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A∴ L∴ G∴ D∴ G∴ A∴ D∴ U∴

Resp∴ Log∴ Gral. Mitre Nº 184


Or∴ de Corrientes, 19 de octubre de 2022, e∴ v∴
V∴ M∴, H∴ 1º Vig∴, H∴ 2º Vig∴, QQ∴ HH∴ todos,

La columna del Aprendiz

Según una antigua historia, durante los siglos XIV y XV existió en Escocia una de las
compañías de constructores más importantes de toda Europa, construyeron bellos edificios
con perfección geométrica y calidad arquitectónica eminentes para la época.
En el año 1456, bajo mandato del conde Saintclair, se les encomendó a este gremio de
antiguos masones operativos que erigieran una capilla cerca de Edimburgo, en el pueblo de
Rosslyn; con claras instrucciones de que el edificio todo funcionase como una “joya para
albergar otra joya”. Dada la orden, las labores comenzaron y de inmediato la compañía se
dedicó a construir cada pieza del edificio como si fuesen obras de arte por sí mismas:
canteros, herreros, carpinteros y vidrieros; oficiales y aprendices, todos pusieron sus
habilidades y experiencia al servicio de la Construcción..
Durante casi cincuenta años de labor, varios de los Oficiales que dieron inicio a los
trabajos pasaron a formar parte de los bajorrelieves en el oriente de la capilla, otros
abandonaron la obra persiguiendo nuevas empresas; también hubo un grupo de obreros
que fueron exaltados por su esfuerzo y dedicación al trabajo que iniciaron las obras como
Aprendices y la finalizaron como Maestros en sus oficio.
Así las generaciones se fueron renovando con el tiempo, en el transcurrir de los años la
compañía trabajó llena de vigor, con los talleres rebosantes de obreros pero también
pasaron por años de penurias, con apenas puñados de hombres en las labores...pero
prevaleciendo la Hermandad del Gremio, la construcción de la Capilla llegaba a su fin.
Se cuenta que sobre el final de la obra, un aprendiz de las tierras del Sur, se destacaba
de manera natural en el oficio de labrar decorosamente la piedra, era meticuloso en su labor
y cada trazado de su buril daba por resultado una obra de arte.
En paralelo, otro aprendiz de su barraca (que era también un artista en ese oficio),
perfeccionaba su técnica día y noche para alcanzar una jerarquía más alta, que le
permitiese grabar su nombre en las paredes de la preciosa capilla.Leyendo y estudiando
letra por letra, los tratados secretos de geometría que compartían los antiguos.
El tiempo y la labor de los hombres transcurrían desde el mediodía en punto, hasta la
medianoche en punto, y solo uno de los dos fue exaltado con el rango de Oficial. Por
supuesto fue condecorado el joven cuidadoso de las técnicas y las órdenes teóricas, tras lo
cual se reservó para sí mismo la última pieza de la construcción: la columna central de la
capilla. Ésta debía ser perfecta, debía ser vista ante los ojos de los hombres y de Dios como
una obra Maestra.
El novel Maestro pasó noches enteras en su tienda diseñando y bosquejando su futura
gema, la corona que le daría inmortalidad frente a los demás constructores anónimos,
estaba seguro de que Dios lo había elegido para que él estuviese en los libros de historia al
gestar lo que él consideraba “la joya de la Corona” de la nueva capilla de Rosslyn. Pero en
su ambición sentía que su técnica, perfecta, podría ser aún mejor. Por este motivo decidió
realizar un viaje a Roma, a la casa de Dios, donde podría recibir de forma directa la
inspiración que durante tanto tiempo le resultaba esquiva.
Notificó a los demás oficiales que partiría y dejó inamovibles órdenes a sus aprendices
de que esa tarea estaba reservada exclusivamente para él. Así que una mañana partió
hacia su fuente de inspiración.
La compañía continuó obrando en las distintas tareas, hasta que el invierno llegó y lo
cubrió todo con su manto blanco, sólo las labores de herrería y vidriería continuaron sus
tareas para evitar el congelamiento de hombres y bestias en los gélidos talleres, así que
fueron largos meses para los demás obreros.
El inquieto joven del Sur, aún aprendiz, sentía que las manos le hervían a pesar de la
