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la formación de un modelo
Eduardo J. Míguez*
La familia en el pasado evoca sin duda una imagen bien definida: au- Todos exhiben su mejor vestimenta y el
toridad patriarcal y cierta sumisión de los demás miembros, en particu- niño, su mayor logro cultural. Por la
composición del cuadro familiar, la
lar de las mujeres; una rígida moral, especialmente la moral sexual fe-
escena podría ser considerada como la
menina; concentración de la actividad de las mujeres en las tareas do- estandarización de las reglas del
mésticas en tanto que el hombre es quien trabaja fuera del hogar y pro- género fotográfico. Sin embargo, el
vee las necesidades económicas; una severa crianza de los hijos –en es- detalle de la flauta y la partitura se
pecial por parte del padre–, hasta la independencia de los varones luego vuelve un artilugio de ostentación que
de la adolescencia, y de las mujeres con el matrimonio; un número de denota el origen social de los actores.
Fechada en 1905, la fotografía
hijos bastante mayor que el actual, quizá la presencia de los abuelos en
muestra una familia de inmigrantes
el hogar. trentinos que ha encontrado el camino
Hasta cierto punto, esta representación de la familia del pasado se del ascenso social en un pueblo de la
construye por contraste con la imagen de la familia actual: más permi- provincia de Buenos Aires. Es posible
siva, con mujeres que buscan su propia realización personal al margen que una copia haya sido enviada a sus
parientes en Italia.
de la vida hogareña, con menor número de hijos, los que son menos res-
(Archivo personal del autor)
petuosos, pero seguramente más cariñosos con sus padres. Si creemos
haber sido testigos de estos cambios de pautas culturales en las últimas
dos o tres generaciones, fácil es suponer que cuanto más atrás nos re-
montemos en el tiempo, más pronunciadas serán las características
“conservadoras” de la familia.
¿Confirma la investigación histórica esta imagen? La respuesta es
ambigua. En primer lugar hay que señalar que, frente a una rica tradi-
Pero ¿cómo se construye, en realidad, este modelo familiar? Debe- Familia extendida y familia nuclear
remos comenzar, intentando reconstruir la realidad más tangible de las
familias de la segunda mitad del siglo pasado.
Un tema clásico en los estudios de la familia es la distinción entre fa-
milia extendida y nuclear. ¿Convivían varias generaciones bajo el mis-
mo techo, o, por el contrario, el núcleo familiar se reducía a padres e hi-
jos solteros? ¿Los recién casados establecían un hogar independiente (lo
que se suele denominar familia “neolocal”) o permanecían en la residen-
cia paterna? Las diversas respuestas a estas cuestiones que encontramos
en distintas sociedades suelen guardar relación con otros factores: la
normas de herencia, la disponibilidad de tierras y viviendas, el tipo de
estructura de empleo, etcétera. Pero estas fuerzas sociales “objetivas”
actúan sobre una voluntad y una conciencia que suele preservar tradicio-
nes o soluciones peculiares a las situaciones planteadas.
Desde muy temprano, el Río de la Plata ofrecía condiciones harto fa-
vorables para una estructura neolocal. La tradición legal castellana y la na-
poleónica –luego del establecimiento del Código Civil– establecen la par-
tición igualitaria de la herencia, lo que facilita que cada heredero busque
su independencia. La abundancia de tierras y un mercado de trabajo don-
de, en general, la demanda supera la oferta, también propenden al estable-
cimiento autónomo de los nuevos núcleos familiares. Estas condiciones,
sin embargo, no se pueden generalizar a todo el país. En un estudio de lo
que denominan la “Argentina interior” antes del impacto de la gran inmi-
gración (1869), J. Moreno y C. Cacopardo demuestran que los hogares
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En los restantes sectores urbanos, la presencia más inmediata del Es- Dos momentos en el ciclo de vida de la
tado y la Iglesia, y de las aspiraciones de respetabilidad aun en los sec- pareja, dos imágenes quizá
tores subalternos, también se traducen en una estructura familiar más es- socialmente lejanas, pero que
reproducen un mismo esquema en la
table. La convivencia de varias generaciones era quizás algo más fre-
representación de los géneros.
