el trabajo, la fami­
l ia, l a explotación fam i l iar- con las necesidades de la "apertura" al
" mundo moderno" . El discurso "doble" en ci erta medida que la
escuela primaria hace a l campesinado -l ucha contra l a ignorancia,
los prej u i cios, la ruti na, pero también la celebración de las v i rtudes
del campesino ideal - , la acción de integración lógica pero además
la de i nculcación moral a la que ha estado sometido el campesinado
por mediación de la escuela rura l , han tenido posiblemente por efec­
to asi milar progresivamente la real idad al modelo, " i mpri m i r en el
al ma del ind ígena" l o que en principio era una especi e de artefacto
ideal -dando por descontado que la acción de la escuela debe en
parte su éx ito a l as condici ones objetivas que encontró, y concreta­
mente a la relación entre bases económicas y estructuras morfológ i ­
cas favorables (pequeña propiedad campesina, efecto mora l i zador

del espacio rural) . Dado que el idea l mora l propuesto al campe­
si nado conserva , por decirlo así, la traza de sus or ígenes, es e l nega t i -
e
d
8 C f . P. Champagne, " L 'espace socral v r l lageors" (de próxima aparición ) .

La enseñanza agrícola
81

vo d e l os vicios conferidos por l a clase dom inante a través d e su


propio m iedo a la clase obrera, es pertinente preguntarse si el dis·
curso que s irve al campesino para tomar conciencia de su estado y
de sus i ntereses y al campesi nado para tomar conciencia de s í m is·
mo y para expresarse por med i o de sus portavoces, no corre el
riesgo de conducir a l os cam pesinos y al campesinado a pensarse en
relación, es deci r en oposición, a las clases populares u rbanas, al
obrero o al empleado, y a i gnorar las divergencias y l os antagon is·
mos que oponen entre s í a l pequeño propietario rura l , a l os grandes
expl otadores y a la clase dominante, en resumen, a equivocarse de
adversario. De todas formas no es solamente a l os futuros ca mpesi·
nos, ni i ncluso a l os h i j os de los agricul tores, a l os que la escuela
propone y reenv ía el modelo idea l i zado de l as v i rtudes campesi nas.
Utilizando el tema de la vuelta a l campo, la oposición entre las
vi rtudes de la tierra y l os i nfortunios de la ciudad, entre la tierra y
el di nero, entre el agr icu ltor y el obrero, la escuela primaria ha
obte n ido como resu l tado constitu i r la "moral campesina " en tanto
que moral dominante para uso del conjunto de l as clases popu lares
y concretamente de l os h ijos sal idos de las clases obreras urbanas.
Al enseñar a las clases populares urbanas cómo se puede ser campe·
sino sin ser l o , al hacer del campesino idea l e l ideal del obrero , ¿no
habrá tenido por función la escuela hacer que cada individuo pre·
fiera lo que le falta, es dec i r sus v i rtudes personales en vez de los
i ntereses de su clase d isfrazados en carencias y en vicios colecti vos ?
Esta h i storia soc i a l no tendr í a s i n d uda i nterés si no estuviese
ori entada al estudio comparativo de los sucesivos mecanismos de
domi nación y si no contri bu yese a dar cuenta de su transforma·
ción. El aná l isis de la reciente evolución de la escuela rural y de la
enseñanza agr ícola pond r ía qu izás en ev idencia una reestructura·
ción y una transformación del campo de acción y de las i nstitucio·
nes de encuadramiento del campesi nado caracteri zadas, para decir·
lo brevemente, por la aparición progresiva de agentes emparentados
con fracciones de la pequeña buq¡ues ía ascendente ( m iembros de
las "nuevas profesiones", vendedores o presentadores de consejos,
de se rv•ci os, de bienes de consumo) , y por la ca ída correlati va de
los agentes tradi ci onales ( maestro, cura, etc. ) , emparentados con la
" pequeña burgues ía represiva" y que uti l i zaban técn icas de mani·
pu laci ón fundadas en l a i mposición más o menos autoritaria de las
normas. Desde que la escuela ha final izado la conqu ista de las zonas
rurales emprendida a finales del siglo pasado , ha perd ido l o que
constitu ía la especi ficidad de la escuela rural, se ha "desrural izado"
y "despaisan izado " ; consecuencia de la desrural i zación del campo,
la as i m i l ación de la escuela rural al modelo de la escuela urbana,
como muestran entre otros l a supresión de la9' clases terminales, y
del certificado de estudios, la desaparición progresi va de las escue·
las de aldea, y má5 tarde de las de l os pueblos, el desarroll o de los
u n u r � V L V U l l""\. " U l 'f l r""\ 1 1 1 '"""

82
PO LITICA
EVOLUCION DE LA AG R IC U LTURA AGR ICOLA

ºlo de los Producción Rendí m iente


agricultores de trigo del trigo Código forestal
1830 en por Ha.
( M . de qx)
� la pobla-
ción activa
0 El M i nisterio de Comercio de
1
trabajos públicos y de agri- 1
!
cultura ( 1 836)
1840 ·'
--


-
.. o

-
1 850
IC
_E ., [;] 66 1 1 ,1 Licencia de caza

.. "' 50 76 1 1 .4
1860 e 1J
a. .. ..
- Q) � o •
"O .. ·-
u Sociedad de los agris;ulto-
1 870 0i e 74 10,7 res de F rancia (aristocrata
v conservadora)
- ."tl
2 "O
a.·¡:
... "'
� a. Unión central de los sindi·
10,9 catos agrícolas (rue d' Athé-
'
1880 es nes).
� ....
-�
a. ....: ....:
75
.. o 00
creación por Gambetta del
E M r- 85 1 0,4
Mi nisterio de Agricultura.
"' 1 1 '11
" o o.o
.. ,.... Ol
:s! 00 00
.. - -
1890 '.-'. g,
¡......_- -.. ·-... .....
o ...
-� Q) "gran tasa Mél ine"; protec-
... "tl cionismo .
� '"a Ley Mél i ne sobre el crédito
.. ...
·- e 92 1 3,2 agrícola
.. ·- ,
·¡: :l Primeros elementoli del Co·
1 900 u e;¡ digo rural
· -

43 87

p.
Federación nacional de la
mutualidad y de la coope·
1 5,8
·� o ración agrícola ( Bd . S t . Ger·

-
1 910 (J u
s mainl .....

Direccio nes provinciales de


agricultu ra.

1 920 G 78
B �

Fuentes - Annu a ire s1a 1 1 s t 1 q u e de la F r anca, Paris, P U F . 1 96 1 .


P. Barral . Les ;.ig1dnens fran<;ars de Méline a P1san í Par ís , A. Col l n , 1 968 .
R. Chatel a m , l ';.igriculture l ranc;:aise et h formation Pr ol ess i onel l e , Par is,
- - - .--"""ll - • • '-" '- ' " '""' l \I L.M MU n l \... U LA
83

ENSEÑANZA H I STO R I A H ISTOR IA POL I T I CA


.
AG R ICOLA ESCO LAR Y SOC I A L.

escuela de Aov i l l e ( Nancy)


escuela "des E a ux e t F orets '
escuela de G rignon

Ley G u izot sobre la escuela revolución d e 1 83 0


primaria i n :> u r reLciones de Lyon
primeras colonias agr í- creación de l<1s escuelas ( 1 834) y de Par 1 s 1 1 832,
colas primarias superiores 1 834 )

1 octubre
1 848 ' I nstituto N acional rev o l u c i ón de 1 848 , 1orna-
agronómico cerrado das de febrero, repres1on
_ a partir de 1 852. d e j u n io
escuelas regionales Ley F al l oux golpe de Estado del 2 de
granjas-escuelas d i ciembre

..
,_ enseñanza esµecial"
a guerra t rdnco-alemana

l1 restauración del INA


escuelas prácticas de agri- l 1a C o m u n a 1
c u l t u ra escuelas normales de maestra& "Consti tución de 1 8 75"
_ cátedras provinciales d e los reuubl icanos al uod e r .

agric u l t u ra Ley F erry ocupación de Túnez

obl i gación de la en s. agrí- gratu idad, obligación y l ibertad s i n d i ca l ley


cola d e l a escuela primaria laicidad de l a enseñanza Waldeck R ousseau con-
orimaria q u i s ta de I ndoch i n a .
L e y G obl et : esta tu to de los
EP S
"
enseñanza secundaria moder- "af fa i re D r e y fus

ca
na anexión c1e Madagascar
escuelas µrácticas de comercio la r ep ú b l i c a r ud i l
y de industria

Proh ib ición de enseñar seµarac1ón de la I gl es i a y


a l as congregac iones rel igio- del E s t;ido.
sas protectorado s o b r e Marrue-
cos
-

} 1
escuelas de agricu l t u ra de
i nvierno guerrn de 1914-1918
1 918, ley Pl issonnier
enseñanzas d e l hogar pa- 1919: Ley Astier sobre
ra las n i ñas la enseñanza técnica. cur-
enserian z a agr i cola sos profesionales par"a e

- -
post-escolar aprendices
Claude Grignon
84

CEG y luego de los CES, trae como consecuencia la despaisaniza·


ción sin miramientos del conjunto de los niños campe(lnos, ponién·
dolos cada vez más en contacto directo ( y no a través de l i bros y de
maestros) con las maneras de vivir y de pensar del exterior. El
aumento del número de agentes y de i nstituciones de encuadra·
miento del campesinado ( l os efectivos de las profesiones "para·agrl·
colas" pasan de 607.000 en 1 962 a 708.000 en 1 968) está proba·
blemente en relación con el desarrol lo reciente de la enseñanza
técnica agrícola ( 1 4.000 alumnos en l os institutos y colegios públi·
cos en 1 96 1 -62, 43.000 en 1 973 - 74) 9 • Formados por una ense·
ñanza que se parece cada vez más a la enseñanza dominante, de la
que tiende a convertirse en répl ica y en "equivalente" y a la que
toma en préstamo su organización (creación de colegios y de insti·
tutos agrícolas, de di plomas de técnicos medios y superiores, de
"pequeñas escuelas" de ingenieros agrícolas, y más recientemente
del bachillerato agrícola) , l os nuevos especialistas del campesinado,
cuadros medios y técnicos, se ven conducidos sin duda a tratar a la
agricultura como una actividad tendencial m�mte semejante a las
otras, que obedece -según su propia l ógica- a las leyes generales
de la econom (a, y a considerar a los agricultores como empresarios
-y c6mo consumidores- semejantes a los demás, al menos poten­
éialmente. Es posiblemente a través de la integración económica
como los cuadros del sector "para-agrícola", intermediarios entre
las firmas i ndustriales (maquinaria, industrias qu ímicas, industrias
agro ·alimentarias, etc.) y las fracciones superiores del campesinado,
(exportadores agrícolas fuertes de las regiones tradicionales de am·
plios cultivos, "nueva burguesía'' campesi na constituida por los
jóvenes y "dinámicos" agricultores) concluyen de la forma más
eficaz la asimilación del campesinado. A la acción moralizadora y
civilizadora que ejercían sobre un campesinado numeroso y pobre
la escuela y el antiguo aparato de encuadramiento, podr lan suceder·
le técnicas nuevas de manipulación "dulce". dirigidas a crear en los
agricultores nuevas necesidades, semejantes a las sentidas por l as
demás clases, y a hacer entrar lo que falta del campesinado, por y
para el consumo, en el juego de la concurre: •.;ia (conservando de
todas formas las bases tradicionales de la moral t:ampesina, la pro·
piedad y la familia ) .

9 F uentes: l .N .S .E .E ., ce r sos generales d e la población , 1 96 2 , 1 968, mues·


treo al 1 /20, y Ministerio Je Agricuhura, dirección de la enseñanza.
PRE LIMINARES PARA U NA G EN EALOGIA DE LAS
FORMAS D E DISCIPLINA EN E L PROCESO
CAP ITALISTA DEL TRABAJO ( • )

Jean Paul de GA UDEMAR

En el actual proceso capital ista del trabajo, la discipl ina parece


actuar por cuenta propia. Ejercida o sufrida, la discipl i na a parece
i ndudablemente como la forma normal, normalizada y normalizan­
te de la relación de subordi nación del trabajo al capital. Cuando se
manif iesta en exceso produce i ndignación, y regocijo cuando se
flex ibil iza, pero en general se l a acepta. Solamente se reconocen
" l:>uenas" y " malas" disci pli nas, y la historia de las progresivas
mejoras de las condiciones de trabajo podría aproxi mativamente
escribirse como la h istoria de la progresiva supresión de las discipli­
nas malas -aquel l as que no manifiestan más que l a opresión en
estado puro- y u n desarrol l o coextensivo de las disciplinas funda­
das en la adaptación de l os hombres a las técnicas apl icadas a la
producción.
Para muchos econom istas (algunos de e l l os marxistas) esta dico·
tom ía adopta la forma de u na d istinción entre dos aspectos de la
discip lina.
El pri mero se presenta como un aspecto de orden objetivo: la
discipl ina es l a condición necesaria para que comience a funcionar
el trabajador colectivo. Del mismo modo que no puede gobernarse
una nave sin un equi po que siga escrupulosamente las órdenes del

• Texto fac i l i tado por el auto r i taliano en la Rev. A u t - A u t . n .o 1 6 7 - 168,


set -die. 1 9 7 8 , págs. 2 1 3 -245

- 85 -
Jean Paul de Gaudemar
86

oomandante, igualmente u n equ i po de trabajo no podrá ejecutar su


tarea más que si se conforma a una discipl ina colectiva en el seno
de la cual todo trabajador funciona como una pieza de un mecanis·
mo de conjunto.
E l segundo aspecto, por el contrario, se refiere generalmente al
proceso de reproducción de la clase dominante. La disciplina es
pues, en este caso, pura relación de subordinación sin incidencfa
directa en la productividad del trabajo. Los representantes de la
jerarqu ía capital ista la util izan como i nstrumento de dominación
para perpetuar su poder y su reproducción en tanto que clase domi·
nante.
Vemos pues oponerse estos dos tipos de disciplina al proclamar·
se la utilidad e i nelui::t abilidad de la primera y condenar con fre­
cuencia, por el contrario, los aspectos nefastos de la segunda consi·
derada perjudicial para el desarrol l o de las fuerzas productivas, y en
cualquier caso, contraria al buen clima social de la empresa .
Reformadores sociales y marxistas coinciden en esto con fre­
cuencia. Ya se trate de i nstaurar en la empresa, de arriba a abajo en
la �la jerárqu ica, una estructura de colar�ración en la que cada
.uno sienta su propia suerte l igada a la de la i:� · idad colectiva, o de
transformar las relaciones sociales de producción, todos están de
acuerdo en suprimir la disciplina de pura dominación y mantener
por el contrario la descrita como indispensable, la objetivada en
una división puramente técnica del trabajo.
De todas formas muchas i nvestigaciones recientes y otras menos
recientes permiten relativizar esta visión simplista de la discipl i na
tan difundida entre los economistas marxistas y no marxistas.
Michel Foucault 1 en primer l ugar pone de manifi esto el papel
central que ocupa l a disciplina en los dispositivos de poder, de u n
poder-red indiferente a l as diversas subdivisiones en i nstancias o a l a
topología d e l a infraestructura y superestructura. D e esta "anato·
m ía pol ítica" que estudia la forma en que estos poderes someten a
los cuerpos de los hombres se deduce una función económica de la
disciplina articulada sobre un papel pol ítico: " La disciplina fabrica
así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos "dóciles". La discipl i·
na aumenta las fuerzas del cuerpo (en térmi nos económicos de
utilidad) y d isminuye esas mismas fuerzas (en términos poi íticos de
obediencia). En una palabra: d isocia el poder del cuerpo; de una
parte, hace de este poder una "aptitud", u na "capacidad" que trata
de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de
ell o podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción
estricta. Si la explotación económica separa la fuerza y el producto

1 M. FOUCAU LT :- Surveiller et punir, Ed . Galli nard . París, 1 9 7 5 . T r aduc


·· '
en castellano. Ed. Siglo X X I
Para una genealogía de las formas de disciplina

del trabajo, d igamos que la coacción d isc i p l i naria establece en el


cuerpo el v inculo de la coacción entre una aptitud aumentada y
2
una dom i n ación acrecentada •
Tesis que obl i ga a renunciar a pensar en la d isciplina de una
forma maniquea: la mala, la opresiva no sería necesariamente el
negativo i núti l mente doloroso de una buena disciplina objetivable
en términos de necesidades tecnológicas, sino que sería en defi niti­
va la condición permisiva.
Por otra parte se i m ponen asimismo los múltiples trabajos de
historiadores que refuerzan aún sin sospecharlo la tesis de Fou­
cault. Está por ejemplo, en concreto, la idea de una constitución
progresiva de la disciplina capita l ista, es decir, la idea de que el
capita l i smo i nventa poco a poco, a través de una multiplicidad de
dificultades, técnicas l oca l es, tácticas parciales de dominación que
innovan o retoman recetas uti l i zadas ya anteriormente. Tácticas
parciales que se constituyen progresivamente en estrategias de la
clase ca pitalista. Citemos, como ejemplo, a D . Landes 3 , que sitúa
el nacimiento de la fábrica propiamente dicha en función de estos
dos criterios: concentración de la producción y mantenimiento de
la disci plina; o también las apasionantes páginas que S . Pollard
consagra a la adaptación de la fuerza de trabajo al nuevo mundo
industrial 4 .
En todos estos trabajos, l a discipl ina se describe siempre como
condición necesaria para el funcionamiento del proceso de trabajo,
como forma principal del control patronal, más i mportante por
ejemplo que el que se ejerce a través del salario. Forma que rige
meticulosamente el espaci o y el tiempo interiores a la producción:
espacio del taller y de l a fábrica, temporalidad de la jornada o del
puesto de trabajo. En relación a las formas anteriores de control
socia l , esta discipl ina, manufacturera y luego industrial, innova y
reproduce al mismo tiempo. I nnova en tanto que forma de control
de procedi mientos de trabajo reorgan izados, ahora reunidos, con­
centrados en un mismo espacio, sometidos a una misma autoridad
directa; procesos al principio yuxtapuestos y más tarde fundidos en·
el marco de una nueva d ivisión del trabajo. I nnova también en la
medida en que i ntroduce un modo de vigi lancia di recta sobre el

2
M. F O U C A U L T: op. c., p. 1 40 ( 1 4 1 - 1 42 en la Ed. castellana).
3
o. LANDES: L'Europe technicienne, Révolution technique e t li bre essor
industrial en E urope Occidentale de 1 7 50 a nos jours, Londres 1969, París,
Ed. G allimard, 1 975. Cf. concretamente p. 1 7 1 y ps. 264 y ss. Ver además
J.P. R I O U X : La Révolution indust r iel le 1 780-1 880. Ed. Seuil, Col. Points
H istoire. París, 1 97 1 , ps. 1 58 y ss .
4 s . PO LLA R D : The genesis o f modern �nagement. Harvard University
Pr,ss. 1 965, concretamerite el cap(tulo 5.
Jean Pau/ de Gaudemar
88
proceso de trabajo mismo, y no, como sucede con el trabajo a
domicilio o en el putti�out ayttem, sobre la materia prima, los
medios de trabajo o simplemente su producto. La discipl i na i nnova
pues al i naugurar un control sobre el modo mismo de la prod1,1c­
ción de la mercancía. Pero al mismo tiempr reproduce formas de
control de laa poblaciones ya experimentadéb , otrós l ugares. Es
lógico, ya que en este campo la innovación es difícil y los primeros
industriales se muestran desorientados, desarmados frente a las ne­
cesidades de este control de masa, tentados en consecuencia a reto­
mar las viejas recetas de las disciplinas coactivas directas: fam i l ia y
ejército, hospital y escuela en menor medida, le proporcionan los pri­
meros modelos. Se retoman pues las tecnolog ías de dominación
que venían ejerciéndose: fragmentación de las poblaciones y divi­
sión de laa tareas, organización panóptica del espacio, codificación
estricta de las actividades, jerarqu ía piramidal... Y se introducen en
el nuevo espacio industrial hasta el momento en que se muestran
inadecuadas a las final idades del sistema productivo capitalista y a
la dinámica económica y social que engendran.
De aqu í se deriva una segunda fuente de i nterrogantes: la disci­
plina-'como forma históricamente determinada del control patronal
sobre el proceso de trabajo no ser ía ni una, ni universal, sino que se
inscribiría en las transformaciones de la misma relación social capi­
talista. Y si es cierto que la disciplina constituye el punto neurálgi­
co de la relación de subordinación del trabajo al capital, el análisis
de la evolución de las formas de esta disciplina (por ejemplo las
formaa de control del proceso de trabajo) puede ser un indicador
fundamental de la evolución de la relación social en su conjunto .
De donde se deriva la i mportancia de la elaboración de un cua­
dro teórico que permita establecer dicha relación. Esta será pues la
cuestión central que aquí nos planteemos.
Se intentará sobre todo desbrozar el terreno i nterrogando en
primer lugar este consenso tan contestable que opone disciplina
tecnológica y disciplina dominadora. Se lo interrogará util izando
como transfondo un estudio h istórico en marcha sobre la evolución
de las formas de disciplina y de control del proceso de trabajo en la
formación social francesa; util izando pues una serie de cuestiones
surgidas en el curso de dicho estudio, cuestiones quizá provisionales
en lo que a su formulación se refiere, pero no en lo que respecta a
los problemas de fondo que suscitan.
Se interrogará en primer lugar a Marx: lha simplemente leido
mal a Marx el marx ismo vulgar , defensor de la buena disciplina,
la tecnológica? l Fue Marx, citando abundantemente a Ure, eco­
nomista disciplinario donde los haya, uno de. ' ' 'ls primeros teóricos
en denunciar sistemáticamente la discipli n• de r irica como "djsci,·
Para una genealogía de las formas de disciplina
89
5
plina de cuarte l , perfectamente elaborada."? . lO vehicu l a el
propio discurso de Marx algunas ambigüedades respecto a este pun·
to? lNo se presta Marx a una interpretación d icotóm ica de la dis­
ciplina de fábrica?
Se planteará a continuación la polémica desarroll ada desd e hace
años entre los marxistas a propósito de la división del trabajo.
Polémica que abarca en parte el estatuto de la disciplina: l as críti­
6
cas hechas en otro tiempo al célebre ensayo de S. Marg l i n lo
ponen de manifiesto. F i na lmente se conclu irá formulando l as cues­
tiones que orientan el desarrollo del estudio histórico al que nos
hemos referido, a guisa de prel i minares para una geneal og ía de la
disciplina en el proceso de trabajo.

MARX - Sus textos, leídos y releídos, se refieren casi siempre a


las mismas páginas. Pensemos en el famoso capítulo X I I I del l ibro 1
de El Capital titulado "Maquinaria y gran industria", en el que
generaciones enteras de m.-xistas han creído encontrar un funda·
mento teórico a su saint·simonismo latente. lPor que? lHabrá
sido el propio Marx saint-simoniano, como lo fueron determinados
obreros sindicalistas en Francia a finales del siglo X I X ? lSe pre­
sentaría Marx investido de los valores de su tiempo, pose ído de este
vértigo maqu ínico que aparentemente denuncia tan frecuentemen­
te? l la maquinación maquínica del siglo X I X esta r ía entremezcla·
da silenciosamente, introducida subrepticiamente y no denunciada
en El Capita l ? l Esta maquinación saldría as í tanto más victoriosa
en nuestra historia cuanto que entonces se escribirían sus principa­
les hazañas encontrando sus mejores aliados en los. que deberían ser
sus mejores adversarios? I ntentemos ser breves. No proponemos
una enésima lectura de Marx. Vayamos directamente a las cuestio·
nes que plantea su lectura, y en particular la siguiente: lCuál es el
estatuto de la discipl ina del trabaj o en los análisis de la fábrica
realizados por Marx? l No aparece ya esta disciplina como objeto
secundario del discurso expl ícito, que se manifiesta por tanto aqu í
y allá tras el anál isis de la objetivación de la relación social capital is­
ta producida por la introducción masiva del maquinismo en la gran

5 K . MARX: Le Capital . Ed . Sociales, tomo 2, p. 106 ( • ) .


( • ) L a traducción de los textos de Marx está tomada de l a edición castel lana
de El Capital publicada por Fondo de Cultura Económica. México 1 946.

6 S. MAAG L I N : Origines et fonctions de la parc¡ell isation des táches. A quoi


serven les patrons. En A. GORZ: Critique de la division du travai l . Ed. Seuil
Par(s,1973. (Traducción c:astellallf en la Ed. Laial.
Jean Pau/ de Gaudemar
9Q
industria? lCuál es el estatuto teórico de la disciplina, y qué tipos
de disciplina, qué formas describe Marx que aseguran la concordan·
cia real con este estatuto teórico? lSe ha l e ído mal a Marx ? ¿ Q
contiene ya Marx los s íntomas d e la maquinación maquínica?
a) Veamos su punto de partida: aquel en el que se afirma la
necesidad, en todo trabajo colectivo, de una direcc ión que organice
adecuadamente los diferentes actores: "todo trabajo directamente
social o colectivo en gran escala, requiere en mayor o menor medi·
da, una dirección que establezca un enlace armónico entre las diver·
sas actividades individuales y .ejecute las funciones generales que
brotan de l os movimientos del organismo productivo total, a dife·
rencia de los que realizan los órganos individuales. Un violinista
sólo se dirige él mismo, pero una orquesta necesita un d i rector" ' .
Pero el problema surge cuando la trar.sposición analógica se
convierte en l iteral : todo trabajo colectivo necesita un jefe que
pr0nuncie la ley activa del grupo. Surge asimismo cuando la confor·
midad colectiva se designa en términos que la obligan a d is imularse
bajo los rasgos de una jerarquía, y correlativamente de una discipli·
na que se ejerce vertical mente, de arriba abajo, cuando el carácter
CQ.lectivo del acto no se encarna más que en la figura del jefe.
Es fácil intu i r, especialmente a partir de los trabajos de los
etnólogos, que una cosa es hablar de la necesidad de una conformi·
dad c olectiva y otra la necesidad de un jefe que la fije. De la misma
forma que en las sociedades pri m itivas -como muestra por ejemplo
P. C la stres , "el espacio de la jefatura no es e l lugar del poder" 8 ,
-

tam� existe una razón a priori para pensar que el modo de


direcci ón de una actividad colectiva deba material izarse en la figura
de un jefe investido de poder sobre los otros miembros del grupo.
Por el contrario, sí hay razones para preguntarse cómo nace y se
desarrolla la discipl i na jerárquica.
En la d iscipli na existe el disc ípulo, es <..:.:;<• el alumno. Y quien
dice alumno dice Maestro. El maestro de la disciplina sería pues a
priori aquel que sabe y dice, en nombre de este saber, cómo deben
actuar l os otros. La disciplina instaura de hecho un f lujo unilateral
de saber en el que el maestro intenta imponer a sus discípulos unos
conocimientos cuyas reglas de constitución solo él puede elaborar.
No tiene pues nada de extraño que la disci plina en e l trabajo, en
tanto que sumisión colectiva, pero ponderada en función del rango
jerárquico 9 a imperativos encarnados en la f igura del jefe, se
manifieste sobre todo en la fábrica, porque en e l l a el control del

7 K. MA R X : op. c . • tomo 2, p. 23.


a P. C LASTR ES: Lasocieté contre l ' Etat. Ed. de Minuit. París, 1 974, p. 1 75
T rac:I. castellana.
9 M . FOlJCAULT : op . c .. p. 1 4 7 .
' ·'
Para una genealogía de las formas de disciplina
91

maestro-capataz se opera sobre e l proceso m ismo de trabajo, sobre


la forma en que el trabajador tiene que real izar su propio trabajo, a
diferencia de otras formas de organ ización productiva tales como el
trabajo a domicil io, el putting-out system, la fábrica l ionesa o i nclu­
so la misma manufactura en el caso de obreros muy cual ificados 1 o .
Porque además semejante control e n la fábrica s e encuentra
legiti mado por el hecho de que la mirada del capataz es portadora
de cientificidad productiva, de tecnicidad eficaz, portadora de "po­
1 1 •
tencias intelectua les" concentradas a partir de ahora en el capital
En la fábrica la d isciplina de trabajo aparece, en efecto, como si
sufriese el mismo tipo de objetivación que la relación social. Por el
simple hecho del ejercicio del poder del capital, y en consecuencia
por el si mple hecho del sometimiento a la relación social capitalis­
ta, la disciplina tiende a aparecer como fundada en las necesidades
objetivas del desarrollo del proceso de trabajo. Marx formula expl í­
citamente esta tesis cuando estudia el paso de la forma manufactu­
ra a la forma fábrica: la intervención de las máquinas suprime "la
actividad manual artesana como principio normativo de la produc­
2
ción socia l " 1 • porque entonces l a s cosas se presentan d e este
modo: "Al converti rse en maquinaria, los i nstrumentos de trabajo
adquieren una modal idad material de existencia que exige la susti·
tución de la fuerza humana por las fuerzas de la naturaleza y la de la
rutina nacida de la experiencia por una aplicación consciente de las
ciencias naturales. En la manufactura, la división y articulación del
proceso social del trabajo es puramente subjetivo, una simple com­
binación de obreros parciales; en el sistema basado en la maquina­
ria, la gran industria posee un organismo perfectamente objetivo de
producción con el que el obrero se encuentra como una condición
material de producción l ista y acabada" 1 3 . Así pues la d i sciplina
necesaria para la realización del trabajo de fábrica no se encarna ya
en las figuras humanas del capataz y sus vigi lantes s i no en otra, de
algún modo mucho más diabólica, la de un mecanismo objetivo: lo
que yo l lamo la maquinación maqu ínica. Y dado que toda forma­
ción social es siempre i mperfecta respecto a las posibil idades que el
pensamiento teórico le ofrece, existir ían dos niveles de disciplinari­
zación de la mano de obra. Uno que designaría la tendencia progre­
siva, la de la fábrica automatizada, el otro que supondr ía la perma-

10 Respecto a este tema puede verse el número especial del Mouvement So­
cial, oct.-diciembre 1 9 7 6 , consagrado al nacimiento de la clase obrera y en el
que se contienen monografías de manufacturas.
1 1
K . MAR X , op . c., p. 50
12 K . M AR X , op . c . , p . 57

