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y la revolución al desnudo
en Cartucho
eISSN 2448-6302
R estless childish gaze and the naked revolution in C artucho
ISSN 1405-6313
Biagio Grillo*
pp. 17-30
Resumen: Se profundiza en las diferentes estrategias textuales y epistemológicas a
las cuales recurre la escritora Nellie Campobello en Cartucho, planteamiento narrati-
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vo y testimonial que valida un punto de vista situado en su alter ego infantil. De esta
forma, la Revolución mexicana como referente complejo queda expuesta, en similitud
con la mirada del niño que en el cuento clásico de Andersen revela la desnudez del
emperador. El énfasis es puesto, en particular, en la operación textual y en las motiva-
ciones que justifican la mirada infantil a partir del juego perspectivo y las modulacio-
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nes que la novela presenta (en contraposición a la visión adulta y oficial).
Palabras clave: literatura latinoamericana; literatura contemporánea; análisis
literario; prosa; novela; historia contemporánea; guerra civil; Revolución mexicana
17
N
ellie Campobello escribe la primera edi-
ción de Cartucho. Relatos de la lucha
en el norte de México (en adelante Car-
tucho) en 1931, a una década del fin de la con-
tienda armada y en plena institucionalización
de la revolución. La obra narra un ayer aún vivo
en la memoria, desde la perspectiva incómoda y
situada de un alter ego infantil (ficcional, pero
testimonial).1 Es por ello que el acontecer bélico
se traduce en la impresión retínica de la protago-
nista —una niña de unos siete años—, precisa
estrategia textual y contradiscursiva de la auto-
ra duranguense y no elección meramente esté-
tica: como Campobello explicará treinta años
más tarde, se trata de una ‘travesura’ intencio-
nal2 que cumple la tarea de contrapeso (Avechu-
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ca de Erving Goffman— que este sujeto infantil la, la ubicación de la protagonista somete al lec-
femenino se caracteriza por un papel desestabi- tor a un cambio radical de perspectiva. Al mismo
lizador y puede jugar en contra de su ‘equipo’ tiempo, la narración inviste su presencia de una
(Zalpa, 2019). Así, en virtud de esta alteridad, función mediadora, mientras que se explicita la
la autora configura un sujeto que se hace cargo permeabilidad intersubjetiva entre el mundo de
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de una mirada intradiegética y dominante. la infancia y el de los adultos, dado que —en la
La niña de Cartucho ofrece una mirada par- estrecha contigüidad del texto— se alternan, sin
ticipante más allá del rol pasivo de víctima que cesura, visiones en apariencia inconciliables has-
el contexto violento y bélico podría sugerir. Mas ta coincidir en la sabiduría popular de la oración
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aún, su infancia situada implica un “potencial que el sujeto infantil comparte (como introyec-
retador” (Martínez, 2017: 151), un ir más allá ción de un sentido común aprendido). Lo anterior
del común acto de observar y registrar: la premi- no quiere decir que Campobello pretenda cons-
sa infantil, en la novela, es la “luz interior” que truir un narrador poco fiable o no fidedigno, en el
transfigura la percepción habitual y le confiere sentido de lo propuesto por Wayne Booth (1974).
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un sentido (Lillo, 2019: 193). De aquí que, en Al contrario, esos ojos de niña ponen énfasis en
primera instancia, la protagonista aparece defi- la dimensión discursiva de toda narración: al
nida por rasgos psicológicos etarios que la confi- ser declarados, los límites y la parcialidad de la
nan en una infancia “subalterna” (Parra, 1998), visión de la pequeña validan su testimonio como
dada su comprensión parcial e insuficiente del antídoto al discurso único de la narrativa oficial.
