Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
América resultó ser la mejor obra de España, cincelada con lo mejor que ella tenía: sus
mejores hombres, sus mejores instituciones, su fortuna y el entusiasmo transmitido para
emprender una difícil cruzada. Como afirmara Ramiro de Maeztu “toda España es misionera en
el siglo XVI”. Obra épica-cultural-religiosa que se plasmó con obras: entre 1538 y 1812 se
crearon alrededor de 30 universidades, numerosas escuelas de primeras letras (conventuales,
parroquiales y las llamadas escuelas del rey, sostenidas por los cabildos) y escuelas de
gramática, que certificaban los estudios necesarios para ingresar a la Universidad. Se tradujeron
al idioma de los nativos, especialmente el náhuatl, las principales obras literarias; en 1539 se
introdujo la imprenta; y como si todo ello fuera poco se fundaron multitud de misiones
(organización socio-política-religiosa para la formación del nativo), poblados y parroquias. En
1530 encontramos aztecas como Antonio Valeriano que hablan y escriben perfectamente su
lengua (el náhuatl), el castellano y latín, ejemplo de la labor educativa iniciada.
De España recibimos su idioma, su cultura que no fue otra que la cultura greco-latina-
cristiana y la religión católica. Por ello, hablar del Descubrimiento es hablar de la identidad de
Hispanoamérica. América en tanto hija espiritual de la Madre Patria, adquirió de ella su
“propio” rostro.
Su desprestigio
Ahora bien ¿qué sucedió para que nuestra idea acerca de la evangelización de América
sea mostrada como la obra de un reino despiadado, avaro y que, para lograr su objetivo
mercantil, aniquiló una cultura y civilización superior? Frente a cualquier acontecimiento
siempre existe una causa que la genera y en este caso no fue la excepción. La historiografía
liberal (ingleses y holandeses), interesada políticamente en desprestigiar a España y arrebatarle
territorios en América, amplificó sus errores (que los tuvo como toda obra humana), ocultó sus
muchos aciertos y negó el conocimiento de la realidad que vivía la cultura nativa: una
civilización en decadencia que permitía la esclavitud, el sacrificio humano cruento e incruento y
en la que abundaron los atropellos permanentes y violentos de los más fuertes (Incas y Aztecas)
sobre las tribus menores, sometidas por la fuerza.
1
Detrás de la mentira histórica, se vislumbra un deseo de menoscabar a España y, como
consecuencia, las tradiciones que nos legara. Así, desacreditada la obra española, se logra
desdibujar nuestra identidad cultural haciendo más sencillo la difusión de ideologías
(liberalismo y marximo) que nada tienen de relación con nuestras raíces.
Este intento de desvanecer nuestra identidad explica los acontecimientos propios del
siglo XIX que llevaron a tener un país dividido, entre aquellos que intentaron mantenerse fieles
a la herencia recibida de España y los que anhelaban cambiar el rostro de nuestra nación bajo
pretexto de progreso y modernización. Si uno desconoce esto, desconoce las raíces más
profundas del conflicto que enfrentó a federales y a unitarios. De allí, se comprende que
derrotados los federales en 1852, comenzara un proceso de secularización del país a través de
sucesivas legislaciones que pretendían el olvido de nuestra identidad y cultura que hicieron y
hacen peligrar “nuestro ser nacional”.
(Dado que no podemos estudiar en profundizar en todos los hechos del siglo XIX en el
Río de la Plata, estudiaremos que los que son de interés para la asignatura)
En la Junta porteña se han ido insinuando desde el primer momento dos lineas, que
tienen al frente sendas figuras, diametralmente opuestas: el teniente coronel Cornelio Saavedra
y Mariano Moreno, doctor enleyes. Saavedra es un jefe militar, poco amigo de la retórica, con
ascendiente sobre sus hombres y prestigio popular. Prudente, pragmático, siente apego por las
tradiciones y desconfía de los arrebatos revolucionarios que suelen distinguir a ciertos
intelectuales.
