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EL CARTERO DEL REY

PERSONAJES

Madhav

Amal, Hijo adoptivo de Madhav

Serena, niña que vende flores

Mamá de Serena

El Médico

La lechera

La señora del tiempo

La vieja

El Jefe de la aldea, un fanfarrón

Asistente del médico

Los Heraldos del Rey

El Médico Real

Niños de la aldea

Rey

Acto Primero

Escena Primera

(Madhav y Médico. Casa de Madhav)

MADHAV - ¡No sé qué es esto! Antes de venir él, todo me era igual ¡y me sentía
tan libre! Pero ahora que él ha venido, Dios sabe por qué, su cariño me colma el
corazón. Y estoy seguro de que mi casa no será ya casa si él se va… ¿Usted
cree…?

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MEDICO – Si su destino es que viva, vivirá años y años; pero por lo que los libros
dicen, me parece…

MADHAV - ¡Ay, Santo Cielo, qué…!

MEDICO – Bien claro lo dicen los libros: “Humus acedo, parapéndido agitante,
paliadura y chisparrón, todo empieza lo mismo…”

MADHAV - ¡Déjese de libros, hombre! Con tanta cosa no consigue sino


preocuparme más. Lo que quiero que me diga es lo que se puede hacer.

MEDICO – El enfermo necesita extremo cuidado…

MADHAV – Eso ya lo sé… Pero dígame qué hago…

MEDICO – Ya se lo he dicho: que de ninguna manera se lo deje salir de casa.

MADHAV - ¡Pobre criaturita! Tenerlo encerrado todo el día… eso es demasiado…

MEDICO – Pues no hay otro remedio. Este sol y esta humedad del otoño pueden
hacerle mucho daño, porque como dicen los libros…

MADHAV - ¡Hombre, por Dios, déjeme en paz con los libros! Entonces no queda
otro remedio que encerrar al pobrecito. ¿No se puede hacer otra cosa?

MEDICO – No, no y no.

MADHAV – Lo que usted dice es muy duro para él. Y como además es tan
obediente… ¡Me parte el corazón ver su carita cuando está tomando esos
remedios que usted le ha dado!

MEDICO – Pues cuantos más aspavientos haga, mejor. Ya lo dice el dicho:


“medicina y buenos consejos, lo que menos gusta es lo que mejor hace”. Y me voy
corriendo que tengo mucho que hacer.

(Sale)

Escena Segunda

(Madhav y la Vieja. Entra la Vieja)

MADHAV – Pero ¿estás ahí vieja maldita?

VIEJA - ¡No tengas cuidado, hombre, que no te voy a morder!

MADHAV – Sí, pero siempre le estás llenando de viento la cabeza a las


criaturas…

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VIEJA – Tú no eres niño ni tienes niños en tu casa… ¿Qué te importa?

MADHAV – Es que ahora tengo un niño…

VIEJA - ¡Un niño!... ¿De verdad? ¿Cómo pasó?

MADHAV – Recordarás que mi mujer estaba siempre con la manía de que


adoptáramos un niño…

VIEJA – ¡Esa era una idea muy vieja! Y además, a ti no te hacía ninguna gracia…

MADHAV – Tienes razón, ¡no sabes lo que me ha costado reunir ese dinero! Y
que el hijo de otro entrara por la puerta a tirarme lo que yo, con tanto esfuerzo,
había ido ahorrando… pero esta criatura se me ha metido en el corazón de una
manera…

VIEJA - ¡Buena la hemos hecho! Y ahora todo se te irá en darle gustos al niño…

MADHAV – Antes, el dinero era para mí un vicio. ¡Trabajaba por avaricia! Ahora,
como sé que es para este niño al que quiero tanto, ¡Me da una alegría ganarlo!...

VIEJA - ¿Y dónde encontraste a ese niño?

MADHAV – Es hijo de un hombre que era conocido de mi mujer. Su madre murió


cuando él nació y el otro día se quedó también sin padre…

VIEJA - ¡Pobrecito! Entonces yo le hago falta…

MADHAV – El médico dice que está algo enfermo y que lo único que hay que
hacer es resguardarlo de este viento y este sol de otoño… ¡Pero tú eres el
demonio! ¡Cuidado con lo que le dices!

VIEJA - ¡Bendito Dios! ¿Así que soy tan mala? Pero también sé hacer que los
niños estén quietitos en casa. Esta tarde cuando termine mi trabajo, vendré a jugar
con tu niño. (Sale)

Escena Tercera

(Madhav y Amal. Entra Amal)

AMAL – Tío, tío…

MADHAV – Amal, hijo… ¿qué necesitas?

AMAL - ¿No me dejas salir un poquito?

MADHAV – No, rey de mi corazón, no salgas…

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AMAL - ¡Un poquito nada más!... Voy con la tía a ver moler las lentejas… mira la
ardilla sentada sobre su cola peluda; mira como junta con sus manitos las semillas
y se las come... ¿Voy de una carrera?

MADHAV – No, vida mía, no…

AMAL - ¡Ojalá fuera una ardilla! Iba a jugar tanto… Dime tío, ¿por qué no me dejas
ir a donde quiero?

MADHAV – Porque el médico dice que no es bueno, hijo.

AMAL - ¿Y cómo lo sabe?

MADHAV - ¿Cómo no lo va a saber con esos libros enormes que lee?

AMAL - ¿Y en los libros se dice todo?