inclemencia de las ventiscas. En su compañía continuaban con el estudio y
perfeccionamiento teórico, trazados en planchas de lienzo realizados con escuadra y
compás. Pero su ímpetu ganó la pulseada y en su corazón decidió que la labor operativa no
debía interrumpirse y esa medianoche se fue a dormir, más aburrido que agotado.
Cuentan que en su sueño, un ser celestial le indicó que debía construir la columna
central y además, le dio claras instrucciones acerca de cómo debía ser aquella obra cúlmine
de la capilla de Rosslyn. Al día siguiente, a pesar del frío, tomó sus herramientas de corte,
de tallado y partió hacia la obra. Tal vez pensó un instante en el severo maestro que se
reservó a sí mismo la obra cúspide de la Construcción, tal vez solo siguió su instinto; lo
cierto es que durante tres días y tres noches talló la piedra maciza que aún aguardaba al
cincel del Maestro con fogosa devoción, la acarició con el buril tantas veces que en poco
tiempo iba alcanzando las bellas proporciones geométricas que vió en su sueño, la pulió y la
selló guiado por su habilidosa mano, hasta lograr una obra digna de un artista abrazado por
la maestría. Sus compañeros alzaron en júbilo cuando se descubrió el bello tallado, los
oficiales al principio tomaron la acción como desacato, pero al ver la pieza terminada
estuvieron de acuerdo en que era merecedora de la dignidad que ocupaba en la capilla, por
lo que luego de un intenso debate, decidieron que permitirían que permanezca tal cual
estaba la columna del aprendiz.
Lentamente el invierno replegó su helado ejército de nieve y hielo, los caminos se
reabrieron ante el sol tímido y los navíos volvieron a surcar los puertos y las costas. Fue así
que el orgulloso maestro regresó, ansioso por poner en práctica las técnicas aprendidas
minuciosamente de los escultores italianos.
Dicen que al verlo llegar los miembros de la compañía dejaron sus herramientas y lo
recibieron en medio de un silencio sepulcral. Él ingresó a la capilla y lo primero que observó
fue el pilar que había dejado casi en bruto, cubierto ahora de bellas formas y hermosas
tallas que él mismo no hubiese podido imaginar ni hacer. Herido en su orgullo preguntó a
quienes lo rodeaban por el nombre del autor que había desobedecido su mandato, pero el
silencio reinó en la nave central de la capilla, Un maestro herrero, ex militar, a quien los
dioses condecoraron quitándole la capacidad de sentir temor, se adelantó y tomó la palabra:
- Fue tu aprendiz, maestro, a quien en la cámara que tú conoces, decidimos indultar
dada la belleza de su obra. - se expresó mirándolo fijo, sin titubear.
El maestro se llenó de cólera, sus ojos se incendiaron de odio, sus puños se cerraron
enardecidos de envidia; giró violentamente hacia su aprendiz y tomándolo por los hombros
quiso insultarlo pero las palabras no salían de su garganta.
Dicen que en toda construcción de un templo para Dios, el Diablo recorre la obra y
actúa con fervor para que ocurran los accidentes. Al lado del maestro, yacía una pesada
maza y éste, al no poder lanzar su cólera mediante las palabras lo hizo mediante la fuerza.
Tomó el martillo y golpeó con furia el rostro del aprendiz, sin dar tiempo de reacción a los
demás y con el joven aún cayendo sobre sus rodillas ya inertes, le asestó otro golpe, esta
vez letal.
El iracundo maestro fue separado de la compañía, juzgado y castigado con la horca ese
mismo día; la capilla fue reconsagrada para desterrar al Demonio que causó tal calamidad
entre Hermanos y la columna, finalmente, no recibió ningún nombre.
Aún hoy puede verse la columna finamente labrada, en la capilla de Rosslyn, cerca de
Edimburgo, en Escocia. Hoy se conoce a la columna que separa al coro de la capilla de su
nave central como LA COLUMNA DEL APRENDIZ, nombre simple pero a la vez magno,
nombre que recuerda a todos una historia funesta, en la que la envidia y el ego
prevalecieron por sobre la dignidad y la hermandad.
Sebastián Baez
M:. M:.

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