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Página 2
Sinopsis
Jasmine sabe dos cosas: uno, que ama a su vulnerable hermana
incondicionalmente, y luchará hasta la muerte para protegerla de cualquier
persona que la moleste. Dos, siempre ha sido buena solo en una cosa, su
trabajo de ayuda en la creación de empresas.

Así que cuando es despedida y puesta en una suspensión remunerada, Jasmine


se da cuenta de que no tiene nada más con lo que ocupar su vida. El insomnio
la mantiene mirando por la ventana de su dormitorio, y se encuentra a sí
misma viendo las excentricidades de su vecino, el polémico locutor Matt, con
más que un vistazo ocasional. También Matt se está tomando unas vacaciones
forzadas del trabajo, después de que uno de sus controvertidos programas de
entrevistas fuera demasiado lejos...

Jasmine tiene todas las razones para que no le guste Matt, y el sentimiento
parece ser mutuo. Pero no todo es lo que parece, y pronto Jasmine y Matt se
verán obligados a pensar de nuevo...

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Índice
Portada
Sinopsis
Índice
Staff
Dedicatoria
Invierno
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13

Primavera
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19

Verano
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Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26

Otoño
Capítulo 27
Capítulo 28

Agradecimientos
Acerca de la autora
Nosotros

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Staff
Coordinador
HJ González

Traductores
María José
Cami T.
Vale
Romy O.
Mariana C.
Leyaah D.
Paula Q.
Sabrina U.
Gaby A.
Karen A.
Giovanni
M.Arte
HJ González
Dulce Q

Corrección final y edición


S. Maddox

Diseño
M.Arte
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Dedicatoria
Para mi amiga Lucy Stack.

Justo cuando la oruga pensó que el mundo había terminado, se convirtió en


una mariposa...

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Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez
que caemos.

Confucio

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Invierno
La estación entre otoño y primavera, que comprende en el Hemisferio Norte
los meses más fríos del año: Diciembre, Enero y Febrero.

Un período de inactividad o decaimiento.

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1
Tenía 5 años cuando me enteré de que iba a morir.

No se me había ocurrido que no viviría para siempre; ¿Por qué lo haría? El tema
de mi muerte no se había mencionado de casualidad.

Mi conocimiento de la muerte no era tenue; los peces dorados murieron, lo


supe de primera mano. Morían si no los alimentabas, y también morían si los
alimentabas demasiado. Los perros morían cuando corrían frente a los autos
en movimiento, los ratones morían cuando se veían tentados por las HobNobs1
de chocolate en las trampas de ratones del armario debajo de las escaleras,
los conejos morían cuando escapaban de sus madrigueras y eran atrapados
por los malvados zorros. Descubrir sus muertes no fue causa de alarma; incluso
teniendo 5 años sabía que eran animales peludos que hacían cosas tontas,
cosas que yo no tenía intención de hacer.

Así que fue muy perturbador saber que la muerte también me encontraría.

De acuerdo a mi fuente, si era “afortunada” mi muerte ocurriría de la misma


forma que la de mi abuelo. Anciana. Oliendo a humo de pipa y flatulencias, con
bolitas de pañuelo atoradas al bigote por encima del labio superior de tanto
sonarse la nariz. Líneas negras de mugre debajo de la punta de sus uñas por la
jardinería; los ojos amarillentos por las orillas, recordándome la canica de la
colección de mi tío que mi hermana solía chupar y tragar, causando que papá
corriera a envolver sus brazos alrededor de su estómago y apretara hasta que
la canica saliera de nuevo. Anciana. Con pantalón marrón más arriba de la
cintura, deteniéndose solo por su flácido pecho con senos, revelando una
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barriga blanda y unas pelotas que se habían acumulado a un lado de la costura

1
Marca de galletas comerciales del Reino Unido.
del pantalón. Anciana. No, no quería morir como mi abuelo, pero morir vieja,
reveló mi fuente, era el mejor de los casos.

Aprendí de mi inminente muerte por mi primo mayor Kevin el día del funeral
de mi abuelo, mientras nos sentábamos en el césped al final de su largo jardín
con vasos rojos plásticos de limonada en nuestras manos y lo más lejos posible
de nuestros padres en luto, que parecían escarabajos peloteros en lo que era
el día más caluroso del año. El césped estaba cubierto por dientes de león y
margaritas y estaba mucho más alto de lo normal, la enfermedad había
impedido que el abuelo perfeccionara su jardín en sus últimas semanas.
Recuerdo haberme sentido triste por él, a la defensiva, ya que de todos los días
que pudo mostrar su hermoso jardín a los vecinos y amigos fue en un día en
que no era la perfección a la que él aspiraba. No le hubiera importado no estar
ahí, no le gustaba hablar mucho, pero al menos se hubiera encargado de la
presentación, y luego hubiera desaparecido para escuchar los elogios lejos de
todos, tal vez arriba con la ventana abierta. Pretendería que no le importaba,
pero si lo haría, una sonrisa de satisfacción en su rostro, junto con las rodillas
manchadas de césped y las uñas negras. Alguien, una mujer mayor que
sujetaba con fuerza un rosario alrededor de sus nudillos, dijo que podía sentir
su presencia en el jardín, pero yo no. Estaba segura de que no estaba ahí.
Estaría muy molesto por el aspecto del lugar, no sería capaz de soportarlo.

La abuela rompería el silencio con cosas como, “Sus girasoles están


floreciendo, Dios lo tenga en su gloria,” y “Nunca llegó a ver florecer las
petunias.” A lo que el sabiondo de mi primo Kevin murmuraría, “Sí, su cuerpo
ahora es fertilizante.”

Todos rieron en voz baja; todos reían siempre por lo que decía Kevin porque
era genial, porque era el mayor, cinco años mayor que yo y a la gran edad de
diez decía cosas malas y crueles que ninguno de nosotros se atrevería a decir.
Incluso si no creíamos que fuera gracioso sabíamos que debíamos reír porque
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si no lo hacíamos, nos haría rápidamente el objeto de su crueldad, que fue lo


que hizo conmigo ese día. En esa rara ocasión, no creí que fuera gracioso que
el cadáver enterrado del abuelo estuviera ayudando a sus petunias a crecer,
tampoco creí que fuera cruel. Veía una especie de belleza en ello. Una plenitud
encantadora y justa. Eso es exactamente lo que a mi abuelo le hubiera
encantado, ahora que sus grandes y gruesos dedos de salchicha ya no podrían
contribuir al florecimiento de su grande y bonito jardín que fue el centro de su
universo.

Fue el amor de mi abuelo por la jardinería lo que llevó a que me llamara


Jasmine. Fue lo que le había llevado a mi madre cuando la visitó en el hospital
por mi nacimiento: un puñado de flores que había arrancado del marco de
madera que había armado y pintado de rojo que trepaba por la pared trasera,
envuelto en papel periódico y un hilo marrón, la tinta del casi terminado
crucigrama del Irish Times2 corriendo por las gotas de lluvia que quedaron en
los tallos. No era el Jazmín de verano que todos conocemos por sus costosas
velas aromáticas y elegantes aromatizantes para habitaciones; yo fui una bebé
invernal, así como el Jazmín de invierno con sus pequeñas flores en forma de
estrella de color amarillo, que se encontraba en abundancia en su jardín para
ayudar a alegrar el invierno gris y opaco. No creo que el abuelo hubiera
pensado en el significado de ello, y no sé si se hubo sentido honrado por el
homenaje que mi madre hizo nombrándome por las flores que le llevó. Creo
que sintió que era un nombre extraño para una niña, un nombre hecho sólo
para cosas naturales de su jardín y nunca para una persona. Con un nombre
como Adalbert, por un santo que fue un misionario en Irlanda, y con un
segundo nombre como Mary, él no estaba acostumbrado a nombres que no
vinieran de la Biblia. El invierno anterior, le llevó a mi madre brezos morados
cuando nació mi hermana invernal y se convirtió en Heather3. Un simple
regalo cuando nació mi hermana, pero hace que me pregunte sobre sus
intenciones en cuanto a mi nombramiento. Cuando investigué, descubrí que
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el jazmín de invierno es familiar directo del brezo de invierno, otro proveedor


de color para jardines de invierno. No sé si es por él y su forma de ser, pero

2
Nombre de un periódico.
3
Brezo en castellano, por eso al recibir brezos la madre llama a su bebé Heather.
siempre he esperado que generalmente las personas silenciosas tengan una
magia y conocimiento de las que las personas menos contenidas carecen; que
no digan nada significa que los pensamientos más importantes están
sucediendo en su cabeza. Tal vez su aparente simplicidad esconde un mosaico
oculto de pensamientos fantasiosos, entre ellos, el del abuelo Adalbert
queriendo que me llamara Jasmine.

De vuelta en el jardín, Kevin malinterpretó mi falta de risa a su chiste de


muerte como desaprobación y no hay nada que le desagrade o tema más, así
que llevó su salvaje mirada en mi dirección y dijo, “Tú también morirás,
Jasmine.”

Sentada en un círculo de seis, siendo la más joven del grupo, con mi hermana
a unos metros de distancia dando vueltas sobre sí misma y disfrutando de
marearse y caer, una cadena de margaritas envuelta alrededor de mi tobillo,
un nudo tan enorme en la parte trasera de mi garganta que no estaba segura
de sí me había tragado uno de los abejorros gigantes que pululaban alrededor
del buffet de flores al lado de nosotros, traté de asimilar el hecho de mi futuro
deceso. Los otros se sorprendieron de que él lo dijera, pero en vez de brincar
en mi defensa y negar este horrible anuncio/premonición, me vieron con
miradas tristes y asintieron. “Sí, es verdad” coincidieron con una mirada. “Vas
a morir Jasmine.”

En mi largo silencio, Kevin lo complicó para mí, empeorando más la situación.


No sólo moriría, sino que antes de eso tendría algo llamado período cada mes
por el resto de mi vida que me causará insoportable dolor y agonía. Después
aprendí como se hacían los bebes, en una descripción tan detallada que
encontré tan vil que apenas pude mirar a mis padres a los ojos durante una
semana, y para agregar sal a las heridas ya abiertas, me dijo que no existía
Santa Claus.
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Tratas de olvidar esas cosas, pero yo no podía.


¿Por qué traigo a colación ese episodio de mi vida? Bueno, es donde comencé.
Donde yo, como me conozco, como todos los demás me conocen, me formé.
Mi vida comenzó a los cinco años. Saber que iba a morir inculcó algo en mí que
aún cargo hasta este día: la conciencia de que, a pesar de que el tiempo es
infinito, mi tiempo era limitado, mi tiempo se estaba acabando. Me di cuenta
de que mi hora y la de alguien más no son iguales. No lo podemos pasar de la
misma forma, no podemos pensar de la misma manera. Haz lo que quieras con
el tuyo, pero no me arrastres a ello; no tengo nada que perder. Si quieres hacer
algo, tienes que hacerlo ahora. Si quieres decir algo, tienes que decirlo ahora.
Y más importante, tienes que hacerlo tú mismo. Es tú vida, eres tú quien
mueres, eres tú quien lo pierde. Se convirtió en mi práctica para avanzar, para
hacer que las cosas sucedan. Trabajé a un ritmo que a menudo me dejaba sin
aliento por lo que apenas tenía un momento para convertirme en uno conmigo
misma. Me perseguí mucho a mí misma, tal vez casi nunca me alcancé; era
rápida.

Me llevé mucho a casa de nuestra reunión en el césped de esa tarde, y no solo


las margaritas que colgaban de mis muñecas y mis tobillos, y que se enredaban
en mi pelo mientras seguíamos a los dolientes dispersos quemados por el sol
de regreso a la casa. Tuve mucho miedo en mi corazón entonces, pero no
mucho después de que, de la única forma que un niño de cinco años puede
procesarlo, el miedo me dejó. Siempre pensé en la muerte como en el Abuelo
Adalbert Mary debajo de la tierra, a pesar de todo su jardín seguía creciendo
aunque él no estuviese aquí, y sentí esperanza.

Uno cosecha lo que siembra, incluso en la muerte. Y así llegué a la siembra. Página 14
2
Fui despedida del trabajo, me despidieron, seis semanas antes de Navidad, que
en mi opinión es un momento muy poco digno para dejar ir a alguien.
Contrataron a una mujer para que me despidiera por ellos, una de esas
agencias externas entrenadas en dejar ir adecuadamente a empleados no
deseados, para evitar una escena, una demanda o su propia vergüenza. Me
llevó a almorzar, a un lugar tranquilo, me dejó ordenar una ensalada César y
para ella sólo café negro, y se sentó a observarme prácticamente
atragantarme con el picatoste4 mientras me informaba sobre mi nueva
situación de empleo. Supongo que Larry sabía que no tomaría la noticia de él
o de nadie más, que trataría de convencerlo de cambiar de parecer, que lo
abofetearía con una demanda o solamente lo abofetearía. Había tratado de
dejarme morir con honor, sólo que no sentía tanto honor cuando me fui. Ser
despedido es público, tendría que decirle a la gente. Y si no tenía que decirle a
la gente es porque ya sabían. Me sentí avergonzada. Me siento avergonzada.

Empecé mi vida laboral como contable. A la edad madura de veinticuatro años


trabajé en Trent & Bogle, una gran corporación donde estuve un año, después
tuve un cambio repentino a Start it Up5, donde proporcionaba asesoramiento
financiero y orientación a las personas que deseaban iniciar sus propios
negocios. He aprendido con la mayoría que siempre hay dos historias de un
evento: la historia pública y la verdad. La historia que cuento es que después
de dieciocho meses me fui para iniciar mi propio negocio, después de verme
tan inspirada por los que pasaban por mi oficina me invadió el deseo de volver
mi propias ideas realidad. La verdad es que me irrité de ver personas no
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haciéndolo correctamente, mi búsqueda de la eficiencia siempre ha sido mi


conductor, y así comencé mi propio negocio. Fue tan exitoso que alguien se

4
Rebanada pequeña de pan tostada con manteca o frita.
5
Póngalo en marcha.
ofreció a comprarlo. Así que lo vendí. Después inicié otro negocio y de nuevo,
lo vendí. Rápidamente desarrolle la siguiente idea. La tercera vez ni siquiera
tuve tiempo suficiente para desarrollar la idea porque alguien amó el concepto
u odió que hubiera sido un fuerte rival al suyo, y lo compró inmediatamente.
Esto me llevó a una relación laboral con Larry, la puesta en marcha más
reciente y la única de la que he sido despedida. El concepto del negocio no fue
mi idea inicial sino de Larry, desarrollamos la idea juntos, fui cofundadora y
alimenté a ese bebé como si hubiera salido de mi propio vientre. Lo ayudé a
crecer. Lo vi madurar, desarrollarse más allá de nuestros más locos sueños, y
me preparé para el momento en el que lo vendiéramos. Eso no pasó. Me
despidieron.

El negocio se llamaba Idea Factory6; ayudábamos a organizaciones con sus


propias grandes ideas. No éramos una firma de consultoría. O tomábamos sus
ideas y las mejorábamos o creábamos las propias, las desarrollábamos,
implementábamos, la llevábamos a cabo completamente. La gran idea podría
ir desde Daily Fix, un periódico para una cafetería local con historias locales,
una publicación que apoyara negocios locales, escritores, artistas; o podría ser
la decisión de una sex shop de vender helado; que, como mi idea, fue un
enorme éxito, tanto personal como profesionalmente. No batallamos durante
la recesión, nos alzamos. Porque si había algo que las compañías necesitaban
para poder seguir adelante en la situación actual, era imaginación. Vendíamos
nuestra imaginación, y me encantaba.

Ahora que lo analizo en mis días de inactividad puedo ver que mi relación con
Larry había empezado a romperse hace algún tiempo. Me estaba dirigiendo,
tal vez ciegamente, hacia la ruta “vende la compañía”, como lo había hecho ya
3 veces, cuando él aún planeaba quedársela. Un gran problema, en
retrospectiva. Creo que lo presioné demasiado, encontrando partes
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interesadas cuando muy en el fondo sabía que él no estaba interesado, y eso


lo ponía bajo mucha presión. Él creía que “llevar a cabo” significaba seguir

6
Fábrica de Ideas.
creciendo, mientras que yo creía que llevar a cabo algo significaba venderlo y
empezar de nuevo con algo más. Me alimenté con la visión de finalmente decir
adiós, él se alimentó con la de esperar. Si vieras la forma en la que es con su
hija adolescente y su esposa, sabrías que es su filosofía para casi todo. Espera,
no lo dejes ir, es mío. No se debe ceder el control. De algún modo.

Tengo treinta y tres años y trabajé ahí cuatro años. Nunca tuve un día de
enfermedad, una queja, una acusación, nunca recibí ninguna advertencia,
nunca tuve un incidente inapropiado, al menos que resultara en algo negativo
para le empresa. Le di todo a mi trabajo, notablemente todo para mi beneficio
porque quería, pero esperaba que la máquina para la que estaba trabajando
diera algo a cambio, para honrar mi honor. Mi creencia previa de que ser
despedido no era personal se basaba en el hecho de que nunca había sido
despedida, sino yo despidiendo a otros. Ahora entiendo que es personal,
porque mi trabajo era mi vida. Amigos y colegas han sido un increíble apoyo
de una forma, que me hace pensar que si alguna vez tengo cáncer, quiero
tratarlo sola sin que nadie lo sepa. Me hacen sentir como una víctima. Me
miran como si fuera la próxima persona en subirme en un avión a Australia
para convertirme en la próxima persona sobre cualificada para trabajar en una
granja de sandías. Apenas han pasado dos meses, y ya estoy cuestionando mi
valor. No tengo un propósito, nada para contribuir a la vida cotidiana. Siento
como si solo me estuviera aprovechando del mundo. Sé que esto es a corto
plazo, que puedo llenar esa función de nuevo, pero así es como me siento
actualmente. Sobre todo, han sido casi dos meses y estoy aburrida. Soy
emprendedora y no he estado haciendo mucho.

Todas las cosas que pensé que haría durante mis ocupados y estresantes días
ya las hice. Completé casi todas en el primer mes. Reservé unas vacaciones en
el sol poco antes de Navidad y ahora estoy bronceada y con frío. Me encontré
con mis amigas, que todas son nuevas madres con licencia de maternidad,
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licencia de maternidad extendida, y licencia de no—sé—si—quiero—volver—


algún—día, a tomar café en una hora del día en la que nunca había tomado
café antes en público. Sentí como si me hubiera escapado de la escuela por un
día, fue maravilloso, las primeras veces. Después se volvió no tan maravilloso,
y enfoqué mi atención en aquellos sirviendo el café, limpiando las mesas,
haciendo los paninis7. Trabajadores. Todos trabajando. He hecho un vínculo
con todos los tiernos bebés de mis amigas, aunque la mayoría están acostados
en sus coloridos tapetes que crujen y chirrían si los pisas por error, mientras
que los bebes no hacen nada más que levantar sus rechonchas piernas,
agarrarse los dedos de los pies y dar vueltas a los lados y batallar para volver a
dar la vuelta. Es divertido verlo las primeras 10 veces.

Me han pedido que sea madrina dos veces en siete semanas, como si eso
pudiera ayudar a ocupar la mente de la amiga que no está ocupada. Ambas
propuestas fueron atentas y amables, y me conmovieron, pero si yo hubiera
estado trabajando no me lo hubieran pedido porque no las hubiera visitado
tan a menudo, o hubiera conocido a los niños, y al final todo se relaciona de
nuevo al hecho de que no tengo trabajo. Ahora soy la chica que las amigas
llaman cuando están en su pericia, con su cabello como si hubiera una mancha
de aceite sobre su cabeza, apestando a sudor y vomito de bebé, cuando dicen
al teléfono en voz tan baja que me da escalofríos que tienen miedo de lo que
van a hacer, así que corro a sostener al bebé mientras ellas tienen su ducha de
diez minutos. He aprendido que una ducha de diez minutos y el regalo de ir al
baño sin contar el tiempo del reloj recobran mucho más en los nuevos padres
que la higiene personal.

Espontáneamente llamé a mi hermana, algo que nunca tuve la oportunidad de


hacer antes. Esto la confundió inmensamente y cuando estoy con ella pregunta
constantemente la hora, como si hubiera descompuesto su reloj biológico.
Hice compras navideñas con tiempo de sobra. Compré tarjetas de Navidad
reales y las envié a tiempo, doscientas de ellas. Incluso me hice cargo de la lista
de compras de mi papá. Soy ultra eficiente, siempre lo he sido. Por supuesto
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puedo ser ociosa, me encantan las vacaciones de dos semanas, me encanta


tumbarme en la playa y no hacer nada pero solo cuando yo lo digo, bajo mis

7
Sándwich hecho con pan italiano.
términos, cuando sé que algo me espera después. Cuando las vacaciones se
terminan, necesito una meta. Necesito un objetivo. Necesito un desafío.
Necesito un propósito. Necesito contribuir. Necesito hacer algo.

Amaba mi trabajo, pero para sentirme mejor acerca de no poder trabajar más
allí, trato de concentrarme en lo que no voy a extrañar.

Trabajaba principalmente con hombres. La mayoría de los hombres eran unos


idiotas, algunos divertidos, algunos simpáticos. No me gustaba pasar tiempo
fuera del trabajo con ninguno de ellos, lo que podría significar que mi siguiente
frase no tenga ningún sentido, pero lo tiene. Del equipo de diez, me acosté con
tres. De los tres, me arrepiento de haberme acostado con dos; del único con
el que no me arrepiento de haberme acostado lamenta profundamente
haberse acostado conmigo. Esto es lamentable.

No extrañaré a las personas del trabajo. Las personas son lo que más me
molesta en la vida. Me molesta mucho que a tantos les falte sentido común,
que sus opiniones puedan ser tan sesgadas y retrógradas, tan absolutamente
frustrante, equivocada, mal informada y peligrosa que no puedo soportar
escucharlas. No soy una enojadiza sin sentido. Me gustan los chistes que no
tratan sobre ordenadores en ambientes controlados donde es apropiado y
cuando es obvio que la broma es a expensas de los ignorantes que dicen tales
cosas. Cuando el final de un chiste es dicho por alguien que cree genuinamente
que es verdad, no es gracioso, es ofensivo. No me gusta un buen debate sobre
lo que supuestamente está bien o mal; preferiría que todo el mundo solo lo
supiera, desde el momento en que nacen. Una prueba de talón y una inyección
de sentido común.

No tener mi trabajo me ha hecho enfrentar lo que más me disgusta del mundo,


y de mí misma. En mi trabajo me podía esconder, me podía distraer. Sin un
trabajo, tengo que enfrentarme a cosas, pensar en cosas, cuestionarme cosas,
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encontrar una forma de lidiar efectivamente con cosas que he estado evitando
durante mucho tiempo. Esto incluye el vecindario al que me mudé hace cuatro
años y que no tenía nada que ver con él hasta ahora.
También incluye lo que pasa por las noches: No estoy segura de si de alguna
manera me las arreglé para ignorarlo antes, si ha aumentado o si mi ociosidad
me ha llevado estar fascinada, casi obsesionada por eso. Pero son las diez de
la noche y está a unas cuantas horas de mi distracción nocturna.

Es víspera de año nuevo. Por primera vez en la historia, estoy sola. He decidido
hacer esto por algunas razones: primeramente, el clima es tan horrible que no
me atreví a salir después de casi ser decapitada por la puerta cuando abrí para
recoger mi comida tailandesa para llevar, del valiente hombre que había
luchado contra los elementos para entregar mi comida. Las galletas de
camarón prácticamente se habían disuelto y había derramado la salsa de mis
dumplings al fondo de la bolsa, pero no tenía corazón para quejarme. Su larga
mirada triste que fue más allá de mi puerta principal hacía la seguridad y calor
de mi casa me detuvo de mencionar el estado de la entrega.

El viento aúlla con tal fuerza que me pregunto si se levantará el techo. La


puerta del jardín de mi vecino de al lado está golpeando constantemente y me
debato entre salir a cerrarla, pero eso significaría que voy a volar y
estamparme por ahí como los contenedores que se azotan entre ellos en el
pasillo lateral. Es el clima más tormentoso que este país (Irlanda) ha visto
desde siempre. Es lo mismo para el Reino Unido, y Estados Unidos también ha
sido golpeado. En Kansas están a menos cuarenta, y las Cataratas del Niágara
se han congelado, Nueva York ha sido afectada por un aire helado y denso
conocido como vórtice polar, hay casas rodantes que aterrizan en acantilados
en Kerry, ovejas que previamente estaban de pie en los acantilados escarpados
han sido desafiadas y derrotadas, tumbándolas junto a las focas que las olas
han llevado a la costa. Hay advertencias de inundaciones, los residentes de
zonas costeras han sido advertidos para quedarse en casa por reporteros de
noticias con labios azules reportando en vivo junto al océano. El camino que
me lleva a la mayoría de los lugares que tengo que ir ha estado inundado por
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dos días. En un momento en que he querido, necesitado estar ocupada, la


madre naturaleza me está desacelerando hacia un punto muerto. Sé lo que
está haciendo: está tratando de hacerme pensar, y está ganando. De ahí que
todos los pensamientos de mí misma ahora comienzan con “Tal vez…” porque
estoy teniendo que pensar en mí misma de formas que nunca hice antes y no
estoy segura de si estoy en lo cierto en mi forma de pensar esas cosas.

Los ladridos del perro al otro lado de la calle son apenas audibles por encima
del viento, creo que el Dr. Jameson ha olvidado meterlo de nuevo. Se está
haciendo un poco olvidadizo, o tal vez tuvo un problema con el perro. No sé
su nombre pero es un Jack Russell. Lo encuentro corriendo alrededor de mi
jardín, algunas veces se caga, en algunas ocasiones entró a mi casa y tuve que
perseguirlo y devolverlo al otro lado de la calle al correcto y honorable
caballero. Lo llamo correcto y honorable caballero porque es un hombre
mayor en sus setentas, médico de cabecera retirado, y por diversión y risas era
el presidente de cada club al que asistía: ajedrez, bridge, golf, cricket y ahora
de la sociedad gestora del vecindario, que se ocupa de quitar las hojas, sustituir
las bombillas en las farolas de la calle, vigilancia vecinal y cosas similares.
Siempre está bien arreglado, pantalones y camisas perfectamente planchadas
con pequeños suéteres con cuello en V, zapatos lustrados y cabello ordenado.
Me habla como estuviera dirigiendo sus oraciones por sobre mi cabeza, con la
barbilla levantada y las fosas nasales frontales, como un actor aficionado de
teatro, aunque nunca es descaradamente grosero así que no me da motivos
para ser grosera, solo distante. La distancia es todo lo que puedo dar a alguien
que no puedo entender realmente. Hasta hace un mes no sabía que el Dr.
Jameson tenía un perro, pero estos días parece que sé mucho de mis vecinos.
Cuanto más ladra el perro por encima del viento, más me preocupo que el Dr.
Jameson se haya caído o haya salido volando al jardín trasero de alguien como
los trampolines que han estado saltando por el jardín durante las tormentas.
Oí que una niña despertó para encontrar un juego de columpios y tobogán en
su jardín trasero y pensó que Papa Noel había venido de nuevo, pero resultó
que había venido de cinco casas abajo en la misma calle.
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No puedo escuchar la fiesta más abajo en la calle, pero puedo verla. El Sr. Y la
Sra. Murphy están teniendo su habitual fiesta familiar de Año Nuevo. Siempre
inicia y termina con canciones irlandesas tradicionales y el Sr. Murphy toca el
bodhrán8 y la Sra. Murphy canta con tal tristeza como si estuviera sentada en
un campo de papas negras podridas. El resto de sus invitados se unen como
balanceándose de un lado a otro en un barco de hambruna en mares
tormentosos hacia las Américas. No estoy triste porque el viento esté llevando
sus sonidos lejos en otra dirección, sin embargo puedo oír una fiesta que no
veo, probablemente a unas calles de distancia; unas pocas palabras de
aquellos que están suficientemente locos para fumar fuera se cuelan por mi
chimenea, junto con el ritmo distante de música para fiesta; sonidos y hojas
revoloteando en un frenesí violento en mi puerta.

Fui invitada a tres fiestas, pero no pude pensar en nada peor que ir brincando
de una fiesta a otra, encontrando taxis en víspera de año nuevo con este clima,
sintiéndome así. También los shows de TV se supone que son geniales en
víspera de año nuevo, y por primera vez en la historia, quiero verlos. Envuelvo
la manta de cachemira alrededor de mi cuerpo, tomo un sorbo de vino tinto,
sintiéndome feliz con mi decisión te estar sola, pensando que cualquiera que
este fuera está loco. El viento ruje de nuevo y alcanzo el control remoto para
subir el volumen, pero tan pronto lo hago, todas las luces de mi casa, incluida
la televisión, se apagan. Estoy sumergida en las tinieblas y la alarma de la casa
da pitidos furiosamente.

Una rápida mirada por la ventana me muestra que la calle en su totalidad se


ha quedado sin electricidad también. A diferencia de otros, no me molesto con
velas. Es suficiente razón para que suba las escaleras y me meta en la cama a
las diez de la noche. La ironía de que no tengo energía no se me escapa. Veo
el programa de víspera de año nuevo en mi iPad hasta que la batería se agota,
entonces escucho por mi iPod, que muestra una amenazante batería baja roja
que disminuye tan rápidamente que apenas puedo disfrutar de las canciones.
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Prendo mi portátil, y cuando la batería se agota siento ganas de llorar.

Escucho un auto en la calle y sé que es momento para la acción.

8
Tambor irlandés.
Salgo de la cama y abro las cortinas. Las luces se han ido en toda la calle, veo
las llamas parpadeantes de velas de algunas casas pero sobretodo negrura, la
mayoría de mis vecinos están en sus setentas y están en la cama. Estoy
confiada en que no me veo porque mi casa, también, está a oscuras; puedo
pararme en la ventana con las cortinas abiertas y mirar libremente el
espectáculo que sé que está a punto de tener lugar.

Miro hacia afuera. Y te veo.

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3
No soy una acosadora pero haces que sea difícil no verte. Eres un acto de circo
y no puedo evitar ser tu audiencia. Vivimos justo al otro lado de la carretera
en este callejón suburbano sin salida en Sutton, al norte de Dublín, que fue
construido en los años setenta y fue inspirado en un suburbio americano.
Tenemos grandes jardines frontales, sin cercos o arbustos para separar el
camino de nuestros jardines, sin puertas, nada para detener a una persona de
caminar directo hasta nuestras ventanas delanteras. Nuestros jardines
delanteros son más grandes que los traseros así que toda la calle ha tenido el
orgullo de mantener el frente, cada uno podaba, preparaba, alimentaba e
hidrataba cada pulgada de su vida natural. Todo el mundo en nuestra calle,
excluyendo a los ocupantes de tu casa y la mía, está retirado. Pasan horas y
horas en sus jardines y, porque están afuera, al frente, todos saben quién viene
y quién va, y a qué hora. Aunque yo no. Ni tú. No somos jardineros y no
estamos retirados. Eres probablemente diez años mayor que yo pero estamos
por debajo de la edad promedio en la calle por treinta años. Tienes tres hijos,
no estoy segura de qué edades tienen pero supongo que uno es adolescente y
los otros dos menores de diez.

No eres un buen padre, nunca te he visto con ellos.

Siempre has vivido frente a mí, desde que me mudé, y siempre me has
molestado más allá de mis creencias, pero ir a trabajar todos los días y todo lo
que eso implicaba para mí (distracción y saber que hay cosas más importantes
en el mundo) me alejaron de que me importara, de quejarme y estar por ahí
golpeando tus luces.

Siento que ahora estoy viviendo en una pecera y todo lo que puedo ver y oír
Página 24

desde cualquier ventana de mi casa es a ti. Tú, tú, tú. Así que a las dos y media
de la mañana, que es una hora respetable para que vuelvas a casa, me
encuentro a mí misma, con los codos en el alféizar de la ventana, con la barbilla
apoyada en mi mano, a la espera de tu próxima metedura de pata. Sé que será
una buena porque es víspera de año nuevo y eres Matt Marshall, DJ en la
estación de radio más grande de Irlanda y, a pesar de no querer, escuché tu
programa esta noche en mi teléfono antes de que también se descargara. Fue
tan intrusivo, repugnante, repulsivo, desagradable, sucio, asqueroso y
nauseabundo como lo han sido los otros. Tu programa de entrevistas “El
Micrófono de Matt Marshall”, que está al aire desde las once de la noche hasta
la una de la madrugada, tiene el mayor número de radioescuchas que ningún
otro show en Radio Irlandesa. Has estado al frente de programas de
entrevistas nocturnos durante diez años. No sabía que vivías en esta calle
cuando me mudé, pero cuando un día escuché tu voz, supe instantáneamente
que eras tú. Todos lo saben cuándo te escuchan, y la mayoría se emociona
pero a mí me repugnaba.

Eres todo lo que no me gusta de las personas. Tus puntos de vista, tus
opiniones, tus discusiones que no hacen nada para arreglar el problema que
pretendes querer arreglar y, en cambio, avivas frenesíes de ira y
comportamientos de mafia similares. Proporcionas un núcleo para el odio y el
racismo y que la ira se ventile, pero lo presentas como libertad de expresión.
Por esas razones me desagradas; por razones personales, te desprecio. Entraré
a ellas más tarde.

Has conducido a casa, como siempre, a sesenta kilómetros por hora en nuestra
silenciosa y tranquila calle de jubilación. Compraste tu casa a una pareja mayor
que quería una casa más pequeña. Compré la mía a una viuda que murió o al
menos a sus hijos que querían sacar provecho. Hice bien, comprar cuando las
casas estaban en lo más bajo, cuando la gente estaba tomando lo que podía,
antes de que todo subiera de nuevo, y estoy aspirando a ser librada de la
hipoteca, una ambición que he tenido desde que tenía cinco años, queriendo
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que todo lo que sea mío sea de verdad mío y no esté a la merced de otros y
sus errores. Nuestras casas parecían sacadas de un episodio de The Good Life9
y ambos teníamos extenso trabajo que hacer y teníamos que pelear con la
sociedad gestora del vecindario, que nos acusaba de haber arruinado la
imagen del lugar. Nos las arreglamos para comprometernos. Nuestras casas se
parecían a las de The Good Life por el frente; dentro lo teníamos extensamente
renovado. Como sea, rompí una regla con mi jardín frontal por la que aún sigo
pagando. Otra más para después.

Conduces peligrosamente cerca de la puerta de tu garaje como siempre y


después te bajas del auto dejando las llaves dentro, la radio encendida y el
motor en marcha. No estoy segura de si lo has olvidado o de si no planeas
quedarte. Las luces del auto están encendidas y son la única luz en la calle; se
aumenta el drama, casi como si el centro de atención estuviera en ti. A pesar
del viento, que ha bajado un poco, cada palabra de la canción de Guns N’ Roses
es audible desde el auto. Es “Paradise City”; 1998 ha de haber sido un buen
año para ti. Tenía ocho años, debías haber tenido dieciocho, apuesto que
usabas sus camisetas y los tenías en tu morral de la escuela, apuesto a que
grababas sus nombres en las libretas de la escuela e ibas a The Grove10 y
fumabas y bailabas toda la noche y gritabas cada palabra de sus canciones al
cielo nocturno. Debes de haberte sentido libre y feliz, porque las escuchas
mucho y siempre que vas conduciendo a casa.

Veo una luz encenderse en el cuarto del Dr. Jameson; debe ser una linterna
porque se está moviendo alrededor, o bien la persona que la sostiene está
desorientada. El perro está ladrando furiosamente ahora y me pregunto si lo
dejará entrar antes de que alguna niña pequeña despierte por la mañana y vea
que Papá Noel ha dejado un Jack Russell mareado en su jardín trasero. Veo la
linterna moverse por los cuartos del segundo piso. Aparentemente, al Dr.
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Jameson le gusta estar a cargo de las cosas. Aprendí esto de mi vecino de al


lado el Sr. Malone, que tocó a mi puerta para hacerme saber que el camión de
la basura iba a venir y había notado que había olvidado sacar mi basura. Intuyo
9
Programa de televisión de los años 70’s en el Reino Unido
10
Club nocturno irlandés.
que el Sr. Malone y el Dr. Jameson están en desacuerdo sobre quién debería
estar a cargo de la sociedad gestora. Había olvidado sacar mi basura porque
no estar en el trabajo significa que constantemente confundo mis días, pero
que viniera a mi casa a decírmelo me molestó. Siete semanas después no me
hubiera molestado. Lo encuentro útil. Todo lo amistoso y amable me
molestaba en ese entonces. No tenía espíritu comunitario. No era porque le
diera la espalda, era porque estaba muy ocupada. No sabía que existía y no lo
requería.

Pruebas con la manija de la puerta principal y encuentras con sorpresa y


consternación que la puerta no se abre para que tú o un hombre enmascarado
y armado pueda entrar libremente en la casa. Tocas el timbre. Nunca comienza
cortésmente, siempre es grosero, ofensivo. La cantidad de veces que tocas el
timbre, la cantidad de tiempo que lo haces sonar, como la explosión de una
pistola. Tu esposa nunca atiende a la primera. Tampoco los niños; me pregunto
si ahora duermen a pesar de esto porque están tan acostumbrados, o si ella
está allí con ellos, todos acurrucados en una habitación mientras los niños
sollozan, diciéndoles que ignoren los aterradores sonidos en la puerta. De
cualquier manera, nadie viene. Después golpeas la puerta. Te gusta golpear,
pasas la mayoría de las noches haciendo esto, liberando la tensión y el enojo.
Rodeas la casa tocando y golpeando en cada ventana que puedes alcanzar. Te
burlas de tu esposa con una voz cantarina, “sé que estás ahí,” como si ella
estuviese pretendiendo que no está. No creo que esté fingiendo, creo que lo
está dejando bien claro. Me pregunto si ella está dormida o despierta
esperando que te vayas. Supongo que es la última.

Después pasas a los gritos. Sé que odia los gritos porque la avergüenza, tal vez
porque tu voz es tan distintiva, aunque no pudimos pensar alguna vez que era
otra pareja en la calle la que se comportara así. No sé porque aún no lo has
descifrado y vas directo a los gritos. Ella sigue determinada por primera vez
Página 27

que yo haya visto. Haces algo nuevo. Regresas al auto y empiezas a tocar la
bocina.
Veo la linterna del Dr. Jameson moverse del piso superior a una habitación en
el piso inferior y espero que no vaya a salir para intentar calmarte. No dudarás
en hacer algo drástico. La puerta frontal del Dr. Jameson se abre y me llevo las
manos a la cara, preguntándome si debo correr fuera y detenerlo, pero no
quiero involucrarme. Voy a ver y cuando las cosas se tornen violentas
intervendré, aunque no tengo idea de que haré. El Dr. Jameson no aparece. El
perro corre alrededor de la casa a alta velocidad, casi cae sobre sí mismo en el
inundado y empapado césped en su carrera por entrar. El perro corre dentro
y la puerta se cierra de golpe. Río en sorpresa.

Debiste escuchar el portazo y pensar que fue tu esposa, porque dejaste de


tocar la bocina y Guns n’ Roses es todo lo que se puede escuchar de nuevo.
Estoy agradecida por eso. La bocina estaba por encima de todo lo más molesto
que has hecho. Casi como si ella hubiera estado esperando a que te calmaras
antes de dejarte entrar, la puerta frontal se abre y tu esposa sale en bata,
luciendo frenética. Veo la oscura sombra de alguien detrás de ella. Al principio
pienso que ella ha conocido a alguien más y realmente me preocupo por lo
que pasará, pero luego me doy cuenta que es tu hijo mayor. Se ve más maduro,
protector, el hombre de la casa. Ella le dice que se quede dentro y lo hace. Me
alegro. No necesitas empeorar esto más de lo que ya está. Tan pronto como la
ves sales del auto y empiezas a gritarle por haberte dejado fuera de la casa.
Siempre le gritas así. Trata de calmarte mientras camina hacia la puerta abierta
de tu Jeep, después quita las llaves, lo que apaga la música, el motor y las luces.
Las sacude enfrente de ti, diciéndote que tienes una llave de la casa en tu
llavero. Te lo dijo. Ya lo sabías.

Pero sé, al igual que ella, que tu sentido práctico pertenece a tu sobriedad, y
en su lugar está este desesperado y salvaje hombre. Siempre crees que te ha
dejado fuera, que deliberadamente te ha dejado afuera. Eres tú contra el
mundo, o más bien contra la casa, y que debes entrar usando todos los medios
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necesarios.
Guardas silencio por un momento mientras tomas las llaves colgando enfrente
de ti y luego te tambaleas mientras la alcanzas, la acercas a ti y la asfixias con
abrazos y besos. No puedo ver tu cara pero si la de ella. Es la imagen de la
complicación, la silenciosa tortura interna. Te ríes y revuelves la cabeza de tu
hijo al pasar, como si todo aquello hubiera sido una broma, y te detesto aún
más porque no puedes decir lo siento. Nunca dices lo siento, al menos no que
haya visto. Apenas entras la electricidad regresa. Te das la vuelta y me ves, en
la ventana, las luces de mi habitación encendidas, revelando mi gloria
escurridiza.

Me miras, después das un portazo, y con todo lo que has hecho esta noche,
me haces sentir como la rara.

Página 29
4
Una de las cosas que me gustó de las vacaciones de la reciente pasada navidad
era que nadie estaba trabajando, lo que nos ponía a todos en el mismo nivel.
Todos estábamos en modo vacaciones, no tuve que compararme ni
contrastarme con ellos, ni a ellos conmigo. Pero ahora todos están
nuevamente trabajando, así que de nuevo estoy sintiéndome como me sentía
antes de las vacaciones.

Al principio me sentía conmocionada, todo mi sistema se sentía


conmocionado, entonces creí que estaba a través de un proceso de duelo,
como si llorase por haber perdido una vida. Estaba enojada, claro que estaba
enojada; había considerado a Larry, mi colega, el que me despidió, para ser
mi amigo. Íbamos a esquiar juntos cada año nuevo, me quedaba en su casa
de vacaciones en Marbella con él y su familia por una semana cada Junio. Fui
una de las pocas invitadas a la casa para la lujosa reunión de debutante de su
hija. Era una de su círculo más cercano. Nunca había considerado que él podría
hacer eso, que a pesar de nuestras frecuentes y acaloradas discusiones,
nuestra relación acabaría así, que simplemente tendría las pelotas para
hacerme esto.

Después de la rabia, estaba en negación acerca de lo malo que había sucedido.


No quería perder el trabajo al que pertenezco, que me define. No necesitaba
mi trabajo, mi trabajo me necesitaba a mí — y demasiado, ya que me había
perdido. Entonces la navidad llegó y me perdí en los eventos sociales; cenas y
fiestas y festividades alcoholizadas que me hacían sentir caliente, difusa y
olvidadiza. Estamos en Enero y me siento tan triste como el día afuera,
invadida por un nuevo sentimiento.
Página 30

Me siento inútil, como si una muy importante parte de mi autoestima hubiese


sido completamente disminuida. Me robaron mi rutina, mi horario que
determinaba cada una de mis horas de vigilia y de sueño. Rutina de cualquier
tipo que ha sido difícil de establecer, no parece haber ninguna regla para mí
mientras todos los demás marchan al ritmo de su propio e importante tambor.
Constantemente me siento hambrienta, metafórica y literalmente. Estoy
hambrienta por algo que hacer, algún lado donde ir, pero además estoy
hambrienta por todo lo que está en mi cocina porque está ahí, justo a mi lado,
cada día, y no tengo nada mejor que hacer que comerlo. Estoy aburrida. Y por
mucho que me duela decirlo, estoy sola. Puedo estar un día entero sin ningún
tipo de socialización, sin conversar con alguien. A veces me pregunto si soy
invisible. Me siento como los hombres y mujeres ancianos que antes me
molestaban al quedarse innecesariamente charlando con los cajeros mientras
estaba atrapada detrás de ellos, apurada, esperando ir a otro lugar. Cuando
no tienes otro lugar donde ir, el tiempo se ralentiza enormemente. Me siento
percibir más a las otras personas, atraer más miradas o buscar contacto visual.
Ahora soy madura y estoy lista para una conversación acerca de nada con
nadie, se haría mi día si alguien me mirara a los ojos o si hubiera alguien con
quien hablar. Pero todos están muy ocupados y eso hace que me sienta
invisible y la invisibilidad, al contrario de lo que creía antes, carece de cualquier
sentido de ligereza y libertad. En su lugar me hace sentir pesada. Y así me
arrastro alrededor, tratando de convencerme de que no me siento pesada,
invisible, aburrida e inútil, y que soy libre. No me convenzo bien.

Otra de las cosas malas de ser despedida es que mi papá me visita, sin ser
invitado.

Está en el patio delantero con mi media hermana Zara cuando llego a casa.
Zara tiene 3 años, mi papá tiene sesenta y tres. Se retiró de su negocio de
impresión hace tres años, después de venderlo por un muy buen precio que le
permite vivir cómodamente. Tan pronto como Zara nació, se convirtió en
esposo y padre en la práctica mientras que su esposa nueva, Leilah, trabaja
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como instructora de yoga en su propio taller. Es adorable que papá haya tenido
una segunda oportunidad en el amor, y es adorable además que haya sido
capaz de abrazar plenamente la paternidad, adecuadamente, por primera vez
en su vida. Abrazó plenamente el cambio de pañales, la alimentación nocturna,
el destete11 y cualquier otra cosa que criar a un niño le trajera. Resplandece
todos los días con el orgullo que siente por ella, esa niñita notable que ha
logrado hacer cosas increíbles por sí sola. Crecer, caminar, hablar. Se maravilla
ante su ingenio, cuenta largas historias acerca de lo que hacía ese día, las cosas
divertidas que decía, la imagen inteligente que proyectaba para alguien tan
joven. Como dije, es adorable. Adorable. Pero él lo ve con una alegría como
por primera vez, un principiante, alguien que nunca lo ha visto suceder antes.

En las últimas semanas eso me ha hecho pensar, porque he tenido el tiempo


para ello, y pensé ¿Dónde estaba su asombro, su absoluto impacto y pavor
cuando Heather y yo estábamos creciendo? Si alguna vez hubo algo ahí, estaba
escondido bajo la máscara de inconvenientes y el desconcierto total. A veces
cuando destaca algo estupendo que Zara ha hecho, quiero gritarle que otros
niños lo han hecho también, ya sabes, niñas como Heather y yo, y cuan
increíble debe haber sido el haber llegado hasta allí por primera vez hace más
de treinta años. Pero, no lo hago. Eso me haría muy amargada y desagradable
y no lo soy, además crearía una energía alrededor de algo donde no hay nada.
Me digo a mí misma que la ociosidad es la que me lleva a estos pensamientos
frustrantes.

A menudo pienso, si mamá estuviera viva, como se sentiría viendo a papá


como el hombre que es ahora: leal, jubilado, un padre y esposo dedicado. A
veces la escucho en su indulgencia, días sabios siendo toda filosófica y
comprensiva sobre eso, y otros días escucho la voz cansada de una madre
soltera exhausta con la que crecí, escupiendo veneno sobre él y sus
insensibilidades. Las voces que escucho de ella dependen de que humor me
encuentre. Mamá murió de cáncer de mama cuando tenía cuarenta y cuatro
años. Muy joven para morir. Yo tenía diecinueve. Muy joven para perder una
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madre. Fue más difícil para ella, por supuesto, tener que dejar este mundo
cuando no quería hacerlo. Tenía cosas que quería ver, cosas que quería hacer,

11
Destete: Momento en que se deja de dar de mamar a un niño o a otro mamífero.
cosas que había estado posponiendo hasta que yo terminara el colegio y fuera
adulta, entonces ella podría empezar con su vida. Ella no había terminado aún;
en muchas maneras, no había siquiera empezado. Tuvo su primer bebé a los
veinticuatro, luego a mí, el accidente, a los veinticinco, crio a sus bebes e hizo
absolutamente todo por nosotros y debería haber habido tiempo para ella.

Después de que mamá muriera, viví en el campus y Heather se quedó en la


casa de acogida a la que fue llevada mientras mamá estaba bajo tratamiento.
A veces me pregunto porqué fui tan egoísta y no decidí cuidar de Heather yo
misma. No creo que ni siquiera me ofreciera. Entiendo que era necesario para
mí comenzar con mi propia vida, pero no puedo creer que ni siquiera pensara
acerca de ello un momento. No es egoísta no querer, pero si fue egoísta no
pensarlo. Miro atrás y me doy cuenta de que podría haber sido de mayor
utilidad para mi madre en ese momento. Siento que la dejé ir a través de todo
eso sola. Podría haber estado más ahí, acompañándola más en lugar de estar
preguntándole cosas después. Pero era una adolescente, mi mundo giraba
alrededor mío en ese entonces y veía a mi tía estando ahí para mi mamá.

Heather es mi melliza irlandesa, mayor por un año. Me trata como si yo fuera


la hermana pequeña por muchos más años. La amo por eso. Sé que fui un
accidente porque mi mama no tenía la intención de planear otro niño tan
cercano al nacimiento de Heather. Mamá estaba conmocionada, papá estaba
consternado, apenas podía hacer frente a un bebé en primer lugar, sin hablar
de uno con síndrome de Down, y ahora venía un segundo bebé en camino.
Heather lo asustaba, no sabía qué hacer con ella. Cuando llegué yo, se alejó
más de la familia, a la búsqueda de otras mujeres que tuvieran más tiempo en
sus manos para adorarlo y estar de acuerdo con él.

Mientras tanto mi mamá se ocupó de la realidad con tal fuerza y seguridad,


aunque admitiría más tarde que lo hizo con lo que llamaba “piernas de Bambi”.
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Nunca vi eso en ella, nunca vi una sacudida, un temblor o un paso en falso,


siempre hacía parecer como si tuviese todo bajo control. Bromeaba y se
lamentaba de que yo hubiese crecido. Siempre supe que Heather era más
importante, que Heather necesitaba más atención, nunca me sentí no amada,
fue como tenía que ser. Yo amaba a Heather también, pero sabía que cuando
mamá dejara este mundo, la única persona que no querría dejar atrás era
Heather. Heather necesitaba a mamá, mamá tenía planes para Heather,
dejaba este mundo con el corazón roto por la hija que estaba dejando atrás.
Estoy bien con eso, lo entiendo. Mi corazón se rompió no solo por mí, por ellas
dos también.

Heather no es feliz y despreocupada como estereotípicamente se piensa que


son las personas con síndrome de Down. Es un individuo que tiene días buenos
y malos, como todos nosotros, pero su personalidad—lo que no tiene nada
que ver con el síndrome de Down—es optimista. Su vida está atada a la rutina,
la toma como una manera de sentir el control de esta, es por eso que cuando
voy a su casa o cuando está en el trabajo, se confunde y casi se inquieta.
Heather necesita rutina, lo cual es algo que nos hace a nosotras incluso más
similares y no diferentes del todo.

Zara está saltando de un adoquín a otro y tratando de no pisar las rayas. Insiste
en que papá haga lo mismo. Él lo hace. Ahora sé eso de él y, aun así, viéndolo,
con su barriga de Navidad colgando sobre su ropa interior y rebotando arriba
y abajo de la misma manera en la que salta de piedra en piedra, no puedo
evitar no saber quién es este hombre. Me mira cuando entro.

—No sabía que estarías acá —dije, a la ligera. Traducción: No me dijiste,


siempre debes decirme.

—Estábamos tomando un paseo por la costa, mirando las olas, ¿no es cierto,
Zara? —La toma en brazos—. Cuéntale a Jasmine acerca de las olas.

Siempre le pide a Zara que nos diga cosas; estoy segura que la mayoría de los
padres lo hace, pero eso me enfurece. Prefería tener una conversación con
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Zara que no estuviese dictaminada por papá. Escucharla decirme cosas es


escucharlo dos veces.

—Había olas enormes, ¿no? Dile a Jasmine lo grandes que eran.


Asiente abriendo más los ojos. Estirando los brazos para mostrarme lo que
sería una decepcionante ola pequeña, pero una gran extensión para ella.

—¿Y no estaban chocando contra las rocas? Cuéntale a Jasmine.

Asiente nuevamente.

—Estaban chocando contra las rocas.

—Y las olas estaban chapoteando sobre la carretera de la costa de Malahide


—dice, otra vez con su voz infantil, me gustaría que solo me hubiese contado
directamente la historia en lugar de estar retransmitiéndola de esta manera.

—Vaya —digo, sonriendo y llegando a Zara. Inmediatamente viene a mí


envolviendo sus largas y delgadas piernas alrededor de mi cuerpo, aferrándose
con fuerza. No tengo nada en contra de Zara. Zara es adorable. No, Zara es
bonita. Es perfecta en todas las maneras y la adoro. No es su culpa. No es la
culpa de nadie, porque nada había sucedido y esto era meramente el disgusto
hacia mi padre por el hábito de venir por sorpresa desde que he estado en
casa, comenzando a crear algo donde no hay. Sé eso. Se lo digo a mi yo
racional.

—¿Cómo está mi piernas de espaguetis? —le pregunto, cuando entramos a


casa—. ¡No te he visto durante un año completo! —Mientras estoy hablando,
echo una mirada a tu casa. Lo hago mucho últimamente, no puedo hacer nada
para evitarlo. Se convirtió en un hábito ahora, algún TOC12 ridículo donde no
puedo entrar en mi auto sin mirar al otro lado de la carretera, o no puedo
cerrar mi puerta delantera sin mirar, o a veces cuando paso por una ventana
del frente, me detengo y miro. Lo sé. Necesito parar. Nunca pasa nada durante
el día, no contigo, al menos; apenas sales a la superficie, es solo tu esposa
yendo y viniendo con los niños todo el día. Ocasionalmente puedo verte abrir
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una cortina y salir hacia tu coche, pero eso es todo. No sé qué estoy esperando
a ver.

12
Trastorno obsesivo compulsivo.
—¿Le dijiste a tu papá que hicimos cupcakes13 juntas la semana pasada? —le
pregunto a Zara.

Asiente nuevamente y me doy cuenta de que yo estaba haciendo exactamente


lo que hacía papá. Debe ser frustrante para ella, pero parece que no puedo
parar.

Papá y yo nos hablamos a través de Zara. Le decimos cosas que deberíamos


decirnos entre nosotros, así que le digo que se me fue la electricidad en la
víspera de navidad, que me encontré con Billy Gallagher en el supermercado,
que se había jubilado y muchas otras cosas que ella no necesitaba saber. Zara
pone atención por un rato, pero cuando la confundimos, se escapa.

—Tu amigo está en problemas otra vez —dice papá cuando estamos sentados
en la mesa con una taza de té y galletas sobrantes de mi enorme cajón de
golosinas de navidad, que constantemente estoy acabando, y miramos a Zara
sobre la caja de juguetes que guardo para ella. El sonido de los legos golpeando
el piso hace que él olvide lo que iba a decir.

—¿Qué amigo? —pregunto, preocupada.

Papá asiente en dirección a la ventana del frente que da a tu casa.

—Tu hombre, ¿cuál es su nombre?

—¿Matt Marshall? Él no es uno de mis amigos —digo, disgustada. Todas las


conversaciones siempre se dirigen hacia ti.

—Bueno, tu vecino entonces —dice papá, y los dos miramos a Zara


nuevamente.

Solo el silencio arrastrándose por mucho tiempo me hace preguntar, porque


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no sé qué más decir:

—¿Por qué, qué hizo?

13
Pastelito, magdalena, queque individual con decoración.
—¿Quién? —pregunta papá, saliendo de su trance.

—Matt Marshall —digo rechinando entre dientes, odiando tener que


preguntar sobre ti una vez, ni hablar dos.

—Oh, él. —Como si fuese una hora antes que lo nombraba por primera vez—
. Su programa en la víspera de año nuevo recibió quejas.

—Siempre recibe quejas.

—Bueno, más de lo usual, supongo. Está en todos los periódicos.

Nuevamente estamos en silencio, pienso en tu programa. Odio tu programa,


nunca lo escucho. O más bien, nunca lo había escuchado pero últimamente lo
he estado escuchando para ver si hablas acerca de algo que tenga alguna
conexión directa con el estado en el que regresas a casa, porque no eres una
basura todas las noches. Unas tres o cuatro a la semana. De todas maneras,
hasta el momento no parece haber una correlación directa.

—Bueno, trataba de festejar el año nuevo buscando una mujer para…

—Lo sé, lo sé —digo, interrumpiéndolo, no queriendo escuchar a mi papá decir


la palabra orgasmo.

—Bueno, pensé que dijiste que no habías oído acerca de ello —dice,
completamente a la defensiva.

—Escuché acerca de ello —mascullo, y me pongo a cuatro patas para ayudar


a Zara con sus Lego. Finjo que nuestra torre es un dinosaurio. La uso para
comerle los dedos, los dedos de los pies, entonces la choco en la segunda torre
con un gran rugido. Ella es feliz con eso por un momento y luego sigue jugando
sola.

Para resumir tu programa de víspera de año nuevo, tú y tu equipo pensaron


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que sería divertido recibir el nuevo año con el sonido del orgasmo de una
mujer. Un regalo encantador para tus oyentes, un agradecimiento de hecho,
por su apoyo. Luego hiciste un concurso para adivinar el sonido de un orgasmo
falso de uno real y luego una discusión completa acerca de los hombres que
fingen orgasmos durante el sexo. No fue ofensivo, no para mí, no en
comparación a la inmundicia que has hablado en otros programas, no había
estado al tanto de que los hombres fingían orgasmos así que fue un poco
informativo, si no incómodo, tal vez incluso personalmente esclarecedor—con
respecto al hombre de la oficina del que no me arrepiento, quién se arrepiente
de mí, posiblemente—aunque la imbecilidad que tuviste en el programa para
contar su lado de la historia hizo muy poco para educar. Sueno como si te
estuviera defendiendo. No lo hago. Solo que ese no fue el peor programa. Por
una vez el problema no eres tú y tu falta de encanto, si no el derecho de
escuchar el sonido de una mujer en el clímax sin considerarlo ofensivo.

—¿Cómo está en problemas? —pregunto momentos después.

—¿Quién? —pregunta papá y cuento tres en mi cabeza.

—Matt Marshall.

—Oh, le han despedido. O lo suspendieron. No estoy seguro cuál. Diría que


está fuera de allí. De todos modos, ha estado ahí el tiempo suficiente. Que deje
a alguien más joven tener una oportunidad.

—Sólo tiene cuarenta y dos. —digo. Suena como una defensa hacia ti, pero no
me refiero a algo personal. Tengo treinta y tres y necesito encontrar un nuevo
trabajo, estoy preocupada de la edad ahora, particularmente a la actitud hacia
la edad en el lugar de trabajo, eso es todo. Pienso en ti suspendido e
inmediatamente me siento encantada. Siempre me has disgustado, siempre
he querido tu programa fuera del aire, pero luego me siento mal y no estoy
segura por qué. Tal vez a causa de tus hijos y tu agradable esposa, a quienes
ahora saludo todas las mañanas.

—Resulta que realmente había una mujer en el estudio —dice papá,


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pareciendo un poco incómodo.

—Bueno, apenas sonaba como un hombre.


—No, ella estaba realmente… tú sabes —me mira y no tengo ni idea a qué se
refiere.

Estamos en silencio.

—Estaba realmente dándose placer. En vivo en el estudio —dice papá.

Se me revuelve el estómago, porque he tenido esta conversación con mi padre


y también porque puedo verte orquestando en tu estudio, la cuenta atrás para
las doce en punto, el grupo completo riendo a carcajadas por una mujer, como
idiotas.

Una vez más te detesto.

Pongo a Zara en su asiento del auto y le planto un beso en la punta de la nariz.

—Podría hablar con Ted, si quieres —dice papá de repente, como continuando
una conversación que no recuerdo tener.

Frunzo el ceño.

—¿Quién es Ted?

—Ted Clifford. —Se encoje de hombros como si no fuese gran cosa.

La ira se apodera de mi tan rápido que tengo que luchar con el deseo de
perderme ahí mismo. Y estuve muy cerca. Papá le vendió su compañía a Ted
Clifford. Podría haberla vendido por tres veces el monto en los buenos
tiempos, quería decirle a todo el mundo, pero no son buenos tiempos ahora,
así que la puso en una razonable suma de dinero que aseguraría largos meses
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de vacaciones en verano junto a Leilah y Zara, cenas fuera cuatro veces a la


semana. No sé si tiene totalmente pagada su hipoteca, lo que me molesta.
Hubiera sido la primera cosa que yo hubiese hecho. No estoy segura como
Heather y yo hemos salido de esto, pero no estoy molesta, aunque podría
sonar que sí. Estoy financieramente bien ahora, estoy más preocupada por
Heather. Necesita seguridad. Tan pronto como tuve dinero suficiente, compré
el departamento que ella estaba rentando. Ella se mudó de la casa de acogida
hace cinco años, una gran cosa para ella, una gran cosa para cualquiera. Vive
con un amigo, bajo el atento cuidado de su asistente de apoyo, se están
llevando perfectamente bien juntos, aunque no me hace dejar de
preocuparme por ella cada segundo de cada día. Conseguí el departamento a
un buen precio; la mayoría de la gente trataba de deshacerse de su patrimonio
negativo neto, esa segunda propiedad donde regularmente era una lucha
cumplir con los pagos. Era algo que esperaba que papá hiciera cuando se
jubilara, en lugar de comprar el departamento en España. Él pensó que ella
estaba bien en la casa de acogida, pero yo sabía que era un sueño para ella
tener su propio lugar así que me hice cargo. Otra vez, no estoy enojada, es solo
que cosas como estas vienen a mi ahora y no puedo dejar de reflexionar sobre
ellas… necesito distracción.

—No —digo abruptamente—. Gracias. —Fin.

Me mira como si quisiera decir más. Para detenerlo, continúo:

—No necesito que me consigas un trabajo.

Mi orgullo. Fácilmente dañado. Odio la ayuda. Necesito hacer todas las cosas
por mí misma, todo el tiempo. Su oferta me hace sentir débil, me hace pensar
que él cree que soy débil. Tiene muchas connotaciones.

—Sólo digo. Sería fácil conseguir una oportunidad. Ted te ayudaría cualquier
día.

—No necesito ayuda.


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—Necesitas un trabajo —Se ríe. Me mira como si estuviera divirtiéndose, pero


sé que esto es el precursor de su rabia. Esa risa es lo que sucede cuando está
enojado, no estoy segura de si con eso pretende poner en una situación
incómoda a la persona con la cual está molesta; lo que está pasándome ahora
y siempre me ha pasado, o esa era su manera de cubrir su molestia. De
cualquier manera, reconozco el gesto.

—Bien, Jasmine, hazlo a tu manera, como de costumbre. —Alza las manos


dramáticamente en el aire, en defensa, con las llaves colgando de sus dedos.
Entra al auto y se marcha.

Lo dice como si fuera algo malo: hazlo a tu manera. ¿No es esa una buena
manera de hacerlo para cualquier persona? ¿Cuándo querría, o he querido
alguna vez hacerlo a su manera? Si hubiera querido ayuda, él hubiera sido la
última persona a la que hubiese acudido. Y entonces se me ocurre
nuevamente que eso parece ser un problema, cuando realmente nunca ha
habido un problema, eso me sobresalta. Me doy cuenta que estoy de pie fuera
en el frío, mirando hacia la calle donde el auto hace mucho desapareció.
Rápidamente miro al otro lado de la calle a tu casa y creo que he visto un ligero
movimiento en una cortina de arriba, pero probablemente lo imaginé.

Más tarde, en la cama, no puedo dormir. Siento como si mi cabeza estuviese


sobrecalentada de tanto pensar, como mi computadora cuando ha sido usada
muchas horas. Estoy molesta. He tenido conversaciones a medio terminar con
mi papá, con mi trabajo, con el hombre quien robó mi espacio en el
estacionamiento de autos esta mañana, con la sandía que se me cayó al
trasladarla del carro a casa, la cual explotó completamente en el piso y tiñó
mis botas de gamuza. Les estoy vociferando a todos, colocando todo en su
sitio, los estoy maldiciendo, les estoy informando todas sus carencias.
Solamente que no ayuda, solo está haciéndome sentir peor.
Página 41

Me reacomodo, frustrada y deshidratada.


Rita, la mujer Reiki14 que había visto más temprano ese día, me dijo que eso
pasaría. Me dijo que tomara mucha agua después de nuestra insólita sesión,
que sentí que no me alteró en lo absoluto, y en lugar de eso tomé una botella
de vino antes de ir a la cama. Nunca había estado en Reiki antes y
probablemente no iría otra vez pero mi tía me había regalado un cupón en
Navidad. Mi tía está en todo tipo de terapia alternativa; ella y mi mamá solían
hacer ese tipo de cosas cuando mamá estaba enferma. Tal vez esa es la razón
de que no crea en ellas ahora, porque no funcionaron, mamá murió. Pero
entonces la medicina no funcionó para ella de todas maneras, y aún la
considero. Tal vez vuelva. Hice la cita cuando todos volvieron al trabajo, algo
que hacer, algo para mantenerme ocupada, algo que poner en mi nueva
agenda amarilla Smythson, con mis iniciales en oro en la esquina inferior
derecha, la cual normalmente estaría llena de citas y juntas, ahora es una triste
representación de mi vida actual: bautizos, encuentros de café y celebraciones
de cumpleaños. En la sesión de Reiki, me senté en una pequeña habitación
blanca que estaba llena de incienso y me hizo sentir muy soñolienta, me
preguntaba si estaba drogada. Rita era una mujer pequeña, como un pajarito,
en sus sesenta, pero retorcía las piernas en una posición en el sillón que
mostraba su agilidad. Tenía un rostro suave, casi desenfocado, no estoy segura
si era por el humo de incienso que la difuminaba, pero no podía ver sus bordes.
Sus ojos eran agudos, la manera en la que me abarcaban y esperaban cada
palabra que decía me hizo prestar atención a mi propia voz y pude escuchar lo
entrecortada y contenida que sonaba. De todas formas, a parte de una
agradable charla con una mujer solidaria y una relajación de veinte minutos de
siesta, en una habitación tan cómoda como el vientre materno y muy bien
perfumada, no me sentía de manera alguna alterada.
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Me había dado un consejo, para mi cabeza ocupada. En seguida lo ignoré tan


pronto como me fui, pero ahora apenas soy capaz de formular un solo
pensamiento lo suficientemente largo para ser capaz de llevarlo a cabo, para

14
Práctica no científica que afirma tratar de lograr la sanación o equilibrio del paciente a través de la
imposición de las manos del practicante, canalizando cierta supuesta “energía vital universal.”
procesarlo, para deshacerme de ello, así que tomo su consejo. Me quito los
calcetines y ando alrededor de la alfombra por un tiempo, esperanzada en que
me sentiré “cómoda” para evitar que mi cabeza vaya a la deriva nuevamente
hacia un territorio de ira garantizada. Piso algo afilado, el final de un gancho
de ropa, maldigo mientras reviso mi pie. Lo tomo entre mis manos. No estoy
segura de cuán arraigado debería sentirse, pero no puede ser así.

Había sugerido que caminara descalza, preferentemente sobre el césped, pero


sino en general descalza lo más que pudiera y tan pronto como llegara a casa.
La teoría científica detrás de los beneficios de caminar descalzo es que la Tierra
está cargada negativamente, entonces cuando estás en el suelo, estás
conectando tu cuerpo con un suministro de energía de carga negativa. Y
puesto que la Tierra tiene una mayor carga negativa que tu cuerpo, acabas
recibiendo electrones de ella. El efecto de estar en tierra actúa como
desinflamatorio en tu cuerpo. No tengo conocimiento sobre todo eso pero
necesito aclarar mi cabeza y como estoy tratando de reducir las pastillas para
el dolor de cabeza, puedo intentar probar andar descalza.

Miro hacia afuera. No hay césped en mi jardín. Eso fue terrible, algo
inexplicable que hice cuando me mudé hace cuatro años. No era fanática de
los jardines, tenía veintinueve años, estaba ocupada, apenas estaba en casa,
nunca lo suficiente para hacer caso de mi jardín. Tenía un jardín relativamente
bonito cuando compré el lugar, para evitar el esfuerzo que conlleva
mantenerlo, lo desenterré y lo remplacé con una cerca de adoquines
mantenibles. Tenía un aspecto impresionante, costó una fortuna, horrorizó a
los vecinos. Puse unos lindos maceteros negros en el frente de mi casa con
plantas que permanecían verdes todo el año, podadas en ingeniosas y
modernas formas retorcidas. Me preocupé un poco sobre cómo eso afectaba
a mis nuevos vecinos, pero nunca estaba en casa para discutirlo con ellos
extensamente, y razoné conmigo misma que me ahorraría el pago de un
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jardinero, porque no podía hacerlo yo misma; no sabía dónde comenzar. Aún


queda hierba en el camino afuera de mi casa, el cual cuida mi vecino, Mr.
Malone, quién lo hizo sin consultarme. Creo que lo hace porque él estaba aquí
primero y, de todas maneras, ¿qué sé acerca del césped? Soy una césped—
desertora.

Pensaba que comprar mi propia casa a la edad de veintinueve años; una


adosada, casa familiar de cuatro habitaciones, era una cosa bastante madura
y fundamentada que hacer. Quién sabía que cuando podé mi jardín estaba
perdiendo algo bueno que podría haberme mantenido en tierra.

Miro a tu casa, tu jeep no está ahí y las luces están apagadas. Nunca tengo
que preocuparme por la casa de otras personas. Nunca parezco preocuparme.
Me coloco un chándal15 y bajo las escaleras descalza. Sintiéndome como una
detective, corro de puntillas a través del frío pavimento hacia mi cochera y
directa al césped del camino. Reviso si el césped tiene caca de perro. Reviso si
hay caracoles y babosas. Tomo los extremos de mi chándal y permito que mis
pies pisen el césped mojado. Está helado pero suave. Me río de mi misma
mientras camino arriba y bajo, inspeccionando la calle a media noche.

Por primera vez desde que me mudé, me siento culpable por lo que le hice a
mi jardín. Miro a las casas y veo como el mío es oscuro y gris en medio del
color. No es que haya mucho color en los jardines en Enero, pero al menos los
arbustos, los árboles, el césped, sobrepasan el concreto gris de los pavimentos,
el marrón y gris de mi pavimento.

