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El descubrimiento de América: Identidad Hispana

El 12 de Octubre de 1492 se inscribe entre los hechos más notables de la historia.


Aquellos reyes, Isabel y Fernando, que han quedado grabados en nuestra memoria como los
Reyes Católicos, no sólo lograron la unidad política de España sino también fueron grandes
gestores de su época, el conocido Siglo de Oro español, en el que se destacó la pluma de
Cervantes, la cultura y la ciencia de la Universidad de Salamanca y la fe de Teresa y Juan de la
Cruz. Es más, su gran obra no se agotó en España, sino que fueron capaces de transmitir su
diseño político, cultural y religioso a un continente ignoto: América.

América resultó ser la mejor obra de España, cincelada con lo mejor que ella tenía: sus
mejores hombres, sus mejores instituciones, su fortuna y el entusiasmo transmitido para
emprender una difícil cruzada. Como afirmara Ramiro de Maeztu “toda España es misionera en
el siglo XVI”. Obra épica-cultural-religiosa que se plasmó con obras: entre 1538 y 1812 se
crearon alrededor de 30 universidades, numerosas escuelas de primeras letras (conventuales,
parroquiales y las llamadas escuelas del rey, sostenidas por los cabildos) y escuelas de
gramática, que certificaban los estudios necesarios para ingresar a la Universidad. Se tradujeron
al idioma de los nativos, especialmente el náhuatl, las principales obras literarias; en 1539 se
introdujo la imprenta; y como si todo ello fuera poco se fundaron multitud de misiones
(organización socio-política-religiosa para la formación del nativo), poblados y parroquias. En
1530 encontramos aztecas como Antonio Valeriano que hablan y escriben perfectamente su
lengua (el náhuatl), el castellano y latín, ejemplo de la labor educativa iniciada.

De España recibimos su idioma, su cultura que no fue otra que la cultura greco-latina-
cristiana y la religión católica. Por ello, hablar del Descubrimiento es hablar de la identidad de
Hispanoamérica. América en tanto hija espiritual de la Madre Patria, adquirió de ella su
“propio” rostro.

Desde la California mexicana hasta la Patagonia rioplatense, el nativo, considerado


desde el primer momento hijo de España, fue elevado en su condición humana, fue educado por
los misioneros y formado para vivir de manera orgánica, política y económicamente. De este
modo, las tribus se organizaron en ciudades y aprendieron de los españoles la agricultura, la
ganadería y la música entre otras cosas.

Su desprestigio

Ahora bien ¿qué sucedió para que nuestra idea acerca de la evangelización de América
sea mostrada como la obra de un reino despiadado, avaro y que, para lograr su objetivo
mercantil, aniquiló una cultura y civilización superior? Frente a cualquier acontecimiento
siempre existe una causa que la genera y en este caso no fue la excepción. La historiografía
liberal (ingleses y holandeses), interesada políticamente en desprestigiar a España y arrebatarle
territorios en América, amplificó sus errores (que los tuvo como toda obra humana), ocultó sus
muchos aciertos y negó el conocimiento de la realidad que vivía la cultura nativa: una
civilización en decadencia que permitía la esclavitud, el sacrificio humano cruento e incruento y
en la que abundaron los atropellos permanentes y violentos de los más fuertes (Incas y Aztecas)
sobre las tribus menores, sometidas por la fuerza.

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Detrás de la mentira histórica, se vislumbra un deseo de menoscabar a España y, como
consecuencia, las tradiciones que nos legara. Así, desacreditada la obra española, se logra
desdibujar nuestra identidad cultural haciendo más sencillo la difusión de ideologías
(liberalismo y marximo) que nada tienen de relación con nuestras raíces.

Este intento de desvanecer nuestra identidad explica los acontecimientos propios del
siglo XIX que llevaron a tener un país dividido, entre aquellos que intentaron mantenerse fieles
a la herencia recibida de España y los que anhelaban cambiar el rostro de nuestra nación bajo
pretexto de progreso y modernización. Si uno desconoce esto, desconoce las raíces más
profundas del conflicto que enfrentó a federales y a unitarios. De allí, se comprende que
derrotados los federales en 1852, comenzara un proceso de secularización del país a través de
sucesivas legislaciones que pretendían el olvido de nuestra identidad y cultura que hicieron y
hacen peligrar “nuestro ser nacional”.

La penetración del liberalismo en el Río de la Plata

(Dado que no podemos estudiar en profundizar en todos los hechos del siglo XIX en el
Río de la Plata, estudiaremos que los que son de interés para la asignatura)

La penetración del liberalismo en América en el siglo XIX se realiza en distintos


momentos históricos. Mencionaremos aquí los más destacados.

El primer enfrentamiento entre lo liberal y lo tradicional se da en el seno de la Primera


Junta.

1810- Formación de la Primera Junta de gobierno.

En la Junta porteña se han ido insinuando desde el primer momento dos lineas, que
tienen al frente sendas figuras, diametralmente opuestas: el teniente coronel Cornelio Saavedra
y Mariano Moreno, doctor enleyes. Saavedra es un jefe militar, poco amigo de la retórica, con
ascendiente sobre sus hombres y prestigio popular. Prudente, pragmático, siente apego por las
tradiciones y desconfía de los arrebatos revolucionarios que suelen distinguir a ciertos
intelectuales.

Moreno, por lo contrario, profesa las ideas difundidas por la Revolución Francesa, es un
ideólogo en todo el sentido del término pero, a la vez un trabajador infatigable, capaz de poner
por obra su pensamiento.

Aunque nunca contó con popularidad, acaudilló a un grupo de jóvenes ilustrados y


vehementes, que admiraban a los jacobinos galos y veían en su amigo una suerte de Robespierre
americano.