mundo. Sin embargo, en la construcción narra-
tiva de Campobello, la misma pequeña exhibe
4 En Cartucho, la narración no sigue una temporalidad progre-
más adelante una gradual liberación de su poder siva y el sujeto protagonista no muestra ningún desarrollo
de visión que no encuentra su justificación en el físico, moral o psicológico, sino un limitado aprendizaje so-
cial. En este sentido, el texto de Campobello no está adscri-
to al género de la novela de formación (Bildungsroman): la
de la Revolución mexicana (es decir, en el periodo de tiempo dimensión iniciativa de la obra es latente y se asienta en lo
que va del asesinato del presidente Francisco I. Madero el 22 colectivo como formación civil en contraste con la mitología
de febrero de 1913, hasta el homicidio de Venustiano Ca- fundacional del discurso oficial.
rranza el 21 de mayo de 1920), cuando fueron frecuentes los 5 Todas las citas pertenecientes a Cartucho. Relatos de la lucha
enfrentamientos entre Carranza y Pancho Villa en el norte en el norte de México corresponden a Campobello, 2017, por
del país. lo cual solo se anota el número de página.
ce las tradicionales fronteras entre combatiente A partir de esta múltiple operación textual,
y civil, entre enemigo interno y externo. Final- la narración se ajusta a una mirada “clandesti-
mente, a través de las retinas de la protagonista, na” (De Navascués y Martín, 2010), pero activa,
ese referente deja expuestos aspectos general- hasta superar la expropiación de la experien-
mente pasados por alto: lo bélico se somete a un cia que el observador adulto vive en el contex-
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efecto de extrañamiento a partir de una atenta to bélico (Benjamin, 2010), de este modo, rebasa
construcción textual de la autora que ofrece una la coacción y los límites del discurso social. Como
óptica distintiva como visión del mundo situa- Andersen, Campobello vuelve narrativa la fra-
da y, en esencia, infantil. Esta forma de la per- se proverbial que afirma que los niños (como
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cepción —o “visión”, en palabras de Tzvetan los borrachos) siempre dicen la verdad. Se tra-
Todorov (1971)— encuentra su epifanía gracias ta esta de una verdad que, una vez enuncia-
a la correlación entre el sujeto del enunciado y da, arrolla con un asombro libertador a todo y
el sujeto de la enunciación (aquí, un ‘yo’ narra- a todos, es decir, a la masa de ciudadanos rehe-
dor, femenino e ‘inquieto’, encargado del testi- nes de los límites de lo ‘decible’ y de la legitimi-
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te a un metro del suelo, un metro sobre el nivel Pero, al mismo tiempo, la narración demora en la
del mal, como diría Efraín Huerta (2017: 140). investigación de las significaciones particulares
Sin embargo, su mirada inquieta varía los ángu- y se vuelve indicio de la curiosa indagación de la
los de observación según la naturaleza del objeto niña, como por ejemplo en el fragmento “El Coro-
analizado y, sobre todo, de acuerdo con la fina- nel Bustillos”: “le encantaba ver cómo Mamá se
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lidad reflexiva que el acto guarda. De aquí que, ponía enojada cuando decían la menor cosa acer-
en algunos casos, la protagonista recurre a una ca de Villa” (101). O también, refleja la percep-
visión que es frontal, horizontal, porque recae en ción objetivante de la comunidad del Parral: “era
sus pares o sobre sus hermanos como parte del famoso por villista, por valiente y por bueno”
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aprendizaje fenomenológico de un mundo adul- (100), en “Elías”. No obstante, esta interlocución
to en guerra. Mas, con mayor frecuencia, se trata de miradas jamás implica una superposición o
de una mirada que demanda un ángulo de obser- el rechazo de la apreciación infantil. Nellie Cam-
vación oblicuo, “inesperado” (Bourdieu, 2005), pobello construye una visión móvil, ‘nómada’ en
y entonces potencialmente crítico mediante la un sentido heideggeriano (Ibañez, 1991), porque
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complicidad del lector. Es así que la niña puede acecha y, finalmente, contempla la aparición de
jugar el papel activo de testigo frente al conflic- individualidades que no pueden separarse del
to como realidad cambiante y problemática. En contexto referencial y de su pretendida objetivi-
este sentido, al ser sujeto de un punto de vista dad: la desnudez del conflicto que el sujeto infan-
til devela necesita la validación de la memoria
colectiva.
