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ARQUIDIÓCESIS DE POPAYÁN

PARROQUIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

PASTORAL DE LITURGIA

MANUAL PARA LA PREPARACION DE LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNION

M.E.C.

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ARQUIDIÓCESIS DE POPAYÁN
PARROQUIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
TALLERES PARA MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNION
¿QUÉ ES UN MINISTRO EXTRAORDINARIO DE LA COMUNIÓN (MEC)?

Entendido desde nuestro contexto, a nivel de la Arquidiócesis de Popayán, es un religioso(a) o laico


que ha sido designado por el Señor Arzobispo, por un período de un año para, fundamentalmente,
distribuir el viático a los enfermos pertenecientes a la comunidad parroquial
a la que, a su vez, él también pertenece y sirve humildemente.
Adicionalmente esta llamado también a apoyar al celebrante (presbítero) en
la distribución de la comunión eucarística en las ocasiones que, el
abundante número de fieles, así lo requieran. Es, por lo tanto, un privilegio
al cual la Iglesia invita a ciertos individuos bajo ciertas circunstancias, y no
un derecho. La distribución de la Sagrada Comunión no debe ser vista como
una ejecución más completa del sacerdocio que le pertenece a todos los
fieles en virtud de su bautismo (el sacerdocio común nos llama a la
santificación del mundo a tra- vés de la vida pública, junto con nuestra
oración privada y sacrificio).

Dicha distribución debe ser vista pues como el ejercicio de una función que es propia de los
ordenados al sacerdocio (presbíteros), pero que por necesidad, debe ser llevada a cabo por otros.
Esto destaca la naturaleza extraordinaria de este servicio, pues más que ser parte de la estructura
de la Iglesia, esta en cambio particularmente atada a las necesidades dadas por el número limitado
del clero.

San Juan Pablo II, nos señala esto en su instrucción Domenicae Cenae: “El tocar las Sagradas
Especies, su distribución con las propias manos es un privilegio de los ordenados, que indica una
participación activa en el ministerio de la Eucaristía. Es obvio que la Iglesia puede conceder esa
facultad a personas que no son ni sacerdotes ni diáconos, como son tanto los acólitos, en
preparación para sus futuras ordenaciones, como otros laicos, que la han recibido por una justa
necesidad, pero siempre después de una adecuada preparación”.

De esta manera el uso de ministros extraordinarios debe ser considerado como un signo de la
escasez de sacerdotes y diáconos, y debería ser un aliciente para orar por el incremento de las
vocaciones al sacerdocio y el diaconado. Los ministros extraordinarios desempeñan un servicio
valioso para la Iglesia supliendo esta necesidad, pero es importante reconocer que este servicio
corresponde a una situación extraordinaria en la vida de la Iglesia.

CUÁNDO UN AGENTE EXTRAORDINARIO DEBE SER LLAMADO.

Habiendo hablado de la naturaleza “extraordinaria” de un agente extraordinario de la Comunión,


es importante hablar de lo que constituye una necesidad suficiente de llamarlos para su uso. La
Instrucción General del Misal Romano (IGMR) provee una descripción básica de la ocasión cuando un
agente (o ministro) extraordinario debe ser llamado: Cuando el tamaño de la congregación o la
incapacidad del obispo, presbítero o diácono, lo requiere, el celebrante puede ser asistido por
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otros obispos, presbíteros o diáconos. Si no están presentes esos ministros ordinarios de la Sagrada
Comunión: “…El sacerdote puede pedir la ayuda de los ministros extraordinarios, es decir, el
acólito legítimamente instituido o incluso otros fieles, que para esto legítimamente han sido
designados. En caso de necesidad, el sacerdote puede designar en el momento a los fieles
idóneos” (IGMR 162)

Mientras que la Iglesia ha evitado darle un significado preciso a la expresión “el número de
comulgantes es muy grande”, para permitir flexibilidad para diversas situaciones locales, la
“Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado
ministerio de los sacerdotes” nos brinda una expresión más precisa de este requisito:

“Para que el agente extraordinario, durante la celebración eucarística,


pueda distribuir la Sagrada Comunión, es necesario, que no se
encuentren presentes ministros ordinarios, o que, estos, aunque
presentes, se encuentren verdaderamente impedidos. Pueden
desarrollar este mismo encargo también cuando, a causa de la numerosa
participación de fieles que desean recibir la Sagrada Comunión, la
celebración eucarística se prolongaría excesivamente por insuficiencia
de ministros ordinarios. ...Para no provocar confusiones han de ser
evitadas y suprimidas algunas prácticas que se han venido creando desde hace algún tiempo en
algunas Iglesias particulares: ... el uso habitual de los agentes extraordinarios en la Santa Misa,
extendiendo arbitrariamente el concepto de «numerosa participación»”. La Instrucción, Immensae
Caritatis añade una cuarta razón: traer comunión a los enfermos cuando no hay sacerdotes o
diáconos disponibles o cuando se les dificulta por sus labores pastorales.

REQUISITOS PARA SERVIR COMO AGENTE EXTRAORDINARIO

Es importante que aquellos individuos seleccionados para servir como Agentes Extraordinarios de la
Sagrada Comunión sean escogidos cuidadosamente. La instrucción Immensae Caritatis los describe
de la siguiente manera:
"El fiel designado ministro extraordinario de la sagrada Comunión y debidamente preparado
deberá distinguirse por su vida cristiana, por su fe y sus buenas costumbres. Se esforzará por ser
digno de este nobilísimo encargo, cultivará la devoción a la sagrada Eucaristía y dará ejemplo a los
demás fieles de respeto al Santísimo Sacramento del Altar. No será elegido para tal oficio uno
cuya designación pueda causar sorpresa a los fieles".

Para certificar debidamente a un Ministro Extraordinario de la Comunión (MEC), la Arquidiócesis de


Popayán, por medio de la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, requiere que cada párroco presen-
te anualmente, a través de una carta, a sus aspirantes para prestar este servicio al interior de sus
comunidades, ya sea que vengan ejerciendo desde antes esta misión o a aquellos nuevos quienes
deberán asistir plenamente a la formación impartida por párroco.

Es pues responsabilidad plena del párroco el presentar, ante la Arquidiócesis de Popayán, a los
fieles idóneos para esta labor, los cuales no deben exceder el número mínimo necesario de agentes
en servicio activo, teniendo en cuenta la atención de los enfermos de la comunidad. Además, el
párroco debe mantener un seguimiento cercano del ejercicio de sus MEC, con el apoyo del
Delegado de Liturgia de su comunidad, con el fin de velar cuidadosamente por el buen manejo del
Santísimo Sacramento; suspendiendo del servicio inmediatamente a quien no lo este llevado a cabo
con la dignidad y respeto necesarios. Dicha suspensión debe ser notificada, por escrito, a la

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Comisión Arquidiocesana de Liturgia, con el fin de mantener depurada y actualizada la base de
datos de los MEC en servicio activo.

ESTILO DE VIDA DE UN MEC

Obviamente no es suficiente para un individuo demostrar una vida católica ejemplar antes de
convertirse en agente extraordinario; también es importante que cultiven esas virtudes después de
haber sido escogido para esa posición de servicio a la Iglesia. Lo mínimo por lo que un individuo se
excuse a sí mismo, de prestar este servicio, consistiría en cualquier cosa que le evite de recibir la
Sagrada Comunión: pecado grave, fallo de asistir a la misa dominical, o la preferencia de no
mantener comunión con las enseñanzas y vida de la Iglesia. Positivamente expuesto, de cualquier
manera, un agente extraordinario debe buscar, como todo cristiano, cultivar la santidad,
especialmente a través de confesiones frecuentes, oración personal, especialmente ante el
Santísimo Sacramento, y la asistencia a misa diariamente, si es posible. Ellos también deben ir en
búsqueda de un buen conocimiento de la fe que profesan, especialmente a través del estudio de
las escrituras y enseñanzas de la Iglesia.

Si a un Agente Extraordinario de la Comunión se le hace


difícil vivir una vida apropiada de acuerdo a sus funciones, se
puede excusar a sí mismo, por un tiempo, de la distribución de
la Sagrada Comunión, o si es necesario como ya dijimos, el
párroco puede que encuentre necesario pedirle que no
continúe con su servicio.

TALLER

1. ¿Eres MEC activo actualmente? Responde SI o NO

2. ¿Por qué se dice que el Agente de la Comunión es “Extraordinario”?

3. Enumere la descripción que hace del MEC la Instrucción “Immensae Caritatis” (son siete)

4. ¿A quién compete la responsabilidad de escoger un MEC idóneo?

5. ¿Debe un MEC prestar su servicio sin haber sido presentado, por su párroco, ante la Comisión
Arquidiocesana de Liturgia? ¿Por qué?

6. ¿Cuál es la misión primordial de un MEC?

7. Enumere los factores que se necesitan para que sea necesario el uso de un MEC durante una
celebración eucarística? (son cuatro)

8. Enumere los dos requisitos, básicos, que se necesitan para ser MEC al interior de la
Arquidiócesis de Popayán

9. Cuando una persona no es apta para prestar este servicio (ya sea temporal o
definitivamente)?

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10. Cuál es el factor que hay que tener en cuenta para determinar el número de MEC que una
comunidad parroquial necesita?

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I. REQUISITOS FORMATIVOS PARA TODO MEC

1. Formación Bíblica

Todo Ministro Extraordinario de la Comunión debe tener buen conocimiento y manejo de las
Sagradas Escrituras: cómo se dividen, se clasifican, etc.

Antiguo Testamento: 46 Libros

21 Históricos:
Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces,
Ruth, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas, 2
Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther, 1 Maca- beos,
2 Macabeos.

7 Poéticos o Sapienciales (Didácticos):


Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico.

18 Proféticos:
Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Abdías, Jonás, Miqueas,
Habacuc, Sofonías, Ageo, Sacarías, Malaquías.

Nuevo Testamento: 27 Libros

5 Históricos:
Los cuatro Evangelios (según San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan) y los Hechos de los
Apóstoles.

21 Didácticos:
Las 13 Epístolas o Cartas de San Pablo: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses,
Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón. Las 8 epístolas o Cartas llamadas
católicas son: Hebreos, 1 y 2 de San Pedro: 1, 2 y 3 de San Juan, la de Santiago y la de San Judas.

1 Profético: Apocalipsis

2. Formación Teológica

Poseer, no sólo guardados en un armario, sino de consulta regular:


Sagradas Escrituras (Biblia sugerida: Jerusalén)
Catecismo de la Iglesia Católica
Concilio Vaticano II
Documentos de la Santa Madre Iglesia (Encíclicas, Cartas Apostólicas, etc.). Al menos los
referentes a la Eucaristía.
Capacitarse siempre que sea posible a través de cursos, cuidando siempre que la fuente de los
mismos sea basada en el Magisterio de la Iglesia, y por consiguiente, con la aprobación eclesiástica
correspondiente.

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3. Formación Litúrgica

Tener el Ordo o planeador del año en curso.


Conocer la Constitución Sacrosanctum Concilium (SC), del Concilio Vaticano II.
Asistir a jornadas litúrgicas, reuniones, eventos organizados por la Comisión Arquidiocesana de
Liturgia.
Estudiar los nuevos instructivos elaborados por la Comisión Arquidiocesana de Liturgia

4. Formación Pastoral

Es de vital importancia que los MEC estén impregnados de la vida pastoral de sus comunidades,
participando solícita y generosamente siempre que sean convocados, por parte de sus respectivos
párrocos.
De manera especial deben velar por trabajar (servir) armoniosa y fraternalmente con los agentes
de Pastoral de la Salud quienes les suministrarán constantemente los datos de los enfermos de la
comunidad para así poderles llevar el viático. En este punto hay que tener claro las diversas
funciones y campos de acción entre los agentes de la Pastoral de la Salud y los agentes de la
Pastoral Litúrgica (MEC) para no caer en cruce de funciones y/o contraórdenes.

II. IR DESDE LA PARROQUIA HASTA EL LUGAR DEL ENFERMO

Para llevar el Santísimo Sacramento:

Éste se lleva en un pequeño contenedor que se llama píxide o porta


viático. También se podría llevar en otra vasija digna y reservada
exclusivamente para eso. Algunas píxides pueden ser llevadas en una
bolsita con una cuerda para el cuello. Mientras llevas el Santísimo
Sacramento, acuérdate de Cristo con reverencia, escogiendo
actividades apropiadas, sin incomodarte o ser rudo en tu
conversación, especialmente con los que no sepan qué estás llevando
ni conozcan su significado. Por un lado, evita distracciones como
música alta, programas de entrevistas u otros programas televisivos,
películas o DVD/CD y casetes, ni otras cosas que te distraigan de tu oración por el camino. Por otro
lado, cuídate de no tratar con rudeza a los que te saludan o te hablan en el camino a tu destino.
¡Cristo no se ofende por la compañía y conversación de los seres humanos! Pero, para evitar las
distracciones en cuanto sea posible, ve directamente a tu visita tan pronto salgas de la iglesia.

Programación de la visita:

Algunas parroquias designan a varios Ministros Extraordinarios de la Comunión (MEC) para que cada
uno visite a una persona en particular, motivándolos para que hagan los preparativos y fijen las
horas para las visitas con las familias. Tanto los enfermos como sus familias o quienes los cuidan,
sea en casa, sea en instituciones, aprecian la libertad de acordar los momentos apropiados para
una visita pastoral o para la Comunión. Esto les da la oportunidad de informar a todos los que
quieran estar presentes.

Por ejemplo, si visitas a los enfermos, no es apropiado presentarte sin aviso cuando los pacientes
están recibiendo tratamientos o sometiéndose a exámenes.

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Si se te pide llevar la Comunión a los enfermos o a los confinados a horas fuera de la Misa
dominical, por favor solicítale a tu párroco que te dé las hostias consagradas o en caso de que éste
te haya instruido para que tú lo hagas, asegúrate de hacerlo con la debida preparación sobre dónde
encontrar la llave del sagrario y cómo acercarte a él con reverencia, abrirlo y transferir las hostias
necesarias del copón al recipiente apropiado que utilizarás para llevar la Eucaristía a los enfermos.
Es de particular importancia fijar con el párroco el tiempo más conveniente para obtener la llave
del sagrario, porque no se permite guardar la Eucaristía en casas particulares ni llevarlas todo el
día mientras haces tus menesteres antes de visitar a los comulgantes.

Generalmente, al sacar el Santísimo Sacramento del sagrario, reza brevemente, lávate los dedos en
una pequeña vasija de agua puesta al lado para tales ocasiones, sécatelos con una toallita junto a
la vasija y haz una genuflexión antes de abrir el sagrario. Si la parroquia no provee la vasija ni la
toalla, lávate las manos en la sacristía o límpiatelas de cualquier otra manera conveniente. Si
tienes hostias no consumidas después de tus visitas, tienes que regresar a la parroquia y
devolverlas al sagrario. Al cerrarlo, lávate los dedos de nuevo.

Es necesario luego limpiar el porta viático, o la píxide, en el


lavabo especial de la sacristía (cuyo desagüe no va al caño),
si es evidente que contiene migajas. Llénala con agua, bebe
el agua y seca la píxide cuidadosamente con una toallita, si
está disponible. Si quieres evitar tener que devolver hostias,
puedes dar a cada uno de los últimos pocos comulgantes
más de una hostia para que se consuman todas o podrás
consumirlas tú como parte del rito de la comunión durante
la última visita, siempre que hayas cumplido con los
requisitos usuales para la recepción de la comunión.

No se permite que las consuma el MEC después de la última


visita porque la comunión siempre se recibe en el contexto
de la oración pública y no para la conveniencia del MEC. De
la misma manera, no podrás llevar las hostias que sobran a
tu casa para luego volver a la iglesia, porque la Eucaristía
tiene que ser conservada siempre en un sagrario. Recuerda
que es a Nuestro Señor a quien tienes a tu cargo. ¡Cuidalo!

Traer lo necesario:

Haz una lista de lo que quieres llevar contigo al salir de la casa de camino a la parroquia y luego a
la distribución de la Sagrada Comunión a los enfermos. No olvides llevar siempre contigo el “Rito
Ordinario: Comunión de los Enfermos por un Agente Extraordinario”. El evangelio de cada día y
oraciones para los enfermos. Como medida preventiva, esfuérzate todo lo posible por memorizar el
esquema del rito, o guarda en tu bolsillo o en tu cartera una copia del mismo.

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Taller

1. ¿Cuáles son los cuatro frentes formativos que debe tener todo MEC?

2. Reflexionen: Aparte de las formaciones señaladas en el punto 1, ¿Cuál aspecto (no tratado en
este instructivo) consideran que debe ser la base sobre la que se construye un buen MEC y su
servicio?

3. A nivel de su comunidad, ¿Están bien definidas las Pastorales: Litúrgica y de la Salud? Expliquen.

4. Han estudiado como EQUIPO de MEC, al interior de su parroquia, la Constitución Sacrosanctum


Concilium sobre la Sagrada Liturgia, del Concilio Vaticano II? Responder honestamente SI o NO.

5. ¿Cómo se llama el recipiente donde se guarda el Santísimo Sacramento durante las visitas a los
enfermos? ... ¿Lo están usando todos los servidores de su comunidad?. ¿Qué otros recipientes o
modos de llevarlo emplean?