' ·' 13 K . M A R X , op . c . , p. 71,


Jean Paul de Gaudemar
92

nencia de los viejos modos de dominación; uno que conducir ía al


futuro capitalismo, el otro que permanecería anclado en sus oríge­
nes, en su pasado. Así piensa sin duda Marx. Utilizaremos como
prueba, entre muchos pasajes, el dedicado a la división del trabajo
én la "fábrica", en el que se apoyan con frecuencia los defensores
de una autonomía relativa de la tecnología. En la fábrica "la distin·
ción esencial es la_ que se establece entre l 9s obreros que trabajan
efectivamente en las máquinas-herramientas (incluyendo también
en esta categor ía a los obreros que vigilan o alimentan a las máqui­
·
nas motrices) y los simples peon• que ayudan a los obreros mecá·
nicos (ya que son casi exclusivamente niños) ( . .. ) . Además de estas
clases que son las principales, hay el personal, poco importante
numéricamente, encargado del control de toda la maquinaria y de
las reparaciones continuas, ingenieros, mecánicos, carpinteros, etc.
Trátese de una categoda de trabajadores oc ;vel superior que en
,

parte tienen una cultura científica y en parte son simplemente


artesanos, y que se mueve al margen de la órbita de los obreros
fabriles como elementos agregados a ellos. Como se ve, esta división
del trabajo es puramente técni ca " 1 4 • Lo dicho está claro. E sta
divlíión "puramente técnica" del trabajo significa que la técnica
· constituye a la vez el modo de aplicación al trabajo y el modo de
legitimación social. La discir l i na derivada de ella se confunde con
la adaptación sumisa del h• ,mbre a esta máqu ina que "está l ista".
Ahora bien, o uno se deti' ne en esta aparente determinación exte­
rior de' la tecnología en relación al proceso de trabajo, o se cuestio·
na la determinación misma, es decir, el modo de producción de las
propias técnicas. En realidad ambos proéedim ientos se encuentran
en Marx en las páginas consagradas al maquinismo. Pero antes de
precisar este punto r.onviene subrayar que uno de los efectos socia­
les de la división "puramente tecnológica" del trabajo, del proceso
de objetivación producido por el maquinismo, es la desaparición
progresiva del personal de vigilancia.
Desde entonces la máquina, imponiendo su propio ritmo de
actividad, realiza, además de una función prod uctiva, una función
disciplinaria. F u nción que aparecerá tanto menos visible cuanto
más interiorice el obrero las coacciones maqu ínicas, persuad ido de
que se trata de obedecer a la ciencia y no a su capataz. Sin duda
debe entenderse as í la forma en que Marx subraya el carácter "nu­
méricamente insignificante" de las categor ías que no se ocupan de
las máquinas. La observación no carece de importancia si se tiene
en cuenta la cantidad considerable del personal de vigilancia necesa­
rio para dirigir el "ejército obrero" en el momento de la pri mera

14 K. MAR X , op. c . . p . 1 03 ,
Para una genealogía de las formas de disciplina 93

forma de cooperación 1 5 • Puesto que la máquina genera un pro­


ceso de autovigilancia, la fábrica moderna podrá, en caso l fm ite,
supri mir el personal encargado exclusivamente de la vigilancia del
proceso de trabajo.
El panoptismo de las primeras fábricas podrá ser sustituido por
el maquinismo a través de un proceso de objetivación-interioriza­
ción de la disci pl i na.
b) ¿cómo describe Marx la disciplina de fábrica? R especto.alo
que precede, Marx esboza un cuadro en el que los dos niveles de
disciplinarización están estrechamente entrecruzados. N i discip l i na
"puramente tecnológica", ni discipl i na puramente represiva, sino
una mezcl a de ambas que identifica con la disciplina de cuartel: "la
supeditación técn ica del obrero a la marcha uniforme del i nstru­
mento de trabajo y la composición caracter ística del organismo de
trabajo, formado por individuos de ambos sexos y diversas edades,
crean una disciplina cuartelaria, que se desarrol la hasta integrar el
régimen fabril perfecto, dando vuelos al trabajo de vigilancia a que
nos hemos referido más atrás y, por tanto, a la división de los
obreros en obreros manuales y capataces obreros, en soldados rasos
y suboficiales del ejército de la i ndustria " 1 6 . Se puede uno pre­
guntar acerca de la expresión utilizada por Marx: lse trata ::!e una
simple i magen en la q ue "disciplina de cuartel" se refiere sobre
todo a un modo de dominación estrictamente jerarquizado y fun·
cionalizado? ¿Q más bien Marx reenvía al ejército como modelo
de organización social asumido por el capita l ismo industrial en sus
comienzos? En cualquier caso están claras las cuestiones que susci­
ta una u otra hipótesis: las referencias util izadas por las primeras
empresas capitalistas en materia de control de las poblaciones en­
tonces bajo su autoridad. A Marx el modelo militar debió parecerle
veros ími lmente adecuado ya que el ejército se encuentra también so·
metido a dos exigencias distintas: la exigencia de la eficacia mil itar y
la exigencia ideológ ica del buen orden . En la d isci pl i na m i litar a mbas
exigencias aparecen fundidas. Durante mucho tiempo, como se sa­
be, la princi pal virtud del soldado consistió en ser disciplinado, es
decir, en apl icar l iteral mente las consignas de sus superiores y nada
más qu� las consignas (actual mente se ha desarrollado sobre todo el
mito del soldado "profesional", del soldado "técnico", lo que pare·
ce confirmar mi tesis) .

1 5 K . M A R X , op . c . , p . 24 "Desde que (el capitalista) se encuentra a la cabe­


za da un ejército industrial, precisa oficiales superiores (directores, gerentes)
y oficiales inferiores (vigilantes, inspectores, capataces) que durante el proce­
so de trabajo, manden , ordenen en nombre del capital. El trabajo de la vigi-
·�
lancia se convierte en su función exclusiva".
6
1 K . MA R X : op. c. ps. 1 0�- 1 06.
94 Jean Paul de Gaudemar

Pero Marx se muestra respecto a tOOCJ 'Sto un tanto el íptico.


lPor qué re torna este modelo? lSe debe a que, al igual q ue el
ejército, la fábrica es un conglomerado importante de hombres y de
materiales? lO a que la fábrica adopta la forma del cuartel, incluso
antes de adoptar su orden disciplinario interno? . Y además ladop­
ta la fábrica sólo este modelo? Es preciso Ull' estudio h istórico
para obtener la respuesta. Respuesta pues que no se dará en este
corto espacio, aunque sabemos ya, gracias a estudios ex istentes,
que no fue el único modelo utilizado. Los capital istas echaron
mano de todos los medios a su alcance, ciertamente se sirvieron del
cuartel, pero también de la familia y de otros. Por una razón,
expresada con gran acierto por H. Braverman. se explica en parte el
motivo por el que el cuartel aparece como e l modelo de referencia
preponderante: "en todas las tentativas, los capital istas buscaban
por tllnteo una teoría y una práctica de la organización del traba­
j c:L La empresa adopta desde sus comienzos el carácter que Clau­
sewitz atribuye a la guerra: un movimiento en un medio que ofrece
resistencia porque i mp l ica el control de masas refractarias" 1 7
De donde s e deriva u n aspecto esencial, todavía hoy, de l a fábrica :
!JI fábrica-fortaleza. Volveremos sobre esto más adelante.
No obstante un punto parece estar ya claro: la disciplina de
fábrica, para Marx, no es asimi lable a una d isci p l i na que encontraría
su fundamento en una división "puramente tecnológica" del traba·
jo aunque esta tendencia también se manitiaste en él. Por el contra·
río, dicha discipl ina reproduce, ampl ificándolos, los modos de do·
mi�ión social : la fábrica es un l ugar ''fuera de la ley" porque el
capitalista hace en ella la ley, su ley. "El código fabril en que el
capital formula, privadamente y según su propio fuero, el poder
attocritic:o sobre sus obreros, sin tener en cuenta ese régimen de
-- 0Qn • los podeles de que lanto � la burgueMa. N el
..._ �. . .. ....., ..._.. .... . ,.. . -- aa
-· 1 ........ . .. . $ .. -- ... p - •
...... � que - n.:e ...... . ....... ..
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de � ae;iilfl e1 puesro itl RllglM'nmlD :pa8' - ,.te 1 Cl1ll9
es lógico, todas las penas formujadas en este cOdito • ....... . .
multas y deducciones de salario, el ingenio legislati\ro del UcMtit
fabril se las arregla de modo que h. infracción de sus lev• ... ... ;'· ;
11• ..· ·

rentable para el capital ista, si cabe, <1lu · :• observancia"

1f/;, :.i
1 7 H. B R A V E R MA N : Travail et capitalisme monopoliste. Ed . �-:
Eco. e t Socialisme. París, 1 976, p. 62.

111 K . MARX : op. c., p. 1 06. E ste texto va seguido de not• con eielllM••
tomados �r.Marx de los reglamen '9 s de lai ' i� inglf••t·
._ ..
Para una genealogía de las formas de disciplina 95

Esto recuerda sin duda la frase con que concluye Marx más ·
adelante: " lSe eqlfivoca F ourier cuando l lama a las fábricas presi­
d ios atenuados?" 1 9 • Nada más cierto históricamente que estas
realidades evocadas por Marx de las primeras fábricas carcelarias en
sentido estricto, próximas a los presidios 2 0 , que después sufren
mejoras progresivas como atestiguan con frecuencia las fábricas
construidas en la actual idad.
Podemos de todos modos preguntarnos, cien años más tarde,
sobre cuestiones que Marx difícilmente pod ía plantearse, sobre el
futuro que el capital ismo ha reservado a esos "presidios atenuados"
y que constituye nuestro presente; sobre la forma en que se ha rea·
l izado o no la tendencia "puramente tecnol ógica" de la división y
de la disci plina del trabajo.
Los hechos en s í mismos están claramente establecidos: en l í·
neas generales, las condiciones de trabajo en las fábricas, desde la
época de Marx, han mejorado, y el nivel de mecani zación se ha
ciertamente elevado. Por e l contrario, lo que no está muy claro es
la forma en que se ha real i zado esta transformación, ni la incidencia
que ha tenido en la discipl i na del trabajo:
1 - E l propósito de Marx es ambiguo cuando señala en una
anotación que "las mejoras que se van introduciendo en la maqui­
naria imponen hasta cierto punto una " mejor construcción de los
edificios frágiles, que redunda ind irectamente e n beneficio de los
obreros " 2 º . l las fábricas modernas, a veces l impias, ai readas,
espaciosas (al menos en ciertos sectores de la producción), donde
reinan condiciones de trabajo correctas ( no me refiero al ritmo de
trabajo sino al ambiente circundante inmediato), habrfan pues surgí·
do de una dinámica interna al maquinismo? ¿Y esta dinámica
tendería en cuanto ial a suprimir el lado puramente disciplinario de
las cond iciones de trab1jo, 101 11pecto1 no productivos de la disci·
plina, para conservar solamente la sumisión al mecanismo objetivo
de las técnicas de producción? Curiosa reflexión la de Marx, del
que más bien se hubiese esperado la: idea de que en el origen de
estas mejoras están las reacci ones colectivas de los trabajadores.

lt K .
MAR X : op, c., p. 1 0S. Referencia a La fause Industrie de C. Fourier.
P•b, 1 835, vol. 1 , p. 59. Marx añade "Ahora bien en los establecimientos
tOnllltidos por más tiempo a la ley de la fábrica, han desaparecido muchos de
los 11\tiguos abusos. Así, en cierto modo, el perfeccionamiento ulterior del
sistema mecánico exige una construcción perfeccionada de los edificios de
._ fíbl:icas, lo que beneficia a los obreros."
20 Sobre este punto disponemos, que yo conozca, de muy pocos trabajos
históricos más atractivos que la tabla construida por Marx en sus páginas
consagradas a la legislación de la fábrica (et. d\e punto K . Marx, op. c., ps.
t69 y ss . ,. '
:.:, , \"
Jean Paul de Gaudemar
96

Curiosa y sobre todo criticable porque refuerza la idea de una


autonomía relativa de la objetivación del proceso de trabajo en su
desarrollo. lCómo no estar tentado, por el contrario, a analizar
dichas mejoras progresivas en ·relación a las resistencias de l os traba­
jadores frente a los efectos de esta pretendida objetivación, a las
resistencias de los trabajadores frente a la disciplinarización en to­
das sus formas? Un reciente ejemplo proporciona a este respecto
un buen argumento: la huelga de los trabajadores empleados en la
petroqu ímica de la zona de Fos durante el f i n de semana de la
Pascua de 1 977, en la que tuvo lugar un enfrentamiento, real i zado
con éxito, contra la idea común de que el trabajo en el tajo y la
disciplina que impone a los trabajadores son necesidades i nelucta·
bles de la producción a ciclo continuo . . .
2- No podemos contentarnos con reenviar las cuestiones prece­
dentes a la autonom ía relativa de la esfera de emergencia de las
técnicas. Las técnicas industriales tienen una h istoria que no puede
eludir las funciones que cumplen. Hoy como ayer interesa hacer la
histori a del desarrol lo del maqui nismo en relación con las resisten­
cias populares que provocó o que i ntentó neutral izar. Muchos tra­
bajos lo han demostrado, y particularmente los de J . Habakkuk 2 1
en fo que se refiere a las economías de trabajo activo que el maqui -
- nismo permite a l capital. Pero queda todav ía por hacer la historia
polftica del maquinismo, es decir, la h istoria de las transformacio·
nes de los modos de domi nación que introduce ; lo d icho a nterit>r­
mente sobre 1�_di�pl i n�.J?odría �onstitujr el argumento de fondo.
-Las ludlas contra las máquinas h.,, s100 siem;"� más complejas que
cuanto nos ha dejado o ír la memoria- económica o sindical. Las
diferentes luchas "ludditas" a comienzos del siglo X I X no han
tenido el carácter pol íticamente lúdico e infantil que se les atribu­
ye, según el cual , una clase trabajadora todavía en paí'lales balbu­
cearía sus primeras revueltas, y ejercitaría torpemente sus primeros
d ientes. Sabemos en la actual idad, especial mente tras los trabajos
de E.P. Thompson 22 que los trabajadores no eran los ú n icos
protagonistas sino que además tomaban parte en ellas pequeí'los
propietarios campesinos, poetas e intelectuales, artesanos, etc ... ;
que los trabajadores rompían únicamente las máquinas que amena­
zaban objetivamente su empleo o su existencia en tanto que capa
social, pero aceptaban las otras, a veces al precio de una ausencia
total de solidaridad obrera, Los obreros varones aceptaron pues en
muchas ocasiones las máquinas y los perfeccionamientos técn icos

2 1 J. HA B A K K U K : American and B rítish Technology in the x 1 x th cen t u ry .


Cambridge Uníversity Press. 1 96 7 . C t . también B . COR I A T: Scíence, Tech n i ·
que e t Capital . E d . Seu i l , 1 9 7 5 .
22
E.P THOMPSON · The Making ot the Englis working class. Pelican Book,
Londres 1963 ffradu". castellano Ed. Laial,
Para una genealogía de las formas de disciplina 97

más variados que, a finales del siglo XVI I I y comienzos del X I X ,


suprimieron una parte del trabajo .llamado n o cualificado que era
efectuado por mujeres y niños, mientras que por el contrario recha­
zaron aquellos perfeccionam ientos técnicos que atentaban contra
su propio empleo
23 • Marx sin duda ha hecho una interpretación
demasiado simple de la lucha de los "ludditas" 2 4 . La destrucción
de la maquinaria era el (.m ico modo de destruir no ya, como en una
revuelta "pri mitiva", un "medio material de producción", sino de
destruir la posibilidad de una "forma social de explotación" consi­
derada nefasta. Thompson propone,- entre otras cosas, una interpre­
tación muy i nteresante en materia de disciplina : el luddismo su_rge
en un momento de crisis desde el punto de vista de la legislación de
fábrica, en el momento de transición de una econom(a paternalista
a otra del ''laissez - faire" 2 5 • O lo que -viene a ser lo mismo, en el
momento de paso de una disciplina paternalista a otra más propia­
mente capitalista.
Se debe pues pensar que, tras la lucha obrera contra la máquina,
ex iste con frecuencia una l ucha consciente contra la manera en que
la relación de explotación capitalista intenta disimularse bajo los
oropeles maqu lnicos. Esto es especialmente cierto en lo que se
refiere a las formas contemporáneas de esta lucha. El maquinismo
puede no ser más que un pretexto.
Es preciso pues realizar análisis del uso social de la máquina ( la
qué clase beneficia? ), de su modo de producción ( lqué máquinas
se construyen?, lcómo y por qué?) y tambien de uso político,
quiero decir discipl inario. Estas cuestiones implican y están deter­
minadas a la vez por una voluntad de transformación de la relación
de los hombres con su trabajo, y en consecuencia, por una voluntad
de transformar la disciplina del trabajo a partir de la afirmación de
que no existe nunca una fatalidad productiva, sino que sólo existe
un modo �e producción que se constituye a través de una multipli­
cidad de opciones estratégicas 2 6 • Esta tesis, cada vez más divul­
gada en relación al paro o a la movivilidad de empleo, deber ía de

23
Cf. por ejemplo en las manufacturas textiles, la desaparición de los
nii'los "tiradores" en los allos 1 830 a continu ación de la invención del "tira­
dor mecánico", o de las mujeres "pinoeladoras"' en los ai'los 1 800-1820 cuan­
do el descubrimiento de nuevos colores de aplicación hace inútil su trabajo.
Cf. P. CASPA R D : La fabrique au village. En L11 Mouv11m11nt Social, op. c.
2 4 K. MAR X : op. c ., tomo 2, p. 1 1 0 .
2 5 E.P. Tl:iOMPSON : op. c . , p, 694.
2 6 Cf. sobre este punto las importan tes observaciones de C. CASTORIADIS
sobre ti tema "La bou i:geoiaie ._ fait comme bour"8oi•ie", en: L '11Xpérience
du ritCMIVfHTIBnt ouvrillf, 1 0/18/tono 1 , pa. 46 y u. ,
Jean Pau/ de GaudtlfTlar

extenderse a la discipl ina, al m ismo tiempo que se consolidan las


reflexiones sobre otros posibles modos de producción y de conoci·
miento .

3- Asi pues, no se ha leído mll a Marx. Yo diría más bien que


18 lo ha interrogado mll, en parte sin duda por miedo a atacar su
edificio teórico, pero en parte también porque esta interpretación
"economicista" fundada en los pasajes más ambiguos del Capital
corrobora los valores tecnicistas con los que el capital ismo indus·
trial ha i mpregnado a las naciones occ identales desde el siglo X I X.
Y además el marxismo en Francia, igual que en otras partes, se
asienta sobre un fondo, nunca criticado pe; · ·lS marxistas - intelec- ·

tuales u obreros- de una filosofía saint-simoniana que será preciso


anal izar en detalle en lo que se refiere a su modo de constitución
preciso y a su desarrollo. Más que jugar a hacer el papel de nuevos
aJ><>stoles del desarrollo de fuerzas productivas mal identificadas,
i ntentemos extraer de lo que precede el esbozo de un esquema
teórico de conjunto. En la teoría marxista, la introducción masiva
del maquinismo corresponde al momento en que el capital se aba·
lanza " con todos sus brios
7
y
con plena conciencia de sus actos a
producir plusval fa relativa" • De aqu r se deduce hoy general·
mente una especie de periodización a grandes rasgos del desarrollo
capitalista: " La explotación capitalista, constitu ida en principio
fundamentalmente por la extorsión de plusval ía absoluta, i mplica a
continuación predominantemente (si bien nunca de manera exclusi·
2 11
va l la extorsión de p l usval ía relativa " . Esquema teórico por
antonomasia que presenta todos los de fectos de un d iscurso finalis ·

1a, es decir, de un discurso en el que todo ha sido dicho por la


teoría, un discurso en e.I que plusval ía absoluta y plusval la relativa
fijan para siempre los 1 Imites i nsuperables de los fenómenos estu·
d iados asf como los confines entre los que obl igatoriamente debe
desarrollarse la h istoria que se escriba. Las luchas obreras del siglo
X I X son únicamente contempladas a través de una perspectiva fo­
calizada en la reducción de la jornada de trabajo puesto que no
pueden ser más que l uchas contra la producción de plusval ía abso­
luta. Asimismo, por ejemplo, el taylorismo no ser ía más que la
forma al f i n alcanzada de máxima extorsión de plusval ía relativa.
En una palabra, la historia de una formación social capitalista se ve
reducida a la historia de su conformidad creciente al modelo teóri­
co. Unicamente quedan por determinar los detal les cronológicos de
un proceso que necesariamente ha de producirse.

27
K . MARX: op. c., tomo 2, p. 92.
2 11
S . de B R U N H OF F : E t at et capi tal. Ed Maspero I P.U.G. París, 1 976, p .
18, e n el que se refiere a varios trabajos, entre el los los d e M . A G L I E TTA:
Régulation et crisis du capitalisme. Ed. Calmann-Lévv . 1 9 77. v C . PA LLOI X :
Pr9Ci5 d e pr � ctipn et ccise du capi�illJl •· P . U .G ./Maspero. París, 1 9 7 7 .
: I
Para '!na genealogía de las formas de disciplina
99

Existe sin embargo algo aprovechable en este esquema : la mane­


ra en que avanza la idea de una mutación importante que se produ­
cirá en un momento determinado de su desarrollo en la forma de
relación social capitalista. Pero más que aterrarse a los conceptos es
importante conocer lo que sucede y por qué. La historia de las
luchas obreras en el siglo X I X no es reductible a la de las luchas por
una reducción de la jornada de trabajo. No es cierto tampoco que
este aspecto de las reivindicaciones haya sido el principal, ni que,
en este campo, la i n iciativa haya sido pr i ncipa l mente de orden es­
tatal . Por el contrario parece esencial la forma en que los capitalistas
resolvieron progresivamente los problemas de organización del tra­
bajo con los que tuvieron que enfrentarse; organización del trabajo,
claro está, en el marco de una nueva relación social que ellos esta·
ban instaurando. Ahora bien, como subraya H. Braverman, "el con­
cepto central de todos los sistemas de organización del trabajo es el
control 2 9 , puesto que el control del proceso de producción es
"

la condición necesaria para la extorsión de plusval ía y en conse·


cuencia para la obtención de beneficios. Es preciso pues compren­
der, ante todo, la manera como se constituyeron las formas de
control del proceso de trabajo, en una palabra, la disciplina capita·
lista; v también, la manera en que se tran�formaron cuando ya no
correspond ían más a las elecciones estratégicas de la clase capita­
lista.
Sobre este punto me arriesgaré a formular una h ipótesis de tra·
bajo que m is i nvestigaciones históricas han permitido confirmar en
parte. Esta h ipótesis intenta menos fundar una periodización del
desarrol l o capitalista que i ndividualizar una especie de largos ciclos
de las tecnologías de dominación capitalista y de sus aplicaciones
en la orqanización de la producción. Enunciemos pues, antes dé
precisarlo más adelante, aquellas especificaciones h istóricas de la
formación social francesa que necesitan verificarse. En la primera
fase de expansión capital ista que supone la sumisión real del traba­
jo al capital, la discipl i na y las formas de control del proceso de
trabajo, están más bien situadas bajo el signo de la i mprovisación
que de la i nnovación.
Los pri meros capital istas no controlan ni la relación social que
están instaurando, ni tampoco, en ciertos casos. !as f uerzas produc­
tivas aplicadas al trabajo, ni las formas de organización comerciales
y f i nancieras más elementales J o , ni a fortiori los modos de domi·
nación más adecuados para realizar su empresa. De donde se deriva

29 H. B A A V E R MAN, op. c . , p . 63 y concretamente a partir de L. U R W I C K


Y E . B R E C H : The making of scientific management. Londres, 1 946.
;
30 S. P O L L A R D , op . c., cap ítulo 6, recons ruve, por ejemplo, como la con­
tabi l idad no fue utilizad¡¡ si5t11mática y eficazmente hasta muy tarde.
• • �' > ' •
1 00
Jean Paul de Gaudemar

que"- hayan reproducido en el interior de la fábrica una d isciplina


inspirada en modelos sociales existentes : con toda probabil idad, la
familia y el ejército. Estos dos modelos coex isten a veces en el
interior de una misma empresa. Están fundados en una relación de
dominación d i recta, f ísica incluso. El capataz o sus representantes,
sustituidos en ocasiones por el padre de fami lia (encargado de vigi­
lar a su s hijos dentro de l a fábrica) o por el obrero a destajo,
circulan permanentemente en el taller controlando en todo mo­
mento la actividad de sus obreros, asegurando una mirada omnipre­
sente sobre el proceso de producción. Caracterizaré pues esta pri·
mera fase como aquella en que la empresa capitalista se constituye
siguiendo un principio panóptico. .
Nada más interesante desde este punto de vista que considerar la
forma subterránea a través de l a cual los textos de Bentham ( 3 2 ! •
i mpreqnan l os escritos d e los economistas e n el siglo X I X . No só lo
de los teóricos que se enseñan hoy, tales como R icardo o Say, sino
también de los que constituyeron en aquella época "la economía
33 3
industrial" , Dupin, Bergey y otros en Francia 4 , Ure, Baba-
ge y otros en I nglaterra 3 5 • ,

Dwrante toda esta fase, todos l os aspectos del desarrollo de la


jornada de trabajo deben sin duda referirse al tipo de disciplina
ejercida, ya que la d i scipl ina es más una técnica de vigi lanci a que una
técnica de aplicación de los cuerpos al trabajo. I mporta que la

31
Cf. sobre este punto de nuevo a S. PO LLAR O, op. c.
3 2 J. BENTHAM: Le panoptique; París y Londres 1 79 1 . Publicado en
catellano por Ed. La Piqueta, 1 979. Con una entrevista introductoria de M i-
. chel FOUCAULT.
33 Utilizo este término en el sentido que tuvo a principios del siglo X 1 X en
DUPIN, BERGERV v los otros primeros politécnicos economistas e indus­
triales, utilizado como discurso racionalizador de la organización de la pro·
dua:ión industrial, d iscurso que intenta precisamente, para uso de empresa·
rio1 y dtl obntro1, sistematizar la experiencia adquirida desde comienzos del
c:apitlll i smo.
Las obras da economla industrial son los ante\:"'- •ntes de los manua­
lat da gestión.
El úrmino no tiene pues en absoluto el sentido que le dan algunos eco­
nomist• con111mporáneos como J.M. CHEVALI E R : L'économie industrielle
en question. Ed. Calman-Levy. 1 977, o los recientes promotores de una revis­
ta de Economía Industrial, una especie de "méso-économie" , economía de
sectores v de ramas, a medio camino entre la micro v la macroeconom ía.
34 M. PERROT: Travailler et produire, C . L . B E R G E R Y y los comienzos del
management en Francia, en : Mélanges en l 'honneur de Jean MA ITRON . Les
EdWons Ouvriéres.
lS
. i,t. BRAVERMAN ..op. �-
.
Para una genealogía de las formas de disciplina 1 01

mirada del capataz encuentre al trabajador en el puesto q ue le ha


sido asignado, pero el capataz no d ispone más que de medios
extremadamente toscos para reduci r la porosidad de la jornada de
trabajo e incluso el absentismo. Conviene situar en este contexto la
duración de las jornadas de trabajo: las jornadas son largas porque
los obreros son refractarios al trabajo de fábrica y no lo ocultan.
Por esta razón no se puede estudiar la producción de plusval la
absoluta separando artificialmente la duración y la i ntensidad del
trabajo, porque el tiempo de trabajo no significa nada si no se
concreta su contenido. Al mismo tiempo, la duración de la estancia
diaria del obrero en la fábrica también puede ana l i zarse desde la
óptica de un control general izado sobre su vida : más larga es la
estancia, más cortos serán sus paseos por los lugares a l os que el
control patronal todav ía no alcanza (al menos con frecuencia), la
taberna no es el menos i mportante de el los.
Llega sin embargo poco a poco el momento en que esta discip l i ,
n a que s e manifiesta fundamental mente como m od o de observa­
ción del trabajo de! obrero, pero modo exterior al desarrol lo del
trabajo propiamente dicho, sin incidencia real sobre la forma en
que el trabajador uti l i za su fuerza de trabajo, aparece como insufi·
ciente desde el punto de vista de la producción, respecto a las
necesidades que surgen con la aceleración de la concurrencia capita·
l ista; de otra forma, incluso del im itada por la coacción di recta o
indirecta de las multas, la resistencia del obrero sigue siendo posible
porque su rebel ión contra la explotaci ón no ha sido ni mucho
menos ahogada: el espíritu de descontento, contestatario, de re·
vuelta, parece, al menos.en Francia, l a regla de nu merosas catego·
r ías de obreros muy cual ificados. Nos viene a la memoria la figura,
i nmortalizada por D . Poulot, de lo "sublime " 3 6 : lo "sub l i me"
es el obrero muy cual ificado que rechaza el reclutamiento de las
bri gadas capital istas; uti l iza por tanto su cualificación como un
arma de resistencia, un arma al servicio de una mov i l idad indepen·
diente.
Llega así el momento en que la vigilancia, la disciplina d irecta·
mente coacti va, sobre todo cuando la fábrica es grande, exigen u n
personal nu meroso, gravoso y costoso, s e plantea entonces l a nece·
sidad de una revolución en las formas disciplinarias.
Es i mposible aplicar en la fábrica el método uti l i zado a nivel
social en materia de cri m inal idad, el método del ejemplo, porque la

3 6 D. POU LOT: La question sociale, le · sublimisme . París, 1 869. Obra cu-


yo infl ujo fue grande.
C f . M . COTT E R E A U : De l 'h y giene sociale a l 'urbanisme,. premiere par­
. ie. Centre d ' E tudes des Mouvements Sociau x , D ic. 1 9 7 5 . I n forme D . G .R .S.T .
a multicopia.
'
Jean Paul dtl GllUdtlmar
102

fflbrice • el lugar tipo en el que el poder capitalista debe ..r


oondnuo. Para que la producción de la plusval ía, y en consecuencia
al beneficio obtenido sel el máximo, no pueden permitirse discon­
tinuidades de poder, es preciso, por el contrario, reducirlas. Los
industriales se encuentran en esta momento enfrentados a la cuá­
druple exigencia de un poder conti,..o, con efecto productivo IM­
ximo. con un COlta mínimo y tierciéndole sobre m.a importantes
• hOlllbNL Esta cuádruple exigencia es específica de la empresa
Clpitllirta. Fuera de ella, en otras instituciones, las exigencias son
pgr l o general menores, -incluso en el c1,1artel. Se impone pues la
necesidad de renunciar a los viejos l'Mtodos disciplinarios e innovar.
Aqul comienzan las dificultades del análisis, porque la innovación
fUe lenta, compleja, diferente, según las formaciones sociales. De
todos modos se puede plantear la hipótesis de que se desarrolló en
dos direcciones paralelas.
Por una parte, se intentan sistematizar las experiencias del con­
trol patronal sobre la vida del obrero fuera de la fábrice. Esta
extensión del control, y correlativamente de la disciplina impuesta,
se pone en evidencia con la construcción de las ciudades obreras, en
la �n ización de la enseñanza patronal, en suma, en un conjunto
de instituciones que general mente se atribuyen, a falta de algo
·mejor, a una ideología paternalista, pero q�.- ·eenvían, y esto es
particularmente claro en Scheneider o Creusot, a una voluntad
de d isciplinar la fábrica discipl i nando su exterior, a una voluntad
de reducir toda resistencia obrera mediante una doble estrategia de
modelamiento, en el taller v en la casa 3 7 y mediante una estrate­
gia de moralización social.
Por otra parte, se pone en marcha de forma sistemática, una
disciplina aplicada al uso de la fuerza de trabajo de la que el ma­
quinismo será el veh ículo principal en tanto que instrumento de
objatinción del proceso de trabajo.
La disciptina adoPtará una forma maauínica convirtiendo. en
cierto modo, el panoptismo en algo absoleto 3 8 . Se produce aqu í
a posteriori, una magn ífica ocasión de revancha de los "luditas"
contra todos sus detractores. Esta máquina, que se les reprocha
·haber destruido confundiendo medio material de trabajo y modo
social de explotación, hela . aqu í ahora encargada de encarnar la

