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ALAIN PATÍN

LA AVENTURA
DE JESÚS
DE NAZARET
Alain Patin

LA AVENTURA DE
JESÚS DE NAZARET
(11. a Edición)

Editorial SAL TERRAE


Santander
1. ' edición: Febrero 1979 (4.000 ejemplares)
i: ' edición: Diciembre 1979 (5.000 ejemplares)
3.1* edición: Febrero 1981 (5.000 ejemplares)
4: 1 edición: Enero 1982 (5.000 ejemplares)
5: 1 edición: Septiembre 1982 (8.000 ejemplares)
6: ' edición: Febrero 1984 (10.000 ejemplares)
i: 1 edición: Noviembre 1985 (13.000 ejemplares)
S.'1 edición: Septiembre 1988 (10.000 ejemplares)
9: ' edición: Marzo 1991 (10.000 ejemplares)
10.'* edición:Enero 1994 (8.000 ejemplares)
11.'* edición: Octubre 1997 (5.000 ejemplares)

Título del original francés:


Celui qu'on apelle Jésus
© Les Editions Ouvriéres.
París

Traducción:
María G. Fernán-Gómez
Para la edición española:
© 1997 by Editorial Sal Terrae
Polígono de Raos, Parcela 14-1
39600 Maliaño (Cantabria)
Fax: (942) 36 92 01
E-mail: salterrae@salterrae.es
http://www. sal terrae. es

Con las debidas licencias


Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293-0521-1
Dep. Legal: BI-2034-97

Impresión y encuademación:
Grafo, S. A. - Bilbao
índice

Pdgs.
Los que dan testimonio y los que se cuestionan. . . 7
Primera Parte
LO QUE SUCEDIÓ EN EL PAÍS DE LOS JUDÍOS
Origen de los textos 15
Observaciones concretas sobre los cuatro Evangelios. 17
1. EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA 21
1. Su aspecto económico 21
2. Su aspecto político 25
3. Su aspecto religioso 29
4. El «medio de Jesús» 37
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BE-
BIERON 41
1. Se adhiere al movimiento de Juan 41
2. En Galilea: La Buena Noticia del Reino . 46
3. La crisis 54
4. La subida a Jerusalén 59
5. Los últimos días 63
6. El «más allá de la muerte», existe . . . . 68
Segunda Parte
¿A QUIEN ENCONTRARON?
1. ¿QUE HACIA? LA ACCIÓN DE JESÚS . . 77
Descripción: Enorme actividad de contacto.
Acciones que «hablan». Forma un grupo de
discípulos. Es libre en su manera de actuar . 77
6

Págs.
Para seguir reflexionando: Importancia de ser-con.
El por qué de las curaciones. Perspectivas . 82
Interrogantes: ¿Cuál fue su acción en relación con
las injusticias? Jesús no es neutral . . . . 86
2. ¿QUE DECÍA EL MENSAJE DE JESÚS? . 89
Descripción: La «Buena Noticia». Hay que elegir.
El mandamiento nuevo. Vivir juntos . . 91
Para seguir reflexionando: Atención a la vida. En la
alegría. El hombre es sagrado. El perdón.
¿Es original el mensaje de Cristo? . . . . 97
Interrogantes: Amor y lucha de clases. A propósito
del dinero. ¿Una moral? 103
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 109
Descripción: Reunir a todos los hombres en el mo-
vimiento del Reino. Iniciar los últimos tiem-
pos de la humanidad. Organizar el nuevo
pueblo de Dios 109
Para seguir reflexionando: ¿Un salvador supremo?
¿Hijo de Dios? ¿Destruir o construir? Revelar
a Alguien 115
Algunos puntos concretos: Socialismo y Evangelio.
La oración 121
4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 129
Su personalidad: Una «autoridad». Un hombre
de relaciones. Un realista. Un hombre en
búsqueda. Un hombre de oración . . . . 130
T para vosotros, ¿quién soy yo?: El «Siervo sufrien-
te». Palabra de Dios, Hijo de Dios. Hablar
de Jesús, hoy 138
Para seguir reflexionando: ¿Por qué la muerte de
Jesús? 142
Conclusión: ¿Sabes la Noticia? 145
Anexo 1: Algunos datos prácticos para abordar los
«testimonios sobre Jesús» 153
Anexo 2: Testimonios sobre Jesús, provenientes de
fuera del círculo de creyentes 156
Anexo 3: Ayudas para utilizar este libro 159
Los que dan testimonio
y los que se cuestionan . . .

•Todo comenzó con una canción de Alain, joven


trabajador, electricista; en sus ratos de descanso ras-
guea la guitarra. Un día, cercana ya la Navidad, canta-
ba:
Jesús, Jesús, ¿dónde estás? Yo no te veo.
Jesús, Jesús, ¿dónde estás? Yo ya no te veo...
Un día nuevo va a nacer,
preparemos esta fiesta,
y ya verás, todo se arreglará.
Nació nuestro Salvador,
y ahora cantamos en coro.
Yo no te veo, pero te siento
en las gentes que se atormentan.
En resumidas cuentas, ¿existes?
¡Haz un esfuerzo y muéstrate!
8 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Son muchos los que como Alain se cuestionan, se


interrogan, buscan y frecuentemente chocan contra un
muro: vagos recuerdos de infancia sobre «Jesús», les
proporcionan más dudas que luz; recuerdan la atmós-
fera estrecha del catecismo y no quieren volver hacia
atrás.
Para otros, el Jesús al que se alude en reuniones,
en publicaciones y en conversaciones, es un verdadero
desconocido: con gusto querrían poderle reconocer en
sus propias vidas, pero para llegar a esto, ¿no es
necesario conocerle, un poco al menos, tal y como fue
durante su vida entre los hombres?
Hay otros que aceptan hacer alguna referencia a
Jesús, pero dicen: «¿Para qué?, ¿añade algo nuevo?
¿No bastan nuestros esfuerzos humanos aunque sean
imperfectos? En la tarea de construir la sociedad, ta-
rea que reclama cada día nuevas iniciativas, ir a Jesús,
¿no es dar un rodeo, algo interesante quizá, pero a fin
de cuentas bastante inútil? ¿No tenemos tareas mu-
cho más importantes que reclaman nuestra actividad?
He escrito este libro gracias a todos estos interro-
gantes que se me hacen cada día. Es un testimonio,
pero sobre todo quiere ser ayuda para avanzar juntos;
leer este libro, en efecto, es encontrarse con numero-
sos trabajadores, jóvenes y adultos, que con su escu-
cha y su colaboración han hecho posible que llegara a
redactarse.
Sí, existen hoy hombres, mujeres y jóvenes que
viven en referencia a Aquel hombre llamado Jesús.
Dicen que aunque murió hace ya casi 2.000 años,
ocupa un puesto en su vida. Afirman que vive hoy y,
sin embargo, fue un hombre de otros tiempos. Van
incluso más lejos al decir que su presencia es la expli-
cación última de toda la realidad. Mejor: ven en El al
que dinamiza toda la historia de los hombres, al que
da un nuevo sentido a toda la existencia: reconocen
LOS QUE D A N TESTIMONIO Y LOS O.UE C U E S T I O N A N . . . 9

en El el fundamento mismo de toda realidad, puesto


que le llaman Dios.
He aquí algunos de sus testimonios:
Pedro: «A través de todas las transformaciones
que hemos presenciado en la oficina después de la
huelga, hemos ido descubriendo en nuestra reflexión
en equipo que se operan verdaderos pasos desde una
especie de muerte a otra manera nueva de vivir, a una
resurrección. Hemos visto en ello el signo de la pre-
sencia de Jesucristo que quiere que los hombres pasen
de la muerte a la vida. De este modo Jesús se nos
descubre vivo en nuestros compañeros, en la vida dia-
ria».
Martina: «Hemos trabajado juntos para conseguir
una sala para nuestras reuniones. Todos procuramos
trabajar poniendo lo mejor de nuestro corazón y de
nuestros sentimientos. Eramos Cristo los unos para
los otros: Brigitte me escuchó, Dios me amó por me-
dio de Brigitte. Dios ama a Maribel por medio de mí.
Cristo no es un super-individuo; Cristo es nosotros,
cada uno poniendo de su parte lo que tiene, nadie
encerrado en sí mismo».
Sergio: «Jesús tiene la iniciativa en mi vida. Por
ejemplo, a través de Juana, mi novia, es El quien
tomó la iniciativa; este hecho transformó mi vida y
ahora ya me encuentro comprometido para el futuro».
La Joc: «Nuestra esperanza es la certeza de que
Jesús obtuvo la liberación integral de los hombres al
dar su vida por nosotros; y de que esa liberación se
sigue realizando cada día en la vida de los hombres de
hoy».
Fredo: «De gesto de amor en gesto de amor, de
recuerdo en recuerdo, individual y colectivo, los
muertos renacerán y resucitarán por el amor de Cristo
y por el amor que nos hayamos tenido los unos a los
otros».
10 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Es verdad que se podría eludir el problema y ce-


rrar la cuestión, diciendo: esos tipos están completa-
mente locos. Ya se dijo algo semejante de los prime-
ros discípulos de Jesús y de todos los demás que ha
tenido a lo largo de casi 2.000 años. Una salida de ese
tipo es posible mientras no se encuentre uno ante
testigos que viven lo que creen. Pero cuando uno vive
esa experiencia con testigos verdaderos, cuando se
siente «algo», una presencia, a través de sus actitudes,
de sus luchas y de sus búsquedas incesantes, hay que
buscar tiempo para detenerse y encontrar la explica-
ción.
Tampoco nosotros vemos claro algunas veces;
también nosotros buscamos. ¿Por qué no caminar al-
gún tiempo hacia el descubrimiento de Jesús con el
convencimiento de que no se le descubre más que
comprometiéndose personalmente?: no se puede per-
cibir su presencia desde fuera.
Todos los testigos afirman que a Jesús se le descu-
bre caminando juntos y comprometiéndose en la ac-
ción. Es verdad: el único medio para encontrarle vivo
es buscarle donde está la vida: cuando se comienza a
amar, cuando uno deja de estar encerrado en sí mis-
mo, cuando se intenta responder a las necesidades de
los demás, entonces uno está vivo y hace surgir la
vida; en el corazón de una vida así, Alguien se dará a
conocer. Hay que comenzar escuchando, comprome-
tiéndose, dando tiempo y vida, y en ese camino apren-
deremos a descubrir, a reconocer y a amar a Jesucristo.
Por tanto, las páginas que siguen sólo tendrán va-
lor si nuestras vidas se transforman; al descubrir lo
que Jesús vivió históricamente tendremos que recor-
dar, sin descanso, que continúa hoy proponiéndonos
la misma aventura.
Vamos a preguntar a Juan, a Mateo y a otros
acerca de Jesús con el que comieron y bebieron y que
LOS Q.UE DAN TESTIMONIO Y LOS QJUE CUESTIONAN... 11

volvió del revés y por completo toda su existencia. Lo


hacemos porque también hoy Andrés, Claudio, Rosa
Francisca y tantos otros afirman que viven de aquel
mismo Jesús y que viven a pleno pulmón. No perda-
mos de vista en ningún momento que este «viaje al
pasado» es una nueva manera de descubrir la realidad
que hoy mismo vivimos; si pretendemos averiguar lo
que les pasó a aquellos hombres y cómo les pasó, es
porque queremos comprender a fondo nuestra vida de
hoy mismo.
Primera Parte

Lo que sucedió
en el país de los judíos
ORIGEN DE LOS TEXTOS

Jesús no escribió. Cuanto sabemos de El proviene


de los testigos que le acompañaron en su aventura
humana. Tampoco ellos comenzaron escribiendo; los
escritos fueron apareciendo muy lentamente; veinte,
treinta, cuarenta años después de la muerte de Jesús.
En aquella época el principal medio de comunicación
y de información era la palabra; la mayor parte de la
gente no sabía leer ni escribir.
Además los primeros cristianos se reunieron alre-
dedor de una experiencia vital y no alrededor de un
texto, de una especie de «manifiesto cristiano» que
fuera como la piedra fundacional de su movimiento.
No tenían la preocupación de escribir porque era en
ellos mismos donde experimentaban la novedad de
algo que les acontecía: a través de Jesús, sus amigos y
compañeros iban descubriendo una vida nueva.
Comprendieron que esa experiencia no era algo
que debiera quedar reservado para unos pocos, sino
16 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

que todos podían hacerla: no era necesario saber leer


y escribir, ni ser capaz de largas reflexiones; tampoco
era preciso ser judío, ni, incluso, ser de una moralidad
irreprochable. Características éstas muy importantes,
pues sin ellas la renovación que traía Jesús hubiera
quedado reservada a una élite intelectual, racial o mo-
ral. Pero no: todos podían sumergirse (bautizarse) en
una vida diferente y reconocer que el Espíritu de
Jesús era capaz de transformarles. Esta experiencia les
marcaba con tal fuerza que no pensaron en ponerla
por escrito; no era necesario.
Pero a medida que las comunidades se multiplica-
ban, aparecían también nuevas cuestiones y era nece-
sario darlas respuesta. Entonces hombres como Pablo,
Pedro, Santiago y otros enviaban cartas a las comuni-
dades: los escritos más antiguos son estas cartas; el
lugar en que ahora se las sitúa en el Nuevo Testamen-
to podría inducirnos a pensar que son posteriores a
los Evangelios: en la mayor parte de los casos es
justamente al revés.
Los Evangelios, que trazan más sistemáticamente
las palabras y acciones de Jesús, fueron redactados
más tarde para responder a las necesidades de la se-
gunda generación cristiana (hacia los años 70-80): los
primeros testigos, los que habían visto a Jesús, esta-
ban ya muriendo y se sintió entonces la necesidad de
poner por escrito lo que decían de El para garantizar
la solidez de las enseñanzas recibidas.
Hoy, como ayer, el texto de la Biblia no es lo
primero: no es una recopilación de consejos válidos
para cualquier circunstancia, ni una especie de «libro
rojo» para uso de cristianos. No: la Biblia está ahí
para ayudarnos a descifrar las señales que Dios nos
presenta cada día a través de los acontecimientos, de
las personas con quienes nos encontramos y de los
proyectos que hacemos. Y por tanto es necesario bus-
LO QUE SUCEDIÓ EN EL PAÍS D E LOS J U D Í O S 17

car juntos la luz que aporta a nuestra vida; la Biblia


no se comprende en su verdadero sentido si no es
leída, penetrada y trabajada con otros (en Iglesia),
pues es así como nació.

OBSERVACIONES CONCRETAS SOBRE


LOS CUATRO EVANGELIOS

El texto de los Evangelios va a ser, sobre todo,


nuestra guía para descubrir la aventura de Jesús: no
se escribieron de un tirón; lo que narran había sido,
Precedentemente, dicho y repetido: unos u otros se
sabían de memoria este o aquel pasaje. Pero cada vez
se sentía más la necesidad de fijar por escrito lo que
decía tal o cual de los misioneros que, como Pablo,
iban de pueblo en pueblo. Así se fueron creando gru-
pos de hechos y gestos de Jesús y recopilaciones de
sus palabras. Para que se pudiera recordar más fácil-
mente, se hacían como pequeños cuadernillos sobre
un mismo tema:,por ejemplo, palabras de Jesús sobre
el dinero, narraciones de actuaciones de Jesús...
Cuando algunos se pusieron a redactar un texto
seguido, utilizaron todos estos fragmentos ya existen-
tes: así se explican las agrupaciones que encontramos
ahora en los Evangelios: por ejemplo, el que en el
Evangelio de Mateo se presente a Jesús pronunciando
todas las parábolas seguidas y de una vez; este hecho
no quiere decir que Mateo afirme que realmente así
sucedió, que Jesús dijo todas las parábolas seguidas y
de una vez, sino que muestra simplemente que para
construir esos capítulos se sirvió de una «recopilación
de parábolas» ya existente.
Estas breves observaciones nos bastan para com-
prender que los Evangelios ni son, ni pretendieron
ser, una «historia de Jesús». Aunque parece que pre-
18 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

sentan los hechos y las palabras con cierto orden suce-


sivo, no pretenden reconstruir los pasos de Jesús, día
a día; ésta es una perspectiva completamente extraña,
tanto a los evangelistas como a la concepción sobre la
historia que existía en aquella época.
Marcos, Mateo y Lucas organizaron sus materiales
en un marco rígido: para lograr una presentación sen-
cilla de la aventura de Jesús los primeros predicadores
la habían resumido en cuatro etapas:
— en primer lugar, la época de Jesús junto a Juan,
un «profeta» de aquella época;
— luego, Jesús en Galilea, primera etapa de su vida
pública;
— a continuación, la larga marcha hacia Jerusalén, la
capital;
— finalmente, sus últimos días.
Cuando los evangelistas toman también este es-
quema para construir su Evangelio, no afirman que la
aventura de Jesús se desarrolla estrictamente de es-
te modo, sino que más bien proponen una lectura
determinada de su vida, mediante la cual se pueda
llegar a comprender lo que realmente pasó «en pro-
fundidad».
EL Evangelio de Juan, escrito para la generación
siguiente, no sigue este mismo marco de presentación:
aporta una luz nueva sobre Jesús.
Intenta poner de manifiesto v que e! lector descu-
bra, a través nada más de algunos acontecimientos,
quién es Jesús, cuál es su intento y cuál su propuesta.
Es el testimonio de alguien que ha dedicado toda
su vida a dar cuenta de su encuentro con Jesús y de la
experiencia formidable que transformó su vida; quiere
comunicar este descubrimiento, como él mismo lo
dice: «Jesús realizó en presencia de sus discípulos
otros muchos signos que no han sido narrados en este
libro. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es
LO QUE SUCEDIÓ EN EL PAÍS DE LOS JUDÍOS 19

el Mesías, el Hijo de Dios y para que creyendo tengáis


la Vida en su nombre» x.
El que los Evangelios se formaran así, nos mues-
tra bien a las claras que es inútil querer escribir una
«vida de Jesús»; efectivamente, no poseemos los ma-
teriales que serían necesarios para ello. Los testimo-
nios que tenemos (particularmente los Evangelios/
permiten, nada más, evocar el itinerario de Jesús y
descubrir quién fue y cómo se dio a conocer. Esto es
mucho más importante que si tuviéramos una especie
de reportaje, porque nos posibilita el acceso a un con-
tacto interior con su Persona, tal y como le tuvieron
sus amigos.
Vamos, pues, a captar de boca de los testigos «lo
que sucedió en el país de los judíos, comenzando por
Galilea a continuación del bautismo proclamado por
Juan; cómo Dios consagró por el Espíritu Santo y
llenó de su fuerza a Jesús de Nazaret que pasó hacien-
do el bien y curando a todos los que estaban esclaviza-
dos por el espíritu del mal, porque Dios estaba con
EL» 2.
De esta manera hablaba de Jesús Pedro, uno de
sus amigos. Pero antes de ponernos a seguir el camino
que recorrió Jesús, ¿no será necesario conocer el con-
texto social, político, religioso y el «medio» en el que
se desarrolló toda esta aventura?

1. J n 20,30-31.
2. Hechos 10, 37-38.
1

El contexto
de la época

1. Su aspecto económico

El país de los judíos es un territorio pequeño. Le


rodea el desierto por todas partes y le penetra en
cuanto falta el agua. Se distinguen en él dos regiones:
Galilea, al norte, con más agua y por tanto más fértil;
produce sobre todo cereales. Judea, al sur, árida y
montañosa, cubierta de viñas y olivares; en los sitios
en que es posible se desarrolla la ganadería, sobre
todo de ovejas; en las orillas de los lagos y al borde
del mar se practica la pesca.
Una buena parte de la población vive agrupada en
pequeñas aldeas donde los habitantes viven de sus
propios productos: cada cual fabrica sus propios ins-
trumentos rudimentarios, construyen también las po-
22 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Mapa económico del país


1. EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA 23

bres edificaciones que necesitan. En algunos pueblos


un poco mayores se desarrolla el comercio y el artesa-
nado; esto requiere ya cierta especialización: éstos
viven de su oficio y el dinero sirve para intercambiar
los productos.
Este último modo de vida está mucho más desa-
rrollado en Jerusalén, la capital; está en la región sur
y es la única ciudad de importancia; tiene alrededor
de unos 100.000 habitantes: comerciantes, artesanos,
empleados del Estado, conviven con toda una clase
dirigente compuesta por grandes propietarios de tie-
rras y por las familias y allegados de los «sumos sacer-
dotes». En Jerusalén toda la actividad tiene su eje en
el «Templo», lugar del encuentro del pueblo judío
con su Dios. Económicamente la importancia del
Templo ha llevado consigo todo un comercio de obje-
tos de piedad (piénsese todavía hoy en los grandes
centros piadosos de peregrinación), todo un tráfico de
compra-venta de animales para los sacrificios, toda
una organización de cambio de moneda (pues en el
Templo sólo se puede comprar con moneda especial).
Las riquezas del país provienen tanto de los pro-
ductos de la tierra como de todo el montaje de comer-
cio religioso; unas y otras son acaparadas por una
casta de notables que obtienen fuertes ganancias. Los
propietarios sacan sumas enormes de sus fincas y acu-
mulan tierras *. Los dignatarios religiosos exigen
«los diezmos»: todo judío mayor de edad debe pagar
este impuesto que representa, en principio, el 10 por
100 de sus ingresos. Además recogen los donativos y
regalos que los peregrinos llevan a Jerusalén. Unos y
otros son la clase dominante y fuera de ellos nada hay
organizado en el plano social.

1. Mt 18, 25-35.
24 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Entre los trabajadores se puede distinguir a aque-


llos que tienen un oficio: alfareros, pescadores, car-
pinteros, herreros, constructores, pastores, etc. Fre-
cuentemente son oficios «familiares»: el padre enseña
a sus hijos lo que él sabe: Jesús pertenecía a este
medio social. A título de ejemplo digamos que por
aquella época la reconstrucción del Templo fue una
gran obra de ámbito nacional: 18.000 obreros estuvie-
ron empleados en ella y estaban bastante bien paga-
dos; empezó el año 19 antes del nacimiento de Jesús
y todavía continuaba cuando empezó a predicar.
Había otro grupo de trabajadores que se alquila-
ban para trabajar; eran gentes sin ninguna cualifica-
ción profesional; frecuentemente eran temporeros que
se contrataban para la jornada (obreros agrícolas, se-
gadores, vendimiadores, etc.). Si un día quedaban sin
ser contratados era una catástrofe familiar, pues vi-
vían al día.
Más explotados todavía estaban los esclavos, hom-
bres y mujeres que habían perdido su libertad o por-
que habían nacido esclavos o por endeudamiento pro-
gresivo. Su amo disponía de ellos como le viniera en
gana; unos eran esclavos domésticos vinculados al ser-
vicio de las grandes familias (cocineros, encargadas de
limpieza y perfumería, profesores, etc.), otros estaban
vinculados al trabajo de las tierras: campesinos redu-
cidos a la esclavitud.
El conjunto de esta situación engendraba gran
cantidad de parados a los que no les quedaba más
posibilidad que mendigar su sustento. Peor era toda-
vía la situación de los disminuidos físicos o mentales
(cojos, ciegos, leprosos...), pues a la pobreza material
se añadían motivos religiosos para rechazarles: se les
consideraba malditos. No había ayuda alguna prevista
para sostener a los enfermos, a los disminuidos o a los
1. EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA 25

en paro: todo lo contrario, se les aplastaba y se les


tenía en nada.
Para completar este cuadro general de aquella so-
ciedad hay que mencionar a la casta de los prestamis-
tas de dinero, de los recaudadores de los diversos
impuestos, de los intendentes (se les llama «publica-
nos» en los Evangelios): nacieron sobre todo con la
ocupación romana; contribuían a acrecentar la injusti-
cia entre la minoría dominante y la mayoría explota-
da; ésta era su manera de proceder: cuando un parti-
cular, un pueblo o incluso una provincia, debían su-
mas de dinero al poder romano en concepto de im-
puestos, o a los grandes propietarios, ellos pagaban
esas sumas en nombre de los deudores, y luego tenían
todos los poderes para recuperar por la fuerza esas
cantidades, sacándoselas a la población o a los deudo-
res particulares según los casos; y ciertamente usaban
sus omnímodos poderes 2.

2. Su aspecto político

El país de los judíos llevaba entonces unos cin-


cuenta años ocupado por los romanos; le habían divi-
dido en varias provincias. Algunas eran directamente
administradas por ellos como Judea y Samaría: un
gobernador romano representaba en ellas al poder
central; en la época de Jesús era Poncio Pilato, que
fue administrados desde el año 26 al 37. Mantuvo
una buena parte de las estructuras judías, pero era él
quien gobernaba directamente e incluso quien nom-
braba al sumo sacerdote. Otras provincias, como Gali-
lea, estaban en manos de reyes-fantoches que sobre-
vivían gracias a su afán de aplicar escrupulosamente

2. Le 19,1-10.
26 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

la consignas de Roma: así sucedía con Heredes, que


reinaba en Galilea y Perea.
La dominación romana se traducía sobre todo en
la opresión económica: además de todos los graváme-
nes indirectos (peajes, aduanas, tasas innumerables),
las provincias ocupadas pagaban a Roma el «tributo»,
una suma impuesta que luego los dirigentes recupera-
ban sacándola de cada uno de los miembros del pue-
blo judío (exceptuados niños y ancianos). ¿Hay que
pagar este impuesto o no?, pregunta que dividía los
ánimos de la población y que luego harán también a
Jesús. 3
Sin embargo, esta división en diversas zonas admi-
nistrativas no suponía un obstáculo para la libre circu-
lación; se pasaba con facilidad de una parte a otra;
ventajas de la «paz romana». Realmente se trataba de
una ocupación bastante superficial: sólo había unos
3.000 soldados romanos para una población de dos
millones de habitantes.
Además, aunque siempre dentro del cuadro que
hemos señalado, los pueblos disponían de cierta auto-
nomía: administrados por consejos de ancianos, ofre-
cían lugar y espacio para la constitución de comunida-
des de cierta calidad humana en las que se podía
ejercitar alguna responsabilidad cívica. En realidad el
Imperio Romano era, sobre todo, una gran Federa-
ción de ciudades y pueblos sometidos a Roma, la
«Ciudad» por excelencia. En Jerusalén ese Consejo
tenía un nombre particular: «Sanedrín», asamblea
que tenía competencia no sólo sobre los habitantes de
Jerusalén, sino sobre cualquier asunto de importancia
relativo a los judíos. Jesús tendrá un día que respon-
der de sus palabras y de sus actos ante este Consejo.
Dirigida por el sumo sacerdote, esta asamblea estaba

3. Me 12,14.
1. EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA 27

Mapa político del país

LAGO DE
GALILEA ¡TIBERIADES
¡(rey. Herodesj| (mar de
/ Galilea)
l .'~r
/ federación
v Ái^e las/«diez ciudades»
•V* \ (DECAPOLIS)
CESÁREA
(residencia de los
gobernadores *— >r—^
romanos)
SAMARÍA
¡PEREA
(rey:
IHerodes

JERUSALEN.
e del «Sanedrín»)

JUDEA

• — frontera de reinos
. . . frontera de provincias
28 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

compuesta por 70 miembros; se reunía en el Templo.


La componían tres grupos: personas allegadas al sumo
sacerdote, ancianos (sobre todo ricos propietarios) y
«escribas» (personas que sabían escribir) que eran los
un poco más cercanos al pueblo.
Entonces, como ahora, muchos judíos vivían fuera
de Palestina; estaban dispersos por todas las ciudades
del Imperio: Alejandría, en Egipto, era «la mayor
ciudad judía». Todos éstos tenían los mismos deberes
que los demás judíos y, particularmente, estaban obli-
gados a pagar los impuestos al templo de Teiusa'.én.
Estaban más abiertos a las ideas nuevas e intentaban
comunicar su fe i los no-judíos de que estaban rodea-
dos: en muchos casos fueron la base de las primeras
comunidades cristianas.
Evidentemente en ¡n país ocupado, como lo era el
de los judíos, son varias las posturas que se pueden
tomar: colaboracionista, situarse en la resistencia, o
intentar sobrevivir como se vaya pudiendo. A los co-
laboracionistas se les encuentra, claro está, entre
aquellos que se aprovechan de la situación: gentes
próximas al poder, como los herodianos, partidarios y
cortesanos de Herodes, o como los saduceos que pulu-
lan alrededor del sumo sacerdote y su grupo. Están
muy interesados en mantener el orden establecido que
les proporciona un grado muy aceptable de prosperi-
dad. Para ellos el mejor medio para poder seguir go-
zando de libertad religiosa y política consiste en
guardar silencio, en ser discretos y en reconocer el
poder de los romanos.
La resistencia recluta a sus hombres en las capas
populares; son pequeños grupos constantemente diez-
mados por la represión y constantemente rehechos y
reorganizados. Además de golpes de mano fulminan-
tes, muy semejantes a actos de pillaje, surgen numero-
sas revueltas capitaneadas por hombres que pretenden
1. E L CONTEXTO DE LA ÉPOCA 29

el título de «mesías-salvador». Efectivamente: en es-


tos grupos la fe y la política están íntimamente entre-
mezcladas: su pretensión consiste simultáneamente en
liberar al país de la dominación extranjera y en refor-
mar radicalmente el culto del templo y el sistema de
los sumos sacerdotes, a los que tienen por corrompi-
dos. El grupo más organizado era el de los zelotas.
Jesús tuvo contactos con ellos, ya que eligió de entre
ellos al menos uno de sus discípulos. Su movimiento
irá tomando cada vez mayor extensión y desembocará,
el año 66, en una revuelta general; la represión roma-
na será terrible; cuando el año 70 los romanos vuel-
van a tomar Jerusalén destruirán para siempre el tem-
plo.
Entre los que intentan sobrevivir está la gran ma-
sa del pueblo y con ellos el grupo religioso de los
fariseos. Verían con muy buenos ojos que se marcha-
ran los romanos, pero ellos esperan la liberación del
pueblo, más de una intervención directa de Dios que
como fruto de la acción humana. Nada de esto impide
que la masa popular esté llena de una gran esperanza:
tiene el presentimiento de que van a llegar nuevos
tiempos, ¡esto no puede seguir así!

