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PASTORAL DE LITURGIA
M.E.C.
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ARQUIDIÓCESIS DE POPAYÁN
PARROQUIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
TALLERES PARA MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNION
¿QUÉ ES UN MINISTRO EXTRAORDINARIO DE LA COMUNIÓN (MEC)?
Dicha distribución debe ser vista pues como el ejercicio de una función que es propia de los
ordenados al sacerdocio (presbíteros), pero que por necesidad, debe ser llevada a cabo por otros.
Esto destaca la naturaleza extraordinaria de este servicio, pues más que ser parte de la estructura
de la Iglesia, esta en cambio particularmente atada a las necesidades dadas por el número limitado
del clero.
San Juan Pablo II, nos señala esto en su instrucción Domenicae Cenae: “El tocar las Sagradas
Especies, su distribución con las propias manos es un privilegio de los ordenados, que indica una
participación activa en el ministerio de la Eucaristía. Es obvio que la Iglesia puede conceder esa
facultad a personas que no son ni sacerdotes ni diáconos, como son tanto los acólitos, en
preparación para sus futuras ordenaciones, como otros laicos, que la han recibido por una justa
necesidad, pero siempre después de una adecuada preparación”.
De esta manera el uso de ministros extraordinarios debe ser considerado como un signo de la
escasez de sacerdotes y diáconos, y debería ser un aliciente para orar por el incremento de las
vocaciones al sacerdocio y el diaconado. Los ministros extraordinarios desempeñan un servicio
valioso para la Iglesia supliendo esta necesidad, pero es importante reconocer que este servicio
corresponde a una situación extraordinaria en la vida de la Iglesia.
Mientras que la Iglesia ha evitado darle un significado preciso a la expresión “el número de
comulgantes es muy grande”, para permitir flexibilidad para diversas situaciones locales, la
“Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado
ministerio de los sacerdotes” nos brinda una expresión más precisa de este requisito:
Es importante que aquellos individuos seleccionados para servir como Agentes Extraordinarios de la
Sagrada Comunión sean escogidos cuidadosamente. La instrucción Immensae Caritatis los describe
de la siguiente manera:
"El fiel designado ministro extraordinario de la sagrada Comunión y debidamente preparado
deberá distinguirse por su vida cristiana, por su fe y sus buenas costumbres. Se esforzará por ser
digno de este nobilísimo encargo, cultivará la devoción a la sagrada Eucaristía y dará ejemplo a los
demás fieles de respeto al Santísimo Sacramento del Altar. No será elegido para tal oficio uno
cuya designación pueda causar sorpresa a los fieles".
Es pues responsabilidad plena del párroco el presentar, ante la Arquidiócesis de Popayán, a los
fieles idóneos para esta labor, los cuales no deben exceder el número mínimo necesario de agentes
en servicio activo, teniendo en cuenta la atención de los enfermos de la comunidad. Además, el
párroco debe mantener un seguimiento cercano del ejercicio de sus MEC, con el apoyo del
Delegado de Liturgia de su comunidad, con el fin de velar cuidadosamente por el buen manejo del
Santísimo Sacramento; suspendiendo del servicio inmediatamente a quien no lo este llevado a cabo
con la dignidad y respeto necesarios. Dicha suspensión debe ser notificada, por escrito, a la
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Comisión Arquidiocesana de Liturgia, con el fin de mantener depurada y actualizada la base de
datos de los MEC en servicio activo.
Obviamente no es suficiente para un individuo demostrar una vida católica ejemplar antes de
convertirse en agente extraordinario; también es importante que cultiven esas virtudes después de
haber sido escogido para esa posición de servicio a la Iglesia. Lo mínimo por lo que un individuo se
excuse a sí mismo, de prestar este servicio, consistiría en cualquier cosa que le evite de recibir la
Sagrada Comunión: pecado grave, fallo de asistir a la misa dominical, o la preferencia de no
mantener comunión con las enseñanzas y vida de la Iglesia. Positivamente expuesto, de cualquier
manera, un agente extraordinario debe buscar, como todo cristiano, cultivar la santidad,
especialmente a través de confesiones frecuentes, oración personal, especialmente ante el
Santísimo Sacramento, y la asistencia a misa diariamente, si es posible. Ellos también deben ir en
búsqueda de un buen conocimiento de la fe que profesan, especialmente a través del estudio de
las escrituras y enseñanzas de la Iglesia.
TALLER
3. Enumere la descripción que hace del MEC la Instrucción “Immensae Caritatis” (son siete)
5. ¿Debe un MEC prestar su servicio sin haber sido presentado, por su párroco, ante la Comisión
Arquidiocesana de Liturgia? ¿Por qué?
7. Enumere los factores que se necesitan para que sea necesario el uso de un MEC durante una
celebración eucarística? (son cuatro)
8. Enumere los dos requisitos, básicos, que se necesitan para ser MEC al interior de la
Arquidiócesis de Popayán
9. Cuando una persona no es apta para prestar este servicio (ya sea temporal o
definitivamente)?
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10. Cuál es el factor que hay que tener en cuenta para determinar el número de MEC que una
comunidad parroquial necesita?
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I. REQUISITOS FORMATIVOS PARA TODO MEC
1. Formación Bíblica
Todo Ministro Extraordinario de la Comunión debe tener buen conocimiento y manejo de las
Sagradas Escrituras: cómo se dividen, se clasifican, etc.
21 Históricos:
Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces,
Ruth, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas, 2
Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther, 1 Maca- beos,
2 Macabeos.
18 Proféticos:
Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Abdías, Jonás, Miqueas,
Habacuc, Sofonías, Ageo, Sacarías, Malaquías.
5 Históricos:
Los cuatro Evangelios (según San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan) y los Hechos de los
Apóstoles.
21 Didácticos:
Las 13 Epístolas o Cartas de San Pablo: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses,
Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón. Las 8 epístolas o Cartas llamadas
católicas son: Hebreos, 1 y 2 de San Pedro: 1, 2 y 3 de San Juan, la de Santiago y la de San Judas.
1 Profético: Apocalipsis
2. Formación Teológica
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3. Formación Litúrgica
4. Formación Pastoral
Es de vital importancia que los MEC estén impregnados de la vida pastoral de sus comunidades,
participando solícita y generosamente siempre que sean convocados, por parte de sus respectivos
párrocos.
De manera especial deben velar por trabajar (servir) armoniosa y fraternalmente con los agentes
de Pastoral de la Salud quienes les suministrarán constantemente los datos de los enfermos de la
comunidad para así poderles llevar el viático. En este punto hay que tener claro las diversas
funciones y campos de acción entre los agentes de la Pastoral de la Salud y los agentes de la
Pastoral Litúrgica (MEC) para no caer en cruce de funciones y/o contraórdenes.
Programación de la visita:
Algunas parroquias designan a varios Ministros Extraordinarios de la Comunión (MEC) para que cada
uno visite a una persona en particular, motivándolos para que hagan los preparativos y fijen las
horas para las visitas con las familias. Tanto los enfermos como sus familias o quienes los cuidan,
sea en casa, sea en instituciones, aprecian la libertad de acordar los momentos apropiados para
una visita pastoral o para la Comunión. Esto les da la oportunidad de informar a todos los que
quieran estar presentes.
Por ejemplo, si visitas a los enfermos, no es apropiado presentarte sin aviso cuando los pacientes
están recibiendo tratamientos o sometiéndose a exámenes.
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Si se te pide llevar la Comunión a los enfermos o a los confinados a horas fuera de la Misa
dominical, por favor solicítale a tu párroco que te dé las hostias consagradas o en caso de que éste
te haya instruido para que tú lo hagas, asegúrate de hacerlo con la debida preparación sobre dónde
encontrar la llave del sagrario y cómo acercarte a él con reverencia, abrirlo y transferir las hostias
necesarias del copón al recipiente apropiado que utilizarás para llevar la Eucaristía a los enfermos.
Es de particular importancia fijar con el párroco el tiempo más conveniente para obtener la llave
del sagrario, porque no se permite guardar la Eucaristía en casas particulares ni llevarlas todo el
día mientras haces tus menesteres antes de visitar a los comulgantes.
Generalmente, al sacar el Santísimo Sacramento del sagrario, reza brevemente, lávate los dedos en
una pequeña vasija de agua puesta al lado para tales ocasiones, sécatelos con una toallita junto a
la vasija y haz una genuflexión antes de abrir el sagrario. Si la parroquia no provee la vasija ni la
toalla, lávate las manos en la sacristía o límpiatelas de cualquier otra manera conveniente. Si
tienes hostias no consumidas después de tus visitas, tienes que regresar a la parroquia y
devolverlas al sagrario. Al cerrarlo, lávate los dedos de nuevo.
Traer lo necesario:
Haz una lista de lo que quieres llevar contigo al salir de la casa de camino a la parroquia y luego a
la distribución de la Sagrada Comunión a los enfermos. No olvides llevar siempre contigo el “Rito
Ordinario: Comunión de los Enfermos por un Agente Extraordinario”. El evangelio de cada día y
oraciones para los enfermos. Como medida preventiva, esfuérzate todo lo posible por memorizar el
esquema del rito, o guarda en tu bolsillo o en tu cartera una copia del mismo.
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Taller
1. ¿Cuáles son los cuatro frentes formativos que debe tener todo MEC?
2. Reflexionen: Aparte de las formaciones señaladas en el punto 1, ¿Cuál aspecto (no tratado en
este instructivo) consideran que debe ser la base sobre la que se construye un buen MEC y su
servicio?
3. A nivel de su comunidad, ¿Están bien definidas las Pastorales: Litúrgica y de la Salud? Expliquen.
5. ¿Cómo se llama el recipiente donde se guarda el Santísimo Sacramento durante las visitas a los
enfermos? ... ¿Lo están usando todos los servidores de su comunidad?. ¿Qué otros recipientes o
modos de llevarlo emplean?
7. En su servicio a los enfermos, ¿Se están guiando de algún rito impreso? ¿Están improvisando?
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I. PREPARAR UN AMBIENTE DE ORACIÓN
El ministerio eclesial siempre es personal. Es importante que pases algunos minutos al inicio de tu
visita conociendo a los presentes para darles la oportunidad de sentirse más cómodos contigo. La
parroquia puede proporcionarte informaciones útiles antes de tu visita. A cambio, será útil para los
servidores de la Pastoral de la Salud si les informas de lo que hayas aprendido de la condición,
circunstancias y necesidades de los que visitas.
Cuando llegues, diles tu nombre y recuérdales que te ha enviado la parroquia. Interésate por su
salud y escucha con atención sus respuestas. Demuestra tu interés y preocupación, pero acuérdate
de que no estás ahí para ofrecer tu consejo médico ni para juzgar sobre estos asuntos, aun cuando
seas un profesional de la salud. Más importante aún, recuerda que llevas contigo a Jesús
Sacramentado, así que no debes dilatarte en conversaciones extensas. Los agentes de la Pastoral
de la Salud son quienes están llamados a invertir más tiempo en sus visitas, en la escucha de los
enfermos y procurándoles el consuelo anímico y espiritual debido.
Si puedes, llama a los enfermos por sus nombres, pero ten presente
que a muchos no les gusta que se les llame por su primer nombre sin
permiso previo. La enfermedad, el envejecimiento y otras formas de
sufrimiento público pueden robarles su sentido de dignidad personal,
así que será un elemento muy importante de tu servicio tratar con
ellos con muchísimo respeto. Sea cual sea su condición, tanto tú como
ellos son colaboradores en la obra de Cristo.