1816- Declaración de la independencia

1820. Ideas rivadavianas

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Buenos Aires vivió una crisis politica (desde 1820) severa que duró varios meses hasta
que, en septiembre asumió como gobernador Martín Rodríguez y como ministro de gobierno
Bernardino Rivadavia quienes ejercieron sus cargos hasta 1824.

Con ellos, llegaron a cargos públicos de influencia una serie de hombres como
Fernández de Agüero, Valentin Gómez y otros que, respondiendo a sus ideas iluministas y
liberales, llevaron una serie de reformas con las que pretendieron cambiar la fisonomía de
nuestro pueblo arrogándose la facultad para cambiar sus tradiciones y hasta legislar sobre
asuntos eclesiásticos, a semejanza de lo que había sucedido en algunos países europeos,

Unieron sus ideas “regalistas" (A quienes sostenían el derecho del gobierno civil de
inmiscuirse en el gobierno de la Iglesio se los llama "regalistas" o partidarios del "regalismo") a la
"ideología"

La ideología es una corriente que proviene de la "Ilustración" francesa. Pretende


reformar la sociedad mediante la imposición de las nuevas ideas a las que considera de valor
absoluto por sobre las costumbres, tradiciones y creencias que pueden ser modificadas al
arbitrio del legislador o del gobernante. Se impone la “idea” por sobre la “relaidad”.

1826- Presidencia de Rivadavia

A pesar del general repudio, en los quince meses que duró su Presidencia, Rivadavia
desplegó su conocida actividad, y al igual que en sus dos anteriores gestiones-secretario del
Primer Triunvirato y ministro de Martín Rodriguez- implantó numerosas reformas a nivel
nacional, que no llegaron a ser aplicadas, y sólo sirvieron como tema de discusión y para dividir
los espíritus.

Una de las iniciativas que tuvo una fuerte repercusión fue la reforma eclesiástica. Se
hizo enemigo de la Iglesia en la que veía un obstáculo para sus actividades de tinte liberal.

¿En qué consistió la Reforma eclesiástica? Reforma eclesiástica de Rivadavia es el


nombre que –en el marco más amplio de las reformas llevadas a cabo por Bernardino
Rivadavia, ministro del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez– se da a
la ley de 1822 mediante la cual dicho Estado provincial modificó la organización de la Iglesia
católica por la que suprimió el fuero eclesiástico, eliminó el diezmo, encargó al Estado
provincial bonaerense el costo del culto manteniendo como recursos de la Iglesia las primicias y
los emolumentos1, creó el colegio Del Sol de Bahía Blanca y el Colegio Nacional de Estudios
Eclesiásticos, reorganizó el Cabildo eclesiástico -que pasó a llamarse Senado del Clero-,
suprimió órdenes religiosas del clero regular traspasando a los religiosos al clero secular y
expropió los bienes inmuebles y rentas de los conventos que fueron suprimidos.

Ese ímpetu reformista del periodo rivadaviano no pudo dejar de generar fuerte
resistencia.

Muchas de sus iniciativas como presidente fueron las mismas que las adoptadas durante
su ministerio para la provincia de Buenos Aires, las que ahora se hicieron extensivas a todo el
país; como su autoridad era prácticamente desconocida en todo el interior, estas disposiciones
1
Cantidad de dinero que cobra una persona por el ejercicio de un cargo o un profesional por un
servicio o un trabajo.

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parecieron más que nunca otras tantas intromisiones en los asuntos internos de las provincias y
nuevos avasallamientos de sus autonomías.

Unitarios Contra Federales

Las reformas presidenciales de Rivadavia fueron objeto de severas críticas en el seno


del Congreso, donde un pequeño grupo de opositores las atacó sistemáticamente en cuanto
significaran un atentado a los derechos locales. Esta áspera controversia repercutió en todo el
país, que a partir de entonces quedó dividido en dos bandos antagónicos -Unitarios y Federales-
que protagonizarán desde esos días y durante un cuarto de siglo las guerras civiles argentinas.

Es verdad que estas dos tendencias siempre existieron en el país, pero es recién a partir
de la discusión de las reformas de Rivadavia, que las lineas quedan netamente tendidas, y ambas
denominaciones se adoptan definitivamente como banderas de lucha política:

• Los FEDERALES, defensores de las autonomías provinciales, eran los continuadores


de los saavedristas, provincianos y defesonsores de la tradición que tenía una fuerte raigambre
popular y nacionalista.

Los federales defendían las autonomías provinciales: cada provincia debía tener su
propio gobierno, constitución, leyes y economía; sin embargo, reconocían la existencia de un
gobierno nacional con poder limitado y encargado solamente de algunas cuestiones (por Ej. las
relaciones exteriores del país).

• Los UNITARIOS, por su parte, partidarios de un gobierno centralizado en Buenos


Aires, eran los herederos de los morenistas, directoriales, centralistas y demás facciones de
tendencia liberal, aristocrática y un tanto extranjerizante.

En el Congreso del 24 ambos bandos se enfrentan no sólo en las minucias cotidianas,


sino con exposiciones que ilustran a la opinión pública sobre los ideales, plataforma y bases
teóricas de cada uno de los partidos.

Los federales reconocen como jefe al coronel Dorrego, quien había aprovechando sus
años de destierro en Estados Unidos para conocer a fondo el sistema federalista, secundado por
los diputados Vidal, Ugarte y otros pocos más. Los unitarios, en cambio, constituían la mayoria
y reconocían como jefes a Valentín Gómez, Manuel Castro, los hermanos Varela y sobre todo a
los ministros Julián Agüero y del Carril, a más, por cierto del propio Presidente.

