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EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Condición sine qua non para la superación de conductas adictivas

Eduardo Robledo Cadavid (TP 110817)


erobledo64@outlook.com

Medellín, 2023
1
EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere grata a


tu alma, la discreción te guardará; te preservará la inteligencia, para
librarte del mal camino, de los hombres que hablan perversidades, que
dejan los caminos derechos, para andar por sendas tenebrosas, que se
alegran haciendo el mal, que se huelgan en las perversidades del vicio.
Proverbios 2: 10-14

La Epopeya Divina
Dios {Padre (Ser): Éxodo 3:14: y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: así
dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros; Hijo (Hacer): Juan 1:3: todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho; Espíritu Santo (Poder): Hechos 1:8:
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo}, tras dar origen al universo,
antes de iniciar la creación de la vida en la tierra, lo primero que creó fueron las huestes celestiales
(querubines, serafines, arcángeles y ángeles), siendo el primero de ellos Luzbel, el más hermoso, perfecto
y poderoso querubín protector de la Triada Divina, encargado de la alabanza y la adoración en el cielo.

Ezequiel 28:11-14: vino a mí palabra de Dios, diciendo: así ha dicho el Señor: tú eras el sello de la
perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda
piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro,
carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el
día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste;
en medio de las piedras de fuego te paseabas.

Después de dar origen a la vida en la tierra: plantas y animales, lo último que Dios creó fue al hombre,
el sexto día, y el séptimo descansó. Génesis 1:26-27,31: Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he
aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. Génesis 2: 1-2: Fueron, pues,
acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo;
y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.

Las huestes celestiales fueron creadas para alabanza y adoración, así como para servir a la creación,
y en especial a la humanidad. Hebreos 1:14: ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación? Pero desafortunadamente Luzbel (luz bella)
cometió pecado (orgullo, soberbia, prepotencia, vanidad), pues por un lado quiso ser más que Dios, y por
otro, no quiso servir a la humanidad, por lo cual fue arrojado del cielo y se interpuso en nuestro camino.

Ezequiel 28:15-18: Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se
halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por
lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se
enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te
arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades
y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti,
el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran.
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Isaías 14:12-15: ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra,
tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: subiré al cielo; en lo alto, junto a las
estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre
las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los
lados del abismo.

El Origen del Pecado (Conductas Adictivas o Sintomáticas)


El diseño original de Dios para la humanidad era: en gracia, en santidad, sin conocimiento del mal
(sin pecado), y sin enfermedad (física ni mental). Pero satanás, una vez arrojado del cielo, se propuso
condenar a la humanidad. Entonces el plan que diseñó para el género humano fue:

1) Hacerlo pecar con el conocimiento del bien y del mal, para que no hiciera la voluntad de Dios,
sino la que le dictara su libre albedrío.
Génesis 2:9: Y Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer;
también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Génesis 2:16-17: Y mandó Dios al hombre, diciendo: de todo árbol del huerto podrás comer; mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás;
Génesis 3:1-5: Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Dios había
hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?
Y la mujer respondió a la serpiente: del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del
fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: no comeréis de él, ni le tocaréis, para que
no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: no moriréis; sino que sabe Dios que el día que
comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

2) Seducirlo con el mundo para condenarlo.


Mateo 4:8-10: Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo,
llevándolo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
le dijo: todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: vete, satanás, porque
escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.

Siendo así, se puede afirmar que todos los males, desgracias y enfermedades del género humano
proceden del pecado, de la desobediencia, al apartarnos de la ley de Dios: Génesis 3: 17-19: Y al hombre
dijo: por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: no comerás
de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y
cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que
vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Pero Dios, al ver lo ocurrido, que satanás se había adueñado del mundo y nos había aherrojado bajo
la ley del pecado y la muerte espiritual, permitió en su infinita misericordia que su Hijo amado entregara
su vida en sacrificio, para comprar con precio de sangre nuestra salvación. Romanos 5:8-10: Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho
más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos,
fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos
salvos por su vida.

3
Juan 3:16: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. De modo que la mejor opción que nos queda
es retomar el diseño original de Dios para la humanidad:

1) En santidad (lo más importante), haciendo la voluntad de Dios y no la nuestra.


Hebreos 12:14: Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
2) Buscando la salvación (lo más valioso).
Hebreos 2:2,3: Porque si la Palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión
y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una
salvación tan grande?

Entonces… ¿Qué debemos hacer?


Josué 1:8: Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás
en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar
tu camino, y todo te saldrá bien.
2 Crónicas 7:14: Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren,
y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos,
y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
Isaías 1:18: Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca
lana.

¿Es posible el cambio?


Puedes decir que quieres cambiar, pero la realidad psicológica es que hasta la fibra más íntima de tu
ser se te va a resistir al cambio (Dyer, 1976). De ahí el dicho: “más vale malo conocido que incierto por
conocer”. ¿Por qué? Porque el cambio genera ansiedad, incertidumbre y miedo.

