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Emilia Pardo Bazán: «La tribuna»; análisis y propuesta didáctic

Pardo Bazán – “La tribuna” (1883)

1. ANÁLISIS

1) Resumen

I. Barquillos
El señor Rosendo, ya algo mayor, es barquillero desde hace años. Los fabrica en una
humilde y pequeña vivienda de Marineda (ciudad costera, en el norte de España,
Galicia probablemente), en la calle de los Castros. Comienza muy pronto por la
mañana. Es un arte de hacer dulces difícil; el señor Rosendo se considera un buen
repostero. Le ayuda su hija Amparo, una adolescente de pelo engreñado. Es domingo,
antes de ir a misa le prepara el desayuno y le deja la comida al fuego a una vieja
protestona que la maltrata de palabra. Se prepara la niña para ir a misa. El señor
Rosendo sale a la calle con un gran bote o tubo lleno de barquillos, son cerca de cinco
mil. El padre y la hija apenas se cruzan palabra. La ciudad se llama Marineda y es
“cantábrica”.
II. Padre y madre
La que está en la cama es la madre. Trabaja muchos años en la Fábrica de Tabacos.
Tres años antes, una noche de invierno va a jabonar ropa al lavadero público, le da un
aire, coge frío y queda tullida de las caderas. La Hermandad de la Fábrica le da un real
al día, que no llega para nada. No se levanta más de la cama porque no está para
trabajar. A la hija la maltrata de palabra; la considera vaga y holgazana. La visita una
vecina, muy gorda, la matrona, Pepa, señora Porreta, por mal nombre; le cuenta
chismes, le adecenta la cama y dicen que beben anís, pero Rosendo nunca lo pudo
verificar.  Amparo sabe leer y escribir, pero le encanta la calle. El padre es un antiguo
soldado reenganchado. Habla muy poco. Trabaja mucho para sostener a la familia. 
III. Pueblo de nacimiento
Amparo pasa por casa de su amiga Carmela, costurera, para que la acompañe a misa,
pero no puede por el trabajo. En la misa, los ricos se exhiben. Las ropas de calidad o
humildes marcan la diferencia. Tras la misa, el paseo en “Las Filas”. Cada uno por su
derecha, manteniendo la distancia social y de sexos. Un grupo de militares de
uniforme, bien bruñido, ocupan un banco. Juegan con niñas. Uno de ellos, el alférez y
el alférez Borrén, invitan a barquillos a las niñas, que vende el padre de Amparo.
Borrén le propone a la chica que la invita a barquillos si le da un beso. Echa a correr.
IV. Que los tenga muy felices
Un año después, en enero, con vendaval y cierzo mezclado; es 6 de enero. Dos barrios
en la ciudad, separado por el descampado de Solares. El teniente Baltasar celebra su
santo en su casa. Es hijo de los Sobrado, una familia pudiente de comerciantes; doña
Dolores es la madre; Lola, una de las hijas. Allí se juntan las amistades, también está el
alférez Borrén, la viuda de García con sus hijas; una de ellas, Josefina, toca el piano. 
V. Villancico de Reyes
Estalla una tormenta. Un grupo de niños cantan villancicos. Los llama Lola para que
suban. Los lidera Amparo y Carmela, junto con otros niños, hasta diez. El capitán
Borrén reconoce a Amparo, y viceversa. Este promete hablar con la mujer del contable
de la Fábrica de Tabacos para que metan a Amparo, pues dice que sabe liar, ya que su
madre lo era. Cantan unos villancicos para la concurrencia. Les dan las sobras de los
postres, lo que enfada a doña Dolores, que los echa.
VI. Cigarros puros
La cogen para trabajar en la Fábrica tras las gestiones de Borrén. Está situada en la
vieja “Granera”; es un edificio viejo e imponente. Sabe algo, pero menos de lo que
cree. Trata de liar puros perfectos, pero el primer día no lo logra. Su padre mete de
ayudante a Jacinto, Chinto, un chico muy feo, para los barquillos. Celebran el contrato
con una comida en casa. Sus compañeras le dan consejos, a veces contradictorios.
Pronto le coge el tranquillo. Echa de menos la calle, su reinado anterior; se acomoda y
viste ya como una cigarrera, con su pañuelo de seda, mantón y falda de percal.
VII. Preludios
Chinto es patizambo y habla con mucho acento, también es medio gangoso. Es un
aldeano bruto y asilvestrado. Espera a Amparo todas las tardes cuando sale de la
fábrica y le lleva pequeños obsequios. Un día, ésta logra esquivarlo y se va hacia el
cuartel. Se cruza con Baltasar, ya teniente, Borrén, Lola y Josefina, además de la niña
pequeña. Baltasar y Amparo se miran intensamente. Josefina la desprecia, Lola la
alaba. Amparo empieza a tratar mal de palabra a Chinto; antes era lo contrario. Los
señoritos dan un paseo en burro de alquiler.
VIII. La chica  vale un Perú
A cambio de leerle periódicos progresistas al barbero de frente a su casa, recibe en
pago cremas y peines ya en mal uso. Se lava y se acicala con ellos. Mejora mucho. Es
una joven hermosa, del “tipo moreno”. A Borrén lo destinan a Ciudad Real y Baltasar
queda como aislado. Ahorra algo y le da un porcentaje a sus padres; como va a
destajo, no saben lo que gana en realidad.
IX. La Gloriosa
En septiembre de 1868 estalla la revolución, esta vez sí, definitiva. Amparo lee
periódicos a las compañeras de la Fábrica. España, siete años después, sigue revuelta.
Las tabaqueras son progresistas, partidarias de la República federal; no entienden
mucho de lo que Amparo lee, pero les gusta. Lee declamando, con expresividad y
gusto. Las compañeras le abonan lo que hubiera trabajado. Su lectura conmueve a sus
oyentes hasta el tuétano. Ironía contra el mal estilo y la vacuidad de ideas de los
periódicos.
X. Estudios históricos y políticos
Amparo lee los periódicos y comenta noticias. Sus oyentes la siguen a pies juntillas.
Pide echar del poder a todos los abusones, trepadores y aprovechados. La maestra de
esas mujeres pide tranquilidad y trabajo.
XI. Pitillos
Amparo sube a la primera planta a liar cigarrillos. Es como un ascenso; más luz, se ve el
mar. Hay menos mujeres, no tanto calor. Se hace amiga de Guardiana, huérfana que
cuida a tres hermanos desde niños porque los padres murieron jóvenes y casi a la vez;
y de Comadreja, una pelirroja de unos treinta años que conoce todos los chismorreos
de la ciudad. Le informa a Amparo que la familia de los Sobrado son avaros, excepto
Lola. Baltasar le echa los tejos a Josefina, la mayor de la viuda García, que está a la
espera de una herencia en Madrid. Borrén habla mucho, pero en el fondo tiene miedo
a las mujeres. También sabe Comadreja, Ana de nombre, que Chinto bebe los vientos
por Amparo, pero esta lo trata de animal.
XII. Aquel animal
Un buen día Chinto bebe un vaso de vino con un amigo del pueblo que va de soldado.
Amparo lo nota rápidamente y, con su madre, lo tratan de borracho y perdulario. Lo
echan de la habitación. Sin embargo, lleva el negocio prácticamente él solo, pues
Rosendo va viejo. Limpia la casa y atiende a la tullida a las mil maravillas. Está
enamorado de Amparo, pero no sabe ni expresarlo, con lo bien que habla ella.
XIII. Tirias y troyanas
Las cigarreras que venían de la aldea son muy trabajadoras y cumplidoras. No creen
tanto en la revolución, son conservadoras por instinto. Las de Marineda son más
liberales y todas republicanas. Tienen riñas entre ellas fuera de la fábrica. Dentro,
como malvas. Ya ha pasado un año de la revolución y Prim busca un rey fuera de
España, expulsados los borbones. Amparo es conocida en el barrio y la ciudad por su
oratoria suelta y sus ideas federalistas.
XIV. Sorbete
Josefina y Baltasar se gustan y se pasan un papel, en el paseo. La madre de él, Dolores,
lo nota y no le gusta. Piensa que la viuda va mal de dinero y se dice que pierde el pleito
por unas acciones del marido muerto. Entran a un bar a tomar un sorbete y la viuda y
su hija se van, pues es mucho gasto. Lola y Clara, las hermanas pequeñas de Baltasar,
se hacen las desentendidas de la conversación. El chico afea a su madre su actitud de
caza dotes.
XV. Himno de Riego, de Garibaldi. Marsellesa
Baltasar es un chico educado y tranquilo. Le gusta vivir bien y que lo dejen en paz.
Sigue la carrera militar por empeño familiar. No es muy guapo. Vuelve Borrén de
Ciudad Real. Pasea de noche con Baltasar; este le confiesa que le gusta Amparo. La ven
en una cafetería brindando por la república con unos delegados del norte de
Cantabria, a favor de la república. Una banda de música toca el himno de Riego y la
Marsellesa. Los dos militares temen que los manden al frente carlista.
XVI. Revolución y reacción mano a mano
Conversación de Amparo con su amiga Carmela, la encajera y costurera. Aquella cree
en la liberación de las personas y en los ideales fraternales de la república federal.
Esta, más desconfiada, quisiera entrar en un convento, pero no tiene para pagar la
dote. Amparo irá a recibir unos políticos de visita junto con otros, con hachones para
iluminar el camino. Ana la Comadreja no va porque espera a su novio. La Guardesa
tampoco porque está dedicada a sus hermanos y solo cree en la Virgen de la Guardia,
donde vive.
XVII. Altos impulsos de la heroína
Llegan los políticos. Los reciben en procesión, con hachas, los miembros del Circulo
Rojo. Allí está Amparo, radiante. Está dispuesta a inmolarse por la causa de la libertad
y la justicia. Quiere participar en algo grande, pasar a la historia, como Mariana Pineda.
Entre el público están Baltasar y Borrén. A saber qué requiebros le dijeron. Prohíben la
lectura de periódicos en la Fábrica. A Amparo y otras revoltosas las suspenden de
empleo y sueldo. 
XVIII. Tribuna del pueblo
Gran banquete en el Círculo Rojo. Han de empeñar los muebles, cubertería, etc. para
poder pagarlo. El patriarca, un hombre mayor, de aspecto bonachón, recibe un ramo
de rosas de la mano de Amparo. Esta habla en público, un discurso de fraternidad e
igualdad, y el otro la nombra como tribuna del pueblo. Recibe la aprobación de los
presentes. Ambos están emocionados. Algunos se ríen por lo bajo.