MADHAV – Claro, los hombres sabios que lo saben todo, son como tú, nunca
salen de casa…

AMAL – ¿De veras? ¿Nunca?

MADHAV – Claro, si desde que se levantan hasta que se acuestan están leyendo
y leyendo y no les queda tiempo para otra cosa. Cuando tú seas mayor, serás
sabio. Estarás siempre metido en casa leyendo librotes.

AMAL - ¡No, tío, yo no quiero ser sabio! Me gustaría más ir a muchos lugares y ver
todo lo que hay que ver.

MADHAV - ¡Tontón! ¿Y qué quieres ver?

AMAL – (Señalando por la ventana) Quiero ver esa montaña de allá. Algunas
veces me dan ganas de irme volando por encima de ella.

MADHAV - ¡Tú estás loco, hijo! ¿No comprendes que si esa montaña está allí de
pie es por algo? Si pudiéramos ir más allá ¿para qué habrían hecho una cosa tan
grande?

AMAL - ¿Tú crees, tío que la han hecho para que nadie pase? Pues a mí me
parece que como la tierra no puede hablar, levanta las manos hasta el cielo y nos
llama; y los que viven lejos y están siempre sentaditos solos en su ventana, como
yo, la vemos llamar. Ayer conocí a uno que también quiere cruzarla.

MADHAV - ¡Dios Santo! ¿Quién era?

AMAL – Alguien que llevaba un palo al hombro con un atadito de tela en la punta y
un jarro en la mano y tenía puestas unas botas muy viejas… Iba camino de los

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montes, por aquella pradera que está allá... Y yo le pregunté, gritando: ¿Dónde
vas? Y él me contestó: A cualquier parte. Y yo le pregunté otra vez: ¿Por qué te
vas? Y me dijo: voy a buscar trabajo… Tío, ¿Tú no tienes que buscar trabajo?

MADHAV - ¡Claro! Todos necesitamos trabajar.

AMAL - ¡Qué gusto! Yo también me voy a ir a buscar trabajo.

MADHAV - ¿Y si no encuentras nada?

AMAL - ¡Eso sí que sería divertido! Entonces iría más lejos todavía… yo estuve
mirando mucho tiempo a ese hombre que se iba. Cuando llegó al arroyo donde
está la higuera, se puso a lavarse los pies; después sacó de su paquete un poco
de harina, le echó un chorrito de agua y se la comía… después, ató su paquetito,
se lo puso otra vez al hombro y cruzó el arroyo. Ya le he dicho a tiíta que me deje
ir al arroyo a comer mi comida como él…

MADHAV - ¿Y qué te ha dicho tiíta?

AMAL – Que me sane y que luego ella me llevará. ¿Cuándo voy a sanarme?

MADHAV – Ya pronto, vida mía.

AMAL - ¡Qué bien! Entonces en cuanto esté bien, me iré.

MADHAV - ¿Y a dónde quieres ir?

AMAL – No sé, me iré andando y andando… pasaré muchos arroyos metiéndome


en el agua. Y buscaré trabajo lejos, muy lejos, cada vez más lejos…

MADHAV – Bueno, pero primero debes ponerte bien.

AMAL – Entonces tú ya no vas a querer que yo sea sabio, ¿no?

MADHAV – A ver… ¿y a ti qué te gustaría?

AMAL – Ahora no lo tengo pensado, te lo diré luego.

MADHAV – Quédate aquí y no te pongas a hablar con el primer desconocido que


pase, ¿sabes?

AMAL - ¡Es que a mí me gusta tanto hablar con ellos!

MADHAV - ¿Y si te raptaran?

AMAL - ¡Eso sí que me gustaría! Pero no, nadie me lleva. A nadie se le ocurre
sacarme de aquí…

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MADHAV – Tengo que irme a trabajar. Prométeme que no saldrás.

AMAL – No saldré, pero déjame estar en este cuarto que da al camino.

(Sale Madhav)

Escena Cuarta

(Amal y La lechera)

LECHERA (En off) - ¡Quesitos, quesitos… a los ricos quesitos!

AMAL – ¡La de los quesitos, oye, la de los quesitos!

(Entra La Lechera)

LECHERA - ¿Me has llamado, niño? ¿Quieres comprar quesitos?

AMAL - ¿Cómo quieres que los compre si no tengo dinero?

LECHERA – Entonces ¿para qué me llamas? ¡Vaya una manera de perder el


tiempo!

AMAL – Si yo pudiera, me iría contigo…

LECHERA - ¿Conmigo?

AMAL – Sí, me entra una tristeza cuando te oigo pregonar allá lejos…

LECHERA – Y tú, ¿qué haces aquí?

AMAL – El médico me ha mandado que no salga y aquí estoy sentado todo el


día…

LECHERA - ¡Pobre! ¿Qué tienes?

AMAL – No sé, como no soy sabio… Dime lechera, ¿de dónde eres?

LECHERA – De mi pueblo.

AMAL - ¿Y está muy lejos tu pueblo?

LECHERA – Está junto al río de Oro, al pie de los montes de Diamantes.

AMAL – Sí, sí... yo creo que vi una vez tu pueblo, pero no sé cuándo fue.

LECHERA - ¿Has estado en los montes de Diamantes?