Las sesiones del Congreso se desarrollan a partir de entonces en un clima de tensión, se


hacen de más en más, tumultuosas, abundan las amenazas de agresiones y todo hace prever una
violenta ruptura de la paz que hasta entonces gozaba el país.

Constitución de 1826

La tan controvertida actividad del Congreso culminó con la aprobación de una


CONSTITUCION cuyas características la hacían inaceptable para las provincias. A pesar de

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que el Congreso había hecho en el curso del año anterior una consulta a las provincias para
conocer sus preferencias, con el resultado de que en su mayoria se habían pronunciado por el
Régimen Federal, la Comisión presentó a la Asamblea un proyecto con el que imponia el
RÉGIMEN UNITARIO.

La discusión de este proyecto, como puede suponerse, desató violentas controversias. El


coronel Dorrego se convirtió en el vocero del bandofederal, y apoyado desde fuera del recinto
por el periódico "El Tribuno" desató una violenta campaña señalando los inconvenientes de dar
al país una forma de gobierno contra la que la mayoría se había pronunciado, pero nada pudo
hacer contra la dialéctica de los unitarios.

La Comisión Redactora no pensó en hacer nada original, sino que tomó como base la
Constitución de 1819 -rechazada en su tiempo por las provincias- la que aunn habiéndosele
quitado su espíritu monárquico y aristocratizante, mantenía los lineamientos unitarios.

En uno de sus primeros artículos expresaba: "La Nación Argentina adopta para su
gobierno, la forma Representativa, Republicana consolidada en UNIDAD DE REGIMEN". Esta
centralización se manifestaba tanto en las disposiciones referentes al Gobierno Nacional como a
las Administraciones provinciales.

. El JEFE DEL ESTADO era el Presidente de la República, elegido en forma indirecta


por Colegios Electorales. Duraba cinco años en sus funciones y no era reelegible en período
inmediato.

E PODER LEGISLATIVO Nacional se componía de dos Cámaras: los Diputados,


elegidos directamente a razón de uno por cada 15.000 habitantes, duraban cuatro años y se
renovaban por mitades cada dos años los Senadores, dos por provincia, duraban nueve años y se
renovaban por tercios cada tres años.

EI PODER JUDICIAL estaba presidido por la Alta Corte de Justicia integrada por
nueve Jueces, elegidos por el Presidente, junto con los demás Tribunales inferiores.

Los GOBIERNOS PROVINCIALES estaban en manos de dos autoridades:

El Gobernador era designado por el Presidente de la República tomándolo de una terna


propuesta por el Consejo de Administración; tenía sus funciones expresamente limitadas, ya que
según la Constitución "estaba bajo la inmediata dependencia del Presidente de la Nación".

Los Consejos de Administración eran organismos colegiados, compuestos por un grupo


de ocho a quince ciudadanos elegidos en forma directa por los ciudadanos de cada provincia, y a
ellos correspondía, además del asesoramiento al Gobernador, preparar el Presupuesto anual de
su provincia, el que debía ser sometido al Congreso Nacional para su aprobación.

En otro de sus artículos la Constitución declaraba CIUDADANOS a los argentinos


nativos mayores de veinte años, y a sus hijos, así como también a los extranjeros que se
naturalizaran. Con todo, se negaba el ejercicio de los derechos políticos a "los analfabetos,
deudores fallidos, sirvientes a sueldo, peones jornaleros, soldados y calificados como
notoriamente vagos".

El bando federal tachaba a esta Constitución de UNITARIA, por las excesivas


facultades del gobierno central y la subordinación de los provinciales.

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OLIGÁRQUICA, por negarle los derechos políticos a la mayoria de la población -al
95%, según cálculos de Dorrego- por sus condiciones económicas o sociales.

A pesar de tan graves objeciones, que a muchos hacían suponer que la Constitución
antes de nacer estaba condenada al fracaso, en diciembre de 1826 fue aprobada por la mayoría
del Congreso y ofrecida al pueblo.

Un apéndice de la Constitución decía que ésta debía ser sometida a la aprobación de las
provincias y, si dos tercios la aprobaban, sería obligatoria para todas, castigándose, en este caso,
con penas hasta de muerte a quienes se opusieran a la misma.

El Congreso envió emisarios a los gobernadores para presentarles los primeros


ejemplares del documento, y recabar su adhesión al mismo. El resultado fue casi unánime:
todos, con excepción de los gobernantes de Montevideo, atados por la guerra a Buenos Aires,
RECHAZARON de plano la flamante Constitución, y algunos, en forma airada. Quiroga,
Bustos e Ibarra, sin leer siquiera su texto, dieron a los emisarios contadas horas para abandonar
el lugar.

Todas las provincias desautorizaron a sus diputados retirándolos del Congreso, que, a
poco, quedó sólo con la representación porteña. Nuevamente las provincias se enfrentaban en
bloque contra el gobierno nacional: la desinteligencia era absoluta y sólo faltaba un detonante
para que todo el aparato gubernativo se viniera abajo.

Unitarios contra federales

Luego de que se fusilara a Dorrego (1828), los unitarios se extendieron por el resto del
país.

El General Paz en el Interior

Mientras Lavalle fracasaba tan estrepitosamente en Buenos Aires, el general Paz -la otra cabeza
de la revolución decembrista- por el contrario, llevaba a cabo una exitosa campaña en el
Interior.

Al llegar a Córdoba, su ciudad natal, en abril de 1829, atacó al gobernador Bustos, su antiguo
camarada de la sublevación de Arequito, y tras derrotarlo en las cercanías de San Roque, se
proclamó gobernador.