XIX. La Unión del Norte
Se crea en una asamblea cerca del puerto la Unión del Norte, un partido político para
traer la república federal. Hace mucho calor. Han creado un estrado de madera. Allí
está el patriarca, el presidente, el director del Círculo. Se leen los estatutos y se
aprueban. Cohetes y fanfarria. Al barquillero, el padre de Amparo, le da un
“accidente”, un infarto, parece ser, y lo sacan de allí a la carrera. Los dos militares
observan la escena y denuncian la hipocresía y doblez de los políticos tarambanas y
reprimidos.
XX. Zagal y zagala
Entierran a Rosendo. Chinto le pide matrimonio a Amparo, que lo desdeña con
insultos. Se pelean, pero Amparo se defiende a zapatazos. Se lo cuenta a su madre; le
aconseja que se case con él, pero la Tribuna, como le llaman en la ciudad, no cede.
Cuando Amparo llega a la noche a casa, le comunica a Chinto que no puede dormir
más en casa. Este patea y destroza los aparejos de hacer barquillos y se va sin mirar
atrás.
XXI. Tabaco picado
Chinto pasa a trabajar en la sala sótano donde se pica el trabajo. El trabajo es
tremendo. Hay que saltar sobre una tabla, que mueve una cuchilla, que pica el trabajo.
El ambiente es de sudor y agotamiento. Lo visita Amparo con la Comadreja y hacen las
paces.
XXII. El carnaval de las cigarreras
Fiesta de Carnaval en la Fábrica. Cuatro mil mujeres lo festejan el jueves de comadre.
Se disfrazan de tipos de la zona. Hacen cinco comparsas. A Amparo le toca la de los
grumetes. Bailan en el patio. A lo lejos, Baltasar y Borrén las divisan desde una colina; a
aquel le maravilla la belleza de Amparo, que exhibe despreocupadamente toda su
belleza sin saber que la están observando.
XXIII.El tentador
A Baltasar le gusta la chica. Borrén lo incita. Él es un fracasado sentimental y no se le
conoce ninguna aventura, pero incita a los demás. Es como un celestino que jamás
falla, azuzando el fuego del amor. A Baltasar lo destinan a Navarra, donde la cosa no
anda bien. Once candidatos al trono de España. A Isabel II ya la dan en el exilio. Es
pesimista Baltasar sobre el presente y el futuro de España, pues los carlistas aprietan.
XXIV. El conflicto religioso
La “Píntiga” (salamandra, en dialecto) es una mujer que se hace protestante. Las
compañeras la boicotean. El ambiente general de España es de desasosiego y malestar.
Las federales tabaqueras no ver llegar el nuevo orden.
XXV. Primera hazaña de la Tribuna
Fiesta de “las Comiditas”, a las afueras de la ciudad. Las cigarreras llevan comida en
tarteras y comen y beben, chismorreando y cantando. Hay ciegos y todo un desfile de
niños monstruos: sin extremidades, con la cabeza hidrocefalia, deformes. Todo es
terrible y, a la vez, festivo. Llega un hombre alto y otro bajo, bien vestidos. Distribuyen
propaganda protestante. Los descubren y los echan de allí entre insultos y lanzándoles
todo tipo de restos de comida. Con la devoción popular no se juega. Amparo es la que
dirige el choque y rechifla contra el andaluz (que habla con ceceo y mucho acento) y el
inglés predicador.
XXVI. Lados flacos
Al final del baile, Ana, la Comadreja, se va con Raimundo, su novio, capitán de barco.
No se casan, pero es por los inconvenientes. Ella lo prefiere así a casarse con un
zapatero o cualquier “artista” de la ciudad. A Amparo le da algo de tristeza todo eso,
cosa nueva en ella. Amparo quisiera un buen novio, pero no es fácil; ella es honrada,
pero los demás deben creerlo. Ana le aconseja que cuidado con los ricos, que las
engañan y las deshonran. Amadeo de Saboya ya está en el trono.
XXVII. Boda de los pajaritos
Quedan juntos para pasear la pitillera, Amparo, y Baltasar. Aquella se ha mudado y
ahora vive algo a las afueras. Ven la caída del sol. Él trata de propasarse algo, pero
Amparo lo corrige. Cogidos de la mano, se despiden, pues es una noche fresca, la
Candelaria, cuando los pájaros se casan para formar sus familias.
XXVIII. Consejera y amiga
A Carmela le toca la lotería. Paga la dote y entra en el convento de las concepcionistas,
de monja, en Portomar. Se despide de su amiga Amparo. Le dice que le llaman Tribuna
y que anda con un oficial. La previene. Solo las buscan para aprovecharse, no para
casarse. 
XXIX. Un delito
Amadeo I reina en España. Las cigarreras no lo quieren, pues esperan la federal. A una
cigarrera, Rita de la Riberilla, la pillan robando puros y la expulsan para siempre. Hacen
registros manuales a la salida de la fábrica. Realizan cuestaciones para auxiliar a las
más necesitadas, cargadas de hijos, a veces con maridos abusadores. Amparo entrega
unos pendientes de oro que había comprado con ahorros hace poco. Se siente ya, un
poco, “señora de Sobrado”. Ha perdido el entusiasmo revolucionario de antes, está
más retraída.
XXX. Dónde vivía la protagonista
La Olmeda es el barrio donde vive la Tribuna. A las afueras, a la orilla del mar. Es gente
pobre y humilde, pero honrada. Se prestan entre ellos, se cuidan los niños, de los que
hay muchísimos, todos desarrapados, se comparte la vida con puertas y ventanas
abiertas con el buen tiempo. La madre tullida recibe visitas y la atienden en alguna
necesidad. A Amparo la respetan algo más sabiendo que es novia de uno del barrio de
Abajo, el de los ricos.
XXXI. Palabra de casamiento
Salen al campo Baltasar y Amparo, Borrén y Ana, la Comadreja. Hay huertos, cerca del
camino real. Comen algunas fresas. Ana vomita y se marea y se va a casa. Se quedan
solos Baltasar y Amparo. Él promete por todo lo que le pide ella que se casará con
Amparo. Se abrazan; nadie pasa por allí.
XXXII. La Tribuna se forja ilusiones
Amparo cree que Baltasar se casará con ella. Se imagina en casa de doña Dolores, de
las García, de tú a tú, llevando una vida regalada. Pero saludaría a todo el mundo, pues
era afable. Se compra regalos y ropa para aparentar ante las compañeras que son
regalos de su novio. Le lía cigarrillos perfectos. Algunas auguran mal final para ese
noviazgo porque él tira algo para atrás y no se deja ver en público con ella de ninguna
manera. Chinto se pasa por casa todos los días y vuelve a trabajar para la madre tullida
como antes. 
XXXIII. Las hojas caen
Se juntan en un merendero, bajo una parra, para que nadie los vea. La madre de
Amparo le propina una gran bofetada y la insulta por lo que ha hecho. Ella le da la
noticia a Baltasar, que queda impávido. Le pide matrimonio, pero él da largas. Dolores,
la madre, le informa que las García van a ganar el pleito y se embolsarán cien mil y pico
duros. Al final, la Tribuna lo amenaza con cogerlo del brazo en “las Filas”, el paseo de la
ciudad y proclamar su noviazgo. Él la esquiva. Piensa marcharse de Marineda una
temporada, pero Josefina, la de los García, está allí. Tiene un dilema.
XXXIV. Segunda hazaña de la Tribuna
Amparo vuelve a las andadas de su agitación política. Protesta  contra el nuevo rey
Amadeo, contra la explotación, contra el abuso laboral. Las demás le siguen la
corriente y ella adquiere mucha fama. Ya se le nota la barriga de embarazada. Un día,
bloquean la entrada de la fábrica para reclamar las mensualidades que les deben. Las
echan del patio,  a la calle. Tratan de echar la puerta abajo para entrar, pero ante el
rumor de que viene la tropa, se disuelven.
XXXV. La Tribuna se porta como quien es
La reina, esposa de Amadeo I, da a luz un bebé, pero nadie lo recibe bien; ni los
obispos quieren bautizarla. El país está muy mal. Llega el invierno. La Tribuna está sola
y triste. Nadie la entiende. Su embarazo avanza. Cita a Baltasar, vía Ana y Borrén, y
este contesta que ya la verá. Da largas y calcula su futuro con Josefina. Amparo escribe
una carta de delación a la García, Josefina, informándole, como un anónimo, que
Baltasar está comprometido con otra. Le ayuda a redactarla Ana, la Comadreja. Es
breve, con muchas faltas de ortografía. Al llegar al buzón, no la echa. Se acerca al
muelle, rompe la carta en pedazos y la tira al agua.
XXXVI. Ensayo sobre la literatura dramática revolucionaria
Amparo acude al teatro con su amiga Ana a ver “Valencianos con honra”; es un drama
que toca el tema de los republicanos enfrentados a los monárquicos. Es emotiva y
trepidante. En el paraíso, incómoda por el calor y el apretujamiento, se emociona con
el contenido. Ve en un palco a Baltasar galantear con Josefina, la mayor de las García;
ahora que tienen casi asegurado el dinero del pleito por el padre muerto, se pavonean
con todo su esplendor. La Tribuna los odia. Se propone una gran venganza, pero luego
se desinfla. Acude a la puerta de su casa, acompañada de Ana, de noche, tras el teatro,
para apedrear los cristales. Coge un adoquín y pinta una gran cruz roja en la puerta. 
XXXVII. Lucina plebeya
Un día de invierno, la Tribuna se pone de parto. La atiende la señora Pepa, la partera
de la ciudad. Chinto hace los recados a toda velocidad: vela, aceite, anís, hierbas, vino,
etc.La cosa no avanza bien. Pepa, la Porreta, como una mole, exige que llamen a un
médico. Este viene y atiende a la parturienta. Alaba su fortaleza y hechura. Hacia
media noche, nace el niño.
XXXVIII. ¡Por fin llegó!
Amparo manda a Chinto a que localice a Baltasar en el cuartel y preguntarle si
reconoce al hijo. Chinto vuela; en el cuartel no está. Va a su casa y le anuncian que el
día previo había marchado para Madrid. La Tribuna se desespera, se mesa los cabellos,
se araña la cara. Chinto le propone reconocer al niño como hijo suyo y, si ella quiere,
pueden casarse, o no, a su gusto. Lo echa con cajas destempladas, llamándole “bruto”.
Trata de levantarse de la cama, pero no puede. Ana le arrima el bebé a los senos de
Amparo, que llora. Fuera se oye a un grupo de cigarreras “¡Viva la república federal!”. 
Granja de Meirás, octubre de 1882