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AMAL – No, yo no he estado, pero creo que he visto tu pueblo... Tu pueblo está
debajo de unos árboles muy grandes y muy viejos, ¿no? Junto a un camino
colorado…

LECHERA – Sí, sí, así es…

AMAL – Y en la ladera de la colina está el ganado comiendo…

LECHERA - ¡Claro que hay ganado en mi pueblo!

AMAL – Y las mujeres llevan vestidos de colores y llenan los cántaros en el río y
luego vuelven con ellos en la cabeza…

LECHERA – Así mismo. Todas vamos por agua al río. No cabe duda: has estado
alguna vez en el pueblo de los lecheros.

AMAL – Te digo que no estuve nunca, pero el primer día que el médico me deje
salir, ¿me llevarás?

LECHERA – Sí, me gustaría mucho que vinieras conmigo.

AMAL - ¿Y me vas a enseñar a pregonar quesitos, a ponerme la balanza en los


hombros y a andar por ese camino largo?

LECHERA – Calla… ¿y para qué ibas a vender quesitos? No, tú leerás libros muy
grandes y serás sabio.

AMAL - ¡No! Yo no quiero ser sabio, yo quiero ser como tú… venderé mis quesitos
en un pueblo que estará en un camino colorado. ¡Qué bien pregonas: quesitos,
quesitos, a los ricos quesitos! ¿Me quieres enseñar a decirlo?

LECHERA - ¿Para qué quieres saberlo?

AMAL - ¡Enséñamelo! Me gusta tanto oírlo… yo no te puedo explicar lo que me


pasa cuando te oigo a la vuelta de ese camino, entre esa hilerita de árboles… lo
mismo que cuando oigo los gritos de las águilas, tan alto, allá en el fin del cielo…

LECHERA – Bueno, bueno… toma unos quesitos.

AMAL - Pero si no tengo dinero…

LECHERA - ¡Deja el dinero! ¡Me iría tan alegre si quisieras tomarlos!

AMAL – Lechera, ¿te he entretenido mucho?

LECHERA – No, niño, nada. No sabes lo contenta que me voy. Me has enseñado
a ser feliz vendiendo quesitos…

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(Sale)

Escena Quinta

(Amal solo)

AMAL - ¡Quesitos, quesitos… a los ricos quesitos del pueblo de los lecheros, en el
país de los montes de Diamantes, junto al río de Oro! ¡Quesitos, a los buenos
quesitos!...

Ya está ahí la señora del tiempo… ahora viene por abajo…

(Dirigiéndose a la Señora del tiempo) ¡Señora del tiempo, ven a hablar conmigo!

Escena Sexta

(Amal y la Señora del tiempo)

SEÑORA – Pero ¿qué escándalo es éste? ¿Acaso no me tienes miedo?

AMAL - ¿Por qué voy a tenerte miedo?

SEÑORA - ¿Y si te llevo preso?

AMAL - ¿A dónde me llevarías? ¿Muy lejos? ¿Más allá de esos montes?

SEÑORA – Me parece que donde voy a llevarte es ante el Rey.

AMAL - ¡El Rey! Sí, Sí, llévame… Pero el médico no me deja salir… Nunca puedo
irme con nadie… Todo el día tengo que estar aquí sentado…

SEÑORA - ¡Pobrecito!

AMAL - ¿Quieres tocar el gong, Señora?

SEÑORA - Después, todavía es temprano.

AMAL - ¡Qué raro! Unos dicen que es temprano y otros que es tarde. Pero yo
estoy seguro que si tocas tu gong será la hora justa.

SEÑORA – No, yo no puedo tocar el gong sino cuando es el momento preciso.

AMAL - ¡Cómo me gusta oír el gong! Al mediodía, cuando acabamos de almorzar,


mi tío se va al trabajo y mi tiíta se duerme leyendo cuentos. El perro se echa a la
sombra de la pared y entonces suena tu gong… ¡Don, don, don! ¿Por qué tocas tu
gong?

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SEÑORA – Para decirles a todos que el tiempo no es inmóvil sino que siempre
está andando…

AMAL - ¿Y a dónde va el tiempo?

SEÑORA - ¡Eso sí que nadie lo sabe!

AMAL – Entonces será que nadie ha estado allí nunca… ¡Cómo me gustaría irme
con el tiempo a ese país que nadie ha visto!

SEÑORA – Tal vez, él mismo querría llevarte…

AMAL – No, no lo hará, estoy seguro, nadie me saca de aquí… pero cuando oigo
tu gong, me da una cosa… Dime, Señora…

SEÑORA - ¿Qué quieres?

AMAL - ¿Qué es esa casa grande del otro lado del camino, que tiene arriba una
bandera? Entra y sale gente y gente…

SEÑORA - ¡Ah! Es el correo nuevo.

AMAL - ¿El correo nuevo? ¿Y de quién es?

SEÑORA - ¿Pues de quién va a ser? ¡Del Rey!

AMAL – Y entonces ¿vienen aquí cartas del Rey?

SEÑORA – Claro. El día menos pensado viene una carta para ti.

AMAL - ¿Para mí? Si yo soy un niño…

SEÑORA – Pero el Rey también les escribe cartas a los niños.

AMAL - ¡Qué bien! Y ¿cuándo recibiré yo mi carta? ¿Quién te lo dijo?

SEÑORA – Si no, ¿para qué iba a poner el Rey su correo frente a tu ventana, con
su bandera flameando?

AMAL – Pero ¿quién va a traerme la carta del Rey, cuando me escriba?