6 Como recuerda Mary Louise Pratt (2004: 155), “El estudio
serio de la obra de Campobello comienza a fin de los 70, Como antecedente vivencial de la narración,
cuando una generación de críticas/os empezaron a reescribir entonces, la niña acecha el horizonte huma-
la historia de las literaturas latinoamericanas incorporando
la producción femenina”. no de la guerra, valiéndose de la relatividad de
7 En 1960, en el prólogo a “Mis libros”, a propósito de Car- su presencia social y física en los umbrales del
tucho escribe Campobello (357): “(Viene al caso decirlo: el escenario bélico. En este sentido, la revolución,
general Plutarco Elías Calles lo leyó. Leonor Llorente, su
segunda esposa, me lo dijo sonriendo, con una sonrisa tan a veces, se ofrece a sus ojos en ‘plano contrapi-
agradable como lo fue siempre su bella expresión de mujer cado’, es decir, encima del sujeto que la obser-
joven y buena. «Tu libro —me confió una vez— debe de ser
muy bueno. Mi viejo lo tiene en su buró»)”. va, desde abajo, apuntando a los rostros y las
tiempo, contempla con cierta deferencia el desfi- resguardo estratégico, el sujeto infantil puede
le de los soldados villistas, con sus trajes ama- también develar la dimensión retórico-discursiva
rillos y “la cara renegrida por la pólvora” (142) que los demás personajes ponen en escena, como
(“Los tres meses de Glorecita”); así como el valor en el caso del retrato de “El Kirilí”:
despreocupado que Felipe Ángeles exhibe, en el
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momento de su ejecución, mediante su “sonrisi- siempre que había un combate, daba muchas
ta caballerosa” (128) (“La muerte de Felipe Ánge- pasadas por la Segunda del Rayo, para que lo
les”). De esta forma, la visión se incorpora a la vieran tirar balazos. Caminaba con las piernas
voz que enuncia los nombres y apellidos de los abiertas y una sonrisa fácil hecha ojal en su
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(Aguilar Mora, 2005: 13), hasta captar los dife- ceremonioso y frío del oficial al mando:
rentes aspectos en su integración e interrelación.
De aquí que, en pasajes emblemáticos del texto, El oficial, junto a ellos, va dando las señales
Nellie Campobello otorga amplitud a la mirada con la espada; cuando la elevó como para picar
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testimonial de la niña. En estos casos, el pun- el cielo, salieron de los treintas diez fogonazos
to de observación tiende a asentarse en un lugar que se incrustaron en su cuerpo hinchado de
privilegiado para encarar una visión de conjun- alcohol y cobardía. Un salto terrible al recibir
to. A lo largo de la narración, este ángulo óptico los balazos, luego cayó manándole sangre por
coincide usualmente con la estratégica ventana muchos agujeros. Sus manos se le quedaron
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de la casa familiar, como en el emblemático frag- pegadas en la boca (123).
mento “Desde una ventana”:
Como recuerda el artículo indeterminado en el
Una ventana de dos metros de altura en una título del fragmentado, ese punto de observa-
esquina. Dos niñas viendo abajo un grupo de ción solo es ‘una’ ventana, ‘un’ punto de vista
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diez hombres con las armas preparadas apun- subjetivo. Sin embargo, a pesar de las restriccio-
tando a un joven sin rasurar y mugroso, que nes, su testimonio irrumpe para romper el silen-
arrodillado suplicaba desesperado, terrible- cio simbolizado por esas manos que, sin vida,
mente enfermo se retorcía de terror, alargaba tapan la boca del cadáver. Al mismo tiempo, la
las manos hacia los soldados, se moría de mie- ubicación de la protagonista entraña también
do (122-123). el valor de una declaración poética. De manera
que, tras aquella ventana (y frente a la historia),
Esta ventana da a la calle Segunda del Rayo. Ubi- ese distanciamiento hace patentes las potencia-
cada allí, la niña plantea una mirada en plano lidades del observador infantil, sin esconder los
picado, hacia abajo y desde un lugar relativa- límites de su hermenéutica “intersticial” y transi-
mente elevado, de manera que el distanciamiento tar “de lo biográfico hacia la literatura y hacia la
ontológico inscrito en su subjetividad correspon-
8 En su etimología latina, ‘describere’ significa “escribir sobre
de a un alejamiento espacial. Esta posición cer- la forma en que se percibe algo”, mientras que el prefijo ‘de-’
tifica el papel testimonial de la narradora al señala la dirección hacia abajo de la percepción.