cuente por la carestía de la vivienda urbana, aunque la consecuencia más (Archivo personal del autor)
visible de este fenómeno eran las casas de inquilinato, que precedían
desde mucho tiempo al clásico conventillo de inmigrantes de fin de si-
glo. Por otro lado, Buenos Aires, el centro urbano por definición, fue
siempre una ciudad de inmigrantes externos, y sus pautas familiares se
hallan presentes desde mucho antes que la gran oleada inmigratoria
afectara la estructura toda de la familia argentina.
Para la década de 1880, este fenómeno ya será visible en toda la re- Inmigración y estructura familiar
gión pampeana y empieza a ser notable en zonas del Interior, como Cór-
doba, Mendoza y Tucumán. A comienzos del siglo XX, quedan pocos
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dencia la enorme masa de remesas que año a año enviaban los inmi-
grantes a sus parientes en Europa. La constitución de familias neolo-
cales, entonces, no refleja necesariamente la debilidad de los lazos de
solidaridad familiares.
Más bien al contrario: cuanto más avanzamos en nuestra compren-
sión de la sociedad de este período, más evidente se hace el papel crucial
que jugaban las redes de solidaridad parental. En la decisión de migrar,
en la recepción del migrante, en la obtención de vivienda y empleo para
éste, era frecuente que la familia jugara un papel importante. Otro tanto
ocurría con los migrantes internos. Y en las familias de la elite, las estra-
tegias de poder se desarrollaban con bases familiares, como ilustra bien
el caso de los González Bordón de Mendoza –abordado en otro capítulo
de esta obra– o el de Julio Roca, insinuado en el Soy Roca, de Félix Lu-
na. Compartiera o no el mismo hogar, la familia era el punto de partida
de cualquier estrategia de supervivencia y progreso social, y la constitu-
ción de parejas, el punto de partida de la formación de la familia.
Amor romántico Éste es sin duda el punto más intensamente estudiado sobre la fami-
y elección de pareja lia en el período que nos ocupa. Sabemos que en la etapa anterior las eli-
tes trazaban con cuidado sus estrategias de alianza matrimonial, y que
este comportamiento se prolonga, hasta cierto punto, posiblemente has-
ta finales de siglo. El llamado amor romántico, sin embargo, que exige
la libertad de los jóvenes para escoger como cónyuge a quien su pasión
indique, siempre ha interferido con la voluntad de racionalizar la selec-
ción conyugal en función de objetivos familiares, como lo atestigua el
clásico ejemplo de Romeo y Julieta, entre muchos otros. Estudios pre-
cisos para el Río de la Plata colonial dan cuenta de los conflictos que
ocasionalmente creaba la independencia, especialmente de las mujeres,
en la selección de su pareja.
Las biografías y la literatura rioplatense de la segunda mitad del siglo
XIX dan poco lugar a los matrimonios arreglados por las familias. Para fi-
nales de la década de 1880 se hace evidente un cambio en las formas de
cortejo y de selección de pareja. El amor romántico ya juega un papel im-
portante en la forma considerada legítima para la constitución del matri-
monio. Si en La Gran Aldea Lucio V. López relata un casamiento arregla-
do entre el “tío Ramón”, un anciano acaudalado de la elite, y la joven
Blanca Montefiori, también descendiente de una acaudalada familia –aun-
que el apellido delata la búsqueda de legitimidad social por parte de un in-
migrante–, el tono crítico del relato y la pretendida aventura de Blanca con
el joven sobrino Julio (alter ego del autor) sugieren que, aun para un jo-
ven de la más tradicional elite porteña como López, esta forma de arreglo
FAMILIAS DE CLASE MEDIA: LA FORMACIÓN DE UN MODELO 28
¿Qué nos dicen al respecto los estudios estadísticos? A través de Crisol de razas
ellos no podemos saber cómo se forman las parejas, pero sí tenemos al-
guna idea de quiénes efectivamente las constituyen. Y la pregunta que
ha dominado este tipo de estudio es hasta qué punto se produjo esa fu-
sión de los inmigrantes de distinto origen y los criollos; si realmente
existió esa amalgama en el “crisol de razas”.
