Está en la página 1de 6

“LA ULTIMA ENTREVISTA”

ESCENA I

Horacio en escena, se puede observar un escritorio, una vieja máquina de escribir, delante de la
escena una ventana, se aproxima, observa al público lentamente, se arrima al escritorio aprieta el
teclado de la vieja máquina, se sirve un vaso de whisky, bebe, apoya el vaso, mira todo a su
alrededor.

Horacio: Aaaaaaaaaaaaaaa!, mierdaaaaaa!, ¡todo es una mierda!, porqueeeeeeeeee! (Tira las


hojas que están sobre el escritorio) ¡Me duele!, (se acerca a la ventana) mi cuerpo desquiciado,
estoy cansado, me duelen los huesos, me duele estar así. (Baja su cabeza como cansado) (Golpean
la puerta) (Mira la puerta) ¿Quién es? (se recompone)

Periodista: Señor Horacio, soy María Lugones, quedamos en una cita para hoy, soy periodista.

Horacio: Si, ya se quien sos, espérame un minuto, (Acomoda las hojas sobre el escritorio), ya voy
(Abre la puerta) Hola, pasa por favor, toma asiento.

Periodista: (Se sienta) Hola señor, disculpe, habíamos quedado para hoy.

Horacio: No tenés que explicar nada, ¿De qué grafica venís?

Periodista: Vengo de “Caras y Caretas” señor, ¿La conoce?

Horacio: A ver, soy Horacio, (Con cierta ironía) no cualquier cosa, como se nota que estas
empezando.

Periodista: Si señor, disculpe, a veces no sé cómo decir las cosas.

Horacio: Esta bien, no te disculpes, ¿Querés tomar algo?

Periodista: Si, agua por favor.

Horacio: (Le sirve agua) ¿Y? ¿Qué me querés preguntar?

Periodista: (Nerviosa) Si, (Saca su cuaderno), a ver, acá está (Pausa) Le hago una pregunta y si
usted quiere continúa hablando, todo lo que diga para mi es valioso. (Pausa) ¿Cuándo sintió que
los cuentos y la escritura pasaron a ser parte de su pasión?

Horacio: Eso se lleva en la sangre, en los huesos, en la carne, y además son pensamientos que se
expresan con palabras, porque fluyen, como el rio de estas selvas misioneras. (Observa desde la
ventana y respira profundamente) Aaaayy (Exhalando) No hay como el aire puro, sabes mujer, no
es difícil sentir que es lo correcto para uno, es impensable, i-ne-vi-ta-ble mi amiga.

Periodista: ¿Por qué elige vivir en la selva?


Horacio: No lo sé, me enamoré, del paisaje, dl silencio, de la metáfora de éstas tierras, (Se vuelve
dónde está la periodista, lo toma del brazo y lo dirige hacia la ventana) ¿Puede verlo?

Periodista: (Lo mira a Horacio) ¿Qué cosa?

Horacio: ¡El todo mujer!

Periodista: Claro, si, también lo puedo escuchar.

Horacio: ¿Sabes por qué?, porque estas vivo, no como mis afectos.

Periodista: ¿Cómo dijo?

Horacio: Mis afectos, (Pausa) mi padre (Automáticamente la periodista se congela) él era como. .

Padre: ¡Tu guardián hijo!

Horacio: ¡Papá! ¿Qué haces?

Padre: ¿Cómo qué hago? Paso, te veo, y te digo que todos están bien, no te preocupes. Sólo vine
por mi escopeta, es tiempo de cazar.

Horacio: Es peligroso, (El padre busca la escopeta por todos lados), Papá, papá, ¿Por qué no me
hablas papá?, quiero contarte, (Pausa) Soy escritor.

Padre: (No lo escucha) ¿Dónde está? Siempre lo mismo, nunca encuentro lo que busco, (Lo mira a
Horacio) ¿Qué te pasa?, estoy apurado, ¡Dale! ¿Qué me querés decir?

