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Copyright © - Juan Carlos Calderón - Primera Edición

ELAI Editorial
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esta obra, total o parcial, sin la debida autorización del autor o la
editorial.
ISBN 979-866-6857-99-1
EDITOR GENERAL
ELAI Editorial
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN INTERNA
@RubenOchoaLife
DISEÑO DE PORTADA
@RubenOchoaLife
Impreso en USA
Printed in USA
AGRADECIMIENTO

A Dios, único capaz de dar sabiduría a quien le


busca para tomar decisiones.
A Adriana Beschorner, Santiago Calderón y
Sara Sofía Calderón, ustedes serán siempre la
mejor decisión de mi vida entera.
A todo mi equipo de ELAI, nadie los supera.
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN

Decidir es una de las tantas cosas debe hacer un líder. También


debe tomar la iniciativa y dejarse de palabrería hueca. Atreverse a
comenzar algo es parte del liderazgo, sin embargo, lo más complejo
es precisamente comenzar. Las personas comúnmente hacen
cientos de planes que implican algún tipo de decisión qué tomar,
pero en la mayoría de los casos los planes solo se quedan en eso,
en “planes” y que, sin una ejecución, solo serán “buenas
intenciones” que no llevarán a ningún sitio.
Por eso es tan importante decidir.
El problema no es tomar decisiones, pues todos los días las
tomamos, el verdadero inconveniente se presenta cuando tenemos
que tomar alguna decisión difícil. Ésa que cuando la piensas, sabes
que te juegas el todo por el todo. Ésa en la que, solo de pensarla, se
te paraliza el corazón. Ésa que si fuera por ti la dejarías pasar de
largo, o mejor aún buscarías a alguien más que la tomara por ti.
Cada vez que tomas una decisión y no la ejecutas o la postergas,
miles de personas dejarán de ser beneficiadas, pero no se le da la
importancia debida a ese elemento fundamental del liderazgo. Las
decisiones y omisiones afectan el entorno personal de todo líder,
pero sobretodo, afectan la línea del propósito que Dios tiene trazada
para cada uno.
Así como muchos otros, también tú vas a tener que tomar la
decisión más difícil de tu propia historia. Vas a tener que sacrificar
cosas que te agradan, algunas veces deberás limitar el tiempo con
precisión para poder hacer todas las cosas que debes, tendrás que
desarrollar habilidades que no te gustan para que puedas lograr
algunas cosas que en ese momento solo son una ilusión.
La determinación con la que hagas las cosas va a favorecer los
momentos en los que las cosas salen bien, por eso es que cada
segundo cuenta para mejorar. Ver las cosas pasar no va a arreglar
las circunstancias, y mucho menos va a hacer que todo mejore a
menos que tú hagas algo para que eso ocurra. Debes enfrentarte a
los problemas con certeza y a la altura de las circunstancias.
Buscar a las personas correctas y dejar a un lado a las personas
que entorpecen el camino es, una decisión que nadie quiere tomar,
pero lo vas a tener que hacer. Tomar decisiones difíciles hace que tu
compromiso con el liderazgo que sostienes, haga eco en la gente
que te sigue y tu influencia se extienda hasta donde Dios mismo lo
permita a causa de tu obediencia.
Tomar una decisión difícil que cambie el destino de tu propia
historia, implica saber afrontar los problemas con una perspectiva de
tu realidad circunstancial. Es decir, afrontarlos con un sentido claro
de las cosas que están ocurriendo a tu alrededor y sobre todo con
responsabilidad precisa del lugar que ocupas en el momento que
vives, consciente de las premisas que circunscriben los escenarios y
las posibilidades que tienes de salir triunfante en medio de las
adversidades.
Te invito a conocer las decisiones difíciles que todo líder debe
tomar y las muchas de ellas que yo mismo he tomado a lo largo de
mi vida y de mi liderazgo. Muchas con sacrificio, muchas con dolor,
pero al final cada decisión difícil me permitió ajustar mi vida al
propósito de Dios, enmarcando cada realidad en una crisis de fe que
antecedió todo el proceso.
¿Te atreves? Si tu respuesta fue afirmativa, te espera un viaje
indescriptible hacia tu liderazgo.
CAPÍTULO I
DECISIONES DIFÍCILES

T odos, sin excepción, deben tomar decisiones en la vida. A


diario decides cómo vestirte, cuál ruta debes tomar para ir a
nuestro trabajo o escuela, qué vas a comer, y
constantemente decides cosas de la cotidianidad que hasta haces
normalmente porque se han convertido en hábitos en nuestro
cotidiano devenir.

De alguna forma cada decisión que tomas afecta tu vida o la de


las personas que están en tu entorno. Si tomas en cuenta que,
diariamente ejercemos influencia al menos en 5 personas por día,
puedes hacerte una idea de la trascendencia de cada decisión.

Decidir es parte de la vida, es casi como respirar. Nada puedes


hacer si no tomas las riendas de tu propio mundo. Aún si decides no
hacer nada por tu vida, también estas decidiendo. Puedes hacer
cosas solo por seguir la corriente; aparentar o imitar a alguien y por
eso Fiorina (citada por Maxwell) quien fuera presidente de la Junta
Ejecutiva de Hewlett-Packard afirmó: “No tomes ninguna decisión, ni
de carrera ni de vida, tan solo por agradar a los demás, ni porque
ocupe un lugar alto en la escala del éxito de otra persona (…)
Decide hacer algo porque captura tanto tu corazón como tu mente”.
[1]

Nada puedes hacer si no tomas las riendas de tu


propio mundo. Aún si decides no hacer nada por tu
vida, también estas decidiendo.
Ahora bien, en el sentido más estricto, “decidir” se puede definir
de la siguiente manera: “Determinación, resolución que se toma o se
da en una cosa dudosa. Firmeza de carácter”.[2] Sin embargo, de la
simpleza de la definición a la real toma de la misma hay que cumplir
un protocolo bien detallado, y más aún si la resolución trasciende
nuestra propia humanidad e implica una agitación en el entorno que
alcanza a otras personas.
Un líder que toma decisiones debe pensar que éstas conllevan
algunos riesgos e implicaciones en otras personas. Recuerda que
el liderazgo es influencia y por ende cada cosa que hagamos incide
de forma inmediata en nuestro círculo de influencia. Incluso tendrás
que tomar decisiones, aunque nadie quiera seguirte, porque el
liderazgo se trata de eso: decidir y además, hacerlo bien, o por
menos lo más próximo al bienestar para todos, es tu
responsabilidad.

Una decisión: Mi decisión más difícil.


Recuerdo como si fuera ayer el día que tuve que tomar aquella
decisión. Quizás, entre muchas que te narraré en las próximas
líneas, fue esa la que definitivamente produjo en mí una sensación
de incomodidad existencial.
La cabeza me ardía, no podía concentrarme, no sabía por qué
Dios, en sus juegos pesados, me había puesto en la situación tan
incómoda de tomar semejante decisión en medio de la mejor
temporada de mi vida. Me despertaba de madrugada, unas veces
sudando como si tuviera fiebre, otras veces solo me despertaba y
necesitaba horas para volver a conciliar el sueño.
Mis oraciones parecían no ser escuchadas, nadie me daba un
consejo sabio, esta vez estaba literalmente solo. Y a su vez, solo
Dios y yo éramos los responsables de cruzar a la derecha o a la
izquierda en la encrucijada. La derecha me permitía (en apariencia)
estar rindiendo al máximo, mientras que la izquierda implicaba
cruzar rumbo a lo desconocido.
Mi esposa Adriana y yo teníamos todo. Quizás hasta más de lo
que esperábamos. Ni en nuestros mejores sueños hubiéramos
podido visualizar semejante temporada. Debo confesar que estaba
dentro de mi propio laberinto rumbo a la antesala de la salida, pero
no sabía hacia dónde me llevaría esa puerta. Solo sabía que debía
cruzarla y, sin importar lo que pudiera encontrar detrás, tenía que
hacerlo.
El miedo me abrumaba. No quería hablar con nadie del asunto.
Buscaba excusas para justificar una decisión contraria, pero nada
funcionaba. Cuánto más trataba de introducirme en mi propio
conocimiento en la materia, más lejos me colocaba del lugar de
decisión. Era como si sabiendo lo que debía hacer, la parálisis
propia del temor no me dejaba ver, oír, sentir o presumir la realidad.
En medio de mi sordera (propia de la desesperación), un día hice
una pausa y me detuve a pensar en cada hora de mi vida que había
usado para entrenarme, precisamente para “¡decidir!”. Recordé a los
cientos de personas que de alguna manera me pidieron un consejo
para decidir y les dije, con serenidad, la hoja de ruta que debían
seguir.
Me vi en muchas de esas reuniones diciéndole a mi equipo de
líderes en medio de una controversial reunión, y hasta en medio del
llanto: “¡Cálmate, Dios sigue siendo Dios incluso en medio de esto,
toma la decisión, no te vas a morir!”. Hasta recordé las cientos de
veces que le dije a todo aquel que me pidió un consejo en mis
momentos de mentoría: “Esto es un principio que viene ligado a una
promesa. Si lo cumples Dios se encarga de que funcione”. Y como
un rayo, mis oídos fueron sensibles a oír lo que debía hacer: “Los
líderes siempre deben tomar: decisiones difíciles”.
En ese momento vino a mi mente una frase que me dijo, uno de
mis mentores: “Los líderes toman decisiones a diario, pero la fe
hace que tomen decisiones arriesgadas”. Y ahí el llanto me hizo
sentarme en la silla de cada uno de los que yo (en algún momento)
convencí para que tomaran una decisión de vida o muerte, y algo
me decía dentro de mí como una voz interna: “Esta decisión
tampoco te matará. Demuéstrame de qué está hecha tu fe”.
Tenía que extender las estacas de la carpa. Debía
internacionalizar la única razón de mi desvelo: la Escuela de
Liderazgo de Alto Impacto (ELAI). Ese sueño, que yo veía como a
un bebé que estaba recién nacido, debía crecer. Y Dios, en lo
secreto, ya lo había desarrollado más de lo que mis ojos podían ver.
Era el tiempo de pasar de “cuidar personas” a “liderarlas”. Había
llegado el momento de dejar de hablar en salones de clases para
comenzar a aprender nuevas formas de enseñanza. Debía salir de
mi entorno eclesiástico para trabajar en la responsabilidad de
ayudar a otros líderes a desarrollar su máximo potencial. Era el
tiempo de ir a otras fuentes para alimentar mi ministerio y servir a
Dios de otra forma.

Debía internacionalizar la única razón de mi


desvelo: la Escuela de Liderazgo de Alto Impacto
(ELAI). Ese sueño, que yo veía como a un bebé
que estaba recién nacido, debía crecer. Y Dios, en
lo secreto, ya lo había desarrollado más de lo que
mis ojos podían ver.

Ahora debía escribir más y mejores libros para dejar de ser


alguien de influencia local y pasar a ejercer influencia nacional e
internacional. Yo tenía que dejar de ser el principal y único
protagonista de mi propia historia y ceder el paso, a los que venían
detrás de mí, para que me superaran. Era el momento de
agacharme y servir de escalón a los que habían sido preparados
para que esto continuara y llevaran la visión más lejos que lo que yo
podría.
Llegaba el tiempo de poner fin a una temporada e iniciar otra
nueva, y con la voz casi silente debía pronunciar una frase que me
había negado a enunciar por casi veinte años: “Tengo que salir de
Venezuela para crecer y hacer crecer a otros”.
He ahí la decisión más difícil de mi vida. Luego de pelear una
batalla tras otra, me di cuenta que esa no era mi guerra. Mi guerra
vendrá después y tengo que estar a la altura de las circunstancias
para cuando ese momento llegue.
Aunque no me lo digas, yo sé que tú también has estado ahí. Sé
que tu historia no es igual a la mía, quizás se parece, pero cada uno
tiene su propio encuentro con las circunstancias reales de cada
momento. Posiblemente tu historia sea mucho más contagiosa o
quizás sea divertida, no lo sé, solo puedo estar seguro que en algún
momento has tenido que tomar una decisión difícil que ha cambiado
el curso de tu vida.
Mi nuevo comienzo estaba ahí y no lo quería aceptar. Tenía que
comenzar de nuevo. Debía tomar mano de la súper fe que había
dentro de mí y poner en práctica lo que le enseñé por años a mi
equipo de líderes.

Llegó la hora de quedarnos en otro país.


En aquella larga noche, mientras tratábamos de dormir sin
ningún resultado, en el garaje de una hermosa casa que no era
nuestra, Adriana mi esposa y yo nos rendimos y le dijimos a Dios en
voz de queja: “¿Qué necesidad tienes de hacernos pasar por esto?
¿Qué pasó con todo lo que nos dijiste que harías con nosotros?”.
Nadie nos contestó.
Aterrados dijimos: ''Si pudiéramos evitar esta etapa sería genial''.
Pero de inmediato nos rendimos nuevamente y pronunciamos esta
frase: “Somos tus hijos, haz lo que tengas que hacer”. Y ahí
comenzó todo de nuevo. Decidir quedarme en otro país significaba
entrar de nuevo al laberinto y vivir ahí retrasando nuestro propósito.
Decidir abrir la puerta rumbo a lo desconocido era salir de un
laberinto y entrar a otro diferente.
Esa mañana, y luego de la noche más larga de mi vida, mi
esposa me dijo: “Y de ésta también salimos en familia. No estamos
empezando de cero, ya sabemos cómo salir porque ya estuvimos
aquí, solo que diferente. ¡Vamos entremos!”. Ahí cambió todo
porque decidimos tomar una decisión y decidimos hacer algo por la
decisión.

Las decisiones de un líder.


Una decisión difícil no puede ser algo que se tome a la ligera.
Puedes pensar que existen varios niveles de dificultad para decidir,
y puede que en cierta medida así lo parezca, pero básicamente una
decisión difícil depende de la persona que decide y de la tolerancia
al proceso de esa decisión.
Hay una canción de una banda española llamada Jarabe De
Palo, que se titula "depende". Uno de los estribillos dice: "Depende,
¿de qué depende? de según como se mire todo depende". Por eso
es tan difícil unificar el pensamiento humano, y peor aún unificar
criterios, cuando está en juego una decisión que afecta el curso de
una familia, organización, empresa o grupo social, ya que podemos
llegar a pensar (desde afuera) que quien tiene la responsabilidad de
decidir, según nuestra opinión, está equivocado.
La verdad sea dicha. Todo depende de la postura que se adopte
a la hora de ver las diferentes circunstancias de la vida y de la forma
cómo se enfrentan, recordando siempre que nadie puede hacer algo
que no cree que debería hacer.
Cada quien tiene su propio punto de vista y sus propios métodos
de realizar las cosas. Todos disponen de caminos trazados en su
cabeza como una suerte de mapas mentales que debes seguir para
alcanzar la meta.
No puedes cambiar las posturas de la gente, pero un líder
mediante la influencia puede hacer que los demás vean las cosas
desde otra perspectiva. Por eso es tan importante darle la lectura
correcta a las circunstancias ya que esto es lo que determinará el
éxito en tu vida. Un líder, en consecuencia, debe respetar las
posturas individuales de los demás, pues cada uno, a su manera,
vive de su propia intuición. Aunque tengas razón piensa que: "...
según como se mire, todo depende".
Bien decía Napoleón: “Nada es más difícil, y por tanto más
preciado, que ser capaz de decidir”. Los líderes deben tomar
decisiones de alto riesgo y eso implica saber que algunas de ellas
serán difíciles. Un líder debe comprender el valor de decidir y sobre
todo la trascendencia de algunas decisiones.
El valor más estimado de los seguidores de alguien es el poder
de decisión que tiene un líder, es por ello que pueden confiar en sus
movimientos. Debido a esto los seguidores logran ver la fortaleza
interna de sus expectativas y de igual forma, pueden atreverse a
seguir al líder y deslizarse hacia la profundidad de la incertidumbre a
través de la confianza como valor estratégico para culminar con
éxito la tarea.

Los líderes deben tomar decisiones de alto riesgo


y eso implica saber que algunas de ellas serán
difíciles. Un líder debe comprender el valor de
decidir y sobre todo la trascendencia de algunas
decisiones.

El precio de una decisión difícil radica en las consecuencias de la


misma. El poder invalorable de una secuencia de actos, posteriores
al lugar solitario de decisión, te lleva a visualizar previamente lo que
significa hacer lo correcto antes de hacer lo conveniente, y sobre
todo a no cometer el error de no hacer nada. Créeme, no hacer
nada también es una decisión. Theodore Roosevelt afirmó: “En
cualquier momento de decisión, lo mejor que puedes hacer es lo
correcto, la mejor cosa siguiente es lo incorrecto y lo peor que
puedes hacer es no hacer nada”. Solo hay tres vías: la correcta, la
incorrecta y la inacción.

¿Cómo tomar la decisión difícil?


Para tomar una decisión difícil es necesario tener cuatro
elementos funcionales entrelazados los unos con los otros:
información, carácter, intimidad y determinación.
Quiero hablarte de algunas cosas profundas que he aprendido.
Cosas que quizás no sean muy agradables y que seguramente
cuando las leas no te sentirás muy bien, ya que no son de esas
frases que motivan. Sin embargo, atrévete a leerlas. Quiero darte
algunas ideas que, en momentos de preguntas claves, pueden ser
la respuesta a muchas decisiones futuras y puedan hacerte arribar
de forma certera hacia quién debes llegar a ser.
Sin datos jamás se podrán tomar decisiones correctas. Por eso,
un líder necesita conocer las variables más próximas para tener la
certeza y el tino correcto. Debe tener el carácter suficiente para
llevar a cabo lo que se proponga. Un líder necesariamente debe
tener intimidad con Dios, el creador, para hacer lo correcto y tomar
decisiones con integridad y sabiduría. Por último, nadie puede tomar
una decisión que cambie la historia sin determinación para
ejecutarla, porque en la ejecución es donde la mayoría de los líderes
fallan. Lo que sucede es que algunos solo deciden y no llevan a
cabo lo pertinente.

Información.
La gente no falla al decidir por falta de información. El mundo
está lleno de información. Quizás hace años para tomar algunas
decisiones trascendentales era necesario consultar a una decena de
expertos que, una vez analizado el contexto de la información,
procedían a dictar sus veredictos individuales y los exponían en la
organización.
Posteriormente la junta directiva en pleno se reunía, buscaba
resúmenes hechos por los vicepresidentes y gerentes de las áreas
específicas para que, luego de un debate, comenzaran a ver los
puntos de encuentro de las diversas opiniones y así, y solo así,
luego de un consenso absoluto se podía comenzar a elaborar una
minuta de las conclusiones de lo que se habló para al fin tomar una
decisión al respecto.
Este tipo de metodología no es mala, aunque quizás para
muchos no es muy buena debido a la aceleración de las cosas
cotidianas. Hoy, cualquiera sin ningún tipo de conocimiento previo,
puede buscar en Google un tutorial de lo que sea y de inmediato, en
alguna parte del mundo, hay alguien con un vídeo en YouTube o con
algún blog, que le permite saber lo que necesita. Luego lo procesa y
le da forma. Conversa con un par de amigos el asunto. Ellos
también se meten en YouTube o el sitio web, y así juntos ven la
información y deciden rápidamente lo que sea.
Donde busques vas a encontrar información. Puede ser en el
teléfono, el televisor, la computadora que conecta a Google, en
redes sociales, entre otros. Existen miles de variables que te
intoxican el discernimiento, te agobian y en algunos casos se
convierten en axiomas casi irrevocables para la mayoría de los que
reciben dicha carga llena de contenidos.
Ahora bien, si vemos el detalle de ambas formas te darás cuenta
que dependiendo del tipo de decisión que se deba tomar, sea
trascendental o sea banal, hay metodologías variadas para hacerlo.
Lo que se requiere en realidad es tomar acción y decidir.
La información es en sí misma, el paso inicial para tomar una
decisión difícil. No se puede decidir algo que no se conoce. No se
puede proceder sin saber al menos los antecedentes de la
organización o del entorno en el que nos encontramos. No podemos
hacer nada sin crear un criterio sano sobre las personas
involucradas en el asunto o por lo menos conocer de primera mano
las razones por las cuales se decidió de esa forma antes que tú
llegaras ahí. No puedes actuar sin entrevistarte con las personas
que han tomado alguna decisión.
La información es vital para el manejo de las estructuras en la
toma de decisiones. Conocer las variables determina en gran
medida el éxito de la gestión y del proceso de conformación de
cuadros mentales con posibles alternativas para tomar decisiones,
las cuales de no poseer la búsqueda precisa de datos,
probablemente conlleven a un desastre en el concurso de ideas
para proceder.
Ciertamente, y soy insistente con esto, las personas no fallan por
falta de información, pues la hay por doquier, fallan por falta de
carácter, por falta de disciplina y por no saber liderarse a sí mismos.
Las decisiones pueden ser tomadas de forma diversa, con o sin
consenso, con o sin consulta, se pueden verificar opiniones donde
sea, hacer encuestas, moverse en cualquier escenario que dé
acceso a procesos definitivos de consolidación de datos y así poder
estar más cerca de una realidad… pero al final, la decisión debes
tomarla tú y debes estar informado.

Carácter.
¿Qué es lo que hace que una persona tenga éxito o no en la
toma de decisiones? Su carácter. La forma que tiene para enfrentar
las cosas cuando las tiene adelante. El modo en que sostiene su
postura una vez que se atreve a dar algún paso que pueda sacudir
el ambiente. Es sencillamente, la forma en la que presenta cómo se
lidera a si mismo.
Hay personas que solamente agitan el entorno, arengan, vitorean
y empujan a otros a alcanzar cosas que ellos ni siquiera han
pensado hacer ni de lejos. Hay otros que te hablan con claridad
profunda y te hacen ver que se las saben todas, pero si los analizas
y ves sus vidas, te das cuenta que no tienen nada qué aportar. Y
existen los que deciden cosas que jamás terminan y todos los
meses de enero tienen unas listas de proyectos tan largas que
honestamente hasta da pereza leerlas.
Uno de los reyes de la historia de Israel llamado Sansón, tomó
una decisión alocada buscando una esposa basada en sus deseos y
emociones y carente de todo carácter. Dalila fue una filistea a la
que Sansón amó y que también fue su perdición. Ella fue lo que
significa su nombre: la que lo debilitó.
Los padres de Sansón, antes de pagar la dote que se requería
para el matrimonio, le preguntaron: “¿No hay mujer entre las hijas
de tus parientes o entre todo nuestro pueblo, para que vayas a
tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Pero él le respondió a su
padre: “Tómala para mí, porque ella me agrada”.[3]
El carácter es esencial en el liderazgo y así como Sansón hay
millones de líderes que toman decisiones sin fundamento, sin
cimientos y sin comprender que cada cosa que hagas tiene
consecuencias. Hay líderes que deciden con las vísceras o como
dice mi padre: “Deciden por la tapa de la barriga y entienden todo
como los gigantes; por el ombligo”.
Para Sansón la historia es trágica y además lo llevó a la tumba
luego de una larga y pesada etapa de esclavitud, maltrato,
castración, amputación de ojos, sufrimiento y dolor. ¡Un final terrible!
Entonces: ¿cómo puede tener un final feliz una historia cuyo
comienzo fue producto de una decisión ausente de carácter?
Te quiero llevar al punto de decisión. ¿Es tan difícil decir “NO”?
¿Es tan complicado no sucumbir a tus debilidades naturales? ¿Es
complicado decir: “Mientras yo sea el responsable de la decisión yo
no lo haré”?
Medita en esta frase de uno de mis autores favoritos Myles
Munroe: "El carácter: protege la vida interior del líder; extiende la
longevidad del liderazgo; preserva la causa y el legado del líder y
evita que un líder dañe a quienes le rodean".
¿Por qué el carácter protege la vida interior
del líder?
Porque el carácter es poder liderarse a sí mismo. El carácter no
es lo que la gente cree. El carácter es la posibilidad de decidir
basado en un cúmulo de principios y valores inquebrantables. He
aquí la clave de la sobrevivencia: cuando un líder toma decisiones
sin principios, sin ética y sin valores sólidos, las consecuencias son
idénticas: sin principios, sin ética y con antivalores, lo que tiene
como secuela natural el absoluto caos.
Cuando el líder vulnera los principios y el orden natural de las
cosas que Dios estableció como modelo, el desorden se apodera
del entorno. La más nefasta consecuencia de la ausencia de
carácter para un líder es que cada decisión que se toma sin
fundamento en el carácter, hace que la conciencia se cauterice. Esto
es producto de la falencia de estructuras que sirven de muro de
contención para el liderazgo y, por ende, los seguidores pervierten
sus acciones y comienzan a vivir en un ciclo terrible mediante el cual
todos comienzan a llamar a lo malo bueno y viceversa. Entonces, se
produce una espiral indetenible de malas y erráticas decisiones,
producto de la vulnerabilidad interior del líder, hasta que el caos se
hace evidente e irremediable.

¿Por qué el carácter extiende la longevidad


del liderazgo?
Sencillo: el carácter sostiene en el tiempo el liderazgo. No existe
forma de perdurar en la cima del liderazgo, o permanecer en el
ejercicio pleno del mismo, sin un carácter sólido que permita tomar
decisiones sabias conforme a lo que el momento requiere.
La integridad es una de las virtudes del carácter. Decir muchas
veces “no” a las decisiones incorrectas, basado en la ética correcta,
hace que en el tiempo tu liderazgo se sostenga y alargues los días
de tu influencia.
Decisión tras decisión, día tras día, comenzarás a avanzar hasta
convertirte en lo que serás definitivamente al final de tus días. Lo
único que verán tus seguidores es la credibilidad que has generado
mediante el uso correcto del carácter.
Sin carácter, construirás un liderazgo de piernas muy cortas. Te
aseguro que no llegarás muy lejos sin carácter. Ser íntegro es ser de
una sola pieza. Siempre podrás decir “no” a decisiones recurrentes
del mismo contexto y decir “sí” reiteradamente a decisiones basadas
en la ética y principios correctos, pero solo el carácter garantiza
tales movimientos.

¿Por qué el carácter preserva la causa del


líder?
El carácter hace que tus motivos sean nobles. Razón tenía el
gran líder Nelson Mandela al decir: “Que tus decisiones reflejen tus
esperanzas, no tus temores”. Nadie puede brindar esperanza en
medio de la mentira. Nadie puede defender una causa justa basado
el temor y en sus propios complejos. Nadie puede levantar su mano
y alzar su voz contra una injusticia si su conducta es impía y adolece
del temple que proporciona el carácter.
¿Cuántos líderes en el mundo se valen de una irremediable
manipulación para fomentar un supuesto “clima de confianza” en
primera instancia, que luego se desvanece con el tiempo? El peligro
es el daño que se hace a países enteros, lo cual se convierte en
congénito y se transmite a las generaciones futuras. Así es como se
forman sociedades basadas en causas inútiles que solo izan
banderas temporales que jamás conquistan ningún derecho.
Cloud asevera: “No esperes que las personas malvadas
cambien. Quizás lo hagan, y, si lo hacen, no ocurrirá porque cedas
ante ellas, razones con ellas o, incluso, porque les des otra
oportunidad de hacerte daño. Cambian cuando por fin se someten a
los límites que los obligan a cambiar. La cárcel les hace bien a
algunas personas”.[4]
Latinoamérica y el tercer mundo está plagada de falsos líderes
que enarbolan la bandera en contra de la corrupción, con el único fin
de ser los nuevos corruptos que ocupen los espacios vacantes de
aquellos que fueron removidos, producto de la manipulación de los
seguidores que votaron por ellos.
Éste es un ciclo perverso que produce un deterioro de
magnitudes incalculables, pues la falta de carácter de los líderes
hace que los jóvenes prefieran ser corruptos antes que empresarios,
por ejemplo. O quizás narcotraficantes antes que universitarios. O
guerrilleros, paramilitares o pandilleros antes que militares que
sirvan a la nación para defender los derechos de sus
conciudadanos.
Si tu causa es justa, créeme que te llamarán demente. Sin
embargo, una causa fundamentada en el carácter correcto, aunque
se convierte en el camino más largo, al final es la decisión que
puede interrumpir el curso destructor de una nación completa y se
sostendrá por siempre.

¿Por qué el carácter protege el legado del


líder?
Lo he dicho en público, en privado, por escrito y he dado
conferencias repitiendo lo siguiente: “Si todo lo que construiste en
vida se destruye cuando tú no estés en esta tierra, habrás sido un
gran fracasado y tu liderazgo dejará un mediocre paso por esta
vida”.
En mi libro Efecto Laberinto asevero que: “Tu propósito no está
marcado por las muchas o pocas cosas que has alcanzado. Tu
propósito está formado por una serie de decisiones
transcendentales y personales que debes tomar para que al final de
tus días, alguien continúe lo que tú empezaste y lo supere”[5].
Ahora bien, ¿Te imaginas haber tomado decisiones que
frustraron la vida de cientos de personas y que pretendas al final de
tus días que ellos continúen lo que tú hiciste? Aunque no parezca
razonable hay mentes retorcidas que piensan así. Sin embargo,
para fortuna de la humanidad, y aunque muchos digan que “una
mentira dicha muchas veces se convierte en una verdad”, en el
subconsciente de la gente ocurre lo siguiente: Una mentira dicha mil
veces, con el tiempo se convierte en una gran mentira repetida mil
veces. Y la mentira tiene patas cortas. Recuerda que el hombre más
sabio del mundo, Salomón, escribió: “El testigo falso no quedará sin
castigo. Y el que habla mentiras no escapará”[6].
Para dejar un legado que trascienda tu propia existencia, debes
haber ejercido el liderazgo tomando decisiones basado en un
carácter correcto que te garantice que, los que vienen detrás de ti,
quieran imitarte, emularte y perpetuar tu legado en el tiempo.
Maxwell asiente que: “Cuando no tomamos las decisiones de
carácter correctas en nuestro interior, entregamos la propiedad de
nosotros mismos. Le pertenecemos a otros, a cualquier cosa que
obtenga el control de nosotros”[7]. Cuando veas a un líder mentiroso
¡huye! corres el peligro de parecerte a él por medio del ósmosis del
liderazgo.

¿Por qué el carácter evita que un líder dañe a


quienes les rodean?
Un líder tiene la loable profesión de cuidar a sus seguidores
mientras crecen y desarrollan sus dones y talentos hasta su máximo
potencial. El líder también cuida a los que no son su equipo de
líderes directos, es decir, a los que le siguen de alguna forma o
sencillamente a los que respetan su autoridad por la posición que
ocupan.
En este sentido, una de las historias más grandes que he leído
de debilidad de carácter, y de daño colateral en los seguidores, es la
historia del Rey David. Él se había desempeñado como un
prominente líder del pueblo de Israel y, por una decisión sin sentido,
basado en su autoridad y sin carácter; dañó a una mujer, a su
esposo, a su hijo, a sus consejeros y su relación con Dios.
Esa historia censurada para no adentrarnos en los detalles, deja
ver claramente que solo por capricho, y por imposición, el rey David
abusó sexualmente de Betsabé. La expuso a gran vergüenza pues
no pudo regresar a su casa hasta que “purificó su inmundicia” y
además era la esposa de uno de sus generales más cercanos.
La decisión voluntaria de David, con carencias de carácter, trajo
estas consecuencias:
1. Betsabé quedó embarazada luego de la violación;
2. Sus consejeros se enteraron del hecho, su liderazgo fue
puesto en evidencia por falta de carácter;
3. Usías, el esposo de Betsabé, su leal general y guardián
personal, fue enviado por David al frente de batalla para que
lo asesinaran.
4. Al dar esta instrucción vulneró la lealtad de los que estaban
bajo su mando y que obedecieron esa orden nefasta.
5. Dios le contó el hecho al profeta Natán, lo que dejó en
claridad las intenciones de Dios de hacer público el terrible
acontecimiento, quien además reprendió a David por su
falta.
6. Dios impidió que el hijo de la violación viviera y, como si
fuera poco, David vivió un proceso de conflicto interno
terrible que le hicieron padecer las consecuencias de sus
actos.
Te hago esta pregunta: ¿es justo dañar así a tanta gente
producto de una debilidad de carácter? Todo este cúmulo de
personas dañadas y heridas fueron protagonistas de una decisión
de alguien que se antojó sexualmente de una mujer que le brindaría
unos minutos de placer y nada más. Lo peor es que David, siendo
rey, tenía cientos de concubinas en el palacio para hacer con ellas lo
que quisiera sin ningún problema, pero eligió a una que estaba
casada, y por tanto prohibida.
Por unos minutos de placer toda la estructura política de una
nación casi tambalea completamente producto de una decisión
insensata. Por personas que no han podido decir: “¡Yo no!” otros
cientos han sido gravemente perjudicados. ¿Cuántas veces no ha
pasado una escena así, o peor aún, en corporaciones, empresas,
iglesias y gobiernos? ¿Cuántos millones de veces se repite este
ciclo perverso de dañar personas producto de decisiones sin
carácter?
Uno de mis ejercicios para desarrollar el carácter es hacer dieta
mental. Te puede sonar ridícula la definición, pero es un ejercicio
dinámico y con excelentes resultados para aprender a decir: ¡YO
NO!
Cuando descubres una debilidad de carácter en tu vida, producto
de un proceso de intimidad con Dios, tu parte es comenzar a subir la
escalera de la negación personal para darle paso a las fuerzas de
Dios. En ese camino debes rendirte y hablarle a la debilidad
diciendo: ¡Lo voy a lograr! Pero que jamás se te olvide que solo lo
harás con las fuerzas de Dios, jamás con las tuyas.
El éxito es cuesta arriba y los hábitos son cuesta abajo. Por eso,
tu parte es poner en práctica la dieta mental y mientras subes decir
“no” a aquello que te impide ser la mejor versión de ti. Créeme nadie
puede solo, pero si tú haces dieta mental y juegas con los que son
íntegros de carácter, vas a ganar y pronto estarás de bajada en una
gran montaña conquistada.