6. En promedio por servidor, ¿Cuántas comuniones distribuyen? ¿Cuántas veces a la semana?


¿Cuánto tiempo permanecen en posesión del Santísimo Sacramento?

7. En su servicio a los enfermos, ¿Se están guiando de algún rito impreso? ¿Están improvisando?

8. Actualmente, ¿Qué aspectos creen que pueden mejorar en su servicio?

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I. PREPARAR UN AMBIENTE DE ORACIÓN

1.1 Encuentra a Cristo en las personas

El ministerio eclesial siempre es personal. Es importante que pases algunos minutos al inicio de tu
visita conociendo a los presentes para darles la oportunidad de sentirse más cómodos contigo. La
parroquia puede proporcionarte informaciones útiles antes de tu visita. A cambio, será útil para los
servidores de la Pastoral de la Salud si les informas de lo que hayas aprendido de la condición,
circunstancias y necesidades de los que visitas.

Cuando llegues, diles tu nombre y recuérdales que te ha enviado la parroquia. Interésate por su
salud y escucha con atención sus respuestas. Demuestra tu interés y preocupación, pero acuérdate
de que no estás ahí para ofrecer tu consejo médico ni para juzgar sobre estos asuntos, aun cuando
seas un profesional de la salud. Más importante aún, recuerda que llevas contigo a Jesús
Sacramentado, así que no debes dilatarte en conversaciones extensas. Los agentes de la Pastoral
de la Salud son quienes están llamados a invertir más tiempo en sus visitas, en la escucha de los
enfermos y procurándoles el consuelo anímico y espiritual debido.

Si puedes, llama a los enfermos por sus nombres, pero ten presente
que a muchos no les gusta que se les llame por su primer nombre sin
permiso previo. La enfermedad, el envejecimiento y otras formas de
sufrimiento público pueden robarles su sentido de dignidad personal,
así que será un elemento muy importante de tu servicio tratar con
ellos con muchísimo respeto. Sea cual sea su condición, tanto tú como
ellos son colaboradores en la obra de Cristo.

El servicio pastoral es como una carretera de dos vías: aquellos a


quienes visitas te sirven a ti por su testimonio, así como tú les sirves a
ellos ofreciéndoles el consuelo amoroso de Cristo. Pon atención a
cualquier necesidad particular que veas: ¿Muestra el enfermo poca
energía, movilidad o dolor? ¿Puede oír bien? ¿Está enojado? ¿Parece
triste o deprimido? Será mejor para ti ajustar la duración, el contenido
o el estilo de la celebración según lo que notes en cada visita en particular.

1.2 Preparación para dirigir la oración

El mundo de los que sufren, especialmente de los que están limitados a su casa o, lo que es más, a
un hospital o asilo de ancianos, no es muy conducente a la oración. El elemento más importante en
la creación de un ambiente de oración eres tú. El ministro que reza y guía a los demás hace una
potente invitación a dejar a un lado las preocupaciones causadas por el sufrimiento, y así penetrar
más conscientemente en el misterio de Dios que mora y lleva sus obras a cabo entre nosotros.

Aquí tienes algunos pasos para desarrollar esta habilidad de vital importancia:

+ Dedica tiempo a la oración, a la lectura y a la meditación de la Palabra de Dios. Cuanto más la


medites en privado, tanto mejor será el ejercicio de tu servicio.

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+ Familiarízate a fondo con la estructura y movimiento del rito para que puedas enfocarte mejor
en el enfermo. No hay que memorizar las oraciones ni las lecturas. Simplemente hay que saber cuál
sigue y dónde encontrarla.

+ Antes de entrar en el hospital, en la casa o el cuarto, ruega brevemente pidiendo a Cristo que
obre por tu mediación. Después de la visita, haz una pausa para dar gracias.
+ Reflexiona sobre tus experiencias al llegar a casa. ¿Te sentiste inseguro o distraído en algún
momento? ¿Por qué? La próxima vez, ¿qué podrías hacer para ponerte más a gusto y así orar con
más atención, sin perder la conexión con los que asisten a la celebración?.

Un modo muy útil para continuar profundizando y mejorando en el servicio de la distribución del
viático a los enfermos es compartir las experiencias con los demás Ministros Extraordinarios de la
Comunión (MEC) y con tu párroco.

1.3 Preparación del cuarto destinado a la oración

También puedes tomar algunas medidas sencillas para establecer un ambiente propicio para la
oración, si las circunstancias así lo permiten: un crucifijo de pie, una cruz o un icono pueden re-
saltar la presencia de Cristo.

Puede ser de ayuda la iluminación apropiada, si es posible. En un entorno institucional, por ejem-
plo, una lámpara o hasta la luz del sol puede crear un ambiente mucho más humano que las luces
fluorescentes. Si llevas la comunión a alguien, ten contigo una pequeña tela blanca y una vela para
preparar el sitio donde vas a situar la píxide (o portaviático) que contiene la Sagrada Comunión
como centro de atención durante la celebración que vas a dirigir. ¡Asegúrate de tener algo para
encender la vela!
No se requiere un corporal pero, si se utiliza, tradicionalmente se debe desplegar sobre otra tela o
mantel más grande y no sobre una superficie descubierta. Algunas personas que cuidan a los
enfermos, familiarizados con el rito, preparan de antemano un lugar apropiado, pero muchos no lo
hacen.
Ten presente las limitaciones que halles en una institución de salud o geriátrica. El ritual de la
Sagrada Eucaristía recomienda que el MEC esté acompañado de otra persona llevando una vela, y
que éste la coloque sobre la mesa donde quedará el Santísimo durante la celebración. Sin embargo,
el reglamento de seguridad normalmente prohíbe el uso de llamas expuestas en las instituciones. El
oxígeno y otras substancias que posiblemente estén en uso son extremadamente inflamables.
Además, es posible que no haya superficie alguna aparte de una mesilla de cama y que tengas que
despejarla antes de arreglar lo necesario para el Santísimo. Prepárate pues para ajustarte a las
circunstancias. Si no has visitado un hospital o casa de reposo particular, trata de hablar con otro
MEC, que sí lo haya hecho, sobre lo que debes anticipar.

1.4 Preparación de los participantes para la oración

Antes de empezar, si es tu primera visita a un enfermo en particular, explícale a él y a sus


familiares presentes, de modo muy sencillo el rito que vas a utilizar para que sepan qué esperar.
¡Las sorpresas suelen interrumpir la oración! Es de especial importancia designar de antemano al
lector. La lectura puede ser hecha por uno de los presentes o por el MEC. Si no conoces a los
participantes, puede ser conveniente pedir un voluntario (y permitirle unos minutos para hacer su
preparación), pero recuerda que no todos tienen el deseo ni la capacidad de leer en público con
poco aviso, especialmente en tiempos de dolor. Finalmente, indica con claridad el comienzo de la
oración, invitando a la atención silenciosa con la Señal de la Cruz y pasando a la oración.
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TALLER.

I. Analizando el ejercicio de su servicio, en conclusión luego de escuchar todas las aportaciones de


los diversos MEC que conforman el equipo:

1. Coloquen de mayor a menor, ¿Cuáles aspectos de los tratados en el instructivo, no estaban


implementando en las visitas a los enfermos?
2. De que tipo son, en promedio (porcentaje), los enfermos que son visitados en su comunidad:
a) Enfermos leves
b) Enfermos terminales
c) Tercera edad, que impide la asistencia del fiel a la parroquia
3. ¿Se turnan un enfermo entre varios servidores, o siempre va el mismo MEC?
4. ¿Cuál a sido el período de tiempo más largo que ha atendido a un enfermo determinado,
visitándolo regularmente?. (Ejemplo: un año, tres meses, etc.)
5. En promedio, ¿Cuánto se demoran por visita?
6. ¿Realizan visitas a Clínicas u Hospitales? ¿Cuáles?

II. Aprovechando la tabla de la asistencia a la resolución del taller, colocar frente a cada MEC el
número máximo de enfermos, en un momento determinado, que ha atendido desde que ejerce su
servicio y el tiempo que lleva sirviendo como MEC.

Ejemplo:
Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los AEC
activos que hacen parte de dicho equipo en su comunidad.

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I. La Misa

Como católico, el ejercicio espiritual más importante de tu vida es participar regularmente de la


Misa dominical. Tu compromiso semanal con la Eucaristía demuestra tu fe en la Resurrección, tu fe
en la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento y tu amor por tu comunidad parroquial.
Cuando te encuentras regularmente con el mismo grupo de fieles, comienzas a conocer a la
comunidad, sus deseos y necesidades, sus momentos de alegría y esperanza. Adquirirás un
repertorio de himnos de alabanza en común con tus hermanos, escucharás los anuncios que avisan
acontecimientos importantes que se aproximan y seguirás la predicación semana por semana.

También irás aprendiendo los nombres y reconociendo las caras. Un buen Ministro Extraordinario
también será un buen agente de la hospitalidad (ujier). Ve aprendiendo los nombres de las
personas con las que participas en el culto. Preséntate a los asistentes antes o después de la Misa.
Ten el ojo abierto para verles en actos de la parroquia durante la semana. Crea lazos. Al hacerlo,
acercas un poco más a la comunidad y mejoras la comunión de todos.

Pon especial atención a los que se están formando para recibir su Primera Comunión. Conoce a los
catecúmenos de la parroquia, así como a los cristianos bautizados que se preparan para ser
recibidos a la plena comunión de la Iglesia católica. La Eucaritía será el punto culminante de su
formación. Habla con ellos sobre sus ilusiones y comparte con ellos lo que significa la Eucaristía
para ti. Averigua qué familias están preparando a sus hijos para la primera Sagrada Comunión este
año. Anima a los jóvenes a medida que su gran día se acerca.

Cuando sirvas como Ministro Extraordinario, pon atención a


todas tus palabras y acciones. Entra al presbiterio a la hora
señalada. Recibe la Sagrada Comunión con atención y
reverencia. Cuando lleves los vasos sagrados, ten presente lo
que contienen. Espera a que cada uno de los que van a
comulgar se pare frente a ti. Anuncia: "El cuerpo de Cristo" o
"La sangre de Cristo" con expresión y con fe. Espera la
respuesta y luego ofrécele la Sagrada Comunión.

Después, lleva los vasos cuidadosamente al lugar designado.


Los Ministros Extraordinarios aprenden la rutina muy rápidamente, pero esta nunca debe ser
automática. Tus acciones siempre deben estar llenas de sentido . . . cada paso que des, y cada
palabra que digas.

Cuando en una Misa no te toque ejercer tu ministerio extraordinario, participa en ella con todas
tus capacidades. Canta los himnos, recita las respuestas, adopta las posturas, escucha las lecturas,
presta atención la homilía, ofrece tu vida a Dios y acércate a comulgar junto con tus hermanos y
hermanas. Recibir la Sagrada Comunión de manos de otro agente te enseña la importancia de
ofrecérsela a otros comulgantes con atención y sinceridad.

Pon tanta atención al año litúrgico como al calendario civil. El Triduo Pascual comienza el Jueves
Santo, continúa con el Viernes Santo y la Vigilia Pascual y termina el Domingo de Pascua. Los
oficios de la Iglesia en esos días deben ser de suma prioridad para todos los católicos y
especialmente para todos los que servirán como Agentes de la comunión, sean clérigos o laicos. La
Vigilia Pascual, que es la acción litúrgica más importante del año, se celebra en medio de la noche
para proclamar la fe en la Resurrección, para abrirnos los oídos para comprender las lecturas que
relatan nuestra salvación, para recibir a los recién bautizados, nos invita a renovar nuestras
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promesas bautismales y nos hace participar en la primera Eucaristía
del tiempo pascual, bajo la luz del cirio pascual, en medio de una
comunidad que vibra de fe en Cristo resucitado.

Participa en la Misa todos los días de precepto y demás fiestas


importantes. Comienza la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza. Da
gracias por medio de la Eucaristía el Día de Acción de Gracias. Reza
por los trabajadores el Día del Trabajo y por nuestro país el Día de
la Independencia. Observa los tiempos de Adviento, Navidad,
Cuaresma y Pascua con oraciones, decoraciones y tradiciones en el
hogar.
Dos acontecimientos del calendario ponen un énfasis especial sobre
la Eucaristía: la Misa vespertina de la Cena del Señor el Jueves
Santo y la fiesta del Corpus Christi. El Jueves Santo conmemora la
noche en que Jesús instituyó la Eucaristía. La solemnidad del
Cuerpo y de la Sangre de Cristo, fiesta que en español todavía
llamamos "El Día de Corpus", celebra el don de la Eucaristía y las
devociones que el pueblo ha creado en torno a ella. Es un día de gran importancia para los
católicos que dedican su servicio a la Iglesia en la distribución de la Sagrada Comunión.

En el Tiempo Ordinario existe una serie especial de lecturas dedicadas a la Eucaristía. También
debes estar consciente del calendario diocesano. Si es posible, asiste a algunas de las celebraciones
importantes en la catedral. En la Misa Crismal, por ejemplo, los sacerdotes renuevan sus promesas
de servicio a la comunidad. Los fieles que asisten a esta liturgia muestran su apoyo a los sacerdotes
y rezan por el ministerio Eucarístico de la Iglesia diocesana.
Hay quienes asisten a Misa más a menudo que sólo los domingos y fiestas de precepto. La mayoría
de las parroquias celebran Misa diaria y algunos Ministros Extraordinarios adoptan el hábito de
participar.

II. El sacramento de la Reconciliación

Haz uso del sacramento de la Reconciliación. Todos los Ministros Extraordinarios deben ser
personas de integridad cuyo estilo de vida inspire a otros a vivir por Cristo. Al notar en ti mismo la
presencia del pecado y al ver los patrones de comportamiento que te hace falta cambiar, presenta
tu contrición en la confesión y recibe la misericordia de Dios. No te conformes con tus malos
hábitos ni desestimes el poder de la tentación. Jesús derramó su sangre para el perdón de los
pecados. Nos convertimos en embajadores de la reconciliación cuando vivimos este sacramento y
brindamos la misericordia de Dios a los demás. Si los Ministros Extraordinarios son perdonados y
perdonan, esto se reflejará en su vida diaria y en su participación en la Misa.

Para un crecimiento aún más profundo, confiésate regularmente con el mismo confesor, para que
este te llegue a conocer y te ayude a vencer tus defectos más persistentes. Ese confesor puede
servir como director espiritual para ayudarte a lo largo de tu vida.

III. Habilidades básicas que debes aprender y practicar

Ya que tu ministerio te ha llamado a servir en el altar, deberás procurar crecer en confianza


propia, destreza, agilidad y reverencia respecto a la manera en que tocas los cálices, purificadores,
copones y píxides, y aprenderás a tocar las sagradas especies de una manera apropiada y

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respetuosa. No importa que seas un principiante o un Ministros Extraordinario de bastante
experiencia, siempre debes tratar las especies eucarísticas con suma reverencia.
La formación práctica que te ofrecerá el personal pastoral de tu parroquia incluirá cómo se debe
recibir la comunión bajo ambas especies (o sea, de pan y vino consagrados); cómo ofrecer la hostia
y administrar el cáliz a cada comulgante; cómo se deben limpiar los vasos después de haber sido
purificados por un sacerdote o diácono; cómo cerrar el sagrario; cómo llevar la píxide con
reverencia; cómo autoevaluar tu propio estilo en materia de reverencia; y, por supuesto, qué hacer
si sucede un accidente con las especies eucarísticas.

Cómo manejar los vasos sagrados durante la distribución. Parte 1.

Cada vaso sagrado, bendecido para el servicio exclusivo del culto divino, merece el respeto
especial de todos los Ministros Extraordinarios y de todos los comulgantes. El cáliz y el copón, por
ejemplo, deben sostenerse verticalmente para reducir la posibilidad de que se derramen su
contenido y para mostrar la dignidad del Sacramento que contienen. Algunos copones tienen asas.
En estos casos, el Ministro Extraordinario aguanta el copón por el asa mientras distribuye las
hostias.

La manera de sostener los vasos con respeto dependerá de cómo


estén hechos y de la destreza que hayas adquirido en su manejo.
Ensaya cómo sostener los vasos cuando seas recién comisionado,
antes de comenzar a servir y también, por ejemplo, si alguna vez la
comunidad cambia los vasos sagrados para algún otro tiempo
litúrgico. No deberás manejar un vaso particular por primera vez
durante la Misa, ya que este no es momento de sentirte ansioso,
inseguro o poco preparado. Practica de antemano con el nuevo
vaso, para que te sientas cómodo con su uso y te puedas concentrar
en la debida reverencia al ejercer tu ministerio durante la liturgia.

En general, para facilitar la distribución, el copón o el cáliz deben


sostenerse cómodamente a la altura del pecho, ni demasiado alto ni
demasiado bajo. Ajusta la elevación del vaso en proporción a la
destreza o las capacidades fisicas del comulgante. Por ejemplo,
algunos niños o personas de edad avanzada pueden moverse o
temblar al recibir la hostia. Pon atención a estas posibilidades mientras distribuyes la comunión.
Hay dos formas prescritas de recibir el cuerpo de Cristo: en la boca o, donde se permite, en la
mano. Con el copón en la mano, el agente de la comunión toma una hostia consagrada con el
pulgar y el índice, la alza ante los ojos del comulgante y dice: "El cuerpo de Cristo". Si el
comulgante elige recibirla en la boca, luego de su "Amén", el Agente Extraordinario pone el cuerpo
de Cristo sobre la lengua extendida del comulgante (asegúrate de que tus dedos no toquen la
lengua del comulgante). Si el comulgante elige recibirla en la mano, luego de su "Amén", el
Ministro Extraordinario pone el cuerpo de Cristo en las manos extendidas del comulgante.

