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I. ¿QUÉ ES LA REGENERACIÓN?
a) Es nacer de nuevo; es decir, nacer de Dios. 1 Juan 5:1 El proceso comienza cuando
hemos sido lavados de las inmundicias de la vieja vida y habilitados para vivir una
vida distinta.
b) Es ser renovados por el poder de Espíritu Santo. Tito 3:5 Una de las acepciones de
la palabra renovar es cambio de una cosa vieja o sin validez por otra nueva. Esto
ilustra perfectamente lo que Dios hace o quiere hacer en todos los hombres.
c) Es un acto de resurrección de la muerte espiritual. Ef. 2:1-2 Así que nacer de nuevo
es realmente un milagro que resulta un cambio radical del individuo en su carácter,
deseos y propósitos Ef. 4:23-25.
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no
ama a su hermano, permanece en muerte”.
A pesar de que no especifica que está hablando de vida espiritual, es muy obvio que es
así. Por tanto, para que 1 Juan 5:16 hable de vida física, tendríamos que encontrar claros
indicadores contextuales que lo sugieran. ¿Los encontramos en este pasaje? No.
Encontramos todo lo contrario. Los versículos del contexto (1 Juan 5:11-13 y 20 hablan de
vida espiritual). El uso normal de Juan y el contexto de este pasaje indican que el apóstol
está hablando de vida y muerte espiritual.
Esto nos lleva a la segunda pregunta:
2. ¿QUIÉN ES EL “HERMANO”?
Podría parecer una pregunta absurda, porque cuando nosotros usamos la palabra
“hermano” hablamos de una persona salva o que al menos suponemos que es salva. Sin
embargo, esto nos metería en un problema. Si nuestra primera respuesta es acertada y
Juan habla de muerte espiritual, el versículo indicaría que este hermano salvo pierde su
salvación. Pero debemos notar algo: Juan usa la palabra hermano para describir a cualquier
persona que está dentro de la comunidad de la iglesia, sin afirmar algo de su verdadera
condición espiritual.
Otra vez, 1 Juan 3:14 nos sirve de ejemplo. Este pasaje dice que “el que no ama a su
hermano permanece en muerte”. Además, el versículo siguiente afirma que “todo aquel
que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna
permanente en él” (1 Juan 3:15). Por la manera en que nosotros usamos esta palabra,
diríamos que no es su hermano, porque no es salvo; pero Juan usa esta palabra en un
sentido general para hablar de cualquier persona que está en el contexto de la iglesia. Por
ello, puede usar la palabra “hermano” y no enseñar que un verdadero creyente pueda
perder la salvación.
Entonces, las palabras muerte y vida hablan de muerte y vida espiritual. Además, el
“hermano” mencionado no es necesariamente salvo sino alguien dentro del contexto de
la iglesia. La tercera pregunta es:
3. ¿QUÉ ES EL PECADO DE MUERTE?
Esta es la pregunta más difícil. En realidad, no estoy seguro, y pocos teólogos afirman
saber con certeza lo que es. Juan no especifica cuál pecado es. Parece que sus lectores
sabían cuál era por haber sido instruidos anteriormente. Otra opción es que Juan no
explica cuál es para que los verdaderos cristianos vigilen su manera de vivir. Sea como
sea, él no lo especifica y nos vemos obligados a sacar deducciones del contexto y de otros
pasajes bíblicos.
¿Qué opciones existen? Algunos creen que es un pecado especialmente grave que causa
la muerte física (algo que ya descartamos). Otros creen que es un pecado grave que
conlleva la pérdida de la salvación, pero la Biblia enseña que un verdadero hijo de Dios no
puede perder la salvación. Los católicos creen que es un pecado mortal que causa que el
pecador “caiga de la gracia”. Otros lo relacionan con la apostasía o la blasfemia del
Espíritu Santo. Seguramente podríamos encontrar más opciones.