inclusive— en su ridiculez, para sugerir lo que márgenes, en una visión de conjunto, y queda ‘al
queda implícito detrás de esa narración visual. desnudo’ como detonante de una potencial com-
En este sentido, los destellos de heroísmo y prensión del acontecimiento en su totalidad.
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po lógico mortuorio y referencial de la guerra,
me conmoví un poquito y me dije dentro de sugiriendo “un lexema extraño a la isotopía del
mi corazón tres y muchas veces: ‘Pobrecitos, contexto inmediato” (Le Guern, 1978: 62) para
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para cumplir con la necesidad referencial de la desnudar la disputa revolucionaria como el esce-
enunciación. nario trágico de una guerra civil entre paisanos y
Asimismo, más allá de estos filtros metafóri- vecinos. Entonces, la alegoría desborda, contagia
cos que la descripción ocasiona, la modulación cada aspecto del entorno humano y bélico hasta
trópica de la mirada infantil se vuelve patente saturar el campo visual del testigo infantil. Por lo
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por medio de una alegoría que atraviesa toda la tanto, los ojos de la protagonista connotan como
narración: la mugre. Esta aparece en trece oca- “mugrosos” los papeles de Gerardo Ruiz (112)
siones (en tres, en calidad de sustantivo; en diez, en antítesis cromática con su aparente blancu-
como adjetivo). En algunos casos, se presenta ra, porque lo asignan a la ‘suciedad’ del bando
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con una función meramente denotativa y, más enemigo, condenándolo a muerte (“Los 30-30”).
frecuentemente —cuando la narración se centra Y “mugrosos mugrosos” aparecen, también, los
en facetas del conflicto ‘olvidadas’ por el discur- soldados carrancistas al marchar por la Segunda
so oficial— ejerce el rol de una metáfora hilada del Rayo (116), porque consigo traen la ‘sucie-
para manifiestar el registro crítico de la perspec- dad’ de lo foráneo, de quien viene de la sierra
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tiva que la subjetividad infantil encarna. Gusta- (“El muerto”). El superlativo reiterativo no deja
vo Faverón Patriau (2003) ve en esta persistencia dudas: la mugre es la guerra civil que viene desde
de la mugre a lo largo de Cartucho el rostro per- afuera, ajena a las fronteras identitarias del pue-
ceptible de la muerte que lo amenaza e infecta blo, y esos ojos de niña lo atestiguan.
