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Diócesis de Jaén

Curso Pastoral 2021-2022


Fase Diocesana del Sínodo 2021-2023
Quinto encuentro sinodal
AUTORIDAD Y PARTICIPACIÓN,
DISCERNIMIENTO Y DECISIÓN
Febrero de 2022
Guion para la oración

Este guion de la oración para comenzar el encuentro no debe considerarse como


un esquema rígido, sino como una ayuda; por eso, los responsables del proceso
sinodal en la parroquia lo pueden adaptar según las circunstancias y posibilidades.
Sin embargo, conserven siempre el espíritu que late en el fondo de este guion, que
es el de hacer sentir a los fieles congregados que la reflexión que hacemos parte
de la oración y se nutre de ella, y que el Espíritu de Dios que invocamos es el que
nos ilumina para meditar, compartir y discernir.

1) Ambientación
Podemos ambientar el lugar en el que nos reunimos cambiando los bancos o los
asientos de modo que no estemos sentados en filas unos detrás de otros, sino ha-
ciendo un círculo que posibilite que nos miremos unos a otros, como hicimos en los
encuentros anteriores.
Tenemos una mesa grande puesta en el centro. Hemos impreso en papel grueso o
cartulina las tres partes del puzle, que se ofrece en el documento aparte. También
está en otra página de este la hoja que hay que imprimir para que sirva de muestra
a la hora de armarlos. Y hemos dividido cada una de estas tres partes del puzle en
más o menos trozos, dependiendo de la gente que va a asistir a la reunión. Al entrar
al lugar, le damos a cada uno de los asistentes una o varias piezas. Y les pedimos
que las tengan en la mano mientras escuchamos el canto inicial. Explicamos que,
una vez escuchemos el canto, nos pondremos manos a la obra para construir el
puzle en la mesa entre todos.

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2) Canto inicial
Después del saludo inicial, cantamos el canto “Entra en mi vida” de Jose Ibáñez.
Si no lo sabemos, lo podemos escuchar en este enlace o a través del código QR que
está al margen de la letra de la canción o verlo proyectado desde la presentación
de PowerPoint que ofrecemos junto con este guion.

Santo Espíritu, ven.


Santo Espíritu, ven.
Llena todo en mí.
Acepta con tu gracia mi perdón.
Te abro hoy mi alma, mi interior.
Renuévame, entra en mi vida.
Renuévame, todo mi ser.
Acepta mi oración.
Te ofrezco el corazón.
Renuévame, todo mi ser.
Santo Espíritu, ven.
Santo Espíritu, ven.
Llena todo en mí.
Acepta con tu gracia mi perdón.
Te abro hoy mi alma, mi interior.
Renuévame, entra en mi vida.
Renuévame, todo mi ser.
Acepta mi oración.
Te ofrezco el corazón.
Renuévame, todo mi ser.

3) Dinámica y compartición
Una vez escuchado el canto, nos ponemos manos a la obra y entre todos armamos
el puzle. Se puede, si se quiere, nombrar a una persona que se encargue de dirigir
el trabajo. El coordinador estará atento a lo que ocurre y toma nota: uno toma ini-
ciativa; otro asume papel de líder, guiando a los demás; alguien da indicaciones
para ayudar; otro se queda rezagado esperando que los demás vayan armando pri-
mero; alguien se pone nerviosos porque su encuentra el lugar de su pieza… Se
puede poner de nuevo el canto mientras que se construye el puzle.
Una vez completado el puzle, se habla de lo que hemos experimentado y de cómo
eso se refleja de la misma manera en la vida de la comunidad. Puede comenzar el
coordinador a hablar y dejar que luego los participantes hablen del tema. Aquí de-
jamos como ejemplo algunos rasgos importantes que pueden salir:

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1) La necesidad de colaboración para hacer algo entre todos.
2) Cada uno es una pieza y cada uno ha de ocupar su lugar.
3) Algunas piezas cuesta más trabajo encajarlas; la tarea comunitaria tiene también
sus dificultades.
4) La participación se puede facilitar (si hay alguien que dirige respetando y dando
lugar a los otros) o se puede dificultar (si no hay quien dirija o si quien dirige no da
espacio a los demás y lo quiere él hacer todo).
5) El desánimo cuando algo no sale a la primera o no sale como esperamos.
6) La necesidad de tomar decisiones juntos.
7) Hacer mención del canto: este construir juntos, este participar o ejercer la autori-
dad, este tomar decisiones… en la Iglesia se hace siempre a la luz y bajo el soplo
del Espíritu.

