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Repensando la Independencia del Pert Scarlett O’Phelan Cuando pensamos en la independencia nos viene a la mente una serie de fechas —que en el colegio debimos aprender de memo- ria— ademas de pormenorizadas descripciones de batallas, sin obviar recurrir a la historia de personajes construida a través de coloridas anécdotas. Mi propuesta es tratar de tomar distancia de este tipo de enfoque para poder hurgar, con mayor consistencia, en el proceso que dio sustento al movimiento independentista. Por lo general la imagen que tenemos de la independencia es la de un San Martin declaran- do, desde un baleén de Huaura, que el Pert era libre e independien- te, Pero hay que tener en cuenta que el proceso de independencia se inicié bastante antes de 1821 y culmind, recién, en 1826. Los origenes Dentro de la historiografia peruana hay quienes remontan los ori- genes de la independencia a las rebeliones del siglo XVIII y, con- cretamente, a la “gran rebelion” de Tapac Amaru, en 1780-81". Las implicancias de esta afirmacién nos vienen a colocar a la van- guardia de la gesta emancipadora en la América espafiola. Es de- cir, el Pera seria el epicentro de donde habria surgido el primer movimiento disidente. 1 Para citar un trabajo bastante difundido, Carlos Daniel Valeircel: Tiipac Amaru, Precursor de la Independencia, Lima, 1977. 349 Historia de la cultura peruana Pero los contextos de la rebelién de Tiipac Amaru y de la guerra de independencia no son los mismos. La gran rebelién aparece inserta~ da en la ola de las protestas sociales que, generadas por las reformas borbénicas de Carlos III, se alzaron desarticuladamente en Quito, Cuzco, Charcas y el Socorro, éste ultimo lugar situado en el virrei- nato de Nueva Granada’. El ataque, inicialmente, tenia dos frentes: el oponerse al endurecimiento del aparato fiscal y el rechazar la sig- nificativa presencia de peninsulares en la administracién, burocracia y cabildos coloniales, en detrimento de la representatividad de los criollos. En este sentido la frase “Viva el Rey, muera el mal gobier- no” tuyo gran resonancia. Inclusive se llegé a plantear una conexién entre los dos argumentos vertidos: el abusivo incremento del sector impuestos se debia a que las autoridades peninsulares, venidas de afuera, estaban aplicando arbitrariamente gravamenes que el rey no habia decretado. Esta primera ola insurreccional es, evidentemente, un sintoma de que habia serias fisuras en el sistema colonial y desencuentros en- tre los objetivos de la corona y las aspiraciones de la poblacién his- panoamericana, Pero seria recién en 1808, con la invasién napoled- nica a la peninsula ibérica y la captura de Fernando VII, cuando se daria rienda suelta al malestar acumulado que existia en las colo- nias contra los inesperados cambios a los que habian sido someti- dos sus habitantes por el reformismo borbénico. El descontento generado sobre todo por cl programa econémico y la estructura administrativa implantada por las reformas habia pasado por un largo proceso de maduracién y encontré en la coyuntural acefalia de la corona espaftola el argumento que necesitaba para plantear reivindicaciones y enarbolar autonomias. 2 Joseph Pérez: Los movimientos precursores en la emancipacién hispanoamericana. Ma- drid, 1982. También puede consultarse Scarlett O'Phelan Godoy: “Rebeliones andi- ‘nas anticoloniales. Nueva Granada, Peri y Charcas entre el siglo XVII y el XIX” en Anuario de Estudios Americanos, tomo XLIX, Sevilla, 1993, pp. 395-440, 350 SCARLETT O"PHELAN Fl impacto de las Cortes de Cadiz La primera medida que se tomé al instalarse a Junta Central de Sevilla fue la de declarar, el 22 de enero de 1809, que desde ese momento Hispanoamérica era parte integral de la monarquia es- paiiola’. Esto, en un principio, ayudé a neutralizar los exacerbados iinimos y el sentimiento de postergacién que experimentaban los criollos en la América espafiola Ii siguiente paso fue convocar a elecciones para nombrar represen- ntes de las colonias que se desplazaran a Cadiz para elaborar una constitucién que reflejara tanto los intereses peninsulares como los americans. La demora en los procesos electorales y la larga trave- sin a Europa determinaron que inicialmente las Cortes abrieran sus sesiones con diputados suplentes. Es decir, criollos que se encontra- ban residiendo en Espaiia. En el caso del Peri, algunos eran recién Hlegados —como Morales Dudrez— mientras otros llevaban una Jarga estadia en la peninsula, como Tapac Yupangi A diferencia de la gran rebelién de 1780, en la que Tupac Amaru sus- pendli6 (debido a las presiones de sus seguidores) los tributos en forma temporal, y solicité la erradicacién de la mita de Potosi en Ia medida en que el yacimiento minero ya era parte del virreinato de Buenos Aires, con la constitucién de 1812 se decreté la abolicién frontal de tributos Y mitas, Ambos mecanismos eran, desde la época del virrey Toledo, los cimientos del sistema colonial. Removerlos significaba, por un lado, ‘tender una reivindicacién solicitada consistentemente durante el siglo XVII y, por otro, replantear las relaciones entre los indios y la corona‘ Y) eate respecto aparece una discusin interesante en el libro de Mario Rodriguez EI ‘xperimento de Gédiz en Centroamériea, 1808-1826, México D. F, 1984, FCE, p. 56. * Sobre el tema puede consultarse el libro de Marie Laure Rieu-Millan Los Diputados Americanos en las Gores de Cicdis, Madrid, 1990, CSIC. * Scanlett "Phelan Godoy: La Gran Reteliin en los Andes. De Tipac Amaru a Tiipac Ca- uri, Cuzco, 1995, CBC (Capitulo VI, Tupac Amaru entre las Reformas Borbsnicas ln constitucion de Cadiz. 