2) Temas de la novela
Los temas más importantes de La Tribuna son:
– Retrato vivo y realista, además de pormenorizado, de la vida en una ciudad mediana
española en la segunda mitad del siglo XIX, donde las tensiones políticas, sociales y
sentimentales, en una sociedad clasista, complican la convivencia, de modo que suele
acabar en la amargura existencial de los pobres. 
– Mirada crítica de los abusos económicos sobre los humildes por parte de los ricos en
la Galicia urbana. Las cigarreras son mano de obra barata que trabajan de sol a sol para
ganar un salario misérrimo que no cubre las necesidades diarias. Empresarios (en este
caso, el propio Estado), comerciantes y militares, ejercen con impunidad y
desvergüenza un poder social, político y económico que se manifiesta en el control
social y económico de la masa ignara. Los intentos de rebelión menudean, en un
ambiente de revolución social y política, en el contexto español de La Gloriosa (1868).
– Exposición satírica y feroz, aunque suavizada, de una sociedad muy clasista,
segregacionista y rígida. Apenas se producen mejoras sociales que hagan la vida más
tolerable para los pobres. Los ricos, muy egoístas, se preocupan, sobre todo, de exhibir
lo que tienen y amasar más todavía.
– Encontronazo entre el instinto natural y las normas sociales (la relación entre
Amparo y Baltasar), entre distintas generaciones (Amparo y sus padres, o Lola y los
suyos) e ideologías (Amparo y los republicanos federalistas y las fuerzas
conservadoras, en general identificadas con los ricos, el ejército y la Iglesia).
– Reflexión analítica amarga y pesimista sobre las posibilidades de desarrollo de una
sociedad sin educación, sin apenas progreso material y con hirientes diferencias
sociales entre los favorecidos (comerciantes y militares) y la inmensa mayoría (masa
proletaria, o gente de oficios muy humildes: cigarreras, peluqueros, barquilleros,
parteras, etc.), sometida a duras condiciones de vida. 
3) Apartados temáticos 
La novela presenta una disposición clásica; se atiene a una lógica temporal de avance
cronológico sucesivo. Por eso, encontramos:
Una introducción (capítulos I-V) en la que conocemos a los personajes principales, sus
vidas, sus contextos. Amparo, sus padres, el barquillero, Rosendo, y su madre, tullida
en la cama, el peluquero, la partera, etc., acaparan la atención narrativa. También se
introduce la familia Sobrado, los militares y la viuda de García y sus hijas.
Un desarrollo o nudo (capítulos VI-XXXVI) permite avanzar la acción hacia objetivos
insospechados y peligrosos para los personajes. Se crea un conflicto amoroso y moral
de alta tensión entre varios de ellos, mostrando lo inevitable de un desenlace violento.
Lo acompaña el enfrentamiento político general y las reyertas por motivos laborales,
pues las cigarreras no cobran su sueldo.
La resolución o final (capítulo XXXVII) es muy breve. Baltasar, definitivamente,
abandona a Amparo, que ha de dar a luz asistida por la partera del barrio, doña Rosa.
Justamente ese día llega la Primera República a España (11 de febrero de 1873).
Estamos ante un desenlace amargo, pesimista y desalentador.
4) Personajes