Cada comulgante debe recibir, y no tomar por sí mismo, la hostia que el agente de la comunión le
ofrece. Recibir la hostia ofrecida, y no tomarla, es un concepto importante sobre el cual deben
reflexionar los Agentes Extraordinarios. Tu función ministerial es ofrecer a los demás el Cuerpo y la
Sangre de Cristo.

15
Taller.

1. ¿Cuándo tu servicio como MEC no sea requerido en la celebración litúrgica en la que te


encuentras, que debes hacer?

2. ¿Cuál es la acción litúrgica más importante del año para todo católico?

3. ¿Qué debe demostrar tu compromiso semanal con la Eucaristía? Cómo equipo de MEC, ¿Qué están
haciendo para vivir plenamente este Año de la Fe?

4. Enumerar las celebraciones litúrgicas más “fuertes” , aunque todas ellas son importantes,
durante todo el Año Litúrgico.

5. Enumerar los aspectos que deben o podrían mejorar en el acompañamiento que hace su párroco
a los MEC en servicio activo actualmente.

16
CÓMO MANEJAR LOS VASOS SAGRADOS DURANTE LA DISTRIBUCIÓN. PARTE 2.

La manera en que distribuyes la comunión, poniendo suavemente el Cuerpo de Cristo en las manos
extendidas del comulgante, puede mover al comulgante a recibirlo correcta y reverentemente.
Esto también puede animar al comulgante a responder con un "Amén" más enérgico, más resuelto.
No te acerques, pues, con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino que,
poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la
concavidad de la mano el cuerpo de Cristo diciendo: "Amén". Súmelo a continuación con ojos de
santidad cuidando de que nada se te pierda de él". ‐ San Cirilo de Jerusalén, siglo IV

Los comulgantes que reciben la hostia en las manos deben


dar un solo paso hacia un lado y consumir el Cuerpo de Cristo
inmediatamente. Esta manera de proceder asegura que los
comulgantes no se retiren llevando las especies eucarísticas
en la mano. Esto no está permitido, por temor a que alguien
pueda profanar el Cuerpo de Cristo. Se debe hacer todo lo
posible para asegurarse que los comulgantes consuman la
hostia delante del Agente Extraordinario. Esto es
responsabilidad del Agente Extraordinario y también del
ministro ordinario de la comunión (el sacerdote que preside).

En caso de que se permita la comunión bajo las dos especies:

Luego del "Amén" del comulgante en respuesta a las palabras "La Sangre de Cristo", el MEC le
acerca el cáliz y el que comulga lo lleva con sus manos a la boca. No sigas agarrado del cáliz ni lo
lleves a la boca de los comulgantes. En cambio, asegúrate de que cada comulgante reciba el cáliz
de tus manos y luego se lo lleve a la boca por sí mismo.
A muchos Ministros Extraordinarios les resulta conveniente que la mano no dominante sostenga el
cáliz por el "tallo" (mientras que la mano dominante sostiene el purificador) de manera que el
comulgante pueda elegir tomar la copa del cáliz con una mano a cada lado o recibirlo poniendo una
mano en la copa del cáliz y la otra debajo de la base. Ya que los distintos comulgantes tendrán
maneras distintas de tomar el cáliz, te va a tomar un poco de práctica realizar estos movimientos
de manera simple y respetuosa.

Lo mejor es desplegar el purificador, cuyo propósito es el respeto y la higiene, de manera que un


área más extensa del borde del cáliz se pueda limpiar después de que cada comulgante haya
recibido la sangre de Cristo. Luego de haber dado el cáliz al comulgante y que este haya
respondido: "Amén", cambia la parte del purificador que sostienes con los dedos. Esto permite que
se pueda secar el cáliz con una nueva sección del paño. Luego de limpiar el borde externo y el
interno del cáliz, el MEC gira el cáliz ligeramente después de que cada comulgante haya recibido la
Preciosa Sangre. Este giro puede realizarse de la siguiente manera: cuando el comulgante devuelve
el cáliz, sostén tu mano en una "C" abierta enfrentando al pulgar de una a tres pulgadas del resto
de los dedos. Toma el tallo cerrando la "C" a su alrededor. Limpia los bordes con el purificador.
Luego gira la muñeca ligeramente hacia adentro hacia tu cuerpo mientras presentas el cáliz al
siguiente comulgante. Esta acción rota el cáliz en un cuarto, un decimosexto o un octavo de vuelta
del punto de contacto con el cáliz que tuvo el último comulgante.

17
Aprender a sostener los vasos y, en el caso del cáliz, de qué manera
presentarlo al comulgante con reverencia, cómo retirarlo y cómo girarlo
ligeramente toma algo de práctica, pero pronto se convierte en una
acción automática. Confía en que el Espíritu Santo te guiará y
comprométete a distribuir las sagradas especies con la reverencia y el
respeto que siempre merecen.

Cánones de la Iglesia respecto a la Sagrada Comunión

Los fieles tienen derecho a asistir a la celebración de la Misa y recibir las


sagradas especies como la Iglesia ha determinado en sus cánones, rúbricas
y normas, de una manera integral, fiel a las doctrinas y a las enseñanzas
del Magisterio de la Iglesia.

Esta sección se centrará en las prácticas generalmente establecidas. Para la Iglesia Católica del rito
latino en todo el mundo, la OGMR dicta qué se puede o no se puede hacer. Esta Ordenación ha sido
ampliada por la instrucción Redemp􏰀onis Sacramentum (RS): Sobre algunas cosas que se deben
observar o evitar acerca de la San􏰀sima Eucaristia. Existen adaptaciones nacionales (con la
aprobación de la Sede Apostólica) de la OGMR; para Colombia, se le conoce como la Instrucción
General del Misal Romano (IGMR) con las adaptaciones pertinentes a nuestro país.

Es pues muy importante que todo MEC tenga conocimiento claro y practique lo estipulado en la
“Instrucción General del Misal Romano (Edición para Colombia)” (IGMR), y que tenga como consulta
recurrente la Instrucción Redemptionis Sacramentum, documentos que puede adquirir en cualquier
librería católica del país. Por último, en este contexto de normas eclesiásticas, además de la
Conferencia Episcopal de Colombia, el obispo diocesano, en su función como moderador, promotor
y custodio de la vida litúrgica dentro de su territorio, determina normas para el servicio del
Ministro Extraordinario y para la distribución de la comunión dentro de su diócesis.

IV. RESPONDIENDO A SITUACIONES DIFÍCILES O POCO COMUNES

Si se cae al suelo el cuerpo de Cristo.

Si una hostia consagrada, o una particula o fracción de ella cae al piso, debe ser recogida
inmediatamente y con sumo respeto por el Ministro Extraordinario. Si no queda "muy sucia", debe
consumirse. Algunos ejemplos de una situación en que la hostia queda "muy sucia" pueden ser:
cuando una hostia consumida parcialmente se le cae de la boca a un comulgante o cuando una
hostia cae accidentalmente sobre un piso no muy limpio. Si la hostia ha quedado muy sucia, debe
ser completamente disuelta en agua, y luego esa agua se echa en la piscina. Recordemos que el
término piscina se le da al lugar, dentro de la sacristia, destinado para lavar los utensilios y vasos
sagrados cuyo desagüe va directo a una jardinera de la parroquia y no a la tubería regular del
acueducto.

Si se derrama el vino consagrado.

En caso de que se derrame el contenido del cáliz, usa un purificador o corporal para absorber el
vino derramado, que una vez consagrado se ha convertido en la sangre de Cristo. Estos lienzos se
deben lavar primero a mano en agua que luego se vierte en la piscina o directamente sobre la

18
tierra, en un lugar adecuado, y luego se les lava por segunda vez del modo acostumbrado (RS, 120).
Aún más, "si se derrama algo de la Sangre del Señor, lávese con agua el lugar donde hubiese caído
y, después, viértase esta agua en la piscina colocada en la sacris- tía" (IGMR, 280).

Si por accidente una hostia consumida parcialmente cae al piso o cae de la boca del
comulgante.

Aunque la situación de que una hostia consagrada se vea "muy sucia" puede suceder dentro de la
iglesia, esta difícil situación tiene más posibilidad de suceder cuando se ofrece la comunión a un
paciente en un hospital o a una persona confinada a su hogar que no está completamente lúcida, o
a que sufre de temblores. Como Ministro Extraordinario que llevas la comunión en una píxide,
generalmente no tienes a la mano una piscina. En circunstancias como estas es donde se hace vital
el contar siempre con un purificador, al igual que con una pequeña bolsa de plástico.

En el caso de que esta fuera la única persona a quien ibas a llevar la comunión o la última a quien
la ibas a llevar en tu lista de visitas en ese hospital o asilo, pon la hostia muy sucia directamente
dentro de los dobleces del purificador o, si no tienes purificador, en la píxide misma y, si es
posible, dirígete a la iglesia para poner por obra el
procedimiento de disolver completamente la hostia en
agua y luego verter el agua en la piscina. Es posible
que la tela del purificador o pañuelo sea tan grande
que no quepa dentro de la píxide. Pon la parte del
purificador que contiene la hostia no consumida en el
centro de la píxide, cierra la tapa lo mejor que puedas
(aunque algunas partes de la tela queden fuera de la
píxide).

En la iglesia, disuelve por completo la hostia y los


fragmentos en agua y viértela en la piscina como se
indicó anteriormente. Purifica la píxide y el
purificador o el pañuelo de la misma manera que se
purifican los demás lienzos sacramentales.
Si la persona a quien se le cayó la hostia no es el último comulgante en tu lista de distribución,
entonces respetuosamente coloca la hostia consagrada que estuvo en la boca del comulgante en el
purificador o pañuelo (o empújala con el borde de la tela), dobla el paño con cuidado para
asegurarte que la hostia no se vaya a caer de entre sus pliegues, y ponlo dentro de la pequeña
bolsa de plástico. Vuelve a la iglesia tan pronto te sea posible y lleva a cabo el proceso de disolver
completamente la hostia en agua y luego verter el agua en la piscina.

Si no puedes entrar a la iglesia y la piscina, consume las hostias que hayan quedado cuando
termines de visitar el hospital, el asilo o las casas de los enfermos. Retira entonces el purificador o
pañuelo doblado de la bolsa de plástico y ponlo en la píxide.
Al volver a casa, la hostia sucia y sus fragmentos deben ser retirados del purificador o pañuelo y
puestos dentro de un pequeño envase de vidrio. Agrega agua y cierra bien la tapa hasta que la
hostia se disuelva completamente. Lleva entonces el envase bien tapado a la sacristia tan pronto
puedas y vierte su agua en la piscina. Purifica el paño como se explicó más arriba.
No se permiten otros procedimientos y tratamientos de las sagradas especies. Está estrictamente
prohibido enterrar hostias consagradas o el pan eucarístico consagrado. Sólo se puede verter agua
en la piscina, no las hostias ni el vino consagrados.
19

Taller

1. ¿Acostumbran en su comunidad el distribuir la comunión bajo las dos especies?; en promedio,


¿cuántas veces al año?. Es importante enfatizar lo que nos enseña la IGMR en el n. 282: “... En
primer lugar, recuerden a los fieles que la fe católica enseña que también bajo una sola de las dos
especies se recibe a Cristo todo e íntegro y el verdadero Sacramento; y que, por consiguiente, en
lo tocante a su fruto, no se priva de ninguna gracia necesaria para la salvación a quienes sólo
reciben una de las especies”.

2. ¿Hacen, como equipo, uso de la Instrucción General del Misal Romano (IGMR) como herra-
mienta de estudio?

3. ¿Qué es la Instrucción Redemptionis Sacramentum (RS)? Investigar y enumerar los capítulos que
hacen parte de ella. Se recomienda fervientemente su estudio a todo AEC.

4. Qué formación han recibido por parte de su párroco, para el mejor desempeño de su servicio?

5. ¿Qué situaciones difíciles o poco comunes han tenido en el ejercicio de su servicio?

6. ¿Qué es la piscina o “sacrarium”?

20
Información esencial

1. Al dar la Sagrada Comunión, uno dice: "El cuerpo de Cristo" y "La sangre de Cristo". Ningún
distribuidor de la comunión tiene derecho a modificar estas palabras (IGMR 161, 286, 287).
Tampoco se permite usar el nombre de pila del comulgante, ni siquiera si la comunidad reunida es
pequeña y todos se conocen, como en el caso de una persona confinada a su hogar, un grupo de
retiro o la comunidad de una Misa de un día de semana. Aquí no es pertinente si conocemos al
comulgante o si tenemos intimidad con él; sino que lo pertenente es el regalo de Cristo de sí mismo
que se da a los que obedecen su orden conmemorativa (IGMR 24; SC 22).

2. Aunque eres un Ministro Extraordinario, antes de que distribuyas el cuerpo o la sangre de Cristo,
debes tú recibir las sagradas especies de manos del sacerdote o del diácono quien, a su vez, te
entrega los vasos sagrados apropiados para administrar la
comunión a los fieles que se acercan para recibir la Eucaristía
(IGMR 162). Es muy importante tener en cuenta que el cáliz no
podrá nunca dejarse sobre el altar o sobre otro lugar para que
el comulgante lo tome por sí mismo para comulgar ... ni se
puede pasar el cáliz de un comulgante a otro. (IGMR 160; RS
94).

3. Cuando comulgas o cuando sirves como Ministro


Extraordinario, debes ser un modelo de cómo se comulga con
fe. Para la recepción de la comunión cuando [los fieles]
comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el
Sacramento, la debida reverencia, que deben establecer las
mismas normas (IGMR 160, RS 90). Actúa según lo que crees.
De manera respetuosa y consciente, inclina la cabeza como
señal de tu fe al recibir el cuerpo de Cristo (y su sangre si recibes la Eucaristía bajo ambas
especies) antes de ejercer tu ministerio para con los miembros de la asamblea. Tu testimonio
anima a los demás.

4. Recuerda que la decisión de recibir la hostia en la lengua o en las manos depende del
comulgante, y no del MEC. Siempre es recomendable que, en caso de que alguien comulge en la
mano, el MEC que la entregó se cerciore de que la forma consagrada sea consumida enseguida,
evitando así el peligro de una profanación.

Procedimientos generales durante la Misa

Aunque la arquitectura de cada iglesia es diferente, existen ciertos pasos esenciales que se aplican
al proceso de distribuir la comunión por los Ministros Extraordinarios en todas partes.

Cuándo acercarse
Una vez que el sacerdote haya recibido el cuerpo y la sangre de Cristo, el Ministro Extraordinario se
dirige hacia el altar pero no antes, como lo indica la IGMR (n. 162): "Estos ministros no se acerquen
al altar antes de que el sacerdote haya comulgado".

21
Cómo recibir la comunión
Los Ministros Extraordinarios pueden comulgar en la lengua o en la mano pero
nunca se les permite recibir la Sagrada Comunión como si fueran presbíteros
concelebrantes. El Agente Extraordinario nunca puede darse a sí mismo la
comunión en la Misa.

Cómo recibir el vaso sagrado


El sacerdote (o diácono) entrega los vasos sagrados a los Agentes
Extraordinarios para que los distribuyan a los fieles (IGMR 162). Los Agentes
Extraordinarios no deben tomar el copón o cáliz del altar ni recibirlo de manos
de otro Agente Extraordinario.

Dónde pararte para distribuir la comunión


El párroco debe instruir a los Ministros Extraordinarios acerca de los lugares
donde se distribuye la comunión en su comunidad. El Ministro Extraordinario
debe estar atento para facilitar el movimiento de comulgantes que vienen por los pasillos laterales
u otros espacios de distribución. Quizás dar uno o dos pasos hacia atrás o hacia adelante ayudará a
facilitar el movimiento de los comulgantes de manera que no se obstaculice el tránsito. Esfuérzate
por estar alerta a estas situaciones.

Cuándo regresar al altar


Cuando termines de distribuir la Sagrada Comunión en tu puesto, es posible que te toque
distribuirla a los músicos (cantor, organista/pianista, coro, instrumentista) o quizás debas ayudar a
otros agentes en sus puestos de distribución. Luego de la distribución, el Agente Extraordinario que
lleva el copón regresa ese vaso al altar o, si es costumbre, lleva el copón vacío a una mesa auxiliar
o credencia. El Ministro Extraordinario que lleva el cáliz también lo regresa al altar cuando no se ha
consumido toda la sangre de Cristo. Si se ha consumido toda, se le puede indicar al Ministro
Extraordinario que regrese el cáliz vacío a la credencia.

Quién consume lo que queda de las sagradas especies


En el altar el sacerdote celebrante o diácono junta y consume los fragmentos restantes y el
sacerdote lleva las hostias consagradas no consumidas al sagrario (IGM 163, 182). Si el sacerdote
celebrante no consume lo que queda de la sangre de Cristo; esto le toca al
diácono. “... el sacerdote o, según las normas, otro ministro, de inmediato
debe sumir en el altar, íntegramente, el vino consagrado que quizá haya
quedado; las hostias consagradas que han sobrado, o las consume el
sacerdote en el altar o las lleva al lugar destinado para la reserva de la
Eucaristía” (RS 107).

