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El dulce mundo de Will Graham

Posted originally on the Archive of Our Own at http://archiveofourown.org/works/40858203.

Rating: Explicit
Archive Warning: Graphic Depictions Of Violence
Category: M/M
Fandom: Hannibal (TV)
Relationship: Will Graham/Hannibal Lecter, Will Graham & Hannibal Lecter, Will
Graham & Abigail Hobbs, Will Graham & Abigail Hobbs & Hannibal
Lecter
Character: Will Graham, Hannibal Lecter, Abigail Hobbs
Additional Tags: Hannibal Lecter Loves Will Graham, Will Graham Loves Hannibal
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Lecter, Possessive Will Graham, will graham has TEA, Autism
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Brown (Hannibal), Jack Crawford Being Jack Crawford, Jack Crawford
Being an Asshole, Alana Bloom Bashing, Mentioned Bedelia Du
Maurier, Manipulative Hannibal Lecter, Jealous Will Graham, Jealous
Hannibal Lecter, Bottom Will Graham, Oral Sex, Blow Jobs, Frottage,
Murder Family
Language: Español
Stats: Published: 2022-08-07 Chapters: 25/30 Words: 112216

El dulce mundo de Will Graham


by Yales_Reed

Summary

"Hannibal Lecter hace todo tipo de terapia, aunque sus favoritas siempre son las depresivas
y ansiosas sesiones.

No espera recibir pronto a una niña inteligente y retraída acompañada de un padre peculiar,
del cual no puede olvidarse. Padre e hija ahora viven en la mente del Doctor Lecter, como
un vino añejado, esperando ser consumido."

Una historia donde Hannibal sigue siendo psiquiatra y el destripador, mientras que Will
sigue siendo un perfilador del FBI y padre soltero, solo que Will tiene Asperger de Alto
Funcionamiento diagnosticado y Abigail, es su hija adolescente.

Notes

Advertencia: Will Graham en esta historia es un hombre diagnosticado con Asperger de


Alto Funcionamiento y además, es padre soltero de una adolescente inteligente pero
retraída, llamada Abigail. Son una pequeña familia, no necesitan de nadie más. Hasta que
Abigail empieza a ser una adolescente rebelde. Existe violencia típica del canon, como
contenido adulto eventualmente. Este fanfic es un fanfic largo (más de 100K) que he escrito
en largas noches de desvelo, con la mente unida a Hannibal, más de lo que me gustaría
admitir. Espero disfrute la historia y me acompañe, en sus comentarios.
Conozco a Will

Los sofás del consultorio eran de cuero añejo, cuadriculados, bondadosamente rellenos, color
negro a simple vista, pero de tono azabache para él buen ojo, aunque para Hannibal, claramente era
un tono ébano, tan distante del azabache, en todo su esplendor.

Sin dudas, de una oscuridad aplastante y certera, absorbedor de emociones por excelencia.

El ébano era denso, pero no juicioso, sin brillo pero con profundidad, de textura obsoleta para el
ruín, pero pura para el aprecio del amante del acecho, Hannibal adoraba el color ébano.

Triste el mundo en el que le tocó habitar, incapaz de distinguir colores.

El mueble, ébano más que el ébano mismo, era un hogar engañoso para el desvalido, perdido entre
la búsqueda incesante del refugio, que hallaba en el color del mueble un camino posesivo,
adherente y enfermizo para con él, haciendo del simple artilugio, donde reposaban, el inicio de una
terapia sin fin, solo el comienzo de una historia con Hannibal como terapeuta: — ¿Qué te ha traído
aquí el día de hoy? — El paciente acaricia sin darse cuenta el mueble, no sabe que el ébano es el
inicio de una oscuridad perenne.

A Hannibal no le importa el bien que el paciente busca, si no el que cree conveniente y ¡ay! ¡Ay
del hombre que acuda a él! Porque el ébano es el comienzo, pero también el final.

— Bienvenido Will.

— Buenas tardes Doctor Lecter.

El muchacho, puede decirle muchacho aunque apenas son doce los años de diferencia, no se
detiene a observar los libros, que es lo primero que notan los nuevos, ni tampoco se sienta, ni
mucho menos lo mira. — No estoy aquí por mi. — Parece que poco o nada le importa Hannibal,
quien poco o nada también está interesado por su última cita de la noche, solo está cansado de
vestir el traje de persona, presuroso por correr a casa, tras puertas roble, mucho más claras, a ser el
mismo.

Pero tiene que fingir ser alguien más durante el día, para ser él quien realmente era por la noche,
así que acepta la cita con el perfilador del FBI, muy famoso entre los cotilleos de círculos
psiquiátricos y psicológicos, Alana Bloom casi podía vibrar al hablar de él, para seguir cubriendo
su normalidad.

Hannibal estaba seguro que tardaría menos de dos minutos en descubrir al charlatán, un minuto en
desarmarlo. Optó por guardar silencio, como lo haría al cazar una presa un tanto complicada, pero
no diferente a las demás.

Sin embargo, Will no lo mira y ese es un problema, porque su principal habilidad solo puede brillar
al leer los ojos y Hannibal de pronto está más que molesto, porque el perfilador más bien, toca su
mueble más no se sienta ahí. — Tengo una hija, Abigail, catorce años y cuatro meses, de
personalidad complicada, poco predecible, acorde a los estándares de su edad, pero rozando los
límites.

— Estás dispuesto a dejar a tu hija en mis manos, pero no a ti mismo.

— No le gustará psicoanalizarme Doctor. — El chico siguió la curva del sillón, muy atento a su
textura, pensó el médico, aún reacio a levantar los ojos.

Hannibal había escogido las sillas meticulosamente hace tres años, cuando renovó su oficina,
presto a enraizar en Baltimore para siempre, seguro de que si tenía que ver una silla frente a él,
hasta el último de sus días, sería de color ébano, porque le recordaba a Misha y Misha le recordaba
la oscuridad de donde salió, a la que quería hacer a todos ir.

Claro, que ningún aburrido, neurasténico y depresivo paciente se había tomado ni cinco segundos
para ver, de tomar la molestia, nunca jamás en valorar el color del inmueble y solo aplastado,
devastadoramente su comodidad, ignorado las horas y la investigación en las que Hannibal había
tenido que ahogarse para lograr equilibrar el resto del lugar, con las principales sillas que la
habitaban.

¿Acaso alguien notaba lo que el ébano resaltaba en la unión apasionada del Nogal y el Palo Santo
en su biblioteca? ¿Acaso distinguían su vibración? o, tal vez, ¿notaban su silencio bullicioso ante
tal matrimonio de maderas que la sostenían como base, traídas del fin del mundo, solo para
conocer al ébano y fundirse para siempre en la estética de su paraíso?

No, Hannibal gruñó levemente cuando pasó su mano por sobre la corbata que coloreaba su traje,
ellos solo querían llorar porque papá y mamá no los habían querido de niños, no querían perderse
junto a él. Bueno, Hannibal tampoco quería tenerlos cerca.

Hannibal solo tenía curiosidad.

Ahí, fue cuando recordó su más dulce consuelo: Hannibal prefería que nadie supiera de ébanos,
Palos Santos y Nogales, mucho menos, de lo que implicaba que un lugar tuviera una
personalidad... Porque Hannibal no necesitaba de nadie, porque no quería hacerlo.

Porque si hubiese alguien que conociera el ébano, Hannibal tendría que abrir su cerebro, para saber
que otra delicia había respecto al conocimiento y consumirla posteriormente, para absorber la
percepción escasa en el mundo, para acumularla como un recordatorio de que existía alguien así,
además de él. Pero con el cual no podía coexistir, porque la autenticidad siempre era lo mejor.

— Ébano. — El hombre susurró.

— ¿Disculpe?

— Sus sillones son de color ébano, fácil de confundir con el azabache, pero sin duda alguna es
ébano.

— Creo que es azabache, puede brillar con la luz de la oficina, no se apaga.

El chico parecía sonreír altanero, aunque Hannibal ahora con el aliento detenido, no podía
asegurarlo. — Definitivamente ébano, no brilla, pulula como reflejo... si quería azabache, lo
engañaron y dejaron como un tonto.

El médico rió, sin permiso, natural, ni Hannibal mismo lo creyó cuando se sintió genuino,
refrescante.

El hombre detuvo su paseo táctil por el sillón, con los hombros rígidos atendiendo a su respuesta,
pero sin mirar hacia la voz que lo llamaba. Hannibal intentó olfatear el aire, aunque el hombre
estuviera a dos metros de distancia, aún hizo el esfuerzo: Temor, nerviosismo, miedo. Tartamudeó.
— La estupidez respecto a la percepción de colores no es un defecto, cabe dentro de los atares de la
normalidad, no tiene motivo de enojarse si es que lo ha hecho. — Casi dijo levantando la voz.
Excusándose.

El olor a pino, roble y loción de afeitar barata se disiparon para darle paso a la menta agrietada, aún
debajo de la loción, se sentía crispado, Will estaba nervioso, como si le hubiesen golpeado,
cometido un error tal vez. — ¿Dentro de qué área del TEA te hallas?

La mano de Will continuó su camino, más relajado, agradeciendo quizás el impase obviado. — No
me gustan los diagnósticos.

— Aún así tienes uno.

— Asperger o Autismo de Alto funcionamiento, tardío.

— Aún no oficializado.

— Pero ya un término utilizado.

— No te gusta eso.

— No, prefiero el distanciamiento, el aislamiento de los conceptos permite la especialización de


ellos solo que esos estudiosos... — Will ahora presiona los nudillos contra el mueble, haciendo que
la ausencia de sangre en sus dedos combine también con el ébano. — Son tan subjetivos,
estudiosos pero sin capacidad de distinguir las diferencias.

— Estoy de acuerdo, suena vulgar, pero la pereza clínica siempre me es desagradable, creo más
bien que si analizamos en el conjunto, hallaremos terribles disparidades y—

Will negó varias veces, quizás ya indispuesto a seguir conversando, dejó el mueble tranquilo, se
sentó sobre él y Hannibal casi podía jurar que los cuatro mil dólares y dos meses de espera por el
mueble recién cobraban sus regalías, valiendo tanto la pena. — Abigail, ¿puede tratarla?

— ¿He pasado la prueba?

Solo dos segundos, una mirada leve, Hannibal quería arrancar las retinas para distinguir si eran
verdes o azules, o quizás un poco de ambos. Pero hermosos, cristalinos, puros, llenos de la famosa
empatía de la que Alana habló. — Creo que usted puede ser algo bueno.

Ahí estás.

— ¿No del todo bueno?

— No puedo hacer una conjetura en base a su análisis forzado conmigo, tendría que ver el progreso
de Abigail, pero aún así, es menos molesto que los demás.

— Gracias Will.

El chico pareció extrañado ante el agradecimiento, quizás acostumbrado a recibir resoplidos ante
sus palabras gruesas, propio de los psiquiatras y su altanera manera de sentirse superiores,
Hannibal no era diferente, pero él sabía ser un camaleón, además, para horror de horrores, el no se
sentía ofendido. Quizás un poco ante él "algo bueno" pero no demasiado, para Will eso quizás solo
significaba excelencia, igual se encargaría de cambiar por "excelente". Le gustaba más ese adjetivo.
— Abigail tiene los días Lunes, Miércoles y Viernes libres de cinco a ocho de la noche, preferiría
eligiera entre los Miércoles y Viernes para su terapia, tengo más holgura en mi trabajo y podría
llegar con tranquilidad junto a ella, aunque ella insiste en tener libertad los Viernes, pero yo no
creo que las malteadas del parque de diversiones sean de importancia.

— El Miércoles es un día que suena muy bien, no quiero acercarme a ella sabiendo que tiene la
cabeza en las malteadas.

Will asintió, más interesado en los zapatos de Hannibal. — Ni siquiera la conoce y empieza a
malcriarla.

— Es una adolescente Will, dame un poco de crédito.

El perfilador suspiró, quizás algo cansado de su problemática relación con su hija. — Necesito
saber sus honorarios.

Hannibal se apresuró cuando el hombre se levantó de improviso dirigiéndose a la puerta. — ¿Qué


te parece una o dos citas de aclimatación? ¿Ver si Abigail se siente a gusto conmigo quizás? ¿Si tú
te sientes a gus—

Will detuvo su salida, para girar en sus talones, mirar hacia Hannibal, pero para decepción del
Doctor, el escurridizo Will Graham, no lo miraba, si no que había encontrado un punto de enfoque
muy cerca de él, quizás su cabello, las arrugas de su frente, el surco de sus gestos, donde se pudo
concentrar, para poder hablar. — Necesito sus honorarios.

— Como gustes, le haré llegar información por correo... Jack Craford me dio esa información en el
pasado, cuando intentó que yo lo tratara.

Will tarareó positivamente en respuesta. — Espero el correo, buenas noches Doctor Lecter.

— Will.

Ya estaba de espaldas, cuando su nombre lo detuvo por segunda vez. — Aún no dije la hora.

Nervios, crispamiento, que exhausto debe ser vivir como Will. — Cierto.

— Seis de la tarde suena estupendo, ¿está bien?

Will estaba de espaldas, Hannibal mantenía su distancia de dos metros, aunque con Will quisiera
que fueran tres, solo para eliminar la terrible tensión de sus brazos. — Bien.

— Y, ¿Will?

Un suspiro, cansancio, demasiado estrés. — ¿Sí?

— Si es ébano.

De nuevo el olor a pino, tranquilizante, llenó el lugar y los hombros de Will se relajaron, quizás se
regodearon, alabando su percepción. Le gustaba saber que tenía la razón.— Ya lo sabía... A usted
le gusta mentir, es un mentiroso, si, ya lo sabía.

El golpe fuerte de la puerta lo estremeció dejando en Hannibal la terrible sensación de un abandono


demasiado temprano, como si conversar, o intentar conversar con Will Graham hubiera sido aire,
en lugar de un fastidio, como si hubiera sido natural y hubiera querido extender la charla poco
ortodoxa. Como si hubiera sido más él, como si lo hubieran visto, sin siquiera mirarlo.
¿Qué diablos pasó?
Conozco a Abigail

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 8:45PM

Buenas noches Will,

Como acordamos hace poco, iniciaré el proceso de evaluación y posterior tratamiento a Abigail
Graham, el día miércoles veinticuatro de junio, a las dieciocho horas. Los honorarios
normalmente son efectuados a través del pago por depósito, si es que necesita otra vía de pago,
hagamelo saber.

Cada cita tiene el costo de ciento cincuenta dólares, pero presto a que es un trabajador del FBI,
pretendo cobrar el rango que se le otorga a autoridades, cobrando cincuenta dólares por sesión.
El pago puede ser realizado antes, como después. Lo único que pido encarecidamente es que se
sea estricto con la política de cancelación, en este caso de veinticuatro horas como mínimo.

Sin nada más que decir, adjunto la cuenta bancaria y le deseo buenas noches. Es un gusto haberle
conocido.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 8:48PM

Depósito realizado por ciento cincuenta dólares, Abigail no trabaja en el FBI.

¿Cuántos minutos antes debemos llegar?

Buenas noches.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 8:55 PM

Depósito verificado Will, se que no trabaja en el FBI, me refería a una extensión tuya, por
beneficios. Estoy dispuesto a hacer la devolución si me permite.

Es de preferencia que llegue entre diez y cinco minutos antes, se aprecia la consideración.

Buenas noches.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para:Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:56 PM
No es necesario hacer una devolución, buenas noches, tengo que dormir.

Llegaremos diez minutos antes.

Will Graham había ido al consultorio de Hannibal un lunes por la tarde por primera vez y aunque
faltaran solo dos días, el Doctor estaba impaciente por volverle a ver. Pasó el martes como
cualquier otro día, aunque distraído, agradeció a sus muebles oscuros la capacidad de ayudarle a
absorber todo aquello que no podía digerir. Olvidar por ejemplo, los groseros pero divertidos
correos de Will.

El miércoles por la mañana, a pocas horas de la cita de Abigail, miró a su sala de espera con
disgusto, de pronto las sillas prístinas de verde petroleo le parecieron vagas e insulsas, tan poco
definidas que creyó que era un lugar indigno de espera para Will. Consideró cambiar todo, apenas
tuviera el tiempo y luego retiró las revistas de chismes, seguro de que Will apreciaría la nulidad de
la vacía propuesta.

Cuando tuvo la última cita, antes de la de los Graham, Hannibal estaba eufórico, dejando una
revista y ya no llevando todas, para no ser evidente, porque Will probablemente las había visto la
primera vez que fue. Aunque deliberadamente dejó un número de Caza y pesca, que nadie leía,
tentando a los gustos rústicos de alguien que parecía presto para las tareas manuales. Esperando le
guste. — Necesitas calmarte. — Se dijo y aunque tardó cinco segundos, era él nuevamente de
piernas cruzadas, mirando el reloj.

Los pasos en la entrada delataron a los visitantes, tras una oleada de cuchicheos y susurros, quizás
inmersos en una discusión, Hannibal sabía que habían llegado, quince minutos antes, exactamente.
Pero nadie tocó, Hannibal lamió sus labios, algo impaciente por la inesperada espera al que lo
obligaban a pasar, seguro de poder saludar a ambos Graham, así hubieran llegado antes.

Entonces se dio cuenta de que le dijo a Will a las seis menos diez y que Will probablemente no
tocaría la puerta hasta esa hora. Suspiró, de nuevo impaciente.

Cinco minutos para las seis, Hannibal decidió que él era un psiquiatra renombrado, alabado y
excelente, no solo "algo bueno", así que abrió la puerta y dos miradas diferentes en color, pero
iguales en pureza cayeron sobre él. Los ojos de Will eran definitivamente verdes, claros, casi
celestes y los de Abigail, marrones, heredados de su madre probablemente.

Pero iguales, aunque los verdes escurridizos y fugaces, eran igual de vivaces que los marrones:
Hija y padre, tal para cual, con el don de mantenerlo expectante.

— Buenas tardes Abigail, Will.

— ¡Buenas tardes!

— Buenas tardes.

Claro que dos segundos después Hannibal pudo sentir la abrumadora diferencia en la personalidad
de ambos, mientras que Will retraía cualquier signo de emoción, incapaz de demostrarlo o incapaz
de sentirlos, tendría que averiguarlo, Abigail era un cúmulo de emociones caóticas y difíciles de
digerir tan rápido. Sin embargo, seguían siendo iguales, porque aún dentro del énfasis de Abigail
parecía misteriosa y demasiado preocupada en desenvolver un papel y Will, pues Will era
misterioso a rabiar, en términos que Hannibal aún ni siquiera se animaba a clasificar.

— Bienvenida Abigail. — La sonrisa de Hannibal fue genuina al encontrar a la niña, adorable a


primera vista. — Si nos permites Will...
El padre asintió, totalmente ajeno a cualquier signo de expectativa, pero crispado probablemente de
encargar a su hija a un extraño. — Te espero aquí Abigail.

— Sí papá. — La muchacha se levantó y luego se giró una vez más. — Intenta no odiar todas las
revistas, me daré cuenta.

— Está bien.

Hannibal entonces cerró la puerta, eligiendo no mirar por última vez a Will, quien ya se había
perdido en el color de los muebles de la sala de espera, Hannibal sintió que los odiaría,
probablemente y que adivinaría el nombre del color con facilidad. Anotó gustoso que esa podría
ser una pregunta que le hiciera hablar con el hombre, cuando se despidieran, aferrándose a la única
estúpida razón para hacerlo.

¿La adolescente era Abigail o Hannibal?

Decidió no caer tan bajo.

— Wow. — La voz vibrante de Abigail trajo al presente a Hannibal, quien la observó dar los
mismos pasos de su padre el otro día, pero mucho más seguros, sin la observación con templanza
del color del mueble, pero apreciando su belleza y luego perdiéndose en la alta biblioteca, solo
para dejarse caer. — ¿Puedo?

— Por favor. — Hannibal asintió, valoró los buenos modales, aún debajo del remolino de
hormonas adolescentes. — Es un gusto conocerte Abigail.

La chica sonrió, luego siguió mirando a su alrededor. — A papá debe haberle encantado su oficina.

— Valoró mucho más el mueble en el que te hallas.

Ella acarició el lado donde apoyaba el brazo, tan ligeramente como Will lo había hecho. —
Entonces fue su detalle favorito.

Hannibal dejó que el tranquilizador silencio de su oficina los rodeara, era un tiempo crucial para
dejar que Abigail se disipara de las emociones que había dejado tras la puerta y el tiempo
suficiente para que el leyera el estado de ánimo de la persona, ajena a otra influencia que el
mismo.

La chica era delgada, alta, casi tan alta como Will, quizás pronto lo sobrepasará o quedaría del
mismo tamaño. Tenía muchas pecas, hoyuelos leves, cabello marrón tal cual sus ojos y una belleza
estoica, pero aún dulce, a pesar de su notorio crecimiento, no sería jamás vulgar, lo que permitiría
que Abigail desarrolle una belleza más intelectual que física. — ¿Cómo estuvo tu día?

La chica exhaló, aunque de buenos modales y presta a colaborar con la terapia, Hannibal supo que
no estaba ahí porque quería, lo cual era predecible y que aunque le sonrió a un comienzo, no
confiaba en Hannibal. — Como siempre, normal, supongo, pensando en mi consulta con mi
psiquiatra de la tarde.

— ¿Alguna expectativa?

— Por ahora solo intentar lograr que papá y yo podamos comer esta semana, si es que el dinero
alcanza.

Hannibal quiso hacer un gesto vago, anotó la devolución de dinero ya no como opcional, sino,
necesario. — ¿Te haces cargo de la nutrición de ambos en casa?
Abigail ahora miraba a sus manos, de dedos largos mientras sonreía y luego se recogía el cabello,
para mirar de nuevo a Hannibal. — Sí, papá no se daría cuenta si nunca comemos, así que si.

— ¿Eso te molesta?

— ¡No! — Abigail lo miró con disgusto, pretendiendo no ocultar nada en lo absoluto, eso le gustó a
Hannibal. — Me gusta cuidar de papá, me gusta cocinar, está bien.

— Lo que te enoja es haber tenido que pagar tanto para estar aquí.

Abigail entonces cambió rápidamente su ánimo irritado a uno aún más molesto, pero sin dejar de
sonreír. — Le dije que era demasiado.

— Lamento haber sido motivo de discusión.

— No se preocupe, se trata de que él es tan... terco. — Abigail volvió a mirar ahora al piso. — Le
dije que no era necesario.

— ¿Invertir en tu salud mental?

— Invertir en un psiquiatra como usted. — Abigail se sonrojó, quizás demasiada empatía con su
padre, le era contagiosa. — Disculpe, no es usted, es decir, hay otros psiquiatras, con oficinas
menos bonitas, pero iguales.

Hannibal asintió. — Te doy la razón, de hecho el cobro de mis sesiones corresponden a una gama
de estudios que realicé, pero existen colegas míos, de igual trato a los que pudiste acudir.

— Pero el lo eligió a usted.

Hannibal se sintió bien rápidamente, pero luego culpable por el gasto infringido a la pequeña
familia. — Quiero que sepas que se hará la devolución, en realidad Will pagó más de lo que
debería.

— Él me contó. — Un suspiro. — Venimos discutiendo por eso, el cree que no debe haber
diferencias.

— ¿Cómo es lidiar con alguien con TEA?

Abigail pareció relajarse, al parecer era una pregunta común en su vida. — No es fácil, pero no lo
cambiaría por nada en el mundo. — Orgullo, lealtad, amor. Hannibal se sintió abrumado por tal
muestra de cariño.

— Sin embargo tu papá cree que no está teniendo una buena relación contigo.

— Él solo está asustado, no le gustan los cambios.

— Y tú intentas hacerlo lo más fácil posible.

— ¡Lo intento! — Abigail se enderezó y sonrió. — Pero no está funcionando.

— ¿A qué crees que se deba?

Abigail entonces negó, totalmente en control de sus emociones, Hannibal detectó de nuevo que
Abigail volvía a querer dar una impresión, pero no sabía que él podía ver el cambio. Era una chica
hábil, pero aún imperfecta en el don de la manipulación, sin embargo, inteligente. — Somos
diferentes, el atrapa asesinos y yo... Solo quiero una vida normal.
— La vida normal puede ser aburrida.

Abigail entrecerró los ojos. — Bien, no quiero una vida totalmente normal, pero quiero que me
deje salir.

— Solo cuida de ti.

— A veces creo que solo cuida de él, todo lo que pueda controlar.

Hannibal anotó eso como un dato relevante, sabiendo que por extensión, hacía terapia para Abigail
y por ende a Will, lo cual lo entusiasmó, encontrando a la niña perfecta, para explotar lo mejor de
ella, pero también para llegar a Will. — El control puede ser solo otro idioma para el amor.

— Es un psiquiatra peculiar. — La chica resolvió rápidamente, a Hannibal eso le encantó.

— Solo digo lo que piensas, porque lo piensas, ¿verdad?

— Se que me ama. — Abigail resuelve, de brazos cruzados. — Pero de vez en cuando me gustaría
que me deje cuidarlo y cuidarme a mi sola.

— Me comentó de los viernes de malteadas.

Abigail blanqueó los ojos, Hannibal detectó malcriadez, nada que no se pueda corregir. — No son
malteadas, solo me gusta ir al parque con mis amigos, no bebemos malteadas.

— Es bueno saber que tienes amigos Abigail, ¿puedo preguntar cuantos y como te llevas con ellos?

La tensión en los hombros de la chica delató la mentira, Abigail probablemente no tenía amigos,
quizás dos conocidas o conocidos, pero no mas allá de eso. Hannibal la imaginó sentada sola en el
parque, solo huyendo de lo abrumador que era tener a Will como padre, detectó que la soledad era
su estado natural, quizás su elección, conocedora de que no siempre toda compañía era buena
compañía. Quizás también sintió un poco de culpabilidad, probablemente por justamente, querer
espacio para con su padre. — Varios amigos, ya sabe, tontos adolescentes.

Hannibal asintió, pensó en como ganar la confianza de la muchacha, pero no obtuvo respuesta
inmediata, sin embargo, sabía como empezar. — Los chicos de tu edad suelen ser banales.

Abigail se iluminó con la opinión. — Sí, aunque yo soy una de ellos.

— Diferenciarnos no está mal.

— Sin embargo, igual quiero salir con ellos.

— O solo salir, ¿verdad?

Ella asintió, luego soltó un largo suspiro, señal de confianza, al menos del espacio seguro en el que
se hallaba. — Sí, sólo quiero salir.

La conversación continuó, sin embargo Hannibal supo que luego de lo introductorio, Abigail solo
dijo cosas que pensó que quería escuchar, como sus estudios, sus problemas con los profesores y el
interés en uno o dos chicos, información que ella consideraba práctica, pero no la verdad de lo que
sentía. Hannibal escuchó igual atentamente, seguro de que pronto probaría lo que Abigail
realmente deseaba.

La hora terminó y con ello, acrecentaron los nervios de Hannibal por volver a ver a Will, esperando
que valorara que la salida de la oficina calaba exactamente con la hora de su reloj. — Hemos
terminado por hoy.

Will murmuró algo inentendible, de repente un "ok" pero Hannibal no lo entendió, solo vio como
tomaba el brazo de Abigail, quien le sonrió un poco más dispuesta, mientras aceptaba el brazo de
su padre gustosa. — Hasta la próxima semana Doc.

Will frunció el ceño tan melodramáticamente posible que Hannibal quiso reírse, pero en cambio
solo torció la boca en una sonrisa, esperando que Will vea su inexistente molestia ante el apodo. —
Hasta la próxima semana Abigail.

Will gruñó un buenas noches, saliendo rápidamente de la oficina.

Hannibal vio un poco inclinado el número de Caza y pesca, cuando lo revisó había una palabra
señalizada como mal escrita. Hannibal sintió un calor en el pecho.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 7:24 PM

Buenas noches Will,

Adjunto la constancia de la devolución del dinero depositado, que no es válido para mis consultas
con Abigail, agradezco acepte el trato y me permita continuar con mis labores.

Saludos cordiales, Hannibal Lecter.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 7:55 PM

No acepto la devolución, pero muchas gracias.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 7:56 PM

Estimado Will, no es una pregunta, es una decisión.

Atentamente, Hannibal Lecter.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 8:26 PM

OK.

Hannibal sabía que no tenía que empujar, sabía que las ganancias tardías eran la mejor cosecha,
pero ahí estaba, frente a su computadora, sin el menor interés en abandonar su consultorio, cuando
ya debía haberse ido, con la intención de arrancar más de una palabra de Will, lo que sea.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 8:31 PM

Hoy fue un buen comienzo con Abigail, creo que es una muchacha extraordinaria. Está dispuesta a
continuar con su terapia, mientras sigamos sin importunar el viernes de malteadas. Además,
querido Will, he de aconsejar que se aliente a los viernes de salidas, el espacio es a veces la mejor
respuesta para la cercanía.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 8:45 PM

No toma malteadas, fuma.

Llega oliendo a cigarro, siempre.

Hannibal sabía que la chica fumaba, no por el inicio de una decoloración de sus dientes, de los
dedos un poco resecos, si no que a pesar de toda la colonia del mundo, el olor a tabaco era brutal,
pero no creyó que era algo que Will notaría, o tomaría como importante.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 8:48 PM

Todos hemos fumado en algún punto de nuestra vida, ¿jamás lo has hecho Will?

Creo que los espacios de inflexión, prueba y error, son valiosos, Abigail dejará el tabaco tarde o
temprano con los alicientes necesarios. Solo es delato de su ansiedad.

Hannibal vio el gran reloj de su oficina, a esta hora debería estar cenando, quizás ya tomando su
clásica copa de vino, sin embargo estaba ahí, esperando que Will respondiera. La molestia de la
demora, lo hizo sentir vibrante.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:21 PM

Jamás he fumado, es malo para los pulmones.

Aunque entiendo el punto de la inflexión, la prohibición solo hace más atractivo el panorama
supongo. No le he dicho que se que fuma, no lo haga saber de mi parte porfavor. Debo descansar,
mañana trabajo desde las tres de la mañana. Buenas noches doctor Lecter.

De: Hanniballecterp@baltimore.com
Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 9:28PM

Sería incapaz de tal infidencia, puedo guardar el secreto Will.

Que tenga una buena noche y prodigioso día de trabajo mañana, como siempre es un gusto
conversar contigo.
Conozco el cigarrillo

El sábado por la noche de ópera se convirtió en algo inusualmente tedioso para Hannibal, aún con
una copa del mejor champán de Baltimore, dentro las cuatro paredes inundadas en mentes valiosas,
creídas, pero valiosas, Lecter se halló aburrido.

Fingió sonreír ante las mismas bromas clasistas de los invitados, fue coqueto con toda y todo aquel
que quisiera su atención, pero su mente vagaba lejanamente del panorama.

Se preguntaba como actuarían los Graham en una situación como esa, sin duda alguna Will estaría
más que incómodo, evitando una gran cantidad de miradas, huyendo de empatizar con gente como
esa y Abigail, tendría las mejillas cansadas de tanto sonreír.

Ambos eran seres solitarios por naturaleza, no cabrían en un mundo como el suyo, pero Hannibal
pensó que como eran tan amables, Will más por orden social y Abigail, por

naturaleza sentimental, dirían que si a una invitación y él podría tenerlos de sus brazos, a los dos
únicos seres auténticos de la velada, para ostentar su compañía.

Hannibal se sintió reconfortado con la idea.

Dramáticamente también se sintió indignado consigo mismo, porque no hallaba explicación en que
hallara reconfortante la compañía de nadie, supone que ese era un análisis para hacer consigo
mismo más tarde.

No planeaba regresar caminando a casa, pero la idea de fumar un cigarrillo había estado vagando
por su mente, desde que se enteró que Abigail lo hacía.

Definitivamente odiaba fumar, sobretodo por el olor impregnado que podía demorar semanas en
desaparecer, pero casi había olvidado lo bien que se sentía el ardor de una calada en la garganta, así
que sin muchos miramientos, cuando la obra terminó, caminó lejos del museo, hacia la gasolinera
más cercana.

Antes de que pudiera pensar en porque hacia eso, tenía una cajetilla y un encendedor en la mano,
prendió el cigarro con la vieja habilidad con la que lo hacía de joven y exhaló largamente,
disfrutando el frío de la noche. Definitivamente el olor era demasiado pesado para él, obstruyendo
los demás olores y lo detestó, pero cuando el humo caliente se deslizó en su garganta y finalmente
llegó a su estómago, recordó lo vigorosamente tranquilizador que podía ser el ardor de un aire que
te sobra, llenando algo que te falta.

¿Qué intentaba llenar Abigail Graham con tanto apremio? Se preguntó.

Luego de dos cigarros, caminando al norte, aún sin la intención de tomar un taxi, consideró arrojar
la cajetilla, pues no volvería a fumar, no era algo que necesitaba. Pero luego lo guardó divertido,
ante posteriores ideas creativas en su mente.

El frío de la noche lo alertó de lo tarde que se hacía, hasta que los leves quejidos de una voz
llamaron su atención, más aún el color turquesa agua, vívidamente siendo tirada por alguien, a un
lado de la pista de enfrente. Abigail se veía consternada, un poco afiebrada y bastante sonrojada,
incomoda tal vez, pero aún intentando sonreír. Junto a ella, un par de muchachos tiraban de sus
brazos, riendo, inmersos en una broma que Abigail no consideraba graciosa. — ¡No quiero entrar!
— ¡Oh vamos Graham! ¡No seas aburrida!

Hannibal miró a su reloj de mano y confirmó que eran más de las diez de la noche, una hora
inadecuada para la salud de una joven en una calle como esa. Inmediatamente la imagen de Will
preocupado se le vino a la mente, luego la natural rabia, una que no sentía hace mucho, lo inundó.
Cruzó la calle como un leopardo, tras dos segundos estaba al costado de la adolescente. — Abigail.

Los ojos de la chica se posaron rápidamente sobre él, mitad sorprendida, mitad aliviada. Hannibal
no supo cual preponderaba más. — Hannibal. — Dijo ella, quizás eufórica por la situación,
preocupada más por la situación que por los procesos sociales adecuados.

— ¿Sucede algo malo?

Los chicos dejaron de tirar de la chica, claramente fastidiados por su llegada, sin embargo una leve
y fría mirada sobre ellos bastó para sentirse intimidados, eran finalmente adolescentes como
Abigail. — No, no pasa nada.

— Me temo que me gustaría acompañarte a casa.

Los chicos se miraron asombrados, pero luego desistieron de su idea para despedirse de Abigail,
sin mirar una sola vez a Hannibal. — Chau chicos, uhm, lo siento.

— Rara como su padre.

Las últimas palabras llegaron como un iceberg, Abigail detuvo su aliento un momento antes de que
por impulso saltara hacia adelante, Hannibal no hizo nada por detenerla. No quiso hacerlo. Vio
más bien con absoluta frialdad, como Abigail asestaba un torpe golpe en la espalda del que
murmuró el insulto. — Vete a la mierda, Jake.

Ante la inevitable respuesta, natural, del chico por responder fue inadecuada, porque antes de que
pudiera empujar o hacer lo que quisiera hacer por responder a Abigail, Hannibal ya estaba frente a
ella, esperando a los chicos, para darles una pequeña lección. Ambos obviamente se detuvieron,
solo para maldecir y luego perderse en la entrada de un cine de mala muerte.

Hannibal estaba considerando su política de asesinar menores de edad, cuando el llanto de Abigail
se sintió como lluvia gélida a su espalda. — Lo siento, yo... solo quería, quería caerles bien.

Hannibal ladeó el rostro, quitando posteriormente su gran abrigo para dejarlo caer por el delgado
cuerpo de la adolescente, que ahora lucía como una niña. — No hay nada malo en intentarlo, los
adolescentes suelen ser estúpidos.

— Son unos estúpidos. — Replicó ella, recibiendo el abrigo con cierta ingenuidad. — ¿Le dirá a
mi padre lo que pasó?

— No, en lo absoluto.

Ella asintió, mucho más tranquila, secando sus lágrimas rápidamente. — No tiene que
acompañarme a casa, sé que lo dijo porque quería que se fueran.

— Quiero hacerlo. — Hannibal ajustó el gran abrigo, que se veía enorme sobre Abigail, para luego
resoplar. — ¿Qué querían obligarte hacer?

Ella rápidamente negó, con una sonrisa. — Obligarme a ver una película de terror, no me gustan,
yo... solo no quise entrar, se que es estúpido, pero realmente las detesto.
— ¿Tu padre sabe que estás aquí? Es muy tarde.

— Papá está trabajando, un asesino en Maryland, algo sobre un coleccionador de muñecos.

— Así que aprovechaste para escabullirte.

— Quería tiempo, quería salir.

Hannibal asintió y luego levemente, olfateó. — Y fumar algún cigarrillo.

La chica abrió la boca, algo avergonzada y finalmente miró a sus zapatos. — Solo uno, tal vez dos.

La desaprobación por el tabaco se convirtió en algo secundario cuando sintió la apremiante


necesidad de premiar a Abigail por su lealtad y valentía, consternado por su falta de retribución,
acudió a lo único que tenía para compensar.

Hannibal no tenía tiempo para pensar en cuanto quiso cuidar de la niña, en cuanto su frío corazón
se había enternecido ante la lealtad con la que Abigail, a pesar de su necesidad de encajar y su
clara debilidad física, había golpeado al muchacho por defender a su padre. Así que no hizo, lo que
más que un padre irresponsable y poco ético haría. Sacó la cajetilla de su bolsillo. — Tres no harán
daño, ¿verdad?

Los ojos de Abigail se iluminaron. — Realmente es un psiquiatra diferente, ¿no?

Hannibal asintió, luego prendió fuego a la muchacha, pensó que sería descortés dejándola hacerlo
sola y el siguiente cigarro, mañana correría un poco más en recompensa, llegó a sus labios.

Caminaron en silencio alrededor de ocho minutos hasta que la colilla del cigarro se enmudeció en
los labios de Abigail, terminando mucho antes que el doctor. Hannibal notó que las caladas de
Abigail eran mucho más largas y fuertes al golpear, digno de alguien con experiencia y claramente,
necesidad. — ¿Cuándo empezaste a fumar?

Abigail pareció despertar de un sueño tranquilo cuando escuchó su voz.— Un año, creo... Leí en
un libro que calmaba la gente y me gustó, papá jamás lo aprobaría.

Lecter estiró la mano mostrando la cajetilla nuevamente, haciendo un lado en su boca el suyo
propio. Abigail ya era todo brillos cuando vio la propuesta, recibiendo otro. Hannibal no podía
empezar a enumerar todo lo malo que implicaba un relacionamiento por tabaco, pero al mismo
tiempo, la lista de pros era mucho más larga: Amistad, complicidad, dependencia. Hermosos
valores para un establecimiento. — ¿Y te calmó?

— Lo hace mientras lo tenga en los dedos.

— Es un placebo Abigail, uno muy desagradable.

— Usted estaba fumando.

— Investigación médica.

Abigail sonrió. — No parece tan disgustado con la investigación.

Hannibal mostraba un rostro estoico, hasta que la sonrisa de la misma joven lo contagió. — Lo
hacía de joven, ahora... Solo es un gusto extemporáneo, rara vez decido probarlo. — Evitó
confesar que era una barata forma de acercarse.

Abigail levantó los hombros, se acogió más al largo abrigo, quizás atacada por el frío. — No
parece ser alguien que tiene que calmar nada.

— Tienes frío.

— Es bueno tener frío.

— Y un resfrío más, ¿dirección de tu casa?

Hannibal sabía que mientras el taxi avanzaba, la esperanza de encontrar a Will esperandolos era
nula, pero no podía evitar sentir la emoción dentro de si mismo, una curiosidad tal vez de
presenciar lo que el señor Graham pensaría de que su hija había estado fuera cuando él trabajaba y
que Hannibal había sido quien le había ayudado.

Pensó en una deuda, una sentimental, que los empezaría a enraizar, volviendo confusa la línea de lo
profesional y lo personal. La manera favorita de Hannibal.

Se sintió sumamente abrumado por su tonta vulnerabilidad, como si la vida de dos personas
sumamente puras, pero simples hasta el hartazgo pudieran haberse colado en su mente, tan
velozmente. — ¿Qué hace solo un sábado por la noche?

— Ópera.

Abigail lo miró mejor. — Si sabía que la ropa era algo extravagante, pero, ¿fue solo?

Hannibal asintió. — Dentro de ahí estuve con algunos amigos.

— ¿No suelen las óperas tener una cena posterior donde muchos señores y señoras estirados toman
y alardean de su dinero?

Hannibal la encontró adorable en su honestidad. — ¿Soy uno de esos señores?

— Eres exactamente el estereotipo exacto.

— Eso es grosero.

Abigail se rió con fuerza. — Lo siento.

Hannibal miró a la ventana, mientras las calles lucían cada vez más vacías y se acercaban a Wolf
Trap. — No había mucha gente interesante debo admitir, la conversación empezaba a hacerse
tediosa, cuando no son las personas ideales para conversar, la conversación es fútil.

— Entiendo eso. — Abigail luego se perdió hacia su propia ventana, el camino era cálido,
Hannibal apreció el silencio.

Cuando llegaron, Abigail se adentró en el umbral de su casa rápidamente, mientras Hannibal


empezaba a preguntarse porque no había llevado el Bentley hacia la ópera para tener como
regresarse a casa. Luego recordó, porque pensaba tomar de más en la fiesta y no quería tener que
dañar el auto, sin embargo se aburrió y el resto era historia. — Doc, muchas gracias por el camino
y los cigarros.

— De nada Abigail.

Bueno, cuando la puerta le dio en la cara, pensó que estuvo delante de toda una Graham en su
esplendor. Luego miró a su alrededor, la casa era rústica en su totalidad, bastante grande para solo
dos personas, pero por el sonido del ladrido de el mínimo de cinco o seis perros, más la pasión de
sus otros integrantes por el espacio personal, era perfecta.
Hannibal vio la humedad en sus cimientos, pensó que la casa se parecía a Will, alejada de todo,
bastante conservadora y aún así salvaje.

Cuando el taxi de su aplicación llegó por el, diez minutos más tarde, Hannibal encontró que su
sábado había sido productivo.

El domingo corrió media hora más, sintió sus pulmones resentir el esfuerzo. Cuando llegó a casa
quiso fumar, rápidamente arrojó la cajetilla al lavavajillas y húmedos, fueron arrojados al tacho.
Nada podía controlarlo, ni un Graham, ni un cigarro.
Conozco la ira de Will

El lunes por la mañana, Will Graham era todo menos tranquilo y como la casa, totalmente rústico y
salvaje.

— Usted traspasó los límites.

— Will, buenos días.

La furiosa entrada del hombre más sus miradas perdidas, a todos lados menos a su rostro, eran
familiares pero veloces y furiosas, algo altivas. Había pensado que iba a tener que ver a Will
Graham hasta el miércoles y aunque era una idea dolorosa, estaba disfrutando con la anticipación
de la espera, pero ver al hombre totalmente descontrolado, en su sala de estar, buscando donde
hallarse, era mucho mejor. — Buenos días. — Will dijo de repente, pareciendo disgustado por la
falta protocolar. — Ahora, como decía, no puede simplemente hacer algo por Abigail.

— ¿A qué te refieres Will?

— Tu... Usted la dejó en casa, le dio su abrigo y no me dijo nada al respecto.

— La encontré si, preferí dejarla en su casa por la hora y mi abrigo, era porque ella tenía frío.

— Ella salió sin mi permiso, debió decírmelo y si no ella, usted.

— ¿Por qué es la molestia?

Will entonces soltó una carcajada, furioso. — Porque ella lo importunó, dijo que usted salía de una
fiesta.

— Ópera.

— Ópera y ella lo importunó, hizo gastar dinero en movilidad, luego gastó más dinero en
movilidad propia y viajó sin abrigo, con frío, entonces gastó y tuvo frío, por mi culpa.

— Will, necesito que respires.

Will negó, siguió caminando y tal vez Hannibal hubiera preferido que su voz bastara para
alcanzarlo, pero totalmente frustrado alcanzó el codo de Will en su afán de detenerlo, el
desesperado retiro de la mano, como si quemara, se sintió más que doloroso. — No me toque.

— Sin toques, lo siento, sin toques.

— Un metro.

Hannibal retrocedió, con la mirada baja, queriendo medir los verdaderos daños. — Un metro, estoy
a un metro Will.

Will pareció confirmarlo. — Jamás me toque.

Hannibal asintió. — Lo lamento, solo quería que te detuvieras.

La respiración de Will era agitada, distante pero agitada, mientras ahora miraba a Hannibal con
total y puro enfoque, sin bajar los ojos, sin huir, sin detenciones, con claridad. Salvajismo quizás,
una mezcla de autopreservación, pero con atisbos de caza, en defensa y ataque al mismo tiempo, a
pesar de eso, Hannibal encontró a Will, sumamente atractivo. — No... no tiene que tocarme, jamás.

El Asperger era una condición aislante, sus consecuencias no eran más que una demostración, pero
aún detrás de la reticencia al toque, Will alentaba un miedo. Como si el toque de Hannibal pudiera
romperlo o como si el mismo Will, pudiera romper a Hannibal.

El psiquiatra asintió, en una muestra de seguridad, sostuvo sus manos detrás, demostrando
claramente una vez más, que estaba a un metro exacto. —Creo que si usted hubiera encontrado a
mi hija en la calle durante la noche, hubiese hecho lo mismo.

— Le habría llamado para informarle, yo hubiera regresado de donde estaba.

— No tengo tu número.

— Abigail pudo dárselo

— Estabas a tres horas de aquí.

Will intentó considerar la opción, no le pareció coherente aunque fuera de hecho verdad y en
cambio, estiró una bolsa donde se hallaba el abrigo. — Lavado en seco y dinero suficiente para dos
taxis de Baltimore a Wolf Trap.

— Will...

— Tome.

Cuando aceptó el encargo, Will pareció sentirse mejor, aunque su mirada agresiva se había alejado
de Hannibal, a sus manos. Hannibal extrañó la furia. — Si bien acepto lo que me das, quiero que
sepas que no fue una molestia.

— Lo fue.

— Will...

— Hasta el miércoles Doctor Lecter.

No hubo tiempo para detenerlo, aunque la sed de volver a tocarlo era frustrante, no lo hizo. No lo
tocaría, Hannibal no se sintió capaz de volver a recibir la mirada de Will, aunque su palma
quemaba con el solo recuerdo de la tela áspera de la vieja casaca del menor.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 5:25 PM

¿Encontró usted verde el color de los sillones de mi sala de espera? Cuando tomé el consultorio
estaban aquí, no los ordené y pensé que eran aburridos, aunque perfectamente neutrales para
empezar a apaciguar al paciente, creo que podrían ser verde petróleo y si no, verde viridian.
¿Podría usted iluminarme? No dejo de pensar en los colores. Quizás tal vez sea un corte militar,
me hallo indeciso, casi a ciegas. Jamás me ha pasado, pero es algo que me molesta, a tal punto de
desequilibrio que comprar otros muebles es una tentación, aunque no me animo a hacerlo,
embarcarme en una nueva compra me llevaría a otro infinito juicio de colores en el que siempre
me enfrento conmigo mismo.
Pdt: Lamento haberme extralimitado el día de hoy, le aseguro que no volverá a pasar.

Hannibal Lecter.

El temor de una respuesta nula estaba latente en el aire y si no llegaba, Hannibal aceptaría el
castigo indudablemente, aunque no esperaría otro día para enviar otro correo. Quizás se rendiría al
tercer correo sin respuesta, solo para aparecer en Wolf Trap con un cuchillo. O solo aparecerse en
Wolf Trap sin cuchillos, fingiendo que estaba por ahí, comprando en mitad de la nada. Está bien,
iría a Wolf Trap, sin excusa alguna, luego sería echado por dos Grahams y diez perros.

Mejor esperaría respuesta, no ir a Wolf Trap en lo absoluto.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 6:45 PM

El color es verde de corte militar, veridian es el color del trópico, es fácil de confundir porque la
luz de su sala de espera es sepia, además están decolorados por diez años, así que si, son verde
militar. Podría comprobarlo de revisarlos, las hebras delatarán su antigüedad y verdadera
naturaleza.

Tampoco me gustan, debería cambiarlos.

Pdt: Asunto olvidado.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 6:50 PM

Los cambiaré rápidamente, sería incapaz de saber que eres incómodo con ellos.

Pdt: Gracias.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 7:04 PM

¿En serio vas a cambiar tus muebles solo porque yo lo digo?


De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 7:08 PM

Subestimas mi aprecio por ti Will.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 7:15 PM

Buenas noches Doctor Lecter, no gaste su dinero en nimiedades.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 7:20 PM

No considero tus gustos nimiedades en lo absoluto, buenas noches Will.

El miércoles siguiente, Hannibal había dejado un ejemplar nuevo de Caza y pesca dentro del
compartimiento del mueble de la sala de espera, lo había tomado en sus manos antes, doblandolo
con descuido, pretendiendo que luciera usado y que no había comprado el último número, el
antepenúltimo mejor dicho. Un número que no fue fácil de encontrar, solo por Will.

— Buenas tardes Abigail, Will.

Will tosió, Abigail suspiró y sin embargo, la mirada de complicidad de la niña llegó.

Cuando estuvieron solos en el consultorio, la chica solo se dejó caer en el mueble ébano. — No
fue una semana buena, cuando vio el abrigo, lo dedució fácilmente, tuve que contarle mitad de la
historia, sin pelea con mis compañeros de por medio, claro.

— El lunes tuve mi propia reprimenda.

— Lo lamento.

Hannibal levantó los hombros con tranquilidad. — Nada que me molestara, puedo entender a tu
padre.
Abigail pareció contenta con el título, pero luego dejó pasear su mirada por la oficina. — Los
chicos de la escuela no entienden lo que es tener un padre como el mío, aunque agradezco mi
suerte, ellos no podrían lidiar con el.

— ¿Trabajoso?

— Auténtico.

Eso pensaba Hannibal.

— Es auténtico tener un padre como el tuyo, ciertamente una de las características del TEA es que
aunque encuentre similitud dentro de sus patrones obsesivos, es que nunca hay un patrón igual
entre todos, al menos no en su mayoría. Uno diría que es igual en todas las personas, pero con
ellos, se puede hallar una excelencia en la diferencia.

Abigail parecía satisfecha de la evaluación. — Por eso estoy agradecida, no me hace falta nadie
más.

— Una madre parece obsoleta cuando el padre es tan extraordinario.

Una leve tensión acudió al cuerpo de la joven, antes de que intente volver a disfrazar su
inseguridad. — Estoy de acuerdo.

— ¿Debo preguntar por tu madre ahora o necesitaríamos un cigarro de por medio?

Abigail se tranquilizó un poco con la broma. — Papá me mataría y luego a usted, si lo nota.

— De eso hablo cuando me refiero a la autenticidad.

La chica ríe y luego un largo suspiro llena el lugar. — Ella se fue cuando yo tenía cuatro, apenas
me acuerdo de ella. — Un zumbido bajo, esperando que a Hannibal le baste la información, pero
con silencio alentó a más información. — Papá jamás habla de ella, lo hace médicamente cuando
necesitamos traer mi historial médico, pero nada más. He conseguido información por mi misma,
ya sabe, Internet, Facebook, una tía que siguió en contacto.

— Entonces, ¿por qué se fue?

— No le pareció que mi padre fuera muy auténtico, o al menos no bastó tanta autenticidad para
quedarse. — Mira a sus manos, la misma mirada protectora que cuando estuvo fuera del cine. —
Luego, pues de niña yo era muy retraída, poco sociable, mis habilidades no se estaban
desarrollando muy bien.

— Pensó que serías como tu padre.

— Ella pensó que no podía lidiar con dos de nosotros.

Hannibal pudo visualizar el escenario, una mujer joven aún, deslumbrada por la brillantez de Will
pero incapaz de sostener las sombras de su condición. Cobarde quizás, mediocre, poco tenaz...
Cegada ante el verdadero valor de un compañero que no necesitaba de ella. El peso de otro ser más
en su casa que pronto no la necesitaría, Hannibal casi pudo saborear la limitación de un ser no
nacido para acompañar a dos solitarios, que no la necesitaban, pero que finalmente, la querían.

No valoró lo que tenía.

— Algunas personas huyen ante lo desconocido, solo delatan lo poco que se conocen a sí mismo.
Quizás solo conociendo que jamás descifraran lo que enfrentan.

— ¿Fuimos poco para ella?

— Diría que fueron demasiado para ella, no podía lidiar con el hecho de que ustedes fueran únicos.

— Únicos. — Abigail parecía sarcástica, Hannibal anotó que aunque quería a su padre, había cierto
son de baja autoestima. — Ella no lo creía así.

— Estoy seguro de que ahora, lo hace, pero es incapaz hasta de reconocerlo.

— No quiero que vuelva. No la necesitamos.

— Por supuesto que no.

Cuando Hannibal abrió la puerta, lo hizo cinco minutos antes del término de la cita pasada, curioso
de que si jugaba con sus parámetros, podría encontrar a Will con la guardia baja y aprovecharse un
poco de una mirada sorprendida. Lo que no esperaba, gustoso, casi extasiado era encontrar a Will
revisando sus muebles color verde militar, no veridian, concienzudamente.

— Will.

Un bello sonrojo, desde el comienzo del cuello ascendiendo a las mejillas, para luego finalizar en
los párpados que se cerraron varias veces intentando ocultar lo que hacía. — Yo... perdí algo,
estaba, uhm buscándolo.

— ¿Lo encontraste?

Abigail que había presenciado lo mismo, miró a ambos lados, queriendo entender que se había
perdido. Ella también había visto la revisión. — Papá, encontré mi pendiente antes de entrar, no
tienes que buscarlo.

Will ladeó el rostro, poco diestro en el arte de la mentira, pero pretendiendo ser el mejor en ella. —
Había olvidado que lo habías encontrado, tu pendiente, azul, que te compré hace un año. Si, tu
pendiente.

Hannibal y Abigail se miraron fugazmente. — Bien, es bueno saber que entonces nada se perdió
entre mis muebles.

— Abajo está sucio. — Will sentenció, sin rastros de vergüenza, aunque aún sonrojado por la
mentira.

— Lo limpiare Will, eres muy amable al hacérmelo notar.

Hannibal pasó el resto de la tarde atendiendo a sus dos últimos clientes con una sonrisa en el rostro,
el problema era que uno de ellos era un tipo con depresión crónica que hablaba de suicidio cada
cinco minutos y el otro, una señora de luto que intentaba sopesar la muerte de su esposo. La
candidez de Hannibal no era muy buena para su negocio.

Estaba a punto de dormir cuando su mente trajo a su presente el recuerdo del color de las mejillas
de Will cuando lo atraparon haciendo de las suyas, era una piel blanca coloreada en rojo vivo,
atenuado con su palidez, el color de la sangre detrás. Hermoso.

Luego cayó en cuenta de que probablemente Will estaba buscando imperfecciones en el mueble,
quizás comprobando la cantidad de años del artefacto. Buscando en las raíces de la tela su
verdadero color, haciendo trampa por sí algún día Hannibal quería probarle que era veridian y
ganarle, la maldita apuesta. Encantado, si Hannibal estaba encantado con la competitividad.

Y cuando creyó que ni podía estar más encantado, estaba leyendo el Tattle Crime como cada
noche, para hallar el sueño en algún nombramiento del Destipador, o simplemente nutrirse de los
asesinos actuales, encontró el mismo rostro apacible pero neurálgico de Will Graham, en un titular:
"El FBI ya no sólo busca psicópatas sino que los contrata para hallar a otros".

Una cierta irritación lo colmó sabiendo que Will resentiría la alusión, pero extasiado ante la
información aún esquiva: Will bien conocido por su empatía, tenía una mala fama en el FBI quizás
cosechada por sus triunfales reconocimientos de asesinos con sólo mirar, por sobre trabajosas
investigaciones de otros, que celosos, envidiaban su triunfo.

Sin embargo, supo que Will estaría irritado en ese momento y aunque la hora parecía inapropiada,
pensó que simple y llanamente quería hablar con el perfilador.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 9:28PM

Una buena manera de ayudar a que Abigail deje de fumar, es hacerlo usted mismo. Encuentra
cierta rebeldía en hacerlo, porque usted lo detesta. Cuando empiece a detectar su gusto,
encontrará aversión.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:34 PM

¿Está alentandome a fumar?

Son casi las diez de la noche, hora inapropiada para socializar, ¿no descansa?

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 9:40 PM

A riesgo de que suene altanero, ¿estamos socializando? Pensé que solo compartía consejos
profesionales.
Y no, no estoy alentado a que sucumba a tan desafortunado vicio, solo proponiendo una treta en la
que se vea inclinado abiertamente al cigarro.

No duermo hasta la medianoche, siempre antes de descansar me gusta hacer algo que me permita
encontrar sueño.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:48 PM

Osea, si alienta a que fume, no podría fingir una fachada sin sucumbir al menos una vez a ella.

Corrijo lo de socializar, no estamos socializando.

¿Conversa conmigo para encontrar sueño? Jamás me dijeron que causó sueño, todo menos eso.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 9:50 PM

Desde que empezamos a hablar del sueño del uno y del otro, califica como socializar, es un
intercambio personal que no tengo con mis pacientes. Así que, ¿ya puedo llamarlo mi amigo?

Pdt: Eres vigorizante, imposible de dar sueño.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:51 PM

No somos amigos Doctor Lecter, ha socavado información sin que lo note, es más manipulación
que un intento de amistad.

Hannibal sonrió. — Chico listo.

Entonces fumaré, si tengo cáncer más adelante, le haré llegar la cuenta.

Pdt: No me considero vigorizante, debe cuestionarse el significado de vigorizante.

De: Hanniballecterp@baltimore.com
Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 9:53 PM

Will, estaré gustoso de gastar en sus nimiedades.

Pdt: He revisado mi diccionario, resulta que en "vigorizante" sale tu fotografía.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 10:00 PM

Es arrogante y mentiroso, gran amigo el que he conseguido.

Will parecía divertido dentro de su retroactiva manera de hablar, ¿esta era la forma de coquetear de
Will? ¿Una lucha intelectual? ¿Podía Hannibal adorarlo más? La idea hizo que Hannibal se
retuerza dentro de sus sábanas.

Pdt: Su diccionario es una basura.

Pdt2: LOL

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 10:03 PM

Will, ¿podría tener tu número?

Diez, quince, veinte minutos. Nada. Hannibal pensó que había sido demasiado atrevido, pero
estaba lejos de arrepentirse en el intento.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 10:30 PM

No, mejor no.

No le conviene ser mi amigo.


Buenas noches Doctor Lecter.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 10:35 PM

No creo que nada que tenga que ver contigo cause en mí un arrepentimiento, buenas noches Will.
Conozco las hamburguesas

El rechazo de Will no lo desalentó, solo lo impulsó a esforzarse más.

Luego de tres semanas conociendo a los Graham, por fin su panorama estaba mucho más disipado,
mostrando un camino al que seguir con el afán de descubrir que quería para ellos.

Por un lado, estaba la mera curiosidad de verlos enrumbarse en un laberinto confuso liberándose
de las ataduras que habían impuesto y autoimpuesto por ellos, Abigail con una sed de violencia e
individualismo extremo que se liberaría gracias a su hermosa lealtad y en Will… Una violencia
inteligente y sedienta, que haciendo gala de sus habilidades se parecería mucho a él.

Por otro lado, estaba el hecho de que ronroneaba ante la sola idea de sentarse en una tonta banca de
un parque sosteniendo la mano de Will, escuchando a Abigail hablar de su día, mientras los perros
lo rodeaban. Una vida doméstica.

O eso era lo que tenía creído por doméstico, lo que su mente había recreado como normalidad para
los Graham, ¿acaso sería así? ¿Qué era lo doméstico para ellos?

La idea de descubrirlo se le hizo más que interesante, más aún la idea de hacer convivir las dos
realidades.

Así que lo aceptó, tenía una fascinación por los Graham, lo cual derivaba en una fascinación por la
vida doméstica, lo cual desembocaba en un intercambio, una conexión, una familia. Hannibal
quería una, la anhelaba, como jamás nunca lo hizo.

Hannibal lo descubrió la noche del rechazo en sus correos, quería amor, quería la lealtad y la
autenticidad de los dos, quería ser uno de ellos. Ser visto, ser aceptado, solo por ellos, tal vez los
únicos que podrían.

Y para empezar, para averiguar que lo que soñaba era realmente algo real, necesitaba el número de
Will, no lo por lo que haría con él, si no por lo que significaba. El primer paso.

Cortejar a Will, con todo lo que eso significaba, un paseo de la mano, escuchar una canción, elegir
un mueble, pelear por los colores, llevarle el almuerzo, verle solo por que si. Y si el cortejo no
llevaba a un cúlmino, hacerlo por la eternidad, con la firme creencia de que estar en la vida de Will,
de lejos, sería suficiente.

Así que si bien la idea del rechazo era agria, como posible, pero sabía, que era difícil, que los
Graham eran y serían, lo que él necesitaba. Lo podía ver en sus ojos, podía reconocerlos, aunque
ellos aún no a él.

Se sintió perturbado, libre también, pero sobre todo perturbado. Si algo salía mal, bien podía
matarlos, guardarlos en el palacio de su memoria, pretender que eran suyos en sus fantasías. Pero
primero… primero intentaría conquistarlos.

[...]

A falta de una cacería desde hace más de tres semanas, Hannibal se encontró antojado de carne y
presto que no contaba con las ganas de cazar, no tantas ganas, salió aquel jueves por la tarde en
busca de carne donde su vendedor de siempre.

Más sus pensamientos se hallaban lejos, colindando peligrosamente con cada dato superficial que
pudiera anotar, de sumo interés para Will, para escribirlo rápidamente en un correo, donde Will
parecía sentirse mucho más cómodo para hablar.

Sin embargo, Hannibal planeaba hablar con Will de colores y nimiedades en general pronto en
persona, convenciendole de tomar algo luego de una cita con Abigail, quizás antes. Pero para eso
tenía que obtener su teléfono y tenía que hacerlo directamente, pudiendo conseguirlo por Jack,
Alana u Abigail, tenía que ser el mismo Will quien se lo de.

Entonces fue anotando que a Will le gustaba la distinción de colores, la pesca, quizás la caza, su
hija claro, asesinatos y sus muebles en general. Lo que no le gustaba a Will era ser tocado, la
impuntualidad, los cigarros y la ausencia de orden social. Podía trabajar a partir de eso, hacerse
notar, quizás pronto sabría que gustaba comer a Will, que gustaba ver, escuchar.

La idea de contonearse con Will Graham en una pista de baile, buscando sus ojos, casi cargandolo
en peso, ante sus nerviosismo, verlo sonrojado, lo invadió. Will de repente ni siquiera gustaría de
bailar, pero Hannibal contaba que para ese tiempo Will no pudiera decir a nada que no, que su
mente estaría tan envuelta en el, que jamás diría que no, que viviría cada día extasiado, probando
sus límites, dejando a Hannibal jugar con ellos.

Exquisito.

El problema era que Will no era aficionado al tacto, lo cual podía ser un problema, más si Hannibal
no solo planeaba bailar con el, si no también descubrir cómo se sentía el interior de su muslo y la
forma en la que su piel combinaría con su la suya…

— ¡Don Lecter! — El hombre de la carnicería, lo despertó.

El corte de un bife argentino pesaba en sus manos, antes de voltear por la esquina hacia la tienda de
quesos más prestigiosa de Baltimore: La idea de un puré de espinacas, champiñones y parmesano
junto a un bife jugoso, hacia agua en su boca. No tanto como la idea de Will aferrado a su hombro,
pero por ahora, era suficiente.

Siempre que iba de la carnicería a la quesería, pasaba junto al terrible y ruidoso centro comercial,
de restaurantes baratos y comerciales. Aunque le gustaba mirar al pasar, siempre lleno de personas
banales, gastando el poco dinero que tenían en comida insalubre, fingiendo ser felices por unas
horas, ayudando al sistema a ser el sistema, horda de gente sin gusto. — ¡Hannibal!

— No es Hannibal, es Doctor Lecter.

— Papá…

Hannibal tuvo que parpadear, dos veces ante la imagen de una Abigail atiborrada de papas fritas,
junto a ella, el hermoso de Will Graham limpiaba su boca, con la manga de sus labios.

La escena se le hizo grotesca e infinitamente perversa, porque… le gustó.

— Señorita Graham, Will. — Saludo cortés, mientras que la bulla del lugar, alentaba con destruir
sus nervios, pero siendo luego absorbido por una burbuja tenue, de un paraíso sin fines, en los ojos
verdes de Will, ojos nerviosos, ojos esquivos. — Pueden llamarme Hannibal, mis amigos lo hacen.

— Doctor Lecter.
— ¿Usted en un centro comercial? — Abigail iba por tres papas al mismo tiempo, mucho ketchup
en el proceso, Hannibal suspiró.

— Iba de camino a la quesería, vengo de la carnicería de Hector, el mejor vendedor de carnes


argentinas en la ciudad. — Demasiado elegante, ellos no son tus amigos extravagantes, Hannibal.

— El tipo de las carnes caras. — Will susurró. — Una vez me quiso vender cordero al triple de su
precio.

— Su cordero lo vale, se de primera mano que solo vende la parte de los muslos, la mejor parte.

— Seguía siendo una estafa.

— Seguía valiendo la pena.

Abigail parecía divertida. — Tenemos… cinco hamburguesas, diez piezas de pollo y muchas
papas, ¿no quiere comer con nosotros? Jamás terminaremos, aunque papá puede, una vez lo vi.

— Tenía hambre, el estómago humano puede expandirse cuarenta centímetros por sobre su
volumen normal si la ansiedad… No importa. — Will miró a la comida, luego miró a Hannibal, a
sus manos. — El doctor Lecter jamás comería de esta comida Abi, no es su tipo de comida.

— A todos les gustan las hamburguesas.

Hannibal quería quedarse, quería a pesar de que todo su estómago y ego le decían que corriera,
realmente quería sentarse, comer las horribles papas procesadas, morder la flagrante hamburguesa
y suicidarse con el insípido pollo, pero y, ¿si lo arruinaba? — Para tu pesar Will, soy un tipo que
puede comer una hamburguesa mala, de vez en cuando.

Will parecía querer sonreír, pero no lo hizo. — Educadamente está diciendo que nuestra comida es
una mierda, pero que podría comerla.

— Papá.

— Eso quiso decir, se leer el sarcasmo.

— Malas palabras.

— Cierto. — Will se sonrojó, Hannibal quiso aprender a cocinar hamburguesas terribles. — Me


disculpo, no se deben decir malas palabras, solo pensarlas.

Abigail asintió. — Eso es. — Cuando volvió a mirar a Hannibal, parecía expectante. — ¿Doc?

— Me temo que no quiero importunar, ustedes están pasando tiempo de calidad juntos y mi
presencia sería forzada.

— Eso es cierto. — Will miró a Abigail antes de que Abigail pudiera corregirlo. — Insistimos en
que se quede, eso demandan las reglas de comportamiento social.

— Insisto en que pasen tiempo a solas.

— Insistimos, aunque no queremos, que se quede.

— Insisto…

— Ustedes son exasperantes. — Abigail tomó su gran vaso de gaseosa, divertida. — Iré por un
refill, mientras deciden quien insiste más.

Hannibal seguía de pie, Will había dejado de comer, el ambiente se volvió ruidoso de repente. —
Debería irme, la carne que he comprado es…

— Solo quédate.

— Está bien.

— Quieres quedarte, no sabes como decirlo sin molestarme, pero no me molesta, solo me
incomoda, a partir de ahora tengo que lidiar con una situación nueva, pero Abigail quiere que te
quedes, ella quiere, genuinamente, a mi no me molestas, Hannibal.

Era la primera vez que Will llamaba a Hannibal, por su nombre y el Doctor intentó recordar como
sonaba su nombre en el pasado, le pareció que jamás lo había escuchado, hasta ese instante, de pura
sobriedad, como si hubiera salido de una neblina, y ahora, le tocara ver con claridad el mundo,
Hannibal era ahora un nuevo significado, uno que indicaba que Will quería que se quede, porque
no molestaba.

Mientras Abigail luchaba por traer gaseosa para todos, Hannibal comió tres papas fritas con
delicadeza, Will extendió la mostaza. — Acudiendo a una estadística básica, no debes comer las
salsas tradicionales, así que te alcanzo la menos convencional. Es la única que puede que te guste.

Hannibal busco sus ojos, de verdad quería verlos. No los hallo. — Estadísticamente estas en lo
correcto, no soy convencional Will.

Will asintió, mirando la mostaza ofrecida. Hannibal mojó su cuarta papá en ella. — Así que tengo
razón.

— ¿Cuándo no la tienes?

— ¿Estadísticamente?

Hannibal sonrió más. — ¿Por qué insistes en no darme tu número? ¿Solo podemos ser amigos de
correos?

Will se tensó, lo suficiente como para delatar nerviosismo, pero no desagrado, solo lidiando con
una situación a la que no estaba acostumbrado. — Mi número lo tiene Abigail, la directora de la
escuela para alguna emergencia médica, mi seguro médico, Jack porque trabajo con él y Alana,
porque es mi amiga… Suficientes contactos, se que esperar de cada llamada que recibo, lo tengo
controlado.

— ¿Tenerme en la lista suma algo tan desconocido que no puede ser tolerado?

— Porque no se que quieres de mi, no… no te entiendo aún.

— Quiero tu amistad, solo eso.

Will muerde la hamburguesa, tiene la boca llena. — Usted quiere algo más.

— Quizás con el tiempo.

Una segunda mordida llegó. — ¿Ve? No se lo que quiere, no conoce mis horarios de sueño, no
sabe.

— Me agradas Will.
¡Te estoy cortejando! Entiendo que no lo veas, no es directo y pareces no percibirte valioso, tengo
paciencia, no sabes todo lo que puedo esperar por ti.

Abigail llegó con los refrescos, de repente los tres sentados alrededor de la mesa ridículamente
pequeña y rebosante de comida se sintió como algo natural. Como si Hannibal encajara muy bien,
tratando de hacerlo, por ejemplo Will estaba disgustado con el término de la carne de las
hamburguesas. — No importa, igual la comeremos.

Pero Hannibal no estaba dispuesto a que los dos introvertidos Grahams comieran hamburguesas
que no eran del gusto, pronto dos meseros se acordaron de la existencia de la mesa, que antes
ignoraban, tal vez porque Hannibal fue demasiado persuasivo con miradas fuertes, palabras claras y
dos billetes cayendo de su mano, de vez en cuando.

De repente tenían hamburguesas en el término correcto, papas calientes siendo rellenadas


constantemente y pollo crujiente, seguía siendo una comida terrible, pero era mejor, Abigail tenía
los ojos brillantes, más las comisuras llenas de ketchup, Will tenía las mejillas sonrojadas, las
comisuras llenas de mayonesa, Hannibal apenas comía papas, alegando ser alérgico a todo tipo de
carne que no hubiera cocinado el mismo, los Graham se rieron ante la aclaración.

— Entonces, Abigail, ¿qué deseas estudiar cuando termines la escuela?

— Ella quiere filosofía, le dije que es bueno saber que morirá de hambre como su padre.

Abigail blanqueó los ojos. — Aún no está decidido, pero si, la filosofía me gusta.

Hannibal asintió complacido, sintiendo lo ridículo que se veía con la pajita de la gaseosa en los
labios, mientras Will lo observaba de reojo, quizás sintiendo lo mismo que Hannibal, lo
inapropiado y lejano que se veía. — Existen muy buenas escuelas en Florencia para el arte de la
filosofía, una vez pensé que quería estudiar eso, así que me nutrí de lo mejor, si deseas puedo
alentar a encontrar la escuela ideal.

— La universidad estatal del Condado, suena a algo que yo podría pagar, más que Florencia.

— Existen excelentes becas de estudio y con mi apoyo y recomendación ella podría.

Will entonces negó. — No, ¿por qué? ¿por qué haría eso?

— Will, cuando encuentras a alguien que quiere estudiar filosofía, no puedes culparme a alentar a
lograrlo. — Hannibal tomó más gaseosa, volvió a jugar con la terrible pajita, Will parecía de nuevo
concentrado en verlo hacer eso. — Verás el arte del cuestionamiento constante requiere disciplina
y un enorme temple, Abigail es capaz de lidiar con ello. Una carrera difícil amerita personas
tenaces, las cuales encuentro sumamente interesantes, individuos que se adentran a un cúmulo de
preguntas que no me he hecho, con las respuestas más cercanas que pueden existir. Siempre digo,
cuídate de un filósofo, puede cuestionarte tanto, que termines dependiendo de él, en un círculo
vicioso sin fin.

Abigail parecía deslumbrada e inflaba el pecho de orgullo, además de algo, demasiado, divertida.
— Papá estudió filosofía.

Hannibal entonces miró a Will enternecido. — No sabía. — Y ni lo sabía, ¿puede ser Will Graham
más perfecto?

— Uhm si. — Will resentía los alabos. — Antes de ser policía obtuve una beca en Yale, solo tres
años, no pude terminar y luego me metí a la academia de policía, quizás cuestioné tanto que el
círculo vicioso me costó.
— Te faltaba un semestre papá.

— ¿Adelantaste cursos?

— Hice dos semestres por ciclo, tenía tiempo y pocos amigos.

— Eso es admirable Will.

El perfilador estaba hecho de color rosa puro. Abigail propuso llevar al cine a Hannibal, Will casi
se puso histérico pero Hannibal dijo que no, que sería incapaz de molestar más. Se despidieron
pagando todo, sin dejar a Hannibal pagar, totalmente ofendidos ante la propuesta.

Hannibal sabía que por todo lo que había ordenado la cuenta sería mayor y que la economía seguía
siendo un problema para ellos. Por eso el gesto valió más.

Así que eso era algo doméstico, le gustó.

Cuando llegó a casa, tenía un correo.

De: WillGraham1985@Baltimore.com

Para: Hanniballecterp@Baltimore.com

Hora: 6:15 PM

Gracias por comer hamburguesas, no imagino lo doloroso que fue.

Buenas noches,

Will.

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: WillGraham1985@Baltimore.com

Lo volvería a ser, por ti y Abigail, no lo dudes .

Buenas noches , Will.

Ah y Hannibal, volvería a hacerlo, eso y más.


Conozco las camisas

Hannibal había repasado cinco veces durante los últimos dos minutos, si había hecho algo mal
cuando dieron las seis de la tarde de ese miércoles y los Graham no estaban en su sesión,
mostrándose incómodos y deliciosos, introvertidos hasta el hartazgo.

Pensó en que de repente y solo de repente, había traspasado el agitado camino demasiado rápido y
que Will lo había descubierto tempranamente y alejado de Abigail, para siempre.

Will era todo menos un incrédulo, sabía que Hannibal no era ajeno de su atención, aunque alejado
del porqué, sabía que tenía una fijación por el. Tal vez, Hannibal había dejado la puerta muy
abierta y se había delatado, atacado por una empatía sobria y Will, el buen Will, ya sabía quien era.

Podía verlos, decidiendo no volver más hacia el hombre que no tenía límites y que peligraba con
destruir la pequeña burbuja de soledad que ambos habían construido con tanta delicadeza. Una
burbuja que Hannibal quería reventar, solo para adentrarse y construir una más grande, una más
fuerte.

Finalmente, cuando no encontró error alguno en su cuidadosa tarea de infiltrarse, culpó a los
muebles verdes color indescifrables de todo. Los odió. Porque se habían interpuesto en su camino y
no habían sido cambiados a tiempo.

Luego pensó en su tarifa como posible gran culpable y cayó en cuenta de que haría la maldita
sesión gratis, si Will lo dejara.

Cuando paseó en el oscuro camino de su sillón ébano a su puerta nogal, acarició el recuerdo de
ambos, lo suficiente para saber que eran sólidos en su memoria y los trajo a su presente. El fervor
nervioso con el que había sido atacado se disipó, volvió a tener el control de sí mismo, como un
Graham haría cuando se enfrenta al mundo. No podrían haber desaparecido, se dijo, por el simple
hecho de que Will se aferraría a sus compromisos más que a la vida misma.

Incluso si descubriera que estaba siendo cortejado por un asesino, Will se tomaría la molestia de
avisar de una cancelación. La idea se le hizo entrañable, tan Will.

Su cordura regresó como un frío en la nuca, poco acostumbrado a perderla, hasta que pudo respirar
y decidir esperar.

Dos minutos después, la recompensa estaba ahí, los Graham hicieron su aparición, justo a las seis y
tres minutos.

Abigail, llegó con pasos rápidos y dos golpes fuertes en la puerta de entrada, sin timbre de por
medio. — Eso es descortés, Abigail.

— ¡Me importa una mierda papá!

— Estás castigada un mes, dos meses... mierda, ¿cuándo es tu viaje de campamento? Un mes si,
pero el otro mes es tu cumpleaños, no se debe castigar en los cumpleaños, yo... — Will realmente
se aferraba a lo que conocía por normalidad, pero dentro de las reglas, los cientos de libros que de
seguro había leído, nadie había dicho, NADIE le había avisado, que la niña que cuidó desde que
vio la luz, alguna vez, le diría que se fuera a la mierda.

El conocimiento nulo había quebrantado a Will, todo lo que conocía parecía en vano. Ni la lectura
de un asesinato lo había trastornado así. Podía leer un asesino, podría predecirlo también. Pero
Abigail, acudía a la parte sentimental de él, haciéndole inútil, porque la parte emocional era la
incontrolable, la única que no podía cronometrar, ni medir, ni ordenar.

El psiquiatra leyó en los verdes y asustadizos ojos lo que Will sentía y por lo que finalmente
pagaba cincuenta dólares cada semana: Tenía miedo de que el hecho de tener TEA lo aleje de
Abigail, como lo había hecho del mundo.

Hannibal no tuvo que leerlo en su rostro, casi lo estaba gritando, mientras deshilaba el pequeño hilo
que se había escapado de su camisa, con sus delgados dedos, hasta hacerlo añicos, en una infinita
línea que iba separando la tela y el botón. — Will...

Hannibal quiso abrazar su desesperación, quiso enseñarle todo lo que no sabía. Y quiso sobre todo,
decirle que nadie en realidad, estaba preparado para nada, cuando se trataba de sentir amor por
alguien. Con TEA o sin TEA, la soledad no era la culpa de uno mismo, si no del otro, quien
probablemente fue abandonado antes, en un ida sin regreso.

Abigail no iba a abandonar a Will como su madre, Will no iba a abandonar a Abigail como su
esposa: ¿Pero cómo podrían creerlo si solo han conocido de abandono y olvido?

— Un mes Abigail.

La puerta de Hannibal se abrió por completo, Abigail tenía los ojos rojos, Will estaba rojo sin
espacios blancos de por medio.. — Sentimos llegar tarde, Abigail ....

— ¡Él fue! ¡Su culpa! ¡Él!

Hannibal recibió a la chica en sus brazos, no esperaba hacerlo, pero se sintió natural, Will se acercó
con la idea de alejarlo de él. Hannibal negó. — Necesitamos calmarnos todos, ¿Abigail?

¿Estaba mal sentir un ferviente amor por los dos Grahams a verlos tan enfurecidos en un
espectáculo solo para él? Si, estaba mal. Pero lo malo siempre era bueno para Hannibal.

— No quiero verlo.

— Yo tampoco quiero verla. — Will rápidamente se dio cuenta de lo que dijo. — Lo siento, yo soy
su padre, debo querer verla, yo... — Se perdió.

Hannibal estiró una mano, una mano que recogió rápidamente y que estiró en clara señal de calma
para Will, mientras con la otra sostenía a la adolescente, aún escondida en su pecho. — Will,
¿puedo conversar con Abigail a solas?

El hombre asintió, demasiado perdido y contrariado, ajeno a porque tenia que encargarle a un
extraño a su hija.

Hannibal no quería cerrar la puerta de su consultorio, la sola idea de Will vagando por los oscuros
caminos a donde su mente lo llevarían serían peligrosos, pero tenía que primero ayudar a Abigail,
si quería ayudar a Will, quien finalmente ayudaría a la niña, también.

Quiso que una mirada le diera calma, pero Will siempre esquivo no lo miró. El psiquiatra tuvo que
contentarse con la paciencia y con cierto dolor, cerró la puerta.

Solo cuando estuvieron solos, Abigail se soltó de él.

— Tú padre está muy sentido Abigail y aunque se haya equivocado, tu eres mejor de lo que vi esta
tarde.
La chica no se sentó como siempre hacía, solo caminó en silencio, ida y vuelta, cinco veces,
exhaló. — Usted no va a sentir pena por él, ¿verdad?

— Jamás he sentido ni sentiré pena por Will.

— No, no diga algo complaciente, necesito saber que me apoyará.

— Abigail, estoy aquí para ti, como para él, lo que haga bien a ti, le hará bien por extensión.

— ¡Necesito alguien cuerdo que me apoye! — La chica negó. — No alguien cuerdo, no estoy
diciendo que él no lo sea, solo... — Las lágrimas vinieron, furiosas.

— Podemos decir cosas que no sentimos cuando estamos heridos, no necesitas excusarte.

— Solo es que él... — La chica de pronto dejó de parecer tener catorce años y lució como alguien
que había crecido demasiado pronto. — ... Me hace daño y ni siquiera se da cuenta.

— Su honestidad es invaluable, dolorosa en ocasiones pero invaluable a fin de cuentas.

— Lo sé. — Las lágrimas seguían resbalando, Hannibal alcanzó paños, Abigail agradeció. — Pero
a veces necesito una mentira o silencio, ya sabe, tener el papá que sabe que callar de vez en cuando.

— Una persona con TEA no se caracteriza por ser muy hábil en eso, pero si se que, entiende que su
honestidad es lo mejor para ti.

Abigail había dejado de llorar, Hannibal vio como su voz llegaba hacia a ella, en forma
tranquilizante. Luego un silencio largo, uno que el psiquiatra no se encargó de llenar y finalmente,
los ojos tranquilos de Abigail, volvían a su naturaleza, una que a pesar de todo lo que Will hiciera,
estaba dispuesta amar. Hannibal la quiso tanto. — El... me vio besando a una chica de la escuela.

— ¿Novia o solo amiga?

La joven pareció apreciar el rostro de pasividad absoluta de él, como si le hubiera dado los buenos
días.

Abigail levantó los hombros. — Estamos viendo, es la primera... La primera persona que me gusta,
que beso.

Hannibal asiente. — Algo especial entonces.

— Ojalá papá lo hubiera tomado así.

— Entonces, el...

Abigail negó varias veces. — Solo se colocó detrás de mí, tocó mi hombro y dijo: ¿Por qué besas a
una chica?

— Oh Will.

Abigail se tapó la cara. — Jessica estaba justo frente a mi, mirando como si no creyera nada,
mientras mi papá estaba un poco más cerca, con el rostro totalmente... intrigado. — La chica niega,
quiere sonreír pero el recuerdo es fresco. — Claro que no le respondí, solo lo saqué lejos del lugar,
¿sabe lo que me dijo?

— Jamás podría adivinarlo.


— Que estadísticamente deberían agradarme los chicos, así que quería entender porque las chicas,
más aún si no podíamos reproducirnos, cuando ese era finalmente el fin del género. Finalmente,
terminó diciendo que no importaba quien me gustaba, pero que los besos eran altamente
antihigiénicos, propios para alguien aún de dieciséis años, porque a esa edad el sistema
inmunológico está bien constituido... bien constituido.

Hannibal ahora estaba colindando con la risa, coqueteando con ella. — Lamento sumamente que
tuvieras que atravesar por ello, sola... Aunque ese consejo no me hubiera venido mal en mi
adolescencia, no fui tan higiénico en mis comienzos.

— ¡Nunca se dio cuenta de lo que hizo realmente! — Abigail ahora lo miró bastante irritada. —
Usted solo está poniéndose de su lado.

— No es a propósito y no lo hago, porque creo que no hay dos frentes. — Hannibal podía
regodearse en lo doméstico hasta hartarse, era empalagoso, un problema totalmente paternal que lo
hizo sentir vigorizante, vigorizante como Will. — Te aseguro que dentro de sí, repasó cada cosa
que leyó y aprendió para este momento y aunque se creía preparado, no lo resolvió y ¿sabes
Abigail? Tu padre está fuera creyendo que no sirvió todo lo que hizo para prevenirlo y que jamás
podrá cuidarte, como te mereces. Que hizo algo mal, sin saber que es, ¿Has conocido esa
sensación?

Abigail guarda un silencio sepulcral, mientras se edifican los recuerdos. — No sabe que hizo mal
para hacerte daño, para que le quieras dejar y le causes dolor.

— Mamá, mamá me hizo sentir así, a veces, aún puede hacerlo.

— El quiere que seas feliz, no sabe como, pero no se ha ido, no piensa hacerlo.

— Solo que no sabe como, ¿verdad?

— Ayúdale, Abigail, te crió solo... No siempre iba a poder hacerlo bien, ¿verdad?

Hannibal puede saborear el cerebro de Abigail, más una extraña calidez de por primera vez hacer
terapia para un bien, uno que probablemente se extienda en propalar una dependencia de Abigail
por su padre, quien extendería una asociación positiva por él, formando un hermoso círculo
vicioso, donde solo se tendrían uno al otro. Despacio, Hannibal.

— Él... Debe sentirse absolutamente mal.

— Lo hace. — Hannibal cruzó las piernas, en un afán por no ponerse de pie para arrastrar a Will al
ébano sitio, desmenuzar sus pensamientos, los nuevos y los viejos, mientras arrullaba su presente.
Rearmar de nuevo al hombre, hacerle sentir lo que el mundo no puede. — Dejemos que reflexione,
al final de cuentas, ha cometido un error, el tiempo solo es un aliciente.

Solo está posponiendo su recompensa, pero Abigail no lo ve así, confía en el. — No se porque se
anda sintiendo peor justo ahora, si por lo que pasó conmigo o por llegar tarde a su cita.

— Tengo diez minutos de tolerancia.

— Eso no existe para los Grahams.

— ¿Es difícil lidiar con la puntualidad?

Abigail ha dejado de llorar del todo, no sólo ha perdonado a su padre, si no que se siente culpable,
pero también agradecida al no verse discutido su nuevo interés amoroso, el cual será tocado, en la
siguiente sesión, Hannibal de hecho quiere saber si la "chica" en cuestión es digna de Abi.

Abi, le dijo Abi, pero aun no es tiempo para que sea en voz alta. — No, no es difícil, de hecho me
gusta.

— A mi igual, el control puede ser muy alentador.

— Para papá es algo más de vida o muerte.

— Auténtico.

— Sobre todo si se trata de usted. — Murmura Abigail, que ahora mueve los pies, a un solo ritmo.

Hannibal está en un terreno frágil pero fértil, ha entendido una cosa, que puede haber sido todo lo
contrario, que pueden ser mil cosas. — ¿De mi?

— Usted lo inquieta. — Abigail se cruza de brazos. — Lo sé, lo conozco, no revisa las hornillas
tantas veces como cuando va a venir acá y también está el asunto de las camisas.