Amparo, la Tribuna, es la protagonista. Su apodo procede de su habilidad para


discursear y leer en público con expresividad y eficacia. Mitinea a sus compañeras
cigarreras con ardor y entusiasmo; también les lee el periódico con mucho ánimo. Al
principio de la novela, es una preadolescente; se caracteriza por su carácter abierto y
muy amiga de la calle, de los espacios abiertos; le gusta ver gente, escaparates, pasear
y callejear sin pausa. Es hija única y en su casa hay poca comunicación; su padre es
barquillero y posee un carácter adusto y lacónico; su madre, tullida en la cama, grita,
manda y exige cuidados sin cesar. Su mejor amiga es la costurera Carmela; se va a un
convento cuando tiene dinero para pagar la dote. Amparo queda sola, pero pronto lo
supera. Sus creencias políticas, simples y algo manoseadas, pero firmes, determinan su
actuación pública. Es republicana federalista; pide igualdad y ayuda para los pobres,
como ella misma. No le afecta en lo sentimental, porque se enamora de Baltasar,
capitán del ejército, procedente de las clases altas. Rechaza a Jacinto, que la idolatra;
esta paradoja también marca su destino oscuro y doloroso, al constatar que Baltasar la
abandona, a pesar de tener un hijo suyo.Su carácter oscila entre lo ingenuo y lo
ardoroso, referido, respectivamente, al amor y a la política; de ahí procede su
descalabro. En el fondo, desea ascender de clase social, pero sus planteamientos
inocentes y bondadosos la despeñan. Su medio social y biológico es negativo, pero
hasta dónde influye en su destino es una cuestión abierta que la novelista somete a
reflexión sin imponer conclusiones.
Baltasar es el segundo personaje más relevante. Procede de una familia adinerada, los
Sobrado. Su carácter prevenido, calculador y algo avaricioso lo ha heredado de su
madre. Engaña a Amparo vilmente, pero no lo perturba lo más mínimo. Miente
bellacamente sobre sus sentimientos y, al fin, se inclina por Josefina, la primogénita de
los García, en buena posición económica tras ganar un juicio. Antes había dudado,
pero por la falta de recursos de esta muchacha superficial y calculadora. En cierto
modo, Baltasar actúa de antagonista, pues acarrea la desgracia de Amparo, y no sin
premeditación. Las ventajas de ser hombre y rico se muestran de una manera
apabullante, incluso dolorosa.
Rosendo es el padre de la Tribuna. Es un hombre trabajador y lacónico (acaso, por
haber sido muchos años soldado en Cuba y otros lugares); no habla mucho, pero sí le
propina un bofetón a su hija, si considera que lo merece; su profesión de barquillero es
exigente; la desempeña con dedicación y perseverancia; es el sustento de la familia. La
madre yace en la cama, tullida por un mal frío lavando ropa de noche en el lavadero
público. Es protestona y caprichosa. Cuando se entera del embarazo de su hija, la
abofetea sin rubor, llena de rabia y decepción. Ella no había dado ese ejemplo, afirma.
Borrén, el teniente, muy amigo de Baltasar, es un tipo superficial y cínico. Instiga a los
demás a escarceos amorosos, aviva el deseo intrépido, pero él se echa a un lado y es
cobarde en el trato sentimental. Es responsable, al menos en los inicios, de que
Baltasar se embarcara en su relación con Amparo. Ana, la Comadreja, amiga de
Amparo, ocupa el papel de confidente de Amparo. Es realista y precavida; aconseja
bien a su amiga, pero no le hace caso. Es la típica mujer más bien pobre que calcula
hasta dónde puede llegar sin romper el rol social que cada uno arrastra. Voluntariosa,
ayuda a su amiga en el parto. Jacinto, Chinto, el joven pueblerino, rudo y algo
retrasado, es un personaje muy interesante. Representa la lealtad a machamartillo, la
buena voluntad y el amor rudo y simple, pero constante. Acepta trabajar en los
puestos más rudos y agotadores de la Fábrica de Tabaco con tal de estar cerca de ella.
La asiste, en la medida de sus posibilidades, en el parto. Acepta la paternidad del niño,
aun siendo falsa, pero solo oye desprecios e insultos de boca de Amparo, que lo trata
de bruto y “animal”.
La familia de Baltasar, de clase alta, interesa aquí como prototipo de gente
empingorotada, avara, ostentosa y un tanto repugnante por su clasismo cerril y
egoísta. Amparo piensa vengarse de ella, pero desiste por su debilidad y miedo.
Otros personajes secundarios son interesantes porque revelan la estructura social.
Carmela, la costurera, es un ejemplo claro. Le toca la lotería e invierte su premio en
pagar la dote para ingresar en un convento. No quiere saber nada del mundo ni de sus
complicaciones. Prefiere una vida espiritual en la que los sinsabores cotidianos queden
sublimados. La Guardiana es otro ejemplo tremendo. Cuida de tres hermanos con
deficiencias mentales y físicas. Todos son huérfanos. Es una mujer abnegada, pero
firme y fuerte en su compromiso fraternal. En su pobreza, brega con increíble
tenacidad para dar de comer a esos niños desvalidos y abandonados.