todo. Es una lectura seductora. Sin embargo, si
enfocamos este aspecto a través de los ojos de la
niña, observamos que la muerte va circunscrita
a una dimensión semántica más preponderante Como ética pospuesta: la mirada de la niña
en el contexto narrativo que el sujeto experimen- y el lector-adulto
ta en carne propia: en efecto, es el efecto por la
causa, la dimensión metonímica de la guerra En su narración por distanciamiento, la peque-
civil-mugre. De aquí que “Los 30-30”, en tanto ña que en Cartucho dice ‘yo’ es el sujeto de una
que vehículo bélico de la muerte, son caracteri- mirada casi impasible (aunque jamás realmen-
zados como rifles “veteados y mugrosos” (112). te indiferente). Esa óptica extraña porque no se
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apofántico del punto de vista infantil o llegar a plano general, sino también particular: “des-
confundir el distanciamiento epistémico de este de arriba del callejón”. En segundo lugar, invo-
sujeto con su deshumanización y con una pato- lucra los planos narratológicos y epistémicos a
lógica apatía (Estévez, 2014). En este sentido, el partir de la connotación infantil del habla, que
pacto con el lector entra en conflicto por “el pro- declina el vocablo autorizado ‘tripas’ en ‘tripi-
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fundo pavor ante la visión directa, objetiva, amo- tas’ (“bonitas” y “enrolladitas”). Finalmente, la
ral, inmediata de una auténtica niña” (Aguilar construcción pasa también por la representa-
Mora, 2005: 20), y llega a incidir en la desesti- ción no canónica de los restos del general: como
mación de la crítica que por décadas caracterizó diría Mijaíl Bajtín (2003), ese cuerpo se muestra
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la recepción de la novela. Así, por ejemplo, llama “abierto”, despojado de toda individualidad épi-
la atención la ausencia de una respuesta emoti- ca, con las entrañas que sobresalen y lo vuelven
va cercana al miedo cuando la protagonista se grotesco. Así, a partir de esta estructura narrati-
encuentra con la imagen grotesca de “Las tripas va, el lector participa de una percepción infantil
del general Sobarzo”. En su mirada, la pequeña que es una mirada al horror, no de horror: “Cam-
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pone en evidencia la naturaleza cotidiana de la pobello salta todas las censuras impuestas a la
exhibición mortuoria en su entorno existencial. mirada para hacer visible lo intolerable, para
La aprehensión ordinaria solo deja espacio para mostrar el horror sin el recurso de la lágrima. Eli-
la connatural curiosidad de los niños, típica pro- mina lo sentimental para conferirle otro tipo de
pensión al descubrimiento y al cuestionamiento emoción, la conmoción” (Martínez, 2017:164). El
que rige el plano de la narración en Cartucho: fragmento ejemplifica cómo la teatralización de
la muerte —en ausencia de una relación perso-
“¿Oigan, qué es eso tan bonito que llevan?” nal con el objeto— no produce conmoción en el
Desde arriba del callejón podíamos ver que sujeto que narra. Su mirada se limita a una apre-
dentro del lavamanos había algo color de rosa ciación que, como observa Kristine Vanden Berg-
bastante bonito. Ellos se sonrieron, bajaron he (2013), es meramente estética y no ética (de
la bandeja y nos mostraron aquello. “Son tri- aquí que fracase el plan burlesco de los solda-
pas”, dijo el más joven clavando sus ojos sobre dos y sus expectativas). Por lo tanto, la respues-
nosotras a ver si nos asustábamos; al oír “son ta ética y emocional es diferida a la temporalidad
y desalineado, un dialogo crítico con la historia. el punto de observación de los ojos de la niña.
A partir de esta puesta en escena textual, emer- De aquí que, a lo largo de la obra, la protagonis-
ge la subjetividad situada de una niña que ace- ta se acerca a los actores activos en el escenario
cha el referente bélico y sus actores al reunir la bélico con una visión que se vuelve sinécdoque.
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mirada plural de toda la comunidad del Parral. Como en el caso de los siete “Hombres del Nor-
De esta premisa epistemológica resulta un juego te” que, con sus retratos, abren la primera parte
interactivo entre sujeto y objeto (Filinich, 2013), de la novela, otras subjetividades son presenta-
y se configura una perspectiva sobre el aconteci- das mediante una “amplificación explicativa”
miento histórico que es inquieta porque rehúye la (Martin, 2005: 46) y rescatados en su individua-
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Alianza Editorial.
da del Rayo se vuelve el epicentro de una mira- Benjamin, Walter (2010), “Il narratore. Considerazioni
sull’opera di Nikolai Leskov”, en Renato Solmi (comp.),
da que intenta romper con la visión hegemónica Angelus Novus. Saggi e frammenti, Torino, Einaudi, pp. 247-
del pasado revolucionario, más allá de la sastre- 251.
ría retórica ‘invisible’ del discurso oficial. En su Booth, Wayne C. (1974), La retórica de la ficción, Barcelona,
Bosch.
