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68, 76, 88.

Leonardo Valdés Zurita, quien para nosotros es “Leo” es un señor canoso y amable, a
quien jamás hemos visto sin su bigote. Es cuidadoso, pulcro, serio y tranquilo. Rara vez se le
ve en playeras, pues acostumbra usar camisas. Nunca sale sin saco o sin pañuelo, por si llega
a ser necesario. Su voz es serena, y sus oraciones pausadas y muy cuidadosamente pensadas.
Es metódico y sus movimientos son cuidadosos, como si con cada acción analizara todo lo
que podría salir mal. Siempre ha sido una persona interesante ante nuestros ojos. Es el esposo
de Marcela, la mamá de Amaya, aunque podríamos también decir que es prácticamente su
papá. Nacido en 1953 en la ciudad de México es una persona intelectual, que tiene mucho
que contar. Cuando se da la oportunidad, nos relata historias de experiencias que ha vivido.
Hubo una ocasión en particular en la que nos contó un poco más de la charla habitual, lo que
nos permitió abrir el panorama de quien conocíamos solo como “Leo”.

Una tarde en casa de Amaya, después de comer, nos quedamos todos platicando de
una película mexicana que acabábamos de ver sobre el suceso de los estudiantes en 1968.
“Oye Leo, ¿Que no tú estabas en la escuela donde tiraron la puerta con una bazuca o algo
así?”
La pregunta de Amaya nos llamó la atención a todos. Fue entonces que Leo se sentó
con nosotros y nos contó su historia. Efectivamente, fue un estudiante en la Preparatoria N.1
y le tocó vivir el famoso “bazucazo”. Cuando tenía tan solo 15 años, el movimiento
estudiantil en la ciudad de México empezaba por unos enfrentamientos entre estudiantes del
Instituto Politécnico Nacional y los de una preparatoria particular. El problema fue “resuelto”
por una agresión brutal de parte de la policía llamado “cuerpo de granaderos”. Ante esa
represión y muchas otras en el transcurso de esos días se empezaron a organizar protestas y
manifestaciones, pero bajo la misma reacción violenta y opresiva del gobierno los estudiantes
acabaron refugiados en la preparatoria donde Leo estudiaba. Fue ahí, el 30 de julio de 1968,
donde las puertas de la preparatoria, que habían sobrevivido desde la independencia, fueron
tiradas por un lanzacohetes dejando entrar a policías y soldados que en menos de una hora se
llevarían a casi todos al campo militar número uno a las afueras de la ciudad. Ahí muchos de
los estudiantes serían asesinados y otros encarcelados por muchos años. Para la suerte de Leo,
gracias a su corta edad y que el movimiento apenas estaba empezando, fue dejado libre
después de una semana “Si hubiera sido más adelante, quizás no lo sueltan” nos dice la mamá
de Amaya y esposa de Leo.

Este acontecimiento dio inicio al movimiento estudiantil del 68 pero también al


camino que Leo seguiría a lo largo de su vida. En un tono lento, como si no fuera la primera
vez que hablara del tema, nos contó que su principal compromiso durante su vida ha sido
impulsar una democracia para México por medio de su trabajo profesional y académico,
explicando que, como nos acababa de contar, cuando era muy joven en México no había
democracia.
Al pedirle que elaborara un poco más sobre este camino, automáticamente contestó
que principalmente fueron tres periodos o eventos a lo largo de su vida. Primero, el del 68,
que nos acababa de contar. El segundo fue tiempo después, cuando ya no era un joven radical
sino un adulto responsable, o al menos eso pensaba. Años atrás, después de ser liberado del
campo militar se mudó a Monterrey con sus tíos para acabar la preparatoria ya que su madre
no podía vivir con la angustia de que su hijo se convirtiera en otra víctima más del
autoritarismo y crueldad del gobierno. Ya de regreso empezó la carrera de economía en la
Anáhuac, pero siendo fiel a su sentido revolucionario fue expulsado en su último año por
haber creado un cindicado estudiantil, por lo que terminó graduado de la UNAM. Es años
después, en 1976, que este evento empieza cuando las elecciones presidenciales estaban
cerca. Ese año tuvo la particularidad, además de ser el primero en el que Leonardo votaba, de
tener nada más un candidato a la presidencia. Esto, nos explicó sacudiendo la cabeza y
acomodándose los lentes: para él y para México significaba todo menos democracia. Este
momento es significativo ya que para Leo fue la razón definitiva para que en los años que
seguían se centrara en luchar políticamente por una democracia.

Para acabar la plática que se ha extendido a ya casi una hora, nos cuenta sobre la
tercera vivencia que marcó su camino. Es 1988 y una vez más el autoritarismo mostró uno de
sus rostros. La pasión de Leonardo por la economía se había disipado y era ahora por “azares
del destino” y mérito propio que fue representante de un partido político ante la Comisión
Federal Electoral. Era un órgano que estaba controlado por el gobierno; por ello, los
resultados siempre eran predecibles. En la elección de 1988 se hace evidente el fraude
electoral. Nuevamente la democracia pierde y nuevamente, Leonardo se cuestiona. Es aquí
donde el Partido Revolucionario Institucional se divide y se presenta ante otros partidos
independientes, y consecuentemente, Leonardo decide estudiar cuidadosamente el sistema
vendido como democrático. Busca alternativas, se hace escuchar. Gracias a esto cuando todos
tenían preguntas, Leonardo no tenía respuestas, sino soluciones llevándolo eventualmente a
convertirse en el último consejero Presidente del Instituto Federal Electoral entre el 2008 y
2013 antes de que se convirtiera en el INE. Durante el resto de su vida laboral ha sido
profesor universitario.

Leonardo admite que aunque siempre ha tenido fuertes opiniones, su manera de


pensar ha cambiado drásticamente durante estos y otros eventos que lo han formado. Ha
tenido la oportunidad de estudiar, vivir, y conocer. Leonardo asegura que “Quién sólo conoce
a su país no lo conoce bien”. Cuando conocemos las realidades de los otros, nos hace
consciente de la nuestra. A través de tanto sus experiencias personales como
responsabilidades electorales, Leonardo logra ampliar su perspectiva. Se podría decir que
quizás tenía un pensamiento elemental durante su juventud: estaba preocupado por el
autoritarismo. Con el paso del tiempo y del trabajo, Leo fue conociendo otras realidades y
entendiendo que el tipo de situaciones que vivió no es exclusivo de este país. De esta manera,
propone alternativas. Reconoce el poder de gobierno, siempre dando oportunidad al
razonamiento propio.

Todavía nos falta avanzar. Todavía nos falta caminar.


Poder platicar con Leonardo nos hizo reflexionar sobre las libertades y la democracia en
nuestro país, y cuestionar nuestra libertad. Nos dió la oportunidad de conocer no solo su
historia, sino de entrar a su mente: conocer sus motivaciones y valores, lo que realmente lo
impulsó a hacer todo lo que ha hecho. Siendo personas que apenas comienzan a desarrollar
juicio propio, tenemos gran admiración por alguien que lo ejerce de manera tan certera. No
tenemos muchas inclinaciones políticas, sin embargo después de Leo, nos cuestionamos un
poco más si nuestras instituciones realmente están haciendo lo mejor que pueden para
protegernos. Tal vez decidamos cambiar de camino, como él. Tal vez algún día podamos
pelear por algo, como él.

Leo nos agradece por nuestro interés, y nosotros a él por su tiempo.


Se levanta, se ajusta los lentes, se va.

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