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UNA VIDA CON PROPÓSITO

N
adie debería pasar por este mundo sin
entender el propósito de su vida. Si uno
muere sin haber cumplido ese propósito
habrá vivido en vano.

¿Se ha preguntado alguna vez qué obra está


llamado a realizar? ¿Vive siguiendo un modelo de
vida específico que lo ayude a lograr aquello para
lo cual nació?

En muchas ocasiones he escuchado una frase:


“Nacemos, crecemos, nos reproducimos y
morimos.” Las personas dan por correcto ese
pensamiento. Sin embargo, si aceptamos que esto
es así, sería lo mismo que decir que la vida no tiene
sentido, y por lo tanto, no vale la pena vivir.

La Biblia nos demuestra en reiteradas ocasiones


que el ser humano es un instrumento en las manos de Dios, y que las personas hemos sido diseñadas para
un objetivo especial. Si usted se ha conformado solo con ser madre o padre, ir a su trabajo, tener un
salario que en muy pocos días se acaba, si se ha conformado con la rutina de un ser humano común y
corriente, quiero decirle que hay algo más. Veamos algunos personajes de la Biblia que demuestran lo
que estamos diciendo.

1. José, el soñador. José sufrió mucho cuando fue arrancado de su hogar y vendido como esclavo
por sus hermanos. Si nuestros cálculos no nos fallan, por lo menos fueron diecisiete años los que
pasó como esclavo antes de llegar a su gran posición como primer ministro de Egipto. Cuando se
reencontró con sus hermanos y les reveló que él era José, estas fueron sus palabras: “Por favor,
acérquense a mí. Ellos se acercaron y José les dijo: —Yo soy su hermano José, el que ustedes
vendieron como esclavo a Egipto. No se preocupen ni se enojen con ustedes mismos por haberme
vendido, pues Dios me mandó antes que ustedes para salvar vidas.” Gn.45:4,5, PDT. Estoy seguro
que todos los años de sufrimientos que pasó José lo llenaron de dolor, y en cierta forma, de enojo
contra sus hermanos. Pero cuando vio que estaba salvando vidas por medio de un plan de
alimentación, comprendió que su vida tenía sentido, y que el sufrimiento por el cual pasó era
necesario para cumplir el objetivo de Dios en su vida.
2. Lo mismo pasó con Ester, la preciosa judía, esposa del rey persa Asuero. Por un plan de un hombre
malvado, todo el pueblo de los judíos estaba a punto de desaparecer. El tío de Ester llamado
Mardoqueo le dio aviso a su sobrina para que ella hiciera algo a favor de su pueblo, ya que
también ella era judía, y además era la reina, y entre las palabras que Mardoqueo le dijo a Ester,
están estas: “¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como éste!”
Est.4:14, NVI. Esta muchacha hizo todo lo posible por librar a su pueblo del exterminio y lo logró,
lo cual quiere decir que sí, que ella estaba en ese lugar precisamente para salvar a su pueblo.
3. Posiblemente el personaje que más me impresiona, por su determinación de cumplir aquello para
lo cual fue enviado, es Juan el bautista. Su predicación estuvo dirigida siempre a señalar que Jesús
era el Mesías enviado, Jn.1:31: “Yo ni siquiera lo conocía, pero, para que él se revelara al pueblo
de Israel, vine bautizando con agua.” Juan fue encarcelado, y aún allí estaba preocupado por
saber si había cumplido su misión de prepararle el camino al enviado de Dios, así que mandó a
sus discípulos a preguntar al mismo Jesús si él era el Mesías o debían esperar a otro, Mt.11:3. Este
gran hombre sabía que su fin estaba próximo, pero no quería morir sin asegurarse que había
cumplido su misión.

Son varias las reflexiones que podemos sacar de estos personajes. Primero, al igual que José, Dios nos ha
enviado para algo importante. ¿Cuál es su misión personal? Segundo, Ester no entendía cuál era su misión,
pero su tío Mardoqueo la ayudó a descubrirla. Muchas veces no entendemos a qué hemos sido llamados,
hasta que las circunstancias nos ayudan a entender. ¿Cuáles fueron las circunstancias de Ester que le
ayudaron a cumplir el objetivo de su vida, y cuáles son sus circunstancias que le ayuden a cumplir con la
voluntad de Dios para usted? Aunque quizás al inicio no entendamos, e incluso nos confundamos por las
vicisitudes, es imprescindible buscar la realización de los planes de Dios para nosotros. Tercero, Juan el
Bautista sabía que debía cumplir con el papel que Dios le había delegado. Es posible que desde su niñez
sus padres le explicaran su propósito y Juan deseara de todo corazón cumplir con él. El bautista no estuvo
tranquilo hasta cumplir con su misión. Lo mismo debemos hacer nosotros: no descansar hasta no ver
cumplido nuestro propósito en esta vida.

Ponga en práctica lo aprendido


Piense por un momento qué ha hecho hasta ahora, cómo está viviendo su existencia, ¿dejará un legado
para los que vienen después? ¿Tiene sentido su vida actualmente, o solo nació, creció, se está
multiplicando y esperando el momento de morir?

Los grandes personajes de este mundo comprendieron por qué estaban en esta tierra y se dedicaron a
trabajar para lograr sus grandes objetivos, de esa forma, pudieron dejar un legado, usted
debe hacer lo mismo: trabaje por aquello a lo cual Dios lo mandó.

Dos personajes en la Biblia dicen los mismo: “La palabra del Señor vino a mí:
Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras,
ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones.”
Jer.1:4,5.

“Sin embargo, Dios me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó


por su gracia. Cuando él tuvo a bien…” Gá.1:15. Tanto Pablo como Jeremías sabían
que su vida tenía sentido, y vivieron de acuerdo con el propósito de Dios
en su vida. Para usted y para mí debe ser igual: debemos vivir una
vida con propósito.
REFLEXIONE:
Es el propósito el que da sentido a la existencia, ¿hacia qué meta se está dirigiendo usted? ¿Siente que ha
logrado algo significativo en su vida? Cuando usted ya no esté, ¿cuál será su legado para los que quedan
en este mundo?

Recuerde las palabras del apóstol Pablo, porque solo al haber cumplido nuestro propósito, estaremos
listos para morir: “Ya falta poco para que yo muera, y mi muerte será mi ofrenda a Dios. He luchado por
obedecer a Dios en todo, y lo he logrado; he llegado a la meta, y en ningún momento he dejado de confiar
en Dios.” 2Timoteo 4:6,7, TLA.

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