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Aclaración: el texto que ofrecemos a continuación está compuesto de dos extractos del

diálogo de Platón (Banquete), a los cuales le agregamos algunos comentarios para ayudar a su
comprensión.

Primer extracto: Banquete 198b-201c

Se trata del final del discurso de Agatón (el que invitó a sus amigos a su casa a comer, beber,
escuchar música y disfrutar de una conversación), quien pronunció un elogio sobre Eros (el
dios del amor) en el que había dicho, entre muchas otras cosas, que Eros era el dios más bello
y que deseaba la belleza. Al terminar de hablar, todos sus amigos lo aplaudieron
fervorosamente y no era para menos, porque Agatón había demostrado ser el mejor en una
competencia a la cual asistieron miles de atenienses. Sin embargo, uno de ellos escuchó
atentamente lo que se decía y no se limitó a felicitar a su amigo…

A continuación, Sócrates debía pronunciar su discurso sobre Eros y elige comenzar dando un
largo rodeo, donde señala que es difícil hablar después de que alguien fuera tan aplaudido
(refiriéndose a lo que sucediera con su amigo Agatón), antes de poner en práctica su famoso
método: la mayeútica. Veamos cómo lo presenta Platón en su texto…

SÓCRATES: ¿Y cómo no voy a estar en problemas, tanto yo como ot ro cualquiera que le


toque hablar después de un discurso expuesto de ese modo tan bello y variado? En otros
aspectos no es igualmente asombroso, pero la belleza de las palabras y las expresiones del
final, ¿quién no se deslumbra al escucharlas? Porque yo, consciente de que no voy a poder
decir nada parecido, por poco no salí corriendo de la vergüenza, si hubiese podido. […] Sin
embargo, si es que quieren, estoy dispuesto a decirles la verdad a mi modo, no para confrontar
con los discursos de ustedes, sino para no exponerme a la risa.

Entonces, todos los presentes en el banquete le pidieron que hablara del modo en que él
creyera que tenía que hablar y Sócrates siguió así:

SÓCRATES: Por lo tanto, permítanme hacerle unas preguntas a Agatón para ponerme de
acuerdo con él, antes de empezar a hablar.

Amigo Agatón, me pareció que orientaste bien el discurso cuando decías que primero había
que mostrar cómo es el amor y después cómo son sus obras. Ya que comenzaste explicando
cómo es el tema del amor, decime: ¿el amor es de algo o de nada? […]

AGATÓN: Claro que es de algo.

SÓCRATES: Y ahora decime: ¿el amor desea aquello que ama o no lo desea?

AGATÓN: Por supuesto -dijo-.

SÓCRATES: Otra pregunta: ¿desea y ama, lo que desea y ama, cuando lo tiene o cuando no lo
tiene?

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AGATÓN: Cuando no lo tiene, dijo.

SÓCRATES: Tenés razón. Entonces, ¿podría alguien que ya es grande querer ser grande o
alguien que ya es fuerte querer ser fuerte?

AGATÓN: Sería imposible, por lo que acordamos.

SÓCRATES: Porque no le falta aquello que precisamente es.

AGATÓN: Es cierto.

SÓCRATES: Entonces, si alguien que es fuerte, quisiera ser fuerte, si alguien que es rápido,
quisiera ser rápido y si estando sano, quisiera estar sano... Esas personas tienen en el
momento presente cada una de las cosas que tienen, lo quieran o no, y eso, en realidad,
¿quién lo desearía? Al contrario, cuando alguien dice: “Yo, estando sano, quiero también estar
sano, y siendo rico, quiero también ser rico, y deseo eso mismo que tengo”, le podríamos
contestar: “Vos, que estás en posesión de riqueza, salud y fuerza, querés también estar en
posesión de estas cosas en el futuro, ya que en el presente, lo quieras o no, las tenés. Entonces
fijate si, cuando decís “deseo las cosas presentes”, en realidad estás diciendo otra cosa:
“ deseo disponer de las cosas presentes también en el futuro”.