Moreno, por lo contrario, profesa las ideas difundidas por la Revolución Francesa, es un
ideólogo en todo el sentido del término pero, a la vez un trabajador infatigable, capaz de poner
por obra su pensamiento.
2
Buenos Aires vivió una crisis politica (desde 1820) severa que duró varios meses hasta
que, en septiembre asumió como gobernador Martín Rodríguez y como ministro de gobierno
Bernardino Rivadavia quienes ejercieron sus cargos hasta 1824.
Con ellos, llegaron a cargos públicos de influencia una serie de hombres como
Fernández de Agüero, Valentin Gómez y otros que, respondiendo a sus ideas iluministas y
liberales, llevaron una serie de reformas con las que pretendieron cambiar la fisonomía de
nuestro pueblo arrogándose la facultad para cambiar sus tradiciones y hasta legislar sobre
asuntos eclesiásticos, a semejanza de lo que había sucedido en algunos países europeos,
Unieron sus ideas “regalistas" (A quienes sostenían el derecho del gobierno civil de
inmiscuirse en el gobierno de la Iglesio se los llama "regalistas" o partidarios del "regalismo") a la
"ideología"
A pesar del general repudio, en los quince meses que duró su Presidencia, Rivadavia
desplegó su conocida actividad, y al igual que en sus dos anteriores gestiones-secretario del
Primer Triunvirato y ministro de Martín Rodriguez- implantó numerosas reformas a nivel
nacional, que no llegaron a ser aplicadas, y sólo sirvieron como tema de discusión y para dividir
los espíritus.
Una de las iniciativas que tuvo una fuerte repercusión fue la reforma eclesiástica. Se
hizo enemigo de la Iglesia en la que veía un obstáculo para sus actividades de tinte liberal.
Ese ímpetu reformista del periodo rivadaviano no pudo dejar de generar fuerte
resistencia.
Muchas de sus iniciativas como presidente fueron las mismas que las adoptadas durante
su ministerio para la provincia de Buenos Aires, las que ahora se hicieron extensivas a todo el
país; como su autoridad era prácticamente desconocida en todo el interior, estas disposiciones
1
Cantidad de dinero que cobra una persona por el ejercicio de un cargo o un profesional por un
servicio o un trabajo.
3
parecieron más que nunca otras tantas intromisiones en los asuntos internos de las provincias y
nuevos avasallamientos de sus autonomías.
Es verdad que estas dos tendencias siempre existieron en el país, pero es recién a partir
de la discusión de las reformas de Rivadavia, que las lineas quedan netamente tendidas, y ambas
denominaciones se adoptan definitivamente como banderas de lucha política:
Los federales defendían las autonomías provinciales: cada provincia debía tener su
propio gobierno, constitución, leyes y economía; sin embargo, reconocían la existencia de un
gobierno nacional con poder limitado y encargado solamente de algunas cuestiones (por Ej. las
relaciones exteriores del país).
Los federales reconocen como jefe al coronel Dorrego, quien había aprovechando sus
años de destierro en Estados Unidos para conocer a fondo el sistema federalista, secundado por
los diputados Vidal, Ugarte y otros pocos más. Los unitarios, en cambio, constituían la mayoria
y reconocían como jefes a Valentín Gómez, Manuel Castro, los hermanos Varela y sobre todo a
los ministros Julián Agüero y del Carril, a más, por cierto del propio Presidente.
Constitución de 1826
4
que el Congreso había hecho en el curso del año anterior una consulta a las provincias para
conocer sus preferencias, con el resultado de que en su mayoria se habían pronunciado por el
Régimen Federal, la Comisión presentó a la Asamblea un proyecto con el que imponia el
RÉGIMEN UNITARIO.
La Comisión Redactora no pensó en hacer nada original, sino que tomó como base la
Constitución de 1819 -rechazada en su tiempo por las provincias- la que aunn habiéndosele
quitado su espíritu monárquico y aristocratizante, mantenía los lineamientos unitarios.