3 7 Cf. IObre 8118 punto el interesantísimo estudio de L. MURARD v P. ZY­


BERMANN: Le petit m111ail leur infatigable (ou le prolétaire régénérél Vi­
lles-ulines , habitat et intimités au X I X e siécle. Recherches, núm. 25, Nov.
1 976.
31 EatOV de .cuerdo con FOUCAULT cu.000 dice que "sería falso decir que
el principio de visibilided ordena tode la tecnología :Je poder desde el siglo
XIX". Entrevista de f/ (!llfl�tico . op. c.
Para una genealogla de las formas de disciplina
1 03
'
disciplina, y por tanto de disimular el modo sociai de explotación�
En cierto modo la alienación obrera que se hace entonces prepon­
derante consiste en esta interiorización de un proceso de trabajo
objetivado. Y de alguna forma, combatirla conduciría a deber des­
truir estas máquinas, al menos las que desempeñasen ese papel, y
construir otras.
Al mismo tiempo, la disciplina capital ista tiende a investir todos
los lugares en los que durante la fase panóptica se había refugiado
la resistencia obrera; en particular el tiempo y la cualificación. Este
es sin duda el papel histórico del taylorismo y de sus ulteriores
desarrollos: desemascarar la "gandulería" obrera y la porosidad del
tiempo de trabajo a l l í donde la mirada del capataz no pod ía l legar.
Destruir las armas de resistencia del obrero confiscándole su capaci­
dad de organ izar el tiempo de trabajo o su competencia técni­
ca 39 .
Resumamos, pues, la h i pótesis de trabajo aqu í formulada como
prel iminar a una historia disciplinaria de la explotación capitalista:
intentar poner en evidencia tres ciclos largos de tecnolog ías de
dominación capital ista que, contrariamente a l os ciclos de la activi­
dad económica, cabalgan en parte unos sobre otros . Un ciclo panóp­
tico, un ciclo de discipl inarización extensiva (fábrica y exterior ) , un
ciclo fundado sobre el doble proceso de objetivación/interioriza­
ción de la disciplina en un proceso de trabajo remodelado por el
maquinismo, ciclo que propongo pod r ía l lamarse ciclo de disciplina
maqu ínica.
Puede verse ahora en qué esta hioótesis se relaciona con el pre­
cedente comentario de Marx 4 0 , o con una periodización fundada
en los conceptos de plusval ía absoluta y relativa. Yo únicamente he
intentado trazar las condiciones poHticas y disciplinarias existentes,
o lo que es lo mismo, afirmar que no tiene sentido hablar de una

39 B. COR I AT: op. c. ha plantaado ' en esta dirección puntos relevantes


si bien se centra demasiado en el aspecto económico del taylorismo. Por otra
par18 creo estar de acuerdo sobre este punto con M. A G LI ETTA , op. c., p. 95.
4 ° Cf. el texto en que Marx describiendo la máquina como autócrata esboza
quizás una abertura del ciclo de disciplina maqu ínica: el Capital, tomo 2,
p. 1 02, donde Marx intenta d istinguir dos definicion85 posibles de la relación
máquina/hombre: En una, el trabajador colectivo o el cuerpo de trabajo so­
cial aparece como suj11to dominante, y el autómata mecánico como un obj11to.
En la otra, es el mismo autómata el que es sujeto y los trabajadores se le aña­
den simplemente como órganos conscientel a sus órganos inconscientes,
estando con ellos subordinados a la fuerza motriz central. La primera defini­
ción se aplica a todo 11mp/t10 posib/11 de un sistema mecánico; la otra caracte­
riza su empleo capitalista y en consecuencia la fábrica moderna. También
URE se divierte en representar el motor cenft'al no sólo como autómata sino
.t ambién como autócrata,.
'1
Jean Paul de Gaudemar
104

ley del valor sin comprender ni anal izar las condiciones en las que
se maiifiesta, las condiciones que tendencial mente crea, pero que
de rechazo la c:onstituyen.

11

Una polémica quedaba apuntada e n las páginas precedentes a


prop6&ito de l a "crítica de la división del trabajo" y concretamente
• torno al texto va citado de S. Margl in.
Es preei so reconocer que S. Marglin ha arrojado un buen ado­
qufn en el sereno estanque del determinismo tecnológico de los
economistas. Su tesis: la división capital ista del trabajo y su traduc­
'
ción en organización jerárquica del trabajo dentro de la fábrica no
se explican por su superioridad tecnológica sino por su papel en la
1CUmulación del capital. Tesis que se enuncia en diferentes tiem·
pos: dividir para reinar, reinar para acumular, acumular para repro­
ducir c;ada vez más. Margl i n ha sido con frecuencia mal entendido:
sus enunciados se han considerado como la formulación de una
concepción de un capitalismo regido únicamente por relaciones de
poder desmaterializadas, sin enraizar en los procesos de producción
de plusvalía y de beneficio. Se ha leído en sus tesis una especie de
pOlitiquer� acampando sobre las ruinas de un economicismo fati·
gado, utili zando la ola contemporánea c;e toma de conciencia de los
micropoderes, en suma, una especie de inversión totar y excesiva
desde el punto de vista que qui�re restituir la i mportancia de los
fenómenos de poder, pero a costa de descuidar las infraestructuras
susceptibles de fundarlos . . .
Quisiera volver a replantear e l tema únicamente e n l a medida en
que las críticas hechas a Margli n están esencial mente dirigidas al
estatuto que este autor confiere al control erYel proceso de trabajo,
y a la jerarqu ia que lo ejerce; se refieren pues i mpl ícitamente al
estatuto que confiere a la disciplina en el proceso de trabajo capita·
l ista. Y de hecho, en la literatura marxista reciente, se encuentra en
tomo a este tema, la sistematización más fuerte de lo que antes he
denominado, en mi comentario de Marx, los dos niveles de discipli·
narizaci6n.
Recordaré pues rápida mente las tesis de Marglin para mostrar l a
manera en que ignoran los que le critican la fecundidad del camino
que emprende. Esto aportará un complemento polémico a las pági ·
· ·

.nas que preceden.

Entre las nu�erosas críticas de Marglin me fijaré particularm11 n ·


. .
Para una genealogía de las formas de disciplina 1 05

te en la de R . Cessieux 4 2 y sobre todo en la de C. Pal lo i x 4 3 .


Son conocidas las tesis principales desarrolladas por Marglin en su
ensayo:
" La organización jerárquica del trabajo no tiene por función
social la eficacia técnica sino la acumulación" 44 , tesis especificada
en dos tiempos:
1 - " La d ivisión capital ista del trabajo no ha sido adoptada por
su superioridad tecnológica 4 5 sino porque garantizaba al empre­
sario un papel esencial en el proceso de producción: el de coordi­
nador que, combinando l os esfuerzos separados de sus obreros ob­
tiene un producto comerci a l " 4 6 . •

2 - " Asimismo, el origen y el éxito de la fábrica no .se explican


por una superioridad tecnológica sino porque ésta desposee al obre­
ró de todo control y da al capital ista el poder de decidir sobre la
naturaleza del trabajo y la cantidad de producción 4 7 . . •

La cr ítica de las cr íticas carece de interés si no subraya l o que


tienen en común. Con toda probabilidad lo que subyace en las
posiciones de Cessieux y de Palloix es una divergencia común entre
ellos y Margl in a nivel de la compresión teórica del proceso de
trabajo. Y probablemente también al de las consecuencias pol íticas
de la problemática de Marglin, en cuanto a la manera de plantear el
problema del control jerárquico de la producción en una sociedad
social ista. Pero detengámonos aqu í, ya que con el primer punto
tenemos suficiente.
En pocas palabras, para Cessieux v Pal loix, el proceso de trabajo
debe anal izarse de forma doble. Según Cessieux, si "para ( Marglin,
Gorz, Querzola, Pignon) la división del trabajo, con matices v argu­
mentos a veces diferentes, no tiene por función elevar la productivi-

42 R . C ESSI E UX : Recherches sur les processus de l a division d u travail , cap.


1 1 , en R . C E SS I E U X et alii, I R EP/COR D E S , Grenoble, enero 1 976 a multi­
copia.
4 3 C. P A L LO I X : Le procés de trava i l . Ou fordisme au m!o-ford isme. La Pen­
sée, febrero 1 976, y : Procés de production et crise du capitalisme , op. c. E l
tanto n os referimos. (Este artfculo ha sido publ icado en castellano por l a rev.
El Cárabo n .º 1 3 - 1 4, págs. 1 23 y 55.}
44 S . M A R G LI N : op. c., p . 'lf).
4s Con frecuencia se olvida que S. MARGI L I N define en su texto las nocio­
nes de eficacia tecnológica y de superioridad tecnológica por é l utilizadas:
op. c., p. 48 "un método de producción es tecnológicamente superior a o tro
cuando crea más producto con los mismos factores"; y p. 49 "un método de
producción se dice tecnológicamente eficaz si no e x i ste otro método tecno­
lógicamente superior".

46 S . MARG L I N : op. c., p. 45

4 7: S, MAR G L I N : op. c., p . 46


1 06 Jean Paul de Gaudemar

dad de las f uerzas de trabajo s ino reproducir las relaciones de domi­


nación del capital sobre el trabajo" 4 � se debe si mplemente a
que confunden "dos procesos disti ntos: el proceso de d i v isión del
trabajo, por u na parte, y el proceso de valoración creciente y de
acumulación del capital por otra" 4 9 .
Palloix sistematiza aún más claramente esta tesis al enunciar la
ex istencia de un doble proceso de trabajo, desconectando as í el
proceso de valoración creciente y de acumulación del capital del
proceso de reproducción de las relaciones sociales :
"A un proceso de trabajo orientado hacia la producción de
masa, es decir hacia la producción de un sobreproducto i ntensivo
mediante el descenso del valor de cambio de la fuerza de trabajo, se
yuxtapone un proceso de trabajo orientado hacia l a reproducción
de la hegemon ía de tas capas dom i nantes, hegemon ía fundada en el
dom i n io de las relaciones comerciales (dominio de la concepción,
de la realización de mercancias, de la organización de la produc­
ción de la gestión de la f uerza de trabajo, etc . " 5 º . J .
Y más adelante afirma al criticar expl ícitamente la posición de
Marg l i n : "Al no d istingu ir la existencia de un doble proceso de
Jrabajo, uno centrado en la producción de pl usval ía y orientado a
la producción de masa, otro centrado en el domin i o capitalista de
la reproducción de l as relaciones comerciales, algu nos análisis (S.
Margl in, A. Gorz, Pignon, Ouerzola) querr ían deducir que la parce­
lación y la subd i v isión de las tareas no tend r ían nada que ver con l a
emergencia de l a p lusval ía, s i no que s e referir ían unicamente a
la �omi nación de clase, a la reproducción de las capas hegemó­
nicas" 5 1 •

Conviene detenerse un momento sobre este punto ya que Pa­


lloix formula una tesis cuyo efecto puede ser considerable en l o
q u e s e refiere al estatuto teórico d e l a disci plina e n el proceso de
trabajo, incl uso más a l l á de su alcance cr ítico del texto de Margl in;
si se acepta esta vis i ón dicotóm ica del pr..:., ·�o de trabajo, se deduce
por fuerza que dos n i veles de discipl inariza .. ión de la clase obrera y
de los trabajadores se entrecruzan permanentemente, uno l igado a l
pri mer proceso d e trabajo "centrado en la producción d e pl usva­
l ía", el otro l igado al segundo proceso "centrado en el dom i n io
capital ista de la reproducción de las relaciones comerciales"; dos
niveles que recubren en parte los dos reseñados antes al anal izar las
ambigüedades de l as afirmaciones de Marx sobre este punto.

4 8 R. C E SSI E U X : op. c., p . 53

49 R . C E SSI E U X : op. c . . p . 63
so
C . PA L LO I X : op. c., p . 1 7 1

51 C . P A L L OI X : o p . c ., p . 1 82
Para una genealogía de las formas de disciplina 1 07

Existi r ía pues, en Pall oix, una j ustificación teórica a posteriori


de estas ambigüedades. Por eso merece l a pena detenerse y demos­
trar que Pal loix no solamente se equivoca al sistematizar u na dife­
renciación que en Marx no es más que una ambigüedad dialéctica,
sino que conduce, en el plano eur ístico a un cal lejón sin sal ida
teórico, en l o que se refiere a la comprensión de las formas contem­
poráneas de control del proceso de trabajo.
a) Para comprender lo que qu iere decir Pal l o i x -aunque no
siempre es fáci l - hay q ue tener sin duda en cuenta su manera de
defin i r el proceso de producción i n mediato l lamado ( P 1 ) . que defi­
ne como combinación
• del proceso de trabajo ( P w l definido como " proceso de pro­
ducción de valores de uso"
• y de lo que l lama " proceso ( de producción) de la valoración
2
creciente" def i n ido como proceso de producción del valor 5 ,
representado por ( Pv ) . lo que simból icamente puede escri­
birse como ( P i l ( Pv l + (P w l ·
=

Esto i mpl ica que el "proceso de trabajo" no sería en el fondo


más que la forma adoptada por el proceso de producción i n mediato
en l o que se refiere a l a producción de valores de uso, y que el
" proceso (de producción) de l a valoración creciente" ser ía la "for­
ma que adopta el proceso de producción inmediato en lo que se
refiere a la producción del valor de cambio de l a merca n ía ( pro­
5
ducción de p lusva l ía ) " 3 .
I n tentemos centrarnos en e l inter ior de este enca balgami ento
de conceptos con los q ue Palloix parece entretenerse . Planteemos
ante todo esta cuestión : lcuál es el estatuto teórico de u nas distin­
ciones tan a lamb icadas ? ; l cuál es e l estatuto teórico de esta lectura
tan laboriosa de Marx?
Conviene fijarse especial mente en el desplazamiento conceptual
real i zado por Pa l lo i x a parti r de la uti l ización de los textos de
M arx : lo que en Marx es unidad inmediata del proceso de trabajo y
5
del proceso de valoración creciente 4 , es decir, un idad en un
mismo proceso de dos aspectos concretos, unidad en un mismo
proceso de dos funciones i n disol ubl emente l i gadas, se convierte en
Pal lo i x en combinación, yuxtaposición, dualidad. En el pasaje que
sigue, Pal loix, al quererse demarcar de la econom ía pol ítica clásica,

52 C. P A L LO I X : op . c .. p . 1 1 9- 1 20
53 C. P A L LO I X : o p . c . , p. 1 22
54 K. MA R X : U n chapitre i né d i t du Capita l . 1 0. 1 8 , p. 1 22. "Del m ismo mo­
do que la. mercan cía es u n i d ad i n mediata de valQT de uso y de valor de cam­
bio, e l proceso de producción es u n id ad i n mediata del proceso de trabajo y
del proceso de val oración " , cit ado por PA L L O I X , op. c . , p . 1 20.
Jean Paul de Gaudemar
1 08

se expresa de tal forma que parece caer en el m ismo vértigo que


denuncia: "en el proceso de producción in mediato se fusionan, se
combinan dos formas del proceso de pr... . ·cción que la mayor ía de
las veces están separadas, disociadas en e1 análisis de la econom ía
poi ítica que privi legia el proceso de valoración creciente excluyen­
do el proceso de trabajo, excluyendo en consecuencia cualqu ier
contradicción. La economía pol ítica hace como si el proceso de
producción i n med iato se redujese a P¡ Pv · negando q ue P¡ Pv +
= =

Pw " s s lSe da cuenta Pa l lo i x que al plantear P¡ = Pv + Pw niega


a nivel for ma l lo que en real idad quiere decir?, lqué su diferencia­
ción plantea precisamente l os fundamentos de la ruptura, de la
disociación teórica que él reprocha a la economía pol ítica clásica ?
Porque la cuestión central es si n duda ésta: en la medida en que
la mercancía es en Marx u nidad de un valor de uso y de u n valor de
cambio, lo que i m pl ica que no se puede anal i zar sin tener en cuenta
'ambos aspectos, lqué es lo que permite una distinción semejante
entre proceso de producción de los valores de uso y proceso de
producción de los valores de cambio? lCómo se leg itima teórica­
mente esta disti nción de dos procesos que en la obra de Marx son
./ "unidad i n med iata " , "unión i nd iso luble"? l No constituye esta
distinción, por el contrario, el fundamento de la i mpostura teórica
clásica y neo-cl ásica ? Es necesario rea l i zar un análisis teórico que
plantee las formas adoptadas por los valores de uso de las merca n ­
cias como i ndisociables (determinadas y determinantes a la v e z ) de
las formas adoptadas por sus valores de cambio; que plantee as i mis­
mb las formas del proceso de trabajo como i ndisociables de las
formas del proceso de valoración creciente. Y que el objetivo de
este aná l isis teórico no consista en plantear una diferenciación sino
por el contrario en l legar a pensar una relación de determinación
recíproca en el interior de una u nidad dialéctica.
b) En el fondo es la m isma crítica f undamental que yo har ía a
Palloix en lo que se refiere a su manera de concebir un doble
proceso de trabajo. l Po r qué i ntenta d isti nguir dos aspectos cuando
se trata de anal izarlo como " u n idad i nmediata"?
Más concretamente: al distinguir proceso de trabajo y proceso
de valoración o incl uso proceso de trabajo orientado hacia la pro­
ducción de masa ( lse sobreentiende producción de valores de
uso? ) , y proceso de reproducción de las relaciones comerciales ( lse
sobreentiende dominio de los valores de cambio? ) , Palloix i nduce a
la idea de que estos dos procesos pudieran estar sometidos a princi­
pios motores diferentes. l Es tan distinta esta idea, en l o que con­
cierne al primer proceso: de l a visión propagada por la econom ía
pol ítica clásica y neo-clásica de un dete. : 'nismo tecnológico exte-

ss C. P A L LOI X : op. c . , p . 1 20.


Para una genealogía de las formas de disciplina
1 09

rior a la esfera de producción y reproducción del capita l , con­


ceptualizado como "progreso técnico" en los modelos de creci­
m iento? l E s tan d i stinta a la de una " lógica i ndustr ial " que tras­
cender ía las di ferencias entre los modos de producció n : Y además
lcómo comprender e i nterpretar entonces l a evol ución del proceso
h istórico de trabajo si se disti ngue artificialmente el modo de ges­
tión de la fuerza de trabajo ( i nclu ido por Palloix en el segundo
proceso) y la forma de ejercitarlo ( i ncluida en el pr i mero) ? Estas
cuestiones son tan evidentes y perti nentes que Pal l o i x ten ía sin
duda que planteárselas, pero desgraciadamente sin obtener la con­
clusión que se i m pone en lo que se refiere al estatuto de la distin­
ción entre ambos procesos. As í :
" Es necesario recordar que las modal idades "técnicas" d e los
diferentes procesos de trabajo -o procedimientos de fabricación­
han sido modeladas progresiva e h i stór ica mente por las cond iciones
de valoración creciente del capital, as í como por las modal idades
del proceso de reproducción rea l , q ue continúan siendo los f actores
motores a este nivel y que só lo el los pueden dar cuenta de las
modificaciones que se producen en l a evolución del proceso de
trabajo en las d istintas ramas y secciones de l a producción social.
De esto se deduce q ue no puede decirse nada sobre la evolución
del ( y de l os) proceso de trabajo sin real izar un cierto n ú mero de
h i pótesis (aunque sean i mpl ícitas) acerca de las modificaciones del
desarro l l o de la valoración crec iente y del proceso de reproducción
real del capital. Por esto es necesario resum i r rápidamente l as ten­
dencias pesadas (tal como un siglo de observación de prácticas
capital istas permite registrarlas) concernientes a las condiciones de
los procesos de valoración y de acu mulación del capital -y por
tanto las modal idades del proceso de trabaj o-, antes de pasar a
formular dete r m i nadas h i pótesis sobre los factores que pueden in­
flu i r sobre dichas tendencias pesadas para modificarla s . . ' ' 5 6 .
.

Las pesadas frases de Pa l lo i x pueden resumi rse así : i No se puede


anal izar la evolución del proceso de trabajo sin ana l i zar a l a vez la
de l proceso de valoración o la del proceso de reproducción de las
relaciones comerciales, porque se sitúan en u na relación de determi­
nación rec íproca! lCuál es pues el estatuto teórico de una distin­
ción que parece i mped i r e l análisis?
c) S i volvemos al punto de partida, a las tesis de Marg l i n sobre la
emergencia de las formas de control capital ista del proceso de tra­
bajo, la posición de Pa l loix, cr ítica respecto a las tesis de Marg l i n ,
resulta i ncomprensible en relación al texto q u e precede, porque e n
vez de hacer uso otra v e z de u n a distinción falaz, Palloix debe r ía
por el contra rio leer el texto de Marg l i n como u na tentativa de

5 6 C. P A L L O I X : op. c . p.
. 1 7 2.
Jean Paul de Gaudemar
1 10

precisar esta relación de deter minación rec íproca entre dos aspec­
tos del proceso de trabajo.
Tomemos como ejemplo a Gorz cuando escribe, en paralelo con
Margl i n: "La parcelación y especi a l i zación de las tareas, la escisión en­
tre trabajo i ntelectua l y trabajo manual, la monopo l i zación de la cien­
cia por las él ites, el g i gantismo de l as i nstalaciones y la centraliza­
ción de los poderes que de ellos se deriva, nada de todo esto es
necesario para u na producción eficaz. Es necesar io. a la inversa,
para la perpetuación de la domi nación del ca pita l " 5 ' ; Gorz quie·
re decir simplemente· no sólo que el capital busca siempre una
técnica de producción que sea a la vez una técnica de do minación,
sino también - y fel i z mente para nuestras esperanzas social istas­
que l a eficacia productiva no depende necesariamente de estas téc­
nicas de producción. Porque lcómo imagi narse que un d ía será
posible escapar a una marca tan determ inante de una tecnolog ía
semejante con el pretexto de que entonces ser ía una propiedad
colectiva? 5 8 •
Se podr ía añadir que además esto conducir ía a la idea de que
nada está adqu i ri do de antemano, que existen distintos acoplamien-
1:0S posibles entre técnica de dominaci6n y técnica de producción
como muestra el esbozo teórico antes desarro llado, que no puede
simplemente afirmarse, como hace Pa lloix, que el capita l i smo se ve
"presionado para organ izar los procesos de trabajo de la produc­
ción comercia l sobre la única base que le conviene, el sistema jerár­
quicp con parcelación de las tareas de concepción y de real iza­
ción1' 5 9 .
En realidad aqu í encontramos tesis evocadas más arriba, a saber:
que e n el modo de producción capital ist,• :¡¡ci ente, l os empresarios
se encontraron con la necesidad de optar pL. tácticas locales que se
consol idaron más tarde en estrategias de clase, pero que ni estas
tácticas ni estas estrategias estaban preparadas de antemano, que se
modificaron a lo largo del desarrollo capital ista al mismo tiempo
que se modificaban l os términos de la relación social misma.

D icho de otra forma, según Margl i n , no sucede como pretende


Palloix que " la parcelación y la subord inación de las tareas no
tendr ían nada que ver con la emergencia de la plusval ía", sino que:
1 - E ra qu izás posible concebir otros modos de extracción de plus-
val ía que los retenidos por la burgues ía. Al menos, la cuestión
se plantea y la h i storia, al revelar la m ultipl icidad de elecciones

57 A. GORZ : Prefacio de la obra citada, P. 1 1

58 Cf. en este pu n to también a GOR Z, op. c., P- 1 3 .

59 G. P A L LO I X : op. c . , p. 1 80
Para una genealog/a de las formas de disciplina
111

comienzo de prueba . La cuestión se


efect u a d a s , co n s t i t u y e u n
plantea con tanta más fuerza en la medida que hace entrar en
juego la idea de que el capital no se inscribe en el marco de u na
h istoria que la teoría habría ya escrito, sino que tiende a re­
crear en todo momento las condiciones de su propio desarro l l o
y futuro. Nada indica nunca a priori e l fin .del capitalismo.
2 - U na vez que la clase cap i ta l ista ha efectuado estas elecciones
tácticas y estratégicas, l a d ivisión de trabajo está, por su puesto
en relación con Ja emergencia de la plusva l ía. Esta división es
en s í misma, como la disciplina, condición necesaria, en el
marco de las necesidades de la reproducción de la dominación
capital i sta.
3 - En una palabra, d i v isión, discip l i na y control jerárqu ico del
trabajo tienen como objetivo social "no tanto la eficacia técni­
ca" como "la acumulación del capita l " . Es decir que su eficacia
técnica está siempre subordinada a l movimiento de acumula­
ción del capi tal, y por tanto a la relación de dominación capita-
1 ista. Lo que equivale a decir que la evolución de las formas de
explotación reenvía siempre a la evolución de l a forma median­
te la cual un modo de dom inación -y de reproducción de esta
dom inación- util iza las técnicas productivas q ue Je parecen
más adecuadas para sus objetivos: o lo que es lo mismo, equ iva­
le a la evolución de l a forma mediante la cual las técn icas
productivas son utilizadas como técnicas discipli narias y a la
inversa. En otros térmi nos las técnicas productivas no tienen,
pese a su pretendida neutral idad social, más que una apar iencia
de objetos puesta en entredicho por su uti l i zación.
d) I ntentemos rápidamente sinteti zar por qué en relación a l a
disci p l i na en el proceso de trabajo capital ista, tengo tendencia a
defender l as tesis de Marg l i n y a criticar las de Pal l o i x .
- La tesis de Marg l i n nos i nterpela sobre l a historia real d e l capi­
ta l ismo y no sobre nuestra tendencia a reducirlo a un modelo
teórico ya construido, nos i m pide adoptar las i nd icaciones de
M arx como hechos consumados 6 0 ; i mpide , en f í n , co n s i d e ­
r a r ún icamente como motor d e la h istoria la racionalización
económica.
2 - La tesis de Margl in que i n tenta articu lar técnicas d iscip l i narias
y técnicas productivas hace posible fundamentar el estatuto
teórico de la d isci pl i na en el proceso de trabajo, en función
i ncl uso de esa relación ex istente entre técnicas productivas/téc-

60 s. MARG U N : Postfacio al texto citado, text ; inédito. H arvard, abril


1 9 7 5 , p. 1 6 .
Jean Paul de Gaudemar
1 12

n icas de control. La disciplina es en el fondo un medio de


trabajo 6 1 . Med io de trabajo subjetivo si los hay cuya h istoria
nos muestra la multiplicidad de apariencias, entre las que figu­
ran los d isfraces en objeto mecánico, y también en u na parte
de la cualificación de las fuerzas de trabajo. Encontramos aqu í
l o que h e denominado más arriba e l doble proceso de objetiva­
ción/interior i zación de la disc iplina i ntroducido por el ciclo de
d iscipli na maqu ínica.
3 - Por el contrario, las tesis de Palloix presentan un gran inconve­
niente. Al revés que las de Margl i n , en lugar de abr i r a nuevas
interpretaci ones de una historia en real idad poco conocida, nos
encierran en un esquema que corre e 1 'lel igro de incapacitarnos
para pensar i ncluso las transformacioh que tienen lugar ante
n uestros propios ojos.
' Pal l o i x es en efecto coherente consiqo m ismo: en la medida en
que e l fordismo supera al taylori smo 6 2 , dando a s í forma def i niti­
va a l a extorsión de plusval ía relativa e n el proceso de trabajo, todo
lo que ocurre hoy, al nivel de proceso de trabajo, tiene que ser su
repetición, un neo-fordismo por tanto, que no se distingu i r ía del
ford ismo más que por una comb i nación i nterna d iferente del proce­
so de producción i nmediato:
" La cuestión del enriquecimiento o de la recomposición de las
i
tareas i ndustriales no parece más q ue una adaptación de los proce-
t
de trabajo desti nados a la producción de masa (taylorismo y
fordlsmo ) a las nuevas condiciones de gestión de la fuerza de traba­ ¡,
t
jo, a las nuevas condiciones de reproducción de la dominación del
n
capital en relación a las condiciones de producción del sobrepro­
p
ducto, q ue defi nen u na nueva práctica: el neo-fordismo . El neo-for­
f1
dismo corresponde a una tentativa puramente formal de la frag­
ir
mentación del trabajador colectivo, teniendo en cuenta las tensio­

nes sociales que i mpone la ascensión del despotismo absoluto de la
n1
coord i nación de l os procesos de trabaj o mediante la automatiza­
a
ción, en diversos colectivos de trabajadores, aparentemente autóno-
P•
ta
61
Reenv ío en este caso a la manera como M ar x define en sen tido amplio al
el medio de trabajo en tanto que uno de los tres elementos en los que se des­
compone el proceso de trabajo: El Capital, op. c., tomo 1 , p. 1 8 1 , " El me­ 63
dio de trabajo es u na cosa o u n conjunto de cosas que e l hombre i n terpo­
ne en tre él y e l objeto de su trabajo a modo de conductores de su acción 64
(p. 1 8 1 ) . . . Además las cosas que sirven de i n termediarios, de conductores de o¡::
la acción del hombre sobre su objeto, los medios de trabajo comprenden , en 65
u n sentido amplio, todas las condiciones materiales"que, s i n formar parte di­

rectamente de sus operaciones, son no obstante indispensables o cuya fal ta
cri
las haría defectuosas" ( p . 1 83) .
CrE
62
C. PA L LO I X : op. c .. p. 1 74 . 66
Jean Paul de Gaudemar
1 13

mos, pero constreñidos más que nunca a someterse a l a lógica del


capital , es decir, a someterse en este caso a la lógica del trabajador·
colectivo , en el modo de producción capital ista " 6 3 .
Si consideramos pues el aspecto operativo ( ! 1 de la disti nción
señalada más arr i ba entre proceso de trabajo y proceso de repro­
ducción de la dominación del capital, se debe también deducir de
este texto que el proceso de trabajo ha alcanzado con el ford ismo su
forma capital ista definitiva ("tentativa puramente formal") y que
las ún icas modificaciones que pueden en adelante concernirle reen­
v ían a su relación con el proceso de valoración, reenvían a la f orma
de comportarse en tanto que ' 'medio d el proceso de va loracíón " 6 4 .
Y esta es a grandes rasgos la interpretación q ue Palloix arri esga
sobre la cr isis actua l de capital ismo a l final de su obra 6 5 . La cri·
sís como "cr isis de las condiciones de prod ucción de la plusva-
1 ía" , ser ía u na "crisis del proceso d e sumisión del proceso de traba·
jo al proceso de valoración", cuya solución "económica y pol ítica "
no pod r ía más que situarse al nivel de la constitución de una n uev;:i
div isión internacional del trabajo" 66 . .
Una pregunta : ¿y si el fordismo no fuese la forma definitiva de
organización del proceso de trabajo para la extorsión de plusva l ía
relativa, precisamente porque es i mposible distingu i r teóricamente
proceso de trabajo y proceso de valoración, del m ismo modo que es
imposible disti nguir modo de aplicación y modo de control del
trabajo, modo de ejercicio y modo de d isci pl i narización del traba­
jo? ¿ Y s i , por el con trar ío, viv iésemos una crisis q ue ser ía a nte
todo crisis de técnicas disciplinarias, crisis de las formas de d iscipl i­
na, de l as formas de jerar9 u ía que la encarnan, de las técnicas
productivas que la objetivan? ¿y si viviésemos por el contrario,
frente a l as l uchas populares, el comienzo de un nuevo cambio
i m portante del proceso de trabajo comparable al provocado por el
taylorismo y el ford ismo? lSi estuviésemos ante l a aparición de un
nuevo ciclo disciplinario que comienza a sustituir progresivamente
a l os ciclos largos mencionados a t ítulo de h i pótesis en la pri mera
parte ? ¿ Un nuevo ciclo cuyas ex periencias de recomposición de las
tareas no ser ían s i no tácticas locales esbozadas que todav ía no han
alcanzado una forma defi nitiva? ; fon nuevo ciclo en el que estaría

63 C . P A L LO I X : op . c., p . 1 85 .

64 K . M A R X : U n chap1tre inédit, op, c . , p . 1 43 y 1 45 . C itado por P A L L O I X


op. c., p . 1 2 2.
65
C . PA L L O I X : op. c., ps. 209 y ss., y concretamente p . 2 1 5 en l a que de­
f ine l a crisis como "crisis de las condiciones de producción de la plusval ía, o
0
crisis del proceso de sumisión del proceso de trabajo al proceso de valoración
crecie n t e " .
66
C . PA L LO I X : o p . c . , p. 224.
Jean Paul de Gaudt.:. "
1 14

l lamada a jugar un papel i mportante la apropiación colectiva ficti·


cia de los medios de producción por los trabajadores, y las formas
más suti les de integración del trabajo a la reproducción real y sim·
ból ica del capita l ?