3. Su aspecto religioso

Esta esperanza, por lo demás, hundía sus raíces en


la común fe religiosa de todo el pueblo. De ella reci-
bía el pueblo judío su originalidad: en todo el inmen-
so Imperio romano, que se extendía a todo lo largo
del Mediterráneo, el pueblo judío era el único que
había mantenido indómitamente su fe en un Dios úni-
co. Sostenían que Dios se les había dado a conocer en
su propia historia: con Abraham, unos 1.800 años
antes de Jesús, los antepasados de su pueblo habían
comenzado a descubrir el rostro del Dios único. Por
30 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

medio de Moisés, hacia el 1250, Dios había liberado


al pueblo de Israel de la esclavitud que sufría en
Egipto, y este hecho les había constituido como na-
ción. En tiempos de David, que reinó hacia el año
1000, Dios les había dado aquella tierra en que habi-
taban. En tiempos de Jesús, los judíos llevan varios
siglos de persecuciones, lo que explica su intensa vin-
culación a esta fe por la que han tenido que pagar tan
altos precios. Han obtenido de los romanos la posibi-
lidad de vivir según sus creencias, no sólo en su país,
sino también en todas las ciudades del Imperio en las
que viven dispersos.

El «Mesías» y la «Ley»

¿En qué consistía esta esperanza que seguía viva


en los corazones? Desde largos tiempos atrás espera-
ban un liberador; le daban el nombre de «Mesías»
(según la palabra hebrea; en griego se traducía por
«Cristo»). Mesías o Cristo quiere decir: «uno que es
consagrado», uno que es elegido y puesto aparte para
una misión. Esta misión consistía en liberar al pueblo
y en establecer el Reino de Dios, un Reino de justicia
y de paz.
Sobre las bases de esta convicción común, nume-
rosos grupos han ido construyendo sus propias con-
cepciones del Mesías y de su misión: todos se apoyan
en la Biblia, el libro de la Palabra de Dios, para
alimentar sus esperanzas. Con particular interés estu-
dian la «Ley de Moisés»: tenían el convencimiento de
que Dios había dictado esta Ley a Moisés de forma
que les sirviera como de Constitución nacional; en
ella se recordaba cómo Dios había liberado al pueblo
para hacerle su predilecto; contenía además prescrip-
ciones morales, gestos religiosos, que había que cum-
plir y promesas. A lo largo de la historia había sido
1. E L CONTEXTO DE LA ÉPOCA 31

precisada y completada paulatinamente. Muchos hom-


bres, los «profetas», habían surgido, sobre todo en
épocas de desolación, para reanimar la fe del pueblo y
para invitarle a responder mejor a las palabras que
Dios les había comunicado. La «Ley» y los «profetas»
eran los documentos constitutivos de las Escrituras.
Eran el alimento espiritual de aquellas gentes, ya que
todas las semanas, en las asambleas del sábado, se leía
un pasaje de la Ley y otro de los «profetas».
Para estas reuniones semanales, cada pueblo o ciu-
dad había construido un edificio, la «sinagoga». Casi
siempre junto a la sinagoga funcionaba una escuela en
la que enseñaban los «especialistas» de la Ley. Los
niños aprendían de memoria determinados pasajes de
la Biblia, mediante el semitonado de frases. La «Ley y
los profetas» son los manuales en que se aprende a
leer y escribir. De esta forma la Bilblia era el elemen-
to base de toda la cultura de aquel pueblo y a través
de ella los judíos entraban en comunión con la histo-
ria de su pueblo y descubrían el rostro de Dios.
Un grupo de prescripciones de la Ley hacen de los
judíos un pueblo aparte entre los demás pueblos. Los
niños varones reciben en su cuerpo una señal de su
pertenencia al pueblo, la circuncisión: se les debe
practicar al octavo día de su nacimiento. Los incircunci-
sos eran considerados como impuros: no se puede
tratar con ellos; no se puede entrar en sus casas y,
sobre todo, no se puede compartir con ellos la comi-
da, ya que la comida en común supone también una
comunión profunda de pensamiento y estilo de vida.
La idea de que la comida es un acto sagrado les llevó
a fijar determinadas prescripciones relativas a los ali-
mentos: algunos, bien determinados en la Ley de
Moisés, son impuros. Si uno contrae impureza debe
limpiarse de ella mediante prácticas demasiado com-
plicadas.
32 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Uno de los mandamientos más importantes es el


referente al sábado: no es día de trabajo: no se debe
hacer absolutamente nada, imitando a Dios, que, se-
gún su concepción mental, descansó al séptimo día
después de crear el mundo. El hombre debe seguir
este mismo ritmo. Cumplir esta norma es algo tan
fundamental que los «doctores de Ley» han previsto
cuidadosamente cada detalle del comportamiento a
guardar esos días.
El templo de Jerusalén ocupa también un puesto
importante en la fe judía: es el lugar del encuentro
con Dios. En otros tiempos, allí estuvieron las tablas
de piedra en que estaba grabada la Ley de Moisés.
Pero con la destrucción del primer templo desapare-
cieron. Hay algunas celebraciones que ofrecen la oca-
sión de reunirse en el templo: en primer lugar la gran
fiesta de la Pascua, en abril, que recuerda la liberación
del pueblo judío de la esclavitud "de Egipto en tiem-
pos de Moisés; 50 días más tarde tiene lugar la fiesta
de Pentecostés, en la que se celebra la entrega de las
Tablas de la Ley a Moisés y se ofrecen los primeros
frutos de la cosecha. En setiembre-octubre la fiestas
de las Tiendas, que es la fiesta del fin de la cosecha:
acampaban y vivían en tiendas durante siete días, lo
que dio su nombre a esta fiesta. Es cosa evidente que
en estas fiestas un buen judío debe subir al templo de
Jerusalén.

Diversas «comentes» religiosas

Estas bases religiosas comunes, espera de un Me-


sías y práctica de la Ley de Moisés, no impiden la
existencia de movimientos espirituales diversos. Los
saduceos y herodianos, a quienes ya conocemos, dan
la primacía, sobre todo, al mantenimiento del orden
establecido en todas las facetas de la vida: económica,
1. E L C O N T E X T O D E LA ÉPOCA 33

política y religiosa; desconfían a priori de un Mesías


que pudiera perturbar la situación; se atienen a la Ley
de Moisés. Más políticos que religiosos, apegados a
sus privilegios, no gozan de la estima del pueblo.
Los fariseos rechazan toda colaboración con los
ocupadores e intentan precisar la Ley de Moisés hasta
en los más nimios detalles de la vida cotidiana; ponen
todo su empeño y su honor en aplicar escrupulosa-
mente todas las reglas; reclutan sus miembros entre
las personas religiosas y los especialistas de la Ley.
Por su actitud estricta, por el papel de maestros que
desempeñan, tienen una gran influencia en el pueblo.
Zelotas y esenios son dos grupos más restringidos,
más activos y más radicales. Los zelotas ponen el
acento en la liberación política del país y están prestos
para seguir al Mesías; son grupos de choque que con
frecuencia organizan y realizan «golpes de mano».
Quieren derrocar al clan de los sumos sacerdotes que
para ellos es el símbolo de la corrupción materialista y
de la traición nacional. Su revolución del año 66 co-
menzará con la ejecución del sumo sacerdote.

Los esenios y otros grupos semejantes a ellos se


habían retirado de esta mezcolanza de intereses:
quieren ser puros y rehusan toda participación con un
pueblo traidor en su conjunto. Dios vendrá a purifi-
carlo todo con el fuego, mediante un cataclismo: sólo
quienes hayan optado por su secta se salvarán.
Por estas viejas querellas religiosas y raciales, los
habitantes de la provincia central de Samaría habían
sido rechazados por los judíos aun cuando compartían
la misma fe en un Dios único y la esperanza en un
Mesías; ellos tenían su propio lugar sagrado en Sama-
ría. Entre judíos y samaritanos existía el desprecio y
el odio; no se hablan unos con otros, evitan incluso
encontrarse; cuando un galileo sube al templo de Je-
34 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Mapa religioso

país pagano

/ (agitación jfCAFARNAUN
zelota)
rMARE

MEDITERRÁNEO
j / NAZARET
-*—/

SAMARÍA \__
(zona herética;
mantenerse
lejos)

"X.«««««^t
f
¿lugar en el que
ti Juan bautizaba
~ s^r JERUSALEM 1'
con suTemplo
7 JUDEA
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ciudad c el Rey D a v i d í

desierto , refugio
w
E ,
N
V de los [isenios gí

- - - - -
1. EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA 35

rusalén, no duda en dar un rodeo para no pasar por


este territorio manchado e impuro.

El templo
El templo de Jerusalén resume en sí los poderes
económico, político y religioso: acaparado por la clase
dominante, nadie puede atacarlo sin socavar profun-
damente las estructuras sociales de la época. Con esto
se aprecia la importancia de las posturas que Jesús
tomará respecto de él.
Como lugar de poder económico es el centro más
importante de comercio y de intercambios moneta-
rios; tras sus muros se encierra el tesoro de las finan-
zas públicas; también se aceptan depósitos privados.
«Allí se refugia toda la riqueza judía», dice el historia-
dor Josefo.
Como lugar de poder político, ofrece sede a las
convocatorias del Sanedrín, que es la única Asamblea
que tolera el poder romano; es también la sede del
sumo sacerdote, y en una de sus alas los romanos han
instalado permanentemente una guarnición de solda-
dos para controlar la situación.
Finalmente, como lugar de poder religioso, hacia
él suben todos los judíos al menos una vez al año; es
el único sitio en el que, según la Ley de Moisés, se
pueden hacer los sacrificios prescritos; solamente allí
puede el pueblo responder con toda fidelidad a su
Dios y vivir la Alianza que Dios le propuso.
Las rivalidades, los grupos opuestos, las diversas
corrientes políticos - religiosas tienen al pueblo en
efervescencia 4 : todo son indicios de que la situación

4. Este contexto social, político y religioso nos es cono-


cido gracias a diversos documentos: los escritos del
historiador judío Josefo, los de Filón, otro autor ju-
dío de esta época; gracias también a otros documen-
36 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

El Templo de Jerusalén

Fortaleza romana
para vigilancia
del Templo

Gran explanada,
abierta a todos

recinto
reservado
__. a los judíos

a los sacerdotes
al sumo
sacerdote
únicamente
Sede para la
reunión del Sanedrín
1. EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA 37

no puede durar mucho; las revueltas son continuas.


Ciertamente en el pueblo se espera a alguien, se espe-
ra un mundo nuevo.

4. El «medio» de Jesús
Era necesario evocar todo este entramado de la
situación para comprender lo que sucedió. Veamos
ahora, más de cerca, el medio en el que nació Jesús al
que se llamará «Jesús de Nazaret».
Nazaret es una pequeña aldea recostada en una
colina que limita una fértil llanura; está en Galilea, o
sea en aquella provincia del norte del país, menospre-
ciada por las gentes de Jerusalén, porque en ella la
raza es menos pura, porque allí se censan muchos más
incircuncisos y porque allí se habla el arameo con
acento.
Jesús es carpintero, hijo de carpintero; es uno de
aquellos trabajadores que han aprendido un oficio en
la familia y que saben practicarlo. El oficio de carpin-
tero englobaba entonces el conjunto de los trabajos de
la construcción: no es probable que Jesús trabajara
solo; en la construcción se trabaja en equipo; esta
necesidad de trabajar en común, alimentó su experien-
cia de hombre. También tuvo que tratar a todos aque-
llos que, como él, sacaban de su oficio lo justo para
vivir: fabricantes de lámparas de aceite, tejedores,
curtidores, pequeños agricultores... Jesús creció en
medio de este pueblo de trabajadores: por su trabajo,
por sus relaciones, por las cosas que va aprendiendo y
descubriendo con los demás, se va haciendo un hom-
bre de manos expertas, que sabe calcular las dimensio-

tos que se han encontrado en cuevas de Palestina;


gracias a los mismos Evangelios y a archivos roma-
nos.
38 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

nes y el precio de una o b r a 5 , t feliz de tratar con


otros 6 , capaz de pensar, de reflexionar y de proyec-
tar.
Su formación no fue intelectual 7 y conservará
siempre ese modo concreto de saber abordar los pro-
blemas. Más tarde evocará todas esas realidades coti-
dianas: el taller donde siempre se corre el riesgo de
que una viruta se te meta en el ojo 8 , la torre que hay
que construir haciendo bien los cálculos 9 , los cimien-
tos que hay que echar sólidamente 10, los graneros
que hay que ensanchar cuando hay buena cosecha n ,
todas las demás cosas que ve y comparte con las gen-
tes de su alrededor:» el trabajo de la siembra 12, de la
recolección 13 , de la vendimia 1 4 , el hilo de la
pesca 15, el salario que se recibe por la tarde en la
plaza 16, etc.
La vida de Nazaret le ha marcado profundamente:
siempre seguirá siendo un carpintero de pueblo. Allí
aprendió también la Ley de Moisés y sus prácticas
concretas; descubrió las esperanzas de que era porta-
dora; comulgó en la espera del Mesías. Sube con to-
dos a Jerusalén y el templo le parece magnífico (¡qué
construcción!, es hombre del oficio), pero también
¡qué tráfico de dinero alrededor del altar! 17.
En los caminos ve a los enfermos y a los dismi-
nuidos, despreciados y reducidos a estado infrahu-

5. Le 14,28. (De ahora en adelante pondremos muchas


referencias de los Evangelios; son una invitación al
estudio en grupos; ir viendo los textos concretos, tan
ricos y llenos de vida, ayudará grandemente a descu-
brir el verdadero rostro de Cristo).
6. Jn 2,1. 12. Le 8,5.
7. J n 7,15. 13. Jn 4,35.
8. Le 6,41. 14. Mt 21,34.
9. Le 14,28. 15. Mt 13,47.
10. Le 6,48. 16. Mt 20,8.
11. Le 12,18. 17. Me 13,lss.
1. EL CONTEXTO DE LA ÉPOCA 39

mano 18. Capta la miseria del pueblo, aplastado por


las tasas, las deudas y la dominación romana 19 ; co-
noce a los zelotas, los hombres indómitos de la
resistencia (pronto ya a escoger al menos a uno
de ellos como compañero 2 0 ) . Aun cuando no se
comprometa políticamente, trata con estos grupos fer-
vientes en los que adquiere profundidad la esperanza
del pueblo; reflexionan extensamente sobre las pro-
mesas, avizoran para descubrir la figura del enviado
de Dios que ha de venir; con frecuencia leen y releen
pasajes del profeta Isaías 21 , están atentos a las co-
rrientes de renovación que se manifiestan aquí y allá.

A través de su familia, de su pueblo y de los


problemas de su pueblo, el hombre Jesús va siendo
formado por la comunidad judía: ésta le da su manera
de ser, su manera de hablar, su esperanza. Muy cerca
de El, María, su madre, le ha comunicado toda esta
esperanza colectiva: Ella ha guiado sus primeros pa-
sos, le ha ayudado a pronunciar sus primeras palabras
que le han abierto al intercambio con los demás; le ha
cantado poemas de la Biblia que han hecho que toma-
ra cuerpo en El la esperanza de un mundo nuevo, de
un reino de justicia y de paz 22. Ella le ha ido ayu-

18. Mt 12,9-14. 20. Mt 10,4.


19. Le 16,19. 21. Mt 12,18ss.
22- He aquí uno de los cantos que María debió enseñarle:
«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra
en Dios mi salvador, porque ha puesto sus ojos en la
humildad de su esclava, por eso, desde ahora, todas
las generaciones me llamarán bienaventurada, porque
ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo
es su nombre y su misericordia alcanza de generación
en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza
de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su
propio corazón. Derribó a los potentados de sus tro-
nos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó
de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a
40 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

dando a traducir a lo concreto los hallazgos que ha ido


haciendo y a poner en práctica las llamadas que sentía
en su interior. Ella le ha facilitado llegar a ser el
hombre que está llegando a ser 23.
En todo esto nada de superhombre, de un ser de
excepción, nada de un especialista; sencillamente un
hombre del pueblo, feliz de compartir su vida con el
pueblo. Nada le distingue; hasta tal punto que sus
convecinos se van a quedar atónitos y desconcertados
ante lo que va a pasar 24 .

Israel su siervo, acordándose de la misericordia —co-


mo había prometido a nuestros padres— en favor de
Abrahán y de su linaje por los siglos» (Le 1,46-55).
23. Le 2,51-52.
24. Me 6,3.
2
Jesús, con quien
comieron y bebieron

1. SE ADHIERE AL MOVIMIENTO DE JUAN1

Juan el Bautista
Los Evangelios sitúan a Jesús, al comienzo, meti-
do en uno de esos movimientos de renovación: el de
Juan.
Juan es un original: se ha instalado junto a un río
que bordea el este del país, el Jordán; hay allí un

1. Me 1,1-3; Le 3,1 hasta 4,13; Mt 3,1 hasta 4,11; Jn


1,19-51. Antes de abordar cada etapa de la aventura de
Jesús, será muy últil leer los textos evangélicos que
indicamos. Si no se dispone de mucho tiempo, léase
sólo lo indicado de Marcos, que es quien condensa
mas brevemente los episodios.
42 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

vado y son muchas las personas que pasan por aquella


ruta. Juan ha adoptado la compostura y el modo de
vida de los profetas de otros tiempos, tal y como se
les imaginaba la gente: vestidos rudimentarios, ali-
mentación salvaje. Grita anunciando la venida muy
cercana de Dios: cada cual será juzgado según su con-
ducta y no habrá la menor vacilación en desgarrar, en
cortar, en purificarlo todo mediante el fuego; las co-
sas no van a permanecer mucho tiempo como están.
Toma a todo el mundo perfectamente las medidas y
no recula cuando las palabras han de ser muy duras:
«¡Raza de víboras!» Su intento es llevar a las gentes a
un cambio de vida; es urgente porque llega el enviado
de Dios.
Juan propone a todos una nueva manera de vivir:
los que le preguntan reciben una respuesta clara y sin
tapujos: lealtad en sus ocupaciones, saberse ayudar
unos a otros y nada de medias-tintas. Para adherirse a
su movimiento, decidiendo cambiar de vida, Juan in-
vita a hacer un gesto público (para eso se ha instalado
junto al río): hay que quitarse los vestidos, como
quien se despoja de su antigua forma de vida, y luego
sumergirse en la corriente del río, como quien se deci-
de a entrar en una corriente de renovación, y final-
mente salir limpio, nuevo, liberado, como quien está
presto a llevar una existencia nueva. A este gesto se le
llama «bautismo», de una palabra griega que significa
«baño, submersión»; por este motivo se da a Juan el
apodo de bautizador o bautista.

Bautizado por Juan 2


Entre las gentes que se presentan a ver a Juan,
muchos vienen de Galilea: el cuarto Evangelio cita a

2. Me 1,9-12.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 43

Simón, Andrés, Felipe y Natanael. Juan les ha con-


quistado y le rodean como discípulos. Entre estas gen-
tes se presenta Jesús, rambién El, para ser bautizado;
su paso adelante es como el paso adelante de todo el
pueblo; se reconoce en aquel movimiento espiritual y
participa de aquella esperanza: se muestra de acuerdo
con Juan que grita la necesidad de cambiar el cora-
zón; expresa su concordia con todo aquel pueblo deci-
dido a preparar el camino al Señor.
Los Evangelios nos cuentan el bautismo de Jesús
de un modo grandioso: nos dicen que fue el ámbito
en el que hubo una toma de conciencia de su misión;
¿quien tomó concienci??, ¿Jesús?, ¿Juan?, ¿ks per-
sonas que les rodeaban? (¿Quizá una toma de con-
ciencia colectiva?). Para Jesús aquel acontecimiento
marcó el comienzo de una nueva existencia. Aquel
hombre corriente, ignorado, se revela: tn adelante su
vida estará completamente entregada a la misión des-
cubierta, reconocida y psurntcía: eJ bautismo le mues-
tra como aquel a quien se esperaba, aquel a quien
Dios envía Esta toma de conciencia surge de la pro-
fundización en las Escrituras, especialmente en el pro-
feta Isaías (capítulos 40 a 54). Juan se reconocía
como «la voz que grita en el desierto». Jesús oye que
se le dice: «Tú eres mi siervo a quien he elegidos. La
meditación de la Escritura es para Jesús una palabra
que Dios le dirige y que le capacita para captar con
precisión su misión. Feliz de corresponder con todo su
ser al Espíritu de Dios, va a empeñarse contra el mal
en todas sus formas y manifestaciones.

Las tentaciones
Para poner de relieve la importancia de esta pro-
fundización en su misión, Mateo y Lucas narran cómo
Jesús se tomó un largo tiempo de reflexión justamen-
44 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

te nada más bautizarse 3 . Cuarenta días de «retiro»


para ver cómo responder a la llamada de Dios. Jesús
se pregunta qué medios adoptar, qué caminos empren-
der para revelar a los ojos de todos la amorosa presen-
cia de Dios y la renovación total necesaria para la
felicidad de la humanidad. ¿Qué elegir en aquel mun-
do profundamente inquieto, dividido política, social y
religiosamente? Aunque está solo, su reflexión no es
individual: dialoga con Dios y con el pueblo que sien-
te en sus entrañas. Sus tentaciones son también las
tentaciones del pueblo judío, más dispuesto a dimitir
que a asumir la misión que Dios le ha confiado: dar a
conocer su rostro a todas las naciones.
Jesús quiere elegir lo que abra caminos a un pue-
blo nuevo. ¿Convendría actuar al modo de los sadu-
ceos y herodianos, ansiosos de prosperidad material y
comunicar, por tanto, la idea de un Dios que responde
al deseo de los hombres y que está ahí exclusivamente
para saciarles? ¿No es rebajar a Dios, ver en El única-
mente a un distribuidor de beneficios? ¿No es tener
en poco al hombre, hacer de él un simple consumidor,
individualmente satisfecho? Dios es para cada hombre
y para todo el pueblo, llamada a una vida que se
sobrepasa a sí misma continuamente...
¿Convendría, a la manera de los zelotas, utilizar la
violencia, la sed de venganza, para sacudir el yugo de
Roma y establecer un nuevo poder que fuera, por el
ministerio de Jesús, el poder de Dios? También en
esta postura existe un gran riesgo de traicionar a Dios
y al hombre: ¿Las relaciones con Dios y las relaciones
interhumanas pueden concebirse en términos de amo
y esclavo? Dios es para cada hombre y para todo el
pueblo, llamada a la responsabilidad...

3. Le 4.1-13.
2. JESÚS, CON Q.UIEN COMIERON Y BEBIERON 45

¿Convendría, como hacen los fariseos y los «espe-


cialistas» de la Ley, empujar a cada cual a trabajar
individualmente en su promoción religiosa y moral,
organizar un «sálvese-quien-pueda», un «cada-cual-pa-
ra-sí-mismo» construido sobre la base del cumplimien-
to más nimio y estricto? Para lo demás, para la reno-
vación social, ¿habría que esperar a un salvador caído
del cielo que viniera a arrancarlo todo y a forzar la
adhesión de las masas por medio de prodigios, aun a
riesgo de mostrar a Dios como un hechicero y de
reducir a los hombres a la categoría de ovejas? Pero
Dios es para cada hombre y para todo el pueblo llama-
da a salvarse juntos, unos mediante otros, llamada a
jugar las propias bazas en la liberación colectiva...

Ser testigo de un Dios que es llamada a la creativi-


dad colectiva y permanente, a la responsabilidad del
mayor número posible de personas, a la liberación de
todos para formar un pueblo que sea creador, respon-
sable y libre: esto es lo que elige Jesús en su retiro. Se
determina a ello iluminado simultáneamente por la
luz de las corrientes de su tiempo y por la atenta
escucha de Dios en las Escrituras. Toda su vida que-
dará enmarcada en estos puntos fundamentales elegi-
dos, aun cuando tendrá que irles traduciendo de mo-
dos diferentes según las circunstancias.

Esta narración, colocada al comienzo de los Evan-


gelios, aparece ante nosotros como un combate; es lo
que va a dar tono propio a toda la aventura de Jesús:
su vida va a ser un combate. Jesús es consciente de
que en el mundo en que vive hay que plantear una
batalla; las «tentaciones» van a volver a presentarse a
todo lo largo de su vida. Dios no puede ni aceptar el
mundo tal cual está, ni contentarse con soluciones
falsas. Jesús, su testigo, vino para hacer un replantea-
miento radical: y la lucha será sin contemplaciones.
46 LA A V E N T U R A D E JESÚS D E NAZARET

Los episodios del bautismo y de las tentaciones


nos muestran a Jesús como miembro de todo el pue-
blo que esperaba al Mesías, como quien concretó esta
esperanza uniéndose al «movimiento de Juan», como
quien descubre su misión de enviado de Dios, como
quien es tentado por todas las corrientes de su época.
Pero también como quien recibe su misión «de otra
parte», como quien se afana por buscar, profundizan-
do en las Escrituras, lo que Dios quiere de El, y como
quien tiene la firme determinación de ser un testigo
verdadero de Dios, su «Padre»; es una llamada que
siente en lo más profundo de sí mismo: el Espíritu de
su «Padre» impregna su elección, sus proyectos, toda
su existencia í.

2. EN GALILEA: LA BUENA NOTICIA


DEL REINO 5

Al principio Jesús pasa algún tiempo en compañía


de Juan, proponiendo, como él, el bautismo a los que
llegan: tiempo en el que se anudan las relaciones y la
amistad, y por invitación del mismo Juan, algunos de
sus discípulos se unen a Jesús. Muy pronto, como
consecuencia de algunas palabras imprudentes contra
el rey Herodes, Juan será encarcelado y poco más
tarde decapitado en la prisión. Este suceso es para
Jesús una señal de que debe comenzar una nueva
etapa: la preparación ha terminado. Se vuelve a Gali-
lea con los pocos discípulos que ha logrado ganar para
su causa.

4. Jn 5,19-20.
5. Para seguir esta parte léase: Me 1,16 hasta 6,13; Le
4,14 hasta 9,6; Mt 4,12 hasta 13,58.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 47

El Reino de Dios
Según Marcos, Mateo y Lucas, permanece siempre
en Galilea recorriendo pueblos y aldeas en todas di-
recciones. Leyendo el cuarto Evangelio se le ve, en
ocasiones dadas, en Jerusalén. Lo importante es cap-
tar el sentido que Jesús da a su misión durante este
período, y esto sí lo testimonian con claridad los
Evangelios. Marcos lo dice así: «Después del encarce-
lamiento de Juan Bautista, Jesús se vuelva a Galilea y
proclama la Buena Noticia de Dios, diciendo: "Se ha
cumplido el plazo y el Reino de Dios ya está aquí;
cambiad vuestros corazones y vinculaos a la Buena
Noticia"» 6.
Jesús tomó este término «Reino de Dios» en pri-
mer lugar porque correspondía a lo que el pueblo
esperaba febrilmente; ¿cómo podía darse a entender
sin emplear las palabras que eran portadoras de espe-
ranza? Un Reino, lo que evocaba claramente la gran-
deza de los tiempos pasados, pero un Reino de justicia
y de paz, como el que habían anunciado los profetas.
La afirmación de Jesús es que El realiza la promesa
que Dios hizo a su pueblo: ¡qué carga de resonancias
debía tener esta Buena Noticia...!
Anunciar un Reino es lanzar una llamada dirigida
no sólo a un cambio peisonal, sino a una renovación
total de los hombres y de la sociedad construida por
ellos: el orden social tendría que transformarse por
completo para dejar espacio al «universo nuevo de
Dios» 7. Todos y cada uno reciben la invitación de
participar con todos los demás en esta transformación.
Pero se trata del Reino «de Dios»: Dios mismo se
inserta en este mundo pa-a hacerle nuevo; su presen-

6. Me 1,14-15.
7. Con esta expresión se traduce el término «Reino de
Dios» en las Orientaciones de la Joc para 1974.
48 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

cia, su vida, su amor son las fuerzas dinamizadoras


que lo van a renovar todo, si los hombres consienten
en vivir de ellas. Entrai en el «movimiento» del Rei-
no de Dios no es dedicarse a soñar en otro mundo «de
alguna otra parte» que cada cual conseguirá indivi-
dualmente después de su muerte, sino, por el contra-
rio, acoger, desde ahoca mismo, este anuncio formida-
ble: Dios está aquí, con el poder de su amor, para
renovar totalmente este mundo: es la levadura que va
a hacer fermentar toda la masa, es el manantial del
que brotará una floración infinita, la certeza de una
felicidad constantemente renovada para todos los
hombres.
Esta es la Buena Noticia del Reino, de la que
Jesús irá haciendo traducciones concretas con su pala-
bra y sus actos: embriagado por este mensaje, Jesús
habla por todas partes, en las sinagogas, en pleno
campo, al borde del lagc
La llamada de Jesús se parece a la de Juan: acaba
de empezar una era nueva; urgentemente cada cual
debe corresponder a la nueva era cambiando su mane-
ra de vivir y acogiendo el Reino de Dios tan inmedia-
tamente cercano. El aspecto nuevo reside precisamen-
te en esa proximidad del Reino de Dios; por fin ya
está ahí: ha comenzado el final del viejo mundo. Por
tanto es la hora en que cada cual debe decidir. Esta
urgencia queda constantemente subrayada: hay que
hacerse libre para acoger la renovación; nada debe
retener a quien ha escuchado la llamada; ya no cuen-
tan ni las riquezas, ni la situación, ni los afectos, ni
los pecados, ni el desprecio que los demás nos tengan.
Todo el mundo puede volver a comenzar desde cero;
no hay pasado; la fuerza de Dios se ofrece con toda
seguridad a todos: todo puede cambiar radicalmente.
2. JESÚS, CON C¿UIEN COMIERON Y BEBIERON 49

£1 año «santo»
Lucas sugiere que Jesús se sirvió de un aconteci-
miento religioso para dar resonancia a su llamada
pública 8 . La cosa sucedió en Nazaret. Jesús propuso
un modo nuevo de leer un texto de Isaías: no verle
como un sueño del pasado, sino ponerle en práctica
hoy mismo. Estableció un vehículo de relación entre
un año «santo» que debía estarse celebrando por en-
tonces y la palabra del profeta que anunciaba un año
«de gracia, de favor» del Señor, un año de renova-
rán;
La celebración del año «santo» estaba integrada
en la Ley de Moisés 9 y tenía sus normas bien deter-
minadas: en él había que dar la libertad a los esclavos,
perdonar las deudas, facilitar que todo el mundo pu-
diera recobrar su capital inicial vinculado a una parce-
la de tierra. El núcleo de esta idea era que cada 50
años todo el mundo tuviera la posibilidad de volver a
comenzar sobre bases nuevas; quedaba claro, de esta
forma, que las relaciones humanas no deben ser oca-
sión de explotación, sino de desarrollarse comunitaria-
mente. Así unos y otros recobraban su libertad: el
pobre porque había sido reducido a la esclavitud; el
rico porque se ahogaba bajo el peso de la acumulación
de bienes.
Normalmente cada 50 años el sumo sacerdote de-
bía decretar en Jerusalén un año «santo» y proponer a
todos la renovación que exigía la Ley de Moisés; pero
de hecho tomaban buenas precauciones para no llevar-
lo a la práctica. Por eso se comprende perfectamente
que la llamada de Jesús a entrar en un verdadero año
«santo» era, simultáneamente, una interpelación a to-
do el pueblo (la Biblia les concernía a todos), la

8. Le 4,16-30.
9. Levítico, 25.
50 LA A V E N T U R A DE JESÚS DE NAZARET

propuesta de una transformación social y un desafío a


la autoridad religiosa. Con toda justicia podía Jesús
comenzar su predicación con este anuncio: «Felices
los que sois pobres, vuestro es el Reino de Dios;
felices los que ahora tenéis hambre, seréis saciados;
felices los que ahora lloráis, reiréis 10 . Sí. Si todos
respondían a la llamada del Reino, si todos cambiaban
su manera de vivir, los pobres conocerían la felicidad;
muerto el egoísmo, todos podrían vivir como herma-
nos. Nada extraño que ya desde el comienzo Jesús
inquietara a los mantenedores del orden establecido:
el Reino de Dios amenazaba con desestabilizar a mu-
chas gentes muy bien establecidas.