¿Y cuál es la solución?
Salmos 119:9: ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.
Santiago 4:8 Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros
los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
2 Timoteo 1:7: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio.
2 Corintios 5:17: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas.
1 Pedro 5:10: Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después
que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.

La Perfecta Correlación de Alcohólicos y Narcóticos Anónimos


La necesidad de una cura en el plano espiritual, además del biopsicosocial, para superar conductas
adictivas como el alcoholismo (y la drogadicción), ha quedado profusamente ilustrada en la historia de
Alcohólicos Anónimos (A.A.), como lo describe la siguiente anécdota acontecida a Bill W., cofundador
del movimiento, registrada en el texto básico (A.A., 1990):

“Cierto hombre de negocios, apto y con buen sentido, durante años estuvo pasando de un sanatorio
a otro y en consultas con los más conocidos psiquiatras norteamericanos. Luego fue a Europa,
sometiéndose al tratamiento de un célebre psiquiatra (el Dr. Carl Jung). Pese a que su experiencia lo
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había hecho escéptico, terminó el tratamiento con una confianza no habitual en él. Creía haber obtenido
tal conocimiento del funcionamiento interior de su mente y de sus resortes escondidos, que una recaída
era algo inimaginable. A pesar de ésto, al poco tiempo estaba borracho. Lo más desconcertante era que
no podía explicarse satisfactoriamente su caída.

Por lo tanto, regresó donde este médico y le preguntó sin rodeos por qué no se recuperaba. Por encima
de todo, quería recuperar el control de sí mismo. Parecía bastante racional y bien equilibrado con respecto
a otros problemas. A pesar de ésto, no tenía absolutamente ningún control sobre el alcohol ¿Por qué?
Le suplicó al médico que le dijera toda la verdad, y el médico se la dijo: era un caso desahuciado; nunca
más podría recuperar su posición en la sociedad y tendría que encerrarse bajo llave o tener
un guardaespaldas si esperaba vivir largo tiempo. Esa fue la opinión de un gran médico.

Pero este hombre vive todavía y es un hombre libre. No necesita de un guardaespaldas y no está
internado. Puede ir a cualquier parte del mundo como cualquier hombre libre, sin que le suceda ningún
desastre, siempre que conserve la buena voluntad de mantener cierta sencilla actitud. Algunos de nuestros
lectores alcohólicos (y drogadictos) pensarán, quizá, que pueden pasarla sin ayuda espiritual.
Permítasenos, por lo tanto, contar el resto de la conversación que nuestro amigo tuvo con el médico.

El médico le dijo: “Tiene usted la mente de un alcohólico crónico. En los casos en los que han
existido estados mentales similares al suyo, nunca he visto recuperarse a nadie.” Nuestro amigo se sintió
como si las puertas del infierno se hubiesen cerrado con estruendo tras él. Preguntó al médico: “¿No hay
ninguna excepción?” “Sí, -le contestó el médico- sí la hay. Las ha habido desde tiempos remotos.
Aquí y allá, de vez en cuando, algunos alcohólicos han tenido experiencias espirituales vitales.
Para mí estos casos son fenómenos. Parece ser de la naturaleza de enormes desplazamientos y reajustes
emocionales.

Desechadas repentinamente las ideas, emociones y actitudes que fueron una vez las fuerzas
directrices de las vidas de estos hombres, un conjunto completamente nuevo de conceptos y motivos
empezó a dominarlos. De hecho, yo he estado tratando de producir dentro de usted un arreglo emocional
de esa índole. He empleado estos métodos con muchos individuos y han dado resultados satisfactorios,
pero nunca he tenido éxito con un alcohólico de sus características.

Al oír ésto, nuestro amigo se sintió algo tranquilizado, porque pensó que, después de todo, era fiel
a sus prácticas religiosas. Esta esperanza se la echó abajo el doctor diciéndole que en tanto que sus
convicciones religiosas eran muy buenas, en su caso no significaban la experiencia espiritual
fundamental que era necesaria. Este era el tremendo dilema en que se encontraba nuestro amigo cuando
tuvo la extraordinaria experiencia que lo convirtió en un hombre libre” (hasta su fallecimiento en 1971).

Al respecto, el texto básico de A.A. (1990) afirma que “los términos “experiencia espiritual”
y “despertar espiritual” son usados muchas veces en el libro, observándose a través de su lectura detenida
que el cambio de personalidad necesario para dar lugar a la recuperación del alcoholismo se ha
manifestado entre nosotros en muchas formas diferentes. Sin embargo, es cierto que nuestra primera
edición dio la impresión a muchos lectores que estos cambios de personalidad, o experiencias religiosas,
tienen que ser de una índole de súbitos y espectaculares sacudimientos. Felizmente para todos, esta
conclusión es errónea.

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En los primeros capítulos se describen varios cambios revolucionarios. Aunque no era nuestra
intención causar esa impresión, muchos alcohólicos a pesar de ésto, han llegado a la conclusión de que
para recuperarse, tienen que adquirir una inmediata y arrolladora “conciencia de Dios”, seguida
inmediatamente de un gran cambio de sentimientos y de actitud. Entre los miles de miembros de nuestra
comunidad que está siempre creciendo, tales transformaciones son frecuentes, aunque no son la regla.
La mayoría de nuestras experiencias son de las que el psicólogo William James llama “variedad
educacional”, porque se desarrollan lentamente durante un cierto periodo de tiempo. Frecuentemente los
amigos del recién llegado se dan cuenta del cambio mucho antes que él.