En uno de sus primeros artículos expresaba: "La Nación Argentina adopta para su
gobierno, la forma Representativa, Republicana consolidada en UNIDAD DE REGIMEN". Esta
centralización se manifestaba tanto en las disposiciones referentes al Gobierno Nacional como a
las Administraciones provinciales.
EI PODER JUDICIAL estaba presidido por la Alta Corte de Justicia integrada por
nueve Jueces, elegidos por el Presidente, junto con los demás Tribunales inferiores.
5
OLIGÁRQUICA, por negarle los derechos políticos a la mayoria de la población -al
95%, según cálculos de Dorrego- por sus condiciones económicas o sociales.
A pesar de tan graves objeciones, que a muchos hacían suponer que la Constitución
antes de nacer estaba condenada al fracaso, en diciembre de 1826 fue aprobada por la mayoría
del Congreso y ofrecida al pueblo.
Un apéndice de la Constitución decía que ésta debía ser sometida a la aprobación de las
provincias y, si dos tercios la aprobaban, sería obligatoria para todas, castigándose, en este caso,
con penas hasta de muerte a quienes se opusieran a la misma.
Todas las provincias desautorizaron a sus diputados retirándolos del Congreso, que, a
poco, quedó sólo con la representación porteña. Nuevamente las provincias se enfrentaban en
bloque contra el gobierno nacional: la desinteligencia era absoluta y sólo faltaba un detonante
para que todo el aparato gubernativo se viniera abajo.
Luego de que se fusilara a Dorrego (1828), los unitarios se extendieron por el resto del
país.
Mientras Lavalle fracasaba tan estrepitosamente en Buenos Aires, el general Paz -la otra cabeza
de la revolución decembrista- por el contrario, llevaba a cabo una exitosa campaña en el
Interior.
Al llegar a Córdoba, su ciudad natal, en abril de 1829, atacó al gobernador Bustos, su antiguo
camarada de la sublevación de Arequito, y tras derrotarlo en las cercanías de San Roque, se
proclamó gobernador.
Meses después, Quiroga volvió a la lucha con fuerzas aún más numerosas: en febrero de 1830
entró por el sur de Córdoba y atacó a Paz en Oncativo, para sufrir otra derrota aún más
definitiva, pudiendo salvar su vida huyendo hacia Buenos Aires.
6
La Liga Unitaria
Meses después, esta situación se consolidó mediante la formación de una LIGA DEL
INTERIOR integrada por todas ellas. Esta Liga establecia una alianza ofensiva y defensiva, bajo
la autoridad del general Paz, al que se le otorgaba el "supremo poder militar". Además, se
invitaba a ingresar a la Liga a las restantes provincias argentinas, para proceder de inmediato a
convocar un Congreso General y establecer la definitiva unidad nacional.
Por supuesto, la invitación no fue aceptada las provincias del Litoral, adictas al régimen
federal, rehusaron categóricamente integrar el sistema unitario que Paz les proponía.
La Liga Federal
La iniciativa de Paz de organizar la Liga del Interior, movió a las provincias federales
del Litoral a hacer otro tanto.
Durante todo el año 1830 se multiplicaron los encuentros entre los delegados de Buenos
Aires, Santa Fe, Entre Rios y Corrientes. Las cuatro provincias estaban de acuerdo en sostener
al régimen federal, pero serias divergencias de orden económico dilataron las conversaciones.
En particular, el gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, condicionaba la firma del Acuerdo a
una doble exigencia:
- Declarar la libre navegación de los ríos y habilitar puertos interiores, en lugar del
"puerto único" que era Buenos Aires.
7
Esta misma Comisión deberia "invitar a las demás provincias, cuando estén en plena
libertad y tranquilidad, a reunirse en Federación con las Litorales, y por medio de un Congreso
General Federativo, arreglar la administración general del país bajo el sistema federal".