111

l o que precede m e l l eva a concl uir enunciando u n determi nado


número de i nvestigaciones h istóricas i ndispensables tanto para veri·
ficar las hipótesis de trabajo expuestas, como para intentar ayudar
a comprender la situación actual, la naturaleza de la crisis contem·
poránea. Me centraré en la formación social francesa, pero es evi·
dente que un estudio completo debe ser comparativo, que el anál i ·
s i s de l a s d i ferencias entre lo q u e ha pasad o en Francia, en l nglate·
rra, en A leman i a , o en otras partes, enriquecerá la teoría del modo
de producción capita l ista y de sus formas de reproducción.
No disponemos todavía de una historia general de las discipl ihas
productivas. Si bien los historiadores proporcionan los pri meros
elementos, Marg l i n está sin duda entre los pri meros economistas
que se ha arriesgado a hacerlo, de una manera que ayuda a com·
prender la génesis del capital ismo i ndustrial de forma relativamente
sistematizada, aunque menos rica y convincente en el plano históri·
co "que los trabajos por ejemplo de M . Dobb 6 7 . De todas formas
Margl i n trata solamente de un momento particular de esta constitu·
ción progresiva del capital ismo industrial, momento del paso de la
subord i n ación formal a la subordinación real del trabajo al capital,
momento en el que concretamente el sistema de las manufacturas y
luego el de las fábricas se i mpone al pu tting-out system, momento
disfrazado por los h istoriadores con el término de "primera revolu·
ción i ndustrial " . Además estas referencias h istóricas conciernen
esencial mente sól o a G ran Bretaña. Su trabajo es pues i nsuficiente
en relación a las cuestiones aqui planteadas. Y he i ntentado mostrar
que, precisamente porque "el capital ismo industrial no ha tomado
el poder de un solo gol pe" porque "su progresión se hizo más bien
por etapas y de forma irregular " 6 8 , concretamente e n Francia, es
prematuro considerar solamente el mor -�o de aparición sistemá·
.. ·

tica de la fábrica y de la.' rmas espec íficcí� de división del trabajo


que ella engendra, como el 4ue fija defi nitivamente los rasgos de la
discipl ina capital ista en el proceso de trabaj o. En oncreto, una vez

6 7 M. 0 0 8 8 : E tudes sur le dévelopment de cap1tal 1 sme. Maspero, 1 969 . ( Ret!·


ditado recientemen te).

6 8 S . MARG L I N : op . c . , p. 81 .
Para una genealogía de las formas de disciplina
115

ad mitido el papel de la discipl i na de fábrica, y de los modos de


control del proceso de trabajo que la caracterizan, q ueda por plan·
tearse el tipo de disciplina puesto en práctica en cada tipo de
empresa capital ista, en cada tipo de formación social ; plantearse el
tipo de discipl ina, es decir, la adecuación de l as formas discipl ina·
rias a los objetivos productivos fijados en materia de acumulación
de capital y de reproducción de las relaciones soci ales de domina·
ción. La discipl ina de fábrica no es una ni en el tiempo n i en el
espac io. El anál isis de su d iversidad y de sus transtormaciones no
proporcionaría solamente l os elementos decorativos de una investi·
gación histórica rea l i zada a parti r de un model o ya construido,
dado de antemano, sino que ser ía una contribución fundamental al
anál isis del modo de reproducción.
En el caso concreto de F rancia, lde dónde viene la disci plina tal
como aparece en las pri meras manufacturas y fábricas?; lcómo se
transforma?; lcómo la ut i l i zan esos patrones de la infancia del
capita l ismo, esos pri meros empresa ri os, para hacer posible el traba·
jo colectivo, para hacer que sea aceptado el encierro cotidiano en l a
fábrica ? ; lde q u é reglas, de q u é recetas se sirven ? ; l i m portan a l
mundo industrial q u e com ienza a emerger recetas ya experimenta·
das en otros l ugares? ; lo consiguen un nuevo tipo de discip l i na
colectiva que a partir de entonces forma parte de la colección de
modos de domi nación al lado de formas más antiguas como la
famil ia, el cuartel, la prisión, el hospital general o el convento? .
Como ya he indicado, l a h istoria del desarrollo capital ista trans­
curre a semejanza de una búsqueda ininterrumpida de u na d isci p l i·
na en el proceso de trabajo adecuada a los objetivos de la acu mu la·
ción, u na búsqueda de técn icas disciplinarias industriales fundadas
no ya sobre la transposición de un modelo exterior a la fábrica
(concretamente el modelo panóptico) sino encontrando sus resor·
tes esenciales en la forma m isma del .proceso de trabajo capital ista .
lCómo verificar entonces el entrelazam iento de los tres ciclos lar·
gos de la tecnolog ía disci pli naria que he denominado ciclo panópti·
ca, ciclo de disci plina extensiva, ciclo de disci plina maqu ínica? .
En ú ltimo térm ino disponemos de pocos trabajos rea l i zados
porque se trata de cuestiones que ni los economistas ni los his·
toriadores se plantean 6 ; . E x isten por supuesto los arch i -

6 9 Para poner un e¡emplo, h e buscado e n vano e n l os 1 2 números d e l a revis­


ta Histoire des En treprises, publ icada por B . G I L L E entre mayo de 1 958 y no­
viembre de 1 963, un sólo artículo que tí<Hase de las técnica; d i >ci p l i 1 1 <11 i a:; .
La h i storia de las empresas de G I L L E es la historia de sus fundadores de la
circul ación de su capital, del desarrollo de sus prnductos, de su relación co n
los bancos, etc., pe ro de los obreros no se d ice nacla. Proceso sin d u d a sin
sujetos . . .
1 16 Jean Paul de Gaudemar

vos 7 0 pero el tratamiento de los datos resulta dif íci l ; también ex is­
te sobre todo u na superabunda nte l i teratura oficial que f lorece, so ­
bre todo en la mitad del siglo X I X , sobre la condición obrera y la
'cuestión social" 7 1 . Conju nto importante y d if íci l de manejar del
que se puede, con precaución, exhumar no sólo la constitución pro ­
gresiva de la empresa a partir de un pri ncipio panóptico, sino ta mbién
la emergencia de los otros modos d isci pl i narios evocados a t ítulo de
h i pótesis 7 2 .

Esto no es tan ex acto fe l i zmente en lo que se ref iere a las demás obras de
B . GI L L E . Cf. concretamente :
- R e cherches sur la formation de la grande entreprise capitaliste ( 1 8 1 5-1 8481
S . E .-V .P . E .N . 1 959.
- Les origines de la grande industrie métallurgique en F rance ( 1 66 1 -1 789 1 .
Domat-Montchrest ien . 1 967 .
Existen algunas obras de vulgarización q ue s>:: ,- ..-¡ u y útiles. C f . por ejem­
plo : C . F O H L E N : Le travail au X I X e siécle. P U F . üue sais-j e ?
./ J. K UCZYNS K I : Les origines d e l a classe ouvriére en F ran ce , Hachette,
1 967.
o H istorias del t rabajo más o menos monumentales. De tipo bastante conciso
es l a d e G. L E F RA C : Histoiredu t ravail e t des travailleurs. Flanmarion, 1 975.
Recien te v bien hecha; de tipo monumental, los 35 volúmenes en alemán de
J. K UCZYNS K I : D ie Gesth ich te der Lage der A rbeiter unter dem Kapitalisms.
Akademic Verlag. Berli n . Apasionan tes pero poco accesibles v dogmáticos
en el fondo. En f í n , revistas como Le Mouvement Social que publica regular­
mente artículos que poco a poco van dando una visión coherente del tema de
la disciplina (en especial el núm. citado consagrado al nacimiento de la clase
obrera) v Révoltes /ogiques dirigida por J. R A N C I E R E .
70 N o en umeraré sus fuentes. E n concreto puede consultarse e l apasionante
(aunque parcial y ya un tanto absoletol inventario confeccionado por J .
M A I T R O N v M . P E R ROT e n "Sources, institutions et recherches e n histoire
ouvriere fra�aise", Le mouvement Social, núm. 65, oct. -déc. 1 968 .
7 1 Dos referencias ú tiles:
M . P E R ROT: Enquetes sur la condiction ouvriére en F ran ca au x 1 x e sié­
cle, l ndex bibliograph ique. Hachette.
M. de C R ECY: B ibl iographie analytique des enquétes effectueés par or­
dre du M inistere du Commerce e t de l 'Agriculture de 1 800 a 1 9 1 8 , Histoire
de Entreprises, núm. 1 0 , novembre 1 962.
pueden verse además los anti guos pero siempre ricos trabajos de' E. L E VA­
S S E UR : H istoire des classes ouvriéres et de !'i ndustrie en F ranca , 1 789- 1 8 1 0 .
A . Rousseau, 1 903. Y d e G . D U V E A U : L a vie ouvriére sous l e Second E m ­
pire. G al l i mard, 1 946. Mejor q u e nadie a vec;es, h a n sabido sintetizar l o s re­
sultados de las grandes encuestas de V i l larmé, Aud iganne, Reybaud, Turgan
v otras.
72 Estudio a punto de aparecer, que intenta mostrar la articulación concreta
de las disciplinas de fábrica con otros modos de disciplinarización social.
Para una genealogía de las formas de disciplina
117

Uno de los i nstrumentos privilegiados de la observación h i stóri­


ca, es asi mi smo el análisis de los reglamentos internos de las empre­
sas, veh ícu los formales privilegiados del modo de d iscipl ina. Er
el los aparecen con frecuencia claramente las ideolog ías y las prácti­
cas patronales. Sobre este punto Meiucci ha proporcionado una
i mporta nte co n t r i b u c i ó n 7 3 . Pero q ueda por a na l izar de manera
precisa cual fue el papel del Estado en este tema, poco i ncl i nado
aparentemente d ur a nte mucho t i e m po a i nteue n i r en e s t e ca m­
po 7 4 . Ya que e l pa pel del E stado e s so b re tod o un i nd ice i m po rt a n ­
te del grado de constitución de una estrateg ia uni ficada de la clase
capital ista . Será preciso, en concreto, preguntarse por qué en Fran­
cia, bajo la 1 1 1 Repúbl ica, el Estado se propone intervenir en la
elaboración de los reglamentos i nternos de l as empresas sin llegar,
por otra pa r t e , a conseg u i r l o 7 5 . E n gener a l , en F r a n c i a el per íodo
que va desde la gran depresión de l os años 1 880 -comienzos de la
1 1 1 Repúbl ica-, al alba de la Repúbica radical, parece ser el que
del i m ita la emergencia de l o que he l la mado ciclo de d i sciplina
maqu ín ica para i ndicar ese doble proceso de objetivación/i nteriori­
zación de la disci pl i na. Emerge solamente en tanto que problema y
en consecuencia como sol ución a alcanzar más que como rea l idad .
D e hecho las pri meras experiencias tay loristas no aparecen en Fran­
cia hasta principios de siglo, y no tienen éxito, siendo más obstacu­
l izadas por l o s pa tronos que por l os obreros 7 6 . E s ta lentitud,
propia de Francia, según parece, habrá de interpretarse en función
de la particular configuración de las relaciones existentes entre las
clases sociales bajo l a 1 1 1 Repúbl ica. El desarrol l o del mov i m iento
obrero organizado desempeña aqu í un papel i mportante, pero que
está lejos de ser evidente : pues si bien l a organización obrera l ucha,
concretamente, contra los aspectos más despóticos de la d iscipl i n a

7 3 A . M E LUCC I : ldéologies e t pratiques patronales pendan! l 'indistrialisa­


tion Cdpi taliste: le cas de la F rance. Thése de 3eme cycle. E . H .S . S . París,
1974. Y, del mismo auto r : Action patronale, pouvoi•, organisation . Aegle­
ments d' usine et controle de l a main-d'oeuvre au X I X " siécle. Le Mouvement
Social, núm. 97, op. c.
74 En lo que se refiere a co mienzos del siglo X I X puede verse BOU R G I N :
Les patrons, les ouvriers e t l ' Etat, tres tomos de archivos clasi ficados publica­
dos entre 1 920 y 1 940. E x iste además una l i teratura j u r ídica relativamente
abundante.

75 Estudio a punto de aparecer.

76 g
Cf. sobre este punto a A. MOUTET: Les ori ines du systéme Taylor en
F rance. Le point de vue patronal ( 1 907- 1 9 1 5). Le Mouvement Social núm.
93, oct-déc. 1 975.
Jean Paul de Gaudemar
1 18

de fábrica, contribuye también al nacimiento y a la propagación de


las múltiples formas de la "democracia industrial", herramienta
base del discurso social-demócrata pero también heredera de los
modos de la organización industrial tales como el regateo o de l os
discursos "asociacionistas" del siglo X I X . Por otra parte la organi­
zación obrera, concretamente en su forma sindical, instaura, frente
a la jerarquía capital ista, su propia jerarqu ía (y en consecuencia su
propia disciplina), fundada sobre el principio de delegación. l Qué
relaciones mantienen pues, respecto a los modos de regulación y de
discip l i narización socia l , la discipl ina maqu ínica y la delegación
sindica l ? Nos encontramos aqu í , verosímil mente, en los comien­
zos de tanteos patronales o reformistas contemporáneos en materia
de democracia i ndustrial 77 •
Se plantean a cont i nuación otra serie de cuestiones. A la pregun­
ta hasta ahora hecha del l por qué y cómo de la disciplina ? , se ha
respondido, en general, invocando la voluntad patronal de asentar
su control de una forma cada vez mayor, no por el mero hecho del
poder sino para i mponer un ritmo óptimo de acumulación del capi­
tai y para reproducir su dominación de clase. A esta pregunta se
debe añadir esta otra : ¿ " I nvestido con qué legitimidad el patrón
debe presentarse como tal ?" Dicho de otro modo, no se trata
solamente de comprender por qué el patrón intenta imponer su
disciplina, o al menos la forma de disciplina que en un momento
dado le parece la mejor, sino también por qué la disciplina es
acepáda por los trabajadores. Se acostumbra a responder a esta
cuestión -impl ícitamente la mayor parte de las veces lo que signifi­
ca que no se la tiene en cuenta 78 - dici endo que la d isci plina es
aceptada por los trabajadores porque no pueden sino someterse a
el la, al encontrarse presos en la coacción directa, el chantaje del
salario o más si mplemente del empleo; o también porque sin ella la
producción sería técnicamente imposible. En este punto se mezclan
dos argu mentos : por una parte los obreros no podrían hacer otra
cosa, y por la otra aceptarían una discipl ina que considerar ían

77
Basta para convence� leer el Rapport Sudreau sobre la reforma de la
empresa. 1 0/ 1 8, 1 975.

7 8 Los historiadores comienzan a interesarse por el la. Un ejemplo l o consti­


tuye e l interesante seminario de H istoria social organ izado en la Maison des
Sciences de l ' Homme en abril de 1 9 7 7 por M. L E V Y-L E B O Y E R sobre el te­
ma de "la patronal d u rante la segunda industrialización".
Para una genealogi'a de las formas de disciplina
1 19

necesaria, i nd i spensable para real izar su trabajo, lo que en F rancia


sobre todo no corresponde e n absoluto a la mental idad de los
obreros del s i y l o X 1 X 7 9 .
Este punto abre pues u n ampl i o campo de i n vestigación y de
interrogantes: ¿ Qué es lo que funda menta la leg i t i midad patronal
para l os obreros ? l Esta i magen de l a legiti midad perdura a l o l a rgo
del ti empo bajo la m isma forma? ¿ o por el contrar i o adopta d is­
t i ntas f o r ma s , cuá l e s y por qué' ¿y a la i nversa, qué for mas de
rechazo de esta l eg i t i midad patronal aparecen ? ¿ Y en que formas
de rechazo de la d iscipl i na se traduce esto ?
Ser ía i nteresante poder verificar la tesis según la cual las formas
bajo las que l a patronal i ntenta f u ndar l a legitim idad d e su domina­
ción económica y social se m od ifican baj o e l efecto de l os rechazos
obreros con los que choca. Que queriendo cambiar de imagen, los
patronos cambian ta mbién de disciplina . Conviene estudiar particu·
larmente la forma cómo progresivamente, una leg i t i m idad regal ista
fu ndada en l a simple prop i edad del capital o en v i rtud de la i n iciati·
va fundadora de l a empresa, es sustituida por una leg i t i m idad fun­
dada en el trabajo que se considera hacen l os patronos, a l presentar·
se como l os que proporcionan y dom i nan l as técnicas. En suma,
¿qué hacen los pat ronos para aparecer, a par t i r d e un momento
determi nado, d i f íc i l de precisar, como hombres que hacen , que
�º
crean , cuando, por el contra r i o , la i ma g i ner ía popu lar los ha
presentado durante tanto t i empo como los que no h acen n ad a ? .
¿ Cómo emergen , concretamente a través de la f igura del i ngen ie­
ro, l a legitimi dad tecnocrática, y más tarde, con mo_t i vo d e la guerra
del 1 4, l a legitimi dad nacional, en el momento e n que l a legiti midad
de la pr op iedad del capital no basta para hacer vál i da soc i a l mente la
leg i t i m i dad patronal � 1 Y estas dos for mas de l eg i t i m idad con-
.

79 Esta mental i d ad no cambia hasta f i nales del s i g l o X I X , momer"o e .1 el


que se man i f iestan abiertamente las p r i meras formas de saont-s1mon .smo
obre r o .

C f . por e ¡ e m p l o e l in forme de V. D E LAH .11 '.'e: sobre l a Exposición


U n iversal de Amsterdam de 1 883 y e l comentdrio que h ace M . P E R R OT en
"Comment les ouvriers par isien s voy a i e n t l a cr i se d 'aprés l 'enquete palamen ­
taire de 1 884 " . Mélanges offerts á E . Labrousse 1 97 4 .
·
E l t om o de V . D E L A H A Y E es muy d i ferente del de l os t ext o s obreros
escr i tos en la priemra mitad del siglo X I X . Cf. por ejemplo " La parole
ouvriére" textos reunidos y comentados por A. F A U R E y J . R A N C I E R E .

�o E l t ít u l o de l a obra d e S . M A R G L I N : "What d o bosses do 7 " � e parece


desde este p u n to de v i sta, muy bien e legido.

�1 C f . la; d i ferentes com u n 1 cac1ones al seminario ya c i t ado de Lévy - Leboyer


Jean Paul de ·Gaudemar
1 20

q uistadas por l a patronal ino son la otra cara de las tecnologías de


control inauguradas por la disci p li na maqu ínica y el principio de
delegación? .
E mergen, igual mente, en el anál isis de las formas de disciplina,
de su estatuto económico y social, l as formas de l ucha y de oposi­
ción obrera contra los tipos de disci p l i nas sucesivamente impuestos.
Formas de l uchas, formas de rechazo que no todas responden a
cánones contemporáneos. No son necesariamente organizadas, ni
colectivas, n i se sitúan necesariamente en la fábrica, ni son necesa­
riamente cuantificables, sino que escapan con frecuencia a una me·
maria colectiva burocrática. Son sin duda y durante mucho tiempo,

más absentismo, descu idos, pereza respecto a l trabajo, mayor liber·
g
tad de mov i mi entos que huelgas discipl inadas 11 2 . 1 ncluso a ntes
e
que nada son i ndisci p l i nadas, ya que rechazan profundamente la mo­
e
vil i dad forzada, la adaptabil idad creciente a las exigencias de la
acumu lación del capital 11 3 • Son i ndiscipli .:rjas en la medida en
que existe u na disci p l i na que se manifiesta Jmo pura coacción
externa. Plantean pues muy pronto, desde el punto de vista patro·
nal, la necesidad de una forma de discipl i na susceptible de ser
i nteriorizada. Permiten pues estud iar las razones del paso de una
tecnoiog ía disciplinaria a otra, los modos de cabalgamiento de l!'S
éiclos largos de estas técnicas disciplinarias.
Falta comprender l as reacciones obreras a estas diferentes técni­
cas y concretamente a la disci p l i na maqu ín ica y a los usos discipli·
narios a los que puede prestarse el principio de delegación. l Con·
viene entonces entender la victoria de estas dos formas sobre la
" indiscip li na" obrera como si se apoyasen en tendencias ex istentes
ya en el mov i miento obrero mismo?
La fuerza de l a "democracia industrial" naciente lprovendr ía
igual mente de los apoyos que habría encontrado por una parte en
el saint·simonismo latente en una de las fracciones más cualificadas
de la clase obrera, y por otra parte en las formas m ismas de la
organización sindica l ? Nosotros tendríamos a s í , en la búsqueda de


QI
11 2
Sobre este punto se espera con impaciencia la apar ición de la obra prome­ H
tida por M. PEA ROT cuya tesis " Les ouvriers en gréve 1 8 7 1 - 1 890 " , 2 vols. ·
11
Mouton, 1 974, constituye ya una contribución muy importante.
91
83 Intento proporcionar u n marco teórico para el análisis de este fenómeno: JU
J .P . de GAUDEMAR: Mobilité du travail et accumulation d u capital. Maspe­
ro, Col. Economie et Socialisme, 1 976. dt
Para una genealogía de las formas de disciplina
1 21

un éxito h i stórico, la cara i ndustrial de esta "Democracia Social"


que, desde comienzos de siglo a través de figuras tales como A.
M i l l erand, A . Briand 84 • o A . Thomas 8 5 • constituye e l pi vote
doctrinal de la social-democracia.
Sería preciso entonces i nvertir la opinión común según la cual
no existe democracia sin disciplina para afirmar que, al menos en
materia industrial, l lega un momento en que no hay posibil idad de
disci plina sin democracia. ¿ La "democracia i ndustrial" constituye
la forma más elaborada de disciplina?
La importancia de esta cuestión aparece clara en la actualidad .
¿ Lo� ciclos de d isci plina panóptica, extensiva, maqu ínica están en­
gendrando a través de la crisis contemporánea de las econom fas
capital istas occidentales y del ascenso pol ítico de Ja social -democra­
cia, el ciclo discipl i nar de nuestro futuro tal vez inmediato, el de la
"disci pl i na democrática" ?

84 La "Démocratie Social" fue por otra parte el t ítulo de una revista de cor­
ta duración publicada de 1 909 a 1 9 1 1 como ó rgano poi ítico del grupo B riand
que comprendla entre otros a A . Thomas .
C f . M . R E B E R I O U X : La R épublique Radicale? 1 989- 1 9 1 4 . Seu i l , points/
H i stoire, 1 97 5 , ps. 1 4 1 - 1 42 .

8 5 E l papel de A . THOMAS será sobre todo importante durante l a primera


guerra mundial : Sub.Secretario de Estado para el A r mamento hasta 1 9 1 7,
¡uega un papel político y económico importante.
Cf. la recopilación colectiva " 1 9 1 4- 1 9 1 8, L' autre front " . Cahier núm. 2
del Mouvement Social . Les Editions Ouvriéres, 1 97 7 .
./
LA ESCU E LA O B L I G ATO R I A Y LA I NV E NC I O N
DE L A I N F ANCIA A NO R MAL ( * )

Francine MUEL

E l mov i miento en favor de la i nfancia anormal nace oficial men­


te e n 1 904 con l a i nstauración, rea l izada por el M i nisterio de I ns­
trucción Públ ica, de u na com isión cuyo objetivo es estudiar los
med i os a apl icar para asegurar la i nstrucción pri maria, no sólo a los
c i egos y sordomudos, s i no también a todos los n iños anormales y
retrasados 1 . E l trabajo de esta com i sión conducirá a la ley del 1 5
de abril de 1 909 que crea l as clases y los internados de perfecciona­
miento. El movi miento es sin embargo más antiguo y se manifiesta
a partir de 1 890 a través de múltiples congresos, asociaciones de
salvaguarda o patronatos, i ntervenciones oficiales de médicos en
torno a la admin istración y a l os funcionarios de enseñanza prima­
ria en su marco profesional.
U na pri mera revisión de l os documentos de l a época h istórica
considerada (discursos poi íticos y cient fficos, caracter ísticas socio­
lógicas de l os productores de los discursos, i nformaciones acerca de
las instituciones y prácticas i nstitucionales) ha puesto de rel ieve el
i nterés que pod ía tener una aproxi mación histórica, en la perspec­
tiva de un estudio soci ológico de la red institucional " infancia ina-

( •) Publ i cado en la Rev. Actes de la recherche en Sciences Sociales, n . o 1 ,


enero 1 975, págs. 60- 74.
1
A rc h . l .P .N . , dossier 1 1 3, provecto de ley que tiene por ob¡eto la crea­
ción de clases y de escuelas de perfeccionamiento para los n iños anormales,
presen tada a l a Cámara de D iputados en 1 907.

- 1 23 -
Francine Mue/
1 24

daptada": proceso de institucional ización de u n aparato de control


simból ico a finales del siglo X I X .
E n el campo médi co- pedagógico s e trata e n un pri mer tiempo
del proceso de institucionalización y de la constitución de un cor­
pus cient ífico -uno y otro construyéndose en interacción rec ípro·
ca- cuyo anál isis perm itir ía, por una parte, comprender lo que los
sistemas de clasificación ( nosografía psiquiátrica y métodos de me·
didas psicológicas referidas a la infancia) deben a los intereses so·
cio-económicos de los productores de sistemas de clasificación y,
por otra, extraer del d iscurso científico un discurso poi ítico y so­
cial que permita reconocer las funci ones sociales que cumplen di·
chas i nstituciones. Nos referimos en este caso a l análisis teórico
real izado por P. Bourdieu : "si se toma en serio a la vez la h i pótesis
durkhei miana de la génesis social de los esquemas de pensamiento,
de percepción, de apreciación y de acción y el hecho de la división
en cfases, se ve u no obl igado a formular .� ;, i pótesis de que existe
una correspondencia entre las estructuras sociales ( hablando con
propiedad, estructuras de poder) y las estructu ras mentales, corres­
pondencia que se establece a través de la estructura de los sistemas
s.ftnból icos, lengua, rel igión, arte, etc. "2 . E l per íodo du rante el
cual se constituye este nueve campo cient ífico se caracteriza por
un despl iegue de creaciones institucionales en el dominio de la
educación social, creaciones entre las cuales la i nstrucción primaria,
gratuita, obl igatoria y laica constituye el armazón de base. Los
disclirsos y las prácticas institucionales hablan de orden social y de
control del desorden (desorden doméstico o del hogar, del presu­
puesto obrero, del vestido, de la cal le, de las costumbres y de los
movimientos muscu lares) : la Comuna de �arís no está lejos. " Des·
pués de l os i nolvidables dolores de 1 870, F rancia coloca en el
pri mer puesto de sus i mperiosos deberes la reorganización del ejér·
cito y la reorgani zación de sus escuelas" 3 . Este per íodo posterior
al catacl ismo ofrece al l ector de hoy una masa de documentos
escritos en los que la l ucha de clases se expresa abiertamente y
donde la ideolog ía cient ífica no oculta todav ía las funciones socia·
les de l as i nstituciones. Todo acontece como si los eruditos, al
mismo tiempo que se forman mercados nuevos y bien defendidos,
definiesen al ciudadano ideal del reino de la paz social. Los i mpera·
tivos del sistema de producción económica , señalando l as caracte·
rísticas de la mano de obra necesaria en las fábricas, son también

2 P. B O U R D I E U . "Genése et structure du champ rel igieu x " , Revue fran9;Ji­


se de sociologie, 1 2, 1 97 1 , p. 300.
3 A rch . l .P . N ., dossier 1 1 3, manuscrito de G u s tave Baguer. ( G . B aguer, di­
rector del I nstituto de sordo-mudos de Asniéres, miembro de l a comisión de
1 904 , es uno de los propagadores con más celo del movimiento ) .
La escuela obligatoria
1 25

directame nte expuestos. "Se fabr icaran de los no-valores sociales con
frecuencia enojosos, seres capaces de entrar en l a vida de los norma­
les o al menos entidades capaces de proporcionar u n trabajo úti l y
de disminuir as í sus gastos de manten imiento ( . .. ) . E l fin de la
educación de l os retrasados parece resumirse en esta frase de Se­
gu i n : "dar a estos enfermos la capacidad de hacer un trabajo cuyo
producto compense sus gastos", o, en otra de Sol l ier: " máximo de
educación práctica, m i n i mo de instrucción esco lar. " 4 .
Una aprox imación h istórica debe permitirnos no caer en la i l u ­
sión d e u na autonomía absoluta d e l campo médico-pedagógico.
" Lo mismo sucede con el derecho: desde que la nueva división de l
trabajo se instaura y crea juristas profesionales, se abre a su vez un
campo nuevo, autónomo, que siendo dependiente de un modo ge­
neral de la producción y del comercio, posee no obstante una
capacidad particular de reacción sobre estos dom inios ( . . . ) , el ju ris­
ta se imagina que opera mediante proposiciones a priori cuando no
son sin embargo más que reflejos económicos . " 5 .
No se trata aqu í de hacer u na cr ítica interna de las pri meras
teorías psicológicas a la l uz de los recientes descubri mi en tos de la
psicología del n i ño sino de plantear la relación existente entre estas
teorías y la sociedad de la época, relaci ón que ciertos autort> def i­
nen el los mismos as í : " La ciencia pura y desinteresada conserva
adeptos, pero crece el número de los que buscan a la ciencia apl ica ·
ciones prácticas y úti l es, o, que más bien piensan en la sociedad que
en l a ciencia; lo que l os sabios intentan estudiar son fenómenos
sociales dirigibles, proporcionando as í a l os hombres de acción , que
suelen ser con frecuencia empíricos, el tesoro de métodos más
precisos" . 6 .