Intimidad.
El ímpetu del liderazgo muchas veces demanda más esfuerzo del
requerido. Agrega extensas horas de trabajo duro. También procura
intensidad en el control de las variables y desarrolla habilidades
extremas que hacen que el enfoque sea tan preciso que nada nos
pueda distraer.
Repetir frases como: ¡Claro que podemos! ¡Vamos, sigamos a la
meta! ¡No se termina hasta que se termina! Entre otras, son cosas
que un líder maneja a la perfección, ya que la determinación para
alcanzar el siguiente paso hace que nada te detenga.
Ahora bien, ¿Qué pasa cuando te esfuerzas y sobrepasas tus
propias expectativas, el equipo está animado, hay determinación,
pero las cosas no marchan ni fluyen como pensamos y planeamos?,
¿Qué ocurre en la mente del líder cuando faltan horas para llegar a
la fecha límite y todavía, pese al esfuerzo, no hay un horizonte
claro?, ¿Qué decir cuando sabes que hicieron todo lo que
planeaste, ya es la fecha, y no se logró el objetivo que trazaste?
Estos son los momentos en los cuales honestamente desearías
que otra persona fuera al frente. Quisieras que otro tuviera que dar
la cara o que sencillamente tú solo fueras un miembro más de ese
equipo que trató y no pudo. Ese es el momento en el cual un líder
consciente de su compromiso debe detenerse y hacerse esta
pregunta: ¿Y si Dios no quiere? Eso es detener la máquina por
completo.
La intimidad con Dios, con la fuente de vida, con el creador es
definitivamente el único aliado incondicional que tiene un líder. Tener
la certeza de que cada oración que se pide en busca de dirección
delante de Dios, te da la certeza y la satisfacción propia de que lo
que estás buscando será encontrado.
Crear un ambiente de relación con Dios por medio de la fe,
garantiza el rendimiento óptimo y la oportunidad precisa de no fallar,
pues en cada paso que das en el liderazgo existen momentos de
poca claridad y confusión que te pueden llevar al lugar donde nunca
querrás ver tu liderazgo: la parálisis.
Paralizar tu visión por falta de enfoque claro, por ausencia de
directrices o sencillamente por agotamiento, puede ser desastroso
para tus intenciones de alcanzarla. Quizás tomar alguna decisión en
ese momento podría ser el peor error que jamás hayas cometido.
Por eso es necesario detenerse y pensar en las aristas de la
situación particular que estás enfrentando, conectar con Dios y
enderezar el rumbo.
Puede ser que esto te parezca fuera de todo pronóstico, pero tu
vida, tus planes y tus sueños le pertenecen a Dios. Él fue quien te lo
dio todo. Detente un segundo y en ese momento a solas con Dios,
pregúntale a tu creador: ¿Era este el camino correcto para llegar
donde me dijiste o sencillamente en mi propia sabiduría hice lo que
creí mejor porque controlaba las variables? Ahí en su misericordia,
Dios te dirá qué quiere y cómo puedes enderezar el plan. Confía,
eso es todo.
Antes de tomar decisiones difíciles piensa que la fuente principal
y el motor más importante de tu vida debe ser Dios. En Él
encontrarás una fuente inagotable de sabiduría y cerca de Él las
cosas pueden llegar a ser más fáciles de lo que pensabas. Poder
tener la certeza de que Dios responde, es la garantía plena que
tiene alguien que al llegar a una encrucijada sabe que la decisión
correcta prevalecerá.

Determinación.
La determinación implica tomar riesgos, asumir
responsabilidades y retar nuestra propia fe hasta el máximo
potencial. Si no corres riesgos encapsulas los niveles de expansión
de la visión, ya que sin riesgos o sin fe caes en inacción y en
consecuencia será muy difícil tomar decisiones acertadas, por ende,
la comodidad y el riesgo no pueden coexistir.
El riesgo aumenta la tolerancia al dolor. Te hace percibir la
sensación de intentarlo tantas veces como sea necesario, asumir la
posibilidad de perder, aprender de tus errores y subir a otro nivel de
determinación.
Muhammad Alí dijo: “Piensa 100 veces antes de tomar una
decisión. Pero una vez que la decisión es tomada, mantente en pie
como un hombre”. Todas las mañanas deberías levantarte diciendo:
“Hoy no es un día solo para aprender, sino para decidir”, porque
miles de personas dejan de ser bendecidas a causa de tu pereza y
de la limitante de tomar riesgos. Muchos esperan de ti esa
determinación capaz de cambiar las cosas.
Es increíble como la mente juega un papel tan importante en el
efecto determinación. La mente puede ser el elemento que
neutralice o maximice tu potencial. Es el ímpetu inicial o el letargo
intermedio para realizar cualquier cosa. En tu mente siempre
encontrarás tu mayor obstáculo para decidir.
La mente es la que hace preguntas inconvenientes tales como:
¿Qué pasaría si no lo logras? ¿Cuál será la explicación que darás a
la gente después de fracasar? ¿Cómo vas a empezar? En fin, tu
mente codifica el fracaso como una señal de alerta ante la toma de
decisiones. Tu trabajo es eliminar toda limitación de ella y seguir
hacia adelante.
Estos son algunos principios sobre la determinación, que pueden
ser utilizados como manual de procedimiento para para ayudarte y
prescribir un camino que te lleve al éxito cuando tengas que decidir:

1. La determinación es una decisión personal.


Ningún líder honesto ha podido enrumbarse hacia la montaña del
éxito sin determinación personal. Cada uno de nosotros tiene en su
interior la semilla del liderazgo y es por medio de la determinación
pura y simple que se da ese gran paso para poder hacer algo más
allá de nuestra propia vida.
Decidir no hacer nada siempre es una opción. Decidir quizás, que
alguien más lo haga también es válido. Decidir hacerse la vista
gorda es otra opción. Pero determinarte y hacer algo, es una
decisión muy personal.
Determinarte te lleva a un punto de inflexión personal. Te
trasciende hasta el umbral donde tus temores se apoderan de la
propia vida, y le dan paso al acto que significa creer en ti mismo
para decir: “¡Sí puedo!”. El asunto es que nadie puede hacerlo por ti.
Nadie te puede empujar por el vacío. Esta parte de la historia te toca
vivirla a ti personalmente.
Simón Bolívar escribió: “Amo la libertad de la América más que
mi gloria propia, y para conseguirla no he ahorrado sacrificios”.[8] La
determinación hará que hagas cosas que tal como decía el
Libertador, no escatimes en sacrificios, pues tu causa es más
grande que las circunstancias.
¡Decide ahora dar el paso, porque nadie lo puede hacer por ti!

2. Determinarte implica provocar cambios radicales.


Cuando un líder determina hacer algo, es posible que las
primeras voces de desaliento que oiga provengan de su propio
entorno íntimo: su familia. Esa primera impresión es la consecuencia
directa de las indeterminadas formas en las que nuestros
antepasados se conformaron con lo que tenían y no impulsaron a
las siguientes generaciones a hacer más allá.
Una de mis historias favoritas es la forma singular en la que mi
abuela Sara siempre me decía en su lengua natal (el gallego) esta
frase: “Nacín na lareira trás do lume, dende alí cheguei e de aí veño,
mira ata que punto chegamos e irás máis alá que eu”. Esto significa:
“Yo nací en la chimenea detrás del fuego, de ahí vine y desde ahí
vienes tú, mira lo lejos que hemos llegado y tú llegarás más lejos
que yo”.
Durante décadas escuché eso. Ella nació en una pequeña aldea
llamada Vilamor do Caurel en las montañas de Galicia España. Allí
las mujeres en las labores de parto se arrimaban a la chimenea de
la bodega (donde se secaban los jamones y los chorizos) para dar a
luz en medio del calor y en las más precarias condiciones. Así fue
como ella vino al mundo.
Tuve la oportunidad de ver en persona aquel lugar por primera
vez cuando tenía 7 años de edad. Ella me contó aquella gran
historia: “Mi mamá en medio de aquel invierno de 1926 vino hasta
este banco a la orilla de la chimenea y comenzó a pujar”. Ahí, en
ese lugar, pasamos horas hablando.
La falta de determinación de alguien que nació en aquellas
condiciones extremas de precariedad, podría haber convertido a las
generaciones venideras en una cadena de conformistas que dejaron
solamente que el tiempo pasara y ya. Sin embargo, ella tomó la
decisión difícil y se determinó a salir de ahí y ser alguien diferente a
sus nueve hermanos.
Es posible que su familia la haya criticado por haber pensado en
emigrar a Venezuela en la década de los años 60, buscando
alcanzar lo que en aquella oportunidad en su país natal, España, no
lograría.
Un día mi abuela Sara respondió a mi pregunta: “¿Abuela hasta
qué grado estudiaste tú?”. Con una risa indetenible me dijo: “No lo
sé, en Vilamor cuando tú sabías leer, escribir, sumar y restar ya te
tocaba trabajar porque sabías de todo”. Y yo dije para mí: “Wow!!! Si
hubiera estudiado más habría acabado con el mundo”.
Ella empujó a mi madre a graduarse de bachiller y a estudiar
constantemente. Y pese a no ser egresada de ninguna universidad,
creo que podría dar clase en cualquier institución si se lo propusiera.
Es una lectora desgastante y me impulsó a leer desde que tengo
uso de razón.
De esa generación de inmigrantes nacimos mi hermano y yo.
Alejandro es mi hermano. Estudió odontología en la Universidad
Central de Venezuela (UCV), tiene maestrías en estética dental y
especializaciones internacionales. Sin duda él es de los mejores
odontólogos de Venezuela y posiblemente de Latinoamérica.
Yo por otra parte estudié derecho en la Universidad Santa María
(USM), también hice maestrías y especializaciones. Y recuerdo
como si fuera hoy el día de mi graduación. Estaban todos: mi mamá,
mi papá, mi hermano y mi abuela Sara. Cuando terminó el acto mi
abuela me abrazó llorando y yo pensé que era de la emoción por mi
graduación. Ella me dijo: “¡Mira tú!, jamás pensé haber venido del
otro lado del mundo y pisar una universidad, pero gracias a ti ¡Lo
logré!”. Mi mamá y mi papá me abrazaron y me dijeron: “Gracias por
permitirnos ver lo que nosotros no pudimos hacer”.
Mi abuela, mis padres y mi hermano se determinaron a hacer
cosas que iban más allá de sus realidades y circunstancias. Cada
uno de ellos en sus diferentes etapas de vida se atrevieron a hacer
lo que nadie más en nuestra familia hizo y ¡lo lograron!
Yo soy la tercera generación desde la abuela Sara. Quizás tú
seas la primera y has oído hasta el cansancio: “en mi familia nadie
estudia”, “en mi familia todos somos así”, “nadie de los de mi familia
ha sido otra cosa”. Puedes seguir llevando a los que vienen detrás
al punto de seguir igual, o puedes determinarte a tomar la decisión
difícil y dar un salto más allá de tus circunstancias para avanzar. Eso
te exigirá hacer cosas que nadie ha hecho o siquiera intentado,
incluso en tu propia familia.

3. La determinación te da enfoque para decidir más allá


de las circunstancias.
Una de las brújulas que tienen que usar los líderes es la
determinación. Dirigir tu vida es una decisión. Hacerlo
correctamente es un proceso que quizás no sea inmediato y puede
durar algún tiempo.
Cada uno de nosotros está provisto de un ADN único que
contiene la determinación interna que nos lleva a mantenernos
firmes en nuestras decisiones y no concentrados en nuestras
propias circunstancias.

Nadie puede pretender cruzar el umbral de lo desconocido sin


que dentro de sí mismo el temor invada su percepción ante las
circunstancias del entorno. Ciertamente, antes de decidir, pueden
estar ocurriendo dos cosas: la primera es que estés
extremadamente cómodo y por eso no te atreves a hacerlo; o, en
segundo lugar, que estés sumamente incómodo en el lugar donde
estás y las propias circunstancias te estén obligando a decidir.
Sea cual sea la situación en la que te encuentres, no podrás
dirigir tu vida sin determinación, porque las circunstancias te harán
cada vez más vulnerable a depender de ellas y por mucho que
procures ver más adelante en el horizonte, sin determinación
siempre serás una paja transportada por el viento.

4. La determinación se antepone a las emociones.


Martin Luther King Jr. el día 3 de abril de 1968, un día antes de
morir asesinado, nos dejó claro lo que significa vivir con
determinación. Este gran líder social norteamericano pronunció
estas palabras:
(…) “Y bueno, yo no sé lo que pasará ahora; se nos vienen días
difíciles. Pero de verdad, ahora no me importa, porque he estado en
la cima de la montaña. Y no lo tomo en cuenta. Como cualquier
persona, me gustaría vivir una larga vida – la longevidad tiene su
lugar -. Pero eso no me preocupa ahora. ¡Yo solo quiero hacer la
voluntad de Dios! Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he
mirado, y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allá con
ustedes. Pero quiero que ustedes sepan esta noche, que nosotros,
como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida.
Así que esta noche estoy feliz; No hay nada que me perturbe; ¡Yo
no le tengo miedo a ningún hombre! ¡Mis ojos han visto la gloria de
la venida del Señor!”.
En ese momento crucial de la vida de éste líder, las cosas habían
llegado a un punto donde su bandera de justicia ya no podía dejar
de ser enarbolada. Su familia, su esposa, sus hijos, su oficio
pastoral, su lucha por la igualdad racial, todo eso se conjuga en ese
gran discurso justamente el día antes de su asesinato.
Sus emociones seguramente estaban en el clímax de todo lo
vivido. Sus sentimientos humanos debieron estar en la cúspide de
su finita humanidad. Cada pisada debió estar acompañada de una
gran pregunta emocional interior: “¿Por qué lo hago?”. Sin embargo,
por un segundo pudo bloquear sus emociones y determinarse a
seguir hacia la meta de su gran sueño.
¿Cuántas veces has dejado de hacer algo solamente por lo que
sentías? Seguramente muchas. Aun así, reflexiona en cada cosa
que te perdiste por dejar de hacer algo que sentimentalmente
pensabas correcto y que privó sobre la determinación de hacer lo
correcto.
Determinación y sentimientos no son compatibles. La
determinación está por encima de tus sentimientos. La
determinación no te asegura que no fallarás, pero te asegura que te
mantendrá avanzando, aunque tus sentimientos sean traicioneros y
te indiquen lo contrario.
CAPÍTULO II
LO QUE DECIDES HOY FORMARÁ TU
FUTURO

S ea cual sea tu forma de ver las cosas, vas a tener que


decidir entre dejar las cosas como están o sencillamente
atreverte a dar más y no postergar las tu vida.
Piensa en esto ¿Qué harías si pudieras incidir de manera real en
el curso de tu propia historia? ¿Te quedarías pensando únicamente
en el tiempo que te tomaría cambiarla esperando que algo ocurra
automáticamente? ¿Harías algo contundente que te llevara a
procurar un esfuerzo adicional?
Postergar o posponer decisiones es mucho más fácil que decidir
hacer algo. Es mucho más sencillo decir “mejor mañana” que hacer
algo hoy por lo que crees, por lo que sabes que debes hacer o por lo
que sientes que es mejor. Aunque el beneficio no sea inmediato
seguramente hacer algo hoy no dejará que te mueras en el lado
equivocado de la historia.
Es muy probable que sentirás miedo, desánimo, desilusión y falta
de fuerza, pero cuando empieces verás que de inmediato algo
comienza a cambiar de manera radical en tu vida. Verás que el
tiempo se acorta y que las distancias no eran tan lejanas.
Comenzarás a ver las cosas más sencillas de lo que parecían. Sin
duda alguna atreverse a dar el paso inicial lleva a no detenerse y no
dejar todo a medias.
Hay dos palabras letales para los líderes: “quizás mañana”. Son
un bloqueador mental que te impide prosperar y ser mejor de lo que
eres hoy. Es la frase que anticipa la posibilidad de llegar más lejos.
Es el slogan de los que no aspiran nada más allá de lo que ven
delante de sus ojos. Es el sinsabor de un futuro peor al que tienes
hoy.
¿Qué harías si pudieras incidir de manera real en
el curso de tu propia historia? ¿Te quedarías
pensando únicamente en el tiempo que te tomaría
cambiarla esperando que algo ocurra
automáticamente? ¿Harías algo contundente que
te llevara a procurar un esfuerzo adicional?

¡Vamos! ¡Atrévete! Da ese paso que te falta y arriésgate.


Determínate a provocar un cambio – aunque sea pequeño – en tu
propia vida y comienza a modificar tu lenguaje diciendo: “Hoy es el
día que cambiará mi historia”.
No hacer algo hoy para cambiar tu futuro por medio de una
decisión, se asemeja a la triste historia de un anciano que se sienta
sobre sus canas, y al mirar el pasado, se da cuenta que pudo haber
hecho algo hace años que no hizo. O peor aún se da cuenta que
pudo tomar una decisión que jamás tomó y quizás hoy en la holgura
de los años observa que aquella decisión sí era la correcta pero no
la tomó.
Solo por sacar un poco la intensidad del contexto hazte estas
preguntas: ¿Qué hubiera pasado si aquella noche no hubieras
besado a tu esposo o esposa actual? ¿Tendrías los hijos y la familia
que tienes? Sea cual sea tu respuesta ten presente que tu futuro
está a una decisión de distancia.

El futuro desde el presente.


Cada decisión que se toma es una nueva puerta que se abre
hacia el futuro merecido, producto de las actitudes y desenfrenos
propios. Nadie puede cambiar el curso de la historia a menos que
alguien sea consciente del peligro que se corre cuando no se hace
nada por cambiarlo.
En la película “El efecto mariposa” Evan Treborn (interpretado por
Ashton Kutcher) intenta, en reiteradas oportunidades, retroceder el
tiempo en una suerte de trance psiquiátrico para tratar de
acomodarle la vida a Kayleigh Miller (interpretada por Amy Smart),
quien siempre termina destrozada tras la decisión de Evan de
mejorar las cosas.
Él lo hace de manera reiterada, y cada vez que lo intenta en lugar
de arreglar las cosas las pone peor, porque en la línea del tiempo
cada modificación lleva al caos.
Una vez que Evan entiende que haber conocido a Kayleigh era la
decisión equivocada, se cruza en una calle concurrida con ella. Él
voltea y al reconocerla, se detiene un momento para mirarla y la
sigue, dejando abierta la posibilidad de que, en algún momento de la
vida, se lleguen a conocer. En la película pareciera que la decisión
correcta siempre fue no haber conocido a Kayleigh y se enseña que
solamente puedes modificar el futuro desde el presente.

Tres palabras claves.


Hace algunos años atrás tuve la oportunidad de conversar
personalmente con Marcos Witt en Caracas por varias horas, y le
pregunté: ¿Cómo se mantiene alguien durante 25 años en la cima
sin agotarse? Me dijo con su sonrisa pausada de siempre: “Un día a
la vez, planifica para meses y años, pero ejecuta un día a la vez”.
Cada día trae su propio afán, ciertamente, pero aprendí que para
terminar aunque se vea lejos se debe empezar.
La gente que no tiene responsabilidad suficiente para decidir
hacer algo, simplemente lo que hace es tratar de hacerlo. Tomar una
decisión difícil implica que el liderazgo conozca estas tres palabras
claves: visión, paciencia y perseverancia.
Este trío de acciones puede hacer la diferencia en tu vida, en tu
futuro y en el de millones de personas que están esperando que
hagas algo.

Visión.
Las visiones son confusas y se parecen a un torbellino de ideas
en la mente del visionario mientras no se llevan a cabo. Un líder
tiene una paleta de colores en su cabeza que se va entremezclando
hasta que cada pincelada lleva el color correcto.
Las personas que están viendo el trabajo del líder (al mirar el
lienzo) no ven nada. Solamente admiran con ansiedad unos trazos
amorfos sin sentido que no tienen forma definida, pero que esbozan
un gran sueño. Al ver la paleta de colores con los que trabaja el
visionario en su cuadro, los demás ven un caos generalizado,
mezclas de colores fugaces, paletas, pinceles sucios, tubos de
pinturas apretados y desordenados, es decir, un perfecto caos.
Poco a poco el caos comienza a hacerse más evidente pues a
medida que líder trabaja en su cuadro grande, los colores
comienzan a mezclarse con la rapidez que una visión amerita y,
quienes observan el trabajo, no pueden entender cómo es que tanto
desastre, puede llevar algún día a una obra maestra.
Los que te están viendo trabajar no entienden ni de cerca qué
pretendes lograr con tus pinceles. Por eso tu trabajo es repetir
diariamente cómo va a quedar el cuadro final, pues a simple vista
para tus seguidores lo que se hace visible es un desastre de colores
que aún no tienen sentido.
Cuanto más avanza el proceso de la visión ocurre algo
maravilloso: todo el caos de la paleta comienza a dar resultados y
las trazas amorfas en el lienzo se desdibujan y permean figuras
completas que comienzan a tener sentido. El cuadro grande
comienza a tener forma y el sueño se hace visible.
Todos los que caminaron contigo te van a ver agotado, sucio de
colores y verán tus herramientas de trabajo en un caos profundo. En
ese instante alguien (que no te conoce ni vio el proceso) hará esta
pregunta: ¿Cómo este loco sucio, con materiales tan desordenados,
mezclados y con todos los colores sin coherencia, pudo llegar a
pintar esto? Ahí es donde un líder comienza a desarrollar influencia
sobre los que le siguen.
Tus seguidores repetirán una y cientos de veces cómo es que
tenías la paleta limpia y ordenada, el lienzo blanco y después de un
tiempo todo se invirtió. Habrá un cuadro claro hacia dónde van a ir
todos como equipo, pero un desorden evidente en tu paleta que fue
la que recibió los golpes del trabajo duro. Aun así, sigue pintado el
cuadro grande ¡la visión que Dios te dio lo amerita!
¿Cómo puede alguien decidir sobre su vida sin tener una visión
clara de lo que va a ser su futuro? ¿Acaso puede alguien sin visión
vivir la vida decidiendo cosas intrascendentes sin pretender que
algún día su vida sea intrascendente? Lo dudo. Cualquiera que
piense así, debe adaptarse a la definición de locura que se le
atribuye a Albert Einstein: “La locura es seguir haciendo lo mismo y
esperar resultados diferentes”.
Robert Nesta Marley (conocido como Bob Marley) dijo en su
canción "Éxodo": "Nosotros sabemos a dónde vamos, nosotros
sabemos de dónde venimos"... y de acuerdo con esta sencilla pero
contundente declaración, hoy te pregunto; ¿Cómo líder sabes hacia
dónde vas?, ¿Conoces de dónde vienes?
Si no encontraste respuesta significa que estás siguiendo a la
persona incorrecta, porque los que no deciden son seguidores. Los
verdaderos líderes pueden responder esas preguntas y muchas más
pues en sus propósitos existe la huella indeleble de la
transcendencia y del legado generacional.

Pescadores sin propósito.


Cuatro pescadores, sin propósito, sin destino, sin saber para qué
nacieron, haciendo un oficio (quizás) heredado de sus padres,
posiblemente haciendo lo único que se podía hacer en ese
entonces, y ejerciendo la profesión que todos hacían en ese lugar;
se encontraron cara a cara con Jesús.
Quien es considerado como el primer influencer de la historia, les
hizo la propuesta que consistía en: dejar de hacer lo que hacían.
Les hizo ver que, aunque hacían algo productivo en lo cual eran
profesionales, la verdad era que no habían nacido para eso. ¿Te
puedes imaginar la escena? Jesús les hizo saber que tenían un
propósito grandioso distinto a lo que estaban haciendo, pero sin
subestimar su origen, es decir, ser pescadores.
Quizás pensaron que era el momento de dejar de hacer lo que la
sociedad y sus padres les impusieron como una obligación, porque
tenían frente a ellos la oportunidad de dejar un trabajo aburrido que
sólo les producía dinero y acompañar a al hijo de Dios a cambiar la
vida de millones de personas. ¿Qué hicieron los pescadores? Le
siguieron.
¡Guao! ¿Te das cuenta? La urgencia del propósito los hizo dejarlo
todo y salir corriendo tras eso que acababan de descubrir. Por eso
es que tu propósito no puede esperar. Decide obedecer aunque sea
difícil. ¡Corre! Déjalo todo y ve tras eso que descubriste que es el
gran propósito de Dios para tu vida.

El propósito de Dios te conduce a una visión.


Toda visión que se emprenda, y toda actividad que se pretenda
empezar, debe tener un objetivo claro y permitirle al equipo de
trabajo percibir con claridad; ¿qué?, ¿cómo?, ¿para qué?, ¿para
cuándo? y ¿por qué se están haciendo ciertas cosas?
Las directrices no deben ser dictadas de manera efímera. Más
bien, por el contrario, deben tener puntos de inicio y final
perfectamente definidos. De esta forma, todos en el equipo estarán
claros de las formas y maneras en que se deben hacer las cosas.
Nadie puede emprender un proyecto y esperar que mágicamente
todos se alineen y adivinen cuál es la mejor manera para hacer las
cosas. Sin dirección el proyecto se va a anarquizar.
Sí, dirigidos. Las directrices de una visión son llevadas de la
mano de las decisiones que los líderes toman a diario. Eso que
debe conducir nuestras decisiones a buscar líderes con la habilidad
de manejar correctamente los destinos de las organizaciones en la
dirección acertada.
Cloud asevera: “Define lo que estás buscando, y luego poda lo
innecesario teniendo en mente esos estándares. Aquí es donde la
visión, las metas y aun los equipos comienzan a tomar la forma que
deseas”.[9] La visión está cargada de decisiones que debes
enfrentar en el camino, pero solamente el líder que conoce la visión
puede conducirlas.
No me cansaré de decir que solamente alguien con un gran
propósito dado por Dios, puede alcanzar una gran visión. La
decisión final de conseguirlo depende de aquel que se esfuerza por
descubrir la gran verdad de la vida: saber para qué estamos en esta
tierra y cuál es nuestra misión.

Paciencia.
La paciencia es una de las más importantes virtudes que tiene el
liderazgo, es el elemento fundamental para lograr las cosas. No
importa cuánto te tardes en decidir, la paciencia debe ser el factor
determinante en la consecución del logro.
Tener paciencia es una decisión. La desesperación no lleva a
ninguna parte, solo lleva al ocaso del día en medio de la angustia.
Un sueño fuera de lo común, demanda paciencia fuera de lo común.
Una decisión fuera de lo común, amerita paciencia extrema para
poder llegar a la meta.
En relación con la desesperación, Álvarez dijo: “Las respuestas
negativas comienzan a salirse completamente fuera de proporción.
Se produce el pánico, y se toman decisiones equivocadas,
decisiones que determinan nuestro destino”.[10] El temor te dice que
no esperes, pero la paciencia te dice que algo va a pasar. Por eso
es esencialmente importante tener certeza de los tiempos y saber el
momento exacto en el que una decisión tendrá respuesta.
La paciencia es un hábito cultivado que viene adherido
naturalmente al desarrollo del carácter. No existe el desarrollo de la
paciencia sin un proceso previo de perseverancia y desasosiego.
Maxwell expresa que: “(…) para subir, tienes que renunciar. Cada
vez que enfrento otro sacrificio, cada vez que reconozco que queda
otro precio que pagar, recuerdo que para subir hay que
renunciar”[11].
¿Estás dispuesto a renunciar? ¿Estás dispuesto a eliminar los
distractores naturales y habituarte a tener la paciencia suficiente
para construir decisiones estables y duraderas? Estoy convencido
que no hay liderazgo sin paciencia. La cima siempre es más alta
que tus desesperos, muy lejos de tus antojos y casi inalcanzable de
tus caprichos.
Uno no coloca un problema en un microondas y luego aprieta
tres teclas esperando unos segundos a que suene una alarma que
diga: “¡Listo! Puedes seguir avanzando”. Tal cosa es irreal en el
proceso de alcanzar un gran sueño. La paciencia es una semilla que
se siembra y tarda años en germinar.
Puede ser que algunas decisiones tengan inmediatez en el
resultado, pero seguramente ninguna de esas tiene que ver con el
propósito de Dios para tu vida. Lo inmediato pervierte los resultados
de las decisiones y deja un sinsabor indescriptible que lleva a la
frustración.
Veamos lo que ocurre los primeros días de cada año. Todos
tenemos expectativas del nuevo comienzo porque enero es sin duda
el mes de las promesas. Prometemos hacer dieta, empezar con
buen pie nuestras relaciones personales, terminar nuestros
estudios, inscribirnos en la universidad, dejar a nuestra pareja
porque sabemos que esa relación es tóxica… y prometemos, y
prometemos y seguimos prometiendo, aunque realmente ése no sea
el problema central.

Lo inmediato pervierte los resultados de las


decisiones y deja un sinsabor indescriptible que
lleva a la frustración.
En la mayoría de los casos empezamos con buen pie. Hacemos
parte de lo que prometimos, suspendemos algunas cosas y otras las
condicionamos. Luego, pocos días después, caemos en el círculo
vicioso del: “mañana será otro día”, “mejor lo dejo para después”,
“quizás en otro momento”, entre otras. Creemos que las cosas son
más fáciles de lo común.
Para los líderes, las cosas deberían funcionar de forma distinta.
El carácter de un líder se diferencia de un seguidor por cuatro cosas
que he visto en muchos de ellos:
La forma en la que resuelven las cosas en medio del caos
evidente.
La actitud que toman frente a la presión cotidiana de los
problemas.
Su fe para resolver los asuntos que sobrepasan sus
capacidades.
La paciencia con la que esperan los resultados luego que
toman la decisión correcta.
Los líderes siempre dicen: “lo que empiezo lo término”, “sigamos
adelante que falta poco para llegar”, “si nos rendimos en este
momento no veremos el capítulo final”, “aunque hayamos fracasado
podemos volver a intentarlo pues aprendimos otra forma en la que
no debemos trabajar”. Bien decía Séneca: “Al que la razón no pudo
dar remedio, muchas veces se lo dio la paciencia”.
Sin embargo, los mediocres sin propósito cuando les comienzan
a demandar compromiso y esfuerzo siempre dicen: “¡mejor
abandono!”, “tal vez no nací para esto”, “debe haber alguien que
pueda hacer esto mejor que yo”, “no creo que lo logre”. Elffers y
Greene aseguran que:
“Nunca demuestre tener prisa, ya que apuro delata una falta de
control sobre el tiempo y sobre su propio accionar. Muéstrese
siempre paciente, como si supiera que, con el tiempo, todos sus
deseos se cumplirán. Conviértase en especialista en el arte de
detectar el momento propicio para cada cosa. Descubra el espíritu
de los tiempos actuales y las tendencias que lo llevarán al poder.
Aprenda a mantenerse la expectativa cuando el momento propicio
no ha llegado, y al golpear con fuerza cuando la oportunidad sea
propicia”.[12]
Piensa por un momento ¿En qué lado de la acera deseas estar?,
¿En el lado de los que terminan lo que comienzan o sencillamente
en lugar de los millones que siempre dicen “mejor abandono”?
¡Tienes que tomar una decisión! En ti hay un líder que debe
hacer lo correcto.

Perseverar.
Perseverar es insistir hasta que se llega al final. Es “mantenerse

constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en

[13]
una opinión”.

A veces tomas el camino correcto y comienzas a hacer algo, pero


en medio del avance desistes. Dejas de lado el esfuerzo y te
acomodas en el sendero que debes empezar y terminar.
Saber que el recorrido es largo puede ser el detonante para que
no quieras hacer nada y puede ser el estímulo ideal para no mover
un pie o no empezar. Sin embargo, la determinación puede generar
grandes victorias, como bien lo dijo el Dalái Lama: “Creo en la
determinación humana. A lo largo de la historia se ha comprobado
que la voluntad humana es más poderosa que las armas”.

Tu decisión difícil determina tu futuro.


Las decisiones difíciles de hoy, posiblemente te lleven a dos
estados de ansiedad: el primero es no decidir y con eso nunca
sabrás qué pudo pasar. El otro es mirar hacia adelante y decidir.
Sea cual sea la forma, ambas situaciones te producirán
incertidumbre. Aun así, estoy seguro que siempre será mejor decidir
y aprender del éxito o del error, que dejar al azar cuestiones que
siendo nuestra responsabilidad no las hiciste.
Las decisiones difíciles de hoy, permiten que tus talentos se
refinen en el futuro, que tu perspicacia e inteligencia se agudicen y
que hagas cosas que nadie ha hecho en el tiempo. Quizás por eso
es que Perseo, muy inteligentemente, usó un escudo de bronce a
modo de espejo para que Medusa (al reflejarse en él) se distrajera, y
fuera imposible convertirlo en piedra. De este modo pudo vencerla,
cortando su cabeza y entregándola a la diosa.
Las decisiones difíciles que tomes hoy, seguramente las vas a
tener que tomar mañana. La diferencia es que la inteligencia y las
habilidades se refinan con el tiempo, y los errores de cálculo se
minimizan a medida que tomamos cada vez más decisiones. Por
ende, el presente puede ser poco alentador, pero hacer algo que
determine las acciones correctas, basado en una visión clara,
paciencia y perseverancia, llevan a los líderes al punto de no retorno
y al ejercicio indiscutible del arte de decidir.

Las decisiones difíciles deben tomarse desde la


neutralidad de las emociones ya que muchas
personas lo hacen según su estado anímico
temporal y eso puede traer secuelas negativas
permanentes.

Por regla general, asiente González “las personas que toman una
decisión en un estado emocional de euforia, suelen fallar tanto como
aquellas que toman una decisión en un estado de enfado o tristeza.
(…) Pero cuando se trata de tomar decisiones que afecten nuestro
futuro, asegúrate de estar en lo que yo denomino un estado anímico
neutral, o al menos ser conscientes de que estamos analizando una
situación sin que nuestras emociones interfieran en ello”.[14]
Las consecuencias de nuestras decisiones pueden ser
irreversibles. Cada quien debe tener su propio termómetro para
realizar el testeo permanente del presente y de las posibles
consecuencias del futuro.

Mi decisión de no aprender a leer.


Cuando tenía 6 años, tomé una de mis primeras decisiones
difíciles: decidí no aprender a leer. ¡Sí! Eso fue lo que decidí.
Estando en el nivel de preparatorio del jardín de infancia, a todos los
alumnos se les exigía como requisito fundamental para subir al 1er
grado de escolaridad, haber aprendido a leer.
Luego de innumerables esfuerzos de mi madre por persuadirme
para que hiciera lo propio, nada ocurría, no quería leer. Mi padre (en
medio de la cátedra de: “M” con “A” dice “MA”) me prometió:
hablemos con la maestra y decidamos.
Mis padres fueron al colegio y les dijeron lo que era de
esperarse: “Juan Carlos es un niño normal, simpático, risueño, se
relaciona correctamente con sus compañeros, no tiene ningún
retraso aparente, ni nada que le impida avanzar. Pero me di cuenta
de algo – dijo la maestra – definitivamente JC no quiere leer, es una
decisión personal”.
Mi madre me quería matar con la mirada. Y mi papá quería, en
medio de la sala de juntas, llevarme a un lugar donde pudiera darme
un escarmiento merecido. Sin embargo, con voz tenue ambos
dijeron: “Bueno hijo, nosotros vamos a trabajar, en la casa
hablamos”. Y tenían esa sonrisa cínica de “¡no está pasando nada,
pero en horas va a pasar!”
Honestamente, hoy todavía no tengo ni la menor idea de las
razones por las cuales no me pareció bien aprender a leer. En el
momento crucial de la historia, ambos llegaron a la casa. Me
sentaron en el sofá de cuero crema, en la sala. ¡Nunca olvidaré ese
día! Ambos me tomaron de la mano (obviamente yo esperaba la
tercera guerra mundial), y con voz pausada tomaron la palabra.
Primero mi papá me dijo: “Hijo, hemos decidido no hacer nada. Tú
eres el del problema y tú has decidido voluntariamente no aprender
a leer”.
Seguidamente mi madre, en un tono más sarcástico, me dijo
estas palabras aproximadamente: “Bueno cariño, tus decisiones
determinan tu destino y como no quieres aprender a leer, vas a
tener que repetir el año. Todos tus amigos irán a primer grado, pero
tú serás un rebelde repitiente que no quiso leer”. Honestamente no
les creí ni media palabra.
Aquella era la semana final del colegio. Yo estaba en el salón de
clases, y a todos esos superdotados compañeros les dieron un lindo
certificado de promoción de grado que decía que cumplieron con
todos los requisitos académicos, y a mí no me lo dieron. Fui a
negociar con mi maestra y le reclamé con voz autoritaria la injusticia
que se estaba cometiendo. Ella muy educadamente me dijo: “Nos
vemos de nuevo después de vacaciones”.
Aun así, yo no creía posible que no pudiera aprobar el nivel solo
por ese requisito burocrático de aprender a leer. Tuve unas
vacaciones como si nada estuviera pasando, tal y como mi papá y
mi mamá me dijeron que ocurriría.
Al finalizar las vacaciones me preparé para ir al colegio y la gran
sorpresa fue que fuimos al jardín de infancia ¡nuevamente! –
¡Mamá! ¿Qué pasa? ¿Para dónde me llevan? – Ya era muy tarde.
Debía pagar el precio de la necedad y me dejaron en el mismo lugar
donde yo tomé la decisión de no aprender a leer.
Ahí mi pequeño mundo se acabó. Mis amigos ya no estaban, yo
era literalmente el alumno más grande del lugar. Me dio un frío que
me heló la columna vertebral. Los alumnos que estaban entrando a
preparatorio me preguntaban: “¿Tú eres nuevo? No te habíamos
visto”. Y yo decía: – Sí, claro. Soy nuevo. – Pero alguien en medio
del patio de juegos del colegio gritó: “¡No es nuevo, repitió grado!”. Y
ahí fue como entendí las consecuencias de mi loca decisión.
Llegué al salón. Estaba mi maestra Helen como si me estuviera
esperando (como decimos en Venezuela) “en la bajadita”. Estaba la
misma cartelera. El mismo pupitre. Las mismas sillas. ¡Qué día! Al
llegar a casa mis padres me preguntaron: – ¿Cómo te fue? – No dije
nada. De inmediato mi papá me dijo algo que me marcó para
siempre: “¿Qué se siente ser el tonto de la casa?”. Ahí comenzó
otra historia en mi vida.
Ese día lloré y lloré. Y la gran sorpresa para todos en las
semanas venideras fue que siempre supe leer, solo que yo decía
que “no” por llevarles la contraria. Ya no había nada qué hacer, era
hora de repetir un año escolar.