Las restantes provincias condenaron su acción y se aprestaron a la lucha. El primero en hacerlo


fue Quiroga, gobernador de La Rioja, quien al frente de sus llaneros penetró en Córdoba, y en
junio, libró contra Paz un sangriento encuentro en La Tablada: tras dos días de combate, las
lanzas gauchas nada pudieron hacer frente los veteranos de Paz, y derrotados, se retiraron a su
provincia.

Meses después, Quiroga volvió a la lucha con fuerzas aún más numerosas: en febrero de 1830
entró por el sur de Córdoba y atacó a Paz en Oncativo, para sufrir otra derrota aún más
definitiva, pudiendo salvar su vida huyendo hacia Buenos Aires.

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La Liga Unitaria

Estos brillantes triunfos consolidaron la posición del general Paz y le permitieron


extender su influencia por todo el Interior: sirviéndose de Lamadrid y de otros jefes, ocupó sin
resistencia las restantes provincias, colocando en el gobierno a militares adictos. De esta
manera, Córdoba quedó convertida en el centro de una coalición de provincias, regidas por el
sistema unitario.

Meses después, esta situación se consolidó mediante la formación de una LIGA DEL
INTERIOR integrada por todas ellas. Esta Liga establecia una alianza ofensiva y defensiva, bajo
la autoridad del general Paz, al que se le otorgaba el "supremo poder militar". Además, se
invitaba a ingresar a la Liga a las restantes provincias argentinas, para proceder de inmediato a
convocar un Congreso General y establecer la definitiva unidad nacional.

Por supuesto, la invitación no fue aceptada las provincias del Litoral, adictas al régimen
federal, rehusaron categóricamente integrar el sistema unitario que Paz les proponía.

La Liga Federal

La iniciativa de Paz de organizar la Liga del Interior, movió a las provincias federales
del Litoral a hacer otro tanto.

Durante todo el año 1830 se multiplicaron los encuentros entre los delegados de Buenos
Aires, Santa Fe, Entre Rios y Corrientes. Las cuatro provincias estaban de acuerdo en sostener
al régimen federal, pero serias divergencias de orden económico dilataron las conversaciones.
En particular, el gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, condicionaba la firma del Acuerdo a
una doble exigencia:

- Imponer el proteccionismo a la producción nacional para protegerla de la importación


de articulos extranjeros que amenazaba con arruinaria gracias a la libertad de comercio entonces
imperante.

- Declarar la libre navegación de los ríos y habilitar puertos interiores, en lugar del
"puerto único" que era Buenos Aires.

Ambas exigencias contrariaban los intereses porteños, y ello demoró el acuerdo.


Finalmente, el 4 de enero de 1831, en la ciudad de Santa Fe quedó constituida la LIGA DEL
LITORAL que establecia:

- Una alianza ofensiva y defensiva entre las provincias firmantes en previsión de


ataques provenientes del extranjero, o de otras provincias.

- Se declaraba la perfecta igualdad de derechos para los naturales de cada provincia en


el territorio de las demás.

- Se constituia en la misma ciudad de Santa Fe, una COMISION REPRESENTATIVA


integrada con un representante de cada provincia, la cual entre otras atribuciones, podia celebrar
tratados de paz, declarar la guerra y ordenar la formación de ejércitos.

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Esta misma Comisión deberia "invitar a las demás provincias, cuando estén en plena
libertad y tranquilidad, a reunirse en Federación con las Litorales, y por medio de un Congreso
General Federativo, arreglar la administración general del país bajo el sistema federal".

De esta manera, la constitución de ambas Ligas dividió al pais en dos bandos


irreconciliables:

El Interior, comandado por Paz sostenía el sistema unitario

El Litoral, defensor del federalismo, respondia a un triunvirato integrado por tres


prestigiosos caudillos: Rosas, en Buenos Aires; López,en Santa Fe, y Quiroga, lider de las
masas federales del Interior.

Las posiciones políticas de ambos bandos eran diametralmente opuestas, de modo que
entre ellos no podía esperarse ningún acuerdo amistoso: sólo cabia la lucha.

Enfrentamiento de las Ligas

Así tendidas las líneas, se reunió en Santa Fe la Comisión Representativa, y uno de sus
primeros actos fue publicar un manifiesto al país declarando la guerra al general Paz, y
designando al gobernador de Santa Fe jefe del ejército federal. Paz aceptó el reto y las
hostilidades comenzaron de inmediato.

Los federales iniciaron la marcha sobre Córdoba desde distintas direcciones obligando a
Paz a dividir sus escasas fuerzas, las que así sufrieron varios contrastes. En particular, Quiroga,
atacando por el sur, realizó una brillante campaña que lo reivindicó de sus anteriores derrotas y
le permitió penetrar en la zona cuyana y deponer a los gobernadores unitarios allí establecidos.

De la misma manera, otras fuerzas federales obtuvieron significativos triunfos:

Ibarra, caudillo de Santiago del Estero, marchó sobre su provincia y derrocó al


gobernador Ramón Deheza.

Desde Santa Fe, los hermanos Francisco y Guillermo Reinafé invadieron la campaña
cordobesa al frente de tropas irregulares.

Angel Pacheco, al mando de una división de vanguardia de BuenosAires, venció en


Fraile Muerto (Bell Ville), a las fuerzas del coronel Juan E. Pedernera.

A pesar de estos encuentros, todos sabían que la batalla decisiva se libraría entre el
grueso de las fuerzas unitarias al mando de Paz, y las tropas federales que comandadas por
López se acercaban desde Santa Fe.

Pero un insólito episodio impidió que la batalla pudiera librarse.