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Sin duda, Álvarez, que en sus escritos refleja un cierto resenti- La formación de una nueva pareja es
miento frente al lugar que los inmigrantes vienen a ocupar en la so- una ocasión de reunión familiar. Más
ciedad, exagera en el caso que nos propone. Pero los estudios estadís- allá del acto civil y religioso, la fiesta
de boda aparece como el rito máximo
ticos han mostrado que en la mayoría de las comunidades, y especial-
en la reproducción cultural de la
mente en las más numerosas, la formación de hogares de extranjeros familia, pues instala un compromiso
con mujeres criollas era un fenómeno corriente, ya fuera mediante social que excede a los cónyuges.
matrimonios o en uniones de hecho. Por otro lado, no todos parecen (Archivo personal del autor)
tan reticentes a entregar sus hijas a los inmigrantes como Eleuterio.
En Caras y Caretas, por ejemplo, se pinta a una madre empeñada en
“colocar” a alguna de sus hijas (presuntamente bastante “fieras”) con
un tendero gallego, y la imagen no es por cierto original.18
También sabemos que muchos de los casamientos de inmigrantes
entre sí se producían entre personas del mismo pueblo, o de localida-
des muy cercanas. Esto sugiere que no se trataba sólo de una cuestión
étnica, sino que el entramado de relaciones personales jugaba un pa-
pel importante en la formación de la pareja –ya fuera que el matrimo-
nio se arreglara en el pueblo de origen, o que el círculo de relaciones
personales en el que se movían los jóvenes inmigrantes estuviera en
buena medida compuesto por “paisanos” del mismo pueblo o la mis-
ma microrregión.
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Ése parece haber sido el caso de Oreste Sola, quien llegó a la Ar-
gentina en 1901 proveniente de Valdengo, un pueblo próximo a Biella.
En 1908 contrajo matrimonio en Buenos Aires con Corina Chiocchetti,
de Gaglianico, también muy próximo a Biella. De la correspondencia
de Oreste con sus padres surgen varios aspectos interesantes. La fami-
lia de Oreste no tuvo papel alguno en la conformación de la pareja (no
sabemos qué papel tuvo la de Corina, pero sí sabemos que sus padres
estaban en Gaglianico). Hay, sin embargo, una cierta tensión en la co-
rrespondencia de esta época en torno de si los padres de Oreste aproba-
rían o no la unión; ellos, sin embargo, parecen asumir una actitud “mo-
derna” al adoptar inmediatamente a Corina como “hija”. Por otro lado,
cuando Oreste informa a sus padres su decisión de casarse, no les
cuenta de la identidad de su novia –probablemente como una reafirma-
ción voluntaria de su independencia–. Sin embargo, las redes sociales
les permiten enterarse de esta identidad antes de que Oreste decida co-
municárselo, lo cual provoca un disgusto a Oreste. Luego de la unión,
las familias en el Biellese se ponen en contacto entre sí, aunque nunca
volverán a ver a la pareja. Lamentablemente, por la reserva de Oreste,
no sabemos cómo se estableció su relación con Corina. Es notable, sin
embargo, que aunque se trata de un caso de matrimonio entre personas
de pueblos muy vecinos, los padres no parecen haber tenido participa-
ción en la formación de la pareja. La tensión en la correspondencia su-
giere, en cambio, el carácter anómalo –aunque no excepcional– de ese
caso. Finalmente, es muy razonable suponer que la pareja se formó en
medio de la trama de interrelaciones sociales que Oreste mantenía re-
gularmente con otros bielleses.19
También las nuevas redes sociales creadas en la Argentina, al mar-
gen o superponiéndose con las étnicas, han jugado un papel importan-
te en la formación de parejas. Estudios para la ciudad de Córdoba y el
barrio de La Boca muestran que el barrio de residencia era un fuerte
condicionante del matrimonio. Estos espacios urbanos reducidos, con
sus clubes, sus parroquias, sus bailes, sus festividades, como romerías
y carnavales, ofrecían centros de sociabilidad propicios para la forma-
ción de parejas. Quizás ello explica por qué en otros espacios sociales
reducidos –pequeñas ciudades o villas rurales–, que estimulaban rela-
ciones sociales más estrechas entre las diferentes colectividades, los ca-
samientos interétnicos eran más frecuentes.20 Finalmente, todo parece
indicar que, entre los argentinos nacidos de padres extranjeros, la ten-
dencia a casarse con otras personas del mismo origen no fueron muy
marcadas, aunque sin duda ello dependía mucho del carácter más o me-
nos étnico del entorno social en que se moviera la familia.