SEÑORA – El Rey tiene muchos carteros. ¿No los ves cómo corren por las calles?
Unos que llevan una señal dorada en el pecho…

AMAL - ¿Y a dónde van?

SEÑORA – Pues a todas partes…

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AMAL - ¡Qué bien! ¡Yo voy a ser cartero del Rey cuando sea grande!

SEÑORA - ¡Ja, ja! ¡Qué ocurrencia! ¡Cartero! ¿Pero sabes lo que dices? Que
llueva o haga sol, al rico y al pobre, cartas y más cartas siempre, siempre,
siempre… ¡Creerás tú que eso no es trabajo!

AMAL - ¡Ya lo creo que lo es! ¡Cómo me gustaría! ¿Por qué te ríes? Si tú también
trabajas mucho… Cuando al mediodía hace tanto calor y no se oye nada, tu gong
suena: don, don, don… Y algunas veces que me despierto por la noche, lo oigo en
la oscuridad, muy suavecito… don, don, don…

SEÑORA - ¡Ahí viene el Jefe! Me voy, que si llega a verme hablando contigo…

AMAL - ¡El Jefe! ¿Dónde?

SEÑORA – Ya está aquí, míralo. ¿No ves esa gran sombrilla que parece que
viene saltando?

AMAL – Y será que el Rey le ha dicho que sea Jefe de aquí, ¿no?

SEÑORA – El Rey… ¡No! Es un fastidioso, no le gusta más que molestar. Si


vieras… Hace todo lo que puede por ser desagradable. Bueno, me voy. Ya vendré
por aquí mañana temprano y te contaré lo que pase por el pueblo.

(Sale)

Escena Séptima

(Amal solo)

Amal - Ahora que me acuerdo ¿y si el cartero no sabe quién soy? (Al Jefe) ¡Señor
Jefe, Señor Jefe! ¿Puedo decirle una cosa?

Escena Octava

(Amal y el Jefe)

EL JEFE - ¿Qué gritos son esos? ¡Vaya con el monigote!

AMAL - ¿Usted es el Jefe, verdad? ¿Todo el mundo hace lo que usted dice?

EL JEFE – (Con satisfacción) ¡Por supuesto que sí!

AMAL - ¿Y también manda usted en los carteros del Rey?

EL JEFE - ¡También!

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AMAL - ¿Querría usted decirle al cartero que Amal es el niño que está sentado
aquí en la ventana?

EL JEFE - ¿Y para qué?

AMAL – Porque si viniera una carta para mí…

EL JEFE - ¡Para ti! ¿Quién va a escribirte una carta?

AMAL – Quizá me escriba el Rey…

EL JEFE – (Riéndose) ¡El Rey! ¡Tú estás soñando! ¡Claro, como que tú eres su
mejor amigo y no se han visto en tanto tiempo, el Rey se está muriendo de pena
y… ¡Sí, espera sentado, que mañana tendrás la carta!

AMAL – Señor Jefe, ¿por qué me habla así? ¿Usted está enojado conmigo?

EL JEFE - ¿Contigo? Mira los aires que se da tu tío… ¡Claro, como ha ganado esa
fortuna ahora se habla de reyes y príncipes en su casa! ¡Que yo lo vea y ya va a
ver! Y tú, mequetrefe… ¡ya diré al cartero que te traiga la carta!

AMAL – No, no… si le molesta no me la traiga…

EL JEFE - ¡Se lo voy a decir ahora mismo al Rey! ¡Espera que no tardará la carta,
en cuanto el Rey lo sepa, te mandará un criado suyo! ¡Valiente impertinencia!
Como el Rey se entere…

(Sale)

Escena Novena

(Amal y entrando, Serena. Luego, su mamá)

AMAL - ¿Quién eres tú, niña? ¡Cómo suenan tus pulseras! ¡Espera un poquito!

NIÑA - ¡No puedo, no tengo tiempo, es muy tarde!

AMAL - ¿No quieres esperar? ¡Tampoco a mí me gusta estar aquí!

NIÑA - ¿Qué tienes, que pareces una estrella de la mañana?

AMAL – No sé; el médico no quiere que salga…

NIÑA - ¡Ay, entonces no salgas! Debes hacer caso de lo que te diga el médico,
porque si no, se enojará contigo. Deja que te cierre un poquito la ventana…

AMAL – No, no cierres; es la única ventana que está abierta… ¿Quieres decirme
quién eres? Me parece que no te conozco…

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NIÑA – Yo soy Serena, la hija de la vendedora de flores. ¿No lo sabías?

AMAL – Y tú ¿Qué haces?

NIÑA – Recojo flores en este canasto.

AMAL - ¿Flores? ¡Por eso tienes tan alegres los ojos y tus pulseras repican
contentas cuando caminas! Si yo pudiera salir, te arrancaría las flores de las
ramas más altas, que ya no se ven…

NIÑA - ¿De veras? ¿A qué no sabes tantas cosas de las flores como yo?

AMAL – No, pero si me dejaran un momentito me iría corriendo a un bosque lleno


de flores y me perdería. Y en aquel sitio donde el colibrí se mece en su ramita, yo
me convertiría en una flor de colores. ¿Querrías tú ser mi colibrí?

NIÑA - ¡Qué tonto eres! ¿Cómo voy a ser tu colibrí si yo soy Serena y mi madre es
la vendedora de flores? Si supieras las guirnaldas que tengo que hacer todos los
días… ¡Ay, quién pudiera estar como tú, sin hacer nada!

