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LOS PRESOCRÁTICOS

1. LA FILOSOFÍA PRESOCRÁTICA ES COSMOLOGÍA


Los presocráticos fueron los primeros filósofos, aquellos que entre el siglo VI y V a.C.
ofrecieron una explicación alternativa al mito. ‘Pre-socrático’ significa «anterior a Sócrates»,
¡pero no debe entenderse “anterior” solo en sentido temporal!, pues de hecho algunos
presocráticos, como Anaxágoras, fueron contemporáneos a Sócrates. ‘Pre-socrático’ hace más
bien referencia a un modo de hacer filosofía que cambiaría con Sócrates y que se caracteriza por
1) el estudio del cosmos y 2) la pregunta por su principio constitutivo (arjé): 1. Solo les preocupa
la Physis, que suele traducirse como “naturaleza” y se refiere a todo lo que existe –sin haber sido
creado por el ser humano–, razón por la cual, Aristóteles les llamaba physikoi (físicos). La Physis
(o naturaleza) es además el Kosmos (orden), y por eso, se dice que la filosofía presocrática es
cosmología.
2. Se preguntan por el arjé o principio constitutivo del que todo –el cosmos- está hecho, del que
todo procede y al que todo desemboca. Por todo esto, los presocráticos son como esos astrónomos
y físicos teóricos de hoy, que hablan del Big Bang, la materia oscura y todas esas cosas.

2. SU PRINCIPAL PROBLEMA: EL PROBLEMA DEL ARJÉ


Los presocráticos no pusieron en duda en ningún momento la existencia del arjé. Pero ¿Por
qué? ¡¿Por qué tiene que existir el arjé?!

Los griegos consideraban un principio evidente y fuera de toda


duda que «Nada proviene de la nada», o sea,que lo real-existente (el
cosmos) no puede provenir de lo noreal o inexistente (la nada), sino que
debe provenir de algo real-existente previo: una realidad primigenia que
siempre ha existido y es origen y principio constitutivo de todo, ¡y esto
es el arjé! Por tanto, necesariamente el arjé existe.

De esta manera, lejos de preguntarse si existe o no el arjé, se preguntan cuál es el arjé, y


concretamente, cuál es su naturaleza y su número. Éste es el problema principal de los
presocráticos, que es el llamado «problema del arjé», y se formula así: ¿Cuál es el principio
constitutivo de lo real, del que proviene todo y en el que todo acabará? -¿Son los cuatro elementos
o los átomos o qué? ¿Y se trata de una cosa o de muchas?-
Además, abordan otros problemas. A) El problema del cambio (y la permanencia):
¿Cómo es posible el cambio? ¿Existe realmente? B) El problema de la unidad y la
multiplicidad: ¿Cómo es posible la
multiplicidad? ¿Existe realmente?
B) El problema de las fuentes del
conocimiento: ¿Qué proporciona
realmente conocimiento? ¿Los
sentidos o la razón? La relación
entre esos problemas la tienes en el
esquema.

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3. PROPUESTAS DE SOLUCIÓN
En el desarrollo del pensamiento presocrático, Parménides ocupa un lugar central, hasta el
punto de que hay un antes y un después de él, como vamos a ver. Pero antes debemos advertir
que las fuentes documentales de los presocráticos son pocas y poco fiables, pues lo que nos ha
llegado de ellos es (i) poco y (ii) a través de intermediarios.

(i) Escribieron libros, pero no nos ha llegado ninguno entero, sino solo fragmentos y en algunos
casos solo palabras e incluso nada, y (ii) ninguno de los escritos que conservamos es de su puño
y letra, sino que son o citas (presuntamente) literales o comentarios sobre sus ideas y sus vidas.

3.1. Escuela de Mileto: Tales, Anaximandro y Anaxímenes

Se llaman “escuela de Mileto” porque sus miembros eran de


Mileto y eran maestro y discípulo respectivamente: Thales –
que es el primer filósofo de la historia– fue maestro de
Anaximandro, y éste lo fue después de Anaxímenes. Cada
uno dio una respuesta distinta al problema del arjé: Thales
identificó el arjé con el agua, Anaximandro con el apeiron
(lo ilimitado) y Anaxímenes con el aire.
Profundizaremos un poco en cada uno de ellos:

a) Tales de Mileto (624-546 a.C. aprox.)


