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POLÍTICAS DEL EXTERMINIO.

CULTURA DEL TERROR Y DE CÓMO HABITA LA PÉRDIDA


Las elites colombianas que han disputado sus proyectos locales/nacional han desarrollado estrategias
de violencia, tanto desde la institucionalidad como desde lo bordes y la grietas, donde los actores
armados legales e ilegales se convierten en un solo cuerpo armado. Las experiencias son amplias y
diversas, contienen diferentes patrones y movilizan diversas estrategias, sin embargo, hay un común
denominador, que es la utilización del terror como herramienta político-militar.
Como plantea María Victoria Uribe (2018) en estudio sobre la Violencia en Colombia (1946-1964) y el
conflicto armado colombiano, plantea que el uso del terror como herramienta simbólica que afecta
subjetividades y comunidades, no ha tenido repercusiones en la narrativa nacional de la violencia, al
menos no con la importancia para la construcción de la memoria y el reconocimiento de evento tan
atroz.
La violencia en Colombia es la estructura de gran parte de la acción política para el apropiamiento de
la tierra, de las instituciones y de la democracia; dichos escenarios conllevan consigo un escenario de
contradicciones entre los actores sociales hasta el punto de que algún actor pareciera la negación en
sí del otro.
Esta violencia extendida desde la formación de la república, ha tenido grandes repercusiones en el
modo en que el Estado colombiano busca legitimidad y sus estrategias de guerra total. Aunque
claramente, la formación de los ejércitos latinoamericanos en la Escuela de las Américas y la
intervención de los Estados Unidos en los proyectos armamentísticos latinoamericanos ha tenido
grandes impactos, en Colombia el ejercito colombiano y la fuerza pública ha desarrollado unas
estrategias de violencia en una cultura del terror inaudita.
La muerte de 6402 personas por parte del ejercito durante la política de Seguridad Democrática en el
Gobiernos de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) son graves violaciones a los derechos humanos que
han generado una serie de procesos y movilizaciones judiciales, políticas y sociales que hasta el
momento no han sido reparadas por el Estado, ni reconocidas en su amplitud por las fuerzas armadas
colombianas. Dicha estrategia de terror contiene un principio básico: la entrega de resultados a través
del asesinato de civiles para la presentación de muertos en combate entre el ejercito colombiana y las
guerrillas colombianas.
Dicha estrategia militar-política, fue ampliada a través de los montajes judiciales hacia organizaciones
de derechos humanos, organizaciones de base, comunitarias y sociales con la finalidad de
deslegitimar, cooptar y coaccionar las acciones sociales que dichas organizaciones realizan en el
marco de la denuncia y visibilización de lo que conocemos como ‘falsos positivos’.
El ejercito colombiano, quien comparte con la fuerza pública colombiana una formación guerrerista,
de exterminio y de violencia prolongada en el marco de su actuar, como institución nunca ha realizado
una acción de reparación, reconocimiento y de esclarecimiento de lo que ha sucedido. Este actuar del
Estado colombiano hace parte de su componente de narrativa nacional, donde la violencia es un
conjunto de hechos donde nadie tiene la suficiente responsabilidad, donde las cifras contienen y
encubren la cantidad de personas que no tuvieron posibilidad de testimoniar, de encontrar verdad y
reparación. El Estado colombiano silencia a través de su andamiaje la violencia con políticas de olvido
y silenciamiento, similar a lo ocurrido en el estado postsoviético (Bruno Groppo).
Las estrategias de violencia de la Fuerza Pública a través del Escuadrones Móviles Antidisturbios
(ESMAD) surgido en1999, ha sido la forma en qué el Estado ha desplegado una violencia
institucionalidad sin precedentes. Esta violencia tiene unas particularidades tanto a nivel del actuar,
así como al nivel de acceso a la justicia, que demuestra como el despliegue de terror y la posibilidad
de producir el pasado es un lugar difícil de habitar.
Desde su formación, según una investigación del Centro de Investigación y Educación Popular
(CINEP) se han registrado 43 casos de asesinatos por parte del ESMAD, los cuales en su gran mayoría
fueron ocasionados en movilizaciones sociales. Dicha estrategia hace parte de una política de
estigmatización y de aniquilamiento de la organización social y comunitaria. Las elites colombianas
han construido un Estado donde la violencia institucional tiene totalmente impunidad, dado que el
diseño institucional posibilita que estos hechos queden en total impunidad. En este sentido, la violencia
del Estado nunca ha llegado a los tribunales de un modo continuo y general como lo plantea Ana María
Baletta en el caso argentino.
La violencia del ESMAD ha generado diferentes impactos en la vida de las personas en Colombia, sin
embargo, hay un actuar sistemático que viola los derechos humanos y el uso proporcional y racional
de la violencia, y es la Agresión Oculares realizadas de manera sistemática por dicho escuadrón. Esta
política del terror que busca que la persona pierda su ojo (como es frecuente en la mayoría de veces)
es utilizada en Latinoamérica, como fue evidente en Chile, así como en Europa (Barcelona,
especialmente) y gran parte del Medio Oriente (específicamente en la guerra de Israel contra
Palestina).
En Colombia, durante el Estallido Social fue evidente que el Estado colombiano utilizo toda la fuerza
del Ejercito y la Fuerza Pública con el objetivo de detener la movilización social. Su resultado fueron
cientos de muertes, y un sinnúmero de agresiones oculares de las cuales no se tienen un registro
exacto, por diversas situaciones que se presentaron durante el Estallido Social y que hizo imposible
su sistematización.
Según Temblores ONG, PAIIS y Amnistía Internacional en Colombia durante el Estallido Social hubo
al menos 103 personas afectadas por dichas agresiones por parte del ESMAD, que se encuentran
entre las edades de 17 a 28 años. Esto ha generado que dichas personas decidieran organizarse para:
a) documentar sus casos y movilizar acciones judiciales en búsqueda de reparación colectiva e
individual, b) visibilizar esta estrategia del terror, que encuentra ecos en la Violencia bipartidista
colombiana, puesto que la mutilación era una práctica extendida en dicho periodo, ahora actualizada
y desarrollada por el ESMAD, c) ampliar la discusión sobre la violencia estatal a través de sus fuerzas
armadas y la fuerza pública.
BIBLIOGRAFIA
Uribe Alarcón, M. V. (2018). Antropología de la inhumanidad: Un ensayo interpretativo sobre el terror
en Colombia. Ediciones Uniandes-Universidad de los Andes.
Groppo, B. (2002). Las políticas de la memoria. Sociohistórica.
Abbattista, M. L., Barletta, A. M., & Lenci, L. (2016). La historia va al tribunal en La Plata: Una vuelta
de tuerca sobre comprender y juzgar. La historia va al tribunal en La Plata: una vuelta de tuerca
sobre comprender y juzgar, 97-127.

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