El tonto de la casa.
Desde ese día, solo de recordarme que podría llegar a ser el tonto
de la casa (aun sin serlo), adquirí un hábito desenfrenado por leer y
estudiar incansablemente al punto de casi volverse una obsesión.
Un día, luego de 30 años, mi esposa Adriana me preguntó: – “Mi
amor ¿Hasta cuándo vas a estudiar? ¿No crees que es suficiente?”
– Contesté de forma altiva: – “Nunca es suficiente”. Pero ese día
recordé la frase: “eres el tonto de la casa” y caí en cuenta que había
superado mis propios límites, y los de muchos de mis amigos que
solo se graduaron de la universidad, producto de aquel día donde
una decisión equivocada marcó el futuro de mi vida.
Ese día le conté a mi esposa esta historia y me dijo risueña: –
“Menos mal que eras el tonto, sino imagínate a dónde hubieras
llegado. ¡Detente ya! No tienes que demostrarle nada a nadie”.
Decide hoy y preserva tu futuro.
CAPÍTULO III
VERDADES ACERCA DE LA TOMA DE
DECISIONES

S iempre le enseño a mis alumnos en clase, que los líderes


no toman decisiones basados en sus emociones, o por lo
menos no deberían hacerlo. Si lo hacen, ocurrirán eventos
propios de las impetuosas formas de decidir, como por ejemplo el
arrepentimiento posterior.
Decidir tiene un proceso y una serie de etapas que se deben
cumplir a cabalidad para que la resolución final sea propia del
liderazgo. Cumplir con las etapas no te garantiza que siempre tomes
la decisión correcta, pero te garantizo que con el tiempo estarás
cada vez más cerca de lograrlo.
Las decisiones trascendentales de cada persona vienen
marcadas por una serie de acontecimientos previos que se suscitan
con antelación a la encrucijada. Cada una de ellas tiene un patrón
común: disciplina. Nadie debería tomar decisiones a la ligera, pero
en el caso de un líder ¡jamás debe hacerlo!
La disciplina te lleva a decidir habitualmente. Tal y como dice
Jenson: “Para convertirse en una persona que va a iniciar la acción,
para ser realmente quien marque la diferencia, usted debe hacerse
una persona disciplinada. Necesita colocar un controlador, un
gobernador por encima de sus pensamientos y acciones. Usted
necesita establecer patrones y normas de vida”.[15]
En el liderazgo, las decisiones deben tomarse de manera
habitual y no de manera esporádica. Todos los días debes decidir
algo. Cuanto más alto estás, más decisiones tienes que tomar. Por
eso no puedes hacerlo basándote en las emociones, pues ellas son
traicioneras y fugaces. La cordura y la sensatez deben reinar en tu
método de tomar decisiones.
Coloquialmente le digo a mis alumnos que, ningún líder debe
tomar una decisión difícil con las vísceras, las emociones en si
mismas no son ni buenas ni malas, solo que la forma en la que
reaccionas a ellas te hará un líder de carácter o un inmaduro al
decidir.

Morir en el lado indebido de la historia.


Una persona me mandó un mensaje a mi teléfono recientemente
y me dijo: “Necesito un consejo. Siento que estoy en una
encrucijada y que en cualquiera de los caminos que elija voy a ser
exitoso, pero la verdad es que no quiero equivocarme en la
decisión”.
Eso me recordó que durante 17 años de mi vida tuve una
empresa de alquiler de autos antiguos para matrimonios, eventos
especiales, comerciales de televisión, fotografía, moda, videoclips y
todo lo relacionado con ese tipo de actividades.
Debo confesar que los automóviles son una de mis pasiones. Yo
(en apariencia) era extremadamente feliz y muy exitoso por tres
razones:
1. Tenía automóviles clásicos de colección y además tenía el
dinero para conservarlos.
2. Generaba ingresos para mí y para mi familia.
3. No era un trabajo muy difícil ya que tenía mi agenda anual de
fines de semana llena de eventos.
Digamos que estaba cómodo y me sentía bien. No tenía mayores
mortificaciones. Todo marchaba bien para mí. De hecho, un día,
trabajando para una boda, estaba en un hotel cinco estrellas en
Caracas y vi entrar un Rolls Royce Silver Cloud 1961 de color plata
y negro alucinante. Confieso que era imposible no mirarlo. No tenía
ni un solo detalle de desperfecto en la pintura. Era algo sin igual.
El carro se detuvo en el estacionamiento donde esperábamos a
que las novias bajaran de sus habitaciones para llevarlas hasta la
iglesia. En ese momento, no me aguanté: ¡fui a ver el Rolls Royce!
Tenía en mi mente este pensamiento: “¡Si yo pudiera tener uno así!”.
Al acercarme, me recibió un señor de unos 60 años de edad y,
como era de esperarse, le hice preguntas sobre el vehículo. Estaba
maravillado. Le dije: “¿El automóvil es suyo?”. A lo que me
respondió que sí. “¿Hace cuánto lo tiene?” - Inquirí. Y dijo: “Hace 40
años”. Volví a preguntar: “¿Usted lo alquila frecuentemente?”. Y
respondió: “Al igual que tú llevo 30 años trasladando novias”.
Su respuesta me conmocionó. Desde ese momento algo no me
dejó tranquilo. Yo tenía 17 años en el negocio. Luego de terminar el
trabajo aquella noche, camino a casa, conduciendo mi Chevrolet
Styleline DeLuxe 1951 me hice esta pregunta: “¿Será que cuando
yo tenga 60 años voy a seguir detrás del volante de un carro de
colección tocando corneta, frente a una caravana de carros, con un
par de novios recién casados en el asiento de atrás, y voy a seguir
siendo tan feliz como el primer día?”. ¡La verdad me dio temor
responderme!
En mi comodidad dejé ese tema de lado y seguí siendo exitoso
en el lugar equivocado de mi propósito de vida. Llegué a tener 3
automóviles espectaculares; Chrysler Windsor 1949, Chevrolet
DeLuxe 1951 y Mercedes Benz Ponton 220S 1959. Hasta tuve un
Renault 4 1969.
Así permanecí por 2 años más, creyendo que en mi zona de
confort podía engañarme a mí mismo sobre mi aparente bienestar.
Tenía una falsa sensación de éxito frente a las personas que me
decían: “Si sigues por ese camino seguramente vas a tener una flota
de 10 o 15 carros en los próximos años, y serás quien acapare todo
el mercado de Caracas”. Pero… un día llegué a la encrucijada. Y ya
no podía escapar. Fui confrontado con mi realidad.
Casi en el último kilómetro de la vía me di cuenta que yo no
había nacido para eso. Ése no era mi propósito. Observé que yo
tenía trazada una ruta de vida que cada día se alejaba más de lo
que Dios quería para mí. Y si continuaba así, iba a ser exitoso en la
tarea equivocada.
Así como yo, muchos han pasado la vida entera postergando la
decisión crucial de sus vidas sobre los temas trascendentales de su
futuro. Han sido tentados a transitar el camino más cómodo para no
complicarse la existencia. Y lo que es peor, para un día darse
cuenta que ése no era el camino correcto.
Hazte un favor y ¡descubre el propósito de Dios para tu vida! Una
vez que lo hagas ¡déjalo todo y ve tras él! La urgencia del propósito
necesita obediencia y la obediencia no puede esperar.
Una decisión puede costarte la vida. Sobre todo cuando estás en
la encrucijada de la misma realidad que te dice que debes hacer
algo. Tomar el camino correcto o el camino equivocado hace que (tal
como te acabo de narrar en mi historia) creas que emocionalmente
la decisión es la correcta.
Yo creía que estaba en la calle de mi propósito. Tenía mis
automóviles, un negocio próspero y una vida económicamente
resuelta. Sin embargo, había algo que era irremediable: mis
emociones me decían: - “¡Sigue!” - pero mi vida en esa línea del
tiempo me decía: - “¡Déjalo!” -.
Pude haber permanecido por muchos años queriendo
convencerme a mí mismo de que aquello era para lo que había
nacido. Aunque Dios, en sus innegables y multiformes maneras de
corregir a sus hijos, me hizo ver que era hora de cambiar.

El problema de equivocarse.
Me equivoqué. Lo reconozco. Ya no me da vergüenza reconocer
mis errores, más bien eso me deja un espacio en mi agenda para
rectificar y aprender solo, y junto a mi equipo.
Lo que he aprendido de mis errores es que, cuando tomas la
decisión equivocada, pueden ocurrir tres cosas según mi
perspectiva: estancamiento, hacer daño a tus seguidores o rectificar
y empezar de cero.

1. Estancamiento
Cuando caminas fuera del rango de la decisión correcta, es muy
probable que te invada una sensación de quietud emocional. No hay
subidas. No hay bajadas. Todo está en calma, excepto por una
cosa, estás muriendo lentamente en el lado equivocado de la
historia.
Esa lenta agonía asintomática produce un letargo en ti y en el
equipo de trabajo, por ende, el ambiente de frustración genera
agotamiento y desinterés por hacer las cosas. ¿Por qué? Sencillo,
nadie tiene pasión y no existe una inspiración natural desde el
liderazgo hacia el resto del equipo por lo que todos comienzan a
entumecer sus intenciones.
El estancamiento deriva en un sinfín de males para la
organización, pues cada uno de los miembros, al permanecer en su
estatus quo, se acomodan de tal forma que cualquier buena
intención por avanzar se convierte en un gesto de buena voluntad
por sobrevivir.
El pastor Joel López dijo alguna vez: “No te estanques en las
cosas viejas que ya conociste. No permitas que los paradigmas te
amarren. Lo que funcionó ayer no necesariamente funcionará
mañana. Hoy todas esas cosas pasadas son un hermoso recuerdo.
Dios tiene un nuevo capítulo más sustancioso que el anterior, con
nuevos colores, con nuevas experiencias, con nuevos desafíos. Lo
que lograste en el pasado fue un escalón para llegar a este nuevo
desafío. Tienes que decirle a Dios: “Señor no me voy a quedar
estancado”, y Él te responderá con su palabra: “le irá bien al justo”.
Cada etapa en la producción de una decisión implica hacer
ciertas cosas que eviten permanecer detenido en ese mismo lugar
donde solo se piensa en ¿qué hacer? La parálisis en medio del error
es normal, pero permanecer demasiado tiempo en ese lugar puede
producir entumecimiento en las ideas y eso es extremadamente
peligroso.

2. Hacer daño a tus seguidores


Si no te permites aceptar el error, cuando tomas la decisión
equivocada produces en los miembros del equipo un daño terrible.
Recuerda que cuando el líder se equivoca en la dirección, deja todo
de repente y no da explicaciones a nadie, los seguidores reciben un
mensaje directo del líder: “no sabe hacia dónde vamos”.
Ahora bien, el líder puede dejar el problema así, seguir adelante
y hacer ver que no pasó nada. La realidad es que cuando sea el
momento de enfrentar un nuevo desafío el daño irremediable estará
hecho. La desconfianza en los seguidores será notoria y cada uno
de ellos sentirá un resquemor natural cuando se le exija correr la
milla extra. La pregunta es ¿por qué? Bueno, porque la última vez
que dieron el todo por el todo, no llegaron a ningún lado y nadie les
dio una explicación.
Ahí es donde se hace el gran daño al equipo, porque
sencillamente se entra en un círculo de pasividad y conformismo
que no deviene en ninguna actividad. Todos van a hacer lo mínimo
posible con el menor esfuerzo posible porque no saben si valdrá la
pena el esfuerzo adicional, lo cual provoca en la organización un
ambiente de lentitud y de limitación evidente.
El daño más terrible que se le puede hacer a los seguidores es
quebrantar la confianza. La lealtad en el liderazgo se gana mediante
la confianza, y si de alguna manera ellos no pueden confiar en el
líder entonces cada vez se hace más difícil demandar fidelidad y
lealtad.
El rey Salomón hizo énfasis justamente en esto al decir: “Nunca
traiciones al amigo que confía en ti”[16] y al final de cuentas el
liderazgo verdadero se convierte en una relación íntima entre
mentor y aprendiz que lleva a la amistad. Romper la confianza
mutua es una suerte de traición y eso impide que más adelante las
cosas sean idénticas a como originalmente eran.
Por último, quiero enfatizar en lo que considero, es el peor de los
daños que se le hace a alguien cuando el liderazgo toma la decisión
incorrecta y no rinde cuentas de su error: cada uno de los heridos
siempre tendrá en su corazón las secuelas de un liderazgo
incorrecto, y cada vez que se enfrente a una posición de autoridad
siempre existirá la duda razonable sobre el por qué debe hacer las
cosas. De inmediato se preguntará si valdrá la pena seguir tratando
de proseguir hacia la meta de esa visión, aunque esté clara, porque
en su corazón se sembró la semilla de la desconfianza y costará
mucho tiempo antes de poder arrancar la raíz generada por aquellas
acciones erradas.

3. Rectificar y empezar de cero


¡Todos yerran! Todos se equivocan. Nadie es perfecto. Todos han
tomado decisiones acertadas y equivocadas a diario. Cuando las
decisiones son erradas, hay que detenerse, analizar las
consecuencias y fundamentalmente decidir de nuevo.
Rectificar es una decisión necesaria en el liderazgo. Es una de
las tantas encrucijadas que se deben tomar. La diferencia es que
aprendes que una de las vías lleva a un camino sin retorno de
fracaso, y la otra lleva nuevamente al punto de partida en el cual
pensaste que hacías lo correcto.
Cuando decides mal todo se pone en tu contra. Las alarmas se
encienden por todos lados. Te sientes como si nada tuviera sentido
y de pronto te das cuenta, que tanto malestar general está
nuevamente a una decisión de distancia. Algo que parecía fácil se
convierte en difícil y sin una razón aparente, aunque tratas de
rectificar el rumbo el timón se mantiene firme.
Cuando era adolescente practiqué uno de mis deportes favoritos:
el velerismo. Es algo que quizás no sabías, pero fui a varias
competencias a nivel nacional y llegué a ser subcampeón nacional,
en mi tierra natal, Venezuela. Cuando equivocas el rumbo en una
regata, es difícil seguir adelante. Se complica el panorama porque el
diseño original está hecho para que, en cada traza de la regata,
llegues a las boyas que delimitan el trayecto de cierta forma y, si no
decides previamente las condiciones del viento, del barco y la
ubicación final de cada punto, difícilmente puedes llegar en un lugar
digno en la competencia.
La decisión de por dónde ir se toma en tierra firme. ¡Sí! parece
incongruente que un deporte de agua tenga que alimentarse de
decisiones previas en tierra firme, y paradójicamente así es el
liderazgo. Debes tomar decisiones en seco antes de lanzarte al mar.
En el océano hay muy pocas posibilidades de pensar con la
mirada en el horizonte y el sol frente a los ojos. Ahí solo hay tres
cosas que te permiten avanzar: viento, velas y timón. Si la decisión
previa no guarda relación con las condiciones del ambiente, aunque
haya viento las velas no rinden y producen un efecto contrario al
avance, se destensan, se estanca la embarcación y comienza a
derivar.
En el velerismo, aunque haya velas tensas, si no hay quién
timonee, difícilmente el barco llegará a puerto seguro. Por eso es
que solo hay un responsable de que todo marche bien: el capitán
del barco, es decir, el líder de la tripulación. Si te equivocas vas a
tener que ir al punto de inicio y comenzar de cero, volver a trazar
una nueva ruta o en su defecto ir al lugar de origen desde donde
zarpaste y comenzar a redimensionar la forma y manera en la que
dirigirás el barco nuevamente.
Una decisión difícil es empezar de cero y volver a intentarlo. Es
como morir al orgullo y reconocer que alguien puede señalarte con
el dedo y decirte: “¡fuiste tú el que se equivocó!”. Ahí es donde la
madurez en el liderazgo juega a tu favor o en tu contra, ya que
seguramente, en medio del problema, vas a tener que hacer tal y
como dice John Hagee cuando la semilla del roble cae a tierra y
muere:
“El proceso de crecimiento de un fuerte roble comienza con una
diminuta bellota que cae al suelo y muere en sí misma a fin de dar
nacimiento al magnifico árbol. El diminuto brote asoma su cabeza
entre las rocas y el suelo para luchar por la luz del día; luego batalla
con la nieve, el calor y la sequía y las tormentas para sostener su
crecimiento.
Después de décadas de éxito, extiende sus inmensas ramas
para formar una sombra fresca y cómoda. Extiende sus raíces
profundamente el suelo para que lo mantengan en tiempos de
tormenta. Alguien pasa por el lado y se detiene bajo sus arqueadas
ramas, y dice: “Este roble si es fuerte”. Pero acaso nos molestamos
en preguntar: “¿Qué precio tuvo que pagar este roble para alcanzar
su destino divino?”.
El precio que hay que pagar es el que usted tuvo que pagar
mientras estaba en el problema. Hay un proceso de muerte y un
proceso de nacimiento. Hay la disposición de luchar por la luz del
día con la guía de Dios. Vendrán adversidades de nieve, calor y
sequía; habrá momentos de éxito y momentos de fracaso.
Finalmente, tras años de lucha, se convertirá usted en lo que Dios
quería que fuese: un fuerte roble espiritual”.[17]
Nadie puede ser tan torpe como para pensar que empezar de
nuevo, luego de una decisión difícil que fue tomada erradamente, es
una derrota absoluta. Habrá días buenos y malos, pero créeme,
cada uno de ellos hará que la profundidad de las raíces de tu
liderazgo lleve a otros a gozar de la sombra que tú puedes darles
cuando extiendes tu influencia sobre ellos.

Verdades que vivirás al decidir.


1. Los líderes deben llevar a otros hasta la encrucijada
de la decisión.
Cuando un líder ejecuta una visión mediante el seguimiento de
su propósito, debe tener personas que lo apoyen en el lugar íntimo
de las decisiones. Esto significa que cada uno de ellos, en algún
momento, va a tener que decidir sobre temas de importancia y las
responsabilidades compartidas deben ser acordes con el cuadro
general de mando que se trazó para llegar al final.
Los líderes deben llevar a los seguidores al punto donde ellos
mismos puedan tomar sus propias decisiones para seguir adelante.
Nadie puede ejercer de manera correcta la puesta en práctica de
una decisión que otro tomó por ti.
¿Qué significa esto? Todos los que tienen seguidores, y dan
mentoría a personas, corren el peligro de dar consejos cada vez que
se los piden, y eso no está mal. Sin embargo, si hay consejos que
dar, siempre debes preguntar: “¿Qué harías tú en ese caso?”. Y
luego que te respondan, debes volver a insistir en: “¿Cuál crees que
sería la consecuencia?”. De ese modo llevarías a tus seguidores al
punto de decisión, en el cual ellos deben hacer algo más que
esperar que tú hagas algo por ellos.
Si tú decides por ellos les dañas el propósito porque
sencillamente cada uno de ellos debe vivir sus propios procesos.
Aunque tú puedas saber las respuestas a todas sus preguntas,
debes obligarlos a tomar sus propias decisiones.
¿Qué pasaría, por ejemplo, si tú decides por alguien? Pueden
ocurrir dos cosas obvias: la primera es que aquel no aprenda nada,
y la segunda es que si esa persona no hace lo que tiene que hacer y
las cosas salen de forma diferente a la esperada, la culpa será tuya.
Qué terrible es tener que reconocer que truncaste el propósito de
alguien, o que dañaste su crecimiento, por no querer llevar al punto
de decisión a los que están detrás de ti siguiéndote. Y ¡qué gran
satisfacción! es que, al permitir que ellos decidan, se equivoquen,
aprendan y luego puedan preguntarte: “¿qué hago ahora?”. Y tu
respuesta sea: “Lo hiciste bien, sigue adelante y continúa”.

2. En algunos aspectos de la vida no tienes poder de


elección.
Hay cosas que son irremediables y nunca se pondrán bajo tu
círculo de responsabilidad. Aspectos de la vida que nunca podrás
controlar y en los cuales, aunque trates de tomar parte, tu influencia
jamás alcanzará para cambiar las cosas.
Lamentablemente elegir morir o no, es algo que no está en tu
poder. Así como tampoco eliges tu fecha de nacimiento. Esas cosas
son un derecho exclusivo de Dios, quien maneja y controla los hilos
de la humanidad. Es difícil pensar que como líderes puedes
controlarlo todo. Tampoco pudes hacer que ciertas cosas cambien y
la única elección que hay es: aceptar los designios divinos.
Quizás puedas evitar algunas cosas, pero tienes que estar
consciente que en algunos aspectos muy extremos de la vida, vas a
tener que seguir adelante, a pesar de lo que ocurra, y tendrás que
esperar que las cosas se tornen favorables nuevamente. Hay otros
ejemplos, como los decesos inesperados, que son muy difíciles de
controlar por muy buen líder que seas. Para ello debes estar
preparado porque definitivamente en esos aspectos no tendrás
poder de elección.

3. En algunos aspectos de la vida tienes responsabilidad


absoluta.
Cientos de veces me he dicho a mí mismo: “Esto se pudo haber
evitado”, sin embargo, pasó lo que tenía que pasar. Algo que no
debió haber ocurrido tuvo cabida en un momento de la vida. Ocurrió
un evento que dependía de una sencilla decisión de hacer o no
hacer, pero por mi elección terminó todo mal.
Hay decisiones que infaliblemente dependen de los líderes. Éstas
no son opcionales, ni tampoco tenemos permitido dejar de tomarlas.
Son sencillamente pequeños actos de voluntad que diariamente se
presentan frente a frente con nuestra integridad y debes
enfrentarlas.
En algunas oportunidades se deja de tomar decisiones por no
medir previamente las responsabilidades que este tipo de acto
implica. En este sentido, bien dice John Maxwell: “… cuando se trata
de decisiones, nunca diga nunca. Nunca es una cosa larga y de la
que no se puede depender, y la vida está demasiado llena de ricas
posibilidades para tener este tipo de restricción”.[18] Decir “nunca”
es pretender tapar el sol con un dedo y restar importancia a
nuestras propias encrucijadas.

4. Un liderazgo responsable toma decisiones correctas.


El mundo está acostumbrado a que se tomen decisiones
complacientes y populares, no a que se tomen las decisiones
correctas, aunque eso implique algún tipo de sacrificio previo que
traerá beneficios a mediano o largo plazo.
El evento siempre es más rentable que el proceso. El aplauso
siempre es más gratificante que la murmuración. Pero solamente los
valientes se atreven a aceptar la responsabilidad preliminar de la
decisión correcta.
Estar entre lo que se debe hacer y lo que la gente quiere hacer
es lo que define la marca del liderazgo. Creer que lo popular es lo
mejor, es una gran equivocación porque la popularidad en algún
momento se desvanece con el tiempo. Nadie puede estar en la cima
del liderazgo por mucho tiempo si solo fundamenta sus decisiones
en la buena fortuna de la temporada.
Es difícil tomar siempre la decisión correcta ¡lo sé! aunque no es
imposible. Si lo que quieres ser es un líder más del montón, solo
debes apelar a tu carisma y a una temporal (y efímera) popularidad.
Si por el contrario quieres distinguirte sobre el común denominador,
entonces debes enfocarte en la decisión correcta por encima de la
popular y fundamentarte en tu carácter. Mantén tu postura hasta el
final y el tiempo te dará la razón, no la inmediatez.
Recuerda que la historia siempre le da la razón a quien la tiene y
no al que dice tenerla. La responsabilidad de los que están al frente
de las organizaciones, iglesias, empresas o equipos de trabajo,
siempre debe ser procurar el mayor bienestar posible para la mayor
cantidad de personas posibles, aunque esto implique sacrificios
enormes y sinsabores profundos.
Como te dije en líneas anteriores, solo tomar la decisión correcta
procura la menor cantidad de heridos y dolientes en medio de la
guerra.

5. Hay que decidir lo correcto anticipadamente.


Muchas veces me han preguntado: “¿Cuándo es el momento
correcto para decidir?”. Parece una pregunta compleja, pero no lo
es. Siempre hay que decidir y hacerlo de forma correcta. Sin
embargo, en este punto debo agregar que además hay que hacerlo
tempranamente.
“Amanecer te permite coger agua clara” dice un refrán popular.
En materia de decisiones es exactamente igual. Anticiparse
mediante una decisión correcta mitiga las consecuencias
inesperadas de la desidia. Hay cosas que se deben detener a
tiempo y no esperar a que ocurran para empezar a hacer algo.
Solamente hay que decidir lo antes posible para llegar más rápido
de lo esperado.
Nelson Mandela dijo una vez: "Un verdadero líder usa cualquier
problema, no importa qué tan serio o sensible sea, para asegurar
que al final emerjamos más fuertes y más unidos que antes".
¿Cómo podemos emerger en medio de la necesidad o el problema?
Simple: tomando una decisión difícil correctamente. El gran
problema de los que conducen naciones y organizaciones es que
esperan hasta el punto donde la soga se rompe, o está a punto de
hacerlo, para tomar acción.
Es extremadamente peligroso que los líderes esperen hasta la
última oportunidad para hacer lo que deben hacer. Solo imagina
todo lo que se pudo haber evitado en Venezuela si en vísperas de
aquel proceso electoral en el año 1999, para reformar la constitución
del país, los líderes políticos se hubieran abocado a evacuar las
zonas que estaban precipitándose sobre el estado Vargas, y que
además se sabía que estaban en alto riesgo en épocas de lluvias
incesantes, durante los días que antecedieron.
Ya se sabía de antemano que la tragedia estaba por ocurrir.
Todos los niveles fluviales habían rebasado los límites. Las zonas
aledañas a las montañas se habían visto afectadas por la saturación
de la tierra. Las inundaciones y los sistemas de drenaje de todo el
estado estaban colapsados e indicando (hacía días) la gravedad del
asunto. Nunca antes se había registrado un nivel de pluviosidad
como el de ese entonces.
Sin embargo, y pese a las alarmas, la naturaleza reclamó sus
atributos. Los ríos arrasaron poblados completos. Las vías de
penetración rural desaparecieron, y comenzó un deslave brutal
sobre ese estado como pocas veces se ha visto en la historia del
mundo entero. Piedras y barro se llevaron a su paso todo lo que
encontraron. Hasta la fecha no se han podido determinar con
exactitud la cantidad de muertos que hubo en ese incidente.
En medio del fulgor de la campaña electoral, y cuando los
reporteros nacionales e internacionales le preguntaran si las lluvias
motivarían la suspensión del proceso electoral, el difunto Hugo
Chávez citó las palabras de Simón Bolívar dichas aquel 26 de marzo
de 1812 (en plena lucha independentista), sobre las ruinas de un
templo y apenas transcurridos unos minutos de un terrible terremoto
en la ciudad de Caracas: "Si la naturaleza se opone, lucharemos
contra ella y haremos que nos obedezca".
Según la fuente oficial, el gobierno nacional declaró entre 1.500 y
3.000 muertos (la mayoría desaparecidos). Unas 94.000 personas
damnificadas, aproximadamente. Y más de 130.000 personas
fueron evacuadas como consecuencia de los deslaves. Sin
embargo, esa cifra pudo haber sido insignificante si se hubiera
tomado la decisión correcta a tiempo: evacuar el estado Vargas
antes que fuera zona de desastre.
¡Qué irresponsable! Si en lugar de dar una arenga populista e
imitar un discurso descontextualizado (que tenía 187 años de
pronunciado) se hubiera hecho lo correcto a tiempo, la historia de
esos días hubiese sido otra.
Anticiparte a una decisión puede salvar cientos, miles o millones
de vidas, según sea el caso.

6. Los líderes toman decisiones primero.


He dicho en reiteradas oportunidades que los líderes van
adelante, pero también, que los líderes van primero. Por ende,
deben decidir anticipadamente. Hacerlo es un gesto de
responsabilidad frente a los seguidores. Es un acto de valentía y es
una marca distintiva del liderazgo ya que decidir primero te hace
confiable frente a los demás.
Recuerdo cuando estábamos iniciando la Escuela de Liderazgo
de Alto Impacto (ELAI) en Venezuela en el año 2014. Hubo una
temporada donde el único que entrenaba líderes era yo. Eso
implicaba que debía dar un promedio de 6 horas diarias de clases
de lunes a sábado para formar la primera, segunda y tercera
generación de entrenadores certificados. Quienes a su vez
multiplicarían el trabajo en las nuevas generaciones.
Cuando el minúsculo equipo de trabajo que tenía entonces (que
por aquella época solo me ayudaban porque no les podía pagar un
sueldo), me preguntó: “¿Por qué no contratamos a más personas
que den clases?”. Yo honestamente pensé que era Dios quien me
hablaba. Era mejor que otros dieran el contenido que se había
diseñado, así yo estaría más tranquilo y podía dedicarme a atender
algunas otras prioridades de la escuela.
Luego de pensar unos segundos en la pregunta, pensé: “Si yo no
pago el precio por los primogénitos ¿cómo podría más adelante
pedirles a ellos que lo paguen?”. Y fue ahí donde decidí primero.
Decidí: gastarme al máximo en cada una de esas horas que les
dedicaba; sacrificar horas de familia por cumplir con mi propósito;
dejar de hacer cosas que me gustaban; viajar menos; dejar de ir de
pesca; descansar menos horas; atender a más personas; agendar
los tiempos con precisión milimétrica; dar mentorías; invertir tiempo,
talento y dinero en la visión; preparar previamente cientos de horas
de clases; en fin, era un gran reto.
Esa etapa la recuerdo como si fuera hoy. Ahora puedo reírme de
lo que hicimos sin recursos, pero en ese momento nos costó mucho.
Había días donde iba a los salones de clases, luego de almorzar, y
juntaba las sillas para recostarme a descansar por lo menos unos 30
minutos, porque literalmente estaba sumamente agotado física y
emocionalmente. Luego me levantaba y decía: “todavía faltan 3
horas de clases”. Salíamos cerca de las 9:00pm, yo cerraba los
salones con alguno del equipo o mi asistente personal y me iba a
casa, listo para repetir el mismo ciclo en la mañana del día
siguiente.
En ese entonces yo decidí primero apostar por aquella
generación de 10 líderes, que luego llegó a ser de 28 personas al
abrir la segunda cohorte de estudios. En aquellos días me
preguntaba: “¿Será que estos 28 valdrán la pena?”. Hoy puedo decir
que haber decidido primero me hizo ver el fruto de lo que en aquella
fase solo era una esperanza. Lo único que teníamos, mi equipo y
yo, era solo fe. Pero decidí hacer algo más y repetirme a mí mismo
cientos de veces: “La esperanza no es una estrategia, hay que
hacer que las cosas pasen”. Hoy somos miles en Venezuela y
Latinoamérica.

7. La decisión de un líder influencia a otros.


Si tú no decides, los demás lo harán por ti. No hay duda que las
cosas que dejes de hacer se convertirán en una demanda.
Para López (2017) “Un líder exitoso, es aquel que entiende que
no puede hacer todo, que su vida tiene un tiempo finito, que no debe
trabajar solo y aislado de otros seres humanos”.[19] Es
impresionante observar con detenimiento cómo líderes de todo nivel
toman decisiones sin importar lo que ocurra con sus seguidores o,
peor aún, sin tener ningún tipo de consideración por las
consecuencias que derivan de sus acciones.
Cada vez que tomamos una decisión, el impacto en las personas
que nos rodean es impresionante e inevitable. Cada una de ellas
depende en cierta manera de lo que decidan los que están a la
cabeza. Eso te debe comprometer a la consecución de los fines de
cada decisión tomada, para que dentro de nuestras propias
habilidades podamos decidir de forma asertiva.
Recuerdo el día que le dije a mi equipo de trabajo que debía
dejar mi país para ir a internacionalizar la Escuela de Liderazgo de
Alto Impacto (ELAI). Eso fue como si los hubiera golpeado con un
bate de béisbol en las costillas. Era un sinsabor increíble.
Quizás el momento más tenso fue cuando le tuve que explicar a
mis alumnos de la primera y segunda cohorte, que eran el primer
contingente de entrenadores que multiplicarían la visión, aquel
asunto. Ellos habían sido entrenados directamente por mí. Habían
recibido todo el contenido de estudios oyendo una sola voz: la del
presidente de ELAI.
Se formularon cientos de preguntas en mi mente y, estoy seguro
que, millones de preguntas en la mente de cada uno de ellos. Tuve
que admitir en público que yo debía salir para darle paso a ellos; si
ellos no crecían en dones y talentos siempre iban a estar bajo mi
sombra; ellos debían, a través de mi propósito alcanzar el suyo;
debían crecer más rápido y llegar más lejos de lo que yo lo hice; les
dije que debía multiplicar la visión en otros para poder dedicarme a
la expansión de la escuela.
Estoy seguro que algunos de ellos no lo entendieron. Otros
quizás solo lo asimilaron. De los que entendieron; muchos no lo
compartieron. Algunos se desilusionaron y no siguieron. Pero los
que dijeron: “¡Sí creemos en esto!” se multiplicaron, y hoy han
podido no solamente entrenar en nuestros salones de clase en
Venezuela a cientos de líderes, sino que les permití formar a otro
tanto que estaban en Iberoamérica y que de alguna forma
necesitaban ser alcanzados en distintos países del mundo.
Esa decisión en mi vida fue crucial para mí, para mis seguidores
y para mi equipo de líderes. Gracias a esa complicada pero
acertada decisión tenemos agentes en diferentes ciudades de
Iberoamérica, además de Caracas - Venezuela, Miami - Florida y
vamos a extender nuestros horizontes a otros países de
Latinoamérica.

