Estoy seguro de que si le pregunto a cada uno de ustedes donde preferirían
estar en lugar de aquí, muchos me responderían que en su casa. Porque,
¿qué es el hogar si no más que nuestro nido, nuestro refugio, nuestra guarida? Finalmente, nuestra vivienda es nuestra base, donde comemos, donde dormimos, donde nos sentimos felices y seguros. Y es un privilegio que todos compartimos. Ahora imagínense que al salir de su casa tengan que soportar el olor a cenizas, a basura y a mugre, vapores de incineración y destrucción que ustedes nunca pidieron. Pues eso es lo que tienen que soportar diariamente los residentes de las zonas cercanas al basurero de ropa en el desierto de Atacama.
Es sabido que lamentablemente no todos vivimos bajo las mismas
condiciones, que la eterna división de clases socioeconómicas condena a los más desamparados y necesitados, pero el hecho de vivir en una zona menos favorable no es un permiso para que se tenga un gigante basurero a las cercanías de un lugar donde residen familias. Una de las tristezas más grandes que existen en la crisis por desechos textiles en Atacama, Chile, es que a pesar de los intentos de reúso, reciclaje y aprovechamiento al máximo de las predas de segunda mano que llegan a la región, finalmente es necesaria la exterminación por incineración de los excesivos desechos, y por consecuencia la contaminación al aire y al medio ambiente que lo rodea. Y esta contaminación llega principalmente a los residentes de las áreas próximas a este basurero, quienes no pueden hacer nada en contra de los gases que provienen de la incineración de estas cantidades masivas de material. Una investigación realizada por la Universidad de Exter de Reino Unido nos dice que “Las poblaciones que residen cerca de incineradoras se encuentran potencialmente expuestas a productos químicos, bien por inhalación del aire contaminado, por el consumo de productos agrícolas locales o por el contacto directo del suelo contaminado”. Los resultados de dicha investigación arrojan que para las poblaciones que viven cerca de áreas incineradoras son propensas a: • Aumento de 6.7 veces la probabilidad de mortalidad por cáncer de pulmón. • Incidencia significativa de cáncer de laringe • Aumento del 37% en la mortalidad por cáncer de hígado. • Incremento de dos veces en la probabilidad de mortalidad por cáncer infantil. • Incremento de síntomas respiratorios, que incluyen un aumento en la incidencia de tos y dificultades en la respiración, impactos a la función pulmonar en niños, y bronquitis. • Incremento en la incidencia de nacimientos de niños con “labio leporino” • Y aún más curioso, el incremento de nacimiento de niñas y de gemelos. Afectaciones como estas y muchas otras son provocadas por la cantidad de contaminación emitida por la incineración de restos de basura industrial, a los que comunidades como la de Atacama y los miles más existentes en el mundo son fuertemente afectadas. ¿Soluciones? La más obvia sería el dejar de tener estas prácticas, pero quizá es la menos probable ya que estos restos tienen que ser exterminados de una forma u otra, quizá otra opción sería el hacerlo en áreas inhabitadas donde las afectaciones no pasen a los pobladores cercanos, pero esto sigue provocando grandes daños al medio ambiente, por lo que probablemente la mejor solución es el seguir promoviendo acciones que reduzcan los desechos que generamos diariamente los humanos, disminuir las producciones en masa de artículos que están destinados a ser acumulados hasta su lenta degradación, promover y fomentar formas de reusar, reutilizar y reciclar la mayor cantidad de cosas que podamos, y procurar tener un consumo responsable para cuidar nuestro medio ambiente. Porque finalmente el Planeta Tierra es nuestro nido, nuestro refugio, nuestra guarida, es nuestro hogar, y debemos tratarlo como tal.