Enfrentadas las fuerzas y dispuestas al combate, el 10 de mayo de 1831, en las


proximidades de El Tío, el general Paz que recorría el campo con sólo un ayudante, fue tomado
prisionero por una partida de santafesinos que bolearon su caballo y ello decidió la guerra:
desmoralizados los uni- tarios ante la desaparición del jefe, rehusaron proseguir la campaña.

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Lamadrid asumió el mando y abandonó precipitadamente Córdoba en dirección al norte, aunque
luego fuera derrotado definitivamente por Quiroga.

De inmediato los santafesinos penetraron en la ciudad y proclamaron gobernador al


caudillo Reynafé y la adhesión de la provincia al Pacto Federal.

Triunfo federal

Eliminada la Liga Unitaria, la Argentina asumió definitivamente la fisonomía de país


organizado. Cada una de sus partes constitutivas -las Provincias-, conservaba su autonomía en
lo concerniente a sus asuntos internos, pero a nivel nacional, todas integraban el PACTO
FEDERAL que las vertebraba en una unificación bajo el liderazgo de la de mayores recursos, la
provincia de Buenos Aires.

De hecho, este liderazgo fue ejercido personalmente por el gobernante que justamente
entonces se hallaba al frente de la provincia: Juan Manuel de Rosas será a partir de entonces, y
durante los siguientes veinte años, el responsable del mantenimiento del Pacto Federal y de su
principal consecuencia, la defensa de la integridad nacional.

Triunfo liberal

1852- El Ejército Grande vence al ejército federal.

Luego de veinte años de auge federal, los unitarios exiliados en Uruguay logran formar
una alianza para derrotar las fuerzas federales. Componen esta alianza los unitarios argentinos
exiliados, los liberales uruguayos y las fuerzas del federal Gral. Urquiza, Brasil presta su ayuda
transportando al ejército en sus barcos. Conforman así lo que es conocido como Ejército grande
o Ejército de Operaciones.

La fuerzas hostiles son dirigidas por el Gral. Urquiza, la defensa es comandada por el
Brigadier Juan Manuel de Rosas. El encuentro se produce en Caseros y resulta vencedor el Gral
Urquiza.

Rosas parte al exilio y el Gral. Urquiza se hace cargo de la presidencia de la


Confederación. Sin embargo, su autoridad es desconocida por Buenos Aires.

En 1853 el congreso constituyente comienza la redacción de la Constitución.

La misma se apoya en un libro publicado por Juan Bautista Alberdi en 1852: Bases y
puntos de partida para la organización de la República Argentina, derivados de la ley que
preside el desarrollo de la civilización en la América del Sur. De manera más sencilla, ese libro
es conocido como Las Bases, de Alberdi.

Las Bases reúnen algunos artículos del autor, aparecidos en El Mercurio de Santiago de
Chile y ampliados con nuevas consideraciones, inspiradas por la situación que vivía la
Argentina a partir de la caída de Rosas. Se pronuncia la obra en favor de las constituciones

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escritas y fija como principio que "gobernar es poblar". En ella, Alberdi expresa ideas liberales,
exalta la laboriosidad y el pacifismo, señala la necesidad de garantizar las libertades personales
y el libre comercio, amén de afirmar la conveniencia de fomentar la inmigración.

En su segunda edición, Las Bases contienen un proyecto de constitución. Se inspira


éste, fundamentalmente, en la de los Estados Unidos de Norteamérica, toma algunos aspectos de
la chilena y otros de la Constitución del Estado de California, aprobada en 1850. La influencia
de aquel proyecto en los congresales, reunidos en Santa Fe, fue muy grande y, con ciertas
modificaciones, resultó en efecto "base" de nuestra Constitución Nacional.

Con la jura de la Constitución, se cierra un período bien definido de la historia


argentina. Un período que comienza con los sucesos augurales de 1810, abarca la declaración
formal de nuestra independencia, en 1816, y las guerras que la afianzaron, incluye feroces
luchas internas y ofrece el largo gobierno de Rosas como material para polémicas aún no
acalladas.

Los liberales no tardaron de manifestar su desprecio por lo propio, así leemos en las
Bases de Alberdi:

"Es utopía, es paralogismo puro el pensar que nuestra raza


hispanoamericana, tal como salió de su tenebroso pasado colonial, pueda realizar
hoy la república representativa [...] No son las leyes las que debemos cambiar: son
los hombres, las cosas. Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces de la
libertad por otras gentes hábiles para ella [...] La libertad es una máquina que,
como el vapor, requiere maquinistas ingleses de origen. Sin la cooperación de esa
raza es imposible aclimatar la libertad en parte alguna de la tierra" (Alberdi,
Bases).

Buenos Aires es la única provincia que no jura la Constitución, actitud que se desprende
de su separación por aproximadamente 10 años de la Confederación.

En 1862 las fuerzas de Buenos Aires, comandadas por Mitre se enfrentan a las fuerzas
de la Confederación, dirigidas por Urquiza, en la conocida Batalla de Pavón (1861).

De la contienda resulta vencedor Mitre.

En marzo de 1862 las provincias han reasumido su autonomía delegando en Mitre el


ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional y facultándolo para convocar al Congreso.

El 4 de septiembre de 1862, los electores previamente elegidos se reunieron en las


capitales de provincia, para votar quién sería presidente de la Nación. El general Mitre es
designado por unanimidad, recayendo la vicepresidencia en el doctor Marcos Paz. El 12 de
octubre, ocuparon sus altos cargos.

Sofocadas tales turbulencias, Mitre inicia una gestión progresista, en virtud de la cual se
dictan varios códigos, se fundan poblaciones, se fomenta la inmigración, se facilita la
instalación de Bancos y el tendido de vías férreas.