¿Qué hacer cuando no sé qué hacer?


Definitivamente no saber qué decidir es posible, y además está
permitido en el liderazgo. Al final de cuentas no puedes saberlo
todo, aunque puedes aprender de todo.
En el liderazgo hay decisiones sencillas que se pueden tomar en
segundos. La experiencia previa te permite manejar una suerte de
jurisprudencia de vida que te expone en segundos las variables que
pueden ocurrir en caso de decidir de alguna forma o de otra. Sin
embargo, las circunstancias no siempre son predecibles. Es por eso
que cada uno debe poner en perspectiva algunas cosas y pensar
con detenimiento qué consecuencias traería la decisión incorrecta.
Quiero ayudarte y compartir contigo un esquema que me ha
ayudado a tomar decisiones cuando llego al lugar donde no sé qué
decidir. En ese lugar donde nadie te está viendo, pero tú sabes que
fuera del cuarto de decisión todos los ojos están puestos en tu
liderazgo. Allí es importante saber qué hacer para no cometer
errores que pueden dejar heridos por todas partes.
Cuando no sé qué hacer me respondo con estas aseveraciones
sencillas:
¿A quién beneficia la decisión? A muchos, a varios, a todos,
a uno o a ninguno.
¿Esta decisión va acorde con mis principios y valores?
¿Tengo que negociar mis principios y mis valores? ¿Voy a
tener que quebrantar mi integridad ante las personas?
¿Puedo perder mi testimonio público y mi imagen frente a
los demás? (Si tu carácter está en juego di: ¡NO!)
¿Esta decisión ayuda a alcanzar mi propósito?
Indudablemente esta respuesta es crucial, porque si no
sabes para qué naciste, las otras preguntas te llevarán hasta
un lugar donde esta última es: no. Debes saber si la decisión
difícil te permite acercarte más a la razón de tu existencia,
porque de ser así entonces, aunque duela, debes abrir esa
puerta.
CAPÍTULO IV
ETAPAS EN LA TOMA DE DECISIONES

T omar decisiones no es un acto reflejo. De hecho, es un acto


complejo que viene acompañado de una serie de elementos
previos como se analizaron en los capítulos anteriores.
Éstos te llevan a un punto de encrucijada donde tu única opción es
decidir. Muchas veces la decisión en sí misma no tiene que ver con
un simple “sí” o un rotundo “no”, hay veces en las que la decisión
implica procesos, ajustes, investigación preliminar, personas
involucradas, consecuencias y muchas veces temor.
Muchas veces cometemos errores por ignorancia o por impericia,
pero la gran mayoría de las personas que yerran al decidir lo hacen
porque la emocionalidad del momento no les deja mirar en
perspectiva el cuadro completo y explotan ante las circunstancias
efímeras de la vida. En tal sentido, Mejía (2008) asiente que:
“a pesar de que en los primeros años de nuestra vida
no es posible elegir, sino que estamos condicionados
por nuestro entorno, a medida que vamos creciendo se
acentúa esta capacidad de elección y si nos damos a
la tarea de dar las herramientas necesarias para la
formación de líderes, (…), este papel fundamental en
la sociedad estará cubierto por personas preparadas,
capaces de confiar en sí mismos, capaces de alcanzar
sus sueños, y mostrar con su testimonio y ejemplo que
sí es posible crear una sociedad mejor en todos los
ámbitos de la vida”.[20]
Si algo he aprendido en la vida, es que las decisiones difíciles
deben ser cuidadosamente medidas y tomadas en detalle pues, en
líneas generales, cada una de ellas implican relaciones
interpersonales que puedes ser vulnerables o sencillamente heridas
producto de la decisión.
Una vez que reconoces que tomar buenas decisiones es parte
del territorio de ser un buen líder, experimentarás al menos seis
etapas en el proceso de tomar una decisión.

1. Revisión De Los Antecedentes. (¿Por qué se ha hecho


así?)
Las personas reaccionan de una o de otra forma dependiendo de
sus creencias, paradigmas o temores, aunque algunas veces
pueden reaccionar de acuerdo a las circunstancias o el entorno.
Generalmente, es poco probable que se acierte en el blanco si no
tomas en cuenta los contextos preliminares de cada situación que
provocó una encrucijada.

Las personas reaccionan de una o de otra forma


dependiendo de sus creencias, paradigmas o
temores, aunque algunas veces pueden
reaccionar de acuerdo a las circunstancias o el
entorno.

Hace algunos años tuve un jefe sumamente terrible, del cual no


tengo muy buenos recuerdos, no porque yo tuviera algún problema
con él sino porque su forma de ejercer liderazgo desde la posición (y
no desde la influencia) me producía intriga y a la vez un sinsabor
cuando tomaba decisiones.
Aquel sujeto fue pésimo jefe. Iba pocas veces al trabajo. Se la
pasaba de parranda en parranda y me molestaba que siempre
llegara con sus ínfulas de “gran señor”. Conversaba con los
empleados unos diez minutos sobre temas que no tenían nada que
ver con el desempeño de la organización y luego decía al final de
cada reunión: "Todos están haciendo muy mal su trabajo, debería
despedirlos a todos".
Aquellas reuniones, y los días en el trabajo, eran una suerte de
desvarío organizacional. Nadie sabía cuál era el norte, todos
andaban por su lado y cada uno cuidaba sus propios intereses sin
velar por lo más importante: la visión.
Los métodos poco ortodoxos de aquel hombre, me provocaban
desaciertos a la hora de dar más de lo que creía que era mi trabajo.
Tan negativa fue su gestión de liderazgo que hasta me hizo llegar al
punto de sumarme a una parálisis general que sufrió la organización
producto de la falta de directrices claras, donde yo sencillamente
hacía lo que era necesario para salvaguardar mi sueldo.
La frase más oída en esos días era: "vamos a despedirlos a
todos". Efectivamente se despedía a un montón de personas que
eran reemplazadas por otras que no tenían ni la menor idea de qué
hacer porque no había quién diera instrucciones precisas. Aquello
se comenzó a convertir en un hospital de guerra en donde había
más heridos y mutilados que personas prestas a salvar vidas.
Un día estábamos reunidos en una junta de directores en el lugar
donde trabajaba (yo era consultor jurídico) y quien era mi jefe indicó
la siguiente instrucción: “Vayan puesto por puesto a todas sus
unidades y pregunten a cada persona ¿por qué haces lo que haces
y por qué lo haces así? Si alguno de ellos contesta: ‘¡porque
siempre se ha hecho así!’ Despídalo inmediatamente”. Yo quedé
atónito. No entendía de qué se trataba nada de aquello que oía. No
podía imaginarme cómo era que yo recién llegado a ese puesto iba
a llegar a despedir a todo aquel que no supiera la causa por la que
estaba haciendo su trabajo. Es decir, que si lo poco que se hacía en
aquel lugar era producto de la inercia organizativa, entonces con
esa (nada) bondadosa instrucción, quedaba mutilada toda
posibilidad de avance hacia la nada. La verdad nunca hice
semejante pregunta a nadie de mi nuevo equipo.
Nunca se preguntaron los antecedentes de lo que se hacía.
Nadie se interesó en saber el origen de los procesos previos de
aquella gestión. Nadie averiguó si era la forma correcta o si quizás
había posibilidad de incorporar nuevos métodos de trabajo para
tomar decisiones. Nada de eso. La instrucción solamente era:
“¡Despídelo!”. Si trabajas en un lugar así, o por lo menos está cerca
de parecerse a ese sistema de terror organizacional, ¡corre por tu
vida antes que te paralices para siempre!
Otro día alguien tuvo una peor idea. Luego de dos años de
nefasta gestión, se dictó un decreto para liquidar aquella
organización porque no estaba dando los resultados esperados
(luego de casi 34 años de funcionamiento). Se prescindió del 90%
del personal y se le dio un mejor puesto al “parrandero” en otra
organización. Pero nadie dijo de aquel jefe: "Deben despedirlo".
En lugar de aquella trágica comedia bufa del mal llamado
liderazgo que protagonicé, lo que deberías hacer cuando entras en
un lugar de toma de decisiones es estudiar para entender qué ha
pasado antes que tú llegaras a ese puesto, y qué hay debajo de la
estructura para la que estás tratando de tomar decisiones.
Hazte preguntas sencillas tales como; ¿Cuáles han sido los
conflictos en esta organización? ¿Cuáles han sido las batallas
peleadas? ¿Cuáles han sido los triunfos? ¿Cuál es la cultura
organizativa? ¿Por qué es de esta manera? ¿Qué valores fueron
sembrados anteriormente? ¿Cuáles son las metas y expectativas de
las personas?
A cada respuesta se le debe dar una codificación que permita
entender la idiosincrasia de la organización y de esa forma no
convertirla en un cuartel militar. De cada frase que defina los
antecedentes se deben extraer las circunstancias originarias que
dieron pie para que, en aquel entonces, se fijaran de cierta manera
esos criterios o parámetros. Luego, debes analizar desde hace
cuánto tiempo se decide de esa forma y eso te llevará a concluir por
qué se ha hecho siempre así.

2. Conocer todas las versiones. (¿Quiénes están


involucrados?)
Ya reuniste la información necesaria. Ahora bien, ¿Qué hacer con
eso? ¿Cómo la sistematizas? ¿Cómo la acumulas? En primer lugar,
ordena los antecedentes por orden cronológico, para luego poder
determinar de forma clara en cada una de las etapas quiénes fueron
los que decidieron, bajo qué circunstancias y en cuáles premisas se
basaron y se tomaron las decisiones que te antecedieron.
Ese momento es especial para poder determinar los actores
principales de las consecuencias actuales, pues ya se han reunido
todos los hechos necesarios y la información disponible que te den
claridad respecto a la situación sobre la cual se debe decidir.
Asegúrate siempre de hacer preguntas hasta conseguir todas las
versiones del tema porque generalmente hay por lo menos dos
lados de la moneda; los líderes deben estar muy seguros de
encontrar qué hay detrás de ambos lados.
Descubrir los antecedentes a la hora de tomar una decisión
compleja te ayudará a pensar más allá de la intuición, las
suposiciones y las hipótesis. Te permitirá conseguir la sabiduría
necesaria para plantear el asunto en blanco y negro y así obtener
datos para aplicar en el proceso de la toma de decisión.

Descubrir los antecedentes a la hora de tomar una


decisión compleja te ayudará a pensar más allá de
la intuición, las suposiciones y las hipótesis.

Siempre que mis hijos se pelean, cosa que es normal en todo


adolescente, en medio del incendio les pregunto: “¿Quién
comenzó?”. La respuesta obvia y en coro es: “¡Él! ¡Ella!”. Y eso me
produce risa porque siempre es igual. Si lo piensas, desde nuestra
humanidad, siempre queremos librarnos del castigo inminente
cuando nos vemos vulnerados.
La verdad sea dicha. Mis hijos no se acusan el uno al otro,
sencillamente el trayecto recorrido hace que en medio del fulgor del
incidente ninguno recuerde a ciencia cierta quién tiró la primera
piedra. ¿Qué hago luego? Los siento juntos y les pregunto por qué
empezó la pelea. Cada uno me da sus argumentos. Si observo que
hay replicas en la historia, los separo y me reúno en privado con
cada uno y allí en secreto me dan su versión de los hechos.
Después, construimos las conclusiones finales y les digo que he
tomado una decisión. Les explico las variables sobre los hechos y
cuáles son las consecuencias de sus actos, para luego señalar al
que inició el conflicto y decirle: “Pide perdón, ustedes serán
hermanos toda la vida”.

Nadie puede llegar y tomar una decisión en medio


del fuego de una pelea sin que se equivoque de
culpable.

3. Retroalimentación Preliminar. (¿Qué puedes percibir


antes de decidir?)
Mi condición natural de conferencista hace que me cueste
enormemente escuchar a las personas. Sin embargo, he aprendido
que en el silencio de una conversación se pueden descubrir códigos
inéditos en el corazón de las personas que son necesarios
desintegrar para conocer cómo pueden reaccionar los involucrados
en una decisión difícil.
Oír a las personas les permite a los líderes saber dónde se
encuentra el corazón de ellos y cómo van a reaccionar de acuerdo
con sus propios sistemas de valores, principios e incluso sus
paradigmas formados por estos sistemas. Lo cual conlleva de
manera oportuna a separar de forma personal las emociones de la
decisión o, de lo contrario, se puede correr el riesgo de eliminar la
ecuanimidad en el proceso de toma de decisiones.
Por eso es importante oír la retroalimentación de las personas
antes de tomar una decisión. En ese lugar de retroalimentación es
donde las posibilidades surgen. Allí las personas te dan un claro
sentido de dos cosas; la situación a resolver y cuán dispuestos
están a aportar a la decisión.
Aquí es donde la intuición entra en el juego del liderazgo.
Florence Scovel la define como “(…) una facultad espiritual, y no
explica, simplemente muestra el camino”.[21] Los líderes efectivos
perciben a su equipo antes de conducirles del punto “A” al punto de
decisión “B”.
Las diferentes formas de percibir una realidad le permiten al líder
tomar la decisión de forma tal que cada uno de los panoramas le
ayuden a deducir las diferentes reacciones que el equipo puede
tener.

4. Dirección Correcta. (¿Cómo lograr enfoque y


precisión?)
Esta quizás sea la pregunta más importante de todas las que se
hacen los líderes en la actualidad a la hora de decidir. Pareciera que
el proceso de decisión en sí mismo no tuviera mayores
implicaciones a priori. Sin embargo, el verdadero problema radica en
¿cómo llevar a cabo una decisión correcta?
Para Durán (2015) el proceso se define así “(…) parece tan
complicado entender cuál es el momento justo para hacer que una
idea se transforme en realidad. No importa qué tan bien
conozcamos el proceso, el negocio o la experiencia con que se
cuenta; una de las mayores dudas que se le presenta al
emprendedor es si debe lanzar ya un producto al mercado o si debe
esperar”.[22]
Es complejo llegar al punto en el cual la ejecución de la decisión
puede llegar a ser correcta, pero se presentan dudas sobre el
momento exacto. Las personas altamente efectivas toman
decisiones correctas anticipadamente para luego manejarlas
diariamente.
Los verdaderos líderes deben decidir, entre otras cosas, no
comprometer sus valores, principios y creencias aun y cuando las
circunstancias se prestan para obtener fácilmente éxito, fama y
placeres. Un líder debe tomar decisiones correctas tempranamente
en su vida y ser disciplinado en la ejecución de las mismas por el
resto de ella.
Decidir en la dirección correcta puede contradecir las creencias
populares. Quizás por eso es que vemos a tantos líderes
promoviendo decisiones que solo complacen a la mayoría y no
agregan valor en el futuro a las siguientes generaciones.
Los políticos de hoy en día son especialistas en eso. Tienen
cientos de decisiones que tomar a diario y aun así todas las miden
en base a las encuestas. Observa que las encuestas son buenas,
pero éstas solo miden la cultura popular y la consecuencia de una
decisión impopular. Sin embargo, nunca miden las consecuencias
futuras de una decisión impopular pero correcta. Honestamente, es
difícil decirle a alguien que sostiene su liderazgo en el poder que
basado en una decisión impopular podría perder sus beneficios en
pro del beneficio colectivo de un país, gobernación, alcaldía o
cualquier centro de poder político.
Por ello me parece oportuno introducir un ejemplo de vida que ha
trascendido por miles de años. El mejor líder jamás conocido, Jesús,
tiene un estigma distintivo que resalta sobre todos los líderes que
conozco: Él cedió sus derechos en una cruz por reconciliar a toda la
raza humana con Dios. He leído eso miles de veces y siempre me
hago esta misma pregunta: ¿podría alguien hoy en día teniendo
toda la autoridad, el dominio y el poder, dejar sus investiduras por el
bien mayor? Es muy difícil, lo sé.
Tomar la decisión correcta por encima de la decisión popular a
veces va a implicar que las personas dentro y fuera de tu círculo
íntimo te critiquen, te señalen, te dejen o quizás quieran imponerse
sobre tu liderazgo.

Pero yo sueño con el día en el que las decisiones


populistas y mediocres que se habían tomado para
complacer a muchos en detrimento de todos,
tengan su espacio en el pasado y solo sean
modelo de estudio para las generaciones futuras
como algo que no puede volver a repetirse, como
ese modelo perverso que acabó definitivamente
autodestruyéndose por sus propios acólitos.
Quizás una decisión correcta va a comprometer a las personas
que están en tu equipo y ellos deban pagar el precio más alto de tus
propias decisiones impopulares, pero eso es el liderazgo: tomar
decisiones de alto riesgo cuando las convicciones y los principios
están en juego.
Adicionalmente, la decisión correcta implica que puedas indicar a
los involucrados los objetivos de manera clara y permitirle al equipo
de trabajo percibir con certeza ¿qué?, ¿cómo?, ¿para qué?, ¿para
cuándo? y ¿por qué? se están decidiendo las cosas. Las directrices
no deben ser dictadas de manera efímera más bien, por el contrario,
deben tener puntos de inicio y final perfectamente definidos que les
permitan a todos estar claros de las formas y maneras en que se
deben hacer las cosas.
Nadie puede decidir y esperar que mágicamente todos en el
equipo se alineen y adivinen cuál es la mejor manera para hacer las
cosas. Tampoco puedes esperar que conozcan las consecuencias
de una decisión de alto riesgo ya que sin dirección las secuencias
de actos posteriores se van a anarquizar.
El rey de Israel, Salomón, quien es considerado el hombre más
sabio de la humanidad, lo resumió de la siguiente manera: “Ningún
proyecto prospera si no hay buena dirección; los proyectos que
alcanzan el éxito son los que están bien dirigidos”[23] Este consejo
nos conduce a buscar líderes con la habilidad de conducir los
destinos de las organizaciones en la dirección correcta.
Parece efímero hacer lo correcto, pero no lo es, porque cada
persona tiene su propio sistema de valores y creencias y sobre esa
perspectiva es que se fijan los paradigmas en el subconsciente.
Muchas veces criticamos las decisiones de los demás porque
sencillamente nuestro propio bloque de pensamientos limita la
posibilidad real de ver más allá de nuestro propio círculo de
limitaciones y no abrimos la mente a las posibilidades más grandes
que están ocurriendo en algunos fuera de nuestro entorno.
Parece efímero hacer lo correcto, pero no lo es,
porque cada persona tiene su propio sistema de
valores y creencias y sobre esa perspectiva es que
se fijan los paradigmas en el subconsciente.

5. Resistencia Y Comunicación Asertiva. (¿Cuáles


pueden ser los obstáculos?)
En esta etapa es donde el líder se concentra en los posibles
problemas que pueden ser obstáculo para la decisión y piensa en
las formas en las que se va a comunicar la decisión al resto del
equipo.
Cuando tomas una decisión y crees que es la mejor, necesitas
detenerte un momento a pensar cuáles pueden ser los posibles
obstáculos y dificultades por los cuales pueden transitar los
involucrados, además de pensar en cuáles pueden ser los factores
principales que determinarán la resistencia al cambio. Si quieres
convertirte en un líder exitoso es importante que te anticipes a los
problemas antes que tus seguidores y los miembros del equipo
comiencen a hacerse preguntas.
El cambio siempre es necesario y cada vez que se toma una
decisión difícil se mueven piezas determinantes en la vida de las
personas. Por lo tanto, siempre se incomodará a quienes están en el
entorno íntimo del líder. No hay posibilidad de hacer cambios sin
salir de la zona de confort, por eso cada vez que se pretende
implementar algo nuevo existe una tensión en el liderazgo que se
conoce como: resistencia.

El cambio siempre es necesario y cada vez que se


toma una decisión difícil se mueven piezas
determinantes en la vida de las personas.

Ahora bien, ¿se puede evitar la resistencia al cambio? Creo que


no. En algunos casos se puede llegar a mitigar o aminorar, pero no
creo que sea algo que pueda ser evitado del todo ya que el proceso
de cambio trae consigo dejar lo viejo para avanzar a lo nuevo y eso
implica que las personas sientan incertidumbre por lo desconocido.
Esa sensación es natural y todos de alguna forma siempre la hemos
sentido. El asunto es que la mayoría de las personas no están
dispuestas a cambiar en medio de una decisión difícil que otro ha
tomado y que asertivamente pretende forjar nuevas expectativas.
Es imposible tomar decisiones radicales para mejorar a menos
que cambiemos diariamente mediante la innovación. Recuerda que
todos seremos mañana lo que hemos decidido hoy. Por ende, los
grandes logros en el liderazgo son consecuencia directa de una
rutina diaria que produce efectos con el tiempo.

Los grandes logros en el liderazgo son


consecuencia directa de una rutina diaria que
produce efectos con el tiempo.

En consecuencia la reacción natural al cambio es el rechazo, sin


embargo he comprobado que las personas no se oponen al cambio
en sí mismo, se oponen a cambiar ellos mismos personalmente,
entonces no hay cambio en el entorno si no cambia la persona. Es
aquí donde radica el conflicto principal.
Parafraseando a Ruiz, Guzmán y De la Rosa, muchas veces las
personas no se comprometen con el cambio porque no saben lo que
va a pasar. No saben cómo actuar. La razón de que lo nuevo no es
algo definido, les hace buscar una forma de defenderse de lo
desconocido aferrándose a lo conocido. Consecuentemente niegan
lo nuevo. Un proceso de cambio ocurre de forma muy eficiente si
todos están comprometidos con él. En tanto, para que las personas
se comprometan no pueden ser atropelladas por el proceso como si
fueran ajenos al mismo. En verdad, el cambio ocurre a través de las
personas. Y para que se considere a las personas como parte del
proceso de cambio es necesario conocer sus valores, sus creencias
y sus comportamientos.[24]
Ahí es donde está la causa del éxito cuando se toman decisiones
que impliquen cambios: “no atropellar a las personas”. Parece
sencillo, pero en el liderazgo la determinación hace que se olvide
muchas veces esta sencilla palabra: comunicación.
¿Cómo se puede comunicar asertivamente una decisión? Sin
duda es una de las grandes preguntas de la que adolecen la
mayoría de los equipos de trabajo. Para ser un equipo de alto
impacto se requieren condiciones máximas de comunicación entre
los miembros del equipo para desarrollar en cada uno de ellos una
perspectiva clara de los pasos a seguir y de las consecuencias
notables de dar el primer paso.
No puedes comunicar una decisión si no están alineados todos
los componentes del equipo. Como líder, al tomar una decisión,
debes tener las siguientes variables para el éxito de la
comunicación:
1. Responsables y responsabilidades definidas.
1. Información correcta y disponible a todo nivel.
2. Máxima capacidad de los responsables de la ejecución.
3. Comportamientos claves delineados.
4. Equipos integrados estratégicamente.
5. Mentoría constante hacia los líderes.
6. Premios definidos con anticipación.
El gran desafío del liderazgo es mantener alineados al objeto
principal de la decisión a la mayor cantidad de involucrados posibles
con el único fin de minimizar todo intento de rebelión interna
producto del cambio y la decisión difícil.

6. Acción. (¿Cómo avanzar hacia la decisión?)


Creo que esta es la etapa más difícil de todas, ya que es en este
momento donde los líderes demuestran de qué están hechos. Las
decisiones te ayudan a comenzar, pero únicamente la disciplina te
ayuda a terminar. Todos en esta vida hemos tomado decisiones
correctas e incorrectas. Las primeras son las que te ayudan siempre
a iniciar la dirección apropiada y solamente cuando tenemos
disciplina las podemos llevar a cabo.

Las decisiones te ayudan a comenzar, pero


únicamente la disciplina te ayuda a terminar.

Las decisiones son un conjunto de eventos que te ayudan a


empezar bien. Y la disciplina es un proceso consecutivo de actos
que te ayudan a terminar bien. En esta es donde dejas de hablar
sobre los aspectos de la decisión, te comprometes contigo mismo y
con el equipo, y actúas. Los líderes determinan el tiempo exacto
para avanzar y dar el paso definitivo hacia la acción. Ya no estás
luchando con qué paso hay que dar, sino con el cuándo debes darlo.

Las decisiones son un conjunto de eventos que te


ayudan a empezar bien. Y la disciplina es un
proceso consecutivo de actos que te ayudan a
terminar bien.

Muchas veces queremos vivir en épocas que no nos


corresponden. Estamos pensando ininterrumpidamente sobre
decisiones del pasado que debimos haber tomado o que
sencillamente tomamos de forma equivocada y que todavía hoy,
luego de muchos años, estamos lamentando como si eso ayudará a
avanzar. Otras veces nos ponemos a meditar por largos períodos de
tiempo sobre aquellos días pasados que pareciera que fueron
mejores y que hoy en día son tan añorados y extrañados con frases
como: “¿Recuerdas cuando éramos felices y no lo sabíamos?”.
Los pensamientos sobre hechos del pasado, y decisiones que ya
no pueden corregirse, pueden convertirse en el gran enemigo del
liderazgo que se requiere en estos tiempos ya que te limita el
avance. Vivir estancado al pasado solo te lleva a ser un viajero en el
tiempo sobre algo que pudo haber sido y que jamás fue, ni será.
Vendrán tiempos mejores, pero depende de ti alcanzarlos.
Se debe actuar y punto. Si no lo haces quedarás atrapado en un
presente dudoso basado en un pasado de inactividad que no te
llevará a ninguna parte. Y cuando la oportunidad surja, será tarde
para prepararte para ella. Por eso hay que pasar del pensamiento a
la palabra y de la palabra a la acción. La acción y la determinación
para llevar algo a cabo son las prerrogativas mínimas que todos tus
seguidores esperan de ti al momento de forzar una decisión difícil.
No hacerlo compromete de manera visible tu credibilidad y, en
consecuencia, tu derecho a tener seguidores se pierde.
Imagínate por un momento que estás en una gran sala de
reuniones y todo el equipo de ensueño está reunido. Luego entra el
líder y les dice: “Debemos hacer cambios en la organización”. El
líder comienza a esbozar de manera perfecta cada uno de los
detalles y lo pasos que hay que cubrir (descritos en este capítulo).
Entonces, después que todos están motivados y vencieron la
barrera de la resistencia al cambio, éste dice: “Mejor pensemos de
nuevo qué hacer”. E imagina que haga lo mismo por unas tres o
cuatro reuniones más de trabajo. ¿Qué crees que ocurrirá con los
seguidores? De inmediato la credibilidad del líder comenzará a
descender y los seguidores se fatigarán y se cansarán de esperar
que se actúe.
Estoy convencido que uno de los problemas más graves que
presentan los líderes de la actualidad es precisamente la puesta en
marcha de sus propias decisiones, y la forma en la que se da el
primer paso es el motivo principal del fracaso.
Según Durán (2015), los profesores Hammond, Keeney y Raifa,
de la Universidad de Harvard, sostienen que las decisiones
acertadas son hijas de un sistema de pensamientos que ayudan a
analizar y a reconocer con precisión el momento adecuado para
hacer las cosas.[25] De igual manera recomienda los siguientes 8
pasos:
1. Aborda el problema correcto para encontrar la decisión
correcta.
2. Clarifica los objetivos reales.
3. Desarrolla líneas alternas para conducir el proyecto.
4. Entiende las consecuencias de la toma de decisiones.
5. Dimensiona con exactitud las decisiones que se toman o se
dejan de tomar. Ambas impactan el rumbo de los proyectos.
6. Maneja con sensibilidad las etapas de incertidumbre.
7. Cuida la aversión al riesgo.
8. Anticipa las decisiones que van eslabonando el proyecto.

Un pato salvó mi vida.


En cuanto al contexto de este capítulo, conocí una anécdota que
me dejó una gran moraleja.
En mayo del año 2018, yo estaba con un gran amigo en
Pompano Beach Florida. Andábamos en su nueva camioneta de
carga buscando unos muebles que me habían regalado. Luego de
los afanes correspondientes y ya de regreso a casa, este buen
amigo me contó la siguiente historia:
“Cuando estaba recién llegado a los Estados
Unidos, estaba en una etapa de mi vida donde entré en
una profunda desesperación porque no tenía trabajo, ni
recursos para sostener a mi familia. No conocía a
nadie que me pudiera emplear y todavía no tenía
documentos para poder trabajar formalmente. Ya
estaba en la desesperación máxima.
Como tú sabes, yo era empresario en Venezuela.
Tenía una empresa de fumigación industrial y
mantenimiento con casi 40 personas empleadas a mi
cargo, pero las circunstancias me obligaron a dejarlo
todo atrás y salir hacia un nuevo país buscando un
futuro mejor para mi familia y para mis hijos.
Un día amaneció y me vi sin nada. El poco dinero
que habíamos traído para estar aquí se había
evaporado y tenía que hacer algo para conseguir
dinero.
Me fui a una gran ferretería por departamento de la
ciudad y comencé a hablarle a todos los que estaban
comprando algún material de construcción diciéndoles:
“¿Hablas español? ¿Necesitas un ayudante? Yo sé
hacer cualquier cosa”, pero nadie me contrató.
Luego de varios intentos me fui al estacionamiento
de vehículos y me subí a mi carro. Una vez adentro me
puse a llorar como un niño. Me sequé las lágrimas y
salí de nuevo. Fui al interior de la tienda nuevamente a
repetir mi intencional búsqueda de hacer lo que sea
para llevar algo de dinero a casa. Al igual que la vez
anterior: nada pasó.
Volví nuevamente al carro a llorar y en ese
momento dije: ¡no lo intento más! Un latino me había
oído hablar, sabía que estaba pidiendo trabajo y me
dijo: “Si buscas trabajo de ayudante ve a esta avenida.
Ahí se paran los indocumentados y los ilegales. Los
dueños de las empresas de construcción los recogen y
los llevan a trabajar por día”. De inmediato me fui
corriendo hacia aquella dirección pensando que sería
capaz de trabajar todo el día, aunque fuera por 10$.
Lloré todo el camino. Mi mente me hablaba con
fuerza y me decía: “¡Mírate, de empresario a ayudante
de construcción!”. Ya en el sitio, estaban todos los
ilegales, indocumentados y los que no tenían trabajo.
Solo faltaba uno más en la fila: yo.
Comenzaron a llegar los jefes de las empresas y se
llevaban a grupos de personas. En el primer lote, no
me escogieron. En el segundo tampoco. En el tercero
menos, y cuando ya no quedaba nadie más decidí
irme. Eso me puso peor. Ya no podía llorar más. Lo
había intentado y no pude lograrlo. Me había
humillado, había golpeado a mi propio ego y me dolió,
pero tenía que regresar a casa. Otra vez sin nada.
De regreso, en la autopista y en medio del
desánimo, vi un enorme lago. Había una cantidad de
agua inmensa y un gran cartel que decía: “Prohibido
bañarse, área de cocodrilos”. Me quedé viendo el lago
mientras manejaba, y de pronto vi que algo ocurría en
la orilla. Vi a un pequeño patico sin su madre que se
estaba lanzando al agua.
Como pude me detuve. Sentía que algo o alguien
me decía: “Ve la escena completa” y eso hice. Al ver al
pequeño pato mojarse las patas, lo primero que pensé
fue: “No lo va a lograr”. En seguida él se atrevió y se
lanzó al agua, y a su velocidad minúscula comenzó a
patalear. Ahí me vino un segundo pensamiento:
“Seguro se lo come un cocodrilo”.
Mientras esperaba el desenlace trágico, de repente
el pato se encontró en el medio del lago. Ahí estaba
solo, en medio de una travesía y en medio de su propia
prueba y su propio proceso. Pensé en ¿cuántas veces
este animalito habrá venido a este lugar acompañado
de su madre, quien seguro le dijo: “un día te tocará
cruzar este lago solo”? Me hice cientos de preguntas.
Aunque la verdad, cada una de ellas me las hacía
sobre mí mismo.
Sentí que Dios me quería decir algo. Así que
comencé a observar de forma diferente la situación. El
patico estaba en la mitad del lago, a medio camino.
Estaba justo en el punto donde devolverse o seguir
representaba la misma distancia. Estaba en la zona del
punto de quiebre. Mientras flotaba, volteó el cuello
hacia la orilla y miró hacia el frente. De inmediato
volvió a mirar hacia la orilla como si me estuviera
viendo. En mi mente dije: “¡No te devuelvas ahora, tú
puedes llegar!”.
De inmediato, tomó fuerzas y empezó a patalear
hacia la otra orilla. No se detuvo. No miró más hacia
atrás. Solo siguió y al cabo de unos minutos ¡llegó!”.
Mientras yo oía semejante historia, mi amigo me dijo esta frase:
“Tú eres mi hermano y tengo que decirte esto: el patico salvó mi
vida. Si él pudo solo, tú y yo vamos a llegar al otro lado. ¡Tú tienes
una asignación y tienes que cumplirla!”.
De camino a casa, meditaba en aquella gran historia y les
confieso que mientras se la contaba a mi esposa Adriana me puse a
llorar. Ese día yo tampoco podía más. No quería hacer más nada.
Solo quería meterme en una cueva y sentarme a llorar mientras
esperaba que Dios me rescatara. Pero Dios siempre llega a tiempo.
Aprendí ese día que cuando se toman decisiones difíciles,
basadas en la voluntad de Dios, vendrán días buenos, malos y muy
malos. La posibilidad de rendirte se repetirá en muchas ocasiones,
pero la asignación encomendada por Dios para tu vida, aún en las
peores circunstancias, te hace estar por encima de las realidades.

El hecho de que hayas dormido en un garaje no


significa que eres un carro. Tu asignación y tu
propósito están sobre las circunstancias y en la
mitad del lago de tu vida, tendrás que decidir si te
regresas o si continúas rumbo a la otra orilla.

En medio de la decisión difícil Dios te va a guardar de lo que


pueda dañarte, si, y solo si, te atreves a creer que lo puedes lograr.
CAPÍTULO V
PRINCIPIOS PARA TOMAR DECISIONES

L as decisiones que todo líder debe tomar se encuentran


dentro de un marco referencial que le llevan a crecer más
allá de las condiciones normales de su propia humanidad.
Cada momento en el cual la tensión se hace evidente, observo que
hay un espacio en el que puedo llegar a pensar que mis fuerzas
están limitadas ante la posibilidad de lograr algo.
La referencia que tienes sobre el sistema de toma de decisiones
está basado en cada experiencia precedente, sea buena o mala. A
pesar de la forma que haya sido ¡en el liderazgo hay que decidir!
¿Qué ocurre cuando los hechos presentes tienen antecedentes
dolorosos? ¿Qué hacer con aquellos momentos de fatalidad que
nos recuerdan como un aviso permanente que es mejor no volver a
intentarlo? ¿Cuántas veces puedes tratar de evitar el dolor con cada
paso que das hacia lo desconocido? Yo lo resumiría de la siguiente
forma: no importa cuánto éxito tengas ahora, siempre puedes dar
más y llegar más lejos de donde estás hoy.
La antesala de una decisión que está sobrepuesta en un
momento doloroso que supone una realidad incierta, puede
convertirse en una pesadilla sin fin de la cual nadie puede
escaparse. La victoria comienza con el atrevimiento de quien toma
decisiones, y esa será la marca evidente de su manera particular de
ejercer influencia.