No estoy segura si andar descalza en el césped ayuda a algo más que a un


ataque de neumonía, pero al menos el aire frío ha aliviado mi caliente, liada
cabeza y liberado un poco de espacio. Este es un comportamiento inusual para
mí. No el caminar en el césped a media noche, sino la falta de control. Seguro,
he tenido días estresantes en la oficina donde he necesitado reorganizarme
pero esto es diferente. Me siento diferente. Estoy pensando mucho,
enfocándome en áreas en las que no necesitaba pensar antes.
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A menudo cuando estoy buscando algo, la única manera en que puedo


encontrarlo es reconociendo en voz alta lo que es, porque no puedo verlo a

15
Prenda para hacer deporte compuesta por un pantalón y una chaqueta o jersey anchos y cómodos.
menos de que registre y visualice completamente en mi mente lo que estoy
buscando. Por ejemplo, hurgando en mis bolsos demasiado grandes para mis
llaves, digo ya sea en mi cabeza o en voz alta, “llaves, llaves, llaves.” Hago lo
mismo en mi casa: Vago de habitación en habitación, hablando o
murmurando, “lápiz labial rojo, lapicero, factura del teléfono…” o lo que sea
que esté buscando. Tan pronto como lo hago, encuentro la cosa más rápido.
No sé la razón de esto, pero sé que tiene sentido, que es verdad, que Deepak
Chopra podría explicarlo más sofisticadamente, informarlo, de una manera
filosófica, pero siento que cuando me digo a mí misma que es lo que estoy
buscando, entonces sé por completo que es lo que tengo que encontrar. Orden
dada: el cuerpo y la mente responden obedientes.

A veces la misma cosa que estoy buscando está mirándome directamente a la


cara, pero no puedo verlo. Me pasa mucho. Me pasó esta mañana cuando
estaba buscando mi abrigo en el armario. Estaba justo en frente de mí, pero
puesto que no dije, “Abrigo negro con mangas de cuero” este no apareció para
mí. Estaba buscando inútilmente, los ojos paseándose por la ropa y no
encontraba nada.

Pienso, de hecho he llegado a saber, que he aplicado este pensamiento a gran


escala, lo he aplicado en mi vida. Me digo lo que quiero, lo que estoy buscando,
lo visualizo por tanto es más fácil encontrarlo, y luego, lo encuentro. Me ha
funcionado toda la vida.

Ahora me encuentro en un lugar donde todo lo que había visualizado y por lo


que había trabajado duro se me ha sido arrebatado, no es mío ya. Lo primero
que hago es tratar de conseguirlo todo de nuevo, hacerlo mío otra vez, en
seguida, de inmediato; y si no es posible, que por lo general no lo es, porque
soy realista, no una practicante de vudú, entonces debo encontrar algo más
que buscar, algo más que llevar a cabo. Obviamente estoy hablando de mi
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trabajo aquí. Sé que volveré a trabajar finalmente, pero he estado en


suspenso. He estado estancada y no hay nada que pueda hacer al respecto.
Estoy en algo que se llama “suspensión remunerada”. Esto no tiene nada que
ver con jardinería16, afortunadamente, o tendría un largo año regando y
sacando la maleza de entre las grietas de mi jardín de adoquines. La suspensión
remunerada es la práctica donde un empleado ha dejado su trabajo o ha sido
terminantemente instruido para mantenerse lejos de éste durante el plazo de
preaviso, mientras que aún permanece en la nómina de pago. Esto es a
menudo usado para prevenir que los empleados se lleven con ellos
información realmente importante y tal vez susceptible cuando dejan a su
empleador actual, especialmente cuando se van para unirse a la competencia.
No me estaba yendo para unirme con la competencia, como expliqué
anteriormente, sin embargo Larry estaba seguro de que yo trabajaría con una
compañía con la que estábamos en relativa competencia, una compañía a la
que había tratado de dar información importante para comprar la nuestra.
Estaba en lo cierto. Tendría que haber trabajado con ellos. Me llamaron el día
después de que me despidieran para ofrecerme trabajo. Cuando les dije que
estaba en suspensión remunerada me dijeron que no podían esperar tanto
tiempo—¡¡doce meses de suspensión remunerada!!—y por lo tanto se fueron
a buscar a alguien más. No fue solamente la duración de mi suspensión
remunerada lo que ahuyentó a los otros empleadores, no tengo
absolutamente nada que hacer mientras espero. Se siente como una sentencia
de prisión. Doce meses de suspensión remunerada. Esa es una sentencia. Me
siento como si estuviera acumulando polvo en algún estante mientras el
mundo se está moviendo alrededor mío y no puedo hacer nada para pararlo o
para unirme. No quiero que mi mente empiece a llenarse de musgo, necesitaré
continuamente regarla, para mantenerla fresca.

Hojas de hierba mojada se pegan en mi pie, haciendo su camino hacia mis


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tobillos mientras camino de ida y vuelta por el camino de césped. Entonces,


¿qué sucede cuando estoy en suspenso por un año entero y no hay nada que
pueda hacer al respecto? ¿Qué debo hacer?

16
Se refiere a un juego de palabras ya que “suspensión remunerada” en inglés es “gardening leave” tal como
“jardinería” es “gardening”.
Vagabundeo de arriba y abajo en el césped mojado, mis pies empiezan a
sentirse helados pero mi mente zumba con una nueva idea. Un nuevo
proyecto. Una meta. Un objetivo. Algo que hacer. Debo corregir un error. Voy
a arrancar de raíz el mismo suelo que piso, lo que será fácil porque siento como
si ya me hubiera sido arrancado.

Le daré un regalo al vecino. Traeré de vuelta el jardín.

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5
—Es hermoso —susurro, mirando al pequeño bebé en brazos de mi amiga
Bianca.

—Lo sé. —Sonríe, contemplándolo adorablemente

—¿Es asombroso? —pregunto.

—Sí, es… maravilloso. —Mira hacia otro lado, su sonrisa un poco tambaleante,
sus ojos hundidos hacia el interior de la parte trasera de su cabeza por la falta
de sueño por dos días—. Oye, ¿has empezado ya un nuevo trabajo?

—No, no puedo… ya sabes, el asunto de la suspensión remunerada.

—Oh, cierto —dice, entonces hace una mueca y se queda en silencio por un
momento. No me atrevo a interrumpir sus pensamientos—. Encontrarás algo
—dice, regalándome una simpática sonrisa.

He llegado a odiar esa sonrisa en la gente. Estoy en el hospital Rotunda, una


vez más me encuentro visitando a alguien mientras ellos hacen algo más. Esto
me ha ocurrido últimamente, la mayoría de mis visitas han sido de esta
manera. Llamando a un amigo al trabajo, colándome para ver una de las clases
de mi hermana, viendo a mi papá mientras está ocupado con Zara, chateando
con mis amigos mientras ellos ven a sus hijos nadar, bailar o en el patio de
juegos. Cada vez que veo personas últimamente es interrumpiendo sus vidas,
están ocupados haciendo algo; distraídas cabezas que tienen un ojo en mí y el
otro en su trabajo, mientras al lado o al frente de ellos sigo yo, esperando
pacientemente a que terminen lo que están haciendo para que me respondan.
Sigo siendo todavía persona en cada escena de mi vida y he empezado a verme
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desde lejos cada vez que esto pasa, como fuera de mí, mirándome estar quieta
y en silencio mientras los demás se mueven alrededor, pendientes de su
trabajo, sus hijos. Desde que me di cuenta de esto, he intentado no reunirme
con nadie durante el día mientras están en medio de algo y yo no. He intentado
hacer citas para salidas nocturnas, cenas, tragos, momentos en los que sé que
podemos estar sobre terreno llano, cara a cara, uno a uno. Pero es difícil, todos
están muy ocupados, alguien que no puede conseguir una niñera, parece que
no podemos sincronizar una salida nocturna que se adapte a todo el mundo, y
así luchamos para organizar cualquier cosa. Me llevó semanas organizar una
cena en mi casa este fin de semana. Entonces estaré ocupada y puede que
ellos también. Mientras tanto, estoy en el hospital, sentada en la cabecera de
una de mis amigas más queridas quien recién tuvo su primer bebé, y mientras
estoy feliz por ella, por supuesto que lo estoy, estaba secretamente
maravillada por el permiso de nueve meses por maternidad ya que podría
tener compañía por el resto del año, sé que la realidad es que no la veré
mucho, y si lo hago, ella estará ocupada y yo estaré quieta, me sentaré frente
o al lado de ella esperando a que esté lista, teniendo la mitad de su atención.

—Estuvimos pensando, Tristan y yo… —Bianca interrumpe mis pensamientos.

Mi cuerpo se pone rígido como si sintiera lo que está por venir.

—Él no está aquí, pero estoy segura que no le importará si te pregunto…

Siento miedo pero arreglo mi cara en lo que espero que sea la perfecta mirada
de interés.

—¿Serías su madrina?

¡Tarán! El tercero en dos meses, ese debe ser un record mundial.

—Oh Bianca, me encantaría —sonrío—. Gracias, es un gran honor…

Me sonríe de vuelta, maravillada por su petición, uno de los momentos más


especiales en su vida, mientras por dentro lo siento como un caso de caridad.
Es como si todos ellos hubieran hecho un pacto para pedirme ser la madrina a
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fin de darme algo que hacer. ¿Y qué voy a hacer? Ir a la iglesia y pararme a su
lado mientras ellos sostienen al bebé, mientras el sacerdote vierte agua,
mientras todos hacen algo y yo me quedo de brazos cruzados.
—¿Escuchaste acerca del hijo de tu amigo?

—¿Qué amigo?

—Matt Marshall —dice Bianca.

—Él no es mi amigo —digo, molesta. Luego, decidiendo que no es lo mejor


discutir con una mujer que acaba de dar a luz, pregunto—. ¿Qué hizo su hijo?

—Subió un video a YouTube contándole al mundo cuanto odiaba a su papá.


¿Mortificante, no? Imagina hablar así de un familiar.

El bebé en los brazos de Bianca suelta un grito.

—Este pequeño cabrón sigue mordiendo mi pezón —sisea, y de inmediato me


quedo en silencio cuando su humor cambia de nuevo y la oscuridad desciende
sobre la habitación de hospital.

Ella mueve a su hijo de tres días a una posición diferente, sosteniéndolo como
una pelota de rugby, sus pechos enormes más grandes que la cabeza del bebé
y luciendo como si fueran a asfixiarlo. El bebé mama y está en silencio otra vez.

Es casi un bonito momento, aparte del hecho que cuando la miro tiene
lágrimas corriendo por su rostro.

La puerta se abre y su pálido esposo Tristan asoma la cabeza. Ve a su


primogénito y su rostro se ablanda, luego mira hacia arriba, ve a su esposa y
su rostro se tensa. Traga.

—Hola Jasmine —entra y me saluda.

—Felicidades, papá —le digo gentilmente—. Es hermoso.

—Tiene la boca llena de colmillos, es lo que tiene —dice Bianca, haciendo una
mueca de nuevo.
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El bebé chilla mientras se aparta de su agrietado pezón rojo vivo.

—En serio, Tristan, esto es… no puedo… —Su rostro se arruga.


Los dejo a solas.

Me digo a mí misma mientras voy conduciendo que no estoy interesada en


mirar a tu hijo en YouTube. Me digo que no voy a rebajarme a tu nivel, que
tengo muchas cosas más importantes que hacer que pensar en ti y me
consumo en tu mundo, pero en realidad todo lo que tengo que hacer en el día
es ir de compras para la cena. El hacer compras para una sola persona no me
deprime como lo hace con algunos de mis otros amigos solteros; estoy feliz de
estar sola y todo el mundo necesita comer, pero se ha transformado en eso.
Comer. Comer era algo que tenía que meter en mi ajetreado día porque tenía
que hacerlo, para mantenerme con vida. Ahora es algo para poner en la lista
de cosas por hacer, para hacer en una tarde. Los últimos días he hecho
exquisitas comidas para mí. Ayer gasté cincuenta y cinco minutos en Eason’s
buscando las estanterías de libros de receta, pasé sesenta minutos comprando
los ingredientes, lo que me tomó dos horas y media preparar y cocinar, y luego
lo comí en veinte minutos. Ese fue todo mi día de ayer. Fue agradable pero la
novedad ha desaparecido de muchas de las cosas que quería hacer en mi
“tiempo libre”.

Cuando me estaciono en el supermercado, el día sorpresivamente está


soleado y brillante por primera vez en semanas aunque aún hace frío, saco mi
teléfono del bolso y voy directamente a YouTube. Escribo Matt Marshall y de
inmediato “el hijo de Matt Marshall” aparece como una opción. La selecciono.
Subido la noche pasada, ya tiene tres mil visitas, lo que es impresionante.

Aunque nunca he visto a tu hijo de cerca, su imagen es de inmediato familiar


para mí. Es que lo veo la mayoría de los días cuando va al colegio, cabeza
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escondida bajo una capucha, con el rostro bajo, audífonos en la cabeza, pelo
rojo que se asoma por debajo de su capucha, mientras se aleja de la casa a la
parada de autobús. He sido su vecina por cuatro años y me doy cuenta de que
ni siquiera sé su nombre, pero los comentarios bajo el vídeo me dicen que es
Fionn.

¡Bien hecho, Fionn!

¡Mi papá también es un perdedor, sé cómo te sientes!

Tu padre debería estar en la cárcel por la porquería que dice.

Soy psicóloga certificada y estoy preocupada por tu arrebato, por favor,


contáctame, puedo ayudar.

Soy una gran fanática de tu padre, ayudó a mi hijo cuando estaba siendo
acosado en el colegio, ayudó a traer luz sobre las leyes de acoso en Irlanda.

Que los ángeles sanen tu ira interior.

Tu papá es un perdedor y tú eres un maricón.

Una pequeña parte de los comentarios de apoyo que los telespectadores han
hecho.

Fionn tiene quince años y por su uniforme de cada mañana puedo decir que
va a Belvedere, una costosa escuela privada en Dublín. Aunque no lo he visto
todavía, ya sé que no les gustará. Aquí en la pantalla puedo ver que tiene ojos
de color café, sus mejillas y nariz son ligeramente pecosas. Está mirando hacia
abajo sobre la cámara web, su computadora está en un ángulo que lo capta
completo, en el que las luces del techo se están estrellando en la cámara. Sus
fosas nasales están grandes y quemándose de ira. Hay música de fondo,
supongo que está en una fiesta, estoy suponiendo que está ebrio. Sus pupilas
están dilatadas aunque tal vez la ira esté causando eso. Lo que sigue son cuatro
minutos de insultos acerca de cómo oficialmente le gustaría apartarse de su
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padre perdedor, tú, quien él cree que no es un padre real. Dice que eres una
vergüenza, un vago, que su mamá es la única persona que mantiene las cosas
en marcha, que no tienes talento. Y así sucesivamente, un chico bien hablado,
intentando ser más fuerte de lo que es en un ataque mal construido hacia ti,
resumiendo por qué cree que deberías ser despedido y nunca ser contratado
de nuevo. Es una queja bastante vergonzosa que me hace temblar y que miro
desde detrás de mis manos. La música de fondo se hace más fuerte, al igual
que las voces masculinas. Da una rápida mirada detrás de él y entonces el
video termina.

A pesar de la forma en que me siento hacia ti, esto no me llena de ningún tipo
de felicidad o entretenimiento. Me siento mal por verlo, me siento mal por ti,
por todo de ti.

Hago una compra rápida, sintiéndome triste mientras me apuro entre los
pasillos. A veces me olvido de por qué me siento de esa manera, solo tengo
ese sentimiento de que algo malo me ha pasado y afectó mi vida. Luego
recuerdo por qué me siento mal e intento quitármelo de encima, porque no
tiene nada que ver conmigo. El problema es que, aunque sé que es tonto de
mi parte, no puedo evitar sentirme conectada con lo sucedido.

Sigo con la cena simple, berenjena a la parmesana, y me termino el último vaso


de la botella de vino tinto de la noche anterior. Me instalo a reflexionar tu
problema como si fuera mío. ¿Qué deberíamos hacer con Fionn, Matt? No hay
acción en tu casa. El auto de tu esposa no está y todos están fuera. Nada.

La luz de la habitación del Dr. Jameson se apaga. No tengo soluciones, Matt.

He dormido en el sofá por primera vez en mi vida y a alguna hora me despierto,


muy confundida sobre dónde estoy; la única luz en la sala es el parpadeo, la TV
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silenciada. Doy un salto y pateo mi plato tirando los cubiertos al suelo,


rompiendo mi copa de vino. Estoy totalmente alerta, el corazón palpitando, y
me doy cuenta de qué fue lo que me despertó. Es el familiar sonido de tu jeep
a toda velocidad por la calle. Evitando los vidrios rotos en mis pies, voy hacia
la ventana para verte conduciendo erráticamente, desviándote de tu entrada
de coches, acercándote peligrosamente a la puerta de tu garaje como es
común. Sin embargo, esta vez no frenas y chocas directamente en la puerta
blanca. La puerta del garaje vibra y se estremece, el ruido haciendo eco
fuertemente fuera de las casas dormidas. Puedo imaginar al Dr. Jameson
despertar de un salto, buscando eliminar su máscara para los ojos. En ese
preciso momento, la luz de la habitación del Dr. Jameson se enciende.

La puerta del garaje sigue en pie, la casa no se derribó sobre tu coche.


Desafortunado en realidad. Nada sucede por un momento. “Paradise City”
sigue sonando, a todo volumen. Puedo verte, inmóvil en el asiento del
conductor. Me pregunto si estás bien, si la bolsa de aire explotó y te noqueó.
Pienso en llamar a una ambulancia para ti, pero no sé si es necesario y podría
ser visto como malgastar el tiempo de los servicios de emergencia. A pesar de
lo mucho que no quiero dejar la seguridad de mi hogar, sé que no puedo
dejarte ahí.

Dormiste en el auto la noche pasada, sin siquiera molestar con tu rutina


habitual de golpear las puertas y ventanas de la casa, pero en alguna parte
mientras me quedaba dormida y despertaba te las arreglaste para entrar a la
casa. Me pregunto si tu hijo te dejó entrar. Me pregunto si eso llegó a ser
mucho para él y desobedeció las órdenes de su mamá de ignorarte y en cambio
contestó a la puerta y te enfrentó. Ya enloquecido por el vídeo que había
hecho, te dijo lo que pensaba de ti. Me gustaría haber visto eso. Sé que es raro.

Esta noche estás peor que de costumbre. Sospechaba que este sería el caso.
Estoy segura que sabes acerca de la publicación en YouTube. Escuche la radio
para ver si era verdad lo de tu suspensión y había otro DJ sustituyéndote a ti y
a tu equipo. Tú y el equipo completo han sido suspendidos por tus traviesas
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payasadas en la víspera de Año Nuevo y veo que no has pasado tu tiempo en


una rara noche entre semana en casa con tu familia o para reflexionar sobre
tus acciones, sino bebiendo toda la noche. Fue raro no escuchar tu voz en el
aire; te has convertido en sinónimo de ese momento de la noche en el que la
mayoría de la gente está en casas, autos, trabajos, furgonetas y camiones en
largas noches de manejo. Enterarme de tu suspensión sorpresivamente no me
hace tan feliz como había imaginado, pero luego llego a la conclusión de que
podría ser algo bueno. Debe hacerte pensar acerca de todas las cosas
desfavorables que has dicho y discutido en tu programa y cómo eso ha
afectado a la gente, y cómo puedes mejorarte a ti mismo y de este modo
mejorar la vida de muchos sobre los que tienes influencia. Me hace pensar en
lo que me hace odiarte, la razón de toda esta ira que siento hacia ti.

Dieciséis años atrás, en otra estación a otra hora, presentaste un debate sobre
el síndrome de Down. Era acerca de muchos aspectos del síndrome de Down,
algunos eran informativos, gracias a la enojada pero firme mujer que llamó
desde Down Syndrome Ireland para explicar las realidades.
Desafortunadamente ella se consideró muy calmada y paciente para tu
programa y tú rápidamente le colgaste. Los otros eran incultos, ignorantes
desagradables a quienes se les dio mucho tiempo al aire. Gran parte de la
discusión fue acerca de MVC, Muestra de Vellosidades Coriónicas, y
amniocentesis, también denominada prueba de líquido amniótico o AFP, que
es un procedimiento médico usado en el diagnóstico prenatal de
anormalidades cromosómicas e infecciones fetales. La razón más común para
llevar a cabo dicha prueba es determinar si un bebé tiene ciertos trastornos
genéticos o una anomalía cromosómica, como el síndrome de Down. Las
mujeres que deciden hacerse esta prueba son las que están en mayor riesgo
de problemas genéticos y cromosómicos principalmente, en parte porque la
prueba es invasiva y conlleva un pequeño riesgo de aborto. Puedo ver porqué
querías tener esa conversación; vale la pena tener esa conversación, podría
ayudar a mujeres a tomar la decisión, si es tratado en una forma madura y
honesta, pero no a tu manera, no en la manera en la que tu programa maneja
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las cosas, tratando de suscitar controversia y drama. En lugar de tomar esto en


una manera madura y honesta, invitaste a lunáticos para mostrar la peor parte
y expresar sus desinformadas opiniones acerca del síndrome de Down. Por
ejemplo, un idiota anónimo quien recién había descubierto que su novia iba a
tener un bebé con síndrome de Down y ¿Cuáles eran los derechos que tenía
para detenerlo?

Tenía diecisiete años, en una fiesta con un chico que había fantaseado por
años. Todos estaban ebrios, los padres de alguien se habían ido, y en lugar de
escuchar música hubiera sido genial escuchar a Matt Marshall. No me
importabas en ese entonces; de hecho, pensaba que eras sensacional, porque
era genial escuchar el tipo de cosas que estaban discutiendo mientras nosotros
seguíamos tratando de encontrar nuestra propia opinión. Pero la conversación
me hizo sentir enferma, fluyó de los altavoces y continuó dentro de la
habitación de la fiesta y tuve que escuchar a mis amigos, quienes debería
haber conocido mejor, y a gente que no conocía, y el chico con el que había
fantaseado, dando sus opiniones del tema. Nadie quería un niño con síndrome
de Down. Una persona dijo que prefería uno a un bebé con VIH. Me sentía mal
por lo que escuchaba. Tenía una hermana hermosa durmiendo en casa, con
una madre que estaba recibiendo tratamiento para el cáncer que estaba más
angustiada por dejar a mi hermana que dejar todo lo demás en su vida, y no
podía entender lo que estaba escuchando.

Solo me levanté y me fui. Los guardias me recogieron al lado de la carretera de


la costa. No me estaba cayendo en el lugar, pero estaba un poco sensible y el
alcohol solo me había hecho empeorar, así que me llevaron a la estación por
mi propia seguridad, y como advertencia.

Mamá estaba enferma, necesitaba descansar. No podía llamar a mi tía después


de lo que había sucedido en las últimas semanas en su casa entre su hijo Kevin
y yo, ni podía volver a quedarme en su casa después del suceso, así que
llamaron a papá. Había estado fuera en una cita con su nueva novia y me
recogieron en un taxi, él en su esmoquin y ella en su vestido de noche, y me
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llevaron de nuevo a su departamento. Ambos habían estado lanzándose


miradas el uno al otro y riendo en la cabina; podría decir que estaban
encontrando todo el asunto muy divertido. Tan pronto como llegamos al
departamento inmediatamente salieron de nuevo, lo que fue una bendición.

Así que estoy en la ventana ahora viendo tu cuerpo inmóvil en el jeep, sin
importarme si me ves o no mirándote porque estoy preocupada. Justo cuando
estoy pensando en ir afuera para ayudarte, la puerta del jeep se abre y te caes.
La cabeza primero, tu espalda afuera como si la estuvieras apoyando sobre la
puerta. Te deslizas lentamente y tu cabeza golpea el suelo. Tu pie está
enredado en el cinturón de seguridad del asiento de cuero. No te mueves.
Busco mi chaqueta y entonces te escucho riendo. Luchas para desenredar tu
pie del cinturón de seguridad, tu risa disminuye a medida que te vas poniendo
irritado y necesitas concentrarte en liberarte mientras la sangre corre por tu
cabeza.

Finalmente te liberas para empezar tu acto de gritar/tocar el timbre/golpear,


pero no hay respuesta de la casa. Tocas la bocina un par de veces. Estoy
sorprendida de que ninguno de los vecinos te diga que te calles; quizás están
durmiendo y no pueden escuchar. Tal vez están asustados, quizás te están
observando como yo, aunque no lo creo. Los Murphy van a la cama temprano,
a los Malone parece que nunca les molestas y los Lennon al lado mío son muy
tímidos, creo que podrían estar asustados para enfrentarte. El Dr. Jameson y
yo somos los únicos al parecer a los que molestas. Tu casa está completamente
calmada y solo me doy cuenta ahora que el auto de tu esposa no está
estacionado en la calle como en general lo está. Las cortinas no están recogidas
en ninguna de las ventanas. La casa parece estar vacía.

Desapareces por la parte trasera de la casa y luego te escucho antes de verte.


Reapareces tirando una mesa de madera de seis plazas por el césped. Las patas
de la mesa destruyen el césped, excavando la tierra, dejando huellas
profundas como si hubieses estado arando. Empujas la mesa del césped al
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concreto. La madera se arrastra por el suelo, a través de la calzada detrás del


auto, haciendo un desagradable sonido chirriante que dura al menos un
minuto. Sesenta segundos de chirridos y veo las luces de los Murphy
encenderse en la calle. Una vez que has arrastrado la mesa de madera en el
césped del jardín delantero, desapareces en el jardín trasero nuevamente y
haces tres viajes para transportar el juego de seis sillas. En el último viaje
regresas con la sombrilla y luchas por ponerla en el agujero del centro. La tiras
a través del jardín con frustración y mientras vuela por el aire, se abre como
un paracaídas, alza el vuelo y luego cae a tierra, abierta, en un árbol. Sin aliento
recuperas una bolsa del jeep. La reconozco como una de la tienda local de
licores. Vacías la bolsa, alineas las latas en la mesa y luego te sientas. Pones tus
botas arriba en la mesa de madera, haciéndote en casa, y te instalas como si
no pudieras estar más cómodo y como si no pudieras estar más en casa.
Invades mi cabeza con tu voz y ahora eres una monstruosidad, justo enfrente
de mi casa.

Te miro un rato, pero finalmente pierdo interés porque no estás haciendo nada
más que beber y soplar anillos de humo en el tranquilo cielo nocturno.

Te veo mirando las estrellas, las cuales están tan claras esta noche que Júpiter
puede ser visto al lado de la luna, me pregunto en qué estás pensando. Qué
hacer con Fionn. Qué hacer con tu trabajo. ¿No somos tan diferentes después
de todo?

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6
Son las 8.30 y estoy de pie en el jardín con un constructor llamado Johnny, un
gran hombre de mejillas rojas que actúa como si me detestara. Nadie dice
nada; él y su colega, Eddie, apoyado en el martillo mecánico, están sólo
mirándome. Johnny te mira en el jardín del frente, durmiendo en tu silla de
jardín con las botas puestas sobre la mesa, y después me mira de nuevo.

—Así que, ¿qué quieres que hagamos? ¿Esperar hasta que se despierte?

—¡No! Yo…

—Bueno, eso es lo que usted ha dicho.

Es exactamente lo que dije.

—Eso no es lo que dije —digo con firmeza—. ¿No son las ocho y media
demasiado temprano para empezar a hacer tanto ruido? Pensé que la hora
oficial de inicio de las obras de construcción era 9:00 a.m.

Mira a su alrededor.

—La mayoría de la gente está en el trabajo.

—No en esta calle —le respondo—. Nadie trabaja en esta calle —Ya no.

Es algo inusual de decir, pero es completamente cierto. Me mira, confundido,


después mira de nuevo al chico con el martillo mecánico, como si yo estuviera
loca.

—Mira, amor, dijiste que necesitabas esto listo inmediatamente. Tengo dos
días para terminar este trabajo y entonces me ocuparé de otras cosas, así que
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o empiezo ahora o...

—Está bien, está bien. Empiece ahora


—Estaré de vuelta a las seis para echar un vistazo.

—¿A dónde va?

—Otro trabajo. Eddie puede encargarse de esto.

Sin una palabra, Eddie, que parece como si tuviera diecisiete, se pone sus
audífonos. Entro rápidamente. Me quedo parada en la ventana en la sala de la
tv, que da hacia tu jardín, te veo en la mesa, la cabeza hacia atrás, en un sueño
pacifico después de la borrachera. Tienes una manta alrededor tuyo. Me
pregunto si tu esposa fue la que te la puso o si la sacaste del auto durante la
noche después de despertar, congelado. El sentido común debería haberte
dicho que te quedaras en el auto y pusieras el calentador, pero tú no eres de
los que escuchan el sentido común.

Algo definitivamente parece fuera de lugar esta mañana. A parte del hecho de
que estás durmiendo en medio de tu jardín destruido y desequilibrado.
Muebles de jardín mal acomodados por donde se vea, tu casa estaría
usualmente ocupada a esta hora. Los niños están de regreso de la escuela, tu
esposa debería estar yendo y viniendo mientras los deja y va a sus asuntos,
pero nada está pasando esta mañana. No hay signos de vida en la casa, las
cortinas están exactamente igual que la mañana de ayer. El auto de tu esposa
no está. La sombrilla sigue atrapada en el árbol. No hay signos visibles de que
tu familia esté en casa.

De pronto el martillo eléctrico comienza a funcionar e incluso dentro de la casa


el ruido es tan fuerte que siento las vibraciones en mi pecho. Pienso por
primera vez en que debería haber alertado a los vecinos sobre la interrupción
que acontecerá durante el siguiente par de días, debido a que levantan mi
pavimento para hacer espacio para el césped. Habrían hecho eso por mí, estoy
segura.
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Saltas de la silla, brazos y piernas volando por todas partes, miras a tu


alrededor como si estuvieras bajo ataque. Te toma un momento evaluar dónde
te encuentras, que es lo que está pasando y qué es lo que has hecho. Y
entonces entras a la construcción en mi jardín. Inmediatamente te precipitas
hacia mi casa. Mi corazón late y no sé exactamente por qué. Nosotros nunca
habíamos hablado antes, no mucho más allá que un hola o un saludo de
pasada. Aparte de cuando me atrapaste mirándote desde la ventana de mi
habitación en año nuevo, ni siquiera habías notado mi existencia ni yo la tuya,
porque te detesto a ti y todo lo que representas, porque no puedes entender
como una madre, incluso una moribunda, podría estar triste por dejar a su hija
con síndrome de Down sola en el mundo. Evoco los comentarios que escuché
que tú y las personas que te llamaron dijeron en esa noche que comencé a
odiarte y para el momento en que llegas a mi jardín estoy lista para la pelea.

Puedo ver cómo le gritas a Eddie. Él probablemente no puede oírte por encima
del ruido y sus audífonos, pero puede ver al hombre parado enfrente de él,
abriendo y cerrando la boca con enojo, una mano en la cadera, y la otra
apuntando hacia la casa, demandando ser escuchado. Eddie te ignora y
continúa excavando en mi costoso pavimento. Camino hacia a la sala y me
paseo ante la puerta, esperando a que llames. Doy un salto cuando suena el
timbre. Solo una vez. Nada grosero en absoluto. Una sola pulsación, un “riiing”
claro, nada de nada como la rutina con tu esposa.

Abro la puerta, tú y yo estamos cara a cara por primera vez en la historia. Esto
es por mi hermana, es por ti, Heather, es por mi madre también, por la
injusticia al tener que dejar a su hija que nunca quiso dejar. Me lo repito a mí
misma una y otra vez, abriendo y cerrando las manos, lista para pelear.

—¿Sí? —digo, y ya es algo con confrontación.

Pareces sorprendido por mi tono de voz.

—Buenos días —dices condescendiente, como si me dijeras, “así es como se


empieza una conversación,” como si tú supieras lo más pequeño, lo más
mínimo acerca de una conversación educada. Extiendes la mano—. Soy Matt,
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vivo atravesando la calle.


Esto es muy difícil para mí. No soy una persona grosera, pero miro la mano y
de vuelta a tu cara sin afeitar, los ojos inyectados con sangre, el olor a alcohol
que emanas por todos los poros, tu boca que me desagrada tanto por las
palabras que salen de ella, y llevo mis manos a los bolsillos traseros de mi
pantalón. Mi corazón palpita maniáticamente mientras hago esto. Por ti,
Heather, por ti, mamá.

Me miras, incrédulo. Retiras la mano y la metes en el bolsillo de tu chaqueta.

—¿Me he perdido de algo? ¡Son las 8:00 de la mañana y tú estás excavando el


suelo! ¿Hay algo que todos debamos saber? ¿Alguna reserva de petróleo,
acaso, que todos podamos compartir?

Puedo asegurar que sigues borracho. A pesar de que estas parado firmemente,
tu cuerpo se mueve circularmente, inclinándose, como el paso de Michael
Jackson.

—Si te molesta tanto, quizás encontrarías conveniente acampar en tu patio


trasero los próximos dos días.

Me miras como si fuera la mayor y más loca perra que has conocido y te
marchas.

Hay muchas cosas que podría haber dicho. Muchísimas maneras en las que
podría haberte transmitido mi disgusto por la forma en que hablaste acerca
del síndrome de Down. Una carta. Una invitación a tomar café, quizás. Una
conversación adulta. En cambio dije eso, en nuestro primer encuentro. Me
arrepiento de inmediato, no porque quizás te hice sentir mal, sino porque
quizás desperdicié una oportunidad para hacer algo importante. Y entonces se
me ocurre por primera vez que tal vez ni siquiera recuerdes ese programa en
particular. Has hecho tantos, que probablemente no signifiquen nada para ti.
Solo soy una vecina odiosa que no te dijo acerca de sus trabajos de
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construcción.
Te veo cruzar el camino hasta tu casa. Eddie sigue ignorando al mundo y
excavando el suelo, el sonido tamborilea en mi cabeza. Caminas de arriba a
abajo por la parte delantera y trasera de la casa, mirando por las ventanas,
intentando imaginar cómo entrar. Vacilas un poco, todavía borracho. Entonces
vas a la mesa y creo que te vas a sentar, pero en cambio tomas una silla de
jardín y la llevas a la puerta de enfrente. La balanceas hacia atrás con todas tus
fuerzas y luego la azotas, una, dos, tres veces contra la ventana junto a la
puerta principal, rompiendo el vidrio. Nada de esto puede ser oído por el ruido
del taladro. Te pones de lado, tu complexión robusta hace difícil que te deslices
por el pequeño espacio que has creado, pero de todas formas entras en la casa.

A pesar del hecho de que he sido testigo de que haces esto, una vez más me
has hecho sentir irracional.

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7
Eddie trabaja firmemente durante dos horas, y después desaparece por tres.
Durante ese tiempo la máquina se queda en mi jardín delantero, que ahora se
parece a la escena de un terremoto. He creado un caos y odio mirarlo, pero no
puedo evitarlo porque estoy mirando por la ventana, no por ti, sé que no
aparecerás por horas, sino por Eddie que desapareció por el camino aún con
su casco puesto y nunca regresó. Llamé a Johnny, pero no atendió mi llamada
y su teléfono no tiene servicio de mensajería. Eso no es una buena señal. Fue
recomendado por el paisajista que contraté para mi jardín, lo que tampoco es
una buena señal.

Suena mi teléfono y es un número privado, por lo que no contesto. Mi tía


Jennifer me dijo, borracha en el día de Navidad, que mi primo Kevin va a venir
para Año Nuevo y quiere que nos pongamos en contacto. Ya es Año Nuevo y
he estado desplegando mis llamadas como la CIA. Kevin dejó Irlanda cuando
tenía veintidós años, primero viajando por el mundo, y después asentándose
finalmente en Australia, aunque no creo que realmente se haya asentado. Se
fue para encontrarse a sí mismo después de un frenesí de drama familiar y
nunca volvió, ni siquiera para Navidad, cumpleaños o el funeral de mi mamá.
Éste es el mismo Kevin que me dijo cuando tenía cinco años que moriría, y
quien me dijo que estaba enamorado de mí cuando tenía diecisiete.

Mi tía estaba lejos con mi mamá el fin de semana, en uno sus retiros para
ayudar a mi mamá y, como siempre hacía entonces, yo me quedaba a dormir
en su casa. Mi tío Billy estaba viendo TV y Kevin y yo estábamos sentados en
el columpio del patio trasero, abriendo nuestros corazones el uno al otro. Le
estaba diciendo acerca de mamá estando enferma y él estaba escuchando.
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Estaba haciendo un buen trabajo de verdad escuchando. Luego me dijo su


secreto: apenas había descubierto que era adoptado. Dijo que se sentía
traicionado, después de tanto tiempo; pero que de repente tuvo sentido para
él, todos los sentimientos que había estado teniendo. Sobre mí. Estaba
enamorado de mí. Lo siguiente que supe fue que estaba sobre mí, sus manos
por todas partes, un aliento caliente y una escurridiza lengua en mi boca. Cada
vez que pensaba en él después de eso me lavaba la boca tanto como podía.
Podía no ser mi primo de sangre, pero era mi primo. Habíamos representado
El señor de las Moscas17en los árboles de la parte trasera de su jardín,
habíamos amarrado a su hermano Michael y asado en el asador, habíamos
jugado a disfrazarnos y hacer espectáculos en los alféizares. Habíamos hecho
cosas familiares juntos. Cada recuerdo que tenía de él estaba unido a él siendo
mi primo. Me siento asqueada por él.

No nos hablamos después de eso. Nunca le dije a mi tía, pero yo sabía que ella
lo sabía, asumo que mi mamá se lo dijo, pero nunca lo discutió conmigo.
Después de ese primer año ella pasó de ser nerviosamente comprensiva sobre
lo que pasó, a estar irritada conmigo. Creo que sentía que mi perdón sería la
única cosa que podría traérselo de vuelta. Él no se había ido del país en esa
época, pero Kevin nunca había querido ser una parte de algo o de alguien, al
menos de su familia, siempre había sido problemático, siempre había sido
inseguro de sí mismo y de todos a su alrededor. Había tenido suficiente con lo
que lidiar en esos tiempos, sus asuntos eran demasiado para mí. Puede que
eso sea cruel, pero a mis diecisiete no tenía manera de entender sus
problemas; era mi desagradable primo adoptado con problemas que me había
besado, y lo quería lo más lejos de mí posible. Pero ahora está de regreso y
uno de estos días voy a tener que enfrentarlo. Ya no tengo un problema con
él, ya no tengo la necesidad de lavar mi boca cuando pienso en él. Aun así,
aunque no tengo nada importante que hacer, puedo pensar en mejores
maneras de pasar mis días que entablar una incómoda conversación con un
primo, que trató de darme un beso francés en el columpio del jardín dieciséis
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años atrás

17
Publicada en 1954, es la primera y más célebre novela de William Golding.
Mientras estoy mirando por la ventana y esperando que Eddie vuelva cuando
el teléfono de la casa suena. Nadie tiene ese número aparte de papá y Heather,
y por lo general es Heather quien llama, así que respondo.

—¿Podría hablar con Jasmine Butler, por favor?

Me detengo, tratando de ubicar la voz, no creo que sea Kevin. Imagino que
ahora tendría un acento australiano, pero tal vez no. De cualquier manera no
creo que sea él. La tía Jennifer tendría que ser increíblemente cruel para darle
el número. Tiene un acento que no puedo ubicar del todo detrás de un acento
dublinés, de algún lugar fuera de Dublín, pero adentro de Irlanda. Una suave
cadencia campestre.

—¿Quién está hablando?

—¿Estoy hablando con Jasmine Butler? ―pregunta.

Sonrío y trato de esconder mi diversión.

—¿Podría decirme quién está hablando, por favor? Soy el ama de llaves de la
Sra. Butler.

—Ah, lo siento —dice, absolutamente feliz y encantador—, ¿y cuál es tu


nombre?

¿Quién es este? Me llamaba y ahora está tratando de tomar el control, pero


no de una manera ruda, es sumamente educado y tiene un adorable tono. No
puedo ubicar el acento, no es dublinés. No es norteño. Ni sureño tampoco.
¿Midlands18? No. Sin embargo, encantador. Probablemente un vendedor. Y
ahora tengo que pensar un nombre y colgarle. Miro a la mesa del vestíbulo
junto a mí y veo un bolígrafo al lado de la base para cargar el teléfono.
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18
Dialecto de inglés que se habla en el área central de Inglaterra
—Pen19 —digo, y trato de no reírme— Pen—ny. Penélope, pero me llaman
Penny.

—¿Y a veces Pen? —pregunta.

—Sí. —Sonrío.

—¿Me puedes decir tu apellido?

—¿Es esto una encuesta o algo?

—Oh no, solo en caso de que te llame de nuevo y la Sra. Butler no esté en casa.
En la remota posibilidad de que eso pase.

Me río otra vez de su sarcasmo.

—Ah. —Miro a la mesa y veo un bloc de notas al lado del bolígrafo, ruedo los
ojos—. Pad20 —Toso para esconder la risa—, Paddington.

—De acuerdo, Penélope Paddington —repite, y estoy segura de que lo sabe.


Si tiene algo de cerebro, lo sabe—. ¿Sabe cuándo estará en casa la Sra. Butler?

—No podría decirlo. —Me siento en el brazo del sofá, aún mirando al exterior
y veo al Dr. Jameson en la puerta delantera de tu casa—. Va y viene, por el
trabajo —El Dr. Jameson está mirando a través del vidrio roto—. ¿Para qué la
llama?

—Es un asunto privado —dice educadamente, con cordialidad—. Preferiría


discutirlo con ella solamente.

—¿Ella lo conoce?

—Aún no —dice—, pero quizás le podría decir que llamé.


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—Por supuesto. —Tomo el bolígrafo y bloc para tomar sus detalles

19
Juego de palabras. “Pen” significa bolígrafo.
20
Juego de palabras. “Notepad” se traduce como Bloc de Notas.
—Intentaré en su celular ―dice.

—¿Tiene su celular?

—Y su número del trabajo, pero llamé a la oficina y no estaba disponible.

Eso me detiene. Alguien que me conoce lo suficientemente bien como para


tener mis tres números de teléfono todavía no tiene ni idea de que me
despidieron. Estoy desconcertada.

—Gracias, Penélope, has sido de gran ayuda. Que tengas un buen día. —Cuelga
y me quedo escuchando el tono de marcar, confundida.

—Jasmine —me llamo con un tono cantarín—, un bicho raro total acaba de
llamar preguntando por ti.

El Dr. Jameson está caminando a través de la calle hacia mí.

—Hola, Dr. Jameson ―lo saludo, viendo un sobre blanco en su mano y


preguntándome qué diablos están planeando ahora y con cuánto debo
contribuir.

—Hola, Jasmine.

Está vestido perfectamente como es usual, con una camisa y un suéter de


cuello V, pantalones con un pliegue perfecto hacia abajo de la mitad, zapatos
pulidos. Es más bajo que yo, y yo mido un metro setenta y cinco, me siento
como una exótica y antinatural criatura al lado de él. Mi cabello es de color
rojo brillante, rojo camión de bomberos, o amplificador de poder escarlata
como lo llama L’Oreal. Naturalmente, soy de pelo castaño, pero ni yo ni el resto
del mundo lo ha visto así desde que tengo quince años, los únicos rastros son
mis cejas, ya que mis raíces son más grises que castañas. El rojo, me han dicho,
hace que el color de mis ojos resalte más de lo normal, son de un tono de
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turquesa y estoy acostumbrada a que la mayoría de la gente comente sobre


eso. Mis ojos y mi cabello son las primeras cosas que cualquiera ve de mí, ya
sea que esté trabajando o en una fiesta, y siempre, absolutamente siempre
salgo con delineador de ojos negro. Soy todo ojos y cabello. Y pechos. También
son grandes, pero no hago nada anormal para acentuarlos, sobresalen y todo
por sí solos, inteligentes.

—Lo siento por el ruido de esta mañana —digo, sintiéndolo de verdad—,


debería haberles avisado de antemano.

—No, en absoluto… —Sacude su mano con desdén, aunque con prisa para
decir algo más—. Estaba al otro lado de la vía, buscando a nuestro amigo, pero
parece que está entretenido de otra manera —dice, como si nuestro amigo, es
decir tú, está afuera en el patio trasero haciendo globos de animales para un
grupo de niños y no desmayado en el piso del baño sobre su propio vómito.
Solo suponiendo.

—Amy me dio esto para el Sr. Marshall, ¿podemos llamarlo Matt, no? —La
manera en que me mira con complicidad me hace pensar que sabe que he
estado observando, y mucho. Pero no puede saberlo a menos que me esté
observando, y sé que eso no es cierto porque lo observo a él.

—¿Quién es Amy?

—La esposa de Matt.

—Ah, sí, por supuesto. —Como si yo lo hubiese sabido y olvidado. No lo había


sabido.

—Pienso que es bastante urgente que reciba esto. —Mueve el sobre blanco—
. Pero no me responde. Lo dejaría en la, eh… ventana abierta, pero no podría
estar seguro de si lo conseguirá. Además aquí hay una copia que me gustaría
darte a ti. —Sostiene una envoltura hacia mí.

—¿Una copia de qué?


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—La llave de la casa. Amy hizo dos para los vecinos, ella pensó que sería
práctico —dice, de una manera sorpresiva, cuando los dos sabemos que es la
cosa más obvia y sensata que hemos escuchado—. No creo que ella esté ahí,
o que vaya a estar por un tiempo —dice, con sus ojos taladrando los míos.

Ah. Entiendo.

Muevo las manos lejos de la llave y el sobre blanco que me está confiando.

—Pienso que sería mejor que usted los guarde, Dr. Jameson. No soy la persona
correcta para cuidar de ellos.

—¿Por qué?

—Conoce mi vida, todo el tiempo estoy yendo y viniendo. Estoy muy ocupada.
Trabajo y… ya sabe, cosas. Creo que sería mejor dejárselas a alguien que esté
aquí más.

—Ah. Tenía la impresión de que tú… estás en casa más seguido estos días.

En el blanco.

—Bueno, sí, pero aún creo que es mejor que usted los cuide. —Estoy mirando
el piso.

—Ya tengo una llave, pero me voy dos semanas. Mi sobrino me pidió que
pasara las vacaciones con su familia. Es la primera vez. —Su cara se enciende—
. Aunque muy amable de su parte, estoy seguro de que tuvo que ser
convencido por Stella. Adorable señorita. Y lo aprecio. España ―dice, sus ojos
relucientes―. De todas maneras… —Su cara se ensombrece— Tendré que
encontrar un hogar para estos. —Luce completamente molesto por esto.

Tan culpable como me hace sentir, no puedo hacerlo. No puedo tomar las
llaves de alguien. Un completo extraño. Es raro. No quiero estar involucrada.
Quiero ser reservada. Sé que te observo, pero… no puedo hacer esto. No seré
conmovida, a pesar de su cara preocupada y perpleja. Si tuviese un trabajo, no
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estaría en este lío suburbano ahora mismo, teniendo que ocuparme de las
cosas de otras personas que deberían guardar para sí.
—Tal vez podría dárselas al Sr. y la Sra. Malone. —No tengo ni idea de sus
nombres. He estado viviendo al lado de ellos cuatro años y sigo sin saberlos, a
pesar de que me envían una tarjeta de Navidad todos los años con sus
nombres en ella.

—Bueno, eso es una opción —dice con incertidumbre, y sé que está


desconcertado. No quiere darles problemas. Cuando te dejan afuera de tu casa
en estado de borracho enojado no deberías caer sobre el Sr. y la Sra. Malone,
quienes están en sus setentas, para que lidien con tus problemas. Lo mismo
puede ser dicho de los Murphys y de los Lennons. Él tiene razón, lo sé, pero
simplemente no puedo—. ¿Estás segura de que no lo harás? —pregunta una
vez más.

—Positivo —digo firmemente, sacudiendo la cabeza. No seré arrastrada a esto.

—Entiendo. —Asiente, con los labios apretados y toma el sobre de nuevo con
las dos manos. Fija su mirada en mí y sé que ha sido testigo de la misma escena
nocturna que yo—. Realmente entiendo.

Me despide y tengo que empezar a correr para evitar que cruce la calle
mientras una ambulancia viene corriendo a toda velocidad. Los dos miramos
automáticamente hacia tu casa, pensando que algo debe haber pasado, pero
la ambulancia se detiene afuera de la casa de los Malone y los paramédicos
corren a su puerta.

—Oh, ¡Dios mío! —dice. Nunca he conocido a alguien que diga tantos
carambas, tonterías, Dios mío, cielos y oki dokis como el Dr. Jameson.

De píe junto a él, veo como sacan a la Sra. Malone en una camilla, con una
máscara de oxígeno sobre su rostro, y es llevada a la parte trasera de la
ambulancia. Un Sr. Malone con cara cenicienta los sigue. Se ve conmocionado.
Se me rompe el corazón allí mismo. Espero que no fuese mi culpa. Espero que
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no fuera el ruido del taladro en mi jardín lo que le dio un infarto, como casi te
había dado uno a ti.
—Vincent —dice, mirando al Dr. Jameson—. Marjorie. —Asumo que es su
esposa y me siento terrible por nunca saber su nombre. Pobre Marjorie.
Espero que esté bien.

—Cuidaré de ella, Jimmy —dice el Dr. Jameson—. ¿Dos veces al día? ¿Comida
en la despensa?

—Sí —dice el Sr. Malone casi sin aliento mientras es ayudado a entrar en la
parte trasera de la ambulancia.

No, no es la esposa.

Las puertas se cierran y la ambulancia se va, dejando la calle tan vacía como
estaba, como si nada hubiera pasado, la sirena desvaneciéndose a medida que
se aleja.

—Querido, querido —dice mi vecino, viéndose conmovido también—. ¡Por la


gracia de Dios!

―¿Está bien, Dr. Jameson?

—Vincent, por favor; no he practicado durante diez años ya —dice


distraídamente—. Mejor me voy a alimentar al gato. ¿Quién lo alimentará
cuando me haya ido? A lo mejor no debería ir, por esto. —Mira el sobre y la
llave en sus manos—. Ahora los Malones. Sí, puede que sea necesitado aquí.

No siento nada más que culpa y temor, y un leve rencor porque el universo
conspiró contra mí. Sería grosero de mi parte sugerir a otro vecino en este
punto, aunque es lo que quiero hacer. Dos no en un solo día no me hará ver
bien.

—Alimentaré al gato mientras esté lejos —digo—, siempre y cuando me diga


donde está todo.
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—Correcto —Asiente, aún conmovido.


—¿Cómo entramos? —Miro a su casa vacía, perfecta con sus gnomos de jardín,
esas pequeñas señales para cruces de duendes y puertas de hadas en un árbol
para sus nietos, unas losas de piedra por todo el jardín para explorar detrás de
los árboles y bajo los sauces llorones. Las persianas son de los ochenta, de color
beige y rosa salmón, todas apretujadas como bejín21 en la parte de arriba de
las ventanas, floreados chinos en los alfeizares y una mesa cerca de la ventana
llena de fotografías. Es como una casa de muñecas atrapada en un túnel del
tiempo, cuidada y adorablemente decorada.

—Tengo su llave —dice.

Por supuesto que sí. Parece que todo el mundo tiene la llave de todo el mundo
en esta calle, excepto la mía. Mira abajo hacia el sobre en su mano, con tu
única llave dentro, como si fuera la primera vez que lo ha visto. Me doy cuenta
que sus manos están temblando.

—Vincent, tomaré eso —digo gentilmente, poniendo mi mano sobre la suya


mientras lo tomo. Y así es como termino con la carta de tu esposa para ti y una
llave de repuesto de tu casa.

Solo para que lo sepas, nunca las quise desde el principio.

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21
Hongo de color blanco.
8
Eddie regresa y hace otras dos horas de trabajo. Lo sé porque estoy en medio
de poner comida para gatos en un tazón de Marjorie cuando ella brinca del
susto por el sonido del taladro y desaparece. Pienso en ir a buscarla, pero no
quiero deambular por la casa y ser una intrusa, además es una gata, estará
bien. Eddie está trabajando duro cuando Johnny regresa a inspeccionar su
trabajo y es como si nunca se fuera en absoluto. Escucha mis quejas sobre
Eddie sin pestañar, y sin hacer comentarios, inspecciona el trabajo, declara que
están bien según el programa y se van en una maltratada furgoneta roja una
media hora antes porque tienen otro trabajo. No se van lejos, se meten de
reversa en tu entrada para coches y salen de un salto. Soy consciente de que
me he convertido en una observadora por la cortina, pero no puedo evitarlo,
estoy intrigada. Johnny mide la ventana rota de al lado de la puerta principal,
después toman un pedazo de madera de la parte de atrás de la furgoneta, y
no los puedo ver, pero si escuchar serruchando detrás de la puerta abierta.
Son solo las cinco y media y ya está oscuro como boca de lobo. Están
trabajando en relativa oscuridad, iluminados solo por la luz del porche, y hay
un débil resplandor que viene de la parte trasera de la casa, la cocina. Ya debes
de estar despierto.

Pasan diez minutos asegurando la tabla de madera a tu ventana, después se


meten en la furgoneta roja y se van. Mi jardín no está nada cerca de ser
terminado.

Tengo tu carta en la mano. El Dr. Jameson me ha hecho prometer que te la


daré directamente. Él y yo debemos saber que la has recibido para que pueda
decírselo a Amy. He dejado la llave de tu casa en la mesa de la cocina, se ve
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extraño pero no imagino dónde ponerla. La llave parece sobresalir, casi


palpitando en la mesa; dondequiera que me siento o me paro mi mirada es
atraída por ésta. Se siente mal, tener algo tuyo en mi casa. Miro hacia abajo y
giro la carta. Supongo que tu esposa, Amy, te ha dejado, por fin, y ha confiado
a sus vecinos de asegurarse de que sus palabras, sus razones (estoy segura que
le habría llevado mucho tiempo, trabajando con esmero en la carta) lleguen a
ti. Siento que le debo a ella procurar que recibas esta carta. Debería disfrutar
dándotela, pero no lo hago y estoy contenta por eso. No soy insensible a las
emociones humanas de la manera en la que lo eres.

Me pongo mi abrigo y tomo el sobre. Mi celular suena, es un número que no


reconozco. Pensando que es el extraño vendedor, la respondo.

― Hola, Jasmine, es Kevin.

A medida que mi corazón se hunde en mi pecho veo como sales de la casa,


entras a tu coche y te alejas mientras escucho al primo que intentó besarme
decirme que está en casa.

No puedo dormir. No solo porque he quedado en verme con mi primo Kevin


en un par de días, afuera, no en mi casa, por lo que puedo irme cuando quiera;
sino porque estoy tratando de pasar a través de todos los posibles escenarios
que puedan pasar cuando regreses. Yo dándote la llave y la carta, yo abriendo
tu puerta, tú atacándome en tu estado borracho, tirándome una silla,
gritándome, quién sabe. No quiero hacer esto, pero mi deber como vecina me
hace sentir obligada a ello.

Estoy despierta cuando llegas. “Paradise City” está sonando otra vez. Frenas
antes de golpear la puerta de la cochera, tomas las llaves, te tambaleas a la
puerta, te enredas con tus pies un par de veces mientras te concentras en las
llaves sonando en tu mano. Te toma un tiempo pero metes la llave en el
cerrojo. Tropiezas dentro y cierras la puerta. La luz de la sala se enciende. La
luz del descanso se enciende. Se apaga la de la sala. La luz del cuarto se
enciende. Cinco minutos después se apaga.
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De repente mi cuarto está inquietantemente tranquilo y me doy cuenta de que


he estado aguantando la respiración. Me acuesto, sintiéndome confundida.
Estoy decepcionada.

El fin de semana tengo mi cena. Somos ocho. Son buenos amigos míos. Bianca
no está, se quedó en casa con su recién nacido, pero Tristan ha aparecido. Está
dormido en el sillón cerca del fuego, incluso antes de que empezáramos con
los entremeses. Lo dejamos ahí y empezamos sin él.

La mayoría de la conversación gira entorno a sus nuevos hijos. Me gusta esto,


es una distracción. Aprendo mucho sobre los cólicos y pongo una cara
preocupada cuando discuten sobre la privación del sueño, después pasan al
destete, discutiendo los vegetales y frutas apropiados. Un papá tiene que
buscar en internet si el kiwi es una primera fruta apropiada o no. Tengo una
charla de treinta minutos con Caroline sobre su vida sexual con su nuevo novio
desde que se separó de su basura de esposo. También me gusta esto, es una
distracción. Es la vida real, es sobre lo que quiero oír. Luego la atención se
desvía hacia mí y mi trabajo, y aunque son mis amigos y los adoro y son
gentiles, no puedo hablar sobre el tema honestamente. Les digo que estoy
disfrutando mi tiempo libre y bromeo con ellos sobre cuán genial es ser
remunerada por quedarme en casa. Se ríen mientras trato de hacerles sentir
envidia con historias exageradas sobre dormir hasta tarde, leer libros y el lujo
de tener el tiempo que tengo para hacer lo que me plazca. Sin embargo se
siente anormal, y estoy incómoda, como si estuviera interpretando un papel,
porque no me creo ni una palabra de las que estoy diciendo. Nunca estoy más
contenta de oír el sonido de tu jeep. Espero que estés más ruidoso que nunca.

No les he hablado a mis amigos sobre tus recientes payasadas nocturnas de


borracho. No sé por qué. Es la leña perfecta. Les encantaría escuchar todo
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sobre el tema y lo que lo hace más jugoso es que eres famoso. Pero no me
atrevo a decírselo a nadie. Es como si fuera mi secreto. He decidido protegerte
y no sé por qué. A lo mejor es porque me tomo tu situación muy seriamente
como para hacer una broma sobre ella en una cena. Tienes hijos, una esposa
que te acaba de haber dejado. Te detesto, todo aquel que verdaderamente me
conoce lo sabe, y nada sobre ti me da ganas de reírme de ti. Cierro las cortinas
para que no te puedan ver.

Te escucho golpear, pero todos continúan hablando, esta vez un debate sobre
quien debería ligarse las trompas y quien debería hacerse la vasectomía, y no
notan tu ruido. Piensan que estoy bromeando cuando digo que me haría la
vasectomía, pero no he estado concentrada.

De repente todo se calla afuera. No me puedo concentrar y empiezo a


sentirme agitada, nerviosa de que te oirán, de que los chicos querrán salir a
verte, a mofarse de ti o a ayudarte, y arruinar este asunto privado que tengo
contigo. Sé que esto es raro. Es todo lo que tengo y solo yo puedo entender
verdaderamente lo que pasa contigo en la noche. No quiero tener que
explicarlo.

Quito los platos del postre, mis amigos están hablando y riendo, la atmósfera
está genial y Tristan sigue durmiendo en el sillón, achicharrado junto a la
chimenea. Caroline me ayuda y pasamos unos minutos más en la cocina
mientras me satura de las cosas que ella y su nuevo novio han estado
haciendo. Debería estar impactada por lo que escucho, ella quiere que esté
impactada, pero no me puedo concentrar, sigo pensando en ti afuera. Y la llave
está a mi lado en el mostrador, todavía palpitante. Cuando Caroline sale para
ir al baño, hago mi huida, tomo la carta y la llave, me pongo mi abrigo y salgo
sin que nadie lo note.

Mientras cruzo la calle te veo sentado en la mesa. Son las 11 p.m. Temprano
para que regreses a casa. Estás comiendo de una bolsa de McDonald. Me
observas cruzar la calle y me siento cohibida. Envuelvo mis brazos alrededor
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de mi cuerpo, fingiendo tener más frío del que siento con el alcohol
manteniéndome caliente. Me detengo en la mesa.
—Hola —digo.

Me miras, con cara de sueño. Nunca te he visto sobrio, de cerca. Tampoco te


he visto ebrio; estabas intermedio cuando nos conocimos la otra mañana, por
lo que no estoy segura exactamente de en cual estado te encuentras, pero
estás sentado afuera comiendo un McDonald’s a las once de la noche en un
clima de tres grados, un fuerte olor a alcohol en el aire, por lo que no puedes
estar en tu sano juicio completamente.

—Hola —dices.

Es un buen comienzo.

—El Dr. Jameson me pidió que te diera esto. ―Extiendo el sobre.

Lo agarras, lo observas y lo colocas en la mesa.

—¿El Dr. J está lejos?

—Dijo que su sobrino lo invitó a España.

—¿Lo hizo? —Tu cara se ilumina—. Ya era hora.

Esto me sorprende, no sabía que tú y el Dr. Jameson eran cercanos. No es que


tu respuesta aluda que sean cercanos, pero si insinúa algún tipo de relación.

—Sabes, la esposa del Dr. J murió hace quince años, no tuvieron hijos, su
hermano y su esposa fallecieron, la única familia que tiene es ese sobrino y
nunca visita o invita al Dr. J para nada ―dices, claramente molesto por esto,
entonces eructas—. Discúlpame.

—Oh. —Es todo lo que sé decir.

Me miras.
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—¿Vives cruzando la calle?

Estoy confundida. No puedo decir si estas fingiendo que nunca nos hemos
conocido o si verdaderamente no te acuerdas. Trato de entenderte.
—Oh sí. En el número tres, ¿no?

—Sí —digo finalmente.

—Soy Matt. —Y me ofreces la mano.

No estoy segura de si se trata de un nuevo comienzo; podría ser una trampa,


en cuyo caso quitarás la mano y me sacarás la lengua en cuanto me acerque a
ti. Cualquiera que sea tu motivo, si olvidaste mi rudeza de hace unos días, esta
es una nueva oportunidad para mí de hacer lo que debería haber hecho.

—Jasmine —digo y estiro el brazo para tomar tu mano.

No es tanto como estrechar la mano con el diablo como pensé. Tu mano está
helada y tu piel áspera, como si estuviese agrietada por el frío de invierno.

—También me dio una llave de tu casa, tu esposa hizo copias para él y para mí.
—La extiendo hacia ti.

La miras con cautela.

—No tengo que quedarme la llave si tú no quieres.

—¿Por qué no querría?

—No sé. No me conoces. De todas maneras, aquí esta. Puedes entrar y


conservarla si quieres.

Miras la llave

—Es mejor que la conserves.

Continuas mirándome y eso me hace sentir incómoda. No estoy segura de qué


hacer, claramente no tienes intención de moverte, por lo que voy a tu puerta
delantera y la abro.
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—¿Estás dando una fiesta? —preguntas, mirando los coches aparcados al


frente.
—Solo una cena.

Entonces me siento mal. Estás comiendo de una bolsa de McDonald, ¿se


supone que te invite a entrar? No, somos extraños, y has sido el enemigo
desde que era una adolescente; no te puedo invitar a pasar.

—¿Qué estás haciendo en tu jardín?

—Colocando césped.

—¿Por qué?

Me río a la ligera.

—Buena pregunta.

Tomas el sobre.

—¿Leerás esto para mí?

—No.

—¿Por qué no?

—¿Por qué no lo lees tú?

—Apenas puedo ver bien.

Pero no pareces estar tan borracho y tu habla está bien.

—Y dejé mis lentes adentro —Agregas.

—No. —Cruzo los brazos y me echo para atrás—. Es privado.

—¿Cómo sabes que es privado?

—Es para ti.


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—Podría ser una cosa de vecinos. El Dr. J siempre organiza algo. Una barbacoa.

—¿En enero?
—Una recepción con bebidas sobre el reciclaje entonces. ―Te gusta eso y te
ríes entre dientes. Puedo oír los cigarros en tu pecho, una ruidosa y pesada
risa.

—Dijo que era de tu esposa.

En ciertos ángulos veo tu hermosura. Es la manera de ladear la cabeza cuando


estás pensando, o tal vez es la luz de luna, pero sea lo que sea tú tienes
momentos cuando te transformas. Ojos azules, cabello rubio fresa, nariz de
botón. O quizás es el aspecto que tienes siempre y mi repulsión por ti no me
deja verlo.

Pones el sobre en la mesa y con un dedo lo empujas hacia mí

—Léelo.

Lo recojo y lo miro. Le doy un par de vueltas.

—No puedo. Lo siento. —Lo pongo en la mesa. Ves el sobre y no dices nada—
. Buenas noches.

Vuelvo a mi casa, directa al sonido estridente de la risa de mis amigos, me quito


el abrigo. Tristan sigue dormido en el sillón. No creo que alguien haya notado
incluso que me había ido. Me uno a la mesa con otra botella de vino y me
siento por un momento antes de levantarme para abrir las cortinas un poco.
Sigues en la mesa, miras hacia arriba y me ves, entonces te paras y entras a la
casa, cierras la puerta detrás de ti. Todavía puedo ver el sobre blanco sobre la
mesa, brillando bajo la luz de la luna.

Comienza una ligera lluvia.

Miro el sobre mientras la lluvia se hace más fuerte. No me puedo concentrar.


Ahora Rachel está hablando sobre algo, todos la están escuchando, sus ojos
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están llenos, sé que es importante, es sobre su papá que está enfermo, acaban
de descubrir que tiene cáncer, pero no me puedo concentrar. Sigo mirando
por la ventana al sobre mientras la lluvia sigue aumentando. El esposo de
Rachel alcanza su mano para ayudarla a continuar. Balbuceo algo sobre
conseguirle un pañuelo, luego salgo sin mi abrigo, corro a través de la calle y
tomo el sobre.

No te conozco y no te lo debo, pero sé que todos tenemos un botón de


autodestrucción y no te puedo dejar hacer eso. No en mi guardia.

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Johnny y Eddie por fin terminan de excavar en mi pavimento una semana
después de lo prometido, citando tantas excusas y problemas técnicos que no
sé por dónde empezar a discutir con ellos, pero al menos cien metros
cuadrados han sido despejados para colocar el césped y el resto de mi jardín
aún es mi adorado pavimento. Mi papá me dijo que me quedara con las piedras
rotas que extrajeron del suelo ya que piensa que tienen valor, por lo que las
tengo en un pequeño cubo de basura en mi entrada de autos. Sus creencias
son justificadas por la repentina ansia de Johnny de ayudar a “deshacerse” de
ellas por mí. Trato de pensar en maneras de poder usarlas, pero no tengo idea
y sospecho que probablemente las tiraré.

Papa y Leilah nos invitaron a mí y a Heather a almorzar el jueves. Los lunes


Heather trabaja en un restaurante, limpiando las mesas y llenando el
lavavajillas; los miércoles en el cine, acompañando a la gente a sus asientos y
limpiando las palomitas de maíz y el lio cuando acaba la función, y los viernes
en la oficina del notario local haciendo los correos, triturando papeles y
fotocopiando. Ella ama todos sus trabajos. En las mañanas de los sábados
asiste a sus clases de teatro y música, y los martes va a un día de servicio donde
pasa un rato con sus amigos. Solo deja los jueves y domingos para nosotros y
mi horario de trabajo solía hacer que los domingos fueran nuestro día. Ha sido
de esa manera los últimos diez años. Iría hasta el fin del mundo con tal de
evitar perderme ese día con ella. Nuestras actividades cambian, algunas veces
tiene objetivos muy específicos en su cabeza, otras veces está tranquila y me
deja a mí tomar la decisión. Vamos mucho al cine: ama las animaciones y se
sabe cada palabra de La Sirenita. Algunas veces todo lo que quiere hacer es
sentarse en frente de la televisión y que la veamos una y otra vez. Esta Navidad
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le regalé un viaje a ver Disney sobre Hielo. Dedicaron el primer acto completo
a La Sirenita y nunca he visto Heather tan quieta, tan completamente
concentrada en algo durante toda mi vida. Fue hermoso, y estar con ella
siempre es hermoso. Cuando Úrsula, la Bruja del Mar, entró a escena, un
enorme pulpo inflable se deslizo por el hielo y había una música tenebrosa y
ruidosos chasquidos. Muchos niños empezaron a llorar y estaba preocupada
de que Heather tuviera miedo, pero tomó mi mano, me dio un apretón y me
susurró: Todo estará bien, Jasmine, y supe que estaba tranquilizándome,
estaba preocupada de que yo me asustara. Ella es mi hermana mayor y está
protegiéndome constantemente, incluso cuando pienso que la estoy
protegiendo. Cuando el show se acabó, las luces se encendieron, fue revelado
todo el lío de palomitas de maíz y granizadas y toda la magia se fue, me miró,
con sus manos en el pecho donde está su corazón, sus enormes ojos llenos de
lágrimas detrás de sus gruesos lentes y dijo: Estoy conmovida, Jasmine, tan
conmovida.

La amo, amo todo de ella. Lo único que cambiaría de ella es el malestar que a
menudo siente debido a su hipotiroidismo que se manifiesta algunas veces en
fatiga, aletargamiento e irritabilidad. La observaría como un halcón, pero no
me deja. Después de años de tratar de enseñarle de maneras que pudiese
entender, lo que finalmente aprendí sobre mi hermana es que Heather
siempre fue y siempre será la maestra y que yo soy su estudiante. Su habla a
veces no es clara, aunque puedo por lo general entenderla, tiene dificultades
con sus habilidades motoras y su oído, pero Heather puede decirte el nombre
de cada uno de los personajes de cada una de las películas de Disney, y los
cantantes y escritores de cada canción. Ama la música. Tiene una enorme
colección de vinilos; a pesar de que trato de introducirla a los iPods e iPads, es
una chica de la vieja escuela en su corazón y prefiere sus grabaciones. Puede
decirte el nombre de los músicos que tocan los instrumentos y quién produjo
e hizo los arreglos de cada canción. Lee la pequeña etiqueta de cada álbum y
dice la información instantáneamente. Cuando vi que tenía un apetito por
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esto, lo alimenté y continúo alimentándolo al comprarle música y llevarla a


conciertos. Cuando tenía catorce años, llevé a Heather a una cita de juegos con
un pequeño niño llamado Eddie, tenía Síndrome de Down. Eddie también
amaba la música, especialmente la canción “Blue Suede Shoes” de Elvis.
Cuando hablé con su hermana me enteré de que, ya que le encanta esa
canción, lo dejan escucharla todo el día, lo cual molestaba a todos en la casa.
Pero ninguno podía haber estado tan molesto como lo estaba yo, me hizo
enfurecer que hubieran fallado en darse cuenta que el niño tenía un amor por
la música, no sólo por esa canción. No lo estaban ayudando a sacar lo mejor
de sí mismo. Cuando Heather comparte su conocimiento, la gente siempre se
sorprende e impresiona. Y, ¿qué es lo que sucede cuando ella ve que están
impresionados? Como todos nosotros, florece.

La cosa más admirable y casi mágica de Heather es su visión de la gente, más


específico el conocimiento de la percepción que tienen de ella. Veo las
opiniones sobre ella reflejadas en su propio comportamiento. Puede leer a los
extraños como ninguna otra persona que he conocido en mi vida. Cuando
habla con alguien que la ve con lástima o que quiere alejarse de ella, se encoge,
casi desaparece, se vuelve una persona con Síndrome de Down porque sabe
que es todo lo que ven de ella. Cuando está en compañía de alguien a quien
no le interesa el Síndrome de Down, como los niños, antes de que aprendan a
molestar, o alguien que tiene experiencia con la condición, brilla por completo,
florece, se convierte en Heather, la persona. A menudo siente las cosas antes
que yo, y he aprendido a entender a los extraños o al menos sus opiniones
sobre ella a través de Heather. Tiene la habilidad de ir directo a la verdad. Esto
es algo que muchos niños poseen, pero tal vez lo perdemos mientras
crecemos. Heather, por otro lado, lo ha perfeccionado con la edad y como
resultado, su sentido del bien y del mal están bien afinados.