Viajero inquieto y curioso, fue matemático, astrónomo y político, con fama de sabio distraído,
se cuenta que predijo un eclipse de sol en el 585 a. C., lo que le daría gran fama.
Creía que el agua era el arjé que permanece como sustrato por debajo de todas las cosas
cambiantes, y lo “razonó” afirmando que el agua es el único elemento que puede mostrarse en
los tres estados de agregación de la materia, esto es, sólido como hielo, o como vapor de agua o
en su propio estado líquido, lo cual le permitió creer que todo pueda ser agua. Defendió también
que la tierra era un disco plano que flota sobre el agua; y que todas las cosas están “llenas de
dioses”, que tienen vida y alma, teoría esta que se conoce como “animismo”. Muy probablemente
Tales recogería estas ideas de la cosmología egipcia y babilónica junto a sus observaciones
personales puesto que vivía en Mileto (importante puerto de mar).
Cuando Tales afirma que todo está lleno de dioses probablemente se refiere a su defensa del
“hilozoísmo”, es decir, su concepción de la Naturaleza como un ser vivo en el que todo tiene
vida.
Aunque la filosofía de Tales pueda parecer rudimentaria, dio un paso fundamental por basarse
en la observación y el sentido común y rechazar las explicaciones míticas.

b) Anaximandro de Mileto (610-545 a.C.)


Discípulo de Tales, viajó mucho y participó en la vida pública de su ciudad. Construyó el primer
mapa del mundo tal como se conocía, así como una esfera celeste, y fijó los solsticios y los
equinoccios.
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Sostenía que el arjé no podía ser ninguno de los elementos básicos porque no se podría entender
de dónde habría surgido ese primer elemento. Por ello optó por algo diferente a todo y lo llamó
“ápeiron”, lo indeterminado o indefinido, algo previo a cualquier determinación y por ello a
partir de ese ápeiron se originaría todo el resto del mundo visible. A causa del movimiento, en el
interior del ápeiron se fueron separando los pares de contrarios originándose los diversos
elementos –agua, tierra, aire y fuego– constituyendo las regiones como capas esféricas.
Este mundo evoluciona sin cesar y así los contrarios se invaden continuamente yendo del verano
al invierno, de del día a la noche… Pero el dominio de ese contrario nunca será definitivo en un
proceso continuo que Anaximandro explica con una metáfora extraída del comportamiento
humano: el triunfo de un contrario es una injusticia que debería resarcirse con el triunfo posterior
de su opuesto. Los mismos hombres procedemos de los animales, y este mundo creía nuestro
autor que no es el único.
En definitiva, el mérito de Anaximandro está en hacer un planteamiento más abstracto que Tales
del problema de la Physis. Parte de una hipótesis de la que deriva consecuencias lógicas.

c) Anaxímenes de Mileto (585-524 a. C.)


Discípulo de Anaximandro, pensaba que todo tenía un principio único e infinito peo no
indeterminado, sino concreto: el aire, del que todos los seres derivan. Así vemos como
Anaxímenes vuelve a uno de los cuatro elementos básicos de la Naturaleza, aunque lo caracteriza
de manera muy similar al ápeiron de su predecesor.
La novedad principal está en que por primera vez se van a concretar dos procesos físicos que van
a explicar cómo el aire puede transformarse en todo mediante dos mecanismos observables
cotidianamente que son los cambios de densidad. Estos dos procesos los llamó Anaxímenes
“rarefacción” y “condensación”: por rarefacción se convierte el aire en fuego, y por condensación
se transforma primero en viento, después en nube, y finalmente en agua que sobre la tierra puede
convertirse en piedra. De esta manera las diferencias cualitativas entre las cosas se explican por
diferencias cuantitativas: tener más o menos aire, estar más o menos comprimido o ser más o
menos denso.
Al exponer como arjé el aire podríamos pensar que hay un retroceso con respecto a Anaximandro.
Sin embargo, esto es solo aparente pues el avance de Anaxímenes está en introducir ese criterio
cuantitativo para explicar las diferencias cualitativas en la materia, lo cual representa un gran
paso para la ciencia posterior ya que esta se basa en el supuesto de que todas las diferencias
cualitativas pueden ser explicadas en términos cuantitativos, medibles y cuantificables.