En medio del agobio puedes ver más allá de tus


circunstancias y darte cuenta que Dios tiene un
plan y tú eres parte de ese gran rompecabezas
llamado “propósito”, mismo que te distingue como
líder, entre los seguidores.
Si estás convencido de eso, puedes estar seguro que los planes
que Dios tiene para ti son de tu talla. Están ajustados a ti con
precisión milimétrica y perfectamente adaptados para tu propósito.

Las decisiones que tomes hoy son las que


generan influencia en tu entorno. Por eso no hace
falta ser famoso para ser influyente. Solo quien
añade valor a otros puede ejercer influencia
positiva en las personas y dejar un legado en las
próximas generaciones.

Los grandes líderes son el producto de sus grandes decisiones y


éstas últimas son la marca del liderazgo. Así que traza un nuevo
viaje hacia el destino marcado por la vida para hacer de ti un gran
líder y decidir correctamente.
Para comenzar a mitigar los riesgos a la hora de tomar
decisiones, puedes cimentar en tu subconsciente esta serie de 9
principios que te llevarán al éxito para decidir correctamente:

1. Decidir, y no pensar que es casualidad, prescribe mi


próximo nivel.
Pienso que las casualidades no existen. Al menos no para los
que tienen un propósito claro de vida. Creer que el azar es la fuente
primaria de nuestra rutina impide ver más lejos de lo que nuestras
propias intenciones permiten.
No hay factor de conexión entre los hechos cotidianos que
ocurren porque sí y las consecuencias de éstos para que sean
determinantes en nuestra vida. Las cosas ocurren, es verdad, pero
solamente aquellas que acontecen conforme a tu propósito obran
para bien. Es decir, si no tienes un propósito claro, las situaciones
que estás viviendo no necesariamente tienen que ser consecuencia
de tus decisiones.
Evita pensar que la casualidad es un factor determinante en las
consecuencias de tus decisiones, ya que, en sí mismas, las
circunstancias no determinan la profundidad de los hechos que
ocurren y los resultados de nuestros propios actos son la única y
absoluta vía que lleva al futuro inmediato.

Lo que decidas hoy, sin pensar en la posibilidad casual, es una


de las tantas marcas de los líderes que, debido a su propósito,
forjan el destino de sus propias vidas y conducen a otros a su lugar
de destino. Por ende están listos para el siguiente nivel.

2. Decidir no decidir es permitir que alguien más lo haga


por mí.
Hace algunos años jugué Polo Acuático en Venezuela, en la
selección del Club Puerto Azul, en Naiguatá - Estado Vargas.
Recuerdo que ingresé al equipo cuando tenía 15 años de edad y
jamás me había enfrentado a un deporte que implicara natación.
Anteriormente practiqué velerismo pero en esta oportunidad era otra
forma de ver el agua.
En el año 1991, participamos como novatos en el “Campeonato
nacional de Polo Acuático” en Caracas. Estábamos muy
emocionados como equipo porque de ese campeonato se
escogerían a los miembros de la selección nacional que irían a los
juegos Panamericanos. Yo sabía que no quedaría en la selección,
pero al menos lo intentaría junto con mis compañeros.
Recuerdo que ese campeonato fue un desastre. Para empezar
jugué de los 8 juegos, solo 3. De los cuales estuve en la banca al
menos tres de los cuatro tiempos, y además perdimos todos los
juegos por una diferencia de goles notablemente abultada.
El primer juego lo perdimos 11 a 1. Quedamos destrozados.
Queríamos que pitaran el final lo antes posible. No había mucho qué
hacer. Éramos los novatos y era la primera vez en nuestra vida que
jugábamos. Así que teníamos que hacer el trabajo.
Como era de esperarse perdimos todos los juegos. Obtuvimos un
resultado de 30 goles en contra y solo 5 a favor. Al final de la
jornada el entrenador nos dijo: “Aprendan esta lección; para ganar
los juegos hay que hacer goles, si tú no los haces, el contrincante sí
los va a hacer”.
Luego de semejante paliza, entendí que solamente los que
deciden ganar lo hacen. Si tú no tomas la decisión de hacerte
campeón, otros van a decidir por ti que seas el perdedor. Así que
por cada cosa que tú dejes de hacer o dejes de decidir, alguien
siempre tomará la decisión por ti e incluso, tomará partido y posición
sobre el lugar donde tú no lo asumiste.

Si tú no tomas la decisión de hacerte campeón,


otros van a decidir por ti que seas el perdedor.

3. Al elegir decidir se debe asumir la responsabilidad.


Tomar parte en las decisiones cotidianas te permite hacerte
merecedor de las consecuencias como ya he indicado. Ahora bien,
el elemento conector que permite llevar la decisión a término, es ser
responsable de la ejecución en sí misma de nuestros actos.
Solo decidir no es suficiente. Se debe hacer algo más. El
compromiso con la decisión es lo que te convierte definitivamente en
alguien con suficientes méritos para alcanzar el éxito.
Nadie puede jactarse al decidir y decir que sabía que todo saldría
bien, porque ¿y si sale mal? Un líder no puede culpar a otro que no
sea él mismo. En eso se basa la integridad y el carácter, en asumir
las responsabilidades de tus actos salgan bien o salgan mal.

El compromiso con la decisión es lo que te


convierte definitivamente en alguien con
suficientes méritos para alcanzar el éxito.

Según John Maxwell: “Cuando no tomamos las decisiones de


carácter correctas en nuestro interior, entregamos la propiedad de
nosotros mismos. Le pertenecemos a otros, a cualquier cosa que
obtenga el control sobre nosotros[26]”. Por eso es tan importante
asumir la responsabilidad de la decisión antes que otra circunstancia
lo haga.

4. La indecisión es el sello de una percepción de temor.


El legado que dejarás en las próximas generaciones estriba en la
influencia que hayas alcanzado sobre ellos, pero para eso debes
someterte al proceso de estiramiento que implica tomar decisiones.
Eso no siempre es placentero, aunque vale la pena. La decisión es
el sello del liderazgo auténtico.
La indecisión, por otra parte, es el sentimiento más cruel que un
líder puede sentir porque es la duda de lo que no se tiene, lo que
hace que se presenten expectativas falsas sobre aspectos que ni
siquiera han ocurrido.

La decisión es el sello del liderazgo auténtico.

El temor a lo desconocido nos produce ansiedad, intensifica en


nosotros la sudoración, nos pone en situaciones incómodas, nos
debilita mentalmente y esto nos lleva a la inevitable zona de confort
de donde a veces es casi imposible salir.
Por esa razón “suponer” en el liderazgo es uno los aspectos que
provoca mayor peligro en las relaciones interpersonales y afecta de
forma notoria la estructura de la toma de decisiones. También coloca
en riesgo el desarrollo asertivo de una visión y sobre todo el modelo
de trabajo que desempeñas, ya que genera escenarios imaginarios
que no pueden ser medibles en el tiempo.
Imaginación y suposición son: no ver con claridad los retos que
se te presentan, hacer una falsa estructura de la realidad y esperar
irremediablemente el fracaso. Por eso es que hace más daño lo que
imaginas que lo realmente sucederá, y es mejor enfrentar la realidad
que suponer una mentira.

5. El éxito no es para unos pocos elegidos, sino para


unos pocos que deciden.
Un sueño grande siempre comienza en un corazón pequeño. Y
aunque sea pequeño luego se convierte en una fuerza que domina
las emociones, actitudes y actividades diarias por medio de una
pasión que contagia.
Las personas creen que el éxito se logra de la noche a la
mañana y no se imaginan que cada día de la vida es una gran
oportunidad para esforzarse y para hacer que el lado positivo de las
cosas se mueva hacia el logro que esperan.
Las personas tienen por costumbre observar el éxito de otros y
pensar: "¡Qué fácil debe ser estar en esa posición y tener todo lo
que esa persona tiene!". Pero no se percatan que cada cosa que el
otro ha logrado es producto del esfuerzo constante y reiterado,
debido a que el éxito es como una suerte de cumbre que se escala
día a día, sin reparo y sin desmayo.
Myles Munroe asiente que: “Los ingredientes indispensables para
el éxito son la diligencia y el duro trabajo, pero ellos requieren de
una motivación interna. Esa motivación es la visión”[27], con lo cual
se hace casi imposible desistir en medio del proceso de conquista
para aquellos que deciden hacer algo.
Un líder que tiene definido su propósito debe tener claro que las
experiencias exitosas de otras personas se deben a procesos
continuos de trabajo constante y perseverancia que deben ser
observados, analizados, y en algunos casos imitados, para llegar a
esos lugares donde aún no hemos llegado. Por lo tanto es claro que
el éxito no es lotería y tampoco se alcanza de un día para otro.
Esfuérzate y verás lo que otros no han visto.

6. Algunos seguidores pueden permanecer sin


convicción, pero sin claridad es imposible que puedan
vivir.
Nuestros pensamientos determinan lo que somos. Por eso es tan
importante determinar qué o cuáles experiencias mantenemos en el
archivo de nuestra conciencia que se han convertido en convicción
absoluta.
Sin la comprensión de lo que Dios ha puesto en tu vida como un
propósito claro, no se pueden trazar las directrices que promuevan
determinación y firmeza en el liderazgo. Es tan importante sentir
claramente las riendas de nuestro destino que si no pudiéramos ver
el cuadro final sería insoportable seguir avanzando.
Por eso los seguidores quizás, por algún tiempo, puedan tener
ganas de seguirte mientras se encuentren en la zona de confort
primaria que los lleva a una sensación de estabilidad aparente.
Incluso pueden permanecer ahí por un tiempo pues no están
seguros de sí mismos. Pero, la falta de claridad en el rumbo de tu
visión, no será la mejor herramienta que te ayude a mantenerlos en
tu regazo por mucho tiempo.
Sin claridad, la toma de decisiones se hace inconsecuente y no
conduce a ninguna parte; solo produce pequeños espacios de
automatización individual que son actos reflejos aislados que se
convierten en la rutina de cada día.

7. El líder que tercamente espera conocer todas las


variables antes de decidir, jamás decide.
Puedes obtener más de lo que esperabas. Puedes obtener cosas
que nunca imaginaste que obtendrías, algo diferente de lo que
esperabas. Puede que el resultado que buscabas fuera mucho más
probable de lo que habías calculado. O puede que el precio por lo
que buscabas fuera mucho menor del que imaginabas. Las
decisiones liberan compromiso, voluntad, visión y apoyo.
La terquedad en cuanto a tenerlo todo en las manos para decidir
complica las cosas, porque la decisión en la mayoría de las
oportunidades no trae un manual preventivo que indica todas las
variables a contemplar. Generalmente, cada decisión tiene
imponderables que no se pueden medir, pero la seguridad de la
decisión correcta permite a cada líder llevar al máximo sus intereses
a medida que hace las cosas.
Definitivamente es mucho mejor enfocar tus decisiones basado
en la esperanza y no en tus propios miedos. Es que en la mayoría
de los casos, cuando un líder tercamente espera conocer todas las
variables para decidir, lo que oculta es una desventaja aparente y en
consecuencia se deja llevar por sus miedos o por sus sensaciones
de incertidumbre producto de la decisión.

Definitivamente es mucho mejor enfocar tus


decisiones basado en la esperanza y no en tus
propios miedos.

8. Decisiones pequeñas = presión pequeña. Decisiones


grandes = presión grande.
Hay historias únicas de decisiones bajo presión. Quizás la
subjetividad del tamaño de la misma depende de la persona que se
enfrenta a la situación. Cada gigante al que nos enfrentamos tiene
un tamaño acorde a nuestras realidades. Lo que para ti es un gran
gigante para mí quizás sea un enano. Y viceversa. Un gran gigante
frente a mí puede ser un caracol inofensivo a tus ojos o para
algunos de mis mentores que ya han pasado por ahí.
¿Recuerdas cuándo fue la última vez que decidiste bajo presión?
Comencemos por definir qué es una decisión bajo presión. Asián
(2016) cuenta la siguiente historia: “Cuando ambas turbinas fallaron
en el Vuelo 1549 de U.S. Airways el 15 de enero de 2009 debido a
una colisión con una ave, mi tripulación solo tenía 208 segundos
para hacer algo para lo que nunca habíamos recibido entrenamiento
y hacerlo bien al primer intento: un aterrizaje de emergencia de un
avión comercial sobre agua, en este caso el Río Hudson”[28]. Esas
fueron las palabras del Capitán Sully, encargado de manejar un
aterrizaje de emergencia sobre el Río Hudson donde salvó la vida
de 155 personas.
Asián relata seguidamente que, según el propio Sully, sus 5
consejos para tomar decisiones bajo presión son:
A. Genera calma en ti mismo y en la situación.
B. Actúa conforme a tus valores para navegar la incertidumbre.
C. Domina tu ego para liberar el poder de tu equipo.
D. Condiciona a tu equipo para tener una comunicación
efectiva.
E. Asegúrate que tú y tu equipo se tengan el mismo nivel de
estima.
Ahora, hagamos un ejercicio. En medio de la presión hazte estas
preguntas:
A. ¿Puedes generar calma en ti mismo y en la situación?
B. ¿Puedes actuar conforme a tus valores para navegar la
incertidumbre?
C. ¿Estarías dispuesto a dominar tu ego para liberar el poder
de tu equipo?
D. ¿Condicionarías a tu equipo para tener una comunicación
efectiva con ellos?
E. ¿Estarías en capacidad de asegurarte que tú y tu equipo se
tengan en el mismo nivel de estima?
Si puedes responder afirmativamente estas preguntas estás listo
para decidir bajo presión.

9. Los grandes líderes son personas ordinarias que


toman decisiones extraordinarias.
En un garaje alguien como Steve Jobs construyó su primera PC;
William S. Harley, su amigo Arthur Davidson y su hermano Walter
Davidson en el patio trasero de su casa hicieron su primer modelo
de motocicleta y cambiaron la historia; Ettore Bugatti, con la
indemnización por despido de su trabajo, alquiló una tintorería en
desuso y construyó su primer automóvil; el increíble Bugatti Type-
13; ¿Y qué me dices de Walt Disney? Hay cientos de historias
reales que han perdurado en el tiempo.
Tu garaje puede ser tu casa, tu patio, tu cubículo, tu carro, o
quizás un baño donde mientras te duchas tu mente vuela y ¿por qué
no? puede que allí es donde das tus mejores conciertos. La
pregunta es ¿qué hacer desde ese garaje? Dale forma a una gran
idea. Empieza en ese garaje y expande tu mente más allá de tus
propias limitaciones. ¡Atrévete a empezar! El resto es sólo
consecuencia dinámica del primer paso.
Cuando llegué a los Estados Unidos con mi familia, fuimos
directamente a un garaje que nos acondicionaron como cuarto en la
casa de una prima de mi esposa, a quien no tendremos cómo
agradecer en la vida su apoyo y el de su esposo e hijos, en el
momento más difícil de la decisión más difícil de nuestra reciente
historia.
Pasados los meses, fui invitado por el pastor, Joel López, a un
congreso en West Palm Beach en Florida. Fueron dos días
increíbles de aprendizaje. Aquella noche jamás la olvidaré.
Recuerdo perfectamente a un hombre que hablaba de finanzas y
de ser saludable en el manejo de las mismas. En medio de su
mensaje aquel hombre de Dios me miró a los ojos sin conocerme y
me señaló con su dedo diciendo: “¿Sabes algo? El hecho de que
hayas vivido en un garaje, no significa que Dios te vea como un
carro”. Yo jamás había visto a ese hombre en mi vida, ni él tampoco
a mí. Ya nos habíamos mudado del garaje y vivíamos en un
apartamento modesto, pero el mensaje llegó contundentemente a mi
corazón: “Los grandes líderes son personas ordinarias que toman
decisiones extraordinarias”. Lo más difícil había pasado, y fue en
ese modesto apartamento donde comencé a escribir este libro sobre
decisiones difíciles para que otros que no saben qué hacer, puedan
encontrar un sendero en medio de la nada para seguir creyendo que
su propósito les va a sostener. Yo sé que Dios te va a abrir puertas
por encima de las circunstancias. Ya lo ha hecho conmigo en
muchas oportunidades anteriores.
En definitiva, las circunstancias no determinan quién eres.
Aunque seas uno más, aunque en apariencia seas una persona
ordinaria, común y corriente, estás hecho para lograr cosas
increíblemente extraordinarias.
¿Te atreves?
CAPÍTULO VI
DESARROLLA UN PLAN PARA DECIDIR
CORRECTAMENTE

U n plan es la forma de llevar a cabo una acción. Para


planificar y para decidir hay que considerar aspectos
relevantes que nos lleven a demostrar que las decisiones
que se toman en el liderazgo no pueden ser alimentadas por las
emociones, como lo dije antes, y tampoco deben ser tomadas a la
ligera sin tener un cuadro preciso de medición que te impulse a
saber qué tan acertada o qué tan alocada puede ser esa decisión.
Por otra parte, cada decisión que se toma diariamente tampoco
puede ser objeto de un plan concreto de medición de datos ya que
la mayoría de éstas se convirtieron en hábitos susceptibles de
corrección, tales como; bañarse, vestirse, comer, tomar la ruta más
corta para ir al trabajo, en fin, cosas del día a día que no ameritan
mediciones.
No obstante, lo innegable es que existen una gran cantidad de
decisiones importantes (y sobre todo de decisiones difíciles) que se
deben tomar, que van a tener consecuencias directas en el entorno,
comodidad, sentido y estilo de vida en el futuro inmediato.
Como buen coach me encantan las preguntas. Por esta razón
llevo a los líderes al proceso de encontrar qué decisiones van a
tener que colocar a los pies de un plan previo. De esta forma los
impulso a nivelar indicadores de gestión óptimos con realidades
importantes para saber si la decisión que tomarán puede
conducirles a un feliz término.
El plan para decidir implica la materialización de la gestión. Por
ende, debe ser consolidada mediante programas y proyectos que
conlleven acciones concretas que, a su vez, busquen traer de la
actualidad los antecedentes para concluir el futuro inmediato con
sentido claro de propósito.
Para tomar decisiones difíciles, necesitas colocar en blanco y
negro muchas cosas y sobre todo pesar en la balanza qué decisión
debes tomar primero. Responder esa pregunta para un novato
puede ser fácil, porque quien no tiene nada que perder, no tiene
nada que arriesgar y eso le pone en ventaja sobre los profesionales.
Pero ¿qué ocurriría si cuando ya estás en niveles mayores de
conciencia y de liderazgo, sigues sin detenerte antes de decidir?
Definir en una frase sencilla la decisión que se debe tomar es el
primer paso para concientizarse de la ligereza o la gravedad del
asunto. Los líderes deben preguntarse tantas veces como haga
falta: “¿Qué decisión debo tomar?”. Esto le pone en perspectiva real
el hoy para enfocar hacia un mejor mañana. Una definición completa
de la decisión que debe tomarse puede hacer la diferencia entre
hacer lo correcto o no.
En la toma de decisiones existen seis pasos que te llevarán a
mejorar la percepción de decidir:
El enfoque.
Medir las consecuencias.
Enseñar a todos el camino trazado.
Fomentar la rendición de cuentas.
Buscar mentores.
Establecer alianzas con las personas correctas.
Para planificar correctamente las decisiones difíciles en tu
liderazgo vamos a profundizar en cada uno de estos pasos.

1. Enfócate en lo más importante.


Las decisiones generalmente tienen varias vías de escape para
huir de ellas o varias maneras de enfrentarlas. Para darle prioridad
al proceso debes hacerte la siguiente pregunta: “¿Qué pasaría si
decido de esta forma?”.
Cuantos más objetivos se tengan, menos logros se van a
obtener. Se deben fijar objetivos claros pero no pensar en lograr un
sin número de ellos, porque luego no se va a tener claro por dónde
empezar. Tener pocos objetivos y lograrlos uno a la vez te hace
sentir esa sensación de bienestar de haber alcanzado algo. También
te brinda la intuición correcta para decidir aún en momentos de poca
claridad y te permite demostrarle a tu equipo cercano que cada cosa
que se plantea tiene sentido claro y conduce a un bienestar
colectivo que es superior al individualmente concebido.

Cuantos más objetivos se tengan, menos logros se


van a obtener. Se deben fijar objetivos claros pero
no pensar en lograr un sin número de ellos, porque
luego no se va a tener claro por dónde empezar.

Es contraproducente, tratar de explicarle a la organización o a un


grupo élite de trabajo, que la abundancia de objetivos llevará a
alguna parte. Para poder llegar a algún lado se deben fijar muy
pocos objetivos (los cuales deben ser extremadamente claros), y
tantas metas como sean necesarias para alcanzarlos.
Cada objetivo se debe convertir en una guerra. ¡Si, leíste bien!
Mostrarle al equipo cuál es la actitud correcta es lo que llevará al
éxito. Por eso, cada batalla debe ser planteada como una meta
puntual y la suma de cada una de esas pequeñas batallas llevará a
todos a lograr la victoria.
La actitud con la que enfrentes cada meta determinará el
resultado de la conquista de los objetivos. Hay que saber estrechar
el enfoque y, aunque existan buenas ideas y debas oírlas todas,
tendrás que considerar que siempre habrán mejores ideas que
formas de ejecutarlas.
Así que antes de decidir deberías preguntarte qué quieres lograr
y qué es aquello que jamás lograrás. Una vez respondidas estas
interrogantes, lo siguiente será enfocar, fijar metas y mantener el
rumbo correcto. En la simplicidad y la transparencia se logran tomar
las decisiones cruciales.
2. Mide las consecuencias de la decisión.
Hay cosas que se pueden predecir, y eso hace que el equipo
sepa de antemano las consecuencias. También existen
imponderables que escapan de nuestras manos pero son
indispensables para tomar decisiones y comenzar a actuar para
que, luego de trabajar con los objetivos claros y las metas
específicas, se visualice un cuadro sobre el cual se puedan medir
las consecuencias.
Plantear escenarios puede cambiar la perspectiva de las cosas.
La forma en la que se ejecuten las actividades propias del cuadro de
mando inicial determinará, en buena medida, los modelos de
realización de las actividades que son necesarias para provocar los
cambios.
La posición correcta frente a la planificación determinará la
actitud frente a la ejecución. Por eso es importante medir los efectos
de cada decisión que se tome por muy sencilla o difícil que sea o
por lo menos tratar de ser lo más certeros posibles en cuanto a las
posibles consecuencias.
Las consecuencias deben ser medidas a través de la obtención
de datos. Éstos nos permiten saber y tener las estimaciones
aproximadas para minimizar el margen de error. Por ejemplo, nadie
puede hacer una dieta correctamente, sin saber cuántos kilos debe
rebajar. Tampoco puede perder un peso específico si desconoce
cuántas calorías posee cada alimento y cuántas puede quemar si
hace ejercicios. Peor aún, una persona no puede tener una vida
saludable si ignora su peso actual y su peso ideal.
Las variables para medir las consecuencias pueden ser muy
diversas, sin embargo cada una de las personas que forman parte
del equipo deben saber a qué se van a enfrentar cuando actúan de
una o de otra forma, pues en ellas se verá reflejado el fundamento
de las decisiones del líder. Los datos son difíciles de obtener, sobre
todo en la toma de decisiones de alto riesgo, donde las
consecuencias aún no han sido medidas y solo existen
presunciones. A pesar de eso, se debe hacer un esfuerzo
incuestionable para obtener la mayor cantidad de datos posibles.
Es importante que todo quede por escrito para poder evaluar,
pues todo lo que digas generalmente se olvida en tres días y la
mayor novedad puede que solo dure 48 horas. Por eso, el
antecedente histórico de las decisiones le servirá al equipo para
reaccionar conforme a un cuaderno de bitácora que les recordará
los hechos, las actividades y las consecuencias vividas con las
decisiones tomadas anteriormente.

3. Hacer visible la ruta en todas partes para tomar


decisiones.
Las actividades del cuadro de mando no pueden ser un secreto
de estado. Salvando cosas evidentes (como por ejemplo la
modificación de la fórmula de la Coca Cola), el resto de las
decisiones que una organización toma deben estar acompañadas
de una actitud de transparencia de parte de los que la ejecutan y
regentan las líneas gruesas de mando ejecutivo.
Si como equipo no se conocen los elementos técnicos,
estratégicos y tácticos, así como tampoco se conocen los actores de
la toma de decisiones, ni mucho menos los personajes involucrados
en la ejecución de las mismas, estamos creando pequeñas islas que
no conectan entre sí a la hora de ejecutar el plan.
Ese modelo, celoso de ocultar datos e información intermedia
para la ejecución de los planes, es la típica reacción de un líder de
posición quien, al verse sin seguidores, necesita manipular los
grupos de trabajo para luego decir: "Sin mí no se podía realizar". El
líder del proyecto debe romper esos espacios ocultos de información
y forzar a la exposición pública de las ideas, actividades comunes,
pasos de avanzada y cohesión de equipos porque de esa forma
acelera la relación entre los miembros del proyecto y facilita el flujo
de información entre todos.
Las cosas deben ser explicadas de manera simple. Deben ser
visibles para que todos jueguen, para que todos opinen, desarrollen,
discutan, intervengan, aporten y trabajen en bloque. Todos, sin
excepción, deben tener clara la expectativa de lo que se pretende
alcanzar, pues sin ello sería imposible prever las consecuencias.
Las mediciones y las consecuencias son parte cotidiana de la
toma decisiones. La actitud correcta para decidir radica en saber
planificar los resultados.

4. Crear una cadena de rendición de cuentas.


¡A nadie le gusta rendir cuentas!. Eso es natural en el ser
humano. Aun así, la rendición de cuentas es un sistema abierto para
determinar los flancos débiles y los procesos que deben ser
corregidos para mejorar las ideas y las decisiones.
La gente mejora indiscutiblemente cuando conocen de primera
mano si están ganando o están perdiendo. Es decir, si poseen la
certeza de que lo que están haciendo es meritorio para lograr lo que
la organización se ha propuesto o sencillamente es una tarea más
de tramitación que no conlleva a mayores consecuencias. El
sentimiento de victoria hace que los miembros del equipo sientan
esa sensación de bienestar inexplicable que solo genera el saber
que han hecho lo correcto y han cumplido con su deber.
La gran pregunta que un líder debe hacerse sobre la actitud de
su equipo es: “¿La gente que trabaja conmigo siente que está
ganando?”. Si la gente no tiene ese sentimiento de superación o esa
sensación de metas alcanzadas, decae y provoca desánimo
generalizado. Por eso es tan importante saber si todos estamos
marchando hacia la misma dirección o solamente estamos
caminando en círculos dando vueltas.
Hay que saber ejecutar las tareas para que lo importante pueda
ser superior a lo urgente, con lo cual nadie puede albergar el
sentimiento de desaliento cuando se le increpe por los resultados.
Difícilmente alguien puede actuar de forma productiva si su sistema
de valores para medir la eficiencia está marcada por una lista
interminable de cosas urgentes que distan de las necesarias para
lograr los objetivos. Por este motivo es tan importante el mecanismo
de rendición de cuentas.
La toma de decisiones mejora si todos rinden cuentas, tienen
acceso a la información del cuadro general de mando, revisan
periódicamente las actividades importantes resolviendo las urgentes
y se implican para que los compromisos sobre las tareas pendientes
se realicen.
Rendir cuentas permite crear un vínculo sano entre el que da las
instrucciones y quien las realiza. El líder del equipo siempre debe
tener claro que son las personas las que hacen las cosas, nunca la
organización.

5. Medición externa del progreso.


No existe forma de crear un sistema de resultados a menos que
las metas sean medibles, específicas, acordadas, realistas y con
tiempo límite. Por ende, cada vez que se tiene una decisión difícil
que tomar, cada uno debe tener un cuadro específico de metas que
permitan tener resultados.
La veracidad del contenido de cada decisión y sus posibles
resultados está alimentado de una suerte de directrices que le
permiten al líder saber cuál es el factor de conversión entre; el lugar
donde él se encuentra y dónde se ubica su equipo, y cada una de
las cosas que deben hacerse para que todos puedan tener certeza
de la dirección hacia dónde deben ir.
La gran pregunta es: ¿puede el líder hacer el trabajo de controlar
todas las variables que le conducen al resultado esperado? La
respuesta definitivamente es: “no”. Esto se debe a que cada uno de
los involucrados en la puesta en marcha del proceso debe velar por
el cumplimiento de lo acordado. Sin embargo, el líder por ser el
responsable de la supervisión conjunta de los miembros, debe
garantizarse por medio de la búsqueda de un mentor, o un coach, la
forma de establecer un sistema de rendición de cuentas más
elevado para sí mismo que el primer nivel donde se encuentran los
miembros del equipo ejecutor.
¿Por qué? Porque los líderes necesitan fijar establemente el
recorrido y la mejor manera para aterrizar los conceptos lógicos
sobre los cuales se fundamentan las decisiones. Y la ruta para
llevarlas a cabo debe ser monitoreada desde la periferia por alguien
que no esté vinculado ni laboral, ni emocionalmente con la
organización. Es en este punto, donde el líder al tener un factor de
conexión con la observación del mentor, puede corregir el cuadro de
mando y ver desde otra perspectiva la integración de todos los
campos débiles en el equipo.
Si un líder no tiene a quién rendirle cuentas de sus decisiones
sencillas o complejas, definitivamente se endiosará y dañará todo el
proceso ya que, al no tener la perspectiva aislada del proceso, se
hace extremadamente complejo recapitular cuando lo único que se
tiene por delante son seguidores y camino por andar.
Los líderes que tienen mentores se extrapolan de la realidad en
la que el proceso y la intensidad del liderazgo implica, y se pueden
ubicar en la cima de la montaña y ver el valle desde las alturas del
monte. No es lo mismo tomar decisiones y ejecutarlas desde el
valle, y supervisarlas desde el fulgor de la batalla diaria, que
observarlas desde la perspectiva aislada pero acertada de un
mentor que observa desde afuera.

Identificar a un mentor que evalúe la decisión debe ser un acto


cotidiano en el liderazgo. Para ello debe haber coexistencia entre lo
que se espera y lo que se desata en el proceso de rendición de
cuentas. ¿Qué quiero decir con esto? Que a veces, quieres rendir
cuentas de lo que haces bien, lo que puedes controlar y lo que te
gusta, pero dejas de lado esos detalles que no cuestas por temor a
ser puestos en evidencia. Produce temor hacerse vulnerable.
Incluso los líderes a veces quieren ser tan controladores que al dejar
de lado su humildad, se puede llegar a percibir que no hace falta
rendir cuentas de lo que se hace, que se puede hacer inclusive a
medias, o sencillamente que procrastinar es la mejor opción.
Cuando alguien no sabe qué hacer es muy fácil pasar por alto el
hecho para no hacer nada. También es cómodo aplicar la máxima
de la sabiduría popular que dice: "échale tierra a eso", o mejor aún,
aplicar la máxima de la pereza que dice: "deja para mañana lo que
vayas a hacer hoy".
Si no sabes qué hacer, te recomiendo seguir esta disciplina que
uso con mi equipo de líderes: preguntar, aprender, recibir y hacer.
PREGUNTAR : Preguntar valida la circunstancial humildad
de alguien que sencillamente prefiere aprender antes que
seguir equivocándose reiteradamente. Buscar ayuda es el
paso perfecto para reconocer que alguien puede ser tu
mentor en esa área en la que tú débilmente puedes resolver.
APRENDER : Es una cualidad de un líder. Si dejas de
aprender dejas de liderar y una de las tragedias más
grandes de la vida es que alguien por ego o engreído pueda
llegar a pensar que no necesita saber nada más. El
verdadero líder no sólo se acerca y pregunta; también
aprende de lo que se dice, digiere la información, busca la
practicidad de lo enseñado y resuelve internalizarlo.
RECIBIR : Es quizás lo más difícil porque aquí debes
confiar. Es asentir que lo que tu mentor te recomienda es la
respuesta correcta a lo que estás preguntando. Aceptar esa
verdad es difícil. Sobre todo cuando hay que comprender a
ciegas una verdad que se desconoce y que el mentor
aconseja con la certeza de que es veraz.
HACER : Esta acción define la valentía de creer que un
consejo puede salvar tu vida y que su puesta en marcha
cambiará el curso de la historia. Es especular sobre una
realidad que otro conoce pero que es novedosa para ti.
Hacer es avanzar a ciegas determinado a obtener resultados
porque confías en tu mentor.
Cuando elijas un mentor debes estar expuesto a que te diga que
hagas cosas que formarán carácter en ti y con el tiempo verás que
en agradecimiento harás lo mismo con tus seguidores.
La influencia de un mentor sobre tu vida es algo impactante. Su
perspectiva te remite a nuevos niveles de aprendizaje, te impulsa a
seguir adelante, te reta a no transitar el camino equivocado y te lleva
por el proceso seguro. Aunque no te garantizo que no te va doler,
seguramente la mentoría te hará acortar el camino.