Llevo a Heather a donde viven Papá, Leilah y Zara en un departamento de tres


cuartos en Sutton Castle. Construido en 1880 por la familia Jameson (que yo
sepa no hay relación con el Dr. Jameson) es una ubicación prestigiosa de siete
acres de paisajes de jardines con una vista a Dublin Bay. El castillo era un hotel
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donde con frecuencia comíamos los domingos como familia; fue amueblado
de nuevo durante el periodo del boom y la casa principal fue dividida en siete
apartamentos. Es un hogar impresionante, hermosamente conservado por
Leilah con su estilo bohemio. A los treinta y cinco, Leilah tiene casi la misma
edad que Heather y yo, y sin embargo, parece tan lejos de convertirse en una
especie de amiga para mí. Es una mujer joven que se casó con mi papá y por
eso siempre me preguntaré qué está mal en ella. No tengo ningún problema
real con Leilah, pero en la distancia es mi amiga y es donde la mantengo. Por
el contrario, Heather la acogió inmediatamente, tomó su mano la primera vez
que se vieron y Leilah se ruborizó. Fue un acto que ni Leilah ni papá sabían que
era el mayor cumplido jamás dado. Heather descifró de manera correcta mis
sentimientos hacia Leilah y, aunque nunca lo hemos discutido, intenta
encontrar cosas que Leilah y yo tenemos en común, como una mamá
intentando ayudar a que dos niñitas se hagan amigas en una fiesta. Es adorable
y dulce, y eso me encanta de ella. Sin embargo las dos le seguimos la corriente
por el bien de Heather, eso extrañamente es suficiente para ayudar a
comunicarnos.

Zara abre la puerta vestida como pirata. Golpea el aire frente a nosotras con
un garfio de plástico que sostiene en su mano y grita:

—Arrrrrgh, ¡amiguitas!

Siento que Heather se dobla a mi lado. Heather aprecia a Zara, pero es un poco
inestable. A sus tres años, Zara puede ser temperamental. Sus protestas
ruidosas, el llanto repentino y explosivo o incluso su extrema hiperactividad
pueden inquietar mucho a Heather.

—Bueno, arrrrrgh para ti. —Me agacho para abrazarla, luchando con sus
protestas de pirata y sus amenazas de caminar por la plancha y termina en el
suelo con ella montándose a horcajadas sobre mí, la punta del garfio puesta
en mi cuello. Heather nos esquiva rápidamente, camina silenciosamente por
el pasillo y se dirige a la sala.
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Zara presiona el garfio de plástico contra mi piel y acerca su cara a la mía.


—Si ves a ese Peter Pan, dile que lo estoy buscando… a él y a esa hadita que
está con él. —Me mira de manera desagradable, después brinca y corre por el
pasillo.

Me quedo sola tumbada en el suelo, riendo.

En esta ocasión he traído un set de hacer brazaletes para Heather y ella se


instala en la mesa para concentrarse en deslizar las cuentas en el cordel. Zara
está entusiasmada por jugar también, y aunque le digamos con calma que no
es un juguete, que es de Heather, que Zara debe jugar con sus propios
juguetes, y el nuevo set de veterinaria que le traje, tiene una crisis, lo que hace
que Heather se ponga extremadamente tensa. La puedo ver encoger los
hombros mientras se concentra para ensartar las cuentas, sus mejillas
volviéndose más coloradas conforme el llanto de Zara se vuelve más ruidoso.
La voz de Leilah es tranquila y firme y saca a Zara del cuarto. Me quedo junto
a Heather, mi codo apoyado en la mesa para mantener la cabeza apoyada y la
miro atentamente.

—¿Qué estás haciendo, Jasmine? —me pregunta.

—Observándote.

Sonríe.

—¿Por qué me estás observando, Jasmine?

—Porque eres hermosa —le contesto, y ella sonríe tímidamente y sacude la


cabeza.

—¡Jasmine!

Río y continúo observándola. Suelta una risita sofocada, pero al final


desaparece en la zona de concentración de la creación de brazaletes. Zara
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regresa al cuarto en silencio, el parche de ojo se rompió para dejar ver dos ojos
rojos y tristes. Con una chupeta en la mano, se sienta en una esquina del cuarto
y juega con su nuevo set de veterinaria que le compré, hablándose a sí misma
con oraciones mal construidas con palabras aleatorias que aclara que las ha
escuchado de nosotros. Heather la observa rápidamente y se concentra en el
adorno de cuentas. Es una compañía sencilla durante veinte minutos, mientras
las dos niñas se concentran, mientras Leilah prepara la comida. No estoy
siendo floja, ambas sabemos que es mejor que me quede en la habitación con
Zara y Heather por si surgen más conflictos.

El olor a ajo flota desde la cocina, mientras Leilah masajea la mantequilla y el


ajo en el cordero. Corta romero del jardín de hierbas del balcón y, después de
enjuagarlo, hace rápidos cortecitos en la carne e introduce el romero. Mi papá
no está en casa, está jugando golf y regresará a la hora de la comida, así que
pongo Enredados, la única película que Zara cede a ver y me instalo en el sillón
durante una lenta hora. Me despierto al sentir pequeños besos de mariposa
en la cara. Heather me sonríe, y tan solo verla es la manera más hermosa de
despertar.

—Papá está aquí, Jasmine —dice.

Estoy aturdida, sin zapatos y el vestido enredado en la cintura, y quién sigue a


Papá hacia la sala es Ted Clifford. Ted mide más de 1.80 metros y es fornido.
Llena el marco de la puerta, y siento que Heather se congela a mi lado, su
cuerpo se pone tenso. De hecho, todos se ponen tensos, incluso Leilah y su
apariencia de serenidad se cae un instante para mostrar que no tenía idea de
que Ted venía de visita.

—Ted —dice, sin ocultar su sorpresa— Bienvenido.

—Hola, Leilah —dice y le da un beso húmedo y un abrazo excesivamente


familiar—. Espero que no te moleste que invada tu comida, pero Peter perdió
en el golf, ¡lo que significa que me tenía que invitar! —Se ríe a carcajadas muy
fuerte.
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Leilah sonríe, pero puedo ver el verdadero significado detrás, la tensión


alrededor de la boca, las señales de precaución en sus ojos. Eso molesta un
poco a papá.
—Esta debe ser la pequeña Zara —dice Ted, mirando a Zara. Desde su posición
en el suelo ella está mirando hacia arriba como si fuera el gigante de Jack y las
habichuelas mágicas. Se gira a mirar a Leilah con incertidumbre, una expresión
insegura de risa y llanto en su rostro, pero Ted ignora las señales y la levanta
en sus brazos para plantarle un gran beso en el rostro. Leilah toma
diplomáticamente a Zara de sus brazos, Zara envuelve sus piernas con fuerza
alrededor de la cintura de Leilah y entierra la cabeza en su cuello para
esconderse del gigante. Todo este tiempo Papá está sonriendo, todo este
tiempo estoy furiosa porque no es coincidencia: Ted y yo en el mismo cuarto
apenas dos semanas después de que Papá planteara el asunto de pedirle que
me buscara trabajo. Leilah trabaja dos medias jornadas a la semana para poder
pasar las tardes con Zara, Papá está jubilado, yo desempleada, Heather tiene
el día libre hoy: tiene sentido para todos nosotros estar almorzando juntos un
jueves, pero no tiene ningún sentido que Ted esté aquí. Debería estar
trabajando. En lugar de eso, está aquí para hablar conmigo. Siento la furia
creciendo dentro de mí y apenas puedo mirar a Papá a los ojos.

—Ya conoces a mi hija Jasmine —dice, levantando su mano para señalarme.

Ted me echa un vistazo y comenta sobre lo mucho que he crecido desde la


última vez que nos vimos. Ted tiene sesenta y cinco años, no es excusa para
tratar a una mujer de la mitad de su edad como si acabara de entrar a la
pubertad y todo fuera por su beneficio. Está claro que no está sorprendido de
que esté ahí. O estoy paranoica o en lo correcto respecto a esto. Nos
estrechamos las manos e intento que se quede así, pero me atrae para darme
un beso húmedo que me encuentro limpiando de mi mejilla inmediatamente.
Leilah me mira con empatía.

—Y ella es Heather —dice Papá.

Como a un lado. No ella es mi hija Heather, no la señala con el brazo, no hay


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un gran gesto. Soy sensible cuando se trata de Heather, mucho; creo que
queda claro por cómo te trato a ti, así que no siempre sé si lo que siento acerca
del trato de las otras personas hacia ella es real o intensificado o simplemente
un caso de proyectar mis miedos. Probablemente, ante mis ojos, todos
cometerán errores cuando se trate de ella. Sin embargo, siento que en treinta
y cuatro años Papá ha hecho muy poco para superar la vergüenza que siente
cuando presenta a Heather a extraños, especialmente a la gente que admira,
gente como Ted ante la que siempre ha tenido un raro apego de escolar,
intentando complacerlo constantemente, vender su empresa y a la final
malvenderla, porque era Ted y no quería que pensara que no es genial. No es
necesariamente que esté avergonzado de Heather, ya que él no tiene el
corazón de hielo, pero es consciente del hecho de que algunos se sienten
incómodos alrededor de Heather. Se ocupa de ello al prestarle la menor
atención posible a ella, haciéndole tan poco caso como se pueda, restándole
importancia a todo, como si fuese a hacer sentir mejor a los demás. Por
supuesto, su aparente falta de atención a su hija tiene el efecto opuesto. Lo he
sacado a flote muchas veces con él, pero cree que soy muy emocional e
irracional acerca de todo el asunto.

—Ah —dice Ted, mirando a Heather de una manera que no me gusta—. ¡Hola!
—dice con una voz inusual—. Bueno, no puedo dejarte fuera, ¿verdad? —dice
y extiende su mano para estrecharla con la de ella.

Este es un movimiento arriesgado.

Como estudiante de Heather he aprendido que todos los individuos, sin


importar sus discapacidades, son seres sexuales. Asegurando que Heather,
cuyo desarrollo físico supera su desarrollo emocional, entiende los aspectos
físicos y, más en particular, psicológicos de la sexualidad, siempre ha sido una
preocupación para mí. Es una lección continua, ahora más que nunca, cuando
anhela un novio. Lo último que quiero es que sea rechazada o ridiculizada,
mucho menos que abusen de ella.

Para lidiar con esto, desde que somos pequeñas aprendimos el concepto de
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los Círculos, un sistema que ayuda a categorizar los diferentes niveles de


relación personal e intimidad física. La razón por la que me preocupa alguien
como Ted es porque tiene una opinión equivocada de la intimidad, viendo
cómo ha besado y levantado a una niña de tres años, apretó a una mujer
casada, me observó de arriba abajo y ahora no quiere que Heather se sienta
apartada. Creo que esta es una de esas veces en las que Heather estaría más
que feliz de ser dejada fuera.

El Círculo privado púrpura representa al individuo, en este caso Heather. El


Círculo azul del abrazo viene a continuación. Representa a quienes están más
cercanos a la persona del círculo púrpura, tanto física como emocionalmente,
y es en donde los abrazos son la pauta, este círculo nos incluye a mí, a Papá, a
Zara y a Leilah. Después viene el Círculo verde de los abrazos lejanos. Los
amigos cercanos y los otros miembros de la familia están asignados a este
círculo. Algunas veces, los amigos querrán ser más cercanos que esto, pero
Heather debe decirles exactamente dónde se encuentran. Después viene el
Círculo amarillo de los apretones de mano, para amigos y conocidos cuyos
nombres se conocen, seguido del Círculo naranja de los saludos para los
demás, conocidos más lejanos, como niños que quieren abrazar y darle besos
a Heather, pero ella sabe que no debe, que tiene que saludarlos con la mano
únicamente. Ningún tipo de contacto físico o emocional está involucrado en
este nivel de intimidad. Finalmente está el Círculo rojo de los extraños. Ningún
contacto físico ni conversación se intercambia con la gente de esta categoría,
a menos que esta persona esté identificada por una placa o uniforme. Si
alguien intenta tocar a Heather cuando ella no quiere, debe decir “alto”.
Algunas personas permanecen como extrañas para siempre.

Heather y yo somos firmes en mantener esto, sin importar lo incómoda que se


sienta la gente. Si bien papá sabe que el código existe, fue mamá la que nos lo
enseñó. Él nunca se involucró en este tipo de cosas.

Veo a Heather mirar confundida su mano extendida. Sé que sabe qué hacer,
pero me ve en busca de apoyo.
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—Naranja, Heather. —Aunque personalmente preferiría dejarlo en la zona


roja.
Heather asiente con la cabeza, se gira hacia él y saluda con la mano.

—¿Sólo un saludo con la mano para mí? —pregunta, como si le estuviese


hablando a un niño y no a una mujer de treinta y cuatro años.

Se acerca más y estoy a punto de ponerme enfrente de él y decirle que se


detenga cuando Heather levanta la mano.

—Alto, no estás en el Círculo azul de abrazos.

Pero Ted no la toma en serio. Se ríe entre dientes por lo que dice, sin darle
ninguna consideración, y envuelve los brazos alrededor de ella en un abrazo
de oso. De inmediato Heather comienza a gritar y yo tiro de sus brazos para
alejarlo de ella.

—¡Jasmine! —dice Papá, cuando me ve intentando apartar los brazos de Ted


de ella. Leilah regaña a Papá. Zara empieza a llorar y Heather está gritando,
como loca.

Ted se aparta, levanta las manos en el aire como si fuera la víctima de un asalto
y dice:

—De acuerdo, de acuerdo, solo estaba siendo amigable. —Por encima de todo
el ruido.

Papá está disculpándose con Ted, tratando de llevarlo a sentarse en la mesa,


gritándole a Leilah que le lleve una bebida y lo haga sentirse cómodo, pero
Leilah no está escuchando.

—¿Estás bien, Heather? —Leilah está a mi lado.

Heather aún está gritando, acurrucada en mis brazos, y sé que lo mejor para
nosotras es irnos. No querrá sentarse en la mesa a cenar con él aquí, después
de que rompió una regla bastante seria para ella.
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—No hay necesidad de exagerar —dice Papá mientras nos sigue por el
corredor. Heather está escondiendo la cabeza en mi pecho, abrazándome;
quisiera que Papá se callara. Me está hablando a mí, pero ella podría pensar
que se está dirigiendo a ella.

—Papá, ella le dijo que no.

—Sólo fue un abrazo, por el amor de Dios.

Me muerdo la lengua. Ni siquiera sé por dónde empezar a regañarlo, pero


antes de que pueda decir una palabra, estalla.

—Es la última vez que pasa esto. No vamos a hacer esto más. He tenido
suficiente —dice, con una furia saliendo de él de una manera que no había
visto en años—. ¡No más de esto! —Nos señala a Heather y a mí, y después a
la mesa del comedor, como si este episodio completo hubiese pasado antes y
fuera nuestra culpa.

—Ninguna excusa —le contesto y dejo el departamento.

Ofrezco llevar a Heather a mi casa, para que se quede a dormir ahí, pero dice
que no, dándole a mi cara una palmadita maternal antes de salir del carro,
como si estuviese lamentando que todo esto hubiese sido demasiado para mí.
Es más feliz cuando está en su casa, rodeada de sus cosas.

Yo, por el contrario, regreso a casa sola.

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Estoy decepcionada de que Heather no pasara la noche conmigo por una serie
de razones: Primero, porque me gusta su compañía, segundo, porque quiero
asegurarme de que se encuentra bien después del incidente en lo de papá; y
tercero, porque habría sido una gran excusa para cancelar la temida reunión
con mi primo Kevin, que va a tener lugar mañana. O tal vez incluso la lleve a
ver a Kevin conmigo, pero Heather está demasiado ocupada con su trabajo del
viernes en la Procuraduría.

Nuestro encuentro está planeado para el mediodía en el Starbucks de Dame


Street al lado del Museo de Cera. Muchos turistas, nada íntimo. Seré capaz de
irme cuando quiera.

En el fondo sé que todo irá bien. Se disculpará por sus veintidós años de
egoísmo, me dirá cómo siempre se ha sentido perdido y solo, un marginado
que usó la fuerza y el miedo como una forma de mantener el control sobre una
vida que sintió que estaba fuera de control. Me dirá que ha hecho una
búsqueda espiritual en sus viajes, llevaba un diario, comenzó una novela, o tal
vez se volverá todo “pies peludos y sandalias22” y se convertirá en poeta. Por
otro lado, quizás terminó trabajando en un banco. Probablemente conoció a
una mujer, o un hombre tal vez, quién sabe, y ahora que está contento con
quien es, es capaz de hacer frente a quién era y disculparse por el incidente de
hace tantos años. Sé que el hielo se derretirá rápidamente y podemos forjar
algo, riendo de cómo atamos a su hermano Michael a un árbol, bailamos a su
alrededor vestidos como indios y accidentalmente disparamos una flecha a su
pierna; o cómo robamos la ropa de Fiona mientras estaba nadando desnuda y
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la pusimos sobre las rocas para que se viera obligada a subir a por ellas,
descalza y con el trasero desnudo. Podría mencionar la charla entera sobre

22
Se refiere a que se volverá hippie.
“Vas a morir Jasmine” que cambió el curso de mi pensamiento para siempre,
y tal vez llegue tan lejos como para mencionar a Santa Claus.

Cuando lo veo, me sorprende su aspecto. No sé qué estoy esperando, pero no


es lo que estoy viendo. Tiene treinta y ocho años por lo que debería haberme
preparado para eso. Verlo me hace sentir vieja; somos adultos ahora. De
repente todo desaparece y siento un cariño hacia él. Mi primo. Tantos
recuerdos vienen y me inundan, muchos con mi madre en ellos, y estoy
anonadada por cómo supero lo que siento. Ha sido un largo tiempo desde que
sentí ese anhelo por mi mamá; siento que me deja sin aliento, perdida y como
una niña de nuevo, como si estuviera buscando algo que está más allá de mi
alcance. Durante un tiempo su olor se quedó en casa y me envolvía en su cama
en un esfuerzo por estar cerca de ella; otras veces sentía el olor de su perfume
en otra persona y me detenía a medio paso, casi hipnotizada como si fuese
transportada y encerrada en un vívido recuerdo de ella. Pero eso sucedía cada
vez menos con el pasar de los años. Todo lo que solía recordarme a ella, todo
lo que veía y escuchaba; restaurantes, tiendas, caminos que habíamos
recorrido, autobuses donde nos habíamos sentado, parques, canciones en la
radio, frases escuchadas en conversaciones de paso, absolutamente todo
relacionado con ella de alguna manera. Pero por supuesto que lo hacía, murió
cuando yo era joven, cuando aún era el centro de mi mundo, antes de que
hubiera tenido la oportunidad de empezar a hacer una vida por mí misma.
Mientras me quedara en la misma ciudad en donde todos esos recuerdos
fueron hechos, creí que nunca los perdería. Cada vez que la necesitara, una
dosis de mi mamá, volvería a esos sitios, con la esperanza de traerla de vuelta,
convocar su energía, en su lugar, el hecho de ir de nuevo creaba nuevos
recuerdos, y cada vez que fuera se añadiría otra capa sobre su memoria, hasta
que al final la enterraría por completo y todos esos lugares dejarían de ser de
mi pasado con ella y se convertirían en mi presente. Es raro, doce años
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después, me llama la atención de esta forma, y sé que es por su culpa, porque


no lo he visto desde que ella falleció, así que todo lo que puedo vincular con él
está conectado a ella. Él levanta la vista, me ve y sonríe. Me siento bien. Será
agradable, nostálgico. Inmediatamente me siento culpable por estar en
Starbucks y me pregunto si debería mover nuestra reunión a un restaurante
cercano.

Ha encontrado una pequeña mesa, con dos sillas donde debemos sentarnos
diagonalmente para evitar que nuestras rodillas se toquen. Tenía la esperanza
de llegar de primera para agarrar dos sillones bien lejos el uno del otro. Me da
un fuerte abrazo, uno largo. Su cabello está escaseando, tiene arrugas
alrededor de los ojos, creo que es la única persona que he pasado tanto tiempo
sin ver. Es un gran salto para el cerebro y es extrañamente desconcertante.

―Vaya ―digo cuando me siento y miro una cara familiar asomándose hacia
mí desde detrás de una rara máscara. No sé por dónde empezar.

―No has cambiado. ―Sonríe―. Todavía tienes el cabello rojo.

―Sí. ―Me río.

―Y esos ojos. ―Me mira fijamente, niega con la cabeza y se ríe.

―Eh. Sí. Decidí quedarme con los ojos. ―Me río. Nerviosamente―. Así que…
―Un largo silencio mientras nos miramos el uno al otro. Está sonriente y sigue
sacudiendo la cabeza como si no lo pudiera creer. Lo entiendo, pero ya es
suficiente, sigamos adelante. Una vez más me alegra que no eligiéramos una
cita real para almorzar.

―¿Café? ―digo, y brinca.

Le doy un vistazo mientras pide en el mostrador. Cordones marrones, jersey


con cuello en “V”, camisa, muy conservador, no es exactamente la última
tendencia pero respetable, responsable, muy lejos del busca pleitos de pelo
largo y pantalones vaqueros rasgados.
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Cuando se sienta, comienzan las preguntas de rutina. Trabajos, vida, ¿Cuánto


tiempo llevas aquí?, ¿sigues en contacto con Sandy?, ¿todavía ves a Liam?, ¿te
acuerdas de Elizabeth? Quién se casó con quién, quién tiene hijos con quién,
quién dejó a quién. Cómo la tía Jennifer está tan feliz de que haya regresado.
Sabía que no debería haberlo dicho tan pronto como lo hice. Fue algo bastante
simple, pero debería haberlo mantenido más ligero, más vago, carente de
cualquier cosa relacionada con el tema. Mencionando a su madre “adoptiva”
que él no había visitado durante más de diez años, aunque ella le había
visitado, no era territorio seguro. Me pateo a mí misma. Su postura cambia.

―Está feliz de tenerme de vuelta aquí, por supuesto, pero está encontrando
las circunstancias duras. Estoy de regreso para buscar a mis padres biológicos
―dice, sus manos ahuecadas alrededor de la enorme taza de café. Está
mirando hacia abajo, todo lo que puedo ver son sus largas y negras pestañas,
y cuando alza la vista reconozco esos perdidos, confundidos y torturados ojos
de cachorro. Él sigue buscando, aunque parece menos enojado, la mirada
rencorosa se ha ido. Hablamos de la búsqueda de su madre biológica un poco
más, acerca de su sentido de identidad perdido por mucho tiempo, de su
incapacidad para establecerse y tener sus propios hijos sin entender su propio
linaje, de no ser capaz de establecer una relación, de sentirse atado a otra
persona, a otro lugar todo este tiempo. Espero estar tranquilizándolo. Y
entonces llegamos al momento incómodo.

―Lo que dije en el columpio… ―Comienza, como si fuera hace cinco minutos
atrás y no dieciséis años―. Fue un error de mi parte hacer lo que hice. Era
joven, estaba tan confundido, te asusté, lo sé, y lo siento. Me fui y traté de
averiguarlo, de verdad traté de averiguarlo todo, me decía a mí mismo que
debía haber confundido nuestra amistad. Siempre teníamos tanto en común,
siempre sentía que me entendías. Todo el asunto contigo y tu papá... —Lo que
me confunde de nuevo, porque no había nada entre papá y yo, pero no
importa—. Me fui y traté de olvidarte, pero cuando me fui, todas las otras
mujeres... —Y se pone incómodo durante un tiempo mientras escucho acerca
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de su larga lista de conquistas con quienes no se siente en paz y de pronto,


¡BAM!—. No podía dejar de pensar en ti. Todo el tiempo, mi mente seguía
volviendo a ti. Pero sabía lo que sentías por mí. Lo que toda la familia sentía
por mí. Es por eso que no podía volver. Pero ahora... Jasmine, no he cambiado
de opinión en absoluto desde ese momento en el columpio. Estoy
completamente enamorado de ti.

Por lo general soy una persona emocionalmente estable. Siento que hago
frente bien a las cosas. No soy dramática, soy racional, razono las cosas
relativamente bien. Pero esto... no puedo. No ahora, en medio de mis propios
asuntos. Pido disculpas, me pongo de pie y me despido.

Cuando llego a casa más tarde, encuentro al paisajista empacando en su


camioneta. Aunque los días se están poco a poco extendiendo más, el cielo
está negro de nuevo. El nuevo césped está todavía en rollos, amontonados en
la farola de mi entrada.

―¿Qué está haciendo? ―le pregunto.

Él puede oír el filo de mi voz, parece un poco azorado.

―Dijo que el césped estaría terminado hoy ―digo

―La tierra me llevó más tiempo para prepararla de lo que pensé. Tendré que
volver el lunes.

―¿El lunes? Me dijo que trabaja los fines de semana. ¿Por qué no puede venir
mañana?

―Otro trabajo, me temo.


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―Otro trabajo ―digo en un siseo molesto―. ¿Por qué la gente no termina un
trabajo antes de iniciar otro? ―No responde a esto, así que suspiro―. Creí que
se suponía el césped es colocado el mismo día de la entrega.

―Están almacenados en un área sombreada, ninguna helada se espera este


fin de semana. Está en perfectas condiciones. ―Mira el césped en un largo
silencio como si esperando que hablara por su cuenta. Se encoge de
hombros―. Si realmente lo necesita, puede abrir los rollos y regarlos.

―¿Regarlos? No ha parado de llover en una semana.

―Bien entonces. ―Se encoge de hombros de nuevo―. Debería estar bien.

―Y si no lo están, usted pagará por ellos.

Lo veo irse. Me paro en mi jardín, con las manos en las caderas, me lo quedo
mirando como si mi mirada sola lo hiciera regresar y terminar el trabajo. No lo
hace. Inspecciono la pila de césped junto a mí. Mañana es el primer día del
mes de febrero. Casi tres semanas esperando por este jardín cuando podría
haber utilizado el dinero para irme de vacaciones, y sentarme en el césped
verde de otra persona.

Dejas tu casa, me saludas. Te ignoro porque estoy enojada contigo de nuevo,


estoy enojada con todo el mundo y siempre eres el primero en mi lista,
siempre sentirás mi ira. Subes a tu Jeep y te alejas. El Dr. Jameson está lejos, la
Sra. Malone sigue en el hospital, mientras que el Sr. Malone se mantiene en
vigilia. Ya no tengo que alimentar el gato a tiempo completo sino solo cuando
el Sr. Malone me lo pide, lo cual no me molesta tanto ya que Marjorie ha
resultado ser muy buena conversadora. Miro a mi alrededor. No puedo decir
si hay alguien en las otras casas, pero se siente como una calle vacía. No hay
nada que pueda hacer con respecto al jardín, sólo rezar para que una helada
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profunda no descienda de repente en mi nuevo césped.


Esa noche no puedo dormir. Me estoy moviendo y dando vueltas en la cama
con rabia por mi padre: su trato hacia Heather, su intento de alinearme para
un trabajo en su antigua compañía, porque estoy casi convencida de que es lo
que está haciendo. Estoy más angustiada por la declaración de amor de Kevin
otra vez y me preocupa mi jardín desordenado. Todo se siente inconcluso,
peor que inconcluso; estropeado, como si todo hubiera sido rasgado y
quedado desigual en los extremos. Es una manera peculiar de explicarlo, pero
es lo que siento. No puedo poner en orden todos estos pensamientos, estos
pensamientos de ira que no pueden ser contenidos o archivados en otro lugar
mientras duermo. No tengo nada que me distraiga. Normalmente tendría una
reunión para planificar, una meta, un objetivo, una nueva idea, una
presentación, algo, cualquier cosa para alejar a mi mente de los pensamientos
inútiles que circulan en mi cabeza. Levantándome, bajo las escaleras y
enciendo las luces de seguridad del jardín delantero completo. Son tan
brillantes que son como proyectores. Lo que veo me enoja. Ineficiencia. Me
hierve la sangre.

Me pongo el abrigo sobre el pijama y salgo. Miro los rollos de césped apilados
y miro el pedazo despejado de suelo a mi derecha. Si quieres algo bien hecho,
debes hacerlo tú mismo, siempre ha sido mi filosofía. No debería ser tan difícil.

Recojo el primer rollo de césped y es más pesado de lo que pensé que sería.
Lo suelto, maldigo y espero que no lo haya roto. Miro el espacio y trato de
imaginar cómo hacer esto. Luego lo ruedo. Dos horas más tarde estoy sucia y
sudorosa. Me he deshecho del abrigo, limitaba mis movimientos, y en su lugar
me cubrí con capas de un viejo vellón. Estoy cubierta de lodo, césped, sudor y
en un momento hay incluso lágrimas de frustración: por el césped, por el
trabajo, por Kevin, Heather y mi mamá, y la uña que me rompí cuando choqué
contra el cubo de basura. Estoy tan perdida en mí misma, en mi tarea, que casi
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se me sale el corazón por la boca cuando escucho una tos romper el silencio.

—Lo siento. —Te escucho decir de repente.


Son las 3 de la mañana. Miro a través de la calle hacia tu jardín y no puedo ver
nada. Veo la forma de los muebles del jardín, pero el resto es oscuridad, todas
las luces de la casa están apagadas. Mi corazón late con fuerza mientras mis
ojos buscan frenéticamente en la oscuridad. Entonces veo el resplandor de un
cigarrillo, brillando mientras es inhalado. Eres tú. ¿Cuánto tiempo has estado
allí? No escuché ni vi llegar tu jeep, y todavía no lo veo, lo que significa que has
estado allí todo el tiempo. Quiero llorar. Quiero decir, he estado llorando,
bastante fuerte, pensando que nadie podría oírme.

—Me quedé afuera —dices, rompiendo el silencio.

—¿Cuánto tiempo has estado allí? —Repito. Ahora que sé que estás ahí puedo
empezar a ver tu silueta, sentado en la silla de la cabecera de la mesa, la misma
silla, como de costumbre.

—Un par de horas.

—Deberías haber dicho algo.

Entro en la casa para conseguir la llave de repuesto y cuando camino fuera


estás parado en tu puerta.

—¿Por qué es tan oscuro aquí?

—La farola está rota.

Levanto la vista y me doy cuenta de que es por eso que no podía verle. El Dr.
Jameson estará molesto por esto cuando regrese. Abajo en el suelo está el
vidrio roto que ha caído y uno de mis ladrillos del cubo de basura está en medio
de la carretera. Me pregunto por qué no lo escuché suceder, estaba tan segura
de que no había dormido. Te miro acusadoramente.
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―Era demasiado brillante. No podía dormir nada ―dices en voz baja. No


pareces borracho, estas sereno, has tenido tiempo de recuperar la sobriedad,
en mi compañía, cuando ni siquiera sabía que estabas allí, pero puedo oler el
alcohol.

—¿Dónde está tu jeep?

—Decomisado en la ciudad.

Te entrego la llave. Abres la puerta frontal y me la devuelves.

—Deberías haber dicho algo —digo de nuevo, por fin mirándote a los ojos,
luego miro a otro lado, sintiéndome tan vulnerable.

—No quería molestarte. Parecías ocupada. Triste.

—No estoy triste. —Chasqueo.

—Claro que no lo estabas. Cuatro de la mañana, estás haciendo jardinería, yo


rompiendo luces, los dos estamos bien. —Haces esa risa congestionada que
odio—. Además, fue agradable no estar solo aquí por una vez.

Me das una pequeña sonrisa antes de cerrar la puerta con cuidado.

Cuando regreso a casa me doy cuenta de que mis manos están temblando, mi
garganta está seca y cerrada, mi pecho se siente apretado. No puedo dejar de
moverme. No me he dado cuenta de lo frenética que estoy hasta que veo que
he caminado en confusos círculos por el piso, dejando lodo en todas partes, el
rastro de las paradas y arranques de una loca.

Es medianoche, pero no puedo evitarlo: tomo el teléfono.

Larry responde aturdido, siempre responde. Deja su teléfono prendido toda la


noche, esperando constantemente oír la peor noticia sobre su hija cada vez
que sale de la casa para ir a una discoteca o quedarse en casa de una amiga
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con una falda que es demasiado corta, tambaleándose con piernas de Bambi
en tacones sobre los que no puede mantener el equilibrio. El estrés por ella lo
matará.
—Larry, soy yo.

—Jasmine —dice aturdido—. Jesús. ¿Qué hora es? —Le oigo buscar a
tientas—. ¿Estás bien?

―No realmente, me despediste.

Suspira. Tiene la decencia de parecer avergonzado en la tartamudez, medio


dormido, me da una respuesta respetuosa, pero le interrumpo.

—Sí, sí, lo has dicho antes, pero escucha, tengo que hablar sobre algo más.
Esta suspensión remunerada. No está funcionando para mí. Necesitamos
cancelarla. Detenerla.

Titubea.

—Jasmine, era parte del contrato. Acordamos…

—Sí, lo acordamos, hace cuatro años cuando no creí que fueras a despedirme
y luego me obligas a sentarme en mi trasero un año entero. Necesito que lo
detengas. —Sueno carrasposa, exhausta, como si necesitara un arreglo. Sí.
Necesito trabajar. Necesito trabajo como un adicto a la heroína necesita una
dosis. Estoy desesperada—. Me está matando, lo juro, Larry. No sabes lo que
esta mierda hace a tu cabeza.

—Jasmine. ―Está alerta ahora, su voz firme—. ¿Estás bien? ¿Estás con...

—Estoy malditamente bien Larry, ¿De acuerdo? Escúchame… —Me arranco la


uña partida con los dientes y me doy cuenta que tiré demasiado; el aire golpea
la parte de la uña expuesta, pica y me hace aspirar el aire con fuerza—. No
estoy pidiendo que me devuelvas mi trabajo, pido que lo reconsideres. En
realidad, no considerar, solo detener esta cosa de la suspensión remunerada.
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Es innecesario. Es…

—No es innecesario.
—Lo es. O es demasiado larga. Acórtala. ¿Por favor? Han sido más de dos
meses ya. Eso está bien. Dos meses está bien. Muchas empresas lo dejan a los
dos meses. Necesito estar ocupada, me conoces. No quiero convertirme en el
hombre al otro lado de la carretera, un loco hombre búho nocturno que…

—¿Quién está al otro lado de la carretera?

—No importa. Lo que estoy diciendo es que necesito trabajar, Larry.


Necesito...

—Nadie está esperando que no hagas nada, Jasmine. Tú puedes tomar


Proyectos.

—Malditos proyectos. ¿Como cuáles? ¿Construir un volcán de frijoles


horneados? Esto no es la escuela, Larry, tengo treinta y tres malditos años. No
puedo NO trabajar durante un año. ¿Sabes lo difícil que será para mí volver a
trabajar el año que viene? ¿Después de todo un año? ¿Quién quiere a alguien
que no ha trabajado durante un año?

—Bien, ¿dónde vas a trabajar? —Se está poniendo más guerrero,


completamente despierto ahora—. ¿Exactamente qué línea de negocio tienes
en mente? Mañana, si fueras capaz de volver por ahí y conseguir un trabajo,
dime a dónde irías. ¿O quisieras que te ayude con esa respuesta?

—Yo… —Titubeo, porque él está dando a entender algo, que me está


confundiendo—. No sé qué estás…

—En ese caso, te lo diré. Irías con Simon.

Me congelo.

—No iría con Simon.


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—Sí, lo harías, Jasmine, lo harías. Porque sé que te reunías con él. Sé que
ustedes dos tomaban café. Inmediatamente después de que salías de aquí,
entrabas a un restaurante con él. Grafton Tea Rooms, ¿no era así? —Está
enojado ahora y puedo escuchar el sentimiento de traición en su voz—. El
mismo lugar donde ambos solían reunirse cuando estabas tratando de vender
la empresa que no debías estar vendiendo, ¿no es cierto?

No estoy esperando que deje de hablar tan de repente y mi silencio es como


un reconocimiento. En el momento en que estoy lista para hablar por mí
misma de nuevo, él ha reanudado:

—Mira, Jasmine, tienes que tener cuidado, ¿sabes? Nunca sabes quién te está
vigilando. ¿Creías que no iba a escuchar sobre eso? Porque lo hice, y estaba
jodidamente molesto, para ser honesto contigo. También sé que él te ofreció
un trabajo y que le dijiste que sí, pero no trabajaría contigo en los términos de
la suspensión. Lo sé porque sus abogados se pusieron en contacto con nuestro
personal jurídico para indagar sobre los detalles exactos. Parece que un año es
demasiado tiempo para él. No vales la pena para esperar por tanto tiempo. Así
que no me llames ahora, rogándome que sea paciente contigo, no cuando ibas
a traicionarme…

—Disculpa, ¿quién eres tú para hablar de traición? Empezamos esta compañía


juntos, Larry, juntos…

Seguimos hablando el uno sobre el otro, la misma conversación que tuvimos


hace once semanas cuando fui despedida. De hecho, la misma conversación
que tuvimos antes de que fuera despedida, cuando él había oído que yo estaba
haciendo los preparativos con Simon para colocarnos en una buena posición
para vender.

Es inútil, y ninguno de nosotros está dispuesto a retroceder hasta que escucho


a su esposa en el fondo, una somnolienta, molesta interrupción, y Larry se
disculpa tranquilamente y luego vuelve al teléfono, fuerte, molesto y claro.
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—No voy a perder mi tiempo con esta conversación. Pero escúchame alto y
claro, Jasmine: No. Dejaré. La. Cláusula. De. La. Suspensión, Remunerada.
Ahora, si pudiese hacerla por dos años de duración lo haría. No me importa lo
que hagas por el resto del año, toma unas vacaciones, ve a un maldito retiro,
trata de terminar algo que hayas comenzado por una vez en tu vida. No me
importa, solo no me vuelvas a llamar a mi maldito número de nuevo, y
especialmente no a esta hora. Es un año. Un condenado año y luego puedes
volver a empezar y vender y nunca acabar, lo mismo que siempre haces, ¿de
acuerdo?

Cuelga, dejándome temblando, devanándome por la ira.

Voy y vengo por la cocina, mascullando acerca de terminar las cosas que he
empezado, con enojo compilo una lista de tantas cosas que se me ocurren. Ha
dado en el clavo. Fue repentino, sorpresivo y me ha dolido más que cualquier
otra cosa que haya dicho, más que el acto de despedirme. De hecho, es lo más
doloroso que alguien me haya dicho alguna vez y estoy temblando. Sigo
debatiendo el punto con él en mi mente, pero es inútil ya que yo soy yo y yo
soy él, y como yo soy yo siempre ganaré. Miro el desastre del jardín, que me
manda a una espiral de ira. Salgo y pateo un rollo de césped, mi pie lo perfora,
y luego lo pateo, enviándolo dando volteretas fuera de la pila y cayendo sobre
el suelo, abierto y desenredado. El césped se divide en el agujero donde lo he
pateado. Avergonzada por mis acciones, y sorprendida, miro hacia arriba y veo
tus cortinas ondeando. Vuelvo adentro y cierro de golpe la puerta.

Paso mucho tiempo en la ducha, llorando de frustración, el agua caliente


picando mi piel y dejándola roja e irritada. Termino con una promesa clara en
mi mente. No voy a rebajarme a convertirme en tu compañía, en particular por
la noche. Creo que este ha sido mi punto más bajo y no caeré a este nivel de
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nuevo. Me levantaré por encima de esto, me levantaré por encima de ti. No es


sólo la conversación con Larry lo que me ha molestado. En primer lugar lo que
me trajo a este punto fuiste tú. Fuiste tú quien me hizo ir casa, tomar el
teléfono y llamarlo. Porque fueron tus palabras las que me hicieron
observarme a mí misma, a mi situación y me hizo querer salir de ella.

Oigo tu voz una y otra vez: Fue agradable no estar solo aquí afuera por una
vez. Me has traído a tu mundo, sin mi permiso, sin consentimiento, me has
incluido en tu crisis, en tu estado de ánimo, me has comparado contigo. Y al
hacerlo me has hecho sentir avergonzada, porque siempre he creído que tus
palabras son veneno, que son lo peor de ti, que son peligrosas.

Pero cuando bajo la guardia, tus palabras me dieron afecto. Fue agradable no
estar solo aquí afuera por una vez. Cuando dijiste esas palabras, me dieron
consuelo. O bien no me sentí sola entonces.

No te dejaré hacerme eso otra vez.

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Por primera vez en mucho tiempo cuando me despierto mi cuarto está
inundado de luz amarilla y una sensación de calma. Es extraordinario, diferente
a la luz gris azulada que apenas iluminaba la habitación durante los últimos
meses. Es primero de febrero y aunque todavía no ha surgido la primavera, da
motivos para creer que se puede ganar la batalla. Hay una sensación en el aire,
o tal vez es porque por primera vez en mucho tiempo me he levantado tarde.
No me gusta dormir hasta tarde, me hace sentir perezosa; incluso después de
una noche larga encuentro que un largo paseo por la bahía es la única cura
para mí, pero estoy agotada después del esfuerzo físico de mi jardinería
nocturna. Tan pronto como me muevo, siento la rigidez en mis extremidades.

Mi radio dice que he dormido durante ocho horas y una vez más el país ha sido
golpeado duramente por tormentas, “fábrica de tormentas" es el nuevo
término que se está acostumbrando a escuchar, junto con “vórtice polar”, sin
duda nuevos nombres de bebés para el 2015. Advierten que hay otros quince
días de caos en camino, gracias al tiempo inestable del Atlántico. La calma
exterior es engañosa. Tres ciudades están bajo el agua, se pronostican olas de
cinco metros, y la charla en la mayoría de las estaciones se desvía hacia el
calentamiento global y el derretimiento de los polos que está alimentando las
tormentas. Las lluvias de enero estuvieron un 70 por ciento por encima de lo
normal y el pronóstico para febrero es más de lo mismo. Pero hoy no. Miro por
la ventana y me siento reanimada por el claro cielo azul, las tenues nubes
ocasionales. A pesar de que todavía estoy dolorida de mi entrenamiento
nocturno en el jardín, y avergonzada de que lo vieras. Entierro todo eso en el
fondo de mi mente.
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Contemplo mi duro trabajo y estoy decepcionada, no, devastada por lo que


veo. Al principio creo que alguien ha llegado y saqueado deliberadamente mi
césped recién puesto, pero en una inspección más cercana me doy cuenta de
que soy de hecho la culpable. Sólo con el beneficio de mi vista de pájaro desde
el dormitorio, puedo ver que resume perfectamente mi estado de ánimo de
anoche mientras lo estaba haciendo. Se asemeja a una colcha de retazos mal
cosidos y sin terminar, y estoy horrorizada por lo que veo. Es como si mi diario
hubiera quedado abierto para que todo el mundo lea mis pensamientos más
profundos y más oscuros, y ahora tengo que cerrarlo de golpe antes de que
sea revelado al mundo. No puedo esperar hasta el lunes para que el paisajista
regrese y arregle mi desastre. No hay manera de que dure dos días con mi
frágil estado mental expuesto en el jardín delantero para que todos lo vean.

Investigación en línea, algo que debería haber hecho ayer por la noche en lugar
de dejar que la adrenalina y la ira me dominaran, es la respuesta. Me enseña
cómo arreglar exactamente ir arreglando el problema. Una hora más tarde he
vuelto desde la jardinería y estoy lista y armada. Nunca hagas algo que no
pueda ser deshecho, eso es lo que siempre me digo y lo repito ahora mientras
evalúo la tarea delante de mí. Sucio, lento, desafiante y frustrante, pero
posible. El paisajista ya había preparado el terreno para mí perfectamente; le
había llevado más tiempo de lo que había dicho, pero lo había hecho. A pesar
de que yo había pisado tontamente todo el césped anoche, me doy cuenta hoy
que no debí, ruedo cuidadosamente cada pieza de césped de nuevo antes de
llevarla a su lugar correcto. Coloco la primera fila a lado del borde derecho
donde la tierra se encuentra con las piedras, desenrollándolo lentamente para
minimizar el daño. El que había pateado y atravesado con mi talón todavía
yace en el camino de entrada como un cadáver en la escena del crimen. Pongo
el siguiente rollo lo más cercano al último como me sea posible y aseguro un
buen contacto con el suelo golpeando firmemente con la parte posterior del
rastrillo. Ahora sé que todo esto debería haberlo hecho la noche anterior, pero
también sé que no habría tenido la paciencia para ello. Anoche se trataba de
moverme, estar ocupada, hacer algo, no acerca de hacer las cosas bien.
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Mientras enmiendo mis errores en este día extrañamente tranquilo, siento


una calma apoderándose de mí. Me olvido de todo lo que tanto me ha sacado
de quicio en los últimos días y semanas, y dedico toda mi concentración para
el trabajo en mano. La distracción. Mi mente se aquieta a medida que continúo
el proceso por unas horas, cubriendo la zona en un patrón de enladrillado.
Estoy a punto de dirigir mi atención hacia los lados, recortar los bordes con
una tabla de borde recto y una herramienta de corte de media luna, los cuales
he comprado para el propósito, cuando pasa un coche frente a la casa. No
reconozco el conductor como uno de mis vecinos, pero esto sucede mucho los
fines de semana cuando las personas dan paseos a lo largo de la costa y luego
exploran las calles residenciales circundantes. Estoy acostumbrada a ver los
coches que pasan, los asientos traseros llenos a rebosar de niños, sus caras
presionadas contra el vidrio para mirar embobados y parejas mayores que dan
un vistazo en sus paseos lentos los domingos. Tenemos el callejón sin salida
perfecto para exhibiciones: es bonito, acogedor, un lugar donde la gente
quiere imaginarse a sí mismos viviendo.

El conductor tiene que hacer un giro triple ya que es sólo un camino corto. Lo
veo comprobar los números de las casas, que no es una tarea fácil, ya que todo
el mundo ha elegido mostrarlos de diferentes formas en distintos lugares. Tú
tienes una placa negra con hermosas flores rosas para mostrar tu número, el
Dr. Jameson tiene un ganso en el vuelo y al lado tiene un gnomo de jardín con
una mano sosteniendo un 2, la otra mano está sosteniendo los pantalones,
que se han caído exhibiendo los calzoncillos con enorme corazones rojos y
blancos. El mío es el menos emocionante de todos: un buzón negro pegado a
la pared con un 3 en él.

Se estaciona frente a mi casa y sale. Estoy segura de que no puede estar


buscándome, así que continúo con mi jardinería, pero soy incapaz de
concentrarme sabiendo que está mirando a su alrededor. Entonces soy
consciente del hecho de que sus ojos se han posado sobre mí. Oigo sus pasos
mientras se acerca.
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—Disculpa, estoy buscando a Jasmine Butler.


Miro hacia arriba, limpio el sudor de mi frente mugrienta. Es alto, de piel
morena, con pómulos elevados y cincelados. Sus ojos son de un verde
llamativo, que va con su tono de piel, y su Afro se levanta y luego desciende
hasta sus ojos en pequeños rizos estirados. Lleva un traje negro, camisa blanca,
corbata verde, zapatos negros brillantes. Me hace recordar respirar.

Por la forma en que estoy mirándolo calladamente, cree que no lo he


escuchado.

—¿Eres Jasmine Butler?

Es extraordinariamente familiar pero no lo he visto antes, lo recordaría. Y


entonces me doy cuenta de que es su voz lo que reconozco. El vendedor del
teléfono.

—O quizás eres Penélope Paddington —dice, y frunce los labios para ocultar
su sonrisa, dos enormes hoyuelos aparecen en sus mejillas.

Sonrío, sabiendo que estoy atrapada.

—Soy Jasmine —digo, mi voz sale en un graznido. La aclaro.

—Mi nombre es Monday O'hara. Te he llamado un par de veces por teléfono


durante las últimas dos semanas.

—No dejaste tu nombre o información de contacto —digo, preguntándome si


escuché su nombre correctamente.

—Cierto. Es un asunto privado. Quería hablar con usted yo mismo y no… con
su ama de llaves.

Sigo mirándolo. Hasta ahora no me ha transmitido lo suficiente para quitarme


del césped, o incluso darle la bienvenida a mi casa.
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—Trabajo para Diversified Search International. He sido contratado por David
Gordon White para encontrar los candidatos adecuados para un nuevo puesto,
y creo que tú cumples con más que los requisitos que están buscando.

Me siento flotando mientras continúa.

—Llamé a tu oficina unas cuantas veces, pero no pude encontrarte. No dejé


ningún mensaje allí, no te preocupes. No quería levantar una señal de alerta,
así que les dije que era un asunto personal. Pero fueron porteros más fuertes
de lo que asumí que serían; puedes o no estar feliz de escuchar eso.

Lucho con cómo responder a eso. Estaba claro cuando hablamos por teléfono
que él no sabía que me despidieron. No estoy segura de por qué nadie le dijo
eso, tal vez porque técnicamente no he sido despedida, todavía estoy
contractualmente atada a ellos a pesar de que no me dejarán pasar de la
puerta frontal.

—Eres una mujer difícil de encontrar —dice, con una sonrisa, que es una cosa
hermosa de observar. Dos hoyuelos definidos y una pequeña astilla en su
diente delantero: incluso su imperfección es perfectamente perfecta. En mi
humilde opinión.

Mi casa es un desastre. No he encontrado el momento para limpiar el barro


que pisoteé en el suelo durante mi alboroto anoche y mis bragas sucias están
en una pila en el suelo de la cocina en frente de la lavadora, esperando que
mis toallas terminen su ciclo. No puedo llevarlo dentro de la casa.

―Lamento molestarte en un sábado, pero me parece que las horas fuera de


trabajo son el mejor momento para tratar con la gente. Soy muy consciente de
la necesidad de impedir a tu oficina averiguar sobre nuestro contacto.
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Todavía estoy pensando en el estado de la casa, una larga pausa que confunde
con desconfianza, por lo que pide disculpas y escarba en sus bolsillos y
recupera una tarjeta de negocios. Me la da. Tiene que inclinar sus largos brazos
sobre la hierba para llegar a mí; sabe que no debe pisar el césped y eso me
gusta. Examino la tarjeta. Monday O'hara. Reclutador. Diversified Search
International. Todo esto me hace sonreír.

—No tenemos que hablar ahora, solo quería hacer contacto primero y…

—No, no, ahora es perfecto. Bueno, no ahora mismo... —me pasó la mano por
mi cabello sucio y enredado, y encuentro una hoja seca en él—. ¿Te importaría
si tomo unos veinte minutos para cambiarme rápidamente? ¿Podríamos
encontrarnos en el Marine Hotel a la vuelta de la esquina?

—Perfecto. —Hay un reflejo de esa hermosa sonrisa, pero luego queda


encerrada en una mandíbula muy cuadrada y asiente con la cabeza, formal,
hacia mí y hace su camino de regreso a su coche. Tengo que esforzarme para
no bailar dentro de la casa.

Me siento en el sofá de un gran tamaño en el vestíbulo del Marine Hotel,


sintiéndome renovada y luciendo más humana, mientras que Monday se dirige
a buscar un camarero. Me siento nerviosamente entusiasmada con lo que está
por venir. Por fin, algo se siente como un avance. No tiene ni idea de que me
han despedido, y no le he dicho, o incluso revelado que ya no estoy trabajando
allí, y si no se escapa, no necesita saber que no fue mi decisión de irme. Sé
exactamente por qué lo guardo para mí: porque quiero jugar. Quiero jugar a
lo largo, sentirme como la mujer deseada por dos empresas que pelean por
ella, en vez de la perdedora, despedida de su trabajo y sin nada en el horizonte.
O tal vez, sólo tal vez, en una pelea vergonzosa del ego y la debilidad, no quiero
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que el hombre apuesto me vea como la fracasada y despedida que me siento.


Una mujer y una niña, su hija, cerca de los cuatro años, se sientan en la mesa
delante de mí. La niña recoge la cuchara y da golpecitos ligeramente en el
cristal.

—Me gustaría hacer una tostada —dice, y su madre da aullidos de risa.

—Un brindis, Lily.

—Oh. —Se ríe—. Me gustaría hacer un brindis. —Tintinea de nuevo el cristal,


extiende el cuello y pone una cara elegante y seria.

Su madre rompe a reírse de nuevo.

La niña es divertida, pero es la reacción de su madre la que me hace unirme a


la risa. Está riéndose tan fuerte, está llorando y dándose golpecitos en las
esquinas de sus ojos para detenerlo.

—¿Sobre qué es tu brindis?

—Me gustaría dar el brindis para agradecer —dice Lily, con una profunda y
elegante voz—. La mantequilla y la mermelada.

Su madre da vueltas en el sofá, riendo.

—Y el huevo, por convertirlos en soldados.

Lily me ve escuchando y se detiene, avergonzada.

—No me dejes que te detenga —digo—. Estás haciendo un gran trabajo.

—Oh. —Su madre se sienta y se seca los ojos, tratando de recuperar el


aliento—. Me matas de risa, Lily

Lily hace algunos discursos más, que me hacen reír para mis adentros. Me
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siento tranquila mientras ellas están ocupadas juntas, pero no voy a estar
tranquila y sola por mucho tiempo. Mi reclutador regresa. Este hombre me ha
cazado, se siente bestial. Siento sonrojarme y trato de poner un alto a las
ridículas travesuras en mi cabeza. Pongo toda mi atención en Monday, todos
los pensamientos de la niña se han ido de mi mente.

—Te pedí un té verde —dice, comprobando.

—Perfecto. Gracias. Así que, tu nombre es Monday. Nunca lo he oído antes.

Se inclina, colocando los codos en las rodillas. Esto lo trae lo bastante cerca,
pero sentarme bien sería grosero por lo que me pierdo en su cara y entonces
recuerdo que no debería estarlo, que debería estar concentrada en las
palabras que salen a través de su diente blanco quebrado, fuera de su
suntuosa boca y por qué estoy aquí. Porque él me ha encontrado, me buscó, y
cree que soy una persona maravillosa y altamente cualificada. O algo así.

Puedo decir que está completamente a gusto con mi pregunta, y sin duda se
lo han preguntado miles de veces.

—Mi madre está chiflada —dice con un aire de resolución, y me río.

—Estaba esperando más que eso.

—Yo también —contesta, y sonreímos—. Ella solía ser una violonchelista de la


Orquesta Sinfónica Nacional. Ahora da clases en una caravana en Connemara,
en el jardín de una casa en la que se niega a vivir porque está convencida de
que vio el fantasma de su papá. Me llamó Monday porque nací un lunes. Mi
segundo nombre es Leo porque nací a finales de julio. O'hara es su apellido,
no el de mi padre. —Sonríe y sus ojos se mueven de los míos hasta mi cabello—
. Su cabello es tan rojo como el tuyo, aunque no lo heredé. Sólo sus pecas.

Es cierto, tiene un hermoso puñado de pecas en la nariz y la punta de las


mejillas. Me imagino a una mujer pelirroja con pecas y piel pálida en un campo
en Galway con un violonchelo entre sus muslos. Es un poco atrevido.
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Mi turno.
—Mi abuelo le llevó a mi madre un ramo de jazmines de invierno de su jardín,
cuando estaba en el hospital después de que yo naciera. Así que me nombró
Jasmine.

Parece sorprendido.

—La gente rara vez corresponde la historia de mi nombre.

—Si tienes una historia sobre tu nombre, tienes que contarla —digo.

—Por lo general no tengo elección —dice—. Una simple presentación requiere


explicación. Es lo mismo para mi hermana Thursday.

—¡No tienes una hermana llamada Thursday!

—No. —Se ríe, disfrutando de mi reacción.

—Bueno, tengo una hermana. Mi abuelo le llevó un ramo de brezos a mi madre


después de que naciera. Así que la llamó Heather23.

—Es un poco predecible. —Bromea, curvando el labio.

—Supongo. Mi hermano Weed24 tuvo suerte.

Entrecierra los ojos sospechosamente, luego se ríe.

—¿De dónde es tu padre?

―Es un marinero español.

—No pareces español.


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—Estoy bromeando. ¿Esperando al bebé25? De todos modos. No, es el


equivalente de mi madre, un vendedor ambulante, aparentemente. Nunca lo

23
Significa “Brezo”
24
Significa “Mala Hierba”
25
Película británica de 1993.
conocí, ni idea de quién es, mi madre nunca le ha contado a nadie. Aunque mis
amigos y yo solíamos suponer que era cada hombre negro que veíamos
cuando era pequeño, que obviamente no había muchos en Galway. Solía ser
un juego. Adivina quién es el padre de Monday. Había un músico callejero en
Quay Street que tocaba el saxofón; mis amigos solían bromear diciendo que
era él. Cuando tenía doce años, le pregunté. —Se ríe—. No era él, pero dijo
que se reuniría con mi mamá si quería.

Es triste pero ambos reímos, y luego de repente se sacude eso y entra en modo
negocios.

—Entonces. El trabajo. —Levanta una maleta de cuero sobre la mesa y la


desabrocha—. He sido contratado por David Gordon White, ¿Estás
familiarizada con ellos? Si no, aquí tienes.

Coloca una carpeta de negocios delante de mí. Muy corporativa, muy seria, de
apariencia muy costosa: una foto de un hombre y una mujer en traje de rayas
en frente de un edificio de cristal, ambos mirando al cielo a través de la cámara
como si un meteorito se dirigiera a ellos, pero no están en lo más mínimo
preocupados. Mi corazón canta. Me quieren. Me necesitan. Piensan que soy
altamente cualificada y maravillosa. Piensan que soy necesaria, que soy un
recurso. Me quieren pagar para distraerme del mundo y los asuntos mundanos
reales. Estoy sonriente y no puedo evitarlo.

—Son una empresa de asesoramiento fiscal —digo.

—De las mejores diez en el mundo. Correcto. ¿Eres consciente de que las
empresas de este tipo cuentan con programas de responsabilidad social
corporativa?
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—Ejercicios de RR.PP.26 —respondo.

26
RR.PP: Relaciones Públicas.
—Es posible que no quieras mencionar eso en la entrevista. —Sonríe, y luego
la cara profesional vuelve otra vez—. Si se tratara de un ejercicio de Relaciones
Públicas, entonces no podría calificar como una obra de caridad, que es lo que
tienen en mente: la Fundación DavidGordonWhite, una campaña de caridad
para la justicia climática, los derechos humanos y el cambio climático. Ellos
quieren que trabajes para ellos... —Hace una pausa, obviamente esperando a
ver si voy a hacer una pregunta o si debería continuar. Estoy tan decepcionada
que no sé qué decir. No es un buen trabajo; quieren que trabaje para una
organización benéfica—. Voy a seguir hablando de todo, me detienes si tienes
alguna pregunta, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza. Estoy molesta. Con DavidGordonWhite. Con él, por
engañarme con su hermosura y adulación, haciéndome pensar que estaba
ofreciéndome un buen trabajo. Siento mis mejillas sonrojarse. Él habla y habla
y habla sobre el trabajo. Nada de lo que dice despierta mi interés.

Con el tiempo se detiene y me mira.

—¿Debo continuar?

Quiero decir que no. Quiero decir más que eso, me siento exaltada, pero no
debo sacar mis frustraciones personales con este hombre, guapo como lo es.

—Estoy confundida sobre por qué estoy en esto —le digo—. Nunca he
trabajado con o para una organización benéfica. Creo nuevas empresas, las
convierto en éxitos brillantes, y luego las vendo por tanto dinero como sea
posible.

Hasta yo sé que esto es una manera horrible para describir lo que hago. De
hecho, suena como algo que Larry me ha ladrado en el pasado, cuando en
realidad soy muy apasionada en lo que hago. No es más complicado que lo que
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he dicho, pero quiero que suene lo más lejos de la caridad como sea posible.
Se ha equivocado. ¿Cómo surgió mi nombre en el sistema cuando escribió
"Caridad", aparte del hecho de que me estoy empezando a sentir como un
caso de caridad.

Parece un poco sorprendido por mi arrebato, pero toma un momento maduro


para elegir sus siguientes palabras, mirándome con su cuidadosa, mirada de
ojos verdes de Entiendo—de—dónde—vienes.

—Serías responsable del control general y la gestión de la organización


benéfica. Es un negocio como cualquier otro y se está empezando desde cero.
—Puede ver la incertidumbre en mi cara y está tratando de convencerme.

Comienza a hablar de lo que he hecho en todos mis negocios, como si yo


misma no lo supiera, pero es inteligente, es un alza del ego y me ha investigado
bien. Me admira abiertamente, elogia mis decisiones y buen trabajo, y me
siento fuertemente halagada, como si no hubiera nadie más listo que yo. Estoy
siendo atraída. Me dice que mientras estaba preguntando por el mejor
candidato, mi nombre apareció en varias ocasiones diferentes. Su hermosura
ayuda, porque quiero complacerlo, porque quiero que piense que soy
talentosa e inteligente y todas esas cosas; es el empleado perfecto para un
reclutador, capaz de llenar a la gente con confianza en sí mismos, convencerlos
de que hay algo más grande fuera, para ellos, que lo que están haciendo en la
actualidad. Casi me tiene. Quiero decir, él me tiene, pero el trabajo... no tanto.
Mi instinto no está saltando arriba y abajo de la forma en que normalmente lo
hace cuando tengo una idea para un nuevo proyecto, o cuando me encuentro
con la idea de alguien que puedo mejorar.

Me mira, esperanzado.

Llega mi té verde. Mientras el camarero lo coloca delante de mí tengo tiempo


para pensar. Este trabajo no es para mí, pero no hay nada más en oferta. Estoy
dividida entre expresar interés y ser honesta. Y me gusta, lo que debería ser
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un aparte, y en realidad lo es, pero al mismo tiempo es ineludible. El ser


despedida ha noqueado mi confianza, me ha hecho cuestionar el cómo, qué y
por qué de cada decisión que tomo. ¿Debo esperar a lo más adecuado, o tomo
lo primero, por si acaso?

Me estudia, intensamente, sus ojos verde avellana mirando penetrantes los


míos, y me siento como si estuviera cayendo en ellos, siendo absorbida. Luego
me siento como una idiota porque lo único que está haciendo es mirarme y
soy la única que reacciona. Rompo nuestra mirada, a pesar de que sigue
mirándome. Estoy convencida de que sabe, que está viendo profundamente
en mi alma. No puedo hacerlo, no puedo mentirle a esta persona que está
ofreciéndome el sol en medio del más largo de mis inviernos.

—De hecho Monday, lo siento… —Me froto la cara, avergonzada—. Parece


que hay un malentendido. Ya no trabajo en Idea Factory. Perdí mi trabajo hace
más de dos meses. Un desacuerdo entre el Co—fundador y yo. —Siento que
mis ojos chispean mientras hablo—. Así que, no tengo trabajo en este
momento. —No sé qué más decir. Sintiendo mis mejillas sonrojarse, tomo un
sorbo de té verde sólo para darme algo que hacer. Quema mi lengua y toda mi
garganta, y todo lo que puedo hacer es no reaccionar, pero al menos detiene
las lágrimas que estaban a punto de salir.

—Está bien —dice, en voz baja, relajada su postura y cambiando a un modo


diferente—. Bueno, eso está bien, ¿no? No tienen que robarte de otro empleo.
Estás buscando uno activamente, ¿supongo?

Trato de mirarle con mis ojos brillantes y me pregunto si explicarle lo de la


suspensión remunerada. No puedo hacerlo. No puedo ver la única
oportunidad que he tenido de un nuevo trabajo irse al caño, al admitir mi
pequeño y sucio secreto: Que estoy en la nómina de Larry durante otros diez
meses, impidiéndome trabajar. Tampoco puedo no decírselo, un reclutador.
Hace que mi mente decida por mí llenando el silencio.
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—Voy a dejarte esto... —Desliza la carpeta a través de la mesa de café—. Es la


información sobre el puesto. Puedes leerlo y luego llamarme. Podemos
reunirnos de nuevo, discutir cualquier pregunta que puedas tener.
Miro la carpeta, de repente desolada, triste. Lo que había comenzado como
un alza del ego, el más alto de todos, me ha dejado sintiéndome deprimida.
No es un trabajo que quiera, pero sé que necesito uno. Tomo la carpeta y la
abrazo contra mi pecho. Baja su café espresso y trato de tomar mi té hirviendo
para podernos ir.

—Podemos encontrarnos de nuevo antes de la entrevista —dice,


mostrándome la puerta y manteniéndola abierta para mí.

Sonrío.

—¿Quién dice que habrá una entrevista?

—Estoy seguro de que habrá una —dice con confianza, amablemente—. Es mi


trabajo saber si serías adecuada para el puesto, y resulta que soy muy bueno
en mi trabajo. —Me dirige una gran sonrisa para facilitar la charla promocional,
hacerlo parecer menos falso. Debería haberlo encontrado como una charla
promocional cursi, pero no es así. Algo me dice que es muy bueno en su
trabajo. Su voz adquiere una nota amable cuando añade—. Y sería bueno para
ti, Jasmine.

Estamos fuera. El día ha cambiado, el viento se ha levantado de nuevo; en el


espacio de una hora los árboles han comenzado a azotar de un lado a otro, con
violencia, como si estuviéramos en una isla tropical, sólo que no lo estamos,
es Irlanda y es febrero. Todo es esquelético y gris, la gente camina con caras
fastidiadas, labios púrpura, manos azules apretadas brillando en la tenue luz o
introducidas en sus bolsillos.

Le veo caminar hacia su auto.

No me molestó cuando fingió que me conocía y me halagaba, pero me molesta


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cuando finge que me conoce y dice la verdad. Porque a pesar de que sólo nos
hemos conocido hace una hora, probablemente tenga razón. Tal como están
las cosas, un trabajo, cualquier trabajo, sería bueno para mí. Podría ser lo único
que puede detener la caída en lo que sea que he estado cayendo.

Página 122
12
La tormenta que barrió esa noche alcanzó el nivel de huracán, con vientos en
algunas partes del país bordeando los 170 kilómetros por hora. De acuerdo a
las noticias hay doscientas sesenta mil personas sin electricidad. Hay reportes
de accidentes en la autopista, camiones derribados, árboles caídos aplastando
autos, imágenes de la destrucción de los hogares de la gente, techos
despegados de la construcción, ventanas rotas por escombros voladores. La
costa este fue relativamente poco afectada. Veo ramas ensuciando la
carretera, hojas, contenedores de basura tirados por ahí y juguetes de niños
donde no deberían estar, pero en comparación con las personas cuyas casas
se inundaron, somos increíblemente afortunados. Como sea fue una noche
salvaje para nuestra calle, y por varias razones.

Al tratar de leer mi carpeta y descubrir cómo los derechos humanos y el


cambio climático están relacionados, soy interrumpida por ti. Es diferente a las
interrupciones habituales, tú no conduces a casa con la música a todo
volumen: Ya estás en casa y de hecho estás completamente sobrio. Esto no es
del todo inaudito, no eres solo armas blandiéndose cada noche y no es siempre
en el mismo nivel. Desde que tu esposa te dejó, te has vuelto más silencioso;
no hay nadie a quien gritarle, e incluso algunas noches lo olvidas y gritas como
si ella estuviera allí, pero rápidamente recuerdas que no hay nadie que te
escuche y te vas a dormir en tu auto o en la mesa del jardín. Mientras que
todos los otros muebles de jardín en el vecindario han estado volando en la
terrible tormenta. Los Malones perdieron su gnomo favorito, cuando este cayó
y se rompió la cara. Tus muebles han permanecido atrincherados en tu
pantanoso jardín de enfrente. Se han ladeado en una dirección, los del lado
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derecho se han hundido más en el césped que los del lado izquierdo y te he
visto haciendo cosas que parecen ayudarte a concentrarte en lo que sea que
tu mente esté reflexionando: Una y otra vez pones tu encendedor en el
extremo superior de la mesa inclinada y lo ves deslizarse otra vez hacia tu
palma abierta. No sé si te das cuenta de esto, la expresión en tu rostro sugiere
que tu mente está por completo en algún otro lugar.

La mayoría de las noches te has llevado tus llaves o has manejado hacia algún
otro lugar cuando no puedes encontrarlas, pero he tenido que dejarte entrar
en tu casa con las llaves de repuesto tres veces en total. Y todas esas veces me
diste con la puerta en la cara, y yo sabía que al día siguiente no lo recordarías.
Es irónico, para mí al menos, que la cosa por la que te odio es algo que tú
probablemente no recuerdas, y todas las cosas que alimentan mi odio las
olvidas cada vez que despiertas.

A las tres de la mañana no es tu auto el que me distrae de mi lectura, es tu


hijo, Fionn.

El viento es tan fuerte que no puedo entender las palabras, pero los gritos giran
en el aire y ocasionalmente dan la vuelta en dirección a mí: Palabras al azar
que no aportan mucho para revelar el tema de la discusión. Miro por la
ventana de mi dormitorio y los veo en el jardín, ambos gritando, agitando los
brazos. Puedo ver tu cara, pero no puedo ver la cara de Fionn. Ninguno de los
dos lleva abrigo lo que me indica que no habían planeado esta discusión bajo
las estrellas. Fionn es un lebrel alto y flaco de quince años, que sigue siendo
sacudido por el viento cuando hay ráfagas, o al menos eso parece hasta que
me doy cuenta de que no es por el viento: se está cayendo al suelo borracho.
Tú eres firme, alto, amplio, tienes las zapatillas de entrenar firmemente
clavadas al suelo, tu cuerpo es macizo y se nota que hace no mucho tiempo
estabas en forma, a pesar de que ahora te hayas puesto un poco suave en los
bordes. Puedo ver levemente los excesos de grasa en tus costados, tu
estomago ha aumentado un poco desde que tu esposa se mudó, o tal vez es
solo que el viento está soplando tu camisa, apretándola contra tu cintura y
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revelando un cuerpo que yo no vería normalmente. Intentas agarrar los brazos


de Fionn cuando estos se sacuden cerca de ti pero cada vez que lo consigues
Fionn se balancea violentamente, con los puños apretados tratando de
golpearte.

Te las arreglas para agarrarlo por la cintura, lo tiras hacia la casa, pero él se
retuerce fuera de tu alcance. Él te golpea, es el primer roce con alguna parte
de tu cuerpo y tú caes hacia atrás como si te doliera. Pero no es eso lo que me
hace moverme, tus dos hijos pequeños están de pie en la puerta de enfrente,
mirando petrificados vistiendo pijamas, uno sujeta un osito de peluche contra
su pecho, son ellos los que me hacen salir de la cama, tirar de mi chándal antes
que pueda pensarlo dos veces. Cuando puedo abrir la cerradura de la puerta
delantera, casi soy noqueada por la fuerza con la que se abre de golpe, tan
fuerte es el viento. Todo en el pasillo el cuaderno de notas en la mesa del
teléfono, sombreros, abrigos, parecen despegar, corriendo a todos los
rincones de la casa, como los ratones cuando la luz se encendida. Tengo que
luchar para tirar de la puerta que se cerró detrás de mí usando las dos manos,
tiro con todas mis fuerzas.