Quién purifica los vasos sagrados


Aunque sólo el sacerdote o el diácono pueden purificar los vasos sagrados
después de la comunión (esto generalmente se hace vertiendo un poco de
agua en cada vaso y consumiendo el agua después de haber limpiado el
último vaso), un acólito litúrgicamente instituido (en nuestro caso también
los MEC) pueden limpiar los vasos con agua, en la piscina o sacrarium de la
sacristía, después de la Santa Misa.

Cuándo regresar a tu asiento


En algunas comunidades los Ministros Extraordinarios regresan de forma
individual a sus asientos una vez que han dejado los vasos sagrados en el
22
altar o en la credencia o mesa auxiliar. En otras, los
Ministros Extraordinarios regresan en grupo. Cada
parroquia definirá este aspecto según lo consideren
pertinente.

Procedimiento general fuera de la Misa


Si no hay un sacerdote disponible para las Misas de la
vigilia el sábado o las Misas dominicales y si el obispo
diocesano lo permite, se puede llamar a los Ministros
Extraordinarios para que dirijan la celebración dominical de la palabra o la Liturgia de las Horas
seguida por la Sagrada Comunión. Se deben seguir las normas y procedimientos que se encuentran
en el Directorio para las Celebraciones Dominicales en Ausencia del Presbítero.
Fuera del templo, la distribución de la Sagrada Comunión de manos de un Ministro Extraordinario
sigue el rito para la comunión de los enfermos en circunstancias ordinarias o rito para la comunión
en un hospital u otra institución o la celebración del viático fuera de la Misa.

Preparación personal
Ahora que has reflexionado sobre tu ministerio, ¿de qué manera te preparas para realizar la función
para la que te han comisionado? A todos los cristianos, cada día, se les invita a ir intensificando su
vida de oración.
Tu llamado a servir como Ministro Extraordinario exige que tu manera de conducirte refleje lo
sagrado de las acciones que estás haciendo. Debes reflejar el amor de Dios y tu fe al ejercer tu
ministerio. Ya que recibes y distribuyes la comunión a menudo, la Iglesia recomienda que recibas el
sacramento de la Penitencia (Reconciliación) en intervalos apropiados para que puedas realizar tu
trabajo en un estado de gracia: “Los fieles deben ser guiados con insistencia hacia la costumbre de
participar en el sacramento de la penitencia, fuera de la celebración de la Misa, especialmente en
horas establecidas, para que así se pueda administrar con tranquilidad, sea para ellos de verdadera
utilidad y no se impida una participación activa en la Misa. Los que frecuente o diariamente suelen
comulgar, sean instruidos para que se acerquen al sacramento de la penitencia cada cierto tiempo,
según la disposición de cada uno” (RS 86)

Atuendo
Tu atuendo debe demostrar tu sentido de cómo tu función se enmarca dentro de la experiencia de
la liturgia. ¿Expresa tu modo de vestir respeto y reverencia por los misterios sagrados que se están
celebrando? Tu ministerio como Ministro Extraordinario es un encuentro con el Pan de la Vida que
bajó del cielo. Dicho encuentro exige una conducta respetuosa y una vestimenta adecuada.

Taller
1. Decir si es Falso o Verdadero. En caso de que lo dicho sea falso, explicar qué es lo correcto:
a) Todo MEC, a la hora de comulgar, lo puede hacer con la mano o en la boca.
b) Un MEC, que está prestando su servicio en ese momento, puede recibir la comunión de manos de
otro MEC.
c) Un MEC, que está prestando su servicio en una celebración, se acerca al altar sólo después de
que el sacerdote ha comulgado.
d) El MEC, a la hora de comulgar, esta en la facultad de hacerlo por sí mismo.
e) Los Ministros Extraordinarios de la Comunión no deben tomar el copón o cáliz del altar.
f) El MEC puede purificar los vasos sagrados.

23
g) Cada MEC, en el ejercicio de su servicio a los enfermos, está en libertad de desarrollar el rito de
la manera que mejor le parezca.
2. Describir, por pasos (lo más detallado posible), el ejercicio del servicio de los MEC en su
comunidad particular, tomando como ejemplo, una celebración litúrgica dominical.

ESPIRITUALIDAD DE LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN. PARTE 1

Cuando hablamos de espiritualidad, hablamos de la acción del Espíritu en una persona o en una
comunidad. El Espíritu de Jesús es el actor fundamental de la vida cristiana y el creyente le
responde en entera libertad con la donación de su vida y la acción de la Palabra. El Espíritu, dice
Pablo distribuye los dones y carismas a cada uno, según su voluntad (Cf. 1 Co 12,11) para conducir
a todos hasta el Padre y permitirles vivir con alegría la experiencia de Jesús.

Hablar, pues, de “espiritualidad” propia de los MEC es proponer un camino del Espíritu para
aquellos hermanos que entregan su vida al servicio de la
comunidad, aportando la Eucaristía y la atención a los
enfermos en nombre de Jesús. Y pensamos que este camino
espiritual se puede vivir con seriedad si asumimos tres líneas
de acción.

1. Seguir a Jesús sirviendo a los hermanos


El seguimiento del MEC en el ejercicio de su servicio es, así, el
seguimiento a Jesús como Señor y Maestro, pero también como
Sumo Sacerdote de los nuevos tiempos. Y no podrá haber un
verdadero “seguimiento” de Jesús como Sacerdote sin una
comprensión seria de lo que implica en el Nuevo Testamento
el seguir al Señor en la vida.

El verbo “seguir” aparece 90 veces en el Nuevo Testamento,


de las cuales solo 79 pertenecen a los Evangelios (en Mateo 25
veces; en Marcos 18; en Lucas 17; y en Juan 19 y 11 en el resto
de los escritos neotestamentarios (1 en Pablo; 4 en Hechos ; 6
en Apocalipsis). El más característico es Mateo, porque no solo
es quien más veces emplea el término “seguir” si no porque es el único que le da un sentido
estricto.

En efecto, mientras los demás autores lo usan indistintamente para el seguimiento a varias
personas, Mateo (con una excepción en 9,19) los relaciona siempre con la persona y la obra de
Jesús. Es una manera clara de afirmar otra realidad: el discípulo del Evangelio no puede si no
seguir a Jesús en la vida. Dejar de seguirlo es cambiar de “escuela” y esto es perderse.

La misma excepción de Mateo 9,19 es orientadora: Jesús y sus discípulos siguen al jefe de la
sinagoga hasta su casa, para prestar el servicio de la Vida allí donde ya reina la muerte.
Para este seguimiento es Jesús mismo quien llama, a Mateo el publicano (9,19), al joven (19,21) o
al que quiera el mismo Señor para su escuela (8, 22): “Sígueme”.

Por eso “lo siguen” Simón, Andrés, Juan, Santiago (4,2.22), Mateo (8,23), los dos ciegos
(9,27;20,34) y muchos otros (12,15) que llegan a conformar una “multitud”
24
(4,25;8,1;9,9;14,13;19,2;20,29;26,58;27, 55). Todos estos son “los discípulos del Maestro”, y a tal
punto es central es “seguir” a Jesús que prácticamente este verbo define la identidad de los
discípulos de Jesús:¡Ellos son “los que le siguen”! (8,10;19, 28; 21,9).

Así lo entendieron todos ellos cuando, en un dialogo íntimo y formativo con el Maestro, le dijeron a
Jesús, como sintetizando su experiencia de vida: “¡Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido!” (9,27). Es curioso que Mateo, queriendo ser claro y explícito en su lenguaje, no siga y
aproveche a Marcos 10,28 en la manera como el segundo Evangelio propone esta realidad de los
discípulos. En efecto, para Marcos el “dejar” y el “seguir” están expresados en un tiempo
“perfecto”, que indica perfección, acción completa y realizada. Mateo lo cambia por un
“imperfecto”. O ¿será que Mateo sabe bien que nuestro seguimiento a Jesús nunca es pleno?.
Es que ya Jesús ya le había plantado las exigencias del seguimiento de una manera concreta y
precisa (10, 38; 16,24):
‐ Negarse a sí mismo
‐ Amarlo a Él por encima de todo
‐ Tomar la Cruz
‐ Gastarse al servicio de los hermanos
Con esta visión rápida de un solo evangelista tenemos ya suficientes
elementos fundamentales de lo que podríamos llamar “el camino
espiritual” de un Ministro Extraordinario de la Comunión (MEC):
‐ Conciencia de la vocación recibida del mismo Jesús
‐ Identidad clara de la vida como un seguir a Jesús y pertenecerle
solo a Él.
‐ Compromisos concretos del que se arriesga a seguirlo.
El MEC encontrará aquí una fuente de agua viva para alimentar
constantemente su propia experiencia espiritual.

2. El seguimiento de Jesús en la vida diaria

El punto anterior nos permite comprender una afirmación central:


El que sigue a Jesús pertenece a su “escuela” como discípulo. Y
esto nos sitúa de lleno en la experiencia de “Discipulado”, tan
fundamental hoy para la vida cristiana y ministerial.
Jesús, en efecto, aparece en su predicación y en su actividad Apostólica como un maestro, en
comparación con los rabinos de la época (Mt 4,23), pero más aún como el único Maestro (Mt 23,8),
o el Maestro por excelencia (Mt 7,28‐29).
Para organizar su “escuela”, en un texto que es una excelente síntesis (3,14.15), Marcos nos cuenta
que Jesús llama a los que quiere; y los que le responden, “los crea” como discípulos (tal es el
sentido del verbo griego “constituir” usando por Marcos) con un sentido de vida que comprende:

+ Un “estar con Él” (Mc 3,14), un “seguirlo” (Mc 10,32;4,10), un “ir en pos o detrás de Él” (Mc
8,34; 11,9). Lo que implica una cercanía constante junto a Jesús para conocer y aprender de Él sus
criterios de vida, su palabra y su enseñanza, su modo de pensar y actuar, sus costumbres, y llegar
con El a una comunidad de vida espiritual que marcase indeleblemente su memoria. Tan
importante fue esta experiencia de andar día y noche con Jesús que, más tarde, “solo tenían que
cerrar sus ojos para contemplar interiormente su persona viva, incluso, aunque ya no recordasen al
pie de la letra sus palabras, sus dichos habían pasado a ellos en carne y sangre; y aun cuando se
encontrasen en una situación completamente nueva, no vivida con el Maestro, podían, sin
embargo, decir con inefable seguridad, cómo hubiese reaccionado El en este preciso caso”.
25
A esta misma intimidad de vida y de pensamiento esta llamado todo discípulo de Jesús, teniendo
como objetivo lograr tal conocimiento de su Palabra y de sus sentimientos que –en términos de
Pablo– pueda obtener “el pensamiento de Cristo” (1 Co 2,16).

+ Un ser enviado a misión con poder (Mc 3,14‐15). Y esta misión es concreta: anunciar la Buena
Nueva del Reino a los hermanos, haciéndolo presente en la realidad diaria de cada uno, con
palabras y acciones que comuniquen la salvación de Dios (Mc 6,12; 16,20).

Taller

1. ¿Cuál es el verbo que es la base de toda la experiencia de servicio del Ministro Extraordinario de
la Comunión?

2. ¿Qué nombre se le da al Ministro Extraordinario de la Comunión en el seguimiento a Jesús como


Señor y Maestro?

3. ¿Cómo sintetizaron su experiencia de vida todos los apóstoles en un dialogo íntimo y formativo
con el maestro?

4. ¿Cuáles son las exigencias del seguimiento a Jesús de una manera concreta y precisa?

5. ¿El que sigue a Jesús, a que pertenece? Y esto los sitúa de lleno en que experiencia?

26
ESPIRITUALIDAD DE LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN. PARTE 2

2. El seguimiento de Jesús en la vida diaria


(continuación)

¡Esta conciencia de ser enviados sitúa continuamente a


los discípulos al servicio del Maestro: ellos están siempre
disponible para escuchar su Palabra (como María: Lc 1,38)
y hacer lo que les dice (Cf Mc 6,41;11,1ss;14,12ss). A tal
punto llegaron a ser importantes estos dos aspectos del
estilo de vida del discípulo que ”seguir” y “ servir ”
sintetizan la experiencia en la escuela de Jesús. Marcos lo hace así cuando habla de las mujeres
discípulas que manifiestan su presencia “mirando de lejos” en la cruz: “mujeres. . . Que los
seguían y serian cuando estaba en Galilea” (Mc 15, 40‐41). Y lo mismo hace el cuarto Evangelio,
para quien el seguimiento y el servicio de Jesús son, no solo fundamentales y duraderos:
permanecen aun en la gloria del Padre: “El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en
este mundo, la guardara para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga Y donde yo este, ahí
también está mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre lo honrará.” (Jn 12,25‐ 26)

Seguir y servir a Jesús se manifiesta, entonces, en una experiencia diaria de “odiar la vida en este
mundo”, frase que en el contexto semita significa “vivir la lucha de cada día prefiriendo a Jesús, el
Maestro, por encima de todo”. Tal experiencia, con frecuencia, es dolorosa, encuentra oposición
en el mundo de antivalores en que nos hallamos sumergidos y puede conducir hasta el martirio. Un
martirio que no siempre es físico pero es capaz de expresar‐ se, finalmente, en la entrega de la
vida humana por Jesús, el valor central a quien se ama.

Pablo lo entendió muy bien cuando, analizando los valores humanos que el mismo tenia y en los
que sinceramente podía apoyarse para gloriarse ante los demás, cambio su modo de pensar y lo que
antes era para el “una ganancia”, paso a ser una “perdida” y una “basura”. En efecto, “juzgo que
todo es perdida ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Filp 3,3.12). Es saber
perderlo todo por ganas al Todo que da sentido a la vida.

Los mártires llegaron a ser considerados como aquellos que realizaban plenamente la Palabra de
Jesús y, por seguirlo hasta las ultimas consecuencias, eran capaces de sacrificar su vida. La Palabra
del Evangelio de Jesús constituían para ellos el centro y la razón de su existencia. Por eso,
entendemos el pensamiento de san Ignacio de Antioquia, al escribirle a los cristianos de Éfeso
cuando iba camino al martirio: “Ahora es cuando comienzo a ser un discípulo de Cristo y os puedo
hablar como a condiscípulos... Excitad a las fieras para que sean mis sepulcro y no dejen rastro de
mi cuerpo... cuando el mundo no sepa más de mi cuerpo entonces seré yo un verdadero discípulo
de Jesús” (Efesios 3,1).

Es que Ignacio era de la escuela y la experiencia de Juan y el libro del Apocalipsis había ya descrito
a los discípulos de Jesús como ”los seguidores de su propia vida y estilo” “Había un Cordero . . . Y
con El ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el
nombre de su Padre . . . Cantan un cantico nuevo ...Estos son los que no se macharon con mujeres,
27
pues son vírgenes. Estos siguen al Cordero donde quiera que vaya y han sido rescatados de entre los
hombres como primicias para Dios y para el Cordero, no tienen tacha” (Ap. 14, 1‐5)

También aquí, un Ministro Extraordinario de la Comunión, puede “mirarse al espejo de la Palabra”


y encontrar continuamente una exigencia de cambio y un apoyo en el camino para tratar de vivir
con alegría su realidad de “seguidor de Jesús”.

3. El Servicio a los hermanos por amor a Jesús

De los dos aspectos, que vimos sintetizan la experiencia de un discípulo en la escuela de Jesús, el
servidor tiene unas connotaciones especiales. Los discípulos de los rabinos estaban o ligados a
prestar a su maestro todos los servicios necesarios,
excepción hecha de obras propiamente serviles, que
no se podían exigir de ningún compatriota y eran
propias de esclavos.

Entre estas estaba el desatar la correa de la


sandalia, dado que el contacto con el polvo y la
suciedad del mundo de la calle, los volvía
ritualmente impuros. Los discípulos, eso sí, debían
prestar al Maestro el servicio del agua para lavar los
pies y las manos antes de ir a la mesa. De esta
manera estaba él purificado de todo contacto
impuro y podía comer con alabanza el alimento que
el Señor le daba. Un anfitrión que, con su huésped tuviera estos detalles propios de discípulos, era
una persona especial y digna de alabanza (Lc 7,44).

En este contexto histórico entendemos mejor la acción que narra Juan en el capítulo 13 y la
enseñanza practica del Maestro a sus discípulos.
La acción. Es el momento central que Juan llama “la hora” de la Pascua y del amor (Jn 13, 1‐2) y
en ella se da una conciencia fundamental: “sabia Jesús que el Padre le había puesto todo en sus
manos y que había salido de Dios y a Dios volvía” (13,3)

Taller
1. ¿Cuáles son los dos verbos que sintetizan la experiencia en la escuela de Jesús?
2. ¿Qué hace el cuarto Evangelio para quien el seguimiento y el servicio son, no solo
fundamentales, si no duraderos: permaneces aun en la gloria del Padre?
3. ¿Cuál es la frase que, en el contexto semita, significa “vivir la lucha de cada día prefiriendo a
Jesús, el Maestro por encima de todo”?
4. ¿Explique lo que Pablo entendió muy bien cuando
analizando los valores humanos que el mismo
tenia y en los que sinceramente podía
apoyarse para gloriarse ante los demás?
5. ¿En qué parte de la Sagrada Escritura se
encuentra la respuesta de Pablo a la pregunta
anterior?

