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Aristóteles
El hombre, sus escritos y su historiografía
Silvana Di Camillo
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otros. Estos son temas que en Platón encontramos entrete-
jidos en un mismo diálogo, mientras que para Aristóteles
son objeto de distintas disciplinas, que tienen asimismo
diferentes métodos.
Otra diferencia es que mientras que Platón otorga mayor
importancia a las ciencias matemáticas, Aristóteles consi-
dera más valiosas las ciencias naturales. La mayor parte de
la vida de Aristóteles estuvo dedicada al estudio de los obje-
tos naturales, objetos que, a diferencia de los matemáticos,
tienen en sí mismos la capacidad de cambio y existen se-
paradamente. Sus estudios biológicos sentaron las bases de
esta ciencia y sus resultados no fueron superados hasta más
de dos mil años después de su muerte.
Pero si bien hay diferencias notables entre maestro y
discípulo, no debemos alejarlos demasiado. Hay un cierto
prejuicio respecto de que Aristóteles está en la vereda con-
traria de Platón. Incluso hay quienes lo critican por ingra-
titud, pero la crítica es absurda, pues ningún maestro exige
que sus discípulos adhieran a sus teorías por un sentimien-
to de gratitud (Barnes, 1993: 41). Lo que no hay que olvidar
es que Aristóteles se formó en la Academia y permaneció
junto a Platón por veinte años. El mismo Diógenes Laercio,
cuando presenta a Aristóteles en Vidas de los filósofos más
ilustres, dice que Aristóteles es “el más genuino de los dis-
cípulos de Platón”, y existen testimonios del aprecio de
Platón por Aristóteles, a quien llamaba “el lector” y “la in-
teligencia (noûs)”. Aristóteles, a su vez, sentía un profundo
afecto y admiración por su maestro. A su muerte, escri-
be una elegía en la que lo ensalzaba como a un hombre
al que los perversos no tienen el derecho de elogiar, un
hombre que había sido bueno y feliz al mismo tiempo. Sin
dudas, Platón influyó poderosamente en la personalidad
intelectual de Aristóteles. Ambos fueron intelectualistas:
consideraron que la función más alta del ser humano es
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cortaba el pelo. Según Timoteo tuvo también un hijo
de Herpilis, su concubina, que se llamó Nicómaco...
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muerte de Platón y porque se eligió a Espeusipo como suce-
sor. Al margen de estas presunciones respecto de los celos de
Aristóteles, lo cierto es que él no podía heredar la Academia,
porque era extranjero, y Espeusipo era el sobrino de Platón.
La verdadera razón pudo haber sido política. Aristóteles te-
nía conexiones macedónicas y en el año 347 a. C. la ciudad
de Olinto sucumbió al ejército macedónico. El partido an-
timacedónico, liderado por Demóstenes, estaba en ascenso,
por lo que su situación se volvió delicada. Sea cual fuere la
razón, lo cierto es que Aristóteles partió hacia Asia menor
e inicia así un período de viajes, que se extiende por doce
años. Primero se dirigió a Atarneo, la ciudad de su tutor,
donde tomó contacto con el tirano Hermias, un aliado del
rey Filipo II, en ese momento rey de Macedonia. Hermias
tenía conexiones con la Academia y recibió a Aristóteles
y sus amigos ofreciéndoles la ciudad de Asos para vivir.
Aristóteles se casó con la sobrina de Hermias, Pitia, que fue
la madre de su hija Pitia.
De Atarneo, en 345 a. C., Aristóteles se mudó a la ciudad
de Mitilene, en la isla de Lesbos, donde impartió lecciones.
Entre los oyentes se encontraba Teofrasto, un nativo de la
isla, que se volvería su discípulo más importante y también
su sucesor en la dirección de su escuela.
En 343 a. C., Filipo invitó a Aristóteles a la corte de Mieza
para educar a su hijo Alejandro. Es probable que en la elec-
ción haya influido Hermias. A Hermias no le fue nada bien,
porque en 341 a. C. la ciudad de Atarneo fue tomada por los
persas y se lo acusó de conspiración, por lo que fue tortura-
do y ejecutado. Aristóteles, consternado, escribe un poema
a su memoria.