El viento es helado, salvaje, enojado, ruge, cruzando la calle ustedes dos se


azotan salvajemente como si quisieran golpear la furia de la madre naturaleza.

Veo qué ocurre, algo que nunca te perdonarás, y a pesar de que no soy tu
mayor fan, sé que no fue intencional. Tú no pretendías golpear a tu hijo, pero
eso es lo que hiciste. Mientras intentabas alcanzarlo y protegerte de sus puños,
de alguna forma alcanzaste su cara. Da la casualidad, que veo tu cara en ese
momento, y antes de saber lo que has hecho, tu expresión me lo dice. Alguien
que no estuviera mirando tu cara quizás no hubiera entendido que fue
accidental, pero yo sí lo entendí. Tus ojos son perseguidos de repente,
asustado, consternado. La repulsión es tan fuerte, parece como si te fueras a
poner enfermo. Estás desesperado por llegar a él y protegerlo, pero él está
gritando y empujándote lejos, sosteniendo su nariz ensangrentada,
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gritándote, acusándote, diciéndote cosas que un padre jamás quisiera que un


hijo le dijera. Los niños en la puerta están llorando ahora y tú intentas
mantener la calma, mientras la tormenta ruge; las apelmazadas sillas de jardín
que antes parecían incrustadas en el suelo, sin previo aviso vuelan sobre el
lugar, como si quisieran unirse al drama familiar. Una silla se vuelca hacia atrás,
la otra se levanta y patina por el suelo como si fuera muy liviana, aterrizando
peligrosamente cerca de la ventana.

Mi intención es proteger a los más pequeños, para llevarlos dentro y


distraerlos. No tengo un plan para intervenir en los puñetazos de padre e hijo.

Sé que esto no terminaría bien para mí, pero cuando camino hacia tu casa ,tu
hijo anuncia que no quiere volver a poner los pies en tu casa de nuevo y se
pone en marcha por el camino, solo, sin abrigo, borracho, contra un viento de
cien y pico kilómetros, con la cara ensangrentada y esto cambia las cosas.

Y así es como tu hijo termina durmiendo en la habitación de invitados de mi


casa en la noche más tormentosa que el país ha visto. Él no quiere hablar, y
eso está bien, yo no estoy de humor para hacerlo tampoco. Limpio su cara,
agradeciendo que el golpe no le haya roto la nariz. Le doy toallas limpias,
medio litro de agua y tabletas para el dolor de cabeza, una camiseta del
“Departamento de policía de Nueva York” extra grande, que alguien me regaló
hace años, y le dejo en paz. Luego me siento y me quedo despierta toda la
noche, a beber té verde y escuchar los viajes que hace desde el dormitorio al
baño, donde vomita sin descanso.

Poco antes de las cuatro despierto por el sonido de un pájaro. Esto me


confunde; estoy segura de que el ave está sufriendo, ha sido robada de su nido
en el medio de la noche. Pero no; mientras escucho, me doy cuenta de que
esta simplemente cantando. Parecía otra vida cuando escuché el canto del
pájaro. Está brillante a las siete, el aire está quieto, no hay lluvia, no hay viento,
es agradable, la madre naturaleza ahora parece muy inocente, mientras en
todo el país la gente debe lidiar con la devastación y la destrucción que ella
dejó a su paso anoche.
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Con una taza de café en la mano, examino mi jardín delantero, feliz de que la
mayoría del césped ya hubiera sido instalado antes de la tormenta. Los rollos
restantes yacen destruidos, rotos y rasgados, algunos aparte atrapados bajo la
rueda de mi auto. Tan pronto como me ves, se abre la puerta de tu casa y
cruzas el camino, como si hubieras estado esperando que yo abriera la puerta
toda la noche.

—¿Está bien? —preguntas, la preocupación está grabada en tu cara.


Genuinamente siento lastima por ti

—Sigue durmiendo, estuvo toda la noche despierto vomitando.

Asientes mientras digieres la información, tienes una mirada perdida en la


cara.

—Bien, bien.

—¿Bien?

—Significa que va a estar menos dispuesto a hacerlo de nuevo.

Contemplo la hierba destruida esparcida por el suelo.

—Todo tu duro trabajo —dices.

Me encojo de hombros, como si no fuera gran cosa, todavía avergonzada de


que fueras testigo de mi trabajo duro, que también podría haber sido descrito
como un completo colapso. Mi jardín es plano pero se inclina a un nivel más
bajo, que asciende a un lado y de atrás de mi casa. El segundo nivel está
pavimentado con la misma piedra que el camino de entrada, pero la pendiente
es un lío feo, desprovista de hierba. Aún no había logrado terminar esa parte.
Otro trabajo no terminado. Pienso en Larry y mi interior se vuelve irritado y
enojado.

—Podrías hacer una rocalla con aquellas —dices, indicando las piedras rotas
en el salto—. Mis abuelos tenían una colina en su jardín. La volvieron
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completamente una rocalla. Plantado entre ella. Podría conseguir la ayuda de


Fionn. Son, probablemente, pesadas.
Mi cabeza opera a través de una docena de cosas sarcásticas e ingratas que
decir a eso, que francamente es una idea ridícula, pero me muerdo la lengua.

Miras hacia la casa, detrás de mí, en busca de una invitación a pasar.

—Deberías dejarlo dormir un poco —te digo.

— Lo sé. Lo haría, pero su madre viene muy pronto.

— Oh. Cuando?

Miras tu reloj.

—Quince minutos. Él tiene un partido de rugby.

—No es un gran día para una resaca. —Esa es otra cosa por la que Belvedere
no estará muy feliz.

—¿Que paso? —No quiero saber, pero, al mismo tiempo si quiero.

—Se suponía que debía recogerlo del rugby ayer. Él no estaba allí cuando
llegué. Se Había ido con sus amigos. Llegó a casa ayer por la noche, drogado
como una cometa. Bueno, no drogado, tomado. O eso es lo que yo creo—.
Frunces el ceño otra vez entonces, mirando a mi casa

—Comenzó a ir en mi contra.

—Mira, todos hemos pasado por eso —digo, recordando las veces que me
había excedido como adolescente. El por qué te ofrezco consuelo está más allá
de lo que puedo entender. Tú, el hombre que en el camino a casa ha estado
muchas más veces ebrio que la cantidad de desayunos calientes que ha tenido
en su vida, pero pareces apreciar el gesto.

—Mira. —Me aclaro la garganta—. Todavía tengo esa carta.


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De repente, el coche de Amy se detiene enfrente de tu casa. Te pones rígido.

—Está en la habitación de invitados, arriba a la izquierda.


—Gracias. —Entras a la casa.

La veo ir a tu casa, cerrar la puerta y todo se queda en silencio. Un momento


después, bajas las escaleras seguido de Fionn, quien parece en shock. Una
contusión en la nariz de color negro—café, hay sangre seca apelmazada a su
alrededor. A pesar de mis mejores esfuerzos por limpiarla, debe haber
sangrado de nuevo durante la noche. Está blanco y desdibujado, exhausto y
con resaca. Tan pronto como la luz de la puerta abierta lo golpea, hace una
mueca. Sus ropas están arrugadas y estoy segura de que voy a encontrar la
camiseta NYPD sin usar. Camina despacio junto a ti y tu esposa aparece en la
puerta principal de tu casa con las manos en las caderas. No quiero ver más.
No quiero elaborarme una versión de los hechos. Yo quiero estar fuera de tu
vida, pero de alguna manera me quedo ahí.

Una vez dentro, pongo atención al timbre de la puerta, con miedo de que
continúen su pelea aquí, pero veo una imagen en la televisión que me paraliza.
Es la niñita. La del hotel de ayer, la niña de cuatro años con cara de duende,
ojos azules, nariz de botón, que quería hacer un brindis. La televisión esta en
mudo para poder escuchar a Fionn, así que no sé qué están diciendo, pero no
puede ser bueno. Su foto es seguida por una de su madre. Ambas con una gran
sonrisa, la niña Lily, si mal no recuerdo está sentada en las rodillas de su madre,
el brazo de su madre está alrededor de su hija; Ellas miran a la cámara como
si pensaran que alguien dijo algo gracioso. Detrás de ellas hay un árbol de
navidad de hace unas cuantas semanas. Y luego una imagen de un auto y un
camión en la carretera, el auto aplastado, el camión volcado y tengo que
sentarme. Subo el volumen y escucho los acontecimientos. Ambas murieron,
el conductor del camión está en situación crítica y yo estoy atormentada por
el duelo. Cuando suena el timbre lo ignoro, sigo escuchando las noticias. Suena
de nuevo. Y de nuevo. Sin dejar de llorar, y enojada por la intrusión, abro la
puerta y me enfrento con tres caras asustadas.
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—Lo siento —dice, Amy tu esposa—. Llamo en mal momento. —La ira de ella,
intuyo que se disipa inmediatamente.
—No... yo solo ... yo solo vi una mala noticia .

Ellos miran por encima de mi hombro. He dejado la puerta de la sala de estar


abierta y la televisión todavía muestra las noticias.

—Oh, Lo sé. ¿No es horrible? Viven a la vuelta de la esquina. La esposa de


Steven Warren. —Ella te mira—. ¿Has oído? Rebecca murió. Y la niña...

—Lily —digo su nombre, capturado en mi garganta.

—No lo había escuchado —dices.

Todos nosotros estamos perdidos en nuestros pensamientos en silencio por


un momento. Fionn, pensando que esto es su señal para hablar, deja escapar
una voz ronca

—Eh, gracias por lo de anoche.

—De nada —le digo, sin saber qué es exactamente lo que Amy cree que pasó…

Aliviado al estar fuera de la línea de fuego, Fionn vaga al otro lado de la calle a
la casa, arrastrando los pies, con los pantalones arrugados cayendo por debajo
de sus calzoncillos. Tú y tu esposa aun miran por encima de mí, la televisión.
Amy está en realidad mirándola, tú intentas averiguar algo más.

—Las vi ayer por la tarde, a Rebecca y a Lily —digo sus nombres como si las
conociera, lo que se siente como una mentira, pero es la verdad.

—Sucedió ayer por la tarde. Debes haber sido una de los últimos en verlas —
dice Amy.

Y esta declaración provoca algo en mí. No es una acusación, sé que, en realidad


no es nada, no es más que pensar en voz alta, pero me da un sentido de
responsabilidad. No estoy segura de qué hacer con esto. Es como si tuviera
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algún tipo de responsabilidad sobre ellas, en el último momento de su vida.


¿Debo compartirlo con más personas, de manera que así las personas
correctas tengan el momento que yo tuve con ellas?
Estoy sobre analizando esto, lo sé, mientras que ustedes están allí de pie,
mirándome, pero supongo que eso es lo que hace el estado de shock. Y estoy
cansada, no dormí mucho por miedo a que Fionn colapsara, se golpeara la
cabeza, se ahogara en su vómito o se levantara y se fuera en medio de la noche
y entonces tendría un problema por perder a un menor de edad.

—Matt, tú también las conocías. —Amy se gira hacia ti

—No, en realidad no.

—Sí, si las conocías jugabas bádminton con él.

De todas las cosas que podría haber escuchado, esto hace que te levante una
ceja.

—Hace mucho tiempo.

—Siempre preguntó por ti. —Ella se gira hacia mí—. Matt va a ir contigo.

—¿Perdón?

—Irá contigo. Para presentar sus respetos. ¿No es así? Haz algo bueno —dice,
y no de una manera agradable—. De todos modos, lo siento por molestarte,
yo sólo quería decir gracias, por cuidar de Fionn.

Ella se aleja. Permaneces en la puerta, esperando por una nueva instrucción,


haciendo caso a tu esposa quien se ha ido, esperando que obedeciéndola ella
te ponga en su “libro bueno” O quizás me equivoco. Entonces se me ocurre
que estás tratando de decirme algo. Miro en tus ojos profundamente.
Intentando averiguar. Tú quieres que te defienda. Quieres que le diga lo que
he visto. La llamo:

—Amy acerca de anoche. El puñetazo fue un accidente. Matt no quería


hacerlo...
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Me detengo porque puedo decir por la forma en la que ella te mira, la forma
en que su rostro se ve lleno de odio y disgusto, que he metido la pata. Ella no
tenía idea de que tú habías golpeado a Fionn.

Amy comienza a subir a los niños en el auto y tú corres atropelladamente a


decir adiós. El motor se ha puesto en marcha, ella está lista para irse, los
cinturones de seguridad están colocados, las puertas están cerradas. Tiras la
manilla, obligándola a abrir la puerta y metes la cabeza en el auto para poder
besar a los niños en la parte trasera. Le das a Fionn unas torpes palmaditas en
el hombro, pero él no te mira. Cierras la puerta, le das dos palmaditas al techo
del auto y los despides. Nadie te despide de vuelta, de hecho nadie se gira a
mirarte. Lo siento por ti y no sé por qué lo hago porque fui testigo de todo lo
que le hiciste pasar a tu esposa, al menos desde afuera: Las altas horas de la
noche, la conducta borracha...No entiendo porque ella no te dejó antes, y te
sigo viendo parado solo fuera de casa, las manos en los bolsillos, viendo como
tu familia se aleja, dejándote solo en la gran casa, en la que seguramente ellos
debieron haberse quedado y tu deberías haber dejado y mi corazón está
contigo.

—Vamos —te llamo.

Me miras.

—Vamos a la casa de Steven.

Sospecho, que es la última cosa que quisieras hacer, pero necesitas


distracción. Yo sé que es la última cosa que yo quisiera hacer, pero me vendría
bien un poco de distracción también.

Tomas tu abrigo, yo tomo el mío y nos encontramos en la mitad de la calle.

—Perdón por lo que dije —digo—. No debí hacerlo. Yo solo intentaba...


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—Está bien, ella se hubiera dado cuenta de todas maneras. Mejor que se
enterara por mi primero.
En realidad no fue así, pero creo que te refieres a que vino de tu versión de los
hechos, y no estoy segura como me encuentro de tu lado, cuando cada noche
te veía aporrear la puerta, cerrada, y yo deseaba que ella no te dejara entrar.

—¿Dónde se quedan Amy y los niños? —te pregunto, mientras caminamos


calle abajo.

—En casa de sus padres.

—¿Ella va a volver?

—No sé. Ella no me habla. Esas frases que oíste fueron lo más que ella me ha
dicho en días.

—Ella te escribió la carta.

—Sí, lo sé.

—Debes leerla.

—Eso es lo que ella dijo.

—¿Por qué no la lees?

No respondes.

—Aquí. —Te entrego la carta. La miras sorprendido por un momento y


entonces te la metes en el bolsillo. No creo que la vayas a leer, pero al menos
te la he dado. Mi parte está hecha. Siento un poco de alivio, pero no estoy
conforme con mi trabajo. No la has abierto.

—¿La vas a leer?

—¿Jesús, que pasa contigo y esta carta?

—Si me dieran una carta escrita por mi esposa que me dejó, me gustaría saber
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lo que dice.

—¿Eres lesbiana?
Ruedo los ojos.

—No.

Te ríes entre dientes.

—He notado que no estás trabajando —dices—. Tiempo libre o...

—Estoy suspendida de empleo. —Te corto antes de escuchar el término


ofensivo que ibas a usar.

—Bien. —Sonríes—. Sabes que eso en realidad no significa que tengas que
hacer tu jardín.

—Por supuesto, si lo sé. ¿Qué hay de ti? Leí que habías perdido tu trabajo. —
Lo digo sin rodeos, con dureza, y me miras de esa manera confusa, intrigada,
insultada que pones cuando te quiebro, lo que es seguido cuando recuerdo
que no me gustas.

—No he perdido mi trabajo —dices—. Estoy en suspenso, suspenso del trabajo


también. Solo que a diferencia de ti, he decidido saltármelo.

—Tumbado bajo la luna —te digo.

Te ríes.

—Sí.

Heather y yo siempre lo llamábamos así cuando éramos más jóvenes:


Tenderse afuera bajo la luna. Pensar en Heather me recuerda lo que pienso
acerca de ti y me callo. Sé que notas el cambio en mí, la manera en que paso
de caliente a frío en pocos segundos.

—Es solo temporal mi permiso. A la espera de una investigación sobre mi


conducta.
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Pones voz formal.

Leo entre líneas. Te suspendieron.


—Ellos lo llaman suspensión de empleo.

—¿Por cuánto?

—Un mes. ¿Y tú?

—Un año.

Te quedas boquiabierto.

—¿Qué hiciste para conseguirlo?

—No es una sentencia a prisión. No hice nada. Es solo que no funciono para la
competencia.

Me estudias en el largo silencio que me lleva retomar la compostura.

—¿Así que, que es lo que vas a hacer?

—Tengo un par de ideas —digo—. Es bueno tener un año para pensar en ellas.
—No me creo ninguna palabra de lo que acabo de decir—. ¿Y qué hay de ti?

—Volveré, cuando tenga todo resuelto. Tengo un programa de radio.

Te miro para ver si estas bromeando, pero no lo estás haciendo. Yo habría


pensado que asumirías que todo el mundo te conocía, que vestías tu nombre
en el pecho como una medalla de honor, aunque no estoy segura hasta donde
el honor mentiría, pero tú no estabas bromeando. No has asumido que yo sé
quién eres. Me gusta eso de ti, y me hace sentir más aversión hacia ti. Tú no
puedes ganar.

—Conozco tu programa —digo esto con voz de desaprobación que hace que
te rías con voz silbante de fumador.

—¡Lo sabía!
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—¿Sabías que?

—Es por eso que eres así conmigo. Tensa, conflictiva, siempre a la defensiva.
Si mis amigos tuvieran que describirme, esas no serían las palabras que ellos
usarían. Estoy sorprendida de que me describas de esa manera. No me gusta
que alguien piense así de mí, y por alguna razón no quiero que tú pienses eso
de mí, a pesar de que esa es la manera exacta en la que me he proyectado. Me
había olvidado de que tu no sabías que así no es como soy siempre. Tú no
entenderías el esfuerzo que tengo que hacer, para desviarme del verdadero
yo para ser extremadamente grosera contigo. Mis amigos dirían que soy un
espíritu libre. Siempre hago lo que quiero, nunca bailo al ritmo de nadie, nunca
lo hago. Quizás dirían que soy testaruda, terca en el peor de los casos, pero
sólo conocerían el lado fácil y libre de mí, mientras que tú sacas lo peor de mí.

—No eres una fanática.

—Ya lo creo que no soy una fanática —digo impetuosamente de nuevo.

—¿Cuál te insultó? —Haces estallar un chicle de nicotina en la boca.

—¿A qué te refieres? —Mi corazón late. Después de todos estos años, en
realidad estamos aquí, en el punto en que puedo explicarme. Aquí estamos.
Mi mente trabaja horas extras para encontrar las palabras para explicar cómo
me has herido.

—¿Qué programa ? ¿Qué tema? ¿Qué es lo que dije con lo que no estabas de
acuerdo? Tú sabes, tengo un instinto para los oyentes que odian el programa.
Apenas entro en una habitación, puedo decir si alguien es fanático o no. Mi
sexto sentido. Es la forma en que me miran.

Tu arrogancia me molesta. Confiar en que aceptarás una negativa, las


personas odiándote, y lo convertirás en algo positivo.

—Quizás eres tú y no el programa —te digo.

—Ves, de ese tipo de cosas estoy hablando. —Sonríes y chasqueas los dedos—.
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Ese tipo de comentarios deshonestos, Jasmine. Es el programa. Yo dirijo la


discusión. No representa mi visión personal. Invito a los invitados a discutir al
aire.
—Tú los incitas.

—Tengo que hacerlo. Eso es lo que los mantiene llamando para hacer
funcionar el debate.

—¿Y tú crees que esos debates son necesarios? —te digo. Hemos parado de
caminar y estamos cara a cara, fuera de la casa de Steven, donde la hierba ha
desaparecido debajo de una masa de flores y regalos, ositos de felpa, velas y
cartas escritas a mano—. No es como si tu programa hiciera algo para educar
a personas sobre los hechos. Todo lo que haces es invitar a un manojo de
lunáticos a que den rienda suelta a sus opiniones opresivas, racistas y sin
educación.

Me miras seriamente.

—Cada persona, cada voz en esto es real. Ellos representan lo que la gente real
en este país piensa. Pienso que la gente debe oír eso. No está bien pasar todo
tu tiempo con tus amigos políticamente correctos, pensando que el mundo es
un lugar maravillosamente abierto y comprensivo, solo para subir a las cabinas
de votación y de repente descubrir que no es así. Nuestro programa les da a
todos una voz. Como resultado de nuestro programa, algunos de estos temas
se han discutido en el Dáil27: bullying, matrimonio del mismo sexo, hemos
cerrado hogares de ancianos negligentes, guarderías… —Empiezas a enumerar
cosas con tus dedos.

—¿De verdad piensas que le haces un favor al país? —le pregunto pasmada.

—Obviamente eso solo se aplica a un debate decente. No cuando son idiotas


que están medio borrachos o drogados, o que se han escapado de un
manicomio. ¿Permitir que estas personas expresen sus opiniones está bien?
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Ellos deberían ser silenciados.

27
Nombre que recibe la asamblea legislativa de Irlanda
—Buena idea, Kim Jong—un. La libertad de expresión es mala —dices
claramente molesto.

—Quizás deberías invitarlo a tu programa, darle al hombre la oportunidad de


compartir sus buenas opiniones. De todas formas, por lo que dicen los
periódicos, parece que tu programa no va a volver a estar al aire —te digo, la
barbilla en alto, caminando hasta la vereda hacia la puerta principal,
esperando que eso te silencie, así puedo tener la última palabra.

Mi comentario final, malicioso, defensivo, tenso y rígido.

—Oh, así es. Así somos Bob y yo. — Sostienes los dedos cruzados—. Bob la
cabeza de la radio, ha estado conmigo desde el principio. Él sólo está haciendo
esto para seguir el procedimiento. No se vería bien si no lo hiciera. Cuando un
programa recibe tantas quejas como nosotros, lo que tienes que hacer seguir
todo el procedimiento.

—Debes estar muy orgulloso —digo, apretando el timbre.

—Realmente debo haberte molestado con algo grande —dices, tu respiración


cerca de mi oído. Cuando te miro, tus ojos brillan maliciosamente. Se me
ocurre que te gusta desagradarme, y de un modo enfermo, a mí también me
gusta. Tener aversión hacia ti me da algo en qué concentrarme. Odiarte se ha
convertido en un trabajo de tiempo completo. De repente una puerta se abre
y una mujer con ojos y nariz roja y pañuelos arrugados en las manos, responde.

Ella te reconoce de inmediato, parece encantada y honrada de encontrarte


fuera de su puerta, y te conduce rápidamente dentro. Esto me desconcierta
¿La gente no oyó lo que yo oí? Eres lo suficientemente caballero para dejarme
entrar primero. En el interior, la cocina está llena de gente de pie alrededor
siendo encantadores, durante largos silencios que son ocasionalmente rotos
por pequeñas charlas, recordando y risas nerviosas. La mesa está llena de
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comida: lasaña, pasteles y bocadillos que los vecinos han ido reduciendo. Se
nos conduce a través de la sala de estar, donde un hombre está sentado solo
en un sillón mirando por la ventana. Las paredes están llenas con fotografías
de estudio profesional de la joven familia: retratos en blanco y negro de
Steven, Rebecca y Lily. Papi y mami en camisetas negras contra un telón de
fondo blanco, la pequeña Lily en un lindo vestido blanco, brillando bajo las
luces del estudio como un ángel, enseñando una sonrisa grande con pequeños
dientes. Una de Lily sosteniendo una paleta, una de Lily girando, una riéndose,
una sacando la lengua mientras mami y papi miran, grandes sonrisas en sus
rostros. Reconozco a Steven por las fotos y como alguien a quien regularmente
veía alrededor del área, en el supermercado, la carnicería, corriendo a lo largo
de la bahía...

—Matt —dice, poniéndose de pie y ofreciéndole un abrazo.

—Lo siento mucho, Steven —dices, y se abrazan por un largo rato.


Compañeros de bádminton cercanos. Miro a mi alrededor y luego miro al suelo
torpemente mientras espero.

—Esta es mi vecina, Jasmine. Ella vive a la vuelta de la esquina, en mi calle.

—Lo siento mucho por tu perdida —digo, ofreciendo mi mano, que él toma.

—Gracias —dice solemnemente—. ¿Eras amiga de Rebecca?

—Yo… No… Realmente... —Me siento enferma. No sé por dónde empezar.


Quizás esto fue un error. No estoy segura. La responsabilidad que sentía antes
se ha desvanecido y ahora me siento como una intrusa. La mujer que abrió la
puerta está en la habitación también y todos los ojos están en mí.

—Las vi ayer por la tarde a las 3 p.m. En el Hotel Marino.

Él parece confuso. Se gira hacia la mujer. Ella parece confusa también.

Ambos me miran. No me creen.

—No estoy seguro de que ellas estuvieran allí… —dice, con el ceño fruncido.
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—Lily estaba tomando un chocolate caliente “Parada choco caliente” la


llamaba.
Él sonríe, se cubre la boca y la barbilla con la mano y se sienta en el brazo de
la silla.

—Ella estaba de muy buen humor. Rebecca no podía parar de reír. Pude oírla
tan pronto entré al vestíbulo. Lily estaba intentado hacer un brindis.

Él mira a la mujer, quien ahora entiendo es su hermana. Puedo ver el parecido.

—Debido a la fiesta de la semana pasada de Beth —dice, y ella asiente con la


cabeza alegremente, sus ojos llenándose de lágrimas. Steven me mira,
amablemente, ávido de más información. Tú también me miras y eso es un
poco desagradable, no sé por qué me pones nerviosa, pero intento ignorarte
y hablarle solamente a Steven. Cuanto más lo miro, más parecido le encuentro
a Lily con sus pestañas rubias y su cara de duende.

Así que me quedo ahí, una completa desconocida en su casa, y yo le hablo de


su brindis, acerca de sus muchos brindis, acerca de la conversación que ella y
su madre estaban teniendo, sobre la conversación que tuve con ella. Le digo
cada cosa que puedo recordar. Hago hincapié en la risa, la felicidad, la alegría
absoluta de sus últimas horas juntas antes de subir al auto y comenzara el viaje
para visitar a los padres de Rebecca en ese día tormentoso. Lo digo porque a
mí me habría gustado saberlo.

Steven lo absorbe todo, casi como si estuviera en un trance capturando cada


palabra que estoy diciendo, estudiando como lo digo, probablemente
intentado averiguar si soy genuina, esperando que lo sea y finalmente
creyendo que lo soy. Él me mira a los ojos, a mis labios, y cuando él piensa que
no estoy mirando, recorre mi cuerpo con los ojos. Y cuando termino hay un
silencio y es probable que para él ellas hayan sido asesinadas de nuevo, a
medida que pasan de estar presentes a desaparecer de repente. Su cara se
arruga y él se descompone.
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Me congelo, no sabiendo que hacer, queriendo consolarlo, pero sabiendo que


no es mi lugar. Su hermana actúa rápidamente. Le das palmaditas en el
hombro y sales de la habitación. Te sigo, sintiéndome como una pieza de
recambio, sintiéndome torpe; cada movimiento es mecánico, estoy
convencida de que he cometido un error al venir aquí y compartir lo que
compartí, pero no estoy segura. Quiero que me tranquilices, pero al mismo
tiempo no quiero que la tranquilidad venga de ti.

Una vez fuera, tiras el chicle de nicotina y enciendes un cigarrillo. Mi cara se


torna carmesí mientras caminamos y no decimos nada todo el camino a
casa. Cuando nos detenemos fuera de mi casa, me miras y tal vez sientes mi
agitación interna o ves mi incomodidad, o quizás mi cara es la viva imagen de
la desesperación que siento, porque tus ojos se deleitan por un momento, tu
rostro atractivo estudia el mío, suave, cuidadosamente, todavía curioso y
aplicado como siempre, tratando de entender las cosas, como si yo fuera un
rompecabezas, pero uno humorístico.

Apagas tu cigarrillo.

—Me hubiese gustado saberlo también —dices—. Eso fue lindo. —Alcanzas y
aprietas mi hombro.

Me doy cuenta de que he estado aguantando la respiración durante todo el


camino y finalmente la libero. El alivio es sorprendente, tú me has hecho esto,
tienes relevancia en mí, pero están estos frascos llenos con todo lo que
siempre he sentido hacia ti.

—¡Jasmine! —Una voz familiar me saca de mis pensamientos y me giro para


ver a Heather sentada en mi porche delantero y camina hacia nosotros. Mi
cabeza se arremolina cuando me doy cuenta de que estás apunto de estar cara
a cara con la persona a la que he estado protegiendo de ti toda mi vida adulta.
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Un domingo al mes el círculo de apoyo de Heather se reúne. Hemos tenido
estas reuniones desde que ella era una adolescente, de hecho, mamá era la
persona que coordinaba todo e incluso mientras estaba bajo tratamiento
continuaba asistiendo, sin importar lo enferma que se encontrara. Incluso
cuando yo era adolescente y tenía mejores cosas que estar haciendo con mi
tiempo, ella insistía en que también acompañara. Aunque no lo aprecié en su
momento, ahora me hace feliz haberlo hecho, porque cuando mamá murió
sabía exactamente cómo funcionaban las cosas y la dirección en la que tenían
que ir. La planificación centrada—en—la—persona es un grupo de personas
que se juntan regularmente para ayudar a alguien a lograr lo que le gustaría
hacer con su vida. Heather está a cargo de quién quiere invitar y de lo que
quiere hablar. Hablamos acerca de la “PAME” de Heather (Planificación
Alternativa del Mañana con Esperanza) hablamos acerca de sus sueños, como
podría cumplirlos, que es lo que está pasando en su vida y cuáles son los
próximos pasos que necesita dar. Hablamos acerca de hacer sus sueños
realidad.

La reunión solía ser semanal en los días en que ella estaba haciendo planes
para la escuela, la secundaria y lo que quería estudiar en la universidad, que
terminó siendo una universidad residencial para aprender a cómo vivir de
forma independiente, cómo tomar el transporte público, cómo comprar
comida y lo esencial, habilidades de cocina y preparación para el trabajo. Era
importante mantener las reuniones regularmente mientras ella planeaba la
dirección que quería que su vida tomara, pero cuando llegó el momento fue
Heather por sí misma la que decidió cambiarlo a reuniones mensuales.
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Las personas que han asistido en el pasado han incluido profesores, su


asistente de apoyo, que ella misma entrevistó, alguien de la universidad, el
oficial de carreras, sus empleadores y siempre yo. Papá nos ha acompañado
un puñado de veces, pero él no es bueno en esas situaciones. Malinterpreta el
propósito. Es acerca de planificar, si, y es acerca de hacer. Pero también es
acerca de escuchar a Heather, escuchar cómo se siente con respecto a su lugar
en el mundo y dónde quiere estar. Papá no tiene la paciencia para oír esas
cosas. Si ella quiere un trabajo, él se lo conseguirá; si hay una actividad que
ella quiere hacer, él la arreglará para ella. Pero lo que he aprendido de este
proceso es que me ayuda a meterme en la cabeza de Heather. Yo quiero
escuchar las explicaciones de cómo, por qué y cuándo. Como la vez que ella
anunció que dejaría su trabajo empacando en el supermercado local, incluso
aunque ese era un trabajo que ella había pasado mucho tiempo planeando.
Papá estaba presente en la reunión y quería apresurar todo, impetuoso por
sacarla de ahí porque él odiaba que ella hiciera ese trabajo de todas formas. Él
ignoró completamente el hecho de que la razón por la que quería dejar el
trabajo era porque alguien en el supermercado estaba siendo malo con ella.
La señora de la caja se estaba moviendo muy rápido, pisándole los talones
constantemente, haciéndola sentir como si no estuviera haciendo un buen
trabajo, haciéndose cargo del empaque para acelerar el proceso cuando sentía
que Heather no se movía lo suficientemente rápido. Esas son exactamente el
tipo de cosas que necesitamos oír de Heather en las reuniones.

La reunión estaba planeada para las 2:00 p.m., sin embargo, ella está aquí a la
una en punto, caminando hacia nosotros, cara a cara con el hombre que
personifica todas las cosas de las que he estado intentado tan duro protegerla
desde que era una niña. Las palabras no pueden describir cómo me siento en
este momento, pero lo intentaré. He pasado de un sentimiento cálido y de
consuelo por tus palabras, una vez más, consolación que deliberadamente
estaba buscando de ti, y que en sí me hace sentir en conflicto, a querer
proteger a mi hermana de ti. No me extraña que no me puedas entender.
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Pongo toda mi atención en Heather, camino hacia ella para que no se acerque
más a ti, me posiciono de forma que quedamos dos contra uno, con mi brazo
alrededor de sus hombros de manera protectora. No puedo mirarte a la cara;
no quiero ver como podrías burlar, juzgar, analizar o tratar de calcular otra
parte de mí por verla. Solo la miro, sonriéndole con orgullo, rebosando de
amor por ella desde cada poro de mí ser, esperando que lo entiendas,
recuerdes tu programa, te sientas horrible acerca de esto, te reevalúes a ti
mismo, tu trabajo y tu vida entera. Pongo mucho esfuerzo en esto. Estoy
segura de que Heather detectará lo desagradable, deplorable, injusto,
repugnante y sentencioso que eres. A pesar de si lo que dices es puramente
para mantener el debate fluyendo, esas palabras siguen saliendo de tus labios,
tú eres la fuente, la raíz, el creador. Heather posee este talento para leer a las
personas y no hay un mejor momento que ahora para ver esa habilidad en
acción. Quiero que le extiendas la mano y quiero que ella te la rechace como
hizo con Ted Clifford. Quiero verte retorcerte y contorsionarte con esa cara de
sorpresa que pones cuando te corto el rollo, cuando paso de altos a bajos.

—Hola —escucho que dices.

—Hola —responde Heather.

Ella me mira, luego me da codazos suaves, queriendo ser presentada.

—Esta es mi hermana Heather —digo—. La persona más maravillosa en el


mundo.

Ella da una risita sofocada.

—Heather, este es Matt. Un vecino —digo categóricamente.

Me diriges esa mirada intrigada, curiosa y estudiosa nuevamente. Conoces mis


altos, mis bajos y mis puntos medios.

La saludas con la mano. Me molesta, porque es el comportamiento correcto


para alguien en el Círculo Naranja del saludo. Heather te extiende la mano. Me
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giro hacia ella sorprendida, pero está mirándote con una sonrisa educada en
el rostro. Quiero parar este intercambio, este apretón de manos con el diablo,
pero no estoy segura de poder explicar por qué estoy haciéndole esto a
Heather, sobre todo después del alboroto en la casa de papá, del que todavía
no he escuchado.

—Un placer conocerte, Heather —dices, sacudiendo su mano—. Tu mochila es


genial.

Está llevando el bolso que le di por su cumpleaños, hace cinco años. Lo usa
cada día y lo mantiene como nuevo, se asegura de limpiarlo y protegerlo de
cualquier rasgadura. Es un bolso de DJ estilo retro, que sirve para el
almacenamiento de los discos de vinilo, junto con el tocadiscos portátil. Al ver
que ella prefiere escuchar sus discos de vinilo, pensé que sería un buen regalo
para que pudiera llevarlos de un lugar a otro. Y lo hace, casi a todas partes. La
imagen en el exterior del bolso es de un disco de vinilo, por lo que incluso
cuando no está transportando su colección, lo usa para llevar su billetera, el
almuerzo y su paraguas al trabajo y viceversa. Siempre esas tres cosas, en vano
he suplicado que lleve su móvil.

—Gracias. Jasmine me la dio. Caben cincuenta discos y mi tocadiscos portátil.

—¿Tienes un tocadiscos portátil?

—Un Audio Technica AT—LP60 completamente automático y accionado por


correas tocadiscos negro —dice, desabrochando su bolso para mostrárselo.

—Oye, es muy genial —dices, dando un paso adelante para mirar dentro, pero
no tan cerca—. Y veo que tienes algunos vinilos ahí también.

Estás genuinamente sorprendido, interesado sinceramente en ella, de verdad


quieres ver lo que tiene en su bolso de DJ.

—Sip. Stevie Wonder, Michael Jackson… —Revisa su colección y veo tu cara.


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—¡Grandmaster Flash! —ríes—. ¿Puedo…? —Te acercas a su bolso, y me


preparo para que ella te rechace.

—Sí —dice alegremente.


Lo deslizas fuera de su compartimento y lo estudias.

—No puedo creer que tengas a Grandmaster Flash.

—And the Furious Five —te corrige—. “The Message”, una colaboración con
Melle Mel y Duke Bootee, grabado en Sweet Mountain Studios, producido por
Sylvia Robinson, Jiggs Chase y Ed Fletcher. Con una duración de siete minutos
y once segundos —prosigue.

Me miras, asombrado, y luego de regreso a ella. No puedo evitarlo pero


resplandezco de orgullo.

—¡Es impresionante, Heather! ¿Sabes todo acerca de esos discos?

Y Heather comienza a hablarte acerca del disco de Stevie Wonder: Cuándo fue
grabado, cada canción en el álbum, incluso nombra los cantantes de sesión,
los músicos. Estás claramente impresionado, divertido, entretenido y se lo
dices. Luego le dices que eres DJ. Que trabajas en una radio. Heather está
interesada al principio, hasta que escucha que la mayor parte de lo que haces
es hablar. Te dice que no le gusta escuchar hablar, le gusta la música. Le
preguntas si ha estado alguna vez en un estudio de grabación para ver como
los músicos graban sus canciones y ella responde que no, entonces le dices que
podrías llevarla si quiere. Heather está increíblemente emocionada, pero no
puedo hablar, estoy demasiado aturdida por la conversación. No es así como
pensé que pasaría. Nunca. Empiezo a retroceder, llevo a Heather conmigo,
digo adiós de una manera vaga, mientras ustedes dos, ya buenos amigos,
prometen mantenerse en contacto a través de mí. A través de mí. Una vez
dentro, Heather de todo de lo que habla es de lo que le has prometido y me
empiezo a sentir enojada, intento averiguar formas de herirte si no haces lo
que le prometiste. Y cuando se pone demasiado violento en mi cabeza,
empiezo a pensar en formas de hacer que Heather olvide lo que dijiste,
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preparándola para la muy alta probabilidad de que no pase, debido a la alta


probabilidad de que no dejaré que pase.
Presentes en la reunión de hoy, además de Heather y yo, están su asistente de
apoyo Jamie, cuya única concesión al guardarropa de invierno es llevar
calcetines deportivos gruesos con sandalias. Julie, su jefa del restaurante, y
Leilah, quien está presente por primera vez. Lo que me gusta de Leilah es que
ella ni siquiera trata de pedir disculpas en nombre de mi padre; de hecho, ni
siquiera lo menciona y respeto eso. Lo bueno de Leilah es que nunca se ha
involucrado. Esto es en gran parte porque nunca ha habido nada en lo que
involucrarse, pero su presencia es un gesto encantador, y supongo que para
entender lo que pasó en su casa la semana pasada ella tiene que entender más
a Heather.

Mientras los demás esperan en la sala, hago un tarro de té y tazas de café.


Heather está a mi lado.

—Heather... —empiezo, intentando mantener la ligereza en mi voz—. ¿Por


qué le diste la mano a ese hombre fuera?

—¿Matt? —pregunta.

—Sí. No hay nada malo con eso, no te preocupes tanto, pero tú no lo conoces
y es solo curiosidad… Cuéntame.

Ella piensa un poco.

—Porque te vi hablando con él. Y parecías muy contenta. Y pensé, es un buen


hombre por hacer feliz a mi hermana.

Heather nunca deja de sorprenderme.

Me concentro en organizar la bandeja, mientras intento llegar a un acuerdo


sobre la conversación entre Heather y tú. Lo que necesito ahora mismo es
sacarte de mi mente. Estas reuniones son importantes para Heather y son
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igualmente importantes para mí.


—Así que, apártese, señorita Butler —digo como una cursi presentadora de
TV. Heather ríe.

—Jasmine —dice, avergonzada, luego guarda la compostura—. Me gustaría


hacer una nueva actividad. Ella me mira de una manera determinada y sé que
lo que dirá tiene que ver con Jonathan, el nombre que sigo oyendo. Mi corazón
sigue latiendo como loco. Jonathan ha sido su amigo durante mucho tiempo.
También tiene síndrome de Down, sé que está enamorada de él, lo que me
asusta porque sé que él también siente lo mismo por ella. Puedo notarlo
cuando la mira. Puedo sentirlo cuando ellos están en la misma habitación. Es
hermoso y me aterra.

—Jonathan tiene un trabajo como asistente del profesor en una clase de


Taekwondo. —Les explica a los demás. Ya lo sé porque fui con ella una semana
a verlo enseñarle a niños menores de siete años y no tenía permitido
pronunciar una palabra por miedo a que se perdiera uno de sus movimientos—
. Me gustaría aprender Taekwondo.

Jamie y Leilah son maravillosas, al estar sinceramente interesadas en esto y


hacer un montón de preguntas. Mientras ellas hacen eso, me preocupo.
Heather tiene treinta y cuatro años y ciertamente no es ágil, del mismo modo
que yo ya no soy tan ágil como lo fui una vez, y por eso esta clase me preocupa.
Sin embargo, parezco ser la única que tiene recelos, finalmente accedo a que
vaya a probar una clase el próximo sábado por la mañana, en vez de la clase
de cerámica y pintura, de la que se ha cansado después de dos años.

—Tengo una idea —ofrece Leilah—. En caso de que no te guste el Taekwondo,


o si no funciona por alguna razón, podrías participar en mis clases de yoga.
¿Quizás podría enseñarles a ti y a Jonathan juntos?

Heather sonríe ante esta sugerencia y yo también. Me gusta esta idea: tiempo
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a solas con Jonathan en compañía de Leilah me hace sentir cómoda, Heather


empieza a planear el yoga y el taekwondo en su ya muy ocupada semana. Hago
notas en mi diario, notando como sus actividades llenan mis páginas en blanco.
—Siguiente —digo y ella se ríe de nuevo.

—A Jonathan y a mí nos gustaría irnos de vacaciones juntos —dice, y hay un


silencio sepulcral que incluso ni Jamie sabe muy bien cómo llenar. Me miran.
Quiero decir que no. No, no, no… pero no puedo.

—Vaya. Bien. Eso es. Ya veo. Bien. —Tomo un sorbo de té—. ¿Dónde te
gustaría ir?

—Al departamento de papá en España.

Leilah amplía sus ojos hacia mí.

—¿Papá dijo que podrías?

—No le he preguntado. No pudo venir hoy —dice Heather.

—Bueno, no estoy segura de si está libre. ¿Está libre, Leilah?

—No lo sé —dice Leilah despacio, no le gusta el lugar en el que la he puesto


para un asunto tan importante, y no se da cuenta de que quiero que diga que
no, o bien se da cuenta, pero no quiere mentir.

—Ni siquiera te ha dicho la fecha —dice Jamie, sin ocultar su descontento con
lo que está pasando.

—En primavera —dice Heather—. Jonathan dice que en verano hace mucho
calor.

—Jonathan está absolutamente en lo correcto —le digo, mi mente se acelera.


Ahora sé cómo se sintió papá cuando le dije que pasaría las primeras
vacaciones con mi novio. Y luego recuerdo como me sentí cuando abordaba el
tema con él, miro a Heather y finalmente me relajo.
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—Heather. Tú y Jonathan nunca antes han estado juntos lejos, y España es un


poco lejana para el primer viaje. —Enfatizo esas palabras para que no piense
que estoy echando abajo su plan—. ¿Por qué no salen por una noche o dos
primero, a algún lugar encantador en Irlanda en el que nunca hayan estado
antes? ¿Pueden tomar el tren o un bus y estar cerca de casa, pero no tan cerca?

Parece dudosa. Jonathan y ella ya han reservado su pasaje y puesto sus


corazones en España. Replicarle de este gran paso toma un montón de
persuasión gentil, pero Heather escucha, nos escucha a todos, siempre lo hace,
es una mujer inteligente, toma en cuenta la opinión de todos.

Durante las últimas semanas había estado planeando llevar a Heather a Isla
Fota, que se encuentra en el puerto de Cork, y es el hogar del único parque de
vida salvaje en Irlanda. Ahora sugiero este lugar porque no puedo pensar en
otra cosa en ese momento. Está convencida de inmediato. España está
olvidada. Jonathan ama a los animales, ama los trenes, esto es perfecto. No
puedo evitar sentirme triste, porque el lugar al que estaba emocionada de
llevarla será una experiencia que compartirá con alguien más.

—Así que —tomo una respiración profunda—. Las habitaciones.

Puedo decir que Heather está avergonzada por esta parte, así que tomo el
control.

—Las opciones son: dos habitaciones o una habitación con dos camas
individuales. O... —No me atrevo a decirlo. Jonathan y Heather son dos
personas con deseos y pasiones como todo el mundo, pero me siento como
una madre sobreprotectora cuando su hija ha anunciado que le gustan los
chicos. Respiro y me obligo a decirlo—. O una cama matrimonial en una
habitación, pero Jonathan podría ser un hombre diagonal, ¿quién sabe? —
Agrego juguetonamente—. Quizá ocupe la cama completa y tú podrías rodar
al suelo en medio de la noche.
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Heather se ríe.
—O quizá ronque —dice Jamie—. Como esto… —Hace ruidosos sonidos de
cerdo y todas reímos.

—O quizás sus pies huelen realmente mal —dice Leilah, tapándose la nariz

—Jonathan no huele mal —dice Heather, poniendo mala cara, las manos en
las caderas.

—Oooh, Jonathan es tan perfecto. —Bromeo.

—¡Jasmine! —chilla Heather y todas nos reímos.

La risa se aquieta y la habitación queda en silencio, esperando a que tome una


decisión.

—Habitaciones separadas —dice tranquilamente, y rápidamente


continuamos. Mientras Jamie habla sobre la logística para llegar allí, yo le
guiño un ojo a Heather y ella sonríe tímidamente.

Esta no es la primera vez que Heather ha estado lejos: ha viajado antes con
grupos de amigos, pero siempre con su asistente de apoyo u otro adulto que
sé que los cuidaba. Esta es su primera vez sola, con un hombre, y tengo que
pelear contra la bola de tensión y nervios en mi estómago, el nudo en mi
garganta y las lágrimas que están brotando.

Pasamos a hablar de su próximo asunto, que es que, aunque está muy


agradecida por los tres trabajos que tiene durante la semana, su amor principal
es la música y ninguna de sus actividades la incluye. Le encantaría trabajar en
una estación de radio o en un estudio de grabación, y les cuenta a todos en el
grupo acerca de la conversación que ha tenido con Matt Marshall. Todas
señalan que es una maravillosa coincidencia que ella lo haya conocido el
mismo día que deseaba discutir esto.
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—Jasmine, ¿tal vez podríamos invitar a Matt Marshall a la siguiente reunión


para discutir las posibilidades? —sugiere Jamie.
Heather está roja de la emoción ante esta perspectiva.

Siempre me gusta ser positiva en estas reuniones, así que reúno toda la
jovialidad que puedo.

—Quizás podemos planearlo para la próxima vez. Tal vez. Quizás. Después de
que hable con él y vea si hay algo que pueda hacer. Si es que tiene tiempo…
aunque está teniendo un momento personal fuera del trabajo por ahora. Así
que… Sí. Quizá —digo por fin.

Leilah me mira con cautela. Me siento agradecida cuando pasamos al siguiente


tema.

Cierro la puerta con gran tristeza cuando todos se van después de que la
reunión es finalizada y subo a mi habitación. No estoy celosa de mi hermana,
nunca lo he estado. Siempre he querido una vida mejor para ella, aunque sé
que es feliz con la vida que tiene. Hoy, sin embargo, se me ha ocurrido por
primera vez que ella siempre ha sabido la dirección en la que quiere llevar su
vida, siempre ha tenido un equipo para ayudarla, aconsejarla y guiarla.
Siempre lo ha tenido claro. Soy yo la que no lo tiene claro. Soy yo quien de
pronto no tiene idea de lo que estoy haciendo, soy yo la que no tiene un
“PAME” en absoluto. La comprensión me golpea como una tonelada de
ladrillos y parece que no puedo recuperar el aliento. No puedo decirle a nadie
mis sueños si me preguntaran ahora mismo, ni mis esperanzas y deseos. Si me
pidieran poner un plan en acción, no sabría dónde empezar.

Me siento completamente perdida. Página 152


Primavera
La estación entre invierno y verano, comprende en el Hemisferio Norte los
meses de marzo, abril y mayo.

La capacidad de algo para volver a su forma original cuando es apretado,


estirado o torcido.

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Toda mi vida he seguido y respetado las señales. Cuando conduzco por una
estatal y hay señales de niños jugando, la respeto y bajo la velocidad. Cuando
veo una señal de renos mientras conduzco a través de Phoenix Park, sé que
tengo que mantenerme alerta en caso de que alguno aparezca desde detrás
de un árbol y se lance en el camino. Siempre paro en las señales de pare, cedo
el paso cuando debo hacerlo. Confío en las señales. Creo que son exactas, sin
contar con las veces en las que algún vándalo obviamente ha alterado las
señales para apuntar en la dirección equivocada. Creo que las señales están de
mi lado. Aquí es donde me confundo cuando las personas dicen que creen en
las señales, como si fueran una cosa iluminadora y notable, porque ¿qué es lo
que no hay que creer acerca de algo que te apunta a algo y te indica que debes
realizar algo? ¿Qué es lo que no hay que creer acerca de algo físico? Es como
decir que creo en la leche. Por supuesto que lo haces, es leche. Creo que la
mayoría de las personas que dicen que creen en las señales en verdad quieren
decir que creen en los símbolos.

Los símbolos son algo visible que representa algo invisible. Un símbolo es
usado abstractamente. Una paloma es un pájaro pero también es un símbolo
de paz. Un apretón de manos es una acción pero es también un símbolo de
amistad. Los símbolos representan algo por asociación. Los símbolos a menudo
nos obligan a imaginarnos lo que es invisible; ya que no siempre es obvio.
Mientras troto por la bahía de Dublín de regreso a casa el primero de marzo,
el primer día de primavera, veo el arcoíris más hermoso, que de lejos parece
aterrizar directamente en lo más alto de mi casa, pasando por mi techo y entre
mi hogar, o aterrizando en mi jardín trasero. Esto no es una señal. No me está
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diciendo que haga algo. Es un símbolo. Como lo eran las campanillas de febrero
que se peleaban por resurgir del suelo en Enero y Febrero, hombro con
hombro, luciendo preciosas y tímidas, como si la mantequilla no se derritiera,
como si haciendo lo que habían hecho, logrando lo que habían logrado en
contra de los elementos no significara una hazaña. Lo habían hecho parecer
fácil.

Monday O’Hara es otro ejemplo. Su llegada a mi vida, “cazándome” para un


trabajo, buscándome y pensando que valgo la pena. Esto representa algo
invisible también. Pienso en él a menudo, no es solo por lo guapo que es sino
también por lo que representa. Hemos hablado por teléfono dos veces desde
nuestra reunión y nunca quiero colgar. O él es muy dedicado a su trabajo,
dándome tanto de su tiempo, o tampoco quiere colgar. El mes que me ha dado
para pensar en el trabajo se ha acabado. Estoy esperando con ansias verlo otra
vez.

El arcoíris sobre mi casa, las campanillas de febrero, la alfombra de azafranes


purpuras en el jardín del lado de la casa de los Malone y Monday O’Hara son
todos símbolos para mí. Todos ellos son cosas visibles representando cosas
invisibles: Esperanza.

Comienzo el día ordenando. Mucho antes de que la casa esté hecha un


desastre me doy cuenta de que necesito un cubo de basura, el cual tengo, pero
se encuentra en mi entrada en este momento, lleno de pavimentación costosa,
que atrae una fila de tipos de poca confianza que continúan tocando en mi
puerta preguntando si necesitaría ayuda para deshacerme de eso. Así que para
poder llenar el cubo con la basura de mi casa debo primero vaciarla de piedras,
pero habiendo removido las piedras debo colocarlas en alguna parte. Es ahí
cuando recuerdo tu sugerencia de un jardincito rocoso. Aunque me molesta
seguir tu consejo, y peor aún, que tu veas que estoy siguiendo tu consejo, dado
que el cubo de basura está enfrente de mi casa, directamente alineada con tu
vista, sé que tiene que ser hecho. Es demasiado tarde para pedirle ayuda al
paisajista. Cuando apareció después de la tormenta, esperando encontrar la
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pila de césped destruida por la lluvia y el viento, y en su lugar descubriendo mi


no tan perfectamente colocado césped frontal, le dije que haría el resto del
jardín por mi cuenta. Terminar lo que empecé, por decirlo así. No es que le
diera a Larry la satisfacción de saber que su comentario me había empujado
para hacer algo por mí misma.

Abandonando la casa saqueada que he vuelto incluso más desordenada en mi


esfuerzo por ordenarla, cambio mi atención al jardín. Voy a hacer este jardín
apropiadamente, tiene mi atención completa. Realizo una lista y me dirijo al
centro de Jardín para comprar lo que necesito comprar. Estoy enfocada. Estoy
en la zona, la zona de jardinería. Recibo dos mensajes de texto de mis amigos,
sugiriendo que vayamos por un café pero justo cuando estoy a punto de decir
que sí al primero, algo que últimamente he hecho automáticamente, saltando
ante la oportunidad de tener compañía de mitad de semana o mediodía, me
doy cuenta que en realidad estoy ocupada. Tengo mucho trabajo que hacer
antes de que las nubes de tormenta comiencen a reunirse de nuevo. El
segundo mensaje es fácil de enviar: Estoy ocupada. Muy ocupada. Y eso eso
me hace sentir bien.

Hoy es el día de trabajo ideal porque el suelo está seco. Habiéndome dado
cuenta que mis piedras de pavimentación de “arenisca india natural” no darán
la apariencia tosca que concibo para mi jardincito rocoso, he hecho arreglos
para que la piedra natural ideal sea entregada. Justo a tiempo, el joven
ayudante de la jardinería que ha estado enseñándome en cada viaje se detiene
en su auto, trayendo las piedras tras de sí en un remolque. Estudia mis piedras.

—Es una lástima desperdiciarlas —dice.

Nos quedamos parados mirando a las losas con las manos en las caderas.

—Podrías hacer peldaños —dice por fin—. Como han hecho en la casa de al
lado.

Ambos miramos al perfecto jardín de los Malone y vemos sus peldaños en


forma de corazón conduciendo a una casa de hadas. Eddie no era exactamente
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cuidadoso con el martillo neumático, así que mis piedras tienen formas
irregulares. Es más natural de esta manera y lo prefiero así. El hombre del
centro de jardín toma su camino, dejándome para divertirme moviendo las
losas de arenisca por mi nuevo césped. Improviso, usando el final de mi
rastrillo para decidir lo profundo que quiero posicionar las losas. Luego mido
mi zancada y coloco las piedras para que haya una piedra debajo para cada
pisada. Tomo mi bordeadora de media luna junto a la pavimentadora, piso
sobre ésta para cortar por completo a través de las raíces del césped. Realizo
un contorno de la piedra y luego quito el césped. Cavo en una profundidad
igual al grosor de la piedra, luego repito este proceso para las diez piedras que
tengo conduciendo desde mi casa hacia donde estará la rocalla. Mezclo el
cemento con agua en mi nueva carretilla hasta que su consistencia está como
la de la masa del pastel. Añado dos pulgadas de mezcla a cada agujero para
prevenir que se muevan o se hundan, luego contoneo las piedras en cada
ranura y las golpeo con un mazo de goma. Uso un nivelador para ajustar cada
piedra equilibradamente. Todo esto me toma cierto tiempo.

Para las seis de la tarde está oscuro y estoy sudando, hambrienta, dolorida,
cansada, y más satisfecha de lo que puedo recordar haberme sentido alguna
vez. He perdido totalmente la noción del tiempo, aunque en algunas etapas
era consciente del señor Malone podando sus rosas y cortando el crecimiento
excesivo de sus plantas, mientras me decía en una voz jovial que debería haber
hecho esto en Enero y Febrero pero no pudo, no con Elsa tan enferma.

Mientras colapso en mi cama esa noche, relajándome en mis sábanas recién


cambiadas con aroma a “brisa de verano” de la secadora de sábanas, me doy
cuenta que un día entero ha pasado sin darle un minuto a pensamientos de
mis problemas actuales. Mi mente estaba bien y verdaderamente en la tarea
en cuestión. Tal vez son los genes que heredé de mi abuelo, o tal vez es el
hecho de que soy irlandesa, he surgido de la tierra y esta compulsión a cavar,
y la propia excavación, me trae una bocanada de vida de vuelta. Puede que
haya entrado en mi jardín toda tensa, pero en cuanto empecé a trabajar, la
tensión se desapareció toda por sí misma.
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Cuando tenía siete años, mamá me compró mi primera bicicleta, una Heather
púrpura, con una canasta blanca y morada en el frente, y una campana que
solía amar, jugando incluso cuando estaba sentada en el césped con la bicicleta
recostada en el suelo a mi alrededor. Amaba su sonido, sentía como si fuese la
voz de mi bicicleta. Le haría una pregunta y respondería con un briiing. Pasaba
todos los días en bicicleta afuera en la calle, dando vueltas, subiendo y bajando
por los brocales, rápido, lento, frenando, casi como si fuese una patinadora de
hielo girando alrededor con una audiencia observándome, los jueces
sosteniendo calificaciones y todo el mundo animándome. Me quedaría afuera
todo el tiempo que pudiera en las noches, comería mi cena tan rápido que
estaría atascada dolorosamente en mi pecho antes de correr de nuevo a la
bicicleta. En la noche lloraba, al dejarla. La aparcaría afuera en el jardín y la
vería, sola, mientras esperaba por mí y nuestra próxima aventura. Ahora me
siento como esa niña de nuevo, mirando por la ventana hacia mi jardín a
oscuras, sabiendo exactamente qué irá en qué lugar, imaginando cada
característica, cómo puedo moldearlo y nutrirlo, todas las posibilidades.

Estoy teniendo el sueño más delicioso acerca de Monday O’Hara. Está


haciendo una lista, en completo asombro, de todas las cosas que he logrado
en mi jardín, que ya no es más mi jardín sino Powerscourt Gardens en Wicklow.
Me encojo de hombros ante sus halagos, diciéndole que soy una campanilla
de febrero y que eso es lo que hacen las campanillas de febrero, no es gran
cosa, somos fuertes, nos levantamos por encima del suelo, como puños siendo
elevados en señal de victoria. Las cosas están comenzando a ponerse jugosas
entre nosotros cuando el sonido de “Paradise City” se introduce en mi sueño,
a todo volumen desde un sistema Tannoy pegado al techo de la van del
jardinero, mientras trata de despejar los jardines para la hora de cerrar, lo que
lleva a Monday a darse cuenta que soy una farsante, que los jardines que le he
mostrado no son míos después de todo, que soy una mentirosa. Luego el
jardinero baja su ventana tintada y eres tú. Me estas mirando y sonriendo, una
sonrisa que crece y se convierte en una risa que se vuelve más y más fuerte
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como la música a todo volumen. Me despierto de repente para escuchar que


‘”Paradise City” sigue sonando. Aprieto los párpados, esperando volver al
sueño con Monday, para continuar donde lo dejado antes de que el jardinero
lo arruinara, pero cuando me quedo dormida me encuentro en un sueño
diferente, con Kevin sentado en el césped, haciendo cadenas de margaritas.
Todos alrededor están vestidos de negro y él está hablando y actuando como
si tuviera diez años otra vez, aunque parece el hombre con el que me reuní en
Starbucks y cuando va a poner la cadena de margaritas en mi mano descubro
que en realidad está hecha de rosas y las espinas cortan mi piel.

Me despierto con las voces de fuera. Tropiezo fuera de la cama, desorientada


y miro por la ventana. Estás sentado en la mesa de tu jardín delantero con el
Dr. Jameson. La mesa está ahora tan desgastada que la madera se está
astillando y pelando. Necesita ser tratada, me confunde porqué esto se me
ocurre como más importante que la visión del Dr. Jameson sentado contigo a
las 3:10 a.m.. El Dr. Jameson está de cara a mi casa; tú estás en la cabecera de
la mesa como siempre. Hay una colección de latas en la mesa y te tomas una,
con el rostro paralelo al cielo, mientras escurres hasta la última gota de la lata.
Cuando has terminado, estrujas la lata y la lanzas a un árbol. Fallas e
inmediatamente tomas una lata llena y la tiras con furia al árbol. Das en el
blanco y la espuma de la cerveza sale de la lata rota.

El Dr. Jameson hace una pausa para ver dónde ha aterrizado, luego continúa
hablando. Estoy confundida. Tal vez ha perdido sus llaves de tu casa y los dos
son demasiado educados como para molestarme por mi juego de llaves.
Encuentro esto bastante improbable. Eructas, tan fuerte que parece rebotar
en la última pared de un callejón sin salida y hace eco. No puedo oír las
palabras del Dr. Jameson, aunque quiero, y me quedo dormida escuchando el
calmante ascenso y descenso de su tono gentil.

Esta vez sueño con una conversación con el abuelo Adalbert. Aunque soy una
adulta, me siento como una niña de nuevo. Estamos en su jardín trasero y está
mostrándome como sembrar semillas. Bajo su mirada vigilante, rocío las
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semillas de girasol, las cubro con tierra y luego las riego. Me está hablando
como si todavía fuera una niña. Me está mostrando como poda su floreciente
jazmín de invierno, que me dice que puede ser podado cuando las flores se
han marchitado por completo. Me muestra como poda cualquier madera
muerta o dañada necesaria para extender el armazón o la cobertura de la
planta y, luego recorta todos los crecimientos secundarios de la estructura
principal hasta dos pulgadas de los tallos principales. Esto alentará muchos
nuevos brotes que florecerán el invierno siguiente

—Mucho crecimiento nuevo, Jasmine —dice, alimentando y cubriendo con


abono afanosamente sus plantas.

—Esto no es una señal, abuelo —le digo en una voz de bebé que estoy
poniendo porque no quiero herir sus sentimientos recordándole que ahora soy
una adulta. Eso puede hacerle darse cuenta de que ha estado muerto por
mucho tiempo y podría hacerlo sentir triste—. No me dice que dirección tomar
—digo, pero me está dando la espalda mientras continua trabajando.

—¿Así es? —dice, hablando como si yo estuviera balbuceando y no tuviera


ningún sentido.

—Sí, abuelo. El jazmín está podado de nuevo, pero está listo ahora, listo para
crecer y eso no es una señal, es un símbolo.

Entonces se da la vuelta, y aunque sé que estoy en un sueño, estoy segura de


que es él, que realmente es él. Sonríe, su cara se arruga, sus ojos casi se cierran
mientras sus mejillas de manzana se levantan en esa sonrisa sincera.

—Esa es mi Jasmine —dice.

Me despierto con una lágrima rodando por mi mejilla. Página 160


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Es sábado y tan pronto como abro los ojos a la luz dorada de mi habitación
quiero saltar fuera de la cama, ponerme un chándal y correr afuera al jardín,
como el chico en The Snowman, quien apenas puede contenerse a sí mismo,
está tan ansioso por ver a su nuevo amigo. Por supuesto en mi caso no es un
muñeco de nieve sino una pila de rocas que necesito colocar en mi jardín
inclinado.

Mientras estoy fuera mirando las piedras, Amy llega con los niños. Ellos se
bajan del auto y lentamente, infelizmente, caminan lejos de ella. Abres la
puerta de enfrente y, antes de que puedas bajar a la entrada para saludarla
ella se va. Eres dejado observándola irse. No es una buena señal. Los niños te
abrazan, no Fionn, él simplemente continua arrastrando sus pies por todo el
camino de la entrada y entra a la casa.

Por fin hay silencio y, me gusta, es solo que no dura tanto. El señor Malone
esta devuelta en su jardín y puedo oírlo cepillar sus piedras del pavimento.

—No deberías rociarlo con la manguera —dice, notándome observándolo.


Está arrodillado, restregando las piedras a mano—. Arruina el aspecto de la
roca. Tengo que tener el lugar luciendo limpio para Elsa. Estará en casa
mañana.

—Que genial escuchar eso, Jimmy.

—No es lo mismo —dice, levantándose y caminando para reunirse conmigo en


medio de donde sus arbustos y césped terminan y donde mi entrada comienza.

—¿Sin ella?
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—Con ella, sin ella. Ella no es la misma. El ataque, eso… —Asiente para sí
mismo como terminando la oración en su cabeza y luego concordando con
ella—. No es la misma. Sin embargo, Marjorie estará feliz de verla. Limpiaré lo
de todos lados allí adentro también, pero no sé si ella notará gran cosa.

Mi rato de deber alimentar a Marjorie terminó tan pronto como el Dr. Jameson
volvió de sus vacaciones, pero me había dado cuenta que Jimmy no había
estado enfrentando muy bien que su esposa no estuviera por allí. El fregadero
de la cocina tenía platos sucios apilados y un mal olor emanaba del
refrigerador. No fue mucho y no fue invasivo, pero había limpiado los platos y
tirado los vegetales mohosos y la leche cortada en la nevera casi vacía. Estaba
tan acostumbrado a ser atendido en casa que no se había dado cuenta, o al
menos no había comentado. Aun así, tan pronto como el Doctor Jameson
regresó a su labor de buen vecino trabajador, dudaba que sus labores
incluyeran lavar los platos. Aunque sus labores contigo anoche, si eso es lo que
eran, se habían extendido hasta las 3.30 a.m. De lo que ustedes dos hablaron
hasta entonces, contigo ciego de la borrachera, cantando y gritando, y el Dr.
Jameson en su chaqueta de North Face y su bronceado, es un misterio para
mí.

Dejo un silencio respetuoso, aunque sé que él no había esperado una


respuesta. Luego pregunto:

—Jimmy, ¿cuándo es el mejor momento para plantar un árbol?

Se recupera de su humor sensiblero, animándose de inmediato ante la


pregunta.

—El mejor momento para plantar un árbol, ¿eh?

Asiento e inmediatamente me arrepiento de haber preguntado.


Probablemente me apunto con una respuesta demasiado larga.

—Ayer —dice, luego se ríe entre dientes, la tristeza todavía en sus ojos—.
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Como todo lo demás. En su defecto, ahora—. Luego regresa a limpiar sus


piedras.
Tu puerta se abre y Fionn sale, vestido todo de negro, con la capucha
cubriendo la mayoría de su rostro, pero los granos y las pecas de adolescente
desmienten su extraña elección de ropa. Viene directo hacia mí.

—Papá me dijo que te ayudara —dice.

—Oh —No estoy segura de cómo responder—. Yo, em, no necesito ayuda.
Estoy bien, en serio. Pero gracias—. Me gusta la paz de trabajar sola. No quiero
tener que hacer una pequeña charla o explicar que es lo que quiero hacer.
Preferiría simplemente ponerme en esto por mí misma.

Está observando las rocas con ansia.

—Parecen pesadas.

De hecho, sí que parecen pesadas. Me recuerdo a mí misma que no necesito


ayuda, nunca pido ayuda. Prefiero hacer las cosas por mí misma.

—No quiero volver allí dentro —dice, tan bajo que cuando lo miro observando
a las rocas es como si no hubiera hablado y me pregunto si realmente lo
escuché. ¿Cómo puedo decirle que no después de eso? Y me pregunto de
quien fue la idea de salir a ayudarme. Dudo que fuese tuya.

—Comencemos con esta —digo—. Quiero ponerla por aquí.

Tener a Fionn aquí me hace moverme más de prisa, tomar decisiones más
rápido de lo que las hubiese tomado. Al principio me es difícil encontrar cosas
que decirle, cosas geniales, ingeniosas, jóvenes, pero mientras el tiempo pasa
y continúan sus respuestas monosilábicas, me doy cuenta de que él no quiere
conversar más de lo que yo quiero. Y así que trabajamos en silencio,
comenzando desde el fondo de la pendiente y trabajando hasta arriba, con un
par de palabras aquí y allá acerca de mover una piedra a la derecha, a la
izquierda, ese tipo de cosas. Conforme pasan las horas, comienza a ofrecer
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sugerencias de donde colocar las cosas.


Finalmente nos paramos de nuevo, sudando y jadeando, y examinamos las
rocas. Felices con sus posiciones, nos disponemos a incrustar exhaustivamente
cada roca, para que estén aseguradas en sus lugares, al menos con la mitad de
la roca enterrada bajo tierra. Mezclamos el abono para plantar con la arenisca
para asegurarnos de que las rocas queden en su lugar. En el siguiente nivel
movemos las rocas más pequeñas dejando un montón de huecos para las
plantas. En cada etapa damos un paso atrás y echamos un buen vistazo desde
diferentes puntos de vista.

Fionn está callado.

—Tendrá mejor aspecto con las plantas y las flores —digo conscientemente,
protectora de mi terreno.

—Sí —dice en un tomo que no puedo interpretar. Su voz es monótona, sin


expresión alguna, pareciendo importarle y no importarle al mismo tiempo.

—Estoy pensando en poner una fuente de agua —digo. He buscado acerca de


ello y estoy emocionada por haber encontrado un video demostrando cómo
construir una fuente de agua en ocho horas. Estoy más que emocionada de ver
que puedo usar mis piedras de arenisca india para la fuente.

Ambos estamos en silencio mientras inspeccionamos el jardín en busca de un


lugar.

—Lo podrías poner allá —dice.

—Estaba pensando en más por aquí.

Se queda callado por un momento, luego me dice:

—¿Dónde está el enchufe eléctrico más cercano?

Me encojo de hombros.
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—Lo necesitaras para la bomba. Mira, tienes luces—. Se da un paseo por el
jardín, buscando la fuente de electricidad de las luces de mi jardín—. Aquí. Será
mejor ponerla cerca de aquí.

—Si —digo, mi voz emparejada a la suya, sin pretenderlo pero es adictivo. Es


mucho más fácil no hacer un esfuerzo, puedo entender porque lo hace—. Voy
a poner un tubo a través del medio de las piedras como esto, ve —Coloco las
areniscas unas sobre las otras para mostrarle—. El agua saldrá por en medio.

—Como, ¿explotar?

—No, como… brotar.

Asiente una vez, poco impresionado.

—¿Lo harás ahora?

—Mañana.

Parece decepcionado, aunque es difícil estar segura, dado la tendencia general


de estar entre la indiferencia y la miseria. No lo invito para mañana. No me ha
importado su compañía pero prefiero hacer esto sola, sobre todo porque no
sé que estoy haciendo. Quiero encontrar mi camino por mí misma, no tener
que discutirlo y explicarlo. No es que hubiera mucha discusión con Fionn.