Hannibal puede saborear, el dulce sabor del impacto, del enlace. — Las camisas...

— Miércoles de camisa rosa y pantalón beige, siempre lo mismo, si se ensucia la camisa, igual la
usará. Es muy estricto con las rutinas, no tanto con la limpieza.

Hannibal quisiera confirmar, aunque mantiene leve el recuerdo del olor de Will, lo cual resiente,
porque la distancia ha sido algo doloroso, no recuerda del todo el olor por lo que no sabe que es un
Will limpio, un Will sucio. — El usa camisa verde los miércoles.

Entonces Abigail arquea las cejas. — La cambia cuando viene para acá y pobre de mí si lo vuelvo
a mencionar, revisa las hornillas de nuevo y me ignora todo el camino.

Hannibal entonces sonríe, honesta y gratamente. — Me estoy haciendo parte de su rutina, está
viendo la forma de incluirme... Tal vez.

— O solo quiere combinar los ojos con la camisa y usted le diga una cosa elegante, de esas que
dice.

Hannibal vuelve a cruzar las piernas, las palabras no vienen corriendo a su mente, no las que
quiere, así que solo asiente. — Combinan muy bien.

"Cambia su camisa antes de venir, una verde que combina con sus ojos, se desprende de una
rutina, no camisa rosada y beige de los miércoles, camisa verde para Hannibal, porque es
miércoles. Hannibal no molesta, Hannibal es algo bueno."

Cuando abre la puerta, puede sentir las notas de Chopin brillar en el aire, con el flat menor de una
nota angustiosa y apasionada, que se desliza por el pecho rosa de Will, sus ojos inmersos en la
pena, buscando a Abigail y Hannibal, está ahí, devolviéndosela intacta, abyecta, arrepentida.

Chopin número cinco combina muy bien con la escena, de camisa verde y lágrimas de disculpa. —
Lo siento tanto papá, lo siento. — La nota Sol se alza, acompañada del Mi y bailan juntas,
enlazadas alrededor del abrazo, del reencuentro mientras los ojos prístinos de Will lo buscan
desesperados, cuando Abigail está en sus brazos.

Chopin levanta el volumen, la música zumba ante la obra, cual teatro, donde está solo, donde solo
escucha, donde Hannibal disfruta.
Will no dice nada, solo Chopin llena el aire, mientras el agradecimiento es tan dulce, tan
embriagador que Hannibal tiene que sostenerse del marco de la puerta con fuerza para no
derretirse. — Gracias.— Dice Will, con los ojos, sin los labios, solo mira a Hannibal, y el médico
puede preguntarse, ¿él también puede escuchar a Chopin? ¿Puede sentir las teclas
acompañandolos?

Will no deja de mirarlo, asombrado, agradecido, cayendo en una espiral de deuda infinita. Hannibal
averigua que el verde que merecen sus muebles, es el verde de los ojos de Will y sabe bien cómo
se llama el color: Verde esmeralda, con tinte a lima, como las hojas en su primer día de florecer.

— Hasta el próximo miércoles Doctor Lecter. — La voz de Will es aguda, un poco más baja de lo
normal, quizás por el abrazo fuerte de Abigail que aún cuelga en sus brazos, que Will intenta
retener, como mejor puede, ajeno al tacto, al amor físico. Pero agradecido, tan agradecido.

El apretón de Hannibal a la puerta es fuerte, de nudillos blancos y Chopin puro, en la última nota,
de su creación. — Hasta el próximo miércoles, Will.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 8:45 PM

¿Hay una celebración de reconciliación de hamburguesas poco saludables en la casa de los


Grahams?

La pregunta es con fines profesionales, claramente necesito saber si envenena usted a mi paciente.

Pdt: He descubierto el color correcto de los próximos muebles de mi sala de espera: Verde
esmeralda.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:00 PM

Sí, hay hamburguesas y hay... pizzas, también. Anote eso en su cuaderno, por favor.

Pdt: El color verde esmeralda es agradable, apaciguante y tranquilizante. Me gusta.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com
Hora: 9:08 PM

Pizzas, es usted horrendo.

Pdt: Está decidido, verde esmeralda será.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:13 PM

¿Puedo pedirle no compre los muebles?

Hannibal se intriga, ya hay dos pestañas abiertas en la búsqueda de los muebles antes de que
hubiera empezado la conversación. Dos tiendas italianas que siempre han sido de su confianza, una
de ellas la misma que trajo el ébano con total perfección.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 9:16 PM

Pensé que mi gusto por despilfarrar en nimiedades estaba establecido, ¿por que no debería
sucumbir a verle sentado en muebles que usted mismo aprobó?

Diez, veinte, treinta minutos.

Hannibal había aprendido que mientras más Will tardara, más intentaba decir algo que no le era
fácil.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:46 PM

Estoy haciendo los muebles para usted.

Se que debí preguntar si los quería, pero la idea de verle gastar por algo en lo que tuve que ver me
fastidió. ¿Los quiere o no? Puedo no hacerlos, igual tenía que usar la madera, puedo usarla en
otra cosa. Pero es una madera costosa, la conseguí con Abigail en esas ventas de garaje, estaba
en remate, no es gran cosa, podría venderla.
Bueno, ¿la quiere o no?

Tiene que controlar su pulso, las teclas parecen lejanas y escasas para expresar lo que quiere decir,
nada es suficiente, nada podría serlo para definir lo que siente por Will Graham en ese instante.
Supone que tiene que hacer algo físico en retribución, la idea de arrodillarse frente a Will es
atractiva, pero Will no está listo, tal vez nunca lo esté para cualquier contacto.

De pronto, Hannibal se halla furioso porque Will hará muebles para él, mientras que él solo ha
rozado un poco de lo que realmente puede darle. Apenas un suspiro de su mente, una brisa.

Se siente tan en deuda, tan profundamente enraizado al hombre que palpita, que ahora siente que
jamás hallará como, porque la sensación de haber sido elegido, no puede compararse con nada,
nunca jamás y casi acepta, a vivir en deuda, por Will.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 9:50 PM

Will, nada me haría más feliz que recibir todo lo que tu quieras darme.

Nada.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 10:00 PM

Solo son muebles :)

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 10:01 PM

Hechos por ti.

De: Willgraham1985@baltimore.com
Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 10:10 PM

Esto dejó de ser una consulta profesional, ¿verdad?

Sus muebles están en proceso, no debe apurarme, trabajo mejor sin presión, ya tengo las medidas
así que no necesita hacer nada. Ni siquiera tenemos que hablar del tema.

Ehhhhh, gracias por lo de hoy, Abigail ha sido más clara, ha sido bastante clara, creo que puedo
ser más prudente la próxima vez. Gracias, Doctor Lecter.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 10: 12PM

En el arte del amor, cualquier tercero puede equivocarse.

Aliento a que dejemos que Abigail lo averigüe, tenga o no tenga razón, finalmente... No juzgamos
a las personas a las que amamos.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 10:13 PM

Jean Paul Sartre.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 10:15 PM

¿Puedo confesar cuán estimulante es que usted haya estudiado filosofía?

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com
Hora: 10:18 PM

Puede que sea el único que piense eso.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 10:20

Puede que me sienta bien siendo el único que puede disfrutarlo.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 10:28 PM

Tengo que trabajar, hay un asesino que... Jack, me tiene presionado y necesito revisar los
archivos. No habrá descanso para mi hoy. Buenas noches doctor Lecter.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 10:30 PM

¿Puede usted contarme sobre el hombre en cuestión? Prometo ser tan profesional como lo era
antes de este intercambio de muebles y hamburguesas, dicen por ahí que puedo ser un gran
psiquiatra de mentes disociadas, dicen. Algunos dicen que puedo ser hasta, "algo bueno".

Además, siempre es buena una historia antes de dormir, ¿se anima?

Will demora.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 10:45 PM

No se porque le importaría, pero si gusta:


Hay un hacedor de ángeles, un tipo que convierte los cuerpos humanos, de malas personas en
específico, en literalmente ángeles, no entiendo si intenta salvarlos o salvarse... Puede ser ambos,
puede ser ninguno. Puede ser un héroe, un religioso, un fanático, aunque creo que es más un
creyente que ha caído en algún momento crítico de su vida, sin embargo, como los elige, sigue
siendo un misterio, puede ser, quizás... [...]

El correo es largo, Hannibal puede saborear a Will en cada palabra, en cada pensamiento y así
empieza, la sensación clara como el agua, de que si, Hannibal Lecter se ha colado en la vida de
Will, al fin y al cabo. Que ahora puede degustar de su mente, como si el destino siempre le hubiera
deparado para ese instante.

Cada palabra de lucha, cada verdad explícita, sin miramientos, sin protocolos, sin segundos
mensajes, cada palabra es todo Will y Hannibal, concluye médicamente y profesionalmente, que se
ha enamorado.

Cuando terminan el breve intercambio de ideas, Hannibal duerme y el regalo, hecho de flores y
corazones del Destripador se empieza a dibujar en un diseño original, quizás suficiente para lo que
sus palabras no pueden expresar.

Enamorado, terriblemente, de la camisa verde, de los ojos verdes, de la hija rebelde, de todo lo que
implique, las hamburguesas, las miradas evasivas, lo bueno y lo malo de la vida, rebosando en dos
ermitaños. Enamorado, hasta que duele, hasta que quema.

Amor, bienvenido sea y el cortejo en su esplendor, también.

Mi, Sol, Re, Fa, y Chopin ha nacido y ha muerto para este instante, Sol, Mi, Re, Fa y menor. Ah, el
amor.
Conóceme un poco más
Chapter Notes

De interés, se agradece leer antes de continuar.

Asperger o Autismo de Alto Funcionamiento según la OMS: El síndrome del


Asperger ha dejado de llamarse como tal, para derivarlo como uno de las ramas del
Autismo. Los trastornos del espectro autista (TEA) son un grupo de afecciones
diversas. Se caracterizan por algún grado de dificultad en la interacción social y la
comunicación. Otras características que presentan son patrones atípicos de actividad y
comportamiento; por ejemplo, dificultad para pasar de una actividad a otra, gran
atención a los detalles y reacciones poco habituales a las sensaciones. El aspecto
intelectual varía de paciente a otro, desde el desarrollo menor de las actividades
neuronales hasta alta habilidad en campos específicos.

Mezcla, pintura blanca, pintura amarilla, pintura azul, una hora y treinta minutos, desde que
empezó.

Mezcla, el olor es fastidioso, mezcla, uniformemente, mezcla, olor penetrante, no dañino, no por
ahora, dentro de quince minutos al alcanzar las dos horas, puede causar mareos, dolor de cabeza y
posteriormente, un desmayo, en el peor de los casos, pero eso es dentro de quince minutos.

Mezcla, mezcla, aún no es el color, no el adecuado, juega con el amarillo, un poco de celeste, olor
desagradable en aumento, aunque agradable también, huele a producto industrial, puede ser
tranquilizante. Mezcla, mezcla. — Papá.

— Mezclando.

— Te dejo el almuerzo en...

¿Hannibal gustará de ese color? ¿Es el que imaginaba? ¿Qué imaginaba? Difícil de acertar,
además, es un mentiroso, no se obtendrá información de él, no directamente. No fidedigna.

No, no es perfecto, mezcla, mezcla, tinte suavizador, uniforme, siempre a la derecha, se pierde
patrón un poco, corrige, faltan ocho minutos para un posible mareo. Mezcla, mezcla, disolvente,
mezcla, mezcla.

Textura del mueble, tela de seda, pero no absorbente, tiempo de secado entre una, semana y media,
si se expone a secador, una semana. Tiempo de armado, un día, durante su día libre, mezcla,
mezcla, casi es verde esmeralda, casi.

Disolvente, cinco minutos para posible jaqueca, mezcla, mezcla, derecha, derecha, relajante, gusto
inapropiado por el olor, desechar posible adicción y posterior daño, mezcla, mezcla.

Un minuto, un poco de amarillo, un poco de azul, mezcla, mezcla, leve dolor en el brazo, agradable
dolor, reconocimiento de masoquismo nivel normal, posible adicción mayor, mezcla. Diez
segundos.

— Ya está. — Will observa el color. — ¡Abigail!

— ¿Sí papá?

— ¿Te gusta el color?

— Es bonito.

Información insuficiente, Abigail no es perceptiva de colores, jaqueca iniciada por olor y por
Abigail, Hannibal debería estar aquí aprobando, no en su casa, desde su casa, mierda, no tiene su
número, no hay posibilidad de una foto. — Papá, le gustará.

— ¿Cómo lo sabes?

— Intuición.

Información insuficiente, su hija es exasperante. No vigorizante, como él, Hannibal dijo que lo era.

Que su nombre estaba en el diccionario, lo ha dicho figurativamente, es mentiroso y sarcástico. El


es bueno leyendo el sarcasmo, todo lo dicho exageradamente es sarcasmo, lo aprendió de chico,
muchos golpes, no recordar, puede acentuar jaqueca.

Sin embargo ya lo trajo a su mente y su mente tiene poco control, el recuerdo de niños a su
alrededor riéndose de él, sin él, vuelve, es bullicioso, no doloroso, aunque recibe miradas tristes,
quiere que todos se callen, que dejen de reírse. Mal recuerdo, dolor de cabeza acentuado.

En esos días lo único que lo podía calmar era la voz de su madre, cuando aún llamaba luego de
dejarlos a él y a su padre. La llamaba y ella solo escuchaba, le contaba su día, aunque ella poco
respondía, eso lo calmaba, hasta que se dormía.

Lo malo era que mamá siempre colgaba, hasta que un día ya no llamó, ni tampoco contestó.

Mejor volver al presente... no está conforme con la mezcla, pero jamás lo está.

No le gustará, pero dice Abigail que si, Abigail conoce tanto a Hannibal, como él. Puede que tenga
razón, ha almacenado tanto conocimiento de Hannibal como Will, incluso parece que se llevan
bien, demasiado.

Posible acercamiento no profesional, involucramiento sentimental, posterior ruptura por


separación, si es que deja de ser profesional, porque no pueden ser amigos, algo para conversar
después. No pensar ahora.

— Papá.

— Dime Abigail.

— Son las ocho y no has almorzado.

— No tengo hambre.

— Entonces yo lo comeré.

— Debes cenar.
— Debes almorzar.

— ¿Crees que deba darle mi número al Doctor Lecter?

Sonrisa, Abigail sonríe cada que él habla de Lecter, ¿por qué? Asociación positiva con terapia,
quizás. Hace que el también sonría, endorfinas reflejo, empatía, el dolor de cabeza se disipa
levemente, un poco, no del todo. — ¿Él te lo ha pedido?

— Dos veces, es insistente.

— ¿Por qué no se lo das?

— Tengo suficientes contactos, no necesito su número, tenemos el correo.

— Dáselo.

— ¿Para qué?

— Porque le gustas.

Información irrelevante, información subjetiva, información poco clara. — A él le gusta el color


verde, color ébano y la puntualidad, no yo.

— También le gustas tú.

Niega. — Abigail, castigada.— No tiene sentido, Abigail no ha hecho nada, pero sirve para que se
calle.

— Sí, si, castigada, me comeré tu comida, pero si quieres hay pan y puedes hacerte luego una
hamburgue...

El correo es una vía de comunicación lejana pero certera, el mecanismo es formal y suficiente para
establecer un intercambio puntual. El número telefónico indica conversación coloquial,
intercambio personal, emoticones poco claros, cercanía, compromiso.

¿Puede dar su número y pedirlo a través de un correo? No es compatible, uno es para formalidad y
el otro es para cercanía. Pero Hannibal bromea por correo y ha hecho que él mismo... diga
incoherencias también, han quebrado el orden, han malogrado el sistema.

Hannibal es exasperante como Abigail, vigorizante también. ¿Puede una persona ser dos cosas
opuestas al mismo tiempo? Hannibal parece ser.

Si le va a dar su número, no puede ser por correo.

En conclusión Abigail es poco clara, no tiene percepción, el correo es formal, la mezcla imprecisa,
el número es informal y Will, Will tiene una jaqueca que bordea lo abismal. — Voy a salir.

— ¿A dónde vas?

— Donde el Doctor Lecter.

— Son las diez de la noche, papá. — Abigail está riéndose, pero él no ha dicho ninguna broma, de
repente ha dicho algo sarcástico, pero no detecta exageración en sus palabras.

— Dijo que duerme a las doce.


— Debe estar en su casa.

— Tengo su dirección.

— ¿Cómo? En serio, ¿cómo?

— Tengo una base de datos con datos de todos los habitantes de Baltimore, sirve para cuando
necesito segmentar posibles asesinos dentro del radio, Abigail... me haces perder el tiempo.

— Entonces... eres un acosador de Hannibal.

— Soy un perfilador del FBI y es Doctor Lecter, no Hannibal.

Abigail se ríe, Will también, las endorfinas son contagiosas, ni siquiera sabe porque se ríe, le gusta
la risa de Abigail, indica que está bien, ellos están bien, están mejor desde Hannibal. — Y no
comiste.

Abigail cocina bien, no excelente, siempre un poco más de sal, un poco menos de lo que debería
ser, pero a comparación de él, lo hace estupendo. Pero comer ahora le parece algo postergable,
tiene más premura por estar en otro lado. — Come por mí.

Abigail asiente, sonrisas, puras sonrisas.

— Ya regreso.

— Ya sabes, ¿qué no debes ser?

— Neurodivergentemente molesto.

— Bien.

— Ese término ni siquiera existe Abigail, haces del TEA una broma.

— Te encanta reírte del TEA.

— Porque yo puedo, porque yo tengo, tu no.

Cierra la puerta de la casa, deja una llave para Abigail, solo para emergencias. — ¡Solo para
emergencias, no salgas! — Revisa la puerta trasera, ¿Abigail apagó las hornillas? Vuelve a entrar a
la casa, revisa las hornillas, apagadas. Vuelve a cerrar la puerta, definitivamente vuelve a revisar la
puerta trasera, ¿le dejó llaves a Abigail por si hay alguna emergencia? Abigail sale por la ventana,
dice que tiene las llaves. ¿Paseó a los perros? Mierda, no lo hizo. — Yo los paseé temprano papá.
— Abigail es inteligente, siempre sabe que decir y cuando decir, pero fuma, fumar es malo, de
seguro causa jaquecas.

Como la que el tiene.

El camino es corto, la noche oscura, Will siente como se calma cuando hay poca gente, nada que
preocuparse, sin nadie que atropellar, el es bueno manejando. Es bueno cuando se trata de hacer
cosas manuales, como los sillones. ¿Porqué decidió hacer los sillones? Carril derecho para veloz,
carril izquierdo para apurados, carril del medio para mediocres.

Carril del medio, definitivamente.

Sillones, cierto, lo hizo para que Hannibal no haga nimiedades, además, le gusta que Hannibal
ponga esa sonrisa rara que pone, esa de lado.
Abigail sin duda alguna, es tonta porque no es un acosador, es un perfilador y una persona que está
respetando el correo y el número, dos canales distintos.

Le duele el brazo por tanto mezclar las pinturas, también le duele la cabeza, también tiene hambre,
debió comer, pero Abigail se comió todo, no debería estar ahí, quizás a eso se refería Abigail con la
ahora... que es inapropiado, porque Hannibal no lo espera, porque no avisó. Pero ya tocó el timbre.

¡Normas sociales básicas Will! Debería irse, absolutamente, puede correr, pero su auto está
parqueado justo ahí, no puede irse. Ya no. Si alguien fuera a buscarlo a esa hora a su casa, el
echaría a los perros. Felizmente Hannibal no tiene perros.

La puerta se abre, Hannibal está ahí, con pijama, despeinado, sonriente, no da señales de molestia,
pero es un mentiroso, no lo mira directamente, no sabe del todo si es bien recibido, así que solo tres
segundos, tres nada más... ojos oscuros, marrones, casi cafés, se ven brillosos, pupilas dilatadas,
mirada satisfactoria, observación positiva.

Hannibal está de acuerdo con su presencia. Abigail tonta, si intelectualmente menor. No debe decir
cosas así, es su hija, el libro decía que tiene que alabar, no criticar. Pero es algo tonta. Le agregará
el tontita, para que suene mejor. Si, lo ha resuelto.

Cierto, Hannibal... sonrisa de lado, esa que le agrada. Por ende, Will sonríe.

— Will... — El sonido de su voz es agradable, ronca y algo tosca, pero de un acento extraño, Will
ya lo averiguó, es lituano, pero no lo pregunta, porque es una pregunta personal y no son amigos.
Pero le gusta su tono de voz, califica como sonido agradable.

— Buenas noches, deme su número, por favor.

Hannibal enarca las cejas, parece asombrado, no debería, es el orden natural, el lo estaba pidiendo
antes, es normal que Will pueda pedirlo ahora. A menos que ahora Hannibal no quiera darle su
número.

El cabello de Hannibal está hecho un caos, no como cuando lo ven en su oficina, si no realmente
desordenado, todo un ir y venir de desorden, Will piensa que se ve bien, a pesar de todo.

— ¿Puedo invitarte a pasar primero?

Niega. — Necesito su número, para enviarle la foto que tomé del color del mueble.

— Hace frío fuera.

— La temperatura es normal, Doctor Lecter.

— Entonces, ¿viniste para enseñarme una foto que pudiste enviar?

— El correo es para temas profesionales, el celular para temas banales. Aunque prefiero el correo,
es estructura.

— Entonces viniste... Para pedirme mi número, porque mediante el correo sería un tema personal y
los temas personales, son tema de teléfono y en persona, también es válido, ¿verdad?

Se sintió refrescante. — Sí.

— Will, pasa, por favor.

— Es tarde.
Hannibal se exaspera, lo hace porque su sien se arruga un poco, sus ojos se entrecierran, pero no
está enojado, solo quiere que pase, realmente quiere, Will puede sentirlo fervientemente. —
¿Sabías que si ya estás aquí podrías enseñarme la foto? Tendría igual consecuencia.

No había considerado eso, eso es válido.

— Supongo que si ya estoy aquí...

— Pasa Will.

Hannibal le quita el abrigo, no le gusta que lo toquen, Hannibal cuida mucho de solo tocar la tela,
está bien, no lo está tocando. Hannibal es bueno respetando los límites, a excepción de ese día que
lo tocó, que se sintió como si se quemara.

Hannibal es gracioso, todo lo hace con elegancia, Will no se ríe, Hannibal puede pensar que se
burla de él, él no se burla de nadie.

La casa es bonita, pero no de su tipo, sala grande, todo de caoba, todo huele muy bien, huele a
limpiador de los caros, también a madera, es grande, demasiado para un hombre que vive solo,
todo indica que Hannibal es un pedante, millonario ostentoso y si no, alguien peculiar. — Bien, la
foto.

Hannibal no se acerca para enseñarle la foto, en cambio se va. ¿A dónde va? — Will, ven la
cocina.

Bien, nadie recibe a nadie en su cocina, pero Hannibal es extravagante. Lo sigue, cuida no tocar
nada, tiene miedo de mancharlo, aunque no está sucio, se bañó ayer. — Su casa es bonita pero
demasiado grande para una sola persona.

— Me gusta el espacio.

Hannibal se mueve como en una obra de teatro, tiene pasos suaves, sus piernas son largas, debe
entrenar, debe cuidar su dieta, no es fofo, cuerpo atlético, no come hamburguesas ni pizzas. — Su
cuerpo es atlético, fuerte y bien conservado.

Hannibal se detiene, lo mira con... sentimiento no identificado, pero agradable. No debe hablar del
aspecto físico de los demás, es maleducado, pero supone que está bien decirlo cuando es un
adjetivo positivo. La sonrisa de Hannibal comprueba que no ha hecho nada malo. — Gracias, Will,
tú también tienes un cuerpo en buen estado.

— Mi cuerpo definitivamente no tiene las áreas bien definidas, uhm, muy delgado quizás, además
mi abdomen... — No se siente bien hablar de su cuerpo, no sabe porque ha entrado en esa área.

— Aceptable igual, las personas en general no podrían jactarse de ello. Usted puede, se bien con
sus imperfecciones.

— No hablemos del físico, no debí iniciar esa conversación.

— Lo que quieras, Will.

— Quiero enseñarte la foto y luego irme, debe dormir en media hora.

Hannibal ahora saca dos tazas, elegantes y caras, blancas hasta decir basta. — ¿Por qué debo
dormir en media hora?
— Dijiste que dormías a la medianoche.

— Siempre puede variar.

— Eso es molesto, lo de variar, porque si duerme tarde ahora, mañana despertará más tarde y lo
que tiene planeado se postergará, ciertamente hoy no debería estar aquí, mañana ahora es un día
desconocido para mi.

— ¿Café?

Huele bien, Dios huele al mejor café del mundo, es pasado, es café de otro país, quizás Colombia,
huele tan bien que lo inhala. — No, gracias.

— Will, puedes tomar el café.

— Pero no dormirás a la medianoche y...

Hannibal sirve el café, no entiende el significado de no. — Y dije que puedo cambiarlo.

Will piensa que Hannibal es un tipo terco. — Solo falta que ahora me sirvas comida.

Bien, ahora si quebró todo límite y mandó lejos el libro sobre comportamiento social adecuado. Ha
pedido comida, al psiquiatra que atiende a su hija, pero tiene hambre. Tiene tanta hambre. Pero
Hannibal provee, es su naturaleza. ¿Cuándo se hizo fácil mirarlo a los ojos? No necesita más de
dos segundos para saber que Hannibal se halla en su estado natural, en su cocina.

— Will, ¿Has almorzado?

— No, estaba haciendo la pintura. — Hannibal asiente, parece haber tomado aire, mucho aire y
luego, la danza teatral comienza: Pimientos, champiñones, queso, varios tipos de queso, jamón,
tocino, espinaca, cilantro, pimienta, orégano, aceite, mantequilla, fideos. — Puedo comer un pan.

— No en mi casa.

— Quieres darme de comer, ¿porque te gusta la idea de darme de comer? Estás sonriendo, más que
nunca, creo que nunca lo vi sonreír así.

— Me gusta cocinar.

— Te gusta proveer.

— A pocas personas.

— Está bien.

— Puedes mirar, esperar y luego de comer, me enseñaras la foto, mientras tanto tomas el café.

Las órdenes son buenas, le dan claridad y se siente por primera vez en todo el día, tranquilo, el
dolor de cabeza desaparece. La música de la ópera, de alguna ópera, se pregunta si Hannibal tiene
música en algún lado, llega a su cuerpo y por un rato, por el tiempo que Hannibal cocina, corta,
pica, hierve, sazona, fríe, se mueve... Will no piensa, solo silencio.

Silencio, agradable.

Hannibal pica.
Hannibal sonríe.

Hannibal provee.

Will no piensa.

Silencio.

Café, que agradable café. Se quema, no importa, el silencio está bien.

Media hora pasa, todo es tan tranquilo que el silencio antecede lo desconocido.

Paz, Hannibal, nada que pensar, nada que leer.

Luego del río, luego de la sonrisa de Abigail, está este momento, este instante de claridad, de
absoluto vacío. — Will, no sabes lo feliz que me hace que estés aquí.

No tiene que decir nada, Hannibal no es alguien que tiene que predecir, que responder, porque se
siente como estuviera solo, pero solo bien, con el mismo.

Se queda dormido.

[...]

Se despierta en la barra, en la casa de Hannibal. — Lo siento, yo... — Ha babeado sobre la barra,


lo limpia, Hannibal bebe café a su lado. — Es más de medianoche, lo siento.

— Will, está bien.

Entonces Will se ríe. — Me quedé dormido en su cocina y usted está tomando café, yo me dormí
en su horario, en lugar de usted, esto es bizarro, disculpe.

Hannibal también se ríe, luego sirve la comida.

Son tallarines con verduras y jamón, algo simple, pero la presentación es bonita, demasiado para
algo que comerá. Hannibal no come, solo espera que el coma, así que lo hace. — Mierda. — Dos
bocados más, tiene la boca llena, no debería pero no importa, es Hannibal, Hannibal quiere su
número, quiere ser su amigo. — Mierda, esto es rico.

— Se aprecia el alabo.

— Joder.

— No tanto el como, pero se sigue apreciando.

Will sonríe, le duele la cara tanta sonrisa, todo el día ha estado así. — ¿Se esfuerza para recibir el
halago o es genuino el gesto?

— Un poco de ambos. — Hannibal hecha parmesano sobre su plato. — Tal parece que no puedo
esconder ningún secreto de ti.

— Puede, aún no se lo que pretende queriendo desdibujar los límites de nuestra relación. —
Muerde un tocino, junto a un pimiento, quiere comer siempre de eso, quiere siempre comer lo
mismo, para toda la vida o el resto de tiempo que le quede por vivir. — Usted intenta algo, no
demoraré en adivinarlo, ¿lo sabe verdad?
— Así que aún no lo sabes. — Hannibal está a punto de hablar, siente el mismo cosquilleo que
cuando se envían correos, es hora de detenerlo.

— No. — Saca su celular y lo deja en el mostrador. — ¿Este es el verde que quería?

Hannibal mira la pantalla, no se molesta por ser interrumpida, coge el celular con delicadeza y
luego mira a sus ojos, luego mira el celular, sus ojos nuevamente. — Es perfecto.

— Sí me hubiera dicho que estaba buscando el color de mis ojos, me hubiera ahorrado el esfuerzo
de venir.

Hannibal se hace el tonto, como Abigail, porque niega, porque quiere lucir inocente. — Recién lo
noté ahora.

— Uhm, mentiroso. — Ha terminado de comer, debe lavar. — Lavaré.

Hannibal parece decir que no, pero luego lo observa. — Está bien. — Se ve más rendido que
complacido, pero no importa, Will debe lavar.

Cuando termina, es la una de la mañana. — Gracias por recibirme... Hannibal. — Nombre dicho,
respeto profesional disuelto, espera que para bien.

— Will.

— ¿Sí?

Hannibal estira la mano, quiere correr pero no lo hace, el toque se siente caliente, ardiente,
doloroso. — Tienes pintura en la frente.

Califica como un toque normal, pero la mano de Hannibal se queda ahí, dibujando la supuesta
mancha. Quiere irse, pero no lo hace. Aún se siente como en el arroyo, como si sus pensamientos
estuvieran detenidos, sin mucho que procesar. No se mueve, solo se queda quieto esperando que
Hannibal termine.

¿Qué sensación es esa? Calidez, nervios y paz, ¿cuál es? ¿Por qué no está pensando? ¿Por qué no
procesa? Tendría que estar pensando en el color, el olor, la cara de Hannibal, la hora, las hornillas,
la puerta, Abigail, los perros, Jack, los asesinos, el Destripador, pero nada.

Solo silencio.

— Tengo que irme.

— Es tarde, podrías quedarte, avisarle a Abigail...

— No.

Cuando Hannibal le pone el abrigo, esta vez no tiene cuidado, roza con soltura su nuca, y luego
cierra su abrigo, pasa una mano por su hombro y finalmente, golpea levemente su pecho. —
¿Ahora si puedo tener su número?

— Uhm, ya no es necesario, realmente.

— Está bien, Will.

Will ahora sale, Hannibal parece querer extender el momento, Will no quiere. Sale, no se despide
nuevamente, va a su auto.
Hannibal se vio acongojado.

Dentro, el silencio de nuevo, pero ahora, antecede a una tormenta. — Oh. — Cae en cuenta,
mientras sostiene el volante y su reflejo se ve en el espejo retrovisor, sin ninguna mancha de
pintura, porque nunca la hubo. Mentiroso.

Cae en cuenta tan rápido que tiene que sostenerse del volante y tiene que hacerlo fuerte, porque lo
que siente se siente como el sol mismo, figurativamente, claro.

Le gusta a Hannibal. — Mierda. — Hannibal gusta de él, está atraído a él, no, no, no, no, no.

Y los pensamientos regresan con fuerza, con tanta fuerza que ahora respira con dificultad, sin aire,
sin luz, se ahoga. — No, no, no. — Un ataque de pánico, sólo es un ataque, nada más, solo un
ataque, físicamente normal para alguien neurodivergente.

Respira, como se lo enseñaron a ser cuando era niño, respira.

No, no, no puede gustarle. Porque si le gustaba, esperaba algo de él, entonces y solo entonces, lo
conocería y vería las hornillas, vería todo y lo dejaría, porque a él siempre lo dejan, incapaz de
soportarlo, ni siquiera el podía. Y luego estaba Abigail, porque si abandonaban a Will, la
abandonaban a ella. NO, NO, NO.

— Le gusto a Hannibal. — Entonces, Will reacciona, solo cuando una brisa de aire llega por la
ventana del auto. — Le gustó pero no así, no como la mamá de Abigail, no así, porque
estadísticamente, Hannibal debería ser atraído a una mujer, una elegante, una de su mundo, puntual
que si le de su número, sin TEA, bonita y sobretodo, normal.

Hannibal gusta de él, como amigo.

La paz regresa a su cuerpo, ataque de pánico evitado.

Cuando llega a casa, mezcla, mezcla, se mira al espejo, verde esmeralda, un poco de amarillo,
mezcla, mezcla, son las tres de la mañana, mezcla un poco más. Se mira al espejo. — Ahora si es
perfecto.

Dormir suena bien, ha sido un día cansado. — ¿Will?

Odia a Jack, es fastidioso y solo trae malas noticias, lo presiona, es molesto. — Jack.

— Es el Destripador.

Will se siente como en la casa de Hannibal, se siente claro. — Voy para allá.

La escena es tétrica pero hay algo de arte en ella, es un hombre de cuarenta años de rodillas, frente
a un enorme arreglo floral: Orquídeas, girasoles, petunias. Está de rodillas, admirando la belleza.
Alabando, amando.

Son las cinco de la mañana cuando vuelve a casa.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 5:30 AM

El Destripador volvió al ruedo, asesinó a un hombre de cuarenta años, sin esposa, sin hijos. Lo
colocó de rodillas, mirando un arreglo floral. Diría que es un hombre vacío abierto a recibir pero
también a adorar. Se que es tarde, solo quería contarlo.

Hannibal debe estar dormido, pero es su amigo, así que le escribe.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 5:40 AM

No suena como el Destripador.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 5:41 AM

¿Qué haces despierto? ¿No puedes dormir?

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 5:43 AM

No, no puedo. No me gustó que te fueras, habría querido que te quedarás.

Will entiende, es que le gusta, por eso no le gustó que se fuera, cuando le gustas a las personas, te
extrañan. Era normal.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 5:46 AM

Dame tu número.

Will tiene el número frente a él, lo escribe en su celular y llama, Hannibal contesta de inmediato.

— ¿Una historia siempre es buena antes de dormir?

El suspiro de Hannibal es largo. — Te escucho Will.

— Bien, si es el Destipador lo puedo sentir y no solo en la ausencia de órganos, el está ahí, en cada
rastro del hombre, pero las flores...

Will habla, habla demasiado pero supone que no importa, porque a Hannibal le gusta. Habla hasta
que Hannibal se duerme, una leve respiración lo delata, sin embargo no cuelga la llamada, la deja a
un lado, hasta que el mismo se duerme.
Conozco la distancia

El Destripador ha matado tres veces durante las últimas dos semanas, siempre jueves y siempre a la
medianoche, cacerías menos significativas que la última, pero eso no es lo que mantiene a Will
entretenido, no solo eso al menos, si no también, la insólita ola de otros asesinos que parecen
haberse contagiado del regreso del primero. Hannibal está un poco molesto por eso, más aún
cuando es miércoles y no hay rastro de Will en su sala de espera, aún con muebles verdes
incorrectos.

Sin embargo, el recuerdo de la piel de Will bajo sus dedos, el simple roce con su frente, la línea
que dibujó, percibiendo el aliento contenido de Will, sus ganas de huir pero su obligación a
quedarse, viendo un poco de Hannibal, descubriendole, aún dibuja una sonrisa en su rostro.

Hannibal no está ni remotamente claro que obtendrá, ni de si obtendrá algo, quizás solo será feliz
con lo que Will pueda darle y si eso significan visitas incoherentes a la medianoche y una hora los
miércoles con su hija, puede funcionar, puede vivir así. Porque de seguro que será lo único que
pueda darle Will y resulta que es suficiente, pues el pasado a comparación, ahora es sombrío,
cuando no existían.

Claro que no podrían juzgarlo si los muebles que pronto recibirá reciben un altar y duerme sobre
ellos, porque las manos de Will Graham los habrán hecho y serán verdes, del verde correcto, donde
no dejará que nadie se siente, solo él y eso será suficiente, nada más. Solo Will, solo Abigail.

— La redundancia con la que la juventud hoy en día señala a las personas que quiere impresionar
sigue siendo un enigma para mí, quizás tú puedas esclarecerlo.

Abigail exuda el olor a tabaco a un nivel que Hannibal se escandaliza, aunque no lo demuestra,
además se ve ojerosa, algo adormecida, tal vez por falta de sueño, tal vez por exceso de sueño,
también. — No se trata de quienes, solo se trata de hacerlo, sentir que lo lograste impresionar a
alguien.

— Sigue siendo una impresión, que busca una reacción, eres una chica inteligente que sigue
buscando una retroalimentación que ni siquiera dignificas, ¿porqué?

— Porque estoy rota. — Abigail tamborilea los dedos sobre su pierna, Hannibal sabe
instantáneamente que busca un cigarrillo imaginario. — Papá también lo está, por eso buscamos
algo que ni siquiera queremos.

— Haber amado y haber perdido no es necesariamente una derrota. — Hannibal aliza su camisa,
una muestra de tranquilidad que espera llegue a Abigail. — Balzac decía que en las grandes crisis
del corazón, este se rompe o se curte, ustedes están curtidos.

— El nuestro está roto, usted no sabe, solo... Es difícil volver a querer, cuando solo te han dejado
ir.

— Jessica, ¿verdad?
Abigail juega con sus manos. — No quiero hablar de eso.

— No tenemos que hablar de ella, podemos sin embargo, hablar de porque lo intentaste.

— ¿Cómo sabe que me dejó?

Hannibal asiente. — Porque mi dulce niña, tienes el rostro de alguien a quien acaban de romperle
el corazón, aunque no sea así. No del todo.

La adolescente se deja caer, un poco hacia el asiento, otro poco hacia el piso, totalmente
desparramada en ébano y sintiéndose como tal. — Solo era momentáneo, los adolescentes no
conocen el "para siempre".

— No tienen la suerte de definirse a tan temprana edad, la promesa de algo mejor turge en sus
mentes, hasta que la sorpresa de que dejaron pasar las oportunidades correctas golpea, demasiado
tarde.

— Espero así sea.

— Te refieres a adolescentes, como si no fueras uno de ellos.

— A veces siento que jamás lo fui, me salté esa etapa, tal vez nunca la tuve. — Tristeza, soledad,
dolor.

— Abigail. — Hannibal llama, su mirada se entrecierra. — No podemos esperar que el mundo nos
quiera como nosotros queremos, solo debemos querer sin esperar nada y eso debe bastar, el
recuerdo de que amamos, de que podemos hacerlo es suficiente, porque la dicha está en ello, el
recuerdo de la sensación es tuyo y eso nadie te lo puede quitar.

— Mío... — La adolescente cierra los ojos. — ¿Los recuerdos pueden ser míos?

— Moldeables, sin pecar en la fantasía, tan solo en la recreación, ¿qué recuerdo quisieras sea tuyo
para siempre y que harías con él a consecuencia? Tal vez personas, pueden no estar aquí, pero son
tuyos en tus recuerdos.

— Mataría a los que hicieron daño a papá.

Hannibal puede saborear la luz, pero no la blanquecina idea mundana que habita en conocimiento
general, si no la luz de solo los que habitan en la oscuridad pueden percibir, el vacío y la nada,
algo solo más oscuro que el negro, la maldad. — ¿Quienes serían ellos? — No se inmuta, no hace
respuesta gestual alguna.

Abigail niega, sigue con los ojos cerrados. — Mamá, la abuela, los chicos que le hicieron daño de
joven, el tipo con el que salió hace unos tres años y que de repente tuvo que viajar, que no volvió a
llamar... Que prometió querer a papá.

— Sorprendentemente, tu lista no incluye a personas que te hayan hecho daño a ti directamente.

— Si le hacen daño a él, me lo hacen a mi.

Chica leal.

— ¿Ahora si pensará que estoy loca verdad? — Abigail abre los ojos demasiado pronto. — Es
decir, jamás mataría, yo sería incapaz, no soy un monstruo. — Hannibal pretende absoluto
dramatismo negando. — Solo la idea, como dice, mi mente pensaría que podría hacerlo, que me
hubiera gustado.

— Y tu eres dueña de tu mente, nadie puede juzgarnos ahí, tuyo... totalmente de tu propiedad, el
sentimiento que desees, mientras te calme, debe ser siempre alentado, aunque sea imaginario.
Finalmente estamos hechos de luces y sombras, ignorar las partes malas no nos hace mejores, solo
ingenuos.

Abigail sonríe, aún se ve maltrecha y golpeada pero sonríe, Hannibal siente que podría ahora
mismo plasmar esa sonrisa, de herencia Graham en su esplendor, en papel y carbón, para hacer
suyo, su propio recuerdo. — Gracias Hannibal.

— Estamos para eso.

Quedan aún veinte minutos para que acabe la sesión, pero como Hannibal ha aprendido, los
pacientes solo están disponibles cuando buscan algo en particular, algo que Abigail ya ha
descubierto y que el tiempo restante, lo ocuparán en verborreas que no llevarán a ninguna parte.
Por lo que, como todo un profesional, no quiere presionar más en el arco de la transformación de
Abigail, uno que deberá seguir su propio curso y que solo deberá observar extemporáneamente. —
Tiene muchos libros aquí, ¿ha leído todos?

Hannibal pasa una mirada por su biblioteca y sabe que es lo único que le dolería perder si es que se
viera en la necesidad de huir, ya no lo único, pero sigue siendo el tercer objeto más valioso luego
de Will y Abigail. — He leído su mayoría, otros han sido obsequios que no me atrevo a desglosar
por temor a lo desconocido y otros, simplemente esperan su momento correcto para ser leídos.

— ¿Hay un libro correcto para cada momento?

— Te sorprendería saber que las palabras correctas pueden llegar incluso a través de cientos de
años de diferencia, Balzac amó en el pasado, tanto como tu y yo hacemos en el presente.

— Un romántico. — La adolescente mueve las manos divertida, Hannibal no puede regañarla, no


cuando la siente crecer a su lado, brillar. — ¿Puedo?

— Porfavor, siéntete en casa.

— ¿No hay otra cita luego de mi?

— Me temo que el horario Graham es el último turno del día, solo tu padre podría aparecer ahora
mismo y te verías relegada, mi atención por él es algo que no controlo.

Abigail se detuvo antes de empezar a indagar la biblioteca. — Me he dado cuenta. — No presiona,


no dice lo que piensa, es astuta, como su padre, más que por miedo, por cautela, como si no
quisiera destruir algo que se construye lentamente.

Hannibal la adora.

— ¡Empezaré arriba!

— La cumbre siempre genera expectativa. — Murmura Hannibal que ahora se dirige a su


escritorio, la asombrosa paz con la que puede archivar los papeles del día con la presencia de otro
ser a su alrededor es nueva, pero bienvenida. La risita de Abigail ante sus palabras, no es molesta,
pronto puede bajar a guardia y sólo tararear en la compañía del otro, las pisadas de Abigail, los
libros siendo retirados, tocados. No tiene que verla para saber que está absorta, que también se
siente cómoda en su presencia.
Descubre que hay mucho papeleo inútil por hacer, pero insiste en no contar con una secretaria, no
después que la última tuvo el oficio de ser impuntual y tuvo que, a la larga, despedirla de manera
memorable. Pero el papeleo no es algo que le incomode, más que el tiempo perdido, disfruta
archivando, recordando lo que pensó, coleccionando datos y momentos de seres destruidos, a su
cargo.

El silencio de Abigail es algo preciado, incluso sus pisadas se sienten cuidadosas cuando habita a
su alrededor, quizás con la intención de no interrumpir su propio tiempo juntos. Sin embargo,
ahora que ha descendido con tres libros en sus manos, que acomoda en sus delgados brazos y se
propone a dirigirse a la planta baja, de los otros libros, se sigue viendo pequeña, pero gratamente
diferente al mundo que habita dentro de sus pacientes archivados. — Puedes dejar los libros
seleccionados en la mesa, para tu comodidad.

— Realmente solo quería preguntar, anotar sus nombres, mi cumpleaños es en dos semanas y papá
tendrá que comprarmelos.

— Veo. — Hannibal reflexiona. — Entonces déjalos aquí, te será más cómodo en seguir tu
búsqueda, elige todos los que puedas, molestemos a Will.

— Podría...

— Pabellón final, ahí están más libros de este tipo.

Hannibal acaricia los libros seleccionados: Schopenhauer, San Agustín, Stendhal... Grandes
elecciones para alguien que coquetea con la reflexión intrínseca, aunque el dejaría a San Agustín
para otro momento, sin duda alguna, era un tipo demasiado pacífico, elemental más que intrigante.
Pero sigue siendo una buena elección.

Media hora después, Hannibal ha terminado de archivar y ahora afila el bisturí de su mesa, cómodo
en el recuerdo de Will Graham durmiendo en su cocina, respirando con dificultad mientras sus
manos se retorcían por recoger el cabello ondulado que caía por su frente y las fervientes ganas de
cargarlo en peso hacia una cama correcta, donde pudieran observarlo con tranquilidad, llena su
pecho en recompensa por su ausencia. — Están todos.

Abigail casi tropieza con la cantidad de libros que tapan su rostro: Balzac, Vallejo (terrible tesoro
latinoamericano), Oscar Wilde, Virginia Woolf, Dante, Gunter Grass y finalmente, Bukowski. —
Ah, ¿coqueteando con el dolor?

— Siempre quise leer a Bukowski.

— Siempre me arrepentí de hacerlo, aunque volvería a cometer ese error.

— No parece ser alguien que huya del dolor.

— He hecho mío el sentimiento, si. — Hannibal acaricia la dura portada del libro de colección
mientras acomoda el resto en orden. — Pero me temo que debía advertirte.

Abigail ahora es tranquila, mientras el olor a tabaco que tiene impregnado se disipa levemente con
el olor de las hojas antiguas que ha ido palpando. Hannibal le alcanza papel y lapicero, ella anota
tranquilamente cada nombre, finalmente, termina. — Ya está, papá perderá la cabeza.

— Nada me gustaría más. — Hannibal mira los libros, son un total de once de ellos. — ¿Entonces
cuál te intriga más?

— El tambor de hojalata.
— Lo leí cuando tenía tu edad, rebosante compañía para la soledad. — Hannibal lo vio y se
despidió de él. — Puedes tomarlo, es tuyo.

Abigail abrió los ojos, como cuando Will se dejó tocar la frente, igual de incrédulo ante la cercanía
de alguien que no huía de él. — No, realmente no tiene que hacerlo, se ven caros y su biblioteca, le
encanta... No, yo no... es de colección.

Hannibal le alcanzó el libro. — Porfavor, ya lo he leído y creo que me siento totalmente en deuda,
por tu sinceridad y compañía, tómalo, estoy seguro de que mantener vivo a Grass, valdrá la pena si
sigue en tu legado.

Abigail entonces asiente, luego lo vuelve a mirar, la misma mirada de alguien que ha establecido
un lazo poco profesional, una mirada de cariño, aunque un cariño incipiente. — Es el mejor.

Los siguientes minutos se tratan de Hannibal ordenando su maleta y Abigail, esperando la puerta.
— ¿Alguien vendrá por ti o nos aventuraremos a Wolf Trap?

La puerta del consultorio suena, pero no espera una respuesta, cuando la puerta está abierta, Alana
Bloom asoma el rostro dentro de ella. — Oh, lo siento, se que debía llegar hace una hora Abi, pero
realmente el tráfico... — Algo despeinada, oliendo a cerezas de un perfume empalagoso, el
recuerdo de la vieja amiga que alguna vez fue, inunda su recuerdo, no es un recuerdo molesto, solo
poco esperado y más aún cuando la cercanía delata su proximidad obvia con los Graham.

— No hay problema, de hecho estaba paseando por la biblioteca de Hannibal.

Alana ya está totalmente tranquila cuando se encuentra con los ojos del hombre, la familiaridad
entre ambos es instantánea. — Y me iba a morir esperando una invitación a cenar Hannibal.

— Culpa mía, te pensaba ocupada, volando como el colibrí que sueles ser.

— Oh, patrañas, demasiado ocupado con tus pacientes y tus noches de ópera, a las que también te
dije que podía ir.

Hannibal coloca el abrigo de Abigail. — Ocupado no, embelesado con mi nueva compañía he de
admitir.

— Papá y Hannibal, son amigos. — Abigail comparte una mirada con Alana, una mirada que solo
ellas entienden.

— ¿Porqué no sabía nada de esto? Esperen, ¿Will dando su número telefónico? ¿A propósito?

— Me tardé un mes y medio, pero si, Will me ha hecho el honor de entregarmelo.

— Me demoré un año. — Alana ahora zapatea inquieta. — He estado tan ocupada con la maestría
que apenas he podido visitar a Abi y a Will, por cierto, lo siento mi niña.

Abigail levanta los hombros. — Hemos estado bien, aunque te perdiste la competencia de Winston
y Lucky.

— Rayos.

— ¿Eres invitada de hamburguesas? ¿Conoces a los perros?

— Oh, soy la que las lleva, cuando me invitan y los perros, soy su favorita.

No sabe porqué pero Hannibal se siente en una competencia por quien salta más alto en este punto,
aunque algo le dice que sus avances han sido mucho más rápidos que el proceso de Alana en
conectar con ellos, sin duda alguna, la doctora Bloom tenía la ventaja del tiempo. Prueba de ello es
que esté recogiendo a Abigail y no Hannibal esté regresandola. Se pregunta porque Will no lo
habría pedido, se supone que son amigos, amigos de llamada sin colgar.

— Me siento más tranquilo sabiendo que Abigail tiene con quien regresar.

— Primero iremos por una hamburguesa, se la debo.

Alana y Abigail están saliendo, cuando Alana gira. — ¿Una copa más tarde? Tal vez si hoy
duermes algo tarde, podrías ponerme al día sobre tu amistad con Will, no puedo ni imaginar como
lo lograste.

Hannibal lo considera, las últimas dos semanas con Will han relantizado su conexión, pudiendo
contar con los dedos de una mano las llamadas cortas y torpes que Will hace, más los diez tristes
correos que Hannibal envió, sin obtener respuesta. Supone que la compañía de un ser que le
recuerde a Will, que no es Abigail, le vendría bien. Además, ninguna información debe ser
menospreciada.

— Estaré encantado, tienes mi dirección.

— ¡Adiós Hannibal!

— Hasta pronto Abi.

[...]

Dos timbres después, siempre solo dos, Will contesta.

— Hola Hannibal.

Su voz suena tan lejana, incluso más que la distancia que los separa, incluso más lejos que
Minnesota. — Una llamada cortés, solo revisando que no te hayas perdido demasiado, ¿estoy
siendo inoportuno?

— Estaba pensando en ti.

Hannibal tiene que sostenerse un poco de la barra de su cocina, acaricia las palabras y luego
responde, como si no hubiera nada importante en que Will realmente pensara en él. — ¿Que me
trajo a tu mente?

— Estaba comiendo y la comida es terrible, de verdad es terrible te imaginé comiendola y pondrías


el ceño molesto, demandarías el lugar, creo que matarías a la mesera.

No es del todo mentira.

—... Luego pensé en tu comida, la que hiciste ese día y realmente quise comerla, jajaja.

— Déjame compartir tu dolor Will, nada me duele más que imaginar lo que sea que estés
engullendo, por su puesto que cuando vuelvas, cocinaré de nuevo para ti.
— Quisiera esos fideos de nuevo, con el tocino y el pimiento, de nuevo, porfavor.

— Puedo hacer algo más, se que te gusta el cordero, ¿quizás?

— No tengo información previa para saber si me gustará otro platillo.

— Pero si tienes información de que he cocinado bien una vez, estadísticamente, podría tener éxito
de nuevo.

— Siempre diciendo lo correcto, Hannibal creo que ya...

Hannibal piensa que ahora será rápidamente abandonado, así eran sus llamadas con Will, algo
cortas y certeras, pero vibrantes. Casi puede saborear el adiós y luego el tono de llamada que
anuncia el fin, pero intenta aferrarse un poco más. — Alana Bloom vendrá esta noche, se que la
conoces.

Un espacio de silencio, uno que alienta a seguir la llamada conectada. — Oh, Alana ha estado
recogiendo a Abi estos días, ¿la recogió en terapia verdad?

— Sí, ella estuvo ahí, es bueno volver a ver a una vieja amiga sabía que tenía cercanía contigo pero
no sabía cuanta, pidió venir a verme, creo que cocinaré cordero para poner en práctica el platillo
que te haré y salga mejor, cuando regreses.

— Alana come hamburguesas, no tienes que esforzarte tanto por ella, también toma cerveza.

Hannibal quiere reconocer el porqué la voz de Will de repente es más gruesa, un poco fría. — La
práctica nunca está demás, más aún considerando que todos somos amigos, no sabía por cierto, que
cuidaba de Abigail.

— Ella lo hace, de vez en cuando.

— Es una buena persona, inteligente.

— Intentó psicoanalizarme una vez.

— Una persona curiosa, siempre me ha hablado bien de ti.

Will golpea un poco el teléfono, se le escucha un poco más lejos. — Entonces, lo dejo para su cita.

— No es realmente una cita.

— Buenas noches Hannibal.

— Will...

Ahí estaba, el sonido de colgado que Hannibal empezaba a odiar, casi extrañaba los correos, Will
podía ser más conversador por ellos, pero luego lo reconsideraba, cuando el sonido de su voz
llegaba y podía saborear sus emociones, más de cerca.

El sabor agridulce de la llamada extraña lo perturbó, solo el tiempo suficiente para recordarse que
Will era así, impredecible y que de seguro pronto sabría lo que su mente quería decir.
El proceso de prepararse se hace mecánicamente, porque a excepción de un hombre con TEA de
treinta y cinco años, Hannibal tiene una rutina para recibir invitados, una que lo mantiene alerta y
en papel, en la capacidad de mostrar lo que quiere y cuanto quiere enseñar. Se viste acorde a lo que
una cena formal amerita, saca los ingredientes y tal y como lo imagina, a las nueve de la noche
Alana Bloom está de pie en el umbral de su casa.

La cocina es algo que siempre lo ayuda a escuchar sus invitados sin tener que mirarlos a los ojos,
aunque se mantiene atento a cualquier palabra y sensación que ellos tengan por decir, por ejemplo,
Alana ciertamente aprecia su compañía, era un mente ávida en la escuela por su atención, pero diez
años después no imagina el motivo que la lleva a verlo, no con tanta premura, al menos no había
sonado así las veces en las que hablaron de Will por teléfono, hace muchos meses. Cuando ella le
comentaba sobre aquel perfilador hábil del FBI del que todos hablaban.

— A veces creo que me preocupo mucho por Will. — Cuando la charla introductoria sobre sus
vidas actuales termina, Alana empieza a hablar del elemento en común que comparten ahora.

— Nos preocupamos por quienes queremos, aunque también lo hacemos si los creemos en
desventaja, ¿Will lo es?

Saltear y no mirar, suficiente, mientras Alana bebe de su cerveza. — El solo... No es que lo crea en
desventaja, no me malinterpretes, pero no es fácil verlo golpearse con la realidad cuando ni siquiera
lo intenta, es decir, vaga por los lados, solo funcionando para Jack, quien siempre lo exige
demasiado.

— No es feliz perfilando, lo he notado.

— Es feliz siendo útil, pero le han hecho creer que leer asesinos es lo único que sabe hacer.

— Will puede ciertamente decidir solo conversar y sería más que útil, de hecho lo imagino sin
labor alguna, es una agradable compañía.

— Suenas enamorado... — Alana ahora se acercó un metro más, Hannibal detuvo su cocina y la
miró con una sonrisa. — Jamás te había escuchado así, pareces optimista, hasta joven.

— Solo contagiado por la alegría Graham, no me malinterpretes.

— No son tan alegres que digamos.

Hannibal detecta, aquella sombría sensación de lástima que personas comunes como Alana pueden
sentir por los introvertidos. — Son más que eso, son vigorizantes.

Alana ahora tira un poco de su brazo. — ¿Hay algo aquí que me esté perdiendo?

Hannibal aprovecha el salteado humeando en el aire para agregar el final de las verduras y soltarse
con gracia del agarre, cuando asoma su mirada levemente en Alana. — No lo creo, somos amigos,
cualquier otra expectativa mía creo que se vería opacada por los límites de Will.

— Te gusta.

Hannibal tararea, no lo niega, pero es evasivo cuando sirve caliente los platos con delicadeza.

— No puedes enamorarte de Will, Hannibal.

Bien, sostiene la sartén ahora vacía con algo más de fuerza, mientras la deja en el lavatorio, para
retomar su abandonada copa de vino. — Jamás me han dicho que debo y no debo hacer, pero para
tu tranquilidad, es algo que no he considerado. — No le dice a Alana que es muy tardía su
advertencia.

— Bien. — Alana ahora se relaja un poco, vuelve la sonrisa ladina que suele tener para ayudarlo
con su propio plato mientras se encaminan a la mesa. — Will simplemente es alguien para estar
solo, se halla mejor así y Abigail también, exponerlos a algo, a alguien... — Toma un poco de su
cerveza cuando se sienta. — No les beneficiaría.

— ¿Alguien como yo?

— Puedes ser imponente, me temo que se vería contrariado la mayor parte del tiempo y Will,
pasado el momento de emoción, te dejaría de extrañar cuando halles sus patrones.

— Creo que no hay un patrón que no brille en Will.

— Creéme, si no es que te cansa, el te echará, muy protector, consigo, con Abigail.

— Pareces haberlo intentado. — Hannibal ahora sonríe, muchos dientes, pocas ganas de hacerlo.

Alana ahora se ruboriza, toma sus cubiertos y corta la carne mientras piensa que decir. — Al
principio me vi deslumbrada por Will, lo acepto, pero rápidamente noté que él no necesita de
nadie.

— No lo necesita, creo más bien que si decide establecer una relación, me temo que su contraparte
sería quien lo necesite, probar el cielo nos vuelve codiciosos.

— No puedes decir cosas como esas y hacerme pensar que no te gusta.

Hannibal espera que dé el primer bocado, ella lo hace cuando nota su mirada y luego finalmente
empieza su platillo. — No dije que no me gustara, dejé entrever que no pienso intentar
inoportunarlo.

— Es extraño verte así, siempre fuiste inalcanzable en la escuela.

— ¿Si?

— No tienes que fingir. — Alana suspira, está embelesada por la comida, pero su halago no se
siente bien como las palabras soeces de Will hace unos pocos días. — Todos se morían por ti y tu
solo nos ignorabas.

— Estaba más preocupado en enseñar.

— Solo no te interesaba ninguno de nosotros. — Alana sonríe de más, juega con su cabello, lo cual
la hace ver exquisita, si es que estuviera interesado en ella, pero no lo está, sin embargo Hannibal
jamás rehúsa cuando se le pone en palestra. — ¿Ha cambiado tu apertura luego de estos años? ¿O
solo Will puede hacerte sonreír últimamente?

Hannibal niega. — Estoy más aperturado, pienso que sí, ¿conoces a alguien para mí?

Alana ríe, no contesta porque la respuesta es obvia.

Continúan comiendo, las insinuaciones de Alana se hacen un poco más pesadas para su gusto, pero
lo suficiente para averiguar que ella no está interesada románticamente interesada en Will, si no
que alertada por alguna información de Abigail, ha corrido a revivir el viejo interés por Hannibal.
Y claro, impedir levemente cualquier acercamiento personal a los Grahams, porque se veía a sí
misma, como su cuidadora.

Lamentablemente para Alana, Hannibal se halla absolutamente perdido por los desplantes de Will
como para saborear lo que sea que ella esté dispuesta a dar, que parecer ser mucho más que un
toque en la frente. Y además, no está ni un poco amenazado por sus intentos de cercanía.

Sin embargo, el coqueteo con Will ha dejado más que un vacío en el aire, lo que hace que Alana
confunda cada gesto de él, que está siendo terriblemente vivaz con ella, como si quisiera probarse
que aún puede conseguir a quien quiere, todos menos Will. Se justifica pensando que es solo
ejercicio, aunque la culpabilidad es algo que se filtra. Lo desecha. No está con Will, Will ni
siquiera lo ve así.

La despide tres horas después, algo fastidiado por la extensión de una reunión que no previno y
que empezaba a rondar entre lo exasperante y lo banal. Cuando toma el teléfono de su habitación,
descubre tres llamadas perdidas de Will Graham y un mensaje brillando en su ausencia: "¿Para que
pediste mi teléfono si no ibas a contestar?"

Golpeado y algo culpable, ahora si del todo, llama sin pensar al número.

— Will.

— Los teléfonos son para contestar Doctor Lecter.

— Me temo que es mi culpa, durante las cenas suelo perderme en mi entusias...

— ¿Se fue Alana?

— Sí, ella acaba de irse, ciertamente fue una velada interesante.

— Me alegro, todo lo interesante es lo que te importa.

— ¿A qué te refieres?

— Nada, no es decir nada, es algo, no estoy interesado en hablar de eso.

¿Celos? ¿Posesividad? ¿Dependencia? Lo que fuere Hannibal lo absorbe ávidamente, contento, lo


que para otro sería grotesco, Hannibal lo encuentra reconfortante. — ¿Existe algo que te moleste
respecto a mi amistad con Alana Bloom?

— No, en realidad solo es un mal día, la comida y el psicópata de turno no ayudan, puede que mi
estancia se extienda dos días más, extraño a Abigail.

— Tu presencia aquí también es sentida, por Abigail, por mi.

— No lo creo, claramente tiene usted más amigos que yo.

— Will.

— Debo colgar, yo no quiero hablar con usted en este momento.

— Llamaste, ¿que querías decir?

— Quería saber si Alana seguía ahí después de la medianoche, ni siquiera se porque llamé, yo...
odio los cambios, odio tener su número, no me gusta esto.

— ¿Porqué Will?
— Uhm, no lo sé.

— Will, no cuelgues.

— Hasta pronto Hannibal.

Cuando dibuja, Hannibal apaga todo pensamiento que su mente encuentra obtuso, intercambia el
quiebre de sus desvaríos por el trazo suave del carbón en el papel. No hay baches, solo lozanía en
lo que promete. Seguir el trazo es fácil más aún cuando su mente sabe bien lo que quiere plasmar,
recurriendo a su recuerdo tangente, uno que no puede sacar de su boca, de su retina, de su paladar:
Will Graham durmiendo en la barra de su cocina, dócil y complaciente.

Es la naturaleza de Will dejar que lo cuiden, una naturaleza corroída por malhechores, como
Abigail había dicho muy bien, entes de su pasado, ignorantes y groseros. Pero Will, dormido en su
plenitud, con los mechones desordenados, con la tranquilidad que solo otorga la confianza, era
todo lo que quería, lo único en lo que podía pensar.

Son casi las cuatro de la mañana cuando termina el dibujo, toma una foto y lo encuentra bueno, no
perfecto, porque perfecto sería ver a Will nuevamente confiando en él, sin saber que correspondía a
Hannibal, de alguna forma.

Piensa entonces que Will tampoco debe dormir, preso de la ignorancia que su posesividad alienta.
O lo que sea que estuviera sintiendo. Piensa que el dibujo puede ser una disculpa, aunque
realmente no haya hecho nada malo, sin embargo tiene una esperanza de que si, que esto hará que
Will vuelva a sus cortos y fríos mensajes, antes de que su evasiva.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 04:08 AM

Nuevamente no podía dormir y no tengo quien llame para una historia, por eso dibujé esto.

Eres tu el día en el que dormiste a mi cuidado, te veías inalcanzable a pesar de la corta distancia
en la que gravitamos. Recordé todo el tiempo tu reticencia a ser tocado y a pesar de mis ganas de
trasladarte a un lugar más cómodo, hiciste de la fría barra de mármol, tu cuna, moldeando su
dureza a tu forma, tal como lo haces con él mundo, tal como lo hiciste conmigo.

Parecías un ángel, uno oscuro y protector, así que me tomé el atrevimiento de plamastarte para
que veas lo que yo veo, lo que siento.

¿Qué pasa por tu mente Will? ¿Qué quieres de mi que no puedes decirlo? ¿Qué provocó la
presencia de una tercera persona para que me trates tan ruinmente?

Quisiera enojarme contigo, pero me es imposible y en cambio, en lugar de castigarte como tu lo


haces conmigo, solo quiero seguir persiguiendo tu camino, hasta donde estés. Y te dibujo, para
tenerte de alguna manera conmigo.
Tu aún amigo, Hannibal Lecter.

No hay respuesta para el correo, ni esa madrugada, ni el día siguiente. Descubre en el día posterior
que su molestia es mayor cuando no obtiene lo que quiere, que está esperando más de Will de lo
que esperaba y que se ha acostumbrado a sus evasivos mensajes, cuando antes apenas se
tranquilizaba con una mirada.

Llama a Abigail y descubre, que efectivamente Will ha regresado antes de tiempo. — Solo
comprobando que ya esté acompañada.

— ¿Quieres hablar con él? Está algo ocupado, pero creo que podría llamarlo.

— No. — Hannibal pasa el trago amargo. — Espero nuestra próxima sesión Abigail.

Cuando se cumplen los cuatro días sin respuesta, el dibujo de Will se ríe en su cara de su desgracia.
Ninguna llamada de Alana es respondida y su rutina, que antes brindaba un orden, se encuentra
siendo inútil ante los ataques furiosos que tiene para consigo, con Will, hasta con Abigail. Un día
antes del miércoles, Hannibal corta las zanahorias tan fuerte, sin apetito, que empieza a
conformarse con la idea de que efectivamente tendrá que ser un espectador en la vida de los
Grahams, uno silencioso que aguarde el momento ideal para acabar con ellos o ellos con él.

Hasta que el timbre de la puerta lo despierta de su letargo, detesta las visitas de improviso.

Cuando abre la puerta Will Graham respirando con dificultad, manchado de pintura, realmente
manchado desde las orejas hasta la punta de los pies, con la mirada perdida, pareciendo extraviado,
como si hubiera corrido desde Wolf Trap solo para mirar a Hannibal, está frente a él.

— Yo... vi tu dibujo, quería... ah, mierda, quería darte algo a cambio, porque obviamente requeriste
tiempo para hacerlo y los muebles, mmmm los muebles no estaban terminados cuando me fui,
quería terminarlos, quería que estuvieran bien. Tu me diste algo, además de ayudar a Abigail, se
supone que te daría los muebles por eso, pero luego me diste el dibujo y dijiste, dijiste que querías
tocarme, dijiste que te enojarías conmigo, aunque no lo hiciste, querías hacerlo, no lo hagas, solo
no lo hagas, terminé los muebles, demoré en encontrar un camión que pudiera traerlo, ¿te enojaste
conmigo? ¿Hannibal? Está bien, puedes tocar, solo un poco, ¿está bien? No te enojes, solo eso,
¿está bien?

Dos segundos, Will sudando, Will antes alejándolo solo para arrastrarlo nuevamente a él, no lo
había llamado porque estaba haciendo el mueble, probablemente regresando de Minnesota antes,
para terminarlos... porque se sentía en deuda, por el dibujo, con miedo de que Hannibal se enoje,
miedo al abandono. ¿Dónde está la furia que había cosechado en los últimos cinco días? ¿A dónde
fue? Puede tocarlo, Will dijo, que puede tocarlo.

— Will... — Así que se lanza a un abrazo, uno que suena impertinentemente peligroso debido a
que Will ni siquiera dejaba que roce sus manos, pero a Hannibal ya le importa tres demonios,
porque Will se ve terriblemente dulce y tocable, hasta el dolor y teme que si no lo toca, no sabrá si
es real, si no otra treta de su mente, jugando con el. — Te extrañé.

Will no devuelve el abrazo, está totalmente paralizado y su agitada respiración se ha detenido para
dar paso a un gélido silencio, pero no se mueve, no se retira, solo está quieto, Hannibal se da
cuenta, por el leve susurro de que Will está contando, luchando por soportar el acercamiento.
Definitivamente cualquier acercamiento físico, de bailes, piernas en una cama y hasta un beso se
hacen cada vez más imposibles, pero... Basta, Will soportando un abrazo, basta y su pecho, vuelve
a entibiarse con el amor extraño que siente por el.

— Lo lamento, Will. — Hannibal lo suelta poco a poco, solo para mirarlo a pocos centímetros,
oliendo la pintura y el pino en Will, quien tiene la mirada baja. — Creo que fue más que un toque.

— Los abrazos son muestra de afecto, está bien, aunque apretaste un poco.

— Tenía miedo de que dejarás de responder los mensajes.

— Estuve haciendo los muebles, no comí, Abigail se enojó, pero los terminé.

— ¿Puedo verlos?

Will se recupera y levanta la vista, un poco de pintura en su nariz lo hace verse incluso más bello,
otro recuerdo para dibujar sin duda alguna. — Claro.

Will camina hacia el camión, el calor en los brazos ahora huérfanos en el cuerpo de Hannibal, es
doloroso y tierno, además, el doctor observa que un poco de pintura fresca se ha impregnado en su
abrigo, el abrigo guinda que tanto gusta.

Sabe que es una mancha que no se quitará fácilmente si no corre a limpiarla ahora mismo. Pero
mientras Will lucha por abrir la puerta del carro, camina de un lado a otro desatando lo que tiene
que desatar, Hannibal encuentra la mancha en su pulcritud, hermosa, como un lunar bien hecho y
adecuado, a su medida.

No la limpia y prefiere que se quede ahí, para siempre, porque aunque el verde que ahora
desentona le ha dado al oscuro traje lo que necesitaba, un recordatorio de que no puede controlarlo
todo, que Will Graham se ha pintado ya para siempre y no quiere, no puede, limpiarlo, ni sacarlo,
ni olvidarlo. Y está bien, puede vivir con eso.

— Te ayudo Will.

— Gracias Hannibal.

Además, si nadie se lo hubiera dicho, diría que ese momento es irreal, que no ha pasado y necesita
pruebas fidedignas para ello, como la mancha que incluso cuando Will se vaya, quedará, como su
recuerdo, como el olor de su pelo: Caos, perros, pintura, pino y desorden.

Todo lo que Hannibal jamás pensó que querría.


Conozco un sillón y un palacio

— Madera de caoba, semiblanda, de baja densidad... — Will sigue sonrojado y aunque su rapidez
al respirar ha menguado, sigue agitado ya no por la alteración con la que vino, si no por el abrazo
que seguro aún quema en su subconsciente, poco acostumbrado, probablemente confundido ante la
expectativa de un progreso en una relación que no tiene clara del todo.

Ambos tienen el abrazo presente, ambos claro que pretenden ignorarlo, uno porque realmente no
quiere detalles de algo complejo y el otro, porque no sabe cuán complejo es. Lo que Hannibal si no
es bueno evadiendo es el mirar tanto los muebles como a Will, que probablemente se ve, más
problemáticamente atractivo que nunca, desde que lo conoció.

Los rulos saltones se hallan de un lado a otro, ya no cayendo hacia delante si no para todos lados,
algunos mechones duros en la frente, pegajosos, solo delatando el arduo desempeño de trabajo.
Bajo ellos, una leve capa húmeda de piel, mezcla de pintura y sudor.

Las mejillas y el cuello sonrojados de Will se ven en el mismo estado, sudorosos, brillantes, con un
poco de resina y claro, pintura mucha pintura. No hay abrigo en Will, solo un delgado y plomizo
polo con algunos agujeros, suelto en la nuca que deja ver un poco del pecho, un pecho blanco,
limpio, terso. El polo debe ser viejo, de los que se usa para ensuciar, de cuando Will era más joven,
porque es pequeño, tan pequeño que se ciñe a la cintura, a los brazos, al pecho, que se sube un poco
cada que Will levanta las manos, mostrando el vientre, también blanco bajo una fina capa de
vellos, apenas visibles y un ombligo travieso, escondido, tan pequeño. — ¿Me estás escuchando
Hannibal?

— Sí. — Ese cuerpo delgado, cintura pequeña es el que acaba de abrazar, de tener en sus manos,
pecho firme, olor a jabón de vainilla de los básicos pero tenue, lo suficiente como para no
demacrar su olor natural que los rizos destilaron cuando el abrazo juntó su mentón con su cabeza.
Pequeña, como su cintura, como su ombligo. — Te escucho Will.

— Es una mezcla de tres maderas, una de América del Sur, otra de Canadá y por supuesto,
Baltimore. — Will mira a su alrededor. — Debí llevarlos a tu oficina, debí hacerlo. — Will se
ilumina. — Pero tengo el camión, no importa, así que la madera es rojiza por ser un híbrido, pero
no tanto, porque lo rosticé un poco, para que no desentone con la madera de tu puerta, ¿ves? No es
rojizo, es marrón con tintes rojizos, diría que es café, pero ya sabes que no lo es, tiene esmalte,
aconsejo no mojarlo en un mes, si es que planeas, aunque no deberías, es madera.

Will casi no respira cuando habla, solo mira a los muebles, Hannibal mira los jeans ajustados
también, terriblemente viejos, despintados, llenos de hilos desordenados, con un enorme hueco en
el muslo, como un adolescente abandonado, sin embargo quiere meter la mano por el agujero, solo
un poco. Son ajustados, como el polo y solo delatan, que Will Graham está hecho de muslos,
gruesos y detrás. — Will, despacio, solo habla más despacio.

Will respira, inhala y exhala. — Bien, entonces lo tapicé con Jacquard que es del mismo material
que el mueble ébano, para pintar hubiera sido mejor el lino, pero parece que te gusta lo elegante,
así que por eso demoré, porque seca más lento. Pero lo pinté, lo sequé con la secadora, de manera
uniforme, ¿ves?
Hannibal asiente, pasa una mano. — No toques, no está fresco, pero es más sensible, puede
ensuciarse aún.

— Lo siento.

— Entonces lo sequé, durante quince horas con mi secador industrial.

— Quince horas, tienes quince horas sin cambiarte de ropa.

— Sí, quince y bueno, de ropa más, bueno luego lo rellené con espuma resiliente, mejor que la
inglesa, la inglesa no dura, es más suave si, pero se ablanda, tendiendo a deformarse y quiero que
dure el mayor tiempo posible.

— ¿Por qué?

— No... interrumpas.

Hannibal está sonriendo, ya como un depredador por lo terriblemente grosero y bello que puede ser
Will, ocasionando en él las ganas de golpearlo contra la pared, solo para cargarlo de las comisuras
del polo viejo y terminar de romperlo, para comprarle ropa apropiada y morderle un poco la boca,
a ver si se callaba de una vez por todas y le dejaba mirar el mueble, para no tener que mirar su
cuerpo. — Lo siento, continúa.

— Entonces esta espuma puede ser reemplazable, incluso si pasa el tiempo, el tapizado está con un
cierre, usé el tejido plasma, puedes desatarlo y no se arruina, lo mejor es que no se nota, es estético,
porque te gusta todo estético, entonces lo reemplazas e incluso puedes lavar el tapizado porque
puse disolvente, el verde, el verde de mis ojos no se va a ir, al menos en veinticinco lavadas.

— ¿Argumento sólido?

— Lo lavé.

— Lo lavaste veinticinco veces.

— Lo hice, no interrumpas.

— Menudo carpintero grosero.

— Silencio. — Hannibal intenta hallar control en el sarcasmo, pero hace mucho sus manos están
inquietas, pero no puede dejar de sonreír, porque Will es una máquina de hablar. Bien podría decir
cualquier cosa, Will seguiría totalmente concentrado en el maldito mueble. — Como te decía...

— ¿Puedo tocarte?

— No, entonces si lo lavas tiene que ser con jabón de mano y suavizante, así no pierde la textura,
obviamente sin lejía.

— Will me estás matando.

Will blanquea los ojos. — Entonces, lo puedes lavar hasta veinticinco veces antes de que empiece
a decolorarse, pero mis cálculos dicen que solo tendrás que lavarlo dos veces al año para un
acondicionamiento, así que como tu debes tener entre cuarenta y cinco a cincuenta años...
veinticinco veces es imposible, porque ya estarás muerto o muy viejo para hacerlo.

— Así que soy viejo... y moriré en menos de veinticinco años, de seguro, que estadísticamente.
— Hannibal. — Will le hace "sh" con los dedos, a Hannibal le pica la mano, demasiado. —
Entonces, solo lo lavarías veinticinco veces si lo manchas veinticinco veces y si lo haces, no te
volveré a hablar porque habrás malogrado mis muebles.

— Mis muebles. — Hannibal gruñe.

— Sí, bueno, si tus muebles. — Will rodea el gran sillón, que es para dos personas. — Ahora tiene
apoyadores y también tiene un guardador de revistas, porque tu sueles poner revistas en tu
consultorio y entran más de quince revistas, fácilmente podrías poner al menos cinco de mis
números de Caza y pesca, más las revistas comerciales que escondiste de mí la primera semana
que nos conocimos.

— Yo... no escondí nada.

— Mentiroso, silencio. — Hannibal no toca, pero maldita sea que está a diez centímetros de Will
totalmente inclinado aprovechando que el hombre se puso a señalar el compartimiento sin darse
cuenta de nada, oliendo la pintura como si realmente fuera un perfume que ahora declarará como
el mejor olor de mundo mientras se quema entre la ira, la impaciencia y la necesidad, por callar al
hombre y tocarlo de nuevo.

— Will...

— Entonces, pensé poner una tapa para las revistas pero la gente es brusca y descuidada,
terminaría rompiéndose en cinco años, hasta dos si recibes muchas personas, entonces no lo puse y
quedó como un espacio abierto, algo difícil de limpiar, pero eres minucioso, así que no importará,
porque sabes limpiar.

— Me gustan las tapas.

Will gira la nuca lentamente y están a diez, quizás nueve centímetros de distancia de la cara de
Hannibal. — Hannibal, sin tapas y silencio.

— Te juro que si vuelves a...

— Entonces. — Will se aleja y levanta el mueble por un lado con facilidad. — Lo mejor de todo, te
encantará, es movible porque aunque ahora solo ves madera pero si tiras de esto. — Toma una
palanca escondida. — Tiene dos ruedas traseras, se que ya lo viste por que yo lo moví, pero no era
algo que tenías que haber visto, pero así podrás cargarla incluso de acá a veinte años sin problema,
porque no es metal, es acero y no se oxida, por eso lo escogí, algo más caro, pero duradero.

— Veinte años, con facilidad, porque estaré viejo y a cinco años de morirme.

— Sí. — Will ahora mira el mueble y luego mira a Hannibal, con una sonrisa, totalmente
complacido, Hannibal puede contar las veces en las que le probaría a Will que no es viejo para
nada, que su edad, no impediría quitarle la sonrisita altanera que pone.

— ¿Puedo hablar o volverás a callarme?

— Puedes hablar.

Se requiere de mucha fuerza de voluntad para no besar a Will, que ahora, como si realmente se
hubiera acostumbrado a Hannibal, lo mira deliberadamente a los ojos, sin bajar la mirada, como si
los dos meses de conocerse no hubieran estado repletos de evasivas.

El psiquiatra se encuentra para este punto extasiado, por el recuerdo del abrazo, por el gesto de
Will de matarse haciendo un mueble para retribuirlo y porque, ahora es puro miradas y sin metros
de distancia, cuerpo ajustado y sudoroso. La exasperación ha tocado una membrana que Hannibal
creía domada. — Me gusta.

— Pareces enojado.

— No, para nada. — No está enojado, está... Irascible, porque no puede tocar el mueble, no puede
tocar a Will y sobre todo, porque Will se ve tan tocable, tan besable y porque ha sido terriblemente
grosero. El hubiera matado a cualquiera por menos, en cambio Will, lo está matando a él.

Muchacho grosero, altanero, inapropiado, parlanchín, molesto, fastidioso, tocable, besable, pero
grosero, muy grosero...

— Es perfecto, Will.

— Ahora elegí dos cojines para el reposo y un cojín uniforme para la parte horizontal, aunque
también tengo suficiente espuma y tapizante para—

— Will Graham, detente. — Su voz suena demasiado gruesa, casi ronca, no suena como un aviso,
suena como una advertencia, un llamado de atención, que casi rompe el aire.

Will gira, vuelven a estar a diez centímetros de distancia, pero por primera vez en la tarde,
Hannibal tiene toda la atención de Will que por fin pone a funcionar su empatía. — ¿Sí?

— Es hora de dejar de hablar. — Will se queda totalmente en silencio, no parece triste u ofendido,
pero mira fijamente los ojos del doctor, que está seguro emiten la misma mirada que hace cuando
va a cazar, casi puede sentir sus pupilas dilatarse con toda la fuerza que requiere un animal para no
arrojarse sobre Will y desvestirlo para beber de su piel, beso por beso, mordida tras mordida.
Respira, dos veces. — Vas a ir a mi cocina, servirás café para ambos, te sentarás y me esperarás
ahí, ¿entiendes?

— Sí. — Will lo mira como una serpiente, más una mangosta, atenta y embelesada.

Solo cuando ve a Will caminar, lejos de su sala, Hannibal puede tomar el verdadero respiro que
necesita para calmarse y recordarse que no puede, que no debe arruinar todo lo que ha ganado,
tratando de maltratar a Will de una forma en la que el chico no estará agradecido. Se sostiene de la
pared, ajeno a no dar rienda suelta a su furia, la idea de clavar su cuchillo en las costillas de Will es
casi tan provocadora como la idea de desvestirlo, la imagen de Will sangrando superficialmente
mientras lo hace, es mejor.

Respira, respira, no es tuyo, no te pertenece, no es tuyo.

Se irá, si lo haces, se irá.

Los ojos cerrados y una respiración constante entre su diafragma y su cerebro, enfrían su mente y
su vientre, casi puede dejar de agitarse, comprueba una y dos veces, que está calmado, cuando el
mueble, perfecto en una expresión irreal, lo ve y en cada detalle, de la madera uniéndose, en cada
marca moldeada, ve a Will y su esfuerzo.

Se tranquiliza por completo y el caliente corazón, se enternece.

Así está mejor, así está bien.

Cuando entra a la cocina, dos tazas humeantes están alineadas en perfección, Will mira el azúcar
antes de encontrarse con los ojos de Hannibal, no dice nada, vuelve a mirar el azúcar. — Hablé
demasiado, ¿verdad?

Hannibal toma asiento junto a él, cualquier interés en perder el control se ha esfumado, mientras su
paciencia se ha renovado e incluso ablandado, a tal punto de que puede empezar a sentirse
culpable. — No Will, he sido yo, a veces...

— La gente suele enojarse cuando hablo sin parar, es decir mierda, ¿lo hago no?

Hannibal tiene una explicación coherente para su reacción, una demasiado sugerente que sabe que
Will no recibirá bien. — Me gusta cuando hablas Will, tu apasionamiento es bueno, no se trata de
eso.

— ¿Entonces? — Will lo vuelve a mirar. — Tu estabas furioso.

Es porque quería quitarte la ropa, intentar hacerte el amor.

— Will, simplemente... — Hannibal acaricia la taza de café. — ...Quería agradecerte por cada
detalle del mueble y tú no me dejabas hacerlo.

Will no le cree del todo, supone que su fama de mentiroso lo precede, pero cuando sus miradas
vuelven a encontrarse, se expone blancamente, sin trajes y mentiras, al escrutinio y análisis de la
empatía de Will: No hay molestia, no hay furia, cariño, ternura. — Está bien, entonces puedes,
hazlo, agradeceme.

Hannibal toma su taza y coloca el azúcar, Will parece expectante, pero Hannibal está dispuesto a
estirar todo el silencio que puede, adoptando aún su nueva y renovada tranquilidad. Cuando el
chico sabe que no va a hablar, no pronto, entiende y guarda silencio, colocando su propia cantidad
de azúcar. El silencio es pleno, cómodo y algo risible, sin embargo Will no mueve las manos ni los
pies, si no que acepta la pausa y la reserva, tomando su propio café.

Hannibal solo mira a Will de pies a cabeza, para una última prueba de fe, de que no volverá a
perder el control. Cuando lo hace, solo ve a Will, en su estado más natural, confiado, simple,
doméstico. La calma ahora es oficial, se aferra a ella.

— Es el mejor regalo que he visto, creo que nadie puede tener algo mejor, puedo llegar a ser la
envidia de todos los psiquiatras de la ciudad, pueden querer robarmelo Will.

El hombre se ríe. — Agradecimiento y sarcasmo, mi favorito del menú Lecter.

Un poco de café, más azúcar, otro poco de respiración. — En serio Will, es perfecto.

Will vuelve a observarlo, vuelve a leer, cuando comprueba que no hay mentira, se sonroja un poco,
aunque le gusta el halago, saber que otra vez, ha tenido razón. — De nada Hannibal.

Siguen tomando el café, hasta que Will pide un poco más y Hannibal feliz, vuelve a llenar su taza.
El silencio continúa siendo agradable, más aún cuando Will absorbe su personalidad y se halla en
paz con él. Solo cuando la segunda taza de café se termina, Will mira la hora en su celular. —
¿Tienes que irte ya?

— Abigail me espera para una noche de películas.

— Y pizzas, me temo.

Will asiente. — Pepperoni y hawaina.


— Chicos horrendos.

Will sonríe. — Mucha, pero mucha piña. — Extiende los brazos, para demostrar cuanta piña está
involucrada, el polo se levanta y el ombligo, de nuevo se asoma.

— No haga esperar a la señorita Abigail, anda Will, te he retenido demasiado. — Se levanta,


caminan por el pasadizo que colinda con la sala, Hannibal siente que puede alcanzar a tocar a Will
si se acerca un poco más, pero no lo hace, ya no se trata de necesidad, si no, de añoranza.

— Luego de la cita de Abigail, vendré aquí a recoger el sillón y llevarlo a tu oficina.

— Puedo solucionarlo, no es necesario que te molestes..

— No, los traje, yo los llevo.

Siguen caminando, Will se gira y estira su mano hacia Hannibal. — Buenas noches Hannibal. —
Cuando las manos se sostienen, Hannibal siente el leve sudor de una mano nerviosa pero tibia,
quiere besarla pero se limita a sostenerla, mientras mantiene la mirada de Will. — ¿Hannibal?

— ¿Sí?

— ¿Puedo quedarme con el dibujo?

Las manos siguen entrelazadas, Will no está del todo cómodo, seguro lidiando con la nueva
mecánica de su amistad. — Por supuesto, espera un momento.

Pasan tres minutos, cuando Hannibal regresa con una carpeta y dentro el dibujo a carbón de Will
durmiendo, con la fija misión de no mirar al Will para nada, en lo absoluto. — No es ni
remotamente cercano a lo que tu me has dado, pero te aseguro que está hecho con todo el cariño
que te tengo.