Las posiciones políticas de ambos bandos eran diametralmente opuestas, de modo que
entre ellos no podía esperarse ningún acuerdo amistoso: sólo cabia la lucha.
Así tendidas las líneas, se reunió en Santa Fe la Comisión Representativa, y uno de sus
primeros actos fue publicar un manifiesto al país declarando la guerra al general Paz, y
designando al gobernador de Santa Fe jefe del ejército federal. Paz aceptó el reto y las
hostilidades comenzaron de inmediato.
Los federales iniciaron la marcha sobre Córdoba desde distintas direcciones obligando a
Paz a dividir sus escasas fuerzas, las que así sufrieron varios contrastes. En particular, Quiroga,
atacando por el sur, realizó una brillante campaña que lo reivindicó de sus anteriores derrotas y
le permitió penetrar en la zona cuyana y deponer a los gobernadores unitarios allí establecidos.
Desde Santa Fe, los hermanos Francisco y Guillermo Reinafé invadieron la campaña
cordobesa al frente de tropas irregulares.
A pesar de estos encuentros, todos sabían que la batalla decisiva se libraría entre el
grueso de las fuerzas unitarias al mando de Paz, y las tropas federales que comandadas por
López se acercaban desde Santa Fe.
8
Lamadrid asumió el mando y abandonó precipitadamente Córdoba en dirección al norte, aunque
luego fuera derrotado definitivamente por Quiroga.
Triunfo federal
De hecho, este liderazgo fue ejercido personalmente por el gobernante que justamente
entonces se hallaba al frente de la provincia: Juan Manuel de Rosas será a partir de entonces, y
durante los siguientes veinte años, el responsable del mantenimiento del Pacto Federal y de su
principal consecuencia, la defensa de la integridad nacional.
Triunfo liberal
Luego de veinte años de auge federal, los unitarios exiliados en Uruguay logran formar
una alianza para derrotar las fuerzas federales. Componen esta alianza los unitarios argentinos
exiliados, los liberales uruguayos y las fuerzas del federal Gral. Urquiza, Brasil presta su ayuda
transportando al ejército en sus barcos. Conforman así lo que es conocido como Ejército grande
o Ejército de Operaciones.
La fuerzas hostiles son dirigidas por el Gral. Urquiza, la defensa es comandada por el
Brigadier Juan Manuel de Rosas. El encuentro se produce en Caseros y resulta vencedor el Gral
Urquiza.
La misma se apoya en un libro publicado por Juan Bautista Alberdi en 1852: Bases y
puntos de partida para la organización de la República Argentina, derivados de la ley que
preside el desarrollo de la civilización en la América del Sur. De manera más sencilla, ese libro
es conocido como Las Bases, de Alberdi.
Las Bases reúnen algunos artículos del autor, aparecidos en El Mercurio de Santiago de
Chile y ampliados con nuevas consideraciones, inspiradas por la situación que vivía la
Argentina a partir de la caída de Rosas. Se pronuncia la obra en favor de las constituciones
9
escritas y fija como principio que "gobernar es poblar". En ella, Alberdi expresa ideas liberales,
exalta la laboriosidad y el pacifismo, señala la necesidad de garantizar las libertades personales
y el libre comercio, amén de afirmar la conveniencia de fomentar la inmigración.
Los liberales no tardaron de manifestar su desprecio por lo propio, así leemos en las
Bases de Alberdi:
Buenos Aires es la única provincia que no jura la Constitución, actitud que se desprende
de su separación por aproximadamente 10 años de la Confederación.
En 1862 las fuerzas de Buenos Aires, comandadas por Mitre se enfrentan a las fuerzas
de la Confederación, dirigidas por Urquiza, en la conocida Batalla de Pavón (1861).
Sofocadas tales turbulencias, Mitre inicia una gestión progresista, en virtud de la cual se
dictan varios códigos, se fundan poblaciones, se fomenta la inmigración, se facilita la
instalación de Bancos y el tendido de vías férreas.