El mundo de los que sufren, especialmente de los que están limitados a su casa o, lo que es más, a
un hospital o asilo de ancianos, no es muy conducente a la oración. El elemento más importante en
la creación de un ambiente de oración eres tú. El ministro que reza y guía a los demás hace una
potente invitación a dejar a un lado las preocupaciones causadas por el sufrimiento, y así penetrar
más conscientemente en el misterio de Dios que mora y lleva sus obras a cabo entre nosotros.
Aquí tienes algunos pasos para desarrollar esta habilidad de vital importancia:
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+ Familiarízate a fondo con la estructura y movimiento del rito para que puedas enfocarte mejor
en el enfermo. No hay que memorizar las oraciones ni las lecturas. Simplemente hay que saber cuál
sigue y dónde encontrarla.
+ Antes de entrar en el hospital, en la casa o el cuarto, ruega brevemente pidiendo a Cristo que
obre por tu mediación. Después de la visita, haz una pausa para dar gracias.
+ Reflexiona sobre tus experiencias al llegar a casa. ¿Te sentiste inseguro o distraído en algún
momento? ¿Por qué? La próxima vez, ¿qué podrías hacer para ponerte más a gusto y así orar con
más atención, sin perder la conexión con los que asisten a la celebración?.
Un modo muy útil para continuar profundizando y mejorando en el servicio de la distribución del
viático a los enfermos es compartir las experiencias con los demás Ministros Extraordinarios de la
Comunión (MEC) y con tu párroco.
También puedes tomar algunas medidas sencillas para establecer un ambiente propicio para la
oración, si las circunstancias así lo permiten: un crucifijo de pie, una cruz o un icono pueden re-
saltar la presencia de Cristo.
Puede ser de ayuda la iluminación apropiada, si es posible. En un entorno institucional, por ejem-
plo, una lámpara o hasta la luz del sol puede crear un ambiente mucho más humano que las luces
fluorescentes. Si llevas la comunión a alguien, ten contigo una pequeña tela blanca y una vela para
preparar el sitio donde vas a situar la píxide (o portaviático) que contiene la Sagrada Comunión
como centro de atención durante la celebración que vas a dirigir. ¡Asegúrate de tener algo para
encender la vela!
No se requiere un corporal pero, si se utiliza, tradicionalmente se debe desplegar sobre otra tela o
mantel más grande y no sobre una superficie descubierta. Algunas personas que cuidan a los
enfermos, familiarizados con el rito, preparan de antemano un lugar apropiado, pero muchos no lo
hacen.
Ten presente las limitaciones que halles en una institución de salud o geriátrica. El ritual de la
Sagrada Eucaristía recomienda que el MEC esté acompañado de otra persona llevando una vela, y
que éste la coloque sobre la mesa donde quedará el Santísimo durante la celebración. Sin embargo,
el reglamento de seguridad normalmente prohíbe el uso de llamas expuestas en las instituciones. El
oxígeno y otras substancias que posiblemente estén en uso son extremadamente inflamables.
Además, es posible que no haya superficie alguna aparte de una mesilla de cama y que tengas que
despejarla antes de arreglar lo necesario para el Santísimo. Prepárate pues para ajustarte a las
circunstancias. Si no has visitado un hospital o casa de reposo particular, trata de hablar con otro
MEC, que sí lo haya hecho, sobre lo que debes anticipar.
II. Aprovechando la tabla de la asistencia a la resolución del taller, colocar frente a cada MEC el
número máximo de enfermos, en un momento determinado, que ha atendido desde que ejerce su
servicio y el tiempo que lleva sirviendo como MEC.
Ejemplo:
Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los AEC
activos que hacen parte de dicho equipo en su comunidad.
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I. La Misa
También irás aprendiendo los nombres y reconociendo las caras. Un buen Ministro Extraordinario
también será un buen agente de la hospitalidad (ujier). Ve aprendiendo los nombres de las
personas con las que participas en el culto. Preséntate a los asistentes antes o después de la Misa.
Ten el ojo abierto para verles en actos de la parroquia durante la semana. Crea lazos. Al hacerlo,
acercas un poco más a la comunidad y mejoras la comunión de todos.
Pon especial atención a los que se están formando para recibir su Primera Comunión. Conoce a los
catecúmenos de la parroquia, así como a los cristianos bautizados que se preparan para ser
recibidos a la plena comunión de la Iglesia católica. La Eucaritía será el punto culminante de su
formación. Habla con ellos sobre sus ilusiones y comparte con ellos lo que significa la Eucaristía
para ti. Averigua qué familias están preparando a sus hijos para la primera Sagrada Comunión este
año. Anima a los jóvenes a medida que su gran día se acerca.
Cuando en una Misa no te toque ejercer tu ministerio extraordinario, participa en ella con todas
tus capacidades. Canta los himnos, recita las respuestas, adopta las posturas, escucha las lecturas,
presta atención la homilía, ofrece tu vida a Dios y acércate a comulgar junto con tus hermanos y
hermanas. Recibir la Sagrada Comunión de manos de otro agente te enseña la importancia de
ofrecérsela a otros comulgantes con atención y sinceridad.
Pon tanta atención al año litúrgico como al calendario civil. El Triduo Pascual comienza el Jueves
Santo, continúa con el Viernes Santo y la Vigilia Pascual y termina el Domingo de Pascua. Los
oficios de la Iglesia en esos días deben ser de suma prioridad para todos los católicos y
especialmente para todos los que servirán como Agentes de la comunión, sean clérigos o laicos. La
Vigilia Pascual, que es la acción litúrgica más importante del año, se celebra en medio de la noche
para proclamar la fe en la Resurrección, para abrirnos los oídos para comprender las lecturas que
relatan nuestra salvación, para recibir a los recién bautizados, nos invita a renovar nuestras
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promesas bautismales y nos hace participar en la primera Eucaristía
del tiempo pascual, bajo la luz del cirio pascual, en medio de una
comunidad que vibra de fe en Cristo resucitado.
En el Tiempo Ordinario existe una serie especial de lecturas dedicadas a la Eucaristía. También
debes estar consciente del calendario diocesano. Si es posible, asiste a algunas de las celebraciones
importantes en la catedral. En la Misa Crismal, por ejemplo, los sacerdotes renuevan sus promesas
de servicio a la comunidad. Los fieles que asisten a esta liturgia muestran su apoyo a los sacerdotes
y rezan por el ministerio Eucarístico de la Iglesia diocesana.
Hay quienes asisten a Misa más a menudo que sólo los domingos y fiestas de precepto. La mayoría
de las parroquias celebran Misa diaria y algunos Ministros Extraordinarios adoptan el hábito de
participar.
Haz uso del sacramento de la Reconciliación. Todos los Ministros Extraordinarios deben ser
personas de integridad cuyo estilo de vida inspire a otros a vivir por Cristo. Al notar en ti mismo la
presencia del pecado y al ver los patrones de comportamiento que te hace falta cambiar, presenta
tu contrición en la confesión y recibe la misericordia de Dios. No te conformes con tus malos
hábitos ni desestimes el poder de la tentación. Jesús derramó su sangre para el perdón de los
pecados. Nos convertimos en embajadores de la reconciliación cuando vivimos este sacramento y
brindamos la misericordia de Dios a los demás. Si los Ministros Extraordinarios son perdonados y
perdonan, esto se reflejará en su vida diaria y en su participación en la Misa.
Para un crecimiento aún más profundo, confiésate regularmente con el mismo confesor, para que
este te llegue a conocer y te ayude a vencer tus defectos más persistentes. Ese confesor puede
servir como director espiritual para ayudarte a lo largo de tu vida.
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respetuosa. No importa que seas un principiante o un Ministros Extraordinario de bastante
experiencia, siempre debes tratar las especies eucarísticas con suma reverencia.
La formación práctica que te ofrecerá el personal pastoral de tu parroquia incluirá cómo se debe
recibir la comunión bajo ambas especies (o sea, de pan y vino consagrados); cómo ofrecer la hostia
y administrar el cáliz a cada comulgante; cómo se deben limpiar los vasos después de haber sido
purificados por un sacerdote o diácono; cómo cerrar el sagrario; cómo llevar la píxide con
reverencia; cómo autoevaluar tu propio estilo en materia de reverencia; y, por supuesto, qué hacer
si sucede un accidente con las especies eucarísticas.
Cada vaso sagrado, bendecido para el servicio exclusivo del culto divino, merece el respeto
especial de todos los Ministros Extraordinarios y de todos los comulgantes. El cáliz y el copón, por
ejemplo, deben sostenerse verticalmente para reducir la posibilidad de que se derramen su
contenido y para mostrar la dignidad del Sacramento que contienen. Algunos copones tienen asas.
En estos casos, el Ministro Extraordinario aguanta el copón por el asa mientras distribuye las
hostias.
Cada comulgante debe recibir, y no tomar por sí mismo, la hostia que el agente de la comunión le
ofrece. Recibir la hostia ofrecida, y no tomarla, es un concepto importante sobre el cual deben
reflexionar los Agentes Extraordinarios. Tu función ministerial es ofrecer a los demás el Cuerpo y la
Sangre de Cristo.
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Taller.
2. ¿Cuál es la acción litúrgica más importante del año para todo católico?
3. ¿Qué debe demostrar tu compromiso semanal con la Eucaristía? Cómo equipo de MEC, ¿Qué están
haciendo para vivir plenamente este Año de la Fe?
4. Enumerar las celebraciones litúrgicas más “fuertes” , aunque todas ellas son importantes,
durante todo el Año Litúrgico.
5. Enumerar los aspectos que deben o podrían mejorar en el acompañamiento que hace su párroco
a los MEC en servicio activo actualmente.
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CÓMO MANEJAR LOS VASOS SAGRADOS DURANTE LA DISTRIBUCIÓN. PARTE 2.
La manera en que distribuyes la comunión, poniendo suavemente el Cuerpo de Cristo en las manos
extendidas del comulgante, puede mover al comulgante a recibirlo correcta y reverentemente.
Esto también puede animar al comulgante a responder con un "Amén" más enérgico, más resuelto.
No te acerques, pues, con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino que,
poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la
concavidad de la mano el cuerpo de Cristo diciendo: "Amén". Súmelo a continuación con ojos de
santidad cuidando de que nada se te pierda de él". ‐ San Cirilo de Jerusalén, siglo IV
Luego del "Amén" del comulgante en respuesta a las palabras "La Sangre de Cristo", el MEC le
acerca el cáliz y el que comulga lo lleva con sus manos a la boca. No sigas agarrado del cáliz ni lo
lleves a la boca de los comulgantes. En cambio, asegúrate de que cada comulgante reciba el cáliz
de tus manos y luego se lo lleve a la boca por sí mismo.
A muchos Ministros Extraordinarios les resulta conveniente que la mano no dominante sostenga el
cáliz por el "tallo" (mientras que la mano dominante sostiene el purificador) de manera que el
comulgante pueda elegir tomar la copa del cáliz con una mano a cada lado o recibirlo poniendo una
mano en la copa del cáliz y la otra debajo de la base. Ya que los distintos comulgantes tendrán
maneras distintas de tomar el cáliz, te va a tomar un poco de práctica realizar estos movimientos
de manera simple y respetuosa.