Ahora bien, ¿qué nos dice todo esto sobre la forma en que se cons-
FAMILIAS DE CLASE MEDIA: LA FORMACIÓN DE UN MODELO 32
Edad matrimonial y natalidad La consecuencia no fue sólo mejorar las posibilidades para las
mujeres de encontrar un “buen partido”, sino también un adelanta-
miento en la edad de casamiento. El patrón europeo clásico establece
edades de casamiento más bien tardías para ambos sexos, más tem-
A principios de siglo, la infancia pranas en dos o tres años para la novia. Si bien hay grandes diferen-
conquistó un lugar de importancia en cias regionales, edades medias de 23 a 25 años para las mujeres y de
las representaciones sociales. La
25 a 28 para los varones englobarían la mayor parte de los casos. Las
revista Caras y Caretas incluyó una
página infantil, con acertijos y juegos, condiciones del nuevo mundo en general, y particularmente en la Ar-
destinada a los niños, quienes también gentina, con mercados laborales y de tierras más abiertos, tienden a
se convirtieron en un objeto fotográfico bajar en un par de años la edad matrimonial de los hombres. Pero la
de las representaciones familiares. escasez de mujeres hace que la de las novias baje de manera algo más
(Archivo personal del autor)
pronunciada, provocando una diferencia de edad media al matrimonio
mayor que la europea. Con la disminución del flujo migratorio desde
el inicio de la Primera Guerra, con un mercado laboral y de tierras
más restringido, y con un mayor equilibrio en la composición por se-
xos de la población, estas tendencias se comienzan a revertir en la dé-
cada de 1920; el casamiento se hace más tardío y menos universal pa-
ra las mujeres.
Estas pautas de conducta matrimonial tendrán un reflejo directo
sobre el promedio del número de hijos de los matrimonios. Si bien
las prácticas anticonceptivas o abortivas son conocidas desde muy
temprano en la historia, existe poca evidencia de la generalización de
su uso antes de finales del siglo XIX o comienzos del actual.23 El me-
canismo social más eficaz para regular la cantidad de hijos era bási-
camente la postergación de la edad matrimonial de la mujer y el ce-
libato definitivo. Así, el adelantamiento de la edad de matrimonio y
el escaso número de mujeres solteras tendieron a crear una natalidad
muy alta en la Argentina del período. Entre los censos de 1869 y
1914, las mujeres que habían permanecido casadas por veinticinco o
más años tenían, término medio, más de siete hijos cada una.24 Como
FAMILIAS DE CLASE MEDIA: LA FORMACIÓN DE UN MODELO 34
La mujer, el trabajo y el hogar Sin duda, un aspecto central de este cambio es la asignación del pa-
pel de la mujer casada dentro del hogar. En el período preindustrial la fa-
milia no sólo era la unidad de reproducción social y consumo, sino tam-
bién un ámbito de producción. En la agricultura y en la artesanía, toda
la familia participaba del proceso productivo, según las posibilidades de
cada miembro. Con el desarrollo de la sociedad industrial y la especia-
lización laboral, el ámbito de trabajo y el doméstico tendieron a diferen-
ciarse. Aunque mucho más tardío, en la Argentina se da un fenómeno
paralelo. En el ámbito rural, entre pequeños propietarios, arrendatarios
o aparceros, también toda la familia participa de la producción hasta en-
trado el siglo XX. En las artesanías, es más frecuente la colaboración en
la producción doméstica entre madres e hijas solteras, mientras que los
varones buscan empleo externo. Esta estructura se extiende a algunas ac-
tividades de servicios, como lavanderas, planchadoras o costureras. In-
cluso, una parte importante de la naciente industria empleó mano de
obra femenina en el ámbito del propio hogar, como la confección tex-
til.29 Así, sólo una parte relativamente menor del trabajo femenino –prin-
cipalmente el servicio doméstico, pero también alguna industria como el
armado de cigarrillos– se desarrollaba fuera del hogar.