En Jeremías 7:16, Dios le prohíbe a Jeremías que ore por la salvación de Judá: “Tú,
pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me
ruegues; porque no te oiré” (ver también Jr. 14:11-12; 15:1; 18:20). ¿Qué pecado
provocó que Dios diera esta prohibición? La incredulidad insistente y la rebeldía
reiterada de Judá: “Ahora, pues, por cuanto vosotros habéis hecho todas estas
obras, dice Jehová, y aunque os hablé desde temprano y sin cesar, no oísteis, y os
llamé, y no respondisteis” (Jr. 7:13). Los judíos habían sido tan obstinados a pesar
de todo lo que Dios había hecho por ellos que Dios había determinado la caída de
la nación. Ya no había marcha atrás.
En Hebreos 6:4-6 y 10:26-29 encontramos conceptos similares. Estos pasajes
hablan de personas que estuvieron dentro del contexto de la iglesia, gustaron de la
Palabra, recibieron el conocimiento de la verdad, pero terminaron rechazándola.
Según estos pasajes, la incredulidad insistente de estas personas los llevó al punto
sin retorno. Ya no hay arrepentimiento para ellos sino solo una horrenda
expectación de juicio. Más adelante, Hebreos nos presenta a Esaú como un
ejemplo de esta clase de incredulidad. Cuando parecía que la bendición era para él,
la despreció a tal grado que ya no tuvo oportunidad para el arrepentimiento,
aunque la buscó con lágrimas (He. 12:17).
Otro argumento que favorece esta interpretación es que concuerda con el contexto
histórico del libro. Los herejes gnósticos estuvieron dentro de la iglesia, escucharon la
enseñanza bíblica, pero rehusaron aceptarla. Además, infectaron a otras personas con
sus enseñanzas y finalmente abandonaron la iglesia (1 Jn. 2:19). Por su incredulidad
insistente y rebeldía reiterada, pasaron el punto sin retorno. Cometieron el pecado de
muerte por lo que Juan dice que no es necesario orar por ellos (aunque no lo prohíbe
tampoco).
Entonces, si este pecado representa una amenaza para personas hoy, ¿cómo debemos
responder a este pasaje y evitar cometer el pecado de muerte?
1. Examina tu vida.
Este pasaje nos presenta una severa advertencia para los que estamos en el contexto de
una iglesia. Podríamos cometer este pecado a pesar de asistir a la iglesia por años. ¿Qué
caracteriza a estas personas? No creen en las doctrinas de la fe cristiana, no aman a los
demás cristianos, y no andan en santidad. La fe, el amor, y la santidad son las tres
cualidades que, según 1 Juan, confirman la autenticidad de nuestra fe. Si no están en tu
vida, debes correr a Cristo en arrepentimiento y fe.
2. Confía en Cristo.
A pesar de la advertencia, el pasaje termina en una nota positiva. Los versículos siguientes
afirman que el verdadero hijo de Dios no puede cometer este pecado porque Cristo —
Aquel que fue engendrado por Dios— le guarda y el maligno no le toca ( 1 Jn. 5:18).
Nuestra fe finalmente no depende de nosotros, sino de la soberana obra de Dios que
perfeccionará la obra que comenzó en nosotros (Fil. 1:6) que somos guardados por el
poder de Dios (1 P. 1:4-5). El mismo apóstol Juan afirmó la seguridad de la oveja que
pertenece al redil de Cristo, cuando afirmó que nadie nos puede arrebatar de la mano del
Padre (Jn. 10:29). Por ello, podemos tener una firme seguridad.
3. Ora por tus hermanos.
El pecado de muerte se encuentra en un pasaje que enseña el tipo de oraciones que Dios
contesta porque son de acuerdo con su voluntad (1 Jn. 5:14-15). Cuando oramos por una
persona de nuestra iglesia que caen en pecado (un pecado que no sea de muerte),
tenemos la promesa de que Dios oirá nuestra oración y restaurará a esta persona. Esto
debería motivarnos a orar por las vidas espirituales de nuestros hermanos, sabiendo que
Dios nos oye. ¡No dejes de orar por los hermanos de tu iglesia! Quizá tus oraciones sean
el medio que Dios ordenó para su restauración.