Desde este momento (1862) y hasta 1916, con el ascenso del radicalismo al gobierno, se
prolongó durante casi 60 años la hegemonía liberal en la nación. De esta hegemonía resultaría

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la formación de una OLIGARQUÍA POLÍTICA (el poder político concentrado en un pequeño
grupo de hombres) y de una OLIGARQUÍA ECONÓMICA (concentración de las riquezas
del país en pocas manos).

EL PROGRESO COMO META

Aún en trámite la Guerra del Paraguay, concluyó el período presidencial de Mitre. El 12


de junio de 1868, los colegios electorales consagraron la fórmula Domingo Faustino Sarmiento-
Adolfo Alsina, que asumieron sus cargos el 12 de octubre.

Sarmiento había nacido en San Juan, el 15 de febrero de 1811. Talentoso, apasionado y


egocéntrico, tuvo notables dotes de escritor. En sus primeros años no faltó a la escuela porque
no fue a ella, ya que lo educó un clérigo que era tío suyo. Exilado en Chile durante el gobierno
de Rosas, apoyó con sus artículos periodísticos los derechos chilenos sobre el Estrecho de
Magallanes y la Patagonia, hasta el Río Negro. Fue "boletinero" del Ejército Grande, vencedor
en Caseros. Con mano de hierro gobernó su provincia natal, bajo la presidencia de Mitre. Era
embajador ante los Estados Unidos-país por el cual sentía gran admiración -cuando resultó
electo presidente de la República. Antes de asumir el cargo, la masonería lo agasajó, junto con
Mitre, por haber alcanzado ambos en ella el grado 33 (grado máximo).

El 12 de octubre de 1880 asume como presidente el Gral Roca. Elige como lema para
definir los própositos de su gestión “Paz y administración”.

En julio de 1883, el "Club Liberal", profundamente influido por la masoneria, dirigió


una comunicación a los diputados que respondían a su línea, exponiendo en ella el programa de
medidas que se proponía impulsar, tendientes a establecer: 1) la enseñanza laica; 2) el
matrimonio civil; 3) la abolición de los registros parroquiales; 4) la supresión de fórmulas
religiosas en el juramento de funcionarios; 5) la secularización de los cementerios. Cabe
observar que, pronto, la mayoría de esos puntos se hicieron realidad gracias a labor de la
denominada “generación del 80".

Los países anglosojones constiutían un modelo a imitar y la educación reducida a la


industria para proveer al progreso de la nación. De este modo se perfila el modelo de hombre
liberal, el “yankee hispanoamericano”, según J.B. Alberdi, caracterizado por la fiebre de
actividad y de empresa.

La instrucción, para ser fecunda, ha de contraerse a ciencias y artes de aplicación; a cosas


prácticas, a lenguas vivas, a conocimientos de utilidad material e inmediata.

El idioma inglés, como idioma de la libertad, de la industria y del orden, debe ser aún más
obligatorio que el latín; no debiera darse diploma ni título universitario al joven que no lo
hable y escriba. Esa sola innovación obraría un cambio fundamental en la educación de la
juventud. ¿Cómo recibir el ejemplo y la acción civilizadora de la raza anglosajona sin la
posesión general de su lengua?

El plan de instrucción debe multiplicar las escuelas de comercio y de la industria,


fundándolas en pueblos mercantiles.

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Nuestra juventud debe ser educada en la vida industrial, y para ello ser instruida en las
artes y ciencias auxiliares de la industria. El tipo de nuestro hombre sudamericano debe
ser el hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de nuestro progreso: el
desierto, el atraso material, la naturaleza brota y primitiva de nuestro continente…

La industria es el único medio de encaminar la juventud al orden. Cuando Inglaterra ha


visto arder Europa en la guerra civil, no ha entregado su juventud al misticismo para
salvarse; ha levantado un templo a la industria y le ha rendido un culto, que ha obligado a
los demagogos a avergonzarse de su locura.

La industria es el calmante por excelencia. Ella conduce por el bienestar y por la riqueza
al orden, por el orden a la libertad: ejemplos de ello son Inglaterra y los Estados Unidos.
La instrucción en América debe encaminar sus propósitos a la industria.

La industria es el gran medio de moralización. Facilitando los medios de vivir, previene el


delito, hijo las más veces de la miseria y del ocio. En vano llenaréis la inteligencia de la
juventud de nociones abstractas sobre religión; si la dejáis ociosa y pobre, a menos que no
la entreguéis a la mendicidad monacal, será arrastrada a la corrupción por el gusto de las
comodidades que no puede obtener por falta de medios. Será corrompida sin dejar de ser
fanática. Inglaterra y los Estados Unidos han llegado a la moralidad religiosa por la
industria; y España no ha podido llegar a la industria y a la libertad por simple devoción.
España no ha pecado nunca por impía; pero no le ha bastado eso para escapar de la
pobreza, de la corrupción y del despotismo2.

Generación del 80 o del positivismo

Con Roca llegó al poder, en conjunto, la que luego sería conocida como "Generación
del 80", algunos de cuyos integrantes ya habían participado individualmente en la conducción
del país. Se trató sin duda de una generación brillante, compuesta por hombres nacidos durante
los años 40 del pasado siglo. Educados en el liberalismo que se impuso después de la caída
de Rosas, vieron en la vigencia de las libertades individuales el hito político más alto que
pudieran proponerse alcanzar los gobiernos, y, en la instauración de la libertad de comercio, una
panacea para asegurar la prosperidad de las naciones. Creyeron con convicción dogmática en el
"progreso indefinido", fueron cultos y refinados. Aunque viajaron al extranjero, admirando la
cultura francesa y la practicidad británica, resultaron no obstante auténticamente argentinos
pues, la mayoría de ellos, contaron con raíces familiares que se hundían en el pasado nacional.
Incluso quienes eran hijos de inmigrantes, compartieron ese arraigo por haberse asimilado a la
clase que aquí mandaba, en la que se insertaron por méritos propios y que los adscribió por
completo.

