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Buen
Buen
Leonardo Valdés Zurita, quien para nosotros es “Leo” es un señor canoso y amable, a
quien jamás hemos visto sin su bigote. Es cuidadoso, pulcro, serio y tranquilo. Rara vez se le
ve en playeras, pues acostumbra usar camisas. Nunca sale sin saco o sin pañuelo, por si llega
a ser necesario. Su voz es serena, y sus oraciones pausadas y muy cuidadosamente pensadas.
Es metódico y sus movimientos son cuidadosos, como si con cada acción analizara todo lo
que podría salir mal. Siempre ha sido una persona interesante ante nuestros ojos. Es el esposo
de Marcela, la mamá de Amaya, aunque podríamos también decir que es prácticamente su
papá. Nacido en 1953 en la ciudad de México es una persona intelectual, que tiene mucho
que contar. Cuando se da la oportunidad, nos relata historias de experiencias que ha vivido.
Hubo una ocasión en particular en la que nos contó un poco más de la charla habitual, lo que
nos permitió abrir el panorama de quien conocíamos solo como “Leo”.
Una tarde en casa de Amaya, después de comer, nos quedamos todos platicando de
una película mexicana que acabábamos de ver sobre el suceso de los estudiantes en 1968.
“Oye Leo, ¿Que no tú estabas en la escuela donde tiraron la puerta con una bazuca o algo
así?”
La pregunta de Amaya nos llamó la atención a todos. Fue entonces que Leo se sentó
con nosotros y nos contó su historia. Efectivamente, fue un estudiante en la Preparatoria N.1
y le tocó vivir el famoso “bazucazo”. Cuando tenía tan solo 15 años, el movimiento
estudiantil en la ciudad de México empezaba por unos enfrentamientos entre estudiantes del
Instituto Politécnico Nacional y los de una preparatoria particular. El problema fue “resuelto”
por una agresión brutal de parte de la policía llamado “cuerpo de granaderos”. Ante esa
represión y muchas otras en el transcurso de esos días se empezaron a organizar protestas y
manifestaciones, pero bajo la misma reacción violenta y opresiva del gobierno los estudiantes
acabaron refugiados en la preparatoria donde Leo estudiaba. Fue ahí, el 30 de julio de 1968,
donde las puertas de la preparatoria, que habían sobrevivido desde la independencia, fueron
tiradas por un lanzacohetes dejando entrar a policías y soldados que en menos de una hora se
llevarían a casi todos al campo militar número uno a las afueras de la ciudad. Ahí muchos de
los estudiantes serían asesinados y otros encarcelados por muchos años. Para la suerte de Leo,
gracias a su corta edad y que el movimiento apenas estaba empezando, fue dejado libre
después de una semana “Si hubiera sido más adelante, quizás no lo sueltan” nos dice la mamá
de Amaya y esposa de Leo.
Para acabar la plática que se ha extendido a ya casi una hora, nos cuenta sobre la
tercera vivencia que marcó su camino. Es 1988 y una vez más el autoritarismo mostró uno de
sus rostros. La pasión de Leonardo por la economía se había disipado y era ahora por “azares
del destino” y mérito propio que fue representante de un partido político ante la Comisión
Federal Electoral. Era un órgano que estaba controlado por el gobierno; por ello, los
resultados siempre eran predecibles. En la elección de 1988 se hace evidente el fraude
electoral. Nuevamente la democracia pierde y nuevamente, Leonardo se cuestiona. Es aquí
donde el Partido Revolucionario Institucional se divide y se presenta ante otros partidos
independientes, y consecuentemente, Leonardo decide estudiar cuidadosamente el sistema
vendido como democrático. Busca alternativas, se hace escuchar. Gracias a esto cuando todos
tenían preguntas, Leonardo no tenía respuestas, sino soluciones llevándolo eventualmente a
convertirse en el último consejero Presidente del Instituto Federal Electoral entre el 2008 y
2013 antes de que se convirtiera en el INE. Durante el resto de su vida laboral ha sido
profesor universitario.