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Podemos entender que la autoestima es un estado mental valorativo en

forma positiva o negativa sobre sí mismo. Además, es un estado que va


floreciendo o marchitándose en el transcurso de la vida, pues está siendo
edificada con todas las emociones, vivencias y sentimientos que se van
experimentando. Branden (2004) señala dos componentes fundamentales para la
autoestima: “primero le genera a la persona respeto y confianza por lo que hace,
piensa y elige. Y segundo, despierta la dignidad, el derecho a ser, a vivir, a
atenderse y a ser feliz”. Fortaleciendo los cambios positivos y mejorar su calidad
de vida, en el ámbito de la prevención y el desarrollo humano.
Así también, al considerarse una necesidad social y de reconocimiento, lo
que facilita entender su importancia dentro del desarrollo psicológico de las
personas. Ya que es una cualidad en ser humanos, tener la necesidad de vivir en
comunidad permitiendo estructurar su autoestima y poder sobrevivir en su entorno.
Con valor propio y consciente de cuáles son sus fortalezas, habilidades,
limitaciones y debilidades. Siendo útil al momento de trazar metas, permitiendo ser
objetivo respecto a la factibilidad de lo que quiere alcanzar. Además de aceptarse
con virtudes y defectos, aceptando así el trabajo en equipo, el aprende a pedir
ayuda cuando es necesario y no encerrase en sí mismo.
Por consiguiente, se entiende por autovaloración la percepción o juicio que
el individuo hace de sí mismo. En conjunto con los ideales, las metas y los
propósitos, de formaciones psicológicas y es importante en el desarrollo del ser
humano, se puede aclarar que la autoestima y la autovaloración no son
semejantes pero están enlazada, pues la primera trabaja en la parte valorativa y
efectiva y la otra la cognitiva, la percepción e imagen. Identificando los medios
adecuados que satisfagan la necesidad de verse a sí misma en forma positiva, de
tal manera que le otorgue mayor valor y atención a las dimensiones realmente
importantes de su personalidad.
Así cumplir, las funciones adecuada del comportamiento, no de forma
aislada sino como contenido de la personalidad, en estrecha vinculación, dado su
carácter y configuración, concebida como un sistema que opera de manera
individual e irrepetible para cada sujeto para vivir de manera adecuada en la
sociedad. Fortaleciendo el sentido de la propia identidad, pues ambos procesos van a
constituir marcos de referencia, desde el cual interpretar la realidad externa y las propias
experiencias.

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