Este se da cuenta por fin de que se ha operado en él un profundo cambio en su reacción a la vida,
y que ese cambio difícilmente pudo haberse realizado por obra de él solo. Lo que sucede en unos cuantos
meses rara vez podría lograrse en años en base a autodisciplina. Con pocas excepciones, nuestros
miembros encuentran que han descubierto un insospechado recurso interior, que pronto identifican con
su propio concepto de un Poder superior a ellos mismos. La mayoría de nosotros pensamos que esta
conciencia de un Poder superior al nuestro es la esencia de la experiencia espiritual. Nuestros miembros
más religiosos la llaman “conciencia de Dios”.

Queremos manifestar de la manera más enfática, que (a la luz de nuestra experiencia) cualquier
alcohólico (y drogadicto) capaz de encarar honradamente sus problemas puede recuperarse, siempre que
no cierre su mente a todos los conceptos espirituales. Solamente puede ser derrotado por una actitud
de intolerancia o de negación beligerante. Encontramos que nadie tiene por qué tener dificultades
con la espiritualidad del programa.

Buena voluntad, sinceridad, y una mente abierta, son los elementos para la recuperación. Pero estos
son indispensables. Hay un principio que es una barrera para toda información, que es una refutación
de cualquier argumento y que no puede fallar para mantener a un hombre en una perpetua ignorancia:
el principio consiste en despreciar antes que investigar”.

El psicólogo norteamericano William James señala en su libro “Las Variedades de la Experiencia


Religiosa” una multitud de modos en que los hombres han descubierto a Dios. “No tenemos ninguna
intención de convencer a nadie de que solamente hay una manera de adquirir la fe. Si lo que hemos
aprendido, sentido y visto significa algo, quiere decir que todos nosotros, cualquiera que sea nuestro
color, raza o credo, somos criaturas de un Creador viviente con el que podemos establecer una relación
basada en términos sencillos y comprensibles tan pronto como tengamos la buena voluntad y la honradez
suficiente para hacerlo”.

En el capítulo 5 del texto básico de AA, respecto a cómo trabaja el Programa, afirman que “rara vez
hemos visto fracasar a una persona que haya seguido concienzudamente nuestro camino. Los únicos que
no se recuperan son los individuos que no pueden, o no quieren entregarse de lleno a este sencillo
programa; generalmente son hombres y mujeres incapaces, por su propia naturaleza de ser honrados
consigo mismos.

Hay seres desventurados como éstos. No son culpables; por lo que parece, han nacido así.
Por su naturaleza, son incapaces de entender y de realizar un modo de vida que exige la más rigurosa
honradez. Para éstos, las probabilidades de éxito son pocas. Existen también los que sufren graves
trastornos emocionales y mentales, aunque muchos de ellos logran recuperarse si tienen la capacidad
suficiente para ser honrados.
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Nuestras historias expresan de un modo general cómo éramos, lo que nos aconteció y cómo somos
ahora. Si tú has decidido que quieres lo que nosotros tenemos y estás dispuesto a hacer todo lo que sea
necesario para conseguirlo, entonces estás en condiciones de dar ciertos pasos. Nosotros nos resistimos
a algunos de ellos. Creímos que podríamos encontrar un camino más fácil y cómodo. Pero no pudimos.
Es por ello que, con todo el ahínco que pueda animarnos, te suplicamos que seas valiente y concienzudo
desde el mismísimo comienzo. Algunos de nosotros tratamos de aferramos a nuestras viejas ideas y el
resultado fue nulo hasta que nos deshicimos de ellas sin reserva.

Recuerda que tratamos con el alcohol y las drogas: astutos, desconcertantes y poderosos. Sin ayuda
resultan demasiado para nosotros. Pero, hay Uno que tiene todo el poder: Dios. ¡Ojalá Le encuentres!
Las medidas parciales no nos sirvieron para nada. Estábamos en el punto de cambio. Entregándonos
totalmente, le pedimos a Dios su protección y cuidado. He aquí los pasos que dimos, y que se sugieren
como programa de recuperación:

1. Admitimos que éramos impotentes ante nuestra adicción, que nuestra vida se había vuelto
ingobernable. 2. Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano
juicio. 3. Decidimos poner nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, como lo concebimos.
4. Sin miedo, hicimos un detallado inventario moral de nosotros mismos. 5. Admitimos ante Dios, ante
nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas. 6. Estuvimos enteramente
dispuestos a dejar que Dios eliminase todos estos defectos de carácter. 7. Humildemente le pedimos que
nos quitase nuestros defectos. 8. Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos hecho
daño y estuvimos dispuestos a enmendarlo. 9. Enmendamos directamente el daño causado a aquellas
personas siempre que nos fuera posible, excepto cuando el hacerlo perjudicaría a ellos o a otros.
10. Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos
rápidamente. 11. Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente
con Dios, tal como lo concebimos, pidiéndole solamente conocer su voluntad para con nosotros y la
fortaleza para cumplirla. 12. Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos,
tratamos de llevar este mensaje a los adictos y de practicar estos principios en todos los aspectos de
nuestra vida. Para no extendernos demasiado al respecto, sólo trabajaremos aquí los tres primeros pasos,
remitiendo al texto básico de Narcóticos Anónimos (2010) para completarlos.