El ingreso de los jóvenes al mundo laboral se da muy temprano,
incluso en la última etapa de la niñez. Un estudio centrado en la in-
dustria porteña de fines del siglo XIX y comienzos del actual nos
muestra cierta cantidad de niños ocupados en ella, aunque los porcen-
tajes sobre el conjunto de la niñez son muy bajos, y tienden incluso a
decrecer.30 En las labores que se desarrollan en el marco familiar la
participación infantil es más frecuente. En las cédulas censales de
1869 y 1895 no es raro encontrar niñas de ocho o nueve años descrip-
tas como lavanderas o agricultoras, por ejemplo, junto con su madre
y sus hermanas mayores. Cuando la labor se realiza fuera del hogar,
los doce o trece años parecen haber sido un punto habitual de ingreso
al trabajo. En el censo de 1895 más de la mitad de los jóvenes de
quince años figura con ocupación.
En cuanto a las mujeres, típicamente, se ha descripto la evolución
temporal de su participación en el mercado de trabajo como una cur-
va con forma de U; alta participación primero, una marcada caída en
la primera etapa de modernización, y una creciente participación fe-
FAMILIAS DE CLASE MEDIA: LA FORMACIÓN DE UN MODELO 36
este siglo bajó aun más. Se ha relacionado esto con factores étnicos
(por ejemplo, con el arribo de italianas meridionales, menos acostum-
bradas a participar del mercado de trabajo),35 pero seguramente lo de-
terminante fue la estructura de la demanda laboral femenina, la movi-
lidad social,36 y el desarrollo de un nuevo imaginario familiar. Es po-
sible que en el proyecto mismo de la migración muchas de las muje-
res buscaran una vida dedicada al hogar. Así lo sugieren las declara-
ciones de ocupación al momento del desembarco. Con frecuencia se
consigna “sus labores” o “su casa”, probablemente indicando más las
intenciones futuras de las inmigrantes que su pasada trayectoria. En
todo caso, para las que tuvieron éxito, la movilidad social las ubicó
por encima de las limitadas tareas que el mercado laboral ofrecía,
aunque es posible que el factor más influyente haya sido el creciente
modelo de familia de clase media, que remitía a la mujer al hogar,
Los niños, centro de la vida familiar y
exaltando su función de madre.
del desarrollo social del futuro,
aparecen como un argumento El confinamiento simbólico de la mujer al hogar está presente sin
publicitario para el reformismo duda en la ideología de la elite desde muy temprano, aunque coexis-
austero de los socialistas. La ta con el carácter más mundano que algunos de sus miembros estaban
conciencia infantil es presentada como dispuestos a admitir en el mundo femenino. Sin llegar al escandaloso
conciencia colectiva que reproduce, en
extremo de la relación de Roca con la esposa de Eduardo Wilde, una
sus modos ideales de manifestarse, la
de los obreros movilizados.