351 Historia de la cultura peruana Ademiés, la constitucién atacaba, de varias maneras, el proyecto borbénico. Se decretaba, por ejemplo, la abolicién de los mono- polios que habian constituido fuente de jugosos ingresos para la hacienda real. Adicionalmente se reclamaba una mayor libertad para la explotacién minera y para poder comerciar con el imperio espafiol al igual que con cualquier otra nacién. Se solicitaba tam- bién un acceso equitativo de los criollos a los cargos piiblicos, as- piracién que habia quedado recortada por favorecer los borbones abiertamente al sector peninsular. Las Cortes no legaron a cuatro afios de actividad pero sentaron im- portantes precedentes. Si bien a su regreso al poder —en 1814— Fer- nando VII las clausuré y desconocié sus acuerdos, la documentacién colonial indica que los indios, por ejemplo, seguirian autodefiniéndo- se como “espafioles-indios” y se resistirian a volver a prestar servicios personales, declaréndose exonerados de ellos por dictaminarlo asi la constitucién‘, Ademés el poblador indio enfatizaré su calidad de ciu- dadano (con la restriccién de poder elegir sin ser elegido), a diferen- cia de los negros y castas de color, a quienes no se otorgé la ciudada- nia. Sélo a partir de méritos y servicios calificados a la patria y en con- sideracién a su talento, aplicacién y conducta, los negros estuvieron en capacidad de optar por la “carta de ciudadania””. El mito de la “independencia concedida” El término, que de por si indica una insuficiencia de los peruanos en agenciarse su propia independencia, fue acufiado por Bonilla y Spalding en su célebre y polémico ensayo publicado en 1981°. * Christine Hunefelat: “Los indios y la constitucién de 1812" en Allpanchis, N.° 11/12, 1998. También puede consultarse Scarlett O'Phelan Godoy: Kurakas sin scevionet. Del cacigue al aealde de indios, Cuzco, 1997, CBC, pp. 58, 59. TYoseph Fontana: La crise del Antiguo Régimen, 1808-1833, Barcelona, 1979, p. 91 * Heraclio Bonilla y Karen Spalding: “La independencia en el Peri: las palabras y los hechos” en La Independencia en el Pei, Lima, 1981, TEP. 352 Aete 6B” ee Juanita Brena capeando un toro en Acho, el cual leva en el lomo el pabellén nacional. (ila) Pintura de Pancho Fierro. SCARLETT O’PHELAN, Nin este sentido, me apoyo en el historiador aleman Manfred Kossok, pura distinguir dos etapas bastante bien delimitadas en el proceso de J Independencia. Un primer momento en que se acentuan los regio- hulismos, perfodo que corresponde a los afios 1809-1814, en que se {nwtalan juntas de gobierno en todo el territorio hispanoamericano. T.uego se pasa a una segunda fase, la de los proyectos continentales, donde se producen las campafias militares de San Martin y Bolivar’. Si bien es evidente que en este segundo momento se conté con la presencia de lideres y militares extranjeros, los estudios sobre la in- dependencia han obviado el hecho de que en la fase de los regiona- Jismos, la participacién de peruanos en la lucha insurgente fue sig- hificativa. Esclarecer este punto implica que, por un lado, la inde- pendencia no nos vino exclusivamente “desde afuera” y, por otro, que Ia “pasividad” que se achaca a los peruanos durante este perio- do no fue un fenémeno extendido, como se ha pretendido demos- nur, Hubo peruanos que desde muy temprano vieron en las juntas dle gobierno el canal més efectivo para plantear sus discrepancias 0n el sistema colonial. 1809, Las juntas de La Paz y Quito Usualmente cuando se habla de los primeros ecos de la independen- te, se menciona la revoluciin de Caracas de Abril de 1810 y la de Muenos Aires, ocurrida en mayo del mismo aio". De esta manera se diluye ta presencia del Peri y los peruanos en la actividad insurgen- te y se construye la imagen de un pais ausente de la gesta emancipa- dora, Este complejo de inferioridad se transmite incluso hasta en los, ‘iis actualizados textos escolares. Pero ésta es, histéricamente, una Imagen recortada, Y Maniied Kossok: “Unidad y diversidad en ta América espaol: El caso de a indepen ncn” er Unite et Diversté de LAmerique Lavine, tomo I, Burdeos, 1982. Sobre las cam- Hasire de San Marin y Bl puede ose elect iso de Jou Age the In Pucnte La independencia en el Peri, Madsid 192, Maptie. WHimorhiy Anna: Expat y la independencia de Amtrca, México D. F, 1986, FCE, p19. 353, Historia de la cultura peruana Es oportuno recordar, por tanto, que en 1809 las primeras juntas de gobierno de Hispanoamérica se conformaron el 16 de julio en La Paz y el 9 de agosto en Quito". Nuestra historia, una historia moldeada Por nuestras fronteras republicanas, ha olvidado que tanto Quito co- mo Charcas eran, en ese momento, espacios en los cuales los indivi- duos procedentes del virreinato del Pera se movian y desenvolvian con ‘otal naturalidad. Entre ellos habia fronteras imaginarias mas que es- tictamente territoriales. La rigidez de las fronteras cs posterior, se construyen a la par que las nuevas repiblicas. ‘ Asi, en un principio se supone que tanto La Paz como Quito son te Tritorios exogenos al virreinato del Pera: la Primera articulada por las reformas borbénicas al recientemente establecido virreinato de Bue- nos Aires, y la segunda incorporada al de Nueva Granada. No obstan- te, lo interesante y relevante es comprobar que en ambas juntas de go- bierno se hace posible detectar la activa participacin de peruanos, por un lado, y constatar lo efimeras que resultaban las nuevas fronteras ¢s- tablecidas por los borbones frente a la experiencia regional que habian articulado el Bajo y el Alto