Will saca el dibujo y lo mira. — Es idéntico a mi, es realmente una imagen vívida de mi, ¿sacada
de tus recuerdos o tomaste una foto sin que me diera cuenta?

— Sacado de mis recuerdos. — Hannibal contempla el dibujo mientras Will pretende delinear las
líneas, sin realmente tocar, pensando en las consecuencias del carbón.

— Tuviste que mirarme mucho tiempo para guardarme así.

— Lo hice.

— Siempre lo haces.

— Sí...

— Excelente memoria. — Will sonríe, parece que quiere volver a estirar la mano en un leve tic,
pero no lo concreta, si no que guarda el dibujo y abre la puerta por si mismo. — Hasta mañana
Hannibal.

— Adiós Will. — Hannibal no entra hasta que ve el camión partir y la seguridad de que Will
Graham ahora cada vez puede leerlo mejor, es evidente, sin embargo no teme. — Adiós. — Repite.

Esa noche, en particular no está contento de sus vívidos recuerdos y su comportamiento, porque era
incómodo verse así mismo como un salvaje que estuvo a punto de perder el control por algo tan
banal como el contacto físico, un contacto que tiene presente, que no es primordial en su vida e
inclusive si para Will es inaceptable, para Hannibal no tendría que ser un problema, si no hasta un
alivio, porque él no es así. Realmente no lo era.

Se reprende, para luego respirar la misma calma que suele habitar su calculada realidad, como hace
dos meses.

Y contra todas las advertencias de Will, duerme en el sillón verde.

[...]

En la siguiente sesión de Abigail, ella se ve menos demacrada, pero aún triste. Pretende no estarlo
en una fachada intermedia, cuando habla de la universidad a la que quiere postular, el miedo
racional de elegir una carrera que no es muy alentadora profesionalmente, evitando en todo
momento nombrar al amor, Jessica y el dolor que carga.

— Abigail.

— ¿Sí?

— Conmigo ni tienes que fingir.

La niña mueve los pies, siempre hace eso cuando se pone nerviosa, luego pretende jugar con el
cigarrillo fantasma. — Está bien.

— Entonces, ¿que realmente me quieres decir hoy?

— Hablaste de los recuerdos, que puedo vivir en ellos, que puedo hacer lo que quiera con ellos,
¿cómo?

Hannibal suspira, la última que vez que hizo eso por alguien, fue con Chiyoh, de jóvenes cuando su
amiga, no podía dormir. Compartió sus secretos, a cambio de su lealtad. Funcionó, hizo a Chiyoh
más fuerte y sobre todo leal. — ¿Qué dirías si te digo que hay un lugar donde puedes controlar
todo lo que ves, lo que sientes y lo que piensas? Un lugar donde el sentimiento que demandes, será
el único que reine, diseñado por ti y para ti.

— Diría que no existe.

— ¿Confías en mi Abigail?

— Sí.

— ¿Harás todo lo que te diga?

— Sí.

El ayer, para Hannibal, el día en el que sintió un deseo profundo por el contacto físico y un hambre
rumiante por el cuerpo de otro, ha quedado relegado en lo más profundo de su memoria, tanto así
que podría jurar que ese momento pasó hace muchos años, que casi no recuerda y que hasta podría
jurar, jamás pasó. Lo que ayuda a aceptar de Will lo que tiene por dar y facilita su existencia.
Quiere lo mismo para Abigail, el mismo control: Del dolor, de la melancolía, del abandono.

— Cierra tus ojos y solo escucha el sonido de mi voz.


Abigail se disuelve, la confianza que han conseguido en dos meses se presenta y hace lo que se le
pide.

— Imagina un lugar, uno tranquilo, donde no tengas que pretender que eres alguien más. ¿Lo
tienes? Es un lugar donde puedes estar sola, no con papá, no conmigo, sola. No soy yo, soy una voz
que viene de ti, resulta que soy tu mente. No tiene que ser un lugar silencioso, solo tiene que ser un
lugar donde puedas ser tú misma, ¿bien?

— Sí.

— ¿Qué imaginaste?

— El cuarto árbol a la vuelta de la casa de Wolf Trap, donde inicia el bosque, es el más grande,
puedo sentarme allí y nadie me ve.

— Bien. — Hannibal acaricia las palabras, no las dice, susurra y acaricia cada parte moldeable del
pensamiento de Abigail Graham. — Entonces, la corteza es dura pero fuerte ante tu espalda, te
sostiene. A tu alrededor vas a adoptar otros árboles, los que desees y a cada uno, le darás un
nombre. Lo que para unos, serán habitaciones, los tuyos serán los árboles y los árboles, tus cuartos.

— Entiendo.

— ¿Cómo se llama el primer árbol?

— La sala de estar.

— Espléndido. En la sala de estar, el primero que has elegido, vas a visualizar a tu papá, él no está
ahí contigo realmente, pero ves su rostro y resulta que también su voz, su cuerpo y su amor por ti:
Rizos desordenados, mirada esquiva, olor a vainilla.

— Conoces bien a papá.

— Concentrada Abigail.

— Sí.

— ¿Está tu papá en la sala de estar?

— Sí.

— Bien, tu bosque, el bosque de Abigail es grande y amplio, seguro y silencioso, frío pero no tanto
y huele a tabaco, luego de una noche de fumar, solo un poco. El siguiente cuarto se llama...

— La lavandería.

— ¿Cómo es ese árbol?

— Es casi tan grande como en el que estoy apoyada, pero un poco menos elegante, es
desordenado, me gusta.

— A ese cuarto, la lavandería, le daremos otro rostro, ¿cuál te gustaría?

— Winston, Lucky, Sparkles, Perry, Snow, Coffee y Pesto.

— Siete perros, ¿verdad?


— Sí.

— El pequeño cuarto de lavandería tiene siete perros, todos sus rostros, sus pelos, olores, ladridos,
todos están ahí. Cierra la puerta, no se vayan a salir y sigamos Abigail. — La chica sonríe.

— Cierro la puerta.

— Busca un árbol que no te guste Abigail, siempre hay uno, imperfecto, el más cercano a tu zona,
uno que no puedas ver fácilmente, para el que te tengas que reclinar para que entre a tu vista.

— Sí, el árbol de manzanas, siempre tiene mosquitos, no me gusta.

— Ponle un rostro y un nombre.

— Es el cuarto de la ropa y está mamá.

— Cierra la puerta Abigail, no tienes que ver a mamá ahora.

— Bien.

— Hay un árbol, cerca al cuarto de la ropa, uno que no te molesta, donde puedes dejar de pensar,
no identificas el sentimiento, pero te gusta, no tanto como los demás, pero resulta reconfortante.
Acudes ahí, cuando quieres variar, tal vez un amigo de la escuela, un amigo del barrio, alguien al
que llames amigo.

— La biblioteca.

— Si, la biblioteca, pasa Abigail, cuidado tropieces, ¿quién está ahí?

Un silencio, breve. — Hannibal.

Rápidamente se ve trasladado al bosque, él también cierra los ojos, le gustan los bosques, son
grandes, fáciles de esconderse, por eso Abigail lo escogió. Se apoya en el árbol, busca el suyo y es
de madera oscura, imponente pero impasible. Es un buen árbol, le gusta. — Bien, ahí está
Hannibal, su sillón entra ahí, sus libros también. Despídete de él, Abigail.

La chica asiente, vuelve a sonreír.

— Hay un lugar al que siempre vas con Will, uno donde Will es más fácil de llevar, donde nadie
los molesta y solo son ustedes.

— La pizzeria de la avenida principal.

— Vamos, toma un árbol.

— El que está detrás de las manzanas, es bonito.

— No tiene un rostro, es el olor, olor a queso, grasa y ruido, ¿qué suena ahí Abigail?

— Siempre rock de los ochentas.

— Cierra la puerta Abigail, la pizza se enfría.

Las manos de Abigail se mueven y Hannibal sabe, sabe que está ahí, que se ha logrado. La mano
gira, Abigail parece inclinarse. — Puedes elegir un árbol más, no puedes ir por ahora más dentro
del bosque, quizás otro día puedes explorar.
— El árbol torcido, en el que no me puedo apoyar.

— Un cuarto al que no irás mucho.

— El cuarto de dormir, Jessica.

— Bien, ahí está Jessica, la puerta cierra mal, ¿puedes empujar un poco para cerrarla?

Abigail asiente, con un ceño fruncido y tira con sus manos. — Ya está.

— ¿Vas a pasear Abigail?

— Sí.

— No tienes que tocar la puerta, es tu bosque, tu casa, tu palacio, abre la que quieras.

Abigail mueve el rostro, parece buscar algo, Hannibal la mira embelesado. — Quiero ir a la
lavandería.

— Ve.

— Pasen, pasen... — Los ojos de Abigail se fruncen, sonriendo. — Oh, que lindos.

— ¿Cómo es la lavandería Abigail?

— Oh, es un caos, pero bueno, todo desordenado lleno de camas, platos de agua y comida.

— ¿A qué huele?

— A perros, un poco de madera y dulces.

— Oh. — Hannibal dice en voz baja. — Uno de los perros se está... subiendo, es escurridizo,
travieso, se sube un poco, ¿como se llama?

Abigail está riéndose. — Es Lucky. — Abigail acaricia el vacío. — Es bueno, pero aún
entrenando, lo sacamos de una casa donde no lo cuidaban, pero es tan feliz, es el más feliz.

— Es bonito Abigail, es un buen cuarto.

— ¿Puedo ver a papá?

— Abigail. — Hannibal ahora habla en voz casi tan baja, que siente que solo se escuchara, si
realmente está conectada. — Ahora puedes ir donde quieras, como quieras y hacer lo que quieras,
todos se han quedado ahí, te esperan.

Abigail tararea, suspira y el sillón se hunde un poco más.

Hannibal es paciente, cinco minutos de silencio después, espera que Abigail tenga la suficiente
fuerza para volver sin su ayuda. Tal y como lo espera, Abigail abre los ojos.

— Hola Abigail.

— Acababa de estar contigo.

— En la biblioteca.

La chica sonríe, sus ojos brillan, sus mejillas se enrojecen y la vivacidad de un comienzo, es
abrumador. — Estábamos fumando un cigarro.

Hannibal sonríe. — Ah, lo que me perdí.

Abigail mira a su alrededor, quizás capturando detalles para modificar su biblioteca más tarde,
acorde a la oficina de Hannibal.

— ¿Te sentiste bien?

Abigail asiente. — Fue genial.

Cuando la sesión termina, Hannibal cuida de tomar sus cosas, sabiendo que ahora irían por sus
muebles, antes de que abra la puerta, Abigail lo abraza, algo leve, porque como todo un Graham,
no es buena con los abrazos. Se siente como abrazar una extensión de Will. — Bienvenida a tu
pequeño palacio.

— Gracias Hannibal.

[...]

Cuando salen Will está sumido en una lectura profunda en Caza y pesca. — Papá.

— Un momento. — Will detiene su dedo en una línea y cuando los encuentra, los tres están
sonriendo. — Hola.

— Hemos terminado por hoy Will, ¿podemos irnos?

Will los mira, de un lado a otro y luego sonríe en consecuencia, porque la empatía contagia la
tranquilidad. — ¿Dónde estuvieron?

Hannibal mira a los dos Graham y siente que el tiempo levemente se detiene, se toma el permiso,
para guardar ese momento, su propio palacio que ya es inmenso, de cientos de habitaciones,
ordenadas y limpias, construida por años, está en restauración ante la llegada de la nueva ala
Graham, llena de más de quince cuartos, diez para Will, cinco para Abigail. Aún sin terminar.

— En tu casa, exactamente en el cuarto árbol de Wolf Trap.

Will pone la cara de interrogación más grande de la historia, solo para que Abigail suelte una larga
carcajada y Hannibal ladee el rostro, de una sonrisa torcida, que pretende fingir seriedad, entonces
cuando Will ya casi está considerando su desconocimiento del mundo cuando cae en cuenta de que
se encuentra en medio de una broma privada. — Uhm, son molestos.

Recogen el sillón, Abigail es paciente y dirige la subida de este a la oficina, cuando es colocado,
Hannibal siente la profunda molestia de que no quiere que nadie toque el sillón. Si Will no
estuviera ahí, volviendo a confirmar que las medidas son correctas, olvidando que Abigail sigue en
el camión, esperando su regreso, Hannibal se llevaría el mueble a su casa, de regreso,
definitivamente, para que nadie se siente, ni siquiera él.

Con eso de las veinticinco lavadas, no quiere que nadie lo toque, no quiere que lo miren, no se
merecen el sillón de Will, nadie lo hace. — Ahora si es una sala de estar bonita.

— Te recuerdo que yo compré la sala de estar pasada.


— Si buscas en el diccionario la palabra "mal gusto", sale tu fotografía. — Will levanta las cejas.

Hannibal entonces entrecierra los ojos, mientras Will ahora es una fila de dientes blancos,
divertido, de brazos cruzados y camisa verde, verde, tan verde. — Grosero.

— Lo siento, bueno hora de irme.

Hannibal se siente resplandeciente, calcula que en menos de un año podría ser un invitado regular
en Wolf Trap, en dos años quizás hacer que Will conociera al Destripador, moldear la aceptación
de Abigail, hacer que ella ayudara a su padre a aceptarlo. En tres años, podrían viajar juntos a
Europa, en habitaciones separadas, aceptando el saludo de manos que Will quiera darle, las
sonrisas, las bromas, las charlas infinitas.

Hannibal está bien.

— ¿Un abrazo de despedida, de agradecimiento? Puedes tocar.

No, no lo está.

— Sin apretar, ¿si? — Will es tan inocente que arde, que duele, que quema. No quiere abrazarlo
del todo, solo lo hace porque sabe que Hannibal da cariño con tacto e intenta ceder, intenta ser
recíproco. Sacrificar algo por Hannibal, sin saber que Hannibal hacía lo mismo.

Hannibal no responde pero antes de decir que sí, que no va apretar, como quieras Will, está
aferrado al delgado cuerpo en un abrazo mucho más tranquilo, que requiere toda su fuerza de
voluntad y sabe que no está bien y que tendrá que resistir, tal vez vivir así, mientras Will así lo
quiera.

Cintura pequeña, ombligo pequeño, oh el ombligo.


Conozco la debilidad

— Buenas noches Doctor, disculpe la hora... tengo claro que podemos contar con usted, ¿Hannibal
Lecter verdad?

— Sí. — Hannibal estira la mano, debajo de su abrigo, siente el frío de la noche golpear su rostro
cuando están en medio de un motel viejo, en el pasadizo de un corredor al aire libre. — ¿Puedo
preguntar donde está Will Graham?

— Infiltrado, lo tenemos siguiendo al sospechoso, de cierta manera estaremos con él.

Hannibal siente su estómago retorcerse, solo un poco. No demuestra nada a cambio. — Bien,
entonces, ¿qué puedo ayudar?

Jack es un tipo práctico, demuestra lo que quiere que se vea, comunica solo lo que quiere decir, ni
un poco más. Demasiados años leyendo a los asesinos, hicieron que una fachada sólida sea la que
enfrente al mundo.

Para Hannibal, de igual manera, no hay mucho más que descubrir. Es un tipo práctico, hecho para
las reglas, un soldado de campo con limitaciones. — Sé que he sido referido por Alana Bloom y
cuando el FBI te llama, jamás dices que no. — Una sonrisa, amistosa la que deja entrever su
simplicidad, bajo el traje de psiquiatra.

A Hannibal jamás le ha entusiasmado estar cerca del FBI, coqueteando con él, pero la idea de
conocer el ámbito donde vivía Will, fue irresistible. Más aún cuando llevaba dos días sin saber de
él.

Jack asiente, es fácil de complacer, solo tienes que decir que sí. — Más que Alana, Will Graham
fue decisivo, dijo que era algo bueno y ahora necesito toda la ayuda posible.

Dulce Will, "algo bueno".

— ¿Entonces?

— Se trata de un asesino que mata jóvenes entre veinte y treinta años, solteros, solitarios, fuera de
eso, no tenemos otro patrón. — Cuando entran al pequeño y sucio departamento, el cuerpo juvenil
y bien formado de un muchacho rubio está colgado de la pared, totalmente desnudo con algunas
marcas en la piel.

Dos o tres días de muerto, si hubiera tenido familia, hubieran estado aquí antes.

— Los sodomiza primero. — Hannibal observa que este asesino es alguien carnal, probablemente
homosexual, de la misma edad que sus víctimas. Un poco mayor quizás, no más de cinco años, se
requiere fuerza para cargar a alguien así, también para atraerlos.

Aunque él, es una excepción, él podría cargar a Will sin esfuerzo, atraerlo, era... otra discusión.

— Sí, primero sodomiza, tortura un poco y luego les deja desangrarse, tenemos hasta ahora cinco
cuerpos, misma situación. A algunos los azota, a otros los quema.

— ¿Crimen de odio?

Jack niega. — Dice Will que tiene que ser un asesino que se identifica, no los odia, los quiere
consumir, su belleza le atrae, tal vez la necesidad de poseerlos y verlos en su máximo esplendor. —
Jack niega. — Palabras de Will, no mías.

Chico brillante.

— Envidia la libertad de su homosexualidad, de su apertura. Aunque no todos deben ser


homosexuales, este en lo principal no lo parece.

— Sí. — Jack lo llama a un lado. — Will jamás me falla, casi nunca en realidad, pero es bueno
consolidar su opinión.

— ¿No confía en Will?

— Will es mi mejor sabueso, no me confunda. — Jack abre los brazos. — Cuando no se distrae,
cuando no lo pierdo.

Insolente. — Creo que su alta tasa de efectividad puede perdonar ciertas cosas, Jack.

Jack sonríe. — Así que perdería si trato de criticarlo con usted presente, ¿verdad Doctor?

Hannibal sonríe fríamente. — Jack, no me confundas, yo estoy de tu lado.

— Entonces, solo tratemos de mantener a Will, en el juego.

Hannibal asiente, mira el cuerpo y un escalofrío de descubrimiento recorre su cuerpo. — Bares, los
más oscuros de Baltimore... Supongo que ahí es donde ha iniciado su búsqueda.

— Sí, ahí es donde está Will ahora.

Hannibal ahora sí, está molesto.

[...]

Cuando Hannibal está sentado junto a Jack, puede oler la desesperación clara de alguien que está
dispuesto a todo por lograr su cometido. Como el hecho de exponer a un colaborador del FBI, no
agente, a infiltrarse en una operación de alto riesgo, directamente con un asesino. Si es que lo
encuentra.

Lo malo era que Will, siempre los encontraba,

No es que no le dé curiosidad ver a Will en el campo de acción, no es que no confíe en que su


mangosta no será hábil a la hora de desarmar a otro, de incluso, brillante y sediento, matar. Pero
lamentablemente, había conocido a Will antes de y eso, lo fastidiaba un poco. — ¿Will nos
escuchas? Estamos aquí, fuera del bar Exotic, estoy junto al Doctor Lecter, los muchachos siempre
salieron de aquí antes de morir, Brian acaba de confirmarlo, así que tal vez tengamos suerte.

— Uhm, si. — Will respira agitado, siempre lo parece pero los nervios se filtran. Jack no lo nota,
quizás no lo note porque está hablando como si Will no tuviera un audífono en los oídos.
— Tal vez quiera hablar un poco más bajo. — Hannibal alienta, mientras pone su más inocente
sonrisa.

Imagina que Will, en medio de la música, del licor, las luces, la gente y el olor al cigarro, tiene ya
demasiados condicionantes. Jack y su voz fuerte, casi gritando, es lo último que necesita. Jack en
cambio, casi puede gruñir ante la observación, pero hace caso, solo un poco. — Bueno Will, vemos
lo que ves.

Hannibal nota que Will se sienta en la primera silla que ve, la más alejada de la gente, quisiera
estar ahí con él, intentando distraerlo de lo que no quiere ver. — Jack, solo... Estoy viendo si,
espera. — SI Lecter se encontrara a Will en un bar así, probablemente nunca porque ninguno de los
dos estaría realmente en un lugar así, no se acercaría rápidamente. Tal vez luego de un rato, de
comprobar que el chico no era fácil, le enviaría un trago, una mirada y solo luego de verlo
preguntarse porque no se acercaba, se iría.

A Will le gusta la intriga, no el acecho. Aunque claro, se demoró dos meses en entenderlo.

En la vida real, lejos de su fantasía, pasan solo cinco minutos antes de que alguien se acerque a
Will, la pequeña cámara que lleva en su pecho, no enfoca bien porque el chico realmente se halla
compungido, solo la voz de otro esclarece la situación. — Hey, ¿puedo invitarte un trago?

— No, gracias.

— Oh, chico bonito, un trago para tus dulces labios.

La mano de Hannibal quema sobre sus muslos, no sabe si por la notoria incomodidad a la que Will
se está viendo expuesto o se trata de la idea de que alguien está mirando a Will. — Dije que no,
gracias. — Ambas, definitivamente ambas.

La misma sombría sensación, de posesión, pero esta vez no es dolorosa si no que más bien, es
sombría, las ganas de matar, aún más fuerte. Podría matar a Jack, al tipo del bar, a otros más, no
importa quienes.

— Chico...

La cámara de Will se enfoca ahora directamente en la cara del tipo, de unos treinta y ocho o
cuarenta años, Will debe haber girado ante el toque físico, bruscamente. Hannibal se impulsa un
poco, tiene la súbdita necesidad de ir dentro del maldito bar. Jack no lo nota, Hannibal respira con
tranquilidad, con la que precede una tormenta. — No me toques.

— Bien, bien, maldito freak.

— Will, concentrado, que nada te afecte.... Will. — Jack es bueno en absolutamente nada, pero
Hannibal ya lo sabía.

La cámara de Will se mueve bruscamente, se aleja del lugar a un lado oscuro, tal vez el baño.
— ¿Quieres cerrar la maldita boca Jack? — La puerta que se abre es brusca, dentro del baño no
hay nadie.

Jack cierra el micrófono y mira a Hannibal. — Sí no fuera bueno en lo que hace...

Hannibal odia a Jack, incluso moldea un platillo en su memoria, pero la imagen de Will en el sucio
espejo del bar, se proyecta. — Dejemos que se enfoque Jack.

Will está vistiendo una camisa azul, ajustada y de cuadros, se ve más joven y Hannibal nota que no
es su ropa, que alguien lo ha vestido así. A propósito. Wil parece tener ahora veintiocho, hasta
veintisiete años.

Con el peinado hacia atrás, domando sus rizos. A pesar de que no parece él, sigue siendo
dolorosamente atractivo, Hannibal sabe que si hubiera estado en ese bar, sería uno de los patéticos
tipos ignorados por Will.

— Mierda. — Se ve sonrojado, agitado e incómodo cuando pone agua sobre su rostro, sin
embargo, cuando da tres respiros, sus ojos se encuentran con el mismo. Hannibal admira la
transformación, que es imperceptible para todos, pero tan obvia para él. Will se está preparando,
Will está intentando transformarse para ir a cazar, buscando la dualidad con su oscuridad,
tanteando.

— Will es Hannibal.

— Doctor Lecter. — Mastica el muchacho levemente baja la mirada, a su cuerpo. — Es


medianoche, debería estar durmiendo.

— Estaba por aquí, de casualidad, uno siempre se puede encontrar en una van del FBI, cuando
menos lo espera.

Will sonríe, aún a pesar de la oscuridad que ha adquirido, el hecho de que sabe que está Jack ahí,
limita sus palabras, pero ahí está, el lazo que han forjado en el poco tiempo que se conocen. — Me
alegra esté aquí, tal vez así Jack me deje tranquilo.

Jack blanquea los ojos, Will en cambio regresa a mostrarse agitado, quizás ante la idea de que tiene
que volver a salir, aún no del todo convencido en su nuevo papel. — Entonces Will, respira. —
Hannibal se acerca tanto a la pantalla, que puede tocarla. — Vas a salir y miraras, solo miraras
hasta que encontrarlo. — Will de pronto está enfocado, tiene el mismo rostro que cuando escucha
las órdenes de Hannibal en su casa. — Sí alguien te habla, solo son groseros, ¿está bien? Solo irás,
actuarás y lo atraparás, ¿entendiste?

— Sí. — Will contesta, su mirada finalmente, es certera en el espejo. — Groseros.

Hannibal siente que se mira en un espejo, que podría jurar que se trata de él mismo, el escalofrío
aumenta. Adora a Will.

— No reconocen los colores, no valen la pena.

Will sonríe. — De los que leen revistas comerciales.

Ese es mi chico.

Cuando Will sale, Hannibal intenta ignorar la intensa mirada que tiene Jack sobre él. Felizmente
Will vuelve a llamar su atención, finalmente.

Se quedan en silencio, un par de chicos más invitan tragos a Will, él vuelve a ignorarlos aunque ya
no tan bruscamente. Hannibal sabe que mitad del lugar ha puesto el ojo en el hermoso chico de la
barra que rechaza a todo el mundo.

Quiere decir que es suyo, pero sabe que no puede.

Media hora después, Will parece haber puesto el ojo en alguien. — Él. — Susurra.

— Bien Will, llama su atención. — El tipo es un hombre alto, de complexión robusta, cabello
negro y casaca negra. También está solo, pero es algo tímido.

Will se acerca lentamente, se sienta dos espacios lejos. — Un whisky por favor, seco. — Pide.

El hombre ahora lo observa, atentamente. — ¿Puedo invitar el whisky?

— Claro, porque no. — El cambio en el tono de la voz de Will es dramático. Hannibal casi se
ahoga observando la facilidad con la que lo hace cuando está expuesto a la muerte. Le gusta,
aunque no le gusta verlo con otra persona.

El tipo se acerca, no mucho, no toca a Will, sólo se deja caer a su lado. Will es el que gira, en una
postura aperturada. — ¿Fumas?

Hannibal sabe que no, que no lo hace. — No, pero últimamente lo he pensado, ¿porqué? ¿quieres
invitarme uno?

Hannibal se retuerce otro poco, no le gusta que Will se exponga, no le gusta que fume, no le gusta
la facilidad que tiene para conectar con otro asesino que no sea él. Pero la empatía de Will está
trabajando y su mente, es gloriosa para los tristes desamparados, como el asesino de hombres
bellos, como Hannibal, también.

Cuando el tipo extiende el cigarro para Will, la cámara pincha su rostro, es serio y sediento, le
gusta Will. Más aún cuando el chico tose, incapaz de mantener el humo, delatando su
inexperiencia. — Jamás te había visto por aquí.

— Estoy de viaje, trabajo. — Will vuelve a inhalar, vuelve a toser. El tipo lo encuentra adorable.

— Tal vez quieras divertirte un poco hoy.

Hannibal entonces, golpea frenéticamente un dedo en su pierna. — Jack, creo que puede ser el,
solitario, serio, pescando rápidamente. Tal vez Will pueda salir y podamos seguirlo.

— ¿Y sí no es? Will no puede decir que es solo porque era el único que también estaba solo.

Hannibal casi puede gruñir. — Will tiene una clara habilidad...

— Le dejaremos seguir, veamos que pasa.

Conversan un poco más, Will miente sobre su trabajo, dice que es comerciante de pescado, el tipo
dice que es vendedor de seguros. Un trabajo triste, poco emocionante, por eso sale a matar, a
chicos bonitos que no puede tener. Hannibal calcula que Will no es alguien arriesgado, que sabe
que el tipo es el correcto, debería salir de ahí.

El tipo ahora pone una mano en su muslo, en el muslo de Will. — Te vi rechazar a los chicos de
allá, ¿porqué yo no?

Will no se retira bruscamente, se deja. Hannibal entonces, quiere entrar. — Porque tú fuiste el
único que me molestó.

Jack sonríe, mira a Hannibal. — Enfocado, usted lo enfoca Doctor.

— Es un gusto servir, Jack.

Pasan otros veinte minutos, el tipo no quita la mano del muslo de Will, en cambio, la mueve un
poco delineando una línea corta, pero recta que no termina de acercarse a la entrepierna de Will.
Tanteando. — ¿Cuántos años tienes?
— Veintisiete.

El hombre asiente, parece a gusto con la información. — Te ves más joven, ¿no me estarás
mintiendo verdad?

— Tu eres el que miente. — Will ríe. — No puedo verme tan joven, eres mentiroso.

¿Will lo está molestando a propósito? Si es así, está funcionando muy bien.

El hombre sonríe. — De verdad, te ves bien, te pondría veinticuatro.

Will ríe. — Sabes conquistar.

— ¿Quieres ir al baño?

— Jack, deberíamos intervenir.

Jack levanta la mano, mira atentamente la pantalla. — Dijo baño, Doctor, tengo cinco hombres
listos para entrar en la camioneta del lado.

No tiene que escuchar la respuesta de Will, porque la cámara rápidamente se mueve, dirigiéndose
al mismo lugar donde estaba hace un rato. Sigue al hombre. — Atentos. — Susurra Will, su Will,
expuesto.

Hannibal no sabe si quiere que sea el asesino para Will, lo mate o un tipo común y corriente, que
solo quiere una follada rápida. Las dos formas le molestan.

Cuando están en el baño, los policías que acompañan a Jack, están listos para entrar, cualquier
incidente. Hannibal aún más. El hombre puede golpear primero, o intentar drogar para llevárselo.
Cualquier cosa, sabe que Will está listo para pelear. Para lo que no está listo es para que el tipo gire
bruscamente y lo bese.

— Uhm, hey. — El reclamo de Will crispa el alma de Hannibal, que ahora está desatando su
cinturón y poniéndose de pie, contra la voz de Jack.

— A Will no le gusta que lo toquen.

— Esperamos una agresión, no lo ha agredido todavía.

— No es un agente, es un colaborador. — la voz de Hannibal suena demasiado brusca, no le


importa.

Está abriendo la puerta del auto, bajando de él, cuando la voz de Will, el Will que ha conocido los
últimos dos meses, reaparece, tímida, desesperada, deseando no estar ahí. — No, no, no, porfavor.

A Hannibal le importa una mierda si es el asesino o no, porque Jack asegura que no ha pasado nada
para mandar ninguna señal. Pero Hannibal igual está rumbo a la puerta del bar, lleno de pasos
rápidos, dispuesto a que el FBI vea en primera fila el show de un hombre molesto, el asesino que
han estado buscando en acción, sin que lo sepan.

En dos minutos está a punto de golpear la puerta, realmente no tendría motivo para matar, golpear
o amenazar a un hombre que está besando a otro en un baño de un bar gay, pero ciertamente no le
importa. Hasta que el sonido de un golpe certero de una caída, antecede su entrada al baño: En el
piso, está Will intentando levantarse, mientras es arrastrado. Probablemente drogado con los ojos
pesados... le habían inyectado algo, tal vez el cigarro.
El tipo se detiene, antes de llevarse a Will, para mirar al recién llegado, con furia, pero con la
ventana abierta para una salida que el FBI, que Jack, no había cubierto.

Estaba a punto de llevarse a Will. — Ha... nnibal tiene un arma.

Ese era el problema del amor, te hacía más tonto, más débil, vulnerable, más lento, menos frío,
incapaz, te daba una debilidad, porque basta un segundo en el que Will se retuerce para que
Hannibal sienta la necesidad de mirar hacia abajo, acudiendo al sonido grave de su voz y así, el
sonido y golpe de una bala, certera, llegue a la altura de su estómago y luego otra más, en el
hombro.

Es que el amor era así, era así, doloroso y también rápido, Hannibal pensó que tal vez en ese
instante, el otro Hannibal, el de Abigail, debía estar mucho mejor, quizás fumando, quizás cenando
en el cuarto árbol, con Will, con Abigail.

El dolor lo regresó, pues incluso, ahí cayendo de rodillas, lentamente por el dolor sordo
atravesandolo, tiene tiempo de mirar una vez más a Will, que nada puede hacer, con los ojos
pesados, mirando a Hannibal, también.

El FBI llega, siempre tarde, para acribillar al tipo.

La voz de Will suena lejos, aunque están muy cerca. Ya está en el piso, para cuando se asegura de
que Will vea que intenta, que hace todo lo posible por seguir ahí. Que quiere escucharle, realmente
quiere.

Will estira su mano, lo toca, mejor dicho lo apenas lo roza. — Hannibal. — Will suspira con lo
último de coherencia que le queda tras el efecto de la droga, que puede ser lo último de conciencia
que le queda a Hannibal ante la pérdida de sangre le queda a él. — Puedes tocar, vamos, puedes...
tocar.

Pero finalmente se desmaya, esperando volverle a ver.

— Aún respira, Lecter aún respira. — Jack es lo último que puede escuchar.
Me desconozco

— ¿Qué hace él aquí? — Voz irascible, voz bonita, quiere tocarla.

No puede.

— Resulta que soy el jefe del FBI, tengo todo el derecho... — No le gusta esa voz, no quiere esa
voz ahí.

— No Jack, vete a la mierda, sabes que esto es... — Sí, prefiere esa voz, esa voz es agradable, más
aún si es enérgica, aunque esté gritando, él puede hacerlo.

— Will, no puedes culparme de esto, yo no pude evitar que Lecter... — Definitivamente no quiere
esa voz, solo que se vaya, has que se vaya.

— Sí, es tu culpa, te dije que viera el cuerpo, no que lo trajeras a la operación, ni siquiera trabaja
para ti, maldita sea... — Estira su mano, pero realmente su mano no se mueve, solo puede
escuchar, pero quiere tocar esa voz, quiere sentirla más cerca.

— ¿Sabes que entró por ti? Jamás le pedí que se metiera, él tenía que observar, el se metió por ti
Will, no puedes culparme de esto porque... — Sí tuviera fuerzas mataría esa voz, no debe hablarle
así a la otra voz.

— ¿Por qué diablos se metería si no se lo pediste? El Doctor Lecter es un hombre inteligente, él


jamás haría... — Will, déjame tocarte...

— Por ti Will, no se que diablos le pasó a Lecter, solo vio que te tocaron y se metió, ni siquiera
pude detenerlo.

Silencio, un rotundo silencio.

No, no le gusta el silencio, quiere la voz que grita, la voz bonita que lo defiende, ¿porque se calló?

— Papá, papá... — Uhm sí, esa voz también le gusta, puede quedarse, está bien. — ... Está
despierto, ¡se despertó!

— Lárgate Jack.

Un silencio más largo, no puede ver, aunque dicen que está despierto, solo puede ver la pared
blanca que está sobre él. No puede moverse, odia no poder moverse. — Will, estoy bien,
¿podríamos irnos de aquí?

El rostro de ojos verde esmeralda se asoma lo suficiente para que Hannibal pueda verlo, ojos casi
celestes pero verdes, es decir, color indefinible, se asoma mejor, lo mira fijamente, como si buscara
su estado entre sus pupilas, un mensaje, cualquier cosa.

Se ve demacrado, ojeras pesadas, casi violetas y también un poco verdes, no ha dormido, no ha


comido, decoloración del pigmento: No ha comido hace más de veinticuatro horas. — Will debes
comer.

— ¿Hannibal? ¿Puedes oírme? — Will ahora tiene sus ojos fijos. — Abigail, llama al doctor, dile
que despertó.

— ¿No puedes oírme Will? Mírame, sé que puedes.

— Bien, sí, sé que me escuchas, ¿vale? Solo estás, mierda, estás adormecido, tienes cien gramos de
morfina cada dos horas, eres médico ¿vale? Lo entiendes, solo estás adormecido, por eso no puedes
hablar, estás bien, yo vi tus estudios, ningún órgano afectado, solo tendrás que usar una sonda para
orinar de dos a tres días, recuperación máxima cinco días, descanso absoluto dos semanas,
recuperación total, un mes. — Que bonita es la voz de Will, pero debe comer, las drogas que le
pusieron deben haber mermado sus defensas... come Will, duerme.

— Te dije que estabas bien, ¿por qué pareces preocupado? Hannibal, eres tan terco.

El rostro de Will se va, se siente mal inmediatamente, un rostro desconocido se asoma, pone luz a
sus ojos. Lárguese, que vuelva Will, él dice que estoy bien . — Doctor Lecter, soy el Doctor Ford,
necesitamos comprobar que sus reacciones son las correctas, ahora va a mirar aquí...

— Tiene reacción 1.5 segundos a la luz, 1.3 al sonido y 0.5 al tacto...

— Señor Graham, ¿es pariente?

¿Quién se ha creído? Apenas pueda moverse, lo matará, deme su maldita tarjeta. — Yo no... no
soy pariente.

— Por favor retírese, puede visitar mañana.

— Pero quiero saber...

— Ya hizo suficientes preguntas señor Graham, las enfermeras han reportado incidentes durante
todo el día respecto a usted, si no es pariente, tiene que salir.

Espera que pueda moverme. — Bien Doctor Lecter, ¿puede sentir eso?

— Soy su amigo. — Mi amigo, si, mío.

— Salga o llamaré a seguridad.

— Papá, vamos, mañana volver...

El rostro de Will se asoma, casi empuja al Doctor, Hannibal quiere gritar, tocar, no puede
moverse, quédate ahí Will, no te vayas. — Volveré mañana, a las ocho en punto, Hannibal, no te
enojes, ¿vale?

Un dedo recorre su frente, como la vez que lo tocó cuando mintió sobre pintura inexistente,
Hannibal se siente mejor. — Te espero Will.

— Salga señor Graham.

— Más vale que cuiden de él.

— No te preocupes por mi Will, buenas noches Will, moriría por ti, Will. Te amo Will.
[...]

Tiene una gelatina roja, si se le puede decir roja al montículo lleno de colorante que tiene enfrente,
una sopa rala y un té que huele a guardado, Hannibal mira profundamente su plato, esperando que
alguien lo despierte de la pesadilla. Hubiera preferido morir antes que esto, está a punto de matarse
si sigue viéndolo, no, no es rojo, puede ser guinda, ¿puede una gelatina ser guinda? — No pienso
comer esto.

— Señor Lecter. — La enfermera es una mujer robusta, de rostro alegre, impasible ante la mueca
de odio de Hannibal. — Aunque tenga una recuperación admirable de ayer a hoy, desde que
despertó, debe comer.

¿Recuperación admirable? ¿De qué exactamente se había recuperado? ¿De las balas que recibió?
Se preguntó, cualquiera hubiera podido haberlo hecho, solo era su cuerpo reaccionando a su
evolución natural, sus defensas trabajando para lo que una buena alimentación y un estado físico
obviamente ejercitado, haría.

Recuperación admirable pero obvia, en la salud, en cambio, la recuperación de la absoluta


conciencia de que casi muere por culpa de sus sentimientos, ni siquiera correspondidos, no es
obvia, es fastidiosa.

Casi había muerto por Will Graham, ¿Cuánto tiempo le conocía? ¿Dos meses, dos meses y medio?
Ni siquiera tres meses.

Nada, absolutamente nada. Menos que nada, patético.

En cambio, para construirse, para hacerse a sí mismo, para cuidarse, para descubrir su verdadero
valor y su significado, tardó años, milenios en su memoria, para entender que era superior.

Para construir su palacio, unos diez años, para salir de la miseria, dos años. Will Graham, dos
meses. Si se hubiera conocido así mismo, a esa versión de Hannibal Lecter, se hubiera matado. Por
patético, por menospreciar su vida, por dejar que un solo hombre cambiara lo que era, desperdiciar
lo que fue.

¿Por qué había olvidado eso? ¿Porque se había dejado golpear por el instinto más banal como la
dependencia por alguien? ¿Porqué había dejado que su instinto corriera al primer perro
abandonado de la carretera? ¿Un poco de luz en la sombra? El no necesitaba luz, el era ébano, por
eso le gustaba.

¿Cómo lo olvidó?

¿Cómo no se olfateó así mismo? La tristeza y la dependencia, la incoherencia, la debilidad. Por un


solo hombre, uno que ni siquiera le correspondía.

Y que al borde de la muerte había reconocido amar. ¿Qué se hace con lo incoherente? ¿Con lo
banal? ¿Con lo que te pone en riesgo? ¿A lo que ni siquiera puedes tocar?

Se le extirpa.

— Bien, recuerde que si no come, no será dado de alta y deberemos ponerle esa comida, por la
sonda y usted no quiere usar la sonda, ¿verdad?
Sonríe. — ¿Podría decirme la hora?

— Cinco para las ocho.

Bien Hannibal agradece, mira a sus manos, obstruye el terrible olor de la comida hacia su cerebro,
pretende estar en Florencia, en la capilla de Mateo, escuchando al coro de querubines cantar. Puede
hacerlo, puede sentir el olor a las velas derritiéndose, el orar de los creyentes como un lamento
colectivo, el calor de los espacios cerrados.

— Buenos días.

La voz de Will destruye Florencia, ¿quien se ha creído para que destruya Florencia? — Buenos
días Will.

El chico se ve mejor que ayer, parece que ha comido un pan, tal vez algo de agua, probablemente
café, si su aliento lo delata, pero nada más. También parece haber dormido, quizás tres horas,
máximo cuatro. — ¿Cómo van los Rangers? ¿Subieron en la liga? ¿Obama ganó?

Will entrecierra los ojos como si no entendiera, cayendo brevemente finalmente sonríe. —
Sarcasmo, ¿verdad?

— Sí Will, sarcasmo.

— Pretendes haber estado en coma durante años.

— Ajá.

— Solo fueron tres días Hannibal.

— Me enteré.

— No se deben realizar bromas sobre la salud.

— Culpable.

Will niega varias veces. — Está bien, supongo que el enfermo puede hacer lo que quiere.

Hannibal se ríe, solo un sonido leve, de alegría porque está vivo y porque Will, está bien.

Patético. Qué vergüenza.

La risa es corta, el dolor de su abdomen aparece de repente. Una mueca, solo una mueca basta y un
enorme vacío le hace gemir, para terminar y apoyarse en la mesa de comida. — ¿Estás.. estás...
bien?

— Sí. — Hannibal pretende que el dolor ha sido momentáneo, pero duele en verdad, lo hace. Una
sonrisa finalmente que pretende engañar. — Solo un leve recordatorio de mi aventura como agente
inútil del FBI, aventura en la que oficialmente, he fracasado.

Will vuelve a poner el mismo rostro triste del día anterior sin apreciar la broma pasiva de Hannibal
para aliviar el ambiente, consigo arrastra con él una gran bolsa de cosas que solo deja caer al
suelo. — Lo siento Hannibal, yo...

— Will, fui por mis propios medios, no puedes hacerte responsable de mis decisiones.

Will mira ahora directamente a sus ojos, están rojos, más que cansados, parecen culpables. — Yo
le dije que te llame, mierda, le dije que lo hiciera, te expuse, ni siquiera es tu mundo, te traje a esto,
te traje, te traje, yo le pedí, le-le pedí que te llamara.

¿Qué habita en la cabeza de los desvalidos? Se pregunta Hannibal, ciertamente estaba vivo, sin
embargo antes ya ha pasado por eso: Dolor, sangre, la muerte. Will no lo sabe. Pero claro, no es
información que pueda brindar.

— Will.

— Le pedí, le dije, llámalo, porque quería que conocieras mi trabajo, tan egoísta, egoísta. — Will
se golpea el muslo, solo en un gesto, un leve ataque del TEA que se desliza de su control, porque
Will quiere o porque simplemente ha encontrado un límite. — Tú... eres terco, mentiroso, eres
impulsivo, eres tonto, no, no eres tonto, eres estúpido, Hannibal, yo le pe-pedi que te llamara, yo,
sabia que Jack...

— Will, por favor.

Los ojos de Will, otro golpe y otro golpe sobre la pierna, esta vez fuerte, uno que suena doloroso
en el aire. — Yo le pedí, le pedí, le pedí que te trajera, mi culpa, egoísta, soy egoísta y se supone
que eres mi amigo, ya no serás mi amigo, yo no lo sería, siempre hago esto, le dije, le dije.

— Will, ahora. — Hannibal gruñó.

La mano de Will está a punto de caer de nuevo en un golpe, pero se detiene, mira a Hannibal,
completamente atento. — ¿Sí?

— Respira, trae la silla, siéntate, manos detrás y respiras de nuevo, ahora, ¿entiendes? Si vuelves a
golpearte, te pediré que te vayas.

Will no quiere ceder, su mano tiembla en un tic profundo, queriendo caer sobre él mismo,
anhelando el equilibrio de dolor, sediento de absorber lo que Hannibal siente. Pero no lo hace. Con
mucho pesar, obedece. — Le pedí...

— Le pediste, yo fui, disfruté viéndote trabajar, aprendí, aprendí mucho y luego, me equivoqué,
aunque no del todo, porque llegué ahí para asegurarme de que estabas bien. Yo lo hice, estoy vivo,
tú lo estás. Mi culpa, a lo mucho, un poco de culpa del destino.

— Pero yo le pedí, yo te puse ahí.

Hannibal, quiere estirar su mano hasta Will, pero el tacto no parece ser nunca una buena solución,
no cuando quiere dejar de sentirse así. — ¿Has pensado que tal vez la culpa de todo esto, es de Jack
Crawford?

Will parece considerarlo, ciertamente su cabeza sabe que eso es razonable. — Por dejarte entrar.

— Por meterte ahí, en primer lugar.

Un breve silencio, Hannibal aprovecha en tomar un pequeño aire para acomodar su abdomen,
palpando, efectivamente comprueba, estará bien en una semana. La idea de recuperarse rápido,
solo para que Will deje aquella culpabilidad, es apremiante. ¡Patético! ¿Dónde está el hombre que
solo pensaba en sí mismo? — Yo soy un colaborador del FBI, yo sí podía estar ahí.

— Las actividades de campo, son para agentes.

— Fui agente, una vez, yo sí podía estar ahí.


— No dije que no podías, dije que no debías.

Will ahora se aferró a la silla. — Ese es el problema Doctor Lecter, por eso terminó entrando,
porque creía que yo no podía estar ahí, que no podría tener éxito.

— Jamás...

— Tener TEA no me hace un inútil.

Hannibal casi prefiere comerse la maldita gelatina, antes que seguir sintiendo el dolor del agujero
en su estómago y a Will, molesto. — Me parece que estás de nuevo intentando culpar a alguien por
lo de ese día, ¿te ayuda desahogarte conmigo?

Will se deshace de la pequeña mesa de comida, solo para estar por completo a un paso de la cama
de Lecter. — Me parece que más bien, está esquivando la pregunta obvia, de... ¿porqué demonios
entraste cuando un equipo especial entraría? — Cuando Hannibal no responde, Will parece tener
su respuesta. — Porque el chico con TEA que encontraste interesante para estudiar, no podía estar
ahí, ¿verdad?

— Otra vez, no se trata de eso.

— No. — Will ahora se alejó, dos metros. — Puedes no decirme la verdad, pero no me mientas, ya
no, ya dejó de ser divertido, Hannibal.

— Bien. — Hannibal está suficientemente adolorido. — No me gustó que te tocarán, se que no te


gusta que lo hagan y por eso entré, somos amigos.

— Estaba encubierto, podría haberme intentado follar y seguiría estando bien, Hannibal.

Ya el dolor es insoportable, la idea de llamar a la enfermera robusta a que le inyecte lo que sea, se
hace tentadora, hasta podría comer por algo como morfina. — No Will, no estaba bien, no se que
te ha hecho creer Jack, para que creas que eso está bien.

— ¡Estoy salvando vidas!

— ¿Y tu vida? ¿Quién salva la tuya?

— No tú, ciertamente.

— ¿Qué quieres decir Will? Pregúntame lo que de verdad quieres saber, ahorranos el tiempo.

— Jack dijo que entraste cuando me tocaron, no cuando me golpearon.

— Acabo de decirlo yo mismo.

— No... — Will con rizos desordenados, culpable y hermoso. — Hannibal, ¿entraste por mí?
¿Verdad? Entraste porque me tocó alguien que no eras tú.

— No. —Extirpar. — Tienes razón, soy un mentiroso. — Extirpar. — Entré porque eres el chico
que tiene TEA, incapaz de controlar una situación así, estaba preocupado, sentí lástima por ti.

¿Recuperarse exactamente de que? No estaba recuperado, más bien se sentía más moribundo que
nunca, viéndose perdiendo el control, por alguien que incluso, sabía.

Sabía y a la vez no sabía, que no entendía, lo que sentía por el.


Hannibal toca el pequeño botón de emergencia, el que llama a la enfermera, treinta segundos
bastan para que ella estuviera ahí, evitando mirar a Will. — Doctor Lecter, ¿todo en orden?

— Siento un profundo malestar, a la altura de la quinta costilla, lado derecho, probablemente una
inflamación por falta de hidratación. — La enfermera asiente, ni siquiera consulta al médico de
turno para acercarse y empezar a dejar caer las pequeñas gotas de morfina que dormirán,
inevitablemente a Hannibal en breve.

Will se ha quedado perplejo mirando, Hannibal se pregunta si el horrible chico está sorprendido
porque Hannibal ha admitido dolor delante de él o porque está claramente induciendose al sueño en
su presencia. O tal vez, solo tal vez, cayendo en cuenta que los dos meses han sido un experimento,
que otra vez alguien lo encontró solo interesante.

Muebles verdes, correos, el dibujo, Abigail, extirpar, extirpar.

— ¿Algo más Doctor Lecter?

— Sí, dice antes de dejar su cabeza en la almohada, alejando los ojos de Will y cerrar los ojos. —
Retire al señor Graham de mi habitación.

— ¿Qué?

— Gracias.

[...]

— Eso fue increíble, papá dijo que lo echaste, él estaba molesto.

Abigal, con los pies arriba, sobre la mesa, comiendo la gelatina que debía haber comido. — Creo
que jamás nadie le había hecho eso a papá, sé que debería sentirme mal, pero, fue simplemente,
increíble.

Hannibal siente sus músculos resentidos, su mirada pesada y su cuerpo adolorido nuevamente,
aunque ya no tanto. — ¿Él se fue?

— Estuvo rondando por aquí un rato, esperando que despertarás. Le dije que fuera a casa, pero es
papá, jamás se sabe con él.

Hannibal no dijo nada más, no estaba realmente enojado con Will, estaba enojado con él mismo.
No solo había sido torpe como para dejarse herir, si no que no podía controlar la situación para
que Will no se culpara, si no que había dejado avanzar al cáncer del sentimiento demasiado lejos.

— Será mejor que tú también te vayas Abigail.

La chica se queda paralizada, su dulce sonrisa y confianza se desvanecen. — Yo... papá dijo que lo
cubriera, no tengo nada que hacer, realmente.

— Preferiría que no estuvieras aquí. — Asiente, sintiendo el dolor aún más fuerte, aunque
alentador. El primer paso para curar el cáncer, era la operación, luego lo demás, era más fácil.
Menos profundo, menos intrusivo.

— ¿Hicimos algo mal? Se que le hirieron, pero papá dijo que el señor Crawford...

— No se trata de eso, no es ético el acercamiento. Eres mi paciente Abigail, me he demorado en


verlo, pero no está bien. Cuando no te mantienes profesional, pasan cosas como estas.
— No entiendo.

— ¿Qué no entiendes?

Molesto, si molesto, porque incluso casi había adoptado a una hija que no era suya, tan sediento,
tanta soledad, tan débil. Deslumbrado por nada. — Usted se acercó, usted le persiguió, le molestó
hasta darle su número, ¿sabe lo difícil que es eso? ¿Sabe cuánto le importa? ¿Sabe que tiene un
horario que no se movió por años y que ahora tiene una arista en cada día, para responder sus
correos? ¿Qué se metió ahí? ¿Sabe que su nombre está grabado ahí?

— Mi error, no se volverá a repetir, Will es lo suficientemente fuerte para...

La chica, chica leal, se molesta. — Igual que todos. — Finalmente, concluye.

— Supongo que sí, que tenías razón Abigail, felizmente eres hábil para las despedidas.

Ella camina hacia la puerta, destruida, Hannibal quiere detenerla, pero otra vez, asqueado de su
necesidad, patético hasta decir basta. — ¿Cómo se borra un cuarto en el palacio? ¿Cómo lo hago?

Hannibal pone el rostro más estoico que puede. — No puedes, solo lo remodelas, lo dejas de
visitar, le haces daño, si quieres. Pero yo prefiero, dejarlo de visitar. Lo recomiendo.

Ella sonríe, tristemente. — Lo peor de todo, es que usted le gustaba.

— Yo...

— Y a usted le gusta el, ¿verdad?

Hannibal es impasible, odiándose también por haberse dejado ver. — Sí.

— ¿Entonces? Solo huye, ¿el amor lo curtió o solo le rompió el corazón? Tal vez todo fue mentira.

— Abigail, no pienso hacer nada al respecto.

La chica retrocede. — No entiendo, usted le gusta, a él le gusta... simplemente...

Hannibal sabe que el dolor que siente, cuando lo siente, ya no es físico.

— Porque a mi no simplemente me gusta Abigail. — Toma un respiro, la verdad duele. — Amo a


tu padre y él no lo hace por mi. Lo amo.

El olor a té antiguo regresa, junto al sonido de una taza que se rompe, en la puerta de la habitación:
Will de pie, absorto, totalmente de boca abierta y rizos. Lo miró, lo escuchó. Lo sabe.

Y la taza está rota y la huida desvanecida, mientras el cáncer demasiado avanzado, carcomiendo
todo. Etapa cuatro, irreversible, incurable.

Will lo sabe y Hannibal, sabe que es muy tarde para huir.

— Tú...

¿Se puede recuperar uno de lo irrecuperable? Tiempo de recuperación, nunca, el paciente está
moribundo. Ahora solo puede dejar morir al paciente con dolor o ser bueno y ahorrarle el
sufrimiento. ¿Matar a Will y Abigail? Suena tentador. O tal vez, solo dejarse morir con ellos.
Porque no, no puede matarlos.
— Me temo que si, Will, estoy enamorado de ti.

[Nota de autor: Siguiente capítulo será narrado desde la perspectiva de Will]


Ven, conoce el frío

Cuando tenía diez años su papá le dijo que el amor era cuando dos personas se querían mucho, se
iban a vivir juntos, se cuidaban el uno al otro, tenían hijos y se quedaban juntos, hasta el fin de sus
días.

El amor también podía ser, papá aclara porque sabe que la calma está en los detalles, cuando uno
quería mucho a un hijo, a un hermano, un perro. No necesariamente alguien de tu misma sangre
mientras que los amara y los cuidara, funcionaba.

— Sí, Will también puedes amar el frío.

Resulta que según su papá, podías amar una casa, un río, el frío, por supuesto. No podrías tenerlos,
a veces no podías cuidarlos, pero estaban ahí, para verlos, porque uno amaba por sobre lo físico, la
distancia y lo abstracto.

— No entiendo, si yo amo el frío, ¿por qué no puedo casarme con él y cuidarlo hasta el fin de mis
días?

— Porque Will, el frío no es tuyo, es de todos, está en todos lados.

— Pero yo quiero que sea mío.

— No se trata de tener o no tener, hijo, se trata de apreciar, de adorar, lejos o cerca. Libertad,
muchacho.

— Es difícil el amor, papá.

Will había escuchado en la escuela, que un niño lo amaba.

Normalmente los niños, lo odiaban o no les importaba, jamás lo amaban, ni siquiera jugaban. Will
entró en tal confusión que luego de recibir un abrazo, golpeó al niño. Porque no le gustaba que lo
tocarán y menos aún que vinieran a decirle que sentían cosas, que el ni siquiera entendía.

Su padre había tenido que recogerlo, lo habían suspendido tres días y cuando volvió, el niño no
intentó hablarle de nuevo.

Will se había sentido terriblemente culpable cuando supo que de hecho amar a alguien significaba
algo bueno, como que si el niño lo amaba, le podría dar su comida en el recreo. Su padre había
dicho que amar era dar, recibir, pero sobre todo dar.

Él le había golpeado, había dado pero dado algo malo, entonces cayó en cuenta de algo, amor
también significaba no dar, mejor en lo absoluto, en lugar de dar algo malo.

— Papá, entonces mamá no te amaba, ¿verdad? — No le gustaba el silencio cuando su papá lo


hacía, porque su papá siempre tenía respuestas. — ¿Tampoco me amaba a mí? Porque ella se fue,
¿verdad?

— Will hay cosas que solo entenderás cuando seas grande.


— Siempre cuando sea grande, siempre.

Beau suspira. — Tú mamá me amaba, tú mamá te ama, pero hay veces donde el amor no es
suficiente para querernos como somos, suficiente para quedarse Will.

— Entonces, mamá no cumplió las reglas del amor, no nos cuidó, no nos adoró, ni nos miró, ni
quiso vivir a nuestro lado hasta el fin de nuestros días, ¿verdad?

— Will no tienes que tomar todo tan literalmente, hijo...

— Mamá no sabe amar, de repente no era buena en eso, yo no soy bueno dibujando ni haciendo
amigos, es normal ser malo en algo. Pobre mamá.

Beau desordena sus rizos, coloca su chompa y lo mira con tranquilidad. — Sí Will, mamá no era
buena en eso. No todos somos buenos en todo, ¿verdad?

Entonces Will, que siempre piensa, porque no quiere volver a ser suspendido, porque eso significa
perder las clases de matemática, a él le gustan las matemáticas, quiere entenderlo bien. Para que si
de nuevo se le ocurría a otro niño, amarlo fastidiosamente y sin su permiso, sabría que hacer al
respecto.

Como ser amable por ejemplo, si había una próxima vez, si es que la había.

— ¿Papá tú si amas a mamá?

— Will, ya tienes que dormir.

— Papá.

— Ah, si yo la amaba, la amo aun.

— Entiendo. — Will mira a sus manos. — La amas pero solo la miras, no está aquí, no la puedes
cuidar, no la puedes tener, así que la amas así, como yo al frío.

— Sí... Will.

Will no recuerda cuando mamá se fue, tenía tres y solo recuerda todo desde los cuatro, sin embargo
recuerda que su papá siempre estaba triste, siempre no comía, a veces lloraba. Will sabía que era
porque mamá se había ido.

Will, lógicamente razonó al respecto, desde los cinco que era obvio que su papá estaba enfermo,
porque obviamente algo le dolía, Will entonces lo declaró en cuidados intensivos. Ahora, seis años
después, papá casi estaba recuperado, aunque a veces estaba triste, estaba mejor.

— Papá, amar es como estar enfermo, ¿verdad? Tú estabas, tu estabas, yo recuerdo.

— Chico...

— Es que si papá, te enfermaste porque amaste a mamá y ella no te amó, te enfermaste como me
enfermo por amar al frío, porque aunque se deja amar, hace daño. En conclusión, estabas enfermo,
yo estoy enfermo y el amor, es como el sarampión, ¿recuerdas cuando me dio sarampión? Que feo
papá, fue muy feo.

Beau de nuevo guarda silencio. Acaricia sus rizos, solo lo mira. No es muy expresivo, por eso se
llevan bien, por eso funcionan. Por eso le deja tocar su cabeza. Papá lo ama, papá si se quedó.
— Papá yo no quiero amar a las personas.

— ¿Por qué dices eso muchacho?

— Porque por amar el frío, por cuidarlo, por querer verlo y sentirlo, yo me enfermé papá. No
quiero que me vuelva a pasar. Por eso te enfermaste.

Beau se ríe, Will no entiende pero también sonríe, por esa cosa que la psicóloga dice que es
empatía. — Ese es el detalle chiquillo. — Lo golpea un poco, lo suficiente para que Will caiga en
su cama, totalmente. — Uno jamás decide de quien se va a enamorar.

Will hasta este punto está sumamente confundido y molesto. — No me gusta el amor, papá.

— Ya duérmete chico.

[...]

Amor, amor, amor, frío, frío, frío.

Debe cerrar las ventanas, debe abrigarse, debe abrigar Abigail, debe abrigar a Hannibal. — Todos
están desabrigados.

— Papá.

— Déjalo Abigail.

Frío, todos tendrán frío por culpa del amor que hay en la habitación. Porque ya hay demasiado,
Abigail lo ama, él ama a Abigail y ahora Hannibal lo ama a él. Todos están amando y nadie se está
cuidando, entonces el amor puede hacerse abstracto, puede irse, como su madre, como el frío. —
Cerraré las ventanas.

Sí, un poco duras las ventanas, un poco oxidadas, no son de acero, pero están cerradas finalmente.
Toma la única manta del lugar, toma su chompa, la bolsa que había traído con él, para el mayor
con ropa suya, más ropa, nada es demasiado, nada es suficiente.

— Will no necesito... — Abrigar a Hannibal, taparlo lo suficiente pero no tanto, para que aún tenga
movilidad en los brazos, si así, está bien. No importa que se enoje. Un poco más, tal vez, esa bata
es muy delgada. El cuidado debe ser estricto, ninguna medida es considerada como obsoleta.

— Necesitamos frazadas.

La clínica es una porquería, porque lo botan, lo llaman, lo botan, Hannibal lo bota y luego, también
lo llaman, no limpian el pasadizo, ¿saben cuantas enfermedades hay en el ambiente? Solo en la
calle hay más de diez mil tipos de bacterias, en una clínica hay veinte mil, en una clínica mal
cuidada, treinta mil.

Will quiere demandar, ¿no ven que Hannibal ya está enfermo como para enfermarse más? Tiene
dos perforaciones, laceraciones internas, deshidratación, debilidad, inflamación, posibilidad de
infección, posterior dolorosa cicatrización y lo peor de todo, tiene "amor".

Las clínicas, definitivamente, son una decepción.

— Lo siento Hannibal, te prometo que no siempre es así. — Abigail está abrigada, ella ya tuvo
amor hace mucho, por Will.

— Me gusta así, déjalo que procese... — Hannibal abrigado.


Pero igual Will trae frazadas, incluso para Abigail, más para Hannibal. Hannibal se ve raro, es un
montículo de ropa y frazadas. — ¿Tienes frío Hannibal?

— Te aseguro que no tendré frío en mucho tiempo, estimado Will. — ¿Porqué Abigail se ríe?

Cuando todos están abrigados, sin ninguna brisa de aire, se siente mejor. Amor, amor, amor, frío,
frío, frío. — Will no tenemos que hablar de esto, no tiene que cambiar nada, todo sigue igual.

— No. — Ambos le están mirando, esperan una reacción, una acción, una respuesta al probable
evento de que Hannibal está, irremediablemente enfermo. Bien podría decir algo tranquilizador, tal
y como su papá hacía cuando el estaba enfermo y no tenían dinero para medicinas. — ¿Quieren
comida china?

— Papá, nadie quiere comida china. — Abigail califica ahora para no ser llamada tontita, si no
más bien, fastidiosa. Porque dice lo obvio, pero no ayuda.

Mira a Hannibal, ¿porque se ve tan triste? Probablemente porque tiene frío, quizás está muy
enfermo, quizás ama mucho. — Hannibal, va a pasar, ¿si? El amor pasa, a veces. Yo lo he visto.

— Una observación interesante. — Sigue triste.

¿Qué podría alegrar a Hannibal? Una recuperación rápida, física y sentimental. Lo cual no parece
ser pronto. — ¿Quieren comida fastuosa? Elegante, de esas caras, plato pequeño que deja más
hambre que al comienzo.

— Papá, nadie quiere...

— Yo podría querer.

Will siente que está ayudando, está ayudando a Hannibal, a que se cure, a que se recupere de lo
terrible. Mal físico, mal emocional. Pobre Hannibal. Abigail, la fastidiosa, pone mal cara,
interrogante, la misma cara que pone cuando Will come café, leche y cereal en un solo plato.

— ¿Por qué lo alientas?

— Abigail, por comida de verdad, alentaría a Hitler.

— Hannibal, es en serio.

— Nos vamos.

— No puedes sacarlo del hospital.

— Sí puede. — Hannibal está menos triste, más divertido, quizás ahora que es útil, que lo está
curando olvide lo que dijo del TEA. Porque Will si es capaz, además Hannibal jamás diría eso en
serio, quizás solo fue sarcasmo, aunque dolió un poco. Cosas para preguntar más tarde.

— ¿Hay alguien cuerdo en este lugar?

— Abigail, tu padre quiere comer comida pequeña y yo estoy enamorado de él por eso, ¿tienes que
preguntar?

Hablan demasiado, no se mueven, no ven la emergencia. — Nos llevamos el suero Abigail, carga
el suero.

— Nos llevamos el suero. — Hannibal se ve adolorido, pero se mueve, se apoya en él, lo olfatea,
siempre lo hace. Puede tocar, tiene que apoyarse para subirse a la silla, así que puede. Siempre
quiere, Hannibal enfermo y fastidioso como Abigail, mentiroso y sarcástico, como el mismo.

— Abigail a la puerta, avisa. Nos vamos.

— Esto es divertido, salir de comportamientos y procedimientos usuales es divertido. Médicamente


mantener al paciente alegre, alienta a una recuperación exitosa, aunque el riesgo es mayor, solo
puedo alentar a la aventura, tres mosqueteros al camino del sol... — La silla de ruedas es buena, se
mueve rápido y Hannibal ya casi no se ve triste, solo divertido, aunque también enfermo.

— Esto está mal, esto está mal...

— Más rápido Will. — Hannibal señala el ascensor.

— ¡Señor Graham!

[...]

— ¿Es necesario el intercambio de saliva?

— Dios, yo no estoy listo para esto.

— Papá.

A Will le gusta ir a pescar, más bien ver a su papá pescar y por su cumpleaños número once, su
papá le regala su primera caña. Cuando pesca, puede concentrarse y apagar los cientos de
pensamientos que lo agobian.

Tira la soga y espera, lo que pase a continuación no es su responsabilidad, nada puede salir mal,
porque no depende de él, depende del río. Puede esperar, puede dejar de pensar y lo mejor de todo
es que hace frío, para Will el día no puede ser más perfecto.

— Entonces, ¿por qué se tienen que besar? ¿es realmente necesario?

— Solo si las personas se aman mucho y viven juntos, si. Se pueden besar Will.

— Yo jamás quiero besar a nadie, no me vaya a dar sarampión nuevamente.

Beau golpea un poco su cabeza, Will gruñe. — Lo que digas muchacho.

Pescan durante horas y Will no atrapa nada, papá pesca dos veces, pero se escapan. — A mi me
gusta el frío porque me puedo abrigar, porque el sol no sale y no fastidia, además, cuando hace frío
haces chocolate caliente y cuando hace frío, hace silencio, la gente no sale. Por eso yo amo el frío.

— Y te resfrias por eso, porque insistes en salir cuando hace frío.

Will tiene su caña en el ángulo correcto, como Beau le enseñó y solo espera. — ¿Tú porque
amabas a mamá?

— Ella era buena pescando, cocinando, inteligente, osada, rebelde.

— Parece un comportamiento incorrecto.

El Papa sonríe. — Ella era una chica problemas.

Will no entiende, ¿porqué su papá amaría a alguien que le de problemas? Quizás cuando sea grande
entienda. — Sí, yo amo un día, espero que nunca papá espero, ojalá que esa persona sea como el
frío.

— Dices cada cosa Will...

— Que sea silencioso, que haga chocolate caliente, que me abrigue, que me cuide, que me enfríe o
que yo haga lo mismo por él — Will sonríe, porque ha usado el sarcasmo y también una figura
literaria, porque una persona no podía enfriar.

— Ay Will, muchacho me preocupas...

— ¡Frío que sea frío! ¡Eso es genial! ¡A nadie le gusta el frío! — Entonces Will concluye, que si a
él le gusta el frío nadie lo iba a amar y viceversa.

[...]

El carro estaba en silencio, demasiado silencio y Will empezaba a pensar que estaba soñando o eso
esperaba, porque se había portado mal, había sacado a Hannibal de la clínica. ¿En qué estaba
pensando? — Uhm, Hannibal...

— Sigo vivo, como lo estaba hace cinco minutos Will.

— Dije que confirmes cada tres minutos, no cumpliste.

— Will...

Abigail está comprando, le dio todo su dinero del mes, debería bastar. Aunque nunca se sabía,
Hannibal había pedido salmón en salsa de vino, ¿por qué no solo podía comer atún? El pidió pollo,
de cualquier tipo. Mira de nuevo el espejo, Hannibal ha vuelto a estar triste. — Ya viene tu salmón.

— No puedo esperarlo más.

— Hannibal.

El hombre lo mira, con tristeza, más parece derrota, pero sonríe. — ¿Sí Will?

— Pensé que eras inteligente.

El gesto de molestia es leve, pero ahí está, Will lo reconoce porque Hannibal estira el cuello. —
Siempre tan amable.

— Digo. — Él no dice que no sea inteligente de manera intelectual, porque Hannibal es la persona
más inteligente que conoce. — ¿No lo pudiste evitar?

— ¿Podemos evitar la muerte? — Hannibal responde mientras mira de nuevo a la ventana y no a


Will, Will quiere que lo mire. — A menos que sea bajo nuestras propias manos o medios, no, no
podemos. En cuestiones del amor, como en la muerte, el tercero en cuestión, es quien decide
nuestro destino. Me temo.

Will sabe que tiene lógica, lo que dice Hannibal siempre suele tenerla. — La muerte es un evento
inminente, el amor no lo es, muchas personas han atestiguado morir sin haber sentido amor.

— ¿Puedes evitar recoger a un perro abandonado, Will?

Will sabe que sí, que puede mirar a otro lado y fingir no haber visto. Sin embargo, muchas veces lo
había intentado y siempre terminaba igual. El llevando al perro a un refugio, él buscando quien
adopte, el quedándose un perro porque no le encontró hogar. — No puedo.

— Bien, entonces puedes entender un poco más que yo tampoco pude.

Will entonces voltea por completo para mirar el asiento de Hannibal. — ¿Porqué yo?

— ¿Porqué no tu? — Hannibal suspira, se aferra a la frazada que tiene sobre él, se ve menos
elegante que con su traje de tres piezas. Pero sigue luciendo elegante, es como esos reyes, que
llevan la elegancia enraizada y que aún en la miseria, la mantienen. Will se ríe por dentro, a veces
habla como Hannibal. Parece que Hannibal quiere decir más, pero no puede, solo suspira y se
apoya en la ventana de nuevo.

— Yo tengo TEA, digo muchas cosas cuando no me las piden, yo, mierda, soy un desastre,
Hannibal.

— Me gustan los problemas.

Will vuelve a mirar al volante, recuerda a Beau y a su madre. — Tiene un pésimo gusto Doctor
Lecter.

Hannibal sonríe a través del espejo. — Lo sé.

[...]

Cuando están en casa, tiene diez llamadas de Jack, no le gusta Jack, por su culpa Hannibal casi
muere. O bueno, por su culpa, Hannibal casi se mata. Así que lo ignora.

Intenta no pensar que su casa es muy fea al costado de la casa de Hannibal, pero espera que la falta
de líquido y demás circunstancias haga que Hannibal no lo note. — Una casa adorable.

— Uhm, gracias, está sucia y desordenada, pero agradezco la gentileza.

Los perros corren, Abigail presenta a todos con Hannibal, Hannibal pone un gesto de disgusto
cuando Coffee lo olfatea, cuando se sube un poco a su pierna. — Hola, un gusto conocerle.

— Coffe, se llama Coffee.

— Hola Coffee, ¿me haría el favor de no subirse sobre mi? Acabo de ser herido.

Hannibal vuelve a ser colocado en el sofá. El sofá lleno de pelos, amor, amor, frío, frío. —
Lamento el sofá.

— Descuida Will.

El salmón está en su mejor plato, que resulta ser el único plato para invitados porque él no tiene
invitados, es el más blanco y el único que no está roto. Cuando lo toma, para servir el salmón y
luego limpia los cubiertos, los limpia demasiadas veces, jurando que cuando vuelva a tener plata,
si Jack no lo despidió ya, comprará un mejor plato y un mejor cubierto, porque Hannibal de seguro
se muere si vuelve a comer así en su plena conciencia. — Papá, ya están limpios.

— ¿No debí traerlo verdad?

— Definitivamente no. — Abigail se asoma, comprobando como le pidió, ver si Hannibal respira.
— Pero casi se muere con 8la comida de la clínica, así que al menos comerá algo que quiere.

— Tu... ¿crees que debamos dejar de ver a Hannibal?


Abigail pone los ojos en blanco, siempre hace eso, según el libro es un signo de rebeldía. Pero no
le molesta, aunque debería amonestar. — Papá, solo no pienses en ello, ¿vale?

— Es tu psiquiatra.

— Es tu amigo.

— Conflicto de intereses.

— Deja de pensar, papá.

Cuando trae el salmón a Hannibal, se ve menos enfermo y más emocionado. El salmón costó
ciento ochenta dólares, su pollo costó ochenta dólares y la ensalada de Abi, sesenta dólares. Sin
duda alguna, tendrá que sacar dinero de debajo de la alacena. Ha hecho un desbalance grande,
quizás no paguen la luz una semana. Desequilibrio, problemas, sin control, desorden en el
cronograma de la cocina, caos en pagos. — Oh, esto es agradable.

— ¿Te gusta?

— Will, no podría ser más feliz.

Gasto desmedido, sin control, sin luz, problemas. Pero está bien, no pasa nada, a Hannibal le gusta
el salmón. Puede soportarlo, puede hacerlo.

— Tendremos que volver a la clínica.

Abigail ha decidido no comer con ellos, lo cual califica como comportamiento inadecuado, pero
sabe que tiene que hablar con Hannibal así que es mejor. — Me temo que sí, tendré que volver,
pero, ¿puedo abusar un poco más de tu amabilidad?

Will está lleno de pollo fastuoso, a su lado en el sillón comiendo. — Sí está dentro de mis
posibilidades, si Hannibal.

— ¿Puedo dormir un poco antes de ir?

— Primero termina tu salmón.

— Sí Will.

[...]

— Me dejó.

— Qué barbaridad dices.

— Se fue papá, ella solo se fue.

— Chico, las peleas pasan y veras...

— Dijo que no quería saber más de mi o Abigail.

— Esa tipa, jamás me gustó muchacho, siempre tan descuidada, siempre tan irresponsable.

— ¿Qué voy a hacer? Abigail va a preguntar, es pequeña, es pequeña, no, yo no, no, no, se...

— Chico, escúchame bien, ¿ok? Tu puedes muchacho, tu eres fuerte, tú la vas a criar bien, tu vas a
poder, yo iré a ayudar, ya verás que tu puedes.

— Yo... yo... voy a poder.

— Chico, ni siquiera la amabas, te conozco, no lo hacías.

Will arrulla a Abigail, derecha e izquierda, derecha e izquierda, en sentido horario, para que
duerma, mientras sostiene el teléfono, mientras solo tiene el silencio y la soledad de su lado. — Yo
quería hacerlo papá. — Will llora, sabe que es tonto llorar, porque los adultos no lloran, pero no lo
puede evitar.

— Muchacho todo estará bien.

Will asiente, intenta dejar de llorar. — Es que no se amar papá, no puedo, no puedo yo intento.

— Will, hijo, está bien, vamos, está bien.

— Yo, no puedo, no sé, Dios, no se amar.

[...]

Hannibal tiene 37.5 de temperatura, lo cual indica que está bien, aunque no tanto. Will mira el reloj
y sabe que dentro de dos horas llevará a Hannibal de regreso a la clínica, aunque esté dormido, él
lo llevará. Muy abrigado, muy enfermo aún.

Hannibal casi está dormido en el sillón, se ve más pequeño, aunque siempre elegante, mayor,
mucho mayor. Will ya limpió, ya ordenó, ya alejó a los perros de Hannibal. Así que solo lo mira. Si
supiera dibujar, dibujaría a Hannibal, como él lo hizo con él. Pero no sabe, nunca aprendió.

Le da un poco de curiosidad saber que ese hombre que estaba ahí, hace tres días estuvo a punto de
golpear a un asesino, porque lo tocó. Tal vez, como decía papá, Hannibal quería que Will fuera
suyo y que nadie más lo toque. No, no, pensar.

Al cabo de media hora, ya no sabe que hacer.

Cuando Hannibal finalmente está dormido, medio dormido, no como ayudar y se pone nervioso.
Como en la escuela, cuando el niño lo amó y él reaccionó mal. Como cuando la mamá de Abigail
le pedía un abrazo y él no podía dárselo.

Así que hace chocolate caliente, porque esa noche hace frío en Wolf Trap.

Con la taza humeante, intenta dejar de pensar. Se asegura de que Hannibal esté abrigado, lo tapa
bien y finalmente, aunque no quiere del todo, pero parece ser lo indicado se siente junto a él y deja
que Hannibal, medio despierto, se apoye en él. — Perdona Will, yo no quería, ha sido una sorpresa
tanto para ti, como para mí.

— No es tu culpa, es algo que no controlamos.

Hannibal asiente, se acomoda mejor, al punto en el que está totalmente apoyado en Will y Will lo
deja, porque a pesar de todo, no quiere que Hannibal se vaya. — Hannibal.

— ¿Sí?

— Yo no te amo, no se como hacerlo, no aprendí, parece que no puedo.

Hannibal asiente, se apoya más fuerte, parece aún cómodo y suspira, con los ojos aún cerrados. —
No te preocupes Will, no espero nada de ti que no puedas dar.

— ¿Nos dejarás de ver?

— No.

Will se siente mejor, deja que Hannibal se apoye del todo y alza su brazo lo suficiente para
abrazarlo. No lo golpea, no lo aleja, lo abraza. Luego vuelve abrigarlo, lo cuida y espera despierte
para darle chocolate caliente.

Cuando siente la frente de Hannibal en su rostro, apoyado en su piel, descubre que Hannibal está
frío. Sólo un poco. Will sonríe.
Conozco la sonrisa

Tres días en la clínica y dos días en sana recuperación en casa, no son suficientes para que
Hannibal se sienta como antes, por el simple hecho de que él ya no es el de antes, ahora es algo
más.

Aún en su acelerada reconstrucción física, muy descansada, muy de permiso médico, en la que le
advirtieron no moverse, no hacer fuerza, dormir si se puede la mayor parte del tiempo, Hannibal
acepta que está cambiando. Para bien, no lo sabe, pero lo está haciendo. - ¡Ayuda!

Un cuchillo, el rostro de un hombre que no lo conoce, que se desangra lo mira y Hannibal, lo


envidia, porque al menos sabe que morirá. Mientras que él solo sabe que ya no sabe nada en
realidad.

Seguía siendo un hombre corrosivo, con la misma sedienta hambre por el caos, pero ahora la bestia
que se acomodaba en su grotesco reencuentro con el desastre, había hallado en el descontrol, una
luz incómoda en la cual reflejar su propia debilidad. Estaba perdidamente enamorado. - Sí más
luchas, más doloroso será, así que no hagas difíciles las cosas.

Y no solo enamorado, Hannibal estaba encantado por Will Graham, de la forma en la que solo se
podía saber un animal: Obsesionado, embebecido, extasiado. - Ayuda, por Dios... Ayuda.

- No hay Dios aparente para ti, ¿no ha quedado claro?

Y claro, no tenía suficiente de Will, como tampoco obtenía algo en lo absoluto de él.

Porque Will era lo que el pez era para el pescador, presa desgobernada, que aún atraída por la
carnada, estaba presta a huir al leve susto. Y al mismo tiempo el chico, criatura bella, lo dejaba
mirarlo, verlo y tocarlo, si es que Hannibal tanto lo necesitaba. Benevolente, como Hannibal al
hacer eterna la muerte. - Ah, ah... Dios mío.

Pez y musa a la vez, para quien ahora podría denominarse a titular en su póstuma biografía hecha
por algún mediocre escritor, la horrible vida de Hannibal Lecter post Will Graham, llena de flores,
perros, una hija y un sillón. - Por favor, Dios mío, no me mate...

Sin embargo, a pesar de la afiebrada y fastidiosa sensación de la extensión fantasma que ahora
sentía en su humanidad cuando Will no estaba, la ahora perenne falta de control, novedosa y
escalofriante, empezaba a sentirse como una costumbre que podía adoptar. - Me temo que no es
posible, ¿algún otro deseo?

Finalmente, antes de Will no había nada y después de Will, parecía haberlo todo. Un compañero,
un amigo, alguien soportable, entrañable, un Patroclus, para leer, para acariciar con palabras y ver
a una prudente distancia, durante su propia guerra. - ¡Dios mío... Dios mío!

Así que ve como el disgusto por lo desconocido se denota más aventurero que desordenado, el
sentimentalismo menos patético y más poético y el recuerdo de Will Graham, su amigo y ahora,
amigo consciente de sus sentimientos, no le está doliendo.

Porque Will, no se ha ido cuando se enteró de sus sentimientos, Will se ha quedado.

Lo que hace que su corazón se caliente, dolorosamente como si tuviera sentimientos, como si el
amor existiera. Dulce sensación que enhebra cada parte de su mente. - Yo no quise, no quise... ¡Lo
que sea que haya hecho, lo siento, porfavor!
Porque a pesar de no ser correspondido, sigue siendo un postulante a Graham, un cercano y se le ha
perdonado por amar, dejándole juiciosamente rotar alrededor de ambos, como recompensa. Para
verlo brillar, para cuidarlo, para darle el amor, en la forma que más necesite, haciendo todo para
hacerle honor su belleza, como Dios lo manda. - Tú lo miraste cerdo asqueroso, lo tocaste, lo
insultaste y a Will Graham, nadie le hace eso.

El cuerpo del tipo del bar, el primero que se acercó a Will, se desangra en sus últimos suspiros,
alegando que no sabe de quien habla, mientras Hannibal dibuja con su sangre sobre el piso,
petunias. Deslizando su dedo cual paleta de la que se sirve, bajo el grotesco concreto, anhelante
ante la imagen que proyecta y que desea hacer ver, de la belleza amplificada del amor más puro
que ha sentido, servido de aquel, que ha osado dañarlo.

De tu dolor y humillación, permíteme hacerte un altar, que no es digno y nunca será, pero que
hará el intento de vengarte, como es merecido, dulce chico.

No le interesa que el hombre sepa que está muriendo por haber sido grosero en un bar, prefiere la
ignorancia, aquella lucha en la que el idiota se halla, buscando en sus últimos suspiros, entre todos
los que hirió, la cara de su victimario

Desesperación, soledad y miedo. Lo que Will sintió, ha sido devuelto.

Hannibal mira su traje de plástico y ve sangre dentro de él. El fastidio por la mancha de camisa
interna, es algo tedioso. Significa que sus heridas no han cerrado del todo y que el esfuerzo hecho
para matar, le pasa factura. Patea el ahora cuerpo muerto, hasta el final tuvo que molestar.

Sin embargo la música lo alegra y Bethoven es buen acompañante para la celebración de su cortejo
en su mente y además, un permiso para recopilar lo que han sido sus últimos días como
sobreviviente de los Graham. Porque él también es una víctima del destino y sus tristes, pero
sentimentales consecuencias.

Y entonces Beethoven suena más fuerte, bajo la sonrisa ladeada e incrédula de un asesino inspirado
contento de rememorar las ilógicas acciones que lo llevaron a donde está.

Poco o nada recuerda de la noche en la que, pública y notoriamente, se desarrolló la famosa huida
de la que aún se hablaba en la clínica, otras clínicas y diversos lares, nunca mejor contada como
por Frederick Chilton: La historia de un reconocido pero moribundo psiquiatra herido en un bar,
producto de un crimen pasional, un agente del FBI muy maleducado que robaba frazadas y una
niña, de cara fastidiada, con una silla de ruedas, que los acompañaba.

Resulta que Will lo había sacado en plena recuperación de dos disparos y una notable
deshidratación, contra la voluntad de Abigail y de todo el cuerpo médico, para darle de comer en
un lugar caro, gastando todo el dinero disponible para su manutención de dos semanas. Como
corresponde el protocolo en una situación, cita a Abigail, de amor/frío.

Porque en medio de su desesperación al descubrir que Hannibal estaba enamorado de él, había
hecho lo que más coherente parecía: Arriesgar su vida por un plato de comida, pero muy abrigado
eso sí, porque Hannibal podía morirse de una infección pero jamás de frío y menos aún intoxicado
por gelatinas guindas.

Chico tierno, ¿que tenías en la cabeza?

Su imagen, honorablemente construida y respetada por cada médico de cualquier clínica, disuelta
por el doloroso apodo de "Doctor frazada" queda y quedará como máxima cicatriz de que Will
Graham no sólo volvió humano a la bestia, si no que amenazaba con destruirlo, juguetonamente
hasta reducirlo a uno de sus perros, manso y gracioso.

Pero tampoco tenía problemas con eso, ya no. Will podía hacer lo que quisiera.

Porque y subraya, mientras las notas acompañan, Will no se había ido y siente que hasta ya es
buena persona, de tanto calor que le queda en el cuerpo, después de lo que Hannibal llama
enfermedad por sobredosis de abrigamiento. - Ahora tengo que limpiar, disculpe. - Voltea el
cuerpo para que quede en la posición final. - Muchas gracias.

El buen humor lo perturba, observa y anota, de que tiene todo lo que quiere: Alguien que lo vea,
alguien para ser visto. El cuerpo inerte y vacío, que lo propicia a un peligro, ya no era importante
Hannibal sabía que o lo tendría todo con Will o no tendría nada.

[...]

Will desapareció nuevamente atraído por Jack como era predecible por lo que parecía ser otra
horda de asesinatos de tres víctimas del Destripador aunque todos realizados en el terreno de
Baltimore, pues el Destripador no había tenido tiempo de ir más allá que a los alrededores, o
fuerza.

Así que fue Abigail quien lo visitó religiosamente durante los tres días de recuperación en la
clínica.

Siempre media hora a las siete de la mañana, un poco resentida por las palabras dichas y sin
embargo, dentro de su frío trato, cauteloso ante otra posible inoportuna reacción sobre sus
sentimientos, genuinamente preocupada por él.

Pero Abigail es una Graham, así que no lo dice, si no que lo manifiesta, por lo que mientras lo que
pocas palabras se demostraban, apenas cordiales, lo que si caía sobre Hannibal era un taper de
comida a ser depositado en su pequeña mesa, en reemplazo de la terrible comida de la clínica, con
alevosía. Tres comidas, para cada momento del día.

Abigail cocinaba decentemente, seguía siendo comida demasiado cocida y falta de sal, pero el aire
casero de una comida hecha por ingredientes frescos era suficiente. La chica no habla de su padre,
Hannibal pide disculpas con comentarios elocuentes, Abigail no se ríe. Sólo deposita la comida,
del desayuno, el almuerzo y la cena, pregunta por su salud, pretende ver su celular y finalmente se
despide.

Al tercer y último día de su reparación, Hannibal empieza a extrañar a Wil más de lo usual
mientras que la extensión de Will lo ignora. - Quiero disculparme Abigail.

La muchacha estaba a punto de irse, como cada día a la escuela, hasta que gira sobre sus talones. -
¿Por qué?

- No sé que disculpa quisieras escuchar, pero se que al menos sé que diré una correcta y la otra,
irreversible de consecuencias, así que lo diré lo mejor que pueda... Me disculpo por haber querido
irme y disculpo mi sentir por tu padre.

Abigail se mira a las manos, entreverando sus dedos. - Entonces te disculpo por la primera y la
irreversible, pues para mí no hay problema.