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“LA EUCARISTÍA: FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA Y DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA”

ORACION INICIAL:
Padre de bondad, gracias por amarnos y hacernos tus hijos. Gracias
por tu Hijo Jesucristo, nuestro maestro. Ayúdanos a comprender, hoy
y siempre, el amor tan grande que nos tienes, perdonándonos a pesar
de nuestras constantes rebeldías y desobediencias. No permitas que
nos alejemos de ti, antes bien, ilumina nuestro entendimiento para
que seamos capaces de luchar contra el mal. Amén.

LECTURA BIBLICA: Isaías 42, 1 - 9


® ¿Reconozco a Jesús como el Siervo amado, mi pastor y hermano?
® ¿Soy dócil y obediente en mi servicio como MEC?
® ¿Me siento instrumento de salvación?
® ¿Estoy atento a las enseñanzas que se me ofrecen?

LA EUCARISTÍA EN LA HISTORIA DE LA SALVACION

El ofrecimiento y el sacrificio hechos a Dios como gesto de agradecimiento, de súplica, de


reparación de los pecados, representan en el Antiguo Testamento el contexto preparatorio remoto
de la última Cena de Jesucristo. Ésta es evocada por la figura del siervo de Yahveh, que se ofrece
en sacrificio, derramando su sangre para la nueva alianza (Is 42,1-9; 49,8), en substitución y en
favor de la humanidad. También las comidas religiosas de los hebreos, especialmente la pascual,
memorial del Éxodo y del banquete sacrificial, servían para expresar el agradecimiento a Dios por
los beneficios recibidos y para entrar en comunión con Él gracias a las víctimas del sacrificio (1 Cor
10,18-21).

También la Eucaristía hace entrar en comunión con el sacrificio de Jesucristo. Además, en la


tradición y en el culto hebraicos, la bendición (berakà) constituía, por un lado, la comunicación de
la vida de Dios al hombre, y por otro lado, el reconocimiento, con asombro y adoración, de la obra
de Dios de parte del hombre. Esto sucedía mediante el sacrificio
en el templo y la comida en la casa (cf. Gn 1,28; 9,1; 12,2-3; Lc
1,69-79). La bendición era al mismo tiempo eulogia, es decir
alabanza a Dios, y eucaristía, es decir, acción de gracias; este
último aspecto terminará por identificar en el cristianismo la
forma y el contenido de la anáfora o plegaria eucarística.

Los hebreos consumían también una comida sacra o sacrificio


convival (Sal 22 y 51), habitual en tiempos de Jesús,
caracterizado por la acción de gracias y por el sacrificio incruento
del pan y del vino. Se puede comprender así otro aspecto de la
última Cena: el del sacrificio convival de acción de gracias. El
29
rito del Antiguo Testamento sobre la sangre derramada en el sacrificio
constituye el tema de fondo de la alianza que Dios gratuitamente
establece con su pueblo (Gn 24,1-11). Preanunciado por los profetas
(Is 55,1-5; Jer 31,31-34; Ez 36,22-28) y absolutamente necesario para
comprender la última Cena y toda la revelación de Cristo. En efecto,
el Señor sancionó en la última Cena la alianza, su testamento con sus
discípulos y con toda la Iglesia.

Los signos proféticos y el memorial preanunciados en el Antiguo


Testamento (la cena en Egipto, el don del maná, la celebración anual
de la Pascua) se cumplen en los sacramentos o misterios de la Iglesia.
En ellos está contenida la potencia divina de la santificación, de la
transformación y de la divinización de la muerte y resurrección del
Señor, celebrada el domingo y cotidianamente en la Pascua cristiana. Dice San Ambrosio: “Ahora,
presta atención si es más excelente el pan de los ángeles o la carne de Cristo, la cual es
indudablemente un cuerpo que da la vida... Aquel evento era una figura, éste es la verdad”.

EL ÚNICO SACRIFICIO Y SACERDOCIO DE JESUCRISTO

El hecho histórico de la última Cena es narrado en los evangelios de San Mateo (26, 26-28), San
Marcos (14, 22-23), San Lucas (22, 19-20) y por San Pablo en la primera carta a los Corintios (11,
23-25), que permiten comprender el sentido del acontecimiento: Jesucristo se entrega (cf. Jn 13,1)
como alimento del hombre, ofrece su cuerpo y derrama su sangre por nosotros. Esta alianza es
nueva porque inaugura una nueva condición de comunión entre el hombre y Dios (cf. Hb 9,12);
además es nueva y mejor que la antigua porque el Hijo en la cruz se entrega a sí mismo y a cuantos
lo reciben les da el poder de ser hijos del Padre (Jn 1, 12; Gal 3, 26). El mandamiento “Haced esto
en conmemoración mía” indica la fidelidad y la continuidad del gesto, que debe permanecer hasta
el retorno del Señor (1 Co 11, 26).

Cumpliendo este gesto, la Iglesia recuerda al mundo que entre Dios y el hombre existe una amistad
indestructible gracias al amor de Cristo, que ofreciéndose a sí mismo ha vencido el mal. En este
sentido la Eucaristía es fuerza y lugar de unidad del género humano. Pero la novedad y el
significado de la última Cena están inmediata y directamente relacionados con el acto redentor de
la cruz y con la resurrección del Señor, “palabra definitiva” de Dios al hombre y al mundo. De este
modo, Cristo, con su deseo ardiente de celebrar la Pascua, de
ofrecerse (Lc 22, 14-16), se transforma en nuestra Pascua (1 Co
5,7): la cruz comienza en la Cena (1 Co 11, 26).

Es la misma persona, Jesucristo, que, en la Cena en modo incruento


y en la cruz con su propia sangre, es sacerdote y víctima que se
ofrece al Padre: “sacrificio que el Padre aceptó, cambiando esta
entrega total de su Hijo, que se hizo “obediente hasta la muerte”
(Flp 2,8), con su entrega paternal, es decir, con el don de la vida
nueva e inmortal en la resurrección, porque el Padre es el primer
origen y el dador de la vida desde el principio”. Por este motivo no
puede separarse la muerte de Cristo de su resurrección (Rm 4,
24-25), con la vida nueva que surge de ella y en la cual somos
sumergidos en el bautismo (Rm 6,4).

30
El evangelio de Juan se refiere al misterio eucarístico en el capítulo sexto. Según un esquema
similar al de la última Cena, es descripto el milagro de aquellos pocos panes distribuidos a una
multitud y al mismo tiempo Jesús habla del pan que da la vida, es decir, de su carne y de su
sangre, que son el verdadero alimento y la verdadera bebida; quien tiene fe en Jesucristo come su
carne y logra vivir eternamente.

Es difícil comprender el discurso sobre la Eucaristía: sólo quien busca a Jesús y no a sí mismo puede
entenderlo (Jn 6,14 s. 26). Tal consciencia se ha manifestado, después de Pentecostés, en la
participación frecuente de los bautizados, fieles a las enseñanzas apostólicas, a la comunión
fraterna y a la fracción del pan (Hch 2, 42.46; 20, 7-11), en la “Cena del Señor” (1 Co 11,20). Éste
es el fundamento de la dimensión apostólica de la Eucaristía.

Las narraciones del Nuevo Testamento sobre la Eucaristía, vivida como acción de gracias y memoria
sacramental, muestran que al reconocer el cuerpo y la sangre del Señor en la comunión del pan y
del vino consagrados, se reconoce su presencia. Al mismo tiempo se retiene grave, una verdadera
falta, confundir la ‘Cena del Señor’ con cualquier otra comida (1 Co 11, 29). Además, el Apóstol da
por supuesto que la presencia del Señor en su cuerpo y sangre no depende de la condición de quien
lo recibe y que la comunión con ellos hace de todos un solo cuerpo, porque de ellos fluye la vida de
Cristo. Ser un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 2, 46; 4,
32-33), hasta hacer posible la comunión de los bienes, era la
característica de la Iglesia apostólica, que compartía los gozos
y los sufrimientos de sus miembros, es decir, que vivía la
caridad (1 Co 12, 26-27).
Del cuadro bíblico emergen los siguientes puntos de referencia
en relación a la verdad sobre la Eucaristía, que hacen del
sacramento del altar una única realidad sacrificial y
sacerdotal: la acción de gracias y de alabanza al Padre, el
memorial del Misterio pascual, la presencia permanente del
Señor.

LA ACCIÓN DE GRACIAS Y DE ALABANZA AL PADRE

En la memoria de la Iglesia, en el centro de la celebración eucarística, están las palabras de la


presencia de Jesús en medio a nosotros. “Esto es mi cuerpo, ... éste es el cáliz di mi sangre”. Jesús
se ofrece a sí mismo como verdadero y definitivo sacrificio, en el cual alcanzan su cumplimiento
todas las imágenes del Antiguo Testamento. En Él se recibe lo que siempre había sido deseado y
jamás había hallando realización.

Pero Jesús, a la luz de la profecía (cf. Is 53, 11s.) sufre por la multitud y demuestra que en Él se
cumple la espera del verdadero sacrificio y del verdadero culto. Él mismo es aquel que, estando
delante de Dios, intercede, no por sí mismo, sino en favor de todos. Esta intercesión es el
verdadero sacrificio, la oración, la acción de gracias a Dios, en la cual nosotros mismos y el mundo
somos restituidos a Dios. La Eucaristía es, por lo tanto, sacrificio a Dios en Jesucristo para recibir el
don de su amor.

Jesucristo es el Viviente y está en la gloria, en el santuario del cielo donde ha entrado gracias a la
propia sangre (cf. Hb 9,12); se encuentra en el estado inmutable y eterno del sumo sacerdote (cf.
31
Hb 8,1-2), “posee un sacerdocio perpetuo” (Hb 7, 24 s), se ofrece al Padre y en razón de los
infinitos méritos de su vida terrena continúa a irradiar la redención del hombre y del cosmos que
en Él se transforma y recapitula (cf. Ef 1,10). Todo esto significa que el Hijo Jesucristo es mediador
de la nueva alianza para aquellos que han sido llamados a la herencia eterna (cf Hb 9,15). Su
sacrificio permanece para siempre en el Espíritu Santo, el cual recuerda a la Iglesia todo lo que el
Señor ha realizado como sumo y eterno sacerdote (cf Jn 14, 26; 16, 12-15).

San Juan Crisóstomo advierte que el verdadero celebrante de la divina liturgia es Cristo: Aquel que
ha celebrado la Eucaristía “ en la última cena, ése mismo es el que lo sigue haciendo ahora.
Nosotros ocupamos el puesto de los ministros suyos, mas el que santifica y transforma la ofrenda es
Él”. Por lo tanto, “no es una imagen o una figura del sacrificio, sino un sacrificio verdadero”.
Dios se ha dignado aceptar la inmolación de su Hijo como víctima por el pecado y la Iglesia ora para
que el sacrificio aproveche para la salvación del mundo. Hay una identidad plena entre sacrificio y
renovación sacramental instituida en la Cena, que Cristo ha ordenado celebrar en memoria suya,
como sacrificio de alabanza, de acción de gracias, de propiciación y de expiación. Por lo tanto, a
raíz del amor sacrificial del Señor “la Misa hace presente el sacrificio de la cruz, no se le añade y
no lo multiplica”. Por ello, el acto prioritario es el sacrificio. Luego viene el convivio en el cual
recibimos como alimento el Cordero inmolado en la Cruz.

EL MEMORIAL DEL MISTERIO PASCUAL

Hacer memoria de Cristo significa ciertamente recordar


toda su vida, porque en la Misa se hacen presente, en
cierto modo durante el curso del año, los misterios de la
redención; pero especialmente, según San Pablo, la
humillación (cf. Flp 2), el amor supremo que lo ha hecho
obediente hasta la cruz. Cada vez que comemos su cuerpo
y bebemos su sangre anunciamos su muerte, hasta que Él
vuelva (cf. 1 Co 11,26), y también su resurrección (cf. Hch
2,32- 36; Rm 10,9; 1 Co 12,3; Flp 2,9-11). De ahí que Él es
el Cordero pascual inmolado (cf. 1 Co 5,7-8), que
permanece de pie porque ha resucitado (cf. Ap 5,6).

La institución de la Eucaristía ha comenzado en la última Cena: las palabras que allí pronuncia
Jesús son la anticipación de su muerte; pero también ésta restaría vacía, si su amor no fuera más
fuerte que la muerte, para llegar a la resurrección. He aquí el motivo por el cual la muerte y la
resurrección son llamadas en la tradición cristiana mysterium paschale. Esto significa que la
Eucaristía es mucho más que una simple cena; su precio ha sido una muerte que ha sido vencida
con la resurrección. Por ello, el costado abierto de Cristo es el lugar originario del cual nace la
Iglesia y provienen los sacramentos que la edifican, el bautismo y la Eucaristía, don y vínculo de
caridad (Jn 19,34).

Así, en la Eucaristía adoramos al que estuvo muerto y ahora “vive por los siglos de los siglos” (Ap
1,18). El Canon Romano expresa esto inmediatamente después de la consagración: “Por eso, Señor,
nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la pasión gloriosa de
Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor; de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su
admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que
nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo: pan de vida eterna y cáliz de eterna
salvación”.

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Durante la “cena mística”, en la persona de Jesucristo coexisten como pasado el Antiguo
Testamento, como presente el Nuevo Testamento y como futuro la inmolación inminente. Con la
Eucaristía entramos en otra dimensión temporal no ya sujeta a nuestras categorías. Entramos en un
tiempo en el cual el futuro, iluminando el pasado, se nos ofrece como estable presente; por lo
tanto, el misterio de Cristo, alfa y omega, se hace contemporáneo a cada hombre en todo tiempo.
El tiempo se ha abreviado (cf. 1 Co 7,29), esperamos la resurrección de los muertos y ya vivimos en
el cielo: “Este misterio hace que la tierra se transforme en cielo”.

LA PRESENCIA PERMANENTE DEL SEÑOR

En todos los sacramentos Jesucristo actúa a través de signos sensibles que, sin cambiar la
apariencia, asumen una capacidad de santificar. En la Eucaristía, Él está presente con su cuerpo y
sangre, alma y divinidad, entregando al hombre toda su persona y su vida. En el Antiguo
Testamento Dios, a través de sus enviados, señalaba su presencia en la nube, en el tabernáculo, en
el templo; con el Nuevo Testamento, en la plenitud de los tiempos, Él viene a habitar entre los
hombres en el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14), siendo realmente Emanuel (cf. Mt 1,23) habla por
medio del Hijo, su heredero (cf. Hb 1,1-2).

San Pablo, para explicar lo que sucede en la comunión eucarística, afirma: “Mas el que se une al
Señor, se hace un solo espíritu con Él” (1 Co 6,17), en una nueva vida que proviene del Espíritu
Santo. San Agustín ha profundamente comprendido esto, pero antes que él Ignacio de Antioquía y,
después, muchos monjes, místicos y teólogos. La Divina Liturgia es esta presencia de Cristo “que
reúne (ekklesiázon) a todas las criaturas”, las convoca en torno al santo altar y “providencialmente
las une a sí mismo y entre ellas”. Dice San Juan Crisóstomo: “Cuando estás por acercarte a la Santa
Misa, cree que allí está presente el Rey de todos”. Por ello la adoración es inseparable de la
comunión.

¡Grande es el misterio de la presencia real de Jesucristo!. Ella tiene para el Concilio Vaticano II el
mismo sentido de la definición tridentina: con la transubstanciación el Señor se hace presente en
su cuerpo y sangre. Los padres orientales hablan de metabolismo del pan y del vino en cuerpo y
sangre. Son dos modos significativos de conjugar razón y misterio, porqué, como afirmó Pablo VI, el
modo de presencia de Cristo en la Eucaristía “constituye en su genero el mayor de los milagros”.

33
GLOSARIO BASICO

ORACIÓN BÍBLICA: Efesios 1, 3 - 12

Reflexión personal:
+ ¿Soy consciente de las bendiciones que día a día el Señor derrama sobre mi? ¿Le respondo en
consecuencia?
+ ¿Me encuentro en estado de gracia? Es decir, ¿acudo con asiduidad al sacramento de la Confesión?
+ ¿Le doy la importancia debida a la oración? ¿Dialogo diariamente con Nuestro Señor para
encomendarle mi vida y servicio?
+ ¿Reconozco a Cristo como Cabeza? o ¿me dejo atraer por dioses falsos? (dinero, poder, orgullo,
vanidad, prepotencia, etc.)

FORMACIÓN
Para ayudar a los Ministros Extraordinarios de la Comunión a tener una noción más amplia de su
importante misión, presentamos en orden alfabético un glosario básico, explicativo de los términos
más empleados, que tienen alguna relación con la Sagrada Eucaristía como memorial, sacrificio y
sacramento.

Abluciones. La palabra "ablución" viene del verbo latino ablúere, que significa lavar, limpiar,
purificar. Se llama abluciones a las purificaciones con agua, tanto de las manos como de los vasos
sagrados (cálices, copones, relicarios, etc.).