3.2. Heráclito (544-484 a.C.)


Pertenecía a una familia aristocrática y estaba destinado a gobernar su ciudad sin embargo
renunció a sus derechos a favor de su hermano y se dedicó a la filosofía. A Heráclito le llamaban
“el oscuro”, y no es de extrañar, por las ideas que sostuvo y por su estilo oracular y aforístico.
Destacan dos tesis metafísicas –acerca de la realidad–:

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1. El mundo es puro cambio, demanera que en la Physis no existen “cosas” en el sentido de
cuerpos consistentes, sino que solo hay procesos, actividad. Esto lo expresó con dos frases
célebres: «Panta rhei», “todo fluye”, nada permanece; y «No nos bañamos dos veces en el mismo
río» (pues, entretanto, ha cambiado el agua ¡y nosotros mismos!).
2. El arjé o principio constitutivo de todo es la lucha de contrarios (Día Vs Noche, Guerra Vs
Paz), representada con la metáfora del fuego. Quizás en respuesta a alguna crítica –que señalaba
cosas que parecen permanentes, como esta botella de la que estoy bebiendo agua–, Heráclito
añadía que todo lo “permanente” es apariencia que surge de que se equilibran fuerzas
contrarias, algo parecido a lo que ocurre con nuestro cuerpo –diría yo–: parece que permanece el
mismo a lo largo del tiempo, pero sólo porque se le agrega tanto nuevo cuanto viejo va muriendo
a nivel celular.
En conformidad con ello, Heráclito sostuvo las siguientes dos tesis epistemológicas –acerca del
conocimiento–:
1. El mundo no es susceptible de conocimiento
verdadero (necesario y permanente) –porque no hay nada
necesario y permanente, y se entiende que el auténtico
conocimiento es necesario y permanente–.
2. Son los sentidos la fuente de conocimiento que nos
muestra dichos cambios.
Pero esto no significa que Heráclito considerase que no se
puede conocer nada. Encontró la solución en el concepto
de LOGOS, término griego que puede traducirse por “razón”, “palabra”, “discurso”. Para
Heráclito dicho logos es el orden que subyace por debajo de los múltiples cambios que muestran
los sentidos.
Es cierto que todo cambia, pero esto no ocurre de forma caótica, sino que responde a una lógica,
a un orden que subyace y que podemos captar a través de la inteligencia. El conocimiento consiste
precisamente en conocerla ley interna que rige la Naturaleza. Este logos nos dice que la realidad
es contradictoria y armónica al mismo tiempo. Los contrarios y opuestos se exigen unos a otros.
Así su frase “la guerra es el padre de todas las cosas”.
Se considera a Heráclito el precursor de la dialéctica, es decir, de la concepción de la realidad a
través de este dinamismo que lleva de un contrario a otro encerrando una regularidad. Así lo
reconocieron filósofos posteriores con Hegel y Nietzsche.