Las curaciones
La exigencia de renovación no era cosa muy origi-
nal puesto que fundamentalmente consistía en recor-
dar algo que estaba en la Biblia. Esto era tan verdad
que se decía de él: «Es un profeta, como los profetas
antiguos» u . Pero Jesús va a motrar que era real-
mente posible responder a la llamada, y esto sí era
nuevo.
Dios estaba cerca, y entregaba profusamente su
potencia renovadora; todo el mundo podía cambiar;
esta posibilidad se traducía concretamente en las nu-
merosas invitaciones a la curación que marcan todo
este período.
Recordemos cuál era la situación social de los en-
fermos y disminuidos; una Buena Noticia para ellos
tenía que integrar necesariamente el aspecto de su
curación. ¿Qué verdadera novedad habría existido sin
esta posibilidad de que sanaran cuantos se encontra-
ban con Jesús? Fuera cual fuera la situación en que

10. Le 6,20-21.
11. Me 6,15.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y B E B I E R O N 51

uno se encontraba, podía experimentar una transfor-


mación: el paralítico podía recobrar la agilidad de sus
miembros, el pecador quedaba libre del pecado que
pesaba sobre su conciencia; el rico aprendía a compar-
tir; todo el mundo era alcanzado por la nueva vida, en
la situación en que se encontrara.
Las curaciones eran un lenguaje directo y concre-
to, adaptado a gentes que creen lo que ven, apto para
manifestar con claridad que una potencia renovadora
habitaba ya el mundo. Jesús daba testimonio, de esta
forma, del secreto de Dios al que El llamaba su «Pa-
dre»: el Reino que está ya aquí es el amor de Dios
que se ha hecho vida de los hombres. Esta es la razón
de que Jesús fuera con todos y no temiera andar con
los pecadores, las prostitutas y los bribones de los
«publícanos»: era preciso que todos supieran que po-
dían cambiar.

Urgencia y autoridad
La misión era hasta tal punto urgente, hasta tal
punto importante que no había que detenerse en na-
derías: era necesario ir a lo esencial, y durante todo
este período Jesús provoca la cólera de los fariseos
porque viola alegremente sus minuciosas prescripcio-
nes; cuando se trata de testimoniar el amor cercano
de Dios ni el sábado, ni las reglamentaciones sobre los
alimentos pueden convertirse en coartadas; cuando se
trata de salvar lo que está perdido es preciso ir resuel-
tamente hacia adelante.
Jesús habla con seguridad, con autoridad, de este
convencimiento de que el Reino está ahí, de que hay
que entrar en su dinamismo y de que hay sitio para
todos en la tarea de renovar el mundo: todos lo no-
tan. Muestra a las claras, desde el comienzo, que el
nuevo orden está ya ahí: a lo que se dijo desde siem-
pre —incluso en la Ley de Moisés— opone otras
52 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

exigencias, las que emanan de la Buena Noticia. Aho-


ra que Dios se ha hecho vida de los hombres, la única
regla es ser perfectos como perfecto es Dios. La única
actitud posible es dejar que la energía de Dios nos
penetre y nos transforme. Esta transformación que
alcanza al hombre entero y a todas las esferas de la
vida, es fuente de renovación para toda la humanidad:
corresponder a ella es construir un mundo nuevo.

Los Doce
Sobre las bases de esa llamada general, Jesús reali-
za un gesto significativo: elige a doce hombres que
serán como el punto de partida de un nuevo pueblo
de Dios (el pueblo judío se asentaba sobre los doce
patriarcas que originaron las doce tribus). Y les da la
misión de anunciar, también ellos, la Buena Noticia
con la misma fuerza: también ellos curan. Pero su
primer cometido es vivir la experiencia del Reino,
testimoniar lo que Dios puede hacer con la vida hu-
mana: son como el bosquejo del Reino que comienza
a edificarse. Poco a poco, partiendo de lo que ellos
van viviendo, de lo que van descubriendo en el ejerci-
cio de su misión, les irá conduciendo tierra adentro
para que descubran el mundo que Dios quiere para
los hombres.

Un día en Caíarnaún
Durante todo este período, que dura algo más de
un año, Jesús viaja mucho por Galilea: le vemos en
Nazaret, en Naím, en Cana; frecuenta sobre todo las
orillas del lago de Tiberíades, al este del país, y en
particular la ciudad de Cafarnaún. Cuando abandonó
el Jordán se instaló en esta ciudad 12 y partiendo de

12. Mt4,13.
2. JESÚS, CON O.UIEN COMIERON Y BEBIERON 53

«jornada-tipo» de Jesús en Cafarnaún 13 . Aun


ella hace sus giras. Los Evangelios nos cuentan una
cuando es una reconstrucción artificial, plasma perfec-
tamente la atmósfera de la vida de Jesús, caracteriza-
da en esa época por una intensa actividad: se esfuerza
denodadamente por hacer bullir al pueblo, por ayu-
darle a entrar en el movimiento del Reino.
Era un sábado; con otras muchas personas, Jesús
y sus discípulos van a la sinagoga; cualquiera podía
tomar en ella la palabra si le invitaba el jefe de la
sinagoga; Jesús aprovecha la ocasión y anuncia la Bue-
na Noticia con autoridad: todo el mundo queda im-
presionado de su manera de hablar: no están acostum-
brados a aquel aplomo. Y no sólo habla, sino que
también actúa: allí hay un enfermo (seguramente un
enfermo mental muy inquieto). Jesús se fija en él y
con una palabra le llama a la curación; todos lo ven;
con la misma autoridad que pide un cambio de cora-
zón, cura las enfermedades.
Luego le vemos fuera ya de la sinagoga. Es la hora
de la comida; va a comer a casa de sus compañeros
Simón y Andrés; otros confraternizan también en
aquella comida. También allí su palabra está cargada
de poder; a una llamada suya, la suegra de Simón que
está enferma, se pone en pie. El sábado no se puede
salir de casa por la tarde: así está señalado en la Ley
de Moisés. Pero en cuanto se pone el sol, acabado el
sábado, todo el mundo sale a las calles; durante esas
horas todo el mundo ha estado hablando de la cura-
ción realizada por la mañana en la sinagoga: enfermos
de todo tipo ponen cerco a la casa y Jesús les acoge:
ve en ellos sed de un mundo nuevo, de una vida
nueva y el esbozo del nuevo pueblo de Dios que está
en vías de constituirse.

13. Me 1,21-34; Le 4,31-41.


54 LA A V E N T U R A DE JESÚS DE NAZARET

Al amanecer ya está en pie; sale al campo para


encontrar momentos de calma y meditar las Escritu-
ras: ora, dialoga con su «Padre», entra en honda co-
munión con el Reino que ya está ahí y que poco a
poco va tomando cuerpo..., pero todo el mundo le
busca; hay otras muchas aldeas y ciudades en los que
debe resonar la Buena Noticia, y le vemos marchar
para comenzar otra jornada tan llena como la anterior.

3. LA CRISIS 1 4

Son muchos los detalles que nos inducen a pensar


que en estos momentos Jesús esperó que el pueblo en
bloque entraría en el movimiento del Reino; éste se-
ría tan potente que las antiguas estructuras reventa-
rían y brotaría una nueva creación; el Amor del Padre
acogido por todos crearía un hombre y una humani-
dad nuevos. Una verdadera mutación de la humanidad
parecía posible. Los éxitos que hemos mencionado, las
multitudes que se apiñan alrededor de El, el entusias-
mo de los discípulos que lo dejan todo para seguirle,
aquel formidable movimiento que se iba dibujando,
no podían más que confirmar su esperanza. Las pará-
bolas, comparaciones que Jesús arranca de la vida
cotidiana, son expresión de la esperanza que anida en
su corazón: «¿Con qué compararemos el Reino de
Dios? Se parece a una semilla muy pequeña; cuando
se la siembra en la tierra es algo muy pequeño; pero
cuando germina se convierte en la planta más grande
del huerto; la nacen gruesas ramas y los pájaros anidan
bajo su sombra» 15.

14. Para seguir esta parte léase Me 6,14 hasta 9,50; Le 9,7
hasta 9,50; Mt 14,1 hasta 18,35.
15. Me 4,30-32.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 55

Con todo, ya va siendo perceptible una sorda resis-


tencia a su mensaje: con los primeros que choca es
con los «doctores de la Ley», aquellos intelectuales,
especialistas en las Escrituras que no aceptan que
aquel hombre vulgar hable de Dios con tal autoridad.
Luego con los fariseos, apegados al aspecto moral de
la Ley, que ven que Jesús se toma demasiadas liberta-
des con las observancias prescritas y que frecuenta
muy malas compañías. A la novedad que aporta la
predicación que Jesús hace del Reino, oponen ellos
una tradición que hay que respetar cueste lo que cues-
te. Desde ese momento, todo lo que hubiera podido
sugerirles preciosos interrogantes, como el poder de
Jesús sobre los cuerpos y sobre los corazones, se hace
motivo de sospecha. En determinados círculos se co-
mienza a murmurar que el origen de sus poderes es
dudoso 16 y su familia empieza a decir que ha perdi-
do la cabeza 17.

«El asunto de los panes»


Durante todo este período galileo lo que más lla-
ma la atención es el éxito que rodea a Jesús: un
considerable número de galileos siguen sus enseñan-
zas; encuentra un eco muy favorable en las capas
sobre-explotadas de la población. Su llamada a los
más explotados encuentra la adhesión popular, sobre
todo en aquella provincia en que la influencia de los
zelotas es mayor. Por este mismo motivo, las razones
por las que se vinculan a Jesús pueden ser muy ambi-
guas: un episodio va a sacarlas a plena luz.
Debió ser algo tan importante para los testigos,
que los Evangelios han guardado nada menos que seis

16. Me 3,22.
17, Me 3,21.
56 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

narraciones del acontecimiento18; de ordinario se


llama a este episodio la multiplicación de los panes;
Marcos lo llama simplemente «el asunto de los
panes» 19.
Las narraciones cuentan que una gran multitud
seguía a Jesús desde hacía varios días; comenzaban a
tener hambre y la necesidad de tomar algún refrigerio
era ya urgente. Entonces Jesús dio a aquellos varios
miles de hombres el alimento que necesitaban y so-
breabundantemente: fue una comida de fiesta, una
inmensa comunión. Para Jesús era la ocasión de mos-
trar, en una acción que tenía repercusiones sobre to-
dos ellos, que el Reino de Dios estaba allí: Dios ali-
mentaba a su pueblo; le daba lo que necesitaba para
cambiar de vida; la respuesta debía consistir en acoger
el Reino de Dios y renacer a otros modos de ver, de
vivir y de pensar.
Pero Jesús cayó inmediatamente en la cuenta de
cierta agitación en la multitud; surgían gritos por to-
das partes; iban hacia El para levantarle en triunfo:
era una tentativa de insurrección y se le requería para
que se pusiera en cabeza. En lugar de vincularse a la
llamada al Reino, el pueblo volvía a sus viejas tenta-
ciones: las que Jesús había rechazado al comienzo de
su misión. En lugar de oír la llamada a ser creativos,
se contentaban con un mago que les diera pan a golpe
de varita. En lugar de atender la llamada a ser respon-
sables de nuevas estructuras, le votaban como nuevo
rey del que podrían esperarlo todo. En lugar de pres-
tar atención a la llamada a liberarse, se alienaban de
nuevo. Jesús, el «testigo» del Padre, no podía sopor-
tar aquellas ambigüedades. Aquello le decidió a rom-
per; iba a cambiar su manera de actuar; por aquel

18. Me 6,35-44; Me 8,1-9; Le 9,12-17; Mt 14,13-21; Mt 15,32-


38; J n 6,1-3.
19. Me 6,62.
2. JESÚS, CON Q.UIEN COMIERON Y BEBIERON 57

camino no cumpliría su misión. Empleó lo que le


quedaba de autoridad, para mandar a aquella multi-
tud que se dispersara y se retiró para tener un nuevo
período de reflexión.

Tiempo de reflexión
Hubo otro motivo que impulsó a Jesús a alejarse,
al menos momentáneamente, de las multitudes gali-
leas: el rey Herodes comenzaba a inquietarse; quería
«ver» a Jesús, es decir, hacerle correr la misma suerte
que corrió Juan: cárcel y quizá muerte. El poder no
podía soportar una agitación de aquel volumen, tanto
menos cuanto que los temas que desarrollaba Jesús no
eran precisamente neutros...
Un rey no encuentra sus delicias precisamente en
oír hablar de «otro Reino». Algunos avisaron a Jesús
que Herodes lo buscaba para matarlo 20.
Estas razones llevaron a Jesús a dejar Galilea y a
irse al norte, a territorio pagano: allí nadie le molesta-
ría; sus discípulos se fueron con él, aunque no com-
prendían apenas lo pasado en el «asunto de los
panes» 21 ; no podían comprender cómo Jesús había
cortado, precisamente en el mejor momento, aquel
éxito sin precedentes. Con esta postura Jesús provoca
una toma de nueva postura colectiva; les invita a
hacer balance 22 : «¿Qué dicen las gentes de mí?»
Los discípulos le cuentan lo que han oído a unos y
otros: las gentes ven en Jesús un profeta como lo era
Juan Bautista, o como otros de los profetas antiguos...
Entonces Jesús les interpela directamente: «Y voso-
tros ¿quién creéis que soy?» Pedro responde en nom-
bre de los Doce: «Tú eres el Mesías»: aceptan que el
Mesías esperado sea como Jesús le muestra, al contra-

20. Le 13,31. 22. Me 8,27-30.


21. Me 8,14-21.
58 LA A V E N T U R A DE JESÚS DE NAZARET

rio que la multitud que quería dictar a Jesús el com-


portamiento que tendría que seguir, imponiéndole ser
el Mesías que ellos soñaban. La esperanza en el Me-
sías se había convertido para los discípulos en fe en
Jesús, y a pesar de que no lo comprendían todo, a
pesar de todas sus oscuridades, le daban su voto de
plena confianza: «¿A qué otro iremos? Tú tienes las
palabras de vida eterna» 23.

Un camino nuevo
Después de esta proclamación de fe, Jesús piensa
que ya son lo suficientemente fuertes como para escu-
char todo el contenido de sus propias reflexiones; los
últimos acontecimientos de Galilea, la amenaza de
Herodes, el resultado de su meditación de las Escritu-
ras, le han afianzado en esta convicción: para que su
mensaje pueda ser recibido sin ambigüedades, para
que su misión pueda ir hasta el final y producir como
fruto un mundo nuevo, es preciso cambiar la manera
de actuar.
La hostilidad de sus adversarios que iba en au-
mento, la huida de las masas cuando vieron que recha-
zaba ponerse al frente de una insurrección, le hacen
vislumbrar cada vez con mayor claridad que su cami-
no desemboca en la muerte. La meditación del profeta
Isaías y del salmo 22 que presentan la figura de un
«Siervo» del Señor que con sus sufrimientos da la
vida a la multitud de los hombres 24, le hacen caer
en la cuenta que hay otro camino posible para cumplir
su misión.
Esto es lo que dice el profeta: «Por sus sufrimien-
tos, mi Siervo justificará a la multitud, tomando sobre
sí sus pecados. Por eso yo le daré en herencia la

23. KJn6,68.
24. Mt 8,17 y Jn 12,38.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 59

multitud» 25. Jesús asimila esta idea para sí mismo:


«Si el grano de trigo no muere, queda solo; pero si
muere da fruto abundante» 26.
Aceptando llegar hasta el riesgo de la vida, trans-
parentará el verdadero rostro de Dios, un Dios que no
quiere imponer desde el exterior la felicidad a los
hombres, sino que da a todos y cada uno, y en todo
momento, la fuerza necesaria para ponerse en pie, si
quieren, y empezar a construir un universo distinto.
Emprendiendo este camino, Jesús da también su
total voto de confianza a su Padre, que es capaz de
conducirle más allá de la muerte.

27
4. LA SUBIDA A JERUSALEN
El «clima»
Desde estos momentos, los Evangelios nos presen-
tan la vida de Jesús como un viaje hacia Jerusalén. No
se trata de ver en esto un reportaje, sino fundamental-
mente una determinada ambientación 28. Vaya a una
parte o a otra, la manera que Jesús tiene de concebir
su misión está, en adelante, totalmente orientada a ese
fin: subir a Jerusalén; allí se desarrollarán los aconte-
cimientos definitivos. Jesús ha elegido ya su hora:
será durante las grandiosas festividades de la próxima
Pascua, en abril. En el momento en que todos cele-
bren festivamente el nacimiento del pueblo judío, El
estará allí para dar a luz un nuevo pueblo de Dios.

25. Léase Isaías, 52,13 hasta 53,12 que presenta la aventu-


ra de este «siervo sufriente» y el salmo 22.
26. Jn 12,24.
27. Para seguir este período: Me 10,1-52; Le 9,51 hasta
19,27; Mt 19,1 hasta 20,34.
28. Me 10,32.
60 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Efectivamente, Jesús quiere jugarse el todo por el


todo. En Jerusalén residen los jefes religiosos. Va a
presentarles batalla. Su respuesta será decisiva tanto
si la dan en un sentido como si lo hacen en otro.
Conoce la hostilidad en aumento contra El; no se
hace ilusiones. Durante este período Jesús vuelve una
y otra vez sobre el sentido de esta «subida a Jerusa-
lén», sobre el sentido de los acontecimientos que allí
pueden suceder 29 . De cualquier forma, tiene con-
fianza absoluta en su Padre; suceda lo que suceda,
habrá cumplido su misión. Los temas que ocupan su
meditación y el diálogo con sus amigos, se agrupan
alrededor de la idea de «morir para vivir, para dar
vida» 30 . Encara la muerte como una posibilidad
muy real y descubre el sentido de esa posibilidad: es
un bautismo que hay que recibir, un «sumergirse» 31
que lleva consigo una superación y una vida renovada.
Pone todo el empeño en comunicar esta convicción
suya también a los compañeros.

La formación de los Doce


Jesús no abandona la perspectiva del Reino, pero,
por el momento, quiere, sobre todo, ayudar al grupo
de los Doce a comprender los acontecimientos que
pueden suceder. En momentos dados aparecen toda-
vía alrededor de Jesús muchedumbres entusiastas 32,
pero El no busca ya estos contactos; se consagra priori-
tariamente al pequeño grupo de los fieles: les forma.
Es verdad que lanza todavía sus llamadas 33, pe-
ro van dirigidas a que éste o aquél se integren en el

29. Me 8,31-33; 9,30-32; 10,32-34; Le 13,33-35.


30. Le 17,33; Jn 12,25; Mt 20,28.
31. Me 10,38; Le 12,50.
32. Le 14,25.
33. Le 9,57-62; 18-22.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 61

«pequeño rebaño» 34, como El le llama. Es verdad


que no ha renunciado a dirigirse a todo el pueblo,
pero lo hace ya de un modo diferente. Cuando sea
«elevado» 35 , atraerá a todos los hombres hacia sí.
Su perspectiva ya no es solamente la renovación del
pueblo judío, encerrado en un nacionalismo de miras
estrechas, sino la de toda la humanidad.
Apoyado en estos presupuestos, dedica su tiempo
a formar a sus discípulos; con ocasión de los pequeños
acontecimientos que dejan su impronta en el gru-
po 36 va concretando con ellos lo que exige la nueva
vida del Reino.
Así un día en que un hombre le pide ser admitido
en el grupo, Jesús insiste en la libertad con que hay
que comprometerse; nada puede provocar una vuelta
hacia atrás, ni las riquezas, ni los afectos más
queridos 37: la misión reclama hombres completa-
mente entregados y Jesús no teme usar las palabras
más fuertes: es necesario vender todos los bienes,
tomar la cruz cada día, odiar la propia vida 38.
En otras ocasiones, cuando el clima no es tan
agobiante, surge todavía el pensamiento de un Reino
próximo en el que será muy importante estar bien
c o l o c a d o : surgen las disputas de los primeros
lugares 39; Jesús interviene: en el nuevo orden del
Reino, no caben disputas de ese tipo. La única ambi-
ción debe ser la de ponerse al servicio de los demás;
todos son hermanos; no hay títulos que dar ni que
recibir 40. El, el Maestro, está con ellos como un
siervo; entonces, ¿no deben ser ellos también siervos,
atentos a las necesidades de cada uno de los otros y
no estar ansiosos por el triunfo de sí mismos?

34. Le 12,32. 38. Me 8,34; Le 14,26.


35. Jn 12,32-33. 39. Me 10,35-45.
36. Me 10,28-31. 40. Mt 23.8-11.
37. Le 9,57-62; 14,33.
62 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Estas disputas traen como consecuencia ciertos en-


fremamientos entre ellos; descubren de esta manera
la necesidad del perdón. Jesús les hace ver que el
perdón es la acción que más les hace parecerse a Dios.
Dios perdona siempre 41. En la dinámica del Reino
el perdón ocupa un lugar central: es necesario apren-
der a vivirlo entre hermanos, lo que requiere un clima
de verdad y de saberse poner en tela de juicio perso-
nal y colectivamente 42.
Y Jesús va haciendo estas observaciones subrayan-
do siempre su conexión con los acontecimientos que
quizá se acercan; hoy, lo mismo que mañana, es nece-
sario saber servir, dar la vida, para el perdón de los
pecados.

Jesús y su Padre
Hay otro aspecto que ocupa la atención de Jesús
en la formación de sus discípulos: colocarles ante
cuestiones más personales. Les provoca a reaccionar
respecto a El: es necesario creer en El; vincularse a su
persona, confiar en El; seguirle.
Intenta también, de las más diversas formas, ha-
cerles percibir quién es El, como aquella vez en que
llevó a la montaña a Pedro, Santiago y Juan 43. Allí,
en una experiencia difícilmente comunicable, ellos
captan, con mayor claridad, que Jesús es aquel que
realiza el proyecto de Dios que habían anunciado las
Escrituras (la Ley de Moisés y los profetas).
Les habla también de su Padre: se afana porque le
descubren como una persona viva; quieren que le
sientan y experimenten. Para revelarles quién es su
Padre, vuelve de nuevo al método de contarles pará-
bolas: el pastor que sale en busca de una sola de sus

41. Mt 18,21-35. 43. Le 9,28-36.


42. ¡Mt 18,15-18.
2. JESÚS, CON Q_UIEN COMIERON Y BEBIERON 63

ovejas e x t r a v i a d a y se siente feliz cuando la


recobra 44; el hombre que no tiene otro deseo más
que el de ver volver a su hijo perdido y ofrece una
gran fiesta a su regreso como si recompensara su mala
conducta 45; el amo de la viña que contrata obreros
a todas horas y que da el salario completo aun a los
que sólo han trabajado una hora 46. Así es su Padre:
un amor sin cálculos, cuya felicidad es ver que la vida
vuelve a renacer, que la sonrisa vuelve a iluminar un
rostro. Su Padre es bueno, basta con esta palabra.
A lo largo de toda esta subida a Jerusalén, las
parábolas y las curaciones están al servicio de la for-
mación de los Doce, y de fortalecer su adhesión a
Jesús y su acceso a la intimidad del Padre. Tarea que
duró seguramente varios meses, hasta el día en que
toman resueltamente el camino de Jerusalén 47: la
hora se acerca; quedaban ocho días para la gran fies-
ta de la Pascua.

5. LOS ÚLTIMOS DÍAS 4 8


Jesús toma la iniciativa
En los testimonios aportados por los Evangelios
sobre estos últimos días, llama poderosamente la aten-
ción el dominio de Jesús: es El quien dirige los acon-
tecimientos; sabe adonde va; nada ha quedado al azar.
No es una desgraciada concatenación de acontecimien-
tos lo que provoca su muerte, sino un modo bien
determinado que El mismo ha encontrado para cum-
plir la misión que recibió de su Padre.

44. Le 15,3-7. 46. Mt 20,1-15.


45. Le 15,11-12. 47. Le 19,28.
48. Para seguir esta parte se puede leer: Me 11,1 hasta
15,47; Le 19,28 hasta 23,56; Mt 21,1 hasta 27,66.
64 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Entra en Jerusalén, pero lo hace solemnemente:


elige afirmarse como el Mesías; esta vez es El mismo
el que organiza la manifestación a su modo. Calca un
texto de la Biblia, el único que describe al Mesías con
rasgos pacíficos, carentes de grandeza exterior y aco-
giendo a los paganos: éste es el texto del profeta
Zacarías: «Prorrumpe en gritos de alegría, Jerusalén,
porque tu Rey viene a ti; es justo y victorioso, humil-
de, viene montado sobre un asno; va a suprimir los
carros de combate; va a proclamar la paz para todas
las naciones; su Reino se extenderá hasta los límites
del orbe. 49.
En este contexto, Jesús no teme las aclamaciones;
sabe que van a precipitar el desenlace. Necesariamen-
te el poder establecido reaccionará ante tal pretensión,
pero, por otra parte, El mismo ha decepcionado abun-
dantemente las esperanzas nacionalistas para que los
partisanos le apoyen y levanten al pueblo para prote-
gerle.
Después de esta chocante entrada en la ciudad,
sube al templo. Y allí se lanza a una nueva provoca-
ción: arroja a los mercaderes de animales, a los cam-
bistas de dinero, a todos los que viven del comercio
religioso. Atacar de este modo al templo, era oponerse
a los poderes religiosos, políticos y financieros: ¿con
qué autoridad hace esto? Los jefes sacerdotales reac-
cionan inmediatamente. Pero Jesús daba a aquel gesto
un significado más profundo en relación con su mi-
sión: quiere mostrar que en adelante aquella manera
de dirigirse a Dios es ya inútil; en su misma persona
se inaugura una nueva manera de relacionarse con
Dios que reemplaza a todas las demás. Podía destruir-
se aquel templo y todo lo que simbolizaba, El era el

49. Zacarías 9,9-10.


2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 65

Nuevo Templo; acogerle a El, el mensajero del Reino


de Dios, era entrar en una renovación total.
Sus palabras se hacen entonces tan agresivas como
sus actos. Jesús pasa al ataque: quiere provocar una
transformación que haga bascular a todo el pueblo
con sus jefes a la cabeza, hacia el movimiento del
Reino, o mejor todavía, quiere provocar su propia
muerte y la de un pueblo cerrado y obtuso, para vol-
ver a nacer en el corazón de un nuevo pueblo de Dios.
Las parábolas se dirigen directamente a sus adversa-
rios y desvelan el sentido de lo que está pasando: en
la muerte que están tramando (Jesús demuestra que
lo sabe) todo un mundo antiguo se desploma: los
jefes van a quedar desposeídos de su poder, el templo
va a desaparecer, Jerusalén será destruida y la nación
dispersada. Va a nacer un pueblo distinto, porque
Dios tiene bien tomada la resolución de salvar a los
hombres: lo va a demostrar conduciendo a Jesús más
allá de la muerte.

Los preparativos
Efectivamente: esta vez las autoridades tienen
bien decidido dar muerte a Jesús: ¡basta ya; aquello
es demasiado! Lo dice el sumo sacerdote: «Es preferi-
ble que muera uno sólo y no todo el pueblo» 50. Hay
que hacerlo discretamente, antes de la fiesta de Pas-
cua. Esta fiesta, la más importante del año, reunía a
peregrinos judíos de todos los países; se reunía en
Jerusalén tanta gente que el gobernador romano, que
residía habitualmente en Cesárea a la orilla del mar,
ocupaba esos días su puesto en la capital para estar
seguro de controlar la situación. Poncio Pilato, el go-
bernador, estaba, pues, en Jerusalén.

