Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1ª edición, 2020
D.R. © De la presente edición: Universidad de
Guanajuato, Lascuráin de Retana, núm. 5, Centro,
C. P. 36000, Guanajuato, Gto., México.
D.R. © Del texto: Javier Corona Fernández, Aureliano Ortega
Esquivel, Gergana Petrova, Carlos Oliva Mendoza.
D.R. © De la distribución: Fides Ediciones.
Prólogo ............................................................................ 9
Autores ..........................................................................191
ANALOGÍA Y BARROCO EN LA OBRA
DE MAURICIO BEUCHOT
I
POR AZARES Y FORTUNAS diversas, me he topado con
cinco libros que aportan cuestiones trascendentes y, en verdad,
digo trascendentales para pensar el hecho barroco en la filosofía
mexicana contemporánea. Se trata del injustamente olvidado
Estética y doctrina moral en Baltasar Gracián, de Claudia Ruíz
García; Destrucción del ídolo ¿qué dirán?, de Pedro de Mercado;
del fascinante relato, en donde ocupan un lugar central los je-
suitas expulsados de América; Sueños de la razón. 1799 y 1800.
Umbrales del siglo XIX, de Jorge Aguilar Mora; del revoluciona-
rio libro sobre ese barroco plenamente americano que escribe
Sergio Ugalde Quintana, La biblioteca en la isla. Una lectura de
la Expresión americana, de José Lezama Lima; y last but not least:
Tramos en el camino del pensar barroco, del infatigable Mauricio
Beuchot, libro que tomaré como eje de un tramo del cami-
no-barroco… aquel que nunca fuera del todo el camino-real.
¿Cuál es la importancia de regresar al obscuro y complejo
hecho barroco? Según Bolívar Echeverría, volver y “reasumir
críticamente”
179
un tipo de discurso reflexivo, el teológico práctico, y de un
género literario, el de la prosa edificante, que predominaron
durante cosa de dos siglos en nuestra historia y que han mar-
cado profundamente nuestra manera de pensar y de hablar
[…] puede ser una manera de recordar un futuro que no podía
prosperar, por lo ilusorio de su anticapitalismo, y de preparar
otro diferente que tal vez pueda tener un mejor destino1.
180
Un enemigo, dirá Mercado, que sólo vive al ser pronun-
ciado. Como bien infiere Echeverría, en el fondo el qué dirán
es un “dispositivo de imposición” que busca defender la inver-
sión mundana de una serie de valores cristianos que estaban
orientados hacia lo celeste. Al triunfar el protestantismo y al
dirimir cada vez más todos los asuntos en la tierra, se necesita
una norma social que regule la vida pública —ya desvinculada
de un orden suprasensible—; esa norma es, según Mercado, un
comportamiento social de represión. El qué dirán de mí, de ti,
de nosotros y de nosotras.
En este contexto, mundano, de piso, materialista, es que
se va fraguando nuestro barroco y el barroco europeo.
II
En este contexto, quiero insertar la obra de Mauricio Beuchot.
Él ha realizado el estudio de seis barrocos de muy distinto talan-
te: Giordano Bruno, Tommaso Campanella, Baltasar Gracián,
Sebastián Izquierdo, Athanasius Kircher y sor Juana Inés de la
Cruz. Su objetivo, claramente, es buscar la analogía central del
microcosmos humano como punto último de referencia propor-
cional o de semejanza con lo divino y lo natural. En el fondo, lo
que hace Beuchot es revitalizar la vieja idea de Longino: ¿cómo el
3 Ibid.
181
ser humano es capaz de sublimar la naturaleza y lo divino para
comprender qué hace y a qué vino a este mundo?4
La gran diferencia es que el asunto de lo sublime, donde lo
central es la relación entre la naturaleza y el ser humano divini-
zado por la técnica, se barroquiza justo en el momento en que,
para acotar la forma técnica que realmente domina al mundo
y las naturalezas cósmicas, se introduce el elemento romántico
del cristianismo. Este hecho es lo que hace al largo siglo XVII
un escenario tan potente y, como bien lo detecta Beuchot, un
escenario que, en muchos de sus aspectos, está de regreso en el
siglo XXI. Nadie duda ahora de que la pregunta central no es sólo
sobre el tipo de relaciones entre el ser humano consigo mis-
mo, sino de sus relaciones con las formas animales, vegetales o
minerales de lo natural. Voy a señalar algunos de los ejemplos
beuchotianos sobre este nervio o tronco central de su propuesta
que, repito, se concentra en encontrar en el microcosmos de lo
humano el punto arquimédico para desatar una analogía de se-
mejanzas (metonímica) y de diferencias (metafórica) que recon-
figure, permanentemente, el sentido de lo que aún llamamos
humano.
III
Empiezo con la figura más polémica del libro de Mauricio Beuchot,
Giordano Bruno. Escribe Bruno: “Si, pues, la tierra y otros mundos
182
son animales en un sentido diferente de los que comúnmente se con-
sideran tales, son, en todo caso, animales con mayor y más excelente
razón”5 . Beuchot comenta sobre esta cita: “Bruno nos enseñó un
manifiesto panteísta y panpsiquista: Dios es natura naturans, el
mundo, en cambio, natura naturata, de ahí que la trascendencia
de Dios sea tan sólo relativa” (Ibidem). Es interesante la búsque-
da de lo analógico en el comentario de Beuchot, mientras la na-
turaleza que se obedece y despliega a sí misma, como acto cuasi
divino o sacro (natura naturans), es distinta de la naturaleza ya
creada como mundo (naturata), nuestro filósofo acentúa que es
relativo ese poder divino de la naturaleza (Dios) al propio mun-
do creado. De hecho, mientras la naturaleza constantemente
se materialice más potente puede llegar a ser —en el mundo—,
por eso, como infiere Beuchot, en el caso de muchos renacen-
tistas barrocos la religión universal no es la religión natural o la
religión cristiana, sino el acto permanentemente desplegado de
pensar o filosofar. De esta tesis se desprende otra más potente,
expresada en La expulsión de la bestia triunfante: Natura est Deus
in rebus (la naturaleza es Dios en las cosas), por eso Bruno pre-
ludia ya todo un formalismo y materialismo filosófico de gran
importancia para el desarrollo de las contrafilosofías modernas,
como la de Spinoza, Leibniz o Marx.