Alba. Es una vestidura ancha usada por el celebrante y por los acólitos durante la Santa Misa;
consiste en una túnica talar, por lo general de lino blanco, que cubre todo el cuerpo hasta los pies.
Recuerda el manto del escarnio con el que los soldados revistieron a Jesús en su pasión. Simboliza
también la pureza de corazón.

Altar. Mesa del sacrificio y de la comida eucarística. En medio del altar se encuentra inserta la
"piedra de ara" que contiene reliquias de los santos mártires de la Iglesia.

Ambula. Designa los pequeños frascos, en los que se depositan los tres santos óleos (de los
enfermos, de los catecúmenos y el crisma). Se da también el nombre de ámbula, al ciborio o píxide
(ver más adelante), en que se guardan las hostias consagradas.

Ayuno eucarístico. Ayuno: Abstención de comidas y bebidas. Para los católicos la observancia del
ayuno eucarístico implica que el fiel que desea recibir el Santísimo Sacramento deberá, en
circunstancias normales, abstenerse de comida y bebida por espacio de al menos una hora antes
del momento de comulgar la Santa Hostia. Este espacio de una hora podrá, sin embargo, reducirse
a 15 minutos en los siguientes casos específicos:

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(1) Tratándose de enfermos y ancianos, hospitalizados o no, aunque no estén reducidos a la cama.
(2) Fieles de edad avanzada, que no puedan salir de casa, o que se encuentren en casas de reposo.
(3) Personas que cuidan habitualmente de enfermos y ancianos, lo mismo sus familiares que
quieran recibir con ellos la sagrada Comunión, siempre que a todos ellos les resulte difícil observar
el ayuno de una hora. El agua natural y los medicamentos no quebrantan el ayuno eucarístico, y
pueden tomarse en cualquier momento por toda clase de personas.

Bendición eucarística. Es la bendición que los ministros ordenados (los obispos, presbíteros y
diáconos) dan a los fieles, trazando sobre ellos el signo de la cruz, con el copón (bendición
eucarística simple, revestidos con el velo humeral blanco), o con el ostensorio o custodia
(bendición eucarística solemne, revestidos con la capa pluvial y el velo humeral blanco). Es
importante observar que, en ausencia del obispo, el sacerdote o el diácono, el Ministro
extraordinario de la Comunión podrá exponer el Santísimo Sacramento a la adoración de los fieles
y, luego de la adoración de los fieles, podrá volverlo a poner en el sagrario; pero el Ministro
extraordinario no está facultado para dar a los fieles la bendición con el Santísimo Sacramento, ni
la simple, ni la solemne.

Cáliz. Usado por nuestro Señor Jesucristo en aquella que fue la última cena pascual de la antigua
Alianza y el primer sacrificio incruento del Nuevo Testamento, el cáliz es uno de los más santos
objetos o vasos sagrados. Se destina a recibir el vino que, durante el santo sacrificio de la Misa,
después de ser ofrecido al Padre y por las palabras de la consagración, queda transubstanciado en
la sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Capa pluvial. Es una capa larga, usada por los ministros ordenados (obispos, presbíteros y diáconos)
en solemnes funciones litúrgicas, tales como bendiciones, procesiones eucarísticas, celebración de
matrimonios y otras. Se llama también "capa magna" o "capa del asperges" porque se usa también
para asperjar al pueblo con el agua bendita.

Ciborio. Conocido también con los nombres de "ámbula" o "píxide" el ciborio es una especie de
cáliz, de metal dorado, con copa más ancha y profunda, y con tapa. Se destina a guardar, dentro
del sagrario, las hostias consagradas para la comunión de los fieles.

Cíngulo. Esta expresión viene del latín cingulum, que quiere decir cinto. Es un cordón blanco (o del
color de los ornamentos correspondientes), de seda, lino o algodón, con el que los ministros se
ciñen la cintura, por encima del alba o de la túnica. El cíngulo recuerda el cordón con el que Jesús
fue atado por los esbirros, en su pasión, y simboliza tanto el combate contra las pasiones cuanto la
pureza de corazón.

Conopeo. Aunque poco usado en la actualidad, es el velo que cubre el sagrario y con el que se
visten las ambulas que guardan los santos óleos.

Corporal. Es un mantelito blanco de lino, cuadrado y por lo general almidonado, que los ministros,
en el momento del ofertorio en la Santa Misa, extienden sobre el mantel blanco, en el centro del
altar. Sobre el corporal se colocan después la patena con la hostia grande, el cáliz con el vino y las
ámbulas con las hostias pequeñas, que luego de ofrecidas van a ser consagradas. El corporal evoca
el santo sudario en que fue envuelto el cuerpo Santísimo de Jesús, luego de ser bajado de la cruz.
Al llevar la sagrada Comunión a los enfermos y ancianos, en sus casas y en los hospitales, los MEC
cubren la mesita con el corporal y sobre éste colocan el porta-viáticos con las hostias consagradas.

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Corpus Christi. Es el nombre latino de la festividad litúrgica en honor del Santísimo Sacramento del
Cuerpo y la Sangre de Cristo, es decir, el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. La Iglesia católica
celebra esta importante fiesta religiosa el jueves siguiente al Domingo de la Santísima Trinidad. La
fiesta del Corpus Christi es día de guarda. Este día, en todo el mundo católico, se realiza fuera de
los templos, en las vías públicas, la solemne procesión del "Corpus Christi".

Credencia. Es una mesita, cubierta con un mantel blanco y que por lo general se coloca dentro del
presbiterio, a la derecha cerca del altar mayor. Sobre ella se colocan los cálices, ámbulas,
vinajeras con el agua y el vino, el lavabo, las velas, las campanillas y otros objetos que se emplean
en las celebraciones litúrgicas.

Custodia. También denominada ostensorio, la custodia consiste esencialmente en una especie de


estuche, dorado o plateado, artísticamente moldeado y adornado, provisto de un pedestal. Una
hostia grande consagrada se pone en el núcleo central de la custodia, para quedar expuesta a la
contemplación y la adoración de los fieles en las iglesias y en las procesiones eucarísticas. La hostia
consagrada, de mayor tamaño, es puesta bien en el centro de la custodia, y es vista por los fieles a
través de un vidrio redondo. En la bendición solemne con el Santísimo Sacramento de la Eucaristía,
los ministros ordenados (obispo, sacerdotes y diáconos, y solamente ellos) trazan con la custodia u
ostensorio, el signo de la cruz sobre los fieles.

Eucaristía. Palabra de origen griego, Eucharistia que significa "acción de gracias". En la teología
católica, la palabra Eucaristía es muy rica en significado, e indica, aparte de la ceremonia o acto
de "acción de gracias a Dios" sobre todo, dos grandes realidades del único misterio eucarístico: el
santo sacrificio de la nueva ley (la Santa Misa), y el sacramento del cuerpo, sangre, alma y
divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Exposición del Santísimo Sacramento. Consiste en retirar del sagrario (o tabernáculo) la hostia
grande consagrada para exponerla a la adoración de los fieles. Puede ser exposición solemne:
cuando una hostia grande consagrada se coloca en la custodia sobre el altar; o la exposición
simple, cuando sólo el ciborio (píxide, copón o ámbula) con las hostias pequeñas consagradas y
cubierto con el conopeo, se coloca sobre el altar para la adoración de los fieles. Se puede también
dejar abierta la puertecita del sagrario, para dejar a la vista de los fieles adoradores el ámbula,
con las hostias consagradas.

Dos observaciones importantes:

(1) El Ministro extraordinario de la Comunión puede, en ausencia de los ministros ordenados


(obispo, presbítero, diácono) hacer la exposición del Santísimo Sacramento, tanto la solemne como
la simple; sin embargo, no puede dar la bendición a los fieles con el Santísimo Sacramento ni la
bendición simple ni la solemne.

(2) Está prohibida la exposición del Santísimo Sacramento si únicamente se hace para dar la
bendición eucarística, sin por lo menos media hora de previa adoración al Santísimo Sacramento.

Genuflexión. Palabra de origen latino genuflexio que significa genuflexión o acto de doblar la
rodilla. Ante el Santísimo Sacramento de la Eucaristía siempre se hace la genuflexión simple, es
decir, sólo se dobla la rodilla derecha, sea que el Santísimo Sacramento esté dentro del sagrario, o
que esté fuera, en el copón o la custodia, expuesto a la adoración de los fieles.
36
Hostia. Es una partícula redonda de pan (pan ázimo, es decir, sin fermentar, en la Iglesia latina). El
sacerdote que celebra la Santa Misa consagra y consume una hostia más grande, reservando las
hostias pequeñas para los fieles.

Latría (culto de latría). La palabra latría viene del griego latreia a través del latino latría, y
significa adoración. Culto de latría, por tanto, es culto de adoración, debido sólo y exclusivamente
a Dios, o sea, a la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Los católicos, rendimos al
Santísimo Sacramento de la Eucaristía un verdadero culto de adoración, puesto que este
sacramento contiene el verdadero cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo. A
los santos del cielo, los católicos rendimos un culto menor, o sea, de simple veneración o dulía, en
la siguiente gradación: a san José, padre adoptivo de Jesús, protodulía (especial veneración); a
María santísima, madre de Dios y madre nuestra, Reina de los ángeles, hiperdulía
(sobreveneración).

Lamparita. En las iglesias y capillas, al lado del sagrario, para proclamar incesantemente y
reverenciar el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, queda encendida, día y noche, una lamparita
cuyo pabilo se alimenta de aceite. Estas lamparitas simbolizan nuestra fe, siempre vigilante y
nunca adormecida delante del Señor. Nada sustituye cabalmente este místico simbolismo de una
llama viva que representa nuestra fe cristiana alimentada con el óleo de las buenas obras. Por
motivos prácticos, sin embargo, muchos han sustituido la lamparita por una lucecita eléctrica.

No hace falta recordar que es solamente la Iglesia católica, apostólica, romana (y también nuestros
queridos hermanos ortodoxos), quienes poseen el Emmanuel eucarístico, es decir, el "Dios-con-
nosotros", Jesucristo, realmente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. La lámpara
encendida está "montando guardia" a Jesús-Eucaristía, día y noche al lado del Sagrario.
Liturgia. Palabra derivada del griego leitourgia, que significa acción o función pública. "La liturgia
es la acción sagrada a través de la cual, con un rito, en la Iglesia y mediante la Iglesia se ejerce y
continua la obra sacerdotal de Cristo, es decir, la santificación de los hombres y la glorificación de
Dios" (SC).

Llave del sagrario. Recomiendan las normas de la Iglesia -específicamente las prescripciones
emanadas de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos- que la llave
del sagrario o tabernáculo, en el que se conserva el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, sea
guardada con el mayor cuidado, por parte del sacerdote o diácono encargado de la iglesia o capilla.

Luneta. Es una pequeña pieza dorada o plateada, con dos láminas o prensas de metal, en forma de
media luna, destinadas a fijar y mantener en pie la hostia grande consagrada que encajada en el
centro de la custodia u ostensorio, queda expuesta a la adoración de los fieles, antes de la
bendición eucarística solemne con el Santísimo Sacramento.

Manutergio. La expresión latina manus tergere significa lavar las manos, y de ahí deriva la palabra
manutergio, que es una toallita blanca con la que el sacerdote se seca las manos después de
lavárselas en la santa Misa, luego del ofertorio.

Ofrendas (ahora Presentación de Dones). Del sustantivo neutro plural latino oblata proviene
nuestro vocablo "oblatas" que significa ofrecimientos, ofrendas, cosas que se presentan a Dios. Más
específicamente se da el nombre de ofrendas al pan (hostia) y al vino que en el ofertorio de la
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santa misa el sacerdote celebrante pre- senta a Dios, pidiéndole que por la acción del Espíritu
Santo (la oración que se llama epíclesis), los santifique a fin de que, en la consagración, sean
transubstanciados en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Palia. Significa paño de cortina, o paño para cubrir. Se trata de un peda- zo de paño blanco,
cuadrado, de lino almidonado, que se usa para cubrir el cáliz con el vino, durante la Santa Misa.

Palio. Del latín palüum, que significa cortina o cubierta, designa el armazón ornamental, portátil,
con varas y franjas, que sirve para cubrir al ministro religioso que en las procesiones, dentro o
fuera de la iglesia, lleva la custodia u ostensorio con una hostia grande consagrada.

Patena. Platillo o disco de metal dorado en su lado cóncavo, en el que el sacerdote en la Santa
Misa coloca la hostia consagrada. La patena sirve también para cubrir el cáliz con vino y para
recoger partículas de la hostia consagrada que puedan haber que- dado sobre el corporal, después
de la sagrada Comunión.

Persignarse. En latín, persignare. Esta palabra significa hacer la señal de la cruz. Se trata de una
corta oración -de las primeras que hay que enseñar a los niños del catecis- mo y a los catecúmenos-
que consiste en hacer tres veces seguidas, con el dedo pulgar de la mano derecha, la señal de la
cruz, el primero en la frente, el segundo en la boca y el tercero en el pecho, pronunciando al
mismo tiempo la fórmula litúrgica: "Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos,
Señor Dios nuestro".

Porta Viático (o Teca). Es un pequeño estuche o cajilla redonda de metal, en el que el Agente
Extraordinario de la Comunión coloca las hostias pequeñas consagradas, que serán llevadas a los
enfermos y ancia- nos en sus casas y en los hospitales.

Purificador. Se da este nombre a una toallita o lienzo blanco de lino, con el que el sacerdote se
enjuaga los dedos y los labios, y purifica la patena y el cáliz, enjuagándolos después de comulgar el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. El agente extraordinario de la Comunión también puede llevar, fuera
de un pequeño corporal, un purificador dentro de su bolsa del viático, para en ecaso de que fuera
necesario enjuagar con él el interior del portaviático, después de haberlos purificado con un poco
de agua potable, que él (ella) mismo(a) tomará luego (nunca debe darse al enfermo o anciano a
beber esta agua).

Rito. Del latín ritus, esta palabra significa "regla, norma, determinada forma de proce- der durante
las celebraciones litúrgicas". El libro que contiene estas normas litúrgicas se llama Ritual. En la
Iglesia católica de Occidente, o sea, en la Iglesia latina, el rito más difundido en las celebraciones
litúrgicas es el llamado rito romano. Pero en otras regio- nes se encuentran todavía en vigor hoy
otros ritos litúrgicos, tales como el rito ambrosia- no (de san Ambrosio, en Milán (Italia); rito lionas
(de Lyon, en Francia); el rito mozárabe (en España) y otros más en la Iglesia católica de Oriente
(rito bizantino, rito greco- melquita, rito maronita, rito armenio y otros).

Sagrario. Lugar donde se guardan cosas sagradas. Llamado también "tabernáculo", el sagrario es el
lugar en el que se conservan las hostias (grandes y pequeñas) consagradas en el santo sacrificio de
la Misa. El sagrario debe ser un mueble bien seguro, cerrado y ornamentado, colocado en un lugar
de honor en las iglesias y capillas. Es en él en donde se encuentra el "Emmanuel, el
Dios-con-nosotros". Como ya se ha resaltado, la finalidad primordial y principal de conservar en el
Sagrario la Sagrada Eucaristía es la administración de la Santa Comunión y del viático a los

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enfermos y ancianos; son fines secundarios la distribución de la Comunión fuera de la misa y la
adoración de nuestro Señor Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento.

Signación. Es el gesto de trazar la señal de la cruz, tocando con las puntas de los dedos de la mano
derecha abierta, la frente, el pecho, el hombro izquierdo y el derecho, y pronunciado al mismo
tiempo, la fórmula litúrgica: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!".

San Tarcisio. Fue un joven cristiano de Roma, de principios del siglo III, que murió por la fe, bajo
la persecución del emperador romano Septimio Severo. Murió por no permitir que las hostias
consagradas que él llevaba, junto a su pecho, para sus hermanos cristianos enfermos, fuesen
profanadas. Por ser un mártir de la Santa Eucaristía, san Tarcisio ha sido propuesto por la Iglesia
como patrono de los acólitos, los monaguillos y los Ministros Extraordinarios de la Comunión. Se
celebra su fiesta el 15 de Agosto.

Tabernáculo. Viene del latín tabernaculum. Es sinónimo de sagrario.

Vasos sagrados. Expresión clásica en la sagrada liturgia, para designar los diversos objetos sagrados
(cálices, ámbulas, ciborios, píxides, patenas, porta-viáticos, etc.) destinados a guardar, conservar
o llevar las sagradas especies eucarísticas del pan y del vino.

Velo o paño humeral. Se llama también "velo de hombros" o simplemente velo humeral (del latín
humerus o umerus que significa hombro) es un manto rectangular largo, de color blanco, que los
minis- tros ordenados (obispos, presbíteros y diáconos) se ponen sobre los hombros para asegurar
con ambas manos la custodia (ostensorio) con el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, bien sea
para trasladarla en una procesión eucarística, o para dar la bendición a los fieles.

En la Eucaristía Crismal del Jueves Santo, tres diáconos se revisten de tres tipos de velo humeral
para llevar hasta el altar los tres santos óleos: el velo humeral de color verde, para llevar el Óleo
de los Catecúmenos; el velo humeral de color rosado, para llevar el Óleo de los Enfermos; y el velo
humeral de color blanco, para llevar el óleo del Santo Crisma.