4) Escucha de la Palabra
Un lector proclama el relato de la elección de Matías, tomado del libro de los He-
chos de los Apóstoles (Hch 1,15-26). Lo hará pausadamente.

Uno de aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos (había reuni-
das unas ciento veinte personas) y dijo: «Hermanos, tenía que cumplirse lo que el
Espíritu Santo, por boca de David, había predicho, en la Escritura, acerca de Judas,
el que hizo de guía de los que arrestaron a Jesús, pues era de nuestro grupo y le
cupo en suerte compartir este ministerio. Este, pues, adquirió un campo con un sa-
lario injusto y, cayendo de cabeza, reventó por medio y se esparcieron todas sus
entrañas. Y el hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, por lo que
aquel campo fue llamado en su lengua Hacéldama, es decir, «campo de sangre». Y
es que en el libro de los Salmos está escrito: “Que su morada quede desierta, y que
nadie habite en ella”, y también: “Que su cargo lo ocupe otro”. Es necesario, por
tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en que convivió con
nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que
nos fue quitado y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrec-
ción. Propusieron dos: José, llamado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y
rezando, dijeron: «Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál
de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado,
del que ha prevaricado Judas para marcharse a su propio puesto». Les repartieron
suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles.

El que dirige la oración explica, con ayuda e intervención de los presentes, si se


prestan a ello, el texto bíblico, subrayando algunos elementos de este y aplicándo-
los a la experiencia que estamos haciendo en el Sínodo, en la misma línea en la que
hemos dialogado en el momento anterior.

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5) Preces
Tras un momento de silencio, se elevan al Señor las preces.

Presentemos al Señor nuestras súplicas, para que nos guíe con su Espíritu en este
quinto encuentro del proceso sinodal diocesano. Oremos diciendo:
R/. Escucha, Padre, a tu pueblo que camina unido.

Por nuestro Obispo Sebastián, último responsable y animador de este camino sino-
dal que estamos recorriendo; para que el Señor le conceda ejercer su autoridad
animando la participación y la corresponsabilidad de todos. Oremos.

Para que el Espíritu de Jesús asista a todos los fieles que durante estos días en nues-
tra diócesis nos estamos reuniendo para hacer esta quinta reflexión sinodal; para
que asumamos cada vez más nuestro papel en la vida y en la misión de la Iglesia.
Oremos.

Para que, en nuestra comunidad, las decisiones se tomen a la luz del Evangelio y
bajo el soplo del Espíritu, escuchando la voz de todos y a través de un verdadero
discernimiento comunitario. Oremos.

Para que en la Iglesia y cada comunidad nos formemos constantemente en la sino-


dalidad y fomentemos la participación, la corresponsabilidad y la asunción, por
parte de todos, de la misión a la que el Señor nos envía. Oremos.

Por los que siempre son privados de su voz y de sus derechos; por los descartados
de la sociedad; por que no cuentan, para que la Iglesia les ayude a recuperar su voz
y su dignidad. Oremos.

Para que quienes no han podido estar en nuestro encuentro, desde sus casas o lu-
gares de trabajo se sientan vinculados a nosotros y aporten también sus vivencias y
experiencias, que a todos nos enriquecen. Oremos.

Se pueden añadir otras intenciones espontáneas.

Se concluyen las preces con el padrenuestro.


Después del padrenuestro todos juntos rezan la oración para invocar al Espíritu
Santo, Adsumus, atribuida a San Isidoro de Sevilla, que históricamente se ha usado
en la Iglesia en concilios, sínodos y otras reuniones:

Estamos ante ti, Espíritu Santo,


reunidos en tu nombre.

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Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros,
apóyanos,
entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
No permitas que perdamos el rumbo
como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia
nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones
se guíen por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos
del camino de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos. Amén.

6) Conclusión
Si la oración la está presidiendo un presbítero o un diácono, puede concluirla
dando la bendición. Si el que la preside es un laico, se concluye diciendo:

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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