Primer paso. "Admitimos que éramos impotentes ante nuestra adicción, que nuestra vida se había
vuelto ingobernable". No es importante qué consumíamos ni cuánto. En NA lo más importante es estar
limpios. Nos damos cuenta de que no podemos consumir drogas y vivir. Cuando admitimos nuestra
impotencia e incapacidad para gobernar nuestra propia vida, abrimos las puertas a la recuperación.
Nadie pudo convencernos de que éramos adictos, tuvimos que admitirlo nosotros. Si tenemos dudas,
podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Puedo controlar el consumo de cualquier sustancia química
que altere mi mente o mi estado de ánimo?

En cuanto lo pensemos, la mayoría de los adictos veremos que el control es imposible. Sea cual fuere
el resultado, descubrimos que no podemos controlar nuestro consumo durante ningún periodo de tiempo.
Esto indica claramente que un adicto no tiene control sobre las drogas. Impotencia significa consumir
drogas contra nuestra voluntad. Si no podemos parar, ¿cómo podemos decirnos que controlamos la
situación? Al decir que "no podemos elegir de ningún modo", nos referimos a nuestra incapacidad para
dejar de consumir, incluso con la mayor fuerza de voluntad y el deseo más sincero. Sin embargo,
podemos elegir a partir del momento en que dejamos de justificar nuestro consumo.

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No tropezamos con esta confraternidad rebosantes de amor, honestidad, receptividad y buena
voluntad. Llegamos a un punto en el que nuestro sufrimiento físico, mental y espiritual no nos permitía
seguir consumiendo. Una vez derrotados, estuvimos dispuestos a cambiar. La incapacidad para controlar
nuestro consumo de drogas es un síntoma de la enfermedad. Somos impotentes no sólo ante las drogas,
sino también ante nuestra adicción. Tenemos que admitirlo para poder recuperarnos.

La adicción es una enfermedad física, mental y espiritual que afecta todos los aspectos de nuestra
vida. El aspecto físico de nuestra enfermedad es el consumo compulsivo de drogas: la incapacidad de
parar de consumir una vez que hemos empezado. El aspecto mental es la obsesión o el deseo abrumador
de consumir aunque estemos destrozando nuestra vida. La parte espiritual es nuestro egocentrismo total.

Creíamos que podríamos parar cuando quisiéramos, a pesar de que los hechos demostraban lo
contrario. La negación, la sustitución, los pretextos, las justificaciones, la desconfianza en los demás,
la culpabilidad, la vergüenza, el abandono, la degradación, el aislamiento y la pérdida de control son los
resultados de nuestra enfermedad. Una enfermedad progresiva, incurable y mortal. Para la mayoría es un
alivio descubrir que se trata de una enfermedad y no de una deficiencia moral.

No somos responsables de nuestra enfermedad, pero si lo somos de nuestra recuperación. La


mayoría intentamos dejar de consumir por nuestra cuenta, pero fuimos incapaces de vivir ni con drogas
ni sin ellas. Con el tiempo nos dimos cuenta de que éramos impotentes ante nuestra adicción. Muchos
intentamos dejar de consumir únicamente con fuerza de voluntad. Resultó una solución temporal, pero
vimos que nuestra fuerza de voluntad sola no iba a funcionar durante mucho tiempo. Probamos infinidad
de remedios: psiquiatras, hospitales, centros de rehabilitación, amantes, nuevas ciudades, nuevos
trabajos, todo lo que intentábamos fracasaba. Empezamos a comprender que habíamos tratado de poner
como pretexto las tonterías más absurdas, para justificar el desorden que las drogas habían producido en
nuestra vida.

Hasta que no hayamos abandonado todas nuestras reservas, sean cuales fueren, peligrará la base
de nuestra recuperación. Cualquier reserva nos impedirá aprovechar los beneficios que puede ofrecernos
este programa. Al deshacernos de toda reserva, nos rendimos. Entonces, sólo entonces, podemos recibir
ayuda para recuperarnos de la enfermedad de la adicción. Ahora bien, si somos impotentes, ¿cómo
puede ayudarnos NA? Empezamos por pedir ayuda. La base de nuestro programa es admitir que nosotros,
por nuestra cuenta, no tenemos ningún poder sobre la adicción. Cuando podamos aceptar este hecho,
habremos completado la primera parte del Primer Paso.