Perii durante siglos, por otro. Es posible identificar, entonces, que la junta de 1809 instalada en La Paz conté con la participacién de Buenaventura Bueno, un vista de aduana nacido en Arequipa. También se vio involucrado en la misma Pedro Cossio, oriundo de Lima, a quien se adjudicé el cargo de la Ren- ta de Tabacos. De igual manera, Tomas Orrantia, también natural de Li- ‘ma, fue designado administrador de Tabacos. Finalmente, Basilio Cata- cora Heredia, nacido en Chucuito, y quien tuvo una activa participa- iin politica, era un abogado graduado en la universidad del Cuzco”. "bid. pas. "8 Scatet O-Phelan Godoy: “mio de a nd ogra = tito de la independencia concedi, Los programas poison del seo XVI y del temprano XIX en el Per yl lo Pein 1790-1814" e8 eons cee imacin dd Band de Nain on Hiponanic, Bo, 184, nr: Natone 6, Pas ge 3 informacén sobre aunt pace pce cnstene Cato Pcs Snes Hath ay Garcia (te) Donets parla Hira tl Ronde 1809, ro Eo Ped a 354 SCARLETT O'PHELAN HMubo otros que si bien no habian nacido en el Pert borbénico tu- vieron una actuacién distinguida en 1a junta pacefia. Ellos fueron Gregorio Garcia Lanza y Pedro Domingo Murillo, ambos natura- Jes de La Paz pero quienes se habian educado en la universidad del Cuzco”. Es decir la linea divisoria entre el Bajo y el Alto Pera era {nigil, y los pacefios seguian transitando libremente por el Cuzco ‘como comerciantes, estudiantes 0 profesionales. in el caso de La Paz, la junta fue liderada por criollos, sobre todo abogados, burécratas y clérigos. En el caso de la junta de Quito, en \una primera instancia la dirigencia estuvo en manos de nobles titu- asdos, y més adelante se nombrd como presidente al obispo Cuero y Caicedo". Quizé ta legitimacién que le imprimié el clero a este movimiento determiné que los peruanos que se vieron involucra- dios en Ia junta quitefia fueran eclesidsticos de la capital o de pro- vineias vecinas como Piura. Es posible establecer, por ejemplo, la presencia de Domingo Renxifo, limefio. También figura entre los elérigos comprometidos el penitenciario doctor don Manuel Gui- sudo, originario de Lima, ademas del doctor don José Antonio Me- A, piurano, a quien se calificé de “insurgente seductor”'*. Esto alu- dle directamente al poder de la palabra, o el recurso del sermén, al ual podian apelar los sacerdotes. Adicionalmente uno de los principales dirigentes de junta de Qui- to fue el abogado Dr. Manuel Rodriguez de Quiroga, natural de La Mjcarlet O'Phelan Godoy. “Fl mito. p. 61. Bl iibro de René Arce Aguisre Purticpa- Hin popular en la independenciabociana, La Paz, 1979, también analiza la junta de 1809, WL conexién del clero y Ia iglesia con la junta quiteha de 1809 ha sido estudiads por Jills Tobar Donoso (La Ilsa, maderadora dela nacionaidad, Quito, 1953). Un enfogue ween dle esta vinculacién se puede encontrar en el libro de Marie Danielle Démelas Vv Saint-Geours: Jerusalem y Bablonia. Religion y pobtica en el Ecuador, 1780-1880, Quito, 1988. Mscarlet O'Phelan Godoy: “Por el Rey, Religion y la Petra. Las juntas de gobierno de Wo» en La Paz y Quito” en Bolen del Insciuto Francis de Esudios Andis, tomo XVI, IN 2, 1988. pp. 65, 74 355 Historia de la cultura peruana Plata, Charcas"*. Es decir, era originario del Alto Perit cuando éste ain formaba parte del virreinato peruano. Lo que se evidencia, una vez més, es la fluidez de movimiento de los pobladores del norte y del sur peruano en relacién con ciudades ubicadas en las audiencias de Charcas y Quito. Esta amplitud geogrifica se contraeré signifi- cativamente en la década del veinte con la llegada de los eércitos bertadores, momento en el cual los nacionalismos se harn mas de- finidos. Este fenémeno puede explicar las numerosas manifestacio- nes contra la presencia de argentinos, primero, y de grancolombia- nos, después, de parte de los peruanos. La ocupacién del territorio peruano por parte de San Martin y Bolivar contribuira a reforzar un incipiente sentimiento de nacionalidad y forjara una identidad dife- renciada frente “al otro”.Y este “otro” ya no sera exclusivamente el peninsular o el europeo sino también el forastero, el extranjero. Si bien las juntas de gobierno de La Paz y Quito fueron las mas tempranas, eso no quiere decir que no surgieran también este tipo de instancias representativas en el virreinato del Peri. Aunque sin tener un cardcter regional ni un proyecto bien estructurado, en ‘Tacna se instalaron dos juntas, una en 1811 y otra en 1813. Asi también se constituyé una junta en Hudnuco, en 1812, aunque sin romper totalmente el cordén umbilical con Lima, ni con el virrey, a quien comunicaron oficialmente su establecimiento. La selva al margen de Ia independencia En trabajos recientes se ha hecho la afirmacién, un tanto extrema, de que sobre la actuacién de la selva peruana en la guerra de inde- pendencia nada se sabe'’. Sin embargo, una observacién minuciosa 16“Documentos Histéricos. Los Hombres de Agosto” en Boletin de la Academia Na~ cional de la Historia, N° 56, Quito, 1940, pp. 241, 264, El reciente articulo de Alon- 50 Valencia Llano sobre éste tema, “Elites, burocracia, clero y sectores populares en la Independencia quitefia (1809-1812), Procezos, N.° 3, 1992, resulta de interés. 