Un momento de silencio en el que Hannibal se permite ver si la chica habla con sinceridad y
resulta que no solo habla con sinceridad, pues parece gratamente consciente de que sus
sentimientos no correspondidos, son públicos. - ¿No te molestan mis sentimientos?
- Fueron muy obvios para mí, digo, lo único que hace al ver a papá es mirarlo como si fuera la
única persona en el lugar y también, es el único que ha logrado adentrarse tan rápido entre
nosotros.

La satisfacción corre por sus venas. - Quiero dejar en claro que no espero nada.

- Creo que es mejor, así. - Por primera vez, desde los últimos dos días, abre el taper de desayuno
que es de nuevo un simple omelette con tostadas. - Papá puede ser complicado.

- Él es.

- Pero usted también. - Abigail pone un tenedor. - Así que no se quien terminará cediendo por el
otro, por lo que si no espera nada, mejor debería esperar cualquier cosa.

- ¿Alientas lo que sucede aquí?

Abigail sonríe. - En mi palacio las cenas son de tres.

Hannibal ladea el rostro y aunque la batalla no ha empezado, siente que está ganando ya. - Es
bueno saberlo Abigail.

- Pero no vuelva a ser un idiota.

Toma su tostada, da una mordida y asiente. - Creéme que en lo que a mi respecta, no pretendo
volver a alejarme de ninguno de ustedes, haga lo que tenga que hacer y si es que no vuelven a
verme, será solo por decisión de Will o tuya. Me aferraré lo más que pueda e insistiré, pero solo me
iré, dependiendo de ustedes.

- Se que debería sonar bonito, pero suena escalofriante. - La chica ríe.

Hannibal muerde de nuevo. - Nadie está más asustado que yo mismo, te aseguro.

[...]

De: WillGraham1985@Baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 8:37 PM

Monitoreando,

¿cambiaste las gasas? ¿Tomaste el antibiótico? Comer antes de tomar. ¿Ejercitaste hombro
derecho? Ya sabes, quince inflexiones laterales, quince inflexiones verticales. ¿Dormiste? Ocho
horas nocturnas, dos horas media mañana, dos horas media tarde. ¿Comiste legumbres? Hierro
positivo para cicatrización. ¿No te moviste? ¿No hiciste fuerza verdad? Abigail dice que no
quieres las inyecciones de hierro, debes ponértelas. ¿Cicatrización a que porcentaje?

Will.

De: Willgraham1985@baltimore.com
Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 8:41PM

¿Cuándo vuelves?

De: Willgraham1985@baltimoremail.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 8:48 PM

Favor de responder las preguntas.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimoremail.com

Hora: 8:50PM

Favor de responder las llamadas.

De: Willgraham1985@baltimoremail.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 8:57 PM

Hannibal.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimoremail.com

Hora: 8:58 PM

Will.

De: Willgraham1985@baltimoremail.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:02 PM

Jueves, antes del cumpleaños de Abigail.


FAVOR DE RESPONDER LAS PREGUNTAS.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimoremail.com

Hora: 9:07 PM

Todas las medidas han sido realizadas con estricto orden, (maté al hombre del bar, dos tipos más
que me recordaron a él y la herida del abdomen se abrió un poco y el brazo me duele por la misma
razón, de esfuerzo, lamento no poder decírtelo pero todo lo demás ha sido realizado, lo
prometo), le recuerdo que soy médico.

Aún faltan dos días, ¿que te tiene tan ocupado? ¿Puedo preguntar?

De: Willgraham1985@baltimoremail.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:12 PM

Sabes que es el Destripador, tres víctimas, uno es el tipo del bar. Jack dice que deberías venir, lo
mandé a la mierda. Sé que no debería haberlo hecho, pero a veces es muy inoportuno, se supone
que estás en recuperación y que debes descansar.

También se que debería haberte consultado pero ya que se desequilibró por completo la condición
profesional paciente/médico y posibles compañeros de trabajo, he reaccionado en la condición de
"amigo".

Pdt: Se que eres médico, pero se ha comprobado que ejercer la función y conocimientos en uno
mismo es más difícil que ejercerlo por sobre lo demás.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimoremail.com

Hora: 9:16PM

Como posible compañero de trabajo, eso fue muy grosero.

Como amigo, gracias :)

¿Te ha calado más de lo normal la experiencia o se encuentra controlado?

Pdt: Una observación correcta, pero le prometo que eso no sucede conmigo.

De: Willgraham1985@baltimoremail.com
Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:20 PM

Si ha calado, porque lo siento pero no lo entiendo, además, siento que esto tiene que ver algo
conmigo. No he podido comer desde que llegué, extraño a Abigail y a mis perros. Siento que
debería estar en casa.

Pdt: ¿Te das cuenta que a veces hablamos de "tu" y otras veces de "usted? Es gracioso.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimoremail.com

Hora: 9:23 PM

No se atormente intentando entender, de repente no busca ser entendido por el momento y solo
sentido, los mensajes pueden tardar hasta un verdadero culmen.

Recomiendo comer, la actividad física siempre requiere apoyo pero la actividad intelectual, aún
más.

Pdt 1: Me he dado cuenta, creo podemos mantenerlo, me veo obligado a hacerlo, imaginar su
sonrisa se me hace reconfortante.

Pdt 2: Que horrible sensación y a la vez que gratificante es la de extrañar, anhelar la presencia de
alguien a la que sabes que indefectiblemente volverás a ver, parece ilógica, pero vibrante. Por
ejemplo, yo te extraño y aunque se que te voy a volver a ver, no puedo evitar evocar nuestros
momentos solo para traerte a mi memoria.

De: Willgraham1985@baltimoremail.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 9:40 PM

Intentaré no entenderlo entonces, sentirlo más bien. También intentaré comer, pero no tengo
mucha hambre, la comida es mala, como lo usual.

Pdt 1: Debemos esclarecer en que situaciones lo usamos, mi sonrisa lo solicita.

Pdt 2: No sé que responder a lo último, disculpa.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimoremail.com

Hora: 9:43 PM
Con que lo sepas me doy por bien servido.

Sabiendo que sonríes, te extraño más.

De: Willgraham1985@baltimoremail.com

Para: HanniballecterP@baltimoremail.com

Hora: 9:47 PM

Ya Hannibal, descansa.

Promete que lo harás, que harás todo lo que te haga sentir bien.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimoremail.com

Hora: 9:50 PM

Buenas noches Will, lo prometo.

[...]

La oficina de Hannibal ahora tampoco es la misma, como si el lugar ahora fuera otro distinto desde
que él también lo era. Ahora era el lugar donde conoció a Abigail y Will, así que el mueble ébano
no es del todo ébano si no están allí sentados. Y el profundo pesar de la añoranza, cala un poco
más fuerte.

El mueble verde se ve mejor, como si dejarlo reposar solo hubiera acentuado su perfección, pasa su
mano sobre él y el escalofrío ante la idea de que eso mismo había sido tocado por Will,
perfeccionado por él, lo exaltó. Trayendo al presente lo que de vez en cuando lo gobierne la dulce
rebeldía de sus instintos.

Quería tocar a Will, quería volver a verle en el polo pequeño, infame y roto. Quería volver a
abrazarlo aunque no se mueva y se incomode. Quería, no podía.

Su oficina le pareció insulsa a esa hora de la mañana y la idea de que Will sea el que la remodele
por completo se le hizo ideal, solo para que cuando no esté allí ningún Graham, él quiera estar ahí.

Oh el ombligo, bendito ombligo. Mueve la cabeza, instintos.

Tenía que hacer algo, por lo que decidió actualizar los papeles de su oficina y por fin programar
todas las citas canceladas, bajo su nuevo horario, dejando aún el viernes libre por completo solo
por si lo invitan a un cumpleaños, al que muere por asistir. Cuando termina de organizar sus citas y
se plantea volver a casa a descansar, decide que tiene que calmarse y dejar de pensar en el cuerpo
de Will Graham.

Así que hace lo que debió hacer desde un comienzo, cocina la carne del hombre que asesinó y se
encamina hacia las afueras de Baltimore. Veinte minutos se hacen eternos.

- Will, tienes visitas.

- Uhm, yo...

Lo gratificante que es sorprender a Will, es de repente la cosa favorita de Hannibal, pues aunque
corría el riesgo de una respuesta impredecible, siente que el rostro sonrojado entre papeles, en una
pequeña carpeta, en medio de un desorden de un depósito, lleno de fotos de sus propias creaciones,
con un Will más desaliñado de lo normal, de rizos rebeldes, embriaga tanto a Hannibal, que no se
arrepiente.

Hannibal observa, se da el gusto y supone que se lo merece, porque solo sigue el curso de lo que se
le permite. Rigiéndose bajo los estándares de Will, a lo que puede y no puede recibir. Y visitar en
el trabajo está dentro de los límites amigos/compañeros/pacientemedico.

La mirada de lo que parece ser todo un equipo del FBI haciendo corroboración de datos a su
alrededor, se siente penetrante sobre Hannibal, pero el solo atiende a cada segundo de la reacción
de Will que pasa de sorprendido, a catatónico, a molesto, a nervioso, a contento y finalmente, a
consternado. - Hannibal, que...

- Buenas tardes con todos. - El esfuerzo entre la férula que cuelga de su brazo, doblandolo para una
recuperación que Hannibal ya había forzado asesinando hace dos días, no impide que llegue con un
calentador bajo el otro brazo. - Pasaba por aquí y no pude resistirme a venir a verte.

Junto a su mano libre yacía una lonchera con comida, la misma que Will había comido ese día con
los ingredientes que Hannibal tenía, pero que ahora había cocinado consciente de que Will lo
comería. Con un poco de carne, del hombre que lo fastidio en el bar. Espera que Will abra el taper,
coma, note que es y lo ame.

Poco probable, pero la esperanza jamás es en vano. Se dice.

- Deberías estar descansado. - Will sigue sentado mientras el rubor cubre parte de su cuello, sus
mejillas y su boca, te gusta que esté aquí pero te disgusta mi descuido, o te disgusta que esté aquí y
más aún mi descuido. Pero sientes demasiado respecto a mi.

- ¿Qué puedo decir? Tenías razón, soy un pésimo paciente.

- Doctor Lecter. - El hermoso cuadro de ruborización de Will se ve opacado por el tono agrio y
amable del hombre que en primer lugar había arriesgado y forzado a Will a una situación
peligrosa, terminando en un cuasi sacrificio por celos de Hannibal.

El mismo hombre que ahora trabaja en la muerte de tres hombres que murieron por su culpa.

- Agente Crawford. - Hannibal ahora saluda con una pequeña reverencia, lo que el dolor le permite.
- Es un placer verlo en otras circunstancias.

- Jack, porfavor, le llamé, pero entendí que estaba en una recuperación intensa. - Lo mira con una
sonrisa práctica. - No tan intensa como alegó Will al parecer.

- Él debería estar descansando... - Oficialmente Will está enojado, aún sentado pero en una lucha
interna, de seguro decidiendo si siente más rabia por Jack o por Hannibal. Cuando centra su mirada
en el brazo de Hannibal cargando un bolso calentador, decide que está más molesto con él.

- Will no habla más que con la verdad, yo debería pero como usted entenderá soy un hombre
hambriento por el movimiento.

Jack asiente. - Le entiendo, cada bala que recibí en campo no me retuvo más de dos días en casa.

- Puedo saborearlo.

- Estos son los agentes Zeller, Price y Katz. - Todos se ven interesados en Hannibal, aunque aún
trabajan en la disección de la ropa de su última víctima. - Este es el Doctor Lecter, psiquiatra
reconocido.

- Así que usted es el tipo del que habla Will.

- ¿El Doctor que casi muere porque... fastidiaron a Graham?

- Will dice su nombre cinco veces al día, lo contamos, hemos planteado tomar un shot cada vez que
lo hace.

- El debería... estar descansando. - Will se muerde entre dientes, más rojo y Hannibal lo observa
atentamente, ¿Hablas de mi amor mío?

- Aunque me guste el hecho de que Will hable de mí, tengo que admitir que yo aún hablo más de
él. Creo señor Price que usted terminaría embriagado bajo sus términos en mi juego.

Price sonríe encantado, todos parecen estarlo, extrañados quizás porque un hombre así es amigo de
Will.

- Dije que eras molesto y que eras mentiroso. - Will aclara. - Ahora diré que eres descuidado. Y no
lo hago cinco veces, a veces solo son cuatro y déjenme en paz. - Will toma sus papeles, los ordena,
los desordena, tan neurótico y expuesto que Hannibal quiere besar su nuca para sentir si quema al
sonrojarse. - Cuatro, quizás tres, yo digo que eres molesto.

- Yo suelo decir que eres la persona más inteligente que he conocido en esta vida.

Un silbido, un codazo, un hurra. Todo el sonido desde el desván donde ahora los tres agentes lo
miran con una sonrisa. - ¡El debería estar descansando!

- Doctor Lecter, si está aquí, ¿le molestaría observar yo creo que ust-

Hannibal pretende que no todos lo observan, ni que Jack realmente se atreve a pedir su consejo, así
que hace un gesto. - Sí no te molesta Jack, vine solo para entregarle algo a Will, porque luego debo
regresar a mi oficina a trabajar.

- Porque irá a su casa a descansar.

- A mi casa a descansar, eso dije.

- Sería un delito no robarle un minuto Doctor Lecter. - Jack insiste.

Hannibal mira a Will. - Diez minutos.

Jack asiente. - Enviaré a alguien por usted en quince minutos Doctor y ustedes... Sigan trabajando,
parecen unas malditas colegialas.

Hannibal estira su brazo para alcanzar una silla, Will no le quita los ojos de encima y luego
finalmente, deposita el calentador en la mesa. - Por más que me mires, no apareceré mágicamente
en mi casa Will.
- Tu lo prometiste, prometiste que descansarías.

- Dijiste que haga todo por sentirme mejor.

- Exacto.

- Verte me hace sentir mejor.

Will niega, mira la mesa. - Eso ni siquiera tiene lógica.

Hannibal toca el calentador. - Por favor, ábrelo.

Will sigue molesto. - Dejen de mirar. - Dice en voz un poco más alta y luego el sonido de tres
risitas llena el lugar, mientras Will abre su calentador.

[...]

- Spaguetti en finas hierbas, salsa blanca de vino dulce, champiñones, pimientos, carne de cerdo y
un soufflé de papas con queso gratinado.

Will deja de estar enojado, para emocionarse, tan drásticamente que Hannibal tiene que apretar las
manos sobre su férula para no besarlo. - Me hiciste tallarines.

- Sí, los que te gustaron pero mejoré, se que no has comido bien y me gustaría que comieras...

Pero Will ya está comiendo con un gran bocado, lleno de mejillas rebosando. - Gracias. - Murmura.

- Es un placer.

- Joder, esto es...

- Modales.

- Muy rico.

- Me alegra Will.

La comida antes y después, siempre será comida, aunque para Hannibal era el tercer placer más
grande tras el ver morir y tras, hacer el amor a la persona correcta. Ver a Will comer, la misma
carne del hombre que lo insultó, pasa a primer lugar, obviamente. - Hiciste bastante.

- Casi lo olvido. - Otro taper más, uno lleno de pan con queso parmesano y perejil. - Acompañante
o si se llena, un snack para su tarde.

Will toma un pan, sigue hablando con la boca llena. - Mierda, esto es más que pan.

Hannibal está sonriendo mientras ve a Will comer y piensa, ¿sería muy raro si le trajera comida
cada día hasta el fin de sus días?

Piensa hasta que de nuevo siente las miradas y los cuchicheos detrás de él. Así que los mira. - Sí
Will lo permite, podrían comer un poco, siempre es bueno desafiar el paladar desconocido.

- No.

Hannibal estira su mano por el hombro de Will. - Gracias Will, siempre generoso.

Hannibal se pone de pie y reparte a cada uno, un pedazo de pan. Todos lo halagan, sabe que los
tiene en su bolsillo fácilmente.

Cuando regresa a sentarse con Will, este asoma su rostro al tupper y verifica si queda pan. Cuando
encuentra que quedan tres, asiente. Comprobando. Hannibal quiere ir a su casa a hacer más, solo
para que Will esté contento.

- Uhm, ¿Quieres ver las fotos?

Hannibal asiente y recibe el compendio de imágenes de las tres víctimas, mientras Will sigue
comiendo. Ve que la simetría de los tres sigue siendo lo que quería. - Entonces, ¿tienen algo en
común?

Will niega. - Solo la edad y que son hombres, nada significante.

- El primero que te abordó es el único que tiene un diseño.

- Todos tienen un diseño, pero el de es el más elaborado.

- Petunias.

- Sí.

- Casi parece sentimental.

Will raspa lo último que queda de comida y toma el último pan. - Lo es, es casi diferente, aunque
muy limitado. Como si quisiera transmitir propiedad, pero respetando el mensaje.

- ¿Está dirigido a alguien?

- A mi.

Hannibal ladea el rostro. - ¿Cómo has caído en la conclusión?

- El... Se que no tiene lógica, pero dejó una viruta de madera en cada uno de los cuerpos y se vio, se
sintió como yo mismo. La viruta de madera con la que trabajé en su sillón.

Hannibal finge sorpresa. - No es por ser un exagerado, pero deberías tener un escolta.

Will niega. - No me va a matar, no mientras le interese.

- ¿Te estás encariñando Will?

Will mira el depósito de comida y finalmente levanta los ojos. - Necesito saber que quiere decirme,
solo es eso, quisiera verlo y yo... Quisiera que me deje conocerlo.

Hannibal casi puede ronronear. - La mente y su curiosidad, ¿dirías que sientes frío por el
Destripador?

Will asiente, porque sabe a lo que se refiere. - Yo eh... lavaré todo y te lo traeré en un segundo.

- No es necesario, son tuyos, devuelvemelos cuando puedas y solo con la condición de que me
dejes volver a traerte comida.

- Hannibal...

- Will.
[...]

El viaje en auto, cocinar, ir a la oficina y caminar para hablar con Jack sobre asesinatos que él
mismo hizo, lo dejan exhausto y adolorido. Pero la idea de no despedirse de Will lo fastidia,
finalmente para eso estaba ahí. Así que el regreso al camión se hace a duras penas, agitado. Quizás
si debería descansar, se dice así mismo.

Cuando llega, la chica Katz está con Will hablando a un lado de la camioneta, claro que Will se ve
incómodo, demasiado y la curiosidad de Hannibal se desglosa, queriendo saber que pone tan
incómodo al chico. Acercarse es una tentación. - Le gustas, ¿verdad?

- Mezclar temas laborales y personales puede ser contraproducente, yo, uhm.

- Vamos Graham, tienes que darme algo, el tipo te trajo comida, en un tupper, ni mi madre haría
eso.

- Solo es comida.

- No jodas, sabes que no es solo eso.

Will suspira. - Le gusto si, tiene sentimientos o algo así, pero solo deja de mencionarlo, ¿si? Se
puede sentir incómodo, la exposición es bastante incómoda.

Un golpe en el brazo, probablemente de Katz a Will. - Lo sabía, mierda, es la lotería Graham.

- No es...

- Entonces, ¿él te trae comida y tú llevas el postre a casa?

- No me gustan los dulces.

- Oh vamos.

Un silencio. - Estás haciendo alusión a una broma de connotación sexual Beverly, le diré a Jack.

- Will, porfavor...

- No, no es... Yo no siento lo mismo.

Hannibal suspira, ya lo sabe, pero aún duele escucharlo. - Solo date tiempo, ¿vale? Hablas del tipo
todo el tiempo.

- Yo me quejo de él todo el tiempo.

- Mitad del enamoramiento se trata de eso.

- Él es muy molesto, ¿verdad?

Otro silencio. - Es que el tipo te hizo comida.

Otro silencio más, Hannibal quiere ver, se resigna. - Él es así, es proveedor, su instinto le dice que
lo haga.

- Will, le gustas, permítete aceptarlo y ya, ¿solo no enloquezcas?

- Intentaré.

- Además está jodidamente ardiente.

- Su tempera... Oh, él está bien, físicamente agradable.

- ¡Físicamente agradable! Travieso nivel Graham

- Ya cállate Beverly.

- Solo se más bueno, intenta no tratarlo como la mierda siempre, aunque es del tipo que parece
gustarle.

- Yo no lo trato como una mierda, yo... le he abrazado dos veces.

Katz ahora se ríe. - Ok, eso suena alocado.

- ¿Crees que debería? Uhm, devolver el gesto, ¿verdad?

- Sólo se bonito, todos queremos más pan con queso.

- Yo también.

[...]

- Entonces, te vas...

- A descansar, mi médico y mi perfilador de cabecera me lo han recomendado.

- Si no vas a tu casa me molestaré.

- Estaré en mi casa hasta que tu ordenes que salga, lo juro, podrían ser años, seguiré esperando.

- Tienes que dejar de hablar así. - Pero Will es pura sonrisa, Hannibal se pregunta si puede cocinar
lo mismo para siempre.

- ¿Te molesta que te recuerde lo que me haces sentir?

Will asiente. - Solo porque no se que responder.

Hannibal reduce la distancia, su auto atrás lo espera.- Will, te he dicho que solo quiero lo que
puedas darme, no necesito más.

- Uhm, entonces, ¿vendrás el viernes? Abigail quiso invitarte, le dije que era extraño y ella dijo que
era su cumpleaños, así que me callé.

Hannibal sonríe. - ¿Hay algún código de etiqueta para tan magno evento?

Will ladea el rostro, luego sonríe de vuelta. - Ropa que no pueda lamentar si la llenan de pelo los
perros.
- Creo que puedo encontrar algo acorde. - Hannibal inclina de nuevo su rostro. - Hasta el viernes
Will. - Camina su auto, sintiendo que el chico lo mira, indeciso, pero de nuevo concentrado en
observar como su comportamiento es agraciado.

- Espera. - Hannibal se detiene, Will se acerca, tan pero tan cerca que puede oler el vino de la salsa
blanca, su sudor y su loción. Un paso más y podrían rozar su labios, aunque luego solo puede
sentir el toque de su mano, sobre su estómago. Deja de respirar. - ¿Está cicatrizando bien?

Will lo mira a los ojos, que con la luz de la tarde son verdes como el bosque. - Sí, yo estoy
cuidando de limpiarla siempre, Will.

La mano sigue allí, Will mira, solo mira. - Hasta el viernes Hannibal. - ¿Porqué no quita la
mano? - Recuerda cambiar la venda, ¿vale?

-Sí.

Finalmente Will retrocede un paso, aunque totalmente sonrojado, de respiración agitada,


probablemente por el acercamiento, por la cercanía. Hannibal se demora diez segundos en volver a
ponerse en marcha, cuando está en el auto, el volante quema en sus manos. Intenta pensar
correctamente, no puede.

Y luego de tantos años, la idea de hacer algo al respecto, tan banal y normal como una acción
fisiológica se ve atrayente. Maneja a casa, el toque de Will en su estómago, sigue quemando. Tan
cerca... Tan lejos.
Conozco la pesca

Cuando Abigail mira el reloj de su mesa de noche, sonríe.

Hoy es noche de pesca, como papá le llamaba, seis veces al año, de sus días favoritos.

Son las tres de la mañana... la hora perfecta para mirar el cielo, porque es realmente oscuro y uno
se puede mover en medio del bosque solo si lo conoces.

Una persona normal se perdería, caería en un pozo, no vería venir a un oso. Pero ella no, ella
conocía el bosque mejor que nadie y la mejor hora de probarlo, era a las tres de la mañana.

Normalmente, en un día común y corriente de pesca papá la hubiera levantado dos horas después,
pero ese día era especial. Era su cumpleaños y ya contaba como su primer regalo la modificación
del horario.

La coincidencia forzada de la noche de pesca con su cumpleaños, una jugarreta de ambos.

Mira hacia arriba, no tiene mucho control así que pronto el desfile de cosas malas que pueden
pasar ese día comienza, así que cierra los párpados un poco solo para silenciar todo. El bosque está
mojado, porque ha llovido, el palacio está húmedo, tal y como quiere, porque ese día es su
cumpleaños. Y doma sorprendentemente su ansiedad, aún se siente extraño hacerlo y aún quiere
fumar, aún fuma, pero poco a poco empieza a aceptar que sirve, realmente lo hace.

Rápidamente se convence de que ese día nada puede salir mal, esos días suelen ser felices. Su
padre y ella siempre se aseguraban de ello. - Abi...

- Ya estoy despierta.

- Vamos, alístate para la escuela.

Abigail patea las frazadas, de un salto. - Amo esa escuela.

Will entonces asoma la escopeta en una mano y otra escopeta en el otro brazo, acomodado. - La
escuela de cacería abre en una hora señorita, favor de estar lista, yo ya no soy su padre, soy su
profesor y las faltas son tomadas muy en serio.

- ¡Amo mis cumpleaños!

Sí, Abigail sabía que esos días eran los mejores y lo eran, desde que ella y Will habían decidido
que si no podían controlar el mundo, harían su propio mundo a su manera. Fuera el día que fuera,
si era catorce de Julio, Abigail no iba a clases regulares y pescaban, Will inventaba siempre la
misma enfermedad que era una gripe, que la escuela dejaba pasar porque así de raros eran los
Graham.

- Bien, esto no es un juego...

- Es una cosa seria, que debo tomar en serio, porque hacerme daño no es una opción y porque hoy
día cazamos, para no dejarnos cazar.

- Muy bien.

Will viste su abrigo más grueso, una gorra azul, sus pantalones viejos y Abigail se ve muy parecida
a él. Will prefería salir a las cuatro o cinco de la mañana, porque creía que la presa estaría con
probabilidades de estar más manso, y además, la oscuridad menguaba, pero Abigail adoraba salir a
las tres. Era su cumpleaños y su jurisdicción, como decía su padre, era ilimitada por veinticuatro
horas.

- Bien, entonces hoy es el día.

- Sí. - Está emocionada, es la primera vez que ella va a disparar, no solo acompañar.

Papá le decía pescar y no cazar, porque ellos no mataban por el instinto de sobrevivencia ni
acudían a la violencia contra la presa. Pues incluso cuando se trataba de acabar con la vida de algo,
Will consideraba que la vigilancia y la paciencia eran los mejores aliados.

Ellos acechaban, no perseguían.

La noche y el frío los cobija, Abigail adora la oscuridad, Will ama el frío, así que se adentran con
total comodidad, así que para lo que para muchos es desconocido, para ellos es el hábitat natural.

Su presa, efectivamente está desprovista de seguridad, es un animal quieto y hermoso, pero presto
para ser pescado. Will hace una señal, Abigail se agacha junto a él. - Noventa grados, la mirilla
fija, sin temblar, sin respirar, vista fija Abigail, solo hay una oportunidad.

La niña asiente, siente la emoción de una vida corriendo bajo su responsabilidad. Entonces, dispara
y la bala cae en medio de los ojos. - Lo hice.

Will asiente, se ve tranquilo, siempre lo es cuando pescan. - Feliz cumpleaños Abi.

[...]

Luego de pescar, Will decide que Abigail haga lo que quiera que significa volver a dormir,
mientras preparan el desayuno. Pero ella no puede dormir, porque la emoción del control la invade.
Amaba ver a su padre cazar, Will normalmente dejaba de pensar y se enfocaba tanto, que podía
absorber su propia paz. Y ahora que ella lo hizo, se sintió igual. Solo tuvo que esperar quince años
para sentirlo y está segura de que es la mejor sensación del mundo.

Anota para que más tarde, cuando el día haya terminado, edificar ese momento en su palacio, sexto
árbol a la izquierda, uno pequeño y fúnebre donde guarda desde el primer día en el que pescaron
hasta la actualidad. Cuando pescaron por primera vez, a sus nueve años, Abigail lloró, Will la
abrazó y le preguntó si ya no deseaba volver a salir a pescar.

Abigail le dijo que lloró porque le pareció hermoso hacerlo.

Su padre estaba abajo, preparando el desayuno y guardando los animales que habían cazado. Por
ser su cumpleaños, habían cazado tres, uno ella y dos Will. Así que la labor de destripamiento,
limpieza y disección demoraría un poco más. Abigail aún no tenía permiso para hacer cortes ni
limpiar, solo lo haría cuando cumpliera los dieciséis años.

Como no puede dormir, baja y Will apenas la mira sigue trabajando, ella solo sirve café y observa.
No hablan mucho, no lo necesitan hacer y se desarrolla la mañana, con tranquilidad. Cuando el
silencio es tanto que el simple mover de la cuchara se siente estrepitoso, las murmuraciones de
Will se sienten demasiado bien para Abigail. Solo el sonido, la practicidad y la programación. -
Incisión parte frontal, incisión lateral, sangre, sangre, lateral, uhm, lateral, veinte centímetros,
incisión, sangre, sangre.

- Incisión lateral, sangre, sangre.

- Silencio.

Abigail sonríe, le encanta cuando papá está en su mundo, uno desde donde ella podía gravitar con
total permiso de no ser arrastrada hacia fuera. Es un mundo brillante, de pensamientos inexactos y
a la vez inocentes. Algo más que TEA, autenticidad. Ella estaba acostumbrada a ser ignorada la
mayor parte del tiempo, pero más que ignorar ella lo consideraba un espacio para observar, para
acompañar.

Su padre cortaba con perfección cada pedazo, limpiando con esmero, dejando lo que antes era un
global, a particulares trozos. El no honra al animal, solo es práctico al respecto.

Su pasión no está en el significado de quitar una vida, si no que Will convierte desde la simple
acción de barrer a matar, de estudiar a destripar, en un mecanismo sin pensamientos.

Abigail podía vivir así, si bien ella pescaba por la emoción y no por que la acción le generara otro
ámbito de control, apreciaba el arte de hacerlo. Podría no vivir en el mismo mundo que su padre,
pero podría existir muy cerca. Algunos estaban hechos para pensar, otros para sentir.

El pequeño pitido de celular los despierta a ambos del letargo de la disección, en cualquier otra
ocasión eso no hubiera pasado, porque Will olvidaba el celular en cualquier lado, pero Abigail sabe
que eso ha cambiado, porque ahora el pitido significa mensaje de Hannibal. - ¿Tan temprano?

Will frunce el ceño, sigue cortando pero su mirada ya no es fija ni concentrada, mirando la brillante
pantalla. - Siete de la mañana en día útil puede ser considerada una hora aceptable para el
intercambio de mensajes.

- Si tu lo dices.

Aunque ella no era Will, también resentía los cambios. Acostumbrada por años a mantener las
rutinas impuestas en casa, a los diez años se molestaba y hacía una rabieta cuando los planes se
veían cambiados. Por ejemplo, los lunes de brócolis, aunque los odiaba, debían ser lunes de
brócolis porque eso indicaba que el orden natural de tranquilidad se mantenía. Al igual que los
martes de pescado, los miércoles de puré, los jueves de carne de cerdo, los viernes de pizza.

No era neurodivergente le dijeron cuando tenía seis años y se lo volvieron a decir cuando tenía
trece, Will casi se desmaya de tranquilidad cuando el diagnóstico fue asegurado por cinco médicos
diferentes. Abigail solo era retraída socialmente, probablemente por influencia indirecta de su
padre y su propio ADN, tales experiencias como el abandono y el desarrollo limitado.

Pero a Abigail le gustaba ser diferente, le gustaba escuchar lo que se decía entre palabras, observar
y dejarse llevar por la soledad de sus pensamientos. Su padre estaba contento con que no tuviera
TEA, pero ella casi lo hubiera querido tener porque eso significaba un diagnóstico y eso significaba
estar más cerca de su padre. Pero luego entendió que ella amaba las rutinas por algo más, ella
amaba ser parte del pequeño club de los que no olvidaban.

Así que cuando el celular de su padre ahora estaba siempre en su bolsillo, cuando los miércoles
tuvieron que agregar la cita con el psiquiatra y Will empezó a murmurar cuando no era normal que
lo hiciera, cuando empezó a notar que pescar era un evento más premeditado, no le molestó.
Porque eso significaba que estaban mutando, solo un poco ante un integrante nuevo, que no
intentaría cambiarlos y que probablemente estaba dispuesto hacer los mismos cambios por ellos.

- ¿No verás el mensaje?

- Cortar, cortar, disección de costilla número cinco... No.

- Puede ser importante.

- Hannibal es inoportuno.

- Podría tratarse de un tema impostergable, con límite, podría estar herido o necesitar ayuda para la
entrega de un documento con fecha de expedición.

Will suspira y resignado toma el teléfono... Abigail pone aquel rostro estoico que intenta no reflejar
nada, como el hecho de que está haciendo su parte del trato, el resto dependía de Hannibal. Lo cual
Hannibal estaba haciendo muy bien.

Pocas veces ha reconocido en su padre el instinto de querer o de que le gustara alguien, de niña
soñaba por ejemplo que su papá conociera a una mujer rubia, bonita, graciosa y perfecta que sería
su madre, pero luego conoció a su padre por completo.

Así que finalmente soñó con que conociera a cualquier ser humano que pudiera verlo como lo que
realmente era y que si tenía suerte, fuera amigo de ella.

Definitivamente no necesitaban alguien común y cuando la idea de que existiera alguien así, que
entendiera los viernes de pesca semestralmente se hizo imposible, creyó que estaban mejor solos.

Pero llegó Hannibal.

Hannibal era eso, Hannibal adoraba.

Adoraba a Will, Abigail lo sabía porque no había otra forma de llamar a la forma en la que el
hombre miraba a su papá, como si se fuera a desaparecer en cualquier momento. Le había dado un
palacio, los había visto entre todos, los había querido entender. Había sobrepasado la valla de que
eran raros, ya que eran únicos. De que eran únicos.

Lo que era un enigma para Abigail era si su papá podía amar a Hannibal de vuelta, pero lo que sí
sabía era que le gustaba. - ¿Qué dice?

- No seas metiche.

- Así que ahora guardan secretos.

- Silencio.

Pero sin duda alguna, el cambio más grande en su rutina y al que Abigail podía acostumbrarse era
ver a su papá sonreír. Como un tonto con el teléfono, bajar la mano, leer una y otra vez lo que sea
que Hannibal hubiera dicho, mover su pie nervioso, bajar la cabeza, murmurar ébano, verde,
ébano, verde y luego sonreír.

Sí, podía acostumbrarse a eso.

[...]
- Entonces, solo hamburguesas, ¿verdad?

Will había comprado quince hamburguesas aunque los invitados eran tristemente dos personas. -
Nuestro desbalance económico no nos permite la pizza, pero te tengo una sorpresa que creo que
podría gustarte o no gustarte, dependiendo de tu percepción.

- ¿Una sorpresa? - Abigail abre los ojos, sin duda alguna segura de que tenía que ver con la
influencia de Hannibal.

- Una sorpresa es un evento inesperado, que tiene los pilares de tu agrado.

- Bien, entonces hoy habrá descontrol.

La mesa ordenada, con el mantel de eventos que resulta ser beige y no blanco, los platos viejos
pero bien lavados y el plato bonito, para Hannibal y no para ella, aunque sea su cumpleaños,
porque Hannibal es de alta alcurnia. - No es de alta alcurnia, solo se pudre en dinero y me tiene
hasta la mierda de elegancia.

- Papá.

- Es refinado.

- Mejor.

Entonces la mesa, gaseosa de naranja, hamburguesas, sin papas porque no alcanzaba, jodido
Hannibal y su cena elegante de resurreción post balacera, así que solo queda esperar con la música
favorita de Abigail, que no es más que rock. Prende el estereo y configura su celular, Will suspira
preparado para lo que sea que vaya a sonar, que asegura no tiene ningún patrón, pero es la
jurisdicción de su cumpleaños.

Pone "Fancy Like" y baila un poco, coordinadamente no, pero baila mientras toma una
hamburguesa y esperan a que lleguen los demás, Will no hace un gesto de molestia, lo cual quiere
decir que la música no le molesta del todo.

Alana es la primera en llegar, llena de bolsas de obsequios probablemente, a Abigail le gusta Alana
solo porque no es mala, parece ser buena acomodándose a ellos, aunque no adentrándose, además
la quiere y casi puede fingir que es una madre sustituta, si ella fuera del todo normal. Pero no lo es.
- ¡Feliz cumpleaños Abi! - El abrazo es genuino.

- ¡Viniste! - Abigail sigue el protocolo del saludo en general y la sorpresa de ver a Alana ahí
ciertamente no es raro, como cada año hace seis, cuando pensó que su padre tenía algo con ella.
Pero luego vio que no, que no eran nada. Solo era como un ancla con normalidad, la tía Alana.

- Dime que compraron la pizza, porfavor es lo único en lo que he pensado desde que manejé hasta
aquí.

- Estamos bajos de fondo. - Will dice y sirve gaseosa para Alana. - Solo hamburguesas.

Bien, Abigail observa a su padre, nota cierta reticencia. Se pregunta si tendrá que ver con que que
no hay pizza como cada cumpleaños, lo que indica que es un cumpleaños con variaciones. - Yo
pude traerla.

Will murmura. - No es necesario, las modificaciones son normales.


Alana trajo ropa, mucha ropa nueva y trajo un reloj inteligente, Abigail le agradece aunque el reloj
piensa en como venderlo, solo porque ella no usa cosas como esas. Ella solo quiere un celular
funcional y libros, muchos libros. - Buena música, como siempre Abi.

- Gracias.

- ¿Empezamos a alocarnos? - Para Alana siempre era lo mismo, comían hasta hartarse, veían una
película y luego miraban la noche desde el umbral de la casa, en sillas hasta que el frío era
criminal.

- Hay un nuevo invitado. - Abigail levanta las cejas. - Tenemos un nuevo amigo.

Alana ladea el rostro. - Will dime que no adoptaste otro perro.

Will entrecierra los ojos. - No, es una persona.

- Hannibal. - Dice Abigail, a lo que Alana está sorprendida y muerde sus labios.

- Yo no sabía...

- Es que somos amigos.

- Está atrasado. - Su padre detesta la impuntualidad, por eso Alana estaba ahí ocho de la noche en
punto y ya eran las ocho y quince minutos.

Hice mi parte del trato Doc, no malogre todo. - Lo vamos a esperar.

Solo media hora después, el Bentley de Hannibal está afuera, mientras que los perros saltan a su
alrededor, ella abre la puerta, Hannibal está aún más lleno de bolsas que Alana.

- Lamento mi tardanza. - Hannibal habla para todos pero busca la mirada de Will, quien
olímpicamente lo ignora sirviendo más gaseosa. - Will, buenas noches.

Amigo, es mi cumpleaños...

- Llegas tarde.

- Me disculpo, algo me detuvo.

Will está a punto de reclamar, cuando Hannibal saca de sus manos, aún con ferula, una bolsa que
huele a nuevo, de diez libros de una edición cara, la más reciente. - Feliz cumpleaños Abigail.

El asombro es general, Abigail calcula la millonada que eso debe haber costado pero acaricia cada
libro, ahí estaban los diez que había seleccionado en la biblioteca sin contar el original que
Hannibal le había regalado, diez libros que había pedido a su papá y que su papá había dicho que
podía dárselos, pero solo de manera semestral. - Eso debió costar demasiado. - Abigail mira a su
padre con fastidio. - Abigail la fastidiosa no ha hecho mérito para esto, aunque tiene jurisdic-

- Debido al gasto innecesario que se realizó, quise devolver a cambio este presente que será bien
valorado, ¿verdad? No acepto un no por respuesta.

Abigail sonríe, abraza a Hannibal y todos parecen estar derrotados. - Eso es muy amable de tu
parte, una gran selección. - Alana observa, su curiosidad es palpable.

- Ah y cómo olvidar... - Hannibal retrocede, vuelve a salir a su auto, cuando regresa, tiene cajas de
pizza, al menos cuatro que tiene, pero se aleja de sí mismo. - Comida desagradable para todos.
Abigail lo adora.

Abigail mira a su padre, como normalmente un hijo y sobre todo ella, haría ante la expectativa de
que algo puede importunar su actitud, sin embargo, la actitud de Will es impredecible, como el
celular, como el horario, como las sonrisas.

Su padre mira a Hannibal, solo por un minuto, como Hannibal mira a Will. Como si fuera a
desaparecer.

[...]

Cuando comen, Abigail siente que tiene todo lo que quiere tener. Tiene a Winston a sus pies,
recibiendo comida de contrabando, pizza, hamburguesas, la música de Walter Hakes, un poco de
Elvis, otro poco de ACDC y finalmente Bob Sager, pero mejor Miss Molly de Little Richard,
además tiene a su padre cómodo con la exposición social. Tan cómodo que lava los platos en
desorden, no de más grande a pequeño, si no, que de más pequeño a más grande.

Hannibal está a un metro de su padre, su papá parece tenso, por eso el desorden al lavar algo. ¿Qué
le dice Hannibal a su papá? No entiende, lo que sabe es que ahí hay tensión.

Dios, ¿podrían ser más obvios? Al menos Hannibal no puede no cuando sigue avanzando varios
centímetros, luego ve otra diferencia, su papá se deja cercar un poco más. Si fuera otro estaría
lejos, estaría huyendo. Pero se queda ahí.

- Hannibal, ¿iremos a la ópera de Flaubert? Lo había anotado...

Dentro de su observación, Alana casi no cabe en el cuadro, aunque sigue queriendo que esté ahí,
muchas veces había sido buena para su papá, los había cuidado. Sin embargo, no encaja, lleva un
espacio en el que ahora parece desentonar. Porque su padre solo atiende las quejas de Hannibal
quien solo habla de lo horrible que estuvo la comida mientras ella solo se encarga de rondar
alrededor, para que Hannibal sepa hasta cuando deba acercarse.

- ¿Ópera?

- Oh si, Hannibal me prometió llevarme pronto, creo que Flaubert puede ser...

Mala señal, se pone alerta, como cuando va a pescar, porque su padre está tenso, como cuando no
tienen control de la respuesta de alguien ajeno. La comida, la hora, no sabe que puede molestarlo.
Hasta que es tan obvio que le duele, le alegra y la entristece, su papá y su gusto por el frío, su
posesión. - Alana, creo que este fin de semana estaré ocupado.

Su papá está celoso.

- ¿Irán a la ópera?

- No estaba planeado, Will...

- Hannibal y yo...

Abigail ahora tiene que arreglar todo, porque su papá está tenso, él y su extraña necesidad de
control, por todo lo que rodea. - Jamás he ido a la ópera.
Dice pero realmente no lo necesita decir, ella no ama la ópera. Espera Hannibal entienda, el la mira
y lo hace. - Podemos ir todos.

Su padre se relaja, es tan obvio, para todos menos para Alana. Su papá se queda quieto, respira
mejor. Proceden a mirar películas. Abigail espera no ser muy obvia cuando pide que Alana se
siente con ella.

Hannibal ahora está sentado con su papá, mientras miran un viejo corto de vaqueros del oeste. Ella
intenta escuchar lo mejor que puede, además es fastidiosa y también metiche. - Will...

- Hannibal, ¿irás con ella a la ópera?

- ¿Podría?

- Lo que quieras.

- Will, solo haré lo que tu quieras.

- ¿Tienes frío?

- Will...

Abigail intenta concentrarse realmente en la película, lo hace cuando se pone interesante, cuando
regresa la mirada a su padre y Hannibal están juntos, demasiado y Abigail está feliz.

Bien por Hannibal, quizás un dia puedan pescar juntos.

Cuando Alana se va, Hannibal saca una cajetilla de cigarros en el umbral donde hace frío. Su padre
enciende uno, fuma.

Esa es la sorpresa.

Abigail decide no fumar porque sólo su papá lo hace. Cuando Hannibal y Will comparten un
cigarro frente a ella, Abigail decide que fumar es horrible.

Los deja solos. Antes de irse, Hannibal está cerca de su papá, le desea suerte y luego
definitivamente, piensa que nunca más fumará.
Conozco la posesividad de Will

Definitivamente no era un buen día para Hannibal Lecter.

De hecho, desde la mañana, cuando la máquina de expresso se malogró y tuvo que tomar un café
regular, se agrió en un simple comienzo mediocre para su gusto.

Lo que sucedió a continuación fue otra clara señal de que efectivamente el día pretendía tomar un
curso en particular negativo, pues el Tattle Crime y Freddie Lounds se habían encargado de
concretarlo: "El Destripador pasa de moda: El nuevo asesino que aterroriza Baltimore ya ha
cobrado nueve víctimas"

Un poco aficionado y más bien experimentado psicópata aterroriza las calles de Baltimore bajo su
novedosa estrategia que deja solo órganos en vez de cadáveres, quizás en una clara alusión al
Destirpador y su método inverso.

Evidentemente este nuevo psicópata es experimentado y puede llevar matando tanto tiempo como
nuestro viejo Destripador, pero a su diferencia, está comprometido en dejar en claro que es
diferente: Él no se lleva los órganos, si no que los deja, demostrando quizás superioridad.

¿Podrá este nuevo asesino superar la marca del otro? ¿El Destripador está viendo caer su método
desplazado por la novedad?"

Hannibal no es un tipo competitivo, puede sentir que este tipo, del que poco o nada sabe, puede ser
un aficionado que intenta llamar su atención o solo fastidiarlo. Pero de lo que está seguro es que
dos asesinos no pueden reinar en Baltimore.

Se pregunta si la clara tentativa periodística a su aparición tiene que ver con Jack, siempre
empeñado en jugarretas. Incluso se pregunta si también tiene que ver con Will y su sed por verlo
aparecer. Lo que finalmente le recuerda, que Will no ha hablado con él durante dos días.

Mal día, mal comienzo, mala racha.

El sin sabor de la comparación ya ha terminado de fastidiarlo y la sola idea de que tiene que
recoger a Alana y no a Abigail y a Will para la ópera de más tarde se hace incluso más pesada.
Incluso cuando insistió en hacerlo, en la única llamada que tuvo con Will, empecinado en ir por su
cuenta.

Empecinado también en encontrar ropa apropiada para él y Abigail, sin la asesoría de Hannibal, sin
su apoyo. - Tú solo recoges a Alana, creo que no quiero importunar más su acuerdo, ya bastante
fastidiados con nuestra inclusión...

- Will, te recuerdo que fuiste tu quien alentó a que se concretará una invitación que yo no había
hecho.

- Buenas noches Hannibal.

- No cuelgues.
Pero colgó y claro, no contestó las siguientes llamadas. Aún con la última cariñosa reunión en el
cumpleaños de Abigail y el sublime momento en el que Will aceptó el cigarrillo antes probado por
el mismo, aún así, Will estaba extrañamente lejano.

Cuando dan las tres de la tarde de ese viernes y tiene a Franklin sentado frente a él, deja que el
desgobierno lo castigue ya por completo en su desgracia. - ¿Por qué no podemos ser amigos? Es
decir, claramente tenemos los mismos gustos en común y los mismos lugares por defecto.

- Has encontrado Franklin otro apoyo en el que buscas aferrarte solo para sostenerte porque otra
vez tu confianza merma en ti.

- No, es decir. - Suda, Franklin siempre suda y tartamudea, lo que hace difícil no sentir su aroma de
Channel y miedo, la peor mezcla para un niño rico. - No se trata de suplir nada, genuinamente
anhelo su compañía.

- Franklin no puedo ser tu amigo, soy tu psiquiatra.

El tipo aprieta las manos, sus nudillos regordetes y blancos aluden que no es su primer rechazo,
probablemente no el último tampoco. - ¡Porfavor nos divertiríamos tanto! Yo escucho a Sinatra, yo
tengo una colección grandiosa de Sinatra, yo se que usted gusta de Sinatra, creo que si Sinatra
estuviera vivo seríamos amigos, ¿sabe lo divertido que sería? Usted, yo, escuchando a Sinatra.

Hannibal se remueve en su asiento, solo han pasado veinte minutos y el resto de la media hora
parece infinito. Además, su mueble verde necesita cuidado, refacción, quizás la primera lavada de
la que Will hablaba, porque la idea de que Franklin esperó ahí, ahora le molesta. - Franklin no solo
no puedo, no quiero ser tu amigo.

El hombre cierra un poco los ojos. - Yo... ¿por qué no puedo tener amigos como usted? ¿Qué tengo
de malo?

Tu desesperación. - Alientas más a lo que tienes que dar que realmente no centras tu atención en lo
que quieres recibir, eso puede ser desalentador para personas como yo, no muchos buscan Franklin
un pupilo, buscan un amigo.

- No quiero que me cuide, yo quiero cuidarlo. - Mentira quieres que te cuiden, que se preocupen
por ti, que te carguen, que te alienten, que te vean, yo ya tengo a Will y a su lado, eres nada, peor
que nada, eres la suela de Will. - Quiero su compañía.

- Hablemos de porque quieres la compañía de alguien, ¿por qué la necesitas?

- Porque estoy solo. - Franklin sonríe, pero es tan vacía su sonrisa como un café pasado pero sin
expresso. - Es decir tengo amigos, yo los tengo, pero no son como usted, no... me dan tranquilidad.
No son importantes.

- Puedes hallar esa compañía lustre que tanto anhelas contigo mismo, puedes darte cierta
tranquilidad, si tenemos los mismos gustos entonces eres parecido a lo que buscas, ¿lo has
pensado?

- Eso solo es triste.

- Enriquecedor Franklin, yo mismo soy mi primer amigo, mi compañía es mucho más


complaciente que cualquiera.

Franklin ante la idea de si mismo como amigo le parece desagradable, si Franklin, si para ti
mismo eres desagradable, imagínate para mi. - Usted miente, es decir. - Sonríe. - Lo he visto
saliendo con el tipo Graham de aquí varias veces, el tipo de las noticias del FBI, yo tomo mi cena
en el restaurante francés del frente, no es que lo esté acosando, pero lo he visto.

- Veo, ¿que tiene de relevancia?

- Usted es su amigo.

- Sí, lo soy, pero no veo que tiene que ver mi vida personal contigo Franklin.

Franklin cierra el saco, lo abre y lo cierra, nervios, molestia, incredulidad. - El tipo no es más que el
tipo rústico, es decir, ni siquiera viste un traje y usted sin embargo lo cuida, ¿verdad? Es que yo no
lo entiendo, ¿si quiera sabe la diferencia entre un Merlot y un Malbec?

La idea de degollar a Franklin es atractiva, mejor aún de hacer dos pequeñas incisiones en sus
piernas y brazos para que se desangre y pudra durante días, mejor. ¿Cómo se atreve siquiera a
nombrar a Will Graham? ¿Creer que puede juzgarlo? ¿Qué detalles banales como una impresión
pueden decirle quién era? - No elegimos a nuestros amigos.

- Usted sí.

- Franklin mi elección no está en tela de juicio, no se trata de mí, se trata de ti juzgando lo que un
amigo debe significar.

- ¿No debemos elegir lo mejor?

- Will Graham es lo mejor para mi juicio.

Franklin ahora se ve molesto, irritado, nervioso aún más, pero sobre todo ofendido. - No es bueno
para su imagen, debe ser buen tipo, pero si él puede, ¿porqué yo no podría?

- Franklin, no debes compararte. - Perderías, ni siquiera competirías, sería tan triste.

- Yo simplemente no lo entiendo... Yo daría todo por usted.

Hannibal suspira. - Hablemos de porque darías todo por alguien que te rechaza, cuéntame Franklin,
¿Diste todo por alguien que te rechazó y aún ese vacío te persigue?

Pero Franklin no está dispuesto a curarse, menos aún ver dentro de sí mismo, porque su tristeza lo
aturde, su verdad lo asquea. - ¡Yo solo quiero ser su amigo!

Hannibal mira la hora, aún faltan veinte minutos. Maldita máquina de expresso.

[...]

El traje ajustado luce bien, las mangas a la altura correcta y el moño centrado, la camisa plegada y
el color negro que lo acompaña, esta vez azabache, italiano se ve bien.

El problema es que Alana es quien se lo hace notar, como lo hizo notar cuando la recogió y colocó
una mano divertida sobre su pecho, cuando estaban en el auto camino a la ópera y también, cuando
Will y Abigail están frente a ellos, cuando cuelga su mano en su brazo, sin permiso y toca el moño,
fingiendo enderezarlo. - Te ves tan guapo Hannibal.

Will tiene la mirada fija en cada gesto que se desarrolla, además tiene toda la atención en quienes
lo rodean y por supuesto también tiene la atención en Abigail, quien tiene la atención en todo lo
mismo. Mandíbula dura, incomodidad, impaciencia, descontrol.
Hannibal no se imaginaba así la primera velada en una ópera con ellos, se imaginaba solo los tres,
uno a cada lado del suyo, paseando por los confines del lugar, tranquilizandolos y regodeándose de
su belleza. Enseñándoles que el mundo del arte podía cultivar idiotas, pero que si se movían bien,
podían calzar porque ellos mismos eran arte.

Sin embargo estaban ahí, totalmente incómodos y ajenos, empujándose a mantenerse de pie, pero
queriendo huir. - Me temo que aún con todos mis intentos, no me veo mejor que Will.

Y era cierto.

Hannibal, además de la carga de un fastidioso día y el pesado brazo de Alana quemando sus
entrañas, tenía que soportar tener a Will Graham en un traje entallado, de segunda mano, pero azul
cristalino, totalmente moldeado a su cuerpo, claramente no había sido ajustado a su medida, porque
ya lo estaba. Camisa blanca, moño guinda y el cabello controlado hacia atrás, derrochando una
belleza particular.

Tenía que ver, pero no tocar y era tan doloroso. Porque ahí estaba la cintura pequeña, los muslos
gruesos, la cadera respingada, la barba recortada y sobre todo, la mirada oscura sobre el.

Will, me estás matando tan lentamente amor mio.

- Papá y yo fuimos al sastre, ¿verdad que quedó bien?

Alana asiente, está de acuerdo, Hannibal sigue mirando a Will, queriendo entender la inexplicable
furia hacia él, maximizado por su belleza, el extraño hostigamiento respecto a Alana. Will si no me
lo haces saber, yo no podré hacer nada al respecto.

- Es alquilado, debo cuidar de no mancharlo porque la garantía es de trescientos dólares. Abigail


podría quedarse sin comer un mes.

- Sí se manchase, aunque sea de vino, estaré gustoso de pagar la garantía Will y luego desechar el
traje, solo para comprarte uno nuevo.

Will no se amilana con el buen trato, solo fija su mirada en el brazo de Alana y luego hacia
Hannibal de nuevo. - Siempre gastando en nimiedades.

Abigail quien cuelga del brazo de su padre mira a Hannibal, totalmente consciente de los que
sucede. ¿Tu si sabes que le pasa a tu padre?

- Aunque sin duda alguna quien podría dejarnos en el absoluto ridículo es Abigail. - Hannibal
pretende borrar la mirada afilada de verdes esmeraldas. - Está usted muy bella esta noche señorita
Graham.

Abigail se sonroja, alisa el vestido y mira de nuevo a su alrededor, quizás sintiendo que era
mentira. - Yo... Este vestido lo tenía guardado para la graduación pero ni siquiera quise ir, quiero
ir, papá lo compró hace un año en un lugar que se llamaba...

- Adolescentes Cool, calle Lincon, promoción del 20% porque no era temporada.

Abigail blanquea los ojos. - Supongo que este es el mejor uso que podría darle.

Hannibal se inclina, como si contará un secreto para los cuatro. - Su belleza podría hacer confundir
el vestido con uno de París mismo, querida Abigail.

Abigail está sonriendo, Will está mirándola y puede filtrarse un poco de orgullo en las palabras,
tras su furia, pero Alana... Alana ahora está totalmente encantada con Hannibal. - No sabía que
podías ser tan dulce.

La tos de Will, la renovada tensión que regresa y Hannibal, desesperado.

Lo único que de verdad le faltaba era ver a Franklin, que con su terrible olor aparece haciéndose
espacio aún a pesar de la dolorosa mirada de desprecio que ahora Hannibal si está haciendo, a
propósito. - Doctor Lecter es un placer verlo, no tenía idea de que estaría por aquí este día.

Hannibal sigue despreciandolo pero su sonrisa fría hace aparición. - Como cada viernes o sábado
Franklin, caigo preso de estos eventos, juraría que lo sabes. - Hannibal estira su mano. - Es un
placer presentarte a la Doctora Alana Bloom, al profesor Will Graham y su bella hija, Abigail.

Franklin los saluda con una inclinación de cabeza, aunque vuelve a centrar su atención en Hannibal
rápidamente, no sin antes, apoyarse en el otro brazo, libre de Alana.

Y allí yace el Doctor Lecter, colgado de Alana de un brazo y del otro de Franklin, en lugar de Will
y Abigail, intentando no soltar a todo el mundo solo para retroceder el tiempo y arreglar su
máquina esa mañana a ver si la modificación corregía la realidad. - Siempre es un placer conocer a
los amigos de mis amigos, el Doctor Lecter y yo compartimos los mismos gustos, así que si
ustedes son sus amigos, ustedes son los míos.

El doctor Lecter y yo hasta hemos hablado de escuchar a Sinatra juntos...

Will ahora quema su mirada sobre Hannibal, blanquea los ojos y se muerde un poco los labios. Así
que con la mayor cortesía, que es poca, que le queda, despide a Franklin con la promesa mental de
matarlo lentamente algún día. - Es mejor que busques tu sitio Franklin, no llegues tarde a la obra.

- Sí, buenas noches...

Hannibal decide que no podrá disfrutar de la obra y menos aún que Will disfrute si es que seguirá
enojado por lo que piensa que puede hablar con él, pero la terrible llamada del inicio de la obra los
advierte de su comienzo. Will toma una tercera copa de champán y la engulle de un solo trago,
todos lo miran.

- Pensé que el alcohol era un deshinibidor se emociones no necesario papá.

- Ya te estabas tardando en fastidiar Abigail.

- Papá.

En el palco exclusivo que Hannibal ha dispuesto para todos, la distribución de asientos ha sido
deliberada por Hannibal, quien al menos se siente tranquilo sabiendo que tiene a Will a su costado
para observarlo durante la obra. Sentirlo, leerlo, averiguar que pasa por su cabeza.

Claro que la distribución tiene sus errores, como por ejemplo tener a Alana a su otro lado y Abigail
al lado de Will.

- Will, ¿sucede algo malo? - Murmura cuando el telón empieza a abrirse.

- Doctor Lecter, es de mala educación hablar durante la obra.

Expresso, Freddie Lounds, Franklin, Alana. Y ahora, la engreída actitud de Will Graham. Su mal
humor ya no era una opción, era una realidad.
La obra comienza pero Hannibal está lejos de disfrutar la traición de Emma Bovary contra su
esposo Charles Bovary en escena y en cambio, observa de soslayo, atento a cada cosa que Will
haga. El menor por supuesto puede tener la atención en la obra y también la atención sobre
Hannibal, pues tiene la mirada fija en la escena, pero los hombros tensos y la mandíbula aún dura.

El fastidio de Hannibal llega cuando la misma opera altera y no eleva sus sentidos, con una tétrica
canción que asienta el dolor de Charles Bovary al enterarse de la infidelidad con el señor Homais
con la total indiferencia de la señora Bovary.

Música alta, piano estridente y Will Graham ignorándolo.

Solo la mano de Alana sobre la suya lo despierta y sobresalta, mientras que ella está absorta en la
música, acariciando sus nudillos en apoyo por las emociones que la obra transmite. La búsqueda de
la respuesta de Will, que sin duda alguna ahora sabe tiene que ver con Alana directamente, se
asienta cuando el chico murmura palabras que por la obra no puede oír. Consternado mira la unión
de las manos de Hannibal y Alana.

Entendía que los cambios siempre molestaban a Will, ¿pero tanto le molestaba que dos amigos de
el fueran cercanos? Lo peor de todo, ¿conocidos? Porque Hannibal no correspondía a lo que Alana
exigía, pero si contemplaba su cercanía solo por su propia cercanía con los Graham.

Por instinto, Hannibal retira lentamente su mano pero Will ya no mira, si no que tiene los ojos al
frente, con los dientes sobre los labios, ladeando el rostro en medio de un gesto furioso, para relajar
su nuca. - Will...

- Disculpen. - Hannibal tiene que ver como Will se levanta en mitad del momento cumbre de la
obra, solo para salir a pasos torpes de la oscuridad del público.

Abigail mira a Hannibal y Alana también. - Iré a ver qué pasa.

No encontrar a Will en los baños le acelera los sentidos y sigue el pensamiento Graham, hasta
donde cree podría estar. Lo encuentra luego de cinco minutos con una copa vacía, a las afueras del
teatro. - Bien Will, es momento de que seas claro con lo que sientes, porque aunque aprecio sus
reacciones temperamentales más que nadie, esto ha dejado de ser agradable para mí.

Will niega. - Te estás perdiendo la obra, es en vivo, justo ahora te la estás perdiendo.

- No me interesa la obra, quiero saber que pasa entre nosotros.

Will sonríe amargamente, vuelve a ladear la nuca y el traje ajustado se levanta con sus manos,
mientras se toma la frente con una mano y la boca con la otra. - Realmente Alana extrañará su
presencia.

- Y a mi no me interesa Alana, me interesas tú.

- Franklin por otro lado querrá intercambiar su percepción por la obra, no querrá decepcionarlo.

Hannibal anota que el licor ha mermado un poco en Will, quien ahora luce sin los clásicos
vestigios y controlados tics del TEA, si no, los gestos de un hombre enfurecido tan simplemente
reducido a una reacción tan primitiva como la molestia. - Creo que sabes bien mi opinión sobre
Franklin, Will... Mi respuesta seguirá siendo que solo me importas tú, ¿qué tengo que hacer para
demostrártelo?

Will avanza, retrocede nuevamente, luego está a centímetros de Hannibal, para volver a alejarse.
Nervioso, molesto, indeciso. - Yo no necesito que me demuestres nada.
- Tal parece que eso es una mentira, ¿intentas ser tú el mentiroso ahora?

- No, no me gusta la amistad, eso es lo que pasa con la amistad, se desdibuja, se confunde y usted,
tú dices, que me amas, y yo pierdo... pierdo el control, mierda, ni siquiera yo se me que pasa, pero
me molesta, me molesta todo, estoy molesto y no se porqué, es decir, si lo se, pero no tiene sentido,
¿entiendes?

Hannibal siente otra vez Will cerca de él, tan cerca que el olor frutado del champán se cuela, le
quema y el perfume de Will, uno que de seguro es para ocasiones especiales, aún barato, aún malo,
lo llena y le gusta, le gusta tanto.

Pero Will no sabe que Hannibal también está molesto, porque ha tenido un pésimo día y lo único
que lo alentaba a estar de pie, fingiendo ser un gran ser humano, fue la idea de verlo, de que sonría,
de que vea la maldita obra, a su lado. - Pues Will, no entiendo y esto ya me está molestando incluso
más que a ti, temo que mi paciencia...

Will ahora, a centímetros de su rostro sonríe, pero aún más lleno de furia. - ¿Molesto? ¿Tú? El que
resulta ser el tipo más cotizado de todos, de tus pacientes y de Alana, ¿tú?

Entonces Hannibal, como hace cuatro meses hizo y se le castigó por eso, tira de la mano de Will
solo para acercarlo aún más y ahora basta que uno incline su rostro para rozar su boca con la del
otro. - Has terminado con mi paciencia Will, ahora dime que es lo que quieres, para hacerlo, dime
que necesitas y lo haré, solo pídelo, ahora. Necesito que lo hagas.

Will parpadea varias veces, el rubor empieza a colorear sus afiebradas mejillas ayudado por el
alcohol y el banal sentir de sus emociones. - No, no... no es apropiado, mi espacio, mi espacio...

Pero Hannibal no lo suelta y ahora tiene a Will apretado contra él, traje contra traje, pechos juntos y
su cintura atrapada en su mano. - No, lo dirás o no te dejaré ir.

- No...

- Will.

- Quie... Quiero... - Will mira fijamente a la boca de Hannibal y solo Dios sabe lo que tiene que
soportar el médico para no morder los delgados labios que lo están volviendo loco de deseo, de
furia, de frustración. - Quiero que Alana no te toque, ni ni quiero que... que Franklin o cualquiera
diga que eres su amigo, que no te toque, ni quiero que... Dios, no quiero que vayas a la ópera con
ella, ella se ríe contigo, tu eres amable con ella, como conmigo, no, no, no quiero que sea igual...

- Me quieres solo para ti.

Wil sigue mirando sus labios. - Sí.

- Sin embargo, no quieres que te toque, ni estás dispuesto a compartirme, ni quieres que te ame, ni
puedes amarme, pero me quieres... solo para ti.

El animal interno de Hannibal ruge, ronronea, se contorsiona de placer, de dolor, de posesión. - Sí,
sí.

La idea de besarlo, mientras lo apreta más contra sí mismo ahora es lo único que lo gobierna, pero
el miedo de Will es palpable, tal como sus propias ganas de entender lo desconocido. - Will...

- Porfavor Hannibal, solo... No, no lo hagas.


- Mmm...

Hannibal cierra los ojos, respira, inhala desvergonzadamente el olor de Will mientras lo tiene en
sus manos, el tipo tiembla demasiado pero levanta su nuca para que Hannibal lo huela mejor y
Hannibal lo hace, casi rugiendo por el permiso, una y otra vez, mientras aspira todo lo que puede. -
Hannibal... - El llamado es tan doloroso, un llamado a su calma, quizás a su paciencia, suplicante y
al mismo tiempo, necesitado.

- No sabes cuan difícil es no besarte ahora mismo Will Graham.

- Uhm, Dios.

Hace una respiración más cuando abre sus ojos y ve su propio reflejo en las pupilas dilatadas y
enrojecidas de un sediento pero asustado Will. Así que solo se inclina lo suficiente para besar su
mejilla. Sólo un beso simple, una caricia, un roce. Pero largo, que se mantiene.

- Ah, Hannibal. - Tirita Will aún con sus labios sobre él.

Cuando el beso termina Hannibal suelta lentamente el cuerpo sin dejar de mirar a Will, quien
respira agitadamente, dejando caer sus manos y mirando el piso.

Will intenta buscar un asidero para sostenerse, su piel enrojecida se mantiene y una mano toca su
mejilla, la acaricia y luego respira agitadamente de nuevo. Sigue mirando hacia abajo.

Hannibal entonces siente miedo y sorpresa a la vez, el enorme descubrimiento de que Will lo
quería solo para él y su comportamiento salvaje lo golpean, piensa que Will puede salir corriendo
aún a pesar... de que ambos saben, de qué quería el beso, que gimió con el roce, de que lo ansiaba,
que dejó oler. Su cuerpo y su humanidad traicionadas, su mente fracturada.- Will di algo porfavor.

Pero Will sigue tocando su mejilla sin levantar los ojos.

Hannibal levanta una mano que deja caer, no volver a tocar parece una mejor decisión, mientras
que la puerta del teatro se abre con Abigail y Alana boquiabiertas, una gratamente aunque nerviosa
y la otra, totalmente incrédula e irascible.

Pero Hannibal le importa poco o nada, más que saber que Will no lo alejará, que no se irá. Hasta
que la cara del chico se levanta mientras sigue tocando su mejilla. - Uhm, se sintió bien.

Mientras Will sigue acariciando su mejilla, levantando una mirada asustada y sorprendida a la
vez. Sólo tuyo Will, lo que quieras, será. Finalmente, no es un mal día.

Solo que Will se da cuenta de que es observado cuando mira a un lado, la respiración agitada
vuelve y obviamente camina en sentido contrario, hasta que sus pasos se hacen demasiado rápidos,
en medio del frío y la repentina lluvia. Y Hannibal, no sabe que hacer.

Más que seguirlo.


Conozco la paciencia

Seguir a Will era una actividad exhaustiva, no porque el físico de Hannibal aquejara, si no porque
aunque podían separarlos apenas dos metros, Hannibal aún podía saborearlo y olerlo, como si
estuvieran aún pegados uno al otro, pecho a pecho.

Con el beso latiendo en sus labios y el atrevimiento, además de... Will temblando, deseando pero
no aceptando lo mismo, la nuca expuesta, totalmente rendido, aún derritiéndose en sus manos.

Will camina rápido, mira a los lados cuando cruza, se detiene a veces, mueve la cabeza y sigue
caminando. Tan confundido con lo que sientes chico mío, ¿luchando a caso con lo que dejaste que
pasara? ¿Te gustó que te besara? ¿Te gustó tanto como a mi? Di que sí.

Cuando Will se detiene y de soslayo nota que está siendo seguido, amilana el paso pero no se
detiene. Hannibal hace lo propio, sin invadir el espacio, ya no persiguiendo, si no que siguiendo,
observando a Will, dejándole saber que estaba ahí, que estaría ahí, si quería voltear.

Las calles de Baltimore están tranquilas a las diez de la noche, poca gente queda en los rezagos de
las compras y el trajín del ínterin diario, solo grupos pequeños de jóvenes empezando la noche se
cruzan entre ambos en ocasiones, pero fuera de ellos y de quienes solo huyen de la llovizna que
enfría, Hannibal y Will están aislados, en una cacería y pesca, respectivamente, de sus
sentimientos.

Hannibal se pregunta con las manos dentro del abrigo, en qué estará pensando Will.

¿Se arrepentirá del permiso de exponer su nuca? ¿De exponer sus miedos a la propiedad exigente?
¿Rechazará el beso que no pidió? ¿O es el miedo al verse expuesto, ante otros, lo que apenas había
descubierto lo que le aterrorizaba?

Hannibal quiere abrir su cerebro y responderse así mismo, pero como literalmente la muerte de
Will Graham sería su propia e indefectiblemente muerte, solo le queda esperar que Will lo aclare.
El tiempo que tarde, así sea para siempre. Incluso si nunca llega.

Will hace otra pausa, esta vez retrocede y queda a la altura de Hannibal, pero no lo mira. - Hace
frío, no tienes porque seguirme, si te vas que sería lo más coherente, estará bien.

- Tengo cierta fascinación por el frío últimamente, puedes caminar todo lo que quieras, seguiré aquí
si quieres conversar.

- Bien. - Will asiente, sin mirarlo y ajustando un poco más el saco, sin abrigo de por medio,
sintiéndose uno con el frío, sigue adelante. Pasa media hora, pasa una hora completa. A veces dan
vueltas, a veces siguen recto y otras veces, regresan sobre sus pasos.

Will decide ahora caminar entre las calles, aún más silenciosas, exactamente a un metro de
Hannibal. El espacio y el tiempo restan tensión en sus hombros, parece ya no estar huyendo, si no
aclarando y con el paso de los minutos Hannibal puede sentir que aunque no van de las manos,
están juntos compartiendo solo otro momento más, una dificultad aceptable.
Como una pareja.

No lo eres, no aún.

Hannibal puede esperar, Hannibal podría caminar hasta el amanecer con Will, ahora lo sabe. Puede
perderse la ópera, puede hacer mucho más. Puede matar a Franklin para no ser tocado ni anhelado,
podría matar a Alana por el simple hecho de que Will vea lo obsoleta que era. Pero mientras tanto,
puede caminar, puede esperar.

Will se detiene en la primera estación de gasolina que encuentra, Hannibal espera paciente fuera de
ella. Cuando Will sale extiende una cajetilla y un cigarro sobresale. La misma marca que Hannibal
le convidó la noche del cumpleaños de Abigail. - No quiero admitir que se sintió bien las dos
primeras veces que lo hice, así que no quiero discutir al respecto, ¿Quieres?

- No dejaría que te envenenes solo.

- Tú fuiste el de la idea, realmente.

- Puedes culparme, deshazte de la responsabilidad conmigo Will.

Will extiende el encendedor, parece volver a estar en control y ahora, cuando inhala, con mucho
esfuerzo, hace su primer golpe sin toser. - Me estoy volviendo bueno en esto.

Hannibal hace lo mismo, inhala y el humo llena el espacio ahora corto entre ambos, de lado a lado.
- Dudo que exista algo para lo que seas malo.

Will lo mira, parece tener algunas ideas sobre lo que dice y luego baja la vista. - Sí fumaremos,
solo será de vez en cuando, como una vez al mes.

- Sí hace frío.

- Sí llueve un poco.

- Prometo que lo mantendré, no dejaré que se vuelva un hábito.

Cuando Will comienza a caminar nuevamente, esta vez está al lado de Hannibal, jugando con el
cigarro, dando pequeñas y pocas caladas. Hannibal respeta el silencio nuevamente, hasta que el
primer cigarro se va. No pide otro, no hasta que Will mismo lo proponga. - Conocí a la madre de
Abigail en la escuela de policía donde enseñaba.

- ¿Ya eras profesor?

- Asistente de cátedra, yo uhm, era primer puesto así que apoyaba a los alumnos que requerían
asistencia.

- Es difícil no fijarse en la excelencia.

Will asiente y una leve sonrisa se asoma. - Ella también era inteligente, solo que muy desordenada,
no tenía un método de estudio y siempre terminaba rezagada.

Hannibal acepta el segundo cigarro que le tienden, lo prende y siguen caminando. El silencio es
agradable, el roce codo a codo algo cómodo, la mirada poco evasiva mejor.

- El tiempo juntos nos hizo acostumbrarnos al otro, luego de un año parecía no estar fastidiada con
mis peculiaridades, compartimos departamento, dividimos gastos, siempre la ayudé a estudiar, hice
a veces sus trabajos y luego, ella me besó. Fue mi primer beso.
Hannibal intenta visualizar a un joven y escurridizo Will Graham siendo besado por alguien que
obviamente estaba deslumbrada, quizás enamorada brevemente. El sentir era agrio, pero la
juventud e inocencia de Will, provocativa. Hannibal también lo hubiera hecho. - ¿Fue conflictiva tu
reacción?

- No. - Will inhala mira al frente, el humo del frío y del cigarro lo rodea. - Se sintió incómodo,
como que, uhm jaja intercambio de saliva, yo con los ojos abiertos, ella haciendo todo. Nunca le
pregunté lo que quería, me dejé llevar y pues... me obligué a querer eso, la normalidad, alguien que
me quiera, quien cuidar, lo intenté y...

- Funcionó al comienzo.

- Sí. - Will sonríe, pero es una sonrisa triste, Hannibal se pega un poco más. - Yo jamás... uhm,
jamás había estado con nadie, fue tan vergonzoso, yo no podía ni siquiera... no podía, uhm, mierda,
no quiero hablar de eso. Creo que no puedo siquiera decirlo.

- Se lo que intentas decir, no tienes porque detallar si no quieres.

- Gracias. - Un tercer cigarro parece apropiado, Hannibal anota que no dejará que llegue un quinto,
solo podía alterar a Will. - Pero funcionó en algún momento pude, mierda no diré como pero pude,
solo me mentalicé y cuando pasó, fuimos tan estúpidos, fui tan estúpido, solo dos veces tan
aisladas, tan frustrantes trajeron a Abigail.

- ¿Tenías veintiuno verdad?

Will asiente, lo mira, quizás buscando su reprobación, Hannibal es un libro abierto de normalidad.
Jamás criticará un error en Will, menos aún uno que tiene a Abigail como resultado. - Entonces,
me mudé con ella, aunque no podíamos, yo seguía sin poder...

- No todos somos sexualmente hábiles y activos, existen diferentes formas de expresar deseo y
cariño. Diferentes alicientes además, para conseguirlo si existen dificultades.

Will se sonroja, el frío solo acentúa su rostro y mira al suelo. - Se que no es algo físico, pero
lamentablemente mi cabeza, es mi cabeza, no me deja, demasiados pensamientos. Nunca pude ser
del todo normal en eso y en otras cosas, no pude ir al cine.

- Demasiado ruido.

- No pude caminar de la mano.

- Demasiado silencio, contacto, dependencia.

- Pero lo intenté, yo la cuidé, pero ella se graduó antes, porque me llevaba dos años y entonces ya
no estudiábamos juntos, solo estaba Abigail y ella, ya no le interesaban mis rarezas, le molestaban,
ella solo no me soportaba, no lo intentó mucho.

- ¿Tu lo intentaste?

Will mira al frente, tira la colilla y saborea su boca en un intento de recordar. - Yo compré un
libro... "como salvar tu relación siendo cariñoso", yo lo leí, yo cociné, yo puse velas, me sentía un
idiota, pero yo lo hice porque iba a hacer lo necesario por Abigail. - Pretende ser gracioso, pero
solo habita melancolía en la verdad.

- La valoración está en el intento. - ¿Qué haría Hannibal con ese intento? No menos que bajarle el
cielo en retribución, traer el corazón a sus manos de sus enemigos, morir si es necesario. - ¿Qué
hizo ella?

- Me miró como si estuviera loco, luego me miró con pena y yo... yo se que no es del todo ilógico,
pero igual dolió. Las miradas con pena son las peores.

Will guarda silencio, Hannibal esperando.

... - La segunda vez que lo intenté, ni siquiera llegó.

Will vuelve a jugar con su boca, se ve fastidiado levemente. - El sabor puede durar horas, si es lo
que te fastidia.

- No me gusta el sabor, solo la sensación.

- Probaremos mentolado la próxima vez. - Hannibal mira a su alrededor, una tienda de comestibles
en la esquina. Mira hacia allá y Will acepta. Cuando llegan Hannibal compra leche y cocoa
industrial, de las cajas preparadas y chocolates. - Ayudará.

Will toma lo ofrecido, clava el sorbete en la caja y bebe mirando a Hannibal. Si no supiera
realmente qué el hombre que tiene al frente tiene treinta y seis años y una hija, creería que se trata
de un adolescente jugando a ser adulto. Tan dulce e inocente, ¿como demonios se atrevieron a
hacerle daño?

- Sin embargo, no la dejaste.

Will asiente, vuelven a caminar y sigue bebiendo de rato en rato. - No lo veía como opción, yo me
había establecido en un orden natural, lo único próximo que veía para mi futuro era casarme
cuando Abigail cumpliera tres. Yo ahorré, trabajé tres turnos, estudié más, compré otro libro, quise
dárselo. Se llamaba "como lidiar con una pareja que padece de TEA". Uhm, no lo leyó, lo leí yo.

- ¿Era parte de tu percepción natural del proceso?

- Sí, es decir, no quería que fuera mía... mía legalmente, ni mía, solo era... lo que uno hace cuando
toca hacerlo. Por Abigail y porque... porque tiendo a seguir el orden natural.

Hannibal asiente, Will vuelve a ajustarse en el traje, tiritando de frío. - Sí me permites. - Empieza a
quitarse el abrigo.

- No, Hannibal, tu no puedes desabrigarte, tu estas uhm, enfermo aún, tu, solo no lo hagas, yo estoy
bien.

Hannibal que ahora entendía muy bien, sonrió. - Una vez me abrigaste demasiado, tanto que aún
siento calor, ¿no crees conveniente abrigarte ahora a ti?

Will mira a Hannibal, poco acostumbrado aunque estén juntos. - Bueno, si, solo hoy, tal vez.

- ... Entonces se fue.

- Tenía el anillo, yo había practicado en el espejo, es mi culpa... Es decir, era obvio que nadie se
casaría con alguien que no soportaba, pero yo pensé, pensé que de eso se trataba el amor.

- Define amor.

- Quedarte incluso cuando no hayan motivos para quedarse, quise, no quise ser como mi mamá.
Pensé que si me quedaba, ella tarde o temprano volvería a necesitarme, como cuando
estudiábamos.
- ¿Cómo lo superaste?

Will vuelve a sacar la cajetilla y tira la caja de chocolatada. - Pescando, cuidando a Abigail y
jugando cartas.

Hannibal sonríe, la idea de un Will sanando mientras las cartas estaban en la mesa se le hizo
adorable, pues Abigail de seguro estaría en sus brazos. - Criaste solo a una niña adorable.

- Ella lo es, pero quizás ella terminó cuidando de mi.

- Todos necesitamos que nos cuiden.

Will lo mira. - ¿Quién cuida de ti, Hannibal?

El chico suelta la pregunta tan sincera que duele, la concepción del otro no es visible, ni
contemplada. No hay maldad ni pena, ninguna intención más que la del conocimiento y la
curiosidad. Eso es lo que ama de Will y también lo que lo hace sentir más libre, porque Will es
honesto.

- ¿Es una pregunta incómoda verdad? No lo vi así, disculpa si yo, jamás aprendí que decir y que
no.

Estaba tan absorto en Will que no supo el revés que sus palabras tendrían en él, lo tranquiliza
levantando la mano. - Yo mismo, yo... Mis libros, mis recuerdos, mi trabajo.

- Pensé que se trataba de un Quién, no un Qué.

Will.

- No todos estamos destinados a ser cuidados, aunque lo necesitemos, en mi caso, por el simple
hecho de que parecía obsoleto... hasta que notas, que no lo requieres, pero si lo anhelas. Es curioso
que me pase, justo cuando creía controlado cada aspecto vulnerable de mi existencia.

Will se oculta en el abrigo de Hannibal, se ve pequeño en él y aún así se abraza, lo olfatea un poco.
- Nadie te abandonó a ti, ¿verdad?

Hannibal asiente. - Yo abandoné antes de que pudieran hacerlo conmigo, jamás dejé que se
quedarán el tiempo suficiente para que me vieran.

Will acaricia el cigarrillo, se detiene y mira a Hannibal, lentamente desde su abdomen hasta que
llega a su rostro. El psiquiatra tiene el cigarro en sus labios, inhala esperando lo que sea que Will
quiera hacer. - Me gustas Hannibal, pero yo no... puedo darte lo que esperas, creo que me gustas,
pero no puedo.

- Tú no sabes lo que espero.

- Yo... Uhm, lo sé, yo te veo Hannibal.

Hannibal asiente, pretende no mentir, así que se pregunta que espera de Will, la respuesta es
simple, espera todo y nada, lo que se resume a que es capaz de sobrevivir con un saludo pero que
sediento recibirá un abrazo. - ¿Qué es gustar?

- Demasiado subjetivo.

- ¿Qué es gustar para ti? ¿Qué te hace decir que te gusto? Ciertamente a mi me gusta el queso brie,
pero al queso brie no pretendo mirarlo dormir.
Will se sonroja. - Me gustas como me gusta el invierno, eres molesto cuando mientes y alteras todo
a tu conveniencia, pero también me entretiene que no seas predecible. Me gusta como te mira
Abigail, como tratas a Abigail. Me gusta que no te vayas, que cocines, tu estúpida ropa llena de
nimiedad, tu manera esa en la que ladeas la sonrisa como si fueras a comerm... Cómo si fueras a
detener todo por mi.

Hannibal podría morderlo en ese instante. - Así que te gusto, Will.

- Pero sigo sin poder, sin darte... lo que quieres.

- ¿Qué crees que quiero de ti?

El mayor resiente el frío, siente que tiembla y espera que sea físico. - Tú me miras, me miras de
esa forma en la que uno mira cuando... cuando quiere algo más. - Will sonríe, baja los ojos y luego
levanta la mirada, tan traviesa, tan ávida. - Tú quieres tocar más, más de lo que te dejo hacer.

Hannibal afina los labios, sonríe de vuelta y asiente. - No mentiré, si pudiera consumir todo de ti
para siempre lo haría, no dejaría nada.

Will se sonroja, niega y entrecierra los ojos. - Y dices cosas como esas, cosas que... Es decir, no lo
puedo hacer, nunca pude y tu vas a querer, tu lo pedirás y cuando no pueda, te irás.

- No confundas mi hambre por ti como puramente física, también es mental, tus solas palabras
causan un gran placer. Creo que podría satisfacerme solo con escucharte Will.

- ¿Porqué, porque siempre tienes que ser así?

- ¿Así como?

- Tú... hablando así, poniéndome, mierda, me pones nervioso.

- ¿De mala manera?

Will niega y sonríe. - De una buena manera.

Hannibal asiente, alienta a seguir caminando. - Es un sentimiento mutuo.

- Yo no podría ponerte nervioso.

Hannibal niega. - Basta olerte para empezar a perder el control, si me tocas, pierdo el foco. El
nerviosismo es otro cambio en mi propio horario.

- ¿Cómo lo controlas? ¿Cómo no traspasas los límites, mis límites?

- Te amo demasiado como para tentar perderte.

Will se queda ahí parado, totalmente pasmado aunque ya lo sabe. Su reacción siguiente es
arrancarse el abrigo y colocarlo bruscamente sobre Hannibal. - Perdón, yo solo necesito que te lo
pongas.

- Bien, bien, espera Will, está bien, estoy bien, Will.

Will vuelve al silencio, Hannibal ya no pretende retroceder. No esquivar sus sentimientos, no


mentir, no esconderá lo que siente. No sabiendo que Will siente algo, aún prematuro, pero siente y
eso basta.
- Entonces, si yo... si yo dejara, dejara que lo intentemos.

- Sí...

- ¿Tú esperarías? ¿Tu aceptarías lo que puedo, lo que puedo dar? Incluso si nunca puedo...

Hannibal ralentiza su paso, necesita ordenar lo que siente, como el simple hecho de que su chico lo
está pensando, está poniendo su nombre en el horario imaginario, modificándose. - Will, sería feliz
con el simple hecho de que lo consideres, yo esperaría, hasta que la última flor de este mundo
marchite, por tu compañía y la de Abigail.

- ¿Incluso si nunca funciono?

- Incluso, aunque si me dejas, podríamos intentarlo.

Will asiente y estira su mano, rápido y certero. - Bueno, tómala.

Hannibal analiza brevemente un control de daños posterior, pero se repite, tomará todo y no dejará
nada. Prueba y error.

Hannibal estira su mano lentamente, hasta que tiene la mano de Will consigo, calzando lentamente,
mano tibia y sudorosa entre sus dedos. Y el chico respira rápido y mira las manos dolorosamente. -
¿Will?

- Uhm, no, no puedo.

Hannibal suelta la mano, piensa. - Tal vez...

Estira su brazo, cubierto de tela y lo ofrece como apoyo. - Puedes tomarte de mi brazo, cuando
quieras y soltarlo también, no estamos tomándonos de la mano, ni rozando, estas apoyándote.
Cuando quieras.

- Soy una pequeña mierda problemática.

- Eres perfecto.

Will niega, sonríe y coloca su mano en el espacio del brazo de Will. No se están tocando, Will se
está apoyando y Will respira mejor. - Eso está bien.

Siguen caminando, ahora juntos y Hannibal tiene que respirar para guardar cada detalle de ese
momento en su memoria. - Entonces lo estamos intentando.

Will aprieta un poco su presión. - Lo estamos, si... yo debería decirle a Abigail.

- Sí me dejas, me gustaría decirle yo mismo.

Will entrecierra los ojos, parece pensar y luego intenta sacar la cajetilla sin soltar el brazo de
Hannibal. Se enreda un poco, prender el cigarro es difícil con una mano, Hannibal está sonriendo.
Pero lo logra. - ¿Va a pedir permiso para salir conmigo Doctor Lecter?

Hannibal ladea el rostro, sonrie como dice Will que le pone nervioso. - Podría.

Will sigue fumando, llama a Abigail, aún con el brazo sobre Hannibal, la adolescente dice que está
durmiendo en casa, que Alana la dejó allá. Will asiente, Hannibal propone llevarlo de regreso.
Cuando llegan al auto, Will entra en un conflicto sobre cómo soltar su brazo, hasta que Hannibal,
lentamente abre la puerta del carro y lo invita a pasar. - Sí no me dejas de mirar, será como si
siguieras sosteniéndote.