—¿Vas a usarlas todas?

—La mitad.

—¿Puedo tomar la otra mitad?

—¿Para qué?

Se encoge de hombros, pero está claro que tiene algo en mente.


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Lo miro, esperando más.

—Para aplastarlas.
—Oh.

—¿Puedo tomar esto prestado? —indica mi mazo de goma.

Es lo más esperanzado que lo he visto alguna vez.

—Está bien —digo indecisa.

Coloca las piedras de pavimentar en la carretilla y la rueda a través de la calle


hacia tu mesa. Luego vuelve por más. Es mientras está haciendo esto que sales
para ver qué es lo que hace. De hecho le preguntas qué es lo que está
haciendo, pero te ignora y regresa a mi jardín por más piedras. Lo observas por
uno momento, luego lo sigues.

—Hola —dices, recorriendo el camino hacia mí, con las manos enterradas en
tus bolsillos. Revisas la rocalla—. Luce bien.

—Gracias. Maldición —digo de repente, viendo a mi primo Kevin girar en la


esquina de la calle, dando un paseo de forma casual, mirando de izquierda a
derecha mientras busca mi casa—. No estoy aquí —digo, soltando todo y
corriendo hacia la casa.

—¿Qué?

—No estoy aquí —repito, señalando a Kevin, luego tiro de la puerta de


entrada. La dejo entreabierta, quiero escuchar lo que tiene que decir.

Kevin se pasea por la entrada.

—Hola —les dice a ti y a Fionn, quien está colocando las piedras en la carretilla
muy cuidadosamente, a pesar de su aparente intención de aplastarlas.

—Hola —dices. Suenas más como un DJ cuando no puedo verte, como si


tuvieras una voz “telefónica” reservada para los extraños. Doy un paso de lado
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hacia la ventana y echo un vistazo sobre el alféizar para ver. Kevin parece un
sacerdote, con el cabello hacia atrás, zapatos de cordones marrones y un
impermeable. Todo está preciso, ordenado, con tonos terrosos. Puedo
imaginarlo con sandalias en el verano.

—Jasmine no está —dices.

—Oh—. Kevin da un vistazo a la casa y me agacho—. Es una lástima. ¿Estás


seguro? Parece como si… bueno, la puerta está abierta.

Por un momento me preocupa que vaya a entrar a buscarme, como cuando


éramos niños y no quería que Kevin me encontrara en absoluto. Ese juego de
quien quiera que te encuentre tiene que unirse a ti y esconderse juntos, y
luego ambos esperan a que el resto los encuentren. Kevin siempre tenía una
maña para encontrarme primero, empujando su cuerpo contra el mío,
escurriéndose en el espacio angosto conmigo para que pudiera sentir su
respiración en mi cuello y sentir su corazón latir en mi piel. Incluso cuando niña
me hacía incomodar.

Estás callado. Me sorprende que no te puedas inventar una mentira, no es


como si tuviera alguna prueba de que seas un mentiroso pero pienso tan poco
de ti a veces que esto es algo en lo había asumido que serias natural. Es Fionn
quien viene en mi rescate.

—Nos la dejó abierta. Somos sus jardineros —dice, y la falta de emoción, la


falta de cuidado, lo hace completamente creíble. Lo miras con lo que parece
ser admiración.

—Oh Dios. Está bien, entonces lo intentaré con su móvil de nuevo —dice Kevin,
empezando a retroceder—. En caso de que no pueda contactarla, ¿le dirías
que Kevin pasó por aquí? Kevin —repite.

—Kevin, de acuerdo —dices, claramente incómodo de estar en esta posición.

—Seguro, Kieran —dice Fionn, saliendo por el camino con la carretilla.


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—Es Kevin —dice con naturalidad pero algo preocupado.


—Lo tengo —dices, y Kevin deambula lentamente devuelta hacia de donde sea
que salió, mirando continuamente sobre su hombro a la casa para asegurarse
de que no aparezca. Ni siquiera cuando ha desaparecido de la vista me siento
segura.

—Se ha ido —dices y tocas la puerta.

Abro la puerta lentamente y me deslizo a tu lado, esperando que me cubras


de vista en caso de que vuelva.

—Gracias.

—¿Novio?

—Dios, no. Quiere serlo.

—Y tú no.

—No.

—Parece un buen chico.

Necesito deshacerme de esta pequeña conversación de inmediato. No quiero


hablar de mi vida amorosa o la falta de ella contigo.

—Es mi primo —dejo escapar, esperando terminar con la conversación acerca


de Kevin.

Tus ojos se amplían.

—Jesús.

—Fue adoptado.

—Oh.
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—Aun así —digo en mi defensa. Es y siempre será asqueroso para mí.

Silencio.
—Tengo una prima: Eileen —dices de repente—. Tenía el par de tetas más
grande, incluso cuando éramos niños. Todo lo que recuerdo cuando pienso en
ella son…—Pones tus manos extendidas sobre tus pectorales y aprietas unos
grandes pechos de aire—. Siempre he tenido un capricho por ella. Tetas
Sorprendentes, siempre la llamábamos, porque todo solía encajar justo en su
lugar, sabes. ¿Cómo una estantería?

Ambos estamos mirando a Fionn mientras hablas, no entre nosotros. Nuestras


espaldas están contra la pared de mi casa, mirando para fuera.

—Ha tenido algunos niños ahora. Están más por aquí estos días… —Bajas las
manos para que esos senos imaginarios caigan alrededor de tu cintura—. Pero
si me dijera que fue adoptada mañana… lo haría, ¿sabes?

—Matt. —Suspiro.

Te miro y veo que tienes esa mirada pícara en tu rostro. Sacudo la cabeza. Ya
sea que tu historia sea real o no, me estás torturando deliberadamente. No
morderé el anzuelo.

—Tu hermana, ella...

—Tiene Síndrome de Down. —Te adelanto, cruzando los brazos, lista para la
pelea. Siempre lista para: ¿Qué fue lo que dijiste de mi hermana? La causa de
la mayoría de mis peleas de adolescente. Algunas cosas nunca cambian.

Pareces sorprendido y aflojo un poco mi postura.

—Iba a decir, tu hermana es una gran fan de la música.

Entrecierro los ojos hacia ti suspicazmente y concluyo que pareces sincero.

—Oh. —Pausa—. Sí. Lo es.


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—Probablemente sabe más que yo.

—Eso es una obviedad.


Sonríes.

—He organizado algo para ella la próxima semana. Un tour por la estación.
¿Crees que estaría interesada? Creí que podría estarlo, lo he hecho por algunas
personas antes, pero nunca para alguien como ella que creo que realmente lo
apreciaría, con todas las ventajas. ¿Qué dices?

Te observo en estado de shock y me las arreglo para dar un asentimiento


rápido.

—Bien. Espero que esté bien preguntar, pero solo quiero saber ¿Cuál es la
manera correcta para hacerlo? ¿La recojo aquí, o quieres llevarla? ¿O lo hará
a su manera?

Continúo observándote con sorpresa. No te reconozco. Que hayas organizado


un tour para ella y que seas lo suficientemente considerado como para
preocuparte acerca de la logística, está más allá de mi comprensión

—¿Has organizado un tour para ella?

Pareces confundido.

—Dije que lo haría. ¿Está bien? ¿Debería cancelarlo?

—No, no —digo rápidamente—. Estará tan contenta. —Lucho por encontrar


las siguientes palabras—. Toma el bus por sí misma —digo, a la defensiva de
nuevo—. Es perfectamente capaz de eso, sabes.

—Bien. —Tus ojos me examinan, odio esto.

—Pero podría llevarla —digo—, si eso está bien.

—Por supuesto. —Sonríes—. Eres una hermana mayor protectora.

—Pequeña —digo.
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Frunces el ceño.

—Ella es mayor que yo.


Parece que lo has captado. Tienes ese aire de comprensión. Pero es sarcástico.

—Eso tendría sentido. Ella es más madura.

Una sonrisa cosquillea en las esquinas de mi boca, pero rehúso a dejarla salir.
Desvío la mirada hacia Fionn. Sigues mi mirada.

Observamos a Fionn tomando el mazo.

—¿De verdad estás bien con lo que hace? —preguntas.

—¿Estás tú de acuerdo con ello?

—No son mis piedras.

—Un pedazo podría volar dentro de su ojo —digo.

Silencio.

—Podría cortar su brazo. Herir una arteria.

Sales detrás de él a través del camino.

No sé lo que le dices a tu hijo pero no lo has manejado de la manera correcta.


Antes de siquiera terminar tu frase, Fionn está aplastando piezas de mi costosa
arenisca india en la mesa de tu jardín. Saltas hacia atrás para que los pedazos
no te golpeen. Es como si no estuvieras ahí para él.

Durante veinte minutos aplasta todo en pequeños pedazos, con las mejillas
sonrojadas por el esfuerzo y el rostro crispado de rabia. Tu hija, la rubia que
baila por todos lados en vez de caminar, lo está observando desde dentro del
jeep, es lo más cerca que la dejarás ir y, estás en la puerta delantera, con los
brazos cruzados, parado derecho, observando con menos vergüenza y más
preocupación mientras destroza mis piedras costosas. Cuando ha terminado,
examina su trabajo, con los brazos sueltos, larguiruchos y libres de tensión.
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Luego mira hacia arriba y alrededor, de repente consciente de su entorno y de


la gente que lo observa, como si estuviese saliendo de un coma. Se tensa de
nuevo, la capucha vuelve a su cabeza, la tortuga desapareciendo en su
caparazón. Suelta el mazo en la carretilla mientras la empuja a través de la
calle hacia a mí.

—Gracias —gruñe, antes de irse de nuevo arrastrando los pies, con la cabeza
gacha mientras pasa a su familia y se empuja más allá de ti, a través de la
puerta principal. Desde el otro lado de la carretera escucho el portazo en la
parte superior de la casa.

Me hace pensar en que debería llamar a mi padre.

Debería. Pero no lo hago. Tras unos pocos meses dentro de esta suspensión
remunerada me di cuenta que había cerrado mi puerta de un golpe hace
mucho tiempo, no sé cuándo paso, cuándo golpeé la puerta y exactamente
cuándo me di cuenta de eso, pero ahora es obvio para mí, y no estoy lo
bastante lista para salir de mi cuarto aún.

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Me despierto en medio de la noche con las mismas voces bajas siendo traídas
por el viento suave hacia mi casa, como si la brisa fuera un mensajero,
trayendo las palabras especialmente para mí. Tan pronto como despierto, sé
que estoy despierta por completo y lo estaré bastante tiempo. Esto sin
importar el hecho de que estoy agotada, completa y absolutamente
devastada; la jardinería ayer fue tan demoledora e intensa que siento los
efectos cada vez que me muevo, pero es un dolor satisfactorio. No el dolor de
cabeza que solía darme por pasar demasiado tiempo hablando por el teléfono
móvil, la oreja caliente, la mejilla caliente dolorida y el malestar en los ojos,
por mirar fijo la pantalla de la computadora durante todo el día o los
problemas en la parte baja de la espalda y la tensión en el hombro derecho
por la mala postura en el escritorio, encorvada sobre la computadora. No se
iguala a nada de eso, ni tampoco se iguala al dolor que experimento después
de entrenar después de un descanso del ejercicio. Este sentimiento es tan
completamente diferente y satisfactorio que estoy casi zumbando. A pesar de
que estoy exhausta, mi mente está viva. Es vigorizante, estoy con las pilas
puestas y algo de eso se debe al hecho de que mi alma se siente alimentada
por la tierra, pero mayormente se debe al hecho de que no puedo imaginar
por qué el Dr. Jameson se te ha unido otra vez en la mesa de tu jardín,
sentándose afuera en el aire frío de la noche hasta la una de la mañana. ¿Qué
es tan importante que no puede discutirse a la luz del día? Incluso más
confuso, ¿qué demonios podrían tener él y tú en común? Ustedes dos son los
candidatos menos probables para una alianza en esta calle, quizás menos
probable que tú y yo, y eso es mucho decir. Al final razono que tú eres un
desastre y el Dr. Jameson es alguien que necesita limpiar todo, arreglar las
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cosas. Tú debes ser parte de su intento de vigilancia del vecindario; quizá te


considera una amenaza potencial para la gente en esta calle con tu farol,
ventana y garaje estrellados.
Arrojo el cubrecama y admito mi derrota. Me has engañado.

Cruzo la calle con unas botas Ugg y un abrigo Puffa llevando un frasco de té y
unas tazas.

—Ah, ahí está la mujer misma —anuncia el Dr. Jameson, como si ustedes dos
hubieran estado hablando sobre mí.

Me miras, con la vista nublada, borracho como de costumbre.

—Ves, te lo dije: ella no tiene suficiente de mí —dices secamente, pero es


indiferente.

—Hola, Dr. Jameson, ¿té?

—Por favor. —Sus ojos cansados brillan con la luz de la luna, su segunda noche
despierto pasada la medianoche.

Ni siquiera me molesto en ofrecerte uno. Estás cuidando un vaso de whisky y


la botella medio vacía está sobre la mesa. No sé cuántas has tomado. Dos o
tres quizás, de esta botella en todo caso. Hay un fuerte olor a whisky en el aire,
pero que podría estar emanando de la botella abierta y no de tu aliento. Tienes
una energía diferente hoy, pareces vencido, la pelea se ha llevado todo de ti.
A pesar de que no evita que me muerdas los talones, aunque hecho con menos
vigor que lo usual.

—Lindos pijamas —me dices.

—No son pijamas. —Me aseguro de comprobar la silla buscando pedazos de


piedra rotos, que todavía están desparramados por todas partes, a pesar de
que Fionn haya barrido anoche, obviamente en contra de su voluntad dado el
ruido furioso de las cerdas golpeando el concreto—. Son pantalones para
dormir —respondo y resoplas.
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Me siento frente a ti en la otra cabecera de la mesa y envuelvo mis manos


alrededor de la taza de té para mantenerme caliente.
—Ahora la fiesta de té del sombrero loco está completa —dices—, ¿ya es hora
de llorar?

Eso es punzante, pero no muerdo el anzuelo.

—Me temo que nuestro amigo es un vendedor de bromas —dice el Dr.


Jameson, con complicidad, con jovialidad—. No le prestaría mucha atención.

—Es por eso que me pagan —dices.

—Ya no más. —Te miro a hurtadillas sobre mi taza. Quizás estoy buscando
pelea, no estoy segura. Estaba intentando imitar tu tono, pero no funciona
cuando lo hago. Me das una mirada pétrea que me sorprende y sé que he dado
en el clavo. Y me gusta.

Sonrío. Recompensa.

—¿Qué ha pasado Matt? ¿Bob no va a arreglarte? Pensé que eran así… —Cruzo
los dedos del modo en que tú lo has hecho.

—Bob tuvo un infarto —dices tristemente—. Está en el hospital conectado a


una máquina de apoyo vital. No creemos que vaya a lograrlo.

Me siento horrenda. Mi sonrisa se desvanece rápidamente.

—Oh. Dios. Matt. Lo siento. —Intento balbucear una disculpa, sintiéndome


simplemente terrible.

—Bob fue despedido —dice el Dr. Jameson—. Matt, por favor.

Te ríes entre dientes, pero no suenas feliz y me enfurezco que me rebajaras


así, por hacer que me disculpara contigo.

—Dr. J, esta mujer sube y baja más que una stripper en un palo.
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—Bueno, bueno —previene el Dr. Jameson.

No puedo debatir ese hecho, lo de las subidas y bajadas, no lo de ser stripper.


Es cierto de mí cuando estoy con él.
—Con que tu amigo fue despedido —digo, volviendo rápidamente hacia mi té,
sintiéndome en la cima una vez más—. Eso no se ve bien para la investigación
de rutina sobre tu conducta, ¿o sí?

—No, no lo hace. —Te me quedas mirando fijamente.

—A menos que vayan a contratar a un nuevo amigo tuyo para tomar su lugar.
Alguien que esté dispuesto a mirar por encima de tu gran error de juicio. Otra
vez.

Me diriges una mirada peligrosa y bebes whiskey. Debería interpretar las


señales pero no lo hago, o lo hago pero sigo a pesar de todo. Pensé que eras
un hombre al borde antes, pero eras perfectamente firme en comparación a
esto. Quiero estirar mi dedo y empujarte. Lo siento como terapia para mí.

—Uh, oh —digo sarcásticamente, interpretando su mirada—. Han contratado


a alguien a quien no le agradas. Chocante. Me pregunto dónde lo encontraron.

—La, en realidad —dice el Dr. Jameson—. Olivia Fray. Una mujer inglesa. De
una estación de radio muy exitosa en UK creo.

—Una estación de radio horrible —dices, frotándote la cara, obviamente por


estrés.

—¿No eres un fan? —digo.

—No. —Me miras misteriosamente de nuevo.

Tomo otro sorbo.

—Intenta no parecer tan triste por eso, Jasmine.

Levanto las manos.

—Sabes qué, Matt, puedo entender en un modo extraño, cómo crees que lo
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que haces es por un bien mayor…

Tratas de interrumpir.
—Espera, espera. —Levanto la voz.

—Sshh —dice el Dr. Jameson—. Los Murphys.

Bajo la voz a un susurro, pero mantengo el poder.

—Pero, ¿víspera de año nuevo? ¿La mujer en tu estudio? ¿Qué demonios?

Hay un largo silencio. El Dr. Jameson mira de ti a mí y de regreso. Puedo decir


que tiene curiosidad por ver si darás la respuesta honesta.

—Estaba destrozado —dices finalmente, pero no es una defensa, es


reconocimiento. Miro al Dr. Jameson con sorpresa—. Tomé por error mis
pastillas para la ansiedad con un poco de alcohol antes del show.

—Y no deberías hacer eso. —El Dr. Jameson sacude la cabeza violentamente,


sabiendo de antemano esta historia—. Esas pastillas son fuertes, Matt. No
deberías haber tomado en absoluto. No puedes mezclarlos. Francamente, no
deberías estar tomando esas pastillas.

—Los he mezclado antes y habría estado bien, excepto que todavía tenía
pastillas para dormir en mi sistema desde esa mañana —explicas. El Dr.
Jameson se lleva horrorizado las manos a la cabeza.

—Entonces aceptas que ese espectáculo de vísperas de año nuevo estuvo mal
—digo, más sorprendida por la confesión de culpabilidad que por el brebaje
de drogas que habías tomado.

Me miras, cejas levantadas, poco impresionado de que te esté provocando.


Cuando veo que no vas a repetirlo, miro al Dr. Jameson.

—Entonces, ¿cómo estuvieron sus vacaciones?

—Oh, bueno —se recompone—. Fue bastante agradable ver a los niños y…
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—Llovió durante dos semanas, estuvieron atascados dentro e hicieron que el


Dr. J se encargara de todo el cuidado de los niños.
—No fue todo pesimismo.

—Dr. J, me dices que enfrente los hechos, es hora de que hagas lo mismo. Te
usaron.

El Dr. Jameson parece derrotado.

Lo que queda sonando en mis oídos es me dices que enfrente los hechos. Un
pequeño destello sobre tu relación con el buen doctor, enfrentar hechos no es
lo que pensé que estuvieran haciendo a esta hora, afuera en tu jardín.

—Lamento escuchar eso —le digo al Dr. Jameson.

—Es… ya sabes, es… estaba esperando quedarme con ellos para Navidad, ves,
pero no. Eso no pasará ahora.

—El Dr. J pasó Navidad solo los últimos quince años.

—Un poco menos que eso —dice—. Estaba esperando que este año fuera
diferente. Pero —se anima—, no importa.

Nos sentamos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos.

—Has hecho un lindo trabajo en tu jardín —dice el Dr. Jameson.

—Gracias. —Lo miro con orgullo.

—Está en suspensión remunerada —dices, luego ríes y toses “despedida” en


tu vaso de whiskey.

Siento la ira crecer.

—Fionn me ayudó con el jardín rocoso. Quería alejarse de su padre —digo.

El Dr. Jameson está entretenido con nuestras bromas. Yo no.


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—Tiene quince años. Nadie quiere estar con su padre cuando tienen quince —
dices.
Coincido.

—Y no hay nada que hacer aquí —continúas—. Los tres solo quieren sentarse
todo el día jugando con sus iPads.

—Entonces haz algo con ellos —digo—. Piensa en algo. Le gusta estar fuera de
casa, haz un proyecto con él. —Miro la mesa—. Lija y barniza esta cosa. Lo
mantendrá ocupado. Háganlo juntos. Incluso podrían comunicarse. —Jadeo
sarcásticamente ante la idea.

Silencio de nuevo.

—Suspensión remunerada, Jasmine —dice el Dr. Jameson—. ¿Por cuánto


tiempo?

—Un año.

—¿Cuál era tu negocio?

—Era cofundadora de una compañía llamada The Idea Factory. Se nos ocurrían
e implementábamos ideas y estrategias para otras compañías.

—¿Consultoría? —preguntas.

—No. —Niego con la cabeza.

—Publicidad entonces.

—No, no —me opongo.

—Bueno, no es muy claro exactamente que…

—No es hablar en voz alta para que la gente escuche, Matt, es lo que no es —
estallo.

—Hoo hoo hoo —te ríes—cantas, sabiendo que has dado en el clavo y he
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reaccionado perfectamente, jugando justo en tus manos—. La he ofendido Dr.


J, de alguna manera, en algún momento —explicas.
—¿Por qué detenerse una vez? ¿Por qué no puede todo lo que dices
ofenderme? —Sé que eso ya no es verdad y me siento mal. Pienso en los
momentos en que tus palabras me reconfortaron.

Miro hacia mi jardín, la única cosa que puede despegar mi mente de todo estos
días, la única cosa que me sacará de esta conversación y evitará que diga algo
de lo que podría arrepentirme. Has sido bien enérgico hasta ahora, pero sé
que si sigo apretando tus botones podrías romperte, y lo mismo conmigo.

—¿Qué harás? —pregunta el Dr. Jameson, y siento como si hubiera tenido que
regresar desde un lugar muy lejano para contestarle.

—Estoy pensando en construir una fuente de agua —contesto.

—No me refería a…

—Ella sabía a qué te referías. —Me miras pensativamente.

—Esa pareja que vive al lado mío Dr. J —digo, sin darme cuenta de que ahora
estoy usando tu apodo para él, hasta que reaccionas.

—Los Lennons —me recuerda.

—Los vi llamando puerta por puerta ayer. ¿Qué estaban haciendo?

—Una sociedad secreta de swingers —dices—. Justo bajo nuestras propias


narices.

Te ignoro.

—Creo que le gusto —le dices al Dr. J.

—Eres tan infantil.

—Eres tan fácil de provocar, que casi es un desperdicio no hacerlo.


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—No normalmente. Solo contigo.


—Los Lennons se estaban despidiendo —dice el D Jameson como si nuestra
disputa infantil no estuviera ocurriendo—. Han decidido dejar su casa e irse de
crucero durante algunos meses. Después de lo que pasó con Elsa Malone, han
preferido vivir mientras tienen la oportunidad.

—¿Quién va a rentar?

—Tu primo —dices.

—¿En serio? Escuché que era tu esposa —contraataco.

—Un empresario. Solitario. Las compañías pagan fortunas por sus directores
generales ahora, ¿no? Se muda en algún momento de la próxima semana. Lo
vi echando un vistazo alrededor. Un tipo joven.

Haces un breve ruido bizarro que me doy cuenta va dirigido a mí. Una burla de
un colegial.

—Nunca se sabe, Jasmine. —Me guiñas un ojo.

—Por favor.

—El tiempo está pasando. No te estás volviendo más joven. Tic, tac, tic,
tendrás que empezar a hacer a esos niños pronto.

La ira arde en mi interior de nuevo. Tienes la habilidad, voy a concederte eso,


de golpear implacablemente en las debilidades de la gente.

—No quiero hijos —digo, disgustada contigo y sabiendo que no debería


responder, pero no puedo darte el beneficio de sentir que estás ganando—.
Nunca he querido hijos.

—De verdad —dices interesado.

—Eso es una espantosa lástima —responde el Dr. Jameson, y quiero


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levantarme y alejarme de estos dos hombres que de repente sienten que lo


que hago o lo que no hago con mi cuerpo es de su incumbencia—. Veo mujeres
más adultas arrepentirse de esa decisión. Deberías pensar al respecto,
considerarlo seriamente —dice, mirándome como si yo simplemente hubiera
escupido esas palabras de mi boca sin haber pensado al respecto.

Siempre he sabido que no quería hijos. Incluso cuando era una niña, lo sabía.

—No tiene sentido arrepentirme ahora de algo de lo que podría no


arrepentirme más tarde —digo, como siempre le digo a la gente como el Dr.
Jameson, que salen con exactamente lo mismo que me dijo—. Así que me
atendré a mi decisión, ya que lo siento correcto.

Me sigues mirando, pero evito tu mirada.

—¿Se despidieron de ti los Lennons? —te pregunto.

Sacudes la cabeza.

—¿Por qué no se despidieron de nosotros? —pregunto a nadie en particular—


. Tú y yo estábamos parados en mi jardín cuando llamaron a cada una de las
puertas. Caminaron justo ante nosotros.

Bufas, agitas el whiskey en tu vaso. Apenas has tomado algo desde que me
senté, lo cual es bueno porque tus hijos están en la casa, su única noche de la
semana con papi y estás fuera, borracho.

—¿Por qué se despedirían de ti? Difícilmente eres la vecina del siglo. Dos
meses excavando para ayudar a superar alguna clase de brote psicótico…

Puedo sentir que me exalto y sé que no debería. Es exactamente lo que


quieres, revolver las cosas para que todos a tu alrededor exploten, aparte de
ti. Las personas heridas lastiman a la gente. Pero no puedo evitarlo, estoy
herida también.

—¿Entonces que hace un DJ despedido? ¿Hay otras estaciones haciendo fila


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en tu puerta?

—No he sido despedido.

—No aún. Pero lo serás.


—Han extendido mi suspensión por un período de tiempo indefinido —dices,
con un brillo travieso en los ojos—. Así que pareciera como si estuviéramos
aquí atrapados juntos. Tú y yo.

Algo hace ruido en mi cabeza. Estalla, mejor dicho. Me he dado cuenta de algo
y siento el ardor de la ira quemando dentro de mí.

—¿Todavía serás capaz de ir a la estación la semana entrante? —pregunto.

—No —dices despacio, levantando los ojos del vaso de whiskey para
encontrarse con los míos—. Están planeando reestructurar la estación. No voy
a poner un pie en ese lugar hasta que me digan que está pasando con mi
trabajo.

—Pero le prometiste a mi hermana que la llevarías en un tour.

Me estudias para ver si voy en serio, luego cuando no sonrío ni río ni respondo
golpeas tu vaso contra la mesa, lo que hace que el Dr. Jameson y yo saltemos.

—¿Crees honestamente que me importa un carajo tu hermana ahora mismo?

La ira explota dentro de mí, corre por mis venas como un veneno. Por todos
lados. Odio. Ira. Repulsión. Rabia.

—No, en realidad no.

Siento que el Dr. Jameson me mira, percibiendo algo en mi voz que siento pero
que tú no oyes.

—Tengo a tres niños dentro. Y una esposa que me gustaría mucho que viniera
a casa conmigo. Son por lo que estoy preocupado en este momento.

—¿Sí? Interesante. Porque ahora son las dos y cuarto de la mañana y estás
bebiendo whiskey en tu jardín, cuando deberías estar dentro con ellos. Pero la
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responsabilidad no es algo que vaya muy bien contigo, ¿o sí?

Probablemente debería parar, pero no puedo. Todo lo que he escuchado esta


semana es la emoción de Heather por visitar la estación. Todos los días. Sin
parar. Ha estado investigando al respecto. Puede recitar de memoria toda la
programación de la estación, quien trabaja en que espectáculo y a qué hora,
ha estado buscando los nombres de los productores y los investigadores.
Todos los días me ha llamado para contarme. La última llamada que hizo fue
para contarme que podría dejar de trabajar en la oficina del notario que
siempre ha amado tanto para intentar trabajar en la estación de radio, si el Sr
Marshall la ayudara. Era como si pudiera sentir mi desaprobación de todo el
asunto. Pero no era que lo desaprobaba, era reservada, dudando de si ir del
todo con la corriente porque tenía miedo de que algo así sucediera. Eso solo
la hizo intentar vendérmelo aún más, tratando de mostrarme cuánto le
importaba, mostrándome su emoción para que yo no pudiera meterme en
medio y cancelarlo. Mi ira está burbujeando muy cerca de mi piel, puedo
sentirla a punto de hacer erupción.

—Tu esposa te ha dejado, has perdido tu trabajo, tus hijos no pueden


tolerarte…

—Cállate —murmuras, sacudiendo tu cabeza y mirando hacia la mesa.

Decido seguir porque quiero lastimarte. Quiero lastimarte como tú me


lastimaste a mí todos estos años atrás.

—Tus hijos no pueden soportar estar a tu alrededor…

—¡CÁLLATE! —gritas de repente. Tomas el vaso y lo arrojas hacia mí. Puedo


ver el odio en tus ojos, pero tu puntería es atroz y ni siquiera necesito esquivar
el misil. Vuela sobre mí y aterriza en el suelo en algún lugar detrás de mí. No
sé qué vas a hacer a continuación. Apunta con algo más grande, como la silla
que estrellaste contra la ventana, o quizás tu puño, como hiciste con tu hijo;
solo que esta vez no sería accidental.

—Bueno, bueno —dice el Dr. Jameson, en un susurro alto. Se está poniendo


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de pie, al igual que todos ahora, y extendiendo los brazos para mantenernos
separados, como un árbitro de boxeo, solo que la longitud de la mesa
mantiene una distancia entre nosotros de todas formas.
—Perra loca, cómo te atreves a decir esas cosas —siseas.

—Y tú eres un borracho —lo digo tragándome la última palabra, mientras el


coraje me abandona y la tristeza y el terror se desliza en mí—. Perdón, Dr. J,
pero se lo prometió a mi hermana. Debería mantener su promesa.

Entonces me doy la vuelta y los dejo, mi cuerpo temblando de la cabeza a los


pies con rabia y miedo. No me preocupo por tomar el frasco de té o las tazas,
y preguntándome, mientras me alejo de él, si en algún momento un frasco o
una taza volarán por el aire para golpearse contra la parte trasera de mi
cabeza.

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Como tarea de la escuela, mientras estudiábamos mitología griega, se nos
pidió que escribiéramos nuestras propias versiones de la historia de Aquiles.
Luego, nos pidieron que las leyéramos en voz alta, y mientras mis compañeros
de clase, uno tras otro, leyeron sus historias, historias reales de personajes a
lo largo de la historia, líderes derrotados por sus debilidades, me di cuenta que
había malinterpretado la tarea, pero la había entendido. Escribí acerca de una
bruja que odiaba a los niños debido a sus corazones crueles, por las cosas
hirientes que decían acerca de su gata preferida. Ella planeó atraparlos,
matarlos y comérselos, pero el problema era que tenía miedo de las piruletas,
y parecía ser que cada vez que se encontraba cerca de un niño, ellos tenían
una piruleta en sus bocas, lo que servía como un campo de fuerza protector
de dulce alrededor de ellos. La voz se corrió y pronto todos los niños cargaban
piruletas, sosteniéndolas hacia ella, pegajosas y dulces, agitándolas en su
rostro para que sintiera tal repulsión que tuviera que correr y esconderse de
los niños para siempre.

Saque una C+, lo que fue molesto, pero lo más embarazoso fue la forma en la
que los niños se reían mientras la estaba leyendo, algunos pensando que era
una broma deliberada para molestar al profesor, la mayoría de ellos
simplemente pensaron que era estúpido. La razón por la cual el profesor me
dio una C+ no fue porque no entendí la tarea, sino porque él pensó que había
fallado al comprender el significado de la historia. Las piruletas no podían ser
el talón de Aquiles de la bruja, me dijo, eran algo que ella temía, pero que no
produjeron su caída. Nunca me dio la oportunidad de responderle, esto no
sucedía en la escuela, podías ser entendido o no, pero era él quien estaba
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equivocado, no yo, porque no era la piruleta la debilidad de la bruja, era su


gata. En su esfuerzo por protegerla acabó expulsada de la comunidad y sola
para siempre.
Escribí esa historia cuando tenía diez años. En ese entonces sabía algo a lo que
solo ahora me enfrento, en este momento, que Heather es mi debilidad.

Cualquier discusión, malentendido, relación fallida, o posible relación que


nunca tuvo oportunidad puede, sin excepción alguna, ser rastreada hacia
alguna reacción, comentario, observación, o algo relacionado con Heather. No
podría relacionarme con una persona que traicionara arrogante o
ignorantemente, ya sea inocente o no, a mi hermana. Una mirada de lado
hacia Heather y quedaban inmediatamente descartados.

Nunca me comprometí en una discusión que involucrara sus pensamientos o


creencias, no tenía la paciencia o el tiempo para ello. Novios. Papá. Amigos.
Los dejo a todos fuera. No sé si es así como siempre he sido, o si es porque
Mamá no está y me estoy comportando de una manera en la que creo que ella
querría que lo hiciera. Tengo un recuerdo, más bien un sentimiento que me
dice que ella era tan protectora con Heather como lo soy yo, sin embargo no
tengo recuerdos o ejemplos reales que me ayuden a corroborarlo. Por primera
vez, se me ocurre que mis acciones han sido dictadas por algo que no tiene
sustancia alguna en absoluto, son totalmente injustificadas. Esto me golpea.

Me siento horrible por todas las cosas hirientes que te he dicho esta noche, sin
embargo me fuerzo a bloquearlo todo. El sueño viene a mí fácilmente porque
a mi mente no le gusta la alternativa de enfrentar todo lo que te he dicho. El
último pensamiento que tengo, mientras me quedo dormida, es preguntarme
si la gata de la bruja hubiese sido más feliz si la bruja la hubiese protegido
menos. Después de todo, ¿de qué le sirve a la gata la desgracia de la bruja?

Aparco en la esquina de la casa de mi tía Jennifer. Mi plan es manejar hasta


aquí, aparcar y luego a mi plan se le acaban las ideas. Me debato en entrar o
no. ¿Acaso se lo que estoy haciendo con Heather, respecto a todo, o no? Es
una gran pregunta, pensar que una vez me sentí tan segura. Desde dentro del
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auto miro la casa, mi mente se acelera y permanece vacía al mismo tiempo. Mi


plan es salir del auto y luego a mi plan se le acaban las ideas.
Nunca hay ninguna necesidad de llamar a la tía Jennifer antes de hacerle una
visita. Su casa es una de esas casas que siempre están ocupadas con sus cuatro
hijos entrando y saliendo, además de sus esposos e hijos, todos igualmente sin
anunciar, y ahora que acoge niños, muchas veces hay gente que no
necesariamente conozco. Siempre ha sido esa clase de casa, y siempre me he
sentido bienvenida aquí, tal vez porque no tenía a donde ir cuando Mamá
estaba enferma. Siempre era sabido que cuando Mamá muriera, si es que lo
hacía, me mudaría aquí, pero luego el incidente con Kevin ocurrió, lo que
contaminó mi percepción de la casa, contaminó mi relación con Kevin y
finalmente contaminó mi relación con Jennifer.

Puedo ver que fue muy estresante para ella en ese entonces, perder a su hijo
y a la sobrina a la que le prometía que su hermana estaría a salvo con ella. Ella
no nos había perdido exactamente, estábamos justo aquí, pero cuando Kevin
se mudó, aun no podía asentarme en la casa y decidí vivir en el campus de la
Universidad Limerick, una pausa fresca para todos, un nuevo comienzo para
mí. Veía a Heather cada fin de semana de por medio. Me instalé con algunos
amigos y creamos nuestra propia familia, me permití ser la consentida de sus
familias en las festividades. Heather era feliz en el alojamiento que Mamá le
había preparado antes de morir y en ocasiones familiares se quedaba con
Jennifer, y Papá vendría a comer y a ponerse al día con Heather como si esa
fuese la base de su relación. Todo funcionaba bien para todo el mundo,
incluyéndome, y mientras todo esto sucedía, creaba una madre para Heather
en mi mente que no necesariamente existió, dándole ideales que no sé si ella
cumplía en realidad.

Camino lentamente hacia la puerta. Mi plan es caminar hasta la puerta y luego


a mi plan se le acaban las ideas.

—¡Jasmine! —dice Jennifer, sorprendida al abrir la puerta y encontrarme allí.


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Su cabello es rojo teñido, y ha llevado un corte al estilo pixie desde que puedo
recordar. Usa tonos tierra, verdes insípidos y bronceados en terciopelos
triturados, largos vestidos hippy con leggins debajo, zapatos que siempre
tienen suela gruesa, como aerodeslizadores, grandes collares gruesos. Sus
labios son siempre del mismo color que su cabello, aunque su pelo es más bien
un caoba que un rojo como el de mi camión de bomberos.

— ¿No es esta una sorpresa encantadora? Pasa, pasa. Oh, desearía haber
sabido que vendrías, le habría dicho a Fiona que se quedara. Se ha ido a misa
con Enda. Lo sé, no me mires así, nadie en esta casa ha ido a misa desde la
boda de Michael, pero Enda va a hacer su primera comunión este año y les
están animando a ir para que no camine como si fuera un turista.
Aparentemente los niños pueden participar en la misa de las diez a.m. Si siguen
pensando así, la iglesia católica no tendrá un banco libre.

Me introduce en la cocina, lo que debería sentirse igual que antes, debería


hacerme sentir algún tipo de conexión al pasado, pero esta ha sido
completamente alterada.

—Mi sexagésimo regalo de cumpleaños —dice, notando como absorbo la


nueva ampliación —.Ellos querían enviarme a un crucero. Yo quería una nueva
cocina. ¿A qué se ha reducido mi vida? —dice jovialmente.

Me gusta que sea diferente; inmediatamente me pone en un lugar nuevo, lejos


de los recuerdos de los años que han pasado. O al menos me ayuda a verlos
en una luz diferente, desde un ángulo diferente, menos como un participante
activo y más como un observador mientras trato de averiguar si fue por allí, o
por allá, y si aquí es donde las bolsas de guisantes estarían.

—No me puedo quedar mucho tiempo —digo mientras se acomoda, un tarro


de té de hierbas entre nosotras—. Me encontraré con Heather en una hora.
Construiremos una fuente de agua en mi jardín.

—¡Que maravilloso! —Su rostro se ilumina y puedo ver su sorpresa.


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Mi plan es decirle lo que tengo en mente y luego a mi plan se le acaban las


ideas.
—He venido a verte porque… he estado pensando mucho recientemente. He
tenido mucho tiempo libre, como sabes.

—Es algo bueno para ti. — Sin simpatía. Eso me gusta.

—He estado pensando acerca de Mamá. Bueno, he estado pensando en


muchas cosas. —Me doy cuenta en voz alta—. Pero, he estado pensando
específicamente en cómo era con Heather.

Registro su sorpresa, pero se la guarda para sí misma. Estoy segura que estaba
esperando que le hablara acerca de Kevin.

—Hay algunos espacios en blanco.

—Si puedo te ayudare. — dice.

—Bueno, es algo vago. Como era ella con Heather? Quiero decir, sé que era
protectora, por supuesto que lo era. Sé que quería que Heather fuese
independiente, que tuviera una buena vida, pero no sé cómo se sentía. ¿De
qué tenía miedo? ¿Alguna vez habló contigo acerca de Heather? ¿Confió en ti?
¿De qué quería mantener alejada a Heather? Ella está realmente desplegando
sus alas ahora, siempre lo ha hecho —reconozco—. Ella tiene novio.

—Jonathan. —Sonríe—. Oímos mucho de él. Lo tuvimos aquí para el té.

—¿Lo hicieron?

—Después de hacer una exhibición de Taekwondo. Tenía a Billy, haciendo


algunos movimientos. Billy pateó mis muñecas Rusas de porcelana.
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Me rio y luego cubro mi boca. Las muñecas Rusas de porcelana siempre nos
hicieron reír.

—Está bien. —se ríe—. Valió la pena ver a Billy levantar las piernas tan alto.
Guardamos un silencio divertido hasta que se altera.

—Sabes, Jasmine, estás haciendo un gran trabajo. Heather es feliz. Está segura.
Está increíblemente ocupada, ¡Por Dios santo, necesita una asistente para
ayudarla a controlar su agenda! No puedo seguirle la pista.

—Sí, lo sé. Pero… a veces me encantaría que Mamá me guiara.

Ella piensa bastante.

—Una vez, una mujer dijo algo acerca de Heather. Algo horrible. No
deliberadamente, simplemente de una manera ingenua.

—Esos son los peores —le digo, pero mis oídos se han agudizado. Esto es lo
que necesito escuchar.

—Bueno, tu mamá pensó acerca de ello bastante, por un tiempo y la invitó a


una de nuestras noches de bridge de los jueves.

—¿Lo hizo?

—Absolutamente. La invitó a las siete p.m., aunque no empezaba hasta las


ocho. Pretendió cometer un error y la hizo sentarse en la sala mientras las
alistaba a ustedes dos para ir a la cama.

Frunzo el ceño.

—Esa fue su respuesta? ¿Hacer que una mujer desperdiciara una hora de su
noche innecesariamente?

Jennifer sonríe, y sé que me he perdido el punto.


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—Ella quería que viera a Heather en casa, del modo en que era todo el tiempo,
su manera de ser natural, con ustedes tres repasando su rutina de noche, justo
como cualquier otra familia a esa hora del día. Ella se aseguró que la mujer
viera y escuchara absolutamente todo, toda la normalidad, supongo. ¿Y sabes
quién era esa mujer?

Niego con la cabeza.

—Carol Murphy.

—Pero Carol y Mamá eran las mejores amigas.

—Exactamente. Se hicieron amigas después de eso.

Me esfuerzo en digerir la información. Carol fue la amiga más cercana de


Mamá. Eran como uña y carne desde que puedo recordar. No puedo procesar
esta información, que Carol una vez tuvo esos pensamientos acerca de
Heather. Sé que es posible, pero me cuesta mucho entenderlo y mi apego
hacia Carol se ve empañado de repente. En un instante. Del modo en que mis
sentimientos hacia una persona cambian cuando me doy cuenta que ellos no
conocen algo mejor, no conocen lo suficiente, no saben exactamente qué decir
o hacer correctamente cuando se trata de Heather.

Como si estuviera sintiendo esta confusión, Jennifer continúa:

—Tu madre nunca dejó de lado a nadie Jasmine, porque esa era la misma cosa
que ella temía que le hicieran a Heather.

Y eso era lo que estaba buscando. Mi plan es tomar esta información y ponerla
en práctica en mi vida de alguna manera, y luego a mi plan se le acaban las
ideas.

Descargo instrucciones de cómo hacer una fuente de agua. He visto el video


un par de veces en YouTube, una clase de hombre aristocrático, con un chaleco
acolchado y botas de goma verde botella, con una gran nariz bulbosa me está
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explicando el proceso fuera de su mansión, como si fuera una niña. Cuando se


trata de jardinería, me gusta que me hablen así, porque mi conocimiento
acerca de ella va a la par con el de un niño. Él dice que estará terminado en
ocho horas y lo prueba completando la tarea en este tiempo… editándolo en
ocho minutos, naturalmente. Reconozco que me tomara una semana, a pesar
de que Heather vendrá a ayudar. O probablemente porque Heather vendrá a
ayudar. Ciertamente espero que nos tome todo ese tiempo, ya que no he
hecho otros planes.

—Oh, Jasmine —dice Heather tan pronto como ve lo que he hecho con el
jardín—. No puedo creer que sea el mismo jardín.

—Lo sé, ¿te gusta?

—Me encanta.

Me mira en silencio, lo que me hace ser consciente de mí misma.

—¿Qué? —Miro hacia otro lado, ocupándome con nuestras herramientas.

—Estoy sorprendida de que Jasmine hiciera esto —dice, como si yo no


estuviera aquí, pero me está mirando directamente a mí. Su tono me
sorprende. — Ocupada, ocupada Jasmine.

—¡Tú no puedes decir nada! —Trato de mantener mi voz ligera—. Tienes una
agenda mucho más ocupada que la mía.

Mueve un cabello que cae sobre mis ojos, detrás de mi oreja. Tiene que
ponerse de puntillas para hacerlo.

—Estoy orgullosa de ti Jasmine.

Las lágrimas me queman detrás de los ojos y estoy avergonzada. No recuerdo


que ella haya dicho eso antes, y no sé porqué me conmueve tanto, tan de
repente, tan profundamente.
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—Sí, pues, estoy en licencia por jardinería después de todo, así que… —
Aplaudo—. Antes de que empecemos, tengo algo para ti.
Le doy las ropas de jardinería que ordené en línea. Botas verde Wellington con
flores rosas, un mono de trabajo, un sombrero tibio y guantes de jardinería.

Estamos ocupadas cavando un hoyo lo suficientemente grande como para que


quepa el cuenco del tazón, cuando tu puerta se abre. Trato de no mirar arriba
y triunfar en esto, mi corazón golpetea con el pensamiento de tener otra
confrontación contigo, pero cuando escucho pisadas acercándose, el sonido
de arrastre y roce me dice que es Fionn y ya no tengo miedo de mirar. Sus
audífonos Beat by Dre están alrededor de su cuello y tiene las manos metidas
profundamente en los bolsillos. Es como la bolsa de ilusión de Mary Poppins.
Sus manos son demasiado grandes como para caber en bolsillos de ese
tamaño; el esfuerzo de introducirlas ha presionado sus hombros por encima
de sus orejas. Él no dice nada, solo se queda allí parado y espera ser
introducido.

—Hola, Fionn —le digo, enderezándome con mi ya dolorida espalda.

El murmura algo inaudible.

—Esta es mi hermana Heather.

El test de una buena persona justo aquí. Luego me acuerdo que debo dejar de
establecer tanta importancia a ese momento: la presentación. Pero Fionn pasa
el test, murmurando la misma respuesta inaudible hacia Heather, sin mirarnos
a ninguna de las dos a los ojos.

Heather lo saluda agitando la mano.

—Mi papá se estaba preguntando si necesitabas ayuda. —Él examina las


herramientas y el agujero. — ¿Estás haciendo la fuente de agua?

—Sí, eso hacemos. —Me siento terrible, pero tan equivocada como estaba al
decir las cosas que te dije anoche, no voy a pasar el día cuidando de tu hijo de
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nuevo. Además, he planeado pasar el día con Heather. Pero no puedo hacerlo.
No puedo rechazarlo. Tú estás probablemente aún en la cama, con resaca. Me
imagino tu cuarto oscuro y repleto, a ti como un bulto debajo de las sábanas,
cortinas oscuras dejando fuera la luz del día, mientras tus hijos están abajo,
todavía en pijama a medio día, tirando el cereal alrededor de la cocina,
saltando en él, engrudándolo en la alfombra. Prendiendo las cosas en fuego.

Justo cuando estoy entregándole la pala a Fionn oigo una explosión de risa de
los niños y tú y los dos niños rubios aparecen por la esquina del jardín trasero
de tu casa. Estás diciendo algo, muy jovial, alegre, juguetón. Había una energía
en tu caminar, estás en buena forma para alguien que estaba tirando copas de
whiskey a mi cabeza en el mismo jardín hace no menos de doce horas.

Tú silbas. Una llamada.

Sé que es para Fionn. Fionn sabe que es para Fionn, pero no se da la vuelta. Yo
tampoco miro hacia arriba.

—Fionn, vamos amigo —dices con buen humor.

—Estoy ayudando. —La voz de Fionn sale en una queja y luego se quiebra.

—No, no lo haces —dices felizmente, exponiendo algunas cosas en la mesa.

Quiero ver lo que son, pero no quiero mirarte.

—Hola Heather —dices alegremente.

—Hola Matt. —Heather ondea su mano en respuesta y estoy aturdida por su


intercambio.

Me ignoras. Tengo miedo a mirarte a los ojos.

Fionn suspira, suelta la pala y, sin decir una palabra a Heather o a mí, camina
penosamente devuelta a la calle, sus manos desapareciendo en los bolsillos
mágicos de nuevo, el peso de sus largos brazos empujando sus pantalones
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abajo para revelar la parte superior de sus boxers.


En una voz alegre, comienzas a explicarles a los niños que harás. Quiero
escuchar, pero Heather está hablando y no puedo decirle que pare. Luego
pones música en tu auto. Los niños están emocionados y la niña que baila en
todos lados baila alrededor y el otro se enfoca fuertemente en su tarea. Trato
de espiar lo que estás haciendo sin ser obvia; trato de posicionarme de tal
manera que pueda verte pero que me vea absorta en mi trabajo. Ustedes
están todos reunidos alrededor de la mesa del jardín. Todos lijando y casi dejo
de hacer lo que estoy haciendo para mirarlos en shock. Has tomado mi
consejo.

Heather sigue hablando.

Finalmente me enfoco en lo que está diciendo. Quiere ir hasta donde tú estás


y hablar acerca del tour en la estación de radio. Ha estado investigando un
poco, hay ciertos estudios que le gustaría ver. Le digo que eso no es apropiado,
que es domingo y que estás teniendo tiempo de familia.

—Seré educada Jasmine —dice, con los ojos suplicantes y me rompe el corazón
porque nunca tuve ninguna duda que sería educada y no quiero que piense
que es ella quien me preocupa. Finalmente dejo de trabajar.

Esa es otra cosa acerca de mi hermana. Una vez tiene algo en la cabeza, debe
hacerlo. Absolutamente. Si no puede, no puede comprenderlo y esto sacude
su mundo. Tal vez haya algo que decir acerca de tener desafíos en la vida; te
hacen trabajar más duro para enfrentar las cosas, no te dejan aceptar un no
como respuesta. Haces más de lo que la gente haría ordinariamente para surgir
del desafío y asegurar que tu miedo, o lo que sea que amenaza con detenerte
no pueda ganar. Cuando terminaba mi tarea y podía ver televisión, Heather
tenía terapia del lenguaje. Cuando podía salir y jugar con mis amigos en la calle,
Heather tenía clases de lectura extra. Aprender a andar en bicicleta fue un
esfuerzo prolongado, mientras que yo simplemente despegué. Ella siempre
trabajó más duro por todo. Este es porqué las reuniones son importantes,
porque si ella sugiere algo que no es ideal, entonces al menos, como un grupo,
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podemos hablar al respecto antes de que se apodere de su mente. Ella sí


discutió la visita a la estación de radio en el grupo, todos estuvieron de acuerdo
con que un viaje sería una buena idea, todos menos yo, y no di mi opinión. Al
no decir nada, le fallé.

Una vez conocí una madre que, al describir el carácter de su hijo decía, ‘Típico
síndrome de Down.’ Quería abofetearla. No se puede definir a una persona
por una simple cosa en ningún momento; todos somos únicos. Esta parte de la
personalidad de Heather no tiene absolutamente nada que ver con tener
síndrome de Down. Si así lo fuera, entonces papá y yo también tendríamos
síndrome de Down porque no hay manera de detenernos cuando se nos mete
algo en la cabeza.

Pienso en mentir. Está en la punta de mi lengua. Siempre siento que si puedo,


de alguna manera, garantizar la felicidad de Heather, entonces todo estará
bien con el mundo. Pero mi filosofía siempre ha sido decirle a Heather la
verdad; puede que endulce las cosas un poco ocasionalmente, pero esa es mi
peor ofensa. Nunca le he dicho una mentira de lleno. Dándome cuenta que
estoy a punto de romper mi código ético, me detengo. Un novio me dijo una
vez que yo era un alguien a quien le gustaba complacer a la gente, es solo que
yo sabía que no lo era porque no lo complacía a él, ni siquiera lo intentaba. Él
parecía ser la última persona en mi lista a quien trataba de complacer. De lo
que me doy cuenta ahora es que soy alguien a quien le gusta complacer a
Heather. Hay muy pocas personas a quienes trato de complacer; todo se
envuelve alrededor de ella. Me doy cuenta que esto no me hace una persona
bondadosa. De hecho me hace egoísta, porque eso quiere decir que al final,
todo se envuelve también a mi alrededor.

Durante años me he dicho a mí misma que Heather me busca para arreglar


todo. Pero, ¿lo hace? O ¿es solo que yo creo que ella quiere que arregle todo?
Me doy cuenta ahora que ella nunca me ha pedido que resuelva las cosas,
nunca me ha dado ninguna señal de esperar que nada sea alterado por mí, soy
yo quien me he puesto esa presión. Estoy teniendo una epifanía. En mi jardín.
De pie, dentro de un hoyo que me llega hasta las rodillas, un hoyo que yo he
cavado.
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Mi primer pensamiento cuando fui despedida fue no puedo decírselo a


Heather. Pensé que la trastornaría, que tenía que protegerla de saber acerca
de las cosas malas del mundo, que tendría miedo de ser despedida. ¿En qué
estaba pensando? ¿Qué clase de educación es esa? Heather sabe mejor que
yo de la crueldad del mundo. Ella escucha comentarios abusivos hacia ella,
cosas degradantes que son dichas acerca de ella por personas ordinarias,
gente decente que no conocen nada mejor, tanto en su cara como a sus
espaldas diariamente. Yo la acompañé brevemente en ello. Mientras te oigo
con tus hijos, lijando y riendo en el fresco, brillante y soleado día de primavera
con la canción ‘Happy’ de Pharrel a todo volumen desde tu IPhone, tengo una
epifanía. Todo en mi vida no tiene por qué ser alterado para complacer a
Heather y a mí. No puedo continuar refugiándola de todo, pero, tal vez, puedo
simplemente estar ahí para ella cuando salga herida, si es que lo hace.

—Está bien —digo finalmente, escuchando mi voz temblar.

¿Qué estoy haciendo? La estoy enviando allá, para que le rompas el corazón.
Yo estoy haciendo esto. Estoy dejando que esto suceda. Estoy temblando, no
puedo respirar y me siento en la banca del jardín viéndola atravesar la calle.

Los dos niños rubios paran de lijar para observarla con cautela.

—Hola —dice Heather alegremente.

Tú y Heather están hablando. No puedo escuchar lo que están diciendo y me


está matando. Quiero saber. Necesito saber para así poder controlar la
conversación, para que pueda dirigirla lejos de ser herida. Me siento
impotente, pero también me siento como un verdugo. La he enviado allí para
matar su fe en las personas, tal vez en mí.

Te veo explicarle algo, con tu expresión suave, tus manos en gestos gentiles
para dar forma a lo que dices. Luego paras de hablar y la observas. Esperas a
escuchar su reacción, pero ella no está diciendo nada. Tus manos van a tus
caderas. La observas, inciertamente. No estás seguro si acercarte a ella o no;
lo haces y luego no haces contacto, que sepas que es mejor no hacerlo. Luego
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me miras a mí. Estas preocupado. No sabes qué hacer con esta chica que te
observa sin decir nada. No sabes qué decir. Necesitas mi ayuda.
Me mata hacerle esto a Heather, pero no voy a dártela.

Empiezas a decir algo más, pero Heather se gira y regresa atravesando la calle.
Parece como si hubiese sido abofeteada. Una mirada altiva en su rostro, ojos
vidriosos, una nariz roja. Me quedo donde estoy, observándola mientras se
acerca hacia mí y luego me pasa de largo.

Esto es lo que sucede, Matt Marshall, cuando decepcionas a la gente. Lo


aprenderás todo y lo recordarás simplemente mirando al rostro de mi
hermana.

Heather se queda en la casa y escucha música en su tocadiscos, lidiando en


silencio con su corazón roto y sin poder visitar la estación de radio. Ella
realmente no quiere hablar del tema y eso está bien porque yo tampoco.
Continuo cavando en el jardín y mientras cavo más profundo en la tierra, cavo
más profundo en mí. Cuando he llegado lo suficientemente profundo y estoy
cruda y expuesta, es tiempo de cerrar la herida. Coloco dos pulgadas de grava
en el agujero del que he salido y pongo el cuenco sobre la grava. Mido la
distancia desde el hoyo hasta la toma eléctrica más cercana, luego corto una
pieza del conducto PVC de la misma longitud. Hilo un cable a través del
conducto y le coloco cinta adhesiva en un extremo para el enchufe de la bomba
de agua que añadiré más tarde. Tiro del enchufe de la bomba de agua a través
del conducto del PVC y coloco cinta adhesiva en el extremo final. Esta parte
me lleva algún tiempo. Pongo el conducto del PVC en la zanja y lo cubro con
aceite. Centro la bomba de agua en el cuenco y coloco una pantalla en la parte
superior de esta. Usando mis nuevas tijeras de utilidad, corto un hueco en el
centro de la pantalla.

Luego, se supone que conecte la bomba de agua a la tubería, pero no puedo.


Es demasiado complicado y frustrante y estoy mascullando y quejándome y
maldiciendo a mí misma cuando escucho una voz detrás de mí.

—Hola chica del jardín.


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No eres tú. Lo sé de inmediato. Doy un salto y suelto las tijeras en el cuenco.


—Mierda. Monday. Hola. Lo siento. Me diste un susto. Yo, solo. Demonios. Mis
tijeras. Yo simplemente voy a… ahí. Esta cosa — Suspiro y seco mi rostro
sudado—. Estoy tratando de construir una fuente de agua.

Estoy en el suelo, en un hoyo, y desde aquí abajo Monday se ve incluso más


majestuoso de lo usual. Lleva un traje azul naval y en lugar de lucir su corbata,
luce una expresión divertida en el rostro, una que es arreglada y dirigida
únicamente a mí. Me robo una mirada rápida hacia a ti. Te atrapo mirando a
otro lado rápidamente y, como si no te hubiese visto, regresas tu
concentración a barnizar la mesa con los niños en esa alegre voz de líder de los
exploradores que te las has arreglado para mantener por casi una hora.

—Te llamé un par de veces, pero estabas en tu propio mundo. —Me dice
sonriendo. Se pone de cuclillas—. ¿Qué tienes ahí?

—Un gran lío. —Le muestro lo que se supone que debería estar haciendo.

—¿Puedo?

—Por favor.

Me alcanza su mano y la tomo, le dejo que me saque del hoyo que he cavado.
Sin una señal. Ni siquiera un símbolo. Es algo que de verdad está pasando. Tan
pronto como mi piel toca la suya, no sé si soy solo yo, pero lo siento por todo
mi cuerpo. Él no se aparta del borde del hoyo y soy empujada cerca de su
cuerpo, mi nariz tocando la tela de su camisa, capaz de ver la carne debajo de
sus botones. Me gustaría quedarme allí por siempre, sintiendo su cuerpo duro
contra el mío, pero en vez de eso, me alejo torpemente, incapaz de mirarle en
caso de que pueda ver cómo me está aturdiendo. Se quita la chaqueta y la
llevo adentro por él, tomando la oportunidad de limpiarme, arreglar mi
cabello, mi delineador, calmarme. Cuando regreso, se ha arremangado los
puños de la camisa y está arrodillado en la grava, cejas fruncidas en señal de
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concentración mientras trabaja en conectar la bomba de agua a las tuberías.


Trato de charlar pero está ocupado concentrándose y me siento como un
parasito, así que le observo por un rato, luego me siento mal por admirarle en
todas las formas equivocadas, luego, a escondidas te robo miradas a ti y a tu
familia barnizando la mesa. Aparte de Fionn, quien ha desertado en la tarea y
está sentado en una de las sillas jugando con un IPod, los otros dos se están
divirtiendo. Estás animado, comprometido, comunicativo, gracioso. Eres un
buen padre, y siento mucho haber dicho que no lo eras. Mi lado cínico se
pregunta si todo esto es solo un show para mí después de lo que te dije
anoche, pero luego veo las miradas y los sonidos genuinos de felicidad y me
avergüenzo de mi misma por pensar que, una vez más, todo es acerca de mí.
Luego tengo una discusión conmigo misma acerca de sentirme avergonzada,
considerando todo lo que has hecho en el pasado, como has decepcionado a
Heather y el hecho de que lanzaras un vaso de whiskey a mi cabeza. La
ganadora de esa discusión soy yo; te mereces que no confíe en ti.

Monday me está mirando y salgo de mi trance. Obviamente ha dicho algo y


está esperando una respuesta. Espero a que me lo repita, pero en vez de eso,
me avergüenzo al verle seguir mi mirada. Sus ojos se posan en ti.

—Su voz suena familiar. ¿Es ese Matt Marshall?

—Sí.

Monday no está impresionado pero tampoco ajeno y me sorprende darme


cuenta de que cómo me siento respecto a eso. No lo quiero saltando arriba y
abajo, declarando que es un fan y corriendo a través de la calle por un
autógrafo, pero me preparo a mí misma, de una manera nerviosa, para su
desdén, como si estuviera lista para defenderte. Es una respuesta peculiar,
considerando que se supone que te desprecio tanto, particularmente después
de la manera en la que heriste a Heather. Si estuviésemos en una relación,
tendría que dejarte y mudarme muy muy lejos. Que es lo que tu esposa hizo,
pensándolo bien. Tal vez tú tienes ese efecto en las personas.

—Esto me tomará unos minutos de más —dice Monday, regalándome una


sonrisa que me hace sonreír.
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—No tienes que hacer esto.


—Lo sé. Pero tal vez te dé un par de minutos de más para pensar acerca del
trabajo. Parece que has necesitado mucho de eso.
Me muerdo el labio.

—Lo siento. Dijiste que tenía un mes para decidirme.

—Como máximo. Podemos hablar al respecto después de hacer esto, si eso


está bien.

Miro los cables en sus manos.

—¿Sabes lo que estás haciendo?

—Compré una vieja casa de campo en Skerries y la arreglé yo mismo. Techo


nuevo, nuevas tuberías, electricidad nueva. Me tomó un par de años pero
ahora es habitable. No te preocupes, no he estropeado nada. Aún.

Trato de imaginármelo en su pequeña casa de campo, en el pueblo dormido


de Skerries, usando un suéter marca Aran y comprando su pescado fresco del
día a un pescador, pero no puedo. Todo lo que puedo ver es a él, desnudo de
la cintura para arriba, arrancando el entarimado y rasgando el papel tapiz con
enormes herramientas poderosas en sus manos.

—¿Tienes tiempo de hablar luego? —Dándose cuenta de mi mirada perdida,


añade—. Acordamos hablar hoy…

De pronto lo entiendo.

—Ah. Pensé que te referías a hablar por teléfono, que es porque yo… nosotros
nunca acordamos un día, pero hoy es genial.

Luce avergonzado de haberse presentado un domingo sin antelación, o ¿acaso


hay algo más en su incomodidad? Si es así, lo disimula rápidamente. O tal vez
me lo estoy imaginando, engañándome a mí misma al pensar que puedo ver
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ese lado vulnerable de él, que ha pasado sin anunciarse porque genuinamente
quiere verme. En el momento que ocurre entre nosotros, creo que es una
posibilidad, pero ahora son negocios, como es usual, o no del todo, ya que está
destrozando un traje perfectamente bueno mientras se dobla sobre un hoyo
en mi jardín.

Treinta minutos después, habiendo preparado café para él y té para mí,


Monday y Heather están sentados en la mesa de la cocina. Heather le está
contando acerca de sus trabajos. Siempre está orgullosa de su trabajo y lo
encuentra como la cosa más fácil de la que hablar con extraños. Me gusta que
haga esto, es buena conversando, aunque me preocupo por su seguridad. No
quiero que le diga a cualquier extraño acerca de su agenda diaria, en caso de
que ellos aparezcan donde ella esté. No me preocupa que se lo diga a Monday,
obviamente. Tampoco le preocupa a ella, porque cuando ha terminado, le
pregunta acerca de su trabajo.

—Soy un cazador de cabezas —le dice—, mi trabajo es identificar a candidatos


adecuados que estén empleados en otros lugares para rellenar posiciones
empresariales.

—¿No es eso como engañar?

—No realmente. —Sonríe—. No me gusta engañar. Me veo a mi mismo más


como un solucionador de problemas. Es como un rompecabezas. Pongo a las
personas adecuadas en las posiciones adecuadas. Porque a veces, las personas
no están donde deberían estar.

Nos miramos a los ojos cuando dice eso. Él no le habla lento, como si fuera
incapaz de entenderle, o fuerte, como si fuera sorda. Aunque ella si usa un
aparato auditivo. Sus oraciones son cortas y simples, al grano.

Heather empieza a hablarle de mí, acerca de mis trabajos, una versión


simplificada, la versión que le he contado con el pasar de los años. Estoy
confundida por lo que está haciendo, pensando que seguramente
malinterpreto su trabajo, pero luego, me doy cuenta que está tratando de
venderme a él, lo que me conmueve tanto que dejo de moverme y no puedo
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descifrar qué estoy haciendo. Estoy completamente transfigurada. Abrumada


de que Heather haga esto por mí, que sepa hacer esto por mí. Él es una persona
que le consigue trabajos a la gente y ella está tratando de obtenerme un
trabajo. Hace una lista con mis atributos y sale con anécdotas para ilustrar esos
atributos. Es algo que ha aprendido a hacer por si misma cuando va a una
entrevista de trabajo y lo está aplicando para mí.

Comienza cada oración con ‘Jasmine es…’ la primera oración la completa con
‘amable’ y luego da un ejemplo de mi amabilidad. Le dice que pague por su
apartamento.

—Jasmine es inteligente —dice—. Un día, estábamos en el aparcamiento del


supermercado y Jasmine encontró veinte euros por la máquina de marcado,
además de una tarjeta de cita para la cita de alguien con el doctor. Así que
Jasmine llevo la tarjeta y el dinero al doctor y le dijo que la persona que tenía
para esa fecha y esa hora había perdido el dinero en el aparcamiento ese día.
— Sonríe complacida—. ¿Acaso no es eso inteligente?

—Eso es definitivamente inteligente. —Él sonríe.

Espero que haya acabado ahora; es adorable, pero difícil escucharla alabarme.
En vez de eso, continua, ‘Jasmine es generosa,’ y yo sacudo la cabeza volviendo
a lo que estaba haciendo.

Una ojeada a Monday me demuestra que esta conmovido. La está mirando


atentamente, obsesionado con ella. Debe sentir que lo estoy observando
porque me mira directamente, sonríe gentilmente, luego tengo que empezar
a moverme de nuevo. El no siempre la entiende, le pide que repita algunas
cosas; a pesar de años de terapia, su habla no es tan clara, pero aunque he
entendido todo, no interrumpo. Ella no es una niña. No necesita un traductor.

—Jasmine suena como una gran persona —le dice con sus ojos puestos en mi
de nuevo—. Y yo estoy de acuerdo. Creo que muchas personas serian
afortunados de tenerla. —No lo estoy mirando, pero puedo verlo desde la
esquina de mi ojo, el ángulo de su rostro en el mío, cada movimiento que hago
es descuidado, mientras mi corazón resuena y mi estómago revolotea. Dejo
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caer el cartón de leche, derramándola en la encimera tratando de verterla en


el jarra.
—Ella lo es —concuerda Heather.

— Y tú eres una gran hermana por decir eso acerca de ella.

Lo siguiente que dice me envía en un giro emocional que me catapulta fuera


de la estancia tan rápido que, incluso Monday, tiene el sentido común para
irse y enviarme un mensaje de texto luego, desde su móvil personal, dice que
le gustaría que le llame en cuanto tenga tiempo.

—Soy su hermana mayor. Cuando nuestra madre murió, me dijo que soy la
hermana mayor y que tengo que cuidar de Jasmine. Hago todas estas otras
cosas, pero proteger a Jasmine es mi trabajo principal.

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Para comenzar la mañana del lunes, soy despertada por el sonido de una
cortadora de césped justo fuera de mi ventana. Esto me lastima en muchos
niveles. Principalmente porque es justo después de las ocho a.m. y es
generalmente un sonido intrusivo, y en segundo lugar porque tomé una
botella de vino tinto antes de ir a dormir. Quizás esté mintiendo sobre la
cantidad, puede haber sido más e incluso pudo haber sido otra bebida
espirituosa distinta, pero lo siento hoy, el golpe sordo, golpe, golpe, que
penetra mi cráneo directo hacia mis neuronas, matándolas al alcanzarlas, y
luego perfora mi nuca donde lo siento palpitar sobre la almohada. El
desconsiderado dueño de la cortadora de césped podría ser cualquiera de las
cuatro parejas de retirados que viven alrededor y se manejan con sus propios
horarios, evitando cualquier pensamiento sobre los demás, particularmente
desde que saben que no tengo empleo. Podría ser cualquiera, pero ya sé que
eres tú. Sé que lo eres incluso antes de levantar la cabeza de la almohada, lo
sé porque se demora demasiado. Nadie en el mundo tiene tanto césped; solo
un jardinero inexperimentado tardaría tanto. Cuando miro hacia fuera es
como si hubieras estado esperando que apareciera. Miras hacia arriba
inmediatamente y me saludas animadamente con la mano. Veo el sarcasmo
chorreando de cada poro. Luego apagas la cortadora de césped, como si
hubieras triunfado en lo que te habías propuesto hacer, y cruzas la calle hacia
mi casa.

No me puedo mover. Estoy demasiado mareada, realmente necesito


acostarme de nuevo, pero estás en la puerta, tocando el timbre, demasiado
fuerte, por demasiado tiempo, es como si tuvieras el dedo presionado contra
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un moretón en mi piel y lo estuvieras presionando en una especie de pequeñas


explosiones de tortura en código Morse. Colapso sobre la cama, deseando que
si te ignoro te vas a marchar, pero aparentemente como cualquier otro
problema, no lo haces, solo empeora. Al final no eres tú lo que me mueve, es
la visión de la botella de vodka al lado de mi cama lo que me catapulta —al
ritmo de un caracol— a salir por la puerta.

Abro la puerta principal y la luz del día crea hoyos en mis ojos. Hago una mueca
y me agazapo, me retiro hacia la seguridad de la oscuridad en el cuarto con las
cortinas cerradas. Me sigues hacia adentro.

—Yikes —dices al verme, sonando demasiado como el Dr Jameson —. Buenos


días. —Estás demasiado animado y hablando muy fuerte, contento. Por lo
tanto molesto. Si no supiera mejor, pensaría que me viste tomar hasta quedar
en un estupor borracho, después deliberadamente te levantaste temprano, lo
más temprano que te he visto levantarte, para que pudieras hacer un jaleo
fuera de mi ventana. Lo que es más, te has forzado a ti mismo a ser alegre, lo
más alegre que he sabido que has sido alguna vez.

Mi intención es decir ‘hola’, pero sale como un croar grave.

—Wow —dices—. ¿Noche difícil? Todo rock and roll aquí en el número tres en
una noche de domingo.

Gruño en respuesta.

Caminas alrededor y empiezas a abrir las cortinas y las ventanas, lo cual me


hace estremecerme y buscar la manta de cashmere que se encuentra en el
sillón en el cual colapso. Me envuelvo en ella y miro con cautela mientras
encuentras tu camino hacia la cocina, que es de planta abierta; todo mi piso
de abajo es de planta abierta, y luego empiezas a buscar por todas mis
alacenas.