imagen etérea de mujeres bellas y sensuales recorre la literatura y las
(Guerra al Alcohol, Nº 1, ediciones de imágenes de la Belle Époque. Ella, sin embargo, no oscurece el papel
la Sociedad Luz) que la misma elite otorgaba a sus miembros femeninos. Miguel Cané
resume la idea en una postal dirigida a Victoria Aguirre en 1903:
“Alguna vez entreví una figura ideal, hecha de bondad silenciosa
y de dulce y profunda compasión, [que] recorría la tierra deslizándo-
se para no hacer ruido y buscando la sombra para no ser vista. Ha
tiempo que perdí sus huellas, pero pensando bien, se me ocurre que
en su [huida] al estrépito y a la publicidad, se ha de haber refugiado
en el hogar de su alma [...]”.37
Y en una definición que prescribe el lugar de la mujer, más allá del
sector social al que pertenezca, en 1888 Osvaldo M. Piñero señala:
“Hay una verdad ineludible: la mujer es toda maternidad; su orga-
nización fisiológica, sus tendencias psicológicas, el rol que debe de-
sempeñar en la conservación de la especie, todo obliga a anteponer
esta condición a todo lo demás”.38
Junto a esta definición del hogar como el ámbito natural de la mu-
jer, domina la concepción del matrimonio y la familia como base de
la estabilidad social. Un discípulo de Wilde, Mariano Y. Loza, definía
el matrimonio de este modo:
“Base fundamental de la familia, su objeto más importante es la
reproducción del hombre, sus fines inmediatos, la educación moral e
FAMILIAS DE CLASE MEDIA: LA FORMACIÓN DE UN MODELO 38
Notas
1. Una descripción brillante de este proceso para el muy próximo caso del vecino del
Plata, en José Pedro Barrán, “El disciplinamiento (1860-1920”, en Historia de la
sensibilidad en el Uruguay, Tomo II, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental,
1990. No debe sin embargo pensarse que la construcción de este modelo es un pro-
ceso lineal, carente de matices y vaivenes, aunque aquí nos ceñiremos a los rasgos
que consideramos básicos.
2. Raúl Ortega Belgrano, 1927. El doctor Raúl Ortega Belgrano era presidente del
Consejo General del la Cruz Roja Argentina, citado por Dora Barrancos, “Contra-
cepcionalidad y aborto en la década de 1920: problema privado y cuestión pública”,
en Estudios Sociales, Nº 1, 1991, p. 75.
3. “Cuando los hombres estaban ausentes: la familia del interior de la Argentina deci-
monónica”, en H. Otero y G. Velázquez, Poblaciones argentinas. Estudios de demo-
grafía diferencial, Tandil, CIG-IEHS, 1977.
5. Por ejemplo, “Barranca abajo” y “En familia” en Teatro de Florencio Sánchez, Bs.
As., Sopena, 1957, 5ª edición; “Las de Barranco” y “Locos de verano”, en Grego-
rio de Laferrère, Teatro completo, Santa Fe, Castellví, 1952; Julián Martel, La Bol-
sa, Buenos Aires, Biblioteca de La Nación, 1909; Caras y Caretas, Año VIII, Nº
357, 5-8-1905, “Modelo de Madres”, etcétera.
9. Ibíd., 15-1-1905.
11. Jules Huret, La Argentina. Del Plata a la cordillera de los Andes, París, Fasquelle,
s/f., p. 39.
12. Bs. As., Eudeba, 1961; véase, por ejemplo, Flirt, pp. 44-48.
14. Teatro de Florencio Sánchez, op. cit., pp. 47-84, la obra se estrenó en 1904.
19. S. Baily y F. Ramella, One Family, Two Worlds. An Italian Family’s Correspondence
across the Atlantic, 1901-1922, New Brunswick, Rutgers University Press, 1988.