Por lo tanto, quien dice eso o cualquier otro que desee, desea lo que no está disponible ni está
a su alcance. Así, el deseo y el amor se orienta a lo que no se tiene, a lo que no se es y a lo
que nos falta.

AGATÓN: Claro -dijo-.

SÓCRATES: Recapitulemos, entonces, lo que hemos acordado. ¿No es el deseo, primero, de


algunas cosas y, luego, de aquellas cosas que carecemos?

AGATÓN: Si -dijo-.

SÓCRATES: Ahora, en relación con esto, dijiste que los dioses aman las cosas bellas, porque
no podría haber amor de las cosas feas. ¿No estabas diciendo algo por el estilo?

AGATÓN: Eso dije, claro –contestó Agatón–.

SÓCRATES: Y realmente decís algo conveniente, compañero –dijo Sócrates–. De hecho, si esto
es así, ¿no consistiría el amor en desear la belleza y no de la fealdad?

AGATÓN: Agatón estaba de acuerdo.

SÓCRATES: ¿Y no está acordado que ama aquello que le falta y no tiene? Por ende, el amor
carece de belleza.

AGATÓN: Necesariamente –dijo–.

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SÓCRATES: ¿Y qué? Lo que carece de belleza y no posee belleza en lo más mínimo, ¿acaso vos
decís que es bello?

AGATÓN: Por supuesto que no.

SÓCRATES: ¿Entonces todavía estás de acuerdo en que el amor es algo bello?

AGATÓN: Me temo, Sócrates, que no sabía nada de lo que dije entonces.

SÓCRATES: Sin embargo, hablaste muy bien q u e r i d o Agatón. Pero decime a lg o más:
¿no t e pa re ce que las cosas buenas son bellas?

AGATÓN: A mí sí.

SÓCRATES: Por ende, si el amor carece de cosas bellas y las cosas buenas son bellas,
carecería también de las cosas buenas.

AGATÓN: Yo, Sócrates –contestó–, no podría contradecirte. Que sea como vos decís.

SÓCRATES: Mi querido amigo, es a la verdad a la que no podés contradecir, porque a mí no


sería nada difícil.

Hasta allí, tenemos el diálogo entre Sócrates y Agatón donde hemos podido leer de qué
manera se despliega la mayeútica. A continuación, vamos a ofrecerles otro extracto del
Banquete de Platón, en el cual Sócrates intenta reproducir lo que una mujer, Diotima, le contó
sobre el amor. En esta otra conversación, ella le fue haciendo preguntas a Sócrates y él
respondió de un modo similar a como lo hiciera su amigo Agatón, es decir, que Eros era una
gran divinidad, que era bello y deseaba la belleza, etc. Leamos, a continuación, el diálogo entre
Sócrates y Diotima…

Segundo extracto: Banquete 201d-204c

SÓCRATES: ¿Cómo decís, Diotima? ¿El amor es feo y malo?

DIOTIMA: ¿Acaso creés que, si el amor no es bello, es necesario que sea feo?

SÓCRATES: Por supuesto.

DIOTIMA: ¿Y que, si no es sabio, es ignorante? ¿No sabías que hay algo intermedio entre la
sabiduría y la ignorancia?

SÓCRATES: ¿Qué sería tal cosa?

DIOTIMA: el saber responder rectamente pero sin poder dar razón, algo intermedio entre la
sensatez y la ignorancia.
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SÓCRATES: Tenés razón –dije yo–.

DIOTIMA: Entonces, no insistas en que lo que no es bello, es feo, ni que lo que no es bueno,
es malo, sino algo intermedio entre ambos –dijo–.

SÓCRATES: Por cierto –dije yo–, todos están de acuerdo en que es un gran dios.

DIOTIMA: ¿Te referís a todos los que saben o a los que no saben?

SÓCRATES: Absolutamente a todos.

DIOTIMA: Entonces, después de reírse, me contestó: ¿y cómo podrían estar de acuerdo los
que saben y los que no saben que es un gran dios?