6. Asociación estratégica con personas correctas.


Leí una frase del hermano y socio de Walt Disney, Roy Disney,
quien una vez dijo: «No es difícil tomar decisiones cuando conoces
sus valores»[29]. Esas palabras capturaron mi atención y me
llevaron a comenzar un proceso de reflexión sobre las principales
decisiones que he llevado a cabo en mi vida, las cuales en algunos
casos no fueron tan difíciles de tomar. En otros, casi me han
costado la vida, perder la esperanza, desmayar en la fe, juzgar la
forma en la que los demás actúan, resistir una presión innecesaria y
soportar injusticias.
Cuando un líder y sus seguidores o su círculo íntimo de liderazgo
tienen valores comunes o muy parecidos, se podrán tomar
decisiones gratas mientras trabajan en equipo aunque esas
decisiones impliquen sacrificio, trabajo, dedicación y hasta
agotamiento en la puesta en marcha. La afinidad en el
temperamento no tiene nada que ver con la comunión de valores y
de principios que hacen ese lazo indestructible a la hora de afrontar
el proceso de decidir.
Al igual que tener seguidores, la afinidad es un derecho ganado y
no un mandato. Por eso los principios y los valores no pueden ser
impuestos ya que las personas automáticamente los rechazan.
Recuerda, por ejemplo, lo que ocurrió con la “Santa Inquisición”
entre muchas otras atrocidades que la humanidad ha impuesto. El
comunismo es otra de esas tantas imposiciones que hoy por hoy
rechaza el mundo entero, pero si observamos el factor común de
ambas barbaridades, siempre necesita alineación precisa de parte
de los actores con su séquito a fin de poder cernir, tras el tamiz de
las lealtades, la ejecución de lo que para ellos es lo correcto al
tomar una decisión, aunque sea en detrimento de una nación entera
a causa de un grupo reducido de ella.
Un gran equipo de líderes son afines en sus cimientos, en sus
valores y en sus principios. Éstos son el soporte de la sinergia que
trae la decisión en sí misma. Ya sabes que decidir solamente, no es
suficiente. Hacerlo con personas que, sumadas al propósito de Dios
para tu vida, entrelazan y complementan sus fortalezas para
sopesar las debilidades comunes y, por medio de la construcción de
carácter, pueden llevar el timón en distintas maneras pero siempre
hacia un mismo rumbo, es en definitiva un deleite.
No sé cuál es esa decisión tan difícil que tienes que tomar. Lo
que puedo decirte que es nadie se ha muerto por decidir. Tampoco
por no hacerlo. Pero decidir y cruzar el umbral de tus propios
miedos, siempre te conduce al lugar donde debes llegar.
Si te detienes hoy porque no sabes cómo avanzar, vuelve a leer
este capítulo y haz una lista paso a paso con cada etapa. Atrévete a
disfrutar de un viaje que tiene mucha turbulencia, pero haciendo lo
correcto puede ser minimizada y de seguro los daños serán
imperceptibles.
Cada decisión difícil que un líder toma requiere energía y mucho
tiempo de oración. Las decisiones difíciles siempre van a demandar
un riesgo pues las consecuencias de lo que se lleve a cabo son
imperceptibles; siempre serán criticadas y cuestionadas… A veces
parecerá que es algo que no debería hacerse. Es precisamente por
eso, que a los líderes les cuesta tanto tomarlas y ser protagonistas
de su propia historia. Pero la garantía es esta: cuando te atrevas y
te determines a tomar decisiones y asumir la responsabilidad, tu
liderazgo será aumentado de nivel y desde ese nivel podrás ver a
los que te señalaron con paz y tranquilidad, sintiendo el orgullo del
deber cumplido.
Recuerda que el equipo siempre sale fortalecido y tu nivel de
influencia crecerá hasta la próxima decisión difícil.
CAPÍTULO VII
DECISIONES DIFÍCILES QUE TODO LÍDER
DEBE TOMAR

T odos los días hay que tomar decisiones. Sin duda, es


imposible andar por la vida sin hacer movimientos
inesperados que violenten la tranquilidad y te den un
sinsabor producto de la ansiedad propia de la incertidumbre.
Te quiero contar ahora desde mis propios errores y desde mis
propias malas praxis en materia de liderazgo, algunas cosas que he
vivido en el ejercicio de mi liderazgo. Quiero contarte algo que
descubrí por accidente y que casi me cuesta perder a mis mejores
soldados en batalla pese a su incansable obsesión de trabajar en mi
propósito y de alcanzar mi propia visión. Hay decisiones que son
muy difíciles de tomar y cada una de ellas encierra un mundo
independiente del otro.
A continuación voy a exponer algunas decisiones que, si un líder
puede tomarlas intencionalmente, su liderazgo subirá a niveles
inimaginables y puede llegar a comprender cosas que en este
momento quizás no vea con claridad y su perspectiva de las cosas
puede ser un poco más pausada para ver desde las alturas toda la
visión.
Cuando un líder comienza a caminar en el propósito de Dios para
su vida, descubre personas que se suman de inmediato a él y que
deciden de manera voluntaria hacer todo cuanto está a su alcance
para impulsarle hacia donde él mismo dijo que lo haría. De forma
automática comienza a hablar de los sueños, del propósito, de las
metas, de lo que te llevará a donde debes llegar, en fin todo lo que
tiene que ver contigo.
A estas alturas me parece pertinente contarte que un día una de
mis líderes de equipo me preguntó: ¿Cuándo es que yo trabajando
en tu visión voy a comenzar a ver el desarrollo de mi propósito? Y
ahí un frío me corrió por la nuca hasta el espinazo. Estaba logrando
mis propios sueños a expensas de los que me rodeaban y eso iba a
implicar recoger heridos y frustraciones en lugar de trofeos.
Esta realidad me causó un fuerte impacto y tuve que bajarme de
mi lugar de liderazgo y pedirles perdón. Hube de reconocer que
estaba haciendo nada por lograr que ellos desarrollaran sus sueños
a través del mío y me detuve a pensar con ellos como empezar de
nuevo.
Añadirle valor a la gente es importante, pero aún lo es más
promover y desarrollar los propósitos individuales de los que están a
tu alrededor para que, en el ejercicio de sus propios dones y en la
conquista de sus propios sueños, un día los tuyos sean más
grandes que tu propia existencia.
Ayudarlos a ellos a crecer fue una decisión difícil. Dejarlos actuar,
que tomen sus propias decisiones, validar sus actitudes, ayudarlos a
ser felices, perdonar y pedir perdón, establecer modelos familiares,
escoger correctamente sus amistades, velar por la manera en que
resuelven sus problemas, creer que la provisión diaria proviene de
Dios, descubrir que la prosperidad está en lo básico y no en lo
complejo de las cosas, ser una dador, relacionarse correctamente y
tener fe, son algunas de las decisiones que les enseño cada día a
los miembros de mi equipo, pero son decisiones que sin duda, tuve
que tomar primero y te las quiero compartir.
Cada una de ellas es una decisión difícil, que hay que tomar y
cuanto antes mejor.
Propósito: Decide alcanzarlo.
Estas son algunas notas de mi libro EFECTO LABERINTO: El
viaje hacia un legado (el cual te recomiendo que leas) que te
ayudarán a descubrir el secreto más maravilloso de tu vida.
Descubrir para qué naciste en esta tierra ya que saber la razón de
ser de tu existencia te conecta a dimensiones de fe, relaciones,
finanzas y compromisos que traen consigo la toma de decisiones
por muy difíciles que éstas sean.
He escuchado a muchos líderes, pastores, conferencistas,
políticos y una infinidad de personas de distintos tipos, estratos,
trabajos y lugares preguntarse: ¿para qué nací?, ¿cuál es mi
propósito?, ¿cuál es mi llamado?
Cuando este tipo de inquietudes ocurren, devienen en una serie
de sucesos que incomodan a la persona. Le hacen sentir que lo que
tiene entre sus manos (aunque sea aparentemente exitoso) no es lo
que cree que debería ser el capítulo final de su vida. Por ende, las
circunstancias que rodean cada una de sus actuaciones son
incómodas y distantes de lo que la propia ambición de éxito le
permite.
Para centrar algunas ideas considero que como líder tienes que
conocer ciertas definiciones, antes de entrar en el laberinto, que te
permitan estar situado dentro del contexto en el que vives para que
puedas entender hacia dónde vas y por último hacia dónde llegarás.

Tu nacimiento.
Tú fuiste creado por Dios, la prueba irrefutable es, que aunque
quisieras no pudiste influir en ninguno de los elementos externos
que determinaron tu nacimiento. No pudiste escoger a tus padres,
tampoco la fecha de tu nacimiento, ni mucho menos el lugar. No
tuviste forma de elegir a tus ancestros, así como tampoco puedes
decidir tu fecha de muerte. Todos esos factores tienen una
estructura ilógica para el ser humano que sólo puede hallar
respuesta en la providencia.
Dentro de cada uno de los que están leyendo este libro hay un
líder potencial que tiene el ADN de Dios y quien, desde la eternidad,
prefijó para este tiempo una serie de sucesos dentro de los cuales
están los que estás viviendo y que por alguna razón desconocida, te
permiten pensar que para este tiempo debías nacer y dejar una
huella.
Quiero decirte a través de estas líneas que lo que está
ocurriendo en tu ciudad, en tu país y en tu entorno familiar y
personal, es una jugada de parte de Dios para sacar de ti la mejor
parte de su creación. Él está determinado a hacerte ver que los
hechos que hoy ocurren a tú alrededor, son parte de una
provocación divina para que tú reacciones ante los problemas y te
puedas hacer parte de algo hermoso que está dentro de ti:
¡grandeza! Dios siempre habla, pero cuando las pernas no lo
quieren oir, provoca circunstancias incómodas para hacernos
reaccionar y seducirnos para que le busquen y tengan una relación
de amor intima, real y personal con el creador.
Todo el proceso externo e interno que estás viviendo, te está
forzando a que descubras ese líder que está en tu interior y que
nació con la única misión de ser la respuesta natural a una serie de
necesidades históricas que están pasando por delante de tu vida y
que generan inconscientemente una insatisfacción impresionante.
Estoy seguro que muchas veces te has hecho preguntas que te
producen impotencia como: ¿por qué es que esta gente que
conduce los destinos de este país lo hace de esta forma?, ¿por qué
en cada decisión que se toma en esta empresa se piensa en los
intereses propios y no en los de la organización?, y la mejor de
todas: ¿por qué no me preguntan a mí para que dé mi opinión al
respecto?
Yo he estado ahí donde tú estás. Sé que la impotencia por lo que
ocurre, estando tú de manos cruzadas, es insufrible. Sé que cada
vez que te preguntas eso, la sangre te hierve y quieres gritar. Sé
que a veces piensas que no vale la pena arriesgarse pues es difícil
que tu opinión sea oída. Todo eso en conjunto tiene una respuesta:
dentro de ti hay un líder que está a punto de salir y hacer ebullición
como un volcán.

La conexión con la fuente.


Es difícil poder entender el propósito de tu vida o conocer para
qué naciste si no te vinculas directamente con tu creador. Debes
tener claro quién es la fuente de la cual emanaste de modo tal que
puedas conocer de dónde provienes y hacia dónde puedes llegar.
Si una persona tiene un vehículo Mercedes Benz y necesita un
repuesto, es difícil que vaya a la tienda Ford o Chrysler para
encontrar solución a su problema. Él sabe que debe ir directamente
a los que crearon, ensamblaron y fabricaron el automóvil que posee.
Por eso acudirá sin dudar a una tienda Mercedes Benz pues es la
única garantía de poder encontrar el repuesto que necesita o
resolver una falla.
De la misma forma, nadie en esta vida puede encontrar el
propósito de su existencia sin que acceda directamente al origen de
su creación. Es decir: conectar con Dios. Por esta razón cuando
descubres tu origen sabes quién tiene la solución a todas las
interrogantes que pueden plantearse sobre muchas de las cosas
que posiblemente estés viviendo y que en apariencia no tienen
explicación.
Estoy convencido de que en este momento tu cabeza debe estar
haciéndose miles de preguntas de todo lo que será tu vida en los
próximos años. Debes estar cuestionándote algunas cosas que
quizás hiciste mal y que en teoría te hicieron retroceder en eso que
crees es una gran visión de Dios para tu vida. Posiblemente estás
en la etapa en la cual no estás conforme con lo que está ocurriendo
a tu alrededor, porque sabes que puedes hacer mucho más de lo
que tu propio entorno está determinándote. Quizás ya llegaste a un
punto donde crees saber hacia dónde vas pero no sabes dónde
empezar, o es muy probable que ya a estas alturas estés por tirar la
toalla diciendo: “nací marcado para fracasar”.
A continuación, te compartiré algunas observaciones de lo que
creo que no es el propósito para luego tratar de definirlo y a partir de
ahí, ayudarte a comenzar este nuevo camino hacia encontrar la
salida al laberinto en tu vida para llegar a cumplir tu misión en esta
tierra.

El propósito no es el destino
La frase que se ha trillado hasta el cansancio para nuestras vidas
es la siguiente: “Todos tenemos un propósito”. Digo “trillada” porque
con frecuencia oigo, veo y analizo los comentarios de grupos de
personas (abiertos y cerrados) donde a menudo se utiliza la palabra
“propósito”.
Visto desde el punto de vista analítico, el destino es una suerte
de casualidad cósmica en que todos los seres humanos estamos
envueltos y que conlleva a una serie de acontecimientos fácticos e
inevitables que determinan la vida de los seres humanos. Esto
ocurre sin mayores métodos o fórmulas de acción pues de todas
maneras hagas lo que hagas siempre la providencia determina
dentro de sus exclusivos caprichos la forma y manera en que se
mueven los individuos.
Es trágico ver cómo personas altamente brillantes se determinan
a creer que el destino marca de forma absoluta el modo de conducir
sus vidas, sin detenerse a pensar por un segundo que todas y cada
una de las cosas que determines hacer en el presente serán las
consecuencias directas del futuro. Escuchar a personas que repiten
a diario refranes tales como: “El que se va a morir en lo oscuro ni
que le prendan velas” es algo frustrante pues todos ellos, en función
de esta creencia, aceptan que “el destino” les jugó una mala pasada
o que la providencia siempre tiene juegos pesados y hace cosas
caprichosas para que nunca puedas levantar cabeza.
La verdad del asunto del “destino” es que Dios prefijó desde la
eternidad una serie de particularidades que marcan el inicio de tu
existencia en la tierra y que determinan las circunstancias originales
del proceso que te corresponderá transitar.
Es imposible que Dios se haya equivocado en el destino que te
dio, es decir, en la concepción, período, lugar y propósito marcado
en nuestra vida. No es coincidencia que el destino ya esté marcado
desde antes de la fundación del mundo, pues es su perfecta
voluntad llevar a la cada uno al lugar donde Él planeó que debíamos
cumplir con nuestro propósito.
Hoy estás plantado aquí, naciste aquí y debes tomar una
decisión, tomando en cuenta que la decisión incorrecta puede
llevarte a desviar el destino de una nación entera y por ende, mover
a Dios a hacer impensables maniobras a fin de devolverte al
propósito, aunque moleste y aunque duela, pues en Él cada cosa
tiene su lugar y su momento.

El destino está limitado únicamente al principio de


tu existencia, no a donde deberías terminar al final
de tus días.

El propósito no es algo que crees sino algo que


descubres.
Así como todos los seres humanos han sido sellados para un
tiempo y para formar parte de un linaje específico, también lo han
sido como parte de una cadena de descendencia posterior que
afectará e impactará a la sociedad en el lugar donde sean
plantados.
La decisión correcta o equivocada que cada individuo tome,
puede afectar a una generación completa, porque podrían no
encontrar su propósito producto del desvío de alguien en la línea de
propósito trazada para una generación especifica.
Cuando lideras personas entiendes que cada uno de ellos tiene
un propósito, consideras tu responsabilidad en hacer cosas
importantes para que ellos puedan encontrar el suyo. De algún
modo necesitas sembrarles una convicción abrupta que traiga a sus
vidas entendimiento, así no existirá duda alguna de su potencial y
podrán acceder de forma directa hacia el propósito de sus vidas
libres de excusas. Es imposible que una persona en sí misma pueda
alcanzar su máximo potencial sin un mentor. Éste le conocerá a
profundidad y le hará trabajar en sus áreas de máxima capacidad
para que a través de un proceso de mentoría constante pueda
obtener el enfoque correcto hacia el camino de su propósito.

Es imposible que una persona en sí misma pueda


alcanzar su máximo potencial sin un mentor.

Podrías pensarse que esto es algo extremadamente complejo,


pero significativamente no lo es, porque cuando alguien está
determinado a hacer cosas que vayan más allá de su propia
existencia, llega a niveles de búsqueda tan intensas, que el
propósito para su vida será revelado con la misma autenticidad con
la que lo está esperando.
He conocido cientos de personas que me han dicho: “¡creo que
este es mi propósito!”, y cuando les pregunto: “¿crees o estás
seguro que es tu propósito?” hay un silencio de unos 30 segundos.
Justo allí la mayoría de las personas han bajado la cabeza con voz
de derrota y me han dicho: “bueno… eso creo”.
Es lamentable ver personas brillantes que solamente hacen
cosas porque creen que es su propósito y luego se dan cuenta que
perdieron la vida entera haciendo algo que no se compagina con su
éxito o satisfacción. Es difícil hacerle entender a la gente cosas
sencillas pero cuando hablas de propósito las personas se sienten
enérgicas y lamentablemente creen que sentirse bien es cumplir su
propósito en la vida.

El propósito es alcanzar el éxito en el lado correcto de la


vida.
Hay personas que son exitosas, o digamos “más exitosas”, que el
común denominador de las personas normales y corrientes. Son
esos que sorprenden con sus logros. Gente que deslumbra con lo
que hacen. Sujetos extremadamente satisfechos con cada meta
alcanzada. Algunos les dirían “súper humanos” pero, ¿en realidad
están cumpliendo su propósito?
Algunas frases célebres del reconocido autor Myles Munroe son:
“LA TRAGEDIA más grande en la vida no es la muerte, sino
una vida sin propósito”.
“EL DESAFÍO más grande en la vida es saber qué hacer”.
“EL ERROR más grande en la vida es estar ocupado, pero
sin ser efectivo”.
“EL FRACASO más grande en la vida es ser exitoso en la
tarea equivocada”.
Detente un momento y piénsalo. La mayoría de las veces
estamos perdiendo nuestro tiempo. Sí, perdiendo el tiempo en cosas
que creemos que son necesarias, pero que al final lo que hacen es
mantenernos más o menos ocupados en cosas que pensamos son
productivas.
Difícilmente te paras a pensar en las miles de cosas que haces,
porque te has convencido que al estar haciendo mucho eres “súper
eficiente” y por eso llegas agotado a la noche diciendo: “tengo todo
tan ordenado que hasta pude llegar antes de las diez de la noche a
la casa”.
Estar ocupado en muchas cosas y resolverlas no te hace
eficiente, te hace un mediocre. Te hace un malbaratador del tesoro
inagotable más importante de la vida: el tiempo. Te hace llenarte de
asuntos que te hacen perder el enfoque de lo importante para hacer
lo necesario, con lo cual al hacer un balance del día te das cuenta
de lo inevitable: ¡no hiciste nada!

Estar ocupado en muchas cosas y resolverlas no


te hace eficiente, te hace un mediocre. Te hace un
malbaratador del tesoro inagotable más importante
de la vida: el tiempo.
Siempre que administres tu tiempo de forma mediocre, serás
víctima del desenfoque y en consecuencia, si ya eres líder, tus
seguidores observarán que no tienes un plan que te haga ser
influyente en organizar las metas para alcanzar tu propósito.
Enfocar en lo primordial de tu propósito te permite anticiparte en
un medio ambiente cambiante, aunque venga el caos y debas
buscar alternativas para seguir adelante. El enfoque te permite
ordenar nuevamente tus ideas pase lo que pase y comunicar los
cambios tan rápido como puedas a tu equipo. Pero, si estás tan
ocupado en estar ocupado, no podrás ocuparte de lo que de verdad
debe ocupar tu tiempo.
¡Detente ahora! desecha todo lo que no tiene importancia para tu
propósito. Muévete en la dirección correcta y conquista ese sueño.
Atrévete a alcanzar el éxito.

Si descubres tu propósito estás a unos pasos de dejar


un legado.
Para poder ser una persona exitosa hay que conocer el propósito
de Dios para tu vida, trabajar intensamente para llegar a desarrollar
tu máximo potencial, y añadir valor a las demás personas.
En el liderazgo hay que asumir compromisos personales. Allá
afuera hay miles de personas que van de descubrir su propósito de
vida únicamente a causa de la habilidad que un líder tenga, no sólo
para descubrir el tuyo, si no de alcanzarlo. Por eso, el pensar
únicamente en ser exitoso y alcanzar tu propósito, sin determinarte
a llevar más allá de la tumba el contenido de la visión, te hará un
individuo frustrado y carente de sentido propio de un líder y, además
serás víctima de tu propia falta de carácter.
La razón de ser de un líder es tener un propósito claro que le dé
sentido a su existencia. Todo el mundo nació con un propósito, pero
no todos lo descubren, ahí está la diferencia entre los seguidores y
los verdaderos líderes.
El principal problema del liderazgo actual es que
se sienten comprometidos con su propósito, pero
no se sienten comprometidos con su generación ni
con las que vienen detrás de ellos. ¡Toma la
decisión correcta!

¿Qué decisión vas a tomar? Donde estés haz lo que estás


llamado a hacer, recuerda que el “éxito conocer el propósito de vida,
trabajar intensamente para llegar a desarrollar tu máximo potencial,
y añadir valor a las demás personas”. Y si leyendo este libro ya
encontraste el propósito de tu vida, te reto a que hagas algo por la
generación venidera y tu visión no muera contigo. Permítete
descubrir lo fascinante que sería dejar un legado en esta tierra y
marcar un antes y un después en la humanidad.
Yo descubrí el mío y decidí ir tras aquello que es mi misión en
esta tierra.
Carácter: Decide desarrollarlo.
Quizás sería redundar en el tema visto que en las páginas
preliminares de esta obra se trató en detalle el punto del carácter en
la toma de decisiones, sin embargo, solo a manera de
refrescamiento debo indicarte por medio de una pregunta (como
coach que soy) ¿Qué es lo que hace que una persona fracase en la
toma de decisiones? Sencillo: su carácter.
La manera en la que enfrenta o asume las cosas cuando las
tiene delante.
El modo en que sostiene sus posturas una vez que se atreve a
dar algún paso que pueda mover los ambientes.
Hay personas que solamente agitan el entorno, arengan, vitorean
y empujan a otros a hacer cosas que ellos ni siquiera de lejos han
pensado en hacer. Hay otros que te hablan con claridad profunda y
te hacen ver que se las saben todas, pero si los analizas y ves sus
vidas, te das cuenta que no tienen nada qué aportar.
También están los que deciden cosas que jamás terminan y
todos los eneros tienen una lista de cosas tan largas que
honestamente hasta da flojera leerlas, por eso es que las personas
no fallan por falta de información (porque donde quiera la hay), la
gente falla es: por falta de carácter, falta de disciplina y falta de
poder liderarse a sí mismos.
Las decisiones pueden ser tomadas de forma diversa; con o sin
consenso; con o sin consulta; puedes verificar opiniones donde sea;
hacer encuestas; en fin, moverte en cualquier escenario que te dé
acceso a procesos definitivos de consolidación de datos y así poder
estar cerca de una realidad, pero al final TÚ debes tomar la
decisión.
La gente que no tiene carácter suficiente para decidir hacer algo,
simplemente lo que hace es tratar de hacerlo. El carácter te sostiene
para decidir y ejecutar basado en cinco palabras claves: visión,
paciencia, perseverancia, fe y determinación. Este quinteto de cosas
puede hacer la diferencia en tu vida.
Si en tu liderazgo no tomas riesgos encapsulas los niveles de
expansión de la visión y por ende la comodidad y el riesgo no
pueden coexistir.
El liderazgo no es un derecho que te asiste o un título basado en
la posición. El liderazgo es un privilegio otorgado por los seguidores
o el ejercicio legítimo a tener gente a quién dirigir y la suma de
propósito, visión, talentos, pasión y valores son la mezcla más
explosiva que tiene todo líder, para desarrollar y poner al servicio de
los demás sus dones y así hacer crecer a quienes están a su
alrededor y ganar seguidores.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando un líder, por falta de valores
morales y éticos, (es decir, por falta de carácter) traiciona con sus
actos a quienes le siguen? O, poniendo esto en una perspectiva
más aguda y citando al Dr. Myles Munroe: "Supongamos que usted
hubiese apoyado a un político en particular, pero descubriese que
había estado captando sobornos por años, viviendo un estilo de vida
espléndido. ¿Seguiría apoyándolo? Lo más probable es que no"[30].
Ahí es donde radica el problema de nuestro liderazgo actual: en
la complacencia y la alcahuetería. ¿Por qué? porque si quien hace
las cosas indebidamente preserva (bajo la figura que sea) apoyo de
algún tipo, y no siente repudio manifiesto de quienes le rodean por
su ausencia de carácter, éste seguirá pensando que lo que hace
está bien, pues sus seguidores se lo permiten y por ende, la
sociedad tiende a ser relajada y tolera de manera permisiva la falta
de integridad en la gente.
El carácter ha sido una de las decisiones más emblemáticas de
mi liderazgo, porque su formación es un proceso que dura toda una
vida y cualquier debilidad hace que se fracture de forma inmediata y
dañes a muchas personas.
El elemento que determina la formación del
carácter de un individuo es la sistemática adhesión
de principios y valores en la vida que son puestos
a prueba en medio de cada decisión difícil.

Recuerdo hace algunos años que entre muchos otros cargos que
desempeñé en la administración pública en mi país natal Venezuela,
hubo uno en donde tuve que lidiar con toda clase de irregularidades
y cosas que a los ojos de las personas parecían correctas pero que
si los pesabas en la balanza de la integridad, dejaba mucho que
desear.
Fui expuesto en reiteradas oportunidades a situaciones
incomodas en las cuales debía por mandato de las autoridades
gubernamentales decir que si o sencillamente, hacerme quizás la
vista gorda de los que se iba a realizar, sin embargo, siempre me
ponía en la incómoda situación de tener que decir:
“Lamentablemente, mientras yo esté aquí eso no se va a hacer”.
Siempre me preguntaba en las noches ¿Cómo podría yo
presentarme delante de Dios mañana si accedía a vulnerar mis
principios? Y ahí a pesar de la crítica de las personas que me
rodeaban, sentía una paz asombrosa que me decía en mi interior:
“mañana tú podrás dormir con la conciencia tranquila, ellos quizás
no”.
Esos fueron honestamente unos días de increíble aprendizaje, de
relaciones impresionantes, de conexiones inesperadas y de
oportunidades ilimitadas para mi vida, pero había un solo detalle que
me atormentaba, sostener mi carácter y mi integridad por encima de
las decisiones populares que se tomaban.
Recuerdo que en aquellos tiempos, si yo pasaba una sola
mañana sin acercarme a Dios a rendir cuentas de lo hecho en el día
anterior, mis convicciones podían ser seducidas e inclusive ser
vulnerables ante tanto poder.
No quiero decir que soy perfecto, por supuesto que no, pero
puedo decir que mientras de mí dependió, las decisiones que se
tomaron en mi despacho fueron pensadas y pesadas en la balanza
de la integridad y contestándome a mí mismo muchas veces esta
pregunta: ¿Esto agrada a Dios?
Cordeiro (2016) corrobora que ciertamente que “Si no he
decidido ni establecido firmemente mis convicciones antes de
encontrar alguna situación por el estilo en mi vida, ellas bien se
pueden trasformar en “opciones”. Puedo juguetear con esas ideas
en mi mente…. O incluso, ceder a ellas. Pero si ya he establecido
ciertos límites, y los he hincado profundamente en el suelo de mi
alma, esa clase de preguntas golpearán y rebotarán, como pelotas
de tenis contra una pared”[31]
¿Qué conceptos está refiriendo Cordeiro en este texto?
Sencillamente valores y principios inconmovibles que solo pueden
ponerse a prueba contestando preguntas claras en nuestro interior,
que nos conduzcan a tomar la decisión correcta antes que la
decisión popular o sencillamente la decisión acomodaticia a las
circunstancias y que se encuentran en la palabra de Dios.
Preguntas sencillas como por ejemplo:
¿Permitiría yo, la corrupción en mis decisiones sin afectar mi
relación con Dios?
¿Puedo negociar esto, sin que incurra en un riesgo del que
mañana me pueda arrepentir?
¿Podría esta decisión afectar a mi familia y nuestro cuadro
de valores y principios?
No hay nada más complejo en el liderazgo que luchar en contra
de uno mismo. Ese momento en el cual debes decidir pronto en la
encrucijada y poner a prueba tus valores y medir que tan
inquebrantables son, es el momento en el que solo el carácter en
medio de la presión, del calor y del fuego del propósito es puesto a
prueba.
Un país, sociedad, empresa, iglesia o equipo, no pueden avanzar
mientras las personas que lo conforman sean permisivas con las
carencias de carácter del liderazgo de quien lleva las riendas y
toman las decisiones por todos en conjunto. Una sociedad se daña
si llamamos a lo malo "bueno" y a lo bueno "malo". Por eso es tan
importante distinguir las falencias de ética y moralidad basadas en
principios correctos de quienes nos lideran. Ya se ha dicho: El
carácter es saber liderarse a sí mismo y yo le agrego poder decir
con orgullo: ¡YO NO!
En tus manos está el tesoro más valioso que existe sobre tu
liderazgo: “tu buen nombre”. Ése sólo lo puedes conservar si
mantienes tu carácter por encima de tus talentos. ¿Aplaudirías con
ovación cerrada a alguien que disfraza su carácter e integridad con
argumentos que sólo le hacen lucir y parecer intachable? Piensa y
escríbeme en mis redes sociales al respecto.
Actitud. Decide correctamente:
La actitud demuestra un acto de voluntad por hacer las cosas
correctamente. La determinación solo se alcanza por medio de la
actitud disciplinada de llegar más allá de las circunstancias. La
actitud te muestra la forma correcta o incorrecta de hacer ciertas o
determinadas cosas, por ende la conducta positiva frente a la vida
nos lleva a sumar voluntades diarias hacia nuestro propósito.
¿Por qué su actitud es tan importante como decisión del
liderazgo?

1. El resultado de tus decisiones está a una actitud de


distancia.
Difícilmente lo que mal comienza termina bien, sería como
pretender acomodar todo un proceso degenerativo congénito en tan
solo una operación. Es muy complejo tener la actitud correcta todo
el tiempo, nada hacemos en nuestra vida como líderes, si no
podemos tomar partido de algo tan sencillo como empezar las cosas
con la actitud correcta.
El día empieza exactamente como tú lo quieras empezar. No
existe ese mito que dice: “Hoy me levanté con el pie derecho”, creo
que podemos cambiar la forma en la que empezamos el día
diciendo pese a las circunstancias: “Al mal tiempo buena cara”.

2. Su actitud frente a las personas generalmente


determina la actitud hacia ti.
Cada persona tiene la virtud de defenderse naturalmente, es un
acto reflejo. Pero también puede relajarse y sentirse cómodo en
medio de las circunstancias, si de alguna manera los interlocutores
desarrollan confianza.
Si cada vez que te refieres a las personas eres un provocador de
conflictos, en lugar de resolutorios de éstos, todo el entorno estará
limitado a un profundo deseo de devolver con la misma moneda
cada cosa que estamos haciendo.
Si nuestra actitud hacia las personas cambia, lo que se espera de
ellas es la verificación del sentimiento de reciprocidad mutua que
implica devolver tanto o más de lo que recibes, en consecuencia, si
siembras mala actitud ¿Qué cosechas en la gente? Obviamente
mala actitud, por ende la actitud en el ejercicio del liderazgo es un
boomerang emocional que sale de tus manos rumbo a la presa pero
que enseguida se devuelve.

3. Solo los ganadores tienen la actitud correcta.


La victoria se obtiene antes de la carrera con la actitud correcta.
Nadie se inscribe en un maratón con la mentalidad puesta en un
“ojalá logre el último lugar” creo que no se puede ser tan insensato
en la vida. Ahora bien, ¿Puede ocurrir? Por supuesto, pero eso no
significa que en la línea de partida ya tenemos claro que último
puesto es nuestra meta, pues sin hacer ningún esfuerzo podrías
alcanzar ese lugar.
En este sentido Celis (2018) indica que “la actitud correcta, te
lleva al éxito, la actitud incorrecta te lleva al fracaso. Y la actitud
promedio, te lleva a la mediocridad”.[32] Con lo cual existen tres
tipos sencillos de delimitarla: correcta, incorrecta o promedio.
Tener actitud de ganador implica ser optimista, sin ser idealista,
es decir, manejar previamente las posibilidades que tenemos de
ganar o de tener éxito, sin que ello implique utopías mentales en
nuestra toma de decisiones que nos lleven a una frustración
inmediata. Para ello es necesario, ver el cuadro completo de la
situación que tenemos delante y proponer los escenarios correctos,
con la proyección correcta.
La disciplina mental sobre los conceptos correctos que se
quieren alcanzar juegan un papel determinante en el logro de los
éxitos, ya que si por ejemplo: Yo quiero ser rico, pero creo que ser
rico es malo, inmediatamente mi paradigma bloquea la acción
necesaria para llegar a serlo. Igual ocurre en el liderazgo: Yo quiero
ser líder, pero solo seré uno si tengo el puesto más alto de la
organización. Nuevamente tu paradigma bloquea la posibilidad de
éxito.
Los campeones y solo ellos siempre empiezan determinados en
que van a ganar: eso es actitud de ganador

4. Su actitud es contagiosa.
La actitud es como la risa, se contagia. Cuando trabajas con la
perspectiva correcta de las cosas y te propones que la actitud
correcta sea la bandera que enarboles, cada cosa que haces
permea de una manera única en la órbita de tu influencia.
Parece mentira y casi imposible de creer, que pueden existir
organizaciones felices. Ciertamente si te llegas a preguntar ¿cómo
se puede a llegar a eso? la respuesta es sencilla: las organizaciones
están conformadas por personas y la suma de las actitudes
positivas o negativas dentro de ella determinan si está infectada o
está sana.
El primer paso para resolver un problema de actitud colectiva es
comenzar. Los ganadores están inspirados por un desafío y están
apasionados por ganar la victoria.
La actitud determina la forma en la que se miren las
circunstancias y como se modela en el liderazgo, por ende, cada
uno puede medir el tamaño de la persona por el tamaño del
problema que está dispuestos a enfrentar y eso permite hidratar a
todo el equipo.

5. La actitud correcta ante las circunstancias


El calibre de un líder se mide por la suma de circunstancias
difíciles que haya tenido que sobrellevar y soportar. La suma de
todas las batallas en las que de alguna forma se haya hecho con el
trofeo es lo que permite a los seguidores seguir avanzando hacia
adelante en medio de las nuevas circunstancias.
Las dificultades siempre van a estar ahí, día tras día se
presentan, sin embargo, cada pequeño paso que se da, ayuda a
pensar las diferentes alternativas para resolverlas y el
subconsciente trae al presente ideas del pasado que se utilizan y
funcionan correctamente, las cuales pueden ser aplicables al
conflicto presente.
Durante mi época de multitareas decidí un día aplicar a un cargo
bien remunerado como abogado en una institución municipal. La
verdad es que yo no quería el cargo pues en esa época mi empresa
de automóviles de colección para eventos estaba en etapa de
expansión y había que dedicarle tiempo para consolidar el negocio.
Luego de tres entrevistas y casi deseando que me dijeran que no
aplicaba, me dieron el cargo y además era muy bien pagado, por lo
que hice algunos arreglos y con algo de ayuda un familiar atendería
los clientes en una nueva tienda que abrí mientras y yo iba a
trabajar.
Recuerdo que esos once meses fueron un tormento para mi vida.
Sabía todo lo que se necesitaba, pero no quería estar ahí. Mi
corazón estaba en mi empresa y aunque trataba de disimular, lo
hacía muy mal. Mi actitud todos los días era la de alguien que no
quería el trabajo, de hecho, nunca lo quise y si me preguntases hoy
por hoy si arrepiento te diría con absoluta certeza: sí.
No me arrepiento de lo que aprendí ni de las amistades que hice
en ese entonces, algunas de las cuales todavía conservo, pero cada
lunes era para mí un tormento y cada viernes era complejo pues
debía salir de la oficina corriendo a realizar algún servicio de mi
compañía de automóviles antiguos para bodas, que había sido
previamente contratado y además sonreír.
La consecuencia de mi actitud errada fue que tuve que salir por
la puerta de atrás de aquel ente, por una discusión con la máxima
autoridad y además, producto de aquella decisión de aceptar el
trabajo que nunca debí haber aceptado, tuve que entregar aquel
local que con tanto esfuerzo habíamos podido pagar hasta entonces
ya que dice el refrán popular: “El ojo del amo es lo que engorda en
ganado”.
La actitud no es más que la forma en que actúas o haces las
cosas. Es la medida de lo que efectivamente piensas y luego
ejecutas, para que tanto tus dichos como tus actos sean idénticos.
La confianza en ti mismo causa que otros crean en ti, pero sin
duda la actitud correcta causa que otros crean que ¡si se puede! y
eso te hace poner en la perspectiva correcta cada paso hacia la
victoria. Lo que tú crees es más importante que cualquier otra cosa
en situaciones difíciles que implican decisiones: mucho más que lo
que tú puedas ganar, más que donde vivas, más que tu posición
social, y más que lo que cualquiera pueda pensar de ti.
Existen personas en posiciones de liderazgo que carecen de una
premisa sencilla: "Lo que dicen no se parece a lo que hacen" por
eso es que al principio y producto de su propia posición, la gente
tolera ciertas incongruencias de las actitudes de quienes dirigen,
pero a la larga los subalternos se cansan y dejan de lado las
indicaciones de las personas que no hacen lo que dicen o que
sencillamente lo que dicen no guarda relación con su
comportamiento.
El ejemplo típico de esto es el de un maestro que enseñando en
clase sobre moralidad dice que la familia es la célula fundamental de
la sociedad ya que en ella radica una sana estructura social sobre la
que se fundamentan valores primarios que se exportan hacia la
comunidad. Los alumnos saben que lo que les dice es verdad,
porque es el maestro de la escuela y confían en sus enseñanzas,
pero ¿qué tal si el maestro que enseña tiene doble vida? Es decir,
tiene su familia y tiene otra con una segunda mujer que no es su
esposa y unos hijos que no ha reconocido como suyos.
Ahí es donde radica el problema de la sociedad actual. Los
modelos están distorsionados y por ende las decisiones de las
personas no son tomadas de acuerdo a un sistema sólido de
creencias que dejen ver que aunque puede estar equivocado el
carácter de quien decide tiene el sustento básico de alguien que
puede: "ser y parecer".
Durante muchos años me he preguntado ¿Cómo sería el mundo
en el que vivimos si las personas en lugar de medio hacer las cosas,
decidieran hacerlas y punto, aunque se equivoquen? Pienso que la
actitud correcta en la toma de decisiones puede hacer la diferencia
entre lo mucho que se pretende alcanzar y lo poco que se ha
logrado hacer.