—El bowl de los limones —digo débilmente.


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Te detienes.

—¿Qué pasa con eso?

—Tus llaves. En el bol de limones.


—No estoy buscando mis llaves, no me he quedado encerrado fuera.

—Aleluya.

—¿Por qué en el bol de limones?

—Me alegra que preguntaras. —Sonrío—. Porque pienso sobre ti como un


limón.

—¿No eres tú la que es retorcidamente amargada? —dices, y mi sonrisa se


desvanece.

Sigues moviéndote alrededor de la cocina. Escucho tazas, escucho el crujido


de papel, huelo tostadas, escucho la tetera. Cierro los ojos y me quedo
dormida.

Cuando despierto estás sosteniendo una taza de té y tostadas con manteca


para mí. Mi estómago se retuerce, pero tengo hambre.

—Come eso, ayudará.

—Lo dice el experto —digo atontada, sentándome.

Te sientas en el sillón frente a mí, al lado de la ventana que es tan brillante que
tengo que mirar de soslayo.

Te ves casi angelical con la luz sobre ti, tu lado derecho que pareciera
desdibujarse en los bordes como si fueras un holograma. Das un suspiro
cansado, nada de santidad en eso. El suspiro, me doy cuenta, no es porque
estés cansado. Te ves rejuvenecido de alguna forma, animado por el aire fresco
de la mañana, tus ropas oliendo a hierba recién cortada. Estas cansado por mí.

—Gracias —digo recordando mis buenos modales.


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—Sobre la otra noche… —empiezas.

Gruño y sacudo la mano despectivamente hacia ti, y tomo un sorbo de mi té.


Es dulce, más dulce de cómo lo tomo normalmente, pero me gusta. Es bueno
por ahora. No es vodka y eso mi cuerpo lo agradece. No quiero hablar sobre la
otra noche, de lo que pasó entre tú y yo.

—Lamento haberte arrojado el vaso.

Sobre esto eres absolutamente serio. Quizás incluso emocional, y no puedo


aguantar eso.

Mastico mi tostada despacio y trago.

—Ambos estuvimos mal —digo finalmente. Quiero seguir.

Esto no es lo que quieres escuchar. Estás esperando que me disculpe contigo.

—Bueno, Jasmine, estaba reaccionando a lo que tú dijiste.

—Sí, y acepto tu disculpa— digo. ¿Por qué es que no puedo disculparme


contigo cuando sé que debería hacerlo?

—Dijiste algunas cosas feas —dices.

—¿Has venido aquí en busca de una disculpa?

—No. Para disculparme.

Lo pienso de nuevo.

—Como dije, ambos estuvimos mal.

Me miras fijamente, mientras tu mente trabaja tiempo extra. Tomas la


decisión de no ir en contra de mí, por lo que estoy agradecida a pesar de que
sé que lo merezco. Estoy siendo horrible. Te ofrezco un poquito más.

—Estaba enfadada porque desilusionaras a mi hermana.

—Lo lamento por eso. No pensé que fuera a decepcionarse tanto.


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—Ella no rompe promesas. Confía en la gente fácilmente. —No como yo, yo


no confío en la gente en absoluto.
Asientes con la cabeza digiriendo lo que dije.

—Sabes que no dije que no pudiera pasar nunca, solo que no en un futuro
inmediato.

—¿Cuáles son las probabilidades?

—En este momento parecen pocas —dices sombríamente.

Debería estar pensando en las repercusiones en ti al perder tu trabajo, lo que


significaría para ti y tu familia, no en Heather y su falta de un viaje a la estación.
He sido descrita como sensible por mis sentimientos hacia Heather, pero
cuando se trata de otros parece ser que soy totalmente insensible.

—Debido a lo que dijiste he dejado la bebida —dices.

Me quedo mirándote con sorpresa. Estoy más sorprendida por el hecho de que
pude haber dicho algo para influenciarte, pero no estoy sorprendida en
absoluto porque admitas que has dejado la bebida. Porque no te creo. No creo
que lo digas en serio o que vaya a pasar. Es como si fueras un marido infiel y
yo fuera una tonta ante tus declaraciones sobre que puedes cambiar. Estamos,
extrañamente, así de cómodos el uno con el otro.

—Realmente la he dejado —dices leyendo perfectamente mi mirada—.


Estabas en lo cierto, lo que dijiste sobre los chicos.

—Oh, por favor Matt —digo exasperada, me doy por vencida—. No tenía razón
sobre nada. No te conozco. No conozco tu vida.

—A decir verdad —te detienes, como decidiendo si decirlo o no—, lo haces. La


ves todos los días. Ves más que nadie.

Silencio.
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—Y si me conoces. —Me miras seriamente—. Creo que piensas que me


conoces más de lo que lo haces, y estás equivocada sobre algunas cosas, pero
eso solo es una cosa más que demostrar a alguien.
—No tienes nada que demostrarme a mí. —Miento. Desearía poder decirlo en
serio, pero no lo hago. Analizo cada palabra que sale de tu boca en
confirmación de que eres el huevo podrido que creo que eres.

—De todas formas, quiero que tomes esto… —Me entregas el sobre arrugado
que contiene la carta de tu esposa.

—¿Todavía no la has leído? ¡Matt!

—No puedo —dices simplemente—. No quiero saber lo que hay en ella. No


puedo.

—¿Te habla ahora?

Sacudes la cabeza.

—Porque ha dicho todo lo que quiere decirte ahí, ¡y lo estás ignorando! No te


entiendo.

—Léemela entonces.

—¡No! Léela tú mismo, demonios. —La tiro en la mesa de café.

—¿Y qué si dice que nunca va a volver?

—Entonces al menos lo sabrías. En vez de estar… esperando.

—No estoy esperando. No más. Se lo voy a demostrar a ella.

—¿Demostrarle qué?

—Mostrarle a mí mismo.

—Creo que ya lo has hecho. Por eso se ha marchado —digo esto medio riendo,
pensando que vas a sonreír, pero no lo haces.
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Suspiras. Miras la carta y creo que finalmente he llegado a ti. La tomas y te


levantas.
—La pondré con los limones.

Sonrío y me alegro de que no puedas verme.

Un auto se estaciona fuera de tu casa.

—Visita —digo, aliviada de que esta conversación termine y de que te vayas a


ir. Mi cabeza está girando y la tostada está sobre el vodka y el jugo de
arándano, surfeando una ola de indigestión.

Examinas el auto desde la ventana, con las manos en las caderas y el ceño
fruncido. Estás guapo sin embargo. No es que seas viejo —apenas estás en tus
cuarentas— pero a pesar de tu estilo de vida, las noches levantado hasta tarde,
el alcohol y la mezcla de pastillas para la ansiedad, pastillas para dormir y
cualquier otra cosa que hagas, no te ha afectado tanto exteriormente como lo
debería haber hecho.

—No creo que sea para mí —dices aún examinando el auto—, solo está
sentado en el auto.

—¿Por qué nunca trabajaste en televisión? —pregunto de golpe.


Normalmente, los DJs con una audiencia como la tuya y una base de fans como
tú tienes hacen la transición, y se me ocurre justo ahora, que eres bastante
guapo, para alguna gente, y en la televisión al ser televisión, ser guapo está tan
alto en la lista como ser inteligente, a veces incluso más arriba.

—Lo hice —dices dándote la vuelta, sorprendido tanto como yo de que te haya
hecho una pregunta sobre ti, sobre tu vida, sobre tu trabajo—. Hace unos cinco
años tuve un programa de entrevistas por la noche, un programa de discusión
como el de la radio. Miércoles por la noche, a las once treinta.

Me miras como si debiera saberlo, pero niego con la cabeza.


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—Nos sentábamos en una mesa con un grupo de gente que había invitado otra
persona, hablando de cosas de las que yo quería hablar, pero sin hablar sobre
ellas correctamente. Lo dejé. No puedes decir nada en la televisión. Hay mucha
más libertad en la radio.

—Como que te llamen fingiendo orgasmos en Año Nuevo.

Suspiras y te sientas.

—Las mujeres no son las únicas personas que hablan sobre las cosas, lo sabes.

Estoy confundida.

—Tengo un amigo. Llamémoslo Joey.

—¿O podríamos llamarlo ‘tú’?

—No. No soy yo. —Te creo—. Un día Joey me cuenta que él y su mujer están
teniendo problemas de fertilidad. Han estado casados siete años y nunca han
tenido hijos. Después de tomar una pinta una noche me cuenta que ha estado
fingiendo cuando están en la cama. La primera vez que escucho algo así. De un
hombre haciéndolo. No hay daño cuando una mujer finge, obviamente, pero
es diferente cuando es un hombre y su mujer quiere niños, entonces se
convierte en un problema. No puede contarle que ha estado fingiendo.
Realmente se ha acorralado a sí mismo en una esquina, ¿sabes? Ella se ha
hecho los chequeos y todo parece estar bien de su lado…

Realmente, la forma en que lo cuentas es inspiradora.

—Entonces ella quería que él se hiciera chequear su cosa. Por la fertilidad. Pero
él no quería porque sabía que todo estaba bien. O presume que lo está.
Entonces en vez de admitir que ha estado fingiendo la mayor parte del tiempo,
y de que quizás preferiría hacer las cosas en la cama de una forma distinta que
pudiera ayudarle, ya sabes, le dice que no quiere tener hijos. En realidad
quiere, pero entró en pánico y no sabía que más hacer. De cualquier forma, se
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separaron. Todo porque él no pudo contárselo. —Sacudes la cabeza—. Pensé


que valía la pena hablar de ello en el aire.
—Bueno, si vale —digo. Personalmente no querría escuchar a cinco personas
gritando y discutiendo en una mala conexión telefónica a medianoche al
hablar al respecto, pero puedo ver su punto.

—Así que Tony tiene esta idea de llamar en Año Nuevo a esta mujer. Digo,
bueno, está bien, lo que quieras. No me importaba la verdad. Pensé que sería
gracioso. Mezclarlo en la discusión. No era gran cosa.

—¿Quién es Tony?

—Productor. Él lo arregló. Trae a esta mujer al estudio. Empieza a hacer ruidos


en el micrófono. No, no era real —me dices—, contrariamente a lo que dicen
los reportes. Pero era una prostituta. Ese es el problema. Tony le pagó. —
Sacudes la cabeza—. Jesús. Tony está jodido. Ha estado teniendo problemas
de pareja últimamente. Ella se ha largado, él… bueno, a él no le está yendo tan
bien como a mí.

—A mí me suena como si mucho de esto fuera culpa de Tony.

—No. Es mi show. Debería haber sabido lo que estaba haciendo. Para ser
honesto, estaba tan mal esa noche, toda esa semana, no sabía lo que estaba
pasando. He hecho eso millones de veces y me he salido con la mía, pero esta
vez… —Te levantas y miras por la ventana una vez más—. ¿Qué está haciendo
ese tipo? Está embobado mirando mi casa.

Finalmente me levanto del sillón y miro por la ventana. El auto está


directamente fuera de tu casa, el hombre está mirando adentro.

—¿Tienes muchos fans?

—Sí, una chica estaba tan loca por mí que se mudó a la casa de enfrente.
Pelirroja. Grandes pechos. No tenía suficiente de mí.
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Realmente sonrío.

—Quizás te está esperando porque sabe que no estás en casa.


—¿Y cómo sabría eso? A menos que me haya estado espiando. Voy a ir hacia
él.

Puedo escuchar el enojo en tu voz y sé que esto no va a ir bien.

—Espera, Matt, está saliendo del auto.

Vuelves a la ventana y lo observamos. Tiene algo en la mano, algo negro. Una


cámara. La levanta y empieza a sacar fotos de tu casa.

—Pequeño…

Es una reacción tardía. El fotógrafo ya ha tomado algunas fotos antes de que


te des cuenta de lo que está sucediendo. Lo observamos mientras mira las
fotos en la pantalla LCD, luego se mueve por la calle para tomar otro ángulo.

—No hagas nada estúpido Matt —te advierto—. Solo vas a meterte en más
problemas —grito detrás de ti, pero mi consejo no va a oídos sordos sino a
oídos ausentes mientras sales disparado fuera de la casa. Es como si mis
palabras te hubieran dado una idea, porque haces exactamente lo que te
advertí que no hicieras: cargas contra el fotógrafo. Se da vuelta y te ve, ve la
agresión en tu rostro y sonríe complacido ante la oportunidad de la foto. Pero
tú no te detienes. Vas a por la cámara, la agarras, la tiras en la calle, luego
agarras al fotógrafo contra el auto. No veo todo exactamente como pasa,
porque estoy mirando desde detrás de mis manos. Además, algo me dice que
es mejor que no haya testigos.

Como resultado de tu comportamiento, una hora más tarde aún tengo puesta
la bata y hay tres fotógrafos más acampando fuera de tu casa, mirando hacia
mi casa, mientras tú caminas de un lado al otro en mi salón, tapándome la vista
de Diagnosis Murder y gritando a tu agente por el teléfono. La noticia de que
has sido despedido se ha filtrado a la empresa, antes de que la estación te lo
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informara a ti, y te han puesto en seis meses de suspensión remunerada para


que no firmes inmediatamente con una estación rival, que es lo que estás
amenazando con hacer.
Sé exactamente cómo te sientes, pero también veo que querer trabajar con
otra estación es puramente una forma de vengarte de tus empleadores
actuales y no porque genuinamente quieras volver a trabajar. Se me ocurre
que quizás tomar seis meses libres para pensar cuál puede ser tu siguiente
movimiento es lo mejor para ti. Este es un concepto interesante, uno en el que
no he pensado antes. Mientras tú sientes que estás encerrado, yo veo
oportunidades para ti. Quizás estoy avanzando.

No puedo trabajar en mi jardín por los fotógrafos que están fuera, a pesar de
que la fuente de agua me está llamando para que la termine, y mi resaca
necesita desesperadamente un poco de aire fresco. He tenido la esperanza de
que se fueran a por un bocadillo de media mañana, pero en vez de eso uno de
ellos ha desaparecido y ha vuelto con una bolsa llena de rollos de EuroSpar y
todos ellos se han inclinado sobre el auto para comerlos fuera. Intenté salir
cuando estaban tomando este descanso, pero tan pronto como abrí la puerta
el jamón, huevo, coliflor y bolsas de papel madera volaron por el aire, al
tiempo que descartaron la comida y tomaron sus cámaras. A pesar de mis
protestas de ser un ciudadano privado, siguieron tomándome fotos. Sólo
cuando se dieron cuenta de que las tarjetas de memoria se quedarían sin
espacio y yo seguiría arrodillada haciendo mi jardinería se detuvieron. Sin
embargo me sentía demasiado consciente de mi misma para seguir trabajando
bajo su mirada constante, especialmente dado que no sé lo que estoy
haciendo, así que me retiré de nuevo hacia mi casa.

—Disculpa —dices cuando golpeo la puerta del frente y me giro hacia ti, con la
cara roja. Cuando el cielo se abre por el resto del día y todos se retiran dentro
de un solo auto, acurrucados con sus enormes cámaras en el regazo, grito
“¡Ja!” en sus caras.

—¡Espero que sus cámaras se oxiden!


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Miras hacia arriba desde tu propia furia silenciosa y me observas con diversión.
El Dr Jameson llama, pretendiendo estar molesto, pero internamente amando
el dilema y la excitación. Quiere discutir el tema de los paparazzis en nuestra
calle y lo que podemos hacer al respecto. Subo a mi cuarto para recostarme.

Inusualmente, mi amiga Caroline llama y pregunta si puede venir. Estoy


sorprendida de escuchar de ella por dos motivos: trabaja en un banco,
recuperando la tenencia de los hogares de la gente y sus posesiones y nunca
está disponible a mitad de semana, e incluso cuando está libre está ocupada
teniendo sexo con su nuevo novio, que es ocho años más joven que ella, a
quien conoció después de descubrir que su marido había tenido muchas
aventuras. He estado feliz de no verla, sabiendo que estaba en un lugar mejor.
Literalmente.

Ella viene, tan emocionada que está a punto de estallar, y en el único lugar que
podemos hablar es en mi habitación porque tú estás paseándote y hablando
con tu abogado, porque el fotógrafo al cuál le quitaste la cámara está
amenazando con presentar cargos por daño criminal. Estos cargos no van a
perdurar porque ya ha vendido las fotos que te tomó. Ya han navegado por la
red, en una variedad de páginas de cotilleo y entretenimiento, y te ha
capturado tomando la cámara, pareciendo como si fueras a matar a alguien.
Te ha tomado desde un ángulo bajo, por lo que pareces como King Kong con
dos dobles mentones y una panza abultada, intentando romper todo en tu
camino.

El Dr Jameson y yo nos acurrucamos en pos de la pantalla de la computadora


para examinarlas.

—Jesús bendito —dices—, me alegro que mis niños no estén ahí.

—Mis piedras parecen bonitas —digo haciendo un acercamiento a mi jardín


en el fondo—, aunque desearía haber terminado la fuente de agua. —Pongo
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mala cara.

Me voy al piso de arriba antes de que puedas hacer el gran King Kong conmigo,
y el Dr. Jameson regresa a mirar Homes Under the Hammer.
—Ese edificio estaba mejor antes de que lo arreglaran —dice mientras dejo la
habitación.

—Esta es una casa de locos —dice Caroline, tomando la taza de café que le he
traído.

—Bienvenida a mi nuevo mundo —digo con ironía.

—Entonces, ¿dónde estaba?

—Estabas en la parte de los caramelos estallando.

—Oh, sí. —Sus ojos se iluminan y me resume los hechos en su habitación de


travesuras que comparte con su novio, que hace tiempo no va a la
habitación—. De todas formas —toma un respiro cuando termina—, la razón
por la que realmente estoy aquí es porque he tenido una maravillosa idea para
un nuevo negocio… y quiero que tú trabajes en ella conmigo —dice en un
chillido—. Todo lo que tengo es esta enorme idea y no sé a dónde llevarla. Tú
has hecho esto millones de veces. ¿Lo harías? ¿Por favor?

—Oh, Dios —digo con los ojos bien abiertos, muy emocionada pero un poco
ansiosa también. Trabajar con amigos es algo engañoso y todavía no he
escuchado la idea siquiera. Ideo mentalmente mi escape, esperando que sea
basura—. Cuéntame sobre ello.

Está más preparada de lo que espero. Saca una carpeta con el nombre GÚNA
NUA —el irlandés para ‘nuevo vestido’—. La idea es que postees una foto de
tu vestido en un sitio web —ya ha comprado el nombre del dominio— y eliges
otro vestido con el cuál cambiarlo. El vestido luego se va de tus manos y uno
nuevo llega en su lugar. No hay dinero que cambie de manos, todo viene con
la promesa de ser lavado en seco y en perfecto estado.

—Va a haber una selección de vestidos de diseñador, vintage, alta costura, lo


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que quieras. Es como conseguir un vestido gratis, y es una forma de deshacerte


de lo que no quieres en tu ropero.
—Entonces, ¿cómo haces dinero?

—Una cuota de asociación. Una membresía. Por cincuenta euros al año puedes
tener tantos vestidos gratis como desees. Honestamente, Jasmine, sé que hay
un mercado para esto, veo la situación de la gente todos los días y es
deprimente. El intercambio de vestidos es la forma de mejorarlo, estoy segura.

No es una idea de un negocio perfecto bajo ningún aspecto, y creo que


cincuenta euros es demasiado caro, pero de todo problema que puedo ver,
también veo una solución. Estoy al límite del interés.

—Se también que realmente necesitas esto ahora, así que piensa en ello —
dice en un esfuerzo por convencerme. De hecho, esto solo hace lo contrario.

Suena como si me estuviera haciendo un favor, lo cual no es el caso: ella me


necesita para seguir desarrollando esto. Hasta ahora solo es una buena pero
mal pensada idea. Me necesita para ayudarla a convertirlo en una realidad. No
me gusta el giro que le dio a que sea una ayuda para mí. Siento la frustración
quemándome por dentro. Ella no lo está sintiendo, de hecho, y continúa.

—Tu suspensión remunerada termina cuando, ¿en noviembre? Podemos


trabajar en silencio sobre esto hasta que esté listo para lanzarse, y para
entonces ya habrás terminado con tu suspensión. Lo cual es perfecto, no creo
que haya más lugar allí abajo para narcisos. —Lo dice queriendo que sea un
cumplido, pero no suena como si lo fuera.

—Los narcisos no crecen en noviembre —digo defendiendo a mi jardín.

Frunce el ceño.

—De acuerdo —dice lentamente.

Dejo un prolongado silencio.


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Cierra la carpeta de un golpe.


—Si crees que es una porquería, solo di que es una porquería. — Se lleva la
carpeta al pecho y la abraza.

—No, no es la idea. Es, es solo eso, no estoy atrapada por el trabajo, Caroline,
aprecio que pienses en mí y que esto podría ser bueno para mí, pero de hecho
ya tengo una oferta de trabajo.

—¿Qué trabajo?

—Me ha encontrado un cazatalentos, un hombre apuesto de hecho. —Sonrío


y trato de ser seria—. Es para preparar una organización que trata con el
cambio climático y los derechos humanos.

—¿Cambio climático? ¿Por qué el interés repentino? ¿Llegaron tus copos de


nieve tarde este año? —Se ríe.

Esto pretende ser gracioso. Todos mis amigos últimamente han estado
bromeando sobre mi dedicación hacia mi jardín. He rehusado reuniones para
tomar café, he hablado sobre el proceso en salidas por la noche. Es el nuevo
tema: bromeemos todos sobre el jardín de Jasmine. Lo entiendo, de verdad lo
hago, pero… La forma en que Caroline me mira me hace pensar si siquiera
debería considerar tomar el trabajo, pero no me importa su actitud, sino la
implicación de que la necesito a ella.

—Entonces, ¿vas a tomar este trabajo?

—He estado pensando en ello. —Me sorprendo a mí misma con mi


honestidad.

—¿Vas a conocer a Bono?

Finalmente su expresión se suaviza y me río y me froto la cara cansada.


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—Jasmine —dice gentilmente—, ¿quieres trabajar conmigo? ¿sí o no? No voy


a tomarlo personalmente.

Me muerdo el labio, incapaz de tomar una decisión allí y en ese momento.


—Cuéntame sobre los caramelos estallando una vez más.

Entendiendo que necesito más tiempo, ella dice:

—Bueno, pero quien quiera que sea con quien estés planeando esto, tienes
que decirle que se afeite todo allí abajo, porque se pone un poco pegajoso.

Y mientras habla, todo en lo que puedo pensar es en Monday. No por el


escenario de los caramelos estallando, si no porque no quiero decepcionarlo,
este hombre que apenas conozco pero pareciera tener tanta fe en mí.

—Monday —digo en el teléfono, sintiéndome mareada ante el sonido de su


voz, y un poco nerviosa por lo que tengo que decirle.

—Jasmine. Perfecto. Justo estaba pensando sobre ti. Lo cual no es inusual


estos días.

Es un sentimiento hermoso que sea algo inusual, dada nuestra relación, pero
él se mueve veloz a pesar de que no ha confirmado nada. Suena como si
estuviera fuera, puedo escuchar el tráfico, la gente, el viento. Hombre ocupado
en la ciudad, cazando talentos, mientras yo estoy aquí, en mi jardín, el lugar
que he elegido para llamarle, porque es el único lugar donde mi mente puede
encontrar paz y claridad estos días. Es el día tres y los paparazzis están en el
auto, escondiéndose del aire fresco, esperando que Matt regrese a casa y se
comporte mal nuevamente, presionándole para que explote, mientras las
revelaciones de lo que realmente sucedió en año nuevo en su estudio salen a
la luz en los periódicos, una historia que fue perfectamente corroborada por
lo que él me contó, pero que ha tomado vida propia en la prensa, con la
prostituta en cuestión vendiendo su historia y revelaciones sobre su “relación”
con Tony saliendo a la luz. Es una aventura sórdida de la que cualquier emisora
de radio se apartaría.
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—¿Cómo está quedando tu fuente de agua? —preguntas.

—Casi terminada. Estoy construyendo un suelo de madera para ella. Con


martillo y clavos en mano. Si mis antiguos colegas pudieran verme ahora.
—Mejor que esos paparazzis tengan cuidado.

Me detengo y miro alrededor para mirar si está ahí, a pesar de que sé por el
sonido de fondo del teléfono que no lo está.

Ante mi silencio se explica.

—Vi las fotos en internet. Tu jardín se ve bonito.

—Desearía haber terminado la fuente.

Puedo escuchar la sonrisa en su voz a continuación.

—Al ritmo que vas, lo harás. Así que, la razón por la que estaba pensando en
ti es que leí hoy que la campanilla luchará para mantener su posición en la cara
del cambio climático. Durante períodos de frío, flores de primavera como las
campanillas ya han empezado el proceso de crecimiento preparando las hojas
y flores en bulbos subterráneos durante el verano y el otoño.

Suena como si estuviera leyendo y yo me siento en mi nuevo banco de jardín


y sonrío mientras escucho.

—Entonces luego son capaces de crecer en el frío del invierno o a principios de


primavera, al utilizar los recursos almacenados en el bulbo. Con primaveras
más cálidas inducidas por el cambio climático, las campanillas perderán su
ventaja del comienzo temprano y serán superadas por plantas sensibles a la
temperatura que empezarán a crecer más temprano que en el pasado.

No estoy muy segura de cómo responder a eso.

—Eso es una lástima. Pero no tengo campanillas en mi jardín. —Miro alrededor


solo para estar segura.

—Sería una pena, en todo caso, ¿no crees? ¿No tener esa bruma azulada en
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los bosques?

Es una imagen preciosa, pero porque cree que eso va a convencerme de tomar
el trabajo está más allá de mí.
—Monday —digo, y escucho la seriedad en mi voz—. Hay algo que no te he
contado.

Se detiene un momento, sintiendo el peligro al acecho.

—¿Sí?

—Debería habértelo dicho antes, pero, erm… —Me aclaro la garganta—. Estoy
en suspensión remunerada. Durante un año. Termina en noviembre.

—¿Noviembre? —pregunta, en un tono que sé que no es feliz. Es demasiado


profesional para mostrar su enojo, pero debe estarlo. He desperdiciado su
tiempo, lo veo ahora, jugando un pequeño juego con él mientras él intentaba
hacer su trabajo.

—Hubiera sido de ayuda saber esto hace unas semanas, Jasmine. — La forma
en que dice mi nombre me hace encogerme. Estoy tan mortificada que no
puedo decir nada. Siento como si me hubieran encontrado con los pantalones
bajados y los paparazzis estuvieran a mi alrededor, sacando fotos. La única
gracia salvadora es que Monday y yo no estamos cara a cara.

—Lamento no habértelo dicho, yo solo… —No puedo pensar en una excusa,


pero me deja en silencio, esperando a que me explique. Esto me dice que está
molesto y quiere una explicación. —Estaba avergonzada.

Suena como si hubiera dejado de caminar.

—¿Por qué razón estarías avergonzada? —pregunta genuinamente


sorprendido, su irritación se ha ido.

—Caramba, no lo sé. Fui despedida y no puedo trabajar durante un año.

—Jasmine, eso es normal. Eso no es nada por lo que avergonzarse. De hecho,


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es un cumplido que no quieran que trabajes con nadie más.

—No lo había pensado de esa manera.


—Bueno, deberías. Entre tú y yo, no me molestaría que me pagaran por no
trabajar durante un año—. Se ríe y ya me siento mucho mejor.

Hay un largo silencio. No estoy segura de a dónde ir con esto. Si este trabajo
ya no es más una posibilidad entonces no tendremos razón para vernos de
nuevo, pero realmente quiero verle de nuevo. ¿Mencioné esto? ¿Le invité a
salir? ¿Es esto un hasta luego? Me salva al hablar.

—¿Quieres el trabajo, Jasmine?

Me imagino el escenario donde digo que no. El cuelga, nunca vuelvo a oír de
él, regreso a mi retiro, mi futuro incierto, mi presente aburrido y aterrador. No
quiero volver a como me sentí estos últimos meses.

—Sí. Quiero un trabajo —digo, y luego me doy cuenta de mi error. Quiero


decir, este trabajo.

—Bien —dice—. Tendré que hablar con ellos sobre esto y ver que me dicen,
¿De acuerdo?

—Si, por supuesto. Seguro. —Me enderezo, con mi cara profesional de


nuevo—. Realmente lo lamento mucho.

Oculto la cara entre mis manos y me encojo por unos buenos cinco minutos y
luego, como una forma de ocultarme de la conversación que acabo de tener,
vuelvo a mi jardín. Finalmente todos los pensamientos desaparecen de mi
mente, al tiempo que me concentro en martillar el suelo de madera,
espaciando las maderas por unos milímetros, para poner sobre él la vasija con
agua.

Es mientras estoy apilando las losas de arenisca india una sobre la otra, y
marcando el centro con un lápiz para perforar un hoyo para el caño, cuando
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de pronto dejo caer las herramientas sobre la hierba y me apresuro hacia el


interior. Voy directa hacia mi pared de fotografías al lado de la mesa de la
cocina y las examino, sabiendo exactamente qué buscar. Cuando la veo, mis
manos rápidamente cubren mi boca y no puedo creer lo rápido que me invade
la emoción. Que la imagen significara tanto para mí y que además Monday
supiera eso.

Al lado de donde Monday se sentó un par de días atrás hay una foto mía, de
Heather, papá y mamá —la única foto que tengo de nosotros cuatro juntos—
tomada en uno de nuestros típicos viajes al Jardín Botánico. Todos tenemos
grande sonrisas para la cámara, a mí faltándome uno de los dientes delanteros,
mientras estamos sobre un campo de campanillas.

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La fotografía me hace pensar, me hace pensar por un largo rato acerca de un
montón de cosas. Esto es lo que hago mientras termino mi fuente de agua, y
también mientras martilleo el enrejado y lo pinto de rojo en honor al abuelo
Adalberto Mary, y fijo tornillos y alambres a la pared de mi casa para que mi
jazmín de invierno recién plantado pueda escalar. Y luego, cuando pienso que
ya no puedo pensar más y las personas están detrás de mí para tomar
decisiones acerca de mi vida, decido poner más césped al lado de la casa y
sembrar una pradera de flores. Eddie regresa a cavar y esta vez no soy una
tonta, completa el pequeño parche en un día entero, preparo el suelo y la
semana siguiente planto una pradera de semillas mezcladas, incluyendo
amapolas, manzanilla de maíz, margaritas ojo de buey y acianos. Es un área
pequeña, pero los siembro a pesar del espacio que estoy guardando para el
futuro invernadero, que estará contra la pared libre de mi casa, ligeramente
separado. Para evitar que los pájaros se coman las semillas, una de las
actividades dominicales con Heather es establecer una serie de hilos con CD’s
enganchados en ellos a través la superficie sembrada. Incluso esto lo hacemos
a conciencia, escogiendo canciones que creemos asustarán a los pájaros.

Planto, planto y planto. Y mientras planto, pienso; excepto que no soy


consciente de que estoy pensando. De hecho, a veces estoy segura de que no
estoy pensando y sin embargo, de repente un pensamiento viene a mí. Llega
tan de repente e inesperadamente que me pongo de pie recta, la espalda
dolorida estirada, y miro alrededor para ver quién fue, o que fue lo que me dio
ese pensamiento repentino y si alguien me vio tenerlo. Marzo se mueve a Abril
y sigo pensando. Hago la boda. Protejo el crecimiento de las plantas de las
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nuevas olas de frío, y mientras los días se están haciendo más cálidos
gradualmente, aún hay algunos vientos intensos y lluvias fuertes. Pienso en
mis flores cuando estoy fuera con amigos, especialmente si hay una tormenta
particularmente fuerte y la gente entra en el restaurante sacudiendo sus
sombrillas y tirando sus abrigos empapados. Lo primero en lo que pienso por
la mañana es en mi jardín. Pienso en mi jardín cuando estoy recostada en los
brazos de un hombre que conocí en un bar y escuchando el aullido del viento
fuera de la ventana de su habitación, y quiero estar en casa con mi jardín,
donde las cosas tienen sentido. Me sigo moviendo. No quiero que el césped
crezca demasiado y que luego aparezca amarillo cuando sea cortado. No
puede estar descuidado. Rastrillo regularmente la “paja”, sin querer que la
hierba muerta y el desorden se acumulen, esperando un césped más sano, que
el musgo y las malas hierbas no se establezcan. Y todo el tiempo en el que lo
hago, pienso.

Los narcisos que una vez florecieron altos y orgullosos del suelo, el primer color
en el gris de la primavera adelantada, ahora están marchitos. Las flores vienen
y van y así, con tristeza, corto las cabezas detrás de las partes inflamadas;
dejando el tallo intacto. Si las flores marchitas se dejan, la energía de la planta
será desviada a la producción de semillas. Al quitar las flores muertas la
energía de la planta se desvía en cambio a la formación del botón floral del
próximo año dentro del bulbo.

En el jardín siempre hay movimiento, siempre hay crecimiento. No importa lo


atascada en el tiempo que me sienta, voy fuera y todo está cambiando a mí
alrededor. De repente hay flores donde una vez solo hubo el más diminuto de
los brotes y la flor abierta me mirará, de par en par, orgullosa de lo que ha
hecho mientras todos dormíamos.

Monday ha confirmado que el trabajo empezará en noviembre y que


actualmente está buscando otros candidatos a los cuales también ofrecérselo,
así que la entrevista está aplazada hasta el 9 de junio. No puedo esperar; deseo
volver a sentirme como la antigua yo de nuevo. Anhelo que mi año se acabe y,
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aunque he deseado esto en ocasiones innumerables, me pregunto ¿qué haré


cuando el momento llegue? En noviembre estará frío, oscuro, gris y
tormentoso de nuevo. Por supuesto que viene con su propia belleza, pero
habrá tiempo para que tome decisiones acerca de mi vida, comenzar con
optimismo un nuevo trabajo, si es que lo obtengo. De pronto quiero que el
tiempo se ralentice. Miro mi jardín en transformación, el movimiento de la
fuente de agua, las flores de primavera que asoman sus cabezas, y me doy
cuenta que no puedo detener lo que está esperando por mí. Mucho de lo que
es la jardinería es acerca de prepararse para lo que va a venir a continuación,
qué estación, qué elementos, y ahora debo empezar a hacer eso en mi vida.

A pesar de mis miedos de que no volvería a oír de él de nuevo, escuché acerca


de Monday, de hecho nos encontramos en un par de ocasiones para hablar,
aunque siempre terminamos hablando de todo lo demás menos del trabajo.
Me siento tan cómoda con él, tan a gusto; no hay necesidad de fingir acerca
de mí sin estar trabajando, en la manera en que lo hago con otras personas.
Aunque estoy disfrutando de mi jardinería, no quita los momentos en los que
aún me siento sola y sin valor; no me hace sentir por un momento más segura
acerca de mi futuro, simplemente evita que me obsesione con eso. Monday,
por otro lado, me quita mi soledad. Su entusiasmo por encontrarnos y hablar
por cualquier cantidad de tiempo me quita el sentimiento de inutilidad. La
verdad es que, y sé que esto suena completamente opuesto a lo que he estado
diciendo, desearía que no hubiera un trabajo, desearía que Monday y yo
pudiésemos continuar encontrándonos así, hablar acerca de las costumbres
del mundo, las cosas que queremos y las que no, en vez de la realidad.

Es solo una entrevista, aún no es un trabajo, así que no estoy lista para tomar
una decisión acerca de la propuesta de Caroline. Nos hemos reunido en
algunas ocasiones por Gúna Nua, y la he ayudado a desarrollar su idea sin
comprometerme totalmente en una participación a largo plazo. Esto hará
posible escabullirme si debo hacerlo, pero en materia de negocios no es la
situación ideal para ninguna de las dos. Sé que no es suficiente que seamos
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amigas. Pensaba lo mismo sobre Larry, quién subsecuentemente me despidió


y me dejó con una sentencia de un año de “prisión”. Una sentencia de prisión
que siento, en los días gloriosos en mi jardín, como un regalo, aunque no le
gustaría escuchar eso. Así es como mi presente hace tic tac, a veces
amablemente, otras veces con frustración, pero mi futuro es tan incierto como
siempre.

Han pasado más de dos meses desde el incidente con Heather en la casa de
Papá. Heather ha asumido su maravillosa y usual manera de perdonar u olvidar
o no ser aparentemente afectada, y su relación con Papá ha seguido su curso
igual que siempre. La mía no lo ha hecho. No hablarle ha sido de alguna manera
útil, pero de otra manera empeoró las cosas. Ha significado que no tengo que
lidiar con él, y ha significado que me he vuelto cada vez más loca a causa suya
conforme continúan las disputas en mi cabeza. Pero también significa que, al
no verlo, tampoco he visto a mi hermanita Zara, y eso es inaceptable. Es
principalmente por ella que agarro el teléfono. Lo arreglo para reunirme con
ellos en el parque infantil cerca del muelle Howth. Es un día brillante, aunque
debemos abrigarnos contra el frío del viento marino. Nuestros atuendos de
invierno han dado paso a ropa más ligera, las chaquetas de primavera están
siendo sacadas al aire o son usadas por primera vez, la gente se recuesta en el
prado comiendo pescado y patatas fritas de Beshoff, el vinagre mezclándose
con el aire salado y haciéndome la boca agua.

—¡Jasmine! —Escucho a Zara antes de verla y viene corriendo hacia mí por un


abrazo. La levanto en brazos y le doy vueltas, e inmediatamente me siento mal
por no verla. No hay excusa, mi comportamiento hacia ella ha sido
imperdonable. Su crecimiento mientras no la he visto es una señal de nuestro
silencio. Diez semanas es un largo tiempo a su corta edad.

Debería ser incómodo entre Papá y yo, pero no lo es porque inmediatamente


nos hablamos a través de Zara. Papá lo empieza.

—Cuéntale a Jasmine cómo alimentamos a las focas marinas con unos peces.
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Lo hace.

—Cuéntale a Jasmine cómo el pescador te dejó sostener la caña.


Lo hace.

Zara es la clase de niña que parece atraer atención, siempre le pedían ser la
asistente del mago, le permitían entrar en la cabina para conocer al piloto, le
mostraban las cocinas profesionales de los chefs. Es una de esos niños que
exuda interés en la vida, se relaciona con la gente y a cambio, las personas
quieren complacerla, recompensarla, impresionarla. Por último, cuando Papá
y yo ya no nos podemos hablar a través de ella, no tenemos otra opción más
que quedarnos parados lado a lado fuera del parque infantil y verla dispararse
por todo el lugar con sus nuevos mejores amigos que conoció hace dos
segundos.

No mencionará nada, lo sé. Preferiría que nos quedáramos así, parados, en


una incomodidad, que arriesgarse a hablar, con torpeza. Incluso cuando se ve
forzado a estar en una discusión, en los raros casos en los que no puede
escapar de ellas, sus sentimientos en el tema serían limitados. Esto es
frustrante en las raras ocasiones en las que quiero comunicar algo importante.
Obtengo este rasgo de él. Cuando tienes a dos personas que no hablan de las
cosas, la situación puede ser más explosiva que con dos personas que lo hacen.
O más bien, implosiva, porque la guerra se encuentra dentro.

—Ese incidente con Ted Clifford no estuvo bien —digo de repente, sin ser
capaz de decir la frase o abordar el tema apropiadamente.

—Tiene una posición de director de cuentas próspero. Cuarenta mil al año.


Quería hablar contigo directamente —me dice, con furia en su voz. No
necesitaba acumularla, estaba allí lista, para cuando yo lo mencionara—.
Podrían haber hablado al respecto entre ustedes. No para que todo el mundo
lo oyera en la mesa. Una oportunidad perfecta. ¿Sabes cuántas personas
querrían ese trabajo?
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Eso no es, en absoluto, lo que quise decir. Me estaba refiriendo a la manera en


la que trato a Heather, su reacción con ella, no era respecto al trabajo, lo que
era otro asunto, uno menos importante, pero que me estaba molestando lo
suficiente que estaba planeando sacarlo a colación.

—Quise decir, con Heather. —Lo miro por primera vez y la expresión en su
rostro me revela que se está esforzando para desvelar a lo que me puedo estar
refiriendo.

Por fin llega a él.

—Hablé con Heather acerca de aquello al día siguiente. Se acabó, Jasmine.

—¿Y?

—Y ahora conozco el concepto del Círculo.

—Ahora lo sabes.

—Sí. Ahora —dice, mirándome.

—Ella tiene treinta y cuatro años, hemos estado haciendo lo del concepto del
Círculo durante bastante tiempo.

Debería decirlo más alto, pero lo murmuro. Ni siquiera sé si me escucha.


Espero que lo haga, pero no soy capaz de esto: de discutir, de confrontar. O tal
vez estoy bien con la confrontación pero luego todo lo que quiero hacer es
retroceder como si nunca hubiera pasado y yo no existiera. La niña en mí
tiembla un poco al tener a su padre enojado con ella, sin embargo, la
adolescente en mí se rebela.

—La tratas como si fuera diferente. Como si fuera especial.

—No lo hago. La trato como a todo el mundo y eso es lo que te enfada. Eres tú
la que la trata diferente —dice—. Y deberías pensar en ello. Y si no te importa
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que te lo diga, no practicas exactamente lo que predicas. Siempre ha sido una


regla para ti y otra para el resto del mundo. Este concepto del círculo, parece
ser diferente para ti que para las otras personas, porque todos y cada uno de
los que se acercan a ti son naranjas. No, Zara cariño, no trepes en eso. —Corta
la conversación y corre en su ayuda.

—¿Es ese tu abuelo? —pregunta una niña y Zara se ríe como si nunca hubiese
escuchado algo tan ridículo—. ¡Este es mi papi!

Terminan en un sube y baja juntos, la barriga de Papá apenas cabe detrás de


la manija. A medida que desciende veo el parche de calvicie en la parte trasera
de su delgado cabello. Parece como su abuelo.

Estoy bastante impactada con lo que me ha dicho. Lo dijo tan fácilmente, sin
enojo, lo que debería hacerlo más fácil de ignorar, pero no lo hace. Es la calma
con la que lo dijo la que me hace escuchar, que me hace escucharlo fuerte y
claro.

El Círculo Naranja del saludo es el círculo más lejano del Círculo Morado
Privado, que representa a la persona en cuestión, en este caso, a mí. Es el
círculo para los conocidos distantes, para aquellos con los que no tienes
contacto físico o emocional en absoluto.

Todos y cada uno de los que se acercan a ti son naranjas.

No es verdad, quiero gritarle. Pero no sé si es correcto. Heather es la única


persona que de verdad he mantenido cerca de mí. Naranja es ciertamente el
círculo en el que parece que lo he puesto a él. Vine aquí para confrontarlo por
sus acciones… No, vine aquí para ver a Zara, pero aparte de eso, vine a hacerle
ver que su comportamiento tiene que cambiar, no esperaba que la marea
cambiara, con el objetivo de ser juzgada bajo mi propio dedo.

Aunque, tal vez mi círculo rojo es el más grande de todos. Algunas personas
permanecen como extraños para siempre.
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Confundida, conduzco devuelta a mi jardín con el rabo entre las piernas.


Vuelvo para pensar. Debo cortar las cabezas muertas y prepararme para el
verano.
Verano
La estación entre primavera y otoño, comprende en el Hemisferio Norte los
meses más calurosos del año: Junio, Julio y Agosto.

El período de mejor desarrollo, perfección, o belleza previos a cualquier


declive: el verano de la vida.

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20
Amo junio, y junio en un jardín regado con amor es la mejor recompensa que
un jardinero podría recibir por su trabajo duro. Cada mes y estación tiene su
belleza, pero el verano es cuando todo es más vigoroso, más brillante, más
orgulloso, más dramático. Si la primavera es optimista, el verano es orgulloso,
el otoño es humilde y el invierno es resistente. Cuando pienso en la primavera,
veo unos grandes y jóvenes ojos como los de Bambi mirándome a través de
largas pestañas, cuando pienso en verano veo hombros atrás y pecho
levantado e inflado. Cuando pienso en otoño, pienso en una cabeza gacha con
una pequeña sonrisa perdida en la nostalgia, y para el invierno imagino rodillas
huesudas magulladas y puños, gruñendo, listo para la pelea.

Junio trae consigo riego constante, renovación del abono, poda semanal,
media docena de canastas colgantes, peonías rosadas, rosas color crema,
plantas perennes de todos los diferentes colores y un amplio jardín de hierbas,
que tengo creciendo en una maceta fuera de la cocina. Junio trae frecuentes
visitas tuyas y de tus hijos a tu jardín, donde también has comenzado a tener
un gran interés en comenzar un jardín de cocina al lado de tu casa, para
rivalizar con el mío, sembrando judías verdes y francesas, zanahorias, coles de
Bruselas y calabacines. Competimos cada mañana para ver quién sale primero
a atender nuestros jardines y quien llega temprano saluda con aire de
suficiencia al que llega tarde. Ahora es una competencia para ver quien abre
las cortinas del cuarto primero. Allí ambos trabajamos, tú en tu jardín y yo en
el mío, mientras los Malone se sientan frente a su puerta principal, la Sra.
Malone en su silla, el ataque dejándola inmóvil e incapaz de hablar y leer,
mientras el Sr. Malone lee para ella, poemas de Patrick Kavanagh en su suave
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acento Donegal, flotando sobre la madre selva hasta mí. Tú y yo podemos


pasar horas sin hablar, sin decir pensamientos al azar o preguntas de jardinería
a través de la calle, pero se siente como si estuviéramos trabajando juntos. Tal
vez soy sólo yo. Y hay algo agradable en eso. Cuando te veo tomar un trago de
agua embotellada y refrigerada, me acuerdo de tomar la mía. Cuando
enderezo mi espalda y anuncio que iré a almorzar, te pones de acuerdo en que
también lo harás. No comemos juntos, pero tenemos el mismo horario.
Algunas veces me siento en mi banca en el jardín y me como una ensalada, y
tú te sientas en la mesa que aún no has movido de tu jardín delantero, y
estamos en compañía del otro pero no realmente. Ambos decimos buenos días
y buenas tardes al Empresario que está rentando el número seis, que conduce
por delante de nosotros su BMW, pero que no ha logrado percatarse de
nosotros hasta el momento y conduce sin darse cuenta de nuestros saludos de
buen vecino. Al principio su indiferencia me molestaba. Ahora me molesta y
me hace tenerle lástima, porque sé exactamente lo que hay en su mente. No
tiene tiempo para nosotros, para nuestra mundana y vecinal intrusión en su
vida. Está demasiado ocupado. Tiene cosas en su mente. Cosas reales.
Distracciones.

Y me estoy acercando a la posibilidad de volver a convertirme en esa persona


mientras Junio trae mi entrevista de trabajo. Tan pronto como Monday me
informó de la fecha comencé a esperar que viniera de prisa, pero ahora que ya
casi está aquí quiero que la semana vaya más lenta. Nueve de junio, nueve de
junio, estoy tan nerviosa, trato de no pensar mucho al respecto, aunque
Monday no me dejará escaparme, llamándome para repasar las preguntas
conmigo durante la cena que he preparado. No estoy nerviosa porque no me
sienta competente, estoy nerviosa porque siento que soy competente y
mientras las semanas han pasado he llegado a darme cuenta que quiero este
trabajo más que nunca y me preocupa no conseguirlo. Si no consigo este
trabajo, es el comienzo del desempleo convirtiéndose en un problema, porque
está fuera de mi control mientras estoy en suspensión remunerada. No quiero
sentirme oficialmente aburrida, inútil, insegura y entrando en pánico por mi
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futuro. En cierto modo, esto es la calma antes de la tormenta, y si esto es la


calma…

—Ok, así que cuénteme otra vez desde el principio, Sra. Butler.
—Monday —me quejo, mientras nos sentamos en la mesa de la cocina y él
repasa la entrevista por décima vez—. ¿Haces esto con todos tus talentos?

—No. —Desvía la mirada, irritado.

—Así que, ¿por qué tengo tratamiento especial?

Dilo, dilo, le obligo a decir lo que necesito escuchar tan desesperadamente.

—Quiero que consigas el trabajo.

—¿Por qué? —Dejo un largo silencio.

—Todos los otros candidatos tienen trabajos —dice por fin—. Tú te lo mereces.

Suspiro. No es la respuesta que estaba esperando.

—Gracias. ¿Quiénes son, de todos modos? ¿Son mejores que yo?

—Sabes que no puedo decirte eso —dice, sonriendo—. Además, que tú sepas
no haría ninguna diferencia.

—Podría serlo. Podría sabotear sus oportunidades el día de la entrevista.


Acuchillar sus neumáticos, poner tinte rosa en su champú, ese tipo de cosas.

Se ríe, me mira de esa manera que hace que mi interior se derrita, como si le
interesara y desconcertara al mismo tiempo.

—Por cierto —me dice, mientras comienzo a levantar los platos—. Ha habido
un cambio de planes. La entrevista ha sido trasladada para el diez.

Paro de tirar los restos de comida en la basura y le miro. Mi garganta se


estrecha, mi estómago se tensa. Nota el silencio, me mira.

—Y simplemente pensaste mencionar eso ahora.


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—Es solo un día después, Jasmine, no estés tan asustada —me dice, sonriendo,
frotando su mano a lo largo de su mandíbula mientras me estudia.
—No estoy asustada, estoy… —Me debato si decirle o no. No sé por qué no le
diría, pero no decírselo me revela que no estoy, en este momento,
completamente comprometida para esta entrevista y eso me asusta. Necesito
esta entrevista. Necesito este trabajo. Necesito volver a la pista.

El diez de junio es el día en que Heather se va de vacaciones de cuatro días a


Isla Fota con Jonathan. Todo lo que pretendo hacer mientras ella no está es
estar en casa esperando, esperando que el teléfono suene, esperando que un
vecino golpee mi puerta y me diga que ha sucedido algo, como pasa en las
películas, esperando que un guardia se quite el sombrero e incline la cabeza
respetuosamente. Si voy a esa entrevista de trabajo ese día no seré capaz de
concentrarme totalmente en preguntarme qué está haciendo Heather.
Algunos dirían que la distracción me vendría bien, pero no, significaría apagar
el teléfono por al menos una hora, significaría no ser capaz de escuchar a mis
sentidos, el posible ataque repentino de miedo que podría alertarme del
hecho de que algo está mal, dejándome incapaz de saltar dentro de mi auto y
conducir a Cork al momento del aviso. Quiero conseguir un trabajo, pero
Heather debería ser mi mayor prioridad. No lo hará este desastre.

—Jasmine —dice Monday, uniéndoseme en la cocina—. ¿Hay algo mal?

—No —miento, y él sabe que estoy mintiendo.

Después de que se va, me quedo en la mesa de la cocina y me como todas las


uñas hasta la raíz.

Monday me llama el jueves nueve cuando estoy en el apartamento de Heather


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empacando con ella, para asegurarme de que todo está listo para su viaje del
día siguiente. Desconfía, y tiene razón en hacerlo, soy vaga, y aunque en mi
mente estoy comprometida a ir a la entrevista, cuando digo las palabras en voz
alta ni siquiera yo me las creo. Necesito el trabajo. Necesito poner mi vida de
vuelta en orden. Pero Heather. Mi corazón está completamente desgarrado y
estoy abrumada por la preocupación.

—Hasta mañana, Jasmine —dice Monday.

—Hasta mañana —digo al fin, y casi me ahogo con la última palabra.

Al día siguiente estoy viendo cómo Heather se va, en la estación de trenes


Heuston, como si fuera un soldado yendo a la guerra, y a las 11 a.m. cuando
debería estar sentada en una sala de juntas vendiéndome a mí misma y
poniendo mi vida en orden otra vez, en lugar de eso estoy sentada en el vagón
conectado al de Heather y Jonathan, viéndolos jugar Snap, mientras viajamos
a Cork. Monday me llama cuatro veces e ignoro cada una. No podría
comprenderlo ahora mismo, pero sé que estoy haciendo lo correcto.

Un hombre se sienta en diagonal a mí y me bloquea la vista de Heather.


Siempre pensé que el jardín, esa naturaleza, era honesta, sincera, abierta.
Trabajas duro en ella y recibes la recompensa, pero incluso en un jardín hay
decepción y engaño. Parece ser natural, lo hacemos para sobrevivir. La planta
de Stapelia asteiras sabe cómo atraer a insectos beneficiosos luciendo y
oliendo como carne podrida. Emite un olor putrefacto que va con su menos
que bonita apariencia. Sigo su ejemplo. Me limpio mi nariz de mocos y trato
de aclarar mi garganta, ruidosamente. El joven está debidamente asqueado
por mí y se mueve a otro asiento. Puedo ver a Heather otra vez. Engañar es
natural.
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Monday me llama al teléfono por quinta vez. La vid de la flor de la pasión


desarrolla pequeños puntos amarillos, que se parecen a los huevos de la
mariposa Heliconious, los cuales convencen a las mariposas hembras de
buscar otro lado para que sus crías no tengan que competir con otras orugas
cuando salgan del huevo. Pienso en mi amiga, quien cuando un hombre que
no le interesa la invita a bailar en un club, menciona el bebé que no tiene y lo
observa darse vuelta sobre sus talones rápidamente. Ignoro la llamada de
Monday. Engañar es natural.

Hay un auto para recibir a Heather y Jonathan en la estación de trenes;


organizamos esto con el hotel y veo al conductor con un letrero con sus
nombres antes de que ellos lo vean. Heather y Jonathan lo pasan, buscando
en la dirección equivocada, y quiero llamarlos pero me muerdo la lengua en el
último minuto. Mejor así porque ellos se dan la vuelta, como si escucharan mis
pensamientos, y lo ven mientras caminan de regreso.

El macho de la avispa orchid dupe28 se encuentra tan atraído a la orquídea


lengua que eyacula directo en los pétalos de la flor. Las flores que pueden
convencer a los insectos de eyacular tienen los índices de polinización más
altos. Pienso en mi amiga que se quedó embarazada para que su novio se
casara con ella, y luego volvió a quedarse embarazada para mantenerse juntos
cuando se estaban separando, y recuerdo que engañar es natural. Me subo a
un taxi y sigo su auto al hotel.

Heather y Jonathan se registran y toman dos habitaciones individuales, como


se discutió. No me había dado cuenta de que estaba aguantando la respiración
hasta que se escapa de mi boca y siento mi cuerpo liberar tensión. Me registro
en la habitación que reservé desde el tren. He pedido estar en el mismo piso
que Heather y Jonathan. Todo lo que tengo es mi portafolio de trabajo y parece
raro no tener equipaje cuando uno se registra, pero he sobrevivido a un fin de
semana sucio y espontáneo en sandalias desechables de spa y sé que puedo
hacer lo mismo aquí.
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No paso nada de tiempo en mi cuarto. Voy directamente abajo al lobby a


esperar y tengo la esperanza de no haberlos perdido. Se agarran de la mano

28
Tipo de avispa australiana.
mientras exploran los jardines del exterior, trato de mantener tanta distancia
como sea posible, pero no es suficiente para mí ver a Heather desde lejos,
necesito ver su cara. Necesito ser capaz de leerla para saber que está
realmente bien. Me vuelvo un poco más valiente y me escondo detrás de unos
árboles cercanos. Encuentran un parque de juegos cerca de unas casas de
vacaciones, que está animado y con una multitud de niños. Heather se sienta
en un columpio y Jonathan la empuja. Me siento en el césped, levanto la cara
al sol y cierro los ojos, y escucho y sonrío al sonido de su risa. Me alegro de
estar aquí, he hecho lo correcto.

Pasan noventa minutos en el parque de juegos y luego van a nadar. Veo su


gorro de natación amarillo subir y bajar en el agua, mientras Jonathan finge
ser un tiburón, mientras juegan voleibol, torpemente, mientras ella chilla y él
la salpica. Él es cuidadoso y atento y cuida de ella en cada paso del camino,
casi tratándola como si ella fuera frágil, o tal vez preciosa, como si fuera su
honor asistirla. Abre puertas, aparta sillas, es un poco torpe pero logra todo.
Heather es tan independiente pero aun así le permite hacer esto, parece feliz
de que lo haga. Ella ha pasado tantos años sin querer ser una persona que
necesita asistencia innecesaria, verla así me sorprende.

Se cambian para la cena, Heather luciendo un nuevo vestido que compramos


juntas, y labial. Normalmente no usa maquillaje, y el labial es una gran cosa. Es
rojo y no combina con su vestido rosa, pero había insistido en ello. Se ve
madura mientras caminan juntos y me doy cuenta de que su cabello está
salpicado de gris en las raíces y me pregunto cuándo pasó eso. Cuando ellos
están seguros en el elevador, sigo el camino que tomaron y respiro el perfume
que ella está llevando. Enfrentada con la imposible decisión de cuál usar, ella
me preguntó cuál usaba mamá, y compró ese. La esencia de mamá llena mis
pulmones mientras sigo el rastro de Heather.
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Comen en el piso de abajo en el comedor principal. Escojo sentarme en el bar


donde aún puedo tener una buena vista de ellos. Heather pide el aperitivo de
queso de cabra y estoy confundida porque sé que no le gusta. Creo que lo ha
leído mal. Ordeno lo mismo para ver cómo es, si alguna vez habla de eso en el
futuro, sabré exactamente de qué está hablando. Piden una copa de vino para
cada uno, lo que me preocupa ya que Heather no bebe. Toma un trago y hace
una mueca. Ambos se ríen y empuja la copa lejos de ella. Pido lo mismo y lo
bebo todo. Estoy contenta, aquí sentada viéndola, sintiéndome una parte de
ello aunque no siendo completamente parte.

Ella se come la manzana y la remolacha de su aperitivo, pero deja el queso de


cabra. La escucho explicarle al camarero que leyó mal y creyó que era queso
normal, no quiere que piense que fue culpa del chef. Está nerviosa; puedo
decirlo por la forma en que sigue poniendo el cabello detrás de la oreja,
aunque nunca se sale de su lugar. Quiero decirle que está bien, que estoy aquí,
y por un momento considero dejarla saber mi secreto, pero rápidamente
decido que no. Necesita pensar que está haciendo todo esto por sí sola. Comen
tres platos, Jonathan termina su carne y acompañamientos, Heather come
pescado rebozado y patatas. Prueban los postres del otro. Jonathan le da su
fondue de chocolate en la boca, solo que él también debe estar nervioso
porque su mano se mueve y ella termina con chocolate en la nariz. Él se pone
colorado y parece como si quisiera llorar, pero Heather comienza a reírse y se
relaja. Remoja la servilleta en su vaso de agua y se inclina para limpiar
tiernamente el chocolate de su cara. Heather no aparta los ojos de él ni por un
momento y se me ocurre que podría haberme sentado justo a su lado y no me
habrían notado en absoluto.

La planta Lithops es comúnmente conocida como la Piedra Viviente. Estas


plantas se desarrollan en desiertos, escondidas en camas de roca para que
cuando su flor amarilla retoñe sea como si hubieran salido de la nada.
¡Sorpresa! Quiero hacer eso ahora, pero no. Me quedaré justo aquí donde no
puedan verme. Engañar es natural.
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Esa noche cuando enciendo mi teléfono hay cuatro llamadas perdidas más de
Monday y mensajes de texto que van desde furioso a preocupado.
La Caladium steudneriifolium finge estar enferma; el patrón de sus hojas imita
el daño causado por larvas de polilla cuando nacen y se comen la planta, y esto
evita que las polillas depositen sus huevos en ella. Le digo a Monday que he
estado terriblemente enferma. Engañar es natural.

Heather me llama cuando ambas estamos en nuestras habitaciones y me


cuenta todo lo que le ha pasado hoy. Es todo lo que ya he visto y estoy feliz de
que lo haya compartido completamente conmigo, sin dejar nada fuera.

Bebo una botella de vino del mini bar y escucho el abrir y cerrar de las puertas
de las habitaciones en el corredor. Cada vez que escucho una puerta que
pienso que está en su dirección, espío afuera y vuelvo a entrar. Se quedan en
sus cuartos toda la noche.

Al día siguiente viajan a Isla Fota. Pasan mucho tiempo viendo y fotografiando
a los gibones Lar, quienes cantan fuerte y se columpian salvajemente, para el
deleite de Heather. Toman fotografías uno del otro y luego Jonathan le pide a
un muchacho que tome una foto de ambos. No me gusta el aspecto de ese
muchacho, no es alguien a quien personalmente le hubiera confiado mi
teléfono, y el que Jonathan lo haga me molesta. Me muevo más cerca, por si
acaso. La pandilla de amigos del muchacho ya se está riendo de los rostros
felices de Jonathan y Heather apretujados juntos para la foto. Me muevo más
y más cerca, lista para lanzarme sobre él cuando corra con el teléfono de
Jonathan. El muchacho toma la foto y se lo devuelve. Me congelo, luego me
muevo detrás de un árbol para que no me vean. Jonathan y Heather examinan
las fotos y me sorprenden dirigiéndose de vuelta en mi dirección, y mientras
lo hacen mi teléfono suena. Es un mensaje de Heather; la foto de ella y
Jonathan. Esto me hace sentir mal por dentro, decepcionada de mí misma por
estar aquí. Es como si alguien hubiera tomado un alfiler y reventado mi globo.
¿Por qué no confié en que Heather me mantendría informada y por tanto
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involucrada en cada paso del camino? Había querido compartir este lugar con
ella, había sido mi sugerencia que ellos vinieran aquí y aun así, ella lo comparte
conmigo. Sintiéndome nerviosa, me alejo un poco más.
Heather y Jonathan pasan cuatro horas en el parque. Está caluroso, húmedo y
ocupado con visitas escolares y familias. Deseando tener un cambio de ropa
más apropiado para el clima que el traje negro que me puse para la entrevista,
me mantengo en la sombra, pero nunca los pierdo. Se detienen por helado y
charlan durante una hora, luego vuelven al hotel. Se sientan en el bar, ambos
bebiendo 7Up y continúan su conversación. No creo haber hablado tanto con
alguien en una sentada, pero las palabras fluyen de cada uno y su atención
está completamente concentrada en el otro. Es hermoso, pero de nuevo
siento un poco de tristeza, lo que me hace sentir ridícula. No estoy aquí para
sentir lástima de mí misma. Comen en el bar y se van temprano a la cama,
cansados de un largo día fuera.

Tengo un mensaje de Monday. Llámame. Por favor.

Mis dedos deambulan sobre el botón de llamada, pero en su lugar mi teléfono


suena y hablo con Heather durante cuarenta y cinco minutos del día que ha
tenido. Me cuenta absolutamente todo de lo que ya he sido testigo y el júbilo
que sentía ayer de estar aquí y de saber que está compartiendo todo conmigo
ha desaparecido. Me siento como una traidora. Debí haber confiado en que
ella sería capaz. No debería estar aquí.

Es el tercer día. Se irán mañana y están sentados enfrente del hotel hablando.
Lo que comenzó como un día hermoso ha cambiado rápidamente. Mientras
todos entran para protegerse de la brisa fría, Heather y Jonathan,
inconscientes del frío, continúan hablando. A veces no hablan y solo se sientan
cómodamente en la compañía del otro, y no puedo dejar de verlos,
absolutamente fascinada por lo que ocurre entre ellos.

Algo dentro de mí cambia. Aunque ya me he dado cuenta de que no debería


estar aquí, me doy cuenta de que debería irme ahora. Porque si Heather
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alguna vez lo descubre, sé que pondría en peligro mi relación con ella. Este
viaje es importante para ella y el que esté aquí es faltarle el respeto. Sé esto y
aun así me doy cuenta ahora. La he traicionado viniendo aquí, y me siento
molesta y enferma conmigo misma por eso. Traicioné a Monday por esto, otra
traición. Tengo que irme.

Me apresuro a mi habitación para recoger las pocas pertenencias que traje


conmigo. Entrego la habitación. Mientras me escabullo a través del lobby, de
repente ansiosa por irme, corro a chocarme contra Heather y Jonathan.

—¡Jasmine! —dice ella, la conmoción escrita en todo su rostro. Al principio


está feliz de verme y luego veo como lo procesa, alegría convirtiéndose en
confusión. Desconcierto, luego interrogante. Es demasiado amable para estar
molesta conmigo, incluso si ya lo ha descubierto.

Estoy tan sorprendida por sus miradas, y me siento tan atrapada, que no sé
qué decir. La culpa está escrita en toda mi cara. Ambos lo saben y se miran el
uno a otro, viéndose tan espantados como me siento.

—Quería asegurarme de que estabas bien —mi voz titubea—. Estaba… tan
preocupada. —Mi voz se agrieta y susurro—. Lo siento.

Heather me mira sorprendida.

—¿Me seguiste, Jasmine?

—Me estoy yendo ahora, lo prometo. Lo siento. —Mis labios besan su frente
rápidamente mientras me marcho, golpeando torpemente a la gente mientras
camino hacia la puerta.

La mirada que Heather me dirige, y la forma en que me siento, no es natural.


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Durante las horas siguientes me siento en el tren, mi rostro en mis manos,


repitiendo el mantra. He decepcionado a Monday, he decepcionado a
Heather, me he decepcionado a mí misma.
El taxi para frente a mi casa y me bajo, exhausta y con una desesperada
necesidad de cambiarme de ropa. Miro mi jardín, esperando sentir esa
sensación familiar de alivio y rejuvenecimiento que he llegado a esperar de él.
Pero no la siento. Algo no está bien. Ha perdido su vitalidad.

La realidad me ha enseñado una lección, el universo me tiene de vuelta. He


descuidado mi jardín durante una ola de calor durante tres días, sin
instrucciones para que alguien me ayude. Las flores están sedientas. Peor, las
babosas han comido su camino por mi jardín. Mis rosas crema se están
cayendo, mis peonias rosas están destrozadas. He logrado mantenerlas todo
el día, pero la visión de mi precioso jardín me lleva a las lágrimas.

He decepcionado a Monday, he decepcionado a Heather, me he decepcionado


a mí misma.

Perdí una oportunidad importante en mi vida, para poder estar ahí para
Heather. Pero Heather no me necesitaba. Me repito esto a mí misma. Heather
no me necesitaba. Tal vez soy yo la que se aferra a ella, buscando ayuda, para
escapar de mi propio mundo. En lugar de vivir mi propia vida por mí misma, he
asumido el papel de guiarla y de alguna manera ser su madre. Ya sea que esto
fue el resultado de cuidarla, o la razón por la que escogí hacerlo, no estoy
segura. No creo que importe de todos modos, pero ahora sé que es un hecho.

Sintiéndome fuera de control este año, me he desviado hacia mi jardín para


mantener el control, pensando que se doblegaría a mi voluntad. Me ha
demostrado que no lo hará. Nada puede doblegarse a nuestra voluntad.
Descuidé mi jardín y dejé que las babosas se hicieran cargo.

Eso es exactamente lo que he hecho conmigo misma.


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Aparte de la traición, Junio también trajo un bautizo, deberes de madrina y
una reconciliación de una noche con mi ex novio Laurence, el novio que duró
más, con el que todo el mundo pensó que me casaría, incluida yo, pero el que
me dejó al final. Dormir con él después de sus dos años de celibato fue un
error, fue un error disfrutable, pero no volverá a ocurrir. No sé lo que estaba
pensando, pero después de pasar el día bebiendo en el sol, los viejos
sentimientos familiares volvieron, o la memoria de ellos, su eco, y los confundí
tan fácilmente como confundí el baño de hombres del de mujeres y el vaso de
agua del de vodka. Solo otra equivocación en ese largo día de verano. Y tal vez
estaba anhelando un momento de seguridad, volver al sentimiento de
sentirme amada, de sentirme enamorada. Solo que no funcionó de esa
manera, por supuesto que no lo hizo. Las recreaciones nunca funcionan. El
“esto es algo que hice antes” rara vez puede ser replicado. No intenten esto
en casa, niños.

Y así termino fuera de tu casa a las dos de la mañana, borracha, lanzando


piedras a tu ventana, con una botella de rosé y dos copas en mis manos.

Abres las cortinas y miras al exterior, tu cara adormilada y confundida, el


cabello de punta en la cabeza. Me ves, luego desapareces de la vista y me
siento en la mesa esperándote. Momentos después abres la puerta, en
chándal, y soñolientamente te me acercas. Cuando te das cuenta de mi estado,
la perezosa mirada inquisitiva en tu cara cambia rápidamente a diversión, la
expresión que hace que tus ojos azules brillen con malicia, aunque más
pequeños y rodeados por las arrugas que los aprietan cuando sonríes.
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—Bien, bien, bien, ¿qué tenemos aquí? —dices, acercándote a mí con una
enorme sonrisa. Alborotas mi cabello molestamente como un hermano mayor
antes de unírteme en la mesa de jardín—. Estás elegante esta noche.
—Solo pensé que llamaría a una reunión de vecinos urgente —digo sin
pronunciar bien, luego empujo un vaso hacia ti y me inclino para llenarlo. Casi
me caigo de mi silla mientras lo hago.

—No para mí. —Pones tu mano sobre el vaso.

—¿Sigues sin beber? —pregunto, decepcionada.

—¿Te he hecho salir de la cama a mitad de la noche para que me metas en mi


casa últimamente?

Pienso en ello.

—No

—No durante cuatro semanas.

Lleno mi vaso un poco más.

—Aguafiestas.

—Alcohólica.

—Patata, patata —digo. Trago un poco más de vino.

—Eso es alentador —dices con buen humor.

—No eres un alcohólico. Eres un bebedor empedernido, hay una diferencia.

—Vaya. Eso es controvertido. Explícalo, por favor.

—Eres un idiota, eso es todo. Egoísta. Escoges noches a altas horas más que
noches tempranas. No eres un adicto, en realidad no tienes un problema de
bebida, tienes un problema de vida. Quiero decir, ¿vas a reuniones?

—No. Bueno, algo así. Me siento con el Dr. J.


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—Un médico general retirado no cuenta.


—El Dr. J es un alcohólico. No ha tomado un trago en veinte años. Hay mucho
de él que no conoces —dice, viendo mi expresión de sobresalto—. Su esposa
dijo que no tendría hijos hasta que se limpiara a sí mismo. No se detuvo hasta
que superó los cincuenta. Demasiado tarde. Aun así, ella se quedó con él.

—Bueno, está muerta ahora. —Escurro mi vaso.

Frunces el ceño.

—Sí, Sherlock. Está muerta ahora.

—Así que se largó a la final. —No tengo idea de por qué estoy diciendo las
cosas que estoy diciendo. Probablemente por el motivo de ser molesta, lo cual
claramente soy. Es divertido ser tú, puedo ver por qué lo haces.

Te levantas, dejas la mesa y desapareces dentro de la casa. Pienso que te has


ido permanentemente, pero vuelves con una bolsa de nachos con queso.

—¿Los niños están dentro?