50. J n 11,50.
66 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Jesús elige su hora: aquella tarde anuncia a sus


discípulos que pasará la noche en el «Huerto de los
Olivos», un parque público en el que acampaban mu-
chos peregrinos. Judas, uno de los Doce, que tiene
decidido traicionarle, lo sabe y comunica a los jefes
las oportunas indicaciones que facilitarán apresarle
discretamente. Jesús expresa su deseo de compartir
previamente la cena de la fiesta pascual con sus discí-
pulos; no era el día oficial, pero el calendario no era
muy estricto; tal o cual grupo adelantaba también
esta comida. En esta cena llena de símbolos, Jesús
quiere que comprendan el sentido de los aconteci-
mientos que en seguida se van a precipitar. Comiendo
un cordero se festejaba a Dios que había liberado al
pueblo de la esclavitud de Egipto; Jesús va a liberar a
los hombres de toda esclavitud: con un alimento nue-
vo ofrece a todos los que quieran la posibilidad de
recibir en ellos mismos la capacidad de amar y de
renovar. Va a morir: es el camino que ha encontrado
para lograr que pase a todos los hombres la energía y
el espíritu que habitan en El.
Les deja un gesto sencillo mediante el cual todos
podrán injertarse en El: toma pan y vino y se les
presenta como su Cuerpo y su Sangre entregados por
la vida del mundo. Y les manda que repitan aquel
gesto haciendo memoria de El: es una alianza nueva
entre Dios y los hombres; Dios pone a disposición de
los hombres su capacidad de amar. Este gesto no hu-
biera tenido sentido alguno para Jesús si no hubiera
estado seguro de «un más allá de la muerte», tanto
para El como para todos aquellos a los que integre en
su aventura. Con aquel gesto expresaba el sentido de
su muerte y anunciaba su vida resucitada.
Después de la cena salen fuera y van al «Huerto
de los Olivos». Los discípulos se duermen; a pesar de
lo sucedido, creen todavía en una noche tranquila.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 67

Jesús es el único que no duerme; experimenta una


profunda conmoción: ¿no había algún otro camino
para su misión?, ¿no sería inútil su muerte como
tantas otras? Desde hacía varios días afrontaba los
acontecimientos como quien es señor de ellos: pero
ahora repentinamente se siente abrumado, desorienta-
do. Ante la muerte todo su ser se rebela: Jesús es
como uno de nosotros. Un grupo de hombres se acer-
ca; vienen armados; le apresan, se le llevan. A los
discípulos les agarra el miedo y huyen. No hay un
alma que proteste, que le defienda.

La muerte
Le llevan de tribunal en tribunal, más o menos
oficiales. Se levantan contra El todas las acusaciones
posibles. Los detalles no son lo más importante: son
muchos los regímenes que nos han enseñado cómo
condenar a inocentes. Los jefes de los sacerdotes re-
claman su muerte conforme a la Ley de Moisés, por-
que se llama «Hijo de Dios». Pero como no tienen el
derecho de condenar a muerte —se lo han quitado los
romanos— le vuelven a presentar ante Pilato. Ante él
invocan otro motivo de condena a muerte, algo que el
gobernador no puede dejar pasar por bueno, sobre
todo en estos días peligrosos de Pascua: este hombre
anima a la revuelta, pretende ser «rey». Pilato no está
muy convencido de la culpabilidad de Jesús, pero le
condena a muerte. Después de todo, judío más, judío
menos, poco importa. Después de algunas torturas
como corresponde al caso, le cuelgan de una cruz,
según la ley romana, en la cima de una colina próxima
a Jerusalén.
Era un día de abril del año 30. Al día siguiente
comenzaban los grandes festejos de la Pascua, porque
aquel año la Pascua caía en sábado, lo que era motivo
mayor de gozo y fiesta. Por motivos religiosos, pero
68 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

también para terminar cuanto antes con aquella histo-


ria, no era conveniente que los cuerpos quedaran de-
masiado tiempo a la vista de la multitud. Rápidamen-
te se deposita el cadáver de Jesús en una tumba que
uno de sus amigos tenía en las proximidades.

6. EL «MAS ALLÁ DE LA MUERTE»


EXISTE 51
Los testimonios sobre Jesús no se detienen en la
tumba; afirman que la cosa tuvo su continuación. Je-
sús estaba convencido de «un más allá de la muerte»;
si no, la elección que hizo de aquel camino hubiera
sido absurda. El paso a través de la muerte que provo-
caría su propio florecimiento, lo veía también como el
lugar en que se realizaría la floración de vida para
toda una multitud: era el modo que El había descu-
bierto para que pudiera comunicarse a todos el dina-
mismo del Reino. Los testigos nos dicen: «Jesús ha
resucitado. Le hemos vuelto a ver vivo».
De esta convicción nacieron los cristianos: sin
ella, jamás hombres y mujeres se hubieran puesto en
camino siguiendo a Jesús. Todo hubiera quedado en
las sombras de la muerte. ¿Cómo hubieran podido
volverse a poner en pie aquellos hombres que cobar-
demente habían huido cuando le apresaron, aquellos
compañeros que le habían dejado morir solo en la
cruz, que estaban machacados por la vergüenza de su
deserción y por el trágico fin de sus esperanzas?

Le vieron
¿En qué se fundó su convencimiento de que Jesús
muerto volvía a estar vivo y presente entre ellos? Los

51. Me 16,1-20; Le 24,1-53; Mt 28,1-20; Jn 20 y 21.


2. JESÚS, CON C¿UIEN COMIERON Y BEBIERON 69

Evangelios nos dan dos indicaciones: encontraron va-


cía la tumba en que Jesús había sido enterrado; pero
sobre todo, muchos discípulos le han visto vivo des-
pués de su muerte. Aquellos hombres, dispersados
por la muerte de Jesús, tuvieron una experiencia, en
lugares diferentes y sin coordinación previa, que ex-
plican diciendo que han «visto» a Jesús. Estas expe-
riencias duraron sólo un tiempo determinado; son
únicas en su forma; se produjeron sin ninguna cone-
xión entre sí; no era una vida continuada con Jesús,
sino visitas cuya iniciativa estaba en manos de Jesús.
La tradición era muy precisa a este respecto y
Pablo la resume en una carta suya escrita el año 55; es
el testimonio más antiguo con que contamos acerca de
la resurrección de Jesús: «Desde el comienzo os he
transmitido lo que yo mismo recibí: Cristo murió por
nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado,
y según las mismas Escrituras, resucitó al tercer día y
se apareció a Pedro, luego a los Doce, después a más
de 500 hermanos a la vez, de los cuales algunos ya
han muerto, pero la mayor parte viven todavía» 52.
En los Evangelios estas visitas de Jesús están
siempre construidas sobre un mismo esquema: se pre-
senta de improviso, ellos se admiran, titubean, algu-
nos dudan; luego gracias a un signo, a una palabra, la
duda se desvanece y cede su lugar a un absoluto con-
vencimiento; tienen la seguridad de haberlo encontra-
do de nuevo; este convencimiento engendra en ellos
una esperanza indestructible; el odio, la injusticia, el
dinero, el menosprecio que poco antes habían macha-
cado a Jesús han quedado vencidos con su muerte. La
Vida y el Amor triunfan con Jesús vivo. La victoria
es, por tanto, posible: el manantial existe; el universo

52. i Cor 15.


70 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

nuevo de Dios no es una ilusión: Jesús resucitado es


su garantía.
Como efecto de estos encuentros, ellos se trans-
forman en hombres nuevos. Se renueva el contacto
personal con Jesús, pero a unos niveles de profundi-
dad que jamás habían alcanzado: la confianza, el áni-
mo, el espíritu de iniciativa de Jesús les penetra ahora
a ellos hasta tal punto que se convierten en animado-
res de un movimiento que ya nadie podrá parar, ni las
persecuciones, ni los fracasos, ni las divisiones. Cierta-
mente, algo, una experiencia única ha transformado a
estos hombres; ellos afirman que ha sido el reencuen-
tro con Jesús vivo después de su muerte. Se trata de
un hecho histórico, es decir, de algo que ha cambiado
la historia y el curso de los acontecimientos del
mundo.

La venida del Espíritu


Aquella manera de ver a Jesús vivo cesó como
experiencia original: de esto también dan testimonio
los textos. Hubo una ocasión en que le-, vieron por
última vez. Pero afirmaron también que su presencia
continuaba habitando en el mundo: «Yo estoy con
vosotros para siempre, hasta el fin del mundo», les
dijo Jesús en esta última visita 53.
Lo que habían descubierto en Jesús: un entusias-
mo, un amor, una vitalidad, un fuego, experimentaron
haberlo recibido también ellos desde entonces: habían
participado de su Espíritu; era como un regalo que
Jesús les había hecho; el poder de renovación que esta-
ba encarnado en Jesús les habitaba ahora a ellos. ¡A
pesar de que ellos le habían abandonado, renegado y

53. Mt 28,20.
2. JESÚS, CON QUIEN COMIERON Y BEBIERON 71

traicionado tan cobardemente!: señal de que el per-


dón era total y se daba a todos gratis.
Cincuenta días después de los acontecimientos de
la Pascua, en la fiesta de Pentecostés, estaban reuni-
dos y se apoderó de ellos el Espíritu de Cristo: fueron
sumergidos (bautizados) como en un fuego; el poder
del Espíritu ardía en ellos y a afectos de su impulso se
lanzan a la calle y comienzan a anunciar la Buena
Noticia: la aventura no terminará ya nunca. Llaman a
cuantos encuentran a integrar la comunidad en la que
se ofrece a todos gratuitamente el perdón, el fuego del
Espíritu y la esperanza de un mundo nuevo. En ade-
lante, mediante la comunidad, todos podrán adherirse
a Cristo y recibir su poder renovador.
La aventura humana de Jesús ha revelado a los
hombres un secreto: este mundo nuestro está habita-
do por un amor infinito que se ofrece a cada hombre
para que pueda vivir realmente, y a todos para que
puedan desarrollarse juntos indefinidamente y puedan
construir un mundo nuevo: acoger a Jesús, su mensa-
je, su vida y su Espíritu, es adherirse conscientemente
a este significado del mundo, es abrirse a una vida
que desborda por todas partes, es aceptar la amistad
de Dios como compañía para construir un mundo de
hermanos.
Por su vida más allá de la muerte, Jesús reúne a
todos los hombres: el Reino, el «universo nuevo de
Dios» es una proposición hecha a todos para ponerle
en práctica. El itinerario de Jesús, tal y como los
testigos nos le han transmitido, nos interroga a todos:
como en el mismo caso de Jesús, Dios no se impone,
sino que se propone como una llamada dirigida a los
hombres: llamada a la creatividad, a la responsabili-
dad, a la liberación colectiva. Cada hombre da su
respuesta concreta a esta llamada, en los caminos que
elige cada día. En los caminos de la vida, es donde
siempre sale al encuentro el Dios vivo.
Segunda Parte

¿A quién encontraron?
Los testigos no quisieron trazarnos con precisión
los detalles de la historia de Jesús: para ellos (y segu-
ramente también para nosotros) lo importante es po-
nernos en presencia de Alguien. El descubrimiento de
una persona no se alcanza cuando se han trazado per-
fectamente sus acciones y palabras reseñándolas con
precisión. Es algo mucho más interior y más intuiti-
vo: lo que se proponen es hacernos sentir qué tipo de
hombre se encontraron. Porque este encuentro tras-
tornó por completo su vida y les colmó más allá de
cuanto se hubieran atrevido a esperar. «Lo que enten-
dimos, lo que vimos con nuestros ojos, lo que contem-
plamos, lo que tocamos con nuestras manos referente
a la Palabra de Vida, porque la Vida se manifestó
—nosotros la vimos— es de lo que os damos testimo-
nio y os anunciamos esta vida eterna. Estaba junto al
Padre y se nos manifestó: lo que vimos y entendimos,
os lo anunciamos para que entréis en comunión con
nosotros... y nuestra alegría llegue a plenitud» 1.

1. 1 Juan 1,1-4.
76 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Sólo a la luz de la resurrección comprendieron con


verdad la figura de Jesús; y dan testimonio de ella
partiendo de las cuestiones que se fueron planteando
a los primeros cristianos. Hoy, a partir de nuestros
interrogantes que son distintos, tenemos tarea por de-
lante para descubrir de nuevo a Jesús. Puesto que el
Cristo está vivo, nos habla hoy todavía, nos llama hoy
todavía; todavía hoy se muestra para que nosotros le
conozcamos. Estamos invitados a buscarle, en un uni-
verso social, político y religioso distinto al de enton-
ces; cada generación, cada grupo humano (y el mun-
do obrero del que nosotros formamos parte) debe
encaminarse hacia Cristo con sus anhelos, con sus pro-
blemas y con sus interrogantes para descubrirle vivo y
experimentar la riqueza de tal descubrimiento.
Tenemos que hacer juntos este trabajo. Pero para
dotar de bases sólidas y exactas a nuestra búsqueda
personal, vital, que es indispensable, hay que pregun-
tar a los testigos de Jesús: ¿Qué hacía Jesús? ¿Qué
decía? ¿Qué quería^ Después podremos quizá pre-
guntarnos: ¿Quién era Jesús? ¿Quién es hoy Jesús?
1

¿Qué hacía?
La acción de Jesús

DESCRIPCIÓN

Enorme actividad de contacto

Juan esperaba a las gentes a la orilla del río; Je-


sús, por el contrario, despliega una gran actividad
para salir al encuentro de las personas, para conectar
con ellas, y especialmente para relacionarse con aque-
llas a las que la sociedad de entonces rechazaba: le
vemos con leprosos 1, con prostitutas 2, con «publí-
canos» aquellos tremendos e x p l o t a d o r e s del
pueblo 3; trata con samaritanos heréticos 4 , acoge a
los niños, categoría m e n o s p r e c i a d a en aquella

1. Le 5.12. 3. Le 19,7.
2. Jn 4,27. 4. Le 17,11.
78 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

época 5 , acepta también la invitación de los fariseos 6


porque no teme la confrontación.
Está siempre caminando de norte a sur, siempre
en camino; no tiene tiempo de comer 7, se duerme de
fatiga en una barca 8 y, sin embargo, sabe reservar
tiempo para la amistad, para participar en una boda 9
y para pasar ratos de serenidad con los amigos 10.
Compartir la mesa es para El un medio privilegiado:
le gusta encontrarse con la gente para comer juntos n,
hasta tal punto que las malas lenguas murmuran:
«Es un comilón y un borracho» 12.
Tenía una palabra que transmitir, una Buena No-
ticia que comunicar, y no pierde ocasión de hablar;
cualquier ocasión es buena para trabajar porque el
mensaje corra: la naturaleza 13, el encuentro con
unos u otros u, los acontecimientos que se presen-
tan 15. Particularmente le gusta servirse de compa-
raciones sacadas de la vida diaria, quizá porque
sus «parábolas» sugieren más que afirman: dejan a
cada cual la libertad de emprender o no el camino de
búsqueda. Pero ante quienes pretenden saber más que
los demás, no duda en denunciar sus maniobras 16 ,
aunque sabe callarse respetuosamente ante una mujer
acusada 17 o para escuchar una pregunta que se le
formula 18 o para atender a una llamada que se le
hace con fe 19.

5. Le 18,15. 13. Le 12,24.


6. Le 14,1; Le 7,36. 14. Le 21,1.
7. M e 6,31. 15. Le 13,1.
8. Mt8,24. 16. Le 11,37.
9. Jn 2,1-12. 17- Jn8,l.
10. Le 10,38. 18. Le 10,25.
11. Le 5,29. 19. Le 14,15.
12. Le 7,34.
1. ¿Q.UE HACIA? LA ACCIÓN DE JESÚS 79

Acciones «que hablan»


Jesús cura: en esto hay unanimidad en los testi-
monios. Devuelve la vista a los ciegos 20, la palabra a
los mudos 21, la flexibilidad de sus miembros a los
paralíticos 22 , la salud y la dignidad a los leprosos 23,
libra a muchas gentes de sus obsesiones, de los «ma-
los espíritus» 24 , a algunos incluso les devuelve la
vida 25 . Pero para realizar estas curaciones hace
falta que encuentre, en los mismos enfermos o
en quienes le rodean, una esperanza, un espíritu
abierto, una confianza: sanar debe estar en correspon-
dencia con anhelar 26; en Nazaret no sucede nada,
porque aquello es el reino de la desconfianza...27.
Jesús realizó también otras acciones significativas,
que hablaban a las gentes de su época: perdonó los
pecados, terreno que estaba reservado a Dios 28, imi-
tó pasajes bíblicos como en su entrada en Jerusa-
lén 29 , arrojó a los vendedores del templo 30 porque
no toleraba que se comerciara con Dios. No po-
día soportar que refugiándose en motivos religio-
sos, la gente se sintiera dispensada de socorrer o dar
amistad a quienes la necesitaban 31. La hipocresía
religiosa es una de las pocas cosas que desatan su
cólera 32: servirse de Dios para olvidar al hombre, le
saca de quicio. Todo este tipo de acciones los antiguos
profetas se las habían atribuido a Dios y a su Mesías:
realizándolas, Jesús pone de manifiesto cuál es el ori-
gen de su propia persona 33.

20. Le 7,22. 27. Me 6,5.


21. Le 11,14. 28. Le 5,21.
22. Me 2,1. 29. Me 11,1.
23. Me 1,40. 30. Me 11,15.
24. Me 5,1. 31. Me 7,13.
25. Me 5,21. 32. Le 11,39-54.
26. Mt 20,32. 33. J n 11.37-38.
80 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Se percibe en El un gran dominio sobre su propia


vida y sobre los elementos de la naturaleza; está como
en su casa; las cosas parece que le obedecen: calma el
mar con una sola palabra 34, alimenta a la multitud
con unos pocos panes 35... Sabe adonde va; no se
deja enredar en una aventura indiscriminada: rehusa
dejarse proclamar rey y ponerse al frente de una insu-
rrección de Galilea 36; entra en acción a «su hora»
cuando El lo decide 37.

Forma un grupo de discípulos


Desde el comienzo, Jesús orienta su acción a cons-
tituir un grupo de hombres que vivan su misma
misión 38; les asocia a sus desplazamientos, a sus
predicaciones, les da plena responsabilidad 39; tam-
bién ellos tienen la tarea de anunciar el Reino de
Dios, de llamar a una transformación del corazón, y
de mostrar, mediante las curaciones, que todo eso es
posible. Cambia el nombre a Simón y le llama Pedro,
es decir, «roca»: su misión será la de ser cimiento de
una nueva construcción 40. Les va formando median-
te la misma actividad, y cada vez dedica más tiempo a
prepararles: explicaciones suplementarias 41, tiem-
pos de retiro 42, enseñarles a admirarse 43, a gozar
con la belleza de la creación 44, con la fe de éste 45,
con la generosidad de aquélla 46.
Llega hasta a lavarles los pies 47, que es a la vez
un gesto muy concreto y está cargado de enorme sim-
bolismo: con él quiere mostrarles que entre ellos debe

34. Le 8,24. 41. M e 5,34.


35. Le 9,13. 42. M e 6,31.
36. Jn 6,14-15. 43. Le 10,21.
37. Jn 12,23; 7,30. 44. Le 12,27.
38. Le 6,13-14. 45. Le 7,9.
39. Le 9.1. 46. Le 21,3.
40. M t 16.18. 47. Jn 13,1-16.
1. ¿QUE HACIA? LA ACCIÓN DE JESÚS 81

regir la fraternidad y el servicio mutuo y no falsas


jerarquías 48. Finalmente les confía un gesto que
ellos han de renovar, de forma que sea la base sobre
la que asienten todas sus reuniones 49: compartir el
pan y el vino, celebrando su recuerdo, para que su
vida y su presencia continúen siendo como el alma de
toda su vida; de esta forma su Cuerpo y sq Sangre
entregados por el mundo estarán siempre presentes
para alimentarles y conducirles hacia adelante.

Es libre en su manera de actuar


Tiene un modo muy suyo de «practicar» ] a reli-
gión: atento a todo lo que bulle, va allí don.de pasa
algo importante; al comienzo se va a escucha!; a Juan
y se adhiere a su movimiento. Cuando se trata de
cumplir su misión no se para en detalles, sino que va
a lo esencial: ¿lo importante es lavarse las manos 50,
no desgranar unas espigas 51, ayunar 52, o por el
contrario salvar a un hombre 53, lanzarse hada ade-
lante para anunciar la Buena Noticia? Contesta el
impuesto exigido por los sacerdotes M , aunque El lo
paga. Pasa por encima de los tabús religiosos y trata
con los samaritanos 55, come con todos, hasta con los
impuros 56 . Pero también sabe pararse, detenerse
por extenso en la oración para encontrar continua-
mente a Dios a quien llama su Padre; y enseba a sus
discípulos a que hagan otro tanto 57. Se ve que es
libre y que está liberado interiormente: hace 1Q que le
parece que hay que hacer en aquel momento y lo hace
como le parece que hay que hacerlo.

48. Mt 23,8-11 53. Me 3,4.


49. Le 22,19. 54. Mt 17,26.
50. Me 7,5. 55. J n 4,5-
51. Me 2,23. 56. Me 2,16.
52. Me 2,18. 57. Le 11,1.
82 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Mediante todas sus actuaciones, mediante todo su


modo de comportarse, incita a las gentes a preguntar-
se acerca de El. Sin hablar apenas de sí mismo, deja
entrever quién es; deja transparentar el secreto de
que es portador: algunas veces con enorme claridad,
como aquel día en que sube a la montaña con Pedro,
Santiago y Juan: aquel día estos discípulos vieron y
comprendieron algo acerca de quién era El 58.

PARA SEGUIR REFLEXIONANDO

Para nosotros, trabajadores, es muy claro que,


precisamente la acción de Jesús, tiene una gran impor-
tancia y sirve para expresar lo que quería comunicar.
Se ha engañado tantas veces a la clase trabajadora con
bellas palabras que siempre las mira con sospecha.
Los trabajadores creen en lo que se ve, en lo que se
hace. ¿Qué podemos retener de lo que Jesús hacía?

Importancia de ser-con...
Es importante la decisión de Jesús de mantenerse
mezclado con la gente: la mayor parte de su vida
consistió en compartir plenamente, discretamente, la
existencia de sus amigos, de sus vecinos, de sus com-
pañeros de trabajo en Nazaret. Treinta años pasó ma-
durando, desarrollándose en el aprendizaje de un ofi-
cio, en las relaciones familiares, de trabajo y de vecin-
dad; su figura personal tomó forma para toda su vida
en este contexto; Jesús que se presentará un día como
procedente de Dios, es un trabajador de la construc-
ción que aprendió en Nazaret a razonar y a establecer
contactos personales: conservará el acento del terru-

58. Me 9,2.
1. ¿C¿UE HACIA? LA ACCIÓN DE JESÚS 83

ño. Y es totalmente El mismo, está totalmente a gus-


to en ese tipo de vida: seguirá siempre viviendo en
ese tono; le gusta la simplicidad que posibilita com-
partir la vida cotidiana. No tiene que hacer grandes
esfuerzos para conectar con todos: salir a su encuen-
tro es su vida. ¿No es bien importante, para unos
trabajadores, que Cristo tenga este rostro?
59
El porqué de las curaciones
Jesús curaba y perdonaba; unía estos dos tipos de
acciones, porque ambas eran un mismo combate con-
tra todo lo que mutila al hombre. Era un lenguaje en
actos; una forma simple y clara de interpelar a los
paisanos galileos. Hoy tenemos dificultades para com-
prender estos signos y seguramente hoy Jesús no em-
plearía ese mismo lenguaje. Sus acciones curativas co-
rresponden a lo que anunciaba la Biblia: los antiguos
profetas habían dicho que eso sería uno de los signos
de ia venida de Dios: Jesús realiza esos signos. Cuan-
do cura, cuando perdona, la actuación de Jesús infun-
de confianza para ser libre. No busca maravillar a las
gentes, ni atraer hacia sí las miradas, sino que intenta
que nazca en cada cual este convencimiento: han lle-
gado unos tiempos nuevos en los que lo imposible es
posible; yo puedo andar, yo puedo ver, yo puedo

59. «En los milagros Jesús utilizaba el lenguaje de su


tiempo, diferente del nuestro (una lluvia oportuna no
es para nosotros signo del amor de Dios), tenemos,
pues, que saber trasponer nuestro lenguaje; tratándo-
se de salvación, el lenguaje que hoy «habla» se expre-
sa en términos de 'desarrollo de los países, lucha por
la justicia, por la dignidad de la persona humana, por
la verdad en las relaciones entre los hombres,' etc..
¿Por qué no buscar por esos caminos las realizacio-
nes concretas del amor de Dios a los hombres de
hoy?» (cfr. Duprez: en la traducción de los Evange-
lios de Beaumont, pp. 722-26).
84 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

hablar, yo puede vivir, yo he sido liberado. Y para


subrayarlo Jesús encomienda a éste y a aquél que
hagan algo: «Ve y lávate en la piscina» 60, «Coge tu
camilla y anda» 61 , «Id a presentaros a los sacer-
dotes» 62. Su acción es una llamada, una invita-
ción a actuar en la misma dirección que El, en la
medida de las posibilidades de cada cual.
El Reino que anuncia como totalmente cercano, co-
bra realidad y consistencia cada vez que los poderes de
la muerte, de la enfermedad, del pecado ceden termo,
cada vez que un hombre sale liberado y renovado del
encuentro con Jesús: «Puesto que arrojo los espíritus
del mal por el Espíritu de Dios, el Reino de Dios ha
llegado con toda seguridad a vosotros» 63. Al incitar
a las personas con quienes se encuentra a andar, a ver,
a hablar, a cambiar, a vivir, Jesús las invita a hacerse
creativos y responsables. Ya no existen situaciones de
muerte definitiva: con El la vida puede brotar de
nuevo en todas partes. Es la Buena Noticia en acción.
Jesús con sus milagros hace a la gente libre para una
vida nueva.

Perspectivas
Cuando conecta con una persona la pide una ac-
ción concreta y posible: vender todos sus bienes 64,
seguirle en su misión 65, dar de beber 66, invitar a
la mesa 87. También a toda la colectividad, a todo el
pueblo, les propone actos concretos cuando declara
abierto al año «santo»: devolver la libertad a los es-
clavos, perdonar las deudas, dar la oportunidad de

60. J n 9,7. 64. Le 18,22.


61. Mt 9,6. 65. Le 5,27-28.
62. Le 17,14. 66. Jn 4,7.
63. Mt 13,28. 67. Le 19,5.
1. ¿QUE HACIA? LA ACCIÓN DE JESÚS 85

que cada cual recupere sus tierras 68. Se trata en


cualquier ocasión, de acoger una nueva manera de
vivir más fraternal, más en armonía y compañía con
los demás; no hay nada que pueda justificar el recha-
zo, el menosprecio, el olvido de uno solo de los hom-
bres. Las propuestas radicales que hace Jesús crean la
verdad: sacan a la luz lo que hay en el corazón de
cada uno 69. De ahora en adelante es cosa mía y está
a mi alcance hacerme próximo, todos se han converti-
do en mis prójimos: todos, es decir, todos aquellos a
los que yo pueda conocer , a los que yo pueda alcan-
zar, a los que yo pueda llegar; el inmobilismo no tiene
ya excusa 70. Por eso o se enrola uno en el movi-
miento del Reino o se une a quienes quieren hacer
desaparecer al incordiante 71; el paso de Jesús no
deja indiferente, perturba: uno no es el mismo antes y
después de haberle conocido 72.
Su actuación alumbra así un pueblo nuevo: no
sólo cuando crea el grupo de sus discípulos, sino tam-
bién cuando llama a todos, personal y colectivamente.
Es inútil invocar los derechos de raza, de posición
social o religiosa para formar parte de ese pueblo; lo
único que se requiere es la respuesta del corazón, la
voluntad de cambiar. Con una gratuidad, con una ge-
nerosidad absoluta Dios ofrece su amor y su presen-
cia: la única respuesta posible es escoger ese regalo de
Dios y vivirlo. Los discípulos están al servicio de ese
pueblo en formación, para alimentar las fuerzas reno-
vadoras, para animar la participación, para garantizar
la cohesión del conjunto: no deben tener más ambi-
ción que la de servir al dinamismo del Reino, como el
mismo Jesús hizo.

68. Le 4,17-21. 71. Me 9,40.


69. J n 3,20-21. 72. J n 11,45-54.
70. Le 10,25-37.
86 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

INTERROGANTES

La descripción de la actuación de Jesús suscita en


nosotros un montón de interrogantes ante las injusti-
cias de su tiempo (¡ya hemos visto que eran bien
grandes!). ¿Qué hizo Jesús, cuáles fueron sus iniciati-
vas ante ellas? ¿Qué postura tomó ante el movimien-
to revolucionario? ¿No tendremos que confesar que
en el plan social y político nos deja con nuestras nece-
sidades?

¿Cuál fue su acción en relación


con las injusticias?
Aun cuando Jesús, al comienzo, ligó la acogida del
Reino a la aceptación de un año «santo» que conlleva-
ba toda una renovación social (posibilitar que todos
pudieran recobrar su dignidad, sobre la base de un
mínimo material, liberar a todos de sus zozobras y de
sus deudas), lo hizo en una perspectiva de urgencia:
no era su intención poner en pie una nueva sociedad,
sino provocar a todos para que acogieran el Reino
absolutamente cercano a ellos: renovada la humani-
dad, ella misma sería capaz de construir un universo
nuevo.
Por tanto al llamar a un cambio de los corazones y
de la manera de vivir, Jesús muestra claramente que
el Reino no puede sentirse satisfecho del mundo de
aquella época: es preciso transformarle radicalmente.
No poco de aquella llamada de Jesús tenemos que
tomarlo en serio también nosotros hoy; posibilitar a
todos que puedan actuar libremente, que sean verda-
deramente libres, con todas las consecuencias materia-
les, culturales, sociales y políticas que ello implique
¿no tendría un alcance verdaderamente revoluciona-
rio? ¿No es cosa nuestra inventar, crear los medios
necesarios para esa libertad? ¿Nos satisfaría un Cristo
1. ¿QUE HACIA? LA ACCIÓN DE JESÚS 87

que nos presentara una solución prefabricada? Lo que


de verdad le pedimos, ¿no es precisamente que man-
tenga la bandera bien alta para que el anhelo de cada
hombre no se degenere, para que jamás nos resigne-
mos a considerar a los hombres como ovejas, meros
consumidores o autómatas?....