La diferencia entre los que deciden por salir del


paso y los que deciden a todo riesgo, es decir, los
que hacen las cosas de forma tal que prefieren no
tomar riesgos y mantener el estatus quo y,
aquellos que toman decisiones arriesgadas
basados en su propia fe, valores y carácter
correcto, es lo que define la actitud de un líder.

Insisto en tocar la vida de Jesús, pues sin lugar a duda es el


mejor liderazgo que se ha conocido en la historia de la humanidad.
Si observas con detenimiento la actitud del maestro frente a la cada
una de las decisiones que tomó, te das cuenta que jamás utilizó
medias tintas, nunca hizo algo con doble intención a fin de quedar
bien con un grupo o con el otro, no pensó que sería mejor para Él
mismo, por encima de los intereses de su propia visión y propósito.
Cada cosa que decidió, en cada escenario en el que fue planteada
la circunstancia, siempre fue contundente y con la actitud correcta,
es decir, buscaba a Dios, pedía revelación, meditaba, y luego
actuaba.
Myles Munroe lo resume de la siguiente forma: "Un líder debe
saber cómo establecer un fundamento sólido para la vida que lo
sostendrá y mantendrá en el camino correcto en momentos de
incertidumbre, tentación y crisis" [33] a lo que yo le agregaría: la
decisión difícil puede ser tomada solamente cuando tú carácter y tú
actitud se complementan.
La gente quiere ganar batallas y no la guerra. El enfoque es tan
limitado que solo se preocupan por lo que tienen delante sin ver lo
que está más allá. Eso debe llamar a la reflexión. Las actitudes
acomodaticias los hacen tomar decisiones de esa índole. Los llevan
a pelear solo batallas efímeras y temporales, postergando las
decisiones cruciales que los llevan a ganar una guerra.

La decisión difícil puede ser tomada solamente


cuando tú carácter y tú actitud se complementan.

Hay guerras que se ganan batalla a batalla, pero si en cada


batalla que se libra la actitud es la equivocada, las decisiones los
van a llevar a estar de batalla en batalla, pero nunca pondrá fin a la
guerra, por ende llevar tu liderazgo a otro nivel pretende desarrollar
herramientas que te hagan aumentar tus capacidades para resolver
la mayor cantidad de problemas extraordinarios posibles y así
establecer medidas de pequeñas victorias que te lleven a dejar de
pelear para sobrevivir y puedes conquistar para ganar.
Sin la actitud correcta, las decisiones por muy fáciles que
aparenten ser, siempre van a estar condicionadas a un tercer
elemento imponderable: el azar.
Felicidad. Decide alcanzarla
La definición más básica de felicidad es: una emoción que se
produce al creer haber alcanzado una meta deseada, la cual suele
estar adherida a una condición subjetiva de alegría y satisfacción.
Sin prejuzgar la definición anterior, entiendo que la felicidad es una
condición del ser humano que conduce irremediablemente a tomar
la decisión sencilla de serlo. Ser feliz es una decisión.

La felicidad es una condición del ser humano que


conduce irremediablemente a tomar la decisión
sencilla de serlo. Ser feliz es una decisión.

¿Cómo puede alguien ser feliz?


La universidad de Harvard entre muchas otras universidades está
dando cátedra de Felicidad como materia. Según un artículo de la
revista Semana[34] la felicidad tiene unos componentes de estudio
dentro de los cuales se destacan nueve lecciones que aprenden los
estudiantes de la prestigiosa universidad en una cátedra dedicada a
hacerlos más felices.
Por mucho tiempo se creyó que la felicidad no se podía enseñar
como las matemáticas o la geografía. Sin embargo, desde que
Martin Zeligman creó la psicología positiva, esa idea cambió. A partir
de sus muchas investigaciones se sabe que el 50% de la felicidad
depende de factores como creencias y hábitos que son modificables
y por lo tanto se pueden enseñar. “El resto es genética”, dice Andrés
Aljure, coach y profesor de la cátedra de felicidad y bienestar de la
Universidad de La Sabana.
En efecto, aprender a ser feliz es posible y por eso muchas
universidades en el mundo se han dado a la tarea de incluirla como
una cátedra. En Harvard, donde existe desde 2006, es la más
apetecida por los estudiantes, al punto de que desbancó a
Introducción a la Economía, que por años había sido la clase más
popular.
Curiosamente, dentro de las diez lecciones principales el dinero
no aparece por ningún lado y la razón es sencilla. Según Aljure,
después de que el ser humano logra satisfacer sus necesidades
básicas la plata deja de ser tan importante, y si bien crea
satisfacciones en quienes la reciben resultan pasajeras. “El placer
de comprar un carro o cualquier otra cosa se desgasta al mes de
haberlo hecho”, dice. Aunque no está mal ambicionarlo, el dinero
solo no hace totalmente feliz a nadie. Por el contrario, los siguientes
comportamientos y formas de pensar representan cambios
estructurales que generarán bienestar permanentemente.
En dicho reportaje se resume en pasos sencillos el camino a la
felicidad:
1. la felicidad está en la mente; agradezca;
2. haga ejercicio;
3. cultive sus amigos;
4. tenga un sentido de propósito;
5. simplifique sus actividades; medite;
6. permítase ser humano;
7. sea resilente.
He aprendido con los años que la felicidad tiene un contexto
natural que se asocia al bienestar físico y mental, pero el más
importante sin duda es el espiritual. La sensación de estar a cuentas
con Dios y obedecer sus mandamientos genera una paz que
sobrepasa todo entendimiento.
En principio la mayoría de las ocupaciones cotidianas, son como
ladrones de felicidad que te van quitando lentamente las ganas de
seguir viviendo alegre, por ende, cada cosa que se hace en el diario
vivir deben tener pequeñas decisiones que conduzcan a la felicidad.
En mi liderazgo he tenido que tomar de toda clase de decisiones.
Algunas han sido fáciles otras no tanto, algunas han sido difíciles y
otras muy difíciles, algunas de ellas me han dolido otras me han
herido, pero en medio del camino de regreso a casa me detengo a
pensar ¿Cómo hubiera sido el proceso sin tener que decidir nada?
La mayoría de las veces cuesta lavarse la cara y seguir, pero en
resumidas cuentas he distinguido la diferencia entre preocupaciones
y responsabilidades. Las primeras se las entrego a Dios en mis
devocionales y así, esa carga se hace ligera para mí, las segundas
las atiendo y en uno y otro caso decido ser feliz.
Hacer eso me ha permitido crecer en sabiduría y tal y como
escuché de boca de Bill Aulet en un taller sobre emprendimiento:
“(…) la sabiduría es una cicatriz de todos los errores que cometí.
Pero lo que hice es probar distintas cosas y arreglármelas. Cometí
errores, y salí perjudicado son todos esos errores y la cicatriz que
ahora me dan eso que se llama sabiduría, que me permite darme
cuenta de cuál es el camino correcto”. Todos sin excepción se
esfuerzan en alcanzar cosas en caminos equivocados y hoy puedo
decir con orgullo que quizás he cometido más errores que casi todo
el mundo, pero si hago una retrospectiva: soy feliz.
Y tú ¿Decides ser feliz?
Le pregunte a mis seguidores en Instagram ¿Qué determina para
ellos la felicidad? Estas fueron algunas de las más destacadas
respuestas que quiero compartirte:
Tener la dicha de influenciar personas, haciendo
constantemente, lo que Dios te llamo a hacer.
Saber que estás haciendo lo correcto, alineado a tus valores
y principios.
Saber que lo estás haciendo bien y que lo aprendido está
siendo implementado.
Ser de influencia positiva en otros y ver cambios concretos.
Trabajar en tu propósito, para bendecir e impactar al mundo.
Ser ejemplo a otros, así como lo fue Cristo; y capacitarlos
para que puedan cumplir con su propósito.
La posibilidad de lograr cosas que además de llevarte a otro
nivel son de esperanza e inspiración a otros.
Poder tener coherencia entre tu mente, tu cuerpo, tu alma y
tu corazón.
Las vidas que transformas en el camino.
La gratitud y satisfacción de poder lograr que las personas
que te siguen crezcan y evolucionen.
Saber que estás haciendo lo correcto: paz = felicidad.
Que alguien a quien tú lideraste ahora lo veas haciendo
cosas mucho más grandes que tú.
Ahora quiero hacerte esta pregunta personal ¿Qué determina
para ti la felicidad? Escríbeme tu respuesta en mis redes sociales.
Perdón. Decide disfrutarlo
Sin lugar a duda, una de las decisiones más difíciles en el
liderazgo es perdonar. Hacerlo es un acto de responsabilidad, pero
también es un momento de profunda intensidad emocional, pues en
la propia naturaleza humana el perdón implica emocionalmente,
sentir que somos débiles frente a la situación que nos oprime.
Es mucho más fácil, perdonar que pedir perdón, de eso estoy
totalmente convencido, sin embargo el proceso de conseguir la paz
integral en el liderazgo, es poder desprendernos de cosas que te
oprimen internamente, producto de situaciones pasadas que no se
pueden resolver en el presente y que, de no tomar cartas en el
asunto, seguramente dañarán tu futuro o peor aún, retrasaran el
curso normal de las cosas que deben ocurrir en el camino al
conquistar el propósito de Dios para tu vida.
En muchas oportunidades he estado en los dos lados de la
balanza: perdonador y ser perdonado, sin embargo, no fue hasta
que entendí que el índice más alto de enfermedades terminales
provienen de la falta de perdón es que tuve la madurez para asumir
como debía actuar en ambas circunstancias.
Reconocer las faltas es un gesto conmovedor de parte de un
líder, sin embargo, pedir perdón y arrepentirse de lo hecho es un
acto de valentía que te impulsa a niveles de madurez y de
excelencia superiores al estándar común de las personas.
Las personas confunden el proceso con una frase seca y
sencilla: Perdón. Pero la palabra en si misma retiene un poder
liberador que solo se activa cuando cumples con unas etapas
sencillas que te quiero enumerar a continuación: reconocimiento,
arrepentimiento, exteriorización (decirlo) y liberación.
He sido testigo del poder liberador del perdón en muchas
ocasiones y confieso que hoy en día ha sido un hábito recurrente en
mi vida, pensar qué he hecho, a quien he ofendido, como lo
subsano de ser posible y cómo mirar hacia adelante sin dolor.
Quiero compartirte esta historia increíble de una de las alumnas
de la Escuela de Liderazgo de Alto Impacto, quien en un ensayo
sobre liderazgo, (para aprobar el nivel básico de la certificación), citó
esta historia conmovedora sobre el aspecto más poderoso del
perdón. En ese entonces ella escribió:
Entendí que las situaciones que se presentan en la
vida, tienen un fin, son pruebas que Dios nos coloca
para afianzar nuestro carácter, y prepararnos para
cumplir el propósito por el cual vinimos a este mundo.
Hace 6 años pasé por un momento muy doloroso y
sorpresivo, a mi hermano de 35 años, lo asesinaron
para robarle el carro, este hecho me marcó muchísimo,
le decía a Dios porque si había tanta gente mala, y a
tantos malandros le daban 17 tiros o más y no se
morían, porque a mi hermano con 5 tiros, se tuvo que
morir, le reproche mucho esto a Dios, un día le
comente a mi papá, que quizás Dios se llevó a mi
hermano, porque él no hubiera podido soportar quedar
dependiendo de los demás, o con algún impedimento
físico, que siendo así, lo que sucedió fue lo mejor; en
realidad fue el consuelo que encontré para aceptar el
hecho.
Los conocidos de mi hermano, me dijeron que ellos
podían hacer pagar al tipo, que podían mandar a
matarlo, y yo les dije que no, que dejaba todo en
manos de Dios, que tenía mi otro hermano y mi hijo, y
no quería volver a pasar por un momento como ese,
que la gente toma represalias. Y además para que lo
iban a matar, que muerto no iba a sufrir, que yo quería
que viviera y sufriera la muerte de mi hermano, le
deseaba lo peor. Denuncie por dos razones, para que
pagara por lo que hizo y también para que no siguiera
asesinando personas y enlutando más hogares.
Cuando se trató el tema de la prueba del perdón,
me removió las fibras de mi corazón, porque a pesar
de haber pasado 6 años, y que ya ese hombre no está
físicamente, no lo había perdonado. Luego en la
Cumbre de Liderazgo con la ponencia El acto del
Perdón de Immaculee Ilibagiza, me identifiqué tanto
con esta mujer, con su dolor, con la situación que vivió,
¡Dios le mataron a toda su familia!, y ella fue capaz de
perdonar. Pedimos perdón a Dios como nosotros
perdonamos a quien nos ofenden, pero en realidad no
es así. Llore y llore, con este testimonio, fueron
situaciones encontradas, revivir el pasado, que
siempre ha estado allí, en mi presente, que no lo
soltaba, a pesar del tiempo. Entendí que no es bueno
guardar rencor, esto lo decía, de la boca para afuera;
pero ya son dos momentos claves, donde Dios me
estaba hablando, diciendo que perdone, que suelte el
pasado y continúe. En este sentido me siento mucho
mejor hoy día, drene, No soy quien para juzgar, Dios
me pone a prueba, por algo, para superar lo que pueda
venir, Lo Acepto.
Tome la siguiente frase de Immaculee: ¨Siempre hay
esperanza, Todos tenemos algo que perdonar para
sanar, sanar para amar, amar para crecer, Suelta el
pasado¨[35]
A este nivel del libro quisiera preguntarte: ¿Estás en disposición
de tomar una decisión difícil como ésta? ¿Podrías perdonar a
alguien que te ha ofendido de esa forma? ¿Qué ganarías o
perderías si lo haces?
Llegó el momento de no avanzar más en la lectura del libro y que
medites sobre una de las decisiones más difíciles del liderazgo.
Piensa en alguien a quien debas perdonar y piensa en alguien a
quien debas pedirle perdón. Luego de eso ve y hazlo. El perdón te
permite avanzar rápidamente hacia tu visión grandiosa.
Piensa en alguien a quien debas perdonar y
piensa en alguien a quien debas pedirle perdón.
Luego de eso ve y hazlo. El perdón te permite
avanzar rápidamente hacia tu visión grandiosa.

Mi historia de perdón comienza hace algunos años atrás. Por


alguna razón que desconozco mi padre y sus padres (es decir mis
abuelos) dejaron de hablarse por espacio de unos quince años
aproximadamente. Para mi aquello se convirtió en algo sin
importancia pues en mi inmadurez, yo consideraba que ese asunto
no era mío, ya que en primer lugar no lo había ocasionado y, en
segundo lugar, mi relación con mis abuelos paternos siempre fue
muy lejana así que casi ni sentí la pérdida.
Un día estando en un servicio de domingo en mi iglesia local,
escuché un mensaje sobre el perdón y recuerdo como si fuera hoy,
que en medio del mensaje (que para mí no tenía importancia porque
creía que no debía que pedirle perdona a nadie) escuche esta frase:
“En caso de no perdonar o peor aún en caso de no pedir perdón esa
actitud será repetida y repetida por tus hijo y por tus nietos hasta
que alguien decida hacer del perdón una premisa en sus
generaciones”. Te confieso que algo me hizo como una bomba en la
cabeza y de inmediato recordé a mis abuelos paternos.
Esa noche fue confusa para mí, preguntaba y preguntaba ¿Por
qué si yo no inicié el pleito debo pedir perdón? ¿Por qué si no tengo
parte en el asunto debo meterme? Peor aún ¿Por qué debería pedir
perdón? La verdad estaba bien confundido, pero una voz interna me
decía: “Rompe con esa cadena en tus generaciones futuras”.
Pasaron los días y aquel asunto del perdón se volvió un
tormento, así que como pude le pedí a mi mamá el teléfono de mi
abuela para llamarla y me preguntó ¿Qué ganas llamando? Le dije
quizás nada, pero le voy a pedir perdón. Ella, imagino absorta en el
otro lado del teléfono, me dijo ¿Por qué debería perdonarte? Y le
dije tampoco lo sé, solo sé que mis hijos no vivirán esto que yo sin
darle importancia viví.
Me armé de valor y con mucho temor levante el teléfono, no sin
antes como buen conferencista, haber practicado mi parlamento una
y otra vez. Sonó el teléfono y cuando contestó me quedé helado por
unos segundos, enseguida le dije: Hola abuela es Juan Carlos y ahí
comenzó a decirme una cantidad de cosas que yo ni entendía,
porque ella pensaba que era su hijo, no su nieto.
La interrumpí y le dije: abuela soy tu nieto Juan Carlos no tu hijo
Juan Carlos y cuando iba a empezar a disparar de nuevo, la
interrumpí y pude decir: Te llamo para pedirte perdón por no haberte
hablado por 15 años y para decirte que quiero que me permitas ir a
tu casa para que los dos puedan conocer a Santiago su biznieto. Se
puso a llorar y dijo: Gracias te perdono, ¿cuándo vienes?
Lo demás es historia, pero a los pocos días y sin saber nada, mi
papá también se armó de valor y fue a visitarla con un ramo de
flores, quizás no se restablecieron del todo las relaciones, pero el
efecto liberador para todos fue de generación en generación.
Aquello de oír frases como: “No me hables más nunca” hasta el sol
de hoy nunca más se ha repetido.
Ambos Luis y Maruja, mis abuelos paternos fallecieron y puedo
decir con orgullo que me atreví y rompí por medio del perdón, ese
ciclo perverso que acosaba a mi familia quien sabe desde cuantas
generaciones anteriores y hasta cuando llegaría de no haber
activado aquella decisión difícil.
Familia. Decide honrarla
Recuerdo desde siempre esta definición de familia: “la familia es:
la célula fundamental de la sociedad”, al menos así me lo enseñaron
en mis años de juventud en el colegio. Pero además de eso siempre
pensaba ¿Qué trasfondo tan básico y tan complejo hay en esa
definición?
Tener una familia, no solamente tener una célula o grupo humano
que vive bajo un mismo techo, las vinculaciones afectivas y las
relaciones emocionales que en ella se generan traen consigo
definitivamente sociedades integrales y avanzadas.
Honrar tu familia debe ser la decisión más sabia que debes hacer
en el ejercicio del liderazgo. Ese núcleo primario es el segundo lugar
donde todo líder debe desarrollar sus habilidades naturales de
influencia, ya que, como se dijo en capítulos pasados, la primera
decisión difícil que todo líder debe tomar para tener influencia es
liderarse a sí mismo. ¿Cómo puede un hombre o una mujer liderar
equipos de trabajo si en su área primaria de influencia: su familia, no
es capaz de influir a nadie?
Enseño en mis conferencias y charlas grupales, que tal y como
son los hijos, así son los padres y siempre pongo el ejemplo de la
fiesta de cumpleaños de un buen amigo y los hijos de todos están
jugando en la casa, pero hay uno especialmente que ¡Dios le
bendiga más! Ese que grita, rompe todo, salta en los muebles,
derrama contenido de su vaso con gaseosa, muerde a los otros
niños y en medio de ese caos todos miran a los padres y alguien
dice: disculpa ¿Le puedes decir algo a tu hijo? Y la madre o el padre
dice casi susurrando: “Bebecito ¿Puedes quedarte tranquilo por
favor? Todos miran aquella escena, el niño se da la vuelta se tira al
suelo y comienza a gritar más duro, a patalear con intensidad y la
fiesta se paraliza por lo incontrolable de la situación.
Generalmente esta escena se repite cientos de veces en cientos
de hogares y la pregunta es ¿Por qué? Sencillo, influencia. Si usted
como líder no influye en su familia, su liderazgo será siempre un
caos.
Las madres naturalmente no tienen muchas opciones. Ellas son
madres sin opciones desde la fecundación. Su estimulo primario
hace que la influencia materna permee por los poros de cada uno de
los seres vivos, ya que la sensación de ser madre se ejerce desde el
día que se conoce la noticia de la gestación.
Ellas llevan un gen superior que de manera inconsciente que
transmite influencia desde y hasta siempre. Dice Rubén Blades en
su canción Canto a la madre:
No te alegres Muerte, hoy con tu victoria, pues mi madre
Vive toda en mi memoria, no te enorgullezcas si me ves
Llorando, yo no me avergüenzo de estarla extrañando
Me ha enseñado, Muerte, a no tenerte miedo
Mi querida vieja se fue combatiendo
No te enorgullezcas Muerte, tu triunfo es vacío
Yo su amor protejo y ella cuida al mío
Decir adiós, es difícil camará pero aún lo es mucho más
Cuando se le da a una madre, deja un vacío, imposible
De llenar, por toda una eternidad: huérfano es el amor mío
Madre, sólo hay una en la vida
Dorme, Dorme, o meu amor.
Creo que sería inútil comentar la letra de la canción, sin embargo,
estén cerca o lejos la influencia natural de los hijos siempre es la
madre.
Ahora bien, ¿Qué ocurre con los padres (varones)? Los padres
no tenemos ese privilegio de gestar e influenciar a nuestros hijos a
menos que decidamos convertirnos en los protectores, proveedores
y seamos la cobertura de nuestra casa.
El rol de un verdadero padre es mucho más complejo que el de la
madre porque está cargado de una serie de decisiones internas y
externas que son extremadamente difíciles, ya que antes de ser un
hábito natural, la influencia masculina en el hogar es una decisión
individual.
El padre debe ejercer influencia voluntaria en su esposa, debe
amarla (nunca entenderla) y tratarla como vaso frágil por su
hipersensibilidad emotiva. Debe honrarla, respetarla y ser fiel hasta
que la muerte los separe, en todo momento, además debe cuidarla y
servir de protección del hogar y además proveer para los suyos.
Y por su parte la esposa debe amar a su marido y respetarlo, ser
ayuda idónea, edificar la casa, ser sabia y además ejercer equilibrio
racional entre los miembros de la familia.
Yo en lo personal decidí ser papá, sabiendo que ser papá es una
decisión difícil, pero resolví hacerlo de la manera más cercana a lo
que Dios me enseña en su palabra y procurando en primer lugar ver
a Dios como padre y como modelo para mi vida, para que luego, sus
principios se hagan vida en mi mente y en mi corazón y poder hacer
uso de cada herramienta que me enseña en la cotidianidad de mi
familia.
Ser padre en una sociedad tan despiadada y vacía, es contra la
cotidianidad del mundo, así que honrar a la familia fijando
claramente el diseño original de Dios: papa, mama e hijos, me ha
permitido ejercer la influencia necesaria en mi esposa Adriana y ella
en mí, en mis hijos Santiago y Sara Sofía y ellos en mí, suficiente
para decir: en familia la carga es más ligera.
Saber que mis hijos entienden lo que hago como propósito de
vida y verlos hablar de sus propios propósitos, sus sueños, anhelos,
visiones me emociona. Saber que cuando llego herido por el
ejercicio del liderazgo, Adriana mi esposa me espera con todo un kit
de reparación y me dice “sigue adelante ya vamos a llegar”. Sentir
que puedo ir a la montaña solo por días y tener la certeza que la
sabiduría de ella sostiene la casa mientras yo voy construyendo y
tejiendo la visión de formar líderes con propósito, me permite pensar
en lo grande y volver al lugar más seguro que existe para mí: el
hogar, y así juntos seguir construyendo con ella nuestra familia.
Honrar a una familia hace que puedas reconocer que cada
página del libro que escribes en el presente, fue escrito sobre el
esfuerzo y el sacrificio de tus padres que bien o mal dieron lo mejor
de cada uno para dejarte ir más lejos de lo que ellos llegaron.
Decidir ser padre implica ser vulnerable cada día, ceder para no
perder, dejar ganar aunque se pierda y sentir que el amor es el
vínculo perfecto entre Dios y ellos, porque Él nos amó primero y
mucho más que lo que nosotros a Él.
Uno de mis personajes favoritos es el Apóstol Pablo quien
describe de manera magistral la perfección del amor en la primera
carta a los Corintios de la siguiente manera:

“El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable.


El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie.
No es orgulloso.
No es grosero ni egoísta.
No se enoja por cualquier cosa.
No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han
hecho.
No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la
verdad.
El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de
esperarlo todo, de soportarlo todo.
Sólo el amor vive para siempre”.[36]
Sin amor no hay liderazgo. Si decides influenciar personas
primero tienes que amarlas y luego soportarlas. Ese es el orden
correcto, invertirlo trae caos. Si decides ser un gran líder, primero
debes amar y soportar a los miembros de tu pequeño equipo familiar
y convertirte en el líder de esa manada, no para ser respetado, si no
para servirles desde el amor.
Decisión difícil ¿verdad? Yo decidí ser padre de familia y
funciona, no soy perfecto y todos los días aprendo, pero por encima
de mis logros y de mis méritos propios, está Dios y seguidamente mi
familia.
Amistades: decide cultivarlas
Tu historia generalmente está marcada por la influencia que
algunas de tus amistades han vaciado en ti. Los amigos son
importantes, son tal y como dicen algunos: "la verdadera familia que
uno escoge".
Esas personas te ponen el brazo para que tú puedas cruzar al
otro lado, son aliados que quizás no forman parte del equipo que
tienes, pero que sin duda pueden entenderte perfectamente cuando
les hablas de lo que estás haciendo, pues ellos te conocen tan bien
que a duras penas podrías engañarlos. Ellos saben cuándo te duele
o, cuando te molesta algo, son los que te pueden decir sin
cortapisas: "Oye baja la guardia, vamos a la casa y te desahogas"

Con ellos puedes llorar en confianza y conseguir


un pañuelo limpio para secar las lágrimas, una
palabra de aliento o un trágico silencio
acompañado de un abrazo que te haga debilitar tu
propia intuición y dejarte caer en la confianza, para
luego levantarte con denuedo hacia una frase
determinante: "Hermano, ten paz, mañana será
otro día"

Yo sé muy bien que hay amigos de amigos, los he tenido de todo


tipo: buenos, locos, eufóricos, melancólicos, flojos, emprendedores,
incondicionales, alcahuetes, carismáticos, humoristas, líderes,
talentosos, fracasados, religiosos, pavosos, ilusos, embusteros, en
fin una gama multiforme de personalidades únicas e irrepetibles.
De cada uno de ellos aprovecho un poco de tiempo cuando
puedo, tomo lo mejor de cada uno y desecho sus peores facetas,
aprendo y desaprendo, aplico y desaplico, paso de largo las cosas
que creo que no me enriquecen y en la mayoría de los casos finjo
demencia selectiva para no herir susceptibilidades y tener la fiesta
en paz. Ellos son más que un recuerdo de una foto de mi
cumpleaños, son sin duda el botón rojo que dice: en caso de
emergencia rompa el vidrio.
Ahora bien, hay veces en las que debes tomar una decisión difícil
en relación a las amistades peligrosas. ¿Te has preguntado por qué
pareciera que algunos líderes no se dan por enterados de las
necesidades de su equipo y dejan de tomar decisiones urgentes
para salvaguardarlos? La respuesta es muy sencilla, les rodean
varios aduladores.
La adulación existe desde tiempos remotos. En el liderazgo es
esencial que identifiques a tus posibles aduladores o de lo contrario,
te verás en un futuro no muy lejano, envuelto en toda clase de
problemas debido a que no supiste identificar tus fallas o puntos
ciegos a causa de “amistades peligrosas”.
Si lideras una organización, empresa, iglesia o simplemente
llevas a cabo un proyecto que incluya a más de una persona,
entonces debes ser precavido de aliarte con quienes puedan
convertirse en amistades peligrosas. De hecho, si lideras a un
equipo, es probable que a tu lado existan personas que no te dejan
ver algunas realidades. Sé de lo que te hablo, yo he tenido la
posibilidad de conocer a muchísima gente y trabajar en muchos
lugares, y siempre he encontrado lo mismo: líderes que terminan
dañando la confianza en el liderazgo y con ésta, la moral del equipo
generando un impacto negativo en su organización.
Si estás evaluándote y piensas que estás haciendo las cosas
bien sólo porque tienes la percepción de que hay un grupo que te
apoya ¡detente! Si tienes una posición de liderazgo, corres el mismo
riesgo que todos: ¡desviarte y convertirte en alguien peligroso! La
opinión favorable que un grupo de personas tenga sobre tu
liderazgo no es garantía – ni mucho menos la mejor referencia - de
un liderazgo saludable.
Los amigos escasean en estos días y, más aún cuando es tan
aparentemente fácil hacer amigos en las redes sociales, sin
embargo la esencia de la amistad no ha restado importancia en la
vida de los seres humanos. Los amigos sin duda son un gran regalo
de Dios para cada uno de nosotros y son ellos los que nos permiten
en los tiempos de angustia abrir nuestros corazones y sentir la
tranquilidad de que al abrirlo y exponer tus sensibilidades, nunca
serás herido ni mucho menos serás lesionado.
Tratar de pasar por la vida sin tener amigos sería como pensar
en vivir dentro de una concha de caracol y cada vez que los
problemas vienen y tocan la puerta de nuestra vida, te escondes y
solo sales cuando sientes que existe una aparente calma. Nadie
puede vivir así, sin llegar a colapsar en algún momento.
Tus amigos deben ser y tú para ellos también:
1. un bastón que sostiene aunque no se haga imprescindible;
2. un monitor que permita llevar la marcha en el rumbo
correcto;
3. un termómetro que mida la temperatura exterior y la interior y
además;
4. un faro en medio de la tormenta de las circunstancias que te
diga: ¡enfoca!
Nadie en el liderazgo puede pensar que es autosuficiente, ni
mucho menos admitir que no necesita amigos para pasar al otro
lado de las temporadas de la vida, sin embargo, muchas veces va a
ser necesario dejar algunas amistades en el camino, para no
retrasar la marcha. Quizás sea doloroso, pero hay personas con las
cuales no puedes cruzar al otro lado.
Todo líder debe evaluar su liderazgo y preguntarse ¿Cuántas
amistades peligrosas tienes? ¿Cuántas amistades verdaderas
tienes? Podar la mata selectivamente, te llevará a tener amistades
correctas y no solo circunstanciales.
Problemas. Decide resolverlos
Los problemas son solo eso: problemas. Un líder debe ser
consciente de que los problemas siempre van a existir, pero la
actitud con la que los enfrentes y la perspectiva con la que lo mires,
es el espacio vital para sobrevivir en medio de una crisis, por ende
la intensidad con la que tú veas las dificultades es directamente
proporcional al modo en el que puedas solucionarlos y la manera
en que asumas el reto como parte de la vida es definitivamente, es
lo que te podrá tener paz en medio de la tormenta.
Queda claro que la manera en la que vemos el problema por lo
general es el problema, si la perspectiva que se tiene sobre el
asunto es pobre, las oportunidades se tornan tenebrosas, te llenas
de miedo y las invitaciones a conocer algo nuevo parecen
amenazas. Un líder puede ver los problemas de dos formas: una
calamidad o un asunto por resolver. Si tú eres de los que a cada
problema que tienes le das magnitudes desproporcionadas, estarás
dando mensajes de frustración al equipo, porque ellos confían en tu
forma de asumir los retos y las dificultades. Ahora bien, si entiendes
que los problemas siempre van estar ahí y que como líder tú trabajo
debe ser resolverlos, tus seguidores verán en ti el estímulo para
decir: debemos acompañarlo para que juntos le demos solución.
La base del liderazgo se hace rígida en las circunstancias
adversas. Los problemas hacen emerger las más grades soluciones
jamás escuchadas, los retos profundizan el ímpetu de tu equipo, y
cada día adverso hace enfrentar la vida con ganas de seguir
adelante.
No hay avance si no hay adversidad, no hay conquista sin
procesos y no existe influencia en estados de ánimo calmados.
Necesitas problemas para sacar lo mejor de ti, espéralos con
ansias, analízalos y ve por ellos. Tu equipo y tú pueden con eso y
más.
Cuando era adolecente, no me producía ningún placer resolver
los problemas, sencillamente los problemas iban y venían de un
lado a otro y todos ellos tenían un factor de conexión: los provocaba
yo. Cercanos a mis 16 años tuve la oportunidad de ver en vivo una
conferencia al Dalai Lama en Caracas. Recuerdo claramente el día
como si fuera hoy: no tenía ni idea quien era ese señor vestido con
un trapo fucsia y banda amarilla, fui obligado porque mis padres
compraron las entradas, no me interesaba en lo más mínimo nada
de lo que iba a decir aquel “cabeza rapada con lentes”. Era de
entenderse, era un adolescente y creo que por eso es que todos a
esa edad adolecemos de algo.
Recuerdo decir a mi mamá en el carro de ida al Teatro Teresa
Carreño (imagino ante la actitud insoportable que tenía): “Hijo
vamos a llevarte con nosotros porque él es el líder más importante
del Tíbet y los más probable es que nunca más, en tu vida, tengas la
oportunidad de volver a verlo en vivo”. Así que no cambié la actitud,
pero resignado entré en el Teatro Teresa Carreño de Caracas.
La conferencia duró una eternidad, pero los últimos diez minutos
fueron cruciales. El Dalai Lama dijo esto: “El mundo está lleno de
problemas que las personas podrían resolver, pero no quieren.
Cientos de pequeñas cosas que muchos no pueden resolver, pero
una sola persona si, y no hace nada por aquello que está gritando a
su alrededor. ¡Ahí es donde nace un verdadero líder! Quiero darles
un consejo final antes de retirarme: si usted ve un problema y lo
puede resolver involúcrese y haga algo, los demás seguramente no
se lo van a agradecer, pero usted se sentirá útil, verifique bien si el
problema no tiene solución, porque si es algo que ya pasó
seguramente usted vive las consecuencias de una decisión
equivocada. En ese caso si no puede resolver el problema,
entrégueselo a Dios. ¡Él se encarga!”
Esos últimos diez minutos fueron cruciales, de todo lo que dijo
hoy solo recuerdo aquello luego de casi 30 años. Resolver un
problema me hará líder, si no lo puedo hacer entrégaselo a Dios.
Esa premisa desde ese entonces me retumba en la cabeza como
aquel día.
No pudo ser más acertada la invitación obligada de mis padres a
aquella cita, desde ese entonces miré la vida desde otra
perspectiva. Decidí no ver los a los problemas como un obstáculo, si
no como algo que hay que resolver y enfrentar. Hoy mas treinta
años después de aquel encuentro, aunque a veces me tiemblen las
piernas por temor a lo inesperado, pienso unos minutos antes y me
digo: ¿Lo puedes resolver? Entonces enfrenta, eso te hará un líder
mejor. Y obviamente si la respuesta es NO, pues entiendo que al
echar mis cargas a los pies de Dios Él la lleva y me hace el trayecto
ligero, entonces en ese momento siento paz y me encargo de lo
importante y confío en que todo obra para mi bien de acuerdo a mi
propósito porque amo a Dios.
Los problemas en sí mismos no son los que te destruyen en el
liderazgo, lo que realmente lo hace es dejarlos sin resolver.
El dinero: decide administrarlo correctamente.
El dinero para algunos líderes es un gran problema. Todos lo
necesitan y en sí mismo, no es ni malo ni bueno, solamente nos
proporciona opciones: Opciones para pensar claramente cuando
vamos a invertir sabiamente en la visión y opciones para ayudar a
otras personas.
El dinero y su manejo es un elemento distintivo del liderazgo
moderno. Las personas van a cursos y talleres para tener más y
más riqueza, van a seminarios para convertirse en personas
exitosas que tienen dinero, se les vende un estándar de vida basado
en la cantidad de cosas que pueden poseer y como eso les permite
escalar posiciones en las diferentes esferas de la sociedad, pero te
hago estas preguntas: Has pensado ¿Cuánto es suficiente?,
¿Cuáles son límites de nuestra provisión?, ¿Qué define tu
prosperidad?, ¿Cuánto de lo que tienes estás dispuesto a dar?
El dinero tiene varias características que son comunes para
todas las personas: lo aman. El amor por el dinero es la raíz de
todos los males ya que prevalece el interés material por encima del
espiritual y colectivo cuando se pone al dinero como tu dios o
incluso por encima de él mismo. Esto generalmente ocurre porque el
dinero de inmediato, provee poder más allá del círculo inmediato de
influencia y además permite en primera instancia obtener
aparentemente las cosas que más anhelamos.
La otra característica común es que cuanto más dinero se tiene,
más se quiere tener, porque a primera vista las necesidades
humanas son infinitas y en el afán de alimentar el ego personal, se
presume de cosas que no se necesitan y que proporcionan placer
instantáneo pero no llenan las áreas emocionales que se
encuentran vacías en la vida de las personas.
El dinero, adicionalmente, permite de inmediato comprar placer y
no me refiero a un solo tipo de placer, me refiero a la sensación de
bienestar que produce comprar cosas o incluso, pagar por sentir
placer de cualquier tipo, con lo cual si el placer se convierte en
hábito, la sensación de querer tener más y más placer puede llevar
a las personas a ser controladas y presas en primer lugar de sus
deseos personales y luego del dinero con el cual lo adquieren.
Francisco de Miranda le escribió al Primer Ministro William Pitt en
1792:

“El dinero no ha sido nunca objeto de mis


preocupaciones, como usted puede estar convencido
de ello por el rechazo que he hecho de los empleos y
dignidades que el soberano más magnánimo e insigne
del mundo ha tenido la bondad de ofrecerme a su
servicio, ocupado como estoy en un objeto por encima
de cualquier interés personal…”[37]
Un verdadero líder no puede considerar el dinero como una
mortificación o como algo que le interrumpa el sueño, pues de ser
así podría negociar su integridad a cambio de algo de provisión
temporal que no llevaría a conducir la visión a ninguna parte. La
riqueza no proviene de la cantidad de cosas que posees o de los
bienes que adquieres para competir con tu entorno, ésta deviene de
la sensación de bienestar que produce disfrutar al máximo lo que se
tiene, es decir, ser agradecido y estar feliz y pleno con lo que se
posee.
Hay tres decisiones difíciles que en el área financiera todo líder
debe resolver y que quiero mostrarte para que puedas alcanzar casi
todo lo que te propongas en la vida.
1. Provisión. Decide buscarla correctamente.
2. Prosperidad. Decida alcanzarla.
3. Dar. Decide que dar sea un placer.