5) Lugar y tiempo narrativos

La acción se desarrolla en Marineda, una ciudad costera del norte de España, en la


cornisa cantábrica. Tradicionalmente, se ha identificado esa urbe con La Coruña, pues
Pardo Bazán vivió en ella su infancia, juventud y primera madurez. En esta ciudad
gallega existió una fábrica de tabaco, lo que es indicio plausible para reforzar esta
identificación. Se trata de una ciudad mediana, con una fuerte diferencia entre los
ricos y los pobres. Aquellos viven en barrios determinados (Barrio de Arriba); los
humildes, en el Barrio de Abajo. Por lo demás, a la protagonista le encanta su ciudad,
lo mismo que a los demás. Viven felices en ella, aunque la miseria material para una
factura severa. Todos ellos miran por encima del hombro a los aldeanos, que acuden a
la ciudad a trabajar o a sus obligaciones.
La Tribuna se publicó en 1883; podemos deducir que Pardo Bazán la escribió en los
años previos. La cronología interna ratifica esta idea, pues el texto está firmado en
octubre de 1882. La última acción narrativa es la proclamación de la república
española, acontecimiento que tuvo lugar el 11 de febrero de 1873. La acción dura
sobre diez años, más bien escasos, pues se inicia algo antes de la revolución de 1868, la
Gloriosa.
 6) Figura del narrador
La materia narrativa está contada por un narrador omnisciente, externo, poco objetivo
y en tercera persona. A menudo, se deja ver, sobre todo en los juicios sobre el
comportamiento de los personajes y del contexto político y social español de la
segunda mitad del siglo XIX. En general, focaliza a través de la Tribuna, esa joven bella
y revolucionaria cuyos amores la conducen a la desgracia. Renuncia a una visión total,
pues ve a través de un personaje, normalmente, la Tribuna.
A duras penas el narrador mantiene la objetividad sobre la materia narrativa. Adopta
posiciones muy críticas contra los defectos, los vicios y la estolidez general. Si con
alguien es comprensivo, es con el pueblo llano, las humildes cigarreras que trabajan de
firme para poder mantener a su familia. Protestan ruidosamente y logran que les
paguen las dos mensualidades atrasadas.
Amparo recibe las simpatías el narrador por su frescura, su belleza y su compromiso
con los pobres y la república federal. Sin embargo, casi la ridiculiza cuando se
determina a seguir con sus amores por Baltasar adelante, a sabiendas de que es
probable de que acabe mal. Comerciantes y militares reciben la mirada satírica y
censoria del narrador. La única mirada amable, fuera de las clases humildes, se dirige
al mar y a la ciudad, vista con cariño.
Se percibe claramente a la autora real, Pardo Bazán, detrás de ese narrador que no
duda en ridiculizar los comportamientos individuales y colectivos, tanto de los
humildes, como de los poderosos. Este narrador ironiza mucho sobre la situación
política de España, caótica y violenta. Políticos de un color y otro son vistos como
mequetrefes egoístas y taimados que utilizan a la chusma para vivir a cuerpo de rey.
También emplea la burla para recrear un ambiente social tenso y complicado. Veamos
como ejemplo el final del capítulo XXXIV:

 XXXIV

Segunda hazaña de la Tribuna


Frío es el invierno que llega; pero las noticias de Madrid vienen calentitas, abrasando.
La cosa está abocada, el italiano va a abdicar porque ya no es posible que resista más
la atmósfera de hostilidad, de inquina, que le rodea. Él mismo se declara aburrido y
harto de tanto contratiempo, de la grosería de sus áulicos, de la guerra carlista, del
vocerío cantonal, del universal desbarajuste. No hay remedio, las distancias se
estrechan, el horizonte se tiñe de rojo, la federal avanza.
La Fábrica ha recobrado su Tribuna. Es verdad que esta vuelve herida y maltrecha de
su primer salida en busca de aventuras; mas no por eso se ha desprestigiado. Sin
embargo, los momentos en que empezó a conocerse su desdicha fueron para Amparo
de una vergüenza quemante. Sus pocos años, su falta de experiencia, su vanidad
fogosa, contribuyeron a hacer la prueba más terrible. Pero en tan crítica ocasión no se
desmintió la solidaridad de la Fábrica. Si alguna envidia excitaba antaño la hermosura,
garbo y labia irrestañable de la chica, ahora se volvió lástima, y las imprecaciones
fueron contra el eterno enemigo, el hombre. ¡Estos malditos de Dios, recondenados,
que sólo están para echar a perder a las muchachas buenas! ¡Estos señores, que se
divierten en hacer daño! ¡Ay, si alguien se portase así con sus hermanas, con sus
hijitas, quién los oiría y quién los vería echársele como perros! ¿Por qué no se
establecía una ley para eso, caramba? ¡Si al que debe una peseta se la hacen pagar
más que de prisa, me parece a mí que estas deudas aún son más importantes,
demontre! ¡Sólo que ya se ve: la justicia la hay de dos maneras: una a rajatabla para
los pobres, y otra de manga ancha, muy complaciente, para los ricos!
Algunas cigarreras optimistas se atrevieron a indicar que acaso Sobrado se casaría, o
por lo menos reconocería lo que viniese.
-Sí, sí… ¡esperar por eso, papalanatas! ¡Ahora se estará sacudiendo la levita y
burlándose bien!
-No sabes… yo no quiero que ella lo oiga, ni lo entienda -decía la Comadreja a
Guardiana-, pero ese descarado ya vuelve a andar tras de la de García.
-¡Bribón! -exclamaba Guardiana-. ¡Y quién lo ve, tan juicioso como parece!
-Pues conforme te lo digo.
-Amparo tampoco debió hacerle caso.
-Mujer, uno es de carne, que no es de piedra.
-¿Se te figura a ti que a cada uno le faltan ocasiones? -replicó la muchacha-. Pues si no
hubiese más que… ¡Madre querida de la Guardia! No, Ana; la mujer se ha de defender
ella. Civiles y carabineros no se los pone nadie. Y las chicas pobres, que no heredamos
más mayorazgo que la honradez… Hasta te digo que la culpa mayor la tiene quien se
deja embobar.
-Pues a mí me da lástima ella, que es la que pierde.
-A mí también. Lástima, sí.
Ya todo el mundo se la daba. ¡Quién hubiera reconocido a la brillante oradora del
banquete del Círculo Rojo en aquella mujer que pasaba con el mantón cruzado, vestida
de oscuro, ojerosa, deshecha! Sin embargo, sus facultades oratorias no habían
disminuido; sólo sí cambiado algún tanto de estilo y carácter. Tenían ahora sus
palabras, en vez del impetuoso brío de antes, un dejo amargo, una sombría y patética
elocuencia. No era su tono el enfático de la prensa, sino otro más sincero, que brotaba
del corazón ulcerado y del alma dolorida. En sus labios, la República federal no fue tan
sólo la mejor forma de gobierno, época ideal de libertad, paz y fraternidad humana,
sino período de vindicta, plazo señalado por la justicia del cielo, reivindicación largo
tiempo esperada por el pueblo oprimido, vejado, trasquilado como mansa oveja. Un
aura socialista palpitó en sus palabras, que estremecieron la Fábrica toda, máxime
cuando el desconcierto de la Hacienda dio lugar a que se retrasase nuevamente la
paga en aquella dependencia del Estado. Entonces pudo hablar a su sabor la Tribuna,
despacharse a su gusto. ¡Ay de Dios! ¿Qué les importaba a los señorones de Madrid… a
los pícaros de los ministros, de los empleados, que ellas falleciesen de hambre? ¡Los
sueldos de ellos estarían bien pagados, de fijo! No, no se descuidarían en cobrar, y en
comer, y en llenar la bolsa. ¡Y si fuesen los ministros los únicos a reírse del que está
debajo! ¡Pero a todos los ricos del mundo se les daba una higa de que cuatro mil
mujeres careciesen de pan que llevar a la boca!

7) Notas estilísticas

Pardo Bazán es una magnífica escritora realista; nos ha dejado memorables novelas,
como esta que ahora comentamos, compuesta bajo el marco estilístico del realismo y
del naturalismo. Se trata de ofrecer una fotografía interpretativa de la realidad de un
modo completo y minucioso. 
La mirada no es exactamente objetiva y distante, sino teñida de crítica moral y social.
Las descripciones son minuciosas y exactas, reflejo de un realismo observador. Las
narraciones se atienen a una expresividad que busca la penetración psicológica y la
ejemplificación. El dominio de la lengua castellana es altísimo. Se manifiesta muy bien
en el empleo de un léxico variado, preciso y adecuado, tanto del registro formal , como
del informal. Coloquialismos y vulgarismos, en boca de los humildes, salpican la
narración.
El manejo de los recursos estilísticos también es muy afortunado. Metáforas, símiles,
antítesis, sinestesias, personificaciones, bimembraciones y otros recursos aparecen
con frecuencia, aportando belleza, potencia de imágenes y un significado más hondo
del texto, mucho más allá de la anécdota narrativa. He aquí un ejemplo extraído del
capítulo XXIV:

XXIV

El conflicto religioso
Desde que las Cortes Constituyentes votaron la monarquía, Amparo y sus
correligionarias andaban furiosas. Corría el tiempo, y las esperanzas de la Unión del
Norte no se realizaban, ni se cumplían los pronósticos de los diarios. ¡Que hoy!… ¡que
mañana!… ¡que nunca, por lo visto! ¡En vez de la suspirada federal, un rey, un tirano
de fijo, y tal vez un extranjero! Por estas razones en la Fábrica se hacía política
pesimista y se anunciaba y deseaba que al Gobierno «se lo llevase Judas». Dos cosas
sobre todo alteraban la bilis de las cigarreras: el incremento del partido carlista y los
ataques a la Virgen y a los Santos. A despecho de la acusación de «echar contra Dios»
lanzada por las campesinas a las ciudadanas, la verdad es que, con contadísimas
excepciones, todas las cigarreras se manifestaban acordes y unánimes en achaques de
devoción. Ella sería más o menos ilustrada; pero allí había mucha y fervorosa piedad.
Es cierto que sobre el altar de pésimo gusto dórico existente en cada taller
depositaban las operarias sus mantones, sus paraguas, el atillo de la comida; mas este
género de familiaridad no revelaba falta de respeto, sino la misma costumbre de ver
allí el ara santa, ante la cual nadie pasaba sin persignarse y hacer una genuflexión. Y es
lo curioso que a medida que la revolución se desencadenaba y el republicanismo de la
Fábrica crecía, aumentáronse también las prácticas religiosas. El cepillo colocado al
lado del altar, donde los días de cobranza cada operaria echaba alguna limosna, nunca
se vio tan lleno de monedas de cobre; el cajón que contenía la cera de alumbrar,
estaba atestado de blandones y velas; más de sesenta cirios iluminaban los días de
novena el retablo; primero les faltaría a las cigarreras agua para beber, que aceite a la
lámpara encendida diariamente ante sus imágenes predilectas, una Nuestra Señora de
la Merced de doble tamaño que los cautivos arrodillados a sus plantas, un San Antón
con el sayal muy adornado de esterilla de oro, un Niño-Dios con faldellines huecos y un
mundito azul en las manos. Nunca se realizó con más lucimiento la novena de San José,
que todas rezaron mientras trabajaban, volviéndose de cara al altar para decir los
actos de fe y la letanía, y berreando el último día los gozos con mucha unción, aunque
sin afinación bastante. Jamás produjo tanto la colecta para la procesión del Santo
Entierro y novena de los Dolores; y por último, en ocasión alguna tuvo el numen
protector de la Fábrica, la Virgen del Amparo, tantas ofertas, culto y limosnas, sin que
por eso quedase olvidada su rival Nuestra Señora de la Guardia, estrella de los mares,
patrona de los navegantes por la bravía costa.
Bien habría en la Granera media docena de espíritus fuertes, capaces de blasfemar y
de hablar sin recato de cosas religiosas; pero dominados por la mayoría, no osaban
soltar la lengua. A lo sumo se permitían maldecir de los curas, acusarles de inmorales y
codiciosos, o renegar de que se «metiesen en política» y tomasen las armas para traer
el «escurantismo y la Inquisición»: cuestiones más trascendentales y profundas no se
agitaban, y si a tanto se atreviese alguien, es seguro que le caería encima un diluvio de
cuchufletas y de injurias.
-¡Está el mundo perdido! -decía la maestra del partido de Amparo, mujer de edad
madura, de tristes ojos, vestida de luto siempre desde que había visto morir de
viruelas a dos gallardos hijos que eran su orgullo-. ¡Está el mundo revuelto,
muchachas! ¿No sabéis lo que pasa allá por las Cortes?
-¿Qué pasará?
-Que un diputado por Cataluña dice que dijo que ya no había Dios, y que la Virgen era
esto y lo otro… Dios me perdone, Jesús mil veces.
-¿Y no lo mataron allí mismo? ¡Pícaro, infame!
-¡Mal hablado, lengua de escorpión! ¡No habrá Dios para él, no; que él no lo tendrá!
-No, pues otro aún dijo otros horrores de barbaridá, que ya no me acuerdan.
-¡Empecatao! ¡Pimiento picante le debían echar en la boca!
-¡Ay!, ¡y una cosa que mete miedo! Dice que por esas capitales toda la gente anda
asustadísima, porque se ha descubierto que hay una compañía que roba niños.
-¡Ángeles de mi alma! ¿Y para qué?, ¿para degollarlos?
-No, mujer, que son los protestantes para llevarlos a educar allá a su modo en tierra de
ingleses.
-¡Señor de la justicia! ¡Mucha maldad hay por el mundo adelante!
Conocido este estado de la opinión pública, puede comprenderse el efecto que
produjo en la Fábrica un rumor que comenzó a esparcirse quedito, muy quedo, y como
en el aria famosa de la Calumnia, fue convirtiéndose de cefirillo en huracán. Para
comprender lo grave de la noticia, basta oír la conversación de Guardiana con una
vecina de mesa.
-¿Tú no sabes, Guardia? La Píntiga se metió protestanta.
-¿Y eso qué es?
-Una religión de allá de los inglis manglis.
-No sé por qué se consienten por acá esas religiones. Maldito sea quien trae por acá
semejantes demoniuras. ¡Y la bribona de la Píntiga, mire usted! ¡Nunca me gustó su
cara de intiricia…
-Le dieron cuartos, mujer, le dieron cuartos: sí que tú piensas…
-A mí… ¡más y que me diesen mil pesos duros en oro! Y soy una pobre, repobre, que
sólo para tener bien vestiditos a mis pequeños me venían… ¡juy!
-¡Condenar el alma por mil pesos! Yo tampoco, chicas -intervenía la maestra.
-Saque allá, maestra, saque allá… Comerá uno brona toda la vida, gracias a Dios que la
da, pero no andará en trapisondas.
-Y diga… ¿qué le hacen hacer los protestantes a la Píntiga? ¿Mil indecencias?
-Le mandan que vaya todas las tardes a una cuadra, que dice que pusieron allí la capilla
de ellos… y le hacen que cante unas cosas en una lengua, que… no las entiende.
-Serán palabrotas y pecados. ¿Y ellos, quiénes son?
-Unos clérigos que se casan…
-¡En el nombre del Padre! ¿Pero se casan… como nosotros?
-Como yo me casé… vamos al caso, delante de la gente… y llevan los chiquillos de la
mano, con la desvergüenza del mundo.
-¡Anda, salero! ¿Y el arcebispo no los mete en la cárcel?
-¡Si ellos son contra el arcebispo, y contra los canónigos, y contra el Papa de Roma de
acá! ¡Y contra Dios, y los Santos, y la Virgen de la Guardia!
-Pero esa lavada de esa Píntiga… ¡malos perros la coman! No, si se arrima de esta
banda, yo le diré cuántas son cinco.
-Y yo.
-Y yo.

8) Contextualización

Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 1851 – Madrid, 1921) es una de las más significadas
escritoras realistas españolas. Tras una fase de aprendizaje, asumió pronto las tesis
artísticas del realismo; introdujo y divulgó el debate sobre el naturalismo (defendido
en Francia por el novelista Émile Zola). El determinismo biológico y el peso de la
herencia y del medio sobre el destino de las personas es uno de los pilares de este
movimiento, también propenso a fijarse en los individuos más sórdidos y miserables de
la sociedad; no ahorran en sus relatos las acciones más escabrosas y miserables del ser
humano. Provocó controversia en toda Europa y muchos detractores lo atacaban.
Pardo Bazán propugnaba un naturalismo español, heredero de la novela picaresca y de
Cervantes; introducía una visión más humana y compasiva. El relato de las maldades se
frena e insinúa más que explicita.
Nuestra escritora asumió y defendió con ardor en público las tesis de la defensa de los
derechos de la mujer. Contribuyó eficazmente al reconocimiento de la aportación de
las féminas a la sociedad, lo que es un aspecto muy importante. Escribió novelas,
cuentos, artículos periodísticos, ensayos, etc. Sus obras completas suponen muchos
tomos de buena literatura, seguramente no suficientemente reconocida.
Escribió, entre otros muchos textos importantes, tres novelas de gran calidad: La
tribuna (1883), de la que ahora nos ocupamos, Los pazos de Ulloa (1886-1887) y La
madre naturaleza (1887), continuación de la anterior. En ellas se manifiestan muy bien
sus ideas sobre la novela y la sociedad, innovadoras y críticas, respectivamente. En los
ensayos que componen La cuestión palpitante (1883) plantea, analiza y reflexiona
sobre el realismo y el naturalismo en literatura y su acomodación en España. Creó gran
controversia y le proporcionó fama, además de contribuir a la renovación de las letras
españolas. También compuso cuentos de gran calidad y hondura, como “El fondo del
alma”, unos de los mejores textos cortos del realismo español.