20. M. Oporto y N. Pagano, “La conducta endogámica de los grupos inmigrantes: pau-
tas matrimoniales de los italianos en el barrio de La Boca en 1895”, en Estudios Mi-
gratorios Latinoamericanos, Año 2, Nº 4, 1986, pp. 483-97. También en F. Devoto
y G. Rosoli, L’Italia nella Società Argentina, Roma, Centro Studi Emigrazione,
1988, pp. 90-101; Mark Szuchman, “The Limits of the Melting Pot in Urban Argen-
tina: Marriage and Integration in Córdoba, 1869-1909”, en Hispanic American Histo-
rical Review, Año 57, Nº 1, 1977, pp. 24-50, y Mobility and Integration in Urban Ar-
gentina. Córdoba in the Liberal Era, Austin, University of Texas Press, 1980, cap. 7,
pp. 131-47; E. Míguez et al., “Hasta que la Argentina nos una: reconsiderando las
pautas matrimoniales de los inmigrantes, el crisol de razas y el pluralismo cultural”,
en Hispanic American Historical Review, Año 71, Nº 4, 1991, pp. 781-808.
21. Por ejemplo, Caras y Caretas pinta con frecuencia a las madres empeñadas en
“colocar” a sus hijas, o incluso a éstas buscando novio, por caso, con una avalan-
cha de respuestas a un anuncio en el periódico, véase, por ejemplo, historietas en
Año II, Nº 20, 18-12-1899, y Año VIII, Nº 355, 22-7-1905. Su fundador, Fray Mo-
cho, en sus cuadros costumbristas, también suele presentar la obsesión femenina
por buscar consorte.
23. La excepción sería Francia, donde se observa una caída de la fecundidad conyugal
ya desde fines del siglo XVIII. Por otro lado, estas prácticas, antes de comienzos del
siglo actual, en general eran rudimentarias, peligrosas y/o poco eficaces. La más ge-
neralizada parece haber sido el coitus interruptus.
28. Citado por S. Torrado, Procreación en la Argentina. Hechos e ideas, Buenos Ai-
res, Ediciones de la Flor, 1993, p. 254.
29. María del Carmen Feijoo, “Las trabajadoras porteñas a comienzos de siglo”, en D.
Armus (comp.), Mundo urbano y cultura popular, Buenos Aires, Sudamericana,
1990, pp. 281-312.
FAMILIAS DE CLASE MEDIA: LA FORMACIÓN DE UN MODELO 42
30. Juan Suriano, “Niños trabajadores. Una aproximación al trabajo infantil en la indus-
tria porteña de comienzos de siglo”, en Armus (comp.), op. cit.
33. Cacopardo y Moreno, op. cit.; H. Otero, “Familia, trabajo y migraciones. Imágenes
censales de las estructuras sociodemográficas de la población femenina en la Argen-
tina, 1895-1914”, en Eni de Mesquita Samara, As idéias e os números do Genero.
Argentina, Brasil e Chile no século XIX, São Paulo, Hucitec, 1997.
36. Este factor fue destacado por R. Gandolfo, “Del Alto Molise al centro de Buenos Ai-
res: las mujeres agnonesas y la primera emigración transatlántica (1870-1900)”, en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, Año 7, Nº 20, 1992, pp. 71-99.
38. Condición jurídica de la mujer, Buenos Aires, Coni, 1888. Esta concepción, sin du-
da, perdura por mucho tiempo; véase, por ejemplo, Tomás Amadeo, La función so-
cial de la Universidad, de la madre, del maestro, del empleado público, del agróno-
mo, Buenos Aires, Museo Social Argentino, 1929, pp. 40-51.
39. Estudio médico legal de las causas de nulidad del matrimonio, Buenos Aires, Fa-
cultad de Ciencias Médicas, 1876; en el mismo sentido, el propio Eduardo Wilde en
Curso de higiene pública, Buenos Aires, Casavalle Editor, 1878, pp. 409-415.
40. Juan A. García, “La legislación de familia” (1916), en Obras completas, Buenos Ai-
res, Zamora, 1955, pp. 726.
43. Kristin Ruggiero, “Honor, Maternity and the Disciplining of Women: Infanticide in
Late Nineteenth-Century Buenos Aires”, en Hispanic American Historical Review,
Año 72, Nº 3, 1992, pp. 353-374.
30. Juan Suriano, “Niños trabajadores. Una aproximación al trabajo infantil en la indus-
tria porteña de comienzos de siglo”, en Armus (comp.), op. cit.