En 340 a. C., Alejandro se asoció como regente al trono de
su padre Filipo y Aristóteles se dirigió a Estagira, su ciudad
natal, destruida y luego reconstruida por Filipo. Aristóteles
perdió a su esposa y se unió a Herpilis, que había sido antes
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seis títulos —otros catálogos aún más—, que corresponde-
rían a unas seis mil páginas modernas, un total del que solo
conservamos unas dos mil páginas. Con todo, esa parte es
representativa de distintas áreas del conocimiento, pues
contamos con tratados lógicos, metafísicos, retóricos, poé-
ticos, éticos, físicos, etcétera.
Hay dos tipos de escritos: los exotéricos y los esotéricos. Los
escritos exotéricos (literalmente “de afuera”) habían sido
escritos para el público en general: eran serios, pero no
difíciles o muy técnicos. Aristóteles se refiere a ellos como
discursos “encíclicos”, es decir escritos que se han hecho
circular, que se han hecho públicos y que tenían un tenor
divulgativo. Estos escritos estaban destinados a la difusión
del pensamiento filosófico hacia el exterior del círculo es-
pecializado de la escuela. Lamentablemente, ninguna de
esas obras sobrevivió completa y de ellas se conservan tan
solo algunos fragmentos, que en algunos casos han permi-
tido reconstruir la obra parcialmente. Por esto, es proba-
ble que los escritos exotéricos tengan un estilo y una forma
literaria más cuidados, en consonancia con la finalidad de
difusión, que los escritos de naturaleza técnica. Sabemos
que Cicerón alaba el estilo de Aristóteles, considerándolo
elegante y agradable y esto ciertamente no se aplica a los
escritos que conservamos. Entre estos escritos exotéricos
podemos mencionar: Grilo, Simposio, Eudemo, Acerca de los
poetas y Acerca de la filosofía.
Los otros tipos de escritos son los llamados esotéricos
(“de adentro”). Y no se llaman así porque sean misteriosos o
enigmáticos, sino porque estaban destinados a los iniciados
en la escuela. Alguna vez se sostuvo que estos escritos esoté-
ricos eran apuntes de alumnos. Pero, por la estructura que
presentan, más bien habría que pensar que son apuntes del
propio Aristóteles para dar sus clases. No parecen destina-
dos a ser leídos sino a apoyar la exposición oral del autor. Y
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bajo un título común, como si fueran partes sucesivas de
un tratado unitario. Así, lo que conocemos como Física es
en realidad un conjunto de ocho tratados independientes
reunidos por Andrónico por afinidad temática bajo ese títu-
lo. Otro tanto ocurre con la Metafísica, que está compuesta
por catorce tratados. Este carácter especial de los escritos de
Aristóteles transmitidos no nos debe volver escépticos, ya
que Andrónico era un gran conocedor de Aristóteles y muy
prudente en su labor, por lo que se puede justificar perfec-
tamente la unión entre los tratados, pero sí es importante
tenerlo en cuenta.
¿Cómo ordenó Andrónico los trabajos para componer el
corpus? Usó como criterio el modo en que Aristóteles dividía
las ciencias: ciencias teóricas, prácticas y productivas.
Las ciencias teóricas se buscan por el solo deseo de sa-
ber que se encuentra en la naturaleza humana y tienen por
objeto los seres que no pueden ser otra cosa que lo que son,
independientes de la voluntad humana. Ellas son la física,
la matemática y la filosofía primera, que se distinguen por
su objeto. Las ciencias prácticas toman su nombre de prâxis
(acción), actividad humana que tiene su fin en sí misma.
Estas ciencias son buscadas como guía para la acción y se es-
tudian en las obras éticas y políticas de Aristóteles. Como el
conocimiento moral del ser humano no corresponde solo a
un interés especulativo, sino que debe proporcionar la base
de un sistema de educación y de gobierno (objeto propio de
la política), la ética ocupa un segundo lugar respecto de la
política para Aristóteles. Las ciencias productivas o poiéti-
cas tratan sobre la poíesis, la actividad que tiene su fin fuera
de sí misma, en el objeto fabricado. Y no se trata solo de la
producción de objetos materiales, como la arquitectura. La
Poética, orientada a la producción de tragedias, y la Retórica,
orientada a la producción de discursos persuasivos, son am-
bas ciencias productivas.