17 Susana Aldana Rivera: “Un norte diferente para la independencia peruana” en Rossana Barragin etal. (compiladoras): Fl siglo XIX. Bolivia y America Latina, La Paz, 1997, p. 62, 356 SCARLETT O°PHELAN le ln composicién social de las bases que apoyaron la rebelién de Huanuco de 1812 demuestra todo lo contrario. De acuerdo a la evidencia, en 1811, un afio antes de la insurrec- sion, ya era posible percibir sintomas de intranquilidad en los ani- no» de los indios de Panataguas, también conocidos como “indios lisficles”. Estos nativos, ubicados en el area de Panao, Pillao, Chin- thao y Acomayo, conformaban una conversién que habia estado on manos de la orden franciscana’’. No es posible, por lo tanto, de- sostimar la presién que estos “indios infieles” ejercieron en los po- Hlndores de Huanuco, con la amenaza de sitiar 1a ciudad. lin una carta dirigida al “virrey combatiente de las juntas”, Abascal, e precisé que la insurgencia en Hudnuco no era contra la monar- {juia, ni contra la patria, ni contra la religién, sino contra los chape- {ones opresores y tiranos. En efecto, la presencia de numerosos in- dion de conversion de la ceja de selva puede explicar el liderazgo hie tuvieron en este movimiento varios clérigos como José de Aya- Ja, quien instigaba a los indios a no pagar tributos. Igualmente, al elérigo Marcos Durin Martel, agustino, se sefialé como uno de los \dedlogos de la junta. Es interesante constatar que entre los partici- puntes se encontraba Mariano Aspiazu, cura mercedario natural de ‘Quito, ¢ Ignacio Villavicencio, cura agustino originario del Cuzco”. No debe Mamar la atencién que haya numerosos clérigos regula- fs envueltos en la junta de gobierno. La politica borbénica les Habia quitado el control que con anterioridad habian ejercido Vince Rubin Berroa: Monografia de la discesis de Husinuco. Contribuciin ala Hie~ ‘url velesidstica peruana, Hudnuco, 1934, Tipografia El Seminario. Hilerwclio Bonilla: “Clases populares y Estado en el contexto de la crisis colonial” 4 Lat Independencia en el Pers, p. 28. Para mayor informacion, constitese la Coleccin DPrsumental de la Independencia del Peri (CDIP), tomo Il, vol. I, Lima, 1972. Es de ‘especial interés Ia introduccién de Ella Dunbar Temple, “La rebelién de Huénuco, ‘Panatahuas y Huamali 357 Historia de ta cultura peruana plenamente, al fomentar la secularizacién del clero y tratar de re- ducir el nimero de miembros de las érdencs mendicantes, La ex- pulsién de los jesuitas, en 1767, seria la primera confrontacién de la corona con el clero regular y un punto sin retorno de las relacio- nes, de alli en adelante un tanto asperas, entre las ordenes religio- sas y el estado borbénico™. Si se era criollo y mendicante, habia dos razones de fuerza para oponerse a la autoridad peninsular. A diferencia del proyecto regional de la junta pacefia, en Huanuco se constituyé una junta més bien circunscrita al territorio provincial. Ademés, cabe destacar que la idea de una ruptura clara frente a Espa- fia no estaba del todo madura en esta etapa. Por ello, entre otras co- sas, la junta huanuquefia, encabezada por Domingo Berrospi, escribii @ Abascal informandole que habia asumido el mando por ausencia de las autoridades locales y a fin de apaciguar los enardecidos animos. En el Cuzco, en 1814, se establecié una junta bajo el liderazgo de os hermanos Angulo, quienes buscaron como aliado al cacique de Chinchero, Matheo Pumacahua. Uno de sus propésitos era hacer cumplir la constitucién liberal de 1812, cuya aplicacién habia sido sistematicamente retardada por Abascal’'. No obstante, esta junta se instal6 en momentos en que Fernando VII retomaba el trono de Espafia y de lo cual los insurgentes no estaban enterados, debido a os meses que tardaban en llegar las noticias desde la metr6poli. 20Sobre la expulsién de los jesuitasy sus implicancias en la consttse recente esuds de Manual Nenu Roce peg american imo del elo esto” en Juan Pal Vicar Guemin El Hombres tempo 30 Lins 95, Fee Bol del Cee el Pr aul, consitee la CDIP, tomo ll, vl 8, Lina, 111 Es de ees eres ea eee meses oe emg ie oe 3 saa Tons. Las coma neat Prs oa Coif Rass , Bonn, 1982, pp. 41-54; y por Nuria Sala Vila: ¥se armé el Ile De Tt, buto indigenay movimiento sociales en el virreinato i ‘at nora 9 a del Port 1784-1814, Huamanga, 358 SCARLETT O'PHELAN Lo que es interesante destacar es que entre estas juntas de 1809-1814 ‘ho logra cristalizarse —porque quizas ése no era el objetivo— una ar- {jculacion. Son movimientos auténomos y que s6lo en algunos casos, como Tacna y Huanuco, coexisten pero sin lograr un acercamiento. Solo visualizan la regién, no la nacién. Sus proyectos son més que to- lo de cariecter local, provincial, aunque un elemento comin a todos los sea la postura antipeninsular y sus reclamos consistentes de abo- li monopolios y dar un mayor espacio politico a los criollos. A pesar de estas limitaciones, un punto incuestionable es que la ofervescencia de las Cortes de Cadiz y sus logros con la constitu- eidn liberal y la eleccién de diputados servirén de entrenamiento politico en las colonias y marcarén un punto sin retorno en las lu- hus por la independencia”, No en vano la Instruccién que debera wbservarse para la eleccién de diputados a Cortes ha sido considerada Jn primera de las leyes electorales de la época”. Sun Martin y Bolivar: dos etapas de un proceso 1. historiografia, lamentablemente, ha tomado muchas veces parti- lo entre el Protector y el Libertador del Peri. En mas de una oca- sion se ha santificando al primero y satanizado al segundo. Pero lo que deberia tomarse en cuenta es que a ambos tocé cumplir un pa- pel crucial en el proceso independentista y que, probablemente, la presencia tanto de uno como de otro era necesaria para consolidar Jw emancipacion peruana. El Pert era el gran virreinato, Buenos Ai- Ys cra un joven virreinato y Venezuela y Chile eran las capitanias jenerales en busca de una dimensién continental. Era de la perife- flu de donde tenian que venir los