Orden moral y valores nuevos

Desde finales del siglo X I X ( después de la Comuna) hasta 1 9 1 4


aparece en l a sociedad francesa u n conjunto nu méricamente consi­
derable de instituciones de encuadramiento ideológico que pueden
cal ificarse como órganos del deber socia l . Estas i nstituciones (aso­
ciaciones, com i tés, l igas, sociedades pa trona les, etc . ) se consagran
esencialmente a l a educación en el sentido ampl io, de ni ños pero

4
D r . G . J acq u i n , " D e l 'assistance et de l 'educat1on des e n f an ts a r r iérés.
Rapport au 3. e Congres d'assistance publique et de bienfaisance privée. Bor­
deaux, 1903.
Engels, Lettre ¡j Conrad Schmidt (27 oct. 1 890).
6
A . B i net et D r . T h . S i mon : Les enfan ts anormat.!x . gu 1 d iJdf il l a ad m 1 S 1 o n
d e l o s n i ños anormales en las clases d e pe r fecc1 o n an11ento. P dr i s . A Co l 1 11 ,
1 907.
Francine Mue/
1 26

también de adultos, y tienden a fabricar en nombre de la "previsión


social " , a indiv iduos cuyo comportamiento debe ser a partir de
entonces prev isible. La razón social, legible en su denomi nación, de
las sociedades de educación social -cuya l is .a fue publ icada por
L' Essor, revista laica mensual de las obras de educación- que apa­
recieron a partir de 1 905, nos i nforma a este respecto : Liga france­
sa de la enseñanza, Sociedad nacional de conferencias populares,
Un ión de los f i l otécnicos, Sociedad popular de bellas artes, Unión
democrática para la educación social, Sociedad de los padres educa­
dores, Sociedad Fran k l i n, Sociedad l ibre para el estudi o psicológico
del n iño, Sociedad de est ímulo al bien, Protección de la i nfancia
abandonada, Sociedad de est ímulo a la mutual idad, Sociedad de
propaganda colonial, U nión francesa antialcohól ica, Al ianza de hi­
giene social, Liga francesa de la moral idad pública, U nión de las
spciedades francesas file deporte atlético, etc.
En el X I V congreso de la Liga de la enseñanza, en 1 894, Leon
Bourgoi s declara : " Los espír itus tienen necesidad iay ! de higie­
nistas y de méd i cos igual que los cuerpos; i Cuántas bel las batal las
hay que dar contra las enfermedades de los esp íritus! i Cuá ntos
"Prej uicios que combatir o destruir! Son los prejuicios los que
conducen a ci ertos obreros a ver en todos los patronos, ego ístas, y
también a ci ertos patronos a ver en los obreros, descontentos ( . . . ) .
La autoridad interior debe dominar sobre la autoridad exterior"
7 . L . Bourgeois, presidente de la comisi0n de 1 904 que trata de

las .clases especiales, aparece como u n representante ejemplar de la


clase pol ítica de la época. H ijo de u n rel ojero de París, entra en la
ad min istración públ ica al final izar sus estudios de derecho; nombra­
do prefecto, "presta i mportantes servicios" durante la huelga de
Carmaux en 1 882 con ocasión de lo cual adquiere una reputación
de " negociador socia l " ; diputado, senador de la I zquierda democrá­
tica, M i n istro y Presidente del Consejo, propone proyectos de ley
sobre asociaciones, d ispensarios de higiene social, jubi laciones de
obreros, etc. Presidente de la Liga de la enseñanza, m iembro del
Consejo Superior de la Asistencia públ ica, Presidente de la Socie­
dad para la educación social etc, es el creador del concepto poi ítico
de "sol idarismo "8 .
El movi miento en favor de la infancia anormal, tanto a n ivel de
los i ndividuos que lo reivindican como al de las instituciones que l o
fijan, no puede ser aislado d e un movimiento más amplio q u e se
refiere a "la i nfancia en pel igro" ( la h igiene contra la leche conta­
minada, la moral contra la cal le contaminante, el patronato contra
la debil idad de los padres y la del incuencia) .

7 Bullerin de la L igue fram;aise de / 'enseignemenr, 1 4, 1 894 .


8 Grande encyc/opedie, 1 882: Jol l y , Dictionnaire des parlamentaires fran­
r:aises; dictionaire de biographies franr:aies.
La escuela obligatoria
1 27

Asistencia de la infancia

Los primeros congresos nacionales de asistencia pública y de


beneficencia privada, donde se plantea con mayor fuerza la cues­
tión de la i nfancia anormal a partir de 1 894, son teatro de numero­
sas discusiones acerca de las competencias de la I glesia y del Estado
en el ejercicio de la caridad. " La asistencia pública debe tener sus
regl as: se d i rige al i ndigente que, no teniendo medios, estando en
peligro o siendo incapaz, o convirtiéndose en peligro para sí mismo
y para los demás, perecería s i n ella ( _ . . ) . Ex isten espacios de asisten­
cia que son todavía domin i o de la i n iciativa privada, porq ue, pues­
tos en manos del E stado, se converti rían en pel igrosos creando para
el asistido derechos i nadmisibles, como por ejemplo el derecho
estricto al trabajo ( ... ). En fin, existen movi m ientos de ensayo y de
experiencia que solamente pueden ser rea l izados por la i niciativa
privada que actúa de punta de lanza descubriendo territorios i nex­
plorados" 9 .
Todos estos congresos ponen de man ifiesto la voluntad de reem­
plazar el concepto de caridad por el de previsión; ya no se trata de
levantar al caído sino de ponerlo e n un estado en el que se baste a
si mismo. " En los tal leres se i nstalan aparatos preventivos que de­
fienden a l os obreros de los accidentes del trabajo protegiéndolos
de su propia i mprudencia; lo m ismo debe hacerse con las enferme­
dades, el alcoho l ismo ." 1 0 . E l obrero ideal es el que se contro la a
s í m ismo; la previsión social es asimismo la racionalización de la
producción.
La asistencia preventiva, es igul'll mente l a divisa de la Al ianza de
higiene social, del Patronato de la i nfancia y de la adolescencia y de
la Unión para la salvaguarda de la i nfancia ( * ) . El Patronato "busca

9 Rapport de Pelleport-Buréte, Congrés de Bordeau x , 1 903.


!O D iscours df' Casimir Périer au Congrés de prévention sociale, M i l án, 1 906.
( • ) El Patronato de la infancia y de la adólescencia fue fundado en 1 890 por
un f i lántropo abogado parisino. M.H . Rollet, que, en 1 920, desempeña las
funciones de juez en el tribunal de niños de París. Su carrera es significativa
respecto al proceso de institucionali zación que, desde finales del siglo X I X ,
delimita en el dominio juríd i co y penitenciario un "mercado de la i n fancia":
ley sobre la destitución paterna (julio 1 889); ley sobre la instrucción obli­
gatoria de los delitos cometidos por menores ( abril 1 980) , antes devueltos a
sus fam i l i ares en el espacio de 48 horas; ley instaurando el fegimen de l i ber­
tad provisional y de l ibertad vigilada (julio 1 9 1 2) . En 1 891 , los m iembros
del Patronato, jóvenes abogados en su mayoría -que en esta ocasión conf ían
la presidencia de su sociedad a un magistrado i l ustre, M . Quesnay de Beaure­
paire, procurador general en la corte de Paris, creen un Comité para Ja defen­
sa de Jos n i ños l levados a Jos tribunales que tiene por misión "el estudio, la
discusión y la recomendación de las mejoras a introducir en e l régimen legal
Francine Mue/
1 28

la elevación moral de niños y niñas que, debido a múlti ples ci rcuns­


tancias, estarían l lamados a convertirse en malos sujetos ( ... ) . Obra
de beneficencia y de preservación social ( ... ) nosotros no tratare­
mos nunca de asuntos poi ítico s . " En 1 9 1 3, el Patronato crea u n
comité para la protección de niños anormales que i mprime u n fol l e­
to para hacer conocer la ley de 1 909, estimular a su aplicación
(creación de i nstituciones) y recoger observaciones sobre los n iños
anormales" . La U n ión ( .. .) tiene por f i n buscar, señalar quién tiene el
derecho de recoger a l os niños maltratados o que están en peligro
mora l . Col oca a l os niños ya sea en casas o i nstituciones de benefi­
cencia, ya sea con patronos en vi stas al aprendizaje" 1 1 . De entre
los médicos, abogados, f i lántropos y enseñantes que participan en
estas asociaciones surgirán los celadores y los especia listas del cam­
po médico-pedagógico. Las revistas de estas sociedades y concreta­
mente La Revue philanthropique, serán óroanos del movi miento en
favor de la infancia anormal hasta aprox.n damente 1 9 1 4. El as­
pecto más espectacular de estas af i n idades i n stituciona les es la crea ­
ción en 1 925 de la el ín ica de neuro-psiquiatr ía infantil bajo la
doble égida del Patronato de la infancia y de la adolescencia y de la
Facultad de medicina de París. "El Patronato de la infancia dispone
de un cierto n ú mero de centros de i nternamiento bajo la di rección
de un corresponsal que vigila constantemente a l os niños, vigila su
manutención , su vestido, su mora l idad ; basta, como se ve, anad i r a
esta vigi lancia la de un médico para que el i nternamiento se rea l i ce
bajo supervisión méd i ca " 1 2 . Estas instituciones (beneficencia, previ­
sión médico-pedagógica) cuyos fines confesados son distintos, pre­
sentan de hecho nu merosos rasgos comunes cuyo anál isis preciso
permitirá del i mitar las funciones sociales objetivas de este conjunto
institucional. As í pues, si como parece, los especialistas de la i nfan­
cia anormal han sido con frecuencia propagandistas de las socieda-

aplicado a la infancia abandonada, desgraciada, viciosa o culpable " (L 'enfant,


marzo 1 89 1 ) . Este comité f i lantrópico estimulará la instauración de los tribu­
nales para niños y del aparato penitenciario reservado a los menores. E n su
lucha abierta contra los padres (obreros) o contra la calle ( n i ños abandona­
dos) este conjunto institucional participa de la misma voluntad de encuadra­
miento de la infancia que la escuela primaria y el campo médico-pedagógico.
De todos modos, los agentes en este caso parecen representativos de otra
fracción de la clase dominante, más "conservadora" y ligada a la iglesia
(e: · ··'lbispo de París concede su adhesión al Patronato en 1 89 1 al mismo
tien;µo que el barón E. de Rothsch ild), que muestra reservas respecto a las
"virtudes" de la escuela primaria republicarn1.
1 1 L 'enfant, ( 1 ) , 1 89 1 et Bu//etin de l 'Union fran9aise pour le sau vegarde de
l 'enfance.
12
P . K ah n , Notice sur la clinique annexe de neuropsychiatrie infan tile. Pa­
tronage de l 'enfance et de l 'adolescence et faculté de méd i cine. Paris, 1 926.
la escuela obligatoria 1 29

des de patronato, sucede también que los n iños concern idos fueron
los m ismos socialmente y que del "enderezamiento moral " a la
"ortopedia mental" solamente cambian l os nombres; asimismo, los
oficios previstos para los n iños pobres reeducados (abandonados,
del i ncuentes o enfermos mentales) no varían tampoco apenas (jar·
dineros, trabajadores manuales, criados, jornaleros ) .
Es entre los más pobres d e los pobres donde se agazapa el futuro
pel igro social. Son precisamente ellos los que no cesarán de salir de
la escuela pri maria con la etiqueta de anormales, después de no
haber cesado de entrar en e l la. "Una corresponsal que considera
con razón que los niños estar ían a lejados del pel igro de la ca lle si
fuesen regu larmente a la escuela , nos induce a pub l i car el sig uiente
extracto de l a ley escolar de 1 88 2 (obligación ) " 1 3 . "Hasta a hora
de 30 a 40.000 ni ños fueron dejados fuera de las escuelas a car ­
go de l a asistencia púb l ica y d e l a beneficencia pr i vada . Estos ol­
vidados tienen una desgracia com ú n : no pueden ser instru idos
j unto con los otros niños, necesitan una pedagog ía part icu­
lar. S e tiene l a costumbre de designarlos con un tér m i no co lec­
tivo: l os " n i ños anorma les" 1 4 . Lo que ca mbia pues son las deno­
m inaciones mientras que se afirma sin cesar la autonom ía del mun­
do de la i n fancia y se separa del de los adultos (n i ños, enfe r mos ,
jóvenes cri minales, etc. ) justificando as í la creación de un cuerpo
de especial istas inventores a su vez de términos clasificatorios y de
un corpus científico, que ejercen sus funciones en los márgenes de
la escuela primari a.

La seguridad

Los escritos referentes al tema " infancia anorma l " , que apare­
cen aproxi madamente entre 1 890- 1 91 O, ofrecen una serie de d is­
cu rsos que pueden anal izarse a nivel de los términos uti l i zados
(sentido banal y uso cient íf ico ) . de las i mágenes elegidas (metáfo­
ras, etc. ), y de los tema s i nsistentes en tanto q ue expresión de
fantasmas soc i a les (el cr i men, la propiedad, la ca lle, el orden, etc. ) .
y e n tanto que ecos del catac l i smo social , que para la cl ase dominan·
te igual que para los "capacitados", constituyó lo innombrable : Ja
Comuna de Par í� .
As í la l ocalización y selección de l o s a normales está asociada en
todos los discursos al tema de la seguridad (sobre la vida ) , o más
ampl iamente a todo lo que supone una garantía contra Jos r iesgos
imprevistos del futuro. " Ayudando a la sociedad del Patronato de
la infancia, hacéis un buen negocio, una buena i n versión al mismo

1 3 L 'enfant, 1 ,er mai 1 89 1 .

14 A rch. J .P.N ., dossier 1 1 3, manuscrito de G. Baguer.


Francine Mue/
1 30

tiempo que un acto d e car idad. Pagáis en i:-;erto modo una pr ima de
seguro contra el robo " 1 5 . "Este deber además ex igido por
nuestro mayor interés ya que, si en un determ inado plazo de tiem­
po, no se da satisfacción a lo que tienen de legítimo las rei v indica­
ciones de los 9/ 1 0 de la sociedad ( ... ) . se puede prever una revolu­
ción violenta en la que los que poseen no tendrán mucho que
ganar, y que trastornaría de abajo arriba la organización actual de
la sociedad " 1 6 , ( . . . ) "por falta de clar ividencia en lo que respecta
a la atribución de estos n iños a un especial ista se deja pasar la época
más favorable para su curación con el grave prejuicio de su futuro y
de la seguridad social ( ... ) . Muchos n iños que no serían más que
retrasados o i nestables en la escuela se convierten, en contacto con
la cal le, en vagabundos e incl uso e n ladrones. E l hecho es bien
conoc i do de los magistrados: es sobre todo frecuente en Pa- ·
r I, S ,, 1 7 .
El tratamiento y l ocal i zación deben permitir además asegurarse
de la sinceridad del futuro ser social. Absolutamente sintomáticas a
este respecto son las pri meras e ncuestas de la Sociedad l ibre para e l
estudio psicológico del n i ño referentes a la mentira. Trabajar cien­
t(ficamente sobre la mentira es por otra parte no fiarse de las
apariencias: "Algunos niños son con frecuencia bastante intel igen­
tes para captar con rapidez buen n ú mero de las expl icaciones aue
se hacen en clase, pero uno no está n unca seguro de su atención . "
Este tema, acerca del que podr ían multipl icarse l a s citas, apare­
ce en los discursos y en las prácticas de casi todas las instituciones
laicas de asistencia y de educación social. En el campo de la infan­
cia anormal, el proceso de i nstitucionalización se ve subrayado e
ilustrado en la med i da en que este discurso sobre la sociedad no se
ha disuelto todav ía en un discurso puramente científico. Aparece
en este campo, en este momento h istórico, otro tema muy frecuen­
te, que surge en todos los mercados referentes a la i nfanci a : la
famil ia; tema que va a suscitar la fabricación de u n d iscurso que ya
no l lama a las cosas por su nombre y que oculta la cuestión de la
pertenencia de clase. Para el 40 % de las famil ias cuyos n iños fueron
recogidos, entre 1 887 y 1 9 1 7, por la U n ión francesa para la salva­
guarda de la i nfancia, se pronunció un j u icio de delegación de la
patria potestad. " E l m al ha llegado a tal punto que fue preciso,
hace dos años, crear una ley para suprimir la autoridad paterna a
aquel los padres desnaturalizados que la envilecen y se sirven de e l la
únicamente para atormentar a las i nstituciones caritativas. Suced ía

1 5 L 'enfant, 1 89 1 .
1 6 A. Binet e t Th. S i rno n , op. c.
17 Dr. G. Paul-Boncour et Dr. J. Philippe , Les anomalies men tales chez les
tícoliers, París, A l ean, 1 905.
la escuela obligatoria 131

( ... ) que e n e l !ll O mento e n que e l n i ño y a transformado hacía


concebi r l as esperanzas más consoladoras, l l egaba el padre i ndigno
i nvocando la ley y la potestad paterna para q ue le devolviesen a su
hijo (. .. ). E ntre estos padres están nuestros enemigos a los que hay
que combati r además de aquellos otros que deben ser instruidos"
1-1! . Son incontables las quejas sobre la falta de vigi lancia de los

padres, sobre su bruta l i dad o su mala moralidad. La etimolog ía


retoma estos temas que se convierten con el alcoholi s mo, la s íf i l i s y
la tubercu losis, en responsables de la degeneración de los n i ños;
retoma también el de la "fa m i l ia anormal ", es decir, la fam i l ia en la
que los lazos del matri moni o están disueltos o son rechazados por
los padres. Se produce as í no sólo la condena de un estilo de vida
arra igado en la educación del n iño 1 9 , sino que además se funda­
menta un discurso cient ífico que va a desarrol lar la noción de
interpsico l og ía. " En cualquier ci rcunstancia encontraremos un obs­
táculo que debemos conocer, me refiero a l os padres de nuestros
niños ; emplearemos a los n i ños débi les, corregiremos a los perversos
pero dudo que modifiquemos favorablemente el estado de espíritu
de los padres. Esta es una cuestión de i nterpsicolog ía (. .. ) de qué
medios de corrección puede echar mano el niño respecto a sus
padres en aquel l os casos en l os que l os padres estén muy desconten­
0
tos de su conducta"2 . •

Los especialistas del encasillamiento

H. Berenger en la Revue des revues de 1 898, lanza un grito de


al 3rma ante el ascenso del " proletariado intelectual", el de los " l i­
cenciados e incluso los catedráticos", apoyando sus tesis en las
cifras obten idas de la obra de L. Liard, L'enseignement supérieur
en France: el nú mero de estudiantes de derecho pasa de 4.000 a
8.800 en 1 896, el de los estudiantes de medicina de 1 .200 a 8.500,
y el de los estudiantes de letras de 200 a 3.500. Son hombres
nacidos pobres (. .. ) que piden entrar en los cuadros sociales con el
beneficio de sus d i pl omas, no son bohemios, n i refractarios, sino,
por el contrario, sumisos, aspirantes a bur:gueses y que terminan
por ser candidatos al hambre". De 2. 500 médicos parisinos, la m i:
tad ganan menos de 8.000 francos de salario, es decir, son "proleta-

111 L 'enfan t, j u l io 1 890


19 En 1 909, se crea en París el Patrona �o fam i liar, protección y tutela en l a
fam i l i a del n i ño en pel i gro moral. En la misma perspectiva, los proyectos ins­
titucionales concernientes a la infancia anormal definen el internado como
la institución ideal.
.,
2 º Dr. Heuyer, Lefon inaugura/e du cours annexe de neurópsychilltrit1 infanti­
/e, Patronage de l 'enfance e t facu l té de medicine de París, 1 926.
Francine Mue/
1 32

rios a no ser que tengan fortuna personal " ; de 1 50.000 maestros los
2/3 están "en una estrechez vecina de la miseria", y para 1 50 plazas
en París hay 1 5.000 sol i citudes. Si no se toman medidas, estas
categorías sociales se convertirán en "almas i ncli nadas al servi l ismo
o a la rebel ión (. . . ); estado ma yor revolucionario y anarquista . "
Este artículo d e u n a revista d e derechas e s signif icativo, pese a sus
excesos, del desequ i l ibrio que caracteriza al mercado de trabajo.
Los futuros especial i stas del campo médico-pedagógico van a ser
reclutados de entre estos grupos profesionales.
La creación de u n " mercado de la i nfancia" que se desarrolla en
los campos médicos, jur ídicos y escolares, y muy pronto en un
campo nuevo que debe su especificidad a la relación que establece
con el sistema escolar ( escuela pri mar ia, gratuita, obligator ia y lai­
ca) . e l campo médico - pedagógico converge con los i ntereses econó­
m i.cos de estos grupos sociales en ascensión2 1 . Se trata de los co­
m ienzos de un proceso de institucional ización, en el que la def i n ición
de u n mercado va a la par de la constitución de u n corpus científ ico y
de taxonom ías (en competencia con la nosograf ía psiquiátrica ) ; la
obl igación para ciertos agentes sociales es encontrar una especifici­
dád que manifieste def i n i r casi di rectamente las categorías de n iños
que se derivan de el la. A veces existe una confusión total entre un
discurso corporativista y un discurso pseudocientífico de carácter
nosográfico, especial mente con ocasión de las contradictorias discu ­
siones entre médicos, psicólogos y educadores2 2 • A. B i net, cr iti­
cando la distinción administrativa entre "anormales médicos" y
"anormales pedagógicos", dice : "Serla prPferible evitar el equ ivoco
del tér m ino médico y decir s i mplemente '" umales de hospicio y
anormales de escuela para mostrar claramente la diferencia de sus
destinos"2 3 . "Gracias a estad ísticas parciales ( . .. ) se puede for­
mular esta regla que además suscr i be el sentido comú n : la uti l i za­
ción social de un sujeto cualquiera está en razón i nversa a su grado
de retraso, y se puede determi n ar a partir de ella la 1 ínea fronteriza

2 1 Acerca de la creación de instituciones jud iciales encargadas espec i a l mente


de la in fancia, recuérdese l o dicho acerca del Patronato de la i n f an ci a.
2 2 Una primera aproxi mación de los rasgos sociológicos carac terísticos de
estos grupos tiende a mostrar que se trata de "marginados " . es decir, cuyo
capital económico es inferior a l cap ital cultural, o a l a inversa, y pol ít i ca·
mente l i berales, i n cluso a veées "de izquierdas". cuyas motivaciones profe­
sionales se e x presan de forma privilegiada en e l lenguaje de la vocación y del
bien público. Estas características de los productores de un n uevo campo
"cien t í f ico " , marginal también él, reenvían al modelo teórico propuesto por
G . E . Lens k i , "Status cristallizatio n " . American Sociologícal Review, vol . 19
núm. 1 , 1 954.

23 A . B i net e t Th. S 1 mon, op. c.


La escuela obligatoria
1 33

entre los anorma les de hospicio y los anormales de escuela "2 4 . '

Los futuros psicólogos se convertirán en los especia listas del traza­


do de esta frontera. Los médicos por su parte proponen distincio­
nes del mismo tipo para diferenciar su campo de acción del de l os
psiquiatras afi rmando la necesidad de las competencias médicas.
"l Oué puede en la actualidad el educador ante este estado de
cosas? Nada. A él corresponde hacer la distinción médica entre el
anormal que no puede permanecer en la escuela y el escolar turbu­
lento pero sin sombra de enfermedad que no es más que un vulgar
perezoso o un simple indisciplinado ( . .. ). I ncluso los al ienistas ( . .. ) a
medida que uno se aleja de los trastornos profundos y se aproxima
a anomal las más ligeras, hacen descripciones cada vez más vagas
( . . . ). de tal forma que l legados a los escolares menta l mente anorma­
les, situados algunos escalones antes que los normales, no se en­
cuentran casi caracteres distintos entre unos y otros"2 5 • E l
tema d e " l a anomal ía transitoria", les permite labrarse u n mercado
distinto del de los alienistas y del de los pedagogos, justificando al
m ismo tiempo la garant ía i rremplazable que aporta la ciencia médi­
ca. N o obstante ciertos médicos quedan perplejos ante la lectura de
las distinciones hechas por Binet y Simón: " N o veo muy claro el
momento preciso en el que comienza la acción del psicólogo, sobre­
viene el deber del pedagogo, o, termina el exáinen estricto del
médi co; veo muy bien por el contrario que los bordes del territorio
atribuido a cada uno de el los no están claramente del i mitados"
; " . E 1 anorma 1 de escuela no debe de estar de todos modos demasia­
do loco, debe sin embargo estarlo suficientemente para ser local i za­
do a través de una acción médica encaminada a detectar la enferm�
dad oculta: algunos hablan i ncluso de "subnormales".

La escuela para todos no es la escuela de todos

A mediados del siglo X I X , V. Dupuy cuenta entre el número de


las razones del fracaso de las reformas de la escuela primaria el
miedo de los padres ante la "promiscuidad•' y el "contagio". En su
competitividad con la escuela rel igiosa, la escuela primaria laica
encuentra que debe prevenirse y desea que la opinión pública tenga
de ella una i magen l impia y sana. En respuesta a un colega q1,1e se

24 V . Vaney , " Les classes pour enfants arriérés". Bul/etin spécial de la Socie·
·
té d'étude psychologique de l 'enfant, 1 9 1 1 .
25 �
G. P ul-Boncour et J . P hil ippe, op. c .

26 R . Cruchet, Les arriérés seo/aires, monografías cl í n icas: l as n uesvas cues­


'
t i ones en medicina, cirugía, biología, París, M asson , 1 908.
Francine Mue/
1 34

extraña de verla pedir "clases especiales", una inspectora de ense­


ñanza pri maria responde irónicamente: " Estos pobres pequeños
que no pedirían más que ser bien tratados" son muchachas de 1 0 a
1 2 años que l legan a la escuela con la cabeza con piojos . La maes­
tra das enviará a su casa? Los. padres están en la fábrica . Las pone
aparte y en el pri mer momento l ibre las hace peinar a fondo; la
niña no se sienta en su sitio hasta que no está perfectamente l i mpia
(. .. ). Si es una escuela aneja todavía mejor: l ser ía preferi ble que
fuese una escuela pseudola ica?2 7 . Un proyecto de "escuela ane­
ja" ci rcul a en la época y prevé aislar a los n i ñ os más l i mpios de la
clase con objeto de que no sean contaminados por las maneras, el
lenguaje y l os parásitos de los "apaches" . Es en cierto modo el
homólogo de la escuela de perfeccionamiem0 pero en el otro extre­
mo de la esca la . 2 8
E n el 1 1 1 Congreso de la Liga francesa de la enseñanza, en 1 883,
los éongresistas formu lan su voto de que la ley de la obligación
escolar no pueda ser boicoteada (por los padres que pretenden
ilegal mente instruir a sus hijos en casa ) ; en 1 896, en el XVI Congre­
so, u na comisión de niños anormales se preocupa de la suerte de los
sor gomudos y ciegos; en 1 900, en el X I X Congreso, el qui nto voto es
_ que se asegure "la i nstrucción obl igatoria a l os n i ños anormales".
Fueron necesarios unos qui nce años para que la escuela primaria
produjese desechos cuya exclusión formará parte constitutiva de la
elaboración de u n nuevo aparato : el médico-pedagógico.2 9 .
Los enseñantes y los médicos son expl ícitos cuando se refieren a
que la bbl igación esco lar es la que designa a los "anormales. " La ley
del 28 de marzo de 1 882 sobre l a obli gación escolar no establece
ni nguna div isión entre los niños. Deben instrui rse todos. La escue­
la públ ica ( . . . ) no puede plegarse a las exigencias individuales"
30 ." M ientras la i nstrucción no fue obl igatoria, estos refractar ios o
i ncapaces pasaban desapercibidos : se expu lsaba a los indiscipl i n a­
dos; se relegaba a los retrasados; se ignoraba a los vagabundos. Pero
en la actual idad ya no puede ser lo mismo : todo refracta rio, por las
buenas o por las malas, ha de ser conducido a la escuela, en ella se
encuentra mal, la escuela ord i naria no ha sido hecha para los escala-

27 M. Berthet, "Sele c t i on e t démocratie", separata sin indicaciones, 1 905.

2 11 De la escala de B i net y S1mon .


2 9 En 1 929, será depositado en el Senado un proyecto de Ley por P. Strauss,
f i l án tropo y promotor <.iel mov i miento que den uncia ahora la "no-obl igación
de la ley de 1 909" , la creación de clases y de internados de perfecciona­
m iento habían sido dejados a la voluntad de los municipios.