Will asiente, lo mira rodear el carro y cuando entra, Will rápidamente coloca su brazo sobre el suyo
de nuevo. Está concibiendo su idea sobre el tacto, como no puede tomar la mano, no quiere quitar
el brazo de la tela. Da y quita, por Hannibal.

La tela está ahí, pero Hannibal la siente invisible. - ¿Puedes manejar así?

- Sí, no... no te preocupes Will. - No me sueltes porfavor, no ahora, no lo hagas.

El camino de regreso se desarrolla en silencio, Hannibal mira a Will de vez en cuando, sus miradas
se encuentran, Will sonríe y deja de mirar, pero vuelve a hacerlo. Se mantienen así, jugando,
intentando. - Mira el camino, moriremos antes de que siquiera podamos intentar algo.

- Podría morir así, mirándote.

- Yo no, así que mira el camino.

Hannibal obedece divertido, Will sigue sin soltarlo.

Cuando están en el umbral de Wolf Trap y la casa está oscura, Hannibal no quiere irse pero la
respiración agitada de Will alienta a que es momento de dar un espacio parcial, uno que reacomode
los últimos eventos. Dejar que el cambio se asiente.

El cambio de que Will y Hannibal, lo están intentando.

- Buenas noches, supongo.

- Buenas noches Will. - Pero Hannibal no se mueve, porque la mano sigue ahí, sin soltar. - ¿Puedo
llamarte antes de dormir?

Will mira su mano sobre la tela, sonrojado, lleno de emociones mientras el traje ajustado lo hace
lucir juvenil, presto a ser devorado. - Tal vez una llamada antes de dormir y una llamada al
despertar, duermo a las doce y me levanto a las seis, si te levantas a las siete u ocho, podemos
encontrar una hora media. Los mensajes son para cuando no podamos hablar y no siempre tienes
que llamar, no siempre tengo que llamar.

- Entonces llamaré y si no lo hago tu lo harás, un equilibrio, contrato de palabra.

- Solo me sigues el juego...

- Sí.

El tiempo sigue pasando, con otra persona, Hannibal hubiera intentado entrar, besar, devorar y
metido en su cama. Pero la simple mano en su brazo, que lo retiene quema incluso más, que la
desnudez misma. - No puedo irme si aun me tocas Will.

- N-nunca nunca me había sentido así.

- Dilo.

- No querer dejar que alguien se vaya, porque si te vas puedes pensar, puedes considerar, darte
cuenta de lo que te estás metiendo, cuando justo ahora... Me estoy enamorando de ti Hannibal y
tengo miedo, tengo miedo y duele, el miedo duele. Tu pensarás, te darás cuenta.

Hannibal suspira, se acerca un poco más, aunque el brazo está ahí, la distancia entre los rostros es
aún más inquietante. No pretende besar a Will, aunque quiere, solo se sirve un poco de la
vulnerabilidad, lo suficiente para alimentar sus propios instintos. - ¿Ayudaría revelar mis propios
miedos? ¿Lo que realmente pensaré cuando me vaya?

Will mira su rostro, sus labios, sus mejillas, de seguro encontrando imperfecciones, perfecciones,
detalles, significados. Algún día logrará que lo diga, que revele todo lo que su mente grita. -Sí, me
ayudaría.

Hannibal aprieta el brazo colgado de sí mismo contra sí, mientras ahora sí, deliberadamente mira
la boca de Will. - Tengo miedo de no poder dormir esta noche, ni ninguna otra noche, sabiendo que
estás lejos de mi.

- Ok. -Will pasa saliva, mira a la boca de Hannibal también. - ¿Qué más?

- ¿Sabes porque no podría dormir sabiendo que estás lejos de mi?

- No.

- Porque ahora mismo subirás a tu recámara, tocarás la mejilla en la que te besé, sonreíras, luego te
desvestirás, dejarás que la ropa que te tocó todo el día caiga sobre el piso, luego caminarás
desnudo hacia la ducha, dejarás que el agua te toque, tocarás tu cuerpo, lo limpiarás, luego lo
secarás con una toalla, volverás a tocar, caminarás desnudo y húmedo a tu cama, te vestirás
lentamente, solo con ropa interior, porque te gusta sentir un poco de frío cuando duermes y
finalmente, tu cuerpo laxo y vulnerable caerá en tu cama, totalmente solo y disponible, tocando las
sábanas.

Will tiene los ojos abiertos, no respira y su pequeña boca entreabierta, murmura tan bajo, tan
silencioso.

- Más fuerte, Will no puedo escucharte.

- ¿Pensarás pensarás pensarás en todo eso?

- Cada segundo desde que salga de aquí, ¿sabes por qué?

- No no no, dilo, uhm, dilo.

- Porque no estaré ahí para recoger tu ropa y olerla. -Will gime levemente. - No estaré ahí para
mirarte desnudo caminar a la ducha, ni seré quien te limpie, quien te seque, tampoco te miraré
vestirte, ni me echaré a tu lado, solo para ver tu delgado cuerpo caer dormido, ni estaré para tocar
un poco, sin que te des cuenta, hasta que me quede dormido, abrazando tu cintura, que estará
caliente y tengo miedo... de nunca poder hacerlo.

- Dios.

Hannibal respira un poco pegado a Will, sólo un poco mientras Will ya no lo sostiene, sino que lo
aprieta fuerte, que la circulación duele mientras Hannibal controla sus manos, pegadas a su cuerpo.
- Creo que ahora que sabes mis propios miedos, puedes comprender que no estás solo en esto.

Will parece hipnotizado, sonrojado y quieto, como una mangosta a la espera de una orden, tan
quieto y presto a obedecer, vulnerable, disponible, atento. - ¿Pensarás en todo eso?

- Apenas dejes de tocarme.

Will se ríe un poco, sigue mirando la boca de Hannibal. - Casi siento que es mejor no dejar irte.
- Sería recomendable.

Will respira largamente, baja la mirada e intenta tomar su propio control, el que Hannibal siempre
suele arrebatarle y finalmente suelta el brazo. - Buenas noches Hannibal, compartiré tu miedo para
que sea menos pesado.

Hannibal empieza a bajar las gradas, girando un poco. - ¿Lo harás?

Will asiente, cada vez más cerca del umbral. - Pensaré lo mismo.

Hannibal se detiene e intenta descifrar. - ¿Lo mismo?

- Pensaré que te quitas la ropa, que te desnudas, que te bañas, que te cambias y que duermes,
mientras tu piensas lo mismo de mi.

Hannibal tiene que cerrar los ojos, respira y luego, asiente. Chico travieso, ¿ves que si puedes?
Lento, Hannibal lento. - Entonces, casi y dormiremos juntos.

Will se sonroja por última vez en la noche y asiente, desde la puerta de su casa abierta. - Sí.

Hannibal maneja con una sonrisa en los labios, tiene trabajo que hacer.

" Tattle Crime: Nuestro viejo Destripador no piensa dar su brazo a torcer en la competencia por
el reino de los psicópatas en Baltimore: Tres nuevas víctimas adornan su larga lista.

Se encontró el cuerpo de una mujer joven de treinta y ocho años, el cuerpo de un hombre de
cuarenta y el cuerpo de otra mujer de setenta u ochenta años, todos sin corazón en una tétrica
puesta en escena que delata, según los especialistas, una ofrenda de amor.

Aún los cuerpos siguen sin ser reconocidos. Sin embargo, esta vez el Destripador, ha dejado un
mensaje muy claro, que creemos va dirigido a su competencia: Si bien se llevó el corazón de
todos, dejó en reemplazo los estómagos, pulmones y riñones de víctimas del pasado, congeladas y
bien cuidadas.

¿Es una especie de castigo para las víctimas recientes y una disculpa a las víctimas del pasado?
¿O solo una forma de demostrar que si el nuevo psicópata puede dejar órganos, el Destripador
tiene aún más por dejar?

Nuestro querido Destripador ha vuelto al ruedo y solo queda esperar la respuesta de su


contraparte, si se atreve a retarlo, por supuesto."

Son las seis de la mañana cuando llama a Will,su voz aún se escucha risueña y aletargada. -
Buenos días, uhm, Hannibal.

- Si te desperté, puedo volver a llamar.

- Uhm no. - Bosteza. - Es que dormí un poco tarde ayer, está bien, buenos días. - Will está
sonriendo, Hannibal puede sentir el cambio del tono, el gesto, las mejillas sobre la almohada.
- ¿Sufriste conmigo?

- Sí, yo eh... estuve pensando en ti.

- Bien, entonces somos dos los que no hemos dormido.

Will bosteza, Hannibal siente el cansancio de una noche fructífera, emocionante e inolvidable en
sus huesos. - Échate conmigo.

- ¿Ahora?

- Uhm, si, ¿puedes?

Hannibal mira su traje listo sobre su cama, la disposición de partir temprano a su oficina relegada y
al cabo de un par de movimientos, se vuelve a quitar la ropa, la poca que tenía y cae en su cama. -
Bien, estoy en mi cama.

Will sonríe. - No cuelgues, ¿si?

- No podría.

- Duerme Hannibal, yo estaré aquí.

- ¿Lo prometes Will?

- Sí, yo te cuido, duerme, uhm, duerme conmigo.

Hannibal asiente, el pesado sueño y la idea de que está ahí, en la misma cama lo calman. Lo están
intentando y se siente tan vivo, lo están intentando. - Te amo tanto Will...

- Duerme amor, solo duerme. - Murmura Will, más ido, más cansado, quizás.

Y Hannibal por primera vez, al escuchar la palabra, se deja llevar. Duerme tres horas más, llega
tarde a su primera cita del día, pero no importa nada, nada más que eso.
Conocemos las relaciones

La falta de sueño durante la última semana, merma en Will y no se trata de que realmente duerma
demasiado, pero cuatro horas siempre son bien apreciadas. Sin embargo, dado a los recientes
eventos, Will piensa más, duerme menos y a las doce y a las seis, cuando el teléfono suena, Will ya
está despierto, mirando la pantalla.

Hannibal dice que él podría ayudarlo a dormir. Primero lo tomó en serio, luego consideró que
Hannibal quizás estaba siendo fastidiosamente sugerente en alguna broma en doble sentido.
Comprobó lo segundo cuando Hannibal dijo que la mejor manera de dormir, era desnudos en la
misma cama. Will determinó no volver a pedir consejos a Hannibal.

Además, como si no fuera suficiente, terminó pensando aún más en el comentario e


indefectiblemente, no solo durmió menos, si no que se quedó catatónico ante la idea de que alguien
quería dormir desnudo con él. Y no alguien cualquiera, sino Hannibal.

Modificaciones positivas, pero aún así modificaciones, adjudicadas además a un nuevo y renovado
calendario de "pesca" con Abigail, quien estaba sumamente contenta con eso y también estaba,
momentáneamente excluida sobre lo de Hannibal y el, lo que divirtió un poco a Will, porque
Abigail siempre estaba metida en todo.

Entonces sí, Will duerme menos, llama más, modifica horarios, pesca mucho y sonríe también.
Pero sobre todo, no duerme.

- Papeles, análisis, papeles, olor, cuerpo desangrado, incisión, corte mal hecho en costilla dos,
papeles, necesito los papeles, uhm, café, quiero un café.

Se sostiene la cara, ¿dormir en el piso es aceptable? No, su padre le decía que no era aceptable,
Abigail se molestaba cuando a veces lo hacía, aunque a Will le gustaba, era duro, lo mantenía
alerta, obviamente era frío lo que era bueno, de conocimiento general y sobre todo, era estable.

- Papeles, no papeles no, quiero decir fotografías del corte, si, tres cuerpos, equilibrados, no hay
pistas sueltas, me están mirando, solo un poco de sangre que no debió caer, presuroso,
tensión, él me está mirando, incisión número...

Alguien le alcanzan las fotografías/detalle de cada corte, no sabe quién lo hace, no le importa
tampoco, mira las imágenes, alguien le alcanza un café, no importa quien es, el café es
descafeinado, mirá las imágenes siguientes, devuelve el café, alguien lo recibe, no importa quien
es, sigue mirando.

- Órganos no identificados, me están mirando, sin embargo tienen un patrón de orden, es pulmón,
estómago, pulmón estómago, riñón, imágenes, quiero otro café, no eran papeles, corte número
ocho es desgarro, no corte, pulmón, estómago, riñón, me están mirando mucho, me están...
Hannibal deja de mirarme. - Su voz está dos decibeles más alto de lo normal.

Hannibal pone esa cara de inocencia, esa que levanta las cejas y luego pretende mirar a su
alrededor como si no le hubieran hablado a él, Will levanta las cejas por defecto, ¿es que acaso
dentro de las cuatro personas que están mirando la escena del Destripador junto a Will, hay otro
que se llame Hannibal por casualidad? La percepción de Will es rápida: Petulante, egocéntrico,
engreído, controlador y el... sale con él, a propósito. - Yo estaba mirando los cuerpos, Will.

- No, me estás mirando y me estás distrayendo. - Will está molesto, bueno no molesto en sí, la
definición es demasiado hosca para su sentir, él en realidad está nervioso, nervioso como lo pone
Hannibal, es decir que está bien.

Pero nervioso de estar bien y enamorado de estar enfermo, no corresponden a actitudes adecuadas
para el trabajo.

Para una escena del crimen, sobre todo, más aún con Price, Beverly y Jack a dos centímetros de
ellos. - Lo lamento Will, lo último que quiero es importunarte. - Mentiroso, divertido, se está
divirtiendo, nota Will porque Hannibal sigue con las manos en los bolsillos, pero los pies
movedizos.

No puede ponerlo nervioso en su trabajo, porque no corresponde. Rompe el sistema. Pero ya se ha


establecido que el Doctor Lecter no respeta el sistema, ninguno.

Hannibal siempre lo hace y Jack, Jack no es estúpido y Will está expuesto, así que no queda más
que ser Hannibal por un momento, es decir, un mentiroso.

- Sí, yo, lo siento, tiene usted razón... Necesito concentrarme, Doctor Lecter. - Sonríe, porque ahora
sabe que él también pone nervioso a Hannibal y el efecto causado es el deseado, porque el Doctor
abre la boca pero no dice nada, baja la mirada y se planta más tenso.

- Listo, todos fuera, Graham se queda solo. - Jack murmura impaciente.

Will suspira, agradece y anota un recordatorio de tomar el brazo de Hannibal apenas estén solos,
porque se sintió bien que lo sacaran para concentrarse, lo cual no define el cariño en su esplendor,
pero sobre todo porque quiere apoyarse, como ese día.

Bien, Destripador, papeles no, fotografías y cadáveres. No Hannibal poniéndome nervioso.


Destripador, solo el Destripador y yo.

Will mira los cuerpos, cierra los ojos y la sensación abrumadora comienza.

No hay ruido alguno, más que los lamentos de tres cuerpos desangrándose. Toma a la señora
número uno, la mayor, la coloca de espectadora, está tan herida que cuidarla no es necesario, ha
sido la primera en ser cazada y será la última en morir, porque lo merece.

La mujer número uno es la que morirá más rápido, es más joven, ha sido más tosco con ella y
también más doloroso y por ende, descuidado, los cortes en las palmas y el retiro de la cara, solo es
anecdótico, el trauma está en dejarla arder sin piel. - Eres mala, eres grosera y malagradecida, así
que ni siquiera tendré cuidado... esto no se trata de ti, se trata de mi desahogándome, haciendo
justicia. - El cuerpo del tipo, tiene un corte parcial en la espalda, tosco pero último, será el segundo
morir, un relleno, simple, banal como su aparición.

Will respira, el aire escapa. - Todos ustedes hicieron daño a una misma persona, pero son
representantes en una obra para la que no actuaron, sólo reemplazaron, por eso estoy molesto,
porque no son quienes debieron ser, pero al menos cubren el lugar, ese... Es mi Diseño.

Cuando regresa, del lugar oscuro en el que convive con el Destripador desde que lo conoció, se
siente tranquilo. Aunque empatice con él, aunque aclare sus pensamientos, siempre regresa con
algo, sin embargo, esta vez no hay nada, solo paz.

Como si toda la ira y la venganza del asesino hubieran sido dilatadas en cada muerte, por eso la
falta de cuidado en los cortes, por eso el descontrol, porque esta vez, era algo personal. El canalizar
del sentir del otro, a través de sus manos. Deliberador, hermoso.

Will está perdido en la escena triangular de la muerte, fijado en el cuerpo de la mujer mayor, que
murió al final y desangrada, ante los dos, hasta que el toque en su hombro lo despierta. - Will.

- ¡No! - Está gritando, no debe gritar, no es adecuado, ni retroceder, pero no le gusta... - Jack, lo
siento, uhm, no me gusta, no me gusta, lo sabes... Te he dicho muchas veces que no tienes que
tocarme.

- Graham, llevas una maldita media hora aquí encerrado y solo miras la escena, pasmado, no
tenemos todo el jodido día.

Will mueve la nuca, la paz obtenida por los asesinatos, inapropiada paz, se desvanece. - No me di
cuenta, ¿está bien? -No mira a Jack, mirarlo solo lo enoja más.

-¿Y bien?

- Es personal, Jack... Esto es personal, tiene un mensaje para alguien en particular y al mismo
tiempo se involucra a él mismo, por primera vez, ahora sí.

Jack renueva su fe en él, siempre lo hace, pero también siempre la pierde, así que no es un dato
relevante, Will realmente quiere un café y quiere apoyarse en Hannibal, también, por favor, quiere
irse, tiene sueño. - ¿Estás diciendo que tenemos línea de rastreo Will? ¿Podemos empezar a
investigar a cada uno y llegaremos a algún lado? ¿Estás personas podrían estar conectadas?

Will niega, no ha querido decir eso, la comprensión lectora auditiva puede ser una señal de
alzheimer, pero se inclina más por estupidez intelectual y ya. Comentario inapropiado evitado, no
se le debe decir a la gente que es estúpida. - No, es decir, es personal, pero no los conoce, no
realmente.

- Will, siempre colmando mi paciencia y mi tiempo.

Extraña la paz, el café de verdad, quizás un cigarrillo y a Hannibal. - Quiero decir que estas
personas representan a las verdaderas personas que el Destripador hubiera querido matar, pero no
pudo hacerlo y buscó un reemplazo, el mensaje para la persona igual debe ser recepcionado, no sé,
no sé qué más podría yo...

- Entonces nada, de nuevo no tenemos nada, Will.

- No es mi culpa, Jack.

- ¿Entonces si no tenemos pistas, por qué parecías tan encantado con la escena, Will? Chico, a
veces pienso que solo te traigo para divertirte.

WIll se vuelve a tocar la nuca, cansado, necesita dormir, podría dormir un año. Físicamente
imposible, comentario sarcástico propio. - Yo no me divierto, yo... - La idea de dormir en el piso
ya no es una idea, si no que un deseo profundo, no de tranquilidad, Will desea el piso, lo quiere
tanto que empieza, caer, caer, caer, piso, piso, piso. - ... Si sigues la línea entre los tres no habrán
factores en común obvios, pero... Puedes, uhm, piso, puedes...

- ¿Graham?

- ... Puedes averiguar lo que quiere decir el Destripador en líneas generales, sin contexto, tengo
sueño.
- Will, claridad. - Jack es tan molesto, le duele la cabeza. - Si no me vas a servir para nada....

- Los perfiles de los tres arman una historia, averigua sus vidas y la tendrás, lo más obvio será.

- ¿Will?

Entonces Will colapsa, dos segundos después todo es oscuro, aún Will es consciente cuando
finalmente toca el piso, golpea el piso, sin Hannibal para haberse apoyado, porque él lo echó del
lugar. Finalmente duerme, espera, no primero debe saber que tiene, ah sí, colapso nervioso por
cansancio y estrés. Ahora sí, desmayo, oscuridad, no hay Hannibal.

[..]

Ese definitivamente no es su auto, porque huele a limpio y porque es bonito.

Distancia hacia la puerta y su manija, treinta centímetros, velocidad del auto, 80 km/h, posibilidad
de sobrevivencia si salta de ese secuestro: Probabilidad del cincuenta por ciento, también claro,
existe la probabilidad de quedar parapleijico, de golpearse la cabeza, contusión y probable ruptura
frontal, paralización del cuarenta por ciento de su cuerpo...

- Estás en mi carro Will, tranquilo.

Abre los ojos del todo, la luz del día acentúa su dolor de cabeza, aunque ya no tiene sueño, por lo
que debe haber descansado en su colapso de dos a tres horas. - Hannibal. - Sonríe y cuando apenas
sonríe, el estiramiento de un corte en su frente, enciende un dolor agudo pero soportable. -
Entonces me desmayé.

- Colapsaste, tu presión descendió y tuve que reanimarte.

- Una reacción natural a un cuadro de deshidratación, estrés y anemia, dentro de los parámetros
normales. No necesito atención médica ni cuidados, solo quería dormir en el piso, nunca me dejan
hacerlo.

La velocidad del auto aumenta, Will gira del todo en su asiento del copiloto que estaba inclinado,
para poder hablar bien con Hannibal. Entonces, lo nota, Hannibal está enojado. ¿Qué hizo mal?
Pero si recién empezaron, ¿ya se quiere ir? ¿lo arruinó tan temprano? ¿ya no puede colocar su
mano?

- Te descuidaste, te expusiste y dejaste que Jack...

- Estás enojado.

- Sí Will.

Quiere estirar su mano, pero la idea de un temprano rechazo lo mantiene en su sitio, dos segundos
bastan para retroceder en su mente, por los episodios desde que llegaron a la escena, cada acción
que hizo para que Hannibal se enojara y aunque le duela más la cabeza, finalmente llega a la
conclusión de que hizo todo mal. - Uhm.
- No estoy enojado contigo, aunque tal vez un poco, pero no principalmente contigo, Will.

- ¿Un poco como para ya no intentarlo? o, ¿un poco como para superarlo con un toque en el brazo?

Will observa, la paz regresa a su cuerpo cuando Hannibal lucha por no sonreír tras el volante. - Te
podría perdonar con el toque en el brazo, depende de su presión para saber si necesito un poco
más, pero podría, es una opción.

Will estira su mano y se apoya, automáticamente siente la estabilidad de Hannibal llenarlo. Bien,
solo a veces era bueno tener exceso de empatía. - Entonces, ¿qué comeremos?

- Will te desmayaste, tienes una contusión, estuviste inconsciente diez minutos, tienes que
descansar.

Will toca de nuevo su frente, efectivamente había terminado en el piso, no de la manera que quería,
claramente. - A veces me pasa, es decir, normalmente logro llegar a mi cama antes.

- ¿Hace cuanto?

- Desde chico, una vez me golpearon cinco chicos de mi escuela, entonces me desmayé, el
psiquiatra dijo que era un colapso de mis emociones, yo sé que es una vía escapatoria normal,
recepción negativa del estímulo y sirve para canalizar, es decir, que estoy bien.

- No, Will, eso no está bien. - Hannibal siempre tan molesto, él no tiene TEA, no entiende que las
vías siempre son buenas, finalmente se siente mejor, aún podría dormir, pero se siente mucho
mejor. Solo quiere tocar el brazo de Hannibal y se sentirá del todo bien y luego podría comer,
quizás Hannibal podría cocinar algo.

Will no dice nada, el silencio que utiliza es para resolver como discutir con Hannibal respecto a un
problema neurodivergente pues es molesto, porque aunque él tenga la experiencia testimonial de
primera mano, Hannibal sigue siendo el psiquiatra con estudios especializados. No quiere
desautorizar, ni quiere ceder ante lo que él claramente ha comprobado. Dios, el amor es tan
difícil. Amor, amor, frío, frío. - Para mi si está bien.

El suspiro de Hannibal llega. Y Will mira a la ventana, ya están lejos de Luisiana, lugar donde
estaban los tres cadáveres. Falta de una hora a hora y media para llegar a Baltimore. - Will, ¿harías
algo por mi?

- Sí, sí está dentro de mis posibilidades.

- Duerme, te despertaré cuando lleguemos a tu casa.

- Pero... - Mira su mano sobre Hannibal, si duerme indefectiblemente lo soltará en algún momento.

Hannibal observa, sonrisa de lado. - Tal vez si yo... - Estira su propia mano, dejando en el aire a
Will, pero luego esa mano, está sobre la pierna de Will. No el muslo, no cerca a áreas
inapropiadas, solo la rodilla y eso está bien, porque prevalece dentro del estatuto del orden natural.
Cualquier parte del cuerpo puede ser apoyo, tanto como Will puede ser apoyo de Hannibal, como
Hannibal lo es de él.

- ¿Puedes manejar así?

Hannibal asiente, respira, lo huele o intenta hacerlo, Will nota que le gusta hacer eso, ¿debería
preguntar si su perfume de ocasiones especiales que ahora usa en ocasiones de ver a Hannibal, está
bien? Lo anota para hacerlo por correo, que ahora no es vía formal, ahora es vía de nimiedades. -
Entonces, intentaré dormir.

Hannibal asiente, su mano sigue sobre él y se siente bien. Pero piensa, sigue pensando en el
perfume, en el Destripador, en Abigail, en comida, en el piso, en el golpe, en su nueva relación,
tiene que recoger a Abigail de la escuela. - Uhm Abigail, Abigail sale a las tres.

- Pasaremos por ella antes de ir a tu casa.

- Jack, estará furioso, porque hacemos revisión del caso luego de la escena y no estoy...

- Jack ha sido notificado de su imposibilidad momentánea basado en lo que pasó.

- No compré nada para la cena, no hay nada, es lunes de brócoli y Abigail.

- Will yo conseguiré los brócolis.

- Pero los perros, necesitan...

Hannibal aprieta un poco la rodilla, Will se calla. - Will a continuación hablaré de mis quehaceres
del día sábado, los pacientes a los que atendí y sus diagnósticos, como de sus tratamientos, quiero
que numeres y memorices cada uno de ellos, escucharás, clasificarás y en el espacio de cada
testimonio, contarás hasta cinco, contaré contigo y al mismo tiempo usarás, los intervalos donde se
filtre el ruido, el recuerdo del procedimiento de mezcla de pintura del mueble que hiciste. No hay
espacio libre para otro pensamiento, solo mi voz y la tuya del proceso mencionado. ¿Has
entendido?

Sorprendentemente, dentro de las órdenes de Hannibal, Will escuchó. - Sí, yo haré eso.

- Bien. - Hannibal suelta la rodilla un poco y mantiene la mano, quieta y firme sobre ella. - El día
de ayer a las catorce horas vino una mujer de treinta y dos años a mi consultorio, aquejaba la
presencia fallecida de su esposo en sus sueños, de nombre Irena Ferreyros Brown identificada con
el seguro número 2786549, de nacionalidad española, su diagnóstico es el de esquizofrenia
temprana causada por una conmoción múltiple, aseverada por un accidente y por la seguida muerte
de su conviviente, ella atestigua...[...]

Will cree que se queda dormido al tercer paciente, no siente el carro detenerse cuando recogen a
Abigail, no recuerda estar con Abigail en el auto, tampoco recuerda haberse detenido a comprar
brócolis, ni haber comprado comida para los perros. Cuando lo despiertan con ruido, porque está
profundamente dormido, es de noche.

Su mente está tan callada, que casi y siente que podría considerarse si alguna vez salió de casa ese
día, se siente bien, se siente tan bien, que podría dormir hasta el día siguiente, pero tiene hambre.
Las risas de Abigail llegan a sus oídos, le gusta su risa, es tan poco común y un alentador
emocional tranquilizante. Cuando sus ojos se abren, la imagen es... extraña, impropia y al mismo
tiempo, escalofriante, porque la anhela y le gusta.

Abigail y Hannibal con mandiles de cocina, Hannibal tiene harina en la nariz y Abigail harina en
las manos, mientras mezclan algo en un recipiente, a su alrededor Winston come de la mano de
Hannibal, de vez en cuando.

Will nota los cambios, están bien y vuelve a dormirse, tan rápido, como si Hannibal siempre
hubiera estado ahí.

Está dormido en el piso, con una frazada encima, como dijo que le gustaba. Abigail no lo molesta
por eso, nunca lo hubiera dejado dormir así, entonces sabe que Hannibal ha intervenido.
Está en una relación, él está en una relación con ese tipo y realmente, nada le molesta al respecto al
decirlo. - Paciente número tres, uhm, diagnóstico... - Duerme.

[...]

- Entonces, ¿a cuántas personas mató el Destripador esta vez?

La mesa es pequeña pero suficiente para los tres, el mantel beige se quedó indefinidamente, porque
Hannibal estaría comiendo a su lado indefinidamente también, mientras que Abigail estaba del otro
lado.

El plato ahora de Hannibal totalmente, está lleno de comida, como el suyo propio. El brócoli que
siempre comen esos días, adorna el plato de carne, probablemente cordero del tipo que vende caro,
que en algun momento Hannibal se las arreglo para comprar durante su siesta.

Cuando come, es celestial y sabe que Hannibal podría cocinar cualquier cosa y hacer que parezca
celestial. - Esto es demasiado rico, mierda, realmente bueno.

Hannibal sonríe. - Gracias Will, siempre tan elocuente.

Abigail come, no le gusta el brócoli, pero cuando lo hace, golpea un poco la mesa. - Dios, ¿esto es
legal? Papá, si hubieras cocinado así antes, hubiéramos podido comer brócoli sin tener que dejar de
respirar hace mucho.

- Tú tampoco cocinas tan bien que digamos.

Abigail se ofende, se queja un poco. - Debo confesar que jamás me defraudó durante los días en
los que llevó comida para mi en la clínica.

- Estás siendo condescendiente, quieres llevarte bien con ella, para que cuan -

Hannibal levanta las cejas, Abigail escucha atentamente. - ¿Para qué yo que cuándo?

- Tu padre quiere, que a pesar de nuestra amistad reciente, sigas asistiendo a tu terapia, por eso
desacredita mi clara devoción por tus prematuros intentos culinarios.

Abigal entrecierra los ojos, es hábil, no tan hábil como Hannibal. - Bueno, yo... seguiré yendo,
¿descuento por extensión del FBI más descuento por amistad entonces?

- Abigail.

- Solo bromeo.

- Podrías ir gratis, inclusive... - Will levanta la mano, no dejará que pase eso, todos están de
acuerdo.

Will mira a Hannibal, parece divertido con la situación, mientras sigue comiendo. Will se
sorprende por ser espectador de la mentira y como Hannibal se movía cómodo en ella. Tan hábil
como si hubiera dicho una verdad absoluta. - ¿Entonces cuántos? ¿Tres de nuevo? El Destripador
quiere competir verdad, ¿son tres?

- No hablaremos de asesinatos en la mesa Abigail, no tienes la edad para conversar de esos temas.

- Papá, siempre leo Tattle Crime cuando tu lo haces. Lo hacemos juntos.

- Indiferente, lo haces sin permiso, lo cual lo sigue haciendo negativo.

Continúan comiendo, el sonido de una risita de Abigail lo alerta y cuando mira el motivo, Hannibal
está levantando tres dedos hacia Abigail que asiente. - Hannibal.

- Yo no estaba haciendo nada.

Abigail vuelve a reír otro poco. Will concibe su complicidad, le gusta su complicidad, aunque
implique desafuero de su autoridad. - Muy gracioso Doctor Lecter. - Hannibal sonríe, corta un
pedazo de su cordero y come mirando a Will. - Tal vez pueda comentarnos, el porque realiza
llamadas a mi celular todos los días posteriores a la ópera, a las seis de la tarde y medianoche cada
día, respectivamente.

Hannibal detiene su comida, Will claramente sabe que él pidió decirle a Abigail la noticia de que
están saliendo, con la clara intención de hacerlo en un momento oportuno. Así que solo está
molestando, porque nada molesta más que el desarreglo de algo organizado. - Yo... - La imagen de
un Hannibal desprovisto le gusta a Will, porque recupera un poco de control. Yo también pudo
jugar a molestarte Hannibal.

- Es cierto, siempre suena el celular a esas horas, ya no se puede dormir en esta casa, me he
preguntado...

Hannibal lo mira, parece un animal siendo cazado, pero las pupilas indican diversión, está
aceptando el reto, espera Hannibal no... - Las disculpas del caso Abigail, lo que pasa es que tu
papá me pidió llamarlo luego de ducharme y vestirme, para despedirnos cada día.

Abigail entonces gira noventa grados con ojos abiertos hacia su padre. - QUÉ.

- Yo no, él fue, el que dijo, después de ducharnos, antes de dormir, espera, no dije eso, eso se
puede malinterpretar.

- Dijiste Will, que pensarías en mi haciendo eso y que deberíamos llamarnos a esa hora, lo dijiste
uno con lo otro.

- Papá...

- ...Abigail, verás que yo sería incapaz de incomodar a tu padre, tu me conoces, solo me veo
rendido a los deseos, de nuestra amistad.

- Yo no, espera, yo en realidad no lo dije así.

Abigail sonríe ahora. - ¿Qué está pasando aquí?

Hannibal y Will se miran. - Nada. - Suena al unísono.

Abigail entrecierra los ojos. - Ahora los dos me están mintiendo y no es divertido, porque algo está
pasando y no me lo dicen, soy parte de esta familia, uhm mi papá y yo, digo, soy tu amiga, también
Hannibal y yo soy tu hija papá, entonces me dirán ahora mismo.
Hannibal niega, no es el momento dice su mirada. - Lo último que queremos Abigail es que estés
Fastidiada.

- Aunque quedes como Tontita.

- Ni que seas, ¿Cómo le dices Will? Metiche.

- Solo la Excluida momentáneamente.

Will y Hannibal se ríen ahora. Abigail blanquea los ojos. - Entonces, eso te reduce a ser Abigail,
La excluida.

- Pero también muy querida.

- Lo que la redondea a...

- Exclusivamente querida.

- Son insoportables.

Hannibal evoca la charla hacia el Destripador, Will lo permite porque es cierto, Abigail igualmente
leerá sobre ello en el diario. La charla se hace cómoda, como un día normal, solo hablando de
asesinatos. Sin darse cuenta y sin pensar demasiado, pasan tres horas en la mesa.

[...]

- Recogeré a Abigail de la escuela el día de mañana para una cena. - Will tiene la mano
nuevamente del brazo de Hannibal, habiéndose cerciorado de que Abigail efectivamente esté en su
cuarto, mientras acompaña a Hannibal al umbral de Wolf Trap. - Sí es que eso está bien, claro.

- Sí bueno, si es de ayuda, no come nada referente a mariscos, eso podría ser un buen dato de
referencia.

- Se aprecia la ayuda.

Los nervios que la cena han relegado, regresan al cuerpo de Will, los mismos nervios que suelen
estar cuando están solos. Aquellas cosquillas que nacen e su estómago, ante la idea de una
expectativa física de Hannibal. Lo que correspondiera, si el fuera maldita sea normal, sería un
beso.

Pero Will no quiere el beso, es decir, no lo sabe, definitivamente no, porque puede no gustarle y no
quiere descubrir eso. O peor aún podría Hannibal descubrir que Will no sabe besar en definitiva.
Ya para colapsar, podrían contagiarse de una enfermedad no conocida que alguno porte.

- Tú... ¿me besarías?

El frío del exterior golpea sus mejillas, lo cual no ayuda a la calentura que siente que por sus
mejillas suben, porque sabe que es rojo por sobre lo blanco. Hannibal tiene ese aire expectante
como cuando quiere algo físico que Will reconoce, como hambre, definitivamente hambre. -
¿Ahora mismo? ¿Me dejarías?

- No, no te dejaría, ¿pero lo harías? Es decir, ¿te gustaría hacerlo? Corresponde a un acto natural,
parte del proceso de despedida de una pareja, debería seguirlo y tu deberías esperarlo, pero no,
uhm, yo creo que no podría.

Hannibal mira a su boca, Will tiene miedo de que lo haga aún a pesar de la advertencia. - Sí, Will te
besaría si me dejarás.

Nervios, frío y calor al mismo tiempo. - Oh, es que es lo que corresponde, ¿verdad?

- El orden natural es el que tu eliges Will, lo que influye en mi propio orden natural, si yo quiero
besarte y tu no, no se hará. Se hallará un equilibrio. O no se hará.

Will se siente tranquilo nuevamente, como cuando iba a dormir en la tarde, como en el auto,
Hannibal es bueno, Hannibal es paciente. - ¿Cómo lo harías? ¿Cómo besarías? - Necesita
almacenar datos, prueba/error, como por ejemplo, saber de antemano que le gusta a Hannibal.

Es una excelente idea, el está siendo una buena pareja, en realidad.

Hannibal reduce el espacio, Will no lo detiene, porque pretende avanzar y cada avance es
equilibrado y Hannibal parece entender, le gusta que Hanibal siempre entienda, así que lo deja, lo
deja estirar su mano y ladear su rostro, empinado directamente a él.

Parece que lo va a besar, Wil deja que lo huela, un poco. Dios, Hannibal, no hagas eso, está bien
solo un poco. - Primero besaría tu mejilla, me gusta el recuerdo que tengo de ella caliente, luego
haría un camino por aquí... - Sus dedos ásperos hacen un camino de su mejilla que lleva a los
labios, tiembla, déjalo déjalo déjalo hacerlo, no no no no porque lo harás mal. - Cuando llegue a
tus labios, solo rozaría mis labios con los tuyos, vería tu reacción, solo un sello nada más.

- Y...

- Sí tu reacción es positiva, aunque tiembles, me daría cuenta de si quieres avanzar un poco más o
es suficiente, así que pensando que quieres más, abriría un poco tus labios, así. - Hannibal ahora
presiona levemente su boca, Will la entreabre por defecto, Dios, ¿se está muriendo?

Latidos rápidos, ataque cardíaco, no, solo nervios, ansiedad, dolor, control, amor, necesidad. - Y
abriría mis propios labios para juntar mi labio posterior con tu inferior pequeño, saborearlo.

- ¿A qué crees que sepa? ¿Qué te gustaría?

- A ti Will, a mantequilla, quizás fresas, pero sobre todo a ti. - Hannibal presiona nuevamente su
labio inferior, un poco más fuerte. - Claramente seguiría, porque si no te has ido hasta ese
momento, yo no podría controlar el siguiente paso.

- No podrías controlar... - El dedo de Hannibal ahora se pasea por el inferior con de los labios, de
un lado a otro, solo coloreando, palpando.

- Mordería aquí, justo al medio y tiraría de el, solo lo suficiente para que digas esa palabra que
tanto me gustó oír la otra noche.

- Amor.

- Sí esa. - Hannibal tiene los ojos cerrados, la respiración agitada y Will sabe, sabe... que me está
haciendo daño, no directamente, no a propósito, lo está... presionando, jugando.

Will se retira lentamente, extraña el dedo de Hannibal pero pretende no hacer daño. - Es... es bueno
saber lo que harías.

- ¿Harías algo por mi Will?

- Sí está dentro de mi... Dios, me pones tan jodidamente nervioso. Si claro, dime.

Hannibal se acomoda el traje y respira largamente. - ¿Pensarías en ese beso no dado hoy por la
noche antes de dormir?

- Uhm, claro, ¿porqué?

- Solo hazlo por mí, porque yo haré lo mismo.

Will asiente, porque está en una relación y en una relación en la que Hannibal no lo besa, porque se
lo pide, el puede pensar en un beso, porque se lo piden también. - Buenas noches Will.

- ¿Hannibal?

- ¿Sí?

Se estira para dejar un beso en la mejilla de Hannibal, un poco torpe, un poco brusco, un poco
rápido. Will se sonroja, niega varias veces, le gustó pero no sabe si le gustó a Hannibal, quien solo
lo mira, sorprendido, agitado. No dice nada, Will se agita también. - Buenas noches. - Cierra la
puerta fuerte.

Dios, Dios, Dios. ¿Qué estaba haciendo?

Se sintió bien, espera haberlo hecho bien, solo eso.

De: Willgraham1985@Baltimore.com

Para: Hanniballecterp@Baltimore.com

Hora: 11:00 PM

Concepto del amor según la RAE: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su
propia insuficiencia , necesita y busca el encuentro y unión con otro ser .

Concepto del control según la RAE: Comprobación , inspección , fiscalización , intervención . 2.


m. Dominio , mando , preponderancia, por sobre algo o alguien.

Archivos adjuntos: Como lidiar con un amigo o pareja con TEA.

Archivo adjunto: Como lidiar con los gastos compulsivos y demás excentricidades.

Archivo adjunto: El contacto físico con personas neuro divergentes, actualizado al año presente,
supervisado y avalado por más de veinticinco médicos.
Archivo adjunto: Responsabilidad paterna con adolescentes conflictivas.

Pdt: No hay llamada hoy día, no quiero hablar del beso.

Pdt 2: ¿Te gustó el beso? Respuesta de sí y no, solo comprobando.

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: Willgraham1985@Baltimore.com

Hora: 11:05 PM

Se agradece el gesto, cada lectura será aprovechada, excepto quizás por la de gastos, porque
cuando apenas me dejes comprarte algo, no podré parar y todo apoyo académico no lo impedirá

Pdt:¿Debo prepararme para un examen profesor?

Pdt 2: Toco mi mejilla cada cinco minutos, solo pienso en eso. Me gustó mucho.

De: Willgraham1985@Baltimore.com

Para: Hanniballecterp@Baltimore.com

Hora: 11:27 PM

Puedo realmente preparar un examen, en realidad me gusta mucho hacer exámenes, debería
advertir que será un examen en búsqueda de respuestas cualitativas, cuantitativas y con
justificación hipotética de desarrollo.

Pero como se que hablas con sarcasmo optaré por no hacer el examen aunque hubiera querido y
decir, Dios, solo voy a seguir el juego vale: Debes ser un buen alumno, si no tendrás que
quedarte a clases particulares y no seré nada fácil.

Pdt: Me siento un adolescente.

Pdt 2: A mi también me gustó.

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: Willgraham1985@Baltimore.com

Hora: 11:33 PM

¿Puedo tener el examen y las clases particulares? La idea de tu evaluación y posibles clases es
altamente provocativa. Es estimulante salir con un profesor de filosofía.

De: Willgraham1985@Baltimore.com

Para: Hanniballecterp@Baltimore.com

Hora: 11: 45 PM

Es un alumno exigente, espero estar a la altura, señor Lecter.

Bien, bien, bien no es sarcasmo es coqueteo, definición de coqueteo, proyectar situaciones


hipotéticas en base a fantasías, las cuales pueden ser supeditadas a exageraciones y banalidades de
una profesión. Will puede hacer eso, puede, él puede.

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: Willgraham1985@Baltimore.com

Hora: 11:46 PM

Podría comerte ahora mismo.

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: Willgraham1985@Baltimore.com

Hora: 11:46 PM

Me disculpo por ese último mensaje, intente borrarlo de su memoria.

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: Willgraham1985@Baltimore.com

Hora: 11:47 PM

Lo siento.
De: Willgraham1985@Baltimore.com

Para: Hanniballecterp@Baltimore.com

Hora: 11:50 PM

Te disculpo, aunque es bueno saber que tengo que tener cuidado. Tranquilo Hannibal.

Pdt: ¿Cuándo sabrás cuando besarme? ¿Cuándo sabré cuando dejarte hacerlo?

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: Willgraham1985@Baltimore.com

Hora: 11:56PM

Me tienes perdido Will.

Respecto al beso y su momento adecuado, ya he pensado en ello y he llegado a una única


conclusión. El que besará al otro, serás tú, no yo. Tú decidirás cuándo hacerlo y te recibiré
gustoso al intentarlo.

De: Willgraham1985@Baltimore.com

Para: Hanniballecterp@Baltimore.com

Hora: 12:03 PM

¿Cómo sabré cuándo hacerlo?

De: Hanniballecterp@Baltimore.com

Para: Willgraham1985@Baltimore.com

Hora: 12:05 PM

Will, lo sabrás y por más que quieras evitarlo, no podrás. Nada te impedirá hacerlo, querrás tanto
y yo te dejaré, no habrá otra cosa en la que puedas pensar, te lo aseguro.
Will se queda mirando a la pantalla, un mensaje más de despedida, porque está sumamente
nervioso y algo enamorado.

Se desviste, se ducha, se cambia, pensando en Hannibal, porque eso se le dijo que hiciera. Cuando
está intentando dormir, demora porque ha descansado en la tarde, así que aprovecha en recordar
que ese día, en especial, Hannibal se sintió parte de su familia, no como alguien más. Eso lo calma,
lo presta a limpiar su mente un poco.

Gira sobre su cama, da varias vueltas y finalmente suspira. - Hannibal te dijo que lo pensarás y ya,
solo hazlo.

Entonces mueve su mano sobre su mejilla, lentamente, la oscuridad ayuda, porque nadie lo ve, ni él
mismo puede hacerlo. Su corazón late, pero él ya sabe que no es un ataque cardíaco ni de pánico,
es un latido respecto a Hannibal, que solo provoca el.

Entonces pasea los dedos sobre el camino, el mismo que dejó Hannibal horas antes, lentamente
como si el mismo Doctor estuviera allí. Bien, lo ha hecho bien, ahora sus labios, así tocaría su boca
Hannibal, porque él es bueno, el es paciente y solo un sello, sus dedos presionan.

Hannibal huele bien, siempre lo hace así que no molesta y su boca huele a menta y vino, siempre
huele así, no molesta para nada. Piensa en la respiración de Hannibal, siempre agitada y su mirada
seria, divertida, ególatra. Está bien, está bien, un dedo, solo uno y su boca se entreabre.

¿A qué sabe la boca de Hannibal? La suya sabe a mantequilla y a fresas, porque Hannibal lo dijo.

Quiere que Hannibal sepa a vino, cigarrillos y a menta, si mucha menta. Humedad, puede sentirla,
mientras sus dedos ahora pasean de un lado a otro, lentamente y finalmente, una mordida, como un
tirón pequeño dijo él, así que tira, un poco.

Abre los ojos, agitado y sin poder respirar, está sudando y jura que el pudo sentir la boca de
Hannibal, el puede y se mira así, mismo agitado y emocionado, terriblemente vivo, como nunca
antes pero aterrorizado también, porque mientras una mano está sobre su boca, que quitó... la otra
estaba bajando, estaba, uhm, bajando por su vientre.

Respira, respira y entonces Will Graham, se ríe, porque por primera vez en su vida, él siente eso,
esa cosa, esa de la que todos hablan, una que nunca había sentido hasta hoy. - Hannibal, Hannibal...
- Murmura, mientras repite el proceso, mejillas, boca, labios, mordida, tirón, mejilla, boca, labios,
mordida y tirón, no importa cuantas veces lo haga, lo siente, lo puede sentir. - Mierda. -
Repite, mejillas, boca, labios, mordida y tirón.

Vuelve a reír, claramente, no duerme.


Conozco la palabra "papá"

Fue fácil encontrar a Abigail entre la multitud de jóvenes que salían de la escuela, solo había que
buscar los puntos álgidos de soledad y encontrarías entre los rostros solitarios a los pocos que no se
hallaban entre ningún grupo en particular.

Estaban los retraídos por naturaleza que querían estar entre la mayoría y no podían, presos de la
inseguridad, como también estaban los que podían y no querían, presos de su autonomía. Y estaba
Abigail que quería y que podía, pero que no necesitaba estar ahí, encajando y que rendida a la
absoluta autenticidad, se había establecido a ser la chica que estaba sola y eso estaba bien.

Cuando ella vio que Hannibal esperaba, sonrió en un gesto sorprendido. - Dime que papá no está
en problemas.

- Oh Will siempre está en problemas, pero el día de hoy los problemas van por nuestra cuenta.

- ¿Secuestro o salida?

- ¿Ambas?

Abigail no hizo más preguntas, tomó el brazo de Hannibal y caminaron al elegante y llamativo
auto. El restaurante a donde fueron sin conversación alguna de por medio era una cómoda elección,
una mezcla de lo que Hannibal y la niña podían disfrutar. Pizza y pastas. Pizzas artesanales, porque
Hannibal no pensaba ir más lejos ese día. - Entonces, ¿esto se trata de terapia o papá tiene que
decirme algo que no puede?

- Abigail, ¿que concierne para ti el amor?

Abigail puso la misma cara que pone Will cuando le preguntaban por un color en particular, una
sedienta búsqueda de conocimiento vano y profundo sobre un tema interesante. - Necesidad, dolor,
compromiso, tomarse de la mano, ver a los ojos... Un fastidio cuando no es recíproco, raro cuando
es correspondido.

- ¿Crees que tu papá está listo para eso?

Algo de silencio, pero no del cómodo, si no del realmente pensativo. Hannibal se sintió por
primera vez nervioso, la sola idea de que Abigail no creyera a Will listo, quería decir que no era la
persona indicada. Y si Abigail no lo veía como indicado, tendría que cambiar muchas cosas que
había visto en un futuro ya construido.

- Mi papá siempre ha estado listo, pero quizás el mundo no ha estado listo para él.

- Muy cierto.

- ¿Quieres salir con él? - ¿Cómo puede sentirse la mirada de una niña de quince años tan de
escrutinio?

Eso era lo que quería Hannibal, sin embargo.


- Me dijiste que en tu palacio las cenas eran de tres.

- Sí.

- ¿Qué hacemos en las cenas? ¿De qué hablamos? ¿Cómo es Will en tu imaginación?

- El... te incluye en las noches de pesca, te deja cambiar horarios, se olvida de verificar la luz, de
verificar las hornillas, porque lo distraes, porque lo entiendes. Hablamos del Destripador, del
Imitador, del nuevo asesino.

- ¿Quieres que los vea Abigail?

Y Abigail sonríe. - Sí.

- No puedo sentarme en una mesa tan importante, sin saber que soy irresponsable, sin saber que
ustedes darían la vida por mi, tanto como yo por ustedes. Que me verán también.

- Queremos verte.

- ¿Sí me ven se alejarán de mi?

- No podría alejarme de mi otro papá y papá mismo no podría alejarme de ti.

Chica leal. ¿Me ves como tu padre ya? No presionar.

Como premio sacó una cajetilla en señal, un apretón en el hombro y Abigail sonriendo. Claro que
el apretón se convirtió en abrazo, demasiado abrazo frío para dos personas con la novedad de una
relación comenzando, un lazo inquebrantable.

Al salir del restaurante, fumaron, porque eso era Abigail y Will para Hannibal, un vicio corrosivo
pero placentero equitativamente. El frío de la calle, no fue más que el marco perfecto para la
complicidad que se construía, que preparaba para un evidente y posible descubrimiento. - Abigail,
quiero decirte algo.

- ¿Están saliendo verdad?

- Tú papá accedió formalmente, si.

Abigail entonces inhala un poco más fuerte, una sonrisa perlada, grande y hermosa se abrió,
Hannibal quiso volver a abrazar, esta vez un poco fuerte. Alivio, paz, control. - Con razón la línea
roja en el horario, como razón los cambios.

- ¿Puedo preguntar?

- Hay un horario, ya lo sabes, despertar, tomar café, tomar vitamina, despertar a Abigail, lavarme
los dientes, ver que Abigail se lave los dientes, verificar a los perros, pasear a los perros mientras
Abigail se cambia, cambiarme, bañarme lunes, miercoles y viernes, no bañarme martes y jueves y
sábados, domingo solo bañarme si lo necesito. Ya sabes ese horario.

La idea del horario de Will se hizo algo necesitado, como el de poder dibujar sobre él y que Will
no lo mate en el proceso.

- ... Pero ahora... tiene líneas rojas, en la mañana antes de tomar café y luego de tomar el café de la
noche, más un espacio en blanco de dos horas cada día por si decides venir a verlo y claro un
pequeño espacio entre el bañarme y dormir, que dice "Pensar HL", no se que demonios piensa,
pero está subrayado varias veces.
- Un chico organizado.

- Tanto que no puedo llamarle a partir de las nueve de la noche, si llamo a partir de esa hora, el
enloquece, puede tener un ataque ante el posible escenario de cosas malas.

- Puedes llamarme a partir de esa hora, prometo no enloquecer. - Hannibal asiente, Abigail le
corresponde la sonrisa.

- Mi papá está enamorado de ti.

- El dice que gusta de mi.

- Una persona con TEA no cambia el horario por cosas que no considera importantes, casi
convulsiona cuando empecé a salir a fumar los viernes, ¿entiendes? Jack está de color azul por
muchas partes, no le gusta el azul, pero lo pone.

- Sin embargo, le duele establecer cercanía conmigo.

- Hannibal, mi primer abrazo con mi padre fue cuando tuve ocho años, lo recuerdo porque me
había caído y estaba tan triste por haber perdido un peluche, creo que después estuve muy triste
porque mi papá temblaba cuando me abrazaba. Luego entendí que le costaba, ¿ves? Entonces
estuve feliz, ahora me abraza, parece un robot cuando lo hace aún, pero lo hace con naturalidad.

La idea de una Abigail esperando un abrazo a los ochos años, desconocida del cariño se le hizo
doloroso, la idea de Will sacrificando sus límites por ese abrazo, se le hizo heroico. Ambos
construidos para recibir y dar cariño, de la manera más dificultosamente posible, sin embargo,
dispuestos a arriesgarse a dárselo a él.

- Puedo preguntar Abigail... ¿Qué pasó con tu mamá?

La mirada fría de Abigail cambia radicalmente, como un actor en una mala obra, que se ha repetido
lo mismo varias veces un guión. - Ella solo desapareció, no llamó más hace seis años, para bien
creelo, porque así el espacio en el horario, "prepararse para llamada a la mamá de Abigail" y "pedir
pizza para que Abigail no esté triste luego de llamada" ya no están.

Los cigarrillos van y vienen, Hannibal decide pasar la tarde con Abigail caminando y hablando de
todo, como de la pesca y otras nimiedades. Las horas pasan rápido, es fácil pasar el tiempo con
personas que te importan, pero aún más fácil si les importas y mejor aún, si les importa un tercero
en común. Ya un placer, si hablan de cosas que les importan, solo a ellos.

Cuando termina la tarde y es entrada la noche, Abigail es dejada en Wolf Trap, en un intercambio
de Graham por Graham, en la puerta Will espera con el pelo hacia atrás, con una camisa que nunca
había visto, de guinda y pantalón negro ajustado, viendose deliciosamente incomodo. Hermoso en
el intento.

Will recibe a Abigail, repite las indicaciones propias de cuidado ante su salida, la niña acepta cada
recomendación. Cuando se despiden, en un abrazo porque Hannibal ya no puede dejar de darlos,
desliza tres cigarrillos en la mano de Abigail sin que Will lo vea. La chica los acepta, totalmente
cauta ante la travesura.

- Papá, diviértete.

- Sí, lo intentaré.

- Hasta luego Abigail. - Hannibal apoya su brazo, ofreciendo el toque, Will está a punto de tomar el
brazo, sonrojado ante los ojos de su hija, que ahora observa sonriente.

- Yo uhm, supongo que ya lo sabes...

- Está bien papá, puedes tomar su brazo.

Will lo hace, baja la mirada, caminan al auto y Abigail enseña tres dedos, los dedos traviesos que
indicaban la información del Destripador, la cantidad de cigarros en su bolsillo. Ah y Hannibal la
adora y no puede esperar el día en el que los tres vivan juntos, haciendo que los perros siempre
duerman afuera, pero compartiendo en una mesa de gala, de platos nuevos y los platos de Will, más
Abigail, llamandole "papá".

[...]

Concebir el mundo bajo su lente, es vigorizante y esperanzador.

La basta colección de detalles memorizables es tan ilimitada... que se puede regodear en los
pasadizos de la vida, sopesando el gusto del existir, sobre el no existir, de manera estimulante.

Tanto por ver, tanto por tocar que se ahoga en percepción, imposible de huir, tan susceptible por
sentir, gustosamente:

Colores, lugares, personas memorables, obras, libros, cacerías, músicos, ideas, flores, cada gesto de
Will Graham, texturas, el cielo, la tierra, estudios, momentos y por supuesto, la comida.

Ah dulce placer efímero y banal, con fines de sobrevivencia pero exaltado a los valores del
disfrute. Un sabor, un comienzo y tan corto el instante en el que cocinar, morder, engullir y volver
a hacerlo, puede hacerse eterno para el conocedor, si es bueno.

Comer y cocinar, uno que no sobrevive sin el otro y Hannibal que no se halla sin los dos.

Como ahora, justo en este instante, cuando desliza el filo por sobre la verdura y está se ve rendida,
sin lucha alguna, a su autoridad, cayendo en trozos, todos iguales, haciendo de la zanahoria que
solo es una zanahoria, algo que está punto de cambiarlo todo.

Una zanahoria parte de un grupo, de simples y aislados ingredientes, que finalmente traerán a
colación, otro momento coleccionable: Una cena para Will.

La tabla a disposición, postura recta y mandil blanco prístino, groseramente blanco, mantenido
como blanco para siempre, contra todo, bajo sus secretos, tan limpio y pulcro, que combina con las
paredes, también blancas, probablemente lo más parecido a la pureza. La cocina de Hannibal es la
sucursal del cielo y el blanco, nunca es suficiente.

Cinco reposteros grandes, ocho medianos, tres contrapuertas, una mesa de mármol frío principal
para el corte, un lavaplatos, ocho tipos de tabla, diez u doce cuchillos, para carne dura, carne
blanda, para corte profundo, para filetear, para la mantequilla, para menudencias, para verduras,
para la fruta, para corte largo, para corte pequeño, para el pan serrucho y uno, para matar, si es que
lo necesita.

La procesadora de carne molida, el moledor de maíz, el triturador en fila y no, no Will, no son lo
mismo. ¿En qué momento los lava? Cuando nadie lo ve, porque nadie ve la suciedad pero sin
embargo, todo está limpio.

Porque todo tiene que ser limpio, lozano, magistralmente inmaculado para que lo que pase en la
cocina, en la tabla y en la mesa, se procree magnánimo y en la excelencia, de dos paladares que
solo merecen coleccionar ese instante en la construcción de un para siempre.

Olores, profundos que se cuelan de un lado a otro, van y vienen para que Hannibal Lecter, sea
quien es... alguien que juega con la comida como con la vida de quienes la desmerecen.

Así que Hannibal está pendiente de que el cuchillo caiga con elegancia, de que su postura sea recta,
de que la copa esté el alcance adecuado, de que el mandil se mantenga blanco y de que todo
combine, con la desesperante idea de que no solo está haciendo poesía, si no que la poesía es para
Will.

Claro que el chico se pierde en el mandil y lo mira totalmente incrédulo si realmente considerando
quizás si este es tan blanco o su percepción del mundo ha cambiado, porque de repente sus ojos son
grises y ahora realzan la blancura. - Científicamente... no puede ser tan blanco, es decir, si
hablamos de tipos de blanco...

Lo adora y duele tanto, que incluso cortándose así mismo, si la comida se quemara, si el
ingrediente pereciera, nada dolería más que dejar de escuchar a Will divagar sobre colores, un solo
día.

Hannibal no responde, porque la poesía es Will hablando y el cortando, el agua hirviendo, las
papas besando la sartén, uniéndose en la mantequilla, la carne dorándose, el calor subiendo y el
romero moliendose. Hannibal está cocinando un filete mignon para Will Graham y la cocina
intenta ser digna de tal acontecimiento. - Uhm, creo que podría verte todo el día hacer eso.

- ¿Qué cosa Will?

- Cortar, moler, rebanar, hervir y mover, todo, uhm, pareces un cuadro en movimiento.

- Uno que calza...

- A la perfección.

- ¿Hannibal? ¿Porque te gusta que te vea?

Ay y Hannibal se erige aun más recto, porque quiere impresionar, porque quiere regodearse, porque
está proveendiendo, porque está sirviendo, cuidando, engordando a una presa, que jamás se
comerá, pero que puede imaginarlo y porque Will Graham, está cayendo tan lento, que no se da
cuenta. Que su inconsciencia no le permite que ha llegado al lugar más peligroso del mundo: La
cocina de Hannibal Lecter.

- Porque nadie mira como tu.

Paredes blancas, mandil blanco y caoba oscura, artefacto uno más moderno que el otro, con tareas
infinitas como inmediatas, cuchillos afilados para no cortar, si no, rozar la carne de turno, el
humano elegido, el animal castigado. Banca del espectador a noventa grados, ni tan alto, ni tan
bajo, justo a la altura en la que debe estar para no perderse ni un detalle, directamente mirando al
chef, porque el chef necesita ser observado. - Uhm, cortar, cortar.

Ah y Will está tan embelesado que puede saborearlo, que sus manos ya no cocinan, si no que se
pasean, sutilmente acariciando cada utensilio, uniéndose a él, Hannibal toca y moldea la comida
como moldeará al chico de enfrente y quiere que lo sepa, quiere que sienta que sus manos limpias
las que cortan, mueven, pasan y procesan, sean las que quieren tocarlo igual.

- Will, más vino.


- Claro.

Y Will calza perfecto, porque pasa por delante y jamás por detrás para alcanzar la botella, que
tiende a diluirse más cuando cocina mejor, un poco de vino a los labios, otro poco a la salsa.
Siempre media copa, nunca más, Will mide el borde no porque tenga el conocimiento sino porque
ha visto a Hannibal hacer eso y la imitación es parte de su encanto.

Hannibal cocina a cocción lenta, siempre mejor tratado es el cerdo, más jugosa es su carne, por lo
que la paciencia es virtuosa no sólo por el resultado sino porque disfruta la postergación, tal como
los años al vino, tal como él a Will Graham. - Solomillo de cerdo, relleno de pesto acompañado de
una ensalada primaveral en salsa cruchet.

Will escucha, no entiende nada, sonríe. - Sabes que podría comer cualquier cosa que hagas, no
tienes que escoger el plato más extraño de tu carta.

- Solo mereces lo excepcional Will.

El chico es grosero, porque suspira, blanquea los ojos y asiente, existiendo en medio de la
limpieza, la perfección y el orden, ajeno pero bien comportado, hasta que claro, Will sigue siendo
Will y... mete un dedo en la salsa, divertido, malcriado y Hannibal quiere morder la boca que
chupa, sacar un poco de sangre, impartir disciplina. - Le falta sal.

Chico malvado.

Hannibal quiere romperlo en mil pedazos, solo para rehacerlo, solo por que ha osado destruir todo
y hasta el mandil ya no es blanco, ahora es Blanco Will, porque lo ha manchado de una belleza
distinta. - Oh. - Will deja que el sabor avance, ese que se siente al final del paladar, justo en la
garganta cuando la zanahoria cobra vida en su dulzor. - Solo tenía que esperar.

- Lo mejor siempre tarda, Will. Pero es algo que te voy a enseñar.

Will come rápido, la salsa adorna su labio superior, Hannibal no puede besar justo ahí, se contenta
con aceptar los elogios por el sabor, que vienen con maldiciones que está empezando, horror de
horrores, a normalizar. - ¿Puedo preguntar en que te entretuvo hoy día Jack? Me hubiera gustado
estar ahí, estaba invitado aunque mi cena con Abigail, estoy seguro, fue mucho mejor.

Will asiente, se le hace difícil comer y hablar al mismo tiempo, Hannibal sirve más vino, hasta que
Will parece tenso, pero poco a poco, normaliza la idea de hablarle del tema. - Hay un tipo... Uno
que conocí cuando seguía mi terapia de reinserción social, una medida obligatoria para que el FBI
me acepte, cuando no tomé la terapia contigo.

- He escuchado de ellas, solo son clases, ¿verdad?

Will sonríe burlonamente, ambos saben que esas clases son protocolares, más una burocracia que
realmente una mejora de evaluación. - Sï, yo asistí tres o cuatro veces, es que al final me fui a
mitad de la última sesión.

- ¿Muy aburrido?

- Muy incómodo, había un tipo... Matthew Brown, era asistente de psiquiatría, el hacía los
exámenes luego de las clases.

- No me suena.

- No tendría, no es nadie, pero él...


- ¿Te fastidió?

Will niega, un poco más de comida. - Se obsesionó conmigo, uhm, el decía que era amor.

La idea de otro ser enamorado u obsesionado con Will, cualquiera de las dos era válida y
cualquiera de las dos podía ser tomada como por una, se le hizo agria a Hannibal. El gesto de
desagrado fue tan obvio que Will, lentizó su manera de comer, solo para mirar atentamente a
Hannibal. - Supongo que debe ser difícil no asombrarse con una mente como la tuya.

- Más bien, creo que es algo sádico fijarse en alguien como yo, solo trato mal o propiamente dicho,
no soy hábil con las cortesías.

- Encantadoramente honesto para mí.

Will niega, mira a su plato, juega con su comida un poco. - Más vino porfavor.

- ¿Entonces? - Hannibal se inclina, olfatea un poco a Will, este estira la nuca obedientemente, para
que lo haga, cada vez más natural, como si supiera que Hannibal necesitaba marcarlo de alguna
forma que no sea verbal y que a la vez, no sea tan física. Tan presto y disponible para ser
reclamado en propiedad, cada vez más.

- Me harté de su acoso, me fui y ahora... el está matando para llamar mi atención.

- ¿Cómo lo sabes?

- Había una palabra que él me decía... - Will duda si decirlo o no. - ... No era nada, uhm, yo no
sentía nada por él, pero él me decía, amore mío. Entonces, mató a dos personas, ya van cinco y
escribió "amore mío" en sus cuerpos, en cada uno.

- Me parece sumamente peligroso que tengas a un asesino tras de ti, Will.

Will sonríe, despreocupado, parece contar los colores de su plato en tranquilidad. - Estoy
acostumbrado, es decir, en este ambiente, ¿pasa verdad? Probabilidades de verse envuelto de un
setenta porciento.

- Nada digno de normalizar.

Will ladea el rostro. - ¿Estás celoso de un asesino?

- Sí, no quiero que nadie te mire más que yo y como no puedo evitar que lo hagan, me siento un
poco frustrado Will, además de tu forma de ver tan despreocupadamente la situación.

Will asiente, mueve la nuca, de la misma forma que hace para que Hannibal lo olfatee, quizás
inconsieentemente, quizás a propósito. - Hannibal no me gustan las personas que quieren
obtenerme a la fuerza, por eso le dije a Jack... le dije a Jack quien era, lo están buscando, es
cuestión de tiempo para que lo atrapen, tienen du direccón.

Hannibal toma el resto de su copa, demasiado rápido. - Supongo que entonces está bien.

- Hannibal.

- ¿Si? - Intenta no tomar tan fuerte la copa, pero ahí está controlando su ánimo para no asustar a
Will.

- Uhm, ¿Nos sentamos en tus muebles?


Y ahí están, con los platos sin lavar en una cocina ex pristína, por culpa de Will Graham que no
quiere lavar, porque se quiere sentar junto a Hannibal, un metro de distancia, Will totalmente tenso.
- No estoy molesto Will.

- Intento hacer las cosas bien.

- ¿Qué intentas hacer?

-Tocarte.

Hannibal estira el brazo, como siempre lo hace y Will no lo toma.

En cambio, se queda mirando más tiempo del que debe y cuando ha tomado una decisión, toma la
mano de Hannibal y reduce el espacio. La mano de Will es pequeña, sudorosa y caliente, la mano
de Hannibal es seca, de dedos largos y fría. Sin embargo calzan tan bien, que Hannibal se retuerce
de tranquilidad, no es placer, no es carnal, es la unión lo que lo conmueve. Pasan media hora
tomados de la mano, en silencio, hasta que Will empieza a sonreír. - Tu mano se está calentando.

- Supongo que el calor vence el frío cuando se trata de ti.

Will asiente y finalmente, vuelve a exponer la nuca, sin darse cuenta. - Si alguien se fija en mi, te
lo diré y podremos tomarnos la mano nuevamente.

- ¿Y podré olerte en total libertad?

Will se sonroja, baja la mirada y aprieta la mano. - Ya te dejo hacerlo.

- Digo Will, ¿podré hacerlo incluso cuando no expones tu tersa nuca?

- Yo...

- Acercarme a ti, inclinar tu nuca yo mismo, servirme y hacerlo.

Will parece considerarlo, niega un par de veces, reconoce que habrá una acción no premeditada
que tendrá que asimilar en segundos, sin permiso, con total jerarquía de un tercero. Hannibal
piensa que Will recorre todos los posibles escenarios, sopesa incomodidad con alteración,
finalmente suspira. - Sí, bueno, puedes.

Hannibal sonríe y aprieta la mano en sus manos, para finalmente se acerca a Will en lo que
parecería un beso, solo para levantar su mentón y oler. Will se tensa, se deja y luego, se ríe. - Si
claro, ¿porque no ahora?

Hannibal pretende seguir recopilando información y permisos, por lo que la idea de un nuevo vino
viene a su mente, más la promesa de embriagar a Will, solo para verlo dormir. Hasta que su celular
propio, suena. Hannibal quiere lanzarlo lejos de ese momento, pero en la pantalla el número de
Abigail brilla. Will mira interesado, es un segundo en el que los dos, cambian de actitud, las manos
se sueltan, el miedo florece.

- Abigail.

- ¡Papá!

- Abigail soy Hannibal.

- Papá, ¡hay alguien en la casa! - Le habla a él, no a Will y Hannibal toma el cuchillo imaginario,
el número doce de la cocina.
- Abigail... - Hannibal respira, mira a Will quien ha escuchado todo y está de pie, con las pupilas
dilatadas, tenso, dolorosamente. - .... Escúchame bien, no cuelgues.

- Yo... Ya viene, el ya viene.

Will toma el teléfono, escucha y el corazón le duele. - Hija, Abi, en mi recámara, cajón cinco,
debajo de la ropa elegante, mi pistola está cargada, hija ya sabes como usa...

La voz de Matthew Brown aparece. - Hola amore mío.

Y Will entra en pánico, Hannibal tira de él, solo para salir de la casa, teléfono en mano. - Matthew.

Solo caminan, están en el auto antes de que puedan seguir escuchando. - ¡Papá!

- Tú... saliste con el Doctor Lecter, pero no conmigo, no a mi lado, ¿porqué? ¿Porqué Will? Que
pena Will no aceptaste mi regalo, pero si tu me rompes el corazón, yo tengo que romper el tuyo.

- No le hagas nada, yo iré, yo puedo hablar contigo Matthew, yo...

Hannibal maneja, la ira invade su alma, el desconocido dolor y su mente reconociendo que no todo
detalle es memorable, que existe una gran colección de momentos memorables que quería olvidar,
como ese, cuando su extensión, su pequeña niña fumadora, su chica leal está en peligro y ella es de
él, como Will, y maneja tan rápido. - ¡Mis padres vendrán! ¡Ellos te matarán! ¡No!

La idea de la casa de tres se desmorona tan rápido, sin vuelta atrás. Un disparo.

Y el teléfono, se cuelga. "Mis padres vendrán y te matarán" "Mis padres" Hannibal, llora.
Conozco a los perros de Will

- Will Graham, edad treinta y cinco años... ¿verdad?

Desesperación, baja autoestima, síndrome de... uhm, no sé, está buscando tener uno. Observador,
caza en silencio, posible psicópata. - Sí.

- ¿FBI verdad?

Le gusto, me conoce, ha leído sobre mi, que molesto, no me gusta que me conozcan, me hacen
visible. Su apellido es Brown, trabaja aquí por elección, así que elección de trabajo premeditado,
no puede ser un psicópata, se mezcla entre ellos. - Sí.

- ¿Citas martes y jueves verdad?

Busca reencontrarse, puedo sentir su apego emocional. No quiero a nadie así, no necesito a nadie
así. Basta una persona oscura en mi vida, bueno dos tal vez.

Solo Abigail y yo. Y quienes estarán obligados a querernos, solo serán los perros.

La casa de Wolf Trap era grande, como ya se había dicho, demasiado grande para dos personas,
aunque si esas dos personas eran los Graham, era chica, porque ellos eran abarcadores de espacio
por naturaleza, necesitados de libertad para el mundo que construían constantemente.

De conocimiento obvio para Hannibal, de conocimiento esquivo para todos. Excepto quizás, los
perros.

Will tenía siete u ocho perros, no lo recuerda, Abigail una vez habló de ellos, el nombre de cada
uno aún es un enigma para él. A diferencia de la casa, los perros no son tan apreciados.

Solo sabe que uno de ellos es Winston y otro puede que sea Coffe, nada más. Aunque lo que sí
puede asegurar es que todos, TODOS, fastidiosas aberraciones, botaban el pelo.

¿Por qué? Porque Will estaba lleno de ellos cuando venía, porque Abigail también, porque incluso
él, que no había tocado más que tres veces a Will y abrazado a Abigail en cuatro ocasiones, tenía
pelo encima en innumerables trajes. Además de que todo olía a eso, la casa, Will, Abigail y, porque
así era la vida de fastidiosa, su mueble verde.

Los perros de Will podían ser un leve problema para la perfección, incluían caos, desorden,
suciedad y descontrol. Sobre todo caos y porque no podían existir dos bestias en un solo lugar,
nótese los perros de Will y Hannibal.

Hannibal pensaba que los perros eran accesorios necesarios para llenar de compensación y
sentimentalismo al que lo anhele, siempre serviles y protectores con la primera mano que se les
extienda.

Aunque tenía que admitir que había cierta tolerancia con los perros de Will, el tipo de empatía que
evitaba matarlos a todos, porque eran rescatados y no una anotación de sentimentalismos vanos, si
no, porque los perros rescatados no le rendían culto a cualquiera.

Su lealtad consistía en un agradecimiento más fortalecido que una simple comida, si no el


significado de una salvación. Will no les había acariciado en la calle y dado un pedazo de comida,
Will los había recogido del frío y la noche, puesto comida en una promesa para toda la vida, dado
un hogar, una familia.

Además no sólo estaba la salvación de Will para con ellos, si no que estaba el trabajo de Will para
ganarse a cada uno, muestra concreta de su esmero, disciplina, decisión y cariño. Eran perros leales
a Will porque Will había sido leales con ellos.

Bien, igual Hannibal los detestaba y aunque alguna vez le dio comida a alguno, cree que al marrón
o no sabe cual marrón, planificaba deshacerse de ellos a largo plazo. Poco a poco dar a adoptar,
hasta que lo único que quedara de un perro en la casa, sea la foto de un recuerdo lejano de lo que
fueron.

Los detesta, los odiaba o mejor dicho... lo hacía, hasta ese día. El día en el que Abigail llamó por
teléfono.

La casa de Wolf Trap era grande, demasiado pero cuando el primer hilo de sangre se delinea en la
entrada, pareció ser chica porque todo se redujo a eso, al hilo oscuro y guinda, casi negro azabache
de sangre, que se deslizaba del portón a las gradas: La primera víctima, un perro herido de un
corte, recibiendo a Will y a Hannibal en una muestra de su lucha, de esa lealtad de la que hablaban
todos respecto a los perros, habiendo puesto su vida antes, para proteger la casa, para proteger a
Abigail.

Tras el paso de la sangre, un segundo herido más. Un corte más profundo, buena suerte para el
perro ser más grande que ella, aunque herido, demasiado. Agonizante.

Hannibal, la octava bestia del lugar, entró con un cuchillo a la casa, no explicó a Will de donde
provenía, no tenía porque hacerlo. Will no preguntó.

Will notó a los perros, Hannibal presintió su dolor al tener que evadirlos en búsqueda de Matthew.
- Estoy aquí, Matthew... Podemos hablar.

Hannibal era un sabueso, dispuesto a matar, sin tener que pretender que lo haría. Cazaba en la
oscuridad de la casa, se movía como un oso, acaparando la cocina, adiestrándose de más armas,
estimulando el oído y afianzando el olor: Había un olor diferente en la casa, fuera de los perros,
Will y Abigail... olía a cigarros baratos, colonia de limón y desesperación. Listo tenía mapeado a
Matthew. - Will, arriba.

Will asiente, tiene su arma del FBI apuntando, sin embargo cuando pisa la primera grada, el tercer
perro, golpeado más no cortado, pero imposibilitado de ayudar, aullaba de dolor. - Lo siento, lo
siento...

Hannibal empezó a no detestar a los perros, empezó a sentirse uno de ellos. Herido por daño
colateral, preso de la lealtad, propia de un animal agradecido.

- Sin armas.

- Will...

Will gira hacia Hannibal, mirada fría y la empatía con el asesino de turno, Hannibal se preguntó si
por el o por Matthew. - Tiene a Abigail, no correré el riesgo. - Desde arriba, el ladrido de tres o
cuatro perros más llamó la atención de ambos.
- ¡Papá!

Will corrió hacía arriba, Hannibal guardó el cuchillo, a cambio de eso, igualmente sentía que podía
matar aunque sea usando sus dientes.

La escena era en sí, tétrica.

Un tipo pálido y delgado, sosteniendo a Abigail del cuello, con una pistola en la mano, por lo bajo.
Hannibal leyó en segundos la desesperación brotando más la brillante mirada de un patético
desvalido que se deslumbró con el tipo equivocado.

Matthew te entiendo, yo también quiero que me vean, pero querido Matthew, ¿que tienes tu por
dar a cambio? En tu simpleza desesperada no tienes nada, más que vacío y no podrías cortejar a
un Graham, atentando a otro Graham y no eres digno de la mano, ni de los abrazos, ni de los
besos apurados en la mejilla, ni de oler, de nada. Porque no eres nada.

- Viniste amore mío.

- Papá....

- Yo vine, yo estoy aquí, puedes soltarle Matheww, uhm, dolor, dolor, dolor... Yo estoy aquí,
Matthew, yo, yo soy lo que quieres, puedes dejarla ir.

Cercando a Matthew y a Abigail, dos perros quedaban a la expectativa, demasiado inteligentes al


saber que un movimiento en falso haría daño a su protegida o indefectiblemente, verse dañado
como sus iguales.

Dos últimos perros, hay uno herido y otro herido de arma, ese último lo reconoce, es Winston,
preso de la bala que escucharon por el teléfono. Sangrando deliberadamente. - Trajiste al Doctor
Lecter, no, no, muy mal mi amor, eso estuvo muy mal, ¿Quieres ponerme celoso?

- Señor Brown, no soy más que un invitado que ha llegado por sí solo, Will Graham no me ha
traído, he querido venir yo para conversar con usted, creo que juntos podemos entrar en razón.

- ¡Qué tendrías que hablar conmigo si te has robado lo que es mío!

Hannibal gruñe, Will lo mira, furioso. - No soy de Hannibal, pero tampoco soy tuyo Matthew,
porfavor, porfavor solo... vamos Matthew, puedes dejar a Abigail.

- Pero tu no quieres hablarme, tu quieres a tu hija, mira hasta donde me has hecho venir, mira lo que
me hiciste hacer Will, para llamar tu atención, mira mi amor...

Will toma un respiro, se ahoga un poco, los ojos de Abigail están asustados, pero no tiembla, no se
mueve, mira a Hannibal. Busca la calma, Hannibal asiente. - Sí es tu idea la fantasía de una
relación entre Will Graham y yo, no es más que un error, el señor Graham y yo, somos buenos
amigos, nada más y estás perdiendo la oportunidad con Will, con una decisión como esta Matthew.

- No, no, no. - La sonrisa de Matthew es larga. - Él te ha visto a ti, monstruo y te ha aceptado, no
juegues conmigo.

- Matthew... - Will da dos pasos más cerca. - el asesino se inquieta aprieta su agarre contra Abigail.
- ¿Cómo podría Hannibal Lecter igualar la belleza de tu obra? Yo te vi Matthew, te he visto y me
he alejado, porque... no creo ser digno de ti.

Hannibal se retuerce un poco, la mentira en Will es natural cuando empatiza, tan enfermo como sus
asesinos. - Nunca quisiste verme.

- Señor Graham, yo lo he visto en terapia, quisiera saber si un día quisiera tomar un café conmigo.

- No, no veo productivo el acercamiento.

- Pero Will no me conoces, yo...

- Me tengo que ir señor Brown.

Will niega, una sonrisa, una fría sonrisa. - Eso es mentira, ¿De verdad te gusta mentirme a mí,
Matthew? Yo te vi: Dolor, soledad, tristeza, nadie te ve, nadie te escucha, nadie cree que eres
capaz de matar, ¿verdad? Yo si lo hice, por eso me aleje Matthew, por eso me fui.

Matthew suelta el agarre de Abigail un poco, solo un poco distraído. - ¿Porqué no me dijiste Will?

- Matthew tengo miedo, de quien soy, de cómo me siento, amor... - Hannibal tiene que respirar. -...
Yo tengo miedo de empezar y no poder parar y entonces hacerte daño.

Un poco más de soltura, brillo en los ojos de Matthew. - ¿Entonces lo ves a él? ¿Vez nuestra
diferencia?

- El Doctor Lecter no es más que apariencia, un amigo para pasar el rato, Matthew. Tu eres de
quien huyo, porque en ti me reflejo. - Otra sonrisa, otra más y está vez se siente real, Hannibal
podría jurar que Will no miente.

Finalmente el agarre es libre y Abigail está corriendo antes de un segundo, Matthew sonríe y da
dos pasos hacia Will, aún con el arma en las manos, Abigail está detrás de Hannibal. Se tratan de
dos segundos, cortar, cortar, dolor dolor dolor, Abigail Abigail, está bien.

Will se abraza con Matthew Brown.

En un abrazo tierno, porque Matthew apoya su cabeza en el hombro de Will y Will acaricia su
cabeza, lo arrulla. - Hannibal es mejor que te vayas.

Dolor, dolor, frío, frío.

Pero la mano de Will está estirada, en un gesto, disimuladamente. - Hannibal ahora.

Entonces Hannibal ataca, un corte en el esternón, imposibilidad de movimiento, un corte en el


brazo, imposibilidad de reacción, corte en la cara, dolor y un corte en la pierna, desangrado. Para el
cuarto corte, Will lo detiene. Una mano en el hombro.- Lo vas a matar, ya no Hannibal.

El fin de un sueño terrible lo asombra, hay cinco perros heridos en Wolf Trap y un Lecter, también.

[...]

Matthew vive, se va en una anbulancia y Jack Crawford revisa la casa, inútilmente como siempre.
Abigail no se despega de Will, quien acaricia sus cabellos. - Hannibal.

- No.

Hannibal funciona mejor con tareas, cuando la actividad es física, impidiendo pensar. Manejar es
una opción, otra es matar y como no puede hacer ninguna de ellas, por ahora, saca su botiquín de
su auto.
El perro número uno, tiene un corte en el estómago, no profundo, por rapidez. Se detiene el
sangrado con gasas y se pone antiséptico. El perro respira.

El perro número dos tiene un corte más profundo, se desinfecta, se presiona para hallar la vena
cortada, cuando se halla se cauteriza con un catalizador rústico de Hannibal. Will y Abigail miran,
Hannibal trabaja. Cose superficialmente, el perro reacciona cuando el desangrado se detiene. -
Número dos, bien.

- Hannibal, gracias.

Dolor, dolor, frío, frío. Will es de otro, no mío.

El perro número tres, necesita una reacomodación de la pata torcida por una patada. Debe hacerlo
ahora aunque el dolor será agudo, de lo contrario podría perder la extensión y morir en una
recuperación improbable. Hannibal acaricia la cabeza, espera reacción positiva mientras aplasta un
poco la boca del animal para que no pelee o muerda, regresa la pata a su sitio. El perro aúlla, no
muerde y en el roce, lame la mano de Hannibal. - Un esguince, recomiendo reposo.

Los perros sobrevivientes e ilesos dejan a Hannibal hacer su trabajo, conscientes de que tal vez se
trate de otro tipo de salvador, otro como Will. Sin embargo, también están adormecidos, por un
dolor diferente.

Un sexto perro, está muerto, Hannibal no puede hacer nada por él. Más que limpiar la sangre,
cargarlo y arrullarlo frente a Will y Abigail, quien llora. - Su héroe debe tener un buen cuarto en su
palacio señorita, no ha muerto en vano. - Abigail acaricia, cansada y apagada. Otro dolor, de otro
tipo nuevo calando en su alma.

Winston es otro caso, no se mueve ni abre los ojos, sin embargo tiene latidos. Hannibal busca la
bala que rozó el estómago, cuando la halla la saca. - Necesita sangre. - Dice más para el que para
Will, no tiene sangre a la mano, hace un torniquete en las patas para no extender la irritación. -
Tengo que llevarme a este.

Will asiente, toca el brazo de Hannibal, no se siente bien, ninguno lo hace. El doctor mira a
Abigail, la revisa en general, aunque los médicos de la ambulancia ya lo hicieron. - Estás bien.

- Lo estoy. - Abigail asiente en modo automático. - Gracias.

- Fue un gusto Abi.

Cuando carga con el perro está lleno de sangre, sangre de Matthew, sangre de los perros y pelo,
mucho pelo. Así que cuando Winston cuelga de él, ya podría calificarse como sucio, un caos y
totalmente, adolorido del alma. - Puedo llevarlo yo.

- Will, quédate con Abigail.

- Hannibal sabes que no lo dije en serio, ¿verdad?

- Sin embargo, lo ves, lo viste... Will, tengo que llevarme al perro.

- Hannibal...

Pero ya no se escucha la voz de Will cuando Hannibal sale de Wolf Trap, ni cuando maneja, ni
cuando llega a la veterinaria más cercana. - ¿Es su perro señor?

- Sí.
Espera las tres horas de operación de Winston, sentado en la madrugada. La idea de estar
profundamente abandonado lo aterroriza, Will puede ver a otros con facilidad, puede tocar y la idea
de perderle es lo que lo aterroriza. Más una profunda posesividad oscura, propia de un ser egoísta,
que no quiere compartir. Leal como un perro, territorial también.

Herido, sin herida aparente, porque Will se abrazó con Matthew. Porque puedo hacerlo y
acariciarlo, cuando él tenía que suplicar por un roce, por un apretón de manos.

Lo hizo por Abigail pero incluso en eso se parecía a los perros, irracional.

- Señor su perro vivirá.

Se siente aliviado, ¿porqué tendría que sentirse aliviado de las bestias que antes detestaba? Que
no eran suyas, lealtad.

- Vendré por él en la mañana.

- ¿Quiere despedirse de él? Digo, no es que vaya a pasar nada malo, es fuerte, pero los dueños
siempre quieren despedirse para que sus perros sepan que están bien. - La chica es estúpida, pero
dulce e ingenua, se debate entre decir no amablemente y decir si, por aparentar.

Dice que sí, por alguna tercera y extraña razón.

Winston está medio dormido, conectado al suero y con el pelo rapado en la herida. Hannibal lo
acaricia, Winston no se altera. - Lo hiciste muy buen chico.

Hannibal se queda más tiempo que el que debería, acariciando, lleno de pelos y la idea de tener
perros ya no es horrible.

Entiende porque la gente los tiene, no porque vayan a morir por protegerlos, si no porque aman,
aman como él a Will, ciegamente. - Vengo mañana. - Winstons, lame su mano. Hannibal no se
limpia.

Los siguientes días, Hannibal trabaja para no pensar demasiado, durmió dos o tres veces en su
mueble verde, y se alejó de Will, aunque de una manera retórica de decirlo, porque estuvo en Wolf
Trap cada día a las siete de la noche. Nadie preguntó porque, nadie cuestionó nada.

Sin embargo, no hubo comidas al trabajo, ni llamadas, ni correos. Will los mandó, Hannibal no
respondió.