proyectos alternativos al colonial, fe del coraz6n de la coloni: ‘Tilire el tema de las clecciones se puede consultar el articulo de Marie-Danicile Dé- telus " Modalidad y significacién de las elecciones gencrales en los pueblos andinos, 1W13,1814” en Antonio Annino (coordinador): Historia de as elecciones de eeroamérica, Nghe XIX, México D. F, 1995, FCE. P Miguct Artola: Antiguo Régimen y evolucion liberal, Barcelona, 1983, p. 164 359 Historia de la cultura peruana Esta afirmacién queda demostrada al visualizar el proceso de inde pendencia y observar que las corrientes 0 los ejércitos libertadores partieron de virreinatos de corta vida, como el del Rio de la Plata, © de reinos promovidos a capitanias generales como Chile 0 Cara- cas. Es decir, centros de poder o bien marginales 0 bien reciente- mente creados, donde no habian estado arraigadas por varios siglos las estructuras del poder colonial, como era el caso del virreinato peruano. Pero si recurrimos a la historia comparativa podemos observar que el comportamiento del Pert: no fue tinico, en el sentido del Papel que le tocé cumplir como bastién realista. Este es, sin du- da, otro de los traumas de nuestro pasado que se han encargado de enfatizar, sobre todo, los historiadores extranjeros. Este com- Plejo de inferioridad adquiere su verdadera dimensién cuando se observa que México, el otro gran virreinato fundado en el siglo XVI, también guardé una actitud similar. Entonces, tanto el Perit como México —y no exclusivamente el virreinato peruano— fue- ron los centros de poder donde mas demoré en consolidarse la in- dependencia™. La explicacién no debe limitarse a plantear que las elites en el Perit fueron ambiguas frente a la emancipacién sino, més bien, preguntarse a qué se debi6 dicha ambigiiedad™. Y si caemos en la cuenta de que la conducta de México fue similar, ello podria deberse al nivel de “espafiolizacién” que existia en los dos ejes del poder peninsular, frente a una presencia més compar- tida por otros grupos extranjeros —ingleses, franceses— en espa- cios periféricos como el Rio de la Plata o Venezuela. Puede ser una 24Para el andlisis comparativo siempre resulta importante el libro de Brian R. Ham- nett, Revolucion y contrarrevoluciin en México el Pert, México D. F, 1978, FCE. Paz 1a el caso concreto de México es de gran utilidad el libro de Timothy Anna, La caida del gobierno espariol en la ciudad de México, México D. F., 1987, FCE, 25 John Lynch en su libro Las Revoluciones Hispanoamericanas, 1808-1826, Barcelona, 1976, tiene un capitulo dedicado, precisamente, al “Peri, la Revolucion ambigua", pp. 178-212. 360 SCARLETT "PHELAN explicacion para aquietar conciencias, pero también puede ser un {rqumento para entender razones. Si bien en el caso del Peri es en 1821 cuando San Martin declara al Jule libre e independiente, recién se puede aceptar que este proceso Jw sido completado en 1824, con las batallas de Junin y Ayacucho. Y flo sin tomar en cuenta el hecho de que la capitulacién de Rodil ten- ‘in lugar dos afios después, en 1826". Y es que todo parece indicar que San Martin pensé que tomando Lima caeria el Peri, como ha- Hila ocurrido con Buenos Aires o Santiago. Pero en el caso del Pert Jos regionalismos eran fuertes, gozaban de representatividad e identi- dud propia, Ademas, su presencia habia quedado reforzada con el sis- oma dle intendencias, impuesto por los borbones, que daba un mar- 1» de autonomia a Arequipa, Cuzco, Huamanga, Tarma y Trujillo. ‘Qui el soliviantar las regiones a través de las Intendencias y luego ton el envio de diputados a las Cortes de Cédiz hizo que se dieran puuitas para la descentralizacién de Lima. San Martin se fue del Pert sin haber podido sojuzgar el interior del territorio peruano. 14 estrategia militar de Bolivar fue distinta, y su opcién de contro- Jar In sierra finalmente demostré ser exitosa. Ademas, definitiva- Mente hubo una diferencia en el manejo militar entre San Martin ' Wolivar, El primero apelé a las guerrillas y montoneras; el segun- do al recurso de las grandes batallas. Pero no se puede negar que la @xperiencia de San Martin sirvi6 a Bolivar para enmendar errores Y dar una orientacién eficaz a su campaiia militar”. que cabe destacar, en ambos casos, ¢s que tanto San Martin (0 Bolivar demostraron tener un conocimiento superficial de a dns const in aide por Vet Ross Cua an Jos Romi ol anor to Catan ry 995. ae a i etre cone iy acto fannie exci aes Sn Mar Ma Camaro one lei us man ag 8 Li 181.195 361 Historia de la cultura peruana Hispanoamérica y una nocién limitada de los Andes. Como bien sefiala Basadre™, si no hubiera sido por las guerrillas y montone- Fas, que conocian el terreno y a la poblacién local, San Martin no habria podido capturar Lima y sus alrededores. Igualmente John Fisher ha dado muestras de sorpresa de que Simén Bolivar se re- firiera al Perd, en su correspondencia, como una tierra de oro y de esclavos”. Eso teniendo en cuenta que el metal de exportacién Por excelencia era, en esa época, la plata y que se obtenia a base del trabajo de la mita indigena. Cuando el 6 de julio de 1821, casi al afio de haber desembarcado San Martin en Pisco, el virrey La Serna abandona Lima, entre pe- ninsulares y criollos se genera una situacién-de panico, frente al de- samparo en que ha quedado la capital ante las fuerzas realistas, Se temia que pudieran suscitarse excesos en el interior del ejército li- bertador y un desbordamiento por parte de las guerrillas, montone- tas y “el populacho”. Esta actitud implica, por un lado, la presencia de una elite insegura frente al descontrol de la ciudad ahora en