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Ríase con Jesús

Carta a las Carmelitas Descalzas de San Francisco, California.

ALAKANUK, ALASKA (16 de Septiembre de 1951)

Rvda. Madre Priora y Comunidad

Por carta de la M. Trinidad me enteré del resultado de las elecciones, y doy gracias a Nuestro
Señor que las ayudó a que saliese todo bien y con paz.

Ya les dije las 3 Misas que me encargaron, y mil gracias.

Yo estoy con algún alboroto; porque me han preguntado de Monterrey si podré asistir en
septiembre del año entrante al Congreso Magno de Misiones que van a celebrar allí los mejicanos.
Ya les respondí que se lo consultasen al Sr. Obispo de Alaska, y lo que él decida, haré yo muy
complacido. Desde luego si voy, haré escala en San Francisco para saludar a las Novicias; la filipina,
la de Zacatecas, la hondureña, la peruana, la tapatía y la de los Ángeles con la que les daremos una
orquesta de acordeón. ¿Tienen más? La Hna. Magdalena a estas horas estará hecha ya una
veterana muy reverenda.

Yo sigo el mismo de siempre. No me gusta volar en aviones; por eso me da miedo ir a Monterrey.
Ya veremos. Me extraña que el Congreso sea en Monterrey y no en Guadalajara. Se ve que los
tapatíos se van durmiendo. ¡Ay, ay, esos tapatíos y tapatías…! Como yo soy de León, me gusta que
los de Nueva León vayan a la cabeza en cuestión de Misiones.

Tengo a mi disposición un vaporcito con el que visito a los cristianos. Le tengo ya preparado para
un excursión de 60 días por estas pampas surcadas de ríos que cruzan lagos inmensos, y cuando se
levanta el viento tengo que guarecerme en algún lugar seguro. La escuela de Akulurak ya se
trasladó a otro lugar; quedo yo solo en el distrito. Tengo conmigo un chico esquimal de 23 años
que me ayuda. Se llama Esteban y está muy gordo. Fuma como una chimenea por más que le digo
que fumar es de gente haragana, necia tonta; despilfarradora y mentecata. Él se ríe y me enseña la
dentadura de lobo rapaz. Es muy bonachón.

De salud sigo bien, loado sea Dios.

Por lo demás confío en Dios que perseveraré hasta el fin en su divino servicio, dándole gloria,
aunque por mis pecados no sea la que Él se merece. Un día de estos espero aplastar la soberbia y
revestirme de una profundísima humildad; cuestión de unos días, tal vez, aunque hay días que
parecen años. Yo en vez de lamentarme de mis faltas, empleo el día alabando a Dios y
recreándome con Él. No se lamenten demasiado ni suspiren, ni lloriqueen porque cada día son
peores, ni se tiren de los pelos porque merezcan el infierno, ni se angustien porque son
vengativas, envidiosas, soberbias, quejumbrosas y una calamidad al cabo de tantos años, sino más
bien háganle fiestas a Nuestro Señor y ríanse mucho a solas con Él, y cuéntenselo todo por
menudo como hacen las mujeres, y consuélense y piérdanse de una vez para siempre en su divino
Corazón; y si lloran que sea de dolor de muelas o porque se cogieron los dedos con una puerta;
pero no lloren porque cada día son peores, que a lo mejor no es cierto. Las ancianas ya ni muelas
tendrán, aunque ellas lo oculten.

Diviértanse con el Señor; tienen derecho a ello. Ustedes fueron traídas por Él ahí para que le
diviertan. No lo duden. Tienen ya ahí un cielo anticipado. No hagan hincapié en sus miserias ni en
las de las Hermanas, sino en que viven con Jesús; todo lo demás es accidental.

Sigan rezando por mí para que digiera bien lo que predico a otros. Yo por mi parte no las olvidaré
nunca ante el altar.

Su gran amigo y Padre en Jesucristo que las bendice.

SEGUNDO LLORENTE, S.J.

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