AMAL - ¿Y qué ibas a hacer en todo el día, tan largo?

NIÑA – Jugaría con mi muñeca la novia, y con mi gatita y con…

(Entrando la mamá de Serena)

MAMA - ¡Serena, hija!... Vamos que se nos hace tarde. El sol está subiendo a lo
alto del cielo y su resplandor ya no nos dejará juntar las flores.

SERENA – (A su mamá) Ya voy, mamita. (A Amal) Mira, es muy tarde y no puedo


quedarme más, si no, me voy a volver con el canasto vacío.

AMAL – Espera otro poquito… estoy tan bien contigo…

NIÑA - ¡No puedo! Pero si eres bueno y te quedas aquí, cuando vuelva con las
flores pasaré a hablar contigo.

AMAL - ¿Me vas a traer una flor?

NIÑA – No puedo, tienen que comprarse.

AMAL – Yo te pagaré cuando sea grande, antes de irme a buscar trabajo más allá
de aquel arroyo…

NIÑA – Bueno.

AMAL - ¿Vas a volver cuando tengas las flores?

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NIÑA – Sí, volveré.

AMAL - ¿Te acordarás bien de mí? Yo soy Amal, acuérdate bien…

NIÑA – Ya verás cómo me acuerdo…

(Sale)

Escena Décima

(Amal y unos chiquillos)

AMAL - ¿A dónde van? ¡No se vayan todos, quédense conmigo un poquito!

CHIQUILLO – Vamos a jugar.

AMAL - ¿A qué van a jugar?

CHIQUILLO – Vamos a jugar a los labradores.

CHIQUILLO – (Con un palo) Aquí está el arado.

CHIQUILLO – Y él y yo somos los bueyes.

AMAL - ¿Y se la pasan jugando todo el día?

CHIQUILLO - ¡Todo el día!

AMAL – Y cuando oscurezca volverán por la orilla del río, ¿no?

CHIQUILLO – Por la misma orilla…

AMAL - ¿Y pasarán por aquí?

CHIQUILLO - ¡Ven a jugar con nosotros!

AMAL - ¡No me deja salir el médico!

CHIQUILLO - ¿Y tú haces caso del médico? ¡Vamos que es muy tarde!

AMAL – No, no. ¿Por qué no juegan aquí en el camino para que los vea?

CHIQUILLO - ¿Y a qué vamos a jugar aquí?

AMAL - ¡Les daré mis juguetes! Sí, tomen mis juguetes. Yo no puedo jugar solo y
se están cubriendo de polvo.

CHIQUILLO - ¡Ay, qué juguetes tan bonitos!

CHIQUILLO - ¡Un barco!

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CHIQUILLO - ¡Una muñeca!

CHIQUILLO - ¿Y nos los das todos? ¿De veras?

AMAL – Sí, ténganlos. A mí no me hacen falta.

CHIQUILLO - ¿Ya nunca los querrás? Van a retarte…

AMAL - No, nadie me reta. Pero ¿van a jugar con ellos aquí todas las mañanas?
Cuando se rompan, les daré otros…

CHIQUILLO - ¡Claro que vendremos! ¡Vamos a jugar a la guerra! Pongan en fila


esos soldados.

CHIQUILLO - ¿Dónde habrá un fusil? ¿Esta caña sirve?

CHIQUILLO - Uy, escuchen el gong… ¡ya debemos irnos! Pero mañana temprano
volveremos.

AMAL – Esperen… ¿Ustedes conocen a los carteros del Rey?

CHIQUILLO – Sí, claro.

AMAL - ¿Cómo se llaman? ¿Quiénes son?

CHIQUILLO – Uff.. hay muchos…

AMAL - ¿Y me conocerían si viniese una carta para mí?

CHIQUILLO – Si pone tu nombre, claro que sí.

AMAL – Cuando vuelvan mañana ¿quieren traerme uno para que sepa quién soy?

CHIQUILLO – Bueno, ¡hasta mañana!

Acto Segundo

Escena Primera

(Amal y Madhav)

AMAL - ¿Tampoco me deja el médico quedarme ante la ventana?

MADHAV – Él dice que te has puesto peor de estar en ella.

AMAL – Eso no es cierto, cuando estoy en la ventana ¡me encuentro tan bien!

MADHAV – Eso te parece a ti, pero no, hijo. Luego, sacas la cabeza y te pones a
hablar con todo el que pasa y no puedes hacer eso.

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AMAL – Y mi Mago, como no me verá en la ventana, se irá.

MADHAV - ¿Tu Mago? ¿Quién es tu Mago?

AMAL – Mi Mago… Viene y me cuenta cosas de todos los lugares donde ha


estado. ¡Unas cosas tan bonitas!

MADHAV - ¿Qué dices? Yo no conozco a ningún Mago.

AMAL – Pues no tardará. ¡Por favor, dile que entre un ratito a hablar conmigo!

Escena Segunda

(Los mismos y La vieja que viene vestida de Mago)

AMAL - ¡Míralo, ahí está! ¡Mago, Mago, ven aquí conmigo!

MADHAV - Pero si es…

LA VIEJA – (Guiñándole un ojo a Madhav) ¡Yo soy el Mago!

MADHAV – (A la vieja) ¡Eres el diablo! ¡Si no lo viera no lo creería!