Viático. Del latín viaticum, que significa el pan del viajero o las provisiones alimenticias del viaje.
Se refiere al Santísimo Sacramento de la Eucaristía que se lleva a los enfermos en sus casas y en los
hospitales, por estar imposibilitados para acudir a la iglesia o capilla. Ya quedó dicho, que la
finalidad principal y primordial de conservar las hostias consagradas en los sagrarios es llevarlas a
los ancianos y enfermos.

Este significado de "pan del viajero, del peregrino" cobra un sentido especial cuando el fiel
cristiano se encuentra en riesgo del fin de su vida, en la inminencia de emprender su "último viaje"
en dirección a la casa del Padre, el cielo. Por eso, es también recomendable que sea el sacerdote
quien lleve este "pan del último viaje" porque él podrá también preparar al fiel anciano o enfermo
para su último viaje, dándole la Santa Eucaristía, oyéndolo en confesión, administrándole el
Sacramento de la Unción de Enfermos y concediéndole la absolución sacramental de los pecados y
la indulgencia "in articulo mortis".

Vinajeras. Son dos botellitas o vasos de vidrio donde se deposita el vino y el agua (filtrada). Se
dejan en la credencia para servir el vino y el agua (sólo unas góticas) durante el ofertorio, y
después de la Comunión Eucarística para la purificación de los cálices y copones.

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¿QUÉ ES LA RESERVA EUCARÍSTICA Y CUÁL ES SU FINALIDAD?

El fin primero y primordial de la reserva de las sagradas


especies fuera de la Misa es la administración del viatico; los
fines secundarios son las distribución de la comunión y la
adoración de nuestro Señor Jesucristo presente en el Sacramento. Pues la reserva de las especies
sagradas para los enfermos ha introducido la laudable costumbre de adorar este manjar del cielo
conservado en las iglesias. Este culto de adoración se basa en una razón muy solida y firme sobre
todo por que a la fe en la presencia real del Señor le es connatural su manifestación externa y
publica.

En la celebración de la Misa se iluminan gradualmente los modos principales según los cuales Cristo
se hace presenta a su Iglesia: en primer lugar, esta presente en la asamblea de los fieles
congregados en su nombre; esta presente también en su palabra, cuando se lee y explica en la
iglesia la Sagrada Escritura; presente también en la persona del ministro; finalmente, sobre todo,
esta presente bajo las especies eucarísticas. En este Sacramento, en efecto, de modo enteramente
singular, Cristo entero e integro, Dios y hombre, se halla presente substancial y permanentemente.
Esta presencia de Cristo bajo las especies “se dice real, no por
exclusión, como si las otras no fueran reales, si no por excelencia”.

Así que, por razón del signo, es mas propio de la naturaleza de la


celebración sagrada que la presencia eucarística de Cristo, fruto de la
consagración, no se tenga ya desde el principio por la reserva de las
especies sagradas en el altar en que sea celebrada la Misa.

Renuévense frecuentemente y consérvense en un copón o vaso sagrado


las hostias sagradas, en la cantidad suficiente para la comunión de los
enfermos y de otros fieles.

Cuiden los pastores de que, a no ser que exista una razón grave, las
iglesias en que, según las normas del Derecho, se guarda la santísima
Eucaristía, estén abiertas diariamente durante varias horas durante el tiempo mas oportuno del
día, para que los fieles puedan fácilmente orar ante el Santísimo Sacramento.

¿DÓNDE DEBE ESTAR UBICADO EL LUGAR PARA LA RESERVA EUCARÍSTICA?

El lugar en que se guarda la Santísima Eucaristía es denominado Sagrario y tiene que estar en un
lugar que sea verdaderamente destacado. Conviene que sea igualmente apto para la adoración y
oración privada, de modo que los fieles no dejen de adorar al Señor presente en el Sacramento,
aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho.

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Lo cual se consigue más fácilmente cuando el sagrario se coloca en una capilla que este separada
de la nave central del templo, sobre todo en las iglesias en que se celebran con frecuencia
matrimonios y funerales, en los lugares que son muy visitados, ya por peregrinaciones, ya por razón
de los tesoros de arte y de historia.

La sagrada Eucaristía se reservará en un Sagrario inamovible y sólido,


no transparente, y cerrado de tal manera que se evite al máximo el
peligro de profanación. De ordinario en cada iglesia y oratorio haya
un solo sagrario, colocado en una parte de la iglesia u oratorio
verdaderamente noble, destacado, convenientemente adornado y
que propicie la oración.

Quien cuida de la iglesia u oratorio ha de proveer las condiciones


para que se guarde diligentemente la llave del sagrario en que se
reserva la santísima Eucaristía. La presencia de la santísima
Eucaristía en el Sagrario indíquese por el conopeo (velo o tela que
envuelve el sagrario) o por otro medio determinado por la autoridad
competente.

Ante el sagrario en el que esta reservada la sagrada Eucaristía ha de lucir constantemente una
lámpara especial (deben evitarse, en lo posible, lámparas eléctricas por su carácter artificial) con
la que se indique y honre la presencia de Cristo.

ORACIÓN CONCLUSIVA: Señor Jesucristo, que este sacramento admirable nos dejaste el memorial
de tu pasión, concédenos, te lo pedimos venerar de tal modo los misterios de tu cuerpo y de tu
sangre, que sintamos continuamente tu llamado y seamos fortalecidos con tu Santo Espíritu, para
llevar dignamente el alimento divino a nuestros hermanos. Amén.

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De nuestro servicio
SI
*Prestar un servicio humilde, desinteresado, lo más discreto posible, sin esperar reverencias ni
reconocimiento.

*Aceptar la exigencia de la dignidad y de la humildad. Orar mucho especialmente con la Liturgia de


las Horas para potenciar este servicio

*Aparezcan siempre como laicos sin necesidad de asimilarse al clero; permanezcan laicos
a la vista de la comunidad. El vestido, por consiguiente, ha de ser digno y
adecuado; han de tener cuidado con la limpieza de sus manos y uñas.

Si son encargados o se les encomienda una celebración de la Palabra con distribución de la


*
Comunión, en ausencia del Presbítero, considérense animadores, guías o moderadores de la
asamblea reunida. Ocupen un lugar distinto a la sede.

* La razón válida que justifica la existencia del los MEC, es que así estamos dando otra imagen de
Iglesia (con conciencia ministerial), ajustada a las necesidades del mundo y de igual modo se pone
de manifiesto la dignidad del laico. “Dime cómo es tu liturgia y te diré cómo es tu parroquia”

Al exterior reflejamos aquello que va por dentro. Por eso, importa mucho la actitud espiritual
interior: Respeto y aprecio a la Eucaristía, o sea, tener sentido de lo sagrado.

* Actuar con naturalidad.


* Postura externa correcta
* Los gestos precisos

* Respeto y amor a la comunidad a la cual sirven.


Su tarea consiste en ayudar a sus hermanos a que se incorporen más plenamente en el “Cuerpo de
Cristo” por la recepción de la Eucaristía, y facilitar el encuentro de fe a quienes no pueden acudir
a la celebración comunitaria por enfermedad o impedimento.

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* Este ministerio debe ir unido a una actitud de disponibilidad generosa y permanente.

* No olvidemos que “la prudencia hace verdaderos sabios” y que “la virtud está en el medio”
“Ni tanto ni tinto’

* Es un servicio sin ánimo de lucro que se presta con desinterés, alegría y con mucha fe. Solo
Dios lo pagará.

* Como en todo, cada vez se hace más necesaria la formación permanente. Por lo tanto, este
ministerio requiere preparación (estudio continuo, lectura asidua), sana doctrina y ejemplar
conducta de vida (coherencia entre lo que decimos y hacemos). Los retiros espirituales, los cursos,
las convivencias, los encuentros, etc. se enmarcan dentro de este punto. Por ignorancia
cometemos abusos y está comprobado en liturgia que, “entre menos sabemos, más cosas raras
hacemos”.

* Valoren frecuentemente el sacramento de la Penitencia y consideren que “a mayor confesión de


los pecados, mayor aumento de la gracia bautismal” (Ritual del sacramento de la Penitencia).
Recordemos que “la celebración en pecado mortal es la condenación eterna”

* La misma terminología lo dice; “ solo para casos extraordinarios” : cuando se prevé que será
excesivo el número de comulgantes o por razones pastorales.

* Desde la sacristía misma hay que propiciar y favorecer un clima espiritual y un ambiente de
oración que se logra con el silencio y la disciplina dentro de este lugar, siquiera 10 minutos antes
de la celebración.

* El ambón es exclusivo para proclamar la Palabra de Dios.

* Tener en cuenta que la homilía es función del sacerdote celebrante.

NO
+ Ninguno de los ministros extraordinarios de la comunión (y no de la Eucaristía) debe considerarse
sacerdote o clérigo de cuarto grado u orden. No se trata de una consagración o de institución, sino
de delegación, designación o nombramiento para el momento o acto o por un determinado tiempo.

+ No consideren esta condición de “agente” como un “privilegio’ sino un “servicio” para bien de los
demás.

+ No usen vestiduras sagradas propias del ministro ordenado (ej: alba o dalmática).

+ No se atribuyan el derecho de presidir, y no ocupen un lugar distinto a la sede.

+ No pensemos que se trata de la carencia de Ministros ordenados.

+ No en forma postiza.

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+ No con piernas cruzadas durante la celebración.

+ No genuflexión distraída o apresurada y en la rutina o monotonía (cansancio).

+ Que jamas se les suba el ministerio o resulten mandando más que el párroco.

+ De ninguna manera puede aparecer como “afición” o “fiebre” u “obsesión’ menos como
“enfermedad”.

+ Dios nos libre de ministros extraordinarios que quieren estar en todo, en toda celebración y
pretenden acapararlo todo.

+ No busquen reverencias ni recompensas. No hay derecho a remuneración de ninguna clase.

+ No faltar a las capacitaciones permanentes y ocasionales que se dan tanto en las


parroquias como a nivel arquidiocesano. No considerar que “ya lo sé todo” porque esto es soberbia.

+ No llevar la comunión al hermano enfermo estando en pecado.

+ No en toda celebración actúan como ministros extraordinarios.

+ No promover el desorden o la falta de silencio con charlas o escándalos.


+ No distraer a los hermanos que se encuentran en oración caminando de un lado a otro para
hacerme notar.

+ Nunca utilicen el ambón o lugar de la Palabra para hacer las moniciones, entonar los
cantos, dar avisos, pronunciar palabras de agradecimiento, etc.

+ La homilía no se puede confiar al Ministro extraordinario de la Comunión; se contempla la


posibilidad de una monición explicativa a la Palabra o testimonio dado en su momento, que no
llegue de ninguna manera a confundirse con la
homilía, o también en grupos particulares es
posible el diálogo sin llegar a dar la impresión
de no haber preparado.

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* Promover la postura de rodillas durante la consagración y en los momentos de oración ante el
Santísimo.

* Acatar las disposiciones litúrgicas sobre las oraciones presidenciales, especialmente la Doxología
(“ Por Cristo con Él y en Él, ...” )

* Dar el verdadero sentido al saludo de paz. Fomentar que se dé solamente a los más cercanos: a
nuestro lado y al frente y atrás.

*En la Eucaristía, el Ministro de la comunión colabora con el sacerdote en la distribución, en caso


de que haya muchas personas para comulgar, y se necesite agilizar.

* La fórmula, de acuerdo con la última edición del Ordinario de la Misa para los países de habla
hispánica es “El Cuerpo de Cristo” dando espera a la respuesta del comulgante.

* Enseñen desde la catequesis a sus hermanos en la fe a comulgar como es debido.


Igualmente enseñen a responder con claridad el “Amén” al momento de comulgar.
Amén quiere decir: firme, seguro, estable, válido, etc. Nuestra postura debe expresa el
respeto y la fe debidos a tan gran sacramento.

* La comunión se da y se recibe del celebrante o de quien éste haya designado para colaborarle.

* Poner atención a las personas que comulgan recibiendo la hostia en la mano.

* La purificación de los vasos sagrados es labor del celebrante o del diácono.

* En la visita a los enfermos, al llegar a la pieza hay que prever que se disponga de una mesa con
un mantel sencillo, un cirio o velón, un florero y un vaso con agua. Si uno encuentra personas que
cuidan del enfermo y quieren comulgar, se les puede dar también la comunión.

* El ayuno eucarístico recomendado a los enfermos o impedidos para salir de casa, es de un cuarto
de hora; sin embargo, en algunos casos habría que esperar un momento nada más (si acabó de
comer) para no privarlo de la comunión.

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* Si se dificulta o se hace dispendioso volver al lugar sagrado para depositar el pan
consagrado sobrante, el ministro extraordinario puede consumir tan pronto como haya
terminado las visitas programadas a enfermos.

* Debe purificar ahí mismo sobre un vaso con agua. Esta agua debe tomarse o depositarse en tierra
(nunca debe correr por el caño).

* Si se llegara a presentar el caso de la “devolución” de la hostia por parte del enfermo, bastaría
con retomarla con los dedos o recibirla en un vaso con agua y luego colocar todo bajo tierra.

* Especial cuidado se ha de tener con todos aquellos signos que rodean la celebración eucarística:
manteles, purificadores (en cada Misa se han de cambiar), corporales, lugar de la reserva (polvo,
tierra alrededor, puerta manchada con los dedos), llave del sagrario (olvidada en cualquier sitio,
cuando no refundida), vasos sagrados (requieren mantenimiento permanente o limpieza, pero no
con pomadas o líquidos fuertes).

* Debe haber un marcado esmero por participar cada vez mejor (“participa más quien ora más”) y
por ser ejemplo de comportamiento para la asamblea.

* La celebración de exequias pueden animarla ante la falta de un Ministro ordenado y observando


las normas litúrgicas para tales casos. Se requiere preparación doctrinal y litúrgica.

* No pasar ante el Sagrario o ante el Santísimo expuesto sin hacer genuflexión. La presencia real de
Jesús merece nuestro respeto, veneración y amor.

* No permitir que este momento se convierta en recreo litúrgico, recorriendo el templo para dar el
saludo de paz a todos..

* No sea nunca para reemplazar a quien preside para que éste se siente o entone los cantos de
acompañamiento a la comunión.

* Ninguna otra fórmula cabe acá. No deben inventarse ni adicionarse otras fórmulas.

* No admitan al comulgante en actitudes y posturas indebidas, impropias de quien se dispone a


recibir al Amor de los amores.

* No comulgar como los concelebrantes, es decir, tomando el Cuerpo de Cristo directamente del
copón.

* No permitir que se la lleven, ni la reciban con manos sucias o se hagan la señal de la cruz

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con ella.

* La purificación de los vasos sagrados, de acuerdo con la tercera edición típica del Misal
Romano, no les esta permitido hacerla.

* No permitir que se reciba al Santísimo de cualquier manera. Evitar el irrespeto.

* No tirar el agua o los sobrantes (migajas) del Cuerpo de Cristo.

* La reserva eucarística siempre va con nosotros y no la podemos dejar olvidada en


cualquier lugar; mucho menos nos per- mitimos la entrada con ella a establecimiento
alguno.

* Que nunca haya vinajeras sucias, credencia desmantelada o descuidada, floreros de mucho
tiempo en exhibición, reserva eucarística de muchos días en el sagrario, corporales de varios meses
dentro del sagrario, etc.

* No estar entrando y saliendo del lugar sagrado distrae y es falta de respeto a quien preside y a la
comunidad reunida.

* Cuando moderen una celebración de la Palabra, no saluden como Celebrantes. Deben buscar otra
forma.

* No pueden ser ministros extraordinarios del Bautismo o del Matrimonio ni de la Unción de los
enfermos. Esto requiere orden del Obispo y aprobación de la Conferencia Episcopal y es,
exclusivamente, para casos excepcionales.

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RECOMENDACIONES PRACTICAS PARA EJERCER ESTE SERVICIO

Los Ministros Extraordinarios de la Comunión (no de la Eucaristía) prestan un servicio a la liturgia y


por lo tanto no deben considerarse sacerdotes o clérigos de cuarto grado u orden. Es un servicio
que se presta por delegación, designación o nombramiento.

Exige dignidad y ante todo humildad.

Deben aparecer siempre como laicos sin necesidad de asimilarse al clero; permanezcan laicos a la
vista de la comunidad. El vestido, por consiguiente, ha de ser digno y adecuado; han de tener
cuidado con la limpieza de sus manos y uñas. No usen vestiduras sagradas propias del ministro
ordenado (ej: dalmática).
Si son encargados o se les encomienda una celebración de la Palabra con distribución de la
Comunión, en ausencia del Presbítero, no se arroguen o atribuyan el derecho de presidir, sino
considérense animadores, guías o moderadores de la asamblea reunida. Ocupen un lugar distinto a
la sede.
La razón válida que justifica la existencia de los ministros extraordinarios de la Comunión no es la
carencia de ministros ordenados, sino que así estamos dando otra imagen de Iglesia (con conciencia
ministerial), ajustada a las necesidades del mundo y de igual modo se pone de manifiesto la
dignidad del laico.
“ Dime cómo es tu liturgia y te diré cómo es tu parroquia”
Al exterior reflejamos aquello que va por dentro. Por eso, importa mucho la actitud espiritual
interior:
· Respeto y aprecio a la Eucaristía, o sea, tener sentido de lo sagrado. Esto se manifiesta en el
modo de actuar, en la postura externa, en los gestos (genuflexión distraída o apresurada) y en la
rutina o monotonía (cansancio).
· Respeto y amor a la comunidad a la cual sirven (que jamás se les suba el ministerio o resulten
mandando más que el párroco: “hoy no confesamos”).
Su tarea consiste en ayudar a sus hermanos a que se incorporen más plenamente en el “Cuerpo de
Cristo” por la recepción de la Eucaristía, y facilitar el encuentro de fe a quienes no pueden acudir
a la celebración comunitaria por enfermedad o impedimento.