Desde este momento (1862) y hasta 1916, con el ascenso del radicalismo al gobierno, se
prolongó durante casi 60 años la hegemonía liberal en la nación. De esta hegemonía resultaría
10
la formación de una OLIGARQUÍA POLÍTICA (el poder político concentrado en un pequeño
grupo de hombres) y de una OLIGARQUÍA ECONÓMICA (concentración de las riquezas
del país en pocas manos).
El 12 de octubre de 1880 asume como presidente el Gral Roca. Elige como lema para
definir los própositos de su gestión “Paz y administración”.
El idioma inglés, como idioma de la libertad, de la industria y del orden, debe ser aún más
obligatorio que el latín; no debiera darse diploma ni título universitario al joven que no lo
hable y escriba. Esa sola innovación obraría un cambio fundamental en la educación de la
juventud. ¿Cómo recibir el ejemplo y la acción civilizadora de la raza anglosajona sin la
posesión general de su lengua?
11
Nuestra juventud debe ser educada en la vida industrial, y para ello ser instruida en las
artes y ciencias auxiliares de la industria. El tipo de nuestro hombre sudamericano debe
ser el hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de nuestro progreso: el
desierto, el atraso material, la naturaleza brota y primitiva de nuestro continente…
La industria es el calmante por excelencia. Ella conduce por el bienestar y por la riqueza
al orden, por el orden a la libertad: ejemplos de ello son Inglaterra y los Estados Unidos.
La instrucción en América debe encaminar sus propósitos a la industria.
Con Roca llegó al poder, en conjunto, la que luego sería conocida como "Generación
del 80", algunos de cuyos integrantes ya habían participado individualmente en la conducción
del país. Se trató sin duda de una generación brillante, compuesta por hombres nacidos durante
los años 40 del pasado siglo. Educados en el liberalismo que se impuso después de la caída
de Rosas, vieron en la vigencia de las libertades individuales el hito político más alto que
pudieran proponerse alcanzar los gobiernos, y, en la instauración de la libertad de comercio, una
panacea para asegurar la prosperidad de las naciones. Creyeron con convicción dogmática en el
"progreso indefinido", fueron cultos y refinados. Aunque viajaron al extranjero, admirando la
cultura francesa y la practicidad británica, resultaron no obstante auténticamente argentinos
pues, la mayoría de ellos, contaron con raíces familiares que se hundían en el pasado nacional.
Incluso quienes eran hijos de inmigrantes, compartieron ese arraigo por haberse asimilado a la
clase que aquí mandaba, en la que se insertaron por méritos propios y que los adscribió por
completo.
Entre las figuras de tal generación cabe mencionar al mismo Roca, a Carlos Pellegrini,
José Manuel Estrada, Miguel Cané, Eduardo Wilde, Ignacio Pirovano, Pedro Goyena, Tristán
Achával Rodríguez, Norberto Quirno Costa, Aristóbulo del Valle, Eugenio Cambaceres, Lucio
Vicente López. Contándose entre los mismos políticos, militares, literatos y algún científico.
Con motivo de las divergencias de índole religiosa que sostuvieron, algunos autores los
dividen en "católicos" y "liberales". Y, aunque tal división responda a la terminología entonces
vigente, quizá podría discutirse pues, en rigor, liberales fueron todos -conforme al pensamiento
extendido en la época-, católicos unos y laicistas los otros.
2
Alberdi, Juan Bautista. Bases: y puntos de partida para la organización política de la
República, La educación no es la instrucción
12
Son rasgos de esta generación:
Contra la tradición religiosa de nuestro pueblo presente en los principales momentos de la vida
del hombre, esto es, en el nacimiento el sacramento del bautismo, en la educación el catecismo
escolar, en la formación de una nueva familia el sacramento del matrimonio, y en la muerte el
cementerio al lado de la iglesia, se sancionaron las leyes de:
«Nosotros tenemos que ser una república liberal. Entonces, señor Presidente, nosotros
debemos dirigir educación, y no podemos admitir ni doctrinas ni teorias, ni principios que
vengan del siglo XIV, y que traen en pos de sí todas las miserias de los malos hábitos y de
una educación retardataria. Es muy buena la libertad, pero Ia libertad para sí mismo, no
para los que no usan de ella sino para matarla”.