Un caso muy diferente es el de Tommaso Campanella,
Beuchot detecta de manera brillante que ahí hay un correctivo
espiritual a la filosofía barroca y renacentista de Bruno. Este
correctivo no es otro que propiamente la inserción definitiva del
microcosmos humano como principio de analogía, compara-
ción y proporcionalidad con la naturaleza. Lo dice de manera
sofisticada y cuidadosa, al seguir a Mondolfo y Blanchet:
183
Mondolfo señala que Blanchet ha detectado que, por momen-
tos, Campanella sigue la fórmula baconiana: una interpretatio
naturae ex analogia hominis (interpretación de la naturaleza a
partir de su analogía con el hombre); allí cabe el microcos-
mos como clave del macrocosmos; pero añade que ese mismo
autor encontró en nuestro pensador el movimiento contrario:
una interpretatio hominis ex analogia naturae, y eso atemperó su
cosmovisión6.
6 Ibid., p. 59.
7 Idem.
8 Por ejemplo, cuando señala que el barroco tiene una radical orientación
hacia la perspectiva, pero con un punto de contención interno. En efecto,
éste es el debate que se percibe en Nietzsche y en Ortega, como dice Beu-
chot, pero no es menor en autores como Marx, Benjamin, Luxemburgo o
el japonés Kojin Karatani, que ha llevado al extremo esa idea barroca con
su idea de un método transcrítico que privilegia el tiro de paralajes y no
una fusión de horizontes. Véase Beuchot, op. cit., pp. 67 y ss.
184
agudo que, a partir de la sutileza, desarrolla un modo cultu-
ral que se convierte en una verdadera segunda naturaleza. Esta
performación radical de “lo natural” hasta crear una segunda
naturaleza, propiamente cultural y artificial, es una máxima del
barroco que proviene de la teoría antigua de lo sublime y que
puede enunciarse en los siguientes términos: existencia un en-
sayo permanente de imaginación sobre cualquier certeza. Así,
no existiría ninguna substancia o fundamento aprehensible,
esencial, por la pura racionalidad humana, sino sólo sus derivas
formales e imaginativas.
En este contexto, Claudia Ruíz atina cuando señala que:
185
El límite del comportamiento barroco en la actuación es
discrecional. Se trata de una de razón que trabaja para contener
a la propia razón, no como será posteriormente pensada en la
modernidad, como una razón que encuentra la voluntad indivi-
dual y deduce la existencia de la libertad.
Sin embargo, aunque barroca, razón moderna al fin y al
cabo. Claudia Ruiz lo ejemplifica de manera precisa: “Gracián es
moderno porque persigue la eficacia desde la razón; es moderno
porque, aun viviendo dentro del estado de la Iglesia, no nutre
su obra de espíritu religioso, sino de experiencias mundanas”11.
La atadura cósmica de lo barroco, pues, es real, es la materia
corrompida y mundanizada, por eso necesita del ingenio, de la
prudencia y, trágicamente, de la discreción.
Beuchot también lo detecta en su estudio sobre Gracián,
y en general creo que sus acuciosos y detallados estudios nos
permiten ver que, en todos los barrocos, pero de manera muy
destacada en Bruno, Gracián, Kircher y sor Juana, existe un
desencanto y, a la vez, una gran construcción del microcosmos
humano que, sin embargo, debe ser puesta en duda. Señala es-
pecíficamente sobre el jesuita que su
186
capacidad de conocer, como se encuentra en la desembocadura
del Primero sueño de sor Juana Inés de la Cruz12 .
IV
Quiero terminar estas líneas indicando que el trabajo sobre lo
barroco, y en especial la propuesta que hace Mauricio Beuchot,
es de una actualidad absoluta en la filosofía contemporánea.
Desde mi perspectiva, nos encontramos en el desplazamiento
radical de la perspectiva antropocéntrica y acaso logocéntrica.
Ahí se enmarcan, por ejemplo, las luchas contra el capitalismo
y sus cuatro vectores, el colonialismo, el clasismo, el patriarcado
y el racismo; así como el estudio detallado de la múltiple, com-
pleja y rica forma animal, vegetal y mineral. El hecho de que
12 Ibid., p. 19.
187
Beuchot regrese a un punto de crisis donde fue tan importante
la analogía codeterminante entre lo humano, lo sacro y lo na-
tural —él mismo trabaja sobre la figura del Quijote de manera
ejemplar al seguir a Badiella Magrinyà—, nos indica la atención
histórica que tenemos que otorgar a la época barroca.
No sé si esto enfrenta a Beuchot con otras filosofías de
avanzada, pero sí sé que lo coloca como una voz sui generis en
este mundo. Pienso, por ejemplo, en las distancias entre Beu-
chot y Giorgio Agamben, cuando el italiano escribe:
188
BIBLIOGRAFÍA
189