Hace falta admitir una segunda cuestión para que la base de nuestra recuperación sea sólida. Si nos
detenemos aquí sólo sabremos la verdad a medias y todos tenemos mucho talento para manipular la
verdad. Por un lado decimos: "Si, soy impotente ante mi adicción", y por el otro: "Cuando haya arreglado
mi vida, podré con las drogas". Semejantes pensamientos y acciones son los que nos hacían caer otra vez
en la adicción activa. Nunca se nos ocurrió preguntarnos: "Si no puedo controlar mi adicción, ¿cómo voy
a controlar mi vida?" Sin drogas nos sentíamos mal y nuestra vida era ingobernable.

Incapacidad para trabajar, abandono y destrucción son características fáciles de ver en una vida
ingobernable. Por lo general nuestra familia se siente decepcionada, frustrada y confusa por nuestra
conducta, y a menudo nos rechaza o simplemente nos abandona. Tener trabajo otra vez, ser aceptados
por la sociedad y estar reconciliados con la familia no significa que nuestra vida sea gobernable.
Aceptabilidad social no equivale a recuperación.
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Llegamos a la conclusión que la única opción que teníamos era cambiar completamente nuestra vieja
forma de pensar o volver a consumir. Cuando ponemos lo mejor de nuestra parte, todo esto nos funciona
de la misma manera que les ha funcionado a otros. Empezamos a cambiar cuando ya no pudimos aguantar
nuestra vieja forma de ser. A partir de aquí comenzamos a comprender que cada día sin drogas, pase lo
que pase, es un día de triunfo. Rendición significa no tener que luchar más. Aceptamos nuestra adicción
y la vida tal cual es. Estamos dispuestos a hacer lo necesario para mantenernos limpios, incluso lo que
no nos gusta.

Antes de hacer el Primer Paso estábamos llenos de temor y dudas; muchos nos sentíamos perdidos
y confusos. Creíamos ser diferentes. Al practicar este paso consolidamos nuestra rendición a los
principios de N.A. y sólo a partir de este momento empezamos a superar la alienación de la adicción.
La ayuda para los adictos empieza en el momento en que somos capaces de admitir nuestra derrota
completa. Puede que nos asuste, pero es la base sobre la que construimos nuestra vida.

El Primer Paso significa que no estamos obligados a consumir; nos da una libertad enorme. Algunos
tardamos en darnos cuenta de lo ingobernable que se había vuelto nuestra vida. Otros, en cambio, era lo
único que teníamos claro. Sabíamos de corazón que las drogas tenían el poder de convertirnos en una
persona que no queríamos ser. Al estar limpios y practicar este paso rompemos nuestras cadenas.
Sin embargo, ningún paso funciona por arte de magia. No sólo recitamos las palabras de este paso, sino
que aprendemos a vivirlas. Vemos con nuestros propios ojos que el programa tiene algo que ofrecernos.

Hemos hallado esperanza. Podemos aprender a funcionar en el mundo en que vivimos. También
podemos encontrar un sentido a la vida y ser rescatados de la locura, la depravación y la muerte.
Cuando admitimos nuestra impotencia e incapacidad para gobernar nuestra vida, abrimos las puertas
para que un Poder Superior a nosotros nos ayude. Lo importante no es donde estuvimos, sino hacia
dónde vamos.

Segundo paso. "Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podía devolvernos el
sano juicio". Si queremos que nuestra recuperación sea continua, entonces es necesario el Segundo Paso.
El Primero nos deja con la necesidad de creer en algo que pueda ayudarnos con nuestra impotencia,
inutilidad y desamparo. El Primer Paso ha dejado un vacío en nuestra vida y necesitamos algo que lo
llene. Este es el propósito del Segundo Paso.

Algunos, al principio, no nos tomamos en serio este paso; lo pasábamos por alto con poco interés,
hasta que nos dimos cuenta de que los demás pasos no funcionarían si no practicábamos éste. Incluso
aunque admitiéramos que necesitábamos ayuda con nuestro problema de drogas, muchos no
reconocíamos la necesidad de tener fe y sano juicio.

Tenemos una enfermedad progresiva, incurable y mortal. De una u otra forma salíamos a comprar
nuestra destrucción a plazos. Todos nosotros tenemos algo en común: buscamos nuestra destrucción de
pinchazo en pinchazo, de pastilla en pastilla o de botella en botella hasta morir. Esto es solo parte de la
locura de la adición. Puede que parezca más alto el precio que paga el adicto que se prostituye para
conseguir su droga que el que simplemente tiene que mentirle a un médico; pero en última instancia
ambos pagan con su vida. Locura es repetir los mismos errores esperando resultados diferentes.

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Al llegar al programa, muchos nos dimos cuenta de que volvíamos a consumir una y otra vez a pesar
de que sabíamos que nos estábamos destruyendo. Locura significa consumir día tras día sabiendo que el
único resultado es nuestra destrucción física y mental. La obsesión de consumir drogas es lo más evidente
de la locura de la enfermedad de la adición. Hazte la siguiente pregunta: ¿No sería una locura acercarse
a alguien y decirle?: "Por favor, ¿cómo puedo hacer para tener un infarto o un accidente mortal?" Si estás
de acuerdo en que sería cosa de locos, entonces no deberías tener problemas con el Segundo Paso.