9) Interpretación y valoración

La tribuna es una magnífica y potente novela que no ha perdido un ápice de su


actualidad e interés desde su publicación. El argumento es bastante original y distinto.
Aborda la materia política y el conflicto social con determinación y claridad, en un
ámbito urbano, casi de ambiente proletario. Pardo Bazán se centra en una muchacha
joven y bella, Amparo, la Tribuna; su pobreza determina hasta cierto punto su vida,
pues es rechazada por su pobreza por su falsario pretendiente, Baltasar.
Pardo Bazán crea un fuerte contraste entre la clase favorecida y los humildes. Crea
relaciones entre ellas, casi con la intención de demostrar que no es fácil el
entendimiento y que el fracaso es la conclusión más esperable. La novelista presenta
un análisis algo melancólico y doliente, cargado de ironía y sátira, sobre una sociedad
medio enferma.
Los aspectos psicológicos del relato son de gran relevancia. La personalidad de Amparo
(la ironía de su nombre es clara; en realidad, está desamparada) es el eje temático
dominante. Lo crea con cariño y respeto, pero es implacable respecto de las
debilidades sentimentales de los humildes: son los que pagan los platos rotos, y
doblemente si es mujer. Pardo Bazán realiza un dibujo certero y verosímil de esta
mujer cigarrera, utópica e idealista, pero poco  práctica para manejar sus sentimientos
amorosos. 
La Guardiana y Ana también están dibujadas con mano maestra. Son personajes
convincentes en su verdad. Pobres, humildes, tratan de encontrar un modo de vida
digno y coherente. No es fácil, pero a su manera lo logran.
La novela posee una carga analítica muy significativa. Se analiza la sociedad en sus
aspectos laborales, sociales, materiales y sentimentales. Se introduce el bisturí
también en los propios conflictos emocionales e internos. Amparo lo mezcla todo y
fusiona su ideología con sus sentimientos. Es una de las causas de su desgracia final.
No sabe, o no puede, o no quiere, someter sus sentimientos a un orden estricto.
Prefiere un avance espontáneo que la empuja a un fracaso tremendo. 
No estamos ante una novela de tesis, aunque en algunos momentos se bordea.
Amparo es libre para determinar su destino, pero, en la parte final, a veces se trasmite
la sensación de que no hay nada que se pueda hacer para cambiar el destino. Para los
pobres, negro; para los ricos, blanco.
Los aspectos espirituales son importantes en esta novela. Se diría que, entre los
pobres, el sistema de creencias es más firme y sustancial que entre los ricos. Las
cigarreras se muestran firmes creyentes cristianos que no toleran titubeos ni
experiencias novedosas, como la llegada de los protestantes con ánimo proselitista.
Como no podía ser de otra manera, perciben y rechazan los elementos eclesiásticos
que no están a la altura. Aquí, Pardo Bazán alcanza altas cotas de calidad narrativa.
El conjunto de la novela es una lección de vida, una fotografía verosímil, honda y
crítica, de una sociedad deficiente. El análisis de los sentimientos y su desarrollo en un
ambiente urbano, algo industrial y degradado es magistral.  El estilo ágil, ceñido al
detalle verosímil y la narración certera, contribuye también a la consecución de una
novela magnífica. Sin duda, debe figurar entre lo mejor del realismo español, en su
casilla del naturalismo.

Los personajes
En el universo de los pobres encontramos a Rosendo, el barquillero, padre de Amparo; a
la madre de ésta, antigua trabajadora en la Fábrica, hoy tullida y enferma en cama; a las
compañeras de la Fábrica: la huérfana Guardiana y Ana, la Comadreja; a amigas de Am-
paro en el barrio como Carmela, la encajera; a Chinto, enamorado sinceramente de Ampa-
ro y despreciado injustamente por ella, que es un joven humilde y trabajador que tomará el
relevo como barquillero de Rosendo cuando éste ya no pueda por edad con el oficio.

Por su parte en el otro lado, en el ala de los acomodados, tenemos a los Sobrado (Balta-


sar; Lola, la hermana mayor de éste; Clara, segunda hermana de Baltasar; Dª Dolores, la
madre, siempre vigilante); a los García (Josefina, la futura de Baltasar; su hermana me-
nor, Nisita; la viuda de García, la madre); a los amigos militares de Baltasar: aquí el princi-
pal es Borrén, personaje de sexualidad ambigua que gusta a las mujeres porque pese a
sus baladronadas respecto a ellas es completamente inofensivo pues no se le conoce
affaire femenino alguno.
Los padres de Amparo: Su padre, Rosendo, ha sido barquillero toda la vida y está muy
orgulloso de su trabajo. Trabaja de sol a sol poniendo sus manos y su salud en riesgo
para que todo el mundo pueda comer los mejores barquillos de la ciudad. Con
respecto a su madre, a lo largo de la historia hablan de ella como la tullida porque no
puede levantarse de la cama, pero no llegamos a conocer su nombre. Su dificultad de
movimiento no es un impedimento para dar órdenes e intentar manejar la vida de
todos los que están a su alrededor. Es una mujer de carácter difícil, de hecho, desde mi
punto de vista, es uno de los personajes más odiosos de toda la trama.

Las cigarreras: Guardiana, Ana, la Porcona, la Pitinga... Son las compañeras de Amparo
y también tienen un papel muy importante. En la historia se narra su trabajo con todo
lujo de detalles pero, lo más destacado es la relación que hay entre ellas. La fábrica es
como una gran familia, todas luchan juntas y se apoyan las unas a las otras cuando hay
dificultades. De hecho, hay escenas bastante conmovedoras en las que la fábrica se
moviliza para apoyar a aquellas familias que están pasando por más dificultades.

La clase alta de Marineda, en especial los Sobrado y los García. A pesar de ser una
novela de lucha social y de que la protagonista no tenga mucho dinero, estos
personajes tiene un papel bastante importante en la historia. Al fin y al cabo, los
pobres siempre acaban sufriendo por las decisiones de los más poderosos. Borrén y
Baltasar Sobrado son dos militares que, tras conocer a Amparo quedan prendados de
su belleza. Sin embargo hay fuertes impedimentos para que pueda pasar algo entre
ellos: la diferencia de clases, la oposición de Dolores Sobrado y el carácter de Amparo
la cual no piensa dejarse enredar por ningún señorito ¿será posible que llegue a ocurrir
algo entre ellos?
Si ella se quisiese casar con algún artista de esos ordinarios, cansada estaría de tener
marido; ¿pero para qué? Para cargarse de familia, para vivir esclava, para sufrir a un
hombre sin educación. No en sus días.
Y, por último, mencionar a uno de mis personajes favoritos el cual es el gran
perjudicado en esta historia: Chinto. Este chico acude a trabajar a casa del barquillero
a cambio de casi nada y le tratan prácticamente como a un esclavo. Sin embargo, es un
chico noble y de gran corazón y poco a poco logra hacerse un hueco en la familia. Aún
así, Amparo no está por la labor de dejarse enredar por el pueblerino y lo trata como si
de un animal se tratase...
A lo largo de toda la historia he cogido mucho cariño a este personaje y me he sentido
fatal por lo mal que lo tratan cuando realmente no le hace mal a nadie. Creo que la
autora consiguió plasmar muy bien esa actitud de superioridad que a veces tienen las
personas que viven en la ciudad frente a los que viven en los pueblos (actitud que
nunca he llegado a comprender realmente, tal vez porque vivo en un pueblo...).
Aunque, desde mi punto de vista, el tema no ha estado muy bien solucionado al final y
se le podía haber sacado mucho más partido.

Todo la trama está repleta de ideas que seguramente supusieron toda una revolución
en la época: mujeres con aspiraciones políticas, lucha de clases, derechos de la clase
obrera, la república...

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