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Monte Carmelo
Capítulo I
San Juan de la Cruz, maestro espiritual y guía de maestros del espíritu, durante su vida y a
través de sus escritos, para las generaciones posteriores.
Capítulo II
Los guías espirituales.
Capítulo III
Los títulos: “Padre espiritual”, “confesor” y “prelado” revelan con qué frecuencia ha sido el
sacerdote quien ha realizado el oficio de guiar a los espirituales.
1. En la carta a monja escrupulosa aparece san Juan de la Cruz ejerciendo de guía espiritual,
tratando sobre la confesión.
2. Los padres espirituales han de tener luz y experiencia de estos caminos, los de la
contemplación. Si le faltan pueden dificultar y dañar a las almas. Luz y experiencia equivale a
las cualidades ya comentadas, guías idóneas y despiertas.
3. Durante la purificación del espiritual, lo único que puede hacer el confesor es consolar y dar
ánimo a su hijo espiritual. Todo lo que se salga de esto es interferirlo en su camino y estorbar a
Dios en su acción.
4. Ambos, alma y confesor, deberán conocer si lo que le ocurre es la purgación o noche oscura,
y de serlo, si es del sentido o del espíritu. También tendrán que saber distinguirla de la
depresión u otra imperfección del sentido o del espíritu.
5. Para discernir sobre la vida espiritual no basta conocer los datos confusos y molestos por los
que pasa el alma. Es importante tomar conciencia de la realidad positiva que va emergiendo
en su interior que consiste en tener noticia y atención amorosa en paz.
6. Si el confesor, u otra persona con prestigio, tiene personalmente interés por las visiones,
puede anular, con la fuerza de su convicción oculta, el desinterés por estas cosas que está
inculcando verbalmente en su discípulo.
7. El confesor estará capacitado para la tarea de maestro en la medida en que sabe guiar en
desnudez.
8. Es sorprendente ver qué parecido tan grande existe entre el padre y el hijo espiritual, pues,
como ocurre con el hijo natural, no es únicamente cuestión de instrucción, sino que se
transmiten las convicciones profundas que tiene el maestro.
9. La inclinación del padre espiritual a revelaciones y visiones influye sobre el hijo.
10. El confesor ha de cortar en seco con las visiones en la relación con su discípulo, tanto si a él
le interesa como si no. Cualquier referencia a ellas pone la mente a elucubrar, que es una
manera de ocuparla, en lugar de vaciarla.
11. La razón más contundente que aduce para justificar la necesidad de ignorar y rechazar las
revelaciones es que a Dios no le gustan ni las quiere. Motivo más que suficiente para
descartarlas del panorama espiritual personal y del oficio de maestro.
12. El entendimiento humano no tiene ninguna seguridad de comprender correctamente las
revelaciones de Dios, por eso es peligroso ponerlas como fundamento del camino espiritual.
13. Presenta unidos los títulos de confesor y padre espiritual.
14. A Dios se busca por el no saber, porque es un camino de fe, no inteligencia.
15. Aunque las revelaciones no se hayan de poner en práctica, pero se han de manifestar al
confesor maduro o a persona discreta. Compartir lo que se vive deja libre para seguir
caminando.
16. De tres maneras diferentes nombra a los guías: maestros espirituales, confesores y
prelados.
Capítulo IV:
El maestro espiritual necesita capacitación y solidaridad con quienes hacen el camino
espiritual que él realizó.
Epílogo