Entre las figuras de tal generación cabe mencionar al mismo Roca, a Carlos Pellegrini,
José Manuel Estrada, Miguel Cané, Eduardo Wilde, Ignacio Pirovano, Pedro Goyena, Tristán
Achával Rodríguez, Norberto Quirno Costa, Aristóbulo del Valle, Eugenio Cambaceres, Lucio
Vicente López. Contándose entre los mismos políticos, militares, literatos y algún científico.

Con motivo de las divergencias de índole religiosa que sostuvieron, algunos autores los
dividen en "católicos" y "liberales". Y, aunque tal división responda a la terminología entonces
vigente, quizá podría discutirse pues, en rigor, liberales fueron todos -conforme al pensamiento
extendido en la época-, católicos unos y laicistas los otros.
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Alberdi, Juan Bautista. Bases: y puntos de partida para la organización política de la
República, La educación no es la instrucción

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Son rasgos de esta generación:

- La continuidad del liberalismos político;


- La imposición del positivismo;
- Obsesión por el progreso científico tecnológico como única y principal fuente de
bienestar y de felicidad.
- Importante difusión del periodismo (más de 100 periódicos en Buenos Aires).
- Descontrolada apertura de la economía.
- Endeudamiento.
- Eliminación de toda influencia religiosa de la vida pública.

Las leyes laicas: el Congreso Pedagógico y la ley 1420

Respecto de este último punto, el objetivo se logró con creces.

Contra la tradición religiosa de nuestro pueblo presente en los principales momentos de la vida
del hombre, esto es, en el nacimiento el sacramento del bautismo, en la educación el catecismo
escolar, en la formación de una nueva familia el sacramento del matrimonio, y en la muerte el
cementerio al lado de la iglesia, se sancionaron las leyes de:

1. Registro civil; por la cual se abandonaban los registros parroquiales.


2. Educación neutra; por la que, en la práctica, se hizo imposible la enseñanza de la
religión en las escuelas. Su objetivo fue favorecer y dirigir el desarrollo moral,
intelectual y fisico de los niños y jóvenes argentinos prescindiendo de su formación
religiosa.
3. Matrimonio civil; por el que se reconocerá sólo a éste como el único válido.
4. Cementerios; por el que los cementerios pasan a depender de los municipios.

La fundamentación ideológica de la educación laica la había adelantado Vicente Fidel


López, en la Cámara de Diputados de la Nación, el 24 de julio de 1878, al proclamar:

«Nosotros tenemos que ser una república liberal. Entonces, señor Presidente, nosotros
debemos dirigir educación, y no podemos admitir ni doctrinas ni teorias, ni principios que
vengan del siglo XIV, y que traen en pos de sí todas las miserias de los malos hábitos y de
una educación retardataria. Es muy buena la libertad, pero Ia libertad para sí mismo, no
para los que no usan de ella sino para matarla”.

Nuevas perspectivas y definiciones doctrinarias e ideológicas

En la segunda mitad del siglo XIX surgió un nuevo liberalismo que rompió la
posibilidad de un entendimiento con otros modos de pensar. Este liberalismo excluyente,
anticlerical, con un manifiesto culto al progreso y con una gran confianza en las posibilidades
de la prosperidad material fue llamado por algunos historiadores «liberalismo sectario». Fue la
postura sostenida por algunas elites intelectuales y por las formas organizativas que iban
surgiendo alrededor de la industria y del comercio. La ciencia adquirió connotaciones casi
mágicas: todo lo podía descubrir y abarcar. Desechada la perspectiva metafísica, las
investigaciones se orientaron al análisis de la naturaleza material y del mundo físico. La
materia, eterna y sustancial, esperaba una aplicación científica.

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Con los aportes de la ciencia natural mecanicista, el edificio trabajosamente levantado
por los esfuerzos de hombres como Mendeleyev, Franklin y los esposos Curie, parecía
completamente terminado. Sólo faltaban ajustes parciales a fin de determinar con exactitud las
constantes físicas inmutables del universo.

Otras líneas de investigación profundizaban, a su vez, en la ciencia biológica


determinista y en el proceso de sus leyes ciegas y fatales: una bioquímica fisiológica, fundada
en los conocimientos empíricos de las estructuras celulares y otra, tendiente a evidenciar la
importancia del medio ambiente en la definición de la naturaleza de hombres y animales.
Darwin y su “teoría de la selección natural” fue el ejemplo más claro de esta escuela que,
apoyada en las concepciones materiales y mecánicas de la física y la química, trascendió lo
puramente científico para connotar, de una manera consciente o inconsciente, el pensamiento de
sociólogos, educadores, economistas, políticos y antropólogos en la segunda mitad del siglo
XIX y en las primeras décadas del siglo XX.

No obstante, el aspecto más importante de esta forma del pensamiento liberal se expresó
en el positivismo de las ciencias sociales.

La filosofía de Comte y su teoría del conocimiento y de la ciencia descubrieron los


nuevos principios constructivos del mundo. Aparecía cada vez más próxima la utopía comtiana:
el reemplazo del Dios de los cristianos por la Humanidad», en cuanto fenómeno positivista y
místico al mismo tiempo.

Esa fue una de las propuestas teóricas que, rechazando razones teológicas y filosóficas,
intentó explicar desde la ciencia y, en particular, desde la sociología, los fenómenos humanos:
Los Principios de Sociología de Spencer definieron las leyes y tendencias» que se suponía
gobernaban la evolución y la conducta de la sociedad humana en una síntesis de los datos de las
ciencias sociales y los descubrimientos de las ciencias naturales.