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Aprender a sostener los vasos y, en el caso del cáliz, de qué manera
presentarlo al comulgante con reverencia, cómo retirarlo y cómo girarlo
ligeramente toma algo de práctica, pero pronto se convierte en una
acción automática. Confía en que el Espíritu Santo te guiará y
comprométete a distribuir las sagradas especies con la reverencia y el
respeto que siempre merecen.
Esta sección se centrará en las prácticas generalmente establecidas. Para la Iglesia Católica del rito
latino en todo el mundo, la OGMR dicta qué se puede o no se puede hacer. Esta Ordenación ha sido
ampliada por la instrucción Redemponis Sacramentum (RS): Sobre algunas cosas que se deben
observar o evitar acerca de la Sansima Eucaristia. Existen adaptaciones nacionales (con la
aprobación de la Sede Apostólica) de la OGMR; para Colombia, se le conoce como la Instrucción
General del Misal Romano (IGMR) con las adaptaciones pertinentes a nuestro país.
Es pues muy importante que todo MEC tenga conocimiento claro y practique lo estipulado en la
“Instrucción General del Misal Romano (Edición para Colombia)” (IGMR), y que tenga como consulta
recurrente la Instrucción Redemptionis Sacramentum, documentos que puede adquirir en cualquier
librería católica del país. Por último, en este contexto de normas eclesiásticas, además de la
Conferencia Episcopal de Colombia, el obispo diocesano, en su función como moderador, promotor
y custodio de la vida litúrgica dentro de su territorio, determina normas para el servicio del
Ministro Extraordinario y para la distribución de la comunión dentro de su diócesis.
Si una hostia consagrada, o una particula o fracción de ella cae al piso, debe ser recogida
inmediatamente y con sumo respeto por el Ministro Extraordinario. Si no queda "muy sucia", debe
consumirse. Algunos ejemplos de una situación en que la hostia queda "muy sucia" pueden ser:
cuando una hostia consumida parcialmente se le cae de la boca a un comulgante o cuando una
hostia cae accidentalmente sobre un piso no muy limpio. Si la hostia ha quedado muy sucia, debe
ser completamente disuelta en agua, y luego esa agua se echa en la piscina. Recordemos que el
término piscina se le da al lugar, dentro de la sacristia, destinado para lavar los utensilios y vasos
sagrados cuyo desagüe va directo a una jardinera de la parroquia y no a la tubería regular del
acueducto.
En caso de que se derrame el contenido del cáliz, usa un purificador o corporal para absorber el
vino derramado, que una vez consagrado se ha convertido en la sangre de Cristo. Estos lienzos se
deben lavar primero a mano en agua que luego se vierte en la piscina o directamente sobre la
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tierra, en un lugar adecuado, y luego se les lava por segunda vez del modo acostumbrado (RS, 120).
Aún más, "si se derrama algo de la Sangre del Señor, lávese con agua el lugar donde hubiese caído
y, después, viértase esta agua en la piscina colocada en la sacris- tía" (IGMR, 280).
Si por accidente una hostia consumida parcialmente cae al piso o cae de la boca del
comulgante.
Aunque la situación de que una hostia consagrada se vea "muy sucia" puede suceder dentro de la
iglesia, esta difícil situación tiene más posibilidad de suceder cuando se ofrece la comunión a un
paciente en un hospital o a una persona confinada a su hogar que no está completamente lúcida, o
a que sufre de temblores. Como Ministro Extraordinario que llevas la comunión en una píxide,
generalmente no tienes a la mano una piscina. En circunstancias como estas es donde se hace vital
el contar siempre con un purificador, al igual que con una pequeña bolsa de plástico.
En el caso de que esta fuera la única persona a quien ibas a llevar la comunión o la última a quien
la ibas a llevar en tu lista de visitas en ese hospital o asilo, pon la hostia muy sucia directamente
dentro de los dobleces del purificador o, si no tienes purificador, en la píxide misma y, si es
posible, dirígete a la iglesia para poner por obra el
procedimiento de disolver completamente la hostia en
agua y luego verter el agua en la piscina. Es posible
que la tela del purificador o pañuelo sea tan grande
que no quepa dentro de la píxide. Pon la parte del
purificador que contiene la hostia no consumida en el
centro de la píxide, cierra la tapa lo mejor que puedas
(aunque algunas partes de la tela queden fuera de la
píxide).
Si no puedes entrar a la iglesia y la piscina, consume las hostias que hayan quedado cuando
termines de visitar el hospital, el asilo o las casas de los enfermos. Retira entonces el purificador o
pañuelo doblado de la bolsa de plástico y ponlo en la píxide.
Al volver a casa, la hostia sucia y sus fragmentos deben ser retirados del purificador o pañuelo y
puestos dentro de un pequeño envase de vidrio. Agrega agua y cierra bien la tapa hasta que la
hostia se disuelva completamente. Lleva entonces el envase bien tapado a la sacristia tan pronto
puedas y vierte su agua en la piscina. Purifica el paño como se explicó más arriba.
No se permiten otros procedimientos y tratamientos de las sagradas especies. Está estrictamente
prohibido enterrar hostias consagradas o el pan eucarístico consagrado. Sólo se puede verter agua
en la piscina, no las hostias ni el vino consagrados.
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Taller
2. ¿Hacen, como equipo, uso de la Instrucción General del Misal Romano (IGMR) como herra-
mienta de estudio?
3. ¿Qué es la Instrucción Redemptionis Sacramentum (RS)? Investigar y enumerar los capítulos que
hacen parte de ella. Se recomienda fervientemente su estudio a todo AEC.
4. Qué formación han recibido por parte de su párroco, para el mejor desempeño de su servicio?
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Información esencial
1. Al dar la Sagrada Comunión, uno dice: "El cuerpo de Cristo" y "La sangre de Cristo". Ningún
distribuidor de la comunión tiene derecho a modificar estas palabras (IGMR 161, 286, 287).
Tampoco se permite usar el nombre de pila del comulgante, ni siquiera si la comunidad reunida es
pequeña y todos se conocen, como en el caso de una persona confinada a su hogar, un grupo de
retiro o la comunidad de una Misa de un día de semana. Aquí no es pertinente si conocemos al
comulgante o si tenemos intimidad con él; sino que lo pertenente es el regalo de Cristo de sí mismo
que se da a los que obedecen su orden conmemorativa (IGMR 24; SC 22).
2. Aunque eres un Ministro Extraordinario, antes de que distribuyas el cuerpo o la sangre de Cristo,
debes tú recibir las sagradas especies de manos del sacerdote o del diácono quien, a su vez, te
entrega los vasos sagrados apropiados para administrar la
comunión a los fieles que se acercan para recibir la Eucaristía
(IGMR 162). Es muy importante tener en cuenta que el cáliz no
podrá nunca dejarse sobre el altar o sobre otro lugar para que
el comulgante lo tome por sí mismo para comulgar ... ni se
puede pasar el cáliz de un comulgante a otro. (IGMR 160; RS
94).
4. Recuerda que la decisión de recibir la hostia en la lengua o en las manos depende del
comulgante, y no del MEC. Siempre es recomendable que, en caso de que alguien comulge en la
mano, el MEC que la entregó se cerciore de que la forma consagrada sea consumida enseguida,
evitando así el peligro de una profanación.
Aunque la arquitectura de cada iglesia es diferente, existen ciertos pasos esenciales que se aplican
al proceso de distribuir la comunión por los Ministros Extraordinarios en todas partes.
Cuándo acercarse
Una vez que el sacerdote haya recibido el cuerpo y la sangre de Cristo, el Ministro Extraordinario se
dirige hacia el altar pero no antes, como lo indica la IGMR (n. 162): "Estos ministros no se acerquen
al altar antes de que el sacerdote haya comulgado".
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Cómo recibir la comunión
Los Ministros Extraordinarios pueden comulgar en la lengua o en la mano pero
nunca se les permite recibir la Sagrada Comunión como si fueran presbíteros
concelebrantes. El Agente Extraordinario nunca puede darse a sí mismo la
comunión en la Misa.
Preparación personal
Ahora que has reflexionado sobre tu ministerio, ¿de qué manera te preparas para realizar la función
para la que te han comisionado? A todos los cristianos, cada día, se les invita a ir intensificando su
vida de oración.
Tu llamado a servir como Ministro Extraordinario exige que tu manera de conducirte refleje lo
sagrado de las acciones que estás haciendo. Debes reflejar el amor de Dios y tu fe al ejercer tu
ministerio. Ya que recibes y distribuyes la comunión a menudo, la Iglesia recomienda que recibas el
sacramento de la Penitencia (Reconciliación) en intervalos apropiados para que puedas realizar tu
trabajo en un estado de gracia: “Los fieles deben ser guiados con insistencia hacia la costumbre de
participar en el sacramento de la penitencia, fuera de la celebración de la Misa, especialmente en
horas establecidas, para que así se pueda administrar con tranquilidad, sea para ellos de verdadera
utilidad y no se impida una participación activa en la Misa. Los que frecuente o diariamente suelen
comulgar, sean instruidos para que se acerquen al sacramento de la penitencia cada cierto tiempo,
según la disposición de cada uno” (RS 86)
Atuendo
Tu atuendo debe demostrar tu sentido de cómo tu función se enmarca dentro de la experiencia de
la liturgia. ¿Expresa tu modo de vestir respeto y reverencia por los misterios sagrados que se están
celebrando? Tu ministerio como Ministro Extraordinario es un encuentro con el Pan de la Vida que
bajó del cielo. Dicho encuentro exige una conducta respetuosa y una vestimenta adecuada.
Taller
1. Decir si es Falso o Verdadero. En caso de que lo dicho sea falso, explicar qué es lo correcto:
a) Todo MEC, a la hora de comulgar, lo puede hacer con la mano o en la boca.
b) Un MEC, que está prestando su servicio en ese momento, puede recibir la comunión de manos de
otro MEC.
c) Un MEC, que está prestando su servicio en una celebración, se acerca al altar sólo después de
que el sacerdote ha comulgado.
d) El MEC, a la hora de comulgar, esta en la facultad de hacerlo por sí mismo.
e) Los Ministros Extraordinarios de la Comunión no deben tomar el copón o cáliz del altar.
f) El MEC puede purificar los vasos sagrados.
23
g) Cada MEC, en el ejercicio de su servicio a los enfermos, está en libertad de desarrollar el rito de
la manera que mejor le parezca.
2. Describir, por pasos (lo más detallado posible), el ejercicio del servicio de los MEC en su
comunidad particular, tomando como ejemplo, una celebración litúrgica dominical.
Cuando hablamos de espiritualidad, hablamos de la acción del Espíritu en una persona o en una
comunidad. El Espíritu de Jesús es el actor fundamental de la vida cristiana y el creyente le
responde en entera libertad con la donación de su vida y la acción de la Palabra. El Espíritu, dice
Pablo distribuye los dones y carismas a cada uno, según su voluntad (Cf. 1 Co 12,11) para conducir
a todos hasta el Padre y permitirles vivir con alegría la experiencia de Jesús.
Hablar, pues, de “espiritualidad” propia de los MEC es proponer un camino del Espíritu para
aquellos hermanos que entregan su vida al servicio de la
comunidad, aportando la Eucaristía y la atención a los
enfermos en nombre de Jesús. Y pensamos que este camino
espiritual se puede vivir con seriedad si asumimos tres líneas
de acción.