ma- nos de los patriotas y, por otro, es sintoma de que San Martin no contaba con el beneplicito de todos los pobladores de la capital. Este sentimiento de temor explicaria por qué, como ha sefialado Timothy Anna, tanto los empleados de oficio del gobierno como aquellos en cargos publicos se sintieran en la obligacién de jurar Ja independencia si pretendian conservar sus puestos. De acuerdo 2 Anna, la mayoria de los grandes comerciantes de Lima se vieron forzados a pactar a favor de San Martin y firmar el acta de inde- Pendencia, como mecanismo de sobrevivencia. No obstante, a 28Jorge Basadre: El azar en la historia y sus limites, Lima, 1973, ohn Fisher: “La formacién del estado peruano (1808-1824) y Simén Bolivar” en Problemas de la formacién del Estado y de la Nacién en Hispanoamérica, Bonn, 1984, Inter. Nationes, p. 478, ta Timothy Anna: The Fall ofthe Royal Government in Feru, 1979, University of Ne~ braska Press, capitulo VII, pp. 179-183, 362 SCARLETT "PHELAN fiesur de este acercamiento inicial, el régimen de terror que impri- tid como Ministro de Guerra, el controvertido Bernardo de Monteagudo, hizo que para 1823 un buen numero de comercian- tes hubiera huido a Espafia, estuviera apoyando a los realistas 0 Inubiera buscado refugio en los castillos del Callao. La a ue encontraron los patriotas al llegar a Lima se habia convertido eH) un clima de tensién y resistencia. Monteagudo: xenofobia y descomposicién de una elite , Mii ticumano Bernardo de Monteagudo era el brazo derecho de San Martin™. Admitamos que la alternativa de un proyecto de mo- Hirquia constitucional para el Pera bien pudo haber Pad Winuctivo para la elite limefia, sobre todo si se trataba de la noble- uy Pero la inesperada implacabilidad demostrada por Monteagu- "do generd anticuerpos en vez de propiciar uun acercamiento es en presencia, indudablemente, polarizé a los diversos sectores de sociedad peruana. Sus bandos fueron creando un malestar que ‘Pfovoed una atmédsfera de tensién que tuvo amplias repercusiones. ‘Asi, cl 18 de julio de 1821 publicé su primer bando, mediante el ‘inl dio a conocer que los bienes de los peninsulares emigrados refugiados serian secuestrados, y conminé a aquellos que tuvie- fh en su posesién armas a que las entregaran, bajo pena de {hulerte, El 19 de julio estipulé que toda casa comercial, tienda o ‘Wodega pertencciente a peninsulares se mantuviera cerrada por 1érmino de tres dias, estando expuestas a ser confiscadas por eatado”. Juan Pablo Bchagie, Wh peri d= Montsxgudo pucde consutars libro de Juan abl apis ana vide masa, Bosnos Anes, 194 on since, “Historia fst tema puede consular el ensayo de Germén Leguiay Martinez nancipacin del Per El Protectorada” en CDI tomo IN, Lima, 1972 Guerrero Bueno: "Lima ena agnia colonial”. onenca (init) prac al Simposio De Reino Repub. La Independencia ene Pei. Lim, 199%, et Paciic. 363 —— Historia de la cultura peruana El mes siguiente, el 4 de agosto, ya habiendo sido declarada oficial- mente la independencia del Peri, Monteagudo dictaminé que todo peninsular que no estuviera dispuesto a jurar la independencia recabi se su pasaporte para salir del pais. Dos meses después, el 4 de octu- bre, se publicé otro bando en el que se alentaba a los espafioles a ob tener carta de naturaleza, previo juramento y reconocimiento de la in- dependencia. Como complemento de este decreto, el 10 de noviem- bre se conminé a enrolarse en el servicio militar a todo espafiol que hubiese obtenido la carta de naturalizacién™. Es decir, nacionalizarse peruano implicaba tomar las armas al servicio del ejército patriota. En enero de 1822 Monteagudo decreté que todo espafiol soltero debia abandonar el pafs, lo cual llevé a més de un peninsular a con- traer aceleradamente matrimonio con el fin de permanecer en el Peri. De alguna manera se les estaba empujando a convertirse en patriotas, a presién. Finalmente el 22 de abril de 1822 se prohibid, con un nuevo decreto, la reunién de dos o mas peninsulares en Tu- gar publico o privado y el uso de armas”. Estas tiltimas medidas expresan claramente el temor a que surgiera una conspiracién con- tra el gobierno, lo que implicaba que el ejército patriota no gozaba de una aceptacién amplia en la capital peruana. La xenofobia que se desaté por parte de los criollos no s6lo con- tra los peninsulares sino también contra los extranjeros, incluyen- do los que componian el ejército Libertador, explica el ambiente rancio que percibié Sucre al arribar al Pera en abril de 1823. En- contré, ademas, un pais desmantelado y que atravesaba por una evidente crisis econémica®, Los peninsulares, quienes en gran Bid. 35 Tid, 36 En el libro de Alberto Flores Galindo, Aristocracia y Plebe. Lima 1760-1830, Lima, 1984, p. 215, es posible percibir Ia atmésfera de crisis y desazén que se vivia en Lima yy en el Per en general. Flores Galindo trae a colacién el “Ensayo econémico sobre el ‘sistema de la moneda de papel y sobre el crédito publico” (1822) 364 SCARLETT O’PHELAN Medida controlaban el comercio y la mineria, habian sido o bien iirinconados en los castillos del Callao o bien removidos del Pert, Jy que provocaba un éxodo de retorno a Espafia, pagando altas ci- fins por sus pasaportes”. En este sentido, Riva Agiiero y Torre Ta- iile, sobre los cuales recaeria la responsabilidad de liderar al nuevo Porte incipado, eran unos sobrevivientes de la hecatombe"*. 