—Kris y Kylie preguntaron si se podían quedar otra noche. Están disfrutando


la parcela.

—Kris y Kylie. Así que esos son sus nombres. Incluso suenan como gemelos.

—Lo son.

—Oh.

Tienes una impresionante parcela de vegetales creciendo al lado de la casa.


Aunque está oscuro, observo el área. Te ríes.

—Estás celosa.

—¿Por qué lo estaría? Cuando tengo eso. —Miramos a mi jardín. Es el mejor


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en la calle, si me permito decirlo—. No intentes competir conmigo, Marshall


—advierto.
—No me atrevería —dices, medio burlándote, medio en serio—. Fionn aún no
está entrando en el espíritu de las cosas.

—Tal vez nunca lo haga —digo pensativamente, mi dedo recorriendo el borde


del vaso—. No importa lo que hagas.

—Bueno, eso es positivo, gracias.

—No estoy aquí para ser positiva. Estoy aquí para ser realista. Si quieres
consejos alegres, ve con el seguro Dr. J.

—Lo hago.

—Me sorprende, sabes. Tiene suerte de no haber matado a alguien en la


práctica.

—Era un alcohólico funcional. El peor tipo.

—Suerte para ti, no lo eras.

Tomas ambos insultos: que eres un alcohólico y que no podías funcionar.

—Lo sé. Me hizo ver eso.

Nos quedamos en silencio y masticas los nachos. Trago mi vino. Me doy cuenta
que he hecho lo normal de atacarte.

—Cada novio con el que he estado me ha dejado. ¿Sabías eso?

—No, no lo sabía. —Tienes esa expresión divertida de nuevo—. Pero no puedo


decir que esté sorprendido —agregas, sarcástica, pero amablemente.

—Porque es muy difícil vivir conmigo —digo, para tu sorpresa.

—¿Por qué es difícil vivir contigo?


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—Porque quiero todo hecho a mi manera. No me gustan los errores.

—Jesús, no querrías vivir conmigo.


—Tienes toda la razón. No quiero.

Silencio.

—¿De dónde viene esto esta noche?

—Dormí con mi ex.

Miras tu reloj. Son las 2a.m.

—Me fui cuando estaba dormido.

—Probablemente estaba fingiendo estar dormido.

—No había pensado en eso.

—Solía hacer ese truco todo el tiempo.

—Bueno, funcionó. Ella se fue.

No te gusta mucho esa broma, probablemente porque no salió como una


broma.

—¿Así que eso es lo que te dijo? ¿Que es difícil vivir contigo?

—No con tantas palabras. Se me ocurrió por mí misma. Es algo de lo que me


he dado cuenta desde… —Miro mi jardín, hermoso y floreciente, absorbiendo
la mágica fuente de conocimiento dentro de mí. Mientras más escarbo en el
suelo, más escarbo dentro de mí.

—¿Entonces cómo sabes que es verdad? Tal vez no es difícil vivir contigo en
absoluto, quizás solo eres una mujer ocupada, exitosa, hermosa que no se
conformará con nada que no sea lo mejor, ¿y por qué deberías?

Eso me conmueve, casi lloro.


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—Tal vez —dice.

Mis lágrimas se secan instantáneamente.


—O tal vez eres un asco en la cama y es imposible vivir contigo.

Comienzas a reírte y te arrojo un nacho.

—Esta noche me dijo que se sentía solo en mi compañía. Por eso me dejó.

Silencio.

—Solo en tu compañía —dices lenta, pensativamente.

—Solo en mi compañía —repito, rellenando mi vaso.

Imagina como me sentí, imagina como se sintió él, estando con alguien que lo
hacía sentirse solo. Es algo bastante horrible sentirse solo en compañía de
alguien que amas. Es demasiada cosa decirlo, es insoportable ser el que lo
escucha, ser de quien lo dicen.

—¿Lo dijo antes o después de acostarse contigo? —preguntas, inclinándote


cerca, codos en la mesa, interesado, estudiándome.

—Antes. Pero sé lo que estás pensando. No era un truco.

—Era un truco —dices, molesto—. Vamos, Jasmine, era un truco. Apuesto que
ustedes dos estaban por su cuenta en algún sitio, apuesto que era el final de
la noche, te lleva a un lado, habla con Jasmine, aún soltera y desempleada,
obligada a estar en un estado vulnerable, sus amigas con hijos a su alrededor.
Aunque ella diga que no los quiere, aún la va a dejar pensando. Y luego saca el
libreto de su bolsillo. Te mira, todo cabello rojo y tetas grandes…

Bufo, tratando de no sonreír.

—Delineador corrido…

Me limpio debajo de los ojos.


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—Es un truco. Está destinado a ir de dos formas: o te enojes y le arrojes tu


trago, o te sientes culpable y consigue acostarse contigo. Nueve de cada diez,
funciona.
—Citando al Dr. J: “¡Patrañas!” No lo intentaste eso diez veces — digo, dudosa.

—Dos veces. Una vez conseguí un trago en mi cara, en la otra tuve mi final
feliz. Y el trago en cuestión era un Sambuca, que en realidad me irritó la piel,
con el grano de café aún en llamas.

Me rio.

—Por fin. Sonríe —dices suavemente.

Enciendo un cigarrillo.

—No fumas.

—Solo cuando bebo.

—Salvaje.

Pongo los ojos en blanco.

—Entonces, ¿qué con tu novio? ¿Vas a decirle lo que hiciste esta noche?

—¿Qué novio?

—El chico guapo que llama todo el tiempo. El que no es tu primo. —Levantas
las manos y ríes—. Lo siento, no pude evitarlo.

—No es mi novio. Ese es Monday. Es un reclutador. Estaba tratando de


hacerme ir a un trabajo.

—¿Monday?

—Nació en un lunes.

—Cierto. Y Monday te está reclutando.


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No me gusta la mirada divertida en su rostro.

—Estaba. ¿O crees que también fue un truco? —Estoy siendo sarcástica, no


espero que lo consideres seriamente.
—¿Qué era el trabajo?

—Trabajar con la Fundación DavidGordonWhite.

—¿Los asesores fiscales?

—Tienen una nueva fundación dedicada a la justicia climática.

Me miras directamente.

—Creas nuevas empresas.

—Es nueva. Tendría que ponerla en marcha.

—¿Y me estás diciendo que él no está intentando meterte en la cama?

—Desearía que lo hiciera —respondo, y te ríes. Dejo caer el cigarrillo en el


suelo y lo piso con mis tacones de tiras. Por un momento había contemplado
extinguirlo sobre la mesa pulida, pero el pensamiento del trabajo duro de los
niños me detuvo—. De cualquier forma es demasiado tarde. Perdí la
entrevista.

—¿Por qué? ¿Asustada? —No estás molestándome esta vez.

—No. —Pero estaba asustada, aunque no era por el trabajo.

Pienso en decirte la verdad. Significaría tener que explicar mis miedos de que
Heather se vaya por su cuenta, y no quiero reforzar tu visión estereotipada del
síndrome de Down, incluso si mi propio pensamiento era incorrecto. Ha estado
en casa una semana y aunque hemos hablado por teléfono; por supuesto que
me habla, Heather no podría ser de otra forma, las cosas no son iguales. Está
distante. He perdido una parte de ella, la parte invisible que nos mantenía
juntas.
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—¿Perdiste la entrevista porque estabas borracha? —preguntas, preocupado.

—No —digo bruscamente.


—Está bien, está bien. Es solo que parece ser un tema recurrente últimamente,
así que pensé que debería mencionarlo, viendo cómo tan amablemente me
llamaste la atención en cuanto a la bebida. —Levantas las manos en alto, a la
defensiva.

—Estoy bien —digo, más calmada—. Es que estoy… tan… —Hago un sonido de
flatulencia con la boca y luego suspiro, incapaz de resumir mis sentimientos
mejor que eso.

—Sí. Entiendo.

Y a pesar de mi incapacidad de explicarlo, creo que entiendes exactamente.


Nos sentamos en un silencio cómodo, que me hace pensar en cómo Jonathan
y Heather estaban juntos, los celos que sentía, sin darme cuenta de que tengo
esa comodidad justo aquí contigo.

—El hombre que viene a tu casa con la niña pequeña. ¿Es tu padre?

Asiento.

—Parece un buen padre.

Creo que vas a comenzar a molestarme otra vez, pero mientras recorres con
la mano la suave madera barnizada, sé que estás pensando en ti y en tu
situación actual.

—Lo es ahora —digo. Quiero agregar para otra persona. Pero no lo hago.

Me miras. Me estudias en esa forma tuya, la cual odio, porque es como si


estuvieras viendo o tratando de ver a través de mi alma.

—Interesante.

—Interesante. —Suspiro—. ¿Qué tiene eso de interesante?


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—Explica las cosas que me dijiste, eso es todo.

—Te dije que eras un papá terrible porque eras un papá terrible.
—Pero lo notaste. Te molestó.

No respondo. Bebo en lugar de eso.

—¿Está tratando de arreglarlo ahora?

—No, está interfiriendo con mi vida, una cosa del todo diferente. —Ante tu
mirada interrogante, me explico—. Está tratando de conseguirme un trabajo.
En su vieja compañía. Cobrar algunos favores, ese tipo de cosas.

—Eso suena útil.

—No es útil. Es nepotismo.

—¿Es un buen trabajo?

—En realidad, sí, lo es. Director contable, dirigir un equipo de ocho. Cuarenta
mil —repito el mantra de papá en una mala imitación de él.

—Es un buen trabajo.

—Sí, es un gran trabajo. Fue lo que dije.

—No es algo que le daría a cualquiera.

—Por supuesto que no.

—Tendrías que hacer una entrevista.

—Por supuesto. Ya no es su compañía. Solo está poniendo mi nombre sobre la


mesa.

—Entonces cree en ti. Cree que eres capaz. Estoy seguro de que es un hombre
orgulloso. No querría ser avergonzado por una hija que rinde poco.

Me pongo a la defensiva con eso y me pregunto si te estás refiriendo a


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Heather. Me preparo a mí misma, pero me doy cuenta que no lo estás


haciendo. No sé qué decirte.
—Lo tomaré como un cumplido.

—Como sea.

—Fionn y tú tienen mucho en común —dices, y sé que estás criticando mi


respuesta infantil, pero voy por la yugular.

—¿Porque ambos tenemos papás de porquería?

Suspiras.

—¿Si te dijera que conozco a alguien con una gran idea para empezar un
negocio, y busca a alguien con quien trabajar, estarías interesada?

—¿Su nombre es Caroline? —digo, y oigo el temor en mi voz.

—Lo digo hipotéticamente.

—Sí. Me reuniría con ellos.

—Pero tu papá conoce a alguien que está buscando a alguien y no lo


consientes.

No sé cómo responder, así que en el espíritu de Fionn, me encojo de hombros.

—No lo descartaría si fuera tú.

—No necesito su ayuda.

—Sí, la necesitas.

Me quedo en silencio.

—Tienes a un reclutador buscándote para un trabajo que ya habrías obtenido


si estuvieras de alguna forma interesada y una amiga que quiere que la ayudes
a crear una página web de vestidos. Estaba en tu casa, escuché —explicas,
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viendo mi reacción—. Por supuesto que necesitas ayuda.

Me quedo en silencio.
—Sé que no te gustan las opiniones de otras personas. Crees que están
equivocados. Que no tienen una mente abierta. No me mires así, me lo has
dicho. A veces, solo a veces, creo que ves las cosas de manera totalmente
incorrecta. No sé de qué crees que te estás defendiendo, pero son todas las
cosas erróneas.

Lo dejas flotando por un rato. Prefería cuando te odiaba y no hablábamos.


Pero viendo cómo has hurgado en mí y mis problemas, siento que hemos
llegado al punto en el que puedo abordar los tuyos.

—¿Qué pasa con la canción de Guns N’ Roses?

Me miras impasiblemente.

—¿Qué quieres decir?

—¿”Paradise City”? —sonrío—. Está sonando a todo volumen la mayoría de


las noches cuando vienes a casa.

Me miras impasiblemente.

—Nada. El reproductor del jeep está atascado. Es la única canción que suena.

Estoy decepcionada. Donde pensé que te había encontrado un significado,


resulta que estoy equivocada. Donde pensé que había visto el destello de algo,
estoy confundida.

—Será mejor que vuelva a la cama, los niños se despertarán temprano por la
mañana. Vamos a recoger guisantes mañana y plantar tomates.

Hago una falsa cara de impresionada. La verdad estoy celosa. Mis guisantes
fracasaron.

—¿Estás bien aquí?


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—Sí.

—Sólo para que conste, Jasmine: Habría dicho lo opuesto de ti.


—¿Qué quieres decir?

—Sí no fuera por ti, habría estado solo demasiadas veces. Nunca me he sentido
solo en tu compañía, ni por un segundo.

La respiración se me atora en la garganta. Te veo desaparecer dentro de la


casa. De repente me siento completamente sobria. Aunque estoy mareada,
tengo claridad de pensamiento. Estoy sentada a la cabecera de la mesa, en el
lugar en el que por lo general te sientas. Tu mesa para beber. Cómo cambian
los roles en la vida.

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22
La mañana siguiente me despierto por el sol filtrándose en mi cara y el timbre
sonando. Mi cabeza está caliente, como si hubiera estado recostada en el
pavimento con una lupa sostenida sobre mi cara, la infantil broma de Dios
sobre mí. No me molesté en cerrar las cortinas cuando caí en la cama. Todo
viene de nuevo a mí en un instante, como si estuviera siendo golpeada en la
cabeza con un calcetín lleno de piedras. El bautizo, Laurence. Ni siquiera me
importa que anoche te arrastrara fuera de la cama, es Laurence el que arrasa
con todo, manos abajo. El timbre continua sonando.

—¡Ella no está aquí, papá! —Escucho una voz de niña gritando bajo mi
ventana. Kylie. O tal vez Kris, cuya voz no se ha roto aún.

—Ella está ahí. Sigue intentándolo. —Te oigo gritar a través del camino.

Gruño mientras abro los ojos y trato de ajustarlos a la luz blanca. Mi boca es
como papel de lija y miro a la mesita de noche buscando agua y en su lugar
veo una botella vacía de Vodka. Se me revuelve el estómago. Esto se vuelve
demasiado familiar y lo sé, solo sé que esta será la última vez que pase. No
puedo soportar más. Queriendo estar fuera de mi sistema ahora todo está
fuera de mi sistema. Quiero volver ahora. Mi despertador dice que es mediodía
y le creo, el sol del mediodía en mis mejillas calientes.

Me tropiezo bajando las escaleras y me agarro del pasamanos. Mi corazón


golpea fuerte por el susto, pero me da la llamada de atención que necesito.
Abro la puerta, dos rubias y Monday me miran, ambas observando mi
desaliñado estado de arriba abajo con desaprobación, el otro con una
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expresión divertida. Inmediatamente cierro la puerta en sus caras y le escucho


reírse.
—Vamos, niñas. Por qué no le damos un segundo para prepararse.

Abro la puerta un poco para que él pueda entrar y luego corro hacia arriba
para tomar una ducha y humanizarme. Regreso abajo sintiéndome refrescada
pero sensible. Todo está dolorido, mi cabeza, mi cuerpo…

—¿Noche dura? —pregunta Monday, algo divertido por mi estado—. ¿O


sigues enferma? —La última oración sale con enojo, y hago una mueca de
dolor.

Apenas puedo mirarle, me siento tan culpable no presentarme en la


entrevista, pero sobre todo por no tener el valor de informarle de que no
estaría. Ha hecho café, se ha vestido casual, y de alguna manera parece más
vulnerable sin su traje de negocios. Esto no lo siento como una llamada de
negocios, no puede esconderse detrás de la persona de trabajo tras la que
desaparece normalmente. Repentinamente siento la culpa en la boca del
estómago por Laurence, aunque he traicionado a Monday, a pesar de que
nunca hubo nada entre nosotros. Él es un cazatalentos y yo una desempleada
y nunca hubo nada más, siquiera un indicio, pero la decepción que siento me
dice que hay algo. Era silencioso y oculto pero ahí estaba. Y por supuesto me
tomo acostarme con otro para darme cuenta.

—Monday. —Tomo su mano, lo que le coge por sorpresa—. Siento mucho lo


de la semana pasada. Por favor no pienses que fue una decisión tomada a la
ligera porque no fue así. Quiero explicarte todo ahora y espero que entiendas.

—Entonces no estabas enferma —responde inexpresivo.


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—No. —Me muerdo el labio.

—No creo que tengamos mucho tiempo para hablar —dice mirando su reloj y
mi corazón se encoge.
—Si puedes, por favor quédate, te explicaré todo…

—No, no me voy —dice apoyándose en el mostrador de la cocina doblando los


brazos y mirándome.

Estoy confundida pero apenas sostengo su mirada sin sonreír. El me suaviza


tanto, me vuelve sentimental. Finalmente sonríe y sacude la cabeza, como si
hacerlo estuviera en contra de su mejor juicio.

—Eres un desastre ¿lo sabías? —dice suavemente, como si fuera un cumplido


y lo tomo como tal.

—Lo sé. Lo siento.

Mira mis labios y traga, y me pregunto cuando en la tierra va a pasar, quiero


decir, pienso que esto realmente va a pasar, tal vez debería decir algo, hacer
el primer movimiento para besarlo, pero el timbre suena y él brinca,
sobresaltado, como si nos hubieran atrapado.

Suspiro y abro la puerta y dentro caminas con tus hijos rubios, mi papá, Zara,
Leilah quien luce muy compungida, y detrás de ella está Kevin, seguido de
cerca por Heather y su asistente Jamie. Heather parece muy orgullosa de sí
misma. Tú observas como si encontraras esto graciosísimo. Monday
repentinamente me mira con preocupación. Da un paso alejándose del
mostrador y baja los brazos cruzados.

— ¿Estás bien?
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Mi cuerpo empieza a temblar de pies a cabeza. No estoy segura si la


abstinencia de alcohol tiene algo que ver con esto, pero la sensación de terror
que me ha sumido sobre lo que está por venir, juega sin duda un papel
importante. El anterior latido de pasión desaparece, ahora es pavor, ansiedad,
nervios. Mi cerebro le dice a mi cuerpo que corra. ¡Ahora! Lucha o huye y la
huida ha sido evitada muy bien. Se lo que es esto, se lo que han hecho. Lo
puedo decir por la mirada orgullosa en la cara de Heather, que ella siente que
lo está haciendo por mi propio beneficio, que estaré feliz por esto.

Kevin me da un cálido abrazo, lo cual hace congelar mis manos elevadas en el


aire, lejos de su cuerpo, incapaz de tocarlo.

Tú ríes, mi vida tu entretenimiento sabatino en este fin de semana de verano


sin partido.

Finalmente Kevin se aleja.

—Heather me pidió que invitara a Jennifer, pero no estaba en casa, así que
pensé en venir yo solo.

Abro la boca pero las palabras no salen.

—¿Eres el jardinero? —te dice Kevin, recordándote del día que llamó.

Me miras, divertido por la situación.

—Matt es mi vecino. Su hijo estaba ayudándome con un trabajo en el jardín


hace algún tiempo. Página 262

Kevin te fija una mirada dura.


—Vamos, no me digas que es la primera vez que te han aguado la fiesta —
dices, sonriendo como el gato de Cheshire29.

29
Gato de Cheshire: Personaje ficticio creado por Lewis Carroll en su conocida obra Alicia en el país de las
maravillas.
Todos se trasladan a la sala de estar, y se sientan, algunos toman las sillas de
la cocina, ya que no hay suficiente espacio para sentarse. Tú miras alrededor
con una gran sonrisa en la cara, lleno de entusiasmo. Los niños se sientan
juntos en la mesa de la cocina, con sus libros para colorear y Play—Doh30. Voy
y vengo por la cocina pretendiendo que estoy haciendo café y té, pero estoy
imaginando planes de escape, excusas, frases para salir de aquí. Monday se ha
colocado atrás, aunque tengo tanto en mi cabeza que no estoy presente.

—¿Estás bien? —pregunta.

Dejo de pasearme.
—Quiero morir —digo firmemente—. Quiero jodidamente morir ahora.

Deja caer sus manos y mira por encima a la reunión, mordiéndose el labio con
su diente astillado. Parece que estuviera tratando de encontrar una manera
para sacarme de aquí. Me aferro a la esperanza.
Jamie va hacia la cocina. Puedo oír las plantas de sus pies pegándose y
despegándose de sus sandalias al caminar. Creo que prefiero cuando usa sus
calcetines deportivos.

—Compré algunas galletas —dice colocando un paquete de Jaffa Cakes31 en el


mostrador. Odio las Jaffe Cakes.

—Jamie ¿Qué demonios está pasando? ¿Qué es esto?


—Heather quería hacer esto por ti —dice—. Es su círculo de apoyo para ti.

—¡Por el amor de Dios! —Chasqueo, un poco demasiado fuerte, y te escucho


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reír entre dientes en la sala de estar.

—Yo tomaré café, con dos de azúcar y un toque de leche, querida— dices.
30
Play-Doh: Marca comercial de pasta para moldear.
31
Jaffa Cakes: Marca comercial de pastelillos del tamaño de una galleta.
Caroline entra, llevando gafas negras lo suficientemente grandes para cubrir
la mitad de su cara.

—Oh por Dios, tengo tanta resaca. Estos bautismos me están matando. ¡Oh
Dios! —Ella me pega juguetonamente en el brazo y sisea—. ¡He oído que te
acostaste con Laurence, la noche pasada!

Me estremezco. Sé que Monday está justo encima de mi hombro y ha


escuchado. Siento su aguda mirada en mi espalda. Siento nauseas. Lo miro y
el mira hacia otro lado, manteniéndose ocupado. El lleva una bandeja con
tazas a la sala de estar y se sienta.

—Oh —responde ella sintiendo la atmosfera—. Lo siento, no sabía que ustedes


dos estaban…

—No importa. —Froto mi cara cansada—. Aunque ¿sabías de esta reunión?

Ella asiente, toma un paquete de pastillas para el dolor de cabeza del bolso y
se toma dos con una botella de agua.

—No tenía permitido decírtelo. Heather quería sorprenderte.

Estoy entrando en pánico por dentro. Quiero correr, realmente quiero hacerlo,
pero una mirada a Heather, quien está sentada en la cabeza del círculo,
vestida con su mejor blusa y pantalón, luciendo tan orgullosa, radiante,
confiada y con brillo en los ojos sobre lo que ella ha hecho, y sé que no me
puedo dejarla ahora. Tengo que soportar.
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Me siento en el sillón individual que han dejado libre para mí, todos los ojos
me miran. Los tuyos están centellando con alegría, contentos de verme
incómoda y vulnerable, como el buitre que eres. Los ojos de Monday son duros
y fríos, y miran fijamente la pata de la mesa de café, cualquier preocupación
previa que sentía por mí ahora está muerta y enterrada. Los ojos de Caroline
están inyectados de sangre y ella rechaza el plato de Jaffa Cakes pasándolo
como si fuera una bomba de tiempo.

Kevin me está mirando fijamente, inclinándose hacia adelante con los codos
sobre las rodillas, tratando de canalizar sus buenos, felices, positivos y
pervertidos pensamientos en mi dirección. Esto es inquietante. Los peludos
dedos de sus pies, en sus sandalias asomándose por debajo de sus ceñidos
cordones marrones, son inquietantes. Él es inquietante, punto. Leilah tiene
miedo de mirarme, lo sé; ella se muerde el labio y mira alrededor de la
habitación, preguntándose porque no se casó con un hombre con una familia
menos complicada. Papá está a un lado de ella texteando lentamente con sus
grandes y gruesos dedos. Monday se apretuja al otro lado de ella.

—¿Ustedes ya se conocían? —pregunto, y ambos asienten simultáneamente,


Monday todavía no me mira a los ojos.

Jamie inicia.

—Gracias a todos por haber venido aquí hoy. Heather se ha tomado su tiempo
de contactarlos a todos individualmente, ha puesto una gran cantidad de
planificación en esto, y todos son bienvenidos. Tienes la palabra, Heather.

Subo las piernas en el sofá y las abrazo, protegiendo mi cuerpo. Trato de


decirme que hago esto por Heather, esto es un ejercicio para ella, ella ha
organizado esto, y por muy condescendiente que suene, es verdad y me
ayuda. Pero tan pronto escucho su voz, quiero llorar, estoy tan orgullosa de
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ella.

—Gracias a todos por venir. Durante más de quince años, mi hermana Jasmine
ha venido a mi círculo de apoyo y me ha ayudado mucho, ahora quiero darle
la misma experiencia a ella. Ustedes son el círculo de apoyo de Jasmine, su
círculo de amigos. —Ella mira alrededor orgullosamente.

Miro las personas que han aparecido y me siento patética. Tú me guiñas el ojo
y te llevas una galleta a la boca y quiero lastimarte físicamente. Te lastimaré
físicamente.

—Queremos mostrarte que nosotros te queremos y te apoyamos, y que


estamos aquí para ti —dice Heather y empieza a aplaudir.

Los otros se unen, algunos con entusiasmo, Caroline suavemente porque el


ruido hiere sus oídos. Tú silbas. Papá te mira como si quisiera golpearte. Es
como si Monday no estuviera aquí, pero sé que aquí está, siento su energía
cada vez que está en un cuarto, mis ojos se ven atraídos a él cada vez que
estoy cerca de él, mi cuerpo se ve atraído cada vez, cada parte de mí quiere
moverse hacia él.

—Mi hermana pequeña Jasmine siempre estaba ocupada. Ocupada, ocupada,


ocupada. Cuando no estaba ocupada, se encargaba de mí. Pero ahora ella no
está ocupada y no necesita ocuparse más de mí. Ella necesita ocuparse de sí
misma.

Las lágrimas brotan de mis ojos. Me cubro con brazos, piernas, manos, todo
retorcido y doblado como diciendo “Cerrado”.

Todos están mirándome. Quiero. Morir. Justo ahora.

Me aclaro la garganta, dejo de esconderme detrás de mis piernas y en su lugar


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las pongo en el suelo. Las cruzo.

—Gracias a todos por venir. Estoy segura que todos saben esto es una sorpresa
para mí así que no estoy preparada para esto, pero gracias Heather, por
organizarlo. Sé que tienes las mejores intenciones en tu corazón. —Voy a
mantener esto básico. Darles algo pero a la vez nada, no permitir que nadie
entre, pero hacer que parezca que llevo la corriente. Tomar toda crítica con
una sonrisa. Darles las gracias. Seguir adelante. Ese es el plan de juego—.
Perder mi trabajo en noviembre fue realmente duro. Amaba ese trabajo y han
sido seis meses muy difíciles, no ser capaz de levantarme en la mañana y
sentirme… inútil. —Me aclaro la garganta—. Pero ahora me doy cuenta, o me
he dado cuenta, que no es tan malo como pensé.

¿Decirles que estoy disfrutando aspectos de ello, de una manera que nunca
pensé que podría sería dar demasiado? Miro tu ansioso rostro, después a Kevin
tan comprometido, a Monday que al instante aparta su mirada, contemplando
la pata de la mesa de café, y decido que ellos no necesitan saber de mi terapia
de jardinería. Decirles que me ayuda sería tanto como admitir que necesitaba
ayuda, y no quiero ir allí.

—Así que. El plan es —dirijo esto a Heather, ya que es su preocupación la que


nos condujo a esta reunión y por lo tanto, al estar despreocupada podría
rápidamente dirigir este encuentro a su cierre—, llevar a cabo mi jardinería
por los seis meses restantes y luego, conseguir trabajo, así que gracias a todos
por ayudar en el pasado y su apoyo ahora, y por venir aquí hoy.

Quiero terminar esto, informal, animadamente y positivo, sin causar


consternación o alarma. Jasmine está A—de bien.

—Wow. —Rompes el silencio—. Eso fue conmovedor, Jasmine. Fue profundo.


Creo que tengo una sensación de ti ahora —dices con la voz empapada con
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sarcasmo. Explotas una Pringle32 en la boca. Puedo oler la crema agria y cebolla
desde aquí, y mi estómago se revuelve.

32
Marca comercial de papas fritas
—Bien ¿Qué planeas hacer tú, después de dejar la jardinería, Matt? Comparte
con nosotros.

—Hey, este no es mi círculo de amigos —respondes, esa sonrisa en tu cara.

—Ni el mío, evidentemente. —Le regreso bruscamente.

—Mantengamos esto positivo —responde Kevin en su voz sacerdotal, las


manos alzadas. Las baja lentamente, como si nos hipnotizara hacia la calma,
o como la rutina de un baile de una boyband noventera.

—Estoy calmado —dices tomando otra Pringle.

Tú deberías haber ganado peso con todas esas colaciones que has estado
haciendo desde que dejaste de fumar, pero no lo haces. Pareces más esbelto,
en mejor forma, más fresco que antes, lo que se debe al no alcohol.

—Creo que es justo decir que, aparte de Peter y Heather, parece que he
conocido a Jasmine desde hace más tiempo. —Kevin me mira y sonríe. Me
estremezco—. Así que siento que la conozco y la entiendo mejor.

—¿De verdad? —dices girando hacia él—. Entonces nos puedes decir cuál de
los tres puestos de trabajo es más adecuado para ella.

Nos has aterrizado en la mierda tanto a Kevin como a mí. Ninguno de nosotros
tiene ni idea, por supuesto por distintas razones.

—¿Tres trabajos? —pregunta Caroline irritada.


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La cabeza de Monday se gira para mirarme con el ceño fruncido, tratando de


descifrarme, a esta gran mentirosa que ha aparecido ante él. Discutir los otros
dos trabajos con él era inútil ya que el único que estaba considerando era el
que él me estaba ofreciendo. Pero este punto que has planteado
generosamente me hace parecer una jugadora a tres bandas.

Es irónico que seas tú el que mejor me conoce de todas estas personas, y esa
es la pregunta más pesada que hacer, porque las tres personas que me
ofrecieron esos trabajos están aquí y mayormente no saben nada el uno del
otro. Me están mirando y esperando una respuesta. Extrañas emocionarte en
antena, así que usas mi vida para tu propio entretenimiento.

Me doy cuenta que te estoy mirando con odio en un largo silencio.

—¿Cuáles son las tres opciones? —pregunta Kevin, mirándome con una
sonrisa amable, suave y de entendimiento como si me estuviera ayudando—.
¿Hmm?
No me gusta la manera en que me está mirando. Repentinamente rompo la
tensión hablando.

—Monday, ¿Ya conocías a mi primo?

Monday se gira con atención cuando escucha su nombre, no puedo imaginar


cómo deben sentirse todos los que han sido llamados aquí, pero yo me siento
rara así que ellos deben sentirse peor.

—¿Has conocido a mi primo?

—Bien, nosotros realmente no somos… —interrumpe Kevin.

—Él es mi primo —respondo—. Kevin, este es Monday.


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Ellos sacuden las manos a través de la mesa de café y tú sonríes, sabiendo


exactamente qué estoy haciendo.
Silencio.

—Así que la razón por la que menciono a Monday es porque él esta con
Divirsified Search International y es él quien me reclutó para un trabajo en
DavidGordonWhite.

Papá se inclina hacia adelante y obtiene un vistazo de Monday como si de


repente él contara ahora.

—Pero ese trabajo se ha ido así que, Monday, si sientes que te quieres ir de
aquí ahora, nadie se sentirá insultado —digo sonriendo nerviosamente. Quiero
que se vaya, no quiero que el hombre al que adoro escuche el desastre que
estoy hecha en este círculo de terror, y después de que escuchara lo que dijo
Caroline, le puedo sentir hecho una furia. Dejo que se vaya.

—¿Por qué ese trabajo ya no es opción? —pregunta papá.


Miro a Monday. Ahora es su oportunidad de castigarme pero él no dice nada.

—Um. No llegué a la entrevista —respondo en su lugar.

Papá suelta palabrotas.

—Peter. —Leilah le da un codazo a y los grandes ojos de Heather me miran


con sorpresa

—Bien, ¿Por qué no llegaste a la entrevista? —pregunta Papá, exasperado.

—Estaba enferma —dice finalmente Monday, aunque no siento que me esté


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defendiendo. Su voz aún es plana y desprovista de… Monday.

—Creo que deberíamos oír sobre los otros trabajos —añade—. Yo no sabía
que había otras opciones para ti.
La manera en que dice otras opciones me hace preguntarme si él no está
hablando sobre el trabajo, como si estuviera hablando de Laurence. Hay tanto
que quiero explicarle cuando todo esto termine, aunque solo a él. No me
importa lo que los demás piensen. En cuanto a ti, eres la única persona que lo
sabe todo.

—Enferma, mi trasero —masculla papá y recibe otro codazo de Leilah.

—¿Estabas enferma, Jasmine? —pregunta Heather muy preocupada—.


¿Estabas enferma en Cork?

—Espera ¿estabas en Cork? —pregunta Jamie, sentándose hacia adelante—.


Pensé que habíamos acordado que Heather debería ir sola. ¿No dijimos eso?
—Ella mira a Leilah, quien también había estado en la reunión.

Leilah me mira, claramente sintiéndose en conflicto, no queriendo pisar los


pies de nadie. Puedo ver la batalla en su cabeza.

—¿Bien? —le pregunta papá.

—Sí —responde, como si la palabra hubiera sido tosida por un golpe en la


espalda—. Pero estoy segura que Jasmine fue por una razón.

Jamie se dirige al círculo.

—Heather tuvo sus primeras vacaciones lejos con su novio, Jonathan. En el


círculo de apoyo de Heather todos estuvimos de acuerdo en que ella era más
que capaz de ir sola, y cualquier acción contraria sería de poca ayuda para
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Heather

—Okay, Jamie, gracias. —Chasqueo. Me froto la cara con cansancio.


—Entonces ¿por qué fuiste? —pregunta Jamie, con la voz menos estridente
ahora.

—Estaba preocupada por ella. —Kevin responde en mí nombre—.


Obviamente.

—¿Cuándo fuiste Heather? —pregunta Monday con gentileza.

—De viernes a lunes. —Ella sonríe.

El asiente, absorbiendo esto.

—¿Lo pasaste bien?

—¡De lo mejor! —Ella sonríe.

Monday me está mirando con una nueva suavidad. Todos lo hacen menos
papá. Él está sacudiendo la cabeza hacia mí y concentrándose en su teléfono
en un esfuerzo de detenerse a sí mismo de soltar algo abruptamente. Esto no
es bueno. Siento ardor detrás de los ojos. No puedo llorar.

—Yo solo estaba… ella nunca ha sido… era la primera vez que ella… tu sabes,
con un… —Suspiro, todos los ojos en mí. Escucho el titubeo en mi voz.
Finalmente miro a Heather—. No estaba lista para dejarte ir. —Antes de que
pueda hacer algo para detenerlo, una lágrima cae y la limpio antes de que me
llegue a la barbilla, como si nunca hubiera pasado.

Las mejillas de Heather se sonrojan y ella habla tímidamente.

—No iré a ninguna parte, Jasmine. No te estoy dejando ¿Te has perdido tu
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entrevista de trabajo por mí?

En eso, otra lágrima cae. Y otra. Limpio todas rápidamente, ojos bajos, no
queriendo verlos como me miran.
—¿Me disculpan? —digo, sonando como una niña.

Nadie responde. Nadie siente tener la autoridad de decirme sí o no.

—Hola, Monday. He oído hablar de ti —dice repentinamente Caroline,


sacudiendo su resaca, interviniendo para salvarme—. Soy Caroline, soy amiga
de Jasmine.

—Hola.

—Tengo una idea para el Website en la que ella me está ayudando.

Eso inmediatamente me hace rechinar los dientes, pero contengo mi lengua.

—¿Qué pasa, Jasmine? —pregunta Kevin, estudiándome.

—Nada —digo. Pero está recortado y mi nada suena como un algo—. Bien, es
solo que yo no estoy exactamente “ayudando” con eso. Estoy desarrollando
eso contigo, que es lo que hago, desarrollar, implementar… “ayudar” suena…
tu sabes…

Su cuello casi chasquea en la manera en que su cabeza se dispara en torno a


mirarme.

Ella me mira de la forma que lo hace cuando esta ofendida. El parpadeo único,
la tensa y brillante frente, aunque se debe al Botox, y usualmente yo me
retractaría porque ella es mi amiga, aunque en negocios yo persistiría, lo cual
inmediatamente me dice que estamos condenados.

—Y luego, está papa —digo rápidamente moviéndome.

—Espera un minuto —dice Kevin—. Yo creo que deberíamos continuar aquí.

—Kevin esto no es una sesión de terapia. —Sonrió severamente—. Es solo una


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pequeña charla. Y creo que nos estamos acercando al final ahora.

—Yo creo que para lograr sacar lo mejor de esto, deberías…

Interrumpo a Kevin.
—Este no es el momento para…

—Estoy feliz de sacar fuera esto. —Caroline se encoge de hombros como si no


tuviera una sola preocupación en el mundo, pero su lenguaje, por no
mencionar su lenguaje corporal, dice algo diferente. Yo no deseo sacar algo
con ella.

Todos están mirándonos a ella y a mí. Te sientas inclinado hacia delante en la


silla, con los codos en los muslos. Todo lo que te está faltando es un tazón con
palomitas de maíz. Golpeas el aire ligeramente con el puño y silenciosamente
cantas,

—¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! —Entonces ríes.

—No vamos a pelear —te respondo precipitada—. Ok. —Me aclaro la


garganta, sonrío a Heather para centrarme en mí—. Siento que podría ser más
útil para ti de lo que actualmente me permites

Eso ni siquiera fue malo, sin embargo ella arruga tanto la cara que creo que
va a rebotar hacia mí como un gato en una caja.

—¿Cómo es eso? —Ella chilla en un tono estridente.

—Has venido a mí para ayudarte a llevar la idea más lejos, pero no tomas
ninguna de mis sugerencias.

—Tienes experiencia en la instalación de compañías. Yo no tendría la primera


pista.

—Sí, pero esto no es solo sobre darte mi lista de contactos, Caroline. En


establecer compañías me muevo en desarrollar estrategias,
implementándolas. Si no puedo desarrollar esto contigo entonces no tengo
ningún interés personal real en esto. Tiene que representarme a mí también
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—digo gentilmente pero firme.

Nos sentamos todos en silencio mientras Caroline me mira fijamente en un


tipo de aturdimiento.
—¿Cuál es la otra opción de trabajo? —pregunta entonces Kevin, y estoy
agradecida con él por mover las cosas.

—Su padre —dices, y todos te miran a ti primero y luego a papá.

Probablemente ya aburrido por la reunión, él va directamente al punto.

—Director de Cuentas, empresa de impresión. Equipo de seis. Cuarenta mil. Si


el trabajo todavía está ahí.

—Lo está —me dice Leilah, lo que molesta a papá.

—Ella podría hacerlo durmiendo —lo dice al cuarto, mirando al teléfono móvil
en sus manos como si estuviera leyendo, pero no lo está—. Si se presenta a
la entrevista.

Monday no se une con papa en la burla, lo cual estaba esperando. Su sonrisa


desaparece.

—No quiero exactamente un trabajo que puedo hacer durmiendo —le digo,
con una sonrisa.

—Claro que no, quieres ser diferente.

El comentario me sorprende. Te encanta, pero no de la misma manera que los


comentarios previos. Vuelves tu estudiosa mirada a él. Kevin por supuesto está
profundamente ofendido en mi nombre.

—Ahora, Peter. Creo que le debes una disculpa a Jasmine por ese comentario.

—¿De que estas hablando? —Chasquea.

Heather parece profundamente incómoda ahora.

—Siempre has sido igual, desde que éramos niños. —La ira ascendiendo en
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él—. Cada vez que Jasmine no quería hacer lo que querías que hiciera, la
apartabas.

Eso es cierto. Miro a papá.


—Jasmine nunca ha hecho lo que yo quería que hiciera. Nunca hizo lo que
nadie más que ella ha querido. ¿Cómo crees que se encuentra en este desastre
en primer lugar?

—¿No es algo bueno para ella querer ir en su propio camino? —pregunta


Kevin—. ¿No querías que fuera independiente? Su madre murió cuando ella
era muy joven. Ella estuvo enferma durante años antes de eso. No recuerdo
que estuvieras mucho por ahí, aparte de cuando intervenías para decirle qué
hacer cuando pensabas que ella se había equivocado.

Y en ese momento todas mis conversaciones con Kevin volvieron a mí. Todas
las preocupaciones, los miedos, frustraciones de mis años adolescentes me
inundaron de nuevo. Las conversaciones nocturnas hablando con Kevin en el
columpio antes de que me besara, en fiestas, caminando a la escuela. Él
siempre me escuchaba. Todo lo que me preocupaba sobre mi vida lo
compartía con él. Me parece que ya me había olvidado de todo eso pero
evidentemente él no lo había hecho.

—Con el debido respeto —dice papá sin el menor atisbo de respeto—, esto
no tiene nada que ver contigo. Francamente ni siquiera sé qué haces aquí.

Kevin continúa calmadamente, como si él hubiera querido decir esto desde


hace años, como si fuera él hablando sobre sí mismo.

—Su madre la educó para tomar sus propias decisiones. Cuidarse a sí misma.
Encontrar su propio camino. Ella lo iba a tener que hacer, porque su madre no
iba a estar allí. Ella creó sus propias empresas…

—Y vendió cada maldita una de ellas.

—¿No vendiste tú las tuyas?


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—Me retiré. Y tratar de vender su última empresa es lo que le consiguió el


despido.
Papá tiene ahora la cara roja. Leilah pone la mano en su brazo y dice algo en
voz baja, pero él la ignora, o no la escucha, porque continúa con Kevin. Quedo
fuera.

Larry trataba su empresa como a su hija. Se había negado a dejar ir. Mi mamá
me crio sabiendo que tenía que irse.

Vengo con ideas y las vendo.

No quiero bebés. Mamá no quería dejar a Heather, ahora no puedo dejar ir a


Heather.

Nunca terminas nada de lo que inicias, escucho a Larry diciéndomelo.

Me siento mareada. Hay mucho circulando en mi mente. Conversaciones que


he tenido con gente están regresando a mí, mis creencias personales están
mirándome extrañamente, entretenidas, casi cantando “Lo supimos todo el
tiempo, ¿Tú no?

Cría bebés para dejarlos ir.

Kevin me dijo que me iba a morir.

Construir compañías para venderlas.

Aferrarse a Heather porque mama no podía.

—¿Y este asunto que tiene que ver contigo? —Papá levanta la voz y las manos
de Heather van a sus oídos—. Tienes un problema con todos en esta familia.
Siempre lo has tenido. Excepto con ella, por supuesto. Siempre conspirando o
cualquier carajo en lo que ustedes dos estuvieran…

—Porque ninguno de nosotros nos sentimos como si perteneciéramos a este


demente y controlador…
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—Oh, cállate y regresa a Australia. Guarda eso para tu terapeuta…

—Disculpa, no lo haré, y esta es la razón por la que ella y yo…


—¿Estás bien, Jasmine?

Eres tú. Me estás mirando y por primera vez no estás sonriendo. No estás
riendo más. Tus palabras suenan muy lejanas.

Balbuceo algo.
—Estás pálida —dices, y estás a punto de levantarte, en su lugar me pongo de
pie. Pero lo hago demasiado rápido. Estoy deshidratada de la noche anterior
y emocionalmente drenada por este espectáculo, y Monday estira el brazo
para detenerme de desfallecer. Me estabilizo en el respaldo de la silla y
mantengo la mirada en la puerta principal. Esta vez no estoy pidiendo permiso.

—Si me disculpan… —susurro.

El suelo se mueve debajo de mí mientras me dirijo hacía la meta que


permanece en su sitio mientras las paredes se mueven alrededor de mí,
estrechándose, viniendo hacia mí. Necesito salir antes de que me aplasten por
completo. Llego a la puerta, a la luz del sol, aire fresco, el olor del césped y mis
flores, y escucho el goteo de mi fuente. Me siento en la banca y doblo las
piernas cerca de mi cuerpo y respiro profundamente dentro y fuera.

No sé cuánto tiempo estoy fuera pero finalmente ellos entienden el punto. La


puerta se abre y Caroline camina hacia fuera, directa pasa por delante de mí a
su carro y, sin decir una palabra, se aleja. Ella es seguida por Papá, Leilah y
Zara. Agacho la cabeza. Huelo la colonia de Monday y se acerca a mí, pero
finalmente se aleja. Luego sales tú. Sé que eres tú; no sé cómo, pero la
atmósfera tiene la sensación de ti en ella, y entonces los niños se unen a ti y lo
sé seguro.
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—Bueno, esa fue una difícil… —dice.


No respondo, sólo vuelvo a agachar la cabeza. Siento tu mano en mi hombro.
Es un apretón firme pero gentil y lo agradezco. Te alejas y a medio camino
dices—: Oh, y gracias por llevar la carta de Amy anoche. Tienes razón. Tal vez
es momento de leerla ahora. Han pasado seis meses y ella aún no me habla.
No puede hacer más daño, supongo. Espero.
Mientras te alejas caminando escucho a Jamie calmando a Heather en la casa.
Me apresuro hacia ella. Kevin está rondando sin saber qué hacer.

—Vete Kevin, te llamaré.

Todavía no se mueve.

—Kevin… —Suspiro—. Gracias por hoy. Aprecio que intentes ayudarme. Había
olvidado… todas esas cosas, pero claramente tú no lo hiciste. Siempre
estuviste ahí para mí.

El asiente, me da una sonrisa triste.

Pongo mi mano en su mejilla y le beso suavemente en la otra.

—Dejen de luchar con todos —susurro.

El traga saliva y piensa en eso. Asiente simplemente y se marcha. Llevo a


Heather al sofá y envuelvo mis brazos alrededor de ella, y cubro mi rostro con
una sonrisa.

—¿Y estas lágrimas por qué son? —Sonrío—. Tontita, no hay necesidad de
estar triste… —Limpio sus mejillas.
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—Yo quería ayudar, Jasmine.

—Y lo hiciste. —Abrazo su cabeza contra mi pecho y la mezo adelante y atrás.


Para volar primero hay que limpiar la mierda de las alas. El primer paso es
identificar la mierda. Hecho.

Cuando era pequeña, tal vez ocho años, me encantaba juguetear con los
camareros. Desde entonces, aprendía sobre el lenguaje silencioso en los
restaurantes, y lo quería hablar. Me gustaba que hubiera un código con el que
pudiera comunicarme con alguien, a un adulto, que nos pusiera en un campo
de juego. En nuestro lugar preferido había un camarero particular al que yo
molestaba. Yo ponía mi cuchillo y tenedor juntos, entonces cuando lo veía
venir a recoger los platos, los separaba rápidamente de nuevo. Me encantaba
verle alejarse rápidamente, a pocos metros de nuestra mesa, como un misil
abortado. Yo hacía eso varias veces en una sentada, no demasiadas para que
no se diera cuenta de que lo hacía deliberadamente. Lo hacía también con el
menú. Cerrado significaba decisión tomada, abierto significaba que no la había
hecho. Cerraba la mía, junto con mi familia, y tan pronto él se dirigía con una
pluma y libreta en mano la abría de vuelta, giraba la cabeza hacia arriba y fingía
todavía estar decidiendo.

No sé qué quiere decir eso ahora, que esté pensando en eso. No sé qué idea
me da, aparte del hecho de que me ha gustado, desde una edad temprana,
enviar señales mezcladas.

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Fue cuando caminaba de regreso a casa después de ver a Heather en la parada
de autobús, ante su insistencia de que no condujera porque yo estaba, en su
opinión “enojada”, que registré lo que me habías dicho. Finalmente con un
momento para pensar, te escucho agradecerme por dejar la carta la noche
anterior. Campanas de alarma comienzan a sonar y me detengo a medio paso.
Hay de hecho, algo aterrador en que te digan que hiciste algo que no hiciste.
Primero pensé que te habías equivocado, sabía que te habías equivocado.

He tratado de darte la carta de tu esposa en tantas ocasiones y tú me la has


devuelto o pedido que la lea. Está en el cuenco de los limones, porque los dos
acordamos que tú eres un limón. Pero. Pero. Tú dijiste anoche. Tú me
agradeciste por darte la carta anoche.

Entonces pensé que aún no era yo porque yo estaba colmada la noche


anterior, bebiendo para encontrar al genio en el fondo de mi botella de vodka.
Quizá tu esposa ha enviado otra carta y tú crees que yo te la he dado, pero no
mencionaste eso anoche cuando nos vimos en la mesa de tu jardín, lo que me
lleva a pensar que pudo haber sido entregada después de nuestra reunión. Y
yo sabría si tu esposa fue la responsable porque estuve despierta bebiendo
hasta las 6 a.m., y la habría escuchado, la habría visto, diablos, habría cruzado
la calle corriendo para invitarla a hornear galletas.

—Buen día Jasmine —dice el doctor Jameson, muy alegre—. Digo, estaba
pensando en hacer una pequeña velada el día de pleno verano. Una barbacoa
en mi casa para celebrar este fino verano que estamos teniendo. ¿Qué dices?
No he tenido respuesta del tío del número 6, estoy a punto de intentar
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contactarlo de nuevo.

Me mira y hay una larga pausa.


Mi mente está corriendo, haciendo tictac, analizando eventos.

—¿Te encuentras bien Jazmín?

De pronto me lanzo, salgo corriendo en lo que se convierte en una carrera,


salto a través de los aspersores del Sr. Malone hacia mi casa. Una vez dentro,
con el pecho jadeante, me quedo quieta y busco pistas alrededor. La sala de
estar aún es una escena del crimen del anterior círculo de desastre, la cocina
es una versión infantil de una escena del crimen, con marcas de crayones de
la anterior sesión de colorear y Play—Doh seca pegada en mesa, en las sillas y
en el piso. El cuenco de limones. El cuenco de limones está vacío. No de los
limones y las llaves de tu casa, si no de la carta. Pista número uno.

Corro escaleras arriba y comprendo correctamente lo que hay en mi


habitación por primera vez. Mi cama fue hecha de prisa pero parece normal.
Mi mesita de noche sostiene la botella vacía de vodka y… la carta abierta que
Amy escribió para ti. Atravieso la cama y la tomo. La leí en algún momento
entre las 2 y las 6 a.m. Probablemente más cerca a las 6 a.m. Las horas que no
recuerdo. He estado buscando dirección para mí misma. He estado esperando
inspiración, algunas palabras de estímulo y amor. Inclusive las de alguien más,
y cuando abrí la carta escrita por Amy para ti, encontré:

Matt,

Organízate.

Amy

Me enfurecí. Recuerdo eso. Lloré con decepción por Amy, por el mundo. ¿Y?
No puedo recordar lo que hice después. Pensé que me había quedado
dormida, pero ¿por qué está aquí la carta que tú dices tener en posesión y no
en tu casa?
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Estrecho los ojos, miro alrededor del cuarto. Debe haber pistas. Bajo mi
tocador veo un papel arrugado en forma de bola. Veo todo un cesto
desbordante de papeles arrugados. Y de pronto tengo miedo de mirar más de
cerca. Pero tengo que hacerlo. Me pongo de rodillas y gimiendo desenrollo la
bola de papel.

Querido Matt,

No puedo hablarte cara a cara sobre dejarte, no creo que me escucharías…

Oh no, pensé. Jasmine, qué idiota. Busco en cada pieza de papel, leyendo
diferentes versiones de la misma introducción, algunas completamente
diferentes, todas versiones horribles, ebrias y garabateadas de lo que creó que
Amy debió haberte dicho, de lo que creo que te habría motivado, y apenada
por mis sentimientos de odio hacia ti. No tengo la mínima idea de cuál versión
cruzó la calle, pero estoy contenta de que ninguna de las que frenéticamente
leí fue la que saliera de este cuarto.

Lo que quiero hacer es lanzarme dramáticamente a mi cama y aullar. Lo que


debo hacer es correr al otro lado de la calle, admitir todo lo que he hecho en
mi alcohólica estupidez. Tú lo entenderás. Pero no puedo, y no lo haré. Pensé
que mi día no podría caer aún más; resulta que si podía, y lo hizo. Tenía que
recuperar esa carta, deshacer esta tontería, conseguir un trabajo, dejar de
actuar como una loca.

El timbre suena y me aterra, escucho el sonido estridente en mi cabeza y


golpetea en mi corazón poco después. Siento que me atraparon in fraganti.
Congelada como un venado ante los faros, me quedo inmóvil en mi cuarto,
rígida, insegura de qué hacer. Leíste la carta. Me has atrapado.

Miro por la ventana y veo la parte superior de tu cabeza. Me preparo y bajo


las escaleras. Lo admitiré todo. Haré lo que es correcto. Abro la puerta y te doy
una sonrisa nerviosa. Tienes las manos en la cintura y un ceño fruncido en la
cara que cae por un momento.
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—¿Estás ebria otra vez? —preguntas.

—No.
Silencio.

—¿Lo estás tú?

—No.

Convencido, reanudas tu ceño fruncido:

—¿Has visto a la gente entrando a la casa del Dr. J?

Estoy confundida. ¿Esto qué tiene que ver con la carta? Trato de encontrar la
conexión.

—Si estas ebria solo dilo —dices.

—No lo estoy.

—No me importa. Solo hará más fácil que me comunique contigo. Puedo hacer
frases más cortas, hablar despacio.

—No estoy ebria carajo —suelto.

—De acuerdo, está bien. ¿Has visto a la gente entrando y saliendo?

—¿Por qué, da una fiesta y no fuiste invitado? —digo, sintiéndome más


tranquila porque no me has atrapado. Aún.

—Está teniendo algo. ¿De acuerdo? Cada media hora. Desde medio día.

—Jesús, realmente tienes que conseguirte un trabajo —digo, dándome cuenta


de que comienzas a sonar como yo.

—Una mujer llegó a las tres. Se quedó 30 minutos. Luego se fue y un hombre
llego a las 3:30, luego se fue justo antes de las 4, y una pareja llego a las 4:30.
Entonces…
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—De acuerdo, te creo lo de la media hora.


Ambos nos cruzamos de brazos y observamos la casa del Dr. Jameson. Al lado,
el Sr. Malone está leyéndole El campo de John B. Keane a la Sra. Malone, quien
está sentada en una silla de playa con una manta en sus piernas. El hace un
buen trabajo actuándo. Cada día lee durante 15 minutos, vuelve a su jardinería
y luego regresa a leer desde donde se quedó. Tiene una buena voz de lectura.
La Sra. Malone mira por el horizonte con una mirada distante, pero el Sr.
Malone continúa, con su tono bonachón, comentando sobre el clima, el jardín
y sus propias reflexiones, como si los dos tuvieran una conversación animada.
Era Jackie Collins la semana pasada, le gusta mezclarlo un poco. Es hermoso
como lo está afrontando, pero me pone triste.

Un auto da la vuelta en la esquina hacia el callejón sin salida, y mi corazón


golpetea y mi estómago revolotea antes siquiera de verlo. Pero sé que es él. O
tengo la esperanza de que sea él. Cada vez que alguien pasa cerca de mí o de
la casa, tengo la esperanza de que sea él. Monday se baja del auto.

—Bueno, si esta mañana nada lo apartó de tí, nada lo hará —dices y yo sonrío.

Monday se baja del auto, y dando grandes zancadas con sus largas piernas,
gira las llaves en el dedo.

Espero que captes la indirecta de que te marches, pero no lo haces. O la captas,


pero no te vas. Tienes que probar un punto.

—Hola —dice Monday, acercándose a nosotros.

—¿Olvidaste algo? —dices elegantemente, pero sin veneno, como juguetón.

Monday sonríe y me mira directamente a los ojos, la blandura ha vuelto a él,


la ternura, y mi estómago da volteretas.

—De hecho, sí.


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—Estábamos observando la casa del Dr. J. —le dices, explicando la situación


de la media hora que te tiene tan preocupado. Monday está parado junto a mí
y observa también, su brazo desnudo contra el mío, y me olvido de por qué
rayos estamos ahí mirando la casa, en vez de concentrarnos en la electricidad
que está corriendo a través de mí por este ligero contacto.

Monday observa la casa y yo lucho contra la necesidad de tomar cada parte de


él pero pierdo, robando miradas cada vez que puedo, esos ojos color verde
avellana moteados mirando la casa del Dr. Jameson. Entonces cuando creo que
es seguro seguir mirando un poco más, de pronto se gira y esos ojos están
sobre los míos. Me lanza una mirada descarada al darse cuenta de que me ha
atrapado, entonces te hace una mueca, burlándose de tu intensidad en esta
observación de la casa.

—Por ahí, ¡ahí! —dices volviendo a la vida de repente, rompiendo nuestro


momento, y te apartas del muro.

—¿Lo Ven?

—Hmm —dice Monday, avanzando hacia la calle para tener una mejor visión
de la mujer sospechosa que camina por la calle.

—Eso no es bueno.

—Se lo dije —dices aliviado porque alguien está de tu lado.

—Han sido diferentes tipos de personas, la mayoría parece gente vieja.

—Tal vez está entrevistando amas de casa —le digo.

—¿Te gustaría que ella limpiara tu casa? —preguntas.

—Ella limpiaría tu casa —dice Monday. Y tengo que sonreír mientras ustedes
dos hacen equipo y se convierten en el Turner y Hooch33 del vecindario. Tú
eres Hooch por cierto.
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Película cómica americana de los años 80’s sobre detectives.
—Podría no estar aquí por el Dr. J —les digo mirándola. Lleva un chándal de
Adidas y zapatillas de deporte limpias. Esta ya sea ebria o drogada. Yo supongo
que drogada, parece adicta a la heroína—. Podría ser fanática tuya —digo.

Ella estudia las casas, mirando a los números, luego entra en la casa del Dr.
Jameson. Lunes avanza hacia la calle, para tener una mejor visión. Tú lo sigues.
Yo los acompaño porque ¿Qué más podría hacer? Cruzamos la calle y
decidimos sentarnos en tu mesa de jardín para tener una mejor visión de la
casa del Dr. Jameson y para escuchar el conflicto interno. O al menos eso es lo
que ustedes dos deciden después de una rápida discusión sobre si irrumpir en
la casa o no. Los dos planean una historia sobre lo que dirán si tienen que
entrar. Un plan de extracción, el cual los emociona.

—¿Leíste la carta? —te pregunto casualmente.

—¿Cuál carta?

—La que te di.

—No, aun no.

—Estaba pensando. Quiero leértela después de todo. Ya sabes, si eso es lo que


quieres.

Me miras pensativo, de forma sospechosa. Al igual que Monday.

—Probablemente es mejor que no estés solo. Quien sabe cómo podrías


reaccionar. Lo estás haciendo bien, no quiero que vayas directo al pub, eso es
todo. Deberías tener a alguien ahí, si no soy yo, entonces alguien. —Yo sé que
no se lo pedirías a nadie más, pero se te hará menos sospechoso, que es lo que
sucede, y pareces genuinamente agradecido.

—Gracias Jasmine.
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—¿Por qué no me la das ahora?

— ¿Ahora?
—Sí. —Me encojo de hombros ligeramente—. Sácalo del camino. —Miro a
Monday para explicarle.

—Su esposa le dejó. Ella dejo una nota. Él no la va a leer. Lo cual está bien. —
Vuelvo a mirarte—. Yo debería leerla, deberías dármela.

Monday esconde una sonrisa tras sus dedos. Él tiene dedos largos y hermosos.
Dedos de pianista.

—Bueno, no justo ahora —dices, asustándote un poco porque estoy


apresurando el momento.

—¿Por qué no?

—Estoy manteniendo un ojo en la casa del Dr. J.

—La leeré mientras observas. —No, no lo haré. La quemaré tan pronto me la


entregues. La cambiaré inteligentemente con la real. Preferiría salvarme a mí
misma que preocuparme porque él lea la horrible carta de ella.

—Los niños, no quiero que escuchen.

Estoy a punto de decir que los niños no están cerca como para escuchar, pero
ellos estropean mi plan. Los dos rubios aparecen desde el jardín del número 6
y con el ceño fruncido.

—¿Qué ocurre? —les preguntas, dirigiéndote hacia ellos.

—¿Qué hiciste? —me pregunta Monday, con una expresión divertida en la


cara.

—Nada —respondo, inexpresiva.

El ríe y sacude la cabeza; maldición, piensa que soy una chica traviesa. Me
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gusta y no puedo evitar también reírme. Él me conoce y eso me gusta. Ha


pasado un tiempo desde que alguien me haya conocido de esa forma. Aparte
de ti, por supuesto, quien tumbó mi letrero de no molestar cuando no estaba
prestando atención.
—El no compraría ninguno —dice Kris.

—Es el único en la calle —dice Kylie.

—¿Qué cosa no compraría? —pregunto.

—Nuestro perfume. Lo hicimos de pétalos y agua.

—Y césped.

—Y una araña muerta.

—Qué lindo —digo.

—Tú compraste dos botes —me dices—. Me debes cinco libras.

Entonces me doy cuenta de que han montado un puesto en la entrada de


coches, el cual consiste en una mesa plegable y una silla cubierta por un mantel
rojo con lunares blancos. Hay botes de una sustancia café con cosas flotando
dentro y un anuncio que dice un bote por cincuenta centavos.

Porque te debo cinco libras es un misterio, pero viendo que he falsificado una
carta para ti de tu esposa que te ha dejado, dejaré que te salgas con la tuya.

—¿Qué dijo? —les preguntas molesto.

—¿Quién? —dice Monday, dirigiéndose a mí.

—Numero 6. Hombre corpulento. Inquilino —le contesto, y entonces me


vuelvo hacia los chicos, prestando total atención.

—Nada realmente, estaba al teléfono y luego dijo “No gracias” y cerró la


puerta.

—Maldito pequeño descarado —dices. Y los chicos sueltan una risita.


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—Ese tipo está comenzando a hacerme enojar —te desahogas, y puedo ver
como cierras las manos en forma de puños.
—A mí también, todos los días lo saludo y ni siquiera se ha molestado en
girarse a mirarme —digo.

Monday se ríe.

—Ustedes dos necesitan conseguir un trabajo urgentemente. Están dejando


que todo les afecte demasiado.

—Entonces consíguele un trabajo a ella Monday —dices, con ese destello


travieso en los ojos.

—Esa es la idea Matt —responde él. Respondiendo a tu mirada.

—Tal vez deberías llevarla a cenar. Para el trabajo —dices. Y yo sé lo que estás
implicando igual Monday, pero se mantiene tranquilo.

—Si eso funciona —dice él, pero menos confiado.

No quiero que lo hagas marcharse por continuar con esto. Me giro hacia ti y
continúo con el asunto.

—Y todo lo que él tenía que hacer era soltar algo de dinero para los chicos que
han estado trabajando tan duro en su perfume. ¿Pidió siquiera poder olerlo?

—No —dice Kris haciendo una rabieta.

—Bueno, eso es malvado —digo.

Eso te enciende aún más, lo cual yo sabía que ocurriría porque esa era mi
intención.

—Iré para allá —dices.

—Bien por ti —respondo.


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—¿Qué le vas a decir? —pregunta Monday, con una sonrisa de oreja a oreja,
mientras cruza una pierna sobre la otra, la parte final de sus pantalones está
raída y un agujero en el muslo revela piel desnuda.
—Solo que debería ser más amistoso si va a vivir en un vecindario. Solo tienen
7 años —dices tú.

—Creo que a ti te importa más que a ellos —contesta Monday.

—Y así no volverá al tema del Dr. J. y la barbacoa de mitad de verano —


agrego—. Y con el Dr. J. siempre es cosa buena.

Monday me sonríe y me frunce el ceño al mismo tiempo, tratando de


descifrarme. Eso es suficiente para convencerte de seguir.

Estoy emocionada. Has dejado la puerta frontal abierta. Mientras vas a discutir
con el hombre Corporativo puedo colarme, encontrar la carta que escribí y
destruirla. Es un plan perfecto.

—Tú, ven conmigo —dices de pronto.

—¿Yo?

—Sí, tú

—Así es Jasmine —agrega Monday, apoyado en la mesa, con la barbilla sobre


la mano mirándome perezosamente, malévolamente, sabiendo que está
arruinando lo que sea que yo tenga planeado. Está jugando conmigo, lo cual
no me molestaría si fuera de otra forma. Puedo pensar en muchas formas en
las que Monday podría usarme como juguete, pero no ésta.

—No necesitas mi ayuda —te digo, ignorando a Monday—. Son tus hijos,
puedes hablar por ellos sin mí.

—Anda, ve Jasmine— dice Monday.

Sé que mi oportunidad de destruir la carta se ha escapado. Le lanzo a Monday


una mirada de total disgusto que le hace reír, y aunque sé que es molesto,
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hace que me guste aún más porque puedo ver que está preparado para
competir conmigo. No andará dándome puntapiés, tratando de complacerme.
Me pondrá a prueba, me dará lo que yo le dé. Monday quiere jugar.
—Le echaré un ojo a la casa del Dr. J — me hace un guiño.

—¿Qué vas a decirle? —pregunto nerviosa, parada frente a la puerta del


número 6.

—Vamos a decir exactamente lo que dije que diríamos. Sobre el


comportamiento amistoso entre vecinos.

—De acuerdo. —Trago saliva. Ninguno de nosotros es buen candidato para


andar predicando esa clase de cosas.

Podemos escucharlo hablando por teléfono dentro. Tú presionas el timbre de


nuevo, largo y lento. No es una llamada del trabajo. Está riéndose, suena
casual. Ni siquiera es importante. Él menciona el rugby. Algunos
sobrenombres. Liggo y Araña, y los chicos. Quiero vomitar. Habla sobre un
partido. Te estás enojando más y yo no me quedo atrás. Lo veo asomarse por
la ventana y vernos, luego continúa hablando.

—Es uno de los vecinos de nuevo —dice, sus palabras derivan a través de la
ventana abierta.

Tú rabias hacia la ventana abierta y justo cuando parece que vas a entrar, el
hombre corporativo es salvado cuando escuchamos que Monday llama.

—¡Eh!.

Nos damos la vuelta y observamos a Monday correr hacia la mujer que acaba
de salir de la casa del Dr. Jameson.

Tú yo corremos tras él.

—¡Quítame las manos de encima! —le grita ella a Monday, quien está
agachándose y moviéndose para esquivar las manotadas y los puñetazos.
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—Ouch ¡Jesús! —grita él al recibir unos cuantos—. Relájate —grita él y ella se


calma y deja de golpearlo.
Ella da un paso atrás, le mira con cautela, su quijada está trabajando tiempo
extra como si fuera una vaca masticando césped.

—Parece que tienes algo bajo el chándal que le pertenece a mi amigo —dice
Monday.

—No, no tengo nada.

—Yo creo que sí —dice sonriendo, esos ojos verde avellana brillan.

—Estoy embarazada.

—¿Quién es el padre? ¿Apple? ¿Dell? —dice Monday, finalmente puedo ver


mejor su estómago y me muerdo el labio para no reírme. Hay un bulto con
forma rectangular bajo su chándal.

—Esperen un minuto —dices de pronto, en voz baja—. Tal vez no deberíamos


mirar.

—¿Por qué no? pregunto.

—Porque quizá. —Te giras hacia la mujer, quien parece estar considerando
huir, luego dices en voz baja—. Quizá el Dr. J se la dio. ¿Saben a lo que me
refiero?

—¿Crees que obtuvo un contenedor de drogas en forma de laptop?—


pregunto, y Monday tose para ocultar su risa mientras tú lo miras con
ferocidad.

El Dr. Jameson aparece, sosteniendo una taza de té en un platillo.

—Yuu Juu.

—Ah, el señor de la droga en persona —dice Monday en tono conspirador y


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yo debo reírme.

La mujer comienza a andar rápidamente. Monday la atrapa, sujetándola del


brazo mientras ella le llama abusador y le grita que la está acosando
sexualmente y abusando. El Dr. Jameson llega hasta ellos, aun con la taza de
té en el platillo.

—¡Mags! Fui a hacerte una taza de té. ¿Te vas tan pronto?

Hay tirones y empujones entre Monday y Mags y de pronto algo cae y se


estrella entre sus piernas.

—Creo que se le rompió la fuente —digo yo, mientras todos vemos la laptop
del Dr. Jameson estrellarse en el suelo.

Tú, yo y el Dr. Jameson estamos sentados en la mesa del jardín frontal viendo
a Monday reparar la laptop, que tiene daños menores, y escuchando al Dr.
Jameson explicar el anuncio que colocó en el periódico. Escucho su explicación
y me rompe el corazón. Ha colocado el anuncio buscando compañía para
navidad.

—Carol murió cuando tenía 61, muy joven. Muy joven. Como sabrán nunca
tuvimos hijos, no pude organizar mis cosas hasta que ya era demasiado tarde.
Nunca me perdonaré por eso. —Sus ojos están humedecidos y su mandíbula
trabaja para tratar de controlar las emociones. Monday deja de trabajar en la
laptop y se concentra en él—. Tengo 81. Eso son veinte años sin ella. Diecisiete
navidades solo. Solía ir con mi hermana pero ya falleció, que en paz descanse.
No quería pasar otra navidad solo. Escuché sobre un joven que puso un
anuncio en el periódico sobre buscar un ama de casa. Él y ella son ahora
inseparables. No en ese sentido pero al menos ahora tiene a alguien. Cada día.
Ahora, no quiero a alguien cada día, no necesariamente, pero creo que al
menos para el único día en el que no puedo soportar la soledad, al menos
podría encontrar compañía, alguien que se sienta de la misma forma que yo.
Debe haber gente que no quiera estar sola en navidad.
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Es inimaginablemente triste y no hay ninguno de nosotros en la mesa que no


tenga una observación que hacer, o intentar hablar con el siquiera. El hombre
está solo, quiere compañía: Dejemos que la encuentre.
Puedo ver que te toca un nervio. Por supuesto que lo hace. Tu esposa te ha
dejado, se ha llevado a tus hijos con ella, y si no buscas la manera de ganártela
de nuevo, enfrentaras tu primera navidad solo.

Puede que no estés físicamente solo, no como el Dr. Jameson, alguien, algún
amigo te invitara a pasarla, pero incluso entre amigos te sentirás más solo que
nunca. Puedo verte imaginar todo esto. Quizá puedan ser tú y el Dr. Jameson
juntos, sentados en lados opuestos de la mesa del comedor de caoba pulida,
teniendo una conversación tensa, o mejor aún, con platos de cena sobre sus
regazos viendo especiales de navidad en la televisión.

La sincronización de Amy no pudo ser mejor. Ella llega para recoger a los
chicos. Como siempre, no se baja del auto, sigue dentro, con las gafas de sol
puestas, mirando al frente, esperando a que los chicos salten al auto. Fionn
está a su lado, pero él tampoco te reconoce. Tú intentas hablarle, ella no abrirá
la puerta. Tu golpeteo constante en el cristal la obliga a bajar ligeramente la
ventanilla. Es muy triste mirarlo. No sé qué le estás diciendo pero no es algo
fluido, es un intento desarticulado tuyo de iniciar una conversación. Una
conversación corté con la mujer que amas. Los chicos corren emocionados
hacia el auto con bolsas en las manos. Te dan un rápido abrazo y mientras se
suben al auto anuncian que atraparon a un adicto a la heroína. Tu cara parece
dolida. La ventana se cierra y Amy acelera.