Lo primero que hacemos en este programa es dejar de consumir drogas. A esta altura empezamos a
sentir el dolor de vivir sin ellas y sin nada que las reemplace. Este dolor nos obliga a buscar un Poder
Superior a nosotros que nos alivie de la obsesión de consumir.

El proceso de llegar a creer es similar en la mayoría de los adictos. Casi todos carecíamos de una
relación con un Poder Superior que funcionase. Comenzamos a desarrollar esta relación admitiendo
simplemente la posibilidad de la existencia de un Poder Superior a nosotros. La mayoría no tenemos
problemas en admitir que la adición se había convertido en una fuerza destructiva en nuestra vida.
Nuestros mejores esfuerzos concluían en más destrucción y más desesperación.

En un momento dado nos dimos cuenta de que necesitábamos la ayuda de algún Poder superior a
nuestra adicción. Nuestra concepción del Poder Superior depende de nosotros, nadie va a decidirlo en
nuestro lugar. Podemos llamarlo grupo, programa o Dios. Lo único que se nos sugiere es que este Poder
nos quiera, nos cuide y sea más fuerte que nosotros. No hace falta que seamos religiosos para aceptar
esta idea. Lo importante es que abramos nuestra mente para creer. Puede que nos resulte difícil, pero si
nos mantenemos receptivos, tarde o temprano encontraremos la ayuda que necesitamos.

Hablamos con los demás y los escuchamos. Vimos cómo se recuperaban y nos contaron lo que a
ellos les daba resultado. Empezamos a tener evidencias de un Poder que no podía explicarse del todo.
Frente a estas pruebas, comenzamos a aceptar la existencia de un Poder Superior a nosotros. Podemos
utilizar este Poder mucho antes de comprenderlo.

A medida que vemos las coincidencias y los milagros que suceden en nuestra vida, la aceptación se
convierte en confianza. Comenzamos a sentirnos a gusto con nuestro Poder Superior como fuente de
fortaleza. Conforme vamos aprendiendo a confiar en este Poder, empezamos a superar nuestro miedo a
vivir. El proceso de llegar a creer nos devuelve el sano juicio. La fortaleza que nos impulsa a la acción
proviene de esta creencia. Es necesario que aceptemos este paso para emprender el camino de la
recuperación. Cuando nuestra fe haya crecido, estaremos preparados para el Tercer Paso.

Tercer paso. "Decidimos poner nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, tal como lo
concebimos". Como adictos, muchas veces hemos puesto nuestra voluntad y nuestra vida en manos de
un poder destructivo. Nuestra voluntad y nuestra vida estaban controladas por las drogas. Estábamos
atrapados por la necesidad de gratificación inmediata que éstas nos daban. Durante aquel periodo, todo
nuestro ser —cuerpo, mente y espíritu—estaba dominado por las drogas. Por un tiempo resultó
placentero, pero luego la euforia fue desapareciendo y empezamos a ver el lado oscuro de nuestra
adicción. Nos dimos cuenta de que cuanto más nos subían las drogas, más abajo terminábamos. Teníamos
dos opciones: sufrir el dolor del síndrome de abstinencia o tomar más drogas.

A todos nos llegó el día en que ya no nos quedaba alternativa: teníamos que consumir por fuerza.
Totalmente desesperados y tras haber entregado nuestra voluntad y nuestra vida a la adicción, buscamos
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otro camino. En N.A. decidimos poner nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, tal como lo
concebimos. Este es un paso enorme. No hace falta que seamos religiosos; cualquier persona puede dar
este paso. Lo único que se necesita es buena voluntad. Lo esencial es abrir la puerta a un Poder superior
a nosotros.

Nuestro concepto de Dios no proviene de un dogma, sino de lo que creemos y de lo que nos funciona.
Muchos concebimos a Dios simplemente como esa fuerza que nos mantiene limpios. El derecho a un
Dios tal como cada uno lo conciba es total y sin condiciones. Como tenemos este derecho, si queremos
crecer espiritualmente es necesario que nuestra creencia sea honesta.

Descubrimos que lo único que necesitábamos era intentarlo. Cuando nos esforzábamos y poníamos
lo mejor de nosotros, el programa nos funcionaba de la misma manera que a muchos otros. El Tercer
Paso no dice: "Pusimos nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios", sino: "Decidimos poner
nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, tal como lo concebimos". Fuimos nosotros quienes
tomamos la decisión; ni las drogas, ni nuestra familia, ni las autoridades, ni un juez, ni un terapeuta, ni
un médico la tomó por nosotros. Por primera vez desde que empezamos a consumir hemos tomado una
decisión por nuestra cuenta.

La palabra decisión implica acción. Esta decisión se basa en la fe. Únicamente tenemos que creer
que el milagro que vemos en la vida de otros adictos limpios, puede sucederle a cualquier adicto que
desee cambiar. Sencillamente descubrimos que existe una fuerza para el crecimiento espiritual que puede
ayudarnos a ser más tolerantes, más pacientes y más útiles en el servicio a los demás. Muchos hemos
dicho: "Toma mi voluntad y mi vida. Guíame en mi recuperación. Enséñame a vivir". El alivio de "soltar
las riendas y dejárselas a Dios", nos ayuda a desarrollar una vida digna de vivir.