Jesús no es neutral
Por lo demás, en sus actuaciones Jesús no es neu-
tral. Es verdad que está cerca de todos, pero cuando
se desplaza es para buscar a los pecadores, a los ex-
cluidos: Jesús es prioritariamente para ellos «porque
son los enfermos los que necesitan al médico» 73. Es
verdad que dirige a todos la Buena Noticia, pero se
alegra con su Padre de que la Buena Noticia «esté
oculta a los sabios y sea acogida por los sencillos» 74.
Cuando constituye el grupo de los Doce lo hace con
gentes del pueblo: ni «doctores de la ley», ni sacerdo-
tes, ni gentes de prestigio, sino «personas sin instruc-
ción, ni cultura» (todos caen en seguida en la cuenta
de ello y lo comentan) 75.
Jesús es todavía menos neutral en sus palabras,
pues aunque se dirige a todos, no a todos dirige el
mismo mensaje. A unos les dice: «Felices vosotros los
pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» 76; y a
los otros les anuncia: «Es más fácil que un camello
entre por el ojo de una aguja que un rico pueda entrar
en el Reino de Dios» 77. En el juego de fuerzas
sociales existente, Jesús eligió su puesto, en el que
nació: está con el pueblo.
Por la conciencia que tiene de su ser, porque sabe
que El es de Dios, rehusa el poder político. Esto nos

73. Me 2,17. 76. Le 6,20.


74. Le 10,21. 77. Le 18,15.
75. Hech4,13.
88 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

descubre también quién es Jesús y lo que Dios quiere


ser para el hombre: Dios es, en el corazón del hombre
y de la historia, el recordatorio continuo de la grande-
za del hombre que no puede estar satisfecho del orden
existente, que debe luchar incesantemente por un
mundo nuevo. Así vivió Jesús la situación de su tiem-
po. Poniendo en evidencia que los pobres de la socie-
dad, los excluidos, revelan la otra cara de un mundo
mal hecho: por eso hay que estar con ellos; son el
motor de toda transformación, incitación a un univer-
so nuevo. Si Jesús hubiera aceptado ser un Mesías
político, hubiera quedado encerrado en una relación
falseada con los hombres y con el mundo 78. Su ac-
ción consistió en abrir el corazón del hombre de tal
forma que en adelante todos los interrogantes sean
más quemantes y ya no se pueda vivir sin darles
respuesta 79.

Su maneta de actuar
Cristo no vino a establecer un nuevo poder, susci-
tó, por el contrario, el nacimiento de una nueva vida,
una vida que ya no se deje vencer por nadie, ni sofo-
car por nadie. No vino a reemplazar la iniciativa per-
sonal y colectiva de los hombres; creó un nuevo pue-
blo, fermento y avanzadilla para el mundo entero.
Este es el sentido con el que podemos entender hoy
aquella frase suya: «Yo he venido a traer fuego a la
tierra, y cómo me gustaría que ya estuviera ardien-
do» 80.|

78. J n 18,33-37.
79. Jn 15,9-17-
80. Le 12,49.
2
¿Qué decía?
El mensaje de Jesús

Una presentación original


Cuando se comparan los Evangelios con otros es-
critos, se detecta en seguida su carácter popular: cons-
tantemente se alude en ellos a la vida cotidiana. Este
carácter aparece claramente en las «parábolas»; pare-
ce que en ellas se encuentra un modo de expresión
propio de Jesús; a El le gustaba tomar un aconteci-
miento, desentrañar una situación, imaginar una anéc-
dota para despertar el interés de sus oyentes: así se
situaban en actitud indagativa. Al hombre que le pre-
gunta «quién es mi prójimo», Jesús le cuenta una
historia, escandalosa en aquella época: la historia de
un malherido en un camino; los especialistas de la
religión ni le miran, y sin embargo un samaritano, ¡un
90 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

hereje!, le ayuda... y Jesús añade: «¿Quién es en tu


opinión el prójimo de este hombre?» 1. E invita al
que le ha preguntado que él también investigue en su
propia vida y busque a su prójimo.
De esta forma, lo más frecuente es que la palabra
de Jesús sea una llamada más que una doctrina bien
asentada: difícilmente se puede hacer un resumen per-
fectamente codificado de sus enseñanzas. Los Evange-
lios nos han transmitido un conjunto de sentencias
unidas entre sí artificialmente, pero que traslucen un
verdadero proyecto: palabras breves, vivas, construi-
das de forma que capten al auditorio, con frecuencia
irónicas y teñidas de fino humor. Quieren suscitar un
despertar del espíritu para que se haga disponible
como el de un niño: «Buscad y encontraréis» 2. Lo
que dice Jesús no se puede captar desde fuera; hay
que meterse en ello con un corazón dispuesto a explo-
rar.
Nada de esto impide a Jesús hablar con plena
seguridad: no duda en absoluto de la verdad de lo que
dice; las gentes lo advierten: «Habla con autoridad y
no como los especialistas de la ley» 3. Estos acostum-
braban a probar sus palabras con textos bíblicos. Je-
sús no se refugia tras ninguna autoridad; no prueba
nada; habla, afirma y basta. Se le toma o se le deja, se
pone uno en el camino al que invita o se queda uno
encerrado en su propio castillo.
Más aún: Jesús no se presenta como un maestro
de la sabiduría que pronuncia fórmulas perfectamente
equilibradas mediante las que llegar a la felicidad; su
intervención se realiza en un contexto de urgencia y
todo le viene bien para convencer a sus oyentes. La
mayor parte de sus parábolas son historias escandalo-

1. Le 10,25-37. 3. Me 1,22.
2. Mt7,7.
2. ¿QUE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 91

sas, como la del «fariseo» y el «publicano»: pone


como ejemplo a este prestamista aprovechado, mala-
pieza, sin tener respeto alguno para con el fariseo que
era, sin embargo, un hombre fiel a Dios, que oraba,
ayunaba y daba limosna.... 4. Otras veces usa expre-
siones exageradas para hacer reaccionar: «El que no
odia a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos,
a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser
mi discípulo» 5 .

DESCRIPCIÓN

La «Buena Noticia»
Jesús anuncia una Buena Noticia: los pobres, los
hambrientos, las gentes de corazón transparente, los
constructores de la paz, los disponibles, pueden consi-
derarse felices 6: de ellos es el Reino, un tesoro 7 ,
una perla preciosa ofrecida a todos 8; la semilla da el
ciento por uno 9, la abundante cosecha requiere mu-
chos obreros 10; la minúscula semillla se ha converti-
do en un árbol gigantesco n ; el tiempo ha llegado a
su plenitud: el Reino está ahí. Felices quienes han
elegido la mejor parte, como María la hermana de
Marta, que lo dejó todo para acoger la Buena
Noticia 12.
Algo nuevo ha sucedido; algo que jamás había
sucedido en los tiempos anteriores; es una pieza de
paño nuevo que no se puede pegar a un vestido
viejo 13; es un vino nuevo que hay que meter en

4. Le 18,9. 9. Mt 13,8.
5. Le 14,26. 10. Mt 9,37.
6. Mt 5,1. 11. Mt 13,31
7. Mt 13,44. 12. Le 10,38.
8. Mt 13,45. 13. Me 2,21.
92 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

odres nuevos u. Jesús puede poner en circulación


reglas nuevas: «Pero yo os digo....» 15. Inútil hacer
del pasado el punto de referencia; con sola su presen-
cia Jesús cambia el viejo mundo; hay que discernir los
signos de los tiempos nuevos, como se lee en el cre-
púsculo qué tiempo hará mañana 16.
Es un mensaje destinado al mayor número posible
de gente: hay que proclamarlo desde los tejados 17.
Quienes lo escuchan están llamados a ser, desde ese
mismo momento, la sal de la tierra 18, la luz del
mundo 19; los que entran en el movimiento del Rei-
no son una ciudad iluminada, situada en la cima de
una montaña 20; su vida es una luz para todos los
hombres. Jesús manifiesta y hace experimentar que su
palabra, cuando es aceptada, es resurrección y vida
propuestas para toda la humanidad 21: su pretensión
es de carácter universal.
Este es el mensaje portador de felicidad: un amor
inmenso habita el mundo de los hombres, el amor del
Padre; inútil irse lejos para encontrar a Dios: el Pa-
dre está cerca de cada uno de nosotros. El Padre
conoce nuestras necesidades, ¿por qué inquietarse y
tener miedo? 22. Anda errante buscándonos a todos,
como el padre que espera el r e t o r n o del hijo
perdido 23, como el pastor que se echa al campo en
busca de la oveja extraviada 2i. El Padre trabaja en
este mundo y Jesús también 25. Como un buen ami-
go, está presto para dar a todos lo necesario para su
vida 26; contrata para su viña a cuantos están en

14. Me 2,22. 21. J n 11,25.


15. Mt 5,22. 22. Mt 7,7-11,
16. Mt 16,2. 23. Le 15,20.
17. Mt 10,27. 24. Le 15,3.
18- Mt 5,13. 25. J n 5,17.
19. Mt 5,14. 26. Le 11,5.
20. M t 5,15.
2. ¿P.UE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 93

paro 27; que nadie se quede fuera 28: todo el mun-


do está invitado, perdonado, acogido de antemano,
reestructurado en su dignidad: puede volver a ser
capaz de vivir realmente.
Dios da gratis a todos y cada uno la posibilidad de
vivir una vida nueva, de construir un mundo nuevo;
al hombre le queda r e s p o n d e r con la misma
gratuidad 29.

Hay que elegir


Efectivamente, acoger el amor cercano del Padre,
no puede hacerse sin elegir con radicalidad: hay que
nacer de nuevo 30 , entrar por la puerta estrecha 31 ,
acoger el Reino como si uno fuera un crío pe-
queño 32, cambiar en la práctica, no de palabra, co-
mo se concluye de la parábola de los dos hijos: el
que dice que no pero va a trabajar a la viña y el que
dice que sí pero no se mueve 33. Hay que responder
como los invitados a la boda 34, hay que dar fruto
como los sarmientos injertados en una viña fe-
cunda 35. Como quien se pone a construir una to-
rre o a entrar en batalla, hay que sentarse, calcular y
considerar bien la opción que reclama la Buena
Noticia 36. Porque seguir este camino requiere tomar
la cruz 37, vender todos los bienes y regalarles 38,
amar más allá del estrecho círculo familiar 39. No se
puede volver la vista atrás cuando se ha puesto la
mano en el arado 40. A los ricos les es muy difícil
aceptar todo esto porque no se puede servir a dos

27. Mt20,l. 34 Mt22,l.


28. Le 14,16-24. 35 J n 15,5.
29. Me 4,24. 36. Le 14,28.
30. Jn3,3. 37. Lo 9,23.
31. Mt>7,13. 38. Le 18,18.
32. Mtl8,3. 39. Mt 10,37.
33 Mt 21,28. 40. Le 9,61.
94 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

señores, a Dios y al dinero 41. Todos los sectores de


la vida quedan afectados: las relaciones hombre-
mujer 42, el matrimonio 43, la sexualidad **, todo
hay que volverlo a pensar en función del Reino. Ha-
cer estas opciones radicales es imposible al hombre
solo; sólo se pueden hacer situándose en el dinamis-
mo del Padre 45.
Puesto que Dios da gratuitamente, no hay que
hacer exhibiciones **, ni pretender que los demás
nos vean 47; hay que vivir en verdad, es decir, sin
cálculos y sin hacer juicios. Sin cálculos: cuando uno
organice un banquete que no invite a los que le pue-
den devolver el detalle, sino a los pobres, a los
machacados 48; no hay que andar midiendo el esfuer-
zo realizado, sino estar dispuesto a hacer dos kilóme-
tros en vez de uno en favor del amigo 49; hay que
hacer el bien a todos, incluso a los enemigos 50... Sin
hacer juicios: es inútil andarse comparando con los
demás, como lo pone de manifiesto la historia de la
paja y de la viga 51; hay que superar los prejuicios:
lo que cuenta no es lo que se ve al exterior, sino lo
que sale del corazón 52; la lámpara del cuerpo es el
ojo 53, es la mirada: mi modo de mirar a los demás
manifiesta lo que tengo en mi corazón; si en mí está
el amor del Padre acertaré a mirarles con el mismo
amor. Jesús apostrofa con vehemencia a todos aque-
llos que pretenden saber más que los demás, ser más
justos que los demás 54; con dureza la emprende
también con los especialistas de la ley y con los fari-

41. Le 16,13. 48. Le 14,12.


42. M t 5,27-28. 49. Mt 5,40.
43. M t 19,1-9. 50. Mt 5,43.
44. M t 19,10-12. 51. Mt 7,1.
45. Le 18,27. 52. M e 7,14.
46. L e 16,15. 53. Mt 6,22.
47. Mt 6,1. 54. Mt 23,13.
2. ¿C¿UE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 95

seos y proclama que los «publícanos y las prostitu-


tas», pecadores que reconocen serlo, serán los prime-
ros en el Reino 55.

El mandamiento nuevo
El cambio de corazón, de manera de ver y de vivir
por el que Jesús apuesta, se resume en el «manda-
miento nuevo»: «Amaos ios unos a los otros como yo
os he amado 56; o también: «Amarás al Señor tu
Dios con todas tus fuerzas... y a tu prójimo como a ti
mismo» 57; de otra forma: «Todo lo que os gustaría
que los demás hicieran por vosotros, comenzad voso-
tros por hacerlo con ellos» 58. Actuar de esta forma
es construir la propia casa sobre roca 59, porque vi-
vir con Dios no consiste en decir: «Señor, señor» 60,
sino en actuar como actúa Dios: de la misma manera
que el Padre se ha hecho prójimo por medio de Jesús,
hay ahora que dar siempre el primer paso 61, hacerse
prójimo de todos 62, ir a reconciliarse con quien ten-
ga algo contra nosotros 63; nuestra vida será enton-
ces una alabanza al Padre: «Sed perfectos como perfec-
to es vuestro Padre 64... El hace salir su sol sobre
buenos y sobre malos» 65.
El mandamiento nuevo tiene buen cuidado en
concretar que es necesario llegar hasta a «amar a los
enemigos» 66 (y ¡enemigos existirán, desde luego!).
En efecto, el Reino, ese mundo nuevo inserto en el
dinamismo del amor del Padre, chocará con resisten-
cias; no será precisamente paz para el mundo, sino

55. Mt 21,31. 61. Mt 5,25.


56. Jn 15,12. 62. Le 10,36.
57. Le 10,27. 63. Mt 5,23.
58. Mt 7,12. 64. Mt 5,48.
59. Mt7,24. 65. Mt 5,45.
60. Mt7,21. 66- Mt 5,44.
96 L A A V E N T U R A DE JESÚS D E NAZARET

división hasta en la propia familia 67. Nadie podrá


cambiar este mundo envejecido sin luchar contra las
fuerzas que lo habitan y sin vencerlas en sí mismo y
en su alrededor: hay que atar de pies y manos al
fuerte y apoderarse de sus dominios w; se han apo-
derado de la viña matachines a sueldo y hay que
reconquistarla69. Consejos para la lucha: estar vigi-
lantes ™, guardarse de los falsos profetas 71 ; los ene-
migos están dispuestos hasta a matar 72 . Jesús no
deja de recordarles que el discípulo correrá segura-
mente la misma suerte «que el maestro: «Lo que han
hecho conmigo, lo harán también con vosotros» 73.
Hay que aprender la palabra de perdón de Jesús en la
cruz: «Padre, perdónalos, que no saben lo que
hacen» 74. Efectivamente, la lucha no es contra los
hombres, aunque ellos son cómplices, sino contra
aquello que a ellos mismos les domina, les engaña y
les esclaviza.

Vivir juntos
Jesús subraya al grupo de sus discípulos la impor-
tancia de que vivan unidos: tienen que preocuparse
los unos de los otros y manifestar juntos el rostro de
Dios 75. Quiere también que estén libres para la
misión 76, que sean astutos como las serpientes y
sencillos como las palomas 77; juntos han recibido
talentos para hacerlos fructificar 78; que sean criados
fieles y den a cada cual el alimento en el momento
oportuno 79. Al responder a la Palabra, se han con-

67. M t 10,34. 74. Le 23,34.


68. M t 12,29. 75. Mt 18,19.
69. M t 21,33. 76. Mt 9,9.
70. Le 12,37. 77. Mt 10,16.
71. M t 24,23-25. 78. Mt 25,14.
72. M t 10,16; 24,9-13. 79. Mt 24,45.
73. M t 10,25.
2. ¿QUE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 97

vertido en familia de Jesús, son sus hermanos, sus


hermanas y su madre 80. La vida entre ellos ha de
ser fraternal; el primero es aquel que se dedica a
servir a todos 81 ; se acabaron los títulos, entre ellos:
que no llamen a nadie Padre, M a e s t r o o
Especialista 82; la puesta en común sustituye a la
competí tividad individualista.
Mediante todas estas enseñanzas, Jesús revela
quién es El. Lo que dice de su Padre, con frecuencia
se lo aplica también a sí mismo: también El es el
pastor que busca a la oveja extraviada 83... Sin palia-
tivos afirma que su presencia es mucho más importan-
te que la de Jonás y la de Salomón (dos grandes del
pasado) 84. Compara a las gentes de su época con los
adolescentes incapaces de comprender lo que les pasa,
ni lo que pasa, porque sólo aciertan a mirar en
superficie 85. Surge la pregunta sobre quién es Jesús:
«¿Quién es éste para hablar de esta forma?» 86. El
mismo provoca a veces la pregunta a la que cada cual,
un día u otro, tendrá que responder: «Y para voso-
tros, ¿quién soy yo?» 8?.

PARA SEGUIR REFLEXIONANDO

Atención a la vida
La manera de expresarse de Jesús nos invita a
renovar nuestra manera de buscar a Dios: con fre-
cuencia nos despistamos, yéndonos lejos. Sin embargo
lo que habla con limpieza de Dios no son Us bellas
definiciones, sino la vida de los hombres; la vigilancia

80. Mt 12,48. 84. Le 11,31.


81. Mt 20,24. 85. Mt 11,16.
82. Mt 23,8. 86. Me 1,27.
83. Jn 10,11. 87. Me 8,29.
98 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

y las atenciones de un pastor, el amor de un padre, las


preocupaciones y cuidados de un viñador, nos hablan
mucho más profundamente sobre Dios que una sarta
de ideas bien elaboradas. La idea encierra a Dios en
una cuadrícula, y hace de El un Dios muerto. La vida
nos pone en presencia de Alguien a quien hay que
descubrir: conquistar su secreto, conocerle cada vez
mejor: ésta es la invitación que hemos recibido.
Tradicionalmente se comparaba a Dios con un
pastor; Jesús nos hace caer en la cuenta que es un
pastor muy original: porque una sola oveja perdida
cuenta más para El que las noventa y nueve que se
quedaron en el aprisco 88. De esta forma Cristo nos
incita a que discernamos en cada realidad el rostro de
Dios que anida en ella; con El el mundo se hace
luminoso: todo, hasta la vida más banal, la más insig-
nificante, es una palabra que Dios nos dirige y quien
sabe explorar el corazón del hombre, quien sabe pro-
fundizar en la vida y en el mundo, termina penetran-
do finalmente en el secreto de Dios.

En la alegría
Otro aspecto, frecuentemente muy olvidado, es la
alegría: Jesús habla en un clima de fiesta, de bodas,
de banquetes: no es el momento de ayunar, ni de
poner caras tristes. ¿Por qué? Porque Dios y su po-
tencia renovadora habitan en el pueblo. El universo
nuevo de Dios, el que los hombres intentan construir,
ya no es una lejana esperanza; está ahí al alcance de la
mano. En a d e l a n t e ya nadie podrá robar esta
alegría 89, porque Jesús ha ido hasta la cruz y en El
la vida ha conseguido su triunfo definitivo 90: el

88. Mt 18,12-14. 90. J n 16,33.


89. Jn 16,21-22.
2. ¿QUE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 99

amor de Dios se manifestó en Jesús, y aunque recha-


zado por.su generación, ya no da marcha atrás.

El hombre es sagrado
Paradójicamente, aunque Jesús habla de D'(os si-
túa al hombre en un puesto central: sólo hay un ser
sagrado en el mundo, el hombre. A Dios le afecta, le
toca, todo lo que le sucede al hombre: «Es a Mí a
quien se lo habéis hecho» 91. Jesús se enfrenta con
los detentadores de la ley, de la religión, de la tradi-
ción y de la nación, porque lo que le preocupa es el
hombre. Donde Jesús ve un paralítico que sufre, una
mujer que es menospreciada..., esos sólo ven la ley del
sábado que hay que respetar o la Ley de Moisés que
hay que cumplir: pero Jesús afirma que la única ley
que hay que cumplir es el servicio a los hombres,
porque es el único camino que lleva a Dios. En este
mundo solamente se encuentra a Dios a través de su
imagen que es el hombre. En el mismo Jesús, Dios se
da a conocer solamente a través del carpintero de
Nazaret. «Nadie ha visto jamás a Dios, sólo el Hijo
único nos le ha dado a conocer» 92. Dios y los hom-
bres están tan vinculados que en adelante ya nadie
podrá separarlos. Juan, el discípulo de Jesús, lo dice
así en una de sus cartas: «Quien dice: «amo a Dios»
a quien no ve, y no ama a su hermano a quien ve, es
un mentiroso» 93.

El perdón
Hay una palabra que con mucha frecuencia está
en labios de Jesús y que corre el peligro de ser mal

91. Mt 25,40. 93. 1 J u a n 4,20.


92. J n 1,18.
100 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

interpretada: se trata del «perdón» 94. Tiene actual-


mente una resonancia demasiado estrecha e indivi-
dual. Pero si se la comprende correctamente, contiene
en sí la iniciativa más creadora y revolucionaria. Per-
donar es romper el encadenamiento de causas: un mal
llama a una venganza; esta venganza desencadenará a
su vez una reacción, y así sucesivamente. El perdón
introduce la novedad en ese encadenamiento: el per-
dón saca su energía no del odio que provoca el mal
sufrido, que sería lo ordinario, sino de otra fuente; es
una creación porque la amistad reemplaza al odio. Es
un comportamiento libre y creador; vengarse es dejar-
se dictar la propia conducta por el adversario (ojo por
ojo, diente por diente) 95, perdonar es engendrar
relaciones nuevas libremente elegidas.
Jesús se presentó como el perdón de Dios para los
hombres: una amistad ofrecida de manera inesperada,
una amistad que fue rechazada y condenada a la cruz,
una amistad de nuevo y para siempre propuesta en la
resurrección de Cristo. Si Cristo no hubiera resucita-
do el perdón sería un proceso absurdo, un proceso de
muerte, pero así es fuente de renovación.
El perdón es un proceso revolucionario porque
rompe el círculo infernal del mal. Inventa él solo un
mundo en el que nadie está definitivamente clasifica-
do, perdido, ni encerrado en su odio, su pecado o su
desesperación. El perdón no consiste en dejar cobar-
demente que el agresor continúe ejerciendo su domi-
nación, ni en predicar al explotado la sumisión; el
perdón libera para poder buscar las verdaderas causas
que hacen de uno un opresor, un verdugo; hace lúcida
a la persona para que pueda luchar los verdaderos
combates, mientras que el odio, el desprecio, el resen-

94. Mt 6,12-15; 18,21-25; Le 6,27-36; 7,47; 23,34.


95. Mt 5,38-42.
2. ¿QUE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 101

timiento ciegan. El perdón inyecta en nuestras luchas


la única energía que puede construir un mundo verda-
deramente nuevo: el amor y no el odio.

¿Es original el mensaje de Cristo?


En última instancia el mensaje de Jesús no parece
ser muy original, ni muy nuevo: su contenido ya ha-
bía sido predicado por muchos hombres a lo largo de
la historia: amar a los demás, denunciar la hipocresía,
luchar contra el mal.... ¿Será quizá que el carácter
radical de algunas de sus proposiciones va más lejos,
aunque en esas mismas líneas? Lo que fundamenta la
originalidad de su mensaje es más bien un cierto clima
que baña todas las proposiciones de Jesús.
El mensaje de Jesús no se dirige a poner al hom-
bre frente a directivas concretas que haya que aplicar,
sino a situarle en un mundo de personas, de herma-
nos. Las reglas de conducta adquieren consistencia
cuando están verdaderamente al servicio del desarro-
llo de todos y de cada uno. Jesús no impone recetas
mejores, ni exigencias más refinadas, sino que pone de
manifiesto que en todas las situaciones hay un herma-
no a quien respetar, a quien ayudar a ser más, a quien
salvar: y que eso es lo único que importa. «¿Está
permitido, en sábado, hacer el bien o el mal, salvar la
vida o dejarla perderse?» 96. Esta es una de las cues-
tiones esenciales que hay que resolver.
Por otra parte, su mensaje supone una asumpción
colectiva de las exigencias que propone: el discípulo
no está solo frente a los nuevos imperativos ante los
que se encuentra. Se le invita a vivir em «fraternida-
des» en las que se llevará conjuntamente el peso de la
vida y las exigencias de la misión. Pablo traduce este

96. Me 3,4.
102 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

aspecto del mensaje mediante la imagen del cuerpo o


del edificio en construcción: «Todo me está permiti-
do, pero no todo sirve para edificar: no busques tus
intereses sino los de los demás» 97; y de otra forma:
«Aunque somos muchos, no formamos más que un
solo cuerpo en Cristo y todos nosotros somos miem-
bros los unos de los otros» 98. Sólo se puede respon-
der plenamente a la Buena Noticia si se acepta el
apoyo y la provocación que vienen de los demás: no
hay manera de ser discípulo del Señor si uno se encie-
rra en sí mismo.
Finalmente Jesús no se dirige a una élite, a ciertos
hombres elegidos: su llamada quiere alcanzar a todos,
allí donde cada cual se encuentre, para proponerles
una experiencia de nueva vida; no hay privilegiados;
¿por qué?; porque Dios ha decidido recomenzar des-
de cero: una alianza nueva, una amistad dada gratuita-
mente, no tomar en cuenta el pasado, hacer la pro-
puesta a todos. Su mensaje no es un código legal para
campeones de la moralidad, sino una manera de vida
abierta a todos: «Mis palabras son espíritu y son vi-
da..., nadie puede venir a Mí, si el Padre no le hace
ese regalo» " . Pero ese «regalo del Padre» está am-
pliamente difundido: Jesús lo testimonia con sus ac-
ciones y con sus palabras; más aún, al resucitar, abre
perspectivas todavía más insospechadas: una vitalidad
que en adelante ya nadie podrá destruir, ha penetrado
nuestro mundo.
En consecuencia, un clima de alegría universal a la
Buena Noticia: «Felices los que ven lo que vosotros
habéis visto. Os aseguro que muchos desearon verlo y
no llegaron a verlo» 10°.

97. 1 Cor 10,23. 99. J n 6,63-65.


98. Romanos 12,5. 100. Le 10,24.
2. ¿QUE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 103

INTERROGANTES
La clase trabajadora se enfrenta hoy con una lucha
difícil y el mandamiento de amar al prójimo, e incluso
a los enemigos, puede parecer inadecuado para la si-
tuación. Tanto más cuanto que la memoria colectiva
de la clase obrera recuerda con nitidez las humillacio-
nes, las hipocresías de aquel ejercicio de la burguesía
cristiana que se llamaba a sí mismo caridad. ¿Cómo
situarse ante el amor y la lucha de clases?

Amor y lucha de clases


Lo que hemos dicho acerca del perdón nos ayuda
ya a ver un poco más claro: el mandamiento de amar
hasta llegar a perdonar confiere un sentido positivo a
la lucha. Frecuentemente en la raíz de la lucha no hay
más que cólera, a veces odio. Jesús algunas veces ma-
nifiesta cólera, pero jamás se pone del lado del odio.
Por otra parte, el movimiento obrero no se ha queda-
do únicamente en una toma de conciencia de la situa-
ción de la que partía, sino que poco a poco ha ido
elaborando una doctrina. No es una agrupación de
revoltosos, sino que propone un análisis cada vez más
científico de la situación social. Busca un sistema de
explicaciones que pueda dar cuenta del conjunto de la
realidad. La lucha obrera se define en función de una
visión positiva de la sociedad: el opresor es, también
él, un ser al que hay que liberar, porque la opresión
que hace caer sobre los demás le mutila también a él;
darle la posibilidad, aunque sea por el camino de una
revolución, de abandonar esa posición es amarle ver-
daderamente; abrirle los ojos a la situación en que se
encuentra, aunque sea mediante enfrentamientos difí-
ciles, también es amor 101.

101. «Nuestra lucha contra el capitalismo no se sitúa a


nivel de la buena o mala voluntad de los patronos,
104 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

«La lucha que hacemos por la liberación de los


trabajadores, es a la vez una operación por la libera-
ción de todos los hombres. La lucha de clases existe;
estar al lado de los oprimidos significa que se está
contra los opresores. Pero nuestra constatación es que
también los opresores deben ser liberados, pues tam-
bién ellos están esclavizados por la situación al ser
explotadores. Nuestra fe no nos dice que no tenemos
enemigos, sino que les amemos» 102.

