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Experiencia de PODEMOS

Dos hipótesis convivían en los orígenes de Podemos. Por un lado, la “hipótesis Anticapitalista”,
que organizaba su visión de proyecto en torno a los ejemplos del Bloco de Esquerda en Portugal y
Syriza en Grecia. Apelaban a una organización plural, con fuerte presencia pública y discurso
radical. Por otro lado, la “hipótesis populista”, quienes se inspiraban en los procesos populistas
latinoamericanos. Se trataba de construir un proyecto fluido, en torno a un comando mediático
ágil y autónomo, capaz de proyectarse electoralmente a través de una relación distante pero
representativa con una masa heterogénea y desestructurada. Un pequeño comando mediático
capaz de introducir una cuña en el panorama político tradicional o, como denominaba el propio
binomio Iglesias-Errejón, la construcción de una «maquinaria de guerra electoral». El desborde fue
canalizado con más habilidad por la «hipótesis populista» que por la «hipótesis anticapitalista»,
obligando siempre a la segunda a jugar en el marco de la primera.

¿Cuál era el estado de las luchas cuando se conformó PODEMOS?

El 15M fue, ante todo, una expresión de la crisis orgánica que sufría el régimen español: una
generación entera, golpeada por la crisis, se separó de sus partidos tradicionales. El 15M y sus
luchas derivadas ya atravesaban una crisis profunda al momento de surgir Podemos. Sin horizonte
político, las luchas se agotaban. Podemos fue capaz de darle un nuevo horizonte a ese proceso de
fondo (ganar las elecciones y abrir un proceso constituyente) pero ya no se nutría de ellas y de su
radicalidad. Y ese desfasaje temporal siempre ha sido un lastre para –más allá de la retórica–
vincular a Podemos a luchas sociales de masas. En el marco de una ilusión de lo social proveniente
del 15m, Podemos inauguró una «ilusión de lo electoral» en donde el «asalto institucional»
absorbió las menguantes energías de un ciclo político declinante.

Sobre los “círculos” como formas de auto organización popular y el riesgo de los hiperliderazgos.

Nosotros entendíamos que los Círculos deberían ser un espacio de auto organización popular que
(bajo un modelo de ensayo y error) pudiera construir, desde abajo y colectivamente, una mayoría
social para enfrentar el reto mayúsculo de un proceso constituyente. Los Círculos como los
anclajes necesarios para  ensanchar el espacio social que permitiera convertir en hegemónico un
pensamiento alternativo al representado por las élites. Así como una vacuna necesaria contra los
riesgos del hiperliderazgo.

Pero la enorme autoridad de la que gozaron las caras públicas no fue nunca utilizada para
fortalecer el proyecto desde un punto de vista orgánico. Por el contrario, tuvo como único objetivo
marginar y aniquilar a los sectores que, dentro de Podemos, apostaban por aprovechar el impulso
de las masas y conformar una organización de nuevo tipo, siendo el proceso de auto organización
vinculada a los Círculos la primera víctima de la «maquinaria de guerra electoral» que afianzó el
modelo de hiperliderazgos a costa de la recreación y experimentación democrática que suponía el
torrente social que en un primer momento se agrupó en torno a Podemos.
Sobre el debate estratégico

En medio de una efervescencia triunfalista por la posibilidad cierta de ganar las elecciones, el
debate estratégico terminó reduciéndose a dos cuestiones. En su momento álgido, toda la
perspectiva de Podemos se limitaba a ganar las elecciones y abrir un proceso constituyente «para
decidirlo todo». En su proceso de declive, todo el debate se redujo a si gobernar o no con el PSOE.
Y, en su momento de decadencia, a cuántos ministerios le tocaban a Podemos en un gobierno bajo
liderazgo socialista. Resumiéndolo de una forma gráfica, Podemos nació para «asaltar los cielos» y
terminó «salvando los muebles». Las hipótesis estratégicas fundacionales de no subordinación al
PSOE, ruptura de régimen y procesos constituyentes fueron desterradas del horizonte político.

El problema del Estado

El Estado respondió con todo, en términos ideológicos, a la irrupción de Podemos. En Podemos


nunca hubo una discusión real y una estrategia en torno a lo que significaba que el Estado era una
«condensación de la relación de fuerzas entre las clases». Las alabanzas oportunistas a la patria y a
la policía, que pretendían compensar superficialmente y de forma oportunista ese déficit,
ocultaron lo fundamental: la incapacidad para señalar, nuclear y ganar los elementos clave del
Estado que permitiesen generar una relación de fuerzas constituyente en el seno del mismo.

Conclusiones

Sin duda, la nueva crisis en curso implica que habrá que generar nuevos artefactos antisistémicos,
aunque ya en circunstancias muy diferentes. El problema actual es que estamos en el inicio de una
larga reconstrucción, pero, al mismo tiempo, en una carrera contra el reloj contra una crisis de
destrucción no solamente social sino también ecológica (y la pandemia del coronavirus es solo un
ensayo de lo que puede suponer el colapso climático si no hacemos nada). Esta situación nos
devuelve una pregunta fundamental: ¿una organización revolucionaria debería volver a apostar
por un proyecto antineoliberal y antirrégimen amplio, como lo fue Podemos en sus inicios?
Nosotros lo tenemos claro, la respuesta es sí.

Frente a una izquierda radical cosificada, que rechaza los procesos vivos porque se cree capaz de
canalizarlos por sí misma, la experiencia de Podemos permitió a un sector del socialismo
anticapitalista luchar por imprimir un rumbo político transformador a un «movimiento real». Los
resultados no han sido los esperados, pero hemos intentado analizar que eso fue producto de una
lucha política en la cual el resultado no estaba predefinido de antemano, aunque sí
sobredeterminado por sus condiciones de partida. Debemos huir en la tentación de refugiarnos en
la «ilusión de lo social» producto de una derrota política que nos aboca a buscar un espacio mas
cómodo y con menos contradicciones. En resumen, simplemente volver a hacer lo que hacíamos
antes de Podemos no puede ser una opción.

Preparen una organización revolucionaria. Acumulen cuadros. Vincúlense a las luchas. Háganse
todo lo fuertes que puedan para, cuando llegue el momento, tener la suficiente fuerza para
imprimirle un rumbo a las ansias de cambio. Se trata, en todo caso, de caminar sobre la
incertidumbre, sobre unas dudas que, como decía Miguel Romero, no son nuestro enemigo.
Nuestro enemigo es la resignación.

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