Con la práctica diaria se torna más fácil rendirse a la voluntad de un Poder Superior. Cuando lo
intentamos honestamente, funciona. Muchos empezamos el día pidiéndole sencillamente a nuestro Poder
Superior que nos guie. Aunque sepamos que esta "entrega" funciona, puede que todavía queramos
retomar el control de nuestra voluntad y nuestra vida. Incluso, hasta puede que lleguemos a enojarnos
porque Dios lo permite. Hay momentos en nuestra recuperación en que pedir ayuda a Dios es nuestra
mayor fuente de fortaleza y valor. Podemos tomar esta decisión tantas veces como sea necesario.
Nos rendimos tranquilamente y dejamos que el Dios que nosotros concebimos cuide de nosotros.

Al principio teníamos algunas preguntas en la cabeza que no paraban de darnos vueltas: "¿Qué pasara
cuando entregue mi vida? ¿Me volveré 'perfecto'?" Quizás hayamos sido más realistas. Algunos tuvimos
que recurrir a un miembro con más experiencia en N.A. y preguntarle: "¿Cómo ha sido para ti?".
La respuesta varía de un miembro a otro. La mayoría creemos que la clave de este paso consiste en ser
receptivos, tener buena voluntad y rendirnos.

Hemos entregado nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de un Poder superior a nosotros.
Si somos minuciosos y sinceros notaremos un cambio positivo. A medida que comprendemos el
significado verdadero de la entrega, nuestros temores disminuyen y la fe empieza a crecer.
Ya no luchamos contra el miedo, la ira, la culpa, la autocompasión ni la depresión. Nos damos cuenta
de que el Poder que nos trajo a este programa sigue estando con nosotros y continuará guiándonos si
se lo permitimos. Poco a poco empezamos a perder el miedo paralizador de la desesperación.
La prueba de este paso se ve en la manera en que vivimos.

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Hemos empezado a apreciar la vida limpios y queremos disfrutar de otras cosas positivas que tiene
la Confraternidad de N.A. para nosotros. Ahora sabemos que no podemos detenernos en nuestro
programa espiritual; queremos todo lo que podamos conseguir. Ahora estamos listos para nuestra primera
autoevaluación sincera y empezamos con el Cuarto Paso. (Y así sucesivamente hasta completar todos los
pasos del Programa).

El Origen Teológico
Lo anterior deviene de la teología cristiana, la cual nos permite comprender que el quid de la cuestión
es lograr que el usuario tenga un encuentro personal con Dios, que le permita ubicarse en la cuarta
dimensión de la existencia: 1) biológica, 2) psicológica, 3) social 4) espiritual) que jalone las tres
primeras, le permita superar toda conducta adictiva, y lo estabilice en forma integral.

Aquí estamos hablando de la conversión bíblica, en la cual necesariamente hay que nacer de nuevo
(en el espíritu), como lo registra la Escritura en Juan 3:1-6: Había un hombre de los fariseos que se
llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Éste vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos
que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está
Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no
puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso
entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: de cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios

Cuando decidimos dar este salto de fe y encomendamos nuestra vida al Todopoderoso para que sea
el centro de nuestra existencia, maduramos espiritualmente y desarrollamos el carácter de Cristo,
el cual se ve reflejado en Gálatas 5:22,23: Mas el fruto del Espíritu es:1) Amor (caridad), 2) Gozo
(alegría), 3) Paz (armonía), 4) Paciencia (tolerancia), 5) Benignidad (amabilidad), 6) Bondad
(misericordia), 7) Fe (fidelidad), 8) Mansedumbre (humildad), 9) Templanza (dominio propio,
autocontrol); contra tales cosas no hay ley, lo cual quiere decir que una vez adquirido dicho carácter,
difícilmente volvemos atrás, a las conductas adictivas, sintomáticas o pecaminosas.

Asimismo, dicho carácter se ve reflejado en 1 Corintios 13: 4-7, cuando Pablo nos muestra un
camino aún más excelente, el amor: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo
a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios
y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia,
el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no
guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta.

Es así como obtenemos un cambio de cosmovisión y desarrollamos una vida trascendente,


complementando lo natural (biopsicosocial) con lo sobrenatural (espiritual), en donde las cosas del
mundo dejan de ser fines y se convierten tan sólo en medios para alcanzar un fin superior, la salvación,
bajo un parámetro de santidad, como dijo Jesús: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su
vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere
su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (Mateo 16:24-26).

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Derribando los Dioses que Llevamos Dentro
Al respecto, David Allen (1996) afirma que el conocimiento de Dios es tanto un privilegio como una
gran responsabilidad. Conocer al Todopoderoso exige cultivar una relación con Él por medio de la
adoración, y ésto significa colocar en primer lugar al Señor, porque la verdadera adoración no es una
simple observancia religiosa.