El mandamiento del amor ha sido muy desfigura-


do por una concepción paternalista. Amar a la manera
de Cristo no es, fundamentalmente, vibrar sentimen-
talmente con las miserias de los demás, ni darles una
ayuda asistencial desde fuera. Por el contrario, se tra-
ta de con-vivir, de llevar juntos el peso del día y del
calor. Amar es dar la posibilidad a cada cual de que se
ponga en pie y se haga responsable y creador. Actuar
en lugar del otro, dar desde fuera, no tiene nada que
ver con el mandamiento del amor. No se ha amado
con verdad, si no se ha dado al otro la posibilidad de
hacerse libre y capaz, a su vez, de entrar en el dina-
mismo del amor. El paternalismo engendra, en unos
la «buena conciencia» y en los otros el rencor y el
servilismo. El amor engendra iguales y hermanos.

sino a nivel de una nueva sociedad que hay que


engendrar... No se trata de sentimientos, sino de una
lucha política contra un adversario. La lucha de cla-
ses no está en el terreno de los resentimientos perso-
nales. No tenemos nada contra el patrono en cuanto
persona, pero en cuanto que es adversario de clase le
combatimos... Además, ¿no es también él víctima, no
está también él alienado por el sistema?» (Declercq:
Syndicaliste en liberté, pp. 78-83).
102. Orientaciones Joc-noviembre 76.
2. ¿Q_UE DECÍA? EL MENSAJE DE JESÚS 105

A propósito del dinero


A primera vista las enseñanzas de Jesús acerca del
dinero pueden parecer también sentimentales: no ha-
ce ningún análisis de causas, ni de relaciones de pro-
ducción. ¿De qué se trata?
En primer lugar, hemos de tener en cuenta que
Jesús emplea el lenguaje de su época y que no se le
puede pedir respuesta a cuestiones que entonces no
estaban ni planteadas. Aun cuando lo hubiera hecho,
sus palabras no habrían llegado hasta nosotros, por-
que nadie las hubiera entendido ni retenido. Esta ob-
servación es válida también para otras muchas cues-
tiones que hoy se nos presentan.
Jesús habla en un contexto de urgencia: el Reino
está ahí, muy cerca. Jesús no trata de crear un sistema
monetario más justo, sino de provocar en todos la libe-
ración de lo que les impide decir un sí al Reino; entre
estos obstáculos Jesús insiste en el dinero, sea en
forma de riquezas demasiado cuantiosas, sea en forma
de una miseria demasiado agobiante.
Definitivamente Jesús no quiere suplantar la capa-
cidad de pensar de los hombres. Cuando rehusa hacer-
se cargo del poder, rehusa también decir una palabra
mágica que fuera remedio-milagroso para todas las
situaciones. Subraya que en el manejo del dinero se
pone en juego algo importante para los hombres, y
por tanto para Dios. Nadie puede desinteresarse de la
cuestión, porque el asunto afecta a las relaciones entre
los hombres, al compartir, a la dignidad humana y a la
vida, y por tanto afecta también a Dios.
Jesús habló mucho del dinero y denunció, sobre
todo, las consecuencias de su utilización: el dinero es
un amo implacable 103, no permite que se piense

103. Le 16,13.
3
¿Qué quería?
El proyecto de Jesús

DESCRIPCIÓN

Para describir lo que quería Jesús hay que apoyar-


se a la vez en sus palabras y en sus actitudes, en
aquello por lo que optó y en lo que rechazó; habrá
por tanto que volver a tocar aspectos que ya hemos
presentado en otros capítulos. En este punto, más que
en los demás, las primeras comunidades han retenido,
subrayado y coloreado según sus necesidades, lo que
ellas captaban del proyecto de Jesús: tendremos que
mantenernos atentos a esta observación.

Reunir a todos los hombres en


el movimiento del Reino
Jesús toma los medios más adecuados para reunir
al mayor número posible de personas en el movimien-
110 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

to del Reino: proclama por todas partes la Buena


Noticia 1, se dirige a las multitudes y no a un grupo
de iniciados 2, quiere incidir en todas las categorías
de su época; nadie queda excluido de su llamada a
reunirse; más aún, El mismo se desplaza para llegar
hasta los más maltratados, los que sufren bajo el peso
de la vida o de sus pecados 3 y para lograr que tam-
bién ellos entren en la reunión; dirige su invitación a
los individuos que encuentra, pero también a las ciu-
dades y pueblos tomados en conjunto y se extraña de
su respuesta negativa 4. Manifiesta, sin embargo, una
paciencia a toda prueba y alienta a sus discípulos para
que hagan lo mismo cuando les cuenta, por ejemplo,
la parábola del trigo y la cizaña 5 o la de la higuera
estéril 6: antes de pronunciar un juicio definitivo hay
que tener una enorme paciencia.
Siempre con un mismo anhelo: expresarse de ma-
nera que todos puedan comprender; por eso las pará-
bolas están sacadas, todas ellas, de la vida cotidiana.
Habla también por sus actos: curaciones y perdón
hacen libre a la gente para que puedan unirse al Rei-
no. La invitación está lanzada a todos los vientos; no
se pueden diferir las decisiones para mañana: palabras
incisivas, actos provocadores, todo incita a tomar par-
tido ahora mismo. Esperando no se sabe a qué, en vez
de decidirse, se corre el peligro de quedar fuera de la
gran asamblea, fuera de la vida nueva ofrecida a to-
dos,
Por lo demás, este Reino es algo hecho de antema-
no: no es un lugar en el que estar, ni una recompensa
que se puede ganar. Jesús rehusa ser rey a la manera
de los hombres 7; desconfía cuando se pretende dar

1. Me 1,36-39; 3,7-8. 5. Mt 13,24-30.


2. Me 2,7-10; 3,21. 6. Le 13,6-9.
3. Mt 11,28-30. 7. Jun 6,15-
4. Le 10,13-16; Mt 23,37-39.
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 111

al Reino contornos demasiado precisos en el espacio y


en el tiempo 8 : su Reino no es de este mundo 9.
Jesús subraya la idea de que el Reino es una realidad
que hay que acoger; y a partir de ese momento un
nuevo universo podrá construirse, pero habrá que
romper con muchos egoísmos y superar muchos obstá-
culos para realizarlo. Por eso Jesús tiene conciencia de
que su mensaje de unidad no traerá necesariamente la

Iniciar los últimos tiempos de la humanidad


Al incitar a reunirse en el Reino, Jesús declara
que con El se inaugura un período nuevo de la huma-
nidad: «los últimos tiempos». Los testigos entendie-
ron estas palabras como el anuncio de un final muy
cercano: esperaban el advenimiento del mundo nuevo
en aquella misma generación o en la siguiente u ;
pero de hecho no sucedió como lo esperaban. ¿Qué
pasaba?
Aparte de algunas alusiones poco claras durante la
vida de Jesús, los Evangelios colocan estos anuncios
en los últimos días de la vida de Jesús, en la época de
sus más vivas discusiones con sus enemigos; se pre-
sentan, pues, como palabras de esperanza dirigidas a
los discípulos 12. Evocan un cataclismo que afectará
a todo el universo y que traerá consigo el estableci-
miento definitivo del Reino y la «vuelta» de Cristo
triunfante entre los suyos. Estos «anuncios» requie-
ren en el lector un particular esfuerzo de comprensión:
tras las palabras hay un mensaje más profundo 13
que hay que descubrir.

8. Le 17,22-37. 11. Me 13,30-31.


9. Jn 18,36. 12. Me 13; Le 21; Mt 24,1-41.
10. Le 12,51. 13. Me 13,14.
112 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

El sol y la luna se oscurecerán, las estrellas caerán,


terremotos, guerras, hambres desolarán la tierra: es
una manera habitual de expresarse en el pueblo judío
de aquella época para manifestar su convencimiento
de que Dios interviene en el mundo y que Dios es tan
grande que su intervención provoca necesariamente
un trastorno universal. Muchos libros intentan descri-
birlo. Jesús no hace más que usar las imágenes usuales
entre las gentes cuando quieren decir que Dios les va
a visitar y a traer la renovación total; y que esto
sucederá con toda certeza. Toda la historia de los
hombres puede entenderse a esta luz. Cuando todo
quede transformado se verá claramente quién es la
fuente de tal renovación: Cristo volverá habiendo reu-
nido todo en torno a sí.
Por extrañas que hoy nos puedan parecer estas
«predicciones», esclarecen diversos aspectos de lo que
pretendía Cristo. En primer lugar, aparece claro que
Jesús no propone a cada hombre como final un «cie-
lo» como un lugar que cada uno alcanza individual-
mente tras su muerte. Su perspectiva es distinta: es,
en primera instancia, colectiva, orientada a la cons-
trucción del universo nuevo de Dios en el que todos
podrán, por fin, alcanzar su desarrollo integral, los
unos mediante los otros. Existe ya la posibilidad de
trabajar en esa dirección porque el Espíritu de Dios
ha penetrado el mundo de los hombres. Desde ahora
se puede y se debe adoptar los nuevos modos de vivir
propios del Reino.
En ese trabajo, el Reino está como en germen y
jamás se le puede identificar con una determinada
realización humana: está más allá de nuestros más
bellos proyectos: aun éstos tienen siempre necesidad
de salvación. Y la historia nos lo demuestra hasta la
evidencia: ¡cuántos crímenes cometidos en nombre de
los msá bellos ideales!
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 113

Finalmente, estos textos nos dicen que te victoria


de toda la humanidad es segura, tanto a nivel de cada
hombre como a nivel del universo en su conjunto. La
muerte puede inducir a pensar momentáneamente que
la victoria es del mal; pero de hecho, si se la vive
como lo hizo Jesús, es la ocasión de manifestar la
plena confianza en el Padre que es fiel y que conoce
los caminos que nos llevarán a todos a una vida nueva.
Los primeros testigos captaron esta perspectiva
con una mentalidad fixista: para ellos las realidades
del mundo eran inmutables. Para que se diera una
transformación era necesario que se produjera un ca-
taclismo radical que hiciera explotar a todo el conjun-
to: y así lo describen. La destrucción de Jerusalén el
año 70, tras la insurrección de los judíos, fue para
algunos la señal de que aquello estaba ya próximo,
para otros la señal fue la persecución que empezaron a
sufrir los cristianos.
Hoy tenemos otta mentalidad-, y necesariamente
el proyecto de Cristo se nos presenta de un modo
diferente. Hoy, y cada vez más, sabemos que los hom-
bres pueden construir su destino; sabemos que todo
tiene una causa y que podemos actuar sobre esas cau-
sas. Certezas científicas y técnicas nos dan la seguri-
dad de que podemos transformar este mundo. La
«vuelta» de Cristo no se nos presenta como algo que
hay que esperar pasivamente, sino como la meta a la
que se orienta el trabajo por la construcción de una
humanidad nueva. Construiremos el Cuerpo de Cris-
to, anhelaremos su retorno trabajando cada día en el
alumbramiento del universo nuevo de Dios.

Organizar el nuevo pueblo de Dios


Jesús quiso desde el comienzo organizar en una
comunidad viva a quienes se quisieran poner al servi-
cio de este gran proyecto: no se conformó simplemen-
114 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

te con que éste o aquél le siguieran individualmente;


él mismo eligió discípulos y les invitó a seguirle. Lu-
cas cuenta cómo les lanzó esta llamada tras una pesca
sobreabundante 14: Jesús les había facilitado aquella
pesca extraordinaria y les propuso seguir aquel traba-
jo, pero con hombres y no con peces: reunir a los
hombres en el movimiento del Reino será una «pes-
ca» mucho más interesante y abundante. Entonces
empieza a formarles ptira la acción, confiándoles ta-
reas muy concretas: proclamar la Buena Noticia en
otros pueblos y ciudades, curar y hacer retroceder al
espíritu del mal 15; en una palabra: extender su pro-
pia acción 16. Al comienzo Jesús les envía nada más
a los judíos 17, pero después de la resurrección les
abre la perspectiva de una misióa universal: '<Td, en-
señad a todas las naciones...» 18.
Entre todos ellos distingue a los Boce: serán los
cimientos del nuevo pueblo de Dios 19- su papel será
el de conducirle como lo hacía El mismo, es decir,
siendo los servidores de todos 20. Jesús dedica tiem-
po a darles explicaciones; vive comunitariamente con
ellos y se sirve de los pequeños acontecimientos coti-
dianos para formarles en ese espíritu de servicio.
Cambia a Simón el nombre y le da el papel de
«roca» 21: deberá ser cimiento sólido y firme para
sus hermanos ^ será la piedra sobre la que se asien-
te su «Iglesia» que 'reunirá a quienes respondan a la
invitación misionera del Reino.
En la última cena que tomaron juntos, después de
darles a compartir el pan y el vino, su Cuerpo y su
Sangre, les manda hacer aquello en memoria suya 23.

14. Le 5,1-11. 19- Me 3,16.


15. Me 6,12-13. 20. Me 10,42.
16. Le 9,1-6. 21. Mt 16,18.
17. Mt 10,5-6. 22. Le 22,32.
18. Mt 28,18-20. 23. Le 22,19.
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 115

Ciertamente quería que renovaran aquellos gestos y


aquellas palabras, pero sobre todo que renovaran lo
que significaban: dad también vosotros vuestro cuer-
po, verted vuestra sangre, no escatiméis vuestro sufri-
miento por la vida del mundo 24.
Con todos sus gestos, con todas sus palabras, Je-
sús pone los fundamentos de un pueblo nuevo, con
elementos de organización y señales de identificación.
Pero aquella comunidad no tomó verdadera consisten-
cia hasta el día en que los discípulos experimentaron
que el Espíritu de Jesús habitaba en ellos: habían
recibido el aliento, la fuerza y el fuego de los que
vivía Jesús. Sumergidos en este Espíritu, renovados
desde el interior, fueron entrando cada vez más a
fondo en el proyecto de Jesús: y consagraron toda su
existencia a comunicar y llevar a todos la buena Noti-
cia. Sabían que todo había quedado en sus manos.
Todavía hoy este impulso hacia el Reino es lo único
que puede sostener a la Iglesia.

PARA SEGUIR REFLEXIONANDO


Jesús fue juzgado y condenado a muerte; durante
su proceso se le acusó de muchas cosas: ¿quería ser el
Mesías, el rey de los judíos? Fue el motivo de la
condena de Pilato, que mandó se pusiera en la cruz:
«Jesús de Nazaret, el rey de los judíos» 25. ¿Quería
Jesús presentarse como el Hijo de Dios? La respuesta
que El mismo dio a esta pregunta encolerizó al tribu-
nal judío y le encaminó a la muerte 26. ¿Quería des-
truir el templo como manifestaron algunos testigos
poco dignos de crédito? 27. Vamos a intentar respon-
der a estas cuestiones y así podremos conocer mejor el
proyecto de Jesús.

24. Jn 13,15. 26. Mt 26,63-64.


25. J n 18,19. 27. Mt 26,61-62.
116 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

¿El salvador supremo?


¿Quería que le reconocieran como el Mesías, co-
mo el rey de los judíos? Es decir, ¿quería identificar-
se con la esperanza de un Mesías-Rey que venciera a
los romanos invasores y formara un reino judío? 28;
en el mejor de los casos los demás pueblos serían
invitados a integrarse en él, si adoptaban las prácticas
judías.
Cuando anuncia la absoluta proximidad del Reino
de Dios, Jesús se expone al peligro de que se le en-
tienda en esa clave: ajusta su paso a la esperanza
inquieta de todo el pueblo. Pero lo hace de un modo
extraño: en primer lugar, no se afirma claramente co-
mo el Mesías: cuando alguien lo proclama ante El, le
exige silencio29; jamás da alas al nacionalismo ju-
dío; trata, por el contrario, con gentes sospechosas
como los samaritanos 30; reclama amor para los
enemigos 31. Además, en vez de apoyarse en las fuer-
zas sanas de la nación, en los que han dado pruebas de
su fidelidad a la causa de Dios como los fariseos, los
zelotas y otros grupos fervorosos, va en husca de los
ignorantes, de los pecadores 32, de gentes en conni-
vencia con los ocupadores 33; ¡curiosos métodos, en
verdad, para instaurar el Reino puro y exigente en
que se soñaba!
Jesús muestra con claridad que se trata de otra
cosa: reducir su Reino a la dimensión política, a un
pueblo, a una categoría de personas, es lo contrario de
lo que El quiere. Quiere un mundo en el que Dios
con toda su potencia de vida y amor, pueda hacerse
cercano a todos; pretende que una sangre nueva rie-

28. Le 24,21; Mt 20,21; Hech 1,6. 31. Mt 5,44-45.


29. Me 3,11-12. 32. Le 19,1-10.
30. Jn 4,1-42. 33. Mt 9,9-13.
3. ¿QJUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 117

gue toda la realidad entera para darla nueva vida 34.


El Reino de Dios es Dios hecho vida de los hombres;
es el punto final a un mundo insensato: los oprimidos
liberados 35, los pecadores perdonados 36, el sufri-
miento eliminado 37, se acabó la muerte 38, ya sólo
queda una permanente resurrección, nuevas relaciones
entre los hombres, se acabaron los primeros y los
últimos 39 , los amos y los esclavos40, sólo compar-
tir, hacer fiesta, tener una alegría exultante 41. Jesús
quiere lograr que todos estén disponibles para acoger
esta novedad del Reino 42. El Reino de Dios, lejos
de ser dimisión de la necesidad de crear un pueblo
humano, dejándolo todo en manos de un Mesías-Rey,
justo y bueno del que se pueda esperar todo, es una
llamada a construirle, llamada dirigida a cada persona,
a cada grupo humano, a cada ciudad. Que ante el
amor del Padre que se muestra tan cercano, cada cual
invente un «sí» portador de un amor que le renueve
por completo, a él y al mundo del que cada uno es
responsable.

¿Hijo de Dios?
¿Quería que se le reconociera como Hijo de Dios?
Muchos en aquella época pretendían que este título
correspondiera sólo al Emperador de Roma. La mayor
parte de las veces consistía nada más en que el tal
emperador imponía su voluntad sin explicaciones, exi-
gía señales de respeto, de veneración y adoración ver-
daderamente humillantes. A eso se añadían, por su-
puesto, buenas ofrendas y regalos de todo tipo, plata,

34. Mt 26,28- 39. Le 13,30; Le 14,7-11,


35. Le 4,18-19. 40. Mt 23,8.
36. J n 8,1-10. 41. Mt 22,2.
37. J n 5,9. 42. Le 13,10-17.
38. Me 5,39-42.
118 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

oro. La llegada de este «Hijo de Dios» señalaba, se


decía, el comienzo de una edad de oro, cosa que era
muy verdadera sobre todo para él, claro está.
Estos modos de proceder eran insoportables para
la mentalidad judía: para ellos Dios era el Totalmen-
te-Otro: nadie podía arrogarse su representación 43.
Jesús, perdonando los pecados 44, estableciendo re-
glas distintas a las de la Ley de Moisés 45, se mete en
el terreno reservado a Dios. Sin embargo, no se vis-
lumbra en El señal alguna de explotación y de
dominio 46: reconocer que Jesús es Dios no consiste
en curvarse bajo la ley, sino en acoger el poder divino
para r e n o v a r , para ponerse en pie y vivir en
plenitud 47. En Jesús muere la imagen de un Dios
cuyo poder consistiría en aplastar al hombre. Jesús
nos da a conocer a un Dios, amigo de los hombres,
que goza viendo liberarse a la humanidad 48 y que
pone a disposición de todos su Espíritu para que pue-
dan desarrollarse plenamente y puedan convertirse,
también ellos, en hijos de Dios. Dios no necesita es-
clavos que estén de rodillas ante El, Dios quiere en-
contrar ante El personas con las que pueda entablar
un diálogo de amor. Para Jesús ser Hijo de Dios no es
cubrirse de privilegios, sino trabajar por animar a to-
dos a convertirse, con El, en hijos de Dios.

¿Destruir o construir?
¿Quería, en fin, destruir el templo 49 y todo lo
que significaba? Algunos testigos levantaron su voz
en el proceso de Jesús, para manifestar esta acusa-
ción: sabiendo lo que representaba el templo como

43. Jn5,18- 47. J n 10,10.


44. Me 2,7. 48. Le 10,17-22.
45. Mt5,21. 49. J n 2,18-22.
46. J n 13,13.
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 119

poder económico, político y religioso, no nos puede


extrañar que la gente espigara cuidadosamente las pa-
labras y actitudes de Jesús referentes al tema.
Cuando Jesús arrojó a los mercaderes del templo
proclamó que se convertiría en casa de oración para
todas las naciones, dijo algunas palabras ambiguas: El
podía reconstruir en tres días aquel templo, y daba
con ello argumentos a sus adversarios. Pero la cues-
tión era otra bien distinta: para El destruir o refor-
mar el orden antiguo no significaba nada. El venía a
crear novedad 50.
Por eso desde el comienzo establece las bases de
una nueva manera de reunirse; cuando escoge a sus
discípulos, no asume nada de la antigua estructura
religiosa: entre los Doce no hay sacerdotes, todos son
gente común y corriente S1. No son hombres del cul-
to, sino enviados en misión y llamados a dar su
vida 32. Son los cimientos de una comunidad funda-
da sobre la llamada permanente de Dios y sobre la
libre respuesta de cada uno. Ni ellos ni la comunidad
nueva tienen privilegios que reclamar: ellos y ella
están al servicio del Reino, como Cristo que lava los
pies a los suyos como un esclavo 53. Su papel será el
de preparar a toda la humanidad para que sea capaz
de recibir la renovación. Se pasaba de una comunidad
formada por la pertenencia social, y vuelta sobre su
pasado, «los hijos de Abrahán», a una comunidad
abierta, de libre elección y vuelta hacia el mundo
entero y hacia el futuro del Reino 54.

Revelar a Alguien
¿Qué resultados quería obtener Jesús? No es fácil
responder, pues Jesús no se expresó claramente sobre

50. Me 2,20-22. 53. J n 13,15.


51. Hech 4,13-14. 54. Mt 8,10-12.
52. J n 15,16-20.
120 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

esta cuestión. Pero eso mismo nos da ya una pista.


Jesús no vino a darnos un catálogo de respuestas pre-
fabricadas. Al contrario: en la narración de las tenta-
ciones vemos que rechaza la imagen de un Dios que
dispensa al hombre de buscar, de crear y de vivir.
Todo en El es llamada a la responsabilidad, a la crea-
tividad colectiva y a la liberación.
Jesús quiere que los hombres vivan con mayor
plenitud; quiere que el mundo sea más humano. Para
ello nos sitúa ante su Padre; nos enseña que el secreto
de este mundo está en una Persona, en un Amor 55
Toda esta masa de átomos, estas constelaciones innu-
merables, estas especies infinitas de animales y de
plantas, estos miles de millones de rostros humanos
que ya vivieron o vivirán, todo esto no tiene más que
una explicación: el Amor; quien se adhiera libre y
voluntariamente a ese Amor encontrará la alegría
perfecta 56. El proyecto de Cristo es poner a cada
hombre, a cada grupo humano, a cada generación, en
presencia de este «Padre» de forma que juntos pue-
dan inventar un Mundo Nuevo. Cuando los hombres,
colectiva y libremente, digan sí a este Amor, la crea-
ción entera estallará de alegría 57. Para acelerar esta
reconciliación que transformará las gentes y las cosas,
Jesús anuncia el Reino y simultáneamente funda la
comunidad de los convocados: tal es el sentido de la
palabra «Iglesia»: convocados y enviados en misión
de reconciliación universal 58.
Con las palabras y a través de las realidades de su
tiempo, Jesús levanta el velo del plan de Dios. Las
primeras comunidades fueron profundizando su men-
saje: encontramos las huellas en los Evangelios. Sobre
todo Pablo y sus compañeros se esforzaron en com-

55. Jn 17,1. 57. Jn 16,20-23.


56. Jn 15,15-17. 58. Colosenses 1,20-21.
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 121

prender el proyecto que Jesús quiso revelarnos: sus


cartas testimonian sus profundas reflexiones al respec-
to. También hoy los hombres estamos invitados a pro-
fundizar en el plan de Dios en función de las realida-
des actuales invitados a crear colectivamente las con-
diciones precisas para su realización, invitados a vivir,
ya ahora, de la esperanza de su éxito.

ALGUNOS PUNTOS CONCRETOS

Socialismo y Evangelio
Los trabajadores se enfrentan hoy con nuevas
cuestiones; la clase obrera ha ido forjando poco a
poco su concepción de la sociedad; la denomina socia-
lismo, nombre que engloba datos comunes y diferen-
tes según las diversas corrientes del movimiento obre-
ro. Supuesto esto, los creyentes se preguntan con todo
derecho, si existen lazos de unión entre ese proyecto
de sociedad y la esperanza admirable del Reino.
Para evitar simplificaciones hemos de comenzar
afirmando que los Evangelios no pueden pronunciarse
acerca de una cosmovisión elaborada dos mil años más
tarde. Es una ingenuidad querer deducir el socialismo
de lo que nos transmiten los Evangelios, o si no, una
tentativa recuperacionista. Son varios los textos de
obreros creyentes, organizados en movimientos, que
toman claramente postura acerca de este punto. «Pre-
sentar un proyecto de organización de la sociedad co-
mo la puesta en práctica del Evangelio es un bloqueo
político-religioso que nosotros rechazamos» 59.
«La fe no nos dice nada sobre la sociedad que
hemos de construir, ni sobre el modo de llegar a ella.

59. Testimonio ACÓ, n. 251, nov. 1976.


122 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

La fe no se puede poner al nivel de una ideología; no


existe un proyecto de sociedad cristiana» 60.
«Existe la tentación de querer poner a Dios «de
nuestra parte»; la fe va más allá de nuestros proyec-
tos humanos» 61.
En este mismo sentido, los trabajadores cristianos
no quieren enuclear proyectos socialistas propios. En
las organizaciones del movimiento obrero elaboran
con los demás trabajadores su concepción de la socie-
dad y los medios que hay que poner en práctica para
llegar a ella. Cuando se reúnen como cristianos no es
para reintroducir en aquellos proyectos principios
cristianos, sino para descubrir los signos de Dios:
nos precede en medio de ellos; no hacemos más que
«Nosotros no añadimos nada a lo que viven los traba-
jadores, no hacemos más que leer las señales de Quien
descubrir su iniciativa a la luz de la Palabra de
Dios» 62.
Liberados de las pistas falsas, pueden ya situarse
ante algunas convicciones positivas: «Dios se mani-
fiesta en los asuntos de los hombres, en todos ellos:
recordemos que es ahí donde debemos encontrarle» 63.
Esta búsqueda es un deber y una exigencia para todo
creyente; no hay que extrañarse de que «en sus
esfuerzos por crear una sociedad socialista, los hom-
bres y la mujeres de la clase obrera anden a tien-
tas en su experiencia de encuentro con el Señor» 64.
«Constatamos algunas consonancias entre los esfuer-
zos de liberación de la clase obrera y la Buena
Noticia que Dios nos revela y a la que damos nues-
tra cordial adhesión» 65.

60. Orientaciones del 52 Congreso Nacional Joc-nov- 1976.


61. Orientaciones del 47 Consejo Nacional Joc-julio 1972.
62. Orientaciones ACÓ, mayo 1974.
63. Orientación Moral ACO-mayo 1974.
64. Ibidem.
65. Orientaciones ACÓ, mayo 1974.
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 123

Todos esos esfuerzos no son solamente ocasión de


un descubrimiento de Dios vivo, sino que construyen
algo del Reino de Dios: «Creemos que al interior del
dinamismo liberador de la acción obrera, los trabaja-
dores están en marcha hacia la Iglesia y construyen el
Reino» 66. «La acción que se realiza por la participa-
ción activa de los trabajadores, les ayuda a entrar en
el plan de Salvación de Dios» 67.
«Mediante esa acción, efectivamente, los trabaja-
dores caminan hacia su liberación y se transforman en
un pueblo» 68. A través de esa empresa colectiva que
intenta el nacimiento de una sociedad nueva, estamos
seguros de que se viven ya algunos elementos impor-
tantes del proyecto del Reino. Porque «estamos lla-
mados a cambiar el mundo de forma que se haga
conforme a la alianza que Dios ha propuesto a la
humanidad» 69. Cuando se trabaja por un universo
nuevo, cuando no se está satisfecho con el orden so-
cial existente, ¿no es verdad que se está en el camino
de aquella «gran reconciliación» que no podrá lograr-
se sin que cambie el mundo?
Sin embargo, la propuesta de Dios no se agota con
la puesta en existencia de una sociedad socialista. En
primer lugar, porque «sabemos que los resultados que
obtenemos mediante nuestra lucha son limitados. No
hay revolución, no hay sistema económico, político o
social que pueda r e s o l v e r el misterio de la
muerte» 70.
«La Biblia lanza un constante desafío al statu quo,
porque invita a los creyentes —aunque estén, y deben
estarlo, plenamente comprometidos en la construcción

66. Orientaciones Jocf, julio 1972.


67. Chercheurs de Dieu, p. 38.
68. Ibidem, pg. 96-
69. Orientaciones ACÓ, mayo 1974.
70. Orientaciones Joc-noviembre 1976.
124 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

del mundo— a poner en tela de juicio cualquier tipo


de sistema... La esperanza no deja de cuestionar a
nuestras realizaciones, porque se fundamenta en una
promesa que supera los límites de nuestros proyectos
humanos» 71. Cuando constatamos que el socialismo
es una construcción humana, cuando rehusamos hacer
de él una palabra mágica, no nos desolidarizamos,
sino que es nuestra ocasión de tomarlo más en serio
para mejorar continuamente los análisis de situación y
sus perspectivas de realización.
Constatamos que los Evangelios nos invitan a la
iniciativa: este dinamismo, aunque no entre en concu-
rrencia con el compromiso en la realidad humana, ha
de tener sus propias manifestaciones. «Los motivos
humanos que impulsan a los jóvenes trabajadores
comprometidos en la lucha, adquieren una riqueza
suplementaria cuando esos jóvenes saben que el amor
al prójimo que comparten en la lucha se identifica con
el amor de Dios» 72. Hacer posible que los jóvenes
trabajadores descubran al Dios vivo, para que su vida
quede iluminada por El, requiere inventiva y trabajo
de búsqueda». ¿Nos sería lícito guardar para nosotros
solos la gran noticia del amor de Dios y de la Salva-
ción en Jesucristo? 73.
«Estoy seguro de encontrar a Dios en el fondo de
las reivindicaciones de justicia absoluta, aun cuando
se crean materialistas y ateas. Los verdaderos creyen-
tes son los obreros que quieren abolir la explotación
del hombre por el hombre, y además el odio de unos
hombres a otros, de una raza a otra, de una nación a
otra, todos los odios, y quieren crear una sociedad que
todavía no existe... Algo saldrá de esta pasión de la
humanidad, que será más grande que la misma huma-

71. Ibidem.
72. Ibidem.
73. Chercheurs de Dieu, p. 77.
3. ¿QUE QUERÍA? EL PROYECTO DE JESÚS 125

nidad y en la ardiente nube de la humanidad relampa-


gueará la luz divina» 74.