Provisión.
La palabra provisión proviene del latín “provisio”, provisión es la
acción y efecto de proveer (facilitar lo necesario para un fin, conferir
un empleo o cargo, resolver un negocio). El término suele utilizarse
para nombrar al conjunto de cosas que se reservan para un fin
determinado.[38]
Cuando analizamos el concepto de provisión desde el punto de
vista financiero, una provisión es un asiento contable en el pasivo
que reconoce un determinado riesgo habido o por haber. Se trata de
una cuenta que sirve para hacer apartados de recursos para honrar
una obligación potencial o para pagar a futuro una obligación, para
asegurar el dinero necesario con anticipación.
Ahora bien, ¿para qué sirve la provisión? En el liderazgo la
provisión es esa porción adicional que se necesita para avanzar en
el desarrollo del propósito y en la construcción de una gran visión
que te permita dejar un legado. La provisión te permite prever con
anticipación el costo financiero del sueño y recibir parcialmente los
aportes financieros para la construcción del mismo.
No existe tal cosa como recibir la provisión para la visión de una
sola vez. Munroe dice: “La habilidad y los recursos están disponibles
para aquello que tú naciste para hacer, pero tu provisión
normalmente se encuentra escondida hasta que tu comienzas a
actuar en tu visión”[39] por ende la provisión debe ser prevista
previamente por el líder para que una vez que se comience con el
trabajo de construir ese gran sueño, diariamente recibas la porción
que se necesita para llevarla a cabo.
Aprovisionar para la visión es la decisión primaria que debe
tomar un líder, saber los costos, medir cuanto se necesita,
determinar el alcance de los recursos iniciales y conocer cuáles son
los recursos con los que cuenta para iniciar debe ser un cuaderno
de bitácora que prevé y aparta provisionalmente todo lo que haga
falta para pagar los asuntos de tu gran sueño.
Ninguna visión se construye de la noche a la mañana, pero
tampoco se puede esperar a iniciar con todo lo que has previsto
financieramente que se necesita. Los grandes líderes tienen que
tener una fe extrema en el propósito de Dios y sobretodo en las
miles de personas que se van impactar con esa gran visión que se
va a desarrollar. Para empezar el trabajo solo se cuenta con lo que
se tiene de inicio y nunca con lo que se quiere o se cree que va a
necesitar en las postrimerías del comienzo.
Líder la decisión más difícil que he tomado en materia de
provisión fue creer que con tan solo un pequeño salón de clase para
25 personas, de las cuales solo 10 iniciaron la primera Cohorte de
entrenadores certificados, me permitiría ver lo que hoy es La
Escuela de Liderazgo de Alto Impacto y ELAI Leadership
International Academy. Me desgastaba día a día formando aquella
primera generación, daba personalmente las clases, los asistía, los
evaluaba, les deba mentoría personalmente, corregía sus tareas
para aprobar el nivel, en fin creía que lo que tenía inicialmente me
llevaría a ver con mis ojos la gran visión: Ser la primera escuela de
liderazgo de Venezuela e Iberoamérica y formar lideres para la
transformación que gobiernen sus vidas, sus familias, sus empresas
y sus entornos de influencia con sabiduría y Temor de Dios.
Hoy al ver aquel camino que empezó en 2014 y contabilizar los
cientos de entrenadores de liderazgo certificados que suman y se
multiplican en más líderes, medir el crecimiento de los maestros
certificados internacionalmente, sentir el orgullo de tener
conferencistas de talla mundial en diferentes escenarios mundiales
inspirando a líderes emergentes y seguir soñando con los mejores
líderes formados en nuestros salones, los cuales después de un
proceso de formación intenso puedan ser asesores de la
presidencia de la Escuela, me hace meditar en esto: la provisión
para cada día y para cada etapa siempre estuvo ahí, solo que había
que llegar a la estación de provisión para abastecerse.
Hoy ELAI ha inspirado a varios miles de líderes, ha impactado a
cientos de jóvenes, ha potenciado a cientos de emprendedores y
empresarios consolidados y le ha devuelto las ganas de soñar y
seguir a todos los que han podido conectar desde su propósito con
el mío.
La provisión es ilimitada, pero buscarla correctamente en medio
de cada etapa dentro de tu propósito es lo que te lleva a
materializarla.
Prosperidad. Decida alcanzarla.
Es difícil pensar en prosperidad sin poner en la balanza mental
primeramente el dinero necesario para comprar todo lo que se
desea. Pero te pregunto ¿es el dinero el único elemento que nos
lleva a ser prósperos? Yo creo que no.
Ser próspero debe tener una connotación más amplia que el
dinero, Nuestro creador quiere que nosotros prosperemos en todo,
no en algo nada más y la prosperidad viene atada una serie de
decisiones fundamentales que tienes que tomar para establecer los
factores que deben ser importantes en tu vida en las cuales quieres
ser próspero.
Yo decidí hace mucho tiempo ser rico, no hacerme rico. Quizás te
pueda sonar contradictorio, pero ser rico conlleva para mí a ser rico
en salud, sabiduría, momentos de familia únicos, propósito, visión,
legado, paciencia, carácter, amistades y un sinfín de pequeños
momentos que me permiten ser feliz con lo que tengo y de acuerdo
a la temporada en la que estoy viviendo.
Mi decisión de ser próspero va más allá del dinero, de la
abundancia material y de la fortuna que sé que con el tiempo voy a
poder tener producto de mi trabajo y de haber sembrado en la vida
de tantas miles de personas.

En lo personal siento la responsabilidad de decirte


que la prosperidad es poder llegar a ser feliz y
disfrutar al máximo cada una de las bendiciones
que poseo, sin envidiar o compararme con las
cosas materiales que algunas personas a mi
alrededor puedan tener.

Decidir ser y sentirme bien con lo que tengo, sin dejar de aspirar
a mayores y mejores cosas para mí y para mi familia, poder dar en
abundancia y hacerlo además, sin limitaciones y sin esperar nada a
cambio por cada semilla de valor que agrego en la vida de cada
persona que me circunscribe.
Ser próspero es poder servir a los demás aun cuando no tenga
los recursos necesarios para dar, pero tener la convicción de que el
servicio desde la perspectiva del liderazgo, te hacer dar desde lo
que tienes dentro de ti y no desde lo que esta fuera o de lo que es
aparente.
Sentirte bien con lo tienes, sin conformarte no es malo. Aspirar
tener más y mejores cosas para alcanzar a más personas para
cambiarles la vida es ser próspero, porque de la abundancia de tus
frutos personales al añadir valor te hará florecer en las áreas donde
estás sembrando.
La prosperidad tiene que ver con la actitud, tiene que ver con los
aspectos personales que utilizamos para medir nuestros logros y
creo sentirme responsable en este momento de recordarte que la
mayoría de las personas están convencidos de que ser próspero es
tener fortunas, pero como dice el refrán popular: “hay personas tan
pobres que lo único que tienen es dinero”.
He aprendido en el devenir de mi liderazgo, que la prosperidad
es una sumatoria de buenas decisiones que se toman en diferentes
áreas de la vida y que repercuten en tu entorno personal.
Sinceramente siempre me he sentido próspero inclusive en las
temporadas donde los recursos han escaseado de manera reiterada
y he comprendido, que si mantengo mi fe puesta en mi creador y
mantengo inalterable mis convicciones, puedo llegar a ver la
prosperidad en mi vida más allá de mis circunstancias financieras.
Este es un buen momento para que reflexiones sobre lo
siguiente: ¿Tienes lo suficiente?, ¿Cuánto es suficiente?, ¿Dónde
están los límites de tus aspiraciones?, ¿Puedes manejar más dinero
del que tienes sin que te controle?, ¿Cuáles áreas de tu vida son
abundantemente ricas y cuales son pobres?.
Sé que cuando lees un libro no te gusta detener la lectura para
responder preguntas pero como soy coach, me encanta hacer
preguntas, y es importante para poder llevarte a niveles de
conciencia superiores, definir tus áreas de conflicto para comenzar a
trabajar desde ahí hacia el futuro, dejar de acumular dentro del
archivo del dolor todas aquellas cosas que te limitan y te hacen
presa de situaciones que solo están en tu mente producto de
conductas aprendidas o quizás de paradigmas propios de nuestras
propias experiencias.
La posibilidad de tener todas las áreas de tu vida en orden es lo
único que te llevará a ser próspero en la vida. Por eso decide hoy
alcanzar la prosperidad integralmente.
Dar. Decide que no duela.
¿Por qué nos cuesta tanto dar? Sencillamente porque los seres
humanos estamos acostumbrados a recibir. Nos encanta tener
derechos, pero nos cuesta cumplir con los deberes.
Dar es una decisión del corazón. Es poder ser más y mejores de
lo que actualmente somos. Es poder ir un peldaño más alto en
nuestra escalera del éxito. Sentir la necesidad de dar, es algo que
se adquiere con el tiempo. No es una decisión sencilla pues el acto
en sí mismo de dar conlleva el desprendimiento de algo que empuja
a dejar de poseer para ser merecedores de algo mejor que no se
conoce porque el sentimiento y las emociones se aferran a lo que se
ve.

Los líderes deben tomar la decisión de dar como


un gesto de agradecimiento y no como una
obligación. Dar porque necesitas hacerlo no
porque esperas recibir a cambio nada.

Desde niños se ha acostumbrado y enseñado a recibir. Desde


que naces recibes de tu madre alimento, luego vestido y provisión
de parte de tus padres. En tu cumpleaños queremos regalos, en
navidad tanto o más. Quieres recibir siempre el premio del mejor
empleado en el trabajo, los elogios en la fiesta de fin de año, en las
reuniones familiares esperas amor y consideración de tus seres
queridos, sin embargo ¿Cómo obtener todo eso sin el paso previo?
Todo eso se alcanza con una sola palabra: dar.
Dar es un acto de amor desinteresado de tu parte, que te permite
recibir. El mundo te ha llevado a la penosa mezquindad de pretender
recibir primero, sin dar y es por eso que las personas se cansan y se
desgastan en medio del proceso y dejan de lado a los líderes de
posición que sólo demandan cosas.
La vida implica dar aunque no se quiera y dar implica tiempo,
talento y dinero. Invertir en la gente es el activo no capitalizable en
el cual se debe vaciar todo, para cosechar.
Dar duele y lo hace en extremo. Dar poco, duele poco pero
cuando hay que dar mucho se piensa muchas veces. Es una
decisión personal que el acto mismo de dar no sea algo doloroso si
no un agrado pero que a la vez, implique desprenderse de cosas
que nos cuesten.
David el gran Rey de Israel lo entendió y manifestó una vez que
jamás daría una ofrenda que no le haya costado. Jesús vino a la
tierra a dar su vida por la humanidad y ante semejante gesto de dar,
te pregunto: ¿Estarías dispuesto a dar tu vida por tu propósito?,
¿Qué precio tienen las acciones cotidianas qué haces?, ¿Cuánto
valor estás dispuesto a dar a los que te rodean?, ¿Puedes amar
dando amor en lugar de esperar recibirlo? Yo personalmente decidí
ser próspero, para eso tuve que comenzar a dar.

Relaciones
Escuché a Melinda Gates pronunciar esta Frase: “Sin el carácter
y sin relaciones, el empoderamiento que otorgues lo que va a
producir es una cantidad de enemigos”[40] Esa frase marcó para mí,
una huella en materia de toma de decisiones y sobre todo de las
relaciones que se tienen para el momento en el cual se decide cierta
o determinada cosa. Llegue luego de mucho meditar a esta
conclusión: las relaciones correctas, con el carácter correcto son los
mejores aliados de una visión trascendental.
Relaciones sanas basadas en principios de lealtad, son pilares
fundamentales para la toma de decisiones saludables. Las personas
que se suman a las visiones son los ejes motores por medio de los
cuales las ausencias manifiestas del liderazgo son suplidas en
alguna forma. Hacer equipos estables de personas con talentos y
dones sobresalientes y desarrollarlos hace que la lealtad se
convierta, no en una exigencia, sino que por el contrario, sea un
derecho adquirido de quien promueve la visión y por ende de quien
todos esperan tome las decisiones correctas.
Las personas correctas en el lugar correcto, van a ayudar
significativamente en la toma de decisiones a largo plazo, van a
alcanzar mejores resultados y por supuesto, van a evitar la
manifestación visible de enemigos. Los enemigos serán tantos como
el número de personas erradas que hayas sumado a tus proyectos y
sueños.
Relacionarse tiene algunas premisas y necesidades humanas por
eso dudo mucho que alguien pueda ser un ermitaño y vivir
felizmente, pues al final de cuentas se necesita compartir con y
conversar con alguien, incluso se necesita pelear o discutir con las
personas porque ser socialmente normal implica eso.
A las personas en general les gusta ser queridos, animados,
respetados, el centro de atención, ser reconocidos… pero ocurre
que a veces te encuentras con ese tipo de personas que realmente
son un poco indeseadas y con los cuales no quisieras compartir.
Incluso nunca quisieras llegar a ser su jefe, porque se trata del típico
insensato en el trabajo, que aunque le digas mil veces algo le entra
por un oído y le sale por el otro y con la autoridad superior, podrías
despedirlo.
La gran pregunta es: ¿Qué hacer con esa gente. Despreciarla,
dejarla de lado? o ¿sencillamente ignorarla podría ser una solución?
Quizás tienes la oportunidad de botarla y ser feliz por siempre.
Quizás rotarla de departamento te haría feliz porque ya no tienes
que verla. De ese tipo de situaciones y personas es que te quiero
hablar.
En un equipo no todos pueden reírse contigo, menos aún si ese
equipo no lo formaste tú desde el principio. En todo equipo tiene que
haber alguien que con su irreverencia y poca afinidad con el resto
haga el trabajo que nadie puede hacer: formar carácter en el líder.
Jesús, por ejemplo, sabía que era necesario tener un Pedro
impetuoso y terco, un Tomás que no creyera y el mejor de todos: un
Judas que por unas monedas lo entregara. Él se pudo haber
quedado con Juan y Mateo que no daban muchos problemas. O
quizás pudo despedir a Judas o dejar a Pedro y sus terquedades en
medio del proceso, pero no lo hizo. En tu liderazgo debes aprender
a convivir con los que no te hacen la vida fácil. Créeme que cada
vez tendrás más gente difícil a tú alrededor. Si tú no consigues
problemas en el equipo, algo estás haciendo mal. Si sales de esos
que forman carácter en ti, alguien se encargará de poner a otro que
lo forme correctamente.
Formar equipos sólidos, basados en servicio, lealtad, carácter y
desarrollo de actividades, siempre será un gran triunfo de todos al
formar mesas de discusión para la toma de decisiones. Pero ¿Cómo
subir el nivel de nuestro círculo íntimo?
La definición básica de una sana cultura organizacional es decir
frases como: "aquí lo hacemos así y lo hacemos bien", y como
consecuencia lógica la interpretación natural de quién trabaja en una
organización así es: "yo estoy incluido en los que hacen bien la
cosas aquí".
Es muy fácil desde nuestra perspectiva decir al personal de una
empresa u organización: "aquí las cosas se hacen así y se hacen
bien" así como queriendo darle un formato general a lo que se
piensa que es una política de la organización, sin embargo, esto
puede ser contraproducente.
Cuando en una decisión se excluye la sensación de equipo, es
decir que limitamos el “nosotros”, parte del entorno personal del líder
sentirá que no vale la pena esforzarse, pues no son tomados en
cuenta y eso afecta de manera significativa la cultura organizacional.
Si el líder tiene la voluntad intencionalmente de decir: “siempre” y
“nosotros”, los resultados en el equipo van a ser sorprendentes
porque ellos después de un tiempo (y al sentirse parte de la
organización), dirán a los que están debajo de ellos frases como:
"en este equipo se hacen las cosas así y las hacemos bien",
"siéntanse orgullosos de pertenecer al equipo de esta organización",
"nosotros somos excelentes, hagamos esto con excelencia".
Siempre tus intenciones pueden ser buenas a la hora de
organizar, pero la forma en la que lo dices es lo que marca la
diferencia. Debes “SER Y PARECER”, alguien que incluye y no que
excluye. Debes promover el respeto de las ideas por equivocadas
que pueden ser, debes incluirte en los equipos que apoyan a otros y
debes inspirar a muchos a querer hacer las cosas juntas y así
decidir mejor.
El poder de las relaciones, encierra un sinfín de oportunidades
que te llevan a vivir a plenitud tu propósito. Cada vez que alguien
me conecta por mis redes sociales y me dice cosas como: “Quizás
no me recuerdes, pero estudié contigo en el Colegio hace 30 años”
digo valió la pena conservar y cultivar esa relación.
¿Te has preguntado por qué pareciera que algunos líderes no se
dan por enterados de las necesidades de su equipo y dejan de
tomar decisiones urgentes para salvaguardarlos? La respuesta es
muy sencilla, les rodean varios aduladores, de los cuales hablamos
antes, por eso en tu liderazgo es esencial que identifiques a tus
posibles aduladores o de lo contrario, te verás, en futuro no muy
lejano, envuelto en toda clase de problemas debido a que no
supiste identificar tus fallas o puntos ciegos a causa de “amistades
peligrosas”.
Si lideras una organización, empresa, iglesia o simplemente
llevas a cabo un proyecto que incluya a más personas, entonces
debes ser precavido de aliarte con personas que puedan convertirse
en amistades peligrosas. De hecho, si lideras a un equipo, es
probable que a tu lado existan personas que no te dejan ver algunas
realidades. Sé de lo que te hablo, yo he tenido la posibilidad de
conocer a muchísima gente, dirigir equipos en diferentes ámbitos,
trabajar en muchos lugares y siempre he encontrado lo mismo:
líderes que terminan dañando la confianza en el liderazgo y con
ésta, la moral del equipo generando un impacto negativo en su
organización.
Como te dije anteriormente, si estás evaluándote y piensas que
estás haciendo las cosas bien sólo porque tienes la percepción de
que hay un grupo que te apoya ¡detente! Si tienes una posición de
liderazgo, corres el mismo riesgo que todos: ¡desviarte y convertirte
en alguien peligroso! La opinión favorable que un grupo de personas
tenga sobre tu liderazgo no es garantía, ni mucho menos la mejor
referencia, de un liderazgo saludable.
Dios. Decide encontrarlo.
Quisiera pedirte con mucho respeto que no te sientas obligado a
leer este capítulo del libro si no quieres, no es un tema que quiera
compartir por compromiso, si no que quiero decirte desde mi
corazón algunas verdades que son soporte y fundamento para mi
vida y en la mayoría de los casos es lo que me permite decir que he
sido ayudado a no equivocarme cuando tomo decisiones difíciles,
las cuales y por una larga temporada de mi liderazgo he tenido que
hacer seguidamente hasta el punto de decirme a mí mismo: Todo
esto ¿valdrá la pena? Y la respuesta siempre es la misma dentro de
mi corazón como algo que me susurra: “si valdrá la pena, quizás hoy
no lo veas pero un día volverás al lugar donde te llamé y darás
gracias”.
Quizás no lo sepas, pero soy un hombre de profundas
convicciones cristianas, las cuales me hacen pensar que la fe es
uno de los elementos incondicionales del liderazgo, por eso cada
vez que tengo que hablar de esto siento un compromiso inmenso al
saber que alguien del otro lado de la radio, de la televisión o de
alguna red social y hoy, desde estas páginas, puede sentir lo que yo
siento y percibir que sin Dios difícilmente llegarás muy lejos.
La idea de la existencia de Dios para mí no fue ajena desde niño.
Estudié hasta que me gradué en un colegio católico de
denominación Lasallista, en honor a su fundador Juan Bautista de la
Salle y siempre todo mi entorno estuvo impregnado de un concepto
teórico de la existencia de Dios.
Como en cualquier niño de aquel entonces en mi ciudad natal
Caracas que tanto amo, fui por primera vez a mi colegio. Recuerdo
que era enorme, había capacidad para miles de alumnos todos
uniformados y tenía una particularidad: estaba a los pies de esa
maravillosa montaña que da antesala al valle de la ciudad, ese
monumento inmenso que se llama Cerro Ávila, resguardado como
parque Nacional desde la década de los setenta y que denota la
majestuosidad de la creación.
Ya en las aulas y como cualquier colegio católico teníamos
enseñanza catequista sobre la tradición católica y siempre la
palabra Dios estaba ahí presente para todo. Las mojas y los
sacerdotes paseaban por toda la institución y siempre creí que de
alguna forma Dios estaba cerca, que no era lejano y que viendo
aquel espectáculo de montaña, era imposible negar la existencia de
ese ser supremo que controlaba todo desde arriba (o al menos eso
me decían) con lo cual a pesar de sus altibajos, siempre el concepto
estaba ahí: Dios existe.
Aquellos años de mi vida los recuerdos íntegros, iba todos los
miércoles sin excepción a misa con un sacerdote italiano, era subido
de peso y siempre nos daba un empujón amigable fuera de la iglesia
y nos decía: “pórtense bien, Dios les está viendo”. Me hice amigo de
los hermanos lasallistas, compartía con ellos, hasta en un grupo de
discipulado estuve para ver si tenía vocación sacerdotal, aunque la
verdad, estaba buscando a Dios.
Cumplí con todo lo que la religión me exigía o mejor dicho la
tradición, rezaba en las noches con la esperanza de que ese Dios
enorme me oyera y dentro de mí siempre estaba esa inocente
pregunta ¿Será que me oye? Pero un día con la entrada de la
adolescencia y al no tener la obligación de seguir aquello que era
tradición religiosa, mi búsqueda de Dios sencillamente, se perdió.
Recuerdo que después de aquella temporada de sequía
espiritual, intentaba buscar a Dios, pero honestamente no lo
conseguía, mis dudas seguían iguales y me debatía entre la religión,
la tradición y un Dios que sabía que existía pero que era
inalcanzable. Era tan grande que no cabía en mi corazón.
En aquellos días y pasados los años conocí a mi esposa, la
mujer más bella del mundo entero. Adriana no tenía ni un síntoma
de conocer a Dios, de haber estado en su regazo y de vivir bajo
mandatos divinos. Era digamos normal y yo medio anormal, pero
nos llevábamos bien y decidimos casarnos.
Me casé en la misma iglesia del Colegio La Salle, donde fui miles
de veces a misa los miércoles, porque era mi referencia obligatoria
de Dios, quizá eso fue lo más cerca que había estado de Él y sin
saberlo ese día cuando me comprometí con Dios delante de testigos
a ser su esposo y como siempre, en sus juegos pesados, algo
increíble iba a ocurrir en mi vida y en la de todas mis generaciones.
Puedes dejarlo hasta aquí si quiere, como te dije al principio, no
tienes por qué sentir obligación por aquello que fue la decisión más
difícil de mi vida y de la que jamás me arrepentiré de haber la
tomado.
La gran sorpresa de mi vida, es que Adriana era cristiana y yo no
lo sabía y a ella, en una especie de amnesia temporal, también se le
había olvidado. Un día sábado luego de algunos meses de casados
me dijo: “me reconcilié con Dios”, y te confieso que sentí una envidia
santa. ¿Se reconcilió? Dije, ¿Cómo alguien se pudo haber peleado
con Dios si siendo tan grande no lo puedes ver? Eso para mí era
totalmente fuera de orden y absurdo.
Durante un año completo ella iba el domingo a la iglesia y nunca
me habló de ese Dios del cual se había reconciliado. Nunca me lo
nombró, solamente me daba testimonio con sus hechos modelando
principios de vida que yo no entendía pero que me gustaban.
Aquella conducta me enamoró cada día más y más de ella, pero
en verdad lo que me gustaba no era del todo lo que veía, si no lo
que irradiaba. Era la paz que jamás había encontrado en ninguna
parte, era el fin de mis miedos, era la certeza del futuro, era la
interminable sensación de la manifestación de un amor que yo no
conocía, de un amor como aquel que me leyeron el día que me casé
por la iglesia. Era así de sencillo porque quien ama de esa forma
tiene paciencia en todo, y siempre es amable. No es envidioso, ni se
cree más que nadie. No es orgulloso. No es grosero ni egoísta. No
se enoja por cualquier cosa. No se pasa la vida recordando lo malo
que otros le han hecho. No aplaude a los malvados, sino a los que
hablan con la verdad. El que ama es capaz de aguantarlo todo, de
creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo. En esa
temporada no estaba ni cerca de sentir que solo el amor vive para
siempre y que ese amor así solo puede ser dado por Dios.
Ella iba a la Iglesia y yo por tener argumentos para rebatir los
suyos –(como buen abogado) leía la Biblia sin que ella supiera. Era
un libro gordísimo y yo no entendía nada, pero Dios tenía un plan
conmigo desde antes de la fundación del mundo y desde que estaba
en el vientre de mi madre.
Cada texto que leía me parecía impresionante y aquella Biblia
tenía textos rojos cuando Jesús hablaba en el relato. Me pregunté
muchas veces ¿Por qué el énfasis en lo que Jesús decía? ¿No se
supone que lo que Dios diga es más importante? Al final, pensaba
yo, éste último era más grande y además el padre. Pero no era así.
Cada línea roja que leía me decía algo que nunca había conocido,
era una verdad incesante, era como si fuera una lámpara a mis pies
que me alumbraba el camino.
Así pasé un año haciendo lo mismo y Adriana jamás me habló de
Jesús, ni de su fe, ni me hablaba de Dios, solo actuaba diferente a
todas las esposas de mis amigos, tenía una gracia especial que me
conquistaba y lo que estaba pasando es que Jesús mi salvador, me
estaba seduciendo porque sabía que era muy difícil dejar atrás la
religión y convertirme en su seguidor. Era imposible pues yo conocía
la verdad, pero nadie me contó el desenlace final de esa historia.
Fuimos un día al cine a ver la película la pasión de Cristo de Mel
Gibson y ella lloró desconsoladamente y yo estaba como si nada.
Cuando se calmó le pregunté asustado ¿Dime porque te pones así?
Y ella solo me dijo: “Jesús vivió todo eso por amor a nosotros aun
sin conocernos, ninguno de nosotros había nacido, pero ya nos
había amado y por eso fue que murió en aquella cruz y resucitó”. Yo
creía que eso era exageración, pero ya era muy tarde para mirar
atrás, mientras ella iba a la iglesia yo estaba seducido y persuadido
de seguir a Jesús, a ese que Dios prometía que me reconciliaría con
Él y que me haría que entrara en mi corazón.
Ese día llegó y decidí tomar aquella decisión difícil, decidí dejarlo
todo atrás, incluso en contra de mi propia familia y como dijo el
mismo Jesús: “No se puede pertenecer al reino de Dios y hacer lo
mismo que hace un mal campesino. Al que se pone a arar el terreno
y vuelve la vista atrás, los surcos le salen torcidos”.[41] Tuve un
encuentro con Jesús y ese día mi vida cambió para siempre. Mi
matrimonio, mis hijos, mi familia, mis finanzas, mi propósito, mis
dones, mis talentos, mi llamado, todo sin excepción gira alrededor
de Jesús.
Dios se convirtió en alguien, no en algo. No dejó de ser inmenso,
pero ahora tengo la certeza de que está en mi corazón y quisiera
decirte que cada decisión que tomo la pongo en sus manos,
sabiendo que siempre responde. ¿Me equivoco? Si y aun así por
medio de Jesús, encuentro perdón a mis faltas y una forma nueva
cada mañana de ver las oportunidades.
Esa es mi Fe, solo eso y es tan sencillo como decir: Me
arrepiento de lo que he hecho hasta ahora y reconozco que Jesús
es suficiente para que, por medio de su muerte y resurrección,
pueda reconciliarme con el padre. Ese es el secreto de mi éxito,
saber que Dios existe, es real y está solo a una decisión de
distancia. Yo tuve un encuentro personal con Él. ¿Te atreves?
Hay días buenos y son geniales, son momentos de euforia y de
aplausos y de vitoreo. Es fantástico poder celebrar con el equipo,
decirles ¡Vengan celebremos. Victoria que no se celebra no se
repite! Pero cuando no hay nada que celebrar ¿qué ocurre?
Cuando recibes un revés, cuando te equivocas, cuando sientes
que avanzaste metros y de repente retrocediste kilómetros el líder
se siente más cansado que cuando llega a la meta. Ahí se quiere
tirar la toalla y dejar todo de lado. Ese minuto desagradable donde
tienes que dar la cara y decir perdimos, es peor que aquel en el cual
vendías la visión sin cesar solo. Pero te pregunto algo ¿Es acaso
peor la derrota habiéndolo intentado, que la inacción? ¿Puede
aprender alguien que nunca pierde o que no se equivoca al decidir?
Lo dudo. Cada vez que tienes un revés, no retrocedes. Es solo una
sensación. No creas que los golpes te debilitan, solo te endurecen y
te enseñan una forma distinta de hacerlo diferente.
En mis momentos de intimidad con Dios he sentido la tentación
de pensar cómo sería mi biografía. He soñado con el día en el que
uno de mis seguidores me llame y me diga: ¡Quiero comenzar por
grabar tus memorias para hacer un libro que cuente esta gran
historia!
Cuando llega la escena de la grabación me detengo a pensar.
!Hay que hacer algo grande, para contar una historia grande, que
inspire a personas a hacer cosas grandes! Ahí me detengo y digo:
Debo dejar de soñar y hacer algo para que esta escena sea una
gran historia. !Ponte a trabajar!
Ese día sé que también harán preguntas incómodas, tendré que
contar cosas que nadie sabe, tendré que decir el lado oscuro de las
decisiones que se tomaron erráticamente o incluso mencionar los
nombres de los que quedaron heridos en el camino, de los que
pudimos salvar y de los que sencillamente no soportaron la presión
y fallecieron en medio del intento de seguir esta visión.

El camino no será siempre como tú lo soñaste,


más aún sabiendo que hay que decidir y eso
vulnera a algunas personas, pero siempre hay un
espacio para hacer cosas importantes que valga la
pena contar.

Antes de despedirme quiero invitarte a reflexionar ¿Qué dirá tu


biografía? ¿Cuantas páginas tendrá ese libro? ¿Cuántas personas
al final dirán: ¡Qué gran historia!? Yo no sé cuántas páginas tendrá
mi biografía, pero me atreví a escribirla todos los días página por
página y aún sigo aprendiendo mientras escribo.
Comienza a hacer algo que valga la pena y decide. Decide
siempre. Decide hasta el final. Decide creyendo que tienes el
potencial para equivocarte y reponerte. Decide mal y aprende a no
hacerlo de esa forma de nuevo. Dios estará ahí para estirar tu mano
y hacerte levantar del suelo, te lo aseguro yo he estado ahí.
Y que de todo lo que leíste en este libro, jamás te olvide que:
decidir bien siempre implica tomar: Decisiones Difíciles.
[1] MAXWELL, J. (2009). V . 10
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[2] D .E T .A
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[4] C , H. (2012) C N .E V .E U .130.
(É )
[5] C , J, (2016) E L .E . ELAI
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[7] M , J. (2013) L 15 .H
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[30] MUNROE, M. (2013). E .W H .
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[32] C M., J. (2018). A G .R


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[38] D D .D :// . / /
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[39] MUNROE, M. (2003). L P P V .W H .
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[40] GATES, M (2016). “F ”C G L .C . E
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