33. Cacopardo y Moreno, op. cit.; H. Otero, “Familia, trabajo y migraciones. Imágenes
censales de las estructuras sociodemográficas de la población femenina en la Argen-
tina, 1895-1914”, en Eni de Mesquita Samara, As idéias e os números do Genero.
Argentina, Brasil e Chile no século XIX, São Paulo, Hucitec, 1997.
36. Este factor fue destacado por R. Gandolfo, “Del Alto Molise al centro de Buenos Ai-
res: las mujeres agnonesas y la primera emigración transatlántica (1870-1900)”, en
Estudios Migratorios Latinoamericanos, Año 7, Nº 20, 1992, pp. 71-99.
38. Condición jurídica de la mujer, Buenos Aires, Coni, 1888. Esta concepción, sin du-
da, perdura por mucho tiempo; véase, por ejemplo, Tomás Amadeo, La función so-
cial de la Universidad, de la madre, del maestro, del empleado público, del agróno-
mo, Buenos Aires, Museo Social Argentino, 1929, pp. 40-51.
39. Estudio médico legal de las causas de nulidad del matrimonio, Buenos Aires, Fa-
cultad de Ciencias Médicas, 1876; en el mismo sentido, el propio Eduardo Wilde en
Curso de higiene pública, Buenos Aires, Casavalle Editor, 1878, pp. 409-415.
40. Juan A. García, “La legislación de familia” (1916), en Obras completas, Buenos Ai-
res, Zamora, 1955, pp. 726.
43. Kristin Ruggiero, “Honor, Maternity and the Disciplining of Women: Infanticide in
Late Nineteenth-Century Buenos Aires”, en Hispanic American Historical Review,
Año 72, Nº 3, 1992, pp. 353-374.
Sandra Gayol
En las últimas décadas del siglo XIX, Buenos Aires funciona como ¿Adónde ir para generar y afianzar
un espejismo y atrae una gran cantidad de población extranjera. Italia- vínculos en una Buenos Aires que no
cesa de transformarse? ¿Qué
nos, españoles y franceses1 predominan entre los recién venidos, que lle-
alternativas existen a la promiscuidad
gan a representar más de la mitad de la población de la ciudad. Rápida- del conventillo? ¿Qué estrategias
mente, la capital se anuncia a estos nuevos habitantes. En “permanente desarrollar para provocar encuentros
construcción”, al decir de Jules Huret, desde el muelle de pasajeros es con conocidos, desconocidos y
fácil percibir su naturaleza inestable y la heterogeneidad expresada en extranjeros? El café está a disposición
sus edificaciones. Algunas invitan a imaginar su apuesta transitoria, de todos como un espacio social de
distracción, de búsqueda y de espera.
otras rememoran la herencia hispánica y también asoman insultantes las
Interior de despacho de bebidas en el
paquetas mansiones de estilo preferentemente francés donde residen los barrio de Barracas, esquina de Caseros
más adinerados. El Hotel de Inmigrantes en la calle Corrientes alberga- y Baigorri, 1910. (Archivo General de
rá gratuitamente durante tres días a muchos recién desembarcados. En la Nación)
el corto trayecto desde el puerto hasta este primer hogar por callejuelas
irregulares y algunas todavía polvorientas, es imposible no constatar la
multitud de cafés. El Paseo de Julio (hoy Leandro Alem), con sus hile-
ras ininterrumpidas de despachos de bebidas, es la primera expresión de
una ciudad generosa en estos espacios de sociabilidad.
En casi todos lados y a disposición de todos, hombres de orígenes
muy diversos acceden cotidianamente al interior de los cafés. Esta prác-
tica socialmente extendida de encontrarse en esos lugare va gestando la
expresión “cafetear” e inunda los documentos de la época. Es raro que
las fuentes no los mencionen, es también difícil no toparse con distintos
registros discursivos que remiten directa o indirectamente a ellos. Médi-
cos, juristas, policías, gobernantes, hablan con recurrencia de los cafés,