La oración
En la investigación que estamos haciendo del pro-
yecto de Jesús, ¿no prestamos ninguna atención a su
oración? La oración expresa frecuentemente los de-
seos y las esperanzas más profundas de los hombres.
La oración que Jesús enseñó y confió a sus discípulos
resume perfectamente lo esencial de su testimonio.
Así nos la dejó el Evangelio de Mateo:
«Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre; venga tu Reino; hágase tu
Voluntad
así en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánosle hoy;
y perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación,
más líbranos del Mal.» 75.
Bueno será recordar que los judíos acostumbraban
a empezar por lo que hoy más bien pondríamos como
conclusión. Por eso para comprender mejor esta ora-
ción, seguramente nos ayudará a intentar leerla al re-
vés.'

Líbranos del Mal...


Lo primero que existe en Dios es un proyecto de
liberación: librar del mal, es decir, de las raíces del
mal, a todo hombre y a toda la realidad. Jesús vivió
ese proyecto a todo lo largo de su aventura: todas sus
acciones se orientaron a liberar a las personas que se

74. La question religleuse et le socialisme, p. 59.


75. Mt 6,9-13.
126 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

encontraba, del mal físico, moral y social que las tenía


encadenadas; por donde El pasaba surgían hombres
nuevos.

No nos dejes caer en tentación...


Es seguro que esta liberación choca con la oposi-
ción que se manifiesta ante cualquier cambio: las perso-
nas situadas no ven bien que se ponga mucha atención
en lo que no funciona en el orden establecido, y que
alguien se proponga transformarlo. Ante esas dificul-
tades son grandes las tentaciones de abandonar la ta-
rea y de encadenarse de nuevo a los poderes del mal:
Jesús rechazó y venció todas esas tentaciones.

Perdónanos nuestras deudas,


así como nosotros perdonamos a nuestros deudores...
También en cada uno de nosotros existen los obs-
táculos; si uno está dominado por los cálculos y por
las deudas, si uno se dedica a contabilizar sus esfuer-
zos, a compararse con los demás, a reprocharse su
mediocridad, ¿cómo podrá vivir libre? El proyecto de
Dios es el del año «santo»: se perdonan las deudas de
una vez por todas y entre todos. En adelante otro
sistema entra en vigor, el de la gratuidad, el del regalo
generoso, el de la alegría compartida.

El pan nuestro de cada día, dañóles hoy...


Esta liberación total necesita alimentarse cotidia-
namente para estar fuerte. Como aquel famoso día de
Galilea, como la tarde de su última cena, Jesús quiere
alimentar a su pueblo. Ante el inmenso trabajo que
tiene por delante el hombre necesita fuerza a todos
los niveles: físico, moral, social. Necesita pan, amis-
tad, solidaridad compartida; necesita el dinamismo li-
3. ¿QUE QUEMA? EL PROYECTO DE JESÚS 127

berador de Dios, necesita una sobrealimentación:


Dios mismo se hace alimento del hombre.

Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo;


venga tu Reino;
santificado sea tu nombre,
¡Padrenuestro!...
Cuando los hombres se comprometen en ese tra-
bajo de renovación, ponen en evidencia lo que Dios
quiere para todo el universo, y el Reino y Reinado de
Dios se encuentran en vías de realización. Todo bulle,
todo cambia y entonces Aquel que es el manantial de
aquella inmensa transformación puede darse a cono-
cer, su 'nombre puede ser reconocido y aclamado; es el
liberador de los hombres, el Dios que da vida, el
Padre, el Amor.
Llegados a este punto, habiendo descubierto el
plan de Amor de Dios a los hombres y su rostro de
Padre, ¿por qué no responder a la llamada de Jesús?,
¿por qué no repetir con El esta oración cuyo conteni-
do El vivió entre los hombres, para adherirnos más
plenamente a este proyecto de renovar el mundo y
revelar el verdadero rostro de Dios? «Que vuestra luz
brille ante los hombres y que viendo vuestro trabajo
por el bien, reconozcan a Dios, vuestro Padre» 76.

76. Mt5,16.
4
¿Quién era Jesús?
¿Quién es Jesús?

Sería muy seductor ponerse a hablar de Jesús de


manera distinta a como lo hacen los Evangelios; decir
de El: es el mayor de los genios, el mayor de los
educadores, e t c . , pero sería lo más opuesto a la ima-
gen que El dio de sí mismo. Puestos a buscar en El
las cualidades-tipo haríamos de El el personaje ideal, el
Hombre, con mayúscula. Pero los Evangelios nos tes-
timonian que se trataba de una personalidad muy con-
creta, de la que se pueden diseñar algunos trazos an-
tes de expresar la profundidad de lo que los testigos
captaron 1 .

l. Me 6,3.
130 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

SU PERSONALIDAD

Una «autoridad»
Lo que más les impresionó de Jesús es la autori-
dad que transparentaba a través de lo que decía y
hacía: los testigos lo testimonian varias veces. No
necesitaba pruebas para apoyar sus palabras; le basta-
ba con afirmar: «Yo os digo...... En lo tocante a su
misión, dirige a las personas con quienes trata invita-
ciones vigorosas: dejar sus riquezas, abandonar a sus
seres queridos; invitación breve y frecuentemente sin
explicación alguna: «Sigúeme», y algunos lo dejan to-
do para seguirle 2 . Pero su autoridad no es de esas
que machacan, sino que, al contrario, da la posibilidad
a cada cual de aclararse él mismo y de liberarse 3 :
cada cual descubre en el encuentro con Jesús la cali-
dad de su propio espíritu; nadie puede quedar indife-
rente: hay que tomar partido a favor o en contra de
Jesús 4. Su autoridad no está basada en una función
o en una situación oficial: Jesús no reivindica ningún
título y con frecuencia tiene como compañero el me-
nosprecio, «ese galileo» 5 ; ¿puede salir algo bueno de
aquella provincia retrasada? 6. Su autoridad se basa
en la calidad interior de su personalidad: está seguro
de su misión; sabe de dónde viene y adonde va 7 ,
aun cuando tenga que ir descubriendo el camino a
seguir entre esos dos puntos.
Su vida está por completo dedicada a su misión, lo
que da carácter absoluto a lo que hace y a lo que es;
esa capacidad suya de entrega le sitúa en una inmensa
libertad en relación con todos los convencionalismos.
Incluso sus adversarios lo subrayan: «Sabemos que

2. Le 5,27-28. 5. Jn 7,52.
3. Jn8,12. 6. Jnl,45.
4. Le 9,49. 7. Jn8,14.
4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 131

eres sincero y que enseñas con sinceridad el camino de


Dios, sin preocuparte de esto o aquello, porque no
haces acepción de personas» 8 .
El episodio del soldado romano resume perfecta-
mente la impresión que hizo a sus contemporáneos 9 .
Aquel militar tenía un enfermo en su familia, y hace a
Jesús esta petición: «Di solamente una palabra y mi
criado sanará», y traduce su confianza en Jesús según
su modo de hablar de soldado: una orden breve y
concreta basta para que un subordinado ejecute una
orden; se le dice vete y va, ven y viene; a Ti, Jesús, te
basta también una sola palabra para que la enferme-
dad te obedezca. Jesús pone entonces de relieve la fe
de aquel hombre: «Que te suceda como has creído».
Queda así expresado todo el modo de actuar de Jesús:
autoridad en su manera de ser, discreción sobre su
persona; no hay necesidad de afirmarse, ni de decir
muchas cosas sobre uno mismo; sus actos hablan sufi-
cientemente de El. La autoridad y libertad que mani-
fiesta ante todo tipo de reglas hace que surjan las
preguntas sobre El mismo: «¿Quién es éste que actúa
de este modo?» 10. Y tanto más cuanto que sigue
viviendo de una manera bien ordinaria; las gentes se
acordaban de aquellos hombres de Dios, de ios «pro-
fetas», tan entregados a su tarea que resultaban perso-
nas muy originales, tensas, desmesuradas: Juan mis-
mo era de esa contextura n . En Jesús no hay nada
de eso: su autoridad va emparejada con una existencia
completamente sencilla; esto es lo que llama la aten-
ción; su manera de ser no se corresponde con los
esquemas habituales.

8. Mt 22.16. 10. Me 1,27.


9- Mt8,5. 11. Me 2,18.
132 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Un hombre de relaciones
Jesús es, efectivamente, un hombre de relaciones:
le gusta estar en medio de las gentes del pueblo 12;
treinta años de vida ordinaria en Nazaret, luego unos
años por los caminos rodeado de multitudes * , siem-
pre dispuesto a compartir la comida y la amistad
cuando se le invitaba w . Participa de las alegrías y
de las penas de los demás. Se siente profundamente
afectado cuando se encuentra con aquella viuda que
va a enterrar a su hijo único 15; siente hambre lo
mismo que la multitud que le acompaña 16; se alegra
con sus discípulos cuando vuelven de la misión 17. Se
admira con facilidad y comparte su alegría con los que
están con El: ante las flores de los campos 18 , ante el
trabajo de los hombres 19, ante el niño y su capaci-
dad de acogida 20, ante la fe que manifiestan los
paganos 21, ante la disponibilidad de los sencillosffl;
siempre surgen ante El ocasiones de gozo.
Sufre también con las incomprensiones y a veces
hasta el límite de lo soportable: «¡Generación incré-
dula y perversa!, ¿hasta cuándo tendré que soporta-
ros?, ¿hasta cuándo tendré que estar con voso-
tros?» 23. Con tristeza y cólera va viendo cómo los
fariseos se cierran cada vez más a sus requerimien-
tos M ; a veces constata con irritación que incluso
sus discípulos le comprenden perfectamente mal;
están embotados para escuchar su mensaje 25.

12. Me 2,15 19. Me 4,3-20.


13. Me 3,7-10. 20. Mt 18,1.
14. Me 1,29. 21. Mt 15,28.
15. Le 7,11. 22. Le 21,1.
16. Me 8,3. 23. Mt 17,17.
17. Le 10,21. 24. Jn9,40.
18. Le 12,27. 25. Me 6,52.
4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 133

La amistad ocupa un lugar destacado en su vida;


sus discípulos son, en primer lugar, amigos 26; les
considera como su propia familia 27. Y entre ellos
tiene amistad más íntima con uno: hay uno que era el
preferido de Jesús 28. Lázaro, Marta y María acogen
a Jesús cuando necesita descansar 29. En el grupo de
íntimos hay también mujeres 30: esto estaba en con-
tra de las costumbres de la época, pero Jesús está
libre de todo prejuicio; ¿qué importa que la samarita-
na a la que encontró junto al pozo sea mujer, una
herética, una prostituta? Jesús ve en ella una persona,
que como cualquier otra tiene necesidad de la salva-
ción que viene por el anuncio de la Buena Noticia 31.
Aunque tiene una mayor simpatía por los exclui-
dos y rechazados, no rehusa otros contactos; va inclu-
so a casa de sus enemigos; acepta las invitaciones de
los fariseos 32. Recibe también a «notables» que vie-
nen a verle al caer la tarde 33. Cualquier situación es
buena para recibir a los hombres que ama. Espontá-
neamente aparece en El una calidad en sus contactos
con las gentes: ¡qué respeto y qué amistad testimonia
incluso a Judas, el traidor, hasta en los últimos
momentos...! 34.

Un realista
Pero Jesús no es un soñador; no se hace ilusiones
respecto a los hombres; es realista, ve el mundo tal
cual es, ni mejor, ni peor. Las parábolas nos ofrecen
un cuadro exacto de la sociedad de entonces y con
frecuencia Jesús añade alguna pincelada de humor:
los que ocupan los primeros puestos en los banquetes

26. Jn 15,14-15. 31. Jn 4,1-42.


27. Mt 12,46-50. 32. Le 7,31.
28. J n 12.23. 33. J n 3,2.
29. Le 10,38. 34. Mt 26,50.
30. Le 8,1.
134 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

y tienen que irse delante de todos hasta los


últimos 35, el estafador desenmascarado que consi-
gue provecho de la situación hasta el final y saca las
máximas ventajas 36, el molesto que golpea la puerta
de su vecino en plena noche 37, el constructor que
tiene que dejar la obra a medio hacer 38, las jóvenes
que se duermen y no están en el momento de la
boda 39, el ladrón que se ríe de las cerraduras 40,
los guardias nocturnos que se duermen 41, el acciden-
tado en la carretera que es socorrido por el extranjero
y desatendido por los especialistas de la caridad 42...
Hace referencia también a las condiciones concre-
tas de la existencia: el pequeño agricultor aplastado
por las deudas y a merced de los acreedores 43, los
parados que esperan en la plaza a que alguien les
contrate para la jornada 44, la viuda sin recursos 45;
el sistema de grandes propietarios a los que gestionan
sus bienes unos administradores 46, el juez que sólo
se preocupa de los casos que le reportan beneficios 47;
los ricos y los pobres separados por barreras infran-
queables 48...
Valora a los hombres con sus inmensas posibilida-
des: el campesino atento a la semilla que crece 49, el
pescador que saca los peces 50, el criado que cumple
sus tareas con esmero 51, el constructor que verifica
los cimientos 52, el hijo que aprende el oficio obser-
vando a su padre 53... Subraya la competencia en el

35. Le 13,7. 45. Me 12,41.


36. Le 16,1. 46. Mt 25,14.
37. Le 11,5. 47. Le 18,1.
38. Le 14,28. 48. Le 16,19-
39. Mt 25,1-13- 49. Me 4,26.
40. Mt 24,43. 50. Mt 13,47.
41. Me 13,33. 51. Mt 25,45.
42. Le 10,29-37. 52. Mt 7,24.
43. Mt 18,23; Le 16,1. 53. Jn 5,19.
44. Mt 20,1.
4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 135

trabajo, pero más todavía la riqueza en los sentimien-


tos: el pastor preocupado por cada una de sus
ovejas 54, el padre deseoso de dar cosas buenas a sus
hijos 55, la mujer que da a luz y olvida todos sus
dolores ante la alegría de ver nacer una vida 56....
Jesús es hombre de sentido común; la mayor par-
te de las veces no intenta decir cosas nuevas u origina-
les, sino que recuerda verdades conocidas por todos;
un hombre vale más que un animal: lo que se hace
por un animal, aun en sábado, ¿no lo vamos a hacer
por un hombre? 57. Lo que hace a uno impuro no es
lo que come, sino lo que sale del corazón: palabras
injuriosas, envidias, juicios temerarios, etc. 58. Con
su lenguaje lleno de imágenes de la vida de todos los
días, Jesús se esfuerza por dar consejos que puedan
llevarse a la práctica. ¿Para qué sirve cargar a las
gentes con fardos insoportables? 59. Su carga es
ligera 60: con un gran sentido común, Jesús propone
a cada uno el peso de que es capaz en aquel momento.
«Dame de beber», dice a la samaritana; no la invita
de golpe a cambiar de vida radicalmente; la propone
un servicio que puede realizar: El tiene sed y no
puede sacar agua; ella le puede dar agua: este paso
tan simple en apariencia, es el comienzo de una trans-
formación mayor 61.

Un hombre en búsqueda
Como hombre en búsqueda que es, Jesús hierve
de iniciativas para dar con los medios que le permitan
cumplir con su misión: explora procedimientos desde
el primer anuncio en Galilea hasta la cruz en Jerusa-

54. Jn 10,1. 58. Mt 7,18.


55. Mt 7,11. 59. Mt 23,4.
56. Jn 16,21. 60. Mt 11,28.
57. Mt 12,11-12. 61. Jn 4,7.
136 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

lén. Su imaginación está siempre en actividad para


conducir a todos a la aceptación de la Buena
Noticia 62; jamás piensa que un hombre, una situa-
ción estén definitivamente perdidas 63; cree que
cualquier realidad tiene posibilidad de renovación. No
tiene esquemas prefabricados; con cada uno empieza
el camino partiendo del punto en que se encuentre. Su
manera de actuar más frecuente es la de dar la posibi-
lidad a su interlocutor de que él mismo encuentre la
solución; recordemos cómo procede con el hombre
que le pregunta quién es su prójimo 64. Las parábo-
las que cuenta le dan ocasión de provocar una búsque-
da: ¿qué quiere decir con aquella historia?; es necesa-
rio ponerse a descubrir el sentido de aquello. Las
primeras comunidades continuaron este trabajo de
profundización y al contarnos las palabras de Jesús
añadían lo que ellas mismas habían llegado a com-
prender en el conexto nuevo en que vivían aquellos
cristianos 65.
En su propia aventura humana, Jesús se mantiene
también en búsqueda: no aplica un programa preesta-
blecido cuyos detalles estuvieran perfectamente regla-
mentados: las Escrituras en que ha profundizado no
son un código de circulación 66. Son luz para su vida,
porque esclarecen los acontecimientos que se le pre-
sentan y le cuestionan, porque le dan la posibilidad de
descifrar los signos de los tiempos 67. Frecuentemen-
te los Evangelios nos presentan a un Jesús atento, en
silencio, observando 68: intenta leer en el corazón de
los hombres, en el núcleo central de los acontecimien-
tos y busca cómo ser fiel a su misión de liberación y
de reunión, cómo realizar el encuentro de Dios y de

62. Le 13,34. 66. Le 13,33.


63. Le 15,10. 67. Le 13.1.
64. Le 10,25. 68. Jn 8,3.
65. Le 8,11.
4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 137

los hombres que provocará la renovación de toda la


realidad.

Un hombre de oración
Discretamente, Marcos, Mateo y Lucas nos testi-
monian esta dimensión de la vida de Jesús, su relación
con el «Padre»: es un hombre de oración, aunque a su
manera, sin grandes demostraciones 69. Todos los as-
pectos de su personalidad quedan impregnados por
ella: ahí está la fuente de su misión, de su convenci-
miento y de su entusiasmo: «Mi alimento es hacer la
voluntad de mi Padre» 70. El Evangelio de Juan da
gran importancia a este aspecto de la vida de Jesús:
está en diálogo permanente con Alguien: incompren-
dido por todos, incluso por sus discípulos, abandona-
do aun por sus más íntimos, rechazado por el pueblo
que debería haberle acogido, ¿cómo mantenerse en
pie sin «Aquel que está siempre con El? 71. La vida
de Jesús es incomprensible sin ese Otro, sin aquel al
que llama «Abba» 72, es decir, «Papá»; inexplicable
también la decisión con que se encamina a la muerte.
Sólo una clara conciencia de su vinculación única con
el «Padre» puede explicar la actitud de Cristo ante
los acontecimientos trágicos de su condena y de su
muerte.
Jesús quiso hacer de su existencia un servicio a su
Padre y a los hombres: se comprendió a sí mismo
como quien iba a lograr que de nuevo pasara la co-
rriente de Dios a los hombres y de los hombres a
Dios. En El se realiza una alianza nueva y definitiva,
un impulso nuevo que inserta en el corazón de los
hombres la vitalidad de Dios. Realiza una especie de
transfusión que salva al enfermo, al mundo de los

69. Mt 6,5-15. 71. J n 10,38.


70. J n 4,34. 72. Me 14,36.
138 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

hombres, dando su vida para cumplir la nrsión recibi-


da del Padre. Su oración es el espacio en que comulga
íntimamente con esa misión y en el que renueva su
acuerdo total con lo que quiere el Padre: el espacio en
que ambos se encuentran en un mismo Espíritu que
les une.

Y PARA VOSOTROS, ¿QUIEN SOY ' YO?

Estos trazos de la personalidad de Jesús nos reve-


lan quién era en profundidad. No dijo muchas cosas
de sí mismo; no se definió mucho a sí mismo; dejó
que fueran las gentes quienes se hicieran una idea de
El mediante su forma de vida. Su libertad de actitu-
des, su dominio, su autoridad, cuestionaban a los de-
más; se le atribuyeron algunos títulos para descifrar
lo que realmente era: profeta, mesías, rey de los ju-
díos, hijo de David, hijo del hombre... Ninguno se le
acomodaba a la perfección. Sólo después de la resu-
rrección se levanta el velo y aparece ante los ojos de
los testigos el rostro verdadero de Cristo.

El «Siervo sufriente»
Las primeras comunidades investigaron las Escri-
turas para intentar comprender a Jesús y su misión: el
acontecimiento de la resurrección necesitaba de una
explicación, colocados ante lo inesperado, ante lo
inaudito, los testigos tenían que intentar explicárselo;
¿qué significaba esta experiencia de Jesús resucitado?
El mismo Jesús había buscado en las Escrituras el
sentido de su vida y de las opciones que tomaba:
siguiendo sus pasos los discípulos profundizan en al-
gunos textos, en particular en el salmo 22 y en algu-
nas páginas del profeta Isaías que contienen los llama-
dos «poemas del Siervo». Escritos quinientos años
4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 139

antes, presentan un personaje con un destino chocan-


te: «el Siervo sufriente».
He aquí algunos extractos:
«Mi Siervo prosperará, será enaltecido, levantado
y ensalzado sobremanera. Así como se asombraron de
él muchos —pues tan desfigurado tenía el aspecto que
no parecía hombre, ni su apariencia era humana—
tanto se admirarán muchas naciones..., pues lo que
nunca se les contó verán, y lo que nunca oyeron reco-
nocerán. Creció como raíz en tierra árida; no tenía
apariencia, ni presencia; despreciable y desecho de los
hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias.
Eran nuestras dolencias las que él llevaba y nues-
tros dolores los que soportaba. Ha sido herido por
nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El so-
portó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardena-
les hemos sido curados.
Fue arrancado de la tierra de los vivos, por nues-
tra rebeldía fue entregado a la muerte...
Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia,
alargará sus días y lo que plazca a Yahvé se cumplirá
mediante él.
Mi Siervo justificará a muchos...» 73.
Leyendo estos textos, los testigos descubren más y
más el sentido de la aventura de Jesús: El era este
«siervo» que sana a la humanidad tomando sobre El
sus taras, sus enfermedades, sus pecados. De esa for-
ma abría al mayor número posible de gentes las puer-
tas de una vida nueva. Su muerte, de otra forma
incomprensible, daba sentido a toda su existencia. La
resurrección fundamentaba la convicción de los discí-
pulos de que, en adelante y para siempre, Dios había
dado su amistad a los hombres y de que, a pesar de
todas las recaídas y de todas las vueltas hacia atrás, la

73. Isaías 52,13; hasta 53,12, extractos.


140 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

victoria de Cristo sobre el mal, el odio, el pecado y la


muerte, un día se convertiría en la victoria de todos.

Palabra de Dios, Hijo de Dios


Los discípulos comprenden que en la resurrección
de Jesús ha entrado en acción un poder que no es de
orden humano, un poder capaz de cambiar la muerte
en vida: sólo Dios puede hacer esto. La resurrección
avala toda la aventura de Cristo; mediante ella Dios
manifiesta su acuerdo con las palabras, con los actos y
con el proyecto de Jesús; El es el hombre en quien
Dios se reconoce plenamente; quien ha transmitido
con exactitud lo que Dios quería decir: es su Palabra
que ha tomado Cuerpo en el universo humano. En
adelante se convierte en la referencia absoluta, aquel
por el que el mundo de los hombres se convierte en
Reino de Dios. Pablo manifestará esta convicción en
sus cartas: «Cristo es imagen de Dios invisible... pri-
mogénito de toda la creación... porque en El fueron
creadas todas las cosas... El existe con anterioridad a
todo y todo tiene en El su consistencia... Dios tuvo a
bien hacer las cosas, pacificando, mediante la sangre
de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos» 74
Siendo así las cosas, muchas actitudes de Jesús se
aclaran: su autoridad que tanto impresionó a sus con-
temporáneos se basa en su convencimiento de estar
unido a Dios de un modo único. Su confianza en Dios
se explica porque participa de la realidad misma de
Dios: no hay distancias entre su convencimiento de
hombre y la voluntad de Dios. Nada puede romper
esta unidad, ni la muerte que podría parecer significar
o abandono de Dios o error de Jesús.
Jesús se da a conocer progresivamente a sus discí-
pulos: Marcos nos propone que les acompañemos en

74. Colosenses 1,15-20.


4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 141

sus descubrimientos; y continuamente surge la pre-


gunta: «¿Quién es Jesús?», y se nos va conduciendo
como de la mano a decir con .Pedro en el capítulo 8:
«Tú eres el Mesías»; luego, avanzado siempre, nos
hace encontrarnos con el soldado romano para confe-
sar ante Jesús en cruz: «Verdaderamente este hombre
era el Hijo de Dios». Juan en el cuarto Evangelio,
parte directamente de los descubrimientos que habían
hecho más tarde: Dios mismo, en Jesucristo, ha veni-
do a habitar con los hombres. Esta explicación es a la
vez la más sencilla y la más verdadera para los testigos
y explica la experiencia que ellos vivieron. Juan lo
dejará por escrito en una de sus cartas: «De esta
forma Dios nos mostró su amor: envió su Hijo único
al mundo, para que tengamos vida por El» 75.

Hablar de Jesús, hoy


Nadie ha visto a Dios jamás con evidencia; los
mismos apóstoles no se encontraron sólo con el hom-
bre Jesús; reconocer en El la presencia de Dios era
para ellos, como para nosotros, hacer un acto de fe.
La experiencia de los discípulos en este punto es co-
mo la nuestra. También hoy Dios actúa de la misma
manera: Cristo resucitado llega a nosotros a través de
los demás, a través de la historia personal colectiva de
los hombres. Es ahí donde El se da a conocer y donde
se deja encontrar. También nosotros le buscamos ayu-
dados por las Escrituras y tenemos mucho nuevo que
descubrir sobre Jesucristo: «Tengo todavía muchas
cosas que deciros, pero ahora no podéis con todo». 76.
Nosotros estamos hoy enfrentados con otros pro-
blemas, con otros interrogantes y tenemos que
hablar de Jesús a la luz de nuevos contextos. Los
acontecimientos, la búsquda comunitaria de los cre-
—i
75. 1 Jn 4,9- 76. Jn 16,12.
142 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

yentes, nos llevan a percibir nuevas resonancias de las


palabras evangélicas: no es extraño, puesto que en
verdad Jesús es una persona viva y su Espíritu trabaja
nuestros corazones.

PARA SEGUIR REFLEXIONANDO

¿Por qué la muerte de Jesús?


y
Jesús fue entregado a la muerte por su pretensión
de ser «de Dios» y simultáneamente por su pretensión
de liberar al pueblo. Un Dios que se queda en su
esfera propia, que no se preocupa de los hombres más
que de vez en cuando, no es peligroso. Pero un Dios
que quiere liberar al pueblo, que se mezcla en los
avatares de este mundo, no puede ser soportado ni
por el poder económico y político, ni por el poder
religioso 4
Efectivamente, para el poder religioso existe el
mundo de Dios y el mundo de los hombres y están
bien separados; la religión consiste en organizar cierto
tránsito entre los dos; los sacerdotes son los especia-
listas de ese tránsito, y en ello reside su poder. Pero si
Dios quiere habitar por sí mismo el mundo de los
hombres, todo se replantea de nuevo y queda en tela
de juicio: ya no hay necesidad de religión 77.
Para el poder económico y político la separación
de esos dos mundos supone también su seguridad;
mientras que las gentes sueñan en otro mundo, no se
detienen demasiado a mirar de cerca la realidad... Pe-
ro si Dios está en esta realidad de acá abajo, si se le
lesiona a El mismo cada vez que se lesiona, menospre-

77. En los primeros tiempos de la Iglesia, en las persecu-


ciones, se acusaba a los cristianos de ser ateos, por
este motivo.
4. ¿QUIEN ERA JESÚS? ¿QUIEN ES JESÚS? 143

cia o excluye a un hombre, entonces ya no existe


ningún poder absoluto, ni hay manera de poder invo-
car la razón de Estado. Si Dios quiere que cada hom-
bre sea libre y creativo, es un Dios muy incómodo.
Jesús, al mostrar con sus actos y con sus palabras que
no hay más que un solo mundo, el mundo reconcilia-
do de Dios y de los hombres, arrebata a los especialis-
tas de Dios sus privilegios y a los especialistas del
mundo sus poderes absolutos. Esto resulta tan inso-
portable para unos y para otros que necesariamente la
muerte de Jesús viene como la cosa más natural del
mundoj
Por lo demás Jesús, al morir, revela lo que real-
mente es la muerte: la muerte jamás es un accidente o
algo normal. Aun cuando no acontezca en circunstan-
cias trágicas, tiene siempre algo de inmundo e injusto:
es, por algunos momentos, la victoria de los poderes
del mal sobre la vida. Está, pues, en profunda con-
tradicción con Dios: es el último enemigo que hay
que vencer. Con su resurrección, Cristo muestra que
efectivamente puede ser vencida: viviéndola con Cris-
to y como El, en una total confianza en el Padre, la
muerte pierde su mordiente y aun cuando siga siendo
desgarradora, se convierte en ocasión de diálogo con
el Padre. La resurrección es entonces una violenta
llamada a todos para ponerse en pie y luchar contra
todas las formas del mal y de la muerte.
Finalmente, si Jesús murió tan joven, con menos
de cuarenta años, no fue solamente por la batalla que
le presentaron los poderosos de su época. Jesús murió
«a su hora», como dice el cuarto Evangelio. Sus trein-
ta años de formación en Nazaret, sus pocos años de
vida trepidante por los caminos de Galilea y Judea, le
bastaron para revelar plenamente lo que Dios tenía
que decir a los hombres: que El quería construir con
ellos un mundo nuevo y que para conseguirlo era
144 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

preciso lograr que estallara este mundo presente y


comenzar completamente de nuevo. Jesús, viendo que
sus contemporáneos no podían asumir toda esta tarea
de transformación, echa sobre sus hombros la carga
de abrir camino: acepta la muerte, el estallido necesa-
rio para que todos puedan entrar en el universo nuevo
de Dios. De esta forma su muerte es la prueba de un
amor absoluto que nada ni nadie, absolutamente na-
die ni nada, podrá tener en menos.
El Espíritu de Jesús resucitado, dado gratuitamen-
te a quienes le habían abandonado cobardemente, es
la prueba de este amor; las puertas de la vida quedan
abiertas de par en par para que la humanidad encuen-
tre por ellas, perpetuamente, su camino. Por eso toda-
vía hoy esos pocos años que vivió Jesús bastan a
muchos para ver iluminada su existencia y la historia
del mundo.
Sin fe en la resurrección, ¿cómo explicar el naci-
miento de la Iglesia que surge del abandono y de la
desesperanza? ¿Cómo explicar que la causa de Jesús
siga hoy provocándonos todavía, a pesar del rostro
tantas veces descorazonador de su Iglesia? Sin el con-
vencimiento de que Dios ha venido a nosotros y ha
abierto una era de renovación que nadie podrá ya
cerrar, ¿cómo lograr dar cuenta exacta de todo lo que
pasó y pasa con la persona de Jesús? O Jesús es
«Dios-con-nosotros», Dios a nuestro favor para siem-
pre, una amistad subversiva, que se nos ha dado para
siempre y que nos propone cambiar el mundo, o hay
que colocarle en las vitrinas de algún museo de anti-
güedades: tarde o temprano cada uno tiene que hacer
su elección.
Conclusión: ¿Sabes la noticia?