3.3. Pitágoras y los pitagóricos


Además de su decisiva contribución al acervo matemático griego, Pitágoras es el principal
responsable –a través de la práctica de la demostración– del nacimiento en Grecia de la
Matemática racional. Es sin duda, además, el matemático más conocido. Pero más allá de la
Matemática, en el ámbito más general de la Historia de la Cultura, su figura es una de las más
apasionantes de la Historia del Pensamiento.
Pitágoras es el primigenio inductor de una parte considerable de los elementos culturales que al
configurar en gran medida el pensamiento platónico, influyeron de forma decisiva sobre la
Historia de la Cultura y del Pensamiento. Como filósofo del número, para Pitágoras y los
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pitagóricos Filosofía, Ciencia, Matemáticas y Religión son aspectos indisociables que se
integran en una apasionada actividad intelectual presidida por un misticismo de carácter
aritmético–geométrico. Al acuñar los términos Filosofía («amor a la sabiduría») y Matemáticas
(«lo que se conoce con certeza», «lo que se aprende»), Pitágoras es uno de los artífices del
milagro griego como principal instaurador de la tradición filosófica y matemática en occidente.
Entre la historia y la ficción, la extraordinaria figura de Pitágoras ha sido muy controvertida,
estando inmersa en un halo misterioso que envuelve a leyendas y tradiciones sobre el personaje.
Se ha llegado incluso a dudar de su existencia. Actualmente la investigación histórica parece
haber dejado fuera de toda duda la historicidad de Pitágoras.
Pitágoras nació en la isla de Samos. Tras una exquisita formación intelectual es probable que
visitara a Tales en Mileto y aprendiera directamente de él, lo que por proximidad cronológica y
geográfica habría sido posible. Ávido de ampliar conocimientos, al haber agotado las fuentes del
saber griego de la época, con un alma helénica, inquieta y viajera, y aconsejado por la experiencia
personal de Tales, Pitágoras habría estado en Egipto y Mesopotamia, donde los sacerdotes y
escribas le debieron inculcar la ciencia que impregnaría toda su elaboración científica y la
transmisión de la misma a sus discípulos. Es posible incluso que en sus peregrinaciones Pitágoras
llegara hasta la India donde habría asimilado tanto conocimientos matemáticos y astronómicos
como mucho bagaje religioso, en particular las doctrinas sobre la reencarnación y la
transmigración de las almas, que sería un lugar común en la Comunidad Pitagórica. Al regreso
de sus viajes, Pitágoras se siente imbuido de una función casi mesiánica de transmisión de la
verdad y el conocimiento y empieza a exponer doctrina matemática, filosófica y religiosa,
primero en Samos y después en Crotona, colonia dórica de la Magna Grecia, situada en la costa
sudeste de Italia, donde funda una comunidad de carácter científico y religioso. La leyenda
persigue a Pitágoras hasta el umbral de su muerte que se ha descrito con todo tipo de versiones.
Según lo más fiable parece ser que murió en Metaponto, hacia el año 500 a.C.
Pitágoras funda una comunidad en la que los aspectos científicos y religiosos están íntimamente
asociados de forma mística. Se trata de una secta animada por el culto ritual que recuerda a los
adoradores de Orfeo, donde las armonías y misterios de la Matemática y de la Filosofía eran
partes esenciales y cuya influencia no tardó en hacerse sentir en toda la Magna Grecia e incluso
en Roma. El principal objeto de las doctrinas pitagóricas era la purificación del alma o
catarsis mediante el estudio filosófico, matemático y cosmológico, emprendidos como
factores de sublimación espiritual para la dirección de la existencia, merced a la
identificación intelectual –filosófica– con la gran idea divina ordenadora del universo: el
número, que integra y confiere unidad a todo un sistema de pensamiento filosófico,
científico y religioso.
Las propias palabras Filosofía y Matemática parece que fueron acuñadas por el propio Pitágoras
para describir sus actividades intelectuales, como elementos de elevación moral hacia la
salvación. Los pitagóricos perseguían penetrar en el secreto de la armonía de los números,
ya que desvelado éste creían poder comprender la armonía del universo. Soñaban con
poder captar la esencia del universo bajo la forma de números enteros, imaginándose estar
tras las huellas del misterio último de las cosas. Los pitagóricos vinculaban íntimamente Mística,
Religión y Ciencia; Geometría, Música, y Cosmología; Aritmología, Metafísica y Filosofía;
cuerpo, alma y espíritu en una armoniosa síntesis. Quizá resida en esa capacidad unificadora del
Pitagorismo entre lo científico-racional y lo místico-religioso su radicación profunda en la matriz
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de la Cultura Griega y por ende en su heredera, nuestra llamada Cultura Occidental
Pitágoras organizó en su comunidad dos tipos distintos de enseñanza, que darían lugar a dos
tipos de miembros en la primitiva comunidad pitagórica: los Matemáticos («conocedores»),
jóvenes especialmente dotados para el pensamiento abstracto y el conocimiento científico y
los Acusmáticos («auditores»), hombres más simples, pero igualmente sensibles, que
reconocían la verdad de forma intuitiva a través de dogmas, creencias, sentencias orales
indemostrables y sin fundamento, principios morales y aforismos. Los Acusmáticos eran devotos
religiosos que se encargaron de velar por la pureza del «modo de vida pitagórico» (cumplimiento
de los preceptos como el no comer habas, la alimentación vegetariana…), mientras que los
matemáticos –no comprometidos solamente con el cultivo de las matemáticas, sino con la
totalidad del conocimiento– se consideraban continuadores del espíritu especulativo de Pitágoras
y de su evolución del acervo científico y matemático.
Los pitagóricos basaron su filosofía y su modo de vida en el culto a los números llevándolo
hasta el paroxismo. Todo era una encarnación del número. La fuente primaria más cualificada
sobre la Filosofía pitagórica es, sin duda alguna, el capítulo V del libro I de la Metafísica de
Aristóteles – que tiene por título «Los pitagóricos y su doctrina de los números»–, donde afirma:
«Los filósofos pitagóricos se dedicaron al cultivo de las matemáticas y fueron los primeros en hacerlas
progresar; estando absortos en su estudio creyeron que los principios de las matemáticas eran los
principios de todas las cosas. [...] Supusieron que las cosas existentes son números –pero no números
que existen aparte, sino que las cosas están realmente compuestas de números–, es decir, los elementos
de los números son los elementos de todos los seres existentes y la totalidad del universo es armonía y
número. Su razón consistía en que las propiedades numéricas eran inherentes a la escala musical, a los
cielos y a otras muchas cosas.»
Este texto de Aristóteles resume el núcleo de la metafísica pitagórica. El entusiasmo ante el
descubrimiento pitagórico de la base numérica de los intervalos musicales –los intervalos básicos
de la música griega podían representarse mediante las razones 1/2, 3/2 y 4/3– encendió un
chispazo de inspirada intuición hacia una fórmula de aplicación universal: «si los números son
la clave de los sonidos musicales, ¿no serán también la clave de toda la naturaleza?»
Según los pitagóricos, los números son los componentes básicos de la realidad: no essolo que
la realidad sea numerable –y pueda ser contada: «una mesa, cuatro sillas…» –,sino que está
compuesta realmente de números, está “hecha” de números. Sin embargo, esto no significa que
si descomponemos una cosa en sus elementos más básicos –o miramos a través de un
microscopio–, lo que encontramos son números como el “1”, el “3” o el “5”. Más bien
encontraríamos puntos y combinaciones de puntos, que Pitágoras y sus seguidores identifican
con los números.
Según ellos, cada número se identifica con un punto y la unión de puntos origina espacios y
figuras: dos puntos originan una línea, tres puntos, una superficie, y cuatro, un volumen; ¡y a
partir de estos cuatro primeros componentes se origina todo!