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estudiosos había afirmado que Aristóteles era un pensa-
dor sistemático, un constructor de sistemas y que su pen-
samiento formaba un todo unitario, por lo que podríamos
movernos libremente con cualquier tratado y llegar a una
concepción unitaria. En el siglo XX se puso en duda esta
lectura unitaria y se intentó trazar una cronología en los es-
critos aristotélicos que muestre la evolución intelectual. El
pionero de esta interpretación genética de Aristóteles fue
Werner Jaeger, quien en 1923 publicó su libro Aristóteles.
Bases para una historia de su desarrollo intelectual, libro que
determinó el rumbo de los estudios sobre Aristóteles por
medio siglo. Jaeger insistía en que es imposible comprender
el pensamiento aristotélico sin aludir a la matriz platónica
y a sus polémicas con las doctrinas académicas. Según este
autor, pueden establecerse tres períodos en el pensamiento
de Aristóteles: el académico, el de los viajes, y el del Liceo.
Y explica ese desarrollo intelectual como un progresivo
alejamiento de las tesis platónicas hacia concepciones más
empíricas, fruto de sus investigaciones biológicas. Sobre
la base de esa tesis general, Jaeger examinó las obras de
Aristóteles, lo que le permitió establecer una cronología re-
lativa, de manera que pudieran leerse en el orden en que las
escribió y así reconstruir su desarrollo intelectual. Desde
la perspectiva genética, las incoherencias entre las obras se
explican suponiendo que pertenecen a distintos períodos.
Pero, cuando ellas se dan en una misma obra, se apela a hi-
pótesis de agregados posteriores.
Con todo, utilizando este método genético, diferentes espe-
cialistas llegaron a conclusiones contrarias, por lo que llegar
a descubrir el desarrollo efectivo de las ideas de Aristóteles
se tornó muy difícil. Además, es fácil constatar que la deuda
de Aristóteles con Platón no se limita al primer período: hay
numerosas referencias a los escritos e ideas de Platón, algunas
explícitas y otras implícitas, a lo largo de todas sus obras.
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Tras esta presentación, atendamos ahora a cuestiones de
método, en el que se integra como un componente muy
importante la historia de la filosofía, es decir la exposición
y crítica de las doctrinas precedentes.3 Aristóteles tiene
conciencia de insertarse en una corriente de pensamien-
to muy larga. Es tal vez quien más combate las opiniones
de sus predecesores, pero esto mismo es una prueba de que
cree que hay que tenerlos en cuenta. Sin embargo, ciertas
dudas se han vuelto corrientes acerca de la confiabilidad
de las descripciones de sus predecesores. Autores como
Robin (1948: 9) y Gigon (1954: 136-137) han sostenido que
Aristóteles está preocupado por desarrollar lo que en sus
predecesores es un presentimiento de su propia doctrina
y que considera su propia filosofía como la coronación de
la historia del pensamiento anterior. Pero quien más de-
cididamente ha argumentado que Aristóteles parte de un
sistema preconstruido al hacer el examen dialéctico de la fi-
losofía anterior fue Harold Cherniss. En sus dos monumen-
tales trabajos, uno titulado Aristotle’s Criticism of Presocratic
Philosophy (1935) y el otro Aristotle’s Criticism of Plato and the
Academy (1944), Cherniss intentó demostrar que los testi-
monios de Aristóteles sobre las doctrinas anteriores no
pueden usarse con seguridad como fundamentos para
construir una historia de la filosofía precedente. Sostiene
que Aristóteles no intenta establecer la verdad histórica
sino demostrar su propia superioridad respecto de los fi-
lósofos anteriores. Más aún, a su juicio, Aristóteles defor-
ma la comprensión histórica a través de la introducción de
conceptos y términos propios.