Solo se trataba de Hannibal llegando, mirando a Abigail, abrazándola apenas llegaba,


cerciorándose de que estaba ahí, realmente estaba ahí. Preguntaba por el hematoma en su brazo,
que luego de dos días casi había desaparecido. Hannibal saludaba a los perros, los revisaba,
contaba como estaba Winston a quien visitaba seis de la mañana cada día.

Will por su parte, hacia una rutina totalmente nueva también, no se despegaba de Abigail. El no
trabajó una semana, Abigail no fue a la escuela y aunque Matthew Brown estaba aún en
recuperación y pronto en la cárcel para psicópatas, se sentía expuesto.

Cuando terminaba de revisar a los perros, que dispuestos y ya al tanto de que se trataba de su
salvador, se echaban boca arriba dispuestos a dejar que los revisaran. Hannibal limpiaba las
heridas, volvía a mirar a Abigail y luego se sentaba. Cenaban en silencio, hacían una mera charla
protocolar y a las diez de la noche, Hannibal se iba con un asentimiento de cabeza para finalmente
dormir en el mueble de su oficina.
Will intentó acercarse, pero aún estaban demasiado lejos. El pobre chico, para su pesar, entendía
que Hannibal también estaba herido. No le creían, pero el dolor de la posible pérdida de Abigail lo
aletargaba. Quizás la idea de no ver a su hija y perder a Hannibal, era demasiado.

Una cuarta noche, un día antes de que Winston fuera dado de alta, Will dijo que no estarían en casa
dos días. Hannibal asintió, mientras comía un estofado preparado por Abigail en silencio. Como
cada noche, miró a la niña y la abrazó dispuesto a irse. - Yo veré a los perros mientras no están.

- Puedo pedirle a Alana...

- Dije que yo los veré.

- Hannibal basta.

El mayor levantó los ojos, cansado, quizás demasiado con el fresco recuerdo de Will empatizando
con facilidad, sintiendo el olor a limón sobre lo que era suyo. - Tengo que irme Will, paso por
Winston cada noche para...

- Toqué a Matthew Brown, yo lo toqué lo sé y sé que te molestó, pero fue por Abigail, ¿lo sabes
verdad?

- Lo sé, Will.

Frío, frío.

- ¿Entonces? ¿Acaso solo quieres que me desviva por ti? Yo... uhm, lo siento, ¿sabes? - Ropa
sucia, pelo desordenado, chico caótico, hermoso. - Te veo Hannibal, no se que me ocultas, pero lo
veo y aunque también vi lo mismo en Matthew, de ti no estoy huyendo.

- Will...

- Matthew, dije que no quiero salir contigo.

- ¿Sabes que podemos compartir nuestra diferencia con el mundo?

- No se de que hablas.

- Lo sabes Will.

- Lo siento, quiero estar solo.

- No hay muchos como nosotros, Will.

Will niega, su horario está muy lleno para otra persona, no vale la pena el cambio. - Se que no lo
hay, prefiero estar solo.

Hannibal asiente, aún siente el corazón roto. Es egoísta, lo sabe, inmaduro tal vez, incómodo con el
descontrol nuevo en el. - Sin embargo, Will... Si puedes verme a mi, ¿porqué te siento tan lejos?

Will estiró el brazo, Hannibal lo quitó.

El aire de asombro de Will, jamás rechazado antes, le dolió.

Los dos días de pesca de Will y Abigail se sintieron como dos años, Hannibal regresó a Wolf Trap
con Winston y la casa parecía no ser grande, si no un abismo donde los dos seres abarcadores y
fastidiosos, dejaban un agudo dolor en su pecho. Lo que hizo a continuación, no es algo que
Hannibal Lecter quiera se sepa de él.

Durmió con los perros.

Los alimentó, los revisó, los cuidó y faltó al trabajo, intentando ser un Graham, aunque una muy
mala copia de ellos, se sumergió en la soledad y en el silencio, intentando buscar lo que buscaban
ellos. Al cabo de dos días, detestó el silencio, fallando como Graham y lo único que lo salvó,
fueron los ladridos de los perros sanos y de los recuperados.

Revisó la sepultura del perro fallecido a pocas cuadras de la casa. Cementó sobre él. Pensó en él.
Se sintió como él.

Al segundo día, no pudo evitar lo obvio y mató a unas tres personas pendientes de su propia lista.
Sin embargo, no le hizo sentir mejor. Cuando volvió a casa, es decir Wolf Trap, con los perros que
ahora eran para él: Winston, Coffe, Perry, Snow, Pesto y Lucky, cada uno con su personalidad bien
definida, se sintió mejor.

A la medianoche se levantó incómodo en la cama de Will, no porque seis perros lo rodeaban, si no


porque se dio cuenta de que era un idiota. Un idiota incapaz de compartir, con miedo de perder lo
que Matthew no tenía, más que había saboreado.

Ya para el tercer día, cuando amanecía, se sentía devastado y solo Pesto podía ayudarlo,
arrinconándose contra él. - ¿Cómo sobreviven sin ellos?

El perro lo miró, sensible y se pegó más.

Hannibal esperó con comida bien hecha a los Graham, sin preguntar de donde vinieron y porque
venían tan sucios. Aceptó su silencio en la comida.

Abigail fue a dormir, mucho más tranquila y claro, abrazando a Hannibal. - Te quiero Hannibal.

- Te quiero hija.

Will en cambio, se veía más tranquilo pero más sombrío, quizás aceptando su distancia. Los perros
ya habían regresado a su lado, poco ingratos, solo viniendo al ser que les pertenece. Una lealtad
ganada por años. Todos estaban rodeando a Will, quien sentado en un sillón, acariciaba las cabezas
más cercanas.

- Will...

- Sí no aceptas quien soy, esto no va a funcionar, puedes irte, puedes... Puedes ver a Abigail, pero
no a mi, yo no miento, yo me acerco, estoy podrido, pero soy quien soy y si no puedes, uhm, si no
puedes aceptarlo, si no puedes esperar, es mejor que no tengamos... Es mejor que te vayas y...

Entonces, como los perros mismos, en el espacio que dejó Sparkles, Hannibal se deja caer,
rendido, entregado a la justicia Graham, un perro más recogido, leal y totalmente, de rodillas, a un
lado de una pierna de Will, abrazado a ella. - Esperaré, siempre te esperaré Will.

Silencio, tranquilidad y Will acaricia seis cabezas y una más. Hannibal entre sus piernas, abrazado
aún, herido y feliz, en su lugar, a los pies de Will Graham.

Hannibal duerme ahí, Will también. Aunque Will tiene que ir a trabajar finalmente.

Hay seis cadáveres que revisar, tres del Destripador y tres del asesino que nadie conoce.
Pero Will vuelve a cenar, como su brazo vuelve a Hannibal y Abigail, antes de dormir y mirarlos
una vez más, se despide. - Buenas noches papás.

- Buenas noches Abigail. - Resuena en la casa, un poco más chica, pero igual de grande, un día
común y corriente en el dulce mundo de Will Graham.
Conozco los patrones y la rutina

Los días posteriores a su caída a los pies de Will, la pérdida de Sparkles, la casi pérdida de Abigail
y la pérdida absoluta de ideales de parte de Hannibal respecto a tolerar seis perros, son días
rutinarios, lo que en la vida de Will y Hannibal, significa nada más y nada menos que el cielo
absoluto.

Porque en la rutina, Will hallaba el orden y el control, muy al contrario de Hannibal que encontraba
a la rutina como una prueba desafiante y divertida con la cual enfrentarse y endulzar a su propia
manera, afinando su propia necesidad de control, en el caos provocado por el mismo y nadie más.

Por ejemplo, si Will cenaba cada día a las seis, Hannibal estaba ahí a las cinco y si Will, paseaba a
los perros a las diez y media, Hannibal llamaba a las once y si Will recogía a Abigail a las tres,
Hannibal aparecía a la misma hora en la misma escuela, como si realmente fuera cierto que pasaba
por ahí.

Entonces la rutinaria vida de Will, no era tan rutinaria por Hannibal pero al cabo de cumplirse los
seis meses desde que se conocieron, podía decir que dentro de la invasión improvisada, ya era
rutina que Hannibal lo pusiera a prueba constantemente.

Hannibal no podía dejar de ver a Will, Will dejaba que Hannibal lo viera hasta hartarse.

Abigail estaba más feliz y estable, aún con cigarros de por medio, pero asistiendo a una terapia que
se convirtió en una interminable discusión sobre la verdad absoluta y todo aquello que la niña leía,
enriquecida por su propia mente como por las mentes que consumía.

Pero sin duda alguna, la parte favorita de las rutinas de Hannibal era abrir la puerta a las siete de la
noche luego de cada cita, para hallar a Will felizmente sentado en su sillón verde, como si lo
hubiera construido para él, leyendo revistas de Caza y Pesca que ahora eran numerosos volúmenes
ignorados por todos menos por Will.

Sin embargo, existían otras rutinas y otros patrones que Hannibal estaba ávido por consumir con
respecto a su nueva vida.

Por ejemplo, Will Graham almorzaba cada día a la una en punto de la tarde, pase lo que pase,
incluso si Jack estaba rabiando por una consulta, Will almorzaba una en punto, ni un minuto más,
ni un minuto menos.

Que comiera algo realmente nutritivo, era una cosa muy diferente. A veces almorzar para el chico
solo se trataba de obtener la primera barra energética no vencida de la máquina y sentarse en su
pequeño e improvisado escritorio a mirar a la nada durante sesenta minutos.

¿Pero qué pensaba Will durante una hora cada día? Para Hannibal era un enigma, sin embargo, en
el horario enmarcado en papel y plumones punta fina, estaba muy claro: Almuerzo y pensar una en
punto, cada día.

Porque Will amaba mirar a la nada, durante una hora porque la norma lo establecía así y en su
horario decía así, entonces así era. Nada llenaba más a Will y sus horarios que seguir el patrón de
la normalidad, allá estaba Abigail que pretendía almorzar cuando le diera hambre, que podía ser a
las tres y Will entonces casi juraba, según la misma Abigail, que esa persona no podía ser su hija,
si no una extraña e inestable persona que comía a cualquier hora y desde entonces Abigail, la
desorganizada, nació para quedarse así.

Sin embargo, como Will confesó mucho tiempo después a Hannibal, consideraba que dentro de los
sesenta minutos, habían entre diez y quince que podían ser recortados y obviados, porque en
cuarenta y cinco minutos ya había pensando bastante pero solo se aferraba a continuar hacia su
término, porque no tenía nada más que hacer y porqué, terminar de hacer una actividad en número
impar o peor aún, no redondear una hora, era algo tedioso para Will.

Entonces ahí estaba, cuarenta y cinco minutos después intentando inventarse algo más cada día,
para no salir a darle a Jack el gusto de haber salido antes o darse el disgusto de no culminar algo.

Sin embargo, cuando Hannibal empezó a traer comida para él, la triste mesa beige, despintada y
vieja, de madera mullida y acabada, de la sección del FBI que nadie visitaba, se pintaba de mantel
blanco y cinco cubiertos, porque sí y entonces los sesenta minutos podían ser hasta hora y quince.
Porque Hannibal no iba a dejar que las barras energéticas pudieran dominar el mundo de Will. Y
porque si Abigail era la desorganizada y Will el organizado, entonces Hannibal era el exagerado.

Todo claramente, siempre celebrado por Price, Beverly y Brian, quienes estaban coludidos a
empujar a Will a cumplir su horario con el Doctor, porque estaban seguros de que el amor podía
nacer entre la sangre, los psicópatas y el dolor.

- Champiñones rellenos de queso azul y un pescado de corvina al vapor y finas hierbas.

- Hannibal...

Hannibal había obtenido grandiosa información en su inclusión e invasión a la casa Graham como,
el absoluto conocimiento del famoso horario. Un pequeño papel A4 pegado en la pared del taller
de Will, hecho a mano con los días de la semana marcados, resaltado a la una en punto.
Divirtiéndose, porque él también podía sacar provecho de los nuevos límites siempre cambiantes
en su relación con Will, porque si Will podía tenerlo a sus pies, ¿en qué me he
convertido? Hannibal podía ver el horario.

Hannibal observa el ambiente, poco honorable y de seguro el más abandonado del FBI, dispuesto a
transformarlo dignamente para Will. - Dije que te traería la comida cada día.

Will aún poco acostumbrado a la nueva relación, extraña relación, movía la nuca a un lado, veía a
su alrededor como si alguien más estuviera presenciando tamaña invasión de su hora de pensar, que
según el horario nada desorganizado como Abigail, se veía maltratado por la elegancia de un
tupper, dos cubiertos y un Hannibal, profundamente enamorado.

Mirándolo como si el tuviera algo que compartir, cuando claramente hasta le sobraba tiempo de lo
vacío que se consideraba en el acto del pensar.

Toda información recopilada, tiempo después, pero que hoy era ignorada.

Will tiene la casaca vieja del FBI, azul marino desteñido, con las letras despegadas, dos tallas más
grande de lo que debería, ocultando su cuerpo. Una camisa marrón, también desteñido por un
exceso de jabón, un pantalón jean, siempre ajustado y mocasines, que delataban su procedencia de
antaño, calzando también, una talla mayor. Sin embargo, aunque fuera imagen viva del desarreglo,
a Hannibal le gustaba.

Pero a Hannibal siempre podía gustarle Will, porque Will hacía que la ropa inadecuada fuera la
adecuada, con sólo levantar la mirada escurridiza y decir. - No deberías estar aquí, ¿porqué estás
aquí? Aparecer de improviso puede ser considerado de mala educación.

- Solo pasaba por aquí.

Will entrecierra los ojos, baja la mirada, juega con los papeles entre las manos. - No, no, no es
posible, el local del FBI está al Este de Baltimore, tu trabajas al Oeste y vives al sur, entonces no
hay manera de que puedas estar de paso, más que una forzada visita, lo que requeriría...

- Will, quería verte.

El chico asiente, el sonrojo leve llega como siempre y entonces una media sonrisa. - Entonces, solo
debes decirlo, no debes ser indirecto, debes decirlo.

- ¿Qué quería verte? Tendría que decirlo muchas veces al día.

- Uhm, si, claro, yo... sigue siendo mejor que tener que leerte, eres molesto cuando eres
enigmático.

- ¿Entonces por qué te has sonrojado? Cualquiera diría que te gusta que lo sea.

- Uhm, yo no... uhm si, presión arterial alta, tu la subes, tu eres... - Will niega, sonríe y luego se
pone serio. - Eres desesperante.

Hannibal sonríe, quiere retorcerse bajo la pequeña mesa para sentir las piernas de Will, ser
acariciado, querido solo porque Will es dolorosamente honesto. - La TEA siempre tan propia para
nuestra relación.

- La honestidad es virtud, depende de cómo sea tomada. - Repite Will, con un discurso aprendido
para el mundo.

- Como quieras. - Hannibal estira el brazo, mientras saca y desliza los tres tuppers de comida sobre
la mesa, uno pequeño, dos grandes, llenos de olor a restaurante caro. - Entonces, si la honestidad es
una virtud debes saber que salí de mi oficina, cancelé una cita, cociné para ti, manejé dos horas a la
tienda porque no tenía un ingrediente que creí te gustaría, regresé a terminar de cocinar y manejé
otra hora hasta aquí, solo para verte comer, porque me gusta la forma en la que suspiras y
maldices, gracias a mi.

La tensión en el cuerpo de Will es obvia, su boca en una línea apretada, quizás pensando en que
decir a tal tamaño de falta de horario en plumón punta fina y propio de una desorganización nivel
Abigail Graham. - Tú... tú... siempre me pones...

- Nervioso. - Hannibal sonríe.

Will asiente y quince minutos sobrantes, se convierten en quince minutos dejando que Hannibal lo
mire.

[...]

¿Porqué Hannibal siempre le pone nervioso?

Es decir, es una persona que cumple con el patrón adecuado de estabilidad, porque Hannibal tiene
patrones, rutinas y orden. Le gusta Hannibal, le gusta su ropa limpia, su perfume caro y la sonrisa
ladeada, le gusta que siempre haga sonreír a Abigail, que no lo vea como si... como si fuera
extraño, en cambio tenga esa mirada interesada, como si Will tuviera algo importante que decir,
todo el tiempo.
Hannibal le gusta y a Hannibal le gusta verlo comer. Will suspira, no puede evitar sentirse raro,
porque sabe que el tipo con el que sale, el psiquiatra de su hija, tiene algo oculto aunque no le
interesa por ahora descubrirlo.

Solo quiere aprender a tocarlo, porque tiene miedo de que se vaya como todos parecen hacerlo. Uh,
Hannibal ha puesto un poco de comida en un tenedor, lo estira hacia a él.

Will piensa en mil cosas negativas al respecto, sin embargo, come. Suspira y maldice, a propósito,
se siente como una obra a la que Hannibal asiste, bien, él puede hacerlo.

Masticar lentamente, suspirar, mala palabra, mirar a Hannibal, sonrojarse, patrón establecido,
masticar lentamente, suspirar, mala palabra, mirar a Hannibal. Hannibal sonríe, Will también.

[...]

Jack observa a las mesas metálicas del siempre frío cuarto de inspección, Bryan y Price se mueven
como si estuvieran en su casa de verano, demasiado acostumbrados a la sangre, sin embargo, sus
bromas siempre sutiles no amilanan la oscura escena que presencian: Seis cuerpos, tres con
faltantes de órganos, tres con sobrantes de órganos.

Seis víctimas mayores de veinticinco años y no mayores a sesenta, todos con historiales limpios,
salvo dos que mantenían deudas con el Estado. Normales, con trabajos y familias. - Esto está
rayando con la locura. - Jack siempre dice eso cuando no tiene un procedimiento lógico en mente,
cuando las piezas del rompecabezas están desordenadas y sin patrón alguno, sin rutina como Will
y Hannibal.

Will en cambio, mira con demasiada tranquilidad, inmiscuido en un mundo lejano al que nadie se
puede acercar y a Hannibal le encanta. El en cambio, también habita en su propio mundo, uno de
los espejos donde puede reflejarse, el arte de ver su trabajo analizado de primera mano. - Los cortes
siempre limpios del Destripador, inconfundible. - Dice Brian Zeller mientras señala el esternón
expuesto del dentista echado sobre su mesa.

El dentista, torpe hombre de manos nerviosas había hecho tres curaciones y una corona a Hannibal
hace tres años, curaciones cubiertas por el seguro pero que el dentista hábilmente logró esquivar
bajo estrategias

Las otras víctimas habían corrido una suerte similar debido a sus groseros actos del pasado, como
la chica del supermercado que había dado vuelto de menos y el abogado que alguna vez hizo
perder dinero a muchos amigos conocidos de Hannibal. Las víctimas del nuevo asesino, sin
embargo no tenían procedencia de crimen alguno, más que dos que tenían deudas con el Estado y
el tercero, que Hannibal tiene que admitir, fue toda una agradable sorpresa.

Dentro de la nueva rutina de Hannibal y Will se hallaba el hecho de trabajar juntos consultando
para el FBI, de manera oficial, lo que requirió una conversación larga por correo donde Will dejó
en claro que el ambiente del trabajo no era el adecuado para escenarios de brazos juntos, ni besos
rápidos en la mejilla, lo que terminó por reducir a Hannibal a un puchero divertido de quejarse y
decir que iba a ser difícil no besarlo ni olerlo ni tocarlo teniendolo tan cerca.

Lo que hizo que Will no contestara el mensaje durante una hora completa, para concluir el
también, que Hannibal no era un hombre con el que se pudiera conversar de manera seria ni por
correo, ni en el trabajo y que debería leer un libro que se llama: "Como ser un ser humano
funcional y correcto en la sociedad contemporánea" a lo que Hannibal contestó, que ya tenía
muchos libros por leer, como el "Cómo tolerar seis perros y no morir ahogado en pelos de por
medio." Will puso LOL nuevamente, Hannibal lo amó, mucho más.
Claro que dentro de la nueva rutina, incluía momentos a los que Will llamaba momentos fuera de
foco y control, que incluían intervenciones de Jack o cualquier otro ser del exterior para consultas
inmediatas, propias de un asesinato que ameritaban improvisación por la urgencia y necesidad del
escenario. Hannibal amaba los momentos fuera de foco, porque en ellos estaba una reacción atípica
de Will, lo que significaba mayor conocimiento del chico y lo que también ameritaba, situaciones
de brazo suspendidas y por ende, rubor en las mejillas de Will por casi ser descubiertos en una
situación tan comprometedora como el hecho de tocarse tan superficialmente o Dios no lo quiera,
estarse mirando profundamente.

Claro que Hannibal prefería que Jack los hubiera encontrado sin ropa, mientras se cogía a Will
contra su mesa de la oficina, pero claro que también podía estar contento con el hecho de ser casi
encontrados, de la mano en un concurso por quien adoraba más al otro. Porque así eran los límites
de Will.

Un día así, era justamente en el que se hallaban tras una paz absoluta de patrones y rutinas en la
oficina de Hannibal, cuando Jack y Alana irrumpieron para una consulta excepcional sobre
asesinatos que se habían vuelto dramáticamente mediáticos gracias a la prensa y una ciudad
atemorizada.

La sutileza con la que Will desliza su pierna por el mueble ébano es enternecedora, es una pierna
cruzada sobre la otra, tensa y movediza, señal de incomodidad, expectativa, emocionalidad y
nerviosismo. Propio de los momentos fuera de horario de punta fina.

El ébano tan profundo hace gala en su compañía, haciendo contraste con el momento hosco que
atraviesan de una discusión tétrica y de un Will totalmente abocado a escuchar y analizar lo que lo
rodea. Un mueble digno, que solo toma valor cuando la persona que lo usa es Will Graham.

Pero la pierna no mantiene un patrón alguno fácilmente percibido al ojo básico del ser humano, si
no que se mueve, en un compás sutil pero exacto de cinco golpes nerviosos al aire, un tirón y tres
segundos de quietud para volver a repetirse.

Hannibal no pretende ser descortés, porque en su naturaleza no está serlo, pero le resulta
dramáticamente difícil no observar a Will cada que puede, mientras está rodeado de gente. Solo un
vistazo, de vez en cuando, comprobando que el patrón es correcto, que Will, su Will está nervioso y
molesto, falto control y demostrando algo de la reconfortante posesividad que le precede.

Will está bien, siempre lo está con Hannibal, obviando los momentos de descontrol emocional al
tacto, pero generalmente bien. Excepto cuando Alana Bloom está presente, ¿es malo que a
Hannibal eso le divierta?

- ¿Hannibal tú qué piensas? - La voz de Alana claro que es dulce y armoniosa, pero resulta
estrepitosa para Hannibal cuando acaba de descubrir que en el patrón de la pierna de Will, sobre el
sillón de su estudio, se halla una mano sobre su muslo, algo ajustada, no de nudillos blancos, pero
siendo contenida, que hace un estiramiento cada diez segundos y que solo se detiene cuando Jack y
Alana dicen algo, para volver a restablecerse.

Pero sobretodo Will está enojado porque la única persona que sabe realmente que algo pasa entre
ellos es Alana, si no confundió el beso fuera de la ópera con un raro acercamiento de Will, si no,
con un gesto amical, lo cual era extraño, porque los amigos no se besan y huyen al ser
descubiertos. Cualquiera diría que Alana se estaba... enfrentando a Will, en una pelea que no sabía
que ya tenía perdida, sin embargo, enfrentándose.

- Es un asesino metódico, pero no con un fin claro, puede que tenga historias por contar pero no
necesita ser entendido. No son historias contadas para un público específico, quizás para nadie...
Creo que sabemos mucho, como podemos no saber nada.

Will viste un pantalón gris ajustado, que se evidencia en sus tendones apretados y muslos
contraídos, además, una camisa azul marino, que Hannibal nota es nueva y huele a tienda
departamental pero al mismo tiempo, calza tan bien que por un momento los ojos de Will se ven
esquivos pero color del mar, como un camaleón.

Y es tan difícil escuchar, es tan difícil prestar atención y dejar de pensar en su boca, contraída y
pensativa, abriéndose de rato en rato, para decir alguna cosa brillante, se le hace complicado no
imaginar como sería besar a Will, morder sus labios, escucharlo gemir por ello, confundido porque
el dolor y el placer pueden ser uno mismo. Quizás preguntando a Hannibal luego, porque el dolor
y el placer podían sentirse bien y proceder a discutir durante horas, mientras se consumía de
excitación.

- Doctor Lecter una de sus víctimas es uno de sus antiguos pacientes, tiene usted, ¿alguna idea al
respecto?

Will sigue el patrón, que ahora se ha renovado a un apretón de nudillos, desliz de muslos, golpe de
talón, respiro y una mirada hacia Hannibal. Nudillos, muslos, respiro y mirada. ¿Estaría mal tener
el control de Will por un momento?

- ¿Doctor Lecter?

Ah cierto, pobre Franklin.

Sí, Franklin, degollado y cazado en la comodidad de su casa, justo cuando pretendía comer una
comida de cinco cubiertos, totalmente solo. Con un estómago extra y un cerebro también,
utilizando de más uno, desperdiciando el otro. - Yo no tengo idea, Franklin era un ser encantador.

Hannibal no había matado a Franklin, lo hubiera hecho en algún momento de su vida, pero no lo
había hecho ahora y eso le molestaba un poco. Porque él cazador era él y no otro.

Will vuelve a tensionar la mano, la pierna al mismo tiempo y finalmente, pierde su mirada en el
fondo de su oficina, interesado por el color guinda de la pared de libros antiguos.

Hannibal jamás había visto a Will distraído, tan poco interesado cuando de asesinos se trataba, la
idea de verlo tan lejano, le gustó. Significaba que no prestaba atención al nuevo asesino. - Creo que
el Destripador es a quien tenemos más cerca Jack. - Will seguía mirando la pared, totalmente
presente demostrandolo al hablar. - Está matando más seguido, ya no tenemos que esperar cinco
meses o un año para verlo, estamos obteniendo pruebas que pueden...

- ¿Quieres decir entonces Will que tenemos una pista? Porque si no, no entiendo por qué debería
prestarte atención.

También Jack estaba en su lista, aunque Hannibal dudaba si dejarlo, pues creía fervientemente en
la pluralidad de los castigos. Por ejemplo, Jack era un hombre que sí debía morir, lo haría y nada
hallaría en eso más que la heroicidad, en cambio, la muerte de Bella podría ser más dolorosa que
un cuchillo en su garganta. Así que si, Jack estaba en su lista, pero de manera diferente.

La idea de la muerte de Will le esclarecía mucho más el punto, tanto como Abigail, dejándole en
claro que la muerte no era remotamente lo peor que le puede pasar a un hombre enamorado.

- Jack, ¿De verdad estamos cuestionando la habilidad de Will para decidir si estamos cerca o no? -
No era bueno defender a Will siempre, pero Hannibal encontraba el respeto por el, desagradable,
porque el trato despectivo por Will era abismalmente diferente.
- Hannibal. - Alana desliza su mano por el brazo de el, se tensa inmediatamente y busca los ojos de
Will, quien tiene la mirada fija en la misma mano. - ¿Crees que debemos centrarnos en el nuevo
asesino o en el Destripador?

El patrón cambia, ahora la pierna cruzada se abre y Will tiene una pose atenta, al igual que una
libre atenta al ruido, de un depredador. Los nudillos blancos, apretados y su mirada intensa,
oscura. ¿Posesivo de nuevo Will?

- Creo que podemos seguir el hilo de ambos, porque aunque ninguno tiene un patrón, no debemos
dejar la oportunidad de enfrentarlos, ¿Aunque creo que el agente Crawford ya se nos adelantó no es
cierto? Leí la nota de Freddie Lounds.

- No estuve de acuerdo con eso. - La mano de Alana sigue en su brazo, si pudiera se la quitaria.
Pero no puede, por dos razones: Ser arisco revelaría su cercanía con Will y una exposición de su
relación que no ha sido autorizada ni por correo, ni en persona. La otra razón es que quiere
molestar a Will.

Entonces, la mente de Hannibal Lecter divaga, en su propio patrón... Divertirse a costa del
malestar de Will, solo para demostrar que el también tiene un poco de control. Triste y mísero
control, que en un parpadear de Will amenazando dejarlo, lo destruiría, pero patrón al fin y al cabo.

[...]

Hannibal siempre lo mira, no es una novedad, solo es algo con lo que está aprendiendo a lidiar.

Las miradas siempre han sido algo difícil con lo que lidiar, pues significan crítica, expectativa y
subjetividad.

Will siempre rehuye a la mirada, además, corre con el terrible riesgo de que pueda entender a esa
persona y la empatía, mal de mil filos, significa siempre absorber cosas que el no permite.

Tristeza, dolor, alegría, envidia, egoísmo, soledad, amor. Entonces, mirar siempre implica regresar
con un poco más y perder otro poco, además, ¿a él que le interesa sumar más problemas a los
suyos?

Sin embargo, Hannibal tiene una mirada diferente al resto, superficialmente podría decir que es
misterioso, experimentado e inteligente. Un poco más allá, puede decir que es frío, calculador,
práctico y ordenado. Si va un poco más a lo que piensan los demás, puede decir que es alguien de
la realeza, de clase y un peleador nato. Pero si mira un poco, más en esa disputa entre el marrón y
el verde pantano, frío frio, Hannibal es solo un hombre lleno de amor.

Un ser humano sensible al arte, un tipo necesitado de cariño, un alma solidaria, solitaria en la
búsqueda de una excelencia inexistente. Por eso Will se pone nervioso, porque Hannibal busca la
excelencia en un mundo que él aprendió que no tiene. ¿Entonces por qué lo mira como si fuera la
excelencia?

Además y no menos importante, Hannibal es tan guapo para Will. Físicamente agradable, si, claro,
es atlético y musculoso, fuerte y proveedor. Además, Hannibal siempre luce tan elegante que a
Will le molesta el gasto de nimiedades, el traje auténtico, los colores indescifrables. Eso hace que
Will quiera tocar, pero no sabe tocar, entonces convulsiona. ¿Tocar o no tocar?

Pero la que toca es Alana, ella lo toca y el no ha permitido que lo toquen. Pensamiento negativo,
no es bueno ser posesivo con el otro. Los seres humanos no son objeto, evaluar propia terapia.

- ¿Podemos revisar los cuerpos en conjunto? ¿Los últimos seis del Destripador y los últimos seis
del nuevo asesino? - Hannibal viste un traje plomizo con cuadros azules, perfectamente ajustado,
ajustado del bueno, Will no quiere mirar, porque mirar requiere ganas de tocar y tocar puede Alana.

Alana no debe tocar, Hannibal la deja.

Will está molesto, apreta los nudillos cuenta y apreta la pierna, Hannibal lo mira, Hannibal se
divierte. Y esa es una rutina a la que Will aún no se acostumbra y se debate en incluirla o no en su
metódico horario porque requiere de mucho esfuerzo no asestarle a Hannibal un codazo cada que lo
invita a salirse de control, a costa de su propia diversión y curiosidad.

Ambos saben que le molesta que Alana lo toque, tanto como a Hannibal molesta que Will haya
visto a Matthew, sin embargo ahí estaba el hombre más improvisado y adepto a las nimiedades, no
solo dejando que Alana se cuelgue de él si no que ladea la sonrisa para ella.

Ah y Will se molesta.

[...]

Will está molesto, Hannibal lo sabe porque los patrones ahora son inexistentes, si no una mezcla de
gestos y retorcijones que Will hace gala sentado en su sillón ébano, que ahora luce más oscuro
porque la posesividad de Will Graham se desborda y la conversación de asesinos parece tan
obsoleta que el mayor quiere arrojar a Jack y a Alana por la ventana más cercana para arrojar a
Will pero al sillón verde, solo para saborear su boca y crear un propio patrón de besos mojados y
gemidos, llenos de perdón por los celos y mucha, pero mucha excitación contenida.

Sin embargo, como es un hombre de palabra, se mantiene firme en el contrato conversado


previamente de mantenerse absolutamente profesional en el ámbito laboral de consultoría del FBI
pero divirtiéndose a costa de Will y sus celos respecto a Alana. - Querida, tú misma tienes una
peculiar visión sobre estos asuntos, creo que sería enriquecedor que nos ilumines respecto a si
seguir provocando al nuevo asesino siendo comparado con el Destripador con la ayuda de Freddie
Lounds.

Alana se sonroja, pero no es tan bello como cuando Will lo hace, pero Hannibal puede fingir que es
bellísimo, por lo que sonríe ladeadamente como se le fue notificado era gusto del chico. - Gracias
Hannibal, creo que efectivamente un enfrentamiento no es más que una técnica amarillista para
lograr traer a uno contra el otro, estaríamos más bien, poniendo en peligro a más personas.

- Y sin embargo seguirán muriendo con provocación o no, Alana. - Will contestó, voz gruesa,
patrones caóticos.

- Creí Will que no estabas de acuerdo con incluir a Freddie Lounds en el tema. - Alana está
dispuesta a batallar.

- Creíste mal, una cosa es mi gusto por hacerlo y otro que no lo crea ahora conveniente.

- ¿Tú qué piensas, Hannibal?

- Yo creo que...

- Alana, ¿no fue tu idea en un comienzo exponer al Destripador hace un año?

Chico posesivo. Interrumpeme tanto como quieras.

- Tú mismo lo dijiste Will, las condiciones cambian según lo conveniente.


- Sin embargo, dijiste que siempre las situaciones podrían requerir medidas excepcionales.

Jack suspira. - ¿Cuándo se convirtió esto en una situación de lo que dijo el uno o el otro en el
pasado? Se trata de tener soluciones señores.

Hannibal no puede estar más divertido y hasta la idea de tomar el horario de Will y arrugarlo solo
para hacer uno nuevo que incluya "la hora de molestar a Will" a las cinco en punto en cada día, ni
un minuto más, ni un minuto menos, es tentadora. Así que ahora no solo deja que Alana siga
colgada de su brazo, mientras Will sigue lejos en el sillón, si no que ahora él mismo coloca su
brazo sobre los hombros de Alana, atrayéndola más, como si estuviera totalmente de su lado. -
Creo que Alana tiene razón Jack, exponer a más personas en una pelea mediática puede ser
peligroso.

Will se muerde los labios, Hannibal está seguro de que podría escuchar gruñir a Will. Perdón
chico, es que es tan divertido...

- El Doctor Lecter no tiene idea de como tratar al Destripador, yo soy el que lo ha estudiado por
años.

Jack y Alana se miran, aunque Alana un poco sonriente, sorprendida por la cercanía de Hannibal,
creyéndose triunfadora. - ¿Invalidas la opinión del Doctor Lecter?

- Sí.

Hannibal entonces sonríe. - Me gustaría saber porque mi opinión es menos apreciativa para ti Will.

- Porque eres un hombre desorganizado y de nimiedades, también eres molesto y...

- Will.

- Alana, cállate.

Hannibal entonces casi puede en ese momento cantar victoria, porque en ningún horario, rutina y
patrón, Will ha demostrado que la TEA ni su personalidad puedan ser alarde de un nivel tan grande
como la violencia. Y solo su oficina, Jack y Alana pueden estar presenciando que jamás ha estado
tan orgulloso de ver perder el control a Will Graham. - Señores, control porfavor...

- Will, creo que deberías disculparte con Alana. - Hannibal sabe que las miradas de todos los
presentes están sobre Will, mientras que Will mira furioso a Hannibal, así que sabiendo de su
ventaja, Hannibal guiña un ojo a Will, evidenciando que sí, estoy molestandote Will, me gusta
verte molesto, me gusta verte pelear por mi.

[...]

Matar, cortar, rebanar, limpiar, matar, cortar rebanar, limpiar. Como cuando pesca.

Hannibal lo saca de control, está molesto con Hannibal, ellos están en una relación y Hannibal es
consciente de que Alana, gusta de él y deja que lo toque, le da razón y juega con Will.

Will quiere tocar a Hannibal, pero quiere empujarlo, quiere golpearlo y quiere, después de todo,
dejar que su nuca se abra, para que Hannibal lo huela solo a él, para luego tener una discusión vía
correo que aclare los límites de como divertirse y como no divertirse.

Golpear, besar, matar, tocar, oler, Hannibal estoy molesto.


¿Crees que conoces mis patrones? ¿Crees que no me doy cuenta de que los observas? ¿Crees que
puedes predecirme? ¿Crees que sabes quien soy?

[...]

- No me voy a disculpar.

Cuando Will se levanta para caminar alrededor de los tres, cual léon enjaulado, Hannibal sigue
dispuesto a ver cuan lejos puede llegar Will mientras se pregunta que llevar de comer mañana a su
amado, solo para disculparse por tamaña prueba de curiosidad. Mientras que Alana y Jack son
ajenos a la pelea que atraviesa una pareja en construcción. -¿Qué es lo que sucede aquí Will?

- Creo que Will ha perdido el norte de la discusión Jack, claramente está mezclando su
emocionalidad con la decisión, yo recomiendo que sea excluido de la investigación hasta que aclare
sus pensamientos. - Alana, comenta y Hannibal pone el rostro totalmente neutro que no es más que
otra manera de pasar por inocente.

- Quizás deberíamos excluirte a ti Alana y al Doctor Lecter.

- Will...

- Tú también cállate Hannibal.

- Graham será mejor que seas más profesional con esta discusión.

- El único que no es profesional es Hannibal, Jack.

- ¿Chico has perdido la cabeza?

- ¡Estoy saliendo con Lecter!

Lo que sucede a continuación es Hannibal separándose amablemente de los brazos tensos de Alana
que ahora está boquiabierta y pasar por delante de un no menos sorprendido Jack Crawford, para
caminar a un lado de Will y asentir, totalmente arrepentido aunque no tan arrepentido.

Will respira con dificultad, mientras intenta volver a encontrar un norte al que apoyarse, aunque
esté sumamente enojado agradece que Hannibal se ponga a un lado, solo para no caer ante la
exposición emocional y apoyarse, porque a él si le corresponde tocar.

- ¿Esto es cierto Hannibal?

- Sí, Will Graham y yo mantenemos una relación romántica hace casi un mes, pero habíamos
decidido mantenerlo en lo privado.

- Es tu culpa, tu culpa, tu...

- Will.

- Sí, sí, sí, me callo.

Jack y Alana deciden que la reunión ha terminado, demasiado confundidos para seguir en el mismo
lugar donde Hannibal y Will se hallan ahora en su propio patrón desconocido por todos, incluso
por ellos.
[...]

Hannibal es paciente, siempre lo ha sido en su vida pasada para construir lo que es ahora y en su
vida presente, cuando se trata de esperar y consumir lo que Will puede darle. Sin embargo existen
momentos como este, cuando Will se apoya contra su librería, totalmente cabizbajo respirando con
dificultad, en silencio y sonrojado hasta el cuello, cuando quiere sacudir al hombre solo para saber
que es lo que pasa por su cabeza.

- No fue muy amable de mi parte exponerte así, lo admito Will.

Silencio más silencio, dentro de la rutina tienen muchos de esos momentos, disfrutables y
agradables, en los que la falta de palabras no son por escasez de ellas si no que, son momentos
donde sus mentes hallan paz para encontrarse vulnerables en compañía. Pero el momento que
atraviesan no es agradable, ni pacífico, aunque quizás sí vulnerable, pero no de la manera que
Hannibal conoce.

- Puedo dejarte tranquilo en casa, puedo dejar de ir a Wolf Trap un par de días, dentro de lo que
cabe en mi conocimiento por las relaciones sanas Will, no soy más conocedor que tu mismo, no es
una justificación, ni una disculpa, solo es un comentario que busca comprensión de tu parte.

Will no muestra patrón, no hay nada de lo que Will señale que Hannibal haya conocido en seis
meses que en ese momento puedan prevenir al siguiente movimiento del chico. Will bien podría
desmayarse, salir corriendo y terminar con él en cualquier momento, y no lo vería venir.

- Will, habla conmigo.

Por ejemplo, jamás Will ha tenido los puños cerrados con fuerza, ni ha mirado al piso por más de
quince minutos, ni se ha quedado en silencio sin murmurar alguna idea que repita en su mente. Se
ve furioso, pensativo y animal. Hannibal está seguro de que ha ido quizás un poco lejos y la idea de
un nuevo alejamiento de Will lo tortura, porque si se requiriera no volver a tocarse hast que Will lo
quisiera, lo aceptaría, pero su ausencia dolería más. Porque dentro de su rutina, no es posible borrar
el horario mental en el que ha llenado cada espacio de su día en pensar en Will.

- Will, chico mío... lo siento.

Will tiene una decisión para la última súplica que es salir caminando lo más rápido posible fuera de
la oficina, Hannibal puede correr y tomarlo, pero dentro de los permisos que se ha tomado, no
recurre a hacerlo y deja que Will tire la puerta con total libertad. La ausencia de Will y su camisa
nueva le dejan un vacío en el pecho.

Hasta que la puerta es tocada tres veces, de nuevo.

- Will, se que me equivoqué, gracias por volver...

Un empujón, uno fuerte impropio de una persona más delgada y pequeña que el, que recibe
gustoso. Si Will quisiera pelear, Hannibal lo dejaría hacerlo.

Pero otro empujón más, al revés llega. - Will...

- Cállate.

- Will...
Y otro empujón, y otro, retrocede, no hace nada y el sillón verde golpea sus talones y finalmente,
listo para el último empujón, uno que lo derribe, por grosero, por divertido, por haber jugado con
Alana, llega pero en forma de palabra. - Voy a besarte.

- Sí, por favor.

Will está rojo, respira con dificultad y finalmente, su boca llega a la de Hannibal y su beso, que no
es más que un golpe sobre los labios del mayor, viene con un gemido lento. Will se separa, lo mira
y parpadea, varias veces, Hannibal siente el sillón quemando mientras sus labios secos, queman
también. Entonces Will, besa en serio, la boca se abre y empuja a Hannibal hacer lo propio, una
separación de labios y la pequeña boca de Will está mojada y sabe a café de la tarde, mientras es
lenta su apertura, tan lenta que en su búsqueda tentativa por encajar con Hannibal, se hace
deliciosa.

Hannibal no hace nada que no sea imitar cada movimiento de Will, alentandolo a seguir en el
camino correcto, que es exploratorio y maldita sea Will, cuando la lengua de Will asoma una punta
para saborear su labios, Hannibal tiene que contenerse, porque se está derritiendo, en la boca del
otro. Y los labios de Will se sienten tan delgados y su boca, tan pequeña, que siente que el beso es
el placer más grande que ha tenido en la vida.

Sus manos sin embargo hasta ahora quietas, se levantan para acomodarse en la cintura de Will
quien lo deja, aún tenso y sus bocas que no hallaban un compás, al cabo de un minuto de chocar
entre sí, cuajan mejor y el beso es caliente, lento y la saliva, puede sentirse tan bien, cuando la
cintura de Will es apretada con fuerza, solo para equilibrar su autocontrol y no terminar de
realmente meter su propia lengua dentro de Will.

[...]

Caliente, boca caliente, corazón acelerado, Hannibal sabe bien, Hannibal se siente bien, uh toma
mi cintura, si agarrame, si apretame,

¿lo estoy haciendo bien? Se siente bien, ¿te gusta?

Eres mío, si te marco porque así marcan las relaciones, Alana no puede hacer esto.

Voy a meter un poco más mi lengua, porque quiero hacerlo, quiero sentirte más, quiero avanzar,
quiero... yo quiero sentirme así, me gustas, me gustas, me gustas. Me molestas también, tu boca es
caliente, caliente, cintura, mi cintura, si tómala.

Yo puedo hacerlo, ¿lo estoy haciendo bien? Dime que lo estoy haciendo bien.

[...]

Cuando la lengua de Will está completamente dentro de la suya, Hannibal obtiene el permiso
absoluto para enseñarle a Will lo que el puede hacer y el mismo hace que su lengua batalle contra
la de Will, Will se tensa cuando el encuentro de ambas se hallan en una pelea y hace el gesto de
alejarse, quizás creyendo que estaba siendo expulsado. - Estás haciéndolo bien, solo... - Hannibal
murmura en la boca del otro, respirando agitado. - Nuestras lenguas pueden jugar, solo sigueme
Will...

- Me gusta, me gusta.

- A mi también Will.

Las lenguas entonces se golpean y Will aprende rápido que eso está bien, que así debería ser un
beso y el sillón verde, detrás de ellos se vuelve el escenario perfecto, porque Hannibal tira de Will
para que el beso se acentué, lo siento necesito más Will.

Entonces Hannibal tiene a Will sobre él, el chico pelea un poco pero finalmente deja que Hannibal
tome el control y el beso se convierte en una pelea por Hannibal por consumir la boca enrojecida e
hinchada del otro, mientras Will intenta en un torpe movimiento dejar que su boca esté disponible
para lo que sea que Hannibal quiera hacer, lo que es finalmente, morder su labio y tirar de él. -
Hannibal....

- Sí, Will... un poco más.

- Está bien, sí.

Su lengua vuelve a estar dentro de Will, Will intenta volver a pelear y finalmente, Hannibal vuelve
a morder.

Cuando Will se aleja intentando respirar, el sillón resulta ser el mejor lugar del mundo ahora sí,
por decisión absoluta y Will se ve tan despeinado y Hannibal también, mientras sus bocas están
húmedas y Hannibal busca en los ojos de Will, su conclusión.

- Quiero hacerlo de nuevo... Pero no ahora, porque siento que me voy a desmayar.

- ¿Puedes quedarte sobre mi un momento más?

Will respira, está rojo y su boca, se ve tan provocativa cuando se lame, para saborear el beso que
tuvo. - Sí.

[...]

Al día siguiente, a la una en punto, Will tiene un almuerzo de cinco cubiertos y cuarenta y cinco
minutos para comer mientras Hannibal lo mira, aunque ahora Hannibal parece un poco impaciente.
Cuando finalmente termina de comer, Will mira el reloj y sabe que quedan quince minutos, los
quince minutos de sobra de cada día.

- ¿Puedo besarte de nuevo?

Hannibal oscurece su mirada. - Sí.

Entonces, vuelven a hacerlo, hasta que sus lenguas juegan de nuevo. El horario de Will se
modifica, la rutina también y un nuevo patrón resurge: Will Graham lo desea, tanto como él.
Conozco un sillón marrón

Hannibal no duerme cuando vuelve a casa, no cuando la última imagen que tiene en su cabeza es la
boca de Will hinchada mientras mantiene los ojos perdidos en la boca de él, tan desconcertado por
lo que acaba de hacer, luciendo inocente y provocativo.

No, no duerme.

En lugar de eso, cocina un postre y considera para ello, nueces, fresas, extracto de café y leche.
Pero cuando la crema está hecha y las nueces molidas y el primer bocado dulce, no sabe a la boca
de Will Graham, Hannibal arroja el tazón de porcelana contra el piso. - Will, necesito que estés
aquí.

Pero Will no está, Will está en Wolf Trap con su boca disponible para sí mismo pero indisponible
para Hannibal que necesita más. Hannibal necesita, porque ha probado la boca de Will y nada es
tan dulce, ni la miel, ni el azúcar, ni la sangre. Y probablemente nada lo será.

Iracundo, pasa por encima del desastre, se desprende de su ropa, no la ordena, ni la dobla, ni la
acomoda. Hannibal se ducha, pero el agua no lo calma, ni la fría, ni la caliente, ni el café, ni el
vino.

Así que Hannibal fuma, en medio de la sala aunque el olor se impregne, aunque sea un terrible
hábito y aunque haya prometido a Will hacerlo juntos, solo dos veces al mes.

Mira al mueble de su sala, tan diferente en función con los otros sillones de su vida, esta vez
marrón que a falsa vista, tiene la intención de pasar desapercibido. Es el lugar favorito de Hannibal
donde pensar y dónde recostar la mente de turno, en una falsa amistad diferente a la terapia, porque
el marrón resalta la presencia del otro y calma su propia mente.

Color marrón melaza y no arcilla, comprado en un arranque apasionado por el color cercano al
grano de café, que solo Will diferenciaría y que en ese momento se vería tan bien con él allí
gimiendo mientras Hannibal lo ahogaba con su peso.

Inhala, tan fuerte como puede y el humo golpea sus pulmones y arde en la boca del estómago, pero
el dolor y la invasión no son nada al lado, de la sensibilidad en su barbilla, prueba latente de la
rasposidad de la barba de Will, que hace dos horas se rozaba contra él.

El gemido dulce de Will le carcome el alma ante su recuerdo mientras que el chico era totalmente
ajeno a lo que puede hacer a un hombre como él un sonido así.

Ahí, en medio de su sala y sentado en su sillón marrón arcilla, con ahora tres cigarrillos
consumidos, Hannibal yace solo con pantalones y sin camisa alguna puesta, esperando que su piel
caliente se amilane y el frío que lo rodea lo ayuden a calmarse.

Pero no puede.

No cuando su cuerpo anatómicamente tiene respuestas fisiológicas normales, respondiendo


carnalmente a lo obvio: Una furiosa erección en los pantalones por la boca de Will como un
fantasma en sus labios y su cintura invisible quemando en sus manos.
Hannibal piensa en su pasado, en los cuantiosos amantes tomados para su beneficio, para un fin
metódico o un pasatiempo banal. Ninguno de ellos hubiera dudado en dejar que Hannibal los
despoje de sus prendas, ninguno hubiera puesto un pero. Ninguno excepto Will.

Ah paciencia, ¿Pero porqué Will? ¿Porqué?

Entonces, preso de sus instintos, Hannibal se enfurece consigo mismo porque es irracional que
quiera más, habiendo tenido nada hace poco. Decide que su cuerpo no puede esperar pero que
debe, porque el acto carnal de tocarse así mismo jamás había sido importante, porque quizás nunca
antes había encontrado algo que lo inspirara hacerlo.

Incluso la noche en la que pensó que podía hacerlo, terminó miserablemente compungido contra su
cama, pretendiendo que no deseaba a Will.

Y porque sobre todo, no tiene el permiso de Will para hacerlo y porque todo lo que hace y hará
desde el beso, tiene que ser aprobado por Will, el chico lo tiene en sus manos. Y además, porque la
aprobación de Will es sobretodo, la parte más deliciosa de su tortura.

- Un cigarrillo más. - Dice totalmente rendido a esperar que su furiosa respuesta física se calme y
cuando logra dormir, sueña con la boca de Will Graham y el pequeño sonido que hace, cuando se
excita, porque si, Will lo deseaba y eso era solo el comienzo de una interrogante, dispuesto a
saborear lentamente.

Felizmente Will al día siguiente parece estar disponible a ser nuevamente besado, lo que no es
intuido sino, advertido. - Comeré primero y luego, ¿Podemos besarnos como ayer?

- Claro que sí, Will.

Cuando Will termina de comer, que se convierte por primera vez para Hannibal en el acto más
obsoleto del universo y hasta tedioso, Will se limpia los labios y suspira, mira el reloj, pregunta si
debe lavarse los dientes. Hannibal casi grita que no. - No Will, así está bien.

- Ok, está bien.

Entonces Will se inclina lentamente y otro beso llega, el segundo para la habitación del palacio de
Hannibal, un cuarto al que ha llamado: Cuarto de la boca de Will Graham. Simple, suficiente.

Ah, chico adictivo, chico corrosivo, húmedo y obediente, abre la boca, como te enseñé a hacerlo,
así muy bien. Un poco más, bien.

Hannibal contempla que sus manos en la cintura de Will son aceptadas, pero tocar más allá, no. Por
ejemplo, cuando la lengua de Will gana la batalla brevemente, esto sucede cuando un distraído
Hannibal intenta que su mano baje lo suficiente para deslizarse por la pierna de Will. - Hannibal,
uhm... no. - Suspira apoyando su frente en la frente del otro.

- Bien, entonces no.

- Manos arriba, ¿si?

- Pero bésame un poco más, ¿puedes?

- Vale.

Entonces, Will toma un respiro, mira la boca de Hannibal y toma todas las fuerzas que tiene para
volver a intentarlo y Hannibal, agarra la cintura, pero no solo la agarra si no que la retiene, la jala
hacia él y la presión es tan fuerte como el beso, que Hannibal cuida siempre gobierne Will aunque
por momentos es él quien abarca toda la boca del otro, sediento por saber hasta donde el chico
puede llegar en su deliciosa inexperiencia.

Claro que siempre hay un límite, aunque en este caso hay dos y uno es que ya van a ser las dos de
la tarde, hora del fin del almuerzo de Will. - Ya... ya casi son las dos Hannibal, uhm, Hannibal...

Una mordida, la lengua de Hannibal saboreando dentro de la boca de Will para callarlo. - Un poco
más.

- Ah, Hannibal, me gusta. - ¿Cómo parar si dices cosas así?

Ahí es donde viene el límite número dos, que es nuevo y poco rutinario, falto de patrones que solo
es producto de dos cuerpos friccionando, lo solo puede causar que el cuerpo de Hannibal reaccione
y si, su reacción es dura y Will solo lo empuja para mirarlo, lleno de ojos abiertos y mejillas
hirviendo en color, mientras se relame los heridos labios. - Estás... Estás excitado, tu pene, mierda,
no quiero decir, ya lo dije, tú...

Hannibal no dice nada, afirmar o negar lo evidente se le hace ilógico, lo mismo que Will no es
estúpido y el no piensa fingir nada. Además, casi puede saborear todo el proceso lógico y
anatómico que Will puede estar teniendo en ese instante, para llegar a la conclusión de que
Hannibal lo desea, es decir, en un pensamiento muy TEA y muy Will, Hannibal quiere tener sexo
con él.

Así que guarda silencio, aún con la cintura en sus manos y un Will, contrariado. Así que Will hace
lo que normalmente Will haría.

Sale corriendo.

Y Hannibal mira a su alrededor. Bien, eso si se lo merece, piensa.

El resto de la tarde trabajan para el FBI, Will está concentrado aunque cada cinco minutos
Hannibal lo atrapa mirando su parte baja. Cuando los ojos se encuentran, el mayor intenta calmarlo
con el apremio de una comprometida lealtad a la lentitud. Will en cambio, se sonroja y vuelve a
trabajar.

- Doctor Lecter, deje de mirarme.

- Claro si, lo lamento.

[...]

- ¿Qué hicieron hoy?

Will puede recuperarse de cualquier impase con la frialdad con la que sus pensamientos corren en
total normalidad y coherencia, apegado a los hechos y nada más. Claro que siempre puede ser un
poco directo, aunque confía en que Will, siempre es cauto, dentro de las normas sociales que- Nos
estuvimos besando durante quince minutos.

Abigail que estaba comiendo detiene la cuchara en el aire y mira a los dos lados con la boca abierta
y las cejas contraídas. Hannibal realmente se detiene de comer y necesita un cigarro. - Que asco.

- Will, ¿recuerdas los correos donde querías mantener nuestra relación en privado laboralmente?

- Sí.
- Pido lo mismo con Abigail.

- Dan asco, lo juro yo solo quería...

- Tú te estabas besando con tu amiga, en la calle y no en un lugar privado.

- ¡Papá!

- ¿Quitaremos el "metiche" a tu larga lista de adjetivos?

- Will.

Will mira a Hannibal, a su mente trae la serie de comportamientos apropiados para adolescentes y
cae en cuenta de su error. - Almorzamos y luego estábamos trabajando, no nos besamos, bueno sí
lo hicimos, pero no es relevante en tu pregunta, hija, lo lamento. Eh, si, come tus brócolis.

Silencio de nuevo en la mesa, Hannibal intenta reprender a Will con la mirada, es difícil cuando
Will tiene salsa de arándanos en la boca que sería fácilmente removible con un beso. Pero según
Will los besos solo pueden darse a partir de ahora, a la una y cuarenta y cinco, en la privacidad de
su horrible cuarto del FBI. - Entonces, permítanme borrar la horrible imagen de mi memoria, ¿que
más hicieron hoy que no tenga que ver con la saliva de mi padre?

- Hannibal también...

- Nosotros investigamos al nuevo asesino.

- Vaya por fin algo interesante.

Will ahora parece atento. - No se habla de esos temas... - Parece recordar algo. - ¿Crees que el
nuevo asesino tenga un patrón? Es decir, dentro del mensaje de diferenciarse del Destripador,
podría existir una manera de saber cómo los elige.

Abigail asiente. - ¿Los conoce o no los conoce?

Hannibal sirve más vino para Will, intenta no mirar la boca de Will, falla y se sirve más vino. - Sí
los conoce, podría significar que Franklin es partícipe de una lista de un rango de conocidos y eso
quiere decir que-

- Los otros dos tendrían que coincidir y que además, más de tus cercanos podrían estar
involucrados.

La idea de que el asesino vaya contra Will y Abigail lo sorprendió. Sintió la terrible molestia de
tener que lidiar con un tema ajeno a Will y por fin, luego de mucho tiempo se perdió en una larga
lista de posibles conocidos con prospecto a asesinar, que pudieran estar intentando congraciarse
con él.

Randall Tier, Tobías Budge... Cualquiera podía serlo, más Tobías que el primero. Cosas para
pensar más tarde.

Despedirse de Will era ahora mucho más difícil, porque la disponibilidad de la boca del chico
estaba ahí, pero las reglas también, lo que hacían de Hannibal un animal golpeado totalmente
maleable y sin embargo, cuando por un momento la boca de Will no era el centro de todo, sus ojos
nerviosos venían en reemplazo, para transmitir calma, piedad y paciencia.

- ¿He sido perdonado por mi terrible comportamiento respecto a Alana?


Will se cerciora que en medio de la noche, con los perros sanos a su lado y con Winston en casa
recuperándose, los animales estén atentos a su presencia al andar. Mientras su brazo, donde
Hannibal se sujeta, un poco más fuerte quizás por el frío de la noche. - Creo que luego de besarnos
ayer y hoy, eso está más que claro.

- Sin embargo, quiero dejar en claro que jamás quise que se sintiera como una presión al respecto,
no buscaba Will una exposición ni mucho menos, un acercamiento físico.

- Hannibal, lo hice porque yo quería.

- Bien.

- Aunque... ahora Jack cree que tu opinión puede estar condicionada.

- No lo culpo

- ¿Está tu análisis condicionado a mi?

El frío y el viento helado del bosque de Wolf Trap hacen que Will esté más pálido y su boca más
rosada, así que cuando queman sus entrañas, su respuesta es clara. - Hace mucho tiempo que me
hallo influenciado por ti.

Will asiente, sigue caminando. - Tú también me condicionas, no sé si sea bueno o malo, pero lo
haces.

- ¿En qué he influenciado en ti Will?

- Yo... - Will niega. - ... Creo que confío en ti, es decir, creo que no te irás y nos dejarás, creo que
no me mientes.

Ah, golpe en el estómago, justo en el abdomen, bajo los pulmones, un vacío, un recordatorio: Will
no sabe que Hannibal es un asesino, el Destripador sobre todo.

El plan de Hannibal, cuando supo que quería coleccionar a Will y a Abigail, que luego había
cambiado radicalmente a esperar a que Will lo deje sentarse en su maldito piso por toda la
eternidad, siempre fue que Will se enterara de todo.

Que el dolor no fuera tan fuerte como la decepción y que Will Graham lo ame tanto, que pueda
tolerar su verdadera naturaleza.

Pero incluso con la hermosa oscuridad de Will y su apego al dolor, su empatía para con los bajos
instintos de la humanidad y su propensa cercanía a la violencia, pensó, si a Will le costaba un beso
y las intromisiones de Hannibal en su cuadriculado horario, ¿Podría vivir con la idea de que
Hannibal destripaba y comía a seres humanos?

La respuesta era obvia, la esperanza fútil y el optimismo, sin embargo, dolorosamente fuerte.

El tiempo era corto cuando jugaba con la idea de la manipulación, una que superficialmente había
logrado que los Graham lo dejaran entrar, pero apenas había avanzado hasta el portón de sus almas
y su lealtad no había sido puesta a prueba.

Había logrado, por ejemplo, que los dos fumaran, que los perros lo aceptarán, que comieran todos
en la misma mesa. Ser visto como uno de ellos, pero no realmente uno de ellos.

La idea de que Will lo odie cuando lo sepa es dolorosa y a la vez muy posible, casi tanto como
emocionante. Will descolocado, sorprendido y asustado, cuando sus ojos contemplen la verdad y se
abra ante Hannibal la basta cantidad de escenarios posibles en los que su chico se hallaría, seguro
de que jamás adivinaría que haría.

Y en ese momento, cuando Will decida... Hannibal sabrá si tendrá que matarlo o no, si podrá tomar
la dulce vida de Abigail por su propia salvación.

Su corazón decía que no, su sentido de supervivencia decía que sí.

Que si no lo aceptaban, tendría que contentarse con vivir con sus recuerdos o que finalmente y a la
larga, acabaría con su propia e infeliz vida, llevándose consigo lo que le pertenece, lo que no pudo
ser. - Will, quiero que sepas todo de mi

Will se detiene en el frío y el humo que arroja, producto del aire gélido y el calor interno,
anteceden una sonrisa. - Se que quieres que lo haga, pero no puedes decirme todo, ¿verdad?

- Han sido muchos años escondiendome.

- Lo entiendo, vivo escondido... es decir, no literalmente, yo a veces creo que si todos supieran lo
que pienso cuando veo los ojos de un asesino, se alejarán de mi.

- Yo no.

- Tú no, tú eres raro. - Will asiente, mira fijamente el paisaje.

- ¿Te ves matando cuando los ves?

Will mete sus manos al abrigo, verifica que los cinco perros estén a la vista y asiente. - Veo cada
detalle, me siento como ellos, sus deseos son mis deseos. Por poco tiempo, aunque siempre me
llevo un poco de cada uno conmigo.

- ¿Es difícil de olvidar? ¿Difícil no empatizar?

- Porque me gusta la sensación.

- ¿Qué ves cuando me miras Will?

El chico detiene su paso, la oscuridad de la noche no es impedimento para que la luna ilumine su
mirada y para que se pierda en los ojos de Hannibal sin huir. Will pasa de ser un hombre nervioso a
verse frío y estático es segundos. - Hambre y excepcionalidad, soledad, pero la soledad con la que
uno está bien, sin embargo, te crees superior, nadie es digno de ti, debe ser cansino.

Hannibal se queda en silencio, absorbiendo su propia imagen en los ojos de Will, intentando no
bajar la mirada ante lo que refleja. - ¿Y tienes ganas de huir cuando me ves?

- No, porque, es extraño, pero también me veo a mi.

- Will, yo...

- Me lo dirás cuando tengas que decírmelo, ¿verdad? Lo que eres, lo que haces, lo que piensas,
¿verdad? ¿Jamás nos harías daño verdad? ¿Eres bueno, verdad Hannibal?

No te asustes Will, no te vayas. - Te amo Will.

Para Will no es una respuesta del todo clara para sus preguntas, sin embargo, el sentimiento
florecido de los ojos perdidos de Hannibal hacen que asienta. - Yo también creo que te amo
Hannibal.

[...]

La confianza y la verdad, son términos etimológicos claros en conocimiento para Hannibal, sin
embargo, en practicidad, siempre le han sido esquivos a la hora de ejercerlos. - ¿Quieres quitarte el
traje de persona ante Will Graham pero tienes claro que puede que no le guste lo que vea detrás de
él?

Bedelia era buena cuando se trataba de esclarecer a Hannibal, dentro de su juego de dobles
mensajes, siempre estaba un paso más cerca de conocerlo y sin embargo, sólo servía de un simple
espejo para preguntarse cosas que él mismo esquivaba. - Gustar y aceptar pueden ser términos
complementarios como distantes, puede no gustarle y sin embargo, aceptarlos de igual manera.

- Pero tú quieres que le guste. - Eso era Bedelia, aquello que no quería escuchar y sin embargo
tenía que. - Anhelas ser visto pero anhelas aún más ser aceptado.

- He vivido toda mi vida sin la necesidad de una aprobación.

- Hasta la llegada de Will Graham y Abigail Graham, ¿verdad?

- Creo que confundimos la aprobación o la aceptación con el hecho de que por primera vez
encuentro un par de mi altura, sea la que fuera su reacción, es la única que se presta a un aliento de
esperanza.

Bedelia cruza las piernas, es una mujer bella pero sarcástica y fría, una versión de Will y Hannibal
demasiado temerosa, incompleta y sin embargo, inteligente. - ¿Crees que tu aprobación se basa en
que Will Graham es el único ser que puede aceptarte?

- No creo, lo sé.

- Has depositado demasiada esperanza en él, Hannibal, no es propio de ti.

- Nunca dejamos de cambiar.

- Tú no, tú estabas completo antes de Will.

- Estaba tranquilo, si.

- Sin embargo, el descontrol ahora es lo que te corroe. - Bedelia estira su cuello y sonríe. - Has
venido muy poco desde que lo conociste y sin embargo, cada vez que estuviste aquí te he
desconocido, ¿es para bien o para mal el cambio?

Hannibal piensa y el violento recuerdo de su absoluta y novedosa falta de independencia es


doloroso aún, pero ya sabe la respuesta. - Me siento más vivo, como si alguien me hubiera
despertado de una letanía.

- Entonces, debes hacer que te vea de una vez por todas.

- O vivir mostrando parcialmente una verdad.

- Will Graham es un hombre inteligente por lo que me dices, una persona presta a la atención a los
detalles y con un síndrome latente que hará que finalmente sepa que vives una mentira, ¿Crees que
podrá vivir tranquilo cuando conviva con esa mentira?

Hannibal se imaginó viviendo con Will y Abigail, tarde o temprano saliendo a cazar, las preguntas
infinitas, las dudas y la desconfianza naciendo, el dolor de la mentira palideciendo y finalmente, la
verdad empujada a salir, sin permiso. - Puede ser que esté siendo algo optimista al respecto.

- Te dejará de igual manera entonces, de una u otra manera, tu destino con Will Graham parece
estar acabado.

- Te dije que él era diferente.

- Queremos la excelencia en las personas que amamos, la anhelamos ciegamente y sin embargo,
los actos no siempre corresponden a lo que queremos.

- Lo que quiero puede transformarse en lo que él quiere, yo podría...

Bedelia entonces se reclina y lo mira fijamente. - Hannibal tú y yo sabemos que ni todo el apego
emocional del mundo cambiará quien eres.

- Entonces yo podría cambiar a Will Graham.

- No aliento la manipulación.

- Sin embargo, es la única manera.

Bedelia niega pero su mirada fría se contiene. - Sigo creyendo que el final es inevitable. - Toma un
sorbo de su trago. - Como también creo que el te ha cambiado y el que está perdiendo los detalles
eres tu Hannibal.

- ¿A qué te refieres?

- Estás tan perdido en los ojos de ese chico que su dulce mundo no te ha permitido ver quién es él,
que quizás te está manipulando, cambiando o transformando, como quieras verlo.

- Incluso si cambiar me hace aceptable, lo haría.

- ¿Incluso si tienes que sacrificar tu atracción física?

- Will es más que eso.

- Quieres consumir todo lo que puedas.

- Todo lo que pueda darme.

Bedelia sonríe. - ¿Ves? Estás cambiando Hannibal.

[...]

Cuando Will llega a su casa, Hannibal sonríe sin darse cuenta de lo mucho que le gusta que el
chico esté ahí, paseando por los pasadizos de su hogar, calzando tan bien a pesar de la grosera
diferencia que se vislumbra entre la elegancia y la belleza en su simplicidad.

- Melaza. - Will dice cuando se deja caer en el sillón.

- ¿Perdón?

- Melaza, parece ser marrón arcilla, pero es melaza, ¿verdad?

Hannibal asiente, transformado, maleable y devoto, Bedelia tenía razón y aunque siempre la tiene,
no quiere escucharla ahora, no cuando Will se deja besar en la mejilla, cuando obedientemente
obtiene un premio por su habilidad. - Si es melaza, chico conocedor.

- Me gusta cuando me dices cosas así.

- ¿Así que te gusta?

- Tu eres... mi hombre atractivo.

Hannibal estaba sirviendo las copas para cuando Will intenta torpemente seguir el juego, se detiene
y voltea a mirar al más joven quien tiene las manos en los bolsillos, expectante. - ¿Hombre
atractivo?

- No puedo decirte chico, porque eres más grande que yo, físicamente y me llevas muchos años,
entonces no eres chico, eres hombre, decirte viejo creo que podría sonar despectivo.

Hannibal gira de nuevo a terminar de servir los tragos que tienen en la mano. - Yo me busqué esa
respuesta, definitivamente.

Will tartamudea detrás de él, cuando Hannibal estira el trago, Will está totalmente rojo. - Lo siento,
no sé como hacer esto.

- Lo estás haciendo muy bien.

- Tú lo estás haciendo bien, yo estoy intentando no arruinarlo.

Hannibal estira su mano, que ahora puede tocar, solo de la cintura para arriba para acariciar la
barba de Will. - No podrías arruinarlo ni aunque quisieras.

Will niega, baja la mirada y se acuna en la palma de Hannibal. - Buscas la excepcionalidad y sin
embargo, no puedo decirte ni la mitad de las cosas agradables que me dices.

- Me haces sentir cosas agradables al hablar y al no hacerlo, también.

- ¿Ves? Yo, yo, no puedo decirlo así.

- Inténtalo.

Hannibal toma la mano de Will, cuando se sientan sobre el sillón y Will muerde sus labios, respira
largamente. - Me agradas.

- Puedes hacerlo mejor. - Hannibal se divierte, Will niega porque lo sabe.

- Me gusta cuando sonríes.

- Es bueno escucharlo de nuevo, pero puedes aún más.

- Me gusta que te bañes siempre.

- Nos perdimos ahí. - Will se toma la cara.

Hannibal se ríe, por primera vez en tanto tiempo, que es raro escucharse así mismo. - Mejor dejo de
intentarlo.

- Mejor aún, lo intentaremos de nuevo.


- Hannibal...

- Eres un chico listo, ¿verdad Will? - El sonrojo de nuevo, Will asiente. - Entonces si puedes,
hablemos por ejemplo, de porque gimes cuando te beso.

- No, uhm, no lo haremos.

Hannibal tira de la barba de Will con cariño, el chico lo mira de nuevo. - Vamos, solo una
explicación lógica, nada que no puedas explicar, ¿verdad?

- Reacción fisiológica que se desemboca en una onomatopeya a falta de recursos verbales más
claros que alientan a una sensación positiva.

- Es tan placentero verte hablar sucio, Will.

Will se muerde la boca, quiere reírse, solo porque Hannibal está sonriendo. - Estás siendo
sarcástico.

- Estamos aprendiendo juntos Will.

-¿Cómo? Es decir, ¿cómo debería decirlo?

Hannibal delinea su mano en la cara de Will, hasta que roza sus labios y regresa por su nuca. -
Gimes porque te excitas conmigo.

Will cierra los ojos, siente la mano sobre su piel y evita enfrentarse con la incomodidad de la
nueva exposición. - ¿Porqué? ¿Porqué lo hago? ¿Porqué contigo?

- Solo pruebas de una sana demisexualidad, chico mío.

- Atracción por las mentes. - Un beso en la mejilla desprevenida de Will, mientras el chico abre los
ojos y están tan cerca, que se pueden besar. - Me gusta tu mente.

- ¿Es la primera vez que te sientes así Will?

- Sí, es tedioso. - Will mira la boca de Hannibal. - Pienso en tu lengua una gran cantidad de tiempo
al día, pero también pienso en lo que dices con la misma lengua y luego tu mirada, uhm, si, me
gusta pensar en eso. Pero me deja con menos tiempo para pensar en mis cosas.

Hannibal se regodea de su victoria, en su lento camino por la nueva experiencia de Will. - Me


disculpo por eso.

- Tu presencia trae condiciones de elevación arterial en mi cuerpo y además, alteración sensorial


y...

- Puedes decirlo mejor.

- Quise tocarme pensando en ti hace un mes.

Hannibal asiente, se relame ante la idea de un desconcertado Will sin saber que hacer, totalmente
excitado y confundido. - ¿Lo hiciste?

- No, yo no, eso sería de mala educación.

- Si yo no me entero, no tendría porque ser malo, Will... Nuestra sexualidad y nuestros


pensamientos son nuestros, nuestra decisión y el explorar tu cuerpo, una sana manera de convivir
con las nuevas sensaciones.

- ¿Pero porqué quisiera tocarme pensando en tu voz?

- Porque te gusta mi voz.

- ¿Te has tocado pensando en mi?

-Quise hacerlo ayer.

Will, sonrojo, respiración, ganas de salir corriendo, se queda. - Tu...

- No lo hice.

- No seguiste tu propio consejo.

- Me temo que fue porque si lo hacía, hubiera terminado en Wolf Trap, quitándote la ropa.

- Hannibal, espera, espera.

- Me detengo.

Will asiente, sonríe y niega. - Pienso en el otro día.

- ¿En qué piensas?

- Pienso en ti... cuando nos besamos por última vez.

Will es un ser exploratorio, de dos pasos adelante y uno atrás, sensible y dispuesto, atemorizado y
cauto, que hay que dejar andar, aunque se inconciente de lo que causa en Hannibal. - Puedes
decirlo de la manera en la que desees.

- Pero se trata de tu cuerpo, no está bien, no debería.

Hannibal toma el rostro de Will. - Te lo estoy pidiendo, puedes hablar de mi cuerpo.

Will asiente y sigue mirando la boca de Hannibal. - A veces, mierda, yo a veces pienso en tu pene
golpeando mi pierna, como se sentirá, como olerá, como es, que tamaño, que forma y yo se que no
está bien, no tengo tu permiso, parte íntima, pero no puedo dejar de pensarlo y no te molestes,
¿vale? Se que no se habla tan literalmente, no quise decir tu pene, pero es tu pene y quiero tocarlo,
pero no ahora, no se cuando y yo sigo hablando, Hannibal porfavor.

Respiración, paciencia y el dolor en el vientre, antecediendo el calor que nace en la maldita


inocencia de un hombre que inclusive siendo padre de una adolescente, era un virgen en sus
manos. - Está bien Will, estamos saliendo, tu puedes pensar así de mi, ¿sabes porqué?

- ¿Porqué?

- Porque me gusta que pienses en eso.

Will baja la mirada, se muerde la boca cuando la sube. - También pienso en besarte.

- ¿Fuera de la hora de almuerzo? Que atrevido señor Graham.

- Se que no es el almuerzo, pero hablar de tu cuerpo...

- No se si tenga quince minutos para ello.


- Hannibal, porfavor...

Hannibal sonríe y quizás lo único que evita que tome el cuerpo de Will en sus manos, es la forma
en la que Will lo mira, confiando plenamente en él y en todo lo que diga. - Como seguimos
aprendiendo, no debo pedir menos que un mensaje claro, ¿qué quieres Will?

- Que me beses.

- ¿Qué más?

- No quiero decirlo.

Hannibal se acerca a Will, hasta que sus ojos están fijos en el otro y sus narices rozan, mientras el
chico se pierde en sus labios. - Tienes mi permiso, no me molestaré.

- Quiero gemir y sentirte de nuevo.

- Materialicemos el término Will, puedes decirlo, está bien, estamos juntos, ¿verdad? ¿Soy tuyo
verdad?

- Quiero sentir tu pene en mi pierna. - Will obedece y Hannibal, gruñe antes de besar por fin, fuera
de horario.

Las bocas unidas se saltan el paso previo que han venido teniendo que es saborear superficialmente
hasta que uno abra la boca, solo para que Hannibal se el primero en pelear por espacio, sintiendo al
chico echarse sobre el sillón, sin la necesidad de ser empujado, mientras el mayor agradece tal acto
de compromiso, tal muestra de aprendizaje avanzado.

Hannibal succiona un poco, hasta que el impaciente Will mete su lengua e incita a la lengua de
Hannibal a jugar. - Has eso, uhm, has eso que siempre haces.

- Sí, Will.

Hannibal envuelve la lengua de Will, la empuja, hasta que está dentro de la boca del menor y Will
gime, abre los ojos y Hannibal se encuentra con las verdes iris alarmadas, por esa sensación
extraña de placer. - Oh Dios. - Solo hace falta dos segundos, para que el cuerpo de Hannibal esté
extendido sobre Will, con las manos en sus hombros y sus piernas envueltas en el delgado cuerpo.

- Tendré las manos arriba, pero mi cuerpo sobre ti, lo que sentirás estará bien y si quieres detenerte
me dirás.

- Uhm si, si.

Hannibal se cierne ahora si por completo, dejando que su traje se abra y las manos de Will solo
siguen lo que el instinto le dicta que es tocar, la espalda de Hannibal. El beso es profundo y
finalmente, la excitación de Hannibal golpea la pierna de Will. - ¿Lo puedes sentir?

- Mierda, si.

- Tu me haces eso, ¿ves?

- Quiero lo mismo, quiero...

- Paciencia, amor.

Will asiente, el beso sigue y Hannibal cada vez siente que el control es más lejano de su tacto, que
su boca ya casi muerde la del otro, que Will no puede respirar, hasta que poco a poco su cadera
busca la fricción mientras Will, sigue peleando por seguir el ritmo. Hasta que las ingles se juntan y
Hannibal intenta, aunque sea un poco, encontrar una misma respuesta en Will, no piensa
desalentarse cuando no la halla, es normal que Will tenga miedo aún y eso no ayude.

Pero es tan difícil ahora no seguir empujando, más aún cuando Will sigue gimiendo y queriendo
seguir un ritmo brutal de una lengua que ha perdido contra él. - Hannibal...

- ¿Me detengo? Will, ¿me detengo?

- No... Ah. - Will se separa de la boca y toma aire, hasta que mira hacia abajo, en la unión de sus
cuerpos. - Háblame porfavor.

Hannibal besa su mentón, su barbilla, su frente, su nariz. - La madera que utilizaste en mi sillón,
aquella unión tan extraña, me gusta mucho Will, me gusta porque no suena...

- Sí.

- No suena al sentarse en ella, es tan buena, como tú. - Inglés juntas, un beso corto, la lengua
lamiendo el mentón de Will, Will abriendo la boca en forma de O, intentando respirar.

- ¿Te gusta?

- Me gusta pensar que estamos en ese sillón.

- Hannibal, para, para...

Hannibal se levanta de inmediato y Will también. - Está bien, está bien, chico...

Will mira el pantalón de Hannibal, la erección es obvia pero sus ojos solo miran a Will. - Lo siento.

- No tienes que disculparte, Will, ¿fue mucho?

- Estaba pensando en coger tu pene en mi mano.

Hannibal tiene que respirar, un metro lejos de Will, da la espalda, se sostiene en la mesa. - ¿Por qué
no lo hiciste?

- Porque tengo miedo de hacerlo.

Hannibal gira, Will lo mira como si se hubiera portado mal y finalmente, otro beso profundo y
largo, uno que hace que Will se derrita un poco en los brazos de Hannibal. - Entonces, no hoy.

Will sonrie, totalmente despeinado y con la camisa desarreglada. - Amor, necesito algo de agua,
estoy deshidratado y yo...

Hannibal sostiene la cintura, el calor disminuye para abrir paso a la atención. - Dilo de nuevo.

- Amor, necesito agua.

- Solo lo primero.

- Amor.

Hannibal asiente, la paciencia regresa a su cuerpo y Bedelia tiene razón, su transformación es


obvia, pero lo que Bedelia no sabe es que también la transformación de Will y que solo el destino
dirá quien cambia más a quien, lo suficiente para soportar la verdad del otro. - Una vez más.

- Hannibal...

- Porfavor.

- Amor. - Sonríe el chico de boca hincha, cabello revuelto y camisa desordenada, mirándolo desde
su mueble color melaza, no arcilla. Su amor.
Conozco el olvido y un cuaderno

Will no olvida las cosas pues sería complicado olvidar detalles cuando tu comportamiento basa su
andar en la sociedad bajo una serie de recopilación de datos, evitando así ser clasificado y
catalogado bajo estereotipos, cuando extrañamente no pertenecía a ningún lado.

Cómo que decir, que no decir, como pasar desapercibido, que hacer cuando te rodea un grupo
mayor a cuatro personas, como parecer un padre funcional en una reunión de la escuela o
finalmente, cómo ser alguien relativamente normal a simple vista.

Mucha información que guardar, muchas cosas que no debe olvidar.

Will por ejemplo recuerda muy bien la primera vez que Abigail tuvo varicela, cuanta temperatura
tenía, a qué clínica la llevó la primera larga noche que pasó en vela, aterrado por una enfermedad
que no había previsto llegar y la segunda noche de esta, cuando pasó contando cada peca que salía
en la piel de la niña de cinco años.

Ciento, treinta y dos pecas, contadas durante tres horas de una madrugada del cinco de abril del
dos mil cuatro, Abigail tenía 38 grados de fiebre, en Wolf Trap hacía frío, solo tenían tres perros y
Will, sintiéndose frustrado, porque su hija no dejaba de llorar.

Abigail ama esa historia porque su padre la hizo reír contando, a Will le asusta recordarla pero es
útil, porque el historial médico de su hija es lo más importante.

Así es la mente de Will, perfecta incluso cuando a veces preferiría que no lo fuera.

Claro que hay veces que Will olvida detalles, pero más bien los obvia indirectamente, porque su
mente ha aprendido que no siempre debe memorizar cosas que le hacen daño. Por ejemplo, casi no
recuerda la mirada de la mamá de Abigail el día de su despedida, porque la ha omitido y ha
decidido que es un recuerdo que no quiere almacenar. No por decisión propia, sino porque es su
manera tácita de cuidar de su estabilidad.

Por otro lado, si recuerda la pastilla para el dolor de estómago que tomó Abigail un catorce de
Junio de hace tres años, lo que desayunó el dos de enero cuando viajaron al sur y la cara de los
cuarenta y ocho asesinos que había atrapado a lo largo de su vida, más sus expedientes, número de
víctimas y las respectivas cárceles donde finalmente terminaron.

Pero si le preguntan a Will como se llamaba la música que bailó con su madre antes de que se
fuera, no lo recuerda. Como tampoco recuerda la primera vez que dio un beso, ni quien era la chica
que besó Abigail ese día en la escuela y como era el primer plato que Hannibal le sirvió en su casa,
cuando se quedó dormido al sentir la paz que solo Hannibal podía hacerle sentir.

Porque las cosas menos importantes intelectualmente, las que le hacían sentir extrañamente
sentimental, se escapan de su lógico radar, quizás para evitar que colapse ante más emociones
intangibles, como la vergüenza, la pena, el dolor y el amor.

Por eso Will tiene una agenda, una donde anota todo lo que no quiere olvidar, si es que algún día
tiene que enfrentarse al corazón y sus pesares. Un pequeño bloc de notas que un día le dieron de
obsequios en una tienda. Es azul y algo viejo, lo suficientemente pequeño como para caber en su
bolsillo y al mismo tiempo, capaz de almacenar todo lo que necesita recordar. - Me gusta
Hannibal Lecter, estoy saliendo con Hannibal Lecter. - Anota un primero de julio, con manos
temblorosas y lapicero punta fina.

Esa era una cosa que lo pone nervioso y que obviamente, no quiere olvidar, el hecho de que le
gusta estar con Hannibal, aunque también le molesta estarlo.

Hannibal siempre tiene las manos frías, huele bien, tiene la piel áspera y una mirada oscura.
Hannibal usa el traje granate, le gusta el traje granate, porque el granate combina con todo lo que
a Hannibal le gusta y todo lo que a Hannibal le gusta, le gusta a Will.

No es que a Will le guste la ópera, una sinfonía repetitiva que lo ponía nervioso por su estridente
repercusión, nota Do, nota Re, nota Do muy alta, nota Mi muy baja. No, a Will no le gusta la
ópera, ni la ropa cara, ni le gusta la elegancia y mucho menos considera la comida algo importante.

Pero si le gusta a Hannibal, a Will le gusta. Porque la comida ahora le recuerda a Hannibal, así que
cuando come una sopa instantánea siempre piensa, ¿que diría Hannibal? A Will le gusta imaginar
que él pondría aquel gesto de disgusto como cuando algo huele mal, se molestaría y compraría el
queso más caro de la tienda solo para equilibrar el mundo al dárselo.

Eso le molesta de Hannibal, aunque eso ama a Hannibal. - Amo a Hannibal.

Respiración alta, pecho agitado, corriente en el estómago y náuseas, eso le provocaba Hannibal y
cosquillas, más sus manos frías. Porque cuando Hannibal toma la cintura de Will y lo
aprieta, órganos ajustados, mala circulación, dolor innecesario, Will puede sentir las manos frías
de Hannibal traspasando la tela, como si pudiera tocar directamente su piel. - ¿Papá?

- Puedes salir, pero nada de cigarros.

- Tú fumas con Hannibal, él me ha contado que...

A Hannibal le gusta el cigarro, las amapolas como centro de mesa, le gusta beber vino caro, le
gusta que su camisa sea ajustada, le gusta mirar su aspecto en cada lugar en el que encuentre un
reflejo, Hannibal es confiado. A Will no le gusta la confianza, porque siempre le ha sido esquiva.

Pero le gusta que Hannibal sea confiado, aunque le disgusta que lo sea tanto. - Hombre atractivo. -
Le dice Will ahora, solo porque Hannibal sonríe, le gusta la sonrisa de Hannibal, le pone nervioso.
Nervioso no como en un ataque, nervioso en el buen sentido. - Uhm, sí hombre atractivo. - Repite.

- Me gusta que me llames así.

- Lo sé, eres vanidoso, mira allá hay otro lugar donde puedes ver tu reflejo.

- Me bastan tus ojos.

Hannibal es vanidoso, engreído y petulante, aprovecha cada tres frases para dejar en claro que sabe
algo que cualquiera no lo hace y hace un comentario innecesario, solo para demostrar que es mejor
que todos. Pero a Will le gusta eso, porque Will aprende con Hannibal y le gusta que todos se
deslumbren con él.

A Will le gusta Hannibal y eso lo anota en la agenda porque Will no solo tiene TEA y hasta parece
que es demisexual, si no que es hipocondríaco y está seguro de que puede un día olvidar todo, y no
quiere olvidar todo lo que le importa.

No quiere olvidar la sonrisa de Abigail cuando pescan, la sonrisa de Abigail cuando Will la levanta
a las tres de la mañana, no quiere olvidar los primeros pasos de Abigail, ni su primera caída, no
debió haberse reído. No quiere olvidar las pecas de su hija, la forma en la que se absorbe en un
libro, no quiere olvidar los pasos de la única receta hace bien y que le gusta comer. Y por eso, es
que Will escribe en su pequeña y sucia agenda: Macarrones con queso y salchicha, paso a paso.

Porque si algún día olvida la sonrisa de Abigail, podrá cocinar macarrones y entonces su hija
sonreirá y se acordará de que esa mujer es su niña, la única persona que cree que prender y apagar
las luces varias veces antes de dormir es gracioso, y que baila cuando lo hace, solo para no hacer
sentir mal a Will.

Cuando entiende que le gusta Hannibal, no quiere olvidar la forma en la que Hannibal sonríe
también y la forma en la que lo mira, como si hubiera dicho algo increíble, aunque solo haya dicho
"Buenos días, amor". Así que Will anota, cosas que hacen a Hannibal mirarme solo como
Hannibal lo hace.