SÓCRATES: Y yo le dije: ¿Por qué decís eso?

DIOTIMA: Muy fácil. Decime: ¿no decís que todos los dioses son felices y bellos? ¿O te
atreverías a afirmar que alguno de los dioses no es bello ni feliz?

SÓCRATES: ¡Por Zeus!, yo al menos no –contesté–.

DIOTIMA: ¿Y decís que son felices los que poseen cosas buenas y bellas?

SÓCRATES: Claro.

DIOTIMA: Pero antes estuviste de acuerdo en que el amor, por no ser bueno ni bello, desea
eso lo que le falta.

SÓCRATES: Sí, estuve de acuerdo.

DIOTIMA: ¿Cómo sería, entonces, un dios el que no es bello ni bueno?

SÓCRATES: De ningún modo, según parece.

DIOTIMA: ¿Ves, entonces, que vos también considerás que el amor no es un dios inmortal?

SÓCRATES: ¿Entonces qué sería el amor? –contesté–. ¿Algo mortal?

DIOTIMA: No.

SÓCRATES: ¿Pero, entonces, qué?

DIOTIMA: Como vimos antes, algo intermedio entre lo mortal y lo inmortal.

SÓCRATES: ¿Qué cosa, Diotima?

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DIOTIMA: Un gran demonio, a l g o intermedio entre lo divino y l o m o r t a l .

SÓCRATES: ¿Y qué poder tiene?

DIOTIMA: el de interpretar y transmitir los asuntos humanos a los dioses y a los hombres los
mensajes divinos, de unos los ruegos y sacrificios y de otros las órdenes y las retribuciones a
los sacrificios, estando en medio de ambos, completan el puente, de modo que el todo se une
consigo mismo. La divinidad no se mezcla con el mundo humano, pero por medio de los
demonios existe el vínculo que los comunica y pone en contacto a los dioses con los seres
humanos, ya sea cuando están despiertos o cuando están dormidos. Estos demonios son
muchos y variados, uno de ellos es precisamente Eros.

SÓCRATES: ¿Quién es su padre y quién es su madre?

DIOTIMA: Es algo muy largo de contar, de todos modos, te lo voy a decir. Cuando nació
Afrodita, los dioses hicieron una fiesta a la que asistió Poros (el que tiene todos los recursos).
Cuando terminaron de comer apareció Penia (la que carece de recursos) y se quedó en la
puerta de entrada. Poros, borracho de néctar, porque el vino todavía no existía, entró al jardín
de Zeus y atontado se quedó dormido. Entonces Penia tramó tener un hijo con él y así concibió
a Eros. Como Eros es hijo de ambos, a veces anda pobre y no es delicado ni bello, sino que
anda descalzo sin tener donde dormir. Pero otras veces es valiente, ansioso e impetuoso,
cazador temible, que busca saber y tiene inventiva. Debido a la naturaleza de sus padres, no
es por ni inmortal ni mortal, ni rico ni pobre, sino que está en medio de la sabiduría y la
ignorancia. Porque es así: ninguno de los dioses filosofa ni desea h a c e rs e sabio, porque
y a lo es. A su vez, tampoco los ignorantes filosofan ni desean volverse sabios y es penoso
creerse bello, bueno o sensato sin serlo.

SÓCRATES: Entonces, Diotima, ¿quiénes son los que filosofan, si no son ni los sabios ni los
ignorantes?

DIOTIMA: Eso es evidente –contestó–, incluso para los niños: son los que se encuentran entre
ambos extremos, entrelos que estaría también el amor. Porque la sabiduría está entre las
cosas más bellas y el amor es amor de lo bello, así que el amor es filósofo, alguien que se
encuentra entre la sabiduría y la ignorancia, que ama las cosas bellas y buenas porque, en el
fondo, desea ser feliz…

Leamos hasta ese punto. El diálogo de Platón sigue con la irrupción de Alcibíades en el
banquete, totalmente borracho, quien declara su amor por su maestro Sócrates y ve como éste
huye mientras los demás se van quedando dormidos…

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