«¿Sabes la noticia?
Una vida nueva,
más bella,
más verdadera,
está a tu alcance,
si quieres.
Abandona, regala,
tus libros de escuela:
sus bonitas palabras
eran monótonas,
estaban desfiguradas.
Se acabó el soñar: hay que ponerse a vivir.
En nuestros corazones, palomas y el sol brillante.
Verás qué escudo forman nuestras manos levantadas;
146 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

cuanto más cerca está la edad de oro, tanto más está


amenazada.
¿Sabes la noticia?
Arroja fuera
este mundo insensato.
Amando a los otros,
amando al Otro
aprende a cambiar.
Y sin esperar más
vuelve a aprender
a tener
de nuevo el poder.
Con tus días negros
vas a fecundar
un mundo de esperanzas.
Una vida nueva, ¿sabes la noticia?»... l .
Esta canción actual, ¿no es una llamada a que
sepamos decir, en lenguaje fuerte y claro, el mensaje
de Jesús? ¿Sabes la Noticia? ¿Sabes proclamar la No-
ticia con tus hechos y con tus palabras?

«Amando al Otro»
«Amando al Otro, aprende a cambiar». Sí, en
compañía de Cristo, todos, o sea, tú, yo, nuestros
amigos y compañeros, todos podemos acoger el amor
del Padre. Esta es la gran noticia, en nuestro punto de
partida: Dios con todo su poder de renovación está
cerca de cada uno de nosotros. Responderle no consis-
te en difíciles ejercicios, sino en hacerle un lugar en la
propia vida. Lo decía el apóstol Juan: «El que ama
conoce a Dios»2. Cuando experimentamos un amor
humano o una amistad profunda y notamos cómo

1. F. Solleville. 2. U n 4,7.
CONCLUSIÓN: ¿SABES LA NOTICIA? 147

cambia nuestra vida, tenemos un camino abierto para


comprender lo que quiere decir abrirse al amor del
Padre. En vez de darnos una doctrina, una explicación
del mundo o explicarnos el sentido de todas las cosas,
Jesús nos pone en presencia de una persona y del
amor a que nos invita. Creer es, sobre todo, vivir-con
Alguien y cambiar movidos por ese con-vivir; trans-
formarse en un ser nuevo a impulso de El.

Amando a los otros


«Amando a los otros, amando al Otro, aprende a
cambiar». Acoger a Dios correría el peligro de ser una
evasión sentimental si no se tradujera en actos. Quien
ha encontrado al Padre ya no puede vivir como antes:
tiene que convertirse también él en fuente y centro de
amor. Tiene que repartir con la misma generosidad
aquel amor gratuito que ha recibido, y de un modo
particular mediante el acto creador y revolucionario
que es el perdón. Ahora tiene que comunicar alrede-
dor de sí la llamada que en él resonó a ponerse en pie
y a caminar: ¡en pie los excluidos!, ¡en pie los macha-
cados!
Las nuevas energías que surgen del amor harán
que nazca poco a poco un mundo nuevo: tenemos que
construir sólidamente los cimientos de un universo
distinto; no podemos quedarnos en bellos sentimien-
tos individuales. A esto nos convoca el Apocalipsis, el
último libro de la Biblia: «Esta es la morada de Dios
entre los hombres; pondrá su morada entre ellos y
ellos serán su pueblo, y El, Dios-con-ellos, será su
Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá
ya muerte, ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas, por-
que el mundo viejo ha pasado» 3 .

3. Apoo, 21,3-4.
148 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Juntos, en Iglesia
Para fortalecer nuestras respuestas personales Je-
sús quiso, desde el comienzo, crear un compromiso
colectivo: formar un cuerpo vivo de discípulos. Como
a miembros de un mismo cuerpo, se nos invita a vivir
la doble fidelidad que vivió Jesús: fidelidad al amor
del Padre y fidelidad a la tarea de liberación de los
hombres y" de construcción de un mundo nuevo; y
vivir las dos de manera que una apoye a la otra. La
vida en Iglesia como participación de fe y provocación
a la acción, forma parte de nuestra respuesta al pro-
yecto de Dios. La Iglesia es también el lugar donde
buscamos, juntos, los medios aptos para dar a conocer
el mensaje de Cristo. Invitar al mayor número posible
de personas a entrar conscientemente en la renovación
del Reino no es un lujo, sino una necesidad: ¿Cómo
á*mar a Dios sin trabajar porque su amor sea reconoci-
do y acogido por el mayor número de personas? ¿Có-
mo amar a los hombres sin trabajar porque descubran
el sentido total de su aventura humana y porque reco-
nozcan a su «Padre»?

Una llamada para hoy


Hoy, como en otro tiempo en Galilea, resuena la
llamada: «En pie, levántate y anda» 4. ¿Ha resonado
ya en nuestras vidas? ¿Estamos todavía esperando
oírlo? Inútil atormentarse: lo que hay que hacer es
comenzar por responder a las llamadas de nuestros
hermanos los hombres. Jesús pidió a Zaqueo, el «pu-
blicano», que le invitara a su mesa, y aquello fue para
Zaqueo el comienzo de una aventura formidable.
Hoy, grupos de trabajadores, jóvenes y adultos, nos
piden a nosotros que seamos sus delegados, grupos de

4. Me 2,9-11.
CONCLUSIÓN: ¿SABES LA NOTICIA? 149

adolescentes nos piden que seamos sus responsables;


con ello nos piden mayor disponibilidad, mayor amis-
tad, mayor compromiso por la justicia: respondamos a
sus esperanzas, comprometámonos con ellos... y en el
camino Jesús se dará a conocer, cuando le parezca...
Sí, porque Jesús resucitado es contemporáneo de
cada hombre. Por su victoria sobre la muerte, su pre-
sencia ha florecido y tiene las dimensiones del mundo.
En adelante puede ser nuestro compañero de camino,
y nos propone su amistad. Cristo vivo está allí donde
bulle la vida: dejemos pronto este libro para salir a su
encuentro... en la vida.

Como aquella tarde en el camino de Emaús


Como guía de nuestra búsqueda, conservemos en
nuestro corazón este episodio del E v a n g e l i o de
Lucas 5 : dos hombres tristes y decepcionados van
por el camino de Emaús; se vuelven a su pueblo, se
alejan de Jerusalén; hace tres días que Jesús fue con-
denado y matado; hay que volver la página, aquello se
ha terminado; una esperanza más, frustrada. Pero al-
guien se les acerca en el camino, se mezcla en su
conversación, les hace preguntas, les ayuda a expresar-
se y les ayuda a aclararse sirviéndose de las Escrituras.
Llegan los tres a la aldea; el desconocido parece dis-
puesto a continuar su camino, pero los otros dos le
invitan: «Quédate con nosotros, ya es tarde». Enton-
ces todo cambia; cuando parte el pan le reconocen: es
Jesús, está vivo, y ellos transformados. Inmediata-
mente, sin perder un momento, se ponen de nuevo en
camino para ir a anunciar la Buena Noticia.
Esta historia resume toda la aventura de los pri-
meros testigos. Unos hombres al borde del Jordán

5. Le 24,13-35.
150 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

encontraron a un tal Jesús, descubrieron en El a un


gran profeta, poderoso en obras y en palabras, una
autoridad como jamás habían visto en ningún otro.
Pusieron en El sus esperanzas; iba a restablecer el
Reino y a destrozar a los ocupadores romanos (perío-
do en Galilea). Pero aquel Jesús veía las cosas de otro
modo y comprendía de otro modo su misión. Como
en el camino de Emaús, les mostraba con la ayuda de
las Escrituras que tendría que morir para comunicar a
los hombres una liberación mucho más radical: (tiem-
pos de la «crisis» y del largo «ascenso a Jerusalén»).
Cuando, después de su muerte, descubren el ros-
tro verdadero de Cristo y su poder de renovación,
Jesús ya no está con ellos: su presencia es distinta;
pero caen en la cuenta de que el fuego que Jesús
quería encender en la tierra, ha invadido sus vidas:
«¿No es verdad que ardía nuestro corazón mientras
nos hablaba por el camino?» 6. Y parten por los
caminos del mundo a anunciar la Buena Noticia...,
trabajo que ya no se ha detenido nunca...
Este episodio de Emaús, ¿no es también la histo-
ria de nuestra propia vida? Nuestra existencia es un
camino en el que vamos con otros, más o menos her-
manados. Alguien está ahí, al lado, desconocido toda-
vía, pero cuya presencia nos acompaña; llegará un día
en el que gracias a los demás, interpretando los acon-
tecimientos y las Escrituras, podamos reconocerle y
descubrir en nosotros el fuego que su amor encen-
dió. Entonces la tarea de anunciar la Buena Noticia
será, para nosotros, una necesidad y una alegría. ¿Lo
hemos experimentado ya alguna vez?
¿No está en ese episodio, finalmente, resumida
toda la historia del mundo? La larga marcha de los
hombres, como la de los dos discípulos, lleva consigo
montones de esperanzas y montones de decepciones.

6. Le 24.32.
CONCLUSIÓN: ¿SABES LA NOTICIA? 151

Desde siempre, en sus proyectos y en sus obras, los


hombres han intentado traducir sus esperanzas y mu-
chas veces sus propias realizaciones les han decepcio-
nado. A la vista de tantas y tantas decepciones, ¿no
sería mejor resignarse, bajar la guardia? ¿Quién será
capaz de traer la paz, las relaciones fraternas entre
todos, la liberación de todas las esclavitudes, la felici-
dad universal? ¿Por qué, a pesar de todos los fraca-.
sos, cada generación sigue alimentando el anhelo de
un mundo nuevo?

Dios se ha mezclado, por Jesús, en este largo ca-


mino de los hombres: escucha, hace preguntas, com-
parte con ellos los interrogantes, despierta en sus espí-
ritus las más «locas» esperanzas. En las Escrituras les
propone un sentido para su historia: ¿no era necesa-
rio este largo proceso de gestación de la humani-
dad para lograr desembocar en un mundo nuevo?
¿No eran necesarios todos esos ensayos, esos tanteos,
para que los hombres inventaran libremente su res-
puesta al amor de Dios edificando un mundo salvado?
La meta pretendida explica todo el camino; no es
una vana esperanza: un universo nuevo se construirá
con los hombres, porque existe en el corazón de su
historia una potencia renovadora que es la amistad de
Dios. Jesús nos ha demostrado, en su misma muerte,
que nada la puede hacer retroceder y en su resurrec-
ción que nadie la puede sofocar: esa amistad de Dios
es el sentido mismo de la historia.
El signo del pan compartido, aquel signo que Je-
sús entregó a sus amigos la víspera de su muerte, nos
asegura esa amistad siempre presente de Dios: cada
vez que hacemos ese signo, comulgamos en esa in-
mensa esperanza. Nuestra alegría es la misma que la
de los discípulos de Emaús: ¿no ardía nuestro co-
razón cuando juntos, un día u otro, compartíamos los
signos de la presencia del amor del Padre?
ANEXO 1

ALGUNOS DATOS PRÁCTICOS


PARA ABORDAR LOS «TESTIMONIOS
SOBRE JESÚS»

El mapa que incluímos a continuación indica que


los textos neotestamentarios que poseemos han naci-
do en épocas y en comunidades diferentes.
Esquemáticamente, éstos son los datos de compo-
sición de estos textos:
— entre los años 50 y 67: los responsables de las
comunidades (Pedro, Santiago, Pablo...) es-
criben cartas para animar a los «hermanos» o
para precisar tal o cual punto; esto les lleva
frecuentemente a hacer referencias a la vida y
a la persona de Jesús;
— del 70 al 90, algunos (a los que denominamos
según la tradición Marcos, Mateo y Lucas)
ponen por escrito lo que se decía de Jesús en
las comunidades en que ellos vivían. Lucas
añade a su Evangelio otro libro: «Los Hechos
de los Apóstoles». Dibuja en él los rasgos de
cómo se fue extendiendo el mensaje de Cristo,
Mapa de los lugares en que nacieron los textos

Evangelio de Mateo
¿Carta a los hebreos?
Cartas de Santiago
Y Judas

• JERUSALEN

En torno a la
comunidad de Roma
y a las de Italia, En torno a las En torno a la En torno a las
hacia el año 70. comunidades de comunidad de comunidades de
Grecia y Asia Efeso, origen-judío,
entre el 50 y 80 hacia el año 100 entre el 70 y 80
CONCLUSIÓN: ¿SABES L A NOTICIA? 155

desde Jerusalén hasta los límites del mundo


conocido...;
— finalmente, alrededor del año 100, en los cír-
culos dependientes de Juan aparecen el cuarto
Evangelio, tres cartas y el libro del Apocalip-
sis que es el último de la Biblia.
Esto por lo se refiere a las fechas. Pero los textos
llevan también la marca de las comunidades en que se
originaron:
— en torno a las comunidades compuestas sobre
todo por judíos, en Jerusalén y sus alrededo-
res, encontramos las cartas de Santiago, Judas
y el Evangelio de Mateo;
— nacidas en Asia Menor (la actual Turquía) y
en Grecia, están las cartas de Pablo y el Evan-
gelio de Lucas con los Hechos de los Apósto-
les;
— de Roma provienen las cartas de Pedro y el
Evangelio de Marcos;
— más tarde en la región de Efeso, Juan escribe
sus cartas, su Evangelio y el Apocalipsis.

Estos datos les han determinado los especialistas


bíblicos mediante un análisis científico de los textos;
podemos creerles.
Estos detalles no deben llevarnos a decir: dema-
siado complicado, sino que deben alentarnos a procu-
rarnos conocimientos serios: por eso es útil leer las
notas que tienen las ediciones de la Biblia, para po-
der situar bien los textos. Pero también debe ser un
estímulo para que leamos la Biblia en equipos y comu-
nidades: pues fue meditada y compuesta por todo un
pueblo de testigos; en reflexión comunitaria se logró
penetrar en su sentido profundo. Lo que cada uno
logra captar debe ponerlo a disposición de todos.
ANEXO 2

TESTIMONIOS SOBRE JESÚS,


PROVENIENTES DE FUERA DEL
CIRCULO DE CREYENTES

¿Quién podría interesarse por este hombre fuera


de aquellos que le seguíam? En un mundo en el que
no existían los medios de comunicación de que ahora
disponemos, nadie habló de Jesús durante su vida:
pasó desapercibido; e incluso su muerte en una cruz
no fue sino un acontecimiento más: ¡por aquel enton-
ces no se prestaba mucha atención a un crucificado!
Más tarde, cuando los cristianos fueron ya muchos,
los historiadores y gobernadores hablaron algo de El.
Tres son los historiadores, un judío y dos roma-
nos, que aluden a Cristo. En primer lugar Josefo,
judío adherido a la causa romana, escribió entre los
años 80 y 90 la historia de las guerras judías. Hay un
pasaje corto que se refiere a Jesús: «En esta época
vivió Jesús, un hombre excepcional porque hacía co-
sas prodigiosas. Maestro de gentes muy bien dispues-
tas a dar favorable acogida a buenas doctrinas, se
ganó a muchos de entre los judíos y también de entre
CONCLUSIÓN: ¿SABES L A NOTICIA? 157

los paganos. Cuando, denunciado por los notables,


Pilato le condenó a la cruz, los que le habían entrega-
do su afecto desde el comien2o, no dejaron de amarle,
porque se les apareció al tercer día, vivo de nuevo,
como los profetas lo habían anunciado, lo mismo que
otras mil maravillas en relación con El. En nuestros
días no se ha agotado todavía la raza de los que, a
partir de El, se llaman cristianos».
Más tarde, hacia el año 120, Suetonio, un historia-
dor romano, cuenta que el año 50 el emperador Clau-
dio publicó un decreto por el que expulsaba de Roma
a los judíos, ya que andaban revueltos por causa de un
tal Cristo; esto nos indica que 20 años después de la
muerte de Jesús ya había cristianos en Roma.
Tácito, otro historiador de la misma época, cuenta
que en tiempos de Nerón, emperador el año 64, hubo
un gran incendio en Roma. Se corrió el rumor de que
había sido el mismo emperador quien lo había provo-
cado para reconstruir la ciudad a su manera. Era nece-
sario encontrar quien cargara con el muerto: se acusó
a los cristianos, que según Tácito, eran ya una multi-
tud inmensa. Con esta ocasión Tácito habla de ellos,
sin ninguna simpatía, como de discípulos de «Cristo,
cierto criminal ejecutado por Pilato, gobernador de
Judea», unos treinta años antes.
Hay otro eco que procede de un gobernador: Pli-
nio, encargado de mantener el orden en una provincia
alejada, escribe al emperador Trajano el año 112. Tie-
ne algunos problemas: ya no hay gente que compre
animales destinados a los sacrificios y la situación está
creando un clima de descontento. Según un sondeo
que ha realizado, la causa son los «cristianos»: estas
gentes no participan en los cultos paganos. Se ha pro-
cedido, por tanto, a algunas detenciones, pero no se
ha podido descubrir nada de cierta gravedad: se reú-
nen en días fijos, por la mañana, para cantar himnos a
158 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

Cristo, como a su Dios, y luego se reúnen en una


comida ordinaria: ¡esto es todo!...
Existe también, finalmente, una alusión proceden-
te de judíos que no han reconocido a Jesús: en un
libro, el Talmud, se puede leer: «Jesús de Nazaret fue
suspendido de una cruz, porque practicaba la magia y
sacaba del buen camino al pueblo».
Todos estos textos están más alejados de los acon-
tecimientos que los testimonios que tenemos de los
cristianos y no añaden gran cosa a nuestro conoci-
miento de Cristo.
ANEXO 3

AYUDAS PARA UTILIZAR ESTE LIBRO

He aquí algunos cuestionarios que pueden ayudar


a seguir, en grupos, el recorrido de este libro; darán la
oportunidad de poder traducir a lo concreto los descu-
brimientos que se vayan haciendo y de profundizar en
tal o cual dimensión de la vida con Cristo. ¡Buen
viaje!
Hemos conocido un poco cómo era la vida eco-
nómica en tiempos de Jesús. Es una invitación a
que consideremos también la situación económi-
ca de nuestra ciudad, pueblo, región...
— ¿Qué caracteriza nuestra región?: empresas,
cultura, esparcimiento....
— Hagamos inventario de todo lo que destruye
a las personas en sus condiciones de trabajo, de
habitación, de descanso...
— Ante ese cuadro, anotemos cuanto haya, en
esa situación, de dinámico, todo lo que suponga
un esfuerzo por salir del mal.
— ¿En qué lugar está situado cada uno de no-
sotros?
160 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

2. Veamos también los aspectos políticos de nues-


tra vida.
— ¿Cuáles son las corrientes que influyen de
verdad en las personas? ¿Con qué medios lo
logran? ¿Qué sistema hay tras ello?
— En el ámbito en que vivimos nosotros, em-
presa, barrio, ciudad o región, ¿cuáles son las
corrientes y las organizaciones políticas?
— ¿Conocemos el programa de esas organiza-
ciones? ¿Qué liberación proponen al hombre?
— ¿En qué tipo de iniciativas traducen concre-
tamente sus objetivos?
— ¿Qué interrogantes nos lanza toda esta reali-
dad?
3. Jesús se alimentó de toda la historia de la espe-
ranza de su pueblo.
— ¿Conocemos la historia de nuestro pueblo,
de nuestra clase social, de nuestra región, de
nuestro movimiento, de nuestra organización?
— ¿Qué avances, qué fracasos, qué luchas,
marcan su vida?
— ¿Qué esperanzas conjuntas tenemos? ¿Qué
expresan nuestras «fiestas», nuestras canciones?
— ¿Hasta qué punto y cómo nos sentimos por-
tadores de toda esta vida comunitaria?
4. El hombre Jesús quedó configurado por la co-
munidad judía.
— ¿Cuál es nuestro medio ambiente?
— ¿Cómo nos marca a nosotros? (la ciudad
industrial, el pueblo rural, el barrio «chic»).
¿Qué vemos de positivo en ese ambiente nues-
tro?
— ¿Cómo nos configura a nosotros nuestra fa-
milia: padre, madre, hermanos y hermanas, hi-
jos, los acontecimientos que hemos vivido jun-
tos?
CONCLUSIÓN ^ ¿SABES LA NOTICIA? 161

— ¿Cómo vivir hoy siendo fieles a lo mejor de


lo que hemos vivido y descubierto?
— ¿Nuestro movimiento, nuestra organización,
tienen suficientemente en cuenta estos aspectos
de nuestra vida?
Jesús va avanzando en su misión, en medio de
todo un pueblo y en el centro de un movimien-
to, el de Juan Bautista.
— ¿Con quién avanzamos nosotros? Hagamos
una lista concreta de las personas con quienes
vivimos, en el trabajo, en el centro de estudios,
en la familia, en los centros de descanso...
— De cuanto viven estas gentes: condiciones
de trabajo, situaciones familiares, competivida-
des... ¿qué nos interpela?
-— ¿Cómo todo esto se convierte para nosotros
en señales de Dios y cuál es nuestra respuesta?
Jesús anuncia el Reino de Dios, una renovación
a la que todos están invitados a formar parte:
esta invitación tiene rasgos muy concretos.
— ¿Cuáles son las maneras nuevas de vivir que
se nos proponen hoy a nosotros?
por las exigencias de los demás
por las responsabilidades que se nos deman-
dan
para responder a tal o cual petición o iniciati-
va
— ¿Qué hay de verdaderamente dinámico en lo
que vivimos en compañía de los demás?
— ¿Cómo proponemos a los demás unas rutas
o acciones concretas que les posibiliten alcanzar
estos dinamismos?
— ¿Qué medios concretos ponemos, con los
demás, para conseguirlo?
Para ir hasta el final de su misión, Jesús se toma
tiempos de retiro, a veces, con sus compañeros,
162 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

para reflexionar en las opciones que debe hacer.


— ¿Qué opciones están llamando a nuestras
puertas? ¿A qué ídolos, a qué «reyes» no quere-
mos encadenarnos?
— ¿Cómo hemos reflexionado sobre las opcio-
nes? ¿Qué nos ha permitido o qué nos ha impe-
dido, tomar decisiones libres, responsables y
creativas?
— ¿Qué novedad nos han aportado estas opcio-
nes? ¿Qué nuevas fuerzas hemos recibido al to-
marlas?
— ¿Permitimos y posibilitamos a las gentes de
nuestro alrededor que puedan tomar opciones
libres y creativas?
8. Jesús hizo de su largo ascenso hacia Jerusalén
un tiempo de formación de sus discípulos.
— ¿Es hoy nuestra vida con los demás y nues-
tra acción con ellos un lugar de formación?
¿Qué aprendemos nosotros cada día al compar-
tir la vida cotidiana?
— ¿Qué esfuerzo para prolongar este aprendi-
zaje con una verdadera reflexión?
— Queremos, no una formación de élites, sino
una verdadera formación para todos; hay que
dar oportunidades a todos para desarrollarse y
ampliar el campo de su competencia en todos
los terrenos; ¿Está nuestra organización, nues-
tro movimiento, y nosotros mismos, al servicio
de ese deseo y empeño?
9. En la muerte de Jesús todo parece acabar en un
fracaso; El mismo se vio asaltado por momentos
de duda, pero encontró fuerzas para seguir e ir
todavía más lejos en el don de sí mismo.
— ¿Qué experiencias de fracaso hemos vivido,
en nuestra acción, en la amistad, en el amor?
CONCLUSIÓN: ¿SABES LA NOTICIA? 163

— ¿Han sido para nosotros ocasiones de pro-


fundizar en nuestras razones para vivir?
— ¿Han sido ocasión de renovar nuestra fideli-
dad a cuanto habíamos descubierto anteriormen-
te?
— ¿Han sido ocasión de descubrir nuestras li-
mitaciones? ¿O han sido ocasión de sentirnos
desfallecer y de abandonar?
— ¿Nos han hecho «morir» a algo estos fraca-
sos?
— ¿Hemos compartido con alguien estos fraca-
sos y las consecuencias que hayan podido tener
para nuestra vida?
— ¿Qué certezas, qué esperanzas nos han ayu-
dado a seguir e incluso a ir más lejos todavía?
Cristo está vivo para siempre y comunica a sus
testigos su poder de amor y de vida.
— ¿Qué nos «habla» de Cristo hoy en nuestra
vida? ¿Cómo le buscamos? ¿Cómo le descubri-
mos?
— ¿Cómo se ha ido enriqueciendo este descu-
brimiento a lo largo de nuestra historia?
— ¿Tenemos alguna experiencia de su Espíritu
en nosotros?
cuando cambia nuestra modo de ver a los
demás
cuando nos invita a nuevas maneras de vivir
cuando nos propone opciones exigentes
cuando nos hace sentir el gozo a pesar de
nuestras limitaciones
cuando...
«Mi Padre trabaja siempre y yo también traba-
jo»: Jn 5,17. También nosotros actuamos con
otros:
— ¿En qué consiste nuestra acción? ¿En qué
campos actuamos? ¿Con quién? ¿Cuál es núes-
LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

tra meta? ¿Cuáles los medios que empleamos?


— ¿Qué «produce» nuestra acción? (al árbol
se le conoce por sus frutos).
¿es eficaz nuestra.acción?
¿produce en nosotros expansión, equilibrio,
gozo a pesar de la fatiga?
¿creamos calidad en nuestro entorno familiar,
en nuestro ambiente?
¿se va ensanchando nuestra acción a nuevas
personas, a nuevos sectores?
— ¿Qué tiempo nos tomamos para detenernos
un poco, para descubrir el «trabajo» de Cristo a
través de nuestras acciones? ¿Somos exigentes
con nosotros mismos para saber hacer estas pa-
radas y comenzar de nuevo con mayor ánimo y
claridad?
«Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida»: Jn 6,63. También nosotros descubrimos
juntos lo que nos dice el Padre:
— ¿Cuál es la calidad de nuestra escucha, en
los acontecimientos, en los encuentros con los
demás, en la lectura de las publicaciones de
nuestro movimiento, en la lectura de los Evan-
gelios?
— ¿Buscamos principios operativos para apli-
car o reencontrar un «espíritu», para vincular-
nos a la «vida»?
— ¿Cuál es la calidad de nuestra palabra? ¿In-
tentamos convencer cueste lo que cueste, o avi-
var los espíritus? ¿Nuestras certezas resultan
para los demás un aliento o son como un dispa-
ro?
— En lo que decimos, ¿cómo testimoniamos
aspectos dinámicos?, ¿somos portadores de es-
peranza y alegría?
CONCLUSIÓN: ¿SABES LA NOTICIA? 165

— ¿No es indispensable para llegar a ver claro,


confrontar nuestro modo de escuchar y de ha-
blar con el de Cristo?
13. «Dios no ha enviado a su hijo al mundo para
condenar al mundo sino para que el mundo se
salve por El»: Jn 3,27. Nosotros tenemos un
proyecto común.
— ¿Es un proyecto de vida para nosotros y
para los demás? Intentemos expresar claramen-
te el contenido de nuestro proyecto: ¿Por qué
calidad de vida, de libertad, de desarrollo, traba-
jamos?
—• ¿Tenemos un proyecto de sociedad? ¿En
qué consiste? ¿Cómo compartimos con los de-
más lo que supone su puesta en práctica realista
y cómo la realizamos conjuntamente? ¿Trabaja-
mos en ello ahora mismo o lo vamos dejando?
— ¿Tenemos un proyecto como creyentes?
¿Qué nos vincula a las perspectivas del «Reino
de Dios» y al compartir en la Iglesia. ¿Cómo
nos servimos de ello para alimentar en nosotros
toda esperanza y cómo nos impulsa a comunicar-
la con los demás?
— ¿Qué vinculaciones establecemos entre estos
diversos proyectos? ¿Cómo lo traducimos en
preocupación e interés por las personas concre-
tas que nos rodean?
14. «Yo soy la Resurrección y la Vida»: Jn 11,25.
— ¿Quién es, hoy, Cristo para nosotros? ¿Qué
podemos decir de El?
— ¿Ocupa Cristo un lugar en nuestra vida?
¿Qué tiempo dedicamos a buscarle y a encon-
tarnos con El?
— ¿Qué nos ayuda a descubrirle?
la lectura de los Evangelios, de la Biblia,
166 LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET

participar en grupos de reflexión,


participar en grupos de celebración,
tiempos de retiro, a solas, con otros...
— Al terminar de leer este libro, ¿qué llamadas
a conocer mejor a Jesús resuenan con más fuerza
en nosotros?, ¿qué exigencias conllevan en
nuestro empleo del tiempo, tanto individual-
mente como en nuestro movimiento?
— Todo esto, ¿en qué renueva nuestra vida?

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