4Quienes eran José de la Riva Agiiero y José Bernardo Torre Tagle? El ritnero habia nacido en Lima el 30 de mayo de 1783. Su padre se ha- in dlesemperiado como superintendente en la Real Casa de Moneda, ¥ fu) madre era hija de los marqueses de Montealegre de Aulestia. Es decir, por la rama materna estaba directamente vinculado a la noble- #4 tivulada. Por su parte José Bernardo de Tagle, quien también habia Hieidlo en Lima, ostentaba el titulo de IV marqués de Torre Tagle”. ‘Un punto interesante que no debe perderse de vista es que mien- ‘this lideres como Bolivar, San Martin u O’Higgins eran cercanos # Inglaterra y sus Logias™, tanto Riva Agiiero como Torre Tagle Auban mis ligados a Espaiia. Sin duda, dada su condicién de Miinnoty Anna: The Fal, p. 184. De acuerdo al autor, en 1822 cada barco que zarpa- idol Peri llovaba a bordo peninsulares. Alrededor de 300 espatiles fueron repat ‘los barcos Laura, Mercurio, Pacifico y Sara. Los pasaportes que se adjudicaban lis peninsulares podian costar entre 500 y 2500 pesos. De acuerdo a Paz Soldén, el ojercito patriots deserivarco en Pic habia alrededor dle 10000 espaioles et wy eh Julio de 1822 no legaban a 600. Aieatlett O'Phelan Godoy: “Suere en el Peci. Entre Riva Aguero y Torre Tagle” en Mel VH Congreso Venezolano de Historia, Caracas, 1997, Comision Nacional Gran al Sucre, (En prensa.) ‘Para una informacién sobre titulos nobiliarios puede consultarse los libros de Gui- Ws Lolimann Villena, Los Americanos en lar Ordenes Nobiliaias (Madrid, 1947), y lio de Atienza: Titulos Nobiliarios Hispanoamericanos (Madrid, 1947). Sobre el i iio de Riva Agiero y Torre Tagle se puede consular el articulo de Paul Rizo-Pa- Boylan, *La Ariseoccocia Limefia al final de una Era: Precisiones conceptuales y S patrimoniales” en Histria, vol, XXII, N.° 2, Lima, 1998, pp. 301, 302. Wis M. Zavala: Masones, comunero y carbonaries, Madtid, 1971, Siglo XXI Eaitores, 1,17 365 Historia de la cultura peruana nobles, el proyecto y discurso de Bolivar y Sucre les debié resul- tar mas dificil de asimilar que la propuesta de una monarquia constitucional, que era lo que les ofrecia San Martin. Como titulados criollos, es posible que se sintieran los mas idéneos para gobernar el Peri, pero su limitacién estaba en haber sido for~ jados bajo el cuiio de los patrones coloniales, y un proceso de cam- bio como el que proponia la independencia les resultaba inmane- jable. Su lealtad a Espafia, donde se habian educado y habian pres- tado servicios, eventualmente los haria caer en indefiniciones. De~ mostraron ser mas xenofdbicos con los grancolombianos que con los peninsulares, entre los que tenian parientes y amigos. Gabe preguntarse si la nobleza podia engendrar caudillos militares. La trayectoria militar de San Martin y Bolivar es incuestionable. Sus campafias por el sur y el norte, respectivamente, los foguearon, sin lugar a dudas. En ese sentido, Riva Agiiero y Torre Tagle esta~ ban en desventaja, ya que no eran militares de carrera, aunque el segundo integré brevemente el regimiento de La Concordia‘, ‘Tanto San Martin como Bolivar lideraron ejércitos y ganaron bata- llas. En contraste, Riva Agiiero y Torre Tagle optaron por una pos- tura marginal respecto de los enfrentamientos bélicos. Aunque Ba- sadre los denomina caudillos, mi argumento es que al no perder su calidad de nobles —pese a que el 11 de noviembre de 1823 se abo- lieron los titulos nobiliarios en el Peri— nunca se ajustaron a la imagen del caudillo beligerante. A mi entender, caudillismo y no- bleza no van de la mano; en todo caso son excluyentes®, En la era de los caudillos la nobleza peruana abandoné la arena politica. Las guerras de independencia la desarticularon aunque sin anularla ‘Scarlett O’Phelan Godoy: “Sucre en el Peri #2 Ibid. Para una discusién sobre el alcance del término caudillo, consiltese el articulo de John Lynch, “Bolivar and the caudillos” H. A. H. R., 1983, N.° 63: 1. 366 SCARLETT O’PHELAN ‘ompletamente. Sucre, por ejemplo, contrajo nupcias con la qui Jef marquesa de Solanda y Villarrocha. El vinculo del matrimo- fie propicid un acercamiento entre los titulados del régimen co- Jnniul y los lideres de las nuevas republicas. Un mecanismo de so- Wyevivencia que tambien ha observado Doris Ladd para el caso de México". Movilidad social y grupos emergentes Algunos historiadores han argumentado que el paso de la colonia 4 |i repablica fue sélo un cambio de nombre. Que no hubo mayo- 4s modificaciones. Que, simplemente, se pas6 del dominio de Es- fh Ja égida de Inglaterra. Pero, definitivamente, el proceso no i tn lineal, ni tan libre de complejidades periodo colonial evidencia la numerosa presencia de mestizos, hos y mulatos que pugnaban por abrirse un espacio dentro de tema en el cual no tenian la cabida que expresaban en sus wectativas. Del acceso a la burocracia colonial habian sido mar- iiclos, y su entrada a monasterios y universidades era extrema- jente restringida. Si bien podian enrolarse en el ejército, de- circunscribirse a un sistema estamental que les permitia con- ar cl batallén de pardos libres, por ejemplo, o el de indios no- . No obstante, con los ecos de la independencia, algunos lo- M) {raspasar el cerco que bloqueaba sus aspiraciones. Tal fue «© del mulato Gil de Castro, pintor de los libertadores“, o el mulato Valdez, quien requirié que Hipélito Unanue presiona- Protomedicato para, finalmente, ser aceptado como miembro hha institucién®’, M Ladd: The Mexican Nobility at Independence. 1780-1826, The University is Press, 1976. INuihez Ureta: Pinrura Contemporinea. Colecciin Arte y Tesoros del Per Lima, Avias-Schreiber Pezet: Lo: Médicos en la Independencia del Peri, Lima, 1971, p. 40. 