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Este ministerio debe ir unido a una actitud de disponibilidad generosa y permanente. De ninguna
manera puede aparecer como “afición” o “fiebre” u “obsesión”, menos como “enfermedad”.
Recordar la Constitución sobre la Liturgia: “realizar solo aquello que se les ha encomendado”.
No busquen reverencias ni recompensas. No hay derecho a remuneración de ninguna clase; es un
servicio sin ánimo de lucro que se presta con desinterés, alegría y con mucha fe.
Es necesaria la formación permanente. Por lo tanto, este ministerio requiere preparación (estudio
continuo, lectura asidua), sana doctrina y ejemplar conducta de vida (coherencia entre lo que
decimos y hacemos). Los retiros espirituales, los cursos, las convivencias, los encuentros, etc. se
enmarcan dentro de este punto.

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RITO ORDINARIO DE LA COMUNION DE LOS ENFERMOS, POR EL M.E.C.

I. RITOS INICIALES

Señal de la Cruz:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La paz del Señor a esta casa y a todos los presentes.

Hermanos, para participar con fruto en esta


celebración, comencemos por reconocer nuestros
pecados.

Breve silencio. Luego:

Yo Confieso ...

Señor, ten misericordia de nosotros
porque hemos pecado contra Ti.
Muéstranos, Señor, tú misericordia,
y danos tú salvación.

II. PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA

Proclama uno de estos textos:


Jn, 14, 27: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde”.

Jn. 15, 4: “Permaneced en Mi y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por si, sino
permanece en la vid, así tampoco vosotros, sino permanecéis en mi”.
Y ahora, todos juntos, invoquemos a Dios con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:

Jn. 15, 5: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mi y yo en él ése da fruto
abundante; porque sin mi no podéis hacer nada”.

1 Co 11, 26: “Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva”.

1 Jn 4, 16: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él. Dios es
amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él”.

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Jn. 14, 23: “El que me ama guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos
morada en él”.

Jn. 6, 54 - 58: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y
yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mi.

Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;
el que come este pan vivirá para siempre”.

Jn. 14, 6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por
mi”.

III. SAGRADA COMUNIÓN

Y ahora, todos juntos, invoquemos a Dios con la oración que el mismo Cristo
nos enseñó:
Padre nuestro ...

Entonces el MEC muestra el Santísimo Sacramento diciendo:


"Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los
invitados a
la Cena del Señor".

El enfermo y los que van a comulgar, dicen:


"Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanarme".

El MEC se acerca al enfermo, y mostrándole el sacramento, dice:


El Cuerpo de Cristo

El enfermo responde: Amén.

Se hace silencio. Se puede hacer una oración como: “El alma de Cristo ....”, el MEC hace la
purificación. A continuación concluye diciendo:

Oremos ...
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno; te suplicamos con fe viva que el Cuerpo de
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que nuestro(a) hermano(a) acaba de recibir, le conceda la salud
corporal y la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos responden: Amén.

IV. RITO DE CONCLUSIÓN

Después el MEC invocando la bendición de Dios y santiguándose, dice:

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

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Todos responden: Amén.

 Alma de Cristo
Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del
enemigo malo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame, y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén


ORACIÓN Y VIDA: “PENSAR, ACTUAR Y AMAR COMO JESÚS”


Audiencia del Papa Benedicto XVI
Junio 27 de 2012

Queridos hermanos y hermanas:


Nuestra oración está hecha, ..., de silencios y palabra, de canto y gestos que implican a toda la
persona: los labios, la mente, el corazón, todo el cuerpo. Es una característica que encontramos en
la oración judía, especialmente en los Salmos. Hoy quiero hablar de uno de los cantos o himnos más
antiguos de la tradición cristiana, que san Pablo nos presenta en el que, en cierto modo, es su
testamento espiritual: la Carta a los Filipenses. Se trata de una Carta que el Apóstol dicta mientras
se encuentra en la cárcel, tal vez en Roma. Siente próxima su muerte, pues afirma que su vida será
ofrecida como sacrificio litúrgico (cf. Flp 2, 17).
A pesar de esta situación de grave peligro para su incolumidad física, san Pablo, en toda la Carta,
manifiesta la alegría de ser discípulo de Cristo, de poder ir a su encuentro, hasta el punto de que
no ve la muerte como una pérdida, sino como una ganancia. En el último capítulo de la Carta hay
una fuerte invitación a la alegría, característica fundamental del ser cristianos y de nuestra
oración. San Pablo escribe: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4, 4). Pero,
¿cómo puede alguien estar alegre ante una condena a muerte ya inminente? ¿De dónde, o mejor,
de quién le viene a san Pablo la serenidad, la fuerza, la valentía de ir al encuentro del martirio y
del derramamiento de su sangre?
Encontramos la respuesta en el centro de la Carta a los Filipenses, en lo que la tradición cristiana
denomina ... el canto a Cristo, o más comúnmente, «himno cristológico»; un canto en el que toda
la atención se centra en los «sentimientos» de Cristo, es decir, en su modo de pensar y en su
actitud concreta y vivida. Esta oración comienza con una exhortación: «Tened entre vosotros los
sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp 2, 5). Estos sentimientos se presentan en los versículos
siguientes: el amor, la generosidad, la humildad, la obediencia a Dios, la entrega. No se trata sólo
y sencillamente de seguir el ejemplo de Jesús, como una cuestión moral, sino de comprometer
toda la existencia en su modo de pensar y de actuar. La oración debe llevar a un conocimiento y a
una unión en el amor cada vez más profundos con el Señor, para poder pensar, actuar y amar como
él, en él y por él.
Practicar esto, aprender los sentimientos de Jesús, es el camino de la vida cristiana. Ahora quiero
reflexionar brevemente sobre algunos elementos de este denso canto, que resume todo el
itinerario divino y humano del Hijo de Dios y abarca toda la historia humana: desde su ser de
condición divina, hasta la encarnación, la muerte en cruz y la exaltación en la gloria del Padre está
implícito también el comportamiento de Adán, el comportamiento del hombre desde el inicio.

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Este himno a Cristo parte de su ser ... «en la forma de Dios», o mejor, en la condición de Dios.
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no vive su «ser como Dios» para triunfar o para imponer
su supremacía; no lo considera una posesión, un privilegio, un tesoro que guardar celosamente. Más
aún, «se despojó de sí mismo», se vació de sí mismo asumiendo ... la «forma de esclavo», la
realidad humana marcada por el sufrimiento, por la pobreza, por la muerte; se hizo plenamente
semejante a los hombres, excepto en el pecado, para actuar como siervo completamente
entregado al servicio de los demás.
Al respecto, Eusebio de Cesarea, en el siglo IV, afirma: «Tomó sobre sí mismo las pruebas de los
miembros que sufren. Hizo suyas nuestras humildes enfermedades. Sufrió y padeció por nuestra
causa y lo hizo por su gran amor a la humanidad» (La demostración evangélica, 10, 1, 22). San
Pablo prosigue delineando el cuadro «histórico» en el que se realizó este abajamiento de Jesús:
«Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8). El Hijo de Dios se hizo
verdaderamente hombre y recorrió un camino en la completa obediencia y fidelidad a la voluntad
del Padre hasta el sacrificio supremo de su vida. El Apóstol especifica más aún: «hasta la muerte, y
una muerte de cruz». En la cruz Jesucristo alcanzó el máximo grado de la humillación, porque la
crucifixión era el castigo reservado a los esclavos y no a las personas libres: «mors turpissima
crucis», escribe Cicerón (cf. In Verrem, v, 64, 165).

En la cruz de Cristo el hombre es redimido, y se invierte la experiencia de Adán: Adán, creado a


imagen y semejanza de Dios, pretendió ser como Dios con sus propias fuerzas, ocupar el lugar de
Dios, y así perdió la dignidad originaria que se le había dado. Jesús, en cambio, era «de condición
divina», pero se humilló, se sumergió en la condición humana, en la fidelidad total al Padre, para
redimir al Adán que hay en nosotros y devolver al hombre la dignidad que había perdido. Los
Padres subrayan que se hizo obediente, restituyendo a la naturaleza humana, a través de su
humanidad y su obediencia, lo que se había perdido por la desobediencia de Adán.

En la oración, en la relación con Dios, abrimos la mente, el corazón, la voluntad a la acción del
Espíritu Santo para entrar en esa misma dinámica de vida, como afirma san Cirilo de Alejandría,
cuya fiesta celebramos hoy (Junio 27): «La obra del Espíritu Santo busca transformarnos por medio
de la gracia en la copia perfecta de su humillación» (Carta Festal 10, 4). La lógica humana, en
cambio, busca con frecuencia la realización de uno mismo en el poder, en el dominio, en los
medios potentes. El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas la torre de Babel
para alcanzar por sí mismo la altura de Dios, para ser como Dios. La Encarnación y la cruz nos
recuerdan que la realización plena está en la conformación de la propia voluntad humana a la del
Padre, en vaciarse del propio egoísmo, para llenarse del amor, de la caridad de Dios y así llegar a
ser realmente capaces de amar a los demás.
El hombre no se encuentra a sí mismo permaneciendo encerrado en sí mismo, afirmándose a sí
mismo. El hombre sólo se encuentra saliendo de sí mismo. Sólo si salimos de nosotros mismos nos
reencontramos.
Adán quiso imitar a Dios, cosa que en sí misma no está mal, pero se equivocó en la idea de Dios.
Dios no es alguien que sólo quiere grandeza. Dios es amor que ya se entrega en la Trinidad y luego
en la creación. Imitar a Dios quiere decir salir de sí mismo, entregarse en el amor.
En la segunda parte de este «himno cristológico» de la Carta a los Filipenses, cambia el sujeto; ya
no es Cristo, sino Dios Padre. San Pablo pone de relieve que, precisamente por la obediencia a la
voluntad del Padre, «Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre» (Flp 2,
9-10). Aquel que se humilló profundamente asumiendo la condición de esclavo, es exaltado,
elevado sobre todas las cosas por el Padre, que le da el nombre de «Kyrios», «Señor», la suprema
dignidad y señorío. Ante este nombre nuevo, que es el nombre mismo de Dios en el Antiguo
Testamento, «toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (vv. 10- 11).
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El Jesús que es exaltado es el de la última Cena, que se despoja de sus vestiduras, se ata una
toalla, se inclina a lavar los pies a los Apóstoles y les pregunta: «¿Comprendéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn
13, 12-14). Es importante recordar siempre en nuestra oración y en nuestra vida que «el ascenso a
Dios se produce precisamente en el descenso del servicio humilde, en el descenso del amor, que es
la esencia de Dios y, por eso, la verdadera fuerza purificadora que capacita al hombre para percibir
y ver a Dios» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 124).

El himno de la Carta a los Filipenses nos ofrece aquí dos indicaciones importantes para nuestra
oración. La primera es la invocación «Señor» dirigida a Jesucristo, sentado a la derecha del Padre:
él es el único Señor de nuestra vida, en medio de tantos «dominadores» que la quieren dirigir y
guiar. Por ello, es necesario tener una escala de valores en la que el primado corresponda a Dios,
para afirmar con san Pablo: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp 3, 8). El encuentro con el Resucitado le hizo
comprender que él es el único tesoro por el cual vale la pena gastar la propia existencia.

La segunda indicación es la postración, el «doblarse de toda rodilla» en la tierra y en el cielo, que


remite a una expresión del profeta Isaías, donde indica la adoración que todas las criaturas deben a
Dios (cf. 45, 23). La genuflexión ante el Santísimo Sacramento o el ponerse de rodillas durante la
oración expresan precisamente la actitud de adoración ante Dios, también con el cuerpo. De ahí la
importancia de no realizar este gesto por costumbre o de prisa, sino con profunda consciencia.
Cuando nos arrodillamos ante el Señor confesamos nuestra fe en él, reconocemos que él es el único
Señor de nuestra vida.
Queridos hermanos y hermanas, en nuestra oración fijemos nuestra mirada en el Crucificado,
detengámonos con mayor frecuencia en adoración ante la Eucaristía, para que nuestra vida entre
en el amor de Dios, que se abajó con humildad para elevarnos hasta él. Al comienzo de la
catequesis nos preguntamos cómo podía alegrarse san Pablo ante el riesgo inminente del martirio y
del derramamiento de su sangre. Esto sólo es posible porque el Apóstol nunca apartó su mirada de
Cristo, hasta llegar a ser semejante a él en la muerte, «con la esperanza de llegar a la re-
surrección de entre los muertos» (Flp 3, 11). Como san Francisco ante el crucifijo, digamos
también nosotros: Altísimo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón. Dame una fe recta,
una esperanza cierta y una caridad perfecta, juicio y discernimiento para cumplir tu verdadera y
santa voluntad. Amén. (Oración ante el Crucifijo. Sn. Fco. de Asís). Llamados a la santidad

Apartados de la homilía del Papa Benedicto XVI durante la apertura del Sínodo de Obispos.
Octubre 7 de 2012

Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización
es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const.
Lumen gentium, 39-42). Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas
sus expresiones. Ellos son, también de forma particular, los pioneros y los que impulsan la nueva
evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu
Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o
incluso hostiles, e invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe,
esperanza y caridad, a que descubran el «gusto» por la Palabra de Dios y los sacramentos, en
particular por el pan de vida, la eucaristía. Santos y santas florecen entre los generosos misioneros
que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión y
actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas. La santidad no conoce
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barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje – el del amor y la verdad – es
comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable
de vida nueva.

La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a
mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario,
que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la
fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva
evangelización sin una disposición sincera de conversión. Dejarse reconciliar con Dios y con el
prójimo (cf. 2 Cor 5,20) es la vía maestra de la nueva evangelización. Únicamente purificados, los
cristianos podrán encontrar el legítimo orgullo de su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen
y redimidos con la sangre preciosa de Jesucristo, y experimentar su alegría para compartirla con
todos, con los de cerca y los de lejos.

A1: Importancia del servicio de AEC y cómo es su nombramiento.

A2: Recomendaciones prácticas. Parte I

A3: Recomendaciones prácticas. Parte II

A4: Reflexiones complementarias

A5: Quienes pueden ejercer, exigencias, recomendaciones

A6: Requisitos Formativos

A7-8: Formación inicial para los AEC’s

Es: 36 Recomendaciones para el servicio de AEC

A9-10: Importancia de la Cuaresma

A11: Semana Santa

A12: Importancia del Tiempo Pascual

A13: El Tiempo Ordinario

A14: La participación en la celebración eucarística

A15: Formación inicial para los AEC’s. 2006

A16: La Eucaristía: fuente y cumbre. Parte 1

A17: Rito ordinario de comunión para los enfermos

A18: La Eucaristía: fuente y cumbre. Parte 2

A19: Triduo Pascual

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A20: Encuentro Parroquial – AEC (Jubileo) (Ofc)

A21: Si y No de nuestro servicio. Parte 1 (Ofc)

A22: Si y No de nuestro servicio. Parte 2 (Ofc)

A23: ¿Cómo estamos? Análisis de errores

A24: Importancia de la Oración

A25: Glosario Básico (Ofc)

A26: La Sagrada Eucaristía. Parte 1

A27: La Sagrada Eucaristía. Parte 2

A28: El Maná: Prefigura de la Eucaristía

A29: La Sagrada Eucaristía. Parte 3

A30: Sacramento de la Eucaristía. Parte 1

A31: Sacramento de la Eucaristía. Parte 2

A32: Sacramento de la Eucaristía. Parte 3

A33: Comunión y Culto Eucarístico fuera de la Misa. Parte 1

A34: La Eucaristía y la Virgen María

A35: Clases de Comunión

A36: Frutos de la Sagrada Comunión. Parte 1

A37: Frutos de la Sagrada Comunión. Parte 2

A38: ¿Cómo se prepara la recepción de la Eucaristía y se hace la acción de gracias?

A39: Espiritualidad Litúrgica

Es: Rito Ordinario: La Comunión de los Enfermos por un AEC

A40: De la Parroquia al Enfermo

A41: Disposiciones para comulgar. Parte 1

A42: Disposiciones para comulgar. Parte 2

A43: En Comunión con la Stma. Virgen. Meditación sobre el Ave María.

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A44: Relación existente entre los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.

A45: Qué es comulgar.

A46: La Reserva Eucarística.

A47: Eucaristía: Memorial del sacrificio de Cristo y testimonio de la Caridad.

A48: Reconocimiento del comulgante.

A49: Ayuno y Adoración Eucarísticos.

A50: Solemnidad del Corpus Christi.

A51: Formación Inicial de Nuevos AEC y Renovación de antiguos que sean requeridos.

A52: Jesús a nuestra espera.

A53: Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el
sagrado ministerio de los sacerdotes.

A54: Los Milagros Eucarísticos. Aspectos positivos y límites.

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