Y es una larga lista, a Hannibal le gusta por ejemplo, que Will coma su comida y la alabe, le gusta
que Will diga groserías y que diga cosas incómodas, le gusta que Will se equivoque, que sea
imperfecto. Así que al final de la hoja, Will anota: "A Hannibal le gustó como soy y nada
más". Y eso ahorra tanto espacio, porque no tiene que escribir mucho más al respecto, no mucho
al menos.

Porque con Hannibal no tiene que esforzarse, pretender ser alguien correcto, porque Hannibal
escucha con mucha atención cuando Will le cuenta el proceso de fotosíntesis de una planta o el
proceso estomacal de un perro, con la misma curiosidad como si hablara de la ciencia y la Nasa.

Hannibal tiene las manos frías.

Hannibal contesta los mensajes muy rápido.

Hannibal es extraño.

Hannibal oculta algo.

Hannibal no está disponible los martes en la noche.

Hannibal tiene cicatrices en las manos.

Hannibal huele a ropa nueva.

Will es Will con Hannibal, y es tan fácil, que si Hannibal quisiera hablar de la ópera, Will lo
escucharía por años, sin exageraciones, porque a Will también le gustan las cosas que a Hannibal
le gustan.

- Mierda, es que me gusta tanto. - A Hannibal le gusta también, continua en la siguiente hoja,
que Will note los colores, que los distinga y no se molesta, ni suspira, ni blanquea los ojos, como
todos lo hacen, cuando Will le dice durante diez minutos las diferencias entre el blanco, el crema y
el amarillo.

A Hannibal le gusta que Will lo bese, le gusta tocarlo y ponerlo nervioso. Le gusta que Will se
descontrole y nota, como Hannibal busca cualquier excusa para tocarlo, fuera de horario y
contexto, siempre sin respetar el espacio, al pasarle un vaso, al ponerle el abrigo, al saludarlo, al
despedirse, incluso con Jack está enfrente, Hannibal roza su pierna debajo de la mesa, lo presiona y
a Will lo escandaliza, porque eso hace... Bueno, proceso de un electrón transferido a la energía, o
como Hannibal diría, eso lo excita.
Cosas que a Hannibal le excitan, anota en otra hoja y Will mira de soslayo que nadie lo vea,
porque no debería escribir esas cosas ni debería pensarlas pero no quiere olvidarlo, si le da
Alzheimer temprano quiere recordar, que si Will se toca la nuca, Hannibal lo mira profundamente,
haciéndole sentir desnudo.

A Hannibal le gusta que Will estire su nuca.

A Hannibal le gusta tocarlo delante de los demás.

A Hannibal le gusta afilar sus cuchillos.

A Hannibal le gusta ser visto.

A Hannibal le gustan sus sillones.

Hannibal probablemente sea un asesino.

A Hannibal le gusta que Will maldiga.

Es una larga lista de cosas que a Hannibal le excitan de Will, como su nuca, morderse los labios,
usar la camisa azul, vestir solo una camiseta, jeans ajustados, distinguir colores, gemir y también,
hablar de asesinatos. - Cosas que excitan a Hannibal...

Price pone café sobre su mesa, le dice algo sobre un cuerpo nuevo, Will asiente pero no lo escucha
realmente, porque ese momento es para pensar en Hannibal y las cosas que lo excitan, aunque
hablar de asesinatos lo excita, que complicado que es Hannibal.

Uh, llegó Hannibal, Will guarda su libreta, porque Hannibal es muy curioso y está seguro de que le
preguntara que escribe y Will no sabe mentir, sabe omitir, así que... uhm, viste el traje granate. Le
gusta el traje granate, ahora todo combinará con Hannibal. - Hola Will. - ¡Ambiente inapropiado
para esa mirada señor!

- Hola Hannibal. - Es difícil concentrarse en una reunión, cuando Hannibal está ahí, cuando todos
saben de su relación, pero el trabajo es algo que le gusta a Will y también a Hannibal, además y
sobretodo, le gusta cuando tocan las pruebas y comparten ideas, las manos frías de Hannibal lo
rozan y Will quiere anotar en su libreta, la forma en la que se siente la mano de Hannibal en su
piel.

Fría, dura, áspera y segura, como si tomaras el metal de una baranda y tan segura, que podrías
sostenerte de ella sin preguntar a donde iban, porque de seguro de que al lugar que fueran, iba a
estar bien, solo porque Hannibal convertía todo en algo bueno, en algo agradable.

- Encontré barro en las plantillas de los pies, sin embargo no son del mismo lugar en el que
hallamos el cuerpo. - Beverly llama su atención, cuando tienen las pruebas en orden en la mesa
principal.

- No es extraño, el Destripador suele matar en otro lado, así perfecciona el diseño, ¿verdad? - Le
gusta el tono de la voz de Hannibal, siempre es bajo y foraneo, con la clara intención de una
pronunciación del inglés de manera perfecta, haciéndole parecer un caballero de los libros que Will
leía de pequeño.

- Sin embargo, la tierra no es de Baltimore, es un tipo de abono que solo se siembra en jardines de
amapolas y en Baltimore hay solo dos lugares donde hay esas plantas. - A Hannibal le gustan las
amapolas, Will piensa porque las ha visto en su casa, en su pequeño jardín, Hannibal dice que las
trae de una jardinería... ¿Dónde está esa jardinería? Ah lo ha olvidado, debe estar en su
cuaderno. Le gusta que a Hannibal le guste las plantas, él en cambio no siente gusto por ellas, pero
Hannibal siempre las coloca en la mesa como centro y todo se ve tan elegante, tan Hannibal.

- Tenemos una pista. - Jack dice, Hannibal parece un poco tenso y lo sabe porque mira a Will, a
Will le gusta cuando Hannibal se enoja o se preocupa, porque retrae su frente y sabe que piensa en
escenarios, en posibles reacciones y le gusta que Hannibal piense tanto.

- Dos grupos, el Doctor Lecter irá con Beverly y Price, Will irá conmigo y Bryan, iremos luego de
almuerzo, apenas estén en el lugar y no encuentren nada, llaman al otro grupo para advertir si
deben estar alerta, podemos encontrar un refugio, quizás podamos encontrarlo a él mismo... -
Hannibal aprovecha el metal de la mesa de cuerpos para ver su reflejo, a Will le gusta que
Hannibal haga eso, entonces se pregunta si Hannibal habrá traído comida.

- Will, he traído un almuerzo para ti, pero me temo que debo irm-

- ¿Te quedarás conmigo? Luego saldrás con Jack, igualmente tienes que quedarte, ¿verdad? - A
Will le gusta lo bien que huele Hannibal y sobretodo el traje granate, así que estira la nuca porque
es una cosa que Hannibal quiere que haga.

- Will, yo tendría que irm-

- Quédate, podemos uhm, podemos ¿besarnos?

Le gusta cuando Hannibal oscurece la mirada, cuando olvida todo lo que pasa a su alrededor por
una simple promesa de cercanía física. - Me quedaré Will, haré lo que tu quieras.

Cuando Hannibal sirve la comida en su pequeña mesa, Will está en el baño mirando su propio
reflejo sonrojado, siente que está olvidando algo importante, así que saca su pequeño cuaderno,
solo para aprovechar el tiempo y anotar otras cosas que no quiere olvidar, como por ejemplo.

A Hannibal le gustan los centros de mesa.

A Hannibal le gusta que Will lo bese.

Cuando escribe, retrocede las hojas, solo para recordar que puede hacer para que Hannibal lo bese
de esa forma en la que parece que va a perder el control.

A Hannibal le excita que Will use jeans ajustados, eso no es posible ahora, a Hannibal le gusta
ser posesivo, a Hannibal le gusta ver Tattle Crime, a Hannibal le gusta que Abigail le diga
papá, a Hannibal le gusta comprar su propia carne, a Hannibal le gusta mentir, a Hannibal le
excita que Will se tome la barba y pase su lengua por sus labios, sí eso funcionará.

- Fetuccini en salsa pesto y carne de cerdo glaseado con trufas.

A Hannibal le gusta cocinar pero sobre todo le gusta cocinar para Will así que Will hace aquello
que premia al hombre atractivo con el que sale, en la búsqueda de contacto físico, pasa una lengua
por sus labios y se toma la barba. - Mierda, eso se ve delicioso.

- Will yo debería irme, tengo un pendiente que resolver y...

- No quiero comer sin ti.

- Porsupuesto Will, puedo quedarme un momento...


Will come más rápido de lo normal, está ansioso por tocar a Hannibal, más aún cuando Hannibal
parece preocupado, porque Will sabe que Hannibal no tiene nada de qué preocuparse, porque todo
está bien, porque a Will también le gusta Hannibal, como es. Sin cambiar nada.

Así que intenta llamar su atención y gime cuando pasa el quinto bocado y Hannibal ya no está tan
preocupado, Hannibal se ve enamorado, pero triste aunque más enamorado, de seguro tiene frío.

Will sabe que tiene que pedir lo que quiere, porque Hannibal dice que tiene que hacerlo ya que solo
así avanzarán, que sus deseos pueden ser acciones si las concretaba hablando. Que Hannibal podía
hacer lo que Will quisiera, que no estaba mal pedirlo, que nada podía estar mal si se consultaba
primero, que de eso se trataba estar juntos. - Uhm, Hannibal...

- Debería irme Will, yo volveré lo más rápido posible, lo aseguro.

- Pero quiero que me toques de la cintura para abajo.

Entonces Will sabe que hizo algo bien porque Hannibal no está más preocupado en lo absoluto, ni
distraído, ni molesto, él está excitado, mirando a Will como si fuera a comérselo, con tanta hambre
que Will se retrae un poco en su mesa, mientras aún tiene los cubiertos en las manos. - Will, no
juegues conmigo. - Entonces Will se encoge otro poco, piensa que debería correr, que se siente
como si debería hacerlo, pero no se mueve, se queda, porque prefiere quedarse a ser consumido a
dejar de ver a Hannibal.

- Yo no, uhm, no estoy siendo sarcástico, me gustas y quiero hacer lo que te gusta, te gusta
tocarme.

- Will...

- Enséñame Hannibal, quiero saber lo que se siente.

- ¿Dejarás que te toque como quiera Will?

Asentir rápido.

No ha terminado de comer, pero Will tiene hambre solo de Hannibal y los sonidos que el hace
cuando quiere más y ese día le dará más, porque eso es algo que quiere conocer para luego anotar
en su libreta, para verlo siempre, porque si Hannibal lo quiere como es, Will quiere conocer a
Hannibal y darle todo lo que puede, todo lo que quiere, incluso si está mal, incluso si se siente raro
al comienzo, quiere, el quiere hacerlo.

- Voy a besarte Will.

- Está bien.

Cuando Hannibal lo besa, Will sabe que tiene que abrir la boca a cuarenta grados, labio superior
arriba, luego abajo, la saliva de Hannibal pasando por su piel y luego, saboreando y Hannibal sabe
a Hannibal, como a aceitunas verdes y a martinis, así que abre la boca y le gusta, le gusta, le gusta.

Porque la boca es caliente y Hannibal no es paciente, así que no pasan por el anticipado beso ligero
que implica mover los labios sobre los duros labios de Hannibal, si no que implican que Will abra
mucho la boca, más que cuarenta grados, casi cincuenta grados, mejor dicho sesenta porque la
lengua de Hannibal, gruesa lo obliga a hacerlo.

No puede respirar, no necesita hacerlo, aunque de vez en cuando, Hannibal lo libera solo para besar
su barba, entonces Will aprovecha en tomar aire, abrir los ojos y fijarse que el techo sea grande,
sea blanco y el no se desmaye, porque Hannibal lo ha empujado contra la pared, fría y dura,
mientras su cuerpo no tiene espacio para moverse, pero no es importante, no tiene que huir, él
quiere eso, quiere a Hannibal, quiere sentir...

El pene de Hannibal está contra su muslo, bien, bien, bien, no pasa nada, Hannibal no va a tener
sexo, no porque dijo que el iba a esperar, porque dijo que solo harían lo que Will pidió y lo que
pidió fue que lo tocaran, pero también quería sentir el pene de Hannibal, es grande, veinte
centímetros, quizás, no lo sabe, uh Hannibal se está friccionando contra mi muslo, uh está bien, la
fricción es masturbación, está bien, todo está bien. Deja que Hannibal se masturbe contra él,
porque están en una relación y eso está bien. Ah, se siente bien.

- Eres tan delicioso Will, eres tan jodible...

- Tócame Hannibal.

Pero Hannibal no lo hace de inmediato, si no que vuelve a besar a Will mientras sus manos se
pasean por la cintura, por el vientre, por el pecho de Will y Will se pregunta que busca Hannibal,
porque demora, porque no lo toca, porque sigue esperando, pero la boca del mayor llega rápido a
bloquear sus pensamientos, lo besa más fuerte, casi lo muerde y saborea los dientes de Hannibal,
intenta que su lengua tenga un lugar, porque le gusta la viscosidad de la lengua de Hannibal,
entonces imita lo que Hannibal hace y mete su lengua tan fuerte como puede, hasta que empuja la
lengua de Hannibal. - Mmmm. -A Hannibal le gusta que Will lo imite, que sea como él, él está
aprendiendo a serlo.

- Porfavor, tócame Hannibal.

- ¿Cómo quieres que lo haga Will?

La mirada de Hannibal es inquisidora aunque furiosa, fuerte y controlada. - No lo sé, no lo sé, yo no


sé...

- Dime tus límites, Will.

- Pararás cuando te lo pida.

- Lo haré.

- Puedes hacerlo por dentro del pantalón.

- Delicioso.

- Tócame Hannibal.

- Palabras Will, dime que buscas.

- Quiero... quiero estar como tú, duro... uhm, quiero ponerme duro.

- ¿Harás todo lo que te pida?

- Sí.

Las manos de Hannibal son frías, pero se sienten heladas cuando baja lentamente por el vientre de
Will y cuando se detienen en la correa, mientras observa a Will, sin bajar la mirada. - Mírame todo
el tiempo, incluso cuando yo deje de mirarte, me vas a mirar.

- Sí.
Hannibal se pasa la lengua por los labios, mira la boca de Will y Will deja de respirar, pero siente
la soltura de su correa, por ende la soltura de su pantalón y el botón que se desabrocha y luego el
cierre, pero se concentra en mirar a Hannibal, no en querer correr, porque siente que debería
hacerlo. Pero no se va. - Ah, Dios, tengo miedo, tengo miedo.

Hannibal sube la mirada nuevamente, sus dedos ahora delínean sobre la ropa interior de Will, sobre
el bulto de Will. - ¿Confías en mi Will?

- Sí.

- Se sentirá bien, te prometo que lo hará.

- Dime que te gusto Hannibal.

- Me gustas Will, me gustas tanto.

- Uhm. - La mano hace una línea sobre su pene, su pene suave y guardado, hace tiempo olvidado,
jamás considerado para tener placer, solo utilizado para miccionar, para funciones lógicas como la
procreación una vez y otra vez, para ser funcional, una persona normal. Pero jamás para placer,
porque Will no conoce el placer, conoce las cosas lógicas y lo lógico es lo mejor que hace, pero
sentir no, omitir si, mentir tampoco y manos frías, manos frías, manos frías que lo tocan.

- Piel suave, pene terso, tienes un bonito pene Will.

- Gracias, ah... Tócame si, tócame.

Hannibal toca, tiene la mano dentro de la ropa interior, Will sigue empujado contra la pared,
sosteniéndose del hombro de Hannibal mirando ahora a la puerta de su oficina, cerrada con llave y
se concentra en la llave. Pero luego recuerda que debe mirar a Hannibal, que le gusta tanto que le
deja intentar enseñarle que puede sentir placer, que su pene puede servir para más.

La mano primero reconoce, se pasea por su adormilado pene, lentamente que puede recogerlo en
un puño fácilmente. - Mírame, Will.

Will lo hace, mira a Hannibal y Hannibal se muerde la boca, para luego volver a besar y tocar un
poco más, ahora los testículos, Will se tensa, pero continua el beso, su lengua de nuevo ha
regresado a su boca, perdiendo la batalla de quien es más sediento, porque ahora el hombre
atractivo lo come, penetra su boca a su antojo, porque se come a Will y su mano, empieza a subir y
a bajar, aunque aún suave, Will reconoce la electricidad que sintió aquella noche en su vientre.

Electricidad, cosquillas, nervios, una corriente, caliente y fría, en su parte baja, que hace que se
tense. - Una mente tan brillante, chico hermoso, cogible, jodible, ¿sabes cuánto daría por chuparte?
Te chuparía tan bien chico mío.

- Uhm, uhm, no, Dios, la boca no es para... Uhm, sí.

Hannibal sigue mirándolo ahora, con la boca mojada y hambriento, mientras baja y sube
lentamente sobre su pene que sigue suave, aunque Will siente la corriente en su vientre llegar tan
lentamente, que apenas puede recordar dónde está, pendiente a cada cosa y gesto que haga
Hannibal. - Un cuerpo funcional, tan perfecto, que reacciona a las palabras, que obedece, tan dócil,
maleable.

- Sí.

- Te gusta verme Will, te gusta este traje, te gusta que te alimente, que cocine para ti, que te cuide,
te gustan mis manos, mi olor, ¿verdad?

- Sí.

Will siente, como la corriente ahora bordea su pene y como el calor lo inunda, que tiene que cerrar
los ojos varias veces, fuerte y solo se obliga a abrirlos cuando Hannibal muerde su barbilla, cuando
lame sobre sus labios y finalmente saca su mano, dejando su pene, para que con la misma lengua
que antes lo lamía, lamer su mano. - Perfecto sabor y balance, sabes bien Will.

- Oh.

Mano mojada sobre su pene y finalmente, un tirón fuerte y Will, finalmente... está duro. - Hannibal,
Hannibal...

- Mente brillante, chico de horarios, tan hermoso, impredecible, inteligente, voy a cocinar tanto
para ti Will, perfecto cuerpo, perfecta anatomía...

- Estoy duro, estoy... Ah.

La mano de Hannibal tira dos veces más, hasta que llega al tronco y luego se le aleja, para volver a
imitar el movimiento, mientras besa de nuevo, besos cortos, mordida en la mejilla. - Tu nuca,
chico, déjame besar tu nuca.

Hannibal lo lame ahí también y Will mira el techo, recordando que su pene tiene la saliva de
Hannibal, mientras está siendo masturbado, mientras la corriente ahora está en cada parte de su
cuerpo y se quema en frío, mientras se enfría el alma, aceptando que la mano golpee ahora su
pubis, para tirar de él. Hannibal tira de él, dos veces, luego toca sus testículos y su otra mano
mantiene a Will firme de la cadera, para luego, apretar sus nalgas. - Mierda, mierda.

- ¿Sabes lo que pienso Will? - El pene de Hannibal se masturba a la par sobre él. - Lo bonito que te
verías siendo jodido por mi pene Will, tu funcional cuerpo debajo de mi.

- Uhm, no... ah, porfavor, no...

- No mi chico, ahora no, pero algún día.

- Sí.

La mano de Hannibal ahora es más rápida y ya no sigue el orden natural del patrón que venía
haciendo, mientras que su empuje contra Will es más torpe, ahora Will siente que podría orinarse,
pero sabe que no es eso, sabe que el placer es grande que tiene que culminar. - Te vas a correr
cuando te lo diga, porque está bien que te corras Will, porque mereces placer.

Tal como y el día en el que Hannibal hizo dormir a Will, como cuando detuvo sus pensamientos al
hablar del mueble verde, como cuando Hannibal decidía dar una orden, Will lo escuchó
atentamente, porque la voz de Hannibal y las órdenes funcionan para cuando la mente de Will se
desordenada, cuando necesita que alguien lo calme.

- Correrme está bien.

Tirones rápidos, sonidos que son gemidos largos, Hannibal gruñendo, la capa de sudor en su frente,
la pierna de Will presionada, siendo utilizada y sus manos sosteniéndose fuerte de Hannibal, que
ahora tira de su pene rápido, mientras lo besa de nuevo y Will respira tan rápido, abriendo los ojos
para recordar todo con agenda o sin agenda, inolvidable y dejando que su cuerpo se deje llevar, por
la dureza de la mano fría y áspera de Hannibal. - ¿Will puede correrme contigo?
- Ah, ah, ah, sí, sí.

La mano sigue el ritmo de cadera de Hannibal contra su muslo, ahora rápido, perfectamente
sincronizado, mientras el calor de un inminente final lo llena, que su mente está en blanco mientras
memoriza la sensación, mientras se deja llevar por la mano que hace un sonido de golpe sobre él,
el dolor del placer lo llena y tiene que gemir, porque teme que si no lo hace, no pasará, no llegará.
Pero casi puede llegar, pero espera porque Hannibal dijo que el le dirá cuando hacerlo. - Mierda,
ah, Hannibal, me gusta, me.. gusta.

- Will.. Will...

- Hannibal...

Dos tirones más, dolorosos, su pierna totalmente presionada, Hannibal empujándolo con fuerza y
finalmente, un gruñido. - Ahora Will, vente conmigo Will, correte.

El orgasmo blanquea por completo su mente, mientras el semen caliente se derrama de él y sobre
la mano de Hannibal, que empuja más fuerte, hasta que se siente totalmente cogible realmente,
cogido y se muerde la boca, hasta que la sangre, dolor y frío, intenta contener todo lo que siente. -
Ah... Hannibal.

El orgasmo dura ciento quince segundos pero se siente una eternidad, cuando Hannibal vuelve a
besarlo y sus respiraciones agitadas, intentan regresar a la normalidad. Pero Will se rinde y admite,
que estría bien si se siente así por el resto de su vida, si es que Hannibal lo sostendrá así, si siempre
lo mirará así. Quiere muchos orgasmos, quiere a Hannibal contra su pierna, quiere su pene en la
mano de Hannibal siempre.

Hannibal sonríe, a Hannibal le gusta mi pene, le gusta masturbarse sobre mi, le gusta mi
orgasmo. - ¿Will que piensas?

- En que estás manchado y que yo también lo estoy.

- Además.

- Me gustan los orgasmos.

- Delicioso.

Hannibal sonríe más mientras lo huele, apoya su frente en su frente, sabe que dentro de diez
minutos tendrán que reunirse con Jack, para separarse brevemente. Pero Will se queda ahí,
mientras deja que Hannibal lo huela. - Hombre atractivo.

- Chico mío.

Cuando Hannibal cierra los ojos, Will sabe que lo ama y que no hay regreso de donde está y sabe,
que su cuaderno tiene verdades que ha omitido. Pero hay otras cosas que prefiere recordar, como
por ejemplo, la bondad de Hannibal cuando elige amarlo siendo como es, solo eso importa, al
menos en ese momento, en ese último instante, en el que Hannibal solo es Hannibal y no eso, que
cree que es. Que Hannibal lo amará siempre, incluso cuando Will mismo sea tan oscuro, tan
extraño también. - Hannibal yo quiero decirte...

La puerta suena, es Jack anunciando la partida hacia dos lugares diferentes.


[...]

El lugar huele a amapolas frescas, abono y a refrigerante, como también huele a cal y a
preservantes, es un lugar que fue alguna vez una florería y prueba de ello son las macetas que lo
adornan, vacías y resecas, pero perfectamente ordenadas. Al medio hay serruchos, cuchillos,
pesticidas y ropa de... antiguas víctimas, al medio de la mesa, como un centro de decoración, está
un depósito de pastillas, somníferos. Will camina alrededor, observa y absorbe la casa del asesino
que conoce. - Puede estar aquí.

- Aquí no hay nadie.

- El lugar es grande.

- No está aquí ahora, no podría, el está...

Cuando camina, encuentra que el orden es perfecto, incluso para matar y también para ser
observado, porque cada dos metros, Will encuentra un reflejo, un metal, un espejo, un vidrio,
haciendo que Will se sienta acompañado y por ende, haciendo que el Destripador se sienta cuando
mata, pudiendo verse desde cada ángulo. - Le gusta verse en su reflejo. - Al medio del lugar, un
gran aguero lleno de barro con filosas piedras en los bordes anuncia un pozo, para fines no claros,
pero Will tiene cuidado de rodearlo, preguntandose cuantas personas habrán caído ahí.

Asiente y sigue mirando, encuentra que todo es terriblemente estético, como la silla al medio,
ébano y no azabache, acompañado de una mesa marrón melaza y no arcilla y un armario verde,
notablemente nuevo, por donde desliza sus manos lentamente, reconociendo su forma, su tamaño,
su textura. - No contestan, no llaman, seguiré intentando llamar Will, no te alejes demasiado.

- Ok Jack.

El refrigerador está lleno de un sinfín de carnes no identificadas, divididas en paquetes indistintos


con el nombre de cada platillo sobre él, carne de cerdo, carne de cordero, carne de leñador, carne
de dentista, carne de mecánico. Will pasea sus manos, por el frío que siente cuando ve que la
variedad es una característica que no tenía mapeada en el Destripador y que ahora, valoraba porque
el conocimiento siempre es bueno, porque Will ama aprender siempre, porque. - Ruido, creo que
alguien más está aquí, Graham.

Will tiene una pistola en la cintura, pero no la toma, porque no lo recuerda, porque obviamente
Will olvida ciertas cosas, como esas, justo las que lo protegen. Así que solo camina, por el pequeño
pasadizo, ese que lleva al sonido y cuando ve, a simple vista sobre el piso, en medio de un silencio
tranquilizador, el mismosilencio que lo hace dormir cuando tiene paz, el sillón antiguo de color
indescifrable que alguna vez habitó la sala de espera de Hannibal Lecter.

El famoso triste sillón que luego se vio reemplazado por el nuevo sillón verde y que ahora
adornaba el tétrico lugar, que Will observaba quietamente, tocando su bolsillo solo para recordar
que no siempre debe olvidar los detalles, que a veces omite demasiado, como lo obvio. - Uhm, no,
no.

Los pasos de dos personas, además de la de él, acompañan su silencio ensordecedor, uno es Jack y
el otro, puede ser el Destripador, calor, Will no tiene frío, tiene calor y tiene miedo porque no sabe
que hacer, no hay libro para eso, ni hay norma social, ni advertencia y precedente, no existe.
Entonces, Will no corre como haría si no, que se mueve y empuja el mueble con rabia, solo lo
suficiente para que entre en el pozo de barro, para que desaparezca, para que no sea verdad lo
evidente y para que Jack no lo vea, para que nadie lo sepa y empuja, mientras los pasos son cada
vez más rápidos y en lugar de tomar el arma, empuja el sillón más fuerte, como si pudiera borrarlo,
eliminarlo.

Un disparo de fondo, Jack demasiado lejos de donde está y en cambio, los pasos ligeros de otra
persona más y más cerca, Will se preocupa de no poder anotar nunca nada más, como cosas que
ahora quiere olvidar y hasta omitir, como que Abigail y él, quizás nunca más puedan pescar,
porque está a punto de dormir, de morir. - Empujar, empujar, no mueble, no sillón de color
horrible, no, no, no está aquí, si lo ensucio no está aquí, no lo estará.

Empuja tan fuerte, que ahora su pie está a punto de hundirse y resbalar, solo para estar a punto de
caer y piensa que es mejor morir así, que a manos de... Piensa que es mejor morir que ver, que
existir, que... A Hannibal le gusta afilar sus cuchillos, Hannibal probablemente sea un asesino,
Hannibal no está los martes, a Hannibal le gustan las amapolas, Hannibal tenía un cuchillo
en su auto, Hannibal mató al hombre del club, Hannibal... Entonces Will pisa en falso, da una
vuelta y está a punto de caer, con el sillón, contra las piedras.

Pero una mano fría, dura, áspera como una baranda de metal lo sostiene, es fría como el hielo
mismo y puede cargarlo con facilidad, detrás de la mano, un traje transparente, sobre el traje
granate. - Will.

- A Hannibal le gusta el orden y ver sus reflejo.

- Will.

- Hannibal es el Destripador.

- Will, silencio, porfavor, Will... - Hannibal tiene un cuchillo en la mano, en la otra mano fría.

- Dejé que me tocara el Destripador.

Se sujeta de la mano, que ya no sabe a donde lo puede llevar y se deja arrastrar hasta fuera,
entonces en medio de la oscuridad y del mueble destruído, Will toma su agenda, temblando,
nervioso y sin dejar de mirar a Hannibal, que se ve oscuro, que se ve como un animal, rodeandolo,
cazando. A Hannibal le gusta matar.

- Will, vas a salir de aquí y no hablarás con nadie, ¿entendiste?

- Sí. - Por eso es que Will Graham olvida cosas, omite cosas y las anota, porque no quiere sentir y
porque prefiere pensar, pero ahora tiene que sentir y pensar al mismo tiempo, en aquellas cosas que
no quiere, como la vergüenza, la pena y el dolor.
Conóceme, soy un asesino

Recomendación del autor: Escuchar la canción de la mitad del capítulo en adelante.

Cuando Hannibal era un niño, el invierno era la peor época del año, pues no podías disfrutar del
frío cuando no tenías abrigo, un techo y comida para calentarte. Solo muchos periódicos, una
escalera bajo algún restaurante donde no lo echarán y la esperanza de que ese era un día menos
para que el invierno acabe y finalmente, deje de tener frío.

Lo único que tranquilizaba a sus manos temblorosas metidas en su estómago en busca de calor,
eran los sueños que su mente recreaba cuando caía dormido con los pies mojados por la lluvia,
esperando que la neumonía lo mate finalmente: Hannibal soñaba con el recuerdo de su hermana, la
dulce Misha y sus interminables risas largas, contagiosas y agudas.

Cuando Misha murió, los sueños siempre estuvieron llenos de ella, al menos durante los primeros
tres años cuando vagó por un mundo que insistía en mantenerlo vivo, aunque no tuviera motivo
alguno para hacerlo. Incapaz de morir, un Hannibal de dieciséis años, empezó a matar solo a
quienes disfrutaban del frío, como él jamás pudo hacerlo.

Hombres asquerosamente enriquecidos que pateaban a los indigentes como él, mujeres frívolas
que gastaban de más para mantener una imagen privilegiada, el hijo desagradecido que gastaba el
dinero de sus padres en apuestas, personas que deberían ser cultas, siendo vulgares. Cuando sus
tíos lo adoptaron y el dinero le fue nuevamente beneficioso, Hannibal seguía odiando el frío,
seguro de que cuatro años en la calle habían calado lo suficiente en su alma, haciéndole un enfermo
de por vida.

Sin embargo, habían cosas que ayudaban a Hannibal a controlar el frío, como los vinos que
empezó a estudiar con entereza, la buena comida que calentaba su cuerpo, los abrigos de piel, el
reconocimiento de las personas y finalmente, un hogar equipado, para los peores días de invierno.
Sin embargo y a pesar de toda la comida, el vino y los halagos, siempre había un momento del día
en el que Hannibal temblaba de frío.

Entonces mataba y el esfuerzo físico le calentaba brevemente, para pasar el resto de la noche junto
a la chimenea alimentando con leña el calor que tanto anhelaba, así para cuando durmiera, el
recuerdo de Misha llegara a él y así, trajera al presente los días antes de que el frío lo hiciera un
enfermo. Odiaba el frío, porque nada lo calentaba, nada, hasta Will Graham.

Frío, frío, frío, eres como el frío Hannibal.

Chico grosero, ¿No ves que el frío es lo peor que hay? ¿Porqué no huyes de él? ¿Porqué me
insultas así? ¿No ves que estoy enfermo? ¿No ves que es contagioso? - Frío, frío, frío. - Chico
insistente, ¿Amas el frío? El frío soy yo, para siempre.

Entonces su mente, que se consideraba terriblemente enferma hasta el fin de sus días, seguro de
que un día moriría congelado ante su propia alma, se vio amada por justamente, lo que más odiaba.

Ahora Hannibal, sigue teniendo frío en un invierno perenne, pero ha sabido abrigarse desde
entonces de la mejor manera, comiendo lo mejor, bebiendo la excelencia, matando con urgencia y
soñando, con Misha o como hace siete meses, con Will Graham. Sueños de risas con su hermana,
sueños de largas charlas con Will, que en lugar de frío, es puro calor, ardiente como el desierto,
sofocante en su control, verano puro.

Hannibal no tenía frío cuando estaba con Will y si estaba sin Will, podía soñar con él, cobijarse
con su tibio recuerdo, hasta que lo volviera a ver. Will era calor para él, entonces cuando Will
Graham se enteró de la naturaleza de su frío, un asesino, Hannibal se preguntó, si finalmente había
llegado el día, en el que la hipotermia gobernaría sus articulaciones y moriría, porque Will, ya no lo
quería.

El mueble yace en el gran agujero mientras que Hannibal tiembla de frío, miedo y todo lo que
implica el olvido, como si él no fuera quien sostiene el cuchillo ante un desarmado Will Graham,
si no todo lo contrario, como si estuviera de pie en la horca, presenciando su irrevocable destino.
Como si él fuera realmente quien está hundido en lugar del mueble.

Will está nervioso, pero no confundido, como si quisiera encontrar de donde sostenerse pero no se
atreve a tocar su brazo. - Te di el tiempo suficiente.

- ¿Will?

- Yo esperé.

- Will...

- Y sin embargo, no me lo dijiste.

Hannibal calcula que dentro de menos de cuatro minutos Jack llegará hacia ellos, tiempo suficiente
para desaparecer para siempre y hasta para matar a Will, claro. Pero irse para siempre significa no
ver más a Will y matar a Will significaba su propia e inminente muerte.

- Cuatro minutos. - Mueble ébano, sillón melaza.

- ¿Will?

- Tenemos cuatro minutos antes de que Jack llegue.

Hannibal asiente, mira atentamente cada movimiento de Will Graham, el mismo chico que tuvo
gimiendo en sus manos hace no menos de dos horas. Will tiene un cuaderno en sus manos, que
mira, levanta la vista y vuelve a mirar. - Will, dime que hacer.

- Tres minutos.

- Me iré.

- No.

Will respira, mira a los ojos de Hannibal, en un destello parpadeante y sabe que Will está
adoptando su comportamiento haciendo uso de su empatía, lo sabe cuando su mirada es fría y su
respiración calmada rápidamente. - Quítate el traje de plástico y dame el cuchillo, no harás lo que
planeabas hacer, no matarás a Jack.

- Necesito que me digas que estás haciendo Will.

- Desaparece el traje, debes tener un lugar que no sea fácil de rebuscar a primera mano, ocultalo ahí
y dame el cuchillo.

- Necesito irme.
- Dos minutos Hannibal, has lo que te digo.

Hannibal le da el cuchillo a Will aunque eso signifique estar aún más expuesto, desabrigado hasta
la desnudez en una calle de Lituania, listo para morir, pero ya no le importa. Porque Will ahora lo
sabe, porque ve, como un tonto que Will tiene su vida en sus manos y nisiquiera puede pelear por
detenerlo, por recuperarse.

Esconde el traje, sabe que queda un minuto, cuando Will levanta el cuchillo y Hanibal cierra los
ojos, pero no siente dolor. Cuando mira de nuevo, Will se ha hecho un corte en el brazo y otro en la
pierna, cortes profundos pero no dañinos.

Cuando encuentran sus miradas, Will no es más Will, si no alguien más, Will es Hannibal Lecter,
enfermo terminal del frío. - ¿Listo?

Hannibal no sabe a lo que se refiere, pero asiente. Will corta a Hannibal en el estómago,
superficialmente y Hannibal no siente dolor, por la adrenalina y la sorpresa. - Oh.

Finalmente Will tira el cuchillo, mira a Hannibal. - Te esperé y aún así dejaste que me enterara así.

- Will...

- Siempre lo supe, Hannibal.

[...]

Cuando Jack llega la escena, es dramática y Hannibal espera ser tan buen actor como Will, ese
mismo chico torpe y tímido que ahora está en el piso sosteniendo su brazo adolorido, aunque hace
veinte segundos no se quejaba, ni siquiera notaba los cortes hechos por sí mismo. - ¿Qué mierda ha
pasado aquí?

- Nos atacó Jack, Hannibal llegó a tiempo y yo... Uhm, no lo pude detener, Jack, era el, Jack.

Hannibal sostiene la sangre que despide de su cuerpo, mira a Will fijamente y el recuerdo de las
palabras de Bedelia resuenan tan claras ahora, como todo lo que obvio, que no vio. ¿Quién era Will
Graham entonces?

- Necesitas pedir refuerzos, debe estar a los alrededores Jack. - Will habla, Hannibal confunde su
asombro con el silencio.

- Cercaremos el lugar y...

- Jack, aún puedes alcanzarlo.

Cuando Jack desaparece, Will se para nuevamente, observa el lugar y el cuaderno regresa a su
bolsillo. Hannibal sostiene su herida, se siente débil pero demasiado consciente como para
preocuparse. - Tenemos tiempo suficiente para sacar la carne del refrigerador, yo terminaré de
hundir el mueble.

- ¿Estás protegiéndome Will?

- No, no, no hables, no quiero pensar, necesito que seas frío, necesito, necesito, no pensar, solo...

- Ser el Destripador.

- Así es.
Entonces Hannibal se deja ver, cuando deja de sostener su herida y mira a Will, en un perfecto y
claro reflejo de sí mismo. Hermoso y doloroso. No hay en la habitación más que la presencia de
dos corazones muertos, congelados, prácticos e inteligentes, sin tartamudeos suaves, ni tics, ni
dudas. Solo Hannibal y su reflejo. - Diez minutos.

Will niega. - Doce, Jack no se rendirá tan fácil, rodeará la propiedad, doce minutos, casi trece.

Hannibal carga con la carne en una bolsa, que era lo que planeaba antes de que el suave cuerpo de
Will Graham lo hicieran rendirse ante su plan. Will en cambio utiliza lo que tiene a la mano para
empujar más el mueble, esperando que cada huella de Hannibal se vaya en la suciedad.

No hablan cuando están trabajando, Hannibal sólo puede sentirse en su propia compañía, como si
hubiera llegado a tiempo para deshacerse de las pruebas por su cuenta, pero ahora son dos los que
pueden ayudar. Will es muy diferente al Will que estaba con Matthew Brown, pero con el mismo
ímpetu, separado de su tierna personalidad, centrado en el asesino de turno.

Hannibal se reconoce en cada gesto frío, como en la manera de moverse y por primera vez no le
gusta su reflejo, porque extraña a Will Graham pero Will no está ahí con él, no ahora, porque Will
no lo ayudaría, aunque exactamente no sabe qué haría Will. - Deja de mirarme, no pienses, no lo
hagas.

- Está bien Will.

Cuando Jack regresa, la carne está en el auto de Hannibal y el mueble es irreconocible, Hannibal
ha llegado a desangrarse en un cincuenta por ciento por el esfuerzo, por lo que ahora descansa
genuinamente, sin tener que fingir que está realmente herido. Pero no solo está herido, si no que
está solo, extraña a Will, quiere ver a Will. La sangre que ha derramado no es más de lo que su
alma ha perdido cuando el chico es todo lo que esperó, pero no parece ser lo que quería. Sin rastros
de el dulce Will, solo Will, Will Lecter sin pelea, sin introspección. Lo extraña, lo necesita. - Will,
porfavor...

Jack conversa con Will, quien sigue siendo frío y práctico, lejos de su alcance. - ¿Llegaste a ver su
rostro?

- Tenía una gorra, era alto y fuerte, quijada dura, piel caucásica.

- ¿Por qué no disparaste Will?

- Me paralicé, no esperaba verlo.

- Jack, yo...

- Lecter necesita una ambulancia.

Quiere recuperar a Will, entregarse es una posibilidad, porque Will esperaba algo a cambio si
siempre lo supo, si siempre lo conoció esperaba algo y Hannibal quería darselo, incluso si eso
significaba el fin de su libertad, un invierno en su esplendor. - Jack, yo.

Pero Will lo mira, una advertencia que significa silencio, finalmente Hannibal se desmaya.

[...]

Cuando despierta en la clínica, es dado de alta rápidamente por una lesión menor y lo primero que
hace es manejar a Wolf Trap, pero ahora la inmensa casa se ve diferente, pues no hay olor a perros,
ni ningún perro, ni Abigail, ni Will, ni ropa, ni nada. La casa está vacía y una nota yace en la mesa
de la cocina: "No nos busques"

Hannibal toma su estómago que arde, mientras el dolor llega de golpe e inmediatamente, más el
vacío del miedo lo ahoga, hasta el punto en el que no quiere vivir y duele, tanto que se tiene que
arrodillar y sostenerse. Lituania ha dejado de ser Lituania y se ha convertido en el invierno de
Baltimore, desahuciado y gélido.

- Will... no.

Entonces despierta, no está en una clínica, está en su propio auto, conducido por el menor.

- Estabas soñando. - La voz de Will se siente como un bálsamo, Hannibal rápidamente estira la
mano y cuando toca a Will, solo su brazo solo para saber que es real, Hannibal se tranquiliza y
puede volver a sentir la racionalidad volver a su cuerpo. Will se deja tocar, pero su mandíbula está
dura, tenso y aún, siendo Hannibal. - Soñé que te ibas.

- No te dejé en la clínica, te estoy llevando a mi casa.

- Will, ¿te irás?

- ¿Porqué tu última víctima terminó teniendo tierra de tus amapolas?

- Me he vuelto descuidado.

- Torpe, uhm, eres torpe... no sueles ser así.

- Lo soy desde que me enamoré de ti.

Will mueve la nuca, niega y vuelve a ser Hannibal, frío. - Si te llevo a una clínica verán que el
corte fue premeditado para no hacer daño, te coseré yo mismo.

- ¿Will te irás?

- Duerme Hannibal.

[...]

Cuando despierta, Abigail tiene la mirada fría y seria, mientras carga la bandeja de alcohol
esterilizado lleno de gasas sangrientas. Su chica se ve hermosa, pero insensible mientras la sangre,
que Hannibal supone que es suya, adorna sus manos y su frente. - ¿Lo dejaremos morir?

- No lo sé.

- Podemos decir que se desangró, papá.

- Podemos.

Abigail ladea el rostro, como Will hace cuando considera las opciones, Para finalmente sacar un
cuchillo, mientras Will seguía cortando su vientre, buscando la arteria dañada, quizás matándolo
lentamente. - Merece morir. - Suspira Abigail.

Estira su mano para tocarla, sentirla, pedirle perdón, hacerla entender. Pero no hay nada que tocar,
ella no es real.

El aire se disipa, en una ilusión.


Entonces Hannibal despierta, está en Wolf Trap.

Se toca el estómago y está cosido, curado y limpio, sin camisa y sobre la cama de Will Graham, de
pie y frente a él está Will observando, fríamente. - De nuevo soñando.

- No me gusta lo que sueño, normalmente no es así.

- Nuestros sueños son el inconsciente de lo que pensamos.

- En mis sueños te vas o decides matarme.

- Entonces se trata de los pensamientos de tu subconsciente, tus miedos materializados.

- Will, deja de... Pido que dejes de empatizar conmigo, si fueras tan amable.

Will entrecierra los ojos, lo considera y Abigail, lo despierta del deseo, con una taza de té de
hierbas y una mirada preocupada, siendo la niña que había conocido. - Despertaste Hannibal,
tómalo es bueno para relajarse.

Su sonrisa se siente honesta, sus mejillas rojas nuevamente, el cariño intacto, Hannibal se pregunta
si ya lo sabe, si Will ha sido honesto con ella. - Debo confesar que es tranquilizante saber que mi
enfermera es mejor que la última que tuve, gracias Abi.

- Te hirió el Destripador, presupuesto que cuidaremos de ti.

Hannibal mira a Will, Will sigue de pie y frío. - Abigail es necesario que compres más gasas, algo
para cenar y las pastillas que te mandé a tu celular.

Cuando Abigail desaparece, Will sigue de pie observandolo fijamente, de brazos cruzados y mirada
seria, Hannibal se pregunta cuanto tiempo ha sido observado, hace cuando Will sentirá dolor en sus
rodillas por la espera y sobretodo, se pregunta que pasará con él. - Will, basta.

- ¿A cuantas personas nos hiciste comer a mi y a Abigail?

- Las suficientes, solo lo mejor.

- Lo mejor no es la carne humana.

- Comiste a quienes te hicieron daño, solo personas malas, ningún inocente.

- Porque los inocentes te los comías tú.

- Will, regresa, Will quiero que seas tu.

- ¿Quién crees que eres para decidir quién es inocente y quien no?

- Soy el único capaz de hacerlo.

Entonces Will dobla un poco la pierna, lo suficiente para sentir dolor y finalmente, parpadea,
muchas veces y vuelve a ser quien siempre fue, contagiado por la sensibilidad de Hannibal.
Entonces Will es Will, ojos verdes de nuevo. Will parpadea, hasta que las lágrimas se asoman y
Will, llora. - Eres el Destripador.

- No, no llores, no tienes que llorar, Will, escúchame, vas a dejar de llorar, vas a...

- ¡No vuelvas a darme órdenes! ¡No te metas en mi mente!


Silencio, un silencio ensordecedor, doloroso y extraño, uno que no se disfruta. Hannibal estira su
mano, sin llegar a Will pero pidiendo ser tocado. - ¿Puedo tocarte?

- No, no, no, no quiero que me toques, no quiero sentir tu mano, porque es fría, porque es áspera,
porque mentiste y tu... y tu, mentiste, mentira, muchas veces y tú, tu... mataste inocentes, yo... yo
quise esperar, entonces, uhm, dolor, dolor, dolor, calor, calor, calor... Entonces, tu... Me obligaste a
quererte, no me dejaste una opción, no pude elegir, porque jamás me quisieron, entonces tu me
quisiste, me hiciste quererte, yo no pude elegir, no pude. Me impediste ver, no pude elegir, porque
siempre fuiste la única opción, ¿porqué? ¿te aburriste de la soledad? Necesitabas otro reflejo más,
uh, mentiste.

Will camina muchas veces, alrededor de la cama, Hannibal siente la frustración cuando el dolor le
impide moverse, cuando no puede detener a WIll. Entonces Will saca su cuaderno, el que leyó
antes y Will lo lee. - Hannibal probablemente es un asesino, yo lo sabía, yo lo sabía, aquí está,
yo tengo un problema, no soy, no estoy bien, esto no está bien. - Will arranca las hojas, una por
una y Hannibal quiere saber que rompe, que es eso, porque duele, porque parece malo. - Uhm,
romper, romper, romper, la taza está rota, yo no... Cosas que odio de Hannibal, cosas que odio,
que odio, yo odio... - Una hoja cae sobre la cama, Cosas que hacer para Hannibal no se vaya:
Contarle quien soy.

- ¿Es tan extraño que quisiera mantenerme escondido solo para que te quedes a mi lado un poco
más?

- Egoísta.

- Jamás me aburrí de la soledad, Will... Tú fuiste el que me dejó sin opción al conocerte, yo solo
conocía el frío.

- ¿Por qué no te vi?

- ¿Es tan extraño que quisieras mantenerte a mi lado también, un poco más?

- Necesito... Necesito... - Will sale de la habitación, Hannibal no puede evitar quedarse dormido
esperándolo.

[...]

Cuando Hannibal despierta, Will está acostado a su lado, sin tocarlo, exactamente a un metro de
distancia, mientras mira el techo. - Voy a mentirle a Jack, voy a cubrirte Hannibal.

- ¿Porqué? ¿Porqué me cuidas Will?

- Te amo Hannibal, no puedo evitar hacerlo.

- ¿Incluso sabiendo quien soy?

- No importa quien eres, importa, uhm, importa que me quieres, que te quiero.

Hannibal sonríe, pero cuando mira a Will, Will está lleno de sangre, Will está muerto a su lado. El
cuchillo en la mano de Hannibal pesando, mientras que el frío ahora es total, casi como si estuviera
nevando, finalmente ha tomado la decisión que debió haber tomado, el inevitable final.

Debe recuperar el tiempo, debe encontrar a Abigail y terminar lo que ha empezado, el dolor es
tolerable cuando sabe que todo ha pasado, que el invierno ha comenzado sin un final evidente.
Will Graham está muerto, él lo ha matado.

Estira su mano rápidamente para buscar la herida, pero cuando toca el cuerpo de Will no siente
nada. No está ahí.

Entonces, despierta, esta vez está jadeando.

- Estabas soñando.

Hannibal toma su frente, mira a su alrededor y Will no está echado a su lado, si no en un pequeño
sillón color durazno, no le gusta ese mueble, no porque sea del todo feo, si no porque ahora
significa que Will está lejos, mirándolo fijamente. - Estoy cansado de soñar.

- Yo siempre sueño, uhm, siempre sueño con las cosas que hice en el día, las repito en mi mente,
exactamente como pasan.

- ¿Son malos sueños?

- No, porque sé que va a pasar, entonces, sigo soñando, no me tengo que levantar.

- Una manera tranquilizadora de convivir con la naturaleza según tu inconsciencia.

- Una forma de entender lo que pasaba por mi mente en esos momentos, los veo con claridad y los
entiendo mejor, por ejemplo, siempre sueño contigo y con lo que hacemos cuando estamos juntos.

- En una segunda versión, ¿qué sientes cuando tienes claridad?

- Que a pesar de que me sienta constantemente mal contigo, nervioso, quiero volver a sentirme así
cuando despierte.

- ¿Aún quieres eso conmigo Will?

- Tengo carne humana en mi refrigerador Hannibal.

- Y aún así no me has entregado Will.

- Porque no se como hacerlo.

Silencio, más silencio incómodo, Hannibal aprovecha para sentarse, alcanza el té que Abigail dejó
hace unas horas y bebe, cuando siente el frío tocarlo, el recuerdo de la boca de Will lo invade,
Hannibal se pregunta si volvería a hacerlo. - Se supone que te mataría a ti y a Abigail si llegabas a
saberlo.

- Pensamiento coherente, una manera de no preocuparte por dos personas que te vuelven vulnerable
y que no puedes controlar, demasiada exposición.

- Pero no puedo hacerlo.

- Lazos sentimentales, problemas de proceso, no puedes deshacerte de los lazos.

- ¿Tú tampoco puedes verdad?

Will asiente, mientras luce pálido, cansado y algo diferente, como si el hecho de que supiera que
Hannibal es el Destripador no lo asustara, solo lo volviera más consciente, más claro. - ¿Cómo los
eliges?
- Personas groseras, animales que no merecen vivir, comida disponible, posibilidad de control.

- ¿Cuántos?

- Muchos Will, muchos más de lo que has investigado.

Will asiente, tiene un nuevo cuaderno, uno negro y escribe. Hannibal no sabe lo que escribe, no
pregunta al respecto. - ¿Porqué te gusta hacerlo?

- Porque se que puedo hacerlo.

- Control, poder y soberbia.

- Entre otras cosas.

- Ya no eres mentiroso, ¿por fin te cansaste de mentir o solo quieres ser honesto al fin?

- Jamás pude mentirte del todo, no se puede mentir a los que te ve tan claramente.

- No creo que Abigail deba tener más terapia contigo.

-¿Ya decidiste abandonarme o ya decidiste entregarme?

Will parece pensar, mientras su camisa limpia, una blanca delata lo que en su relación es, una
pequeña mancha de sangre, tal vez de los cortes de Will, tal vez de la curación de Hannibal. Quiere
abrazar a Will, quiere volver a recuperar su dulzura, pero están tan lejos nuevamente, que ahora es
un abismo el que lo separa. - Necesito pensar en que está mal conmigo.

- No hay nada malo en enamorarse de alguien malo, no dice más de nosotros de lo que debería. Lo
que nos hace sentir bien, es solo producto de lo que pasamos, diferentes personalidades, cualidades
que cuajan bien.

- Pareces querer convencerte.

- Quiero que veas más allá Will.

- No solo eres alguien malo Hannibal.

- Siempre supiste quien era y aún asi, me aceptaste.

- Eso es lo que necesito pensar.

- No me alejes de Abigail.

- Eres un caníbal, Hannibal.

Hannibal siente, sabe como se escucha eso. - Siempre pensé que ustedes me aceptarían.

- ¿Porque estamos tan dañados que te íbamos a aceptar tal y como eres, por aferrarnos a ti?

- Porque ustedes pueden ver más allá, porque no necesitan de nadie.

Will niega, escribe nuevamente, escribe más y finalmente levanta la mirada. - Debes irte, necesito
espacio, me duele la cabeza y tengo que dormir, no puedo dejarte solo con Abigail.

- Jamás le haría daño a Abigal.


- Dijiste que casi nos asesinas.

- Will.

- Hannibal vete, mañana no me lleves el almuerzo, solo vete y... Solo vete, ten tus citas médicas,
que Jack no sospeche...

- Aún me amas Will, no hay mucho que pensar al respecto.

Will lo mira antes de irse, anota una cosa más y finalmente suspira adolorido. dice. - Si, te amo
pero no quiero volver a tocarte.

Hannibal se va a las ocho de la mañana de Wolf Trap, a las nueve está en casa, limpiando su
herida, mientras fuma un cigarro que guardaba para un momento así. Tres horas después piensa
que Will podría estar ahorita con el FBI, preparándose para atraparlo, Abigail podría estar saliendo
del país, Will podría estar planeando matarle.

Sin embargo, no hace nada al respecto y solo suspira, mientras el silencio llena su casa, ahora
Hannibal odia el silencio y la soledad. Cosas que antes amaba.

Se ducha, intenta no pensar en Will, intenta no tomar su plan de escape, hace café, bebe café,
ordena su ropa, vuelve a pensar en Will, en su cuerpo vulnerable, en sus gemidos, en su boca, en
sus ojos, toma más café, lee, se ducha nuevamente, piensa en Will el resto de la tarde.

Cuando tocan la puerta, esta seguro de que es Will o el FBI, también que pueden ser ambos. Pero
es Alana, con la mirada asustada, aún no sabe quién es Hannibal, por ende, Will no ha dicho nada. -
Hannibal yo me entere...

- Alana, no te esperaba.

- ¿Qué se supone que haga si se que has sido herido por el Destripador?

Hannibal no quiere ver a nadie que no sea Will Graham, tanto para terminar con él o para dejarse
tocar, pero Hannibal está tan cansado que no puede actuar, que no puede luchar y finalmente deja
que Alana entre, porque Alana aún puede distraerlo, aún puede hacerle creer que es capaz de
mentir, que alguien le cree, que sigue siendo el Doctor Hannibal Lecter, reconocido psiquiatra y el
novio de Will Graham.

- ¿Cerveza?

Cuando Alana habla, cruza las piernas y Hannibal se pregunta, que más tiene que hacer para que
entienda que no hay ningún punto de inflexión respecto a la idea de una atracción hacia ella. - No
puedo creer que Will no esté aquí contigo.

- Él también fue herido, me anima el saber que se recupera en la tranquilidad de su casa.

- A veces Will solo puede pensar en si mismo, no digo que esté mal, quizás yo misma lo haría,
pero esperaba ya que ustedes...

Hannibal limpia el vaso impecablemente, aunque el dolor de la herida cosida por Will sea tan
vívido como su pedido de espacio y quiera arrojar el vaso, como arrojó el plato, porque ese vaso no
lo beberá Will, si no, Alana. - Mi relación con Will me ha permitido entender que incluso lejos,
Will no deja de pensar en mi.

- Sin embargo debería estar aquí, yo no podría alejarme de ti si hubiera estado a punto de perderte.
Hannibal ve la espuma de la cerveza llenar más de lo que debería el vaso, en otra situación, no
hubiera servido tan mal. Pero no le importa. - Alana espero que no sigas alimentando una ilusión
respecto a nosotros, creo que aunque seas una mujer más que hermosa e inteligente, he perdido mi
corazón hace mucho tiempo en los brazos de Will.

Alana se sonroja, no como Will, nadie lo hace como Will. - Solo dejo en claro, que no puedes
esperar nada de Will, él está en un mundo diferente, a veces solo existe Abigail y él, otras veces,
solo él.

- Me gusta su mundo como es, tener un espacio de vez en cuando, es suficiente.

Alana niega, bebe del vaso, Hannibal bebe su propio vaso de vino, aunque los antibióticos estén en
su cuerpo. - Te dije que no deberías enamorarte de Will.

- Pensé que se trataba de cuidar de Will.

- También de cuidar de ti.

- ¿Por qué tendría que cuidarme de Will?

- Porque... - Alana se recoge el pelo detrás de la oreja, si Hannibal no estuviera muy cansado y
esperando saber si tiene que vivir una vida sin Will, la mataría. - ... Es inestable, Hannibal, como te
dije, a veces solo existe el mismo.

- ¿Tú en qué piensas Alana?

- En ti, es decir, en que estés bien, este mundo... no es para ti, no eres un policía del FBI.

- Ni tú.

- Trabajo para ellos más años de lo que colaboras.

- Explícame porque sigo siendo más inexperto que tú.

- Porque aunque poseas todo el conocimiento del mundo, Hannibal, no podrías reconocer a un
asesino, ni así lo tuvieras al frente.

Hannibal bebe el resto de su vino, dedicado oficialmente a ser miserable aún a pesar de que la
compañía de Alana le había gustado en su momento, ahora solo podía pensar en Will y no en el, lo
cual era extraño y novedoso, cuando su libertad estaba en tela de juicio. El licor marea más rápido
su cuerpo, debido a la debilidad y a la falta de comida, más la herida que sangra de nuevo. - Alana
necesito.... Descansar.

- Oh por Dios, estas si... sangrando, déjame ayudarte.

- No es necesario.

- Hannibal, para eso estoy aquí.

[...]

Cuando despierta, está en un laberinto, asi que presto y al tanto de sus últimas pesadillas, esta vez
Hannibal está listo para lo que sea que tenga que hacerle daño.

Solo es una mentira, se repite y camina, en los pasadizos de su subconsciente, casi a la defensiva,
dispuesto a lidiar con la nueva variante llamada: Alguien sabe quien soy y ese alguien, no es
alguien que pueda matar.

Cuando llega al final del pasadizo, un enorme comedor hecho de madera y sillones oscuros, se abre
para mostrarle un hermoso lugar. Es una casa rústica pero elegante, con detalles hechos a mano en
su mayoría, pero repleto de artefactos modernos que lo vuelven un lugar espléndido. Seis perros
caminan a su alrededor, hay vino en la mesa y comida, un hermoso festín servido para tres. - Papá,
la comida se va a enfriar... Jamás pensé que llegaría el día en el que te daría la razón, pero, un
salmón ahumado en finas hierbas se tiene que comer rápidamente.

Abigail se ve más grande, ya es una mujer de casi veinte o veintidós años, de mirada calculadora y
fría, pero manteniendo su bondad en el fondo. - ¡Papá! Tu esposo está haciéndolo de nuevo...

Will trae dos vinos en sus brazos, viste de traje oscuro y cabello hacia atrás, se ve mayor pero sigue
siendo joven, tiene una sonrisa fría y al mismo tiempo, como su hija, mantiene su corazón intacto.
- Amor, ¿porqué insistes en mirar la mesa fijamente cada día?

Hannibal quiere decir algo, pero las palabras están atascadas en su garganta. - Sí sigue así, no lo
llevaré a mi graduación.

- Tú padre te mataría si no lo llevas, uhm, quisiera que eso fuera sarcasmo.

Abigail sonríe, levanta su copa y vuelve a mirar a Hannibal. - Por nada del mundo le arrebataré a
Londres la visita del Destripador, me emociona que vaya más él, que tú.

- Abigail, la fastidiosa.

Abigail blanquea los ojos, sirve el salmón y Will... Will le guiña un ojo. - Señor deje de ser tan
raro, comamos tu petulante comida, hay un horario que respetar.

- ¿Papá?

- No quiero despertar.

Will ladea el rostro, Abigail deja de beber y lo miran fijamente. - No tienes nada que temer, papá,
no me iré hasta dentro de una semana.

- Uhm, hombre atractivo, trae tu trasero para aquí.

- Porfavor, no quiero despertar.

- Papá...

- Hannibal... - Se acerca lo suficiente pero cuando los quiere tocar, se esfuman en la nada.

- Porfavor.

- Hannibal. - Alana sostiene su rostro. - Estabas soñando.

El frío que corrompe su cuerpo ahora es abismal, se recoge entre las sábanas fastidiado por el olor
a perfume de rosas que fácilmente llega a su nariz, más la presión en el pecho de un sueño
hermoso, que es pesadilla porque no es real. Alana está echada a su lado, acaricia sus mejillas y la
deja hacerlo, porque no tiene fuerzas para seguir esperando.

Hannibal sabe que tiene que buscar a Will en ese instante, proponerle una verdad absoluta, que se
trata de él mismo como un asesino, lo acepta o no, si no, se va, sino, se queda. De igual manera,
necesita las palabras de Will.
- Alana, tengo que irme, necesito cambiarme.

- Te estás recuperando.

- Estoy bien.

- Te he dejado descansar para que no tengas sobresaltos, dime que necesitas, lo traeré para ti.

- Necesito ver a...

Alana vuelve a acariciar sus cabellos, su boca cerca y su sonrisa también. Alana no es mala, solo es
demasiado presta a las mentes que no puede entender, deslumbrada por algo que Hannibal no es.
Pero la insistente Alana, la misma que ahora lo toca, no se rinde, no cuando quiere algo. - Eres mi
amigo Hannibal, te quiero, déjame cuidar de ti.

- Yo necesito verlo.

Olor a perros, perfume barato, madera y loción de afeitar.

Cuando Will abre la puerta, se ve mejor que esa mañana cuando se dejaron, pero la noche siempre
hace eso con Will, lo ayuda a brillar mucho más, como la sangre bajo la luz de la luna,
transformándolo de rojo a negro.

Pero la imagen de un Will molesto es mejor, casi poesía, porque un Will molesto es el Will de los
patrones, de nudillos blancos, dientes apretados y muslos contraídos. - Will. - Hannibal sonríe,
porque a ese chico si lo reconoce.

Grosero error el de alegrarse. Will no solo está enojado, Will está equivocado. - Pensé que estarías
solo.

- Alana solo vino...

- Están en una cama, uhm, privacidad, cercanía, eso solo lo hacen las parejas.

- Will, como dejaste solo a Hannibal...

- Mentiroso.

Hannibal ya está de pie cuando Will sale de su habitación, bajando las escaleras, a punto de llegar a
la puerta, preguntándose en el ínterin cuando se volvió tan torpe como para que sus víctimas
delaten sus escondites o para cuando empezó a dejar su casa sin llave, como si nadie fuera a
perseguirlo. - Detente Will.

Will está rojo, Will está enojado, Will Graham, Will Lecter, tantas personalidades, tanto calor y
frío, en una sola persona. Lágrimas, dolor y amor. - Yo vine a ver si estabas bien.

- Lo agradezco, no estoy bien, ahora estoy bien, ahora que estás aquí.

Empujón sin beso, pero contacto y otro empujón, en un pasadizo distante, diferente a los demás
empujones. - Estás con Alana en tu cama.

- Estúpido Will Graham.

Will se sorprende, abre los ojos y vuelve a empujar. - No se insulta, no se insulta, tu... eres grosero,
no soy estúpido.
- ¿Crees que podría engañarte con cualquiera? No sabía que eras tan inocente Will, no sabía que
dentro de tus propias mentiras, podrías creer una así.

- Yo no miento, uhm, no, yo no... Yo omito, no se mentir. Tu estabas con Alana.

Hannibal está molesto, no duerme hace veinticuatro horas, tiene una herida en el vientre, tiene frío
y tiene calor, necesita una respuesta, necesita saber que hacer. - No te he engañado, pero no me
molestaría matarte ahora mismo.

- Alana te va a escuchar.

- No me importa.

- No quiero salir más contigo.

- Bien, ¿Qué harás entonces cuando solo pienses en mí?

Will niega, baja la cabeza y ladea el rostro. - Yo puedo olvidarte.

- No estoy ni estuve con Alana Bloom.

- Tal vez ella pueda vivir la mentira que yo no pude.

Hannibal tira de Will tan cerca de sí mismo, solapas en sus manos, Will temblando y no hay
permiso de por medio, solo descontrol y sí, conoceme Will, soy el Destripador. - Te tendré a ti o no
tendré a nadie.

- Suéltame.

- Sí te dejo ir, no volveré a buscarte.

Will niega, baja la cabeza y se muerde la boca, mira a los labios de Hannibal, la hermosa lucha que
habita con el es evidente. Pero la resolución está hecha, basada en una mentira. - Vete con ella, ella
es mejor, ella no omite, ella es quien es, ¿no? Por eso la prefieres, por eso la mantienes cerca.

- Te mataré Will, te mataré si vuelves a decir algo así.

- Hazlo.

Hannibal levanta más las solapas, pero no es suficiente, así que toma la piel, Will está casi cinco
centímetros arriba del piso, las manos de Hannibal ya no tocan la tela, si no la nuca de Will, la
misma que amaba oler y que ahora, aprieta. - Dolor, dolor, frío, frío...

- Odio el frío, Will, el Destripador odia el frío.

Will intenta respirar en el ataque, finalmente las manos de Will funcionan y el golpe que cae en el
estómago de Hannibal deja sin aire, hasta que lo obliga a soltar al otro. Will aprovecha el segundo
de descuido, un golpe en la cabeza de Hannibal con un adorno de la casa, lo último que ve
Hannibal es a Alana corriendo hacia él. - ¿Destripador?

¿Cuándo se volvió tan descuidado que ya no puede pelear tan bien? ¿Qué la noche ya no lo cubre
más? O ya no lo hace, tan bien como a Will.

[...]

Cuando despierta su casa se ve llena de brillo y calor, como si hubieran prendido la chimenea para
que irradie demasiada luz y fuego. Por primera vez, Hannibal no tiene frío y eso, obviamente le da
miedo.

Busca a su alrededor la pista evidente que le indicará esta vez de que se tratará el doloroso sueño y
lo encuentra, cuando Abigail está en su casa, con su propio traje de plástico, escobillando el piso
lleno de sangre.

Lo hace masomenos bien, no del todo ordenado y quiere hablarle, para enseñarle como limpiar la
sangre, pero su cabeza está adolorida mientras recupera el conocimiento, del pesado sueño.

Will de lejos, arrastra un cuerpo, lo lleva a cuestas hasta que toca la alfombra de su casa y lo
enrolla, con total afinidad. - Lamento haber adelantado el día de Pesca sin ti.

- Papá, hiciste lo que tenías que hacer, ¿siguió tomando el té?

- Sí, ha tomado el té todo el tiempo.

Hannibal quiere acariciarlos pero sabe que al menor contacto, despertará del hermoso sueño en el
que Will y Abigail cazan como él, por eso solo observa, casi no respira, memorizando cada
movimiento, cada paso.

La nuca de Will se ve enrojecida por el estrangulamiento reciente, quiere pedir perdón, pero no
habla. No despertar, no quiere hacerlo, porque sino, regresa el frío lituano y la soledad. - Extrañaré
a tía Alana, era buena, un poco molesta, pero buena.

- Vio demasiado.

- El Destripador se ha vuelto descuidado.

- Uhm, si. - Will se toca la nuca, adolorido. - Pero ya sabes...

- Hoy cazamos, para mañana no dejarnos cazar.

- Sí.

Abigail continúa limpiando, mientras Will ha terminado de ordenar el cuerpo, cuando termina, se
arrodilla junto a Abigail para seguir limpiando. - ¿Le darás otra oportunidad?

- Uhm, no... no seas metiche, aunque no.

Hannibal se retuerce, no le gusta mucho esa fantasía, porque Will y Abigail matan, pero Will no
quiere estar con él. Espera un poco más para despertar. - No podemos dejar el cuerpo aquí, sin
montajes esta vez.

- Lo ayudaremos.

- Entonces lo amas, ¿no sería más fácil seguir con él?

- Es un caníbal.

- Es igual a nosotros.

- Pero es descuidado, él estaba con ella, estaba con ella... Tema inapropiado para una adolescente.

- Jamás te engañaría.
- Lo hizo dos veces.

Silencio.

- No te engañé Will, te amo.

Ambos detienen su tarea, Hannibal definitivamente quiere despertar, porque ahora tiene las cosas
claras, como el hecho de que está molesto con Will y lo odia, al igual que lo ama, por el poder que
tiene sobre él. Por ser tan terco, tan impredecible, tan hermoso. Quiere despertar ya, para decírselo,
para obligarlo a mirarlo, a que acepte quien es. - Está despierto.

- No, no lo estoy.

- Sí, debe tener una contusión.

- Sí me vas a dejar Will, te prometo que no volveré a buscarte. No más control, no más poder. O
me delatas o me tienes, o me aceptas o me pierdes.

- Enseñemosle como se es honesto.

- Estoy lista.

- Despiertame ahora.

Entonces Will estira su mano, que está caliente y reseca de sangre de Alana Bloom, toca su frente
y Hannibal, la siente.

La siente, es real, la siente, caliente. - Hola Hannibal.

Hannibal mira a Abigail, su cuerpo delgado cae a su lado, tocandolo en su roce. - Hola.

Will suspira, su mano sigue en su frente. - No estás soñando Hannibal.

Abigail sonríe, se ve temerosa y expuesta, hasta que vislumbra su verdadera y única personalidad.
La hija de papá y papá cazando, pescando. - Eres el Destripador.

- Y nosotros somos, el nuevo asesino.

Hannibal estira su mano, toca la cara de Abigail y toca la mano de Will, la sangre aún huele fresca
y el frío, desapareció. Es un hombre curado y totalmente engañado. - No estoy soñando.

- No.

[...]

La muerte de Alana Bloom es de interés nacional y Jack no sabe si atribuirsela al Destripador o al


nuevo asesino.

Han pasado tres días desde que descubrieron el cuerpo, arrojado al río de Baltimore, lo que Price
asegura hacen en total una semana desde que la mataron, según la descomposición, máximo dos
semanas.

Jack tiene mucho cuidado normalmente cuando se trata de tratar a Hannibal Lecter, porque lo tiene
dentro de un extraño respeto y admiración, pero a pesar de que se ha enterado del final de la
relación entre él y Will Graham, necesita todo el apoyo en el caso. Así que llama a ambos, cuando
empiezan la investigación.
La presión del FBI, el gobierno y la prensa se hace ridícula, cuando empiezan a enfrentar a ambos
asesinos, sin miedo alguno. Según las señales del cuerpo, ella peleó, así que se alienta a un
asesinato de lucha, Alana debe haber descubierto la identidad de alguno de los dos.

Alana Bloom fue estrangulada, no hasta la muerte, solo lo suficiente para inmovilizarla y utilizar
un cuchillo, probablemente de cocina, que se hundió en su cuello y en su vientre. Jack apuesta por
el nuevo asesino, Lecter también.

Will Graham y Hannibal Lecter son profesionales felizmente, piensa Jack, cuando los ve trabajando
en total armonía. Supone que los une el trágico sentimiento de una pérdida amical. Sin embargo,
nota tal distanciamiento en sus palabras cordiales, que teme eso pueda afectar la investigación.

Sin embargo, se tranquiliza cuando el día termina y Will Graham alista sus cosas para irse a casa,
al igual que Lecter. - Buenas noches Doctor Lecter.

- Buenas noches señor Graham. - Dice cada uno respectivamente, fríamente y luego se van por
caminos separados.

Al día siguiente, hay seis víctimas nuevas en Baltimore y el espectáculo de cada uno pelea por
superar al otro. Jack tiene dolor de cabeza.

[...]

- ¿Qué significa? - Jack pregunta, cuando Will y Hannibal miran los seis cuerpos en conjunto.

- Que no teme ya esconderse.

- Está herido.

- Quizás la competencia le preocupa.

- El Destripador no considera competencia a ninguno, no compite, sabe que es el mejor mintiendo.

- Sin embargo, el nuevo asesino no se equivocó como el, el Destripador ha cometido errores.

- Ya no piensa hacerlo.

- Jack, es una competencia.

- ¿Qué quiere el nuevo asesino Will? - Hannibal mira fijamente, ningún sentimiento puede brotar
de él, más que el profesionalismo. Es casi el, nuevamente.

- Busca que lo conozcan, Doctor Lecter, casi puedo leer sus palabras: Conoceme, soy un asesino...
mejor que tú.

Jack piensa, definitivamente no ve lo que los especialistas ven y cansado, manda a todos a dormir.
- Mañana, los dos, a primera hora.

- Claro Jack.

- Buenas noches Jack.

Cuando Will y Hannibal caminan hacia el estacionamiento, no hay palabras de por medio, ni una
sola, solo un asentimiento y una breve despedida. - Adiós Will.

- Adiós Hannibal.
Y los carros se alejan, en sentido contrario, aunque Will mira siempre el retrovisor esperando que
el otro auto vire, pero no lo hace. En Wolf Trap hace frío, las puertas se cierran con llave, Will
extraña a Hannibal.

Quizás ahora le toque a él, ser quien se acerque. O tal vez no haga nada. El horario sigue intacto y
como Hannibal ya no llama a las once ni en la mañana, Will hace otro mueble, uno que sabe que
no dará solo lo hace porque pensar en Hannibal es lo único que quiere.

Hannibal no sueña más, bota el té que Will le obsequió y tapa el mueble verde.

Nombre del capítulo próximo: Conozco a Will nuevamente, el asesino.


Conozco a Will, nuevamente

— Entonces, ¿nadie me persigue?

Hannibal entrecierra los ojos, responder una pregunta así, tan a la ligera, debería estar prohibido,
porque todos de alguna forma huíamos de algo. El por ejemplo, huía del pasado, el mal gusto y de
Will Graham, al igual que el hombre que tenía frente a él, debía huir de sus propios males también.
— Nadie te persigue Mike, te aseguro que todo es producto de tu imaginación, una ávida aunque
desordenada imaginación.

— Pero se siente real.

— ¿Has estado tomando la medicina?

Mike niega, baja la mirada y luego sus dedos se recogen sobre el pantalón. Mike es un hombre
promedio, de pantalones clásicos y camisas simples, ordenado pero fácil de olvidar, el tipo de
persona que vive para pasar desapercibido. Contador, soltero y neurótico, el típico paciente de
Hannibal Lecter. — Me da miedo tomar la medicina.

— ¿Más miedo que la idea de que alguien te persiga?

— Es estúpido, lo sé, parece que autosaboteo mi recuperación, soy tan estúpido, tan idiota, mierda
yo soy... — Mike mueve la cabeza.

Son las cinco de la tarde en su consultorio, Mike es su cita de confort, la que siempre acepta a la
hora que sea. Solo porque Hannibal finge que el temeroso muchacho no le recuerda un poco a la
ternura y porque además, siempre es reconfortante ver el miedo tan naturalmente, algo que
saborear sin siquiera esforzarse. — No eres un estúpido, cuidas de más de ti, desconfiar de la
medicina o de mi, puede ser racional. El punto está en desconfiar lógicamente, ¿Crees que yo
podría hacerte daño?

Mike parece pensarlo, luego sonríe y se toma la cabeza, avergonzado. — Usted jamás, usted no lo
haría.

— ¿Tomarás la medicina Mike?

— Sí, Doctor Lecter.

Cuando Mike está a punto de irse, Hannibal agenda su próxima cita para el próximo jueves como
siempre el muchacho lo pide, seguro de que la cita se adelantará, porque Mike siempre quiere pide
verlo antes, renovadamente seguro de que en efecto, es perseguido. Hannibal pensó alguna vez en
terminar la tortura de una vida triste de ansiedad, pero jamás podría haberlo hecho, le gustaba
Mike.

Le recordaba a Will, a lo que creía que era Will. — Mike.

— ¿Sí?

— Toma la medicina o dejaré de verte, aunque me apene terriblemente, tendría que derivarte a otro
psiquiatra que sí funcione para ti.

Miedo, ansiedad y tristeza. Mike tomará la medicina, la tomará incluso al salir del consultorio pues
el chico puede evadir la realidad y sus lógicas situaciones, pero no quiere defraudar a Hannibal,
depende de Hannibal, tal y como un faro en una isla abandonada. Como muchos, aferrado a lo
único sólido que se le ha permitido conocer.

No es que exista bondad en el sostenimiento del respectivo paciente, tal vez un poco, solo lo
suficiente para que Hannibal obtenga algo de él: Normalidad pura y predecible.

Cuando está solo, ordena sus libros, que no necesitan ser ordenados. Cepilla el traje, que no
necesita ser cepillado, clasifica sus papeles, que no necesitan ser clasificados. Solo porque puede,
solo porque adora tener el control nuevamente.

Es miércoles a las seis de la tarde, el sillón verde está cubierto por una sábana plomiza y Hannibal
se siente bien, con la calefacción en su máximo punto, sin frío y sin nadie más que atender. Puede
salir temprano y continuar siendo quien es, Hannibal Lecter, el hombre más enigmático de
Baltimore y dueño de las citas más caras, también.

Cuando su oficina está sumamente perfecta, Hannibal estira el rostro e inclina el mentón, para
olfatear el aire y cuando encuentra el olor a pino refrescante en una mezcla perfecta con su propio
perfume, la sonrisa ladeada, sin dientes que es solo una mueca, se muestra. Solo él y sus pacientes
codependientes y nadie más.

Pero al igual que Mike, sus persecutores no dan tregua y a veces tiene que enfrentar un poco de
lodo al andar, o un poco de Graham, para ser específicos. Lo que interrumpe un perfecto día, de un
excelente lugar.

Como es costumbre durante las últimas tres semanas desde que perdió a su cliente de las seis de la
tarde, el teléfono suena a las siete, ni un minuto más ni un minuto menos, Hannibal no contesta
durante las primeras dos llamadas. A la tercera, se rinde, como lleva haciéndolo durante las últimas
veces. — Pensé que se había establecido que no volverías a llamar Abigail.

— Te extraño. — La voz baja siempre delata lo mismo, Abigail llamando a escondidas desde su
casa, de seguro detrás de un armario o en el cuarto de lavado, murmurando, huyendo de sus
propios captores, que no son sus perros ni su padre, si no, sus propios deseos.

Otro padre, uno que complementara lo que Will no podía darle, aunque quisiera: Control. Hannibal
no busca ser malinterpretado, Will Graham era un excelente padre, más que suficiente en un mundo
egoísta, pero Will era igual a Abigail y Abigail tenía suficiente consigo misma.

Abigail necesitaba un amigo y Hannibal de verdad, quiso serlo. Una hija y una amiga, en la cual
reflejarse, discutir de filosofía, perderse hasta darse cuenta de que ella era mejor, que finalmente
alguien lo superó. De verdad lo quiso.

Hannibal acaricia el teléfono en sus manos, alarga el cordón y cierra los ojos, huyendo de los
pensamientos largos y tediosos, asentándose en la simplicidad. Acostumbrándose a ella.

A pesar de leves momentos como ese, el sentimentalismo ha sido bueno para con él,
acomodándose en la oscuridad de una esquina en su palacio con benevolencia, por eso es que no
arroja todo lo que ha construido en un mes lejos de los Graham y escucha a Abigail, con serenidad.
Por eso, respira con la clara tranquilidad, de que puede vivir así, lejos obviando lo que la chica
dice. — ¿Cómo está todo en casa?
— Papá sigue sin hablar demasiado, pero ha vuelto a comer y está por su segundo sillón, el
primero se ve horrible.

— ¿De qué color fue el primero?

— Creo que es rojo o guinda, es oscuro, pero se arruinó la pintura porque no secó uniformemente,
hubo toda una crisis al respecto, finalmente lo rompió, todo un día rompiendo, ya sabes: Romper,
romper, romper, dolor, dolor, dolor.

— Puedo imaginarmelo. — Will molesto, decepcionado de un trabajo imperfecto, uno que no le


gustaría a Hannibal, del material incorrecto. — Granate.

— ¿Qué es eso?

— El color que eligió Will.

Abigail suspira, se escucha cansada. — Solo tú podrías adivinarlo.

— Tu padre puede ser predecible cuando se habla de colores, él y yo compartimos eso.

— Te extraña.

— Abigail, no.

— Lo hace. — Respiración, suspiro y voz más baja. — No hemos pescado nuevamente, no desde
los últimos...

— No necesito saberlo.

Mira a su oficina una vez más, el grato recuerdo de que el día siguiente tiene una agenda completa
de citas predecibles y solo una hora de visita en el FBI, lo reconforta. — Se supone que te alegraría
saber quienes somos.

— Tu padre rechazó mi naturaleza, aún a costa de la suya propia y tú lo acompañaste.

— No es fácil saber que no estamos solos.

— Debes dejar de llamar, mi niña.

— Pero, no quiero, no es justo, ¿qué tengo yo que ver con ustedes? No tengo la culpa de nada.

Hannibal admira los vestigios de una manipulación primeriza, la admira aunque es fácil de destruir
al primer tacto. — Has mentido tanto como tu padre, Abigail, no tienes que seguir haciéndolo.

— No puedes enseñarme todo y luego irte, es decir, él tampoco puede.

— No hables más de Will.

— Dice que no importas, dice que no te extraña pero él siempre mira el teléfono.

— Porfavor Abigail, eres mejor que esto.

— Está bien, está bien. —Abigail hace silencio, luego suspira. — ¿Aún fumas?

— Solo una vez a la semana, cuando pienso en ti.

— Yo también.
— Fúmalo mañana si es que ya no lo has hecho, ocho de la noche, haré lo mismo y entonces
estaremos juntos, sin estarlo.

— Te quiero Hannibal.

— No llames más si lo haces.

— Está bien, adiós papá.

— Adios Abi.

Hannibal cuelga el teléfono, se permite dejar escapar un pequeño lamento, cierra los ojos por tres
segundos y velozmente, el control regresa a su cuerpo.

Totalmente en paz, con la tranquilidad de no tener que pensar en nada, saca su maletín y mete su
libreta, su celular y sus llaves. Camina hacia la puerta de la oficina, jala de la sábana que cubre el
sillón verde, lo ordena hasta que se ve liso, sin una gota de verde asomando y apaga la luz. No hay
nada que pensar, nada que sentir.

Conducir se siente bien, no hay carros y puede comprar carne con tranquilidad, un buen precio,
carne tierna. Cuando llega a casa, lo recibe el mismo olor pulcro que dejó por la mañana, se
desviste apenas cruza la puerta, en su recámara acomoda su ropa sucia en el cesto, doblada con
delicadeza. Luego ordena la ropa del día siguiente, un traje plomizo y una camisa azul marino,
colgadas y planchadas.

La ducha le sienta bien, caliente y fresca que elimina la suciedad del día y los olores indeseados.
La cocina ordenada, le da incluso más paz al perfecto día que ha tenido, la sartén se desliza en sus
manos, los cuchillos también y la mantequilla huele espectacular, mientras el mandil blanco es tan
blanco, perfectamente ajustado a su cintura.

No se trata de que alguien vea a Hannibal ser perfecto, se trata de que Hannibal recuerde que lo es,
demostrándose así mismo, lo que hace ocho meses fue.

Cuando la comida está lista, primero asoma su nariz sobre la copa, aún a sabiendas de que se trata
de un Saugvinon macerado por veinte años, entrena su olfato reconociendo las uvas traídas del fin
del mundo, en una conclusión prístina de que fueron almacenadas no solo por tal cantidad de
tiempo, si no con la exactitud de adivinar que fue bajo la humedad de un almacén, en un clima
templado y que la acidez, es producto de una buena mano.

Bebe un largo sorbo de vino, que calienta su estómago y está listo para comer. Cada bocado es
mejor que el otro, hasta que termina y se sorprende teniendo más hambre. Se sirve lo que sobró en
la bandeja, luego lava todo, para finalmente tener una organizada hora de lectura de Balzac.

Ante el primer bostezo, cierra el libro, sube a su recámara, sus sábanas limpias le encantan, se tapa
hasta no dejar descubierta una gota de su cuerpo, cierra los ojos y recorre Florencia antes de
dormir, en Florencia siempre es verano y eso le gusta.

Pasea por museos, hasta que la primera ráfaga de sueño desordena sus pensamientos, está a punto
de perder la conciencia felizmente y se abraza al vacío sueño. — Me gusta, me gusta, me gusta
mucho Hannibal.

Sacude la cabeza, un gesto de disgusto se filtra en su rostro, abre los ojos en la oscuridad y respira,
cuatro veces. Vuelve a Florencia, está vez va directamente a su vieja casa, en la que vivió muchos
años. El olor a pan recién hecho y paté lo hacen sonreír, de nuevo el sueño llega a él. — Uhm, si,
más Hannibal, me gusta, me gusta, me gusta.
Hannibal golpea las sábanas, se vuelve incómodo hasta que sus ojos se pierden en la oscuridad
haciéndose más claros. Se reprocha tal nivel de idiotez, así que estira su mano y toma dos
somníferos de su mesa de noche.

Piensa en Mike y en la certera teoría de que siempre son perseguidos, hasta que detienen la
persecución por sí mismos. Cuando las pastillas hacen efecto, Hannibal duerme con tranquilidad,
no piensa en nada más.

Solucionado todo, ¿ves Mike? Toma tu medicina.

[...]

No se sabe nada nuevo del Destripador durante las últimas dos semanas y respecto al nuevo
asesino, son dos Jack, durante tres semanas. El leve receso ha dejado que el equipo del FBI ordene
mejor sus ideas, lo que significa que tienen el exhaustivo detalle de cada cuerpo y los antecedentes
de sus vidas pasadas, dentro de lo cabe, más pruebas y aún así, ningún atisbo de claridad al
respecto.

— Esto ha dejado de ser gracioso, para empezar a ser triste.

— ¿Cuándo fue gracioso Brian? En serio, dices cada estupidez...

— Solo trato de alegrar el ambiente, sabes que fue gracioso, no de gracioso si no de interesante, los
dos se estaban enfrentando, poom, la novela del siglo, el Freddie vs Jason versión moderna.

— No es gracioso el enfrentamiento de dos asesinos en serie, en serio, Brian cierra la boca.

— ¿Quién tuvo la idea de apostar?

Price ladea el rostro, ojos saltones que miran hacia abajo. — Estaba bajo de fondos.

— No tenías que aplaudir cuando ganabas la apuesta de quien mataría primero que el otro.

— Sabes, deberías respetar a tus mayores.

Un silencioso Jack está hundido en sus pensamientos, Beverly sirve la cuarta o quinta taza de café
para todos, Will en la esquina derecha del laboratorio sentado en una banca jala de un hilo de su
camisa lentamente, Hannibal escucha la conversación, mientras de espaldas mira el gran mural con
los rostros de las víctimas. — No eres tan mayor que yo, no como mi abuelo, tal vez sí como mi
padre.

— Oh no dijiste eso, no puedes llamarme tu padre.

— No mi padre, como mi padre.

Hannibal observa lo increíble que es como cuatro personas, Price, Brian, Beverly y Jack, pueden
hallarse en tal armonía aún a pesar de su básica existencia. Lo que le hace recordar sus épocas de
juventud, cuando el mismo se lamentaba el no poder ser tan básico como para ser parte de un
grupo, aunque muchos años después, sea felizmente el tipo en la esquina derecha mirando un
mural, lo más alejado que puede del otro tipo que piensa que un hilo de su camisa, es lo más
interesante del mundo. — Entonces me ves como tu padre.