A esta tesis no le faltaron fuertes oposiciones, por ejem-
plo de parte de Jaeger (1937: 350-356), quien observó que
Cherniss cumple el mismo error del que acusa a Aristóteles,
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a) O bien hacemos una lectura de los filósofos del pasado
en sus propios términos, conservando su carácter es-
pecífico, de modo tal que solo puedan aparecer como
antigüedades sujetas meramente a descripción y no a
evaluación.
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nos será posible retener lo que dijeron acertadamente
así como tomar precauciones respecto de aquello que
pueden haber dicho sin acierto.
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se razona en ambas direcciones, en cada una se producen
consecuencias que parecen equivalentes entre ellas y, por lo
tanto, el pensamiento se encuentra en dificultad sobre cuál
de las dos direcciones seguir. Hay una situación de camino
bloqueado porque hay dos tesis contrapuestas, que se exclu-
yen mutuamente, pero que están basadas en argumentos,
por lo que quien adopta una se enfrenta con la fuerza de las
razones a favor de la otra. Por eso describe a la persona que
experimenta las aporías como alguien que está atado y que
por lo tanto no puede moverse ni seguir adelante. De ahí
que la resolución de la aporía se describa como un proceso
de desanudamiento. Así, el método diaporemático consiste
en un pasaje gradual desde una condición inicial de dificul-
tad a una condición final de resolución o desanudamiento.
Quien quiera llegar a una condición de euporía, de fácil pa-
saje o de buena salida, no debe volverse rápido a la búsque-
da de la solución a la dificultad, sino que hay que enfrentarla
con un procedimiento que consiste en pasar a través de ellas
(diaporêsai). Al final de ese mismo pasaje, Aristóteles intro-
duce una nueva imagen, la de un proceso judicial en el que
se encuentran en conflicto dos partes, que representan dos
posiciones diferentes. El investigador debe comportarse
como un juez imparcial, que juzga solo después de escuchar
a las partes. De ahí que, tras plantear claramente la apo-
ría —primer paso—, el investigador debe, en un segundo
paso, desarrollarla, es decir examinar críticamente y poner
a prueba cada una de las posiciones contrapuestas para en-
contrar una solución al problema, por ejemplo, deduciendo
las consecuencias que se derivan de cada una de las dos po-
siciones para ver si son aceptables y en qué medida.
Muchas son las razones que Aristóteles aduce para mos-
trar las ventajas de este procedimiento. Por ejemplo, nota
que aquellos que buscan sin haber primero establecido las
aporías no solo se parecen a aquellos que no saben adónde
7 Aubenque (2000: 95-97) ejemplifica muy bien en su trabajo los tipos de euporía.
8 Acerca del cielo I 10, 279 b 4-12, trad. Candel San Martín.
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Y, a la vez, las cosas que se van a decir serán más dig-
nas de crédito para los que hayan escuchado previa-
mente las alegaciones de los argumentos en disputa.
En efecto, no nos estaría bien parecer que emitimos
un veredicto contra un ausente: pues es preciso que los
que se disponen a discernir adecuadamente la verdad
actúen como árbitros, no como litigantes.
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e incorporar la verdad que pudieran contener; por otro,
vuelve sobre ellas, contando con nuevos instrumentos con-
ceptuales, para juzgar sus aciertos y errores. Este segundo
movimiento le ha valido la crítica de distorsión, en tanto
juzga las teorías precedentes desde sus propios conceptos.
Si volvemos al dilema que planteamos al inicio entre des-
cripción acrítica o interpretación distorsionada, podemos
considerar que una lectura atenta del método aristotélico
permite concluir que Aristóteles lleva adelante una inda-
gación histórico-filosófica sin incurrir ni en mera repeti-
ción ni en arbitrariedad. Porque, en primer lugar, su nueva
concepción no es absolutamente ajena a las precedentes,
sino que integra lo que ha resistido el examen crítico. Pero
además, al aplicar a las teorías previas su nuevo concepto,
ofrece una explicación histórica de cuáles fueron las posi-
ciones que dieron origen a la dificultad y por qué no pudie-
ron combatir sus errores e incoherencias. Proponemos, en
suma, interpretar la tan criticada imposición de términos
propios, no como distorsión, sino como exhibición de su
particular solución a los problemas no resueltos por los filó-
sofos precedentes.