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El número diez es la quintaesencia del misticismo pitagórico. Los pitagóricos lo representaban
mediante 10 puntos dispuestos bajo la forma de un triángulo equilátero. A este anagrama,
representación visual y geométrica del hecho de que 10=1+2+3+4, le llamaron la Tetractys de la
Década.
En la COSMOLOGÍA PITÁGORICA la veneración hacia el número diez tiene una implicación
transcendental en su doctrina acerca de la configuración del universo, al ser la inspiradora del
primer sistema astronómico no geocéntrico. Según Aristóteles (Metafísica, 986a):
«[...] Como creen [los pitagóricos] que la década es perfecta y que abarca la naturaleza entera de los
números, afirman que también los cuerpos que se mueven en torno de los cielos son diez, pero al ser
nueve solamente los visibles, se inventan, por esta razón, el décimo, la anti-tierra, [...].»
La doctrina pitagórica de la Armonía de las Esferas es la quintaesencia de la belleza en la
explicación pitagórica del Cosmos divino armonizado de forma fascinante por la concordancia
de las proporciones aritméticas y musicales, que extrapoladas al universo entero determinarían
que los cuerpos celestes debían emitir en sus movimientos unos tonos musicales armoniosos cuya
combinación producía una maravillosa melodía permanente: «La Música de las Esferas»

Si bien la realidad está compuesta de números, éstos son


resultado de la dualidad de “lo ilimitado” y “lo limitado”
que consideraban, respectivamente, como “lo par” y “lo
impar”, “lo izquierdo” y “lo derecho”, “lo femenino” y “lo
masculino”, “lo malo” y “lo bueno”.
En el principio solo existía lo Ilimitado y cuando Dios le
impuso un límite, creó todas las cosa o unidades mensurables
y surgió el Cosmos.
Frente a la religión oficial de los griegos basada en el culto a los dioses olímpicos, se habían
introducido en el mundo griego, otros movimientos religiosos más intimistas procedentes de
Oriente: las religiones mistéricas. Una de las más importantes fue el orfismo que ejerció una
enorme influencia en los pitagóricos y en Platón.
Tanto los pitagóricos como los órficos creían que los hombres estaban constituidos por dos
componentes de naturaleza diferente: cuerpo y alma. De hecho, creían que todo el universo
está vivo y tiene un alma que es divina y de la cual las almas individuales son sólo fragmentos;
por eso todas quieren volver a su origen y liberarse del cuerpo que es una prisión, como después
dirá también Platón.
Defienden por tanto una concepción dualista del ser humano, según la cual el humano está
formado por dos sustancias completamente distintas, cuerpo y alma. Identificaba el alma con la
esencia del ser humano, considerándola como un elemento de origen divino que da al humano
toda su valía, mientras que el cuerpo es como una cárcel en la que aquella está encerrada. Según
Pitágoras, el alma no muere con el cuerpo (inmortalidad) y cuando el cuerpo muere, el alma –
si es impura– ocupa otro cuerpo (reencarnación), pudiendo incluso ocupar el cuerpo de animales
e incluso de algunos vegetales (metempsicosis). El objetivo de la vida es librarse del ciclo de
reencarnaciones, y la única manera de conseguirlo es llevar una vida contemplativa y observar
ciertas normas (las vías antes mencionadas).