En efecto, mientras los demás autores lo usan indistintamente para el seguimiento a varias
personas, Mateo (con una excepción en 9,19) los relaciona siempre con la persona y la obra de
Jesús. Es una manera clara de afirmar otra realidad: el discípulo del Evangelio no puede si no
seguir a Jesús en la vida. Dejar de seguirlo es cambiar de “escuela” y esto es perderse.
La misma excepción de Mateo 9,19 es orientadora: Jesús y sus discípulos siguen al jefe de la
sinagoga hasta su casa, para prestar el servicio de la Vida allí donde ya reina la muerte.
Para este seguimiento es Jesús mismo quien llama, a Mateo el publicano (9,19), al joven (19,21) o
al que quiera el mismo Señor para su escuela (8, 22): “Sígueme”.
Por eso “lo siguen” Simón, Andrés, Juan, Santiago (4,2.22), Mateo (8,23), los dos ciegos
(9,27;20,34) y muchos otros (12,15) que llegan a conformar una “multitud”
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(4,25;8,1;9,9;14,13;19,2;20,29;26,58;27, 55). Todos estos son “los discípulos del Maestro”, y a tal
punto es central es “seguir” a Jesús que prácticamente este verbo define la identidad de los
discípulos de Jesús:¡Ellos son “los que le siguen”! (8,10;19, 28; 21,9).
Así lo entendieron todos ellos cuando, en un dialogo íntimo y formativo con el Maestro, le dijeron a
Jesús, como sintetizando su experiencia de vida: “¡Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido!” (9,27). Es curioso que Mateo, queriendo ser claro y explícito en su lenguaje, no siga y
aproveche a Marcos 10,28 en la manera como el segundo Evangelio propone esta realidad de los
discípulos. En efecto, para Marcos el “dejar” y el “seguir” están expresados en un tiempo
“perfecto”, que indica perfección, acción completa y realizada. Mateo lo cambia por un
“imperfecto”. O ¿será que Mateo sabe bien que nuestro seguimiento a Jesús nunca es pleno?.
Es que ya Jesús ya le había plantado las exigencias del seguimiento de una manera concreta y
precisa (10, 38; 16,24):
‐ Negarse a sí mismo
‐ Amarlo a Él por encima de todo
‐ Tomar la Cruz
‐ Gastarse al servicio de los hermanos
Con esta visión rápida de un solo evangelista tenemos ya suficientes
elementos fundamentales de lo que podríamos llamar “el camino
espiritual” de un Ministro Extraordinario de la Comunión (MEC):
‐ Conciencia de la vocación recibida del mismo Jesús
‐ Identidad clara de la vida como un seguir a Jesús y pertenecerle
solo a Él.
‐ Compromisos concretos del que se arriesga a seguirlo.
El MEC encontrará aquí una fuente de agua viva para alimentar
constantemente su propia experiencia espiritual.
+ Un “estar con Él” (Mc 3,14), un “seguirlo” (Mc 10,32;4,10), un “ir en pos o detrás de Él” (Mc
8,34; 11,9). Lo que implica una cercanía constante junto a Jesús para conocer y aprender de Él sus
criterios de vida, su palabra y su enseñanza, su modo de pensar y actuar, sus costumbres, y llegar
con El a una comunidad de vida espiritual que marcase indeleblemente su memoria. Tan
importante fue esta experiencia de andar día y noche con Jesús que, más tarde, “solo tenían que
cerrar sus ojos para contemplar interiormente su persona viva, incluso, aunque ya no recordasen al
pie de la letra sus palabras, sus dichos habían pasado a ellos en carne y sangre; y aun cuando se
encontrasen en una situación completamente nueva, no vivida con el Maestro, podían, sin
embargo, decir con inefable seguridad, cómo hubiese reaccionado El en este preciso caso”.
25
A esta misma intimidad de vida y de pensamiento esta llamado todo discípulo de Jesús, teniendo
como objetivo lograr tal conocimiento de su Palabra y de sus sentimientos que –en términos de
Pablo– pueda obtener “el pensamiento de Cristo” (1 Co 2,16).
+ Un ser enviado a misión con poder (Mc 3,14‐15). Y esta misión es concreta: anunciar la Buena
Nueva del Reino a los hermanos, haciéndolo presente en la realidad diaria de cada uno, con
palabras y acciones que comuniquen la salvación de Dios (Mc 6,12; 16,20).
Taller
1. ¿Cuál es el verbo que es la base de toda la experiencia de servicio del Ministro Extraordinario de
la Comunión?
3. ¿Cómo sintetizaron su experiencia de vida todos los apóstoles en un dialogo íntimo y formativo
con el maestro?
4. ¿Cuáles son las exigencias del seguimiento a Jesús de una manera concreta y precisa?
5. ¿El que sigue a Jesús, a que pertenece? Y esto los sitúa de lleno en que experiencia?
26
ESPIRITUALIDAD DE LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN. PARTE 2
Seguir y servir a Jesús se manifiesta, entonces, en una experiencia diaria de “odiar la vida en este
mundo”, frase que en el contexto semita significa “vivir la lucha de cada día prefiriendo a Jesús, el
Maestro, por encima de todo”. Tal experiencia, con frecuencia, es dolorosa, encuentra oposición
en el mundo de antivalores en que nos hallamos sumergidos y puede conducir hasta el martirio. Un
martirio que no siempre es físico pero es capaz de expresar‐ se, finalmente, en la entrega de la
vida humana por Jesús, el valor central a quien se ama.
Pablo lo entendió muy bien cuando, analizando los valores humanos que el mismo tenia y en los
que sinceramente podía apoyarse para gloriarse ante los demás, cambio su modo de pensar y lo que
antes era para el “una ganancia”, paso a ser una “perdida” y una “basura”. En efecto, “juzgo que
todo es perdida ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Filp 3,3.12). Es saber
perderlo todo por ganas al Todo que da sentido a la vida.
Los mártires llegaron a ser considerados como aquellos que realizaban plenamente la Palabra de
Jesús y, por seguirlo hasta las ultimas consecuencias, eran capaces de sacrificar su vida. La Palabra
del Evangelio de Jesús constituían para ellos el centro y la razón de su existencia. Por eso,
entendemos el pensamiento de san Ignacio de Antioquia, al escribirle a los cristianos de Éfeso
cuando iba camino al martirio: “Ahora es cuando comienzo a ser un discípulo de Cristo y os puedo
hablar como a condiscípulos... Excitad a las fieras para que sean mis sepulcro y no dejen rastro de
mi cuerpo... cuando el mundo no sepa más de mi cuerpo entonces seré yo un verdadero discípulo
de Jesús” (Efesios 3,1).
Es que Ignacio era de la escuela y la experiencia de Juan y el libro del Apocalipsis había ya descrito
a los discípulos de Jesús como ”los seguidores de su propia vida y estilo” “Había un Cordero . . . Y
con El ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el
nombre de su Padre . . . Cantan un cantico nuevo ...Estos son los que no se macharon con mujeres,
27
pues son vírgenes. Estos siguen al Cordero donde quiera que vaya y han sido rescatados de entre los
hombres como primicias para Dios y para el Cordero, no tienen tacha” (Ap. 14, 1‐5)
De los dos aspectos, que vimos sintetizan la experiencia de un discípulo en la escuela de Jesús, el
servidor tiene unas connotaciones especiales. Los discípulos de los rabinos estaban o ligados a
prestar a su maestro todos los servicios necesarios,
excepción hecha de obras propiamente serviles, que
no se podían exigir de ningún compatriota y eran
propias de esclavos.
En este contexto histórico entendemos mejor la acción que narra Juan en el capítulo 13 y la
enseñanza practica del Maestro a sus discípulos.
La acción. Es el momento central que Juan llama “la hora” de la Pascua y del amor (Jn 13, 1‐2) y
en ella se da una conciencia fundamental: “sabia Jesús que el Padre le había puesto todo en sus
manos y que había salido de Dios y a Dios volvía” (13,3)
Taller
1. ¿Cuáles son los dos verbos que sintetizan la experiencia en la escuela de Jesús?
2. ¿Qué hace el cuarto Evangelio para quien el seguimiento y el servicio son, no solo
fundamentales, si no duraderos: permaneces aun en la gloria del Padre?
3. ¿Cuál es la frase que, en el contexto semita, significa “vivir la lucha de cada día prefiriendo a
Jesús, el Maestro por encima de todo”?
4. ¿Explique lo que Pablo entendió muy bien cuando
analizando los valores humanos que el mismo
tenia y en los que sinceramente podía
apoyarse para gloriarse ante los demás?
5. ¿En qué parte de la Sagrada Escritura se
encuentra la respuesta de Pablo a la pregunta
anterior?
28
“LA EUCARISTÍA: FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA Y DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA”
ORACION INICIAL:
Padre de bondad, gracias por amarnos y hacernos tus hijos. Gracias
por tu Hijo Jesucristo, nuestro maestro. Ayúdanos a comprender, hoy
y siempre, el amor tan grande que nos tienes, perdonándonos a pesar
de nuestras constantes rebeldías y desobediencias. No permitas que
nos alejemos de ti, antes bien, ilumina nuestro entendimiento para
que seamos capaces de luchar contra el mal. Amén.
El hecho histórico de la última Cena es narrado en los evangelios de San Mateo (26, 26-28), San
Marcos (14, 22-23), San Lucas (22, 19-20) y por San Pablo en la primera carta a los Corintios (11,
23-25), que permiten comprender el sentido del acontecimiento: Jesucristo se entrega (cf. Jn 13,1)
como alimento del hombre, ofrece su cuerpo y derrama su sangre por nosotros. Esta alianza es
nueva porque inaugura una nueva condición de comunión entre el hombre y Dios (cf. Hb 9,12);
además es nueva y mejor que la antigua porque el Hijo en la cruz se entrega a sí mismo y a cuantos
lo reciben les da el poder de ser hijos del Padre (Jn 1, 12; Gal 3, 26). El mandamiento “Haced esto
en conmemoración mía” indica la fidelidad y la continuidad del gesto, que debe permanecer hasta
el retorno del Señor (1 Co 11, 26).
Cumpliendo este gesto, la Iglesia recuerda al mundo que entre Dios y el hombre existe una amistad
indestructible gracias al amor de Cristo, que ofreciéndose a sí mismo ha vencido el mal. En este
sentido la Eucaristía es fuerza y lugar de unidad del género humano. Pero la novedad y el
significado de la última Cena están inmediata y directamente relacionados con el acto redentor de
la cruz y con la resurrección del Señor, “palabra definitiva” de Dios al hombre y al mundo. De este
modo, Cristo, con su deseo ardiente de celebrar la Pascua, de
ofrecerse (Lc 22, 14-16), se transforma en nuestra Pascua (1 Co
5,7): la cruz comienza en la Cena (1 Co 11, 26).
30
El evangelio de Juan se refiere al misterio eucarístico en el capítulo sexto. Según un esquema
similar al de la última Cena, es descripto el milagro de aquellos pocos panes distribuidos a una
multitud y al mismo tiempo Jesús habla del pan que da la vida, es decir, de su carne y de su
sangre, que son el verdadero alimento y la verdadera bebida; quien tiene fe en Jesucristo come su
carne y logra vivir eternamente.
Es difícil comprender el discurso sobre la Eucaristía: sólo quien busca a Jesús y no a sí mismo puede
entenderlo (Jn 6,14 s. 26). Tal consciencia se ha manifestado, después de Pentecostés, en la
participación frecuente de los bautizados, fieles a las enseñanzas apostólicas, a la comunión
fraterna y a la fracción del pan (Hch 2, 42.46; 20, 7-11), en la “Cena del Señor” (1 Co 11,20). Éste
es el fundamento de la dimensión apostólica de la Eucaristía.