367 Historia de la cultura peruana Nadie sale de una guerra igual que como ha entrado, y en este sen: tido el Pert no fue una excepcién. La guerra, ademas, brindé la po- sibilidad de generar una movilidad social ascendente para quienes lideraron guerrillas, combatieron en las tropas patriotas o brinda- ron apoyo logistico a los caudillos. Un elemento crucial en todo es~ te nuevo engranaje social lo constituyé el ejército, Habiendo sido formalizado por los borbones en la segunda mitad del siglo XVIII", sus mecanismos de promocién facilitaron el escalamiento social de mestizos y mulatos durante las guerras de independencia y el establecimiento de las repuiblicas. El liderazgo de caudillos mestizos como Gamarra o Santa Cruz no se habria producido j més bajo el régimen colonial. — Quiere decir, entonces, que durante el proceso de independencia emergieron sectores que habian estado contraidos durante el vie rreinato. Si pasamos revista a algunos de los lideres de guerrillas que surgieron durante Ia lucha nos encontramos, por ejemplo, con. un Francisco de Paula Otero, comerciante y minero originario de Argentina, quien contrajo matrimonio en Tarma y se consolidé co- mo dirigente en su tierra adoptiva"”. Otro duefio de minas, tierra ¥ propiedades inmuebles, Juan Evangelista Vivas, equipd una par. tida de Yauyos, lo que le dio prestigio y le permitié entrar con una base politica sélida a la repiblica®, a “Sobre ema dea polica fene al ecto ermito recomen ; sircto bao los borbones me permit re dar dos aban de Jun Marcher: era 9 meas one minds Sole catia x ee eee “The social World of the Military in Peru and New ‘Cac £2.53 Berm ond secon Bobon Niro Gran and Po ton Rose 105, Pare una visin general del fenémeno de las guerrillas, coniltese el libro vo Nemara Arias, Montnear y ures ena ep dela emancpacdr se oe 20-1829), Lima, 1974, Para el eso epecico de’ ser Cena ili er de Ra Rivera Sena, Ls grils da canto en anopacie sud ron a oman pain pe “*Ezequiel Beltrin Gallardo: Las reso Ta, alin Gallardo: Las gurl de ago on la emancipacién del Peri 368 SCARLETT O'PHELAN No hay que olvidar que tanto las guerrillas como las montoneras” fstuvieron en manos de sectores medios provinciales en los cua- Jos, posteriormente, recayé el gobierno local republicano. La gue- #40 de independencia page a sus artifices militares con cargos pu- Hlicos, recompensas pecuniarias y en propiedades, ademés de los Siperados ascensos militares. Indios y castas a quienes el sistema ‘olonial habia mantenido frenados en sus aspiraciones tuvieron portunidad de ganar una mejor ubicacién social y representativi- Mul politica, si podian apelar a los servicios prestados a la causa ‘eancipadora. ‘{y jofes de guerrilla, al igual que San Martin, oftecieron al pobla- lor indigena la abolicién del tributo y al esclavo negro la manumi- sion, si ambos sectores sociales demostraban un compromiso ge- Hino con el ejército patriota. Pero las Cortes de Cadiz ya habian Memostrado que los alcances de ambas medidas eran tan limitados ‘th $0: aplicacién como coyunturales en su ofrecimiento. Las nue- is repiiblicas no habian alcanzado el suficiente grado de madurez Wu que el crario nacional prescindiera del significativo ingreso yieturio de los tributos. Igualmente, las haciendas y plantacio- (lemostraron no estar en capacidad de operar eficientemente Jn mano de obra esclava. El proyecto abolicionista de las Cor- dle Ciidiz ya habia sido retrocado por Fernando VII al recaptu- ¢l trono espafiol. Se habia dado marcha atris y se revirtieron medidas, en Ia década del 50, con Ramén Castilla, el Pera podria ha- yenlidad el proyecto elaborado en las Cortes de Cadiz y difun- lo en la constitucién liberal de 1812, y sobre el cual se apoyaron wsistentemente los lideres de la independencia. Me refiero a la Sijerente articulo de Peter Guardino, “Las guerrillas y la independencia perus- [ui ensayo de interpretacién” en Pasado y Presene, vol. 2, Lima, 1989, ofrece una ite discusign sobre el tema. Historia de la cultura peruana extincién del tributo que habia colocado a los indios en calidad de vasallos, y la abolicién de la esclavitud que por siglos habia estig- 4a cultura peruana en el siglo XIX matizado a negros, zambos y mulatos. Los oftecimientos del dis- curso de la independencia para estos sectores sociales recién vinie- ron a cumplirse treinta afios después. El paso del proyecto escrito a su aplicacién real habia tardado casi medio siglo. Nelson Manrique wieter de la cultura peruana durante el siglo XIX Wlebiers definirse con una palabra el cardcter de la cultura peruana wile el siglo XIX, esta palabra seria fragmentacién. En efecto, mis wa cultura peruana, a lo largo de 1a centuria coexistieron diver- ‘omplejos culturales, no sélo distintos sino enfrentados entre si. tra parte, la fragmentacién de la cultura peruana a lo largo siglo XIX fue el resultado de la propia fragmentacién de la so- judi peruana. Una profunda fractura social cuyo punto de par- {ue la escisin entre los criollos fundadores de la Repitblica y Jblucién indigena, que constituia la inmensa mayoria del pai ison de esta escisién originaria fue agudamente sefialada por iador britanico Benedict Anderson, en su clasico estudio a de la constitucién de Ia idea nacional y el nacionalismo. El .1 se planted ya en la propia guerra de la independencia la- \ericana; los criollos que encabezaron 1a gesta emancipadora wich mais parecidos a los espafioles peninsulares con quie- romper que a los indigenas que constituian la inmensa de la poblacién de aquellos paises donde se proponian Jos flamantes estados nacionales. , los criollos se sentian identificados culturalmente con Es- “Madre Patria”) desde la definicién de su propia identida 370 mn

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