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3.4. Parménides y “los suyos” (515 a.C. aprox.)
Parménides fue el pensador más importante de la escuela de Elea. De familia aristocrática.
Discípulo de Anaxímenes e influido por el pitagorismo, profundizará en su herencia en la línea de
una mayor racionalización de su filosofía.
La influencia de Parménides no sólo fue importante en los pluralistas posteriores sino también en
Sócrates, Platón y Aristóteles. Parménides se erige en el defensor del racionalismo extremo.
Y convierte la cosmología en ontología (con su estudio del Ser) y epistemología, con su distinción
del conocimiento sensible y el racional. Partiendo del estudio exclusivo de la razón, deduce todas
las características de la realidad que se puede saber y pensar (el Ser). El resultado es el mayor
ataque que jamás se haya hecho contra los sentidos y el mundo físico que estos nos muestran.
Sostuvo sus ideas en un poema del que nos han llegado unos ciento cincuenta versos agrupados
en un proemio o introducción y dos partes: la Vía de la Verdad y la Vía de la Opinión. El proemio
y la primera parte se conservan casi enteros. Está escrito como una alegoría que muestra la
revelación de una diosa.
En la Vía de la verdad, la diosa plantea a Parménides una dualidad: existen dos vías o caminos
para intentar llegar a la verdad y obtener el conocimiento. La vía de la opinión, impracticable ya
que los sentidos sólo nos muestran apariencias, y que sólo lleva a contradicciones. La Vía de la
Verdad es la que parte del principio ontológico según el cual: «Lo que es, es, y lo que no es, no
es», que viene a decir que (a) solo el ser es posible, y (b) el no-ser es imposible, o sea, que: a)
el ser (estático y único) es lo único que existe y b) el no-ser (nada) no existe y es imposible, por
impensable. Como consecuencia de ello, el cambio y la pluralidad no existen, porque implican
no ser.
Su razonamiento es: como el cambio consiste en el paso del no-ser al ser, o del ser al no-ser, y
como el no-ser no existe –ni puede existir–, el cambio es imposible. Igualmente, como la
pluralidad (o multiplicidad) consiste en distintos seres entre los que hay un vacío, que es un no-
ser, y como el no-ser no existe –ni puede existir, la pluralidad (o multiplicidad) es imposible. En
resumen, por tanto, los rasgos del ser son: que es estático o inmutable
y que es único o completamente lleno, en el sentido de que es un solo
vasto bloque, que no está constituido por partes. Esto significa que…

En correspondencia con ello, Parménides sostuvo la tesis


epistemológica de que mientras que la razón proporciona verdadero
conocimiento (episteme), los sentidos solo proporcionan mera opinión (doxa); o sea, que la razón
es capaz de desvelarnos la realidad tal y como es, mientras que quien se guía por los sentidos solo
obtiene apariencias.
De esta manera, planteó la conocida como «aporía eleática»,
según la cual mientras que los sentidos nos dicen que la
pluralidad y el movimiento existen, la razón nos dice que son
imposibles, y ambas supuestas verdades resultan igualmente
evidentes, de manera que una tiene tanta fuerza como la otra,
Una aporía consiste en dos afirmaciones que,
pero las dos a la vez son imposibles porque se contradicen. siendo igualmente evidentes, sin embargo se
contradicen mutuamente, de manera que
8 tienes que defender las dos pero no puedes. La
aporía de Parménides se llama “eleática”
porque el filósofo era de Elea.
(Como curiosidad: Esta aporía la reforzó un discípulo de Parménides llamado Zenón de Elea, elaborando para el caso
distintas paradojas conocidas como «paradojas de Zenón».
Entre ellas, destaca la paradoja de la carrera, según lacual un corredor nunca podrá alcanzar la
meta -¡y ni siguiera podrá moverse de la salida!-, puesto que para alcanzar la meta, primero
tendrá que alcanzar el punto medio del trayecto, pero para alcanzar éste, aún tendrá que llegar
a la mitad del nuevo trayecto,
ccc y para llegar a ésta, debe llegar a la nueva mitad, y así hasta el
infinito. Otra famosa es la paradoja de Aquiles y la tortuga, donde Aquiles, “el de los pies
ligeros”, y una tortuga, de proverbial lentitud, se enfrentan en una carrera de velocidad, en la
que Aquiles le deja unos metros de ventaja a la tortuga. Según Zenón, Aquiles nunca alcanzará
a la tortuga, siempre y cuando ésta continúe avanzando, porque siempre que Aquiles llegue a
la posición que ocupaba la tortuga, ésta se habrá desplazado algo –por poco que sea-, de manera
que cuando Aquiles vuelva a alcanzar la nueva posición que ocupaba la tortuga,ésta habrá vuelto
a desplazarse, y así hasta el infinito.)

