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Jesse Owens: el héroe de Berlín

Se convirtió en la gran estrella de los Juegos de Berlín con cuatro medallas de


oro. Frente al mismísimo Hitler, que utilizó los Juegos como propaganda
política para enaltecer la raza aria, triunfó un hombre de color. Ganó el salto de
longitud con los consejos de su rival en la final Lutz Long, que curiosamente
era alemán.

MIGUEL ÁNGEL GARCÍA (DIARIO MARCA)


Actualizado 23/04/2016 

L os Juegos Olímpicos de Berlín estaban destinados a ser los de los


deportistas de raza aria. O, al menos, eso pensaban Adolf Hitler y los
nazis. Jesse Owens (Oakville, 1913 - Tucson 1980) se encargó de
demostrar que se equivocaban a través del esfuerzo y de su portentosa
actuación en la capital alemana, donde ganó cuatro medallas de oro.
Owens procedía de una familia numerosa -era el penúltimo de 11
hermanos- y humilde. Su padre era granjero -y su abuelo había sido
esclavo-, lo que llevó a Jesse a trabajar en campos de algodón desde
niño. También vendió periódicos y fue ascensorista para poder pagarse
el colegio.
O
wens, en la final del salto de longitud

Comenzó su andadura en el atletismo en la universidad, donde destacó


muy pronto gracias a sus cualidades físicas y a un entrenador con buen
ojo. En 1935 se ganó su derecho a participar en los Juegos con una
actuación que pasaría a la historia. Durante las finales universitarias y
en un plazo de sólo 75 minutos, batió cuatro récords mundiales, en
longitud, 100 y 220 yardas lisas y 200 metros vallas.
Con este currículum se presentó en Berlín un año mas tarde. Allí, con
un ambiente muy enrarecido por la llegada al poder del régimen nazi,
desafió al mismísimo Adolf Hitler. El Führer aprovechó los Juegos para
su propaganda política de enaltecimiento de la raza aria y de desprecio
y trato inferior para los judíos y los de origen africano. Pretendía
demostrar el dominio de su pueblo frente al resto. Lo que no esperaba
es que fuera precisamente un deportista de color el que se convirtiera
en el héroe de Berlín.
Owens compitió sin complejos, ajeno todo lo posible a lo que se decía
en el plano político, a pesar de que sus actuaciones eran motivo de
debate. Cada día de competición que pasaba era como un puñal que se
clavaba en la moral del dictador germano, que decidió no felicitar a
ningún ganador que no fuera germano. El 3 de agosto se impuso en los
100 metros lisos batiendo el récord del mundo. Un día después hacía lo
mismo en salto de longitud. El 5 de agosto barría en los 200 metros
lisos. Y remató la faena con el 4x100 el 9 de agosto.

Owens, en el podio de salto de longitud en Berlín'36 MARCA

Para la historia quedará su segunda medalla, la de longitud. En la final


batió al teutón Lutz Long, la gran esperanza de Hitler para derrotar al
deportista de origen africano del que ya se hablaba mucho en Berlín.
En la ronda de clasificación, Owens hizo nulo en sus dos primeros
intentos -los jueces tenían órdenes directas de procurar su
eliminación-, mientras Long había batido el récord olímpico en su
primer intento.
El alemán, a pesar de ser su rival, le aconsejó que calculase su salto
unos centímetros antes a fin de no arriesgar, ya que su salto era lo
suficientemente poderoso como para poder pasar la mínima sin
problemas. El estadounidense le hizo caso y pasó a la final.

Lutz Long y Jesse Owens, rivales y amigos íntimos MARCA

Luego le acabaría batiendo, lo que no impidió a Long felicitarle y posar


junto a él en las fotos del podio. Su amistad quedó sellada para
siempre: "Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané y no
valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Lutz Long
en aquel momento", llegó a decir Owens.
Cada victoria de Owens fue aplaudida y vitoreada por los más de
100.000 espectadores que abarrotaban cada día el Olímpico. Era un
héroe. Al final Hitler no tuvo más remedio que felicitarlo, algo que
reconoció años después el propio Owens, acabando con los rumores
acerca de que ese momento nunca ocurrió: "Cuando pasé por delante
de él, el Canciller se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví la
señal".

"No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero


tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano
al Presidente"
Lo curioso es que, mientras Owens disfrutaba y compartía algunos
privilegios que tenían los blancos en el país del odio racial, en su país
seguía estando infravalorado. "Cuando volví a mi país natal, después de
todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del
autobús. Volví a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. No fui
invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la
Casa Blanca a dar la mano al Presidente", explicó en su día Owens, que
tuvo que volver a su trabajo de botones tras conquistar los cuatro oros.

Owens, al inicio de la carrera de 200 metros lisos en Berlín'36 MARCA

Tras los Juegos, Owens se vio obligado por su Federación a hacer un


Tour por Europa para recaudar fondos que costeasen el viaje a Berlín.
Sin apenas dinero para comer, malos hoteles y una paliza de viaje, se
rebeló y decidió ir por su cuenta. Se hizo profesional y sacó dinero con
competiciones absurdas, como carreras contra caballos en hipódromos
de Miami y La Habana, que le valieron el apodo de 'El Antílope de
Ébano'. Más tarde se hizo bailarín y acabó enrolándose con los Harlem
Globetrotters.

Su país no le reconocería sus méritos hasta sus últimos años de vida y


después de su muerte. Así, fue premiado con la Medalla Presidencial de
la Libertad de los EE.UU. en 1976 por Gerald Ford y, a título póstumo,
la Medalla de Oro del Congreso por George H. W. Bush el 28 de marzo
de 1990. Tras su muerte en 1980, cuatro años más tarde una calle de
Berlín fue renombrada con su nombre, al igual que una escuela
secundaria en el distrito Lichtenberg.

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