Las narraciones del Nuevo Testamento sobre la Eucaristía, vivida como acción de gracias y memoria
sacramental, muestran que al reconocer el cuerpo y la sangre del Señor en la comunión del pan y
del vino consagrados, se reconoce su presencia. Al mismo tiempo se retiene grave, una verdadera
falta, confundir la ‘Cena del Señor’ con cualquier otra comida (1 Co 11, 29). Además, el Apóstol da
por supuesto que la presencia del Señor en su cuerpo y sangre no depende de la condición de quien
lo recibe y que la comunión con ellos hace de todos un solo cuerpo, porque de ellos fluye la vida de
Cristo. Ser un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 2, 46; 4,
32-33), hasta hacer posible la comunión de los bienes, era la
característica de la Iglesia apostólica, que compartía los gozos
y los sufrimientos de sus miembros, es decir, que vivía la
caridad (1 Co 12, 26-27).
Del cuadro bíblico emergen los siguientes puntos de referencia
en relación a la verdad sobre la Eucaristía, que hacen del
sacramento del altar una única realidad sacrificial y
sacerdotal: la acción de gracias y de alabanza al Padre, el
memorial del Misterio pascual, la presencia permanente del
Señor.
Pero Jesús, a la luz de la profecía (cf. Is 53, 11s.) sufre por la multitud y demuestra que en Él se
cumple la espera del verdadero sacrificio y del verdadero culto. Él mismo es aquel que, estando
delante de Dios, intercede, no por sí mismo, sino en favor de todos. Esta intercesión es el
verdadero sacrificio, la oración, la acción de gracias a Dios, en la cual nosotros mismos y el mundo
somos restituidos a Dios. La Eucaristía es, por lo tanto, sacrificio a Dios en Jesucristo para recibir el
don de su amor.
Jesucristo es el Viviente y está en la gloria, en el santuario del cielo donde ha entrado gracias a la
propia sangre (cf. Hb 9,12); se encuentra en el estado inmutable y eterno del sumo sacerdote (cf.
31
Hb 8,1-2), “posee un sacerdocio perpetuo” (Hb 7, 24 s), se ofrece al Padre y en razón de los
infinitos méritos de su vida terrena continúa a irradiar la redención del hombre y del cosmos que
en Él se transforma y recapitula (cf. Ef 1,10). Todo esto significa que el Hijo Jesucristo es mediador
de la nueva alianza para aquellos que han sido llamados a la herencia eterna (cf Hb 9,15). Su
sacrificio permanece para siempre en el Espíritu Santo, el cual recuerda a la Iglesia todo lo que el
Señor ha realizado como sumo y eterno sacerdote (cf Jn 14, 26; 16, 12-15).
San Juan Crisóstomo advierte que el verdadero celebrante de la divina liturgia es Cristo: Aquel que
ha celebrado la Eucaristía “ en la última cena, ése mismo es el que lo sigue haciendo ahora.
Nosotros ocupamos el puesto de los ministros suyos, mas el que santifica y transforma la ofrenda es
Él”. Por lo tanto, “no es una imagen o una figura del sacrificio, sino un sacrificio verdadero”.
Dios se ha dignado aceptar la inmolación de su Hijo como víctima por el pecado y la Iglesia ora para
que el sacrificio aproveche para la salvación del mundo. Hay una identidad plena entre sacrificio y
renovación sacramental instituida en la Cena, que Cristo ha ordenado celebrar en memoria suya,
como sacrificio de alabanza, de acción de gracias, de propiciación y de expiación. Por lo tanto, a
raíz del amor sacrificial del Señor “la Misa hace presente el sacrificio de la cruz, no se le añade y
no lo multiplica”. Por ello, el acto prioritario es el sacrificio. Luego viene el convivio en el cual
recibimos como alimento el Cordero inmolado en la Cruz.
La institución de la Eucaristía ha comenzado en la última Cena: las palabras que allí pronuncia
Jesús son la anticipación de su muerte; pero también ésta restaría vacía, si su amor no fuera más
fuerte que la muerte, para llegar a la resurrección. He aquí el motivo por el cual la muerte y la
resurrección son llamadas en la tradición cristiana mysterium paschale. Esto significa que la
Eucaristía es mucho más que una simple cena; su precio ha sido una muerte que ha sido vencida
con la resurrección. Por ello, el costado abierto de Cristo es el lugar originario del cual nace la
Iglesia y provienen los sacramentos que la edifican, el bautismo y la Eucaristía, don y vínculo de
caridad (Jn 19,34).
Así, en la Eucaristía adoramos al que estuvo muerto y ahora “vive por los siglos de los siglos” (Ap
1,18). El Canon Romano expresa esto inmediatamente después de la consagración: “Por eso, Señor,
nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la pasión gloriosa de
Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor; de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su
admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que
nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo: pan de vida eterna y cáliz de eterna
salvación”.
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Durante la “cena mística”, en la persona de Jesucristo coexisten como pasado el Antiguo
Testamento, como presente el Nuevo Testamento y como futuro la inmolación inminente. Con la
Eucaristía entramos en otra dimensión temporal no ya sujeta a nuestras categorías. Entramos en un
tiempo en el cual el futuro, iluminando el pasado, se nos ofrece como estable presente; por lo
tanto, el misterio de Cristo, alfa y omega, se hace contemporáneo a cada hombre en todo tiempo.
El tiempo se ha abreviado (cf. 1 Co 7,29), esperamos la resurrección de los muertos y ya vivimos en
el cielo: “Este misterio hace que la tierra se transforme en cielo”.
En todos los sacramentos Jesucristo actúa a través de signos sensibles que, sin cambiar la
apariencia, asumen una capacidad de santificar. En la Eucaristía, Él está presente con su cuerpo y
sangre, alma y divinidad, entregando al hombre toda su persona y su vida. En el Antiguo
Testamento Dios, a través de sus enviados, señalaba su presencia en la nube, en el tabernáculo, en
el templo; con el Nuevo Testamento, en la plenitud de los tiempos, Él viene a habitar entre los
hombres en el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14), siendo realmente Emanuel (cf. Mt 1,23) habla por
medio del Hijo, su heredero (cf. Hb 1,1-2).
San Pablo, para explicar lo que sucede en la comunión eucarística, afirma: “Mas el que se une al
Señor, se hace un solo espíritu con Él” (1 Co 6,17), en una nueva vida que proviene del Espíritu
Santo. San Agustín ha profundamente comprendido esto, pero antes que él Ignacio de Antioquía y,
después, muchos monjes, místicos y teólogos. La Divina Liturgia es esta presencia de Cristo “que
reúne (ekklesiázon) a todas las criaturas”, las convoca en torno al santo altar y “providencialmente
las une a sí mismo y entre ellas”. Dice San Juan Crisóstomo: “Cuando estás por acercarte a la Santa
Misa, cree que allí está presente el Rey de todos”. Por ello la adoración es inseparable de la
comunión.
¡Grande es el misterio de la presencia real de Jesucristo!. Ella tiene para el Concilio Vaticano II el
mismo sentido de la definición tridentina: con la transubstanciación el Señor se hace presente en
su cuerpo y sangre. Los padres orientales hablan de metabolismo del pan y del vino en cuerpo y
sangre. Son dos modos significativos de conjugar razón y misterio, porqué, como afirmó Pablo VI, el
modo de presencia de Cristo en la Eucaristía “constituye en su genero el mayor de los milagros”.
33
GLOSARIO BASICO
Reflexión personal:
+ ¿Soy consciente de las bendiciones que día a día el Señor derrama sobre mi? ¿Le respondo en
consecuencia?
+ ¿Me encuentro en estado de gracia? Es decir, ¿acudo con asiduidad al sacramento de la Confesión?
+ ¿Le doy la importancia debida a la oración? ¿Dialogo diariamente con Nuestro Señor para
encomendarle mi vida y servicio?
+ ¿Reconozco a Cristo como Cabeza? o ¿me dejo atraer por dioses falsos? (dinero, poder, orgullo,
vanidad, prepotencia, etc.)
FORMACIÓN
Para ayudar a los Ministros Extraordinarios de la Comunión a tener una noción más amplia de su
importante misión, presentamos en orden alfabético un glosario básico, explicativo de los términos
más empleados, que tienen alguna relación con la Sagrada Eucaristía como memorial, sacrificio y
sacramento.
Abluciones. La palabra "ablución" viene del verbo latino ablúere, que significa lavar, limpiar,
purificar. Se llama abluciones a las purificaciones con agua, tanto de las manos como de los vasos
sagrados (cálices, copones, relicarios, etc.).
Alba. Es una vestidura ancha usada por el celebrante y por los acólitos durante la Santa Misa;
consiste en una túnica talar, por lo general de lino blanco, que cubre todo el cuerpo hasta los pies.
Recuerda el manto del escarnio con el que los soldados revistieron a Jesús en su pasión. Simboliza
también la pureza de corazón.
Altar. Mesa del sacrificio y de la comida eucarística. En medio del altar se encuentra inserta la
"piedra de ara" que contiene reliquias de los santos mártires de la Iglesia.
Ambula. Designa los pequeños frascos, en los que se depositan los tres santos óleos (de los
enfermos, de los catecúmenos y el crisma). Se da también el nombre de ámbula, al ciborio o píxide
(ver más adelante), en que se guardan las hostias consagradas.
Ayuno eucarístico. Ayuno: Abstención de comidas y bebidas. Para los católicos la observancia del
ayuno eucarístico implica que el fiel que desea recibir el Santísimo Sacramento deberá, en
circunstancias normales, abstenerse de comida y bebida por espacio de al menos una hora antes
del momento de comulgar la Santa Hostia. Este espacio de una hora podrá, sin embargo, reducirse
a 15 minutos en los siguientes casos específicos:
34
(1) Tratándose de enfermos y ancianos, hospitalizados o no, aunque no estén reducidos a la cama.
(2) Fieles de edad avanzada, que no puedan salir de casa, o que se encuentren en casas de reposo.
(3) Personas que cuidan habitualmente de enfermos y ancianos, lo mismo sus familiares que
quieran recibir con ellos la sagrada Comunión, siempre que a todos ellos les resulte difícil observar
el ayuno de una hora. El agua natural y los medicamentos no quebrantan el ayuno eucarístico, y
pueden tomarse en cualquier momento por toda clase de personas.
Bendición eucarística. Es la bendición que los ministros ordenados (los obispos, presbíteros y
diáconos) dan a los fieles, trazando sobre ellos el signo de la cruz, con el copón (bendición
eucarística simple, revestidos con el velo humeral blanco), o con el ostensorio o custodia
(bendición eucarística solemne, revestidos con la capa pluvial y el velo humeral blanco). Es
importante observar que, en ausencia del obispo, el sacerdote o el diácono, el Ministro
extraordinario de la Comunión podrá exponer el Santísimo Sacramento a la adoración de los fieles
y, luego de la adoración de los fieles, podrá volverlo a poner en el sagrario; pero el Ministro
extraordinario no está facultado para dar a los fieles la bendición con el Santísimo Sacramento, ni
la simple, ni la solemne.