En definitiva, Parménides afirma la identidad entre ser y pensar. El no ser no se puede pensar y
sólo lo que es puede ser pensado, así que ser y pensamiento vienen a ser lo mismo. Así llega
Parménides a una tautología, al principio de identidad: lo que es, es; y lo que no es, no es.

En el fondo de la propuesta de Parménides existe una problemática lingüística: el verbo ser


tiene un valor predicativo (ser) y otro existencial (existir) que en la lengua griega de la época de
nuestro filósofo aún no estaban claramente diferenciados. Así si digo que “Juan es un hombre
español”, no me estoy refiriendo a su existencia. Pero Parménides niega la posibilidad de una
predicación negativa (que el ser no sea, o que el no- ser, sea) porque esto cree que supone la
afirmación de la no existencia.
Sin embargo, nosotros sabemos que no es así: afirmar que Juan no es un hombre español no
significaría negar su existencia, sino sólo negarle un atributo referido a su nacimiento.
Parménides hace derivar de la afirmación del ser y la negación del no ser unas consecuencias que
resultan sorprendentes:
En primer lugar, el ser ha de ser único porque si hubiera más de uno estarían separados por el no-
ser, lo cual es inviable. Ha de ser por tanto también indivisible y homogéneo, compacto, pleno y
macizo, como una esfera, sin vacío en ninguna parte.
En segundo lugar, el ser es inengendrado e imperecedero, porque lo contrario supondría que antes
no era o que ha pasado de ser a dejar de ser.
También es eterno, lo que excluye la creación a partir de la nada. El ser no puede cambiar ni
moverse o dejar de ser porque todo eso implicaría el no-ser.
Finalmente, el ser es espacialmente limitado por ser una esfera, la figura perfecta.
Así pues, atendiendo a la lógica y a la sola razón, Parménides llega a conclusiones sorprendentes:
no existe la pluralidad, no hay movimiento ni cambio, no hay nacimiento ni destrucción.
Esta situación coloca a Parménides como el monista más radical y consecuente, puesto que de
un solo elemento tal como él lo concibe es imposible que surja la pluralidad. Pero a su vez obliga
a los filósofos posteriores a buscar una solución si no están de acuerdo en negar la existencia del
mundo sensible, así como de la pluralidad y el cambio. La respuesta más completa la dará
Aristóteles, pero el paso siguiente a Parménides lo darán los filósofos llamados pluralistas que
tratarán de reconciliar las tesis de Heráclito y Parménides. Todos ellos coinciden con Heráclito
en defender el cambio en el mundo sensible que nos muestran los sentidos intentando
comprenderlo y explicarlo racionalmente mediante la unión y separación de partículas diferentes
que poseían las cualidades que Parménides atribuía al ser: eternas, incorruptibles…

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3.5. ¿Y después de Parménides?
La filosofía posterior a Parménides es un intento de
responder al reto que plantea la aporía eleática. Los
filósofos de este periodo logran conciliar (i) el
principio ontológico de Parménides, que exige la
razón, con (ii) la existencia del cambio y la pluralidad
del mundo que nos muestran los sentidos, pero para
ello necesitan mantener el pluralismo: el arjé
consiste en varios tipos de realidades, y no en una
(monismo), como decían los milesios o Heráclito, ni
en dos (dualismo), como defendía Pitágoras. Y
además debe existir algún principio o fuerza que
actúe sobre ese arjé plural haciendo posibles los
cambios.

a) Empédocles de Agrigento (495-435 a.C.)

Empédocles defiende, dando por evidente el razonamiento de Parménides según el cual ninguna
realidad nueva puede originarse, que el arjé son los cuatro elementos o raíces: tierra, aire, agua y
fuego, y que existen dos fuerzas cósmicas originarias: el amor, que es fuerza de atracción, que
une, y la discordia, que es fuerza de repulsión, que separa. El cosmos es resultado de la acción
de las fuerzas cósmicas sobre los cuatro elementos. De esta manera, las cosas y los cambios que
observamos en el mundo son meras combinaciones de los cuatro elementos, que no implican un
paso del no ser al ser, y viceversa. Así, por ejemplo, no existe la muerte entendida como un “ir
hacia la nada” y por tanto, pasar del ser al no ser, porque es imposible, como decía Parménides.
Pero sí existe la muerteentendida como separación de los elementos, que no conlleva paso del
ser al no ser: los cuatro elementos que conforman el organismo siguen siendo –siempre igual–,
pero ahora dejan de estar juntos o en la misma proporción.
Para Empédocles la realidad es esférica y en el interior encontramos los cuatro elementos a partir
de cuya mezcla se van a formar todos los seres. Esa esfera estaría unida por el Amor, y poco a
poco, al intervenir el Odio, se van separando, formando la pluralidad que conocemos.

b) Anaxágoras de Clazomene (500-428 a.C.)