AMAL - ¿Dónde has estado hoy, Mago?

LA VIEJA – Ahora mismo llego de la Isla de los Loros.

MADHAV - ¿La Isla de los Loros?

LA VIEJA – Sí, la Isla de los Loros. (A Madhav) ¿Tú crees que yo soy como tú?
(Negando exageradamente) Yo no tengo más que poner mis pies en movimiento,
y me voy por donde quiero, y no me cuesta nada…

AMAL – (Aplaudiendo) ¡Qué bien! ¿No olvidarás que me has prometido llevarme
contigo cuando esté bien?

LA VIEJA – Claro que no. ¡Y te voy a enseñar unos pases mágicos gracias a los
cuales, nada, ni por mares ni por bosques o montañas, podrá cerrarte el paso!

MADHAV - ¿Qué cuento es ese?

LA VIEJA – Amal, hijo… nada, en mares, bosques o montañas puede hacerme


retroceder… Ahora que si el médico y este tío que tienes se conjuran contra mí, no
hay magia que valga…

AMAL – No; tío no se lo dirá al médico y yo prometo no moverme de aquí. Pero el


primer día que me ponga bien, me iré contigo ¡Y nada, en mares, bosques o
montañas podrá cerrarme el paso!

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MADHAV – Hijo, siempre estás pensando en irte… ¡Si supieras la pena que me da
oírte decir esas cosas!

AMAL – Escucha, Mago… ¿Cómo es la Isla de los Loros?

LA VIEJA – Es la tierra de las maravillas. Allí viven todos los pájaros del mundo y
no hay un solo hombre; y no creas que allí se habla o se camina, sólo se canta y
vuela.

AMAL - ¡Qué hermosura! ¿Y hay algún mar cerca?

LA VIEJA - ¡Claro, como que la Isla está en el medio del mar!

AMAL – Y habrá unos montes muy, muy verdes…

LA VIEJA – Sí. Toda la Isla está llena de colinas de esmeralda. Y cuando va a


ponerse el sol, el valle rojo resplandece y los pájaros regresan en bandadas,
volando con sus alas multicolores, a sus nidos.

AMAL - ¿Y hay cascadas?

LA VIEJA - ¡Claro! Cada monte tiene la suya; y parecen de diamantes derretidos.


¡Si vieras lo que juega el agua y cómo cantan las piedras con ella cuando se
precipita al mar, saltando! ¡Al agua sí que no la detiene ningún médico!… Sigo.
Los pájaros me miraban como miran a los hombres, ya ves tú, como no tenemos
alas… Si no fuera por eso, te aseguro que me haría una choza entre los nidos y
me pasaría allí mi vida, contando las olas del mar.

AMAL - ¡Si yo fuera pájaro!...

LA VIEJA – Pero eso ya no podrá ser… A mí me han dicho que tú has hablado
con la Lechera para vender quesitos cuando seas mayor; y como a los pájaros no
les gustan los quesitos, me parece que te saldría mal tu negocio…

MADHAV - ¡Me van a volver loco entre los dos! ¡No puedo con ustedes! ¡Me voy!

AMAL – Espera, tío… ¿vino la Lechera?

MADHAV - ¡Claro! ¿No la esperabas? Pero ella no se romperá la cabeza llevando


mensajes a tu Mago favorito en la Isla de los Loros… me ha dicho que te diga que
no ha podido quedarse, pero ha dejado una lata de quesitos para ti.

AMAL - ¡Qué lástima!

LA VIEJA – Entonces, como no ha podido venir la Lechera, yo te seguiré contando


historias de la Isla de los Loros.

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MADHAV - ¡Cállate de una vez! ¡No puedo escucharte con calma!

(Sale)

Escena Tercera

(Amal y La Vieja)

AMAL – Oye, Mago, ahora que se ha ido mi tío; ¿no ha venido carta del Rey para
mí?

LA VIEJA – Yo sé que la carta ya ha salido de palacio, pero todavía viene de


camino.

AMAL - ¿De camino? ¿Y por dónde vendrá? ¿Vendrá por esa veredita llena de
árboles, la veredita que se ve cuando sale el sol después de llover, hasta el fin del
bosque?

LA VIEJA – Por ahí viene. ¿Cómo lo sabes?

AMAL – Pues no sé cómo, pero lo veo tan clarito… El Cartero del Rey viene
bajando la cuesta, con un farol en la mano izquierda y una bolsa muy grande, llena
de cartas, en la espalda. ¡Viene bajando hace mucho tiempo, sin descansar! Y
cuando va llegando a aquella montaña donde empiezan los arroyos, sigue por la
orilla y entra al campo de centeno. Luego, entra en el cañaveral, por ese caminito
estrecho y pasa entre las cañas… ¡No se lo ve! Luego, llega a la pradera grande
donde cantan los grillos… mira, no hay nadie más que él. Lo siento venir más
cerca, más cerca… ¡Qué contento estoy!

LA VIEJA – Me cuentas tan bien las cosas, que mis ojos las ven como cuando era
niño…

AMAL – Dime, Mago… ¿conoces al Rey que ha puesto aquí este Correo?

LA VIEJA – Sí, mucho. Todos los días voy a pedirle limosna.

AMAL - ¡Qué bien! Cuando yo me ponga bien, también iré a pedirle limosna, ¿no?

LA VIEJA – Tú no tendrás que pedirle, él te la dará por gusto.