En la segunda mitad del siglo XIX surgió un nuevo liberalismo que rompió la
posibilidad de un entendimiento con otros modos de pensar. Este liberalismo excluyente,
anticlerical, con un manifiesto culto al progreso y con una gran confianza en las posibilidades
de la prosperidad material fue llamado por algunos historiadores «liberalismo sectario». Fue la
postura sostenida por algunas elites intelectuales y por las formas organizativas que iban
surgiendo alrededor de la industria y del comercio. La ciencia adquirió connotaciones casi
mágicas: todo lo podía descubrir y abarcar. Desechada la perspectiva metafísica, las
investigaciones se orientaron al análisis de la naturaleza material y del mundo físico. La
materia, eterna y sustancial, esperaba una aplicación científica.
13
Con los aportes de la ciencia natural mecanicista, el edificio trabajosamente levantado
por los esfuerzos de hombres como Mendeleyev, Franklin y los esposos Curie, parecía
completamente terminado. Sólo faltaban ajustes parciales a fin de determinar con exactitud las
constantes físicas inmutables del universo.
No obstante, el aspecto más importante de esta forma del pensamiento liberal se expresó
en el positivismo de las ciencias sociales.
Esa fue una de las propuestas teóricas que, rechazando razones teológicas y filosóficas,
intentó explicar desde la ciencia y, en particular, desde la sociología, los fenómenos humanos:
Los Principios de Sociología de Spencer definieron las leyes y tendencias» que se suponía
gobernaban la evolución y la conducta de la sociedad humana en una síntesis de los datos de las
ciencias sociales y los descubrimientos de las ciencias naturales.
El librepensamiento se convirtió para muchos en el nuevo credo capaz de arrojar lejos de sí las
muletas teológicas y echarse a andar a la conquista del mundo. Y aunque algunos
librepensadores no rechazaron totalmente las postu ras deístas, otros, los más, creyeron
conveniente rechazar toda idea de Dios, de trascendencia y afirmaron con Feverbach:
14
hacer inútil la vida futura para mejorar esta vida. De suerte que el hombre no
deje escapar los bienes de este mundo esperando más que en la imaginación...
Todo hombre debe convertirse en un dios, es decir en un fin para sus actos...»
Unido a la idea del conflicto necesario entre la ciencia y la fe y, de acuerdo con los
presupuestos del laicismo y del anticlericalismo, el principio de separación de la Iglesia y el
Estado tuvo connotaciones totalmente distintas a las de las primeras décadas del siglo XIX y se
convirtió en la bandera de muchas propuestas políticas liberales. El pensamiento liberal tuvo en
Argentina figuras importantes que expresaron, en la segunda mitad del siglo XIX, el paso del
liberalismoecuménico al liberalismo sectario cuyas características distintivas fueron los ataques
directos a la Iglesia y una rápida y hostil laicización de las instituciones.
Ese objetivo no se podría alcanzar si, como decía Sarmiento, los postulados de la
moderna ciencia europea no encontraban pueblos preparados por la inteligencia ya que en ese
momento de la historia se pensaba que la grandeza de las naciones dependía mucho más de las
fuerzas intelectuales que de los esfuerzos materiales para conseguirla.
Modelo agroexportador
15
de los negociadores que nos representaban -Guillermo Leguizamón- dijo: "la Argentina se
parece a un importante dominio británico".
Para explicar las penurias que sobrevendrían más tarde, alguien expresó con picardía:
"el drama económico argentino se debe a que Inglaterra incurrió en la descortesía de iniciar su
decadencia sin habernos avisado antes".
16