Intento engatusarte para que me des la carta y poder tenerla en mi posesión,


pero no funciona. Estás muy crudo para eso ahora. Así que formulo un plan. La
operación cuenco de limones comenzará a la hora que apagues las luces. Página 295
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Observo tu casa toda la noche. Te vigilo como un halcón, más que nunca antes,
que ya es decir. Te veo en tu sala, todas las luces al máximo mientras ves la
televisión. Algún evento deportivo del domingo, lo sé por la forma en que te
elevas del sillón con expectación, luego te desplomas con decepción. Cada vez
que te levantas para moverte alrededor de la casa, temo que agarres la carta,
pero no lo haces, honras tu palabra y yo respeto eso de ti, a pesar de lo que he
hecho y lo que estoy a punto de hacer que no atribuye ese respeto. Pero no lo
sabes.

Aunque estoy conectada de la propia idea de lo que voy a hacer, las horas
avanzadas de la noche anterior y bebiendo se me está haciendo difícil
mantener los ojos abiertos para estar alerta. La pastilla para el dolor de cabeza
me da aún más sueño, y las cinco tazas de café me hacen sentir preparada,
pero al mismo tiempo un poco agotada por enfermedad. Finalmente, cerca de
medianoche, las luces de la sala se apagan y te veo subir las escaleras. Estoy
lista para la acción, pero luego la luz del dormitorio se enciende, permanece
encendida, al igual que la TV, y sé que esta será otra larga noche. Cabeceo y
me quedo dormida. Me levanto a las 3 am, vestida y miro hacia afuera para
revisar tu casa. Todas las luces están apagadas.

Tiempo para la acción.

Toda la calle está tranquila, todo el mundo está profundamente dormido,


incluyendo al Empresario, especialmente el Empresario con su ocupada e
importante mañana del lunes por delante. Camino sigilosamente por la calle y
voy directamente a tu puerta principal con la carta original, ahora manchada
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con Coca Cola y vodka y tus llaves del cuenco de limón. He pensado en la
posibilidad de un sistema de alarma, pero en los ocho meses de verte entrar y
salir, no he visto ninguna evidencia de uno y seguramente hubiera venido un
código con el juego de claves. Empujo la llave tranquilamente en la cerradura
y resulta fácil. Estoy dentro. Me quito los zapatos y los dejo en el vestíbulo, mis
ojos ajustándose a la oscuridad mientras mi corazón martillea en mi pecho. No
sólo he entrado en una casa me guste o no, tengo un plan, he tenido toda la
noche para hacer un plan. Y tengo una linterna.

Empiezo en la mesa del pasillo. Hay sobres en el mostrador, facturas abiertas


y sin abrir, y una postal de la Tía Nellie que está teniendo un baile en Malta.
Reviso la gaveta, sin sobre.

Me traslado a la cocina, que sorprendentemente se encuentra en un estado


ordenado. Unas cuantas tazas y platos en el fregadero que has dejado hasta
mañana, pero nada ofensivo. Tu frutero tiene tres plátanos negros y un
aguacate maduro. Ninguna carta. Me tomo mi tiempo buscando en los cajones
de la cocina. Todo el mundo tiene un cajón de basura en la cocina y lo
encuentro: manteles individuales, menús para llevar, baterías, facturas,
nuevas y viejas, una licencia de TV, viejas tarjetas de cumpleaños, fotografías
de los niños. Ninguna carta. Hay una pizarra con nada en ella, probablemente
sin ser usada desde que Amy dejó la casa. Sin notas, sin recordatorios, listas de
compras, sin la comunicación necesaria para un hogar concurrido porque estás
solo. De repente lo siento por ti, vives solo en esta casa vacía que alguna vez
estuvo tan llena de vida. Pienso en el hombre que Amy dejó y no tengo
simpatía por él, se lo merecía, pero tú, lo siento por ti. Eso me impulsa a
encontrar la carta.

Me traslado a la sala de TV. Huele a café y vinagre, que coincide con las bolsas
que te vi llevar a casa desde el coche a las 8 pm. antes de disponerme a entrar
la primera vez. Esa fue una buena lección. Me enseñó a esperar, a ser paciente.
Ilumino con la linterna la estantería en el rincón. Libros, DVDs, te gusta la
novela negra. Incluso veo Turner y Hooch. Hay fotos enmarcadas en los
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estantes, fotos familiares, bebés, vacaciones, viajes de pesca, viajes a la playa,


primeros días de escuela. Me pregunto por qué Amy no se las ha llevado con
ella y lo veo como una señal de que va a volver, hasta que la linterna recae en
las paredes desnudas adornadas con ganchos y me doy cuenta de que todo
eso es lo que dejó atrás, incluyéndote a ti. Me sorprende ver un título de
Psicología con tu nombre y una foto enmarcada de ti con tu toga sosteniendo
el pergamino, pero luego pienso en cómo me miras a veces, la forma en que
intentas leerme como si vieras mi alma y cómo te gusta analizarme, a todo el
mundo, y tiene sentido. Tu rostro sonríe hacia mí desde debajo de tu birrete
de graduación, como si acabaras de decir algo grosero. Tenías una cara
impertinente, incluso entonces.

Creo oír un movimiento arriba y me congelo, apago la linterna, contengo el


aliento en la aún silenciosa oscuridad y escucho. La casa está en silencio.
Vuelvo a encender la linterna y continúo buscando a través de los casilleros del
escritorio de la oficina en casa, en la esquina con vista al patio trasero. Fotos
antiguas, seguro de auto, vales, anotaciones aleatorias, ninguna carta. He
estado evitando ir arriba por razones obvias. Es mi último recurso, el peor de
los escenarios posibles, pero para una casa familiar está sorprendentemente
libre de desorden, no hay montoncitos de papeles o correo recogido. Tal vez
arriba es donde debo ir. Intento pensar en dónde guardaras eso. No en un
archivador, es demasiado frío, demasiado impersonal. Has tenido ganas de
leerla, lo que significa que la has estado guardando a la mano, en algún lugar
donde puedes revisarlo regularmente, tocarlo, volver a verlo. Si no está en el
bolsillo de tu abrigo que está colgado en la barandilla, entonces debo ir arriba.

No está en el bolsillo de tu abrigo.

Respiro hondo y luego me parece oír otro ruido en la parte trasera de la casa,
en la cocina, contengo la respiración, con miedo de que alguien escuche mi
exhalación. Estoy empezando a entrar en pánico, tengo que exhalar y el pulso
en mis oídos es tan fuerte que me está impidiendo escuchar y oír lo que está
en la habitación de al lado, así que exhalo lentamente, una respiración larga y
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débil. Esto es ridículo, ya sé que lo es. Debería estar en casa en la cama, no a


hurtadillas por tu casa. Viéndote todas esas noches me ha hecho de alguna
manera sentirme con el derecho; tal vez soy una acosadora, tal vez esto es lo
que sienten todos los acosadores, que sus acciones son totalmente normales.
Pero entonces pienso en tener que explicarte el contenido de la carta y no
puedo, así que doy un paso decidido en las escaleras. Inmediatamente cruje y
me congelo. Retrocedo. Tiene que haber alguna parte aquí abajo donde pueda
encontrar la carta en lugar de arrastrarme a tu habitación mientras duermes,
lo cual es un nivel completamente nuevo de escalofriante. Tengo un
pensamiento, un repentino recuerdo, algo que dijiste acerca de cómo has
dejado la bebida.

Tengo una foto de mi padre en la nevera. Eso me ayuda cada vez que voy a
abrirla para tomar un trago.

Es muy dulce.
No es verdad. Era un alcohólico delirante. La foto está ahí para recordarme
que no quiero ser como él.
Vuelvo a dirigir la lámpara por el pasillo y me muevo con rapidez y con
seguridad a la cocina. Creo que la nevera es mi respuesta. Estaba llena de
dibujos y certificados de gimnasia pero no comprobé por la carta. Levanto la
lámpara para que ilumine la puerta de la nevera y veo el sobre, el sobre real
con la carta falsa y sonrío de felicidad pero luego ¡BAM! Algo duro me golpea
en un lado de la cabeza, lo siento sobre todo en mi oído, como una bofetada
en la cara y golpeo contra el suelo, caigo como un saco de patatas, mis
piernas están muertas debajo de mí, gritando de agonía en el suelo. Oigo
pasos en la escalera y todo lo que puedo pensar es que un ladrón me ha
atacado. He molestado a un ladrón y ahora vienes al peligro y la confusión,
debo advertirte, pero primero tengo que conseguir la carta de la nevera y
cambiarla con la original y lo haría si no fuera por el dolor que estoy sintiendo
en mi cabeza y la rigidez en mi cara.

—¡Te dije que esperaras! —Te oigo sisear, estoy confundida. ¿También estás
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en esto? ¿El robo de tu propia casa? Pienso en el fraude de seguros y cómo


he caído en territorio peligroso, y si estás en eso, lo cual es seguro, puesto
que estás hablando con tu cómplice que me golpeó, que parece haber
entrado en la casa por la puerta trasera de la cocina, entonces estoy en gran
peligro. Debo correr. Pero primero debo cambiar la carta en la puerta de la
nevera. Levanto mi cabeza del piso y siento que todo se mueve debajo de mí.
Aunque la habitación está oscura, la luz de la luna está lanzando su reflejo
desde la ventana de cristal al piso de baldosas. La luz ilumina hacia la nevera
y tengo un momento surrealista donde creo que la luna, el universo está de
mi lado, iluminando el camino para mí, guiándome. Pero no me puedo
mover.

Me quejo.

—¿Quién es? —preguntas.

—No sé, sólo lo golpeé.

—Vamos a encender las luces.

—Deberíamos llamar a la policía primero.


—No. Podemos hacernos cargo nosotros mismos, enseñar a este tipo un par
de cosas.

—No apruebo…

—Vamos, Dr. J, cuál es el punto de la vigilancia vecinal si no podemos…

—Vigilar, no atar y torturar.

—¿Con que le pegaste? Jesús ¿con un sartén? Te dije que agarraras un palo
de golf.

—Vino hacia mí más rápido de lo planeado.

—Espera, está intentando escapar. Se está deslizando…

De repente la luz se enciende. Estoy al pie de la nevera, a escasos centímetros


de la carta. Si estiro mi brazo hacia arriba, lo que estoy haciendo, casi puedo,
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casi, alcanzarla.

—¡Jasmine! —exclamas.

—Oh Dios, oh Dios —dice el Dr. Jameson.


La luz es tan brillante que no puedo ver nada, y mi cabeza, Jesús mi cabeza.

—¿Golpeaste a Jasmine?

—Bueno, no sabía que era ella ¿no? Santo Cielo.

—Está bien, cariño —dices y ambos intentan levantarme y llevarme lejos de


la nevera, lo que me hace gemir, y no sólo de dolor. Puedo ver la carta cada
vez más lejos de mí mientras me llevan de la cocina al sofá. Estaba tan cerca.

—¿Qué está diciendo? —pregunta el Dr. Jameson, acercando su oído de gran


tamaño a mi boca.

—Dice algo sobre la nevera —dices, poniendo mi cabeza sobre una


almohada, la preocupación está grabada en toda tu cara.
—La nevera, no es mala idea, Jasmine. Iré a buscar hielo. —El Dr. Jameson se
aleja rápidamente.

—¿Va a necesitar puntos?

¿Puntos?

Me examinas y puedo ver tus pelos rojizos de la nariz. Uno nervudo y gris se
asoma, quiero tirar de él.

—¿Qué sartén usaste? —le preguntas al Dr. Jameson.

—La de Tefal de aluminio antiadherente —dice, volviendo con provisiones


para mi cabeza—. Tengo todo el juego. Cinco cupones de SuperValu y sólo
tienes que añadir quince euros. Tenía la intención de hacer una tostada
francesa en él —dice, empujado su cara cerca de la mía mientras se
concentra. Su aliento huele a azúcar de cebada.

—Jasmine, ¿qué demonios estabas haciendo? —preguntas incrédulo.

Me aclaro la garganta.
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—He utilizado mis llaves, pensé que tenías un intruso. Debe haber sido el Dr.
J —digo débilmente, cerrando los ojos mientras él le da un toquecito a mi
cabeza—. Ay.

—Lo siento, querida. No fui yo porque me comuniqué con Matt en cuanto vi


tu lámpara —dice el Dr. Jameson.

—Jasmine —dices en tono bajo de advertencia—. Sólo escúpelo.

Suspiro.

—Te di la carta equivocada. De Amy. La que te di era una que yo había


escrito. Para otra persona. Las confundí. Mezclé los sobres.

Abro un ojo para ver si te lo estás tragando.


Tus brazos están cruzados sobre el pecho, me estás mirando, evaluándome.
Llevas una descolorida camiseta de los Juegos Olímpicos del 92 en Barcelona
y unos holgados bóxers de rayas. Pareces escéptico de mi historia, pero no
completamente. Todavía podría funcionar. De repente retrocedes y te
diriges a la cocina.

—No la abras —grito, y el grito empeora mi cabeza.

—Espera, no te muevas —dice el Dr. Jameson—. Estoy llegando.


Traes el sobre. No me gusta la expresión de tu rostro. Es esa mirada pícara y
traviesa. Estás golpeándolo contra tu palma abierta, lenta y rítmicamente,
mientras caminas de un lado a otro delante de mí. Vas a jugar conmigo.

—Entonces. Jasmine. Irrumpiste en mi casa…

—Tenía una llave.

—…para recuperar una carta que dices que escribiste para alguien más. ¿Por
qué no simplemente me dijiste eso?
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—Porque tenía miedo de que la abrieras. Es algo muy personal y no confío


en ti.
Levantas un dedo.

—Creíble. Bien hecho. La habría leído.

El Dr. Jameson me instruye a sostener la bolsa de guisantes congelados en la


cabeza mientras me incorporo hacia ti, él se sienta a mi lado.

—Eso también es creíble para mí —dice. Tiene el cabello desordenado por la


cama, las cejas sin cepillar y está usando elegantes zapatos de cuero con un
traje de chándal que nunca he visto antes, obviamente lo primero que agarró
al levantarse de la cama.

—¿Qué, estoy siendo juzgada aquí?


—Sí —dices, estrechando tus ojos hacia mí mientras caminas de un lado a
otro.

Eres tan dramático.


—¿Estás seguro de que mi cabeza no se ha roto? —le pregunto al Dr.
Jameson.

—¿Te duele el cuello?

Lo muevo.

—Sí.

Se acerca y empieza a palpar en mi cuello.

—¿Duele aquí?

—Sí.

—¿Duele aquí?

—Sí.
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—¿Y aquí?

—Sí.
Dejas de caminar y me miras.

—¿A quién estaba dirigida tu carta?

Me demoro. Evalúo la situación. Sé que vas a comprobarlo.

—Matt —digo.

Te ríes.

—Matt.

—Sí.

—Eso es una coincidencia.

—De ahí la confusión.

La sostienes frente a mí y rápidamente intento tomarla. Estaba un poco más


allá de mi alcance, a milímetros de mis dedos cuando la mueves hacia atrás
y la abres.

—¡No! —Me quejo y cubro mi cara con una almohada.

—Léela en voz alta —dice el Dr. Jameson, le lanzo la almohada y alcanzo otra
para ocultarme.

—Querido Matt —dices, con ese rostro descarado y pícaro, una voz de
lectura que destila sarcasmo, pero a medida de que lees en silencio a ti
mismo para ver lo que viene, el sarcasmo cae. Haces una pausa. Levantas la
mirada hacia mí, luego reanudas la lectura con tu voz normal.

—Todos tenemos momentos que destacan en nuestras vidas, períodos que


influyeron pequeños o profundos cambios en nosotros. Puedo pensar en
cuatro momentos que cambiaron la vida para mí: el año en que nací, el año
en que supe que iba a morir, el año en que mi madre murió y ahora tengo
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uno nuevo… el año en que te conocí.

Cubro mi cara. Ahora todo vuelve a mí.


He oído tu voz cada día, escuchando las palabras desagradables que
formulan tus pensamientos insípidos e hice un juicio sobre ti. No me
agradabas. Pero tú eres la prueba de que puedes pensar que conoces a
alguien y, a pesar de todo, nunca realmente conocerla en absoluto.
Lo que he aprendido es que eres más, más de lo que pretendes ser, más de lo
que crees ser. Eres menos despreciable la mayoría del tiempo, pero siendo
menos has ahuyentado a la gente. Creo que a veces te gusta hacer eso y
también lo entiendo. Las personas heridas lastiman a otras.

Te aclaras la garganta y te echo un vistazo a través de una brecha en mis


manos, pensando que podrías llorar.
Pero cuando crees que nadie está escuchando o cuando piensas que nadie te
presta atención, eres mucho más. Es una lástima que tú no lo creas, o lo
muestres a la gente que amas.
Para la siguiente parte tu voz trina y te miro a escondidas. Estas realmente
conmovido y me alegro, pero estoy terriblemente avergonzada. Te veo leer.

El año en que te conocí, me conocí a mí misma. Deberías hacer lo mismo,


porque creo que encontrarás a un buen hombre.

Dejas de lectura y hay un largo silencio en la sala.

—Bueno, bueno —dice el Dr. Jameson, con los ojos brillantes.

Aclaras tu garganta.

—Bueno, estoy seguro de quien quiera que sea ese Matt, estará muy
agradecido por lo que has dicho de él.

—Gracias —le susurro—. Eso espero.

Me levanto para tomar la carta de tu mano y mientras lo hago, te niegas a


soltarla. Creo que estás jugando conmigo, pero cuando mis ojos se
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encuentran con los tuyos, me doy cuenta de que estás serio. Tu mano
acaricia la mía en su lugar. Asientes en agradecimiento, unas sinceras y
emotivas gracias.
Sonrió en respuesta.

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25
Estamos en mitad de nuestra segunda ola de calor este verano, también
estamos en medio de una escasez de agua, el Consejo ha interrumpido el agua
por algunas horas todos los días y si alguien es visto usando una manguera
para limpiar su coche, jardín, perro o a sí mismo son susceptibles a ser colgados
en el acto. O algo.

Los registros de los días de permisos están en su punto más alto esta semana,
los parques están llenos de cuerpos semidesnudos, el olor a crema solar y
barbacoa están en el aire, y autobuses rebosantes desde el centro de la ciudad
hacia la costa balanceándose lentamente en ambos sentidos mientras llevan
su alegre carga.

Caroline y yo estamos mirándonos la una a la otra a través de la mesa del jardín


en un largo e impaciente silencio, ambas sin duda queriendo decir algo pero
mordiéndonos la lengua. Es un hermoso sábado y estamos sentadas afuera
bajo la sombrilla, en su patio trasero, la primera vez que la había visto desde
que Heather organizó la intervención en mi vida sedentaria. Lo que ha llevado
a que esta mirada de alejamiento sea otra de mis perspectivas de que ha
bateado lejos otra vez. He sugerido que cambie el nombre de su idea a “Frock
Swap”, con el fin de darle más un atractivo internacional. Sé que sabe que tiene
sentido pero está encontrando difícil dejar ir su ingenioso logo y el hecho de
que este nuevo nombre no sea su idea. Entiendo eso, pero lo que me temía
que estuviese sucediendo realmente está sucediendo. Ha reconocido mi éxito
en esta área, y por eso vino a mí en primer lugar, y no hay nada de malo en
eso, sólo que está persiguiendo el éxito y el éxito por sí solo. Lo que no ha
tomado en cuenta es la razón por la que mis proyectos han funcionado: porque
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he inyectado mi sensibilidad, mi pasión, mis ideas y mi corazón, y no he


seguido ciegamente las órdenes de otras personas. Sé que esto nunca va a
funcionar con nosotros. Ahora entiendo cómo trabajo; cómo quiero trabajar y
cómo tengo que trabajar.

Y aunque esto lo convierte en una conversación incómoda, sería una que


podría tener maduramente si fuese alguien con quien no tengo vínculos
personales, pero no con Caroline, mi amiga desde los diez años, en cuyo jardín
estoy sentada, cuya cabeza he sostenido sobre la tapa del inodoro, para cuyos
pechos hinchados he sostenido hojas de repollo, cuyas lágrimas he secado
cuando terminó su matrimonio, y cuyas magdalenas caseras de sus hijas ahora
estoy comiendo. Nos ha tomado tanto tiempo reunirnos después del círculo
de la reunión de apoyo en mi casa y sé que es porque ninguna de nosotras
quiere un conflicto o confrontación, pero al mismo tiempo ninguna de las dos
estamos dispuestas a arreglarlo.

—Caroline —digo suavemente, y tomo su mano en la mía. Ella se mueve


incómodamente en su asiento—. Me temo que debemos conscientemente
desvincularnos de trabajar juntas en esto.

Y en eso echa la cabeza hacia atrás y se ríe, y sé que estamos bien.

El sol todavía brilla y me atrevo a salir a Bloom, el jardín más extenso de


Irlanda, eventos gastronómicos y familiares, que tienen lugar en Phoenix Park
el fin de semana de fiesta nacional y atrae a miles de personas. Hay
demostraciones de cocina y artesanía, consejos gratis de los expertos sobre
jardinería, productos irlandeses, entretenimiento en vivo, talleres de
jardinería. Mi propio pequeño pedazo de paraíso, y me invitaron por Monday,
dejó el billete en mi buzón de correos junto con un jacinto silvestre seco,
colocado entre las páginas de la invitación. La única comunicación que hemos
tenido desde entonces fue una conversación telefónica en la que me permitió
quedarme el tiempo suficiente para aceptar la invitación y luego decirme más
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bien misterioso que sabré dónde encontrarlo. Creo que el jacinto es una pista.
De hecho lo es. Preocupado de que terminaría durmiendo durante la noche en
Phoenix Park mientras deambulaba siguiendo las pistas equivocadas, me
escribió: “El jacinto es una pista”, lo que es más bien patéticamente dulce de
su parte.

Hay zonas para niños, zonas de cocina, etapas principales y etapas más
pequeñas con chefs haciendo exhibiciones de cocina, el público agolpado
alrededor, degustando, bailarines irlandeses, exhibiciones de aficionados,
exposiciones de burbujas y desfiles de moda. El parque es un hervidero de
evento tras evento, algo para cada persona. A mi alrededor, diseñadores de
jardines galardonados han creado nuevos mundos enteros en sus pequeñas
parcelas de tierra. Hay un jardín Scandic fino y elegante, un jardín japonés, un
jardín chino, un jardín del Mago de Oz, algunos divertidos, algunos peculiares,
algunos impresionantes, todos ellos llevándome a otro mundo.

Aunque mi corazón está estallando por verlo, me tomo mi tiempo


deambulando, no queriendo perder una pista, y también disfrutando de la
atmósfera. En este momento el año pasado no habría pensado en estar aquí,
no habría considerado que este evento fuese para alguien como yo, a menos
que estuviese allí para trabajar, a menos que estuviese lanzándole algo a
alguien y con la vista puesta en el premio. Y si hubiese estado aquí en esas
circunstancias me habría perdido la belleza del lugar. Es casi cliché escuchar a
la gente hablando de “ir más despacio”, pero es cierto. He bajado la marcha y
a través de esto, aprecio mucho más.

Es cuando veo un paisaje irlandés recreado con paredes de piedra seca en


Connemara y una caravana, con la idea de captar las "vacaciones en casa", las
vacaciones de verano en Irlanda, que tengo la sensación de que estoy cerca.
Hay un campo de jacintos, la neblina púrpura como una alfombra, que
conducen a mis ojos todo el camino más allá de las paredes de piedra seca, los
pantanos y el lago… y ahí está. Monday está a la puerta de una caravana de los
años sesenta, la cual se posa en la hierba como si hubiera estado allí,
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abandonado desde hace años.

Me detengo en la puerta oxidada.


—Fáilte, Jasmine —dice, con una sonrisa tímida en su rostro, y tengo una
sensación de nerviosismo también.

Rio.

—Vamos, entra. —Hace un gesto, y mientras empujo la puerta abierta, da el


crujido perfecto, como si no fuese real. Hago mi camino a través de las flores
altas de color púrpura que bordean la vía, mezcladas con flores suaves de color
crema que perfuman el aire con su fragancia: salicaria y reina de los prados. Es
un día caliente y para la ocasión estoy llevando un vestido veraniego de flores,
aunque las amapolas son más arte pop que el jardín del país. La fragancia de
la reina de los prados da paso al ajo picante mientras el ajo silvestre llega a mi
nariz.

Cuando me acerco, ve el enorme bulto causado por la sartén del Dr. Jameson,
y sostiene mi cara en sus manos, la preocupación y la ira en su rostro.

—¿Qué pasó?

—Un accidente.

—¿Quién hizo esto? —Sombrío, preocupado, con cara de enojo.

—El Dr J. Es una larga historia…

—¿Qué?

—Un accidente. Por hacer la carta… —Me muerdo el labio.

Sonríe y sacude la cabeza.

—Honestamente, nunca he conocido a personas como ustedes tres... —Besa


el moretón tiernamente—. Nunca he conocido a alguien como tú, y punto. —
Toma mi mano, su pulgar frotando contra la palma de ésta, lo que me hace
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temblar, y me lleva a la caravana. Me asomo dentro y veo que la mesa ha


estado puesta para comer.

—¿Haces esto para todas las personas a la que le consigues trabajo?


—Depende de la comisión.

—Me puedo imaginar lo que les das cuando consigues una comisión real —
Bromeo—. Entonces de verdad deseo haber conseguido ese trabajo.

Me mira con una mirada que hace que mi corazón se acelere y trato de calmar
mi interior azorado mientras nos sentamos en la pequeña caravana, nuestras
rodillas tocándose debajo de la mesa plegable.

—Así que en lugar de ir siempre a tu casa, pensé que me gustaría traerte a la


mía y mostrarte un parte de dónde vengo.

—Monday, esto es hermoso. E increíblemente dulce.

Se sonroja pero sigue adelante.

—Y por el espíritu de estar en casa, te he traído lo que crecí comiendo —Abre


los envases—. Zarzamoras, fresas silvestres. Solíamos recogerlas y mi abuela
hacía mermelada. Tarta de manzana —Desvela las delicias, envase por envase
marca Tupperware—. Pesto de ajo silvestre con pan negro caliente.

Mi boca se hace agua.

—¿Cocinaste todo esto?

Se avergüenza otra vez.

—Sí, pero son recetas de mi Maimeó . Infalible. Mi mamá no puede cocinar


para salvar su vida, así que para comer tuve… —Hace un gran gesto con una
lonchera de Superman—. Sándwiches de mayonesa.

—Vaya.

—Lo sé. Ella estaba desesperada. Todavía lo está. Maimeó me crió realmente.
Una mujer fuerte, se trasladó desde las Islas Aran cuando mi mamá quedó
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embarazada de mí, aunque era una isleña Aran en el corazón y estar lejos casi
la mató. Me llevaba allí cada vez que podía.
—¿Aún vive?

—No.

—Lo siento.

No dice nada, solo comienza a repartir la comida.

—Tu casa es mucho más tranquila de lo que lo era la mía la última vez que
estuviste allí. Siento lo de la reunión... —Tengo que hacerle frente.

—No lo sientas. Lamento haber aparecido así. Esa señora que trabaja con tu
hermana, Jamie, me dijo que sería una sorpresa para ti. Pensé que tal vez te
gustaría.

—No pensaste que me gustaría eso, seguramente.

—No te conozco muy bien, Jasmine. Pero quiero. —Sin sonrojarse esta vez,
sólo ojos color avellana esmeralda—. ¿Cómo está tu ex?

—Oh Dios. Monday. Lo siento mucho acerca de eso. De verdad…

—No necesitas disculparte. No estábamos… No había nada… —Pero puedo ver


que le duele.

—Y lamento lo de la entrevista. —Me cubro la cara con las manos— No he


comenzado muy bien del todo, ¿verdad? Si todo lo que tengo que decirte es lo
siento.

—Entiendo lo de la entrevista —dice—. Puedo entender cuánto te gustaría


seguir a Heather. Tan solo deberías habérmelo dicho, ¿sabes? Estuve llamando
y llamando. Podría haber tratado de cambiar la cita.

—Lo sé. —Me estremezco—. No se me ocurría qué decirte.


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—La verdad siempre está muy bien conmigo. —Se encoge de hombros con
facilidad.

—Está bien. Sí. Lo siento.


—Para de decir lo siento.

Asiento con la cabeza.

—¿Supongo que no te gustaría seleccionarme para cualquier otra cosa? —


Justifico débilmente—. Puedo ser bastante fiable…

—Tengo una maravillosa perspectiva de ti —dice, untándole nata a bollos


cubiertos con mermelada de fresa.

—¿Sí? —Me ilumino.

Se detiene en lo que está haciendo y me observa con una de sus miradas.

—¿Qué tal un hombre negro de 1.82 m, cabello negro, ojos verdes y cara
pecosa de Connemara? Uno entre un millón. De hecho, uno entre 4.7 millones.

Mi corazón se acelera.

—Me lo llevo —le digo, y él se inclina para besarme, y es tan largo y exquisito
como he soñado e imaginado que sería.

—Tu codo está en la mermelada —susurro, a mitad del beso.

—Lo sé —susurra como respuesta.

—Y no mides 1.82.

—Ssh —susurra de nuevo, besándome—. No se lo digas a nadie.

Nos reímos mientras nos separamos.

—Ahora es mi turno para disculparme —dice, jugando con mis dedos. No soy
una mujer pequeña pero mis manos se ven como de muñeca en las suyas—.
Lamento que me tomara tanto para…
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—¿Hacer un movimiento? —ofrezco.


—Sí —Finalmente me mira a los ojos—. Soy de verdad muy tímido —dice, y le
creo. Para alguien que tiene tanta confianza cuando se trata de trabajos, es
encantadoramente torpe en este tipo de cosas—. He utilizado el trabajo como
una excusa para seguir viéndote mientras trataba de reunir el valor, y cada vez
que parloteaba sobre el trabajo estaba tratando de averiguar si ibas a decir
que no, o a reírte en mi cara. Obviamente, no suelo ir a cenar a la casa de las
personas a las que les consigo trabajos.

—O ayudarle con su fuente.

Se rie.

—O eso. O ayudarle a espiar a su vecino.

—No fuiste muy tímido para organizar esto —digo.

—Soy más del tipo de hombre de grandes gestos —dice y nos reímos—. La
cosa del exnovio me dio la patada en el culo que necesitaba.

Me estremezco de nuevo.

—¿Está muy interesado en volver contigo?

—Sí —digo, totalmente seria.

—Oh.

—Me llamó a la 1 a.m. hace algunas noches cantando “Bootie Call” de All
Saints. Canta como un monaguillo.

—Oh —dice en un tono más ligero, menos preocupado.

—Así que, obviamente, tienes mucho a lo que hacerle frente —añado.

—Tal vez cantar en la TV —sugiere—. Ya sabes, tan pronto como vi tu cabeza


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de color rojo cubierta de lodo y hojas de jardín supe que te quería.


Simplemente no podía imaginar qué hacer al respecto. El trabajo me
proporcionó tiempo. Así que nada de eso fue una pérdida de tiempo, si es eso
lo que te preocupa.

Nos besamos de nuevo y podría literalmente mudarme a esta pequeña


caravana y quedarme con él para siempre, a pesar de que ninguno de nosotros
es capaz de ponerse de pie sin agachar la cabeza, pero oímos voces justo fuera
de la ventana mientras otro grupo estudia el jardín.

—Oye, te compré algo. —Se frota la nariz, se rasca la sien, de repente se pone
nervioso y está murmurando incoherentemente, y me resulta tan entrañable
que solo me siento a la mesa y observo con una gran sonrisa en mi cara, sin
hacer nada para ayudarle en absoluto—. Es para tu jardín —dice,
avergonzado—. Pero si crees que es estúpido, lo devuelvo, no hay problema.
No es caro, lo vi y pensé en ti, o pensé que te gustaría, quiero decir, realmente
no conozco a otra persona que se pase tanto tiempo en su jardín tanto como
tú, aparte de mi mamá, por supuesto, que literalmente vive en el suyo… De
todos modos, lo devolveré si no te gusta.

—Monday, es una hermosa manera de presentar algo —digo sarcásticamente,


colocándome la mano en el corazón.

—Acostúmbrate a esto —dice gentilmente, luego pasa bajo la mesa y me


ofrece un regalo para el jardín. Se cubre la cara con las manos de manera que
no pueda ver mi reacción—. ¿Te gusta? —pregunta con voz apagada.

Beso sus manos. Las deja caer en su regazo y su rostro de incertidumbre se


abre a una sonrisa de alivio.

—Es hermoso.

—No diría que es hermoso.

—Es perfecto. Gracias.


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Nos besamos en medio de una caravana en el Phoenix Park en Connemara con
un maltrecho letrero de jardín que dice Los milagros solo crecen donde los
plantas.

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Monday y yo estamos recostados en mi cama. Estamos en agosto. Son las diez
de la noche y mis cortinas están abiertas. El cielo aún está claro. Aún puedo oír
a los niños de las calles cercanas jugando. Mi jardín sigue lleno de vida. Aún
hay sonidos de vida y actividad a nuestro alrededor, el olor de barbacoa en el
aire. Estoy en una maravillosa burbuja de felicidad, yaciendo desnuda junto a
Monday, bañándome en la gloria y la alegría de después del sexo. Estoy
mirando el firmamento, maravillándome con el cielo rojo.

—Cielo rojo en la noche —comienzo a decir y luego, tu rostro aparece de


repente en la ventana— ¡Ahhhhhhhhh! ¡Arrrrrrgggghhh!

Casi le provoco un infarto a Monday, saltando y tirando las sábanas a mí


alrededor, quedándome enredada en el proceso.

—¡Santo Dios! —grita Monday cuando te ve.

Empiezas a reírte, un sonido depravado y lunático, y puedo ver en tus ojos que
estas borracho.

—Bonita espaldera —gritas, tocando la ventana y comienzo a arrepentirme de


construir el enrejado en la pared de mi casa que conduce a la ventana de mi
habitación, del cual las parkdirektor riggers, una rosa roja caduca perenne,
está creciendo en el frente de la casa.

Monday gime.

—Creo que está borracho —digo.

—¿Tú crees?
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Lo miro.
—Ve —me dice, cansado—. Ve a hacer lo que sea que ustedes dos hacen a las
diez p.m. en una noche de jueves.

Abro la puerta en bata y te encuentro sentado en la mesa de tu jardín. Llevas


un esmoquin.

Yo silbo.

Me maldices.

Al ver la puerta de tu casa abierta de par en par, pongo tus llaves en mi bolsillo
y me siento.

—Veo que finalmente te dio un trabajo —dices y luego resoplas y ríes en esa
desagradable forma sucia y congestionada de nuevo. También has vuelto a
fumar esta noche.

—Olvidaste cortar el césped hoy —digo.

—Guárdate tus opiniones, Delia Smith.

—Ella es una chef.

—Vete al carajo.

Estás enfadado esta noche, Matt, de vuelta a donde empezamos. Terminas la


botella de cerveza y luego la tiras a través de la carretera. Se rompe en mi lado
de la calle. Monday se asoma por la ventana, se da cuenta que estoy bien y
desaparece de nuevo.

—¿Qué pasó esta noche?

—Fui a los premios de la radio. No estaba nominado. Estaba disgustado. Así


que se lo hice saber. Dije otras cosas acerca de ciertas personas que no han
estado ahí para mí como deberían haber estado. Lo dije en el escenario, al
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micrófono para que todo el mundo pudiera escuchar lo que tenía que decir
fuerte y claro. A los organizadores no les gustó mi comportamiento. Así que
me echaron a patadas de allí.
Dos pasos adelante y uno atrás. Es lo mismo con nosotros. Es natural, supongo.
Nada ni nadie es perfecto. No juzgo, no en voz alta de todos modos.
Despotricas acerca del trabajo, acerca de no estar trabajando, acerca de todas
las personas en el mundo que trabajan. Es difícil seguirte el hilo, comienzas y
te detienes, abandonas ideas antes de que se hayan desarrollado por
completo. Tu proceso de pensamiento es indicativo del lugar en el que te
encuentras en este momento. En cierto modo, concuerdo contigo. Algo de lo
que dices es como solía sentirme por momentos el pasado año, como todavía
me siento a veces mientras lucho por encontrar mi lugar cada día. La sociedad
está construida alrededor de la industria, dices, solo los niños y las personas
jubiladas se relajan por no trabajar y la cantidad de personas jubiladas que
mueren de ataques cardíacos, poco después de su retiro, es una de tus
preocupaciones. Crees que morirás de aburrimiento y haces una nota para
charlar con el Dr. J acerca de ello.

Te está costando trabajo encontrar un trabajo, de hecho, está siendo


imposible. Tu suspensión remunerada se ha terminado, estás oficialmente
desempleado. Una vez fuiste propiedad candente y ahora estás muy lejos de
ser siquiera una comodidad deseada. Has sido añadido a la lista negra. Nadie
parece querer contratar a una bala perdida con un potencial para la notoriedad
como el tuyo y aquellos que muestran interés te quieren por las razones
equivocadas, quieren que amplifiques tu lado oscuro, convertirte en una
versión a caricatura de ti mismo. Pero esto no hará que Amy vuelva, y ese es
un lado tuyo con el que ni siquiera tú te sientes cómodo. Has tenido
interminables reuniones con tu agente, que no te devuelve las llamadas tanto
como una vez lo hizo, quien está pasando más tiempo con una nueva
personalidad televisiva en ascenso, con dientes más blancos y cabello más
abundante, una piel mejor y bromas políticamente correcta. Las amas de casa
lo aman, los camioneros pueden soportarlo. Le tiraste un vaso de agua encima
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esta noche y cuando nadie estaba mirando te llevó afuera pretendiendo


querer tener una conversación madura y en vez de eso te dio un puñetazo en
la mandíbula, se ajustó su esmoquin de Tom Ford y volvió adentro con su
sonrisa de plástico a presentar un premio. Tus palabras. Esperas que muera de
una enfermedad venérea. Intentas nombrarlas todas.

Luego te mueves hacia el presentador que ganó tu premio, el premio que has
ganado todos los años durante seis años consecutivos, un hombre que habla
acerca de los pájaros y la jardinería al aire. También sé que estas tratando de
herirme por mis nuevos intereses, pero no muerdo el anzuelo. Ahora conozco
tus trucos. Cuando estás sufriendo tratas de herir a otras personas. No
funcionará conmigo.

Luego comienzas con lo del Empresario, quién recientemente les pidió a ti y a


Amy que bajaran la voz cuando estaban teniendo una fuerte discusión una
noche en la calle y como resultado ahora se ha convertido en el objetivo
principal de tu odio. Especulas que ama tener reuniones tras reuniones, ama
el sonido de su propia voz y realiza largos discursos acerca de su amor por los
tapones anales y otras cosas por el estilo que te inventas en el momento.

Entro a tu casa y vuelvo con un rollo de papel higiénico.

—Tengo una idea —digo, interrumpiendo tu despotrique sobre el Empresario.

—No estoy llorando —dices enfadado al ver el rollo de papel higiénico—, y ya


cagué. En tus rosas.

—Vamos, Matt.

Me sigues a través del camino. Finalmente sonríes cuando ves lo que estoy
haciendo y te unes, ansiosamente. Pasamos diez minutos en silencio tirando
papel higiénico por todo el jardín del Empresario, riéndonos tanto que casi nos
orinamos y tenemos que parar para descansar, presionando nuestras manos
sobre la boca del otro para no hacer tanto ruido y despertarlo. Lo balanceamos
a través de las ramas de su árbol de castaña y dejamos pedazos colgando como
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si fuera un sauce llorón. Decoramos los parterres con él y tratamos de atar un


gran lazo alrededor de su BMW. Lo envolvemos alrededor del pilar de su
porche y luego lo despedazamos en pequeñas piezas como confeti y lo
esparcimos por todo el césped. Cuando terminamos, chocamos los cinco y
giramos para encontrar a Monday y al Dr. J observándonos. Monday está
descalzo, en vaqueros y una camiseta, luciendo sexy y ligeramente divertido
pero tratando de no hacerlo. El Dr. J lleva su atuendo de salir de emergencia,
chándal holgado y zapatos brillantes, y luciendo verdaderamente preocupado
por nuestro bienestar.

—Él esta borracho, pero no sé cuál es tu excusa —dice Monday, con los brazos
cruzados—. En serio, ustedes dos realmente necesitan conseguir un trabajo.

—Espero empezar el lunes, Monday —dices, y luego te ríes con tu ingenio.


Miras sus pies descalzos—. Ah, así que tú estás en eso también.

—¿En qué?

—El pequeño truco de Jasmine. La vi hacerlo una vez. En medio de la noche.


Llorando. En invierno, como la perra loca que es ella.

Monday se ríe.

—¡Lo sabía! —exclamo—. Sabía que estabas observándome. Pero no estaba


llorando esa noche.

—No, eso fue la noche en la que hiciste lucir a tu casa como si hubiera
vomitado césped en tu jardín.

No lo puedo evitar, tengo que reírme, pero estamos siendo demasiado


ruidosos así que Monday y el Dr. J nos guían fuera de la casa del Empresario
para que no se despierte y vea cómo hemos decorado su jardín.

Ignorando el consejo del Dr. Jameson de conservar tus zapatos, caminas frente
a nosotros, pateando fuera tus zapatos de cuero y tirando tus medias
apestosas en mi dirección. Decides poner los pies en la tierra, conectándote,
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pero haciendo un inusual baile de hippie que nos hace reír a todos ya sea que
nos guste o no. Es bastante divertido hasta que pisas un trozo de vidrio de la
botella rota que estrellaste a través del camino.
El Dr. Jameson va corriendo a ayudarte.

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Otoño
La estación entre verano e invierno, por lo general comprende en el
Hemisferio Norte los meses de Septiembre, Octubre y Noviembre.

Un período de madurez.

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Monday, tú y yo nos sentamos en fila en un sofá, comiendo Stroopwafels34, en
la sala de estar impecablemente conservado del Dr. J que huele a albahaca y
limón por la hilera de plantas de albahaca en el alféizar de la ventana y el árbol
de limones en la esquina tomando el sol. El perro está echado al sol
mirándonos con ojos perezosos. Esta no es la primera vez que todos hemos
estado aquí, de hecho, es el tercer sábado consecutivo que hemos estado
presentes en sus entrevistas de acompañantes para el día de Navidad.

No hemos sido tan crueles como para no invitarlo nosotros mismos. Tú fuiste
el primero en preguntarle, aunque debido a que estás tratando de ganar
puntos de scout con Amy, quien todavía está aferrándose a ti, esperando una
señal de que estás haciendo un esfuerzo, que eres un hombre diferente, que
en efecto has puesto las cosas en orden. Esa nota que escribió, a propósito, en
lugar de desmotivarte como creí que lo haría, en realidad te dio esperanza. Al
parecer es una nota que ha escrito algunas veces antes en diferentes etapas
de su vida juntos, siendo una cuando trataste de proponerle matrimonio tres
veces pero te acobardaste. Ves su nota como una intervención, un tipo de
círculo de apoyo para tu matrimonio. Lees entre líneas que hay una pista
oculta que significa que de hecho regresará a ti, pero es agosto y todavía no
hay gran comunicación entre ustedes. Pensaste que creería que la invitación
del Dr. Jameson era una prueba de cómo has cambiado, vio tu amabilidad
como falta de consideración, la falla de no poner a tu familia primero como de
costumbre, siempre pensando en tus propias necesidades, una señal de que
no querías estar con ella para Navidad. Tenía una buena lista de cosas por
Página 324

decir, la escuché gritándotelas una noche, otra noche que Empresario sabía
que no debía quejarse. Estoy segura de que el Dr. Jameson escuchó también,
lo que hizo tu oferta un tanto más fácil, e incómoda, de rechazar. Que su amigo

34
Especie de galletas originarias de los Países Bajos.
más cercano y vecino en la calle no sea capaz de invitarlo a cenar en navidad
debe haber sido un golpe bajo para él y veo que parece mayor de repente, más
cansado, aunque intenta actuar como si estuviera disfrutando todo esto.

—Por lo menos ella le habla —había dicho Monday cuando estábamos


acostados y despiertos en la cama escuchando tu pelea afuera en la mesa del
jardín, pensando en nuestra nueva relación presumiendo que nunca
podríamos hablarnos de esa manera.

Pero era un mal momento cuando habías comenzado el tema, tus payasadas
en los premios de la radio habían pegado en las noticias otra vez y habías
echado por tierra cualquier oportunidad para un buen trabajo que habías
estado esperando en las pocas estaciones de radio rivales que te
considerarían. Eres demasiado arriesgado. En lugar de lo que habías estado
esperando, te habían ofrecido un trabajo en una radio local poco conocida,
transmitiendo solamente en Dublín, pero al menos es tu propio show, THE
MATT MARSHALL SHOW del mediodía a las 3:00 p.m. hablando acerca de los
asuntos del día. Tendrás que tener tu mejor comportamiento. Empezaste hace
dos semanas, y amablemente has arreglado que Heather pueda trabajar en tu
oficina un día a la semana, algo que discutimos cuando asististe al círculo de
apoyo de Heather. El nuevo espectáculo quiere decir que has tomado una
enorme reducción de salario y no tienes el mismo equipo a tu alrededor que
tuviste alguna vez, así que has vuelto a lo básico y Amy está volviendo a
trabajar, pero creo que a pesar de ser forzados a ello, el cambio va a ser bueno
para ambos. Me gustaría saber.

Me he desconectado de lo que la mujer joven delante de mí está diciendo.


Suponer que es una hippie de la Nueva Era sería grosero y desdeñoso, pero
está viviendo actualmente en un árbol tratando de detener a los constructores
de talarlo porque es el hábitat de un raro tipo de caracol. Admiro sus fuertes
Página 325

creencias: los caracoles necesitan gente como ella para protegerlos de


personas como yo, pero al hacerlo está evitando a los constructores empezar
con un muy necesitado hospital para niños. Desearía que la gente peleara tan
fuerte por los niños como lo harían por los caracoles. No creo que el Dr.
Jameson sea tan entusiasta de los caracoles como ella espera que lo sea: ellos
se comieron la lechuga en su parcela del jardín. Esto no es el por qué no puedo
concentrarme, es Monday a mi lado, tan cerca que puedo sentir el calor a
través de su camiseta que es suave, delgada y casi transparente. Echo un
vistazo hacia abajo a la izquierda y espío su pezón. Me atrapa y me lanza una
mirada que conozco bien ahora, llena de anhelo, y pienso que es un
desperdicio desperdiciarlo. Frota la palma de mi mano con su pulgar, solo una
vez, luego otra vez y eso es suficiente. Lo deseo. Me mira, como si me deseara
ahora, aquí. Casi lo haría si no creyera que comentarías durante todo el
espectáculo.

Es septiembre y esta bochornoso afuera, pesado, como si fuéramos a tener


una tormenta eléctrica; clima que induce dolor de cabeza, del tipo de clima
que vuelve a los animales, y a ti, locos. Espero que llueva porque mi jardín
necesita regarse. Al otro lado de la calle, el Sr. Malone está sentado solo en la
silla de jardín, una taza de té en sus manos que ha estado allí desde hace una
hora. Si no parpadeara de vez en cuando pensaría que está muerto, pero está
así casi todos los días desde que murió la Sra. Malone, un segundo ataque
llevándose su vida hace tres semanas. Me la imagino deshierbando el jardín
sobre sus manos y rodillas con su falda de tweed, luego la imagino como estaba
después del ataque, sentada en el jardín con el señor Malone leyéndole, y
ahora no veo nada, simplemente a él solo y eso hace que mis ojos se hinchen.

Monday me mira otra vez, inquieto, le da un apretón a mi mano y el deseo por


él se incrementa aún más. No se ha mudado oficialmente conmigo, pero
podría de todas maneras, se queda conmigo la mayoría de las noches, hasta
tiene su propia sección en el guardarropa y su cepillo de dientes junto con su
máquina de afeitar al lado de la mía. En las noches que no se queda conmigo,
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cuando nos decimos que tenemos que ir despacio, ver a nuestros amigos,
pasar noches solos, es una tortura, veo estas cosas y deseo que estuviera aquí
conmigo. Tiene un perro, Madra, un labrador dorado que se comporta como
el dueño del lugar, quien se ha establecido en mi sillón favorito, lo que está
bien conmigo ahora que me recuesto con Monday en el sofá, incluso se queda
conmigo las noches que Monday no está, que manera de hacer fallar el
propósito del ejercicio. Algunas veces todavía me necesitas por la noche, pero
no como antes. Algunas noches miro por la ventana y espero escuchar el
sonido de tu jeep corriendo por la calle con Guns N Roses a todo volumen,
pero nada como antes.

Le pregunté al Dr. Jameson si quería acompañarme para navidad, aunque si


pudiese tomar mi lugar mientras me quedo en casa sería bienvenido, pues la
navidad es para pasarla con la mama excéntrica de Monday en Connemara y
el día de Stephen con mi familia en Dublín. Tuvimos una reunión esta semana
para discutir cómo a Heather le gustaría cocinar la cena Navideña, ya que será
la primera vez que se nos unirá Jonathan. Ambas asistiremos a un curso de
cocina juntas para aprender a preparar la cena de Navidad perfecta. Ni
Monday ni yo estamos particularmente emocionados por algo de navidad. Si
yo pudiera tener a Heather para mí sola, por supuesto que sería como un
sueño, pero no puedo. El Dr. Jameson nos ha recordado que ser fastidiados
por la familia es mejor que estar solo. Viendo lo que él está atravesando solo
por un poco de compañía, en un día en el que tanta gente reclama querer estar
sola, tiendo a concordar con él.

—Ok. —Aplaudes una vez, estrepitosamente, mientras ella está a mitad de


frase, sin poder soportar más de su charla. Monday y yo brincamos, estábamos
perdidos en nuestros propios mundos—. Creo que ya es suficiente de eso —
dices, Monday se ríe.

La mujer te mira, horrorizada e insultada, y suavizo el golpe siendo educada


mientras le muestro la puerta.
Página 327

—Bueno, ¿qué piensan? —pregunto, cuando regreso.

El Dr. Jameson me mira.


—Yo pienso… que olía a musgo.

Monday se ríe otra vez. Hace eso mucho y no piensa que nos damos cuenta,
como si fuéramos un montón de raritos en la televisión y él solo nos observa
y viene en el viaje. Se le olvida que de hecho podemos verle.

—Bueno, solo hay una más para pasar —digo, tratando de animarlos un poco.
El Dr. Jameson parece hoy más deprimido que nunca.

—No. Es suficiente —dice suavemente, para sí mismo—. Es suficiente. —Se


para y camina hacia el teléfono de la cocina. La casa no es sin paredes
interiores como la tuya o la mía, está en su estado original como en los
setentas, con los azulejos originales y con lo que parece el papel tapiz original.

—No cancele —digo, mientras recoge el teléfono y busca en una pequeña


libreta por el número.

—¿Cómo se llama? —pregunta, buscando entre los nombres y los números


telefónicos—. ¿Rita? no, Renagh. O ¿es Elaine? No puedo recordar —Se gira y
busca de las páginas—. Han sido tantas.

—Son casi las tres, Dr. J, estará aquí pronto. Ya ha salido, no puede cancelar.

—Su auto está aquí —dice Monday desde la otra habitación.

El Dr. Jameson suspira fatigado y cierra su libreta. Puedo notar que se ha


rendido y me rompe el corazón. Se quita las gafas y las deja colgadas de la
cadena alrededor de su cuello. Todos nos movemos a la ventana de la sala de
estar como hemos hecho con todos los visitantes y observamos. Un pequeño
Mini Cooper amarillo está aparcado afuera. Una anciana en cardigan y un
sombrero lila pálido mira al frente. Ella es grande y mimosa y se ve como un
osito teddy.
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—Olive —dice él de pronto, la fatiga se ha ido de su voz y hay cierta ligereza


en su lugar—. Ese es su nombre.
Le miro, tratando de ocultar mi sonrisa.

Olive ve la casa, luego enciende su auto.

—Se va —dice Monday.

—No, no se va —dices después de unos segundo cuando ella no se ha movido.

—Solo está sentada allí —digo.

—Parece que está dudando. Si la dejamos un momento, probablemente se


asustara y se irá —dices—. Eso te lo va a clasificar.

El Dr. Jameson la mira por un momento, luego nos deja sin decir palabra. Lo
vemos caminar por el sendero del jardín y acercarse al auto.

—La va a mandar a la mierda —dices—. Vean

Suspiro. Tu humor es deliberadamente inapropiado y aunque ya estoy


acostumbrada a ti y a tus matices, todavía te encuentro fatigoso.

El Dr. Jameson da la vuelta hacia la ventana de Olive y golpea suavemente. Le


da una dulce, acogedora y estimulante sonrisa, una mirada suave que nunca
antes le había visto darle a alguien. Ella le mira, sus manos tomando el volante
con tanta fuerza que sus nudillos están blancos. Veo como su asimiento se
suelta cuando ella lo estudia, luego apaga el auto.

—Creo que deberíamos dejar a estos dos solos —digo, y tú y Monday me


dirigen su mirada, confundidos—. Vamos. —Cuando voy arrastrando el par de
ustedes por la calle, el Dr. Jameson no ofrece ninguna objeción a que nos
vayamos. Nos saluda con la mano muy animado cuando la guía hacia la casa.
Me hace sonreír ver que estás un poco herido por esto.
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Más tarde ese día me deslizo en la silla al lado de mi papá en nuestro local
comunitario, para ver a Heather recibir su cinturón naranja en Taekwondo. El
cinturón naranja significa que el sol está comenzando a salir y, con la aurora
de la mañana, solo la belleza del amanecer es vista en lugar de su inmenso
poder. Esto quiere decir que el estudiante principiante solo ha visto la belleza
del arte del Taekwondo pero no ha experimentado aún el poder de la técnica.
Siento que merezco un cinturón también.

Zara está sentada en la rodilla de Leilah al otro lado de Papá, así que por una
vez no la tenemos actuando como el puente entre nosotros.

Heather me ve, se ilumina con emoción y saluda. Nunca parece nerviosa con
los desafíos de la vida, los ve como una aventura, la mayoría del tiempo los
crea ella misma, lo que no podría ser más inspirador.

—Papá —digo—. Acerca del trabajo...

—Está bien.

—Bueno, quería agradecerte.

—No hice nada. Se fue. Alguien más lo obtuvo.

—Eso escuché. Pero gracias. Por pensar que sería capaz de hacerlo.

Me mira como si fuese tonta.

—Por supuesto que tú serías capaz de hacerlo. Y probablemente harías un


mejor trabajo que el tipo que contrataron. Pero tú ni te molestaste en ir a la
entrevista maldita sea. ¿Te suena familiar?

Sonrío para mí misma. Ese es el mejor halago que alguna vez me ha dado.
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Heather empieza su exhibición.


—Ahora que lo pienso, encontré esto… —Busca en su bolsillo y saca una
fotografía, ligeramente arrugada en las orillas de donde estaba guardada en su
bolsillo y moldeada bajo la forma de su trasero—. Estaba viendo unas
fotografías viejas de Zara y me topé con esta. Pensé que te gustaría.

Es una fotografía mía y del abuelo Adalbert Mary. Estoy plantando semillas,
totalmente concentrada, ninguno de los dos mira a la cámara, en su patio
trasero. Debo de tener unos cuatro años. En el reverso está la letra de mi
mamá que dice Papá y Jasmine, plantando girasoles 4 junio 1984.

—Gracias —susurro, con un nudo en la garganta, y papá mira hacia otro lado
incómodo con mi repentina emoción. Leilah tira un pañuelo hacia mí, viéndose
complacida, y observo como Heather comienza su exhibición.

Cuando llego a casa enmarco la foto y la agrego al muro de recuerdos de mi


cocina. Un momento capturado de cuando mamá estaba viva, cuando el
abuelo Adalbert Mary no había sido plantado en el suelo y cuando yo no había
sabido que iba a morir.

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28
Mi jardín en noviembre no es necesariamente aburrido. No hay abundancia de
flores pero tengo arbustos herbáceos de corteza colorida para hacerlo más
interesante. Mi jazmín de invierno, brezo que florece en invierno, arbustos de
hoja perenne, y una elegante hierba plumosa que ondea con la más ligera brisa
le dan movimiento, bayas de color rojo brillante le dan color y la madreselva
del Sr. Malone es elegante y colorida. Los vientos de otoño han comenzado a
soplar y hay muchas precipitaciones, así que paso la mayoría de los días
quitando hojas secas, que luego utilizo para hacer moldes de hojas. Limpio mi
equipo de jardinería y lo almaceno para el invierno, sintiendo como mi pecho
se encoge mientras lo hago, y ato mis enredaderas para protegerlas de los
vientos. Mi proyecto de noviembre es plantar rosas “a raíz desnuda”35 y mi
investigación de cómo ocuparme de eso ha divertido a Monday sin fin. Es un
asunto serio.

—Son solo rosas —dijo Monday. Pero no son solo cualquier cosa. Y le dije
exactamente por qué era así, y escuchó, porque siempre escucha, y cuando
terminé me besó y me dijo, por primera vez, que eso es por lo que está
enamorado de mí. Y ahora las rosas me recuerdan su amor por mí.

Pero las rosas, como tú y yo, tienen sus problemas. Las rosas sembradas en
tierra, donde han crecido rosas por varios años, son propensas a una
enfermedad llamada enfermedad de la rosa. Si siembras rosas en esta
situación debes sacar tanta tierra vieja como sea posible y reemplazarla con
tierra fresca de otra parte del jardín, donde no hayan crecido rosas
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anteriormente. Esto me hace pensar en el Sr. Malone tratando de crecer en el


mismo lugar en el que su esposa ha muerto. Me hace pensar en cualquiera que
intente crecer donde algo, incluso una parte de ellos mismos, ha muerto.

35
Se limpian las raíces para poder plantar las rosas, esto solo puede hacerse en invierno
Todos experimentamos esa enfermedad. Es mejor movernos, desarraigarnos
y comenzar de nuevo, solo entonces floreceremos.

Despierto una mañana de Noviembre por el sonido de algo que viene


arrastrando fuera, un sonido familiar, como si arrastraran las uñas en una
pizarra, y salto fuera de la cama. Me lleva de nuevo, me transporta
mágicamente a otro momento de mi vida. Me alejo del brazo de Monday, que
a principios de la noche era protector pero ahora se siente pesado y muerto
alrededor de mi pecho, y me deslizo fuera de la cama. Miro por la ventana, y
te veo, empujando la mesa de jardín a través de la vereda.

Mi corazón se salta un latido, mi estómago da un vuelco inusual, no de


emoción, sino de tristeza y pérdida, incapaz y no preparada para seguir
adelante, para aceptar el cambio o decir adiós. Dolor instantáneo. No puedo
mirarte hacer esto. Me pongo un chándal y me apresuro a salir. Debo ayudarte
a hacer esto. Agarro un lado de la mesa y me miras. Sonríes.

El Empresario pasa a toda velocidad. Los dos soltamos una mano de la mesa
para saludar. No se da cuenta. Reímos y continuamos. No hablamos, pero
trabajamos bien juntos, maniobrando la pesada mesa por el lado de la casa y
hacia el patio trasero. Se siente como una mudanza, como si estuviéramos
llevando el ataúd de un amigo querido. Lo hacemos juntos y siento un nudo en
la garganta.

Ponemos la mesa en el patio trasero, en el área del patio fuera de la cocina y


reacomodamos las sillas que ya habías tenido a su alrededor.

—Amy vuelve —dices.

—Esas son estupendas noticias —digo finalmente, sorprendida de que me las


he arreglado para empujar un sonido a través del nudo en mi garganta.
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—Sí, así es —dices, pero no te ves muy feliz—. No puedo echar esto a perder.

—No lo harás.
—No me dejes.

—No lo haré —digo, conmovida por la responsabilidad que me has


encomendado.

Asientes y hacemos nuestro camino hacia el jardín delantero. Fionn está


sentado en el auto jugando con la radio, cambiando de estación hasta
encontrar una canción que le guste.

—Lo reparaste.

—No estaba roto —dices, confundido.

—Pero dijiste… No importa.

Comprendes mientras te das cuenta de que tu mentira anterior ha sido pillada.

—La canción de Guns N’ Roses —suspiras—. Mi padre solía golpearnos a mi


madre y a mí. El día que finalmente nos deshicimos de él, el día que finalmente
lo enfrenté, mi madre y yo pusimos “Paradise City” lo más alto que se podía y
bailamos juntos por la cocina. Nunca la he visto tan feliz.

Tu canción de libertad. Yo sabía que significaba algo, yo quería que significara


algo en esas frías y oscuras noches cuando venías apresurado por la calle como
si hubieras estado fuera mucho tiempo y no pudieras esperar a llegar a casa,
pero luego siempre te sentirías excluido incluso cuando no estabas.

—Gracias por decirme.

—Bueno, le gana a “Love is a Battlefield” —dices. Estoy boquiabierta—. ¿Qué?


No creas que no puedo escucharte con esa cosa a todo volumen todos los días.
Cuando tus ventanas están abiertas puedo escucharte, sabes, y a veces incluso
te veo con tu cepillo para el cabello. —Me imitas, haciendo un lamentable baile
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ochentero.

—No canto con un cepillo —protesto.


Me estás sonriendo nerviosamente y me doy cuenta de que es un intento de
pasar de lo que me revelaste, de la única forma en que sabes hacerlo.

—Es un frasco de desodorante, tendrás que saber, y soy una excelente


sincronizadora de labios.

—Estoy seguro que lo eres. —Ríes.

Miro hacia mi casa y veo a Monday mirándonos desde la ventana. Se aparta


cuando lo atrapamos.

—Eso va bien —dices.

Asiento.

—Hoy es el día —digo, y ante tu expresión confusa explico—. Mi año ha


finalizado.

Pareces atónito, sorprendido.

—Bien. De lujo.

—Pensé que quizás ya lo sabías, con la mesa.

—No, solo se sintió bien. —Los dos miramos hacia el lugar donde solía estar la
mesa. El césped está aplanado donde solían estar las patas de la mesa. Se ve
la tierra. Tendrás que resembrar.

—¿No has encontrado algo todavía? —preguntas.

—No.

—Lo harás.

—Sí.
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—Has perdido tu confianza, pero la recuperarás —dices tranquilizándome. Y


sé que no son palabras vacías porque, de todas las personas, lo sabes.
—Gracias.

—Bueno, ha sido un año interesante —Extiendes tu mano. La miro, la tomo, la


sacudo una vez, luego nos acercamos para un abrazo.

Nos abrazamos, en el césped del patio delantero, donde solía estar la mesa.

—Nunca me dijiste que hice mal —dices gentilmente, en mi cuello—. Para


hacerte tan infeliz. Pero creo que lo sé.

Me congelo, insegura de cómo responder. Ha pasado mucho tiempo desde


que he pensado en ti siendo ese hombre, ese hombre que odie por tanto
tiempo. Ninguno de los dos se separa del abrazo, creo que es más fácil que no
nos miremos el uno al otro. Hablas en mi cuello, puedo sentir tu aliento
caliente en mi piel.

—Fue tu hermana ¿Cierto?

Mi corazón late con fuerza y estoy segura que puedes sentirlo. Me delata.

—Lo siento.

La disculpa me deja en shock primero, y después nada. Y me doy cuenta que


no era lo que realmente necesitaba. Pasaste el año mostrándome que lo
sentías, que nunca quisiste decir eso en primer lugar. Ya no importa. Estás
perdonado. Me aparto del abrazo, te beso en la frente, luego cruzo la calle de
vuelta a mi casa.

Madra está cavando furiosamente en el jardín, él y yo chocamos en cuestiones


como esta. Monday está vestido y parado junto a la puerta abierta. Te saluda
con la mano, le respondes el saludo.

—¡Madra! —grito—. ¡No! Cariño, ¿cómo pudiste dejarlo…? ¡Oh, mis flores!
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Está cavando al pie del letrero que me compraste, el que dice: Los milagros
solo crecen donde los plantas y caigo de rodillas para limpiar el desorden, pero
mientras lo hago mis ojos se topan con una caja en la tierra. Una caja de metal,
como un oxidado cofre del tesoro.

—¿Qué…? ¡Monday, mira!

Veo a Monday, esperando que se sorprenda, pero ya lo sabe. Estaba


sonriéndome. Se pone de rodillas y pienso que va a ayudarme a arreglar mis
flores, pero en vez de eso me dice:

—Ábrela.

Y lo hago. Y oh, sí que lo hago.

Este año ha sido la metamorfosis para mí. No por fuera. En el exterior sigo
viéndome igual, un poco más vieja quizá. Pero por dentro he cambiado. Lo
siento. Y es como magia. Mi jardín es el reflejo de mí. Mi jardín que una vez se
vio árido y estéril, ahora está lleno, floreciente y maduro. Crece y prospera.
Quizás podrías decir lo mismo de mí. Perdí algo que creí que me definía y me
sentía como el caparazón de una persona. En lugar de tratar de recuperarlo,
tuve que descifrar por que no podía sentirme completa conmigo misma.

El mundo está fascinado por transformaciones instantáneas, cambios de


imagen humanos o una artimaña de mago encubierta con un ademán
ostentoso. Rápido como un chasquido, de aquí para allá, parpadeamos y nos
lo hemos perdido. Mi cambio no fue instantáneo, y muchas veces el ritmo
lento del cambio puede ser doloroso, solitario y confuso, pero sin darnos
cuenta de lo que ocurre, sucede. Miramos hacia atrás y pensamos “¿Quién era
Página 337

esa persona?” Cuando durante eso todo lo que pensamos es “¿En quién me
estoy convirtiendo?” Y en qué momento exacto fue que cruzamos esa línea,
¿Cuándo una versión de nosotros se convirtió en la otra? Pero es gracias a la
lentitud que recordamos el viaje, nos reservamos el sentido de dónde
estábamos, a dónde vamos y por qué. Si el destino es completamente
desconocido, podemos apreciar la travesía.

Este no era solo mi viaje, esto no era sobre mí cayendo y un hombre


rescatándome, aunque tropecé, caíste, el amor sucedió para mí y estaba
reparada y remendada por ti. Es sobre tú y yo, nuestra caída y subida con las
estaciones y sobre qué pasó cuando una puerta se cerró para ambos. No sé si
sería esta mujer ahora de no ser por ti, y tú ni siquiera podrías creer que hiciste
algo. La mayoría de las personas en la vida no tienen que hacer algo
activamente para cambiarnos, simplemente necesitan ser ellos. Reaccioné a ti.
Me afectaste. Me ayudaste. Eras la amistad extraña, el oído prestado más
amable. Me dijiste una vez durante una de esas largas, frías y oscuras noches
de invierno en la mesa del jardín, aunque estabas avergonzado de decirlo y
probablemente muy ebrio para recordarlo ahora, que te dejaron afuera en el
frío y te dejé entrar una y otra vez. Tenía una respuesta sencilla en ese
momento, pero no me di cuenta del verdadero significado de mis palabras, me
diste tu llave.

Creo que hiciste lo mismo por mí.

Te ayudé a ayudarme, tú me ayudaste a ayudarte, esa es la forma en que debe


ser o la idea misma de ayudar sería obsoleta. Siempre creí que ser ayudado era
una pérdida de control, pero debes permitirle a alguien ayudarte, debes
querer que alguien te ayude, y solo entonces el acto comienza.

La transformación de crisálida puede tomar semanas, meses o incluso años; la


mía me tomó un año. Y aunque me he convertido en esta persona, aún estoy
en medio de una transformación más grande, una que no notaré hasta que
mire atrás a mi actual yo y diga “¿Quién era esa chica?” Estamos
Página 338

evolucionando constantemente; supongo que siempre lo he sabido, pero a


causa de que lo sabía, temía detenerme, y es irónico que fue solo cuando por
fin me detuve que avancé más. Ahora sé que en verdad nunca nos detenemos,
nuestro viaje nunca se completa, porque vamos a continuar floreciendo,; justo
cuando la oruga pensó que el mundo había terminado, se convirtió en
mariposa.

Fin

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Agradecimientos
Un enorme agradecimiento a las siguientes personas cuyo apoyo valoro y
honro:

Marianne Gunn O’Connor, Vicki Satlow y Pat Lynch. Al inteligente equipo de


“HarperCollins” especialmente a Lynne Drew, Louise Swannell, Liz Dawson,
Martha Ashby y Kate Elton. Gracias al muy pequeño Charlie Redmayne, sin ti
no sería nada. ¿Es suficiente? Quisiera desearle una cariñosa despedida a
Moira Reilly quien ha estado conmigo en este viaje alocado desde el inicio,
pero no es un adiós para siempre, te veré en el bar… A los vendedores de libros
y lectores de todo el mundo, no puedo agradecerles lo suficiente por la vida
que me han dado, permitiéndome envolverme en mi pasión cada día de mi
vida. A mi hermosa familia que adoro, a mis amigos que atienden a “la baliza”
al más breve aviso, y a los más importantes de todos, David, Robin y Sonny, a
ustedes cositas locas hermosas. Los amo a todos.

De acuerdo, ahora me voy a escribir el siguiente. X

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Sobre la autora
Cecelia Ahern es un éxito de ventas internacionales. Fue catapultada a la fama
con su novela debut “P.d. Te amo”, la cual fue adaptada a una gran película. El
filme de su segunda novela “Love, Rosie” (publicada como Donde termina el
arcoíris) fue estrenada en todo el mundo en 2014, protagonizada por Lily
Collins y Sam Claflin.

Sus novelas posteriores han capturado los corazones de lectores en 46 países;


sus temas tocan la fibra sensible de personas en todos los continentes, con
más de 22 millones de copias vendidas de sus libros.

Además de escribir novelas, Cecelia también ha creado varias series de TV


incluyendo la exitosa comedia “Samantha ¿Qué?” en los Estados Unidos. Ella
vive en Dublín con su familia.

Para mayor información sobre Cecelia, sus escritos, libros y eventos, síganla en
Twitter @Cecelia_Ahern, únanse a la página de Facebook
https://www.facebook.com/ceceliaahernofficial y visiten su página oficial
http://www.cecelia—ahern.com/

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También de la autora
P.d. Te Amo

Donde Termina el Arcoíris (también conocido como Love, Rosie)

Si pudieras verme ahora

Un lugar llamado aquí

Recuerdos prestados

Un regalo del cielo

El mañana empieza hoy

Una cita con mi vida

Cien nombres

Como enamorarse

El año en que te conocí

Página 342
Descubre más libros en

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