30 V. Vaney , O p . c. ( V aney , d i rector de escuela primaria en París es un o de


los discípulos de B inet al que presta sus al umnos para las pri meras e x perien­
cias psicométricas) .
La escuela obligatoria
1 35

res de su especie"3 1 • Para resolver el problema p ianteado por


este "tipo de esco lar", la Sociedad Pedagógica de los directores y
directoras de las escuelas públicas de París crea espontáneamente
en 1 904 u na comisión para la construcción de escuelas especiales
para niños anormales e i nd i sciplinados; sus trabajos concluyen pi­
diendo la creación de "escuelas para retrasados" y de "escuelas de
moral ización" .
La escuela no puede continuar siendo "escuela para todos" sino
es al precio de no ser l a escuela de todos. En la sociedad de la época
aparece muy pronto que, la igualdad ante la escuela, es decir ante la
instrucción, que se manifiesta a grandes voces como la verdad de la
escuela, cuando se confronta con la realidad socio-económica de la
miseria mayor -la que se ve en los cuerpos y se oye en la pobreza
del lenguaje- no puede continuar siendo verdad si no es con la
condición de clasificar con la lógica de otro sistema ( médicopsico­
lógico) a aquellos a los que la escuela no puede tolerar "3 2 • " E l
malentendido q u e dificulta la comunicación pedagógica no será
tolerable hasta que la escuela no sea capaz de eli minar a los que no
cumplen sus ex igencias impl ícítas ( . . . ) "3 3 .
Son los mi smos maestros de la escuela públ ica , después de la
creación en 1 909 de un d iploma especial , el certi ficado de aptitud
para la enseñanza de anormales, los que proporcionarán el personal
de encuadramiento de las clases especiales. Si se observa la l ista de
miembros de la Sociedad l ibre para el estudio psicológico del niño
, n 1 900, se encuentran 84 maestros, 46 ái rectores y d irectoras de
escuelas pri marias, 38 profesores de escuela norma l , 23 i nspectores
de enseñanza pri maria, es decir, 1 90 funcionarios de la enseñanza
primaria púb l ica sobre los 250 miembros que componen d icha So­
ciedad.

31 G . Pau l ·Boncour e t J. Ph 1 1 i ppe , op. c.

32 Para u na comparación con la enseñanza reservada a los n i ños ind ígenas de


las colon i as podemos hacer notar que la escuela pr ima r i a en las colon i as , al
menos e11 los d i scursos que mant iene acerca de las mejores f o rmas de ense­
ñanza que deben ponerse en práctica en provecho de los i n d ígenas, la pol í t i ·
ca colonial laica insiste e n la distinción q u e debe hacerse " a priori" entre
"las con d iciones mentales de los i n d ígenas) ( V e r , Le Bul/etin fr la Mission
Jaique franr;:aise, revista de l a enseñanza co lon ial , 1 903- 1 9 1 7 ) . A s í "los mé­
todos franceses" -·abstracción que corresponde a la "i nteligencia verbal " de
Binet y Simon-· deben reservarse a los indígenas "ya suficientemente infor·
mados" de Madagascar y de I ndochina, teniendo siempre en cue n t a l a preo­
cupación de no formar un n ú me ro grande de func ionar i os y de "i n ú t i les " ,
mien tras q u e para e l ne gro d e l C ongo o d e Dahomey se tr ata de s er "t u t e ·
r e s en e l más ampl i o sen t ido d e l nombre " , es dec i r , de d i spensarles una
formación profesional - trabajo de la madera y �el hierro. enseñanza agrí·
cola-. Se puede plantear l a hipót&Sis d e que las elecciones pedagógicas hechas
Francine Mue/
1 36

El inestable: categoría nosográfica

El sistema de clasificación de los n iños anormales (nosografía)


se preocupó hasta la reforma únicamente de la enseñanza de los
"anormales de ma nicomio" ( " idiotas e i mbéci les") . El d iscurso cien­
tífico méd ico - pedagógico retoma las categor ías psiquiátricas de los
grandes antepasados3 4 -trastornos profundos-, a las que añade sim­
plemente dos nuevas categor ías -trastornos menos profundos- los
"retrasados" y los " inestables", puras o combinadas entre s í3 5 ,
refiriéndose as í a una - ciencia constituida que le sirve de punto de
partida. El médico de los escolares retoma incluso por su cuenta las
fórmulas administrativas de la ley sobre los alienados: "son en
efecto n iños que no pueden estar en la escuela sin peligro para e l l os
mismos y para los otros escolares normales "3 6 . La ciencia médi­
co- pedagógica elabora un discurso erudito que contribuye a retor·
zar "la aptitud de la Escuela para hacer creer en el carácter natural
de las aptitudes y de las inaptitudes"; y aqu í se sitúa q uizá lo que
Binet definió como "el tesoro de los métodos exactos". Sin embar·
go, tratándose en este momento de un proceso de institucional i za·
ción en curso, el discurso cient ífico no ha adquirido todav ía esa
óÍ>acidad que censura eficazmente la cuestión de la pertenencia de
clase y de las relaciones de producción. En las descripciones del
retrasado y del i nestable se pueden descubrir, a nivel de las i máge·
nes empleadas, del vocabulario y de las figuras estil lsticas, toda una
j
i mag ner ía social de las relaciones entre las clases. Nos referimos

en función de las colonias nos in forman de la estructura de la enseñanza


puesta en práctica en Francia en ese mismo momento. "Lejos de multiplicar
los establecimientos de instrucción secundaria es en la enseñanza primaria,
Y más concretamente en la primaria rejuvenecida y reforzada, donde hay que
buscar la fuente de l progreso democrático, es decir, de una concepción del
esfuerzo individual conforme a las necesidades de nuestra moderna sociedad"
(mano de obra) . Por otra parte los maestros y maestras "no han sido siempre
incluso en F rancia misioneros laicos" ( B ulletin de la Mission laique frani;:aise,
enero 1 907 1 . El curso de filosoffa dedicado a los enseñantes que iban a las
colonias -"Los factores generales de la vida psíqu ica, su vairedad según l as
razas y los individuos"- impartido por M . Malr;�1rt, profesor d e filoso f ía en
el instituto Louis·le-Grand, miembro de la co miso · .. de 1904 sobre la infan·
cia "anormal", que, en una serie de cursos dados en la Escuela de altos es­
tudios sociales -"La moral en la escuela"- justif ica desde 1 90 1 la creación
de i n ternados de perfeccionamiento para los "retrasados" y los "i nestables " .
Mientras que a la escuela primaria de A rgelia se opone u n a escuela ideal : la
de la metrópo l i , la enseñanza reservada a los ind ígenas tal como se la describe
recuerda directamente la de las "clases especiales" francesas: " . . . muy elemen·
tal, utilitaria y práct1�a. profesional s i es posible. La pedagogía ha ent rado en
lo concreto, lo real , 1 0 pró ximo, se ha hecho simple con los simples" . (Bu/le·
tin de la Mission laiqt1e fran(:ail8 , diciembre 1 9071 .
La escuela obligatoria
1 37

concretamente a l as ori entaciones dadas a la investigación poi E


Benveniste : "Siguiendo esta comparación (entre el "lenguaje" par­
ticular descubierto por el psicoanál isis -simbolismo del inconscien­
te y s intax i s cuya d i mensión es la sucesión- y el lenguaje) se esta­
r ía en v i'as de encontrar comparaciones fecundas entre el simbol ismo
del inconsciente y ciertos procedimientos t ípicos de la subjetividad
manifestados en el discurso. Se puede precisar a n ivel del lenguaje:
se trata de procedi mientos estil ísticos del d iscurso ( ... ). El i ncons·
ciente uti l iza una verdadera "retórica" que, como el esti lo, tiene
sus figuras ( . . . ) en donde se encuentran de una parte y de otra
todos l os proced im ientos de la sustitución engend rados por el tabú :
el eufenismo , la alusión, l a antifrase, etc . " 3 7 .
Los inestables son niños que " no están en su sitio", q ue " no
pueden coordi nar sus movimientos " , n i "controlar sus instintos",
sujetos a "cóleras i nexplicables " , brutales, extremadamente violen ­
tas, que man i f iestan "impulsos i ngobernables " . De este modo uno
se pregunta acerca de la responsabi l idad de "este h ijo de alcohól ico
de una docena de años, q ue, a causa de una l igera observación, se
abalanza con el cuch i l l o levantado hacia su amante " 3 8 . El cuerpo
médico l lega i ncl uso a hablar de "desvergüenza muscu lar" y propo­
ne teorías con carácter etiológ ico del tipo siguiente : " Las glándu las
de secreción i nterna l esi onadas o agotadas no pueden hacer el papel
de reguladores de la economía, no distri buyen (proveedores vigilan­
tes en u n sujeto sano) los a l i mentos necesarios para cada órgano y
cada cél u la. E l equ i l ibrio �· ital se encuentra roto ya que los i nter·
cambios no son normales". Al funcionar mal su sistema nervioso
estos niños convertidos en adul tl:s "au mentarán el número de los
inúti les, perdidos, alcohól icos, invertidos, legionarios de Africa,

33 P. Boudieu et J .C . Passe ron , La reproduction , Par ís , E d . d e M i n u 1 t , 1 9 70,


p. 1 25, 1 28, 1 29 . (Traducción, castellano, E d . Laia).
34l tard, Esqu i r o l , Ferrus, F al re t , Voi s in , Segu1n y sobre todo B o u rnev i l l e ,
médico en tonces d e B i ce tre , el m á s pre s t igioso promotor d e las clases espe ·
ciales.

35 L a combinación adquiere a veces d i me n s iones de alq u i m i a y se l lega d


h ablar de "anormal" "no retrasado" y "tranq u i l o " (no ines table ) . D r . E .
Régis, " Les classes d 'anormaux a Bordeaux " . Revue philaothrop1que, 1 909.

36 G . Paul-Boncour e t J . Ph i l i ppe, op. c.

37 E . Benven i s te . " R emarques sur l a fonct1on du 1 angage <J an s I d oécouve1 -


te freudienne". Problemes de linguistique générale': 1 966, p. 86 -8 7 .

38 M . Nerthet, " Les dégén e 1 és dans les écoles pri maires", separata.
Francine Mue/
1 38

prostitutas, crimi nales y locos"3 9 . E l inestable es un "nómada


que pasa por distintas escuelas"4 0 • Y, de forma más sut i l , la
inestabi l idad se convierte en la nota dominante del estado psíqui­
co: la atención, "esa voluntad intelectua l " es nula en los anormales,
y "es al precio de m il dificu ltades que se llega a f ijar su espíritu y
sólo por un instante". I nestable, su voluntad es también "cera blan·
da" y sólo los procedi mientos médico-pedagógicos serán "capaces
de estabil izar la"4 1 .
Se puede plantear la hipótesis de si la categoría de los "inesta·
bles" no reenvía a la ·categor ía socio-económica descrita por Louis
Cheval ier4 2 : "la población de los cuchitriles", ejemplar de esta
población de obreros i nmigrados a París, en una media de 20.000
por año entre 1 83 1 y 1 846. Se trata de una población de obreros
nómadas, i nestables, mal localizados. " La cuarta parte de París no
sabe con seguridad la v íspera si sus trabajos le permitirán subsistir
a'I d ía siguiente"4 3 . Estos obreros nómadas sin domicil io fijo,
viv iendo en concub i nato, constituyen el tipo de lo q ue, en este
momento, se describe como las clases peligrosas de la población de
las grandes ciudades. "Cuando ellos ( l os inestables) pertenecen a la
í:lase obrera, sus niños proporcionan los mejores contingentes al
ejército de los vagabundos, corredores de talleres y habituales de
los caminos famosos: perpetuos nostálgicos, siempre a la búsqueda
de un trabajo distinto del que se les prP�enta, de cualquier trabajo
con tal que no sea el que hacen, que no .-_" Jieren ni pueden conti·
nuar haciendo"4 4 . Las instituciones de perfeccionamiento son las
inst ituciones de la ciudad : i ncluso si se desean o si se i nstalan en el
campo su reclutamiento es puramente urbano, la i nstitución méd i­
co - pedagógica es lo contrario de la ca lle .

Los niños de las "clases especiales"

Los futuros �lllmnos de las clases y de los internados de perfec­


cionamiento son, en este momento histórico, reclutados exclusiva­
mente de las escuelas públicas de las grandes ciudades -principal·

39 Dr. R . D upuy. artículo aparecido en L 'enfance anormale , enero-marzo


1 9 1 2 , y retomado en Le Journal (el subrayado es m ío ) .
40
A. B inet et T h . Sirnon, op . c.

41 G . Paul·Boncour et J . Philippe, op . c .

42 L. Cheva lier, Classes laborieuses e t classes dangereuses a París pendant


la premiére moitié du XIX siiJcle. París, Pi on 1 958. (De próxima publ icación
,

en Ed. de La Piqueta) .

43 Mercier citado por L. Chevalier, op. c.

_ 44 G. Paul-�oncour et J. Philippe, op . c .
La escuela obligatoria
1 39

mente de París, Lyon y Burdeos- i mplantadas en l os barrios popu­


lares. " En los distritos de la periferia los retrasados existir ían en
n ú mero suficiente como para crear en cada distrito una escuela de
n iños y otra de n i ñas. En los distritos del centro, en los que la
población vive con más holgu ra y donde el alcoholismo es menor
as í como en l os lugares donde los anormales son menos numerosos,
la escuela podrá ser mixta"4 5 . Antes de que fuese votada la ley
de 1 909 se abren en París varias escuelas : así la escuela de la cal l e
Lecomte, "situada en un barrio bastante poblado. asisten a e l la en
gran parte pequeños empl eados y obreros"4 6 . E n B urdeos los
resul tados del censo de anormales de las escuelas públ icas se estu·
dian poniéndolos en relación con un plano de la ciudad para deter·
m inar si existe una relación entre la proporción de anormales y la
naturaleza de los barrios correspondientes. El autor, que contesta
negativamente en lo que respecta a los niños, dice en lo concernien·
te a las n iñas: " Las proporciones elevadas corresponden con bas­
tante exactitud a l os barrios de nuestra ciudad habitados por una
población que ignora la higiene, se entrega cada vez más al alcoho·
l ismo y en la que se ceba cruel mente la tuberculosis. El barrio de
La Bastide, en el que se propaga especialmente el alcoholismo fe·
menino, posee dos escuelas de n iñas cuya media de anormale� supe·
ra en las dos la proporción del 1 1 o/o . Se puede señalar que los
resultados de la encuesta, en función de las caracter ísticas s o c i o ·
e_conómicas de las poblaciones de los diferentes barrios , son exac­
tamente los m ismos para l os n i ñ os que para las niñas.
Un maestro de clase de perfeccionam iento de Burdeos resume
en un art ículo4 8 las observaciones que ha hecho sobre la s i tua·
ción social de l as famil ias a l as que pertenecen los n i ños de su clase
(desde 1 9 1 9 a 1 922) , confi rmando as í los resultados del D r . Abadie
acerca de las n iñas. Cada 28 n iños, existen 1 8 "padres alcohól icos",
1 O madres " nerviosas i nquietantes" , 7 alcohó l icas y 3 "vic iosas".
Todos los padres, salvo dos, ejercen u n trabajo manual : jornaleros,
curtidores, carpi nteros, cargadores de mue l l es, fogoneros, etc. Siete

45
I n forme de la Comisión especial para l a creación de escuelas para los
niños anormales. Buletin de la Société pédagogique des direcceurs e t di·
rectrices d 'éco/es publiques de París.
4 6 G. Baguer, com u n i cación al 1 1 Congreso de educación social , Bordeau x ,
1 90 7 .
47 D r . V . Abad i e . " R ecensement d e s enfants anormaux d e s écoles publiques
de gan;ons de la v i l l e de Bordeau x " . Annales de l 'A lliance d'h vgiene socia/e,
6, 1907; R ecensement des enfants anormaux des écoles publiques de tilles,
Bordeau x , imprim iere de l'avenir d e l a m u tu a l i té, '1.908.
48 Lacoste. "Observation d 'u n e classe d'anormau x " . Revue pédagogique,
1 92 2 .
Francine Mue/
1 40

de ellos tienen trabajo fijo, "los otros cambian constantemente de


oficio, i nconstantes, inexactos o perezosos, corren de puesto en
puesto hostigados por el paro y la miseria ( ... ) l a mayor parte son
descarados, ofensivos". 1 5 madres son jornaleras y 7 obreras de
taller, "con el color del holl ín, andrajosas, audaces, marchitas, con
los rasgos duros", lo que permite decir al autor, subrayando la
necesidad de l a presencia materna en la casa : "en las clases inferio·
res que nos ocupan, ex iste un factor de depravación que se descui­
da demasiado, la cal le". Los a l ojamientos � 0 " pequeños y malsanos,
situados en los barrios bajos en donde el ag"',,j de las mareas penetra
en las casas; después de visitar algu nas de estas celdas modernas nos
hemos encontrado sorprendidos echando en falta las cabañas de
antes, que al menos estaban mejor ai readas". En catorce de estas
famil ias hay hambre y "algunos niños están realmente muertos-de·
hambre; dos de ellos han adquirido la costumbre de rebuscar en los
�lderos de la basura donde descubren huesos todavía cubiertos de
carne". Las descripciones son las mismas respecto a las primeras
clases especiales: " El Dr. Jacquin ipsiste con razón en un hecho que
han subrayado todos los que hasta ahora se han ocupado de l os
lJlormales ps íquicos de las escuelas, a saber, la insuficiencia de
a l imentación en sus fami l ias" 4 9 .
E l tratamiento aplicado a los niños se compone principal mente
de un suplemento para la cantina escolar, de unos zuecos en invier·
no y unas zapati l las en verano, de un mandi lón de trabajo, de dos
duc�as por semana, de ejercicios de flexibil idad y de aceite de
bacalao. Delante de estos niños que son en sus cuerpos los represen·
tantes de la miseria social, los maestros de las clases especiales
acometen un trabajo civil izador que recuerda sin duda al de los
misioneros en las colonias. Los niños leen mal y lentamente, flojos
en lengua francesa, "se expresan mal; el maestro se esforzará por
rectificar su lenguaje y por desbancar las expresiones barriobajeras
·para las que presentan excesivas aptitudPs" . El maestro les hace
reducir sus gastos, reparte con ellos su comida cuando no tienen
bastante y describe " l os extraordinarios juegos de los niños: luchar,
revolcarse por el suelo, poner la zancadilla a un niño que corre".
Si el tratamiento moral no conduce a resultados inmediatos es

debido a que "los n iños carecen del saber v ivir más elemental " .
La empresa no se realiza sin encontrar obstáculos y en ciertos
barrios las clases adquieren la reputación de "clases de idiotas".
Son los directores y l os maestros especializados los que promueven
campañas de información sobre " la necesidad de enseñar indivi·

49 Dr. E. Rég art. cit.


is,
so Descripción hecha por un maestro del fun cionamiento de dos clases de
perfeccionamiento de Tours, L 'enfance anormale, 1 9 1 2 .
La escuela obligatoria
141

dualmente a los n i ños e n retraso" y l a d e "vigilar a los alborotado·


res". Ciertas famil ias no entran en el juego: "señor, mi hijo no es
idiota"; "señor, yo no enviaré nunca a mi h ijo a sus escuelas de
1
apaches" 5 •

El retrasado : categoría nosográfica

El "retrasado i ntelectual" cuya ignorancia depende de un retra­


so mental, no debe ser confundido, d icen l os médicos, con el igno­
rante por mala voluntad o por absentismo escolar. Las def inic iones
continúan s i n embargo siendo i mprecisas. " Escolar cuyas facu ltades
inte lectuales, consideradas en su conjunto, existen, pero están re­
trasadas notablemente por debajo de las de un niño de la misma
edad " 52 • " Bajo la denomi nación general de retrasados, compren·
demos a los n i ños afectados e n d iferentes grados de i nferior idad o
de deficencia i ntelectual, desde el id i ota vegetativo al simple déb i l
q u e limita co n e l n i ño normal m u y poco dotado ( . . . ) s e trata del re­
trasado s i mple que no hace n unca progresos en la escuela, el holga­
zán, e l fruto seco " 5 3 .
De todas formas, si este escolar "retrasado" constituye un caso
para los especi a l i stas, a d iferencia del perezoso s imple o del ignoran­
te banal, es debido a que despliega u na actividad cerebral orientada
de forma distinta a la del normal. Todas las funciones mentales
existen en él, pero algunas están como atrofiadas, son "groseras"
según la expresión de Vaney: y estas son especialmente la abstrae·
ción y el sentido estético, y más generalmente "la i ntel igencia ver·
bal", la i nteligencia sensorial " 5 4 , que constituyen el registro en
el que se manifiestan las "aptitudes especiales" de los retrasados.
Poned al débil en presencia de un trabajo que le interese, que hable
a sus órganos de los sentidos y que sea concreto, s i este trabajo no
es demasiado d i f ícil , l o rea l izará convenientemente. Pero si la ope­
ración i mpl ica palabras, frases, redacción, en una palabra ideas abs·
tractas formuladas a través del lenguaje, el débi l muestra i nmediata­
mente que en esto es i n ferior. La abstracción y todos los otros
trabajos i ntelectuales en los que la l lave es la abstracción, son para
él un domi nio i naccesible. N uestras pruebas constituyen u na de·

51 I n forme de la campaña de e x p l i cación real i zada en Tours en el bar rio de


la F uy e , L 'enfance anormale, 1 9 1 2 .

52 Bournev i l le , i n Brou ardel et G i l bert, Traité de médicine, Par i s , 1 90 2 .

53 D r . Jacqui n , " D e l ' assistance et de la éducat1on des en f an t s arriérés.


Rapport au 11/· e Congrtis d 'assistance publique et de bien faisance privée.

Bourdeau x , 1 903.

54 A . B i net et T h . S 1 m o n , op. c .
Francine Mue/
1 42

.mostración precisa de lo que nos habían hecho presentir los maes­


tros" 5 5 .
Así pues, est95 n iños son buenos en gimnasia, en costura, en
esaitura, en d ibujo y en trabajos manuales. Cuando, más raramente,
son bril l antes en cá lculo, su dominio de los números sigue siendo
superficial : (.. .) " los "dismi n u fdos" poseen algunas facultades bri l lan·
tes en apariencia (memoria de cifras por ejemplo), pero se trata de
una memoria mecánica que funciona como una. máquina de calcu­
lar" 5 6 . Mecánica y tan poco enraizada en las profundidades de
su personal idad como su moral o su urbanidad "de superficie", es-.1
su forma de leer: repiten "como l oros" o aprenden "de memoria".
Binet resume todas estas observaciones diciendo: "nunca u n niño
fuerte en redacción, podemos decir generalizando, será u n retrasa·
do, por muy flojo que esté en el resto de sus estudios " 5 7 •
, Estas apreciaciones acerca de la naturaleza de las capacidades y
de las carencias i ntelectuales de los retrasados nos informan sobre
la jerarqu ía de las materias enseñadas (la redacción francesa es la
materia más noble, y aprender de memoria es la manera menos
noble de aprender). mientras que al mismo tiempo se niega la rela­
ción existente entre su aprendizaje y el origen social de los n i­
ños. 58 .
La clasificación de los especial istas del dominio médico-pedagó·
gico converge pues con la de la escutfla, reforzando, mediante la
aportación de un aparato científico de medición, la ideología de los
dones naturales. Los retrasados así diagnosticados, si bien no que­
dan excluidos de la obligación escolar, no podrán adquirir una
i nstrucción en la medida en que algunos sólo preven para ellos una
media hora de clase diaria. La mayor pa: del tiempo lo dedicarán
.··

al aprendizaje profesional, a las lecciones -, ejercicios prácticos de


economla doméstica y a las "lecciones prácticas" 5 9 , referentes a
la vida cotidiana: comportarse adecuadamente en la mesa, saber
distinguir las diferentes piezas del mobil iario, l impiar sus zapatos,
sel lar una carta, ordenar la ropa en e• armario, entender el plano del
metro, etc. A partir de ahora, civilizados, l os futuros trabajadores
podrán vivir en la ciudad sin peligro.

55 La comisión de directores de escuelas públicas de París habla i ncl uso de


la necesidad de una enseñanza "sobre todo sensori al" para estos n i ños.

56 G. Paul-Boncour e t J. Philippe , op . c.
57 A . B inet et T h . Simon, op. c.

5 8 P. Bourdieu e t J .C . Passeron , op. c., p . 1 99.


5 9 V . Vaney. op. c.
G E N ESIS Y AMB I G U E DADES D E LA NOCION D E L
S ECTO R E N PSI OU I AT R I A ( * )

Robert CASTEL

La " poi ítica de sectori zación" designa la reorganización en con·


junto de la pol ítica de la salud mental en Francia. Se trataba de
romper con el aislamiento manicomial reinscribiendo los servicios
psiquiátricos en la comunidad en función de la decisión del ala
progresista del cuerpo de médicos de l os hospitales psiquiátricos.
l Oue ocurre cuando, com o resulta ser el caso, una utopía méd i·
ca es retomada por el poder poi ítico para converti rse en organ iza·
ción admi n istrativa oficial ? Una parte i m portante de las d if iculta­
des encontradas actua l me nte en la implantación de nuevos d isposi·
tivos psiquiátricos parece en efecto expresar la ambigüedad prese n·
te desde el comienzo en la noción de sector, producto simu ltáneo
de tendencias tecnicistas y el itistas de algunos profesionales y de 1a
preocupación por i ntegrar en la problemática de la salud mental los
i ntereses - no solamente médicos- de las poblaciones concern idas.
Este trabajo pretende ú nicamente servir de introducción (o de
contexto) para u na discusión comparativa. El problema que qu iero
plantear, formulado en términos muy generales, es el siguiente :
lCómo dar cuenta de la simultaneidad de las medidas impuestas
al rededor de l os años 60 en contextos socio·pol íticos aparentemen·
te diferentes para redefinir la poi ítica de la sa lud mental en los
países industrializados (as í el Mental Act en 1 959 en I nglaterra, la
circular sobre la sectorización en 1 960 en F rancia, la Community
Mental Health Centers Act en 1 963 en Estados Unidos ) ? Una

( •) Texto publicado e n la R ev . Sociologie du Travail. Núm. 1 , enero·marzo


1975, pp . 57. 7 7 .

- 1 43 -
Robert Castel
1 44

coincidencia tal es tanto más significativa cuanto que reproduce


anulándolo, el consenso de la pri mera m itad del siglo X I X, cuando
el manicomio fue instituido como espacio social dedicado a los
l ocos y el aislamiento se convirtió e n la llave maestra de la terapéu­
tica. Todo ocurre como si ciento cincuenta años más tarde la "total
institutión" quedase superada y surgiese un nuevo acuerdo general
para buscar la solución médica y social del problema de la locura en
un desencierro generalizado que reanudaría los lazos entre la inter­
vención terapéutica y la vida comunitaria. Si tal es el proceso, u n o
d e los principales problemas que se l e plantea a u n a sociolog ía de la
medicina mental consiste en definir l a nueva conf iguración que se
i nstaura en la actua lidad as( como desentrañar las f u nciones
sociales que asume o que está d ispuesta a asumir.
Este cambio masivo recubre s i n emi:;¡,,. -'O u n cierto número de
ar;itagonismos concretos, de contradicciont?li internas, de luchas en­
tre intereses divergentes. Los tres textos legislativos señalados san­
ciona n por una parte e impulsan por otra u na compleja evolución
constatable a distintos n ivel es :
- U n desplazamiento institucional d e l hospital psiquiátrico, an­
tiguo l ugar cuasi-exclusivo del ejercicio de l a actividad terapéutica,
hacia instituciones más flexibles, más diversi ficadas, más ági l es y e n
más estrecha relación c o n l a v i d a soci a l .
- U na transformación d e la estructura de las profesiones psi­
quiítricas mediante u na autonomización relativa o la creación de
nuevos papeles profesionales y paraprofesionales que i mplican nue­
vas relaciones de poder y como consecuencia nuevos conf lictos de
poder.
- A nivel demográfico, una modificación de la estructura de las
poblaciones a cargo de la psiquiatr ía. En el paso del manicom io
trad icional al " sector" o a la "comunidad", se observa e n efecto no
solamente u n cambio en los cuadros sintomatológicos (por ejemplo
la relación de las psicosis graves se desplaza a los casos que presen­
tan una sintomatología más l igera) , sino también en las caracter lsti­
cas sociales, culturales, demográficas, fami l iares de los pacientes
(por ejemplo la relación rurales-urbanos se modifica al igual que la
proporción relativa de las clases i nferiores y de las clases medias, de
los aislados sociales y de los que viven en fami l ia, etc. ) . Lo que
cambia no es solamente el lugar de ejercicio de la actividad terapéu­
tica cuando ésta se "abre" al exterior; sino también su modo y
sobre todo el material humano sobre el que se ejerce al encargarse
de poblaciones en parte di ferentes de las anexionadas por el anti·
guo manicomio.
No basta con comparar a nivel general, escudándose en la apa·
rente objetividad de la estad ística, el número de camas por fracción
de habitantes, la duración media de las estancias, el movim iento de
sal idas, el número anual de actos terapéuticos, la proporción relati·
Génesis y ambigüedades
1 45

va de los princi pales diagnósticos, etc . ; estas cifras descontextua l i ·


zadas ofrecen, en el mejor d e los casos, un cierto n úmero d e indica­
ciones -dudosas en muchos casos si nos atenemos a las condiciones
concretas en las que han sido recogidas- para situar un n ivel de
ampl itud a partir del cual se plantea el problema de las analog ías y
de las diferencias. Un análisis comparativo, fundado soc iológica­
mente, debería estudiar de forma espec ífica, en cada situación na­
cional, cada una de las series que he enumerado anteriormente,
además de otras. Pero debería también situar estas 1 íneas en el
contexto h istórico y social espec ífico que rige su articu lación. Da r
una perspectiva socio-histórica a los datos estad ísticos y objetivos
es a la vez el comienzo y el fi n de la i nvestigación. No puedo aqu í
dar el resultado de una investigación que se está desarroll ando,
puedo esbozar solamente cómo, en el caso de Francia, la evolución
reciente del sistema psi quiátrico reenvía a las condiciones espec ífi·
cas de u na herencia naciona l : un c ierto ti po de equi l i brio institucio­
nal previo, la vol untad pol ítica de grupos comprometidos en un
proceso de transformación, un contexto ideológico y teór ico mode·
lado por una larga trad ición. Para precisar un poco más, y puesto que
la noción de sectorización es la piedra angular de la actual pol ít ica
de la salud me ntal en F rancia, foómo se ha ido desgajando progres i·
vamente esta noción de la evo lución del sistema francés en los últi
mos treinta años?, la qué dificultades de la situación pretend ía dar
u na respuesta ?. ¿ qué objetivos nuevos planteaba?. ¿qué abigüe·
dades i m p licaba ? ¿Cua les son hoy los puntos cruciales en pugna del
proceso de su apl ic.ación?
N o se encontrarán aqu í más que jalones para un aná l is i s de este
tipo, y se supone que esta h istoria interpretat iva , centrada en el
papel de los profesionales que se constituyeron en agentes del cam­
bio, no es u na explicación sino una descripción esquemática del
perfil propio que adoptó la transformación del sistema f rancés. Mi
sospecha es, que, parti endo de estas configuraciones cualitat ivas
-para equ i l i brar I� man fa de las cifras que aplastan las diferencias
pretend iendo med irlas-, se l legará a desgajar el sistema de constan­
tes que son la razón objetiva de las "coincidencias" entre las poi íti­
cas de la salud mental de los países i ndustrializados que he puesto
de manifiesto al comienzo.