Cáliz. Usado por nuestro Señor Jesucristo en aquella que fue la última cena pascual de la antigua
Alianza y el primer sacrificio incruento del Nuevo Testamento, el cáliz es uno de los más santos
objetos o vasos sagrados. Se destina a recibir el vino que, durante el santo sacrificio de la Misa,
después de ser ofrecido al Padre y por las palabras de la consagración, queda transubstanciado en
la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Capa pluvial. Es una capa larga, usada por los ministros ordenados (obispos, presbíteros y diáconos)
en solemnes funciones litúrgicas, tales como bendiciones, procesiones eucarísticas, celebración de
matrimonios y otras. Se llama también "capa magna" o "capa del asperges" porque se usa también
para asperjar al pueblo con el agua bendita.
Ciborio. Conocido también con los nombres de "ámbula" o "píxide" el ciborio es una especie de
cáliz, de metal dorado, con copa más ancha y profunda, y con tapa. Se destina a guardar, dentro
del sagrario, las hostias consagradas para la comunión de los fieles.
Cíngulo. Esta expresión viene del latín cingulum, que quiere decir cinto. Es un cordón blanco (o del
color de los ornamentos correspondientes), de seda, lino o algodón, con el que los ministros se
ciñen la cintura, por encima del alba o de la túnica. El cíngulo recuerda el cordón con el que Jesús
fue atado por los esbirros, en su pasión, y simboliza tanto el combate contra las pasiones cuanto la
pureza de corazón.
Conopeo. Aunque poco usado en la actualidad, es el velo que cubre el sagrario y con el que se
visten las ambulas que guardan los santos óleos.
Corporal. Es un mantelito blanco de lino, cuadrado y por lo general almidonado, que los ministros,
en el momento del ofertorio en la Santa Misa, extienden sobre el mantel blanco, en el centro del
altar. Sobre el corporal se colocan después la patena con la hostia grande, el cáliz con el vino y las
ámbulas con las hostias pequeñas, que luego de ofrecidas van a ser consagradas. El corporal evoca
el santo sudario en que fue envuelto el cuerpo Santísimo de Jesús, luego de ser bajado de la cruz.
Al llevar la sagrada Comunión a los enfermos y ancianos, en sus casas y en los hospitales, los MEC
cubren la mesita con el corporal y sobre éste colocan el porta-viáticos con las hostias consagradas.
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Corpus Christi. Es el nombre latino de la festividad litúrgica en honor del Santísimo Sacramento del
Cuerpo y la Sangre de Cristo, es decir, el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. La Iglesia católica
celebra esta importante fiesta religiosa el jueves siguiente al Domingo de la Santísima Trinidad. La
fiesta del Corpus Christi es día de guarda. Este día, en todo el mundo católico, se realiza fuera de
los templos, en las vías públicas, la solemne procesión del "Corpus Christi".
Credencia. Es una mesita, cubierta con un mantel blanco y que por lo general se coloca dentro del
presbiterio, a la derecha cerca del altar mayor. Sobre ella se colocan los cálices, ámbulas,
vinajeras con el agua y el vino, el lavabo, las velas, las campanillas y otros objetos que se emplean
en las celebraciones litúrgicas.
Eucaristía. Palabra de origen griego, Eucharistia que significa "acción de gracias". En la teología
católica, la palabra Eucaristía es muy rica en significado, e indica, aparte de la ceremonia o acto
de "acción de gracias a Dios" sobre todo, dos grandes realidades del único misterio eucarístico: el
santo sacrificio de la nueva ley (la Santa Misa), y el sacramento del cuerpo, sangre, alma y
divinidad de nuestro Señor Jesucristo.
Exposición del Santísimo Sacramento. Consiste en retirar del sagrario (o tabernáculo) la hostia
grande consagrada para exponerla a la adoración de los fieles. Puede ser exposición solemne:
cuando una hostia grande consagrada se coloca en la custodia sobre el altar; o la exposición
simple, cuando sólo el ciborio (píxide, copón o ámbula) con las hostias pequeñas consagradas y
cubierto con el conopeo, se coloca sobre el altar para la adoración de los fieles. Se puede también
dejar abierta la puertecita del sagrario, para dejar a la vista de los fieles adoradores el ámbula,
con las hostias consagradas.
(2) Está prohibida la exposición del Santísimo Sacramento si únicamente se hace para dar la
bendición eucarística, sin por lo menos media hora de previa adoración al Santísimo Sacramento.
Genuflexión. Palabra de origen latino genuflexio que significa genuflexión o acto de doblar la
rodilla. Ante el Santísimo Sacramento de la Eucaristía siempre se hace la genuflexión simple, es
decir, sólo se dobla la rodilla derecha, sea que el Santísimo Sacramento esté dentro del sagrario, o
que esté fuera, en el copón o la custodia, expuesto a la adoración de los fieles.
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Hostia. Es una partícula redonda de pan (pan ázimo, es decir, sin fermentar, en la Iglesia latina). El
sacerdote que celebra la Santa Misa consagra y consume una hostia más grande, reservando las
hostias pequeñas para los fieles.
Latría (culto de latría). La palabra latría viene del griego latreia a través del latino latría, y
significa adoración. Culto de latría, por tanto, es culto de adoración, debido sólo y exclusivamente
a Dios, o sea, a la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Los católicos, rendimos al
Santísimo Sacramento de la Eucaristía un verdadero culto de adoración, puesto que este
sacramento contiene el verdadero cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo. A
los santos del cielo, los católicos rendimos un culto menor, o sea, de simple veneración o dulía, en
la siguiente gradación: a san José, padre adoptivo de Jesús, protodulía (especial veneración); a
María santísima, madre de Dios y madre nuestra, Reina de los ángeles, hiperdulía
(sobreveneración).
Lamparita. En las iglesias y capillas, al lado del sagrario, para proclamar incesantemente y
reverenciar el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, queda encendida, día y noche, una lamparita
cuyo pabilo se alimenta de aceite. Estas lamparitas simbolizan nuestra fe, siempre vigilante y
nunca adormecida delante del Señor. Nada sustituye cabalmente este místico simbolismo de una
llama viva que representa nuestra fe cristiana alimentada con el óleo de las buenas obras. Por
motivos prácticos, sin embargo, muchos han sustituido la lamparita por una lucecita eléctrica.
No hace falta recordar que es solamente la Iglesia católica, apostólica, romana (y también nuestros
queridos hermanos ortodoxos), quienes poseen el Emmanuel eucarístico, es decir, el "Dios-con-
nosotros", Jesucristo, realmente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. La lámpara
encendida está "montando guardia" a Jesús-Eucaristía, día y noche al lado del Sagrario.
Liturgia. Palabra derivada del griego leitourgia, que significa acción o función pública. "La liturgia
es la acción sagrada a través de la cual, con un rito, en la Iglesia y mediante la Iglesia se ejerce y
continua la obra sacerdotal de Cristo, es decir, la santificación de los hombres y la glorificación de
Dios" (SC).
Llave del sagrario. Recomiendan las normas de la Iglesia -específicamente las prescripciones
emanadas de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos- que la llave
del sagrario o tabernáculo, en el que se conserva el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, sea
guardada con el mayor cuidado, por parte del sacerdote o diácono encargado de la iglesia o capilla.
Luneta. Es una pequeña pieza dorada o plateada, con dos láminas o prensas de metal, en forma de
media luna, destinadas a fijar y mantener en pie la hostia grande consagrada que encajada en el
centro de la custodia u ostensorio, queda expuesta a la adoración de los fieles, antes de la
bendición eucarística solemne con el Santísimo Sacramento.
Manutergio. La expresión latina manus tergere significa lavar las manos, y de ahí deriva la palabra
manutergio, que es una toallita blanca con la que el sacerdote se seca las manos después de
lavárselas en la santa Misa, luego del ofertorio.
Ofrendas (ahora Presentación de Dones). Del sustantivo neutro plural latino oblata proviene
nuestro vocablo "oblatas" que significa ofrecimientos, ofrendas, cosas que se presentan a Dios. Más
específicamente se da el nombre de ofrendas al pan (hostia) y al vino que en el ofertorio de la
37
santa misa el sacerdote celebrante pre- senta a Dios, pidiéndole que por la acción del Espíritu
Santo (la oración que se llama epíclesis), los santifique a fin de que, en la consagración, sean
transubstanciados en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Palia. Significa paño de cortina, o paño para cubrir. Se trata de un peda- zo de paño blanco,
cuadrado, de lino almidonado, que se usa para cubrir el cáliz con el vino, durante la Santa Misa.
Palio. Del latín palüum, que significa cortina o cubierta, designa el armazón ornamental, portátil,
con varas y franjas, que sirve para cubrir al ministro religioso que en las procesiones, dentro o
fuera de la iglesia, lleva la custodia u ostensorio con una hostia grande consagrada.
Patena. Platillo o disco de metal dorado en su lado cóncavo, en el que el sacerdote en la Santa
Misa coloca la hostia consagrada. La patena sirve también para cubrir el cáliz con vino y para
recoger partículas de la hostia consagrada que puedan haber que- dado sobre el corporal, después
de la sagrada Comunión.
Persignarse. En latín, persignare. Esta palabra significa hacer la señal de la cruz. Se trata de una
corta oración -de las primeras que hay que enseñar a los niños del catecis- mo y a los catecúmenos-
que consiste en hacer tres veces seguidas, con el dedo pulgar de la mano derecha, la señal de la
cruz, el primero en la frente, el segundo en la boca y el tercero en el pecho, pronunciando al
mismo tiempo la fórmula litúrgica: "Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos,
Señor Dios nuestro".
Porta Viático (o Teca). Es un pequeño estuche o cajilla redonda de metal, en el que el Agente
Extraordinario de la Comunión coloca las hostias pequeñas consagradas, que serán llevadas a los
enfermos y ancia- nos en sus casas y en los hospitales.
Purificador. Se da este nombre a una toallita o lienzo blanco de lino, con el que el sacerdote se
enjuaga los dedos y los labios, y purifica la patena y el cáliz, enjuagándolos después de comulgar el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. El agente extraordinario de la Comunión también puede llevar, fuera
de un pequeño corporal, un purificador dentro de su bolsa del viático, para en ecaso de que fuera
necesario enjuagar con él el interior del portaviático, después de haberlos purificado con un poco
de agua potable, que él (ella) mismo(a) tomará luego (nunca debe darse al enfermo o anciano a
beber esta agua).
Rito. Del latín ritus, esta palabra significa "regla, norma, determinada forma de proce- der durante
las celebraciones litúrgicas". El libro que contiene estas normas litúrgicas se llama Ritual. En la
Iglesia católica de Occidente, o sea, en la Iglesia latina, el rito más difundido en las celebraciones
litúrgicas es el llamado rito romano. Pero en otras regio- nes se encuentran todavía en vigor hoy
otros ritos litúrgicos, tales como el rito ambrosia- no (de san Ambrosio, en Milán (Italia); rito lionas
(de Lyon, en Francia); el rito mozárabe (en España) y otros más en la Iglesia católica de Oriente
(rito bizantino, rito greco- melquita, rito maronita, rito armenio y otros).
Sagrario. Lugar donde se guardan cosas sagradas. Llamado también "tabernáculo", el sagrario es el
lugar en el que se conservan las hostias (grandes y pequeñas) consagradas en el santo sacrificio de
la Misa. El sagrario debe ser un mueble bien seguro, cerrado y ornamentado, colocado en un lugar
de honor en las iglesias y capillas. Es en él en donde se encuentra el "Emmanuel, el
Dios-con-nosotros". Como ya se ha resaltado, la finalidad primordial y principal de conservar en el
Sagrario la Sagrada Eucaristía es la administración de la Santa Comunión y del viático a los
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enfermos y ancianos; son fines secundarios la distribución de la Comunión fuera de la misa y la
adoración de nuestro Señor Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento.