Estos presupuestos cuestionaron lógicamente la concepción cristiana del mundo y de la


política afirmando dos ideas fundamentales: el «conflicto entre religión y ciencia y el rechazo
de cualquier connotación religiosa o sobrenatural en el ámbito del Estado». El ataque estuvo
dirigido sobre todo a la «intolerancia de las religiones positivas» ya sus «fantásticas
representaciones de la realidad y de la vida», en desmedro de la madurez de la civilización. Las
leyes universales y permanentes, descubiertas por la crítica a mitos y símbolos, y la historia
comparada de las religiones fueron los elementos teóricos sobre los que se fundaron esas nuevas
síntesis en su intento por demostrar la inferioridad del dogma religioso frente a las concepciones
científicas del mundo moderno.

En los antiguos conflictos entre la fe y la razón, las «imposiciones dogmáticas habían


asumido siempre el lugar del «verdugo». Pero era el momento de rescatar la verdad del ámbito
cerrado de lo religioso para hacerla accesible, por medio de la ciencia, a los espíritus libres y no
dispuestos a someterse a ninguna certeza definida en nombre de una autoridad infalible.

El librepensamiento se convirtió para muchos en el nuevo credo capaz de arrojar lejos de sí las
muletas teológicas y echarse a andar a la conquista del mundo. Y aunque algunos
librepensadores no rechazaron totalmente las postu ras deístas, otros, los más, creyeron
conveniente rechazar toda idea de Dios, de trascendencia y afirmaron con Feverbach:

«... es sólo sobre la falta de justicia, de sabiduría y de amor en la humanidad, que


descansa la necesidad de la existencia de Dios. Es necesario pues esforzarse por

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hacer inútil la vida futura para mejorar esta vida. De suerte que el hombre no
deje escapar los bienes de este mundo esperando más que en la imaginación...
Todo hombre debe convertirse en un dios, es decir en un fin para sus actos...»

Ese ideal encontró su formulación en el laicismo y su expresión negativa y popular en el


anticlericalismo.

El laicismo estaba llamado a ser la perfecta aplicación del librepensamiento a la vida


social, el cauce para secularizar todos los servicios públicos y las instituciones republicanas:
educación, justicia, hospitales, cementerios, matrimonio... Por su parte, el anticlericalismo
dirigió sus ataques a la injerencia del clero en el gobierno de la sociedad civil. Su objeto, según
lo señaló Jules Ferry en el parlamento francés (1881), era la defensa de los derechos del Estado
contra el catolicismo político. Defensa que se convirtió en un ataque a la Iglesia, cuya tarea de
evangelización fue considerada como un proselitismo religioso, inaceptable para quienes, ni la
razón ni la inteligencia y, menos aún, el espíritu libre, podían inclinarse ante ninguna autoridad,
cualquiera que ella fuese.

Democracia liberal e instrucción pública

Unido a la idea del conflicto necesario entre la ciencia y la fe y, de acuerdo con los
presupuestos del laicismo y del anticlericalismo, el principio de separación de la Iglesia y el
Estado tuvo connotaciones totalmente distintas a las de las primeras décadas del siglo XIX y se
convirtió en la bandera de muchas propuestas políticas liberales. El pensamiento liberal tuvo en
Argentina figuras importantes que expresaron, en la segunda mitad del siglo XIX, el paso del
liberalismoecuménico al liberalismo sectario cuyas características distintivas fueron los ataques
directos a la Iglesia y una rápida y hostil laicización de las instituciones.

Su originalidad consistió fundamentalmente en seleccionar, asimilar y aplicar las ideas


liberales europeas, sobre todo francesas, a la mayor parte de los ámbitos de la vida del país. Es
que también en estas tierras existía, como idea dominante, la fe en el poder de la ciencia y de la
cultura para producir el advenimiento de una sociedad nueva que gozaría de una paz perfecta y
de una felicidad absoluta.

Ese objetivo no se podría alcanzar si, como decía Sarmiento, los postulados de la
moderna ciencia europea no encontraban pueblos preparados por la inteligencia ya que en ese
momento de la historia se pensaba que la grandeza de las naciones dependía mucho más de las
fuerzas intelectuales que de los esfuerzos materiales para conseguirla.

Modelo agroexportador

En materia económica, se ha hablado de un "Proyecto del 80", pretendiendo trasladarlo


a nuestros días. Ello no parece razonable pues, en primer lugar, dicho proyecto nunca fue
formulado orgánicamente y, por otra parte, las circunstancias variaron con el correr del tiempo,
en el mundo y en la Argentina. Ha de tenerse en cuenta, al respecto, el carácter complementario
de nuestra economía con la inglesa, vigente por entonces y que sería explícitamente reconocido
mucho después, en ocasión de firmarse un acuerdo referido al comercio de carnes, cuando uno

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de los negociadores que nos representaban -Guillermo Leguizamón- dijo: "la Argentina se
parece a un importante dominio británico".

Esa circunstancia, paladinamente admitida por "Sir William" (Leguizamón fue


distinguido con ese título por la corona), facilitó el vertiginoso crecimiento registrado entre el
final del siglo XIX y los primeros años del XX, a despecho de algunas crisis que lo afectaron.
Pero, simultáneamente, impidió que se echaran las bases para que tal desarrollo fuera autónomo
y armónico, como el logrado por los Estados Unidos mediante las medidas, vigorosamente
proteccionistas, que cimentaron su poderío industrial.

Para explicar las penurias que sobrevendrían más tarde, alguien expresó con picardía:
"el drama económico argentino se debe a que Inglaterra incurrió en la descortesía de iniciar su
decadencia sin habernos avisado antes".

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