l. Los agentes del cambio

Primera cuestión : ¿ Qué grupo ha forj�o progresivamente la


idea de sector, en qué contexto, respondiendo a qué t i po de proble·
mas?
Robert Castel
1 46

Hasta la reciente reforma de 1 968, que st: hizo efectiva en 1 970,


la organización admin istrativa de la psiquiatr ía en Francia no esta­
ba unificada 1 Además de la diferencia entre una psiquiatría

pública y u na psiquiatría de ejercicio privado observable en todos


los pa íses de econom í a l i beral o semi l i beral, exist ía en Francia -y
existe aún u na psiquiatría, o más bien una neuropsiquiatría uni­
versitaria enseñada en las facultades de medicina (actualmente en los
C . H .U .) por profesores no necesariamente psiquiatras de forma­
ción, que dispone las más de las veces de un servicio de neuropsi­
quiatría en un hospital general de la ciudad en que se encuentra l a
facultad. Esta enseñanza casi exclusivamente teórica, se inpiraba
en la tradición médica de la neurobiología. Al final de los tres años
de estudio se obtenía un d i pl o ma de especialidad médica : el Certifi­
cado de Estudios Especiales en neuropsiquiatría. Por regla general
lo'S jóvenes médicos que segufa n esta f i l ia l u n iversitaria ejercfan la
neuropsiquiatr ía con clientela privada y rara vez iban al hospital
psiquiátrico, por e l que no hablan pasado durante su formación .
E l otro grupo profesional formaba parte d e l viejo "cuadro" d e
!Jlédicos jefes d e los hospitales psiquiátricos ("médicos-alienistas"
hasta 1 937 ) i nstituido a mediados del siglo X I X en tanto que pri­
mera modalidad de l a medicina pública en Francia. Esta especial i­
dad médica, dotada de u n estatuto asi milable al de los funcionarios;

Esta reforma de 1 968 ha modificado profundamente a l a vez l a forma­


ción y el estatuto de los psiquiatras. Constitu re la confirmación de la separa­
ción entre la neurología y la psiqu iatría. Para esta última d ispone una única
fil ial de formación , sancionada por 111 Certificado de Estudios Especiales de
Psiquiatría IC.E.S.I cuya preparación comienza al final de los estudios de me­
dicina general, dura cuatro años y qu iere hermanar la formación teórica y la
práctica (la mayor parte de los cursos estan en principio organizados en los
lugares de prácticas o de internado). Es al final de esta formación cuando el
especialista que opta por la psiquiatría pública puede pasar una oposición na­
cional el auistanat. Al final de una serie de años de función en tanto que asis­
tente , y después de ser adjunto de un jefe de sector, se pasa otra oposición
nacional basada esta vez en t ítulos y trabajos, el psychiatricat. Este le permi­
te convertirse en psiqui atra de los hospitales jefe de sector. Este título lo co­
loca a la altura de los m édicos de hospitales general• de segunda categoría.
Correlativamente, el salario de los psiquiatras jefes de sector ha prac.ticamen­
te doblado en relación al de los antiguos médicos -jefes de los hospitales psi­
quiátricos y ha alcanzado una tasa que si bien ' "1ferior en ganancias a las de
los médicos del sector privado es muy honorabk ,Jara el servicio público. La
primera consecuencia de esta reforma ha sido un crecimiento rápido del nú­
mero de psiquiatras Oa proporción de psiqu iatras en relación a la población
era relativamente debil en F rancia ya que hasta 1967 hab ía alrededor de 2.000
repartidos equitativamente poco más o menos entre el sector público y el pri­
vado; desde entonces el reclutamiento anual de los nuevos psiquiatras ha su­
perado al doble).
Génesis y ambigüedades
147

se hab ía formado en torno a l a escuela de Esquiro l , continuador de


Pi nel en la Salpétriere, y había sido a su vez el i nstrumento adm i ·
nistrativo creado con el f i n d e apli car l a l e y de 1 838 que preve í a .
entre otras cosas, la i m pl antación de al menos un hospital ps1qu1a­
trico públ ico en cada provincia. Este cuadro méd ico, reclutado
mediante u na oposición nacional, se encontraba de este modo i m­
plantado de l leno sobre todo el territorio, unificado por un "curri­
cu lum" común (cuatro años como m ín i mo de i nternado en un
hospital psiquiátrico) y un ido al poder central, puesto que cada jefe
de servicio dependía d irectamente del gobernador. La carrera de
estos psiquiatras se desarrollaba enteramente, desde el internado a
la jubi lación, en el hospital psiquiátrico.
Es preciso subrayar de entrada -contrariamente a lo que ocu­
rrió en E stados U nidos, en donde los servicios uniwrsitari.:-s han
estado por lo general en la vanguard ia del progreso- que el agente
principal del cambio de la organización psiquiátrica en Francia ha
sido e ste grupo profesional -o parte de él. La psiquiatría u niversi·
taria francesa ha i nnovado a nivel médico (señalemos su papel en el
descubri miento de los efectos psico!ropos de la clorpromacina) pe·
ro se desinteresó siempre de la estructura i nstitucional del ejercicio
d e la psiquiatr ía, puesto que pod ía descansar en el "estatu q uo ", en
la medida e n que s e propon ía sobre todo tratar por medios médicos
y en el marco de una estricta jerarqu ía médica a los enfermos agudos
frecuentemente seleccionados del hospital general, con la posibi l i ­
dad de enviarlos al sistema manicomial cuando se declaraban "cró­
nicos". La psiquiatría u n i versitaria no v i v ía metida en sus fracasos
ya que se descargaba de e llos con buena conciencia enviándolos a
su colega a l ienista. Además esta aristocracia médica ha estado siem·
pr e i mbuida de u na concepción tecnicista d e su vocación : prefería
"tratar casos" antes que organizar unas condiciones h u manas de
v ida para los sujetos.
Es pues, paradój icamente, en el cam po de la med icina manico­
mial en donde hay que buscar el i mpulso principal del que derivan
los cambios i nstitucionales recientes, al· m ismo . tiempo que en cir·
cunstancias históricas particulares. E ste sistema manicomial, "i nven·
tado" en el pri mer tercio del siglo X I X y aplicado en pri mer lugar
como la solución progresista al problema de la l ocura, había atrave­
sado, en F rancia más que en otros lugares, un siglo de historia
mostrando una extraordinaria capacidad de resistencia al cambio ,
sin duda porque ese monumento macizo representado por la ley de
1 838 hab ía l l evado su sistematicidad y su coherencia hasta un � u n ­
to extremo i nigualado 2 • A comie nzos de los años cuaren ta la
2
Ver Robert CAST E L : "Traitement moral , medicine mentale et controle
social au X I X! siécle" Rev . Top ique n . 0 2 , 1 9 70. ( Traducción castellana en la
obra colectiva Psiquiatria, antipsiquiatria y orden manicomial. Ed. Barral .
Barcelona, 1 97 5 ) .
Robert Castel
1 48

situación de los hospitales psiquiátricos franceses ( antiguos manico­


mios rebautizados hospitales a partir de la efímera tentativa de
l iberación del frente popular) era terrible. Por no poner más que un
ejemplo , durante la ocupación alemana y debido a las restricciones
alimenticias mil lares de enfermos mentales murieron literalmente
de hambre en el aislamiento de un mundo concentracionario que
perdía así sus últi mas justificaciones terapéuticas. El concepto de
"total institution" magistral mente desarrollado por Erving Goff­
mam en 1 961 3 , había sido veinte años antes una experiencia
histórica vivida por un cierto número de actores que se constitui­
r ían en los agentes de la transformación. Si bien existieron en la
pri mera mitad del siglo XX algunas tentativas tímidas para el per­
feccionamiento i nterno del sistema manicomial (por ejemplo la
creación de algunos "servicios l ibres" y de los primeros d ispensa­
rios, etc.), con la guerra la historia hizo su penetración como por
refracción en el campo cerrado del manicomio tan bien organizado
para impedir su entrada. Y para hacer frente a este momento de
crisis la primera respuesta improvisada ha sido al menos tanto poi í­
tica como técnica o médica.
,,No es indiferente saber por ejemplo qu,� !3 realización con ma­
yor i nfluencia sobre la psiquiatr ía francesa -durante veinte años
" la experiencia de Saint- Alban"; nombre de un pequeño hospital
situado en una región rural de Lozére- se forjó en un principio en la
resistencia contra el ocupante alemán y fue impulsada por un médi­
co mi,e mbro del partido comunista francés, Lucien Bonnafé, y por
un relugiado republicano español, Francisco Tosquel les. Un grito
de revuelta, y no un programa de reformas técnicas será lanzado en
el Congreso de al ienistas franceses de 1 943 por un médico de hospi­
tal psiquiátrico hasta entonces desconocido; este manifiesto tendría
4
un amplio eco sobre todo entre los jóvenes de la profesión • Ade­
más de la "experiencia de Saint - A lban" se inician desde la gue­
rra algunas tentativas de l iberalización del manicomio, como la de
Georges Daumezon en F leury - les - Aubrais, cerca de Orleans, en don­
de se improvisan las prácticas que serían conceptua l izadas más tar­
de por el pr opio Daumenzon con el nombre de "psicoterapia insti­
tucional" .

3 E rving G O F F MAN : Asiles, Trad. Ir� .. Ed. de M i nuit, París, 1 968, trad .
castellana, E d . Amorrortu . Buenos A i res, 1 97 3 .

4 Paúl BALV E T : "Asilt et hópital psychiatrique: l'experience d ' u n établis­


sement rural" Congreso de alienistas y de neurólogos franceses. Masson
1 943 .

5 Georges DAUM EZON y Philippe KOECH L I N : " La Psychothérapie insti­


tutionnelle franc;aise contemporaine" Ana.is Portugueses de Psiquiatría, 4 (4) ,
diciembre 1 952.
Génesis y ambigüedades
1 49

Al f inal de la guerra esta tendencia (en realidad bastante eclécti­


ca, orientada poi íticamente a la izquierda pero siguiendo una gama
de actitudes que van desde el partido comunista al humanismo
l iberal) coincide con las esperanzas progresistas de la Liberación.
Lo que las une es menos una orientación teórica precisa que una
voluntad de cambio 6 • Este grupo no es sin duda mayoritario en
el "cuerpo" pero el momento parece exigir la audacia y la inno­
vación. Se asegura así el l iderazgo en la profesión, controlando en
particular el Sindicato de Médicos de Hospitales Psiquiátricos que
tiene a Georges Daumezon como activo secretario general. Se pue­
de encontrar en los viejos números de la revista de este sindicato
L'l nformation Psychiatrique, y en L'Evolution Psychiatrique, que
reaparece en este momento tras su interrupción durante la guerra,
un cierto número de artículos y de proyectos que expresan una
ambiciosa voluntad de transformación profunda de la poi ftica psi­
quiátrica. Desde marzo de 1 945 se celebran en París las "Jornadas
de Sainte Anne" que son una especie de concilio de una nueva _psi­
quiatría. Las " Veinticuatro conclusiones" de estas "Jornadas" for­
mulan los principios que van a i'nspirar la evolución de los siguien­
tes decenios. En particular se afirma "la indisociabi l idad de la pre­
vención, de la cura y de la post-cura", base médica de la idea del
sector.

1 1. Un proyecto ambiguo

Esta efervescencia no está sin embargo exenta de ambigüedades.


Un exámen atento de toda esta literatura revela una i ncertidumbre
entre dos orientaciones posibles del movimiento que comenzaba.
Esta ambigüedad me parece esencial porque subyace en toda la ela­
boración de la noción de sector y se encuentra por tanto h oy
todavía en el corazón de las dificultades de la pol ítica psiquiátrica
francesa.

6 Señalemos aqu 1 que esta orientación se define v comienza a inspi rar las
primeras real izaciones concretas en Sai n t - Alban, en F leury - les -Aubrais, etc.,
antes del descubrimiento de los medicamentos psicótropos en 1 952. No he
"olvidado" por tanto el papel de los medios. farmacológicos. Se puede decir,
pienso, que al "calmar" los episodios de gran agitación ,los medicamentos han
sido l a condición de posibil idad (ni necesaria ni su ficiente, sino general ) de
u na cierta mejora lo en todo caso de un aligeramiento) de la vida hospitalaria
·
en la aglomeración de los servicios. En un segundo momento los medicamen­
·
tol permitieron esperar una salida más fácil , o el tratamiento en el exterior,
de los enfermo "calmados" por este método. Esto no excluye, como todo el ,
mundo sabe, que se pueda hacer el uso más represivo de tos medicamentos.
Roben Castel
1 50

-Por una parte, la reforma del sistema ha sido pensada en un


pr incipio por un grupo profesional formado en la práctica manico·
mial y que desarrolló en el hospital psiquiátrico la casi totalidad de
su actividad. Su primera preocupacion fue pues reformar el hospi·
tal, abrirlo, aligerar su jerarqu(a interna, multipl icar en él las activi·
dades terapéuticas centradas entonces principalmente sobre el tra·
bajo (ergoterapia o "clínicas de actividad " ) . Esta orientación, bau­
tizada en 1 952 "psicoterapia institucional " por Georges Daume­
zon, está próxima a la desarrollada en la misma época en los pa íses
anglosajones bajo la forma de "comunidades terapéuticas", si bien
no ha adoptado en Francia la misma sistematicidad y, en un primer
momento, no hizo en absoluto referencia al psicoanál isis.
-Al mismo tiempo y en los mismos hombres, esta orientación
se en_cuentra en concurrencia con otra opción que se dirige a supe­
rar el hospital, si no es a suprimirlo, y que apunta hacia una "psi·
quiatrfa comunitaria". Por ejemplo, los dos i mportantes Documen·
tos de la I nformación psiquiátrica aparecidos en 1 946 ( Ediciones
Desclée de Brouwer) se titulan el primero " El enfermo mental en la
sociedad", el ses:iundo " M ás allá del manicomio de a lienados y del
- hospital psiquiátrico" 7• Poco después, mediante su tentativa para
fundar una " psiquiatría desal ienista", Lucien Bonnafé plantea los
primeros elementos de la doctrina del sector. Se encontrará la mis­
ma inspiración -y la misma dual idad- en los principales animado·
res del" movimiento, los doctores Bernard, Daumezon, Duchene,
Follin, Le Guil lant, Silvadon, Tosquelles, etc.
Es interesante seguir a través de las discusiones, cr íticas, proyec·
tos de reforma, etc .. que han jalonado los años cincuenta, el entre­
cruzamiento de estas dos temáticas, de hecho divergentes y quizá
antagónicas. Más importante todav ía es estar atento al desplaza·
miento de su i mportancia relativa. Esquemáticamente, la preocupa­
ción preponderante en un principio por la reforma del hospital
tiende a ceder cada vez más terreno a la intención de centrar la
práctica psiquiátrica sobre el exterior 11 •
Esta orientación parece triunfar en 1 960, cuando la idea de
sectorización es aceptada por el ministerio de la Salud pública y se
convierte en la poi ítica oficial de la salud mental en Francia. Podría
hacer la historia de este encuentro a nivel de anécdotas, de felices ·

7 lnformation Psychiatrique, n. o 1 , 1 945-46, pp. 1 - 2 1 .


8
La historia de este movimiento nunca ha sido realizada de forma sistemá­
tica. En El Psicoanalismo he esbozado l as 1 ineas d i rectrices ( Ed . Maspero, Pa­
r ís 1 973, pg. 1 64 - 1 78 y 1 90 - 2031 . Pero para h acerse una idea completa lo
mejor es recorrer la colección de l '/nformation psychiatrique desde 1 945 . Es­
ta revista es la fuente más accesible para las informaciones administrativas y
sindicales , los debates, proyectos v polém icas.
Génesis y ambigüedades
1 51

coincidencias entre personas, etc. De hecho, el problema esencial


de saber por qué u n concepto médico, forjado por profesionales, es
retomado por el poder pol ítico supera los l ímites del presente aná·
l isis, porque es la cuestión m isma de la i nscri pción de la psiqu iatr ía
en e l aparato de Estado, cuestión que debo poner aqu í entre parén·
tesis 9 • Contentémonos pues con levantar acta de la decisión : por
la circular m i nisterial de marzo de 1 960, el conjunto del territorio
nacional es redistribuido en sectores geográficos correspondientes a
una población de a l rededor de setenta m i l habitantes. La responsa­
bil idad de la sal ud mental debe ser asumida en estos sectores por un
equipo psiqu iátrico completo y diversificado, dotado, no sólo de
un l ugar de hospitalización sino también de una gama muy ágil de
nuevas instituciones ( hospital de d ía, hospital de noche, tal leres
protegidos, d i spensarios, etc. ) . Un ú n ico grupo de profesi onales ase·
gura pues la conti nuidad de los cuidados, de la prevención a la
"rehab i l itación" pasando por la hospital ización cuando se conside·
ra necesaria, y esto para toda la población de una región geográfica
dada.

1 1 1. Implicaciones contemporáneas

No he esbozado esta génesis de la idea del sector por el placer de


hacer h istoria sino porque me parece susceptible de aclarar ciertas
caracterfsticas i mportantes de la situación actual de la medicina
mental en Francia.

9 Reconozco que puede resultar molesto el que ponga "entre paréntesis" lo


que constituye el fondo del problema. Pero precisamente por esto resulta di­
f ícil tratarlo en unas páginas. La aproximación descriptivo - h istórica que m e
h e propuesto aqu í representa una primera etapa : se trata d e delimitar l a
cuestión antes de retomarla e n otra óptica. Paralelamente intento definir en
s( m isma esta problemática de la relación entre el poder psiquiátrico v el po·
dar pol hico e n : "Sobre la contradicción psiquiátrica", Los Crfmenes de la
paz, obra edi tada por Franco BASAG L I A, E d . E i naudi, Milán 1 9 75. ( Trad
castellana. Ed. Siglo X X I ) . Solamente qu iero subrayar aqu í que este tipo de
"encuentro" entre una elaboración psiquiátrica v una decisión pol ítica está
tan alejado de la casu alidad como lo estaba va la precedente v grandiosa me­
d ida de pol ítica psiquiátrica, la ley de 1 838 . La noción de aislamiento tera­
peútico forjada por la escuela de Pinel - Esquirol fue inmediatamente retoma·
da por el ministro del I n terior v por los legisladores para fundamentar méd i ·
camente el concepto d e emplazamiento e n u n medio cerrado (secuestro ) . que
constituye la piedra angular de la nueva ley . En ef transcurso de la discusión
sobre esta ley en la Cámara de los Pares, un representante se felicita de esta
"feliz coincidencia que, en la aplicación de medidas rigu rosas. hace concu rrir
Robert Castel
1 52

1 . - Hemos visto que la relación entre el hospital y los servicios


comunitarios no había sido nunca claramente explicitada, o mejor,
nunca había sido hecha una elección clara entre dos orientaciones
posiblemente contradictorias. E l lo es tan cierto que en el texto
posiblemente princept sobre el sector, el informe al Congreso de
Psiquiatría de Tours de 1 959 presentado por uno de los agentes
más dinámicos de esta pol ítica, el doctor Ouchene, el autor se
extiende ampliamente sobre el puesto esencial del hospital psiquiá·
trico en el centro del d i_spositivo 1 0 . Todo sucede como si, en el
_

momento mismo en que emergía una forma institucional nueva


susceptible quizá de redefinir la relación que una sociedad mantie·
ne con sus " locos". el peso de la herencia manicomial, esta antigua
representación del aislamiento como geatalt privilegiada del disposi­
tivo del tratamiento, fuese relativizada con remord i mientos, pero
no- abolida.
Ahora bien, el hecho de que el sector haya sido pensado y desa·
rrollado a partir del hospital explica en Qran medida la lentitud de
la implantación del nuevo dispositivo 1 1 La sectorización es la
.

pol ítica oficial de la psiquiatría en F rancia desde 1 960, pero no


te'ndrá l ugar su implantación a gran esca la hasta 1 97 1 -72, en que
aparecen las nuevas circulares para su aplicación, as í como la refor­
ma de la profesión y de la enseñanza de la psiquiatría promulgada
en 1 968 pero que tuvo efecto a partir de 1 970. En real idad se
observan aún hoy las situaciones más diversas. Al lado de "expe­
riencias" que sirven de vitrina al sistema, 'l:!'Tlerosos "sectores" no
lo son más que de nombre. C•)n frecuencia e; .1ospital tradicional se
ha más o menos l i beralizado, los servicios han sido -o comienzan a
ser- mi xtos, se han abierto en el exterior del hospital uno o dos
d i spensarios, donde un interno y dos o tres enfermeros prestan
algunas ayudas semanales, y esto es prácticamente todo. Puede ser

la ventaja del enfermo con el bien general" (De la l�islation relative aux alie­
nti1 et aux enfants assisttís, Berger -Levrault, París 1 833, T. 1 1 , pg. 3 1 6) (So­
bre la institucionalización del manicomio en 1 838 y la pol (tica de salud men­
tal en el s. X I X pueda consultarse la obra de Robert CAST E L : El orden psi­
quiátrico publicada en esta misma colección de Ed. dela Piqueta ) . Los psi­
quiatras que en la actualidad se sorprenden de su suerte por haber encontra­
do amigos en el m i nisterio son tan i ngenuos como este honorable parlamen­
tario.

1o H. DUCH E N E : " Les services psychiatriquas publiques extra-hospitaliers"


Congrés de psychiatrie et de neurologie de /angue frafl{:aise de Toun;, Masso n
1959.
1 1 E xisten evidentemente otras razones, entre las q u e hay q u e situar e n pri­
mer lugar la penu ria de medios financieros v humanós y el bloqueo de las bu­
rocracias administrativas. Pero esto no es una razón para olvidar el peso de
las tradiciones propias del medio psiquiátrico en sí mismo.
Génesis y ambigüedades
1 53

también út i l saber que el sector presentad o con gusto como el


modelo de la psiquiatrí a francesa -"la experienc ia del distrito
XI 1 1" de Par is, privilegiad a desde distintos puntos de vista y muy
poco represent ativa de la situación del conjunto - - comenzó sin
ho�.pitales a part i r únicament e de servicios comunita rios. Si el d is­
trito X I I I ha podido desarrol lar -para bien o para ma l - la mayo r
parte de las v i rtua lidades i nscritas en la noción de sector ¿ no
se debe entre otras cosas a que ha podido poner entre pa � énte­
s1s el peso de l a herencia man icom i a l ? En todo caso, a n i ve l naci o
­
n a l , solamente desde hace poco s e asiste a la creación d e un cierto
nú mero de sectores que no están adosados a un manico m i o tradi ­
cional, Y esto principal mente en la región parisi na. Se trata u na vez
más de un nuevo rumbo en la pol ítica del sector del que nos
ocuparemo s más tarde.

2 . - El hecho de que el psiquiatra, el equ ipo , la adm i n i stración,


nayan permanecido centrados en el hospital ha frenado incontesta­
b lemente ciertas tendencias innovadoras. S i n embargo, el hecho de
que el sector haya sido concebido en parte en un pri mer momento
como la prolongación del hospital tuvo consecuencias de otro or­
den que pueden parecer progresistas. Lo "extra-hospitalario" es
referido a lo h·:spit� !ario, es decir, a l eq uipo hospita lario ta m b i é n .
D e este modo s e d a la posibi l i dad d e u n a conti nuidad de tratamien­
tos por un mi smo equ ipo, pese a" la diversidad i n stitucional nueva .
Esta idea de una " i ndisociabil idad de la prevención, de la cura y de
la post-cura" ha sido desde el origen uno de los principios mayores
afi rmado con ardor por los promotores del sec.tor. El hecho es
importante si se piensa en lo que ocurrió en la misma época en los
E stados U nidos, donde el mov i miento de las Cornmunity Men ta l
Health Centers ha i ntentado superponerse al sistema de l os Mental
State Hospitals para cortoci rcuitarlo sin, en un pri mer momento,
tocarlo. De aqu í resultará una dicotom ía i nstitucional que n umero­
sos responsables actuales de la poi ítica de la salud mental en los
E stados Un idos quieren recuperar de nuevo. Esta diferencia en las
i ntenciones -o en las ambiciones- hace que incluso la noción de
"catchment area", la que más se asemeja a la idea de sect o r , no l e
sea idéntica 1 2 . Si h e comprendido bien , l a noción a me r i ca n a ,
signif ica que u n servicio ps iquiátr ico deber ía r ecoger y t r a ta r a
todos los pacientes de la reg ión que él recubre . E n pr inc 1 p10 la idea
-o el idea l - del sector i mplicaría que un único equipo tuviese la
responsabil idad sobre la salud mental de toda una población dada.
M i entras que el mov i m iento de las Community Mental Health

1 2
Ver : Martin G I TT E L M A N · "Sectorizat ion : The Ouiet Revol u t ion in
Eu
ropean Mental Hel th Care", Amer . J . Orth opsychatr . , 42 ( 1 ) , E nero 1
972.
Robert Castel
1 54

Centers - i ncluso si después ha evolucionado- aparece en pri mer


lugar como una respuesta táctica y l i mitada frente a ciertas d ificul­
tades específicas de l a situación americana, la idea de sector se
presenta como u na verdadera utopía médica, completa y sistemáti·
ca, y comparable en su a m bición a la desarrollada por la s íntesis
manicomial en su edad de oro a m itad del siglo X I X .
3 . - La sistematicidad de esta utopía médica, pensada en u n
pr i ncipio por médicos, e s asi m i sm o susceptible de aclarar l a forma y
las moda l idades del poder psiquiátrico tal como se ejerce actual­
mente en Francia. Se habla un poco a l a l i gera del central ismo
francés para expl icar que las decisiones qui: : � toman a n i vel central
son aplicadas (o no) por agentes of icial mente delegados, si n que exista
ningún control comun i tario. Pero en el dominio concreto de la
salud mental, el central ismo psiquiátrico ha sido en primer lugar el
de ,un poder centrado sobre el manicomio en el que e l médico
d irector, bajo el control del gobernador, rec i b ía una delegación
completa de autoridad. A la cuadriculación provincial de los mani­
comios corresponde la cuadriculación más estricta de los sectores.
De este modo las utop ías médicas se desplazan y se renuevan, pero
ma'nteni endo la responsabi l idad del "manager" del servicio y del
lider del equipo, que continúa siendo delegada exclusivamente en e l
médico. Consecuencia práctica nada desdeñable: u n psiquiatra en
su sector no tiene que rendir cuentas prácticamente a nadie más
que a la administración ( Dirección de la Acción Sanitaria y Social o
D.A.S.S., organismo del M inisterio de la salud pública que, a n i vel
prov incial, está l igado a la Comisar ía) . Si el médico respeta más o
menos los textos, es i ntocabl e . En particular la cuestión de saber si
los servicios prestados responden o no a las expectativas de las
poblaciones concernidas carece de sentido en Francia. Ciertamente,
la mayor parte de l os psiquiatras están animados de una laudable
preocupación por responder a las "necesidades" de las poblaciones
a las que se dedican. Pero son e l los quienes definen estas necesida­
des. De este modo en Francia, tanto en el interior del equipo
médico como en el exterior, en relación a i a "comunidad" el psi­
quiatra goza de u n poder sin duda superior al de sus colegas de la
mayor parte de otros pa íses - i ncluso si ese poder psiquiátrico es
actualmente bautizado, cada vez con más frecuencia, e n v irtud de la
ideología psicoanal ítica de moda, no-poder psicoanal ítico.
4. - La psiquiatría frances11 ha resistidc mucho tiempo a los
prestigios del psicoanálisis por apoyarse en una tradición médica y
manicomial muy fuerte. En n inguno de los dos modos de forma­
ción existentes hasta 1 970 -el de las facu ltades de medicina, de
inspiración neurobiológica, y el del internado en los hospitales psi­
quiátricos, que no era s i no el aprendizaje en el "tajo" dé la práct ica
hospita laria- hab ía previsto el menor espacio para una enseñanza
Génesis y ambigüedades
1 55

P'>icoa1a l ít ica . Y hasta los a ños cincuenta, los psiqui atras que busca­
ban soportes teóricos para contestar el "statu quo" se inclinaban más
bien hacia el marxismo o la fenomenología que hacia el psicoa ná l i ­
sis1 3 . Las cosas s i n embargo, han cambiado progresi vamente des­
de hace d iez años y una de las particularidades actuales de la situa­
ción francesa es la presencia en el seno de la psiquiatría pública de
una corriente psicoanal ítica dinámica. La paradoja es tanto más
admirélble si se tiene en cuenta que, a diferencia de lo que se
observa en la mayoría de otros pa íses en lo que respecta c. la
evolución histórica del psicoanál isis, la escuela más activa -llamada
psicoterapia institucional anal ítica- se confiesa freudiana ortodoxa
e i ncluso h i perortodoxa en la medida en que se ref iere a la enseñan·
za de Jacques Laca n , cuyo "retorno a Freud " va _a c'.::.n t ra;>el c. de
toda la evolución del psicoanál isis de los países angl osajones denun­
ciando la ruptura del orden i nconsciente y de l os elementos de la
realidad que podrían aflorar, ya sea del anál isis del yo en la l ínea
Sullivan-Erikson, ya sea de un análisis cultural en la l ínea Karen
H ornev -Erich Fromm : el cultura l ismo.
A mi ju icio se trata de u na situación única . Suger i r ía dos ele·
mentos de expl icación:
- U n hecho aparentemente anecdótico: la conversión en tos
años cincuenta a la nueva ortodoxia lacaniana de los protagonistas
importantes de "la experiencia de Sai nt-A lba n " , cuya �igniti.::a c i :. n
para la evolución d e la psiquiatr ía francesa y a he señalado. Gracias
al prose l itismo psicoanal ítico de algunos de sus 1 íderes (y en cabeza
F rancisco Tosquel l es) , el sent ido del "modelo " de Saint-A Iban se
c.lesplaza. Tras haber sido el ejemplo de una psiquiatrí<; m'Jderna,
parec ía mostrar a una nueva generación de jóvenes psiquiatras, ávi­
d.�.s de ca mb io, que era posiLle concil iar una p�;iq uiJtr ía pro�res isca,
ejercida en el servicio públ i co con los pacientes habituales de los
hospitales psiquiátricos, y una actitud psicoana l ítica rigurosa. E 1
psicoanál isis se encontraba as í l ibre de la sospecha de estar ind icado
para privilegiados, acantonado en el marco estrecho de la relación
dual de la práctica privada. Comenzaba un trabajo teórico y prácti·
co importante para adaptar l os conceptos psicoanal íticos a las con·
d iciones de la práctica hospitalar ia -transferencia, contratransfa·