Horacio: Quería contarte que. . . (El padre lo interrumpe)

Padre: ¡Ah, ya sé dónde puede estar! (Sale de escena, se siente el sonido de un disparo)

Horacio: (Se arrodilla en el piso y se tapa los oídos, grita) ¡Nooooooo! ¡Papáaaaaa!

Periodista: (Sale de su postura de estatua, se arrima a Horacio) ¿Se siente bien?

Horacio: ¿Qué paso?, ¿Por qué estoy en el piso?

Periodista: ¡No lo sé!, me hablo de sus afectos y luego ya estaba en el suelo arrodillado.

Horacio: (Le toma la mano) ¡Ayúdame por favor!

Periodista: (Le toma la mano) Si señor.

Horacio: (Se levanta y se dirige a la silla) ¿Mis afectos?, Mis afectos ya no están, mis mujeres se
han ido, estoy solo.

Periodista: Pero tiene sus cuentos, su fama, la selva, el rio, no está solo, piense en todos lo que
leen y leyeron sus escritos.
Horacio: No es fácil, la soledad a veces duele, (Entran sus mujeres, las dos vestidas de blanco y
nuevamente la periodista queda en estatua)

Ana: Horacio, me voy, cuida a nuestros hijos, Horacio, este lugar no es para nosotros, estoy triste,
me siento sola.

Elena: Horacio, nos vamos, me llevo a nuestra pequeña, estoy harta de la miseria, me vuelvo a
Buenos Aires.

Ana: Me voy, ya no nos veremos, sigue tu camino solo, adiós Horacio, (Repite bajando el volumen)

Elena: Horacio, odio la selva, aquí no vuelvo más, aunque te duela el alma, no es mi lugar, (Se
retira extendiendo la mano y carga una valija, sale de espalda) Adiós, mi pequeño poeta.

Ana: Horacio. . .

Elena: Horacio. . .

Ana: Horacio. . .

Elena: Horacio. . .

Ana: Horacio. . .

Elena: Horacio. . . (Salen las dos de escena)

Horacio: (Grita) ¡Bastaaaa!, me van a volver loco, ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué no me llevas? (Se
queja, algo le duele) (Corre a la ventana, siente que se asfixia) Aire, necesito aire, (Respira al borde
de la ventana)

Periodista: (Le toca el hombro) ¿Se siente bien?, ¿Quiere que lo dejemos acá?, A mí no me
molesta, vuelvo otro día.

Horacio: ¡Nooo! Ya pasa, ya pasa, (Respira hondo) No es la primera vez, siga por favor.

Periodista: Esta bien, (Se sientan los dos, vuelve a su cuaderno) ¿Cómo fue la relación con
Alfonsina Storni? Tengo entendido que eran grandes amigos.

Horacio: Alfonsina, mi dulce Alfonsina, gran mujer y excelente escritora, tenía los ojos de miel. Y la
sonrisa cómplice, tenía la capacidad de interpretarme, me miraba y. . . (Interrumpen) (Entra
Alfonsina y la periodista se queda inmóvil)

Alfonsina: Horacio, siempre tan solitario, ¿Qué pasa? (Le besa la frente) ¿No te bañas? Tienes que
acerarte, traje algo para compartir, (Saca una botella de vino) De las mejores viñas del mundo.

Horacio: (Saca dos copas, Alfonsina sirve) ¿Querés ser mi novia?

Alfonsina: ¡Que decís Horacio! Se nos pasó el tiempo, hagamos un brindis.


Horacio: ¡No quiero estar solo! Quiero que me acompañes, me siento cansado Alfonsina.

Alfonsina: Son los años, ¿O que crees? ¡Los años no vienen solos!

Horacio: Si, pero mis años duelen.

Alfonsina: (Se le acerca, el permanece sentado, ella pone un tango de fondo, se acerca a la
ventana y baila, se menea) (El tango baja, entusiasmada) ¡Ya se!

Horacio: ¿Qué cosa?

Alfonsina: Se me ocurre un viaje.

Horacio: Sin retorno.

Alfonsina: Al mar.