— Jaque mate, no tuve papá, porque se largó, así que no te veo como mi padre, idiota, porque no se
como son los padres.
— Peor aún, si no tienes, buscas uno y por eso, boom idiota, soy tu papi, no tu padre.

— Tendrías que haberme tenido a los quince y sabes que, a los quince no tenías pito, porque recién
te lo pusieron a los veinte.

— Oh claro, ahora vas a hablar de mis genitales, podría enseñartelos para que de una vez
corrobores que no me los pusieron, ya los tenía.

— Lo mismo no dijo el doctor.

— Oh claro, claro, ¿sabes quien sí lo dijo? Tu padre cuando me los vio, me lo dijo cuando te
abandonó.

Brian sonríe, mientras hace pistolas con la mano. — Ah, lo sabía, eres amigo de mi padre, poom,
tienes su edad.

— ¿Pueden cerrar la maldita boca? — La voz de Jack no es realmente la voz de un tipo molesto,
solo se escucha exhausta y por exhausta quiere decir frustrada.

Beverly por su parte, lleva tres largos años acostumbrada, por lo que en medio de sus dos
compañeros, apenas se asombra de lo que dicen. — Hablan tanto de pitos que empiezo a creer que
ustedes quieren verse los malditos pitos.

Brian y Jimmy ponen cara de asco, luego pretenden hacer algo más que no sea quedarse en
silencio mirando a la nada, Brian está ordenando las fotos y Jimmy desordenandolas. — Quita la
maldita mano, desordenas lo que hago.

— Están colocadas por fecha, idiota.

— Por asesino, así lo ordeno yo.

Will sigue mirando el hilo, que ahora es más largo en sus manos, mientras su camisa luce
tristemente resquebrajada por la desunión. — Tienen atracción por el otro, sin embargo, no es un
ambiente apropiado para desarrollarlo.

Hannibal pretende seguir mirando el mural, no gira ni muestra señal alguna ante la participación de
Will en la discusión. Beverly en cambio, choca su taza con la que está más cercana a ella. — Will,
amo que tengas TEA.

Will levanta su mirada, la observación no le parece lógica, sin embargo las normas sociales dictan
que ha sido un halago. — Gracias, nací así.

— Oye TEA, a mi no me atrae este tipo y además no soy gay. — Brian está sonrojado. — Aparte,
es decir, Price podría ser mi abuelo.

Jimmy gira sobre sus pies, hasta que casi puede estar doblado de indignación. — Creí que era tu
padre.

— ¿Ahora si quieres ser mi padre?

— Eso sonó más gay que el mismo arco iris.

— No me llamo TEA, me llamo Will.

Beverly va por su quinta cucharada de azúcar, cuando asiente seriamente. — Definitivamente


estudié para esto, no me arrepiento de nada.
— No me sorprende que no hayamos atrapado a nadie. — Jack acepta la taza de café que Beverly
le alcanza.

Brian coloca las manos en su cintura, Price aún sigue a su lado, quizás para seguir discutiendo o
solo acostumbrado a estar cerca de Brian. — Tal vez no atrapamos a nadie porque Price insiste en
ordenar por fecha.

— O porque tu desordenas todo lo que toco.

Will habla en voz baja. — No es influyente, en realidad, no debería existir un orden, así que están
discutiendo sin base alguna, si es de ayuda, ambos son idiotas y uhm, Price no podría ser tu padre,
solo te lleva ocho años, ocho años no es una edad para engendrar, ya que físicamente...

— Aquí vamos.

— Físicamente no es posible, su evolución reproductiva...

— El TEA nos dijo idiotas.

— Ah disculpe señor que solo llega sin bañarse, a mirar, hago una escenita dramática y ya se quien
es el asesino.

— Me llamo Will y si me baño, tres veces por semana, mínimo dos.

— ¿Si se baña? El mayor descubrimiento de la semana.

— Doctor Lecter, no siempre somos así, se lo prometo.

— Todo es culpa de Jimmy.

— O del TEA.

— Jack, ¿tenemos área de recursos humanos?

— Si la encuentras dile que renuncio.

— Está bien.

— Doctor Lecter, sálvese si puede.

Hannibal gira lentamente, con una sonrisa ladeada, mientras acomoda los últimos tres botones de
su traje. — Porfavor, siempre es agradable escucharlos, traen alegría a mi visita.

El silencio posterior a su respuesta dura aproximadamente treinta segundos, lo que es un récord


para Jimmy y Brian sin decir nada, Hannibal atribuye la falta de bromas a su situación conocida
con Will, por lo que sonríe aún más.

Claro que para dejar en claro que todo es normal, necesita más que una sonrisa para dejar muy en
claro que él está bien, que él tiene su agenda ordenada, que es un tipo de citas de Mike, que maneja
tranquilo, que duerme muy bien. Así que luego de dirigir su atención hacia al pequeño grupo de
cuatro espectadores del FBI, mira a Will, para dar una última y certera sonrisa. — El TEA tiene
razón, ustedes harían una linda pareja.

Todos se ríen y el ruido regresa a la habitación, incluso Jack está sonriendo pero Will, lo mira
fijamente. No dice nada, hasta que Will entrecierra los ojos y Hannibal, puede olfatear la
competencia en el ambiente. Muy bien, estamos peleando. — ¿Alentando una relación personal en
un ambiente profesional? ¿Porqué no me sorprende?

Beverly silba, Brian y Jimmy están tan juntos y tan de boca abierta, que podrían estar tomándose
de las manos y no se darían cuenta, Jack sin embargo, parece amargamente divertido. El Hannibal
de hace un mes, estaría pidiendo disculpas de rodillas, castigado por la molestia en Will, pero el
Hannibal controlado, no. No el Hannibal que había rogado por aceptación, cuando era propiamente
engañado, bajo la misma acusación, no. — Me temo Will, que me hallo vulnerable y alentado
hacia la relativa facilidad de apoyar las relaciones personales, cuando veo que sí son
correspondidas.

Brian se inclina contra Price, murmura, pero todos escuchan. — Este tío te insulta y tu ni cuentas
te das, hasta le agradeces.

Beverly le da un codazo a Brian, mientras tanto Will sigue con su atención en Hannibal. — Uhm,
la ópera es horrible.

— No sé porqué, pero siento que eso debió doler.

— Que te calles.

Hannibal asiente, aún se ve divertido, sin embargo, cuando el último botón de su traje está alineado
mira a Jack, tras una inclinación que da por finalizada una discusión que no piensa seguir. —
Querido Jack, si mi participación por hoy no es más necesaria, debo retirarme, tengo pacientes que
atender y a una ópera por la noche, que asistir.

— Por supuesto Doctor Lecter, espero que el ambiente no le impida seguir volviendo.

Hannibal estira su mano hacia Jack, una sonrisa para todos, incluso para Will y finalmente, niega
antes de empezar a caminar hacia la puerta. — ¿Perderme el nacimiento de una relación? ¿O la
revelación congénita de el señor Price sobre el señor Zeller? Imposible.

Todos vuelven a reír, menos Will.

[...]

Tras oficialmente un mes completo sin dirigirse a Will más que meramente entre saludos y
despedidas cortas, sumado de pequeñas y frívolas actualizaciones de su estado gracias a Abigail y
sus llamadas de las seis de la tarde, ese intercambio de palabras, ha sido lo más que Hannibal ha
hablado o pensado en Will Graham, hasta ahora.

Por eso camina más presuroso hacia su auto, dejando que sus largas piernas acorten la distancia
entre al aire libre del comienzo de un otoño en Baltimore que es demasiado frío para su gusto,
seguro de que en la comodidad de su caro y tibio auto, todo volverá a la normalidad.

Que de seguro, la cita de las once y posteriormente la de la dos, acompañarán un espléndido


almuerzo en un restaurante caro, para recibir las otras tres citas, que lo dejarán volver a casa, para
seguir siendo aceptado por el mismo.

Pero, al igual que lo impredecible, agradable a veces, desagradables, otras muchas, Will Graham no
piensa dejar que Hannibal sea Hannibal, si no que desesperado y fastidioso, terco y nervioso, tira
del brazo de Hannibal hasta que logra hacer que se detenga, justo antes de partir.

El tacto es rápido, sin embargo quema y Hannibal está retrocediendo dos pasos, hasta que recupera
la compostura. — ¿Puedo ayudarte en algo Will?
— Podría empezar por dejar de molestarme en el trabajo, Doctor Lecter.

Hannibal asiente. — ¿Ya no nos tuteamos Will?

— Debido a las circunstancias, he preferido tratarlo solo de manera profesional.

— De profesional a profesional, tus cortes en el esternón dejan mucho que desear.

Will niega, mira a los lados, mueve las manos nervioso, Hannibal está tan inmerso en su
tranquilidad que olvida cuan inocente puede parecer Will Graham, si no tenías cuidado, si te
dejabas llevar por su desordenado pelo enredado y sus ojos verdes incescifrables. — Silencio, no,
uhm, no hables de eso.

— Debes ser más claro respecto a que aspecto en lo profesional te refieres.

Will está a metro y medio, Hannibal lo siente clavado en sus costillas, Will también. — Uhm, FBI
y nada más.

— Entonces el Destripador y el nuevo asesino siguen siendo un tema del que podemos hablar,
señor Graham.

Will vuelve a negar. — Sarcasmo, deja de hacerlo.

— Claridad señor Graham, ya es conocido que no se nada de usted, debe ser más claro con lo que
quiere.

Will se muerde los labios, tres minutos de conversación y ninguna mirada, Hannibal casi ha
olvidado el color de sus ojos, ¿a quien le miente? Los tiene impresos en la retina. Pero piensa que
ni haría daño recordarlos. — Deja solo deja de... Estar cerca de mi, sabes lo que causas en mi.

Hannibal mira alrededor. — No soy yo quien me ha buscado a solas.

— No, no, no, yo no...

— Señor Graham, me temo que usted es el que no es profesional.

Will levanta los ojos, solo por dos segundos antes de sonrojarse. Parece el Will Graham de hace
mucho tiempo. — ¿Porqué finges que nada pasó?

— Un colega recientemente me enseñó que la omisión no es tan castigada como la mentira, así que
omito, más no olvido.

Will se queda quieto, mientras Hannibal continúa el camino a su auto. — Hannibal...

Detiene los pasos, aún cuando su puerta ya está abierta. — ¿Señor Graham?

— Necesitamos hablar.

Hannibal entra a su auto, cuando el motor enciende, gracias a Dios que es suave y predecible,
como todo lo que Hannibal si puede controlar. Eso ayuda a no bajar del auto, a no seguir jugando
con Will, sin embargo baja la ventana y avanza lo suficiente para estar a la altura de Will. — Me
temo que almuerzo a la una en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos.

El camino se hace difícil los primeros cincuenta metros, cuando en el retrovisor Will sigue mirando
su partida. Luego de eso, Hannibal enumera a sus pacientes de la tarde y finalmente el control del
timón se parece a su estado actual, firme y duro, como su reconstruido y frío corazón.
Claro que el camino nuevo de la avenida principal está en construcción, lo que hace menos pleno
el viaje, lleno de baches y desvíos. Termina pensando en Will y en Li que realmente le molesta.

¿Qué es lo que molesta a Hannibal?

Le molesta que Will lo haya castigado por una mentira y que sea una mentira similar, lo que haya
envuelto al otro. Si, eso le molesta.

No mientas, no solo te molesta que te hayan engañado, que Will Graham haya omitido, más no
mentido, si no que haya resultado ser un asesino de tu misma calaña, peor aún, haya resultado ser
todo lo que esperabas y más.

Bache dos, bache tres, desorden dentro del orden, avenidas desprevenidas y eso no estaba en el
horario de Hannibal Lecter, impredecibles cambios en su retomada rutina, tráfico y cambio de hora
de llegada.

Caos, espacio para dejar entrar, lo que no quería.

Y lo que no quería era recordar a Will y su volátil cuerpo, en sus manos, su pene endurecido,
mojado en preseminal, chorreando en cada embestida que daba a su mano. — Terrible tráfico.

Will y su dulzura neurótica, ahora bañada en sangre y jamás nunca, ha amado más. Jamás nunca
deseó tanto revolcarse en una mente, probar el sabor de un cuerpo.

El chico mató a Alana Bloom, por celos quizás, para proteger su identidad, también.

Lo ama tanto que necesita reubicarse en el universo, ver a Will como siempre lo debió haber visto,
como un digno rival, un igual, un compañero, alguien que ya no amaba, si no que necesitaba. Ya
no hay vuelta atrás, no hay reversa en esa vía.

No solo necesita a Will, si no que la posibilidad de que exista alguien más, es nula, no hay desvío,
no hay bache en ese camino. Se ha encaprichado, aunque el concepto vislumbra un afán, más no la
verdadera razón: No hay ni habrá nadie como Will.

Will Graham es el comienzo y su final, tal como Jean Paul Sartre dijo, pues le encanta Sartre, "Lo
sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerse a
querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera... Hasta
hay un momento, al principio mismo, en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no
lo hace. Sé que nunca más saltaré."

Entonces si va a querer a Will, necesita que Will lo quiera como él, porque querer para Hannibal es
querer a morir, tirarse de un precipicio a ciegas, si el otro lo deseaba. Bañados en sangre a la luz de
la luna, sabiendo que la muerte sólo es el comienzo de su vida, sin ellos. Ah Sartre, naciste para
Will y Will nació para él.

Y si Will no probaba lo mismo, si Will no saltaba con él, Hannibal no pondría su corazón en juego.
Amar o morir, no había otra forma.

Te espero Will, al borde del abismo.

La avenida Lincoln se libera en el kilómetro 55 así que cuando ya no hay más tráfico, Hannibal
puede respirar tranquilo y de su mente sale Will Graham.

Ahora él tiene el control, ahora debe esperar, ser quien define los colores y aguardar para saber si
Will entiende que juego es el que ahora están jugando, si puede adivinar de qué se trata.
[...]

— Ha enloquecido, lo juro, hay que llamar al médico, al psicólogo, al psiquiatra, osea no tu, al
FBI, no se...

— Abigail, ¿qué dijimos de las llamadas?

El sonido de un tirón de aire delata que la muchacha está fumando, al igual que Hannibal,
compartiendo el humo caluroso, de una noche fría a la distancia. — No es una llamada amical, es
una emergencia.

— Me temo que tu padre puede ser incluso normal aunque parezca enloquecido, me atrevería a
decir que mientras más raro parezca, más podría asegurar, que está mejor que bien. Fenomenal.

— Hannibal...

Otro cigarro parece pertinente, además su sala ya está contaminada, lo que significa que pasará una
hora lustrando de pino el piso, intentando que el olor mentolado no permanezca hasta la mañana.
— ¿Qué sucede con Will?

— Va por su quinto sillón, todos terribles, la pintura seca mal, el color no es perfecto o
simplemente no le gusta.

— Un perfeccionista.

— Luego los rompe, los destruye y finalmente, rompe, rompe, rompe y se ha comprado un libro de
cocina, lo peor que me pasó.

— Un chef prometedor.

— Los perros están degustando dice, cada uno prueba un plato... los perros suelen comer todo lo
que les damos.

— Un chef con audiencia.

— Hannibal...

— ¿Sí mi niña?

— Winston se esconde bajo la cama a la hora de comer, los otros simplemente no saben decirle
que no, pero sufren, lo sé, los conozco.

— Groseros.

— Yo misma, no puedo comer otro soufflé, es horrible.

— Abigail la grosera.

— Es en serio... luego ha modificado el horario y en tu lugar, ha quitado el pensar en Hannibal,


por el como molestar a Hannibal.

— Chico ordenado y prometedor, hasta ahora está haciéndolo muy bien.


— ¿Sabes lo que significa la hora de molestar a Hannibal?

— Ilústrame.

— ¡Hacer una larga pero larga lista de nimiedades!

— Mataría por esa lista.

— Lo sé.

Silencio, breve silencio y otra calada de cigarro, Abigail no busca que Hannibal realmente haga
algo, solo es una excusa, para atraerlo de nuevo hacia Wolf Trap. Por hacerle extrañar a Will y sus
rarezas. — Sin embargo Abigail, no pienso hacer nada al respecto.

— Los perros podrían morir.

— Necesito saber que no volverá a castigarme así.

— Ser un asesino es muy diferente a querer a un asesino.

— ¿Muy asustados con lo que son?

— Muy asustados al saber que hay alguien como nosotros, en el infierno no hay lugar para los
similares.

— ¿Leyendo a Dante?

— Dante siempre es bueno, en las buenas y en las malas.

— Esa es mi chica.

Abigail sonríe, lo sabe aun estando tan lejos. — Entonces, ¿castigas a papá?

— Un poco, lo suficiente para saber si me necesita como yo a él.

— Deberías tener cuidado de romper su corazón, él podría hacerte lo mismo.

— No más de lo que ya lo ha hecho.

— No de forma literal.

— Las amenazas se escuchan muy dulces en tus labios.

Abigal se ríe. — Hannibal, ¿Puedo contarte un secreto al respecto? El hecho de porqué deberías
tener cuidado?

Hannibal levanta su copa de vino, y piensa que ningún secreto es malo a ninguna hora abrazado a
una copa. Se pregunta con qué intentará Abigail atraerlo de nuevo a su dulce dependencia,
manipulación pura. — Los secretos son sólo la puerta a otros secretos, a los que siempre estoy
presto a caer.

— Mamá, la abuela y el chico con el que solían salir con papá, ¿los buscaste verdad?

— Sí.

— Fueron mi primera pesca.


Hannibal puede sentir derretirse su corazón bajo la palabra y el concepto de perfección,
reconociendo su búsqueda inútil, ante cazadores pasionales que cobraron, lo que les fue robado.—
He de concluir dos cosas ante tu confesión, que ávidos son los cazadores con la presa dispuesta,
pero inteligentes los cazadores con las víctimas perfectas.

— ¿Aún me sigues queriendo? ¿A pesar de eso?

— Sí es que acaso no se puede amar más al sol, aunque haga tanto daño.

— Un romántico.

[...]

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 11:10 PM

Estimado Doctor Hannibal Lecter,

Busco un profesional en psiquiatría, especializado en el análisis del desorden neurodivergente con


especialidad en la predicción de mentes criminales.

He sabido de primera mano que es usted un buen referente en el área, con una grata aunque triste
recomendación de quien en vida fue, la talentosa Doctora Bloom, como un hombre inteligente y
capaz de descifrar enigmáticos escenarios a base de escuetas pruebas.

Mi nombre es Will Graham, profesor de Investigación criminalística 1, 2 y 3 y Psicopatología de


mentes perversas nivel 6 de la Universidad de Columbus, perfilador del FBI y padre de una
adolescente un poco molesta.

Verá usted que la explicación de una segunda opinión en mi vida profesional y privada, no es
jamás innecesaria.

Se que su horario debe hallarse siempre ocupado, pero confío en que le interese acompañarme en
el análisis de los respectivos casos que me toque analizar, como tratar mi propio trastorno de
Empatía y TEA, de igual forma.

Me gustaría usted me diera terapia, con la clara intención de mejorar mis habilidades.

Atentamente, Will Graham.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com
Hora: 11: 30 PM

Querido señor Graham,

Me es de mucho agrado conocerle, aunque debo confesar que yo ya lo conocía desde hace mucho
tiempo, famoso es usted en los más cultos círculos del mundo forense. Me hallaría incapaz de
rechazarlo, seguro de que finalmente, de la forma más honesta posible, será el ocaso de mi
conocimiento.

Agradezco mucho se haya decidido tomar terapia a mi diestra, sin embargo, estoy seguro de que
en algún momento me veré envuelto en su propia influencia.

El costo de la terapia es de 150 dólares la hora, pero como usted es del FBI, el costo es de 50
dólares.

Tengo libre el horario de los miércoles a las seis de la tarde, siéntase libre en decirme si cuenta
usted con la disponibilidad.

Su ya amigo, Hannibal Lecter.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 11:32 PM

Pago realizado, la cita está bien.

Me gusta leer Caza y Pesca en las salas de espera, por si necesita saberlo.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 11: 45 PM

Tengo un sillón verde que puede aguardar por usted.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 11:48 PM

¿Tendrá también un sillón ébano?

De: Hanniballecterp@baltimore.com
Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 11:55 PM

Ni si quiera lo conozco y ya me está deslumbrando.

De: Willgraham1985@baltimore.com

Para: Hanniballecterp@baltimore.com

Hora: 11:57 PM

Hasta el miércoles Doctor Lecter.

De: Hanniballecterp@baltimore.com

Para: Willgraham1985@baltimore.com

Hora: 11:59 PM

Buenas noches Will.

Está demás decir que Mike pierde su privilegio y deja de ser prioridad para Hannibal, pues tiene un
nuevo y peculiar paciente. Mike deja de tomar las pastillas cuando se ve relegado por su psiquiatra,
Hannibal ha escuchado por algún lado que sigue creyendo que lo persiguen. Hannibal,
lamentablemente, siente lo mismo.

No vuelve a ver a Mike, pero espera a Will, el profesor de Psicopatología empático y muy TEA,
que tanto quiso conocer. Caza y Pesca, volumen dos.
Conozco el optimismo, la sangre y el amor

Hay dos copas de vino en la mesa y aunque Hannibal Lecter sepa que está siendo muy optimista,
inclinado a más novedades, prefiere dejarse arrastrar más por una esperanza que por el crudo
sentimiento de la nada. Toda una novedad en él.

No el hecho de esperar a Will, porque eso siempre lo hacía, si no el hecho de ser optimista.

No fue jamás un pesimista u optimista, muy al contrario de Will, que era un pesimista acérrimo
pues como bien decían, para ser un pesimista había que haber sido optimista alguna vez y Will
había sido un optimista sin permiso, aún lo era, como se notaba en cada paso miedoso en el camino
que daba, cuando la decepción lo golpeaba.

Porque el chico podía tomar todo literalmente, incluso el azar.

Una mezcla de pesimismo y optimismo mal dirigido a la percepción de Hannibal, porque si a Will
le decían que se iba a caer el cielo, Will podía pasar horas mirando hacia arriba esperando que se
cayera, como si le decían que la vida era difícil pero buena, él también estaba esperando que lo
fuera. Lo mismo que si Will decía que tenía frío, era porque realmente lo sentía. No veía la mentira
como una posibilidad, ni la exageración tampoco, seguro de que los hechos eran simples: Pasan o
no pasan.

Para alguien con TEA era más fácil creer, apoyado en la ciencia y la opinión que los demás tenían
sobre las subjetividades de la vida, prestos a entender cosas que el no entendía. Por ejemplo,
Abigail una vez le dijo a Will, contado por Abigail misma, que se moría por una pizza. Y Will
manejó toda la madrugada por una, seguro que Abigail moriría sin la pizza. Como también Abigail
le había dicho que el amor era posible, por lo que Will aceptó que amaba a Hannibal con solo
cinco crisis de por medio.

Sin embargo tanto creer en verdades literales se llegó a dar cuenta que Abigail realmente no iba a
morir y que realmente el amor, no siempre era algo fácil, incluso cuando lo aceptabas. Un
pesimista nacido del optimismo, del TEA y mucho literalmente, molesto con la gente que siempre
podía corregirlo sobre qué decir y cuándo decirlo, pero jamás siendo honestos respecto al azar y las
esperanzas.

Muy al contrario, Hannibal jamás había esperado nada, había tomado todo lo que quería, entonces
más que azares y buenas suertes, él se califica asimismo como un hacedor de destinos, incapaz de
creer que algo pasaría solo porque lo esperaba o no lo esperaba del todo.

Él quería una vida buena, él hacía su vida buena. Él quería demostrar su superioridad, él la
demostraba. Quería ser el mejor psiquiatra de la ciudad, el mataba al otro psiquiatra como
competencia, quería un mejor doctor, mataba al doctor mediocre, manipulando a otro doctor para
que tomara su lugar. Quería la mejor carne, no esperaba que el carnicero la consiguiera, mataba al
carnicero y él mismo cazaba la carne. Él hacía, no esperaba.

Pero con Will, el azar se había puesto a prueba y entonces sí, Hannibal era un optimista con
respecto a Will, porque si no esperaba nada, sería difícil estar de pie y creer que podría tomarlo
todo y no conseguir nada. Porque las acciones con Will no eran suficientes y cuando ya había
hecho todo lo loable, quedaba esperar y hasta rezar, mentalmente en alguna capilla de Italia, que
funcionara.

Frío y calor, un creyente y un hacedor, un pesimista y un optimista, Will y Hannibal, Hannibal y


Will.

Eran las cinco de la tarde y aún a pesar de caer en el ridículo, revisó cada esquina de la oficina
metro a metro, pensando o intentando pensar que traería a la mente de Will volver a aquel lugar.

¿Qué tocaría primero? ¿En qué punto perdería su mirada? ¿Qué será nimiedad y que sería
importante a sus ojos? Will Graham en terapia con Hannibal Lecter, un exquisito plato que probar,
frío o caliente.

Cuando abrió la puerta, contuvo el aire y tuvo que presenciar lo que había visto los últimos meses,
totalmente expuesto, en carne viva, como si Will no tuviera que prevenir nada, ni pensar de más. El
Will sentado en su sillón verde, de mentón recto y postura tensa, no era un optimista en ese
instante, era un hacedor y el Hannibal que abría la puerta era un creyente. Cambiados de extremo a
extremo, en una mezcla difícil de discernir ahora.

Chico asesino, mi nuevo asesino, mi pescador.

Camisa granate ajustada de seda, pantalones negros entallados, cabello hacia atrás, recortado, una
leve capa de barba bien cuidada y moldeada en un candado, un reloj de mano plateado,
probablemente de su familia, perfume nuevo... Ah, acidez y dulzor, zapatos negros de cuero, abrigo
oscuro, quizás plomizo, colgando de un brazo y el brillo oscuro de una mirada que no necesita
esconderse.

Un Will Graham neurodivergente, lleno de patrones, empático, empírico y totalmente literal. —


Buenas noches señor Graham.

— Buenas noches Doctor Lecter.

Dos desconocidos, uno que esperaba todo y el otro no esperaba nada, uno que no sabía que podía
tomar y el otro que quería tomarlo todo. Dos asesinos sin máscara, sin escondites, sin guantes de
látex, sin traje de plástico, sin armas de por medio, más que sus verdades expuestas. Dos hacedores
de destino, dos Dioses que toman y dejan, que matan por vivir y para vivir, para sentir, para
entender, que hacía de su vida plena, el existir. — Uhm, pino fresco, limpiaste tu oficina.

— Siempre he creído que la pulcritud del ámbito de trabajo es importante en la psiquiatría, un


escenario poco neutro para el otro, para que nada lo distraiga ante sus propios meollos y pueda
expresarse con facilidad.

Will tiene las manos dentro de los pantalones cuando camina hacia el centro de la oficina y
Hannibal cierra la puerta, las manos dentro ocultan sus nudillos y largos dedos, pero atraen la tela
ajustando justo en la redonda curva... — Sin embargo no terminan distraídos por el olor o por los
libros, ni siquiera por las estatuas de arte que tiene aquí dentro, sino por algo más.

— ¿No crees que este sea un lugar blanco entre ellos y yo?

— Creo que es el escenario perfecto, para que centren su atención sólo en usted, desde el ébano
hasta el piso de madera.

Hannibal está sentado en su propio sillón, aún viendo a Will estar de pie observando todo menos a
él, quizás mostrando su nueva libertad, haciendo gala de ella. Su Will, el de los correos, la pizza
grasosa, los perros, el papá de Abigail, el chico nervioso, está controlado. — La insinuación no es
más que una herramienta mediocre para lo que no decimos abiertamente, ¿insinúas que quiero que
mis pacientes se fijen solo en mi o de verdad pretendes que tu pernicioso comentario sea tomado
como inocente?

— No lo insinuó, lo aseguro.

— Muy grosero de tu parte dar tal aseveración, para ser nuestra primera cita. — Hannibal no quiere
divertirse, pero no evita participar de la escena en la que se ven envueltos cuando nada ahora los
detiene.

Will gira levemente, su rostro perfilado y de nariz respingada se asoman divertidos. — ¿Me
equivoco?

— Que aciertes no te hace menos altanero.

Will levanta las cejas, petulante y divertido. — Acerté, eso es lo importante Doctor Lecter.

Hannibal ve como el control se desliza de sus dedos, como la arena misma, incapaz de retener sus
granos. Pero Hannibal ahora le conoce, así que puede intentarlo y utiliza su mes y medio de
alejamiento, para mostrar sus propias armas. — Para tu sorpresa Will, clasificas como uno de
aquellos que se centró en el hombre y no en el porqué.

Will continúa caminando, solo es Will dando una vuelta, solo es Will mirando hacia sus pies al
andar y finalmente Will, sentado sobre su mesa, como si no hubieran papeles importantes bajo de
él, ni ninguna nimiedad llamando su atención. Will deslizando su cuerpo sobre ella, jugando con
un lapicero. — La trampa de la atracción por usted ha sido perfeccionada, así como no soy el único
que terminará su terapia, con más influencia suya que mía, le puedo asegurar que he hecho lo
mismo.

— ¿Qué insinúas?

— Que en su oficina usted es el centro de todo, pero mi propio escenario no se reduce a cuatro
paredes.

— ¿Entonces?

— Dentro de aquí es usted quien gobierna, porque lo ha sido así por mucho tiempo, hasta mi.

Hannibal cruza sus piernas, pretende que el tiempo se ponga de su lado ante la abertura de Will. —
Sí Will, fuera de aquí todo gira en torno a ti, incluso me atrevería a decir que eres el sol y yo Icaro,
incluso ahora mismo, quemándome gustosamente ante cada aspecto de tu vida.

— No lo tomaría como ser el centro, tal vez solo usted quiere verlo así, porque así lo quiere, me ha
denominado el sol, literalmente y se ha llamado así mismo Icaro, cuando solo somos dos personas
en una habitación coexistiendo ante la presencia del otro, lidiando con nuestras verdades.

— Y aún a pesar de la comparación tendenciosa me has entendido.

— No me gusta la subjetividad.

— ¿Quieres la verdad literalmente?

Will observa hacia la biblioteca, sigue sentado sobre la mesa, luego mira directamente a Hannibal.
— Usted es el médico, ¿qué recomienda?
— Que seas lo que quieras que sean contigo, la reciprocidad siempre es un elemento prioritario
para desencadenar una posible sucesión de hechos que estén dentro de nuestro poder.

Will se relame los labios, asiente. — Bien. — Ladea el cuello, entierra las manos aún más en sus
bolsillos, a pesar de su nueva fortaleza, ahí está el chico nervioso, expuesto como un nervio al
calor, incómodo con los sentimientos. — Quiero comenzar mi terapia diciendo que soy un asesino
y mi hija también lo es.

La palabra asesino suena bien en la boca de Will, la verdad aún más. — Arrebatas la vida del otro,
sorteando tu propia necesidad de control.

— Eso no es reciprocidad, Doctor Lecter.

— No soy yo el que está en terapia, Will.

Will sonríe, vuelve a enterrar sus manos, mira hacia el piso, juega con sus pies en el aire, solo la
muestra de un patrón más cuando enfrenta la verdad, expectativa y optimismo, terquedad. —
¿Disfruta haciéndome pedirle que sea honesto?

— Disfruto muchas cosas de ti.

Will detiene los pies en el aire un momento, tal vez dos segundos, hasta que se recompone. —
Mentirme puede ser una de ellas.

— No menos que tú, has de reconocer.

— Es muy grosero de su parte compartir el horario estelar de su función, centrando la atención solo
en mi.

— Muy difícil de evitar además, te has arreglado físicamente para mi, es casi imposible decir que
algo podría centrarse en mí, si te ves como te ves.

Will nervioso, el chico de los patrones, sonrojado. Ah y Hannibal quiere ser un hacedor, quiere
abrir botón por botón la camisa solo para tocar la piel caliente, sentir las manos sudadas de Will,
ahora que sabe que con esas mismas manos ha matado, ha tocado la sangre. — Uhm, mierda, solo
quiero que sea honesto y tú tratas, tú tratas de distraerme.

— Decirte que te ves hermoso el día de hoy no puede ser más que algo literal, imposible de
malinterpretarse ¿no te gusta lo literal Will?

— Decir que soy el sol y que usted es Icaro, no es algo literal.

— No puedo pelear con compararte con el arte en sí.

— Le dije que soy un asesino y usted no puede asumir lo mismo, cuando ya lo ha hecho.

Hannibal estira su nuca hacia las dos copas de vino servidas, sin helar, sin menjunjes de por medio.
A Hannibal le gusta el vino limpio de influencias, no como su oficina que quiere sea llenada de
ellas, pero las copas se ven abandonadas, tanto como su olfato se ve lleno de alteraciones, el peligro
palpita en el aire. Tal vez había sido demasiado optimista respecto a Will, porque dentro del físico
y sus frías palabras, estaba el engaño nuevamente. — Quieres la verdad de mis labios.

— Nada que no haya dicho antes.

Hannibal toma su propia copa, un sorbo seca su garganta y posteriormente el calor inunda su
estómago, abriendo el apetito mental y físico por el altanero y cautivador Will Graham, creyendo
que puede engañarlo, nuevamente. — Solo soy un psiquiatra intentando ayudar a mi paciente, mi
querido paciente que necesita tanto el control que asesina.

— Hannibal...

El mayor se pone de pie, más rápido de lo que quiere hacerlo y los pasos hacia Will son certeros,
hasta que solo un metro los separa. — No me gusta que se sienten en mi mesa, trabajo ahí.

— Me gusta la verdad.

— ¿Te gustaría escuchar que solo pienso en besarte? ¿Que quiero volver a enterrar mi mano en tus
pantalones para que me digas lo mucho que te gusta que lo haga?

— No, no, n-no, eso no.

— Tal vez la verdad es que sí, soy un psiquiatra manipulador y uno poco calificado, ¿cómo te
gusta llamarle? Poco profesional, sí.

— La verdad, la otra... uhm, cercanía, te estás acercando, s-oy soy un paciente.

Hannibal ahora está totalmente cerca de Will, Will ya no mueve los pies en el aire, las manos duras
como puños en sus bolsillos, hasta que Hannibal se inclina sobre él y comparte el olor de vino en
sus labios, con su rostro sobre Will, mientras una mano se desliza hasta su espalda y finalmente
termina en su cintura, tocando, palpando cada centímetro del pequeño cuerpo, mientras Will solo
tiene los ojos abiertos, la boca entreabierta, esperando que lo bese, casi estirándose para ello.

Pero Hannibal se detiene a solo centímetros de hacerlo, cuando su mano llega por detrás, justo a la
altura del coxis de Will. — ¿Te pusiste tan hermoso solo para darme placer o para que no me diera
cuenta de que me estás grabando?

Mandíbula apretada, Will sosteniendo la mirada, la mano de Hannibal terminando de cerrarse


sobre la máquina de grabación escondida en la cadera de Will, hasta que Hannibal tira un poco de
la camisa de Will, sin dejar de sonreír hasta que saca el artefacto. — Las dos cosas.

Hannibal jala de la máquina hasta que esta lentamente se desliza de la cintura de Will y Hannibal
deja de mirar la boca del chico, solo para mirar el equipo. — Otra cosa por la que tendrá que pedir
disculpas en su larga lista señor Graham, no me gusta que graben mis terapias.

— Solo... solo es...

— ¿Qué pretendías hacer Will?

— La verdad.

— ¿La verdad para Jack Crawford o para ti?

— No lo sé, no sé que quiero.

— Te retuerces en tu propia maldad, pero al descubrir la mía, pretendes que no podamos coexistir
del todo, ¿consideras que tu manera de seleccionarlos es mejor que la mía? ¿o los dos debemos
comparecer ante el FBI para que duermas tranquilo?

— Los asesinos deben estar en la cárcel.

— Muy literal.
— No se debe matar a las personas Hannibal.

Hannibal abre la grabadora, arranca la cinta lentamente y la destruye tirando de cada centímetro de
grabación, luego la enrolla con elegancia, hasta que el artefacto queda en la mesa justo al lado de
las piernas de WIll. — Me temo que pediré que te vayas.

— No quiero irme.

— ¿Pretendes seguir manipulandome solo para obtener la verdad de lo que soy o solo te regocijas
en el dolor de verme ceder ante ti?

— Eres un asesino, los asesinos deben ser capturados, deben comparecer ante la justicia, detenerse.

— Si es lo que quieres para ti.

— Incluido yo.

— Y Abigail.

Hannibal ahora regresa a estar a un metro de Will, con la mano en la copa, bebiendo un poco más,
mientras intenta comprender que pretende Will Graham grabandolo, en su hermosa lucha por
entender porque debe regirse sobre el bien y el mal, el optimismo y el pesimismo, cuando era tan
hacedor como Hannibal cuando se trataba de oscuridad. — No quiero irme, Abigail está enojada
conmigo por alejarnos de ti.

— No pienso disculparte tan fácil y tan rápido, ya no más, Will.

— ¿Qué tengo que hacer para saber porque lo haces? ¿Porqué asesinas?

— Iluminarme con tu luz, cegarme con tu verdad, permitirme beber de ti, si es que quieres que
haga lo mismo por ti.

Will niega, finalmente saca la mano de los bolsillos y se toma la barba, se desarregla, un poco más
Will de los patrones, menos Will el manipulador. — Estás... estás siendo abstracto, necesito
acciones.

— Tan literal.

— Quiero saber que hacer, no puedo, uhm, no puedo solo esperar lo mejor.

— ¿Entonces pretendes entregarnos a ambos?

— Sí.

— Si tan solo lo hubieras pedido, estaría de rodillas frente a Jack Crawford entregándome, si es lo
que necesitas para saber que voy a esperarte.

— He arruinado a Abigail, tú solo nos hundirás más en la oscuridad.

— Entonces puedes esperarme por la eternidad, aunque me temo que no deseo volver a caer ante ti.

— La oscuridad, tu oscuridad...

— ¿Qué entendemos por oscuridad? Dante decía que el infierno es solo una estación más del alma,
¿no puede ser la tierra una estación más hacia dónde vamos?
— Abstracto.

— Optimista.

— No eres un optimista.

— Y tú no eres abstracto.

Will se toma la cara nuevamente, la poca distancia quema entre ellos quema entre ambos, Hannibal
sabe que es cuestión de segundos antes de que ceda a lo que quiera Will Graham. Su boca puede ser
la primera razón, la segunda es el resto de su físico, tan atrayente y sensible a sus manos,
recordando el día en la pequeña oficina.

¿Will Graham quiere entregarlo? ¿Quiere entregar a todos? ¿Quiere verlos inmersos en una
investigación? ¿Quiere traicionarlo una y otra vez? ¿Poner a prueba su devoción? ¿Modificar cada
sillón y horario que pueda?

Hannibal saborea sus labios, Will se retuerce en su sitio, recuperan sus personalidades del
comienzo, son ellos pero en libertad, una mezcla de emociones difíciles de canalizar. Cuando Will
estira su nuca para que Hannibal olfatee, el mayor lo toma como un permiso para ceder un poco
más. — Si toco tu piel Will, no dejaré que te vayas hasta hacerlo bien.

— Dijiste que no me disculparías tan fácilmente.

Hannibal toma los cabellos de Will en sus manos, desordenando los rizos, se abre espacio al cuello
y el chico deja de respirar cuando se le expone, como dispuesto a recibir la mordida, rendido.

— Me temo que nuestra hora ha terminado, Will.

— No me iré.

— Bien.

Apenas suelta el cabello de Will, el chico se ve tan abandonado y tan afligido por su actuar que
Hannibal quiere retroceder y tomar lo que al fin se le ha ofrecido. Pero, ¿no es la traición una clara
señal de que el futuro depende de uno mismo? Es decir, ¿no está el pasado dejando una enseñanza
para que lo que pase luego esté dentro de nuestras manos? — Hannibal, ¿qué tengo que hacer para
que me disculpes?

— Podrías vivir aquí y no podría decirte que no, al igual que no puedo decirte que te vayas, porque
no puedo decirte que no a nada.

— ¿Y si quiero que te quedes?

— Excepto eso, me has traicionado Will.

— ¿Entonces puedo quedarme?

— Podrías vivir aquí y no me interesaría, podrías esperarme para siempre, pero me temo Will, que
tus traiciones te preceden.

Will asiente, no dice nada más cuando suelta el aire de su cuerpo, quizás asimilando la información
tanto como el abandono. Hannibal claro que espera que Will se vaya, que orgulloso deje la oficina
para no volver a verlo nunca más. Se imagina a Abigail en casa esperándolo, los perros
aguardando, quizás más pesca y más muertes. Pero Will se estira ya del todo en su mesa. — Puedo
esperar.

— ¿Cuánto esperarías por esta atracción tuya y mía, a la que ni siquiera te atreves a ver como tal?

— Dijiste que podría esperar por toda la eternidad.

El latente frío que la grabadora dejó en sus manos es suficiente para que Hannibal quiera irse,
alejarse de nuevo, regresar a la tranquilidad de su casa, a los días sin preocupaciones, antes de Will.
Sin embargo, Will no prueba estar listo, no comprometido a sacrificar su vida como Hannibal con
él, toma su bolso de mano, llena sus pertenencias. Espera amablemente cinco minutos para que
Will se vaya, pero el no lo hace.

— Puedes irte a la hora que desees, recuerda cerrar con llave, hay una en mi primer cajón.

— Está bien.

Cuando cierra la puerta de la oficina, Hannibal mira una vez más al chico sentado sobre su mesa,
el otro le devuelve su mirada. Tras un asentimiento, el mayor cierra su puerta seguro de que esta
vez Will se irá, pero no puede detenerse, aunque quiere. Pesimista.

Manejar a su casa le deja intranquilo, así que sale a cenar a un lugar concurrido, cuando dan las
diez de la noche, llama a Abigail. La niña confirma que su padre no ha llegado a casa. Hannibal
compra comida para llevar y la deja en Wolf Trap. — Dijo que te recuperaría.

— Intentó grabarme.

— No dijo de que te recuperaría, ni como.

— Come Abigail.

Es jueves por la mañana cuando Hannibal se ducha, prepara café y lee el periódico, vuelve a llamar
a Abigail y ella confirma que Will no ha llegado a casa en toda la noche. Lleva desayuno a Wolf
Trap, deja a Abigail en la escuela. —¿Qué está sucediendo?

— Me gustaría responderte con claridad, pero me es esquiva.

Cuando el FBI llama, cancela citas de la mañana en su oficina, maneja presuroso por ver a Will
aunque sea de lejos, pero el chico no acude a la llamada de Jack. — ¿Sabes dónde demonios está
Graham?

— Te aseguro Jack, que quisiera saber lo mismo.

Hay un asesino que trabaja con el abono, cosechando a sus víctimas con insulina induciendoles a
un coma diabético, Hannibal puede imaginarse a Will hablando de como las partículas conectan al
hombre a la tierra, como cosechan las víctimas solo para acercarse más a ellas Pero Will no está,
Hannibal pretende ser de utilidad al igual que una distracción para su mente.

Cuando llama a Abigail en la tarde, Will sigue sin aparecer. Recoge a Abigail de la escuela,
compran comida para llevar a Wolf Trap, cancela sus citas de la tarde, pasea a los perros con la
niña, la preocupación se hace latente.

Cuando compra carne donde el carnicero de siempre, está incómodo y llama a Will Graham, pero
como a todos, Will no contesta y no solo no contesta, si no que tiene el teléfono apagado. —
¿Dónde te has metido chico problemático?
Recorre la playa cuando es de noche buscándolo, sin noticia alguna, visita el centro comercial, la
carpintería, llama a Jack, llama nuevamente a Abigail y el vacío en el estómago de Hannibal se
profundiza. Siendo terriblemente optimista, espera que Will siga vivo, siendo un hacedor, lo sigue
buscando. Ya es medianoche cuando está genuinamente cansado, llegar a casa no se le hace
agradable, ni fumar dos o tres cigarros. — Más te vale que aparezcas.

Cuando el café de la mañana siguiente se bebe, cuando recoge a Abigail para el día de escuela,
viernes de zanahorias, se cumplen más de veinticuatro horas sin saber de Will. Hannibal ya está
buscando, dispuesto a cancelar todas sus citas del día, cuando una idea apremiante golpea su rostro.
— Chico... Literal.

Maneja tan rápido que sus pies no reconocen el freno, que su corazón palpita agradecido por existir
en una realidad que no se supone viviría a sus casi cincuenta años. Cuando abre la puerta de su
oficina, Will está echado sobre su mesa, su abrigo funge almohada, mientras se retuerce en su
propio cuerpo como abrigo, son las diez de la mañana de un viernes.

Will se ve cansado, se ve demacrado y sin embargo, Hannibal sabe que se ve hermoso de igual
manera. El sonido de la puerta no lo levanta, con la misma ropa de su cita del miércoles,
despeinado y con una barba ahora prominente. — Will.

El chico abre los ojos, pasa saliva y mira a su alrededor, dos libros desordenados lo acompañan. —
No dijiste que no podía leer, pero quise leer.

— ¿Estuviste aquí todo el tiempo?

— Dijiste que te esperara.

— Dije que me iría y no me interesaba verte.

— No dijiste eso, dijiste que te esperara y que podía vivir aquí, dijiste uhm, uhm dolor, dolor, dolor
de estómago, dijiste que volverías.

— Will...

Will se retuerce tomándose el estómago. — Te estaba esperando.

— ¿No has comido nada hace veinticuatro horas?

— Veintisiete horas, veinte minutos, uh, quince segundos, dieciséis, diecisiete...

— Levántate, Will.

El chico se levanta, el humor de su sudor, la falta de baño solo hacen que Hannibal olfatee su
esencia. — Abigail estuvo preocupada por ti.

— Tu la cuidas, ¿la cuidaste?

— Ha asistido a la escuela con normalidad, ha comido.

— Sabía que lo harías.

Hannibal desliza una mano por la mejilla de Will Graham, aunque este se tense con la poca energía
que le queda. — ¿Qué se supone que debo hacer contigo si no quieres huir conmigo pero insistes
en quedarte aquí?

— No lo sé.
— Vas a levantarte e irás conmigo a casa.

Will lo hace, toma los dos libros de su estantería para devolverlos, camina con lentitud, delatando
su debilidad, hasta que tropieza un poco y Hannibal lo toma antes de que caiga. — Debilidad por
falta de absorción de nutrientes prolongada.

— ¿Por qué no te fuiste?

— Dijiste que te esperara por la eternidad, eso concierne al tiempo que me quedaba de vida, un
promedio de cuatro días... tengo sed.

— Chico dulce.

Hannibal compra agua cuando detiene el carro en la gasolinera, compra cigarros y cuando llega al
auto, Will está dormido, toca su nuca y el latido está ahí. Cuando llegan a la casa elegante de
Baltimore, Will se acabó las dos botellas de agua que compró, no dice nada cuando lo cargan hasta
la casa, tampoco dice nada cuando lo dejan dormir sobre la mesa de la cocina, cuando Hannibal
cocina y prepara carne al horno, papas fritas, arroz y verduras salteadas. — Hora de comer.

— ¿Me estás dando carne humana?

— Ternera, solo es ternera.

— Podría comer lo que quisieras.

— Es bueno saberlo, pero por ahora, solo es ternera.

— ¿Me tocarás nuevamente?

— Come Will, comerás todo lo que te dé.

— Dijiste que te esperara, ¿porqué demoraste tanto?

— Puedo ser un idiota.

— Puede que lo seas.

— ¿Comerás Will?

— Tengo mucha hambre.

Cuando Will come, lo hace desordenadamente, papas, arroz y carne todo al mismo tiempo, no se
detiene más que para mirar que Hannibal lo esté mirando, cuando descubre que es así, agradece,
vuelve a comer, se ensucia las manos y la boca, no se detiene a conversar, solo mira a Hannibal,
hasta que el mayor coloca más carne sobre su plato, Will vuelve a comer. — Ya estoy lleno, pero
puedo seguir comiendo si quieres.

— No tienes que comer porque yo lo digo, tienes que comer porque lo necesitas.

Will asiente, dentro de sus pensamientos la lógica cabe como resuelta, hasta que bosteza. Hannibal
le propone que duerma en su casa, Will habla de Abigail, Hannibal le dice que el cuidará de ella.
— Ella te llama papá, ¿verdad?

— Lo hace.

— Si me atrapan, ¿cuidarías de ella?


— Caza y pesca continuaría para ser una sola.

— Es agradable saber que tiene alguien para cuidarla.

— ¿Sabes que antes de que te atrapen, mataría a quien intente hacerlo?

— El Destripador, no estoy grabando.

— Sí, Will el Destripador.

Hannibal deja a Will en su recamara, no dice nada cuando lo cargan otra vez con cuidado para
dejarlo sobre ella, cuando maneja a Wolf Trap piensa en el tonto optimismo que tuvo cuando sirvió
las copas de vino, creyendo que podría volver inmerso a Will en una tretra sin verse envuelto en
una propia del chico.

Afuera de Wolf Trap, se da cuenta de que efectivamente, dentro de su oficina el centro siempre se
trata de él, pero fuera de las cuatro paredes, siempre se tratará de Will. Y lo ama, lo ama tanto que
la manipulación ha surtido efecto. Cuida de su hija, cuida de sus perros, depende de Will, como
Will hace lo mismo con él.

[...]

Will está dormido cuando llega a su casa tras dos horas, su cama se ve demasiado grande para el
delgado cuerpo que está en una pequeña esquina, doblado en un pequeño ovillo, viendose tan frágil
y a la vez tan inalcanzable, que Hannibal no hace nada más que mirarlo por cinco minutos.

De pie, incapaz de moverse, viendo que nada ha sido tocado y sin embargo, todo huele como al
nuevo perfume de Will y más Will, sin ducharse, solo su esencia golpeando la cama, las paredes,
haciendo de otra habitación más, suya.

Sabe que tiene que caminar, que él finalmente tiene que descansar, que a las once de la noche
debería haber cenado ya, debería estar leyendo y tomando un poco de vino, pensando quizás, en
quien sería su próxima víctima. O mejor aún, intentando matar a Will y el peligro que representaba,
capaz de volver a intentar grabarlo, pero sobre todo, debería estar lejos de ahí, cuando el cuerpo de
Will es tan accesible, tan distendido. — Seis minutos, casi siete minutos.

Hannibal absorbe un largo suspiro, otra vez embaucado. — Estás despierto.

— Desde que abriste la puerta de la recámara.

— Me dejaste mirarte.

— Me gusta que lo hagas.

— ¿Deseas ir a Wolf Trap? Aún no me cambio, podría dejarte allá.

— Quiero quedarme.

— Dormiré en la otra habitación, cualquier cosa que desees puedes buscarme.

Will no ha abierto los ojos, solo estirado mitad de su columna, respirando con tranquilidad. —
¿Puedo tomar una ducha?

— Por favor, siéntete libre de hacerlo, de hacer lo que quieras.

Bien, ahora Hannibal toma su ropa de dormir antes de salir, revisa la habitación antes de salir, Will
ahora lo mira, hasta que cierra la puerta.

Dormir es incómodo cuando Will está a menos de diez metros de distancia, más el sonido del agua
desordenada cayendo en el piso. Hannibal sin embargo lo intenta, sabe que el día posterior es un
día importante, día de saber que pretende Will, su próxima jugada, su próximo movimiento en la
tabla de ajedrez, delatarlo o no, matarlo o no, seguir pretendiendo que no son tal para cual,
tolerando el hecho de tenerse en sus vidas, quieran o no, obligados a coexistir en una realidad en la
que es mejor verse y no tocarse, que no verse del todo.

Gira su cuerpo, dos o tres veces, atrae recuerdos de Lituania, de Italia, de Francia, de Marruecos,
pero nada funciona. Cuando el sonido de la ducha se detiene, los suaves pasos de Will se mueven
por su habitación, Hannibal se pregunta si el chico está cuestionando si ponerse de nuevo su ropa
sucia o tomar la ropa de Hannibal, pero por eso Hannibal dijo, literalmente, puedes hacer lo que
quieras y realmente espera que Will quiera buscar en sus cajones, para tomar algo de él.

El pensamiento no lo ayuda a dormir mejor, si no que ahora le incomoda, porque como buen
hacedor, él se hubiera levantado a tomar lo que quiere, si quiere a Will, tomaría a Will, sea para
matarlo o para finalmente morderle la boca, para ver si se atreve a traicionarlo de nuevo, a jugar
con él. Pero ese no es el Hannibal bajo la influencia de Will, el Hannibal que ama a Will es un
pesimista, que espera otra traición, casi anhelando, porque al menos es algo.

No toma Will, porque el chico tiembla en su tacto, ni lo toma, porque tiene miedo a descubrir que
Will lo ve como un asesino más y porque el rechazo es doloroso. Gira en la cama nuevamente, los
pasos de Will se han detenido, Hannibal vuelve a pensar que el chico debe ser otra vez un pequeño
ovillo en su cama. Hasta que tocan a la puerta. — ¿Hannibal?

— ¿Sí Will?

La pequeña rendija abierta de la puerta en la oscuridad, muestran el torso desnudo y el vientre


blanco de Will, más toda, pero toda su desnudez debajo de su cintura, que es oscuridad primero y
luego la clara imagen, de sus partes íntimas abiertas al espectador. — ¿Puedo tomar algo de tu
ropa?

Hannibal no pretende quedarse mirando la desnudez, pero lo hace, cuando los muslos de Will,
lleno de poros abiertos y vellos erizados por el frío se muestran. — Dije que podías hacer lo que
querías.

— Las personas no establecen límites cuando dicen eso, pensé que tu ropa sería un límite.

— Y vienes desnudo a mi habitación, ¿no es ese el límite?

Will se mira, luego una mano se cierra sobre su pene. — No lo consideré.

Hannibal cierra los ojos, respira dos veces, el recuerdo de que Will está desnudo a dos metros de su
cama lo golpea. — En el segundo cajón de la repisa principal puedes encontrar pijamas, camisas y
pantalones, pruébate los que desees, hasta que te sientas a gusto con uno.

— Uhm, gracias.

— De nada Will.

El chico cierra la puerta, Hannibal gira furioso en la cama, la reacción de su cuerpo es adolescente
cuando el calor de la posesión lo gobierna, porque el chico altanero tiene todo el desparpajo de
caminar desnudo por toda su casa con la tranquilidad de que Hannibal no hará nada al respecto,
como sí hace no menos de un mes, no lo hubiese hecho correrse a él y a sí mismo, hablando del
físico y todo lo que le gustaría hacerle.

Hannibal está molesto, no, no podrá dormir. Se levanta, cuando pasa por su puerta el sonido de sus
cajones resuenan en la casa. Pasa de largo con dolor, hasta que llega a su sala, se sirve una copa de
coñac, lo seca hasta que le arde el estómago delatando su falta de cena. Luego de diez minutos
mirando hacia la ventana y cuando no llega más sonido de Will, regresa a su habitación. No hace
mucho que se echó con el recuerdo de Mike y sus citas postergadas, cuando la puerta vuelve a
sonar. — ¿Hannibal?

— Will.

Will ahora tiene puesta una camiseta de Hannibal, blanca y demasiado grande para su talla, que
enseñan su nuca y parte de su pecho, sin embargo, sigue desnudo de la parte de abajo, solo es una
remera larga que cubre su parte baja. — ¿Puedo oler tu ropa?

Hannibal abre los ojos aún más, absorbiendo la delicada imagen de un Will Graham en su ropa,
con el olor de su shampoo, con el pelo húmedo, pareciendo veinte años más joven, totalmente
despierto y descalzo. — Dije que podías hacer lo que querías.

— ¿Sin límites?

— Will podrías matarme y en serio espero que lo tomes literalmente.

— Te molesta que venga a despertarte.

— No, aunque me gustaría que te vayas, no es eso lo que me molesta, lo que me moles...

Will cierra la puerta de repente, Hannibal suspira, no debió decir el hecho de que le gustaría que se
vaya. — Will. — La puerta cerrada es lo único que los separa. — No dije que te fueras.

— Dijiste que te gustaría.

— No me dejaste terminar, pasa por favor.

Will de nuevo se asoma, la luz del pasadizo filtra un poco la transparencia del color blanco y
Hannibal pretende mirar estoicamente desde la cama, cuando está siendo tan vulnerable por la
presencia del otro. — No puedo dormir, solo es eso.

— ¿Prefieres tomar una copa de vino? Puedo ser compañía para ti Will.

— ¿Puedes dormir conmigo? Uhm, es tu habitación y la cama es grande, nuestros cuerpos pueden
caber juntos, sin problema.

— ¿Por qué deseas que duerma contigo?

Will parece pensarlo, el claro olor de misterio llega a Hannibal, lo que lo alerta, creyendo que otra
mentira se avecina. Pero solo es Will, con el peculiar olor del sarcasmo. — Tengo miedo, puede
que haya un asesino en la casa.

Hannibal sonríe. — Puede que hayan hasta dos.

Will levanta las cejas, sonríe de vuelta en una imitación perfecta.

Hannibal sigue a Will a través del pasadizo, las piernas de Will son largas y sigue descalzo, hasta
que llegan a la habitación y Will se echa sobre las sábanas, a un costado. — ¿No quisiste usar
ningún pantalón o solo disfrutas de enseñarme parte de tu piel?
— Ninguno me quedó, todos se me cayeron.

— Me disculpo.

— ¿Por qué te disculpas si tu ropa debe ser de tu tamaño y no del mío?

— Me disculpo conmigo mismo, si hubiera sabido que pasarías alguna noche conmigo, me hubiera
cerciorado de tener ropa de tu talla.

— ¿Por qué lo harías?

Hannibal acercándose a la cama y dejándose caer del lado contrario, respira mirando al techo,
sintiendo el peso de Will al otro lado, un lado que no suele estar lleno, si no vacío. — Porque no
tendría que soportar estar mirándote.

— ¿No te gusta verme?

— No si no puedo tocarte.

Will parece asentir y está tranquilo con la respuesta, Hannibal tira su torso a un lado, dándole la
espalda, dormir ahora parece una actividad titánica a comparación de cuando estaba del otro lado.
Así que no pretende dormir, si no memorizar el sonido de la respiración de Will, que está a un
lado, pareciendo poder hacerlo con normalidad. Hannibal claro que no le interesa el hecho de que
pronto, cuando llegue el amanecer, tendrá que verlo partir, tendrá que descubrir con que nuevo
engaño el señor Graham estará jugando. Pero por ahora solo son ellos, siendo vulnerables,
confiando en el uno y el otro, queriendo creer que el otro no puede matarlo, mientras duermen.

Hace nueve meses, Will no pretendía estar envuelto en dos verdades que no podía tolerar, pero
seguro que siendo demasiado optimista, quiso creer que su normalidad, la de asesinar, era tan
normal, que podía cruzarse con otra. Demasiado optimista, para luego ser demasiado pesimista.

Veinte minutos después pensando, Hannibal ahora es otro optimista más, porque espera que Will
se quede tan dormido que su cuerpo se distiende tanto, que finalmente se acerque al medio de la
cama, que en algún momento de la noche los cuerpos se confundan y terminen entrelazados, que
finalmente la mañana nunca llegue.

El recuerdo de la parte intima de Will es lo último que necesita, vellos cortos, que ensombrecen su
longitud dormida, la misma que tuvo en sus manos, pequeño y rosado, testículos retraídos, una
pubis corta, la v más pequeña, muslos gruesos y realmente Hannibal sabe, sabe que no dormirá ya
nunca, porque tendrá que vivir con ese recuerdo.

Ha pasado una hora desde que se echó a dormir con Will, deben ser la una de la mañana para ese
entonces, el sonido de la noche es silencio puro, solo el leve golpeteo de una rama en su ventana,
resuena y el lejano timbrar de algún carro apurado en la calle. Hasta que la respiración de Will se
hace más fuerte.

¿Una pesadilla tal vez?

Hannibal no gira, pretende respirar tranquilamente un poco más alto, para demostrar que duerme.
Otra respiración más, una larga y el leve roce de la piel de Will, más el roce de la ropa en
movimiento. Una pesadilla mala, quizás.

¿Qué clase de tortura es esa en la que se envuelto al tener a Will tan cerca y no poder despertarlo?

Respira, busca el control, espera termine el mal sueño y con ello, jamás llegue la mañana, ya nunca
y mueran ahí, uno con el otro de causas naturales, como si no hubieran podido escapar del otro,
mas que en una cama, delatando que son tal para cual.

Pequeña curva en V, vellos pequeños, pene rosado. Hannibal el hacedor se muere, renace
Hannibal el pesimista.

La respiración de Will se hace más fuerte, Hannibal se pregunta si existe algún límite roto si lo
despierta de una vez por todas, seguro de que Will se lo agradecerá, entonces podrá verle en su
camisón largo una vez más y más tarde podrá dibujarlo, para mantenerlo así para sí mismo, porque
él es egoísta, porque quiere retener el recuerdo.

Respiración más fuerte, roce de piel y finalmente. — Ah. — El gemido de un largo placer.

Hannibal abre los ojos, no se mueve y el calor lo abunda, Will no está dormido.

El siguiente movimiento no se trata más que de él, moviendo una pierna levemente, para señalar
que puede ser despertado, alertando su sensibilidad. Los sonidos de Will se detienen, para que
Hannibal respire una vez más, imitando el sueño. No hay rastro de Will por cinco minutos. Pero el
tiempo fuera es leve, para que Will vuelva a respirar accidentalmente. — Uhm, ah.

Will Graham, se está tocando, mientras Hannibal duerme.

— Will, estoy despierto.

— Dijiste que podía hacer lo que quería.

— ¿Te estás masturbando?

— Sí. — Voz corta, ahogada, demasiado cansada.

Hannibal respira, hondo y luego considera sus opciones, como la de follarse a Will ahora mismo,
contra de su voluntad y lentitud hacia el conocimiento físico, o irse inmediatamente ante la
posibilidad de esa idea rechazada, volver a fingir dormir para escuchar a Will masturbarse y hacer
lo propio más tarde o finalmente, enfrentar la tortura de WIll — ¿Puedo mirarte hacerlo?

— ¿Y si no lo hago bien?

Hannibal ahora odia la pared que tiene enfrente, seguro de que el color blanco huevo que eligió
alguna vez era el mejor, junto al guinda, porque no quiere ver la pared, quiere romper la pared,
quiere matar, quiere comer, quiere ver. — ¿Puedo enseñarte hacerlo bien?

Will lo considera, detiene el roce del sonido de la piel. — Si, quiero que me enseñes.

Cuando Hannibal gira, tiene que detenerse a mirar, mientras las sábanas desordenadas ahora, le
permiten la libertad de arrastrar su propia pijama, aún a mitad de metro de distancia de un Will con
la remera hacia arriba, desnudo del ombligo para abajo, ah el ombligo metido y pequeño de
siempre, mejillas rosadas, labios mordidos, mirada en el techo. — ¿Que te hizo decidir tocarte?

— Me gusta tu ropa y quise sentirme como ese día en la oficina, como si tu lo estuvieras haciendo.

— ¿Cómo puedes ser tan apacible y a la vez tan traicionero?

— Me pregunto lo mismo, uhm, eres tan respetuoso conmigo aquí y la otra vez, estabas
ahogándome, mañana podrías estar matando.

— Tu podrías estar matándome.


— Tú podrías hacer lo mismo.

— Pon una mano sobre tu pene nuevamente Will.

Will lo hace, está erecto y la pequeña punta rosada de un pene de tamaño aceptable, entre dieciocho
y diecinueve centímetros se erige entre los vellos pequeños, en su mano. Will toma su erección con
fuerza, demasiada desde la mitad. — No se siente bien, uhm, no se siente como si lo hicieras tú.

— Sin embargo dijiste que no querías que vuelva a tocarte.

— Eso es lo que es correcto, no tocar asesinos, no dejar que me toquen, nunca lo he dejado.

— Desde la base Will, no puedes hacerlo desde la mitad, toma la base por mí, imagina que yo lo
hago.

— Ah.

Will toma la base de su pene, pegado a su pequeña entrada, Hannibal tiene que mover la pierna
para no presionar demasiado su propia erección, no cuando Will está en su cama, tomando su pene
frente a él, pidiendo que le enseñen, literalmente, como masturbarse. — Demasiada presión, reduce
a la mitad la fuerza, muy bien.

— Mejor.

— Ahora, sin presionar nuevamente, toma tu piel Will arrastrala hacia arriba.

Will lo hace, demasiado rápido, una mueca de dolor se llena en su rostro. — Es incómodo.

— Nadie dijo que tenías que hacerlo rápido.

— Mi cuerpo alienta a una rapidez, no se porqué, pero es impaciente, quiero sentir la sensación de
la vez pasada, que tu me mires me altera más, yo no entiendo, no se que hacer, no se... — La mano
abandona su erección, esta se emblandece rápido mientras Will cierra los ojos. — Eres un asesino,
soy un asesino, pero me gusta, me gusta, ¿por qué?

— Vagas por la vida preguntándote porque, ¿no es más fácil solo sentir?

— ¿Sin preguntar?

— ¿Qué es lo peor que podría pasar?

— Podrían pensar que no soy normal.

— ¿De verdad quieres ser normal Will?

— Para que no me abandonen.

— ¿Cómo son los que te abandonaron?

— Normales.

— Will toma tu placer nuevamente, permítete liberarte, dejame... dejame ayudarte.

— Necesito que seas... necesito entenderte, más, uhm literal.

— Toma tu pene Will, desde la base, presión al cuarenta por cierto, lentamente, estira tu prepucio
hasta la punta, hazlo. — Will obedece, cierra los ojos, su erección regresa levemente. — Ahora que
has llegado a la punta, cierra tu puño sobre la corona, con toda tu palma, encierra la punta, mójate
del líquido preseminal que brotas, ¿ves que bien lo haces?

— Ah, líquido preseminal, señal de placer.

— Ahora que tu palma está más húmeda regresemos a la base, no. — Hannibal pasa saliva, sus
manos se enrollan en la sábana mientras mira el pene de Will fijamente. — No saltes el camino,
vuelve de nuevo, vas a retroceder desde arriba, hasta llegar a la base, pero esta vez, no solo vas a
llegar, si no que vas a golpear muy suave contra tu pubis, el sonido del choque será lo que diga si
lo haces bien.

— Lentamente, debo...

— Golpea, justo ahí Will.

— Ah, uhm.

— Muy bien, ahora quiero que repitas el movimiento, pero esta vez no vas a retroceder en línea
recta, quiero que al subir, gires la mano sobre todo tu pene en contra. — Will lo intenta, un gruñido
alienta a decir que se ha hecho doler nuevamente. — Dije lentamente.

— No entiendo como curvar mi mano.

Hannibal suspira, el dolor en el vientre es incansable. — Es muy simple Will.

— Enseñame a hacerlo.

— Te lo explicaré de nuevo.

— No, contigo, tienes una erección, quiero uhm, quiero verla, quiero ver que curves tu mano
contigo mismo.

— ¿Quieres verme?

— Quiero, uhm, me gusta tu cuerpo, quiero que me enseñes a hacerlo.

Hannibal mira a Will a los ojos, para su mala suerte solo encuentra honestidad, aunque ya lo ha
sentido antes y no era nada cercano a ella.. Sin embargo, Will se encuentra tan necesitado, tan
literalmente dispuesto a recibir lo que sea que necesite para que su mente se aleje de ahí, para
realmente olvidar quienes son.

Hannibal asiente, se erige sobre sus rodillas, Will sigue plácidamente echado sobre la cama, una
mano en su pene endurecido, mientras Hannibal tiene miedo de que Will salga corriendo ante la
intimidad de un cuerpo que no es el suyo. — Si te sientes incómodo puedes irte, no me molestaré
contigo.

— Está bien.

Hannibal desliza la tela de su pantalón, la ropa interior ajustando su propia erección, pero el no se
ve así mismo, el mira a Will, quien solo observa su parte baja, ha dejado de respirar, sin embargo
su mano sigue ahí, su ombligo, su pecho, su boca entreabierta, suspirando. — Bien, aunque existan
ciertas diferencias entre tu y yo, el movimiento es el mismo, Will mírame, para que entiendas.

— Uh, si, veo tu pene. — Hannibal desliza la ropa interior, hasta que su propia extensión se libera
hacia arriba, mucho más gruesa que la de Will y al menos seis centímetros más grande, el frío y la
mirada de Will se sienten en cada parte, hasta que coloca su mano sobre el. Mientras mira hacia
abajo y los ojos de Will se inundan ante la curiosidad, porque Will es muy curioso, incluso ahí. —
Es grande, está bien, es grande, es agradable.

— ¿Te gusta?

— Uhm, si es mas grande que el mío, ¿te gusta el mio a pesar de ser más pequeño?

— El tuyo es perfecto.

— Ah, uhm, ah corriente de placer aquí Hannibal, aquí. — Will señala su vientre, luego se vuelven
a mirar.

— Entonces tomo la base. — Hannibal se resiente al primer toque, mientras Will lo mira, mira su
pene, mira a sus ojos, vuelve a mirarse. — Levemente, Dios, tomo la base tiro hacia arriba.

— Tu cabeza es gruesa.

— Sí, tomo la cabeza, mojo mi mano, hacia abajo y golpeo. — Hannibal en su clase pornografica,
no pretende sacar nada más para si que paea Will, que significa enseñar, solo enseñar, pero es
egoísta y la turbia idea de que se masturban al mismo tiempo lo inundan. — Golpeo, siento placer
y luego, curvo la subida, así, Will.

— Curvo la mano, subo en curva.

— Sube conmigo.

— Ah, ah, si.

—Muy bien, Will.

Will se muerde la boca, cierra los ojos, ojos brillantes, se ve nervioso, contrariado y excitado. —
¿Porque, porque me gusta verte hacerlo?

— Porque te gusto.

—¿Pero por qué?

— Baja la mano, sigue haciéndolo mientras hablamos.

— ¿Por qué tu voz lo hace mejor? ¿Por qué no me he sentido así antes? Ah, estoy más mojado.

— Golpea al final, siempre golpea. — Hannibal coloca un puño sobre la cama, esta cerca a las
piernas de Will, lo suficiente para fingir que está sobre él. — Porque de eso trata la atracción, no
del cuerpo y sus reacciones, sino de la mente, de quien nos comprenda.

— Subo lentamente, sube conmigo Hannibal.

— Subo contigo, Will.

Si Hannibal no reconociera su propio orgasmo, estaría seguro de que sin falta de control y tras
golpes mas se estaría corriendo como un puberto, pero conoce el control, cuando se trata de una
mayor recompensa y nuevamente no se trata de él, se trata de Will gobernando otro lugar,
centrando todo en sí mismo, en su ingenua inocencia, en su mundo grotesco donde alguna manera
termina siendo un adorable asesino, profesor nervioso, psicópata peligroso, padre amoroso y casi
un niño explorador, en manos de un depredador. — ¿Que más hago Hannibal?

Entonces Hannibal el hacedor, piensa que no siempre se trata de sufrir, que si tiene que vivir con
Will pero sin Will, huyendo de un final inevitable, de tres capítulos más, tiene que tomar algo. —
Abre las piernas.

— ¿Abro las piernas?

— Querías que te enseñe, debes enseñarme también.

— Está bien. — El ir y venir de las manos de ambos, sigue siendo lenta, pero Will sabe que hay
algo que ha cambiado en el ambiente, cuando el hecho de abrirse no parece sumar a su satisfacción,
sino a la de Hannibal. —¿Así?

Los muslos blancos de Will esconden su pequeña entrada, apretado y pequeño. — Abre un poco
más, sube tu mano un poco más rápido, no tan rápido, solo un poco y abre, Will, abre las piernas.

— ¿Quieres ver?

— ¿Puedo ver?

— Uhm, si, ah... Me gusta.

—A mi también me gusta, me gusta lo linda y rosada que es tu entrada.

— Uhm, claro, si te gusta, está bien.

— Lame tu mano Will, tal como yo lo hago.

Hannibal lame su mano, no mira a los ojos de Will, solo sigue atento a la pequeña entrada, fruncida
y virgen, caliente y clara que se esconde tras vellos aun más pequeños, la idea de cogerselo ahora
ya no es un deseo, si no una necesidad. — Ahora regresamos la mano a tu pene.

— ¿Porque lamimos? —Will se toca, mira a Hannibal con los ojos abiertos. —Ah, fricción
mejorada, humedece, uhm.

— ¿Mejora la humedad verdad?

— ¿Abro más las piernas Hannibal?

— Porfavor. — Will lo hace, ahora de muslos doblados, mientras se esfuerza por enseñar lo que sea
que Hannibal quiere ver. — Te deseo tanto.

— ¿Subo más rápido, puedo subir más rápido?

— Puedes Will. — Hannibal mira atentamente al pene de Will totalmente enrojecido, la pubis
golpeada tambien y su cadera ahora dando el encuentro, mientras su entrada se empuja hacia
arriba. — Puedes volver a mojar tu mano, puedes.

— Hannibal, si...

— Will, te amo tanto, te sirvo Will, haré lo que quieras Will...

— Mira Hannibal, puedes mirar, me gusta que lo hagas.

— Haré lo que quieras, sube la mano, sientete, ¿puedo colocarme entre tus piernas?
— Si, si, si.

Las dos masturbaciones golpean el ambiente al mismo ritmo, Will agitado se cerciora de hacerlo
igual que Hannibal, de no dejar de mirar, hasta que tiene que cerrar las ojos de vez en cuando, solo
para encontrarse con Hannibal de nuevo. — No sabes lo hermoso que te vez tocándome, ¿sabes lo
hermoso que te ves tocandote?

—No, uhm, nadie me ha dicho eso.

— Te lo diré siempre, hasta que me entregues.

— No, no, no hables de eso.

— Haré lo que quieras Will, solo tienes que darme una orden, sube, baja, sube baja.

— ¿Hannibal?

— Si Will, si...

— Yo también haré lo que quieras, ya no importa, ya no... Dime que mas hacer, dime como
sentirme asi siempre.

— ¿Lo que quiero?

— Sí.

— Quiero tenerte en mi boca.

— Ah, no, no, la boca no es para eso.

— Dijiste que harías lo que quiero.

— Pero, sigo subiendo, pero comportamiento inadecuado, me estás mirando, pero quiero hacer lo
que quieras.

— Dijiste que querías que te disculpe.

— Manipulación en mi mente, ah, ah. — La mano de Will se curva en un aprendizaje perfecto. —


Está bien, ¿te entregarás por mi?

— Sí así lo quieres, será lo primero que haré en la mañana.

— Puedes, uhm, puedes hacerlo entonces.

Hannibal se inclina hasta que puede oler a Will. — Quita tu mano, mi boca será como tu mano, lo
prometo.

— Hannibal, pero... porfavor, ¿si no te gusta?

— Prometo que me gustará, todo de ti me gusta.

Hannibal está esperando un impedimento más hasta que Will se agita, se tapa los ojos, asiente
detrás y Hannibal engulle el pene de Will, por primera vez y quizás, por última también y vale,
vale la pena. Porque Will es caliente, se siente grande en su boca, porque está hinchado, porque se
endurece más. — ¡Hannibal!
Hannibal lame, su lengua se mueve como si estuviera besando, Will se retuerce, intenta escapar,
Hannibal sostiene sus caderas, suelta la erección. — Quieto, si no quieres que moleste, si quieres
que me entregue, tienes que obedecer, cumplir tu parte del trato.+

— ¡Es muy fuerte!

— Quieto, dije.

Will asiente, se vuelve a tapar los ojos, intentando quizás sobrellevar las sensaciones, Hannibal
huele el almizcle, el jabón de su baño y, el sabor salado del líquido de Will, mientras el chico
respira agitado, mientras maldice y Hannibal ahora, echado contra el cuerpo, hace su propia
fricción en carne propia contra el muslo de Will. — Boca caliente, tu boca es caliente, estás, tu
estás... Hannibal, Hannibal...

Sus dedos se clavan contra la cadera de Will, tan blanda que se enrojece rápidamente, el mayor se
encarga de que el pene de Will toque su garganta, el golpe que recibe es suficiente para que se
contraiga, para que absorba y Will Graham, tiembla. Las manos de Will tocan lo invisible,
finalmente llegan a la cabeza de Hannibal.

Hannibal murmura sobre el pene de Will, que es todo lo que imaginó que sería y más, la caliente
idea de que el está haciendo temblar al amor de su vida, que tiene el control brevemente, que se le
permite adorar, lo desesperan, Will está temblando por el, Will ahora toma sus cabellos, sin pedir
permiso, lo que quiera, subiendo sus caderas.

Los dedos de Hannibal toman los testículos, Will lloriquea, se hunde más en la cama, la luz de la
mesa de noche hacen que su piel brille más. — Duele, duele, como la otra vez.

Hannibal asiente, atrapa su propia erección, lame el pene de Will, se encierra en su propia cabeza,
baja, hasta que todo está dentro de nuevo. — No, no, no, es mucho, es mucho.

— Por mi, abre las piernas, por mi Will, tú puedes.

— Uhm si, si, sigue.

Hannibal ahora se ahoga, impulsa a que las manos de Will lo empujen. — Toma lo que quieras, mi
boca es tu mano, ¿recuerdas?

Will asiente, se ve perdido, sofocado, inocente. — Tomo, tomo, si.

Hasta que finalmente Hannibal se ve utilizado por Will Graham, como en la vida misma, cuando el
menor empuja la boca de Hannibal hacia abajo y hacia arriba, rápido, brutal, sin detenerse. —
Mierda, mierda, mierda.

Hannibal se corre, siente como su mano se moja de su propio semen, hasta que su boca reemplaza
en sorpresa y el sabor delicioso de un espesor caliente lega, el semen de Will graham llenándolo,
salado, más dulce que la vez pasada, lo ahogan y su cuerpo tiembla. — Hannibal...Hannibal. — El
chico repite su nombre, varias veces, hasta que tiembla una vez más y Hannibal está lamiendo todo
lo que puede, aunque el pene sea blando.

Will respira agitado, sigue sonrojado, incluso más cuando Hannibal busca en su mirada la
reprobación, la angustia pero todo es blanco, Will Graham en un breve momento de claridad. —
Eso se sintió bien.

— ¿Algo más que decir?


— No se supone que la boca es para eso.

— La boca es para el placer.

— De comer.

— Te he comido.

Will niega, sonríe y finalmente, su cuerpo laxo se estira, mojado y desecho. — Duerme conmigo.

— Quedó establecido que lo haríamos.

Will niega. — Duerme conmigo, cerca.

Hannibal se lava las manos, Will ahora lo acompaña al baño, se miran en el espejo, no dicen nada
más. Cuando llegan a la cama, es difícil encontrar una posición correcta, con Will intentando
encajar, hasta que Hannibal tira de su cintura, cerca de él, afuera llueve, Hannibal piensa que es
una perfecta última noche en libertad, cuando Will respira y se pega más a él, como un ovillo pero
en sus brazos.

Duermen, rápidamente.

Frente al FBI, cuando Hannibal y Will se miran, Will toma su mano. Hannibal no se siente como si
perdiera la libertad, incluso se siente de buen humor, libre de esconderse más y hasta menos
pesado, se siente un optimista, cuando no hay nada que creer, ni nada que esperar.

Es una buena forma de terminar su historia, la historia del chico que llegó y lo encerró, que lo
capturó, no sin antes dejarle probar el cielo. Jack Crawford está en su oficina, leyendo papeles,
Hannibal se pregunta si finalmente el agente será feliz cuando sepa que el Destripador está en sus
manos, puede saborear el triunfo de los tres presentes: Jack triunfando, Will encerrando al malo
que siempre persiguió y el, seguro de que el amor es el precio a pagar, con libertad.

— Buenos días, Graham que gusto verte de vuelta, ¿piensan trabajar hoy día?

— Parece que los sábados se encuentra la sala forense más libre, queríamos conversar contigo
sobre el Destripador y algo más.

— Los escucho. — Jack se estira, Hannibal siente que el recuerdo de su mente es suficiente, la
batalla perdida solo un triunfo diferente, literalmente es feliz, rendido y de rodillas, como Will,
abriendo las piernas, derritiéndose en su boca. Lo ama, lo amará incluso encerrado, lo esperará,
podrá leer de él en los diarios, perdió el hacedor, ganó el optimista.

— Jack yo soy.-

Will toma su mano. — Hemos retomado nuestra relación, como trabajadores del FBI queremos una
ficha de relación oficializada, no queremos que Freddie Lounds trate esto como una novela,
necesitamos la ficha y tu firma oficializando el término.

Jack levanta las cejas, detesta firmar esas fichas, aunque lo ha hecho antes, pero Hannibal que ve su
mano entrelazada con la de Will, ahora mira al chico. — Así que volvieron, no puedo decir que me
extraña y que. — Tose. — No hubo una apuesta grupal al respecto.

Hannibal sonríe, no sabe que esperar, ni que hacer, ni qué azar o juego ahora piensa Will, pero
asiente. — Si hubiera estado incluido en la apuesta, hubiera perdido porque no esperaba este final,
confieso.
Will mira a Hannibal, sonríe, mientras Jack extiende los papeles. — Que curioso que sea pesimista
Doctor Lecter, Will fue el de la idea, el apostó que si.

Chico mentiroso, chico asesino, otra vez jugando conmigo.

— Lo siento, uhm, es verdad.

Firman los papeles, Jack hace dos bromas al respecto, pasan una hora observando las pruebas del
asesino del abono y cultivo, cuando termina la hora del sábado, Will quiere recoger sus cosas de su
oficina, Hannibal lo acompaña, cuando la puerta se cierra, Hannibal tira contra Will y la puerta
resiente el golpe, mientras Will gruñe ante el dolor de cabeza. — Parece que no te cansas de
disculparte Will.

— Necesita, presión, presión, presión, necesitaba enseñarte que puedo jugar lo mismo que tú.

— Bien has dejado tu punto en claro. — Lame la garganta de Will, no importa cuanto se tense
Will, no importa cuando pelee por escapar de su agarre. — Ahora eres mío, oficialmente y te
enseñaré, más, mucho más.

Will asiente, mira hacia arriba, el brillo en sus ojos, patrones perfectos y honestidad viva, sin
secretos nuevamente, solo ellos. — Soy tuyo y tu eres mío.

— ¿Cuidarás de mi Will Graham?

— Cuidaré de ti, aunque mi vida y la de mi hija, dependan de ello.

Hannibal asiente, vuelve a tomar la nuca de Will, vuelve a golpearlo contra la puerta esta vez más
fuerte. Will se queja, pero sonríe. — ¿Te entregarías por mi Will?¿Tal y como estuve dispuesto a
hacerlo yo por ti?

Will cierra los ojos, lo considera y finalmente, los abre nuevamente. — Solo tienes que pedirlo.

— Hazlo, entrégate por mi, ahora mismo, con Jack Crawford, apuesto a que no lo harías.

Los segundos son escasos, Will se libera del agarre agachándose, demostrando que siempre pudo
liberarse, abre la puerta y está corriendo, Hannibal se queda mirando a su buena y estúpida suerte,
de tener una relación con un chico/hombre tan literal, incapaz de tolerar una broma. Hasta que se
da cuenta, de que los segundos, son cortos.

Lo que sigue es una persecución por el FBI, de Will corriendo y Hannibal persiguiendolo, hasta
que lo atrapa, porque Will es rápido y lo precede su juventud, pero Hannibal es inteligente y lo
atrapa en un atajo, hasta que lo derriba, juntos caen al piso. — Will. — Los dos cuerpos en el piso,
la gente alrededor, Will mirándolo, atentamente. — No lo dije en serio.

— Te-e amo Hannibal.

— Te amo Will.

Cuando llegan a casa, a la de Wolf Trap, Will lo mira siempre, con una sonrisa, sin dejar de
preguntar, si realmente le gusta su sabor, si pueden hacerlo de nuevo, si quiere que lo toque cada
noche o cuanto debe esperar. Claro que como buenos amantes, amigos y padres, siempre pueden
esperar al placer, porque cuando tienen una hija de por medio, fumadora y rebelde, el placer puede
esperar.

Abigail se ha portado mal últimamente, como cualquier adolescente intrépida ha roto las reglas,
aunque no ha salido con una chico o una chica, ni ha hecho una fiesta, si no que está parada en
mitad de la sala, llena de sangre y un cuchillo, en una puesta en escena definitivamente,
lamentable. — Oh, volvieron a estar juntos. — Dice con una sonrisa que podría hacer olvidar a
cualquiera que tiene un cuerpo a sus pies, de un chico de su edad. — Yo... Pensé que tardarían,
uhm, yo estoy tan feliz.

— Pescaste sin mi, sin mi permiso.

— Abigail, ¿qué hiciste?

— El chico de la escuela, era tan molesto.

Hannibal mira a Will, con incapaces de no sentirse orgullosos, aunque saben que de eso no se trata
ese momento y casi Will puede despedirse del placer de la noche, porque ahora tienen trabajo extra
que hacer. — Abigail, no debiste hacer eso.

— Pero volvieron, eso es bueno, eso es lo importante.

— Eres una irresponsable, no tienes el permiso.

— Abigail, eso no fue inteligente de tu parte.

— Entonces, ¿no vamos a hablar de que volvieron?

Will niega, quita el cuchillo de su mano, mira a su alrededor, hasta hallar a Hannibal, en la
búsqueda de estabilidad. — Amor, ¿qué haremos al respecto?

Hannibal intenta no conmoverse ante la palabra que vuelve a resurgir, mientras su mente se
oscurece ante las posibles soluciones, que incluyen mucha limpieza, desinfectante y guantes de
látex. — Proteger a Abigail.

— Estoy tan contenta de que volvieron, yo creo que podría cocinar...

Hannibal mira con seriedad a la muchacha, matar no es lo malo, matar sin premeditación si, sin
permiso también. — Vas a subir ahora mismo a tu habitación, pondrás tu ropa en una bolsa, te
ducharás, desinfectarás la ducha, luego y bajarás a ayudar a limpiar. — Dice con severidad el
mayor.

— Pero...

Will asiente, mientras toca la nuca del chico en el piso y mira hacia arriba, desaprobando a Abigail.
— Escucha a tu padre.

Abigail por primera vez guarda silencio, no es la Fastidiosa, ni la Metiche, ni la Excluida, es la hija
de dos asesinos, así que asiente. Cuando desaparece, Hannibal estira el cuerpo, Will lo ayuda y en
mitad de la carga de este, mientras la sangre mancha sus manos, se sonríen mutuamente.

Ambos son optimistas y hacedores cuando se trata de Abigail. — ¿Tiempo de muerte señor
Graham?

— Doce horas.

— ¿Asesino?

— Mi hija.
— ¿Diseño?

— Pésimo diseño, furia, engreimiento, descontrol.

— ¿Ya le he dicho señor Graham que lo amo y amo a su hija?

— Irrelevante para el caso, poco profesional y conflicto de intereses, latente.

Hannibal tira el cuerpo cuando llegan a la bolsa, mira sus manos manchadas y luego mira a Will,
Will lo mira de regreso. Los pasos se acortan, para terminar en un beso corto, hasta que Will
nervioso sonríe. — Y ahora, estamos juntos en esto, amor.

— No podría estar en otro lugar, amor mío.

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