AMAL – No, no, yo iré a su portón y gritaré: ¡viva mi Rey! Y luego bailando, le
pediré mi limosna. ¿No crees tú que estaría bien?

LA VIEJA - ¡Ya lo creo, estaría magnífico! Y si fuéramos juntos, me tocaría a mí


una buena parte, pero ¿qué le vas a pedir?

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AMAL – Le diré: Hazme cartero tuyo, para ir con mi farol, de puerta en puerta,
repartiendo cartas. ¡No me tengas en casa todo el día!

LA VIEJA – Pero, vamos a ver… ¿por qué estás tan triste en tu casa?

AMAL - ¡No, si no estoy triste! Al principio me parecían muy largos los días, pero
desde que han puesto enfrente el Correo del Rey, cada vez estoy más contento,
como sé que un día voy a tener una carta… ¡No me importa quedarme aquí
quietito! Dime, ¿sabré leer su carta?

LA VIEJA - ¡Qué te importa! ¿No tienes bastante con que tenga tu nombre?

Escena Cuarta

(Los mismos y Madhav)

MADHAV – (Entrando) ¡Buena la han hecho entre los dos!

LA VIEJA - ¿Qué pasa?

MADHAV - ¡Que todo el mundo anda diciendo que el Rey ha puesto ahí enfrente
su correo para escribirle siempre a los dos!

LA VIEJA - ¿Y qué?

MADHAV – Que el Jefe se lo ha hecho decir al Rey en secreto…

LA VIEJA - ¿Y no sabemos todos que el Rey se entera de todo lo que pasa?

MADHAV – Entonces, ¿por qué no tienes más cuidado? ¡No debieras nombrar al
Rey en vano! ¡Me vas a arruinar con tus cosas!

AMAL – Mago, Mago, ¿de veras se enojará el Rey?

LA VIEJA - ¡Qué se va a enojar! Con un niño como tú y un Mago como yo…

AMAL - ¿Cuándo va a venir la carta del Rey?

LA VIEJA – Seguramente vendrá hoy, hijo mío…

Escena Quinta

(Los mismos y el Médico)

ASISTENTE DEL MEDICO – (Entrando) ¿Cómo estás hoy? El médico me manda


por novedades.

AMAL – Muy bien, señor asistente, no me duele nada.

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ASISTENTE DEL MEDICO – Mmmmm… ¡No sé qué tiene hoy el aire! ¡Había una
corriente cuando entré!... Y eso no es bueno. Lo mejor sería cerrar la puerta. El
médico ha dicho que no debe filtrarse el aire otoñal.

MADHAV – Ha cerrado los ojos, debe haberse dormido. (Mirándolo) ¡Lo quiero
tanto…! ¡Haré todo lo que haya que hacer para que se mejore!

(Se escuchan unos golpes. Es el Jefe)

ASISTENTE DEL MEDICO - ¿Quién es? ¡Este Jefe que tiene que meterse en
todo!.. Bueno, tengo que irme. En cuanto llegue a casa, mandaré una buena dosis
de esa medicina que el médico le recetó a ver si conseguimos mejorarlo pronto…

(Salen Madhav y el Médico)

Escena Sexta

(Amal, la Vieja y el Jefe)

EL JEFE – (Entrando) ¡Hola muchacho!

LA VIEJA – (Levantándose apresuradamente) ¡Calla!

AMAL – No importa, Mago, si no estaba dormido.

Escena Séptima

(Los mismos y Madhav)

EL JEFE – Madhav, tengo entendido que ya te hablas con personajes


importantes…

MADHAV - ¡No andes con bromas, Jefe!

EL JEFE – Pero tu niño está esperando una carta del Rey…

MADHAV – Déjalo en paz, al pobre…

EL JEFE – No, no… ¿por qué no habría de recibirla? ¿Dónde va a encontrar el


Rey gente mejor? ¡Por algo ha puesto su Correo nuevo frente a tu ventana!
¡Muchacho, aquí traigo una carta del Rey para ti!...

AMAL – (Incorporándose de un salto) ¿Dónde? ¿Es verdad?

EL JEFE - ¡Pues va a ser mentira! ¡Si eres su mejor amigo! ¡Mírala! (Mostrando un
papel en blanco) ¡Tómala! ¡ja, ja, ja!

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AMAL – No se burle de mí… Mago, dime ¿es verdad?

LA VIEJA – Sí, hijo mío. Yo que soy Mago te digo que esta es la carta del Rey.

AMAL – ¡Pero si no veo nada! ¡Me parece todo tan blanco! Señor Jefe, ¿Qué dice
la carta?

EL JEFE – Dice: “Iré enseguida a verte. Tenme preparado arroz al horno, que la
comida de palacio empieza a fastidiarme…” ¡Ja, ja, ja!

MADHAV – (Suplicando) ¡Jefe, te ruego que no bromees más!

LA VIEJA – (Tomando la carta) ¿Bromas? ¡Atrévete!

MADHAV - ¿También tú te has vuelto loca?

LA VIEJA - ¿Loca? Estaré loca pero aquí dice bien clarito que el Rey vendrá a ver
a Amal con el médico de la corte…

AMAL - ¡Mago, Mago…escucha! ¡La trompeta del Rey!