Horacio: ¿A nadar?

Alfonsina: Yo no sé nadar.

Horacio: Esta bien, tengo una balsa.

Alfonsina: De papel.

Horacio: Donde suben los marineros.

Alfonsina: Los que juntan caracolas.

Horacio: Para poder cantar.

Alfonsina: (Se miran por un instante a orillas de la ventana, se acercan demasiado) (Le acaricia el
cuello a Horacio, y toma su reloj colgante bolsillo del saco) (Sube el tono) ¡La hora!

Horacio: ¿Qué pasa?

Alfonsina: Me voy, tengo una cita con una gráfica.

Horacio: ¿Una gráfica? Eso me suena. . (Grita de dolor, se agarra la cabeza y cae de rodillas
nuevamente) ¡Bastaaaaa! ¡Dueleeeeeeeee! (Llora en el suelo) (Alfonsina lo mira quiere tocarlo
pero no llega, toma su sobre y sale corriendo)

Periodista: ¿Hubo romance?

Horacio: ¿Qué?

Periodista: Con la señora Alfonsina, ¿Existió acercamiento tipo emocional?

Horacio: Te digo que no, ¡Basta!


Periodista: ¿Qué le pasa Horacio? ¿Tiene miedo?

Horacio: ¿Cómo? ¡A nada le temo!

Periodista: ¿A nada? ¿Está seguro?

Horacio: ¿Por qué insiste?

Periodista: Si tuviese la posibilidad de hablar con alguien, ¿Con quién sería?, Ana, su primera y
difunta esposa, su padre, Alfonsina.

Horacio: ¿Para qué? Esa gente ya no está.

Periodista: Que feo, no están, pero estuvieron ¿O no? (La periodista intima a Horacio) Mira para
todos lados, (Se asoma a la ventana, grita) ¿Dónde están todos? ¿Por qué se fueron?

Horacio: ¡Silencio! No escuchan, ¡Están todos muertos!

Periodista: ¿Todos? Me cuenta

Horacio: Bueno, todos no, algunos se fueron, la selva no es para cualquiera.

Periodista: (La periodista cada vez más arrogante) Y dígame Horacio, ¿Está enojado? Noto un poco
de ira en su postura.

Horacio: Me quiero ir.

Periodista: ¿A dónde?

Horacio: Con los míos.

Periodista: Hablemos, puedo ayudarlo, ¿Le teme a la muerte?

Horacio: La muerte siempre estuvo presente, se llevó todo.

Periodista: Pero también le dio éxito, se olvida de sus escritos, sus famosos cuentos, se nutren de
la muerte.

Horacio: Si, claro que me dio, pero también me quito demasiado, ¿Por qué me pregunta? ¿Quién
es?

Periodista: ¿No me reconoces Horacio? Raro, siempre estuve cerca, demasiado cerca.

Horacio: ¿Vos? ¿A qué viniste? No te quiero acá. ¡No estoy listo!

Periodista: ¿Cómo que amigo? Te vine a buscar, estás demasiado solo, en la penumbra, en el
ocaso, nada te queda, estás enfermo, estás quebrado.

Horacio: Pero estoy fuerte. ¡No me voy!


Periodista: ¿Cómo qué no? ¿Qué te queda? Dolor, soledad, oscuridad, pobreza, fracaso.

Horacio: (Nuevamente el dolor en la cabeza, Horacio cae de rodillas) ¡Mierdaaaaaa! ¡Bastaaa!


¡Bastaaaaa! ¡Bastaaa!

Periodista: (Pasa del otro lado de la ventana, le extiende la mano) ¡Vamos Horacio! ¿A qué te
quedas acá? Nadie viene a visitarte. Ha sido un placer, gracias por compartir esta exquisita
entrevista. (La periodista, que es la muerte, sale lentamente.)

Horacio: (Se asoma a la ventana, respira por última vez, se acercan sus mujeres, Alfonsina, su
padre. Cruza la ventana y cae lentamente del piso, el resto lo rodean y lo miran.)

FIN.

También podría gustarte