Signación. Es el gesto de trazar la señal de la cruz, tocando con las puntas de los dedos de la mano
derecha abierta, la frente, el pecho, el hombro izquierdo y el derecho, y pronunciado al mismo
tiempo, la fórmula litúrgica: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!".
San Tarcisio. Fue un joven cristiano de Roma, de principios del siglo III, que murió por la fe, bajo
la persecución del emperador romano Septimio Severo. Murió por no permitir que las hostias
consagradas que él llevaba, junto a su pecho, para sus hermanos cristianos enfermos, fuesen
profanadas. Por ser un mártir de la Santa Eucaristía, san Tarcisio ha sido propuesto por la Iglesia
como patrono de los acólitos, los monaguillos y los Ministros Extraordinarios de la Comunión. Se
celebra su fiesta el 15 de Agosto.
Vasos sagrados. Expresión clásica en la sagrada liturgia, para designar los diversos objetos sagrados
(cálices, ámbulas, ciborios, píxides, patenas, porta-viáticos, etc.) destinados a guardar, conservar
o llevar las sagradas especies eucarísticas del pan y del vino.
Velo o paño humeral. Se llama también "velo de hombros" o simplemente velo humeral (del latín
humerus o umerus que significa hombro) es un manto rectangular largo, de color blanco, que los
minis- tros ordenados (obispos, presbíteros y diáconos) se ponen sobre los hombros para asegurar
con ambas manos la custodia (ostensorio) con el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, bien sea
para trasladarla en una procesión eucarística, o para dar la bendición a los fieles.
En la Eucaristía Crismal del Jueves Santo, tres diáconos se revisten de tres tipos de velo humeral
para llevar hasta el altar los tres santos óleos: el velo humeral de color verde, para llevar el Óleo
de los Catecúmenos; el velo humeral de color rosado, para llevar el Óleo de los Enfermos; y el velo
humeral de color blanco, para llevar el óleo del Santo Crisma.
Viático. Del latín viaticum, que significa el pan del viajero o las provisiones alimenticias del viaje.
Se refiere al Santísimo Sacramento de la Eucaristía que se lleva a los enfermos en sus casas y en los
hospitales, por estar imposibilitados para acudir a la iglesia o capilla. Ya quedó dicho, que la
finalidad principal y primordial de conservar las hostias consagradas en los sagrarios es llevarlas a
los ancianos y enfermos.
Este significado de "pan del viajero, del peregrino" cobra un sentido especial cuando el fiel
cristiano se encuentra en riesgo del fin de su vida, en la inminencia de emprender su "último viaje"
en dirección a la casa del Padre, el cielo. Por eso, es también recomendable que sea el sacerdote
quien lleve este "pan del último viaje" porque él podrá también preparar al fiel anciano o enfermo
para su último viaje, dándole la Santa Eucaristía, oyéndolo en confesión, administrándole el
Sacramento de la Unción de Enfermos y concediéndole la absolución sacramental de los pecados y
la indulgencia "in articulo mortis".
Vinajeras. Son dos botellitas o vasos de vidrio donde se deposita el vino y el agua (filtrada). Se
dejan en la credencia para servir el vino y el agua (sólo unas góticas) durante el ofertorio, y
después de la Comunión Eucarística para la purificación de los cálices y copones.
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¿QUÉ ES LA RESERVA EUCARÍSTICA Y CUÁL ES SU FINALIDAD?
En la celebración de la Misa se iluminan gradualmente los modos principales según los cuales Cristo
se hace presenta a su Iglesia: en primer lugar, esta presente en la asamblea de los fieles
congregados en su nombre; esta presente también en su palabra, cuando se lee y explica en la
iglesia la Sagrada Escritura; presente también en la persona del ministro; finalmente, sobre todo,
esta presente bajo las especies eucarísticas. En este Sacramento, en efecto, de modo enteramente
singular, Cristo entero e integro, Dios y hombre, se halla presente substancial y permanentemente.
Esta presencia de Cristo bajo las especies “se dice real, no por
exclusión, como si las otras no fueran reales, si no por excelencia”.
Cuiden los pastores de que, a no ser que exista una razón grave, las
iglesias en que, según las normas del Derecho, se guarda la santísima
Eucaristía, estén abiertas diariamente durante varias horas durante el tiempo mas oportuno del
día, para que los fieles puedan fácilmente orar ante el Santísimo Sacramento.
El lugar en que se guarda la Santísima Eucaristía es denominado Sagrario y tiene que estar en un
lugar que sea verdaderamente destacado. Conviene que sea igualmente apto para la adoración y
oración privada, de modo que los fieles no dejen de adorar al Señor presente en el Sacramento,
aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho.
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Lo cual se consigue más fácilmente cuando el sagrario se coloca en una capilla que este separada
de la nave central del templo, sobre todo en las iglesias en que se celebran con frecuencia
matrimonios y funerales, en los lugares que son muy visitados, ya por peregrinaciones, ya por razón
de los tesoros de arte y de historia.
Ante el sagrario en el que esta reservada la sagrada Eucaristía ha de lucir constantemente una
lámpara especial (deben evitarse, en lo posible, lámparas eléctricas por su carácter artificial) con
la que se indique y honre la presencia de Cristo.
ORACIÓN CONCLUSIVA: Señor Jesucristo, que este sacramento admirable nos dejaste el memorial
de tu pasión, concédenos, te lo pedimos venerar de tal modo los misterios de tu cuerpo y de tu
sangre, que sintamos continuamente tu llamado y seamos fortalecidos con tu Santo Espíritu, para
llevar dignamente el alimento divino a nuestros hermanos. Amén.
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De nuestro servicio
SI
*Prestar un servicio humilde, desinteresado, lo más discreto posible, sin esperar reverencias ni
reconocimiento.
*Aparezcan siempre como laicos sin necesidad de asimilarse al clero; permanezcan laicos
a la vista de la comunidad. El vestido, por consiguiente, ha de ser digno y
adecuado; han de tener cuidado con la limpieza de sus manos y uñas.
* La razón válida que justifica la existencia del los MEC, es que así estamos dando otra imagen de
Iglesia (con conciencia ministerial), ajustada a las necesidades del mundo y de igual modo se pone
de manifiesto la dignidad del laico. “Dime cómo es tu liturgia y te diré cómo es tu parroquia”
Al exterior reflejamos aquello que va por dentro. Por eso, importa mucho la actitud espiritual
interior: Respeto y aprecio a la Eucaristía, o sea, tener sentido de lo sagrado.
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* Este ministerio debe ir unido a una actitud de disponibilidad generosa y permanente.
* No olvidemos que “la prudencia hace verdaderos sabios” y que “la virtud está en el medio”
“Ni tanto ni tinto’
* Es un servicio sin ánimo de lucro que se presta con desinterés, alegría y con mucha fe. Solo
Dios lo pagará.
* Como en todo, cada vez se hace más necesaria la formación permanente. Por lo tanto, este
ministerio requiere preparación (estudio continuo, lectura asidua), sana doctrina y ejemplar
conducta de vida (coherencia entre lo que decimos y hacemos). Los retiros espirituales, los cursos,
las convivencias, los encuentros, etc. se enmarcan dentro de este punto. Por ignorancia
cometemos abusos y está comprobado en liturgia que, “entre menos sabemos, más cosas raras
hacemos”.
* La misma terminología lo dice; “ solo para casos extraordinarios” : cuando se prevé que será
excesivo el número de comulgantes o por razones pastorales.
* Desde la sacristía misma hay que propiciar y favorecer un clima espiritual y un ambiente de
oración que se logra con el silencio y la disciplina dentro de este lugar, siquiera 10 minutos antes
de la celebración.
NO
+ Ninguno de los ministros extraordinarios de la comunión (y no de la Eucaristía) debe considerarse
sacerdote o clérigo de cuarto grado u orden. No se trata de una consagración o de institución, sino
de delegación, designación o nombramiento para el momento o acto o por un determinado tiempo.
+ No consideren esta condición de “agente” como un “privilegio’ sino un “servicio” para bien de los
demás.
+ No usen vestiduras sagradas propias del ministro ordenado (ej: alba o dalmática).
+ No en forma postiza.
43
+ No con piernas cruzadas durante la celebración.
+ Que jamas se les suba el ministerio o resulten mandando más que el párroco.
+ De ninguna manera puede aparecer como “afición” o “fiebre” u “obsesión’ menos como
“enfermedad”.
+ Dios nos libre de ministros extraordinarios que quieren estar en todo, en toda celebración y
pretenden acapararlo todo.
+ Nunca utilicen el ambón o lugar de la Palabra para hacer las moniciones, entonar los
cantos, dar avisos, pronunciar palabras de agradecimiento, etc.
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* Promover la postura de rodillas durante la consagración y en los momentos de oración ante el
Santísimo.
* Acatar las disposiciones litúrgicas sobre las oraciones presidenciales, especialmente la Doxología
(“ Por Cristo con Él y en Él, ...” )
* Dar el verdadero sentido al saludo de paz. Fomentar que se dé solamente a los más cercanos: a
nuestro lado y al frente y atrás.
* La fórmula, de acuerdo con la última edición del Ordinario de la Misa para los países de habla
hispánica es “El Cuerpo de Cristo” dando espera a la respuesta del comulgante.
* La comunión se da y se recibe del celebrante o de quien éste haya designado para colaborarle.
* En la visita a los enfermos, al llegar a la pieza hay que prever que se disponga de una mesa con
un mantel sencillo, un cirio o velón, un florero y un vaso con agua. Si uno encuentra personas que
cuidan del enfermo y quieren comulgar, se les puede dar también la comunión.
* El ayuno eucarístico recomendado a los enfermos o impedidos para salir de casa, es de un cuarto
de hora; sin embargo, en algunos casos habría que esperar un momento nada más (si acabó de
comer) para no privarlo de la comunión.
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* Si se dificulta o se hace dispendioso volver al lugar sagrado para depositar el pan
consagrado sobrante, el ministro extraordinario puede consumir tan pronto como haya
terminado las visitas programadas a enfermos.
* Debe purificar ahí mismo sobre un vaso con agua. Esta agua debe tomarse o depositarse en tierra
(nunca debe correr por el caño).
* Si se llegara a presentar el caso de la “devolución” de la hostia por parte del enfermo, bastaría
con retomarla con los dedos o recibirla en un vaso con agua y luego colocar todo bajo tierra.
* Especial cuidado se ha de tener con todos aquellos signos que rodean la celebración eucarística:
manteles, purificadores (en cada Misa se han de cambiar), corporales, lugar de la reserva (polvo,
tierra alrededor, puerta manchada con los dedos), llave del sagrario (olvidada en cualquier sitio,
cuando no refundida), vasos sagrados (requieren mantenimiento permanente o limpieza, pero no
con pomadas o líquidos fuertes).
* Debe haber un marcado esmero por participar cada vez mejor (“participa más quien ora más”) y
por ser ejemplo de comportamiento para la asamblea.
* No pasar ante el Sagrario o ante el Santísimo expuesto sin hacer genuflexión. La presencia real de
Jesús merece nuestro respeto, veneración y amor.
* No permitir que este momento se convierta en recreo litúrgico, recorriendo el templo para dar el
saludo de paz a todos..