EL JEFE - ¡Ja, ja, ja! Yo no escucho nada…

AMAL – Señor Jefe, yo creía que usted estaba enojado conmigo y no me quería…
¿cómo me iba a imaginar que fuera usted quien me trajese la carta del Rey?
Déjeme que le quite el polvo de los pies.

EL JEFE – Deja, niño. La verdad que esta criaturita tiene instinto de veneración.
Es un poco simple, pero su corazón es bueno.

AMAL – Creo que ya oscureció. Escuchen el gong: don, din, don… ¿Ya salió la
estrella de la tarde? Como está todo cerrado…

EL JEFE – Voy a abrir.

(Llaman afuera)

MADHAV - ¡Llaman! ¿Quién será que llama a estas horas?

UNA VOZ, AFUERA - ¡Abran la puerta!

MADHAV - ¿Oíste, Jefe? ¡A ver si son ladrones!

EL JEFE - ¿Quién llama? ¡Lo pregunta el Jefe!

Escena Octava

(Los mismos y Los Heraldos del Rey)

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HERALDO UNO – (Entrando) ¡Nuestro Rey soberano llega esta noche!

EL JEFE - ¡Dios mío!

AMAL - ¡Heraldo, Heraldo! ¿A qué hora llegará?

HERALDO DOS – Cuando la Señora del tiempo toque el gong en las puertas de la
ciudad. Pero manda delante a su médico más sabio para que cuide a su amiguito.

Escena Novena

(Los mismos y el Médico Real)

MEDICO REAL – (Entrando) ¿Qué es esto? ¿Por qué está todo tan cerrado?
Abran de par en par. (A Amal) ¿Cómo estás, hijo?

AMAL – Muy bien, señor Médico del Rey, ya no me duele nada. ¡Ay, qué gusto da
esto tan abierto y tan fresco! ¡Ahora sí veo temblar las estrellas en la oscuridad!

MEDICO REAL - ¿Crees que podrás salir esta noche cuando llegue el Rey?

AMAL - ¡Ya lo creo que sí! ¡Si tengo unas ganas de salir! Le voy a decir al Rey que
me enseñe la estrella polar…

MEDICO REAL – Él te lo dirá todo. (A Madhav) ¿Quiere arreglar el cuarto para


cuando llegue el Rey? (Señalando al Jefe) Y éste, que se vaya.

AMAL – No, déjelo que es amigo mío. Él fue quien me trajo la carta del Rey.

MEDICO REAL – Muy bien, hijo mío. Si es tu amigo, que se quede.

MADHAV – (Hablándole al oído a Amal) Amal, hijo… Ya ves cuánto te quiere el


Rey que él mismo viene a verte… Pídele algo, que bien nos haría falta…

AMAL – Sí, tío, ya lo tengo pensado.

MADHAV - ¿Y qué le vas a pedir?

AMAL – Le pediré que me haga cartero suyo, para ir de puerta en puerta, por
todas partes repartiendo sus cartas…

MADHAV - ¡Pobres de nosotros! ¿Eso le vas a pedir?

AMAL – Tío… ¿y qué le daremos al Rey cuando llegue?

HERALDO UNO – Ha ordenado que se le prepare arroz al horno.

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AMAL - ¡Arroz al horno! ¡Señor Jefe, usted tenía razón! ¡Sí, usted fue el primero
que lo dijo! Usted lo sabía todo, todo…

EL JEFE – (Al Heraldo) Si hubieras avisado, yo podría haber hecho preparativos


dignos del Rey…

MEDICO REAL – No es necesario… Y ahora callen todos, que se está durmiendo.

MADHAV – (A la vieja) ¿Tú crees que es bueno todo esto?

LA VIEJA - ¡Claro que sí! ¡El Rey lo puede todo!

Escena Décima

(Los mismos y Serena)

SERENA – (Entrando) ¡Amal!

MEDICO REAL – Está dormido.

SERENA – Es que le traía unas flores… ¿Puede dárselas usted?

MEDICO REAL - ¡Claro que sí!

SERENA - ¿Cuándo despertará?

MEDICO REAL – Cuando el Rey venga a buscarlo.

SERENA - ¿Quiere decirle una cosa de mi parte cuando despierte?

MEDICO REAL - ¿Qué quieres que le diga?

SERENA – Dígale que Serena no lo ha olvidado…

(Sale)

Escena Undécima

(Los mismos y el Rey)

(Una gran figura aparece envuelta de muchísima luz)

REY - ¡Amal, Amal, despierta hijo!

AMAL - ¡El Rey!

REY – He venido a buscarte.

AMAL – (Incorporándose, a Madhav) ¿Puedo ir, tiíto?

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MADHAV – Claro, mi niño.

AMAL - ¿Y qué haremos, señor Rey? ¿Dónde me llevará?

REY – A donde tú quieras ir.

AMAL – Yo quisiera ser su Cartero y recorrer muchos pueblos llevando sus cartas.
Me gustaría atravesar valles y montañas, cruzar los ríos y caminar por los campos
de trigo. Ver las praderas azules y juntar flores para mi amiga Serena.

REY – (Entregándole una inmensa bolsa) Puedes empezar cuando quieras…

LA VIEJA – (A Madhav) Quédate tranquilo, hombre. A partir de ahora, nada, en


mares, bosques o montañas podrá cerrarle el paso.

AMAL - (Tomando la gran bolsa y cargándosela al hombro) ¡Cartas, a las cartas


del Rey! ¡Salgan todos de sus casas que llega el Cartero del Rey!

TELON

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