Anaxágoras fue el primer pensador que, atraído por las reformas de Pericles, se trasladó de
Clazomene a Atenas inaugurando la hegemonía cultural de la capital frente a Mileto.
Anaxágoras sigue un esquema idéntico al de Empédocles. Defiende que el arjé son lo que llama
«semillas» (spermata u homeomerías): partículas de sustancias y cualidades infinitamente
pequeñas, que hay de todo lo que existe, ya sea rojo, madera, oro, humano…, y que son, por
tanto, innumerables. Cuando dichas semillas se unen y se separan, se hacen y deshacen los seres
que forman el universo.

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«Todo está en todo»
En todos y cada uno de los seres se encuentran todas las semillas que hay, solo que, dependiendo del tipo de
ser del que se trate, predominan unas semillas u otras. Así, por ejemplo, en los seres humanos se encuentran
semillas de estrella, de alga, de rojo, de río, y de todos los seres del universo, pero predominan las de ser humano.

«Ninguna cosa nace ni muere, sino que a partir de cosas que son se produce un proceso de composición y de
división; así, para hablar correctamente habría que llamar “componerse” al nacer, y “dividirse” al morir.»

En efecto, como todos los presocráticos, Anaxágoras se preguntaba cómo es posible, por
ejemplo, que la hierba se convierta en carne (es decir, en la vaca que se la come). Si es verdad
que nada da lo que no tiene, la hierba sólo puede ser carne porque en ella hay “semillas de carne”.
Un objeto puede llegar a ser otro cuando predominen las semillas del segundo.
Anaxágoras postuló un “principio del movimiento” que diera impulso inicial a la esfera inmóvil
de la que parte todo (en común con Parménides) y le llamó NOUS (Inteligencia ordenadora)
como causa que imprime movimiento a esa masa inerte de semillas.
Platón y Aristóteles reconocerán la gran aportación de esta afirmación. Sin embargo, ambos
autores reprochan a Anaxágoras que no utilice más en su explicación del cosmos esa fuerza
motriz.

b) Los atomistas: Demócrito de Abdera (460-370 a.C.)


Demócrito fue contemporáneo de Sócrates y del joven Platón, aunque se le incluye entre los
presocráticos por sus teorías cosmológicas y su filosofía de la naturaleza. Escribió más de sesenta
obras de ética, física, matemáticas, música, literatura y temas técnicos.
Demócrito y los atomistas en general siguen un esquema parecido al de Anaxágoras y
Empédocles.
Acepta dos de las condiciones de la filosofía de Parménides: de una realidad no ‘Átomo’ significa
puede surgir la pluralidad; lo real tiene las características del ser de Parménides literalmente «no-
excepto la esfericidad como forma única, y la unicidad porque los átomos tienen divisible» (á-tomo)
formas diferenciadas y son múltiples. Defienden que el arjé está constituido por
una infinitud de átomos entre los que media el vacío. Los átomos son partículas elementales,
indivisibles, de las que están hechas todas las cosas. Son infinitos y están en movimiento en el
vacío desde la eternidad. Cuando los átomos se unen y se separan, se hacen y deshacen los seres
que forman el universo. El vacío juega un papel fundamental, haciendo posible el movimiento y
la pluralidad.
Desde siempre el universo ha estado formado de infinitos átomos
moviéndose eternamente en el vacío, chocando entre sí se
entrelazan formando los cuerpos. Los átomos pueden entrelazarse
porque tienen distintas figuras.
Pero ¿cómo puede el vacío, que es un no-ser, ser? ¡¿No es un
contrasentido, como denunció Parménides?! Los atomistas
afirman que el vacío “es” en el sentido de que “existe”, pero no en
el sentido de que “es una cosa”, y solo en este sentido es
autocontradictorio afirmar que «el vacío es».

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En consonancia con lo anterior, los atomistas defendieron un modelo mecanicista de la
naturaleza: el universo no sigue un plan ni tiene finalidad alguna (establecida por alguna
inteligencia divina), sino que solo hay materia y movimiento. Este cosmos como cualquier otro
surge por azar, por el puro choque mecánico sin ningún fin ni objetivo que estuviera
predeterminado.
Esta doctrina será ampliamente compartida en la Edad Moderna (Descartes), y se le añadirá
que la naturaleza es como una máquina en su estructura y su funcionamiento.

ESQUEMA FINAL FILÓSOFOS PLURALISTAS

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