1 3 F u ndada en 1 925 por sus primeros d i rectores A. Hesnard y R . Laforgue,


y siendo la primera revista francesa en la que se presentaban articulos en los
confi nes de la psiquiatría y el psicoanál isis, la Evolution Psychiatrique ha
constitu ido entre 194 7 y 1 968 el lugar pri ncipal en el que estos esbozos teó­
ricos se confrontaron. En ella se podrán encontrar las posiciones d e l os p r i n
cipales l ideres d e la época en búsqueda de u n fundamento d e s u práct ica : L
Bonnafé, G . Daumezon, H . E y . L. Le Cuhlant, �- M i n kowsky , etc. e incluso
el mism isimo J. Lacan cuando él aún se acordaba de haber sido i n terno en
los hospitales psiquiátricos del Sena .
Robert Castel
1 56

rencia institucional , etc.-, que iba a suponer u na gran atracción para


un número creciente de jóvenes psiquiatras del "cuerpo".
-Pero lo que puede parecer u n accidente h istórico es de hecho
el s íntoma de una caracter ística importante de la psiquiatr ía fran­
cesa. Ya he subrayado que el momento de reforma de la postguerra
había estado motivado tanto por una voluntad pol ítica como médi­
ca (o mejor, para señalar el núcleo de la ambigüedad, sobre el que
será preciso volver, por una voluntad que se pensaba a la vez e
indisociabJemente poi ftica y médica ) . E sta preocupación poi ftica
del ala d i námica de la psiquiatría es u na particularidad del medio
francés que no se encuentra en las estad ísticas pero que impl ica
diferencias reales muy i mportantes en relación al medio anglosajón
por ejemplo, en donde el desnivel es m ucho más neto entre los
profesionales que plantean el problema psiquiátrico en términos
eseQcialmente técnicos (eficacia, racionalidad, rentabi l idad) y las
d iferentes variedades de "alternative psychiatry" o de antipsiquia­
tría en franca ruptura con el sistema. Digamos para abreviar que la
mayor parte de psiquiatras franceses que no se contentaron con
perpetuar el atatu quo o con seguir las modas tienen mala concien­
cia:' Se plantean una serie de cuestiones -que parecerán ingenuas a
la mentalidad positivista- sobre la significación de su trabajo en un
contexto social más ampl i o, sobre sus finalidades objetivas en tér­
mi nos de reajuste a las nor ma s sociales dominantes, 'liobre su partici·
pación en el control social, etc.
A estos escrúpulos el psicoanál isis -y particularmente esta es­
cuela lacaniana que desarrolla una ideología de la no adaptación,
del descubri miento de la verdad inconsciente del sujeto, etc... -
parece haber aportado una solución. Muchos psiquiatras de entre
los más imaginativos y audaces consideraron que una referencia
purista a las categor ías del discurso i nconsciente bastaba para cam­
biar el sentido objetivo de la práctica psiquiátr ica, haciendo una
actividad l iberadora congruente con una opción pol ítica radical. Yo
creo que en gran medida se trata de una ilusión. Sin embargo esto
no es razón para negar que marca diferencias importantes con
lo que pasa en otras partes. En los Estados Unidos, por ejemplo, no
faltan instituciones psiquiátricas dirigidas r"r psicoanalistas. Es so­
bre todo el caso de aquellas instituciones n .. caras, puesto que la
·

formación psicoanal ítica es, para la carrera, un modo de triunfar


que escogen l os psiquiatras más brillantes y más ambiciosos. Pero
con frecuencia en dichas instituciones se hace cualquier cosa -
behaviour modification, transactional analysis, family therapy,
etc.- con excpeción de psicoanálisis. En Francia tampoco es sufi­
ciente que un jefe de servicio, e i ncluso todo el equipo terapéutico,
sea de orientación psicoanal ítica para que· la institución funcione al
modo psicoanal ítico. Como en todas partes, el psicoanál isis cambia
las racional izaciones de las prácticas más que las prácticas mismas.
Génesis y ambigüedades
1 57

Pero a l menos. sus adeptos se esfuerzan por superar esta dicoto m ía,
re::hazan el eclecticismo y luchan por modificar las condiciones
objetivas de la situación i nstitucional (la contrapartida de esta lu­
cha, son el dogmatismo, el terrorismo intelectual y el sectari smo de
la mayor parte de los adeptos franceses al psicoanálisis. Pero este es
otro asun to ) .
Sea esto motivo d e aleg r ía o d e tristeza, la reciente moda del
psicoanál isis en l os medios psiquiátricos "avanzados" ha producido
también un cierto número de efectos i m portantes que explican en
parte la singu laridad de la si tuación francesa. Esta moda ha coloca·
do en situación defensiva a los partidarios de orientaciones más
tradicionales. Ha au mentado la separación entre la psi q u iatr ía de
"cuerpo" y la psiquiatría un iversitaria. Tiende a monopolizar lo
esencial de lo que se hace actual mente en psiquiatr ía i nfantil, p r i nci ­
palmente en la región par isina. El prestigio que tiene es una de las
razones principa les del bloqueo -provisional sin duda- de otras
orientaciones terapéuticas: casi i nex istencia de la behaviour modifi·
cation, ti midez de las terapéuticas de grupo, restricción de las tera·
pías fami l ia res en el marco del " familiarismo" f reudiano bajo el
reino de Edipo, etc. I ncluso la anti psiqu iatría, pese a ser popular a
nivel de las discusiones ideológicas, no ha encontrado práct icamente
en F rancia una i nscripción institucional seria comparable a l o que
ha sucedido por ejemplo en I tal ia, en la medida en que su motiva- ·

ción poi ítica ha sido i n mediatamente interpretada por los profesio·


na les en los términos de la h i perortodoxia psicoanal ít ica laca ni a n a .

5.- Es cierto q u e e l problema d e l psicoanál isis monopoliza ac·


tual mente en F rancia la mayor parte de los debates sobre la medici·
na mental, a l menos en los medios profesionales q ue se dicen mo­
dernistas y progresistas. Pero una cosa es enfrentarse al pie de la
letra con el discurso raciona l i zado de los psicoanal istas y otra i nten·
tar descifrar l o que e l l os traducen de la s ituación objetiva de la
psiqu iatría francesa.
Pri m eramente, como acabamos de ver, pese a la pretensión de
sus adeptos de i nnovar a toda costa, el psicoanálisis expresa a su
manera una constante de la problemática psiqu i átrica francesa, es
decir la mezcla de un esfuerzo de remozamiento técn ico en vistas a
una reorganización más eficaz de los servicios y de una preocupa­
ción pol ítica . Esta bipolaridad a parece, desde los años cuare nta, en
l os pri meros reformadores del sistema psiqu iátrico. Pero en un prin·
cipio carece de soporte teórico preciso. Esta pri mera "psicoterapia
institucional " se caracteriza en efecto por su eclecticismo. Mezcla
pues un poco de fenomenología, un poco de sociolog ía, un poco de
marxismo, algunas técnicas de grupo, l i gado todo ello por un cierto
buen sentido hu manista. Se puede por una parte interpretar la
d ifusión reciente del psicoanál isis en el medio psiquiátrico . por el
Robert Castel
1 58

hecho de que parece dar más rigor a la tentativa de s íntesis entre la


inspiración técnica y la inspiración po l ítica, cuya dosis var ía además
según las escuelas psicoanal íticas. Así la tendencia tecnicista está
particularmente acentuada en los adeptos de la Sociedad F rancesa
de Psicoanálisis, cuyos miembros han dirigido desde el comienzo la
"experiencia del distrito 1 3", "modelo", recordémoslo, del sector
en Francia 1 4 . Los adeptos de la Escuela freudiana de París ( l aca­
nianos) que trabajan en instituciones están predominantemente ani­
mados por una ideolog ía revolucionaria 1 5 •

En segundo lugar, el psicoanálisis en las instituciones refleja


igualmente la ambigüedad esencial que he señalado entre la elec­
ción del hospital y la de los servicios comunitarios. Aqu í la distri·
bución de las actitudes se hace también según las escuelas. La So­
ciedad F rancesa de París se ha comprometido muy pronto en una
experiencia comunitaria con el distrito 1 3. Los partidarios de la
'escuela lacaniana han sido siempre reticentes respecto a l sector,
sobre todo por razones pol íticas 1 6 . F · : realización más acabada,
la el ínica de Laborde e11 Cour-Cheverny, e , i en efecto muy próxima
a una comunidad terapéutica en el sentido anglosajón del término .
./ En tercer lugar, el psicoanál isis participa de una ambigüedad
todav ía más fundamental que he señalado de paso pero sobre la
que quiero volver porque, más allá del problema del psicoanálisis,
podr ía ser la clave de las apor ías actuales de la psiquiatría francesa
en general.

1 V. Las encrucijadas actuales

Lo que se debatió desde el principio; al menos i mpl ícitamente,


sobre la relación del hospital y de lo "extra-hospitalario", es tam­
bién la relación de lo médico y de lo social. Algunos de los protago·
nistas de la reforma de post-guerra han tenido al menos la sospecha
de ello, en particular Lucien Bonnafé con su idea de una " medicina
desal ienista", después mediante las consideraciones u lteriores sobre
el papel del "usuario", la necesidad de considerar las "necesidades

14 Ver por ejemplo: P. C. R ECAM I E R y otros: Le Psychanalyste sans divan


Ed. Payot 1 970.
15 Para hacerse una idea de les posiciones d� la psicoterapia institucional
anallstica ver por ejemplo: J. OURY: " Quelques problemes théoriques de
psychothérapie institutionelle" Rscherches n. o especial " Enfance alieníe"
sept. 1 967.

1 6 Sobre este problema ver R.GENTIS y H . TORRUBIA: "Notes sur la


psychothérapie institutionnelle en 1 969", lnformation Psychiatriqu11, 45
(21 febrero 1 969.
Génesis y ambigüedades
1 59

reales" de la población, la exigencia de una "psiquiatría diferente '<


etcétera 1 7 . También sus adversarios, que les han puesto la etiqueta
de "socialoides", quer ían decir con el lo que los reformados co­
rrían el r iesgo de promover la autodestrucción de la actitud médica ,
cuya especificidad se perdería con el contacto de la vida comunita­
ria mediante su ocupación en los problemas sociales. l Una psiquia­
tría que toma verdaderamente en serio el estatuto concreto del
paciente en l a vida ord inaria es todav ía la psiqui atr ía? E n todo
caso, puede ser una psiquiatría muy distinta de la que se hab ía
construido enteramente en e l cerrado mundo del man icomio.
La idea de sector se ha forjado progresivamente como u na tenta­
tiva de respuesta a esta d ificultad esencial. Pero, por este mismo
hecho, esta "solución" imped ía que la contradicción estallase en su
forma radical. La psiquiatría sal iendo del manicomio parecía rea l i­
zar su verdadera vocaci ón médica respondiendo al mismo tiempo a
las "verdaderas necesidades" de la población. Su complicidad con
el encierro había sido un obstáculo, un bloqueo para su desarrol lo,
en últi mo extremo u n accidente h istórico que la hab ía desviado de
su función fundamental mente terapéutica. E n consecuencia la aper·
tura hacia la comunidad l i beraba a la psiquiatría al mismo tiempo
que a los " locos". Más a l l á del episod i o represivo de la i nstitución
tota litaria, encontraba de nuevo a sus verdaderos usuarios en un
medio normal y establecía con el los una nueva relación tan rec ípro­
ca como fuese posible (hasta 1 960 el vocabulario humanista de la
, ra, del apoyo, es dominante; con la moda del psicoanálisis, a
continuación se habla más frecuentemente de escucha) . Pero lo que
se escamoteaba tras la euforia de estos pequeños descubrimientos
democráticos en relación al medio social era simplemente la
cuestión de la función del poder psiquiátrico (y, más tarde, psi coa·
nal ítico). Olvidaban preguntarse quién def i n ía estas "necesidades"
de la población y de quién hab ía recibido el psiquiatra el encargo
de administrarlas. No se daban cuenta que el hecho de aprehender
la real idad exterior al manicomio pertrechado de técnicas médico·
psicológicas conducía a f i ltrar esta realidad para retener y tratar de
ella solamente lo que era interpretable en el marco de un esquema
médico amplio.
Esta confusión sobre la naturaleza de lo "social" nace de las
intenciones generosas de la post-guerra y se perpetúa hasta más
tarde. Un l ibro que refleja las tendencias más avanzadas de la "psi­
quiatrla comu nitaria" en F rancia lo expresa en su forma 1 ímite 1 8 .

1 7 Véase el número especial de la /nformation Psychiatrique de 1 973, bajo


la dirección de Lucien B O N N A F E : "Dossier Corbeil : por une psychiatrie
differente", que reúne al mismo tiempo antiguos textos de Bonnafé.
18 J,. HOCHMAN N : Pour une psychiatrie éommunautaire, Ed , du Seuil ,
1 970.
1 60 Roben Castel

E n é l se dice que la psiquiatría debe a parti r de ahora tratar la "so­


cio · patía" . dicho de otra forma, debe ocuparse princi;>almen­
te de "el sufri m iento en las relacione� 'Ciales". Pero el psi­
quiatra siempre es, e n tanto que especialista competente dotado de
técnicas médicas y encargado del tratam iento del paciente dentro
de una relación de dependencia defi n ida por lo social, el que admi­
nistra lo social med ical i zándolo y aboliendo as í su d i mensión espe­
cifica. Desde este punto de vista, el psicoanál isis no ha cambiado
gran cosa : he i ntentado mostrar en otra parte 19 que la función
histórica principal del psicoanál isis en el campo de la medicina
mental ha sido poner sus extraordi narios recursos nuevos al servicio
de esta empresa de i nval idación de los determinantes propiamente
sociales y pol íticos de la problemática de la "salud menta l " .
Este problema está decantándose desde hace poc o tiempo. El
sec,or ha sido en u n comienzo una utopía, un arma de lucha contra
el manicomio tradicional, una esperanza progresista. Actual mente,
es la poi ítica oficial de un gobierno cuyas intenciones democráticas
no son evidentes. En consecuencia el sector está en crisis. Algunos
de sus promotores, cediendo a la tentación de la eficacia por la
efü:acia, administran tecnocráticamente sus servicios, con medios
por otra parte frecuentemente muy l i mitados. Otros se preguntan si
no han sido engañados por una operación poi ítica que los ha supe­
rado. Se preguntan si no puede darse una gestión del sector tan
inhumana, tan rechazable como la del manicomio (que en su apo­
geo habla sabido también recubri rse de las racionalizaciones huma·
nistas del "tratamiento moral " ) ; se preguntan también si el sector
no puede ser un i nstrumento más racional, más eficaz, más de
acuerdo con las nuevas exigencias del mercado de trabajo y del
control social para separar el buen grano de la cizélña bajo el arbi­
traje de la psiquiatr ía, para reparar aquello que es suscepti ble de
serl o mediante técnicas psiquiátri cas renovadas, para , e n f i n , conser­
var bajo su custodia psiqüiátrica aquellos para quienes la sociedad
no ha encontrado nunca otra solución que la segregación (para este
caso están previstos lugares, si no en cada sector, al menos en los
i ntersectores) .
Es ciertamente demasiado pronto para hacer un balance del
sector. Sin embargo pueden arriesgarse dos afirmaciones:
Pri meramente, el sector, o al menos lo que él representa en
tanto que descentramiento de la práctica psiquiátrica hacia el exte·
rior del hospital, es un hecho i rreversible cuya exigencia se impone,
bajo modal idades un poco diferentes, en más o menos todos los
pa íses industri al i zados. Har ía falta mostrar · �nálisis esencial al cual
estas indicaciones solamente i ntroducen- ql es lo que impulsa
este mov imiento más allá del campo de la psiquiatría.

1 � Le Psychanalysme . Maspero, Par is 1 9 73


Génesis y ambigüedades
161

E n segundo l ugar, no es seguro que, en cuanto a l destino de l


sector, la forma que adoptará, las funci ones que asumirá, todo esté
decidido. Mi h i pótesis es que asisti mos hoy a la concurrencia entre
dos tendencias cuya : iqnificación sociológica y pol ítica es diame­
tralmente opuesta. En - . n sentido, el sector d i funde, renueva y
refuerza un poder psiquiátrico que se i mpuso pri meramente en el
hospital en el cual continúa �jerciéndose . Pero tamb i én dado que
en el sector l a psiquiatría se descentra en relación a su lugar de
origen, encuentra en él nuevos desaf íos. E l sector presenta pues, en
relación al hospital, la pos i b i l idad de nuevas a lternativas. C a mbi ar el
lugar de ejercicio de la práctica es también rede f i n i r los papeles en
el interior del equ ipo y posiblemente reconocer la i mportancia de
las com petencias que no forman parte del engranaje de la medicina
( problema de los "paraprofesionales" por ejempl o , que a ú n no
tienen ex istencia legal en Francia) . E l sector pod r ía de este modo
imponer un rumbo decisivo en la evolución de las profesiones de l a
salud mental. Podría también i m poner un desaf ío a l i mper ial ismo
psiquiátrico que ha reinado omn ímodamente en e l man ico m i o , ya
que la i mpregnación de l os problemas que no son de competenc i a
médica en la génesis y defin ición d e lo "patológico" e s sin duda
más visible en un contexto socia l concreto que en el med io hospita­
lario. Si bien es verdad también que el esquema médico ha probado
muchas veces sus posibil idades de adaptación y de retraducción.
Si nos esforzamos por interpretar las peripecias más recientes de
la apl icación de la "poi ítica del sector " , podemos encontrar índices
d ivergentes que van en estas dos d irecciones opuestas.
Por u na parte, e i ncluso si nos f iamos de ciertos defensores del
sector con intenciones progresistas, su buena voluntad perma nece
circunscrita a l os l ímites de toleranci a trazados por el poder poi íti­
co, en l a medida en que continúan ejerciendo por delegación un
mandato social. Ahora bien, a este n ivel pol ítico ( M i n ister io de la
salud reemplazado por l a administración de los D . A. S . S . ) parece
que en l a actualidad se es consciente 'del peligro que representa,
desde el punto de vista de la ideo l og ía dom i nante, u na "desmedica­
lización" demasiado fuerte que sería uno de los posibles desenlaces
del sector. Parece igual mente que ciertos responsables m i n i steriales
no demasiado malos sociólogos en esto, son conscientes de l a e x is­
tencia de una relación entre esta desmedica l i zación y el desmorona­
m iento de la estructura hospitalaria. En esta lógica numerosas me­
didas recientes adoptadas a n ivel m i n isterial parecen anunciar u na
nueva di rección en la pol ítica del sector. He escogido dos series
particularmente significativas:
-Med idas para aproxi mar la psi'qu iatr ía a l hospital general . Des­
pués de haber comenzado por "sectorizaC l os servicios que exis­
tían a parti r de los hospitales psiqui átricos, se asiste actual mente a
una doble tendenci a : , coord i nar la acción de los servicios de un
. • . • ,horplt.11 psiquiátrico con tos de los hospitales !'normales" ; cre..­
�;j'�:;;.� 4;,' _. vez m6t -. flUIVOI ttgldos a estos hospitales general-.
' ': ' :'Oe·- modo romper el aislamiento manicomi.a no es solamente
· . .·

:--... lOI lazOI con la aornunidld sif\O tambMn con la medioint


. ........ · A trN de unt -tadura institucional la Aliquiatrla • irwi·
.··

· . �--'•·tntrar en et seno de la medicina, a sol�• RUIVO al W.Jo


··� del .....,_. nWdico dlllico.
: ,ili;� -Las medidal rMI r-... que se refieren al ·teelutllmilnto de
llat . ...,.trl
. l van en la milml dirección, tendi.ndo a romper la
.� del . viejo "cuerpo" de los médicol di IOI hOIPitlles
> ,.111tN1ricOI (cuerpo p� que había elabor«io la doctriN
. \M·41Ctor•. Aden* de IOI efectos produe;idol por la puesta en
·lll'áltica de una única filial (ver nota 2) los casos de "integración" de
IOI IJliquiatr• "fuera del m•co" se multiplican; son estimulados a
,alfo por los poderes públk:ol y por los representantes de la psiqui•
•f1 universitaria de ta comisiones paritariu. Estol recién llegados,
......... en psidad e inclUIO t1COgidos preferentemente psa ocu­
·,.., loa puestOS ntr1t6gicat importan a la profeeión ti cl•icismo y
., oonttrVadurismo de su formación como neuropsiquiatr1s. Al ·

ljlilmo tiempo los psiquiatras y neuropsiquiatras universitarios


. (ICIUIHos de las C.H.U. y en Par fs de la asistencia pública•. después
• hlber permanecido indiferentes al sector, adoptan el rumbo de la
. ...,. poUtica. Pero lo hacen tinto para desviarla como para bfM.
11flciilm de tila. En particu� el ftChazo reiterado de los partidlrios
•4ef .uctor a distribuir los Pac:ientes entre servicios de cura lntensi•
w � pozos negros de "et'bnicos" comienza a P8ll" a la retagu•dia
·

.a combltt frente a los •eumeritos inspirados en la eficacia, la


Nlttlllbl idad, la racionalidld, etc., que refuerzan I• tradiciones .,.
ltctiWltll y ttcnieistu de la .-icina .•nivenitaria. En fin, una
. 11'1tima categoría de psiquiatras, de neurop,,:quiatras y también de
' tlllic01na,H•tes del sector privado, que mostraron su desprecio du·
,,. .,... ·mucho tiempo a la ,.iquiatrra pública, comienzan a mirarla
..,. interés en la perspectiva del sector en et que • les ofrece
posibilidades dt participacil>n bajo la forma de permanencias, tra·
bajo dt media jornada, etc.
'/ttJ mismo tiempo pues que 1f abandona la especificidad dt la
•·atructura institucional psiqulárica, se tiende 1 rtforz.- el control
dt la prófni6n m6dica sobre aquellos miembra1 que son los m6s
�--ptibles de desviarse dll modelo tradicional. Sin embargo no
t,tDdo es nefasto en esta swrganización y es dificil defender al aisla­
. ;\·�'.,miento propio del sistema manicomial y el uso que los psiquiatr•
·.l't;·de "cuerpo" han hecho con frecuencia de su l iblrtad. No obltante
_. vez es m6s claro que la "apertura" de la probltm6tica psiqui6-
• .

.; 1rica puede también adoptar la direccibn de un reforzamiento de


las tendencias tecnocráticas de la administración y de los apetitos

tecnicisw dt la medicina tradicional. De este modo , progresando


Gén•is y ambigüedades 1 63

en efiC1Cie técnica y en racionalidad económica, la nueva organiza­


ción se integrarla fllcili:nente en el seno de nuevos dispositivos de
control que se comienzan a instaurar en la actualidad. La posición
ambigua de l os promotores del sector ¿no i mplicaba ya en germen
esta "desviación"?
Sin embargo contenía también los gérmenes de una "desvia·
ción" de signo contrario. Me contentaré aqu í con esbozar dos series
de signos contempor,neos en la búsqueda de una nueva alternativa
que avanza en sentido contradictorio con la tendencia que acabo de
•ftalar:
-Un1 toma de conciencia progresiva por parte de los grupos de
enfermeros que i ntentan escaoar de la tutela m4dica. Dos caracte­
·rrsticas de este movimiento20 : surge tras la cr ftica de la institu­
ción totalitaria y es contempor,neo de la "salida" de muchos enfer·
meros al sector (el movimiento est' activado por jóvenet enferme­
ros; mientras que los "viejos" se muestran mucho más reticentes a
"salir''); este esfuerzo destinado a redefinir un papel ""s autónomo
del enfermero tiene lugar mediante la reintegración en la práctica
"cur1tiva" de dimensiones sociales y pol fticas ocultadas por el dis·
curso . m4dico (a esto se debe sin duda el que sea calificado de
"Izquierdista" por el establecim¡ento psiquiátrico) . Si, tal como
numerosos signos lo hacen prever, se amplifica este movimiento, es
"IOSible que, desde el i nterior mismo del "equipo", haga explot1r a
11 vez el abloluto l iderazgo médico aobre los otros profesionales,
asl corno el monopolio en el que la ideologfa médica se amparó pa­
ra formular y "tratar" est� tipo eje problemas.
- El inicio de la toma de conciencia por grupos de no-profesio­
nales, de antiguoa pacientes, pteocul)ldos igualmente por encontrll"
aquellas dimensiones no médicas de la práctica psiqui,trica. Por el
momento estos grupos no acaban de superar el estadio del terroris­
mo ideológico (el "psiquiatra-policfa", etc. ) . Se está aún lejos en
Francia de un movimiento como el de Psychiatria democráticl en
Italia, que agrupa, junto con "trabajadores de la salud mental", a
juristas progresistas, militantes pol lticos, representantes de ayunta­
mientos y barrios afectados, etc ... y que buscan una alternJtiva real
a la psiquiatría tradicional. Si la situ1Ción es aún tan confusa en
Francia se debe a que, frente al doble poder médico y administrati·
vo, existen muy pocas cosas que se asemejan a un control efectivo
realizado por fuerzas que, por ser profesionalmente exteriores al
campo de la medicina, no pierden la prioridad al sentirse concerní·
das en su transformación (este problema, c0nocido en los Estados

2º Ver R6# t1t fo,,,,.tlon du /MrlQnMI mflrmier p1ychiatriqu11. Rapport


d'Anlstance prnen� ., Congrá de paychlatrie et neurologie de langue fran·
�.. d'Auxerre, Mmon Ed., Paria 1 974.
llabtlrt C.tel

�··� con ef nombre de ''.oontrol comu nitario", ha supuesto all{


. ..... inftueniei• decisiva pera la evolución de la medicina mental en
i \ ; tbcuno de 8lt.QI diez últimos tftm particularmente, en concreto, y
' :-�,., • P« . .......idsl. entre los .,-upas étnicos politizados•·· Lis
· . ... / • ftlll.lci °'* de fuerza pueden si n embargo cambiar ya que una poi ft¡.
·

· ·�. ,· ••iteClOr, al desplazar et bastión médico-.:tminiftratlvo, al sec·


' �' · ._.to en.múltipla instituciones e integrar nuevos agentes y nu•
·

...tüados, lo vuelve frágil .

El "sector" exi$te en tanto que n oción desde hace un cuarto de


stglo; como medida administrativa, desde hace algo ""5 de quince
Mol; eofno dispositivo puesto de forma sisternftice en pr6ctica a
"'" escala, desde hace tres Q cuatro años. La reflexión sobre el seCtor
�za por tanto a d• un giro. Ha dejado de ser un proyecto del
CJU!se barruntaban las finalidacfes oculta¡;; utopía de un aggioma·
mtmto humanista de la psiquiatría para algunos, espectro de una
ILl8dricul¡¡ción policial para otros. Deber íamos poder comenzar a
"eviluarlo'' como dicen los sociólogos serios: lcómo funciona con·
cretamente?, lcómo se organiza en él la división de trabajo?, lqué
tipo de medios (personales y estructuras institucionales) exige?,
lcuáles son sus costes y su rentabil idad en relación al manicomio?,
etcétera. Estas cuestiones serias -de las que he procurado mantener·
me al margen- son e la vez el objetivo actual de una reflexión sobre el
sector y una trampa. Pues lo que está realmente en cuestión tras la
�siva transformación de un di spositivo en otro es el reajuste
81\ la manera de como afrontar en nuestras sociedades contemporá·
neas a una categoría de población que está en contradicción con sus
AQf'mas morales y sus imperativos pro<;tuctivistas ..-estas personas fue·
ron bautizadas con el nombre de "enfermos 1114Mltales" desde que
· una especialidad médica se constituyó en el siglo XIX para selecci o­
•lol de entre una masa m'5 ampl ia de " marginados" y tratarlos

1t
_.te-.
Sin duda esta transformaci6n explica que hayamos podido cons·
tittr analogías de país a país entre las medidas legislativas adopta·
das en estos quince últimos años (asi el Menbll Act inglés, el
t<fnnedy � americano, y la circular sobre la sactorisation franca·
Si) ;"analogías entre las estad ísticas relativas a las poblaciones trata·
dás 'por la pSiquiatría (por ejemplo, la di!iminución continua del
1
número de hospitalizados desde finales de los años cincuenta, o los 1
cambios en las caracterlsticas sintomatol6gicas y socio-demográfi ·
cas de los nuevos pacientes); analogías también en las innovaciones
institucionales (por ejemplo entre la Community Mental Heeh:h
t
. Centar y el sector) . Pero -puesto que el juego de semejanzas es
lltiigroso..- mt parece aun más esencial todavía le constatación c:ht
que se plantean CU81tiones comunes que pueden ayudar a defi n ir
una problemática general. Alaí las cuestiones de' la autonomía de 14
Génesis y ambigüedad•
1 6§

p¡iquiatría en tanto que especialidad, de la evolución histórica d el


esquema médico, del papel de los factor• no médicos en el destino
de los "enfermos mentales", de la dialéctica del poder en el i nterior
del equiPO sanitario v en relación a la comunidad, etc. Me parece
que estas cuestiories se plantaan tanto en Estados Unidos como en
Francia, aunque a diferentel niveles de conciencia. No se trata aquí
de cuestionea abstr.ctas o "teóricas", sino de la formulaci6n 186ri­
ca de problem• cotidianos impuestos por la evolución de la prácti­
ca institucional en cada situaci6n local. Si la situaci6n es ésta,
quiere deei r que por encima de las particularidades de la historia
propia de la psiquiatría existe un juego de presiones sociales que
impulsan la modificación actual de las estructuras.
Del mismo modo que los sociólogos americanos tratan actual­
mente de medir las consecuencias prácticas inducidas por la mod i f i ­

cación de su pol ítica de salud mental, se puede -v sin duda se


debe- comenzar una "evaluación" de los efectos concretos de la
sectorización en Francia. Sin embargo, u"- vez más, el empirismo
"científico" serviría aquí de cortina de humo a una operación de
escamoteo POi ítico si invalidase como "ideológicas" las cuestiones
que he i ntentado desentrañar. Pues estas cuestiones emergen del
examen de la situación concreta, señalan las 1 fneas de fuerza d e su
transformación v finalmente se resumen en esto: lcuál es el nuevo
dispositivo global que ocupa progresivamente el lugar del encierro
·
manicomial, con qué objetivo v en i nterés de quién? .

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