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narración desde ‘abajo’, Cartucho invita al lector Bourdieu, Pierre (2005), “III. La práctica de la sociología re-
de su tiempo a captar la complejidad de un acon- flexiva (Seminario de París)”, en Pierre Bourdieu y Löic
Wacquant, Una invitación a la sociología reflexiva, Buenos
tecimiento todavía vivo en la memoria, plantean- Aires, Siglo XXI Editores, pp. 301–358.
do una visión contradiscursiva que solo puede Campobello, Nellie (2017), Cartucho. Relatos de la lucha en el
operar a partir de “la torpeza de la ilegitimidad” norte de México, en Obra reunida, México, FCE.
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Cázares H., Laura (1988), “El narrador en las novelas de Nellie
(Angenot, 1998: 42-43). Es así que, como el niño
Campobello: Cartucho y Las manos de mamá”, en Aralia
del relato de Anderson, esta perspectiva desata López González, Amelia Malagamba Ansótegui y Elena
Urrutia (eds.), Mujer y literatura mexicana y chicana: culturas
un entramado de significaciones antes latentes,
en contacto. Primer Coloquio Fronterizo: 22, 23 y 24 de abril
contraviniendo desde la novela y desde la ficción de 1987, México, Colegio de México, pp. 159-170.
los límites del discurso social. De Navascués y Martín, Javier (2010), “Fragmento y mirada en
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los ciclos de cuentos autobiográficos de Norah Lange y Ne-
Finalmente, la mirada infantil, en Cartucho, llie Campobello”, Lejana. Revista Crítica de Narrativa Breve,
va más allá de una simple variación del tema núm. 1, pp. 1-10, disponible en: https://dialnet.unirioja.es/
servlet/articulo?codigo=7275258&orden=0&info=link
revolucionario, no se limita a registrar los hechos
Deleuze, Gilles (2007), Dos regímenes de locos. Textos y entrevis-
observados. Fragmento tras fragmento, la obra tas (1973-1993), Valencia, Pre-textos.
de Campobello le recuerda al lector que toda mira- Estévez, Dulce (2014), La deshumanización como objeto esté-
tico en Cartucho de Nellie Campobello: una aproximación
da al acontecer de la historia está siempre sujeta desde la crítica literaria, la historia y la sociología, tesis doc-
a nuestros propios límites epistemológicos y dis- toral, Arizona State University, disponible en: https://
keep.lib.asu.edu/_flysystem/fedora/c7/124469/Estevez_
cursivos. También recuerda el valor testimonial asu_0010E_14604.pdf
—aunque ficcional— de un referente histórico Faverón-Patriau, Gustavo (2003), “La rebelión de la memoria:
que persiste en la visión de la niña-protagonis- testimonio y reescritura de la realidad en Cartucho de Ne-
llie Campobello”, Mester, núm. 32, pp. 53-71, disponible
ta para luego convertirse en diégesis inconforme. en: https://escholarship.org/uc/item/0r92k19n
Esa pequeña lo mira todo desde los márgenes, Filinich, María Isabel (2013), La voz y la mirada. Teoría y análisis
de la enunciación literaria, México, Plaza y Valdés Editores,
con ojos “empañados de infancia” (117). Des- Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Universi-
pués, narra —de forma lacónica, a veces con un dad Iberoamericana Puebla.
Cátedra.
Lillo, Alejandro (2019), “La mirada como construcción cultu-
ral. El caso de Mina Murray en Drácula (1897)”, Saitabi.
Revista de la Facultat de Geografia i Història, núm. 69, pp.
189-202.
Martin, Marcel (2005), El lenguaje del cine, Barcelona, Gedisa.
ISSN 1405-6313
Madrid, Cátedra.
Matthews, Irene (1997), Nellie Campobello. La centaura del
Norte, México, Cal y Arena.
Parra, Max (1998), “Memoria y guerra en Cartucho de Nellie
Campobello”, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana,
año 24, núm. 47, pp. 167-186.
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