* No sea nunca para reemplazar a quien preside para que éste se siente o entone los cantos de
acompañamiento a la comunión.
* Ninguna otra fórmula cabe acá. No deben inventarse ni adicionarse otras fórmulas.
* No comulgar como los concelebrantes, es decir, tomando el Cuerpo de Cristo directamente del
copón.
* No permitir que se la lleven, ni la reciban con manos sucias o se hagan la señal de la cruz
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con ella.
* La purificación de los vasos sagrados, de acuerdo con la tercera edición típica del Misal
Romano, no les esta permitido hacerla.
* Que nunca haya vinajeras sucias, credencia desmantelada o descuidada, floreros de mucho
tiempo en exhibición, reserva eucarística de muchos días en el sagrario, corporales de varios meses
dentro del sagrario, etc.
* No estar entrando y saliendo del lugar sagrado distrae y es falta de respeto a quien preside y a la
comunidad reunida.
* Cuando moderen una celebración de la Palabra, no saluden como Celebrantes. Deben buscar otra
forma.
* No pueden ser ministros extraordinarios del Bautismo o del Matrimonio ni de la Unción de los
enfermos. Esto requiere orden del Obispo y aprobación de la Conferencia Episcopal y es,
exclusivamente, para casos excepcionales.
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RECOMENDACIONES PRACTICAS PARA EJERCER ESTE SERVICIO
Deben aparecer siempre como laicos sin necesidad de asimilarse al clero; permanezcan laicos a la
vista de la comunidad. El vestido, por consiguiente, ha de ser digno y adecuado; han de tener
cuidado con la limpieza de sus manos y uñas. No usen vestiduras sagradas propias del ministro
ordenado (ej: dalmática).
Si son encargados o se les encomienda una celebración de la Palabra con distribución de la
Comunión, en ausencia del Presbítero, no se arroguen o atribuyan el derecho de presidir, sino
considérense animadores, guías o moderadores de la asamblea reunida. Ocupen un lugar distinto a
la sede.
La razón válida que justifica la existencia de los ministros extraordinarios de la Comunión no es la
carencia de ministros ordenados, sino que así estamos dando otra imagen de Iglesia (con conciencia
ministerial), ajustada a las necesidades del mundo y de igual modo se pone de manifiesto la
dignidad del laico.
“ Dime cómo es tu liturgia y te diré cómo es tu parroquia”
Al exterior reflejamos aquello que va por dentro. Por eso, importa mucho la actitud espiritual
interior:
· Respeto y aprecio a la Eucaristía, o sea, tener sentido de lo sagrado. Esto se manifiesta en el
modo de actuar, en la postura externa, en los gestos (genuflexión distraída o apresurada) y en la
rutina o monotonía (cansancio).
· Respeto y amor a la comunidad a la cual sirven (que jamás se les suba el ministerio o resulten
mandando más que el párroco: “hoy no confesamos”).
Su tarea consiste en ayudar a sus hermanos a que se incorporen más plenamente en el “Cuerpo de
Cristo” por la recepción de la Eucaristía, y facilitar el encuentro de fe a quienes no pueden acudir
a la celebración comunitaria por enfermedad o impedimento.
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Este ministerio debe ir unido a una actitud de disponibilidad generosa y permanente. De ninguna
manera puede aparecer como “afición” o “fiebre” u “obsesión”, menos como “enfermedad”.
Recordar la Constitución sobre la Liturgia: “realizar solo aquello que se les ha encomendado”.
No busquen reverencias ni recompensas. No hay derecho a remuneración de ninguna clase; es un
servicio sin ánimo de lucro que se presta con desinterés, alegría y con mucha fe.
Es necesaria la formación permanente. Por lo tanto, este ministerio requiere preparación (estudio
continuo, lectura asidua), sana doctrina y ejemplar conducta de vida (coherencia entre lo que
decimos y hacemos). Los retiros espirituales, los cursos, las convivencias, los encuentros, etc. se
enmarcan dentro de este punto.
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RITO ORDINARIO DE LA COMUNION DE LOS ENFERMOS, POR EL M.E.C.
I. RITOS INICIALES
Señal de la Cruz:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Yo Confieso ...
ó
Señor, ten misericordia de nosotros
porque hemos pecado contra Ti.
Muéstranos, Señor, tú misericordia,
y danos tú salvación.
Jn. 15, 4: “Permaneced en Mi y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por si, sino
permanece en la vid, así tampoco vosotros, sino permanecéis en mi”.
Y ahora, todos juntos, invoquemos a Dios con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:
Jn. 15, 5: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mi y yo en él ése da fruto
abundante; porque sin mi no podéis hacer nada”.
1 Co 11, 26: “Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva”.
1 Jn 4, 16: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él. Dios es
amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él”.
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Jn. 14, 23: “El que me ama guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos
morada en él”.
Jn. 6, 54 - 58: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y
yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mi.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron;
el que come este pan vivirá para siempre”.
Jn. 14, 6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por
mi”.
Y ahora, todos juntos, invoquemos a Dios con la oración que el mismo Cristo
nos enseñó:
Padre nuestro ...
Se hace silencio. Se puede hacer una oración como: “El alma de Cristo ....”, el MEC hace la
purificación. A continuación concluye diciendo:
Oremos ...
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno; te suplicamos con fe viva que el Cuerpo de
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que nuestro(a) hermano(a) acaba de recibir, le conceda la salud
corporal y la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos responden: Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
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Todos responden: Amén.
 Alma de Cristo
Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del
enemigo malo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame, y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén

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Este himno a Cristo parte de su ser ... «en la forma de Dios», o mejor, en la condición de Dios.
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no vive su «ser como Dios» para triunfar o para imponer
su supremacía; no lo considera una posesión, un privilegio, un tesoro que guardar celosamente. Más
aún, «se despojó de sí mismo», se vació de sí mismo asumiendo ... la «forma de esclavo», la
realidad humana marcada por el sufrimiento, por la pobreza, por la muerte; se hizo plenamente
semejante a los hombres, excepto en el pecado, para actuar como siervo completamente
entregado al servicio de los demás.
Al respecto, Eusebio de Cesarea, en el siglo IV, afirma: «Tomó sobre sí mismo las pruebas de los
miembros que sufren. Hizo suyas nuestras humildes enfermedades. Sufrió y padeció por nuestra
causa y lo hizo por su gran amor a la humanidad» (La demostración evangélica, 10, 1, 22). San
Pablo prosigue delineando el cuadro «histórico» en el que se realizó este abajamiento de Jesús:
«Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8). El Hijo de Dios se hizo
verdaderamente hombre y recorrió un camino en la completa obediencia y fidelidad a la voluntad
del Padre hasta el sacrificio supremo de su vida. El Apóstol especifica más aún: «hasta la muerte, y
una muerte de cruz». En la cruz Jesucristo alcanzó el máximo grado de la humillación, porque la
crucifixión era el castigo reservado a los esclavos y no a las personas libres: «mors turpissima
crucis», escribe Cicerón (cf. In Verrem, v, 64, 165).
En la oración, en la relación con Dios, abrimos la mente, el corazón, la voluntad a la acción del
Espíritu Santo para entrar en esa misma dinámica de vida, como afirma san Cirilo de Alejandría,
cuya fiesta celebramos hoy (Junio 27): «La obra del Espíritu Santo busca transformarnos por medio
de la gracia en la copia perfecta de su humillación» (Carta Festal 10, 4). La lógica humana, en
cambio, busca con frecuencia la realización de uno mismo en el poder, en el dominio, en los
medios potentes. El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas la torre de Babel
para alcanzar por sí mismo la altura de Dios, para ser como Dios. La Encarnación y la cruz nos
recuerdan que la realización plena está en la conformación de la propia voluntad humana a la del
Padre, en vaciarse del propio egoísmo, para llenarse del amor, de la caridad de Dios y así llegar a
ser realmente capaces de amar a los demás.
El hombre no se encuentra a sí mismo permaneciendo encerrado en sí mismo, afirmándose a sí
mismo. El hombre sólo se encuentra saliendo de sí mismo. Sólo si salimos de nosotros mismos nos
reencontramos.
Adán quiso imitar a Dios, cosa que en sí misma no está mal, pero se equivocó en la idea de Dios.
Dios no es alguien que sólo quiere grandeza. Dios es amor que ya se entrega en la Trinidad y luego
en la creación. Imitar a Dios quiere decir salir de sí mismo, entregarse en el amor.
En la segunda parte de este «himno cristológico» de la Carta a los Filipenses, cambia el sujeto; ya
no es Cristo, sino Dios Padre. San Pablo pone de relieve que, precisamente por la obediencia a la
voluntad del Padre, «Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre» (Flp 2,
9-10). Aquel que se humilló profundamente asumiendo la condición de esclavo, es exaltado,
elevado sobre todas las cosas por el Padre, que le da el nombre de «Kyrios», «Señor», la suprema
dignidad y señorío. Ante este nombre nuevo, que es el nombre mismo de Dios en el Antiguo
Testamento, «toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (vv. 10- 11).
53
El Jesús que es exaltado es el de la última Cena, que se despoja de sus vestiduras, se ata una
toalla, se inclina a lavar los pies a los Apóstoles y les pregunta: «¿Comprendéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn
13, 12-14). Es importante recordar siempre en nuestra oración y en nuestra vida que «el ascenso a
Dios se produce precisamente en el descenso del servicio humilde, en el descenso del amor, que es
la esencia de Dios y, por eso, la verdadera fuerza purificadora que capacita al hombre para percibir
y ver a Dios» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 124).
El himno de la Carta a los Filipenses nos ofrece aquí dos indicaciones importantes para nuestra
oración. La primera es la invocación «Señor» dirigida a Jesucristo, sentado a la derecha del Padre:
él es el único Señor de nuestra vida, en medio de tantos «dominadores» que la quieren dirigir y
guiar. Por ello, es necesario tener una escala de valores en la que el primado corresponda a Dios,
para afirmar con san Pablo: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Flp 3, 8). El encuentro con el Resucitado le hizo
comprender que él es el único tesoro por el cual vale la pena gastar la propia existencia.
Apartados de la homilía del Papa Benedicto XVI durante la apertura del Sínodo de Obispos.
Octubre 7 de 2012
Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización
es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const.
Lumen gentium, 39-42). Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas
sus expresiones. Ellos son, también de forma particular, los pioneros y los que impulsan la nueva
evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu
Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o
incluso hostiles, e invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe,
esperanza y caridad, a que descubran el «gusto» por la Palabra de Dios y los sacramentos, en
particular por el pan de vida, la eucaristía. Santos y santas florecen entre los generosos misioneros
que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión y
actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas. La santidad no conoce
54
barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje – el del amor y la verdad – es
comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable
de vida nueva.
La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a
mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario,
que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la
fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva
evangelización sin una disposición sincera de conversión. Dejarse reconciliar con Dios y con el
prójimo (cf. 2 Cor 5,20) es la vía maestra de la nueva evangelización. Únicamente purificados, los
cristianos podrán encontrar el legítimo orgullo de su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen
y redimidos con la sangre preciosa de Jesucristo, y experimentar su alegría para compartirla con
todos, con los de cerca y los de lejos.
55
A20: Encuentro Parroquial – AEC (Jubileo) (Ofc)
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A44: Relación existente entre los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.
A51: Formación Inicial de Nuevos AEC y Renovación de antiguos que sean requeridos.
A53: Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el
sagrado ministerio de los sacerdotes.
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