Adorar es centrarse de manera consciente en un esfuerzo continuo por someter todos los aspectos
de la vida a la santidad y dirección soberana de Dios. Si nos negamos a someternos con gratitud a Dios,
nuestra mente pierde el punto focal de la fe, volviendo nuestros pensamientos hacia nosotros, y al hacerlo
creamos seudodioses en el corazón. Como creaturas espirituales, si nos negamos a someternos a Dios,
tendemos a crear falsos dioses de nuestra propia cosecha y nos postramos ante sus altares.

Erich Fromm (1971) sostiene que un seudodios, un ídolo, representa un objeto de pasión
fundamental, un anhelo de poder, de posición o de fama. Esta pasión interna, representada en el
seudodios, se convierte es un valor supremo en la vida de la persona. Cuando las personas se niegan
a desarrollar una espiritualidad y una fe verdaderas, pueden llegar a verse rindiendo culto a dioses
falsos. Esto es así porque el ser humano es un ser adorador y si no adora a Dios, entonces adora a los
ídolos. También sucede que cuando no vemos a Dios como nuestro interés supremo, hacemos de él un
medio e incluso creamos un seudodios de nuestra fe.

De esta manera, cuando permitimos que cosas terrenales, ya sean ideologías, dinero o cualquier otro
objeto se conviertan en fines en sí mismos, éstos pasan a ser ídolos. Los ídolos y seudodioses son falsos
y hay que derribarlos, lo cual es un proceso doloroso y deja un hueco en el alma y un vacío en el corazón.
Nos volvemos susceptibles a la depresión, al suicidio y a otras acciones destructivas de uno mismo, como
al alcohol y las drogas, los cuales a su vez se convierten en ídolos que también hay que derribar.

Lo anterior no indica que no podamos esforzarnos por sacar adelante una familia, una profesión, una
posición en cualquiera de sus manifestaciones (económica, social, cultural, política), pero teniendo
siempre en cuenta que éstos son sólo medios que están al servicio de un fin superior, tal como se ve
reflejado en la historia de Job, quien era uno de los hombres más pudientes en muchas áreas y Dios se
complacía en que lo fuera, porque su corazón le pertenecía por entero.

Job 1:1-3: Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso
de Dios y apartado del mal. Y le nacieron siete hijos y tres hijas. Su hacienda era siete mil ovejas, tres
mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón
más grande que todos los orientales.

Una Vida con Propósito


Rick Warren (2003) afirma que llegará el día que estarás ante Dios; Él hará un inventario de tu vida,
un examen final antes que puedas entrar en la eternidad. La Escritura declara que todos tendremos que
comparecer ante el tribunal de Dios. Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios.
Afortunadamente, Dios desea que todos pasemos este examen; por eso, nos ha dado las preguntas con
anterioridad. Al leer la Biblia, podemos imaginar que Dios nos planteará dos preguntas decisivas:

1) ¿Qué hiciste con mi Hijo Jesucristo? Dios no cuestionará tu trasfondo religioso ni tu inclinación
doctrinal. Lo único que tendrá relevancia será si aceptaste lo que Cristo hizo por ti y si aprendiste
a amarlo, a confiar en él y a corresponderle (¿Qué hiciste con la sangre de mi Hijo, pues yo me
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arranqué mi corazón y lo puse en el madero para comprar con precio de sangre tu salvación;
la pisoteaste?).

2) ¿Qué hiciste con lo que te entregué? ¿Qué hiciste con tu vida, dones, talentos, oportunidades,
dinamismo, relaciones y recursos que Dios te dio? ¿Lo gastaste todo en ti mismo, o lo usaste para
los propósitos para los que Dios te creó? (¿Qué hiciste con los talentos que te di, los usaste
egoístamente o los destruiste?).

Podemos finalmente concluir que realmente fuimos creados para cinco grandes propósitos:
1) Para agradar a Dios (vivir en adoración)
2) Para la familia de Dios (tener comunión con nuestros semejantes)
3) Para ser como Cristo (desarrollar su carácter)
4) Para servir a Dios (ejercer un ministerio, por ej., de servicio, de enseñanza)
5) Para una misión (llevar al mundo entero a los pies de Cristo).
Vivir con propósito es la única manera de vivir realmente. Todo lo demás es existir. (Warren, 2003).

Referencias
 Alcohólicos Anónimos (A.A.) (1990). Texto básico. 10ª edición. Medellín: Corporación Nacional
de Servicios Generales de A.A.
 Allen, D. (1996). Derribando los dioses que llevamos dentro. Miami: Editorial Vida
 Dyer, Wayne W. (1976). Tus zonas erróneas. Barcelona: Grijalbo.
 Fromm, E. (1971) Y seréis como dioses. Buenos Aires: Editorial Paidós.
 Narcóticos Anónimos (N.A.) (2010). Texto básico. 6ª edición. Chatsworth, California: Servicios
Mundiales de NA
 Reina, C, & Valera, C. (2015). La Santa Biblia. Colombia: Sociedades Bíblicas Unidas.
 Warren, R. (2003). Una vida con propósito. Miami: Editorial Vida

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